L'Acerona y calle Palacio Valdés en L'Humedal. Al fondo la iglesia San José y El Rascacielos |
La gijonesa Avenida de la Costa da paso, desde La Plaza Europa, a la calle Palacio Valdés y la gran explanada de L'Acerona a su derecha, con la iglesia de San José en lontananza y, a su lado, El Rascacielos o Edificio Bankunión, uno de los grandes emblemas del desarrollismo urbano gijonés, construido entre 1958 y 1959 por los Hermanos Somolinos: mide unos 70 metros y con sus 21 plantas sigue siendo el edificio residencial más alto de la ciudad, al menos de momento pues la aparentemente desechada idea del crecimiento desmesurado en altura parece haber vuelto a resurgir pese a los supuestos escarmientos urbanísticos de las décadas 1960 y 1970
L'Acerona es, como su propio nombre indica, una gran acera inaugurada con los correspondientes fastos, dentro de aquellos parámetros desarrollistas, en el otoño de 1962, con la profunda remodelación urbanística acometida entonces en la zona de L'Humedal y su entorno. A esa época y posteriores corresponden la mayor parte de los edificios actuales, empezando por este en primer término, el de la Avenida de la Costa 1, enfrente del que pasamos procedentes de La Plaza Europa y donde estuvo tantos años la popular Cafetería Xeitosa, nombre también que fue de un mítico equipo de fútbol, el Xeitosa C. F., desaparecido en 2022, del que salieron mitos futbolísticos como Luis Enrique y El Pitu Abelardo, descubiertos ambos por el entrenador José María Fernández de Brito, tal y como señalamos en la entrada de blog correspondiente a dicha plaza
Homenaje del personal al Dr. Avelino González. Fuente: Areyarti CC BY-SA 4.0 |
"Avelino González Fernández (Lamuño,1893-Gijón, 1978) fue médico pediatra, coordinó e impulsó la atención a la infancia de Gijón desde 1925, durante más de 40 años.
Tuvo una especial sensibilidad hacia la ciudad de Gijón. Se preocupó por su urbanismo que siempre definió con rasgos humanos. Ejerció un ecologismo responsable, con especial referencia al cuidado de los espacios verdes y lugares de sociabilidad para la población gijonesa. Se implicó en responsabilidades políticas, pero su gran preocupación fue la atención a niños y niñas y a sus familias con una idea central: una población sana debe educarse y criarse en un contexto amable, favorecedor de las relaciones humanas y con servicios públicos que velen por la salud. Él mismo escribió una autobiografía que denominó Historia de hechos verdaderos.
Avelino González Fernández nació en Lamuño (Cudillero). Su formación escolar transcurre ente la escuela de Inclán perteneciente al concejo de Pravia y el colegio de los Padres Jesuitas de Gijón donde termina el Bachillerato. Se licenció en Medicina en la Universidad de Valladolid. Dada su inclinación hacia la pediatría, el doctor Enrique Suñer Ordóñez (1878-1941), uno de sus profesores, le facilitó una carta de recomendación para proseguir la especialización en Madrid. En el Hospital del Niño Jesús, el doctor Manuel Tolosa Latour (1857-1919) precursor de la protección a la infancia pudo transmitirle la virtualidad de la primera Ley de Protección a la Infancia (12 de agosto de 1904) y las acciones que se podían emprender desde las Juntas Provinciales y Locales para proteger a la población infantil, dada la elevada mortalidad y las enfermedades infecciones que la aquejaban. Allí pudo comprobar cómo funcionaba un consultorio de niños y niñas y una Gota de Leche que Tolosa Latour había fundado en 1904 junto con Rafael Ulecia Carmona (1850-1912).
Visitó en Barcelona al doctor D. Andrés Martínez Vargas (1861-1948), fundador de la Asociación Española de la Pediatría. Finalmente, viajó hasta Francia para conocer la Gota de Leche que había fundado en 1894 el doctor D. León Dufour en Fécamps y los trabajos e investigaciones del doctor D. Bernard-Jean Antoine Marfan (1858-1942) que ejercía como pediatra en un Hospital de niños en París. Llegó a Gijón en 1919 decidido a mejorar la salud infantil y poner freno a la elevada mortalidad.
Su compromiso fue realizar una atención integral a la infancia, velar por su salud y la de las madres en sus procesos de embarazos y crianza. El contexto social le fue favorable. Gijón era una ciudad con un inusitado interés en la protección a las personas más desfavorecidas, a la población obrera, tal y como se puede constatar en las diversas entidades y organizaciones ocupadas en la “cuestión social” que, a su vez contribuían a elevar el nivel de conciencia de la población sobre las ideas higienistas y regeneracionistas. A ello contribuía también la prensa local.
En 1921 el doctor Avelino González presentó ante la Junta Local de Gijón de Protección a la Infancia el proyecto de construcción de una Gota de Leche con las secciones de Maternidad, Lactancia Vigilada y Policlínicas Infantiles, según los planos del arquitecto municipal Miguel García de la Cruz (1874-1935). La construcción fue financiada con la contribución municipal, con el 5% de las entradas a los espectáculos públicos y de las personas que pernoctaban en la ciudad en hoteles y establecimientos, también con la Rifa Pro Infancia, la “Benéfica”, que permitió sostener el funcionamiento del Instituto de Puericultura desde 1924. La primera fase fue finalizada en 1925 y se realizaron obras de ampliación en 1927 y 1933.
La Gota de Leche también albergó desde 1927 la Escuela de Puericultura que otorgaba los títulos de Niñera, Dama Enfermera y Dama Visitadora. Fue la primera escuela autorizada en España después de la de Madrid. Desde 1929 se constituyó también la Escuela de Madres en donde se impartían conocimientos referidos a la higiene, al cuidado, a la prevención de posibles enfermedades de la infancia.
Las crecientes necesidades surgidas tras la Guerra Civil (1936-39) hicieron que se construyera un nuevo edificio, el Hogar Maternal e Infantil, conocido como la “Casa Rosada”. Fue proyectado por Pedro Cabello Maíz (1888-1973) e inaugurado en 1949.11 Contaba con los servicios de comedor para embarazadas y madres lactantes, una escuela de oficios para madres, en la que recibían enseñanzas que les facilitaban la posibilidad de acceder al mundo laboral, así como espacios para recoger a las criaturas que transitaban por las calles sin hogar.
Los últimos proyectos no pudieron materializarse para lo que estaban pensados. El mismo Pedro Cabello diseñó un jardín infantil que entre La Gota de Leche y la Casa Rosada permitiría crear un espacio de ocio y esparcimiento para niños u niñas, con toboganes, tiovivos, biblioteca y espacios para juegos. Finalmente, en 1959 la Junta de Protección de Menores de Gijón quiso hacer viable una Casa Familiar, un hogar para niños y niñas en abandono, así como un Hospital que hiciera frente a las necesidades de atención y cura de las enfermedades de la infancia gijonesa. Aunque el edificio se llevó a término, no llegó a realizar las funciones para las que estaba diseñado. El jardín nunca se materializó. Otros aspectos que conviene destacar de la obra del doctor Avelino González están referidos a su dedicación a la infancia en la organización de las cabalgatas de Reyes, el reparto de juguetes, la gestión de comedores escolares y el monumento a Sir Alexander Fleming.
La poliomielitis fue una enfermedad que produjo muertes, graves secuelas motoras, bien conocida a partir de las primeras décadas del siglo xx. En 1949 los tres científicos Thomas H. WeIler (1915-2008), Frederik Chapman Robbins (1916-2003) y John Franklin Enders (1897-1985), que compartieron el Nobel de Fisiología o Medicina en 1954, lograron con éxito estudiar el virus que causaba la polio. Con sus investigaciones, Jonas Edward Salk (1914-1995) materializó la vacuna conocida como método Salk.
A Gijón llegó la primera vacuna en 1958 y comenzaron las campañas de vacunación, y en esto, Avelino González también fue pionero en la ciudad. Hizo una importante campaña de propaganda en los periódicos y en la radio. Al cargo de la Dirección de la Junta de Protección de Menores de Gijón impulso al menos tres campañas: 1959, 1963 y 1965. En 1960 se celebra en Oviedo el III Congreso Nacional de la Sociedad Española de Rehabilitación, en este Congreso, Avelino González resaltó e intervino en el beneficio de la vacunación.
Junto con la vacuna contra la poliomielitis ya estaban disponibles para niños y niñas la antivariólica y la antidiftérica. Avelino González insistió en 1962 en la necesidad de unir esfuerzos para que las estas tres vacunas que eran básicas fuesen gratuitas y accesibles a toda la población infantil."
Gota de Leche: Donde se repartían botellas de leche a las madres.Consultorio de Niños de Pecho y Clínica Infantil: Sección de seguimiento de los niños atendido por el propio doctor Avelino.Consulta Pre-Natal: Donde se atendían a mujeres embarazadas.Escuela Provincial de Puericultura: Escuela pionera en su campo fundada en octubre de 1927 y destinada para dar formación a las matronas.Sala de maternidad: Donde ocurrían los partos, incluía una sala secreta para que las madres solteras evitaran el rechazo social de su situación.LaboratorioCasa Cuna: Guardería para familias obreras.
"En el Parque de Isabel la Católica, sólidamente erguido en una zona umbrosa reservada entre la amplia avenida de acceso y los jardines con la estatua de la reina, nos espera el monolito de la Plegaria del Árbol con su oración laica inscrita en azulejos cerámicos: "Tú que levantas contra mi tu brazo armado, antes de hacerme mal ¡Reflexiona! / Dios me ayuda a crecer sin molestarte, soy la sombra amiga que te proteje (sic) del sol. Mis flores y frutos sirven a tu recreo..." Así comienza. Y concluye: "¡Tengo horror al fuego! Soy tu más fiel y mejor amigo. Si me amas como merezco ¡Defiéndeme!".
Es exigible que las obras de reforma del parque, con inicio programado para el otoño, respeten uno de los primeros manifiestos proteccionistas de nuestro tiempo, detrás de cuya instalación hay una pequeña historia; como hay algunos interrogantes en torno a ella.
No se trata de un caso aislado, sino que composiciones semejantes se hallan esparcidas por variados rincones de España, especialmente en parques y jardines públicos. Sobre túmulos terreros, en paredes o en monolitos, con pintura, grabado o azulejos, los encontramos al menos en Cáceres, Lugo, Plasencia, Salamanca, Segorbe, Sevilla, Torrevieja, Vilassar de Mar... Nos hace pensar en una onda expansiva de un texto que sufre mutaciones según los lugares, pero fiel a un mensaje básico de respeto y uso razonable de la naturaleza. ¿A quién debemos estas palabras? Sería interesante investigarlo, partiendo del posible origen en un poema de Tagore. ¿Época en la que se difundieron? He aquí otro punto de investigación."
"En cuanto a la plegaria de Gijón -o mejor, plegarias, ¡pues existen tres!- sí contamos con algunas certezas, a partir de los datos aportados por los estudiosos locales y por el Ayuntamiento, a cuyo equipo de Archivo y Documentación agradezco la atención recibida.
Pues bien, nuestro monolito fue colocado en marzo de 1958 a iniciativa, e incluso a expensas, del pediatra y benefactor Avelino González Fernández, impulsor del centro de puericultura conocido como La Gota de Leche y persona muy relevante en aquellos años, que también apoyó la creación de un espacio verde como medio de sanear las charcas del río Piles y dotar a la villa de un lugar de esparcimiento. Su aprecio especial por los árboles le llevó a ofrecer al Ayuntamiento una pilastra de cemento en estilo visigodo con azulejos salidos de los alfares de Juan Ruiz de Luna en Talavera y montados por la casa Gargallo. Al pie de la obra, a la derecha, quedó brevemente estampada su firma: "A. González".
Don Avelino donó a la vez una segunda plegaria para el Paseo de Begoña, pero esta ubicación no fue aceptada por los servicios municipales. Sus azulejos podrían ser los que vemos unidos a un muro del edificio de la Gota de Leche, con un detalle muy extraño: la mención del autor parece haberse suprimido mediante un raspado. ¿Por qué razones? Pero todavía contamos en Gijón con una tercera plegaria con idéntico texto, adosada a una pared en el Paseo del Doctor Fleming no lejos de la rotonda de La Guía. Tampoco esta recoge el nombre del autor."
"Tu que levantas contra mi tu brazo armadoantes de hacerme mal ¡Reflexiona!
Dios me ayuda a crecer sin molestarte. Soy la
sombra amiga que te proteje del sol. Mis flores y
frutos sirven a tu recreo.
El bosque en que vivo es fuente de salud,
deleite y belleza.
Cuando vendes mi madera remedias apuros.
Soy la hucha de tus ahorros
Mis hojas dan esquilmo para tu ganado y abo-
no para tus campos.
Cuando me podes no me mutiles, hazlo con
cariño y con inteligencia, no busques solo mi
leña.
El papel de tu periódico sale del arbol y tam-
bien puedo vestirte.
Soy la viga que soporta el peso de tu ca-
sa. Las tablas de tu mesa y la cama en que
descansas.
Cuando mueras, en forma de ataud seguirás
necesitándome.
Soy el mango de tus herramientas, con mis
ramas encendiendo tu hogar y cueces pan.
¡ Tengo horror al fuego ! Soy tu mas fiel y me-
jor amigo. Si me amas como me merezco ¡Defiéndeme!
"El edificio, cerca de la plaza del Humedal, es uno de los ejemplos más destacados del movimiento moderno en Asturias, construido entre 1939 y 1941 como estación para la empresa regional ALSA y diseñado por Manuel del Busto Delgado y su hijo Juan Manuel del Busto González. El edificio es de estilo racionalista, aunque con legado art decó, recibiendo la influencia de la Estación de Servicio de Porto Pi de Fernández-Shaw. Estuvo en servicio de forma permanente hasta el 12 de julio de 2002, cuando se derrumbó parte del techo de los andenes, ocasionando once heridos. El servicio de transporte se trasladó provisionalmente hasta que unos meses después, tras rehabilitar parcialmente los andenes, volvió a la Estación de Alsa.
La reforma de la estación de 2002 provocó la destrucción del edificio y andenes, conservando únicamente la fachada histórica. Se construyeron unas nuevas dársenas y se habilitaron nuevas estancias en el edificio. Su carácter provisional hace que no cuente con apenas servicios. Se encuentran en el edificio una pequeña sala de espera, la oficina de venta de billetes (situada durante varios años en los bajos de un edificio de viviendas junto a la estación), y una tienda. Los baños se encuentran en un edificio residencial junto a los andenes.
ALSA es la única empresa que opera en la estación, siendo punto de inicio de las rutas a otras localidades de Asturias, aeropuerto, y ciudades de la cornisa cantábrica, Castilla y León y Madrid. Otras empresas de transporte tienen su salida en diferentes puntos cercanos a la estación.
En numerosas ocasiones se ha denunciado el estado de la estación, cuya finalización de servicio se retrasa a la espera de completar el plan de vías, que dará lugar a la Nueva Estación Intermodal, en Moreda"
"La estación de autobuses de Alsa (Automóviles Luarca SA) es un edificio emblemático en Gijón por al menos dos motivos. Porque es una obra magnífica de los arquitectos Manuel del Busto Delgado y su hijo Juan Manuel del Busto González, y porque se mantiene operativa desde que fue inaugurada en diciembre del año 1941. Es decir desde hace tres cuartos de siglo. Sabido es su deficiente estado actual, tras varias vicisitudes durante los últimos años. Por ejemplo el 12 de julio de 2002 una cornisa de hormigón que atravesaba la estación se desprendió provocando unos setenta heridos. La idea generalizada es que una estación de autobuses de nueva factura es necesaria en la ciudad. Hace ya una década que el Ayuntamiento de Gijón aprobó, cuando la nueva estación sea realidad, mantener como patrimonio arquitectónico notable la parte original de la estación que se conserva, es decir la esquina entre las calles Llanes y Magnus Blikstad; en el resto hacer una vía peatonal que una las calles Llanes y Ribadesella, y además construir un bloque de edificios en el resto de lo que hoy son los andenes.
Eso fue hace diez años pero en febrero del año 2016 el Ayuntamiento de Gijón aprobó el nuevo plan urbanístico de la ciudad que, en lo referente a esa zona, "en la manzana de los Alsas" elevaba a 83 viviendas las antes previstas, que eran solamente 52. Pero nosotros nos detenemos, brevemente, en la historia de esta estación de autobuses que fue construida entre los años 1939 y 1941, en terrenos que eran parte del llamado "prau redondo". La empresa Alsa los había adquirido a una sociedad de nombre Hijos de Agustín Suárez. Terrenos, en los que se construyó la estación, que en esos años estaban limitados por estas lindes. Por una parte la entrada principal daba directamente a lo que era ya desde unos años antes la plaza de Los Mártires de la Tradición, entonces lugar del rastro, de ferias y de mercados; tengamos en cuenta que el edificio que hoy vemos frente a la fachada de la estación data del año 1963 y es precisamente obra de uno de los autores de la estación, Juan Manuel del Busto, en colaboración con Miguel Díaz Negrete.Al este tenía y tiene la calle de Magnus Blikstad, a la que mucha gente llamaba todavía (incluso lo vemos los planos municipales) carretera del Obispo aunque ya tenía nuevo nombre desde treinta años antes; por el sur la calle Ribadesella, y por el oeste -por lo que hoy es la avenida de Portugal, entonces Gran Vía al Musel- la estación limitaba con un terreno que era propiedad del Monte de Piedad de Gijón y que en esos momentos ocupaba una fábrica de chocolates propiedad de Maximino Miyar; años más tarde en esa zona estuvo la fábrica también chocolatera de La Herminia. La estación de Alsa, de estilo racionalista, llegaba al barrio en el año 1941, en plena posguerra. Con un Gijón que ya superaba los 100.000 habitantes, y se unía a un edificio cercano como es La Gota de Leche, del año 1922, pero todavía no existía la Escuela Maternal, hoy Antiguo Hogar, que fue realidad ya avanzada la década de 1940. Una función principal de la estación de autobuses era evitar la imagen de muchos coches de línea estacionados en varios lugares de la ciudad, sobre todo en El Carmen, en la calle de Álvarez Garaya, y en la plaza de los Mártires.
La nueva estación logró congregar a muchos de esos viajeros y de hecho pasó a concentrar el 80 % de los transportes por carretera desde Gijón. En un lugar, además, ciertamente privilegiado: cercano a la estación de ferrocarril de Langreo, no muy lejos de la del Norte y de El Muelle, y bien comunicada con las salidas a Oviedo, Pola de Siero y Villaviciosa. La estación se inauguró oficialmente el martes 30 de diciembre de 1941. Muchos datos sobre la ceremonia en ese penúltimo día del año 1941, ahora hace setenta y cinco años, podemos consultar en los periódicos locales de la época. En la nave destinada a garaje se colocó un altar y tras la misa se cortó una cinta con los colores nacionales, y "en las oficinas de la planta principal se sirvió una copa de vino español". Nos cuenta la prensa que "los locales se hallaban adornados con plantas y flores traídas ex profeso de Luarca, y con el retrato de S. E. el Generalísimo", y que luego la empresa Alsa invitó, "a una comida íntima en el restaurante Mercedes a las autoridades civiles, militares y religiosas asistentes al acto". Es curioso que en ningún periódico figure si los arquitectos autores de la estación -los Busto padre e hijo, 67 y 37 años- asistieron al acto, y sí leemos que "la estación tiene el aspecto exterior de un gran hotel".
Para entender la magnitud del edificio nos remitimos a la consulta de algunos estudios publicados. Sobre los orígenes de la estación destacamos el trabajo que Alfonso Palacio Álvarez publicó en el número 2, año 2001, de la revista "Ástura. Nuevos Cartafueyos d'Asturies", de título "La estación de autobuses Alsa en Gijón (1939-1941)"; Alfonso Palacio es desde el año 2013 director del Museo de Bellas Artes de Asturias. También los estudios sobre los Busto, padre e hijo, de Héctor Blanco y de Rosa Faes, y los de Joaquín Aranda sobre la arquitectura racionalista. Nosotros apuntamos varias cosas. Una que la estación tenía, y tiene, un edificio de dos plantas para oficinas, y que la entrada para pasajeros era por la calle de Magnus Blikstad. Así fue hasta hace pocos años. Para los autobuses la salida, como ahora mismo, estaba por un portón en la fachada principal por la calle Llanes, y la entrada por la calle Ribadesella.
En la calle de Magnus Blikstad había otra entrada para acceder a los dos pisos y allí había unas salas dedicadas a "sanatorio quirúrgico", con salas de curas, aparatos de rayos X, dormitorios, quirófanos... Fue utilizado, por ejemplo, para el reconocimiento médico de los trabajadores del puerto de El Musel. Recibía el nombre de Sanatorio de Nuestra Señora del Carmen.Magnífico letrero en la fachada principal diseñaron los Busto, con esas letras en rojo, en mayúsculas, tan modernas, tan de los Busto... Recuerdan tipografías similares en obras de los mismos arquitectos en locales anteriores. Como los casos del Cine Natahoyo (1932), Cine Roxy (1932) que luego se llamó Cine Roma, Clínica Villamil (1932) que luego fue el Sanatorio de Begoña, Café Manacor (1934), Cine Avenida (1935), o Almacenes La Sirena (1938). Un símbolo la estación de Alsa en esa parte de Gijón que llamamos El Humedal, Laviada e incluso "zona de los Alsas", y con una llamativa torre-reloj en la esquina. Desde muchos años sin reloj... "
"La avenida de Portugal se construyó a partir de 1895 con el objetivo de que fuera una carretera directa y de gran tamaño al puerto de El Musel. (En la actualidad seguiría por la avenida del Príncipe de Asturias, aunque está clausurada la conexión directa (un puente) entre ambas avenidas) Es por ello que recibió hasta 1937 el nombre de Gran Vía.4 El barrio germinaría paulatinamente a ambos lados de este eje."
"Dios mío, qué mayor estoy ! La «Acerona» cumple ya medio siglo, y yo tengo incluso algunos años más de propina, los suficientes como para haber acudido, en vivo y en directo, a los fastos de su inauguración, allá por el otoño de 1962, pocos días después de la «crisis de los misiles», cuando los adultos pensaban que podía estallar la III Guerra Mundial y a mí me llegaban confusas noticias de que el mundo estaba en un tris de acabarse... Mi abuela Leoncia vivía en Palacio Valdés, a mitad de la calle, encima de un bar cuyo nombre lamento no recordar, y después siguió residiendo allí una tía mía, de modo que aquel paisaje, entonces fronterizo entre el centro de Gijón y el barrio de las estaciones y almacenes que se extendía al sur del antiguo Humedal, no me podría ser más familiar.
La «plaza de los Mártires», con el monumento ya desmantelado, el de los cuatro grandes arcos, se inauguró a bombo y platillo con la presencia de todas las jerarquías locales y regionales, ataviadas con las preceptivas saharianas blancas del partido único, y hasta hubo un brillante desfile militar conmemorando el 25.º aniversario de lo que ellos llamaban «la liberación de Gijón» . Yo, que era una tierna criatura por completo ignorante de nuestra azarosa historia reciente, he de confesar que me lo pasé en grande aquel día, pues espectáculos semejantes no era precisamente lo que más abundaba en un Gijón que iniciaba su despegue económico y demográfico por esas mismas fechas.
Los exóticos y maravillosos circos, las multicolores ferias con sus caballitos, barracas y churrerías, y hasta el tradicional rastro de la mañana de los domingos sentaron sus reales en aquellos terrenos por los que aún discurrían entonces los raíles tranviarios (más de un petardo habré colocado yo en aquellas vías herrumbrosas ), pero la urbanización los terminó desplazando hacia otros solares y descampados. Los autobuses de carrocería rojiblanca se adueñaron pronto del lugar, que vería pasar diariamente a millares de personas, yendo y viniendo. Entre la calle Asturias y la plaza de Europa, con su parque infantil, fue mutando paulatinamente el caserío, y a lo largo de los años setenta éste ya iría ofreciendo un aspecto bastante parecido al actual. Es la época en la que abría sus puertas el popular bar restaurante El Verano, por cuya gentileza se ofrecían las alineaciones del Sporting y su rival de turno a través de la rudimentaria megafonía de El Molinón: «Castro; Echevarría, Alonso, Herrero I; Puente, José Manuel; Lavandera, Quini, Paquito, Valdés y Churruca».
Si en los sesenta el menda merodeaba frecuentemente por allí -y también por la vecina calle de la Fundición, donde otro tío mío regentaba un modesto negocio de compraventa- con la cabeza a pájaros, soñando con convertirme en una especie de híbrido entre el Capitán Trueno y James Bond, en la década siguiente la Acerona fue para mí tanto un estadio improvisado donde marcarles goles de antología a sus silenciosos bancos a la caída de la tarde, como el sitio en el que mis amigos y yo fantaseábamos calenturientamente con ligues imposibles que jamás llegaban a materializarse. Y muy poco después el lugar se transmutó de nuevo, esta vez en un foro de protesta mientras agonizaba el largo pero nada cálido régimen franquista. Los manifestantes «saltábamos» más o menos espontáneamente, a ser posible al amparo de las sombras de la noche, desafiando con quiebros y regates dignos de Messi las caricias envueltas en goma maciza que nos lanzaban unos mal encarados hombres vestidos de gris.
El verano pasado volví a reencontrarme con algunas de aquellas perdidas sensaciones de antaño al tomar parte en la manifestación de «indignados», denominación de origen 15-M. Cascaba, como vulgarmente suele decirse, un sol de justicia y durante un buen rato me quité unos cuantos tacos de encima. La «Pasma» ya no vestía de gris y parecía haber optado más bien por la vida contemplativa, es decir, mantenerse a la expectativa y no intervenir, salvo que la cosa se desmadrase. De modo que discurrimos pacíficamente desde la seminal Acerona hasta la plaza Mayor con unas pancartas donde aparecían simbólicos pececitos garabateados y salmodiando bienintencionadas consignas de las que los poderes públicos harán caso omiso. ¿ Moraleja? Que la gran acera de la calle Palacio Valdés sigue tan viva como siempre, lo cual no está nada mal para alguien a punto de cumplir los 50. En cuanto a España, me reservo la opinión..."
"Enero de 1962. La primera página del diario EL COMERCIO recoge el avance de las obras de remodelación de la plaza de los Mártires y sus alrededores, en el barrio del Humedal. Como principal novedad, la acera de la calle Palacio Valdés pierde la línea de tranvía eléctrico número 36, que enlazaba el propio Humedal con El Llano. En su lugar, una amplia acera surcada de árboles hará las delicias de las cafeterías situadas frente a la Gota de Leche, lugar idóneo para grandes terrazas veraniegas en un lugar de paso casi obligado para los centenares de viajeros que las estaciones de tren y autobús dejan en la ciudad cada día.
Como si la confluencia de los transportes públicos fuera poco, la gran acera es también punto de convergencia de numerosas arterias de la ciudad: Fernández Ladreda -hoy avenida de la Constitución-, Álvarez Garaya y Decano Prendes Pando. En un alarde de originalidad muy gijonés, enseguida comenzaron los vecinos a referirse al enorme pavimento, la acera más ancha de la ciudad, como la Acerona, una singular toponimia local de la que la Escalerona o la Iglesiona pueden dar buena cuenta.
Con el auge industrial y económico de los años 60 en marcha, la Acerona pronto se convirtió en referente de la ciudad, parte del eje comercial que la unía con las calles Langreo y Asturias, y éstas, a su vez, con Corrida y Los Moros. Millones de personas la han transitado desde entonces hasta hoy,50 años después de su construcción. Sin duda, una de las calles más transitadas de Gijón. Así lo recuerdan los negocios más antiguos que aún permanecen a su vera, como la boutique Nerja, en el número 5. Desde hace más de 40 años María Josefa Toch posee un negocio de venta de ropa a la antigua usanza.
«Todo está muy cambiado desde aquella época», recuerda con cariño. Los negocios han ido evolucionando y donde ahora abundan empresas de todo tipo antes «había apenas un estanco, un par de restaurantes, una perfumería... El resto eran edificios viejos de dos plantas», rememora. Unas viviendas que databan, como poco, de principios de siglo, cuando la calle se llamaba paseo del Humedal. En la Acerona «siempre había muchísima gente, puede que más que ahora, desde que han cambiado de lugar la estación de tren hay menos trasiego», resalta.
Casi de la misma época, con más de treinta años de historia, la perfumería Anaga preside la calle Palacio Valdés, en el número 1. Su propietaria, María Jesús Fente, guarda en su recuerdo el populoso mercado de El Humedal de finales de los 50, donde hoy reposan tranquilamente un parque de juegos infantiles y el famoso cubo de colores de Alejandro Mieres. En su memoria también permanece la cruz que presidía la plaza llamada de los Mártires de la Cruzada Nacional, monumento adornado con cuatro curiosos arcos desde 1962 hasta 1995.
De hecho, la inauguración oficial de la Acerona y el 'monumento a los caídos por España' en la plaza contigua tuvo lugar el 20 de octubre de 1962, cuando se cumplía el 25 aniversario de la 'liberación' de Gijón por las tropas franquistas y el final del frente republicano en el Norte durante la Guerra Civil. Toda una celebración que contó con desfile militar y discurso de autoridades y del propio alcalde, por aquel entonces Ignacio Bertrand."
"«Antes la acera era lisa, de pequeñas baldosas cuadradas, no la obra de arte que nos dejaron en 1995», relata, con ironía, la propietaria de Anaga, exteriorizando el disgusto de los comerciantes de la zona con la segunda remodelación de la plaza del Humedal y sus alrededores, entre los que se incluyó también a la Acerona. «Es una zona por la que siempre ha pasado muchísima gente, la puerta de la ciudad en muchos sentidos», apunta, para matizar después la fortuna de Palacio Valdés: «Siempre ha sido una zona próspera pero la crisis de hoy en día la pagamos todos», concluye.
Muchos son los gijoneses que guardan un recuerdo entrañable de las ferias de Begoña entre la Acerona y El Humedal, con sus casetas, sus puestos de churros y sus atracciones. También de las interminables tardes de juegos y correrías de los más pequeños, que se reunían en la amplia acera para entretenerse hasta que sus padres, sentados en alguna de las terrazas anunciaban la hora de recogerse. «Antes la se hacía más vida en la calle, uno se paraba más a hablar con el vecino», recuerda Mayka González, de la joyería que lleva su nombre y que tiene más de 30 años de historia en el centro de Palacio Valdés. «Hace años había tres quioscos y ahora ya no quedan, nos hace falta uno», apunta. Uno de los más emblemáticos, el Quiosco Alfredo, retirado de la Acerona en mayo de 2008.
Desde hace unos 10 años la zona está viviendo una renovación sin precedentes, no solo en nuevos negocios sino en traspasos de los más emblemáticos. De ello se dio buena cuenta José Antonio Peláez, quien recientemente apostó por volver a abrir la famosa cafetería Santa Rita: «No era mi intención, pero todo el mundo sabía qué era el Santa Rita y dónde estaba, llevaba en la Acerona más de 40 años». Así, aunque con un buen lavado de cara, regresa el mítico café a una de las zonas «más dinámicas de la ciudad, lugar de paso obligado y con un gran ambiente»."
"«Es lo mismo... pero no es lo mismo». Bernardo Sanjurjo buscaba ayer las palabras que definan esa segunda oportunidad que el Fondo Estatal de Inversión Local, el conocido como «plan Zapatero», le ha dado a la obra que hace quince años diseñara para el pavimento de la plaza del Humedal y la calle de Armando Palacio Valdés, la popular Acerona. El paso del tiempo y de millones de viandantes y una mala elección del material de la obra habían transformado sus coloristas serpentinas en espacios grisáceos. Ya nadie al pasear sobre la Acerona sabía que lo estaba haciendo sobre una obra de arte.
Una inversión de 300.000 euros que se integran en los tres millones de euros destinados a la renovación de pavimentos urbanos y mejora de caminos en la zona rural permitirá que las cosas cambien. Sanjurjo mantiene el diseño original pero ha cambiado el material inicial por losetas de colores verde, rojo y negro que se rodean de un borde blanco de mármol. Las piezas tienen una imprimación especial para evitar caídas y deslizamientos de los paseantes."
"La sombra de la tatayuba se deja sentir sobre el mosaico de Bernardo Sanjurjo. Ayuntamiento y vecinos se han enfrentado a los posibles problemas de deslizamientos generados por el pavimento ornamental diseñado por el artista asturiano en la calle de Palacio Valdés (la popular Acerona) y el entorno de El Humedal. Tienen muy presente en la memoria las decenas de reclamaciones de responsabilidad patrimonial que presentaron los gijoneses por culpa de aquella madera exótica que tenía una presencia singular en el «parque isla» que el arquitecto Fernando Nanclares ideó en 1998, para crear una nueva estética en una plaza de Europa reconvertida en corazón verde del casco urbano.
Una década después de los resbalones de la tatayuba, el gobierno municipal ha decidido adelantarse a las caídas, y a sus consecuencias sobre las arcas municipales, ordenando abujardar las piezas de mármol y granito que conforman el mosaico de Bernardo Sanjurjo para hacerlas más seguras a los caminantes. Las lluvias sobre el tramo ya abierto al público al final de la avenida de Portugal demostraron que el tratamiento antideslizante dado a la obra no era suficiente para frenar los desequilibrios de los paseantes. Y eso pese a que, tanto desde las concejalías de Urbanismo como de Mantenimiento Urbano, se aseguró una y mil veces que estaba «garantizado». La Policía Local optó por acordonar la zona en los momentos de más lluvia y el gobierno de Paz Fernández Felgueroso dio un paso más hace unos días al ordenar pasar la lijadora. Menos brillo y más seguridad era la consigna a seguir.
También falló con la tatayuba un tratamiento antideslizante especial para madera. Igual que fue un fracaso la opción de rayado de cada una de las tarimas. Cansados de soluciones que no evitaban las caídas de los paseantes, el Ayuntamiento se decantaba, tres años después de la inauguración de la plaza, por quitar la madera de los paseos centrales del parque. No ha tenido suerte la tatayuba en sus relaciones con Gijón. Una de las ideas municipales del anterior mandato era reutilizar parte de las tablas retiradas de la plaza de Europa en el acondicionamiento de nuevos bancos para una reformada plaza del Instituto (Parchís). A día de hoy, nada de nada.
El «marrón» político de la tatayuba se lo comió de lleno quien era en aquellos momentos concejal de Medio Ambiente, el veterano socialista Carlos Zapico. La responsabilidad sobre el mosaico de El Humedal se lo reparten por ahora los socialistas Pedro Sanjurjo y Manuel Faustino García «Tino Venturo». Hay que tener en cuenta que esta obra, y los 300.000 euros de coste, se integran dentro de una partida de tres millones de euros para arreglos de pavimentos de toda la ciudad, cargada al Fondo Estatal de Inversión Local, el denominado «plan Zapatero».
Para el PP, el caso resulta más sangrante si se tiene en cuenta que el Ayuntamiento contrató aparte a una ingeniería para que hiciera un control y seguimiento de todas las obras de esta partida presupuestaria. El mosaico de Sanjurjo es el proyecto más singular y de mayor cuantía. Ese contrato a la Sociedad Asturiana de Ingenieria y Medio Ambiente se adjudicó en unos 45.000 euros (impuestos incluidos). El artista se lleva otros 30.000 euros por su trabajo personal y de control de la obra artística. (...)
El artista asturiano Bernardo Sanjurjo diseñó hace ya quince años un pavimento ornamental para la popular Acerona gijonesa. El paso del tiempo y el mal resultado del material elegido dejó la obra sin color y a los viandantes sin la sensación de que el arte acompañaba sus pasos. El Ayuntamiento vio en el dinero del «plan Zapatero» una oportunidad de recuperar la obra de Sanjurjo. El creador optó en esta ocasión por mármol y granito para garantizar el futuro de su trabajo. El fallo en un tratamiento antideslizante generó la alarma de posibles caídas."
"-Pero ¿esto va a quedar así?
El comentario acompaña a la mirada desilusionada de una viandante mientras fija sus ojos en el ondulado y grisáceo mosaico del artista asturiano Bernardo Sanjurjo sobre el pavimento de la calle de Palacio Valdés. No hay que asustarse. La Acerona ya no tiene vallas que interrumpan el paso de los caminantes, pero el trabajo artístico no está terminado. Aún faltan un par de remates para que la Acerona se presente como nueva obra de arte en el museo al aire libre que se esconde entre los rincones de las calles del Gijón urbano.ç
«El trabajo está inacabado. Hasta ahora se ha estado puliendo para quitar el brillo que hacía que la piedra resbalase con la lluvia. A partir de ahora lo que queda es dar un tratamiento al mosaico que avive los colores naturales de la piedra, y completarlo con una solución antideslizante», explicaba ayer mismo el concejal de Mantenimiento Urbano del Ayuntamiento de Gijón, el socialista Manuel Faustino García, «Tino Venturo».
Para ver a los operarios realizar estos trabajos habrá que esperar unos días, y a ser posible, que deje de llover durante un tiempo prudencial. Esta obra, como todas las que se pagan a cargo del fondo estatal de inversión local, deben estar terminadas antes del 31 de este mes para cumplir con los requisitos administrativos impuestos desde el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Nadie teme que se incumplan los plazos.
Otra cosa es el temor a las caídas. De hecho, el agresivo tratamiento que se acaba de hacer al mármol y al granito que dan vida al diseño de Bernardo Sanjurjo es el resultado directo de los resbalones que acompañaron la apertura al público, a mediados del mes pasado, del tramo ya decorado de la avenida de Portugal. Las primeras lluvias fuertes obligaron a la Policía Local a acordonar la zona para evitar que los paseantes acabaran con sus huesos en el suelo. El Ayuntamiento decidió que la situación no podía repetirse, que la Acerona no podía ser una nueva tatayuba.
«Ahora ya no resbala», indicaba ayer el concejal de Mantenimiento Urbano, dando por bueno el trabajo de abjurado de las piezas del mosaico de Sanjurjo y reconociendo el fracaso de la solución antideslizante por la que se había optado al inicio del proyecto, que falló a las primeras de cambio.
No tiene buena suerte Bernardo Sanjurjo en su relación con la Acerona. Este mosaico, que tantas complicaciones ha encontrado en su camino, es una readaptación del que el mismo artista creara para el mismo lugar hace algo más de tres lustros. El mal resultado del material elegido y el paso del tiempo dejaron el trabajo artístico en una sombra sin valor para las miles de personas que todos los días pasan por esta céntrica avenida. Ahora esa sombra quiere volver a convertirse en una obra de arte que interactúe con la ciudad y con los ciudadanos. Y en la que, a ser posible, nadie resbale.
El artista asturiano Bernardo Sanjurjo firma esta recreación de su trabajo de hace tres lustros. El Ayuntamiento ha invertido 300.000 euros del «plan Zapatero» para recuperar el valor de la obra, que en esta ocasión está elaborada con piezas de mármol y granito en las que se combinan el blanco, el verde, el negro y el rosa."
QVIEN CONSTRVYE CASASPARA LOS NIÑOS, DERRVMBALOS MVROS DE LAS CARCELES
"... trató el Alférez Mayor de poblar estas avenidas de árboles. No se veía uno solo en las inmediaciones de la villa, ni se creía posible lograrlos, porque los fuertes y fríos nordestes que reinan allí en primavera los hielan y destruyen, como había sucedido en otras tentativas. Pero nada hay que no ceda a la constancia. El comendador Jovellanos, combinando la calidad del suelo y clima con las plantas más a propósito para lograrse en ellos y prefiriendo los chopos y paleras (especie de sauce de gran tamaño y lozanía muy común en Asturias), y plantando y replantando, y defendiendo y batallando con todos los obstáculos, logró por fin vencerlos. Ayudole mucho en esta empresa su hermano que volvió con nuevas comisiones al país en 1790, y hoy no sólo se halla una hermosa alameda de más de un cuarto de legua, orilla del camino real, sino otras dos casitas grandes a la parte de poniente, un gracioso paseíto, al que por su forma se dio el nombre de La Estrella, y además diferentes calles y encrucijadas pobladas de varios y her - mosos árboles; pues que entre los ya citados se han logrado también algunos fresnos, abedules, omeros o alisos, espineras y aun también algunos chopos de Lombardía, sauces de Babilonia, acacias y plátanos y otros extranjeros traídos de Aranjuez. Siendo muy digno de notar que los dos hermanos no sólo hicieron, rehicieron y cuidaron estos plantíos, sino que costearon la ma - yor parte de ellos de su propio bolsillo."
"El territorio del Calvario de la villa de Gijón, que está a la salida de ella, hacia el pueblo de Ceares, era una ería de heredades labrantías y que a la falda de ella, hacia el Omedal, había una pradería de la casa y mayorazgo de jove... (...) El Omedal era antiguamente monte de árboles de robles, hayas, abedules, omeros y rozas, hasta Montevil"
"... en primera instancia, L’Humedal parece derivar del adjetivo asturiano húmedu ‘húmedo’, por designar un sitio con agua o encharcado, lo que es un hecho histórico bien constatado. Pero esa relación con húmedu no es más que una falsa apariencia. No hay duda de que L’Humedal es una alteración del primitivo L’Umedal o L’Omedal, formado a partir del sustantivo asturiano umeru ‘Alnus glutinosa, árbol de corteza oscura y hojas pegajosas que crece generalmente al pie de los canales de riego’ (en castellano «aliso»), ‘Salix atrocinerea, árbol que tiene las ramas con pelillos y la hoja verde oscura por un lado y más clara por el otro’ (en castellano «sauce ceniciento») (...). Según esto, la ortografía correcta sería más bien L’Umedal, pues umeru y sus derivados no llevan «h». De hecho, los datos llingüísticos históricos de los que se dispone apuntan más bien al árbol llamado umeru ‘aliso’. Un sitio poblado de umeros se llama umeral y también umedal, en castellano «alisal». En 1697 y en épocas posteriores se documenta «Huelga Omeda», donde está presente la palabra güelga ‘sitio muy húmedo’ (ver La Güelga), pero que no tiene nada que ver con húmedu. En el plano de Ramón Lope de 1812 se consigna «Zanja de los Omedales». Por su parte, Jovellanos escribe en un manuscrito «Humeral», que no hace referencia a húmedu, a pesar de la «h». En el «Plano de la Villa y Puerto de Gijón», de Sandalio Junquera Huergo y Alonso García Rendueles, de 1836, ya aparece «el Humedal», y «Calle del Humedal» es lo que escribe Lucas María Palacios en su plano de 1866. Teniendo en cuenta estos datos, lo más seguro es que se designara al principio un sitio poblado de umeros ‘alisos’, y de ahí el topónimo L’Umeral o L’Umedal. La confusión con húmedu fue fácil, al existir un parecido fonético entre los dos términos, favorecida por el hecho de que, en efecto, se constata hasta finales del siglo xviii una güelga o sitio húmedo y empantanado, y también por el hecho de que el umeru crece en sitios húmedos. No obstante, resulta que humedal para referirse a un sitio húmedo es una palabra inexistente en asturiano, siendo un castellanismo tomado en épocas recientes."
" el nombre del árbol umeru proviene del término latino ŭlmarĭum [ulmárium], derivado de ŭlmum [úlmum] ‘olmo, álamo’; el sufijo colectivo o abundantivo -al procede del latino -ālem. Si diésemos credito a la hipótesis de húmedu, este adjetivo provendría del latino ūmĭdum o hūmĭdum [úmidum], con el mismo significado."
"... se conoce por L’Humedal no solo la plaza que lleva ese nombre, sino toda una zona de la ciudad, que abarca la estación del ferrocarril adyacente y las calles y avenidas que desembocan en ella. Como ya se comentó, en el sitio que actualmente conocemos como L’Humedal hubo una güelga o sitio húmedo y pantanoso, que se documenta en los siglos CVII y XVIII como «Huelga Omeda» o «Huelga del Humedal». Antes, a mediados del siglo XVI, en un documento que cita Joaquín A. Bonet, se lee esta descripción: «El territorio del Calvario de la villa de Gijón, que está a la salida de ella, hacia el pueblo de Ceares, era una ería de heredades labrantías y que a la falda de ella, hacia el Omedal, había una pradería de la casa y mayorazgo de Jove… […] El Omedal era antigualmente monte de árboles de robles, hayas, abedules y omeros y rozas, hasta Montevil…». En la «Vista del puerto de Xixon», de Pedro Teixeira (1687), se ve claramente una laguna cerca del mar y al oeste de la villa. Entre 1782 y 1787 se realizaron trabajos de relleno y saneamiento con arena y limo dragado del puerto. Jovellanos escribe en sus Apuntamientos, año 1804: «[Francisco de Paula] trató de poner en cultivo aquella hermosa porción de terreno que el desagüe del Homedal dejara libre». Eliminada la antigua güelga, se plantaron álamos y se creó el «Paseo de la Estrella», muy del gusto de Jovellanos, y otros, que se llamaban «Paseo de los Reyes», «Paseo de las Viudas», «Paseo de las Damas» y «Paseo del Humedal». Este espacio público empezó a usarse para la instrucción de las tropas militares de la guarnición de Gijón. En el primer tercio del siglo xix, el plano de José Castelar consigna «Casas del Omedal». Todavía a mediados del siglo xix, el diccionario geográfico de Madoz (1845-50) se refiere a «los surgideros de que abunda el término del Humedal de la v. de Gijón». En 1876, con el derribo de la muralla carlista, L’Humedal se rellenó y se adecentó definitivamente. La Iglesia de San José se construye en 1890, en un lugar que corresponde a la actual plaza de L’Humedal; el emplazamiento actual data de 1954, cuando se reconstruye después de haber quedado en ruinas en 1936. En L’Humedal se celebró el popular rastro o mercado popular de los domingos, hasta comienzos de los años 60 en que se traslada a Pumarín. Además de referirse a una zona de la ciudad, L’Humedal es el nombre de la plaza ubicada en ese lugar. Desde 1936 hasta 1980 se llamó «Plaza de los Mártires de la Cruzada Nacional», abreviado como «Plaza de los Mártires», popularmente La Plaza los Mártires, o Los Mártires sin más, que en 1961 se adornó con un monumento central de arcos, dedicado a «los Mártires de la Cruzada», de Álvarez Sala y Guillermo Cuesta Rodríguez. Incluso la denominación popular de Los Mártires para referirse a la zona llegó a convivir con la tradicional de L’Humedal, y todavía hoy la gente de cierta edad hace compatible ambos nombres."
"El primero de Octubre de 1889 comienzan los trabajos de la preparación del terreno de la antigua (que no la actual) iglesia San José de Gijón, colocando la primera piedra el Obispo Martínez Vigil el 20 de Abril de 1890, dominica del Buen Pastor.
A la ceremonia de inauguración asistieron el clero de la ciudad, el Ayto., autoridades civiles, militares y unas 10.000 personas. Se dio la característica circunstancia de que en la celebración también hubo 6 obispos, asturianos todos, entre ellos el Cardenal Ceferino González, Arzobispo de Sevilla y 4 de ellos además frailes dominicos.
Tras la colocación de la primera piedra, las obras de este templo avanzaron con bastante rapidez si miramos a sus dimensiones y nos fijamos en la escasez de recursos económicos. Por eso en su terminación rebasó ampliamente el año 1896, en cuyo día de San José que el templo fue inaugurado y consagrado..."
"Manuel Cosío Meana, quien regentase durante años el popular bar Verano, falleció el pasado domingo a las 83 años de edad. Fue uno de los integrantes del primer consejo de administración del Sporting de Gijón tras su transformación en sociedad anónima deportiva, donde estuvo durante dos años. El lunes fue despedido con un funeral de cuerpo presente en la iglesia parroquial de San José, antes de ser enterrado en el cementerio de Muñó (Siero).Persona muy querida en Gijón, su vida estuvo ligada a la Acerona, en cuya esquina con la calle Asturias se situaba su bar restaurante, popular punto de encuentro de sportinguistas. Su vinculación con el Sporting incluye además una larga época como responsable de la gestión de las cantinas de El Molinón."
"Sara Cosío Meana, esposa del veterinario municipal jubilado Óscar Mori Menéndez y miembro de una popular familiar gijonesa que regentó durante décadas en la plaza de El Humedal el bar El Verano -lugar de encuentro de muchas generaciones de sportinguistas, jugadores y aficionados-, recibió ayer una multitudinaria y emotiva despedida en el templo parroquial que marcó su vida."
Foto Armando Suárez Nosti en Gijón a través del tiempo |
Foto postal de Don Lucien Roisin |
"Años 40 A reparar socavones, mientras el amu del carro repara la sede en casa Cosio, restaurante el Verano, Calle Asturias . foto postal de Don Lucien Roisin"
"El domingo próximo se celebrará un homenaje a la memoria del distinguido gijonés D. Ramón Álvarez García. El acto consistirá en el descubrimiento de una artística lápida que lleva su nombre la cual será colgada de una de las fachadas del teatro Robledo, quedando desde aquel momento sustituido el nombre de la calle Asturias por el de Ramón Álvarez García. En esta fiesta cívica que dará principio a las once de la mañana, tomarán parte representantes de los diferentes partidos políticos de la izquierda, de las agrupaciones obreras gijonesas y el diputado electo por Gijón don Teodomiro Menéndez. Todo buen demócrata gijonés deberá, con su presencia, dar realce a este acto"
"El ingeniero de Caminos José Elduayen fue el primer encargado de un proyecto que tuvo que superar la oposición de los militares a que atravesara la fortificación de la ciudad. Para ubicar la estación se eligió una parcela de terrenos adquirida al Ayuntamiento, una zona cenagosa conocida popularmente como El Humedal. Las oficinas de los ferrocarriles de Langreo ocupaba a principios del siglo pasado 53.000 metros cuadrados entre las calles Pedro Duro y Sanz Crespo. Tenía forma de 'U', pero solo una parte del edificio se dedicaba a los viajeros. Los convoyes solo disponían de una vía de entrada a la estación, donde se detenían bajo una cubierta apoyada por una parte en el edificio y por otra en columnas de fundición."
"Desde 1843, existía un proyecto de ferrocarril minero entre Langreo y Gijón. A titulo provisional, se hace una concesión a nombre de Don Felipe Canga-Arguelles, Don Antonio Jordá y Don Alejandro Oliván, con el fin de realizarlo, según era el deseo de los gijoneses y de la Sociedad Económica de Amigos del País, y, poco después, se constituye una Compañia, a la que no son ajenos el Duque de Riansares y algunas personas de la familia real, diciendose, que la Reina Doña María Cristina, dueña de gran fortuna era la principal accionista de la empresa. Autorizada ésta para explotar el ferrocarril de Langreo, durante 99 años, el ingeniero Don José elduayen, es quien se encarga de trazar un proyecto que debia comprender el concejo de Siero, en dirección a Gijón y Villaviciosa, Oviedo y Mieres, para desembocar en la Dársena gijonesa, sobre el muelle, que debería ser dotado de cargadero.(Drops).
Resuelta la parte financiera por el propio Elduayen, mediante emprésitos realizados en Francia, y aprobada toda clase de proyectos por la Reina, comienza la construcción de la línea férrea de Langreo en 1847.
El día 12 de febrero de 1851 se inician los trabajos de asentamiento de la nueva, vía que duraron
cuatro años, y al siguiente se inaugura una parte de la línea.
El acto inaugural se celebra el 25 de agosto de 1852, primero se descubre y se bendice las locomotoras Cristina y Jovellanos. La reina y su séquito se acomodan en un fastuoso coche real, y el tren parte, entre atronadores aplausos. Recorre 10 kilómetros. A su regreso, trae a remolque el primer vagón de carbón piedra que se transporta por el ferrocarril de Langreo.
En los salones de la Compañia, hay un banquete de gala y baile.Se trajeron cocineros de París y en alguna crónica se asegura que esta fiesta costó la fabulosa cantidad de doce mil duros.
El 12 de julio de 1856 se inauguraba oficialmente la línea Sama-Gijón, y al año siguiente entraba en funcionamiento la terminal ferroviaria de Langreo en la dársena local, a través del denominado muelle del carbón destinado desde entonces para embarque exclusivo de dicha mercancía a los buques, por medio de los cargaderos drops traídos de Inglaterra, a los que se añadiría en 1873 un tercero."
"Durante las primeras semanas de la Guerra Civil, y hasta su derribo en agosto de 1936, el templo fue utilizado como cárcel provisional por el bando republicano. El 14 de agosto, como represalia a los bombardeos de la aviación rebelde que tuvieron lugar ese mismo día, un grupo de prisioneros fueron llevados en camiones hasta el cementerio de Jove para ser fusilados."
"En los años 60, Gijón experimentó una intensa variación en su fisonomía, con la construcción de bloques de viviendas en la ciudad histórica, en los ensanches del siglo XIX, en los barrios y en un amplio extrarradio no siempre bien urbanizado. Un crecimiento demográfico de más de 60.000 habitantes en la década, al calor del crecimiento industrial, y la nueva mentalidad desarrollista que asociaba modernidad con crecimiento en altura, convirtieron a Gijón en una “ciudad vertical”.
El rascacielos de Gijón se construyó al lado de la iglesia de San José y recibió el nombre de edificio Bankunión, cuya altura entró en competencia con el de “La Jirafa” de Oviedo, en un momento en el que la modernidad se medía en elevación urbana. La torre de Álvarez Garaya define el primer skyline gijonés que después sería superado por la imagen del Muro de San Lorenzo."
"Nemesio Sanz-Crespo Cifuentes fue alcalde de Gijón y murió en 1890. Presidente de la Asociación Mutua de Artesanos y entusiasta apagadorista, es decir, partidario de mejorar el puerto local y no construir El Musel. Si atendemos, entre otras fuentes, a la documentación del Expediente 85/1868 del ArchivoMunicipal de Gijón, vemos que, tras el destronamiento de Isabel II —el 30 de septiembre de 1868—, en el Ayuntamiento de Gijón se formó la Junta Revolucionaria, presidida precisamente por Nemesio Sanz Crespo. Esta Junta fue depuesta por el gobernador civil de Oviedo el 11 de octubre, nombrándose alcalde a Claudio Alvargonzález y Sánchez, que desempeña el cargo durante cuatro días, ya que en la sesión celebrada el 15 de octubre de 1868, presidida por Claudio Alvargonzález, se da cuenta de la nueva Junta Municipal con un nuevo alcalde, otra vez Nemesio Sanz Crespo."
"La calle fue titulada en ese 5 de marzo de 1858 como «de Garaya», pero unos meses más tarde, el 11 de agosto de 1858, otra vez en el libro de Actas vemos que se aprueba la concesión de una calle a Eusebio Álvarez Garaya"
"Después de 69 años dedicados a satisfacer a cada cliente que pasaba por El Candado, esta ferretería cierra sus puertas de forma definitiva el próximo 25 de abril.
Ferretería El Candado, ubicada en Gijón (Asturias) y fundada el 15 de agosto de 1950, cesa su actividad de forma definitiva este 25 abril, tras 69 años dedicados al sector de la ferretería.
Esta clausura se produce por la competencia de las grandes superficies, a las cuales El Candado no ha podido hacer frente, y al impulso de la compra por internet. Junto a ello, el cierre de la estación donde estaba situada la ferretería ha supuesto la pérdida del 50 % de la clientela que venía de las afueras de Gijón y que eran los principales compradores.
Así lo explica Carmen González Leal, quien heredó esta ferretería de su padre y de la que se despide muy apenada. Durante 49 años, Carmen ha visto la evolución de El Candado y, junto a su marido e hija, se ha enfrentado a cambios como la tendencia hacia un tipo de bricolaje más detallado.
A partir del 25 de abril, los 140 m2 de Ferretería El Candado se ponen en venta."
"Carmen González Leal no puede evitar emocionarse al recordar los años que ha trabajado en la ferretería que abrió su padre. «Me incorporé con 16 años, al acabar de estudiar. Y trabajé aquí 49 años, hace ya nueve que me jubilé. Los mejores recuerdos de mi vida están aquí, porque tratas con gente de todos los niveles sociales y aprendes de todo el mundo. Cerramos con mucha pena. Aquí se acaba la ferretería El Candado. Lo hemos hecho todo lo bien que hemos sabido», afirma sobre el negocio ubicado en Álvarez Garaya.
Ayer obsequiaron con unos pinchos y un vino a los amigos, clientes y todo el que quiso acercarse a la tienda. Aunque en realidad no cierra definitivamente hasta el día 25. «Es un homenaje a mi padre y a toda la familia. Un 9 de abril falleció mi hija, mi madre y mi marido murieron un día 9 y hoy es el cumpleaños de Marci Fernández, que lleva trabajando aquí 18 años», explica. Carmen recuerda que el día de la inauguración fue una fiesta. «Vino hasta el párroco de San José». Así que el del cierre quiso que fuera otra.
De Cuba a Gijón
La ferretería El Candado fue fundada en 1950 por su padre, Emilio A. González, tras pasar 17 años en Cuba trabajando en una ferretería que llevaba el mismo nombre. «El entorno entonces no se parecía en nada al actual. Aquí se ubicaba el rastro, el circo, eran todo casitas bajas, casi las afueras», recuerda Carmen. Allí paraban también los autobuses que traían y llevaban gente de Quintes y Villaviciosa, por eso su principal clientela era entonces de fuera de Gijón.
Y no solo el entorno, el negocio también ha pasado por múltiples transformaciones. Pasaron de vender aperos de labranza y mullidas de las vacas a distribuir máquinas de coser, electrodomésticos, útiles de bricolaje, vajillas de Bidasoa... Y, añade, «los herrajes, que fueron nuestra especialidad en los últimos años. Mi marido colocaba los rieles y yo colgaba las cortinas, gratis, como servicio de la tienda».
En 69 años caben muchas anécdotas. También, clientes famosos. Carmen recuerda al escultor Rubio Camín y al presidente del Gobierno, Leopoldo Calvo Sotelo. «Necesitaba un anclaje o algo así para el barco en el que vino a Gijón. Fue muy educado conmigo»."
"Carmen Leal abrió junto a su marido Emilio González en el año 1950 El Candado, ferretería que, con el tiempo, se ha convertido en una de las más populares de Gijón. Ubicada en la intersección de las calles Álvarez Garaya y Langreo, esta tienda ha crecido con los años de la mano de María del Carmen González, hija de Leal. Ayer, El Candado cerró sus puertas debido a la defunción de su fundadora, que falleció a los 93 años y que hoy será enterrada en el cementerio de Ceares, después del funeral de cuerpo presente que tendrá lugar a la una de la tarde en la parroquia de San José.
Leal nació en 1915 en la localidad lucense de Vivero, aunque llegó a Gijón pocos años después junto a su madre, natural del concejo de Caso. Su padre, inmigrante en Sudamérica, falleció en Cuba. Precisamente, en la isla caribeña había residido durante varios años Emilio González, marido de la difunta y gran impulsor de El Candado, que conoció a su futura esposa en la pensión que la familia de Leal regentaba en la calle Los Moros. Fallecido hace 23 años, González decidió crear una ferretería en el centro de Gijón después de su experiencia laboral, primero en el extranjero y más tarde en la ferretería Rubiera de Gijón.
Carmen Leal prosiguió con su trabajo en el mostrador de El Candado hasta su jubilación. Sin embargo, siempre permaneció vinculada al negocio, incluso después de que pasara a manos de su hija María del Carmen. En el año 2000, la Unión de Comerciantes de Gijón le hizo entrega de una placa conmemorativa por el medio siglo de vida de la ferretería, momento que Leal recordaba con mucha emoción y cariño.
Según los que la conocían, la fallecida era una trabajadora incansable con multitud de amigos y conocidos en el centro de Gijón, algo que quedó patente ayer en el tanatorio, hasta donde se acercaron numerosos vecinos de la zona donde se encontraba El Candado para dar el pésame a su familia.
Carmen Leal deja dos hijas, María del Carmen y Olga, y varios nietos y bisnietos. Según el testimonio de varios de sus allegados, perteneció siempre a una familia «trabajadora». Además, reconocen que «siempre estuvo pendiente de los suyos»."
"La Asociación Gijonesa de la Caridad, conocida popularmente como la Cocina Económica es una asociación sin ánimo de lucro creada en Gijón el 10 de febrero de 1905 para atender las necesidades básicas (de comida, alojamiento y vestido), proporcionar asistencia social y promocionar a la población más necesitada.
La situación económica durante la década final del siglo xix estaba marcada a nivel mundial, por una crisis económica generalizada. En España, dicha situación estaba agravada por enfrentamientos políticos y la pérdida de las Colonias. En este contexto, Rafael Suárez del Villar funda en Gijón en 1887 la Cocina Económica, si bien no llegó a funcionar hasta 1890. La Cocina Económica era el primer comedor social creado para solventar los problemas surgidos en aquellos años de necesidad extrema, y origen de la Asociación Gijonesa de Caridad. Los servicios estaban atendidos por tres Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paul, y se repartían por término medio quinientas raciones de comida al día. Sus ingresos dependían de la suscripción pública, y al ser una época difícil y poco próspera, las diferentes Juntas Directivas necesitaron de un esfuerzo suplementario para conseguir alcanzar los objetivos de la asociación. En esta primera etapa, también se ocupaba de la manutención de los presos recluidos en la cárcel del partido, a los que se servía por la mañana un plato de cocido, por la tarde otro de patatas con carne o arroz, con un chorizo por persona, y 500 gramos de pan de primera.
En 1904, algunas personas acomodadas de Gijón piensan en dotar a la ciudad de una Asociación de la Caridad, similar a la que ya existía en otras ciudades españolas, como Bilbao, Sevilla o Zaragoza, con el fin de apoyar a los verdaderamente necesitados y desterrar la mendicidad callejera.5 Un año después, los periódicos El Comercio y El Noroeste inician una campaña para recaudar fondos. Los médicos gijoneses, Ulpiano Vigil Escalera y Severino González Infiesta, vocales de la Junta de Reformas Sociales, presentan una moción en dicha Junta para establecer una Asociación de Caridad. Al proyecto se suma, el sacerdote Ceferino Fernández Piedralba.
El 10 de febrero de 1905, en los salones del Ilustre Ayuntamiento de Gijón, Jesús Menéndez Acebal alcalde de la ciudad, fundó con el apoyo de diversas entidades y personalidades del municipio la Asociación Gijonesa de Caridad, aunque el pueblo siguió llamándola popularmente como la Cocina Económica. Su misión consistía en luchar por erradicar la pobreza, cubriendo las necesidades básicas de personas carentes de medios; y contribuir a su promoción y desarrollo personal, tratando de remediar sus carencias para reintegrarlas posteriormente en la sociedad.
En la reunión del Consejo de Gobierno de la Asociación del 11 de mayo de 1905, se anuncia la creación del asilo nocturno para pobres, a los que se cobrará cincuenta céntimos de peseta por cama.
En diciembre de 1909, llega la consolidación de la Asociación, al adquirir la Cocina Económica, convirtiéndose en una sola entidad: Asociación Gijonesa de la Caridad - Cocina Económica, con mayores posibilidades de cumplir sus fines benéfico-sociales.
El 29 de diciembre de 1933, falleció Donato Argüelles, fundador de la Asociación. Dos años después, el 29 de diciembre de 1935 se realizó un homenaje descubriendo una placa que lleva su busto y que había sido realizada por suscripción popular.
Con la llegada de la Guerra civil, los dirigentes políticos expulsaron a la Comunidad de Hijas de la Caridad. En 1937, una bomba destruyó gran parte del edificio de la Asociación. Finalizada la contienda civil un grupo de antiguos consejeros obtuvo la autorización para recomenzar la vida de la Asociación. La parte del edificio que había sido destinado al comedor, fue la que menos daños sufrió, y por tanto, la primera en ser puesta en marcha. Comenzó como comedor de Beneficencia del Estado, y posteriormente como comedor de Auxilio Social. El 15 de julio de 1941 se acordó reconstruir parte del edificio para dedicarlo a comedor de madres embarazadas y lactantes pobres.7
El 9 de marzo de 1943 se escrituran los estatutos de la Asociación Gijonesa de la Caridad, que habían sido aprobados el 10 de febrero de 1905. La falta de materiales y la escasez de recursos económicos hacen que las obras estén muy retrasadas a finales de 1947.5
Dos miembros de la Conferencia de san Vicente de Paúl, Ignacio Soto Larroza y Luis Adaro se reunieron con José García Bernardo y de la Sala, alcalde de Gijón, y el 25 de diciembre de 1948, con la bendición del local y la consagración al Sagrado Corazón de Jesús, la Cocina Económica reabrió sus puertas. En marzo de 1951, falleció Ignacio Soto, tesorero de la Asociación. Se le nombró con carácter póstumo, Consejero de Honor y de Mérito de la Asociación.
La aparición de un hombre muerto, se supuso que de frío en el Llano, fue la causa que aceleró la aparición del Asilo Nocturno, que acabó inaugurándose en noviembre de 1952. El 10 de abril de 1953 se dotó el edificio con una capilla, que alberga la sede de la Adoración Real, Perpetua y Universal del Santísimo Sacramento (ARP)
En 1955, con motivo de las Bodas de Oro de la Asociación, se celebraron diversos actos conmemorativos: Misa en la capilla, un Te Deum, pagas extraordinarias a los empleados de la Asociación, comidas especiales...
En 1956 se procede al cambio de cocina central. Entre 1962 y 1967 se construye el nuevo edificio, y se pone en marcha la Guardería infantil. Tras cerrar el año económico de 1977 se advierte que la Asociación tiene un serio problema económico, al aparecer un déficit de 1.350.000 pesetas. Ignacio Bertrand, alcalde de Gijón por aquel entonces, convoca una Junta General con carácter extraordinario con el fin de anunciar una modificación de los estatutos de la Asociación para adaptarlos a la nueva Ley de Asociaciones. Con los nuevos estatutos el Ayuntamiento de Gijón se desvincula, hasta cierto punto de la Asociación. Durante la década de los ochenta aparecen diversas dificultades de entendimiento entre la Asociación y el Ayuntamiento. El 27 de abril de 1988 fallece Pedro Lantero Pérez, Presidente de la Asamblea General de Socios. Luis Adaro será el encargado de sustituirle.
En 1990 nace el suministro de muebles, gracias al cual diversas familias podrán ser instaladas en unas viviendas conseguidas por la gestión de este servicio. Ese año se cede un local al Proyecto Hombre, dedicado al tratamiento de toxicómanos."
"Huerta de Melitón. Ya existía este conjunto de casas hacia la mitad del XIX en la zona de la acera de los impares de esta calle. Hace mención a Melitón González, un empresario y naviero local, y Somoza las llama «hediondas covachas» en su Cosiquines de la mió quintana.Patio de Don Melitón. Otro nombre —como lo es también el de Chozas de Don Melitón— usado para denominar estas casitas y que aparece en diversos nomenclátores y callejeros. Patio de Pelayo. Un poco más al norte que el Patio o Huerta de Don Melitón. Es decir, aproximadamente en la esquina con la actual plaza del Carmen y ocupando toda la parte de la calle Libertad.La Huertona. Era una extensión de terreno frente a las casas de Don Melitón y donde se amontonaban las ciudadelas de Juan Álvarez Tejera y la de Arturo Lerroux. Hoy sería la manzana donde está el edificio de Caja de Asturias, comprendiendo también la propiedad de Elena Valdés Hevia (iglesia de San José), concesionaria de la primera licencia en Gijón para establecer (1913) un ascensor eléctrico en su domicilio: Corrida 41."
"Esta Capilla del patriarca San José que para mayor honra de Nuestro Señor la hizo a su consta don Francisco Álvarez Tejera, vecino de esta villa, por sí y Ana Álvarez Cienfuegos, su primera mujer, en el año 1705 y la dotó de una fanega de pan de su fábrica y 330 reales en dinero y 30 fanegas de pan cada año para el capellán de ellas"
"El 5 de Agosto de 1938 ya se constituye por parte del ayuntamiento una comisión especial con el fin de reconstruir la iglesia parroquial de San José, pero los problemas económicos y la búsqueda de un nuevo emplazamiento para la iglesia retrasan el comienzo de las obras.
En 1946 comienzan las obras de lo que será la nueva iglesia San José con un presupuesto de tres millones y medio de pesetas, y que se inauguraría el 7 de Noviembre de 1954. En sus andamios llegaron a trabajar un total de 81 obreros entre albañiles, carpinteros y peones."
"La iglesia está inspirada en el barroco colonial, respondiendo a la tendencia de la autarquía franquista de que los edificios religiosos se inspirasen en estilos históricos.1 Posee una planta de tres naves, a cuyos costados se extiende una espaciosa tribuna. A lo largo nos encontramos con pórtico, naves, crucero y presbiterio. Una cúpula circular de gran tamaño se alza en el crucero. La fachada principal se estructura un en tramo central de tres plantas terminado en frontón, al que custodian dos torres finalizadas en cúpulas."
"La cafetería Avenida, en el número 3 de la calle Álvarez Garaya, fue un punto de encuentro habitual de dirigentes políticos de la izquierda y sindicalistas durante los años 80, además de lugar de refugio de los trabajadores que huían de la Policía en las protestas laborales de la época más dura de la reconversión industrial de Gijón. Dos hermanos regentaban entonces el local. El último que permanecía al frente del mismo, Aquilino Santos Barrio Fernández, ha puesto fin a su vida laboral y ha traspasado el negocio.
Atrás quedan 40 años al frente de un local lleno de historia. Durante dos décadas, Aquilino estuvo acompañado por uno de sus hermanos, Rodrigo León, aunque todos en aquella época intensa le conocían por «Hugo». Casi podía parecer que el mote obedecía a la complicidad de aquellos clientes, recién salidos de la época de la clandestinidad, tan propicia para los motes.
Pero la cafetería ya tenía a sus espaldas una larga historia cuando se convirtió en lugar de reunión de un sector de la izquierda política gijonesa. El local fue fundado en 1945 por el padre de ambos hosteleros, Rodrigo Santos Barrio Canseco. Por entonces, dice el hijo del fundador, en aquella zona hoy punto neurálgico de Gijón «no había ni coches», ni había comenzado la construcción de la nueva Iglesia de San José; sí se podía ver una película en lo que era el cine Avenida o comer en alguno de sus restaurantes: el Avenida o El Trole. «También había dos zapateros, Chelu y Lelu, que eran rojillos a tope, y estaba el quiosco La Moderna», apunta Aquilino.
En 1967 derribaron el edificio y el Avenida volvió a abrir, en 1969, ya como cafetería y regentado por los dos hermanos. Aquilino compaginó en aquella época su tarea al frente del bar con los entrenamientos y los partidos en el Sporting Atlético. En el fútbol, donde se le conocía como «Quilo», jugó como medio, también en algunos partidos amistoso con el primer equipo rojiblanco. Su hermano, Rodrigo León, tras licenciarse en Derecho «que empezó estudiando en el bar y acabó estudiando en el bar», abandonó el local, aunque a los pocos años retornó a la profesión, primero regentando la cafetería del Centro Municipal del Coto y posteriormente el café del Instituto, al frente del cual permanece.
Desde ahora el Café Avenida ya no será más de la familia Barrio. Una familia que, eso sí, siempre recordará a sus muchos y fieles clientes, y sus historias."
"Fue un mes de septiembre, como este, pero no uno cualquiera. Hace justo 50 años, un grupo de jubilados se encerraba pacíficamente en la iglesia de San José de Gijón para reivindicar varias cosas: pensiones mínimas, sí, (5.000 pesetas, que equivaldrían solo a unos 622 euros actuales según el INE) pero también una voz y, sobre todo, justicia.
A cambio recibieron una paliza, un juicio ante un tribunal militar y el desprecio de la ya tambaleante dictadura. También cosecharon temor e inquietud entre las filas franquistas y esperanza entre muchos trabajadores. Eran días duros que, aún así, ya atisbaban cambios en el horizonte.
Había mineros, claro. Unos años antes ya habían empezado a convocar pequeñas reuniones en las cuencas para reclamar pagas que les permitieran al menos sobrevivir. Ese movimiento más o menos informal fue creciendo y se constituyó en la Comisión Provincial de Pensionistas de Asturias.
El 16 de septiembre de 1971 decidieron realizar un encierro de protesta en la iglesia de San José. El cura que se encontraba allí era Jesús Menéndez Peláez, también párroco en funciones al encontrarse de vacaciones el titular. Él, que fue uno de los juzgados posteriormente, contó su versión años más tarde, puesto que en la época los medios, controlados por la censura, recogieron el hecho muy escuetamente. Casi con indiferencia.
Pero, para el grupo de más de 300 personas que se unieron al acto, no fue ni mucho menos un momento anodino. Ya la misma tarde del encierro, dos policías de la Brigada Político-Social visitaron al sacerdote y le instaron a desalojar el templo. Él se negó, argumentando que las iglesias gozaban del derecho de asilo y también dijo sentirse conmovido por unas reivindicaciones justas.
Fueron nueve días de convivencia pacífica: cientos de ancianos (había algunos jóvenes también), unos mutilados, muchos enfermos, durmiendo en los bancos o en el suelo, pero de forma ordenada y permitiendo al mismo tiempo que se celebraran las misas. Desde la Fundación Juan Muñiz Zapico señalan que «las nueve noches de encierro supusieron un pulso a un régimen que convertía las reivindicaciones sociales en políticas e ilegales».
El documental Una memoria rebelde. El movimiento obrero antifranquista en Asturias 1937-1977 (Octavio Monserrat) recoge testimonios, tanto del sacerdote como de algunos encerrados. Constantino Alonso González, Tinín, minero y pensionista, contaba que durante el encierro «venían meninos muy pequeños a traernos mantas y dinero, que era su paga». Tanto se emocionaron los jubilados, que «uno que se llamaba Joselín les dijo estas palabras: aquí veis unos hombres que estuvieron presos, desterrados, sufrieron malos tratos y nunca lloraron, pero hoy que los visteis llorar».
Clamor silencioso
Fuera de San José, y pese a la censura, el encierro era un clamor que ganaba miles de adhesiones en voz baja. Por eso, contaba Menéndez, las autoridades del momento empiezan a inquietarse y quieren zanjar el asunto. El arzobispo era en aquel momento Gabino Díaz Merchán, que visita a los jubilados y habla con ellos durante una hora. Su papel en los hechos posteriores es poco conocido, puesto que nada trasciende de sus conversaciones con el gobernador civil, el tristemente célebre durante las huelgas mineras Mateu de Ros, pero el sacerdote cree que el arzobispo se opone al desalojo por la fuerza.
Aún así, en la mañana del sábado 25 de septiembre la policía entra a la fuerza al templo. Nada le importa a un régimen siempre apoyado en la Iglesia católica invadir con armas San José. Contaba el cura que el capitán exigió por tres veces que se marcharan, pero nadie se movió.
En el documental de Montserrat, Menéndez narra que «el capitán gritó: ¡a la carga! Los jubilados estaban en el banco cogidos los unos a los otros, con la cabeza hacia abajo, y los policías, como si estuviesen drogados, sacaron los toletes y empezaron a golpear.»
Uno de ellos los encerrados, Florentino Menéndez García, Florín, que había sido minero de La Camocha y estaba enfermo de silicosis en grado 3, fue protagonista del momento a su pesar. Según cuenta su hija Marina, que entonces tenía 19 años, «en un intento por defenderse, mi padre cogió un reclinatorio», así que los policías lo vieron con aquella silla y se tiraron sobre él, le dieron golpes por todas partes. «Quedó totalmente inconsciente, sangrando, y le sacaron a rastras cogido por las piernas», recordaba también el cura, que observó la escena.
Marina añade que «a mi padre, que apenas medía 1,60 y estaba enfermo, le acusaron de haber agredido a un policía». Florín había tenido que jubilarse joven debido a la silicosis y por eso su pensión «no daba ni para pagar la letra del piso», dice ella. Eran cinco hermanos y tanto la madre como ellos debieron empezar a trabajar jóvenes para poder afrontar los gastos de casa.
Los echaron por la fuerza, pero al día siguiente se produce una protesta inédita: se suprimen las misas de ese domingo en todo Gijón, salvo una en la iglesia de San José.
Represalias
Algunos fueron multados tras la expulsión. Después llegó el consejo de guerra, al que fueron sometidos el propio sacerdote, así como Florín Menéndez y Mánfer de la Llera (Manuel d’Andrés). El cuartel del Coto en Gijón fue el lugar, con una puesta en escena «espectacular, con muchos soldados armados rodeando el edificio, y otros en las almenas, también con metralletas», dice Menéndez. Él fue absuelto, pero los jubilados fueron condenados, D'Andrés a cárcel y Florín a dos años de reclusión «con destierro» en un hospital en Castellón.
Marina Menéndez explica el doble castigo: reclusión para el padre y alejamiento para la familia, que solo lo pudo visitar en una ocasión. Después «volvió y siguió luchando. Aquello fue un punto de inflexión, cuando fundaron Arpa, la Asociación de Pensionistas. Florín falleció en el año 1991 a los 69 años de edad.
La Fundación Juan Muñiz Zapico hace su propio balance, cinco décadas después: «Fue una de las principales movilizaciones de la ciudad durante la dictadura franquista». Por eso solicitan al Ayuntamiento de Gijón la colocación de una placa conmemorativa de aquel encierro que explique la importancia de aquel acto reivindicativo.
El aniversario se recuerda desde esa institución con un programa de actos el viernes 24 de septiembre en Gijón. «El objetivo de nuestra Fundación es poner en valor la lucha del movimiento obrero antifranquista en la lucha por la libertad y la importancia de la Comisión de Jubilados y Pensionistas de Asturias»."
"Nunca hasta ahora escribí sobre uno de los episodios más impactantes que he tenido que vivir. Al hacerlo, después de casi cuarenta años, pretendo rendir mi modesto homenaje lleno de afecto y cariño a aquellos pensionistas y jubilados en la persona de Manuel d' Andrés Fernández (Mánfer de la Llera) a quien la Consejería de Cultura dedicó el «Día de les Lletres» del año pasado; lo escrito entonces lo cedo muy gustoso a LA NUEVA ESPAÑA para su publicación y así no se pierda la memoria histórica. Fueron nueve días de convivencia en las circunstancias que voy a relatar.
1. El encierro en la iglesia de San José
Corría el año 1971, época en la que yo pertenecía al estamento eclesiástico como coadjutor de la iglesia de San José de Gijón. El 16 de septiembre, a las seis de la tarde, mientras atendía las visitas que llegaban al despacho parroquial, dos policías de la llamada Brigada Social vienen a verme para poner en mi conocimiento que un grupo muy numeroso de jubilados habían invadido la iglesia de la que yo, en aquel momento, era el único responsable al encontrase fuera de Asturias el Párroco, D. Carlos Díaz y Díaz. La visita de aquellos policías secretas venía a ser una admonición para que les expulsara invocando el lugar sagrado del recinto eclesial. Mi respuesta fue que las iglesias, desde tiempo inmemorial, tenían el derecho de asilo, y que, por tanto, como responsable de la iglesia de San José en aquellos momentos, no solo no les expulsaría sino que les atendería humanamente en lo que yo pudiere.
El contexto de esta actitud reivindicativa por parte de los jubilados y pensionistas hay que situarlo dentro de una larga historia que se remontaba al año 1965, fecha en la que se constituye la Comisión Provincial de Pensionistas de Asturias. Su objetivo era la mejora de la pensiones. Después de los fallidos y largos peregrinajes por despachos burocráticos de las entidades políticas, deciden encerrase en la iglesia de San José de Gijón como escenografía de sus reivindicaciones.
Continúo con el relato. Una vez que se ausentaron los miembros de la Brigada Social, bajo a la iglesia y me pongo en contacto con los representantes de los jubilados, entre los que se encontraba Manuel d' Andrés Fernández, este fue mi primer encuentro con Mánfer de la Llera. Me expusieron sus reivindicaciones, a la vez que me contaban el largo periplo que habían seguido hasta entonces para percibir unas jubilaciones dignas después de una vida laboral llena de sacrificios y expuestos a mil peligros como trabajadores de la mina. Una vez que me percaté de que era un problema sangrante el que les había obligado a tomar aquella decisión, me ratifiqué de nuevo en lo que había dicho a los policías: las iglesias tenían derecho de asilo y, por tanto, nadie les echaría mientras mantuvieran el decoro necesario para poder celebrar los cultos. Así me lo prometieron.
De esta manera se inauguraba el primero de los nueve días que conviví con aquellos jubilados a lo largo de un encierro que convulsionó no solo a las gentes de Gijón y de Asturias, sino de toda España. Debo decir que tanto mi persona como las dependencias parroquiales, escasas e insuficientes, estuvieron siempre a su disposición. Aquellas vivencias aún permanecen con toda su frescura en el disco duro de mi memoria: la imagen de tres centenares de ancianos, algunos de ellos mutilados, durmiendo, unos en los bancos, otros en el suelo, resultaba un espectáculo estremecedor. Así pasaron las nueve noches del encierro. El esquema de aquel vivir cotidiano se convirtió en algo reiterativo. Por la mañana, bien temprano, abrían las puertas de la iglesia, barrían el templo, lo ventilaban para que a las ocho, cuando yo tenía la misa, los fieles que acostumbraban asistir pudieran hacerlo sin mayor incomodidad. Durante el culto guardan total compostura y el mayor decoro. De esta manera se celebraron con normalidad funerales, aniversarios de difuntos y bodas.
Mánfer era mi interlocutor habitual. Él se preocupaba de que todo estuviera a punto para que nadie pudiera echar en falta nada de lo que era habitual en el devenir diario de una iglesia. Asimismo, era el intendente encargado de que todos los jubilados padeciesen las menores incomodidades derivadas de aquellas peculiares circunstancias. Sin pretenderlo él era su líder.
Así transcurrían los días, mientras en la calle la noticia del encierro en San José corría de boca en boca, a pesar de la escasa repercusión en los medios de comunicación ocupados en aquellos días en relatar las actividades de la asamblea de los obispos, reunida en Madrid. La adhesión a las reivindicaciones de los jubilados iba en aumento, de tal manera que aparecen dos nuevos grupos de protesta en las iglesias de San Juan en Mieres y La Milagrosa de Gijón. Recuerdo las visitas que recibían los jubilados de sus familiares y amigos procedentes de las cuencas mineras. La solidaridad con los jubilados era total.
2. El violento desalojo
Ante esta situación las autoridades están temerosas por las repercusiones imprevisibles que podrían derivarse de aquel acontecimiento. El delegado del Gobierno en Asturias recibe a una comisión, sin acuerdo alguno. El arzobispo, don Gabino Díaz Merchán, ausente de la Diócesis por la referida asamblea de obispos, una vez llegado a Oviedo, se desplaza también a Gijón para tomar contacto con una comisión encabezada por Mánfer de la Llera. Una visita que a mí, personalmente, me dejó perplejo. Llega don Gabino, me saluda, pregunta por los jubilados, conversa con ellos durante más de una hora, mientras yo estaba sentado en la sacristía esperando su regreso y algún consejo o apoyo, y terminada la reunión con la comisión de los jubilados, se despide de mí y se marcha como había llegado. Yo sólo tenía veinticinco años y me enfrentaba a un problema hasta entonces insólito en la iglesia española. El párroco, don Carlos, estaba ausente, de vacaciones en tierras leonesas, y el arzobispo, Don Gabino, con unos saludos cariñosos y afectuosos, pero sin mediar unas palabras de apoyo o de ayuda, si fuera necesaria. Con posterioridad se lo reproché. La respuesta fue: «Te vi tan tranquilo y dominando la situación que más bien era yo el que necesitaba ser reconfortado».
Pasan los días y se incrementa la solidaridad con los encerrados. La sorpresa se produce el sábado por la mañana, día 25. A las 7,30 horas de la mañana, cuando yo me preparaba para celebrar la misa de las ocho, me viene a buscar el sacristán. Esteban me anuncia que la fuerza pública estaba dentro de la iglesia. Me pongo el traje talar de clérigo y bajo al templo. Efectivamente, la fuerza pública con las pistolas desenfundadas tenía acordonados a los jubilados. Me presento ante la persona responsable que comandaba aquella unidad de asalto (desconozco su graduación por no haber hecho la mili). Con autoritarismo militar me dice que tiene orden de desalojar a los encerrados. Le pido serenidad invocando el lugar sagrado en el que nos encontrábamos, a la vez que le recuerdo el derecho de asilo de los templos y que la única autoridad que podía ejercer aquel derecho era el arzobispo. Le pido que posponga aquella orden, mientras yo intento hablar con el arzobispo. Se pone al teléfono su secretario, don José María Almoguera (q.e.p.d.), y le planteó el problema exigiendo que se me diga si hay o no hay autorización del arzobispo. Inicialmente la respuesta no fue clara y contundente. Yo hubiera deseado que el propio arzobispo se pusiera al teléfono y me aconsejara, pero no. Al final se me dice que el gobernador civil, Mateu de Ros, había comunicado al arzobispo la noche anterior que a la mañana siguiente procederían al desalojo. «¿Hay o no hay autorización del arzobispo?», pregunto yo. Para mí era transcendental la respuesta. «Dedúcela tú mismo», me dice el Secretario.
Con esta información bajo de nuevo al templo. «Sr. Badás, la iglesia no autoriza este desalojo por la fuerza», le reprocho. «Yo traigo la orden de desalojarlos por las buenas o por la fuerza, y así lo haré», me replica. Pido que se me permita dirigirme a los asistentes:
«Queridos hermanos, jubilados y policías: la situación ya la ven ustedes. Hay una orden por parte del gobernador civil de desalojo, incluso por la fuerza. Acabo de ponerme en contacto con el arzobispado, a cuyo titular el gobernador civil le comunicó esta determinación. La iglesia, por tanto, no autoriza un desalojo por la fuerza. Queridos jubilados, yo nos os echo de este templo; durante este tiempo que compartí con vosotros estas estancias me habéis respetado y habéis mantenido el decoro que este lugar sagrado exige y el culto aquí celebrado. Por tanto, yo no os echo de aquí. Queridos hermanos policías: Vuestro jefe trae orden de desalojo incluso por la fuerza; yo apelo a que se tenga en cuenta la situación física de nuestros jubilados, algunos de ellos privados de movilidad; apelo igualmente al lugar sagrado en el que no encontramos. Yo no puedo hacer otra cosa. Que sea lo que Dios quiera».
Terminada mi intervención, el militar que comandaba a la tropa se sube a un banco y dice: «Por tercera y última vez, desalojen la iglesia». Ante este ultimátum, los jubilados se abrazan unos a otros y a los propios bancos en actitud puramente pasiva. El silencio queda roto: «Tropa, ¡a la carga!»
Inmediatamente la policía, con las pistolas desenfundadas, coge los toletes y ¡a la carga!. Se pueden imaginar aquel espectáculo: cerca de trescientos ancianos, unos por los suelos, otros saliendo a trompicones, otros con los rostros ensangrentados. En una actitud puramente defensiva, uno de ellos, Florentino Menéndez, «Florín», cogió un reclinatorio o silla, que estaba al lado del banco, en un intento por cubrirse la cabeza, a modo de escudo, para evitar los golpes. Los policías que le ven, pensando que la podría utilizar para hacerles frente, se abalanzan sobre él. A los primeros golpes, Florín cae por los suelos, pierde el conocimiento y la policía le saca del templo a rastras hasta la plaza de la iglesia. El espectáculo era estremecedor. De ello fueron testigos también don Silverio Rodríguez Zapico, hoy párroco de la iglesia de la Resurrección en Gijón, Oscarín Rodríguez Uría, mi gran amigo seglar, y el sacerdote don José Manuel Gutiérrez Inclán; los dos últimos ya han fallecido. Tan pronto como supe que la fuerza pública estaba en la iglesia, les llamé para que presenciaran y fueran testigos de lo que presumía podía suceder. La conmoción en la calle se respiraba entre los transeúntes que presenciaron el espectáculo.
3. Huelga de misas
Conocida la noticia en las distintas parroquias de Gijón, el «grupo del Bibio» (grupo de sacerdotes que solía reunirse a cenar todos los lunes en la llamada Casa de Ejercicios) convoca una reunión de urgencia. Allí, ante los asistentes, relato lo acontecido a primeras horas de la mañana en la iglesia de San José. Este relato fue la base de la nota oficial que al día siguiente publicaría el Arzobispado. Una nota notoriamente diferente a la emitida por el gobernador civil. Las dos eran recogidas por la prensa del domingo, día 26. En esa reunión de El Bibio se toma también el acuerdo de suprimir todas las misas de Gijón, al día siguiente domingo, y hacer una misa concelebrada con todos los sacerdotes en San José. Una singular manera de protestar por la intervención policial y de solidarizarse con los jubilados que habían sido violentamente desalojados."
4. Consejo de guerra
Como consecuencia del desalojo, algunos jubilados, como Florín, hubieron de ser atendidos en el Hospital de Cabueñes. Según el protocolo hospitalario en la ficha de ingreso había de constar la causa de aquellas heridas que no era otra que la intervención policial. Y aquí me veo yo implicado por un argumento que se intentaba que pareciese lógico. Según la información de las fuerzas armadas, si la policía había tenido que intervenir, lo había hecho en legítima defensa para repeler la sublevación de los ancianos que habían sido soliviantados por la arenga que el joven sacerdote les había pronunciado. De esta manera yo era, en definitiva, el principal causante de aquel estremecedor desenlace. Y el argumento continuaba. Se había cometido un delito contra la fuerza pública, sometida a la jurisdicción militar; por tanto, era preceptivo un consejo de guerra para castigar a los culpables que no eran otros que los jubilados heridos. Implícitamente yo también estaba involucrado, si bien el concordato entre el Estado Español y el Vaticano me protegía.
Así se incoa el expediente. En principio se pensaba celebrar en Valladolid; sin embargo, con el asesoramiento del gabinete jurídico del arzobispado e invocando el concordato, se solicita que se haga en Gijón. El Cuartel de Simancas será el escenario; la puesta en escena de un consejo de guerra era algo espectacular. Una línea de soldados, con la metralleta en la mano, cercaba todo el edificio. Otra línea de soldados, también con metralleta, circundaba la parte superior del cuartel; desde la calle se abría un pasillo al interior de la sala flanqueado por dos filas de soldados uniformados con la misma indumentaria y arma. En la antesala dos grupos bien distintos y con distinto ánimo esperábamos la cita de un tribunal compuesto por miembros del estamento militar. De una parte los jubilados que habían sido apaleados, acusados de atacar a la fuerza pública; yo en medio de ellos; en frente los policías que, según la acusación, habían sido atacados, acompañados de miembros de la Brigada Social, que actuarían de testigos. El estado moral era bien diferente entre los dos grupos; los jubilados cabizbajos y asustados ante la prepotencia y altanería de los miembros de la brigada social; Mánfer de la Llera, Herrero Merediz, nuestro abogado defensor, y quien esto escribe intentábamos levantar los ánimos. No me avergüenza reconocer que me saltaron las lágrimas ante aquella humillación. Comienza el consejo de guerra. Cuando me toca el turno, la fiscalía trataba de presentar aquellos nueve días de encierro en la iglesia de San José como un desorden sacrílego; defendí a los jubilados con toda vehemencia en mi relato de los hechos a la vez que narré minuciosamente el violento desalojo, auténtico sacrilegio cometido por la policía en las personas de aquellos ancianos. El veredicto del tribunal fue exculpatorio para mí. Sin embargo, a los jubilados les cayó un tiempo de reclusión en hospitales del sur, ya que ni su edad ni su salud permitían un encarcelamiento común.
5. Consecuencias
La primera consecuencia de un hecho de aquellas características en 1971 era pasar a ser sospechoso y formar parte de los archivos policiales; mis frecuentes salidas en aquella época al extranjero tropezaban siempre con la petición del pasaporte. Cada vez que lo solicitaba el comisario me sometía en su despacho, delante de un cónclave de policías secretas, a un extenso cuestionario de los motivos que me impulsaban a trabajar en parroquias o universidades de Francia o Alemania.
Pero aquella vivencia me granjeó la amistad de muchos de aquellos jubilados. Mientras permanecí en la parroquia de San José con frecuencia me venían a ver con Mánfer de la Llera a la cabeza. Si me los encontraba en la calle me paraban y, si iban acompañados de sus nietos, me presentaban como un héroe que los había defendido. Ellos consiguieron mejorar sus retribuciones. Al día de hoy creo que ya ha fallecido la mayoría o quizá la totalidad de aquellos casi trescientos jubilados con quienes conviví durante nueve días en la iglesia de San José.
Nunca escribí nada sobre este hecho; nunca lo presenté como un aval para colocarme una medalla; lo hice por un compromiso cristiano con la justicia y por mi condición entonces de sacerdote. Hoy, más de cuarenta años después, aquellas vivencias permanecen con toda su frescura en el disco duro de mi conciencia. Mi recuerdo tiene que ver con Mánfer de la Llera con quien, hasta su muerte, me unió una excelente relación dentro del mayor respeto a las diferencias que cada uno de nosotros teníamos sobre el hecho religioso. También lo hago por su hijo Ramón d' Andrés, primero, alumno, y ahora compañero del Departamento de Filología Española. De no ser por ello jamás habría escrito nada sobre uno de los episodios más impactantes que he tenido que vivir."
"La frase de bienvenida en su página web la define como una «parroquia abierta, solidaria y comprometida con el barrio del Carmen y con la ciudad de Gijón», y los hechos históricos dan veracidad a esa afirmación. Este año se cumplirá medio siglo del encierro que protagonizaron allí, en la iglesia de San José, tres centenares de pensionistas que al cabo de nueve días fueron desalojados violentamente por la policía franquista, que irrumpió pistola en mano. Las trabajadoras de IKE hallaron allí un espacio seguro para almacenar material a principios de la década de los 90, y en esos mismos años una docena de simpatizantes de la insumisión se encerraron en el templo para apoyar a tres insumisos que horas después fueron detenidos a las puertas de la iglesia para ser trasladados a prisión. En las dos últimas semanas la parroquia ha dado techo a otra lucha social, la de un par de hosteleros del colectivo Hostelería con Conciencia.
La actual iglesia de San José se alza muy cerca de donde estaba su predecesora, construida a finales del siglo XIX y destruida durante la guerra civil. El edificio, de estilo inspirado en el barroco colonial, fue concebido por el arquitecto noreñense Enrique Rodríguez Bustelo, autor también del palacete del antiguo Banco Urquijo (que se asoma al puerto deportivo gijonés y a los Jardines de la Reina). La primera piedra de San José fue colocada en 1946 y la inauguración tuvo lugar nueve años más tarde, tras ser rematadas unas obras que costaron alrededor de tres millones y medio de las pesetas de entonces y en las que trabajaron 81 obreros de la construcción. Este último dato se recoge también con precisión en la web de la parroquia, y el reconocimiento explícito a esa mano de obra (que parece evocar el poema en el que Bertolt Brecht se preguntaba por los anónimos albañiles y constructores de las pirámides o de la Gran Muralla China) es un indicio del compromiso sociopolítico que ha marcado la historia de esta iglesia, una de las más grandes de Xixón, con un millar de metros cuadrados de superficie útil. A principios de los años 60, al lado del templo creció un gigantesco vecino que distorsionó estéticamente el entorno de San José: el edificio Bankunión, de 22 plantas, era y sigue siendo el rascacielos más alto de la ciudad.
En 1971 el franquismo afrontaba sus últimos años de vida, pero el régimen no cejaba en la represión de los movimientos contestatarios, como pudo comprobar en sus propias carnes un nutrido grupo de pensionistas que inició un encierro pacífico en San José. El colectivo había ido estructurándose desde mediados de los 60 alrededor de la Comisión Provincial de Pensionistas y Jubilados de Asturias y, más tarde, de la Agrupación Regional de Pensionistas de Asturias.
En setiembre de aquel año, un centenar de jubilados que exigían pensiones dignas comenzaron ese encierro, que pronto tuvo repercusión dentro y fuera de Asturies. El periódico comunista Mundo Obrero señalaba que «la noticia se difundió inmediatamente y la reacción solidaria alentó a los encerrados y aumentó su número. La gente les llevaba mantas, comida, dinero, tabaco, camas de campaña, etcétera». Se fueron sumando otros pensionistas, hasta alcanzar la cifra de trescientos, mayoritariamente mineros, y esa movilización se vio respaldada con nuevos encierros en la iglesia gijonesa de La Milagrosa, la de San Juan en Mieres y la de Santiago en Sama de Llangréu.
Jesús Menéndez Peláez, testigo de excepción de aquellos hechos, tardó cuatro décadas en narrar en primera persona lo que allí había vivido. Lo hizo en un texto para el libro Mánfer de la Llera, de la rampla a la pluma, editado por la Conseyería de Cultura y Turismu del Principáu con motivo de la Selmana de les Lletres Asturianes de 2011)y ese mismo texto lo publicó también tiempo después en La Nueva España. Menéndez era en 1971 el cura coadjutor de San José y le tocó afrontar aquella situación, porque el párroco se había ido unos días de vacaciones. Recordaba con nitidez que «el 16 de setiembre, a las seis de la tarde, mientras atendía las visitas que llegaban al despacho parroquial, dos policías de la Brigada Político-Social vinieron a verme para poner en mi conocimiento que un grupo muy numeroso de jubilados había invadido la iglesia. La visita de aquellos policías secretas venía a ser una admonición para que los expulsara invocando el lugar sagrado del recinto eclesial. Mi respuesta fue que las iglesias, desde tiempo inmemorial, tenían el derecho de asilo y que, por tanto, como responsable de la iglesia de San José en aquellos momentos no sólo no los expulsaría sino que los atendería humanamente en lo que pudiera».
El sacerdote añadía que «la imagen de tres centenares de ancianos, algunos de ellos mutilados, durmiendo unos en los bancos, otros en el suelo, resultaba un espectáculo estremecedor. Por la mañana abrían las puertas de la iglesia, barrían el templo y lo ventilaban para que los fieles que acostumbraban a asistir a la misa de las ocho pudieran hacerlo sin mayor incomodidad». Reveló que «de esta manera se celebraron con normalidad funerales, aniversarios de difuntos y bodas» en los nueve días que duró esa movilización. Mánfer de la Llera, un minero jubilado langreano residente en el barrio incipiente de Pumarín y escritor en asturiano, se convirtió en uno de los dinamizadores del encierro. Según Peláez, «era mi interlocutor habitual. Él se preocupaba de que todo estuviera a punto para que nadie pudiera echar en falta nada en el devenir diario de una iglesia. Asimismo, era el intendente encargado de que todos los jubilados padeciesen las menores incomodidades derivadas de aquellas circunstancias. Sin pretenderlo, era su líder».
El 25 de setiembre, cuando se preparaba para oficiar la misa de las ocho de la mañana, irrumpieron en el templo las fuerzas de seguridad que, «con las pistolas desenfundadas, acordonaron a los jubilados. “La iglesia no autoriza este desalojo por la fuerza”, le reproché a la persona al mando de aquella unidad de asalto. “Yo traigo orden de desalojarlos por las buenas o por la fuerza”, me replicó». El mando policial pidió a gritos tres veces que desalojaran la iglesia y ante la resistencia pasiva de los pensionistas, que se abrazaron entre sí o se aferraron a los bancos, ordenó a los efectivos de la Policía Armada, los llamados “grises”, que cargaran. Jesús Menéndez, quien unos instantes antes se había dirigido a los policías y a los pensionistas con tono conciliador para tratar de mediar, presenció con impotencia «aquel espectáculo: ancianos por los suelos, otros saliendo a trompicones, otros con los rostros ensangrentados…».
Pensionistas que acabaron en la Casa de Socorro con heridas de diversa consideración, numerosas multas e incluso un consejo de guerra contra uno de los encerrados acusado de resistencia a la autoridad fueron las consecuencias del desalojo. Pero no tardaron en llegar las muestras de solidaridad hacia ellos: varios miles de obreros de empresas gijonesas del sector del metal iniciaron una huelga y al menos una decena de sacerdotes del Grupo de El Bibio (así llamado porque se reunían para cenar una vez por semana en la Casa de Ejercicios Espirituales de El Bibio, en la zona este de Xixón) acordaron suspender los cultos en sus respectivas parroquias al día siguiente, domingo, para concelebrar todos ellos una misa en aquella iglesia de San José que había sido profanada por la policía franquista.
Un par de meses después de que el testimonio de Menéndez apareciera en el citado periódico asturiano, el mismo rotativo publicó una emotiva carta firmada por Cristina Menéndez Vázquez, hija de uno de aquellos pensionistas que habían sido desalojados a golpes cuatro décadas atrás. Su padre, Emilio Menéndez, era uno de los más jóvenes de aquel encierro (tenía 39 años, se había retirado de la mina por enfermedad). Ella, una cría de diez años en 1971, lo vio llegar a casa tras aquello «con el cuerpo marcado por los toletazos de la policía. De hecho, había tenido que quedarse una semana en Gijón, recuperándose en casa de una tía de mi madre, porque estaba tan mal que no pudo desplazarse a Mieres, y mi madre iba y venía de Gijón todos los días, porque tenía que atender a sus hijos y vender pescado por los pueblos para ayudar a la economía familiar». Dos meses después del encierro, contaba Cristina Menéndez, «a mi padre le detectaron un cáncer de esófago. Lo operaron en Madrid en 1972 y en 1973, un día antes de cumplir los 41 años, murió. Tendría que ser así, pero creo que aquellos hechos aceleraron el proceso, y el dolor en el hombro izquierdo, que fue donde recibió uno de tantos golpes, le acompañó hasta la muerte». Acababa su escrito, dirigido al cura Jesús Menéndez, diciendo que «aunque mi padre era ateo, o al menos anticlerical, estaba muy agradecido por el buen trato que recibió por parte de los responsables de la iglesia de San José, y ahora que sé que estaba usted allí como cabeza visible le doy las gracias en nombre de mi padre por el trato recibido y por intentar protegerlos a toda costa de aquellos “vándalos” que actuaron bajo las órdenes de un gobernador civil sin escrúpulos».
Mánfer de la Llera escribió sobre aquel encierro en su libro Coses vivíes (Alborá, 1998) y el ilustrador mierense Alberto Vázquez también plasmó aquellos hechos en varias páginas de su cómic en asturiano Los llazos coloraos (Trabe, 2019), con el que ganó el Premiu Alfonso Iglesias."
"Otro religioso que dejó huella en la iglesia de San José fue José Luis Martínez, al que conocían cariñosamente en algunos ámbitos sociopolíticos como El cura buenu (quizás como reflejo de aquel apelativo de El papa bueno que le adjudicaron al progresista Juan XXIII) y que en 1970 fue uno de los fundadores del citado Grupo de El Bibio. Había nacido en La Pola Llaviana y llegó a San José tras ejercer en parroquias de Grao y Candamu, y en Xixón como capellán de la histórica Fábrica de Moreda y como párroco en el poblado de Santa Bárbara y en Nuestra Señora de Fátima, en La Calzada. A esta última se incorporó en 1963 y en aquellos tiempos, recordaba en una entrevista publicada poco antes de su muerte, «a todos nos tocó correr delante de los guardias».
Durante el tiempo que estuvo al frente de San José, la parroquia se caracterizó por el apoyo y la solidaridad activa con personas desempleadas, inmigrantes y colectivos reivindicativos. Ana Carpintero, militante de la Corriente Sindical d’Izquierda, fue trabajadora de Confecciones Gijón, una empresa más conocida como IKE, por la marca de las populares camisas que se fabricaban en su factoría de El Coto. Recuerda que «manteníamos una relación muy estrecha con el párroco José Luis y yo creo que incluso estuvimos allí alguna vez encerradas, poco tiempo». En dependencias de la iglesia «guardábamos material de IKE. Por ejemplo, cuando temíamos que nos intervinieran la fábrica llevábamos allí camisas y cosas de valor que las trabajadoras entendíamos que podíamos ir vendiendo para sostener nuestra lucha. Y en algunas movilizaciones salíamos desde la iglesia».
Confecciones Gijón, que fue una de las mayores y más importantes firmas del sector textil asturiano, llegó a tener una plantilla de casi 700 personas, de las que más de medio millar eran mujeres. Con el inicio de los procesos de reconversión industrial, su plantilla protagonizó entre mediados de los 80 y mediados de los 90 una enconada movilización en las calles para defender sus puestos de trabajo. Sus trabajadoras mantuvieron un largo encierro de cuatro años en la fábrica para reclamar un proyecto de futuro que salvase la empresa, lo cual no se logró finalmente.
Ana Carpintero también recuerda «haber estado encerrada en San José cuando el conflicto de Censa». Ese encierro y otras movilizaciones llevadas a cabo por trabajadores y trabajadoras de Xixón y de Llangréu en 1980 tuvieron como primera y única motivación la solidaridad con la plantilla de una empresa viguesa de construcción de bienes de equipo amenazada de cierre. Censa había sido adquirida por la Sociedad Metalúrgica Duro Felguera, de matriz asturiana, que sin embargo se negaba a incorporarla a su grupo empresarial."
José Luis Martínez seguía siendo el párroco de San José en 1993, cuando una docena de personas del movimiento de apoyo a los insumisos se encerró en el templo gijonés. Carlos Fueyo, Fermín Bravo y Juan José García Yiyi habían sido condenados a prisión por su negativa a realizar el servicio militar obligatorio y la prestación social sustitutoria; ellos y anteriormente José Manuel Chico Pin fueron los primeros insumisos asturianos encarcelados. Al día siguiente del inicio del encierro, los tres antimilitaristas se presentaron ante los medios de comunicación en una rueda de prensa convocada en el interior del templo. Pesaba sobre ellos una orden de busca y captura por quebrantamiento de condena, porque tras serles concedido el tercer grado penitenciario o régimen de semilibertad se habían negado a volver a la cárcel. Era parte de la estrategia de desobediencia civil auspiciada por la Coordinadora Asturiana pola Insumisión (CAI) y por colectivos antimilitaristas de otros territorios, como Mili KK, Kakitza o el Movimiento de Objeción de Conciencia.
Uno de aquellos tres jóvenes, Carlos Fueyo, cuenta en su libro Diario de un insumiso (Cambalache, 2015) que «cuando salíamos de la sala donde había tenido lugar el encuentro con los periodistas entraron en la iglesia tres “secretas”». Los tres insumisos que buscaba la policía se ocultaron en la sacristía, con el consentimiento del párroco, mientras miembros de la CAI negociaban la hora y las condiciones de su entrega voluntaria. «Tuvimos tiempo para comer, para avisar a familiares, amigos y medios de comunicación, poco más. Entrevistas, despedidas, nervios…». Hacia las cuatro y cuarto de la tarde llegaron varios agentes del Cuerpo Nacional de Policía. Carlos Fueyo lo relata así: «Nosotros tres ya estábamos sentados en las escaleras exteriores de la iglesia. Tras intercambiar unas palabras y al darse cuenta de nuestras “pasivas intenciones”, con aparente espontaneidad se dispusieron a llevarnos a rastras hacia los dos coches policiales aparcados en las inmediaciones». Hubo momentos de tensión, familiares y simpatizantes se arremolinaron alrededor, gritando consignas como «¡Nun hai prisión que pare la insumisión!» o «¡Abaxo les muries de los cuarteles!». Al fotógrafo que cubría la información para El Comercio lo alcanzó en el estómago un toletazo perdido."
"Cerca de diez mil jóvenes se declararon insumisos en todo el Estado en los años 80 y 90, hasta la supresión definitiva del servicio militar, en 2001. En Asturies, más de medio centenar fueron juzgados por vía penal y casi una veintena acabaron en la cárcel. En la mayoría de los casos les impusieron condenas de dos años, cuatro meses y un día de prisión, y se generó una amplia ola de apoyo social a sus reivindicaciones en la que, a través del Conceyu Ciudadanu pola Llibertá de los Insumisos Presos, se implicaron organizaciones y colectivos sindicales, políticos, vecinales, feministas, ecologistas, culturales, cristianos de base…"
"José Luis Martínez, El cura buenu, conmemoró como párroco de San José su medio siglo de sacerdocio y a la celebración de sus bodas de oro sacerdotales asistieron significativos representantes y militantes de organizaciones políticas y sindicales de las izquierdas gijonesas. Cuando el Ayuntamiento le concedió la Medalla de Plata de Xixón en 2005, en su discurso de agradecimiento mencionó, entre otros, a los teólogos de la Liberación, sus referentes. Martínez murió hace ahora diez años.
Por todas esas vivencias de solidaridad que jalonan la historia de la iglesia de San José, a nadie sorprendió que el pasado día 12 el actual párroco, Fernando Llenín, recibiera a las puertas del templo y se sumara al aplauso que la gente allí concentrada dedicó a los hosteleros Tono Permuy y David Tejerina, del colectivo Hostelería con Conciencia, en el inicio del encierro de semanas que mantuvieron en ese templo para denunciar la asfixia económica que están sufriendo las personas asalariadas y autónomas del sector y para reclamar ayudas efectivas ante las restricciones de la actividad hostelera derivadas del coronavirus. Se da la circunstancia de que David Tejerina fue uno de aquellos insumisos condenado y encarcelado en los años 90 por su negativa a realizar la mili. «No estamos aquí para pedir limosna, estamos aquí para luchar», dejaron claro los hosteleros, propietarios del café-librería Toma 3 y de la sidrería Canteli, respectivamente, durante un encierro del que Nortes ha dado cumplida información y que finalizó este viernes.
Así pues, la iglesia de San José recobra su función exclusivamente religiosa y las labores sociales que la parroquia desarrolla habitualmente. Quién sabe cuál será la próxima causa que acogerán sus muros. Esos muros que levantaron 81 obreros y que en tiempos sombríos defendieron un puñado de curas obreristas, los muros en los que aún retumban los ecos de todas esas luchas populares, de sus derrotas y de sus conquistas."
"La propuesta de ampliar el catálogo urbanístico del municipio con más de 300 nuevos edificios y jardines ha suscitado ya las primeras reacciones encontradas entre arquitectos y asociaciones de vecinos. Algunos de los inmuebles sugeridos al Ayuntamiento por la consultora Dolmen para que se eleven sus actuales niveles de protección concitan un rechazo casi unánime entre los técnicos consultados por EL COMERCIO. El caso más evidente es el de la torre Bankunión, que también despierta reticencias en la Federación de Asociaciones de Vecinos de la Zona Urbana (FAV).
Para el urbanista Ramón Fernández-Rañada, autor del anterior y hasta ahora único catálogo urbanístico, ésta ejemplifica «el momento de mayor indisciplina urbanística vivido en la ciudad». A juicio del experto, que elaboró todos los planes urbanísticos anteriores al vigente, la forzada combinación de la iglesia San José con la torre de 21 alturas sigue siendo «una imagen sangrante», que retrotrae al espectador a «una época de desarrollismo unida a corrupción en lo administrativo y absoluta indisciplina urbanística». Rañada también cuestiona la posible inclusión de las Mil Quinientas de Pumarín por parecidos motivos.
De otros inmuebles como el colegio de la Inmaculada ve más lógica su catalogación porque en estos 25 años «se ha ido ampliando nuestro sentido de la historia», aunque espera que la nueva Ley de la Memoria Histórica no obligue a retirar la escultura de Laviada sobre los Héroes del Simancas.
Otro arquitecto que también discrepa abiertamente de la oportunidad de incluir el actual techo de Gijón en el inventario del patrimonio gijonés protegido es Manuel Hernández Sande. «Me llama la atención, porque arquitectónicamente no me parece un edificio catalogable y ni siquiera me pareció acertada su reciente remodelación. Antes de él hay muchos otros inmuebles que no deberían desaparecer», opina el técnico.
Pese a reconocer que por sus dimensiones «se ha convertido en un hito en medio de la ciudad», el arquitecto duda también de la oportunidad de su catalogación «en un momento en que los edificios altos están en horas bajas, salvo que desarrollen con planes especiales como el de la playa de vías».
Hernández Sande tampoco está de acuerdo con la propuesta de inclusión en la zona centro del grupo escolar Cabrales -«lo catalogan por antigüedad y no por valores arquitectónicos intrínsecos»- y de los garajes Sporting y Asturias. «No merecen la pena y al protegerlos se pierden posibilidades de regenerar más adelante la ciudad».
En un tono aún más crítico se pronuncia el arquitecto Diego Cabezudo, quien tilda directamente de «disparate» proponer al Ayuntamiento que estudie catalogar el edificio Bankunión. «No tiene ni pies ni cabeza. Es un edificio adulterado y anodino por una reciente reforma que ha borrado las huellas arquitectónicas de la época», objeta Cabezudo. El técnico ve idéntica «falta de criterio» en la propuesta del centro de salud Puerta la Villa, también remodelado hace poco. «Yo lo hubiera catalogado antes por mostrar una arquitectura racionalista representativa de los años 50 y con matices», indica.
Cabezudo considera asimismo que la lista presentada al Ayuntamiento -300 nuevos inmuebles- está «hinchada» a los ojos del ciudadano gijonés medio. «Con tanta propuesta valía más que declarasen a Gijón patrimonio cultural de la humanidad y acababan antes», opina. «Qué pena que no hayan catalogado la Universidad Laboral o que incluso la hayan declarado monumento de la Unesco, porque la están destrozando y no podemos hacer nada al respecto», añade.
Por su parte, Joaquín Aranda, arquitecto y estudioso de la historia del urbanismo local, ofrece un punto de vista más conciliador. Se muestra muy proclive a aceptar en el catálogo aportaciones arquitectónicas más contemporáneas «siempre que sean representativas de la buena arquitectura». Sobre la torre Bankunión dice que la dejaría fuera de catálogo no por lo que simboliza, que a su juicio podría servir para mostrar lo que no se debe volver a hacer en la ciudad, «sino porque su fachada ha sido modificada y es un edificio que ya va a permanecer ahí muchos años».
Aranda apoya la catalogación del antiguo ambulatorio Puerta la Villa y rechaza la de la Ciudadela de Capua, «porque son sólo ruinas». Además, pide a la administración municipal que los edificios protegidos dejen de ser para sus propietarios sólo sinónimo de limitaciones urbanísticas e incorporen también algún beneficio en forma de créditos especiales o rebajas en tasas por licencias de obra.
El presidente de la federación vecinal urbana, Amador García, anota que la inclusión de la torre Bankunión en el catálogo es contraria a la filosofía de serrucho del anterior edil de Urbanismo y confía en que «no pase la criba municipal a menos que se pretenda que entone con las torres del Poniente». Carlos Macho, de la directiva de la Asociación Jovellanos del centro, solicita «mayor rigor en los criterios de selección, para evitar propuestas ridículas como la de Bankunión, cuyo único valor es ser un mastodonte». Por su parte, el presidente de Santa Bárbara, Mariano Fernández, se congratula de las intenciones de proteger el poblado: «Las 202 casas queremos que nos dejen como estamos, aunque nos construyan 3.000 pisos alrededor»."
"El Solarón es el apodo que reciben dos terrenos en la zona central de la ciudad de Gijón, Asturias. Los Solares provienen de la demolición en 2011 de las estaciones de Gijón-Jovellanos y Gijón-Cercanías por motivo del desarrollo inicial del Plan de Vías.
El solar occidental (Gijón-Jovellanos) se prolonga desde el parque de Moreda hasta el Museo del Ferrocarril y el solar oriental (Gijón-Cercanías) desde el museo hasta la plaza del Humedal. Estos solares estaban destinados desde un inicio a la construcción de edificios y torres de viviendas, así como a la edificación de viales, zonas verdes y la Nueva Estación Intermodal. Sin embargo, nunca se edificó en ningún solar debido al bloqueo del Plan de Vías. Ante la situación de bloqueo, en 2016 el solar ubicado más próximo a El Centro abrió como una zona verde provisional cuyo nombre oficial es jardines del Tren de la Libertad, rindiendo homenaje al Tren de la Libertad.
Sin embargo, los planes de edificar continúan y en 2019 se aprueba su ordenación urbanística. Debido a un fuerte rechazo ciudadano, que exigía la conversión de ambos solares en un gran parque, en 2023 el Ayuntamiento modifica totalmente su enfoque y propone impulsar un gran parque en ambos solares."
"Ya en 1782 Jovellanos había impulsado un plan para que los terrenos se convirtieran en el primer parque público de Gijón, conocido como el paseo de la Estrella o laberinto del Humedal. Ha sido contemplada como posible la existencia en el Solarón de restos de una muralla y un foso del siglo xix, en el contexto de las Guerras carlistas. Un plano de 1835 trazado por José Castelar deja constancia de este hecho.
Desde 1852 el actual Solarón estaría totalmente ocupado por las instalaciones ferroviarias de la estación de El Humedal. Las vías del ferrocarril de Langreo se ubicaban entre el barrio de Laviada y la zona de Fomento, causando una división urbanística considerable entre el oeste y el centro de la ciudad.
Ya en 1782 Jovellanos había impulsado un plan para que los terrenos se convirtieran en el primer parque público de Gijón, conocido como el paseo de la Estrella o laberinto del Humedal. Ha sido contemplada como posible la existencia en el Solarón de restos de una muralla y un foso del siglo xix, en el contexto de las Guerras carlistas. Un plano de 1835 trazado por José Castelar deja constancia de este hecho.7
Desde 1852 el actual Solarón estaría totalmente ocupado por las instalaciones ferroviarias de la estación de El Humedal. Las vías del ferrocarril de Langreo se ubicaban entre el barrio de Laviada y la zona de Fomento, causando una división urbanística considerable entre el oeste y el centro de la ciudad.
En 2002 se aprueba la construcción del túnel ferroviario del metrotrén y la de una estación intermodal subterránea bajo la ubicación de la entonces estación de El Humedal. Esto liberaría amplias zonas en superficie que sería aprovechado para construir viviendas (la venta de parcelas sería clave para financiar el Plan de Vías), nuevos viales y zonas verdes.
En 2005 se modifica la ubicación de la Estación Intermodal hasta Moreda. Por lo tanto, los terrenos liberados por la demolición de la estación de El Humedal podrían edificarse con mucha más facilidad. En base a esta premisa, en 2006 Junquera Arquitectos gana un concurso internacional donde se elegía el diseño de las actuaciones urbanísticas de los terrenos liberados. Este diseño incluía 6 torres de 100 metros paralelas al Museo del Ferrocarril, nuevas calles y siete edificios residenciales de seis plantas con una cubierta de cristal entre ellos para cubrir los espacios libres resultantes.
El proyecto urbanístico se aprobó el 1 de agosto de 2008 por el pleno del Ayuntamiento de Gijón y se denominó plan especial para la Integración del Ferrocarril en la ciudad de Gijón. El plan urbanístico clasificó los usos del suelo de una bolsa de terreno de 39&n sp;766 metros cuadrados en base al diseño de edificios y calles del proyecto de Junquera Arquitectos. De esta superficie, el Plan Especial configuró 9883 metros cuadrados para usos ferroviarios, 11 578 para espacios libres y equipamientos, 7.456 para usos viarios y 10 758 metros cuadrados para edificar residencias. Fue aprobado por PSOE (13) e IU (2) con los votos en contra del PP (12)"
"No obstante, el inmueble de la estación de El Humedal se demolió en 2014, aunque las vías se retiraron en 2011. En 2011 abre un paso peatonal entre Laviada y el Museo del Ferrocarril.
Ante la situación de insalubridad que generó el terreno baldío y con la paralización del Plan de Vías en 2011, el Ayuntamiento decidió acondicionar el espacio entre el museo del Ferrocarril y El Humedal como zona verde. Esta zona verde tendría un carácter provisional hasta que se pueda retomar el Plan de Vías y vender las parcelas para su construcción.
El 13 de enero de 2016, el Pleno del Ayuntamiento de Gijón decidió darle el nombre de Jardines del Tren de la Libertad al espacio proveniente de la demolición de la antigua estación de El Humedal, entre la iglesia de San José y el Museo del Ferrocarril. La moción fue aprobada por veinticuatro votos de veintisiete, siendo aprobada por todos los grupos de la corporación excepto por el del Partido Popular. El 8 de marzo de ese mismo año fue inaugurado, coincidiendo con el Día Internacional de la Mujer Trabajadora.
Paralelamente, entre marzo y mayo de 2016 estuvieron a subasta por 70,3 millones de euros dos parcelas que sumaban 7.602 metros cuadrados en El Solarón. Ninguna fue vendida."
"Tal día como hoy, en 1896, la única noticia que dio EL COMERCIO fue que se inauguraba un nuevo templo en la ciudad. Con innumerables fastos, a lo largo de tres días. La víspera de San José se trasladó, desde la capilla del Carmen a la nueva iglesia, en pleno Humedal, la imagen del Santísimo y se cantó el 'Te Deum'. El 19 hubo misas y se sirvieron cien raciones de a dos reales cada una en la Cocina Económica. El 20, «solemnes honras fúnebres en sufragio de los que han contribuido para las obras del templo y hayan fallecido, implorando al mismo tiempo el auxilio divino para los vivientes». Todo tipo de celebraciones para un acontecimiento tan destacado en la ciudad que hasta mereció un especial de EL COMERCIO, con portada ilustrada con los retratos del obispo de Oviedo y el ecónomo de San José y, cómo no, la fotografía del ya famoso altar de Meneses, traído a Gijón desde Madrid para presidir el templo. Y solo un anuncio en todo el ejemplar: el del comerciante Benigno Piquero, que era representante del fabricante del altar y ofrecía, ahora, «todos cuantos productos allí se fabrican, como servicios para iglesia, imágenes, retablos, arañas, candelabros» y más. De devocionarios «se liquida una buena partidita de estos, con el 50% de pérdida; rosarios, bonita colección» y mucho más.Cuitas de mercaderes aparte, dijo nuestro diario que con aquel nuevo templo «la religión católica cuenta hoy con un templo más en nuestro querido pueblo, y la hermosa villa de Gijón puede ostentar orgullosa en las páginas de su progreso el edificio que hoy inaugura consagrado a Dios, levantado a expensas de su iniciativa particular, sin subvención alguna del Estado». Era día de fiesta.«Esta villa industrial cierra hoy sus talleres y sus fábricas para festejar cual merece esta festividad», se decía. También de forma caritativa. «Hagamos todos en este santo día por dar de comer al hambriento, de vestir al denudo, y no olvidemos que hay familias que no tienen pan, enfermos sin consuelo, madres que sellan con sus labios los de un inocente niño que acaso llore porque tenga hambre». Así nacía la iglesia de San José."
"Por lo que se puede leer en la prensa de finales del XIX y primeros años del siglo XX los entornos de la iglesia no parecían los mas deseables para perderse, al menos por la noche. Es habitual encontrarse noticias de prostitución, de chabolismo, de problemas por el agua y todo tipo de pendencias.
Los cambios políticos y la falta de recursos económicos hace que las fases de terminación del templo se vayan retrasando año tras año. En 1933 se logra terminar con mas pena que gloria la torre de la iglesia, aunque las celebraciones multitudinarias de otros tiempos quedan ya lejos. A pesar de darse por terminada, queda a criterio de la providencia el poder en un futuro ornamentar la iglesia de una manera adecuada, instalar vidrieras en las deterioradas ventanas y ensanchar sus naves laterales. Así lo cuenta el mensual "Juventud" en su número 19 correspondiente a Septiembre de 1933.
Nada hace pensar que en los tres años que faltan para el comienzo de la guerra civil el estado del tempo sufriera cambios significativos.
Ya en plena contienda nos encontramos con una iglesia muy deteriorada en la que podían verse las cicatrices del paso de la guerra. Poco tiempo después se procede a la demolición del edificio quedando en un momento reducido a escombros aquello que con tantos esfuerzos, desvelos y años costó levantar. "
"Muy pronto, antes de que los ruidos de sables dejaran de sonar en nuestro país, se constituye por parte del ayuntamiento una comisión especial compuesta por los miembros de la comisión de la policía urbana, uno de hacienda y otro del pleno, con el fin de reconstruir la iglesia parroquial de San José, según puede leerse en el diario Voluntad de fecha 5 de Agosto de 1938.
Las polémicas surgen casi desde el primer día a la hora de buscar una ubicación apropiada, tanto para la iglesia de San Pedro como para la de San José. Así lo podemos leer en el diario Voluntad del 8 de Diciembre de 1939.
Por fín en 1946 comienzan las obras de lo que será la nueva iglesia San José con un presupuesto de tres millones y medio de pesetas. En sus andamios llegaron a trabajar un total de 81 obreros entre albañiles, carpinteros y peones.
El 5 de Febrero de 1947 el periódico voluntad nos cuenta como el ingeniero Ignacio Patac dirigiéndose a los gijoneses desde radio emisora Gijón proporciona un informe detallado del estado de las obras, haciendo un breve resumen de la historia de la iglesia.
Los años fueron pasando y ante los ojos de los ciudadanos el templo iba tomando forma hasta llegar al 7 de Noviembre de 1954 en el que se procede a su inauguración.
Como era habitual, cualquier acto público era aprovechado para hacer publicidad de los valores del régimen y de las bendiciones que Dios proporcionaba cuando se luchaba por tan noble causa combatiendo a los miserables enemigos de la patria. El lenguaje que la prensa utilizaba por aquel entonces era servil y casposo empleándose concienzudamente en el adoctrinamiento de la población. Como ejemplo baste leer esté artículo que la hoja del lunes publicó el mismo día de la inauguración del templo, con el título: "El nuevo templo Gijonés"
Si bien la iglesia ya estaba terminada, su entorno visual no era como el que actualmente conocemos. En la parte trasera de la edificación había un solar que no tardaría en convertirse, pareciendo quitarle protagonismo al templo, en el mayor edificio de los cielos gijoneses. La torre Bankunión, de 70 metros de altura, terminará uniéndose para siempre a la imagen de la iglesia San José, a partir de 1959, en lo que constituye toda una aberración urbanística."
"En enero de 2010 el pleno del Ayuntamiento de Gijón aprueba el Plan General de Ordenación Urbana siendo alcaldesa Carmen Moriyón (FORO). Este plan, a lo que respecta a El Solarón, eliminó el planteamiento urbanístico del solar sin acondicionar entre Carlos Marx y el Museo del Ferrocarril, pues que esta zona estaba sujeta a una posible construcción de la Estación Intermodal (ubicación finalmente descartada en 2022). Por su parte, la parte correspondiente a los Jardines del Tren de la Libertad mantuvo el mismo planteamiento urbanístico que el plan especial aprobado en 2008 en cuanto a las parcelas, aunque modificando la ordenación de las parcelas:
En octubre de 2019 el gobierno de Ana González (FSA-PSOE) aprobó el plan de edificación y ordenación urbana de la parcela, un proyecto valorado en 3,7 millones de euros y que incluía zonas verdes, nuevos viales y la edificación de viviendas de lujo. Nunca se materializaría.
El movimiento ha sido calificado como «pelotazo urbanístico», como un caso más de especulación inmobiliaria en la ciudad. Algunas plataformas en defensa del parque han señalado, respecto a esto, que el problema de vivienda en la ciudad no se debe a la falta de pisos sino a los «precios desorbitados», que la hacen inaccesible para gran parte de la población. De este modo, los contrarios a la edificación de viviendas de lujo en el Solarón argumentan que no serviría para solucionar el problema de vivienda, sino para satisfacer a las grandes constructoras que se beneficiarían del movimiento.
Según Ana González, alcaldesa de la ciudad entre 2019 y 2023, con la venta de los terrenos se financiaría parte del llamado Plan de Vías. Sin embargo, esto ha generado escepticismo, pues dicho plan cuenta con numerosos retrasos y el dinero obtenido que se calcula obtener por los terrenos es insuficiente para su financiación. Colectivos vecinales han expresado su preocupación porque al final se acabe urbanizando la zona sin que ello sirva para tener las nuevas infraestructuras del Plan de Vías, ante el estado de paralización en que se lleva encontrando tanto tiempo. Por otra parte, el dinero resultante de las ventas de las parcelas irá destinado a la plataforma Gijón al Norte, pero no al Plan de Vías. Dicha plataforma atraviesa problemas económicos después de una sentencia judicial que les obligó a pagar 370 000 euros a la empresa que retiró las vías. Las asociaciones de vecinos también recalcaron que la financiación que se espera obtener para el Plan de Vías mediante la urbanización del parque puede obtenerse por otros medios.
Por otra parte, las operaciones inmobiliarias podrían suponer una vulneración a la Ley de Patrimonio si se realizan sin ningún estudio previo que confirme que no se encuentran restos de la muralla en los terrenos de El Solarón.
Organizaciones vecinales se han situado contra la construcción de viviendas en los Jardines y han propuesto que el parque se mantenga en manos públicas para conservar su actual uso. De este modo, serviría como espacio verde para el barrio de Laviada, exigencia que las asociaciones de vecinos llevan años reclamando. Además los vecinos han recalcado que no se oponen al Plan de Vías como tal, sino que sólo quieren mantener el espacio verde."
"Escritora y periodista, fue la primera mujer asturiana en dirigir una revista, Ecos de Familia, más tarde llamada Familia, además de haber publicado varios libros de poesía, por ejemplo, el llamado así, Poesías, en el año 1851. Robustiana Armiño Menéndez —casada con el médico Juan de la Cuesta— nació y murió en Gijón (1821-1890)."
Y seguidamente y a su derecha están la Plaza del General Riego y la Carretera Vizcaína, el gran eje del histórico barrio de El Parrochu, uno de los barrios obreros gijoneses del que no queda en pie ninguna de sus antiguas casas y menos las viejas ciudadelas obreras. Más a lo lejos Moreda, barrio nuevo que, en terrenos de El Natahoyo, nació en el solar de la antigua Fábrica de Moreda, fundada en 1876 y cerrada en 1985
"FAC es Fraterna Ayuda Católica, aunque haya habido otras interpretaciones de estas siglas, porque este cine que estuvo abierto con este nombre entre 1959 y 1979 nació ligado a la Iglesia de San José, ocupando parte de la casa rectora a la que se accede desde la calle de Pedro Duro. En 1983 pasó a llamarse Cine Royal y estuvo operativo hasta 1987, dejando a un lado entonces su vínculo religioso y siendo otra sala de reestreno. En 1987 se convierte en la Sala Quiquilimón que quienes fueron niños entonces recordarán perfectamente. Cerró como sala de cine y teatro infantil en 2003.(Fuente: La Voz de Asturias, E.G.B., Gijón)"
"La casa número 26 de la calle del Rastro llevaba el terrorífico nombre de Casa del Duende. Hoy se ha puesto en comunicación con la inmediata que ocupa el Ateneo-Casino Obrero y el duende ha desalojado sus habitaciones con una galantería y rapidez inusitadas"
"El café de Macondo, en colaboración con el periodista Pedro Alberto Marcos, rindió un homenaje durante la jornada de ayer a Chus Casado y Rosa Garnacho, fundadores de la compañía teatral infantil 'Quiquilimón', que tras 42 años encima de los escenarios se jubilan de la que hasta la fecha «no ha sido nuestra profesión, sino nuestra pasión».
Echan la vista atrás y resaltan que el «truco» para haber llegado lejos es que «siempre hemos caminado de la mano», incluso en los peores momentos, que según explicaron, fueron los inicios, que «nos pesaron bastante por la falta de formación, experiencia y dinero». Aun así, afirman tener «únicamente» palabras de agradecimiento, por lo que no hay dudas y prometen «seguir viviendo el arte desde el otro lado de la barrera».
Comenzaron esta aventura con un único objetivo: «Abrir nuevos caminos a los niños más allá de los deportes y las actividades habituales». Asimismo, aprovecharon algunos de sus espectáculos para plasmar temas sociales. Por ejemplo, 'El desván de la tía Enriqueta' denunciaba una situación de acoso escolar que «echó un capote a muchos niños que no sabían salir de esa situación»"
"Esta Capilla del Patriarca San José que para mayor honra de Nuestro Señor la hizo a su costa don Francisco Álvarez Tejera, vecino de esta villa, por sí y Ana Álvarez Cienfuegos, su primera mujer, en el año 1705 y la dotó de una fanega de pan de su fábrica y con 330 reales en dinero y 30 fanegas de pan cada año para el capellán de ella"
"¡Ay Xixón de mios amores
Viva la calle Corrida
Y viva el barrio del Carmen
Donde yo me divertía!"
"José González Cristóbal, El Presi (Gijón, 1908-1983), el popular cantante de tonada asturiana, ya era recordado con una calle en su ciudad natal desde el mes de mayo de 1990. Unos recientes cambios urbanísticos motivaron la desaparición de esa calle, que era un pequeño callejón paralelo a Pedro Duro; tras una campaña popular de apoyo al artista con más de 4.000 firmas, su nombre continúa en el callejero gijonés titulando una cercana plazoleta, también en su barrio natal de El Carmen, frente al lugar donde estuvo hasta finales del siglo XIX la capilla que dio nombre al barrio. Por todos es reconocido el espíritu innovador y vanguardista de El Presi (así llamado por presidir durante un tiempo el equipo de fútbol Racing del Carmen) y su aportación a la cultura popular asturiana, cuya canción dignificó y difundió por toda España y América. En la plazoleta que se le dedica se instaló el 13 de junio de 2002 el busto del cantante obra de Juan Zaratiegui que estaba hasta entonces en el Museo del Pueblo de Asturias. Como «un innovador y figura internacional de la música» es definido El Presi en un estudio universitario a él dedicado. Se trata de un trabajo de investigación dentro de la asignatura etnomusicología (en Historia y Ciencias de la Música) de las gijonesas Carmen Prendes y Rosario Piedra. El nombre de El Presi figuraba en una calle hoy desaparecida tras la ampliación de Pedro Duro."
"Siempre es un lujo disfrutar de una visita a su restaurante, y lo más curioso, es ver como de año en año nos recuerda a cada uno, lo que pedimos la ultima vez, y sin tomar nota de nada recuerda toda la comanda de una mesa de 15 personas y te lo trae sin equivocarse, algo que hoy en día a mi personalmente me deja loco, porque hay sitios donde piden una caña y un refresco y lo ponen al revés.
Bueno, si lo conocéis, poco os puedo decir, su calidad precio es genial y su atención es perfecta. Yo año tras año no puedo dejar de disfrutar de sus raviolis de queso y manzana, con ese toque dulce y salado combinado. Que no falten tampoco unos mejillones de la casa con un toque picante para mojar y mojar pan o su carpaccio de pulpo, muy bueno también. Todo ello regado con unas botellas de lambrusco tinto… delicioso. Buena relación calidad-precio y atención perfecta, amables y cercanos, si no sabes que pedir, déjate orientar por Aldo que seguro acierta."
"La organización de la Semana Negra de Gijón, habituada a bregar con toda clase de dificultades en sus 35 años de existencia, recibía ayer uno de sus mayores mazazos. Rafael Álvarez, su jefe de producción, «el hombre que era capaz de resolverlo todo» -en palabras que repiten sus compañeros-, fallecía el pasado martes en Madrid después de luchar durante meses contra una grave enfermedad. Puntal imprescindible del festival desde sus primeras ediciones, Rafa, como era conocido por sus numerosos amigos de los más diversos ámbitos de la ciudad, no pudo estar al pie del cañón en la cita de este año, pero estuvo muy presente en el recuerdo de quienes formaban equipo con él y su imagen, sonriente -la que todos evocan-, aparecía en un cartel colocado en la Carpa de Encuentros con la frase: «Maestro, mejórate pronto». Esa sonrisa y lo que reflejaba estaba en la memoria de las muchas personas que se acercaron en la tarde de ayer a recibir sus restos en el tanatorio de Cabueñes. Hoy a las doce del mediodía se ha celebrado allí un acto de despedida.
Desde que se difundió la noticia, las redes se llenaron con testimonios de decenas de cómplices que habían compartido con él diferentes episodios de un recorrido vital tan inquieto y rico como su propia personalidad. La Librería Paradiso rememoraba al chaval de dieciséis años que entró en su antiguo local de Cimavilla para trabajar y lo hacía con la foto de un joven con el pelo largo y bigote incipiente que sostenía un banjo en las calles de Lorient. Fue tomada en 1980 por su amigo el músico José Luis Carnero. La imagen desvelaba al pionero del folk, que reconocían otros de sus compañeros de viaje de aquellos días y que le llevaría también a fundar con Beto García el Café Trisquel en la calle Pedro Duro. En la Semana Negra encontraría un lugar en el que volcar su versatilidad profesional y creativa.
Ambos aspectos eran los que subrayaba el director del festival, Ángel de la Calle, del amigo desaparecido: «Lo dije en la clausura y lo recalco. No solo era un jefe de producción, era un artista, un creativo capaz de poner en pie cualquier idea. Tenía una cultura muy amplia y, como venía de tantos mundos, siempre aportaba muchas cosas. Humanamente, es un palo muy fuerte y, en lo profesional, ni le cuento», expresaba. «Lo veo con su sonrisa y su camisa blanca, su energía vital. Era alguien que todo lo hacía posible, tenía solución para todo, una persona excepcional», apuntaba su compañera de equipo, la escritora Beatriz Rato Rionda. Los dos coincidían en que la Semana Negra será otra sin él."
"Así se llamaba parte de la calle que desde Matadero Viejo acababa en la estación de ferrocarril en planos y callejeros de los años veinte y treinta, donde también recibía el nombre de Venta de la Peral o simplemente La Peral. En el completo plano de Gijón que la Compañía Telefónica levantó en el año 1928, figura todavía una posada (una venta) en esta calle."
Destacan en las fachadas los motivos decorativos inspirados en el arte precolombino, como el que vimos antes de la Ferretería El Candado, pero aquí mucho más desplegados por gran parte de sus fachadas
Al otro lado de la calle vemos el edificio de la Agencia Tributaria, levantado en el lugar en el que estuvo la Aduana. Anteriormente aquí abría sus puertas el Gijón Cinema, en lo que fue un taller de maquinaria de Dionisio Cifuentes Suárez, quien solicitó albergar en él una sala comercial de cine en 1925, la cual pudo abrir el 15 de julio de 1926 cediendo ese día los beneficios de la proyección de El prisionero de Zenda a las sociedades benéficas Paz y Caridad, Asilo de Ancianos Desamparados y Pro-Infancia. Tuvo una especie de colaboración con el Salón Doré de Begoña para proyecciones simultáneas. Cerró en 1945, en plena posguerra
En ella estuvo el llamado Muro de Langreo, apoyo del ferrocarril carbonero que se alargaba hasta la misma dársena, derribado en 1909 en un acto público, pues se llevaba tiempo reclamando su demolición al impedir el crecimiento urbano. Los tráficos carboneros se dirigirían la nuevo puerto de El Musel. Escribe de ello el periodista J. M. Ceínos para La Nueva España del 13-1-2013:
"... el Ferrocarril de Langreo puso en servicio la línea entre Sama y Gijón en 1856, con un ramal que llegaba al puerto viejo, al llamado muelle del Carbón, a través de una parte de la calle del Marqués de San Esteban. «Una calle estrecha, de casas feas y sucias (...) es hoy la entrada principal por tierra de la preciosa villa, en tanto no se construya un vasto paredón, ya comenzado, sobre la playa de Pando y se destruya la actual vía férrea que atraviesa y luego constituye uno de los lados de la calle citada, sirviendo para que los wagones (sic) de Langreo lleguen a una de las extremidades del muelle y mediante el auxilio de dos poderosos droks bajen a la cubierta misma del barco que aguarda el carbón», relató en 1877, en su libro «Gijón. Una villa del Cantábrico», el jurista, político y escritor Rafael María de Labra.
Cinco años antes se había concedido a Faustino Fernández el permiso «para ganar terrenos al mar para muelles y ensanche de la población», a la par que una segunda concesión se otorgaba a la empresa del Ferrocarril de Gijón a León. Al final, ambas concesiones dieron lugar a lo que se acabaría convirtiendo en las dársenas de Fomento y Fomentín, por el nombre de la empresa explotadora: Sociedad del Fomento de Gijón..
Con la construcción del muro de ribera sobre el arenal de Pando se creó un nuevo espacio urbano, ganado a la mar, de unas cuatro hectáreas, entre la nueva calle del Marqués de San Esteban y los muelles, terrenos que «serán propiedad de los concesionarios, excepto los destinados a zona de servicios y calles».
De esta forma, entre los jardines de la Reina y lo que sería la Estación del Norte (entró oficialmente en servicio el 23 de julio de 1874), y desde la calle del Marqués de San Esteban y los nuevos muelles, se extendió la villa en una franja que sería dividida en cinco manzanas, las actuales, cortadas por las calles de Zamora, de Felipe Menéndez y de Pedro Duro y por la travesía de Fomento.
Una nueva zona residencial que, según escribió en su libro Rafael María de Labra, estaba llamada a ser «el barrio más bello y elegante de la villa», con «la construcción del paredón de Pando, que va desde la estación del ferrocarril de Castilla al muelle y sobre el que se proyecta una línea de casas de piedra sillería y grandes arcos, al estilo de las del rue Rívoli de París», la calle que corre paralela al río Sena y que se comenzó a construir a principios del siglo XIX como ejemplo de urbanismo moderno y para conmemorar la victoria de Napoleón Bonaparte sobre el ejército austriaco en 1797.
En un informe del Ayuntamiento de Gijón, fechado el 17 de noviembre de 1875 y que se conserva en el Archivo Municipal de la Torre del Reloj, se puede leer que la comisión de ediles encargada de valorar el asunto del diseño de los edificios porticados consideraba convenientes los soportales, creándose así una acera-paseo bajo techo entre el centro de la villa y la Estación del Norte, muy conveniente para los usuarios del ferrocarril en días de lluvia.
No obstante, convertir la del Marqués de San Esteban en una calle «limpia» costó muchas décadas. Ya lo escribía el periodista Alfonso Pérez Gómez-Nieva, en 1894, en su libro «Un viaje a Asturias pasando por León»: «La calle, ya trazada, que va desde la estación del ferrocarril a la ciudad, resultará de primer orden el día que se urbanice del todo. Hoy es sucia, polvorienta, de mal piso, y la recorre en parte el ferrocarril minero de Langreo, que muy a menudo pasa por ella con sus convoyes de vagonetas cargadas de carbón. Mientras esta vía no se encarrile por otro sitio, la nueva ruta adelantará poco».
Pero todo llega. Y el sábado 24 de julio de 1909, en un acto solemne en el que no faltó el disparo de «profusión de cohetes», como contó a sus lectores el diario «El Noroeste» en su edición del día siguiente, la infanta Isabel de Borbón, tía del rey Alfonso XIII, procedió a inaugurar las obras de «derribo del muro de Langreo», que era un trazado ferroviario elevado para permitir, en el muelle del Carbón, cargar por gravedad el mineral de las minas del Nalón en las bodegas de los buques atracados en la dársena de la Barquera.
El secretario del Ayuntamiento leyó un acta que resumía lo acontecido: «En la villa de Gijón y a veinticuatro días del mes de julio del año de mil novecientos nueve, siendo las once y media de su mañana, tuvo lugar el acto de iniciar el derribo del muro llamado del Carbón o de Langreo, obra deseada grandemente desde hace ya muchos años por el vecindario en general y que tanto ha de contribuir al embellecimiento de la parte de población donde está enclavado y que constituye la principal vía de entrada a esta villa».
Pero habría que esperar a los años ochenta del siglo XX para ver completamente urbanizada toda esa zona marítima, al transformarse el puerto viejo y las dársenas de Fomento y Fomentín en el actual puerto deportivo y con la urbanización de la calle de Rodríguez San Pedro."
"Las tres fachadas que dan a Marqués de San Esteban, Pedro Duro y Rodríguez Sampedro serán ventiladas e irán revestidas de piedra arenisca traída de una cantera de Alcañiz (Teruel). Habrá un tratamiento diferente de la piedra en la franja de planta baja y entreplanta para dar continuidad en todos los frontales a la zona porticada de los reconstruidos arcos de Marqués de San Esteban.
Por encima de esa altura la distribución de huecos será distinta, con ventanas de mayor tamaño (de 1,50 metros por 1,50). Ese envoltorio pétreo permitirá adaptar el edificio a su céntrico entorno urbanístico.
En las dos esquinas del inmueble se instalarán dos muros cortina de vidrio azul. Esas cristaleras harán el mismo efecto espejo que los elementos embellecedores de las fachadas del plan del Muro. Son como una especie de parasol, que permite la entrada de la luz, pero en cambio amortigua el calor. El arquitecto del proyecto ha tenido como fuente de inspiración para esos miradores, que en la parte que da a Rodríguez Sampedro ofrecerá vistas privilegiadas a la playa de Poniente y al balneario, el remate en torreón de un edificio catalogado de Manuel del Busto en Marqués de San Esteban.
El proyecto de ampliación de la sede de la Agencia Tributaria en Gijón, explicó Arturo Tuero, ha supuesto un desembolso a las arcas estatales que supera los 7,5 millones de euros. De esa suma un millón se ha ido sólo en obras de consolidación del arenoso subsuelo, para garantizar la estabilidad del edificio y de los inmuebles colindantes. La cimentación, al igual que pasó con el cercano balneario, ha tenido que reforzarse con micropilotes mediante la técnica utilizada durante la construcción del túnel del metrotrén denominada 'jet grouting'."
"Faustino Rodríguez San Pedro, abogado y afiliado al Partido Conservador, colaboró en el desarrollo de Gijón con la creación de diversas empresas, como La Algodonera de Gijón, en La Calzada, la Sociedad de Fomento y la Azucarera de Veriña. Parece ser que fue el primer gijonés nombrado hijo predilecto, en 1908, muriendo en 1925, a los 92 años, después de haber sido consejero de la Corona y vicepresidente del Senado. Aunque la grafía originalmente correcta del apellido (y así es como aparece en el Acta Municipal el día que se le concede la calle, el 14 de mayo de 1892, es San Pedro), es muy corriente que aparezca tanto en callejeros, mapas, expedientes de obras o incluso en artículos que se refieran al personaje titular como Sampedro, y la costumbre hizo que esta rotulación de Rodríguez Sampedro llegara a ser considerada correcta. Más discutible es la expresión que vemos en diversos callejeros llamando a la calle Rodríguez S. Pedro."
"Muchas de las calles que cambiaron de nombre en los años 1935 y 1936 a veces, no calaban entre los vecinos, que no se acostumbraban al nuevo nombre. Esto hizo que (ver El Comercio, 28 de febrero de 1936) el alcalde se viese en la necesidad de proclamar un bando en el que recordaba a las funerarias que debían poner el nombre actual en las esquelas o, al menos, pusieran los dos: moderno y antiguo."
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