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San Lázaro de Padraira, testimonio de la historia y del Camino |
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Camino de Padraira |
El Camino Primitivo sale de
Castro, al oeste del concejo asturiano de Grandas de Salime, que debe su nombre al castro de
Chao Samartín, y se encamina hacia Padraira, donde pasaremos por su ermita de San Lázaro, vinculada a la antigua malatería, hospital de malatos o leprosos, que allí existió hasta el siglo XVIII. Estamos muy próximos ya a tierras gallegas pero aún nos aguardan rincones muy interesantes y bellos en el tramo asturiano
Misterio de la niebla...¿qué hay más adelante?, ¿qué no podemos ver?. En este recorrido no hay ningún problema de pérdida, pues la vía está bien trillada y al menos las señales de la ruta se ven...
Es una delicia caminar por esta vieja senda.
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Las señales confirman nuestro trayecto. |
Trepidante sensación ir pisando piedra, tierra y hojarasca aquí donde hasta las
murias se tiñen de verde porque se cubren de musgo...
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Suprema belleza. |
Magia y encanto.
Noción de tiempo, y espacio que cambia, se transforma como viviendo un cuento de hadas...
La niebla da también una cierta sensación de inmensidad, de infinito, de soledad y quietud en estos bosques y senderos...
De placidez y paz...
Y también, por qué no, una cierta intriga.
Túnel vegetal.
Telas de araña impregnadas de gotas de rocío, instantes totalmente evocadores, cuando un golpe de aire parece barrer este manto blanco para
dejar pasar al sol...
La nube se disipa de repente en un claro donde de pronto nos sorprende
una gran pared planca asomando entre las hojas de los árboles. Es la ermita
de San Lázaro de Padraira, actualmente sola, como nosotros, en medio de la niebla, medio vencida ya por el sol y el Camino, hacia el que se abre con su amplio pórtico,
pero que antaño estuvo al lado de la más importante vía de comunicación
entre Asturias y Galicia por el interior.
Hasta el pueblo de Padraira
se halla más abajo, en la carretera, apartado del santuario.
La ermita se dedicaba al servicio de un hospital de malatos o leprosos
que se asegura estuvo emplazado delante y del que nada parecía haber
llegado a nuestros días, salvo polvorientos documentos y la memoria
popular, hasta que en unas recientes excavaciones se localizaron los
cimientos, así como un pequeño cuenco en el que la gentes se lavaban los
pies antes de entrar.
El hospital de leprosos, la Malatería de
San Lázaro de Padraira, tuvo en sus mejores tiempos doce plazas para enfermos, los
primeros testimonios escritos que se conservan y la mencionan son del
año 1581, aunque claramente existiría desde mucho antes.
Estaba adscrita
a la Colegiata de Grandas, con su administración al cargo de los
abades. Se sospecha que antiguos hospitales de peregrinos llegaron a
especializarse en hospedar y curar enfermos, transformándose en
malaterías, de ahí su ubicación en el Camino de Santiago.
Aún así, como
hemos dicho tantas veces, no pensemos en el término "hospital" con su
definición actual. No había médicos y el tratamiento solía reducirse a
los baños en fuentes consideradas salutíferas y en algo de cuidado con
la alimentación. Los conocimientos de la época sobre el tratamiento de
enfermedades nos daban para más. La nobleza y el clero, además de reyes y
magnates, solían patrocinar estas fundaciones, pues la lepra y otras
enfermedades de la piel que se tenían por el mismo mal, eran una de las
lacras más temidas de la antigüedad. Por eso el cuidado o amparo a estos
enfermos, que se les mantenía relativamente aislados, era considerada
uno de los ejemplos más evidentes de caridad.
Es digno de mención que aquí no se hayan que se sepa las macabras
ceremonias, tan realizadas en otras partes, en las que se solemnizaba la
"muerte en vida" del leproso. Es más, pese a las duras disposiciones
que pretendían apartarlos de los sanos, solían muchos malatos hacer una
vida más o menos integrada en la sociedad, iban a ferias y mercados o
comían a la mesa de algunos vecinos que los acogían en momentos de
penurias, cuando el hospital no se podía hacer cargo de ellos, dándose
casos incluso de casamientos con personas sanas. Bien es verdad,
recalcamos, que muchos males de la piel que se consideraban lepra no lo
eran. Ello no es óbice para que ignoremos esta faceta ejemplar de
nuestra historia: la de la solidaridad con el enfermo.
Acogedor pórtico, a la izquierda nos llama la atención una cosa.
Se trata de un tablero de corcho en el que
se clavan cartas, estampas y fotos, tanto de peregrinos en ruta a
Santiago como de ofrecidos que van a rogar o agradecer algún don
recibido.
Hay en la ermita
de Padraira un antiguo retablo barroco con la imagen de San Roque, que
podemos ver desde el exterior
Salimos del pórtico hacia afuera y vemos con sorpresa que las brumas mañaneras han vuelto a imperar, recuperando terreno frente al sol y regresando al Camino...
Larga recta saliendo de Padraira
Y tal y como la bruma vuelve, nosotros también, volvemos a echar a andar: nos dirigimos a
Xestoselo, tierra del que fue gran artesano
torneiro José María Muiña Díaz...
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