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domingo, 12 de octubre de 2014

EN LA CAPITAL ALLANDESA: LA IGLESIA DE SAN ANDRÉS, EL PALACIO DE CIENFUEGOS Y LA VIRGEN DEL AVELLANO

El Camino llega a la iglesia parroquial de San Andrés.
Los peregrinos que han escogido desde el cruce de La Solana dirigirse a Allande no por la Ruta de los Hospitales sino por Samblismo, la parte baja de La Mortera, Colinas, Porciles, L.lavadoira y Ferróy, han llegado a La Puela/Pola de Allande por El Canto y, tomando la calle Alcalde Manuel Ramos, caminan al lado de la iglesia parroquial de San Andrés, ya el centro de la población. Atrás en el ábside la clásica Cruz de San Andrés, en forma de X y orientada al este, de donde viene la ruta xacobea primitiva, delata su advocación


En la sacristía y señalando el Camino vemos las conchas xacobeas.


Ventanuco y concha caminera.


Su nave se encuentra orientada al oeste, por donde se encuentra la entrada principal frente a la Plaza Hermanos Cardierno. Este templo parece ser fue construido por iniciativa de uno de los señores de la zona, Rodrigo González de la Rúa y Cienfuegos, contador de los Reyes Católicos, quien compró las posesiones de Allande a otros nobles que las poseyeron con anterioridad. La Puela, después de unos años de disfrutar de la Carta Puebla, garantía de libertades para sus habitantes, cayó bajo el dominio de varias estirpes nobiliarias, como los Álvarez de  las Asturias o los Quiñones, antes de pasar por compra a estos nuevos dueños, que empezarían a ostentar el título de Condes de Peñalba


El santuario debió empezar a construirse a finales del siglo XVI, siguiendo la moda castellana, pero presenta destacados elementos añadidos en sucesivas reformas, como es el caso de la fachada, de traza historicista, o la citada torre del campanario. Anteriormente se sabe de una iglesia más antigua, del siglo XII, anterior incluso a la fundación de La Puela/Pola de Allande entre 1262 y 1268, que fue echada abajo para levantar esta.


Es fácil que en su primera construcción trabajasen algunos de los maestros que se encontraban en aquel tiempo rematando las últimas tareas pendientes de la catedral de Oviedo/Uviéu, tal y como sucedió en otras iglesias asturianas


Dentro admiraremos el estilo gótico de su fábrica original. Arcos y nervadura gótica y retablo mayor en el altar, de estilo manierista y dedicado al Cristo del Amparo


Retablo estilo Renacimiento tardío del siglo XVI, con bastantes imágenes y tallas de interés.


Otros artísticos retablos existentes en las capillas lateras son de los siglos XVII y XVIII. Este es el de la izquierda


Este es el de la derecha.


Se venera también en procesión a la Virgen del Avellano, que viene aquí desde su capilla en lo alto de la villa, en la fiesta del 8 de septiembre. La Virgen del Avellano es un culto que puede haber venido de uno de los pueblos del concejo, Is, al crearse en la baja Edad Media esta puebla allandesa. 


La talla es del siglo XIV y su veneración está totalmente relacionada con la peregrinaciones.


Un romero gascón, Pierre Villafloure, recobró aquí la salud tras una milagrosa intersección. Hacía por segunda vez el Camino de Santiago y guardaba reposo a consecuencia de una sangría de boca. Llevaba cuarenta días en el hospital de peregrinos sin que ni el cura ni el barbero, los más entendidos en ciencia médica que había, supiesen poner remedio. Es entonces cuando un fraile de Oubona que iba con asiduidad a la capilla del Avellano encomendó el enfermo a la Virgen, sanando en una semana. El gascón en agradecimiento prometió rezarle a la Virgen del Avellano todas las noches de su vida así como sufragar una misa anual en la parroquia parisina donde residía.


Empezando el siglo XX su fachada fue objeto de reformas, así como del remate de la torre del campanario


En el exterior fue instalado un monumento dedicado a los emigrantes.


Así como una placa que rememora la Xunta Xeneral de 1569 celebrada por los vecinos de entonces para defender sus intereses de los abusos señoriales.


En la placa se hace referencia a las fiestas de Nuestra Señora del Avellano, que se celebran en septiembre, de honda tradición y devoción en el concejo allandés, con solemne y concurrida procesión entre este santuario y la capilla de la santa, en la zona alta de la población, así como sonoras y espectaculares descargas de voladores y fuegos artificiales durante esas jornadas.



Arriba de la iglesia y la población el Palacio de Cienfuegos o de Peñalba es otra de las grandes referencias históricas de esta villa y concejo, fácil de ver entre los bloques de viviendas, pues destaca arriba en un altozano, con su amplia galería y mirador encima de  la villa. No en vano el lugar da el nombre del barrio Cimavicha o Cimavil.la, esto es, encima de la villa


El robusto caserón sigue levantando a los cuatro vientos su silueta dominante, aunque ya no amenazante, como símbolo que fue de aquellas estirpes que desde él ejercieron, por todos los medios, su mando y prebendas sobre sus forzosos y sufridos vasallos. Desde aquí ejerce su dominio, visual, sobre el valle, en la ruta hacia el Puerto del Palo, cuyas estribaciones, en concreto el Panchón (1.411 m), vemos a lo lejos


Se edificó encima de un castro que después fue fortaleza romana (sin duda relacionada con las explotaciones auríferas de la comarca) y medieval. Antigua torre defensiva y de vigilancia, transformada con el tiempo en casa fuerte, casona y palacio residencial, con cómodas habitaciones y aposentos para la época (parladoiro, dormitorio real, 23 cuartos de dormida...), pero también con lúgubres mazmorras, salas de torturas, emparedamientos y ejecuciones.


La primera población se fundó entre los años 1262-1268, por iniciativa del obispo Don Pedro (la iglesia era dueña del territorio) a petición de los habitantes de Allande, para "fazer serviçio a nuestro señor el rey e cumplir rogo de don Gutier Suárez, su adelantado mayor en el regno de León". Se trata de la fundación de una nueva puebla que aglutinaría la administración un territorio que es el actual concejo, con derechos y libertades especiales para sus moradores, siendo no obstante un caso extraño en Asturias de una Carta Puebla hecha tanto por iniciativa real como señorial

La Puela/Pola de Allande desde lo alto. El Camino pasa al lado de la iglesia (izquierda de la foto) hacia el centro urbano.
Pero aún no había acabado aquel siglo cuando la naciente puebla volvería a caer definitivamente en la órbita del poder señorial, pues la reina María de Molina lo entregaría, garantizando su lealtad, al poderoso magnate Rodrigo Álvarez de la Asturias, en aquellos convulsos años de continuas disputas al trono de diferentes parientes y linajes. En el año 1344 heredaría el señorío un ahijado de Rodrigo Álvarez, el hijo bastardo de Alfonso IX Enrique de Trastámara. Luego, por las mismas causas de garantizar lealtades esta dinastía real trastamarista lo otorgaría en 1369 a los Quiñones, luego conocidos por el título de condes de Luna, quienes lo poseerían buena parte del siglo XV, teniendo su casa señorial en este palacio, hasta que en 1515, Francisco Fernández de Quiñones, muy perjudicado por la actuación de los corregidores de los Reyes Católicos, quienes intentaban quitar poder a la vieja nobleza terrateniente, vende esta plaza a uno de esos representantes de los monarcas, el contador mayor de los reyes Rodrigo de la Rúa y Cienfuegos, convirtiéndose este en el nuevo amo, estirpe que ostentará el título de condes de Peñalba.


Es entonces cuando parece ser llega el tiempo en el que se ejerce un dominio más férreo sobre villa y concejo, con larga y dilatada resistencia antiseñorial. En 1569 hay litigios contra los señores, se reúne la vecindad en Xunta Xeneral y se llegan a aprobar unas ordenanzas municipales.


En 1658 se promueven nuevos pleitos fundamentándose en que toda Asturias es patrimonio del heredero de la corona y no de ningún señorío local, años después se llega a denunciar al conde ante el Consejo de Hacienda pero este es absuelto en 1742. En 1774 se condena al concejo al "perpetuo silencio" y se reconoce el dominio de los Cienfuegos. Esta penosa situación no se verá erradicada hasta la Constitución de Cádiz de 1812, la cual pone fin a cualquier dependencia señorial en Allande. El historiador Luis Antonio Alías escribe en su libro El Camino de Santiago en Asturias. Itienarios lo siguiente acerca de ello:
«enorme caserón entre torreones que domina la villa sobre el alto trono de una colina castreña. Desde él, los señores de Allande intentaron dominar, por la ley o la fuerza, sobre las vidas y las haciendas de una población poco dispuesta a dejarse oprimir»
«El horno de pan, la piedra de lavar, el llar y algunos otros elementos de pretéritas vidas domésticas son un contrapunto casi sentimental a las anteriores reliquias de horrores y tiranías»

Por ello, desde hace mucho tiempo, la silueta y figura del palacio ya no son causa de pavor, es Monumento Histórico-Artístico y un elemento fundamental del patrimonio allandés. Hemos de decir que en el barrio estuvo el hospital de peregrinos, de fundación real, y cuyo patronazgo pasó en el siglo XVII al conde Marcel de Peñalba


Y ahora, desde la Plaza de los Hermanos Cadierno, donde está la iglesia, iremos a la Plaza de Abajo


Pasando bajo el corredor de Casa Carlos


Hay bares y terrazas. En el cruce iremos a la derecha, por la calle Mayor, tras pasar alguno de los primeros bares, con sus terrazas


Lástima de la desaparición de la Casa del Fraile, señero edificio del siglo XVIII que estaba en un solar a la izquierda.


La Calle Mayor fue la antigua calle principal de la población, la que la atraviesa siguiendo el trazado del viejo Camín Real. Luego las casas se extenderían por las carreteras, abiertas a partir del finales del siglo XIX, a Cangas del Narcea y a Tineo/Tinéu



Aquí está la Casa la Culebra, edificio emblemático de La Puela y soberbiamente restaurado, tanto en esta fachada como en la posterior, que pronto conoceremos también, un excelente trabajo del que dan buena cuenta en la página AIU Arquitectura:
"La Casa de la Culebra fue levantada en la segunda mitad del siglo XIX y ampliada a principios del  XX con un importante cuerpo de galerías de madera y vidrio por su fachada sur, hacia el río Nisón.

Es un edificio de buena traza y proporciones que, como estaba ocurriendo a finales del siglo XIX en la Pola, se va alejando de los lenguajes de la arquitectura rural para introducir otros de carácter más urbano. En este aspecto, las galerías constituyen la  aportación de mayor relevancia, ofreciendo estancias de gran amplitud y luminosidad, con la función adicional de caldear todo el edificio aprovechando la energía del sol.

La intervención, enfocada hacia la recuperación del edificio para albergar tres viviendas, se ha centrado en un primer momento en la rehabilitación exterior del mismo renovando la cubierta y su estructura; protegiendo los muros con mortero de cal y pintura mineral; y consolidando el cuerpo de las galerías en las que han sido renovados los cerramientos de madera una vez nivelada y reforzada su estructura.

Los espacios exteriores de la parcela se han cualificado eliminando cuerpos añadidos preexistentes, mejorando los accesos y visuales hacia la Calle Mayor y hacia el paseo del río, y construyendo una nueva escalera exterior aprovechando las piedras existentes en la parcela."

La casa es llamada así porque tiene una culebra labrada en una de las ventanas que dan a la calle


La culebra se enrosca formando una O mientras avanza en esta representación. No sabemos la razón de este tan llamativo detalle en este lugar


Seguimos caminando, allá por el año 2010 el periódico La Nueva España publicó una serie de artículos englobados en la serie Asturias. Viejas y nuevas polas, uno de los dedicados a Allande, En el límite, está firmado por Fermín Rodríguez y Álvarez Menéndez, del Centro de Cooperación y Desarrollo Territorial (CeCodet) / Pola de Allande (Allande):
"Pola de Allande es el centro urbano de un extenso y montañoso concejo, poco poblado, que se encabalga sobre dos vertientes, la del Narcea y sus afluentes y la del Navia. Rodeada de montañas viejas, de cumbres alomadas que la rodean como fondo de una hermosa postal. Dos mundos separados por las altas sierras de Fonfaraón, el Palo y Los Lagos, que establecen una dorsal norte-sur que las comunicaciones salvan a través del puerto del Palo. Mundos cargados de historia y con presente demasiado escaso para lo que hubo. Culturas tradicionales que envejecen a la par que sus habitantes, luchando contra el olvido de una región adormecida que no sabe bien hacia dónde mira. Aunque para horizontes amplios los que se divisan desde el alto del Palo. Hasta donde la vista se pierde, las sucesivas sierras parecen trenes de olas de la misma altura, un mar sin barcos, una tierra áspera y arrugada donde los pequeños pueblos son minúsculas lanchas perdidas en el seno de una naturaleza espectacular. La tierra de Finisterre. Aunque la sensación de estar navegando un mar de ola larga y alta el viajero la tiene al remontar el alto de La Marta (1.120 metros) altitud que mantiene unos cuantos kilómetros durante el trayecto por la alta plataforma de vegetación casi esteparia. Al comenzar el descenso en dirección a Villayón y tras un recodo emerge el Campel del Rebollu, una braña antaño bien equipada y hoy muria abandonada, donde la amenidad de su paisaje contrasta con la dureza dejada más arriba y con las torres de los aerogeneradores que siluetean las cumbres de sierras y cordales. Los 35 kilómetros de carretera por Bustantigo hasta Villayón son una de las más espectaculares carreteras de montaña de Europa. Ahora están ensanchando sus curvas para permitir el paso de las góndolas que transportan fustes y turbinas. Cuando acaben de pasar, una manera de compensar y buscar el desarrollo de las capacidades de este singular y aislado territorio podrá ser mejorar las condiciones de la carretera como un poderoso atractivo. No hace falta mucho, mejorar el piso, señalizar y permitir, con el paso quedo, la contemplación de las fanas romanas.

Pola de Allande se localiza en la parte del Palo p'acá, la que mira al Este, a la cuenca del Narcea y al centro de Asturias. Se asienta en un pequeño valle, bajo la mole cuarcita de aspecto colosal del Panchón (1.411 metros), desde ahí el núcleo urbano organiza y presta servicios a un extenso territorio rural en declive demográfico desde hace ya demasiado tiempo. Es el valle del río Nisón, que baja las aguas de la sierra hacia el Arganza y el Narcea y que tiene en Cangas del Narcea su referencia más próxima."


Y llegamos a la Casa la Chiquita, del año 1870, un momento de renovación y expansión urbana con las carreteras y los capitales indianos, como aconteció en tantas villas y pueblos de Asturias:
"La Pola se angosta en su pequeño valle entre montañas que superan los mil metros, con sus cumbres nevadas en el invierno, que aumentan la sensación de lejanía, aislamiento, quietud y olvido. Sin embargo, es una localidad hermosa, atractiva y bastante desconocida para las poblaciones urbanas del centro. A quienes parece que si no les ponen una autopista no se desplazan, con lo que se pierden la magnífica carretera-parque, la AS-217, que sobrevolando la meseta de Tineo nos lleva por un mundo de árboles centenarios y mágicos (el Carbayón de Valentín, la difunta Fayona de Eiros) al mundo mágico de Allande, en el que coexisten dioses tóxicos como los tejos de Lago y Santa Coloma y pacíficos alcornoques como los de Boxo. En cualquier caso se echa en falta la modernización del eje interior entre Oviedo y Lugo a través de Pola de Allande y Grandas de Salime. A falta de él, la pola sufre una situación de fondo de saco, recostada contra la sierra, como final de viaje. Mala situación para una villa que ha sido camino y cruce y nodo de organización local de un territorio amplio y arrugado. Olvido y supervivencia son términos que explican la situación actual de una pequeña localidad que organiza un territorio extenso y fundamental para la vertebración del occidente interior asturiano, ese territorio desfavorecido y de creciente marginalidad en nuestro sistema territorial regional."

Placa de la casa con su nombre y el de la fecha de su construcción


Salimos a la Avenida de América y nos dirigimos a la izquierda. Arriba el Palacio de Peñalba o de los Cienfuegos, siguen diciendo, mencionándolo, Fermín Rodríguez y Rafael Menéndez:
"Y es una pola de importante historia, que ha dejado su huella en un notable patrimonio, como en el resto del concejo. Destacan, en el paisaje urbano, la imponente silueta del palacio de Cienfuegos y las edificaciones de los indianos. La huella indiana de nuevo marca el paisaje y la memoria urbana, dándole su característico sabor. Numerosos ejemplos de esta arquitectura se diseminan por el casco urbano: la casa Las Veigas, villa Rosario, el palacete de Ramos Ron, la casona de los Olalla-Valledor. Porque la pola ha sido villa de emigración, de lo que da fe, también, el monumento al emigrante, en el parque del Toural. Emigrantes a Santo Domingo, Puerto Rico, Cuba. También a Argentina y otros países. Emigración a Europa y al centro de Asturias. Mucha emigración, que ha dejado la población de la pola en menos de 500 residentes y la del concejo en 2.100. Poca y menguante población, a causa del envejecimiento que da un mayor número de defunciones que de nacimientos, nada nuevo en Asturias, que conoce esta situación desde mediados de la década de 1980. La pola ha pasado en la última década de 536 a 465 habitantes empadronados (747 en la parroquia)."

Yendo a la Plaza Diz Tirado tenemos a la derecha el edificio de El Redondo, comercio realmente veterano, fundado en 1845


La Plaza Diz Tirado, donde la Avenida de América, verdadera arteria comercial, empalma con la Avenida de Galicia, por la que se sale para continuar Camino. Pero antes merece la pena visitar los alrededores, el centro de La Puela


Aquí a nuestra derecha veremos el Monumento al Emigrante como permanente recuerdo a los allandeses que salieron a ultramar, a los que tanto y tan bueno se les debe. Dentro de la serie Asturias. Viejas y nuevas polas de La Nueva España, un artículo está dedicado expresamente a los emigrantes allandeses, Allande, aquí y allende, de Marcos Palicio
«Siempre me fui triste». La memoria de Enrique Fierres González no consigue desprenderse del pueblo que sus ojos dejaron de percibir a diario hace más de medio siglo y confirma que desde San Juan de Puerto Rico se sigue viendo Pola de Allande, «mi casa» en la terminología permanente del emigrante. Él es uno de tantos que se fueron de aquí «en busca de las oportunidades que no ofrecía España» y ejemplo de los muchos que las encontraron de verdad al otro lado de la mar. Fierres, empresario nacido casi por casualidad en otra Pola, la de Lena, en 1939, criado desde muy niño en ésta de Allande y emigrante en ultramar desde sus 19 años, preside ahora la junta de síndicos del Hospital de Auxilio Mutuo, el más importante de su país de adopción y el centro sanitario español más grande en el extranjero. La institución, que lleva en el nombre su vocación humanitaria, nació en 1883 animada por la solidaridad de los expatriados y por su pretensión colectiva de responder a las necesidades médicas de la comunidad española en ultramar. 
El autorretrato dice que fue «emigrante allandés desde el vientre de mi madre, a la que las circunstancias obligaron a parirme en Pola de Lena», pero también que nunca se ha sentido de otro sitio más que de aquí y que «llevo esta tierra pegada a mí hondamente». Y eso que después del nacimiento fortuito aún debería emigrar varias veces, «primero interno al Colegio Santo Domingo de Oviedo a estudiar el Bachillerato y con 19 años a Puerto Rico, a la Universidad y en busca de aquel futuro vedado en la España oscura de entonces. A Fierres le tocó ser «de Allande afuera», y así se retrató a sí mismo al recoger el galardón de hijo adoptivo del municipio -el 13 de septiembre de 2010-, pero de Allande siempre, matiza. Se sigue sintiendo parte, a su manera, de aquella Pola que abandonó «deseoso de oportunidades», pero también de ésta a la que ahora regresa a menudo de visita para descubrir que está «más cuidada» que la que recuerda, pero a la vez «menos habitada y más triste». 
La primera imagen que el recuerdo adosa de inmediato a la villa tiene vida. Están «mis padres, mi familia y su gente», «don Luis, mi maestro, o el sacerdote don Ramón y mis amigos» y por detrás de ellos se van sucediendo los escenarios. En aquella Pola igual que en ésta el río Nisón está casi en todas partes, pero también van apareciendo poco a poco «los campos, el parque de El Toral, el Casino, la iglesia, la Santina y las fiestas del Avellano», las que Fierres disfrutó de niño y pregonó de adulto, en septiembre de 2009. 
Como tantos otros allandeses, eslabones esenciales en la extensa cadena de la emigración asturiana, un tío suyo tiró de él hacia América y allí estudió y triunfó en el sector textil sin descoser nunca un hilo invisible que atravesaba el Atlántico hasta Pola de Allande y Asturias. Él se fue a Puerto Rico, pero el rastro del éxodo se bifurca en el océano y permite descubrir el éxito de allandeses ilustres también en la República Dominicana, Cuba, Argentina o Venezuela, y sin salir del pueblo encuentra huellas de su apego a la tierra en casas y monumentos visibles en todo el casco urbano de La Puela. Cuando debe responder por las razones de tanto y tan fructífero viaje ultramarino desde un concejo extenso pero poco poblado, el empresario allandés asegura que todos los que abandonaron estas orillas del Nisón «se fueron deseosos de oportunidades», que «se esforzaron, estudiaron, trabajaron y triunfaron tanto que hubo un tiempo en que algunas de las grandes industrias de Puerto Rico estaban controladas por allandeses». 
Llegaron a la meta sin perder de vista el punto de partida. «En cada éxito logrado», confirmó Enrique Fierres al oficializarse su condición de hijo adoptivo del municipio, «enarbolo la verde y amarilla bandera de Allande, con su escudo alunado, y beso la medalla de la Virgen del Avellano». En Puerto Rico fue director y vicepresidente de la Casa de España, vicepresidente del Centro Asturiano y del Instituto Puertorriqueño de Cultura Hispánica y desde mayo de 1992 presidente de la Sociedad Española de Auxilio Mutuo. Manda en una institución que levantó un hospital por iniciativa de emigrantes allandeses y que presidió antes que Fierres al menos otro hijo de esta tierra, el ex alcalde de Allande Segundo Cadierno. Allí, entre otros, mandaron ellos y Severo Ochoa Pérez, el padre del Nobel de Medicina. 
Con su labor de casi dos décadas al frente del centro hospitalario donde falleció el músico Pau Casals y se curaron, entre otros, los poetas Pedro Salinas y Juan Ramón Jiménez, Fierres acepta que ha encontrado un modo de devolver en parte la ayuda que los emigrantes españoles recibieron en América, «pero además siento que cumplo mi misión humanitaria». Esa tarea mereció el año pasado la encomienda de la Orden al Mérito Civil, concedida por el Rey, pero Enrique Fierres no duda en afirmar que es el hijo adoptivo de Allande «el premio más entrañable que he recibido. Sentí el cariño de los míos»

La estatua es obra del catalán Antonio Prats Ventós y fue donada por Agnes Fuertes de Carvajal. Las pinturas del mural, representando Allande a un lado y al otro San Juan de Puerto Rico, meta de buena parte de los emigrantes allandeses, y son trabajo del artista allandés José Manuel Vega, al fondo vemos el mar, surcado por tantos vecinos del concejo buscando mejor vida y una nueva oportunidad. Existen réplicas de la misma en los lugares de especial relevancia de la emigración allandesa, como Santo Domingo de la República Dominicana y San Juan de Puerto Rico. Marcos Palicio, también es quien escribe al respecto otro de sus artículos para las Viejas y nuevas polasEl pan americano:
"Un hombre en mangas de camisa camina muy erguido y mirando al frente, sin equipaje. Es de bronce y mide tres metros. Grande, para que se vea bien, la escultura se recorta contra la pared posterior del nuevo Centro Rural de Apoyo Diurno de Pola de Allande, al fondo del parque del Toral, y no se entiende sin acercarse para leer en una placa sobre el pavimento que está aquí como homenaje «a todos los emigrantes asturianos que con su presencia y trabajo han contribuido a la formación del continente americano». Al «monigote» del saber popular allandés le dan la réplica en ultramar dos estatuas idénticas en Santo Domingo y San Juan de Puerto Rico, erigidas allí a la inversa, con dedicatoria al «inmigrante», y sin salir de Pola otro monumento anterior que también reconoce lo mucho que esta villa y su concejo deben a los «americanos». Ellos, que en Allande son eso y no indianos, han dejado una huella perceptible por todo el paisaje urbano de La Puela y para rendirles tributo ya estaba aquí, antes del gran hombre de bronce del parque, una esfera de hierro simulando el globo terráqueo en la plaza de los Hermanos Cadierno. Por si no bastara, la capital allandesa se atraviesa por la avenida de América y en el resto de su callejero relucen otros muchos tributos a expatriados ilustres. El tiempo ha acostumbrado a esta villa a despedir a sus hijos a centenares desde hace siglos, en esa cadena de la búsqueda de fortuna en la que el ejemplo triunfador de unos arrastra a otros y muchos se van, cruzan el océano y ya sólo vuelven de visita. Ahora sigue pasando, pero de otra manera."

Emigrante sin equipaje, simbolizando a los muchos que se fueron, literalmente, con lo puesto, obligados por las circunstancias. Hasta el año 2012 estuvo en el cercano Parque Toral, al traerlo aquí fue cuando se pintó el mural, sigamos leyendo a Marcos Palicio: 
«Me siento de aquí». Hace más de cuarenta años que José y José Luis García, padre e hijo, viven en Santo Domingo sin dejar de ser de Pola de Allande. Se fueron en los años sesenta, cuando «era muy común aquí» que «unos tiraran por otros» hacia el otro lado del Atlántico y se forjaba la ligazón indisoluble que hoy existe entre la capital allandesa y las de América Latina. Ellos son un ejemplo, ni mucho menos caso único en esta orilla del río Nisón. «Era otra época» cuando José trasladó a la República Dominicana el taller de ebanistería que tenía en Pola y después, con doce años, a la familia y a José Luis, que regenta allí desde los 18 «negocios en el ramo ferretero». Casi todo le ha pasado en América y ya no puede renunciar a la vida de allí, pero tampoco al retorno varias veces al año. Éstas de ahora son sus vacaciones, el momento de volver a comprobar que aquella inercia de la falta de oportunidades, la que empujó a ambos al océano en los sesenta, tiene una secuela parecida en el siglo XXI. Hoy, como entonces, «la juventud tiene que abrirse paso y las fuentes de trabajo tampoco abundan en Allande», afirma José Luis García, en rebelión contra la disolución del vínculo con la tierra que se observa en algunas generaciones que vienen detrás de aquellos emigrantes. «Hay quien se casó allí y apenas vuelve. Yo tengo tres hijos que vienen desde que nacieron y son muy asturianos. Depende de las circunstancias y de lo que siembres».

Más arriba es el santuario a la Virgen del Avellano, de sonada romería en septiembre. Como suele suceder en numerosas celebraciones marianas, esta advocación se basa en ancestrales tradiciones. En este lugar unos pastores encontraron una imagen de la Virgen en un avellano. El párroco al enterarse mandó fuese llevada a la iglesia parroquial de San Andrés, pero la talla desaparecía cada día y todas las mañanas volvía a aparecer en las ramas de aquel avellano. Se volvía a traer al templo allandés pero volvió a repetirse el suceso, hasta que se convino que por alguna razón la Virgen María deseaba ser venerada en este preciso paraje y allí se hizo una capilla de la que la actual sería su sucesora.


La leyenda piadosa puede transmitir realmente, como también es lógico y normal y está totalmente extendido, simbolismos ancestrales, incluso precristianos...


En este mismo concejo de Allande, en concreto en el pueblo de Is, parroquia de Santa Colomba, existe una Capilla de la Virgen del Ablano (avellano en asturiano) con una talla románica del siglo IX ó X, sumamente venerada por lo tanto desde tiempo inmemorial.


No es extraño que esta advocación pasase aquí después de la fundación de esta villa de La Puela o de Pola de Allande en la baja Edad Media como consecuencia de la política repobladora y administrativa de aquel entonces, cuando tanto reyes como nobles, magnates y obispos otorgaban en sus tierras el privilegio de crear una puebla con especiales fueros y derechos para sus habitantes, poblaciones con sus leyes, mercados, artesanía, comercio y demás privilegios, antecedentes de las actuales villas y ciudades, centro de un alfoz de los pueblos circundantes, antecesores a la vez de los actuales concejos, conceyos, municipios...


La aparición de una santa en un avellano no es tampoco una casualidad. En el avellano mora la divinidad o transmite en él su poder, como en numerosos árboles, para la cultura celta y de otros pueblos de la antigüedad, con las varas hechas de sus ramas se espanta a las serpientes, al cuélebre o dragón devorador y al mal, se curan mordeduras de víboras, se buscan tesoros, se busca agua y se desencantan las hadas. Es árbol de la sabiduría y está marcado de un tremendo simbolismo. En torno a árboles como este se emplazaban sus santuarios naturales o nemeton cristianizados posteriormente en advocaciones y capillas...


La talla de la Virgen, del siglo XIV, se venera en la iglesia, obra del siglo XVI pero construida sobre un templo anterior, medieval. No hacía mucho históricamente aún que se había fundado La Puela (entre 1262 y 1268 según Ignacio Ruiz de la Peña) y todo apunta que este centro urbano aglutinador administrativo de las aldeas circundantes (actual concejo de Allande), ya había adoptado esta veneración del pueblo de Is, sin duda por la gran devoción que se le profesaba desde muy anteriormente. El terreno pertenecía a los señores del cercano y mencionado Palacio de Peñalba o de Cienfuegos, primero de la estirpe de los Ponce, luego de Luna y posteriormente de Cienfuegos, quienes patrocinarían su construcción y mantenimiento


En 1681 el estado de la ermita era lamentable y hay auspicio por parte del Visitador o representante-inspector eclesial para que se rehabilite a costa de la parroquia el santuario de la "Virgen del Ablano"


En aquellos tiempos de vicisitudes el peregrino gascón Pierre Villafloure, quien peregrinaba a Santiago por aquí tras haberlo hecho por Sangüesa y León, transmitiendo su periplo en el libro Le Chemin de Monsieur Saint Jacques, cayó postrado y enfermo en La Puela de una hemorragia bucal sin que barbero ni cura (lo más aproximado a médicos de entonces) pudieran sanarle. Pasaron así cuarenta terribles días hasta que llegó un fraile del monasterio de Santa María la Real de Oubona sito en este mismo Camino en tierras tinetenses, quien frecuentaba el santuario de la Virgen del Avellano.

Sabedores del prestigio de estos monjes como hombres de Ciencia, se le puso al fraile al corriente del caso del gascón y, aparte de sus artes médicas, le encomendó a esta santa allandesa, obrándose el prodigio transcrito así: "en una semana pasó de estar huesudo y macilento a orondo caballero". Pierre de Villafleur prometió rezar todos los días de su vida una Salve a la Virgen del Avellano antes de ir a dormir, sufragando también misas todos los años en su parroquia de París.


Actualmente la Virgen del Avellano es la gran fiesta de esta villa capital del concejo de Allande, celebrándose el día 8 de septiembre su día grande, con procesión desde la capilla a la iglesia de San Andrés, con sonoras romerías todos esos días alrededor de la jornada festiva, descarga de voladores o cohetes, de honda tradición en la comarca, Ofrenda del Avellano, poesía dedicada a la Santa Patrona y un sinfín de actividades en las que se palpa tanto lo festivo como lo solemne y comunitario...


En esta Plaza de Diz Tirado podemos hacer parada en el Café Centro, estupenda pizzería y cafetería, cuya hermosa galería podremos ver al otro lado del edificio, desde el puente sobre el río Nisón, que vamos a cruzar, yendo en dirección al Ayuntamiento, que vemos al fondo, al otro lado


Ahora pasamos del Café Centro al Café Vitoria o Café Cundo, en la Travesía Carlos Santos, un gran edificio urbano clásico, con más de un siglo de existencia. De él escribe el cronista José Ignacio Gracia Noriega en Pola de Allande, posada mayor, artículo de sus viajes por Asturias para La Nueva España del 8-8-2010:
"...el Café Vitoria, haciendo esquina a dos calles, con sus mesas de cubiertas de mármol, radios antiguas como elementos decorativos y una importante cafetera, que al primer vistazo recuerda el no menos importante aparato que tenían en Lhardy para hacer caldos. En otro lugar del establecimiento hay otra cafetera de dimensiones más reducidas, también como adorno o como constatación de pasadas grandezas, y en el interior, una mesa de billar. Se nota que en Pola de Allande corrió el dinero; lo certifica su hostelería."

Y este es el río Nisón visto desde el puente, con la parte posterior de las casas de la calle Mayor, por la que acabamos de pasar, a nuestra izquierda, y a la derecha las de la calle Donato Fernández, de la que nos ocuparemos enseguida, entre ellas las del restaurante, cafetería y fonda La Nueva Allandesa, del que también muy pronto tocará hablar y mucho, pero dejemos que de momento lo haga, también, Gracia Noriega:
"El establecimiento más conocido, y uno de los más internacionales de Asturias, es La Nueva Allandesa, frente al Ayuntamiento. Probablemente en todo el camino no se encuentre otro de tan arraigado espíritu jacobeo. Ofrece dos entradas, a la derecha a la cafetería y a la izquierda al comedor. El comedor es grande, con ventanales al río y a las casas con galerías de la otra mano que cuelgan sobre él y al puente que constituye el cogollo urbano de la villa, y lo primero que se percibe, además de los excelentes olores que llegan desde la cocina, es la multitud de lenguas que hablan los comensales. En una mesa comen dos alemanes y un inglés; en otra, varios franceses con una tailandesa; en la de más allá, un peregrino francés pide Borgoña para acompañar la «sopa asturiana», la versión inventada por Antonín del pote. Y en una mesa ante los ventanales, la representación de Cangas del Narcea: Vespertino y sus hermanos. Antonín se desvive atendiendo a todo el mundo y nos sirve un menú, si no vegetariano, vegetal: pote de berzas, repollos rellenos, pudin de verdura con arbeyos, cuajada con miel y arroz con leche. Todo estupendo. El pote es de los superiores de Asturias. Y las raciones son esplendorosas, a la altura de caminantes que calzan las botas de siete leguas. Antonín los conoce nada más verlos. Mientras nos despide a la puerta, aparece una peregrina curtida por soles, vientos y lluvias.
-¿Usted es Trini? -le pregunta Antonín.
Es Trini. Viene de Roncesvalles, por el camino del Norte."

Y esta es la hermosa galería del edificio del Café Centro, que se extiende por sus tres pisos, siendo el primero el comedor del café. sostenido en el bajo por columnas, al que se entra por el paseo, donde hay unas huertas, y al que podemos bajar por esas escalerillas


Al bajar, caminamos por este hermoso paseo enlosado. El río pasa canalizado para evitar los desastres de sus crecidas, ventanas, ventanales, balcones, corredores y galerías se asoman a él. Es un delicioso paseo a recomendar para aquellos que pasen por La Puela, sobre todo si van a pernoctar aquí, pues todo ello merece la pena


Al avanzar por este paseo y mirar atrás, nos daremos cuenta que el mismo edificio del Café Vitoria está encima de este gran puente de arco de medio punto. Traemos aquí de nuevo a Ignacio Gracia Noriega cuando describe la población y sus edificios:
"Pola de Allande es una agradable expresión urbana en el fondo de un valle muy verde. La cruza el río Nisón y es un importante cruce de caminos: al Norte, hacia la marina de Luarca; al Este, hacia Cangas del Narcea y Tineo, y al Oeste, hacia Grandas de Salime por el puerto del Palo. Que ésta es zona indiana lo certifican las casas de galerías acristaladas y las buenas muestras de arquitectura modernista y montañesa."

El puente y el Café Vitoria a lo lejos. El río Nisón, afluente del Narcea marcará nuestra ruta cuando salgamos de La Puela, valle arriba, pues nace en las estribaciones de El Palo, el puerto que es paso natural hacia la cuenca del Navia, la zona más occidental de Asturias. Con sus aguas funcionaban varios molinos y mazos hidráulicos, base esto de las antiguas ferrerías y que da nombre a uno de los barrios de la población, como leemos en Wikipedia:
"El escaso complemento industrial, estaba en los mazos de hierro hidráulicos que se utilizaban para estirar el hierro, situados en El Mazu d'Arriba, El Mazu d'Abaxu, El Colobréu y La Ponte. Todos ellos eran propiedad de un viejo poder feudal: el conde de Peñalba, señor de Cienfuegos. Si hay algo que llama la atención de la evolución histórica moderna de Allande es la resistencia anti señorial protagonizada por sus vecinos"

Grandes y luminosas galerías. esta de la derecha es la de la parte posterior de la Casa la Culebra, delante de cuya fachada principal caminábamos hace un momento


Regresamos pues al puente, con el magnífico edificio del Café Vitoria en lo alto, que nos sirve de referencia para seguir Camino


Y arriba,  pasando al puente llegamos a la calle Donato Fernández, la carretera de Cangas, donde están las consistoriales, el edificio del Ayuntamiento de Allande, obra del arquitecto Regino Pérez de la Sala, del año 1907, con sus soportales amplios y característicos de muchas casas consistoriales asturianas hechas en aquel período Donato Fernández


Y enfrente del Ayuntamiento un templo gastronómico y hotelero, institución de Allande y de Asturias entera, la formada por La Fonda La Nueva Allandesa y el Restaurante La Allandesa, casa fundada en 1957 donde primero estuvo La Fonda Nueva. El 2 de noviembre de 2017 y con motivo de la celebración de su 60 aniversario, la periodista Jessica M. Puga publica para El Comercio el artículo Tres Generaciones de Cuchara, en el que repasa su historia:
"Pasar por Pola de Allande y no comer pote asturiano se ha convertido en algo insólito de un tiempo a esta parte. Vecinos de la zona, turistas dispares y viajeros animados a recorrer el Camino Primitivo no han salido de la capital de Allande, de poco más de 700 habitantes, sin probar la cocina tradicional de La Nueva Allandesa, el restaurante familiar que este 2017 celebra 60 años de historia. 
La Allandesa, como se conoce popularmente al establecimiento, lleva seis decenios sirviendo pote asturiano sin omitirlo de su carta ni una sola vez. «Todo el que entra, tiene la certeza de que podrá degustarlo, así lleva siendo los 365 días del año desde 1957», explica Gelina Fernández, tercera generación responsable del negocio. Solo ha habido tres días en los que no ha sido así: «Cuando fallecieron mis abuelos Rafael y Encarna y cuando me casé yo», cuenta Fernández. En total: casi 21.900 días dedicados a los platos de cuchara. 
El nacimiento del establecimiento se debe «al tío González, que es como un Dios para nosotros». Él regaló el local –más pequeño de lo que es en la actualidad– a Pura y Rafael en 1957 para que trabajaran en él ambas familias. «A cambio, solo les hizo un encargo: que eligieran un plato para cocinarlo todos los días del año con la idea de convertirlo en el referente del establecimiento», cuenta ahora Gelina Fernández. El elegido, sobra decirlo, fue el pote porque «la familia tenía huertos propios y el embutido y los platos de cuchara son típicos de la zona». 
Dos elaboraciones más se han convertido en toda una tradición en La Allandesa: el repollo relleno y el pudding de verduras, plato este último «ideado por mi abuela Encarna», explica Fernández. Se lo sirvieron estando ingresada en Madrid y al regresar a casa puso en práctica la receta modificando algunas cosas y añadiendo un toque personal, al incorporar una salsa casera de tomate natural. Algo similar hizo con la receta del repollo relleno que encontró en un libro antiguo de recetas y cambió hasta prepararla con ternera de aquí. «Ha sido mi tío Antonín el que más ha hecho por darlo a conocer, porque es un plato que costaba darle salida. Él pedía, y aún pide, a los comensales que lo prueben, al menos». 
Cuando abrió la fonda hace seis décadas solo había un baño para todas las habitaciones, estancias en las que primordialmente vivían maestras y comerciales, había cocina de leña y «era mi tía Pura quien se encargaba de lavar las sábanas en el río», rememora la tercera generación. 
Fue la segunda, es decir, los hijos de Antón y Pura y Rafael y Encarna, la que se encargó de llevar a cabo reformas con las que adecuarse a los nuevos tiempos y a una clientela creciente. En 1986, se puso baño en todas las habitaciones, lavandería propia y se modificó la antigua galería del comedor para dejarla como se puede ver en la actualidad. En 1989, se construyó una tercera planta para habitaciones, y, en 1997, se compró la casa contigua para alcanzar las 38 habitaciones con baño, se construyó otro salón, almacenes y cafetería y se amplió la cocina. Además, pusieron en marcha un servicio de ‘catering’ «que cocina in situ» –matiza Fernández–, cuyos platos se han probado, además de en Asturias, Galicia y Madrid, en los centros asturianos de Puerto Rico y Santo Domingo. 
El secreto de La Allandesa está, dicen sus actuales responsables, en respetar a la primera generación en todo y en mantener la esencia de toda la vida «adaptándonos a lo que venga». Por eso «hacemos las recetas tal cual fueron pensadas hace 60 años y aún ponemos la perola encima de la mesa lleve potaje o crema de nécoras», indica Fernández y pone un ejemplo: «Hace poco nos pidieron para una boda nuestros platos, pero algo actualizados, y claro, en el potaje no hay modernización que valga. Lo que hicimos entonces fue prepararlo igual, pero sirviéndolo utilizando nuevas formas de presentación». 
Lo que no cambia en La Allandesa es que más que una fonda sea considerada «una casa grande». Por eso que a la fiesta del 60 aniversario celebrada hace unos días acudieran en torno a 1.340 personas, entre amigos, familiares, vecinos, antiguos trabajadores y hasta conocidos de estos. «Yo llevo aquí desde que nací. Cuando salía del colegio venía a comer y sé que mis tíos y mi padre pasaron aquí los primeros años de su vida, celebrando los cumpleaños y demás fiestas en compañía de los vecinos», rememora ahora Gelina Fernández, quien cuenta, además, que en esa «casa de todos» nació el actor Frank Braña en 1934. Así lo firma él mismo en una fotografía que dedicó a Rafael. 
Ahora convergen en La Allandesa dos generaciones. De la cocina se siguen encargando Geli Lacera y MariCarmen Pulido, de la segunda, y ya están dentro Gelina Fernández y su prima Carmen Rodríguez, de la tercera. «Y hay una cuarta. Mis hijas de 3 y un año y medio», bromea Fernández. La tradición manda y La Allandesa es toda una institución poniéndola en valor."

Y así, el pote de berzas, el pudding de verdura, el repollo relleno, y otras delicias son cartas de presentación de este prestigioso establecimiento, junto con los impresionantes postres de la tarta de la abuela, (de galletas y chocolate), la tarta de queso, la nata con nueces, el flan de huevo, o el requesón con miel de la zona. Dos días después del de El Comercio, el 4 de noviembre de 2017 es la revista digital El Campo en Asturias la que publica una entrevista a Gelina Fernández Lacera, una de las que está al frente ahora del negocio:
"La constancia junto a la historia y evolución del negocio es la mejor carta de presentación de La Allandesa. El respeto a la cocina tradicional transmitida de generación en generación no ha dificultado la adaptación a los tiempos con un punto de innovación, sobre todo a través de su apartado de catering. Estos son los factores que tras 60 años han convertido a La Allandesa en todo un emblema de Pola de Allande, lo que según Gelina Fernández para ellos es “todo un honor a la vez que una responsabilidad”  
-¿Cuándo y cómo nace La Allandesa?
-En 1957, José González, tío de los hermanos Rafael y Pura adquirió La Fonda Nueva, para que sus sobrinos con sus respectivas parejas trabajasen en el negocio. Los dos matrimonios (Encarna y Rafael, y Pura y Antón) siguieron al pie de la letra la única condición de su tío, elegir un plato y elaborarlo todos los días del año, eligieron el pote, y con el paso de los años ha pasado a ser toda una seña de identidad de la casa. Mi abuela, Encarna, estuvo ingresada varios años en un sanatorio de Madrid, allí le daban un budín de verduras que a su regreso adaptó con salsa de tomate e incorporó a las especialidades del restaurante. El tercer pilar de la cocina de La Allandesa es el repollo relleno, que recuperaron de un antiguo libro de cocina. 
-¿Cómo fue la evolución familiar en el negocio?:

-Trabajando en el negocio convivimos la segunda y tercera generación. Enrique, su hermano Antonín, la esposa de éste, Mari Carmen, y su hija Carmen, por parte de Antón y Pura, y por parte de mis abuelos, mis padres, Emilio y Geli, y yo, que soy la tercera generación. Mis hijas serían la cuarta generación, pero de momento son pequeñas. De la familia actualmente trabajamos siete personas en el negocio. (...) 

-¿En qué se diferencian?:

"-Aquí no tenemos una carta al uso como en otros restaurantes, nosotros somos los que asesoramos y ofrecemos los platos. Seguimos trabajando sobre todo el plato de cuchara de guiso de toda la vida de las abuelas, siempre tenemos pote y otro guiso, además de carnes seleccionadas de la zona (cachopo, escalope, chuleta, ternera asada…). Nuestros postres son caseros: flan, nata, requesón con miel, tarta de chocolate o tarta de queso."

-¿Y las carnes y embutido?

 -Solo trabajamos con ternera de ganaderos de la zona y concejos limítrofes. El ganado sabemos de dónde viene, cómo se ceba y la carne está asegurada. Con respecto al embutido seleccionamos a los proveedores de cerdos y una chacinera nos lo hace con nuestra receta propia. Para la morcilla utilizamos cinco toneladas anuales de cebolla y se matan unos 60 cerdos al año.

 -¿Qué clientela tienen?

-A diario contamos con trabajadores y con un perfil sobretodo de comerciales, antes se alojaban dos o tres días aquí cada vez que les tocaba venir por la zona, ahora con la mejora de las vías de comunicación, no todos se quedan, pero incluso no teniendo que venir a Pola de Allande por trabajo, siguen viniendo a comer aquí. También por aquí pasan muchos peregrinos para los que tenemos un descuento tanto en menú como en alojamiento. 

-¿Cómo ve el futuro? 

-Mi prima y yo somos la tercera generación del negocio, ella trabaja en comedor y yo en administración, las dos teníamos muy claro que queremos continuar con el negocio."


También hay pues cafetería para tomarse sensacionales tapas, bocadillos y desayunos. El día 23 de noviembre de ese mítico año 2017 dedica El Comercio a La Allandesa un nuevo artículo, este firmado por David Suárez Fuente, titulado Sesenta años de pote de berzas en La Nueva Allandesa:
"Sesenta años alimentando emociones. El restaurante La Nueva Allandesa celebró este fin de semana seis décadas de trayectoria y reconocido prestigio que comenzaron allá por 1957, cuando los hermanos Pura y Rafael Fernández, junto a sus respectivos cónyuges, se hicieron cargo de la hasta entonces conocida como La Nueva Fonda. El negocio fue comprado por José González, tío de Pura y Rafael, quien exigió a sus sobrinos «tener un plato estrella, en este caso el pote de berzas, que perdurase durante años», explicó Gelina Fernández, nieta de los fundadores.
La Allandesa, como es conocido en toda la región, engloba, además de la casa de comidas, un hotel, una cafetería y un negocio catering que han puesto en marcha recientemente y que «nos ha servido para abrir nuevas fronteras y formas de trabajar», aseguraron los propietarios. 
Entre los platos míticos de La Allandesa, además del pote, están el repollo o el puding de verduras, una receta que Encarna Fernández, mujer de Rafael, trajo de Madrid. «Es un plato que conoció en el hospital, estando ingresada», explicó su nieta, Gelina Fernández. 
Con motivo de su 60 cumpleaños, el restaurante acogió una gala en la que se dio cuenta de la evolución de este negocio familiar y se entregaron a sus artífices varios regalos. Entre ellos, una figura de la fachada de la Casa Consistorial -entregada por el Ayuntamiento de Allande-, un cuadro de Manolo García Linares -sufragado por más de 350 vecinos- y un reloj que lucirá en uno de los comedores del restaurante. 
Después, 1.340 se dieron cita en el recinto ferial para disfrutar de una cena en la que, como no podía ser de otra manera, se pudo degustar alguno de los manjares de La Allandesa. Entre los asistentes hubo amigos y vecinos -el concejo cuenta con un censo de 1.766 personas, según los últimos datos del INE-, pero también clientes de toda la vida que siguen acudiendo año a año a Pola de Allande para sentarse a la mesa de uno de los restaurantes más afamados de la región."

Y este es el magnífico pote de berzas indispensable para cualquier comensal que entre en La Allandesa. La famosa periodista, experta en gastronomía, Paz Álvarez, publicaba unos meses después en El País, a fecha 26-3-2018 el artículo La Allandesa, la cuna del pote asturiano:, cuando este restaurante recibía uno de sus numerosos premios fruto de su buen hacer:
"La fama la tiene la fabada, pero si hay un plato que es representativo de la cocina asturiana es el pote. El rastro sobre su origen se recoge en el Diccionario de cocina y gastronomía de Asturias, de Eduardo Méndez Riestra, y se remonta a la Edad Media. El pote se cocinaba en los fogones de los hogares, de hecho toma el nombre del recipiente en el que se guisaba, aunque se cree que su consumo data de mucho tiempo más atrás. En aquella época era un caldo espeso con harina o legumbre en el que se cocía la verdura u hortaliza más abundante: berzas o nabos, y algún embutido. Con el tiempo, una de esas combinaciones derivó en la actual fabada, emblema de la gastronomía asturiana, y el pote asturiano añadió como ingrediente la patata. 
Con el fin de elevar este humilde plato a los altares, acaba de celebrarse esta semana en el Parador del Monasterio de Corias, por iniciativa de la organización de la Junta Local de Hostelería de Cangas del Narcea, un concurso en busca del mejor pote asturiano, en el que han participado más de 80 restaurantes de toda España.

Durante un mes, más de 4.000 personas han emitido su voto, superando las 20.000 valoraciones sobre el sabor, el compango, así como la integración de la faba, que siempre ha de ser discreta, en la receta. 

Un jurado, del que formaba parte CincoDías, concluyó que el mejor pote asturiano se come en La Nueva Allandesa, la tradicional casa de comidas de Pola de Allande. Allí trabajan dos guisanderas, Geli Lacera, la jefa de cocina con más de tres décadas en los fogones, y Avelina Menéndez, con 25 años de experiencia. 

El secreto de un buen pote está en el embutido, que sea casero, unas buenas berzas, un buen caldo hecho con la carne del cerdo, un fuego medio y mucho cariño”, explica Lacera, que asegura que el pote asturiano es al gran olvidado de la gastronomía del Principado. “Quitó mucha hambre”, afirma. El segundo puesto, y con una décima de diferencia con el ganador, fue para El Crucero, la propuesta que presentaron conjuntamente las cocineras de dos restaurantes de esta localidad del concejo de Tineo, Casa Emburria y Casa Lula, de cuyas cocinas se ocupan respectivamente Mayte Álvarez y Ángela Pérez. “Para hacer un buen pote se necesita mimo y buen producto”. 

El bronce se lo llevó la Sidrería Suiss, de Cangas del Narcea."


Y aquí, el magnífico repollo relleno tiene también su historia vinculada a La Allandesa, de la que podemos saber gracias a otro periodista, Pepe Rodríguez, que en su artículo Adiós a la "inventora" del repollo relleno, publicado en La Nueva España el 10-5-2010, glosa la figura de Encarna Fernández, una de las pioneras de esta empresa gastronómica:
"Esta semana fallecía, a los 86 años de edad, Encarnación Fernández Parrondo, una de las cuatro personas que forjaron la leyenda de La Nueva Allandesa, el restaurante de Pola de Allande que se ha convertido en una de las grandes referencias en la cultura gastronómica asturiana, tradicional, copiosa y potente en los sabores. Es a ella a quien se le adjudica la implantación de dos de las señas de identidad más reconocibles del local: el pudin de verduras y el repollo relleno. 
Encarna, como era conocida, compró en 1957 lo que era una vieja fonda en Pola, llamada La Nueva. En esta aventura estaba acompañada por su marido Rafael Fernández González y por la hermana de éste, Pura, y su cónyuge, Antonio Rodríguez Álvarez. Esta pareja de hermanos, Rafael y Pura, procedían del pueblo de Villagrufe, en el concejo de Allande, y Encarna vivía con ellos desde su matrimonio. Cuenta Pura que «yo tenía 9 años cuando la conocí. Fíjese usted, y no me separé de ella hasta el día de su muerte. Estamos tristísimos, como se puede imaginar». 
En un principio recibieron un consejo impagable: hacer todos los días un plato, el mismo, que sirviera para ser reconocidos y para que cualquiera que pasara por allí tuviese claro que podía comerse eso mismo todos los días. El elegido, como no podía ser de otra forma en el suroccidente asturiano, fue el pote de berzas, santo y seña de la cultura gastronómica de cualquier casa de aldea de la comarca. 
La situación era muy diferente a como es ahora. El esfuerzo necesario para poder poner en marcha un ambicioso negocio era supremo. No sólo había que luchar contra la precariedad de medios, sino que el tiempo y el trabajo que requería cada pequeño paso hacía obligado un tipo de trabajo extenuante. La cocina de carbón exigía una concentración máxima, un tiempo de cocción determinado y un cuidado especial para evitar que se perdiese la comida del día. O, por ejemplo, el hecho de que tuvieran que bajar a lavar los platos al río, en cada comida. Las condiciones eran duras para todos, pero para quien trataba de llevar adelante un negocio, como era el caso de Encarna y sus socios, aún más. 
La historia de La Nueva Allandesa pudo cambiar merced a una desgracia. Encarna siempre fue delicada de salud. Se le tuvo que extirpar un pulmón a los 23 años de edad y desde muy joven padeció de asma. En una ocasión, ante un ataque más severo de lo habitual, tuvo que ser ingresada en una clínica de Oviedo. Y fue allí donde probó por primera vez el pudin de verduras. 
No es que le enamorase, por supuesto, pues no dejaba de ser comida de hospital, pero llegó a la conclusión de que el problema radicaba en que las verduras estaban demasiado cocidas, desprovistas de sabor, o que, directamente, no eran de buena calidad. Se puso a trabajar en la cocina, con verduras de la zona, notablemente superiores a las de la ciudad, y acabó dando con un plato que pudo ser el detonante para que su restaurante pasase a ser una referencia en toda Asturias. 
De la misma forma, la tercera pata de la oferta gastronómica de La Nueva Allandesa surgió del empecinamiento de Encarna. En un viejo libro de cocina encontró la receta del repollo relleno y trató, por activa y por pasiva, de dar con la tecla que hiciera de ése un plato especial, que marcase la diferencia con otros restaurantes. 
Los cuatro dueños de La Nueva Allandesa habían conseguido establecerse, y habían conseguido crear un menú muy reconocible que les pusiera en el mapa gastronómico. Pero había un problema: nadie quería probar ni el pudin ni el repollo. Ahí entró en juego la perspicacia y la insistencia de Antonín, el hijo de Antonio y Pura, sobrino de Encarna. Fue Antonín el que, convencido como estaba de la enorme calidad de lo que salía de la cocina y de las manos de Encarna, insistía a todos los clientes en que probaran los nuevos platos. Cualquiera que haya pasado por el restaurante, y a fe que hay pocos de los visitantes de la comarca suroccidental que no lo hayan hecho, sabrán cómo de persistente es Antonín, su celebre «venga, te lo traigo y si no te gusta te lo cambiamos sin problemas» ha convencido a miles de personas para seguir comiendo. 
Y, como no puede ser de otra manera, el que prueba el repollo relleno y el pudin de verdura no pide que se lo cambien. Es posible que, en todos estos años, nunca les haya pasado ese caso. 
Encarna y su cuñada Pura, pues, fueron capaces de cambiar la tradición e introdujeron dos platos que, desde entonces, se asocian con enorme complicidad a todo el concejo de Allande e, incluso, a buena parte del occidente asturiano. Como siempre decían las cuñadas y recuerda María de los Ángeles Lacera, «Geli», nuera de Encarna, «la gente se sorprendía mucho de que tuviésemos tanta fama, y fama no sólo de que la comida estuviese rica, sino de que era muy abundante y llegaba a saciar totalmente, pero que sólo les ofreciésemos verdura. Claro, la sorpresa llegaba cuando veían la cantidad de carne que traen estos platos, y lo contundentes que son». 
El restaurante fue creciendo sin parar. Se convirtió en un lugar elegido para celebraciones de cualquier tipo, desde bautizos a bodas, pasando por comuniones. Acoge, durante todo el año, tanto a trabajadores que están fuera de su lugar de origen como a los turistas que visitan el parque de Fuentes del Narcea. Es parada casi obligada para los grupos de turistas que llegan al monasterio de Corias en autobús e, incluso, para los equipos de fútbol de cualquier categoría que los fines de semana acuden a jugar a todo el Suroccidente, desde Cangas del Narcea hasta Tineo. 
La Nueva Allandesa tiene el futuro asegurado, pues los hijos de los dos matrimonios que se hicieron cargo del negocio cuando era un pequeño hostal de Pola de Allande continúan ligados al negocio, y todos quieren preservar la tradición y el buen hacer de quienes les precedieron. Geli explica que «sabemos que la fortaleza del negocio está en respetar las cosas tal y como nos las enseñaron, tal y como vimos que se hacían, con el cariño y la pasión que siempre pusieron todos y, por supuesto, también Encarna». 
La nueva gestión del local, en apariencia, no ha cambiado en absoluto. Es obvio que los medios son muy superiores a los que tenían hace cincuenta años, pero Geli explica que, la esencia no puede cambiar nunca, porque eso sería como no apreciar todas las enseñanzas de la mujer que «inventó» el repollo relleno. Siempre se pueden ir añadiendo platos a la carta, siempre se puede mejorar, como es el caso del también archiconocido «paté de morcilla» de La Nueva Allandesa, que llegó ya de la mano de Antonín y de la siguiente generación de responsables del restaurante, pero eso nunca impedirá que el aroma a cocción lenta, la selección exquisita de la materia prima, y la voz de alguien que te invita a que te lo comas todo, «que eso no puede quedar en el plato», sean las armas infalibles para La Nueva Allandesa, tal y como Encarna siempre hizo. 
Pura Fernández González -que aparece en el centro con su marido Antonio Rodríguez y con la nuera de la fallecida, María de los Ángeles Lacera- vivió con la mítica cocinera Encarna Fernández desde los 9 años. Pura y Encarna eran cuñadas, pero se consideraban hermanas. Desde niña Pura vivió con la «inventora» del repollo relleno. Pura explica que la gran herencia que les dejó fue su laboriosidad. «Nosotros no somos gente orgullosa, ni queremos aparentar orgullo por nuestro trabajo, pero sí que estamos muy satisfechos de lo que hemos conseguido en la vida».

Las carnes, "Es la hora de comer y no podemos llegar a lugar mejor. Nos aguardan las poderosas delicias de "La Nueva Allandesa", escribe José Ignacio Gracia Noriega en otro de sus artículos, Tierras de Tineo, pero en el que se acerca también a Allande para el buen yantar. Mientras, también tenemos tiempo para ojear la Enciclopedia de Gastronomía del reputado erudito Pepe Iglesias:
"No se asusten al ver las dimensiones de su comedor porque, cuando hablamos de casas de comidas, esperamos esa casita hogareña y no una plaza de toros, pero este hostal, a pesar de sus continuas reformas de mejora, mantiene el carácter familiar y rural que le hizo famoso hace ya muchas décadas.

Para los asiduos a este comedor, he de puntualizar que las raciones siguen siendo sin límite, o sea que lo de la foto es una mariconada mía que nada tiene que ver con las presentaciones de plato sopero y perola en la mesa, que caracterizan esta casa.
Se corrió el rumor de que había cambiado de dueño, pero fue un error debido a la venta de otro local en Grandas de Salime. Aquí todo sigue igual, hasta la distancia, que por mucho que digan que con la nueva carretera está a un paso, sigue estando lejísimos de todas partes. 
Ir a Pola de Allande es una excursión deliciosa, pero debe plantearse como tal, pensando en ir a pasar el día, a disfrutar del viaje, como recomendaba Homero tras llegar a Itaca, parando en cada curva para respirar el aire puro de estos montes que quizás sean los mas vírgenes, los mas salvajes de España. 
Así, cuando lleguemos y empiecen a sacarnos el pastel de verduras, el repollo relleno y el todopoderoso pote con compango casero, no saldremos corriendo sino que lo afrontaremos como si nos lo hubiesemos ganado. 
Para los golosos hay postres caserotes, de los de verdad, sin filigranas pero de los de llevarse un par de tartas en la “tuper”

Postres, he aquí los postres. No nos resistimos a compartir una experiencia gastronómica extraída de Tripadvisor de título La mejor panzada de mi vida:
"De primero: Pote asturiano, con berza y compango en abundancia. Te ponen la sopera y la garcilla para que te eches lo que quieras, si lo acabas pides mas.
de segundo: Fabada, con su compango, una verdadera locura. Se deshacen en la boca, mantequilla. Pero lo mismo, no te cebes que queda mas¡¡ 
De tercero: pastel de verduras: , muy ligerito y sabroso. Aquí recomiendo hacer una parada, salir a echar un pitin los fumadores para cojer fuerzas. 
De cuarto: Rollo de carne de los valles. Aunque ya estas sudando del esfuerzo, solo un bocado de este rollo te hace volver a tu infancia y a esos guisos de la abuela. 
De postre: peazo de plato-degustación de postres Asturianos y caseros. buenísimos. 
A todo esto los camareros, viejos veteranos en mil batallas, te animan a comer y comer y comer, hasta reventar cual globo de agua. 
Es una verdadera batalla, pero para los que de verdad disfrutan comiendo, no se la deben perder. 
Y si, queda un poco a desamano de Oviedo, pero esa noche ahorraras pelas en cenar, así que te puedes alojar en el hotel."

Afuera, alguien ha aparcado un Haiga, un coche clásico con el que demostraban los indianos o americanos que habían hecho fortuna en América, de ahí la expresión facer l'Habana o facer las Américas... realmente no es una circunstancia "normal", es el 8 de septiembre, Día de Nuestra Señora del Avellano.


En contra de lo que se piensa parece ser que su nombre no tiene que ver ni con una marca de coches ni con que los compradores, de los que solía burlarse por su condición de nuevos ricos o que aparentaban serlo pedían "el más grande que haiga" sino con una derivación del término High Class o High Auto con la que denominaba a los coches de alta gama. De todas manea la discusión sobre el origen de la palabra continúa...


En la calle Donato Fernández, por donde sale la carretera hacia Cangas, hay más comercios y bares. Aquí se encuentran dos fuentes públicas, esta es la de Los Burros, así denominada porque se empleaba como abrevadero de burros y caballerías que entraban y salían por esta vía, la más importante en cuanto a comunicaciones de la población


Sobre el caño, una placa nos informa que fue construida bajo la dirección de Ricardo Casielles en 1925, siendo auspiciada por el alcalde Manuel Cadierno, uno de los fundadores de la que después sería Villa Rosario, que vimos a la entrada de La Puela


Y otra es la Fonte los dos Caños, fuente ornamental y para servicio de la vecindad, su par de surtidores son la razón de esta denominación


Aquí se nos dice que es del año 1883 y fue diseñada por el ingeniero Francisco Pérez Fernández Casariego, siendo alcalde Carlos Santos, a quien está dedicada la calle situada sobre el puente del río Nisón, pues bajo su mandato se hicieron importantes mejoras en un momento de crecimiento de la población gracias fundamentalmente a los capitales aportados por los emigrantes...


Y regresando al Ayuntamiento, pasamos en este momento al Parque del Toral, otro de los lugares emblemáticos de La Puela, 


En un muro de piedra una placar rememora la autorización por Real Decreto de la reina regente María Cristina en 1866 para comprar este campo, dedicándolo desde entonces a plaza pública y mercado:
S. M. LA REINA DOÑA MARIA CRISTINA
SIENDIO REGENTE DEL REINO
AUTORIZO POR R.D. DE 1 - 3 - 1866
AL AYUNTAMIENTO DE ALLANDE
POR LA COMPRA DEL CAMPO DEL TORAL
O HUERTA DE TAMARÓN PARA MERCADOS
Y PLAZA PÚBLICA

Al otro lado, otros dos grandes establecimientos allandeses, el Hotel Restaurante Lozano, de gran excelencia culinaria y buenas habitaciones para visitantes y para peregrinos que necesiten un poco de tranquilidad, aquí es obligatorio recordar a Plácida Lozano, una de las grandes Allandesas entre fogones, como las llama Lidia Álvarez para El Comercio el 19-1-2015, al ser una de las guisanderas del concejo que protagonizaron el calendario que aquel año editaba el Ayuntamiento: 
"El Ayuntamiento de Allande ha distribuido una nueva edición del calendario que edita anualmente y que este año dedica a las cocineras del concejo. La encargada de la biblioteca municipal, Tania Rodríguez, ha recopilado las biografías y fotografías de las catorce mujeres que lo ilustran, reuniendo información desde mediados del siglo XIX. 
La mayoría ya han fallecido, otras recuerdan los que consideran «los mejores años de su vida», aquellos que pasaron entre fogones. Es el caso de Plácida Lozano. En el negocio hostelero familiar, el restaurante Lozano, de Pola de Allande, se emociona al contar como comenzó todo en el pueblo de Berducedo, en la casa de comidas de sus padres. 
En las ferias «se mataba un xato de más de doscientos kilos y se cocinaba y vendía en el día». A los 35 años, se trasladó a Pola junto a sus hermanos Melquiades y Elisa. Allí se hicieron cargo del bar-tienda que regentaban sus tíos y lo convirtieron en «el primer bar moderno» de la comarca. Fueron pioneros en servir helados y en celebrar bodas, por lo que pronto tuvieron que ampliar las instalaciones. «Si un año no llegábamos a las 35 bodas, era un año malo», explica Plácida, que ha perdido la cuenta de allandeses a los que ha visto celebrar su matrimonio. 
Ya hace más de veinte años que se retiró, pero no ha olvidado ninguna de sus recetas. Tampoco la gente ha olvidado su famosa tortilla de patatas. También recuerda que, a la hora de llegar el autobús de Alsa a Grandas de Salime, preparaba tres grandes tortillas «que se acababan al momento» y se ríe al acordarse de aquellas sartenes que perdieron el fondo de tanto utilizarse o de sus dedos que, asegura, están ya doblados de tanto sujetar las patatas para pelarlas. 
Junto a su historia, el calendario repasa las vidas de otras 13 mujeres que regentaron restaurantes y fondas y de reconocidas guisanderas que eran llamadas por particulares para preparar en sus casas las comidas para celebraciones especiales."

A  su izquierda, El Casino, verdadero deleite al paladar y para tomar algo, otro prestigioso negocio que da renombre a sus guisos, entre ellos el "tradicional rollo de ternera guisada de berza y morcilla. Un manjar de la gastronomía allandesa". De él escribe Ana Paz Paredes para La Nueva España del 9-7-2013 con Una comida en el parque:
"Allande es un concejo, sin duda, lleno de sorpresas para los que deciden disfrutarlo y recorrerlo. Tierra de castros, de historia y de emigración, su paisaje se agranda ante el espíritu descubriendo brañas como las de Is, Campel o Bustantigo, por poner apenas un ejemplo. Desde el puerto del Palo parece que se está más cerca del cielo, sin embargo no hay que perder de vista la tierra que se pisa y el entorno que, con buen tiempo, sin duda nos seduce por completo e invita a detenerse a cada paso, para tomar una nueva fotografía. Quienes van una vez a este concejo, y descubre su paisaje, su paisanaje y su gastronomía, se queda sin duda alguna con ganas de volver para seguir disfrutando de todo ello.

Pola de Allande es su capital y en ella, al fondo del parque de El Toral, a la derecha, se encuentra un local entrañable y acogedor que, como mesón restaurante abrió sus puertas el 6 de septiembre de 1990 con lo que, dentro de dos meses justos, cumplirá los 23 años. Se trata, como le llaman popularmente, de «El Casino». Su dueño, Sergio Rodríguez Pérez dice que antaño aquel local fue centro de reunión social regentado por una Sociedad Filarmónica que allí organizaba bailes y conciertos, y que acabó cerrando. «Cuando cogimos el local optamos por seguir manteniendo su nombre original, El Casino, que es como lo conoce ahora todo el mundo», añade. El comedor tiene una capacidad para unas 34 personas, contando también con otro pequeño comedor en la parte superior para 24.

Los comienzos fueron duros, recuerda Sergio, pero a fuerza de constancia, buena mano en la cocina y la introducción de productos de la zona, El Casino se ha convertido en uno de esos bares de pueblo donde la tradición y la modernidad se combinan con sabiduría haciendo que, aquel que prueba alguno de sus platos, se sienta satisfecho. Buena parte de ese éxito reside, sin duda, en el buen hacer de su cocinera, María del Carmen Fernández, a quien todos allí llaman Marina, quien al tiempo que se mantiene fiel a la tradición, también sorprende a los comensales con alguna que otra novedad cada cierto tiempo.

Entre sus elaboraciones más demandadas están el rollo de ternera relleno de berzas y morcilla, los chuletones, el solomillo, el entrecot y los escalopines. «Toda carne de ganadería de la zona que adquirimos en la carnicería de Pola», afirma, con orgullo, Sergio. Pero hay más platos apetecibles. Entre los tradicionales, a probar su pote de berzas, la fabada o los callos. Además de unos sabrosos y originales revueltos, sus cebollas rellenas de marisco y los embutidos de la tierra, cabe destacar, entre sus ensaladas, la de canónigos con jamón de pato y queso Peñasanta. Abundan también en El Casino los productos de la mar: lubina a la espalda, navajas, zamburiñas, doradas, berberechos, lenguado, besugo y rey. Eso sí, los pescados son por encargo. En el capítulo de postres, destacar, por ejemplo, la trilogía de tres chocolates a la menta, el biscuit de higos con crema de nueces, la tarta de chocolate o la tarta de queso (especialidad de la casa). También tienen menú. Cierran los lunes."

Desde El Toral, cruzamos de nuevo el puente sobre el río Nisón y regresamos a la Plaza Diz Tirado dando vista de nuevo al Monumento al Emigrante mientras volvemos a pasar entre los cafés Central y Vitoria


Y por aquí, Avenida de Galicia, iremos saliendo de La Puela/Pola de Allande entre grandes edificios urbanos unos clásicos y otros posteriores, con tiendas y comercios, cafés y casas de comidas en la planta baja, pero junto a ellos, en el mismo centro, hay más, con artísticas galerías y balconadas, corredores, ventanales, constituyendo todo ello un auténtico pequeño museo de arquitectura urbana al aire libre. Nos aguarda una buena jornada andariega por el valle del río Nisón hacia La Reigada y El Palo

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