lunes, 1 de julio de 2013

Gárgola de la catedral de Oviedo - La leyenda de Oria

EXORCISMO EN LA CATEDRAL DE SAN SALVADOR: ORIA LA PEREGRINA ENDEMONIADA

En las bibliotecas de Cambray y Oxford (Inglaterra) se conservan sendos manuscritos en los que se relata la historia de Oria, la peregrina endemoniada. Según los investigadores que estudiaron estos documentos, como Ch. Khöler, del que nos da noticias Juan Uria Ríu, son de los siglos XII-XIII:

  Basándonos en ambos autores y en el resumen de Juan Uría Ríu, todo comenzó cuando una mujer penitente dio a luz a una niña que maldijo, al no ser deseada, fruto de un acto forzado, ofreciéndola al demonio, quien acudió a llevársela a los siete meses, criándola durante dieciséis años, poniéndole el nombre de Oria.

   Cumpliendo los diecisiete el diablo se la llevó como acompañante cuando fue a un monasterio de monjes negros de Aragón (puertos de Aspe) a armar de las suyas, dejándola un momento ante los muros mientras él entraba a aterrorizar a los frailes. Es entonces cuando a la chica se le apareció Santiago, quien le hizo la Señal de la Cruz con una uña en la mano izquierda. Al regresar el diablo y ver aquello se dio cuenta que era obra del Apóstol y raudo entró en el cuerpo de la moza, gritando que nadie la apartaría de ella, pues era suya al dársela su propia madre, al alimentarla y regalarle una vida fastuosa todo este tiempo, afirmaciones que salían de la boca de la misma infortunada pero con la voz de Satán. Los frailes lo vieron y aprovechando un momento que el demonio había salido de su cuerpo cambiaron las ropas de la moza, quemando las que llevaba puestas, las cuales dieron un fétido olor al arder.

   De poco sirvió, el maligno volvió a entrar en la muchacha. Los monjes le aplicaron un interrogatorio y exclamó nuevamente que era suya y jamás la dejaría salvo que se lo pidiesen San Salvador o Santiago, quien le había hecho la Señal de la Cruz en la mano. Entoces la muchacha se hizo peregrina hacia los santos lugares de esta advocación, con su hábito y su bordón, llegó a Santayana, en Cantabria, donde cinco caballeros de Jaca le dieron un pan, con el que ofreció cinco limosnas  en honor a las cinco llagas de Cristo, cada vez que el diablo la tentó cinco veces al pasar cinco puentes. Así pudo entrar en la catedral de San Salvador de Oviedo/Uviéu, la capital asturiana origen del Camino de Santiago y centro de peregrinación y devoción a las Reliquias de Jerusalén, corriendo a postrarse ante ellas y su Arca Santa, cuando el diablo volvió a entrar otra vez en su cuerpo. Un arcediano del templo observó la escena asustado y le echó la estola, dando entonces el demonio grandes lamentos pidiendo que se le quitaran "eso", pues le estaba estrangulando.

    Gritos, lamentos, reiteración de las explicaciones de porqué no abandonaría el cuerpo de la doncella se sucedieron cuando también trajeron la Cruz de los Ángeles, con el deseo de que dejase a la desgraciada, cuyo cuerpo se hinchaba, habló varias lenguas, propuso que le interrogasen sobre todo cuando deseasen, que él todo lo diría, pero de la niña, que tanto amaba, nunca se separaría, niña casi muerta cuando al final salió de ella el espíritu del mal. Pero por poco tiempo: al día siguiente sábado volvió a entrar en la hora tercia, repitiéndose en dramático y doloso ritual en lucha contra el fraile custodio de las Reliquias. Hasta un tropel de niños acudió gritándole que saliese, mortificando aún más al demonio, quien pidió que aquello cesase y que saldría de la chica cuando clero y pueblo le oyesen hablar, respondiendo a las preguntas que le planteasen, algo que el canónigo no quería, pues podría decir los pecados de todos ellos, causando un gran mal que quizás hiciese que el mismo Dios, disgustado, permitiese al malvado destruir la catedral, en castigo, por lo que mandó traer las Reliquias, a lo que el diablo nuevamente escapó en medio de un aullido.

   Se llevó a la peregrina al día siguiente ante el altar de San Salvador, pero aún así el espíritu del maligno volvió a poseerla, levantándola y arrojándola ante dicho altar, justo después que ella dijese que le estaba viendo llegar en forma de simio, respondiendo a quienes le pedían que se tranquilizase, pues allí no correría peligro, cosa que no resultó ser verdad. Ella hubo de ser agarrada entre varios hombres, los fieles presentes en el santuario oraban y el diablo la vejaba pese a los gritos del sacerdote. Unas veces afirmaba que saldría de ella ante el altar de Santiago, al llevarla allá se contradecía diciendo que ante el de San Salvador, a ver si entre ir y venir conseguía librase de quienes con tanta fuerza sujetaban.

   Estolas, conjuros, más y más gritos y voces. Satanás, siempre en boca de la mujer, habló entretanto de sus hazañas, dijo que había estado en Tolosa donde hizo jurar en falso a una víctima. Le amenazaron con traer la Cruz de los Ángeles, pieza sagrada de orfebrería de tiempos de Alfonso II El Casto, el diabólico dijo que si la traían se la comería, le metieron entonces en la boca de la endiablada un brazo de la Cruz... -"Ahora come si puedes!" le imprecaron. El cuerpo de la desdichada hinchaba, le quitaron la Cruz de la boca por miedo a que muriese, repitiéndose una vez más el ofrecimiento a hablar y decir todo de todos, según le preguntasen a voluntad. El monje repitió una vez más que eso no le interesaba, sino que saliese de una vez del cuerpo de la joven....

   Por fin, el diablo pareció darse por vencido, respondió que nada más deseaba que salir pues estaba atormentado, entonces le preguntaron la razón de su proceder, dando una impresionante contestación: "El Salvador de envió para ejemplo del mundo". Luego salió para no introducirse más.

   Acabado el exorcismo Oria estuvo seis semanas en Oviedo/Uviéu, siendo bautizada por el obispo Gunscellus, un nombre que parece delatar a un obispo real de la época: Gonzalo, quien le dio el nombre de María. Antes de ello contó a los vecinos en aquellos días varias de sus andanzas, como la razón de la herida en la frente, al pelearse con una persona en un puente sobre el río Nora. También que tuvo un velo que la hacía invisible y con el que entró en los templos de Jerusalén y de la capital astur, y que había ocasionado en esta misma ciudad una granizada en un mes de agosto de hacía siete años, algo muy bien recordado por los habitantes, pues les llegó entonces el agua a las rodillas.

    Es la leyenda de Oria, la peregrina endemoniada, conjuros y exorcismos ante los altares de San Salvador y Santiago...


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FOTO: Gárgola simiesca de la catedral de Oviedo/Uviéu: Oria decía que veía al diablo venir a ella ante el altar, con figura de simio
  

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