Puerto de Santoña |
Desde sus mismos orígenes Santoña fue en sí mismo un puerto y embarcadero natural, playa y bahía constituyeron una ensenada para las primeras y míticas navegaciones de los pueblos antiguos. En base a ello, los romanos asentaron una población en el que fue uno de sus puertos más importantes del Cantábrico, aunque no tenemos muy claro si era el Portus Victoriaes Iulobriguensium, Portus Blendium o Portus Vereasueca. Los que sí sabemos es que del latino Portus salió el nombre de Puerto con el que fue conocida la población en la costa de los sántonos, sus pobaldores en tiempos de la Cantabria prerromana. Puerto estratégico y disputado desde siempre, ocupado por los vikingos y refundado en la Edad Media en torno a un viejo monasterio, del de Santa María del Puerto, del que conserva su memoria la iglesia parroquial
Al pasar los años de lo peor de las invasiones, el comercio marítimo se recupera y con la pesca se convierte en la base económica y social de una creciente población, en la que se asientan pescadores y marineros, comerciantes-navegantes que surcan las rutas del Atlántico y dan sus mejores marinos para todo tipo de empresas, incluyendo las expediciones a América desde el primer viaje de Colón con Juan de la Cosa
Flotas y potencias enemigas siempre ansiarán poner un pie en Santoña, desde los vikingos, que la ocuparon durante una década, poco antes del año 1000, hasta los franceses, ingleses y holandeses. Se harían pues astilleros para buques de guerra y se reforzaría la defensa. Napoleón la haría fortificar pues deseaba anexionarla al Imperio Francés, sin importarle las repercusiones para su hermano José Bonaparte, impuesto por sus tropas en el trono español.
Luego Santoña se militarizaría y el puerto se haría eminantemente pesquero. Los buques de gran calado de la nueva navegación a vapor no podían naevegar por la bahía y se fueron a otros puertos. Incluso para las embarcaciones de pesca se necesitaba una nueva dársena, y había que cuidar a los pescadores, una nueva industria, la conservera, le devolvió al puerto de Santoña a sus épocas doradas, haciendo de ellas, principalmente de la Anchoa de Santoña, el símbolo de la población.
Una escollera a manera de muelle que se hizo al sur, a lo largo de El Pasaje y arrancando, como la malograda muralla decimonónica en el Fuerte de San Martín, muy pronto quedó obsoleta y solo sirve hoy en día para la barca de pasajeros al Puntal, en Laredo y para el barco turístico de la bahía, por lo que se hacía urgentísimo construir un puerto nuevo, el Muelle Nuevo
Ya había en 1842 estaba aprobada la construcciones de las dársenas del oeste,una para buques de guerra y otra para pesqueros y mercantes, pero hasta 1867 no se pusieron en marcha las obras, que acabaron en 1870 haciéndose únicamente el muelle civil. Es lo que se llamaría después el Muelle Viejo, que no tardaría tampoco en quedarse pequeño. Por eso el Ayuntamiento quiso ampliarlo y después hacer otro nuevo, el Muelle Nuevo o Muelle Norte, pero este no sería realidad hasta el comienzo de sus obras en 1954
La Cofradía de Nuestra Señora del Puerto de Santoña fue constitudia en 1892. Antes, y debido al control jurisdiccional marítimo de Laredo, no había habido Gremio de Mareantes o similar como ocurre en muchas poblaciones pesqueras
Al lado del pesquero está el Puerto Deportivo de Santoña
Por su parte la naciente industria conservera que le dio un nuevo auge al puerto santoñés empieza a establecerse pasado 1820 con cierta mejora en la infraestructura portuaria de la época, la llegada de los conserveros y salazoneros italianos que extienden su actividad a Santoña, y la supresión del tributo de la sal en 1869, así como la presencia de comerciantes catalanes que, a manera de delegados, fomentaron esas relaciones con las empresas italianas del sector
Todo ello hizo de Santoña el primer puerto conservero y salazonero del Cantábrico, que exportaba a Italia. En ese contexto llega a Santoña en 1883 Giovanni Vella Scatagliota, representado a la empresa italiana Angelo Parodi fu Bartolomeo, pero él se quedará en Santoña, pues se enamorará, se casará y fundará su empresa aquí, inventando, literalmente, en 1915 la lata de anchoas.
Hasta entonces los bocartes se salazonaban con piel y espina y se empaquetan para que, al llegar a las casas, allí hagan los comensales el trabajo de limpiarla, cortarla y untarla en mantequilla para comerlo sin el regusto a sal. Giovanni, viendo que es un gran inconveniente comercial, hace varias pruebas ayudado por las trabajadoras de su fábrica y hace todo el proceso en la factoría, limpiar, quitar piel, espina, etc. y, una lata ideada por él, con forma rectangular, las unta a la manera italiana en mantequilla con alcaparras, que pronto abandonará por aceite de oliva y así ofrece al cliente lo que él llama el Gran Bocado o Il piú Grande Bocatto, las anchoas listas para comer solo abrir.
Otros italianos que aquí se establecieron con esta industria eran los Orlando Gusimano procedentes de Sicilia, como otros grandes profesionales salatoris, origen de apellidos santoñeses como Vella, Cefalú, Oliveri, Orlando, Brambilla
El éxito fue tal que el filete de anchoa en aceite triunfó en toda España tras la Guerra Ciivil y en los años 60 y 70 Santoña hizo a Cantabria la principal productora y exportadora de anchoas en conserva. Y es que, además de las grandes firmas, proliferaban pequeñas fábricas familiares llamadas fabriquines
Diversos factores hicieron que el sector entrase en crisis a partir de entonces, crisis de la que fue saliendo en los años 90 con la intervención de las administraciones públicas, creándose nuevas fábricas fuera ya del centro urbano. El menguante volumen de capturas hizo que se trajesen anchoas de otras costas y en este momento, las anchoas vendidas en diferentes tamaños y envases (latas y frascos de cristal) tienen una gran aceptación en los mercados como productos hechos en Santoña y de calidad
La Lonja, los pescadores de Santoña pescan otras muchas especies de pescados y mariscos
Y la industria conservera también triunfa con otros productos, principalmente el bonito
Pescadores de Santoña
Redes al sol
Más redes...
Un sosegado y hermoso paseo en esta tierra de pescadores. Al fondo vemos los Montes de Mijedo, con la Peña Lanzo la primera a la derecha de la serranía, que separa la Playa de Berria de la de Noja, con su Collado de la Oración, paso caminero de uno a otro arenal, luego es el Cueto Cabrero, el Pico de Miravalles y El Brusco, de 297 metros de altura
La Peña Lanzo y el Collado de la Oración
Mar y Montañas
Y allí, el Monte Buciero o Monte Santoña, bajo el que caminaremos en dirección a El Dueso y Berria
Allí arriba se ve el Fuerte del Mazo, uno de los que construyeron las tropas de ocupación napoleónicas. Se conserva la garita y actualmente se le conoce como Fuerte de Napoleón desde que el que realmente tuvo ese nombre, antes Fuerte Imperial, fuese habilitado para construir el Penal de El Dueso
La Lonja al fondo, y arriba las peñascosas cimas del Monte Buciero
Y allá, El Sorbal, con sus canteras de piedra
Allí está El Dueso, pero no podemos verlo, tapado por esta nave
Plano del Puerto de Santoña con las calles del centro urbano, por donde iremos regresando al Camino desde estos muelles...
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