Cruce de Cuatro Caminos, paso del barrio de El Natahoyo, por la parte de Santa Olaya, al de La Calzada, nacidos ambos y crecidos con la industrialización de la bahía gijonesa en su sector occidental desde aproximadamente la segunda mitad del siglo XIX. Esta es la Avenida Príncipe de Asturias, que en origen fue la Gran Vía a El Musel, comunicación con el gran puerto gijonés y asturiano. Durante un tiempo fue también Gran Vía a secas y Avenida de Portugal, continuación de la actual avenida de este nombre, que llegaba antaño desde El Humedal hasta el puerto
En Cuatro Caminos cruzamos la avenida y seguimos adelante, entrando en el populoso barrio de La Calzada, topónimo de indudable filiación caminera. Por aquí pasaba el antiguo Camín Real de la Costa, cuando todo esto eran campos y alguna casería al sur de la parroquia rural de Xove, el más empleado para salir y entrar de la, siglos atrás, pequeña villa gijonesa, también por los peregrinos, por lo que se ha señalizado por aquí la ruta xacobea del Camino de Santiago del Norte
Avanzando el siglo XIX se transformó, como El Natahoyo, en un gran barrio industrial con ciudadelas y otras casas de obreros, apiñadas al lado o al sur de las humeantes fábricas cuyas chimeneas se elevaban hacia el cielo, desparramándose hacia Tremañes. Con el tiempo se convirtieron ambos en un gran enclave urbano por el que Gijón/Xixón se alargaba hacia el oeste, siendo prácticamente "una ciudad dentro de otra ciudad"
Las viejas ciudadelas fueron desapareciendo y las nuevas urbanizaciones de pisos simbolizaron una mejora en las condiciones de los trabajadores, aumentando la población y creándose más comercio y hostelería. El declive industrial y las reconversiones han venido transformando el barrio en zona netamente residencial, comercial y de servicios, pero aún funcionan grúas de los últimos astilleros, hay actividad en los polígonos y, sobre todo, en El Musel
"Hoy vamos a tomar un café y a charlar un rato con una referencia del sector del libro en Gijón, una persona luchadora que, desde su librería, defiende al sector de las librerías con uñas y dientes. Me refiero a Laura Pascua, gerente de la Librería Acuarel, y Presidenta de la Asociación de Librerías de Gijón.
Como siempre revuelvo en internet y en las redes sociales, escasamente encuentro referencias suyas, pero sí sobre su librería, ubicada en pleno corazón del barrio gijonés de La Calzada, tan azotado por los vaivenes socio-económicos y políticos de las últimas décadas.
Jose A. —No puedo empezar esta entrevista sin dejar de preguntarte, Laura, por los orígenes de tu librería. ¿Cómo se te ocurrió poner en marcha este proyecto? ¿Cuándo y cómo nació la Librería Acuarel? Cuéntanos sus orígenes…
Laura P. —Lo primero hola a todos y gracias, José, por acordarte de mí. La librería Acuarel cumplirá pronto 22 años (el 1 de mayo), en el barrio de la Calzada. Fue una iniciativa de mi hermana y mía. Hice un curso en el Ateneo de La Calzada de encuadernación y, a raíz de ello, fue cuando pensamos en poner una librería y un taller de encuadernación. Poco a poco la librería fue cambiando, adaptándose a lo que el público pedía, hasta llegar a lo que es ahora
Jose A. —¿Qué es aquello que te produce más satisfacciones en tu día a día, como librera? Me consta que ya tienes fidelizada una clientela muy importante…
Laura P. —Sí, después de tantos años, tengo una clientela fija que es fiel a mi librería tanto en el material como en los libros. Es muy gratificante hablar con la gente cada día; la simple pregunta que nos hacen: «¿cómo estás?», demuestra el grado de confianza que hemos creado.
Jose A. —¿Cómo está el sector de las librerías en Gijón, una ciudad con cerca de trescientos mil habitantes, y alrededor de 30 librerías…? ¿Os está afectando la irrupción de plataformas como Amazon?
Laura P. —Los centros comerciales, en su día afectaron no solo a este gremio sino a todos los demás. Pero seguimos adelante. La muestra está en que se han abierto varias librerías desde entonces…, aunque alguna también nos dejó. Pero ahora Amazon está haciendo un daño irreparable.
Jose A. —¿Cómo se presenta el Día del Libro? ¿Crees que es importante “sacar el libro a la calle” y hacerlo llegar al público lector a través de eventos, cómo éste del Día del Libro, la Feria del Libro u otros similares…?
Laura P. —EI Día del Libro es un día importantísimo para el sector librero, no solo por la venta de libros, sino por la satisfacción que nos produce el recomendar un libro. Gran parte de mis clientes lectores acuden ese día a comprar un libro.
Jose A. —Después de un parón de más de 15 años, Gijón ha vuelto ha resucitar su Feria del Libro, ¿Qué ha supuesto para los libreros recuperar esta cita anual?
Laura P. —Gijón necesitaba una Feria del Libro, la merecía, y la repuesta de los gijoneses fue muy positiva. Todos los libreros trabajamos juntos y eso es muy importante.
Jose A. —En vuestro sector tenéis una amenaza muy importante; me refiero a la distribución… Bien es cierto que sin las distribuidoras, en muchas ocasiones, el libro no sería visible en las librerías, pero también es cierto que para el pequeño comercio, para la librería de barrio es un problema…
Laura P. —Depende de cómo se mire… Son un intermediario entre la librería y la editorial, sí, pero sin ellos el día a día sería un problema. Nos sacan de apuros en muchas ocasiones. Algunas editoriales cada vez nos exigen más y la forma más rápida de conseguir un libro, es a través de la distribuidora.
Jose A. —En España se edita demasiado, se vende poco, se lee menos… Al menos eso dicen las estadísticas. ¿Cómo está la situación?
Laura P. —En mi caso es difícil de valorar, cada año aumento el número de libros vendidos. Pero sí, es cierto que en general las ventas en librería han bajado. Hay muchos puntos de venta y eso perjudica de manera directa al sector. También hay editoriales y distribuidoras que realizan una venta directa en los centros escolares y muchas librerías se vieron afectadas. Tengo que recordar que han cerrado bastantes. No creo que el problema sea que se lee menos.
Jose A. —Muchas personas desconocen que a ti te cuesta muy poco esfuerzo remangarte y meterte en el barro de la organización de la feria del libro, ya que tú, en representación de los libreros, eres un elemento imprescindible de la comisión organizadora; pero también participas en Semana Negra, y siempre que se te reclama como librera o presidenta del sector en cualquier otro evento… ¿Cómo compaginas este cargo, con tu actividad en la librería, y tu vida privada, como madre, esposa e hija? ¿De dónde sacas el tiempo?
Laura P. —Soy una persona muy activa. En ocasiones quisiera que se detuviera el tiempo para poder aun hacer más.
Jose A. —¿Qué carencias tiene el sector de las librerías, que tendría que ser reformado por la Administración?
Laura P. —Apoyo… En Gijón gran parte de las librerías estamos unidas, tendrían que escucharnos y apoyarnos un poco más. No hay que olvidar que somos cultura y las que más cerca están de los lectores son nuestras librerías y 10 más importante, estamos muy cerca de los futuros lectores: los niños y los adolescentes….
Jose A. —Para acabar, en una etapa convulsa, en la que están llegando diferentes mensajes políticos, con la vista puesta en las diferentes convocatorias electorales, si tuvieras ocasión de hablar con diferentes candidatos políticos a las diferentes elecciones locales, autonómicas, generales, y europeas, en tu calidad de Presidenta de los libreros de Gijón, ¿Qué les exigirías para beneficiar a tu sector?
Laura P. —Creo que es importantísimo el tema de las becas. Más control por parte de la administración y que recuerden que los libros de texto son uno de los pilares sobre los que está formada una librería, sin esa venta, a corto plazo, muchas librerías tendrán que cerrar. Hay soluciones que podrían ser buenas para todos o por lo menos buscar las que menos dañen a todos en general. Es cuestión de hablar…
Hasta aquí nuestra charla con Laura Pascua, una guerrillera nata del sector librero de Gijón que ha visto como su librería crece gracias a su calidad humana y profesional. Pero, ante todo, una mujer noble y sincera, que denuncia aquello que considera injusto en el sector, comprometida con su ciudad, Gijón, y que se auto exige una alta responsabilidad con el sector del libro."
"La Calzada ha perdido a su fotógrafo oficial. César Manuel Morán Uría, el fundador de Foto César y el hombre que con su cámara inmortalizó el devenir del último medio siglo de historia del populoso barrio de la zona Oeste, falleció el lunes a los 83 años de edad. Su obra tiene en Julio César y Francisco Javier, los dos hijos de su matrimonio con Ángeles Mella González, el hilo que dará continuidad a esa labor de documentación de la vida cotidiana de un vecindario que realizaba desde su emblemático negocio de la avenida de la Argentina. (...)
«Se le va a echar de menos. Era una persona muy querida en La Calzada y muy colaboradora con el barrio. A la asociación de vecinos siempre andaba dándonos fotos para revistas o reportajes», recordaba ayer Manuel Arias. El ex presidente del colectivo vecinal «Alfonso Camín» tiene aún fresca en la memoria, al igual que el director del Ateneo de La Calzada, Avelino Alonso, la imagen de un César Morán tomando sidra en Casa Tony o el café en Carpil, dos establecimientos clásicos del barrio. «Era una persona muy curiosa. Si algo había en el Gijón Industrial, allí iba; si era en el Ateneo, igual», recuerda Alonso. Muchas veces compartía esos momentos de ocio y paseo por las calles del barrio con otro popular vecino, José Fernández, el padre del actual presidente del Sporting.
La implicación con el barrio y la colaboración con la parroquia de Fátima marcan el recuerdo que de Morán tiene el sacerdote José Luis Martínez. «Era un trabajador incansable, alguien que no dejó nunca de pasar por la tienda de fotografía», explicaba ayer el sacerdote, que le conoció en 1963. Martínez concelebrará hoy el funeral de Morán junto al actual párroco de La Calzada, José María Díaz Bardales.
La Calzada dio a César Morán la consideración de vecino de toda la vida aunque había nacido en Los Campones (Tremañes), en 1926. Treinta años más tarde se trasladó a su barrio de referencia, después de haber trabajado en Fundiciones La Nueva, en donde ejercía como maestro industrial mientras realizaba fotografías como aficionado. César Morán convirtió su pasión en su profesión y su barrio en el escenario de un trabajo que acabó recopilando en varios libros.
El vecindario lloraba ayer la pérdida de quien, además de fotógrafo, fue fundador del Coro Asturiano del barrio, en el año 1968, integrante del grupo de montaña del Gijón Industrial durante casi 25 años de su vida, lo que le valió ser su socio de honor y un colaborador incansable con las agrupaciones vecinales de la zona oeste de la ciudad, las asociaciones «Evaristo Valle», «San Juan Bautista» y «Alfonso Camín» son sólo algunas de ellas. Morán dio fe con su cámara de sencillos momentos de vida de barrio, como el encendido de las primeras luces navideñas en 1967, pero también estuvo en las visitas de la Familia Real -el Rey Juan Carlos en el puerto de El Musel y el Príncipe Felipe en la apertura de la avenida que lleva su nombre- o en los triunfos de los equipos deportivos de la ciudad. Las peripecias de los nadadores del Santa Olaya le eran tan atractivas como las disputas futbolísticas en el campo del Gijón Industrial. César Morán aseguraba en su libro «La Calzada de Gijón» que era un álbum de fotos de familias. Las fotos de esa familia de La Calzada que hoy está de duelo."
"Hoy será la última vez que Foto César abra sus puertas en el barrio de La Calzada. El histórico negocio, que se asentó en 1956 en la esquina de la avenida de la Argentina, cierra por la imposibilidad de afrontar una nueva revolución tecnológica, y por la «ahogante» situación del pequeño comercio.
La zona oeste de la ciudad pierde un negocio familiar que durante años participó activamente en la vida del barrio. Regentado en sus inicios por el histórico fotógrafo César Morán, fallecido en 2010, y hasta hoy por su hijo Julio César, este negocio fue el centro neurálgico de la información de EL COMERCIO en el barrio. César Morán Uría inició su colaboración con esta casa en 1958 con el redactor José Avelino Moro, y también con Jesús Otero en las páginas de barrio. Todos los viernes, estas mismas páginas se ilustraban con fotografías de César padre, y también de su hijo, que comenzaba su andadura en el negocio. «Recogíamos las informaciones del barrio y tirábamos fotos para pasárselas a Otero, que era quien lo llevaba todo al periódico», rememora Julio César Morán Mella.
«Fuimos de los primeros en asentarnos en el barrio. No había nada cuando llegamos. Hemos tenido una enorme vinculación con todas las asociaciones del barrio porque siempre quisimos darle vida», comenta Morán Mella. Aunque seguirá vinculado a la fotografía «porque eso no se olvida tan fácilmente», lamenta que el consumo de la fotografía sea «de usar y tirar. Ese cambio hará que las nuevas generaciones se queden sin recuerdos fotográficos». A punto de llegar a la edad de jubilación, cierra apenado el negocio «porque las cuentas no salen», pero «enormemente» agradecido a los vecinos del barrio. «Llegó el momento de disfrutar», sentencia cuando se refiere a sus planes de futuro.
La tradición familiar hizo que el padre y el hijo fueran unos fotógrafos prestos siempre a la llamada de cualquier vecino y asociación que los necesitase. Entre ambos cubrieron infinidad de eventos deportivos culturales y artísticos. Cesar Morán fue socio fundador del Coro de La Calzada y participó en la creación del Gijón Industrial. Otro histórico colaborador de EL COMERCIO, el fallecido Gonzalo Mieres escribió sobre ellos: «César fue un compañero del alma en muchas experiencias donde la fotografía fue imprescindible. En las páginas de barrios, las sesiones culturales y deportivas siempre conté con la colaboración de un padre y un hijo que ayudaron enormemente a La Calzada y a Tremañes en tiempos de gran zozobra». Una trayectoria que el recordado Mieres homenajeó en 1997 cuando les entregó en el teatro Jovellanos el premio de la II Muestra de Folclore 'Ciudad de Gijón' de Bravo Asturianísimo."
"Ya no existen estas casas, que estaban en la esquina de la calle Honduras con Simón González. Permanecieron deshabitadas y semiderruidas durante casi diez años y era muy llamativa la puerta que daba acceso al patio, donde se alternaban viviendas con talleres, por ejemplo de carpintería. Manín de la Güela era un propietario de la zona, y como tales casas de Manín de la Güela aparecen en diversos callejeros y planos de las décadas de 1950 y 1960. Ángel Álvarez Suárez, que era el verdadero nombre de Manín, fue entrevistado en el diario Voluntad el 24 de enero de 1969, cuando Manín contaba ya con 92 años. Recuerda en esa entrevista los tiempos en que desde la fábrica de cerveza La Estrella hasta El Cerillero había muy escasos vecinos y reconocía no haber trabajado nunca en la industria: «Siempre a la labranza, la fesoria fue mi principal herramienta."
"Un grupo de gijoneses de la época fundó en 1881 el Ateneo-Casino Obrero: entidad cultural privada, sin ánimo de lucro y con dimensión pública. Sus fines fueron los de enseñanza y el fomento de la cultura, comenzando inmediatamente las actividades, con exposiciones, conferencias, representaciones teatrales y, sobre todo, cursos y talleres. Es el decano de las entidades culturales de Asturias y uno de los primeros Ateneos fundados en España. La etapa de mayor esplendor coincide con el comienzo del siglo xx. En 1904 se creó la Biblioteca, que se convertiría en su sección más importante, llegando a contar con unos 19 000 volúmenes. Poco después, el Ateneo fue creando las sucursales de La Calzada, El Llano y la Guía."
"La relación de la masonería, o los masones con la cultura, es un idilio inacabable y de muy estrecha e intensa relación. Primero fue el Ateneo Casino Obrero de Gijón, donde se constata la presencia de diversos masones asturianos en su juntas directivas y membresía.
Luego será un proyecto acariciado largamente el que pondrán en pie La Escuela Neutra, esa que los enemigos de la Orden tildaban como la Escuela sin Dios, un proyecto que comienza en 1912 y que llega a las puertas de la Guerra Civil, no sin problemas. (...)
Gervasio de la Riera, es un hombre que supedita incluso su concepción ideológica en pro del desarrollo una ciudad que lo había visto crecer, y es más en numerosas ocasiones deja patentizado su cariño por el barrio de la Calzada, en se le puede considerar como un concejal cercano a la tesis reformistas pero de carácter independiente.
Nace el 13 de agosto de 1888, de profesión industrial, concretamente era el propietario de los Astilleros Riera, complejo naviero muy vinculado al barrio de la Calzada, tanto fue así que se le nombró Socio Benefactor del Ateneo Obrero de La Calzada, en cuya fundación participa además desde su cargo de concejal del Ayuntamiento de Gijón.
Así mismo fue un gran impulsor de la gestación y puesta a punto, no solo de dicho Ateneo, donde además participaron prohombres y diversos masones entregando importantes donaciones, como así lo hicieron Lucas Merediz, José María Friera, José María Rodríguez, , éstos dos últimos miembros de masonería gijonesa, sino que aportaron también para el funcionamiento de las Escuelas de La Caridad, un centro de enseñanza privada que se crea en 1902 y que se constituye como el primer equipamiento de enseñanza con que cuenta el barrio de La Calzada, y cuya gestión residía en un patronato compuesto por los tutores familiares y los propietarios de diversas empresas de la zona entre ellas la del Astillero Riera. Este tipo de entidades son el punto de confluencia entre el reformismo republicano y los movimientos obreros del momento.
Pero Gervasio de la Riera va a marcar no solo industrialmente al barrio de la Calzada, sino que va a estar presente en el Ateneo Obrero y fundará en dicha zona, concretamente en la parroquia de Jove el Respetable Triángulo Evaristo San Miguel con sede en Jove y bajo los auspicios de la Gran Logia Regional del Noroeste (GLRN).
El nacimiento de este triángulo masónico, es fruto del uso que se hace de la masonería en ocasiones de los intereses partidistas, motivo por el cual nace esta nueva formación a finales de 1923.
Quien propicia la nueva partición en el seno de la logia Jovellanos, para iniciar la aventura de una nueva logia en Jove es el veterano masón y político: Gervasio de la Riera.
Gervasio de la Riera, se inicia en la masonería en 27 de octubre de 1913 y es exaltado el 19 de mayo de 1916,a Maestro Masón en el seno de la logia ocupa el cargo de 2º Vigilante en 1917 y el de Limosnero al año siguiente y en 1920 . En el año de 1922 ejerce como 1º Vigilante de la logia.
En 1922, ejerce de 2º Vigilante en dicho taller con el grado 18º, y utilizando el simbólico de Benot. En 1923 Gervasio parece que no está dispuesto a secundar los movimientos que se dan en la masonería asturiana encabezadas por Alberto de Lera, y el ala reformista, y producto de tal decide fundar, como ya expuso, el triángulo Evaristo San Miguel. Esta nueva formación masónica de Jove, parece contar con el beneplácito de la GLRN, y dicho pequeño grupo masónico levanta columnas como tal el 31 de diciembre de 1923, Gervasio de la Riera junto con José Antonio de la Riera, Jesús Fernández Álvarez y Víctor Álvarez Cuervo, todos ellos provenían de la logia Jovellanos nº 337.
Un año más tarde se vuelve a tener noticias de este pequeño grupo y de otros masones al dictarse el edicto de expulsión de la Gran Logia Regional del Noroeste, cuestión que se comunica a todos los Cuerpos y Talleres con fecha del 15 de diciembre de 1924 y que firman Alberto de Lera y Antonio López del Villar ambos como Gran Maestre y Gran Secretario de la G:. L:.R:.N:.
Su salida de la vida masónica se produce junto con la de otros veteranos masones como José Tenas Pons, Mariano Merediz Díaz Parreño, ambos miembros de la logia Jovellanos; la salida de Patricio Fernández. Armayor, y Pedro Fernández Fueyo miembros de la logia Riego, a las que hay que sumar la de José Antonio de la Riera y la del propio Gervasio, estos dos últimos como miembros del Triángulo Evaristo S. Miguel.
¿Es la constitución de esta nueva formación y el pretendido espacio que querían ocupar, lo que en parte causa su expulsión? No lo sabemos a ciencia cierta, aunque Gervasio de la Riera en su obligatoria retractación ante los grupos policiales franquistas, dice que había salido de la Orden, porque un hermano masón y consignatario Desiderio Martín acusaba a Mariano Merediz de malversar fondos de la esposa de este, y como Gervasio no creyera en tal versión no adoptó tal resolución que se tomó contra Merediz, y fueron expulsados todos ellos, de lo cual se hizo eco un periódico local.
Aunque es muy posible que desde dicho triángulo se hiciesen algunas maniobras en pro de lograr algunos apoyos políticos no bien entendidos y que ello provocara tan drástica situación.
Pese a su alto grado en la masonería, le valió tal y como recoge la sentencia del General Saliquet su expulsión de Orden en 1924 y la aportación de numerosos datos sobre masones, que firmo y aportó en la retractación, lo cual como se aporta le hicieron beneficiario de resultar absuelto en la Causa General 155.
Esta ha sido la intención, ampliar el conocimiento de un personaje al que la Calzada le debe un especial reconocimiento."
"Después del traumático parón que supuso la guerra civil y las décadas posteriores, las sociedades culturales y deportivas volvieron a surgir en los barrios con iniciativas vanguardistas como fueron la Escuela Católica Obrera y el Club Calzada."
Su entrada principal se encuentra en la calle actualmente llamada precisamente Ateneo de La Calzada, calle actualmente peatonal donde antaño estuvo además el Cine Rivero, construido según licencia conseguida en 1930 a Gerardo Valdés Hevia para construirlo, con proyecto de Mariano Marín de la Viña con dos plantas con patio de butacas, entresuelo y gallinero e inaugurado en septiembre de 1931 con el film El último de los Vargas. En los años 1940 y como otros cines fue también ring de boxeo
Cinema Rivero. Foto César |
"La sucursal del Ateneo-Casino Obrero de Gijón, en La Calzada, se abrió en el año 1904, con importante participación de obreros del barrio y de empresas; citemos, por ejemplo, la labor fundamental de Gervasio de la Riera, propietario de los astilleros de ese nombre. Estuvo en diversas ubicaciones del barrio hasta que en los años 1927 y 1928 se construyó el local que no hace muchos fue sustituido por el actual centro social que hoy conocemos, llamado Ateneo de la Calzada, pero sede de numerosos colectivos sociales y culturales del barrio. Una información muy detallada sobre esta calle y sus anteriores denominaciones la encontramos en el trabajo inédito La calle del Ateneo, que escribió Miguel Ángel Benito Alonso con motivo del noventa aniversario de dicho ateneo. También permanecen sin publicar dos interesantes tesis de licenciatura sobre todos los ateneos que, como el de la Calzada, dinamizaron la vida cultural asturiana en los años veinte y treinta: Datos para un estudio de la educación popular en Asturias (1910-1937), de Consuelo Taurá Reverter, y Los Ateneos asturianos en la Segunda República, de Martín Rodríguez Rojo. A comienzos del año 2004, cuando el Ateneo cumplía cien años, fue colocada un placa conmemorativa en la fachada del edificio.
Nombres anteriores:
Padre Manjón (9 de junio de 1939). El padre Manjón fue fundador de las Escuelas del Ave María, en El Natahoyo, y vivió entre 1876 y 1923. Visitó Gijón, que nos conste, sólo en el año 1913. Leemos en el periódico El Popular, del 21 de diciembre de 1907: «Asisten a las escuelas del Ave María 110 alumnos (golfos) y la matrícula es creciente».
Ateneo (29 de octubre de 1931). Ese día se ratificó el Ayuntamiento en lo que había aprobado en abril. Ateneo (21 de abril de 1931). La Corporación Municipal aprobó ese día el nombre de Ateneo para la calle —justo una semana después de la proclamación de la República—, pero el asunto había sido tratado en los debates municipales varias veces antes, ya desde 1930, cuando el presidente Avelino González Entrialgo (dirigente de la CNT y, tras la guerra civil, exiliado a Venezuela, donde murió en el año 1977), presentó la solicitud.
Frente al Cine Rivero. Así aparece el nombre de esta calle en el Padrón de Vecinos de 1940, aunque lo cierto es que el nombre oficial ya era el de Padre Manjón."
"Fue uno de los ejes sobre los que giraba la cultura en los años 60 y 70 en La Calzada. El cine Rivero volvió a la cartelera ayer a través de una charla que Monchu García -exconcejal, vecino y activista del barrio- impartió en el Antiguo Instituto dentro del ciclo de cine 'Peor... ¡Imposible!'. «Este auténtico cine de barrio estuvo presente hasta por su ausencia. Años después seguíamos echándolo en falta y hoy algunos aún lo recordamos», contó García. La edición de este año del ciclo cinematográfico quiere rendir especial homenaje a los cines de barrio «y si hay un barrio significativo en Gijón con esa identidad muy marcada es La Calzada, sin duda».
En el barrio no había demasiadas opciones de ocio y el cine era asequible y atraía a mucha gente. «Mi padre cuando volvía de trabajar, a veces se iba a ver una película con mi madre. Tenía mucha vida». Situado frente al Ateneo, entre la que entonces se llamaba calle Padre Manjón con calle Cuba, era un cine de 700 plazas. Dieciocho de sus butacas acabaron durante un tiempo en el palco del campo de Santa Cruz, del Gijón Industrial.
Según afirmó, el cine cerró en junio de 1980 con 'Los cuatro mosqueteros', aunque reconoce que «hay diversas opiniones» sobre esa fecha. Hay quien lo adelanta a 1979. Su derribo se produjo en 1981. «Desde entonces no hubo salas de cine en La Calzada así que alguien tenía que sustituirlo y lo hacen las entidades culturales. Se programaban películas, sobre todo para niños, en el Ateneo, en la Algodonera, en la Casa del Mar. Pero dejó un vacío cultural hasta la llegada del cine comercial de los Yelmo», recordó. Entre las últimas películas que recordó que se proyectaran están 'El Corsario Negro', con Terence Hill y Bud Spencer «y algunas de Fernando Esteso y Andrés Pajares que a mí no me dejaban ir a ver».
El cine Rivero se siguió sintiendo durante años, a pesar de desaparecer, e incluso lo conoce gente que nunca entró. «Apenas hay nadie del barrio que no lo conozca aunque sea más joven que yo, que era muy pequeño cuando lo cerraron. Siempre ha estado en el barrio».
El coordinador del ciclo de cine Jesús Parrado explicó que se programaban 4 o 5 películas a la semana. «Teníamos la sensación de que si nos perdíamos una, ya nunca podrías volver a verla». Además, para muchos era una manera de conocer lo que había más allá de su ciudad. «Recuerdo especialmente cuando programaron 'Flash Gordon'. Todo aquello era una ventana abierta a los iconos y al mundo»
" (...) La aldea no tenía cine, y lo que más cerca que nos quedaba era el famoso Cine Rivero de La Calzada un gran edificio de ladrillo rojo a “cara vista” con dos plantas (luego la distribución era Butaca y Entresuelo y Gallinero) con una capacidad para 700 personas) se inauguró dicen los cronicones en 1931 y se cerró en 1979, Estaba situado casi frente por frente a la entrada del Ateneo de la Calzada.
A este cine íbamos en varias tandas, unas veces con mis padres que me llevaban a alguna sesión de la noche cuando éramos pequeños y no tenía casi que parentela que aguantar, solo yo, o como mucho mi Hermana Marigel, y recuerdo los cabreos de los adultos cuando en medio de la película salía aquello de “tengo ganas de mear”
Luego un poco ya más mayores, el ritual era irse los Hermanos y amigos a la sesión dominical de las 3 de la tarde, eran películas de espadachines, vaqueradas, o de piratas, que eran las que nos entusiasmaban, y a las que luego sacábamos provecho jugando a indios y vaqueros o piratas o a romanos durante días. Mi casa era la proveeduría oficial de los elementos para construir el armamento necesario y así revivíamos todo un mundo de ficción. O sea que desechábamos las películas de amor.
La forma de enterarnos de las películas eran por los pasquines que nos llegaba de forma diversa y descontrolada, pero siempre teníamos un correvedile que nos ponía al tanto de las películas.
A la sesión de la tarde 5 o 6 de la tarde, ya era para mayorones, aunque vez en cuando íbamos, pero ya cuando cumplíamos la edad, luego había otras películas distintas a eso de las 10 de la noche .
Pero ir al cine era un calvario, había que portarse bien, y que los padres tuvieran ganas de aflojar el dinero para ir al cine y comprar alguna chuchería, no recuerdo lo que valían las entradas, aunque tengo vagos recuerdos de manejar una moneda de aquellas de 2,50 céntimos. Aún así todo puedo decir que vi muchas pero muchas películas.. Griterios de niños, berreando, acomodadores con las linternas, las expulsiones de la sala, el arrojar desde el entresuelo cosas a butacas.
Alguna vez que otra me dejaba caer por el cine del Natahoyo, donde mi tío Agustín trabajaba haciendo jornadas extras como portero, no es que le buscase para entrar pues no había mucho trato , y dado lo introvertido que era pues eso , pagaba religiosamente y para adentro, no lo recuerdo muy bien en su interior ya que fui muy pocas veces y quedaba un rato largo de caminata, por el Camino del Plano, hasta la zona de fabrica Loza y luego bajar hasta el Natahoyo. (...)Por el cine he hecho locuras, recuerdo que trabajando en la construcción de la factoría Uninsa con la empresa Goyarrola Diaz Galvez, me apunté para hacer bachillerato nocturno en el Filial nº 1 de la Calzada , y creo que estuve dos años en los cuales me dedique más al cine que a los estudios, era salir del curro e irme a una clase e irme directamente para el cine… pasé muchas horas en aquellas sesiones continuas, concluyendo a eso de las 11 de la noche o sabe dios qué hora, y luego andando para casa o bien por la caleyina de la muerte, o por la carretera del Plano, todo un rodeo…dependía del miedo y del estado de ánimo y las ganas de caminar.
Todo un trasiego para vivir una realidad que no era la nuestra.
Chusi, el Moliñeru, fiu de Jesus el Chan y Lola"
" (...) difícilmente persona que haya vivido en nuestra villa no conocerá a don Daniel de la Cerra, concejal del Ayuntamiento, donde se distinguió por sus campañas sanitarias."
"Este conjunto de casas, de iniciativa empresarial, constaba de 108 viviendas con un callejón por medio, el conocido y recordado en reuniones anuales de antiguos residentes como el callejón de La Calzada. Gijón Fabril 1.º y Gijón Fabril 2.º (13 de abril de 1967). Hace referencia este acuerdo municipal de abril de 1967, tanto Gijón Fabril 1.º como Gijón Fabril 2.º, a calles que aparecieron cuando fueron derribados los dos largos bloques de viviendas obreras construidas por esa fábrica de vidrios (Gijón Fabril) en el año 1900 y que son considerados como ejemplo masivo de alojamiento obrero en Gijón, en este caso, promocionado por una empresa. Los bloques con su callejón fueron derribados en ese año de 1967, después de estar ya deshabitados desde unos años antes. Travesía de Gijón Fabril. En el Nomenclátor de 1935 figura esta travesía que podíamos situar entre la carretera a Avilés y los bloques de viviendas, quizás la actual Panamá."
"Barrio creado fundamentalmente a partir del desarrollismo de los año 60 del régimen anterior y creado mayormente por familias de inmigrantes procedentes de Galicia, Castilla, Extremadura, Andalucía y en su mayor parte trabajadores que venían de la cuenca minera asturiana a establecerse a Gijón.
(...) lugar fascinante donde crea auténticos guerreros espirituales en la lucha diaria por la supervivencia, la felicidad y la alegría.
Lugar donde la convivencia resulta encariñada, amigable, amistosa, generosa y desapegada. ¡Gente maravillosa, la gente de los barrios, de cualquier lugar del mundo!"
"Simón González Álvarez (1847-1932), banquero y empresario, natural de Arroes, que en su adolescencia emigró a América. Benefactor muy popular en el barrio de La Calzada y presidente del consejo de administración del Banco de Gijón. Concretamente fue el cuarto presidente del Banco de Gijón, durante catorce años, desde el año 1918 hasta su fallecimiento. La nota necrológica del diario La Prensa del 31 de julio de 1932 se extiende en diversos aspecto de su vida y obra."
A la izquierda vemos el enorme edificio del Colegio Principe de Asturias, que se inauguró en 1927 con el nombre de Grupo Escolar Primo de Rivera con el deseo de "cubrir todas las necesidades educativas de la zona". Luego pasó a ser llamado Benito Conde, para recuperar el nombre original tras la Guerra Civil y, bien pasada la Transición Española, recibir su actual denominación en 1997, si bien popularmente se le conoce como El Primo. Esta es su historia, plasmada en la web Educastur:
"Nuestro colegio nació para cumplir un cometido que desde el principio le quedó grande: Cubrir todas las necesidades educativas de la zona, pues, como consta en un escrito de la época, era una vergüenza que Gijón tuviese la peor proporción de escuelas por población de toda España.
La educación por estas fechas tenía una importancia muy grande, puesto que era una forma de promoción social del obrero.
Tenía tan solo cuatro unidades y, ya desde su puesta en marcha, con una superficie de 330 metros cuadrados, resultaba insuficiente para la población escolar de la zona, por lo que permitió que tanto las escuelas de la Asociación de la Caridad como las del Ateneo obrero pudieran continuar con su actividad hasta su clausura definitiva (1950 y 1937 respectivamente).
Desde entonces y hasta ahora "El Primo" ha pasado por muchos avatares, al igual que el barrio, del que durante mucho tiempo fue su única referencia. El colegio ha ido creciendo con el barrio. Prueba de ello es que en el año 2003 cumplimos el 75 aniversario de su puesta en funcionamiento.
El nombre que se tenía pensado para este grupo escolar era el de Benito Conde, un profesor de prestigio gijonés, pero los acontecimientos políticos propiciaron que en sesión del 31-1-1927 se aprobara, a propuesta de la Comisión de Instrucción Pública, dar el nombre de Primo de Rivera. No obstante, durante la II República y hasta finales de la Guerra Civil, llevó el nombre de este profesor para, desde 1939 hasta 1997, volver a tener el que le pusieron en un principio y, desde 1997, lleva el nombre actual, en honor al título que otorga el Principado de Asturias al heredero de la Corona de España."
"La arquitectura original dista mucho de la actual, puesto que el original era pequeño e insuficiente para una población de aproximadamente 3.000 habitantes que había por aquellas fechas y, como el grupo escolar se quedó pequeño desde un principio, hubo varias propuestas de hacer otros centros que no llegaron a fructificar hasta que, a finales de los 60, se construyó el actual con mucha más capacidad, pero también insuficiente, por lo que, a partir de mediados de los 70, empezaron a construirse o a habilitarse casi la totalidad de los centros actuales de la zona con los que formamos la Comunidad Educativa de la Zona Oeste de Gijón.
A medida que el barrio iba creciendo, puesto que se establecieron en la zona muchas industrias y, sobre todo, por los efectos de la nueva política siderúrgica y la potenciación del puerto desde 1960, por la necesidad de mano de obra para la construcción de UNINSA, empresa que construyó un grupo de bloques en este barrio para viviendas de sus trabajadores y generó un gran flujo de inmigrantes en la mayoría intraprovinciales, pero también extraprovinciales.
Cabe señalar que por esta zona, a partir de 1952, fecha en que el Patronato Laboral Francisco Franco construyó un grupo de viviendas en el Natahoyo, el Instituto Nacional de la Vivienda construyó en Jove un grupo de 114 viviendas para los portuarios del Musel (finales de los 40), otro tanto hicieron un grupo de empresas, como Tabacalera, La Constructora Gijonesa, Gijón Fabril, UNINSA, citada anteriormente, etc. en La Calzada, al igual que la iniciativa oficial también construyó muchos edificios al amparo de la legislación de viviendas bonificables y subvencionadas, (Grupo San Marcos, de la calle Chile, por ejemplo), fecha (1967) en la que el antiguo edificio se cambia por el actual, el barrio y, sobre todo el Colegio, creció enormemente y las calles empezaron a ser asfaltadas, siendo una de las primeras la calle Oriental, próxima al colegio.
Aparte de la población que se incorporó al barrio y sus proximidades por la construcción de todos estos bloques de viviendas para la construcción de UNINSA, incluyendo a la que posteriormente se colocó una vez puesta a funcionar y la que se necesitaba para la ampliación del Musel, había una gran demanda de mano de obra para otras actividades asentadas en la zona, como La Algodonera, Tetracero, Marítima del Musel, Astilleros del Cantábrico, Astilleros Riera, S.M. Duro Felguera, Fábrica de Mieres y Moreda, Esmena, Crady, SIA de Moreda, Adaro y Avello (velomotores), Fábrica de cervezas "La Estrella de Gijón", o empresas surgidas a expensas de las grandes en los nuevos polígonos de expansión industrial creados en el barrio de Tremañes -BANKUNIÓN Y PROMOSA.
Por estas fechas de finales de la década de los 60 y todos los 70, el "Colegio Nacional Miguel Primo de Rivera" ("El Primo", como cariñosamente le llamaban -¡y le llaman!- muchos de sus alumnos, sus ex-alumnos y la gente del barrio) tuvo la mayor cantidad de alumnado, llegando a superar los 1.500, por lo que tenía que ocupar más espacios que los propios del centro recién construido. Así, tenía aulas en el mismo centro, en unos pabellones construidos próximos a la Iglesia de Nuestra Señora de Fátima, en PIVASA, nave de la calle de Los Andes, convertida ahora en bloques de viviendas, en La Escuela del Grupo de viviendas creada por la Constructora Gijonesa (1965) de la calle Chile, que ahora es Centro de Educación de Adultos, en la calle Venezuela, donde se encontraban las aulas de Educación Especial, en unos bajos de los edificios de La Algodonera y en las proximidades de la playa de La Casera, hoy playa de L'Arbeyal, donde había también otras 4 unidades. Llegó a tener el centro unas 57 unidades con una ratio muy superior a la que tenemos hoy en día."
"La dramaturga Rosario de Acuña volvió a la vida ante al Ateneo de La Calzada durante unas horas. Su discurso en defensa de la cultura y el estudio en la población obrera sonó ayer ante un entusiasmado público, solo que este no estaba formado únicamente por los vecinos que paseaban por la avenida Argentina, sino también por los «trabajadores de las antiguas fábricas del barrio», interpretados por los alumnos de sexto de Primaria del colegio público Príncipe de Asturias, quienes hicieron un viaje al «origen industrial» del barrio gracias a un proyecto escolar en colaboración con el Consejo de la Infancia y la Adolescencia.
Así fue como conocieron la existencia de los Astilleros Riera, la Conservera La Polar, La Sombrerera, La Harinera, Gijón Fabril, Cristasa, La Algodonera y el sector pesquero, aunque algunos ya contaban con historias familiares o 'güelos' que habían trabajado en las mismas. Divididos por grupos y vestidos por gremios, los alumnos se desplazaron a las históricas ubicaciones, donde representaban una pequeña escena ante los viandantes e informaban de su historia. «Así reivindicamos el origen de nuestro barrio», declararon emocionados los escolares de 'La Algodonera'.
En vista de la intención del colegio para que el alumnado realizara una «trayectoria industrial en busca del arraigo en el barrio», como informó la directora Matilde Prieto, la figura de Rosario de Acuña surgió como una relación natural, pues fue una de las feministas estudiadas por los de sexto para las actividades realizadas con motivo del 8M.
«Durante la investigación sobre ella, descubrimos una carta que había escrito al Ateneo Obrero», explicó Ana Alonso, jefa de estudios. Dicha misiva era una «reivindicación a la educación en el proletariado», así que representarla ayer -en el centenario de su muerte- ante los alumnos que la estudiaron resultó apropiado. De esta manera, la profesora Arancha Cuesta se vistió como la escritora e interpretó un discurso que solo pudo calificar como «emocionante», más que nada por «el valor de una mujer, una burguesa, que dio mítines a hombres y trabajadores en esa época», sin olvidar «la importancia de la cultura para la formación».
La huella que dejó De Acuña en la literatura y el feminismo español parece que caló también en el alumnado del Príncipe de Asturias, pues desde los trabajos del 8M la recuerdan ya como «una luchadora por los derechos de las mujeres». Laura Blanco, estudiante de 6ºB, va más allá y la define como «una mujer valiente que luchó por lo que creía».
El acto contó además con Natalia González, edil en Educación, quien alabó la carta de Acuña como un «canto a la educación y a la formación»."
Lo cierto es que ocupa una gran superficie, esta es su estructura actual, tal y como leemos en la citada página de Educastur:
"Nuestro colegio hoy es un centro de integración de Educación Infantil y Primaria. Está formado por dos alas en forma de escuadra, teniendo 4 plantas el ala derecha y 3 la izquierda. La entrada de los alumnos se realiza por la parte posterior, por el patio, que tiene una pista cubierta.
En la planta baja, se encuentran tres aulas de infantil, la conserjería y el gimnasio en el ala derecha y un comedor en la parte izquierda, donde actualmente tiene su sede el AMPA.
En la primera planta, en la parte derecha, tenemos las otras tres aulas de Educación Infantil, la sala de profesores y un aula de psicomotricidad; además, cuatro aulas en la parte izquierda.
En la segunda planta, en la parte derecha, tenemos las dos aulas de Primero de Primaria y el aula de idiomas, las oficinas de Dirección y Secretaría y la Biblioteca, ya informatizada, mientras que en la parte izquierda se encuentra el aula de nuevas tecnologías con un ordenador para dos alumnos/as, el aula de Llingua y cuatro aulas más.
En la tercera planta se encuentran los segundos de Educación Primaria, el aula de música, y las dependencias de Apoyo, Logopedia y el Laboratorio. Tenemos jornada continua desde las 9:00 hasta las 14:00 horas. Por la tarde el Centro está abierto para realizar actividades extraescolares.
Desde los 4 años hasta 6º de Primaria se imparte Inglés, se da la opción en Primaria de escoger Llingua Asturiana y desde Infantil de 3 años, desde 1996, se imparte el uso de las Nuevas Tecnologías como refuerzo del aprendizaje estando todo el profesorado implicado en atender y potenciar de forma sistemática el conocimiento y uso de estas nuevas herramientas.
Formamos parte del distrito del Instituto Padre Feijoo. Como no caminamos solos, pertenecemos a la comunidad de centros de la zona Oeste de Gijón, como primer núcleo."
"La calle del Perú ya existía con ese nombre bastante antes de 1941, al menos desde 1924, cuando ya es citada en el Callejero de Gijón de Antonio Pérez Pimentel y donde vemos que es la única calle con nombre de país latinoamericano. Luego, como se sabe, muchas calles de La Calzada —de la populosa barriada de La Calzada, como era habitual que se la nombrara— llevaron nombres de países y capitales de Latinoamérica."
"Pocas personas llegan a superar los 80 años de vida y contar con las experiencias de nuestro personaje de hoy. Enrique Cuesta Rionda, nacido en la calle Perú, en La Calzada, el 12 de mayo de 1933, pasó por las penurias de la Guerra Civil y, a los siete años de edad, quedó huérfano junto con sus tres hermanos. Sus padres regentaban el Bar Casa Cuesta en la mencionada calle, con gallera incluida, en la que se celebraban peleas de gallos, muy frecuentes por aquellos años.
Para sobrevivir, Enrique Cuesta tuvo que acompañar a su abuela a recoger el carbón que caía de los vagones del ferrocarril de Langreo en El Musel hasta que, a los diez años, comenzó a trabajar de 'pinche' en la tapicería de Fernando del Valle y luego en las de Aquilino García, Ángel Villaverde, Faustino 'El Porti' y finalmente en la de Pedrín, en la calle del Real. A los 16 años decidió alistarse voluntario en el Ejército del Aire en Pinar de Antequera, donde llegó a estallar un polvorín del que se salvó de puro milagro. Pasó luego a La Maestranza, en León, donde incluso llegó a dar clases de tapicería a la vez que tapizaba aviones y vagones de lujo para la Renfe.
A los 20 años, ya licenciado, volvió a Gijón y se estableció por su cuenta, primero en la calle Balmes, luego en la calle del Real, hasta su taller definitivo en la calle Ceán Bermúdez, donde llegó a trabajar para el Centro Asturiano de La Habana, para el Real Club Astur de Regatas, para el Teatro Jovellanos y hasta tapizó el salón de actos del Ayuntamiento. A su incuestionable profesionalidad une su vocación de maestro de cuantos y cuantas acuden a su taller a pedir consejos, por lo que no de extrañar que, para la historia del Gijón de nuestros amores, Enrique Cuesta ya sea para siempre Quique 'El Tapiceru' .
Ahora bien, junto a su intensa dedicación al tapizado siempre hay un hueco para su gran pasión: el balompié. Los avatares de la vida solo le permitieron jugar en categoría juvenil en el Club Imperio de Begoña, con el patrocinio de Alfonso 'El Castañeru' y Vicente Guillén 'El Heladero', que tenían sus puestos ambulantes al comienzo del paseo de Begoña; pero llegó a lograr el titulo de entrenador, para así matar 'el gusanillo', y comenzó su labor de enseñante futbolero con el equipo de la Peña Ortiz, en El Molinín de Cabueñes, donde 'cortaben el bacalao' José Carlos Alegría, Cholo Fidel, Pepín Huergo, José Fresno y Rubiera, además del propio Pepe Ortiz.
Luego pasó al Racing de Veriña, Ceares Juvenil, Cimadevilla C. de F. y concluyó en el equipo de La Braña, tras una dilatada etapa como entrenador en la que consiguió no pocos títulos y ascensos de categoría, que le valieron ser considerado el mejor entrenador de la Federación Asturiana de Fútbol y a recibir la Insignia de Oro del Colegio Asturiano de Entrenadores, cuando José María Arenillas era el presidente, aunque para Quique 'El Tapiceru' no hubo persona más entregada al fútbol y merecedora de mayores elogios que Arturo Vigón 'El Presi', de tan grato recuerdo para cuantos le conocimos.
Por el magisterio de nuestro personaje de hoy pasaron infinidad de futbolistas, entre ellos Juanele, Joaquín Villa, Esteban y Avelino, que jugaron en el Sporting, por citar a los más conocidos. Ahora ya está jubilado, pero el taller que, manteniendo el prestigio de su progenitor, regenta su hijo Enrique, alberga diariamente una interesante tertulia de 'sabios' del balompié a la que acuden Biempica, 'Miluca' Alonso, Armando Medina y Echevarría. Faltan, por el inevitable paso de los años, contertulios entrañables como Juanele, Rosendo Menéndez, Pepe Ortiz, Severino Piñera o José Luis Suárez 'Machaca', entre otros que dieron vida al templo y museo del Real Sporting que es el taller de Quique 'El Tapiceru'.
No seríamos justos si en esta breve semblanza de nuestro personaje no dejásemos constancia de alguna de las anécdotas que enriquecieron su vida profesional, dado que entre butacas y sillones aparecen en ocasiones anillos, cadenas, medallas, pendientes y hasta dinero. En una ocasión, se encontró con una diadema de oro y brillantes que valía millones, tanto por su valor material como por el que representaba para sus dueños. Cuando fue a entregársela a éstos, hubo hasta desmayos, dado que llevaban meses buscándola, y fue tal la emoción de sus dueños que comenzaron a celebrarlo por todo lo alto y a Quique 'El Tapiceru' no se les ocurrió ni darle las gracias. ¡Vamos! como si el verdadero protagonista no existiese. Ya es sabido que 'de desagradecidos, está el mundo lleno...' Aunque, al fin y al cabo, lo que le verdad importa es tener la conciencia tranquila."
QUE NO TE VENDAN HUMO. LA INDUSTRIA PUEDE SER RESPETUOSA
"Desde 1903 se instaló en esta calle La Sombrerera Gijonesa, que construyó frente a ella las Casas de la Sombrerera, aún habitadas. Como ejemplos de otras casas obreras en La Calzada, pero en estos casos desaparecidas, pueden citarse el callejón de Gijón Fabril, las Casas de Gabino, Las Casas del Tate, … que tan bien conocieron y recuerdan vecinos notables, como Luis Quirós —antiguo miembro de Cultura e Higiene de la Calzada Alta— y Roberto Vincelle, durante años presidente de la Asociación de Vecinos Alfonso Camín e histórico del movimiento vecinal en Gijón. Volviendo a la Fábrica de Sombreros, diremos que antes de su instalación y según vemos en el Anuario-Almanaque Comercial de 1882 (unas verdaderas páginas amarillas de la época) los artesanos y artesanas más populares en la fabricación de sombreros eran: Segunda Cancela, en la calle de Los Moros; Pedro Rodríguez, en Corrida 11; León Tessier, en Trinidad, y Leoncio Zoreda, en Corrida 6. Años más tarde y con la fábrica de La Calzada en funcionamiento, son sombrereras famosas (para señoras y niños) las hermanas Carrain, las hermanas Múgica y las hermanas Rúa, en el paseo de Alfonso XII."
"Las nuevas implantaciones industriales que trajo consigo la repatriación de los capitales antillanos se localizaron preferentemente en La Calzada, en parte porque El Natahoyo había agotado sus disponibilidades de espacios idóneos para la ubicación de instalaciones fabriles, y en parte porque el puerto del Musel comenzaba a desempeñar un papel similar al que habían tenido los muelles del puerto viejo sobre la vertiente occidental del tómbolo, el de ser centros inductores del crecimiento urbano"
"El origen del barrio obrero de La Calzada tal y como aparece en la actualidad es pues la generación finisecular de industrias que trajo consigo la afluencia de capitales coloniales, y de forma indirecta la creación del puerto del Musel y la existencia previa de los trazados ferroviarios en el lugar, factores determinantes de la localización fabril. Con toda legitimidad puede pues hablarse de segundo barrio obrero de la revolución industrial."
"Pero el incipiente barrio no debió conocer otra ocupación en los años siguientes, porque en el plano de Casielles de 1910 no aparece cartografiado, y en la memoria de 1916 de la junta local para el fomento de casas baratas se dice de él que "se halla poco edificado", citándose tres grupos de casas de obreros de 18, 60 y 14 viviendas respectivamente. No obstante la escasa densificación de La Calzada, en 1916 tenía 2.557 habitantes, triplicando a la población del Natahoyo, aunque hay que tener en cuenta que en este cómputo está incluido toda la parroquia de Jove, lo que desvirtúa en parte las conclusiones."
"Pero el papel de la iniciativa oficial ha tenido un peso considerablemente mayor si tenemos en cuenta que en los 20 años comprendidos entre 1950 y 1970 fueron muchos los edificios construidos al amparo de la legislación de viviendas bonificables y subvencionadas."
"A partir de 1970 parece tomar el relevo la iniciativa privada, lo que indica la elevación de la plusvalía del suelo en estas zonas, por efecto precisamente de la construcción anterior de bloques de promoción oficial, empresarial o mixta. En este sentido es significativo el desplazamiento de actividades industriales en favor de usos residenciales del suelo: antiguas factorías como la Algodonera y la fábrica de cervezas han desmantelado sus instalaciones dedicando los solares resultantes a la construcción de grandes bloques, auténticas colmenas humanas. Estas beneficiosas operaciones no son específicas de estos barrios, por cuento en zonas inmediatas al centro se ha dado el mismo caso..."
"Como en otros lugares, la iniciativa oficial y empresarial cumplió el papel de agente revalorizador del suelo, por lo que en los años sesenta se produce una actuación masiva de la iniciativa privada, al amparo de la legislación de viviendas bonificables y subvencionadas y en muchas ocasiones quebrantando la volumetría exigida: así lo pone de manifiesto el hecho de que entre 1963 y 1969 se hayan construido en el Natahoyo y La Calzada 229 edificios que alteran las ordenanzas de construcción, lo que supone el 26,09% del total de los edificios alzados en la ciudad de forma ilegal en ese período."
"La etapa democrática se inicia en España con la secuela de la grave crisis económica arrastrada desde mediados de la década de 1970. Una crisis que supuso el cese de las migraciones campo-ciudad, características del desarrollismo, y, en consecuencia, una drástica reducción del ritmo de crecimiento de las ciudades. Gijón, ciudad fabril, no fue una excepción y, en los treinta años que median entre 1980 y 2010, solo incrementó su población en algo más de 21.000 efectivos (7,8%), lo que le permitió sobrepasar la barrera de los 277.000 habitantes. A partir de este último año, acuciada de nuevo por la crisis económica, su población entró en un proceso de estabilización que todavía se mantiene.Con una economía muy dependiente de la industria, especializada además en actividades especialmente afectadas por la crisis de 1973, la ciudad pasó, durante la década de 1980, por una etapa de reorganización de su estructura productiva, en la que la aplicación de políticas de ajuste y de reconversión muy duras provocó consecuencias sociales muy negativas (paro, desórdenes públicos…). Por otro lado, a medio plazo, esas mismas políticas condujeron hacia un modelo económico bien distinto al que había caracterizado a la ciudad durante todo el siglo xx, en el que, sin perder el carácter fabril y portuario, adquirió un peso cada vez mayor la producción de servicios.Mientras ocurrían estos acontecimientos, la consolidación de la democracia imponía en todo el país un nuevo modelo de ciudad basado en las ideas, ya aplicadas en Europa, difundidas por la Carta de Atenas. Si bien algunas de ellas (separación de usos, manzanas abiertas, uso de polígonos) ya habían sido utilizadas en la época precedente, sobre todo desde 1956, tras la aprobación de la primera Ley del Suelo, es solo a partir de este momento cuando comienzan a generalizarse y aplicarse de forma sistemática. El instrumento fundamental utilizado para ello serán los planes generales de ordenación urbana (los pgou), cuyo diseño, ejecución y cumplimiento dará lugar a una ciudad bien distinta a la que se había gestado, sobre todo, durante los cuarenta años anteriores.El desmantelamiento manufacturero que afecta a Gijón durante los primeros tiempos de la democracia constituye el factor desencadenante de los profundos cambios experimentados en el flanco occidental de la ciudad en poco más de una década. A comienzos de los años ochenta, los barrios del Natahoyo y La Calzada, de contenido netamente obrero y popular, ofrecían un alto nivel de masificación y deterioro ambiental y social. La degradación física se extendía hacia los muelles locales, en los sectores de Fomento y Cimadevilla, que habían perdido su función comercial a comienzos de los años sesenta. En estas circunstancias, durante la década siguiente se va a proceder a reordenar urbanísticamente toda la zona, sobre todo aprovechando la gran cantidad de solares dejados vacantes tras el cierre de muchas fábricas. Una vez terminada la remodelación, los antiguos solares serán ocupados por nuevos barrios residenciales, así como por equipamientos y servicios de distinta índole."
“Las sábanas de La Algodonera duran la vida entera”. Con este slogan se anunciaba la popular fábrica de La Calzada,referente de primer nivel en el ámbito textil. Desde que se fundó en 1899 hasta que cesó su actividad en 1967 consiguió dejar su huella en la historia industrial de Gijón, y lo hizo a través de las manos de sus trabajadoras, mayoría en plantilla. La empresa llegó a emplear a 420 mujeres. Ellas movían los hilos. (...)
En 1910 se construyeron viviendas para sus trabajadores, dentro de un modelo empresarial paternalista que también se había extendido en otras partes de la región. Y tres años más tarde la fábrica obtiene la concesión de marcas para tejidos como ‘Punto Redondo’, ‘el Milano’ o ‘la Margarita’. Era un auténtico referente.
Imprescindible en esta historia es el papel de la mujer. Cuando se abrió la fábrica la plantilla la formaban 460 personas, de las que 420 eran mujeres, algunas niñas, que a partir de los 14 años podían ir a trabajar. Por ello, La Algodonera, junto con la Fábrica de Tabacos, fue un claro referente del trabajo femenino en Gijón. Si las cigarreras protagonizaron la primera gran huelga de mujeres en Asturias en 1903 cuando pretendieron bajarles su ya de por sí escaso sueldo, las urdidoras, las bobineras y las tejedoras de La Algodonera siguieron su ejemplo poco después.
Ellas eran la fuerza principal de la empresa, encargadas de los más de 6.000 husos y 240 telares con que se producían 14.000 metros de algodón al día. Los puestos de poder, sin embargo, tan solo los ocupaban los hombres.
La fábrica no pudo resistir la transformación económica que sufrió el país en los años 60 del siglo XX, y en 1967 dejó de producir. Las transformaciones económicas y sociales motivaron el cierre debido a los intereses especulativos y a la mano de obra más barata de otros países europeos con los que no se podía competir. El derribo de sus instalaciones llegó solo cuatro años más tarde."
"Armando Paesa vivió de niño en las viviendas que la fábrica textil de La Algodonera de Gijón había construido en 1910 para sus trabajadores en la carretera de Avilés. «En las casas vivían los maestros -rememora-; era una industria paternalista. Mi padre era maestro de hilados y había venido de Zaragoza. Yo tenía tres años cuando llegamos. Te daban casa, luz, agua, huerta, corrales y hasta carbón. Se vivía bien». Señala la que fue su casa en una de las grandes fotografías de la exposición que ayer se inauguraba en el Ateneo de La Calzada y que, hasta el próximo 31 de mayo, permitirá a sus visitantes conocer, o recordar, la historia de una fábrica muy significativa para el barrio y para Gijón. Una exposición que también recupera para la memoria social las historias de quienes trabajaron en La Algodonera desde que se fundó en 1899 hasta que cesó su actividad en 1967.
«A los 17 años le vi las orejas al lobo, antes de que cerrara, y me presenté a unas oposiciones», dice Paesa, recordando un cierre, como siempre, traumático para la plantilla, entonces formada por 300 personas. «Fue un cierre extraño, en su máxima producción», apunta Pablo Gallo, técnico de la Fundación Municipal de Cultura, Educación y Universidad Popular que colabora con RECAL, de Re-Calzada, el grupo de trabajo que surgió en 2014 a iniciativa de Daniel Ordóñez para recuperar la memoria industrial y social del barrio. Primero con la exposición Gijón Oeste, una memoria industrial, más tarde con otras dos muestras sobre Aboño y Foto César, y ahora con la de La Algodonera."
«El 80% de la industria de Gijón estaba en La Calzada hasta el punto de que el ritmo del barrio lo marcaban las sirenas de las fábricas. Y La Algodonera fue una empresa clave en ese pasado glorioso de la zona oeste», añade Gallo, que explica que la labor de investigación y de divulgación de RECAL se sustenta precisamente en recuperar esa memoria industrial de la que no quedan apenas vestigios. En los terrenos de la fábrica, que ocupaba una parcela de 12.000 kilómetros, ahora están las casas de la algodonera, como se conocen popularmente.
«Tras la pérdida de las colonias el algodón era más caro y coincide además con un momento en el que la industria empieza a decaer por la competencia de mano de obra más barata, pero aquí quizá cerró más precipitadamente por motivos especulativos. La gente no se lo esperaba y, de hecho, acababan de renovar máquinas», explica David Cuenca, miembro de RECAL. También se vendieron las patentes, añade, generando un beneficio importante y «hay quien lo vio como otro aliciente más para el cierre cuando se estaba vendiendo toda la producción». Un cierre, además, que llegó justo en plena década de expansión económica, en los años del desarrollismo español, en los que la competencia quizá era excesiva de todas formas para una fábrica que había surgido en el siglo XIX.
La producción había comenzado en 1901, cuando la plantilla la formaban 460 personas, de las que 420 eran mujeres y niñas. Junto con la Fábrica de Tabacos de Cimavilla, fue un claro referente del trabajo femenino en Gijón. Si las cigarreras protagonizaron la primera gran huelga de mujeres en Asturias en 1903 cuando pretendieron bajarles su ya de por sí mísero sueldo, las urdidoras, las bobineras y las tejedoras de La Algodonera siguieron su ejemplo poco después.
«El trabajo de las mujeres fue fundamental», decía ayer en la presentación de la exposición Daniel Ordóñez, que lleva décadas empeñado en recuperar la historia del barrio implicando para ello a sus residentes. La Algodonera llegó a ser referente nacional y, a lo largo de su historia, fue por ello visitada por Alfonso XIII, por ministros de la República y por la mujer de Franco.
Precisamente durante la Guerra Civil fue utilizada como cárcel. Y algunas de las historias de las mujeres que trabajaron en ella estuvieron marcadas por esa época oscura de la historia de España. Una de esas mujeres fue Olvido Fanjul, que ocupa un lugar destacado en la exposición de La Algodonera porque, según remarcó Ordóñez, «su historia es muy trascedente e hizo una gran labor social».
La prisionera 18.217 en el infierno de Ravensbrück
Olvido Fanjul, que era militante de la CNT y había nacido en Tremañes, tenía 15 o 16 años cuando entró a trabajar en La Algodonera, en 1925 o 1926. Fue empleada de la fábrica textil hasta que estalló la guerra, cuando pasó a servir como auxiliar sanitaria en el hospitalillo de El Natahoyo. Apenas un mes antes de la caída del frente republicano, el 23 de septiembre de 1937 fue una de las cuidadoras de los 1.100 niños de la guerra que partieron de El Musel rumbo a la antigua Unión Soviética.
Allí estuvo en Pushkin, al sur de Leningrado, al cuidado de una de las casas de niños españoles hasta 1941. «Cuando los alemanes cercan Leningrado la apresan y, en 1942, la envían a la cárcel de Tallin (Estonia), en la que pasa un año hasta que en marzo de 1943 la envían a Ravensbrück», explican Manuel y Eloína Blanco, dos de sus tres hijos. Ravensbrück fue el único campo de concentración y exterminio construido por los nazis para mujeres. Estaba situado a unos 80 kilómetros al norte de Berlín y, desde 1939 hasta el final de la guerra, por él pasaron 130.000 mujeres. Los historiadores calculan que entre 50.000 y 90.000 no sobrevivieron y los relatos de lo que allí ocurrió son aterradores.
Olvido Fanjul fue la prisionera 18.217 hasta que fue rescatada por la Cruz Roja de Suecia en abril de 1945, que, como a otras cientos de supervivientes, la acogió en una casa de reposo en Gotenburgo varios meses. «Luego pidió irse con otras mujeres a Francia, a otra casa de reposo en Archachon, en la que pasó varios meses hasta que está lo suficientemente recuperada para empezar a trabajar», relata su hijo.
En Francia, en Tarbes, se encuentra con Gerardo Blanco, el padre de Eloína y Manuel. «También era de La Calzada y se conocían de vista porque esto era una aldea». Él, republicano y de izquierdas, se había ido de Gijón un día histórico: el 20 de octubre de 1937. Al llegar a la costa francesa, le enviaron a Barcelona y, cuando la ciudad cayó, regresó a Francia cruzando a pie los Pirineos. Alí se incorporó a la Compañía de Trabajadores Extranjeros como voluntario.
«Cuando los alemanes invaden Francia, al poco le cogen prisionero y le envían como trabajador esclavo a las obras del Muro Atlántico», prosiguen sus hijos. Allí estuvo hasta septiembre de 1944. «Ambos tuvieron una vida durísima, cruel. Lo perdieron todo y se quedaron en tierra de nadie, con lo puesto, apátridas y tuvieron que empezar de nuevo».
Olvido estaba embarazada cuando fue detenida en Rusia y, en la cárcel de Estonia, dio a luz a un niño «que los alemanes le roban y nunca vuelve a ver». Tampoco al que entonces era su pareja. Y Gerardo, al irse de Gijón, dejó a su mujer, que rehizo su vida tras declararse nulo su matrimonio civil, y a su hijo de año y medio, que no volvió a ver hasta que le visitó 22 años después. «Nosotros nacimos en Francia y en enero de 1963 regresamos todos a España. Tuvieron que rehacer su vida de nuevo de cero y con tres críos», cuentan sus hijos. Olvido murió en 2001 y Gerardo en 2005. En La Calzada.
«Hasta hace diez años no sabía nada de todo lo que habían pasado», dice Manuel Blanco. Se quedaron horrorizados al ir descubriendo cómo habían sido sus vidas. «Es vergonzoso que nunca les hayan homenajeado», apostilla Eloína, que explica que decidieron rehacer el recorrido de sus padres, tomando apuntes en cada parada para recabar su historia. Ls que siguen sin contar los libros de historia de este país, como recuerdan estas líneas que aparecen en uno de los paneles de la exposición de La Algodonera: «Olvido Fanjul y Gerardo Blanco pertenecen ya a esa especie de héroes anónimos sobre los que pasa de puntillas la historia que no pasa a los libros de Historia, pero sobre la que se asientan las bases morales para que el mundo tenga alguna esperanza de redención».
"A finales del siglo XIX nace el proyecto de La Algodonera de Gijón S.A. Fundada en 1899, gracias a la inversión de la burguesía local en un contexto de retorno de capitales tras la pérdida de las posesiones de ultramar (Cuba y Filipinas) en 1898, se convirtió en una industria clave para el barrio instalada en el corazón de La Calzada.La Algodonera se construye sobre una parcela de 12.000 metros cuadrados situada entre la antigua carretera de Avilés y el Ferrocarril del Norte que había llegado a la ciudad unos años antes, y próxima al puerto de El Musel. Esta ubicación estratégica fue clave, no sólo para la instalación de esta fábrica, sino para el crecimiento industrial del oeste de la ciudad.Con un capital social de más de dos millones de pesetas, que le permite instalar la maquinaria más moderna en la producción textil de algodón, comienza su producción en 1901. Con una plantilla compuesta por un total de 460 trabajadores, de los cuales 420 eran mujeres y niñas, se convierte en un referente del trabajo femenino en la ciudad.En 1910, fruto de su herencia paternalista, se construyen las viviendas de los trabajadores al pie de la carretera de Avilés. Y en 1913 se le conceden sus marcas para tejidos «Punto Redondo», «el Milano» y «la Margarita» entre otras.Gracias a la publicidad y la calidad de sus productos se convirtió en un referente en la elaboración de textiles de algodón. Como decía una de sus cuñas publicitarias: «las sábanas de La Algodonera, duran la vida entera». Pero La Algodonera de Gijón no pudo resistir la transformación económica que sufrió el país en los años 60 del siglo XX. Y en ese momento de gran transformación socioeconómica y cambio de modelo productivo, cesa su actividad en 1967.En 1970 se procede a su desmantelamiento y derribo, preparando el solar para la construcción de futuras viviendas que acogerán a los trabajadores encargados de poner en funcionamiento la factoría de UNINSA que se está instalando en el cercano valle de Veriña. Aún hoy se conocen las viviendas construidas sobre la parcela de la fábrica como «las casas de la algodonera».
"Los accidentes de trabajo fueron una constante durante la vida activa de la fábrica, debidos sobre todo a las partes móviles de la maquinaria y a los engranajes y transmisiones, como uno registrado en 1906 en el que una operaria pierde un ojo por el impacto de la lanzadera de un telar. También se registraron heridos sin relación con el proceso productivo, como el caso de un operario herido grave en 1907 durante una disputa dentro de la fábrica o el aguador que resultó muerto dentro de la fábrica en 1908 a causa de una riña con un operario de telares.
La Algodonera llevó a cabo una destacada labor asistencial donando dinero o productos propios a diferentes entidades, como la donación de cuarenta metros de tela para el Asilo Pola en 1907, por el que la empresa es felicitada por el alcalde de Gijón, o la recogida de fondos en 1913 para los damnificados por la catástrofe ocurrida en El Musel durante una voladura en la ladera de Torres para la extracción de piedra para el Dique Norte. En 1918 hace donaciones para «Socorro de Pobres» y para las epidemias del momento por iniciativa del alcalde de Gijón. Durante el año 1928 la empresa participa en diversas suscripciones: damnificados por el incendio del Teatro Novedades de Madrid y por la explosión del fuerte de Cabrerizas Bajas de Melilla. Este mismo año aporta 250 pesetas para la construcción del Ateneo La Calzada, y suministra sábanas al Hospital General Provincial. En 1954 participa también en la suscripción popular para construir un monumento dedicado a Alexander Fleming, descubridor de la penicilina, con un donativo de 200 pesetas."
"En su mayoría eran trabajadoras muy fieles, que una vez entraban a trabajar permanecían en sus puestos a lo largo del tiempo. Se pueden distinguir diferentes etapas en la historia de La Algodonera: sus inicios a finales del siglo xix, después de la guerra civil, y en los años 50 del siglo xx. En cada uno de estos tres períodos comenzaron a trabajar nuevas empleadas jóvenes que en su mayoría se jubilaron en la fábrica o se marcharon una vez cerró. La conciliación entre vida laboral y familiar era lo habitual; debido a la temprana edad en la que comenzaban a trabajar, el matrimonio y la maternidad eran cambios que fluían en sus vidas junto con el trabajo. Sin embargo, hasta la implantación de la jornada laboral de ocho horas, que dividió el trabajo de la fábrica en los dos turnos de mañana y tarde, las jornadas eran largas e interminables y dificultaban la conciliación.Los trabajos desarrollados en La Algodonera llevaban asociados un relativo riesgo; se dieron numerosos casos de accidentes laborales que, teniendo en cuenta los medios sanitarios existentes en el momento, comportaban una lenta recuperación en la que eran habituales las secuelas. Incluso una vez instauradas las medidas de seguridad pertinentes, siguieron produciéndose accidentes laborales, aunque con menores repercusiones.Debido a todas estas problemáticas, las trabajadoras de La Algodonera durante la etapa anterior a la guerra civil protagonizaron un fuerte movimiento sindical, junto con el resto de empresas de Gijón en las que también trabajaban mujeres.Los oficios de La Algodonera eran cubiertos por trabajadoras en su mayoría, siendo los puestos de encargados ocupados por hombres casi en su totalidad; aunque algunas de las trabajadoras pudieron acceder a dichos puestos, fueron la excepción. De los 460 puestos de trabajo en la fábrica, 420 eran ocupados por mujeres y niñas al cargo de los más de 150 telares y de los 6000 husos de hilar. Los hombres, como decimos, ocupaban los puestos de encargados y otros en trabajos auxiliares (mecánicos, fogoneros, administrativos, etc.)"
"En el año 1900 la dirección de La Algodonera solicitó al Ayuntamiento el permiso para la construcción de un grupo de viviendas en el propio recinto de la fábrica, construcción finalizada en el año 1910. Fueron pocas, once, y sus inquilinos eran trabajadores especializados del sector textil, la mayoría procedentes de fuera de Asturias, sobre todo de Cataluña, en aquel momento región con una potente industria textil y por tanto con trabajadores cualificados. Estos inquilinos disfrutaban, aparte de una vivienda ya de por sí de una calidad superior al resto, de otros privilegios como la luz y agua gratuitos, el carbón para la calefacción a precio de coste, los arreglos de averías y el mantenimiento también gratuitos, espacios comunes para uso y disfrute (jardines y huertos) en el interior del propio recinto de la fábrica, economato, actividades culturales y de ocio para sus hijos, como el cine, etc. Si bien los sueldos eran bajos, estos privilegios los compensaban y establecían diferencias entre los trabajadores residentes y el resto de trabajadoras/os."
"Las industrias establecidas a principios del siglo XX en La Calzada, próximas a la línea de Ferrocarril del Norte –la fábrica de vidrios y la harinera de Gijón Industrial– consiguieron, en 1900, que se crease un enlace en dicha línea para el aprovisionamiento de materias primas y la salida de sus productos. Este ramal ferroviario sería utilizado también por La Algodonera de Gijón, que había comenzado su actividad en 1901.En los años treinta del siglo XX, los vecinos de La Calzada-Jove comienzan sus gestiones para que el apartadero de La Algodonera pueda ser utilizado también como apeadero para viajeros, «[...] que aumentando los medios de comunicación con Gijón, tiene mayor interés para los vecinos de Tremañes, que ningún medio de locomoción tienen con el pueblo. [...]» (El Comercio, 23-3-1932). Con este objeto se pone en marcha una suscripción popular que contaría con el apoyo de La Algodonera, de Gijón Fabril y de La Harinera de Jove.En noviembre de 1932 se autoriza la construcción del citado apeadero que, finalmente, sería inaugurado en 1933 con gran satisfacción por parte de los vecinos: «[...] Poco después del mediodía del domingo [4 de junio] se congregaron en el local social de la Junta Vecinal de Jove los miembros directivos de dicha entidad, asociados y personas invitadas, para asistir a la ceremonia de inauguración del Apeadero de La Algodonera, en La Calzada Alta. [...]» (El Comercio, 6-6-1933). Para celebrar esta inauguración se ofrecería un banquete en el Restaurante Venecia de Veriña, como informaba la prensa de la época.El apeadero se ha mantenido a través de los años, con las lógicas reformas para la mejora del servicio, y aunque el nombre oficial haya pasado a ser el de Calzada de Asturias, son muchos los vecinos del barrio que se refieren a él como «el apeadero de La Algodonera».
La Algodonera de Gijón tuvo también actividades deportivas, si bien sus equipos eran masculinos a pesar de que la mayor parte de la plantilla eran mujeres:
"El deporte ocupó un lugar importante en la vida social de la fábrica, en algunos casos, como en el del Balonmano, traspasando ese nivel social para alcanzar cotas significativas de desarrollo y éxito a nivel de competición. Pero, en una fábrica con la gran mayoría de trabajadoras mujeres, el deporte estuvo asociado a los hombres, y a los empleos más cualificados. Y ello incluso en ese deporte, el Balonmano, en el que se consiguió un mayor nivel competitivo, introducido en Asturias a finales de la década de los 40 del siglo XX por una mujer, y que tuvo su desarrollo inicial a través de equipo femeninos."
"De la imponente imagen que la antigua fábrica proyectaba desde su emplazamiento, nada queda hoy, habiendo sido sustituida por un paisaje que poco tiene en común con el tono industrial que antaño inundaba el lugar.Si quisiéramos componer un cuadro a pequeña escala de lo que ha sido la historia reciente del oeste de Gijón, de su conversión desde lo industrial hasta dar en el área residencial, comercial y de servicios que es ahora, La Algodonera podría ser esa imagen. Y también imagen del olvido de ese pasado tan reciente, que sólo permanece en los testimonios de las personas que lo vivieron y en los libros que hablan de ello. Y en esta exposición.La fábrica La Algodonera de Gijón, desde la Carretera de la Costa o Carretera Ribadesella a Canero -que así se llamaba esta vía antes de ser rebautizada en ese tramo con el actual nombre, Avda. de la Argentina, en 1941-, daba paso a Gijón Industrial, formada por La Harinera y la fábrica de vidrio (denominada esta Gijón Fabril en 1915, tras la quiebra del grupo anterior), todo ello unido al ferrocarril del norte en el nudo del actual apeadero de La Calzada. Todo este conglomerado se situaba a ambos lados de la Avenida de las Industrias, que por algo se le dio ese nombre, Calle Las Industrias antes de ascender a avenida en 1951, y antes de eso Calle Antonio Díaz Blanco en 1933, en honor al que fuera fundador y primer gerente de Gijón Fabril.Pasa el tiempo y toda esa industria se cierra. La manzana de La Algodonera contiene ahora un instituto de Educación Secundaria, el Padre Feijoo, edificios de viviendas, varias pequeñas zonas infantiles y espacios verdes, la pista del muy laureado equipo de hockey sobre patines Solimar-Telecable, y un buen número de comercios. Bien. Pero de aquel pasado de grandes fábricas, y tal vez hasta podemos sentirnos afortunados, solo queda un antiguo edificio de oficinas de Gijón Fabril, al lado de los cines Yelmo y del centro comercial Carrefour, aunque en un estado que no augura demasiadas esperanzas de cara a su conservación. Y la memoria, por supuesto."
"Actriz catalana nacida en el año 1888 y que debutó en los Ateneos Obreros, creando posteriormente su propia compañía, con la que hizo en varias ocasiones giras mundiales. En Gijón la localizamos interpretando Más fuerte que el amor, de Jacinto Benavente, en el Dindurra, en septiembre de 1931. Murió Margarita Xirgu en Montevideo en 1969.Nombres anteriores: La Algodonera. Por la fábrica, muy popular en todo Gijón, que existía en ese lugar desde finales del siglo XIX y donde trabajaban muchas mujeres. Casas de La Algodonera (Parcial). Alojamientos obreros dentro de la propia fábrica y edificados en 1910. Apeadero de la Algodonera (Parcial). Eran las casas donde vivían empleados del ferrocarril que trabajaban en ese apeadero, hoy estación La Calzada de Asturias. Figuran en el Padrón de Vecinos de 1960. Calzada de Asturias (18 de enero de 1966). La manera oficial de llamar a la calle, también conocida como apeadero de La Algodonera. Ese día, y a propuesta del Ministerio de Obras Públicas, se da ese nombre «al paraje en que se encuentra el cargadero de La Algodonera de Gijón»
"1899 Se funda La Algodonera de Gijón, con un capital de 1.700.000 pesetas, ubicándose en La Calzada en una parcela de 12.000 metros cuadrados.1900 La Algodonera comienza a cotizar en Bolsa. Se crea un enlace al ferrocarril de la línea de Ferrocarriles del Norte.1901 Comienza la producción, con una plantilla de 460 trabajadores, de los que 420 son mujeres y niñas. Visita del exministro de Hacienda José Canalejas, que al año siguiente sería ministro de Agricultura, Industria, Comercio y Obras Públicas1902 El rey Alfonso XIII visita la fábrica1903 Huelga de las tejedoras reclamando mejoras salariales1904 La Algodonera de Gijón proveedora de la Casa Real1908 Huelga por el nombramiento de un maestro de taller catalán en el taller de hilados1909 Visita de la Infanta Isabel de Borbón a la empresa. Se declara un incendio en la fábrica, en el que ardieron 1.100 kg. de algodón1910 Huelga de urdidoras, bobineras y tejedoras en oposición a la rebaja de sus jornales. La empresa decreta el cierre patronal1911 El Infante Carlos de Borbón y su esposa Luisa de Orleans visitan la fábrica1913 El Ministerio de Fomento concede a La Algodonera las marcas Punto Redondo, El Milano y La Margarita, entre otras.1915 Visita de la Infanta Isabel de Borbón1916 Huelga para pedir la jornada de 10 horas y un aumento del 80% de los jornales1917 Finaliza la huelga sin haber conseguido los obreros ninguna de sus reivindicaciones1918 Ante la proliferación de las huelgas, el Consejo de Administración amenaza con hacer inventario y cerrar la fábrica1919 Continúan los conflictos sociales en La Algodonera1924 La Algodonera monta un stand en la Feria de Muestras en el que expone sus productos1925 Alfonso de Borbón, Príncipe de Asturias, visita la fábrica1926 Visita del Jefe de la Armada Alfredo de Saralegui.1927 Agraciados con el quinto premio del Sorteo de Navidad de la Lotería Nacional los obreros de La Algodonera1929 El Infante Jaime de Borbón visita La Algodonera durante su estancia en Gijón1931 Huelga de ‘brazos caídos’ por un incidente ocurrido entre unas obreras y un maestro. Huelga por mejoras salariales1933 Se inaugura el apeadero de La Algodonera. La Junta Vecinal de Jove celebra un banquete en el Restaurante Venecia de Veriña. Cierre patronal por la agresión de un obrero al director de la empresa1934 En noviembre se reanudan los trabajos en la fábrica tras el movimiento revolucionario de octubre1936 Paro en la producción por la falta de materias primas debido a la huelga de estibadores del Musel1937 Juicios sumarísimos urgentes contra trabajadores de La Algodonera por hechos acaecidos durante la guerra civil1940 Campaña de anuncios en la prensa local para promocionar sus manufacturas1943 Visita del Delegado Nacional de Sindicatos, Fermín Sanz Orrio1948 Unos trabajos de soldadura en El Musel incendian varias balas de algodón destinadas a La Algodonera frente al bar Casa Conchita.1953 Muere el Marqués de Santa Cruz, José María Osorio Castropol, gerente de la empresa. El gobernador civil, Francisco Labadía Otemín, visita la factoría1956 Visita de Carmen Polo de Franco1959 Exportación de telas a Inglaterra1961 Muere a los 60 años José Alsina, director técnico.1964 Se crea la sección de balonmano de la empresa1966 La Algodonera presenta expediente de crisis en la Delegación de Trabajo. Cuenta en su plantilla con 297 obreros, 160 de ellos mujeres. El Banco Herrero embarga la empresa. El 7 de noviembre cierra definitivamente La Algodonera de Gijón tras 67 años de funcionamiento, al ser aprobado el expediente de crisis por la Delegación Provincial de Trabajo. Quedan en paro 297 trabajadores.1967 Reunión en la Casa Sindical de los antiguos trabajadores. Se pondrá en marcha un amplio plan de promoción profesional mediante cursos de capacitación1969 Son demolidas las naves de La Algodonera1970 La actuación prevista en los terrenos de la antigua fábrica de La Algodonera incluye viviendas, instalaciones educativas y deportivas y un complejo parroquial1972 Firma de los contratos de crédito por un total de 50 millones de pesetas para la financiación de 616 viviendas de UNINSA.1981 Inauguración de los Jardines de La Algodonera"
"L’Algodonera. Lugar del distrito Oeste, barrio de La Calzada. (...)Formación del topónimo: procede del nombre de la empresa «La Algodonera de Gijón», la primera de La Calzada, fundada en 1889 y demolida en 1969. Se construyeron posteriormente viviendas en el mismo sitio donde estaba la fábrica de algodón. En asturiano, como en castellano, una algodonera es una fábrica de tejidos de algodón. Se trata de un derivado del sustantivo algodón ‘Gossypium herbaceum, planta de tronco rojizo de donde brotan unas flores amarillas con lunares rojos’, ‘tejido que se obtiene de los filamentos de la Gossypium herbaceum’; se le añade el sufijo - era, que hace mención a un lugar donde se realiza alguna actividad.Etimología: la palabra asturiana (y castellana) algodón viene del árabe al-qoṬón, con el mismo significado. El sufijo -era proviene del latín -arĭam.Otras observaciones sobre la denominación: se dice también Les Cases de l’Algodonera."
"La historia industrial de Gijón tuvo un referente de primer nivel en el ámbito textil, una fábrica que dejó su huella en el oeste de la ciudad a través de las manos de sus trabajadoras, que eran mayoría en la plantilla. Este pasado se recoge ahora en la exposición 'La Algodonera de Gijón', que ayer se inauguró en el Centro Municipal Integrado Ateneo La Calzada. La muestra recuerda los orígenes de esta empresa, creada a finales del siglo XIX y que contaba con 420 empleadas, de un total de 460 personas que trabajaban cada día en el lugar. Con objetos de la instalación como hilos de muestra, vinilos con canciones publicitarias, manuales de la fábrica, o páginas de periódicos con anuncios de La Algodonera en sus primeros años, esta muestra cuenta asimismo con vídeos que recogen testimonios de protagonistas y vecinos del barrio en esas décadas. Un proyecto que busca recuperar la memoria industrial del barrio.
La Algodonera de Gijón S.A. fue fundada en 1899 por la burguesía local, que contaba con capital retornado de ultramar tras la pérdida de las últimas colonias el año anterior. Con ese apoyo económico, los dueños adquieren la maquinaria más moderna en producción textil de algodón del momento y la fábrica comienza sus actividades en 1901. De esta forma, esta industria clavada en el centro de La Calzada se convirtió en su referente, ocupando 12.000 metros cuadrados en una parcela próxima a El Musel. Una ubicación estratégica que permitía, además, el crecimiento industrial del oeste del municipio y que contaba con el ferrocarril en sus cercanías, que proveía de materia prima y carbón al complejo.
La muestra destaca, asimismo, el papel femenino en esta historia, ya que las 420 mujeres (y niñas de hasta 14 años, ya que desde esa edad podían trabajar) asalariadas hacen de La Algodonera un modelo de incorporación femenina al trabajo. Ellas eran la fuerza principal de la empresa, encargadas de los más de 6.000 husos y 240 telares con que se producían 14.000 metros de algodón al día. Sin embargo, los puestos de poder seguían copados por hombres.
En la primera década del siglo XX, se inicia la construcción de las viviendas de los trabajadores, especialmente para aquellos venidos de fuera de Asturias (principalmente de Cataluña), dentro de un modelo empresarial paternalista que también se había extendido en otras partes de la región. Estas residencias contaban con espacios comunes, agua y luz gratis, y una oferta cercana de ocio para mantener a los empleados cerca. Entre la población se hicieron conocidas las cuñas de la fábrica, como la que decía «las sábanas de La Algodonera duran la vida entera». Incluso contó con visitas de personalidades como el rey Alfonso XIII y otros miembros de la Familia Real, de las que dio cuenta en su día EL COMERCIO, como se puede ver en la muestra.
No solo al ámbito laboral se ceñía la empresa. También contaban con equipos de balonmano y fútbol. En ellos participó Antonio Martín Pascual, presente ayer en la inauguración, que recordaba aún los «años felices» en que trabajaba en La Algodonera como una época en la que reinaba «un ambiente familiar». Tanto era así que consiguió que contrataran a su hermano y dos cuñadas. Sin embargo, en 1966 llegaría el cierre, ante la competencia de otros países con mano de obra más barata y «sobre todo, los intereses especulativos», rememora José Ramón Sosa, también empleado de la fábrica en su momento. Sosa indica que «nunca faltaba trabajo», pero que el valor del terreno hizo que los dueños cedieran «a la especulación». La Algodonera de Gijón se desmanteló. Entre los vídeos e imágenes de la muestra, se puede ver el derribo de la chimenea del complejo industrial para dar paso a la construcción de nuevas viviendas, espacios verdes y un centro educativo."
"En los bares de La Calzada y El Cerillero hay muchos parroquianos que empiezan a hojear el periódico por la sección de Cuencas. Ésta es una de las zonas de Gijón con más vecinos procedentes de los valles mineros. Algunos llevan viviendo aquí más de 30 años, pero tienen muy presente que sus raíces están regadas por las aguas del Caudal o del Nalón.
Joaquina Pérez García y Luis Carmona de Miguel son de los que siguen a través de LA NUEVA ESPAÑA lo que ocurre en «su» Blimea del alma. «Estoy encantada aquí y me integré divinamente, pero lo tuyo ye lo tuyo. No sé decite. Para nosotros, Blimea ye mucho», sentencia Joaquina. En cualquier caso, «si ahora tuviese que volver, fíjate, no volvería; aquí tengo los hijos, tengo el nietín...», matiza al instante.
A Luis, sin embargo, no le importaría cambiar el Piles por el Nalón ahora que está jubilado. «Él, que nació en Madrid y llegó a Blimea con 14 años, mira tú», subraya su mujer. Este matrimonio lleva en Gijón 38 años. Toda una vida. «Vinimos porque lu trasladaron a él», empieza a contar Joaquina. «¿Cómo fue aquello Luis?», consulta a su marido, antes de proseguir con su historia: «De la Fábrica de La Felguera mandáronlu a la Fábrica de Moreda y, de ahí, a Veriña. Vinimos casados y con un hijo. El segundu, ya nació aquí».
Primero vivieron en Tremañes. Y, luego, se trasladaron a La Calzada, a uno de los pisos que Uninsa (luego Ensidesa, más tarde Aceralia y ahora Arcelor) ofrecía por entonces a sus obreros. «Me dieron para elegir tres, pero yo no pasé del primero; me gustó según lo vi. Y eso que estaba en la planta 12.ª y nosotros veníamos de una casina con patio en Blimea. No creas, daba algo de susto», explica Joaquina.
Sólo en este grupo de viviendas, levantadas sobre la antigua algodonera ya viven 386 familias procedentes de las Cuencas. En la urbanización de siderúrgicos de El Cerillero residen otras tantas. Una vez al año, desde hace cuatro, se reúnen en un Encuentro de amistad y añoranza que moviliza a toda la zona Oeste. A la última edición acudieron más de 3.000 personas.
Muchos corazones divididos entre las Cuencas y Gijón. Como el de Joaquina Pérez. «Mira que me dio pena dejar atrás Blimea, a mi madre, a los mis suegros... Pero yo ya me considero un poco del culo moyáu», comenta. «Además, encuéntrome muy bien en La Calzada. Desde el principio. También es verdad que pasé de Tremañes, donde no había nada, a un barrio que, de aquélla, ya tenía muchos comercios y mucha animación», apostilla.
Avanzada la conversación, uno descubre que, para Joaquina y Luis, el verdadero aliciente de Gijón se llama Robert y tiene 9 años. «Es el único nietín que tenemos por ahora», refiere ella, con un orgullo de abuela que no le cabe en la boca. A esta antigua modista y a este siderúrgico jubilado les salieron los hijos policías locales. El que nació en Gijón, patrulla en Sama; y el que nació en Blimea está destinado en Gijón. El porvenir del único hijo de Melita Fernández García tampoco depende de la siderurgia, sino de su título de veterinario.
La factoría de Veriña, que en la década de los setenta estaba necesitada de mano de obra y trajo a Gijón a miles de personas de tierra adentro, sigue siendo una actividad primordial para la economía asturiana, pero ni mucho menos como antaño. La reconversión industrial ha pasado factura. «Antes, igual salían de aquí cuatro o cinco autocares de obreros. Ahora, saldrá medio. Están casi todos jubilados», apunta Melita.
Ella también es vecina del grupo de viviendas de La Algodonera. Tenía 15 años cuando dejó Mieres para mudarse a La Calzada. Ahora, está a punto de cumplir 51. «Ay, pasélo muy mal de la que vine. Mucho echaba de menos el mi pueblín», comenta en un asturiano cantarín que delanta su origen.
El «pueblín» del que habla Melita Fernández se llama Seana y es un balcón que se asoma a Mieres desde el otro lado del «puente la perra». Su madre regentaba uno de los chigres más populares de la zona, en el que uno podía comprar un kilo de sal igual que tomar una pinta de vino. El éxodo de mano de obra les hizo replantearse el negocio: «Vimos que era mucha la gente que marchaba a trabajar a Uninsa y vinimos detrás de la gente».
Una parte de la familia -sus dos hermanas y sus cuñados- arribó a Gijón en la primera riada de trabajadores. El resto -Melita, su madre y su otro hermano- se instaló en la ciudad un año más tarde. «Acuérdome que, donde la iglesia, había unes escueles de chapa y que la mayoría de les calles estaben sin asfaltar. La verdad ye que esto empezó a levantar con los de Mieres», sostiene Melita, que, cuando dice los de Mieres, está refiriéndose en realidad a todos los vecinos de las Cuencas.
Esta mujer trabajadora donde las haya atiende un despacho de pan, que también es tienda de ultramarinos, en la calle de María Zambrano. A los 23 años se quedó viuda y con un niño que todavía estaba aprendiendo a caminar. La familia hizo piña y Melita consiguió salir adelante. «Me mantengo en forma sólo por ayudarla», bromea su hermano Lionel, mientras le mete cajas de mercancía en el almacén de la tienda. Melita demuestra ante la clientela el mismo buen humor. «En esta barriada ya somos como una familia. Date cuenta que llevamos viéndonos desde hace más de treinta años. Ahora, Gijón ye mi casa», concluye."
"Notable institución pedagógica (1876-1939), concebida como centro al margen de la organización educativa estatal. Miembros fundadores de ella fueron, entre otros, Joaquín Costa, Pi y Margall, Nicolás SalmerónNombres anteriores: Plaza de Fátima. Por la iglesia parroquial emplazada en el lugar. En realidad, la complejidad del nombre oficial (plaza de la Institución Libre de Enseñanza) hace que, popularmente, siga siendo conocida como plaza de Fátima. Muy recientemente, en noviembre de 2004, en la rotonda que existe junto a esa plaza, que también se suele llamar rotonda de Fátima, fue colocada una alegoría con unas piedras que representan la calzada romana que por allí pasaba y que dio nombre al barrio, y una reproducción de la lápida romana que, con la inscripción IOVI OPTIMO MAXIMO (A Júpiter Óptimo Máximo), se conserva en el Museo de la Torre del Reloj en Cimadevilla, y de donde se cree procede el nombre de Jove. Plaza de la Caridad. La Caridad fue una escuela popular que estuvo en esta plaza; oficialmente se llamaba La Caridad Perenne y fue fundada por el maestro Abelardo Rodríguez. Datos varios sobre La Caridad figuran en La educación popular en Asturias, de Teófilo Gallego Catalán, y en un documentado trabajo de Patricio Adúriz publicado en El Comercio del día 6 de diciembre de 1970."
"La más antigua denominación que vemos de esta calle de Nicaragua es ésta de Camino antiguo en un plano (propiedad de un vecino de La Calzada) donde se traza la primera parcelación del barrio y que, sin fecha, podemos calcular que pertenece a comienzos del siglo XX."
"José María Díaz Bardales, sacerdote de la iglesia de Fátima, en el barrio gijonés de La Calzada, ha fallecido esta madrugada a los 71 años, según ha informado el Ayuntamiento. Díaz Bardales murió tras sufrir un cáncer, que le había obligado a pasar las tres últimas semanas con morfina.
El funeral de cuerpo presente se celebrará en la iglesia parroquial de Nuestra Señora de Fátima a las doce de la mañana del miércoles y a continuación se trasladará a la iglesia parroquial de Ribadesella, donde a las cinco de la tarde se oficiará otro funeral. A continuación, recibirá sepultura en el cementerio de su localidad natal.
Díaz Bardales fue profesor del Religión del Instituto Padre Feijóo y era una persona querida no solo por sus alumnos, sino por muchos vecinos. El conocido como 'cura rojo' era natural de Ribadesella, donde nació en 1940, y fue un hombre de fuertes convicciones que se manifestó en la calle contra todo aquello que rechazaba.
Estuvo más de 40 años trabajando en Gijón; con 11 años se fue al Colegio Apostólico de Carrión de los Condes y regreso finalizado el Bachillerato. El cardenal Vicente Enrique y Tarancón, en la etapa de la transición española, le llevó a Madrid a estudiar Teología Pastoral y el arzobispo Gabino Díaz Merchán alentó su espíritu rebelde en la década de los sesenta, en plenas revueltas laborales en Asturias. En su iglesia dio cobijo a asambleas, pancartas protestas, lo que le valió el sobrenombre de 'cura rojo'."
"A lo largo de su vida, nunca le faltaron a José María Díaz Bardales una palabra de aliento, un gesto de apoyo para el que más lo necesitaba. Al alba de ayer se apagaba su vida terrena, y aquellos entre los que sembró bondad corrieron presurosos a devolverle un poco de «lo mucho que nos ha dado». El que fuera párroco de Nuestra Señora de Fátima, en La Calzada, falleció a los 71 años, después de una larga lucha contra la enfermedad, «en paz y tranquilo». Y sus fieles no podían ocultar el desconsuelo, porque ahora se sienten «un poco huérfanos».
«En los últimos días estaba ya muy apagado, ni siquiera le contamos que se había muerto su amigo Juan Ramón Pérez Las Clotas; pero se fue en calma», relataba ayer emocionada su hermana, Ana María, que hace dos años se trasladó desde Alicante para cuidarlo. No sólo ella estaba a su lado. Las visitas al lecho de José María en los últimos tiempos eran incesantes, una muestra de lo mucho que todo el mundo lo estimaba.
Era «un padre, un hermano, la persona en quien podías confiar cuando tenías cualquier problema; sabías que se lo podías contar con plena confianza», relataba Angelinos Feijoo, una de sus colaboradoras en la parroquia. «Llenaba las iglesias con unas homilías que te hacían sentir la fe de verdad», aseguraba la mujer entre lágrimas, a la vez que aseguraba que a La Calzada «le va a costar mucho encontrar otro Bardales».
La parroquia de Nuestra Señora de Fátima fue el último destino de un riosellano de nacimiento (8 de noviembre de 1940), el mayor de seis hermanos que con 10 años ingresó en el colegio de los Jesuitas de Carrión de los Condes (Palencia). Luego estudiaría en el Seminario de Oviedo, y se ordenaría sacerdote en 1962, a los 22 años. Tras pasar por Luanco, Pesoz y Mieres, José María Díaz Bardales llegó a Gijón para ser «cura de barrio». En Tremañes empezó su lucha para acabar con el chabolismo, y en La Calzada, donde permaneció treinta años, culminó su tarea siempre al lado del más débil, dando el relevo a otro cura «obrero» y luchador, el también fallecido José Luis Martínez.
Así lo recuerdan quienes lo conocieron. Como alguien «realista, cercano, auténtico», enumeraba Ana Belén Rodríguez, una joven de la parroquia que durante varios años ejerció como catequista. Entre sollozos, contaba que tiene pensado contraer matrimonio el próximo verano, «y ya no me podrá casar José María». Como ella, numerosos jóvenes de La Calzada desfilaron ayer llorosos por el tanatorio de Cabueñes, muestra de la honda huella que dejó entre todos ellos el cura Bardales. «Él lo era todo: amigo, confidente, una persona normal, auténtico, entusiasta», asentía Saúl Rodríguez enjugándose las lágrimas. «Siempre confiaba en nosotros, nos dejaba hacer, era un gran trabajador; en un barrio sencillo y obrero como el nuestro caló mucho», afirmaba el joven catequista.
Logró José María Díaz Bardales que todo el mundo se implicara con la parroquia, «y nunca hizo distinciones entre los que iban a misa y los que no», apuntaba Rufino Ballesteros, presidente de Iniciativas Deportivas Culturales La Calzada. «Decía que hacía pastoral en la barra y era verdad; era fácil verlo por los bares de la zona compartiendo con los vecinos, interesándose por sus problemas; yo no iba a misa y presumo de haber sido uno de sus mejores amigos», resumía Ballesteros, colaborador de Bardales en iniciativas corales en la parroquia.
Coincidía con él Teresa Prada, presidenta de la Asociación de Vecinos «Alfonso Camín» de La Calzada. «A título personal lo quería muchísimo. Me dio clase a los 15 años y bautizó a mi hijo. Hasta el año pasado participaba en el Consejo de Distrito de la zona Oeste. Es una de las personas más queridas en el barrio, ideologías aparte; un hombre que estaba a pie de barrio, que iba a los chigres. Decía que la mejor parroquia era la calle», aseguraba Prada.
A lo largo de todo el día quisieron despedirse del sacerdote cientos de personas anónimas, todas ellas agradecidas al párroco por uno u otro motivos. «No encontrarás a nadie que hable mal de él; era una persona buena donde las hubiera», comentaban en los corrillos. Y junto a ellas, numerosos sacerdotes de Gijón compartieron las horas tristes de la despedida.
A José Manuel Álvarez, «el Peque», párroco de Jove, el día se le hizo especialmente duro. «Era mi hermano mayor; de hecho, él bromeaba siempre diciendo que yo era su pequeño hermano», lamentaba en el tanatorio. «Tenía un carácter fuerte y era a la vez tan sensible hacia los problemas de los demás... Me ha dado tantas lecciones de compromiso, de fe, especialmente ahora, en la enfermedad...». El Peque deja la frase inconclusa, y la retoma el congoleño Crispín Kabeya, vicario parroquial de Nuestra Señora de Fátima. «Tuve el gusto de trabajar con José María los dos últimos años, y lo hicimos como dos hermanos; ha tenido una vida dedicada a los demás, y eso se nota».
Adolfo Mariño, párroco de San José y vicario episcopal; Herminio González, arcipreste de Gijón; Fernando Fueyo, capellán del Sporting y Eduardo Berbés, párroco de San Miguel de Pumarín, también pasaron por el tanatorio para acompañar a la familia, entre recuerdos y anécdotas. «Era muy futbolero, y fue profesor en la Escuela de Entrenadores; pero sobre todo, estaba cerca de Dios y de los hombres», apuntaba Fueyo. José Antonio García Santaclara, sacerdote y presidente de la Fundación Siloé, destacaba de él «su humanidad, a flor de piel, sin máscaras».
Con la muerte de Bardales se queda vacía otra de las sillas de la tertulia de los viernes en el hotel Asturias, y se apaga otra de las voces del histórico «grupo de El Bibio», integrado por sacerdotes de parroquias de Gijón, jesuitas y claretianos. Y también queda libre su puesto en la comida que cada miércoles compartían Bardales, El Peque y Marga Domínguez, del Foro Gaspar García Laviana. «Llevábamos cuatro años comiendo juntos; echaremos de menos a un hombre luchador, acogedor, amigo, hermano», aseguraba Domínguez.
Para todos significó el sacerdote un compromiso con los más débiles, «con la transformación de esta ciudad, la lucha contra el chabolismo en Tremañes y la implicación social en un momento en el que no era nada fácil implicarse», apuntaba la ex alcaldesa socialista, Paz Fernández Felgueroso.
El grupo municipal de Izquierda Unida-Los Verdes también expresó su pesar por el fallecimiento de Bardales, quien «promovió los valores de la solidaridad, el respeto y el compromiso social», mientras que la presidenta del PP local, Pilar Fernández Pardo, lo destacó como «uno de los párrocos más singulares de Gijón, que supo ganarse a los vecinos de La Calzada con sus buenas palabras y mejor hacer».
Sus amigos organizaron en la tarde de ayer una misa en la capilla del tanatorio de Cabueñes, a la espera de que hoy, al mediodía, se celebre el funeral por su eterno descanso en la que ya es su parroquia para siempre: La Calzada. Antes del funeral, se trasladarán sus restos mortales a la iglesia de Nuestra Señora de Fátima, y después del oficio religioso (12.00 horas) está previsto que su cuerpo aún permanezca unas horas en Gijón antes de partir hacia Ribadesella. En su tierra natal se oficiará otro funeral a las 17.00 horas y, acto seguido, recibirá cristiana sepultura en el cementerio parroquial. Se apagó la luz de Bardales, pero ha dejado incontables llamas ardiendo."
"Luchó por ser fiel al Evangelio y al PuebloVivir en La Calzada es un privilegioy ser cura de Fátima, un regalo de Dios"
"Los curas obreros de FátimaFrancisco Lauzurica, arzobispo de Oviedo, se encargó el 8 de noviembre de 1959 de bendecir el nuevo templo, que sustituyó en la misma finca a un edificio como un hangar, con la participación del cura de Jove Eladio Miyar y Manuel Ibarra. Esta nueva iglesia de Fátima fue obra de los arquitectos Juan Manuel del Busto y Miguel Díaz Negrete. Este sería el cuartel general de dos curas buenos y valientes totalmente integrados como paisanos del barrio. Donde lucharon codo con codo al lado de sus vecinos, consiguiendo muchas mejoras sociales.José Luis Martínez "El cura bueno de Fátima"Nació en Laviana, en 1928, hijo de Nieves y Faustino, jefe de estación en el Ferrocarril de Langreo. Párroco desde 1959 en Gijón -Santa Bárbara y Fátima (La Calzada)- y en San José.Estudia en la Escuela Social de la Iglesia, en Oviedo, donde se preparaban los colaboradores de la HOAC (Hermandad Obrera de Acción Católica) y de la JOC (Juventud Obrera Católica), en barrios y pastoral obrera.En 1962 llega como párroco a La Calzada. Años más tarde dijo: "Bendito sea el día que acepté ir allí, porque fue lo que culminó la conciencia social y obrera, el abrirme los ojos, porque allí había un plantel de militantes obreros extraordinario."Falleció en 2011, a los 82 años de edad, en el sanatorio Covadonga.BardalesJosé Mª Bardales "el cura obrero de La Calzada" nació en Ribadesella (1940-2012), fue párroco de La Calzada desde 1981, dio clase de Religión en el Instituto Padre Feijoo. Siempre que nos veíamos hablábamos del Sporting, era un sportinguista de pro, del Veriña y del Industrial. Llegó a Gijón para ser "cura de barrio" y fue un padre, un hermano y un amigo, para muchos vecinos del barrio. En Tremañes empezó su lucha para acabar con el chabolismo, y en La Calzada, donde permaneció treinta años, culminó su tarea siempre al lado del más débil, dando el relevo a otro cura "obrero" y luchador, el también fallecido José Luis Martínez."
"No se espera a un obispo hoy junto a los fieles que vayan a misa a la iglesia de Nuestra Señora de Fátima. Aunque sí lo hubo tal día como hoy de hace cincuenta años. Francisco Lauzurica, arzobispo de Oviedo, se encargaba ese 8 de noviembre de 1959 de bendecir el nuevo templo del barrio obrero gijonés en un acto que contó también con la presencia de otros altos cargos de la cúpula religiosa regional y la participación de Eladio Miyar como responsable de la parroquia de Jove y Manuel Ibarra, el coadjutor que se iba a hacer cargo de esta filial en La Calzada. El nuevo edificio parroquial era obra de los arquitectos Juan Manuel del Busto y Miguel Díaz Negrete, que ejecutaron el trabajo en poco más de un año y con un gasto de un millón y medio de pesetas.
Lauzurica había sido el encargado también de dar la orden de crear este nuevo templo- y el de la Purísima Concepción de Nuevo Gijón- para cubrir la demanda espiritual de una zona gijonesa en plena expansión demográfica con la llegada de miles de obreros de toda Asturias y muchas otras provincias de España. Barrio y parroquia, vecinos y feligreses, tuvieron una fuerte conexión desde un primer momento. De ello saben mucho sus dos últimos párrocos: el jubilado José Luis Martínez y el titular José María Díaz Bardales. Ambos representan la figura del cura obrero y ambos presumen de su ejercicio pastoral en La Calzada.
Pero medio siglo de vida da para muchos cambios. La Fátima que nacía como una hija de la parroquia de Santa Cruz de Jove-Veriña se acabó convirtiendo en madre con el paso del tiempo. De su territorio surgieron los fieles que ocupan las parroquias de San Esteban, San Melchor y Santa Olaya. Y la vieja casa que inaugurara Lauzurica en 1959 se derruía a principios de los años noventa para dejar que otro edificio de corte más moderno ocupara su lugar. La bendición del nuevo templo salió de las manos del obispo Gabino Díaz Merchán. Otra figura para la historia de este parroquia que hoy celebra un discreto cumpleaños como acto de alegría con su familia del barrio."
" parte alta del barrio de La Calzada, en el extremo de la avenida de la Argentina. En 1862 el gijonés José María Marina instala una fábrica de cerillas en una zona que en aquel tiempo estaba apartada de cualquier edificio urbano. En la solicitud realizada al Ayuntamiento pide «instalar una nave para fabricar fósforos que tenga 44 pies de frente, 25 pies de fondo y 12 pies de altura». Se conoce como L’Alto’l Cerilleru la subida de la carretera que sale desde La Calzada en dirección a Avilés. El Cerilleru o «Plaza de Fernando VI» es también el nombre de un parque que existe desde 1915, reformado en 1996."
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