El Puntal (Laredo), paso a Santoña en barca |
Ayuntamiento Viejo de Laredo |
Ahí, ante la estatua de Carlos I de España y V de Alemania que rememora su desembarco en este puerto en 1556 antes de su retiro en Yuste, se abren los dos caminos: uno sigue de frente a la izquierda por la Avenida Duque de Ahumada, en ruta al sur, dirigiéndose a rodear la Ría de Treto: es el antiguo Camino a Castilla que partía de aquí, donde antes estaba el puerto medieval del siglo XIII, la desembocadura del río Bario (hoy canalizado y subterráneo) y la Puerta del Mar en la antigua muralla medieval. Era el seguido por los peregrinos que no querían subirse a las entonces frágiles embarcaciones de las barquerías, pero era y es bastante largo pues desde aquí va a Colindres, cruza el río Asón por el Puente de Treto y luego recorrerá el litoral del estuario por el sur a lo largo de poblaciones como Adal, Cicero y Bárcena para allí tomar dirección norte por Escalante para enlazar en Argoños (o en Noja) con el que viene de Santoña
El otro sigue a la derecha por la calle López Seña al fondo para recorrer todo el Paseo Martímo de La Salvé, la Playa de Laredo, hasta su extremo oeste en El Puntal, pasando a Santoña en el servicio regular de barcas allí existente. Es el que vamos a seguir en esta ocasión
Así pasamos a la parte de atrás de este Ayuntamiento Viejo, que estuvo en uso hasta el año 2007 y está considerado la mejor obra de estilo renacentista de toda cantabria
Y aquí cruzamos la calle Menéndez Pelayo muy cerca del Mercado de Abastos, en el Ensanche de Laredo, terrenos ganados al viejo puerto y al mar desde finales del siglo XIX. Luego seguirmos por López Peña donde aún quedan varias quintas montañesas de aquel periodo
Y así llegamos al Parque de los Pescadores, antesala de la playa
Monumento a La Panchonera, las panchoneras eran las mujeres que acudían al puerto a la alborada, procedentes de los pueblos del interior, a comprar el pescado recién desembarcado para luego revenderlo, bien en metálico bien con trueque, de regreso a los pueblos de los que procedían, andando y con el cesto o carpancho a la cabeza lleno de peces. Toda una odisea, máxime si tenemos en cuenta que en ocasiones incluso portando con ellas a los niños pequeños y amamantándolos
Honor al duro trabajo de aquellas heroínas de la vida y el trabajo
Y este es el Monumento a los Pescadores, obra del escultor José Espinos Alonso e instalado el 18 de agosto de 1962 con proyecto del arquitecto Jaime Domínguez Aguado, homenaje a la honda tradición marinera de Laredo, que siempre vivió cara al mar con la pesca, antaño también con un intensísimo tráfico comercial con Europa y ahora, también, con la gastronomía de los productos del mar capturados por estas gentes, pues Laredo halló en el veraneo costero una industria que palió otras vicisitudes. Fue restaurado en el año 2000 por el escultor José Luis Butrón en los Talleres Egaña
Y allí, banderas y carabelas grabadas en el monolito
Rosa de los Vientos...
Ancla y Paseo Marítimo
Por allí seguimos
Atrás quedan El Ensanche y La Puebla Vieja, con El Canto, comienzo del arenal, al pie de La Atalaya, donde estuvo emplazado el Fuerte del Rastrillar
Un delicioso paseo marítimo que hará aún más agradable la hora aproximada de caminata que nos aguarda hasta el embarcadero de El Puntal
Y la inmensa Playa de La Salvé es un inmenso arenal de 4.250 metros de largo y considerable anchura que va desde El Canto a El Puntal pero tiene continuidad por su hermana la Playa del Regatón, con otros 3.900 metros más, situada al sur. Es un gran brazo de arena y dunas que cierra la Ría de Treto salvo en un estrecho paso de mar por el que cruzan las barcas a Santoña
Santoña, al oeste, donde los romanos reaprovecharon un anterior embarcadero natural en torno a asentamientos castreños cántabros para emplazar uno de los mejores puertos del Imperio en la costa cantábrica, si bien no se sabe a ciencia cierta cual de estos tres era: Portus Vereasueca, Portus Blendium o Portus Victoriae. El topónimo deriva de los sántonos, gens del suroeste de la Galia que pudo tener aquí un asentamiento A su lado a la derecha, el majestuoso Monte Buciero domina concha y ría, mar y tierra y es el testimonio de la más antigua presencia humana en estos parajes, desde el Paleolítico Superior, tal y como demuestran los hallazgos de utensilios y arte rupestre de la Cueva del Perro y la de San Carlos. Los documentos más antiguos que hablan de Santoña se refieren al monte, el puerto es denominado puerto. No será hasta 1579 con Felipe II cuando aparezca en un documento oficial de Puerto de Santoña, que luego en el siglo XVIII quedará en Santoña
La trascendencia de tan mítica montaña nunca pasó desapercibida, se intalaron faros y fuertes de defensa que pueden visitarse y una red de caminos nos permite visitarlos, así como su importantísimo entorno natural, boscoso y dominado por algunos picachos, siendo el más elevado la Peña Ganzo, de 378 metros de altitud, verdadera atalaya sobre el Cantábrico, concha, ría y tierras circundantes
A la izquierda la Punta del Fraile en el extremo del Monte Buciero, a la derecha El Canto y La Atalaya en Laredo y en medio la Bahía de Santoña
Las dunas y los edificios de La Salvé
Tras la guerra civil hubo diversos proyectos constructivos que fracasaron y, con el rápido éxito del turismo, esto abrió la puerta a la especulación urbanística, edificándose intensamente desde la Puebla Vieja hasta El Puntal
Es como una verdadera ciudad...
No está claro el origen del topónimo La Salvé. Piadosas leyendas afirman que se debe a alguna exclamación de salvación de alguna persona o flota superviviente de galernas o naufragios, otros autores buscan su origen en una variante fonética de la palabra sable para denominar a los arenales, muy propia de Cantabria, Asturias y Francia.Por tradición todas las playas eran llamadas sable o sus variantes y ello pervive en el habla, la cartografía y la toponima
Santoña por su parte ya era una población portuaria de cierto cariz en el siglo I, justo tras la conquista romana que, a tenor de los restos encontrados, tenía comercio con la Galia. Hay unos siglos oscuros que abarcan un amplio periodo de tiempo, desde las invasiones bárbaras a la alta Edad Media en la que hemos de atender a los sucesos generales del territorio.
En algún momento indeterminado de la cristianización de la zona surge un núcleo monacal en el antiguo puerto romano que intervendrá en la organización del territorio y que será conocido literalmente como Puerto. Se atribuye este acontecimiento a tiempos del reino visigodo pero es totalmente aventurado decirlo. Ese enclave sería el origen del monasterio de Santa María de Puerto
Tras la Batalla de Covadonga alguno de los primeros reyes asturianos, con estrecha vinculación familiar con Cantabria, extendió prontamente el territorio del reino en esta dirección que luego, al avanzar la Reconquista, pasaría cuando a Castilla cuando a Navarra
Puerto y su monasterio serían destruidos por un ataque de 100 naves vikingas desde su base en el Loira en el año 968 y mandadas por Gunderedo, estableciéndose aquí durante diez años, hasta que se marcharon a otros lugares o fueron expulsados. Luego el conde castellano Sancho García lo repoblaría con comerciantes y pescadores de ballenas y llamaría al lugar peñate de Sancta Onia cambiando el nombre para asentar su dependencia a los abades del Monasterio de San Salvador de Oña en La Bureba burgalesa. Dentro de la política de pactos y alizanzas, la primogénita del conde castellano, Muniadona, se casaría con Sancho Garcés III de Navarra, uniendo ambos reinos al llegar al trono. Luego, al final de su reinado, Sancho Garcés III (o Sancho el Mayor) los reparte entre sus hijos, inmediatamente enfrentados, en el año 1035, uno de ellos, García Sánchez III, principal beneficiado territorialmente con el reparto, crea el Obispado de Nájera, donde su padre había establecido la capital, incluyendo en él parte de Castilla, con bastantes territorios costeros que incluirían el Puerto, actual Santoña
Es en ese momento, año 1038, cuando surge la figura del abad Paterno como autor del resurgimiento del enclave de Puerto y su monasterio de Santa María, reedificando el convento, afianzando la recuperación del lugar tras el ataque y asentamiento vikingo de 70 años atrás y, tal vez continuando un tímido resurgir iniciado con el conde castellano Sancho García. El caso es que Paterno regula la actividad religiosa y administrativa, trayendo nuevos colonos que revitalizarían el puerto y los trabajos agrícolas en este recuperado enclave que sería beneficiado en el año 1074 con el Privilegio Viejo de Santoña, un fuero especial en el que Santa María del Puerto quedaría asentado como un señorío con abad, mercado, puerto de refugio y concesiones comerciales así como jurisdicción territorial. Por todo ello se considera a Paterno como el auténtico fundador de Santoña
Admiramos Santoña según avanzamos por el Paseo Marítimo de La Salvé, pudiendo caminar por él o por las arenas de la playa, bulliciosas en verano, sosegadas en otras épocas del año
Allí está El Puntal, hacia donde nos dirigimos, paso de barcas a Santoña, cuya estratégica posición en tan apetecida bahía iba a señalar muchos avatares de su historia. Así en 1639 y durante la Guerra de los Treinta Años una expedición francesa del Arzobispo de Burdeos en 1639 atacó y saqueó Laredo y destruyó buena parte de Santoña. Las reiteradas guerras con otras potencias europeas hicieron de Santoña puerto de refugio y a su bahía escenario de batallas navales
Ello daría lugar a una cada vez mayor consideración de Santoña como enclave defensivo costero por antonomasia y comenzaría un proceso de construcción de fortificaciones que se prolongó durante casi tres siglos, en una sucesión de fuertes y baluartes extendidos entre la población y el Monte Buciero, algunos de los cuales iremos viendo según nos vayamos acercando
Ciertamente sus acantilados ya conforman un baluarte natural en tan maravillosa concha...
Nos acercamos a El Puntal y por lo tanto a Santoña, que en 1705, reinando Felipe V, volvió a reinstaurar su independencia del poder señorial al comprarla por 12.000 ducados
Sobresale en la distancia la ilgesia de Santa María de la Asunción y, delante de ella, vemos toda la línea de edificios del Ensanche del siglo XIX. Atrás son las estribaciones de la Sierra de la Vida, por donde bajan los caminos que vienen del Valle de Liendo. Al fondo asoma el peñasco del Monte Candina...
Atrás Laredo...
Y adelante Santoña con el majestuoso Monte Buciero. En su extremo está el Faro del Caballo, inaugurado en 1863 y más allá el del Pescador, de 1864
Antes hubo otro en la Punta del Fraile que cayó en desuso pues no señalaba tan bien la costa
Acercándonos un poco más en El Puntal ya distinguimos mejor alguno de los viejos fuertes
En ese extremo está el Fuerte de San Carlos, en la punta de ese nombre. Se construyó en 1668 cuando el santoñés quiso rearmar un pequeño fortín preexistente llamado La Torrecilla que pasó a llamarse de San Carlos, así como el promontorio en el que está situado, La Punta San Carlos, en honor a Carlos II
Más cerca de la población está el de San Martín, este parece ser más antiguo aunque su aspecto actual obedece a la reconstrucción de 1870. Este fuerte, o el preexistente de este nombre, parece ser se hizo reinando Felipe II y ya había sido destruido en la incursión francesa de 1639 y reconstruido en 1668 por el vecindario. Un nuevo ataque padeció Santoña en 1719, cuando una escuadra anglofrancesa intervino para paralizar la construcción de barcos de guerra que, según esas dos potencias, iba en contra de los tratados internacionales. Desembarcaron al norte, en la mal defendida Playa de Berria, evitaron las marismas del itsmo que comunica Santoña con ese arenal subiendo al Monte Buciero, y quemaron las naves en construcción, la madera para continuar los trabajos y un botín abundante que incluía 50 cañones. Como consecuencia se alzó un fuerte más, el de San Felipe, batería de cañones emplazada al sur del Faro del Caballo. Luego en 1727 se hizo en Santoña un astillero para la armada española y se proyectaron otros tres diques con este menester
Quienes sí trabajaron de manera efectiva en las defensas de Santoña fueron, paradójicamente, los franceses de Napoleón cuando ocuparon la plaza, donde dejaron una guarnición permanente de un millar de soldados y, además de ocupar fuertes y baterías ya existentes, reconstruyendo este de San Martín, crearon una línea de trincheras en torno a la villa, además de construir dos fuertes para la defensa del flanco débil Santoñés en Berria: el Fuerte Imperial, que luego sería llamado Napoleón y sería en base al que se haría el penal de El Dueso, y el Fuerte del Mazo, que tras la conversión del anterior en cárcel pasaría a ser el de Napoleón. No en vano Napoleón había sido convencido rápidamente por el el conde de Cafarelly, General Jefe del Ejército Francés en el Norte de España, que Santoña bien defendida podría ser un baluarte inexpugnable, por lo que no se reparó en gastos para estas obras dado que aquí estaría el gran almacén de pertrechos de guerra del ejército francés
No es de extrañar que Napoleón quisiese incorporar Santoña al Imperio Francés, provocando incluso a su hermano José I, que reinaba en Madrid, se opusiese a ello. Luego, con el ejército francés en retirada, fue esta la última plaza de la que se fueron los soldados y autoridades napoleónicas. En 1823 hubo una nueva invasión francesa, la de los Cien Mil Hijos de San Luis, para reponer la autoridad absolutista de Fernando VII, que tomaron la ciudad, donde se había refugiado además la Diputación de Bilbao. Luego, en las Guerras Carlistas, fue Santoña teatro de operaciones y refugio de desplazados, por lo que así las cosas es declarada plaza fuerte en 1842 y Santoña se militariza con cuarteles y fuerte guarnición de regimientos de infantería, artillería e ingenieros que estaban a cargo del Fuerte Imperial o de Napoleón, los castillos de San Carlos, el Solitario, Galván Alto, Galván Bajo, San Martín y el Mazo y las baterías del Pasaje, de la Cruz, del Molino de Viento y del Águila
El interés defensivo impuso también que la disposición urbanística de Santoña estuviese supeditada e intereses militares, una situación que continuaría hasta la proclamación de la II República en 1931, pero que no restaría el desarrollo de la población en otros ámbitos, como el impulso que le dio a Santoña la construcción de la Carretera de los Puentes a mediados del siglo XIX, que evitó tener que realizar el largo y sinuoso trayecto de rodeo de la ría y bahía, al igual que la apertura de escuelas, hospital militar y paseos arbolados. Nace entonces, como en otros puertos cantábricos, el veraneo, al ponerse en boga darse los salutíferos baños de ola recomendados por la nueva medicina, máxime en un luar que, por su disposición geográfica, no resultaba tan afectado por virus y epidemias y tenía un clima más salutífero. Solo la navegación se vio mermada, la comercial, con los grandes buques de hondo calado que trajo el vapor, ya no entraban en puerto y se iban a Santander o A Bilbao, pero la pesca se incrementa gracias a la industria conservera, alcanzando grandísima fama la de la mundialmente famosa Anchoa de Santoña, potenciada por gentes llegadas de Italia que se establecieron en la villa
En la Guerra Civil se reutilizan las defensas, como el Fuerte de San Carlos, donde se emplazaron piezas artilleras. Es en esta contienda cuando se produce el tan controvertido y polémico para todos los bandos Pacto de Santoña, entre el Ejército Vasco en retirada y sin duda desmoralizado al perder Euskadi, y el Ejército Italiano que Italia había mandado para ayudar al bando sublevado
Poco antes de la trágica contienda Santoñá vivió en su bahía emocionantes acontecimientos, como el amerizaje, el 11 de noviembre de 1933 del aviador estadounidense Charles Lindbergh y su mujer Anne Spencer Morrow durante su vuelta al mundo, en medio de una grandísima espectación popular e institucional, siendo recibido por las multitudes. Varios marineros les ayudaron a llegar a tierra y a asegurar y arreglar el hidroplano, despegando dos días después ante la expectación de un nutrido y entusiasta público. Esto se repitió cuando, unos meses después, amerizaron los hidroaviones de la 6º escuadrilla con base en Los Alcázares del Mar Menor en Murcia al mando de Ramón Franco
Y ya, en la punta de El Puntal, seguimos por una pasarela de madera hacia el embarcadero que, en el mismo arenal, atracará la barca que nos llevará a Santoña
La pasarela evita que pasemos por las dunas y las protege
Vegetación y arena, maravilla de la naturaleza, El Sable...
Y ya vemos la gran Ría de Treto, desembocadura del río Asón...
Ya salimos en El Puntal, al lugar donde se unen las playas de La Salvé y El Regatón
El Monte Buciero desde El Puntal. Una red de senderos recorre sus fuertes y espacios naturales y paisajísticos
El Fuerte San Martín
Aquí otra pasarela nos ayuda a caminar por la arena...
Puerto de Santoña y Capitanía Marítima
Y allí el centro de villa, con su paseo marítimo y parque
El Embarcadero de Santoña, donde desembarcaremos. También vemos el monumento a Juan de la Cosa
En esa zona hermosas viviendas unifamiliares tipo chalet con parcela, ante el Paseo Martítimo
Edificios de apartamentos. Por allí atrás está la iglesia de Santa María del Puerto, clave en el origen de Santoña
Las viviendas del Patronato Militar Virgen del Pilar
Fuerte de San Martín...
Llega la barca...
Y embarcamos, rumbo a Santoña...
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por tu visita y contribuir con tu comentario... Únete a la Página Oficial en Facebook para descubrir nuevos contenidos....Ultreia!