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martes, 28 de mayo de 2024

PRAZA DE CERVANTES Y RÚA DA ACIBECHERÍA: LLEGADA A LA CATEDRAL DE SANTIAGO DE COMPOSTELA (GALICIA) EL QUIJOTE Y LA "CATEDRAL CIVIL"

Praza de Cervantes, Casa de Olimpio Pérez y, al fondo, la rúa da Acibechería, paso a la catedral

 A solamente unos 150 metros de la catedral de Santiago de Compostela los peregrinos, que han entrado en el histórico Santiago intramuros por la Porta do Camiño, As Casas Reáis y A Algalia, llegan a la Praza de Cervantes, encaminándose a la rúa da Acibechería, la histórica calle azabachera por excelencia de la ciudad, a cuyo final, en la Praza da Inmaculada, los peregrinos pasarán a la Praza do Obradoiro o, si es Año Santo Compostelano, a la Praza da Quintana para entrar en la catedral por la Porta Santa

Fue esta plaza, que se extiende rectilínea de este a oeste, como parte del Camino, el antiguo Foro medieval (s XII), lugar de encuentros y juntas vecinales, pues aquí el pregonero leía las actas del Concello y las normas y proclamas del arzobispo. También se realizaban los dramáticos autos de fe en tiempos del férreo ímpetu de la Inquisición y aquí hubo patíbulo, junto con el rollo o columna que, simbolizando la autoridad, servía para exponer a escarnio público a los delincuentes. Era también la Praza del Mercado, razón por la cual pasó a ser la Praza do Campo. Rosario Valdés Blanco-Rajoy del Instituto de Estudios Gallegos “Padre Sarmiento” CSIC-Xunta de Galicia en su obra La capilla de los Neira de Luaces en la iglesia compostelana de Santa María do Camiño (SS. XVI-XVII) 

"... antiguo mercado y centro neurálgico donde a comienzos del siglo XVII se desarrollaban los principales eventos de la ciudad como podían ser el levantamiento de pendones por el rey, las celebraciones por la “buena venida” de los arzobispos y también otros actos de carácter festivo como eran “los toros”, “las máscaras” y las carreras de “la sortija”, que se sucedían a lo largo de una semana con motivo de la onomástica del Apóstol Santiago. En la organización de todo ello participaban activamente los regidores de la ciudad y otras autoridades locales, que además contribuían a sufragar los costos."

Los romeros jacobitas llegan a la Praza de Cervantes por la Rúa da Algalia de Arriba, en lo que es llamado O Escuriño (lugar pequeño y oscuro), conformado por el cruce entre esta calle y la Rúa das Casas Reáis, antigua Rúa do Camiño, que viene desde la Porta do Camiño por la iglesia de Santa María do Camiño, "el "nudo" más crítico de toda la red viaria compostelana", dice el escritor y erudito Asar Fernan Rodri en su página Picheleiros, "una compleja encrucijada en la que se encontraban las dos Algalias, la Rúa de Casas Reais y el ramal de acceso a Cervantes"

Rúa Algalia de Arriba y salida a la Praza de Cervantes

No era solamente en angosto cruce de calles el problema, sin que dos de las casas del mismo tenían un voladizo tan pronunciado que no dejaba pasar apenas luz que no permitía tampoco una buena ventilación; se entorpecía además el paso de gentes en multitud, como las procesiones y, lo que era especialmente peligroso, era proclive a propagar el fuego de una casa a la otra en caso de los no infrecuentes incendios, pues recordemos que en las casas el hogar era de leña, a lareira, y fuego era lo que empleaban también los artesanos tanto para calentar sus talleres como para trabajar en ellos. Por eso un día el Concello o Ayuntamiento acordó derribarlas, "tomando la forma y alineación de fachadas, tal como se encuentra hoy"

Saliendo a la Praza de Cervantes el Camino sigue a la derecha a un paso ya de la catedral, aquí tenemos los soportales de la Casa de Olimpio Pérez, antigua casa de banca fundada en 1845 por el comerciante riojano Manuel Pérez gracias sobre todo al auge de la industria textil compostelana, de entonces acá por diferentes denominaciones según absorciones bancarias y cambios de gerencia y administración. El periodista José Antonio Pena Beiroa nos explica su historia en su artículo El convulso Olimpio Pérez, publicado en El Correo Gallego del 25-5-2022:

"En sus 166 años de vida, desde su fundación en 1847 hasta su absorción por el Sabadell en 2013, el finalmente llamado Banco Gallego tuvo, con certeza, la historia más convulsa de la banca en Galicia. 
Nada menos que se llamó de seis formas distintas, tuvo siete propietarios, fue intervenido dos veces y contó con sede social en Madrid, además de la histórica en la compostelana la praza de Cervantes, de la que en 2022 se cumplen 50 años de su retorno coincidiendo con la entrada en su accionariado de Banca Catalana y Rumasa. Momento en que la familia Pérez Sáenz, heredera de su fundador, cesa en la propiedad y en el control del consejo. 
Fue fundado por Manuel Pérez Sáenz como casa de banca y después de su fallecimiento como Hijos de Pérez Sáenz y desde 1909 fue Olimpio Pérez y Hijos. En 1957 se constituye como sociedad anónima con el nombre Banco Hijos de Olimpio Pérez, al que se refiere Xoán López Facal en su libro Olimpio Pérez. Unha historia da Compostela moderna, publicado en 2018 y así recuerdo que en Roxos lo seguían llamando mis vecinos de mayor edad. 
La crisis de Banca Catalana de 1984 implicó que, cuando ya se llamaba Banco de Crédito e Inversiones, fuese intervenido y vendido al Banco Central, quien en 1987 decide cambiar su razón social pasando a llamarse Banco Gallego, quizás porque “Galego” sería difícil de entender en un banco donde su presencia en Galicia solo destacaba en plazas rurales de escasa población, como las de Camporrapado, Portomouro o Urdilde. 
En un nuevo giro en 1993 lo adquiere la diminuta entidad madrileña Banco 21, fundada solo dos años antes por el que fuera CEO del Vizcaya Juan Manuel Urgoiti, manteniendo la propiedad solo un lustro porque en 1998 Caixa Vigo pasa a controlarlo. Pese a ello se mantuvo su imposibilidad de convertirse en un verdadero banco “regional”, provincial o especializado, lo que implicó, entre otros motivos, que su rentabilidad fue de las más bajas entre las entidades gallegas. 
Su epílogo se escribió en 2013 cuando, tras ser nuevamente intervenido, es vendido por un euro al Sabadell. Fue consecuencia de la deficiente gestión arrastrada de su matriz, que no supo reorientar la estrategia de la entidad complementariamente a la de su propio negocio. 
En realidad, el Gallego operaba más al estilo de una caja de ahorros en un mercado concurrente con el de Caixanova y, desde el cambio de propiedad de hace medio siglo, los sucesivos cambios de propietarios, razones sociales o discutibles estrategias de gestión no impidieron el trágico final de la que fue, sin duda, la entidad con un historial más convulso en la historia de la banca gallega y el único banco compostelano de cierto relieve."

En 1842 y luego trasladarse el mercado de productos del campo a la plaza de abastos, se erigió aquí el monumento a Miguel de Cervantes Saavedra, una alta columna con el busto del escritor y, a sus pies, una fuente, que realmente ya existiría. Este monumento y la marcha del mercado supuso que esta plaza, que también se llamó Praza do Pan y Praza da Estela, pasase a ser conocida como Praza de Cervantes que, sin embargo, no se oficializaría como tal denominación hasta 1886

La fuente se aprovecharía de otra de la que se tienen noticias desde el siglo XV que había dado servicio al mercado y a la vecindad y habría sido profusamente empleada antes de que se dispusiese de agua corriente en todas las casas. Nos ofrece algunos datos históricos de ella Blanco-Rajoy:

"...a mediados del siglo XVI ya estaba muy necesitada de reparaciones y hacía tiempo que no recibía agua, a pesar de ser “[…] la fuente mas principal que está el mas en medio de la dicha çiudad [de Santiago] e conbersación de los veçinos della y de que todos gozan e para todos los romeros que bienen a este glorioso Apóstol Señor Santiago […]”; se consideraba la más necesaria para el servicio de la ciudad y “ […] para remedio de fuegos quando subçeden […]”29. A finales del mismo siglo, la fuente continuaba en muy mal estado (lo mismo que la fuente de la Puerta del Camino), por lo que en el año de 1600 el cabildo mandó pagar las correspondientes reparaciones a cuenta del portazgo de la ciudad."

Se desconoce además quien fue el autor de este conjunto ni del busto de Cervantes, descrito como "una breve tilde que se coloca encima de una "I" demasiado alta" por el periodista Antolín Faraldo en El Recreo Compostelano

Todo lo que podemos saber de la vinculación de Miguel de Cervantes Saavedra con Galicia se basa en sus apellidos, ambos topónimos de sendos pueblos y, en su relación con el Camino de Santiago, el episodio de El Quijote en el que Sancho, su escudero, se encontraría, rumbo a su Ínsula Barataria, con dos falsos peregrinos en lo que hoy denominaríamos el Camino del Ebro. Asimismo, de la filosofía de la peregrinación hallamos elementos en Los trabajos de Persiles y Sigismunda. Aportamos para descubrirlo pare del artículo de la Xacopedia dedicado a este insigne autor:

"El ingenioso caballero don Quijote de la Mancha 

"En 1616, meses antes de su muerte, envió a la imprenta el segundo tomo del Quijote, titulado El ingenioso caballero don Quijote de la Mancha con lo que quedaba completa la obra que lo sitúa como uno de los más grandes escritores de la historia y como el fundador de la novela en el sentido moderno de la palabra. A partir de una sátira corrosiva de las novelas de caballerías, el libro construye un cuadro tragicómico de la vida y explora las profundidades del alma a través de las andanzas de dos personajes arquetípicos y contrapuestos, el iluminado Don Quijote y su prosaico escudero Sancho Panza. 

 A continuación se reproduce un fragmento de la obra, en el que satiriza el comportamiento de los falsos peregrinos y se describe su vestimenta en la época: 
“Vio que por el camino por donde él iba venían seis peregrinos con sus bordones, de estos estranjeros que piden la limosna cantando, los cuales en llegando a él se pusieron en ala y, levantando las voces, todos juntos comenzaron a cantar en su lengua lo que Sancho no pudo entender, si no fue una palabra que claramente pronunciaba ‘limosna’, por donde entendió que era limosna la que en su canto pedían; y como él, según dice Cide Hamete, era caritativo además, sacó de sus alforjas medio pan y medio queso, de que venía proveído, y dióselo, diciéndoles por señas que no tenía otra cosa que darles. Ellos lo recibieron de muy buena gana y dijeron:
—¡Guelte! ¡Guelte! 
—No entiendo —respondió Sancho— qué es lo que me pedís, buena gente. 
Entonces uno de ellos sacó una bolsa del seno y mostrósela a Sancho, por donde entendió que le pedían dineros, y él, poniéndose el dedo pulgar en la garganta y estendiendo la mano arriba, les dio a entender que no tenía ostugo de moneda y, picando al rucio, rompió por ellos; y al pasar, habiéndole estado mirando uno dellos con mucha atención, arremetió a él y, echándole los brazos por la cintura, en voz alta y muy castellana dijo: 
—¡Válame Dios! ¿Qué es lo que veo? ¿Es posible que tengo en mis brazos al mi caro amigo, al mi buen vecino Sancho Panza? Sí tengo, sin duda, porque yo ni duermo ni estoy ahora borracho. 
Admiróse Sancho de verse nombrar por su nombre y de verse abrazar del estranjero peregrino, y después de haberle estado mirando, sin hablar palabra, con mucha atención, nunca pudo conocerle; pero, viendo su suspensión el peregrino, le dijo: 
—¿Cómo es posible, Sancho Panza hermano, que no conoces a tu vecino Ricote el morisco, tendero de tu lugar? 
Entonces Sancho le miró con más atención y comenzó a rafigurarle, y finalmente le vino a conocer de todo punto y, sin apearse del jumento, le echó los brazos al cuello y le dijo: 
—¿Quién diablos te había de conocer, Ricote, en ese traje de moharracho que traes? Dime quién te ha hecho franchote y cómo tienes atrevimiento de volver a España, donde si te cogen y conocen tendrás harta mala ventura. 
—Si tú no me descubres, Sancho —respondió el peregrino—, seguro estoy que en este traje no habrá nadie que me conozca; y apartémonos del camino a aquella alameda que allí parece, donde quieren comer y reposar mis compañeros, y allí comerás con ellos, que son muy apacible gente. Yo tendré lugar de contarte lo que me ha sucedido después que me partí de nuestro lugar, por obedecer el bando de Su Majestad, que con tanto rigor a los desdichados de mi nación amenazaba, según oíste. 
Hízolo así Sancho, y, hablando Ricote a los demás peregrinos, se apartaron a la alameda que se parecía, bien desviados del camino real. Arrojaron los bordones, quitáronse las mucetas o esclavinas y quedaron en pelota, y todos ellos eran mozos y muy gentileshombres, excepto Ricote, que ya era hombre entrado en años. Todos traían alforjas, y todas, según pareció, venían bien proveídas, a lo menos de cosas incitativas y que llaman a la sed de dos leguas”. 
En este texto Cervantes emplea la palabra ‘muceta’ con el mismo sentido que ‘esclavina’, y al decir que los mozos se quedaron en pelota no se refiere a que quedaran completamente desnudos, tal y como lo entenderíamos hoy en día. En otra parte, explica que “los peregrinos que hacían el Camino de Santiago adornaban la esclavina y el sombrero con conchas y azabaches”. 
Lleno de ironía se muestra también el escritor al mostrar la simplicidad de Sancho para entender el significado de Santiago como patrón de España: “Qué es la causa porque dicen los españoles cuando quieren dar alguna batalla, invocando aquel Santiago matamoros: ¡Santiago y cierra España! ¿Está por ventura España abierta, y de modo que es menester cerrarla, o qué ceremonia es esta?”. 
Rubén Darío también evoca el sentido de la peregrinación de esta obra en el poema Letanía de nuestro señor Don Quijote (1905): 
Noble peregrino de los peregrinos, 
que santificaste todos los caminos, 
con el paso augusto de tu heroicidad, 
contra las certezas, contra las conciencias 
y contra las leyes y contra las ciencias, 
contra la mentira, contra la verdad [...]. 
Los trabajos de Persiles y Sigismunda 
La grandeza del Quijote no debe ocultar el valor del resto de la producción literaria de Cervantes, entre la que destaca la novela itinerante Los trabajos de Persiles y Sigismunda, su auténtico testamento poético. Obra publicada póstumamente en Madrid en 1617, es una novela bizantina de aventuras que cuenta las peregrinaciones de sus protagonistas, que dependen exclusivamente de lo fortuito y del azar. Gran parte de sus peripecias transcurren en exóticos países, que Cervantes sólo conocía a través de relatos fantásticos y por la consulta de cartas geográficas. Además, los personajes cruzarán España para terminar sus peripecias en Roma, donde se unirán felizmente en matrimonio. Estos bellísimos príncipes, que viajan aparentando ser hermanos y bajo los nombres supuestos de Periandro y Auristela, forman parte de una trama retorcida y complicada que, en ocasiones, queda en suspenso cuando un recién llegado cuenta su fantástica y maravillosa historia. 
Cervantes abandona en esta última producción el punto de vista realista y deja volar su imaginación para crear una bella ficción novelesca, en la que los héroes vencen y la vida es descrita con los más sugestivos colores. Probablemente, nuestro autor pretendía simbolizar la historia de la humanidad con una clara idea contrarreformista. En consecuencia, la peregrinación, que podría considerarse como la fuerza motriz de Persiles, no tiene en absoluto una causa religiosa, sino un motivo político o sucesorio, familiar o maternal. La peregrinatio es un ingenium, que idea la madre de Persiles para que su hijo pueda huir con su amante Sigismunda, y así evitar su matrimonio con Maximino. Nada más lejos que la fe como objetivo. Así, la protagonista incluso insiste:
“Mi peregrinación es la que usan algunos peregrinos, quiero decir que siempre es la que más cerca les viene a cuento para disculpar su ociosidad [...] sé que es justa, santa y loable, y que siempre la ha habido y la ha de haber en el mundo; pero estoy mal con los malos peregrinos, como son los que hacen granjería de la santidad, y ganancia infame de la virtud loable; con aquellos, digo, que saltean la limosna de los verdaderos pobres. Y no digo más, aunque pudiera”.

La Praza de Cervantes tiene su propia iglesia, la de San Bieito do Campo, cuya traza actual es neoclásica hecha según planos de Melchor Prado Mariño pero que, al existir noticias de ella anteriores al año 1000, se dice que es "la más antigua de Santiago". A su derecha está la antigua Casa do Concello, construida aquí en 1682 cuando ya llevaba el Ayuntamiento casi un siglo en esta plaza, trasladado aquí en 1583 desde la Casa da Parra en la Praza da Quintana (de la que hablamos en la correspondiente entrada de blog). Esta condición de plaza pública, de administración, mercado e información, dio nombre a la calle de la derecha, la Rúa do Preguntoiro (lugar de preguntas, de preguntar). El consistorio estuvo aquí hasta que en 1787 se trasladó al Pazo de Raxoi en la Praza do Obradoiro (también por supuesto con su entrada de blog). En El Camino de Santiago urbano de Santiago Turismo leemos así:

"Hoy es el único edificio municipal barroco que se conserva intacto en Galicia. Una restauración interior ha permitido identificar las antiguas escribanías, el oratorio, el archivo y las mazmorras: se sabe que en la plaza llegaron a realizarse autos de fe en tiempos de la Inquisición y que en ella estuvo situado hasta 1570 el rollo o columna en torno a la cual se impartía justicia y a cuyo pie se situaba el patíbulo. La columna venía de presidir ejecuciones en el Monte de la Almáciga y pasó a la carballeira de Santa Susana, de donde desapareció en el siglo XIX."

En cuando a la iglesia de San Bieito do Campo es sucesora de otras anteriores sitas en este lugar, de las que se sabe de su existencia en el siglo X, cuando ya habría un primitivo santuario que ya reedificara el famoso arzobispo Diego Xelmírez en el siglo XII en trazas románicas que desaparecieron posteriormente. Consultamos de nuevo a Rosario Valdés Blanco-Rajoy, que nos realiza su sinopsis histórica, ligada al cabildo catedralicio y a linajes como los Moscoso:

"En la plaza del Campo se encuentra todavía hoy la iglesia de San Benito, que se levantó en el solar de otra fábrica construida en tiempos del obispo Pelayo Rodríguez (muerto en el año 985); era la octava de las diez iglesias que según el Códice Calixtino había en la ciudad de Santiago. Reconstruida por el arzobispo Gelmírez en 1122, volvió a ser reedificada en el siglo XVIII. Junto a la iglesia de San Benito, por el lado del mediodía, se encontraban las antiguas casas del cabildo y al otro lado se alzaba una casa construida en estilo gótico ojival, de la que fue dueña Urraca de Moscoso a finales del siglo XV"

Foto Mons André Sampaio

Es templo de una sola nave, con capillas laterales, todo del gusto neoclásico imperante cuando se reedificó en el siglo XVIII

La cabecera y el altar, con cuadros religiosos en la pared y pinturas en la bóveda

Foto: Jason Laurie

Jesús en Majestad, "a la diestra del Padre" (Dios Pater) y, sobre ellos, el Espíritu Santo. Al pie de Jesús la Virgen María y, alrededor, santos, ángeles y patriarcas

Foto Mons André Sampaio

Algunos de los cuadros...

Foto: Jason Laurie

Retablo de la Visitación, el abrazo de la Virgen María y Santa Isabel. Arriba es la Adoración de los Magos, un tema repetido en Santiago en las iglesias de Santa María do Camiño y San Fliz de Solovio (esta se disputa con la de San Bieito ser "la más antigua de la ciudad"), Más arriba aún una escena de ángeles y querubines en los cielos

Foto: Jason Laurie

Cristo Crucificado, con San Juan, la Virgen María y otros personajes. Abajo más cuadros religiosos, entre los que nos parece identificar un evangelista a la izquierda y una escena de la Resurrección a la derecha

Foto Mons André Sampaio

Arriba, ángeles y querubines

Foto: Jason Laurie

La Inmaculada y, arriba, en lo alto del frontón, tal vez e nuevo San Benito, aquí entre ángeles

Foto: Antonio González

San Antón abad


Foto Mons André Sampaio

Cuadro de Santiago Peregrino. A su derecha una imagen representaría a algún santo obispo, tal vez San Nicolás; en medio nos parece reconocer a Santa Lucía y a la izquierda San Benito, el patrón

La iglesia de San Bieito do Campo que, como dicen en Santiago de Compostela Turismo, "a pesar de la sobriedad y la pureza de líneas y dentro su pequeño tamaño, conserva un cierto aspecto monumental acentuado por su aislamiento en la plaza", tiene a su lado otro templo santiagués, si bien este gastronómico, Casa Manolo, justo a su izquierda, "la catedral civil" como la llama el genial escritor, hospitalero, peregrino y gran maestro José de la Riera en el capítulo Mitos del Camino de Santiago de su libro Camino de vuelta:

"Akelarre de mochilas y bordones, griterío y euforia desbordada por doquier… grupos que se saludan, amigos que se despiden, otros que se reencuentran y el pobre José Luis intentando poner cierto orden y algún concierto en ese gozoso caos que se repite todos los días, sea Año Santo o no, sea “temporada alta” o no, ya caiga un sol radiante o chuzos de punta sobre la compostelana Plaza de Cervantes. Allí está Casa Manolo, “la otra catedral”, amparo y remedio de peregrinos de todas las latitudes, refugio de almas perdidas en el Camino y jubilosamente reencontradas entre las mesas y fogones del mítico restaurante santiagués y santiaguista. Es, para muchos, el último contacto real con el Camino de Santiago antes del duro regreso, el último abrazo, el penúltimo “Buen Camino”. 

Los hermanos Manuel y Antonio Rodríguez Gómez llegaron desde Ourense para ganarse la vida en Santiago con una filosofía clara: aliviar los estómagos del prójimo, que es una de las formas más auténticas y honradas de amar a los semejantes. Eligieron para ello, en 1953, un humilde local en la Rúa Travesa, muy cerca del actual emplazamiento del restaurante, que tardó muy poco en convertirse en referencia absoluta para los estudiantes de la cercana Facultad de Letras, para las gentes que frecuentaban el mercado y para todo aquel aldeano que llegaba a Compostela para hacer “recados”, para ir al médico, para asistir a la feria… pero para los estudiantes, al modo de Coimbra, Casa Manolo era casi una “república”. En los años sesenta y setenta allí se comía, se conspiraba, se hacían planes y se arreglaba el mundo. Era un establecimiento afanoso y libertario, donde las mesas corridas igualaban al catedrático (que los hubo) con el funcionario de correos, a los conspiradores del PC con los señores abades, llegados a Compostela desde cualquier parroquia del rural gallego para reclamar “lo suyo”. Una verdadera república del grelo y del cocido, una democracia hecha igualitaria por la empanada de xoubas o de raxo, un parlamento donde los campanillazos de la presidencia llegaban desde la cocina acompañados de natillas o flan de la casa. 
Con el renacimiento de las peregrinaciones jacobeas, a mediados de los ochenta del pasado siglo, comenzaron a llegar los peregrinos. Casa Manolo no figuraba en ninguna guía, ni repajolera falta que le hacía, fue el buen trato y los buenos precios unidos al boca a boca, lo que pronto hicieron de la modesta casa de comidas un referente absoluto para aquellos primeros peregrinos que aparecían en Compostela recorriendo un Camino resucitado. Después, ya en los noventa, llegó el maremagnum a la modesta casa de comidas, el magnífico totus revolutum gastronómico y vital que muchos peregrinos no dejaban de practicar por nada del mundo, después de la visita a la Rúa do Vilar y su Oficina del Peregrino y del abrazo al Apóstol que sonríe bondadoso en la cercana catedral. 
Pero fue precisamente a finales de los noventa cuando vino “el cambio”. El viejo local se quedaba pequeño ante la marea peregrina así que José Luís Gayoso, yerno de Manolo y al frente del local, “tiró palante”, se estableció en Cervantes en los antiguos locales de Almacenes Simeón, se sentó con el arquitecto Pedro del Llano y de ahí salió el coquetón local de diseño actual. Naturalmente, cundió el pánico entre la peña habitual, ya mayoritariamente peregrina: “José Luís ahora ha abierto un local para la pijería”. Pero nada más lejos de la realidad: los quince primeros platos a elegir, los quince famosos segundos, el precio moderado como pocos, la filosofía de siempre y sobre todo la sonrisa abierta y la mano tendida a los peregrinos hicieron el resto: local siempre a tope y clientela peregrina “in crescendo”. A los valores gastronómicos de Casa Manolo hay que añadir (incluido en el precio) la sabiduría, la cordialidad y la paciencia del propio José Luis y de toda su gente, algo realmente difícil de conseguir en medio del aparente caos (perfectamente organizado, por otra parte) del restaurante en hora punta, justo cuando se mezclan lenguas inverosímiles pidiendo chipirones con arroz o caldo gallego, una fotografía con Manolo (los brasileños le adoran), un consejo, un recado traído de lejanos países… todo el ecumenismo, toda la solidaridad y la inmensa fiesta del Camino se congregan allí. 
José Luís no quiere publicidad (le sobra), no quiere entrevistas, “lo importante no soy yo, son ellos”, dice refiriéndose a la clientela feliz que vocifera en las mesas. Realmente un mito del Camino de Santiago. Pertenece a la estirpe de Pablo Payo, el inolvidable mesonero de Villasirga, en los Campos Góticos, y representa cincuenta y seis años de trabajo bien hecho, un día y todos los días, que demuestra que no todo en el Camino es picaresca y abuso, que todavía quedan lugares donde el peregrino es recibido con cariño, tratado con esmero, escuchado, alentado. A José Luis sólo le queda una cosa tras tantos años a pie de obra y hablando de un Camino que conoce de carrerilla: “hacer” el Camino. Lo tiene difícil, a no ser que lo haga debidamente disfrazado, es querido urbi et orbi y no pasaría de Navarra. Y eso le pasa por haberse convertido en uno de los símbolos de una Compostela perenne, acogedora, abierta a todos (como en los siglos) y que aún pervive entre los muros de locales como Casa Manolo, la otra catedral de Santiago de Compostela."


En el ya lejano año 2007, a fecha 18 de agosto, El Correo Gallego publica Casa Manolo, rito gastronómico obligado en la aventura Xacobea, glosando también este establecimiento y su historia:
"El Camino discurre por las callejuelas del barrio de San Pedro, que dan la bienvenida al peregrino con sus pequeñas e históricas casas, atraviesa Porta Faxeira y sube la cuesta de Casas Reais para llegar a la plaza de Cervantes. En ese punto, la parada es obligada: Casa Manolo, un lugar de paso y reunión para los visitantes de Compostela. 
El restaurante, que nació como una modesta casa de comidas en la rúa Travesa, fue fundado por los hermanos Manuel y Antonio Rodríguez Gómez hace más de 50 años. Éste lleva sirviendo, incansable, a miles de comensales los platos caseros que lo caracterizan. 
¿La fórmula de su éxito? Casa Manolo cubre un nicho de mercado que hasta el momento no había sido explotado. Los caminantes, hartos de una Ruta en la que las comidas copiosas son forzosamente sustituidas por bocadillos, llegan a la meta de su recorrido con ánimo de premio gastronómico y con los bolsillos más vacíos tras la Ruta. 
La relación del restaurante con el Camino de Santiago es indudable. De hecho, los peregrinos suponen un 80% del total de los clientes que se acercan cada jornada al establecimiento, y que degustan la variedad de platos del ya acuñado como menú del peregrino, 15 primeros y 15 segundos a elegir. 
Y es que "Santiago vive del Camino, un bien que debemos cuidar para mantenerlo", afirma Paloma, hija de José Luis Gayoso, quien lo regenta actualmente. Y Casa Manolo vive de los peregrinos, con los que mantiene una relación especial, que pervive con los años. "Un grupo de la Bañeza nos visita desde hace 20 años, tampoco faltan a la cita anual excursiones de Godelleta, en Valencia, y Membrilla, en Ciudad Real, por citar algunos ejemplos de estos días". 
Asimismo, el restaurante ha recibido la visita de asociaciones de amigos del Camino de Santiago de ámbito nacional e internacional. La de São Paulo ha dejado su particular huella en el establecimiento, con la bandera que preside el comedor principal, singular reliquia qua llama la atención de los brasileños que acuden a esta casa de comidas.  
Semana Santa supone el albor de los meses de mayor actividad, que se concentra en mayor medida entre el 15 de julio y el 15 de agosto, cuando el trajín en los dos comedores que posee el establecimiento es constante. 
Casa Manolo, a 50 metros de la Catedral, se erige como el templo culinario del peregrino, que se encuentra, se reúne y junta en el banquete de la plaza de Cervantes, cumpliendo con el ritual gastronómico xacobeo. 
Estos comedores han albergado a comensales de todo el mundo, la mayor parte peregrinos que, invitados por el boca a boca al que tanto debe el restaurante, acuden a este rincón del casco viejo, punto de encuentro del viaje xacobeo."

Y llegamos al 24-12-2022 cuando Marga Mosteiro publica en La Voz de Galicia el artículo El histórico restaurante Casa Manolo sale al mercado del alquiler, pero seguirá abierto:
"El restaurante Casa Manolo, de la Praza de Cervantes, acaba de salir al mercado del alquiler. El establecimiento se oferta en la página web de la inmobiliaria Quatrium por 9.000 euros mensuales. La decisión se adoptó hace unas pocas semanas, y Paloma Gayoso, hija del fallecido José Luis, explicó que la intención no es cerrar ni dejar la actividad. De hecho, Casa Manolo seguirá abierto hasta enero, cuando cerrará como todos los años para dar vacaciones al personal y «también para descansar nosotras, porque este ha sido un año muy difícil». Tras las vacaciones, Casa Manolo volverá a la normalidad.  

"Yo estaría dispuesta a seguir con el restaurante que fundó mi abuelo materno, pero tantear el mercado para saber si podríamos encontrar alguien que puede conservar el legado de mi familia, explica Paloma. 

Esta joven empresaria, que trabajó en el local al tiempo que cursaba sus estudios de Derecho, tiene claro que «no será fácil conseguir alguien para dejarle el negocio, porque queremos que se mantenga el legado de mi familia". Casa Manolo es más que un negocio para nosotras». 
El restaurante fue fundado en 1953 por el abuelo materno de Paloma, Manuel Rodríguez Gómez, con la ayuda de su hermano Antonio, que poco antes había abierto el también famoso La Tita, en la Rúa Nova. En los años 80, José Luis Gayoso comenzó a trabajar en el local, y cuando se casó con Manuela González, hija del fundador, el matrimonio asumió la gestión. Manuela siempre fue la encargada de la cocina, y José Luis trabajaba en el comedor. El empresario, a lo largo de las cuatro décadas vinculado a Casa Manolo, consiguió convertirse en uno de los hosteleros más queridos de la ciudad, y este cariño se refrendó con la concesión del galardón de hijo adoptivo, otorgado por el Concello de Santiago. 
Casa Manolo es un referente entre los estudiantes de varias generaciones en Santiago, y también consiguió hacerse un hueco entre los establecimientos hosteleros más visitados por los turistas y peregrinos. Su nombre aparece en las guías de viajes y está siempre entre las recomendaciones de las plataformas de restauración."

Visitada la Praza de Cervantes seguimos caminando hacia la rúa da Acibechería pasando ante la Casa de Olimpio Pérez y su banco, edificio proyectado por el arquitecto municipal y maestro de obras Manuel Pereiro Caeiro y restaurado por su bisnieto el también arquitecto José Luis Pereiro, obra noticiada en El Correo GallegoEl Correo Gallego del 11-11-2008:
"Las obras de rehabilitación del Banco Gallego, en la plaza de Cervantes, para convertirlo en la sede compostelana de la Fundación Caixanova se iniciaron hace tan solo días, y estarán terminadas a finales de 2009, con la vista puesta en el Año Santo de 2010. El arquitecto responsable del proyecto, José Luis Pereiro, explicaba ayer en declaraciones a este periódico que la obra será una "rehabilitación total" del edificio, en la que se invertirán seis millones de euros. 
El técnico -bisnieto de Manuel Pereiro Caeiro, el arquitecto que lo diseñó- explica que el inmueble "está muy catalogado", por lo que la única posibilidad que existe es rehabilitar y "conservar todos los elementos", así como la estructura. La única reforma prevista es la del espacio exterior, en la parte trasera del edificio, "que se rehabilita como jardín" que ya existió en el XIX. El plazo para completar las obras que maneja el arquitecto es de 14 meses, "hasta el 31 de diciembre de 2009", un período que considera "bastante corto" para el trabajo que va a suponer la "rehabilitación total" del inmueble. 
El edificio albergó en su origen la Banca de Olimpio Pérez, después absorbida por el Banco Gallego. En un primer momento, la familia de banqueros se asentó en el palacio de los vizcondes de Torres Novaes, en el 17 de la plaza de Cervantes. A finales del siglo XIX la banca se expandió: adquirieron los cinco edificios colindantes para derribarlos y hacer la nueva sede. En su día, la demolición del palacete renacentista generó polémica, pero en 1886 se construía el nuevo edificio, que ha conservado durante más de cien años la majestuosidad y los lujosos acabados de la época de Olimpio Pérez. 
Mientras inicia las obras en Cervantes, la Fundación Caixanova está negociando con Patrimonio la modificación del Plan Especial que permitirá convertir el edificio de almacenes El Pilar en un auditorio. "Esperamos que se resuelva de aquí a final de año", explica Pereiro, si bien ya se da totalmente por descartado que la obra pueda estar terminada para el Año Santo. "Hay que hacer toda la demolición y es muy problemático", apunta el técnico, que no quiere barajar, por ahora, fechas para la puesta en uso. 
Uno de los elementos más valiosos del edificio de Cervantes son las carpinterías de pinotea, una madera que se trajo desde África y que se utilizó para suelos, contraventanas y artesonados. Estos elementos han superado ya los cien años y se conservan en buen estado. Forjas y vidrieras forman parte también de la lista de elementos a conservar. 
El proyecto de José Luis Pereiro supone recuperar el jardín con que el palacete contaba en sus orígenes, en la parte trasera. A lo largo de los años este espacio fue invadido por casetas de servicios, con una construcción deficiente y que no cuentan con ningún valor. Son lo único que está previsto eliminar durante la rehabilitación. 
El inmueble que Manuel Pereiro Caeiro diseñó en 1886 rompió con los moldes de la construcción que hasta ese momento se estaba haciendo en Compostela. El edificio de la plaza de Cervantes se convirtió así en el primero con un aire de modernidad, acorde con las inquietudes y los gustos de la burguesía de finales de siglo. 
El Banco Gallego, que adquirió la Banca de Olimpio Pérez, respetó cada detalle del edificio. Hasta el momento del cierre de la entidad, en 2006, los retratos de la familia fundadora presidieron el despacho del director, mientras que en la planta baja se conservaban vidrieras, forjas y escalinatas de mármol ."

A partir de aquí empezaremos a encontrarnos los característicos soportales que caracterizan buena parte de las casas del casco histórico de Santiago de Compostela, pasando así ante la puerta del banco, en el que trabajó, empezando de botones, el vecino Enríque Martínez Pena, entrevistado por el periodista Xosé Manuel Cambeiro para La Voz de Galicia del 22-9-2014 en su sección Compostelanos en su rincón:
"Enrique es un veterano de la banca compostelana que hace poco abandonó su oficio tras 44 años de servicio. Entró como botones («todos entraban así en aquella época, en donde llegamos a ser 30 botones») el 22 de febrero de 1965 en la oficina principal de Hijos de Olimpio Pérez, hoy Sabadell-Gallego. Ya por entonces residía en la casa familiar de Raxoi, 6, la misma que ocupa hoy. El ambiente en las dependencias de Cervantes era entrañable: «En el banco éramos una gran familia, en donde se sabía todo, si íbamos a misa o no». Eso hoy suena a chino: «Son dos mundos tan opuestos que no se parecen en nada. Hoy la gente en los bancos es menos que un número». 
Enrique vivió una crisis y la entrada del Central de Alfonso Escámez. A esas alturas, y subiendo los peldaños del escalafón, era apoderado. Luego pasó a interventor de la oficina principal del entonces Banco de Crédito e Inversiones: «Estoy contento porque pasé por puestos importantes y de confianza». 
El banco tenía mucha clientela. Curiosamente, en la primera etapa las sotanas barrían los escalones de la oficina: «El clero era todo de Olimpio Pérez. No había un sacerdote que no tuviese cuenta aquí». ¿Y cómo se trataban? «Muy bien». Los jueves el mínimo relax era imposible. La feria atraía a la ciudad y al banco a riadas de personas. Las colas eran de órdago: «Venía toda la gente de las aldeas». Una estampa que adquirió el color sepia: «Hoy hay oficinas en cualquier sitio. Antes no había otro remedio que ir a las ciudades». 
La competencia de los bancos no entrañaba la ferocidad actual. Pero sí la había con las pagas extras. Si otro banco abonaba una cierto día, el de Cervantes no iba a ser menos: «Por cualquier motivo daban una extra». Los dientes del redactor se alargan como un acto reflejo. 
El cierre de la oficina de Cervantes fue duro: «Sentí una pena grande al dejarla. Trabajé ahí 39 años y era mi segunda casa». 
Junto a su actividad bancaria, el mundo deportivo y el entorno vecinal suscitaron el interés de Enrique, que ha seguido en estos últimos años las obras de la rúa Raxoi y ha ido a menudo al pazo homónimo para abordar los problemas de la intervención: «Es que apareció una fuente en San Clemente y los dineros de la obra de la rúa Raxoi los han metido ahí en detrimento nuestro». 
Este y otros problemas le hicieron meditar la necesidad de fundar una asociación de vecinos. Ya está creada. Se llama A Galea, denominación que tenían las huertas de la zona. La entidad abarca Raxoi, Trindade, San Clemente, Figueroa y Entrecercas. En los próximos días la directiva presidida por Enrique Martínez convocará a los vecinos a una reunión para analizar las necesidades y demandas e involucrar a los residentes: «Ya me llamó el edil José Rosende para conocerme». 
En el plano deportivo, Enrique se encargó de poner en marcha la nueva etapa del club de baloncesto Peleteiro, a petición del director del centro. El equipo ha llegado a figurar en la liga EBA, pero era «complicado y costoso» mantener un elenco de altura. Por la cancha del Peleteiro han pasado más de una vez, sin embargo, ojeadores del Barcelona y del Real Madrid: «Es una buena escuela de baloncesto».

Enfrente de estos soportales está el Café A Gramola, famoso por las actuaciones musicales que se celebran en su local, "Acogedora cafetería y bar en el corazón de la zona vieja compostelana. Desde los desayunos a primera hora de la mañana hasta los variados conciertos por la noche", leemos también en Santiago de Compostela Turismo


Y en ¡ Qué Santiago ! nos cuentan lo siguiente:
"Continuando con bares extravagantes e interesantes, nos encontramos con el bar A Gramola, donde nos podremos tomar algo con las vistas a la Plaza de Cervantes. Pero lo más importante de este bar es el ambiente que hay, puesto que se trata de punto de encuentro de práctica de baile y música en directo como pueden ser folk, rock, celta,… 
Así que ya sabes, si quieres disfrutar la bebida acompañada de un buen espectáculo en vivo, no dudes en añadir este bar a tu lista de dónde tomar algo en Santiago."


Rúa da Acibechería, llamada así por ser donde tenían sus talleres y viviendas los antiguos azabacheros de Santiago. En la actualidad hay multitud de tiendas de recuerdos y productos gallegos, además, por supuesto, de cafés, tascas, fondas y albergues. Pero no faltan joyerías y establecimientos que vendan tan preciada gema de carbón cretácico, azabache, tan relacionado desde la antigüedad con lo espiritual, lo mágico, talismán de la suerte, protector y brillante, elegante y venerado, al menos desde hace... ¡17.000 años!, que es cuando aparece en las cavernas prehistóricas ya empleado como colgante. Esta es la descripción de esta rúa que nos ofrece la Xacopedia:
"Estamos ante la calle de Santiago de Compostela de más intenso significado para los peregrinos, ya que es la última antes de descubrir la catedral compostelana. Surgida en la alta Edad Media, casi con los inicios de la peregrinación, se convirtió en la vía natural de llegada a la basílica para cuantos venían por el Camino Francés, que eran -y siguen siendo- la gran mayoría. 
Después de entrar en la ciudad por la llamada puerta francesa de la desaparecida muralla -actual Porta do Camiño- subían por la llamada calle Francígena -también conocida como calle del Camino y hoy como Casas Reais y Ánimas- y desembocaban en la plaza del Campo -hoy de Cervantes- que era en aquel tiempo el centro comercial de la ciudad. Desde aquí iniciaban la bajada por la rúa da Acibechería hasta la plaza del mismo nombre, que daba a la catedral por su puerta norte, el principal acceso histórico de los peregrinos. Eran menos de 200 metros de recorrido, al final del cual aparecía rotunda la ansiada basílica. 
En los siglos XV, XVI y XVII esta calle concentraba un gran número de artesanos del azabache, que realizaban en este negrísimo y enigmático mineral recuerdos sagrados para los peregrinos, sobre todo figuras del apóstol Santiago, pero también amuletos, entre los que consiguió gran popularidad la higa, considerada muy eficaz contra el mal de ojo. Hoy siguen elaborándose y vendiéndose estos objetos, tanto como artesanas obras de arte como souvenirs. Con el declive de las peregrinaciones, esta calle, A Acibechería, perdió gran parte de su idiosincrasia artesano - comercial orientada al peregrino y ahora en ella predominan bares y diversos comercios. Sigue siendo -eso sí- envidiable testigo de los últimos pasos de los peregrinos."

Fue durante tiempo una calle porticada, entre la Vía Sagrada y la Plaza de los Cambeas (actual Praza da Inmaculada, al lado de la fachada norte de la catedral), si bien dada su estrechez a finales del siglo XVIII, los soportales hubieron de ir desapareciendo para ensancharla. Aquí ahora dejamos a nuestra derecha otra calle con mucha historia, la rúa da Troia, por donde se llega a la casa del mismo nombre, la Casa da Troia, antigua pensión de estudiantes inmortalizada por la novela de Alejandro Pérez Lugín de 1915titulada precisamente La Casa de la Troya. Estudiantina, transformada en museo por la Asociación de Antiguos Tunos de Santiago"deseosos de revivir la atmósfera de la popular pensión regentada por Doña Generosa", leemos en Santiago de Compostela Turismo


Podemos decir que este barrio azabachero fue de los primeros lugares que se poblaron fuera del Lucus Sanctus o minúsculo recinto sagrado en torno a la tumba del apóstol y los nacientes y modestos templos y asentamientos de monjes fundados al descubrirse. Al ir afluyendo peregrinos el enclave se fue transformando en un polo de atracción y se construyeron casas, en principio sin duda chozas o cabañas, hacia la primera cerca de protección justo antes del naciente templo jacobeo, que parece ser era al principio una simple estacada que, andando el tiempo, abarcaría más espacio, con un foso que seguiría el trazado de esta rúa


En esta rúa desaparecieron por incendio en 1328 las Casas del Maestro Mateo, que fueron de este gran arquitecto de la esencia más asombrosa de la catedral románica. Se seguían conociendo por ese nombre más de un siglo después de su fallecimiento, cuando era este el eje principal del ya crecido entramado urbano de la ciudad, llamado como no calle Mayor, con su recorrido desde la Porta do Camiño dividido en varios tramos, la rúa Francíxena (actual Casas Reais), la rúa do Campo (Praza de Cervantes), rúa da Moneda (esta de Acibechería) y la de la Trinidad, que iba hacia la puerta de ese nombre, en la muralla, entre el actual Hostal dos Reis Católicos y el Pazo de Raxoi, al otro lado de la Praza do Obradoiro y enfrente de la catedral


El gremio de los azabacheros de Santiago empezó formando parte del de los concheiros hasta que separaron de ellos en el siglo XIV. El material venía de las minas de Asturias en mulas, por seculares caminos de arriería y peregrinación que ahora conocemos por sus adscripciones xacobeas, tal como el de la Costa o Camino Norte y este, el Primitivo. En el siglo XV los azabacheros ya tenían una cofradía bajo la advocación de San Sebastián y en el s. XVIII eran los artesanos más influyentes de la ciudad. 


Hacían por lo general objetos para la liturgia y recuerdos para los peregrinos: cruces, rosarios, conchas, imágenes de santos y vírgenes, etc. así como enseres más profanos tales que collares y abalorios varios, no olvidando sus atribuciones contra el mal de ojo y similares en amuletos como la figa. Del azabache como elemento fundamental en el simbolismo espiritual y religioso y de su vinculación con Santiago y las peregrinaciones nos informa también la enciclopedia jacobea Xacopedia:
"La artesanía basada en la piedra de azabache es la más característica del mundo jacobeo compostelano. No se conoce con certeza como se convirtió, junto con las labores en plata, en la de mayor éxito entre los peregrinos de la ciudad. Están pendientes estudios más amplios sobre la expansión de esta artesanía adquirida en Santiago por los peregrinos, pero lo cierto es que se extendió por gran parte del continente europeo, en un proceso de difusión semejante al producido con las conchas de vieira, adquiridas en masa por los llegados a la meta compostelana.  
Quizá se deba este éxito a las propiedades mágicas concedidas desde antiguo a este lignito compacto y escaso, de intenso color negro y de un espléndido, elegante y siempre misterioso brillo una vez pulido. San Isidoro (s. VII) hablaba de sus bondades protectoras. También ayudó a que Santiago se convirtiera en el gran centro histórico de esta artesanía el hecho de que las escasas minas donde se obtenía este mineral estaban en Asturias, relativamente cerca de la ciudad. Era además una materia prima de gran calidad y finura y menos costosa que los metales preciosos.  
Ya en el siglo XIII estaba la artesanía del azabache asentada en la ciudad. Figuras con la forma de la concha de vieira y esculturas representando a Santiago con el atuendo tradicional de peregrino resultaban los motivos con más éxito, seguidos, avanzando el tiempo, del Santiago matamoros, en este caso destinado a los peregrinos españoles, y los rosarios con iconografía alusiva. 
Tenía también gran acogida -y la sigue teniendo como souvenir- un amuleto contra el mal de ojo ampliamente difundido en Europa durante siglos. Nos referimos a la higa, una escultura de tamaño variable en forma de puño con el dedo pulgar situado debajo del índice que se utilizaba sobre todo para -con la ayuda de Santiago- proteger a los niños del mal de ojo. 
El gremio de los azabacheros 
El de los azabacheros, nacido en el siglo XIV, fue quizá, junto con el de los cambiadores, el más poderoso y pujante gremio artesanal compostelano centrado en la atención a las necesidades y demandas de los peregrinos. Resulta ser también uno de los más activos, llegando a contar con varios cientos de profesionales y aprendices en los momentos de mayor pujanza, en los siglos XV, XVI y parte del XVII. Se agrupaban en torno a la Cofradía de Santa María, cuya existencia se constata desde 1410. 
El nivel de calidades, y por lo tanto su precio, según se tratara de una u otra piedra de azabache era notable, lo que permitía dar respuesta a todo tipo de demandas y disponibilidades. A veces las piezas se engastaban en plata y se adaptaban como colgantes e insignias, pero esto se dio sobre todo en los últimos siglos, en los que plateros y azabacheros unieron su actividad. 
El éxito de esta artesanía habla a las claras del notable poder adquisitivo de muchos de los peregrinos que visitaban la ciudad, ya que el precio de las manufacturas azabacheras de calidad era elevado, tanto por el coste de esta piedra como por la dificultad de su tallado y pulido. Fue así como en el siglo XVIII, ante la gran disminución de peregrinos, sobre todo de origen extranjero, esta industria entró en decadencia, dejando en un segundo plano los motivos jacobeos y abriendo el camino a otros productos, como los collares, pendientes, etc. 
La producción y venta de las manufacturas en azabache se concentraba en la plaza y rúa da Azabachería o Acibechería -sigue conservando esta denominación- lugares centrales de la actividad de los peregrinos históricos. 
La artesanía en muchos momentos sublime del azabache compostelano tuvo repercusión en otros puntos de las Rutas Jacobeas, especialmente en ciudades próximas a las minas donde se obtenía. Destaca León, que conserva viva la memoria de la calle de la Azabachería, donde se concentraba esta actividad, en parte vinculada al mundo jacobeo. También Oviedo, meta y lugar de paso de peregrinos, cuenta con una vieja tradición. 
El azabache hoy 
El número de profesionales compostelanos que mantienen viva esta histórica artesanía es reducido. Quedan en activo apenas una decena de maestros, que además tienen que enfrentarse a un grave problema: la minería del excepcional azabache asturiano muestra síntomas de agotamiento. A cambio, está muy vivo y presente por tiendas de toda la zona histórica el azabache de factura industrial y de origen más impreciso: presenta una menor calidad, según determinados expertos, pero ofrece precios al alcance de casi cualquier bolsillo. 
Las más clásicas producciones de inspiración jacobea, que renacieron en el siglo XX con el propio resurgimiento de la peregrinación, vuelven a competir con el gran éxito de ventas de otros productos en plata y azabache -pendientes, collares, sortijas, etc.- también característicos de la que fue y es la capital mundial de la artesanía en azabache. Las tradicionales conchas de vieira, la imagen de Santiago peregrino y las higas más depuradas son la gran referencia de la artesanía del azabache para los peregrinos y turistas más informados y con mayor poder adquisitivo. El mejor azabache compostelano sigue procediendo de Asturias, pero debido a su escasez también se importa, como decimos, de otras zonas del mundo -hay minas en Estados Unidos, Turquía, Alemania, etc.- donde se localiza casi siempre en pequeñas cantidades. 
El Museo de Pontevedra posee la mayor colección del mundo de azabaches históricos compostelanos, con más de trescientas piezas. Hay también significativas muestras en otros museos españoles y europeos. 
En Santiago es posible observar verdaderas obras de arte de la producción histórica azabachera en el Museo de las Peregrinaciones, con una amplia y reveladora colección, y en varias tiendas artesanas..."


La crisis de las peregrinaciones y las transformaciones sociales y políticas del siglo XVIII supusieron una seria transformación del gremio que entró en decadencia pero que nunca desapareció, si bien no con aquel peso público de antaño. Hoy sigue siendo notabilísimamente apreciado, pese a la competencia de productos sucedáneos. Recorremos ahora su calle, pues su importancia fue tal que caló hasta en la toponimia de las mismas rúas de Santiago


Justo aquí vemos al fondo la Praza da Quintana y el Pazo del arzobispo Diego Xelmírez, quien en el año 1120 hizo construir una capilla en su pazo "ante la que se acuña la moneda, frente a la iglesia de Santiago, a la derecha se sale de la misma iglesia del Apóstol" por lo que esta calle sería llamada de la Moneda


La mayoría de los peregrinos siguen de frente pues ese es el paso a la Praza do Obradoiro, lugar considerado, al menos en la mente de muchos, el kilómetro Cero de la peregrinación. También desde la Praza da Inmaculada, justo antes del Pazo, se puede entrar a la puerta norte de la catedral, antiguamente del Paraíso, entrada histórica por el Camino Francés y donde estuvo durante siglos el Hospital para pobres y peregrinos de Santiago, el segundo que se fundó en la ciudad, también con Xelmírez, sustituyendo a uno más antiguo de tiempos de Alfonso III el Magno y el obispo Sisnando I junto a la antigua basílica prerrománica


No obstante, principalmente si es Año Santo Compostelano, los romeros suelen desviarse a la izquierda para dirigirse a la catedral de Santiago por la Praza da Quintana, entrando, como es preceptivo, por la Porta Santa, que se abre la víspera del Año Santo y permanece abierta durante el mismo. El Año Santo Compostelano se celebra cuando la fiesta de Santiago (25 de julio) cae en domingo


No solamente azabache, platería y joyería hay en esta rúa, también por supuesto encontraremos tiendas de ultramarinos especializadas en productos gallegos


Chocolates, dulces, conservas, quesos, licores...


Pero llevándose quizás la palma la tan exquisita "Tarta de Santiago", de almendra, con su clásica cruz, cuyo primer testimonio es de 1577, donde se la denomina "Torta Real". Se presenta en diferentes precios y tamaños. La Cruz de Santiago data de 1924 cuando Casa Mora empezó a añadir este motivo 


Aunque la almendra no se produce en Galicia su comercio debió ser bastante intenso, pues en las clases sociales acomodadas aparece con frecuencia en las mesas en forma de dulces y tanto en la botica y enfermería del Hospital Real de Santiago como en la enfermería del Colegio Mayor aparece en inventarios del siglo XVII pues se empleaba para aceites, fórmulas magistrales y otros productos. No olvidemos que los religiosos eran además grandes creadores, propagadores y elaboradores de toda clase de recetas


Tras dar pues buena cuenta de los manjares gallegos salimos a la Praza da Quintana, ante la fachada norte de la catedral a la izquierda, San Martiño Pinario a la izquierda y el Pazo de Xelmírez de frente, por cuyo Arco do Pazo Arzobispal pasaremos a la Praza do Obradoiro ante la impresionante fachada barroca del templo catedralicio  Santiago de Compostela...










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