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martes, 7 de mayo de 2024

LA FONTE LES XANES Y LA CUESTA RAMOS: BAJANDO DEL MONTE AREO A EL VALLE (CARREÑO, ASTURIAS) UN "VIAJE REDONDO" EN LA RUTA A AVILÉS


La Fonte les Xanes. El Valle, Carreño

Al pie mismo del Camino de Santiago, cuando este baja, por La Cuesta Ramos, del Monte Areo a El Valle, en Carreño, en la etapa de Gijón/Xixón a Avilés, está, en un paraje frondoso e idílico, La Fonte les Xanes, que porta en su nombre el de estas ninfas astures de las aguas, que se aparecen en estos parajes, obrando prodigios, también incluso también a los peregrinos, si bien estos, muchas veces, prisioneros de las prisas y el reloj, pasan veloces y ni siquiera reparan en su existencia, perdiéndose la oportunidad de desencantar alguna xana y hacerse con ella, sus belleza y sus riquezas

Solamente unos escalones de piedra, tierra y hierba separan al Camino de la fuente, sita en un paraje casi selvático, entre helechos y arbolado, en el llamado Pasto Torío en El Valle Baxu. Aunque su entorno se limpia periódicamente y se ha habilitado un buen acceso, ya no se acude a ella como antaño gracias a que por fin desde hace tiempo se dispone de agua corriente en las casas, las cuadras y, además, "inventáronse les lavadores, el inventu más grande del mundu", como bien nos decía una vecina, por ello el lavadero yace también abandonado, enfangado incluso

Cuando antaño las mujeres de El Valle subían a hacer aquí la colada solían dejar muchas veces la ropa secando al sereno. Al ir a recogerlas de madrugada se las encontraban plegadas y secas pese a que el suelo, entonces una bella pradería abierta, estaba mojado de la rosada u orbayada (rocío). Era uno de esos prodigios obra de les xanes que aquí moraban

Dólmen de San Pablo, Les Güelgues de San Pablo

El Monte Areo es un monte mágico, para demostrarlo ahí tenemos sus campos de túmulos megalíticos, necrópolis funerarias neolíticas plagadas de leyendas de enigmáticas galerías subterráneas y ayalgues o tesoros escondidos y riquezas sin cuento, como las de les xanes; uno de estos campos tumulares, en de Les Güelgues de San Pablo, puede visitarse con un pequeño desvío desde el Camino, al norte del pueblo de este nombre, en la vecina parroquia de Guimarán, también en Carreño

Un camino, en realidad varios caminos, de origen prehistórico, recorren el monte, el cual es una gran planicie que se extiende varios kilómetros de este a oeste, constituyendo un paso natural que formó parte del antiquísimo Camín Real de la Costa, el principal camino costero de la cornisa cantábrica hasta la construcción de las primeras carreteras de la zona bien avanzado el siglo XIX, que hicieron de él una vía pecuaria, afectada por las concentraciones parcelarias, pero que ha sido recuperada con la señalización tanto de la Vía de la Plata, que iba al mítico castro astur de Noega (La Campa Torres), como el Camino de Santiago, pues fue camino de peregrinación, como lo fue también de trashumancia y arriería

Tras los constructores megalíticos llegaron, siglos después, los citados castreños de La Campa Torres y El Castru, en Serín, poblados fortificados muy cerca de aquí, que dominaban el hierro culminando el arte metalúrgico de sus antecesores, más diestros con el bronce. Luego irrumpieron los romanos y, en algún lugar de estos montes, erigieron también sus monumentos, sus aras o altares (Aras Sextianas) en honor al emperador Augusto en esta que pasaba a ser la última frontera y confín de su imperio

Con la cristianización, se construyó en el monte una capilla, hoy desaparecida, dedicada al apóstol San Pablo, que dio nombre a una pequeña aldea (una de cuyas casas vemos enfrente, en la foto a la derecha), así como a una torre, El Torrexón de San Pablo, que dominaría estos parajes de paso obligado antaño, controlando el Camino y el territorio

Un camino que, hasta fechas históricamente recientes, era recorrido por las llamadas Muyeres de la Paxa, sardineras que con la cesta plana o paxa a la cabeza se dirigían caminando desde el puerto de Candás, capital de Carreño, a vender el pescado por las parroquias del interior del concejo, hacia Prendes y Guimarán, donde hacían un alto ante la capilla de los Remedios, llegando así, cada día, nada menos que al mismo mercado de El Fontán, en Oviedo/Uviéu

Y aquí, en San Pablo, el Camino de Santiago, desde las inmediaciones de la necrópolis de Les Güelgues (topónimo referido a terrenos acuosos en este caso), llega a esta bifurcación, en la que continuaremos a la izquierda, camino de El Valle, buscando salir a La Cuesta Ramos y La Fonte les Xanes

A veces la proliferación de señales puede llevar a algún error: sigamos la de abajo, la de la flecha amarilla que dice Camino, la de arriba es una ruta por las necrópolis tumulares del monte, aunque también vemos las iniciales CS 'Camino de Santiago'

También aquí a nuestra izquierda, a la señal al dolmen (cámara funeraria del túmulo) de San Pablo, se le ha añadido, abajo, una flecha amarilla destinada a los peregrinos jacobitas

Con una altura media de unos 200 m poco más o menos, el Monte Areo no es precisamente alto pero sí prominente sobre las suaves lomas de la rasa de Peñes, concejos de Gozón y Carreño, que veremos en El Valle; asimismo, si bien es en su mayoría una gran planicie (se propuso en su tiempo construir un aeropuerto deportivo), nos toca aquí subir una pequeña cuesta...


A mitad de la cuesta, a nuestra derecha, una nave ganadera es el Picadero del Monte, dedicado a los caballos

A la entrada, unos pinos, especie que también fue plantada en el monte, donde sin embargo impera plenamente el cultivo industrial de eucaliptos para las fábricas de celulosa, al igual que en gran parte de la fachada cantábrica

Por eso, no nos extrañe ver caballos a veces en el Camino, óptimos también para hacer rutas por la gran llanura del Monte Areo, donde hay diversas rutas, pistas y senderos

El Camino, en este tramo junto al picadero, tiene algo de asfalto, si bien la mayor parte de la pista que recorre el monte es de grijo (zahorra) y tierra


A nuestra izquierda, más allá del seto y al pie de los ocalitos, está la necrópolis megalítica de San Pablo, a la que le dedicamos la oportuna entrada de blog dentro de lo que es la primera parte de nuestro trayecto por el Monte Areo. Por aquí, eso sí, no se puede entrar, el acceso se realiza a través de la pista por la que venimos, con un pequeño desvío en dirección contraria


A nuestra derecha, prados abajo, entre más ocalitos, está la zona de Picún y, a lo lejos, la loma de El Fundial (171 m), que se encuentra sobre el valle de Tamón-Tabaza, por donde sigue el Camino de Santiago rumbo a Trasona (Corvera) y Avilés



La zona es conocida también como El Monte y, como en el Monte Areo, gran parte de sus praderías, ganadas también al bosque y la selva durante la llamada revolución neolítica, han sido plantadas asimismo de ocalitos. Está en la parroquia de Logrezana o Llorgozana y forma parte de esa sucesión de colinas alomadas que, con sus correspondientes valles intermedios, forma el paisaje del Cabu Peñes, sobre el que domina la altura del Monte Areo



En la lejanía, en días claros, se ven los cordales costeros bajo los que discurrirá el Camino de Santiago más allá de Avilés, siguiendo el paso natural que es la franja costera asturiana por los concejos de Muros de Nalón y Cudillero/Cuideiru)



Especial relevancia tiene Santa Ana de Montarés, monte totémico por excelencia con su milagrera capilla de renombradas romerías, del que hablaremos abundantemente cuando pasemos a sus pies, ya avanzando por la costa occidental asturiana rumbo a las antaño temidas Ballotas, donde la montaña, literalmente, cae directa y abruptamente hacia el mar



Por de pronto nosotros vamos a ir acabando la cuesta de San Pablo y, dejado atrás el picadero, volvemos a ir caminando en llano


De la misma manera que hace 7.000 años las culturas pastoriles megalíticas, que ya dominaban las técnicas de la agricultura y la ganadería ganaron el Monte Areo, al igual que grandes áreas de territorio, al bosque, ahora la ocalital plantada industrialmente, tiende a ocupar aquellos pastizales de ancestral origen prehistórico en una gran reconversión del agro astur, similar al de gran parte de las comunidades norteñas


También aquí hay plantados algunos pinos, aunque en menor medida que los eucaliptos; estas plantaciones están prácticamente todas en terrenos municipales y la madera se tala tras la correspondiente subasta



No obstante quedan muchas praderías que nos permiten hacernos una idea de cómo era antaño esta campiña de antiguos openfields o campos abiertos tan característica de los concejos del Cabu Peñes


Vemos en Llorgozana o Logrezana el barrio de Posada, que hace referencia a alguna antigua posada o venta caminera en uno de los viejos caminos entre Candás a Avilés, muy cerca de la actual carretera N-632, que nos oculta, en primer plano, la loma que cierra El Valle por el oeste, también en Carreño



A mitad de la ladera y semioculta por un bosquete, asoma la iglesia parroquial de Santa María la Real, de importantes restos románicos pero de la que apenas podemos apreciar la espadaña, el tejado a dos aguas y la rectoral adosada al ábside. Más arriba, en El Monte, están las antiguas escuelas, fundadas en 1922 por el vecino e indiano benefactor, emigrante a Puerto Rico, Manuel González Martínez, en la actualidad es colegio público, uno de los pocos que siguen en funcionamiento en el medio rural tras las concentraciones escolares acometidas en los años 1970



Valles y lomas y así es todo el paisaje hasta los acantilados de Peñes, sin muchas alturas, por eso esta del Monte Areo se hace tan dominante pese a su más bien escasa altitud


Y este es el barrio de Sebades donde destaca, casi y medio de la foto, el Palacio de los Carreño o Carreño-Alas, destacada estirpe nobiliaria que lleva el nombre del concejo, situada también sobre la carretera y al paso del viejo camino anterior entre Candás y Avilés, uno de los que también emplearían peregrinos de antaño pues en Candás hubo un hospital de romeros, de cierta actividad (no olvidemos que algunos arribaban por mar) en los tiempos de las peregrinaciones históricas


La estructura de la casona que ha llegado a nuestros días es del siglo XVI, pero se conserva una portada del s. XII y otra del s. XIV, dado que su origen, como el de tantos palacios renacentistas y barrocos, estuvo en una torre medieval más antigua, casa fuerte desde donde se dominaba el valle, se controlaba el camino y se defendía, a la vez que se sometía, un extenso territorio


Dispone el palacio de su capilla propia, dedicada al Nuestra Señora de la O, fundada también en el siglo XVI. Posiblemente el personaje de mayor trascendencia del linaje no lo fue por motivos meramente nobiliarios sino artísticos, el insigne pintor Juan Carreño Miranda, del que mucho hablaremos cuando pasemos ante su estatua y alguna reproducción de sus obras, en la mismas calles de Avilés


Más abajo, en la llanura de El Valle, un pinar camufla la antigua pista y torre de control del que fuera el Aeródromo de El Valle, uno de los empleados por la aviación republicana en la Guerra Civil, está bastante bien documentado e incluso se colocó hace tiempo una placa conmemorativa. Adjuntamos la información que del mismo encontramos en la web del Ayuntamiento de Carreño:
"Situado en la parroquia de El Valle. Para acceder al lugar, se recomienda desde la AS-19, dirección Gijón-Avilés, P.K. 11,500, se toma a la izquierda la carretera CE-5 con dirección Santa Eulalia del Valle y en el P.K. 1, Camino de Ron, se toma el camino de tierra de la derecha y a unos 200 m. se encuentra la placa conmemorativa que recuerda la ubicación del Campo de Aviación de Carreño instalada el día 20-04-97, donde en su día fueron los refugios. 
Las instalaciones prácticamente inexistentes fueron utilizadas por los aviadores republicanos durante la Guerra Civil Española, estando considerada por entonces, tanto por su situación estratégica como por el número de naves y operatividad, una de las más importantes en toda la franja norte de la península de las Fuerzas Aéreas de la República Española. 
El primer jefe de este Campo fue Hernández Franch, que actualmente vive en Barcelona. Sobre los azulejos de cerámica, colocados en las ruinas de hormigón de uno de aquellos bunkers, se puede leer "Este lugar fue testigo del heroísmo de los aviadores de la República Española por su lucha por Asturias y la libertad. Campo de Aviación de Carreño 1937-97". 
En el Campo de Aviación de Carreño, del que quedan como señal un tramo de la pista, insertada en el recinto exterior de una nave industrial de la empresa LUALVA, tenía unas dimensiones de algo más de un kilómetro y medio. Era de hierba y disponía además, de la pista mencionada, hecha de conglomerado (piedra machacada) de 42 por 600 m. Contaba con un par de refugios de hormigón y con un barracón de madera de 12 m., que servía de taller de reparaciones, almacén de piezas y montaje de aviones. 
En este Campo hubo aviones como "las Moscas", "los Chatos", "Folker", "Dragón Rapide" o "Breguet 19". Su número al igual que el de los pilotos variaba y oscilaba entre los nueve y la veintena de aparatos. 
La construcción de este Campo se hizo en un tiempo récord, un mes, con carros de piedras traídos de concejos limítrofes. Estuvo operativo hasta el final de la contienda, permaneciendo en funcionamiento desde finales de agosto hasta el 20 de octubre de 1937. No existen indicadores para llegar a la zona."


La parroquia, como buena parte del concejo, está recorrida por las llamadas Rutas Clarinianas, basadas en las novelas, escritos, memorias y vivencias del escritor Leopoldo Alas, Clarín, cuya quinta de recreo familiar, que veremos desde La Fuente les Xanes, se halla en las inmediaciones, Por aquí en concreto va la llamada Viaje Redondo, uno de los relatos de su libro Cuentos Morales, que dice así:
"La madre y el hijo entraron en la iglesia. Era en el campo, a media ladera de una verde colina, desde cuya meseta, coronada de encinas y pinares, se veía el Cantábrico cercano. El templo ocupaba un vericueto, como una atalaya, oculto entre grandes castaños; el campanario vetusto, de tres huecos —para sendas campanas obscuras, venerables con la pátina del óxido místico de su vejez de munís o estilitas, siempre al aire libre, sujetas a su destino— se vislumbraba entre los penachos blancos del fruto venidero y los verdores de las hojas lustrosas y gárrulas, movidas por la brisa, bayaderas encantadas en incesante baile de ritmo santo, solemne. Del templo rústico, noble y venerable en su patriarcal sencillez, parecía salir, como un perfume, una santidad ambiente que convertía las cercanías en bosque sagrado. Reinaba un silencio de naturaleza religiosa, consagrada. Allí vivía Dios. 

A la iglesia parroquial de Lorezana se entraba por un pórtico, escuela de niños y antesala del cementerio. En una pared, como adorno majestuoso, estaba el ataúd de los pobres, colgado de cuatro palos. Debajo dos calaveras relucientes como bajo—relieve del muro, y unas palabras de Job. 

La puerta principal, enfrente del altar, bajo el coro, era, según el párroco, bizantina; de arco de medio punto, baja, con tres o cuatro columnas por cada lado, con fustes muy labrados, con capiteles que representaban malamente animales fantásticos. Aquellas piedras venerables parecían pergaminos que hablaban del noble abolengo de la piedad de aquella tierra. 

El templo era pobre, pero limpio, claro; de una sencillez aldeana, mezclada de antigüedad augusta, que encantaba. En la nave, el silencio parecía reforzado por una oración mental de los espíritus del aire. Fuera, silencio; dentro, más silencio todavía; porque fuera las hojas de los castaños, al chocar bailando, susurraban un poco. 

Dos lámparas de aceite, estrellas de día, ardían delante de altares favoritos. A la Virgen del altar mayor la iluminaba un rayo de sol que atravesaba una ventana estrecha de vidrios blancos y azules. 

Sobre el pavimento, de losas desiguales y mal unidas, quedaban restos del tapiz de grandes espadañas por allí esparcidas pocos días antes al celebrar una fiesta; la brisa, que entraba por una puerta lateral abierta, movía aquellas hojas marchitas, largas, como espadas rendidas ante la fe; un gorrión se asomaba de vez en cuando por aquella puerta lateral, llegaba hasta el medio de la nave, como si viniera a convertirse, y al punto, pensándolo mejor, salía como una flecha, al aire libre, al bosque, a su paganismo de ave sin conciencia, pero con alegre vida. 

En el presbiterio, a la derecha, sentado en un banco, el cura, anciano, meditaba plácidamente leyendo su breviario. No había más almas vivientes en la iglesia. El gorrión y el cura. 

* * * 

Entraron la madre y el hijo, santiguándose, húmedas las yemas de los dedos con el agua bendita tomada a la puerta. 

A los pocos pasos se arrodillaron con modestia, temerosos de ser importunos, de interrumpir al buen sacerdote, que se creía solo en la casa del Señor. 

En medio de la nave se arrodillaron. La madre volvió la cabeza hacia el hijo, con un signo familiar; quería decir que empezaba el rezo; era por el alma del padre, del esposo perdido. Ella rezaba delante, el hijo representaba el coro y respondía con palabras que nada tenían que ver con las de la madre; era aquel diálogo místico algo semejante a los cuadros de ciertos pintores cristianos de Italia, de los primitivos, en los que los santos, las figuras asisten a una escena sin saber unos de otros, sin mirarse, todos juntos y todos a solas con Dios. Así estaba el cura, sin saber del gorrión, que entraba y salía, ni de la madre y el hijo que oraban allí cerca.

* * *

Entonces comenzó el milagro. Llegó el rezo a la meditación. Cada cual meditaba aparte. La madre, por el dolor de su viudez, llegaba a Dios en seguida, a su fe pura, suave, fácil, firme, graciosa. 

El hijo… tenía veinte años. Venía del mundo, de las disputas de los hombres. La muerte de su padre le había herido en lo más hondo de las en entrañas, en el núcleo de las energías que nos ayudan a resistir, a esperar, a venerar el misterio dudoso. A veces le irritaba la resignación de su madre ante la común desgracia; sentía en sí algo de la hiel de Hamlet; veía en el fervor religioso de su madre el rival feliz de su padre muerto. 

Era estudiante, era poeta, era soñador. Su alma no se había separado de la fe de su madre en arranque brusco, ni por desidia y concupiscencia; como el gorrión en la iglesia aldeana, su espíritu entraba y salía en la piedad ortodoxa… Leía, estudiaba, oía a maestros de todas las escuelas; su absoluta sinceridad de pensamiento le obligaba a vacilar, a no afirmar nada con la fuerza que él hubiera sabido consagrar al objeto digno de una adhesión amorosa definitiva, inquebrantable. Padecía en tal estado, consumía en luchas internas la energía de una juventud generosa; pero por lo pronto sólo amaba el amor, sólo creía en la fe, sin saber en cuál; tenía la religión de querer tenerla. Y en tanto, seguía a la madre al templo, donde sabía que estaba cumpliendo una obra de caridad sólo al complacer a la que tanto quería. Además, su alma de poeta seguía siendo cristiana; los olores del templo aldeano, su frescura, su sencillez, el silencio místico, aquella atmósfera de reminiscencias voluptuosas de la niñez creyente y soñadora le embriagaban suavemente; y, sin hipocresía, se humillaba, oraba, sentía a Jesús, y repasaba con las ideas las grandezas de diecinueve siglos de victorias cristianas. Él era carne de aquella carne, descendiente de aquellos mártires y de aquellos guerreros de la cruz. No, no era un profano en la iglesia de su aldea, a pesar de sus inconstantes filosofías. 

La madre, del pensamiento del padre muerto pasaba al pensamiento del hijo… acaso amenazado de muerte más terrible, de muerte espiritual, de impiedad ciega y funesta. Recordaba las lágrimas de Santa Mónica; pedía a Dios que iluminase aquel cerebro en donde habían entrado tantas cosas que ella no había transmitido con su sangre, que no eran de sus entrañas. En sus dolorosas incertidumbres respecto de la suerte moral de su hijo, su imaginación se detenía al llegar a la idea de la posible condenación. Aquel infinito terror, sublime por la inmensidad del tormento, no llegaba a dominarla, porque no concebía tanta pena. ¡El infierno para su hijo! ¡Oh, no, imposible! Dios tomaría sus medidas para evitar aquello. Las almas eran libres, sí; podían escoger el mal, la perdición… pero Dios tenía su Providencia, su Bondad infinita. El hijo se le salvaría. ¡A la oración! ¡a la oración para lograrlo! 

Los dos, absortos, llegaron a olvidarse del tiempo, a salir de la sombra del péndulo que va y viene, en la cárcel del segundo que mide, eterno presidiario. Aquel fue el milagro. La previsión, el temor que imagina vicisitudes futuras, se cuajaron en realidad; se les anticipó la vida en aquellos instantes de meditación suprema. 

* * * 
Para el hijo, el argumento poético de la fe se iba alejando como una música guerrera que pasa, que habla, cuando está cerca, de entusiasmo patriótico, de abnegación feliz, y después al desvanecerse en el silencio lejano deja puesto a la idea de la muerte solitaria. El no pensar en los grandes problemas de la realidad con el acompañamiento sentimental de los recuerdos amados, de la tradición sagrada, llegó a parecerle un deber, una austera ley del pensamiento mismo. Como el soldado en la guerrilla se queda solo ante el peligro, acompañado de las balas enemigas, ya sin la patria, que no le ve en aquella agonía, sin música animadora, sin arengas, sólo con la guerra austera, como la pinta Coriolano el de Shakespeare, así aquel pensador sincero se quedaba solo en el desierto de sus dudas, donde era ridículo pedir amparo a una madre, a la infancia pura, como lo hubiera sido en un duelo, en una batalla. Buena o mala, próspera o contraria, no había allí más ley que la ley del pensar. Lo que fuera verdadero, aunque fuera horroroso, eso había que creer. Como el valiente, que lo es de veras, no cree tener un amuleto que le libra de las balas, sino que se mete por ellas seguro de que pueden pasar por su cuerpo como pasan por el aire; así pensaba, con valor; pero la juventud se marchitaba en la prueba: el corazón se arrugaba, encogiéndose. Dudando así, escapaba la vida. Las ilusiones sensuales perdían el atractivo de su valor incondicional; al hacerse relativas, precarias, se convertían en una comedia alegre por su argumento, triste por la fatal brevedad y vanidad de sus escenas. No se podía gozar mucho de nada. La ilusión del amor puro, de la mujer idealizada, se desvanecía también; sólo quedaba de ella jirones de ensueño flotando dispersos, desmadejados a ras de tierra, como el humo de la locomotora, el que huye por los campos con patas de araña gigante, disipándose un poco más a cada brinco sobre los prados y entre los setos.

La lógica lo quería; si la gran Idea era problema, ensueño tal vez, la mujer ensueño era fenómeno pueril, vulgaridad fortuita en el juego sin sentido y sin gracia de las fuerzas naturales… 

Quedaba la naturaleza. Y el pensador, que ya no esperaba nada del amor, del cielo vaporoso fantástico, se puso a amar el terruño y su producto con la cabeza inclinada al suelo. Fue geólogo, fue botánico, fue fisiólogo… el mundo natural sin la belleza de sus formas aparentes todavía puede mostrarse grande, poético, pero triste, a veces horroroso, en su destino, como un Edipo; la naturaleza llegó a figurársela como una infinita orfandad; el universo sin padre, daba espanto por lo azaroso de su suerte. La lucha ciega de las cosas con las cosas; el afán sin conciencia de la vida, a costa de esta vida; el combate de las llamadas especies y de los individuos por vencer, por quedar encima un instante, matando mucho para vivir muy poco, le producía escalofríos de terror; eterna tragedia clásica, con su belleza sublime, misterioso, sí, pero terrible. 

Pasaba la vida, y como en una miopía racional, el espíritu iba sintiéndose separado por nieblas, por velos del mundo exterior, plástico; volvían con más fuerzas que en la edad de los estudios académicos, las teorías idealistas a poner en duda, a desvanecer entre sutilezas lógicas la realidad objetiva del mundo; y volvía también con más fuerza que nunca la peor de las angustias metafísicas, la inseguridad del criterio, la desconfianza de la razón, dintel acaso de la locura. Un doloroso poder de intuición demoledora de análisis agudo, como una fiebre nerviosa, iba minando los tejidos más íntimos de la conciencia unitaria, consistente: todo se reducía a una especie de polvo moral, incoherente, que por lo deleznable producía vértigo, agonía… 

* * * 

El pensamiento de la madre, en tanto, volaba a su manera por regiones muy diferentes, pero también siniestras, obscuras. El hijo se le perdía. Se apartaba de ella, y se perdía. Muy lejos, ella lo sentía, vivía blasfemando, olvidado del amor de Dios, enemigo de su gloria. Era como si estuviera loco; pero no lo estaba, porque Dios le pedía cuenta de sus actos. Era un malvado que no mataba, ni robaba, ni deshonraba… no hacía mal a nadie, y era un malvado para Dios. Y ella rezaba, rezaba, rezaba para sacarle de aquel abismo, para atraerle al regazo en que había aprendido a creer. 

Cosa rara; le veía en tierra, de rodillas, en un desierto, sin comer, sin beber sin flores que admirar, sin amores que sentir, triste, solo, de hinojos siempre, las manos levantadas al cielo, los ojos fijos en el polvo, esperando sin esperanza; maldito y a su modo inocente, réprobo sin culpa, absurdo doloroso para las entrañas de la madre y de la cristiana. 

«¡Más vale enterrarlo», pensaba ella. «Que viva poco y de prisa, si ha de vivir así». Y ella misma le iba haciendo la sepultura, arrojando nieve en derredor del cuerpo inmóvil del anacoreta condenado; en vez de tierra, nieve. Ya caía nieve sobre él, ya le llegaba a los hombros, ya le cubría la cabeza… ¡Señor, sálvale, sálvale, antes que desaparezca bajo la nieve en que lo sepulto! 

* * * 
En una crisis del espíritu del hijo, las cosas empezaron a tener un doble fondo que antes no les conocía. Era un fondo así, como si se dijera, musical. Mientras hablaban los hombres de ellas, ellas callaban; pero el curioso de la realidad, el creyente del misterio, que, a solas, se acercaba a espiar el silencio del mundo, oía que las cosas mudas cantaban a su modo. Vibraban, y esto era una música. Se quejaban de los nombres que tenían; cada nombre una calumnia. La duda de la realidad era un juego de la edad infantil del pensamiento humano; los hombres de otros días mejores apenas concebían aquellas sutilezas. Todo se iba aclarando al confundirse; se borraban los letreros de aquel jardín botánico del mundo, y aparecía la evidencia de la verdad sin nombre. Ya no se sabía cómo se llamaba en griego el árbol de la ciencia, que ahora no servía de otra cosa que de fresco albergue, de sombra para dormir una dulce siesta, confiada, de idilio. Volvía, de otra manera, la fe; los símbolos seguían siendo venerables sin ser ídolos; había una dulce reconciliación sin escritura ni estipulaciones; era un trabado de paz en que las firmas estaban puestas debajo de lo inefable. 

Lo que no volvía era el entusiasmo ardiente, la inocencia graciosa en el creer; había un hogar para el alma, pero el ambiente, en torno, era de invierno. Los años no se arrepentían. 

* * * 
La madre sintió que el alma se le aliviaba de un peso horrendo. Cesó la pesadilla. La brisa le trajo hasta el rostro los aromas del bosque vecino; en cuanto gozó aquella dulzura pensó en el hijo, no según le veía en los ensueños; en el hijo que meditaba a su lado. Volvió hacia él suavemente la cabeza. El hijo también miró a la madre… Apenas se conocieron. El hijo era un anciano de cabeza gris; la madre un fantasma decrépito, una momia viva, muy pálida. El hijo se puso en pie con dificultad, encorvado; tendió la mano a la madre y la ayudó a levantarse con gran trabajo; la pobre octogenaria no podía andar sin el báculo de su hijo querido, viejo también, si no decrépito. 

La besó en la frente. Se santiguó con mano trémula frente al altar mayor: comprendía y agradecía el milagro. El hijo volvía a crecer, había hecho el viaje redondo de la vida del pensamiento; no había más sino que en aquella lucha se había ganado la existencia; él ya era un anciano, y ella, por otro portento de gracia, vivía en la extrema decrepitud, próxima al último aliento, pero feliz, porque había durado hasta ver al hijo otra vez en el regazo de la fe materna. Sí, creía otra vez; no sabía ella cómo ni por qué, pero creía otra vez. Se acercaron a la puerta de columnas labradas con extraños dibujos; tomó la madre agua bendita de la pila y la ofreció al hijo, que humedeció la mente arrugada y cubierta de nieve. 

En el pórtico se detuvieron. La madre no podía andar abrumada por el cansancio. Sonrió, tendiendo la mano hacia el ataúd de los pobres, una caja de pino, sucia, manchada de lodo y cera, colgada en el muro blanco. 

Y con voz apagada, al perder el sentido, la anciana feliz exclamó: 

—¡En esa… mañana… en esa!…"

El trayecto por el Monte Areo constituye, en la famosa etapa "industrial" entre Gijón/Xixón y Avilés, y junto con el que realizaremos por El Valle, un intermedio rural y natural, pese a las plantaciones intensivas y crecientes de especies de crecimiento rápido, entre dos áreas sumamente industrializadas por varias factorías, pero entre las que predomina indiscutiblemente la de las antiguas factorías siderúrgicas de Uninsa y Ensidesa que posteriormente pasaron a ser las dos la segunda y, más adelante y tras sucesivas denominaciones y avatares, fueron y son hasta ahora, ArcelorMittal, parte del gran emporio del "gigante del acero" a nivel mundial

La concentración parcelaria acometida en los años 1980 permitió la revalorización y preservación de varios campos de túmulos pero parece ser también afectó al Camino, si bien no sabemos qué partes de su trazado están, aunque transformadas, allanadas y ensanchadas, más o menos intactas y qué partes cambiadas. Lo cierto es que las señales de aplanamiento y desmonte lateral son evidentes en esta vía

A lo lejos, el barrio de Sebades en Logrezana/Llorgozana da paso al de La Rebollada, en Guimarán o Quimarán, también en Carreño, donde clarín tenía su quinta, que sin embargo aún no vemos desde aquí


Sí vemos, arriba en El Monte, los grandes invernaderos de hortalizas de los Hermanos García & Fernández. La fertilidad de la tierra y sus excelentes campiñas mantiene los usos agrícolas, si bien adaptados a los nuevos tiempos, especializados en el suministro a los grandes mercados urbanos y de las crecientes áreas metropolitanas


Han desaparecido hace tiempo aquellas caserías de primordial autoconsumo familiar cuyos excedentes se vendían en los mercados de las villas. La demanda de las ciudades primero las hizo especializarse en el ganado vacuno de leche y carne, eso a las que quedaban, pues muchos dejaron el ganado, bien por jubilación bien por acudir a los nuevos empleos en la industria y el sector servicio (aunque durante mucho tiempo ambos se compatibilizaron). Ahora el suelo tiene una gran demanda residencial, muchas veces de segunda vivienda, por lo que proliferan las nuevas construcciones, tal que estas, en terrenos de las antiguas caserías, fácilmente reconocibles aún por sus hórreos y paneras, aunque tiempo hace que no se llenan de maíz...


Aquí abajo, en El Valle, La Peruyera, antigua casería que conserva su panera. Las antiguas quintanas también se han reformado para usos más residenciales que agropecuarios


Las arboledas autóctonas que aún perviven en el Monte Areo lo hacen preferentemente a la vera del Camino, son algunos arbustos y ejemplares aislados, a veces formando minúsculos bosquetes, de castañales y algún carbayu principalmente. Más allá, en muchas antiguas fincas, el ocalito domina el paisaje


Lo mismo ocurre en las demás colinas al norte, los prados y algunas sebes o setos naturales se concentran en torno a las casas, lo demás es ocalital



Ahora, según avanzamos, ya tenemos de una mejor vista de La Rebollada, lo que nos permite identificar bien la Quinta Clarín (un poco a la derecha del mayor núcleo de casas), donde residió durante sus estancias veraniegas el citado insigne autor Leopoldo Alas, Claríncuya obra cumbre es, sin duda, La Regentaambientada en las calles ovetenses de Vetusta, pero otras, como Adiós Cordera, inspiradas en sus vivencias en Carreño



Es aquella, de color azul claro, que vemos en medio de esta foto, la cual fue construida sobre una antigua quintana, solar de los García-Alas, la casa fue ampliamente reformada por sus sucesores y otros propietarios



La quinta fue reedificada por su hijo Adolfo en 1911 sobre los cimientos del antiguo Palacio de los Alas, conserva su mansión de tres pisos, su casa central de dos plantas, la capilla de 1871 dedicada a la Purísima Concepción, conservada como en tiempos de Clarín, y el cenador-mirador, con su caseta encima a manera de belvedere de ladrillo, especie de invernadero con puerta y ventanas, donde Clarín se refugiaba pare escribir, leer y reflexionar



Si bien a veces llamado bosque, realmente el del eucaliptal no es tal sino una plantación intensiva sometida a intensas talas. Su paisaje no suele ser tan bucólico como el del bosque autóctono pero nos ofrecerá una tregua, como posteriormente lo harán los prados de El Valle, entre las grandes áreas urbanas e industriales gijonesas y avilesinas


Además, con buen firme, llano y con largas rectas, se avanza muy bien, a veces muchos peregrinos aceleran y hacen, a buen ritmos, extraordinarios récords de horarios y travesías, si bien corren el riesgo de perderse muchos detalles y sorpresas que depara el Camino, todo tiene su precio y cada uno va a su gusto



Si bien incluso en estas soledades parece no haber mayor posibilidad de lugares o rincones o parajes por descubrir, ya vemos que, tras cada tronco y junto a cualquier recoveco puede saltar la sorpresa...


Incluyendo los mojones xacobeos, tal que este, pues pueden estar ocultos por la vegetación o la umbría. Aunque en principio y en un largo trecho el Camino no ofrece mayormente ocasión a pérdida o extravío, los mojones y las flechas amarillas de confirmación son necesarias. Normalmente un caminante, del Camino de Santiago o de cualquier otra ruta, si pasan unas decenas de metros sin verlas tiende por lo general a sospechar que se ha dejado algún cruce o desvío atrás


En las bifurcaciones siempre ha de haber un mojón, o al menos alguna flecha. El recorrido por el monte dura un buen trecho, si bien existió un desvío, no señalizado actualmente, que bajaba al barrio El Fondo, donde en la venerada capilla de Los Remedios de Guimarán, patrona de Carreño, se conoce del paso de peregrinos, pues había venta


Uno de estos tramos forma parte de las calzadas que, como el Camín Real de la Mesa, comunicaban la costa con la meseta por los puertos de montaña de la Cordillera Cantábrica, vías de comunicación basadas en pasos naturales existentes desde la más remota noche de los tiempos, como dijimos al principio


Aquí, entre los sombríos y oscuros ocalitos un esplendoroso castaño muestra sus hojas, intensamente verdes, al principio de la primavera, es posible sea el superviviente de antiguos castañeos y de los ejemplares que se plantaban a lo largo de los caminos, ofreciendo sombra y sustento a los viajeros, pues los frutos que caían a la vía pública se consideraban, y consideran, del común


Llegada la primavera, de unos años para acá, el paso de peregrinos se hace continuo, a veces en grupos, normalmente pequeños y que se hacen sobre la marcha, a manera de convivencia, a veces en parejas y muchas veces solitarios, aunque en el Camino, realmente "nunca se está solo", una frase que parece hecha a manera filosófica pero que encierra una gran verdad, puedes decidir cómo cuando y con quién te juntas y desjuntas, disfrutando de tu libertad y albedrío


Otros prefieren ir acompañados ya desde casa, sobre todo si dudan de valerse en la soledad, buscada o no, y necesitan el apoyo, siquiera sea anímico y/o presencial de sus semejantes, todo es compatible en el Camino si impera el respeto mutuo cosa que, aunque es frecuente que así sea, hemos de decir que por desgracia y en honor a la verdad, no siempre ocurre... pero en fin, el Camino es en realidad, pura y simplemente, como la vida misma


Dos peregrinos en el mismo lugar, ya avanzado el verano, quién sabe si han salido juntos desde casa o se han hecho amigos, o simplemente compañeros que no es poco... en el Camino; quién sabe desde donde habrán salido: ¿de Irún?, ¿de Hendaya? (por citar dos comienzos digamos clásicos del Camino de Santiago del Norte), ¿de más allá?, ¿de más acá?


Trecho muy llano también este, donde el camino serpentea levemente, aunque predominan las rectas


Andamos flanqueados por frondosas masas arbóreas de eucaliptal pero también de monte bajo, que hace casi imposible desviarse un ápice de la bien trillada y marcada senda


Y es que una verdadera muralla vegetal de helechos, tojos (cotoyes), zarzales y demás se extiende a ambos lados de la pista


El paisaje ahora parece tender a abrirse un poco y, entre los troncos de los eucaliptos que tenemos enfrente, vemos una gran banda blanca que tal vez al principio no sepamos discernir muy bien qué es


Según vamos avanzando ya nos vemos percatando que se trata de unos grandes invernaderos, los de Rubén y Teresa, dedicados a tomates, pimientos, berenjenas, etc. en la campaña de verano, así como en invierno espinacas, berza, soja, cebolleta... productos plenamente de temporada



Por ahí baja también del Monte Areo, en concreto de El Cierru los Llanos, La Cuesta Ramos, por donde bajaremos a Santolaya, la cabeza de la parroquia



Nuestro paseo se va acercando pues a zona poblada en las primeras entidades de población de esta parroquia carreñina de El Valle, en la zona suroccidental del concejo



Nos acercamos a una encrucijada, ante los invernaderos, separados del Camino por una sebe o seto natural donde crecen árboles y matorrales


También aquí el mojón puede estar oculto, o casi... por lo que es necesario fijarse bien a veces para encontrarlo



Aquí lo tenemos, entre los helechos: nos indica que hemos de bajar a la derecha


Realmente y según las Directrices para la señalización del Camino de Santiago, del Consejo Jacobeo, la concha debería de ir acompañada de la correspondiente flecha indicadora, único elemento direccional plenamente reconocido. La posición de la concha, en contra de la creencia popular, no implica necesariamente dirección, sino que simplemente identifica el Camino. En el monolito se ha colocado asimismo señalización de otra ruta que discurre por el monte



Monte del que puede decirse que empezamos a bajar aquí, en este lugar, con los ocalitos a la derecha y la sebe del invernadero a la izquierda



El Camino hace un poco de curva y así va iniciando un suave descenso...


Abajo, a la derecha de la foto, una de las casas de Ramos, la primer entidad poblacional de El Valle por la que vamos a pasar, en un rellano de la cuesta del monte



A nuestra izquierda asoman sobre la sebe, de frondoso zarzal, de artos o escayos, los invernaderos de La Cuesta Ramos



Paisaje de prados muy verdes en torno a las casas y rodeados de ocalital, como es la tónica predominante en el paisaje


Dejamos a la izquierda la entrada a los invernaderos y el Camino, asfaltado, baja ahora en rampa, todo recto


A nuestra derecha, prados y maizales en otra extensa finca, bastante llana, donde hay una caseta de aperos


Según caminamos comprobamos la buena extensión de estos grandes invernaderos que mantienen, como los que vimos antes en la distancia, las labores agrícolas en Carreño, tierra glosada y loada ya por su fertilidad por los escritores dieciochescos pero cuyo origen campesino se remonta al neolítico 


Y es que, de la misma manera que las comunidades megalíticas del Monte Areo un espacio campesino, esto estaba ocurriendo en todo el entorno más o menos a la vez, al igual que en el resto de Europa y buena parte de otros continentes, era el final de los cazadores-recolectores y el triunfo de las sociedades agroganaderas, fundamento de los primeros asentamientos humanos plenamente estables, aunque también de la trashumancia ganadera



Llegamos así a La Cuesta Ramos, donde tomaremos el camino de la derecha, hacia las casas


El topónimo Ramos parece hacer referencia a la foresta antaño aquí imperante, muy posiblemente lloreos (laureles) y arbustos similares, en algunos lugares el Camino aparece como La Cuesta los Ramos, con artículo


En la cuneta, en una señal nos indica efectivamente continuar por La Cuesta Ramos abajo, ya en lo que es una carretera local


Es la salida a la carretera CE-6, a la que llegaremos al final de la cuesta y cruzaremos para continuar por las llanuras de El Valle en ruta a Tamón



Ramos, como parte de la parroquia de El Valle, formó parte de un ayuntamiento propio, compartido con la vecina Guimarán, donde estaba la capital, que tuvo efímera vida, dos años dentro del llamado Trienio Liberal (1820-1823). Reunificado Carreño, nunca más volvió a disgregarse en más concejos en futuras reformas administrativas, si bien mantiene, o mantenía, periódicos pleitos de lindes con Gijón/Xixón en la Ría de Aboño



Tras un trecho casi llano La Cuesta Llanos comenzará otra buena bajada a partir de este cruce y al llegar a la altura de la casa


Más señales, a veces los particulares, asociaciones de amigos del Camino o vecinos a título individual, pintan o hacen artesanalmente flechas y otros indicadores camineros, sobre todo si ven peregrinos extraviados o dudosos


Pasamos junto a la entrada de otra casa y seguimos bajando, atención en esta curva cerrada, aunque no suela haber mayormente tráfico, salvo si hay alguna excursión, fiesta o evento en el Monte Areo



Y atención ahora porque tenemos que tomar el desvío a la izquierda para seguir bajando. NO VAYAMOS DE FRENTE



Si bien existen varias señales no es difícil despistarse y seguir recto: vayamos a la izquierda, RECALCAMOS


Hacemos un giro casi completo: la señal de la izquierda indica la ruta a los túmulos de El Cierru los Llanos; el mojón jacobita es el de la derecha


Cuando vinimos había perdido la concha y carece de su pertinente flecha amarilla, esperemos se haya subsanado cuando paséis por aquí


Y aquí sí que tenemos una bajada muy acusada en fuerte descenso atravesando un bosquete autóctono


Se ven bien las labores de desmonte que ensancharon paulatinamente el antiguo Camín Real; aún así si se cruzan dos vehículos apenas hay espacio, vayamos pendientes también al tráfico aunque suela ser muy escaso


Entre el ramaje, los tejados de Santolaya, la cabeza de la parroquia, que toma su nombre de la iglesia parroquial (Santa Eulalia)



Hubo en su tiempo en Santolaya cine, chigre y baile, sindicato agrario y otras entidades, constituyendo un núcleo de cierta entidad y atracción respecto a los demás pueblos, barrios y lugares de la parroquia y de otras de su entorno


Paisajes de El Valle, de nuevo comprobamos la prominencia del Monte Areo, pese a su escasa altura, sobre su entorno, este el de las parroquias occidentales del concejo de Carreño, que se prolonga hacia Corvera y Avilés


Tejados de Santolaya en primer término y en fila de izquierda a derecha; a la izquierda precisamente la iglesia parroquial que va hacia La Maquila (un poco más arriba a la derecha) y luego gira a la izquierda hacia La Torre


El Camino, por La Torre y Los Celleros, sigue al oeste rumbo a Avilés cerca de la antigua caja ferroviaria de El Estratégico, línea férrea para el Ferrocarril Ferrol Gijón que no llegó a inaugurarse por aprovecharse la preexistente de El Carreño. Fue acondicionada hace unos años como vía verde y esta es su historia, sacada de la Fundación de Ferrocarriles de España:
"En 1902 la Sociedad “Minas de Hierro y Ferrocarril de Carreño” logra del Gobierno la concesión para la construcción de un ferrocarril minero de Aboño a Candás (con ramales a Caoyanca, Piedeloro y Regueral), para el transporte del mineral de hierro extraído de las minas de consejo. 
La inauguración oficial de la línea se produce el 8 de junio de 1909, fecha en que se realizó el viaje inaugural, entre Candás y Aboño. Aunque nació como ferrocarril minero, en 1910 ya empieza a transportar viajeros. Sin embargo, los resultados económicos fueron tan malos que llevaron a la liquidación de la sociedad, en agosto de 1915. En esta coyuntura el Marqués de Urquijo, principal acreedor de la sociedad, asume el control total de su actividad. El 11 de junio de 1917 se construye la nueva “Compañía del Ferrocarril de Carreño S.A.”; empresa que sería conocida como “El Carreño”.  
El Marqués de Urquijo da un decidido impulso al servicio de viajeros y realiza otras innovaciones técnicas y de esta manera, a lo largo de la década de los 50 “El Carreño” mejora sus resultados económicos. Sin embargo, el cierre en 1967 de las minas de hierro de Llumeres (principal origen del tráfico de mercancías de la empresa) da comienzo a una larga agonía de la empresa, que llevó el cierre de la misma el 10 de enero de 1974. La línea acabó integrada en la por entonces FEVE, pasando a ser el tramo Avilés-Gijón de la línea Ferrol-Gijón. “El Carreño” fue el último ferrocarril privado asturiano y uno de los últimos de la cornisa cantábrica.  
Además de “El Carreño”, la otra gran obra ferroviaria de servicio público que se acometió en el municipio es el tendido de la línea Ferrol-Gijón, más conocido como el “Ferrocarril Estratégico”. Esta obra, de muy larga gestación, nunca fue concluida y acabó siendo abandonada. 
Los orígenes de esta línea ferroviaria se remontan a finales del siglo XIX, época en la que existía el deseo de unir por ferrocarril la base naval de Ferrol con las fábricas de armas de Trubia y Oviedo y con el puerto de Gijón, a lo largo de la costa de Galicia y Asturias. A finales del 1922 se iniciaron las obras, poco tiempo después de que la “El Carreño” inaugurase su propia línea. Justo antes de la Guerra Civil se acopiaron en Gijón los materiales necesarios para la instalación de la vía, pero el inicio de la contienda interrumpió dicha instalación. Las obras de construcción quedaron paralizadas por las difíciles circunstancias de la Posguerra."

Una pumarada a la derecha, ladera abajo, cuando aún no se ha producido la floración del manzano. De todas maneras, con los árboles aún sin hojas, tenemos una muy buena perspectiva del valle de El Valle (valga la redundancia) y otras parroquias vecinas


Vemos de nuevo en lontananza el Palacio de los Carreño-Alas y los árboles del Aeródromo de El Valle, pero ahora, justo aquí abajo y más cerca, hay otros dos palacios en medio de esta preciosa pradería, los dos con capilla y palmeras: el primero es el de los Díaz Caneja, sito en el barrio llamado precisamente El Palacio. Se supone es una construcción del siglo XVIII muy posiblemente edificada sobre otra anterior



Justo detrás y en este mismo barrio de El Palacio está Casa Cuervo, construida por José Cuervo Rivero en 1878, también con capilla particular, la cual imita a la del Carmen de los Díaz-Caneja. Se hizo para los varios sacerdotes y un canónigo que hubo en la familia



El Prau Toríu, El Valle Baxu, aquí, oculta por este arbolado, está La Fonte les Xanes


Los peregrinos suelen pasar de largo sin verla y eso que cuando están sacadas estas fotos, en primavera temprana recalcamos, apenas ha crecido aún la hoja de estos árboles



Sí vemos, al lado de lo que parece un pequeño depósito, una barandilla y unas escaleras, cubiertas de hierba y un monolito metálico



Tendríamos que volver la cabeza, echando la vista atrás, para poder reconocer algo, ahí abajo, en la fresca penumbra del bosquete 


Y ahí tenemos La Fuente les Xanes, con su lavadero y bebederu o abrevadero, donde se aparecían las ninfas. Ahora, aunque se aparezcan, pocos serían los testigos de su presencia, pese a que antaño, sin agua en las casas, sería uno de los lugares más concurridos del pueblo


Si queremos visitarla, pues cierto es que el entorno suele estar bellamente acondicionado, la pequeña barandilla de madera puede ayudarnos a llegar a ella, pues al estar en permanente umbría el suelo, de barro y hojarasca, rezuma bastante humedad, incluso aunque no llueva, y puede estar algo resbaloso. Los escalones de madera y tierra también favorecen el paso


El monolito que antes veíamos por detrás es el del cartel explicativo, que tenemos ahora de frente y podemos leer


Aquí se recoge la leyenda, que decíamos al principio, de la ropa que, dejada al sereno por las mujeres del pueblo cuando acudían a lavar a esta fuente, aparecía seca y doblada cuando regresaban a recogerla, por obra de les xanes


Las descripciones de estos seres, emparentados con otros similares de toda la mitología europea, son bastante dispares, pero básicamente se las describe como mujeres encantadas guapas y de cabellos dorados, que guardan riquezas y esperan a quien las desencante


Se aparecen ocasionalmente, siendo el mejor momento para verlas la mañana de San Juan. En algunas leyendas aparecen como entes benéficos, en otras no tanto, incluso cambiando sus niños por los de mujeres del pueblo


En otros relatos cuidan los de hombres viudos cuando estos están trabajando, a veces se casan, pero casi siempre se comete algún desliz por el que la xana vuelve a quedar encantada, desapareciendo. En algunos lugares s habla de familias y linajes que tienen su origen entre la unión de una xana con un hombre


Todo ello es bastante similar a tradiciones legendarias comunes a gran parte de Europa. Se supone se trata de antiguas deidades acuáticas transformadas con la cristianización a figuras de la mitología popular


El paraje, escondido, es sumamente bello y bucólico, como corresponde al de un "cuentu de xanes", es decir, de ninfas de la fuente, de la que nos informan así en la web del Ayuntamiento de Carreño:
"Esta fuente conocida con el nombre de Les Xanes, está situada en el prado conocido como el pastu Torío en el Valle Baxu, núcleo de población más grande de la parroquia del Valle. Es de titularidad pública, con lavadero de dos piedras. Cuéntase que en la Fonte Les Xanes existían algunas Xanas que además de lavar sus ropas cuidaban las de las vecinas, cuando éstas en algunas noches las dejaban tendidas al sereno. Al ir a recogerlas sus dueñas de madrugada las encontraban plegadas y secas, pese a estar el césped mojado por la orbayada. Eran las gentiles Xanas las que secaban y recogían cuidadosamente las ropas. 
Esta fuente está emplazada en el antiguo camino de peregrinos a Santiago por la costa asturiana a su paso por Carreño, en la Cuesta Ramos, camino amplio que baja del Areo al núcleo de Santolaya, atravesando los núcleos de La Vereda y Xanes. Este camino se le denomina "Los Ramos" porque en la subida a esta zona hay y, seguramente hubo muchos más árboles y arbustos."

Como hemos dicho, la fuente y su entorno están cuidados dentro de un plan de conservación de fuentes y lavaderos históricos. De ello daba buena cuenta el periódico El Comercio el 30-4-2022 en noticia de Alicia García-Ovies:
"Carreño está inmerso en la conservación de su patrimonio etnográfico. Fuentes y lavaderos con un importante valor no solo por su arquitectura sino también por la función social que cumplieron en todo el concejo durante años. En tan solo cuatro meses han reparado y limpiado más de una decena de estas infraestructuras desde la parroquia de Pervera hasta Ambás, pasando por Guimarán y El Valle. Una primera línea de acción que prevén seguir desarrollando en lo que queda de mandato. 
La zona rural del concejo es prolífica en fuentes y manantiales que fueron aprovechados mediante la construcción de recintos multifuncionales combinando fuentes, lavaderos y abrevaderos, «que han servido desde la mitad del siglo XX como respuesta a los servicios más demandados por la vecindad». En este sentido, el gobierno local ha constatado a lo largo de los años «un particular interés en la gente» por su conservación, ya «que en el pasado enmarcaron con sus perfiles la vida diaria de los vecinos y de las vecinas, pero que, con el transcurso del tiempo y el desuso, se hallaban en serio riesgo de desaparición». 
Los trabajos de conservación están siendo desarrollados a través de la especialidad de 'Limpieza en Espacios Abiertos e Instalaciones Industriales' del taller de empleo Descubriendo Carreño, promovido por el Ayuntamiento y cofinanciado por el Servicio Público de Empleo del Principado. Los participantes realizan las respectivas labores de mantenimiento como el retirado toda la vegetación y el lodo que inundan las balsas, el desbroce de los entornos, limpieza de los canales de desagüe y retirada de las hierbas de los pavimentos de acceso. 
Hasta el momento han actuación en el lavadero El Valle (Pervera); las fuentes del Cellero, Don Pedro, el Nolo y de Los Rosales, los lavaderos de Guillermo y La Reguera y la fuente-lavadero de La Villa (Guimarán); la fuente de Sopeñes, Fonte Les Xanes, el lavadero y calero del Cueto (El Valle); y la fuente-lavadero de La Reguera (Ambás)."

Las fuentes y los lavaderos, ahora por lo común solitarios, eran antaño grandes espacios de socialización, "el periódicu del pueblu" nos llegaron a decir, donde se contaban todo tipo de noticias, sucesos y chismes. Las mujeres solían ser las encargadas de subir aquí a lavar y los hombres a dar de beber al ganado. Niñas y niños subían y bajaban, a veces en continuos viajes, a por agua para llevarla a casa, en ferraes, recipientes en forma cónica de más base que boca


Más adelante se hizo una fuente abajo, en el pueblo, aprovechando el agua de otro manantial, el de La Fuente Sopeñes, lo que evitó tener que subir y bajar a menudo hasta aquí; más adelante con la acometida general y las cooperativas y depósitos de agua se abandonaron definitivamente, sin embargo, como vemos, unas cuantas se mantienen como elementos de valor histórico y etnográfico


Eso sí, una placa nos informa que el agua, de manantial, no tiene control sanitario


La fuente en origen sería simplemente el agua brotando en el lugar, luego ya se haría toda esta estructura con caño, lavadero, bebederu o abrevadero, escalones. Es posible que estuviese cubierta, como lo estuvo otro lavadero que se hizo saliendo de Santolaya a la Maquila, que veremos, también restaurado, en el Camino


El suelo es también de piedra y, aparte de la limpieza periódica todo su entorno ha sido rehabilitado y restaurado. No obstante cada poco crece la vegetación y hay que reanudar la faena



Y estas son las dos piedras de lavar existentes, la de la derecha tiene una inscripción


Se lee HERMINIA que, según leemos en la web del Ayuntamiento, vivía en la cercana Casa Pepe Mingo, la más próxima a la fuente, "que diariamente iba a lavar, y que como era costumbre antaño cada lavandera marcaba su piedra, puesto que siempre se procuraba usar la misma y cada cual miraba por el mantenimiento de su zona de lavado."


Mana un buen chorro de agua y este secreto rincón puede se un buen lugar para descansar unos instantes "a la fresca" en días de intenso calor antes de reanudar la marcha camino de Avilés


De esta manera, y salvo que se nos aparezca una xana y nos encante, llevándonos con ella, volveremos escaleras arriba a retomar el Camino en La Cuesta Ramos. También pudiera ser, quien sabe, que aquí cada quien encontrase su xana particular, o xanu, con quien proseguir camino, aunque siempre sabedores de los imprevistos que pueden suceder con estos caprichosos seres


En la barandilla del lavadero una flecha amarilla señala la continuidad del Camino a Santolaya,  por donde atravesaremos esta parroquia de El Valle y sus verdes campiñas, antes de bajar a Tabaza, en el industrializado valle de Tamón, y de allí proseguir por Trasona, en Corvera, para entrar en Avilés




















































































































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