"¡Qué brillante paseo en el Bombé! Llamábase así en Avilés un trozo de terreno de forma ovalada, enarenado, cercado por una paredilla alta, de medio metro, y guarnecido de altos álamos blancos de hoja plateada. Este cercadito minúsculo, que no tendría, de punta a punta, más de cien metros, era el paseo oficial de la población, el paseo de gala"
"En los 14.000 metros cuadrados de terreno resultante, diseñó los jardines, el arquitecto municipal Ricardo M. Bausá, que terminó dimitiendo por las continuadas 'intromisiones' del alcalde José Cueto muy dado a 'caciplar' en cuestiones urbanísticas (fue el que originó el lío de 'El Parche'). Le sustituyó, Federico Ureña González, quien materializó la obra y fue autor, además, del proyecto y realización (valorado en 12.900 ptas.), en 1894, del magnífico templete musical.
El éxito ciudadano de este parque fue multitudinario, a partir de su puesta en marcha -por fases- finalizando el siglo XIX.
Desde entonces y hasta que cedió su protagonismo, el 19 de mayo de 1976, al parque de Ferrera, el del Muelle, ha sido lugar de reunión y esparcimiento para muchas generaciones de avilesinos. Un espacio abierto a la amistad y a los ligues (muchos de los cuales terminaron ante el altar).
Hubo tiempos en los que, para casi todo, se quedaba aquí: en el parque. Era el único lugar en el que se podía escuchar música (cuando no abundaba tanto la enlatada), fabricada por bandas de músicos municipales. Y desde verbenas tradicionales, como 'La Batelera' a Ferias del Libro, pasando por muchas otras actividades.
También fue el sitio, charlando en uno de sus bancos, donde se fundaron sociedades locales tan trascendentes, como la Atlética Avilesina.
Tengo muy claro, y lo reescribo, que este parque es un grandioso monumento a la sociabilidad ciudadana. Un lugar tremendamente trajinado por el personal"
"Ya urbanizada, fue calle de mucho postín, que le procuraron su paseo del Bombé y negocios como el hotel-restaurante ‘La Serrana’ y los mejores cafés de Avilés: Colón e Imperial, ambos con privilegiada terraza en la primera planta. Así como casa Galé, local de espirituosos, que complementaba a su famosa confitería de La Cámara. Y comercios un tanto históricos como ‘La Parisien’ o ‘El Puntillero’.
También de peluquerías muy populares: Chelona y Espolita. Y de la Comandancia de Marina (que estaba de madre que domiciliara aquí). Aparte de la farmacia Graiño, célebre en el norte de España, por sus pócimas milagrosas ‘made in Aviles’. O Salat que hacía gala de exóticas conservas, difíciles de encontrar en otro lado, y también bacalao de las islas ‘Ferodes’ (sic)"
Serrana ayudaba a su tía, natural como ella de Mazaneda, en el vecino concejo de Gozón, en dicha fonda sabuguera. Su marido José González-Posada, Pepe el de las Huelgas, trabajaba en las obras de canalización de La Ría, por lo que buena parte de sus empleados se empleaban en esta fonda
Se celebraban reuniones sociales, pasando en 1917 a llamarse Hotel la Serrana y siendo plasmada en el libro de viajes de Alfonso Pérez Nieva, especie de Guía Michelín de la época, donde se lee:
"Avilés tiene dos notan que no deben olvidarse. Una antigua y otra moderna. La antigua es el Fuero o Carta Puebla, precioso documento, el primero escrito en romance. Y 'La Serrana', donde se almuerza como en el 'Lhardy' de Madrid. Instruir... comiendo"
Muerta Celesta Serrana se pone al frente de la fonda y, ampliando el negocio, funda esta nueva fonda de La Serrana en 1867, entonces a pie de puerto, en el Paseo del Bombé. En 1917 pasaría a ser Hotel La Serrana, siendo el primer establecimiento hotelero en el sentido actual del término, de Avilés, por eso empezó a ser popularmente llamado no La Serrana sino El Hotel. La Serrana falleció en 1916, pero sus sucesores siguieron al frente. Aquí se alojaron algunos de los primeros directivos de la siderurgia ENSIDESA, que hicieron de ella su residencia permanente. Acabando la década de 1960 se trasladaron de aquí a la calle La Fruta, tras la compra del Hotel Luzana
"Camposagrado, comenzó a crecer en el siglo XVII, partiendo del núcleo medieval de otro palacio, de la poderosa familia Las Alas, ubicado en este lugar. Lo que hizo el primer marqués (que se había casado con 'una Alas') fue ensanchar el antiguo edificio en todos los sentidos. En 1646 hacia el Norte, o sea hacia el mar, saltando incluso sobre las murallas medievales que en este sitio eran fronterizas con el puerto de Avilés, que estaba -entonces- literalmente a sus pies.
La construcción avanzó hacía la actual calle de La Muralla, saltándose la muralla misma (de tres metros de anchura) y adentrándose una distancia muy similar en las aguas que, entonces, rodeaban esta zona. En la fachada que da a la Cuesta de La Molinera se puede apreciar por donde iba la muralla, marcada con losetas oscuras en el firme de la calle y su altura se puede ver en la fachada del palacio. En el interior de Camposagrado, episodio aparte, se puede contemplar perfectamente el lienzo de la muralla"
En el piso más alto, a la izquierda del balcón de esta gran fachada norte está el blasón de los linajes aquí unidos, los Alas o las Alas y los Bernaldo de Quirós. Justo Ureña, Cronista Oficial de Avilés, escribe en Los propietarios y las obras del Palacio de Camposagrado, publicado el 30-9-2007 en El Comercio-La Voz de Avilés, de los orígenes de este Marquesado de Camposagrado nacido de la unión familiar de estos linajes:
"La genealogía de los Bernaldo de Quirós, si nos atenemos a los estudios de Trelles Villademoros, en su 'Asturias Ilustrada', publicada en Madrid en 1760, se remonta al reinado de Don Pedro I de Castilla, que unos llaman 'El Cruel' y otros el 'El Justiciero' (1350-1369). Un Gonzalo Bernaldo de Quirós, sirvió a este Rey y durante las escaramuzas con los seguidores de su hermanastro Enrique II de Trastamara, en Asturias, mantuvo las llaves de la ciudad de Oviedo; un descendiente suyo, Juan Bernaldo de Quirós, también destacó en tiempo de este Rey y de su sucesor Juan II, y su hijo Don Lope Bernaldo de Quirós también sirvió a este último Rey (1406-1454); un hijo de éste llamado Iván Bernaldo de Quirós, fue guarda y vasallo de Enrique IV, en 1474, el mismo año en que este Rey murió, sirvió también a los Reyes Católicos y fundó el mayorazgo de la Casa de Quirós. Un descendiente suyo, Don Sebastián Bernaldo de Quirós, llamado 'El Viejo' casó con Doña Catalina Miranda Alas, hija de Don Sancho de Miranda y su esposa Doña Leonor de Las Alas, miembro de esta destacada y poderosa familia avilesina, tuvieron varios hijos, dispersándose en varias ramas: Álvaro, la de Olloniego, mayorazgo de la Casa de Quirós; Gutierre, la Mieres, señor del Coto del Valle y Villoria, donde está sepultado; Pedro, en Langreo, y Sebastián en Figaredo.
El señor del Coto de Villoria, D. Gutierre Bernaldo de Quirós, casó con Doña María Ordoñez del Pino y fueron los padres de Sebastián Bernaldo de Quirós, quien al haber fallecido su tío Don Álvaro sin sucesión, heredó por vía paterna el mayorazgo de la Casa de Quirós en 1598.
Don Sebastián se casa en primeras nupcias con Doña Inés de Miranda, y el hijo de ambos hereda el mayorazgo de Quirós; más fallecida su esposa volvió a casar en San Nicolás de Avilés con Dª Eulalia de Las Alas Carreño, el 22 de abril de 1632 (Archivo parroquial de San Nicolás, libro I de matrimonios, folio 223 vto.), fueron padrinos de este matrimonio Don Sancho de Miranda, hijo de Don Diego de Miranda, señor de la Casa de Miranda y Doña Catalina de Las Alas.
De este segundo matrimonio nació Don Gutierre Sebastián Bernaldo de Quirós y Alas Carreño, quien al haber fallecido el hijo del anterior matrimonio de su padre sin sucesión, heredó el mayorazgo de la Casa de Quirós y es a quien el Rey Felipe IV otorga el título de Marqués de Camposagrado en 31 de mayo de 1661, como ya se dijo; posteriormente Doña Mariana de Austria durante la menor edad de su hijo Carlos II, lo nombra Alférez Mayor de Avilés, el 3 de julio de 1666"
El escudo de las Alas, que se dice está más a la vista en Avilés que el del mismo Ayuntamiento, refleja la leyenda del origen de su apellido, un ángel alado sobre un castillo, el de Gauzón en Raíces, antiguo centro de poder de este territorio antes de la concesión a Avilés de la Carta Puebla en 1085, ángel que ayudó en su defensa a Martín Peláez, quien aparece en la puerta, que supuestamente sería el primero en ostentar el apellido de las Alas, de lo que escribe así del Río Legazpi en sus Episodios, Las alas, que sobrevuelan el paisaje histórico de Avilés:
"Hay quien asegura que fue el mismísimo don Pelayo quien le concedió el escudo de armas, donde se refleja aquella leyenda, y que es uno de los más antiguos que se conocen (y del que existen variantes, expuestas por Francisco Mellén en su publicación 'Heráldica de Avilés'). Abundan los escudos de esta familia en distintos edificios de la ciudad, donde también hay una calle (antigua calleja del Moclín) llamada 'Los Alas', desde 1892.
En la Edad Media, construyeron una casa fortaleza, en pleno puerto, al lado de la histórica parroquia de San Nicolás de Bari (hoy iglesia de los Padres Franciscanos), que incluía un alcázar artillado y un palacio residencial, justo donde hoy está el de Camposagrado. Según fue avanzando el tiempo, encontramos mercaderes, guerreros, marinos, religiosos, políticos, ostentando el apellido de Las Alas.
Una familia tan alargada como esta es de botica, establecimiento donde solía haber de todo. Y ese todo contenía, generalmente, poder. Poderoso reconstituyente que hizo posible que desde sus remotos orígenes hasta el siglo XVII tuvieran subordinado a su patrimonio una tercera parte del asentamiento urbano medieval de la villa en la que desempeñaron, además, durante siglos un poder sin parangón al ocupar importantes cargos del gobierno local.
Tanto, que hasta llegaron a construir, en el XIV, y frente a su residencia, una capilla funeraria para la familia, con una preciosa puerta adornada de cabezas aladas, que hoy pasa por ser una de las joyas del arte religioso asturiano. Delante de ella -y durante mucho tiempo- tuvieron lugar las reuniones del concejo de Avilés (o sea el Ayuntamiento). Así que podríamos decir que los de Las Alas tenían de cara la política y de cruz la religión.
De entonces a acá, y por poner tres ejemplos, destacaría a Esteban de las Alas León, lugarteniente de Pedro Menéndez de Avilés, el marino local que fundó, en 1565, San Agustín de La Florida, la -hoy- ciudad más antigua de los Estados Unidos.
A Eulalia de las Alas Carreño, que casó en 1617 con un Bernaldo de Quirós, matrimonio que el rey Felipe IV 'bendijo' adjudicándoles el marquesado de Camposagrado.
Y a María de las Alas Pumariño, fundadora de la Asociación de Viudas de la República, que al recoger la medalla de Asturias, en 2001, de manos del Príncipe heredero, le espetó: «Alteza, usted me cae bien, pero yo soy republicana» .Los tiempos cambian y Las Alas, también. La vida"
Este es el Pasaje del Bollo pues en La Serrana, que aquí hace esquina, fue donde el doctor Claudio Luanco y otros entusiastas, idearon y crearon en 1893 las multitudinarias fiestas de El Bollo, el lunes de Pascua, con comida en la calle y gran animación y ambiente de fiesta por rúas y plazas. Según cierta creencia popular la fiesta nació en como forma de apaciguar los ánimos en una población que había estado muy dividida sobre la ubicación de la estación ferroviaria, construida tres años antes. Sin embargo el propio fundador explica en 1912 cual fue su inspiración en la revista ovetense La Balesquida:
«Apenas contaba yo quince años, cuando por vez primera presencié en el Campo de San Francisco de Oviedo la clásica fiesta del gremio de los alfayates, asociados como cofradía por doña Valesquita Giráldez, allá por el siglo XIII… Más tarde, cuando yo ya estaba lleno de canas y cansado de mi profesión, me vinieron los recuerdos de otros tiempos y, asumiendo ideas pasadas, me vinieron a la imaginación de niño dos luces: el unir el pasado con el presente, la respetuosa antigüedad con el ridículo modernismo e instituir en Avilés una fiesta del Bollo a imitación de la del martes de Pentecostés en Oviedo, repartiendo vino y bollo para olvidar abstinencias, ayunos y vigilias cuaresmales y así entregarse en la Pascua de Resurrección al sabroso cabrito».
"El primer día de celebración, domingo de Pascua, día 2 de abril de 1893, leyó el pregón festivo, el escritor Antonio María Valdés (‘Aneroyde’). Lo hizo desde un balcón de la fonda La Serrana.
Y luego comenzó el festejo. Lo narra L. Legazpi: «Después de una Misa de Cofrades, en San Nicolás, hubo desfile con banda de música, carro de ‘esquirpia’ (al estilo de cesto) portando los bollos de cuatro cuernos y vino de Nava del Rey. Cerraba la directiva en flamante coche de caballos. Sólo un pero, el tiempo infernal de lluvia y viento, pero, como no hay mal que por bien no venga, incluso el temporal contribuyó al jolgorio: Al entrar la comitiva en la calle de la Cámara el presidente Luanco saluda cortésmente a las gentes destocándose del bombín en el momento preciso que una ventolera le arrebata su postizo peluquín».
El reparto del bollo y vino, tuvo lugar en el parque del Retiro (hoy de Las Meanas) sitio despejado y relativamente alejado (entonces) del centro de Avilés. Y allí se haría durante unos años, pasando luego al parque del Muelle y luego ya a toda la ciudad.
La Fiesta no solo arraigó sino que se prolongó al Lunes de Pascua y para soporte y altavoz de la misma, Claudio Luanco fundó la revista gráfica ‘El Bollo’, muy al hilo de su querencia periodística. Una publicación que hoy en día es un clásico, ya que durante más de un siglo ha venido publicando textos históricos, relatos y poemas relacionados con la villa de Avilés"
Pocos personajes han sido tan celebrados, desde todos los rincones avilesinos, como aquel ‘Don Claudio el médico’ que, con tan buen ‘ojo clínico social’ le procuró una fiesta perdurable, a la ciudad de Avilés y a la que acudía gente de toda Asturias.
El doctor participó en muchas iniciativas tomadas en la Villa como la formación de una única banda de música, fundiendo las existentes , de ‘Santa Cecilia’ y ‘la Industria’. Pero, sobre todo, promoviendo la sociedad para la construcción del nuevo teatro, que no abrió sus puertas hasta 1920, cuando ya había fallecido Claudio Luanco, y que lo hizo con el nombre de Palacio Valdés"
La historia de este Pasaje del Bollo la hemos encontrado, cómo no, también en Alberto del Río Legazpi y sus Episodios Avilesinos:
"El Pasaje del Bollo está en un solar antiquísimo, situado entre el final de la calle La Ferrería y el palacio de Camposagrado, lugar donde también durante siglos estuvo el muelle principal del puerto de Avilés.
Dicho solar fue durante siglos la casa madre de la familia padre de la historia medieval avilesina, la De las Alas, que por tener hasta tenían cementerio aparte del resto de los mortales: una capilla funeraria construida en el siglo XIV y situada frente a su mansión y a un costado de la [actualmente conocida como] iglesia ‘De los Padres’.
Pero, en el siglo XIX los Alas volaban ya muy bajo y la casa fue derribada en 1858, en el solar resultante y adosado al palacio de Camposagrado se construyeron dos casas contiguas que a partir de 1867 fueron ocupadas por ‘La Serrana’, famoso hotel y restaurante avilesino de Serrana Gutiérrez Pumarino, que cerró sus puertas, por traslado, el 31 de diciembre de 1970.
La antigua instalación hotelera también fue demolida, y en su lugar se levantó el edificio actual, numerado con el 34 de la calle La Muralla. Pero los constructores se vieron obligados, por ley, a dejar un espacio entre la nueva casa y el palacio Camposagrado. En ese tránsito, estrecho y en pendiente, que unía las calles de San Bernardo y La Muralla, nació una vía nueva del casco histórico de Avilés.
Se conoció informalmente, a partir de 1993, el nombre de Pasaje del Bollo, por una placa que allí colocó la cofradía festiva recordando que en el hotel demolido había fundado el médico castropolense Claudio Luanco las tradicionales fiestas del Bollo en 1893.
Finalmente, en 1998, el Ayuntamiento oficializó la vía como Calle Pasaje del Bollo.
Estamos hablando de una calle muy corta, con dos tramos de escalera (de 8 y 15 escalones) y sin portal que valga, pues para uno que hay (entrada a una conocida clínica) está ‘adjudicado’ a la calle San Bernardo. El uso es peatonal y, por automóvil, restringido a un parking privado"
Escaleras arriba, el Pasaje del Bollo nos llevará de frente a la antigua Escuela de Cerámica de Avilés. Esta es la razón por la que en el suelo hay una intervención artística realizada en 2006 por profesores y alumnos de esta escuela y de la Superior de Arte, 119 baldosas de motivos diferentes obra de 26 artistas coordinados por Carlos Suárez y Ramón Rodríguez
Son todas ellas muy coloristas y de unas medidas de 2,45 x 2,45
Arriba, la puerta picuda u ojival delata el gusto gótico de su construcción. Popularmente se ha atribuido fuese esta la casa natal de Pedro Menéndez de Avilés, el Adelantado de la Florida, pero las fuentes documentales señalan que debió ser una hoy en día no existente, que estaba a escasos metros, a la altura del número 29 de la calle de La Ferrería
Subiendo las escaleras vemos una de las grandes torres del palacio barroco, desde el que se divissaba, al otro extremo de La Villa, el de Ferrera, otra de las linajudas estirpes avilesinas
En cuanto a la casa de la portada ojival es en realidad del siglo XVII, y por lo tanto muy posterior al nacimiento de Pedro Menéndez de Avilés en 1519. Parece ser en ella vivían los criados y fue restaurada en 1983. Así lo plasma Justo Ureña:
"...caballerizas y casas para la servidumbre, con una galería y fachada con frente a la calle de San Bernardo, por la que tenía acceso; constaba de un patio interior con columnas por el que se accedía a las cuadras y cocheras de los carruajes y sobre ellos un piso habitable, es el lugar donde actualmente se encuentra la Escuela Municipal de Cerámica, antes de que los intereses particulares desviasen el trazado de la calle de San Bernardo por delante de la fachada del palacio, estrellando el Camino Real contra el muro de la campa de la iglesia, por ello no debe decirse que es la casa donde nació Don Pedro Menéndez de Avilés, pues este ya había fallecido en 1574"
Este gran hueco comunicaba con la desaparecida capilla palacial
Y pasamos a la calle San Bernardo, una de las históricas de Avilés, llamada así en recuerdo del monasterio de las monjas bernardas (cistercienses) de Nuestra Señora de las Huelgas, que se estableció en ella (a su comienzo, a unos cuantos metros de aquí) en 1552, procedentes de Gúa, en Somiedo. Aprovecharon para ello terrenos aún afectados por el Gran Incendio de 1478 que arrasó Avilés, y permanecieron en la villa hasta las desamortizaciones del siglo XIX
La calle fue llamada del Postigo (puerta menor de una muralla) y calle Real, pues por ella pasaba el camín real entre Gozón y Grao y por ella, saliendo a la derecha, salimos a la Plaza de Camposagrado, que ocupa en parte terrenos que fueron de la huerta del marqués, entre el palacio y esta antigua casa de la servidumbre
Y ya pasamos pues a la grandiosa fachada barroca de este Palacio de Camposagrado, hecha entre 1693 y 1696 según proyecto de los hermanos Menéndez Camina por los maestros de cantería Agustín Martínez, Domingo de Festas e Isidoro Martínez
Unos años antes, en 1686, el arquitecto Francisco Menéndez Camina ya había cometido obras en el palacio y había trabajado en la construcción del convento de la Merced en Sabugo (la actual Iglesia Nueva de Sabugo se hizo en su lugar y con sus piedras)
Pero todo habría comenzado realmente medio siglo antes, cuando el primer Marqués de Camposagrado, Don Gutierre Sebastián Bernaldo de Quirós y Alas Carreño, comenzó a perfilar una gran reforma de ampliación de su palacio que no llegaría a ver culminada en vida. Retomamos para comentarlo el relato del cronista Justo Ureña:
"En 1646, quince años antes de haber obtenido el marquesado, había Don Gutierre iniciado las importantes obras de ampliación de la casa de su madre, se trataba de un inmueble de forma rectangular estructurado en torno a un patio interior que cabe datar a finales del siglo XIII, en el que ya se habían introducido reformas en el XIV dotándolo de un pabellón o cocina exterior en su fachada sur y de una torre cuadrada en el esquina suroeste, muy probablemente del siglo XVI. Estaba rodeada de una espaciosa huerta que lindaba por el norte con el camino de ronda y murallas de la Villa que daban al mar y llegaba desde el torreón de la casa-fortaleza de los Alas, sus parientes, hasta el cubo cuadrado que remataba la muralla en las proximidades de la puerta de Cabruñana; por el sur estaba cerrada con muro de cantería lindante con el Camino Real, calle del Postigo y posteriormente San Bernardo; por el este con la citada propiedad de la fortaleza de los Alas y por el oeste terminaba, en punta, junto a la barbacana de la puerta citada de Cabruñana.
La obra prevista en su conjunto, lejos de las pequeñas reformas llevadas a cabo con anterioridad, suponía una ampliación y modificación del antiguo inmueble, comprendiendo el encargo de rebasar por el norte el impuesto límite del camino de ronda y la muralla, con una galería toscana de arcos rebajados sobre los muelles, así como la ampliación de la parte sur: «con fachada de piedra labrada y dos torres semejantes a las de la casa de Valdés de Gijón», según se especificó en el contrato de obra. El proyecto corresponde muy probablemente a los arquitectos Menéndez Camina, padre e hijo, autores de otras importantes obras, a quienes también corresponde la traza del monumental convento de La Merced de Sabugo, iniciado por el primer marqués de Camposagrado en 1668, a ruegos de su madre, según se dice.
Dada su condición de Alférez Mayor de la Villa y siguiendo la política de rebasar los impuestos límites de las murallas medievales, fue también Don Gutierre el promotor de la construcción del palacio municipal, quizás para justificar los criterios seguidos en la ampliación de su casa, situándolo sobre la muralla y en la parte exterior de la misma, en terrenos de la llamada 'plaza de Fuera de la Villa', según proyecto de Juan de Estrada, obra realizada a partir de 1670, que no pudo ver finalizada ya que falleció antes de 1677, con poco más de cuarenta años de edad"
Esta fachada es la esencia del arte barroco en Asturias y reinterpreta las antiguas torres del linaje desde un punto de vista más decorativo y de ostentación como símbolo del poder familiar de los sucesores de Don Gutierre, el primer Marqués de Camposagrado, que serían quienes culminarían los trabajos de este palacio y del convento de la Merced en Sabugo, de su patrocinio, según sigue informando el cronista Ureña:
"Le sucedió su hijo Don Martín Bernaldo de Quirós y Bernaldo de Quirós, su padre se había casado con su prima Doña Ana Bernaldo de Quirós y Huergo; el segundo marques de Camposagrado contrajo matrimonio con Dola Juana Mariño de Lobera, se había ya finalizado la ejecución de la galería norte de la casa y se dedicó principalmente a continuar las obras del convento de La Merced, suscribiendo la escritura de fundación con los mercedarios calzados que residían en Raíces, que en 1700 se trasladaron al nuevo convento. Falleció este segundo marqués en 1693 sucediéndole su hijo Don José Manuel Francisco Bernaldo de Quirós y Mariño de Lobera, tercer marques de Camposagrado, que casó con Doña Josefa Francisca Juana González-Cienfuegos y Valdés; fue quien acometió la continuación de las obras de ampliación del palacio iniciadas por su abuelo, con la construcción de la barroca fachada sur y sus torres, así como la capilla lateral adosada a la torre del este, que se terminó en 1697. Al año siguiente, elevó un piso por la parte norte sobre la galería, con diez balcones, obra que dio origen a serios problemas en toda la estructura que acusó síntomas de desplome sobre todo al ampliar considerablemente el patio interior. Los ejecutores materiales de estas construcciones fueron Agustín Martínez, Domingo de Festas e Isidoro Martínez.
A su fallecimiento le sucedió su hijo Don Francisco Antonio Gutierre Bernaldo de Quirós y González-Cienfuegos, cuarto marqués de Camposagrado casado con Doña Francisca de Sales Mariño de Lobera y Pardo de Figueroa, quienes fijaron su residencia en la casa-palacio de Avilés ya totalmente ampliada"
Gran cantidad de ventanas y balcones miran hacia la plaza y centro urbano, ocho ventanas mas la puerta principal en el piso bajo, con magnífico frontón. Nueve balcones en la primera y segunda plantas. Arriba dos ventanas en cada torre
El palacio sería entre 1809 y 1811 el cuartel general de las tropas napoleónicas en la francesada. Después se acuartelaría aquí el Tercer Regimiento de Asturias, la guarnición de Avilés
Al otro lado de la plaza, el edificio de la Cámara de Comercio, construido en 1972 para esta institución fundada en 1899
En medio es el monumento a Juan Carreño de Miranda, el gran pintor que plasmó en sus obras y retratos la corte de Carlos II, considerado el sucesor de Velázquez en la escuela de Madrid, nacido en Avilés en 1614 en el seno de una familia de la nobleza asturiana procedente del vecino concejo de Carreño, de ahí el apellido. Es una obra del artista Vicente Santarúa del año 2000
Cuando tenía once años, muerta su madre y en contra del parecer de su padre, con el que había ido a vivir a Madrid, ingresa en la escuela de pintura de Pedro de las Cuevas, perfeccionando luego las artes del color con Bartolomé Román, discípulo de Carduncho y seguidor de Velázquez, consiguiendo entonces y gracias a Román sus primeros encargos, para el Colegio de María de Aragón y el claustro del convento del Rosario
Algunos autores afirman que antes de Madrid pudo haber estado en Valladolid con su tío Andrés, que era pintor y con él podría haber nacido su afición y aprendizaje de las primeras técnicas, pero no es un dato seguro. Más seguro parece que fue en el taller de Bartolomé Román cuando nació su admiración por Velázquez y sus técnicas. Tanto es así que en ocasiones se ha dudado entre los dos por la autoría de determinadas obras
Estudió además Carreño de Miranda a los grandes pintores como Rubens, Van Dyc, Rafael, Tiziano, etc. llegando además a dominar mejor que nadie la pintura al fresco, lo que le hizo colaborar con Rizi en diversos encargos. Dada su ascendencia familiar llegó a ser elegido representante de la villa de Madrid por el estado noble, integrándose totalmente en la vida social madrileña, llegando a ser Pintor del Rey en 1669 y en 1671 Pintor de Cámara, retratando pormenorizadamente las gentes de la familia real y corte del último de los austrias españoles
A pesar de linaje, oficio y boato, era Juan hombre bondadoso y sencillo, figurando así en todas sus biografías, llegando a rechazar el título de Caballero de la Orden de Santiago afirmando que "La pintura no precisa honores. Puede darlos al mundo entero". Murió en 1685 y su viuda completó su testamento con varios legados para sus amigos y discípulos. En el año 2000 se inauguró aquí este monumento que perpetúa su memoria
Alberto del Río Legazpi rinde homenaje al genial Carreño de Miranda llamándolo "el pintor más grande que vieron los tiempos" en artículo publicado en El Comercio-La Voz de Avilés a fecha 22-7-2012:
"Juan Carreño de Miranda, pintor de la corte del rey de España, y también de templos religiosos, nació en Avilés un 25 de marzo de 1614. Al fallecer su madre, su padre se lo llevó, cuando aún no había cumplido los 10 años y el vínculo Avilés-Carreño Miranda, se difuminó. Un capítulo aparte.
Así que, a temprana edad comenzó su peregrinación por Valladolid y Madrid. Fueron tiempos bastante duros para esta familia de hidalgos pobres. El joven Carreño, pintaba como y cuando podía, y ayudaba a su padre en la resolución de pleitos, que así se ganaba la vida su progenitor, tan liante como gorrón, según las noticias que de él han llegado.
Y en la resolución de los litigios paternos, fue como un día, Juan Carreño conoció casualmente –en un juzgado, claro– a Diego Velázquez el genial artista sevillano, que ejercía como pintor de cámara del rey de España. El conocimiento maduró en una amistad que llevó al andaluz a introducir al asturiano en el palacio real como ayudante.
Poco se imaginaba Carreño que con el tiempo sustituiría, en la corte, a Velázquez. Cuando, en 1671, lo nombraron «pintor de Cámara» había llegado a la cúspide, a pesar de la desastrosa vida familiar que le había procurado su padre y familia de su padre. Una cruz.
Quizás todo eso lo equilibró su casorio con María de Medina, unión sacramental que benefició a ambos.
Y profesionalmente prevalece lo importante: la calidad artística de Carreño Miranda. Así como su amigo, y antecesor, Velázquez hizo en ‘Las Meninas’, Carreño retrata también –y muy bien– lo que ve: Por ejemplo «Carlos II a los diez años» un niño enfermizo, triste, de cara alargada y abundante melena rubia. Pero el cuadro anuncia, también, lo que no se ve de este último rey de los Habsburgo: un ser humano patético, de salud tan endeble que a veces ni se tenía en pie. Por Madrid corrían coplas crueles:
«El Príncipe, al parecer,por lo endeble y patiblando,es hijo de contrabando,pues no se puede tener…»
Carreño creció pictóricamente, en aquella corte de los milagros, en una España hundida en ruina económica, quizás cercana a la de estos tiempos de 2012. Pero el ‘mayor problema’, para la tétrica corte, era la incapacidad del rey Carlos II “El hechizado” para dejar embarazada a la esposa que le habían asignado, la parisina Maria Luisa de Orleans, hermana del rey de Francia. Urgía la descendencia al trono español. Asunto que motivó otra copla popular:
«Parid bella flor de lisque, en aflicción tan extrañasi parís, parís a España,si no parís, a París».
Y de una u otra forma, ese ambiente de corte y cortesanos, fueron reflejados por Carreño, artista de talento demostrado en las muchas obras que acometió, incluida la pintura religiosa. Aunque lo bordaba como retratista.
Tiene cuadros colgados en los principales museos (El Prado de Madrid, Louvre de París y el Hermitage de San Petersburgo) y su arte reluce en templos religiosos, mayormente de la capital española.
Un pintor que ni pintado, y buena gente, este Juan Carreño, nacido hace cuatro siglos en La LLeda –lugar de la parroquia de Miranda de Avilés– y que tiene desplegada su obra por gran parte del mundo mundial. Una pasada. De pintor y de pintura"
Plaza de arte y artistas, vemos desde aquí el mural cerámico hecho por Ramón Rodríguez conmemorativo del centenario de las fiestas de El Bollo
Esta dedicado a su fundado, el mencionado Doctor Claudio Luanco y colaboró, en su cocción, la tristemente desaparecida Fábrica de Loza de San Claudio. Las medidas del mural son 2,50 x 5,80 m
Representa a cinco bollos escarchados, de los que se regalan tradicionalmente a los ahijados el domingo de Pascua, con su peculiar forma de cruz. Están hechos de vidrio, hierro, aluminio, cerámica y zinc, representando a las grandes industrias avilesinas. Vidrio las antiguas vidrieras, hierro por Ensidesa, alumnio por Alcoa Inespal, zinc por Asturiana de Zinc (Azsa) sucesora de la Real Compañía Asturiana de Minas (Rcam) y cerámica por los antiguos alfares avilesinos, especialmente los habidos en Miranda
Abajo, cuatro cabezas de león metálicas manan agua por sus caños
La antigua Escuela de Cerámica, ahora trasladada a la Factoría Cultural de Avilés, forma parte de aquella antigua actividad ceramista y su continuación hasta nuestros días
La antigua sede de la escuela, la fachada principal de la casa del servicio del palacio, está integrada en el Museo de la Historia Urbana de Avilés, cuya entrada principal mira, al otro lado, a la calle Ferrería e iglesia de San Antonio de Padua. De él hablamos en la correspondiente entrada de blog, pero especificando sobre esta casa en concreto podemos decir que es en la actualidad un conjunto de salas conectadas con exposiciones temporales y una permanente dedicada a las maquetas originales y planos que se emplearon durante la construcción de la planta siderúrgica de Ensidesa, así como una galería de fotografías explicativas de su construcción
Como suele decirse, la estatua de Juan Carreño de Miranda, sentado, con el pelo alborotado y esbozando un dibujo, parece estar tomando apuntes del Palacio de Camposagrado, el cual se hizo, según contrato, a semejanza del gijonés Palacio Valdés, contando con el esquema clásico de numerosos palacios barrocos asturiano de dos torres de planta cuadrada de cuatro pisos y entre ellas un cuerpo central de tres
Como detalle importante hemos de decir, además, que una de las dos torres ya existía antes de hacerse esta fachada barroca, siendo transformada
Pero siguiendo esta inspiración contractual del Palacio Valdés el arquitecto quiso aquí crear una imagen. Es una enorme fachada de nueve vanos por planta más urbana y relacionada con esta plaza, dándole una mayor riqueza decorativa con enmarques almohadillados (con forma de almohadilla) que también recorren las esquinas de las torres
Los balcones, en el segundo y tercer piso, son salientes y de hierro forjado
El eje central confirma el esplendor barroco palaciego con sus pares de columnas flanqueándolo, las cuales, según ascienden en altura, van aumentando en complicación y plasticidad
En el primer piso fuste estriada y capitel toscano. En el segundo entorchado (enroscado) con capitel corintio compuesto
Y en el tercero dos colosales columnas salomónicas. Arriba, el escudo de lo marqueses en un gran ático rectangular, tan ancho como la calle central, que corona este frente de la fachada
Está flanqueado por pilastras y protegido arriba por un gran alero que remata el conjunto. Dos soldados muestran el escudo, vestidos según la moda de la época (coraza, faja, banda cruzada sobre el pecho, botas altas, calzón corto...) y en una postura un tanto artificial, Tienen penacho y casco con plumas, con una mano sostienen el escudo y con la otra una espada, que con arrogancia pasan por detrás de su cabeza. Su melena rizada y su bigote son también características de su aspecto
El escudo muestra las armas de las dos familias aquí emparentadas, a la izquierda el de los Alas, con el ángel alado que ayuda en la defensa del castillo de Gauzón, y a la derecha el de los Berlado de Quirós con sus dos llaves unidas por una anilla
Arriba y como timbre una corona de marqués y abajo, al pie del escudo, una cara o mascarón
A su misma altura, pero más pequeño, hay otro escudo en la torre de la izquierda
Está entre las ventanas, también con corona de marqués
En las armas se muestran también las de las Alas y otras
A la derecha se repite el mismo esquema, escudo coronado y armas de los linajes
Volvemos a ver en él las armas de las Alas y Bernaldo de Quirós del gran escudo central y en la misma posición
Acerquémonos un poco y fijémonos un poco en otros detalles de esta fachadas, como los grandes florones rectangulares que adornan el espacio entre los balcones
Están formados por cuatro hojas lujosamente adornadas con borlas e hileras de perlas enfiladas. Abajo línea de imposta con rosetas y triglifos
Otro florón rectangular, ligeramente diferente al anterior...
Los 700 metros cuadrados de la Plaza de Camposagrado lindan al oeste con los edificios de la calle la Fruta, antigua Calle Oscura, separada antaño por un muro con las propiedades de los marqueses y que se sabe tuvo soportales a ambos lados, en los edificios existentes antes de estos. En ese espacio entre soportales de cada lado de la calle podía pasar un carro de bueyes, menos en su tramo final, que se estrechaba tanto que podía abarcarse con los brazos. Esa estrechez le dio el nombre de oscura a ese tramo de rúa. Desde aquí continuaremos a la derecha, bordeando el palacio
Pero si miramos a la izquierda veremos que la calle La Fruta llega a El Parche o Plaza de España, donde ese trecho era llamada calle Cimavilla y, tras el incendio de 1478 y posterior reconstrucción, Rúa Nueva. En esa zona estuvo la Plaza de la Villa, hoy inexistente, con la antigua casa del concejo o Ayuntamiento. La calle empezó a ser llamada de La Fruta tras otro incendio, el de 1621. Era la calle de los puestos de frutas del mercado avilesino, que por entonces se extendía por toda la población intramuros, La Villa. Los actuales edificios se construyeron, ya con el vial más ancho, entre los siglos XIX y XX y, durante un tiempo, pue la calle principal de Avilés, hasta que le quitó ese puesto la de La Cámara
Desde la calle La Fruta esquina con San Bernardo nos dirigimos a La Cuesta la Molinera, la calle a la izquierda del Palacio de Camposagrado, cuyo muro del jardín, al cambiar de dueños en 1878, pudo ser derribado descongestionando la calle La Fruta, pues ya desde 1860 se planteaba conseguir que esta calle pudiese enlazar con la de La Muralla
Es entonces cuando se puede decir que nacen esta plaza y esta calle, primeramente llamada La Unión pues se unía con la de La Muralla y, de allí y por las desecadas marismas, se iría por Les Aceñes, con su flamante mercado, al barrio de Sabugo, peo popularmente pronto fue llamada La Cuesta la Molinera, Cuesta por su pendiente y de la Molinera no se sabe a ciencia cierta por qué
Unos dicen que tiene que ver con alguna molinera de los antiguos molinos de marea de Les Aceñes, otros que se debe à un negocio de harinas que abrió sus puertas en los bajos del palacio, cuña dueña era llamada La Molinera por tener un molino en Arlós (Llanera). También se cuenta que fue el nombre d en un bar
Les Aceñes estaban justo enfrente, al otro lado de la calle de La Muralla, que ahora vamos a cruzar. Allí estuvo el Puente Nuevo de Sabugo, que cruzaba el Tuluergo, y allí vemos las casas de La Plaza Nueva, construidas tras rellenarse el terreno marismeño que separaba Avilés de Sabugo en 1870, en cuyo gran patio interior se habilitó el nuevo mercado, que salió de su antigua ubicación en las calles del centro urbano de La Villa, el Avilés intramuros
En la cuesta contemplamos ahora toda la fachada oeste del Palacio de Camposagrado, más sobre sin duda que las otras, sobre todo las norte y sur, pero con detalles también de interés, como la línea de balcones, uno de ellos saliente, del piso alto, o el dintel de la puerta del medio en el piso bajo, que es el único portal que siempre tuvo la calle, donde estuvo uno de los primeros puntos de venta del periódico La Voz de Avilés (el otro eran los soportales del Ayuntamiento)
En esta cuesta falleció de un infarto, el 16 de julio de 1916, Serrana Gutiérrez Pumarino, dueña del Hotel La Serrana, del que acabamos de hablar abundantemente
Con 25 metros es además la calle más corta del centro urbano de Avilés y, antes de abrirse, era parte del jardín del Palacio. Aunque tuvo diferentes nombres el popular y más utilizado no se oficializó en el callejero hasta 1979. Aquí no había puerta, esto habría estado cerrado por un lienzo de muralla anexa al palacio. A la izquierda, en la esquina con la calle La Muralla, estuvo el Café Imperial, que situado en los bajos del Casino fue uno de los históricos de Avilés, del que Legazpi escribe así en El triángulo del ocio:
"El Imperial, en los bajos del Casino, era frecuentado por gente más alterada en general y no por las actuaciones de tonadilleras y cupletistas que a veces contrataba la empresa sino porque el personal era como más inquieto, más revolvín. Abundaban las tertulias destacando sobre todas una (ver ‘La tertulia prodigiosa’ en LA VOZ DE AVILÉS del 9 de noviembre de 2014) que le aportó a la ciudad la primera biblioteca pública cuya nieta podemos ver hoy en la Casa Municipal de Cultura.
El Casino, que es un episodio aparte, fue fundado como lugar de reunión de avilesinos adinerados e influyentes. Como todo casino que se precie reunió notables elementos de ocio y tal. Pero al margen de mullidas alfombras rojas, cortinas granates, sofás de peluche, espejos y arañas en el salón de baile de la alta sociedad jugó un papel, tan destacado como desconocido, en la vida cultural de la ciudad. Para muestra el detalle del poeta y escritor español Gerardo Diego escogiendo el Casino de Avilés para celebrar en él sus bodas de plata con la poesía"
Enfrente, al otro lado de la calle La Muralla y también haciendo esquina, hubo otro emblemático café Avilesino, el Colón, de ambos escribe del Río Legazpi en La tertulia prodigiosa del fabuloso Café Imperial:
"Hubo en Avilés, a comienzos del siglo XX, dos cafés que destacaban sobre el resto, estaban en una nueva calle donde la fila de casas de la derecha se habían edificado sobre la antiquísima muralla, que unos años antes se habían cargado los intereses inmobiliarios. Las casas de la izquierda formaban parte del perímetro de la –entonces– recientemente construida plaza del mercado o Plaza de los Siete Nombres.
Los dos cafés a los que me refiero, situados en esta calle –que hoy conocemos como La Muralla– estaban situados frente a frente y los dos haciendo esquina. Hablo del Colón y del Imperial y de ambos quedan las fachadas.
El Colón, bajo y piso, se había instalado en 1890, aunque no fue hasta 1905 cuando añadió el elemento arquitectónico que lo singulariza: la terraza aérea en el primer piso, que origina soportales en la acera, modelo barrio antiguo de Nueva Orleans. El Imperial ocupaba solamente el bajo, pues la terraza que muchos creen prolongación del negocio, era del Casino de Avilés (fundado en 1872) que tenía en el edificio su sede y que la instaló en 1907 para disfrute de sus socios. Este edificio también acogió, durante un tiempo, a la Cámara de Comercio local, fundada en 1899.
El Imperial se había instalado en La Muralla en 1900. Anteriormente y desde 1872, estuvo en la calle La Ferrería (según datos que aporta Luis Muñiz Suárez, en su magnífico libro ‘Historia de La Voz de Avilés. 1908-2008 ’) y en la casa que da frente a la calle El Sol, justo donde años más tarde se instalaría el diario avilesino que permanecería allí durante más de medio siglo.
Ambos cafés, de gran superficie, eran la sensación, la modernidad de la época. Porque añadían a los servicios propios de esta clase de establecimientos espectáculos variados. Así mientras en el Imperial actuaban tonadilleras y cupletistas, con acompañamiento orquestal, el Colón ofrecía diarias sesiones de cine, con acompañamiento de piano.
La sutileza, en lo publicitario, quizá ayude a establecer mejor la diferencia. Mientras el Imperial invitaba a exotismos como cerveza ‘La Estomacal de Mahón’ o a catar vinos de Burdeos, el Colón se vanagloriaba de servir leche recién ordeñada.
Al Imperial lo presentaban los anuncios de la época de esta guisa: «Sitio céntrico, amplio local, ventilador eléctrico con aparato productor de ozono para que la atmósfera esté siempre pura… En Barcelona, en una sala mecánica–médica, cobran cinco pesetas por una hora de aspiraciones oxigenadas… en este café, por veinticinco céntimos, se puede pedir un café riquísimo, agua filtrada, seis periódicos diarios, tres ilustrados, biblioteca, teléfono y aspiraciones oxigenadas de la misma clase que en una sala médica de Barcelona, sin limitar el tiempo de aspiración… Increíble, pero verdad».
Subidones oxigenados aparte, lo que le daba categoría era la clientela que allí se reunía. Por entonces las tertulias eran muy numerosas. Por raro que parezca, la gente (la que podía, claro) se comunicaba, charlando, en torno a la mesa de un café y no mirando –los ojos como platos y la cerviz doblada– a un teléfono enano en la palma de la mano. Cuando no enchufados –en alma, corazón y vida– a un ordenador.
En el Imperial abundaban las tertulias, pero destacaba una que me descubren unas notas inéditas de David Arias Rodríguez del Valle (alcalde de Avilés en dos ocasiones) y que –Guerra Civil de 1936 mediante– terminó exiliado en México. Una de sus nietas, Maricruz, me hizo llegar el escrito.
David describe a los personajes variopintos de aquella tertulia del primer tercio del siglo XX. Por encima de todos estaban dos personas. Una Wenceslao Carreño, de familia ilustre, coronel del ejército retirado, monárquico leal, bebedor risueño y bibliófilo empedernido. Y otra Nicasio Rodríguez Viña, de origen modesto, republicano convencido y a quien «la herencia de un tío indiano convirtió en filósofo ocioso y catador pacífico».
Y luego una serie de contertulios entre los que descollaban –y me permito adornarlos con pinceladas escogidas del escrito de David– como más habituales: Fortunato Sánchez-Calvo (venerable fan del filósofo Krause), Lorenzo de Uhagón (silencioso tertuliano con rasgos inesperados de ingenio), José María Lobo de Las Alas (inculto, pero dotado de talento avispado y socarrón), Manolo Vior (intelectual y gimnasta) y David Arias (poeta que llegó a ser alcalde).
De aquella tertulia prodigiosa nacieron dos cosas importantes. Una, la idea de celebrar una verbena anual, acompañada de la edición de una revista irónica, titulada ‘La Batelera’. Y, otra, la fundación de una biblioteca pública (Biblioteca Popular Circulante).
‘La Batelera’, un clásico festivo, llenó de música y alegría muchos veranos avilesinos.
Y la Biblioteca Popular Circulante, escribe David Arias, «fue la primera de su clase en Asturias y tal vez en toda España». Pero lo que él no se imaginaba es que aquel ‘invento’ de la tertulia prodigiosa transcendió de lo particular a lo municipal y que con el tiempo se renombró como Biblioteca Bances Candamo (la BBC, que es un episodio aparte) y que terminaría germinando una Casa Municipal de Cultura, que con la llegada de los Ayuntamientos democráticos en 1979, potenciaría sus actividades hasta convertirse, por la cantidad y la calidad de las mismas, en una de las más destacadas de España de su tiempo.
Por cierto, que en 1933 se cerró el tradicional café Imperial para abrir una entidad bancaria. No tengo nada claro que Avilés saliera ganando"
Palacio del que vemos aquí la otra de las esquinas en chaflán de su fachada renacentista, mirando a la calle La Muralla bajo la que discurre subterráneo el río Tuluergo a desembocar a La Ría
Por aquí sería más o menos por donde se cruzaría hacia Sabugo por el dieciochesco Puente Nuevo y los molinos de mareas o aceñas: era el paso del Tuluergo, o la decadencia del río que bañó la historia avilesina, como bien escribe Legazpi:
"El Tuluergo era arroyo creciente a medida que descendía hasta El Quirinal donde comenzaba a ser riachuelo, recibiendo afluentes que aunque pequeños lo convirtieron en río antes de que comenzara a mezclarse (en la marea alta) con el mar en Las Meanas, donde se quitaba la faja y comenzaba a ensanchársele el delta antes de acoplarse con la Ría. Y hablo en pasado porque hoy el Tuluergo está escondido.
Y en la desembocadura del Tuluergo –hoy tramo final de la calle de La Muralla– estuvo durante siglos el puerto de Avilés, aquel que durante un tiempo, en el medievo, llegó a ser el más importante del norte atlántico español.
El río, también fue frontera legendaria entre la villa amurallada de Avilés y el pueblo de Sabugo, precariamente comunicados (lo de ‘malhaya quien puso el puente para pasar a la Villa’, como canta la copla, no es gratuito) desde, al menos el siglo XIII, por un puente –al lado del actual Camposagrado– por el que apenas cabía una caballería con alforjas, y complementado más tarde (siglo XVIII) por otro más apañado, en lo que hoy es calle de La Cámara.
El río está presente en la historia y vida de Avilés de distintas formas. En ‘Mayita’, novela costumbrista de Eloy Fernández Caravera, cuya acción transcurre en el Avilés de finales del siglo XIX, unos jóvenes intentan imprudentemente navegarlo bajo tierra desde el túnel de Las Meanas, donde comenzaba entonces su cauce subterráneo que seguía, mayormente, bajo la calle La Muralla hasta la Ría.
Actualmente una taberna del Quirinal lleva su nombre, como lo llevó una revista satírica –de los alumnos del Instituto «Carreño Miranda» en 1934 y 1935– dirigida por Ángel R. de la Flor Solís e integrada por Manuel Fernández Cuesta, Miguel Ángel Olamendi, Alberto Menéndez, Francisco Valdés Gárate y Manuel Abril.
En 2005, dentro del plan especial de protección del casco histórico, su autor, el arquitecto Carlos Ferrán –declarado defensor de que Avilés solicite ser Patrimonio de la Humanidad– presentó, entre varias medidas urbanas, una titulada «Eje del Tuluergo», consistente en llamativas actuaciones en torno a la zona por donde discurre subterráneamente el cauce y donde recomendaba «plantar árboles… Y también instalar láminas de agua que recuerden el paso del río».
Como ven, al Tuluergo, su familia no lo olvida. Viene de antiguo, porque San Cristóbal antes de ser de ‘Entre Viñas’, tuvo –señala Jorge Argüello, en su libro ‘Abilles’– como primer nombre San Cristóbano de Toluergo, que también fue Teruelgo y Tabuergo. Tal parece topónimo borracho.
El río fue obligado a ir retrocediendo el cauce, a cielo abierto, hacia sus orígenes a medida que los siglos avanzaban y la ciudad crecía. En el XIX, comenzaron a encauzarlo bajo tierra y en el XX fue gradualmente evaporándose del paisaje avilesino, descorriéndose (dicho sea con perdón) hasta donde hoy lo tienen escondido"
Desde la esquina tenemos otra soberbia visión de esta gran fachada con su preciosa arquería y columnas. Enfrente estuvo, además del puente de piedra que a finales del siglo XVI sustituyó al de madera. El primer muelle también de piedra se hizo asimismo por entonces. pagado con la sisa o tributo sobre diversos géneros comerciales, normalmente alimentos. Nada queda en la actualidad de ambos elementos, al menos a la vista
De las circunstancias en las que nació esta calle La Muralla y se unieron Avilés y Sabugo comenta en su artículo dedicado a esta vía Alberto del Río Legazpi, publicado en El Comercio-La Voz de Avilés el 21-4-2013:
"Hasta hace unos 150 años la población de Avilés estaba ‘colocada’, más o menos, así: la Villa, amurallada, sobre una colina y el pueblo marinero de Sabugo sobre otra. Y luego, encumbrados, los barrios de Rivero, La Magdalena, El Carbayedo y, coronando: Miranda
La Villa y Sabugo estaban unidas por un puente –a la altura del palacio de Camposagrado– que durante siglos fue de mírame y no me toques, y encima tan ahogado que apenas cabía una caballería con alforjas. Y aunque luego se modernizó, aquello no era plan, ya que Avilés se quedaba pequeño para una población en aumento, porque la industrialización ya se había instalado en Arnao, con la extracción de carbón y la fabricación de zinc. Y aunque la emigración, atizada por la miseria, se llevó a muchos a América, el progreso demográfico exigía un revolcón urbanístico.
Que se hizo soldando La Villa y Sabugo, previo traslado del puerto –una vez canalizada la Ría– y la construcción –en aquel lugar ocupado por muelles, aguas y marismas– de dos grandes espacios: el parque del Muelle y una plaza fetén.
Cuando se construyó ésta Plaza Nueva (actual del mercado) se urbanizó sus alrededores y así fue como se prolongó la calle de La Cámara y nacieron la plaza de Pedro Menéndez y las calles de Rui-Pérez y La Muralla"
El Parque del Muelle surgió pues también de aquellos trabajos para ganar espacio a la ría haciendo sitio para el crecimiento de Avilés a la vez que se producía la unión física de Avilés (La Villa) con Sabugo
Además de marismas estaban ahí los campos de La Bogaz y del Faraón, donde los sabugueros tenían sus astilleros, barcos de madera hechos por los llamados carpinteros de ribera
"El Colón era el prototipo de esos grandes cafés de planta y piso que hoy son casi de museo. Aquello era un mundo donde se tomaba algo (de licores exóticos a leche de vaca recién catada) y se jugaba a todo (de ajedrez, dominó y parchís a brisca, mus y póker) y hasta hubo un tiempo en que se podía ver el invento del cine, mudo por supuesto. Y en el primer piso piano creando ambiente y baile popular, sábados y domingos, a ritmo de sonoras orquestas. Con el tiempo hasta hubo exposiciones de arte (...)
Luego también estaba el paisaje metálico que ofrecía el triángulo. La historia es que el Colón añadió una terraza voladiza en 1905 abrazando todo el café y desde la que se dominaban dos calles (La Muralla y Cuesta La Molinera), una plaza (de Pedro Menéndez), un palacio (de Camposagrado) y el parque (de El Muelle) y por supuesto el edificio donde domiciliaban Café Imperial y Casino al que esta modernidad le cogió bailando un vals. Algo que arreglo en 1907 un constructor conocido como El Chino montándole a la carta una terraza voladiza similar para que los socios no envidiasen la del Colón, que en el momento de escribir estas líneas sigue allí, mientras que la del Casino fue desmontada en 1933 por exigencias de la entidad bancaria que alquiló el local donde había estado el Imperial. Por un tiempo (26 años) un pequeño espacio, de dos esquinas enfrentadas, de la calle de La Muralla de Avilés se convirtió en un remedo del casco histórico de Nueva Orleans. USA"
"A finales del siglo XIX llegó a Avilés una catarata de modernidad: nuevo puerto marítimo, ferrocarril, luz eléctrica, teléfono… pero sobre todo dinero para cambiar la ciudad, mayormente de los indianos que regresaban de una Cuba independiente que había dejado de ser una provincia española.
Avilés, urbanísticamente, estaba amojamada y forzosamente tenía que crecer al demandárselo el progresivo aumento de población. Eso ya había ocurrido en el siglo XVII y de aquel arreón urbanístico nacieron las maravillas de la plaza de España y las calles porticadas de Rivero y Galiana.
Aquel fue un ensanche hacia el sur porque al norte estaban el mar y la muralla, aparte de la carencia de tecnología para construir en zonas húmedas. Pero a finales del siglo XIX eso ya era posible, y como a la muralla le habían dado matarile, vino el cambio variando la ubicación del puerto (cuyos muelles siempre había estado entre lo que hoy es parque El Muelle y el segundo tramo de la calle La Muralla) y desecando las marismas de la zona.
Del cambio de líquido a sólido surgió un formidable solar que unió Sabugo con la Villa y donde se aposentaron la plaza del mercado (o Plaza Nueva y seis nombres más) y un parque (El Muelle). Al espacio de terreno que los separaba se la llamó calle de Pedro Menéndez, luego cambiado por plaza, y fue el primer homenaje oficial al marino avilesino fundador, en 1565, de San Agustín de La Florida, la hoy considerada ciudad más antigua de los Estados Unidos de América"
"Siendo Avilés una villa milenaria no es de extrañar que nuestra historia se remonte al siglo XV. No todos los mercados pueden presumir de quinientos años de vida. Fue en 1479 cuando los Reyes Católicos concedieron a Avilés un mercado franco semanal que, desde entonces, continúa celebrándose cada lunes. Un privilegio mercantil destinado a dinamizar la economía avilesina tras un calamitoso incendio que destruyó casi tres cuartas partes de la ciudad. Desde entonces vino celebrándose el mercado semanal en Avilés. Al principio en el casco histórico, ocupando las calles de La Fruta, La Ferrería y del Sol. Precisamente las dos primeras deben su nombre a los productos que se vendían en el mercado. Pasaron los años y los siglos hasta llegar al XIX momento en que se construyó, ocupando espacios de marisma, la actual plaza de los Hermanos Orbón, conocida por entonces como Plaza Nueva y hoy popularmente como La Plaza o plaza del mercado"
El actual edificio de bastos no es el original, como tampoco la mayor parte de las casas que rodean La Plaza. Realmente en la actualidad solo diez de los edificios que vemos corresponden al aspecto de los primeramente construidos, los demás fueron remozados, renovados, o hechos nuevos, tras la Guerra Civil
"Benjamín Orbón nació en Avilés en 1879, justo el año en que finalizan las obras de los 28 edificios de la plaza hoy dedicada a él y a su hermano. Los estudios primarios los hace en Avilés, pero al poco la familia se traslada a Oviedo. Desde niño Benjamín llama la atención como virtuoso del acordeón, luego del violín y finalmente del piano, instrumento que dominaba con tanto acierto como para dar su primer concierto contando doce años de edad. Sus padres deciden mandarlo a estudiar al Conservatorio Nacional de Madrid donde tampoco perdió el tiempo. Con veinte años da un triunfal concierto en el Ateneo de Madrid, actúa ante la familia real y emprende una gira por varias ciudades españolas que finaliza en Avilés.
Pero Benjamín no para mucho en su ciudad natal donde se encontró con alguna sonada novedad como la colocación de un parche en la plaza de España. Al poco continúa con un trajín viajero: La Habana, vuelta a España, París… Y en 1904 Cuba (siempre Cuba), México D.F. y varias ciudades norteamericanas.
En 1906 decide echar el freno y lo hace en La Habana, donde continua su faceta de compositor que había comenzado ya, de un modo intermitente, en sus giras: la zarzuela ‘La víspera de San Juan’ y piezas como ‘Rapsodia asturiana’, ‘Dos danzas asturianas’ o ‘Polonesa (composición para piano)’. Se casa con la cubana Ana Soto Blanch con la que tendrá tres hijos. Pero sobre todo destaca la fundación del Conservatorio Orbón que pronto adquirió gran prestigio en ciudad donde Benjamín fijará su residencia familiar (hasta su muerte en 1944) con la salvedad de viajar todos los veranos a Avilés donde nacería en 1925 uno de sus hijos, Julián, que con el tiempo sería compositor musical muy famoso (aparte de sus sinfonías recuerden la canción ‘Guantanamera’) y cuyo nombre lleva actualmente el Conservatorio de Avilés. Es importante no confundir a este Julián Orbón, hijo de Benjamín con el hermano de éste"
"El Julián Orbón hermano de Benjamín y que se dedicó mayormente a la escritura nació en Avilés en 1880, el mismo año en el que salió a la calle un nuevo periódico de nombre El Porvenir que no duraría mucho. La ciudad rondaba entonces los 8.000 habitantes
Con idéntico espíritu viajero que su hermano Benjamín, Julián no paró quieto y anduvo entre Avilés y La Habana continuamente. En 1903 funda El Heraldo de Avilés que duraría un año. Por entonces aparecían periódicos a la misma velocidad que desaparecían, aunque el siguiente semanario (El Progreso de Asturias) fundado por Orbón en 1917 duraría hasta 1934 y no desapareció por falta de lectores sino porque en octubre de aquel año los revolucionarios incendiaron el local donde se imprimía (ardiendo también edificios vecinos) situado en los bajos de la esquina que hacen las calles La Cámara y Rui Pérez. La publicación tenía un marcado tinte conservador que se fue deslizando hasta el extremismo. Eso y su carácter difícil, siempre instalado en la polémica y su fama de maniobrero político (Julián Orbón fue teniente de alcalde en tiempos de la dictadura de Primo de Rivera pero al margen de dicho cargo se decía que ponía y quitaba alcaldes a su gusto) le creó muchos enemigos lo que no justifica en modo alguno su asesinato a tiros delante de la cárcel, en la calle Ruiz Gómez, el 28 julio de 1936 iniciada ya la dantesca Guerra Civil donde habría indeseables matanzas desde los dos bandos contendientes.
Fue un periodista muy activo escribiendo en distintos medios asturianos, españoles y cubanos y ejerciendo también la corresponsalía en España del Diario de la Marina de La Habana y esporádicamente la del periódico Las Novedades de Nueva York
Dejó publicadas en volumen la comedia ‘Lucha de un alma’ (Habana, 1908) y los folletos ‘Crónicas de la Exposición’ (Habana, 1911), ‘Avilés en el movimiento revolucionario de Asturias’ (Gijón, 1935) y ‘Patriotismo y ciudadanía’ (Gijón, 1935)
Julián Orbón, que también fue presidente de la Asociación Coral Avilesina, promovió unas veces, o se unió en otras, a iniciativas ciudadanas como la celebración en Avilés de conferencias de Extensión Universitaria, también al homenaje al filósofo Estanislao Sánchez-Calvo colocando una lápida en la casa donde vivió, la celebración de unos Juegos Florales en 1904, y las campañas para la erección de monumentos al maestro de enseñanza primaria Juan de la Cruz (busto colocado en su día en la plaza de Álvarez Acebal y hoy en los almacenes municipales) y al marino Pedro Menéndez de Avilés en el parque de El Muelle"
"La Villa avilesina es territorio de plazas con solera histórica: El Carbayo, El Parche, Carlos Lobo o El Carbayedo son algunos ejemplos. Pero cuando dices ‘la plaza’, a secas, tu interlocutor da por supuesto que te estás refiriendo a la de Hermanos Orbón.
Algunos creen que tal surtido de nombres, de ésta plaza, es consecuencia de la inspiración perenne que ocasiona el recinto. Otros que es la demostración de la imposibilidad para bautizar un espacio arquitectónico tan singular, creado en el siglo XIX, cuando la ciudad se estiró –urbanísticamente– de forma tan efectiva como brillante.Sin embargo es lugar de hasta con siete nombres en el imaginario popular, desde este ‘La Plaza’ hasta los que remiten a conceptos mercantiles, como plaza ‘del Mercado’ o ‘de Abastos’. O geográficos: ‘Las Aceñas’. Aparte, claro, de los legales: ‘Plaza Nueva’, que es el primer nombre adjudicado por el Ayuntamiento, desde su construcción hasta el 28 de octubre de 1938, cuando lo cambió por el del escritor y periodista ‘Julián Orbón’, que luego sustituyó por el de ‘Hermanos Orbón’ (músico uno y literato e otro) el 12 de agosto de 1965.
Se desecaron marismas insalubres que dividían Avilés hasta decir basta. Y así, sustituyendo líquido por sólido, nacieron esta plaza y los parques del Muelle y del Retiro. Y detrás, claro, el desarrollo urbano de gran parte de la ciudad.
Quedémonos con la copla de que hasta hace unos ciento cuarenta años, el mar llegaba hasta Las Meanas, que fue el nombre que, posteriormente, heredó el citado parque del Retiro. Tela marinera.
La fuerza con que entraba, en el que hoy es centro de Avilés, se puede ilustrar con el hecho de que el nombre del lugar, fue: Las Aceñas, porque en este espacio estuvieron funcionando, desde el siglo XIII, aceñas, o sea molinos que utilizan las mareas como fuerza motriz"
De esta manera describe Legazpi La Plaza y los edificios que la rodean, su primera idea como plaza pública ajardinada y su posterior conversión en plaza del mercado:
"La plaza, es un espacio arquitectónico compuesto, en origen, por 28 solares dispuestos en rectángulo. Las viviendas vierten unos más que vistosos balcones y miradores, hacia las tres calles y una plaza. Y hacia el interior: galerías de madera sostenidas por ochenta columnas de hierro que conforman unos soportales de considerable altura. Bajo ellos: bajo y entresuelo de locales comerciales. El recinto tiene cuatro entradas. Una de ellas, la de la calle La Muralla, luce, en la parte superior una fecha: 1873.
Consta, para que nos conste, que el rectángulo central de la plaza estaba destinado a zona ajardinada. Pero una serie de acuerdos, posteriores, hicieron posible que se construyera en ese espacio un pabellón dedicado al mercado, que centralizara el que, desde el reinado de los Reyes Católicos, se desparramaba por calles y plazas de la Villa.El diseño arquitectónico, municipal, responde a un tipo constructivo muy de moda entonces: las llamadas plazas Nuevas, basadas en la funcionalidad.
Y este pabellón central, de abastos, -hoy acertadamente remodelado- fue el tercer mercado moderno construido, en el siglo XIX, en Asturias, después del de Trascorrales en Oviedo y aquel de Jovellanos, en Gijón"
"En Avilés siempre ha habido polémica entre los partidarios de que el pabellón del mercado tuviese otra ubicación en la ciudad y los partidarios de que siga aquí. Una opinión coincidente con la oficial, que se ciñe a los planes del Avilés del futuro.
Aunque no está de más recordar que el interior de la simétrica plaza fue concebido como zona de ocio, con un centro ajardinado, que adornara el agradable paseo ‘de invierno’ que procuran los soportales, complemento del ‘paseo del verano’ en el parque del Muelle.
Su simetría y el espectacular perímetro de galerías siguen ocasionando el asombro de miles de turistas.
Tengo escrito que el arquitecto José María Pérez González, más conocido como ‘Peridis’, famoso por sus afiladas y afinadas viñetas periodísticas, me inquirió –en un paseo por allí– y con un tono entre sorprendido y admirado ‘¿Pero como coño no conocía yo esto?’
Pues eso es lo que venía ocurriendo con Avilés, desde casi siempre, hasta tres años antes de finalizar el siglo XX, cuando comenzó la promoción turística de la ciudad"
"se coloca justo en la zona que, con brazos de marisma y río separaba Avilés y Sabugo hasta finales del siglo XIX, cuando fue construida la manzana de casas que da origen a esta plaza. Desde tiempos medievales esta era una zona de aceñas; es decir, molinos que aprovechaban las fuerza de las mareas como energía y, desde qu ela pujante burguesía de finales del XIX decide la transformación, sirve de unión a la villa y Sabugo además de paseo elegante de invierno, resguardado con sus soportales de la lluvia. Todavía hoy es muy aconsejable para quien quiera pasear con tranquilidad recorriendo este claustro moderno y admirando las blancas galerías y columnas de fundición que forman la plaza. Aunque si no es tranquilidad lo que apetece, puede hacerse el recorrido los lunes donde el mercado semanal que concedieran los Reyes Católicos en el siglo XV, sigue celebrándose"
"... es el típìco lugar donde se puede adquirir desde un Rolex de imitación (eso que llaman Trolex) a un manojo de hierbas de confianza"
"El conjunto de la plaza une originalidad y calidad y permite, sobre todo en verano, tomarse un tranqnuilo café o un chocolate con churros en las terrazas que dan a su interior"
Estamos al cruzar la calle Pedro Menéndez en el comienzo de la calle de La Estación. puerta sabuguera por excelencia, antigua calle de origen medieval, llamada calle D'Adelante, hasta que en 1892 se decidió denominarla de La Estación por ser la comunicación directa con la flamante Estación de Avilés, inaugurada hacía dos años por entonces
Y por la calle de La Estación o D'Adelante, nos adentramos así en Sabugo, el que fuera el antiguo barrio pesquero y marinero de Avilés, que hasta muy avanzado el siglo XIX estuvo separado de La Villa...
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