lunes, 18 de noviembre de 2013

CABO FISTERRA



Pese a que en la antiguedad se pensaba que era el lugar más occidental de la tierra conocida, de ahí el nombre de Fisterra (Finis Terrae) en realidad en la misma Galicia existen promontorios situados aún más al oeste. El paraje fue escenario de naufragios y cruentas batallas navales y el actual faro es del año 1853. Además de su vinculación a la ruta xacobea como culminación de la peregrinación a Santiago, todo su entorno es rico en tradición mágica y religiosa, piedras sacras oscilantes y sepulcros míticos, piedras de la fertilidad y santuarios que cristianizan cultos antiquísimos, muchas veces vestidos con el hábito de santos y vírgenes, sobre todo Santiago.

Escriben ya de él los grandes geógrafos clásicos de la antiguedad y se hablaba de un altar dedicado al sol, Ara Solis, en este lugar en el que miles de personas siguen viniendo a ver el espectáculo de contemplar al astro rey "sumergirse" en las aguas del océano. Se sabe que el santuario natural era visitado por numerosos navegantes del mundo antiguo al llegar a este enclave, pero no solo navegantes, hay quien sostiene que la propia peregrinacion jacobea por tierra se superpone a otras anteriores que acudían a este extraordinario lugar de cultos solares, divinidades que, con diferentes nombres, se veneraban en toda Europa. La resurrección del sol, que se sumerge bajo el mar para renacer al día siguiente, evocaría para el cristianismo la resurrección de Cristo. La fecha del propio solsticio de invierno, en torno al 25 de diciembre, la fecha en la que el sol vuelve a ganar terreno en horas de luz venciendo a la oscuridad de las tinieblas, fue adoptada como fecha oficial del nacimiento de Jesús. No es extraño que por ello exista toda una serie de sencillos rituales cargados de simbolismo en este cabo y en las playa cercana: la playa de Langosteira, donde la tradición dice desembarcó la barca de piedra con los restos del Apóstol, es preceptiva para un baño purificador en el que el peregrino renace para una vida nueva. Las ropas se queman en el mismo cabo como manera de prescindir de lo material, así como por supuesto, ver el milagro de la resurrección simbolizado en la puesta del sol.



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