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miércoles, 31 de julio de 2013

EL FONTÁN: PLAZA Y MERCADO (OVIEDO/UVIÉU, ASTURIAS) LAS CASAS DE SOPORTALES, EL CORRAL DE COMEDIAS, LOS PALACIOS Y EL CAÑU, CAMINO DEL ARCO DE LOS ZAPATOS, LAS ESCUELAS Y EL MERCADO CUBIERTO

El Fontán y al fondo la calle Magdalena, paso del Camino del Salvador

Prácticamente al lado mismo de la calle Magadalena, paso del Camino del Salvador, y de la Plaza de la Constitución, por donde discurre el mismo Camino, dirigiéndose a la Sancta Ovetensis o catedral del Salvador, unos edificios de soportales llamarán sin duda la atención del peregrino, es El Fontán, plaza y mercado emblemáticos de la ciudad de Oviedo/Uviéu, con sus edificios de soportales formando un gran rectángulo y rodeados de más casas de época, palacios barroca, una antigua iglesia jesuítica, origen de la 'urbanización' del lugar, una artística fuente y otros elementos de sumo interés que merece la pena conocer


Se celebra animado y concurrido mercadillo los jueves sábados y domingos, el mercado cubierto todos los días menos los festivos y numerosos establecimientos hosteleros sacan sus terrazas a la calle, existiendo también en todo su contorno tiendas y comercios, los más especializados en productos asturianos


En el interior del rectángulo que forman los edificios centrales de la plaza un gran patio, también porticado, es un acogedor lugar de encuentro y animación, también con terrazas y, en muchas ocasiones, bailes asturianos al son de la gaita y del tambor y otros festejos y eventos



En lo que ahora es todo un barrio había un fontán, que fue lo que le dio nombre, un manantial fuera de las murallas que forma una charla o laguna, muy posiblemente uno de los primeros aportes de agua a la antigua ciudad intramuros desde la alta Edad Media, alimentada por varios arroyuelos y al lado del Camín Real, antecesor de la que luego fue la dieciochesca Carretera de Castilla, que es ahora la calle Magdalena, a lo largo de la que la ciudad fue saliendo de su muralla hacia el sur; muy posiblemente una antigua vía romana Astúrica Augusta (Astorga) a Lucus Asturum (Llugo de Llanera) y a Noega, ya en la cercana costa


Este espacio extramuros perteneció al desamortizado y extinguido monasterio de Santa María de la Vega (donde luego se hizo la Fábrica de Armas, entrada del Camino Norte de Santiago en el centro urbano), y a la charca llegaban los regatos de las cercanías, campos y alguna casería del extrarradio por entonces. Leemos en la Enciclopedia de Oviedo:
" existía efectivamente un fontán en esta zona de Oviedo, perteneciente al Monasterio de Santa María de la Vega, al que aportaban además sus aguas riachuelos del entorno, convirtiéndolo en una auténtica laguna que desaguaba en la parte baja de la Calle Rosal y seguía hasta los Pozos, sumiéndose en ellos. Los topónimos Fontán y Rosal figuran ya en un documento de 1237 recopilado más tarde por Jovellanos. Otro documento, fechado en 1376 y conservado en forma de pergamino en la Catedral de Oviedo hace también referencia al Fontán."

La existencia de agua al lado del principal camino de acceso a la ciudad desde el sur (y acaso la más importante de sus entradas) y a sus mismas puertas (Puerta de Cimadevilla, donde se hizo el Ayuntamiento actual en el siglo XVII -Plaza de la Constitución), favoreció que "los campesinos, que vivían en las afueras de la ciudad, se acercaban hasta este lugar a vender sus productos (leche, verduras, quesos, gallinas, etc.); con este incesante movimiento no tardaron en aparecer los artesanos tales como herreros, cesteros, etc"., como leemos en Wikipedia


Esta afluencia de gentes se vería incrementado con la obligación, desde el incendio de la Nochebuena de 1521 que arrasó la ciudad a causa de un horno de pan en la calle Cimadevilla (continuidad intramuros de la calle Magdalena, de la instalación de estos hornos fuera de la muralla o cerca, a los que acudía la gente a su calor y alimento


El trasiego y paso continuo y en aumento por la zona, unido al incipiente crecimiento urbano fuera de sus muros iría transformando la laguna en insalubre y en un lodazal. Los documentos hablan que incluso hubo algún ahogado, por ello en el siglo XVI se decide secar el fontán y aprovechar el manantial para hacer una fuente y lavadero públicos, obra acabada en 1559:
"El 19 de agosto de 1523 los regidores de la Ciudad y el Concejo resolvieron desecar el Fontán por ser un foco de infecciones y por haberse ahogado allí varias personas; las labores de desecación no culminarían hasta 1559 construyéndose entonces una fuente y un lavadero, que al parecer se intentó trasladar a la Plaza Mayor en 1600, y otras infraestructuras públicas."

La siguiente fase fue construir, y el precedente y, a la vez, 'detonante' fue la construcción, entre 1576 y 1587 y justo al lado de la muralla, al norte de El Fontán, del Colegio de San Matías, de los jesuitas, por disposición testamentaria de Magdalena de Ulloa, viuda del mayordomo de Carlos V, consejero de Estado y Guerra y presidente del Consejo de Indias Luis Méndez Quixada, padres adoptivos de Jeromín, el futuro Don Juan de Austria. Con los materiales sobrantes de la construcción se allanó definitivamente el terreno para configurar la plaza, que quedó dispuesta para la celebración de mercados y romerías


El Colegio de San Matías, al lado de la iglesia de esta advocación que tardó cien años en hacerse, favoreció esta disposición, la cual dio origen a esta calle, llamada posteriormente calle Fierro por ser ubicación del mercado de clavos y similares, 'clavazón' y a la misma calle del Fontán, la transversal a su izquierda, donde se construyeron, inmediatamente después de acabado el colegio, las escuelas municipales de El Fontán


La primera normativa de edificación fue elaborada por el arquitecto Marcos de Velasco, también a cargo de las obras de la Plaza Mayor y del remate de las del Ayuntamiento, en 1660, al oeste de la plaza y en lo que luego sería el Arco de los Zapatos, aunque fue conculcada, pero sí se proyectaron seis años después un patio de comedias, un hospital para huérfanos y un mesón


En 1687 el primer duque del Parque quiso arrendar una casa municipal al lado del citado corral de comedias, aunque sería en 1723 cuando su hija Isabel Trelles Agliata y Valdés, casada con el marqués de Valdecerrato, edificaron este palacio, con proyecto Francisco de la Riva Ladrón de Guevara, al sur-suoreste de la plaza, cuya explanada pasaría a llamarse en 1814 Plazuela de Daoiz y Velarde en homenaje a los protagonista de la rebelión del 2 de mayo en Madrid seis años atrás, comienzo de la francesada o Guerra de la Independencia


El impulso definitivo fue cuando en 1792 se construyeron treinta y seis tiendas siguiendo el perímetro interior de El Fontán, así como cuatro casas-torre en cada una de sus esquinas. Su cubierta era de pizarra y tenían, como vemos ahora, soportales al exterior y al interior del rectángulo de la plaza, proyecto de Francisco Pruneda. Su función era la de ser comercios, pero a la hora de construir, las alturas pensadas no se respetaron y se dejaron al albedrío de los propietarios. Leemos en Wikipedia:
"El 11 de junio de 1792 el Ayuntamiento acomete una de las reformas más importantes hasta aquel entonces. Esta reforma, dirigida por el arquitecto municipal asturiano Francisco Pruneda y Cañal, pretendía dejar la plaza como un lugar rectangular, abierto por cuatro entradas y con cuarenta casillas o departamentos para tiendas, de planta y piso, recorridas en su perímetro interior y externo por un pórtico de columnas. La obra concluyó sin que se siguiera el proyecto inicial lo que produjo la existencia de varias alturas en la plaza. Los almacenes de las tiendas se fueron convirtiendo en viviendas de inquilinos y varios edificios se modificaron durante el siglo XIX aunque con ello no llega a perder el espíritu con el que fue concebida inicialmente."

Mientras, la casa de comedias fue varias veces reformada y rehecha entre 1799 y 1849, llegando a poder albergar al final a unos seiscientos espectadores. Cayó en desuso desde que se abrió en la ciudad el Teatro-Circo Santa Susana (1884) y, sobre todo, el Teatro Campoamor (1882), llegando a pensarse derribarla en 1901, aunque se ha conservado la fachada. Es actualmente y desde 1987 la Biblioteca Pública Ramón Pérez de Ayala


Al lado, el Palacio del Marqués de San Feliz o del Duque del Parque pasó en 1794 a ser, tras pasar a propiedad del Ayuntamiento, a ser almacenes y oficinas de la primitiva Fábrica de Armas de Oviedo, "fue también fábrica de tabacos, sede del Colegio Santa Cecilia, del Colegio Santo Ángel y durante el cerco a Oviedo en la Guerra Civil española las autoridades franquistas lo utilizaron como ayuntamiento", nos dicen también en la Enciclopedia de Oviedo


La Compañía de Jesús fue expulsada de España en 1767 por orden del Conde de Aranda, en tiempos de Carlos III, acusados de instigar el motín contra Esquilache, por lo que su iglesia pasó a ser la parroquial de San Isidoro El Real según disposición del Consejo de Castilla en 1868. A su vez, el Colegio de San Matías pasó a ser alfolí o almacén de sal y, posteriormente, con la Revolución Gloriosa de 1868, a cuartel. Fue derribado en 1873 para hacer el mercado cubierto de El Fontán con planos del arquitecto Javier Aguirre Iturralde, construido entre 1882 y 1885


El rectángulo central de casas porticadas languidecía  cuando el escritor ovetense Ramón Pérez de Ayala escribía en su novela Tigre Juan y el curandero de su honra, publicada en 1926, en la que decía de este lugar, al que llama Pilares:
"Un ruedo de casas corcovadas, caducas, seniles. Vencidas ya de la edad, buscan una apoyatura sobre las columnas de los porches. La plaza es como una tertulia de viejas tullidas, que se apuntalan en sus muletas y hacen el corrillo de la maledicencia. En este corrillo de viejas chismosas se vierten todas las murmuraciones y cuentos de la ciudad. La plaza del mercado es el archivo histórico de Pilares "

En 1981 la Dirección General de Patrimonio Artístico restaura la Plaza, si bien su deterioro continúa, por lo que se toma la decisión, muy polémica, de derribarla entera en 1996, a excepción de Casa Ramón, rehabilitada por su propietario, y volver a levantarla tal cual era, reconstruida totalmente lo más fielmente posible, siendo inaugurada el 7 de mayo de 1997 por el alcalde Gabino de Lorenzo Ferrera


Precisamente podemos acercarnos a El Fontán empezando por la citada Casa Ramón, que es la primera que ven los peregrinos que, caminando por la calle Magdalena en dirección al Ayuntamiento y la catedral, miran a la izquierda desde el cruce con la calle Juan Botas, por la que pueden acceder a esta plaza, desviándose ligeramente del Camino y dejando a la izquierda el Palacio de Vistalegre, del siglo XVII y que fue sede de la Real Audiencia en 1718, y a la derecha un edificio de viviendas del siglo XIX, muy reformado. De ambos hablamos ampliamente en la entrada del blog dedicada a dicha calle


Aquí, recalcamos, nos aparamos del Camino para conocer la plaza, recorriéndola, pero es fácil retomarlo prontamente en cualquier momento porque nunca nos alejaremos demasiado. De frente tenemos Casa Ramón, a su izquierda la Plazuela de Daoiz y Velarde, al fondo el antiguo Teatro del Fontán o corral de comedias, actual Biblioteca Pérez de Ayala...



A nuestra derecha, la calle Fierro, una de las que configuró uno de los lados de la plaza, el oriental, la del antiguo mercado de hierros o clavazones que se vendían en les tiendes del aire, puestos de venta de quita y pon hechos de tela


Y al fondo, mirando al norte, reconocemos la torre de la iglesia de San Matías, la del colegio jesuita que es ahora la parroquial de San Isidoro El Real, cuya fachada principal mira al oeste, a la derecha, a la Plaza de la Constitución o antigua Plaza Mayor. A sus pies reconocemos el mercado cubierto, donde estuvo antes el colegio propiamente dicho. Aquí de frente y a nuestra derecha, el Bar Prida, bajo las galerías acristaladas de estos edificios que miran al mercado


Nosotros vamos a seguir todo de frente con la idea de dar la vuelta entera a la plaza, pasando primeramente frente a la terraza de Casa Ramón, fundada en 1933, en Dirección a la Biblioteca Ramón Pérez de Ayala (al fondo). A esta casa le dedica el escritor José Ignacio Gracia Noriega un episodio de su serie Territorios perdidos titulado Casa Ramón. De la descripción de Pilares de Tigre Juan a la actual sidrería y publicado en La Nueva España del 9-4-2004:
"La plaza del Fontán es tal como la describe Ramón Pérez de Ayala al comienzo de su novela «Tigre Juan»: «La plaza del mercado, en Pilares, está formada por un ruedo de casucas corcovadas, caducas, seniles. Vencidas ya de la edad, buscan una apoyatura sobre las columnas de los porches». Tales palabras figuran en una lápida colocada en la pared de una de las casas por el Ateneo de Oviedo el año 1969, siendo su presidente Luis María Fernández Canteli, el cual, aun tratándose de personalidad de muchos méritos, tanto en el aspecto político como en el cultural, no ha conseguido que hasta el momento su nombre figure en alguna de las calles de Oviedo: lo que resulta absolutamente incomprensible e inexplicable. En estos momentos se está moviendo concederle una calle a ovetense tan ilustre: esperemos que de una vez el Ayuntamiento de Oviedo cumpla con Luis María Fernández Canteli como él cumplió con la ciudad y el Ayuntamiento. 
La página inicial de «Tigre Juan» continua del siguiente modo: «La plaza es como una tertulia de viejas tullidas que se apuntalan en sus muletas y muletillas y hacen el corrillo de la maledicencia. En este corrillo de viejas chismosas se vierten todas las murmuraciones y cuentos de la ciudad. La Plaza del Mercado es el archivo histórico de Pilares». Este «archivo histórico» fue uno de los espacios más concurridos de la ciudad desde el siglo XVIII, tanto cuando el centro de Oviedo estaba en Cimadevilla como al desplazarse hacia la calle Uría y el ensanche. Especialmente animado está los jueves y los sábados. Los lunes, en cambio, aparece bajo un aspecto más mustio: ese día cierran dos de sus establecimientos hosteleros más característicos, Casa Amparo, en el Arco de los Zapatos, y Casa Ramón, en el propio ruedo de la plaza con entrada también por la plaza de Daoíz y Velarde. El Fontán, como buena plaza de mercado, estuvo siempre relacionado con una gastronomía seria, sustanciosa y contundente. Aquí nació la «carne gobernada» que guisaban las antiguas guisanderas en sus «cajones» a comienzos del pasado siglo y que la clientela no solo consumía en el mismo sitio sino que preferentemente la llevaba a sus casas en tarteras para que fuera el plato principal de la mesa en días de repicar gordo. En un artículo autobiográfico, el político Indalecio Prieto, nacido en la vecina calle de la Magdalena, recuerda la copla:

Adiós, plaza del Fontán,
consuelo de mi barriga,
por donde dos cuartos dan
buenas fabes con morcilla.

Estos versos probablemente constituyan uno de los primeros testimonios de la fabada, la cual, como repetía el difunto José Caso, el eminente jovellanista y rector de la Universidad de Oviedo, dista mucho de ser un plato rústico y antiguo, sino más bien moderno y urbano, es decir, de condición burguesa; y en cuanto a su antigüedad, podría fecharse a finales del siglo XIX, en que aparece mencionada también en unos versos de Teodoro Cuesta para demostrar la superioridad gastronómica de Asturias sobre Andalucía, en la famosa polémica poética con el gaditano Diego Terrero en torno a las respectivas virtudes (y defectos) de las provincias natales de los dos poetas contendientes. En cualquier caso, el plato característico del Fontán fue la «carne gobernada» antes que la fabada, plato que no tardaría en alcanzar tan gran éxito que en poco tiempo se ha convertido en representativo de la cocina asturiana y, según Julio Camba, de la regional española, junto con la paella.

El Fontán es lugar indispensable de la gastronomía ovetense. En la actualidad, son varios los bares que se encuentran en el recinto de la plaza. Pero a comienzos de los años setenta del pasado siglo, esta hostelería se reducía a Casa Amparo, que era más bien bar de vinos, y al restaurante Casa Bango, uno de los más conocidos de la ciudad, en el Arco de los Zapatos; a La Caleyina, que todavía continúa sirviendo cocina casera en la que destacan las verduras rellenas de carne, y dentro de la plaza, con salida al Arco de los Zapatos, el bar de Delmiro, uno de los más peculiares y pequeños de Oviedo, ya que por no tener, no tenía rótulo ni barra, haciendo las funciones de tal una mesa o una banqueta. El público que acudía a él parecía sacado de una novela de Gorki.Y dentro del mercado estaba la cantina, de la que salían imponentes y jugosos bocadillos de calamares, de bonito en escabeche con mayonesa, etcétera, regida por Antonio el de Pravia, que, a la hora del café, salía a repartir cafés entre las vendedoras en una bandeja de latón que manejaba con la maestría de los grandes camareros de los cafés de antaño. A este Fontán antiguo como una reliquia del pasado y bullicioso como algo que se mantiene muy vivo, vino a establecerse Ramón el año 1973 en un local inverosímilmente reducido de 35 m.², donde el espacio estaba aprovechado al máximo: la cocina se encontraba debajo del arranque de la escalera, la barra era mínima y las cuatro mesas producían tanta rentabilidad como la mesa a la entrada de «La Goleta». En esas mesas se servían desayunos, comidas y cenas sin parar; de manera que los desayunos llegaban hasta la hora de la comida, aunque a partir de entonces hasta las cenas había unas merecidas horas de reposo. Ramón había nacido en Cortes, en Salas, al lado de la mayor mancha de encinas de Asturias, y trabajado en Madrid, en Botín y en Boccaccio, entre otros lugares. Terminado el servicio militar, su aspiración era ser auxiliar de vuelo de Iberia, pero derivó hacia la hostelería y a su regreso a Oviedo se estableció en el Fontán, lo que representó para él un riesgo cierto, ya que por aquellos 35 m.² había pagado 800.000 pesetas de traspaso: una fortuna, para la época.Casa Ramón era, sin duda alguna, uno de los bares más pequeños de Oviedo, un poco mayor que el de Ludi en la calle Covadonga, muy próximo a la de San Bernabé, y El Barín, frente al cine Filarmónica. No obstante, no tardó en adquirir una clientela que a partir del mediodía no se reducía a la humanidad habitual del mercado. El caldo de pixín, espeso y picante, al precio de cinco pesetas, era uno de sus reclamos, y en verdad era un caldo capaz de competir con el famoso del bar Azpiazu. Ramón trabajó el pixín desde sus comienzos, y fue el primero en servir en Oviedo el pixín negro. Hasta entonces, nadie lo quería, cuando es el auténtico pixín. Pero es comprensible, tratándose de uno de los peces más feos del mar, y encima negro... Mas es también de los más sabrosos, por lo que su prestigio se afianzó en pocos años.

No sólo el caldo y el pixín (y el caldo de pixín) cimentaron Casa Ramón. De la cocina salían ininterrumpidamente centenares de pinchos: de chipirones, de pollo, de lomo asado, de jamón y queso, y tapas y platos de albóndigas, de salmón del Narcea, de cigalas que no tardaron en convertirse en otro de los atractivos de la casa con acompañamiento de Tío Pepe. Ramón fue, dentro de los bares de Oviedo, de los primeros en salir de la rutina del vino de tierra de León, de sabor metálico y a prueba de estómagos férreos, sustituyéndolo por vinos nuevos de Rioja, que él iba a buscar directamente, lo que le permitía afinar en el precio. En la actualidad, la tendencia de la clientela se inclina más hacia Ribera de Duero, que Ramón continúa consiguiendo en tratos directos con las bodegas. El vino blanco superior era de Pedro Laiz. El bar abría a las 5.30 de la mañana, fuera invierno o verano, nevara o dominara el Sur, y desde entonces el trajín era incesante en la barra y en la cocina, sirviendo cafés, copas de orujo y anís corriente y caldos hasta la hora del desayuno, y cerraba a las 10 de la noche. Al mediodía ya había hecho la caja. A partir de entonces, lo frecuentaba un público en general que acudía atraído por el caldo o por las cigalas. Y así, año tras año, hasta que en 1993 hace la importante reforma, reabriéndolo en 1996. Fue el único trozo del recinto del Fontán que permaneció en pie durante el reforzamiento de la plaza. En la actualidad, con la fachada pintada de colores vivos y con corredor, y entradas por la plaza y por Daoíz y Velarde, es bar en la planta baja y con la cocina, con un gran horno de leña, y comedor de diecinueve mesas en el piso; un comedor agradable, adornado con un trozo de pared y toba y ventanas a la plaza de Daoíz y Velarde desde las que se contempla la fachada rectangular y armónica del palacio del marqués de San Feliz y el igualitario caño del Fontán, y también un trozo de la calle Magdalena. Decoran el comedor cuadros y grabados de asunto cinegético y un amplio surtido de botellería a la vista: ribeiros, riojas, albariños, etcétera. Se sirve caza de todo tipo en temporada; la sopa de caza, de verduras con el caldo corto de venado o jabalí, el pito de caleya de ocho meses criado con grano al sol y al aire, la verdura con almejas, los cochinillos, el besugo, la chopa, la lubina... Casa Ramón creció, pero su calidad -y éste es su mejor elogio- es la misma que la del viejo y diminuto bar del mercado."


Recorriendo pues esta plaza ahora por su lado sur avanzamos con el rectángulo de edificios porticados a nuestra derecha, en cuyos bajos hay negocios y arriba son viviendas. Del traumático episodio que supuso el derribo de la plaza, con posterior reedificación, enlazándolo con su origen como charca, escribe Rosalía Agudín en el periódico El Comercio del 28-4-2019 con motivo de los Veinte años de la reconstrucción de El Fontán, donde también recaba opiniones de los comerciantes aquí radicados:
«Un ruedo de casas corcovadas, caducas, seniles», Un «corrillo de viejas chismosas» en el que «se vierten todas las murmuraciones y cuentos de la ciudad. La plaza del mercado es el archivo histórico de Pilares». Así describió Ramón Pérez de Ayala El Fontán, que conoció a principios del siglo XX y que ya no es el que era. La «tertulia de viejas tullidas», que se apuntalaban en sus muletas y hacían «el corrillo de la maledicencia» dio signos de fatiga a finales de la centuria pasada. En medio de la polémica, el Ayuntamiento optó con los vecinos por el derribo del conjunto del siglo XVIII y su recreación. Hace ahora, veinte años, el 7 de mayo de 1999, Gabino de Lorenzo, el impulsor de las obras, se dio un baño de masas y aplausos en la inauguración y tres semanas más tarde amplió su mayoría absoluta en un nuevo mandato. 
Pero no todo fue tan fácil. Una jornada antes los operarios aún trabajaban a destajo en el remate de las obras, el PSOE -con Alberto Mortera a la cabeza, que aún militaba en las filas socialistas- denunció que el PP había adjudicado «a dedo» los acabados y la Consejería de Cultura aún no había dicho su última palabra sobre la idoneidad de la reconstrucción. Pero nada de eso importó durante el acto. 
Los accesos al mercado de El Fontán se colapsaron cuando el regidor entró a saludar a los dueños de los puestos, los ovetenses abarrotaron, a pesar de la lluvia, la plaza Daoiz y Velarde y los halagos se sucedieron durante todo el evento, pero los problemas en la estructura llegaron muy pronto. Ana Isabel Balbín, presidenta de la asociación de vecinos de El Fontán, relata que a los «dos meses» se rompió un «capitel junto a los fustes» y la seguridad se vio comprometida. 
Fue entonces cuando iniciaron procedimientos judiciales contra la constructora, que finalizaron varios años después con un acuerdo extrajudicial, pero los dolores de cabeza no solo se limitaron a esta época. También los hubo durante el año de antes del derribo. 
El 5 de junio de 1996 el edificio con entrada por el Arco de los Zapatos, en el que Balbín es propietaria de una vivienda, fue declarado «en ruina». Intentaron arreglarlo, al igual que habían hecho los propietarios de Casa Ramón, y los operarios desmontaron de forma manual las últimas plantas, pero antes de acabar vieron que, si seguían, ponían en jaque toda la plaza que consta de un total de quince edificios: «Se venían abajo el resto y los propietarios tardamos dieciséis meses en ponernos de acuerdo para las obras». 
La pala derribó en 1997 los inmuebles para su posterior reconstrucción y, en contra de la creencia popular, fueron los propietarios quienes pagaron las obras con ayudas de la administración. «Un día me dijeron que El Fontán era de todos, pero que pagaban los de siempre. Es decir, nosotros. Hubo gente que se hipotecó, pero había personas que nos decían que qué suerte habíamos tenido porque pensaban que no los habían dado por sorteo», rememora. Fueron dos años de obras en las que tanto los residentes de los pisos como los comerciantes se tuvieron que buscar la vida. Isabel Alonso, que desde hace 36 años está al frente de la mercería Mariceli, cogió un local en el mercado de El Fontán y allí montó su tienda. «Cuando nos dijeron el tiempo de duración de la rehabilitación no me lo creí. Pensé que iban a durar el doble y de aquella la plaza tenía una tienda de telas y una peluquería». 
Cuando las obras finalizaron negoció con el dueño del local su vuelta y allí sigue desde entonces. «Yo no tuve ningún tipo de problema, pero hubo cambios». Antes de las obras tenía su almacén en el primer piso del edifico y después de la restauración lo cambiaron a un sótano. «Las plantas tenían que ser viviendas y antes de la rehabilitación esta parte estaba llena de grietas por las paredes. A mí me daba miedo. Las obras había que hacerlas sí o sí», concluye. 
Ella es de las que les gusta el resultado final de la restauración, aunque no todos tienen la misma opinión que ella. «Hubo un proyecto para igualar las alturas y de poner las fachadas de piedras, pero eso no era El Fontán», asevera esta comerciante que es una de las que lleva más años en la plaza. 
La más veterana es Maribel de Casa Maribel. Su madre montó en 1946 una tienda de alimentación y antes de las obras la plaza tenía problemas de salubridad. «Era una porquería y ahora está mucho más guapo y limpio». Pero el cambio no solo ha sido para bien. Hay, según añade, un problema: «Ya no hay tantos puestos de fruta y también se han perdido los de madreñas, de leche y huevos», señala esta comerciante que durante los dos años de la reforma buscó otro trabajo. 
Ahora, es ella junto a su hija, Marta, quienes llevan la tienda y dice que muchos de sus clientes son antiguos habitantes del barrio. «No sé qué tiene la plaza que cuando entras, no sales de aquí», añade Balbín que tiene como plan de futuro escribir un libro con la historia de El Fontán. 
De un manantial 
La primera referencia que hay sobre la plaza de El Fontán es del 24 de agosto de 1376. En un pergamino, guardado en el archivo de la Catedral, se explica que un «suelo al canto de El Fontán, en Oviedo, junto a la Puerta Nueva (la hoy en día calle Magdalena) y al Rosal». 
Su nomenclatura, no obstante, es mucho más clara. Esta palabra proviene del bable y designa a un manantial en forma de charco. Y es que esta emblemática plaza, tal y como explica Tolivar Faes en su libro 'Nombres y cosas de las calles de Oviedo' de 1992, era un «manantial que formaba la charca que hubo en el solar hundido en el que se edificó el barrio y además recibía las aguas procedentes del entorno formando una «laguna» 
No fue hasta el 19 de agosto de 1523 cuando los Regidores de la Ciudad y su Concejo dieron la orden de que se secase este manantial. Mandaron «el domingo después de comer y el lunes siguiente» que todos los vecinos debían llevar una «caldera o ferrada» para echar el agua fuera. Pero no se logró una desecación «total ni definitiva» puesto que cuarenta años después exigieron el remate de las obras de secado hasta descubrir su hondura para evitar «las grandes enfermedades que producido al vecindario» y también porque allí se habían «ahogado» algunas personas, continúa relatando Tolivar. 
A finales del siglo XVI se mandó encañar el agua a una fuente y se construyó el colegio de la Compañía de Jesús llamado San María. Esta edificación contribuyó a formar las calles Fierro y Fontán y por aquel entonces se acordó que la plaza tuviese forma cuadrada. 
Los jesuitas fueron echados años después por el Conde de Aranda y en medio de la plaza se construyó una casa de comedias que se vio afectada por la edificación primero del Teatro-Circo de Susana y después por el Campoamor. 
No fue hasta finales del siglo XVIII cuando se formó el rectángulo característico formado con 236 viviendas y en 1814 se denominó la explanada sur como la plaza Daoiz y Velarde. Ya en los años ochenta se emprendió una «importante» restauración y el 1997 se derribaron los edificios. 
Ahora, la historia de esta emblemática plaza sigue escribiendo en las páginas de Oviedo. Sus bajos comerciales, excepto la tienda Coser y Cortar, tienen uso aunque María Teresa Álvarez, de la mercería Olimpia año los tiempos pasados fueron mejores: «Tras la reforma los edificios están mejor, pero la plaza está peor». Añora las épocas en las que el Ayuntamiento organizaba actividades -por ejemplo en 2003 parte de las actividades del Antroxu tuvieron lugar allí- y añade que por las tardes la zona a penas tiene vida. «Quitaron todas las terrazas y este espacio está muerto». A por otros veinte años más."

Y esta es una foto del lugar un día de mercado. Una semblanza histórica plaza y su ambiente comercial popular nos la ofrece Carmen López Villaverde, directiva de la Sociedad Protectora de la Balesquida:
"La plaza del Fontán es un referente histórico de la ciudad y un punto de encuentro desde siglos atrás,  siempre con un ambiente muy concurrido. Una vez desaparecida la ciénaga comenzó siendo un lugar de recreo para la nobleza ovetense lo que atrajo a los campesinos a acudir a este lugar para vender sus productos convirtiéndose así en el lugar de mercado que es un animador de la vida comercial, social y cultural. Al mercado semanal de los jueves no sólo acudían los campesinos de las afueras con sus productos también los artesanos (herreros,  cesteros,  madreñeros, etc). Los judíos también exponían sus mercancías (sedas, brocados, tejidos procedentes de la España árabe y cobertores de lana). Se vendía de todo.
Imprescindible para la conservación de carnes y embutidos era la sal, que venia de la zona de Avilés  (Salinas). El vino envasado en pellejos procedía de las viñas de Cangas del Narcea. La sidra de Tiñana. Gallinas, patos, conejos…. y todo aquello que el campo producía para el consumo diario. A esto hay que añadir lo que salía de los talleres artesanales como utensilios de cerámica negra de Llamas de Mouro,  servicio de cocina de madera (fuentes y platos) provenientes de Tineo. Cuchillos y navajas de Taramundi, etc, etc. La animación y el ruido callejero provocado por compradores y vendedores era lo mismo que lo que ocurre ahora. Toda mercancía que llegaba al Fontán o mercado del Rey estaba sujeta a lo que hoy llamamos arbitrios municipales, menos las madreñas, imprescindibles, cuyo lugar de venta sigue manteniendo el mismo escenario, el popular «arco de las madreñas». 
Un cobrador al servicio del monarca se encargaba de la recaudación que entonces se pagaba en especie . También existía el trueque. Había diversas monedas de curso legal.  
Entre tanto «desorden organizado» surgían peleas por impagos y deudas a cuyo espectáculo asistían expectantes los viandantes hasta que llegaba a poner orden la autoridad.  
 Al Fontán de hoy siguen llegando los jueves y los domingos los productos de la huerta a los que se ha añadido flores, ropas y objetos diversos como marcan los nuevos tiempos y las normativas sanitarias, pero no se ha perdido el tipismo que fue el protagonista de magníficas obras literarias."

Prosigamos nuestra marcha junto a Casa Ramón, de la que leemos también esta reseña en la web gastronómica Bego no comparte la comida pero sí los sitios donde come: y de la que compartimos lo siguiente:
"... Casa Ramón, restaurante caracterizado siempre por el producto de proximidad y de calidad y por estar situado en una de las plazas más emblemáticas de la capital del Principado (si no la que más) y que es la Plaza del Fontán. 
Yo suelo ir bastante a tomar unes botellines de sidra en la terraza y antes iba muchas veces los jueves (si el trabajo me lo permitía) a desayunar allí con mi madre. Ahora cambiamos a Casa Amparo, que está al otro lado de la plaza, pero que muy bien los pinchos allí. 
Como curiosidad, antes era sede de una peña del Atlético de Madrid, no sé si sigue porque la verdad que últimamente no me fijé si siguen teniendo por allí puestas todas las cosas del Atleti, pero que muy bien. 
El local es pequeño y estrecho, en la planta de la calle está la barra y unas pocas mesas y en la segunda planta está el comedor, pero su atractivo está sobre todo en las mesas que tiene dentro de la plaza, con estufas en invierno y buenas sombrillas para la lluvia durante todo el año, que ahora con lo de los interiores pues si estás fuera se agradece no congelarse o mojarse. Fuera de la plaza del Fontán, al otro lado, también tiene varias mesas en la Plaza Daoíz y Velarde (la de la biblioteca), porque el bar da a ambas. (...)
(... ) yo allí suelo ir al vermú o a tomar algo de tarde noche, pero el sábado pasado éramos 9 a cenar y me pareció el sitio ideal para tantos en terraza, porque además sabemos que todo está rico y que se está muy a gusto allí. Así que unos días antes pasé por allí a reservar y hecho. Puedes ir sin reserva, pero suele llenarse y lo normal si no vas pronto es que te toque esperar o que no tengas mesa."

Una Columna del ruedo del Fontán, titula su artículo en el diario La Nueva España del 29-9-2013 David Orihuela comenzando con la tan repetida frase de Ramón Pérez de Ayala en Tigre Juan para describir El Fontán de su época...
«Un ruedo de casucas corcovadas, caducas, seniles. Vencidas ya por la edad, buscan una apoyatura sobre las columnas de los porches». No ha cambiado mucho el Fontán desde la descripción del inicio de «Tigre Juan». Esas columnas y los porches siguen siendo protagonistas de la actividad de ese espacio de la ciudad que cada vez es más rincón. El Fontán siguen siendo el mentidero de Oviedo, donde el caño igualitario que preside la plaza extiende su capacidad de hacer convivir en el mismo espacio al Oviedo profundo y al «Oviedín del alma». 
Esa capacidad la ha interiorizado también José Ramón Fernández, Ramón el del Fontán. Su casa, y no es metáfora hostelera, es su vivienda y el nombre de su establecimiento, Casa Ramón, es observatorio privilegiado de la ciudad. Daría para un disco entero de Sabina, para una recopilación de varias canciones trufadas de ese monólogo interior caótico que tan bien dominó el de Úbeda. 
Al Fontán llegó Ramón Fernández en 1973. Pagó 800.000 pesetas por el traspaso de un barín de 35 metros cuadrados. Desde entonces Ramón es parte del Fontán, la plaza no se entiende sin él y él no se entiende sin la plaza, tan es así que quienes más patean Oviedo aseguran no haberle visto nunca en otro lugar que no sea el Fontán. En realidad sí que tiene otro refugio, un piso en la zona de los Dominicos «para dormir la siesta», como él mismo dice. A ese espacio se reduce su entorno vital en Oviedo, pero tiene otros. En el suroccidente astur, tierra adentro, tiene su particular paraíso lejos del trajín del bar. Allí cría parte de la carne que luego se cocina en sus fogones. 
Quiso ser piloto de Iberia pero acabó tras la barra. Tal vez había nacido para ello. Tiene todo lo que se puede pedir a un buen hostelero, hasta ese punto de mala leche que le lleva a alejarse con certeza de los embaucadores. Pese a que parece un tipo mal encarado, esa fachada esconde a un buen paisano, hombre discreto, virtud que ha de tener en grado sumo el propietario de un bar, y con una capacidad de trabajo que a muchos les es difícil de entender pero que es el sólido pilar sobre el que se sustenta su negocio. 
Todo empezó con un barín del que parecía imposible que saliesen tantos pinchos y caldos de pixín. Se reducía el espacio a la parte izquierda de la «L» que ahora hace la barra. La entrada era única, por la plaza de Daoíz y Velarde, por donde llegaban al «local», abierto desde las cinco y media de la mañana, las paisanas del «mercao». Ramón les hacía el caldo del desayuno para mitigar el frío. Más tarde las mujeres reclamaron café y el hombre compró una cafetera. Se debe a sus clientes y siempre ha atendido a sus necesidades. Ahí está otro de esos pilares, de esas columnas de las que habla Ramón Pérez de Ayala, la atención, pero como dicen los que le conocen de antaño la historia de Ramón el del Fontán se resume en «trabayar, trabayar y trabayar». 
Los que le frecuentan mantienen que sólo tuvo un pleito con los vecinos. Hace décadas acumulaba junto a su puerta una montañina de arena de aquella de limpiar la chapa de la cocina. Alguien la hacía desaparecer durante las noches. 
Su situación actual es casi un efecto colateral. La lucha de los vecinos contra las terrazas, que no contra la actividad hostelera, subrayan, le puede llevar a tener que retirar parte de sus mesas y sillas. Él argumenta, ya hasta los propios vecinos denunciantes lo dicen, que la cosa no debería ir con él, que sienta a los clientes debajo de su casa. Aquellas 800.000 pesetas de 1973 fueron una buena inversión y con el tiempo y el trabajo se multiplicaron hasta que el bar se amplió arriba y abajo y Ramón acabó comprando todo el edificio."

"Puse terraza en El Fontán porque venía de Madrid y vi que hacía falta", así dijo Ramón Fernández, de Casa Ramón, al periodista de La Nueva España Javier Cuervo, y así tituló este su artículo al él dedicado, publicado el 28-8-2016 y que comienza así...
"El interior del Fontán es una gran terraza que figura en todas las guías turísticas de Oviedo. Hasta 1978 a nadie se le había ocurrido sacar mesas y sillas a la plaza. José Ramón Fernández Díaz supo verlo porque había trabajado en Madrid. Este salense de 66 años y pocas palabras emigró de chaval para ser camarero, quiso ser torero y amó los deportes de riesgo. Hace 43 años eligió entre ser camarero en aviones de Iberia o invertir sus ahorros en un bar y abrió "Casa Ramón".

Seguidamente, en estos soportales encontramos la reseñada mercería Coser y Cantar, haciendo esquina con una de las entradas al patio interior de la plaza. Luego van El Buen Gusto Asturiano, tienda de alimentación especializada en productos autóctonos, y Les Zapatilles d'l Fontán, muy cerca del Arco de los Zapatos, la calle que sale al fondo a la derecha, donde tiempo ha se colocaban los antaño célebres zapateros de Noreña, toda una institución artesana asturiana que desapareció definitivamente en la posguerra civil, pero que revive en tiendas donde puedes comprar 'desde alpargates a zapatos y madreñes'


Y, a la izquierda de la biblioteca y al otro lado de la Plaza Daoiz y Velarde, el Palacio del Duque del Parque, de Trelles, del Marqués de San Feliz o, sencillamente El Palacio del Fontán, cierra esta explanada por esa parte. Se le considera, dice Carmen López Villaverde, "el más representativo de los palacios barrocos de Oviedo", siendo "sus dimensiones mucho mayores que las del resto de los palacios de Oviedo", fue construido además sobre unas casas más antiguas:
"Hacia el año 1724 el séptimo Marqués de Valdecerrato, Francisco de Cañas Altamirano y Acuña junto con su mujer Isabel Maria de Trelles, quinta Duquesa del Parque,  encargaron el proyecto del edificio a Francisco de la Riva Ladrón de Guevara. La construcción duró hasta 1730 y a partir de 1791 dejó de ser habitado por sus dueños. La construcción se realizó en los terrenos de tres casas antiguas, contiguas a la casa de Comedias del Fontán propiedad de la Duquesa del Parque. En el año 1794 el palacio se arrendó al Ayuntamiento de Oviedo que lo destinó a «Fábrica de Armas Portátiles de Fuego». De allí, años más tarde, se trasladó al solar donde había estado hasta su desamortización el Monasterio de Santa María de la Vega. 
El palacio a lo largo del tiempo tuvo diferentes usos: fábrica de tabacos, oficina de correos, sede de la Sociedad Recreativa La Castalia y el Colegio de Santa Cecilia, perteneciente al Instituto de Religiosas del Santo Ángel, pero sus dueños conservaron la propiedad hasta 1887 que lo vendieron a Pedro López de Grado y Salas de Omaña. En 1892, su viuda, lo vendió al ovetense Antonio Sarri y Oller, a quien el Papa León XIII le concedió el título de Marqués de San Feliz, fundador y presidente, entre otros muchos cargos, del Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Oviedo.  
Está considerado como el mejor palacio urbano habitado del norte de España, mientras que la mayoría son de uso  institucional.  En sus dependencias albergó importantes obras de arte siendo digno de mencionar un apostolado completo del Greco vendido en 2002 a Aceralia.  Esta empresa lo cedió al Estado como pago de impuestos y en depósito al Museo de Bellas Artes de Asturias."

Mirando a las casas de la plaza y con el palacio a sus espaldas tenemos el monumento Vendedoras del Fontán, homenaje a las mujeres del campo que, como hemos visto, acudían a esta plaza desde antes incluso que existiera como tal a vender sus productos de la casería desde que esto era una charca fuera de las murallas, y así hasta nuestros días


Más en concreto, se trata de dos mujeres de la aldea de Faro, famosa por sus alfares artesanos, que bajaban aquí a vender sus jarras, cuencos y demás elementos de cerámica hechos en el alfar familiar. Es su autor Amado González Hevia, Favila y se basa en una fotografía del fotógrafo y pintor Adolfo López Armán. Esta hecha en bronce y fue realizada en 1996


Esta sería dicha foto inspiradora de la escultura...


Atrás y a la izquierda del Palacio del Fontán están sus antiguas caballerizas, así como, a sus pies, la fuente El Cañu del Fontán, que visitaremos prontamente, a un nivel más bajo que el suelo de la plaza


Más a la izquierda, en un edificio de época restaurado, que hace ángulo con la fachada del Palacio de Vistalegre, se encuentra actualmente el Archivo de Música de Asturias 


El Palacio de Vistalegre que, recordamos, fue sede de la Real Audiencia y, al otro lado, mira a la calle Magdalena, paso del Camino del Salvador, ha llegado a nosotros sumamente transformado, sobre todo a raíz de los varios incendios que padeció a lo largo de su historia, de la que, recalcamos, abundamos en la entrada de blog dedicada a esa calle


Y esta es la entrada a El Fontán y a esta parte, la Plaza de Daoiz y Velarde, por donde acabamos de pasar, frente a Casa Ramón, procedentes de la calle Magdalena. De esta zona escribía el erudito escritor asturianista Fermín Canella en su obra El libro de Oviedo de 1887:
"En la antes dilatada plazuela del Fontán se construyó modernamente la cuadrada plaza ó mercado; así se redujo el espacio, que quedó al mediodía, frente á la antigua casa de las Comedias y palacio ducal del Parque, y recibió el nombre de los héroes del 2 de Mayo"

Y hacia el ya recitado Palacio del Duque del Parque, del Marqués de San Feliz, de Trelles, etc., nos acercamos nosotros ahora, soberbio edificio de planta cuadrada de tres pisos de altura que dispone de patio central, construido en sillares de arenisca finamente labrados, siguiendo un modelo en el que el arquitecto constructor, Francisco de la Riva Ladrón de Guevara, inspirándose en el Palacio de Toreno, aplicaría luego en otro palacio ovetense de su autoría, el de Camposagrado. Leemos en Wikipedia:
"Mandaron edificar este palacio Francisco de Cañas Altamirano y Acuña, VII marqués de Vallecerrato, e Isabel María de Trelles y Valdés, su mujer, V duquesa del Parque y III princesa de la Sala de Partinico, quienes hacia 1724 encargaron el proyecto y su ejecución al maestro de obras Francisco de la Riva Ladrón de Guevara. La construcción duró de 1725 a 1730. 
No era la primera obra que hacía en Oviedo este arquitecto trasmerano, pues en 1718 había construido en el convento de San Francisco una elegante escalera que comunicaba el claustro con el piso superior. Antes de que pusiera el ramo en el Fontán, los marqueses de Campo Sagrado le encargaron otro palacio en la plaza de la Fortaleza. El palacio de Camposagrado, iniciado por Riva pero no concluido por él, está claramemente inspirado en el del Duque del Parque. Para estos duques, también construyó en 1732 la capilla que habían comprado y dotado en la iglesia del vecino Colegio de San Matías, de jesuitas, actual templo parroquial de San Isidoro el Real. 
El Mayorazgo de Trelles 
El palacio se edificó en los solares de tres casas contiguas a la Casa de Comedias de la plaza del Fontán, y que la duquesa del Parque había heredado vinculadas al mayorazgo de Trelles. Hacia 1682, dos de ellas pertenecían a los regidores de la ciudad Francisco Antonio de Estrada y Juan de Pontigo, y estaban gravadas con un censo a favor del camarista de Castilla Benito de Trelles, abuelo de nuestra duquesa, marqués de Torralba, príncipe de la Sala y duque consorte del Parque. Y la tercera era la casa de habitación en Oviedo del propio Trelles. Este fue un hidalgo asturiano que hizo carrera y fortuna en Italia, donde contrajo ventajosos matrimonios con dos señoras muy hacendadas en Cerdeña y en Sicilia. Fundó mayorazgo de sus cuantiosos bienes el 23 de octubre de 1682, incluyendo dicha casa y censos, y murió ese mismo año. El primer poseedor del vínculo fue su hijo Gonzalo de Trelles y Alliata, IV duque del Parque y II príncipe de la Sala de Partinico, que en 1687 y 1690 compró las casas censatarias, reuniendo la propiedad de todo el solar. Este duque falleció en 1723, sucediéndole en los títulos, mayorazgo y bienes, su hija Isabel María, que fue como se ha dicho quien mandó construir el palacio.​ 
Según Gonzalo Anes, «el palacio del Fontán, o del Duque del Parque, se edificó con dinero que tuvo su origen fuera de Asturias: en los reinos de CerdeñaNápoles y Sicilia. De entre los palacios ovetenses, éste es el único que debe su origen a tan intrincadas relaciones familiares, establecidas en tierras lejanas, aunque con el designio de ostentar en la propia tierra el enriquecimiento logrado fuera de ella».


El palacio es de planta cuadrada y dispone, en medio de un buen patio central, siendo esta su descripción artística y arquitectónica extraída también de Wikipedia:
"Sobre un zócalo moldurado en talud, los ventanos abocinados del piso terreno remedan saeteras, y casi se tocan con las ventanas del entresuelo, enmarcadas por molduras de orejas. Unos y otras con rejas torneadas. Pilastras almohadilladas refuerzan las esquinas, mientras que otras cajeadas dividen la fachada en siete calles, la central más ancha, con otros tantos balcones en la planta noble. Los vanos de estos balcones están enmarcados por graciosas molduras mixtlíneas. El vuelo de los balcones y el resalte en torno a las pilastras da mucho movimiento a la imposta, que junto con el zócalo y la gran moldura de la que arranca el alero, contribuye al predominio de las líneas horizontales en el conjunto."

Y esta es la monumental piedra adintelada, en el medio de la fachada, entre dos columnas toscanas bajo el gran balcón central:
"En el centro se abre la puerta adintelada, enmarcada por doble moldura de orejas y encuadrada en una amplia portada que alcanza la altura de los dos pisos inferiores. Delimitan la portada dos columnas toscanas estriadas exentas, sobre pedestales, que sostienen el vuelo del balcón principal."

Y a los lados de la puerta del balcón, los correspondientes blasones del linaje:
"El vano de este balcón está flanqueado por dos grandes piedras con las armas del marqués de San Feliz, labradas en 1901 por Manuel Pedredo para sustituir a las originales, que eran las de la duquesa del Parque y el marqués de Vallecerrato."

Escudo de la izquierda, profusamente decorado y cincelado al detalle con el clásico horror vacui barroco


Blasón de la derecha, también muy trabajado pero cuyo escudo apreciamos liso, salvo una forma de cruz que delimitaría sus partes o cuarteles. No sabemos si aposta, dado que los escudos lisos tienen también su razón y simbolismo, o por otra razón


Filigrana en el montante de la puerta


A su izquierda, el edificio de las caballerizas, viéndose detrás de él el jardín palaciego. Estas caballerizas son muy posteriores, obra ya del Marqués de san Feliz de 1892 con el arquitecto Juan Miguel de la Guardia:
"Después de los días del VI duque del Parque, fallecido en 1791, el palacio dejó de ser habitado por sus titulares aunque seguiría en propiedad de la familia un siglo más. En dicho año sucedió en la casa Vicente de Cañas y Portocarrero, VII duque del Parque, el cual en 1794 arrendó el edificio al ayuntamiento de Oviedo, que lo destinó a fábrica de armas.​ La Fábrica de Armas Portátiles de Fuego de Oviedo fue dirigida desde 1855 por el futuro general Elorza, y permaneció en estas dependencias hasta que en 1857 se trasladó al solar del desamortizado monasterio de Santa María de la Vega
Más tarde, y también arrendado por los duques, el edificio fue fábrica de tabacos, oficina de correos (durante unos dos años en torno a 1865), y sede de la Sociedad Recreativa Castalia. Y entre 1884 y 1892 albergó el colegio de Santa Cecilia, del Instituto de Religiosas del Santo Ángel. 
Los duques del Parque conservaron la propiedad del palacio hasta el 30 de abril de 1887, fecha en que lo vendió el IX duque, Lorenzo Fernández de Villavicencio y Corral, siendo el comprador Pedro López de Grado y Salas Omaña, señor de la casa de Omaña. El nuevo dueño murió poco después, dejando por heredera del edificio a María Natalia Padio Valdero y Garamundi, su viuda, quien lo vendió el 1.º de junio de 1892 al futuro marqués de San Feliz."

Antonio Sarri y Soller (1850-1911), marqués de San Feliz, fue un industrial y filántropo coleccionista de arte, de ahí que en el palacio hubiese un Apostolado de El Greco. Fundó además el Monte de Piedad y Caja de Ahorros, del que fue presidente, y patrocinador de los sindicatos agrícolas católicos, participó en la organización además del Batallón Principado en la Guerra de Cuba:
"El título pontificio de marqués de San Feliz le fue otorgado por León XIII el 7 de junio de 1897. Tomaba denominación del palacio de San Feliz, sito en la parroquia de San Martín y a las afueras de la Pola de Lena, que el concesionario había comprado en 1892 a los hijos del VII marqués de Campo Sagrado
También en 1892 adquirió el palacio del Fontán, como se ha dicho, que desde entonces permanece en propiedad de su familia. Llevó a cabo una completa y primorosa restauración del edificio, y hacia 1901 sustituyó en la fachada los escudos de armas originales por los suyos, que son los que actualmente se pueden contemplar. Después de sus días, heredaron el palacio sucesivamente su hijo Antonio Sarri y Fernández Valdés (1880-1966), II marqués de San Feliz; su nieta María de los Dolores Sarri y Arsuaga (1909-1994), casada con el V marqués de Valdeterrazo, y su biznieto Francisco Goicoerrotea Sarri, actual marqués de Valdeterrazo. Durante más de un siglo, esta familia ha mantenido el inmueble en perfecto estado de conservación, aumentando su colección de arte hasta convertirlo en el verdadero museo particular que es hoy. 
El título pontificio de marqués de San Feliz le fue otorgado por León XIII el 7 de junio de 1897. Tomaba denominación del palacio de San Feliz, sito en la parroquia de San Martín y a las afueras de la Pola de Lena, que el concesionario había comprado en 1892 a los hijos del VII marqués de Campo Sagrado. 
También en 1892 adquirió el palacio del Fontán, como se ha dicho, que desde entonces permanece en propiedad de su familia. Llevó a cabo una completa y primorosa restauración del edificio, y hacia 1901 sustituyó en la fachada los escudos de armas originales por los suyos, que son los que actualmente se pueden contemplar. Después de sus días, heredaron el palacio sucesivamente su hijo Antonio Sarri y Fernández Valdés (1880-1966), II marqués de San Feliz; su nieta María de los Dolores Sarri y Arsuaga (1909-1994), casada con el V marqués de Valdeterrazo, y su biznieto Francisco Goicoerrotea Sarri, actual marqués de Valdeterrazo. Durante más de un siglo, esta familia ha mantenido el inmueble en perfecto estado de conservación, aumentando su colección de arte hasta convertirlo en el verdadero museo particular que es hoy. (...) 
El palacio sigue siendo residencia privada de Francisco Goicoerrotea Sarri, actual marqués de Valdeterrazo y de Goicoerroteavizconde de los Antrinesgrande de España, y de Ana de Echevarría Carreres, su mujer, primogénita del marqués de Vista Alegre. El rey Felipe VI, antes de serlo, visitó varias veces la casa invitado por el marqués de Valdeterrazo, en algunos de los viajes que hizo a Oviedo para entregar los premios Príncipe de Asturias. Está considerado el mejor palacio urbano habitado del norte de España."

Al pie del palacio y sus caballerizas, que forman también ángulo recto al extremo de la Plazuela de Daoiz y Velarde, se encuentra, guardado por artística barandilla de hierro forjado, la fuente de El Cañu del Fontán, sito este, como dijimos, a un nivel más bajo, unos dos metros, que el suelo, enlosado, que cubre la plaza


Para beber hay, por tanto, que bajar unos escalones y, además, al llegar a ella, arrodillarse y dar con la cabeza en el suelo, lo que dio lugar a coplas y comentarios sobre la "genuflexión" obligada ante este manantial. El satírico poeta, periodista y humorista Luis de Tapia Romero le dedicó estos versos:
Caño de tan bajo trazo hacía al más alto ser
doblar el recio espinazo
al inclinarse a beber.
Y tan humilde ejercicio
iba quitando, en verdad,
a muchas gentes el vicio
de su altiva vanidad.
En Oviedo, cuando alguno,
por su abolengo o su prez
presumía, inoportuno,
de mal fundada altivez
la turba de gente nueva
decía de tal truhán hay que llevalu a que beba
en el cañu del Fontán

La fuente, que en realidad tiene dos caños, es del año 1657 y fue hecha con bloques de sillares, fue sepultada a principios del siglo XX, cuando se generalizaba la traída de agua corriente a las casas, y recuperada y restaurada en 1988 tras ser 'redescubierta', valorándose como importantísimo elemento histórico y patrimonial


En esta noticia de La Nueva España del 19 de enero de 1988 plasma el momento del 'redescubrimiento', la localizamos en el magnífico blog Es Oviedo de Carlos Fernández Llaneza, quien escribe así:
"Que la historia de la Plaza del Fontán pudiera ser la de una historia de superación colectiva sería una teoría plausible. La del afán de convertir, a mediados del siglo XVI, una charca putrefacta en la que remansaban las aguas procedentes de las calles cercanas en un espacio que llegaría a convertirse en un símbolo de la ciudad.  
En 1792 el ayuntamiento autorizó la instalación de cuarenta locales o tiendas que se habilitarían en una plaza porticada. Y desde entonces llegan hasta nuestros días los ecos de un trajín cotidiano que bulle y late, serena y humildemente, en lo que fue -y es- uno de los corazones de Oviedo. En esa plaza que Jovellanos definió como "pequeña, cómoda y graciosa".  
Tal vez, si somos pacientes, podremos ver a Tigre Juan afanarse en sus quehaceres en la plaza que para Pérez de Ayala "está formada por un ruedo de casucas corcovadas, caducas, seniles. Vencidas ya por la edad (...) Como una tertulia de viejas tullidas que se apuntalan en sus muletas y muletillas y hacen el corrillo de la maledicencia. En este corrillo de viejas chismosas se vierten todas las murmuraciones y cuentos de la ciudad".  
Las horas de mercado, la plaza se ocupaba totalmente por las "tiendas de aire", en palabras de Dolores Medio, que para ella "presentaban aspecto de feria, con sus pregones, gritos, rebuznos, regateos, cacareos de gallinas... Por todas partes sacos, cajones, mostradores portátiles de madera, cestas rebosantes de frutas y de verduras, de quesos, de flores, de pasteles y baratijas. Tenderetes de ropas hechas, que lucen como banderolas su mercancía multicolor".  
Y en la plazuela de Daoiz y Velarde, en una de sus esquinas, se sumió en el olvido del tiempo el Cañu del Fontán, fuente con frontal de piedra inaugurada en 1657 y recuperada felizmente el 18 de enero de 1988 tras las pesquisas e interés del entonces arquitecto municipal, Florencio Muñiz Uribe y del concejal Avelino Martínez. No era solo una fuente más. Constantino Cabal decía de ella que "además de cañu era un símbolo". (...) 
En cualquier caso, otra tesela más de ese mosaico inabarcable que es la historia de Oviedo en la que hemos dejado por sus orillas tantos lugares, tantas vivencias y, probablemente, tanta esencia ovetense.  
Juan Cueto Alas afirmaba que "un noventa por ciento de la población activa nunca oyó hablar del Cañu del Fontán. El Oviedo cotidiano existe, sí pero su realidad parece no tener ninguna relación con aquel otro Oviedo y, la verdad es que este nuevo discurso ya no proporciona ningún placer".  
Lo malo es que, quizá, tenga razón."

Dice la Enciclopedia de Oviedo que "en la parte alta hay un florón con cruz y los caños, en la parte inferior, son rosetas bajas", y el arqueólogo Fon S.P. la vincula con las fuentes que habría en las cercanías de la antigua vía romana que es ahora el Camino, además de a una población o asentamiento de ese periodo, según podemos informarnos en Vestigios de un Oviedo anterior a la Edad Media. Una laguna y la posterior fuente del cañu, de su web Ástures:
"En El Fontán, en Oviedo, hay una fuente, la del Cañu. Está cerca de la Biblioteca de Asturias. Antes esta zona era una laguna. Se había formado por la acumulación de agua de un manantial que originalmente desaguaba a través de una dolina que sumía su cauce bajo tierra. Con el paso del tiempo quedó obstruida reteniendo las aguas. La laguna se situaba en una pequeña cuenca hídrica situada en esta parte de la ciudad que alcanzaba hasta los 10 metros de profundidad. 
En la Edad Media estaba situada fuera de las murallas de la ciudad y era un basurero al que se arrojaban todo tipo de desperdicios. El que los palacios de la ciudad no se abastecieran de sus manantiales nos indica que ya se consideraba que sus aguas no reunían las condiciones adecuadas. Con el paso del tiempo se degradó aún más y con las reformas acometidas en la ciudad en el siglo XVI se procedió a desecarlo para evitar males mayores. 
Aunque Oviedo no es una ciudad que cuenta con un río del que abastecerse lo cierto es que contaba con numerosos manantiales (e incluso laguna como veis) lo que hacía que fuera perfectamente válido como asentamiento previo a la época medieval. La confirmación de esta ocupación durante el periodo tardorromano no hace más que acentuar la posibilidad de que fuera un lugar habitado en ese periodo y antes debido a su posición estratégica."

Fon S.P. nos proporciona además este interesantísimo plano de El Fontán con sus edificios y el lugar que ocuparía antaño la laguna, obra de Ernesto Conde, gran estudioso de la historia ovetense


Detalle de las rosetas de los caños


Y de la cruz, en un capitel que sostiene el saliente de su pétreo tejadillo, elemento religioso que preservaría la salud


Además de su base y sumidero tiene otro lateral, más grande, para evitar se acumule el agua de las lluvias, comunica con los antiguos manantiales y arroyos subterráneos, ahora tuberías y cañerías en el subsuelo de la ciudad. En el blog Memorias de un peruano en Asturias se nos informa de su antiguo bebederu o abrevadero de ganado y caballerías, así como de las razón de su soterramiento durante tantas décadas:
"De entre las antiguas fuentes de Oviedo pervive aún la del Cañu del Fontán que, datada en 1657 y con abrevadero desde 1671, se creó para suministrar agua potable en la zona de un pantano que se desecó y donde después se creó el popular y populoso mercado. La fuente, que en su tiempo se consideró un elemento que afeaba la hermosa fachada del vecino palacio del Duque del Parque, estaba por debajo del nivel de la calle y con sus caños, casi a ras de suelo, circunstancia que provocó los conocidos versos de Luis de Tapia..."

Atrás, entre el palacio y las caballerizas hay un pequeño espacio, lo justo para la portilla de cierre del acceso directo a la plaza desde los jardines de la mansión


Enfrente, otra vista preciosa de El Fontán en su acceso por la calle Magdalena entre el Palacio de Vistalegre y Casa Ramón, pronto conoceremos más lugares de interés tanto para satisfacer el espíritu de la sabiduría como los hambrientos paladares y es que, como dicen en el mismo blog...
"Como no podía ser menos, en la Plaza del Fontán y sus alrededores, se acomodan restaurantes, sidrerías y bares: unos calamares en Casa Ramón, los bocaditos de pixín en Les Forgaxes o la tortilla de merluza de Casa Amparo, dejan el cuerpo preparado para seguir disfrutando de la belleza del entorno"

Avanzamos ahora al otro extremo del lado sur de las casas porticadas, con la plaza llena de niños a la salida del colegio. Escribe de El Fontán también Ángel Aznárez en Los Caballitos, artículo publicado en La Voz de Asturias del 10-3-2024 y del que compartimos la parte referida a este barrio así denominado, el cual abarca no solamente este gran rellano sino varias calles y plazas anexas:

"Los de Pumarín y las de La Tenderina, cuando iban al Fontán, decían que subían a la «Plaza»; las del Cristo y los de Buenavista, cuando iban al Fontán, decían que bajaban a la «Plaza». Y es que El Fontán era y sigue siendo lo que los urbanistas llaman «un conjunto complejo», de varias plazas y calles, para mercadear en espacios cubiertos o al aire libre. Allí se podía probar madreñas bajo portales, cerca de «Casa Bango», arreglar paraguas, oler cacahuetes cocidos en bombos como los de la Lotería, saborear chocolates que hacían los Llavona, los de «La Favorita», comprar pitos, huevos y mechas para chisqueros o mecheros Ronson. También se podía escuchar discursos de los llamados charlatanes, vendedores de hojas de afeitar y pachulis de perfume." 


Y de esta manera, caminando en dirección a la calle del Arco de los Zapatos, que enseguida comienza, pasamos, ya al final de Daoiz y Velarde y a continuación del Palacio, del antiguo corral de comedias o Teatro del Fontán, que es ahora la Biblioteca Pública Ramón Pérez de Ayala


Su origen data de 1666, cuando el Ayuntamiento saca a subasta su construcción, dirigida poco después por el arquitecto Ignacio de Caxigal e inaugurándose en 1670. Tenía forma rectangular y disponía de palcos de autoridades y para el cabildo catedralicio. En 1799 el edificio fue reedificado, dándole en su interior la forma semicircular habitual en los teatros modernos, también con palcos reservados para la Real Audiencia, el Regente de la misma y el Cabildo, llamados popularmente bolsas, a la vez que las butacas eran lunetas y las localidades de general cazuelas


De esa época sería su escudo real


Y el de la ciudad y concejo, la Cruz de los Ángeles


Renovado en 1849, amplió su aforo hasta los 600 espectadores, pero ello no le libró de una mala vejez, siendo así descrito por Leopoldo Alas, Clarín en su novela La Regenta:
"El teatro de Vetusta, o sea nuestro Coliseo de la Plaza del Pan, [..] era un antiguo corral de comedias que amenazaba ruina y daba entrada gratis a todos los vientos de la rosa náutica. Si soplaba el norte y nevaba, solían deslizarse algunos copos por la claraboya de la lucerna. Al levantarse el telón pensaban los espectadores sensatos en la pulmonía, y algunos de las butacas se embozaban prescindiendo de la buena crianza. Era un axioma vetustense que al teatro había que ir abrigado. [..] Los cómicos temblaban de frío en el escenario, dentro de la cota de malla, y las bailarinas aparecían azules y moradas dando diente con diente debajo de los polvos de arroz."

Y por eso, a finales de esa centuria del s. XIX se decidió construir un nuevo teatro, primero el Teatro-Circo Santa Susana, que duró pocos años, y luego el Teatro Campoamor, en otra parte de la ciudad, en El Ensanche, la parte de la población que se iba extendiendo más allá de las murallas hacia la Estación de Norte, inaugurada en 1874. El viejo Teatro del Fontán fue derribado en 1901 exceptuando esta fachada, pasando ser viviendas y comercios en el cruce de la Plaza de Daoiz y Velarde con la calle Quintana (a su izquierda) y, en su parte posterior, parque de bomberos. En 1985 fue remodelado totalmente con proyecto del arquitecto José Ramón Álvarez García y dos años más tarde abría sus puertas la Biblioteca de Asturias Ramón Pérez de Ayala


Vamos pasando así a donde empezó a construirse en esta zona, en 1660, la calle Arco de los Zapatos, así llamada por los arcos de las casas que tenemos de frente, donde se vendían tradicionalmente los famosos zapatos de Noreña, de sus célebres artesanos zapateros de los que tanto comentamos en las entradas de blog dedicadas al paso del ramal del Camino de Santiago del Norte que pasa dicha localidad. Esta es su descripción en la Enciclopedia de Oviedo:
"Originalmente Arco de los Zapatos designaba a la fachada oriental del Fontán, construida en 1660 y caracterizada por unos soportales en forma de arcos sobre los que se asientan las casas ubicadas entre el Fontán y la Calle Quintana, bajo las cuales vendían calzado los artesanos de Noreña en atención a lo dispuesto por Los Autos de buen gobierno, y policía de la Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Oviedo de 1791. Con el paso del tiempo el nombre se hizo extensivo a la pequeña calle y fue oficializado por el Pleno del Ayuntamiento de Oviedo en la sesión del 11 de febrero de 1937."

A la derecha, en las casas porticadas, la tienda de Marina Modista, taller de costura. Antes estaba Peineta, de la que escribía Cecilia Pérez para El Comercio del 16-6-2020:
"En esto de levantarse tras una crisis, Fanny Pedre tiene experiencia, sabe de lo que habla porque lo vivió en primera persona. Regenta, desde hace trece años, una tienda de accesorios para el pelo en pleno casco histórico, en la calle Arcos de los Zapatos, en el Fontán (Oviedo). Su apertura no fue casual e hizo más suya que nunca esa frase de ponerse el mundo por peineta, que no por montera. De hecho, el establecimiento se llama así, Peineta. «Yo empecé aquí con la anterior crisis económica. En 2008 me quedé sin trabajo, con 45 años. Siempre trabajé en el comercio así que me animé y tiré para adelante. Siempre fui emprendedora y nada miedosa. Me lancé a la aventura de crearme un puesto de trabajo». 
Lo cuenta una mujer que presume de su pasado 'hippie', que le valió para curtir su lado artesanal y ponerlo en práctica a la hora de ofrecer un producto que «me distingue de otros comercios».
La diferencia también la marca su trato con los clientes porque «esta es una profesión para relacionarte con la gente, tener mucha mano ancha y mucho humor porque te encuentras con personas con formas de ser de mil maneras». 

 



Más a la derecha El Trisquel del Fontán, de artesanía y regalos, y toda la zona sur de las casas porticadas que acabamos de dejar atrás, con sus tiendas en los soportales hasta la Casa Ramón y la calle Fierro 


Dejamos ya atrás pues la Plaza o Plazuela de Daoiz y Velarde, que vemos entera hasta el Palacio de Vistalegre, aquí casi vacía...


Y aquí llena, de gentes y puestos bastante similares a cómo debieron ser les tiendes del aire. Esta zona de Daoiz y Velarde es ahora mercadillo


Foto: Segis Fernández Álvarez

Y esta acuarela plasma el mercado de antaño al aire libre, del que hace memoria y semblanza el escritor Luis Arias Argüelles-Meres en Recuerdos de Oviedo: El Fontán, para El Comercio del 8-5-2016:
"No es fácil rescatar imágenes de la infancia en las que alguien nos llevaba de la mano por una calle, aunque, bien mirado, al lograr revivir esos recuerdos, la nitidez del momento es grande. La nitidez, la ternura y la tersura. Lo cierto es que, en el caso que nos ocupa, recuerdo muy bien la escena. Me llevaban de la mano un día de mercado en El Fontán de puesto en puesto. Y, a decir verdad, debo confesar que, ya de niño, era chauvinista sin saberlo, porque, al ver frutas, legumbres y verduras, pensaba que no alcanzaban, ni de lejos, la calidad que esos mismos productos atesoraban en Lanio. Y cuando veía frutas, verduras y legumbres que no se cosechaban en Lanio, preguntaba por qué no se cultivaban en las huertas de mi pueblo. Allí (aquí) todo tenía que darse bien
Así es, de puesto en puesto, viendo cómo en algunos casos había regateos a la hora de hacer la compra, preguntándome de dónde venían aquellas gentes que allí vendían, que, por otro lado, me recordaban a aquellas mujeres que ponían puestos en las romerías en verano por estos pueblos, mujeres entrañables que siempre tenían algún detalle con nosotros. 
Debo reconocer, por otro lado, que aquello me gustaba, tanto el escenario, con sus columnas, como también el colorido y el movimiento que formaban todos los puestos y todas las gentes que por allí deambulaban. Me preguntaba si andarían por allí los mismos barquilleros a los que veía con frecuencia por el Campo de San Francisco. Me preguntaba por qué eran tan distintas las miradas y hasta las sonrisas de las personas que vendían cuando se dirigían a nosotros, a los niños. 
Plaza de El Fontán, despensa de Oviedo, allá en mi infancia, despensa que, como dije más arriba, reafirmaba mi chauvinismo pensando que todo lo que Lanio cosechaba era necesariamente mejor que cualquier producto comercializado. Y, si entro en detalles, lo que más reforzó aquel convencimiento fue comprobar que las manzanas que se exhibían en aquellos puestos no alcanzaban ni por asomo ni el tamaño ni el olor que las reinetas de Lanio. 
Plaza de El Fontán, escenario en el que comprobé con mayor claridad que en ningún otro sitio que el registro que se usaba para comunicarse con los niños era muy distinto al que se estilaba entre las personas mayores. 
Plaza de El Fontán, más allá de cualquier pintoresquismo, más allá de costumbrismos facilones. Y es que, andando el tiempo, cuando leí ‘ Tigre Juan’, de Pérez de Ayala, comprobé, entre otras cosas, cómo es y cómo puede ser el proceso de convertir la realidad en literatura, que, perdón por la obviedad, no consiste en plasmar lo que se ve, sino en transformarlo. Bien pensado, se trata de una suerte de apropiación indebida, que el propio Ayala explicó muy bien en su momento. Ver a alguien, quedarse con su imagen, pasar la susodicha imagen por nuestros sentimientos, pensamientos y fantasías, y hacer emerger todo eso como personaje literario. Don Ramón no cuenta la vida del ciudadano en el que se basó para convertirlo, sucesivamente, en Juan Guerra (nada que ver con cierto personaje del felipismo, obviamente) y en Tigre Juan, sino que, al observar al personaje real, le inventa una vida posible, vida que da lugar a una extraordinaria novela con la que, por cierto, se inmortalizó literariamente la plaza de El Fontán. 
Así pues, nada de costumbrismo, nada de pintoresquismo, nada de majeza al asturiano modo, sino una historia llena de complejidad y dramatismo, con unas técnicas narrativas que son una hoja de ruta interesantísima, con una concepción del ser humano basada en las limitaciones que nos constriñen y que se anticipan a la ‘otredad’ sartriana. En este caso, Vespasiano Cebón completa a Tigre Juan y viceversa. 
Por fortuna, a lo que literariamente remite El Fontán no es al colorido costumbrista, por lo común, ramplón e insustancial, sino a una de las cumbres de la prosa del siglo XX, nada menos que a Ramón Pérez de Ayala. 
En este sentido, para disfrutar de la plaza de El Fontán, para llevarla, al orteguiano modo, a ‘la plenitud de su significado’, hay que leer a Pérez de Ayala, concretamente su novela ‘ Tigre Juan’. 
Pero, además de la lectura de la que venimos hablando, el antes y el después de la Plaza de El Fontán está mucho más cercano en el tiempo. Me refiero al momento en que sus casas fueron demolidas, que no restauradas. Aquello llevó al periodista y escritor Carlos Luis Álvarez, uno de los grandes columnistas del pasado siglo, que siempre ejerció de asturiano, a escribir un artículo memorable en cuyos renglones se advertía el desgarro que aquello supuso para él. Fue un artículo publicado en la prestigiosa página 3 del diario ‘ABC’. Hablaba Cándido en el mencionado artículo que el episodio de la demolición de El Fontán supuso para él «una catástrofe afectiva y estética ya sin restauración posible». 
Así pues, dos plumas que inmortalizaron la plaza de El Fontán, la de Pérez de Ayala en una de sus grandes novelas y la de Carlos Luis Álvarez en su artículo que es una especie de elegía. Insisto, con estas referencias, el costumbrismo amable y ramplón se quedó muy orillado frente a tan altos vuelos literarios. 
Plaza de El Fontán. Aquel recuerdo de la infancia, en el que me llevaban de la mano y aquellas experiencias lectoras. Todo ello en vena, todo ello en el hondón de las vivencias más inolvidables. 
Plaza de El Fontán, corazón de Oviedo, referencia inexcusable en la historia de la capital carbayona. Excelencia literaria, columnismo del mejor. Frente a ello, las dos palas excavadoras de las que habla Cándido en su elegíaco y memorable artículo, donde también afirmaba con dolor que jamás se había imaginado que iba a sobrevivir a la plaza de El Fontán de su Oviedo, de sí mismo, de esa patria que, según escribió Rilke, es nuestra infancia. 
A veces, me imaginé que en aquel tránsito de niño por El Fontán en el que mi madre me llevaba de la mano, nos encontrábamos con alguien de Lanio en uno de los puestos, con sus manzanas enormes y olorosas que allí nos esperaban para vencer la melancolía que nos apoderaba por estar ausentes de nuestro pueblo, de nuestro verde, de nuestro río Narcea, de nuestro paraíso, de nuestra infancia."

Cambiamos de escenario avanzando de frente hacia las casas de arcos que dan nombre a la calle de los Arcos, al oeste de la plaza. A la izquierda dejamos la calle Quintana, de la que Fermín Canella decía en 1887 en El libro de Oviedo:
"Nueva calle abierta entre el Fontán y Santa Susana, á la que por acuerdo municipal de 1876 se la dió el nombre del celoso senador asturiano D. Lorenzo Nicolás Quintana, declarado hijo adoptivo de Oviedo por coadyuvar activamente á repetidas pretensiones"

En la esquina, el restaurante Bango 7 Plazas, de cocina tradicional asturiana, la célebre Casa Bango, cuyo origen está en un comercio mixto, estilo chigre-tienda de ultramarinos fundado por el llanerense Juan Bango, que dejó su casería para abrir este establecimiento en la capital asturiana, según cuentan en Negocios Carbayones el 14-1-2015, informando de su reapertura por entonces:
"Fundado en 1872 por Juan Bango, originario de Llanera, decide dejar el campo para instalarse en la ciudad. Abrió un establecimiento mixto al lado de donde luego estuvo Casa Bango, por un lado ofrecía servicio de comidas y también venta de comestibles. Como otros comerciantes, hacía de “banco”, especialmente para vecinos de Llanera. Al fallecer Juan Bango, continúa en los años 20 Pilar Bango González. Estuvo en funcionamiento hasta el 11 de agosto de 1971, fecha en la que se derrumbó el edificio que lo albergaba. Fue reabierto por Julio Redondo en 1986 y cierra sus puertas en 2013. Ahora vuelve a abrirlas. Larga vida a Casa Bango."

En su web nos informan así de su nacimiento como la casa de comidas Casa Bango y su evolución hasta la actualidad con su nuevo nombre: 
"A principios del siglo XX nace Casa Bango, un restaurante para dar de comer y beber a la gente de Oviedo, con el tiempo se convertiría en un referente por su cocina, llegando a ser parada obligatoria del buen comer. Cien años después nace Bodega Siete Plazas una casa familiar con mucho amor por la cocina casera y creativa. En 2015 se fusionan, para afrontar juntos una nueva etapa y ofrecer tradición e innovación en la cocina ovetense."

Justo a continuación hay otro establecimiento veterano, Casa Amparo, de "exquisitos platos, entre los que siempre encontrará la tradicional Fabada Asturiana y otros plantos de cuchara, la ya famosa Carne Gobernada al estilo Casa Amparo, riquísimos arroces y las mejores carnes y pescados de nuestra tierra preparados con todo el cariño", como también nos cuentan en su página


Al fondo son las Escuelas de El Fontán, construidas al lado del antiguo Colegio de San Matías, de los jesuitas, y ahora Centro de Educación de Adultos de El Fontán, fundado en 1983. De la antigua escuela escribe Carmen Ruiz-Tilve, Cronista Oficial de Oviedo, en El saber sí ocupa lugar, artículo dedicado a las escuelas ovetenses y publicado en La Nueva España de fecha 23-9-2013:
"... en el Fontán, estuvo una escuela pública al lado de lo que había sido primer colegio de los Jesuitas, en lo que fue San Matías y ahora es mercado Diecinueve de octubre. Allí estuvo la primera escuela de niñas de Oviedo, que había estado antes en el antiguo Hospital de San Juan. Fundada en 1860 por el alcalde señor Cónsul, agrupaba como único espacio al centenar de niñas y niños de 3 a7 años que allí acudían, en número sensiblemente menor que el de los niños de Oviedo. Tenían a fin de siglo material de Montesinos y Froebel y su maestro durante muchos años fue don Urbano Olay, que cobraba 1.900 pesetas al año; la maestra, cuyo nombre desconocemos, cobraba 825 pesetas."

Las escuelas están en la calle llamada precisamente El Fontán, pero antes de llegar a ella vamos a meternos en el espacio porticado de las casas, donde está La Terraza de Amparo, parte del restaurante que, situada enfrente de su casa matriz, tiene la terraza que le da nombre por la parte de atrás


Es el entrañable, coqueto y acogedor patio de la Plaza del Fontán, que vamos a visitar ahora, entrando por aquí mientras la vemos toda a la larga, hasta las de la calle Fierro por su parte posterior, al fondo


Y aquí, saliendo del pasadizo, una de las cuatro entradas a este gran rellano de firme de losas de la Plaza del Fontán, también vemos este gran patio de vecindad a lo ancho, con las casas de la calle El Fontán, a la izquierda, y las de la Plaza Daoiz y Velarde, a la derecha, por cuya delantera acabamos de pasar


Todo este conjunto, el rectángulo de El Fontán, está totalmente porticado en sus cuatro lados, tanto al exterior como aquí al interior


Esta es una imagen otoñal en un día laboral por la tarde, con la explanada casi vacía, lo que contrasta con las mañanas de mercado, los fines de semana, los festivos, la primavera y el verano, las fiestas... y otras muchas ocasiones, como leemos en Buendía Tours:
"La Plaza del Fontán es un ir y venir de gentes que acuden todas las semanas al mercado. Pero además, es uno de los mejores lugares de Oviedo a los que ir para tomar una botella de sidra o para tomar el vermú –especialmente los fines de semana-,  ya que la plaza del Fontán, es a día de hoy una inmensa terraza. Tiene la ventaja añadida de que es una plaza sin tráfico alguno, por lo que es perfecta para ir con los niños."

Por ello estimamos muy oportuno que, aunque el Camino no pase exactamente por ella, merece la pena una visita, dada su inmediatez a la calle Magdalena, en el Camino del Salvador, del comienzo del Camino Primitivo al pie de la catedral, o del paso por esta del Camino del Norte, pues confluyen los tres en la Plaza de Alfonso II El Casto


Estamos en una ciudad en la que el peregrino, como es el caso de Lugo o la misma Santiago, debería permanecer al menos un día recorriendo sus rincones más interesantes, tal que este, pues venir a Oviedo/Uviéu y no conocer un poco, al menos un paseo por el Antiguo o casco histórico (incluyendo la catedral Sancta Ovetensis) es como no haber hecho el Camino, pues 'hacerlo' no es simplemente caminarlo y pasar de largo...


En medio de la plaza, en la base de una farola a manera de pedestal, fuente pública de agua potable con su sumidero, fruto de la gran reforma-reconstrucción de finales del siglo XX. Al fondo, la entrada, o salida, de la calle Fierro, al este


Terrazas, a la izquierda la de A Feira, restaurante gallego, donde antes estaba estaba Les Forgaxes, casa de comidas y, al fondo a la derecha la terraza interior de Casa Ramón. De El Fontán, alma y estómago de Oviedo escribe asimismo Gracia Noriega en Territorios perdidos, artículo que salió en La Nueva España del 24-11-2012, repitiendo algunas conocidas coplas, aconteceres y vivencias que siempre conviene tener presentes, pero aportando nueva y abundante información del lugar y su historia más cotidiana:
"Escribir que la plaza del Fontán es uno de los espacios más representativos e ilustres de Oviedo, junto con la Catedral, el monte Naranco y el Campo San casi parece una perogrullada, pero por lo general las perogrulladas, cuando no son pura imbecilidad, son tan verdaderas como el día y la noche. Pues de la mama manera que nadie duda de cuando es día ni cuando es noche, ningún ovetense duda tampoco de que el Fontán es una de de las almas de Oviedo, además de su estómago. 
El conjunto, pues de conjunto se trata si se entiende por el Fontán la plaza rectangular, es de finales del siglo XVIII, y fue construido para beneficio del comercio y sus abastecedores, construyéndose un rectángulo con treinta y seis tiendas o casas bajas, siendo las de los ángulos de piso alto y torrecillas ellas con cubiertas de pizarra y soportales al exterior e interior de la plaza, en la que había cabida para otras cuarenta tiendas o tenderetes. Con el tiempo, sobre los primitivos bajos se levantaron uno o das pisos hasta alcanzar la altura de las torrecillas de las esquinas, y así fue el Fontán que conocimos. 
Pero no sólo era el Fontán la plaza (es ruedo de casucas corcovadas, caducas, seniles... como una tertulia de viejas tullidas»), sino que «su concepto» es mucho más amplio, según Tolivar Faes: se extiende desde la calle del Fierro a la del Rosal y «abarca el popular barrio que recibe el nombre a causa del fontán o manantial que formaba la charca que hubo en el solar hundido, en que se edificó el barrio. Ese bache del terreno recibía además las aguas procedentes de todo su contorno, las cuales, después de convertir el Fontán en una verdadera laguna, encontraban no rápido desagüe por la parte baja del Rosal para seguir por los Pozos y sumirse -tal vez- en ellos. Del Fontán y del Rosal se habla ya en el documento de 1237 recopilado por villanos». 
El Fontán nace, tal como hoy lo conocemos, como un espacio comercial que no tarda en especializarse en tratos relacionados con las actividades alimenticias. En el Fontán montaban sus «cajones» las guisanderas que inventaron la «carne gobernada», un plato no ya típico de Oviedo, sino de esta plaza. A finales del siglo XIX Indalecio Prieto recuerda esta copla:

«Adiós plaza del Fontán,
consuelo de mi barriga,
donde por dos cuartos dan
buenas fabes con morcilla».

 Les «fabes con morcilla» eran uno de los afluentes que desembocan en el gran plato de la fabada, la cual, según razonaba el difunto José Caso, es un plato moderno y urbana, contra la opinión generalizada y poco fundamentada de que se trata de un plato popular y rural. Es un plato de ciudad y de villa. de burguesía ascendente, va que si bien se guisaban las «fabes» con chorizo, con tocino, con morcilla. con oreja, etcétera, guisarlo todo junto como quien le echa un «ocho encima a las «fabes», que decía Antón Rubín, era un lujo que no estaba al alcance, o al menos en la memalidad. de los aldeanos de la época, ya que según decía Feijoo de ellos en el siglo anterior, sólo una vez en sus vidas se levantaban saciados de la mesa Lo de que los aldeanos se saciaran sólo una vez me resulta un poco enigmático y al cabo lo atribuyo aun descuido del padre maestro, que tal habría querido escribir que raramente se saciaban. Porque si no ¿cual sería ese día de plato abundante y repique gordo? No el de la fiesta mayor, porque hubiera escrito una vez al año; ¿el de un bautizo, una boda o un entierro? Dejémonos de conjeturas. Lo cierto es que las despensas no estaban para excesos yen el Fontán, a las atabes» se les echaba morcilla y sabían tan ricamente (las «Libes» con varios ingredientes procedentes del «gocho» se mencionan una de las primeras veces en unos versos de Teodoro Cuesta de la polémica sobre Andalucía y Asturias). 
Las guisanderas hacían sus guisos para la exportación, por así decirlo, pues no disponían de espacio para servir comidas alrededor de sus «cajones», razón por la que los ovetenses enviaban a sus criadas con una tartera para comer la carne gobernada en sus rasas. Yo nunca entendí muy bien comer de restaurante sin ír al restaurante, pero en este casa, era por motivo de fuerza mayor: en casa, sentado a la mesa y servido por la santa esposa, se comía, con más comodidad que de pie en los «cajones» de la place, padeciendo las inclemencias meteorológicas, aunque hubiera que lavar la cubertería y la vajilla, servicio que en los restaurantes está incluido en el preciso del menú. Símultáneamente se abrieron establecimientos fijos para que los vendedores de la piada hicieran sus tempranos desayunos y tomaran un «tentempié» a media mañana Eran establecimientos que abrían muy temprano y antes de la hora de correr ya habían hecho la caja del día. Si se guían abiertos por la tarde era por razones más bien testímoniales, ya que lo más que podía «caer era algún vaso de vino. 
Hace cuarenta años había en el Fontán una hostelería muy típica de la época. Estaban «La Caleyina», que todavía sigue abierta, y es uno de los establecimientos hosteleros más antiguos de Oviedo junto con Casa Lobato, en el Naranco; Casa Amparo, más largo que ancho, con las mesas a la derecha según se entraba y una barra pequeña al fondo: la madera de las mesas, muy fregada con lejía, era blanca y blanda ven una de ellas se juntaba una tertulia de periodistas en la que Toño Croverto «Hemingway» a un Faustino E. Álvarez jovencísimo lo atendían dos señoras mayores, ama y críada; el ama sentada detrás de la barra, y la criada, cojeando, atendía las mesas y servía la barra; y Casa Bango, que internacionalizó la tortilla de merluza y se derrumbó con estrépito y sin víctimas (tan sólo la calva de Banguito un poco chamuscada) un 17 de agosto. En la plaza rectangular había un bar que no tenía canal y por no tener no tenía barra, sustituida por una mesa: sin embargo, estaba siempre lleno de clientes tomando orujo y vino peleón, y había en él mucho ambienta de novela costumbrista. Por desgracia, los novelistas ovetenses clásicos eran abstemios y no se ocuparon nunca de las tabernas y su mundo. Dentro del mercado cubierto encontraba la cantina, de la que salían magníficos y jugosos bocadillos de calamares fritos, bonito en escabeche con mayonesa, adobo, etcétera, como para chuparse los dedos (nunca mejor dicho) y a muy buen precio. 
En 1973 un joven y emprendedor don Ramón Fernández Díaz abrió Casa Ramón en los bajos de la torrecilla más próxima a la calle Magdalena, en un local de 35 metros cuadrados, en el que sólo había espacio para la cocina y la minúscula barra, ante la que se agolpaban los clientes para saborear los variados pinchos, el vino blanco y los humeantes y sólidos caldos que pronto figuraron entre los más afamados y solicitados de la ciudad. A base de muchos madrugones, de no cerrar nunca, de mucho orujo mañanero, mucho café negrísimo y caliente, de pinchos estupendos, Ramón convirtió Casa Ramón en uno de los bares más concurridos de la ciudad y con el éxito vino la ampliación del establecimiento, que incluye un espacioso comedor en el primer piso: más el bar con sus tres entradas, una de ellas al interior de la plaza y donde Ramón monta su terraza para el servicio de la clientela. Pues desde que el Gobierno prohibió fumar en el interior de loa bares, las terrazas están adquiriendo una importancia como nunca hasta ahora tuvieron. Hasta la legislación antitabaquista las terrazas eran utilizadas por el verano, pero en la actualidad lo son en todas las estaciones, incluido el frío invierno. Algunos por fumar o por llevarle la contraria al Gobierno son capaces de cualquier cosa. Y disponiendo Casa Ramón de una terraza en el interior de la plaza y otra en el exterior, se le planteaban problemas para su explotación, lo mismo que a los locales vecinos de Les Forgaxes y Crivencar, a causa de una denuncia presentada por una asociación de vecinos. ¿Qué problema hay para que en una plaza en la que por primera vez se están haciendo un buen aprovechamiento hostelero se desarrolle esa actividad? No será por el miedo, porque el público de las terrazas no es en modo alguno el del «botellón» (que eso sí debería estar prohibido) y en cuanto a las mesas colocadas bajo los soportales es evidente (sólo hace falta acercarse a ellas) que no interrumpen el paso de los peatones Se puede pasar por los soportales sin que las mesas sean obstáculo. Y yo supongo que si no es poro motivo, no hay otro para la retirada de las mesas exteriores. Pero «el mundo es ansí», y una vez más un sector especialmente castigado por legislaciones peregrinas vuelve a padecer persecución vecinal y judicial (en este caso al menos, el Ayuntamiento está de su parte). Y Ramón, después de cuarenta años en el Fontán. está desanimado. «No hay derecho, dice. Lo habrá o no lo habrá, pero la terraza de los soportales no obstaculiza el paso."

Venimos pues a una hora en la que, si bien no hay bullicio, podemos recorrer el lugar plácida y tranquilamente, aún así, siempre hay gente en las mesas, sobre todo cuando salen los escolinos del colegio


La terraza interior de Casa Ramón, ya hemos llegado al otro extremo de la plaza


Paseamos mientras pensamos en las evocaciones literarias de estos lugares ovetenses que tan bien plasma y resume Gracia Noriega en Entra la Catedral y la plaza del mercado para La Nueva España del 4-8-2013:
"Pocas ciudades como Oviedo han dado lugar, en tan corto espacio, desde la Catedral al Fontán a tanta literatura: «La Regenta» de «Clarín», «Belarmino y Apolonio» y «Tigre Juan» de Ramón Pérez de Ayala. Y muy próximo, a pocos pasos de la plaza del Ayuntamiento, está el Oviedo de «Nosotros, los Rivero», de Dolores Medio. Tan sólo el Madrid galdosiano puede emular al Oviedo novelesco en España. La ciudad escenario de tantas novelas ha recibido distintos nombres que de ninguna manera encubren su topografía y su respiración, su modo de ser y actuar y su espíritu inconfundible: Vetusta es «La Regenta», Pilares en las novelas ovetenses de Ramón Pérez de Ayala (prácticamente toda su obra narrativa, salvo «Troteras y Danzaderas», que se desarrolla en Madrid, aunque su protagonista es ovetense, o sea, de Pilares), Lancia en «El Maestrante», de Armando Palacio Valdés, Fontán, en «Camino con retorno» de Sara Suárez Solís, o, sencillamente Oviedo, en «Nosotros, los Rivero», de Dolores Medio. Oviedo, la bien novelada, se ha dicho. Por asturianos y por foráneos, como Francisco García Pavón en «Cerca de Oviedo», una novela olvidada pero agradable."

Miramos ahora hacia el otro lado del rellano enlosado rodeado de pilares, los que inspiraron el nombre que le daba a este rincón Ramón Pérez de Ayala. A la derecha ahora las casas que al otro lado miran a la calle El Fontán y, al fondo, las de La Terraza de Amparo, la de la calle Arco de los Zapatos


Vamos a volver sobre nuestros pasos para no perdernos nada y rodear, recalcamos. toda esta manzana porticada de El Fontán recorriendo su perímetro por fuera y por dentro


Contrastando estas imágenes del patio tranquilo y sereno con las del mismo alegre y animado...



La fuente-farola o farola fuente, que marca el centro de la plaza, al fondo, la entrada a la misma por la calle Arco de los Zapatos, hacia la que vamos regresando


La terraza de A Feira, ahora a nuestra derecha, está a su frente el renombrado maestro pulpeiro Paco Gómez, Mejor Pulpeiro de España, remarca el periódico El Comercio en esta entrevista del 14-3-2017:
"Maestro pulpeiro, Francisco Gómez atesora una dilatada trayectoria como cocinero plagada de palmarés que se resumen en un solo título, el de Mejor Pulpeiro de España otorgado por el Forum Gastronómico celebrado en A Coruña en 2015. Natural de O Carballiño Ourense-, Paco, como todos le llaman, es además uno de los propietarios de Pulpería Asador A Feira, una cadena de establecimientos con sede en Ourense y presencia en las principales ciudades de Asturias. Un modelo de negocio que triunfa por su buen producto, las carnes seleccionadas y por supuesto, por el pulpo de máxima calidad. 
Hablamos con él sobre su trayectoria profesional y su sello personal como pulpeiro que le han hecho merecedor de las mayores distinciones nacionales. 
-El pulpo marca su trayectoria ¿Qué le hizo dedicarse a esta profesión? 
Vengo de familia de pulpeiros, soy la cuarta generación. Con 6 años ya ayudaba en las ferias con mi abuela recogiendo los platos de madera donde se sirve, así que podría decirse que me viene de cuna. Además en mi pueblo Arcos, en O Carballiño, (Orense) llevamos dedicándonos al pulpo desde el siglo XVIII, de hecho en la actualidad en torno al 70% de las familias de alli son pulpeiros o tienen relación con el pulpo. 
-¿Cómo surgió la idea de crear la cadena Pulpería Á Feira? 
Nosotros siempre nos habíamos dedicado a hacer ferias, tanto en Galicia como fuera de ella. Fue a raíz de la crisis, cuando empezó a haber menos ferias, que nos decidimos a montar el primer restaurante A Feira en Combarro, Pontevedra, en el año 2013. La apertura fue un éxito total y al año siguiente decidimos abrir el de Ourense, que es el que consideramos como el principal. 
-Pulpería Á Feira es un negocio que está en pleno proceso de expansión. ¿Cuáles crees que son las claves del éxito de vuestro modelo de restaurante? 
Trasladar la gastronomía gallega, con los productos de máxima calidad a otras regiones, en este caso a Asturias, esta ha sido siempre el objetivo. En cuanto al secreto del éxito, la clave está en la calidad de las materias primas que ofrecemos y nuestro saber hacer en los fogones. 
En total 5 locales en Asturias, dos en Gijón, dos en Avilés y uno en Oviedo, está claro que han apostado por su expansión en Asturias ¿al final eso de gallegos y asturianos, primos hermanos es más que una frase hecha? 
Por nuestra experiencia en ferias, sabemos que allí se aprecia mucho nuestra gastronomía, al igual que los gallegos apreciamos la asturiana, tenemos gustos muy parecidos. Yo siempre he estado vinculado a la región por las numerosas ferias a las que acudía, de hecho fue así como conocí a Miguel, uno de mis socios, hace muchos años. Un día dando una vuelta con él por Oviedo vimos un local en traspaso, surgió la idea y decidimos embarcaros en este proyecto. 
-Un buen profesional nunca revela todas sus técnicas, ¿pero dónde reside el secreto para conseguir un pulpo en su punto? 
Mucha gente puede hacer un buen pulpo, las técnicas como el agua, más o menos caliza, el tiempo de cocción, etc, pero lo fundamental de un buen pulpo es la calidad del pulpo. Es imposible con un pulpo que no esté en condiciones sacar un pulpo bueno. 
Luego claro está el secreto de cada maestro, de hecho yo voy a comenzar en breve un programa de cocina en la televisión gallega como coach para enseñar a los concursantes a preparar el pulpo, y está claro que enseñaré todas las técnicas posibles, pero mi sello personal me lo guardo. 
-El pilar fundamental de A Feira es sin duda el pulpo, pero ¿qué otras propuestas culinarias podemos encontrarnos en sus establecimientos? 
Como le decía nuestra máxima es ofrecer siempre productos de máxima calidad, pero eso el tema de mariscos lo estamos tratando con mucho cuidado, apostando siempre por lo seguro, como navajas, mejillones, zamburiñas. También destacaría los lacones, carnes como el raxo, entrecot de ternera gallega, rechada gallega (carne de ternera en dados), pimientos del padrón, los cuatro quesos D.O. de Galicia, etc. En cuanto a postres destacaría nuestras Torrijas, que no tienen nada que ver con las tradicionales, y con las que nos presentamos al campeonato de España de repostería. 
- Y ya para despedirnos, ya son 5 locales en Asturias más las 2 de Ourense ¿pensáis montar más? 
Han sido muchas aperturas en muy poco tiempo, así que de manera inmediata no tenemos nada concretado. De todas formas este es un proyecto vivo así que la idea es seguir con el proceso de expansión y llevar A Feira fuera de Asturias y Galicia."

Seguidamente, el pasadizo a la calle El Fontán, otro de los cuatro accesos desde el exterior


Cae la noche, las farola isabelina se enciende e ilumina románticamente el patio, ayudada por los puntos de luz en las paredes bajo los pórticos


A la derecha, una escultura, que no queremos que nos pase desapercibida, por lo que nos acercamos a ella para verla 


Representa a una mujer sentada en un banco, mirando hacia su izquierda apoyando su cabeza en la mano izquierda, es La Bella Lola, obra en bronce de la artista Carmen Fraile datada en 2009, donación de la ciudad alicantina de Torrevieja dentro de los actos de hermanamiento con Oviedo/Uviéu


Es precisamente una réplica de la que existe en el paseo marítimo de Torrevieja, muy popular, con la que se plasman los sentimientos de todas las mujeres de dicha ciudad al despedir en el puerto a sus parejas, siendo además el título de una habanera de Arturo Dúo Vital, de la que es protagonista:
Después de un año de no ver la tierra
porque la guerra me lo impidió
regresé al puerto en donde estaba
lo que adoraba mi corazón.
Cuando en la playa la bella Lola
su larga cola luciendo va.
los marineros se vuelven locos
y hasta el piloto pierde el compás.
Ay, ¡qué placer sentía yo
cuando en la playa sacó el pañuelo y me saludó!
Luego después vino hacia mí,
me dio un abrazo y, en el acto, sentí morir

A su lado, un monolito con placa también de bronce, donde se lee, junto al escudo ovetense:
«LA BELLA LOLA» 
AUTORA: CARMEN FRAILE 
DONADA POR EL AYUNTAMIENTO DE TORREVIEJA A OVIEDO CON 
MOTIVO DEL HERMANAMIENTO 
DE LAS DOS CIUDADES SIENDO ALCALDES 
D. PEDRO HERNANDEZ MATEO Y D. GABINO DE LORENZO FERRERA 
11 DE AGOSTO DE 2009
Y al lado, el escudo ovetense, la Cruz de los Ángeles


Llama la atención su cuerpo, sentado en el banco y a la vez mirando fijamente en la distancia, ensimismada. En la web del Ayuntamiento de Torrevieja leemos así de La Bella Lola, esta y la de allí:
"Las esculturas de Torrevieja son un homenaje a la mujer torrevejense. Representan la difícil situación de esas mujeres que tenían que ver partir a sus maridos, padres o hijos marineros a trabajar al mar. 
Luego sólo podían esperar, con la mirada fija en el horizonte, a ver la silueta de los barcos en los que partieron sus seres queridos. 
En el año 2009, con motivo del hermanamiento de las ciudades de Oviedo y Torrevieja, ésta última donó una réplica de la Bella Lola instalada en su paseo marítimo a la ciudad asturiana. 
Podemos ver esta copia, esculpida también por Carmen Fraile, en el interior de la plaza del Fontán, en Oviedo. Esta vez no mira al mar, ni se posa sobre un banco de piedra en las rocas, se ubica en un banco de madera municipal."

Realmente esta sería la tercera Bella Lola pues en Torrevieja no hay una sola sino dos, una en el nuevo paseo marítimo e instalada en 2000 y otra en el dique de Levante, si bien esta de pie y en gesto de despedida a un barco, también de la misma autora. De la primera, la que es igual que esta, explican en Aquí Medios de Comunicación:
"Se trata de una mujer de tamaño real, sentada con la mirada fija en el mar. Por su aspecto se trata de una mujer joven, de unos veinte años, con el pelo recogido que apoya la cabeza en su mano."

Las esculturas, icono de la ciudad mediterránea, plasman la historia de Lola...
"Una joven de Torrevieja profundamente enamorada de Antonio, su marinero y esposo, que salía a faenar al mar cada día. 
Un día su barco no regresó a puerto y, cuenta la historia local, que un 12 de mayo de 1919 Lola salió al puerto tan solo con un camisón de algodón blanco y su negra melena recogida en un moño. Allí se enteró del trágico final. Ni el barco ‘La Gaviota’ ni ninguno de sus diez tripulantes volverían a puerto. El mar había engullido con sus bravas aguas el pesquero. Aquel día dieron por finalizada la búsqueda de supervivientes. 
Después de la noticia Lola seguía allí, día y noche, mirando el sereno mar y esperando el regreso de su amado Antonio."

Emocionados por tan hondo simbolismo, reemprendemos camino, a la izquierda, las tiendas sacan sus mercancías para mostrarlas a los paseantes


Y salimos de nuevo a la calle Arco de los Zapatos, donde se instalaban aquellos zapateros noreñenses que un día por alguna razón, dejaron de instalarse en El Fontán, con gran quebranto para los ovetenses, quienes se veían obligados a desplazarse hacia Noreña para adquirir su célebre calzado


Aquella situación se conoce por un acta del 5 de julio de 1628 de la Junta General del Principado en la que se trata sobre los perjuicios que causaba a la ciudad de Oviedo/Uviéu que estos artesanos del calzado no acudiesen a sus mercados como hacían antaño y que hubiese que ir a Noreña a comprarles los zapatos:
"El señor Bernabé de Vixil representó a la Junta la carestía de las cosas (...) y en particular la falta y daño que se siguía a esta ciudad en no venir a los mercados los çapateros de Noreña con la obra como acostumbraban, retirándose a venderla a sus casas a excesivos precios y trocándola a mentenimientos con los que cessaba el comercio y valor de las alcabalas en esta ciudad"

Ya no hay zapatos en los arcos de El Fontán pero sí suculentos platos, como los de la ya mencionadas Casa Bango y, a su derecha, Casa Amparo, de ambas nos deleita José Ignacio Gracia Noriega en sus Territorios perdidos (La Nueva España 7-2-2009):
"Casa Amparo, en la parte porticada del Fontán que enfoca hacia la calle Quintana, al lado de Casa Bango, era uno de los bares clásicos de la plaza, frecuentado por las mañanas por los habituales asistentes al mercado y por las tardes por tertulias y por público itinerante en general. Como lo llevaban dos señoras, cerraba pronto. Ante su puerta se extendían las madreñas que llevaban a vender los madreñeros al Arco de los Zapatos. 
El Fontán es uno de los conjuntos arquitectónicos y comerciales más característicos de Oviedo, y si no fuera porque Oviedo cuenta además con la Catedral, Santullano, las iglesias del Naranco, etcétera, podía bastar para ser la representación de la ciudad. La plaza rectangular fue construida en 1792 según proyecto del arquitecto Francisco Pruneda, «para beneficio del comercio y de los abastecedores, construyendo en medio de ella cuarenta tiendas», pero la utilización del lugar es muy anterior, y allí no sólo hubo mercado, sino también la Casa de Comedias, que en 1687 arrendó el primer duque del Parque. El nombre del Fontán procede del Fontán o manantial que formaba una charca que aumentó hasta adquirir las proporciones de una pequeña laguna y aparece mencionado por primera vez en un pergamino a 1376, conservado en la Catedral. El 19 de agosto de 1523, los regidores de la ciudad y su concejo acordaron desecar la charca, para lo que ordenaron que todos los vecinos de la ciudad debían enviar una persona de cada casa con un caldero o ferrada, para echar el agua calle abajo: de manera que el Fontán está edificado sobre una laguna, como Méjico o Venecia. De la condición acuática del Fontán queda como residuo el famoso «cañu del Fontán», situado tan a ras del suelo que había que agacharse mucho para beber de él; lo que dio lugar a la reflexión jocosa del versificador Luis de Tapia:

En Oviedo, cuando alguno,
por su abolengo o su prez,
presumía inoportuno,
de mal fundada altivez,
la turba de gente nueva
decía de tal truhán:
«Hay que llevarlo a que beba
en el caño del Fontán».

Según Tolivar Faes, el Fontán se extiende desde la calle del Fierro hasta la calle del Rosal, y abarca el popular barrio, aunque para muchos, el Fontán es, sobre todo, la plaza rectangular.

Por los años sesenta del pasado siglo había en el Fontán menos bares que ahora, y sólo dos dentro del recinto de la plaza dieciochesca, uno de los cuales, el de Ramón, ha sido ampliado a restaurante nuevo a la vieja usanza de viandas de calidad presentadas a la manera de siempre y a precios sensatos. Enfrente estaba y está La Caleyina, en la parte que sale a la plaza del Ayuntamiento, y dentro del mercado cubierto había otro bar pequeño y muy concurrido en el que, entre otras cosas, se servían enormes y jugosos bocadillos de bonito escabechado con mayonesa y vasos de vino blanco calentados con un golpe de cafetera, que se decía que eran muy buenos para prevenir gripes, pero que en lo demás debían ser dinamita.

A finales del siglo XIX y comienzos del XX hubo en el Fontán importante actividad gastronómica, y allí se inventó un plato que tendría éxito duradero, la «carne gobernada», que preparaban las guisanderas en sus «cajones» distribuidos por la plaza. Las guisanderas guisaban y los clientes llevaban los guisos a sus casas en tarteras, lo que constituía un antecedente de esos productos precocinados que sólo requieren que los caliente el consumidor, aunque son, naturalmente, menos sabrosos y saludables que la «carne gobernada», en la que, por cierto, no se escatima el aceite, seguramente para confirmar que se trata de un plato suntuoso. Indalecio Prieto, que había nacido en la vecina calle Magdalena, recuerda una copla que se cantaba en sus años infantiles y que alude a la fabada:

Adiós, plaza del Fontán,
consuelo de mi barriga,
donde por dos cuartos dan
buenas fabes con morcilla.

Posteriormente, el gran templo gastronómico del Fontán fue Casa Bango, con su recordada tortilla de merluza, obra de la artesanía imaginativa y feliz de Concha, una de las grandes cocineras ovetenses del pasado. El restaurante, que tenía el comedor en el primer piso, se derrumbó un 17 de agosto (lo recuerdo porque era el día de mi cumpleaños), de 1971, aunque el derribo, a causa de una casa en construcción al lado, no afectó a Casa Amparo, que estaba paredaña. Frente a Casa Amparo, con entrada por el Arco de los Zapatos y salida al recinto de la plaza rectangular, había un bar sumamente pintoresco, que no tenía mostrador, ni rótulo, ni nombre, sino un pellejo de vino y una banqueta sobre la que se servían los vasos. Compensaba con las dos entradas, o salidas, según se mire. Un día que salíamos de él Santiago Melón y yo se deslizó la nieve que cubría el tejado y nos cayó encima. No comprendo cómo se monta ahora tanto cuento porque haya nevado dos veces este invierno, si antes también nevaba y nadie se ponía nervioso, ni se ponía a la población en estado de alarma ni se exigían responsabilidades políticas porque hiciera mal tiempo. (...)Casa Amparo era un bar más largo que ancho. Al fondo a la derecha estaba la barra, que era relativamente pequeña, y más allá había un patio con los servicios y un árbol en medio del patio. El piso del bar era el cemento y había mesas a ambos lados del pasillo central. La cocina estaba en el mismo bar, separada por una mampara.Amparo era la dueña, y muy pocas veces abandonaba la barra. Solía estar sentada en un sillón de mimbres y escuchaba las conversaciones de los clientes, en las que intervenía cuando lo juzgaba oportuno. Algunos clientes de mucha confianza hablaban directamente con ella y otras veces era ella quien preguntaba, y así pasaba el día, echando largas parrafadas o riñendo a Maruja, que era la camarera y mujer de mucho mérito, mucha paciencia y mucho humor, y más o menos de la quinta de Amparo, o puede que un poco más joven. A lo mejor, porque era la que se movía, daba la impresión de que se conservaba mejor. Era coja, y arrastrando la pierna servía las mesas, hasta las que se encontraban al lado de la puerta, para lo que había que recorrer un trecho que, sumados día tras días, daban unos cuantos kilómetros a la semana. También atendía la barra, en la que corrían el vino blanco, en sus modalidades de la Nava o superior y corriente o de «guisar», y el tinto, también en las dos modalidades de tinto propiamente dicho y clarete, que al trasluz tenía color rojizo y sabor metálico. Por la mañana había mucho bullicio en este bar y por las tardes, más tranquilas, se formaban tertulias. Había una de periodistas a la que acudían Toño Crovetto, José Alberto y José Antonio Cepeda, más conocido por Juan de Neguri, y a la que empezaba a asistir Faustino F. Alvarez, que ya de aquella era redondín, sonriente, de tez blanca y barba rubia: los periodistas veteranos le llamaban Hemingway, y él no disimulaba la sonrisa de satisfacción.

Casa Amparo fue tomada en traspaso por Alfredo, un taxista de Grado que era de la escuela de Enrique el de La Perla, de Tuto o de Ramón el de El Manantial, en lo que al trato al cliente se refiere; pero como le faltaba rodaje en ese difícil arte, me temo que no tuvo éxito. En 1985 se hizo cargo del establecimiento Pepe el «Porretu», que venía del Bar Rosal, en la calle de ese nombre, el cual aprovechó las grandes posibilidades que Casa Amparo ofrecía como local. Puso a funcionar un comedor excelente y en 1990 hace una amplia reforma que incluye otro comedor en el piso (a Pepe siempre le gustaron los comedores en el piso). En 1994 inaugura el restaurante Latores, en Latores, de donde Pepe, un veterano del PSOE local, es originario, y alquila Casa Amparo en 1995, aunque regresa a ella dos años después, quedando su hijo Silverio al frente del restaurante Latores. En la actualidad, Casa Amparo es uno de los buenos restaurantes de Oviedo, con una gran barra a mano derecha, un pequeño comedor al fondo y selecta bodega bajo. El otro comedor está en el piso, como ya se dijo. Al frente de la barra se encuentra el eficiente Juanjo, y Juani, madura y guapa, es la jefa del comedor, con ventanas al Fontán, y un reservado. A Francisco Tuero Bertrand le gustaba mucho la fabada de Casa Amparo, un poco clandestinamente porque la tenía prohibida por el médico.Yo le acompañé en varias ocasiones, y siempre solía repetir. Tuero, además de ser un sabio y tener una cabeza privilegiada, tenía un estómago también privilegiado. Los platos tradicionales asturianos ocupan un lugar importante en la cocina de Casa Amparo, en la que sigue dando instrucciones Mari Paz, la mujer de Pepe, que fue el alma de la cocina del Bar Rosal. Hoy Casa Amparo es un excelente restaurante reformado, con platos nuevos y antiguos (excelente el bacalao) y nostalgia de otros tiempos, no tan lejanos, pero perdidos."


De Casa Amparo también escribe, en este caso para El Comercio, el erudito Luis Antonio Alías, historiador y gastrónomo, a fecha 15-2-2015:
"El Arco de los Zapatos es, con exactitud, arcada larga que, frente por frente de El Fontán, en su lateral poniente, portica las más antiguas casas familiares por pisos que Oviedo conserva. Datan del siglo XVII nada menos, que lo de subir escaleras hasta entonces constituía honra palaciega y lo de tener vecinos por pisos lo impuso el crecimiento urbano y la especulación del suelo, cosas ambas que vienen de lejos. 
Lo de los zapatos debería cambiarse por madreñes, que del gran mercado donde nos encontramos siempre se vendieron allí, y allí se siguen vendiendo los jueves, no obstante constituyan una curiosidad y un recuerdo en vez del cálido y elevado envoltorio de las chanclas. 
Cuando Casa Amparo abrió sus puertas, probablemente mucho antes del 1890 noticiado, los madreñeros se disputaban el espacio milimétricamente, que la demanda superaba la oferta, y por las de la mejor madera, talla y barniz se pagaban hasta sesenta reales. 
Poseer una trayectoria tan prolongada y sobrevivir tiene mérito;ya no sobrervivir, encontrarse en plenitud, circunstancia que podemos comprobar bien tomando un delicioso vermú reserva en la terraza con la arquería enmarcándonos la vista,bien eligiendo la zona de barra y tapeo para paladear un vino apropiado y unas tapas gustosas por ejemplo, el paté de langostinos con crema de aguacate, el surtido de tomates en aceite o el revuelto de merluza y oricios, bien autoconcediéndonos el favor de pasar a mayores. 
Y los mayores, entre una decoración limpia y tranquila con tabiques de piedra, pilares de ladrillo, paños coloreados y motivos vegetales enmarcados, podemos celebrarlos en el comedor posterior o en el comedor del primer piso, donde sentirse a gusto resulta lógico. 
Que la carta de Casa Amparo se apoye en la tradición y el mercado no precisa de explicación alguna; ella misma forma parte, por ubicación y razón, de la tradición y el mercado, y en puestos concretos de aldeanas, tenderos, tablajeros y pescaderos obtiene sus principales abastecimientos, los que bullen, ligan y confeccionan la carne gobernada, clásico ovetense que adquiere finuras y matices únicos;los arroces carnales con rabo o carrilleras y el marinero arroz con bugre; el pote de berzas y la fabada que doña Mari Paz aprendió de su abuela y enseñó a Alicia, la actual cocinera; la merluza en salsa de sidra y huerta, el pixín y la lubina si la jornada de pesca lostrajo; el xatín hojaldrado, otra prestosa raíz carbayona que retorna; los taquinos de ternera con castañas recién caídas del árbol;los llambiones arroz con leche y tarta de queso... 
Hay buen guiso y buen gobierno. Al menos los últimos treinta años, que superar la condición centenaria necesariamente produce altibajos. La época dorada comienza cuando José Silverio (Pepe el Porretu) y su esposa Mari Paz adquieren Casa Amparo hace treinta años. José Silverio llegaba con el oficio aprendido de su bar El Rosal y Mari Paz, hija de un confitero de Arriondas que le había enseñado habilidades de masa y horno, dominaba potas y sartenes por experiencia y suficiencia. El sucesor, su hijo José Luis, junto a su mujer Margarita, ya desde neñín, para entrar y salir de casa atravesaba bares y comedores, primero en El Rosal y luego aquí, lo que colaboró de tal manera a convertirle en hostelero interesado por el desarrollo del gremio de las leyes a las escuelas y de las mejoras a las proyecciones que ha terminado presidiéndolo. La parte práctica la aprendió dirigiendo Latores, el otro restaurante de la familia, y su teórica es de facto rápida: lo suyo pasa por las acciones y las realizaciones destinadas a impedir, en los duros tiempos actuales, que Asturias pierda un solo escalón valorativo de los muchos ascendidos previamente."

Luz de 140 años titula el escritor Xuan Bello su semblanza de Casa Bango publicada también el El Comercio, edición del 29-4-2012:
"Los comerciantes del Fontán dejaban allí sus dineros y yo hoy, sentado en su barra, me imagino el murmullo de este casi siglo y medio, el murmullo de la historia cantando su olvido y que resuena en el vaso de vino bueno que Julio Redondo de La Vega, el actual propietario, me sirve con esa delicadeza antigua propia de quien sabe hacer las cosas. Me dice:
-Pero tú pon ahí que yo no llevo aquí 140 años -y se ríe con sus 77 años de bonhomía. 
Regenta este vetusto local desde 1985 pero se siente heredero de una institución por la que, hablando en general, se cruzan todos los caminos del mundo. Nacido en Llames de Nava, muy joven cruzó el charco y se fue a buscar trabajo en Brasil. Estuvo un año en Sao Paulo. A los quince días de llegar se le acabó el poco dinero que llevaba de casa y no encontraba trabajo. Deambuló por la ciudad y dio con un bar. Entró, dijo algo y algo en su acento denunció su procedencia. 
Usted de dónde es? -le preguntaron en portugués. 
-De España -contestó Julio. 
-Pero de España, ¿de dónde? -insistieron. 
-De Asturias del concejo de Nava. 
-Pues mira tú que casualidad -le dijeron ya en asturiano-: yo soy de Ceceda. 
Aquel paisano le ayudó todo lo que pudo. Le dijo que no se preocupase y que, entre que encontraba modo de trabajar y no, allí tenía desayuno, comida y cena. 
-Viene ese señor una vez al año por Asturias y pasa por aquí a ponerme al tanto de sus progresos. Le va muy bien. Saca la cartera para pagar la consumición y yo le digo: «¡Esa cartera quieta!» 
A pesar de tener buenos amigos en Sao Paulo, a Julio Redondo le dio que iba a estar mejor en Buenos Aires. Allá se fue, pero no sin dificultades. Intentó cruzar la frontera por el Paso de Los Libres, pero le dieron la vuelta por no tener documentación. 
-Entonces eran muy rigurosos y, sin pasaporte, en Argentina, no se podía pasar -me dice al tiempo que un cliente entra y dice: «Buenos días, don Julio». Y don Julio le dice en referencia al partido entre el Barcelona y el Chelsea: 
-¿Ya te repusiste de la derrota del otru día? -y vuelve a lo que me estaba contando. 
Se encontró, por casualidad, con un peronista exilado y le expuso su problema. El peronista tenía amigos al otro lado de la raya y se lo arregló. Entró sin documentación alguna en Argentina un día en que había huelga de trenes. Desde el Paso de Los Libres hasta Paraná viajó en autobús (de pie, pues cedió su asiento a una anciana). Y de Paraná, a Buenos Aires. 
En la capital argentina, como a tantos asturianos, le fue muy bien hasta que la crisis del corralito, en 1985, obligó a tantos ciudadanos del país hermano a buscarse la vida fuera. Con su mujer y sus dos hijos se vino para aquí. Buscó qué hacer y se encontró con Casa Bango. Desde entonces él lleva el negocio. 
-En 1971 se derrumbó este edificio. Fue muy sonado. Afortunadamente sólo hubo un herido de consideración y creo que salió bien del hospital. Las cocinas del restaurante estaban en el piso de arriba y al derrumbarse el edificio todo el hollín de la cocina y de la chimenea lo cubrió todo. Los clientes, asustados, salían negros como mineros. En otro de los pisos superiores dormía un bebé en su cuna. Entre el humo y la polvareda se distinguió el llanto. Milagrosamente no le había pasado nada al niño. 
Flanqueada por los puestos de las floristas -otra instutición- Casa Bango tiene toda la pinta de querer perdurar, al menos, otras 140 primaveras más. Julio Redondo, sin embargo, está preocupado: 
-Lo hablo con los comerciates de la zona, lo hablo con los clientes. A ver si esta crisis pasa pronto. 
Pasará, como pasan los años, y quedará lo importante -la vida- enmarcada en olvido que se renueva día a día."

En la calle se celebra actualmente el Mercado de las Flores, imprescindible de visitar con su colorido, alegría y fragancias...










En la esquina de la calle del Arco de los Zapatos con la calle de El Fontán hay una casa de tres pisos, de altura pues superior a la de sus laterales. Recordemos que, desde un primer momento, los propietarios tuvieron elección de escoger la altura de sus inmuebles en este rectángulo, a pesar del proyecto inicial de que fuesen todos del mismo tamaño 


De frente, la antigua Escuela de El Fontán, bien conocida asimismo por Luis Arias Argüelles-Meres en sus Recuerdos de Oviedo, también para El Comercio, este publicado el 30-12-2018:
"Noviembre de 1977. Por vez primera en mi vida, me adentré en la Escuela de El Fontán a entregar a la directora del centro la baja médica de mi padre. Recuerdo que era una mañana muy soleada y por la plaza había el trajín habitual , con sus puestos de venta y con muchos viandantes observando el cuadro costumbrista o simplemente comprando. 
A la directora de la escuela, cuya amabilidad nunca olvidaré, le hice saber que podía haber una certeza absoluta de que mi padre no volvería a reincorporarse a sus tareas docentes: su vista estaba muy mermada con un glaucoma que se sumaba a un desprendimiento de retina de años anteriores. Y, además, la enfermedad arterial que padecía no permitía augurar el restablecimiento necesario para volver a su día a día laboral. Podría decirse que no había ido sólo a entregar un parte de baja médico, sino también a anunciar la definitiva despedida profesional de mi padre. 
Al salir de la escuela, confieso que la tristeza se hizo más honda en mí. Mi padre se despedía de su profesión a su pesar, era su estado de salud quien lo decidía. Y, por otra parte, la esperanza de que pudiera disfrutar de su tiempo libre con un mínimo de bienestar era, en el mejor de los casos, muy dudosa. 
La Escuela de El Fontán fue, en efecto, el último centro docente donde trabajó mi padre. Curiosamente, allí tuvo su primera plaza en propiedad antes de que estallase la guerra civil y allí volvió, después de un largo periplo de cuatro largas décadas, tres años antes de tener que dejar la docencia a causa de su enfermedad, tras casi una década en la Escuela de Ventanielles. 
Recuerdo que aquel día compré varios periódicos para leerle en casa los artículos e informaciones que más pudieran interesarle, como bálsamo a aquella baja que él sabía que iba ser la definitiva. 
Camino de casa, desviándome muy poco de la ruta más corta hasta la calle Toreno, entré en el bar Pelayo a tomar un café y a echar un vistazo a los periódicos para seleccionar lo que iba a leerle. La mañana seguía siendo agradable, soplaba el regentiano viento sur, el viento de las castañas. 
Muchas veces, al pasar por delante de lo que ahora es la Escuela de Adultos de El Fontán, pensé que me hubiera gustado jubilarme allí, despedirme de la profesión en ese centro, recordando, claro está, a mi padre. Y reviviendo, a mi manera, lo que podría haber sido el día a día en aquella Escuela en tiempos de la República. 
En no pocas ocasiones, tomando un café y un pincho frente al inmueble del que venimos hablando, me imaginé intramuros dando clase, también hice mis composiciones de lugar de lo que podrían haber sido sus trabajos y sus días ejerciendo allí la docencia. Esto último lo hacía con la ayuda de los recuerdos de anécdotas que me había contado. 
Cuando mi padre se incorporó a la Escuela de El Fontán, Pérez de Ayala había publicado ya todas sus novelas y mi padre se las había leído con avidez, pues admiraba mucho al autor de ‘Tigre Juan’. Muchas veces me contó sus impresiones de lectura de nuestro novelista, del que destacaba la elegancia de su prosa, así como la ironía. 
Bien pensado, no deja de ser muy llamativo que ese lugar tan genuino de Oviedo, inmortalizado literariamente por Pérez de Ayala, del que Carlos Luis Álvarez, escribió una suerte de elegía estremecedora en una ‘Tercera’, de ABC, recordando el hondo significado que tuvo en su infancia El Fontán, fuese el escenario de uno de sus primeros años como maestro de escuela y, también que allí prestase su últimos servicios al Magisterio. 
No hace falta decir, por otro lado, que Cándido escribió aquel memorable y elegiaco artículo cuando se produjo su demolición de El Fontán siendo alcalde Gabino de Lorenzo. 
Confieso que me agrada que en el edificio que estoy evocando y describiendo continúen las tareas docentes. 
En El Fontán, no sólo en el mismo escenario de la novela ‘ayalina’ a la que aludí más arriba, sino también en el mismo enclave donde se representó teatro en Oviedo en el siglo XIX. 
Teatro, mercado, costumbrismo, novela intelectual y escuela. Todo ello en un pequeño espacio que está lleno de sabor y que no sólo atestigua mucho de lo que vino siendo la vida cotidiana de Oviedo, sino que es también una de las principales referencias de una de las grandes novelas que tiene a nuestra ciudad como escenario. 
A todo esto hay que añadir que en la sede del actual Centro de Adultos fueron muchos los niños que, desde principios del siglo XX, aprendieron allí sus primeras letras. 
Por eso, cuando camino por delante de las antigua Escuela de El Fontán no dejo de pensar que estamos hablando también de un entorno de aprendizaje no sólo escolar, pero también. 
De vez en cuando, si el clima del momento me lo permite, disfruto mucho tomando un café frente a este edificio en el que mi padre vivió fases tan distintas y espaciadas de su trayectoria docente, en el que –lo repito– me hubiera gustado dar clase, aunque sólo fuese durante un solo ejercicio académico. 
Trabajos y días, días y trabajos. Memoria ‘ayalina’, memoria docente, memoria teatral, escuela de costumbres, no siempre pintorescas, pero también. 
¡Cuántas veces reviví el momento en el que Pérez de Ayala se encontró con el personaje que le inspiró su novela, tal y como contó el propio escritor! ¡Cuántas veces me imaginé a mi padre entrando en aquella escuela en su primer año de servicio en Oviedo con su plaza ya en propiedad! ¡Cuántas veces me hice mis composiciones de lugar en un aula dando clase y con la pizarra ocupada casi por completo con oraciones sintácticamente analizadas! ¡Cuántas novelas de costumbres se sucedieron extramuros de la escuela que no llegaron a ser escritas! ¡Cuántos libros de segunda mano adquirí en El Fontán y empecé a leer sobre una pequeña mesa de madera frente a esa escuela! 
¿Cómo no se habrá escrito una historia de amor que pasó por El Fontán, dejando aparte a Pérez de Ayala, o, mucho mejor aún, rindiéndole homenaje?"

La Escuela de El Fontán vino justo a continuación que aquel desaparecido Colegio de San Matías de los jesuitas, de lo que nada queda excepto la iglesia, pues como hemos dicho, más de un siglo después de la expulsión de la Compañía de Jesús de España y tras haber pasado por diferentes usos, fue demolido para hacer el mercado cubierto


De los jesuitas solamente quedó la iglesia, cuya torre-campanario volvemos a ver, si bien cambió su advocación al establecerse en ella la parroquia de San Isidoro El Real desde su antigua ubicación, en la actual Plaza del Paragüas, cuya antigua iglesia románica (s. XII) fue demolida a excepción de su arco de la portada, llevado al Campo de San Francisco, y algunos fragmentos expuestos en la actualidad en el Museo Arqueológico de Asturias sito en el claustro del antiguo monasterio de San Vicente (detrás de la catedral)


Como le pasó a la catedral de San Salvador, de las dos torres proyectadas solamente se construyó una, interviniendo en la construcción del templo varios arquitectos entre los que destaca el avilesino Francisco Menéndez Camina. Tiene "vínculo de afinidad espiritual" con la basílica romana de Santa María la Mayor, dependiente directamente del papa, por lo que los visitantes de esta iglesia tienen en los días pertinentes las mismas indulgencias que peregrinando a Roma, "Este vínculo se recibió por la especial devoción que la iglesia ovetense profesa a la Virgen de los Dolores. Este vínculo lo gozan en España un total de treinta iglesias", leemos en Wikipedia


El colegio se construyó entre 1576 y 1587, es decir, unas décadas antes que el Ayuntamiento y de que se abriese esta plaza. Su benefactora, por disposición testamentaria, fue Magdalena de Ulloa, viuda del mayordomo de Carlos V, consejero de Estado y Guerra y presidente del Consejo de Indias Luis Méndez Quixada, padres adoptivos de Jeromín, el futuro Don Juan de Austria. La fundación efectiva se producirá más de medio siglo después:
"El 2 de junio de 1645 el Arzobispo de Granada, que anteriormente había sido obispo de OviedoMartín Carrillo Alderete (que se encuentra enterrado en la iglesia), suscribe el documento de fundación del Colegio de San Matías. El Arzobispo Carrillo Alderete fue embalsamado y colocado en una urna situada en un arcosolio de un lateral del presbiterio. 
El complejo se construyó durante el siglo XVII siendo entre 1646 y 1681 la época de mayor trabajo. En 1681 las obras son concluidas siendo inaugurada la iglesia. 
Los trabajos de construcción de la iglesia fueron dirigidos por varios arquitectos de los que se puede destacar al arquitecto avilesino Francisco Menéndez Camina. La iglesia posee nave única con planta en cruz latina y única torre exterior si bien en el proyecto inicial estaba previsto fueran dos. La falta de presupuesto, como ocurrió con otras iglesias ovetenses, incluida la catedral de Oviedo, acabó por dejarla en iglesia de una sola torre. Es monumento Histórico Artístico."

El antiguo Colegio de San Matías, junto al que se hizo la Escuela de El Fontán, que pasó a ser centro de adultos en el año académico de 1988-1989 favoreció especialmente la creación de esta plaza, y así nos lo cuentan en La Voz de Asturias del 13-9-2021 con El ambicioso proyecto de los ambiciosos jesuitas que acabó con la charca fétida de El Fontán:
"Cuando los jesuitas construyeron la iglesia de San Isidoro, ni se llamaba así, ni se proyectó como hoy la vemos. Pues, en realidad, el templo estaba (y está) dedicado a San Matías y la orden lo proyectó con dos torres, no una, lo mismo que ocurrió con la Catedral. También levantaron anexo a él, junto al entonces inhóspito Fontán, un gran colegio que ya no existe. 
Hay que remontarse al siglo XVI para recuperar esta historia. La orden de San Ignacio o canónigos regulares, a los que también llamaban frailes teatinos, estaban instalados cerca del Campo de los Reyes. Por cierto, de ahí que el actual barrio lleve ese nombre. 
Pero, según cuenta el experto Ernesto Conde en su minucioso trabajo El Fontán, laguna, fuente y túnel (X-XI ciclos de conferencias de la SOF, 2021-2013), el terreno quedaba muy alejado del centro espiritual y económico de Oviedo, por lo que los religiosos decidieron comprar varias fincas en la zona del Fontán, en la parte exterior de las murallas. En lo que hoy es el mercado cubierto, comenzaron a levantar a finales del XVI un conjunto de iglesia y colegio «que tardarían más de cien años en terminar por completo». 
Era una zona bastante poco salubre: en lo que hoy es la plaza porticada había una pequeña depresión con una laguna estancada donde la ciudad vertía todo tipo de deshechos, tanto de las casas como de las carnicerías de la calle del Fierro. Tan hedionda y cenagosa era, que el ayuntamiento finalmente se decidió a drenarla para permitir la expansión de la ciudad. 
Aquí es donde intervienen los jesuitas. Desde que toman la decisión, aún tardarán un siglo en levantar su gran colegio (hoy desaparecido) de cuatro plantas y el templo hoy conocido por San Isidoro, aunque «canónicamente sigue estando bajo la advocación de San Matías. Las leyes de la Iglesia determinan que no se puede cambiar el titular de los templos; ni reyes, ni obispos, ni el mismo Papa tienen facultad para hacerlo», señala Conde. 
Los problemas de salubridad no cesaron; de hecho, empeoraron con la construcción del colegio por el aumento de habitantes de la zona, y hubo que esperar aún muchos años antes de que las autoridades solucionaran el problema. Así lo señalan también Alejandro García Álvarez-Busto y Alberto Morán Corte en su publicación San Matías (Nailos, 2020): «será a partir de la llegada de los jesuitas cuando podamos comenzar a hablar de cierta urbanización, que no saneamiento definitivo». Estos investigadores, que también citan a Conde, hacen un estudio exhaustivo de cómo era el colegio y añaden incluso planos que muestran sus considerables dimensiones. 
Como es sabido, en 1767 los jesuitas fueron expulsados de España y sus bienes repartidos, por lo que el complejo fue entregado a la parroquia de San Isidoro, que se ubicaba donde hoy está la plaza del Paraguas y se trasladó al nuevo templo. 
García y Morán señalan que, hasta 1792, «varias depen­dencias fueron arrendadas como viviendas particulares a personalidades dis­tinguidas; otros cuartos, como el estudio de teología o el refectorio, los utilizó la Sociedad Económica de Amigos del País con el fin de realizar allí sus reuniones, así como para abrir una escuela de dibujo e instalar un museo de historia natu­ral; algunas zonas se emplearon como paneras y alfolíes de la sal, mientras que la botica parece que seguía existiendo». 
Así que, según esta investigación, el viejo colegio acabó ocupado en 1795 como cuartel por el tercer batallón del regimiento, aunque pertenecía al obispado. Más tarde, desamortizado, pasó a depender de Hacienda y entró en estado de ruina, de modo que habrá que esperar hasta la revolución de 1868 para que la junta revolucionaria, «extralimitándose en sus funciones, autorice el derribo del viejo colegio de San Matías», en opinión de Conde. El derribo se consuma al año siguiente. Un día, los jesuitas volverían a Oviedo, pero su colegio ya no estaba. 
Y, años más tarde, el Estado vende el solar al ayuntamiento y se construye el actual mercado metálico cubierto: diseñado bajo unos parámetros modernos en la época, alto y luminoso, fue diseñado por Javier Aguirre Iturralde e inaugurado en 1885. Cuatro años antes, salvando las distancias y el tamaño, que otra estructura metálica universalmente conocida: la torre Eiffel."

Sobre la puerta del centro de adultos una inscripción recuerda a las antiguas Escuelas de El Fontán, en ellas se lee:
AGRUPACIÓN ESCOLAR
PRIMER DISTRITO
NIÑOS Y NIÑAS

Y en la fachada, la Cruz de los Ángeles, el omnipresente escudo ovetense


Caminamos pues ahora junto al lado norte de las casas porticadas del rectángulo de El Fontán, yendo en dirección al mercado cubierto, situado en la llamada Plaza 19 de Octubre, que fue como se llamó a este mercado en un principio, construido entre 1882 y 1885 con el proyecto del arquitecto donostiarra Javier Aguirre Iturralde y que en la actualidad es el único mercado cubierto ovetense las la desaparición del cercano Mercado de Trascorrales (La Pescadería) y el Mercado de El Progreso (en El Ensanche, para hacer el edificio La Jirafa)


A nuestra derecha, en el bajo del edificio de tres pisos de la esquina porticada, el bar El Rincón de Claudio y, seguidamente, la Mercería Olimpia y otros comercios


Luego, en una casa de dos plantas, La Casina, sinagoga y Centro Cultural Judío, símbolo del regreso de Sefarad a la extinguida judería, que obviamente no estaba en este lugar, sino al lado de la Puerta de Socastiello, al norte de las murallas, paso actualmente del Camino Primitivo. Nos cuentan de este lugar tan especial en Turismo Oviedo:
"En la zona de El Fontán se encuentra una pequeña sinagoga, llamada Beit Emunáh. El inmueble, conocido como “La Casina”, fue cedido por el Ayuntamiento de Oviedo en el año 1999 como gesto para devolver a la población judía aquello que se le había arrebatado cuando fueron expulsados de España. Esta sinagoga ha servido para favorecer el encuentro de judíos en el Principado de Asturias, a pesar de que la comunidad judía ya se encontraba unida en la ciudad de Oviedo desde el año 1972. En la sinagoga se puede encontrar, además, un museo que cuenta con multitud de objetos de gran valor histórico y sentimental. 
La sinagoga acoge también un Centro Cultural Judío que se dedica al estudio, difusión y promoción de la cultura judía con el desarrollo de actividades culturales tales como la “Feria del libro judío” o actos con estudiantes para la memoria del holocausto."

A la izquierda, en un cubículo entre el centro de adultos y el mercado cubierto, estuvo el quiosco de El Fontán, cerrado por la feliz jubilación de la quiosquera Rosa García, glosada por este motivo por R. Agudín y A. Arce en El Comercio del 19-6-2020:
"No hay vecino del Oviedo Antiguo que no la conozca. Han sido 66 años vendiendo periódicos y ahora le ha llegado el momento de descansar. Rosa García, la kiosquera del Fontán, se jubila. Lo hizo en marzo cuando cogió «miedo» a contagiarse por el coronavirus, tras vender millones de periódicos. Entre ellos nunca faltó EL COMERCIO. 
Dice que siente «pena» de haber echado para siempre el cierra a su puesto y todos los días quita la morriña acudiendo a El Fontán. Sus hijos, explica, regentan el bar El Rincón de Claudio y acude a verlos. Allí charla con sus clientes que no paran de repetirle que la extrañan. 
Pero nada ha sido igual desde marzo. Rosa tenía la costumbre de abrir su negocio a las cinco de la mañana para recibir a los repartidores y colocar todos los ejemplares por orden. Si llovía los protegía con sumo cuidado para que ni una gota cayese sobre el papel y allí pasaba once horas de la jornada. 
«A las cuatro de la tarde ya tenía todo recogido. Por aquí han pasado muchísimas personas y los domingos se vendieron hasta quinientos periódicos». La cifra por la semana descendía hasta los «cien o doscientos» y tiene grandes recuerdos de dos alcaldes: Gabino de Lorenzo junto a Alfredo Canteli. 
El primero fue el que le dio el puesto que tiene hace veinticinco años. En un principio vendió los periódicos en un local situado un poco más cerca de la calle Fierro y pagó mil pesetas por el traspaso. No fue hasta que se reformó el mercado cuando se trasladó de forma definitiva. 
Al segundo le tiene gran aprecio porque siempre le saluda. «Por aquí pasaron muchos políticos en campaña electoral y luego no se acordaban más, pero Canteli siempre me decía algo». 
Tal es el cariño que se tienen que el Ayuntamiento estudia realizarle un homenaje. El primer edil calificó ayer a Rosa como un «emblema» de la ciudad: «Esta propuesta ya la habíamos hablado, es uno de los proyectos en la cartera de comercio que teníamos antes de la pandemia del coronavirus».

Unos años antes, el 7-4-2014, y en el mismo periódico Rosa decía "Este puesto es toda mi vida":
"Rosita García tiene una especie de calculadora mental que en pocos segundos hace la cuenta exacta para cobrar las ventas de su quiosco de El Fontán. Y eso que el goteo de clientes en su puesto un sábado cualquiera es incesante. «Llevo 60 años haciéndolo», comenta restando importancia a su rapidez numérica. Desde los 17 años está con su quiosco a cuestas. Literal, al menos en sus primeros años. «Conocí a un rapaz que vendía un quiosco, era como un armario que abrías y mostrabas la prensa. Se lo compré por mil pesetas», rememora Rosita. 
Luego, pasó a ocupar una furgoneta que el marido de Rosita adaptó como puesto de prensa móvil y que cada noche, cuando salía de su trabajo como tipógrafo en el periódico 'Región', conducía para cambiarla de lugar. Hasta hace 20 años cuando con la remodelación del mercado de abastos de El Fontán pasó a su ubicación actual, en un pequeño puesto con mostrador en el exterior donde Rosita exhibe todas las publicaciones que vende. «Aquí vendo de todo. Prensa, pero también aspiradores, pañuelos, relojes, planchas, utensilios de jardinería y todo lo que regalan ahora los periódicos», comenta.
Rosita es una mujer de mirada clara y palabra irónica que no duda en asegurar que a ella lo que más le gusta de El Fontán es su puesto. «Esta es mi vida», resume. Su hijo gestiona el negocio, pero lo de quedarse en casa durmiendo no va con ella. Cada día sobre las seis de la mañana se acerca a El Fontán para recoger la mercancía, la prensa diaria y allí se queda hasta las cuatro de la tarde. «Porque luego cerramos. El mercado no es lo que era y ahora no merece la pena abrir por las tardes. ¡No viene ni un alma! Antes había fruta y la plaza estaba llenísima de gente, pero llegaron los supermercados y se lo llevaron todo», incide. Hay días en que Rosita incluso antes de las seis de la mañana ya trabaja en su puesto. «Los 17 años de ahora no son como antes. Las pasamos canutas y fue una vida muy dura. Ahora te lo dan todo regalado», valora. 
Aunque la clientela sea menor, la de Rosita es fiel. «Venían los abuelos, luego los padres y ahora los nietos. Han pasado por aquí tres y cuatro generaciones de las familias», explica. Siguen yendo a por la prensa diaria y los compradores aseguran que «todo el mundo la quiere. Es una persona estupenda». Ante tanto halago, Rosita recuerda que el próximo 26 de abril cumple 78 años, «a ver si me traéis algo». Un regalo para uno de los puestos más antiguos de El Fontán, el de una mujer emprendedora hace 60 años."

"La pixueta Rosa García Busto abrió hace ya casi sesenta años, en el entorno de la ovetense plaza del Fontán, el quiosco de prensa que hoy regenta su hijo, Emilio Solís. Es toda una institución en una de las zonas con más solera de la capital. Rememora Rosa que, de muy jovencita, decidió dejar la costura y entrar en el negocio de la venta de prensa, tras comprar un quiosco por mil pesetas. «Y así, a más, hasta que me jubile», publicaba La Nueva España el 21-12-2011 con motivo del 75 aniversario del periódico en La mirada del quiosco


Nueve años después, para el mismo diario y con motivo de su jubilación, David Orihuela firma Rosa García, última página del Fontán, a fecha 21-6-2020, que empieza así: "El Fontán no ye lo que era". Y sin ella, menos aún. La frase es de Rosa García Busto, Rosina, y tal vez la mujer no sabe cuánto tiene de verdad su afirmación. Rosa es pixueta, "de Cudillero, de abajo, los de arriba son de El Pitu", pero hay pocas personas más ovetenses que ella."

Y en Negocios Carbayones comparten este reportaje de La Hora de Asturias:
Aunque ya jubilada, esta dinámica y activa pixueta de nacimiento y ovetense de adopción puede sin duda considerarse la memoria viva del Fontán, al que gusta ir de visita diariamente, aunque en la actualidad es uno de sus tres hijos quien regenta el popular kiosco de prensa y revistas situado en la fachada sur del mercado central. Hoy son los periódicos y las revistas quienes protagonizan la oferta del puesto de venta, pero en sus inicios «era muy distinto, se cambiaban, sobre todo, novelas de Corín Tellado, de Estefanía, fotonovelas, porque a causa de una normativa que fijaba distancias entre puntos de venta, los primeros años no podíamos vender prensa; y también muchas golosinas, que ahora ya no se venden». No sería hasta el primer gobierno socialista de Felipe González cuando empezaron a vender prensa. «De aquella se vendían mucho Región y La Nueva España, pero sobre todo El País, que empezó a llegar con otra prensa de Madrid, pero era el que más se vendía»
También recuerda personajes conocidos de fuera de Oviedo que pasaron por su quiosco, aunque no sus nombres, pero sí algunos como «la nieta de Franco, artistas del famoseo, incluso la hermana del Rey, creo recordar». ¿Y de Oviedo? «Pues todos, porque yo creo que por el Fontán pasa todo Oviedo.» 
Lo que sí había era más compañerismo que en la actualidad. Eran gente unida, pese a las desavenencias puntuales por un metro aquí o allá. Rosa recuerda con añoranza las excursiones que organizaban cada año. «Esteban, que ya murió el hombre, un frutero de San Esteban de las Cruces, iba cogiendo un tanto que le dábamos todas las semanas y luego, en julio o agosto íbamos todos los de la plaza de excursión; fuimos a muchos sitios de España e incluso, cuando me casé, creo que en los años 60, el viaje lo hicimos en una de esas excursiones a Portugal, a Coimbra y todo por ahí, que lo pasamos de maravilla». Entre otros, a esas excursiones también iba «un vendedor de benéfica, Pepín, que ya murió, y que andaba en un carrín…» Y así, con la mirada perdida en el pasado y la ilusión aún en el futuro, Rosa sigue paseando su mirada por un Fontán en el que todavía resuenan ecos de otra época."

La calle El Fontán hace un poco de rampa en suave puesta con la plaza porticada a nuestra derecha, con sus tiendas


Al fondo, en la calle Fierro, sus características galerías acristaladas, brillando a la luz de la tarde...


Las tiendas de recuerdos, regalos, etc., ejemplifican el que sea esta una de las plazas más concurridas, visitadas y turísticas de la ciudad


A la derecha, otro de las entradas al patio de la plaza, viendo al fondo el de Daoiz y Velarde, con el Palacio del Marqués de San Feliz al fondo, que vemos parcialmente


A la izquierda, la entrada al mercado cubierto, cuya historia leemos resumidamente en El Fontán, el mercado de Oviedo, de la web Mercado El Fontán:
"La existencia de un mercado para la venta de frutas, verduras y carnes ya aparece recogido en las Ordenanzas del Concejo de Oviedo durante el siglo XIII. En la Navidad de 1521 Oviedo sufre un gran incendio. El 10 de Septiembre de 1523 el Emperador Carlos V, para superar la crisis local derivada del incendio concede a Oviedo un mercado franco, a celebrar todos los jueves a partir del mes de enero de 1524. Este mercado se celebra en la zona del Fontán, lugar ocupado por una antigua laguna desecada, siendo su último vestigio el actual Caño del Fontán. 
El Mercado El Fontán desarrolla su actividad en la Plaza 19 de Octubre de Oviedo, entre las calles Fontán y Fierro, en el lugar ocupado por el antiguo Colegio de San Matías ( P. Jesuitas) y contiguo a la actual Iglesia de San Isidoro. 
El edificio fue diseñado por el arquitecto Javier Aguirre en 1882, finalizando su construcción en 1885, y está incluido en el catalogo de edificios protegidos del Ayuntamiento de Oviedo. En el año 1994 se produce la rehabilitación integral del edificio, creándose la empresa Mercado El Fontán S.A., que obtiene del Ayuntamiento de Oviedo una concesión administrativa para la explotación del antiguo mercado municipal. 
A partir del año 2006 Mercado El Fontán S.A. se encarga también de la gestión del mercado exterior y del rastro dominical…"

Su aspecto, conservado fielmente y adaptado a los nuevos tiempos según el devenir de la historia, es realmente impecable e impresiona con su estructura metálica que sirve de sostén a enormes cristaleras que dan luz natural al interior. Wikipedia nos ofrece este pormenorizado análisis artístico que compartimos íntegramente:
"En él prima la preocupación por los aspectos de ventilación e iluminación, atendiendo a los preceptos higienistas característicos de este tipo de construcciones; también la utilización de los nuevos materiales que, en este caso, se hacen más notorios que en el Mercado de Trascorrales, siendo los muros exteriores un reflejo de la estética interior; y la función particular de servir como paseo cubierto de la zona. 
Lo que hace Javier Aguirre a la hora de proyectar el edificio es buscar la geometría del terreno e instalar las columnas que servirán para dar una idea espacial previa del mercado; el resultado es un edificio de planta cuadrada, al que se añade una parte norte de forma trapezoidal, justo en el tramo adosado a la Iglesia de San Isidoro. A partir de esto, coloca el resto de elementos, como los accesos, las zonas de circulación y la fuente. Además, teniendo en cuenta que este tipo de construcciones atienden normalmente a criterios racionalistas, se puede explicar el hecho de que los espacios internos en los que se divide la planta se vean reflejados al exterior en sección y en cubierta. Esta última sigue la idea propuesta por Cándido González en su Mercado de Trascorrales a la hora de elevar la parte central para ubicar en su perímetro esos vanos de ventilación e iluminación; la diferencia es que, en este caso, Javier Aguirre eleva varios cuerpos de la cubierta a distintas alturas, dando mayor complejidad a la misma. 
En cuanto al cerramiento, podemos ver como sigue las ideas de la arquitectura racionalista, dividiendo las fachadas en módulos regulares, con un basamento de piedra, sobre el cual se ubican series de cuatro grandes vanos alargados que rematan en arcos de herradura, y que son enmarcados por finas columnas de orden jónico en hierro (el eclecticismo que se lleva a cabo en estos momentos en la ciudad se ve también reflejado en este tipo de construcciones); sobre todo ello se ubica un friso de chapas de hierro que soporta, a su vez, una cornisa que hace las veces de canalón."

Esta plaza de abastos centraliza en la actualidad la actividad comercial, de su historia, de la del mercado de El Fontán y de los demás mercados ovetenses nos regalan un magnífico reportaje Ana Salas e Idoya Rey en El Comercio: del 7-12-2014:
"Decir el mercado es sinónimo en Oviedo de El Fontán. No existe otro en la ciudad. Pero no hace tanto no era así. El pescado, por ejemplo, era cosa de Trascorrales. Fue exactamente hace 20 años cuando se concluyó la rehabilitación integral del mercado '19 de octubre', del ahora mercado de El Fontán, que pasó a centralizar la actividad gestionando también los puestos exteriores de la plaza de abastos. El edificio diseñado en 1882 e inaugurado tres años más tarde se remozó en diciembre de 1994 para ofrecer todo tipo de productos, los que antes andaban desperdigados por las plazas de la ciudad. Se convirtió en mercado de mercados. No podía ser en otro lugar, porque allí, en la plaza de El Fontán, comenzó todo.El mercado de los jueves existe en Oviedo, en El Fontán, desde 1523. Fue una concesión privilegiada de los reyes doña Juana y don Carlos para intentar paliar las desgracias que un año antes habían asolado la ciudad. Se notó en ese funesto 1522 un temblor en verano, seguido de lluvias torrenciales que en septiembre inundaron la región y dejaron «grandes perjuicios en la ciudad y en el concejo», cuenta Fermín Canella y Secades en 'El libro de Oviedo'. Pero lo que más destrozos causó fue el gran incendio que en Nochebuena devastó gran parte de la ciudad intramuros. «Quemaron las calles de Cimadevilla y Rúa, hasta la puerta de Socastiello y hospital de San Juan; el barrio de Chantría y Lonja hasta la puerta de la Gascoña; parte del monasterio de San Pelayo; la calles del Portal y San Antonio; el hospital de San Julián, la calle de la Herrería y gran parte de la iglesia Catedral». Los andamios de una de las torres del templo religioso quemaron dejando solo una torre para siempre. 
La recaudación de impuestos por la instalación de un mercado franco podría aliviar las arcas municipales y rehabilitar la dañada ciudad, y por eso la concesión de los reyes a Oviedo. Pronto el mercado se extendió también a los domingos, pero con el crecimiento de la ciudad, el progreso de la industria, y la llegada de las vías de comunicación la actividad comercial se fue extendiendo a otras plazas. En El Fontán se quedaron los carros de leña, granos, madreñas, loza, zapatos de Noreña y cerdos. En Trascorrales se ubicaban las vendedoras de leche, tocino, carnicería, hortalizas y sardinas saladas. En la calle del Sol, los tratantes de sal al por mayor. En Flórez Estrada la sidra, y en La Universidad los muebles viejos y las ropavejeras. En Porlier se vendían las varas, maseras, duernos, camas, toda la cestería y el carbón. En La Catedral la fruta, aves y huevos. Y en el Campo de los Patos el ganado vacuno. 
Los mercados dispersos obligaban a los comerciantes a vender a la intemperie y «dejaban bastante que desear», expresa Canella. Así se pensó en poner un remedio y nació la plaza de El Fontán en 1702. La idea era construir un rectángulo con 36 tiendas o casas bajas y soportales al exterior e interior, una construcción que fue variando y que no dio solución total a los problemas. Los tiempos cambiaban y Oviedo apostó por la modernidad. El primer mercado cubierto moderno de Asturias se instaló en la plaza de Trascorrales. 
Trascorrales 
Cuentan los arquitectos José Ramón Fernández Molina y Juan González Moriyón en 'La arquitectura del hierro en Asturias' que el proyecto para este primer mercado fue encargado al maestro de obras Cándido González en 1862, pues no había en aquel momento ni arquitecto provincial ni municipal. Se inauguró en 1866 con un coste final de 59.173 pesetas. Pronto comenzó a conocérsele vulgarmente como 'La Pescadería', reseña Canella, aunque allí se vendían también carnes y otros comestibles. 
Hasta hace 20 años funcionó el mercado en Trascorrales, que no perdió hasta sus últimos días ese nombre de la plaza del pescado. Tras dejar la actividad comercial se convirtió en un equipamiento municipal. 
19 de octubre 
Así es como se llamó al actual mercado de El Fontán. En realidad, cambio de nombre ese diciembre de 1994, cuando mostró su cara remozada. La edificación ya había sido arreglada en 1973, la única intervención desde su inauguración en 1885. El proyecto lo firma el arquitecto provincial Javier Aguirre y costó 118.922 pesetas. Se ubicó en el solar ocupado años antes por el colegio San Matías y justo junto al mercado primigenio de la ciudad, donde pasarían a ser uno. 
«Destaca en el proyecto la insistencia en la viabilidad, con especial énfasis en su función de paseo cubierto y la importancia concedida a la iluminación y ventilación», explican los arquitectos en su publicación. Consideran también que es uno «de los mejores ejemplos de los mercados de la arquitectura del hierro construidos en Asturias». 
Con su gran reforma de 1994, el mercado se fundió con los negocios de Trascorrales y se convirtió en el único de la ciudad. Pasó a ser explotado por concesión administrativa por la empresa Mercado de El Fontán, que a partir de 2006 se hizo cargo también de la gestión del mercado exterior y del rastro dominical que lleva siglos en funcionamiento. 
El Progreso 
El otro gran mercado que tuvo Oviedo fue el del Progreso, ubicado en el mismo solar donde ahora se erige el edificio de La Jirafa. Este emplazamiento, llamado antaño como el Campo de la Lana, era lugar habitual de celebración de las ferias de La Ascensión y Todos los Santos. Su construcción en 1887 responde a las necesidades de la nueva población instalada en el ensanche de la ciudad. La obra corrió a cargo del arquitecto municipal Juan Miguel de la Guardia, aunque el proyecto inicial lo firma de nuevo Javier Aguirre, y costó aproximadamente 140.000 pesetas. El mercado del Progreso quedó muy dañado tras la guerra civil y finalmente fue derribado entre 1950 y 1953. 
Es este un mercado, quizás más olvidado, pero no Trascorrales, donde despacharon muchos de quienes ahora lo hacen en El Fontán. Llevan allí exactamente 20 años, desde que se mudaran al rehabilitado edificio. Al mercado de Oviedo. 
El mercado a través de 60 puestos 
Es normal conocer a quien compras la fruta, el pescado, la carne, la prensa, las flores o las madreñas. Menos habitual es saber su historia. Es lo que ha tratado de contar EL COMERCIO a través de su sección de los lunes 'Un paseo por El Fontán', recorriendo 60 puestos. Carlos Mier y Miriam Álvarez la inauguraron el 7 de octubre de 2013. Regentan desde hace casi una década la carnicería Carmen Trabanco, que precisamente cierra los lunes, jornada que dedican a elaborar lo que venden en la plaza. El lunes pasado, 1 de diciembre, Freddy Cuevas se encargó de poner el broche final desde su puesto de artículos de segunda mano de los domingos. Entre ambos, prácticamente todos de los que a diarios abren su pequeña tienda en el mercado, y muchos de los de fuera. Unos veteranos, como es el caso de Nieves Suárez, que ya vendía leche en la plaza del Paraguas y después lo cambió por frutas y verduras que trae los jueves y los sábados a la plaza de Daoíz y Velarde a sus casi 90 años; y otros recientes, como es el caso de Samuel Monte, con su 'Deli-Astur' lleno solo de productos asturianos; o Cruz Díez, con su negocio de repostería en el número 1. 
Han relatado cómo han visto cambiar el mercado de cuya rehabilitación se cumplen ahora 20 años, cómo fue el traslado desde Trascorrales y cómo el entorno fue variando, mejorando para algunos y empeorando (perdiendo cierta esencia e identidad) para otros. Para muchos es su vida, tal y como reconoció Rita María Tudela Fernández, la cuarta generación de una familia dedicada a las venta de verduras de su huerta con 20 años en El Fontán. Incluso los hay, como Juan Carlos Lavado, que consideran a sus clientes y sus compañeros parte de su familia. 
Los lectores han sabido que la francesa Mirele le Gall dejó su país por amor para instalarse en el Principado; que Isabel Martínez vino a Oviedo para unos días y se quedó; que Ángel Rodríguez monta su puesto el domingo aunque se le rompa el coche; y que entre los comerciantes hay un buen número de universitarios que un día dejaron su profesión para poner su mejor cara cuando llegan los clientes. Esperan que sean muchos."


Enfrente, la fachada de A Feira que da a la calle, la de Paco Gómez, el señor del pulpo, como lo llama Carlos Cuesta en la web Vinos y caminos:
"Es todo un erudito en la preparación del pulpo en sus diferentes variedades, especialmente el “Pulpo a Feira” tan protagonista desde época medieval en su Carballiño del alma en esa tierra ourensana de historia y monasterios. Paco Gómez conoció las debilidades de ese rico cefalópodo desde que era niño. Su familia le inculcó el amor por la tradición y por las cosas del comer entre ellas la preparación de un buen pulpo como hacían las típicas pulperías de su entorno. Ese pulpo de tierra adentro que desde la zona marítima de Ferrol llegaba a los monasterios de Ourense como el de Oseira, como pago de diezmos y en trueque. El excedente de este producto marino lo aprovechaban las familias de esos contornos para elaborar unos pulpos de sabor y grandeza en sus calderos de cobre y sus diez minutos de cocción controlada. Y Paco creció en ese ambiente de trabajo y sensaciones y con los años se convirtió en un Pulpeiro de altura y en un empresario que cuenta con varios locales en Ourense, Oviedo, Gijón y Avilés. “A Feira” es el negocio donde el pulpo y demás oferta galaica cobran interés gastronómico. 

Este emprendedor con muchos premios y galardones por su buen hacer con la elaboración del pulpo de casa, disfruta con su trabajo y en su entusiasmo a prueba de pasión y fervor ha elevado al feliz cefalópodo en un plato de nivel organoléptico. 


    Con su socio asturiano Miguel De Dios y el activista culinario Nacho Sandoval están promocionando por media España el certamen “Pulpo Pasión” con gran éxito de participación profesional y aceptación popular. El pulpo en infinitas variedades cocineras está gustando al respetable que participa en esos sabores y saberes en excelentes preparados y propuestas pulperas.  

Estos días en Oviedo, Paco Gómez ofertó toda una lección magistral sobre la elaboración y técnicas para conseguir un pulpo en esencia marinera y en perfecto estado de cocción, textura y sabor. Varias pruebas de cata bien armonizadas con blancos Albariño, Godello o Verdejo, iniciaron la presentación  oficial de “Pulpo Pasión”. Enseñanzas prácticas de un maestro pulpeiro como es Paco Gómez para ahondar en el conocimiento a fondo de una puesta en escena del pulpo en buen estado de presentación. "


Y, de nuevo en El Comercio, es Jessica M. Puga, quien le entrevista para la edición del 17-6-2023:
"Paco Gómez (Carballino, Ourense) ha hecho famoso el pulpo a feira en Asturias. En ocho restaurantes repartidos por Gijón, Oviedo, Avilés y Corvera ha acostumbrado al cliente de aquí a comer uno de los productos más representativos de la cocina gallega «al dente, que es como se aprecia mejor su textura y jugosidad», explica. El jueves compartió los secretos de su cocinado en su local de Gascona dentro de la VII edición de Pulpo Pasión. 
-Procede de una familia de pulpeiros. Entiendo que su destino estaba escrito, ¿se lo llegó a replantear alguna vez? 
-Soy la cuarta generación, así que, efectivamente, lo viví desde pequeño. Recuerdo ir con mi abuela a las ferias y cómo mis padres, que estaban emigrados, se metieron con ella al pulpo cuando regresaron. Yo lo continué a pesar de que hice Administración y me metí un tiempo por la rama de Económicas. Al final me decidí por el pulpo y las ferias, y a raíz de eso y con el tiempo, es cuando abro los restaurantes. 
-¿Cuáles son los trucos del pulpo a feira? 
-La calidad de la materia prima lo primero. Y no solo del pulpo, también tienen que ser buenos el aceite de oliva virgen, el pimentón y la sal. Otra cuestión importante es atender a la cocción, que es lo que nos diferencia y lo que, recuerdo, más llamó la atención de los asturianos cuando llegamos. 
-¿Qué punto hay que darle? 
-En el interior de Galicia lo servimos al dente, no tan blando como se come en Asturias y en el norte de Galicia, donde también tienden a cocinarlo un poco más. Cuando abrimos aquí pusimos un punto más de dureza y, la verdad, nos costó un poco entrar en el mercado regional. El punto de inflexión llegó cuando, en 2015, gano el premio al mejor pulpeiro de España; ahí conseguimos que el comensal dejara de cuestionar la dureza y se atreviera a probar. Hoy nuestra forma de hacer el pulpo es el secreto de nuestro éxito, un plato con textura y jugosidad, cualidades que no se encuentran cuando está más cocido. 
-¿Conseguir la materia prima es fácil o complicado? 
-Cada vez es más difícil, la verdad, aunque el consumo no deja de crecer. La cuestión está en que la calidad tiene un precio; pulpo bueno hay, pero hay que pagarlo, y cada vez es más caro. Hace no muchos años lo conseguía a la mitad de precio, aunque la subida no es una cosa solo del pulpo. 
-¿Cuál es el origen del plato? 
-Todo empieza en el monasterio de Oseira (Carballino), cuyos dominios llegaban a Marín, a la costa. Hace cuatro siglos había mucho trueque: los marineros comerciaban con producto de la costa y las gentes de interior, pues con lo que tenían ellos. Por eso llegaba al monasterio mucho pulpo deshidratado, tanto que había mucho excedente y los monjes decidieron llevarlo a una feria de ganado. Después las ferias fueron a más y se estandarizó que los hombres fueran con el ganado y las mujeres lo hicieran con el pulpo. Con el tiempo se fue expandiendo, de hecho antes en la costa no lo hacían cocido como nosotros, era sobre todo guisado o deshidratado. 
-¿Los buenos pulpeiros están en peligro de extinción? 
-En nuestra zona no, lo contrario, muchos chavales siguen la tradición familiar. Santa María de Arcos, que está pegado a nosotros, es un pueblo de 300 vecinos, donde prácticamente todas las familias viven de esto. 
-De sus nueve restaurantes, ocho están en Asturias y solo uno en Ourense. ¿Aquí hay mucha demanda o allí demasiada oferta? 
-(Ríe). Son formatos diferentes. Los de Asturias son más de tapeo con el producto gallego como protagonista: lacón, oreja, pimientos de Padrón, pulpo, costilla... El de Galicia está más especializado, hay carnes de buey, vacuno mayor, platos fusión y, claro, pulpo. Desde que abrí en Asturias mantengo que tenemos que defender el producto de calidad que tenemos en Galicia, que mucho se vende por gallego cuando no lo es... Nosotros trabajamos con productos con el sello Galicia Calidade. 
-Ha dicho en alguna ocasión que tiene mucha gente de Galicia trabajando en Asturias... 
-Lo difícil en Asturias es encontrar gente con formación para preparar el pulpo y en mi zona, en cambio, la gran mayoría de pulpeiros montan puestos los domingos. Ocupan todas las calles de Ourense y de la provincia, llegando incluso a Pontevedra y La Coruña. Nosotros ahora tenemos una escuela de pulpeiros donde enseñamos el oficio y a la que asisten muchos asturianos. Aún así seguimos teniendo varios profesionales gallegos trabajando en Asturias."


Y, en esta placa colocada en el pasadizo de la calle hacia la plaza, se nos informa de la historia del Pulpo A Feira...


Línea de comercios bajo los soportales, donde estuvo también Casa Juanita. A continuación la Mercería Mari Celi, de Isabel Alonso desde 1982, alquilando el negocio anterior, como nos cuenta Cecilia Pérez el 16-7-2020 para El Comercio, en plena pandemia del covid e incentivando el comercio local:
"Muchos de sus clientes la llaman Mari Celi, pero realmente su nombre es Isabel Alonso. «Me llaman así por el nombre de la tienda. Cuando alquilé el local ya se llamaba así y no lo cambié», asegura entre risas. Lo hace a pie de mostrador en el que lleva despachando todo tipo de género desde hace 37 años. «Treinta y ocho cumplimos en septiembre», apostilla Charo Viejo, dependienta y compañera de fatigas de Isabel Alonso en una de las mercerías con más solera de la ciudad, ubicada en un «lugar privilegiado», bajo los arcos de la plaza de El Fontán. 
«Siempre hemos estado aquí, salvo cuando reformaron la zona y nos trasladamos temporalmente al interior de la plaza», recuerda Alonso. 
Una mercería por la que han pasado generaciones completas. «Tenemos clientas que venían en la sillita con sus madres, y ahora son ellas las que vienen con sus hijos»"

Ya en la esquina con la calle Fierro es La Menuda Chigre Tienda, especializado en productos asturianos y donde se organizan además exposiciones, junto con sus célebres sesión-vermut, a quien el historiador Diego Díaz Alonso le dedica un reportaje fotográfico en Nortes el 14-1-2022, un día después de su apertura, del que compartimos sus textos:
"El objetivo era inaugurar en la primavera de 2020, pero la pandemia se interpuso en los planes de Carlos Huerta, que ayer finalmente logró abrir las puertas de “La Menuda”, un pequeño establecimiento en la ovetense plaza del Fontán, que en palabras de su fundador, pretende “reinventar y actualizar el chigre-tienda”.
Vinos, cervezas, embutidos, productos ecológicos y de proximidad, para degustar allí o para llevar a casa, son la oferta con la que Carlos Huerta pretende abrir un hueco para un público que busque “calidad a precios razonables”. A los mandos de la barra, Guillermo Velat, un clásico de la hostelería carbayona, garantizará un trato atento, profesional y cercano, para hacer de los escasos 23 metros cuadrados de “La Menuda” el nuevo salón de casa de una clientela que busque otro tipo de hostelería en el Oviedo Antiguo."

Enfrente, en la calle Fierro, estuvo Casa Milia (a la derecha de la foto), de Marta Avello, así como, a su izquierda, El Corral de la Comedia, luego el Valentina, muchos son los establecimientos que cambian con relativa frecuencia de nombre, dueño, gerencia, actividad... de cada uno de estos locales podría sin duda escribirse todo un artículo


Si bien vamos a ir a la derecha, completando nuestro circuito alrededor de la plaza, al pasar miramos a la izquierda para ir viendo la calle Fierro, la del clavazón, en su totalidad, a partir de este cruce


A la izquierda, el mercado cubierto y otra de sus entradas, al fondo la antigua iglesia jesuítica y actual parroquial de San Isidoro El Real, y a la derecha más bares y comercios


Recorremos pues este tramo de calle, acercándonos alguno de ellos, como la Charcutería Asturleonesa Entrepeñas, que cuenta con tiendas en Asturias y en León, de donde es originaria, en concreto de Geras de Gordón, como leemos en su web:
"En 1948, tras finalizar sus estudios de comercio, Federico Ordóñez Muñiz tomó las riendas de la pequeña tienda de ultramarinos hasta entonces regentada por su madre, Bernarda Muñiz, en Geras de Gordón. 
Junto con su esposa Jacoba Fernández Pérez, natural de San Pedro de Luna, convirtieron en los años 50, éste pequeño negocio en lo que podríamos llamar un precursor de los supermercados de hoy en día, donde era posible encontrar toda serie de artículos imaginables. 
Paralelamente, Doña Jacoba ganaba día a día adeptos a la receta tradicional de los embutidos de León que elaboraba cuidadosamente y servía en una modesta posada anexa a la tienda. 
Geras se convirtió así en un pequeño centro neurálgico de aquella época, adonde acudían, a lomos de caballo, las gentes de toda la comarca a llenar sus serones y de paso, también la panza. 
Las cada vez más exitosas matanzas de cerdo fueron aumentando cada invierno para satisfacer las demandas de asturianos, leoneses y demás curiosos que se dejaban caer por el lugar. Se amplió a su vez el restaurante para poder albergar la imparable llegada de comensales ansiosos por degustar los suculentos manjares de la zona. 
Hoy día, los tres hijos del matrimonio fundador, sus cónyuges y nietos trabajan juntos para seguir ofreciendo a sus clientes las recetas tradicionales de la abuela aderezadas con el trato familiar a la clientela, al que desde muy pequeños les tuvieron acostumbrados. 
La actividad se sigue desarrollando principalmente en Geras de Gordón, donde se encuentran las instalaciones de la fábrica de embutidos y el bar-restaurante con punto de venta al público."














Pared con pared, La Caleyina del Fontán, bar-restaurante que fue del célebre Manuel Martínez, Viti, "el rey de los rollos de verdura", que pasó en 2015 a Renato Miguens, según recoge E. Vélez en La Caleyina más transitada del Fontán en La Nueva España del 24-2-2018, que empieza así:
"Cuando Renato Miguens levantó la persiana después de cuatro meses de cierre forzoso por enfermedad, se dio cuenta del enorme cariño que le tiene la clientela a su bar-restaurante. Los parroquianos entraron como si no hubiese pasado nada para tomar rollos de verdura, patatas rellenas o un trozo de empanada con vino. El hostelero (El Entrego, 1979) está a punto de cumplir tres años al frente de La Caleyina tras tomar el testigo de Manuel Martínez "Viti", el rey del rollo de verdura. Su predecesor estuvo más de cuarenta años en el negocio ganándose el respeto del Fontán. Sin embargo, la historia de La Caleyina se remonta mucho más atrás, al siglo XIX, e incluye a cuatro generaciones familiares hasta llegar al nuevo gerente."

Su origen está en La Calleja de los Huevos, chigre que estuvo situado en la pequeña calle, calleja 'caleya', de ese nombre, situado poco más allá de la Plaza Mayor, actual de la Constitución, transversal a la calle Cimadevilla, es decir, poco más allá de la iglesia de San Isidoro El Real. Gracia Noriega nos apunta su historia en La Nueva España del 22-8-2009:
"La Caleyina, fundada en la década de los ochenta del siglo XIX, es el establecimiento hostelero más antiguo de Oviedo, junto con Casa Lobato, en el monte Naranco. Con Casa Lobato tiene otro punto de coincidencia: ambos establecimientos continúan administrados por descendientes de los fundadores, pero mientras Lobato está asentado en el mismo lugar donde se fundó, La Caleyina hizo un recorrido sobre el espacio ovetense, trasladándose desde la calleja de los Huevos a la muy próxima plaza del Fontán. 
La calleja de los Huevos, traducida al lenguaje popular por La Caleyina, que rotula el veterano establecimiento hostelero, comunicaba Cimadevilla con Trascorrales, por decirlo rápidamente, ya que esta zona ha sufrido una importante modificación desde el siglo XVIII acá. Su nombre oficial era travesía de Cimadevilla, pero desde el siglo XVIII se la conocía por el nombre de la calleja de los Huevos. Observarán que en la plaza de Trascorrales y los alrededores predominan los nombres de productos alimenticios: la puerta de la Pescadería comunicaba esta plaza con la calle del Sol y cerca se encuentra la plaza de la Leche, evidentemente porque en ella se reunían las lecheras mucho antes de que un Ayuntamiento compasivo y sensible a las perturbaciones meteorológicas la cubriera con el enorme paraguas que le da nombre. El nombre de la calleja de los Huevos obedece a que allí se vendían huevos. Antes, los antiguos ovetenses, más sabios que los demagogos modernos, daban los nombres a las calles por lo que se hacía en ellas: donde se reunían las lecheras era la plaza de la Leche, y donde hubo vocerío, la plaza de la Escandalera, y donde se vendían huevos, era la calleja de los Huevos, y así evitaban tener que andar quitando del callejero los nombres de los que ganaron una guerra para poner en su lugar los de quienes la perdieron. 
La calleja de los Huevos conducía desde el arco de Cimadevilla a los Trascorrales. Tuvo su momento de gloria la noche del 24 de mayo de 1808, en la que los alrededores de Oviedo se llenaron de fogatas y la ciudad estuvo bajo el sonido de las campanas para alertar a la población de que se iniciaba el levantamiento contra los franceses napoleónicos. Desde ella, una veintena de ovetenses se lanzó al asalto de la Casa de la Regencia, que se encontraba frente a la calleja, para disuadir a las autoridades afrancesadas que trataban de reprimir el movimiento de los patriotas. La ocupación de la Casa de la Regencia, donde se encontraba el general La Llave, recién llegado de Santander, era parte fundamental de aquella acción. «Era el plan apoderarse de la Fábrica y de los fusiles que en ella había, armar a la gente y dividirla en tres columnas, dirigirse éstas a la plaza Mayor por diferentes puntos; acometer una partida la casa-habitación de La Llave, arrestarle no conviniendo en lo que se le propondría, y tocar a rebato las campanas de la Catedral, iglesias parroquiales y monasterios, al disparo de unos cohetes para que saliese la gente de la población y aldeas inmediatas», escribe Ramón Álvarez Valdés, testigo presencial de aquellos hechos. Lástima que su pobre prosa no se acercara ni de lejos a la suntuosa de Toreno, que había presenciado la explosión del 2 de mayo en Madrid. La Casa de la Regencia fue ocupada sin dificultad por los vecinos procedentes de la calleja de los Huevos, pues los provinciales que hacían guardia fueron sorprendidos con los fusiles arrimados a la pared. Conviene señalar los hechos históricos que se produjeron en Oviedo porque no estaban las armas a mano: sin ir más lejos, el famoso «Desarme», conmemoración de la retirada del armamento de las milicias nacionales que tenían sus armas colocadas en pabellón en el patio del castillo-fortaleza mientras hacían la digestión de un guiso de garbanzos con bacalao y espinacas, seguido de callos y regado con vino en abundancia, al final de la primera Guerra Carlista. 
Al final de la Guerra Civil pasada, que en Asturias duró de 1936 a 1937, la calleja de los Huevos fue ensanchada y con este motivo el bar y casa de comidas se traslada a la cercana plaza del Fontán, en la que a comienzos de siglo tenían fama los «cajones» donde las famosas guisanderas hacían sus platos de «carne gobernada», y en donde se cantaba una copla recordada por Indalecio Prieto, nacido en la vecina calle Magdalena:

Adiós, plaza del Fontán,
consuelo de mi barriga,
donde por tres cuartos dan
buenas «fabes» con morcilla.

La Caleyina se inaugura, ya queda dicho arriba, hacia 1880, siendo su propietario Manuel Viña, nacido en Biedes, al lado de Infiesto. Al principio, tan sólo vendía algunos productos del mar, como sardinas y merluza, y un poderoso y oloroso queso elaborado por los pastores de los Picos de Europa, imponentes macizos montañosos que se veían en la lejanía cubiertos de nieve, desde un poco más arriba de Biedes sin ir más lejos, todavía poco conocidos y explorados. A este queso imponente, que don Benito Pérez Galdós adjetivaba como «de pestífero olor», se le conocía por el nombre generalizado de «queso picón» (porque picaba) y tal denominación descriptiva acogía tanto a los quesos de Tielve como a los de Tresviso, que a mediados del siglo XIX dependía del Obispado de Oviedo. La denominación de «queso de Cabrales» es moderna. En cualquier caso, Manuel Viña fue de los primeros en difundir el queso de Cabrales en Oviedo, donde, con el tiempo, ya en la segunda mitad del siglo pasado y más adelante, tendrían algunos bares especializados como el Venecia, en la calle Doctor Casal, que lo servía en pinchos con acompañamiento de vino de tierra de León; en La Quirosana, en la calle de Fray Ceferino, y en el bar de Domingo, al comienzo de la calle del Arzobispo Guisasola. Y, naturalmente, vendía vino, que es compañía insustituible de un queso poderoso como el de Cabrales. Es inconcebible comer queso sin regarlo con vino. Comer queso con agua es una enormidad: más vale no beber nada, si no hay vino; o como interpreta José Luis Fanjul unos conocidos versos de Antonio Machado:

Donde hay vino, beben vino,
y donde no hay vino, cerveza.

Cuestión digna de menor estudio es qué clase de vino vendía. El vino tinto es el más universal: a falta de otro, vale para todo. Y las sardinas tienen suficiente sabor y consistencia como para resistir el acompañamiento del vino tinto. Otro cantar sería el de la merluza. Y hemos de suponer que el vino de aquellos años sería más bien de tralla.

En Oviedo se diferenciaban bastante bien las funciones de los diferentes vinos: el blanco para el aperitivo y el tinto para la comida. Se salía a tomar vino blanco antes de comer, se comía con vino tinto y, por la tarde, a última hora, antes de la cena, se volvía a salir para beber vino tinto. Nunca se bebía vino blanco antes de la cena, y se cenaba con vino tinto si no había pescado, que siempre se consideró más apto para la cena que para la comida, porque se suponía ya entonces saludable hacer cenas ligeras, y el pescado era parte integrante de mucha consideración en las dietas de los enfermos y de los convalecientes. Cuando a algún enfermo le servían caldo de gallina y después pescado sin preparaciones barrocas, a ser posible sencillamente hervido, era indicación de que las cosas marchaban bien y podían ir mejor. Por otra parte, la sopa de ave con fideos y la merluza rebozada (que los cosmopolitas que nunca faltan denominan «merluza a la romana») eran la cena típica de los viajantes de comercio. Ahora ya no hay viajantes de comercio porque se compra por catálogo y apenas se cena por cuestiones dietéticas. Tal vez un poco de pescado o fruta, por aquello que decían los vaqueiros: el pescado es agua. Esto es, hoy se cena agua.

Las sardinas, la merluza, el queso de Cabrales o picón y el vino fueron los fundamentos de un negocio que sobrepasó con creces los cien años. En 1940, coincidiendo con el ensanche de la calleja de los Huevos, Emilio Martínez de Bien, sobrino de Manuel Viña, se traslada al Fontán, frente a la plaza cubierta, a una casa pequeña, de aspecto rústico y dos plantas, que daba a la capilla de la Magdalena, por la parte de atrás. En la planta baja estaban el bar y el comedor, y en la de arriba la cocina. Emilio de Bien era un señor muy serio, de poca estatura, muy pálido, con camisa blanca sin corbata y el botón del cuello cerrado, y chaqueta mahón, de pocas palabras y mucho respeto. Mantenía a raya a los borrachos, y eso que los había de mucho cuidado. Pero exigía a la clientela de su casa, embriagada o sobria, la máxima formalidad. En la cocina preparaban la carne gobernada, las patatas rellenas y, sobre todo, el rollo de verdura, el mejor de Oviedo con diferencia; y de postre, arroz con leche. En 1982, la casa rústica fue demolida y en su lugar se levantó un edificio cuyo bajo ocupa la actual Caleyina, dirigida por Viti, el nieto de don Emilio de Bien."


Vemos la calle a la larga hasta la iglesia, con el mercado cubierto y otra de sus entradas a la izquierda y, a la derecha, la tienda de Aramburu, otra de las especializadas en productos asturianos


En otro edificio de época formidablemente rehabilitado


Entre más comercios podemos destacar por su historia a Pescados y Mariscos Tito que, como La Caleyina, vino de Trascorrales a El Fontán, siendo uno de los negocios que se mudó aquí cuando la pescadería de dicha plaza se suprimió:
"Se escucha mucho entre trabajadores de grandes superficies comerciales que lo de estar de cara al público suele ser un suplicio. Pero cuando uno pregunta a los propietarios de los pequeños comercios la respuesta nada tiene que ver con ningún tipo de fastidio: «Lo que más me gusta es el trato con la gente, estar tras el mostrador». Esta vez lo dice José Ramón Fernández García, que junto a su sobrino Francisco Miguel Fernández Pulido, regenta Pescados y Mariscos Tito, uno de los puestos del mercado de El Fontán.
Con ese nombre llevan en el mercado de abastos cuatro años y medio, aunque en el negocio más de 30. «Cuando tenía 16 años empecé a trabajar en las pescaderías familiares y ya no lo he dejado nunca», cuenta José Ramón. Esos comienzos fueron en otra ubicación emblemática de la ciudad, en la plaza de Trascorrales, antes plaza del pescado. Allí dos hermanos suyos regentaban las pescaderías Frasco y Antonio. «Cuando fallecieron cogimos nosotros el relevo», explica.



 


 

 

Bajo la instantánea, un cartel reza 'ye sanu, ye pescado asturiano'. Porque en su pescadería lo que se vende es producto salvaje del Cantábrico. «Solo las truchas y el salmón vieneN de cultivo porque así lo exige la normativa», aclara. «Yo vengo todos los sábados porque entre semana trabajo y no puedo. El pescado que venden es buenísimo», apunta una clienta. Es producto que llega cada día de la rula. Haciendo cálculos, Jose Ramón llega a la conclusión de que en estos 35 años de profesión solo un día faltaron a la rula. Un lunes que decidieron ausentarse ante la previsión de correrse una juerga la noche anterior, día de partido de fútbol entre Real Madrid y Barcelona. Solo ese día se ausentaron porque «inauguré este mercado y aquí me jubilaré». Lo hará con la tranquilidad de dejar el negocio en manos de su hijo, que ya despacha en El Fontán."


En cuanto al mercado propiamente dicho, qué mejor que compartir algunos vídeos sobre la vida en su interior, una de las esencias de la intrahistoria ovetense por antonomasia, descubriendo cómo es por dentro, con sus puestos y rincones



Algunos consejos, que pueden ser de utilidad también al peregrino, sobre ideas para ver y comprar, disfrutando a la vez del ambiente del mercado



Vueltos afuera, podemos decir que, al otro lado de la iglesia de San Isidoro El Real, en la calle Jesús, así llamada por los jesuitas fundadores del Colegio de San Matías, se encuentra la sede de la Real y Trinitaria Archicofradía del Santo Entierro y Nuestra Señora de los Dolores en su inmaculada Concepción, "cuyas antecesoras fueron otras fundadas en 1652 y 1664, "entre las que se encontraban la Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad y Ánimas antiguas", nos dice Wikipedia


Dado que a la iglesia y a la Plaza de la Constitución junto con el Ayuntamiento, están al paso del Camino entre la calle Magdalena y la calle Cimadevilla, le dedicamos su pertinente entrada de blog, volvemos a la esquina de la calle Fierro con la Calle El Fontan para completar nuestro recorrido alrededor de la plaza


La terraza hostelera de La Menuda queda ahora a nuestra derecha según continuamos calle adelante. Esta es parte de una crónica que, con motivo de una de las actividades culturales que se celebran en este chigre-tienda, publica La Voz de Asturias con la firma de Álvaro Boro el 6-8-2023:
"Muchas veces tendemos a separar el arte, la cultura en general, del devenir de la vida, de nuestro día a día, del piel con piel. Se piensa que son cosas aburridas, para cuatro mandarines elegidos y cargados de snobismo. Pero nada más lejos de la realidad, porque aunque no todo es cultura, porque de ser así nada lo sería, es algo que tenemos presente todo el rato y todo el tiempo. 
Los bares son esos refugios que además de calmarnos el hambre y la sed, también nos sanan el alma y el corazón. La Menuda Chigre & Tienda inauguró el pasado jueves la exposición de Miguel Santamarina, y como siempre aquí, aunque esta vez un poco más, la gente acudió en masa a respaldar el arte y el bebercio: una dupla muy exitosa, necesaria y nunca falta de polémica. Es un auténtico placer compartir codo en barra con la obra de Santamarina. 
Para quienes no le conozcan, no sé a qué esperan, el autor  es un pintor, diseñador gráfico e ilustrador que ha colaborado en multitud de publicaciones y proyectos: Washington Post, Herald Tribune, El Mundo, El País, GQ, SM, Edelvives; por citar unos cuantos. De aquí lo que decía antes de la proximidad del arte con la vida, dándose la mano y guiándonos sin que apenas nos demos cuenta. 
Miguel Santamarina no es nuevo exponiendo en bares: «Es algo más orgánico, más natural, sin las limitaciones de las galerías, donde hay mucha gente que no se atreve a dar el paso y entrar». Quiere acercar sus obras a todos, porque la gente le da la medida de lo que hace,«Se te acercan y te dicen sus impresiones, lo que les parece: para bien y para mal», porque ahí tiene la razón, pocas cosas peores que el artista elevado e inaccesible al pueblo. Sus influencias del cómic, de Basquiat y todo envuelto con un toque warholiano son evidentes. Unos trazos rectos, abruptos y suaves, con pervivencia del color y la expresividad. Toda esta expo muestra un mundo de experimentación, de prueba y acierto en este caso, de dejarse llevar por las ganas, el arte y la música. 
No es la primera vez que La Menuda hace algo así, en sus paredes siempre podemos disfrutar de buenas piezas esperando a que alguien se las lleve a casa. Carlos, su propietario, declara que desde un principio quiso unir el bar, los amigos y la cultura. «Son cosas importantes a lo largo de mi vida y que quiero y aprecio». Escuchándole, uno cree que tiene toda la razón, y piensa también que los bares, los amigos, la cultura y alguna cosa más son el faro de la vida de muchos de nosotros y algo por lo que merece la pena vivir."

"Reinventaron el chigre/tienda del siglo XXI. Ubicados en una de las zonas más hermosas de Oviedo, "El Fontán". Vinos, cervezas, vermuts, embutidos, productos ecológicos, de proximidad, para disfrutar allí o para llevar a casa. Cuentan con una terraza coqueta y amplia que es el sitio perfecto para desayunar. Un local muy diferente que te ofrece un trato muy cercano en el Oviedo antiguo", explican en la web culinaria Gastronosfera


"Menuda que, por si no lo sabes, es el bar más menudo del mundo, un lugar muy especial que está en la Plaza del Fontán de Oviedo, leemos asimismo en alguna de sus reseñas


Al pasar, se nos van los ojos al escaparate, lleno de exquisiteces


Al igual que, seguidamente, el escaparate, entrada e interior de Casa Maribel, tienda de maravillas asturianas del buen comer y bien beber, fundada en 1946


Otro gran 'paisaje culinario' también a la vista


A la izquierda, la sidrería La Gran Manzana Verde, también con terrazas bajo más edificios restaurados preciosamente, con sus galerías de madera y cristal


Pasamos a la cafetería Con Dos de Azúcar. De sus cafés nos dice así la web 101 motivos para viajar:
"Dos de Azúcar es como una “cafetería a la carta” ya que podemos seleccionar incluso la procedencia del café que queremos tomar: Brasil, Costa Rica, Kenya, Etiopía… son solo algunas de las procedencias de los cafés que podemos probar aquí. Perfecta para auténticos CoffeeLovers. 
Además podemos acompañar nuestro café (con sus numerosas combinaciones posibles) con cupcakes variados a muy buen precio (cuando fui había oferta 2×1), también en su opción vegana, así como otro tipo de repostería. (...) También encontramos en Dos de Azúcar Bakery una gran variedad de tés, chocolates y frappés qué están super bien.(...) 
El local es pequeño, pero muy acogedor. Y, para los días de sol, tiene una terraza muy cuqui. Se encuentra en la calle Fierro, 19. También es un buen sitio para ir con vuestro ordenador o para leer un buen libro."



Seguidamente la casa de la Lotería El Fontán, a la que siguen dos casas más casas de galería


A la derecha, la cuarta de las entradas al patio interior de la plaza, que ya hemos recorrido y visitado


Y llegamos ya a donde habíamos empezado, al cruce de la calle Juan Botas, que baja de la calle Magdalena, con esta calle Fierro. A la derecha Casa Ramón y a la izquierda, también en esquina, el Bar Prida, en el edificio en el que, al otro lado y mirando a la calle Magdalena, está la veterana tienda del Antiguo Iriarte, de la que hablamos en el artículo que dedicamos a esa calle, paso del Camino del Salvador


Y a su izquierda Casa Germán, El negocio de Oviedo que vende telas desde 1890, encabeza su artículo Esther Rodríguez en La Voz de Asturias del día 23-11-2022:
"Rollos y rollos de tela de todos los colores, con diferentes tipos de estampados, diseños y dibujos, elaboradas a partir de los tejidos más originales y llamativos, abarrotan las estanterías. También hay cintas métricas y tijeras a doquier. Por su parte, el suelo aún mantiene su esencia de antaño, al igual que los mostradores que todavía son de madera. Así es el emblemático negocio Casa Germán, que lleva más de un siglo vistiendo a las familias ovetenses desde la propia calle Fierro.  
Fue en 1890 cuando Germán Sánchez -socio fundador también del Real Oviedo- abrió las puertas de este tradicional comercio del Fontán. Sin embargo, las riendas del negocio siempre las llevó su esposa Cándida. «Ella era la que trabajaba y por lo que me contaban tenía un carácter espectacular. Enseñó a sus hijos el oficio y uno de ellos, mi abuelo Alfonso, se quedó con la tienda que después pasó directamente a mi padre -también llamado Alfonso- y justo este mes pasará a mí», asegura Arantxa Sánchez González, bisnieta de Germán. 
En sus inicios, las estanterías de Casa Germán «estaban prácticamente vacías y en ellas destacaba el estampado vichy». Por aquel entonces «no había ni la cuarta parte que hay ahora». Las ventas se centraban principalmente en telas para hacer vestidos y abrigos de señoras, a parte de las destinadas para confeccionar batas de andar por casa. 
Con el paso del tiempo se fue incorporando más mercancía para ofrecer una amplia variedad de género textil y actualmente la tienda está especializada en telas destinadas a vestir a los más pequeños de la casa. «Tenemos más de 200 piezas distintas en infantil», apunta Arantxa Sánchez, quien señala que sus principales clientas son abuelas que hacen ropas para sus nietos o madres que adquieren las telas porque las abuelas confeccionan.  
Pero en Casa Germán no solo se comercializan telas. Ya durante la Guerra Civil, «para adaptarse a los duros tiempos», Cándida vendía «chocolate, azúcar... cualquier cosa que hiciese falta». Además, con la intención de ayudar a quienes huían de la muerte, «delante de la tienda ponían piezas y por atrás dormía gente para esconderse», cuenta Arantxa Sánchez una de las anécdotas que recuerda su padre. 
A día de hoy venden productos de la marca Cóndor-CND como chaquetas, calcetines o leotardos. También cuentan con calzado de la firma española Victoria. «Se trata de algo puntual, puesto que es más bien para complementar la ropa infantil. Al ser un local muy pequeño no podemos tener tanta mercancía como nos gustaría», apunta Sánchez antes de reconocer que «si mi bisabuela levantase la cabeza, se volvería a caer solo por ver todo lo que tenemos ahora».  
Además para adaptarse a las nuevas demandas y con el objetivo de hacerse un hueco en el mundo de la venta online, Arantxa Sánchez puso en marcha una página web. «Hacemos todo lo que podemos porque esto requiere horas de dedicación. Tiempo que apenas tengo porque después de una jornada laboral, cuando llegó a casa a parte de realizar las tareas domésticas me siento delante del ordenador un par de horas por lo menos para no dejar de lado este mercado», añade 
También Casa Germán sacó a la luz su propia revista Espejito Espejito. «Costó mucho editarla porque aparte de que cuando iba a las imprentas con 30 años me miraban como si fuese una extraterrestre y tuve que llevar a mi padre para que me hiciesen presupuestos, nos resultó complicado encontrar patronistas porque como no estábamos metidos en ese mundo no conocíamos a nadie». Es por ello que hasta el año 2005 no se publica el primer ejemplar y a partir de ahí cada seis meses salía uno nuevo.  
Unos ejemplares que tuvieron muy buena acogida en gran parte de España, incluso «nos llegaron a comprar ejemplares desde Australia», sin embargo debido a la pandemia tuvieron que dejar de imprimirse. «Me da mucha pena porque me enorgullecía muchísimo. Era algo que yo misma hacía. Elegía las telas para hacer los modelos, luego esos modelos pasaban a patronaje porque las modistas artesanas no sabían hacer patrones, después hacíamos fotos con un fotógrafo y aunque era el día más agotador era el mejor de todos porque era una pasada ver a 12-13 niños por ahí jugando. Tras hacer las instantáneas, llegaba el momento de encerrarse en casa para ponerse a maquetar la revista», relata nostálgica.  
No obstante, aunque Espejito Espejito ya llegó a su fin después de 15 años de rodaje todavía se siguen vendiendo ejemplares antiguos y «mucha gente reclama que volvamos a editarla» pero las cuentas «no salen». «Entre la subida de la electricidad, el papel y todo lo que subieron los precios en general si antes vendía la revista por 5,50 euros ahora tendría que hacerlo por 9,50 euros y no están las cosas como para subir el precio de una revista», reconoce Arantxa Sáchez, quien asegura que por el momento el precio de las telas se seguirá manteniendo. 
Casa Germán mantiene una fiel cliente 
 Además, aunque con la crisis sanitaria y económica «bajó mucho la venta porque los niños de hoy en día ya no van arreglados, solo visten con leggins y chándal», Casa Germán mantiene una fiel clientela. «Aquí ves una chica que tiene un bebe y vas vendiéndole telas y ropa hasta que el bebé crece, deja de vestirse de niño pequeño y la pierdes de vista. Pero, pasan unos años y vuelve a venir esa chica que era la madre de... y como acaba de ser abuela vuelve a comprar aquí. Y pasa lo mismo con las bisabuelas, hay una que siempre me dice 'ay, con todo lo que jugué contigo cuando eras pequeña y tienes a gente que sigue viniendo de toda la vida'», cuenta.   
Bajo esta premisa, Arantxa Sánchez señala que «las mujeres que vienen a comprar saben que somos de calidad». «Tú puedes no lavar un jersey en todo el invierno porque ni siquiera lo manchaste, pero sabes que si le pones una ropa al niño a las pocas horas va a la lavadora. Son prendas que se ven sometidas al 'maltrato infantil' y tienen que aguantar y en nuestro caso puedes lavar la ropa tantas veces como se requiera que queda intacta. La ropa de mi hija, por ejemplo, pasó para mi sobrina. Esta la utilizó y todavía hay vestidos que parecen nuevos», detalla.  
Y es que al igual que sus familiares, Arantxa Sánchez siente pasión por este oficio. «Lo mamé bien desde pequeña, es algo que llevas en la sangre. Yo me crié aquí. En cuanto pasé de altura por encima del mostrador mi abuelo me enseñó a cortar y medir. Con 10 años ya atendía al público cuando mis padres estaban ocupados con otros clientes. Nunca tuve problema porque nunca tuve vergüenza. Yo aquí aprendí las cosas sin querer, no sé si sería capaz de enseñarselo a alguien porque es algo natural», asegura nostálgica sobre su infancia en El Fontán, donde todo era como «una gran familia».  
También su hija ya está metida en el mundillo. «Con solo seis días de vida ya vino a la tienda y se crió aquí. Se quedaba durmiendo en el carricoche mientras yo trabajaba, empezó a arrastrarse por el suelo y aprendió a caminar aquí. Aunque todavía está aprendiendo a cortar, ya sabe distinguir las telas y medir», reconoce orgullosa Arantxa Sánchez, quien prefiere que su pequeña estudie y luego ya si quiere que se dedique a esto. "

Al lado, el citado edificio de las loterías es de los que llaman la atención por su estrechez, aprovechando al máximo el espacio el altura así como, al otro lado, en profundidad


Contemplamos todo el frente de galerías de la calle Fierro, digno de admirar, de variados colores que conforman un bello conjunto arquitectónico


Calle animada, de trasiego continuo de gentes, yendo o volviendo del mercado, paseando, atravesando la ciudad...


Y mirando tanto para arriba como para abajo retomamos el Camino del Salvador en la calle Magdalena, a muy escasos ya de su final en la catedral, la Sancta Ovetensis, si bien pasando antes por el Ayuntamiento y Plaza de la Constitución, calle Cimadevilla y calle de la Rúa, antes de salir a la plaza catedralicia de Alfonso II El Casto

















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