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lunes, 18 de septiembre de 2023

EL PARQUE DEL MUELLE (AVILÉS, ASTURIAS) ENTRE FAUNOS, NINFAS Y DIOSAS GRIEGAS: EL ELEFANTE, LA FOCA Y EL ADELANTADO DE LA FLORIDA

 

El Parque del Muelle. Avilés

El Parque del Muelle de Avilés, al paso del Camino de Santiago, recibe este nombre por haber sido, durante siglos, el lugar del histórico y muy importante puerto avilesino, de honda raigambre marinera, de marinos navegantes y mercaderes, balleneros y pescadores, con activas rutas con toda Europa y el privilegio del alfolí o comercio y almacén de sal, vital para la conservación de alimentos y su transporte y comercialización

Dicho alfolí, palabra que abarca tanto a ese derecho de comercio salinero como a sus almacenes, estaba en la calle llamada precisamente Alfolíes, detrás de la iglesia de San Antonio, antes de los Padres Franciscanos y antigua de San Nicolás de Bari o San Nicolás de la Villa, por ser durante siglos la parroquial de Avilés, hasta su traslado, advocación incluida, al antiguo convento de San Francisco el 30 de diciembre de 1849 y cuya espadaña del campanario vemos desde aquí

El Parque del Muelle, fuente con uno de los faunos y detrás de él la rampa del antiguo muelle de Avilés

Aquí arribaban y zarpaban los barcos, en la desembocadura del río Tuluergo en la Ría de Avilés. Resto y recuerdo de aquello es la rampa, por donde se sobordaban o arrastraban algunas embarcaciones desde el agua, que vemos detrás de la fuente con uno de los faunos que caracterizan la decoración del parque


 Aquí estaba el puente del siglo XVI que pasaba a estos terrenos, por entonces los campos de La Bogaz y del Faraón, con marismas que separaban Avilés de Sabugo, por entonces barrio de pescadores y carpinteros de astilleros de ribera, por entonces separado de lo que se conocía como La Villa, el Avilés intramuros dentro de la desaparecida muralla medieval, una de cuyas puertas, la Puerta del Mar, estaba aquí, al final de la bajada de la rampa


Avanzado el siglo XIX, con la llegada de barcos de cada vez mayor calado, se estimó imprescindible para la actividad portuaria avilesina dragar la ría y canalizarla hasta la desembocadura, desecar las marismas y trasladar el puerto a la nueva ribera, con más capacidad y mejores condiciones e instalaciones para la actividad portuaria. El proceso culminaría en 1870 con la construcción de las casas de la Plaza Nueva o del Mercado (Plaza Hermanos Orbón, sus patrocinadores), en el antiguo terreno marismeño entre La Villa y Sabugo, que pasaban a ser una sola población, al derribarse también las murallas, tras siglos de cierta acusada rivalidad

Más tarde, el 12 de septiembre de 1890, comienzan las obras para hacer este parque del Campu'l Faraón, cuyos jardines fueron proyectados por el arquitecto municipal Ricardo Marcos Bousá

Estos faunos y otras estatuas de la mitología clásica, por su parte, ya estaban aquí antes, es decir, en el antiguo puerto, o más en concreto en el antiguo Paseo del Bombé, que recorría la ribera del Tuluergo en este sector, inaugurado en 1835 tras el derribo de las murallas, tarea que empezó en 1818, dejando libre un nuevo espacio de socialización con el gran atractivo de pasear y ver los barcos y su actividad. Más tarde se compran estos faunos a una firma francesa, los cuales pasarán a este nuevo parque. El erudito avilesino Alberto del Río Legazpi lo explica así en Aquellos tiempos del Bombé, artículo publicado en El Comercio-La Voz de Avilés el 4-9-2011: 

"La cosa fue que en el año 1818 comenzaron a demolerse las murallas y, a partir de entonces, la Villa comienza a adaptarse a nuevos espacios, que al inicio de aquel siglo XIX, demandaba la sociedad. Por ejemplo el de un sitio exclusivamente dedicado al paseo, que ya se empezaba a valorar como lugar de relaciones sociales y ocio. 
Si se piensa en El Parche, abandonen la idea, porque por aquel tiempo estaba un tanto asilvestrado (urbanísticamente hablando) y era más bien lugar de mercaderías. Tampoco en el Ferrera, que entonces eran los jardines privados de los marqueses. Los terrenos verdes de esta familia estaban cercados y ocupaban -ellos solos- el doble de la superficie habitada de la Villa de Avilés. 
Estando así las cosas, ¿dónde había espacio para poder pasear con calma, ver a los amigos, lucir el tipo y -en muchas ocasiones- postularse? Tenía que ser un lugar atractivo. Nada mejor que la zona 'noble' del muelle, la más cercana a las calles principales, que entonces eran La Ferrería y La Fruta. En el puerto, la novedad era continua con el atraque de embarcaciones, algunas de ellas de lejanos lugares, con lo que se rozaba el exotismo, según la imaginación que cada uno le echase. Y con gentes que hablaban otros idiomas y vestían de otra forma. 
Por tanto, ya que teníamos el romanticismo (que se había extendido años antes, por toda Europa) a pie de obra, pues Avilés puso manos a la obra y terminó, en 1832, el Paseo del Bombé (término francés, país de donde procedía el, entonces innovador, 'invento' social). Modernidad que entraba en la Villa, al tiempo que en Oviedo, donde también inauguraron otro Bombé y que aún hoy sigue existiendo, en el interior del parque San Francisco. 
Y fue en el Avilés de 1835, con 6.500 habitantes, cuando entró en servicio este nuevo centro de gravedad social, un paseo que tenía solamente dos filas de árboles, que iban desde la fachada norte del palacio de Camposagrado, hasta el final de la -hoy- calle La Muralla, como se aprecia en el dibujo de Juan de la Cruz Espolita. Ilustración que nos ayuda -además- a comprobar la profundidad con la que el puerto de Avilés penetraba en la ciudad. O como la ésta se volcaba en la ría. 
Bastantes generaciones pasearon discusiones variadas en aquellas idas y venidas, a la vera del puerto de Avilés. A la caída de la tarde, los días laborables y al mediodía los festivos. 
Y se fueron añadiendo nuevos elementos que cambiaron continente y contenido del Bombé. En 1867, Serrana Gutiérrez-Pumarino construyó la 'Fonda La Serrana', más tarde hotel de renombre. 
Y 1876 el Ayuntamiento compró (por 2.470,60 francos) nueve estatuas (a la firma francesa Hauts Fourneaux et Fonderies, del Val D'Osne) basadas en motivos mitológicos de la antigua Grecia, según la moda francesa (como no) del momento. 
Finalizando el siglo XIX, pasarían al nuevo parque del Muelle, que sustituyó definitivamente al del Bombé. Suceso bautizado, irónicamente, por el personal como 'El baile de las estatuas'.

A lo lejos, al otro lado del parque, otro gran conjunto escultórico marcará nuestro itinerario a seguir por su gran explanada y a la sombra de su arbolado


Es la estatua del militar y marino avilesino Pedro Menéndez de Avilés, rodeado de algunos de los cañones, aunque no son, pese a la creencia arraigada, los que llevó a la conquista de La Florida en 1565, según mandato de Felipe II, que lo nombró Adelantado Mayor Perpetuo, cargo de conquista y administración el nuevo territorio, que añadió a la Corona tras expulsar a los hugonotes franceses, fundando la ciudad de San Agustín, la más antigua de los actuales Estados Unidos


Esta es la razón por la que a Avilés se la conoce como Villa del Adelantado, pues aquí nació, el 15 de febrero de 1519, "un marino de guerra que, casi de niño, se echó a la mar y ya nunca dejaría de flotar sobre ella", como bien dice también Alberto del Río Legazpi en Tras las huellas del Adelantado:
"Tiene dedicado un conjunto escultórico en el parque El Muelle de Avilés rodeado de cuatro cañones que, en tiempos pasados, estuvieron protegiendo el castillo de San Juan de Nieva que a su vez protegía la entrada a la Ría (mayúscula ella) de Avilés. El monumento que fue inaugurado en 1918 con asistencia de autoridades nacionales comenzó a sacar a Menéndez de Avilés  del archivo de leyendas negras.          

Fue por entonces cuando comenzó a airearse el conocido eslogan de ‘Avilés, la Villa del Adelantado’.

En 1924, los restos del marino asturiano fueron objeto de un homenaje popular por las calles de Avilés con asistencia de autoridades nacionales e internacionales. Acto que fue filmado. Titulada ‘1924’ es hoy la película más antigua, de las rodadas en Avilés, que se conserva en la Filmoteca de Asturias."

El Camino de Santiago llega a la vista del Parque del Muelle cuando, recorriendo la calle La Ferrería, una de las arterias del Avilés medieval intramuros (La Villa), llega a la antigua rampa portuaria, a cuyo final estaba, mirando al puerto y desembocadura del Tuluergo, la Puerta del Mar, y a su comienzo, actual Plaza de Carlos Lobo, la antigua iglesia parroquial de Avilés, San Nicolás de Bari o San Nicolás de la Villa, actualmente de San Antonio de Padua y que fue de los Padres Franciscanos, donde precisamente está el sepulcro de Pedro Menéndez de Avilés, el Adelantado de la Florida


Por esta antigua rampa portuaria bajaríamos pues a la calle La Muralla. En el río hubo en el medievo un puente de madera para pasar de una a otra orilla, haciéndose uno nuevo de piedra en el siglo XVI. Luego en el XVIII se hizo otro algo más al sur, en Les Aceñes, El Puente Nuevo de Sabugo.


Las marismas de las inmediaciones de la muralla y riberas del Tuluergo comenzaron a desecarse en 1826. En 1835 a la orilla del Tuluergo se abre el Paseo del Bombé, justo en lo que era la desembocadura del río en la Ría de Avilés. De éste desaparecido paseo escribe así Armando Palacio Valdés en La novela de un novelista...
"¡Qué brillante paseo en el Bombé! Llamábase así en Avilés un trozo de terreno de forma ovalada, enarenado, cercado por una paredilla alta, de medio metro, y guarnecido de altos álamos blancos de hoja plateada. Este cercadito minúsculo, que no tendría, de punta a punta, más de cien metros, era el paseo oficial de la población, el paseo de gala" 

En 1860 empieza a canalizarse la ría avilesina, trasladándose de lugar la actividad portuaria y ganándose estos terrenos al estuario, acabando además con la secular separación entre La Villa y el barrio pescador y marinero de Sabugo, que era una población aparte, incluso con serias rivalidades vecinales entre ambos enclaves


El Parque del Muelle, de 14.000 metros cuadrados, comenzó a hacerse realidad en 1890, diseñado por el arquitecto Ricardo Bausá con un magnífico trabajo de jardinería, aprovechando estos terrenos ganados a ría, río, puerto y marismas que separaban también Avilés de Sabugo. Este arquitecto, según Alberto del Río Legazpi, llegaría a dimitir a causa de las continuas intromisiones del alcalde José Cueto en asuntos urbanísticos, siendo sustituido por Federico Ureña González


Hasta 1976, fue este del Muelle el principal pulmón verde del casco urbano de Avilés. En ese año la inauguración del Parque Ferrera tras adquirirlo a los marqueses hizo de ese el de mayor tamaño con diferencia de las zonas verdes del centro urbano. Alberto del Río Legazpi glosa así este parque del Muelle en sus célebres Episodios Avilesinos de El Comercio-La Voz de Avilés:
"En los 14.000 metros cuadrados de terreno resultante, diseñó los jardines, el arquitecto municipal Ricardo M. Bausá, que terminó dimitiendo por las continuadas 'intromisiones' del alcalde José Cueto muy dado a 'caciplar' en cuestiones urbanísticas (fue el que originó el lío de 'El Parche'). Le sustituyó, Federico Ureña González, quien materializó la obra y fue autor, además, del proyecto y realización (valorado en 12.900 ptas.), en 1894, del magnífico templete musical. 
El éxito ciudadano de este parque fue multitudinario, a partir de su puesta en marcha -por fases- finalizando el siglo XIX. 
Desde entonces y hasta que cedió su protagonismo, el 19 de mayo de 1976, al parque de Ferrera, el del Muelle, ha sido lugar de reunión y esparcimiento para muchas generaciones de avilesinos. Un espacio abierto a la amistad y a los ligues (muchos de los cuales terminaron ante el altar). 
Hubo tiempos en los que, para casi todo, se quedaba aquí: en el parque. Era el único lugar en el que se podía escuchar música (cuando no abundaba tanto la enlatada), fabricada por bandas de músicos municipales. Y desde verbenas tradicionales, como 'La Batelera' a Ferias del Libro, pasando por muchas otras actividades. 
También fue el sitio, charlando en uno de sus bancos, donde se fundaron sociedades locales tan trascendentes, como la Atlética Avilesina. 
Tengo muy claro, y lo reescribo, que este parque es un grandioso monumento a la sociabilidad ciudadana. Un lugar tremendamente trajinado por el personal"

Es esta la calle que surgió de las aguas, la calle La Muralla, según apunta también Legazpi, y es que aquí estaba el puerto y pasaba el Tuluergo. Primeramente era la calle de de la Sal, pues comunicaba con los alfolíes o almacenes de sal, importante producto conservante sujeto durante siglos a especiales disposiciones, y era también el camino de Les Aceñes, pues comunicaba con unas aceñas o molinos de mareas que había unos metros río arriba. De la muralla se conservan, bajo el pavimento y en el interior de algunas casas, bases y cimientos que se quieren en este momento recuperar


El Camino como tal sigue a la izquierda, pasando bajo la fachada renacentista del Palacio de Camposagrado, que miraba también al puerto, y cruza la calle justo en el edificio de la esquina, el del emblemático Café Colón, , que tenía "terraza aérea amueblada", cuya estructura se conserva en parte. En El Triángulo del Ocio Legazpi dice de él:
"El Colón era el prototipo de esos grandes cafés de planta y piso que hoy son casi de museo. Aquello era un mundo donde se tomaba algo (de licores exóticos a leche de vaca recién catada) y se jugaba a todo (de ajedrez, dominó y parchís a brisca, mus y póker) y hasta hubo un tiempo en que se podía ver el invento del cine, mudo por supuesto. Y en el primer piso piano creando ambiente y baile popular, sábados y domingos, a ritmo de sonoras orquestas. Con el tiempo hasta hubo exposiciones de arte (...)
Luego también estaba el paisaje metálico que ofrecía el triángulo. La historia es que el Colón añadió una terraza voladiza en 1905 abrazando todo el café y desde la que se dominaban dos calles (La Muralla y Cuesta La Molinera), una plaza (de Pedro Menéndez), un palacio (de Camposagrado) y el parque (de El Muelle) y por supuesto el edificio donde domiciliaban Café Imperial y Casino al que esta modernidad le cogió bailando un vals. Algo que arreglo en 1907 un constructor conocido como El Chino montándole a la carta una terraza voladiza similar para que los socios no envidiasen la del Colón, que en el momento de escribir estas líneas sigue allí, mientras que la del Casino fue desmontada en 1933 por exigencias de la entidad bancaria que alquiló el local donde había estado el Imperial. Por un tiempo (26 años) un pequeño espacio, de dos esquinas enfrentadas, de la calle de La Muralla de Avilés se convirtió en un remedo del casco histórico de Nueva Orleans. USA"

Y ese trazado sigue al antiguo barrio de pescadores de Sabugo por los edificios que cierran la plaza porticada de los Hermanos Orbón o del Mercado, que empezaron a construirse en 1870 ocupando terrenos de la marisma y uniendo Avilés-La Villa con Sabugo


Pero si, primeramente de seguir Camino, quisiéramos conocer, pues merece la pena, este Parque del Muelle, podríamos cruzar la calle La Muralla en este mismo lugar, parque que surgió pues también de aquellos trabajos para ganar espacio a la ría haciendo sitio para el crecimiento de Avilés a la vez que se producía la unión física de Avilés (La Villa) con Sabugo. Además de marismas estaban ahí los campos de La Boza y del Faraón, donde los sabugueros tenían sus astilleros, barcos de madera hechos por los llamados carpinteros de ribera


Hacia la derecha el parque se extiende hasta la calle del Muelle, que mira hacia La Ría, de la que lo separa una barrera ferroviaria que tiempo ha se ha intentado erradicar, a la que habría que añadir la calle del Muelle y, al otro lado de las vías, la gran arteria portuaria de la Avenida Conde de Guadalhorce


Allí por ejemplo está la cúpula del Centro Cultural Oscar Niemeyer, una de las construcciones que aprovecharon la gran explanada de la Dársena San Agustín, habilitada a mediados del siglo XIX para construir la Empresa Nacional Siderúrgica S.A. (ENSIDESA) actualmente ArcelorMittal y cuyas chimeneas asoman el lontananza


Dos columnas con copas-jarrones flanquean el acceso al parque desde la calle La Muralla, justo donde llegaba el antiguo puente frente a la Puerta del Mar


A la izquierda, las casas de la Plaza los Hermanos Orbón, por donde pasa señalizado el Camino de Santiago rumbo a Sabugo, miran también al parque y a la plaza aledaña de Pedro Menéndez. Todo parece rememorar en Avilés la figura del Adelantado


Esta es la Fuente de Verano, también llamada de la Glorieta, con su forma de trébol de cuatro hojas, su pedestal del que mana el agua y en lo alto una de las nueve estatuas mitológicas adquiridas en 1876. Así cuenta de ellas y del parque Arturo Suárez en su entrada de blog titulada Avilés Estatuas del Parque del Muelle:
"Ha sido el parque tradicional de Avilés, desde su construcción, a finales del siglo XIX, hasta la década de los setenta del XX, justamente cuando entró en servicio el de Ferrera.
Edificado sobre antiguos terrenos de marisma, es uno de los símbolos del crecimiento avilesino entre los siglos XIX y XX. El parque fue uno de los espacios ganados entonces a la mar, lo que también hizo que se desplazara el puerto, de origen medieval (situado al lado del templo de los Franciscanos), hacia la margen izquierda de la ría. 
Lo que termina de singularizar al elegante parque del Muelle son las doce estatuas aquí levantadas: diez están inspiradas en motivos alegóricos de la mitología griega, una de ellas conformando una preciosa fuente. Llama la atención el monumento a la foca, toda una leyenda en la ciudad."

Llama la atención también que, según el autor que leamos, varía el número de estas estatuas, doce, nueve, diez... vamos a contarlas nosotros, a ver si no se nos pasa ninguna, esta de la fuente sería pues la primera...


El agua mana de dos caños que salen de las bocas de sendos sátiros y caen a sus correspondientes pebeteros. El autor de las esculturas originales en base a la que se hicieron estos moldes es Albert-Ernest Carrier-Belleuse, insigne artista con muchas obras en Francia e Hispanoamérica, sobre todo de seres mitológicos y personalidades ilustres. Esta es parte de su biografía en Wikipedia:
"Albert-Ernest Carrier-Belleuse (Anizy-le-ChâteauPicardía12 de junio de 1824 – SèvresAltos del Sena4 de junio de 1887) fue un escultor y pintor francés, autor de varias obras realizadas en terracota y también de monumentos, como el Monumento a Bernardo O'Higgins en la Plaza de la Ciudadanía en Santiago de Chile o la figura del general Manuel Belgrano en el Monumento ecuestre a Manuel Belgrano, situado en la Plaza de Mayo, y del Monumento funerario del General José de San Martín, en la ciudad de Buenos AiresArgentina. El ideal de dulzura y belleza académica son rasgos importantes en las obras de este artista." 
En 1840 ingresó en la Escuela de Bellas Artes de París. Allí fue alumno del escultor David d'Angers, aunque por muy poco tiempo. Desde 1850 hasta 1855 residió en Londres, diseñando para Minton China Works. Al regresar a su país expuso su primera obra de importancia en el Salón Nacional (1859).

Rodin trabajó como marmolista en su taller entre 1864 y 1870. En este último año ambos viajaron a Bruselas, durante la Guerra Franco Prusiana, dónde Albert-Ernest fue comisionado para la producción de escultura ornamental. En sus obras se inspiró en algunos artistas del siglo xviii, como Jean-Antonie Houdon y Clodion. 

A partir 1857 expuso grandes esculturas en el Salón de París, que le proveyeron de medallas y clientes. 

En 1859, gracias a una exhibición anual, se hizo famoso, obteniendo así el patrocinio de Napoleón III. Éste le encomendó un proyecto de reconstrucción arquitectónica de París, realizando para ello monumentales esculturas en bronce. 

En 1876 fue nombrado director de arte de la Manufacture nationale de Sèvres, dónde incorporó varios modelos propios. 

Carrier-Belleuse sintió gran admiración por los escultores del Barroco tardío francés. Influyeron en su obra Jean-Baptiste Pigalle, Agustín Pajou, Jean-Antoine Houdon y Claude Michel, conocido como Clodion, cuyas obras tenían algunas características clásicas con la singularidad de las esculturas francesas del siglo xviii. 

Fue inconfundible el sello que dejó en sus esculturas de mujeres, imprimió un sello particular con los elaborados motivos en el peinado y ornamentos en el pecho, particularidad de la seducción del Roccocó. En su obra se puede observar el ideal de belleza académica. El escultor hace un reconocimiento de la mujer con un naturalismo en donde puede plasmar la femineidad de las modelos. 

Fue padre y maestro de Louis-Robert Carrier-Belleuse (1848-1913) quien siguió sus pasos y realizó muchas obras en terracota, por lo que sus bustos y retratos contribuyeron al resurgimiento del estilo francés del siglo xviii." 


Conforma la base de la estatua donde está una de las figuras mitológicas citadas, que vemos ahora de espaldas, la de la Alegoría del Verano, que mira hacia toda la gran explanada del parque, a la larga


Nació como gran parte público y de ahí viene este gran rellano para el paseo del vecindario de la población que por entonces estaba creciendo hacia Sabugo


A lo lejos, siembre a la sombra de estas altas arboledas, reconocemos en la distancia la estatua de Pedro Menéndez de Avilés, el Adelantado de la Florida, ante la que acabaremos nuestra visita al parque propiamente dicho


Hasta 1976, con la apertura al público del Parque Ferrera en la que fue la antigua finca y jardines (estilo francés e inglés) de los Marqueses de Ferrera, el parque por antonomasia de Avilés era este, que espera, hace tiempo, recuperar su antiguo esplendor, el día que, esperemos, desaparezca la barrera ferroviaria que lo separa, como a la ciudad, de La Ría que fue su origen y razón de ser


La silueta del Adelantado con su atuendo de la época y la espada desenvainada se recorta sobre los edificios de la Avenida de los Telares, por donde también creció Avilés en dirección a La Estación, siguiendo el trazado de la antigua Carretera de la Costa (Ribadesella-Canero), actual N-632a


En la entrada dedicada al Conjunto escultórico del Parque del Muelle de la página Vivir Asturias se especifica que estas esculturas mitológicas del Parque del Muelle " fueron adquiridas por el ayuntamiento avilesino en Barcelona, aunque el molde y la realización se hicieron en París siguiendo modelos clásicos"


A los pies del personaje de la Fuente del Verano, un haz de espigas de trigo, un elemento cargado de simbolismo, alegoría de la abundancia y buena suerte, entre otros significados, empezando por el el del propio verano, época de su cosecha, cuando ha adquirido un color amarillo dorado que evoca al del oro y al del mismo sol


El sátiro es, por su parte, una figura de la mitología clásica, emparentada con las de otras culturas y religiones, que desde sus orígenes a nuestros días ha pasado por múltiples significados, desde la maldad, el vicio y el pecado hasta la naturaleza salvaje y la fiesta. El el germen de todo un estilo literario, la sátira


Una serpiente que se enrosca en un haz de plantas acuáticas es otra filigrana en la base de esta escultura que ensalza la naturaleza


El parque hacia la calle de La Muralla, por donde discurría, sobre el río Tuluergo, la muralla o cerca de Avilés y sobre la que se construyó  el Palacio de Camposagrado, que mirada al mar en el tiempo de su construcción entre los siglos XVI y XVII como nueva residencia de la familia de las Alas, que ostentaron el título de marqueses de Camposagrado desde 1661


Este palacio sustituía a otro anterior medieval también suyo (el castillo de los Alas, siglos XIII-XIV). Esta sería la fachada renacentista, hecha entre finales del siglo XVI y principios del XVII. Desde aquí admiraban toda la actividad portuaria del antiguo muelle. La curvatura de las esquinas se debe posiblemente al aprovechamiento de partes de la muralla


El edificio parece tuvo carácter defensivo, al hacerse sobre muralla y puerto y conservarse saeteras en el piso bajo, ahora muy reformado, hasta donde llegaba el agua. El segundo es una magnífica galería renacentista, con diez arcos escarzanos sobre columnas toscanas, mientras que el tercero, con un balcón sobre cada arco, parece ser fruto de una reforma efectuada en el siglo XIX. Del palacio, en la actualidad y desde 2004 es sede de la Escuela Superior de Arte del Principado de Asturias. escribiendo de ello  también Alberto del Río Legazpi en otro de sus EpisodiosEl Palacio de Camposagrado, la joya de la corona
"Camposagrado, comenzó a crecer en el siglo XVII, partiendo del núcleo medieval de otro palacio, de la poderosa familia Las Alas, ubicado en este lugar. Lo que hizo el primer marqués (que se había casado con 'una Alas') fue ensanchar el antiguo edificio en todos los sentidos. En 1646 hacia el Norte, o sea hacia el mar, saltando incluso sobre las murallas medievales que en este sitio eran fronterizas con el puerto de Avilés, que estaba -entonces- literalmente a sus pies. 
La construcción avanzó hacía la actual calle de La Muralla, saltándose la muralla misma (de tres metros de anchura) y adentrándose una distancia muy similar en las aguas que, entonces, rodeaban esta zona. En la fachada que da a la Cuesta de La Molinera se puede apreciar por donde iba la muralla, marcada con losetas oscuras en el firme de la calle y su altura se puede ver en la fachada del palacio. En el interior de Camposagrado, episodio aparte, se puede contemplar perfectamente el lienzo de la muralla"

Ya vemos de frente la estatua de la Alegoría del Verano, sobre la fuente de este nombre. Como en todo todo lo concerniente a Avilés, la pluma de Alberto Legazpi y Los Episodios Avilesinos para El Comercio-La Voz de Avilés es absolutamente imprescindible, tal que aquí, en El sucedido de las estatuas mitológicas y sus bailes por los parques de Avilés, publicado el 24-6-2012:
"Hay premonitores que no son muermos. Por ejemplo Pascual Madoz, autor del famoso Diccionario español que lleva su nombre, donde está escrito que «Avilés es uno de los puntos llamados a figurar entre los más importantes de la Península» 
Y eso lo publicó en 1850, cuando la villa apenas contaba con 7.000 habitantes, pero se ve que tenía prestancia y categoría de población importante. 
Así que no se extrañen de que, por aquel siglo XIX, Avilés su sumara a la moda imperante en Europa, y adquiriera unas estatuas de hierro basadas en el interés que el movimiento romántico -entonces tan en boga- tenía por las civilizaciones antiguas (Grecia y Roma) y sus mitologías. 
Estaban destinadas al ornato del Bombé, primer espacio de ocio público de nuestra historia, que había entrado en servicio en 1835 (ver episodio 'Aquellos tiempo del Bombé', en este periódico, de fecha 4 septiembre de 2011). 
Por los libros de Actas, de 1876, del Archivo Histórico, sabemos que fueron adquiridas, en 1876, en Francia, siendo alcalde Bonifacio Heres Busto. 
La compra se hizo a la firma francesa Altos Hornos y Fundición (Hauts­ Fourneaux et Fonderies), de Val D'Osne. El Ayuntamiento de Avilés pagó 2.470 francos con sesenta céntimos, uno encima de otro. 
Las estatuas se instalaron en el Bombé, en 1876 y retiradas entre 1887 y 1890 cuando se trasladó el muelle a la ubicación actual y se rellenó la marisma -llamada 'de Faraón' (pomposo nombre derivado de un faro grande o 'farón') - para instalar en el terreno resultante el Parque del Muelle, donde fueron plantadas, nuevamente, las estatuas, que luego cambiarían varias veces de ubicación allí mismo. Un frenético baile."

Una curiosidad de esta estatua es que está duplicada en este mismo parque, como veremos prontamente, desconociéndose la razón de esta duplicidad


En nuestro "itinerario errático y parcial", por el Parque del Muelle vamos de acercarnos al histórico Café Colón para ver un par de estatuas más. A su izquierda, al otro lado de la calle La Muralla y también haciendo esquina, hubo otro emblemático café Avilesino, el Colón, de ambos escribe del Río Legazpi en La tertulia prodigiosa del fabuloso Café Imperial:

"Hubo en Avilés, a comienzos del siglo XX, dos cafés que destacaban sobre el resto, estaban en una nueva calle donde la fila de casas de la derecha se habían edificado sobre la antiquísima muralla, que unos años antes se habían cargado los intereses inmobiliarios. Las casas de la izquierda formaban parte del perímetro de la –entonces–  recientemente construida plaza del mercado o Plaza de los Siete Nombres.

Los dos cafés a los que me refiero, situados en esta calle –que hoy conocemos como La Muralla– estaban situados frente a frente y los dos haciendo esquina. Hablo del Colón y del Imperial y de ambos quedan las fachadas.

El Colón, bajo y piso, se había instalado en 1890, aunque no fue hasta 1905 cuando añadió el elemento arquitectónico que lo singulariza: la terraza aérea en el primer piso, que origina soportales en la acera, modelo barrio antiguo de Nueva Orleans. El Imperial ocupaba solamente el bajo, pues la terraza que muchos creen prolongación del negocio, era del Casino de Avilés (fundado en 1872) que tenía en el edificio su sede y que la instaló en 1907 para disfrute de sus socios. Este edificio también acogió, durante un tiempo, a la Cámara de Comercio local, fundada en 1899.

El Imperial se había instalado en La Muralla en 1900. Anteriormente y desde 1872, estuvo en la calle La Ferrería (según datos que aporta Luis Muñiz Suárez, en su magnífico libro ‘Historia de La Voz de Avilés. 1908-2008 ’) y en la casa que da frente a la calle El Sol, justo donde años más tarde se instalaría el diario avilesino que permanecería allí durante más de medio siglo.

Ambos cafés, de gran superficie, eran la sensación, la modernidad de la época. Porque añadían a los servicios propios de esta clase de establecimientos espectáculos variados. Así mientras en el Imperial actua­ban tonadille­ras y cupletistas, con acompañamiento orquestal, el Colón ofrecía diarias sesiones de cine, con acompañamiento de piano.

La sutileza, en lo publicitario, quizá ayude a establecer mejor la diferencia. Mientras el Imperial invitaba a exotismos como cerveza ‘La Estomacal de Mahón’ o a catar vinos de Burdeos, el Colón se vanagloriaba de servir leche recién ordeñada.

Al Imperial lo presentaban los anuncios de la época de esta guisa: «Sitio céntrico, amplio local, venti­lador eléctrico con aparato pro­ductor de ozono para que la atmósfera esté siempre pura… En Barcelona, en una sala mecánica­–médica, cobran cinco pesetas por una hora de aspiraciones oxige­nadas… en este café, por veinticin­co céntimos, se puede pedir un café riquísimo, agua filtrada, seis periódicos diarios, tres ilustrados, biblioteca, teléfono y aspiraciones oxigenadas de la misma clase que en una sala médica de Barcelona, sin limitar el tiempo de aspiración…  Increíble, pero verdad».

Subidones oxigenados aparte, lo que le daba categoría era la clientela que allí se reunía. Por entonces las tertulias eran muy numerosas. Por raro que parezca, la gente (la que podía, claro) se comunicaba, charlando, en torno a la mesa de un café y no mirando –los ojos como platos y la cerviz doblada– a un teléfono enano en la palma de la mano. Cuando no enchufados –en alma, corazón y vida– a un ordenador.

En el Imperial abundaban las tertulias, pero destacaba una que me descubren unas notas inéditas de David Arias Rodríguez del Valle (alcalde de Avilés en dos ocasiones) y que –Guerra Civil de 1936 mediante– terminó exiliado en México. Una de sus nietas, Maricruz, me hizo llegar el escrito. 

David describe a los personajes variopintos de aquella tertulia del primer tercio del siglo XX. Por encima de todos estaban dos personas. Una Wenceslao Carreño, de familia ilustre, coronel del ejército retirado, monárquico leal, bebedor risueño y bibliófilo empedernido. Y otra Nicasio Rodríguez Viña, de origen modesto, republicano convencido y a quien «la herencia de un tío indiano convirtió en filósofo ocioso y catador pacífico».  

Y luego una serie de contertulios entre los que descollaban –y me permito adornarlos con pinceladas escogidas del escrito de David– como más habituales: Fortunato Sánchez-Calvo (venerable fan del filósofo Krause), Lorenzo de Uhagón (silencioso tertuliano con rasgos inesperados de ingenio), José María Lobo de Las Alas (inculto, pero dotado de talento avispado y socarrón), Manolo Vior (intelectual y gimnasta) y  David Arias (poeta que llegó a ser alcalde).  

De aquella tertulia prodigiosa nacieron dos cosas importantes. Una, la idea de celebrar una verbena anual, acompañada de la edición de una revista irónica, titulada ‘La Batelera’. Y, otra, la fundación de una biblioteca pública (Biblioteca Popular Circulante).  

‘La Batelera’, un clásico festivo, llenó de música y alegría muchos veranos avilesinos.  

Y la Biblioteca Popular Circulante, escribe David Arias, «fue la primera de su clase en Asturias y tal vez en toda España». Pero lo que él no se imaginaba es que aquel ‘invento’ de la tertulia prodigiosa transcendió de lo particular a lo municipal y que con el tiempo se renombró como Biblioteca Bances Candamo (la BBC, que es un episodio aparte) y que terminaría germinando una Casa Municipal de Cultura, que con la llegada de los Ayuntamientos democráticos en 1979, potenciaría sus actividades hasta convertirse, por la cantidad y la calidad de las mismas, en una de las más destacadas de España de su tiempo.  

Por cierto, que en 1933 se cerró el tradicional café Imperial para abrir una entidad bancaria. No tengo nada claro que Avilés saliera ganando"


Por aquí sería, más o menos, por donde se cruzaría hacia Sabugo por el dieciçiochesco Puente Nuevo y los molinos de mareas o aceñas: era el paso del Tuluergo, o la decadencia del río que bañó la historia avilesina, como bien escribe Legazpi:
"El Tuluergo era arroyo creciente a medida que descendía hasta El Quirinal donde comenzaba a ser riachuelo, recibiendo afluentes que aunque pequeños lo convirtieron en río antes de que comenzara a mezclarse (en la marea alta) con el mar en Las Meanas, donde se quitaba la faja y comenzaba a ensanchársele el delta antes de acoplarse con la Ría. Y hablo en pasado porque hoy el Tuluergo está escondido. 
Y en la desembocadura del Tuluergo –hoy tramo final de la calle de La Muralla– estuvo durante siglos el puerto de Avilés, aquel que durante un tiempo, en el medievo, llegó a ser el más importante del norte atlántico español. 
El río, también fue frontera legendaria entre la villa amurallada de Avilés y el pueblo de Sabugo, precariamente comunicados (lo de ‘malhaya quien puso el puente para pasar a la Villa’, como canta la copla, no es gratuito) desde, al menos el siglo XIII, por un puente –al lado del actual Camposagrado– por el que apenas cabía una caballería con alforjas, y complementado más tarde (siglo XVIII)  por otro más apañado, en lo que hoy es calle de La Cámara. 
El río está presente en la historia y vida de Avilés de distintas formas. En ‘Mayita’, novela costumbrista de Eloy Fernández Caravera, cuya acción transcurre en el Avilés de finales del siglo XIX, unos jóvenes intentan imprudentemente navegarlo bajo tierra desde el túnel de Las Meanas, donde comenzaba entonces su cauce subterráneo que seguía, mayormente, bajo la calle La Muralla hasta la Ría. 
Actualmente una taberna del Quirinal lleva su nombre, como lo llevó una revista satírica –de los alumnos del Instituto «Carreño Miranda» en 1934 y 1935– dirigida por Ángel R. de la Flor Solís e integrada por Manuel Fernández Cuesta, Miguel Ángel Olamendi, Alberto Menéndez, Francisco Valdés Gárate y Manuel Abril. 
En 2005, dentro del plan especial de protección del casco histórico, su autor, el arquitecto Carlos Ferrán –declarado defensor de que Avilés solicite ser Patrimonio de la Humanidad– presentó, entre varias medidas urbanas, una titulada «Eje del Tuluergo», consistente en llamativas actuaciones en torno a la zona por donde discurre subterráneamente el cauce y donde recomendaba «plantar árboles… Y también instalar láminas de agua que recuerden el paso del río». 
Como ven, al Tuluergo, su familia no lo olvida. Viene de antiguo, porque San Cristóbal antes de ser de ‘Entre Viñas’, tuvo –señala Jorge Argüello, en su libro ‘Abilles’– como primer nombre San Cristóbano de Toluergo, que también fue Teruelgo y Tabuergo. Tal parece topónimo borracho.  

El río fue obligado a ir retrocediendo el cauce, a cielo abierto, hacia sus orígenes a medida que los siglos avanzaban y la ciudad crecía. En el XIX, comenzaron a encauzarlo bajo tierra y en el XX fue gradualmente evaporándose del paisaje avilesino, descorriéndose (dicho sea con perdón) hasta donde hoy lo tienen escondido"

De las circunstancias en las que nació esta calle La Muralla y se unieron Avilés y Sabugo comenta en su artículo dedicado a esta vía Alberto del Río Legazpi, publicado en El Comercio-La Voz de Avilés el 21-4-2013:

"Hasta hace unos 150 años la población de Avilés estaba ‘colocada’, más o menos, así: la Villa, amurallada, sobre una colina y el pueblo marinero de Sabugo sobre otra. Y luego, encumbrados, los barrios de Rivero, La Magdalena, El Carbayedo y, coronando: Miranda 
La Villa y Sabugo estaban unidas por un puente –a la altura del palacio de Camposagrado– que durante siglos fue de mírame y no me toques, y encima tan ahogado que apenas cabía una caballería con alforjas. Y aunque luego se modernizó, aquello no era plan, ya que Avilés se quedaba pequeño para una población en aumento, porque la industrialización ya se había instalado en Arnao, con la extracción de carbón y la fabricación de zinc. Y aunque la emigración, atizada por la miseria, se llevó a muchos a América, el progreso demográfico exigía un revolcón urbanístico. 
Que se hizo soldando La Villa y Sabugo, previo traslado del puerto –una vez canalizada la Ría– y la construcción –en aquel lugar ocupado por muelles, aguas y marismas– de dos grandes espacios: el parque del Muelle y una plaza fetén. 

Cuando se construyó ésta Plaza Nueva (actual del mercado) se urbanizó sus alrededores y así fue como se prolongó la calle de La Cámara y nacieron la plaza de Pedro Menéndez y las calles de Rui-Pérez y La Muralla"


Y aquí llegamos pues a la siguiente estatua, la segunda, de nuestro recorrido, que también veremos de espaldas según nos acercamos, mirando a este edificio del Café Colón, uno de los construidos, como este Parque del Muelle, fruto de aquellos trabajos para ganar espacio a la ría haciendo sitio para el crecimiento de Avilés a la vez que se producía la unión física de Avilés (La Villa) con Sabugo. Además de marismas estaban ahí los campos de La Boza y del Faraón, donde como hemos dicho los sabugueros tenían sus astilleros, barcos de madera hechos por los llamados carpinteros de ribera



Es esta la estatua del Joven sátiro, copia de la que se encuentra, esculpida en mármol, en el Museo del Louvre de París. Alberto del Río Legazpi lo describe así:
"El licencioso personaje tiene orejas grandes y puntiagudas, así como brotes de cuernos en la frente y rabo en el trasero (Tómense ambas cosas en el mejor de los sentidos)."

Un primer plano del "rabo en el trasero", que dice Legazpi


Comprobamos la diferente representación de los sátiros según épocas, autores e interpretaciones, esta muy distinta de la carona cornuda y burlesca que hemos visto antes en el pedestal de la Alegoría del Verano


Aquí es un joven, con apariencia incluso de efebo, que toca un instrumento de viento, una flauta o similar, apoyado en una columna, leamos el apartado de Arte que a ellos se dedica en Wikipedia:
"En las representaciones de los integrantes del séquito de Dioniso a menudo resulta difícil distinguir entre sátiros, silenosfaunos y panes, de tal forma que a veces se usan estos términos como sinónimos. 
La forma más común de representación de un sátiro es la de una criatura desnuda grotesca medio humana pero con patas y orejas de macho cabrío o de caballo, cuernos de macho cabrío, cola de caballo, nariz chata y frecuentemente itifálicos. 
A veces se los representa como graciosos jóvenes: el sátiro en reposo, atribuido a Praxíteles, es el mejor ejemplo. En las representaciones más antiguas no se distinguen de los silenos pero a partir del periodo helenístico a Sileno se le representa más viejo y gordo que a los sátiros. 
Entre sus atributos, aparecen a menudo con un tirso en la mano, a veces con una corona vegetal, en actitud de bailar con las ninfas, a las que a menudo persiguen. Bailan al son de aulossiringascímbaloscastañuela y tímpanos. Tienen un baile especial llamado sikinnis.

En el arte griego arcaico, los sátiros aparecen como criaturas con barba y feas, pero en un período posterior su fealdad es suavizada con un aspecto más grácil y juvenil. En este periodo posterior aparecen también algunas satiresas. 
Esta transformación o humanización del sátiro aparece a partir del siglo iv a. C. Las representaciones compasivas y humanizadas del sátiro por Praxíteles (Sátiro en reposo y Sátiro escanciador) son ejemplos de esta evolución. 
Los romanos adoraban al dios Fauno como un señor de los pastores y los bosques y se asimiló al dios griego Pan. Como Pan era representado con cuernos y patas de cabra, su representación a menudo se confunde con la de los sátiros. Además, a Fauno, que era una figura difusa, se le disgregó en una serie de faunos. Por otra parte, también existía Fauna —consorte de Fauno—, que se representaba con la forma de satiresa. En definitiva, en el arte romano es difícil de distinguir a los sátiros de los faunos y de los panes."

Si hacemos acaso a la tradición mitológica podría tratarse de un fauno especial, Marsias, que desafió al dios Apolo en un concurso musical tocando el aulós, una especie de doble oboe, lo que le llevaría a un cruel destino. Seguimos leyendo en Wikipedia:
"La iconografía que permite reconocer a Marsias en las representaciones artísticas, más que los atributos propios de un sátiro son la presencia de un instrumento musical de viento, no necesariamente el aulós, sino cualquier otro tipo de flauta, como la siringa, o incluso una gaita. Apolo aparece con su lira o a veces con un arpa, una viola o algún otro instrumento de cuerda. La competición entre Apolo y Marsias se considera un símbolo del eterno conflicto entre los aspectos apolíneos y dionisíacos de la naturaleza humana."

Magnífica vista del Palacio de Camposagrado en su fachada renacentista, construcción parece tuvo carácter defensivo, al hacerse sobre muralla y puerto y conservarse saeteras en el piso bajo, ahora muy reformado, hasta donde llegaba el agua


El segundo es una magnífica galería renacentista, con diez arcos escarzanos sobre columnas toscanas, mientras que el tercero, con un balcón sobre cada arco, parece ser fruto de una reforma efectuada en el siglo XIX. El palacio, en la actualidad y desde 2004 es sede de la Escuela Superior de Arte del Principado de Asturias. escribiendo de ello  también Alberto del Río Legazpi en otro de sus EpisodiosEl Palacio de Camposagrado, la joya de la corona
"Camposagrado, comenzó a crecer en el siglo XVII, partiendo del núcleo medieval de otro palacio, de la poderosa familia Las Alas, ubicado en este lugar. Lo que hizo el primer marqués (que se había casado con 'una Alas') fue ensanchar el antiguo edificio en todos los sentidos. En 1646 hacia el Norte, o sea hacia el mar, saltando incluso sobre las murallas medievales que en este sitio eran fronterizas con el puerto de Avilés, que estaba -entonces- literalmente a sus pies. 
La construcción avanzó hacía la actual calle de La Muralla, saltándose la muralla misma (de tres metros de anchura) y adentrándose una distancia muy similar en las aguas que, entonces, rodeaban esta zona. En la fachada que da a la Cuesta de La Molinera se puede apreciar por donde iba la muralla, marcada con losetas oscuras en el firme de la calle y su altura se puede ver en la fachada del palacio. En el interior de Camposagrado, episodio aparte, se puede contemplar perfectamente el lienzo de la muralla"

Otra de la estatuas del Parque del Muelle, la contamos como la tercera del conjunto mitológico que estuvo antes en El Bombé: Afrodita"En la mitología griega, la diosa del amor, lujuria, belleza, sexualidad y reproducción. Su equivalente romana es la diosa Venus", dice del Río Legazpi, a lo que añade que "En los últimos años esta estatua ha sido objeto de dos decapitaciones, con robo de cabeza incluido"En Afrodita, diosa en el muelle, E. Campo informa de su restauración en La Nueva España del 23-4-2008:
«Podéis marchar, que ya la cuido yo». A quien había que cuidar era a la estatua de Afrodita, que desde ayer vuelve a ocupar su pedestal en el parque del Muelle. Un grupo de jubilados se prestó, ocurrente, a velar por la seguridad de la diosa, dando el relevo a los operarios municipales que trabajaron durante toda la mañana para dejar la estatua perfectamente colocada enfrente de Colón. Allí estaba también Luis Saro, responsable, junto a Beatriz García, del trabajo de restauración que permite que la diosa vuelva a ocupar su lugar después de que vándalos la derribaran del pedestal y le robaran la cabeza.
Una espiga de acero y silicona dejaron la escultura sólidamente instalada, según explicó Saro. Hacía ya casi un año que Afrodita esperaba en los almacenes de la Escuela Superior de Arte, y, finalmente, ayer se pudo colocar en el parque. La estatua forma parte de un conjunto de nueve, realizadas en fundición de hierro y emplazadas originalmente en el antiguo paseo del Bombé. Los modelos originales pertenecen al escultor Albert Ernest Carrier-Bleuse, y la empresa responsable de las piezas fue la Fundición de Val D'Osne, que las entregó en 1876. 
La odisea de Venus comenzó la noche de un fin de semana, hace aproximadamente año y medio. Unos vándalos derribaron la estatua y se quedaron con la cabeza como trofeo. Como nunca se recuperó, el grupo de restauradores elaboró un molde a partir de otra de las esculturas, la alegoría del Verano, y después modeló los rasgos a partir de documentos gráficos. A partir de ahí, se hizo la reproducción final, en resina de epoxi y fibra de vidrio, con lo que se diferencia materialmente del original, pero no se nota a simple vista. 
Además de la pérdida de la cabeza, la estatua presentaba también incisiones, golpes y rozaduras que hubo que reparar. Por otra parte, los restauradores aprovecharon para retirar las capas de pintura que tapaban el negro original del hierro, que, en comparación, se hace mucho más evidente en el resto de las esculturas, deslucidas ahora por el regreso de Afrodita, cuya presencia hace girar la cabeza a más de uno."

Dos años y pico después, después, la estatua vuelve a ser decapitada, pero en esta ocasión pudo ser recuperada y recolocada dos sus hombros. En Afrodita, de cabeza al cuartel, es Myriam Mancisidor la que cuenta, para el mismo periódico, la rocambolesca historia el 6-10-2010:
"Afrodita, la diosa del amor, ha vuelto a perder la cabeza. Los vándalos, según las primeras hipótesis, decapitaron el pasado fin de semana la estatua colocada enfrente del Colón, en una de las entradas del parque del Muelle. La cabeza de la diosa quedó a los pies de la imagen, colocada en un pedestal, y la Policía Local fue la encargada de ponerla a buen recaudo. El rostro de Afrodita permanece ahora en el cuartelillo a la espera de que la inspeccionen los servicios técnicos. Luego, probablemente, volverá al parque del Muelle. Pero precisará obras de restauración. Y no serán las primeras.

La escultura de Afrodita ya sufrió destrozos en 2007. Entonces unos vándalos derribaron la estatua y se quedaron con la cabeza como trofeo. Como nunca se recuperó, el grupo de restauradores de la Escuela de Arte elaboró un molde a partir de otra de las esculturas, la alegoría del Verano, y después modeló los rasgos a partir de documentos gráficos. A partir de ahí se hizo la reproducción final, en resina de epoxi y fibra de vidrio. Entonces una espiga de acero y un filete de silicona dejaron la escultura sólidamente instalada. Pero los vándalos se salieron con la suya el pasado fin de semana y decapitaron de nuevo a la diosa de la lujuria. 

La estatua forma parte de un conjunto de nueve realizadas en fundición de hierro y emplazadas originalmente en el antiguo paseo del Bombé. Los modelos originales -ahora todos en el parque del Muelle- pertenecen al escultor Albert Ernest Carrier-Bleuse.  

 Y esta fue pues la forma como la estatua de la diosa recuperó su integridad dos veces, compartimos parte de lo que se dice de ella en World History Encyclopedia:

"Afrodita era la antigua diosa griega del amor, la belleza, el deseo y todos los aspectos de la sexualidad. Podía provocar tanto a dioses como a hombres mortales para que realizaran actos ilícitos con su belleza y les susurraba cosas dulces al oído. Afrodita nació cerca de Chipre, de los genitales mutilados del dios del cielo Urano. Afrodita tuvo una influencia mucho más amplia que la que tradicionalmente se le ha dado, de una simple diosa del amor.

Adorada por hombres, mujeres y funcionarios de la ciudad-estado, Afrodita también tuvo un papel importante en el comercio, el campo de batalla y en la política de las ciudades de la Antigua Grecia. Además, Afrodita fue honrada como protectora de aquellos que navegaban el océano y, lo que resulta menos sorprendente, de las cortesanas y prostitutas. La diosa Romana equivalente fue Venus.

En la mitología, la diosa nació cuando Cronos castró a su padre Urano (Ouranos) con una hoz y lanzó los genitales al oceano, de donde Afrodita surgió de la espuma (afros). En otras versiones, es la hija de Zeus y Dione, la TitánHesíodo relata la primera versión y Homero la segunda, y los griegos estaban conflictuados por tan obvias contradicciones por parte de sus dos más grandes creadores de mitos. Y en efecto, Platón incluso creó una teoría para reconciliar a los dos autores antiguos, sugiriendo que había, de hecho, dos diosas diferentes con el mismo nombre, una para representar (desde su punto de vista) el amor superior entre hombres y otra para representar el amor entre hombre y mujer. Platón las llamó 'Afrodita Celestial' y 'Afrodita Pandémica', respectivamente."


En relación a su iconografía y representaciones artísticas, la misma enciclopedia nos señala que su representación más clásica desnuda o semidesnuda, como es este el caso, es posterior al origen del mito:

"El nacimiento de Afrodita desde el mar (tal vez más popularmente representado en la base del trono de la gran estatua de Zeus en Olimpia) y el juicio de Paris fueron temas muy populares en el arte Greco antiguo. A la diosa muy seguido se le identifica con uno o más de los siguientes objetos: un espejo, una manzana, una guirnalda de mirto, un pájaro sagrado o una paloma, un cetro y una flor. Ocasionalmente también se le retrata montando un cisne o un ganso. Normalmente lleva vestido en el arte Arcaico y Clásico y usa una elaborada banda bordada o un corset a lo largo de su torso que poseía sus poderes de amor, deseo y la tentación de la seducción. Fue solo hasta después (a partir del siglo IV a.C.) que se le retrata desnuda o semi-desnuda. La historia de Afrodita continuó inspirando artistas, en especial durante el Renacimiento y su retrato más famoso fue tal vez el que capturó Sandro Botticelli en 1486 con su pintura el 'Nacimiento de Venus', que se encuentra en la galería de Uffizi en Florencia."


Tomando como referencia las estatuas de Afrodita y el Joven Fauno continuamos nuestro recorrido por el Parque del Muelle, viendo ahora, muy bien desde aquí el edificio de la que fue la fonda La Serrana, fundada por Serrana Gutiérez-Pumarino Menéndez, sobrina, según leemos en Los Episodios Avilesinos de Alberto del Río Legazpi, de Celestina Martínez, de la célebre fonda La Celesta en la calle de La Estación de Sabugo, de la que también hablaremos oportunamente


En La Serrana fue donde el doctor Claudio Luanco y otros entusiastas, idearon y crearon en 1893 las multitudinarias fiestas de El Bollo, el lunes de Pascua, con comida en la calle y gran animación y ambiente de fiesta por rúas y plazas. Según cierta creencia popular la fiesta nació en como forma de apaciguar los ánimos en una población que había estado muy dividida sobre la ubicación de la estación ferroviaria, construida tres años antes. Sin embargo el propio fundador explica en 1912 cual fue su inspiración en la revista ovetense La Balesquida:

«Apenas contaba yo quince años, cuando por vez primera presencié en el Campo de San Francisco de Oviedo la clásica fiesta del gremio de los alfayates, asociados como cofradía por doña Valesquita Giráldez, allá por el siglo XIII… Más tarde, cuando yo ya estaba lleno de canas y cansado de mi profesión, me vinieron los recuerdos de otros tiempos y, asumiendo ideas pasadas, me vinieron a la imaginación de niño dos luces: el unir el pasado con el presente, la respetuosa antigüedad con el ridículo modernismo e instituir en Avilés una fiesta del Bollo a imitación de la del martes de Pentecostés en Oviedo, repartiendo vino y bollo para olvidar abstinencias, ayunos y vigilias cuaresmales y así entregarse en la Pascua de Resurrección al sabroso cabrito».

Esta es la parte denominada, como en el Parque Ferrera, al que también dedicamos una entrada en este blog, el jardín francés, el que más busca geometría, perspectiva y un ordenamiento muy regular de su composición. "La parte más romántica del parque", dice de este florido lugar, antiguo paso del Tuluergo, Pepa San Fuentes, Cronista Oficial de Avilés, en Mi parque, como nuevo, artículo publicado el 28-8-2023 con motivo de la rehabilitación del parque y su entorno:
"... la parte más romántica del parque, la frontera al río Tuluergo, ya entonces oculto bajo la calle de la Muralla, donde había nacido el parque tras desecarse las marismas del Faraón, en donde estaba la glorieta de la fuente, no muy visitada porque resultaba sombría, y la rosaleda, protagonista de tantas fotos, pues en su entorno, en aquella época en la que poseer una cámara fotográfica estaba reservado para unos pocos, se ponían los fotógrafos de oficia y allí nos hacíamos la foto que cada año se enviaban a los abuelos, y ahí nos hizo Nobel una foto a mi madre a mi hermana y a mí el domingo de Pascua de 1962 para enviársela a nuestro padre que ya estaba en Sevilla."

Y es que, poco antes, en abril de 2023 el Ayuntamiento de Avilés había recepcionado la obra de renovación del parque cuyas obras habían empezado meses atrás, en 2021, lo que hace rememorar a Sanz Fuentes aquellos tiempos de la infancia:
"Para los que fuimos niños por aquellos ya lejanos años 50 del pasado siglo, decir el parque era hablar del que hoy llamamos parque del Muelle. Entonces el actual parque de Ferrera formaba parte del patrimonio privado de los marqueses homónimos y el pomposamente llamado parque de las Meanas tenía poco de eso, ya que era una explanada más o menos urbanizada que se ocupaba por las casetas y caballitos durante las fiestas de Pascua y, sobre todo, de San Agustín."

Con la instalación, a partir de esa década de 1950, de la gigantesca Empresa Nacional Siderúrgica (ENSIDESA), la ciudad creció desmesuradamente y el gran polo de atracción de sus decenas de miles de empleos directos, incontables los indirectos, se cobraron su tributo en forma de contaminación, recuerda también la cronista:
"Pero esta maravilla de parque perdió todo su encanto. La industria lo oscureció. Los vientos dominantes nos traían los humos de las baterías de cok, de los altos hornos, de la térmica. El aire era irrespirable. 
Cuando cada verano volvía de Sevilla a pasar unos días en Asturias, cómo no podía ser de otra manera, venía a Avilés y veía a mi parque desastrado, triste, sucio, sin niños, sin nadie. 
Por eso cuando vuelvo a verlo ahora recuperado, cuando árboles y parterres muestran alegres su color verde, cuando vuelve a haber en el kiosco música, cuando la fuente y las demás estatuas de fundición francesas han vuelto a recuperar su belleza y las nuevas plantas de rosal empiezan a trepar por la rosaleda, miro a Pedro Menéndez y le pregunto ¿verdad que este vuelve a ser nuestro parque?"

Por aquí se cruzaba, y cruza, el parque hacia La Ría, pasando la franja de la gran barrera viaria y ferroviaria que algún día se espera vencer para comunicar directamente parque y estuarios:
" ... recuerdo con especial cariño cuando de la mano de nuestro padres íbamos Elena y yo a la ría a ver los fuegos artificiales, atravesándolo; y cuando por las mismas fechas íbamos a la ría a la hora de marea alta para ver las que se llamaban "mareonas" de San Agustín, donde el agua quedaba ya casi a ras con el piso del muelle y apetecía seguir caminando sobre ella."

Y esta el razón por la que Sanz Fuentes escribe con alegría de la recuperación de este magnífico espacio arbolado y ajardinado, para el pleno disfrute de vecinos y visitantes:
"Por eso cuando vuelvo a verlo ahora recuperado, cuando árboles y parterres muestran alegres su color verde, cuando vuelve a haber en el kiosco música, cuando la fuente y las demás estatuas de fundición francesas han vuelto a recuperar su belleza y las nuevas plantas de rosal empiezan a trepar por la rosaleda, miro a Pedro Menéndez y le pregunto ¿verdad que este vuelve a ser nuestro parque? (...)
Por eso ahora, ya añosa, vuelvo a ser feliz viendo a mi parque como nuevo."

Sendas columnas con copones flanquean el paso a la gran explanada central, ante las que se extienden sendas franjas de árboles:
"... para la gente menuda el gran espacio era el paseo central. Con espacio suficiente para que unos jugaran a la pelota o a la pídola, otras a la comba o al corro, y todos juntos a la maza, que para eso nos venían de maravilla las farolas centrales. Y también, en aquella época en la que un tobogán se veía como cosa excepcional en alguna película extranjera, se utilizaban como toboganes las dos piezas curvadas que abrazan las escaleras de acceso al kiosco, con gran disgusto de Jesús, el guarda del parque, añoso él, que nunca logró atrapara ninguno de los infractores. Ese parque era nuestro mundo feliz, en el que nos sentíamos libres."

Y es que, como es natural en el que durante tanto tiempo fue el gran espacio de ocio, paseo y socialización de Avilés durante casi cien años, "Nuestro gran parque acogía entre su frondoso follaje a gentes de todas las edades", continúa diciendo Sanz Fuentes, mientras Alberto del Río Legazpi, recordaba también su decadencia en El kiosko del parque del Muelle en El Comercio del día 3-4-2016:
"Fue la apertura, en 1976, del parque Ferrera –gigantesco pulmón verde en una ciudad entonces muchísimo más contaminada que ahora– lo que dejó sin clientes al del Muelle, que ahí sigue estando y destacando por sus elegantes soportales vegetales, su colección escultórica y su emblemático kiosco, esperando un futuro ligado a la desaparición de la barrera viaria y ferroviaria que separa a la ciudad de su fachada marítima."

A la derecha, sobre otra columna, otra de las estatuas mitológicas del parque parece montar guardia con los muros y barandillas de cierre de la barrera a sus espaldas, esperando que un día haya paso franco y libre hacia La Ría y el Parque del Muelle se expanda en esa dirección recuperando su antiguo esplendor


Es la Alegoría del Otoño, un joven con la rama de una parra en su mano izquierda, recién cortada con su hoz, que agarra con la derecha, símbolo de la vendimia, que se efectúa en el otoño. El el arte no es nada difícil encontrar este doble significado, vendimia-otoño, en numerosas representaciones escultóricas y pictóricas a lo largo de todos los tiempos  


Es más esta iconografía recuerda a algunas imágenes del dios Dioniso de los griegos, romanizado en Bacchus o Baco, del que podemos leer en Wikipedia:
"En la mitología griegaDioniso (en griego: Διόνυσος, transl.: Dionysos) es uno de los considerados dioses olímpicos, dios de la fertilidad y el vino. Considerado hijo de Zeus y Sémele, nieto de Harmonía y bisnieto de Afrodita y Ares, sin embargo, otras versiones afirman que era hijo de Zeus y Perséfone.

Dioniso era inspirador de la locura ritual y el éxtasis, y se convirtió gradualmente en un personaje importante de la mitología griega. Aunque los orígenes geográficos de su culto son desconocidos, casi todas las tragedias lo presentan como «extranjero».

Es el dios patrón de la agricultura y el teatro. También es conocido como el ‘Moncho" ’ y ‘Libertador’ (Eleuterio), liberando a uno de su ser normal, mediante la locura, el éxtasis o el vino. La misión divina de Dioniso era mezclar la música del aulós y dar final al cuidado y la preocupación. Como divinidad vinícola se le vinculaba con Deméter (el pan) como alimento básico, invocado también por sus propiedades farmacológicas y anímicas («medicina contra las penas») y estimulador de la palabra, la sociabilidad y la franqueza. Los investigadores han discutido la relación de Dioniso con el «culto de las almas» y su capacidad para presidir la comunicación entre los vivos y los muertos.

El nombre Dionysos es de significado incierto. Su elemento -nysos bien puede ser de origen extraheleno, pero dio- ha sido relacionado desde antiguo con Zeus (genitivo Dios). Para los autores griegos, Nisa era una ninfa que lo crio, o la montaña donde era atendido por varias ninfas (las Nisíades), que lo alimentaron y lo hicieron inmortal por orden de Hermes."

Parece plasmar una sensación de movimiento en el trabajo de las viñas. La revalorización, a veces idealizada, de la vida rural y el trabajo del campo, al menos artística y literariamente, alcanzó su apogeo en el romanticismo del siglo XIX, pero hunde sus raíces en el siglo anterior, con la Ilustración, por supuesto siempre con precedentes que suelen ser las figuras mitológicas clásicas greco-latinas de la Arcadia, los Campos Elíseos, Utopía, etc., divulgadas por los autores de la Antigüedad


Atrás, la calle del Muelle, con intenso tráfico al igual que las barandas del ferrocarril, donde un paso a nivel es el acceso a la Avenida Conde de Guadalhorce y al borde del estuario, la ansiada salida al mar de la histórica villa de Avilés y, por supuesto, su arrabal marinero y astillero de Sabugo, ahora separados físicamente de la inmediatez del Cantábrico salvo por determinados y puntuales pasos


Esta sería entonces la cuarta de la estatuas mitológicas que vamos encontrando en nuestro deambular por el Parque del Muelle, pero no debemos dejar pasar pasar por alto otra que, un poco más atrás, no ha de pasarnos desapercibida por su tamaño


Es un elefantito del que manaba agua por tu trompa y que últimamente suele aparecer seco, era especialmente querida por los niños de antaño. Solía utilizarse como abrevadero para los perros y se conoce como El Elefantín o Fuente del Elefantín


Como alguien ha dicho por sus filigranas, "parece recién llegado de la India", y es descrito como un "pequeño y gracioso elefante que arroja agua por su trompa". De momento no hemos hallado más datos sobre su historia ni autoría que lo que dice Legazpi, que fue "adquirido en la década de los sesenta del siglo XX"


El gusto por colocar estatuas de animales, sobre todo exóticos, en parques y jardines, es habitual en todas las épocas pero en Europa alcanzaría su apogeo en los siglos XVIII y XIX, la época colonial, la de los ilustrados y más tarde los románticos lo propiciaría. Dentro de su simbolismo el más extendido es el de la buena suerte, y dentro de la filosofía de este blog, nos llama la atención su papel de "destructor de obstáculos" que "abre los caminos" para los hindúes


Ya en el año 2009 la asociación vecinal Pedro Menéndez emprendía acciones para dinamizar este parque y recuperarlo como lugar de encuentro y socialización. En SOS para el parque del Muelle el periódico La Nueva España, a fecha 12 de mayo de dicho año, daba cuenta de esta iniciativa, nacida con el florecer de aquella primavera:
"Paseos de juventud, pétalos encarnados de la rosaleda, punto de encuentro, todo esto fue un día el avilesino parque del Muelle. Y puede volver a serlo, si los vecinos consiguen que se ponga remedio al abandono en que cayó este pulmón verde que conecta la ría con el barrio de Sabugo. La asociación «Pedro Menéndez» del centro no es la única entidad que reclama un buen repaso para el parque, y también los distintos partidos lanzan o piensan ideas para renovar un espacio ganado a las marismas en la segunda mitad del siglo XIX, y cuyo diseño como parque se proyectó en 1890.
Dos avilesinos que conocen bien el parque del Muelle son Amelia Fernández y Antonio Carretero, vicepresidenta y vicesecretario respectivamente de la «Pedro Menéndez». Y de eso, de paseos de juventud, charlan ambos a la sombra de la estatua del marino que da nombre a su asociación. «Los recuerdos son increíbles. Toda la juventud de Avilés paseábamos de un lado a otro, veíamos a nuestros "refrescos", era nuestro punto de encuentro», recuerda Amelia Fernández. Aunque de generaciones distintas, también El Muelle significa punto de encuentro para Antonio Carretero, que vivía en Villalegre y tenía en el parque la parada de autobús, donde quedaba con sus amigos. «Mis padres lo llamaban el tontódromo», dice de buen humor. Que era un espacio de ligoteo es algo que recogen varias novelas y semblanzas del Avilés de hace décadas. «Aquí se han formalizado muchas relaciones», añade Amelia Fernández."

Mirando al parque y en sus inmediaciones abrían sus puertas señeros establecimientos hosteleros dentro de la animación fruto del apacible paseo y deambular de las gentes, luego llegó la larga decadencia. Ya por entonces se planteaba como necesidad urgente el soterramiento de las vías férreas que lo separan de La Ría:
"En torno al Muelle estaban hace décadas varias de las mejores cafeterías de la ciudad: el Colón, el Germán y el Busto. También era espacio para hacer las verbenas, centro neurálgico de fiestas y de tránsito. Las esculturas mitológicas, la foca, el elefante y el conjunto de Pedro Menéndez contribuyeron a dar originalidad a un parque que luego, poco a poco, fue quedando olvidado. Las rutas de los vinos suscitaron interés por otras zonas, y El Muelle perdió su reputación de lugar de encuentro y expansión de las clases acomodadas. (...)
La especial ubicación del parque del Muelle, entre la ciudad y la ría, no pasa desapercibida para la «Pedro Menéndez», que rompe una lanza en favor del soterramiento de las vías: «Sería la mejor solución para Avilés, y así lo pensamos la gran mayoría de los avilesinos. Sabemos que es un proyecto costoso y que deben estar de acuerdo distintas administraciones, pero también reclamamos que se lleve a cabo, como la tercera ciudad de Asturias», apunta Álvarez Heres. Esa sería, según la asociación, la forma de evitar que el tráfico de trenes del Museo a Navia tenga que pasar «por delante de todos los avilesinos». (...) 
«Lo que está claro es que para unir la margen derecha con la villa de Avilés debe de desaparecer la Arteria del Puerto», afirma el presidente de la asociación de vecinos. La «Pedro Menéndez» confía en que los accesos de que se dote al equipamiento cultural «sean los mejores no sólo para los avilesinos, sino también para los turistas que vengan a visitar el centro cultural». La asociación espera mucho del Centro Niemeyer, y confía en que todas las instituciones implicadas lo impulsarán de la mejor forma posible. «El objetivo es que los turistas visiten el centro y luego pasen por la Villa, conozcan su cultura, sus calles, y eso también beneficie a la hostelería y comercio avilesinos», puntualiza Álvarez Heres. Sin duda los turistas también tendrán la oportunidad de hacer del parque del Muelle un nuevo punto de encuentro."

Y aquí, también sobre columna-pedestal, la quinta de nuestras estatuas mitológicas fundidas en hierro que nos encontramos en nuestro paseo


Es la Alegoría de la Primavera"Divinidad que velaba por la floración de los frutos" dice del Río Legazpi, la cual vemos ahora de espaldas


En la mitología griega sería la diosa Cloris, para los romanos Flora, y una pequeña corona de flores es lo que porta en su mano derecha, alegoría primaveral por excelencia, diosa además de los jardines y por ello, imprescindible su presencia en este emblemático parque


No obstante es preciso decir que esta diosa jardinera y primaveral suele ser confundida a veces con otros personajes. Consultamos la Wikipedia para que nos arroje algo de luz sobre el asunto: 
"En la mitología griega Cloris (en griego Χλωρίς) es el nombre de varios personajes, que a veces se cofunden. 
-La diosa griega de los jardines, adaptada de la mitología latina como Flora. Se dice que Bóreas y su hermano Céfiro compitieron por sus amores. Cloris fue secuestrada por la divinidad de los vientos, Céfiro, quien la tomó por esposa. Céfiro le entregó el imperio de las flores. Junto con Céfiro tuvo dos hijas: ella fue la madre de la primavera y de Carpo, la diosa de las frutas. Cloris se mantenía eternamente joven. En su honor se celebraban fiestas, en las calles, en las cuales las mujeres jóvenes cantaban y bailaban. Fue muy popular en una época. Cloris ayudó a Hera a escapar del Olimpo y la albergó en uno de sus templos. Cuando Cloris le pidió a Hera que recogiera la flor más hermosa de su jardín, y Hera la tomó entre sus manos, la florecilla se transformó en Ares, el dios de la guerra. 
-Otra Cloris era conocida por ser la esposa del rey Neleo de Pilos.​ 
-Una de las Nióbides, también llamada Melibea. 
-Una hija del epónimo Orcómeno. Se desposó con el adivino Ámpico, hijo de Élato, y de aquí nació Mopso, célebre por ser otro adivino, en la expedición de los argonautas. Otras fuentes la denominan como Aregónide, e incluso dicen que engendró a Mopso en su unión con Zeus"

Deidades o no, lo cierto es que la representación de una mujer joven como símbolo de la primavera existe en muchas culturas y a ha trascendido a tradiciones, casi olvidadas al menos en Asturias, como la de La Jardinera, cuando grupos de niñas recorrían las casas ofreciendo flores a cambio de donativos allá por el mes de mayo, celebrando una fiesta al final del día. Muy interesante es, en este aspecto y simbología, lo que leemos al respecto en EcuRed:
"Cloris. Diosa de los jardines, las flores y la primavera. Esta era conocida como Flora dentro de la mitología romana, teniendo un papel de poca importancia entre las diosas de la fertilidad.
Cloris era considerada una hermosa mujer de la que se enamoraron los dioses de los vientos Bóreas y Céfiro. Ambos querían el amor de la joven, pero un día Céfiro la secuestró y la hizo su esposa. Así, dejó en sus manos el imperio de las flores y de la unión nacieron dos hijas: la primavera y Carpo, diosa de las frutas. Fue la diosa que ayudó a Hera cuando huyó del Olimpo, tras el nacimiento de Atenea, ofreciéndole refugio en uno de sus templos y le rogó que cogiera la flor más hermosa de su jardín, flor que al arrancar del suelo se transformó en Ares, el dios de la guerra. 
Normalmente Cloris era representada como una mujer eternamente joven, con una corona y un vestido de flores. Sus fiestas tenían lugar en las calles de la ciudad, en donde las mujeres salían a bailar y cantar."

En Avilés la gran fiesta de primavera por excelencia es la ya referida de El Bollo, aunque sin ninguna connotación relacionada con La Jardinera que, al menos hasta la Guerra Civil, se celebró en localidades cercanas y en otros muchos lugares. Mismamente en 1734 el llamado Diccionario de Autoridades decía:
“Una niña que en los días de fiesta del mes de Mayo por juego y divertimiento visten bizarramente como novia y la ponen en un asiento en la calle y otras muchachas están pidiendo a los que pasen den dinero para ella lo que les sirve para merendar todas. Dióse este nombre por el mes de Mayo […]. Tanto duran las Mayas como Mayo”

Por eso, la representación de la juventud femenina ha trascendido a las tradiciones europeas como alegoría de la primavera, tal y como hace esta estatua del encantador Parque del Muelle que estamos recorriendo


Parque recuperado que proporciona una fresca umbría aplacadora de los rigores del sol veraniego, gracias a estos árboles que, en invierno, se desprenden de sus hojas, dejando pasar la luz a todos los rincones


De la Alegoría de la primavera pasamos seguidamente a otro elemento fundamental del parque, el Quiosco de la Música, diseño de Federico Ureña inaugurado en 1894, donde daba conciertos al mediodía de domingos y festivos la banda de música municipal. De él dice Legazpi que es "Un templete musical, el del Parque del Muelle, que sigue siendo uno de los símbolos del Avilés clásico. Fue construido en 1894 al poco de haberse plantado el -entonces- nuevo parque avilesino."


Así que tenemos el interesante dato que la construcción del templete es contemporáneo al plantado del arbolado en este paraje aún recién ganado a la ría, la marisma y los astilleros de ribera de Sabugo:
"El kiosco fue levantado en 1894, cuando el parque estaba recién plantado, por el contratista local Juan Pérez Martín siguiendo planos de Federico Ureña pues el arquitecto municipal Ricardo Marcos Bausá, autor del proyecto del parque y de otros también importantes como el cementerio de La Carriona o la capilla de Jesusín de Galiana, y el alcalde –entonces José Cueto– se habían tirado los trastos a la cabeza y el arquitecto se largó dejando pendiente el diseño del kiosco, que entonces le fue encargado al ovetense Federico Ureña González–Olivares, Ayudante de Obras Públicas que trabajaba con el empresario vasco Carlos Larrañaga en el encauzamiento de la Ría. Federico Ureña, que a partir de ese momento continuó trabajando unos años en el ayuntamiento avilesino hasta marcharse a Sevilla, fue abuelo de quien con el tiempo sería también empleado municipal y luego Cronista Oficial de Avilés. Hablo de Justo Ureña."

Federico Ureña fue nombrado en 1890 encargado de obras municipales, sustituyendo al arquitecto Ricardo Marcos Bausá, que había dimitido por desavenencias con el por entonces alcalde José Cueto, tal y como nos dice su biógrafo Ramón Baragaño. Además de los edificios citados por Legazpi, proyectaría también la actual Avenida Conde de Guadalhorce, entonces Carretera del Torno que, circunstancias de la vida, contribuiría a la separación del parque y la ciudad del mar, así como la Carretera la Plata, comunicación con Castrillón, y la nueva red de abastecimiento de agua corriente, con tuberías de hierro, así como varios bloques de viviendas en Avilés entre 1882 y 1892


El Quiosco de la Música, nos informa Legazpi en El kiosco del Parque del Muelle , episodio publicado en El Comercio-La Voz de Avilés el 3-4-2016, que costó su construcción 12.900 pesetas y fue "planificado y terminado en noviembre de 1894", es decir, en solamente un mes, estando hecho de fundición salvo su base:
"Este edificación circular, de arquitectura modernista, vio nacer a su alrededor notables edificios como el que fue Gran Hotel o la casa de Larrañaga. También fue testigo mudo de la siembra de nuevas estatuas, que se añadían a las clásicas del parque, como la del Adelantado de la Florida en 1917 o la de la foca –por cierto que sin bigotes– en 1956."

Dentro de su arquitectura estilo modernista estaca Legazpi "las curiosas cúpulas de la cubierta que le dan un realce arquitectónico "muy gallasperu" (alegre, gracioso), dice le contó una vez el poeta Ángel González, recordando además los conciertos que aquí se celebraban antaño:
"Mi memoria musical, la más antigua y sólida, me lleva ante unos señores uniformados que sentados educadamente, fabricaban música al mediodía de un domingo soleado en el kiosco del parque del Muelle de Avilés.          

Eran piezas del estilo de ‘La leyenda del beso’, ‘El sitio de Zaragoza’ y estaban dirigidos por un caballero de pelo cano que de pie y con una varita en la mano hacía magia poniendo orden y concierto en aquel concierto. Aquello fue la caraba en doremifasol.

 El caballero era ‘don Vicente’ [Sánchez Benito, director de la Banda Municipal de Música de Avilés] mi profesor de Música en el instituto Carreño Miranda (hoy colegio público Palacio Valdés) quien automáticamente pasó a ser uno de mis héroes docentes aunque –la música amansa a las fieras– no de la categoría de Adela Palacios quien, todavía a estas alturas, sigue siendo mi profesora emérita inmaterial de Literatura.          

Aquella del Carreño Miranda, en el Carbayedo, fue una época en la que Avilés fue puesto del revés a cuenta del acero, cristal, y aluminio –el zinc le venía de Arnao ya de antiguo– sufriendo la mayor transformación de su historia. Pongamos que hablo de los años cincuenta y sesenta del pasado siglo y digamos que entonces, excepto en la radio, si querías escuchar música era cosa de ir los domingos al mediodía al parque del Muelle."

Detalle del remate de la cúpula, en base a estrellas, cruces y demás filigranas


El Quiosco de la Música es escenario en la actualidad de diversos festivales y ciclos musicales, sobre todo en verano:
" Se ha venido utilizando el kiosco en ocasiones y en temporada veraniega para acoger ‘Música en el quiosco’, ciclo de conciertos de bandas municipales. Pero su mayor resalte popular y mediático tiene lugar, desde hace diez años, en los meses de agosto cuando se convierte en el escenario de ‘La Mar de Ruido’, un festival donde han actuado desde Luz Casal a leyendas del rock norteamericano como Chris Barron (Spin Doctors), «todas las músicas posibles y músicos de diferentes partes del mundo» traídos de la mano de Béznar Arias, otro declarado admirador de este centenario templete musical.          

Los senderos sentimentales del parque del Muelle de Avilés  están sembrados de armonías de todo tipo que te llevan, quieras que no, a su histórico kiosco metálico. Elegante y triunfal."

Desde él y continuando camino vamos a encontrarnos con otra de las estatuas mitológicas, la que haría ya el número seis


Como las demás, a excepción de la de la Fuente la Glorieta, está sobre una columna pedestal idéntica a todas ellas


Según nos acercamos vemos se trata precisamente de la "estatua repetida", dado que su personaje es el mismo que el de la citada fuente, el de la Alegoría del Verano


Se ha empleado pues en su momento en mismo molde, recordamos que del Río Legazpi dice que se desconoce qué llevó a exponer esta duplicidad


Es cierto que, sobre el origen y características de las estatuas, existen diferentes versiones, lo que ha dado pie desde siempre a distintas explicaciones, lo que ha dado pie a mitos dentro de otros mitos, tal y como señala el gran filólogo Luis Inclán García-Robés en La Nueva España del 25-4-2018:
"Luis Inclán García-Robés ha caminado miles de veces por el parque del Muelle y, como licenciado en Filología Clásica, Griega y Latina, le encantan los mitos. De ahí partió su investigación sobre la mitología que rodea a algunas de las estatuas que presiden este entorno levantado en el siglo XIX en el lugar anteriormente ocupado por las marismas de la ría. "Lo más destacado son las cinco estatuas vinculadas con las estaciones del año, la del verano está repetida", destaca el investigador, que protagonizó la charla del Club LA NUEVA ESPAÑA de Avilés que se desarrolló ayer en una sala del palacio de Valdecarzana. "Seguro que muchos avilesinos ni se habrán planteado qué mitos están detrás de esas figuras", afirmó el experto, que puso sobre la mesa la explicación de una de ellas: "Una estatua se corresponde con Demeter, la diosa de la Naturaleza, que estaba desolada por el rapto de sus hijos. Como consecuencia, desatendió la naturaleza e invocó a Zeus para que intercediera: como resultado dio lugar a las dos estaciones de primavera y verano, cuando todo florece, y las otras dos, otoño e invierno".
Luis Inclán García-Robés estuvo acompañado por la escritora avilesina Dulce Victoria Pérez-Rumoroso, colaboradora de este diario, y el coordinador del Club LA NUEVA ESPAÑA de Avilés, Luis Antonio García. Inclán señaló además que la estatua de Artemisa, diosa de los bosques y los animales, es "una copia de una pieza del Louvre". "El resto son de origen francés, adquiridas en el siglo XIX por 1.800 francos que en un principio estuvieron colocadas en el paseo del Bombé, junto a la Cuesta de La Molinera", indicó el especialista, que lamentó que en, al menos, en dos ocasiones la estatua de Afrodita, diosa de la belleza, también en el parque del Muelle, fuera decapitada."

Por ejemplo en la página Escultura y Arte leemos que fueron "Adquiridas por el Ayuntamiento en 1876. Se compraron a la empresa francesa Altos Hornos y Fundición, del Val d'Osne". A la vez, en Avilés: esculturas del Parque del Muelle, del blog de Arturo Suárez, se afirma:
"Se trata de 10 piezas ubicadas en el parque del Muelle (Avilés), realizadas en hierro fundido y que fueron adquiridas, en el siglo XIX, por el Ayuntamiento avilesino en Barcelona, aunque el molde y la realización se efectuaron en París siguiendo modelos clásicos."
"... algunas tienen su modelo original expuesto en el Louvre, que a su vez, son copias de otros originales griegos"

Las estatuas fueron también restauradas cuando se realizó la gran reforma y rehabilitación del parque entre los años 2021 y 2023. En base a ello la corresponsal Beatriz Muñoz publica en La Voz de Avilés el artículo titulado Innovación para darle una nueva vida alas estatuas de El Muelle, informando del avance de estos trabajos el 27-3-2022:
"Lo que tiene que tener claro un restaurador es que nosotros no podemos parar una alteración: sólo podemos ralentizarla», lo explica Noelia Fernández Calderón, arqueóloga y conservadora que trabaja en la recuperación de las esculturas del parque de El Muelle. Es este el punto de partida de una profesión un tanto invisibilizada, en el sentido de que la famosa máxima «menos es más» cobra una importancia fundamental en su trabajo. Es decir, se ha de notar que se ha llevado a cabo esa restauración, pero al mismo tiempo se tiene que actuar lo mínimo posible sobre la obra. «Hoy en día en los tratamientos de conservación y restauración lo que hacemos son mínimas intervenciones. Intentamos ralentizar todas las alteraciones que va a sufrir la obra por estar situada en el exterior, expuesta a todo el medio ambiente de Avilés, con toda la industrialización que tenemos, el tráfico...», apunta Fernández Calderón. 
Desde hace aproximadamente un mes supervisa que los elementos escultóricos del parque de El Muelle no sufran ningún daño a causa de las obras de remodelación de la zona, además de «devolverle la estética» a todo este conjunto artístico. «Lo que estamos haciendo ahora mismo es la limpieza del pedestal de la escultura de Pedro Menéndez», detalla la restauradora. «Combinamos muchas veces la limpieza con tratamientos biocidas, porque esta obra tiene muchos árboles alrededor y muchas zonas ajardinadas y nos encontramos con bastante colonización, fundamentalmente de musgos, hongos y verdines». Precisamente, lo que más les llamó la atención del estado de la escultura de 'El Adelantado de La Florida' es que estaba completamente verde: «Le chorreaban las algas», comenta Fernández Calderón, añadiendo que lo que cubría a Pedro Menéndez «ya no era musgo, era verdín, algas terrestres. Eso sí, el resto se conserva muy bien, se nota que la restauración que se llevó a cabo en el año 2013 fue muy buena», destaca. 
Por fortuna, la mayoría de las piezas escultóricas se encuentran en el mismo buen estado, aunque, según señala la conservadora, cada zona del parque está afectada por una alteración diferente: no es lo mismo la calle de La Muralla, donde resulta evidente la cercanía del tráfico, que la ubicación de los cañones que rodean a Pedro Menéndez. «En las esculturas cercanas a La Muralla había una capa negruzca que es de la polución de los hidrocarburos de la gasolina, mientras que, por ejemplo, las jardineras delante de La Ferrería, que se encuentran en una zona muy abierta, se habían visto afectadas por el viento», explica con todo detalle.

A la izquierda, a escaso metros, otra de las emblemáticas estatuas del Parque del Muelle, si bien esta ya fuera del circuito mitológico de las antiguas que estuvieron en El Bombé


Es La Foca, no menos alegórica, pues es un animal totémico en Avilés desde que en 1951 apareciese una en la ría, en concreto en el Puente de San Sebastián (paso de La Villa a Valliniello). Su aparición fue juzgada de premonitoria pues el suceso aconteció poco antes que se anunciase la creación de la factoría siderúrgica de ENSIDESA (actual ArcelorMittal), la cual transformaría la ciudad y gran parte de Asturias, ocupando una gran extensión y multiplicándose la población, construyéndose barrios nuevos para los trabajadores y sus familias, venidos de todas partes, señalándose años de gran prosperidad a los que seguirían décadas de duras reconversiones, además de problemas medioambientales que hubieron de ir subsanándose


El siempre genial Alberto del Río Legazpi, como no podía ser de otra manera le dedica uno de sus Episodios Avilesinos, el de La famosa foca de Avilés, publicado el 26-5-2013, del que compartimos lo siguiente:
"... un día atracó en la Ría (mayúscula) de un Avilés, ya sin murallas, otro animal nórdico, aunque pacífico: una foca. Fue el 5 de diciembre de 1951 cuando la población avilesina sumaba 21.340 habitantes. Pronto subiría como la espuma.
Y es que la arribada de la foca coincidió, en el tiempo, con el inicio de las obras de una gigantesca siderúrgica (ENSIDESA). Cosa que –según la teoría del recordado periodista avilesino, Venancio Ovies– era todo un símbolo (por eso la llamó La Foca Precursora) del gigantesco advenimiento industrial que transformó Avilés de cabo a rabo. 
Venancio tuvo la clarividencia, de que lo de la foca era algo más que una anécdota. Tanto fue así, que obtuvo un prestigioso premio nacional de periodismo por sus numerosos relatos sobre este suceso, que atrajo a muchos asturianos que, por entonces, visitaron Avilés por ver a la foca que salía en los periódicos. 
Y aunque el simpático y exótico animal se las piró al año siguiente, tan misteriosamente como vino (ni pensar quiero en que alguien se le hubiese vendimiado con patatas fritas), quedó para siempre en el imaginario popular. Fue mascota avilesina en actos festivos, como el multitudinario Descenso del Sella. 
Por tanto, no fue extraño que se moldeara su efigie, labor donde parece que intervinieron, teórica y prácticamente: Tomás Abascal, Joaquín Muñiz y Pepe ‘El Roxu’. Pero su ‘entronización’, en 1956, fue caso aparte."

Y es que La Foca de Avilés, La Foca del Muelle, o La Foca Precursora, tuvo con todo merecimiento este su propio monumento, en este caso en piedra, diseño del entonces arquitecto municipal Tomás Menéndez Abascal ejecutado por los artistas locales Joaquín Muñiz y Pepe El Roxu. Inaugurado en 1956. Legazpi cita y comenta la versión del periodista Venancio Ovies, contando cómo se trajo aquí esta estatua:
«una noche, el grupo conjurado de personas en torno al autor de la obra [se refiere en concreto a José Suárez Vega, conocido como ‘Pepe el de Vicente el Parque’ o como ‘Pepe El Roxu’] y donde se incluían Manolo, popularmente ‘Tiriliti’, ‘Pine’, ‘Pruden’, Víctor ‘el del Yate’, ‘Polchi’ [apodo del popular médico, que también fue concejal, Leopoldo Figueiras López-Ocaña], etcétera, llevó la figura en pagana procesión al Parque [del Muelle], entonces denominado General Sanjurjo, para asentar la foca en un parterre. Todo Avilés agradeció la iniciativa, que no precisó de formulismos oficiales, ni de ‘votaciones democráticas’»

Alberto del Río Legazpi describe también lo singular de esta estatua y la sorpresa de turistas y visitantes cuando de encuentran con ella, pues suelen preguntar por la razón de su presencia aquí:
"Y así, medio en serio, medio en broma, la foca es actualmente, el más insólito –y divertidamente surreal– de los símbolos avilesinos. Porque ¿qué población, en España y parte del extranjero, le ha dedicado un monumento a una foca? 
La cosa, naturalmente, les choca a los turistas, que desconcertados preguntan a las/los guías turísticos que les enseñan la ciudad: 
– Oiga ¿Pero que hace una foca aquí? 
– Parece que es una señal industrial de la ciudad, oiga 
– ¡Madre mía! ¿Pero que me dice? 
Y automáticamente enfocan sus cámaras e inmortalizan a la foca de Avilés."

La grácil y alegre foca contrasta al fondo con la muy castrense estatua de pedestal con guerreros en sus esquinas sobre la que se alza la no me del no menos aguerrida Adelantado de la Florida, espada en mano:
"Quien le iba a decir a Pedro Menéndez de Avilés, Capitán General de la Mar Océana del Rey Felipe II, y fundador de la ciudad más antigua de los Estados Unidos de América, cuyo conjunto escultórico preside el parque, que iba a tener como vecina a una pacífica foca boreal, sin bigotes y en piedra artificial. ¿Un cachondeo histórico? No. La vida, oiga. Hágame el favor."

Este conjunto monumental, obra de Manuel Garci-González, fue inaugurado por la infanta Isabel de Borbón en 1918. Pero preferimos dejar a Alberto del Río Legazpi con su artículo Manuel Garci-González ganó un concurso para recordar al marino, publicado, esta vez en La Nueva España, el 15-8-2018:
"La escultura del marino avilesino Pedro Menéndez, el fundador de la primera ciudad de los Estados Unidos, lleva justo cien años presidiendo el parque del Muelle, el único jardín con el que había contado la ciudad hasta la municipalización de los de la marquesa de Ferrera, a mediados de los pasados años setenta. 
El 23 de agosto de 1918, la infanta Isabel de Borbón -"La Chata"- fue la encargada de inaugurar la pieza de bronce. Para ello se organizó una ceremonia en la que participó también el entonces alcalde, Carlos Lobo. La escultura fue obra de Manuel Garci-González, el artista valenciano que había ganado el concurso municipal para recordar al Adelantado de La Florida. 
La prensa nacional habló de Garci-González ya en 1916, cuando Avilés ambicionaba constituirse en centro de recreo de la sociedad burguesa millonaria de dinero americano, el tiempo en que se construyó el Gran Hotel y andaba levantándose el teatro Palacio Valdés. La pieza tenía que contribuir a engrandecer una ciudad que, por aquel entonces, se había visto aterrorizada por Ramón Cuervo, el "estripaor", que asesinó a un niño en La Magdalena. Aquel Avilés de hace un siglo iba de una a otra orilla."

La estatua fue inaugurada el 23 de agosto de 1918, en un momento en el que la ciudad aún estaba conmocionada por el crimen del estripaor, que el 18 de abril anterior había dado muerte a ese niño, cuyo cadáver apareció al día siguiente, y se bebió toda la sangre obsesionado de pensar que ello sanaría la grave enfermedad pulmonar que padecía, una tuberculosis detectada en 1914. Las viejas historias de los homes del sacu, sacaúntos, sacamantecas, guaxes o vampiros y otros personajes y entes mitológicos similares parecían haberse hecho realidad dentro de una muy macabra historia que recuerda Bárbara Menéndez para El Comercio el 20 de abril de 2017, titulándola Cuando un vampiro "actuó" en Avilés:
"Hace exactamente cien años, los avilesinos continuaban tratando de asimilar el espeluznante suceso que había tenido lugar un par de días atrás, la tarde del 18 de abril de 1917, en la Peña de San Lázaro, en la vertiente norte del monte de La Arabuya. Allí fue encontrado al día siguiente el cuerpo inerte del pequeño Manuel Torres Rodríguez, de apenas ocho años de edad. Por si el episodio no fuese lo suficientemente escabroso, los investigadores del caso pronto determinaron que la víctima se había desangrado por completo; en el cuello presentaba dos grandes heridas que indicaban que alguien se había bebido toda su sangre. 
Ahí comenzó la leyenda del 'vampiro' o 'sacamantecas' de Avilés, apelativo nada honroso que los medios y la opinión pública otorgaron a Ramón Cuervo, también conocido como Ramón de Paulo, asesino confeso de 'Manolín'. No obstante y a pesar de los numerosos testigos y pruebas en su contra, este vecino de Llanera emigrado a Cuba tardó varios días en admitir la autoría de un crimen planificado a la par que bastante aleatorio en lo que se refiere a la elección de la víctima. 
Poco o nada se imaginaba el padre del pequeño, José Torres, el macabro desenlace que tendría la desaparición de su hijo. Él mismo fue el encargado de dar la primera voz de alarma cuando se dio cuenta de la desaparición de su vástago; tan solo unos minutos antes del cierre de edición de LA VOZ DE AVILÉS, el hombre se acercó a la redacción del periódico, situada por aquel entonces en la actual calle de La Ferrería, para denunciar la ausencia de Manuel. Lo último que había sabido de él es que se había marchado junto a un desconocido por el camino de La Magdalena a La Ceba. 
Este diario reflejaba la angustia de un hombre que apenas unas horas después, sobre las ocho de la mañana del día 19, vio cómo se cumplían los peores presagios con la aparición del cadáver de su hijo. Fue una vecina de la familia, Etelvina Suárez Flórez, quien descubrió la horrorosa escena. Primero Alberto Carreño, médico forense del Juzgado de Instrucción, y después José Suárez Puerta y José López Ocaña, expertos encargados de llevar a cabo la autopsia, certificaron que el niño había muerto desangrado. El violento 'modus operandi' pronto evocó otros siniestros crímenes de la época, como el de Gádor en Almería o los del Carrer Ponent en Barcelona. 
Todos ellos sacaron de nuevo a la luz los mitos y fábulas existentes en torno a los 'hombres del saco' o 'sacamantecas', una terrorífica figura creada por el imaginario popular propia de los cuentos infantiles que pronto traspasó la frontera de la ficción. Sin embargo y alejándose de los sucesos paranormales, este asesinato no respondía más que a la vehemencia de un hombre desesperado por encontrar una cura a una enfermedad tan mortífera como era por aquel entonces la tuberculosis. 
El joven Ramón Cuervo, que tenía unos veinticinco años en el momento del suceso, había partido hacia Cuba cuando todavía era muy pequeño con la esperanza de prosperar económicamente como ya habían conseguido muchos indianos. Todas sus previsiones se vinieron abajo cuando en 1914 le diagnosticaron tuberculosis pulmonar, una sentencia de muerte según todos los médicos, que le recomendaron permanecer en la isla por los beneficios del clima cálido para su frágil salud. 
Atormentado, Cuervo acudió a un curandero negro que respondía al nombre de Francisco. El brujo, tras llevar a cabo un ritual de sanación con el sacrificio de una gallina incluido, le advirtió de que sólo se curaría por completo si bebía la sangre fresca de un niño sano directamente de su yugular. Aunque al principio se mostró reticente e incluso se negó al ofrecimiento del santero para conseguirle una víctima, el joven natural de Llanera volvió a Asturias con el convencimiento de llevar a cabo el malévolo plan; el desdichado Manolín tuvo la mala suerte de cruzarse con él durante su particular 'caza' y el resto ya es historia. 
Un desenlace inconcluso 
Fueron necesarias las declaraciones de hasta cuatro testigos, sin contar las de los niños que estaban jugando esa tarde con Manuel Torres cuando el asesino le engañó a cambio de un mísero real a fin de que le acompañase, para inculparle. Ante la persistente negativa de Cuervo, los investigadores autorizaron la realización de una prueba de heces, técnica aún experimental en Asturias. Los resultados confirmaron que presentaba una gran cantidad de sangre en su organismo, sólo comprensible por una ingesta masiva. 
Finalmente, el sospechoso se vino abajo y confesó todos los detalles de su crimen al juez que él mismo reclamó mientras permanecía detenido en la prisión local. Era 23 de abril de 1917. Menos de un mes después, el 12 de mayo, otro juez ordenó que le trasladasen a una prisión en Oviedo. A partir de esa fecha nada más se supo de Ramón Cuervo; unos dicen que saltó del carro, otros que murió enfermo en la cárcel. Su caso no fue más que la confirmación de que no hay monstruo más peligroso que el ser humano."


Para contrastar una historia tan macabra y terrible vamos a volver a nuestra encantadora foquina para indagar un poco más sobre ella, pues en la página Vivir Avilés hemos encontrado esta otra versión, publicada a fecha 16-3-2010 y titulada en Avilés sí hay una foca, con algunas cosas similares y otras diferentes, incluida la fecha de llegada de este mamífero marino, respecto a la de Legazpi:
"Corría el año 1951, cuando en la fría mañana del 5 de octubre, los primeros avilesinos divisaban los juguetones movimientos, en las aguas de la Ría, de una foca.

Después de un tiempo, el animal se asentó donde estaba construyéndose la dársena de San Agustín y allí permaneció haciendo las delicias de las personas de la Villa ya que, según cuentan, dejaba acariciarse por todo aquel que acudía a verla.

La llegada de la foca coincidió con el inicio de las obras de la enorme factoría siderúrgica Ensidesa. Asunto que algunos tomaron como símbolo precursor de aquel gigantesco advenimiento industrial.

Durante el periodo en el que la «foquina» permaneció en aguas avilesinas, muchos fueron los curiosos que se acercaron a la Villa para poder ver al mamífero pinnípedo. Algunos autores, como Alberto del Río Legazpi, consideran esta visita inesperada como iniciadora del turismo local.

Tras la partida inexplicable del animal, en 1956 se colocó en el Parque del Muelle (por su situación el más cercano a la «vivienda» de la foca)  una escultura, realizada por Joaquín Muñiz y Pepe el Roxu y diseñada por Tomás Menéndez, en recuerdo, medio en broma medio en serio, de aquella foca desnortada que había llegado por casualidad a principios de la década.

A día de hoy, la estatua de la foca , símbolo de la «coña marinera asturiana», sorprende a los visitantes que pasean por el parque, siendo Avilés la única ciudad española que tiene entre sus calles un monumento dedicado a una foca.

Esta estatua se ha convertido en uno de los símbolos de la ciudad, siendo tomada como ejemplo para eventos como el «foca-parade» realizado el pasado verano. Una veintena de focas efímeras, realizadas por artistas asturianos, fueron colocadas en el recinto del Parque de Ferrera. Estas focas tan especiales recibieron la visita tanto de niños curiosos como de mayores nostálgicos que recordaban aquella foca que durante un tiempo fue avilesina."

Este rincón ocupa también los recuerdos de la cronista Pepa Sanz Fuentes, que en Mi Parque, como nuevo, explica que en el antiguo andén del tranvía que aquí hubo y "que limitaba con la calle Emile Robin era el paseo por excelencia, paseo compartido por jóvenes y no jóvenes", a lo que añade:
"En aquel paseo realizaba también su parada el tranvía que unía Piedras Blancas con Villalegre. Y en él, en un parterre, frente a la parada del tranvía, ocupó y sigue ocupando un puesto nuestra querida y añorada foca, la que vivió en nuestro puerto poco más de un año y se fue con el mismo sigilo con el que vino muy a principios de los años 50."

Naturalmente, San Fuentes guarda también especial querencia por el Quiosco de la Música y sus conciertos, que congregaban a multitudes:
"...los domingos a medio día se llenaba de familias que iban a escuchar el concierto de la Banda de Música de Avilés, dirigida entonces por don Vicente Sánchez Benito, que desde el precioso kiosco metálico, con su techo recubierto por escamas de zinc, uno de los mejores de España en ese momento, nos obsequiaba con un "variado" concierto del que indefectiblemente formaban parte "El sitio de Zaragoza" y el intermedio de la zarzuela "La leyenda del beso" que luego hizo famoso el grupo Mocedades poniéndole letra en su canción "Amor de hombre".

Aquí, frente al parque, La Foca y el lugar del antiguo andén está el edificio del antiguo Gran Hotel, "Hotel Magnífico y suntuoso, que sólo reconoce rival en dos o tres grandes capitales de la nación" decía su propaganda, inaugurado el 14 de Julio de 1917 con gran asistencia de fuerzas vivas, banquete y baile, causando honda impresión, tanto él como los cincuenta coches aparcados enfrente, entonces acontecimiento inaudito. Entre ellos estaba, escribe Alberto del Río Legazpi, el propio vehículo oficial del hotel, un Hispano-Suiza, que tendría unos meses después, el 6 de marzo de 1918, el desgraciado accidente en la Carretera de La Plata, en la que fallecería el actor teatral Bernardo Jambrina, tras haber actuado varios días en el Pabellón Iris (calle La Cámara) con su compañía


Fue su promotor el naviero Ceferino Ballesteros, quien puso a su frente al gerente de su compañía Eduardo Hidalgo y encargando el proyecto al maestro de obras Armando Fernández Cueto. Era además el primer edificio de Avilés en tener ascensor. Así el 22 de julio de 1922 publicaba el periódico La Voz de Asturias:
"Situado este magnífico hotel en el punto más céntrico de nuestra bellísima población, con vistas al Parque del Muelle y dominando la vista su lindísima ría y floreciente campiña, en pocos minutos pueden sus clientes trasladarse a la inmediata playa de Salinas, mediante un excelente servicio de tranvías eléctricos con parada a la puerta del establecimiento. En su magnífico hall se celebran con frecuencia conciertos, tés-dansants y otras fiestas de animación extraordinaria, y en el suntuoso comedor, capaz para trescientos comensales, estupendas cenas a la americana. Su restaurante de primer orden está a cargo de personal procedente del Gran Casino de San Sebastián. Sus habitaciones de gran lujo y corrientes poseen cuarto de baño, teléfono urbano e interurbano, agua caliente y fría en todos los servicios. Calefacción, baños, ascensor eléctrico, garaje y cuantas comodidades caracterizan a los grandes establecimientos de esta índole. Tiene también el Gran Hotel, para completa comodidad de sus huéspedes, servicio de equipajes, con mozos a la llegada y salida de los trenes. «On parle français»

Y el 15 de agosto, un mes después de la inauguración, dice de él La Voz de Avilés:
"Todo en él es soberbio: el trazado y cons­trucción, en que puso toda su alma de artista don Armando F. Cueto; el decorado, tan rico como sobrio y elegante, en que con los inteligentes artistas avilesinos cooperaron otros de reconocido renombre en España; la amplitud y comodidades de todas las habitaciones y dependencias; los grandiosos hall y comedor; las instalaciones de alumbrado, calefacción, agua, baños y teléfono, hechas con el más per­fecto gusto; la provisión de todo, así acomodado a las modestas fortunas, como a las exigencias del más refinado sibarita; el servicio que es un portento de esmero omi­tiendo mil detalles, el magnifico emplazamiento del hotel en la parte más vistosa y amplia del Avilés moderno, sobre el Parque y el Muelle local, dominando hermosos panora­mas y pasando a su vera el tranvía de vapor y el trazado del eléctrico próximo a ser construido"

La prensa venía además tiempo manifestando la "nece­sidad muchas veces expresada y encarecida en estas columnas, de dotar a nuestra hermosa villa de un establecimiento de esta clase, en que el veraneante, el turista, y en general el forastero, nada echasen de menos, en punto a comodidades, lujo y moderno confort, de cuanto hubieran visto o se les hubiera ofrecido en las más importantes poblaciones"

El Gran Hotel tenía no obstante un grave problema, pensando fundamentalmente para el turismo de playa, estaba demasiado alejado de esta (Salinas) y su principal comunicación con ella era el renqueante tranvía de vapor apodado La Chocolatera que, aunque pasó a ser eléctrico en 1921, no salvó la situación y acabó cerrando en 1924. Es ahora edificio de piso y en sus bajos abre sus puertas una entidad bancaria


Volviendo una vez más a La Foca, es imprescindible compartir el artículo del gran erudito Ramón Baragaño publicado en La Voz de Avilés-El Comercio el 16-8-2010 titulado Las dos focas de Avilés:
"En la mañana del miércoles 5 de diciembre de 1951 fue vista por primera vez en aguas de la ría avilesina, junto al puerto local, una foca, animal propio de climas más fríos y casi desconocido hasta entonces en las costas asturianas. La noticia corrió como la pólvora por las calles de aquella pequeña y tranquila villa de poco más de 20.000 habitantes y la juguetona foca se convirtió pronto en centro de atención de los avilesinos, que acudían en masa a contemplar tan inesperado espectáculo.

Además, el extraño visitante marino era afable y hasta se dejaba acariciar cuando descansaba en los bloques de cemento que estaban donde hoy se levanta la dársena de San Agustín, uno de los lugares favoritos de descanso cuando salía del agua, entonces todavía limpia y con abundante presencia de peces. Dado que ya había sido creada por decreto de 15 de junio de 1950 la Empresa Nacional Siderúrgica S.A. (Ensidesa), la llegada de la foca fue considerada por todos como buen presagio de la inminente construcción de la fabricona que iba a transformar radicalmente Avilés.

Se trataba de un ejemplar de foca común (Phoca vitulina), según determinó Gregorio Planchuelo, que había sido profesor y director del Instituto Carreño Miranda de Avilés, gracias a una fotografía y a los datos proporcionados por su antiguo alumno Justo Ureña, actual cronista oficial de Avilés. Planchuelo publicó una breve nota sobre la foca avilesina en el 'Boletín de la Real Sociedad Española de Historia Natural' (tomo L, número 2, 1952). Aunque incomprensiblemente la foca no fue nunca bautizada con nombre alguno por el pueblo, tan ocurrente para estas cosas por norma general, algunos periodistas y escritores, como Venancio Ovies (fuente imprescindible para este asunto), comenzaron a llamarla 'Precursora' por haber sido adelantada de la factoría siderúrgica. La presencia del animal en aguas avilesinas duró más de cuatro meses, concretamente hasta el 20 de abril de 1952. Algunos afirman que el pinnípedo huyó espantado por la draga holandesa 'Pax', contratada para aumentar el calado de la ría y rellenar las marismas de Las Huelgas, donde se iba a asentar Ensidesa, pero no es cierto, ya que las labores de dragado no se iniciaron hasta agosto de ese año, cuatro meses después de la desaparición de 'Precursora'.

La foca causó honda impresión, no cayó en el olvido, llega pues ahora el momento de hacerla inmortal en forma de piedra artificial para ser recordada a lo largo del tiempo por sucesivas generaciones de avilesinos, fue una señal que avisó del nacimiento de una nueva ciudad...
"La foca se convirtió en algo muy querido y legendario, todo un símbolo para los habitantes de Avilés, hasta el punto de que ya en agosto de 1955 su figura en escayola, creada por Pepe el de Vicente del Parque (José Suárez Pérez) fue llevada como mascota por un numeroso grupo de avilesinos durante el desfile de la fiesta del Descenso del Sella.

Pero no acabó ahí la cosa. En la primavera de 1957, según el mencionado Venancio Ovies, o en 1956, según Alberto del Río, investigador de las esculturas públicas de Avilés, se colocó, en un parterre del parque del Muelle (entonces llamado del General Sanjurjo) y a escasa distancia del monumento a Pedro Menéndez, una estatua en honor de la foca 'Precursora'.

La sencilla escultura, de escaso valor artístico, está realizada en piedra artificial y es obra de Joaquín Muñiz Lorenzo (conocido por Joaquín 'el de les baldoses', por el taller que regentaba en la calle de Llano Ponte) y el escayolista Pepe el Roxu. El diseño era del arquitecto Tomás Menéndez Abascal y la iniciativa se debía a Leopoldo Figueiras López-Ocaña ('Polchi'). José Guardado García y Policarpo Riego Cuervo. Posteriormente se colocó una foca pequeña o 'foquina' a la vera de 'Precursora', pero desapareció al poco tiempo. La estatua de la foca pionera sigue en pie en pie en el mismo sitio, causando el asombro de cuantos visitantes descubren tan singular monumento.

Veinte años más tarde de la primera foca, el 27 de diciembre de 1971, otra, quizá pariente de la legendaria 'Precursora', vino a conocer la escultura levantada a la que había anunciado la llegada de Ensidesa. Esta nueva visitante, llegada a Avilés la víspera de los Santos Inocentes, fue bautizada como 'Inocencia' y, dado que las aguas de la ría se hallaban ya gravemente contaminadas por los vertidos industriales, fue recogida por las autoridades para ser alojada inicialmente en la bañera del piso que ocupaba, en la calle de la Muralla (entonces del Marqués de Teverga), la Ayudantía Militar de Marina. De allí fue llevada provisionalmente a una piscina del Club de Tenis de San Cristóbal, donde permaneció mientras se le buscaba acomodo definitivo. Al alcalde Fernando Suárez del Villar, con la mejor intención, se le ocurrió la idea de proponer que el pinnípedo fuese alojado en un estanque del Parque Isabel la Católica de Gijón, lo que produjo un amplio movimiento de rechazo por parte de los avilesinos, que no querían que el animal tuviese que marchar de Avilés. Desechado el traslado a la villa de Jovellanos y mientras se buscaba cómo solucionar el enojoso asunto, 'Inocencia' fue recogida, con nocturnidad y alevosía, de la piscina de San Cristóbal y llevada al mar, donde partió con rumbo desconocido para no volver más. La polémica que la marcha del querido animal provocó duró semanas.

Desde entonces, no cabe duda de que Avilés es una villa bien 'enfocada', y como muestra de la relación ya permanente con las focas, la Escuela Municipal de Cerámica y la Escuela Superior de Arte de Asturias han puesto en marcha, en los años 2009 y 2010, dos exitosos proyectos denominados 'Enfocados'. Durante los meses de verano y otoño, alumnos de ambos centros de formación diseñan y realizan una veintena de singulares focas, de formas variadas y coloridas, que se exponen en el parque de Ferrera y que son acogidas con entusiasmo por el público, especialmente por los niños."

Al fondo, la silueta de otra estatua mitológica, la séptima ya, perfila su figura con el fondo de las grúas portuarias de Les Güelgues y Dársena de San Agustín, donde apareció aquella primera foca 'Precursora'. Hacia ella nos dirigimos


Para ello, cruzamos el Parque del Muelle, viendo a nuestra derecha, a la larga, todo el trayecto por el que hemos venido, desde la calle de La Muralla al Quiosco de la Música


Y de esta forma nos acercamos a la diosa Artemis o Artemisa, una de las divinidades más antiguas y veneradas del Olimpo griego, diosa entre otras cosas de los animales salvajes, hermosa alegoría situada, precisamente, ante el lugar ante el que apareció la foca Precursora, aguas arriba del estuario


Desde aquí vemos, más allá de la calle del Muelle y con toda nitidez, la larga barrera física que separan parque y ciudad de La Ría, de la que reconocemos las instalaciones portuarias de su margen derecha, bajo los montes de Los Carbayedos (81 m) a la derecha y el Monte Tuñes (83 m) a la izquierda, por donde se extienden las instalaciones portuarias, que paulatinamente aumentan en espacio por esta ribera


Alberto del Río Legazpi afirma que esta estatua de Artemisa "es copia de la que se encuentra en el Museo del Louvre de París, tallada en mármol".  La diosa lo es también de la caza, el terreno virgen, la virginidad, las doncellas y los nacimientos, dice la Wikipedia:
"... que traía y aliviaba las enfermedades de las mujeres. Hija de Zeus y Leto y hermana melliza de Apolo, forma parte del panteón de los doce dioses olímpicos. 
A menudo se la representaba como una cazadora llevando un arco y flechas."

Aquí no aparece con sus armas, sin embargo la postura de su mano izquierda echando mano a su vestido o a un elemento de él, de forma cilíndrica, recuerda algunas de las representaciones de la diosas sacando flechas de su carcaj


En la página Veo Arte se dice de ella que era especialmente poderosa y fuerte y gustaba de defender a los más débiles, protectora de las mujeres y con poderes de curación:
"Se la describe como una figura independiente y solitaria que pasaba la mayor parte de su tiempo en el bosque y se rodeaba de animales. Era muy celosa de su virginidad y no permitía que ningún hombre la viera desnuda. Según el mito, cuando el príncipe Acteón accidentalmente la vio desnuda mientras se bañaba en el río, ella se enfureció y lo transformó en un ciervo. Con tan mala fortuna para Acteón que sus propios perros, al no reconocerle, le dieron caza. 
Aunque Artemisa es conocida principalmente como diosa de la caza, también se le atribuyen otros poderes y atributos, además de la protección de las mujeres, también los recién nacidos."

Sus poderes de curación pudieron ser la razón que diera nombre a una planta, Artimisia vulgaris, con propiedades curativas, sin embargo también puede deberse a una reina homónima, Artemisia II, experta en botánica y en medicina



Un poco a su derecha, está la estatua número ocho dentro de las mitológicas de este parque. A veces la sombra las camufla y es posible se nos pase alguna y, si queremos verlas todas, tengamos que volver para atrás


Alzada sobre un pedestal similar al de las anteriores, está en medio un hermoso parterre geométrico en forma de estrella y con otras filigranas de boj alrededor


Es la Alegoría del Invierno, otro nombre bien representado aquí y en otras obras de arte de todo tipo existentes alrededor del mundo


En ella se reconoce la figura de una mujer, bien tapada con su hábito, incluso por la cabeza, lo que podría ya de por sí plasmar el frío invernal


Es digno de tener en cuenta que las alegorías de las distintas estaciones del año son, basadas en la mitología, uno de los temas más recurrentes del arte neoclásico, escultórico y pictórico, del siglo XIX, según leemos en la página del Museo del Prado:
"...reflejo de la moda por este tipo de alegorías de ciclos temporales, emanada desde Francia en tiempos de la Revolución, retomando modelos de figuras decorativas en vuelo de la pintura y escultura clásicas romanas, especialmente los relieves de la Basilica de Porta Maggiore en Roma, que inundarían Europa con la moda imperio en pinturas y estampas de la más diversa entidad, repitiendo casi siempre esquemas compositivos muy similares"

A diferencia de otras alegorías invernales de la época, en vez de un anciano temblando del frío aquí su representa a una mujer joven, a lado, eso sí, de una copa de la que salen llamas, una especie de estufa de la Antigüedad


Alarga su mano derecha sobre el fuego, como buscando el calor, mientras con la izquierda agarra bien las ropas de su vestido, cubriéndose bien para abrigarse


También daría la sensación de estar realizando alguna ofrenda


En este aspecto nos hace pensar en otra deidad femenina, Hestia, divinidad del fuego del hogar bastante desconocida en relación a otros dioses. De ella compartimos lo siguiente, extraído de Wikipedia:
"En la mitología griegaHestia (Ἑστία)​ era una de las diosas olímpicas. Hija de Cronos y Rea, personificaba el fuego del hogar. Hestia apenas salía del Olimpo, y nunca se inmiscuía en las disputas de los dioses y los seres humanos, por lo que paradójicamente pocas veces aparece en los relatos mitológicos a pesar de ser una de las principales diosas de la religión griega y, posteriormente, romana. 
Se asemejaba a la escita Tabiti.​ Su nombre romano es Vesta, y también se la identificaba con la diosa Fornax."

Ciertamente, este hábito que le tapa la cabeza y el fuego a sus pies coincide con muchas imágenes de Hestia y Vesta hechas en pintura y escultura. El de la copa también podría ser el fuego sagrado del Olimpo, según repasamos la tradición clásica referida a esta divinidad en Ars Docendi:
"En la mitología griegaHestia (en griego antiguo Ἑστία Hestía) es la diosa de la cocina, la arquitectura, el hogar, o, más apropiadamente, del fuego que da calor y vida a los hogares. Es una diosa pacífica. Su culto se asemejaba a la escita Tabiti, y su equivalente romana sería la diosa Vesta, aunque el culto romano a ésta difería bastante del de los griegos. 
Era la primogénita de los titanes Crono y Rea, y la primera en ser devorada por su padre al nacer; por lo que fue la última expulsada del cuerpo de su padre cuando Zeus le entregó el vomitivo. Tras la guerra contra los Titanes, Hestia fue cortejada por Poseidón y por Apolo, pero juró sobre la cabeza de Zeus que permanecería siempre virgen, evitando así la primera disputa entre dioses olímpicos. El rey de los dioses le correspondió cediéndola la primera víctima de todos los sacrificios públicos y los lugares preeminentes de todas las casas. 
Hestia era la primera a quien se le hacían las ofrendas en los banquetes, incluso antes que a Zeus. Se le solían sacrificar terneras de menos de un año, aludiendo a su virginidad. 
Como diosa del hogar y la familia, Hestia apenas salía del Olimpo, y nunca se inmiscuía en las disputas de los dioses y los hombres, por lo que paradójicamente pocas veces aparece en los relatos mitológicos a pesar de ser una de las principales diosas de la religión griega y, posteriormente, romana. 
Cuando Dionisos es admitido en el Olimpo, Hestia cede su puesto en el consejo de los doce dioses, mostrando otra vez su carácter pacífico. Dionisos fortaleció su categoría de dios olímpico y ella se dedicó por completo al cuidado del fuego sagrado del Olimpo."

Bien, ya nos aproximamos al otro extremo del parque, avanzando hacia el ya recitado monumento a Pedro Menéndez de Avilés, el Adelantado de la Florida


Como en el caso de la Fuente del Verano, sendas columnas rematadas en copones de fundición dan paso entre el monumento y la gran explanada central del parque


Más allá, es Sabugo, antiguo barrio de pescadores de Avilés, que quedó unido a La Villa (la población antaño amurallada y su extensión por Galiana y sabugo) a partir de la desecación de las antiguas marismas y su posterior urbanización


Este es uno de los cuatro cañones que rodean el monumento. Si bien en algunas guías, artículos, libros y autores dicen que son los que el propio Adelantado llevó a la Florida, parece ser en realidad proceden de la península de Nieva, sobre la bocana de La Ría, donde estaban emplazados en un fuerte o castillo de defensa contra ataques corsarios y de flotas enemigas


Se sabe que dicho fuerte fue tomado al asalto por los ingleses en 1764 y sus cañones arrojados a La Ría en un golpe de mano tras el cual se retiraron. El castillo fue reformado y transformado en faro, mientras sus cañones, o algunos de ellos, recuperados, lucen alrededor de la estatua del marino desde que fueron aquí instalados en 1960


Bajo los cañones se reconstruyeron sus cureñas o bases de madera con ruedas sobre los que estaban emplazados, recuperando así en buena medida el que debió ser su aspecto original


No es de extrañar que el escritor Pepe Verdú comience precisamente en este lugar su recorrido por Avilés y la costa asturiana más inmediata en este lugar, plasmando sus vivencias en Exploradores, Balleneros y abyectos ricachones en el litoral asturiano, semblanza publicada en La Vanguardia el 15-3-2020:
"El Cantábrico es un mar que infunde respeto; invita a tratarlo de usted. Su talante adusto no arredró a tantos asturianos que lo surcaron rumbo a América durante el siglo XVI en busca de fortuna y gloria. Pedro Menéndez de Avilés (1519-1574) fue uno de ellos. He acudido a su villa natal, Avilés , en busca de su rastro. Luego recorreré el litoral hacia el este, camino del cabo de Peñas y del puerto de Candás.

Empiezo mi recorrido avilesino en el parque del Muelle, donde un monumento honra a Menéndez, marino y militar que guerreó en La Florida, gobernó Cuba y fue capitán general de la flota de Indias. Por orden suya se trazó el primer mapa completo de la mayor de las islas Antillas. El monumento a Menéndez se inauguró en 1918. Cuatro cañones lo custodian, proceden del castillo de San Juan de Nieva, un bastión que protegió la ría de Avilés contra las incursiones piratas. Una placa en la peana me informa que Menéndez también “fundó San Agustín en el año de 1565”. Se anticipó así al establecimiento de franceses e ingleses en La Florida, una península que perteneció a la Corona española gracias a su arrojo. San Agustín de la Florida presume hoy de ser la ciudad habitada más antigua en el territorio continental de Estados Unidos -hay asentamientos nativos muy anteriores, pero no se consideran ”ciudades”-."

Tras situar la casa natal del Adelantado en la actual Plaza de Camposagrado (es en realidad solamente una discutida conjetura), y que adquirió para sus hijas vivienda en la calle La Ferrería (paso del Camino), Pepe Verdú nos habla en su artículo del final de sus días...
"Después de consolidar la hegemonía española en La Florida y de ser nombrado gobernador de Cuba, Pedro Menéndez de Avilés regresó a la península Ibérica a finales de 1573 para combatir con la Armada Invencible. No llegó a atacar Inglaterra: el tifus lo mató en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz). Sus restos descansan en la iglesia avilesina de San Antonio de Padua, románica del siglo XII, en un mausoleo junto al altar mayor."

La memoria de Pedro Menéndez de Avilés, una figura hasta entonces bastante olvidada cuando no denostada por la leyenda negra, empezó a recuperarse a raíz de esta iniciativa de dedicarle un monumento en la aún por entonces zona más transitada por los paseos de los avilesinos. Así nos lo va a contar Myriam Mancisidor en Pedro Menéndez cumple cien años en el muelle, su artículo publicado en La Nueva España del 7-3-2017 conmemorando el centenario de este monumento:
"Pedro Menéndez nació un 15 de febrero de hace 498 años. Y Avilés recuerda a su militar y marino más internacional con un conjunto escultórico diseñado por el valenciano Manuel Garci-Gutiérrez que se colocó hace ahora un siglo en una de las entradas del parque del Muelle. Eso sí, la obra no se inauguró hasta 1918, cuando la infanta María Isabel Francisca de Borbón visitó la ciudad durante las fiestas de San Agustín. Aquel 23 de agosto hubo misa de réquiem en la parroquia de Santo Tomás y a las 11.30 horas se destapó la obra de Garci-Gutiérrez, que cuenta con dos dedicatorias: "A Pedro Menéndez de Avilés, primer adelantado y conquistador de La Florida" y "Modelo de caballeros y patriotas, su pueblo y su patria, agradecidos, le consagran este recuerdo. Año 1917".
Ahora Pedro Menéndez cumple un siglo mirando al palacio de Camposagrado desde un rincón privilegiado del céntrico jardín avilesino y flanqueado por cuatro cañones que ya forman parte del inventario del Patrimonio Cultural de Asturias. El monumento de Garci-González consta de tres cuerpos. Sobre el cuerpo central destaca la estatua del marino "en actitud de marchar el país por él conquistado, llevando la espada inclinada en tierra". 
Según consta en el Boletín de la Real Academia de la Historia, el comité ejecutivo del monumento insistió hace ahora cien años en la conservación "como inestimable tesoro de este sencillo pero elocuente testimonio de la gratitud de la Patria a uno de sus hijos más preclaros y esclarecidos". En cumplimiento de sus funciones, el Ayuntamiento de Avilés ha realizado en diferentes ocasiones actuaciones de mejora en la obra. En 2013, sin ir más lejos, las restauradoras avilesinas Teresa Imaz y Mónica Ruiz se encargaron de la restauración del monumento. 
Hasta hace apenas dos años, lo único que recibía Menéndez de sus conciudadanos era una ofrenda floral a su estatua del parque del Muelle a cargo de la asociación Lepanto de veteranos de la Armada con motivo del aniversario de su fallecimiento -16 de septiembre de 1574-, aparte de visitas institucionales entre las ciudades hermanadas. Ahora los vecinos del centro aspiran también a devolver a la figura de Pedro Menéndez el lustre perdido."

Luce Menéndez de Avilés la cruz jacobita en el pectoral de la armadura, pues era Caballero de la Orden de Santiago. En Los Episodios Avilesinos de Alberto del Río Legazpi se da cuenta de otra buena semblanza de él con el artículo Tras las huellas del Adelantado:
"Aquí en Avilés el personal, por lo general, no sabe mucho de Felipe II, ni de la Casa de Contratación de Sevilla, ni de hugonotes franceses ni tampoco de Flandes o de Sanlúcar de Barrameda. 

Sabe que aquí nació un marino de guerra que, casi de niño, se echó a la mar y su vida ya nunca dejaría de flotar sobre ella, alcanzando fama en la historia de España por estar al mando de la expedición que fundó, en 1565 y en las costas de América del Norte del considerado, por muchos, como el primer asentamiento europeo (San Agustín de La Florida) en territorio que hoy pertenece a los EE UU.

Tiene dedicado un conjunto escultórico en el parque El Muelle de Avilés rodeado de cuatro cañones que, en tiempos pasados, estuvieron protegiendo el castillo de San Juan de Nieva que a su vez protegía la entrada a la Ría (mayúscula ella) de Avilés. El monumento que fue inaugurado en 1918 con asistencia de autoridades nacionales comenzó a sacar a Menéndez de Avilés  del archivo de leyendas negras.

Fue por entonces cuando comenzó a airearse el conocido eslogan de ‘Avilés, la Villa del Adelantado’.

En 1924, los restos del marino asturiano fueron objeto de un homenaje popular por las calles de Avilés con asistencia de autoridades nacionales e internacionales. Acto que fue filmado. Titulada ‘1924’ es hoy la película más antigua, de las rodadas en Avilés, que se conserva en la Filmoteca de Asturias.

Éste ‘liderazgo’ cinematográfico y otros hechos –no están todos, el resto son episodio aparte– que ligan a Pedro Menéndez, o al Adelantado, con aspectos, actividades y lugares de la vida local no son muy conocidos."

Prosigue Legazpi imaginándose algo tan cotidiano como la tensión de Pedro Menéndez, como tantos marineros, en sus singladuras, pues la de la misma Ría era por entonces toda una epopeya para entrar y para salir:
"En la bocana de Ría hay que imaginar los tacos que echaría el Adelantado cuando la enfilaba pensando en que iba a pasar las de Caín para llegar hasta los muelles del puerto de Avilés, entonces situado al lado de su casa que estaba en la calle de La Ferrería. Era una singladura, la del estuario avilesino, donde el capitán general tenía que ponerse al timón para sortear con su conocimiento del lugar la catarata de obstáculos en forma de rocas encabronadas como La Rechalda, curvas imprevistas (la actual de Pachico), estrechamientos como el provocado por la isla de San Balandrán, arenales a babor y a estribor por un canal serpenteante que en el siglo XX (y una vez enderezado) sería llamado oficialmente, siglos más tarde, Canal Pedro Menéndez. Viene en las cartas marinas."

Nos fijamos en los guerreros de las esquinas que conforman el pedestal de la estatua, con armadura que les cubre el cuerpo entero. Puede ser una alegoría medieval además de un símbolo heráldico o hidalgo, pero por entonces, siglo XVI, aún se empleaban profusamente, tal vez no tanto para la guerra como para ceremoniales honoríficos, y esto es lo que puede interpretar este conjunto monumental


Existen otros importantes datos, se sabe también que, al no estar aún tan desarrolladas en tiempos del Adelantado las armas de fuego, muchos combates eran cuerpo a cuerpo y con armas blancas, empleándose todavía bastantes armaduras, algo que asombraba enormemente a los nativos americanos por ejemplo. Es más, a la hora de adentrarse en las tupidas e intrincadas selvas, verdaderos muros vegetales llenos de plantas peligrosas y alimañas, a veces tocaba abrirse paso a base de mandobles de espada y bien protegido por estas corazas


Y qué mejor lugar para instalar pues esta estatua que en los antiguos campos de los que salieron sin duda algunos de sus barcos o buques que le ayudaron en la conquista de La Florida pero también mucho antes, desde sus primerísimos servicios en la marinería avilesina, así como el lugar en el que las dos poblaciones: Avilés, la de los burgueses y mercaderes, los alfolís y patrones, los marinos mercantes, la nobleza y el clero locales, el monasterio, los palacios, etc., y Sabugo, el barrio de los pescadores y carpinteros de ribera


Como en casi todas las poblaciones con destacados hijos ilustres, numerosos lugares, comercios, centros de enseñanza, empresas, calles, plazas y avenidas, asociaciones e instituciones, clubs deportivos, torneos, memoriales, concursos, campeonatos, patronatos y entidades de todo tipo llevan su nombre. Aquí repasa muchos de ellos Alberto del Río Legazpi:
 "El marino es el personaje más homenajeado en el callejero local; tiene una plaza y una calle que llevan su nombre y otra llamada Florida que tiene toda la pinta de homenaje disfrazado.
En la calle de La Fruta hay un hotel llamado Don Pedro con escudo en la fachada (que aumenta la categoría histórica de Menéndez ya que lo convierte en Fundador de La Florida) y en la cafetería de dicho establecimiento, situada en los bajos del mismo, está el guerrero (en turnos de mañana, tarde y noche) sentado ante una mesa rellenando una instancia al Ayuntamiento. Eso y el hecho de que el otro hotel de la calle, el antiguo Luzana, haya cambiado recientemente su nombre por el de ’40 Nudos’ le da a La Fruta una brisa marina, extraña en pleno centro de la ciudad. 
Por cierto que la Asociación de Vecinos Avilés–Centro lleva el nombre de Pedro Menéndez y es muy activa en cuanto al rescate y conservación de la memoria del navegante, recuerdo  una recreación del alistamiento (en Sabugo y El Parche) a la flota del Adelantado. Estos homenajes, al estilo de los realizados en San Agustín .USA, tienen la firma de sus inquietas directivas donde destaca la actividad de su secretario Pablo González Castañón. 
Lo que me recuerda que el literato avilesino Santiago García–Castañón (enseñante en la Western Carolina University, de Carolina del Norte.USA) es el autor del libro ‘Vida y fabulosas aventuras de Pedro Menéndez de Avilés’ así como también de la letra del himno dedicado al Adelantado, cuya música se debe a Gonzalo Casielles y que fue estrenado en mayo de 2015. Pero no abandono las letras para hacer mención del libro bilingüe ‘Avilés. España –San Agustín. Florida’ de Nardo Villaboy, quien también y junto con Ramón Álvarez es el autor de ‘St. Augustine- Avilés. 90 Year History of Two Sister Cities’ publicación dirigida al público estadounidense."




Y además de infinidad de libros, artículos, documentales y publicaciones varias, Pedro Menéndez de Avilés. Al otro lado del fin del mundo, la historia... es el título de un cómic con sus aventuras, obra del dibujante Javier Marinas y el guionista José Martínez. Continuamos leyendo a Legazpi:
 "Como la enseñanza la tengo muy asociada a mis primeros años recuerdo una residencia para niños huérfanos que existía en un palacete de la zona alta de Avilés. Llevaba el nombre Hogar Infantil Pedro Menéndez y funcionó desde 1945 hasta 1967, año en el que sufrió un grave incendio.

También se homenajea al célebre marino deportivamente. Recuerdo ver jugar al Club Adelantado de Avilés de baloncesto en el complejo deportivo de Los Canapés, precisamente donde pasado mañana se va celebrar el Open Nacional de Katas «Avilés Villa del Adelantado» según leo en la prensa.

 Hablando de medios de comunicación que conste que en 1932 hubo una nueva revista llamada El Adelantado puesta en marcha por Julián Orbón, editor igualmente del conocido  semanario El Progreso de Asturias.         

Y el progreso de Avilés fue el fin que se marcaron una serie de avilesinos, en febrero de 2007, al fundar un grupo de presión llamado Agrupación Ciudadana El Adelantado que buscaba «sacudir la conciencia local y ponerle las pilas a una sociedad desmoralizada». Nunca más se supo.

Pero si se que en Avilés hay actualmente una liga de mus llamada Pedro Menéndez (la otra se llama Carreño Miranda) formada por catorce equipos.

Y si empecé en La Ferrería en ella acabo, señalando que en el interior de la hoy llamada iglesia de San Antonio (ayer de Los Padres y durante siglos de San Nicolás de Bari) hay un mausoleo a la izquierda del altar mayor que contiene los restos de Pedro Menéndez de Avilés a los que, por cierto, les está costando trabajo descansar en paz pues en cinco siglos los han movido, de sitio, diez veces.

Déjenlos en paz. Please."

En cada una de las cuatro caras del pedestal, entre los guerreros de espada y armadura, a manera de guardacantones, encontraremos varias placas y motivos alusivos


En esta se hace referencia a su pertenencia a la Orden de Santiago, cargos de importancia, así como condición de conquistador y fundador:

A
PEDRO MENENDEZ
DE AVILES
1519-1574
CABALLERO DEL HABITO DE SANTIAGO
CAPITAN GENERAL DE LA MAR OCEANO
ADELANTADO Y CONQUISTADOR 
DE LA FLORIDA
DONDE FUNDO LA CIUDAD DE SAN AGUSTIN
EN EL AÑO DE 1566


Escudo de la Corona española. La cadena hace referencia a la marinería


A lo largo de nuestro recorrido por Avilés, donde como hemos visto tantos lugares perpetúan su memoria, hemos repasado varias veces la memoria del ilustre marino, ayudados de varias referencias y autores. Ahora, para no repetirnos, tomamos la versión que encontramos en la página Busca Biografías:
"Pedro Menéndez de Avilés 
(1519/02/15 - 1574/09/17) 
Marino y colonizador español

Nació el 15 de febrero de 1519 en AvilésEspaña.

Fue diez veces Capitán General de la Armada.

Diseñó navíos que acortaron considerablemente los días de navegación al nuevo mundo. Cruzó el Atlántico en más de veinte ocasiones. Luchó en Flandes contra los franceses y tomó parte en la batalla de San Quintín (1557).
Recibió el cargo de capitán general de la flota de Indias, el título de adelantado y gobernador de Florida, así como el encargo de desalojar a una colonia francesa que había fundado en 1562 Juan Ribaut para albergar a los hugonotes. La expedición partió con diecinueve navíos y llegó con sólo cinco. 
Fundó San Agustín de La Florida en el año de 1565 y comenzó las hostilidades contra los franceses, arrasando Fort Caroline y degollando a sus pobladores. Le pusieron el nombre de San Mateo. En represalia, Dominique de Gourges mató a los españoles de San Agustín. Estos enfrentamientos pusieron fin al intento francés de conquistar la Florida. 
Felipe II le nombró en 1567 gobernador de Cuba, con el encargo de fortificar las costas de Florida. Fruto de ello fue la construcción de los fuertes de Santa Elena y Tampa. Permaneció poco en la isla, confiando su administración a diversos capitanes que gobernaban en su ausencia. Durante su gobierno se hizo el primer mapa de las Bahamas y de las costas de Cuba y Florida. 
Pedro Menéndez de Avilés falleció el 17 de septiembre de 1574 en Santander (España)"

Esta otra es la que publica Antonio Fernández Toraño, autor del libro Pedro Menéndez de Avilés. Señor del mar océano. Adelantado de la Florida, publica en El Mundo el 16-2-2019 con el título Pedro Menéndez de Avilés, el primer conquistador y colonizador de la Florida:
"Pedro Menéndez de Avilés nace el 15 de febrero de 1519 en el seno de una familia hidalga asturiana en la que contaría con ocho hermanos más, algunos de los cuales formarán parte del grupo de sus más estrechos colaboradores. 
La situación económica de su familia, su pertenencia a un estrato social alejado de los escalones superiores de la nobleza del momento, y una innata vocación marinera, llevaron a Pedro Menéndez a alistarse como grumete, a los 14 años, en una Armada surta en Santander destinada a defender las costas del Cantábrico. 
Con 30 años, consigue del regente Maximiliano II su primera «patente de corso» y en 1550 una segunda, esta vez concedida por Carlos V, para desarrollar su actividad corsaria en las aguas de la «carrera de Indias» cercanas a las Canarias, y más allá, en las aguas del Caribe, lo que supondrá su primer contacto con los territorios del Nuevo mundo recién descubierto."

Posteriormente, añade Toraño, Felipe II le nombrará, vistos sus servicios y eficacia, Capitán General de la llamada Carrera de Indias, es decir, las rutas marítimas con las posesiones de ultramar, junto con ello participará en diversas operaciones en Flandes. Todo ello causará los correspondientes celos profesionales con otros oficiales y cargos que acompañarán a Pedro Menéndez durante el resto de sus días:
"Se inicia así, la etapa europea de Pedro Menéndez de Avilés, en la que simultaneará sucesivos nombramientos como Capitán General de la carrera al servicio de la Corona o en empresas militares en las provincias flamencas, con su actividad como marino mercante en el comercio con los nuevos territorios en América. 
En 1559 Felipe II le encargará comandar la flota que había de traerle desde Amberes a España a finales de agosto, salvándole de un más que probable naufragio frente a las costas de Laredo, como consecuencia de una galerna, que sí hizo naufragar a varios barcos de la comitiva que le acompañaba. 
En fin, en junio de 1563, de regreso de uno de sus viajes a las Indias, es acusado por la Casa de Contratación de contrabando de metales preciosos y pieles, entre otros cargos, siendo arrestado y llevado a las Atarazanas el 19 de agosto, prisión de la que no saldrá hasta febrero de 1565, con una sentencia absolutoria. 
Durante su estancia en prisión, la Florida se había convertido en un asunto de Estado, así que, nada más salir de prisión, Felipe II capitulará con él, en marzo, una expedición público-privada a ese territorio con el objetivo principal de expulsar de él a los hugonotes franceses que se habían asentado allí, y colonizar con españoles aquellas tierras."


La presencia de los hugonotes o protestantes franceses, dentro de las crueles guerras de religión que sacudieron Europa y fueron exportadas a ultramar, se había visto como una amenaza para las cercanas posesiones españolas tanto desde un punto de vista político como espiritual, que por entonces eran prácticamente una misma cosa:
"La expedición salió de Cádiz el 29 de junio, y el 4 de septiembre de 1565, tras una peligrosa travesía que desbarató la flota que llevaba, dejándola reducida a cinco barcos, Menéndez de Avilés se encontrará, ya en la costa oriental de Florida, en la desembocadura del río St. John (a la altura de donde hoy se encuentra la ciudad de Jacksonville), con cuatro galeones franceses, bien armados y en perfectas condiciones para combatir, pero que optaron por huir a mar abierto, circunstancia que aprovecha para volver sobre sus pasos y desembarcar en una ensenada que ya habían avistado en su recorrido desde Cabo Cañaveral hacia el norte en busca de la colonia francesa. 
Allí, levantará un primer asentamiento al que el 8 de septiembre colocará bajo la protección de San Agustín y tomará posesión de aquellas tierras en nombre del rey de España. Pero su mentalidad militar no descansaba, de modo que el 21 de setiembre, tras cuatro días de marcha para recorrer cerca de 80 kilómetros por una selva desconocida e inundada debido a las tormentas, bajo una lluvia torrencial, el Adelantado asalta por sorpresa y toma Fort Caroline, al que inmediatamente pondrá por nombre San Mateo, sin que se registrase ninguna baja entre los españoles."

Seguidamente, Menéndez de Avilés aniquilará a los huidos de Fort Caroline con lo que llegado noviembre culminaría aquella misión y comenzaría la de la colonización del territorio, consolidando otros dos asentamientos la presencia española como barrera ante futuras posibles amenazas:
"A partir de ese mes, comenzará una frenética actividad que, durante algo menos de 24 meses, le permitirá iniciar la colonización de aquel territorio, consolidando la presencia de otros dos asentamientos en la costa oriental, San Mateo y Santa Elena, más al norte, (hoy, en el Condado de Beaufort, Carolina del Sur). Asimismo, establece hasta siete fortines a lo largo de esa costa, desde Cabo Cañaveral hacia el norte, hasta las cercanías de San Agustín y San Mateo, organiza, mediante la publicación de las correspondientes ordenanzas, la vida militar, civil y religiosa en aquellos asentamientos; apoya el establecimiento de misiones jesuitas, protegidas por la milicia frente a la permanente hostilidad de los nativos; y, al frente de seis navíos de guerra, protagoniza durante dos meses, a finales de 1566, un viaje de reforzamiento y fortalecimiento de las defensas de los asentamientos españoles en las tres grandes islas del Caribe, Santo Domingo, Puerto Rico y Cuba."

Llega así el año 1567, cuando de vuelta a España Felipe II le nombrará Gobernador de Cuba y capitán general de una nueva Armada del Caribe, así como Caballero de la Orden de Santiago y Comendador de la Orden de Santa Cruz de Zarza. El siguiente paso, el siempre malogrado objetivo de una invasión de Inglaterra:
"A finales de 1573, Felipe II le llamará de nuevo a Madrid, en donde le encargará la organización de una Armada con el objetivo de socorrer a Luis de Requesens, en una complicada situación militar en la región de Amberes, pero también, posiblemente, con el objetivo, nunca declarado, de invadir Inglaterra.

Sin embargo, las continuas vacilaciones de Felipe II en cuanto a la ejecución de este proyecto fueron minando y debilitando las oportunidades de éxito de la empresa, y cuando, por fin, el 9 de septiembre de 1574, a bordo de su nave capitana, enfilaba la salida del puerto de Santander al frente de su Armada, le acometió un tifus exantemático de tal virulencia que, llevado a tierra, falleció a los ocho días, el 17 de septiembre.

Tenía 55 años."

En la propia página de la Editorial Edaf, que publica el citado libro de Toraño dedicado al Adelantado, leemos este muy ameno panegírico de Pedro Menéndez de Avilés:
"Calusas, timucuanos, guales, semínolas, creeks, eran algunas
de las tribus de La Florida en el momento en que Pedro
Menéndez de Avilés estableció allí el asentamiento de San
Agustín, la ciudad más antigua de los Estados Unidos. Guerreros
fuertes y feroces, que vivían en estado de guerra casi permanente
y mutilaban a sus enemigos o los hacían esclavos, ofrecieron
una dura resistencia a los españoles que pisaron su territorio. Sin
embargo estos, a cambio de muchas vidas, penurias y
sufrimientos, consiguieron establecerse en sus costas. 
Esa fue la tarea en la que se empeñó el marino asturiano a partir
de 1565, inicio de la presencia española efectiva en el territorio
de los actuales Estados Unidos, que se prolongó más de 250
años, hasta que, en 1821, con la entrega en San Agustín del
castillo de San Marcos al representante del Gobierno americano,
se perdió la última provincia española en aquellas tierras.
Pero Pedro Menéndez de Avilés fue algo más que conquistador
y colonizador. Varias veces capitán general de los buques que
protegían las flotas que hacían la Carrera de Indias de regreso
desde América a la Península y azote de los piratas y corsarios
que infestaban las aguas del Cantábrico. Su fama y experiencia
le valieron ser nombrado Señor del Mar Océano."

Evidentemente, hemos también de traer aquí la glosa que de su obra y figura hacen en la página especializada Biografía y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea:
"Pedro Menéndez de Avilés. (Avilés, España, 1519 - Santander, 1574) Marino y administrador colonial español. Procedente de una familia de la antigua nobleza asturiana, se incorporó siendo todavía adolescente a la Armada. En sus primeros tiempos fue corsario y dirigió sus ataques contra los piratas que navegaban por las costas del Cantábrico. Sus logros no pasaron inadvertidos por el emperador Carlos V, quien le animó en sus operaciones de corso contra los buques galos. En 1549 Menéndez de Avilés se batió contra el pirata portugués Juan Alfonso, que había apresado varios navíos vizcaínos; tras darle muerte, logró recuperar los barcos, lo que le valió el reconocimiento del monarca Felipe II.
En 1554 Felipe II le confió el mando de la flota que lo conduciría a Inglaterra para contraer matrimonio con María Tudor. Dos años más tarde fue nombrado capitán general de la Flota de Indias. En calidad de tal, dirigió la custodia de los galeones de Indias en diversas expediciones; en una de ellas viajó hacia los territorios del Nuevo Mundo al mando de sesenta naves mercantes y seis barcos de guerra. Su regreso fue todo un acontecimiento, ya que, tras salvar difíciles situaciones, logró arribar al puerto de Cádiz (1556) con un enorme cargamento de ricas mercancías. Fue ascendido a capitán general y se encargó del transporte de los tercios españoles hasta Flandes (no sin dificultad, ya que antes de llegar al puerto de Calais tuvo que entablar batalla con varias fuerzas enemigas y diversos corsarios), y tomó parte de manera activa en la Batalla de San Quintín (1557). Posteriormente comandó otras expediciones a las Indias con el cargo de general de la flota de Nueva España. 
En 1565 fue nombrado adelantado y gobernador de Florida con la misión de expulsar de la colonia a los hugonotes franceses que allí se habían asentado. La expedición partió de Canarias en mayo de ese año, y tras varios temporales que acarrearon notables pérdidas de hombres y materiales, arribó el 28 de agosto. Pedro Menéndez de Avilés fundó San Agustín, la primera ciudad europea en el actual territorio estadounidense, y lideró la batalla contra los hugonotes, a los que aniquiló junto a la bahía que más tarde se llamaría de Matanzas, como recuerdo de aquella barbarie. Construyó diversas fortificaciones mientras sus barcos se dedicaban a limpiar de corsarios aquellas aguas. En 1567, con el cargo de gobernador de Cuba, levantó la primera carta geográfica de Cuba, Florida y las Bahamas. Falleció en España mientras estaba ocupado en la organización de la Armada Invencible."

La obsesión de Pedro Menéndez de Avilés había tenido su origen en una causa terriblemente personal y anterior incluso a su encargo de acabar con los hugonotes. En el temporal de 1563 que desarboló su flota su hijo viajaba en uno de los barcos desaparecidos. Desde el primer momento solicitó permiso para armar una expedición para buscarle pero fue cuando acabó en prisión en oscuras circunstancias. Al salir, el encargo para tomar los poblamientos franceses era una oportunidad para iniciar esa ansiada búsqueda. La escritora Olga Gutiérrez Rodríguez dedica a este episodio de su vida su obra Don Pedro Menéndez de Avilés. Una historia diferente del Adelantamiento de La Florida:
"Un estudio histórico sobre la misteriosa desaparición en 1563 de la nao capitana de la Flota de Juan Menéndez, la incesante búsqueda llevada a cabo por su padre, don Pedro, para tratar de encontrarle en la Florida y las diversas tentativas, realizadas a lo largo de varios siglos, para intentar recuperar el fabuloso tesoro que transportaba cuando se perdió. Pedro Menéndez de Avilés (1519-1574) es uno de los marinos más famosos del Siglo de los Descubrimientos. Esta obra, a través de documentación histórica, mucha de ella inédita, además de ofrecer un enfoque global de su marco histórico, aborda también sus decisiones y acciones desde un punto de vista humano y sentimental; presentándonos al militar y adelantado de la Florida no solo como el primer conquistador y colonizador de aquellos territorios, sino como un padre desesperado por encontrar a su único hijo varón, un leal esposo deseoso de reunirse con su mujer, un incondicional compañero de sus amigos y familiares y un fiel servidor de su religión y su rey."

Y en este lado del pedestal otra gran placa vertical que ocupa casi todo el espacio entre los guerreros, representa a una de aquellas grandes naos de la época de Pedro Menéndez, el Adelantado de la Florida, como en las que él sirvió de grumete, de marinero, de capitán, como las que mandó en la Carrera de Indias, en las endémicas guerras de Flandes, en la búsqueda de su hijo, en la persecución de los hugonotes o con las que incluso tal vez soñó, como su rey, con invadir Inglaterra


No obstante y tras su fallecimiento el avilesino cayó casi inmediatamente en el olvido, según relata Alberto del Río Legazpi en Pedro Menéndez de Avilés, en bronce, artículo para sus Episodios Avilesinos en La Voz de Avilés-El Comercio del 20-9-2015:
"Desde su inesperada muerte causada por el tifus, el 16 de septiembre de 1574 en Santander, cuando iba a tomar el mando de una gran flota para poner orden -por así decir- en Europa, la estrella de Pedro Menéndez de Avilés se fue oscureciendo hasta quedarse en candela celestial.
  
Aquel español ‘dueño del Caribe’, como lo califica Manuel de la Fuente en el ‘ABC’, se difuminó en la noche de los tiempos. Atizada por ingleses y franceses, la leyenda negra fue tendiendo un manto sobre el imperio español –al que aspiraban a suceder– que había alcanzado su cenit justo en tiempos del reinado de Felipe II quien tenía, a Menéndez de Avilés, en bastante consideración. Por lo que, al igual que otros españoles destacados de aquel tiempo, quedó en el limbo de los olvidados."

Señala Legazpi que la recuperación de su memoria arrancaría de manera efectiva en 1865 con el solemne discurso de apertura de la Real Academia Española, en el que, tratando del Fuero de Avilés (que erróneamente tildaba de falso), el académico andaluz Aureliano Fernández-Guerra, reivindicó su recuerdo así como el de otros personajes avilesinos
"Cuando el académico Aureliano FernándezGuerra pronuncia, en 1865, el solemne discurso de apertura de la Real Academia Española (‘Limpia, fija y da esplendor’, era el lema de la institución) que trata sobre el Fuero de Avilés, al que el intelectual andaluz consideraba falso. 
En el trascurso de su parlamento el granadino (destacado estudioso y editor del genial escritor Francisco de Quevedo) cita, también, a varias figuras de la historia avilesina, ensalzando sobre todos al «adelantado y conquistador de la Florida Pedro Menéndez de Avilés, el más excelente y atrevido marino del siglo XVI, á quien España debe un monumento, la historia un libro, las Musas un poema». Mira por donde, el discurso sobre la falsedad del Fuero avilesino, que encendió numerosas polémicas, sacó a la luz al polémico Menéndez."

Este discurso será el precedente, pero el "boom de popularidad" de Pedro Menéndez de Avilés no empezaría a llegar "tímidamente", hasta 1892 con dos libros dedicados al marino, el primero por el erudito historiador Ciriaco Miguel Vigil, y el segundo del escritor Eugenio Rudíaz y Caravia. Uno y otro, junto con los artículos del escritor avilesino Julián Orbón, auspiciaron la idea de este monumento, a raíz del que Avilés sería llamada La Villa del Adelantado:
"Y este asunto de la estatua lo empezó a mover, en 1916, el escritor, periodista y alborotador Julián Orbón (tío y padrino de Julián Orbón, famoso compositor de música sinfónica y también de ‘Guantanamera’, que no es moco de pavo). El Orbón escritor fue un personaje controvertido, difícil y endemoniadamente activo que se movía entre Avilés, Madrid y La Habana. 
Como quiera que fuese, es a él a quien se debe –dando la vara en los medios y en los ambientes sociales– el que se formase una comisión para el estudio de un monumento a Pedro Menéndez, presidida por el Alcalde de Avilés, Carlos Lobo de las Alas, y como secretario de la misma: Manuel González Wes, fundador y director de LA VOZ DE AVILÉS. 
El asunto salió adelante con la aprobación municipal el 5 de enero de 1917. El 17 de agosto comienza a hacerse realidad y se inaugura el 23 de agosto de 1918 con un eco impresionante en la prensa, baste decir que fue portada, en el entonces todopoderoso, diario ‘ABC’ de Madrid. 
Al concurso público se habían presentado tres bocetos, resultando elegido el del escultor valenciano Garci-González (que ya había realizado anteriormente un busto en Avilés dedicado al maestro Juan de La Cruz, actualmente en el limbo de olvidados municipales) y que también realizaría, posteriormente, el del panteón del Adelantado en la iglesia más antigua de la Villa. 
El conjunto escultórico ocupa una superficie de 60 m2. En la parte central se encuentra la estatua del marino realizada en bronce en la Fundición Codina Hermanos S.A. y que mide 2,5 metros y pesa 436 kilogramos. Colocada sobre un pedestal cuadrado de 5 metros de altura, con inscripciones y tallas navales en cada uno de sus lados. En el principal se puede leer «A Pedro Menéndez de Avilés (1519–1574). Caballero del Hábito de Santiago, Capitán General del Mar Océano, Adelantado y Conquistador de La Florida, donde fundó la ciudad de San Agustín en el año de 1565» 
En cada esquina del pedestal, tallados en piedra, hay cuatro guerreros con yelmo y espada. Está rodeado de cuatro zonas ajardinadas ‘resguardadas’ con cañones. 
Póngase usted a contar las estatuas de figuras históricas españolas en los USA y se sorprenderá. Pues bien, una réplica de ésta de Avilés se alza en el Estado de Florida (Walt Disney, Cabo Cañaveral y playas de cine) en la ciudad de San Agustín que Pedro Menéndez fundó y que hoy, 450 años después, presume de población pionera de la nación estadounidense. 
Por aquello el marino (a quien le resultó imposible leer la coña de Quevedo de que «más vale ser adelantado de un cachete que de Castilla» y con la que creo que nunca hubiera estado de acuerdo) luce, aquí y allí, en piedra y en bronce, el título de Adelantado de La Florida. 
Tela marinera."

Y en bronce está hecha esta placa, colocada aquí a la vez que el monumento, recordamos ya instalado aquí meses antes de su inauguración oficial, que dice
MODELO DE CABALLEROS
Y
PATRIOTAS
SU PUEBLO Y LA PATIRA
AGRADECIDOS
LE CONSAGRAN ESTE RECUERDO
AÑO 1917

Sobre la erección de este monumento y sus prolegómenos, Alberto del Río Legazpi escribe, aportando más y destacados datos, su Conjunto escultórico de Pedro Menéndez en Avilés, publicado en la página Escultura Urbana:
"Los continuados escritos del periodista y escritor avilesino Julián Orbón, sobre la necesidad de que Avilés honrase con un monumento a tan destacada figura histórica, hace que en 1916 cuaje la idea de levantar un monumen­to al ilustre marino. Anteriormente el influyente académico de la Histo­ria, Aureliano Fernández–Guerra  había escrito: «El Adelantado y Con­quistador de La Florida, Pedro Menéndez de Avilés, el más excelente y atrevido marino del siglo XVI, a quien España debe un monumento, la historia un libro y las musas un poema». 
Hay que decir que ya se habían publicado, por entonces, dos libros sobre el personaje: uno, patrocinado por el Ayuntamien­to en 1892, del que es autor  Ciriaco Miguel Vigil, y al año siguiente, la obra, en dos tomos, de  Eugenio Rui-Díaz y Caravia, muy rica en infor­mación sobre la importancia del personaje. 
El Excmo. Ayuntamiento de Avilés, que consti­tuyó, en 1916, una comisión presidida por el, entonces, alcalde Carlos Lobo de Las Alas. Al mismo tiempo se crea en Madrid otra comisión con el mismo fin, presidida por  José Francos Rodríguez, varias veces ministro y ex-alcalde de la capital española, que aglutina a otras personalidades del mun­do de la cultura y el arte. 
En sesión del Ayuntamiento avilesino de 5 de enero de 1917, acuerda: «Colocar en la glorieta o medallón de la par­te norte del Parque del Muelle la estatua que se va a levantar para honrar para honrar la memoria del ilustre marino, hijo de esta Villa, Don Pedro Menéndez de Avilés». 
Convocado el oportuno concurso, se presentan dos bocetos que reúnen las condiciones exi­gidas, uno debido al escultor valenciano, natural de Reque­na, Manuel García Gonzá­lez, que artísticamente unía sus apellidos como «Garci-Gonzá­lez» y el otro del que eran auto­res Julio Antonio y Sebastián Miranda; resultando elegido el primero. 
Su autor, Garci-González, hizo expresa renuncia de las 30.000 pesetas de honorarios, en pro del monu­mento, aduciendo: «Me conformo y me doy por satisfecho con unir mi humilde nombre al de tan preclaro español». 
Este artista valenciano, fue también el autor del mausoleo, ubicado en la iglesia de los Franciscanos (siglo XII) donde descansan los restos de Pedro Menéndez de Avilés, por su expresa voluntad. 
La inauguración oficial del conjunto escultórico dedicado a Pedro Menéndez de Avilés tuvo lugar el 23 de agosto de 1918 con la asistencia de Isabel de Borbón, Infanta de España, y de altas autoridades nacionales y regionales, acompañadas por la Corporación avilesina. Consta información que certifica la inauguración del conjunto escultórico en el libro de actas del Ayuntamiento avilesino de la sesión de 21 de agosto de 1918, hoja 13 vuelta."

Alberto del Río Legazpi añade que el monumento "Ocupa una superficie de 60 m2. En la parte central se encuentra la estatua, sobre pedestal (cuadrado) de cemento de 5 metros de altura". Interesantísimo es también conocer los homenajes que se realizan en Florida:
 "El marino y guerrero avilesino es un personaje muy homenajeado en Florida (donde, en la ciudad de San Agustín, celebran una conmemoración anual, coincidiendo con la fecha de su nacimiento -15 de febrero- dedicado a su hazaña: “The Menéndez Day”, con gran aparato de trajes de época y descargas de cañones)."

Como ya hemos señalado en otras entradas de blog dedicadas al Camino de Santiago en Avilés, esta ciudad y la de San Agustín de la Florida están hermanadas desde el año 1924 en lo que fue la primera llegada de una delegación estadounidense a España tras el desastre de la guerra de 1898 que supuso la pérdida de los últimos territorios de ultramar


Y aquí otra gran placa, también de bronce, de uno de los navíos de la época del Adelantado, al que vemos por su parte delantera o proa, pues el otro lo hacíamos por la popa


Y allá, mirando a Los Telares, nos acercamos a la estatua mitológica número nueve, la última ya de nuestro recorrido por el Parque del Muelle, la cual da vista de frente a Los Telares, la calle hacia La Estación y, a la izquierda, a la calle Emile Robín, donde estaba antaño La Ribera, límite del barrio de Sabugo con las marismas de La Bogaz y El Faraón, desecadas como hemos visto para ser urbanizadas y hacer este parque


Quedan algunas de las casas que se fueron construyendo en los albores de la urbanización de La Ribera. A esta calle le dedica Alberto del Río Legazpi el artículo titulado nada más y nada menos que Emile Robin, la calle más financiera de Asturias, averigüemos por qué:
"La calle de Emile Robin es de las más cortas de Avilés y de las más largas en ocio y negocio.

Sus 150 metros, acogen nueve edificios, contenedores de –aparte de viviendas y oficinas– tres entidades bancarias, el Casino de Avilés, una marisquería y un clásico de la hostelería local como es el ‘Germán’ con 80 históricos años a cuestas. Y esto hablando de una calle, hoy poco céntrica, hay que reconocer que tiene muchos candiles. Pero es que si encima consideras que tiene una sola acera, la cosa ya es de nota.

De monsieur, trata el Ayuntamiento de Avilés al francés Émile Robin, cuando lo cita en su libro de Actas del 28 de febrero de 1913, donde «acuerda nombrar hijo adoptivo de Avilés a Mr. Emile Robin y dar su nombre a la calle de La Ribera, y determinar oportunamente la solemnidad que han de revestir dichos actos para comunicarlo al interesado» por su acto de «filantropía y humanidad»

Pero el interesado no apareció en ese homenaje municipal, celebrado el 11 de agosto de aquel año, alegando enfermedad. Quien si participó fue el, entonces, ministro de Hacienda, el avilesino Estanislao Suárez Inclán, que se sospecha que algo tuvo que ver en el regalo del banquero parisino, que había donado a la Asociación Avilesina de Salvamento de Náufragos una lancha insumer­gible de alto valor, así como pensiones en distintos conceptos, a los miembros de su tripulación.

Émile Robin (1819-1915) era un banquero parisino, fabricante y comerciante de coñac. Y también era vicepresidente de la asociación caritativa francesa Sociedad para el Rescate de Náufragos. Estaba considerado un benefactor de leyenda en el mundo marino y sus donaciones se extendían por los principales puertos europeos. Avilés por ejemplo."

Vemos ahora desde aquí la estatua de frente, sobre su podio en forma de columna, un cañón a su izquierda y a sus espaldas, el monumento a Pedro Menéndez de Avilés que acabamos de visitar, con toda la enorme explanada del parque ante él


La estatua es una Náyade, que porta un remo remarcando el carácter acuático de esta ninfa del agua dulce de la mitología griega cuyas características nos explica la Wikipedia:
"En la mitología griega, las náyades (en griego antiguo: Ναϊάδες Naiádes, Ναίδες Naídes o Νάιτιδες Náitides de νάω ‘fluir’) eran las ninfas de los cuerpos de agua dulce —fuentes, pozos, manantiales, arroyos y riachuelos— y encarnaban la divinidad del curso de agua que habitaban, de la misma forma que los oceánidas eran las personificaciones divinas de los ríos y algunos espíritus muy antiguos que habitaban las aguas estancadas de pantanos, estanques y lagunas como en la Lerna premicénica de la Argólida. Casi siempre las náyades son hijas de un dios fluvial, o incluso del propio Océano (confundiéndose así con las oceánides, cuya principal diferencia con las náyades es la de ser esposas de dioses, no de héroes locales)."

Si nos fijamos, su pie derecho está sobre un recipiente o fuente de la que mana agua, incidiendo en su relación con el líquido elemento:
"Aunque las náyades estaban asociadas con las pequeñas corrientes de agua dulce, las oceánides con los ríos y las nereidas con el agua salada había cierto solapamiento debido a que los griegos pensaban en las aguas del mundo como en un sistema único que se filtraba desde el mar a profundos espacios cavernosos en el seno de la tierra desde donde subía ya dulce en filtraciones y manantiales. Aretusa la ninfa de un manantial podía abrirse paso a través de las corrientes subterráneas del Peloponeso para salir a la superficie en la isla de Sicilia
En su calidad de ninfas las náyades son seres femeninos dotados de gran longevidad pero mortales. La esencia de una náyade estaba vinculada a su masa de agua de forma que si ésta se secaba ella moría. Aunque Walter Burkert señala que «cuando en la Ilíada (xx.4-9) Zeus llama a los dioses a asamblea en el Monte Olimpo no son sólo los famosos olímpicos quienes acuden sino también todas las ninfas y todos los ríos; sólo Océano queda en su puesto» (Burkert 1985) los oyentes griegos reconocían esta imposibilidad como una hipérbole del poeta que proclamaba el poder universal de Zeus sobre el mundo natural antiguo: «la adoración de estas deidades» confirma Burkert «está limitada sólo por el hecho de que están inseparablemente identificadas con una localidad específica».


Existen diversas interpretaciones sobre su origen dentro de las creencias griegas, a su vez emparentadas estrechamente con otros pueblos de raíz indoeuropea:
"Su genealogía cambia según el mitógrafo y la leyenda consultada: Homero las llama «hijas de Zeus» pero en otras partes se afirman que eran hijas de Océano. Es más común considerarlas hijas del dios-río en el que habitan. Su genealogía en cualquier caso es variada. La ninfa acuática asociada con una fuente particular fue conocida por toda Europa en lugares sin relación directa con Grecia sobreviviendo en los pozos celtas del noroeste de Europa que más tarde fueron rededicados a los santos y en la Melusina medieval. 
Todas las fuentes y manantiales célebres tienen su náyade o su grupo de náyades normalmente consideradas hermanas y su leyenda propia. Eran a menudo el objeto de cultos locales arcaicos adoradas como esenciales para la fertilidad y la vida humana. Los jóvenes que alcanzaban la mayoría de edad dedicaban sus mechones infantiles a la náyade del manantial local. Con frecuencia se atribuía a las náyades virtudes curativas: los enfermos bebían el agua al que estaban asociadas o bien más raramente se bañaban en ellas. Era este el caso de Lerna donde también se ahogaba ritualmente a animales. Los oráculos podían localizarse junto a antiguas fuentes. 
Las náyades también podían ser peligrosas. En ocasiones bañarse en sus aguas se consideraba un sacrilegio y las náyades tomaban represalias contra el ofensor. Verlas también podía ser motivo de castigo lo que normalmente acarreaba como castigo la locura del infortunado testigo. Hilas un tripulante del Argo fue raptado por náyades fascinadas por su belleza. Las náyades eran también conocidas por sus celos. Teócrito contaba la historia de los celos de una náyade en la que un pastor Dafnis era el amante de Nomia a quien fue infiel en varias ocasiones hasta que ésta en venganza lo cegó para siempre. 
En el origen de muchas genealogías como las de IcarioErictonio o Tiestes aparece una náyade. Cuando se creía que un rey mítico había desposado una náyade y fundado una ciudad Robert Graves ofrece una lectura sociopolítica: los recién llegados helenos justificaban su presencia tomando como esposa a la náyade de la fuente como en la historia anterior al mito de Aristeo en la que Hipseo un rey de los lápitas se casó con la ninfa Clidanope con quien tuvo a Cirene. Entre los inmortales se da el paralelo de los amoríos y violaciones de Zeus que según Graves registran la suplantación de antiguos cultos locales por otros olímpicos (Graves 1955). Aristeo tuvo una experiencia más allá de lo común con las náyades: cuando sus abejas murieron en Tesalia fue a consultarlas. Su tía Aretusa le invitó a pasar bajo la superficie del agua donde fue lavado en un manantial perpetuo y recibió consejo. Un mortal pero relacionado se había ahogado siendo enviado como mensajero de esta forma para lograr consejo y favores de las náyades para su pueblo."

Enfrente, en el triángulo de césped que forma la esquina más septentrional del parque, la escultura Recorrido, del año 2008, hecha por Ramón Rodríguez y Anabel Barrio conmemorando los 25 años de existencia de la Escuela de Cerámica de Avilés. Son 25 cilindros, uno por cada año, de diferentes tamaños y colores hechos en base de 180 elementos diferentes de cerámica en este lugar que fue aquella antigua ribera de Sabugo. Seguimos leyendo a del Río Legazpi:
"La Ribera era la frontera de Sabugo con las marismas. Un espacio que comenzó a tomar vida urbana con la construcción, en 1879, del edificio donde hoy finaliza la calle. Pero la categoría la adquirió cuando el naviero Ceferino Ballesteros le encargó, en 1917, al maestro de obras –en funciones de arquitecto de muchos quilates– Armando Fernández Cueto la construcción de un edificio destinado a ser ‘El Gran Hotel’, no era el de Budapest, pero casi. El  lujoso albergue capotó más tarde como negocio, pero a Avilés le quedó para siempre una gran y vistosa edificación.

Luego la calle se fue armando, animando y progresando. El tranvía eléctrico, inaugurado en 1921, tenía aquí su parada principal, cosa nada extraña pues el parque El Muelle, que se había sembrado en esta zona a principios del siglo XX fue un triunfo ciudadano."

En  nuestros días abren aquí sus puertas dos emblemáticos establecimientos hosteleros, El Choto de la Bernarda y el Restaurante la Botella. La calle se configuró como gran paseo al desecarse La Ribera y seguidamente hacerse este Parque del Muelle, configurándose como paso del tranvía (con andén en La Foca como hemos visto) y seguidamente de los autobuses


Por su parte, la Avenida de los Telares, antiguo Camino de Pravia, que aquí se cruza con la calle Emile Robín, se configuró como la de la primera gran zona de expansión industrial y fabril de Avilés, pues de ahí viene su nombre, condición incrementada con la llegada del ferrocarril el 6 de julio de 1890, cuya histórica estación asoma a lo lejos. La calle arranca a la altura del emblemático edificio Casa Larrañaga y, como no podía ser de otra forma, Alberto del Río Legazpi repasa su historia en Los Telares, avenida, una calle que cuenta con una instalación viajera que tienen muy pocas ciudades de EspañaEpisodio del 27-11-2016:
"Los Telares es avenida de límites singulares y contenido difícil  de ver en cualquier otro sitio, no solo de Avilés sino de Asturias y en España habría que ver cuántas. Me estoy refiriendo a la conocida como estación intermodal.        

La avenida comienza, en su margen derecha, con una elegante mansión (Casa de Larrañaga) y termina en un restaurante (San Félix) facedor de una lubina al champán de chuparse los dedos. Por la acera izquierda empieza con sidra (Casa Lín) y termina con agua que mana en una fuente–lavadero de 1925, hoy remozado y única muestra de los que hubo antaño por la villa.

En el siglo XIX la industria se instaló en esta Los Telares y en Llano Ponte, porque eran calles nuevas hechas a la carta para levantar naves por ejemplo de fabricación de telares tan importantes como para bautizar al barrio con esta actividad industrial textil. Los Telares también es nombre de una cadena comercial hoy desaparecida, de momento, con tiendas en toda España por obra y gracia de Julián Rus Cañibano uno de los empresarios más comprometidos socialmente con Avilés, mérito que nadie le podrá quitar.

 También se estableció aquí, en 1883, una vidriera (la de Ibarra, Galán y Compañía) que complementaba la producción de otra (propiedad de Antonio Orobio) situada al final de Llano Ponte al lado del popular Arbolón. En esta de Sabugo, instalada frente a la actual estación, al cesar el negocio sus naves fueron aprovechadas durante años (hoy se levanta en el solar una manzana de viviendas) por la firma García Fernández distribuidora de artículos ferreteros,  cuyos dueños tenían lazos de parentesco con el famosa comercio de ‘Los Castros’ incrustado en el palacio de Camposagrado, hoy Escuela Superior de Arte del Principado. Lo que son las cosas.

Pero fue la llegada del tren, el 6 de julio de 1890, la que acabó dándole rango singular a la avenida al instalar en ella la estación de aquel revolucionario invento que vino por caminos de hierro. Ciento seis años más tarde, en 1996, se le añadió una estación de autobuses y otra más de ferrocarril, éste de vía estrecha (Feve). El conjunto es llamado estación intermodal algo que, como ya dije, se ve en muy pocas poblaciones y que además añade un espectacular mural del artista Carlos Suárez titulado ‘El bosque encantado’ ganador de un concurso convocado en 2001 al efecto por el Rotary Club de Avilés. Los veinte paneles del mural, de 3,5 por 5 metros cada uno, delimitan la estación. Tela.

La estación avilesina con el tiempo tuvo, y tiene, una cantina como pocas en España. Arsenio Fernández ‘Tito’ hizo posible que durante una época (el último tercio del pasado siglo) tuviera un restaurante de mucho postín; me acuerdo de ver allí al presidente del Real Madrid, entonces Ramón Mendoza, acompañado de gente como Gento, mito del fútbol español. Hoy, como el que tuvo retuvo, es uno de los establecimientos hosteleros más frecuentados de la ciudad.

En aquel año de cuando el tren, de 1890, Manuel Solís Solís, al que los conocidos llamaban Manolín y sus amigos más cercanos ‘Lin’ puso en marcha un negocio hostelero que con el tiempo se convirtió en un clásico en la lista de sidrerías asturianas tradicionales. En Lin se tiene visto escanciar culinos (dicho sea en el mejor de los sentidos) a estrellas cinematográficas como los actores Brad Pitt o Kevin Spacey.

Y casi frente a Casa Lin, y antes de que terminara aquel siglo XIX, el Ayuntamiento avilesino concedió al ingeniero y empresario vasco Carlos Larrañaga Onzalo, director de buena parte de las obras de canalización de la Ría, licencia para construir su casa.

Larrañaga vivió literalmente entre vías, pues les pasaban por delante, por detrás y por un costado. El tren por un lado y el tranvía llamado La Chocolatera por el otro ya que salía del parque del Muelle e iba por la actual avenida de Los Telares hasta Raíces donde se desviaba a Salinas. Este tranvía a vapor convivió varios años con el eléctrico que, procedente de Villalegre y atravesando Avilés, pasaba también por un lateral de la mansión para cruzar el paso a nivel –que hoy lleva el nombre del empresario vasco– y enfilar a San Juan de Nieva, Salinas y Arnao.

Estando en una ciudad como Avilés milagro sería que no hubiera por aquí algún rastro medieval. Estaba en el solar hoy ocupado por la estación y era conocido como Campo de Bogaz, donde trabajaban los carpinteros de ribera (astilleros artesanales) fabricantes de naves con las que se ganaba la vida la gente de Sabugo. Tela marinera.

La avenida actual, fue antiguamente Camino de Pravia, pero cuando los tiempos le trajeron urbanización fue rebautizada como Carretera de Pravia y más tarde Los Telares, por la industrialización antes citada. En 1937, en plena guerra civil, y para agradecerle a la ciudad de Lugo sus ayudas  a la población de Avilés (alimentos y ropa) fue oficializada como Avenida de Lugo la que discurría entre el paso a nivel de Larrañaga y Raíces, población que marca por carretera el final del concejo avilesino e inicios del de Castrillón. En 1979 al tramo de la avenida que va desde el paso a nivel citado hasta la fuente–lavadero volvió a recuperar el nombre de Los Telares y el resto hasta Raíces siguió con el de Lugo.

Tela la de Los Telares."

Pero con Legazpi vamos volviendo hacia la calle Emile Robín, que fue de tan intenso tránsito en sus buenos tiempos y, como hoy diríamos "postureo", pues tanto se alternaba en ella que fue incluso conocida como El Tontódromo:
"En las décadas de los cincuenta y los sesenta (en 1960 los autobuses sustituyeron al tranvía eléctrico como transporte urbano, pero Emile Robin seguía siendo su parada principal) la calle –que empezaba en la plaza de Pedro Menéndez y terminaba donde lo hace hoy (Avenida de Los Telares)– se convirtió, por horas parciales y fundamentalmente sábados y domingos, en el centro ciudadano de Avilés. 
Las cafeterías de moda estaban en estos terrenos. Destacaban el ‘Busto’, referencia de café elegante, mientras el ‘Germán’ era más del gusto juvenil. Aparte del Centro Asturiano de La Habana, que estuvo durante años en el edificio del Gran Hotel. 
La población, que el establecimiento de ENSIDESA y compañía multiplicaba sin cesar, se volcaba en el parque. Y, en concreto, en la acera que daba a la calle Emile Robin, que se llenaba de multitud de jóvenes, de ambos sexos, que la paseaban una y otra vez de arriba abajo durante horas. Iban del monumento del Adelantado al puesto del helado veraniego (o de la castaña invernal) que estaba al otro extremo de parque. Era un agitado trayecto de excitadas idas y venidas, de intercambios de miradas, adioses interesados y –a veces ¡Ay Dios!– de guiños cómplices. Era un cortejar al paso. Allí se iba con las mejores galas, a ver y a ser vistos, por lo que algunos le decían ‘tontódromo’ a aquel paseo, multitudinario hervidero de amores tempranos. 
Vueltas y revueltas, oteando, adivinando, suponiendo, si gustabas, si ‘refrescaban’ (era la palabra clave) por ti, tanto como tu ‘refrescabas’ por ella, o viceversa. A veces esta relación visual pasaba a ser de palabra y entonces (y esto ya era sobresaliente) la pareja encontraba motivo de conversación, daban unas cuantas vueltas más juntos y si cuajaba la cosa (y esto era ya de matricula de honor) tomaban asiento en los bancos interiores del parque, donde un guardia de uniforme verde, conocido como ‘Timimi’, se encargaba de la cosa de la moral y las buenas costumbres («¡Esa mano, chaval, esa mano!»). 
Aquel desmadrado trasiego pasional del personal en busca de pareja terminó cuando se pusieron de moda los guateques, la ruta de los vinos de Sabugo y se abrieron discotecas. El bajo techo se impuso al aire libre, que por cierto estaba tremendamente contaminado por ENSIDESA y compañía. 
Pero la calle Emile Robin, otra vez silenciosa, siguió añadiendo edificios. Y hoy llama la atención su aire mercantil. 

La Náyade orienta nuestros pasos hacia la calle, con la imponente fachada del antiguo Gran Hotel detrás, un magnífico edificio que ha sobrevivido, y parece que bastante bien, al bastante efímero hotel pese a su ostentoso nombre, construido por Armando Fernández Cueto"un polifacético artista avilesino que ha dejado una gran herencia a la ciudad en forma de patrimonio arquitectónico", como muy bien afirman en el blog Al norte del Edén


Sumamente evocador es asimismo que la Néyade muestre orgullosa su remo en este solar que fue de los grandes marineros y carpinteros de astilleros de ribera y balleneros del barrio de Sabugo, también muy bien cronificado por Alberto del Río Legazpi, como muy bien comprobaremos cuando, siguiendo Camino, paseemos por sus calles:
"Sabugo, desde los orígenes de Avilés, siempre ha sido punto y aparte. 
Situado en una pequeña colina, a la que no podía llegar el agua del mar, que penetraba entre Sabugo y la Villa amurallada hasta el parque de Las Meanas… ni tampoco el agua de las marismas del Campo del Faraón (donde hoy está el parque del Muelle), ni del Campo de Caín, en cuyos terrenos, junto con los de Las Aceñas, se levanta la actual plaza del mercado.(...) 
Sabugo fue siempre, hasta hace unos años, pueblo de pescadores. No hace tanto que de aquí salían sus hombres a la mar y sus mujeres a la Villa, coronándose con un rodete la cabeza para colocar en ella una caja de pescado y enfilar con desparpajo, a vender, al grito de «¡Sardines fresques! ¡Que rebrinquen! ¡Mirai que bocartinos, muyeres, tan vivos!».

Asoma ahora entre el arbolado la majestuosa esquina del histórico Gran Hotel, donde la calle Emile Robin se cruza con la de Carreño Miranda. Al otro lado, por la actual calle La Estación, antigua Calle d'Alante, va el Camino de Santiago


Armando Fernández Cueto era un gran maestro de obras autodidacta que se hizo cargo de su proyecto por encargo de Ceferino Ballesteros, potentado industrial con naviera y empresa naval, que se convirtió en el gran emblema de la hotelería avilesina pese a su no muy larga trayectoria


Maravilla de maravillas sus fachadas y esquina en chaflán, balconadas y balcones de fundición y, destacando su portentoso remate, una imponente cúpula. Fue restaurado en 2017 recuperando su aspecto y color originales. Por eso el periodista Saúl Fernández titula El Gran Hotel recupera su color centenario el artículo, publicado en La Nueva España a fecha 25 de septiembre de ese año, con motivo de esta rehabilitación , en el que, entre otras cosas, hace un repaso a su historia:
"El Gran Hotel descubre estos días su nuevo caparazón entre verde caqui y amarillo vainilla. "Era necesario: los ornamentos y la fachada misma necesitaban ya un repaso, además, había que reparar algunas entradas de aguas", señala Amado González Hevia, "Favila", que, aparte de pintor, forma parte de la comunidad de propietarios de uno de los edificios más singulares del barrio de Sabugo. El Gran Hotel -hace años que lo contaron los hermanos De La Madrid- fue la mecha que tenía que haber iluminado el deseo de ser burgués de una villa que se hacía rica con el dinero llegado de América. Pero fracasó. Hace un siglo que se inauguró el primer centro turístico de lujo de Avilés. A partir del 14 de julio de 1917, el concejo vivió el sueño efímero de codearse con San Sebastián o Santander. "Pero la reparación que hemos encargado no tiene nada que ver con el centenario. Había que hacerla", insiste Favila. "Sólo coincidió". 
Hace dos décadas vivió su primera restauración exhausitiva: se vació por dentro para volver a levantar uno de los edificios más lujosos de la ciudad. Cuenta con una decena de propietarios y con cuatro plantas habitables. La primera alojó en su momento oficinas del antiguo Banco Español de Crédito (Banesto): ahora hay pequeños apartamentos. Las plantas segunda y tercera cuentan con pisos y en la cuarta, dúplex. 
El aspecto exterior sigue manteniendo ahora el esplendor que lució en los primeros años del siglo pasado, cuando el arquitecto municipal Armando Fernández Cueto lo diseñó, un trabajo que había ordenado el empresario millonario Ceferino Ballesteros Alba, el impulsor también del teatro Iris, otro de los emblemas de aquel Avilés burgués de los años dulces de la neutralidad en la Primera Guerra Mundial. Ballesteros, lo señala el periodista Luis Muñiz, vivía en Madrid, en un palacete en pleno paseo del Prado. 
El edificio que ahora se desprende de parte de la armadura de los andamios, lo recuerdan los hermanos De la Madrid en su libro "Cuando Avilés construyó un teatro", tenía un objetivo primordial: atraer el turismo señorial que también elegía para sus ocios estivales, por ejemplo, el María Cristina de San Sebastián o el Sardinero de Santander. El Gran Hotel, de haberse repartido estrellas hace un siglo, habría aspirado a tenerlas todas, pero el proyecto falló estrepitosamente: el mar de Avilés está en Salinas y, aunque se estaba instalando el tranvía eléctrico, no era lo mismo que caminar unos pocos pasos para tomar baños de olas, como hacían en las otras capitales cantábricas. Se da la circunstancia de que Ballesteros, el promotor del hotel, fue también uno de los promotores de la Compañía del Tranvía Eléctrico. En todo caso, el primer establecimiento turístico de relumbrón de la ciudad contó en su inauguración con 80 habitaciones, 16 de ellas con cuarto de baño y teléfono propio y un comedor para 400 comensales. El precio por noche no estaba mal: a partir de 10 pesetas por pensión completa. 
El hotel no duró más allá de ocho años. En junio de 1925 lo compró Eduardo Hidalgo, el delegado de Ballesteros en Avilés. En el edificio se alojó, entonces, el club de Avilés. Luis Muñiz señala que también sirvió de hospital y comedor social. También acogió al Centro Asturiano de La Habana. A partir de entonces, los propietarios modificaron el futuro que le aguardaba. "

Entre los usos que tuvo el inmueble desde el cierre del hotel hasta sus usos actuales están los de hospital, cuartel de la Guardia Civil y sede del Centro Asturiano de la Habana. Alberto del Río Legazpi destaca la existencia, en sus bajos y en los de los edificios cercanos, de sedes bancarias, culminando  su explicación de que sea esta "la calle más financiera de Asturias"
"Si se fijan bien, no hay calle asturiana con tanto trajín financiero. No hay otra –en términos relativos– tan corta en espacio como larga en entidades bancarias (en apenas 150 metros hay tres bancos) aparte de un edificio que vierte a ella dedicado, mayormente, a oficinas empresariales. 
Es calle de poco ruido y muchas nueces."

"El gran gran reloj de esfera que coronaba la parte alta de la esquina del edificio, parecía anunciar que a a Avilés le había llegado la hora del turismos", recordamos, según se nos van los ojos a la cúpula, que escribía Legazpi con total acierto, glosando también al inolvidable Armando Fernández Cueto, por sus obras lo conoceréis, el genial hacedor de esta y otras construcciones avilesinas:
"Cuando Armando Fernández Cueto, con 12 años de edad, comenzó a trabajar, como chico para todo, en el taller de carpintería que el industrial Galo Somines tenía en Las Meanas –entonces a las afueras de Avilés– corría el año 1869. 
Contaba la villa con poco más de siete mil habitantes y la industria que generaba más empleo era la Real Compañía Asturiana, que aquel año construía un poblado de viviendas en Arnao, el primero en la historia de Avilés. En el centro de la ciudad se trabajaba en desecar las marismas de Las Aceñas (llamadas así porque en ese terreno, desde tiempos medievales, hubo aceñas, o sea molinos movidos por la fuerza de las mareas) para levantar allí la gran plaza del mercado, una obra capital en el urbanismo avilesino, que uniría la Villa con Sabugo extendiendo la ciudad. 
Armando Fernández Cueto –cuya familia respondía al mote cariñoso de ‘Los Parafusos’– tuvo que empezar a trabajar de niño porque, de aquella, en su casa no daba para vivir con lo que ganaba su padre, carpintero de profesión. 
Pero era un tipo tan listo como trabajador, que compaginó el curro con los estudios. Al constituirse Artes y Oficios, acudió a sus clases impartidas, provisionalmente, en dependencias de la iglesia de San Nicolás de Bari. 
Si se quisiera trazar una semblanza meteórica de este personaje, diría que Armando fue de los primeros alumnos de Artes y Oficios (institución creada en 1879) y que mira tu lo que son las cosas, fue Fernández Cueto, quien en 1891 diseñó y construyó la sede de la Escuela en la plaza Álvarez Acebal, donde más tarde ejerció de profesor. Todo en el mismo paquete, o tres en uno. 
Personaje polifacético donde los haya, cuesta, pero gusta, abreviar sus múltiples actividades, con independencia de su oficio de maestro de obras y de haber sido técnico –por un tiempo– y también concejal, ay que caray, del Ayuntamiento de Avilés. 
Resumiendo, fue: profesor, pintor, escultor, constructor de las primeras carrozas de las fiestas de ‘El Bollo’, cantor en actos públicos tanto civiles como religiosos… Pero no quiero que se me olvide cuando, en 1900, diseñó y dirigió un original espectáculo nocturno de carrozas acuáticas en la ría de Avilés, estando presente el rey de España, Alfonso XIII, festejo tan deslumbrante que dejó, al monarca y acompañantes, haciéndose cruces. Tanto es así que, días después, recibiría Fernández Cueto, la Gran Cruz de Carlos III. 
Pero Armando está en la historia de Avilés, por ser el autor de relevantes edificios. Fue un autodidacta que terminó siendo maestro de obras, algo así como aparejador. De aquella estaban autorizados para presentar proyectos. Su labor, como creador y constructor, fue ciertamente brillante. 
En el cambio urbano que produjo en Avilés y comarca, entre finales del siglo XIX y principios del XX, destacan las edificaciones diseñadas por Manuel del Busto, Antonio Alonso Jorge, Juan Miguel de la Guardia, Tomás Acha, Luis Bellido, Ricardo Marcos Bausá y Luis Galán, todos ellos arquitectos y a las que hay que sumar las del maestro de obras, Armando Fernández Cueto, el más prolífico de todos estos creadores. 
Su labor principal abarca desde edificios unifamiliares, como el bautizado como ‘La Perla’ (hoy Centro de Salud) frente a La Curtidora, construido en 1873 para los Maribona, familia que también le encargó un gran inmueble (1898), el más alto de Avilés entonces, en la calle de La Cámara dedicado, en sus bajos, a actividades bancarias. 
Diseñó y construyó un palacete monumental, hoy en estado de ruina, conocido como ‘Chalé de don Fulgencio’, magnífica casa de indiano, situada cerca de la actual comisaría de policía, donde antiguamente estuvo el primer asilo de ancianos de Avilés, obra también de Fernández Cueto. 
Muy popular fue el pabellón ‘Iris’ (1908), construido totalmente en madera, en la calle de La Cámara y donde se comenzó a proyectar cine (nuevo invento, entonces) con regularidad, aparte de ofrecer espectáculos de varietés. 
Pero quizá la obra más vistosa (1917) esté en la inmediaciones del parque El Muelle, y es el edificio construido para ser el ‘Gran Hotel’. «Que solo reconoce rival en dos o tres capitales de la Nación» decía la prensa de la época. 
Armando Fernández Cueto, fallecido en 1933, dejó su herencia en forma de destacados edificios a lo largo de Avilés. 
Si sales desde la plaza Álvarez Acebal, donde está la Escuela de Artes y Oficios, y bajas por la calle La Cámara, fíjate en el elegante edificio de cinco plantas que hace esquina con la calleja de Los Cuernos (uy, perdón, calle de  Alfonso VII) para llegar al parque El Muelle –y haciendo esquina entre dos calles del barrio de Sabugo– y admirar la fenomenal edificación coronada por espectacular cúpula. 
Son diseño y construcción de Armando Fernández Cueto, un maestro al que por sus obras conoceréis."

Ahora desde aquí, verdaderamente, podríamos seguir por la calle dedicada al pintor Carreño Miranda arriba, a la derecha de este prominente edificio, y enlazar allí en el siguiente cruce con el Camino de Santiago, pero, para no perder comba, recomendaríamos volver al Palacio Camposagrado para ver este palacio en condiciones y retomar el Camino donde lo hemos dejado, así como la Plaza de los Hermanos Orbón o del Mercado, otro de los lugares emblemáticos de Avilés y otro símbolo de la unión de La Villa y Sabugo al desecarse las antiguas marismas


No obstante, dada la relación de Avilés con La Ría y, especialmente, de este Parque del Muelle con ella y con su histórico puerto, nos atrevemos a recomendar, tomando el Monumento al Adelantado de la Florida de nuevo como referencia, a asomarnos un momento al borde del Paseo de La Ría, contemplando el estuario y el resultado de sus profundas transformaciones


También los cañones que un día defendieron Avilés nos guían y señalan el camino


El camino que un día saltará la barrera ferroviaria que separa Avilés de La Ría que le vio nacer, cuando el Parque del Muelle recuperará el esplendor que tuvo en sus orígenes, asomándose a esta lengua de mar...














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