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miércoles, 20 de septiembre de 2023

AVILÉS: LA RÍA (ASTURIAS) EL PASO DE LARRAÑAGA, EL NIEMEYER, EL PUERTO DEPORTIVO, LA CANTINA DE LA ESTACIÓN Y LA BATALLA DE LOS CARBAYEDOS

Avilés: La Ría 

Avilés es un don de La Ría, el gran estuario que de le dio vida, nacimiento y origen en la remota noche de los tiempos, hoy en buena parte ocupado por instalaciones portuarias e industriales en ambas márgenes pero al que merece mucho la pena acercarse dada su inmediatez al Camino, que pasa a escasos metros, por la calle de la Muralla y la Plaza de Pedro Menéndez, al otro lado del Parque del Muelle


El Parque del Muelle, otro lugar a visitar en el Camino de Santiago por Avilés, es así llamado por ser el lugar donde estuvo el antiguo puerto avilesino, en la desembocadura del río Tuluergo y marismas del Campu la Bogaz y Campu del Faraón (de una antigua boya con un farón o faro grande allí existente, que pasó en el habla popular a faraón), nada que ver con faraones egipcios), solar que fue de los astilleros de carpinteros de ribera del antiguo barrio marinero de Sabugo


Avanzado el siglo XIX, se estimó conveniente poner fin a las marismas y escollos que hacían peligrosa la navegación, por lo que se decidió canalizar La Ría, hacer en ella un nuevo puerto, y desecar esta antigua marisma y desembocadura portuaria, uniendo Avilés-La Villa y Sabugo en este lugar, donde se haría también una nueva plaza del mercado, la de los Hermanos Orbón, en 1870 y, más tarde, en1890, este nuevo parque, cuyos jardines fueron proyectados por el arquitecto municipal Ricardo Marcos Bousá


Más Adelante, en 1918, se inauguraba el Monumento a Pedro Menéndez de Avilés, el Adelantado de la Florida, destacado marinero avilesino cuya memoria se recuperaba por entonces, obra proyecto del artista Manuel Garci-González. es un símbolo muy importante, pues a partir de entonces a Avilés se la conoce como la Villa del Adelantado


Pero mientras tanto, en julio de 1890, llegaba a Avilés por fin el ansiado ferrocarril, el cual discurre por esta ribera ganada a La Ría, pero este elemento de progreso y comunicación se cobró su tributo en forma de barrera ferroviaria, separando la ya creciente ciudad de Avilés, ya unida a Sabugo, de su fachada marítima


Esta barrera, a la que contribuyen dos importantes avenidas, la del Muelle y la del Conde de Guadalhorce, lleva tiempo pretendiendo erradicarse con un nuevo plan de vías que reúna por fin físicamente a Avilés con su ría


Desde el monumento Pedro Menéndez de Avilés, con sus característicos cañones, podemos, salvando dicha barrera, acercarnos un momento a La Ría, dirigiéndonos primeramente al llamado paso a nivel de Larrañaga, viendo de frente al otro lado del estuario las grúas del puerto en su margen derecha, bajo El Monte los Carbayedos, ya en la vecina parroquia avilesina, que antes fue gozoniega, de Valliniello (San Pedro Navarro)


La Ría tal y como la vemos en la actualidad fue resultado de la gran ampliación portuaria de los años 1950 al instalarse la gigantesca Empresa Nacional Siderúrgica S.A. (ENSIDESA), actualmente ArcelorMittal, ayudando a traer materiales para su construcción y después entrada de sus materias primas y salida a su producción metalúrgica. Con las reconversiones industriales y cambios estructurales y empresariales buena parte de sus muelles se destinaron a otros usos


El paso a nivel recibe su nombre por la Casa Larrañaga, del año 1890 y que vemos al fondo, donde la calle del Muelle da paso a la Avenida de los Telares, llamada de esta forma por su origen fabril en el antiguo Camino a Pravia, condición luego incrementada con la inauguración del ferrocarril y su estación, que asoma un poco a lo lejos. De esta industriosa avenida, en el lugar de Cantos, al norte de Avilés, hablamos abundantemente, de la mano del gran escritor-cronista Alberto del Río Legazpi, en la entrada de blog correspondiente al Parque del Muelle


Cruzamos pues la calle del Muelle en este su correspondiente paso de cebra para dirigirnos al paso a nivel de Larrañaga, mientras, vemos al fondo El Monte los Carbayedos (81 m). A sus pies, por la margen derecha, están El Muelle Este y Dársena de San Agustín. Allí destaca el muy colorista edificio de Algeposa, operador portuario especialista en productos siderúrgicos


Cruzada la calle del Muelle avanzamos por la explanada contemplando a la vez esta parte de La Ría y de la explanada logística del también llamado Muelle de Valliniello por la zona de Les Canteres, que veremos normalmente ocupada por grandes piezas componentes de los parques eólicos


Con la Casa Larrañaga a nuestra izquierda llegamos al paso a nivel. En Aquel día, cuando por caminos de hierro llegó el tren, el citado Alberto del Río Legazpi publica este artículo en su columna Los Episodios Avilesinos de La Voz de Avilés-El Comercio, de fecha 7-8-2016, describiendo cómo aconteció la llegada del tren y apertura de la línea:
"En un verano, de finales del siglo XIX, nos llegó el invento del ferrocarril. Ocurrió el 6 de julio de 1890 y es una relevante fecha en la historia local.

En la mañana de aquel día y sobre un camino de hierro anclado a tierra firme, nos llegó el invento: una locomotora a vapor tirando por doce vagones atiborrados de autoridades, invitados y demás familia, que fueron basculados en la elegante estación, que todavía hoy conservamos.

El recibimiento fue multitudinario y muy festejado. Las actas del Ayuntamiento reflejan que en las celebraciones se gastaron 17.749,38 pesetas. Una pasta.

Pero la ocasión lo merecía, porque el tren y las obras de la canalización de la Ría, recién terminadas, marcaban un hito en el avance industrial avilesino."

El tren llegaba en un contexto, el de finales del siglo XIX, en el que Avilés, como tantas villas, vivía un crecimiento importante favorecido por la Revolución Industrial, La Ría se canalizaba, se hacía un puerto nuevo y se urbanizaban las antiguas marismas aquí existentes:
"En el final de aquel siglo XIX a Avilés se le vino encima una catarata de modernidad: Canalización de la Ría, nueva Dársena de San Juan de Nieva, servicio telefónico urbano, alumbrado público eléctrico (pionero en Asturias, un regalo del marqués de Pinar del Río) y la llegada del ferrocarril, propiciada por aquel político-empresario-historiador que fue el segundo marqués de Teverga. 
Adviertan como curraba, por entonces, parte de la nobleza. Para que luego digan. 
Y es que hasta el director de la obra ferroviaria fue un conde, el italiano Sizzo-Noris, ingeniero y contratista de la compañía ‘Caminos de Hierro del Norte’ a la que se le adjudicaron las obras en 2.500.000 pesetas. Iniciadas el 1 de junio de 1887, día lluvioso según escribe el marqués de Teverga, barrenando las rocas de La Consolación, por debajo de la capilla corverana y continuándose desde aquí los trabajos del ‘sembrado’ del carril, en ambas direcciones: hacia Villabona (donde enlazaba con la línea principal Gijón-Madrid) y hacia San Juan de Nieva (fin de trayecto) y adonde llegaría, para la exportación vía marítima, el carbón de las cuencas mineras."

El ferrocarril supuso en Avilés la desaparición del medio de locomoción terrestre imperante por entonces, la diligencia, cuyos billetes bajaron de cuatro a tres pesetas en un vano intento por evitar su final. Contrastes de la vida, las carreteras, aún nacientes en Asturias por entonces, terminarían ganándole la partida al ferrocarril medio siglo y pico después, con los nuevos vehículos de gasolina, así como al tranvía, otra rompedora novedad de la época:
"Ya en 1854, al poner en marcha el tramo Gijón-Madrid, quedó muy claro que aquella novedad del ferrocarril iba a arrasar como medio de transporte, por comodidad y la duración del viaje. El dato es demoledor: el tiempo invertido por el tren entre la ciudad asturiana y la capital de España era de 22 horas, contra las 70 (repito: setenta) que tardaba la Diligencia de Postas, o coche tirado por caballos, medio tradicional de transporte hasta entonces.

Y fue así, como los caballos de vapor sobre caminos de hierro, sustituyeron a los de cascos herrados y crines al viento por caminos polvorientos o embarrados. Moría un romanticismo y nacía otro.

 Los carriles pasaron a formar parte del paisaje urbano avilesino, tanto que en 1893 se puso en marcha un tranvía de vapor (La Chocolatera) entre Avilés y Salinas, otro de mercancías entre Salinas y Arnao y en 1921 un tranvía eléctrico que comunicaba Villalegre con Piedras Blancas cruzando las principales calles de Avilés; aparte del popularmente conocido como ‘Carreño’ hoy FEVE. Son episodios aparte."

Pero, como decíamos al principio, todo avance se cobra un precio, la Villa del Adelantado, de estirpe y raigambre marinera, perdió su contacto directo y abierto con la ría que le dio su razón de ser, una barrera férrea lo separaría de ella y únicamente se salvaría por contados pasos tal que este de Larrañaga:
" Pero lo que entonces fue progreso, hoy pasa por retroceso. Porque con el trazado ferroviario Avilés le perdió la cara a la ría, que es la madre de su puerto, siendo éste el padre de una villa histórica de muchos perendengues y que entonces perdió su fachada marítima.

Además se ha multiplicado el tráfico urbano hasta niveles abusivos. Por lo que, para seguir progresando, es necesario trasladar o enterrar, los caminos de hierro. Y los otros.

Va a tener razón el intelectual londinense Henry H. Ellis cuando dice que lo que llamamos progreso es el cambio de un inconveniente por otro. Y es que los ingleses… ¡pero que demonios! ¡Si hasta inventaron el tren!"

La barrera férrea se vio incrementada en 1922 con la llegada del Ferrocarril de Carreño, oficialmente Sociedad de Minas y Ferrocarril de Carreño, de vía estrecha, parte de la ansiada y eternizada línea Ferrol-Gijón (no inaugurada por entero hasta la extraordinariamente tardía fecha de 1972), que llegaría hasta Pravia en 1956, integrada en FEVE en 1974


Esa compañía tiene su propio apeadero un poco más al sur de lo que fue el Avilés intramuros, La Villa, que vemos a la derecha de la foto, enfrente del parque del Muelle. Aquello fueron las marismas de Rivero, otro terreno ganado al estuario y, cosas de la vida, bastante cerca de La Industria, donde diversas personalidades avilesinas habían querido hacer la estación de aquel primer tren que acabó en Cantos, causa todo ello de importantes enfrentamientos a nivel local, como relata del Río Legazpi en otro de sus EpisodiosEstación la de Avilés, este de fecha 25-5-2014:
"La estación del ferrocarril nació entre palos (porque llegaron a las manos), y encendidas polémicas, entre los partidarios de construirla en la zona conocida como La Industria (donde hoy confluyen Llano Ponte y Avda. de Cervantes) o en la actual, que llamaban también Cantos. Detrás de ambas ubicaciones estaban los consabidos intereses y, por supuesto, los interesados: el marqués de Ferrera liderando a los ‘industriales’ y el de Teverga a los ‘cantistas’, opción triunfadora. 
Puestos los marqueses, con perdón, en una balanza, pesa más el de Teverga que se curró lo del ferrocarril e importantes obras de la Ría, que el rancio de Ferrera viviendo de las rentas de sus múltiples propiedades inmobiliarias en Avilés. Y si al primero, por ser naviero, la estación le venía mejor a orillas de la Ría, el segundo no dio ni un palo al agua, en ningún sentido."

La zona de Cantos, a nuestra izquierda, por donde van las vías del tren, era parte del Campu la Bogaz o sencillamente La Bogaz, un topónimo que ha querido buscarse su origen etimológico en el verbo bogar, mover con los remos una embarcación, o mismamente con botar, llevar al agua una embarcación recién construida, dado que por allí se extendían también los antiguos astilleros de Sabugo


Entre las vías, una explanada, estemos atentos pues es por aquí por donde cruzan los vehículos. Más allá vemos la parte posterior de la Casa Larrañaga, actual residencia, vivienda que fue de esta familia, cuyo apellido, vino a Avilés con Carlos Larrañaga y Onzalo, natural de Motrico o Mutriku (Vizcaya), que vino a Avilés en 1880 para realizar las obras de reforma de La Ría acometidas por entonces. En Avilés se casó con Margarita Ruiz Gómez y Sanz Crespo, llegando a ser el primer presidente de la Cámara de Comercio. En Avilés nacería, el 27 de abril de 1887 su hijo Pedro Larrañaga y Ruiz-Gómez, quien dejaría su casa natal para ser actor, participando con éxito en varias películas de cine mudo, donde tuvo bastante éxito, no tanto así en el sonoro. Casado con la también actriz, y varias veces compañera de reparto, María Fernanda Ladrón de Guevara, sus hijos, Amparo Rivelles y  Carlos Larrañaga, continuaron la misma carrera, así como sus nietos Amparo Larrañaga y Luis Merlo


Vemos asomar, a la izquierda, La Estación de Avilés, apenas su tejado negro y poco más, tapada por una casa de cubierta a dos aguas, a la izquierda de la foto, que es el de la Cantina de Renfe, pero sí que reconocemos mejor la pasarela instalada sobre las vías. Más a la derecha el gran Polígono Industrial de la Ría de Avilés entre las vías y la calle Conde de Guadalhorce, que se abre en triángulo a partir de aquí.


El precedente de la industrialización avilesina, entendida como tal la acontecida a raíz de la Revolución Industrial decimonónica, fue la Real Compañía Asturiana de Minas, que tras explotar la mina de carbón de Arnao, en el vecino concejo de Castrillón, empezó a fabricar zinc en una nueva factoría a partir de 1853-1854. Fue esta empresa puso en marcha su propio trazado ferroviario entre su enclave industrial y los muelles que tenía en San Xuan, al norte de La Ría y cercanos a su bocana


Cruzadas las vías, reconocemos muy bien la Dársena de San Agustín, emblema de la enorme ampliación portuaria acaecida a partir de 1950 con la creación de la inmensa industria pública de la siderúrgica de Ensidesa, por donde entraron buena parte de los materiales para su construcción y luego para su mantenimiento y materias primas, así como para dar salida comercial a sus productos


Antaño, en el terreno donde se construyó la dársena, estaban Les Güelgues, ciénagas que fueron rellenadas en el siglo XIX para hacer de ellas campos de cultivo y prados de siega y pasto. También había un antiguo molino, El Molinón, entre juncos y cañaverales


Allí apareció un día la célebre Foca de Avilés, todo un símbolo que se tuvo por premonitorio de los grandes cambios que traería la instalación de esta empresa en una villa que por entonces tenía algo más de 21.000 habitantes. Causó tal expectación durante sus aproximadamente cuatro meses de estancia, coincidiendo con los primeros trabajos para levantar Ensidesa, que se la bautizó con el nombre de Precursora y se la consideró una especie de talismán pues, ya tras su desaparición de estas aguas, se le erigió un monumento con su figura, del que también hemos hablado en el artículo referente al Parque del Muelle, donde se encuentra su efigie, centro también de una bella historia


Cuando los humos del gigantesco emporio siderúrgico se empezaron a apagar, además de buscar alternativas industriales y portuarias vamos a decir convencionales, también se pensó en la industria cultural, y así, dentro de las múltiples iniciativas destinadas a recuperar esa margen de la ría y a fomentar la actividad sociocultural avilesina se hizo el Centro Cultural Oscar Niemeyer , que fue construido entre los años 2008 y 2011 en la ya desocupada dársena siguiendo el proyecto del arquitecto brasileño Oscar Niemeyer 


Del Centro Niemeyer o El Niemeyer, como comúnmente se le llama, vemos aquí varios de sus edificios, el primero el de la cúpula, dedicado a exposiciones y actividades culturales diversas y detrás es el del auditorio. Entre ellos se encuentra la torre y a su izquierda la plaza y el edificio polivalente. Así se sucedieron sus fases constructivas:
"El lugar para la ubicación del proyecto fue motivo de debate, especialmente entre las tres principales ciudades asturianas que compitieron por albergar el centro (GijónOviedo y Avilés. La primera piedra se colocó en abril de 2008, dando paso a los primeros estudios de suelo previos al desarrollo de las obras. El primer edificio en ser construido fue la cúpula. Se utilizó una técnica pionera en edificios culturales en España para alzar su estructura en menos de una hora.​ 
Posteriormente se empezó a levantar el "Edificio polivalente" a la vez que el "Auditorio", construidos en su mayor parte con hormigón y cristal. Mientras se realizaron estos trabajos se construyeron los cimientos de la "Torre mirador" que no empezó a estar avanzada en su construcción hasta que los demás edificios del complejo estaban próximos a su finalización. Simultáneamente se construyó un aparcamiento subterráneo, añadido a la obra. 
Se pavimentó la gran "plaza abierta" del centro cultural con hormigón blanco, para adecuar el entorno al estilo de los edificios, y se pintaron los laterales del "Auditorio" en tonos amarillos, en contraste con el blanco. También se añadió un mural hecho de piezas de cerámica, diseñado por el arquitecto Oscar Niemeyer. Este mural representa la silueta de una mujer tumbada. La gran puerta del escenario del auditorio es de color rojo, contrastando con el blanco y el amarillo. Dicha puerta puede abrirse para convertir el escenario en un gran palco para representaciones y espectáculos en la plaza. 
Finalmente, se adaptó el edificio de la antigua Pescadería Municipal al otro lado de la ría como centro de recepción de visitantes. Para ello se construyó una pasarela que atraviesa el edificio (que hubo que demoler en parte) conocida como "la grapa", comunicando este espacio con con la otra orilla de la ría donde a través de una réplica de un antiguo puente metálico ("puente de San Sebastián"), se accede al centro. La inauguración tuvo lugar en marzo de 2011, mediante un discurso televisado desde Brasilia de Oscar Niemeyer y un concierto del cineasta Woody Allen."

Su apertura supuso, además de la recuperación de un gran espacio industrial para la ciudadanía, una reordenación urbanística del entorno y la ilusión de una gran reactivación económica en base a sus actividades y proyección internacionales


En algún momento alguien volvió incluso a recordar la aparición de La Foca de Avilés sesenta años atrás y a compararlo con, ella, a manera de esperanza alegórica de un nuevo comienzo. Ya antes de su inauguración visitaron la ciudad numerosas figuras de proyección internacional dentro de lo que se denominó el Efecto Niemeyer, del que leemos en Wikipedia:
"En 2009 el actor norteamericano Brad Pitt, seguidor de la arquitectura de Oscar Niemeyer, se acercó a Avilés para conocer el centro.​ Kevin Spacey también visitó la ciudad en más de una ocasión, creando una colaboración entre el Centro Niemeyer y el "Old Vic Theatre" de Londres y llevando a cabo dos actuaciones en la ciudad: La tempestad y Ricardo III, de William Shakespeare ambas representadas en el Teatro Palacio ValdésWoody Allen, unido a Asturias también por su premio Príncipe de Asturias, visitó y actuó en el centro. El Centro también ha sido una parada de la Ruta Quetzal​ en el mes de julio de 2011"

También tuvo, por supuesto, sus detractores, tanto en relación a su gasto en un momento de crisis mundial como en relación a su cometido y filosofía, incluyendo su primera gestión, acabando esta incluso en condena judicial. También su suerte corrió a la par que los vaivenes políticos de su época:
"Pese al éxito de visitas y repercusión del Centro Niemeyer a nivel nacional e internacional, en sus orígenes algunos sectores políticos y miembros de la sociedad cultural asturiana criticaron que en sus comienzos no se fomentase más la cultura de la región en el Centro, o que se dedicasen excesivas partidas públicas a su financiación mientras corrían peligro algunos de los lugares relevantes del patrimonio asturiano como los monumentos prerrománicos, declarados Patrimonio de la Humanidad (en 2010 la financiación puntual para finalizar la construcción del centro fue de más de 12 millones de euros,​ muy superior a las inversiones sobre el Prerrománico). 
Tras las elecciones locales y regionales de 2011, el nuevo Gobierno planteó una serie de dudas sobre la gestión del complejo cultural. En ese momento se movilizan algunas asociaciones, sobre todo a través de Facebook, bajo el tema "Yo apoyo al centro cultural internacional Oscar Niemeyer", con el objetivo de defender la existencia del centro. Tuvo que hacer lo posible por mostrar su independencia de cualquier partido político. ​Durante la polémica, el 15 de diciembre termina el período de cesión en uso de los edificios a la Fundación Centro Niemeyer. Se cerró el centro y un mes más tarde el complejo cultural reabrió con un nuevo proyecto y nombre. A través de diversas manifestaciones y eventos artísticos se hacen eco de la situación los medios nacionales. Tras unos meses, y después de elecciones anticipadas en el Principado de Asturias, el nuevo gobierno regional decidió recuperar la Fundación Centro Niemeyer con la intención de recuperar a su vez el proyecto original.​ 
La primera gestión del centro durante los años 2010 y 2011 entró en proceso judicial para aclarar la contabilidad de los primeros años de existencia del complejo, imputando al ex-director del centro de aquella época, Natalio Grueso. En 2020 éste fue condenado a 8 años de prisión por malversación."

El auditorio, por su forma y colores conocido como "El Güevu Cocíu" o "Huevo Cocido del Niemeyer", mide 26 metros de altura y su aforo es cercano las mil personas


La torre tiene 20 metros y en ella una gran columna sostiene un enorme disco rodeado de cristaleras a manera de grandes y alegres ventanales, donde está el Restaurante Yuma, al que se accede por ascensor o por unas amplias escaleras helicoidales. Iratxe Miranda y Adrián Sanjulián son jefa de sala y jefa de cocina respectivamente. De ellos leemos en la propia web del restaurante lo siguiente:
"IRATXE MIRANDA. JEFA DE SALA

Mejor Jefa de Sala ``The Best Digital Restaurants 2020`` La perfecta directora de Orquesta. La Jefa de Sala mima a su equipo de la misma manera que cuida que cada mesa esté lista y a punto para recibir a los comensales. Enamorada de los detalles y del buen gusto, la decoración es su pasión. Es otro ejemplo de cómo a veces la vida te coloca sin saberlo en el lugar que quieres estar. Empezó ayudando a Koldo Miranda con el montaje y organización de las bodas y eventos que organizaba, ponía su sello en todo aquello que preparaban. Con el tiempo se dio cuenta que quería involucrarse más y comenzó a ser el hilo directo entre cocina y mesa. Adora el contacto con las personas y cree que un buen plato todavía es mejor con la información y trato adecuados. Más anfitriona que camarera intenta que en Yume la gente disfrute de la comida sin sentirse fuera de lugar.

ADRIÁN SANJULIÁN. JEFE DE COCINA

Tercer Premiado a Cocinero Revelación Madrid Fusión. Lleva en la familia desde hace 5 años que llegó a Asturias para hacer sus prácticas y aquí se quedó. Ha formado parte del equipo de D´Miranda en las diferentes etapas de la Cruz de Illas (Castrillón) y en el Centro Niemeyer (Avilés). Cocinero de vocación, creativo, siente pasión por la alta cocina y de vanguardia. Sus referentes gastronómicos son Ferrán Adriá y Andoni Luis Aduritz, más allá de por sus recetas por su filosofía de trabajo. Ha pasado por muchas cocinas y su experiencia a lo largo de los años le ha hecho tener claro lo que quiere en la suya. En Yume plasma sus ideas y es 100% ese joven soñador que empezó en la cocina por una peli que le mostró lo que podría conseguir a través de ella."


La cúpula por su parte ocupa, con su forma semiesférica, 4.000 metros cuadrados y es un espacio de exposiciones y actividades escolares. La Plaza mide 22.000 metros cuadrados y a la izquierda el edificio polivalente, más lineal, acoge la sala de cine, espacios para reuniones y conferencias, cafetería, tienda y área de atención al usuario


En la Dársena de San Agustín atracan ahora hermosos veleros. Más allá, lo hacen las embarcaciones del servicio de remolque del puerto, Remolcadores de Avilés, empresa aquí radicada desde 1994 en este antiguo muelle de carga y descarga de productos siderúrgicos, en terrenos de la antigua ENSIDESA, la gran empresa siderúrgica fundada en 1950 y que entró en funcionamiento en 1956, cambiando para siempre la fisonomía de Avilés y la ría, la cual, tras unos años de desarrollo impresionante entró en crisis, pasando por diferentes y duros avatares y cambios de manos y nombres, pues pasaría a llamarse CSI, Arcelor, ArcelorMittal... un proceso muy bien plasmado por  Antonio del Río Legazpi en sus Episodios Avilesinos:
"El asunto consistió en que el Estado –valiéndose de aquel todopoderoso INI (Instituto Nacional de Industria)– sembró docenas de instalaciones para producir acero en la margen derecha de la Ría de Avilés. Componían una factoría que medía –desde los muelles del puerto hasta Tamón– más de once kilómetros de largo, dando empleo a miles de personas de Avilés, Asturias, España y parte del extranjero. Ahí queda eso. Puede parecer un remate de copla de Pasión Vega, pero las cifras cantan que Avilés pasó de unos 20.000 habitantes, en 1950, a 90.000 en 1988. Aquello fue la caraba. 
El coloso, llamado ENSIDESA (Empresa Nacional Siderúrgica S.A.) era de tal calibre que ensombrecía las luces largas de otras importantes factorías de multinacionales del cristal, aluminio y zinc establecidas en la comarca avilesina. 
Aparte de problemas a manta y sin cuento, que transformaron y trastornaron furiosamente la vida avilesina, aquello generó ríos de empleo. 
Trabajar en ENSIDESA era como un seguro laboral para toda la vida. Aquel maná, caído del cielo, empleaba a 21.000 personas y generaba cerca de 25.000 puestos de trabajo inducidos en Asturias y unos 30.000 en el resto de España. Funcionaba el dicho –seguramente inventando por algún fracasado en el intento– de que ‘El que vale, vale, y el que no ¡pa ENSIDESA!’ 
Pero, ay amigo, con chorradinas andábamos cuando la crisis siderúrgica mundial se presenta, sin saludar, en Avilés. Y empezamos a sudar tinta china en japonés, al ver como las pérdidas de ENSIDESA se medían por miles de millones de pesetas y aumentaban sin cesar. 
Vimos como se paralizaron, cerraron y luego se merendaron, por arte de goma dos, instalaciones gigantescas que aún no habían cumplido ni los treinta años de vida. El gigante tenía los pies de barro, no en vano se había edificado sobre marismas. 
Y nos dio el tembleque al comprobar que teníamos un porvenir incierto, después de veinte años de certeza consumista. No quisimos, o no supimos, ver lo que se nos venía encima –anunciado años antes en todo el mundo, pero que si quieres arroz Catalina que aquí no pasaba nada– por lo que la costalada que llevamos fue tan descomunal que aún seguimos, a día de hoy, en rehabilitación..."

A lo lejos, el Parque Empresarial Principado de Asturias, conocido con las tan campechanas siglas de PEPA, otra alternativa económica para estos espacios que fueron de la enorme siderúrgica estatal, la cual, para los nuevos sistemas de producción, según las "leyes de mercado", ya no necesita tan ingente cantidad de espacio, por lo que urge reactivar estos inmenso espacios con nuevas actividades. La página de SEPIDES (SEPI Desarrollo Industrial S.A.) nos informa de sus características:
"Situado en la ría de Avilés se encuentra el Parque Empresarial Principado de Asturias, un parque multimodal con zonas dedicadas a pequeña y gran industria, zona logística, zona portuaria y de uso terciario. 
El parque se asienta sobre los terrenos de la antigua cabecera siderúrgica de ENSIDESA. Se inauguró en 2002 con el objetivo de regenerar la actividad industrial y económica en una zona especialmente castigada por la destrucción de empleo que supuso la reconversión de la siderurgia en los años ochenta. La recuperación de este espacio ha beneficiado ampliamente a la ciudad de Avilés, que se ha convertido en un centro de actividad económica y generador de empleo en la región. 
El proyecto obligó a diseñar complejos programas de protección medioambiental, pero tras los trabajos de demolición de la central térmica de la antigua siderúrgica, la descontaminación de suelos y urbanización, el saneamiento del terreno ha permitido instalarse a cerca de 100 proyectos empresariales con la consiguiente creación de puestos de trabajo. Así, empresas del sector servicios, logística o dedicadas a la industria auxiliar siderúrgica desarrollan su actividad en el parque."

Más allá de las naves del polígono, las altísimas chimeneas de las baterías de cok, son todo un símbolo, ahora apagadas, que en el momento de hacer esta foto aún eran las cinco originales, pero que cuando paséis por aquí ya serán menos o simplemente no serán. Y es que, dentro de una muy discutida manera de lo que se debe preservar o no preservar del patrimonio industrial en desuso, la primera fue demolida en septiembre de 2023. He aquí la noticia que nos dejan Cristian García y S. Fernández para La Nueva España al fecha del día 16 de dicho años y mes:
"La voladura, pasadas las diez de la mañana de este sábado, de la chimenea número 5 en el ámbito de Baterías de Cok, una de las grandes instalaciones de la siderurgia española cuando la sociedad Ensidesa se constituyóen 1950 localizando su actividad en terrenos de los concejos de Avilés, Corvera, Gozón y Carreño, inauguró la parte más llamativa -y visible a ojos de la ciudadanía- de la fase II de la demolición y recuperación definitiva de los terrenos, de los que resultarán más de 200.000 metros cuadrados de suelo de uso principalmente industrial y logístico."

El día 16-9-2023 en Nortes, el periodista y redactor Ismael Juárez Pérez publica Avilés. Demoliciones vs. patrimonio, un amplio artículo en el que va describiendo el triste momento del derribo, las reacciones a favor y en contra y el anuncio, una verdadera marcha atrás, del derribo de todas las demás. Compartimos estos dos importantes extractos del mismo:
"Avilés. Chimenea número 5 de la antigua ENSIDESA. Diez de la mañana. Sonido de alarmas. Una voz masculina da la orden: “Tres, dos, uno. Fuego.” Adiós a la primera de las chimeneas de las cinco de la fábrica que marcó toda una época en esta ciudad. Tras la explosión, se oyen algunos aplausos, que no parecen ni demasiado entusiastas ni generalizados, entre las más de cien personas que se encuentran cerca del lugar. Allí se ha instalado un cordón de seguridad detrás del cual la gente puede ver lo que parece un espectáculo. Móviles grabando. Humo y polvo."
...
"Aunque la mayor parte de la gente fue a ver el derribo de la primera chimenea muy cerca de esta, en la calle de los Metalúrgicos, desde distintos puntos de la ciudad con algún tipo de panorámica de la fábrica se podían encontrar pequeños grupos de personas que no querían perderse este momento. “Es un momento triste e histórico”, sin paliativos y con el semblante serio, esto es lo que dice Manuel, un antiguo trabajador de ENSIDESA que ha querido ver el derribo con cierta lejanía desde el Puente Azud. Desde el barrio de Bustiello un grupo de pocas personas vio cómo de repente cambiaba el perfil de la ciudad que había estado así desde los años cincuenta. “Con lo que costó levantarlo y mira ahora”, dice otro antiguo trabajador de ENSIDESA que ha acudido con el coche a Bustiello a ver la noticia del día. Nada más terminar el derribo, aún con el humo asomando a lo lejos, se marcha cabizbajo hacia el vehículo y se va. No ha dado tiempo a preguntarle el nombre. 
En las inmediaciones del polígono industrial de la antigua ENSIDESA hay avisos de las próximas fechas para los derribos de las otras cuatro chimeneas. El 30 de septiembre. El 7 de octubre. El 21 de octubre. Y el 5 de noviembre. Todas las fechas son sábados. El gasómetro se derribará un domingo. La cuenta atrás se ha iniciado hoy. Pronto todo habrá desaparecido. La niña que hace un rato preguntaba si habría parque donde ahora hay chimeneas sigue contemplando el lugar. Los adultos comentan entre ellos y ella saca conclusiones en voz alta: “y ahora ese humo se va al cielo.”

A la izquierda de las chimeneas otro elemento del patrimonio industrial, los gasómetros de estas baterías, de los que solamente quedará uno en pie y será lo único que las recordará. El historiador y activista social Diego Díaz Alonso lo publica en también en Nortes, a fecha del 15-11-2022, es decir, un día antes con el título Avilés solo "indultará" a uno de los gasómetros de la antigua ENSIDESA:
"La Comisión Informativa de Urbanismo y Promoción Económica del Ayuntamiento de Avilés ha abordado este martes el convenio por el que uno de los gasómetros del complejo de baterías de cok será cedido gratuitamente al municipio. 
El gasómetro quedará así excluido del proceso de demolición de las antiguas instalaciones siderúrgicas, cuyo suelo quedará convertido en un nuevo parque empresarial. 
El concejal Manuel Campa ha explicado a los miembros de la comisión que actualmente se está trabajando en plasmar el acuerdo por escrito. 
En los próximos días, ha dicho el edil, se concretará la fecha de celebración de un pleno municipal extraordinario que tendrá lugar este mes y que abordará, tanto la aprobación del citado convenio, como la modificación del Plan General de Ordenación para recoger el nuevo planeamiento específico de los terrenos de baterías de cok.  
Desde diferentes asociaciones relacionadas con el patrimonio industrial, CCOO, el Colegio de Arquitectos, y Cambia Avilés, el grupo municipal integrado por Podemos e IU, se había reclamado la conservación integral de estos símbolos de la antigua ENSIDESA."

Buscando el otro punto de vista, la necesidad de buscar espacios de reindustrialización y la expansión del polígono ya existente, puede hacer perentoria la búsqueda de espacios libres hacia los que crecer:
"Las antiguas Baterías de Cok de Avilés, una de las grandes instalaciones de la siderurgia española, está siendo demolida. La recuperación de este espacio y su transformación pondrá a disposición de las empresas un lugar estratégico donde asentar sus proyectos empresariales. 
El proyecto de transformación del ámbito supone un importante hito para el desarrollo industrial en el marco estratégico nacional. 
Las obras que se están llevando a cabo responden al compromiso medioambiental y de sostenibilidad que caracteriza al conjunto del proyecto. El nuevo parque será un proyecto de suelo industrial líder de la región, especializado y de calidad, que va a contar con la certificación VERDE de Polígonos, un valor añadido y diferenciador, alineado con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030. 
En nuestro compromiso con el desarrollo sostenible, el Parque contará con sistemas para la reducción de consumo de agua, ahorro de energía, aplicación de energías alternativas, entre otras medidas a adoptar."

Más a la izquierda, otro de los cada vez más escasos elementos supervivientes de la antigua Ensidesa, "La Chimenea del Pepa", conocida así por estar en el parque empresarial pero que es un elemento, ya descontextualizado de lo que fue un sistema de fabricación de sínter, amalgama de mineral de hierro, coque y un fundente, para los altos hornos


Mide 103 metros de altura y en el año 2021 hubo de intervenir el mismo Ayuntamiento para evitar su deterioro, ya que se habían desprendido diversas porciones y el propietario no había hecho caso a los pertinentes requerimientos. En El quesiqués de los símbolos de Avilés, Alberto del Río Legazpi le dedica esta semblanza:
"Se puede ver desde muchas calles de Avilés y es el símbolo más omnipresente –tiene cien metros de altura– de la ciudad. 
Está situada en las antiguas instalaciones de ENSIDESA, gigantesca empresa pública que nos cayó encima, en 1950, y cuyo nombre callaron, en 1994, cambiándoselo por otros, al tiempo que borraban instalaciones, hasta llegar a la actual Arcelor-Mittal. 
La chimenea de hormigón armado, ejercía labores de sinterización y es el único elemento -y el único recuerdo- que queda de la industria de cabecera de ‘la empresa’ (como conocían sus trabajadores a ENSIDESA), después de ser demolidas valiosísimas piezas de patrimonio industrial (central térmica, hornos altos, etc.) que fueron a tomar por donde se empiezan los cestos, sin estudio previo ni previsión de reaprovechamiento que valga. Dinamita y a otra cosa mariposa. 
Hoy, la chimenea del Sínter, de propiedad privada, no echa humo ni echa nada. Ella solo se limita a medir 100 metros y a estar allí, parada, a juego con los tiempos que corren."

Las grúas de los muelles revelan no ya la continuidad, sino incluso la expansión de la actividad portuaria, en ese caso a lo largo de la margen derecha de La Ría. En mayo de 2023 la Autoridad Portuaria de Avilés prorrogaba ocho años más el uso de esta parte de la dársena a ArcelorMittal, multinacional que anunciaba a la vez de ello la inversión de 6,5 millones en estas instalaciones, las cuales ocupa desde 2006, con una extensión de 740 metros de muelles y una superficie de 49.000 metros cuadrados


Y aquí cruzamos pues la Avenida Conde de Guadalhorce, en lo que fue antiguamente la Carretera del Torno, así llamada porque iba paralela a la Ría por el camino por el que pasaba un carro con un torno con el que tiraba de los barcos que encallaban en los arenales existentes antes de la canalización del estuario. Popularmente se conocía como La Carretera San Juan o San Xuan. Su construcción fue dirigida por Federico Ureña González-Olivares, al que Alberto del Río Legazpi llama El desconocido Ureña en este Espisodio de La Voz de Avilés-El Comercio del 11-2-2018:
"En Avilés si dices Ureña algunos piensan que te refieres al recordado Justo Ureña, otros a Gabriel Ureña Hevia –nieto del Cronista– y cuyo cello suena mucho y bien. Muy pocos saben de Federico.
Federico Ureña González–Olivares nació, en 1859, en Oviedo donde pasó niñez y juventud. Era primo del catedrático y escritor Leopoldo Alas Ureña (‘Clarín’). Al terminar sus estudios se traslada a Avilés, en 1882, para trabajar con el ingeniero vasco Carlos Larrañaga que dirigía las obras de canalización de la Ría, histórica reivindicación local conseguida principalmente por dos políticos liberales de Avilés en el Congreso, Julián García San Miguel (segundo marqués de Teverga) y Estanislao Suárez–Inclán 
 Federico Ureña se alojaría en La Serrana durante dos años. Como no sabía perder el tiempo, su trabajo se expandió por distintos sectores, en una época donde no abundaban (al menos en Asturias) ingenieros ni arquitectos. (...) 
Ureña se implicó laboral y socialmente en Avilés en todos los sentidos. En 1884 se casa con María Dolores González–Posada la hija mayor de Serrana Gutiérrez Pumarino, dueña de la famosa fonda (luego hotel) La Serrana, donde se alojaba. El matrimonio compró una casa, por 20.500 pesetas, en el número 8 de la calle de Alante o Adelante y que a partir de 1890, cuando llegó el tren a Avilés, se llamaría calle de La Estación. Era un edificio con bajo, piso y huerta que daba a La Ribera (hoy calle Emile Robin, paralela al parque El Muelle). El matrimonio tuvo once hijos de los cuales vivían ocho cuando murió Federico. 
Desarrolló labores –en sus veinte años de residencia en Avilés– en distintos campos: canalización de la Ría, empresa privada y ámbito municipal. 
Hay que decir que el Ayuntamiento, haciendo de la necesidad virtud, le dirigió una carta ‘rogándole’ trabajase en lo municipal. Y es que se había quedado sin el arquitecto Ricardo Marcos Bausá que se había largado, después de tenérselas tiesas con el alcalde José Cueto a costa del proyectado parque El Muelle. Y puesto que los arquitectos escaseaban y el municipio tenía obras que no podía paralizar la cosa terminó con Federico Ureña como Director de Obras Municipales y como tal se hizo cargo de labores de ingeniería y arquitectura. 
Por ejemplo las obras de construcción, hasta su terminación, del nuevo parque El Muelle (que había trazado Bausá) donde Federico diseñó un excelente kiosco musical que algunos consideran el mejor de Asturias. Proyectó la carretera que llevaba de Avilés a Piedras Blancas (la conocida como Carretera de la Plata). Trabajó en la crucial planificación del segundo ensanche de Avilés que comprendió la apertura de tres travesías (Pablo Iglesias, Libertad y Las Artes) que unían las calles Rivero y Llano–Ponte. 
Federico Ureña fue solicitado por particulares para trazar planos de las siguientes edificaciones:  
En el año 1883 el edificio nº 11 de la calle de Emile Robin (para entendernos donde está la Cafetería Germán), el nº 10 de la calle Pedro Menéndez y en la calle Galiana un palacete (conocido como casa de Arias de la Noceda) hoy propiedad municipal. Sobre este inmueble cuya autoría algunos adjudican  a Armando Fernández Cueto (que tampoco era arquitecto sino maestro de obras) hay cierta confusión que Héctor Blanco (que se lo atribuye a Federico) justifica, en su excelente libro ‘Arquitectura sin arquitectos’, como que «probablemente ambos asumiesen conjuntamente la ejecución de algunas obras de especial envergadura técnica y decorativa». 
En 1884 y 1885 los edificios 14 y 27 de la calle Ruiz–Gómez, este último haciendo esquina con la calle del Muelle ha sido recientemente rehabilitado. Así como los inmuebles números 2, 4 y 8 de Llano–Ponte, por lo que la singular esquina, en chaflán, de esta calle con Ruiz–Gómez también es obra de Federico Ureña. 
En 1892 el histórico edificio nº 21 (hoy 29), que es todo un episodio aparte, de la calle La Ferrería; así como el número 6 de La Muralla. En 1893 diseña el lavadero público de González Abarca que, actualmente, y después de haber sido desmontado su techo y columnas es un espacio estúpidamente abandonado. 
Finalmente está el espectacular edificio que hace esquina entre las calles Rui Pérez y La Florida que comenzó a levantar en 1890 y no se terminó hasta 1910. Algo que no vería Federico, cuyos bronquios no aguantaban con salud la humedad y se había marchado en 1902 con su familia, por alejarse de la costa se dijo, a Sevilla donde falleció en 1905, a los 46 años, cuando trabajaba en la construcción de un puente en Alcalá de Guadaira. 
El joven músico Gabriel Ureña, con una brillante carrera internacional como solista de violonchelo, es nieto de Justo Ureña quien fue empleado del Ayuntamiento de Avilés (y en su jubilación Cronista Oficial de la ciudad) y el cual, a su vez, fue nieto de Federico Ureña, Ayudante de Obras Públicas que –por escrito queda– dejó su huella en trazados de carreteras, calles y edificios de Avilés."

Y ya nos asomamos a La Ría, hacia donde salió el puerto desde el viejo muelle rellenado, ocupando ahora gran parte de sus riberas. Su aspecto actual obedece fundamentalmente, recordamos, a dos factores, su canalización ya avanzado el siglo XIX y la gran ampliación portuaria acontecida con la llegada de ENSIDESA, a lo que podríamos añadir un tercero, su ampliación posterior por buena parte de la margen derecha, como estamos viendo. Escribe de ella, de su historia y leyendas de la mítica ciudad sumergida de Argenteola, así como de su grandemente deseada reunión con  la población en este lugar, el gran Alberto del Río Legazpi en su Episodio titulado La Ría es la gran razón de ser de Avilés:
"La de Avilés es Ría mayúscula.

No como las formadas por pequeños ríos que sumando caudales terminan acoplándose y poniendo rumbo hacia la mar. Aunque con las rías nunca se está seguro de si es el agua dulce la que se sale al mar o  la salada la que penetra en la dulce.

Pero salvados estos conceptos erótico-geográficos, se llega directamente a la conclusión de que el estuario local es diferente porque la circunstancia avilesina impone categorías y añade valores.

Por si esto fuera poco, la endiablada geología submarina local forma al poco de desembocar en el Océano Atlántico  el ‘Cañón de Avilés’, uno de los mayores del mundo. Se inicia en los Picos de Europa, se embarca luego en placas tectónicas en la Ría avilesina y se abisma en alta mar, a menos de 15 kilómetros del faro de Avilés, también conocido como el de San Juan.

En el Museo Marítimo de Asturias, en Luanco, se expone una maqueta donde se describe esta artillería descomunal que lleva el nombre de Avilés por todas las cartas marinas del mundo.

Hoy, la barra de la Ría está adelgazada por la ingeniería naval. Pero se supone que, en tiempos de Maricastaña, aquel delta era tan ancho como para estar limitado entre lo que hoy es el faro de Avilés y el peñón de Raíces. Entre ambos el mar batía un paisaje ‘dunar’.

La Ría es sitio único donde brotan lugares singulares y mágicas leyendas. Algunas dicen que Avilés (situada en la margen izquierda) fue la antigua Zoela y que en la península de Nieva (margen derecha) estaba ubicada la población de Noega. Un asunto que se hunde en una noche de tiempos remotos, al igual que el de la ciudad submarina Argenteola naufragada, según la leyenda, en la parte central del estuario.

También es Ría milagrosa en la que aparecen y desaparecen islas, como la teórica de la Innovación que está por venir al mundo o como aquella de San Balandrán que fue merendada por una draga (dragón mecánico) en los años cuarenta del pasado siglo XX.

Luego están los sitios veraces como La Peña del Caballo, una roca de curioso perfil equino y, haciendo un giro de casi noventa grados, la Curva de Pachico, en el increíble pueblo de San Juan de Nieva partido en dos por la mismísima Ría y troceado en tierra por tres municipios. Una carnicería burocrática. El colmo de lo administrativo y de lo fronterizo.

Pocas poblaciones tienen tan incrustado lo marino en su historia como la de Avilés. En su escudo, con origen en una anécdota guerrera del siglo XIII, el protagonista principal es un barco que navegando a toda vela arremete contra una cadena tendida entre dos torres sevillanas. 

El que no se pueda concebir Avilés sin puerto es tan cierto como que éste es producto de una Ría que, enclavada en el centro del norte atlántico español, fue bendecida por la estrategia geográfica (muy cercana a Oviedo, capital del reino de Asturias) y por el abrigo que procuraba a aquellas frágiles embarcaciones de madera. Durante siglos fue de los más importantes puertos desde el Miño al Bidasoa, de Portugal a Francia. Luego vinieron el carbón y más tarde las vacas flacas con los grandes buques del siglo XX, demasiado anchos y largos para tan fino estuario y tan cerrada Curva de Pachico, que es un episodio aparte. Y también atracaron angustiosas crisis siderúrgicas. Pero seguimos navegando.

Porque hoy Avilés no está «panza arriba con los pies en el agua», como narraba, en ‘También se muere el mar’ el escritor avilesino Fernando Morán que también fue el ministro que metió a España en Europa. La ciudad renació y en gran parte debido a su Ría que, por unas y otras cosas, le sigue procurando torrentes de modernidad de todo tipo. Complejos de nuevas tecnologías, o culturales como el Niemeyer, están amarrados en su margen derecha. Y en la izquierda sigue atracado, desde hace siglos, uno de los cascos históricos más destacados del norte de España.

La Ría es nuestra fachada marítima, esa que tanto nos está costando reconquistar al llevar más de cien años separada de la ciudad por lo que en su día fue progreso y hoy es un enjambre desordenado de vías ferroviarias y carreteras cargadas de tráfico hasta los topes.

Pero llegará el día en que casco histórico y estuario se reconcilien. A la espera de tan histórico momento, no hay duda de  que la Ría–respecto a la villa de Avilés– es la madre que la parió.

Y aquí paz y luego gloria."

En su margen izquierda La Ría está ocupada prácticamente en su totalidad por el puerto, aquí deportivo, más allá pesquero, luego también mercante. Los muelles comerciales se prolongan a lo largo de 3.550 m en este estuario formado por la desembocadura de varios ríos, como el Alvares, que viene a ser el que se abre propiamente formando el estuario, al que van desembocando los ríos Vioño, La Madalena y, más al norte, el río Raíces, sin olvidarnos del ahora subterráneo Tuluergo, cuya desembocadura hizo de puerto durante siglos, separando La Villa de Sabugo. En Pasado y presente de los puertos de Gijón y Avilés de Hoy x Hoy Gijón Cadena SER, la presentadora Alicia Álvarez escribe lo siguiente:
"La ganancia de terreno por la margen izquierda de la ría de Avilés se produjo entre 1870 y 1917. Mientras se construía la carretera de la costa, el ferrocarril del Norte y el puerto de San Juan de Nieva, se desecaron las marismas provocadas por las crecidas y la desviación de los meandros de la ría. Al canalizar el tramo que conduce al estuario en aquel espacio inundable se hizo el actual parque del muelle o de Sabugo."

En esta rampa portuaria encontramos las argollas para atar las estachas o cabos de amarre de las embarcaciones. Al desecarse el viejo muelle y eliminarse las marismas el puerto se extendió por toda la ribera izquierda


El metal y sus usos y elaboración, algo presente en Avilés desde la prehistoria de La Ría hasta nuestros días, en la Presentación de los planes de expansión del Puerto de Avilés, del Presidente del Principado de Asturias, Adrián Barbón, se hace referencia a ello, abundando en referencia históricas y mitológicas para seguidamente referirse al presente y al futuro, aportamos esta primera parte de la intervención:
"Cuenta la mitología griega cómo Poseidón, dios de los mares, fue enviado por Zeus a servir a Laomedonte, rey de Troya. Este encargó al dios, y a su hermano Apolo, bajo la promesa de grandes recompensas y sacrificios en su honor, la construcción de unas murallas que ningún mortal pudiera rebasar. Construida la muralla, Laomedonte olvidó su promesa y, como castigo, un monstruo marino asoló las costas de Troya durante años.

Avilés ha dado a Asturias años de prosperidad, metal, valor añadido y oportunidades. Ha sido puerto de abrigo de gentes y barcos, ejemplo de ciudad industrial y trabajadora por antonomasia. A cambio, reclama políticas que favorezcan y faciliten sus continuas mutaciones, su labor permanente de adaptación a los tiempos. Si Avilés, como Poseidón, ofrece su trabajo al servicio de Asturias, Asturias no puede ser Laomedonte y fallar al compromiso. Si lo hacemos, simplemente, nos estaremos condenando a enfrentar un monstruo marino en forma de decadencia, olvido y negro futuro.

Estoy seguro de que ustedes, sus caras lo dicen, no quieren escuchar a un presidente hablar de mitología. 

Resulta mucho más pragmático hablar de hechos, de realidades y de políticas activas; de inversiones, de apuestas firmes y de puestos de trabajo. La verdad es que todo eso, por qué no decirlo, es el plan que hoy nos presenta la autoridad portuaria. Sí, y también el reconocimiento al compromiso de Puertos del Estado y Asturias con esta tierra, no solo con Avilés, sino con toda la comarca: Corvera, Castrillón o Gozón.

Sin embargo, lo épico, curiosamente, no solo está en la mitología, sino también en la historia. Hablar de Avilés es hablar de industria pesada, de la ría y también de un puerto milenario. 

Sea o no sea Avilés la legendaria Argentola ptoloméica, lo cierto es que la villa aparece en los relatos y en la tradición oral como tierra de fuertes vínculos con el metal y su trabajo artesano (hierro, bronce,…), donde se acogían viajeros con toda naturalidad y, en definitiva, ligada de forma indeleble al mar, a la ría.

La ría y su abrigo, el calor de las y los avilesinos, proporcionado a naves y gentes de todas partes, situaron Avilés, desde época temprana, como una de las dársenas más destacadas del Atlántico europeo. Dicha relevancia no se ha perdido, sino todo lo contrario. Hoy es uno de los 46 puertos de interés general del sistema portuario español. Seguro que suena a poca cosa, 1 de 46, pero es que España dispone nada menos que de 8.000 kilómetros de costa. Las instalaciones avilesinas se incluyen dentro de los puertos de dimensión media del sistema y en 2021 ocupaba el lugar 19º entre las 28 autoridades portuarias españolas.

La evolución del tráfico del puerto de Avilés en los últimos 15 años marca cierta estabilidad, con una media de 4,9 millones de toneladas que viene siendo el volumen de tráficos sostenido. Más del 60% se corresponde con graneles sólidos. Siendo así, si nos centramos en su perspectiva de puerto industrial, de puerto del metal, del zinc, estamos hablando de uno de los enclaves portuarios más importantes a nivel mundial.

Las principales mercancías que se mueven son los productos siderúrgicos (23%), mineral de zinc (22%), otros minerales (14%), productos químicos como alquitranes, amoniaco, ácido sulfúrico (17%) otros siderometalúrgicos como el zinc (8%) o abonos (6%). Qué duda cabe, Avilés es un puerto industrial, pero no solo es eso, también es paradigma de la oportunidad que se genera al comprender y articular una buena sinergia entre puerto y ciudad. Es precisamente esta visión y desarrollo armónico lo que ha situado Avilés como modelo de ciudad viva, versátil y con alta capacidad de reinvención. 

Avilés no es casualidad, sino acreedora necesaria de causalidad. Sin complejos, su receta es una historia de éxito por la riqueza de sus ingredientes: ciencia, innovación e industria. Un cóctel de tradición y futuro que construye un destacable presente, sin miedo a la disrupción."

La argolla más cercana al agua, cubierta de musgo, ofrece, como esa parte de la rampa, que queda sumergida en marea alta, un intenso color verde


Y es que aquí estuvo el antiguo puerto de pesca, y frente a él la primera rula o lonja del pescado, sita entre el muelle y las vías del tren. Construida en 1920, de ella escribe Legazpi en Cuando la vieja rula fue la nueva:
"En una primera fase se trató de una construcción pequeña, muy modesta, hecha de madera, que menos de una década después sería derribada. Un lustro más tarde se construiría una más amplia que tenía más capacidad para las subastas.

Sin embargo, después de la Guerra Civil, la pesca se convierte en la principal actividad económica de la ciudad y ante el creciente número de descargas de pescado, se propone la construcción de una nueva lonja que impida que gran parte de la carga sea trasladada a Gijón para ser subastada"

Más datos abunda Legazpi en otro de sus Episodios Avilesinos, el de Rula que te Rula, en él repasa la historia de la pesca en Avilés, en concreto en su arrabal extramuros de Sabugo, y las circunstancias que se dieron para construir la primera rula del pescado:
"Cuando se decidió que Avilés tuviese murallas, hace cerca de mil años, fue por defenderla de los que venían por mar con bandera pirata y con planes de saqueo y destrucción de sus riquezas que el mar, su puerto, le había facilitado.

 Por entonces la villa asturiana ya comenzaba a figurar en los principales ‘circuitos’ comerciales medievales lo que va a explicar toda su futura polarización económica hacia el comercio y la pesca. Se importaba sal pero también se exportaba pescado salado (salazón) que la daba cierta seguridad de conservación.

Ese pescado lo obtenían los marineros del pueblo de Sabugo situado a un costado de la pujante Villa comercial amurallada, cuyo esqueleto eran las calles Ferrería, La Fruta, El Sol y San Bernardo.

La pesca de los de Sabugo, sin muralla que los defendiera, fue durante siglos artesanal y los pescadores se agrupaban en gremios, cofradías, sociedades de mareantes que se reunía en el exterior de la iglesia situada en el centro del pueblo. Las ventas de lo pescado se hacían en la cubierta de los barcos al atracar en puerto, en la rampa del muelle y también en las calles de Sabugo. Un episodio aparte.

Pasados los siglos y con la llegada de los barcos de vapor y la adopción de nuevas artes de pesca aumentan considerablemente las capturas, el mercado pesquero necesita organizar su comercialización. Así nacen las lonjas o rulas, que son locales donde subastarlo y que en Avilés fueron nada menos que cinco, un record que pocos puertos (si es que hay alguno) presentan en España.

En 1920, los pescadores avilesinos, capitaneados por Tadeo Fernández (padre de Ramón Fernández ‘El Morenito’ director, que fue, del Orfeón de Avilés) decidieron constituir una cofradía que llamaron El Crepúsculo parece que porque ‘el crepúsculo es la hora más favorable para pescar la sardina’ y su primera rula (20 de mayo de 1920) fue de madera, en terreno cedido por Victoriano F. Balsera entre sus famosas naves y el paso a nivel de Larrañaga. En aquel tendejón los pescadores pudieron subastar, por fin, el pescado bajo techo y estuvo funcionando hasta 1928 cuando un plan de ensanche de vías de ferrocarril obligó a derribarlo."

Posteriormente, se hará otra nueva rula, la tercera, algo más al norte, frente al actual Muelle Pesquero, también desplazado allí, a la que su cedería una cuarta. Ese muelle lo divisamos bastante bien desde aquí, entre los mástiles de las embarcaciones del actual Puerto Deportivo de Avilés y, aún más allá, los grandes barcos cargueros del Muelle de Raíces. Pero sin duda alguna nuestros ojos se irán derechos primeramente a estos tres grandes cuernos cónicos, inclinados sobre el Paseo de la Ría: es la escultura Avilés, obra del ceramista, instalador, pintor y por supuesto escultor Benjamín Menéndez instalada en junio de 2005 por encargo de la Autoridad Portuaria. En Esculturas en Asturias de la web Vivir Asturias se recogen las palabras del artista a propósito de esta monumental instalación, explicando su cometido:
"Intervenir en un espacio clave, económica, geográfica y vitalmente de Avilés y para Avilés, la ría, recuperada después de décadas como espacio de tránsito, paseo y convivencia de la ciudad con el mar"

Cada cono pesa unas 20 toneladas y su altura máxima, en el cono central, llega a los 30 metros; de anchura son 32 m y de fondo 28 m. Desde el año 2012 este conjunto de "tres grandes púas de acero cortén" dispone de un sistema especial de iluminación nocturna que renovó su primeros focos de luminarias. Alberto del Río Legazpi lo llama El tricornio de la Ría en su ya citado artículo o episodio El quesiqués de los símbolos de Avilés:
"La escultura, llamada oficialmente ‘Avilés’, de Benjamín Menéndez, se emplazó en 2005, por iniciativa de la Autoridad Portuaria, entonces dirigida por Manuel Ponga, en el recién inaugurado paseo de la Ría.

Es un espectacular conjunto escultórico de 30 metros de altura compuesto por tres gigantescos conos, de acero ‘corten’, dispersos en otras tantas direcciones.

La prensa, resaltó su carácter simbólico, como una especie de unión de la ciudad con su fachada marítima y sondearon al personal al respecto, por ver si daba con algún nombre que fuera más identificable que el oficial, tan prodigado.

No hubo forma, y eso que se barajaron apodos que iban de la alabanza al sarcasmo, pero ninguno cuajó como definitivo. Surgieron los de: ‘Oricio’, ‘Orición’, ‘Tricuerno’, ‘Tricono’, ‘Tricornio (a secas), ‘Ojalá’ (a secas, también), ‘Los Pirulís’, ‘Mamotreto’, ‘Los Pinchos’, ‘Las Púas’, ‘El Encuentro’, ‘Acero cornudo’ y también, claro: ‘Acero cabrón’… Pero, aunque sin entusiasmo, el más usado es ‘El tricornio de la ría’.

La escultura, un serio candidato como símbolo del Avilés moderno, lo tiene muy crudo desde la construcción del Centro Niemeyer."

Legazpi les dedicará también, como a la rula, un episodio específico,  Los cuernos de la Ría, de fecha 10-12-2017 especialmente interesante, pues además de los pormenores de su instalación nos cuenta los grandes cambios acontecidos en puerto y ría en muy poco tiempo, durante los primeros del siglo XXI:
"El mundo, aparte de muy ruidoso, va muy rápido. Por ejemplo un conocido mío, Pepe Mouriño, que estuvo trabajando dos años en los Estados Unidos durante 2004 y 2005, no reconoció a su regreso a Avilés el paisaje de la ría al ver que por fin no veía las montañas de lodos que enmierdaron la zona alta del estuario, entre los puentes Azud y San Sebastián, durante los años siderúrgicos.
 También comprobó que el estrecho camino asfaltado –en el que también operaban los rederos del puerto pesquero– que corría entre la avenida del Conde Guadalhorce (o carretera de San Juan) y la Ría, delimitado por árboles, bancos de cemento y norays, también había desaparecido. Había sido desplazado por un magnífico paseo de 986 metros de largo, por 15 de ancho, con balaustrada metálica, iluminación, césped, menos árboles que antes, bancos de madera y una escultura gigantesca con tres enormes conos. Luego le dieron detalles.
Su autor era el pintor, escultor y enseñante, Benjamín Menéndez Navarro a quien la Autoridad Portuaria, entonces presidida por Manuel Ponga, había encargado una escultura para aquel nuevo paseo después de desechar la idea de plantar una fuente. 
Benjamín se puso a la tarea y presentó un proyecto titulado ‘Avilés’, que fue aprobado, de tres conos de acero corten de unos 30 metros de altura unidos en orden disperso del suelo al cielo. Tengo leído que explicó que «Se trata de una trilogía que recoge muchos momentos vitales y creativos. Es un canto, un poema dedicado a la mar, a la historia de la ciudad y a la ría que le dio origen» (Para conocer con más detalle la trayectoria del escultor recomiendo el artículo de Cristina del Río publicado en LA VOZ DE AVILÉS, 8 de octubre de 2017, titulado ‘El discurso escrito sobre acero’). 
La obra requería un complicado trabajo de ingeniería, construcción e instalación, lo que hizo que los portuarios buscasen otros patrocinadores y colaboradores (públicos y privados) que compartiesen el coste de la gigantesca obra de arte. Los encontraron y y el asunto echó a andar. 
Se realizó en Avilés, en el Polígono Empresarial Principado de Asturias (PEPA) donde ingenieros y operarios especializados planificaron y trabajaron, durante 18 meses, en su fabricación y posterior unión de 225 piezas que ensambladas formarían los conos de 30 de metros de altura y un peso total de 60 toneladas. Su traslado e instalación también fueron complicados y hubo que cortar el tráfico dos días en la carretera de San Juan. 
Ya dije que Benjamín Menéndez había bautizado su obra como ‘Avilés’, pero el personal le buscó otros nombres, hasta se hicieron quinielas: Los pinchos. Las púas. Los mástiles. El encuentro. Oricio. Orición (seguramente de admiradores gijoneses). Ojalá (parece que este fue nombre de gusto del autor). Los pirulís. Acero cornudo. ¡Coño que cono!… Tricuerno. Acero cabrón (seguramente los hartos ‘de la moda’ del acero corten). Tricono. El tricornio de la Ría y, con el que se hubiera quedado Pepe, Los cuernos de la Ría. 
Son tres enormes conos de acero (28, 29 y 30 metros) que desde el suelo parten unidos, en orden disperso hacia el cielo con diferentes ángulos de inclinación y dirección. El conjunto tiene 32 metros de ancho y 28 de fondo. 
El material utilizado para la escultura es acero, hoy producto ya históricamente asociado a Avilés, pero acero corten (corrosión tensada: cor–ten) que se irá oxidando,  efecto que protegerá a la pieza del deterioro. 
‘Avilés’, inaugurada oficialmente el 15 de septiembre de 2005, es ya una incontestable referencia en la ciudad y también en Asturias ya que es la escultura urbana más grande de la región, poco más que el «Sagrado Corazón» del Naranco ovetense y más de tres veces que el «Elogio del horizonte» de Gijón. La magnitud, presencia y perspectiva de los tres conos dominan y atraen la vista sobre ellos. Disparo visual impresionante. 
La obra ha quedado anclada, al lado del nuevo puerto deportivo, en la margen izquierda de la Ría y es un jalón, otro más, que marca su reconquista. Un episodio aparte. 
En los siguiente años Pepe Mouriño –vecino de la conocida calleja Los Cuernos– asistió en persona a otros hitos de dicha reconquista como fueron el ‘nuevo’ puente de San Sebastián, que une las dos márgenes de la ría, y la inauguración del complejo cultural trazado por el arquitecto brasileño Oscar Niemeyer en la margen derecha. 
Y hoy, doce años después de inaugurada la escultura de Benjamín Menéndez en la margen izquierda, se divisa a la Ría –aquella enorme cloaca– virando, a pesar todavía de alguna salpicadura contaminante, del negro al tecnicolor. 
Tratando de recuperar la salud."

Entre las naves de la Avenida del Conde de Guadalhorce juna, histórica, destaca especialmente la de balsera, o más bien las de balsera pues, como los cuernos, son realmente tres, los Grandes Almacenes de Victoriano F. Balsera, construidos en 1910 (otras fuentes dicen 1912) por iniciativa de este empresario, que fuera presidente de la Cámara de Comercio, Industria y Navegación de Avilés y de la Junta de Obras del Puerto, buscando una más que estratégica ubicación entre las rías y el puerto, tanto para comercializar rápidamente su producción por tierra y mar como para recibir sus mercancías


Es un proyecto del arquitecto municipal Antonio Alonso Jorge, quien también construyó el emblemático edificio de la antigua Pescadería. Pese a ser un elemento protegido y haber sido restaurado (discutidamente), no termina de encontrársele algún uso conveniente, por eso Natalia Tielve García, Doctora en Historia del Arte, escribe de su estructura y más recientes avatares en patrimonioindustrial.com:
"Las tres naves en las que se vertebra el conjunto, de fábrica de mampostería enlucida, adoptan una disposición perpendicular con respecto al estuario. El complejo incorporaba originalmente un volumen de menores dimensiones, localizado en el extremo septentrional, que cumplía funciones auxiliares. Resulta especialmente notable el cuidado diseño de su fachada principal, proyectada hacia la ría, armonizando funcionalidad y ornato. Los lienzos se organizan a través de pilastras planas recorridas por motivos geométricos, entre las que se disponen los vanos, combinando distintas soluciones de remate y tamaño diferenciado. La nave central incorpora miradores cerrados en altura y un balcón de balaustre que descansa sobre ménsulas en la parte superior, coronada con frontón curvo moldurado. En el interior, diáfano, se disponen columnillas de hierro sobre las que descansan las cerchas metálicas que soportan la cubierta, desarrollada a doble vertiente. Anima los cierres la incorporación de hiladas de ladrillo visto, con juegos geométricos, imperceptibles en la actualidad con el nuevo enfoscado de los muros. Cubriendo los accesos se disponían marquesinas planas.
Tras años sin uso, fracasadas varias propuestas de reutilización – hotel de empresas, sede del archivo histórico de ENSIDESA, centro de ocio, museo de la industria… - hoy en día las naves siguen sin contar con un futuro escrito. En el año 2015 se emprendieron unas labores de limpieza y sustitución del enfoscado de las fachadas, aplicándose una aséptica capa de pintura blanca – al igual que en la malograda Pescadería municipal –homogeneizando – y desvirtuando - estéticamente el entorno del estuario a imitación del Centro Niemeyer."

Nuevos datos estructurales y algunos datos históricos sobre Almacenes Balsera nos los aporta el muy recomendable blog Lugares con historia, de Viajero Asturiano, además de fotos de su estado, exterior e interior, anterior a la restauración:
"...están construidos estratégicamente entre la ría de la ciudad y las vías del tren de la antigua estación del norte. Al estar situados a escasos metros del puerto y pegado a una carretera y las vías férreas hacia de ellos un punto excelente para el almacenaje de todo tipo de materiales.

Fueron construidos en 1910 por orden de V. Fernández Balsera, quien les da nombre. Están formados por tres naves realizadas en ladrillo enfoscado sobre basamento de mampostería. Tan solo en algunos lugares se hace visible el ladrillo que genera molduras sencillas. Aunque el hastial de las naves describe una sugerente parábola, los tejados están construidos a doble vertiente. La fachada principal, que mira hacia la ría, se abría hacia la calle con amplias marquesinas que protegían las entradas. En la nave central debieron situarse las oficinas destacadas al exterior por medio de miradores de madera. Estos almacenes fueron construidos teniendo en cuenta las vertientes estilísticas de moda y con claras concesiones a lo decorativo. En ellos la alternancia de diferentes tipos de vanos y la acentuación de las líneas estructurales son las bases de la composición. En este caso la preocupación por la formulación estética de los edificios tiene fines claramente publicitarios y comerciales. En la misma ciudad se encuentra otro edificio de las mismas características arquitectónicas, usado antiguamente como centro de venta de pescado y ahora para servicios del ayuntamiento.

Durante la revolución de 1934, fueron usados por las fuerzas proletarias para establecer un puesto, se atrincheraron con los materiales allí disponibles.

Por desgracia actualmente se encuentran abandonados, sin uso, la propiedad es privada y por lo que pude averiguar, perteneció al clero local pero posteriormente seria vendido a manos privadas que querían sacar rentabilidad de la operación."

Pero como en todo, para casi cualquier cosa de Avilés hay que echar mano, como siempre, del escritor-periodista-cronista Alberto del Río Legazpi, que en Los Episodios Avilesinos de La Voz de Avilés-El Comercio de fecha 7-4-2013 publica el correspondiente a Las naves de Balsera, atracadas en la ría de Avilés desde 1910:
"Llevan, en la margen izquierda de la Ría de Avilés, más de un siglo y están ligadas a aquella revolución de los muelles, cuando a las aguas se las hizo entrar en cauce.

Fueron construidas por Victoriano Fernández Balsera, comerciante de origen humilde, nacido en el barrio de Sabugo, en 1860, precisamente el año en que comenzó a canalizarse la ría, bajo la dirección del ingeniero y escritor ovetense, Pérez de la Sala.

Hombre muy avispado, Victoriano supo estar al loro y aprovechar la ocasión cuando –con la ayuda de su acaudalado cuñado, Antonio Gutiérrez Herrero– consiguió poner en marcha un pequeño comercio de ultramarinos. El tesón e inteligencia de Balsera para los negocios –aliados con circunstancias históricas, como la primera guerra mundial donde España, al ser neutral, abastecía a los dos bandos– hicieron el resto y lo convirtieron en el dueño de un emporio comercial.

Lo logró cuando, cumplidos los 48 años, adquirió terrenos de relleno entre la estación de ferrocarril, inaugurada en 1900, y los nuevos muelles de la Ría. Allí levantó unos grandes almacenes –conocidos como las Naves de Balsera– dedicados al comercio ultramarino de importación / exportación. Estaban estratégicamente situadas entre los dos grandes medios de transportes de la época, tren y barco. El sabuguero fue uno de los principales exportadores de España y de paso, como el que no quiere la cosa, internacionalizó el nombre de la Villa por medio mundo, pues todos los productos llevaban el sello del distribuidor: Balsera-Avilés-Spain. Chapó.

Sus naves –más de 3.000 m2 de superficie– tan ejemplarmente funcionales, tenían un elegante –infrecuente en arquitectura industrial– diseño arquitectónico, como aún se puede apreciar hoy, pese a su pochoso estado.

Pero a mitad de siglo cerraron. Y tuvieron usos diversos, incluso como contenedoras de banquetes como el servido, en 1952, por el restaurante madrileño ‘Jockey’, con motivo de la inauguración de Cristalería Española o –aisladamente– espectáculos culturales.

En Avilés, Balsera, tiene mucho eco. Si hablas de comercio ultramarino, él fue lo máximo en Asturias, incluso a nivel internacional, aparte de ser el segundo presidente que tuvo la Cámara de Comercio, después de Carlos Larrañaga. Y si lo haces del puerto, donde su negocio originaba gran parte del tráfico marítimo, baste con saber que fue el primer presidente de la Junta de Obras del Puerto. En cuanto al sector pesquero, cedió terreno, al lado de sus naves, donde se instaló la primera rula de pescado de la historia avilesina.
En el aspecto urbano, Fernández Balsera es el nombre de una de las principales calles comerciales (claro) de la ciudad. Si hablas de patrimonio artístico, ahí está su palacio-vivienda (un episodio aparte) que también te remite a cultura porque, hoy, alberga el conservatorio municipal de música. Si lo haces de patrimonio industrial, sus naves son el no va más. 
Nunca se atrevieron a desguazarlas porque, entre otras cosas, están catalogadas por Patrimonio. Pero como sigan poniendo la proa al abandono o se las lleva la marea o se  hunden ellas solas. Lo que sería un naufragio social imperdonable. 
Envidia, tengo envidia –como canta Antonio Machín– de no poder contar, como Federico Fellini, aquello de ‘E la nave va’… porque estas de Balsera no están para muchos boleros, a pesar de que siguen siendo de película. 
A mi también me gustaría creer –basándome en un bello poema recitado por el Nobel de Literatura, Seamus Heaney, en el Niemeyer y que recuerda Esperanza Medina en su blog– que hay cosas que jamás podrá llevarse la marea.

Por ejemplo, las Naves de Balsera."


Y en terrenos cedidos precisamente por Balsera, por entonces primer presidente de la Junta de Obras del Puerto, actual Autoridad portuaria, al lado de las vías del tren, fue donde se construyó la segunda rula de Avilés, que ya hemos citado anteriormente, y de la que seguimos conociendo curiosidades gracias a los artículos mencionados del Río Legazpi:
"... un edificio ya en condiciones, proyectado y dirigido por el maestro de obras Ma­nuel Fernández Díaz ‘El músico’. Allí siguió aumentando la venta de pescado, con el paréntesis de la Guerra Civil. Al poco de entrar las tropas de Franco en Avilés la Cofradía de Pescadores El Crepúsculo cambia su nombre por el de Virgen de las Mareas, ya utilizado siglos antes."

Atendiendo a que la pesca se había convertido en la principal actividad económica del Avilés de la posguerra, una tercera rula sería inaugurada el 19 de junio de 1944, la cual estuvo en funcionamiento durante 36 años:
"Fue en 1944 cuando se produjo un nuevo traslado a un peculiar edificio, soportales incluidos, a orillas de la ría, diseñado por el arquitecto  I. Sánchez del Río, siendo Patrón Mayor de la Cofradía Emilio Cortes con quien comienza la expansión de la industria pesquera avilesina que allana el camino de la época dorada que gestionará su sucesor (en 1971) Clemente Muñiz Guardado."

Muñiz Guardado será además quien pondrá en marcha en 1980 la rula número cuatro, a medio camino entre el edificio anterior y la Dársena de San Xuan, será, cuando sea a su vez sustituida por una quinta, cuando pase a ser conocida como La Rula Vieja:

"...que marcará la entrada en la modernidad, informática incluida, como demandaba el constante aumento de barcos pesqueros que descargaban sus capturas a Avilés. Y el viejo edificio de soportales incluidos demolido para facilitar el paso de la arteria terrestre del puerto.

  Y el negocio pesquero sigue progresando tanto que en mayo de 2009 entrará en servicio, después de una larga crisis que es episodio aparte, la rula número cinco prácticamente pegada a la anterior y cuyas instalaciones ya casi tocan los muelles de San Juan de Nieva. Se construyó, según planos del arquitecto Fernando Barroso, siendo presidente de la Autoridad Portuaria Manuel Ponga (ex alcalde socialista de Avilés) y su gestión ya no estará controlada por la Cofradía de Pescadores Vir­gen de las Mareas. «Marinerito arría la vela, que está la noche tranquila y serena» dice la canción. 

 No sé ahora mismo, pero hace dos años la actual rula (o lonja de pescado) por su avanzada tecnología era todo un referente internacional de calidad y gestión de comercialización de 15.000 toneladas de capturas anuales que suponían una facturación que superaba los 30 millones de euros. 

Y esta es, rula que te rula, la apretadísima historia de las cinco lonjas que ha tenido el puerto de Avilés quien, por volumen de pesca desembarcada, está entre los cinco primeros puertos pesqueros de España. 

Conviene saberlo."

"La vieja rula supuso en su momento un gran avance en distintos aspectos. Constaba de una cancha para subasta de 523 metros cuadrados, para 201 compradores. Un tamaño muy superior a la anterior. Además, contaba con 14 almacenes para fresqueros y un almacén para depósitos de casi mil quinientos metros cuadrados. Eran unas instalaciones que cubrían las necesidades de una flota pesquera que nada tenía que ver con la de 1944. En 1980, la flota avilesina la componían alrededor de 20 embarcaciones tripuladas por unos 280 pescadores y 24 embarcaciones de bajura tripuladas por unos 200 pescadores. Además, la lonja también era la base de ventas pesqueras para embarcaciones de La Arena, Candás o Luanco, por no hablar de otras venidas de otras partes del Cantábrico. 
Pero la vieja rula no solo supuso un avance en términos cuantitativos, ya que fue la primera lonja del país que informatizó todo el proceso de venta, utilizando un enorme ordenador IBM, muy novedoso en la época, y que LA VOZ DE AVILÉS quiso resaltar en sus informaciones de entonces. 
La vieja rula se mantuvo activa durante 29 años hasta que se consideró la construcción de una nueva, la cuarta, más lejos de la ciudad, más amplia y con importantes novedades que la hicieron ser presentada por las autoridades en 2009 como «la más moderna de España, la gran referencia para el sector pesquero de toda la cornisa cantábrica». La Nueva Rula comercializa actualmente la mayor parte de los desembarcos realizados en Asturias y ha sido diseñada de forma que la gestión energética sea respetuosa con el medio ambiente. Ello le ha llevado a ser en muchos aspectos una referencia nacional y europea. 
La vieja rula continúa, pero de distinta forma. Una parte ha sido reutilizada. Allí se puede encontrar a la Cofradía de Pescadores Virgen de la Mareas o a la Cruz Roja. Otras partes aún permanecen infrautilizadas. Un espacio histórico de la ciudad que de momento ha conseguido sobrevivir, al contrario de las anteriores lonjas, pero que permanece al final del paseo de la ría esperando a ser completamente aprovechado, al contar con un enorme potencial para ser disfrutado por los avilesinos, quienes todavía hoy se ven separados de la ría y de la vieja rula por las vías del tren."

Dado que la primera rula de 1920 pasó por reconstrucciones hasta su traslado en 1944 a veces se nos hace un poco lioso realizar el recuento según cada época de las sucesivas rulas de Avilés en el orden de primera, segunda, tercera, cuarta y quinta, pero vamos a aportar también en este aspecto el artículo La rula, cuatro veces nueva, que firma Francisco L. Jiménez en La Nueva España del 25-9-2009 con motivo de la inauguración de la rula actual:
"La rula de Avilés, que a partir del martes comenzará a llamarse «vieja» debido a la puesta en funcionamiento de la «nueva», también había jubilado en su día -diciembre de 1980- a otro complejo pesquero, en su caso al que tuvo abiertas sus puertas a la altura del paso de Larrañaga desde 1943 hasta el momento de su clausura. E, incluso, esa rula había hecho «vieja» a una cuarta, aquella cuya imagen sólo perdura en la memoria de los avilesinos más longevos. Aquella primera lonja de pescado se alzaba a escasos metros de las naves de Balsera y fue el primer espacio techado al servicio de los pescadores avilesinos; antes, los pescadores sólo contaban para la comercialización de sus productos con el muelle y con el barrio de Sabugo. De modo que como apunta con buen humor el cronista oficial de la villa, Justo Ureña, en relación a la lonja climatizada de inminente apertura: «De rula nueva, nada. La nueva fue la que se inauguró en 1943. Luego vino la novísima, la abierta en 1980. Y la de ahora sería, en todo caso, la requetenovísima».
Tan hondas son las raíces de la actividad pesquera en la milenaria villa de Avilés que al decir de los historiadores es imposible entender la una sin la otra. Esto cuenta el libro de historia de la Cofradía de Pescadores «Virgen de las Mareas», legataria de la tradición pesquera avilesina: «Avilés, cuna de grandes navegantes y de gran raigambre pesquera desde hace siglos, fue pionera en Asturias en la labor asociativa de las gentes de la mar. Los largos viajes en busca de la ballena y los riesgos que entrañaba la captura de esa especie determinaron la creación de la Cofradía de Pescadores y, especialmente, la sección de Socorros Mutuos...». Corría el siglo XIII. 
La cofradía, y con ella la venta de pescado, tuvo varios domicilios sociales; en los orígenes, los cabildos de órdenes religiosas, y a partir del siglo XVI, el barrio de Sabugo, donde el llamado «gremio de mareantes» hizo suya la iglesia que aún hoy preside la plaza del Carbayo. La incipiente profesionalización de la actividad pesquera en los albores del siglo XX aconsejó un cambio de aires y así se gestó la construcción de la primera rula, que fue posible gracias al altruismo de algunos avilesinos «de gran sentimiento hacia cuanto implicase la promoción de su terruño y el beneficio del sector pesquero», según hacen constar los cronistas de la historia de la cofradía. 
El difunto periodista avilesino Venancio Ovies relataba en un episodio de su serie «Los flecos de la memoria» que «el pósito de pescadores nació en 1920 y recibió el visionario nombre de El Crepúsculo. La finalidad era disponer de una caseta para realizar las subastas de pescado no a pie de rampa o muelle, sino bajo techo». Aquel local fue el antecedente de la primera rula, construida en el mismo solar. Justo Ureña evoca la figura de Gregorio el subastador, aquel hombre de voz cazallosa que «cantaba» el precio del pescado mucho antes de que se mecanizase esa labor. 
Gregorio es uno de los personajes carismáticos vinculados a las sucesivas rulas avilesinas y a la actividad pesquera asociada a ellas. Pero hay más: Emilio Cortés Fernández, presidente de la cofradía y uno de los protagonistas del apresamiento en plena II Guerra Mundial del buque griego «Vasilius Deustonis», cargado de trigo y abandonado a su suerte por la tripulación en aguas del Cantábrico; su secretario perpetuo Llanerina, aquel pixueto que al ver la vasta llanura castellana exclamó: «¡Cuántos peixes se pescarían aquí si en vez de tierra fuera agua!»; el doctor Leopoldo Figueiras López Ocaña, «Polchi», el médico de los pescadores; Luis Caso de los Cobos, patrón mayor en la década de los cincuenta; Juan Rodríguez de la Campa; Jorge Riestra Gutiérrez, de la familia de Los Pitilos, y José Emilio Gutiérrez Alonso, «Pepe el de Murcia», sucesivos presidentes de la cofradía en los años sesenta; entre otros. 
Mención aparte merece el que llegó a ser considerado patrón mayor vitalicio de «Virgen de las Mareas», persona clave en la construcción de la rula que ahora se jubila y gracias a la que Avilés ascendió hasta las primeras plazas del ranking pesquero español, presidente de la Federación Española de Cofradías de Pesca y asesor para temas pesqueros del Gobierno español en la Unión Europea. Ése no fue otro que el difunto Clemente Jesús Muñiz Guardado, a quien la junta rectora de la cofradía, en una decisión excepcional y sin precedentes, nombró en 1989 gerente perpetuo. Tras más de treinta años ininterrumpidos en el cargo, sólo la muerte pudo apartar a Muñiz Guardado de la rula. Lo relevó el actual patrón mayor, Gregorio López. 
Volviendo atrás en el tiempo, la segunda rula que se edificó en Avilés abrió en 1943. La construyó, con la gran novedad para la época de hacerlo a pie de muelle, el Instituto Social de la Marina, el mismo que luego financiaría la construcción de las casas del No-Do. El edificio desapareció por necesidades del guión urbanístico cuando se construyó la arteria del puerto, pero antes había dado tiempo a que sus paredes fuesen testigo del acontecer pesquero avilesino durante medio siglo. Venancio Ovies, en sus crónicas pesqueras, dejó escritos sucedidos y jugosas anécdotas donde los principales protagonistas eran rudos pescadores e ingeniosas «sabugueras», mujeres que inmortalizaron frases como el muy avilesino «¡tán que reblinquen!», el grito al que se vendían las sardinas más frescas de la plaza. 
En 1980 las subastas de pescado se trasladaron al entonces nuevo complejo de la carretera de la ría, cada vez más lejos del casco urbano. El coste de la lonja que hacía la número tres en la serie histórica del puerto avilesino corrió por cuenta de la Junta de Obras del Puerto. Allí se cimentó un liderazgo pesquero avilesino que trascendió a la comunidad autónoma y se sentaron las bases que, mal que bien, sustentan el sector en la actualidad. 
La nueva rula, la que abre el martes, toma el relevo de una actividad casi centenaria y asume el reto de continuar una historia escrita con esfuerzo y, a veces, también con lágrimas, como las derramadas en los inolvidables episodios del naufragio del «Jesús de Galiana» (1941) o de la galerna de 1961 que segó la vida de 24 pescadores asturianos, 15 de ellos avilesinos. Familias y gentes como los Romanones, los Careste, los Maizonas, Colás Severiana, las Macarras, las Chaconas, El Gemelo, la Monxa, el Chucho, Malín, los Poretas y también el «cupo vasco» personificado en los Goitias, los Iturrioz, Felipe Uriarte, Manolo «El Vizcaín» o Aniceto Rentería, «Anis», y los descendientes de todos ellos se convierten desde hoy en los primeros acreedores de la rula. La suya es se convierten desde hoy en los primeros acreedores de la rula. La suya es una deuda moral."


El antiguo muelle pequero pasó, a puerto deportivo, tal y como hemos dicho, también dependiente de la Autoridad Portuaria y gestionado por el Club Náutico Marina de Avilés, fundado en 2005, según comprobamos en los datos que ofrece su página web:
"La Marina de Avilés es probablemente uno de los puertos deportivos más seguros de todo el Cantábrico, ubicada en el interior de una profunda ría que le brinda un resguardo y protección fuera de lo común ante cualquier temporal. 
Construida ría adentro en la zona que albergó al primitivo puerto de pescadores que dio origen a la villa de Avilés, se encuentra hoy en día próxima al centro urbano y al Centro Cultural Internacional Óscar Niemeyer. Esta ubicación privilegiada la convierte en el lugar ideal para el amarre de embarcaciones en base o en tránsito, incluso para navegantes internacionales que buscan ‘hibernar’ sus embarcaciones en puerto seguro.
El Club Náutico Marina de Avilés-La Peñona es una entidad deportiva sin ánimo de lucro que nace en el año 2005 con el objeto de agrupar a los amantes la mar y las actividades náuticas. A lo largo del año, el Club programa numerosos eventos deportivos, sociales y formativos, como las prácticas de navegación, vela, remo, regatas y campeonatos de pesca. También las actividades de formación para la obtención de los diversos títulos náuticos: licencia, PNB, PER, PY y CY. 
El Club  cuenta con 236 puntos de amarre para barcos que oscilan entre los 5 metros y los 20 metros de eslora. Dispone de un número determinado de atraques reservados para barcos en tránsito que van desde las pequeñas esloras hasta las más grandes. Existe también un servicio de hibernaje para embarcaciones."

A nuestra izquierda, al otro lado de la barrera ferroviaria vemos algunos de los edificios de Los Telares y Cantos, así como la pasarela de la Estación de Avilés, o las estaciones pues, seguida a la de tren está la de autobuses, en la misma avenida, por la que antaño pasaba todo el tráfico rodado, incluso el pesado, como tramo urbano que es de la N-632, algo que empezó a suavizarse tras la construcción de la polémica, por sus accidentes, Variante de Avilés, inaugurada el 5 de noviembre de 1991 y que encauzaba el tráfico al sur de la ciudad


Más tarde, la apertura el 30 de diciembre de 2005 de los tramos Tamón-Villalegre y Villalegre-Vegarrozadas de la Autovía del Cantábrico, terminó de llevar el gran trasiego de vehículos (incluyendo al Aeropuerto de Asturias) lejos del casco urbano avilesino de los barrios también urbanos de los concejos limítrofes que, en la práctica, forman un todo con él. Pero la Avenida de los Telares sigue teniendo un muy intenso tráfico interior, paso directo desde el centro de Avilés hacia Raíces, Salinas y Piedras Blancas, en Castrillón, pero que conforman un continuo urbano, comunicación además con polígonos, industrias y playas


Reconocemos un poco mejor el edificio de dicha estación ferroviaria, ahora con su andén si bien tapado parcialmente por el de la Cantina de la Renfe al que también nos referíamos antes, concesión del Estado a Arsenio Fernández, más conocido como Tito el de la Cantina en el año 1939, cuando esto era solamente un tendejón. En el año 2019 se conmemoraron los 80 años de aquel acontecimiento que marcó el paso de este rincón de Avilés estratégicamente situado entre las vías y la carretera, al lado de las estaciones y en pleno centro con la publicación del libro Ocurrencias, del que es autor el propio Tito, repasando ocho décadas tras la barra de despachar. Así anunciaba la noticia a fecha 6 de marzo de ese año La Voz de Avilés con Una vida a la vera del Ferrocarril
"Arsenio Fernández, 'Tito el de la Cantina', llegó a Avilés en 1939 junto a su madre, Edesia Rodríguez, viuda de un empleado de los Ferrocarriles de Hierro del Norte de España, y seis de sus siete hermanos. El Estado le había otorgado la concesión de la cantina de la estación, una barraca de madera que ofrecía bocadillos a viajeros y empleados. Hoy, ochenta años después, el traqueteo del tren sigue marcando los ritmos de Tito, un hombre inquieto, apasionado de la náutica, del Real Madrid, del baloncesto, del buen vino y del buen jamón.
Para celebrar la efemérides ha escrito 'Ocurrencias', un libro editado por Ediciones Nieva e ilustrado por Favila que recoge no solo la larga historia de La Cantina, también un sinfín de vivencias personales y de acontecimientos, desde episodios protagonizados por personajes del Avilés de antes, como Manolín 'el del carro', hasta el acto conmemorativo del 125 aniversario de la llegada del ferrocarril a Avilés. 
También hay episodios dedicados a los puros habanos, otra de sus pasiones, al vermú solera, la especialidad de la casa, a la inauguración de la Peña Madridista, en 1983, con la presencia del entonces presidente del club, Ramón Mendoza, y de Carlos Santillana, a la colección náutica que alberga La Cantina, al Café Colón, a la cerveza y al sinfín de actividades culturales, gastronómicas y a los homenajes que se han celebrado allí a lo largo de las últimas ocho décadas. 
«Desde hace algún tiempo, multitud de personas y personos me insisten machaconamente en que escriba un libro para dar cabida a todas la ocurrencias ya publicadas en la revista 'El Bollo' y a otras que se han almacenado durante varias décadas de vida en Avilés», explica en la primeras páginas del libro, prologado por Pepa Sanz, la cronista oficial de la Villa de Avilés. 
Y accedió. La actual Cantina se construyó en 1969. Nueve años atrás, Tito había contraído matrimonio con Griselda Viña, de Bañugues, con la que tuvo cuatro hijos: Montserrat, Begoña, Ricardo y Jorge. Su madre, Edesia, falleció en 1955, y él se hizo cargo del negocio junto a una de sus hermanas, Josefina, que no mucho tiempo después abriría el suyo propio, dejándole a él y a su mujer al frente de La Cantina. 
El ladrillo había sustituido a la madera, y aunque en los primeros años de la década de los sesenta el edificio ya había sido objeto de una remodelación, la creciente afluencia de clientela, atraída por la calidad de los platos que allí se servían y por la generosidad de las raciones, dejaron pequeño el comedor. Impulsado por ese carácter inquieto y animado por Griselda, Tito lanzó un órdago. Había que hacer algo diferente, innovador, no una reforma, por muy profunda que fuere. El edificio fue demolido, y sobre sus cimiento se construyó la actual Cantina. 
Tito presentó ayer su libro, un acto sencillo y emotivo en el que estuvo arropado por un centenar de amigos. También acudió la alcaldesa, Mariví Monteserín. «Si se toma con amigos, mejora el vino, el pan y el jamón. Y hoy vamos a comer entre amigos», manifestó Tito, tan agradecido como emocionado."


Ocho meses después, el 11-1-2010, es La Nueva España la que se dedica esta glosa con El imparable tren de la vida:
"A «Tito el de la Cantina» (se llama Arsenio Fernández, pero poca gente lo sabe, «ni siquiera mis hijos», como él mismo dice, jocoso) el haber vivido toda la vida junto a estaciones de tren le ha contagiado una sensación de movimiento, de vaivén vital, de búsqueda perpetua. Algo parecido le ocurría al personaje de Woody Allen en «Annie Hall», que atribuía su nerviosismo proverbial al hecho de haber vivido en su infancia debajo de una montaña rusa. A Tito, más que un carácter nervioso, el haber convivido con el ajetreo ferroviario le ha dotado de una inquietud sin límites. Cuando se hizo cargo de la cantina de la Renfe, en 1960, reformó el local para convertirlo en un híbrido entre pub inglés y restaurante de enjundia. Sus numerosos viajes por Europa, también por América, le permitieron importar un estilo desconocido en Avilés. Con el tiempo, su voraz curiosidad le permitió amasar una de las mejores colecciones de objetos navales de España. Pero Tito no sólo invirtió sus inextinguibles energías en sofocar su prurito personal: de su cabeza surgieron varias ideas que pretendían mejorar la calidad de vida de sus vecinos. Ninguno de sus proyectos vio jamás la luz. «A los políticos nunca les interesaron», lamenta. 
El traqueteo del tren ha sido la banda sonora de la vida de Arsenio Fernández. Hijo de ferroviario, se crió en la cantina de la estación de tren de Avilés, que se ubicaba en el mismo lugar de hoy en día, entonces la avenida de Pravia, ahora la de Los Telares. Para más inri, el primer domicilio familiar en Avilés fue en la calle La Estación. Ahora, vive en el segundo piso de la cantina que regenta. A la familia de Tito la vida se le puso patas arriba de manera vertiginosa. En 1934, Ferrocarriles del Norte había destinado a Gijón a su padre, Agripino Fernández, natural de Orense, justo en el año en que estallaba la Revolución de Octubre. Dos años más tarde, la Guerra Civil. Y dos más tarde, fallecía Agripino Fernández. Dejaba viuda, Edesia Rodríguez, y siete hijos, entre ellos Tito. Para amparar a la familia, sin más recursos económicos que los ingresos que Agripino conseguía con su trabajo de ferroviario, concedió a la madre la gestión de la cantina de la estación de Avilés. Sus anteriores propietarios se habían exiliado en la Unión Soviética para huir de la España fascista. «Aquello era un barracón donde descansaban tanto los viajeros como los conductores de tren», recuerda Tito Fernández, que esboza una sonrisa mientras observa desde una mesa de la cantina cómo un moderno convoy pasa, veloz, por delante del local. La imagen le evoca los turbulentos y precarios años treinta del pasado siglo, cuando aún existía una diligencia, al más puro estilo del Oeste americano, que completaba el trayecto entre Avilés y Pravia. Por aquel entonces, el vehículo más moderno era la llamada «Chocolatera», un tren de vapor que llegaba hasta Salinas. 
En 1941, la familia decide reformar un desván situado en el segundo piso de la cantina y habilitar una vivienda de espacio reducido (aún hoy es la residencia de Tito). La proximidad del hogar con el lugar de trabajo de Edesia Rodríguez era casi obligada. La jornada laboral comenzaba al alba y siempre había que estar dispuesta para cualquier contratiempo. 
La cantina no era más que un modesto local para aves de paso: viajeros y empleados del ferrocarril. Una barra, una estufa que Edesia alimentaba con escoria de carbón y en la que asaba chicharros. «La cantina siempre olía a carbón y pescado. Era un aroma casi marca de la casa», recuerda Tito. Avilés no era inmune a la dureza de la posguerra. El orujo, que se consumía en grandes cantidades ya desde primeras horas de la mañana, y un vino ácido que llegaba desde León eran las bebidas «estrella». Tiempos difíciles. «Teníamos que mirar por todo. Hasta llegamos a lavar las barajas para que duraran más tiempo», señala Tito Fernández. Tiempos terribles. La madre de Tito se veía obligada a cobrar las consumiciones de semana en semana a causa de la carestía que limitaba los alimentos a la cartilla de racionamiento. «Había gente que hasta compraba cartillas para poder tener más comida», rememora el hostelero avilesino.ç 
Mientras Avilés aguantaba a duras penas las secuelas de la Guerra Civil, Tito mantenía un estilo de vida moderadamente desahogado. «De chaval, lo único que hacía era divertirme y jugar al baloncesto», señala. En efecto, su 1,82 de estatura le permitió brillar en el Ensidesa, con el que fue campeón de Asturias y máximo encestador regional en varias temporadas, merced a su estupendo tiro exterior. Su amor por el deporte de la canasta le indujo a aprovechar una visita a una de sus hijas, que estudiaba en California, para importar a Avilés los primeros vídeos de Los Angeles Lakers de Magic Johnson y Abdul Jabaar. 
Mediada la década de 1950, a Avilés le tocó el «gordo» con la instalación de Ensidesa en la ciudad. Si bien es cierto que Cristalería Española ya había aportado riqueza a una villa en la que existía un importante sector de la burguesía, la empresa siderúrgica resultó un salvavidas para la ciudad. La clientela en la cantina comenzó a crecer, pero a Tito aquel «boom» no le terminaba de convencer. «Ensidesa fue un progreso para la ciudad, pero hizo daño al comercio avilesino. Los sueldos triplicaban el salario normal y mucha gente apostó por entrar en Ensidesa, con lo que las tiendas se quedaron vacías», lamenta, al tiempo que pone en solfa la habitualmente celebrada integración de los miles de trabajadores que llegaron a Avilés procedentes de varios puntos de la geografía española. «En cierto sentido, Ensidesa discriminó en vez de integrar. El dinero entró a espuertas en ciertos sectores de la sociedad y comenzó a haber diferencias de clase», asegura. 
En el año 1960, a la muerte de su madre, Tito se hizo con la gerencia de la cantina, junto a su hermana Josefina. Al fin podía poner en práctica el sinfín de ideas que le rondaban por la cabeza. Tito modernizó un local que se había quedado caduco. Instaló una nevera y una cafetera eléctricas y comenzó a soñar. 
«En la posguerra, hasta lavábamos las barajas para que duraran»

Y ahí esta la Estación de Avilés, abierta el 26 de julio de 1890, veinte días después de acabadas las obras del ferrocarril en este tramo avilesino, y al lado la Estación de Autobuses, construida tiempo después, cuando el autobús sustituyó al desparecido tranvía (con andén en la calle Emile Robin, en el Parque del Muelle), como principal transporte urbano de viajeros. Aunque de diferentes épocas y estilos conforman las dos un todo, compartiendo servicios como el del también tristemente desaparecido quiosco, que llevó durante 24 años Ana Ovín Parajón. De esta manera recogía la noticia de su cierre La Voz de Avilés-El Comercio del 28 de febrero de 2020, un día antes de su cierre:
"La estación de trenes y autobuses de Avilés se quedará sin quiosco a partir de mañana sábado. Al menos hasta que aparezca alguien dispuesto a explotar el negocio como Ana Ovín Parajón ha hecho los últimos veinticuatro años. Le va a dar pena bajar la persiana y decir adiós a una «clientela muy fiel», pero ha sido imposible llevar a la vez el establecimiento de Oviedo y el de Avilés y, en esta tesitura, apuesta por el de la capital, ciudad en la que vive y con mayor movimiento de pasajeros en la estación.

«Hasta ahora tenía contratadas a dos personas a media jornada y yo hacía una tercera franja, de esta manera manteníamos el quiosco abierto desde las 6.30 a las diez de la noche, pero llevo cuatro meses regentando el de la estación de tren de Oviedo y se me hace inviable llevar también el de Avilés, por eso he decidido quedarme solo con uno, que es el de Oviedo», explicó ayer.

Mañana sábado trabajará ella en Avilés. Le tocará recoger los últimos enseres y vaciar unos pocos metros cuadrados en los que ha pasado jornadas muy entretenidas. «Aunque el trabajo en sí puede parecer aburrido, lo cierto es que es muy entretenido y colorido con tanta revista», aunque matiza a continuación que no suele hojearlas en su tiempo libre. «Cuando estás aquí no hay momentos de ocio. Si no estás atendiendo, estás colocando, preparando o limpiando. Siempre hay algo que hacer», afirma Ana Ovín, quien va a echar de menos, sobre todo, el ambiente tan familiar y «respetuoso» de trabajo que había en la estación intermodal de Avilés.

Reconoce que las tardes eran más tranquilas, pero el resto del día la venta funcionaba por franjas: prensa a primera hora y chucherías cuando salían los chavales de colegios e institutos. «Tenía un poco de papelería y algún refresco, y en Oviedo tengo libros de bolsillo y juguetes para niños», ventas en su mayoría a los pasajeros de larga distancia que necesitan un entretenimiento para tantas horas de tren."

Cuando llegó el ferrocarril La Ría ya se había canalizado, desde mediado el siglo XIX se afrontó el problema de la arena y la basa que cegaban la ría, por lo que se decidió su canalización, según proyecto del ingeniero Pérez de la Sala impulsado por el diputado por Avilés Suárez Inclán. Las obras comenzaron en 1860 y finalizaron en 1873, consiguiendo un canal de corrientes estables desde la boca del estuario a La Villa. De ello escribe Armando Palacio Valdés en La novela de un novelista
"Pero cuando la Providencia se mostró verdaderamente perspicaz fue cuando sugirió al ministro de Fomento la idea de canalizar la ría y de enviar como director de las obras a un hermano de mi padre. Di gracias a Dios de todo corazón porque comprendí inmediatamente que todos aquellos trabajos y los millones gastados en ellos no tenían otro fin que el de poner a mi disposición un bote, el bote de la Empresa, para convidar a mis amigos y surcar con ellos en todas direcciones a marea baja y a marea alta la famosa ría. Tanto la surqué que en poco tiempo llegué a saberme de memoria las vueltas y revueltas del canal. A marea alta podría señalar, sin equivocarme en medio metro, el sitio por donde corría"

En la margen derecha vemos ahora, al norte del ya mencionado Monte los Carbayedos reconocemos El Monte de Tuñes (85 m) en la parroquia de Valliniello o San Pedro Navarro, que perteneció a Gozón hasta 1924, que se incorporó a Avilés, concejo con el que tenía especiales relaciones de proximidad, en 1924 al aceptarse la solicitud vecinal en este sentido


Los Carbayedos es además uno de los barrios de la parroquia, allí aconteció el 22 de mayo de 1809 la masacre, más que batalla, de Los Carbayedos, cuando un nutrido grupo de vecinos de Valliniello y Avilés intentó hacer frente a los aguerridos y pertrechados dragones franceses del general Pierre Louis Binet de Marcognet,  la llamada Brigada Marcognet, soldados profesionales bien armados ante los que nada pudo hacer la improvisada tropa local compuesta casi completamente por civiles armados de aperos agrícolas


Los acontecimientos están muy buen explicados por el arqueólogo e investigador Iván Muñiz López en La Nueva España del 22-5-2009 con el artículo Año de 1809, la matanza de Valliniello, conmemorando el 200 aniversario de la batalla y del que, dividido en dos partes, compartimos un extracto de la segunda, El Combate:, donde menciona también a otro excelente investigador, Marino Busto, Cronista Oficial de Carreño:
"El día 18 de mayo, según narra Marino Busto, los vecinos de Candás eran convocados a tañido de campana y se reunía la Alarma o milicia, enviando un comunicado al comandante miliciano de Avilés, don Ramón Miranda Solís. A la villa avilesina, como hacían tradicionalmente, acudieron vecinos de Castrillón, Avilés, Illas, Corvera, Gozón y Carreño, campesinos sin experiencia bélica, armados de manera muy desigual, con escasas armas de fuego, aperos de labranza, espadas o cuchillos y portando cada cual las ropas de diario, un vitriólico regimiento de monteras y sombreros de tres picos, chaquetas, chalecos, jubones y calzones, botines, botas y abarcas de múltiples colores. 
Estos se unirían a las pocas tropas regulares acantonadas en la villa hasta alcanzar la cifra de unos mil hombres, como reseñan los partes de guerra franceses, que también mencionan la abundancia de uniformes del ejército entre los combatientes, quizá para conceder mayor mérito a su victoria. Y entonces, los milicianos cometieron un gravísimo error que habría de costarles muy caro. El ejército napoleónico había obtenido sus mayores triunfos en la guerra de movimientos y sus mayores fracasos al asaltar posiciones fijas y bien guarnecidas. Los asedios de Acre, Zaragoza, Gerona o Hougoumont en Waterloo lo demuestran y aunque los avilesinos desconocieran esta realidad de la guerra, cualquier militar con algo de idea sabía que la única oportunidad de resistir recaía en protegerse tras la muralla de la villa, defendiendo los puntos estratégicos, especialmente la puerta de la Ponte los Pilares, espacio de llegada del camino real. Entonces, ¿por qué abandonaron la urbe? 
Es difícil entender lo sucedido en Valliniello sin tener en cuenta los antecedentes de nerviosismo y miedo extendidos durante meses de sospechas y preparativos bélicos, el perfecto crisol para un estallido de histeria colectiva. La absurda salida de las milicias del núcleo amurallado se decidió, sin duda, en un clima de alboroto y excitación popular, que incluso trató de ser calmado por las autoridades. El coronel al mando de las tropas, don Ramón Miranda Solís, en una actitud muy poco honorable, tratará de salvarse al ser capturado por los franceses alegando haber sido obligado por los vecinos. El alcohol también jugó su papel. En las horas previas al combate, las milicias matan el tiempo en la taberna de San Sebastián y los vecinos de Gozón pertenecientes a la Alarma dejan sin pagar, al menos, cuatro cántaras de vino de Castilla, lo que supone más elevada la cantidad de alcohol consumida. Los ánimos se enervan y el ardor por combatir a los franceses se hace irresistible. 
Es muy probable que los asturianos hubieran situado vigías en el camino entre Gozón y Avilés y cuando uno de éstos corre a avisarles de la cercanía del enemigo, la milicia coge sus rudimentarias armas y se sitúa en los Carbayedos, un paraje seleccionado por su posición de dominio sobre el flanco izquierdo del camino real. 
Al mando de la milicia está, como hemos dicho, el coronel don Ramón Miranda Solís, que había firmado como representante el acta de poder de la Junta General el 1 de septiembre de 1808 en Oviedo. Al frente de la brigada francesa se encuentra un experimentado general de 43 años, Pierre-Louis Binet. Éste goza de la entera confianza de Napoleón, no en vano ha sido nombrado caballero de la Legión de Honor y disfruta, desde 1808, del marquesado de Marcognet. La estampa que se encontraron los franceses de Marcognet al alcanzar el alto de Valliniello debió sorprenderles y muy seguramente esbozaron una sonrisa. Unos cientos de paisanos, vestidos y armados de manera arbitraria, enfrentándose a una brigada profesional, dotada de infantes y caballería"

El escenario del combate fue exactamente este, en el entorno donde luego se construyó el antiguo Centro de Formación Profesional de Valliniello, cuyos tejados asoman arriba, a la izquierda de la foto, sobre los eucaliptos


Describe la llegada de los franceses al lugar la periodista de La Nueva España Amaya P. Gión el 21 de mayo de 2009, al cumplirse ese día los 199 años de aquella carnicería, titulando su reportaje El 2 de mayo de los avilesinos (por el levantamiento del 2 de mayo de 1808 en Madrid, también contra las tropas napoleónicas, mucho más conocido):
"La brigada Marcognet alcanzó el alto de Valliniello el 21 de mayo de 1809 y allí, en la finca Los Carbayedos (muy próxima al actual centro de Formación Profesional de Valliniello) y en el barrio de San Sebastián (ubicado tras la antigua térmica de Ensidesa), se desató una cruenta batalla que culminó en matanza. Los franceses se encontraron ante unos mil avilesinos que, inexplicablemente, salieron de la entonces ciudad amurallada. Las versiones acerca de esta errónea reacción son dispares. Mientras unas apuntan a que la salida en masa se produjo por temor a los franceses, la versión más plausible es que salieron a hacerles frente. Según el general Mathieu, de hecho, los avilesinos marchaban bajo las órdenes de un militar retirado. Sea como fuere, el enfrentamiento resultó una auténtica carnicería."

Dice Amaya P. Gión que los paisanos  convocados, en su mayoría campesinos, armados de chuzos, hoces y guadañas poco pudieron hacer frente a las tropas francesas, que únicamente necesitaron emplear una compañía, la número 25, de dragones (soldados de ataque de caballería), al mando del capitán Clavet, para provocar una desbandada general y causar, entre el amago de combate y la huida desesperada, la muerte de entre 200 y 230 avilesinos, un drama en una población de unos 1.800 habitantes por entonces


Retomamos ahora el pormenorizado relato de Iván Muñiz López, quien explica que aunque el número de miembros de la milicia local era nutrido, en torno al millar, de nada valió ante una tropa que casi podríamos denominar de élite como una unidad, aunque sea pequeña de dragones de Napoleón:
"Numéricamente, el combate no fue tan desigual como se ha planteado. En realidad, de la brigada Marcognet parece que sólo llegó a intervenir una compañía de dragones al mando del capitán Clavet, unidad que estaba compuesta por unos 120 jinetes, cifra inferior a la de milicianos, pero suficiente para producir una desbandada inmediata. La carga, sin duda, sobrecogió el ánimo de los asturianos. 120 jinetes en perfecto orden, al galope sobre robustos caballos de cuatro pies y nueve pulgadas de altura, la medida reglamentaria, inmaculadamente vestidos con su uniforme de casaca verde, pechera blanca o amarilla y doble fila de botones, calzas blancas y altas botas negras, el yelmo neogriego refulgiendo en el cielo de mayo y su cola de crin de caballo oscilando al viento. Aterrador para quienes no habían presenciado una batalla en toda su vida."

Tal parece que la mayor mortandad se produjo en la precipitada huida, que debió ser en medio de escenas del mayor pánico, hacia el desaparecido Puente los Pilares o Puente de San Sebastián, pontón de piedra que unía ese barrio, entonces gozoniego, con La Villa, el Avilés intramuros, que aún conservaría buena parte de su muralla medieval:
"No conocemos los detalles. Es posible que los dragones dispararan primero sus pistolas y a continuación desenvainaran el sable para desarbolar la resistencia de la milicia, o quizá cargaron directamente. La cifra de bajas estipuladas por David Arias, unos 200 avilesinos, parece indicar que el camino de retirada entre Valliniello y Avilés se convirtió en una carnicería, con los asturianos corriendo monte abajo y la caballería francesa degollándolos hasta el puente de San Sebastián. Posiblemente todo concluyó en menos de media hora."

Por todos estos terrenos que fueron Les Güelgues, ganados a la marisma para cultivos y ahora espacio de recuperación de la actividad fabril post-Ensidesa, escaparon, o intentaron escapar, de la escabechina, los desafortunados que intentaron hacer frente a una compañía del que estaba considerado el mejor ejército del mundo, pero que, como nota curiosa que también nos aporta Muñiz López consultando la documentación de la época, los dragones franceses también necesitaron relajarse y celebraron la victoria bebiendo abundante vino en la taberna de San Sebastián, al lado del antiguo puente, que estaba  algo más allá de donde hoy día se encuentra el Niemeyer:
"Por supuesto, una victoria también necesita celebrarse y una vez concluido el combate, los franceses se detuvieron en la taberna de San Sebastián, que, si recuerdan, había acogido horas antes la última reunión de la confiada milicia. Los soldados de Napoleón consumirán, esta vez, 10 cántaras de vino de Castilla y 62 de Candamo que, claro está, no llegan a pagar y cometerán los primeros abusos, quemando la puerta, las escaleras del edificio y la portilla del prado, quizá para calentarse en una noche de mayo extrañamente fría."

Amaya P. Gión explica que "Tras la escabechina, los de Clavet entraron al trote en Avilés, haciendo resonar los cascos de sus vigorosos caballos en los adoquines del pétreo puente San Sebastián". Luego, traspasadas las murallas y sin noticias de mayor resistencia urbana, los franceses llegan al Ayuntamiento, donde el al alcalde José Fernández Blanco, "renunció finalmente a su cargo por haber terminado los granos de su casa y sus caudales, siendo relevado por Francisco Sierra". Empezaba la ocupación, que así describe López Muñiz:
"No hay noticias fidedignas de resistencia en las calles de Avilés con la entrada de los franceses. Las ideas al respecto proceden del enfoque algo chovinista del gran David Arias y la orden del general Kellerman del 9 de junio, empleada en ocasiones como prueba, en la que hacía responsable a las autoridades de la vida de los franceses, era simplemente una resolución preventiva.
Y llegó la ocupación francesa. La bandera tricolor se iza en el palacio de Camposagrado. De forma inmediata, Marcognet exigirá a «algunos vecinos» la entrega de 42.000 reales para la manutención de sus tropas, mención que parece aludir a los ciudadanos más ricos y que acabará recayendo por igual en todo el pueblo mediante un sufragio instituido el 19 de junio. También contribuirá un porcentaje del impuesto de los millones que tenía arrendado don Juan Rodríguez del Valle, según indica el texto, fechado el 26 de septiembre, «para la tropa que se halla en este pueblo». Gabelas de manutención de los franceses que repercutirán igualmente en el abastecimiento de los granos, que vive grandes dificultades y vuelve todavía más dura la supervivencia de los labriegos comarcanos, como ha advertido Juan Carlos de la Madrid. 
En esos días, la vida sigue, se restañan las heridas y en ocasiones se olvida el patriotismo. Los vecinos se quejarán de los daños ocasionados por las tropas francesas en sus propiedades, pero también de los desperfectos originados por las españolas, dato que oculta David Arias en su mención al mismo texto. Como la casa de doña María Rodríguez Rebelgo en la plaza de la villa, que había quedado en muy mal estado durante la ocupación de ambos ejércitos o la misma venta de San Sebastián, reclamando al municipio el pago de las pérdidas. 
En esos días, la vida sigue, se restañan las heridas y en ocasiones se olvida el patriotismo. Los vecinos se quejarán de los daños ocasionados por las tropas francesas en sus propiedades, pero también de los desperfectos originados por las españolas, dato que oculta David Arias en su mención al mismo texto. Como la casa de doña María Rodríguez Rebelgo en la plaza de la villa, que había quedado en muy mal estado durante la ocupación de ambos ejércitos o la misma venta de San Sebastián, reclamando al municipio el pago de las pérdidas. 
Por otra parte, las autoridades locales mantienen, al menos de manera oficial, el gobierno concejil. Algún caso resulta altamente sospechoso y eleva algunas dudas sobre el personaje en cuestión. Nos referimos a Ramón Miranda Solís. Es sorprendente que el oficial al mando de la milicia no sufriera ninguna represalia y recuperara sin más su cargo de regidor de la villa, donde lo encontramos ya el 2 de junio, menos de dos semanas después del desastre: una noticia que parece demostrar su deshonrosa confesión ante los franceses acusando al pueblo avilesino de haberlo arrastrado al combate y la necesidad de los ocupantes de contar con el apoyo de los jerarcas locales. 
En ese verano, la vida, al menos desde los documentos municipales, recupera su asueto habitual. Las medidas del Ayuntamiento, muy probablemente sugestionadas por el ejército invasor, no mencionan incidentes y vuelven a centrarse en los cometidos acostumbrados: impuestos, repartimientos, negativas del marqués de Canalejas a que el municipio situara en su «territorio» un «banco de ferrador». Y sin embargo, el conflicto continúa. 
El 23 de diciembre se elige a un nuevo cirujano titular al hallarse el anterior ausente como cirujano mayor del ejército. Otras noticias son más sorprendentes. El 13 de noviembre de 1809 atraca en el puerto de Avilés el buque británico «Guen», procedente de Mahón, cuyo capitán, Tomás Oche, se halla convaleciente en su camarote por alguna enfermedad contagiosa, de forma, que, ante el temor a una epidemia, se prohíbe a su tripulación desembarcar sin haber pasado por un lazareto. La cuestión es evidente, en plena guerra, con un bloqueo continental en marcha, ¿qué hacía un buque inglés en un puerto ocupado por los franceses? Es posible que la propia epidemia obligara a la tripulación a entrar en el muelle aún a sabiendas de que eso les convertía en prisioneros o que simplemente no conocieran la conquista de la villa por el ejército de Napoleón. Quién sabe. 
Tras aquellos sucesos, llegarán nuevas derrotas y victorias, un largo camino hasta el fin de la guerra, regado por la sangre de otros campesinos. En cuanto a Marcognet y a sus hombres, bueno, si estaban sedientos de gloria, iban a alcanzarla ante rivales más fornidos. Seis años más tarde, en la batalla de Waterloo, Marcognet está al mando de la 3.ª división, dentro del cuerpo de ejército de D'Erlon. Al mediodía, sus hombres avanzan contra los británicos, pero el ejército inglés resulta ser un enemigo mucho mejor preparado que los avilesinos. Recibidos por una descarga cerrada de fusilería y abatidos después por la impetuosa carga de caballería de Ponsonby, las tropas de Marcognet acabarán retirándose, dejando 5.000 bajas en el campo de batalla."

Con respecto al Puente de San Sebastián, este se hizo para sustituir a lo que debió ser una estructura de madera con pilares de piedra, el paso de Coruxedo, citado como tal ya en 1348. Esta es la razón por la que el puente de piedra, construido en 1573, fue llamado primeramente de Los Pilares, que daba entrada a la puerta de la muralla avilesina llamada de igual manera, o Puerta del Puente, si bien dada la popularidad de la antigua ermita de San Sebastián, en la otra orilla, pasó a ser así conocido


Con el tiempo aquel viejo puente fue abandonándose y llegó a ser demolido pues resultaba estrecho para los nuevos medios de transporte, construyéndose en 1893 otro de hierro, diseño del ingeniero Francisco Writz, de 43 metros de largo por nueve de ancho, a unos 30 metros del anterior. En 1953 y tras hacerse el nuevo Puente de Azud también este metálico cayó en desuso y terminó cerrando en 1992. En 2006 se hizo una réplica obra del artista Ramón Rodríguez, constituyendo una de las comunicaciones peatonales del centro urbano de Avilés con El Niemeyer


De aquel viejo Puente de San Sebastián, y de estos por entonces rurales parajes en los que hoy vemos el Niemeyer y la Dársena San Agustín escribe también Armando Palacio Valdés, el gran dramaturgo oriundo de Llaviana pero residente desde joven en Avilés, en La novela de un novelista...
"En los meses calurosos del estío solía bañarme en la ría con unos cuantos amigos de mi edad. Apenas salíamos de la escuela salvábamos el puente de San Sebastián, y por el largo malecón de las Huelgas caminábamos hasta un sitio bien lejano donde pudiéramos desnudarnos sin faltar al pudor.  
En sábanas o toallas para secarnos no había que pensar porque todos se bañaban como yo, a escondidas de sus padres. Nos acurrucábamos un momento al sol y luego nos vestíamos sin aprensión alguna. Este sistema, que por mucho tiempo me pareció peligroso, lo he visto hace poco tiempo preconizado por un médico alemán"

En el Niyemeyer, en lo que vendría a ser la yema de su célebre huevo cocido en el auditorio, detrás de la torre, reconocemos muy bien ahora la no menos famosa silueta de la mujer de ese destacado mural amarillo, hecho en la gijonesa cerámica La Guía, que es otro de los detalles más característicos del monumento


Si caminamos unos metros lo veremos entero y bastante mejor, esta composición de 300 metros de extensión está hecha en base a piezas amarillas de fres de 20x20 y el relieve de la mujer desnuda está hecho tomando como modelo un dibujo del propio arquitecto Oscar Niemeyer, participando en su elaboración miembros de la cooperativa de empleo Ingraf para pacientes con discapacidad psíquica


Para construir el centro cultural se precisó perforar el terreno hasta encontrar roca, colocándose pilotes de entre 20 a 30 metros según cada sitio, en total 10.300 metros de pilotes prefabricados, leemos en la web de Estudi D'arquitectura J.J. Bernabeu:
"Sobre ellos se dispuso un emparrillado de vigas de hasta 1.2m con un forjado de losa maciza de 15-20cm.

Debido a la cercanía del mar y de fábricas que emiten agentes químicos se utilizaron materiales que protegieran el hormigón: fibras de polipropileno o pinturas protectoras en todas las paredes exteriores de los edificios."

Este centro cultural que lleva su nombre fue la última construcción de la longeva vida y larga carrera del artista tropical, como muchos contemporáneos le han llamado, "que dedicó su existencia a la noble tarea de cambiar la sociedad a través de la arquitectura", afirma Alfonso Ferrero, Licenciado en Historia, en su artículo La curva de Oscar Niemeyer se posa en la ría de Avilés, artículo publicado en Croma Cultura, donde aporta estas reflexiones del artista:
"No es el ángulo recto el que me atrae, ni la recta, dura e inflexible, trazada para los hombres. La que me atrae es la curva libre y sinuosa que encuentro en las montañas de mi país, en el sinuoso cauce de sus ríos, en las nubes del cielo, en el cuerpo de la mujer amada. De curvas está hecho el universo, el universo curvo de Einstein. (Poema do curva, modulo 97)."

Pero en contraste la recta impera, al menos en buena parte del paisaje más inmediato, desde las chimeneas a las naves industriales, las grúas y la explanada de muelles y dársenas entre Avilés y Valliniello


Sí se descubren, al este, las suaves colinas sobre el valle de Tamón y Trasona y, a lo lejos, la planicie del Monte Areo, por donde han venido a Avilés los peregrinos que han escogido el ramal más costero del Camino de Santiago del Norte, procedentes de la bahía gijonesa


Buena parte de las instalaciones industriales siderúrgicas desaparecerán y es fácil que el paisaje se llene aún más de las rectas y ángulos de las naves del parque empresarial, se se expandirá en esa dirección, aprovechando el suelo libre que dejarán las demoliciones y desmantelamientos


Una vez asomados a este tramo de La Ría cercano al Camino de Santiago  a su paso por Avilés, retomaremos su trazado oficial volviendo a cruzar la barrera viaria y ferroviaria por el paso a nivel de Larrañaga regresando al Parque del Muelle


Realmente, desde el Monumento a Pedro Menéndez de Avilés ya podríamos cruzar, a la derecha de la foto, la calle Emile Robin (antiguamente La Ribera de Sabugo, ante las desecadas marismas) y subir por la calle Carreño Miranda a la de La Estación, bajo el edificio del antiguo Hotel Central, encontrando las conchas jacobitas y las flechas que nos orientan a la Plaza del Carbayo y antigua iglesia de Sabugo


Pero para no saltarnos nada de ninguna parte del recorrido de la senda jacobita por Avilés proponemos regresar al itinerario oficial donde lo habíamos dejado para visitar el Parque del Muelle, al otro lado de su gran explanada, el antiguo Campu del Faraón


Y allí, llegados a La Fuente del verano, donde el ahora subterráneo río Tuluergo desembocaba en La Ría dando cabida al antiguo puerto, tomaríamos, ante la antigua rampa portuaria, la calle La Muralla a la derecha, pasando junto a la Fonda la Serrana para ir al Palacio de Camposagrado y, posteriormente, al antiguo Café Colón y Plaza de los Hermanos Orbón, entrando por allí en Sabugo 










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