La Fonte les Xanes. El Valle, Carreño |
Al pie mismo del Camino de Santiago, cuando este baja, por La Cuesta Ramos, del Monte Areo a El Valle, en Carreño, en la etapa de Gijón/Xixón a Avilés, está, en un paraje frondoso e idílico, La Fonte les Xanes, que porta en su nombre el de estas ninfas astures de las aguas, que se aparecen en estos parajes, obrando prodigios, también incluso también a los peregrinos, si bien estos, muchas veces, prisioneros de las prisas y el reloj, pasan veloces y ni siquiera reparan en su existencia, perdiéndose la oportunidad de desencantar alguna xana y hacerse con ella, sus belleza y sus riquezas
Solamente unos escalones de piedra, tierra y hierba separan al Camino de la fuente, sita en un paraje casi selvático, entre helechos y arbolado, en el llamado Pasto Torío en El Valle Baxu. Aunque su entorno se limpia periódicamente y se ha habilitado un buen acceso, ya no se acude a ella como antaño gracias a que por fin desde hace tiempo se dispone de agua corriente en las casas, las cuadras y, además, "inventáronse les lavadores, el inventu más grande del mundu", como bien nos decía una vecina, por ello el lavadero yace también abandonado, enfangado incluso
Cuando antaño las mujeres de El Valle subían a hacer aquí la colada solían dejar muchas veces la ropa secando al sereno. Al ir a recogerlas de madrugada se las encontraban plegadas y secas pese a que el suelo, entonces una bella pradería abierta, estaba mojado de la rosada u orbayada (rocío). Era uno de esos prodigios obra de les xanes que aquí moraban
Dólmen de San Pablo, Les Güelgues de San Pablo |
El Monte Areo es un monte mágico, para demostrarlo ahí tenemos sus campos de túmulos megalíticos, necrópolis funerarias neolíticas plagadas de leyendas de enigmáticas galerías subterráneas y ayalgues o tesoros escondidos y riquezas sin cuento, como las de les xanes; uno de estos campos tumulares, en de Les Güelgues de San Pablo, puede visitarse con un pequeño desvío desde el Camino, al norte del pueblo de este nombre, en la vecina parroquia de Guimarán, también en Carreño
Un camino, en realidad varios caminos, de origen prehistórico, recorren el monte, el cual es una gran planicie que se extiende varios kilómetros de este a oeste, constituyendo un paso natural que formó parte del antiquísimo Camín Real de la Costa, el principal camino costero de la cornisa cantábrica hasta la construcción de las primeras carreteras de la zona bien avanzado el siglo XIX, que hicieron de él una vía pecuaria, afectada por las concentraciones parcelarias, pero que ha sido recuperada con la señalización tanto de la Vía de la Plata, que iba al mítico castro astur de Noega (La Campa Torres), como el Camino de Santiago, pues fue camino de peregrinación, como lo fue también de trashumancia y arriería
Tras los constructores megalíticos llegaron, siglos después, los citados castreños de La Campa Torres y El Castru, en Serín, poblados fortificados muy cerca de aquí, que dominaban el hierro culminando el arte metalúrgico de sus antecesores, más diestros con el bronce. Luego irrumpieron los romanos y, en algún lugar de estos montes, erigieron también sus monumentos, sus aras o altares (Aras Sextianas) en honor al emperador Augusto en esta que pasaba a ser la última frontera y confín de su imperio
Con la cristianización, se construyó en el monte una capilla, hoy desaparecida, dedicada al apóstol San Pablo, que dio nombre a una pequeña aldea (una de cuyas casas vemos enfrente, en la foto a la derecha), así como a una torre, El Torrexón de San Pablo, que dominaría estos parajes de paso obligado antaño, controlando el Camino y el territorio
Un camino que, hasta fechas históricamente recientes, era recorrido por las llamadas Muyeres de la Paxa, sardineras que con la cesta plana o paxa a la cabeza se dirigían caminando desde el puerto de Candás, capital de Carreño, a vender el pescado por las parroquias del interior del concejo, hacia Prendes y Guimarán, donde hacían un alto ante la capilla de los Remedios, llegando así, cada día, nada menos que al mismo mercado de El Fontán, en Oviedo/Uviéu
Y aquí, en San Pablo, el Camino de Santiago, desde las inmediaciones de la necrópolis de Les Güelgues (topónimo referido a terrenos acuosos en este caso), llega a esta bifurcación, en la que continuaremos a la izquierda, camino de El Valle, buscando salir a La Cuesta Ramos y La Fonte les Xanes
A veces la proliferación de señales puede llevar a algún error: sigamos la de abajo, la de la flecha amarilla que dice Camino, la de arriba es una ruta por las necrópolis tumulares del monte, aunque también vemos las iniciales CS 'Camino de Santiago'
También aquí a nuestra izquierda, a la señal al dolmen (cámara funeraria del túmulo) de San Pablo, se le ha añadido, abajo, una flecha amarilla destinada a los peregrinos jacobitas
Con una altura media de unos 200 m poco más o menos, el Monte Areo no es precisamente alto pero sí prominente sobre las suaves lomas de la rasa de Peñes, concejos de Gozón y Carreño, que veremos en El Valle; asimismo, si bien es en su mayoría una gran planicie (se propuso en su tiempo construir un aeropuerto deportivo), nos toca aquí subir una pequeña cuesta...
A la entrada, unos pinos, especie que también fue plantada en el monte, donde sin embargo impera plenamente el cultivo industrial de eucaliptos para las fábricas de celulosa, al igual que en gran parte de la fachada cantábrica
Por eso, no nos extrañe ver caballos a veces en el Camino, óptimos también para hacer rutas por la gran llanura del Monte Areo, donde hay diversas rutas, pistas y senderos
El Camino, en este tramo junto al picadero, tiene algo de asfalto, si bien la mayor parte de la pista que recorre el monte es de grijo (zahorra) y tierra
"Situado en la parroquia de El Valle. Para acceder al lugar, se recomienda desde la AS-19, dirección Gijón-Avilés, P.K. 11,500, se toma a la izquierda la carretera CE-5 con dirección Santa Eulalia del Valle y en el P.K. 1, Camino de Ron, se toma el camino de tierra de la derecha y a unos 200 m. se encuentra la placa conmemorativa que recuerda la ubicación del Campo de Aviación de Carreño instalada el día 20-04-97, donde en su día fueron los refugios.
Las instalaciones prácticamente inexistentes fueron utilizadas por los aviadores republicanos durante la Guerra Civil Española, estando considerada por entonces, tanto por su situación estratégica como por el número de naves y operatividad, una de las más importantes en toda la franja norte de la península de las Fuerzas Aéreas de la República Española.
El primer jefe de este Campo fue Hernández Franch, que actualmente vive en Barcelona. Sobre los azulejos de cerámica, colocados en las ruinas de hormigón de uno de aquellos bunkers, se puede leer "Este lugar fue testigo del heroísmo de los aviadores de la República Española por su lucha por Asturias y la libertad. Campo de Aviación de Carreño 1937-97".
En el Campo de Aviación de Carreño, del que quedan como señal un tramo de la pista, insertada en el recinto exterior de una nave industrial de la empresa LUALVA, tenía unas dimensiones de algo más de un kilómetro y medio. Era de hierba y disponía además, de la pista mencionada, hecha de conglomerado (piedra machacada) de 42 por 600 m. Contaba con un par de refugios de hormigón y con un barracón de madera de 12 m., que servía de taller de reparaciones, almacén de piezas y montaje de aviones.
En este Campo hubo aviones como "las Moscas", "los Chatos", "Folker", "Dragón Rapide" o "Breguet 19". Su número al igual que el de los pilotos variaba y oscilaba entre los nueve y la veintena de aparatos.
La construcción de este Campo se hizo en un tiempo récord, un mes, con carros de piedras traídos de concejos limítrofes. Estuvo operativo hasta el final de la contienda, permaneciendo en funcionamiento desde finales de agosto hasta el 20 de octubre de 1937. No existen indicadores para llegar a la zona."
"La madre y el hijo entraron en la iglesia. Era en el campo, a media ladera de una verde colina, desde cuya meseta, coronada de encinas y pinares, se veía el Cantábrico cercano. El templo ocupaba un vericueto, como una atalaya, oculto entre grandes castaños; el campanario vetusto, de tres huecos —para sendas campanas obscuras, venerables con la pátina del óxido místico de su vejez de munís o estilitas, siempre al aire libre, sujetas a su destino— se vislumbraba entre los penachos blancos del fruto venidero y los verdores de las hojas lustrosas y gárrulas, movidas por la brisa, bayaderas encantadas en incesante baile de ritmo santo, solemne. Del templo rústico, noble y venerable en su patriarcal sencillez, parecía salir, como un perfume, una santidad ambiente que convertía las cercanías en bosque sagrado. Reinaba un silencio de naturaleza religiosa, consagrada. Allí vivía Dios.A la iglesia parroquial de Lorezana se entraba por un pórtico, escuela de niños y antesala del cementerio. En una pared, como adorno majestuoso, estaba el ataúd de los pobres, colgado de cuatro palos. Debajo dos calaveras relucientes como bajo—relieve del muro, y unas palabras de Job.La puerta principal, enfrente del altar, bajo el coro, era, según el párroco, bizantina; de arco de medio punto, baja, con tres o cuatro columnas por cada lado, con fustes muy labrados, con capiteles que representaban malamente animales fantásticos. Aquellas piedras venerables parecían pergaminos que hablaban del noble abolengo de la piedad de aquella tierra.El templo era pobre, pero limpio, claro; de una sencillez aldeana, mezclada de antigüedad augusta, que encantaba. En la nave, el silencio parecía reforzado por una oración mental de los espíritus del aire. Fuera, silencio; dentro, más silencio todavía; porque fuera las hojas de los castaños, al chocar bailando, susurraban un poco.Dos lámparas de aceite, estrellas de día, ardían delante de altares favoritos. A la Virgen del altar mayor la iluminaba un rayo de sol que atravesaba una ventana estrecha de vidrios blancos y azules.Sobre el pavimento, de losas desiguales y mal unidas, quedaban restos del tapiz de grandes espadañas por allí esparcidas pocos días antes al celebrar una fiesta; la brisa, que entraba por una puerta lateral abierta, movía aquellas hojas marchitas, largas, como espadas rendidas ante la fe; un gorrión se asomaba de vez en cuando por aquella puerta lateral, llegaba hasta el medio de la nave, como si viniera a convertirse, y al punto, pensándolo mejor, salía como una flecha, al aire libre, al bosque, a su paganismo de ave sin conciencia, pero con alegre vida.En el presbiterio, a la derecha, sentado en un banco, el cura, anciano, meditaba plácidamente leyendo su breviario. No había más almas vivientes en la iglesia. El gorrión y el cura.* * *Entraron la madre y el hijo, santiguándose, húmedas las yemas de los dedos con el agua bendita tomada a la puerta.A los pocos pasos se arrodillaron con modestia, temerosos de ser importunos, de interrumpir al buen sacerdote, que se creía solo en la casa del Señor.En medio de la nave se arrodillaron. La madre volvió la cabeza hacia el hijo, con un signo familiar; quería decir que empezaba el rezo; era por el alma del padre, del esposo perdido. Ella rezaba delante, el hijo representaba el coro y respondía con palabras que nada tenían que ver con las de la madre; era aquel diálogo místico algo semejante a los cuadros de ciertos pintores cristianos de Italia, de los primitivos, en los que los santos, las figuras asisten a una escena sin saber unos de otros, sin mirarse, todos juntos y todos a solas con Dios. Así estaba el cura, sin saber del gorrión, que entraba y salía, ni de la madre y el hijo que oraban allí cerca.* * *Entonces comenzó el milagro. Llegó el rezo a la meditación. Cada cual meditaba aparte. La madre, por el dolor de su viudez, llegaba a Dios en seguida, a su fe pura, suave, fácil, firme, graciosa.El hijo… tenía veinte años. Venía del mundo, de las disputas de los hombres. La muerte de su padre le había herido en lo más hondo de las en entrañas, en el núcleo de las energías que nos ayudan a resistir, a esperar, a venerar el misterio dudoso. A veces le irritaba la resignación de su madre ante la común desgracia; sentía en sí algo de la hiel de Hamlet; veía en el fervor religioso de su madre el rival feliz de su padre muerto.Era estudiante, era poeta, era soñador. Su alma no se había separado de la fe de su madre en arranque brusco, ni por desidia y concupiscencia; como el gorrión en la iglesia aldeana, su espíritu entraba y salía en la piedad ortodoxa… Leía, estudiaba, oía a maestros de todas las escuelas; su absoluta sinceridad de pensamiento le obligaba a vacilar, a no afirmar nada con la fuerza que él hubiera sabido consagrar al objeto digno de una adhesión amorosa definitiva, inquebrantable. Padecía en tal estado, consumía en luchas internas la energía de una juventud generosa; pero por lo pronto sólo amaba el amor, sólo creía en la fe, sin saber en cuál; tenía la religión de querer tenerla. Y en tanto, seguía a la madre al templo, donde sabía que estaba cumpliendo una obra de caridad sólo al complacer a la que tanto quería. Además, su alma de poeta seguía siendo cristiana; los olores del templo aldeano, su frescura, su sencillez, el silencio místico, aquella atmósfera de reminiscencias voluptuosas de la niñez creyente y soñadora le embriagaban suavemente; y, sin hipocresía, se humillaba, oraba, sentía a Jesús, y repasaba con las ideas las grandezas de diecinueve siglos de victorias cristianas. Él era carne de aquella carne, descendiente de aquellos mártires y de aquellos guerreros de la cruz. No, no era un profano en la iglesia de su aldea, a pesar de sus inconstantes filosofías.La madre, del pensamiento del padre muerto pasaba al pensamiento del hijo… acaso amenazado de muerte más terrible, de muerte espiritual, de impiedad ciega y funesta. Recordaba las lágrimas de Santa Mónica; pedía a Dios que iluminase aquel cerebro en donde habían entrado tantas cosas que ella no había transmitido con su sangre, que no eran de sus entrañas. En sus dolorosas incertidumbres respecto de la suerte moral de su hijo, su imaginación se detenía al llegar a la idea de la posible condenación. Aquel infinito terror, sublime por la inmensidad del tormento, no llegaba a dominarla, porque no concebía tanta pena. ¡El infierno para su hijo! ¡Oh, no, imposible! Dios tomaría sus medidas para evitar aquello. Las almas eran libres, sí; podían escoger el mal, la perdición… pero Dios tenía su Providencia, su Bondad infinita. El hijo se le salvaría. ¡A la oración! ¡a la oración para lograrlo!Los dos, absortos, llegaron a olvidarse del tiempo, a salir de la sombra del péndulo que va y viene, en la cárcel del segundo que mide, eterno presidiario. Aquel fue el milagro. La previsión, el temor que imagina vicisitudes futuras, se cuajaron en realidad; se les anticipó la vida en aquellos instantes de meditación suprema.* * *Para el hijo, el argumento poético de la fe se iba alejando como una música guerrera que pasa, que habla, cuando está cerca, de entusiasmo patriótico, de abnegación feliz, y después al desvanecerse en el silencio lejano deja puesto a la idea de la muerte solitaria. El no pensar en los grandes problemas de la realidad con el acompañamiento sentimental de los recuerdos amados, de la tradición sagrada, llegó a parecerle un deber, una austera ley del pensamiento mismo. Como el soldado en la guerrilla se queda solo ante el peligro, acompañado de las balas enemigas, ya sin la patria, que no le ve en aquella agonía, sin música animadora, sin arengas, sólo con la guerra austera, como la pinta Coriolano el de Shakespeare, así aquel pensador sincero se quedaba solo en el desierto de sus dudas, donde era ridículo pedir amparo a una madre, a la infancia pura, como lo hubiera sido en un duelo, en una batalla. Buena o mala, próspera o contraria, no había allí más ley que la ley del pensar. Lo que fuera verdadero, aunque fuera horroroso, eso había que creer. Como el valiente, que lo es de veras, no cree tener un amuleto que le libra de las balas, sino que se mete por ellas seguro de que pueden pasar por su cuerpo como pasan por el aire; así pensaba, con valor; pero la juventud se marchitaba en la prueba: el corazón se arrugaba, encogiéndose. Dudando así, escapaba la vida. Las ilusiones sensuales perdían el atractivo de su valor incondicional; al hacerse relativas, precarias, se convertían en una comedia alegre por su argumento, triste por la fatal brevedad y vanidad de sus escenas. No se podía gozar mucho de nada. La ilusión del amor puro, de la mujer idealizada, se desvanecía también; sólo quedaba de ella jirones de ensueño flotando dispersos, desmadejados a ras de tierra, como el humo de la locomotora, el que huye por los campos con patas de araña gigante, disipándose un poco más a cada brinco sobre los prados y entre los setos.La lógica lo quería; si la gran Idea era problema, ensueño tal vez, la mujer ensueño era fenómeno pueril, vulgaridad fortuita en el juego sin sentido y sin gracia de las fuerzas naturales…Quedaba la naturaleza. Y el pensador, que ya no esperaba nada del amor, del cielo vaporoso fantástico, se puso a amar el terruño y su producto con la cabeza inclinada al suelo. Fue geólogo, fue botánico, fue fisiólogo… el mundo natural sin la belleza de sus formas aparentes todavía puede mostrarse grande, poético, pero triste, a veces horroroso, en su destino, como un Edipo; la naturaleza llegó a figurársela como una infinita orfandad; el universo sin padre, daba espanto por lo azaroso de su suerte. La lucha ciega de las cosas con las cosas; el afán sin conciencia de la vida, a costa de esta vida; el combate de las llamadas especies y de los individuos por vencer, por quedar encima un instante, matando mucho para vivir muy poco, le producía escalofríos de terror; eterna tragedia clásica, con su belleza sublime, misterioso, sí, pero terrible.Pasaba la vida, y como en una miopía racional, el espíritu iba sintiéndose separado por nieblas, por velos del mundo exterior, plástico; volvían con más fuerzas que en la edad de los estudios académicos, las teorías idealistas a poner en duda, a desvanecer entre sutilezas lógicas la realidad objetiva del mundo; y volvía también con más fuerza que nunca la peor de las angustias metafísicas, la inseguridad del criterio, la desconfianza de la razón, dintel acaso de la locura. Un doloroso poder de intuición demoledora de análisis agudo, como una fiebre nerviosa, iba minando los tejidos más íntimos de la conciencia unitaria, consistente: todo se reducía a una especie de polvo moral, incoherente, que por lo deleznable producía vértigo, agonía…* * *El pensamiento de la madre, en tanto, volaba a su manera por regiones muy diferentes, pero también siniestras, obscuras. El hijo se le perdía. Se apartaba de ella, y se perdía. Muy lejos, ella lo sentía, vivía blasfemando, olvidado del amor de Dios, enemigo de su gloria. Era como si estuviera loco; pero no lo estaba, porque Dios le pedía cuenta de sus actos. Era un malvado que no mataba, ni robaba, ni deshonraba… no hacía mal a nadie, y era un malvado para Dios. Y ella rezaba, rezaba, rezaba para sacarle de aquel abismo, para atraerle al regazo en que había aprendido a creer.Cosa rara; le veía en tierra, de rodillas, en un desierto, sin comer, sin beber sin flores que admirar, sin amores que sentir, triste, solo, de hinojos siempre, las manos levantadas al cielo, los ojos fijos en el polvo, esperando sin esperanza; maldito y a su modo inocente, réprobo sin culpa, absurdo doloroso para las entrañas de la madre y de la cristiana.«¡Más vale enterrarlo», pensaba ella. «Que viva poco y de prisa, si ha de vivir así». Y ella misma le iba haciendo la sepultura, arrojando nieve en derredor del cuerpo inmóvil del anacoreta condenado; en vez de tierra, nieve. Ya caía nieve sobre él, ya le llegaba a los hombros, ya le cubría la cabeza… ¡Señor, sálvale, sálvale, antes que desaparezca bajo la nieve en que lo sepulto!* * *En una crisis del espíritu del hijo, las cosas empezaron a tener un doble fondo que antes no les conocía. Era un fondo así, como si se dijera, musical. Mientras hablaban los hombres de ellas, ellas callaban; pero el curioso de la realidad, el creyente del misterio, que, a solas, se acercaba a espiar el silencio del mundo, oía que las cosas mudas cantaban a su modo. Vibraban, y esto era una música. Se quejaban de los nombres que tenían; cada nombre una calumnia. La duda de la realidad era un juego de la edad infantil del pensamiento humano; los hombres de otros días mejores apenas concebían aquellas sutilezas. Todo se iba aclarando al confundirse; se borraban los letreros de aquel jardín botánico del mundo, y aparecía la evidencia de la verdad sin nombre. Ya no se sabía cómo se llamaba en griego el árbol de la ciencia, que ahora no servía de otra cosa que de fresco albergue, de sombra para dormir una dulce siesta, confiada, de idilio. Volvía, de otra manera, la fe; los símbolos seguían siendo venerables sin ser ídolos; había una dulce reconciliación sin escritura ni estipulaciones; era un trabado de paz en que las firmas estaban puestas debajo de lo inefable.Lo que no volvía era el entusiasmo ardiente, la inocencia graciosa en el creer; había un hogar para el alma, pero el ambiente, en torno, era de invierno. Los años no se arrepentían.* * *La madre sintió que el alma se le aliviaba de un peso horrendo. Cesó la pesadilla. La brisa le trajo hasta el rostro los aromas del bosque vecino; en cuanto gozó aquella dulzura pensó en el hijo, no según le veía en los ensueños; en el hijo que meditaba a su lado. Volvió hacia él suavemente la cabeza. El hijo también miró a la madre… Apenas se conocieron. El hijo era un anciano de cabeza gris; la madre un fantasma decrépito, una momia viva, muy pálida. El hijo se puso en pie con dificultad, encorvado; tendió la mano a la madre y la ayudó a levantarse con gran trabajo; la pobre octogenaria no podía andar sin el báculo de su hijo querido, viejo también, si no decrépito.La besó en la frente. Se santiguó con mano trémula frente al altar mayor: comprendía y agradecía el milagro. El hijo volvía a crecer, había hecho el viaje redondo de la vida del pensamiento; no había más sino que en aquella lucha se había ganado la existencia; él ya era un anciano, y ella, por otro portento de gracia, vivía en la extrema decrepitud, próxima al último aliento, pero feliz, porque había durado hasta ver al hijo otra vez en el regazo de la fe materna. Sí, creía otra vez; no sabía ella cómo ni por qué, pero creía otra vez. Se acercaron a la puerta de columnas labradas con extraños dibujos; tomó la madre agua bendita de la pila y la ofreció al hijo, que humedeció la mente arrugada y cubierta de nieve.En el pórtico se detuvieron. La madre no podía andar abrumada por el cansancio. Sonrió, tendiendo la mano hacia el ataúd de los pobres, una caja de pino, sucia, manchada de lodo y cera, colgada en el muro blanco.Y con voz apagada, al perder el sentido, la anciana feliz exclamó:—¡En esa… mañana… en esa!…"
El trayecto por el Monte Areo constituye, en la famosa etapa "industrial" entre Gijón/Xixón y Avilés, y junto con el que realizaremos por El Valle, un intermedio rural y natural, pese a las plantaciones intensivas y crecientes de especies de crecimiento rápido, entre dos áreas sumamente industrializadas por varias factorías, pero entre las que predomina indiscutiblemente la de las antiguas factorías siderúrgicas de Uninsa y Ensidesa que posteriormente pasaron a ser las dos la segunda y, más adelante y tras sucesivas denominaciones y avatares, fueron y son hasta ahora, ArcelorMittal, parte del gran emporio del "gigante del acero" a nivel mundial
La concentración parcelaria acometida en los años 1980 permitió la revalorización y preservación de varios campos de túmulos pero parece ser también afectó al Camino, si bien no sabemos qué partes de su trazado están, aunque transformadas, allanadas y ensanchadas, más o menos intactas y qué partes cambiadas. Lo cierto es que las señales de aplanamiento y desmonte lateral son evidentes en esta vía
A lo lejos, el barrio de Sebades en Logrezana/Llorgozana da paso al de La Rebollada, en Guimarán o Quimarán, también en Carreño, donde clarín tenía su quinta, que sin embargo aún no vemos desde aquí
En las bifurcaciones siempre ha de haber un mojón, o al menos alguna flecha. El recorrido por el monte dura un buen trecho, si bien existió un desvío, no señalizado actualmente, que bajaba al barrio El Fondo, donde en la venerada capilla de Los Remedios de Guimarán, patrona de Carreño, se conoce del paso de peregrinos, pues había venta
Trecho muy llano también este, donde el camino serpentea levemente, aunque predominan las rectas
Paisajes de El Valle, de nuevo comprobamos la prominencia del Monte Areo, pese a su escasa altura, sobre su entorno, este el de las parroquias occidentales del concejo de Carreño, que se prolonga hacia Corvera y Avilés
El Camino, por La Torre y Los Celleros, sigue al oeste rumbo a Avilés cerca de la antigua caja ferroviaria de El Estratégico, línea férrea para el Ferrocarril Ferrol Gijón que no llegó a inaugurarse por aprovecharse la preexistente de El Carreño. Fue acondicionada hace unos años como vía verde y esta es su historia, sacada de la Fundación de Ferrocarriles de España:
"En 1902 la Sociedad “Minas de Hierro y Ferrocarril de Carreño” logra del Gobierno la concesión para la construcción de un ferrocarril minero de Aboño a Candás (con ramales a Caoyanca, Piedeloro y Regueral), para el transporte del mineral de hierro extraído de las minas de consejo.
La inauguración oficial de la línea se produce el 8 de junio de 1909, fecha en que se realizó el viaje inaugural, entre Candás y Aboño. Aunque nació como ferrocarril minero, en 1910 ya empieza a transportar viajeros. Sin embargo, los resultados económicos fueron tan malos que llevaron a la liquidación de la sociedad, en agosto de 1915. En esta coyuntura el Marqués de Urquijo, principal acreedor de la sociedad, asume el control total de su actividad. El 11 de junio de 1917 se construye la nueva “Compañía del Ferrocarril de Carreño S.A.”; empresa que sería conocida como “El Carreño”.
El Marqués de Urquijo da un decidido impulso al servicio de viajeros y realiza otras innovaciones técnicas y de esta manera, a lo largo de la década de los 50 “El Carreño” mejora sus resultados económicos. Sin embargo, el cierre en 1967 de las minas de hierro de Llumeres (principal origen del tráfico de mercancías de la empresa) da comienzo a una larga agonía de la empresa, que llevó el cierre de la misma el 10 de enero de 1974. La línea acabó integrada en la por entonces FEVE, pasando a ser el tramo Avilés-Gijón de la línea Ferrol-Gijón. “El Carreño” fue el último ferrocarril privado asturiano y uno de los últimos de la cornisa cantábrica.
Además de “El Carreño”, la otra gran obra ferroviaria de servicio público que se acometió en el municipio es el tendido de la línea Ferrol-Gijón, más conocido como el “Ferrocarril Estratégico”. Esta obra, de muy larga gestación, nunca fue concluida y acabó siendo abandonada.
Los orígenes de esta línea ferroviaria se remontan a finales del siglo XIX, época en la que existía el deseo de unir por ferrocarril la base naval de Ferrol con las fábricas de armas de Trubia y Oviedo y con el puerto de Gijón, a lo largo de la costa de Galicia y Asturias. A finales del 1922 se iniciaron las obras, poco tiempo después de que la “El Carreño” inaugurase su propia línea. Justo antes de la Guerra Civil se acopiaron en Gijón los materiales necesarios para la instalación de la vía, pero el inicio de la contienda interrumpió dicha instalación. Las obras de construcción quedaron paralizadas por las difíciles circunstancias de la Posguerra."
"Esta fuente conocida con el nombre de Les Xanes, está situada en el prado conocido como el pastu Torío en el Valle Baxu, núcleo de población más grande de la parroquia del Valle. Es de titularidad pública, con lavadero de dos piedras. Cuéntase que en la Fonte Les Xanes existían algunas Xanas que además de lavar sus ropas cuidaban las de las vecinas, cuando éstas en algunas noches las dejaban tendidas al sereno. Al ir a recogerlas sus dueñas de madrugada las encontraban plegadas y secas, pese a estar el césped mojado por la orbayada. Eran las gentiles Xanas las que secaban y recogían cuidadosamente las ropas.
Esta fuente está emplazada en el antiguo camino de peregrinos a Santiago por la costa asturiana a su paso por Carreño, en la Cuesta Ramos, camino amplio que baja del Areo al núcleo de Santolaya, atravesando los núcleos de La Vereda y Xanes. Este camino se le denomina "Los Ramos" porque en la subida a esta zona hay y, seguramente hubo muchos más árboles y arbustos."
"Carreño está inmerso en la conservación de su patrimonio etnográfico. Fuentes y lavaderos con un importante valor no solo por su arquitectura sino también por la función social que cumplieron en todo el concejo durante años. En tan solo cuatro meses han reparado y limpiado más de una decena de estas infraestructuras desde la parroquia de Pervera hasta Ambás, pasando por Guimarán y El Valle. Una primera línea de acción que prevén seguir desarrollando en lo que queda de mandato.
La zona rural del concejo es prolífica en fuentes y manantiales que fueron aprovechados mediante la construcción de recintos multifuncionales combinando fuentes, lavaderos y abrevaderos, «que han servido desde la mitad del siglo XX como respuesta a los servicios más demandados por la vecindad». En este sentido, el gobierno local ha constatado a lo largo de los años «un particular interés en la gente» por su conservación, ya «que en el pasado enmarcaron con sus perfiles la vida diaria de los vecinos y de las vecinas, pero que, con el transcurso del tiempo y el desuso, se hallaban en serio riesgo de desaparición».
Los trabajos de conservación están siendo desarrollados a través de la especialidad de 'Limpieza en Espacios Abiertos e Instalaciones Industriales' del taller de empleo Descubriendo Carreño, promovido por el Ayuntamiento y cofinanciado por el Servicio Público de Empleo del Principado. Los participantes realizan las respectivas labores de mantenimiento como el retirado toda la vegetación y el lodo que inundan las balsas, el desbroce de los entornos, limpieza de los canales de desagüe y retirada de las hierbas de los pavimentos de acceso.
Hasta el momento han actuación en el lavadero El Valle (Pervera); las fuentes del Cellero, Don Pedro, el Nolo y de Los Rosales, los lavaderos de Guillermo y La Reguera y la fuente-lavadero de La Villa (Guimarán); la fuente de Sopeñes, Fonte Les Xanes, el lavadero y calero del Cueto (El Valle); y la fuente-lavadero de La Reguera (Ambás)."
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por tu visita y contribuir con tu comentario... Únete a la Página Oficial en Facebook para descubrir nuevos contenidos....Ultreia!