Del Palacio de Merás a la Plaza las Campas. |
Ahora el espacio ha quedado totalmente urbanizado pero aún quedan casas antiguas, algunas de traza muy rural, quizás sean "sucesoras" de algunas que ya estaban en pie cuando acontecieron los trágicos sucesos que pasamos a relatar.
Y es que en un rincón bastante apartado, casi un poco escondido entre los modernos edificios, se encuentra una piedra con una gran cruz labrada, la cual señala el lugar en el que en 1809 los franceses fusilaron al guerrillero Pedro del Tronco, durante la ocupación de las tropas napoleónicas.
Pero este enclave tan transformado en los últimos tiempos fue escenario de otro terrible suceso, no tan alejado del tiempo históricamente como el anterior, que en la población se vivió casi como una afrenta, pero a la vez un escarnio y una fiesta, formando sin duda parte de las más truculentas e incluso morbosas historias de la "España Negra", con abundantes reseñas de prensa y crónicas por las que sabemos lo que pasó con todo lujo de detalles.
En esta plaza se celebró la última ejecución pública de un reo dictada por un tribunal civil en España en tiempo de paz. El 27 de junio de 1899, a las ocho y veinte de la mañana, Rafael González Gancedo fue muerto a garrote vil en el cadalso aquí instalado, tras ser confeso y hallado culpable de un terrible crimen, pues había matado a su mujer y a su hijo pequeño. El ejecutor fue el verdugo titular de la Audiencia de Burgos Gregorio Mayoral Sendino, que no hacía muchos años que había comenzado con el horrible oficio en el que llegaría a trabajar cuarenta años, tras ganar la plaza, poniendo fin a una vida de miseria.
Este verdugo fue glosado por diferentes escritores, pues después de esta participó en ejecuciones muy sonadas, llegando a perfeccionar el instrumental, haciéndole cambios para que este fuese más certero e instantáneo, pero manteniéndolo en secreto por miedo a que estas modificaciones no se ajustasen a la normativa. Sería llamado El Abuelo por su larga trayectoria, mientras él al garrote lo llamaba la guitarra.
Nadie en esta villa quiso colaborar con aquello, los carpinteros se esfumaron pues no deseaban construir el cadalso, hubo que ir a por ellos a Cangas, buscados por guardias, para que efectuasen tan dolosa labor. Mucha gente se marchó, consideraba la ejecución pública una afrenta a la villa, pero otros se quedaron y más llegaron, procedentes de todo el occidente asturiano, familias enteras hasta con niños pequeños. Se vendía vino en pellejos pues la afluencia era tal que los vendedores aprovecharon el evento como un día de feria. El lugar está ahora rodeado de edificios, muy cerca de la estación de aubuses, pero sigue teniendo la forma de plaza o explanada pública que siempre lo caracterizó, aunque ahora prácticamente "amurallado" entre bloques de pisos.
Allí junto a Las Campas, al sur, está el cementerio, cuya capilla fue hasta 1880 la iglesia parroquial, muy antigua, pero reformada entre los siglos XIV y XV, luego restaurada en el XVIII, época en la que se talló la gran obra del magnífico retablo interior.
El traslado de la parroquial hacia el antiguo convento franciscano se efectuó no sin la oposición de gran parte del vecindario.
Una placa recueda la fosa del cementerio viejo...
Desde aquí, ya volveríamos arriba, a hace Camino, subiendo a la Plaza del Ayuntamiento e iniciando la subida a Las Canteironas, próxima etapa de esta ruta...
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