Paseo de Begoña |
Dos son los caminos jacobitas que atraviesan la ciudad de Gijón/Xixón, uno, señalizado tempranamente con conchas doradas en el suelo, sigue hacia el el trazado de las carreteras de Villaviciosa y de la Costa, esta segunda declarada avenida en 1989; vías las dos que seguirían más o menos el antiguo Camín Real costero que, en siglos pasados, bordeaba marismas y arenales pasando al sur de la antaño pequeña villa gijonesa, saliendo hacia ella varios ramales, uno de ellos aquí, en el antiguo Monte Begoña, actual paseo, al que llegamos desde el barrio de Zarracina
Avenida de la Costa en Zarracina, a la derecha El Balagón |
En la actualidad, con el crecimiento urbano, la Carretera Villaviciosa y, sobre todo, esta Avenida de la Costa, pasan atestadas, congestionadas y encajadas entre los edificios que fueron construyéndose, a partir de la segunda mitad del siglo XIX, en las antiguas praderías de El Tejedor (luego barrio de Zarracina)y El Balagón (zona de Dindurra), una vez que fue demolida la muralla en forma de estrella que, con el estallido de la Primera Guerra Carlista, fue construida en 1837 y comprimió, con su paredón e insalubre foso inundado, el crecimiento natural de la ciudad, la cual se expandió rápidamente en todas direcciones, especialmente aquí al este, por el llamado Ensanche del Arenal
Edificios de la calle Cabrales (derecha) esquina Avenida de la Costa, con Begoña a la izquierda |
Pocos edificios originales quedan sin embargo de aquel histórico ensanche, salvo aún caso como estos de las proximidades del Paseo de Begoña (calle Cabrales), que vemos al fondo: el desarrollismo de los años 1960-1970, la demanda de vivienda y la especulación favorecieron un desmesurado crecimiento en altura (y anchura, con escaso espacio entre casas, lo que provocó calles estrechas y atestadas) que, evolucionando a nuestros días, continúa con el recrecido, a veces abusivo, de edificios históricos supuestamente protegidos en teoría
El Muro y Playa San Lorenzo, por donde van ahora la mayoría de los peregrinos |
Evitando este recorrido netamente urbano y entre bloques de pisos, se estimó oportuno en su momento señalizar una alternativa que, desde La Guía y El Molinón, entraría en el casco urbano por El Puente del Piles y el Paseo del Muro, recorriendo la Playa San Lorenzo para dirigirse por El Náutico a la Plaza Mayor, que es el que, más paisajístico, pintoresco y que pasa por parte de la ciudad vieja y sus inmediaciones (Cimavilla -donde estuvo el Hospital de Corraxos o de los Remedios para pobres y peregrinos-) siguen ahora la mayor parte de los romeros jacobitas
No obstante, a este "Camino de las conchas doradas" por la Avenida de la Costa, le dedicamos también las oportunas entradas de blog, dado que tiene también mucho interés, especialmente en lugares como este, el Paseo de Begoña, por el que el Camino pasa por su extremo sur, en dirección a la iglesia de esta advocación, al otro lado del paseo que aquí atravesamos justo por su extremo meridional, sensiblemente más corto que el área que se extiende de aquí al fondo, al norte, hacia el antiguo Teatro Dindurra, actual Teatro Jovellanos y la calle Covadonga
"Begoña tiene tanta historia que daría para cubrir varias páginas sobre su paseo, su calle, su capilla o su parque (en lo que fueron unos bellísimos jardines). Hoy nos centraremos solo en el paseo. Un paseo que se inauguró en 1875 con el nombre de Alfonso XII. Sobre este monte con una cantera bajo de sí fue donde Jovellanos, en el siglo XVIII, plantó una alameda por aquella mentalidad de ver hermoseadas las entradas y salidas de la villa. El paseo no era como hoy lo conocemos, medía un poco más de la mitad que ahora, estaba cercado por la muralla y la puerta de Begoña se situaba a la altura del antiguo quiosco de música. A su izquierda estaba la capilla que da nombre al paseo, la de Nuestra Señora de Begoña, que estaba exenta y con una disposición diagonal al paseo. Cuando se derribó la muralla, a comienzos de la década de 1870, el paseo llegó hasta la actual avenida de la Costa."
Aquí era donde estaba, más antiguamente, el Monte Begoña, topónimo que viene directamente de otra capilla (construida hacia el año 1670 en lo más alto de esta loma), en la que estuvo la primera línea de asedio de las tropas trastamaristas a la ciudad vieja, guardada tras sus murallas romanas, en 1395, dentro de la guerra que supuso la destrucción prácticamente total de la villa medieval
Actualmente la iglesia de Nuestra Señora de Begoña de los Padres Carmelitas, hacia la que nos dirigimos al otro lado del paseo, es la sucesora de la primitiva capilla de Begoña, si bien el santuario original estaba más al norte, donde es actualmente el Café Dindurra, pero a lo largo del tiempo se emplazó en diferentes ubicaciones
Según el cronista Julio Somoza en Cosiquines de la mió quintana, fueron unos pescadores vizcaínos que, volviendo de Terranova, se encontraron con una terrible galerna que les hizo temer por sus vidas. Encomendándose a su patrona la Virgen de Begoña, prometieron dedicarle una capilla en la primera tierra que pisaran si salían vivos del trance. Así pasó y así lo hicieron...
"... este topónimo se refiere a la capilla dedicada a la Virgen de Begoña, construida hacia el año 1670 en lo más elevado de la loma y en el lugar donde actualmente están las calles de Covadonga y Anselmo Cifuentes. Cuenta la tradición que el nombre de Begoña se debe a que unos marineros vascos rezaron en ese lugar después de haberse salvado de un naufragio"
En 1904 se hacen cargo del culto las Religiosas de María Reparadora, promoviendo la devoción por la Virgen de la Asunción, misma advocación que en el santuario mariano de Contrueces, si bien con el título de Begoña. Expulsadas a comienzo de los años 30 mantuvo el relevo un grupo de fieles dentro de la llamada Hermandad de Begoña hasta que en 1935 los Padres Carmelitas, presentes en la ciudad desde 1928, reciben la encomienda del santuario. En la Guerra Civil el templo fue transformado para acantonar a un batallón de milicianos, siendo entonces el Cuartel Máximo Gorki. Tras la contienda vuelven los carmelitas en 1938 y adquieren unos locales al lado para hacer su casa
"tomado del nombre del santuario de Begoña, patrona de Vizcaya, en la zona sur del monte Artxanda, en el casco urbano de Bilbao. La palabra Begoña, de apariencia vasca, no tiene un origen muy conocido. Según una explicación típica de la etimología popular o fabulosa, el nombre vendría de la expresión en eusquera bego oina! [bégoñá] ‘¡que esté quieto el pie!’, y para ello se discurren historias que encajen con esta frase. Un ejemplo: la Virgen se apareció en una encina, y para conmemorar este hecho, se eligió el monte Santo Domingo para construir una ermita; entonces un hombre que acarreaba materiales a ese lugar, escuchó que la Virgen le decía: bego oina!, para que se detuviera; recordando este suceso, la ermita se construyó allí mismo y se llamó Begoña. Otro ejemplo: un ladrón intentó robar unos zapatos de oro donados a la capilla, y entonces se escuchó una voz que dijo la frase en cuestión, ahuyentando al ladrón y dando nombre al templo. Según otra hipótesis, el nombre tendría origen en la supuesta expresión del eusquera beg-oin-a ‘lugar elevado dominante’, por la situación del santuario."
"¿Sabían que en ese extremo del paseo era donde se celebraban las ferias y mercados de ganados? La razón: porque esto era un pastizal en los confines de la población. En el ángulo sito entre la avenida de la Costa, San Bernardo y Dindurra se instaló una plaza de toros provisional de madera entre 1861 y 1866, y tenían cabida unas 7.500 personas".
"Había dos fábricas importantísimas a nivel nacional, la de vidrios La Industria, fundada en 1844 por Anselmo Cifuentes, Mariano Suárez Pola y Luis Truan, y la de chocolate La Primitiva Indiana, fundada por Narciso Rodríguez Estrada en 1860. La primera estaba justo detrás de lo que hoy son los Carmelitas y algunas de sus piezas pueden verse ahora expuestas en el palacio de Revillagigedo, en la muestra 'Orto y Ocaso'. La segunda, en pleno paseo. ¿A que no se imaginaban que el edificio, luego recrecido, del Centro Asturiano de La Habana había sido esta fábrica de chocolate (sólo tenía dos plantas), que exportaba a todas las posesiones coloniales? Haciendo patria chica made in Gijón. Ojo, la de La Primitiva Indiana también producía chocolatinas, cafés, té y azúcar."
El Paseo de Begoña tuvo numerosas reformas a lo largo de su existencia, es más, la expresión "otra vez obres en Begoña" es altamente popular entre los gijoneses, pues casi todas las corporaciones realizan alguna intervención urbanística aquí en su mandato, unas con mayor y otras con menor éxito, dado que es uno de los lugares más transitados del casco urbano
En 1992 y bajo la dirección del arquitecto Joaquín Aranda Iriarte, que trabajó en equipo con José Manuel Espina, Carlos Viñuela y Javier Hernández Cabezudo, se busca una nueva organización espacial y se recupera el sentido del paseo, así como elementos históricos tales como el quiosco, además del estanque y las pérgolas en la zona de Los Campinos
"Los encargados de hacerlo fueron los miembros del gremio de carpinteros, que orientaron el templo y el calvario, en la cima de la colina, justo frente a la que el gremio de mareantes tenía en el Cerro de Santa Catalina. Ese se puede decir que fue el origen del paseo, aunque en un principio fue una simple calle. Además, en el transcurso de los años se le asignaron distintos nombres: en 1873 se llamó calle de Enrique III, con la Primera República pasó a llamarse de los Comuneros y con la Restauración, paseo de Alfonso XII. A pesar de todo, ya desde un principio los gijoneses la llamaba Begoña, en referencia a la Virgen que se veneraba en la capilla.
La zona congregó inicialmente fábricas que, incluso, tenían su propia ciudadela, como fue el caso de la factoría de cristales La Industria, fundada en 1844. En el paseo de Begoña también se instalaron la fábrica de fundición Laviada y Compañía (1850), conocida popularmente como 'La Begoñesa', o las fábricas de chocolate La Industria (1877) y La Primitiva Indiana (1860).
El propio desarrollo de Begoña hizo que la capilla construida en el lugar a finales del siglo XIX -tras la demolición en 1877 de la ubicada en el callejón de La Perseguida- fuera muy codiciada por las órdenes religiosas y en 1904 fue cedida a la comunidad de María Reparadora, que la mantuvo hasta 1931. A continuación fueron los carmelitas descalzos quienes se hicieron cargo del templo, con el paréntesis de la guerra civil. La notoriedad del paseo fue en aumento con el correr de los años y sus edificios albergaron, entre otros, un cuartel policial, el Centro Asturiano de La Habana, destacados cafés como el Dindurra o el Aurora, y tuvo ilustres vecinos como Concepción Arenal o el escritor José Caveda.
También fue elegida la zona para albergar importantes acontecimientos, como las primeras ferias de muestras, o un hecho histórico para la ciudad, pues en el centro del paseo se instalaron, en 1886, unas primitivas farolas para hacer las primeras pruebas de funcionamiento del alumbrado eléctrico.
Pero el paseo de Begoña no se puede comprender sin Los Campinos, una zona separada de los jardines por la calle de San Bernardo. Entre 1929 y 1968 los gijoneses pudieron disfrutar de la pérgola y los estanques que había diseñado Arturo Truán. La zona fue totalmente reformada para erigir un monumento al Alférez Provisional, que permaneció en pie algo más de 20 años. Ese espacio unía el conjunto con la iglesia de San Lorenzo, construida entre los años 1896 y 1901, aunque tuvo que ser profundamente reformada tras los bombardeos e incendios sufridos en la guerra.
Pero el desarrollismo de los años 1960 también afectó al paseo de Begoña y se eliminaron una parte importante de los jardines geométricos y en la década siguiente se partió el paseo a la mitad para dar continuidad a la circulación de vehículos por la calle de Covadonga.
En 1992 se decidió acometer una profunda remodelación del paseo de Begoña. Bajo la dirección del arquitecto Joaquín Aranda Iriarte, intervino un equipo integrado por José Manuel Espina, Carlos Viñuela y Javier Hernández Cabezudo, para procurar una nueva organización espacial y recuperar el esquema funcional del paseo y todos los elementos históricos, como el estanque, los quioscos y la vieja pérgola de Los Campinos. Pero se quiso aplicar de una forma moderna, con la incorporación de árboles como hileras de cerezos japoneses, robles americanos o falsos plátanos, entre otros. Tampoco se olvidaron de los juegos infantiles, aunque en una zona más apartada, ni de la integración de elementos artísticos, como esculturas (dos obras de Joaquín Rubio Camín, 'Obelisco' y 'Génesis') y un mosaico en el pavimento denominado 'Alegoría de la historia del teatro', de Mabel Álvarez Lavandera y Ricardo Rodríguez Deus, que sirve de antesala al teatro Jovellanos. Otra aportación fue la fuente popularmente conocida como 'el anzuelo', de José Manuel Espina, que Joaquín Aranda asegura que fue concebida como una cueva de la que manaba agua por una pendiente.
Apenas una década después, con motivo del proyecto de construcción de un aparcamiento subterráneo de 424 plazas, se volvió a reformar la urbanización de superficie. Se potenció la dimensión de salón urbano con la peatonalización de la mayor parte del paseo, basando la distribución general en la retícula del pavimento. El mobiliario (bancos y sillas neorrománticos), los elementos verdes (arbolado con alcorques tipo Matisse y parterres con variado diseño) y los puntos de iluminación (con farolas inspiradas en diseños del arquitecto Miguel García de la Cruz) resumen la mejora estética operada. A raíz de esta remodelación se rediseñó el mosaico con motivos teatrales, se demolió el 'Obelisco' y se reconstruyó para su traslado a la rotonda de Foro, y también se reformó la fuente del 'anzuelo' a la que se le pusieron nuevos chorros. Las obras se inauguraron en febrero de 2004.
La ampliación del parking de Begoña en unas 300 plazas volverá a levantar el pavimento de Begoña por tercera vez en menos de veinte años. La ganancia de estacionamiento se conseguirá en la calle de Covadonga, bajo la terraza del Dindurra. Pero una vez más repercutirá en la superficie, obligando a eliminar por seguridad la fuente del 'anzuelo' y los árboles de mayor porte, como las palmeras. Su espacio será sustituido por paseo de la misma estética que el que se extiende desde la calle de Begoña hasta la avenida de la Costa. El plazo de ejecución de las obras es de 18 meses.
Según la empresa Estacionamientos y Servicios, filial de FCC, a la que el Ayuntamiento va a ampliar la concesión, las obras comenzarán previsiblemente esta semana con el desvío de servicios (luz, agua y gas). Para esta primera actuación no será necesario cortar el tráfico, aunque sí se vallará una pequeña zona para que los obreros puedan trabajar. La demolición de la fuente del 'anzuelo' se reserva para una fase posterior de los trabajos, ya que primero hay que retirar otros elementos más livianos como los kioscos de la zona.
Hoy es uno de los lugares preferidos por los gijoneses. Sus jardines son testigos de tranquilos paseos, citas nerviosas y sonados festejos. Pero no siempre fue así. El paseo de Begoña tuvo una época en la que no dejaba de ser una pequeña colina coronada por una capilla y un calvario dedicado a la virgen del mismo nombre. El desarrollo industrial hizo que importantes fábricas se instalaran en su entorno y, posteriormente, todo el espacio fue engullido por la urbanización señorial decimonónica.
Los actuales jardines pasaron por numerosas remodelaciones y en la actualidad se enfrenta a la enésima. El proyecto para ampliar el aparcamiento que ocupa toda la longitud del paseo hará que desaparezca uno de los elementos que en los últimos años se había convertido en punto de encuentro, la fuente conocida como el 'anzuelo'. Pero es que Begoña fue testigo de gran parte de la vida de la ciudad.
Podemos remontar su historia hasta 1650, cuando se construyó lo que sería la primitiva capilla de Begoña, en el llamado callejón de La Perseguida, aunque fue demolida para construir otra nueva."
De Nemesio Martínez Sienra - https://www.elcomercio.es/gijon/gijon-1884-20200210041756-ga.html |
"Donde hoy están las viviendas de los Carmelitas y la academia de Policía es donde estaba la última capilla de Begoña —no era la original—; a su derecha, donde hoy está la Escuela de Hostelería, era donde el Casino de Gijón instalaba un pabellón de recreo como sede de verano. Ahí, en ese pabellón, es donde nacieron acuerdos de constitución de importantes sociedades recreativas como el Centro Asturiano y el Club de Regatas, era el palco del Bernabéu de la época. Otra cosa, el edificio de la Escuela de Hostelería, que proyectó García de la Cruz, era el convento de las MM. Reparadoras y posteriormente fue el cuartel de la Policía Armada."
"Entre la Escuela de Hostelería y la antigua fábrica de chocolates hubo un circo gallístico, el de Las Carolinas. Sí, peleas de gallos en pleno centro de Gijón. Impensable hoy en día. A este le sustituyó un salón de variedades llamado El Edén, que era una especie de teatro de verano, pues solo tenía función estival, y después el Salón Doré, que fue otro proyecto de García de la Cruz con el que se comenzó a instaurar el modelo de cine-pabellón. Un espacio de planta baja que por fin era un lugar físico permanente aunque su programación no; funcionaba en verano únicamente."
"Lo que posiblemente no sepamos es que conforme avanzamos por el paseo de Begoña, lo estemos haciendo sobre un refugio antiaéreo que llega hasta la cuesta de Fernández Vallín, y que con la piedra extraída de esa cantera subyacente se aprovechó para construir el teatro Dindurra, firmando el proyecto Mariano Marín Magallón en 1899. A mitad de camino, una fuente monumental se nos cruzaría en el encuentro con la calle Covadonga tras ser instalada en agosto de 1889, con motivo de la traída de agua de Llantones."
"Es llamativo, pero a lo largo de estos meses, un buen número de parroquias de Gijón están celebrando su cincuenta aniversario, medio siglo de vida compartiendo y viviendo la fe entre los fieles de sus propios barrios. Una de ellas es la parroquia de Nuestra Señora de Begoña, en pleno centro de la ciudad. El 22 de noviembre de 1970, fiesta de Cristo Rey, nacía la parroquia de Begoña. Días antes, el 30 de octubre, el entonces Arzobispo de Oviedo, Mons. Gabino Díaz Merchán, había firmado un decreto por el cual, la antigua capilla de Begoña se convertía en parroquia. Al frente se encontraban los padres Carmelitas, que habían llegado a Gijón en el año 1928. “En la calle Caveda tenían un local para vivir y ayudaban en la parroquia de San Lorenzo”, explica el padre Fidel Hernando, párroco actual de Nuestra Señora de Begoña, que recuerda que asumieron la responsabilidad de la entonces capilla de Begoña en el año 1934, al ser expulsadas en 1931, durante la II República, las religiosas reparadoras, encargadas de cuidarla hasta el momento.
Lo cierto es que la advocación de Nuestra Señora de Begoña no es propiamente asturiana, y la tradición cuenta que fueron unos marineros de Vizcaya, que iban a pescar a Terranova, los que, al verse en peligro envueltos en una tempestad, acudieron a su patrona, prometiéndole dedicarle un templo en el primer lugar donde recalasen, si llegaban con vida. Y fue en las cosas de Gijón. Actualmente, existe documentación que prueba que ya en el siglo XVIII había una capilla en la ciudad dedicada a la Virgen de Begoña.
Ubicada en pleno centro, podría tildarse como la parroquia “más madrugadora”, porque abre sus puertas a las siete y cuarto de la mañana. Y un goteo incesante de personas pasan por ella, bien a hacer una visita, bien a participar en la eucaristía.
“Es un privilegio, el hecho de que pase tanta gente por el templo”, señala el párroco, que añade, además, que “la comunidad es muy comprometida”, estando activos “los grupos carmelitas típicos nuestros que suponen un gran aporte para la ciudad desde nuestro carisma, como el Carmelo Seglar, la Cofradía de El Carmen o el Grupo de Oración Teresiana, y también otros grupos habituales en las parroquias, como el grupo de reflexión de Biblia, el de Liturgia, o el grupo Misionero Santa Teresita, que está muy comprometido”.
Junto a ellos, destaca también el “Hogar”, que en estos últimos tiempos tuvo que ser suspendido a causa de la pandemia. “Los miércoles, sábados y domingos por la tarde, se reúnen en torno a 95 ó 100 ancianos, que pasan el rato allí, distrayéndose, jugando, y es un momento muy bueno e interesante porque así salen de casa y socializan entre ellos, se sienten activos y hablan con personas de su edad”.
La pandemia ha obligado a posponer las celebraciones del 50 aniversario de la parroquia, pero en el deseo de su párroco, de la comunidad de carmelitas y de todos los fieles se encuentra celebrarlo como se merece. Como también tendrá su momento señalado ese Año de San José que, el pasado mes de diciembre, instauraba el Papa Francisco para este 2021, y que tanta importancia tiene en la congregación, debido a la devoción que le profesaba Santa Teresa."
"Los bilbaínos también celebran estos días las fiestas en honor a su patrona, la Virgen de Begoña. Lo hacen a la vez que los gijoneses, aunque aquí la mayoría disfruta de la Semana Grande sin saber que la virgen de sus amores es vizcaína. Vascos y asturianos han convivido durante siglos gracias al mar y la pesca. Primero fue la caza de la ballena, actividad que se practicó hasta el siglo XVIII a lo largo de toda la costa cantábrica, después el bacalao y la costera del bonito.
En Gijón y en el cercano puerto de Candás, otrora gran refugio marítimo y foco conservero, al este de Cabo Peñas, el punto más septentrional de Asturias y uno de los faros más importantes del Cantábrico, son comunes los Aramendi, Mendiguren, Iriberri, Badiola, Karrera, Eizaguirre, Alcorta e Iriondo, Tellechea y Aldeyturriaga, en su mayoría familias asturianas de pura cepa desde hace más de un siglo que proceden de los matrimonios de pescadores vascos, que pasaban meses de verano pescando en aguas asturianas, con mujeres de los puertos a los que acudían a refugiarse cada noche. También hay herencia vasca mucho más antigua en las últimas zonas balleneras del Cantábrico, como Tapia de Casariego, en el Occidente asturiano, donde los vascos explotaron la caza hasta su desaparición.
La advocación de la virgen en Gijón tiene su origen en la pesca del bacalao. En el siglo XVIII, pescadores vizcaínos que volvían de Terranova fueron sorprendidos por una tempestad y, ante el peligro de muerte, pidieron la protección de la virgen de Begoña y prometieron dedicarle una capilla en la primera tierra que tocaran, si salían con vida. Según cuenta el que fuera cronista de Gijón, Julio Somoza, esa primera tierra fue la playa gijonesa de San Lorenzo y en un pequeño promontorio junto a la misma cumplieron su promesa y construyeron una capilla dedicada a la virgen que años más tarde sería trasladada al interior de la ciudad.
Pero esta advocación mariana no fue solo fruto del azar y las tormentas, hace 150 años las embarcaciones vascas adelantaban la costera del bonito navegando hacia el Oeste, hasta al menos Cabo Peñas, en lugar de esperar a que los bancos llegaran a las costas de Vizcaya. Los lanchones boniteros de la época no podían pasar la noche en la mar y regresaban con la pesca a refugio al terminar cada jornada. Los bonitos se vendían en los puertos asturianos donde se fueron instalando grandes centros conserveros. En 1880, solo en la villa de Candás había ocho fábricas de escabeche.
La expresión genérica en euskera que los arrantzales utilizaban para nombrar los viajes de varias singladuras hacia el Occidente era navegar a ‘Candasera’ o ‘Kandatzera’, en clara alusión al puerto asturiano. Desde entonces y hasta los años 20 del siglo pasado, las embarcaciones de Mutriku, Ondarroa, Lekeitio, Bermeo, Orio, Getaria, Hondarribia o San Sebastián se contaban por docenas. Hasta 40 con 15 hombres por embarcación, según el historiador Manuel Ramón Rodríguez.
Es fácil imaginar la influencia de cientos de marineros vascos viviendo en pueblos asturianos al menos cien días por año y sus fiestas en días de buenas capturas. Pero pese a todo, los recetarios de las cocinas marineras vasca y asturiana no se mezclaron en demasía pese a la relación tan estrecha.
La relación de los asturianos con el pescado siempre ha tenido como base el guiso y la cazuela y escasamente –a excepción de las sardinas– la parrilla, al menos hasta hace unos pocos años. La caldereta asturiana, a base de diferentes tipos de pescados de roca y mariscos que se guisan en cazuela baja no tiene una preparación gemela en el País Vasco, ni las salsas vizcaínas, negra o verde se elaboraban tradicionalmente en el Principado, donde la merluza se oficia tradicionalmente a la sidra y el pulpo de pedreru se guisa con patatas.
En la cocina asturiana, el azafrán y el pimentón tienen un peso mucho mayor como saborizantes tradicionales que en la vasca. En la costa asturiana el bonito se toma a la plancha, en la preparación tradicional ‘en rollo’, a la asturiana, frito con cebollas y pimentón, y solo de modo ocasional en marmitako. Las influencias entre las cocinas marineras del Cantábrico, vírgenes y ballenas al margen, son un mundo por explicar, pero las dejamos para otro comino.
PD. Las atalayas y las casas de ballenas en las que se procesaban una vez cazadas existen o se recuerdan en Gijón, Llanes, Luarca, Candás, Lastres o Tapia de Casariego. Son testigos de otra época. También increíbles contratos comerciales, como aquel firmado con la parroquia de Tapia por el que se garantizaba sepultura en la iglesia a cualquier marinero muerto en la expedición a cambio de una aleta de ballena."
Foto Gijón en el Recuerdo |
"Nació con nombre palaciego y murió entre ratas y juzgados, pero entre una y otra fecha habían transcurrido 71 años, la edad estadística de vejez y a seis años vista de la referencia jubilar, todavía, de los 65 años. Poco más de siete décadas en las que el cine Goya pasó por casi todos los estadios cinematográficos posibles, excepto por el de sala de estreno, si bien lo hizo con un éxito desigual. Lo cierto, no obstante, es que la imagen que queda de las largas percepciones de tiempo suele ser la del final y, en este caso, al viejo Goya Cinema no le favorece, empequeñeciendo una trayectoria de la que ya sólo guardan recuerdo unas pocas generaciones. Las que ya eran adultas cuando cerró, en 1981, con el sello de ‘cine S’ y unas instalaciones insalubres. Empezó bien, siendo concebido como el primer edificio de Gijón construido específicamente para albergar un cine.
Nos remontamos a 1909, fecha de inicio de la construcción de un cinematógrafo que se inauguró un año después con el nombre de Versalles, denominación que algunos estudiosos relacionan con la fuerte influencia de la cultura francesa en la idiosincrasia gijonesa. Aunque no se conoce el nombre de su arquitecto, el resultado que permanece en la retina de los ciudadanos es el de una construcción racionalista que sufrió distintas intervenciones hasta que llegó a esa puerta estrecha, como la de un portal de viviendas, y a esa considerada cornisa surgida para proteger de la lluvia a los numerosos espectadores que hacían cola para sacar la entrada.
Pero todo ello no llegó hasta 1937 y por aquel entonces, ya con el nombre de Goya Cinema, mientras medio mundo se había rendido al cine sonoro, la sala de reestreno gijonesa emitía todavía sólo proyecciones mudas. «Un grupo de músicos que tocaba allí, entre los que se encontraba Baldomero Álvarez Céspedes, compraron el Goya pero para seguir manteniéndolo como cine mudo. No se rindieron hasta que la guerra lo cambió todo y, una vez finalizada, se incorporó ya al cine sonoro», reseña el director de la Filmoteca de Asturias, mientras recuerda que en el tiempo en que exhibía el nombre de Versalles era «el más barato de Gijón».
Juan Bonifacio Lorenzo, como aquellos que todavía recuerdan su particular distribución de sillas corridas, unidas e incómodas, evoca un supuesto patio de butacas descendente, que resultaba más barato que el primer piso porque quedaba a la altura de la pantalla. Pero los que aún peinan canas más largas y pagaban una perra por entrar, cuentan que el suelo era de albero, que por aquellos años el gerente del Goya se llamaba Leonardo y que la chavalería le cantaba: ‘Leonardo, danos la perra que ya la vimos’.
«No entres ahora»
Eran los mismos que a lo largo de los años hicieron colas y colas para ver películas de reestreno, las pandillas que se empujaban para pasar antes por la estrecha puerta de entrada y que hacían acopio de pipas y cacahuetes para ver películas como ‘Flecha rota’, ‘Salomón y la reina de Saba’, ‘El motín del Caine’, ‘Mientras Nueva York duerme’ o ‘Soldado azul’.
Pero igual que le costó pasar del cine mudo al sonoro, al Goya cada adaptación a los nuevos tiempos fue restándole espectadores. Y eso que la sesión continua le aportó un buen número de seguidores que contaban con la complicidad del acomodador cuando decía «no entres ahora que es el final».
No obstante, el declive social de una de las salas más populares de Gijón vino marcado por la modernidad. Ante la falta de entradas vendidas, los últimos exhibidores optaron por la moda de la Transición: el denominado ‘cine S’ porque el ‘X’ nunca llegó a Gijón. «Tuvo que dar un giro y fue su final, porque los estatutos fundacionales del cine no permitían la exhibición de películas inmorales y los herederos apelaron a ellos para clausurar el cine», narra Juan Bonifacio Lorenzo.
Corría el año 1981. Concretamente, el 4 de marzo. En 1987 el viejo Goya Cinema fue derruido para levantar el Hotel Begoña. Dicen quienes vivieron los estertores de la pequeña sala que tuvo peor vejez que muerte."
A nuestra izquierda, y paralela a la del Diecisiete de Agosto, está la calle Hermanos Felgueroso, la antigua Subida a Ciares y que pasa, cuesta arriba, por El Real, donde Enrique III de Trastámara asentó sus reales en el asedio de 1395. Aquí empezaban antaño los prados y caserías hacia los que se fue extendiendo la ciudad, llegando la parroquia de Ciares a ser absorbida por el casco urbano. Esta es la historia de esta zona según leemos también en Wikipedia:
"La sección noreste del barrio se originó en el denominado Coto de El Real. Esta gran área de forma triangular se prolongaba entre las actuales avenida de La Costa (norte), la avenida de los Hermanos Felgueroso (oeste y sur) y la calle Ramón y Cajal (este). En 1888, a instancias de José Cienfuegos-Jovellanos, se parcelan las primeras calles, paralelas y perpendiculares al bulevar de San José y formando manzanas rectangulares. La parte oeste de esta parcelación se ve modificada en consideración debido a la construcción en 1892 de las instalaciones del Colegio de la Inmaculada, que ocupó varias manzanas. La importancia del Colegio para esta parte del actual barrio de Ceares se ve reflejado en la denominación de la zona como Barrio de los Jesuitas. Alrededor del mismo edificio se construyeron las primeras viviendas; escasas y de pocas plantas, formando una especie de ciudad jardín. No obstante, la mayoritaria edificación de El Real se daría en la década de los 1960 y 1970.
En 1895 se diseña una segunda parcelación para la parte noroeste de Ceares. Sería de menor extensión que la anterior, disponiendo los viales de manera perpendicular a la avenida de los Hermanos Felgueroso, ocupando el margen oeste de dicha avenida. Los límites originales se ubicaban entre el actual parque de Los Pericones (sur), la calle Jesús (norte), la calle León XIII (oeste) y la avenida Hermanos Felgueroso (este). Con las décadas las manzanas y calles se expanden hacia el oeste y al sur, fusionándose con El Llano. Destaca la ampliación hacia el norte de los años 1930, donde se construye la actual comisaría de la Policía Local.
Sin embargo, la edificación de la zona se daría en la década de los 1960 y 1970."
"poner en contacto a productores y consumidores para la realización de trasacciones comerciales, de una manera sencilla, ordenada y práctica (...). Su carácter es internacional, pudiendo acudir a ella, productos de todas las naciones. Tiende esta feria de un modo especial a favorecer el intercambio comercial con las naciones de la América Latina"
"Desde hacía tiempo que gijoneses tan ilustres como Felipe Menéndez -representante de la patronal-, Francisco Quirós -presidente de la Unión de Gremios- y Antonio J. Oliveros -director del diario "El Noroeste"- trataban de recuperar la idea y el espíritu de la magna Exposición Universal de 1898 en Los Campos Elíseos, pero las estrellas no se pudieron en línea recta hasta el año 1924, en el que una comisión presidida por Romualdo Alvargonzález Lanquine -presidente de la Patronal Metalúrgica de Gijón y secretario de la Federación Patronal- logró la autorización oficial para organizar en Gijón la I Feria Internacional de Muestras de Asturias, después de la Semana Grande -del 15 al 31 de agosto- lo que contribuiría al alargamiento de la temporada estival. Su finalidad era "poner en contacto a productores y consumidores para la realización de transacciones comerciales", con lo que se trataba de potenciar las exportaciones hacia Hispanoamérica. En aquella ocasión optaron como escenario el popular paseo del rey Alfonso XIII, donde participaron unas doscientos cincuenta empresas en ciento sesenta y seis stands. La palabreja "feria" no gustó mucho entonces a algunos y hasta tuvo que aclarar algún periódico que allí no iba a haber gitanos. Pero las cifras cantan: en quince días por allí pasaron doscientas cincuenta mil personas y las ventas superaron los tres millones de pesetas,El indiscutible éxito de aquella I Feria Internacional de Muestras de Asturias motivó que el dictador Miguel Primo de Rivera nombrase a Romualdo Alvargonzález Lanquine como secretario nacional de la Exposición Iberoamérica de Sevilla de 1929, responsable de la representación de Asturias en la Exposición Internacional de Hulla Blanca y de Turismo de Grenoble y comisario general de España en las Exposiciones Internacionales de Lieja y Amberes. Debido a ello, en reconocimiento a todas estas actividades que abrieron nuevos horizontes comerciales le concedieron la Legión de Honor de Francia y la Orden de Leopoldo de Bélgica.Además de haber sido visitada por el general Miguel Primo de Rivera, el colofón fue la llegada a Gijón del primer hijo del rey Alfonso XIII, el príncipe de Asturias Alfonso de Borbón y Battemberg -en el crucero "Reina Victoria Eugenia" que arribó en el puerto de El Musel-, quien como presidente de honor quiso estar presente en la clausura oficial. A Gijón entró con su comitiva oficial por la Puerta de la Villa donde fue aclamado por la población, asistió a un solemne "Te Deum" en la capilla de Nuestra Señora de Peñafrancia en Deva y se alojó en las estancias del conde de Revillagigedo.Una fastuosa fiesta en "Solavieya" . En una de aquellas fastuosas fiestas habituales en "Solavieya" que organizaba el magnate José Antonio García Sol, a la que acudieron el príncipe de Asturias y la soprano María Barrientos, entre otras personalidades -con motivo de la clausura de la I Feria Internacional de Muestras de Asturias- en un momento de la ostentosa velada se marchó la luz eléctrica y, de inmediato, en los jardines aparecieron cincuenta criados elegantemente ataviados portando candelabros de plata para que la fiesta continuase sin más problemas.Tras reanudarse el baile, el príncipe de Asturias se lo hizo por los pantalones blancos y tuvo que ser retirado discretamente, sin que los invitados se apercibiesen del enojoso incidente. Las causas de la falta de control de los esfínteres del príncipe de Asturias mientras bailaba con la famosa soprano María Barrientos son desconocidas todavía, por supuesto."
Vemos ahora, mirando a la derecha, toda la profundidad, que se extiende hacia el norte, de esta gran explanada central del Paseo de Begoña. A la derecha, oculto por los árboles más allá del quiosco de la música, se encuentran el Teatro Dindurra, actualmente Teatro Jovellanos, y el Café Dindurra, en origen vinculado al teatro, donde estuvo el primer solar de la capilla de Begoña, historia también contada por Ramón d'Andrés:
" se conoce con el nombre de Begoña una loma o pequeña elevación del terreno que actualmente está en pleno centro de la ciudad, completamente urbanizada y a unos 12 metros sobre el nivel de la mar; recibe el mismo nombre el paseo trazado a lo largo de ella, terminado en 1875; además, la calle Fernández Vallín se denomina popularmente La Cuesta Begoña. La primitiva capilla de Begoña, construida hacia 1670, estaba en lo más alto de la loma, más o menos donde hoy está el Teatro «Jovellanos», y acabó en ruinas a principios del siglo xix, quizá en el transcurso de la Guerra de la Independencia. Una vez reconstruido este templo en 1880, se ubicó a unos doscientos metros más hacia el sur y dando al Paseo; el diccionario geográfico de Madoz (1845-50) cita la ermita de Begoña entre las que existen en Gijón, y de hecho la parroquia urbana de San Lorenzo se alojó en ella en 1893. En 1936, durante la guerra, la ermita fue «Cuartel de Máximo Gorki». Antes de cumplir cien años, a finales de los años 70 del siglo xx, se derriba y se construye en el mismo solar la residencia de los Padres Carmelitas. En el espacio que se conoce por Begoña había en otros tiempos La Fuente Vieya o La Fuente de Begoña, una de las que abastecían de agua la ciudad de Gijón. En 1843 se inauguró en la zona la «Fábrica de Vidrios de Cifuentes, Pola y Cía.», conocida como «La Industria» (derribada en 1959), y a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX fue lugar de ocio para los gijoneses, con toda clase de espectáculos y con el nombre de «Paseo del Rey Alfonso XII». En 1899 se inaugura el Teatro «Dindurra», que años más tarde, después de la Guerra Civil, pasó a llamarse «Jovellanos» (no confundir con el teatro del mismo nombre que estuvo desde 1852 hasta 1934 donde hoy está la Biblioteca Pública Municipal). Les fiestes de Begoña, las más representativas de Gijón a pesar de no ser patronales (el patrón de Gijón es San Pedro desde 1630), nacieron a finales del siglo XIX alrededor de la ermita de Begoña, donde se celebraban ferias semanales de ganado que se complementaban con otros eventos de ocio dirigidos a los forasteros que veraneaban en la villa. Estas fiestas quitaron el protagonismo a las de Nuestra Señora de la Asunción, en Contrueces. (...) en el «Plano de la Concha de Gijon», de Vicente Tofiño (1787), aparece «Nra Sra de Begoña». En el de Ramón Lope, de 1812, se cita «la Colina de Begoña».
El 12 de agosto de 1896 el Teatro Dindurra fue el primer local donde se proyectó cine en Asturias. Poco menos de un año después los portugueses Marques y Azevedo hicieron proyecciones en un bajo frente al Quiosco de la Música. Establecidos desde julio a septiembre de 1897, filmaron las primeras películas en la ciudad, que luego aquí proyectaron: Vista de un rompeolas tomada desde el cerro de Santa Catalina y Vista del Campo Valdés tomada a la salida de misa de la iglesia de San Pedro.
"Sobre el teatro Dindurra cayó un obús de le Legión Cóndor alemana y reventó media manzana, salvo el nuevo interior del café Dindurra. Su nuevo e icónico techo con la columnata art déco, proyectado por Manuel del Busto en 1931, se salvaron. Eso sí en esa reforma de 1931 se perdió el techo original del café con plafones pintados y la disposición de las mesas original, que era al revés de como están ahora.
Otra bomba le cayó a las dos casas que había en la esquina del paseo de Begoña con Fernández Vallín, donde luego aprovecharon el solar los hermanos Cuesta para construir el edificio imperialista que hoy existe. Una de ellas, la de la izquierda, de tres plantas con dos remates turreados art déco, era la de Laureano Vinck y Aurora Álvarez (donde tenían el estudio fotográfico), en cuyos bajos se encontraba la confitería Camilo de Blas."
La actual iglesia de Nuestra Señora de Begoña fue diseñada por Díaz Negrete basándose en el estilo moderno o racionalismo. Es de estructura simple y planta cuadrada, si bien forma uno más pequeño en esta la entrada principal a manera de chaflán y un sexto lado adentro para el altar, diagonalmente opuestos ambos
Foto: Nuestra Señora de Begoña de Gijón. MADRE Y REINA |
"Un carmelita residente en Burgos, el padre Aniano Álvarez-Suárez, pidió públicamente que la Virgen de Begoña sea la copatrona oficial de Gijón junto con el Apóstol San Pedro. Lo hizo el pasado 15 de agosto, en la misa solemne que en honor de Nuestra Señora de Begoña se ofició, como todos los años en la misma fecha, en la iglesia parroquial que los Carmelitas tienen a su cargo en el paseo de Begoña, y en presencia de la alcaldesa, Paz Fernández Felgueroso.
No obstante, la petición de Aniano Álvarez-Suárez podría parecer un dislate para muchos gijoneses, para quienes la Virgen de Begoña es, sin discusión, la patrona de la villa, aunque estén radicalmente equivocados. Y es que, muchas veces, la reiteración de un error aceptado popularmente distorsiona los hechos y la verdad histórica.
Lo cierto es que la patrona de Gijón es, desde hace siglos, Nuestra Señora de Contrueces, cuya imagen se venera en el único santuario que existe en el concejo: el de Santa María de Contrueces, que se empezó a construir hacia el año 1638 sobre los restos de otros edificios religiosos de los que existen noticias desde el siglo IX. La imagen de la Virgen de Contrueces que se venera en el santuario data del siglo XVI y hoy, domingo, es cuando se celebra la fiesta en su honor en su santuario.
Adolfo Mariño, párroco de la iglesia de San José y arcipreste de Gijón, tras la petición del carmelita Aniano Álvarez-Suárez, tiene claras dos cuestiones: la primera, que «lo que dijo la Alcaldesa después de la misa de Begoña me parece acertado» (Paz Fernández Felgueroso declaró que un Ayuntamiento laico no tiene capacidad para declarar los patronazgos religiosos); y segundo, que «la patrona de Gijón, aunque este asunto está oscurecido desde hace muchos años, es la Virgen de Contrueces, y no creo que los Carmelitas soliciten que se cambie, yo no lo haría».
El santuario de Contrueces pertenece a la Diócesis y en el año 1947 se encomendó su atención a los claretianos del colegio del Corazón de María (Codema), que son los propietarios de la casona que se levanta frente a la iglesia gracias a una donación particular.
Por su parte, monseñor Javier Gómez Cuesta, que fue vicario general de la Diócesis y desde hace años párroco de la iglesia Mayor de San Pedro Apóstol, explica que el procedimiento para pedir el cambio de patrona se debe hacer a la Santa Sede, es decir, a la Congregación del Culto, «y no sería lo mismo que lo pida una congregación religiosa (los Carmelitas) a que lo haga el obispo de Oviedo, en este caso sería que el obispo tiene interés», explicó Gómez Cuesta.
Pero el párroco de San Pedro también asegura que en la tradición de la Iglesia «lo escrito, escrito está, y suele ser muy difícil cambiar las cosas, y si ya hay otra patrona suelen ser reticentes; lo hecho por la historia hecho está, como es este caso, y otra cosa es que fuera una Virgen que ya no existiera, pero existiendo es muy difícil».
Al error de considerar a la Virgen de Begoña como la patrona de Gijón también contribuyeron los periódicos locales y, como botón de muestra, vale el suelto publicado el 15 de agosto de 1922 en el diario «La Prensa», dentro de la amplia información que sobre la semana grande ofreció a sus lectores: «Promete revestir gran esplendor la fiesta religiosa que la antigua Hermandad de Nuestra Señora de Begoña celebrará hoy en honor de su excelsa patrona y que también lo es de Gijón».
¿De dónde procede, entonces, el error? Viejas historias populares locales generalmente aceptadas, pero sin datos históricos conocidos fehacientemente contrastados, cuentan que fueron unos pescadores vizcaínos quienes trajeron a Gijón la devoción por la Virgen de Begoña, que es la patrona del señorío de Vizcaya y de su capital, Bilbao.
La imagen de la «Amatxu» vasca, una talla del siglo XIII, se conserva en la basílica de Begoña (Bilbao), cuya construcción comenzó en el siglo XVI y se acabó en el año de 1620. Pero la iglesia fue reconstruida en el siglo XIX después de las Guerras Carlistas. Tomás de Zumalacárregui, el gran general carlista, murió en el transcurso del primer asalto a Bilbao de los partidarios de Don Carlos como consecuencia de una bala disparada desde la basílica, que formaba parte de las defensas liberales de la capital de Vizcaya.
La festividad de la Virgen de Begoña, como consta en el santoral, es el día 11 de octubre, aunque el 15 de agosto se celebren actos en su honor en su basílica.
En cuanto a la iglesia gijonesa de Nuestra Señora de Begoña, existen noticias de que ya existía una capilla en la zona de Begoña antes de la Guerra de la Independencia (1808-1814), que fue derribada por las tropas francesas. Tras sucesivas reconstrucciones y derribos, hay constancia de que la iglesia volvió a levantarse en el último tercio del siglo XIX, una vez eliminados la muralla y el foso que protegía Gijón desde las guerras carlistas, al lado del entonces flamante paseo de Begoña.
La actual iglesia parroquial de Nuestra Señora de Begoña se construyó prácticamente en el mismo lugar de la antigua y se inauguró en el año 1978. En el templo se custodia la imagen de la Virgen de Begoña y otra de la Virgen del Carmen. Los Carmelitas se hicieron cargo de la iglesia en los años treinta del siglo pasado.
Al error de atribuir a la Virgen de Begoña que sea la patrona de Gijón contribuyeron, decisivamente, las fiestas locales, resultado de las ferias campesinas que se venían celebrando desde hacía siglos en los alrededores del santuario de Contrueces, especialmente las de San Fernando (a mediados de mayo) y de la Asunción (a mediados de agosto).
Y fue el Ayuntamiento quien decidió, a mediados del siglo XIX, que las ferias que se celebraban en Contrueces, un lugar alejado de la villa, se trasladasen a una zona mucho más próxima al casco urbano, y el lugar elegido fue la zona del paseo de Begoña, entonces terrenos de expansión de la ciudad.
Las ferias se convirtieron en una, a celebrar los ocho días anteriores al 15 de agosto, festividad de la Asunción de Nuestra Señora, frente a la capilla o ermita de Begoña. Así, la feria y fiestas de la Asunción se convirtieron en la feria y fiestas de Begoña, que desde entonces se vienen celebrando en Gijón todos los meses de agosto.
Y las fiestas agosteñas de Begoña, potenciadas por los comerciantes locales para dar diversión a los forasteros veraneantes, acabaron por asimilar a la patrona de Vizcaya y Bilbao con Gijón en el mismo papel, dejando a un lado a Nuestra Señora de Contrueces. Ahora, un carmelita lanzó el guante para dejar las cosas en su sitio, o no."
"Es bastante singular la estrecha relación que se da en Gijón entre el mar, el campo y el desarrollo de la ciudad con las diferentes fiestas locales. Cuando Gijón era una pequeña villa marinera, eligió como patrono protector a San Pedro, el santo y tenaz pescador, cuya festividad se celebra precisamente hoy, 29 de junio. A medida que las actividades agrarias y ganaderas cobraban importancia, nacieron, al abrigo de las ferias del campo, las festividades de San Antonio de Padua, el 13 de junio, hoy desaparecida como fiesta local y San Miguel, el 29 de setiembre, y que hasta hace muy pocos años era una de las festividades municipales, ahora sustituida por San Pedro.
A mediados del siglo XIX, con el crecimiento industrial, comercial y turístico de Gijón, no sólo cambia la ciudad, que se expande hacia el sur, sino que se alteran los festejos. Así, las fiestas que se celebraban el día de Nuestra Señora de Begoña, el 15 de agosto, cobran importancia. La festividad de Begoña, situada estratégicamente en el centro del verano, lo que le da un valor de atracción turística y comercial, acabará predominando sobre las otras festividades vinculadas originalmente a la pesca y la agricultura. Begoña se convirtió en la fiesta mayor de Gijón, puesto que, sin ninguna duda, conserva. Incluso la Corporación municipal solicitó en 1955 al Vaticano la sustitución del Patrono histórico, San Pedro, por la patrona emergente, Begoña. El Vaticano, con prudencia, decidió que lo mejor era dejar las cosas como estaban, gracias a lo cual San Pedro sigue siendo el patrono de Gijón.
En un capítulo del catálogo de la exposición 'Una historia de papel: 500 años en los documentos del Archivo Municipal de Gijón', dirigido -tanto el catálogo como la exposición- por el archivero municipal Eduardo Nuñez Fernández, se describe esa variación de las fiestas de la ciudad. Hasta el siglo XIX, la fiesta más solemne era San Pedro. La Iglesia, el Ayuntamiento y las casas de la ciudad se adornaban e iluminaban, la víspera de la fiesta, con faroles de colores. Las celebraciones del día de San Pedro se iniciaban con los actos religiosos en la Iglesia, seguidas de la procesión solemne, a la que asistía el Consistorio «en forma de villa», es decir, con un protocolo ceremonial preciso y previamente fijado. Tras la procesión, tenía lugar la fiesta propiamente dicha. Juegos infantiles, representaciones teatrales, corrida de toros y, por supuesto, una opulenta comida en la propia casa consistorial."
"Ángel Tascón González, fundador del hotel León, falleció ayer a los 73 años como consecuencia de una enfermedad que le había apartado de la actividad laboral hace años. El hombre formaba parte de una popular familia impulsora del sector de la hotelería y enraizada en la ciudad desde hace varias décadas. Estaba casado con María Antonia Zapico y tenía tres hijos: Horacio, Miguel y Marta Tascón. Deja, además, seis nietos: Adrián, Gonzalo, Diego, Alejandro, Carla y Álvaro.
Tascón era natural del pueblo leonés de Gallegos y a temprana edad, huérfano de padre, se trasladó a Gijón junto a su madre y sus dos hermanos (Ricardo y Teodorino). Regentaron en esa primera etapa el establecimiento llamado Los Picos de Europa. Abrirían luego el bar León, convertido más tarde en fonda y definitivamente en hotel hace 32 años. «Por aquel entonces apenas había ocho hoteles en la ciudad; ahora, la competencia es altísima», recordaba el propio Ángel Tascón hace apenas dos meses con motivo del homenaje que le brindó la asociación de hosteleros Costa Verde por su trayectoria profesional.
La familia Tascón puso en marcha posteriormente exitosos negocios como el restaurante Peñarrubia y los hoteles Begoña, Begoña Park y el Palacio de La Llorea. Quienes lo conocieron destacan de él su capacidad de trabajo y sacrificio por su profesión, así como su visión del negocio."
"Los usuarios no son demasiados, «pero sean muchos o sean pocos, el Camino de Santiago tiene que estar señalizado a su paso por el centro urbano de Gijón, para evitar que los peregrinos se pierdan por la ciudad». Esa es la razón que esgrimió el concejal de Cultura del Ayuntamiento de Gijón para justificar la colocación de 213 conchas de bronce, de cinco milímetros de espesor, que guiarán al caminante desde el monolito de la rotonda de La Guía hasta el de Puente Seco, en Veriña.
«Esta señalización urbana, de la que ya disponen Oviedo, León, Burgos y Santiago, la teníamos pendiente en Gijón desde que en 1999 la Consejería de Cultura decidió marcar el Camino de Santiago a su paso por Asturias, dejando fuera del proyecto las zonas urbanas», explicó Justo Vilabrille, quien, en compañía del también concejal Tino Venturo, clavó la simbólica concha dorada delante del monolito de La Guía. Para llegar hasta Puente Seco se precisarán dos semanas y 16.000 euros.
La señalización se irá instalando en los próximos días en las aceras de la derecha del recorrido que, en su día, recomendó la Consejería de Cultura como «la real e histórica» ruta del Camino de Santiago a su paso por Gijón y que transcurre desde La Guía, Carretera de Villaviciosa, avenida de La Costa, plaza del Humedal, calles de Álvarez Garaya, Pedro Duro, Rodríguez San Pedro y Mariano Pola, para continuar por la avenida de Galicia, cruce de Cuatro Caminos, la avenida de La Argentina y desembocar, finalmente, en el monolito de Puente Seco.
«No tenemos contabilizados el número de peregrinos que pasan por Gijón, porque unos van a pedir información al Ayuntamiento y otros no, pero no es un camino que tenga mucha afluencia. El recorrido asturiano que más caminantes tiene es el de Villaviciosa y Oviedo, que cuenta con la catedral de El Salvador. De hecho, hay un refrán, que debe de proceder del medievo, que dice que 'quien va a Santiago y no pasa por El Salvador, honra al criado y desprecia al señor'», recordó Vilabrille."
"Anselmo Cifuentes Díaz (1833-1892) fue un empresario español. Relevante empresario asturiano pionero y emprendedor de la industria de Gijón en la que participó en la fundación de importantes empresas como la cristalera "La Industria" y la fundición "Cifuentes, Stoldtz y Cía.", participación en navieras, potenciación del puerto de Gijón y de otros muchos negocios entre los que se encontraba el periodismo, participó en la fundación del periódico El Comercio y la banca.
Fue concejal del Ayuntamiento de Gijón y le fue otorgada la gran cruz de la Orden de Isabel la Católica y fue comendador de número de la Orden de Carlos III. Una importante calle de Gijón lleva su nombre.
Anselmo Cifuentes nació en la ciudad asturiana de Gijón en 1822. Vivió en un periodo histórico de gran auge industrial en la tierra asturiana con la explotación de las minas de carbón del valle del Nalón y el comienzo de la metalurgia a gran escala con las instalaciones de los altos hornos en Langreo y Aviles. En este período histórico Anselmo Cifuentes participó activamente creando e impulsando varias industrias y negocios.
Entre las industrias en las que participó activamente destacan la fábrica de vidrios "La Industrial, Cifuentes, Pola y Cia." fundada en 1844 cuando contaba con veintidós años de edad, la "Fábrica de Maquinaria, Fundición, Calderería y Dique Seco de Cifuentes, Stoldtz y Compañía" en 1877 en El Humedal que luego también se dedicaría a la construcción y reparación de buques mediante su filial Cifuentes, Stoldtz y Compañía después de haber pasado por una etapa previa de fabricación de bienes de equipo. Esta firma se instala en el Natahoyo en 1888. La firma "Cifuentes, Stoldtz y Cía." se integró en 1940 en la empresa siderúrgica Duro Felguera.
Participa en 1871 en la creación del Victoria, conocido como "El Muellin", donde en esa fecha ya disponía de amplios almacenes.
En 1872 fue elegido concejal del Ayuntamiento de Gijón y en 1878 junto con Óscar Olavarría, Florencio Valdés, Calixto Alvargonzález y Ángel García Rendueles funda el diario El Comercio.
Murió el 15 de diciembre de 1892 en su ciudad natal y su cadáver fue conducido al cementerio General a las 6 y media de la mañana del día 16 iluminada la comitiva con hachones de cera."
"Nació Don Anselmo Cifuentes Díaz en Gijón allá por 1814, hijo de Don Toribio Cifuentes y de Doña Marcela Díaz. Aquel Don Toribio fue poco menos que un héroe local, piloto de navegación arrostró varias acciones de peligro en la guerra contra el invasor francés y también persiguiendo a cañonazos los piratas ingleses que azotaban e infestaban las aguas del Cantábrico.
Entre batalla y refriega le hizo ocho hermosos hijos a su amada esposa, uno de ellos; Don Wenceslao seguiría la carrera militar siendo general de los ejércitos de España en la segunda mitad de aquel siglo XIX.
Sin embargo Don Anselmo derivaría sus inquietudes hacia el comercio y después de cursar estudios en el Instituto Jovellanos, fue enviado a Francia a realizar estudios mercantiles, allá estaba en 1840 cuando falleció su padre y hubo de venir a hacerse cargo de los negocios familiares; comercios y empresas navieras que mantuvo a flote y con buen rumbo hasta su muerte.
Para cuando nació Don Anselmo, en el año que finalizó la invasión napoleónica, Gijón estaba arruinado, largos años de saqueo y expolio dejaron las arcas municipales exhaustas, tan solo cinco o seis apellidos de siempre tenían aun cierto poder económico en la villa. Los Cifuentes familia antiquísima en estos lares y que presumían de que el león fiero y las cruces de su blasón se los había concedido el mismísimo Don Pelayo y con ellos estaban los Toral, los Alvargonzález, los Zulaibar, los Rodríguez, los García Rendueles y pocos más que comenzaron nuevamente de cero la imperiosa tarea para levantar de nuevo Gijón.
Y aquí en Gijón se casaría Don Anselmo Cifuentes con Doña Constancia Caveda Zarracina, hermana de la esposa de su hermano don Wenceslao e hijas ambas de Don José Caveda Nava, gentilhombre de este reino, natural de Villaviciosa y afincado en la calle san Antonio de Gijón. Con Doña Constancia criaría Don Anselmo sus cinco hijos, si bien el varón, Don Félix Cifuentes Caveda, moriría en flor de juventud cuando se había casado con Doña Inés Pérez de la Sala a quien le dejo dos pequeños huérfanos, Anselmo y Constancia. Sus demás descendientes eran todas mujeres: Fredesvinda, Constancia, María y Agapita Cifuentes Caveda.
Vivió largos años de su productiva vida en la calle Corrida número 28, en los edificios que fueron derribados en 1928 para unir esa calle y la de Munuza con la Plaza del Carmen.
En 1843 nace en Gijón el embrión del futuro de esta villa; “la Fábrica de Vidrios,” tras algunos experimentos fallidos de otros emprendedores, acomete la empresa Don Anselmo y para no estar solo, implica en ello a todas las fuerzas vivas de la creciente ciudad, se asocia con Canga Argüelles, Mariano Pola y trae desde La Coruña a la persona a quien probablemente más debe Gijón y menos le ha pagado; Don Luis Truan Lugeon, quien como director y socio de la fábrica, la elevara a la categoría de empresa emblema y matriz, alrededor de la cual, creció el Gijón tal y como es hoy.
Don Luis Truan no era de Gijón ni falta que le hizo, para amar esta tierra como pocas personas la han amado, de verdad. Trajo consigo una legión de obreros especialistas; Franceses, Suizos, Belgas, Italianos, que trajeron con ellos su sabiduría sus ideas progresistas, su respeto a las ideas ajenas y un amor por la libertad que dejaron para siempre en esta villa. La cultura había llegado a Gijón para quedarse y crecer, la familia del señor Don Luis Truan también había llegado aquí para quedarse y crecer. Don Luis vivió siempre dentro de la Fabrica en Begoña fabrica que llego a contar con más de 600 obreros en el siglo XIX y que se mantuvo operativa hasta mediados del siglo XX.
En 1858 con la Fábrica de vidrios a todo vapor, funda con el ingeniero Don Enrique Stoldtz una empresa de Fundiciones y astillero en medio de Gijón, “Cifuentes y Stoldtz” que ocupaba casi doscientos obreros en todo lo que hoy es el Mercado del Sur y los jardines Alvargonzález hasta la calle Fundición que aun lleva ese nombre por aquella otra fábrica, en este astillero sui-generis se construyó el primer barco de Hierro de España. Los barcos allí construidos tenían un pequeño problema para ser botados en la rampa de la calle Trinidad y más de un balcón y alguna esquina de la calle Corrida hubo de ser derribada para el paso de los navíos rumbo al mar. Luego para finales de siglo Fundición y astillero se mudaron al Natahoyo, naciendo El Dique, que ya en 1940 se integraría en Duro Felguera y posteriormente Naval Gijón.
En 1860 se implica con Don Anacleto Alvargonzález y Don Julio Kessler en el trazado del ferrocarril de León a Gijón, esta empresa les traería serios quebraderos de cabeza ante los impagos del contratista el cántabro Don José María Ruiz Quevedo a quien se vieron en la necesidad de apretarle las tuercas jurídicamente con los servicios de la lumbrera de la abogacía local Don Faustino Rodríguez San Pedro, quien con sus buenos oficios solvento el pago de la astronómica deuda. Con Don Faustino, años después tendría don Anselmo un agrio desencuentro, al no apoyarle como candidato a ser diputado por Gijón, ya que don Anselmo se decantó por su propio hijo político Don Vicente Innerarity, casado con su hija Constancia y obviamente padre de sus nietos. Don Faustino montó en cólera y demandó por casi 400.000 pesetas de la época, una verdadero fortuna que le fue favorablemente sentenciada en primera instancia pero que hábilmente recurrida por Don Vicente Innerarity se saldó con el pago de poco más de 10.000 pesetas y una perpetua enemistad.
En 1871 con otro yerno Don Florencio Valdés, obtendría la concesión para construir el muelle Victoria o muellin, donde estuvieron la aduana y la rula de Gijón. Don Florencio heredaría su finca de La isla de Cabueñes (Jardín Botánico) un lugar de ensueño a un tiro de cañón de Gijón, lugar de paso obligado para toda visita de renombre de Gijón y que se abría para toda aquella persona que quisiera conocer sus instalaciones, solo se prohibía a los niños, incluso los de la casa corretear por los jardines cuando en ellos paseaba Doña Concepción Arenal.
En 1878 en sociedad con Don Calixto Alvargonzález, Don Florencio Valdés, Don Oscar Olavarría y Don Ángel García Rendueles fundaron el diario El Comercio.
Tuvo también casa de banca, de aquellas de trato amable y respetuoso con el cliente y que se dieron ciertos casos de inexplicables desapariciones de deudas de personas de Gijón que se vieron imposibilitadas de atender sus obligaciones para con Don Anselmo, quien tenía otros conceptos del Debe y del Haber.
Concejal de Gijón en varias oportunidades si bien nunca se implicó en política, defendiendo el puerto del Apagador más por fidelidad a sus amistades que por convicción, llego a costear de su propio peculio la estancia del rey de España en Gijón cuando las fuerzas vivas de esta ciudad quisieron ningunear a Don Amadeo de Saboya, quien visto lo visto no es que fuera un mal rey, sino que fue el mejor de su siglo para muchos historiadores de las cualidades y defectos de esa forma de gobierno. Hubo de habilitarse una habitación regia en el mismo ayuntamiento a expensas de Don Anselmo que siempre fue esa calle del medio, esa moderación y cordura tan necesaria en este país de extremos.
Benefactor a mano escondida y sin publicitarse del Instituto Jovellanos, del Hospital de Caridad, del Gremio de Navegantes y de todo aquello que oliera a progreso y necesidad para Gijón. El gobierno de España por sus meritoria trayectoria emprendedora le concedió la Gran Cruz de Isabel La católica, que nunca llegó a colgarse ni exhibir en público. Fue vicecónsul de Portugal en Gijón. Humilde hasta para morir, tras sufrir con humana resignación una penosa enfermedad que le tuvo postrado en cama, en el amor su casa de la calle Corrida hasta que la muerte se lo llevo a las siete de la tarde de un quince de Diciembre de 1892. Tras su muerte todo su imperio industrial, mercantil y naviero paso a manos de su esposa tal y como dejo testado don Anselmo, ayudada por sus cuatro yernos, hasta su fallecimiento con 84 años, en esa misma casa de la Calle Corrida en 1905.
La noticia de la muerte conmocionó a Gijón, durante cinco días el Comercio abría sus páginas con la esquela de Don Anselmo Cifuentes Díaz, que fue enterrado al amanecer del día siguiente, en un camino alumbrado por antorchas encendidas en las manos de sus obreros con también las mejillas encendidas tal y como era costumbre. Fue conducido hasta Ceares a hombros de cuatro obreros de la fábrica de vidrios que se iban turnando bajo el peso del cadáver de su jefe. Las calles estaban repletas de gente agradecida a quien tanto y con tanto silencio hizo por Gijón. Detrás de él en silenciosa procesión se fueron sus más de mil trabajadores de sus empresas, sus amigos y su familia arropada por aquella muchedumbre de devotos como el finado y de agnósticos respetuosos de su carisma. Paz eterna al hombre honrado.
En Agosto del siguiente año esto es en 1893 el ayuntamiento tomó la decisión de dar su nombre a una calle entonces conocida como General Nava, y que en algunos tramos era conocida como Reten, por uno que hubo cuando la guerra de independencia y el Gijón amurallado de las guerras carlistas. Otro tramo era nombrado “callejón de los franceses” por haber albergado casas de obreros de la fábrica de Vidrios. En principio tras cruzar el paseo de Begoña llegaba esta calle hasta la de Cabrales, al lado de la Comisaría de Policía de ingratos recuerdos, pero en 1999 este tramo dejaría de ser Anselmo Cifuentes y pasó a ser Los Campinos."
"Cuando Anselmo Cifuentes nace, -año 1814-, gobernaba constitucionalmente Gijón, como Juez Noble 1º, el vecino Lucas de la Viña Hevia, auxiliado de los Alcaldes 2º y 3º, Pedro Zulaybar y Ramón Antonio Rodríguez, comerciante mayorista el primero, banquero y también comerciante el segundo, con los regidores Alonso Rendueles, Plácido Álvarez Texera, Manuel Sánchez Cifuentes, propietarios y comerciantes. Eran procuradores del Concejo José García Palacios y Francisco de Paula Prendes Hevia, de iguales profesiones. Todo ellos y sus descendientes formaron durante décadas en el privilegiado escalón de los "patricios locales". Ellos gobernaron los negocios y, por "derecho propio", tuvieron silla en la Casa Consistorial, en la que se sucedían las generaciones hasta, lo menos, la implantación del voto universal, por supuesto masculino, a finales del XIX.
Gijón en 1814 se encontraba exhausto por las ingentes contribuciones impuestas por la francesada a navieros y comerciantes. Del comercio, que había ganado importancia con el puerto y las sabias disposiciones del justo Jovino, quedaban, casi como recuerdo, cinco o seis apellidos: Rodríguez, Zulaybar, García Rendueles, Alvargonzález, Toral, Plá y Cifuentes, aunque entre todos apenas reunían el capital que antes del "francés" manejaba uno solo de ellos.
Anselmo vio de niño la instalación de la primera gran fábrica, la de Tabacos, que pronto dio trabajo a centenares de mujeres, con las que el barrio alto adquirió personalidad preindustrial, pues hasta ese momento solo había sido albergue de propietarios y comerciantes, y de pobres pescadores que mal vivían en miserables chabolas...
En 1840, muerto su padre, y vuelto de sus estudios mercantiles en Francia, se asocia Anselmo a los negocios familiares con su madre, Micaela, y juntos aparecen enseguida adquiriendo barcos y acciones de diversas sociedades, como las del Ferrocarril de Langreo, en que participaron con 8.000 reales. Más tarde, contribuyó a la creación de la flota de la comandita de Oscar de Olavarría, e intentó, aunque sin éxito, su unión a la de Melitón González. Dos de los buques de Olavarría y Cª., se bautizaron con su nombre y apellido: "Anselmo" y "Cifuentes", pintados por el más destacado de nuestros "marinistas", el reconocido Martínez Abades.
Y en la dársena local, asociado con su yerno Florencio Valdés, construyeron el "muellín" de la Victoria. Tuvo, también, su casa de banca. Y a la ciudad de Gijón le ofreció los planos de la traída de aguas de Llantones, que había encargado al ingeniero Sanz. Así contribuyó al nacimiento de El Comercio, que años después, pasando de Valdés a Requejo, llegaría a manos de Moriyón... y de Moriyón al conde. Del centroizquierda a la derecha.
Pero la gran aportación de Anselmo Cifuentes a Gijón fue, sin duda, la Fábrica de Cristales, que supuso el primer gran establecimiento industrial levantado en la villa con capitales particulares. En aquella sociedad aparecen todos los hombres de cuenta del Gijón de aquel 1844, los Toral, Pola, Menéndez Morán, Uría Valledor, Prendes Hevia, Ezcurdía, Suárez Llanos, Palacio, Sanz Crespo, García Rendueles... -relación que parece la crónica de un pleno municipal-, que concurrieron a su llamada con el afán de formar una "fábrica vidriera"; incluso aportó el marqués de San Esteban y conde consorte de Revillagigedo...
Años después, con el ingeniero Stoldz, montó la sociedad "Cifuentes, Stoldz y Cª", la famosa fundición, cuya primera instalación estuvo entre la Plaza del Infante, 6 de Agosto, donde luego el acaudalado almacenistas de coloniales José Las Clotas levantó "La Plaza del Sur". De la fundición salió el primer casco de buque de hierro construido en España.
Por los años 60 del XIX, para la ejecución de un contrato de obras del ferrocarril de León a Gijón, entre Gijón y Oviedo, fundó con, entre otros socios, Anacleto Alvargonzález y Julio Kessler, la sociedad "Anselmo Cifuentes y Cª" que, a partir de 1868, sufrió serios apuros económicos por los repetidos impagos del contratista principal, el santanderino José María Ruiz Quevedo, que llegó a adeudar a los gijoneses del orden de treinta millones de reales, cantidad verdaderamente impresionante para aquel tiempo. Para la gestión del cobro de la importante suma, la sociedad mandató al ilustre abogado y político gijonés Faustino Rodríguez San Pedro, que años después, al no ser apoyado por Anselmo Cifuentes en su pretensión de alcanzar plaza de diputado por Gijón por tener comprometido su voto con otro candidato, familiar de su esposa, dio ocasión a un sonadísimo pleito que se sustanció en Madrid, y en el que Faustino reclamó la fabulosa cantidad de 381.730 pesetas., 1.526.960 reales. La Audiencia Provincial, revocó en parte la primera sentencia, que había sido favorable al abogado, quedando la cuestión en manos de notabilidades, nada menos que Pi i Margall, Silvela y Ucelay, propuestas por San Pedro y aceptados por Cifuentes, que hicieron de árbitros, los que solo reconocieron a Rodríguez San Pedro el derecho a cobrar unos miles de pesetas.
A su muerte, el 15 de diciembre de 1892, cuando contaba 78 años, Gijón quedaba plantado de altas chimeneas y en el puerto no cabían más mástiles. En agosto de aquel año, Sagasta, en el desfile oficial de su recepción al llegar su coche descubierto frente a la casa familiar, donde Anselmo consumía sus últimas fuerzas en larga enfermedad, puesto en pie se descubrió ceremoniosamente, momento en que toda la calle guardó impresionante silencio.
No solo dejó Anselmo Cifuentes bien plantadas las altas chimeneas rojas del Gijón industrial, sino que el personal francés y suizo que Truan, director técnico y socio de la fábrica, trajo para la vidriera, sembró en Gijón ideas progresistas y levantó las columnas del primer templo masónico. Fruto de toda la actividad que Anselmo dedicó a Gijón, además del "humo industrial", fueron las "Luces" francesas y los editoriales del primer Comercio, liberal y republicano.
Anselmo Cifuentes fue enterrado en Ceares con gran concurrencia a las seis y media de la madrugada del día 17 de diciembre de 1892. Constancia, su esposa, siguió viviendo, y dirigiendo los negocios, como él dejara ordenado en su testamento, auxiliada por sus cuatro yernos, desde la casa familiar de la calle Corrida, hasta su fallecimiento a los 84 años, el 14 de octubre de 1905."
"La fábrica gijonesa de vidrio «La Industria» (Cifuentes, Pola y Cía.) fue fundada en 1844 por: Anselmo Cifuentes Díaz, Mariano Pola, la familia Toral, el Marqués de San Esteban y el Conde de Revillagigedo, con un capital social de 1.200.000 reales.
Estuvo dirigida, en sus inicios, por el técnico suizo Luis Truan, y destacaron, de manera tan especial, la calidad de sus acabados y opalinas tanto, que sus fabricados se han convertido en objeto de coleccionismo. Esta fábrica de vidrio, la primera que se fundó en Asturias, tuvo una dilatada trayectoria histórica. Ninguna fábrica de vidrios española del siglo XIX pudo superarla, en número, variedad y calidad de sus productos. Sus instalaciones fueron derribadas en 1954.
Luis Truán
Nació en Nyon, Suiza, en 1799. Su formación de técnico especialista en la fabricación del vidrio le lleva, en 1831, a La Coruña, en donde dirige una fábrica de vidrio. En 1844, se instala en Gijón con la idea de formar, asociado con Anselmo Cifuentes y Mariano Suárez Pola, la fábrica de cristales La Industria. El fallecimiento del empresario suizo fue en Gijón, en 1876. Truán era de religión calvinista, por lo que, a pesar de la consideración de la que disfrutaba, no pudo ser enterrado en el cementerio de Ceares, o del Suco, construido en 1873. Se le enterró en un terreno colindante, lo que dio origen al cementerio civil, también llamado cementerio de los protestantes.
Anselmo Cifuentes Díaz
Fue un relevante empresario asturiano, pionero y emprendedor de la industria de Gijón, en la que participó en la fundación de importantes empresas, tales como la cristalera “La Industria” y la participación en navieras, potenciación del puerto de Gijón y de otros muchos negocios, entre los que se encontraba el periodismo, participó en la fundación del periódico “El Comercio”. Fue concejal del Ayuntamiento de Gijón, y le fue otorgada la Gran Cruz de la Real y distinguida Orden Americana de Isabel la Católica, y fue comendador de número de la Orden de Carlos III, Una importante calle de Gijón lleva su nombre, habiendo nacido en esta ciudad en el año 1815. Vivió en un periodo histórico de gran auge industrial en la tierra asturiana, con la explotación de las minas de carbón del valle del Nalón, y el comienzo de la metalurgia a gran escala con las instalaciones de los altos hornos de Langreo y Avilés. En este período histórico, Anselmo Cifuentes participó activamente, creando e impulsando varias industrias y negocios. Murió el 15 de diciembre de 1892 en su ciudad natal.
Mariano Suárez Pola
Nació en Luanco en 1793, y estudió en el Instituto Jovellanos de Gijón. Emigró a Cuba, de donde regresó en 1840, con capital para invertir en empresas, tales como La Industria. Construyó en Luanco el Instituto del Santísimo Cristo del Socorro en 1870 para el desarrollo de la educación en su ciudad. Estuvo en posesión de la Gran Cruz de Isabel la Católica. Falleció en 1884 en su localidad natal."
"De su ingente producción, cabe destacar sus opalinas (tipo específico de vidrio). No sólo se fabricaban objetos de uso cotidiano como vasos,copas,fruteros, sino también obras decorativas destinadas al mercado local, nacional y a la exportación. Decoración pintada, dorada, esmaltada y con escenas estampadas, así como de vidrio translúcido. Varios artistas trabajaron en la fábrica, entre ellos Ulpiano Alonso, maestro de Piñole. Destaca, histórica y culturalmente en Asturias, por ser la creadora de la botella de sidra que hoy conocemos. En Asturias, había una gran demanda de vidrio para comercializar la sidra.
Se instalan, primeramente, en el Natahoyo y luego en el Paseo de Begoña. Los productos eran vendidos en una tienda al final de la calle El Muro. Botella de Xixón, así es como se conoce popularmente ese tipo de botella utilizada para la sidra, que llevaba en suculoparte inferior el nombre de la ciudad. La botella de sidra se inspira en otras que se hacían en Inglaterra. La industria vidriera nace aquí por la necesidad de embotellar la sidra. Sólo hay que recordar a Jovellanos, que ya lamentaba la falta de una industria embotelladora, pese a los altos consumos de sidra.
Se dan cuenta de que ha de ser oscura; en Inglaterra ya se hacían de vidrio oscuro, ya que conserva mejor las bebidas al tener menor incidencia los rayos ultravioletas. Esas botellas se adaptan a las medidas de la sidra, con un cuello que permita el escanciado. Primeramente, se hacen sopladas a mano, pero no salen uniformes. La fecha clave para el nacimiento de la botella de sidra es 1880, se hace la denominada «mol de hierro», fabricada con moldes de tres piezas de hierro. Y aquella forma es, prácticamente, la de hoy en día. La botella de sidra no ha variado casi nada, unos milímetros, desde 1880. La sidra se tomaba desde el tonel, escanciada en las jarras, en las zapicas. De ahí que la botella tenga unas características propias para facilitar el escanciado.
La botella está hecha ex profeso para la sidra asturiana. El escanciado es una imitación de cómo se espicha la sidra desde el tonel, para que abra el carbónico y sacarle todo su gusto a la bebida. La curva característica de la botella, la llamada «pierna de dama», una forma muy marcada, lo que hace es parar la velocidad de la sidra para que no salga tan disparada. Es algo único en el mundo.
El vaso surge también en una época próxima a la de la botella; eran vasos gruesos, pesados. Las vidrieras hacen botellas y, claro, también vasos. Nacen con unas medidas que tampoco han cambiado mucho hasta hoy en día. Las botellas de sidra se fabrican aquí en España, en Burgos y en Zaragoza, y en otros países europeos. Siguen de actualidad las palabras de Jovellanos: no hay quien haga en Asturias una botella de sidra. La última botella se hizo el 18 de marzo de 1981.
En Asturias hay, además, una larga tradición de reciclar las botellas de sidra, se puede ir a una sidrería y ver aún botellas que se fabricaron hace treinta años. Los llagares reutilizan las botellas, lo que no ocurre con las de champán. La venta de sidra está en auge. Llevamos tomando sidra más de dos mil años, como recoge Estrabón.
Desde la fundación de la fábrica, el director facultativo tenía la prerrogativa de contratar a todo el personal dedicado a las labores de producción de vidrio, la mano de obra extranjera, debido a su grado de especialización, acaparaba los más altos puestos de trabajo técnico, lo que no dejó de provocar conflictos a lo largo de la historia de la Fábrica.
El personal asturiano debía de estar destinado a trabajos subalternos o auxiliares de los trabajadores extranjeros, vidrieros ya de profesión.
En la huelga de 1872, se acordó la reducción del horario de verano, en dos horas, equiparándola entonces a la de invierno, unas 12 horas.
En 1877 la Fábrica de vidrio de Gijón tenía 587 obreros de ellos 79 extranjeros, 85 mujeres y 68 niños que trabajaban desde los 11 años.
En 1883, la fábrica contaba con 86 extranjeros, a los que deben de sumarse otros 10 operarios nacidos ya en Gijón, 50 mujeres y 106 niños."
"Alfredo Truán y Luard (1837-1890), hijo de Luis Truán, el fundador de la Fábrica de Vidrios La Industria, era experto en litografía y fotografía y además un naturalista muy notable. La calle que, conocida como Velódromo, pasa a llamarse Alfredo Truán en 1893, no es la que hoy conocemos como tal, sino la actual plaza de Europa. Más tarde, en el año 1962, el Ayuntamiento da primero el nombre de Alfredo Truán a la calle E-1, en El Llano, pero ante la protesta de la familia, rectifica a los pocos meses y le da esta calle actual, en el lugar donde estuvo la antigua fábrica, tan vinculada a él y su familia, pero no donde se encontraba la primitiva Alfredo Truán. Para lo relativo a la historia de esta familia —de origen suizo— y su relación con Gijón es imprescindible la consulta de Enrique Truán. Vida y obra musical, de Leopoldo Rodero, que se centra evidentemente en el músico con calle en Gijón, pero que aporta datos muy interesantes sobre todos los Truán.Nombres anteriores: Velódromo (26 de agosto de 1893) (Parcial). En 1888 se rellenan los fosos de la antigua muralla y, en 1896, los empresarios Humbert y Lozana construyen frente a la Fábrica de Vidrios un velódromo que dio nombre al paseo. Plaza del Retén (Parcial). Por un puesto de guardia en las murallas. Fábrica de Vidrios (Parcial). Se menciona esta calle en el callejero de 1891, pero es posible que se trate del Callejón de los Franceses, un conjunto de casas para empleados situadas dentro de la fábrica y que, en principio, alojaron técnicos franceses del vidrio."
"La pasión por la bicicleta en Gijón tiene fecha de inicio: 1888. Fue entonces cuando se construyó el velódromo, según relata EL COMERCIO el 7 de agosto de aquel año, «tras de la fábrica de vidrios, entre dos hermosos setos de laurel real y verónicas, intercalados con árboles». Es decir, y, como recuerda Ángel Mato en 'La bici en Gijón', muy cerca de la actual plaza de Europa. «La pista mide 250 metros, así que cuatro vueltas resultan un kilómetro justo. Se están preparando ya las tribunas para el público y, como el sitio es bonito, resultarán más brillantes las carreras».
Todo un espectáculo de la mejor calidad que creció exponencialmente con el paso del tiempo. Pero, a menos de diez años desde un comienzo calificado por EL COMERCIO como una de las pocas veces en que «se han manifestado de un modo más unánime el gusto y la predilección del público por un espectáculo tan culto», el velódromo presentaba problemas. Tal día como hoy, hace ciento veinticinco años, expondría este diario el ruego «al señor alcalde, en nombre de los velocipedistas de la localidad, para que ordene la limpieza del sitio que fue velódromo, y se coloque, al propio tiempo, un alambre alrededor de la pista».
La afluencia del público era tal, también en las épocas de frío, que se generaban accidentes. Por ello era necesario, decíamos, cercar la pista, «con el objeto de evitar que sea atropellado alguno de los muchos chiquillos que constantemente se hallan en dicho sitio, interceptando el paso de las máquinas con exposición de ellos y de quienes las montan». Dicho quedaba, para atención del Ayuntamiento competente. La afición pronto se diversificaría, surgiendo más velódromos como el de los hermanos Cuesta (1898) y popularizándose al menos tres carreras velocipedistas en el verano gijonés.
«Fino, delgado, nervioso, con piernas de aracnoideo y cuerpo de ofidio, montado en su caballo de acero, irguiéndose sobre el sillín sobre la rigidez del huso, empuñando el manubrio con mano vigorosa y firme». Así se definía en un ejemplar de este diario la figura del ciclista. En Gijón, ya lo ven, se contaban por cientos."
"se conoce por L’Humedal no solo la plaza que lleva ese nombre, sino toda una zona de la ciudad, que abarca la estación del ferrocarril adyacente y las calles y avenidas que desembocan en ella. Como ya se comentó, en el sitio que actualmente conocemos como L’Humedal hubo una güelga o sitio húmedo y pantanoso, que se documenta en los siglos XVII y XVIII como «Huelga Omeda» o «Huelga del Humedal». Antes, a mediados del siglo xvi, en un documento que cita Joaquín A. Bonet, se lee esta descripción: «El territorio del Calvario de la villa de Gijón, que está a la salida de ella, hacia el pueblo de Ceares, era una ería de heredades labrantías y que a la falda de ella, hacia el Omedal, había una pradería de la casa y mayorazgo de Jove… […] El Omedal era antigualmente monte de árboles de robles, hayas, abedules y omeros y rozas, hasta Montevil…». En la «Vista del puerto de Xixon», de Pedro Teixeira (1687), se ve claramente una laguna cerca del mar y al oeste de la villa. Entre 1782 y 1787 se realizaron trabajos de relleno y saneamiento con arena y limo dragado del puerto. Jovellanos escribe en sus Apuntamientos, año 1804: «[Francisco de Paula] trató de poner en cultivo aquella hermosa porción de terreno que el desagüe del Homedal dejara libre». Eliminada la antigua güelga, se plantaron álamos y se creó el «Paseo de la Estrella», muy del gusto de Jovellanos, y otros, que se llamaban «Paseo de los Reyes», «Paseo de las Viudas», «Paseo de las Damas» y «Paseo del Humedal». Este espacio público empezó a usarse para la instrucción de las tropas militares de la guarnición de Gijón. En el primer tercio del siglo XIX, el plano de José Castelar consigna «Casas del Omedal». Todavía a mediados del siglo XIX, el diccionario geográfico de Madoz (1845-50) se refiere a «los surgideros de que abunda el término del Humedal de la v. de Gijón». En 1876, con el derribo de la muralla carlista, L’Humedal se rellenó y se adecentó definitivamente. La Iglesia de San José se construye en 1890, en un lugar que corresponde a la actual plaza de L’Humedal; el emplazamiento actual data de 1954, cuando se reconstruye después de haber quedado en ruinas en 1936. En L’Humedal se celebró el popular rastro o mercado popular de los domingos, hasta comienzos de los años 60 en que se traslada a Pumarín. Además de referirse a una zona de la ciudad, L’Humedal es el nombre de la plaza ubicada en ese lugar. Desde 1936 hasta 1980 se llamó «Plaza de los Mártires de la Cruzada Nacional», abreviado como «Plaza de los Mártires», popularmente La Plaza los Mártires, o Los Mártires sin más, que en 1961 se adornó con un monumento central de arcos, dedicado a «los Mártires de la Cruzada», de Álvarez Sala y Guillermo Cuesta Rodríguez. Incluso la denominación popular de Los Mártires para referirse a la zona llegó a convivir con la tradicional de L’Humedal, y todavía hoy la gente de cierta edad hace compatible ambos nombres."
"Nuestro deambular por Asturias, en busca de buenos callos, nos acerca en esta ocasión a la Sidrería La Costa en Gijón, local especializado en carnes con cortes argentinos de la que ya os hemos hablado en otras ocasiones.
La sidrería La Costa se encuentra en Avenida de la Costa 32 de Gijón, junto a la Plaza de Europa, y dispone de una terraza, así como comedor interior y mesas en zona de sidrería. Carta sencilla, con variados entrantes clásicos de sidrería, variadas opciones de ensaladas y sin lugar a duda su destacables opciones de carne a la parrilla.
Pedimos para compartir la degustación de Angus que incluye picaña, entraña y vacío, aunque en esta ocasión al no tener entraña, lo sustituyen por lomo bajo. Nos trajeron las carnes en dos tandas para ir controlando un poco la cantidad y vienen acompañadas de patatas fritas o ensalada, así como sal en escamas y chimichurri casero. Todas ellas son carnes bastante ricas, aunque preferimos de todas ellas la picaña.
En cuanto a los callos, he de decir que no esperaba nada del otro mundo, pero realmente estaban ricos, no son de escandalo pero si creo que están por encima de la media. Tamaño menudo y toque picante justo, sabor muy rico y acompañados de sus patatas fritas.
De postre destacan los caseros y con toque argentino, tarta de chocolate y pancake de dulce de leche. Ambos ricos, quizá el pancake muy dulce, pero en definitiva rico. Para beber, sidra natural escanciada de Llagar Viuda de Corsino. El precio no llegó a 24 € por persona.
Muy buena atención de todo el personal, y buen servicio."
"Vinieron de Buenos Aires, donde poseían farmacias. Consecuencias del 'Corralito'. Y vinieron igual que marcharon nuestros antepasados, con lo puesto y fuerza para salir adelante. De familia gallega, pensaron en establecerse en Vigo. Sin embargo, tras visitar Gijón, encontraron su lugar en el mundo.
Y montaron una sidrería especializada en carnes a la parrilla, que Oscar y Ester, los fundadores, dominaban las brasas y los asados como corresponde a todo porteño que se precie, igual que Ariel, su hijo, y Paula, la nuera. Los cuatro abrieron su local en ese rincón de la carretera de La Costa que retrae las edificaciones, delinea jardincillos, y traza curvas y bifurcaciones para bordear la plaza de Europa.
Les fue bien: tanto que quince años después suenan, convocan y destacan.
¿Secreto? El arte de Ester, la capacidad de aprendizaje de Paula, y la simpatía y sinceridad de Oscar y Ariel, incapaces de dar gallo por lenguado o merinas por churras.
En diciembre Ester y Oscar se retiraron. Sumaban muchos años de trabajo entre recetas médicas y recetas culinarias, y vieron llegado el momento de traspasar las responsabilidades.
Las transmisiones generacionales tienen riesgo, y abundan las decepciones y cierres. No fue el caso. La Costa, a ocho o a cuatro manos, sigue atrayendo comensales de manera y forma que la reserva no sobra, y en su terraza, su comedorín y su sala de barra un ágil equipo de camareros sirve, aconseja y explica.
¿Qúe explica?Cortes de vacuno por ejemplo, diferenciando picaña, lomo, entrecote, cuadril, bife o vacío; y si se trata de angus, de buey pampeano o de Wagyu; si viene de Nebraska, la Pampa o Australia; al punto o con piedra para determinarlo personalmente; acompañados de patatinas crujientes y salsas caseras…
En fin, carnes maduras, tiernas y jugosas por bandera con la parrillada de miscelánea. Y también un pulpo a la brasa, que junto a las zamburiñas y navajas a la plancha singularizan una carta con chipirones y mejillones a las variadas maneras, mollejas a la parrilla, escalopines a la pimienta o al cabrales, provoleta con bacón y postres siempre de la casa.
Si Ariel dirige las atenciones, Paula dirige las emociones, ayudada de vez en cuando por su hijo, que la tercera generación copia a la segunda en aprendizajes. Y le preguntamos ¿qué siente una chica de Buenos Aires, que comenzó trabajando en tiendas de moda de la megalópolis austral, al terminar de cocinera en Gijón? Lo tiene claro: orgullo. Las lecciones recibidas de la suegra y la larga práctica adquirida dieron sus frutos, y ahora se siente cocinera por completo.
Y sentencia: «Ver cómo los demás disfrutan y alaban tu trabajo te gratifica; lástima que sea tan esclavo»."
" en primera instancia, L’Humedal parece derivar del adjetivo asturiano húmedu ‘húmedo’, por designar un sitio con agua o encharcado, lo que es un hecho histórico bien constatado. Pero esa relación con húmedu no es más que una falsa apariencia. No hay duda de que L’Humedal es una alteración del primitivo L’Umedal o L’Omedal, formado a partir del sustantivo asturiano umeru ‘Alnus glutinosa, árbol de corteza oscura y hojas pegajosas que crece generalmente al pie de los canales de riego’ (en castellano «aliso»), ‘Salix atrocinerea, árbol que tiene las ramas con pelillos y la hoja verde oscura por un lado y más clara por el otro’ (en castellano «sauce ceniciento»); ver Los Umeros. Según esto, la ortografía correcta sería más bien L’Umedal, pues umeru y sus derivados no llevan «h». De hecho, los datos llingüísticos históricos de los que se dispone apuntan más bien al árbol llamado umeru ‘aliso’. Un sitio poblado de umeros se llama umeral y también umedal, en castellano «alisal». En 1697 y en épocas posteriores se documenta «Huelga Omeda», donde está presente la palabra güelga ‘sitio muy húmedo’ (ver La Güelga), pero que no tiene nada que ver con húmedu. En el plano de Ramón Lope de 1812 se consigna «Zanja de los Omedales». Por su parte, Jovellanos escribe en un manuscrito «Humeral», que no hace referencia a húmedu, a pesar de la «h». En el «Plano de la Villa y Puerto de Gijón», de Sandalio Junquera Huergo y Alonso García Rendueles, de 1836, ya aparece «el Humedal», y «Calle del Humedal» es lo que escribe Lucas María Palacios en su plano de 1866. Teniendo en cuenta estos datos, lo más seguro es que se designara al principio un sitio poblado de umeros ‘alisos’, y de ahí el topónimo L’Umeral o L’Umedal. La confusión con húmedu fue fácil, al existir un parecido fonético entre los dos términos, favorecida por el hecho de que, en efecto, se constata hasta finales del siglo xviii una güelga o sitio húmedo y empantanado, y también por el hecho de que el umeru crece en sitios húmedos. No obstante, resulta que humedal para referirse a un sitio húmedo es una palabra inexistente en asturiano, siendo un castellanismo tomado en épocas recientes.Etimología: el nombre del árbol umeru proviene del término latino ŭlmarĭum [ulmárium], derivado de ŭlmum [úlmum] ‘olmo, álamo’; el sufijo colectivo o abundantivo -al procede del latino -ālem. Si diésemos credito a la hipótesis de húmedu, este adjetivo provendría del latino ūmĭdum o hūmĭdum [úmidum], con el mismo significado. Ver también Los Umeros."
"En la prensa de comienzos de siglo leemos múltiples referencias al mal estado sanitario de esta calle, «acaso llamada por broma de La Salud», siempre propensa a inundaciones, por ejemplo en un conjunto obrero tipo ciudadela que allí había, las Casas de Paco el Castellano. En 1941 se cambió el nombre porque salud —según los legisladores— hacía referencia al saludo revolucionario, aunque esa no era precisamente la causa del nombre de la calle, muy popular ya desde el XIX. (Ver a este respecto el acta —que más adelante se añade— del día 6 de julio de 1939). A veces era conocida en algunos expedientes de edificación como calle de La Salud en El Balagón del Humedal, por ejemplo en el número 150/1890 del AMG, y un anuncio en la prensa local (El Popular, 9 de agosto de 1907) publicita «la fábrica de Bolsas de Piel de José González en la calle Salud 4, Boulevard del Llano»."
"Conjunto de casas (casas de Paco el Castellano también se llamaban) muy en precario y a menudo objeto de denuncia en la prensa, por su mal estado. Ya figuran en el Padrón de 1910 y podríamos situarlas en la parte de la calle Mieres que antes se llamaba de La Salud, que, como se ve, llevaba directamente a la Fábrica de Vidrios La Industria."
"Se acuerda interesar de los propietarios afectados la cesión gratuita de los terrenos precisos para el ensanche y saneamiento de la “Calleja de la Salud” dándole 12 metros de ancho por ser de mucho tránsito, pues por ella se pone en comunicación la carretera de la Costa con la Carbonera» (Actas Municipales del 20 de febrero de 1886)"
"la extraña idea que se tuvo de hacer de él una fortaleza contribuyó en mucho a la insalubridad del aire. Murallas completamente inútiles fueron levantadas y rodeadas de fosos, en donde se ha estancado un agua corrompida"
"Bodegas Zapata nace del vínculo familiar entre un padre y un hijo, amantes de los caballos y apasionados del vino. El símbolo del caballo en Bodegas Zapata representa un purasangre, temperamental y de gran músculo, pero a la vez elegante y noble, como nuestros vinos. Elaborados con las mejores uvas de viñedos históricos en el corazón de la Ribera del Duero, en el municipio de La Horra, dentro del conocido como Triángulo del Oro, cada sorbo es sinónimo de pasión que combina arte, historia y tradición familiar. Vinos de pura raza.
Nacidos en las tierras de La Horra, en la Ribera del Duero, nuestros vinos son fruto de un viaje que empieza en las viñas y finaliza en las botellas, acompañados por la maestría de vinicultores de gran sabiduría y portadores de una tradición centenaria. Ellos extraen la mejor materia prima de los viñedos bajo el paraguas del «Triángulo de Oro»: buena tierra, climatología privilegiada y exquisitos cuidados durante todo el año. La triada ganadora para conseguir una extraordinaria y excelente calidad de uva.
Cada uva ha sido seleccionada por expertos que, durante años, se han esforzado por mantener la alta calidad de nuestros vinos y mantener la esencia de Ribera del Duero. Todo ello con un único objetivo: que disfrutes cuando tengas una copa de vino en la mano.
Los vinos de Bodegas Zapata son una expresión de la trayectoria vital de nuestro fundador, Ramón Zapata. Su alma de viajero entusiasta e incansable le ha llevado a conocer numerosos lugares y espacios gastronómicos donde aprendió que no hay mejor experiencia que la del disfrute de los vinos de excelencia.
Es por esta razón que el catálogo de vinos de Bodegas Zapata no busca la cantidad sino la calidad, y, en consecuencia, se dirige a un público selecto de consumidores sabedores del goce inconmensurable que sólo pueden ofrecer los mejores productos.
La pasión por el vino es nuestra filosofía y se materializa en el control exhaustivo de parcelas seleccionadas en Ribera del Duero, donde Bodegas Zapata adquiere las uvas directamente de los viticultores. Además, verificamos todos los procesos de elaboración de nuestros vinos bajo la supervisión de los enólogos que forman parte de nuestro equipo.
Buscamos la excelencia en cada añada, en cada vino, en cada proceso, mejorando tiempos e innovando en elementos como botellas y corchos. Porque pasión con pasión se paga."
"Bodegas Zapata cumple este mes 75 años. Casi nada. Este negocio ubicado en la céntrica plaza de Europa, de Gijón, ha visto prácticamente de todo a lo largo de sus tres cuartos de siglo de historia. Cuando abrió, en 1944, los gijoneses demandaban vino a granel y eran los niños pequeños los que bajaban a buscarlo por orden de sus mayores. Lo recuerda bien Julia Álvarez, hija de uno de los fundadores, que empezó a ayudar a sus padres en la tienda en 1958 cuando apenas contaba 14 años. Álvarez ya se ha jubilado y ha cedido el testigo a la siguiente generación, la tercera, que cogió las riendas en 2007, pero su vida siempre estará ligada a la bodega. Allí la entrevistamos.
Volver a casa. «Mi padre, Andrés Álvarez, era de Zamora, pero mi madre era asturiana y siempre quiso volver a casa. Cuando yo tenía dos años, hicimos las maletas y nos mudamos a Gijón, donde mi padre y un socio que se apellidaba Zapata montaron el negocio. Yo me vine tan pequeña que apenas recuerdo cosas que no sean de Asturias. Entraba muchísima gente a la tienda en busca de licores y vino a granel. Los clientes se llevaban barriles pequeños y pellejos llenos. Además, suministrábamos bebida a bares y restaurantes de toda la ciudad: el Bar Toledo, La Pipa, Casa Manuela, el Mariñán, Las Colonias, El Caballito... Y hasta el Club de Regatas».
Bebida al peso. «Antes, hablo de mediados del pasado siglo, el coñac nos llegaba en barriles de 600 litros y se iba vendiendo poco a poco, pero sin pausa. Hasta la granadina, que no era algo que se bebiera mucho, se comercializaba en unas cantidades asombrosas. Teníamos anís, ron... Todo lo que se acostumbraba a beber entonces. El vino tinto, al principio, lo traíamos de Zamora, pero después y aún hoy, lo traemos de Yecla (Murcia). Los blancos llegaban de Bollullos Par del Condado (Huelva). Recuerdo ver camiones repletos de cubas de vino aparcados delante del negocio».
Vino sin etiquetas. «Recuerdo a mis padres embotellando, algo que antes se podía hacer sin etiqueta ni nada. El cliente de entonces primaba la relación calidad-precio en la bebida que consideraban básica. Por lo general, no había grandes aficionados que antepusieran cuestiones, digamos, más técnicas. Las cosas empezaron a cambiar hace unos 30 años y cambiaron definitivamente cuando entró en el negocio la siguiente generación, es decir, mi hijo y su mujer, Montserrat Sáez, en el año 2007. Desde entonces, el cliente que entra ya busca cosas muy concretas y quiere saber qué es exactamente lo que se lleva. De ahí la renovación de nuestro espacio. Dejamos atrás el almacén para poner estanterías y hacer un negocio más tipo tienda, en el que se vieran las botellas más fácilmente».
Es tendencia. «Tenemos hoy en día más de un centenar de referencias que van desde vinos de Rueda, Rioja y Ribera del Duero, hasta sidras y vermús de origen asturiano, y mantenemos los licores. Es decir, ofrecemos de todo un poco en función de lo que demanda el cliente, pero ya no suministramos a restaurantes. Ahora somos una tienda al uso. Todavía vendemos algo de vino a granel, aunque poco, también debido a que es más fuerte. Hay quien aún viene con su botella para rellenar porque lo lleva haciendo toda la vida, es su costumbre desde hace 60 años y la mantiene. Una novedad del mercado en este sentido, lo digo entre comillas, son unos 'bricks' de vino con dispensador incorporado. Son algo así como el granel moderno y hay quien lo prefiere porque dentro el vino se conserva bien y es más práctico que la botella».
Mercado cambiante. «Intentamos estar al día de todas las novedades. Este sector está en continua evolución y no dejan de salir caldos nuevos. Nosotros tratamos de no perdernos nada y de renovar nuestra oferta manteniendo una misma línea de trabajo, la cual tenemos bien definida. El turista sí que viene preguntando por sidra, que es lo que ha tomado durante las vacaciones y pretende llevarse a casa. El cliente local viene en busca de botellas que sabe que le gustan, pero también de cosas que aún no haya probado»."
"Arte urbano en el centro de la ciudad
El Mural folclore popular Gijón es una muestra de la tendencia actual de recuperar espacios en varios lugares de la ciudad y convertirlos en un museo al aire libre.
En este caso la obra se encuentra en pleno centro de la ciudad, en la esquina delimitada por el acceso rodado a la Plaza de Europa con la Avenida de La Costa. Una zona muy transitada tanto por vehículos como por viandantes.
Con esta intervención el Ayuntamiento de Gijón busca decorar espacios públicos y privados con muestras de arte urbano, con murales elaborados que a la vez de recuperar espacios más o menos degradados ofrece un atractivo turístico y una forma de expresión con la que recordar cultura y tradición de cada zona.
Música y tradición reflejadas en el mural folclore popular Gijón
El motivo principal de este mural de gran formato es reflejar la cultura y el folclore popular ligado a la historia de la ciudad. En una fachada muy vertical, estrecha y alta, destaca una mujer ataviada con el traje de asturiana tocando un «pandero». La imagen destaca sobre un fondo floral de variado colorido.
Gijón atesora un pasado y presente muy ligado a la cultura popular, a la tradición del baile regional, y al folclore asturiano en todas sus formas de expresión.
Mural folclore popular Gijón, una obra de Jonatan Carranza «Sojo»
El artista extremeño ha sido el encargado de pintar este grafiti de gran tamaño. El autor es diplomado en Arquitectura Técnica, aunque dedicado en pleno a su faceta más creativa y artística en las disciplinas del grabado, el dibujo, y el arte urbano.
En todas sus obras trata de reflejar detalles de lo cotidiano e intimo para de esta forma conectar con el nivel emocional y lanzar sus reflexiones."
"La solución llevada a cabo resuelve el problema estético y urbano ocasionado por la visión de las medianeras, colocando una fachada metálica por delante del edificio.Las medianeras se han pintado de color blanco para ser el fondo sobre el que va la nueva fachada-zócalo. Esta nueva superficie disgrega visualmente la medianera, en zonas más pequeñas.Se trata de crear una composición urbana donde ahora no la hay a través de una chapa que a modo de decorado teatral va simulando ventanas. Algunos de esos recortes corresponden a huecos existentes, otros falsos, creando la ilusión de edificio habitado.Esta falsa fachada sirve para resolver todos los problemas planteados. Disimula la medianera, integra los patios de luces en el conjunto sin perjudicar luz y vistas a los inquilinos del edificio y contempla el islote triangular de césped elevándolo un poco desde la acera.
Se opta por color gris oscuro por ser contraste con todos los demás colores de su entorno inmediato. La chapa metálica funciona bien a la intemperie y no requiere mantenimiento. La solución podría permitir en un futuro el crecimiento de plantas enredaderas en los patios de luces."
"Hoy visitamos la sidrería gijonesa, El Requexu. Hace ya unos años se trasladaron de Cimavilla a su actual ubicación, en Avenida de la Costa 30, a la altura de la Plaza de Europa, en el local que anteriormente ocupaba el conocido Tino `el Roxu´.
Un local bastante amplio, luminoso y con una bonita decoración, en la que disponen de una zona de barra y dos comedores bastante acogedores. Su carta, bastante amplia y completa, la podéis consultar en su web. En ella nos encontramos con clásicos platos de sidrería, pero con muchas propuestas y toques diferenciadoras e innovadoras, que seguro hacen las delicias de aquellos a los que nos gusta probar cosas diferentes.
Para abrir un poco el apetito unas verduras de temporada en tempura con un pesto de ablanas. Riquísimo, un variado de verduras, en su punto, con el acompañamiento del pesto que les iba perfecto.
Como plato principal pedí tacos de bonito, que ya que estamos finalizando la temporada, hay que aprovechar. Con este plato tuve una pequeña confusión, ya que a la hora de pedir, pedí simplemente tacos, y resulta que en su carta tienen unos tacos asturianos (tipo mexicano) y fue lo que me sirvieron. Cuando lo comenté, sin ningún tipo de problema me los retiraron, a pesar de que insistí en que no tenia inconveniente en comerlos, «no se fueran a perder». Uno al menos no se perdió, ya que amablemente, me lo ofreció para que lo probara. He de decir, que con razón es uno de los clásicos de su carta. Están realmente buenos, con carrillera y especiados, una ración de cuatro que para compartir es perfecta y te deja un gran sabor de boca. Como os decía, y a pesar de mi error, me sirvieron los tacos de bonito, muy buenos, con cebolla caramelizada y patata panadera… de diez.
De los platos del resto de comensales pude picotear algo, así que os comentó. El rollo de bonito muy rico, muy bien el picado y la salsa de tomate con un intenso sabor. Los chipirones crujientes con arroz salvaje y trigueros, deliciosos, super tiernos y el arroz buenísimo. No se como hemos llegado a comer el arroz blanco, pudiendo comer arroz integral que está buenísimo… Por último el secreto ibérico a nuestra manera, acompañado de una salsa de mostaza y miel, y también con un poco de compota de manzana, que tan bien le viene al cerdo.
Los postres merecen un punto y a parte, ya que a diferencia de otros muchos restaurantes, estos provienen de la confitería Albert en la Felguera, creaciones todas ellas del langreano chef Alberto Ojeda. La variedad es amplia, y todos ellos invitan a que los pruebes. Nosotros como eramos varias personas, optamos por pedir diferentes postres y así poder probar varios. Nombres tan sugerentes como, Milhoja de turrón crujiente, Mousse de tres chocolates, Ferrero Rocher, Mousse de chocolate con leche y frutos rojos y Mousse de arroz con leche, casi na….recomendación, no te lances cuando te lo sirvan, dales tiempo a que atemperen, y mejorará su sabor.
Para beber una botella de Alvariño Martin Codax, Agua y Sidra de Llagar Trabanco. Escancian tanto en barra como en comedores. (...). El servicio fantástico, atento en sacar lo de los críos primero, explicándonos todos los platos y muy atento en general."
-Esto ye un chigre -dice el acompañante en su primera vez.
-Sí, un chigre, y algo más -contesta el habitual.
-A ver, unos rapazos jóvenes que escancien, la barra animada, comedores separados que se asoman a la Plaza de Europa siguiendo la curva del chaflán esquinero, vale, con sus vistosos mármoles de fachada y sus vitrinas y cacharros de adorno interiores: ta guapu. Pero sigue las normas de la mayoría (que por cierto no pasan de minoría), a saber, luz, limpieza y buen servicio.
- Siéntate, comamos, hablemos de todo menos de política y salud, dos temas inoportunos y agrios en la mesa, y dejemos que 'Opi' y 'Coco' nos traigan algunas de las últimas creaciones concertadas con César.
Supongo que darán fabes, escalopines al cabrales, chuletón, cachopo, arroces marineros, mariscos, lo propio y lógico, que si cariñoso y esmerado, punto redondo.
-Y con algunas personales y convincentes variaciones: el arroz de la casa lleva llámpares, calamar, chipirón y jamón; el marinera incluye algas; hay lomos de bacalao con manes de gochu, o frito y acompañado por ensalada de naranja, ricos en matices y golosos igual que la merluza al pil-pil de pera y pimiento rosa; y el cachopo incorpora crema de espinacas. Pero vayamos al grano...
Y el grano -fruto, molienda, amasado y cocción retirada la paja- lo iniciaron unos raviolis de calabacín rellenos de ragú de setas de temporada y langostinos sobre cremoso de patata y siracha (salsa picante tailandesa de chile fermentado), de muy agradable paladar y persistencia; un pulpin de pedreru a la plancha en aceite de pimentón rustidín por fuera y de textura dente-tierna; callos de bacalao a la asturiana, lo que significa piquiñinos y densos, tan simililares y diferentes a los de vaca por ese gustoso repique marinero, plenamente integrados dentro del paisaje culinario propio después de apenas dos décadas; albóndigas de gochu asturcelta adobadas con curry rojo tailandés y cremoso de patata, y para otra vez, que lo anterior nos convirtió en romanos al final de una bacanal, elegiremos una opción vegana del tipo verduras en tempura con pesto de ablana. Luego retornaremos al vicio de la carne zampando un chuletón escrupulosamente madurado.
Chigre sí, de letra 't' repetida: tradicional, típico, tópico, con trisquel de escudo, cuidadoso de trato y libre de truco.
'Opi' y 'Coco', al recoger la antorcha por jubilación de 'Tino el Roxu' y bajar del primer Requexu en Cimavilla, donde pusieron una temprana pica en Flandes, o mejor dicho en Playolandia, sabían que debían conquistar y transformar un local demasiado unido a la larga historia hostelera de su popular propietario, histórico y malabarístico echador de sidra. Pero jóvenes y simpáticos, dos virtudes que mantienen, y a pesar de su aspecto de ilusionados bisoños, superan tres lustros en fogones y sala. Antes anduvieron por supermercados y otras aventuras laborales.
«Somos tan diferentes que nuestros proyectos funcionan por la positiva suma de ambas individualidades; mientras uno ve de cerca y prefiere lo inmediato y concreto, el otro ve de lejos y prefiere el plazo largo y la visión de futuro», aseguran.
Han contado con cocineros de genio que, si se les van, es por animarles la buena escuela a montar restaurante propio; el actual, que lleva tempo, vino de La Felguera a la Escuela de Gijón, pasó por el Palacio de la Llorea cuando lo dirigía Urrutia, y cumplidas otras direcciones, guisa ahora al abrigo de tan acogedor requexu, que así se llaman los llugarinos prestosos. Y el suyo de prestosu ejerce, que el tiempo transcurre lento por bienestares y rápido por sucesivas satisfacciones.
Reza la carta: 'Nuestra especialidad sois vosotros, los clientes', frase nada que nada tiene de caníbal y sí todo en esmeros y desvelos."
Tino El Roxu. Foto Celso Díaz Villalón |
Foto: Memoria Digital de Nava. Biblioteca Virtual de Patrimonio Bibliográfico del MECD |
«Tino, no me puedo creer que vayas a cerrar. ¿Adónde vamos a ir ahora?». Esta triste despedida de uno de los clientes habituales de la sidrería de Tino «El Roxu» servía ayer como resumen de los comentarios que se oían por todo el local. Los parroquianos que desde 1981 acuden cada semana a este establecimiento se despedían de un hostelero «al que recordaremos siempre» y que hoy servirá sus últimos platos. Florentino Mañana, -más conocido como Tino «El Roxu»-, se jubila dejando en su local de la avenida de la Costa «cientos de recuerdos» a los que ayer aún no quería poner nombre ni cara «para no emocionarme».
La popular sidrería pondrá hoy punto final a sus tres décadas de historia. Ayer, melancólico, el hostelero mostraba con gesto compungido el amarillento cartel en el que se anunciaba la inauguración de su primer local. Fue en 1981 cuando Tino «El Roxu» abrió sus puertas en la avenida Hermanos Felgueroso. Después de participar en la Expo de Sevilla de 1992 de la mano del cocinero Pedro Morán, Florentino Mañana decidió en 1994 cambiar la ubicación de su local, llevándolo a la avenida de la Costa y convirtiéndolo en uno de los emblemas de una ciudad que hoy perderá un referente del que todos quieren despedirse. «Ayer vino un señor de Sevilla. Hizo el viaje sólo para cenar aquí una última vez. Eso son cosas que te emocionan porque te traen muchos recuerdos», relataba ayer el hotelero, aún al otro lado de la barra y pensando en sus trabajadores, a los que considera ya como «parte de la familia».
Tino «El Roxu» no es capaz de destacar el nombre de un personaje que en los últimos 30 años haya pasado por su sidrería. A pesar de todo, las fotografías que aún se pueden ver en las paredes del local reflejan visitas como la del Príncipe Felipe.
Natural de Nava, aunque gijonés desde que cumplió la mayoría de edad, Tino quiso ser soldador, una idea que abandonó en los ochenta, cuando le confesó a su mujer, María Emilia Zamorano, que iba a poner una sidrería. Su esposa lo apoyó en un proyecto que ahora ambos dan por concluido. «Es tiempo de retirarse y de disfrutar de la familia», aseguraba ayer El Roxu pensando, sobre todo, que a sus 64 años recién cumplidos ya es hora de dedicarles tiempo a sus nietas Paula y Bárbara.
Los amigos del hostelero han pensado ya en disfrutar con él una última cena. «Pero no quiere porque dice que se emociona. Le llegamos a proponer que veníamos hasta con instrumentos para tocar aquí y pasarlo bien, pero se niega», contaba ayer desde la barra uno de los clientes habituales. «No le apetece despedirse», concluía Emilia Zamorano mirando a su marido poco después de que aún ayer, a pocas horas de cerrar el negocio, acudiera a una pescadería a buscar material para sus clientes. Algunos gijoneses aún no se creen la jubilación de Tino «El Roxu». Quizá muchos no lo creerán hasta que hoy cierren de forma definitiva las puertas de la sidrería."
Foto www.ciderayalga.com |
"Cinco en la mano izquierda y otro en un pie. La diestra, arriba, sujeta la botella y el chorro choca y cae dentro de los seis vasos, uno tras otro. A sus 69 años, Tino 'El Roxu', quien en su día llegó a escanciar once culinos de una vez, sigue en forma. Ayer lo demostró en el Tendayu del Pueblo de Asturias, durante la inauguración de la novena edición del festival Primer Sidre l'Añu.
El homenajeado prácticamente nació en un llagar y como él mismo admite, durante décadas vivió de la sidra. Desde el bar de Nava que regentaban sus padres hasta los concursos de escanciado de la Expo de Sevilla, pasando por el local de Hermanos Felgueroso donde repartió el Gordo de la Lotería. De ahí, a la legendaria sidrería de la calle Mieres que dejó hace cinco años. A 'El Roxu' siempre se le vio con un culín en la mano y la botella en la otra. Hoy, asegura, «voy a sidrerías, pero lo de escanciar se acabó. Ya estoy jubilado y tartamudeo echando sidra», aseguró, pero no le tembló el pulso al escanciar el primer culín del año, ni al recibir la jarra tradicional que le otorgó la organización..."
"Tras la Guerra Civil el nuevo régimen propone un nuevo estilo, la arquitectura de la autarquía, que el estudio de los Del Busto supo asumir. Sin embargo, las trazas del racionalismo seguirían existiendo, especialmente en los edificios más humildes y funcionales y en la planta, debido a una nueva formulación sobre como se distribuían las habitaciones en la vivienda."
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