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lunes, 20 de mayo de 2024

SIGUIENDO LAS CONCHAS DORADAS DE GIJÓN/XIXÓN, ASTURIAS (5) LA PLAZA DE EUROPA Y LA PUERTA LA VILLA: UNA VISITA AL MUSEO PIÑOLE (ANTIGUO ASILO POLA), EL PALACETE DE DON LADISLAO Y EL MERCADO DEL SUR CON LA PLAZA SEIS DE AGOSTO

Avenida de la costa desde el estanque de la Plaza de Europa

En el año 2009, el Ayuntamiento de Gijón/Xixón señalizó con conchas doradas dispuestas en las aceras el trazado del Camino de Santiago por el casco urbano de la ciudad, el cual en buena parte sigue la Avenida de la Costa, que atraviesa la ciudad de este a oeste, basándose en el antiguo camín real costero que pasaba al sur de la antaño pequeña villa gijonesa, un espacio de campiñas y humedales en este tramo hacia el que creció la ciudad a partir de 1867, cuando se empezó a derribar la inútil muralla construida tres décadas atrás al estallar la Primera Guerra Carlista, así como a rellenar su foso

Al demolerse la muralla, que tenía forma de estrella, se decidió hacer un gran espacio publico en este lugar, el acceso principal a la antigua villa por el sur, entrada y salida de la antigua Carretera de Oviedo, donde estuvo, un poco más al norte, la Puerta la Villa, monumental arco triunfal a las puertas de la población, como su nombre indica, en concreto en la calle Corrida, antigua Ancha de la Cruz. Este espacio evolucionó hasta convertirse en la actual Plaza de Europa, bellísimo espacio verde en el corazón de la ciudad

Avenida de la Costa llegando a la Plaza Europa (árboles de la derecha)

Pero lo que era una antiquísima vía costera quedó encajada entre altos edificios cuando, tras una primera expansión urbana e industrial al sur de la creciente ciudad, a partir de 1870 sobre todo, el desarrollismo triunfante al terminar la posguerra civil favoreció un gran crecimiento inmobiliario en base a grandes bloques y construcciones de pisos, que haría de este recorrido jacobita un trayecto no demasiado atractivo para los caminantes, el cual pasa de largo los arenales de la Playa San Lorenzo (antaño se verían desde buena parte del Camín Real de la Costa) así como el centro histórico

Avenida de la Costa al lado de la Plaza Europa, al fondo los edificios del entorno del Paseo de Begoña

Así fue que, unos años después del año 2009, se decidió señalizar otro recorrido caminero urbano, con azulejos azules con flechas amarillas, que sigue, unos metros más al norte, la más pintoresca concha marina gijonesa de San Lorenzo, con la playa de este nombre y el paseo marítimo de El Muro, hacia la Plaza Mayor, que es el que sigue ahora la inmensa mayoría de los peregrinos


No obstante, estimamos oportuno dedicarle al trayecto xacobeo de las conchas amarillas las oportunas entradas de blog pues, si bien en un entorno intensamente urbanizado, conserva elementos muy interesantes del pasado de la ciudad, tal que aquí, donde hay dos muestras de construcciones de los antiguos tiempos en los que aquí estaba el tránsito entre la ciudad, al norte; y el campo, al sur


Este es el Museo Nicanor Piñole, dedicado a este gran pintor asturiano, en lo que fue en su origen el Asilo Pola, institución escolar creada a raíz del testamento del empresario y benefactor Mariano Suárez Pola, uno de los fundadores de la cercana Fábrica de Vidrios La Industria, de la que hemos hablado viniendo del Paseo de Begoña; y de Fábrica de Loza la Asturiana, de la que hablaremos a nuestro paso por El Natahoyo, uno de los barrios industriales históricos al oeste del casco urbano, por donde seguirá el Camino


El Asilo Pola fue creado para atender a niñas y niños menores de siete años mientras sus padres trabajaban dentro de aquel contexto industrializador que caracterizó el urbanismo gijonés decimonónico, de factorías, ciudadelas obreras y, a la vez, quintas, casas y palacetes de la burguesía local


Al lado, esta torre-mirador con columnas en un ático es la de uno de ellos, desde el que sus propietarios verían toda esta zona, llamada entonces El Humedal, rodeados de campiña y divisando cerca los edificios, fábricas y campanarios de la aún pequeña villa gijonesa


Desde la Avenida de la Costa, según seguimos el Camino de Santiago marcado con las conchas doradas, lo vemos por su parte posterior, donde tiene una pequeña finca con terreno cerrada con verja sobre murete y entre columnas, donde hay una palmera y algún arbusto ornamental



Es el Palacete de Ladislao Menéndez Bandujo o de Don Ladislao, encargado en 1907 al arquitecto Manuel del Busto en una parcela del que fue Paseo del Velódromo, que era como se llamaba a las pistas de bicicleta que por entonces causaban furor entre los numerosos aficionados al ciclismo, deporte que triunfaba en la ciudad


Dicho velódromo quedó integrado con el tiempo en el parque infantil de la Plaza de Europa y parte de su paseo ajardinado, extendiéndose al otro lado de este palacete, que se construyó ente los años 1908 y 1909 y se la considera una construcción gemela a la de La Javariega, del mismo arquitecto, que hemos visto en Poo de Llanes al paso del Camino


Manuel del Busto concibió aquí un edificio aislado rodeado de jardín por dos de sus flancos y un diseño hecho en base a un conjunto de volúmenes cúbicos aterrazados; arriba están los dormitorios y abajo hay un sótano que hacía de lavadero, cochera y almacén


En el interior, aunque no lo podemos ver, presenta espacio central y en altura, con vestíbulo o sala en la planta baja a manera de distribuidor con accesos a la cocina, el baño, la escalera y los despachos. Sabemos además que estaba bellamente decorado con piezas de madera, vidriera, rejería y otros detalles


Estuvo a punto de pasar a propiedad municipal para ser restaurado y destinarlo a nuevos usos, pero el proyecto fracasó. Esto escribe de ello en Diario del Aire Félix Población dentro del artículo Un histórico para la historia de Gijón. El viejo palacete de la Plaza de Europa, publicado el 7-6-2019:
"Hoy en día, el edificio gijonés sigue siendo propiedad privada, al fracasar en 2011 una permuta que el Ayuntamiento quiso plantear a los descendientes de su primer propietario, a fin de que el palacete pasara a propiedad municipal y de eso modo fuera restaurado y habilitado para algún uso público. El coste económico de la operación se cifraba en poco más de dos millones de euros. Pasados ocho años desde entonces, y ante la expectativa de un nuevo consistorio en Gijón con una nueva alcaldesa -lleva tres la ciudad en los últimos decenios-, podría darse por fin la circunstancia de que una construcción como esa, catalogada en la máxima y más restrictiva categoría de conservación, deje de ser posiblemente el edificio que mejor simboliza de manera residual aquella arquitectura tan preciada de las viviendas unifamiliares durante las primeras décadas del siglo pasado,  que de modo tan cerril sufrieron los embates de la piqueta en los años del desarrollismo.  
Encarezco al nuevo consistorio municipal a que el  palacete de la Plaza de Europa, también llamado hotelito de don Ladislao, deje de ser para los gijoneses de más edad una  fantasmagórico y avejentado edificio del pasado, varado en su propio decaimiento en el centro de la ciudad como una postrero símbolo del Gijón que fue"

En El palacete de don Ladislao Un mobiliario al gusto de otra época, R. Valle publicaba en el periódico La Nueva España del 6-6-2011 algunas curiosidades del caserón y de su historia, tal que esta:
"El paso de las décadas ha reducido el tamaño de sus jardines, afeado la estética de sus fachadas y generado visibles grietas a partir del asentamiento del edificio por la inestabilidad del terreno; pero el palacete que Ladislao Menéndez Bandujo encargó en 1907 al arquitecto Manuel del Busto en una parcela del antiguo Paseo Velódromo sigue dignamente en pie en la plaza de Europa haciendo levantar la mirada de los gijoneses y suscitando sus comentarios de curiosidad."

De él y los recuerdos de la Plaza de Europa, por la que seguidamente vamos a pasar, escribe también Félix Población en su citado artículo: 
"Mi niñez discurrió al pie del palacete de don Ladislao.  Si se tiene en cuenta que han pasado muchos años desde entonces, es sin duda singular que en una ciudad tan crecida como Gijón el edificio permanezca tal cual era en pleno centro urbano, aunque cada vez ofrezca un aspecto exterior más decrépito. Ahí sigue, con los mismos y descoloridos cortinajes corridos en sus balcones y las persianas levantadas en una posición indefinidamente fija, como síntoma evidente de la atmósfera antigua que se debe respirar en su interior. 
En la misma acera, a pocos metros del palacete, se encontraba una tahona llamada La Esperanza -buen nombre para poner a un despacho de pan en los años de posguerra-, cuyos hornos al cocer la masa daban un delicioso olor al parque vecino, identificado con el despertar del día y mi primer horario escolar. El parque tenía su estanque de azulejos de colores con su fronda colgante de sauces. Y también un guarda ceñudo e irascible, al que llamábamos El chapines de Begoña por las las chapas doradas que lucía en el correaje de cuero que le cruzaba trasversalmente el pecho y porque también prestaba servicio en los próximos jardines de Begoña. Se trataba de un hombre mal encarado, cetrino, capaz de aventar su bastón contra la rapacería díscola y soltar frases tan demoledoras como aquella con las que nos amedrentó en cierta ocasión al decir que sería capaz de batirle a uno la cara en sangre. Creo que fue El Chapines también el que nos dijo que en el parque cayó una bomba cuando la guerra y que hizo un gran hoyo, del que luego dejó constancia el fotógrafo Constantino Suárez. Asocié desde entonces el crudo lenguaje del guarda con el lenguaje de guerra, como si esta hubiera sido un mutuo batimiento de caras en sangre  

También en esa misma acera estaba el domicilio social de la Agencia Comercial Terrestre y Marítima, a cuyos camioneros envidiábamos algunos de nosotros porque además de viajar por el ancho mundo que desconociámos e imaginábamos mucho más interesante que el nuestro, dormían en la litera de sus camiones en cualquier parte, cuando se cansaban de rodar cientos y cientos de kilómetros. Recuerdo que solíamos evaluar la calidad de esos sueños según la confortabilidad de la cabina, que solía estar en proporción con la entidad y tonelaje del vehículo. 
Quienes hayan residido en las inmediaciones de la Plaza de Europa por lo años cincuenta y sesenta del pasado siglo, quizá recuerden al adolescente que vivía en ese magnífico palacete modernista, obra del arquitecto nacido en Cuba Manuel de Busto, que tan magníficos edificios dejó como relevante patrimonio histórico en Gijón y en otras ciudades de Asturias. De ese muchacho,  bastante mayor que yo, extravié su nombre hace tiempo, pero no la fisonomía melancólica de su rostro alargado y pálido, con el cabello oscuro y rizado, y un prominente mandíbula. También recuerdo que tenía alguna discapacidad física en las piernas como consecuencia de haber padecido poliomielitis. Con mis pocos años, no más de ocho o nueve, achacaba esa tristeza a su falta de movilidad y a su pierna metálica, considerando en mi fuero interno la fatalidad que suponía vivir en una casa tan maravillosa y estar incapacitado para correr y saltar. Puede que hasta me hiciese a la idea filósofica de que primara esto último sobre lo primero a la hora de despertar el júbilo en nuestra cara y el aliento a nuestra risa. 
Con Mario -¿se llamaría Mario?- apenas tuve relación porque cinco o seis años era mucha diferencia de edad. Alguna vez lo recuerdo viendo desde su silla de ruedas nuestras carreras de chapas con las imágenes de los ciclistas más populares insertas bajo un cristal recortado y pegado con masilla. Solían disputarse en la acerca del colegio Asilo Pola, en el que aprendí a leer con las monjas, que una vez quisieron desnudarnos porque faltaba un duro en el nacimiento de Navidad que exponían al público para recaudar lo que la voluntad de visitante gustase.Mario también solía interesarse por nuestras no menos reñidas y en extremo pacientes carreras de caracoles los días de lluvia, caracoles a los que jaleábamos y estimulábamos también en plena competición con el nombre de los ciclistas. 
Hubiera dado cualquier cosa porque un día Mario y yo tuviéramos una amistosa y larga charla, nos cayéramos estupendamente y me hubiera invitado a merendar en su palacete. Lo que más me habría gustado con toda seguridad sería haber subido a la torre-mirador, ya de noche, a ver la ciudad desde lo alto y sentirme un encastillado espadachín. Puede que también me hubiera conformado con asomarme al balconcillo de esquina con columnas del segundo piso y que yo quise creer siempre que era su habitación. Posiblemente Mario fuera nieto del hacendado don Ladislao Menéndez Bandujo, que mandó construir el palacete a Manuel del Busto en 1907 para hacerlo su residencia familiar. Dicen que en ese tiempo se veía el mar desde el mirador y las torres con chapiteles de la nueva iglesia de San Lorenzo, edificada en 1901..."


Un poco más adelante, vemos los árboles de la Plaza de Europa y, a la izquierda, algunos de los primeros edificios de la Avenida de la Constitución, la antigua Carretera de Oviedo


Además, también confluye aquí, al otro lado de este edificio construido en 1986, la Avenida Schulz, frente a esa esquina a su derecha, en forma de chaflán, donde abre sus puertas la Cafetería Puerta de la Villa, que lleva en su nombre el recuerdo de aquella antigua arcada ornamental que también dio nombre al lugar. De ella escribe el historiador y gastrónomo Luis Antonio Alías en el periódico El Comercio del 6-2-2020:
"Sus guisos le dieron un justificado renombre hasta el retiro de Juan y Carmen, los fundadores. Le sucedió una etapa gris con rollitos primavera y chop suey. Ahora vuelve a lucir en cocina, atención y decoración. 
La estructura del local no ha cambiado. Madera tallada, dos niveles, barra bajo el dosel, terracita entoldada ante la isleta donde confluyen Schultz y la avenida de la Costa... 
En cambio, añadidos decorativos colorean la sobriedad, mientras carteles de madera enmarcan anuncios, menús, especialidades, bienvenidas políglotas, incluso pensamientos positivos rotulados día a día que van bien con café, té, bizcocho casero, jugosa tortilla de patatas, chorizos a la llama y, según día e idoneidad, ternera guisada, pote asturiano, pescado a la plancha, cocido de garbanzos, lubina a la espalda, rabo de toro, pollo al curry, albóndigas y otros platos ni 'fast', ni 'low', sólo 'good food', que prepara Jesús, bregado en tarteras y planchas. 
Se sirven desayunos, meriendas, piscolabis (hay que recuperar tan hermosa palabra) de mediodía o mediatarde, almuerzos, y lo que en España se pone bajo el genérico paraguas de 'comida', que al fin y al cabo indica cualquier ingesta; de ahí su horario europeo, y de ahí que bollos, vermús, vinos, cervezas y pinchos no figuren como capítulo menor. 
Jose acaba de cumplir cuatro años al frente de su último y personal proyecto. Aventurero y emprendedor, apuntaba inquietudes desde el inicio: nació suizo de padres emigrantes, luego regresó a la localidad natal, Santa María del Páramo, y acompañado por su hermano abrió un primer negocio hostelero, el Papa's Western, que dio la campanada con patatas salseras y actuaciones musicales directas en la capital leonesa. Transcurridos seis años, juntaron lo ganado y decidieron separase y recorrer mundo; Jose eligió Dublin, donde elevó la categoría del restaurante Trocadero, un francés frecuentado por actores, músicos y bohemios solventes. Pasa el tiempo y una isleña lo lleva a Mallorca, donde dirige con éxito el comedor de un hotel. Finamente, más cantábrico que mediterráneo, decide naturalizarse gijonés. 
¿Y con tal bagaje prefiere los jardines de la Plaza de Europa? Por supuesto: pueden compararse a los St. Stephen Green dublineses, y uno de los carteles asegura que 'en Asturias no llueve, llora el cielo al no abarcar tanta belleza'. El cartel y cualquiera en sus cabales."

Más a la izquierda está la calle del tan significativo nombre de La Suerte, que se sabe está en terrenos que un particular, Víctor Fernández Menéndez, cedió al Ayuntamiento y para el que en su momento se solicitó tuviese su nombre, mediante una misiva a la sección Cartas al Director de El Comercio del 24-2-1999, según datos que nos ofrece el cronista oficial Luis Miguel Piñera en Las calles de Gijón. Historia de sus nombres


A la izquierda, la Carretera de Oviedo, hecha entre 1782 y 1792, fue asimismo la Carretera a Castilla, abierta en el siglo XIX para sustituir a los angostos entonces ya caminos reales (reales, del reino, o sea públicos) basados en calzadas y vías romanas y/o pasos naturales ancestrales


 Realmente se proyectó a finales del siglo XVIII pero solamente se hizo realidad hasta casi llegando la tercera década del XIX. En Caminos y economía (II): Jovellanos y la carretera de Castilla(un informe y tres cartas inéditas), Joaquín Ocampo y Suárez-Valdés, de la Universidad de Oviedo, hace un exhaustivo estudio sobre el tema, del que extraemos aquí lo siguiente:
"La demanda de la misma debe ponerse en relación con la política de obras públicas inaugurada con la R. O. de 10 de junio de 1761 por la que se aprobaba un plan estatal de caminos radiales que abrían las comunicaciones entre Madrid y las fachadas marítimas periféricas. El mayor peso de las burguesías regionales vasca y cántabra explicarían la exclusión inicial de la salida de la Meseta al mar por Gijón. Posteriormente, las presiones del Principado y la capacidad negociadora de Campomanes lograron que el camino Gijón-León se incluyese en las dotaciones presupuestarias que, sobre las rentas de salinas, se destinaban a la red carreteril. Hasta entonces, la sextaferia y los repartimientos concejiles eran prácticamente los únicos medios disponibles para la construcción y el mantenimiento de la red viaria regional. El 8 de abril de 1771 se aprobaba el proyecto de la carretera de Castilla por Pajares, de Marcos de Vierna, frente a la competencia de otras rutas y planes alternativos. Las obras, iniciadas en 1771, se interrumpían en 1778, cuando se llevaban construidos 21 kilómetros del tramo Oviedo-Mieres. En 1779 se aprobaba el tramo Gijón-Oviedo: colocada la primera piedra en 1782, se concluía diez años después, coincidiendo con el nombramiento de Jovellanos como subdelegado de Caminos.

Hasta esa fecha, Jovellanos había redactado seis informes o representaciones y una Instrucción13. Salvo los dos primeros, de 1783, en los que justifica en términos económicos la necesidad de la carretera, en los restantes se trataban cuestiones administrativas y competenciales suscitadas por los recelos y localismos existentes entre las corporaciones municipales de Oviedo y Gijón, y entre ambas y la Junta General. (...)

 (...) por resolución de la Dirección General de Caminos de 18 de enero de 1797 se otorgaba a Asturias la facultad de proponer arbitrios adicionales a los ya destinados para la carretera y procedentes de las rentas de la sal. La resolución, dirá Ceán, «fue muy celebrada en Asturias». Jovellanos también saludaba la disposición, si bien con un optimismo más matizado.

(...)  los nombramientos para la embajada rusa, primero, y para el Ministerio de Gracia y Justicia, más tarde, distraen su atención hacia asuntos de mayor urgencia. En 1799, sintiéndose exonerado de su cargo en la carretera, lo comunica a la Junta y comienza a desvincularse de las obras. Era ya otro momento político y económico. También es otro asunto diferente al que ahora nos ocupa. Queden, como testimonio de ese alejamiento de la amada carretera, las tres cartas que se recogen en el anexo que sigue. Desde el destierro de Mallorca, Jovellanos seguirá inquiriendo por unas obras que sólo se acercan a su fin hacía 1826. Como en tantas otras ocasiones, la hostilidad de la vida social y política de aquella España no le permitirá a Jovellanos acariciar un proyecto al que, como él mismo confiesa, consagró lo mejor de su vida y talento."

Las aceras de la Avenida de la Constitución son muy anchas, como son los cuatro carriles de su calzada, dos para cada sentido de circulación. Ahora, siguiendo la verja, vamos a asomarnos a ver el Museo Nicanor Piñole o Asilo Pola


Es también la parte posterior y esta soberbiamente restaurado, el Asilo Pola funcionaba con una Junta de Patronato gestionada por el alcalde, el párroco de la villa y otras autoridades, estando regentado por las Hermanas de la Caridad que en él vivían


Es un diseño ecléctico proyectado entre 1903 y 1904 por Luis Bellido que sigue el patrón de los palacetes de la época, estando las obras al cargo del arquitecto municipal Miguel García de la Cruz al tener que trasladarse Bellido a Madrid. Fue inaugurado el 4 de mayo de 1908


Los pequeños llegaban por la mañana temprano y se repartían en dos aulas con enseñanza de párvulos, a mediodía se servía la comida y luego iban a jugar al patio o si no hacía buen tiempo a la sala de juegos. De tres a cinco había otras dos horas de clase, con merienda y segundo recreo hasta que sus padres llegasen a recogerlos


Durante la Guerra Civil se interrumpieron las clases, reanudándose tras la caída de la ciudad en 1937. Su estructura física tuvo reformas y la de enseñanza también, pues acogía niñas de 7 a 13 años y niños sólo los menores de 7. Se sabe que en 1957 asistían a unos 300 menores que pagaban 35 pesetas por el servicio de comedor, con pote, pan y postre. El presupuesto anual de la institución era de unas 6.000 pesetas


Con las reformas legislativas de los años 70 el Asilo Pola pasó a ser parte de la Fundación Hogar de San José, siguiente etapa educativa de las alumnas, y en 1986 desaparece como tal, su bien aún residieron hasta 1987 tres religiosas, pasando el local al Ayuntamiento, quien lo reformó entre 1990 y 1991 para hacer el museo dedicado a Nicanor Piñole con obras y objetos cedidos por su viuda, que sin lugar a dudas queremos recomendar


El edificio, en estilo ecléctico, tiene dos plantas: en la baja se impartían clases y en la superior era donde vivían las hermanas. Esta es su historia, recogida en Wikipedia:

"El edificio que alberga el museo se remonta al testamento del industrial Mariano Suárez Pola, donde recoge la construcción de una escuela para niños sin recursos: el Asilo Pola. En 1902, el que fuera arquitecto municipal de Gijón, Luis Bellido, entrega los planos. Sin embargo, debido a la dimisión de este, las obras fueron dirigidas por Miguel García de la Cruz. El Asilo Pola se inaugura el 4 de mayo de 1908 y estaría regentado por Hermanas de la Caridad. Sería financiado por el Ayuntamiento, la diócesis de Oviedo y particulares con el objetivo de educar y cuidar a niños menores de siete años mientras los padres acudían al trabajo. En 1986 cierra la escuela y en 1987 se entrega el edificio al Ayuntamiento de Gijón, que lo reforma entre 1989 y 1990 bajo supervisión de los arquitectos Javier Felgueroso y Juan González Moriyón. Finalmente, el 27 de abril de 1991 se inaugura el Museo Nicanor Piñole tras una inversión de 150 millones de pesetas."


Llaman aquí la atención estos cinco artísticos vanos, un pequeño reloj en esta elegante fachada sur y el tejado a dos aguas


El del sur fue otro de los grandes ensanches urbanos gijoneses, aún a primeros del siglo XX existían disposiciones encomendando a los cazadores se alejasen de este lugar, ya próximo a las primeras casas de la villa


Fueron aquí dos hermanos, Santiago y Manuel Nájera Alesón, ambos concejales aunque en diferentes periodos, quienes mejoraron urbanísticamente esta zona a la izquierda de la actual Plaza de Europa y Puerta la Villa


En concreto en 1918 Santiago llega a aportar una suma propia para su arreglo, siendo persona de gran actividad, pues son continuas noticias en la que es protagonista, como nos dice Luis Miguel Piñera, ya que, entre otras cosas, era "colaborador de Cultura e Higiene, de la Cocina Económica, del Club de Fútbol Natahoyense o de la Junta para el Fomento y Mejora de las Casas Baratas"


De ahí viene que el edificio que había en la esquina de la Avenida de la Costa con la de la Constitución, demolido en 1970, era llamado Edificio Alesón, existiendo también por entonces los Almacenes Alesón y, detrás la calle Alesón. Su figura es glosada por el gran erudito Janel Cuesta en su sección de Somió a Cimadevilla de El Comercio del 26-9-2022:
"Es notorio que durante el siglo XIX la Villa y Puerto de Gijón vivió un notable auge en el ámbito industrial y comercial que supuso un gran atractivo para un buen número de emprendedores que ahora ya son historia. Y muchos de ellos tienen su huella reflejada en calles y plazas. Pero no es menos cierto que en ocasiones muy poco o casi nada se sabe de algunos de estos protagonistas que llegaron a colocar el nombre de Gijón y de Asturias entre las primeras ciudades y puertos de la nación e incluso de Europa e Hispanoamérica, como es el caso de la familia Nájera-Alesón. Si bien la modesta y tranquila calle 'Alesón' les recuerda, a decir verdad son muchos los gijoneses que con frecuencia preguntan: ¿Quien era ese Alesón? 
Pues resulta que la citada calle recuerda a los hermanos Santiago y Manuel Nájera-Alesón, hijos a su vez del matrimonio natural de Ventosa, provincia de Logroño, formado por Félix Nájera Nalda y María Alesón Canal, que llegaron a ser importantes productores y comerciantes de vinos en Hornillos, La Rioja, pero una plaga que arrasó sus viñedos les llevó a dedicarse a la industria de lana y tejidos. Ese motivo les trajo a Gijón en 1870, cuando Santiago, su hijo mayor ya contaba 16 años de edad. En un viaje de la familia nace en León su segundo hijo, Manuel, el día 29 de marzo de 1872. 
Santiago Nájera Alesón, el mayor de los hermanos, mientras trabaja en la actividad comercial de la familia escribe en 'El Litoral Asturiano' y colabora en la fundación de 'Cultura e Higiene' en el Ateneo Obrero de La Calzada y es vicepresidente del Círculo Mercantil e Industrial. Al finalizar el siglo XIX, Santiago es concejal con el alcalde Tomás Dimas García Cuesta y junto con Manuel crean la sociedad 'Nájera-Alesón, Santiago y hermano' como grandes almacenes, regentan la 'Fábrica de Conservas Alesón', adquieren varios buques de carga y explotan 'Mina Cabranes'. Aunque su principal negocio es la importación y exportación de frutos secos, cereales, refinado de azúcar y coloniales con Hispanoamérica e Inglaterra. 
Al inicio del siglo XX los hermanos Santiago y Manuel Nájera-Alesón, que ya han unido sus dos primeros apellidos para conservar el 'Alesón', gozan de gran prestigio personal y comercial; crean una naviera que lleva su nombre, regentan la imprenta 'El Musel' y Santiago, que ya goza de una importante pinacoteca, es vocal de la Cámara de Comercio, así como del Patronato de la Escuela Superior de Comercio y del Instituto Náutico Jovellanos; y le nombran presidente de Honor del Unión Deportivo Racing y del Club de Fútbol Natahoyense. 
En cuanto a Manuel Nájera-Alesón forma parte de la Junta de Obras del Puerto Gijón-Musel, es consejero de la Asociación de Exportadores Asturianos, de la Harinera Gijonesa S. A., de la Fábrica de Cerámica de Tánger y de la constructora Edificios y Solares S. A. de Madrid. En el año 1914 forma parte de la Corporación Municipal presidida por el alcalde Fernando Galarza y luego con Luciano Palacio Alonso. 
Santiago Nájera-Alesón, aquejado de problemas de asma, se traslada a vivir a Madrid, en 1925, y construye una casa de dos pisos en la calle Narváez, en cuya puerta de madera figura tallado el escudo de Gijón con la figura del Rey Pelayo. Un hijo suyo, Félix Nájera-Alesón Garavilla, contrajo matrimonio con la gijonesa Marina Corujedo, sobrina del pintor Nicanor Piñole. 
Manuel, por su parte, siguió viviendo en Gijón, en la calle del Instituto, número 51, pero compró una casa en La Guía que él bautizo como 'Villa Concha'. Contrajo matrimonio con la señorita Concepción Bascarán, natural de Hormilla en La Rioja, aunque vivía en Oviedo donde sus padres regentaban un comercio de tejidos en la Plaza del Pontón. Tuvieron seis hijos: Ángeles, Conchita, Julián, Luis, José Manuel y Santiago, que fue el heredero de la citada casa en La Guía. 
Los dos hermanos fallecieron en Madrid. Santiago el día 25 de junio de 1941 y Manuel el 24 de mayo de 1951, pero su recuerdo perduró en la memoria de muchos gijoneses, ya que un singular edificio haciendo esquina en la avenida de La Costa y Constitución llevaba su nombre hasta su derribo en 1970, así como los almacenes también conocidos como 'de Alesón' en la manzana entre Constitución, Prendes Pando y la calle Alesón. Este último nombre popular no ha tenido refrendo oficial, por lo que no estaría de más hacer justicia con la historia de este Gijón del alma y darle el nombre de calle Hermanos Nájera-Alesón. Los descendientes de Santiago y Manuel que residen en Gijón seguro que lo acogerían con sumo agrado."

En el edificio actual de la esquina, construido en 1982, está el Hostal Campoamor; en cuanto a la calle Alesón Piñera escribe que "no encontramos resolución municipal que diga cuándo se aprobó oficialmente esa denominación. No obstante, es evidente que con ella se homenajea a dos hermanos, Santiago y Manuel Nájera Alesón, que, siendo ambos concejales del Ayuntamiento de Gijón en distintas épocas, mejoraron las condiciones urbanísticas de la zona donde se les dedicó la calle."


Toda esta zona que fue de intensa ocupación urbanística es una gran llanura que fue ocupándose de casas hacia las aún zonas rurales de Pumarín, Tremañes y Roces, por donde continúa creciendo en nuestros días el casco urbano, por ello la avenida pasó por sucesivas remodelaciones y reurbanizaciones, leemos en Wikipedia:
"La carretera surge como entrada principal a la ciudad mediante la carretera de Castilla, que provenía de Oviedo y finalizaba en Puerta de la Villa, actual plaza del Seis de Agosto, por lo que era llamada carretera de Oviedo. En 1931 se conoce como Avenida de Oviedo, y en 1945 cambia de denominación a Avenida de José María Fernández-Ladreda en homenaje a Fernández-Ladreda cuando fue nombrado ministro de Obras Públicas. Sin embargo, el 11 de mayo de 1990 el Ayuntamiento acuerda cambiar el nombre a Avenida de la Constitución en honor a la Constitución de 1978.

A nivel urbanístico la carretera de Oviedo fue ensanchada en los años 1940, ganando los tamaños actuales. Destaca una reforma íntegra finalizada en 2003 que trajo consigo unas polémicas farolas de acero corten, que permiten gozar a la avenida de una gran perspectiva desde plaza de Europa."

La antigua Carretera de Oviedo, luego desde 1931 Avenida de Oviedo, pasó a estar dedicada a pasó a estar dedicada al alcalde ovetense Fernández Ladreda el 9 de abril de 1946 como símbolo de unión entre ambas ciudades. En 1990 pasó a ser Avenida de la Constitución en homenaje a la Constitución Española de 1978 y, en 1990, se recupera el nombre de Avenida de Oviedo para un tramo más alejado de la antigua carretera, a partir de la calle de Orán, en Nuevo Gijón:
"Comienza en la plaza de Europa, en el cruce de la avenida de la Costa y la avenida de Schulz, barrio de El Centro.Se prolonga desde ahí hasta su desemboque en la avenida de Oviedo, en Montevil. La avenida separa a los barrios de LaviadaEl PolígonoEl LlanoPumarínLa Braña-Perchera y Nuevo Gijón.​ Mide un total de 2.017 metros de longitud, lo que la convierte en la séptima calle más larga de la ciudad por detrás de la avenida de El Llano."

A su izquierda tenemos la Avenida Schulz, parte de la histórica Carretera Carbonera, una idea esbozada por el ilustrado Jovellanos para enlazar la Cuenca del Nalón con el entonces aún pequeño muelle gijonés para darle salida comercial al carbón


Hasta mucho después de su muerte, el proyecto no se haría realidad, hasta que lo puso en marcha el banquero y potentado Alejandro Aguado,Marqués de las Marismas del Guadalquivir,  en 1842, falleciendo incluso al venir a caballo para la ceremonia inaugural, pues según se dice quiso apurar el paso con su caballo al galope, alejándose de su séquito  que estaba parado en el Alto de la Madera a consecuencia de una fuerte lluvia, la cual le caló hasta los huesos, falleciendo de apoplejía el día 12 de abril.


Esta carretera, llamada en el tramo urbano Avenida Schulz en honor a este ingeniero de minas hispano-alemán Guillermo Schulz (erróneamente escrito muchas veces, incluso en placas del callejero, como Schultz) que ejerció en Asturias su labor, fue el origen del barrio de El Llano, a donde se trasladaron, como hemos visto, algunas empresas que estaban antes en Begoña y otros lugares de la creciente polis gijonesa



Y esta es la Plaza Europa, hermoso espacio abierto en 1889 tras rellenarse el foso de las murallas derribadas y plantarse arbolado en lo que fueron primeramente los Jardines de Juan Alvargonzález, alcalde por aquellas fechas. Su disposición en forma de 'V' sigue lo que fue la línea de la fortificación en estrella de la carlistada



Ya en 1884, el citado alcalde presentó a la corporación un plan para hacer un parque público en el foso de los baluartes que por entonces estaba rellenándose junto a la fábrica de vidrios, plantándose de eucaliptos y negrillos. Poco después se acaban también las obras del Velódromo


En 1908 se plantan más árboles y se hacen jardines mientras en 1921 el jardinero municipal Samuel Granda transforma el Velódromo en Parque Infantil. Un proyecto más ambicioso para hacer aquí un gran parque de invierno quedó reducido a la mínima expresión por problemas de presupuesto, aunque sí se hizo un estanque similar al existente por aquel tiempo en dicho Parque Infantil


En 1933, el entonces también jardinero municipal Diego Jiménez aumentó el número de bancos con unos nuevos de vistosos azulejos y reformó el Parque Infantil. Las vicisitudes de la guerra, la posguerra y el posterior desarrollismo degradaron tan significativo lugar por lo que se hizo necesario acometer una rehabilitación integral en 1998, proyecto de Fernando Nanclares, en la que se recuperó zona verde y se eliminó el paso de vehículos, así como se plantaron nuevas especies arbóreas, renovando estanque y jardines y colocando algunas esculturas


El Camino sigue de frente por la Avenida de la Costa, todo recto, bordeando la plaza por su lado sur, sin embargo, con la excusa de visitar por ejemplo el Museo Nicanor Piñole vamos a desviarnos unos escasos metros unos instantes para recorrerla parcialmente, yendo aquí a la derecha...

VISITA A LA PLAZA EUROPA, EL ASILO POLA-MUSEO NICANOR PIÑOLE, LA PLAZA DEL SEIS DE AGOSTO Y PUERTA LA VILLA:



Para ir al Museo Nicanor Piñole tomamos este ancho camino peatonal flanqueado por sendas arboledas a cada lado que bordea el muro occidental del terreno del museo y antiguo Asilo Pola


Durante la reforma de 1998 se colocó la polémica tatayuba, exótica madera de la que estaba hecho el suelo del paseo, dispuesto en un entablado, lo que resultó peligroso dado que era sumamente resbaladizo y ocasionó varias caídas y demandas al Ayuntamiento. Por ello el año 2001 fue retirada y sustituida por un nuevo firme ya la mayor parte, si bien los últimos restos resistieron hasta 2007, justo después que el Ayuntamiento hubiese de abonar una indemnización de casi 21.000 euros a un particular por una caída padecida en el año 2003


A nuestra izquierda vemos la hermosa pradería arbolada del parque, atravesada por el camino que pasa junto al estanque, que podemos ir a ver después, a la vuelta. Los árboles más antiguos superan el siglo de existencia, hay magnolias, cedros, olmos y tejos, entre otras especies


También podremos ver, al otro lado de la plaza y más allá de dicho estanque, el edificio del Mercado del Sur, histórica plaza de abastos, de arquitectura en hierro, construida entre 1898-99 por el arquitecto Mariano Medarde y el ingeniero Buenaventura Junquera donde había estado la Fundición de Anselmo Cifuentes pues, como suele ocurrir, industrias y, seguidamente, viviendas obreras, solían ser las primeras construcciones hechas en los terrenos recién ganados de los ensanches urbanos, tal que este lo fue


Antaño vendía aquí la gente de las aldeas los productos del campo y en su alrededor pululaban las sardineras del barrio de pescadores de Cimavilla. Había pequeñas tiendas y una gran actividad comercial dentro y fuera. Tras años de abandono fue reformada y adaptada a los nuevos tiempos con más o menos fortuna y acierto, según opiniones. He aquí su origen y primera historia, extraía de Wikipedia:
"El Ayuntamiento de Gijón tenía problemas económicos y de obtención de terrenos para construir un mercado cubierto. En 1897 surge una sociedad anónima encabezada por José de Las Clotas, Eduardo Martínez Marina y Vicente Ibaseta con el objetivo de construir un edificio de estas características. El sitio iría destinado a la venta de productos agrícolas.
La construcción comenzó en 1898, inaugurándose el día 7 de mayo de 1899. El diseño corrió a cargo del arquitecto municipal Mariano Medarde y el ingeniero Buenaventura Junquera. De planta pentagonal irregular tiene estructura metálica (realizada en la Fábrica de Mieres) a base de columnas de hierro fundido. La organización interior es la clásica en este tipo de edificios, con cuatro entradas. El cerramiento exterior está resuelto a base de muro perforado por amplios ventanales delimitados por molduras ornamentales, con clara inclinación hacia lo decorativo de los elementos eclécticos utilizados. 
En los años 1980 el mercado estaba considerablemente deteriorado. En 1984 se restaura la fachada. A finales de los 1990 el edificio se renueva íntegramente y reabre en 2001. Al contrario que los otros mercados gijoneses, este sigue teniendo su función de plaza comercial, puesto que la Pescadería Municipal (1930) son oficinas municipales y el Mercado Jovellanos (1876) fue demolido."

Allí, en esa bifurcación, está el estanque y, más allá, el Ambulatorio Puerta la Villa, con entrada a su derecha por la calle Donato Argüelles, casi enfrente del Mercado del Sur, inaugurado en 1962 con el nombre de Ambulatorio Héroes del Simancas en referencia a la resistencia de los sublevados en el cuartel gijonés de este nombre, en la Guerra Civil, actualmente es centro de salud


Los altos edificios que rodean el parque asoman sobre las copas de los árboles: este es el camino que tomamos para entrar en el Museo Nicanor Piñole visto desde la pradería del parque


La Plaza de Europa se llamó en un principio, parcialmente (acuerdo del 18 de mayo de 1901), Paseo de Juan Alvargónzález que, "Nacido en Gijón en 1823, fue alcalde de su ciudad a los 60 años e influyó en el relleno y desecación de El Humedal. Trabajó como apoderado de la fábrica de conservas Viuda e Hijos de Ramón Alvargonzález", nos cuenta Luismi Piñera


Los árboles forman aquí un túnel vegetal al lado del museo, que proporciona buena sombra. De la estructura del edificio leemos lo siguiente en la web del Ministerio de Cultura y Deporte:
"El edificio que alberga el museo fue una antigua fundación-escuela proyectada en 1903 por el arquitecto Luis García Bellido que combina características de la arquitectura escolar del momento con elementos decorativos típicos de un palacete burgués. Tras un periodo de rehabilitación el inmueble es destinado a albergar la amplia colección de pinturas y los más de 4000 dibujos que, Enriqueta Ceñal Costales, viuda de Nicanor Piñole, donó a la ciudad de Gijón. El museo fue inaugurado el 27 de abril de 1991."

También aquí, la verja de hierro forjado, dispuesta sobre murete y entre columnas, cierra el pequeño terreno del histórico inmueble que, con motivo de cumplir el siglo de existencia, Iván Villar firma en El Comercio del 4 de mayo de 1908 el artículo-reportaje titulado Cien años del Asilo Pola, el colegio de los pobres, en el que dice así:
"En 1902 un joven Nicanor Piñole, entonces residente en Roma, plasmaba sobre un lienzo una seca escena de maternidad, 'La familia pobre', que reflejaba con dureza la difícil realidad que vivían en los albores del siglo XX decenas de familias sumidas en la indigencia. Ese mismo año comenzaba a tomar forma el deseo testamentario del industrial Mariano Suárez Pola, fallecido en 1899, quien pidió que parte de su capital se destinara a construir un asilo infantil para niños sin recursos. El legado del empresario abrió finalmente sus puertas el 4 de mayo de 1908, hace exactamente un siglo, bajo la denominación popular de Asilo Pola, para educar «intelectual y religiosamente» a los hijos de los obreros. Hoy, cien años después, las bulliciosas aulas y el viejo comedor se han convertido en tranquilas salas y galerías, y la única 'familia pobre' que habita la estancia es la que legó Piñole, silenciosa y pintada al óleo. 
En marzo de 1900, cuatro meses después del fallecimiento de Mariano Suárez Pola, se constituyó una junta comandada por el alcalde de la ciudad -por aquel entonces don Ramón García Sala-, el arcipreste de Gijón, el síndico y un juez, que se ocuparía de la gestión de un capital de setenta mil duros, legado por el difunto industrial para que se creara «una escuela de párvulos para recoger a los niños de los jornaleros del pueblo mientras estos van a sus trabajos»."

Así será como, en 1904, el arquitecto Luis Bellido acometerá la elaboración de un proyecto de construcción de esta benefactora institución gijonesa:
"El encargado de diseñar el edificio, dos años más tarde, fue el arquitecto municipal Luis Bellido, que proyectó el alzado que aún se mantiene casi sin variaciones, con un bloque central de dos alturas y otros dos volúmenes simétricos a los lados, de una sola planta. La construcción se realizó bajo la dirección de Miguel García de la Cruz, sucesor de Bellido en el cargo de arquitecto municipal, y no finalizó hasta 1908, año en que por fin el edificio pudo abrir sus puertas. La planta alta se destinó a residencia para las Hijas de la Caridad, compañía que se hizo cargo de la instrucción de los menores, mientras el piso inferior quedaba dedicado a vestíbulo, dirección, comedor, cocina, un salón de recreo cubierto y dos grandes aulas de estudio, cada una de ellas con capacidad para alojar entre cincuenta y sesenta niños.
El Asilo Pola habría de cumplir una función de tutela sobre niños de ambos sexos, menores de siete años, durante el tiempo que duraba la jornada laboral de sus padres. Más que como una escuela elemental, se concebía con el sentido de entretener a los niños, custodiarlos y guiar sus primeros pasos en la educación para la vida. A los rudimentos sobre lectura, escritura y álgebra se unía la enseñanza de nociones sobre historia, geografía y doctrina cristiana impartidas por las religiosas, que residían en el propio centro. La primera comunidad de Hijas de la Caridad que ocupó la residencia en aquel 1908 estuvo constituida por la superiora Natalia Bujanda y las hermanas Lucía Peña, Inocencia García y María Echevarría. La institución se sostuvo desde entonces con los intereses que daba el capital dejado por su fundador, a los que se unían las donaciones del Ayuntamiento, la diócesis y algunos particulares."

Sus funciones, como las de tantas otras entidades, quedaron paralizadas al estallar la Guerra Civil, reanudándose inmediatamente después de la caída de Gijón/Xixón y de todo el Frente Norte, siendo necesario acometer un trabajo de restauración en la inmediata posguerra:
"Durante casi tres décadas, el Asilo Pola mantuvo prácticamente invariable su actividad diaria con los menores. Los niños llegaban al centro a primera hora de la mañana y se les repartía en las dos aulas, según su edad, para iniciar la jornada lectiva. Al mediodía se les servía la comida y, a continuación, iban a la sala de juegos o, si el tiempo lo permitía, salían a jugar al patio. A las tres de la tarde regresaban dos horas al aula, seguidas de la merienda y de un segundo recreo hasta que sus padres iban a recogerlos al salir del trabajo. 
La labor social y educativa de las Hijas de la Caridad sufrió, sin embargo, un brusco parón con la llegada de la Guerra Civil a Gijón. La persecución que sufría la compañía obligó a las religiosas a abandonar la residencia, por lo que el colegio tuvo que cerrar sus puertas el 18 de setiembre de 1936. No las volvería a abrir hasta octubre del año siguiente. 
Estéticamente, en los años 40 el Asilo Pola sufrió una importante reforma que afectó a la fachada. Funcionalmente, la escuela volvió a la normalidad tras la guerra, si bien sus muros quedaron reservados a párvulos y a niñas de 7 a 13 años, sin alumnos varones mayores de 7 años. En 1957, asistían a clase cerca de 300 menores, de los que un centenar pagaba 35 pesetas mensuales para poder hacer uso del comedor, donde se les daba potaje, pan y postre. La Fundación Pola mantenía entonces el centro con 6.000 pesetas anuales."

Salimos de la arboleda para dirigirnos a la entrada y fachada principal, orientada al norte-nordeste, en el antiguo Paseo del Velódromo que pasó a ser el parque infantil de la plaza. El historiador Ángel Mato tiene un interesante trabajo dedicado al tema, titulado La bici en Gijón. Del velocípedo al carril-bici, base del artículo El temprano éxito del velocípedo en Gijón, que encontramos en la web de La Clasicona, la marcha retrociclista de Gijón:
"Esta villa marinera e industriosa, tiene una temprana relación con el sport cíclico como lo denominaban los tabloides locales de la época. Los primeros velocípedos llegan a Gijón durante el último decenio del siglo XIX de la mano de los jóvenes sportsman de la burguesía local que introducían en la ciudad el ciclismo o el tenis. 
Ya en 1888 figuran en el programa de las Fiestas de Begoña las primeras carreras de velocípedos. Ese año, se programaban dos jornadas de competiciones con diez careras en diferentes categorías y diferenciadas según las máquinas (biciclos, triciclos y bicicletas). Se celebraban estas competiciones en el Velódromo Municipal de Gijón – situado tras la Fábrica de Vidrios, donde ahora es la Plaza de Europa -, una pista trapezoidal de 250 metros en la que se colocaban gradas móviles para el disfrute de locales y foráneos. Tenían las carreras importantes premios económicos donados por industriales y comerciantes locales que sumaban las 1000 pesetas además de trofeos, obras de arte y la «banda bordada por las señoritas de Gijón«. 
Resultó la jornada del 1888, según los cronistas locales, espectacular por la reputada participación: se batieron en la pista cinco velocipedistas madrileños, seis de Oviedo,cuatro de Villaviciosa y diez de la flor y nata del velocipedismo gijonés. Tan grande es el éxito de público que en ese mismo año se plantea la ampliación del velódromo y por iniciativa del Sport Club Apagadorista se construye en la isla central del velódromo una elegante caseta para «refugio de los carreristas» y solaz de los socios. 
Inmediatamente, en 1889 nace el primer club ciclista gijonés, el Club de Velocipedistas  y se multiplican las carreras. En 1889 ya hay tres competiciones, dos organizadas por el Club de Velocipedistas (por Begoña y San Antonio) y otra por el Sport Club Apagadorista, a finales de agosto. 
En este momento, la bicicleta además de su asociación con la modernidad y el deporte empieza a vislumbrar el papel que habría de tener vinculada al colectivo trabajador en la ciudad. Y así de claro queda en esta nota de El Comercio de 25 de junio de 1896: 
En todas las provincias se va notando un movimiento favorable al ciclismo, imitando así, el ejemplo de las poblaciones más adelantadas de Europa. Era de esperar que en Gijón, pueblo culto y laborioso, no fuera de los últimos en tomar el ejemplo, y se le puede felicitar hoy ya que cuenta con dos velódromos y material necesario para el desarrollo del ciclismo con todas sus ventajas, pudiendo así proporcionar a sus visitantes en el estío, un sport que haga más agradable la estancia en este país."

Grandes pioneros em impulsores del ciclismo gijonés fueron los miembros de la familia de la Cuesta, que disponían de un velódromo particular algo más al este y en la misma Carretera de Villaviciosa que es ahora la Avenida de la Costa, el de Los Campos Elíseos, actualmente Los Campos, otro que fue gran terreno público y abierto sacrificado por la ingente demanda de vivienda y especulación inmobiliaria del desarrollismo sesentero y setentero


En relación a este antiguo Velódromo de la Fábrica de Vidrios, que era municipal, que pasó a ser este parque infantil, recomendamos el interesantísimo artículo Los gijoneses pioneros del XIX del blog Desde Gijón y en bicicleta, cuya fuente es también la obra de Ángel Mato:
"La presencia de los primeros velocípedos se detecta en Gijón en los últimos 15 años del siglo XIX de la mano de las élites más avanzadas y rápidamente se instala en el programa de actividades de las fiestas de Begoña como actividad atractiva para solaz de los locales y visitantes veraniegos. 
Del temprano desembarco de la bici en la ciudad da cuenta la existencia de un Velódromo Municipal ya en 1888 al lado de la Fábrica de Vidrios (dónde ahora se ubica el Parque Infantil). Es una buena prueba de la temprana afición a la bicicleta que introducen en Gijón un reducido grupo de deportistas locales, los sportman de la época, pertenecientes a las élites locales. 
Estos inicios de la bicicleta también son otro ejemplo de como la bicicleta fue un motor de cambio social en el mismo siglo XIX. Los jóvenes sportman fueron los pioneros de la cultura del ejercicio físico que habían conocido en su estancia en los college ingleses. Influidos por las modas extranjeras, no solo en sus hábitos deportivos sino también en su indumentaria ‘sport’, eran un símbolo de innovación que se contraponía a ese estilo de vida pasiva que practicaban los señoritos de la época basado en dormir, comer, beber y jugar a las cartas en el casino, además a un desprecio total por cualquier tipo de esfuerzo asociado al trabajo. 
Estos sportman son los primeros que practican el “sport cíclico” en Gijón, se pasean por las calles subidos en velocípedos y se convierten en los impulsores de los clubes deportivos que dan vida al Velódromo Municipal de Gijón. 
La bicicleta, el fenómeno social 
La primera sociedad de estas que hubo en Gijón fue el Club de Velocipedistas que desde 1889 ya estaba organizando carreras y haciendo propuestas para adecuar el Velódromo Municipal. En 1893 ya hay constancia de la Sociedad Velocipedica de Gijón, otra organización que se marca el objetivo de “alentar el sport velocipedico acogido y protegido por todos los pueblos cultos”. Los clubes de velocipedistas que fomentaban la afición a la bicicleta fueron creados muchas veces por ingenieros venidos de fuera, extranjeros que venían a trabajar, por ejemplo, a la fábrica de Fábrica de Vidrios. 
Estos clubes, al mismo tiempo, ejercían una función también de lo que hoy llamamos una “biciescuela”: se compraban varias bicicletas que luego se compartían entre los socios y los que más experiencia tenían instruían en el uso del velocípedo a los otros. Y siempre su visión era enseñar a utilizar la bicicleta y extender su uso más allá de las clases medias y acercarlo a la creciente clase obrera que pronto empieza también empieza también acceder a la bicicleta y a mejorar sus posibilidades de movilidad. 
Alrededor de este Velódromo Municipal se desarrolla entonces a partir de este desde su construcción pues una intensa actividad social, avanzada y cosmopolita -como demuestran sus denominaciones “cycling club” o el “Sporting de Gijón”- , se celebraban carreras o se organizaban las actividades velocipedistas de las fiestas de Begoña. En el momento en que se desarrolla el enfrentamiento apagadoristas y muselistas (que provocó un cisma social en la ciudad que ríete tú del StopMuro), Jacobo Olañeta, célebre apagadorista capitanea la solicitud al Ayuntamiento de la construcción de un kiosco pabellón en el Velódromo Municipal para que sirva por un lado de almacén o lugar para guardar las bicicletas los “carreristas” de las competiciones de la época y luego una planta superior donde se puedan donde se puedan relajar y relacionar los socios de los socios del velódromo. Se construyó al estilo modernista vienés del gusto de la de la época y le añadió empaque a la instalación y un mayor atractivo sobre la ciudad."

Y llegamos ante la preciosa entrada y fachada principal del Museo Nicanor Piñole, el antiguo Asilo Pola, cuyo final también nos explica Iván Villar de esta manera:
"Los cambios en la legislación educativa, ya en los años 70, obligaron a las Hijas de la Caridad a modificar el estatus de su escuela de la Puerta de la Villa. El Asilo Pola comenzó a constar a efectos administrativos como parte del Patronato San José, adonde iban las alumnas cuando alcanzaban quinto de Primaria. «Las alumnas tenían las mismas actividades que en el Patronato», explica sor Delfina, una de las últimas religiosas que impartieron clase en la ya desaparecida institución. 
Fue en 1986 cuando, ante la falta de apoyo económico y la progresiva reducción de las subvenciones, el Asilo Pola cerró definitivamente sus puertas. Durante un año, no obstante, continuó abierta la residencia, ocupada entonces por tres religiosas: sor Delfina, sor Carmen y sor María. «El 30 de julio de 1987 nos quedamos esperando a la puerta, mientras la provincial de la compañía, Magdalena López, entregaba las llaves al Ayuntamiento», recuerda con nostalgia sor Delfina. 
Tras hacerse con la titularidad del inmueble, el Ayuntamiento acometió entre 1990 y 1991 varias obras de adaptación del edificio para su uso como museo. Desde 1991, convertido ya en Museo Nicanor Piñole, acoge los fondos pictóricos que dejó en herencia a los suyos el artista gijonés."

Efectivamente, el Museo Nicanor Piñole se fundó en base a 720 cuadros y 800 dibujos de este artista asturiano, nacido en 1878 y fallecido en 1978, donados en su mayor parte por su viuda Enriqueta Ceñal, junto con objetos personales y de su contexto biográfico, completadas con fondos del Museo Jovellanos, del Museo de Bellas Artes de Asturias y del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía


El 27 de abril de 2016 se celebró el 25 aniversario de este museo, con la presencia de público, autoridades y de la misma Enriqueta Ceñal. De este genial artista cuentan así en Wikipedia:
"Nicanor Pedro Vicente Piñole Rodríguez (Gijón; 6 de enero de 1878-ibíd; 18 de enero de 1978) fue un pintor español, cuya obra puede adscribirse al post-impresionismo y su evolución posterior. Se le considera, junto a Evaristo Valle, la base de la llamada "Escuela de Gijón" que junto con la de Oviedo, conformaron el panorama pictórico de Asturias en el periodo central del siglo XX (...)
Ingresó a los cuatro años en el colegio de monjas del Santo Ángel de Gijón, y con doce pasó al Colegio de la Inmaculada, que en aquel entonces dependía aún del Real Instituto Jovellanos para sus estudios de segunda enseñanza, y que acababa de ser inaugurado en 1890, bajo la dirección de los jesuitas. Con 14 años, en 1892, se traslada con su tío a Madrid para comenzar su formación artística en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, donde tuvo como profesores a Carlos HaesDióscoro PueblaAntonio Muñoz Degraín, y a Alejandro Ferrant. En 1900 viajó a París y un mes después a Roma donde permaneció durante dos años, para regresar a Gijón en 1902. Allí estableció su residencia definitiva, con numerosas visitas a Madrid, alternando con personalidades como Santiago Rusiñol y Ricardo Baroja, entre otros. Más adelante, y de forma esporádica viajó a Londres, París, y Roma. Participó en diversas exposiciones locales y nacionales, como la Exposición Nacional de Bellas Artes, y en la década de 1920 envió cuadros a exposiciones en Estados Unidos. 
Según la Real Academia de la Historia, "a partir de 1912, con motivo de sus excursiones al puerto de Tarna y Pajares, comenzó a pintar sus primeros paisajes de montaña, tema que será recurrente en su producción posterior." "El retrato es otro de los géneros que Piñole cultivó con mayor asiduidad. Especialmente destacable en el retrato que pintó a su tío Manuel Prendes en 1914, con el que obtuvo una Segunda Medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1917." "Las romerías y otras escenas de carácter popular, rural o marinero, fueron abordadas por Piñole en obras de gran formato, en la mayor parte de los casos concebidas para ser presentadas a las Exposiciones Nacionales." 
Instalado con su madre en Gijón desde la década de 1920, pasó la guerra civil española en la casa de Villa Chor. El conflicto armado le inspiró cuadros como El refugio y La retirada. 
Plenamente reconocido de forma institucional con la Gran Cruz Alfonso X el Sabio, murió en su ciudad natal a los pocos días de cumplir 100 años de edad. 
Familia y legado 
En 1972 Nicanor Piñole se casó con la maliaya Enriqueta Ceñal Costales (1924-1994), teniendo ella 49 años y él 94, aunque su relación se originó en 1942. Ella donó al Ayuntamiento de Gijón más de 700 obras y objetos del autor, con los que se inauguraría en 1991 el Museo Nicanor Piñole, en el antiguo edificio del Asilo Pola."

Los peregrinos del Camino de Santiago del Norte han tenido ocasión de conocer la casa campesina que el pintor tenía en El Llosu Riba, en la parroquia rural gijonesa de Cabueñes, al mismo paso de la ruta xacobea por el concejo, procedente de La Olla por el Camping Deva (donde hay albergue de peregrinos) y poco antes de entrar, por Somió, en el casco urbano vía La Guía


A Nicanor Piñole se le considera, junto a Evaristo Valle"el principal responsable de la renovación del panorama artístico regional asturiano", tal y como lo transmiten en la Real Academia de la Historia a la hora de plasmar su biografía:
"En 1892 comenzó sus estudios en la Escuela de San Fernando como discípulo de Carlos Haes y Antonio Muñoz Degrain, con el que obtuvo un premio de paisaje en 1897. A través de este último, ingresó en el estudio de Alejandro Ferrant, donde entabló amistad con los hermanos Valentín y Ramón Zubiaurre y Cristóbal Ruiz. 
Tras un breve período en su ciudad natal, en 1900 se trasladó a Roma, donde compartió un estudio con Gili y Roig en Villa Straufera y fue asiduo del Círculo Internacional de Bellas Artes. Las experiencias vividas en Roma y su paso previo por París ejercieron una influencia determinante en su obra. En este período, su personalidad artística queda plenamente definida en Familia pobre que presentó a la Exposición de Arte Moderno celebrada en Roma en 1902, a la Nacional de 1904 y a la Internacional de Buenos Aires de 1910, donde obtuvo una Medalla de Bronce. El tema central es una maternidad recogida y melancólica en la que Piñole deja constancia de su opción estética, basada en la sobriedad cromática, con un dominio de tonos ocres delicadamente matizados, y una sabia aplicación de las manchas de color que estructuran sólidamente el conjunto de la composición. 
En 1902 regresó a Gijón, donde estableció su residencia definitiva, alternándola con prolongadas visitas a Madrid, ciudad en la que frecuentó tanto el Círculo de Bellas Artes, como las tertulias madrileñas de renovación artística. En estos lugares, trabó amistad con figuras tan representativas como Santiago Rusiñol, Ricardo Baroja y Miguel Anselmo Nieto, entre otros."

Aquí en su museo podremos ver muchas de sus obras, organizándose además jornadas especializadas en aspectos de su obra y, en ocasiones, se exponen cuadros del autor cedidos periódicamente por otros museos, entidades, instituciones y particulares. Hay por supuesto horario de visitas, visitas guiadas, de asociaciones, colegios, colectivos, conferencias, presentaciones y otros eventos



El retrato, y en concreto el autorretrato, son una de sus muchas facetas que, como hemos dicho, fundamentan exposiciones o jornadas especializadas:
"El retrato es otro de los géneros que Piñole cultivó con mayor asiduidad. De primera época son una espléndida serie de retratos de su madre, Brígida Rodríguez Prendes, sus tíos, Manuel y Manuela Prendes, sus primos y amigos más íntimos, protagonistas absolutos de gran número de dibujos con los que el pintor perseguía la rápida comprensión de lo esencial del carácter. Estos trabajos harán posible la extraordinaria profundidad psicológica y perfección técnica de sus retratos al óleo. En este género, Piñole es un claro exponente de la tendencia velazqueña que dominaba la pintura de aquellos años, especialmente destacable en el retrato que pintó a su tío Manuel Prendes en 1914, con el que obtuvo una Segunda Medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1917. A la influencia de Velázquez, incorporó la de Goya, cuyas obras copió en el Museo del Prado, y muy especialmente la de James McNeill Whistler, cuyos retratos pudo admirar a su paso por París. En ellos se inspiró para los retratos de Félix Fernández Balbuena y Felipe Mon Camarasa que presentó a la Nacional de 1912, y para el de sus primos Ramón y Pepita Prendes de 1904, uno de sus mejores retratos. La austeridad de la paleta, la ligereza de la capa pictórica, que deja entrevista la textura de la trama del soporte, y las composiciones meticulosamente estudiadas, son algunas de las características más destacadas. Además, dentro de este género cabe destacar los numerosos autorretratos que realizó a lo largo de toda su vida con técnicas diversas, como lápiz, pastel, acuarela, tinta y óleo."

Conferencia Los autorretratos de Nicanor Piñole. Un relato silencioso de su vida, por Hugo Fontela


Con la Guerra Civil, Piñole se retiró definitivamente en su ciudad natal, dedicado a pintar y viviendo con su madre, a la que también retrató, magníficamente, en 1951, una década en la que iría saliendo de este periodo de tranquilidad y aislamiento al llegarle los reconocimientos


La estructura del antiguo Asilo Pola de mantiene dignamente conservada con no demasiados cambios exteriores, siendo tal vez el más destacado la rampa de accesibilidad en esta fachada principal


La puerta, de arco de medio punto, presenta columnas con fustes, basas y capiteles que recuerdan al arte románico y al clásico. Pasemos pues, al interior


Recogiendo la manzana

En sus tiempos, y aún con la industrialización en pleno auge, estaba muy viva la vida rural tradicional en todo el extrarradio gijonés y en concejos vecinos, a la que plasmó con acierto, según leemos también en la Real Academia de la historia:
"Vinculado a los concejos de Gijón y Carreño, y muy especialmente a la Quinta de Chor, residencia estival del pintor, cultivó con asiduidad la pintura de paisaje al aire libre. Son obras de pequeño formato, pintadas al óleo sobre cartón, en las que el soporte adquiere protagonismo cuando la pincelada se alarga y aligera de materia, en contraste con otras zonas en las que el trazo es más rico en empaste, corto y dinámico.

Son visiones vitales y hedonistas, con una clara delimitación entre la zona ajardinada y la naturaleza abierta del valle de Prendes, que le servirán para desarrollar obras de mayor envergadura, alguna de las cuales presentó a la Exposición Nacional de 1904."


A partir de 1912, cuando se aficionó a las excursiones de montaña, este motivo se convirtió pronto para él en otra potente inspiración, llegando a ser amigo del insigne montañero y escritor José Ramón Lueje y a hacerse socio de la Agrupación Montañera Astur Torrecerredo, "En ellos parte de una observación rigurosa de la realizad, pero trasciende su descripción meticulosa, en favor de lo esencial de una naturaleza intensamente vivida."

De romería en Carreño

Por otro lado, "Las romerías y otras escenas de carácter popular, rural o marinero, fueron abordadas por Piñole en obras de gran formato, en la mayor parte de los casos concebidas para ser presentadas a las Exposiciones Nacionales.", leemos asimismo en la biografía del pintor de la Real Academia de la Historia, que nos dice también lo siguiente del autor y su obra:
"El tratamiento retratístico de los personajes y la fidelidad en la recreación paisajística, destaca en estas composiciones, sólidamente construidas, con las que el pintor perseguía una visión renovada de los temas regionalistas que se alejara definitivamente de la pintura realista costumbrista de finales de siglo. Marineros en el puerto de Gijón (1906), La barraca (1916), De promesa al Cristo de Candás (1920), Recogiendo la manzana (1922), La primavera (1924), La hija del patrón (1924) y Estibadores (1927), son algunas de las obras más significativas con las que Piñole participó no sólo en las Nacionales, sino también en los llamados frentes de vanguardia, como la exposición celebrada en Madrid, en 1925, por la Sociedad de Artistas Ibéricos y las promovidas por la Fundación Carnegie de Pittsburgh en Estados Unidos. 
Frente a ellas, destacan sus obras más íntimas, aquellas que se inspiran en la realidad cotidiana, en la que Piñole buscaba captar la belleza del pequeño detalle, en un canto poético que no está exento de melancolía. 
Son escenas de la vida cotidiana familiar, de mujeres charlando en la playa y de niños en rincones urbanos, en las que priman unos valores formales que dotan a la obra de un profundo lirismo. En algunas, como Bazar o vida gris (1929), los objetos adquieren un inquietante significado, una presencia que va desplazando al elemento humano hasta llegar a la serie de “naturalezas muertas” que pintó entre 1927 y 1935, con la ayuda de unos muñecos articulados. Son obras que se vinculan a las corrientes plástico-literarias en boga a finales de la década de 1920, con las que Piñole entró en contacto a través del poeta Gerardo Diego.


Una de sus muchas escenas de tipo personal e íntimo, en la que cuida mismamente los detalles más cotidianos, resaltándolos. El Piñole más íntimo se revela en las paredes de su museo, como bien encabeza para su artículo al respecto en El Comercio Marifé Antuña, publicado el 21-12-2019:
"La belleza del detalle, de lo íntimo, de lo poético. Nicanor Piñole halló en casa, en los suyos, la inspiración para obras de un lirismo melancólico, hermoso, revelador. El artista nacido en Gijón en 1878 y fallecido justo un siglo después desvela precisamente sus pinceladas más hondas y personales a partir del próximo 26 de diciembre en una nueva sala de su museo de la plaza de Europa. 36 pasteles y acuarelas se han seleccionado para mostrar con trazos firmes, certeros y emotivos quiénes fueron los soportes vitales del gran pintor. 
Diferentes miembros de su familia ejercen como modelos para estas obras. Empezando con Brígida, su madre, y siguiendo por sus tíos Manuela y Manuel Prendes y todos sus primos retratados en diferentes momentos y actitudes, pero, por norma general, siempre en casa, en la intimidad del hogar, con la cotidianidad como la mejor de las compañías. Un ejemplo son las maternidades que realiza cuando nace José Manuel, el primer hijo de Pepita, que luego posaría junto a su hermana María Jesús para numerosas obras de Piñole, que les incorporó incluso a algunas de sus grandes composiciones. «La delicadeza de estas composiciones transmite la cercanía del artista con sus modelos», ha dejado escrito Lucía Peláez, la directora de los museos de bellas artes de Gijón y que es también quien firma su biografía de la Real Academia de la Historia. «Recurre al pastel y a la acuarela para captar de forma rápida lo esencial del carácter de los personajes y transferir al papel la impresión de un momento puntual», concluye sobre esos trabajos con un calado tan profundo. 
Pero es que la familia Prendes jugó siempre un papel clave en la vida del artista que en 1892 comenzó en la Escuela de San Fernando de la mano de Carlos Haes y Muñoz Degraín su formación pictórica, que más tarde le llevaría al estudio de Alejandro Ferrant y posteriormente a París y Roma para dejarse embrujar por todo su arte. Su madre, Brígida Rodríguez Prendes, enviudó a los pocos meses de su nacimiento y fue acogida por su hermana Manuela, casada con Manuel Prendes, que ejerció hacia el célebre creador ese papel del padre que nunca conoció. Dicho esto, obvio es que la cercanía hacia sus primos y sus tíos era grande y con ellos cultivó uno de los géneros del que fue asiduo y destacado hacedor: el retrato. «De su primera época es una espléndida serie de retratos de su madre, Brígida Rodríguez Prendes, sus tíos, Manuela y Manuel Prendes, sus primos y amigos más íntimos, protagonistas absolutos de gran número de dibujos con los que el pintor perseguía la rápida comprensión de lo esencial del carácter. Estos trabajos harán posible la extraordinaria profundidad psicológica y perfección técnica de sus retratos al óleo», anota Peláez en la biografía de la Real Academia de la Historia. 
Sin condicionamientos 
La familia es libertad, es paz, es la posibilidad para el artista de expresarse sin ningún tipo de condicionamiento externo. Y por eso una mirada a esas obras que a partir de la semana próxima se expondrán permite un conocimiento más recóndito de quien abarcó en este empeño personal todas las técnicas y todos los soportes. Muestran sus dibujos una gran destreza a la hora de revelar un momento puntual, inmediato, único. 
Fue también su familia quien se empeñó en conservar esas estampas. Uno de sus primos, Ramón Prendes, se afanó ufano en encuadernar y guardar todos esos materiales de los que el historiador del arte Enrique Lafuente Ferrari escribió auténticas maravillas. En una misiva a un amigo común dejó negro sobre blanco: «Quedamos asombrados de la importancia y belleza de estos álbumes que son realmente preciosos y de una calidad en dibujos, acuarelas y pasteles, como creo que ningún pintor de los que hoy viven pueden presentar». Son, concluyó, «una verdadera joya». 
Las joyas más hermosas hay que lucirlas. Y si ya en noviembre de 2016 se presentó una selección de 19 pasteles y cinco óleos de los numerosos estudios al pastel que Piñole realizó al aire libre bajo el título 'Impresiones y paisajes', ahora se opta por dedicar una sala completa con esos pasteles y acuarelas en el museo que, a partir de la donación de la viuda del pintor, Enriqueta Ceñal Costales, abrió sus puertas en abril de 1991 incorporando obras en depósito tanto de las colecciones municipales de Gijón como del Museo de Bellas Artes de Asturias. 
Ha servido y sirve para exhibir y destapar todas las facetas de quien cuando el siglo XIX llegaba a su fin fue buscando un camino artístico que le condujo a un siglo XX de exposiciones múltiples: la de Arte Moderno de Roma de 1902, la Nacional de 1904 o la Internacional de Buenos Aires de 1910, en la que obtuvo una Medalla de Bronce. 
Pese a su paso por Madrid, París y Roma, siempre tuvo Gijón en mente y fue cuerpo y alma de su quehacer. De hecho su residencia desde 1902 estuvo en Asturias, por mucho que en aquel vibrante principio del siglo XX fuera obligado frecuentar las tertulias madrileñas y lugares claves para la cultura como el Círculo de Bellas Artes. Santiago Rusiñol, Ricardo Baroja y Miguel Anselmo Nieto fueron algunos de sus amigos de una época en la que su opción estética queda ya claramente trazada: «Sobriedad cromática, dominio de tonos ocres delicadamente matizados, y una sabia aplicación de las manchas de color que se estructuran solidamente en el conjunto de la composición». 
Gijón era su hogar. Y también la Quinta de Chor, en Carreño, residencia estival donde gustaba de pintar al aire libre y donde compuso obras claves. El paisaje era un fuerte para quien amaba la naturaleza y la montaña y la trasladó al lienzo. Sin olvidar esos retratos, esos dibujos de los suyos en los que el amor por la obra de Goya y Velázquez se dejaba advertir en esa búsqueda de lo que se esconde tras los gestos, tras las arrugas, tras las miradas. Uniendo uno y otro creó grandes obras, que buscaban alejarse de la pintura realista y costumbrista para mirar al siglo XX de otra manera, para unirse a los frentes de vanguardia. Fue Piñole un artista en permanente evolución, que lo mismo retrató a mujeres charlando en la playa, que a unos marineros en el puerto, que romerías y escenas populares y que puso su pincel sobre los objetos y las naturalezas muertas. 
Dejó una huella inmensa y aún muy presente, de manera muy especial en el museo que celebra a quien fuera Medalla al Mérito en las Bellas Artes y recibió la Gran Cruz de la Orden de Alfonso X el Sabio. Fue, en definitiva, profeta en Asturias y en Gijón y sopló cien velas antes de decir adiós."

Un buen resumen y descripción de lo que podemos hallar en este museo lo tenemos en la citada página del Ministerio de Cultura y Deporte:
"La colección permite ofrecer un completo recorrido por la dilatada carrera del artista, desde los años de aprendizaje hasta su etapa de reconocimiento público en los últimos años de su vida. De su época de formación destacan los retratos y paisajes realizados durante la estancia del pintor en Roma, ciudad a la que se trasladó en 1900 para completar su formación artística. A su regreso de la capital italiana fija su residencia en Gijón, aunque pasa largas temporadas en Madrid en contacto con la actividad artística de la ciudad. Este periodo está representado con destacadas obras como Marineros en el puerto de Gijón (1906), Primavera (1924) o Corpus en Carrió (1925), donde el pintor nos ofrece una visión renovada del paisaje asturiano a partir de una observación directa de la realidad. Será también el momento en el que realiza sus mejores retratos, singularmente aquellos en los que representa a sus amigos y a miembros de su familia. 
Ministerio de Cultura y Deporte
"En otra de las salas se dispone una selección de obras realizadas entre los años veinte y treinta, periodo de prosperidad y felicidad en la vida del artista. Obras como Bazar o vida gris y, singularmente, la serie de "naturalezas muertas" protagonizadas por unos muñecos articulados de madera denotan como, sin alejarse de una representación veraz de la realidad, el artista experimenta con nuevos lenguajes expresivos. Este periodo se cierra con la guerra civil; La pesadilla del burgués, Cervera o La retirada, muestran el impacto del acontecimiento tanto sobre la población como sobre su propio universo visual. En el largo periodo transcurrido entre el final de la guerra civil y el fallecimiento del artista en 1978 a los cien años de edad, Piñole vive un momento de homenajes y reconocimiento oficial que se traduce en un aumento de encargos especialmente retratos. "

Tras la visita al Museo Nicanor Piñole volvemos al exterior y aprovechamos para acercarnos, a solamente dos pasos, a ver las demás fachadas del Palacete de Don Ladislao, que tanto nos llamó la atención cuando veíamos su parte posterior desde la Avenida de la Costa


Cuando R. Valle escribía en junio de 2011 su artículo El Palacete de don Ladislao Un mobiliario al gusto de otra época, se anunciaba que el Ayuntamiento "acaba de hacerse con la propiedad del inmueble a través de una operación de permuta por un valor económico de 2,2 millones de euros con los herederos de don Ladislao, que a cambio se hacen con suelo edificable en el área de la antigua Pecuaria de Somió"; Pero dicha permuta fracasó al cambiar el gobierno municipal; el 3 de noviembre del mismo año y en el mismo periódico es C. Jiménez quien publica La fallida permuta del palacete de la plaza de Europa reabre un proceso indemnizatorio:
"La «decisión unilateral» del actual equipo de gobierno municipal de no ratificar el acuerdo urbanístico alcanzado por la anterior Corporación con los propietarios del palacete de la plaza de Europa arrancará con una reclamación patrimonial al Ayuntamiento, por la vía administrativa, a la que seguirá, previsiblemente, la correspondiente demanda por la vía judicial. La resolución del gobierno local de Foro Asturias Ciudadanos (FAC) de dar marcha atrás en el convenio de permuta aprobado en mayo conlleva, además, una indemnización vinculada a un expediente de responsabilidad patrimonial iniciado en 2007 por los dueños del inmueble. 
El edificio, que en el proyecto del arquitecto Manuel del Busto figura bajo la denominación de «hotelito de don Ladislao», está catalogado en la categoría máxima y más restrictiva de conservación en el catálogo urbanístico de Gijón. Una situación que otorga al propietario el derecho a ser indemnizado, según la legislación vigente. Para salvar ese obstáculo, la anterior Corporación alcanzó un acuerdo con los propietarios para la permuta del inmueble por un aprovechamiento urbanístico en una parcela propiedad del Ayuntamiento de 12.000 metros cuadrados en la antigua Pecuaria de Somió. Esa permuta tenía un valor de 2,2 millones de euros. El concejal de Cultura, Carlos Rubiera, considera «absolutamente desproporcionada» esa tasación que, sumada al coste de la rehabilitación del edificio, «sería un disparate económico», remarcó. 
Los herederos de don Ladislao Menéndez Bandujo, que mandó construir el edificio en 1907 como residencia familiar, rechazan que exista cualquier amenaza de ruina. «Se ha procurado la conservación en las mejores condiciones posibles, y se sigue haciendo», sostienen. No obstante, recuerdan que no son responsables de los efectos que haya tenido sobre el palacete los aparcamientos construidos recientemente o la edificación del túnel del metrotrén. En cualquier caso señalan que al estar catalogado en la máxima figura de protección no sería posible la demolición. Y precisan que su única intención es procurar un acuerdo «adecuado y equilibrado», reiterando que el convenio de mayo se adoptó como «solución consensuada» al expediente de responsabilidad patrimonial. 
Rubiera tampoco ve viable convertir el inmueble en biblioteca o centro de estudios, como plantearon PP e Izquierda Unida, unas propuestas que el concejal tildó de «ocurrencia». «Sería absolutamente desproporcionado el coste para una utilización de ese tipo», explicó. Los propietarios del inmueble, que aún no han recibido notificación alguna del Ayuntamiento, instan a realizar «un esfuerzo común» para la conservación de este patrimonio."

Un cambio de corporación, pues, hizo echarse atrás al Ayuntamiento de la decisión del gobierno anterior. R. Valle informaba en su reportaje de las condiciones en las que estaba el inmueble, su interés histórico-artístico y los malogrados proyectos existentes en un primer momento:
"...un inmueble singular, un ejemplo de la obra de uno de los grandes de la arquitectura local y un edificio que tiene el máximo nivel de protección en el nuevo catálogo urbanístico de la ciudad. Es en la ficha de ese catálogo donde se puede leer que se trata de «uno de los ejemplos más relevantes de la arquitectura de influencia modernista de la ciudad, con una excelente calidad formal en sus fachadas profusamente decoradas. Se trata, además, de un edificio con una importantísima presencia en la imagen urbana de la ciudad y es destacable por tratarse de uno de los escasos ejemplos de vivienda unifamiliar que han pervivido en el casco urbano». Ésos son los méritos para su catalogación. 
Sus usos futuros dependen muy mucho de las necesidades de reforma que se deban acometer, y que se suponen profundas y costosas ya que hay graves problemas de cimentación; pero la idea inicial era convertir el palacete en la sede oficial de la Sociedad de Turismo. 
Pero eso es el mañana. ¿Y el ayer? Nadie tiene muy claro cómo juntó sus dineros Ladislao Menéndez Bandujo, pero parece evidente que debía tener muchos porque en 1907 encargó al tiempo a Manuel del Busto la construcción de su residencia familiar y de un edificio de varias plantas que también se puede disfrutar en la céntrica esquina de las calles Instituto y Jovellanos. En esa época el arquitecto nacido en Cuba ya firmaba la ejecución del edificio del café de San Miguel. Años más tarde llegarían, por ejemplo, el inmueble de la Escuela Superior de Comercio, la denominada «Casa Blanca», la estación de Alsa y el desaparecido cine Roxy. 
«La casa de Ladislao Menéndez se terminó entre los años 1908 y 1909; y si por fuera es muy llamativa, por dentro es muy singular. Todos los diseños de rejería, de vidrieras, de mobiliario... todo tiene interés, merece una restauración completa», explica el historiador Héctor Blanco, uno de los máximos expertos en arquitectura de Gijón y en la obra de Del Busto, que tuvo la oportunidad de visitarla con detenimiento hace años para una de sus investigaciones. La vivienda, tanto por fuera como por dentro, mantiene la originalidad del trabajo de Del Busto, aunque la finca perdió hace años un tercio de su superficie por el desarrollo de la avenida de la Costa. El crecimiento de la ciudad se llevó por delante parte de los jardines y las cocheras. «Nada singular», sentencia Blanco. Curiosamente, el escaso mantenimiento que ha generado la imagen de abandono del inmueble ha garantizado, sin embargo, que no se realizaran añadidos que contaminaran el trabajo original del arquitecto."

La torre esquinada, concesión al estilo montañés tan del agrado de la época, tiene la gran genialidad de estar, digamos, porticada con columnas, un detalle que también destacó la Doctora en Geografía e Historia e historiadora del arte Rosa María Faes en su libro dedicado a Manuel del Busto, cuyo título es el mismo nombre del arquitecto:
"…una particular columnata la cual rodea un espacio central poligonal que recuerda los Tholos griegos, cuya cubierta, muy poco inclinada, ligeramente volada y con un empinado remate ascendente, evoca las cubiertas orientales. El tejado de cerámica coloreada suministra policromía al conjunto. En todos los casos la torre, más que un espacio útil, es un elemento de reclamo o representación social que simboliza el poder socio-económico de su propietario."

Félix Población, en su artículo antes citado, también cita a esta especialista al describir esta artística torre del palacete:
"De la torre escribió Rosa M. Faes, que estudió la obra del arquitecto cubano, que la columnata es muy peculiar y que rodea un espacio central poligonal que recuerda los tholos griegos, con una cubierta de poco inclinación algo volada y un empinado remate ascendente que evoca las cubiertas de tipo oriental. Un tejado de cerámica coloreada presta policromía al conjunto, cuya función es más simbólica que utilitaria, dado que la torre viene a ser un elemento de distinción social: una forma arquitectónica de hacer notar el poder económico del propietario. Situada en uno de los ángulos de la fachada vendría a ser, además, el elemento integrador del conjunto y el que le da sin duda un carácter singular al edificio."

No pasemos por alto la ventana trífora sostenida por dos columnas, más otras dos, una a cada lado y más pequeñas, que nos recuerdan a las de la puerta del antiguo Asilo Pola que acabamos de ver


El palacete de frente, tras la fracasada operación de adquisición se han sucedido las llamadas a que este soberbio edificio no sucumba ante la ruina, un ejemplo es la de Cristina Ros, redactora de Arquitectura y Diseño, ¡Salvemos el palacete de Del Busto en Gijón!:
"Es uno de los edificios más carismáticos del arquitecto Manuel del Busto y ahora sale a la venta por dos millones. La antigua residencia de Ladislao Menéndez puede seguir brillando en el centro de la ciudad asturiana, reconvertido en un lugar comercial u hotelero.
En 1907, Ladislao Menéndez Bandujo encargó al arquitecto Manuel del Busto un chalé en el centro de Gijón. Este palacete urbano, seña de identidad de la plaza de Europa, sale ahora a la venta por dos millones de euros. Se trata de un edificio exento que goza del mayor grado de protección en el catálogo urbanístico municipal vigente. Esta vivienda unifamiliar y ajardinada es uno de los ejemplos más destacados de la arquitectura modernista y uno de los pocos inmuebles de este estilo que se conservan en el centro de la ciudad."

Y, por supuesto, la torre, que nunca jamás deja ni dejará a nadie indiferente mientras el edificio se mantenga en pie: 
"Sobresale especialmente por su torre-mirador, con cubierta a cuatro aguas de tejas verdes y cuyas columnas y balaustradas conservan aún las decoraciones originales de principios del siglo XX con motivos florales. Y si por fuera impresiona, por dentro sigue sorprendiendo, con sus coloristas vidrieras, rejas trabajadas y piezas exclusivas de madera. Además, en un buen estado de conservación."

Vamos a fijarnos ahora en la puerta, con filigranas y detalles muy dignos de atención


Sobre el dintel, dos cortas columnas sostienen una estructura en la que encaja una artística escalera con el número de la casa en el callejero gijonés


Y encima, un bajorrelieve muestra una cara barbuda en medio de una composición de temática vegetal, con hojas y frutos


Sobre el balcón de la planta alta a la derecha, otra gran cabeza barbuda, como la de un patriarca, si bien de estilo muy diferente al anterior


La fachada oriental, Cristina Ros muestra su admiración por este palacete y resalta asimismo su parecido con el chalet indiano de Poo de Llanes antes mencionado:
" La construcción del palacete coincide con el período más fértil del arquitecto. Su estética externa lo convierta en primo hermano del chalé de La Javariega, en Llanes, que Del Busto construyó para el indiano Manuel Harta Sánchez. Ahora, esta majestuosa vivienda puede tener una nueva vida, para uso hotelero o comercial, algo que ha despertado ciertas alarmas. Quien la adquiera, no solo debe tener una visión comercial, sino cierta sensibilidad por el arte y respeto por el pasado del edificio."

Su forma peculiar, su cada vez más deplorable estado, lo mucho que destaca en un lugar tan transitado como este y el cierto misterio que encierra su historia, tal vez al no estar tan divulgada como otros monumentos de la ciudad, hace que muchos gijoneses y no gijoneses, periódicamente, manifiesten su sorpresa y pidan su conservación y restauración. Volvemos ahora al artículo de R. Valle:
"Busto, explican los responsables del catálogo urbanístico de Gijón, «concibió un edificio aislado rodeado de jardín por dos de sus flancos y con un diseño realizado a base de un conjunto de volúmenes cúbicos aterrazados. La torre situada en uno de los ángulos de la fachada principal se configuró como el elemento integrador del conjunto. En la ornamentación se emplearon elementos fitomorfos en paneles, columnas del mirador y balaustradas». La estética externa del palacete de don Ladislao la convierta en prima hermana del chalé de «La Javariega», en Llanes, que Manuel del Busto construyó para el indiano Manuel Harta Sánchez. Se trata de la única aportación de Del Busto a la arquitectura llanisca. 
Uno de los elementos más peculiares del inmueble es ese mirador que permitía a los Menéndez de aquellos años ver un Humedal sin edificaciones, vislumbrar las torres de la iglesia de San Lorenzo y puede que incluso otear el mar. Desde luego, visiones que ahora mismo están vedadas. Más desapercibida pasa la chimenea, aunque Blanco reivindica su valor al recordar que «en ella Busto utilizó la técnica del trencadís (hacer mosaicos o azulejos u otros materiales rotos) que entonces sólo hacía Gaudí»."

Gracias a Valle, podemos saber también de lo que hay adentro, también muy destacable, reafirmamos nuevamente:
"La organización del interior de la casa de don Ladislao parte de un espacio central y en altura: un gran vestíbulo o sala que, en la planta baja, ejerce de distribuidor y de la que salen accesos a la cocina, el baño, la caja de la escalera y dos despachos o salitas. Los dormitorios están en la planta superior, donde una balconada permite la comunicación al tiempo que la visibilidad hacia la planta inferior. El inmueble también incluye un sótano que en aquellos tiempos se pensaba como área de lavadero y podía realizar funciones de cochera y almacenamiento. La decoración interior muestra la belleza de piezas de madera realizadas directamente para encajar como mobiliario específico de la casa y el colorido de las llamativas vidrieras. Sin olvidar la delicadeza de los trabajos de rejería y la presencia de la escalera que comunica las alturas de la casa. Todo un catálogo de pequeños lujos."

Cuando nos detenemos a hacer fotos algún transeúnte se detiene también a contemplar esta singular arquitectura, alta y espigada como si quisiese esturarse y tocar el cielo con el pararrayos de su torre-mirador. El 20-2-2023, doce años después del fracaso de su permuta, Marcos Moro publicaba en El Comercio que se ponía a la venta por dos millones de euros y, de paso, recordaba algunas características del preciado edificio:
"Es uno de los últimos palacetes urbanos señoriales que queda en pie en el centro urbano. El chalé que encargó en 1907 Ladislao Menéndez Bandujo al arquitecto Manuel del Busto y que es seña de identidad de la plaza de Europa, acaba de salir a la venta por un precio de dos millones de euros. 
Se trata de un edificio exento que goza del mayor grado de protección en el catálogo urbanístico municipal vigente (protección integral). Esta vivienda unifamiliar y ajardinada es uno de los ejemplos más destacados de la arquitectura modernista y uno de los pocos inmuebles de este estilo que se conservan en el centro de la ciudad. La propiedad, que corresponde al portal número 27 de la plaza de Europa, supera el siglo de antigüedad y en este tiempo no se han acometido obras que afecten al diseño original de Del Busto. Sobresale especialmente por su torre-mirador, con cubierta a cuatro aguas de tejas verdes y cuyas columnas y balaustradas conservan aún las decoraciones originales de principios del siglo XX con motivos florales. 
La comercialización del viejo palacete la lleva en exclusiva la Agencia La Playa, que aclara en su descripción del inmueble que en el precio publicitado no se incluyen el Impuesto de Transmisiones Patrimoniales ni los gastos de Notaría y Registro. Representantes de la afamada casa de subastas Sotheby's visitarán hoy mismo el palacete junto a otras dos propiedades gijonesas, lo que podría acabar significando que la propiedad fuese anunciada a escala mundial. 
La ficha de la agencia, donde se detallan las características principales de la casa en venta, también resalta de «esta impresionante y majestuosa propiedad» que «no solo se podría destinar a vivienda unifamiliar, sino que se podría darle otro tipo de usos como hostelería y restauración o, incluso, como comercio de una tienda de reconocida marca a nivel mundial». Lo que sorprende de la galería de imágenes que se muestran del chalé de don Ladislao, anexo al Museo Nicanor Piñole, es la buena conservación y sensación de lujo del interior de la vivienda donde se observan coloristas vidrieras, rejas trabajadas y piezas exclusivas de madera. 
La ornamentación del edificio muestra la habitual contención de las obras de Manuel del Busto: motivos decorativos naturalistas combinados con bustos masculinos en paneles, las columnas del mirador y las balaustradas. Destaca en la fachada la ventana esquinera o chaflán de tres vanos separados por pequeñas columnas. 
La estética externa del palacete de don Ladislao la convierta en prima hermana del chalé de 'La Javariega', en Llanes, que el arquitecto construyó para el indiano Manuel Harta Sánchez. Es la única aportación de Del Busto a la arquitectura llanisca."


Especialmente importante es, en el artículo de Marcos Moro, el apartado dedicado al fracaso de una permuta, donde resume aquella malograda actuación:
"El edificio gijonés sigue siendo de propiedad privada, debido a que en 2011 fracasó una permuta de terrenos para aprovechamiento residencial en la zona de la Pecuaria, en Somió, que el Ayuntamiento quiso plantear a los descendientes de su primer propietario, a fin de que el palacete pasara a propiedad municipal y de eso modo fuera restaurado y habilitado para algún uso público. Se llegó a barajar su uso como sede de la extinta Sociedad Mixta Turismo. 
El coste económico de la operación se cifraba en poco más de dos millones de euros. Sin embargo, la llegada de Foro al gobierno municipal hace más de una década desechó esa opción que se había planteado el PSOE durante el último mandato de Paz Fernández Felgueroso. Se esgrimió entonces el coste de la reforma para no ratificar el convenio con los dueños. La fachada trasera del edificio hacia la avenida de la Costa presenta grandes grietas producidas por un asentamiento del chalé debido a la inestabilidad del terreno, que sufre un hundimiento generalizado en la zona que será subsanado con obras de financiación europea."

Desde la base de la torre mirador, vemos el espacio entre el palacete y el Museo Piñole, también cerrado por verja, con su fachada oriental. En La beneficencia española en la época del cambio de siglo. Un ejemplogijonés, Natalia Tielve García, Doctora en Historia del Arte, nos explica la razón por la que se fundaron, y cómo funcionaban, estas instituciones de apoyo a la infancia:
"Uno de los objetivos prioritarios de los asilos constituidos en España en la época del cambio de siglo era paliar e intentar poner fin a la mendicidad infantil. Ésta era considerada como una auténtica «enfermedad social» que, en buena parte de los casos, provenía de la ineducación. Educar al «niño del arroyo» no dejaba de plantearse como una verdadera obra de socorro y un remedio para la miseria. La ciudad de Gijón no podía menos que dejar sentir en su seno toda esta problemática en la que se reflejaba una preocupación ampliamente extendida entre la sociedad ante los avatares del «hampa» infantil: pequeños que a todas las horas del día se encontraban en la calle jugando, robando, insultando a los transeúntes, pronunciando palabras soeces y blasfemias. Niños que corrían el riesgo de convertirse en golfillos y granujas andrajosos y sucios, con semblantes y modales «inmorales».

Esta situación se planteaba como consecuencia de las transformaciones económicas y sociales en curso, las cuales tenían su reflejo en la proletarización de amplias capas del campesinado y en el rápido crecimiento de la población urbana. Era una respuesta al aumento de un infraproletariado incesantemente alimentado por quienes huían de la miseria del mundo rural, sin que la ciudad ofreciese a los hombres más trabajo que el de peones, ni a las mujeres otro oficio que el servicio doméstico y el empleo en cierto tipo de fábricas —industrias textiles, de tintados, etc—. 

Con el fin de paliar estos problemas, la comunidad gijonesa se autoimponía el deber caritativo de recoger a los niños y de proporcionarles una  educación. La enseñanza abarcaba desde los principios religiosos y éticos hasta los niveles de instrucción más elemental en una lucha contra el analfabetismo. En este sentido, es importante señalar que de los 46.813 habitantes con los que el concejo gijonés contaba en el año 1907, eran analfabetos 21.662, es decir, casi la mitad de la población. Los valores morales tenían extraordinaria importancia en esta labor pedagógica, con vistas a desviar al menor de las malas sendas y de conducirle por un camino de «amor» al trabajo y de empatía social. Al propio tiempo, los Asilos se planteaban a modo de correccionales, aunque sirviéndose de suaves mecanismos de castigo

La Asociación Gijonesa de Caridad, creada en febrero del año 1905, contribuía en la medida de sus posibilidades a subsanar el problema de la protección a la infancia ^. Este organismo se había constituido en demanda del socorro a los pobres de solemnidad y también a los llamados pobres vergonzantes, los cuales escondían y llevaban en silencio su precariedad. Proporcionaba, aun sin abarcar todas las necesidades sociales, alimentos y vestidos a los pequeños mendigos. De hecho, resultaba harto frecuente que muchos niños no asistieran a la escuela por carecer la mayor parte del año de calzado y de vestidos, o por llevarlos en tal mal estado que se sentían avergonzados ante sus compañeros. Con los alimentos, la situación era muy parecida en el caso de los sectores de disponibilidad económica más precaria. En este sentido, un importante servicio de Cocina Económica funcionaba en Gijón desde el año 1887. Instalada en un amplio salón de la calle Langreo, corrían sus servicios a cargo de las hermanas de San Vicente de Paúl y llegaba a proporcionar quinientas raciones diarias y algunas extraordinarias, sufragadas por particulares". 

Es importante tener en cuenta que, en su primera organización —en arreglo a la Real Orden del 12 de agosto de 1904— la Junta de Protección a la Infancia se constituiría en Gijón en el mes de marzo del año 1908, siendo alcalde de la ciudad D. Jesús Menéndez Acebal. La labor de esta organización se dirigía a la vigilancia y tutela moral del menor, siempre de acuerdo con las disponibilidades de la Beneficencia Municipal. Sus tareas se incrementan cuando, a partir del año 1917, se le concede el cinco por ciento de los beneficios obtenidos por el Ayuntamiento en los espectáculos públicos. Esta nueva fuente de ingresos permite a la Junta desarrollar una labor más eficaz en la protección material y moral del niño, siguiendo para ello las directrices del Consejo Superior de Protección a Menores. La puesta en marcha de una Rifa Benéfica, durante la tercera década de nuestro siglo, ahondaría en este incremento de las disponibilidades económicas de la Junta 

De tal forma, existían, al lado del Asilo Suárez Pola del que luego nos ocuparemos con mayor extensión, diversos centros en Gijón de carácter próximo y que eran las denominadas Salas Asilo. Instalados en los principales barrios de la ciudad —El Arenal, Cimadevilla, El Llano, La Calzada— acogían también a párvulos y se configuraban a modo de las actuales guarderías y centros de educación infantil. En su espíritu constitutivo se encontraba el deseo de proteger a los miembros más desvalidos de la sociedad, a la población infantil extraída de las clases socioeconómicamente más desfavorecidas; niños que, dado que por motivos laborales sus padres no podían hacerse cargo de ellos, dejaban pasar el día transitando por las calles, deambulando mercados y parques, convirtiéndose muchas veces en pilluelos que terminaran por entregarse al vicio e incluso al crimen. 

Este tipo de establecimientos habían hecho su aparición por vez primera en Francia en los años iniciales del siglo xix. La pionera en su constitución fue la pastora de Los Vosgos, Luisa Schappler, quien llevaba al campo a unos cuantos niños menores de cinco años y los cuidaba mientras sus padres, ocupados en las faenas propias de su oficio, tenían la seguridad de que sus hijos estaban bien vigilados. Más adelante, en Escocia, el filántropo e industrial británico Robert Owen implantaba este género de institución en diversas localidades, como Lew Lamark y Molhonse, contando para ello con el apoyo de los manufactureros locales. A estas primeras iniciativas particulares habrían de sumarse, desde las décadas centrales del siglo XIX, las campañas promovidas por los distintos estados europeos, comenzando una vez más por Francia, país en el que se establecía una ley de regulación de estos centros en 1845. Era el Consejo General de los Hospicios el que tenía a su cargo estas instituciones de carácter oficial, conocidas en el país vecino con el nombre de Creches. 

Estos pasos serían pronto seguidos en España. Aquí, la ley del 9-9- 1857 establecía la Primera Enseñanza Obligatoria —Art. 7.º—, imponiendo castigos a aquellos padres que no enviasen a sus hijos a la escuela —Art. 8.°—. Hasta el Real Decreto del 23-2-1883, nada se hizo sin embargo para reglamentar esta ley y sólo desde entonces comenzaron a hacerse efectivas sus disposiciones, estableciendo, al propio tiempo, premios para aquellos padres que cumpliesen su normativa''. 

Las Escuelas-Asilos de Gijón de estos años iniciales del siglo, estaban regidas en virtud de un reglamento que data del mes de junio del año 1905. En el mismo se especificaba el destino de estos centros a una población infantil comprendida entre los dos y los seis años de edad, salvo algunas excepciones, hijos de los menestrales y jornaleros de la villa. Los menores debían ser fruto de legítimo matrimonio y en ningún caso de madres solteras. Además, no podían ser admitidos niños enfermos o que padeciesen males contagiosos, como tampoco los que no acreditasen estar vacunados. Otras normas relativas a estas Escuelas se referían al mantenimiento de unas condiciones de higiene y de salubridad mínimas para preservar la salud de sus moradores, quienes permanecían en su interior entre las nueve de la mañana y las cinco de la tarde. En el año 1917, un nuevo Reglamento sobre estas Salas preveía en su artículo décimo que los centros tenían la obligación de admitir en sus clases un número de alumnos no inferior a veinticinco de manera completamente gratuita y cuya atención era costeada por la Beneficencia municipal. Al resto de los niños, la cantidad que les era exigida como pago no podía exceder una peseta mensual, habida cuenta la desfavorable situación económica de la que procedían. Con ello, el problema infantil intentaba, aunque con no muchas posibilidades de éxito, ser paliado."

Tras nuestra visita al Museo Piñole podríamos regresar al Camino en la Avenida de la Costa desde el Parque Infantil y antiguo velódromo ya que, en el capítulo dedicado al Paseo de Begoña, pasábamos por su otro extremo, cerca de la antigua Fábrica de Vidrios La Industria por la calle Alfredo Truán


Para no regresar por el mismo sitio podríamos además seguir hacia la otra parte de la Plaza Europa, su extremo occidental, para pasear junto a su exuberante estanque, cercano al centro de salud


Y aquí a nuestra izquierda, mirando de nuevo hacia el Museo Nicanor Piñole y Asilo Pola, un monolito metálico con una placa, colocada el 26 de julio de 2017, está dedicada a las mujeres republicanas fusiladas entre diciembre de 1937 y agosto de 1930, entre ellas Eladia García Palacios, directora que fue de este Asilo Pola. He aquí su biografía, extraída de Wikipedia:
"Eladia García Palacios (Gijón, c. 1904 - Gijón, 29 de diciembre de 1937) fue una maestra española víctima de la represión franquista que fue condenada a muerte por su compromiso político y social.
Eladia García Palacios nació en la localidad asturiana de Gijón y era hija de Valentina y Gaspar. Fue maestra de un colegio particular de La Guía, en la misma ciudad.1​ Tuvo un hijo. 
Tras el estallido de la guerra civil española, el 21 de julio de 1936 comenzó a trabajar como cocinera en la UGT. Colaboró con la delegación de Instrucción Pública del Comité de Guerra de Gijón en la requisa de edificios religiosos para la organización de grupos escolares. En septiembre de 1936 se convirtió en directora de la escuela para pobres Asilo Pola y del Patronato San José de Gijón. Durante los bombardeos sobre Gijón, García Palacios se encargó de organizar las expediciones de los Niños de Rusia para evacuar a los menores de la ciudad. 
Formó parte de la última Comisión Ejecutiva de la Agrupación Socialista de Gijón como secretaria femenina y de FETE-UGT. También militó en ATEA, el sindicato de la enseñanza y colaboró con el diario socialista Avance, dirigido por el periodista Javier Bueno. 
Ingresó en la cárcel de El Coto de Gijón. En 1937 fue condenada a muerte por su compromiso político y social en uno de los primeros consejos de guerra que se celebraron en el Antiguo Instituto Jovellanos de Gijón. Su actividad como maestra fue una de las razones aducidas en su sentencia de muerte. En ella se afirmaba que García Palacios «inculcaba a las niñas el odio al fascismo» y las familiarizaba «con las ideas de libertad y emancipación» llevándolas a actos políticos en los que ella participaba. Se la acusó también de expulsar a las monjas del Asilo Pola y de que «escarnecía a las autoridades y órdenes religiosas».​ Además, su amistad con la familia del político Belarmino Tomás fue otro de los argumentos utilizados para su condena. 
Fue ejecutada por fusilamiento el 29 de diciembre de 1937 a los 33 años de edad, junto con 4 hombres más. Su cuerpo fue arrojado a una fosa común en el cementerio de Ceares en Gijón.​ A su hermana Aurora García Palacios, le conmutaron la pena capital por la de cadena perpetua. 
El 14 de abril de 2010, el nombre de García Palacios se incluyó en el monolito homenaje colocado en el cementerio de Ceares de Gijón, en el que se homenajea a las 1.934 víctimas de la represión franquista en la ciudad. Al año siguiente, el Ayuntamiento de Gijón aprobó denominar un parque con el nombre Jardines de la Maestra Eladia García Palacios en su honor. 
En 2017, se descubrió una placa enfrente del Museo Nicanor Piñole, antiguo edificio del Asilo Pola que García Palacios dirigió, en homenaje a las ocho mujeres represaliadas por el franquismo en Gijón entre diciembre de 1937 y agosto de 1939. En la placa, además de su nombre, se incluyeron los de Anita OrejasAnita Vázquez BarrancúaEstefanía Cueto PuertasBelarmina Suárez MuñizJuana Álvarez MolinaTeresa Santianes Giménez y Máxima Vallinas Fernández."

En el apartado titulado El Asilo Pola como ejemplo emblemático, retomamos ahora la lectura del trabajo de Natalia Tielve García dedicado a esta histórica institución gijonesa:
"La historia del antiguo Asilo Pola es la de un espacio fuertemente vinculado desde sus inicios al progreso de las clases trabajadoras gijonesas. El espíritu filantrópico que alienta su constitución, la figura de su fundador, Mariano S. Pola y, sobre todo, las relaciones sociales que a su alrededor se establecieron durante las primeras décadas del siglo xx, son los aspectos que en mayor grado nos interesa resaltar a la hora de analizar las circunstancias de la beneficencia en la ciudad de Gijón a través de uno de sus ejemplos más destacados.

Fue Mariano Suárez Pola (1793-1884) el promotor de dicho Asilo, en medio de aquel Gijón memorable del 1900. Nacido en la cercana capital del concejo de Gozón, Luanco, estuvo no obstante fuertemente vinculado a lo largo de su vida al desarrollo económico y social de la villa de Jovellanos. Tras realizar sus estudios en Puentedeume y en el Instituto Jovellanos de Gijón, emprende, como tantos otros asturianos, la aventura de las Américas. Emigra a Cuba, a la hermosa ciudad de La Habana, de la cual regresa en 1840 tras haber logrado reunir un generoso capital. Es entonces cuando decide establecerse en nuestra villa para dedicarse a actividades comerciales e industriales. Es el comienzo de una labor de vital importancia para el desarrollo económico gijonés decimonónico. D, Mariano funda, junto a varios asociados, la Fábrica de Vidrios, al tiempo que participa en la creación de la de Aglomerados, en La Braña, y de la Fábrica de loza «La Asturiana», emplazada en el barrio de El Natahoyo, entre otras. Sus actividades iban a ser favorablemente reconocidas: recibía el empresario el emblemático galardón de la Cruz de Isabel la Católica y figuraría además en la galería de asturianos ilustres de la Universidad de Oviedo. Nombrado Hijo Predilecto de Gozón, en el año 1914, era erigida una estatua con su efigie en los jardines contiguos a la iglesia parroquial de Luanco. En Gijón, mientras, el Ayuntamiento daba su nombre a una de sus calles.

Tras la personalidad emprendedora de Mariano S. Pola, se esconde una especial sensibilidad hacia los problemas sociales que atravesaba la región asturiana de la época, particularmente en lo que atañe a las condiciones de vida del proletariado y a la educación. Ello explica su actitud ante la vida y sus actividades. Entre éstas, la fundación en Luanco de una Escuela de Náutica y del Instituto del Santo Cristo.

En el aspecto laboral, la Fábrica de Loza, establecida por D. Mariano, en el año 1876, junto a José Rosal, constituía casi un modelo para la colectividad industrial local *. Era una fábrica de loza feldespática, al estilo inglés, creada con un capital de dos millones de pesetas. Montada por personal especializado expresamente llegado de Inglaterra, contaba con los más avanzados sistemas de producción, modelado y decoración. A ello venía a añadirse un elemento importante: la existencia de viviendas para obreros, rematadas, que popularmente eran conocidas con el nombre de «El Palacio». Los empleados de oficina, cosa insólita en aquellos tiempos, gozaban de la denominada «semana inglesa», que incluía el descanso en las tardes de los sábados y un horario semanal de cuarenta y cuatro horas. Una verdadera revolución. Paralelamente, el número de mujeres trabajadoras con que la fábrica contaba era notablemente superior al de varones, contando la industria a los pocos meses de su puesta en marcha con cuatrocientos operarios.

Este escueto retrato de D. Mariano nos da idea del ánimo que se esconde tras la iniciativa de construcción, en aquella incipiente urbe industrial de Gijón, de un asilo para niños pobres que llevaría su nombre: el Asilo Pola. Fue, de tal forma, la voluntad testamentaria de Mariano Suárez Pola el punto de arranque del asilo, orientada en un claro sentido filantrópico y paternalista tal como dejan testimonio sus propias palabras recogidas en la cláusula de su testamento, firmado en el mes de noviembre de 1899 3. E! capital que el Sr. Pola disponía en su postrera voluntad para la creación del asilo habría de ser posteriormente administrado por una Junta de Patronato expresamente creada para estos fines en el mes de marzo del año 1900, estando integrada por el alcalde de la ciudad, el Sindico del Concejo, el Juez Municipal, el Párroco de la villa y su mayor contribuyente. La institución se sostendría gracias a los réditos del capital dispuesto a tal efecto por su fundador, a los que se unían las donaciones del Ayuntamiento, la Diócesis y la caridad particular.

 La actitud paternalista de Mariano Pola era un rasgo harto frecuente en el contexto de la burguesía española de esta época. Desde las décadas finales del siglo xix, las clases burguesas, como otro tipo de instituciones civiles, sustituían en el ejercicio de la caridad al papel que hasta entonces había cumplido la Iglesia. Era algo derivado no sólo de su espíritu benéfico, sino que además se concebía como mecanismo para mostrar el papel hegemónico de las clases medias en la sociedad. Asilos, hospicios. Casas de Misericordia o Caridad, refugios, etc., quedaban, en última instancia, bajo el control del poder civil a través de las Juntas de Beneficiencia.

En el espíritu de la fundación del Sr. Pola se encontraba un deseo de contribuir al engrandecimiento de la villa de Jovellanos; un deseo de que la cultura y la higiene social corrieran parejas al florecimiento material de la urbe. La ciudad venía experimentando un paulatino progreso en los últimos tiempos y particularmente a partir del denominado Desastre del 98 y la consiguiente repatriación de capitales americanos. Esta aportación económica vino a fomentar la industria, la banca y el comercio locales —ya en  a Exposición Regional de 1899 se tuvo una buena prueba de ello—. Lo que desde los sectores más avanzados de la sociedad gijonesa se reclamaba era un intento de igualar ese desarrollo material de la ciudad a un progreso moral e intelectual. 

El Asilo Pola habría de cumplir una función de tutela sobre niños de ambos sexos y menores de siete años a lo largo de las horas en las que discurría la jornada laboral de sus padres. Consistía en una especie de necesidad pública en el contexto que atravesaba la sociedad gijonesa en la época del cambio de siglo y subsanaba el problema de los hijos de los trabajadores de la villa que, ante la carencia de atenciones, corrían el riesgo de verse abocados al vagabundeo y la mendicidad, atravesando toda suerte de necesidades y miserias. Tanto en nuestra ciudad como en el resto de las poblaciones españolas de los primeros años del presente siglo, se daban numerosos casos de explotación del menor, muchas veces incentivados por sus propios progenitores que les lanzaban a la calle a implorar una mal entendida caridad. Con frecuencia, los niños se juntaban con otros de mayor edad que les inducían a comportamientos delictivos de menor importancia —robos y otros escarceos—, creando el germen de futuros delincuentes. 

En definitiva, antes que como una escuela elemental, el Asilo se concebía con el sentido de entretener a los niños, custodiarlos y guiar sus primeros pasos en la educación para la vida'". Los menores recibían en el centro de manos de las Hermanas de la Caridad una instrucción muy sumaria, reducida a algunos rudimentos sobre lectura, escritura y álgebra, a las que se unían nociones sobre Historia, Geografía, Ciencias Naturales y doctrina cristiana."

Dentro del apartado anterior, Tielve García dedica especial atención al edificio y su obra, así como al arquitecto Bellido: 
"El proyecto de construcción del Asilo Pola se debe al arquitecto Luis Bellido y data del 25 de julio del año 1901, aunque su edificación se producirá tras una serie de reformas sobre el proyecto inicial debidas al arquitecto Miguel García de la Cruz. Ocupa un solar que en su momento se encontraba emplazado entre el Velódromo, la Carretera de Oviedo y la de la Costa y que se situaba ante el Fielato del Infante: la zona conocida con el nombre de Puerta de la Villa. Esta zona de la Puerta de la Villa es un nombre derivado de la Puerta o Arco del Infante, el cual fue mandado colocar por Jovellanos en la actual Plaza del Seis de Agosto con el fin de  solemnizar la inauguración de la Carretera de Castilla, más tarde llamada Carretera de Oviedo. Eran terrenos que atravesaban las primitivas murallas y fosos que constituían las defensas de Gijón, las cuales, partiendo de la Playa de San Lorenzo, desembocaban en la desaparecida Playa de Pando —Fomento—, tras cruzar la zona del Humedal. 

Como más arriba se ha señalado, Luis Bellido González (1869-1955) fue el autor del proyecto original del Asilo Pola. Titulado en 1894 por la Escuela de Arquitectura de Madrid, desarrolló una intensa actividad constructiva en Asturias en los primeros pasos de su carrera y que precedieron a su instalación definitiva en Madrid en el año 1905, donde era nombrado arquitecto-jefe de propiedades de la villa. Sus labores en la región asturiana fueron muy importantes en el ámbito diocesano, proyectando entre 1896 y 1904 la casi totalidad de los edificios religiosos que se levantaron en la diócesis, desde templos rurales hasta grandes empresas como el edificio del Seminario conciliar, la iglesia de San Juan el Real, ambos en Oviedo, o la gijonesa parroquia de San Lorenzo. A ésta labor se sumaría su actividad en el terreno de la arquitectura civil, desde que en 1899 es nombrado Arquitecto Municipal de Gijón, cargo que simultaneaba con el ejercicio libre de la profesión para capitales privados. Era Bellido un arquitecto culto, de amplia formación, versado en las fuentes arquitectónicas del momento, tal como puede observarse en el diseño para nuestro Asilo. De tal modo, sirvió como un auténtico puente para la introducción del Modernismo en la región astur, favoreciendo la importación y difusión de modelos y formas cosmopolitas procedentes del exterior —París, Viena, Madrid, Barcelona—. 

Por su parte, Miguel García de la Cruz y Laviada (1874-1935), encargado de reformar el diseño original de Bellido y encargado de la dirección de las obras de construcción del edificio, es un arquitecto de origen gijonés y graduado en la Escuela Superior de Arquitectura de Barcelona ^^. En 1904, era nombrado arquitecto municipal de Gijón, sustituyendo a Bellido, comenzando a realizar un gran número de obras en la ciudad: pescadería municipal, Casa de Paquet, Escuela Superior de Trabajo, Casa de la familia Suárez Infiesta, la Cárcel y las llamadas «Casas Baratas» del Coto de San Nicolás. Es un autor preferentemente preocupado por el modernismo catalán de influencia historicista o neogótica, a lo que une las influencias recibidas de las corrientes formales de la Secessión vienesa. De tal modo, en sus construcciones, destaca ei cuidado puesto en los diseños, encaminados hacia una «integración de las artes». 

La disposición del Asilo procuraba acomodarse a lo que en su momento se tenía por recomendable para instituciones de su clase. Dado que las monjas que atendían a los párvulos vivían en el interior del complejo, esta duplicidad de funciones iba a ser determinante en lo que comporta a la disposición de sus formas. Uno de los elementos que más se cuidan en la organización del espacio es el que comporta a la separación y clasificación de sus moradores. Éstas se llevaban a cabo por edades, a fin de no someter a los niños que comienzan a la práctica de ejercicios para los que no se encuentran preparados o, por el contrario, obligar a los más adelantados a retroceder e insistir sobre temas ya conocidos. De ahí que, estando comprendida la franja de edad de los niños acogidos entre el año y medio y los siete, fuese aplicada un división en dos grupos. 

El Asilo se configuraba como un volumen exento y de pequeñas dimensiones que, por sus estructura, rememora el aspecto de uno de los muchos palacetes de estilo ecléctico que proliferaban en la Asturias de aquellos años. Constaba el edificio de un Pabellón de ingreso, en cuya planta baja se encuentran dispuestos el vestíbulo, la dirección, el comedor y las cocinas, así como cuartos para el aseo. En la planta principal se organizan las habitaciones de las Hermanas encargadas del centro, además de un oratorio y una pequeña enfermería. Este Pabellón conduce a un gran salón de recreo cubierto, en donde se desplegaban las actividades de ocio en los días en que el mal tiempo no permitía salir a los niños al patio. Disponía al mismo tiempo el Asilo de dos aulas para el estudio, con una capacidad para alojar respectivamente entre cincuenta y sesenta niños. El menaje de las aulas era muy simple. Estaba compuesto por carteles con grandes letras para que los pequeños aprendieran a conocer el Alfabeto. A éstos se sumaban cuadros de Historia Natural, mapas y pizarras para la escritura. modestos bancos y pupitres permitían a los niños permanecer sentados durante las horas de estudio. 

El edificio respondía en disposición a los criterios de la arquitectura académica y ecléctica.  Tanto por la estructuración de la planta como en el alzado se pone de manifiesto la búsqueda de un ideal de armonía, de simetría y de proporción que recurre a criterios tan clásicos como el de la proporción áurea. Está compuesto por un bloque central, dispuesto en dos pisos en altura y separados por una línea de imposta, el cual aparece rematado por un gran alero y una decoración a base de canecillos. Flanqueando este volumen central se encuentran, a ambos lados, otros dos menores, dispuestos a una sola altura y más simples en su configuración. Se da en todo el conjunto gran importancia a la fachiada, habida cuenta del carácter eminentemente representativo que ésta adquiere. De tal modo, son sus principales protagonistas un frontón semicircular y una ventana trífora que aparece rematada por arcos de medio punto, los cuales se disponen en el eje central de la composición. A sus lados aparecen el resto de los vanos siguiendo un modelo compositivo que se repite rítmicamente por duplicado y triplicado. El diseño se cuida con extremo detalle y se ornamenta con los diversos elementos propios del repertorio académico e historicista, como los órdenes clásicos, la aplicación de pilastras, ménsulas, etc., los cuales se disponen subrayando las partes fundamentales de la composición, esto es, remate, cuerpo y base. Al propio tiempo, ventanas y rejas se hallan decorados en su parte superior por medio de esquemas ornamentales propios de la arquitectura modernista y en especial derivados de la Secessión Vienesa."

El tercero y último capítulo es La vida en torno a un asilo, en el que describe cómo era este lugar antaño, a las puertas del extrarradio, La Puerta la Villa, donde aún no hacía mucho habían desaparecido foso y murallas:
"Un Asilo localizado en la Puerta de la Villa. Son ya pocos los gijoneses que pueden recordar la fisonomía que entonces poseía este enclave tan característico de nuestra ciudad. Su nombre provenía de la circunstancia de que solamente por el Arco del Infante allí emplazado se podía entrar y salir de Gijón cuando estaba amurallado, tal como lo estuvieron la práctica totalidad de las ciudades españolas hasta bien entrado el siglo xix e incluso el XX ''. A finales de la pasada centuria, las ruinas de estas murallas gijonesas aún se levantaban sobre los terrenos que pronto ocuparían la Cocina Económica y la Casa del Pueblo, convirtiéndose en el escenario de correrías infantiles. Su protagonista, el Arco del Infante, coronado por la arrogante efigie del rey Pelayo, presentaba en su parte baja un pequeño puesto de frutas, la popular «Camera», al cual acudía a surtirse toda la barriada, particularmente de castañas cocidas y asadas que gozaban de gran aprecio entre los paisanos.

Era ésta una zona de gran tránsito, poblada de bancos de piedra donde, a diario, esperaban oír la campanada para entrar al trabajo los obreros de la Fábrica de vidrios y de la Fundición, empresas que ocupaban los terrenos donde se levanta actualmente el Mercado del Sur. Servían los mismos bancos también de mesas a los trabajadores que residían en la aldea, ya que en ellos realizaban sus comidas entre las doce y la una del mediodía. Se instalaban en sus proximidades algunos comerciantes que ofrecían productos del campo, especialmente sábanas de hojas de maíz y alcacer que venían en cargas traídas a hombros del de las más apartadas aldeas del concejo. Casetas de madera dedicadas a «ferrar» zuecos y madreñas se sumaban al pintoresco conjunto. Destacaba entre éstas las del zapatero remendón Peluca, individuo que era para los rapaces traviesos el tipo que nunca falta en los pueblos. Dado que los presupuestos municipales de entonces no permitían el actual servicio de empleados públicos, el Ayuntamiento encomendaba a Peluca la vigilancia del abrevadero y de la «fuente vieja», que se emplazaban en las cercanías.

 En los años que acompañan al cambio de siglo, la población trabajadora gijonesa, como la que acudía día a día a los alrededores de nuestro Asilo, llegaba al umbral de una sexta parte de la densidad demográfica local. En cierto sentido, esta masa obrera iba por delante de las de otras muchas ciudades y por eso cobró tanta importancia cuando se iniciaron las luchas sociales en los primeros años del siglo. Obreros siderúrgicos, empleados del ferrocarril y de la fábrica de vidrios, constituían colectivos singulares en medio de este fenómeno. Puesto que predominaban entre los sectores industriales de la villa los vinculados a la producción siderúrgica y minera, éstos resultaban decisivos para el desarrollo del puerto de El Musel que estaba llegando a pleno rendimiento. A estos sectores emblemáticos se sumaba todo un abanico de posibilidades que abarcaba la producción alimentaria, la de loza y cerámica, la de vidrio fino, la del algodón y la de otras muchas manufacturas próximas a la artesanía, que desempeñarían un papel fundamental en el desarrollo material de la urbe.

El número de obreros crecería de este modo de manera espectacular a lo largo de las primeras décadas de nuestra centuria, hasta convertirse en un elemento de gran empuje social. Tenían una cierta seguridad en sus sálanos puesto que Gijón, durante las primeras décadas de la industrialización, escapaba en buen grado a los problemas de inestabilidad en el empleo que afectaban a otras zonas. Los sueldos oscilaban, en torno al año 1900, entre las dos y las 3,75 pesetas diarias. Es difícil precisar hasta que punto este dinero permitía el desahogo de una familia normal, sobre todo si tenemos en cuenta que de manera paulatina se producía un incremento en el precio de los productos alimenticios, de las subsistencias, mermando en consecuencia el poder adquisitivo.

Sobre el papel, el trabajador industrial parecía gozar de sustanciales ventajas con respecto a los primeros obreros en el proceso de industrialización: en la minería y en la siderurgia se había establecido ya la jornada de ocho horas y la vacación en domingos y festivos. Sin embargo, en la práctica, la situación no parecía ser tan halagüeña. Las empresas, en la búsqueda del máximo beneficio y jugando con un factor permanente a su favor, el de la mayor demanda de trabajo que puestos a ofertar, podían regatear las condiciones: ofrecer alojamientos a sus empleados en deficientes tugurios, abonar una parte del sueldo en valores para ser gastados obligatoriamente en almacenes de la propia empresa, disminuir los salarios alegando que los rendimientos eran insuficientes, etc. Además, el sistema de las horas extraordinarias, que servían para compensar la escasez de los jornales, hacía que en la práctica la jornada de ocho horas no se guardase; «voluntariamente» el trabajador debía emplear tres o cuatro horas más para alcanzar la remuneración suficiente como para permitir sostener su parentela.  

De cualquier modo, probablemente la amenaza principal para aquellos trabajadores estaba, no tanto en la obtención del sustento diario, como en el temor constante a la enfermedad, el accidente laboral, la vejez o la muerte prematura. Intelectuales de la época, como Eleuterio Quintanilla, nos dan idea de la problemática fundamental de los obreros: su escasa formación cultural les hacía proclives a la bebida y a toda suerte de vicios, incapacitándoles para el ahorro e induciéndoles al mal trato moral y hasta físico a sus familias y especialmente de los miembros más desvalidos, esos niños que acudían a los asilos.

En el levantado por Mariano Pola, los menores llegaban al centro a primeras horas de la mañana, siendo recibidos por las Madres de la Caridad y pasando a continuación al aula que por su edad les correspondía. Las clases se desarrollaban entre la parte teórica, práctica y lúdica, y sin faltar el canto, con lo cual se consideraba que el ejercicio físico iba unido al mental y formativo. Aún en los recreos, por medio de los juegos dirigidos y una continuada observación sobre tendencias e inclinaciones, se iba inculcando en el párvulo los hábitos de disciplina, dominio y corrección de su conducta, preparándole para una mejor convivencia y educación social.

Al mediodía, les era servida la comida en el refectorio por parte de las Hermanas las cuales se hacían cargo así mismo de atender a los niños y de enseñarles a comer. Eran muchos los sectores sociales que consideraban altamente pedagógico el disponer de un comedor con servicio propio en este tipo de centros, antes que la práctica de llevar cada niño su comida desde su casa. De este modo, aquel que no pudiera traer tan buenos alimentos como el resto de sus compañeros, no se sentiría humillado y se eliminarían posibles envidias y disputas.

Tras el refrigerio, los pequeños acudían a la sala de juegos contigua, no sin antes haber pasado por los servicios higiénicos. Si el tiempo lo permitía, salían al patio exterior para jugar al aire libre. A partir de las tres de la tarde, regresan al aula para durante dos horas más proseguir las tareas de instrucción y, tras la merienda, una nueva fase de recreo precede a la salida de los niños del centro, una vez que sus padres acudían a recogerles al finalizar sus trabajos.

 En el aspecto educativo, los castigos aflictivos eran un método de disciplina que algunos maestros acostumbraban a aplicar, considerándolo como el más eficaz. La máxima de «la letra con la sangre entra», considerada por juristas como Concepción Arenal como cruel y estúpida, estaba por desgracia muy difundida entre las prácticas de enseñanza de la época e incluso era recomendada en ciertos tratados de Pedagogía. Sus defensores consideraban que el castigo servía de ejemplo, de escarmiento y de corrección para los demás niños: «el que a uno castiga, a cien hostiga». A los castigos corporales se sumaban los denominados castigos «de honor», tales como el sistema de los capuchones con orejas de burro, los carteles infamantes pendiendo del cuello de los niños, los «cuadros negros» para los malos alumnos, las tablas de perezosos, etc. Unos cuantos «vales», «billetes de satisfacción» y «cartas de mérito» podían ofrecer al pequeño la exención de su pena, siendo obtenidos cuando éste daba muestras de corregir su comportamiento. 

En definitiva, eran estas las circunstancias que rodeaban la vida de un niño pobre en cualquiera de las ciudades españolas de la época del cambio de siglo, sirviendo este caso gijonés tan sólo como ejemplo ilustrativo de la situación general de su tiempo."

De frente a nosotros, más atrás del ambulatorio, asoma una de las grandes moles de pisos del desarrollismo gijonés, con 17 plantas y construido en 1969


Desde aquí podríamos ir ya a la izquierda, hacia el estanque, y regresar a la Avenida de la Costa, retomando el Camino señalizado con las conchas doradas


Pero antes podríamos tal vez conocer, y comprar o tomar algo en la Plaza o Mercado del Sur, edificio de época bellamente restaurado, del que antes repasábamos su historia. A su derecha está la calle José las Clotas, dedicada el 21 de marzo de 1922 a quien fuera fundador de la sociedad constructora constituida para hacer esta plaza, quien era además "comerciante importador de granos, harinas y cacao". Ahí está la terraza del Grupo Al Peso, una de las tiendas radicadas en este mercado, "un espacio donde puedes comprar embutidos y quesos de la mejor calidad donde se cobra al peso a precio de tienda; además ofrecemos desde desayunos (con nuestras famosas tostas de paleta Ibérica o pinchos)", nos dicen


Esta calle formaba parte de la primigenia Carretera de Castilla, que empezaba justo aquí y, durante un tiempo, se la llamó "de la Plaza del Seis de Agosto hacia las Afueras". El 9 de junio de 1939 pasó a ser denominada del General Aranda, sublevado en Oviedo/Uviéu al comienzo de la Guerra Civil, siendo restituida a José de las Clotas el 20-4-1987. El general sería recibido con este bando de la alcaldía en su visita a la ciudad del 21 de septiembre de 1940: 
«El General representa en estos momentos al Generalísimo. Por él trabajadores gijoneses os habéis redimido y entráis en la España inmortal ¡Todo Gijón a recibir al General Aranda! en pie, con el brazo en alto, para patentizar esa alegría y ese entusiasmo que hoy se encrespa con oleadas de gloria para incorporarnos al gran concierto de la España inmortal ¡Trabajadores gijoneses! ¡A recibir al hombre que os redimió!» 

La Plaza del Seis de Agosto está al fondo, al otro lado del Mercado del Sur, destacando desde aquí sobre todo el edificio de Correos, construido en 1928 con proyecto de los arquitectos Joaquín Otamendi y Luis Lozano Losilla en el estilo regionalista tan propio de la época: tiene gran torre hexagonal esquinada, frontón triangular neorrenacentista con escudo de armas sobre la puerta y grandes salientes en el tejado. Leemos en el blog Arquitectura de Gijón:
"En el proyecto de este edificio para la sede de correos participó el arquitecto Otamendi, realizando una obra con su habitual lenguaje cargado de simbolismos, inspirados en las arquitecturas nacionales.
Sus fachadas combinan grandes ventanales, propios de la arquitectura de edificios comerciales coetáneos, con elementos decorativos regionalistas, resultando en su conjunto un edificio interesante por su calidad constructiva y singularidad histórica, pero con importantes problemas de composición. 
De igual manera en su interior la indudable calidad espacial y constructiva de su sala de operaciones presenta deficiencias en el diseño de sus detalles."

La Plaza del Seis de Agosto recibe este nombre por ser la fecha (6-8-1811), pocos meses antes de su muerte) en la que el prócer gijonés Gaspar Melchor de Jovellanos regresaba a su ciudad natal tras diez años de ausencia, siete de ellos prisionero en el mallorquín Castillo de Bellver


No obstante, y tal y como nos dice Luis Miguel Piñera en su libro sobre el callejero gijonés, el acuerdo de darle este nombre, del 17-8-1891, se basaba realmente en el día de la inauguración de la estatua del ilustrado, que aquí vemos de espaldas, obra del escultor catalán Manuel Fuxá Leal, inaugurada el seis de agosto de dicho año 1891, tras de la que, a los once días, el Ayuntamiento aprobó este nombre  


La estatua, tallada en bronce en el Taller Masriera (Vidal y Compañía) de Barcelona, se hizo tras haber ganado Fuxá el concurso convocado a tal efecto por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Las tres toneladas de metal para hacerla fueron donadas también por el Estado. Además, el mismo año, se erigía el Monumento a Pelayo en La Plaza del Marqués, auspiciada muchos años antes por el mismo Jovellanos. Marco Menéndez escribiría un interesante artículo sobre ello en El Comercio del 6-8-2016:
"A finales del siglo XIX Gijón mantenía una deuda con dos de los protagonistas más ilustres de su historia y la ciudadanía lo sabía. La villa debía un merecido reconocimiento al Rey Pelayo, fundador de la monarquía asturiana y considerado rey de Gijón -por ello figura en el escudo de la ciudad- y al ilustrado Gaspar Melchor de Jovellanos, para quien la propia Reina Isabel II había autorizado un homenaje décadas atrás sin que los responsables municipales hubieran decidido cómo llevarlo a cabo. Pero el entonces alcalde Faustino Alvargonzález decidió tomar medidas y de él partió la iniciativa de levantar sendas estatuas monumentales en honor y recuerdo del rey y el ilustrado. 
Ambas imágenes se erigieron con un día de diferencia. La primera fue la de Pelayo, el 5 de agosto de 1891. Su creación ya había sido solicitada por el propio Jovellanos, pero hubo de esperar bastante tiempo para que la plaza del Marqués de San Esteban se viera coronada con una imagen de bronce del infante, con la mano derecha levantada y portando una cruz. La escultura está inspirada en un cuadro de Madrazo. El bronce necesario para su elaboración fue donado por el Gobierno español y el encargado de realizarla fue José María López, si bien la pieza fue fundida por el maestro fundidor Carlos García Nosti en la Fábrica de Moreda y Gijón. En el pedestal se colocaron cuatro inscripciones alegóricas -una redactada por Jovellanos y el resto, por el catedrático Manuel Rodríguez Losada- y el conjunto se completó con cuatro cabezas de león con concha de las que manaba agua. La inauguración se realizó con la mayor pompa, pues a una misa le siguieron el sonar de las bandas de música y el disparo de cañones desde las baterías de la plaza y el acorazado 'Pelayo', fondeado en la bahía. 
Al día siguiente le tocó el turno a la estatua de Jovellanos, en la plaza del Infante y que ese mismo día fue rebautizada como del Seis de Agosto, como recordatorio de la fecha de su vuelta del destierro de diez años en Mallorca. En esta ocasión, la Academia de Bellas Artes de San Fernando convocó un concurso y fue el escultor Manuel Fuxá y Leal el encargado de la ejecución. Para ello, precisó de tres toneladas de bronce -también donadas por el Gobierno-, que fueron fundidas en el taller barcelonés de Vidal y Compañía, también conocido como Talleres Masriera. 
Muchísimos gijoneses asistieron a la inauguración. A los pies de la imagen se postraron hasta 26 coronas de flores; una de ellas enviada por la Reina María Cristina. Tampoco faltaron dos criados de librea custodiando el pedestal, la Marcha Real Española, desfile militar y procesión hasta la casa natal de Jovellanos. 
Gijón saldó así, hace 125 años, la deuda que mantenía con dos de los personajes de la historia de la villa que más tuvieron que ver con que Gijón sea lo que hoy es. El primero, el Rey Pelayo, desde sus batallas contra el ejército moro encabezado por Munuza, y el segundo, trayendo a España las corrientes librepensadoras procedentes de Francia y colaborando con la industrialización y la educación de Gijón y el resto de Asturias."

La estatua está sobre un pedestal rectangular de mármol blanco en la que podemos leer, en la parte posterior:
MONUMENTO
INAUGURADO
EL DÍA VI DE AGOSTO
DE MDCCCXCI

La estatua mira hacia la calle Corrida, la antigua calle Ancha de la Cruz que venía a ser la calle mayor del viejo Gijón/Xixón que se extendía paulatinamente al sur y, a cuyo comienzo, se colocó la Puerta la Villa, Arco de la Villa o Arco del Infante, que se emplazó aquí en septiembre de 1782, auspiciado por el mismo Jovellanos al demolerse el que había en el desaparecido Arenal de la Trinidad, hoy Jardines de la Reina, en el antiguo muelle local, actual puerto deportivo. Esta es la razón por la que a este lugar de le llamó Plazuela de la Puerta la Villa

Colección Padre Patac

La Puerta la Villa era también llamada Arco de Pelayo porque su figura coronaba la puerta, nos cuenta Luis Miguel Piñera, quien no obstante no advierte de la confusión existente con otra Puerta de la Villa existente antaño en el Paseo de Begoña
" esta cuestión del arco de la Puerta la Villa (de las dos Puertas de la Villa) no ha sido estudiada en profundidad y muestra alguna incógnita. Por ejemplo, aparece en el Plano de Coello (1861) una llamada Puerta del Infante en la fortificación en la actual avenida de la Costa, más o menos a la altura de la zona de Begoña y, naturalmente, distinta al arco del Infante pero que, en algunas ocasiones, historiadores locales confundieron. En (...) la calle Trinidad exponemos algunas dudas respecto al lugar exacto de ubicación de la antigua Puerta en el arenal de la Trinidad."
Arco del Infante y calle Corrida, foto de 1856 de Alfredo Truán Luard
 
En 1886 la Puerta la Villa fue derribada, como la anterior, recalcamos, por temas urbanísticos, "concretamente, el derribo comenzó a las 10 de la mañana del 11 de noviembre" dice Piñera, a consecuencia, como ocurrió con el anterior, del crecimiento urbano y de que por aquel de entonces no existía la misma sensibilidad a los temas relacionados con el patrimonio. De su traslado e historia recomendamos el buen artículo, con textos, fotos y abundante hemeroteca que hallaréis en Gijón en el Recuerdo:
"Esta constituye la primera gran obra de estas características y una de las mayores vinculables a este apartado. El expediente en el que se recoge el trámite de su demolición en 1886 es prolijo en información, por lo que puede reseñarse con bastante fiabilidad su historia. Toda o gran parte de esta construcción, probablemente levantada a comienzos del siglo XVIII, se ubicaba en un punto aproximado a la confluencia de las calles Corrida y Trinidad; localización que el crecimiento de la villa y el aumento de actividad en la zona harán un elemento molesto.
Siguiendo el criterio de Jovellanos, y de manera acorde con su Plan de Mejoras, en la sesión del Pleno del 13 de septiembre de 1782 se acuerda el traslado del arco al otro extremo de la calle Corrida, colocándose la primera piedra el día 15 del mismo mes y año. 
El arco responde a un modelo típico de simbólica puerta monumental de la población, contando con un amplio vano central flanqueado por otros dos de menor formato, limitados por apilastrados, y remate con cornisamiento junto a una gran cartela cubierta con frontón semicircular. 
Situada esta estructura transversalmente con respecto al eje de la calle Corrida, y aproximadamente en el centro de la plaza de salida hacia la carretera de Castilla, esta puerta monumental identificó durante más de un siglo la entrada de la ciudad siendo, además, la zona bautizada como plazuela del Infante –en relación con la inscripción alusiva a Pelayo emplazada en su frente- o Puerta de la Villa; adoptando su entorno una forma de plaza cuadrangular que fue completada con un murete de cantería circular en su parte central y enriquecido con la plantación de arbolado.

En la primavera de 1950 la comisión de Cultura propone al Ayuntamiento la reconstrucción del antiguo arco de la Puerta de la Villa, derribado en 1886, en la Plaza delSeis de Agosto (Plaza del Infante). La Comisión Municipal Permanente estima que el lugar más propicio para erigir el monumento era la unión de la Avda de Fernández Ladreda cona Ronda Camiones, en Pumarín. El arquitecto municipal idea un gran arco conmemorativo de inspiración romana, rematado en una cornisa con modillones y con un cuerpo superpuesto, en el que a modo de friso, se esculpirían hechos que se consideren interesantes para su transmisión para la posteridad. El arco se reviste con piedra caliza, construyendo el interior y los cimientos de hormigón en masa . El proyecto de nueva Puerta de la Villa, presupuestada en 1.461.456 pesetas, no pasaría del papel."

Como resultado de aquella demolición quedó aquí un solar, en lo que también se conoció como Plazuela del Infante, Glorieta del Infante y Luneta del Infante y Plazuela de Pelayo, donde el Ayuntamiento decidiría erigir este monumento a Jovellanos


A este lado del pedestal hay dos placas conmemorativas de dos homenajes posteriores a la inauguración del monumento, dicen así:
La Sociedad Jovellanos de los alumnos del centro asturiano de La Habana, dedica este sencillo recuerdo al insigne mentor D. Gaspar Melchor de Jovellanos, cuyo glorioso nombre le cobija. Agosto 1925

... 

El Ayuntamiento de Gijón y la Comisión Conmemorativa a Jovellanos en el 250 aniversario de su nacimiento y bicentenario de la creación del Instituto Asturiano de Náutica y Mineralogía. 6 de agosto de 1994

El ilustrado aparece con su hábito de la Orden de Alcántara, de la que era caballero, persona fundamental del Siglo de las Luces y de la Ilustración, decisivo para su ciudad natal pero también para Asturias y España, reconocido economista, jurista e político e insigne escritor, llegando a ocupar sillón en la Real Academia Española, tal y como podemos saber de la página de la propia institución:
"A los 39 años —tres años después de su llegada a Madrid desde Gijón, su ciudad natal—, Jovellanos ocupaba la silla V de la RAE. Admirado por su inteligencia, el académico Campomanes invitó al recién llegado a participar en su tertulia madrileña, donde destacó de inmediato por sus conocimientos de economía y por sus saberes, ya por entonces enciclopédicos. 
Jurista, economista, político e ilustre escritor, Jovellanos fue una de las personalidades más destacadas de la Ilustración en España, y su obra —de carácter social, político y económico— constituyó «un extraordinario desfile de la España que vivió (personas, paisajes, hábitos, supersticiones, artesanías, etc.)» (Alonso Zamora, Real Academia Española1999). 
Nombrado ministro de Gracia y Justicia en 1797, Jovellanos fue destituido de su cargo un año después, por desavenencias con Godoy. La madrugada del 13 de marzo de 1801 fue arrestado en su casa de Gijón y encarcelado durante siete años en el castillo de Bellver (Mallorca), hasta el 22 de marzo de 1808, tras la abdicación de Carlos IV en su hijo Fernando VII en el motín de Aranjuez. Murió dos años después huyendo de las tropas francesas, en 1811; una borrasca le obligó a pasar sus últimos meses de vida en Puerto de Vega (Asturias), donde falleció de pulmonía. 
Entre las obras y publicaciones de Jovellanos, destacan la comedia El delincuente honrado (1773), el Elogio de las bellas artes (discurso pronunciado en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en 1781) o el conocido como Informe sobre la Ley Agraria (1787)."

El monumento se halla además sobre una estructura circular en forma de escalera con cinco peldaños y explanada a manera de rellano. Durante mucho tiempo la estatua permanecía aislada en medio de un cruce de intenso tráfico hasta la remodelación que, dejándola parcialmente peatonalizada, devolvió el lugar al paseo de la ciudadanía. Adjuntamos parte del artículo de Wikipedia a ella dedicada:
"En 1929 el arquitecto municipal Miguel García de la Cruz reforma la plaza, incluyendo ampliar y definir los límites de la plaza así común nuevo pedestal para la escultura. El pedestal consistía en una luneta elíptica ajardinada. Sin embargo, la plaza no sería ampliada hasta 1936 por el gobierno de Avelino González Mallada, caracterizado por las demoliciones repentinas.
En marzo de 1966 el Ayuntamiento decide urbanizar la plaza. El arquitecto municipal Enrique Álvarez Sala se encarga del nuevo diseño, ganando algo de espacio peatonal al incluir una fuente enfrente del monumento a Jovellanos. Dicha fuente es diseñada por el ingeniero catalán Carles Buïgas, que era experto en dichas obras como demuestra la Fuente Mágica de Montjuic (1929). La fuente, cuyo signo de identidad era una innovadora iluminación y chorros de agua, fue inaugurada junto a la plaza el 21 de octubre de 1967. 
En 1984 se peatonaliza la totalidad de la calle Corrida. En 1987 se plantea la construcción de un parking subterráneo, lo que significaría la demolición de la fuente y de la plaza en general. Fue el primer parking público subterráneo de la ciudad. La plaza se inaugura a principios de 1992 tras un coste de 500 millones de pesetas. 
Aunque la plaza fuera afectada considerablemente por la arquitectura desarrollista de los 1960 y los 1970, sigue conservando algunos edificios de interés"

Detrás del Monumento a Jovellanos se conserva uno de los edificios notables de esta plaza tan afectada, como prácticamente toda la ciudad, por el desarrollismo arquitectónico y urbanístico: es del año 1935,  proyecto del arquitecto Manuel del Busto y de estilo racionalista. A la derecha de su esquina en chaflán empieza la calle Pelayo, que se cruza, a la izquierda, con la calle Navia, antes conocida como Travesía del Seis de Agosto, Travesía del Infante y Travesía de Pelayo, todos nombre relacionados con La Puerta la Villa y sus nombres, aspecto con el que nos deleita el filólogo Ramón d'Andrés con su Diccionario toponímico del concejo de Gijón:
"Designa un lugar que en otros tiempos era la entrada de la ciudad desde Oviedo. Se prescinde de la preposición de (en origen sería La Puerta de la Villa), hecho muy corriente en el asturiano cuando está precedida de vocal: un vasu lleche, la casa Xuan, etc. Este topónimo se escribe en palabras separadas, porque cada una de ellas tiene su acento propio, en las sílabas «puer» y «vi». (...)

 ... primeramente se llamó «Plazuela de la Puerta la Villa» a la actual «Plaza del Seis de Agosto». El nombre se debía al arco que allí se construyó en septiembre de 1782 –sucesor de otra puerta más antigua que estaba en la Plaza del Marqués– a propuesta de Jovellanos, donde confluían las carreteras de Oviedo, Castilla y Carbonera a la entrada de la villa. Se denominaba también «Puerta la Villa», «Arco de Pelayo», «Arco del Infante Don Pelayo», «Puerta del Infante» o «Arco del Infante» (así se conocía también al fundador del Reino de Asturias), por la figura del rey que se halla en la parte más alta de la construcción. Aquella Puerta la Villa, transversal al eje de la actual calle Corrida, estaba formada por un arco central para el paso de carruajes, y dos laterales  de menor luz, para el paso de personas; el diseño era similar al de otras puertas neoclásicas que mandó construir Carlos III en Madrid. Adornada con árboles, especialmente sauces llorones, La Puerta la Villa era una de las imágenes más emblemáticas de Gijón. Se inauguró cuando comenzaron las obras del Camino Real de Castilla, proyectado por Jovellanos. Se derribó en 1886 a causa de un fallo en los cimientos, con la fuerte oposición de Julio Somoza, cronista oficial de Gijón y de Asturias. En 1891 se construyó en el mismo lugar el actual monumento dedicado a Jovellanos; la plaza se llamó «del 6 de Agosto», en recuerdo del día en que Jovellanos llegó de su destierro en Mallorca, en el año 1811. Antes de levantarse el «Arco del Infante» de 1782 en el lugar ya comentado, existió otro en la confluencia de las calles Corrida y Trinidad. 

Otras observaciones sobre la denominación: la expresión castellanizada ha sido siempre «Puerta la Villa» (sin artículo), y no «Puerta de la Villa», lo que no deja de ser chocante, dada la práctica habitual de restituir la preposición en este tipo de denominaciones."

En la parte frontal del pedestal vemos, arriba, el apellido JOVELLANOS, mientras que abajo, otra placa añadida pone lo siguiente:
LA SOCIEDAD "JOVELLANOS"
DE LOS ALUMNOS DEL CENTRO ASTURIANO DE LA HABANA
DEDICA ESTE SENCILLO RECUERDO AL INSIGNE
MENTOR D. GASPAR MELCHOR DE JOVELLANOS
CUYO GLORIOSO NOMBRE LE COBIJA

AGOSTO 1925 


El monumento fue restaurado en 2020, tarea que corrió a cargo de Auriga Taller de Escultura Fundición Artística, en cuya web puede verse el detalle de cómo estaba antes y después de este impecable trabajo


J. Morán, periodista de La Nueva España, publica en dicho periódico, a fecha 26-3-2023, la noticia titulada La estatua de Jovellanos, del conde a Foro, en la que anuncia que el conde de Revillagigedo, Álvaro Armada Barcaíztegui, dona a la Fundación Foro Jovellanos documentos de sus antepasados sobre el origen de este monumento:
"El primer intento para levantar en Gijón una estatua a Jovellanos -finalmente inaugurada el 6 de agosto de 1891- data de mediados del siglo XIX, y los documentos de dicha iniciativa, que encabezó el Ayuntamiento, fueron donados ayer a la Fundación Foro Jovellanos por Álvaro Armada Barcaíztegui, conde de Güemes e hijo de Álvaro Armada Ulloa, actual conde de Revillagigedo y marqués de San Esteban del Mar del Natahoyo. 
Álvaro Armada Barcaíztegui hizo ayer entrega formal de dichos documentos, en la quinta Peña de Francia, de Deva, a los responsables del Foro, Jesús Peláez (presidente), Fernando Adaro (vicepresidente) y Orlando Moratinos (secretario general). 
«Son tres cartas relativas a la estatua de Jovellanos de la plaza del Seis de Agosto, dirigidas a mis antepasados», explicó Álvaro Armada. Dos de ellas están firmadas por Antolín Esperón, alcalde Gijón entre 1851 y 1852. En una, explica el regidor cómo ha dirigido un escrito «a su Majestad» la reina Isabel II para solicitar que «expida una Real Orden a fin de que abra una suscripción en todos los pueblos de la Monarquía» para sufragar la estatua de Jovellanos en Gijón. La carta lleva fecha del 13 de febrero de 1852 y por ello dedujo ayer Álvaro Armada que el destinatario era su bisabuelo, Álvaro Armada Fernández de Córdoba, a quien el alcalde comunica la petición realizada ante la Corte. 
Álvaro Armada Fernández de Córdoba Valdés y Güemes era el sexto conde de Revillagigedo, séptimo marqués de San Esteban del Mar de El Natahoyo, cuarto conde de Güemes y decimoséptimo adelantado mayor de La Florida. Fue también gentilhombre de cámara del rey, senador vitalicio por Gijón y diputado en Cortes. 
La referida carta va acompañada de una lista de notables que respaldan la idea de levantar la estatua, entre otros, Evaristo San Miguel, Felipe Canga Argüelles, José Caveda, Claudio Fernández o el marqués de Pidal. 
La segunda carta es la que el Ayuntamiento dirige a la reina y lleva fecha del 12 de febrero de 1852. Un tercer documento, con fecha del 15 de julio de 1891, es ya coetáneo a la inauguración de la estatua, que iba a ser descubierta el mes siguiente. En esta carta, el conde de Revillagigedo recibe el encargo de representar a la reina regente, María Cristina, en dicho acto inaugural. 
«Son documento de la correspondencia privada de mis antepasados», explicó ayer Álvaro Armada, «y que estaban depositados en el palacio del Muelle, que fue desvalijado durante la guerra civil». Así, «pasaron de un cajón a otro cajón, y, al ser cartas privadas, no se incorporaron al archivo de la familia, que fue trasladado a Madrid en 1980 para protegerlo de la humedad». En ese conjunto de documentos hay «cartas a ministros, al Ayuntamiento de Gijón, al Arzobispado de Oviedo, o correspondencia sobre El Musel, ya que mi bisabuelo fue «muselista», con gran interés en las obras del nuevo puerto», explicó Álvaro Armada. 
Curiosamente, entre los documentos referidos al puerto gijonés hay «odas a El Musel o una composición titulada "Bendito sea El Musel"», además de cartas cruzadas entre dos bisabuelos, el de Álvaro Armada y el de Fernando Adaro, ayer presente en la entrega de los documentos jovellanistas y cuyo antepasado había sido presidente de la Cámara de Comercio de Gijón, al igual que su padre, Luis Adaro. Otro texto singular es una carta del Ayuntamiento de Gijón al bisabuelo de Álvaro Armada en la que la municipalidad comunica su intención de cambiar el nombre de la calle Corrida por el de Conde de Revillagigedo, en atención a sus desvelos portuarios. 
No obstante, Jovellanos era el protagonista de la jornada de ayer y Jesús Peláez agradeció en nombre del Foro la recepción de las cartas sobre la estatua del prócer, «ya que dan idea de la recepción del ilustrado en su propia ciudad y el deseo de honrar su memoria». Por su parte, Álvaro Armada, abogado, empresario y patrón del Foro, consideró que «hay un sentido ético y un código de honor en Jovellanos que habría que recuperar hoy en la vida pública». 
Sobre la actualidad del polígrafo gijonés, Peláez comentó el nombramiento como de Ingeniero Agrónomo Honorario del que el ilustrado será objeto el próximo 14 de mayo en Escuela Superior de Ingenieros Agrónomos de Madrid."

"Se dice que Gijón le debe el mar a Dios y el resto a Jovellanos", según célebre y literaria frase que encontramos en Los pasos de Jovellanos de Gijón Turismo dentro de un programa de visitas guiadas a los lugares más estrechamente a él vinculados en la ciudad:
"Y es que Jovellanos fue una figura decisiva en el desarrollo económico, cultural y urbanístico de la ciudad donde nació, donde vivió y a la que tanto contribuyó a expandir urbanística y económicamente. Gijón/Xixón creció en los siglos XVIII y XIX, precisamente sobre las propuestas planteadas por el ilustrado."

En la estatua, en la mano derecha porta un papel enrollado, es posible que una de sus cartas a Ponz, y en la izquierda un volumen de su famoso Informe en el expediente de la Ley Agraria, así explicada en el Diccionario Panhispánico de la Real Academia Española:
"Obra de Jovellanos, de 1795, que propone todo un programa de gobierno que debe atender a la eliminación de los obstáculos establecidos en la legislación existente al final del siglo xviii al libre comercio y la propiedad individual, así como la propiedad colectiva de los baldíos y tierras concejiles, la prohibición de cerramientos, la protección parcial de algunos cultivos, la supresión del privilegio de la Mesta, la acción contra la amortización eclesiástica y civil, la actuación contra las restricciones de la circulación de grano y la reforma del sistema de contribuciones."

En el pecho, reconocemos una medalla con una cruz, la de la Orden de Alcántara, a la que como hemos dicho pertenecía. En Las tres obligaciones del caballero Jovellanos, el erudito Agustín Guzmán Sancho escribe en La Nueva España del 5-1-2014 sus pesquisas sobre la relación de Jovellanos con los alcantarinos en base a antiguos documentos monacales:
"Llevamos a la mesa de la sala de lectura la pesada caja conteniendo el "Tumbo" del monasterio de Belmonte. Hacía poco que había llegado al Archivo Histórico de Asturias. Teníamos la esperanza de encontrar en él alguna referencia a la toma de hábito de Jovellanos como caballero de Alcántara. Lo cogimos con el mayor cuidado y reverencia, porque sobre aquellas pastas de cuero viejo, sobre aquellos ásperos folios de marquilla, por aquella tinta reseca de siglos pasó sus manos Jovellanos y ahora estaban en las nuestras. 
Abrimos el "Tumbo y breve sumario y jurisdicción y fundación y otras cosas deste monasterio de Nuestra Señora de Belmonte de la orden de nuestro glorioso padre San Bernardo, el cual se hizo en el segundo trienio del padre abad fray Bernardo Escudero en el año del Señor de 1604", que tal es su largo título. En el prólogo, a la vuelta del segundo folio, al margen, con letra que nos pareció de Jovellanos está escrito: "¿Y qué se ha hecho del "Tumbo" viejo?". Nos sentimos animados a continuar por si hubiera otras anotaciones que pudieran ser de su puño y letra. 
Y, en efecto, al hablar de la fundación por el cónsul y conde de Babia y de Tineo, don Pedro Alfonso, y su mujer, la condesa doña María Froilaz, se ven otras aclaraciones o correcciones relativas al año de la fundación, situándolo en el de 1127 de la era cristiana, enmendando la plana al cronista, y así, entre otras cosas, con letra al parecer de Jovellanos, se lee: "Engañose muy engañado porque no entendió la cifra de la X^ con esta virgulilla que vale 40". 
Pero lo mejor fue la nota que aparece en el folio 4 (a partir del prólogo), la cual no ofrece ninguna duda de que es de puño y letra de Jovellanos, no ya por la caligrafía, sino porque además va firmada. Allí, en el centro, en un recuadro, aparece reproducido el letrero de la iglesia vieja de Belmonte, al tenor siguiente: 
"Hoc in honore Dei templum, Santaeque / Mariae Virginis et matris Abbas Garcia / Peregit, Abbas insignis, prudens, discre / tus honestus extitit et in cunctis lar /ga prouitate modestus, Dedicat Ecclesiam / Rodericus Pastor Oveti; ad cuius veniunt / populi solennia laeti abates, clerus, / sexus vtriusque conueniunt, sacri cele / brantes guadia templi. Era ducentena / post mill. XX^V" (sigue una cruz "+" para remitir al lector a la aclaración).
En el margen interior de este folio se lee: "Hoy está puesta esta piedra en la pared del Atrio de la Iglesa. qe. mira pa. el río". Y a continuación aparece una cruz que se corresponde con la que aparece después de la fecha, y tras ella: "en el original está escrita así: XXQVINTA. Nótese por si algo quisiera comprobarlo como lo hize yo, hoy 23 de julio de 1792. Está exacta. Jovellanos". 
Satisfechos del descubrimiento cuando ya esperábamos no encontrar nada más interesante, la curiosidad nos llevó a examinar la relación de los abades, y en el folio 682 aparece el abad octogésimo primero, Alberico Salazar, de quien Jovellanos habla en sus "Diarios", y tras la fecha de su nombramiento y confirmación leemos: "Este abad dio en 22 de julio de 92 la profesión al Sr. Dn. Gaspar Melchor de Jovellanos Cavallero Novicio de Alcántara". Al margen: "Profesó / año de 1792 / día de la Magdalena". El objetivo de nuestra investigación se había cumplido con creces."

En base a las escasas pistas que da el mismo Jovellanos, a la documentación de la Orden y otras fuentes, Guzmán Sancho recrea cómo debió haber sido el prócer nombrado caballero:
"Acudimos a viejos libros de caballería y, concretamente, de la Orden de Alcántara para intentar recrear la ceremonia de investidura de caballero, de la que Jovellanos hace un resumen muy escueto, y averiguamos que en aquel acto debió tener lugar un juramento conforme a unas viejas fórmulas de interrogatorio. 
Fray Alberico de Salazar, teniendo arrodillado delante de él a Jovino, preguntó: 
"Gaspar Melchor de Jovellanos, ¿qué demandáis?". 
"La misericordia de Dios y del señor maestre, y vuestra en su nombre, y la de esta santa orden", contestó Jovellanos. 
"Amigo, esta misericordia que demandáis es muy dulce y suave para el alma, aunque es muy áspera y fuerte para el cuerpo, por muchas cosas que habéis de guardar y cumplir". 
Y tras exponerle los sinsabores de la caballería prosiguió: 
"Os conviene ser obediente a todo y hacer lo que os mandaren y mandarán. Esto ved si lo podréis cumplir". 
"Sí, señor, con la ayuda de Dios, y del gran maestre de la orden", contestó el novicio. 
Siguieron nuevas advertencias sobre las obligaciones de la orden relativas a la obediencia al señor maestre y entre ellas: 
"También conviene", dijo el abad, "que sepáis cómo en esta orden permaneciendo habéis de cumplir y guardar tres cosas: la primera, la que vos he dicho de ser obediente a su majestad, como administrador perpetuo, y a los dichos sus sucesores en la dignidad magistral en todo lo que vos mandare toda vuestra vida. La segunda, que habéis de ser casto y continente guardando castidad conyugal toda vuestra vida. La tercera, que habéis de ser pobre de espíritu y no habéis de tener cosa alguna sin licencia de su majestad y de los dichos sus sucesores. Ved si podéis guardar lo que os he dicho". 
"Sí, señor, con la ayuda de Dios, de su majestad y de la orden", fue la respuesta. 
Acercó el monaguillo un misal mientras fray Alberico decía: 
"Pues conviene que juréis a Dios, a Santa María y a esta señal de la cruz do ponéis vuestra mano y a los Santos Evangelios que de aquí en adelante bien y fielmente a todo vuestro poder allegaréis el provecho y honra y bien que justamente podréis a su majestad, como administrador perpetuo de la dicha orden y a sus sucesores y a esta nuestra orden y caballería y les arredraréis todo daño, mal y deshonra con todas vuestras fuerzas. Esto, vos, ¿juraislo así?". 
"Señor, sí, juro", contestó el caballero poniendo la mano sobre los Santos Evangelios. 
"Dios vos lo deje cumplir a salvación de vuestra alma y honra de vuestro cuerpo". 
"Amén", contestaron todos los presentes. 
Luego Jovellanos besó el anillo al abad y le abrazó dándole la paz así como a los demás frailes, en señal de amor y hermandad. 
Si alguien se pregunta si Jovellanos cumplió el juramento o, por el contrario, faltó de alguna manera a alguna o algunas de las tres obligaciones que juró cumplir toda su vida, la respuesta es que no faltó a ninguna de ellas. Fue fiel al rey y a la Monarquía en la dinastía borbónica, contra todo viento y marea. Guardó celibato, porque aunque se dice castidad conyugal, se sobreentiende que con más razón debía cumplirse este precepto no estando casado; los escarceos amorosos de Jovino que se conocen fueron en los años mozos, con anterioridad a su profesión. Y, finalmente, fue un hombre sobrio en sus gustos y en sus gastos; no le dominó la ambición de riqueza ni de poder, que despreció cada vez más a medida que iba cumpliendo años. ¿Explicaría este juramento su lealtad política, su reflexiva soltería y su probidad? Más bien nos parece que estas tres cualidades encajaban perfectamente en su modo de ser; que era caballero antes de su nombramiento e investidura. 
Fue aquella festividad de la Magdalena de 1792 un día feliz, muy alegre para la comunidad de frailes, según dirá Jovellanos, y tan celebrada su memoria que aparece, como ya vimos, recogida en el "Tumbo" del monasterio. Si tenemos en cuenta que en toda la relación de abades no se consigna ningún acontecimiento fuera de las fechas de nombramiento y confirmación del cargo y el nombre del padre reformador, salvo el incendio del monasterio con ocasión de la Guerra de la Independencia, tendremos una idea de cuánto significó para los frailes y la historia del monasterio la profesión y toma de hábito del caballero don Baltasar Melchor Gaspar María, que con éste cuatro nombres le bautizaron el mismo día de su nacimiento en la víspera de los Reyes Magos, hace hoy 270 años."

Detrás, uno de los edificios ejemplo del desarrollismo local, construido en 1971 y figurando como el del portal nº 2 de la calle Pelayo, que está a su izquierda, cruzándose un poco más adelante con la calle Covadonga, que seguiría el trazado de aquella vieja muralla en estrella erigida durante la carlistada y que, primeramente, figuraba con el llamativo nombre de Perseguida, según relata Luismi Piñera:
"Existen tres teorías o posibilidades para explicar el antiguo nombre de la calle de Covadonga, una calle que hizo escribir a Julio Somoza a finales del XIX: «[…] de extremo a extremo no sólo es irregular sino que ni con catalejo ni con bocina se percibe a nadie ¡Valiente calle!». Éstas son: a) Una monja del Convento de las Agustinas en El Retén (donde la actual sede de Hacienda), se escapa de la clausura y es perseguida calle arriba. b) Una pareja de novios es perseguida por una turba infantil. c) Nombre de una taberna llamada de la Perseguida y «refugio —atendemos de nuevo a Somoza— de matuteros, tahúres, coraxos de donde salían perseguidos por jueces y corregidores. Si a todas las tabernas o establecimientos de bebidas (como ahora más decorosamente se les llama) les hicieran el mismo género de visitas, tendríamos cada persecución… que ni las de Diocleciano». En el acta municipal del 12 de junio de 1857 aparece una mención al sitio denominado como La Perseguida. Indudablemente, la vía no merecía aún el nombre de calle: no había sido derribada la muralla. No era nada infrecuente en Gijón: el nombre era lo primero y, después, venía la calle"

Estamos pues ante otra noticia que resalta que el lugar, La Puerta la Villa, fue el límite de la ciudad durante un siglo o más, entre finales del XVIII y finales del XIX, primero un límite natural al final de la calle Corrida y luego una frontera impuesta por aquella muralla y foso cuya demolición supuso que la ciudad, 'contenida' largo tiempo, se desparramase con relativa rapidez por toda su llanura circundante, auspiciada por el crecimiento industrial y urbano en base sobre todo a su puerto, otra de las grandes preocupaciones de Jovellanos


No en vano, además de empezar aquí la Carretera de Castilla, pasaría a escasos metros aquella Carretera Carbonera en la que tanto insistió y que no vería en vida, sino que no sería realidad hasta 30 años después de su muerte, en 1842. Tanto se demoró su construcción que en una década se vio superada por otro medio de locomoción, el del Ferrocarril de Langreo, cuya estación tampoco estaba demasiado lejos


Nos ocupamos en diversas entradas de blog de la biografía de Don Gaspar pero, para que el lector no tenga que andar buscándolas, estimamos oportuno hacer hincapié en la misma, ayudado por la buena pluma del profesor Álvaro Ruiz de la Peña Solar en  la Biblioteca virtual Miguel de Cervantes, basándose en diversos estudios sobre la obra jovellanista y la figura del ilustrado:
"Gaspar Melchor de Jovellanos y Jove Ramírez nace en Gijón, el 5 de enero de 1744. No creemos abultado afirmar que con él viene al mundo una de las personalidades más apasionantes de todo el siglo XVIII español, carácter forjado en el crisol de un período complejo y ambiguo, de tensiones difícilmente sintetizables, jalonado de avances y retrocesos, culminación, en fin, de un enconado debate filosófico, político y cultural, que nunca había dejado de alentar en el transcurso de la centuria, pero que adquiere tonos realmente dramáticos durante la madurez vital de nuestro autor. Jovellanos vivió la España de su época con una intensidad desproporcionada a la de su propia fortuna personal, que, como en el caso de tantos y tantos compatriotas, le acabó siendo injustamente adversa.

Sintetizando algunos de sus datos biográficos más relevantes, diremos que estudió en Oviedo, Osma, Ávila y Alcalá y que, disuadido de seguir la carrera eclesiástica (para la que se había preparado, al mismo tiempo que se formaba en Leyes, en las mencionadas universidades) optó por trabajar en beneficio de la Administración del Estado. En 1767 se le nombra Alcalde del Crimen de la Real Audiencia de Sevilla, después de concursar sin éxito a una cátedra de Decreto en Alcalá y a una canonjía doctoral de Tuy. En Sevilla, ciudad a la que llega con 24 años, permanecerá Jovellanos hasta 1778. A esta época corresponde la descripción física y moral que de él nos ha dejado Ceán Bermúdez«de estatura proporcionada, más alto que bajo, cuerpo airoso, cabeza erguida, blanco y rubio, ojos vivos (…) era generoso, magnífico, y aún pródigo en sus cortas facultades: religioso sin preocupación, ingenuo y sencillo, amante de la verdad, del orden y de la justicia: firme en sus resoluciones, pero siempre suave y benigno con los desvalidos; constante en la amistad, agradecido a sus bienhechores, incansable en el estudio, y duro y fuerte para el trabajo».

Todos los biógrafos vienen a coincidir en que Sevilla marcó decisivamente a Jovellanos, pues fue donde tomó contacto con la Ilustración, donde escribió sus primeras obras notables, donde conoció amoríos relevantes y donde sentaría las bases de su participación en política al trasladarse, seguidamente, a Madrid:
"La estancia en Sevilla fue, para Jovellanos, muy enriquecedora, tanto desde su experiencia personal como de la intelectual e ideológica. Allí trabó conocimiento con un hombre que habría de influir no poco en su trayectoria posterior: el intendente Pablo de Olavide, peruano de nacimiento, fervoroso seguidor de las corrientes de pensamiento francesas, en torno al cual giraban las élites sociales y culturales de la ciudad. En Sevilla lee Jovellanos a autores franceses, como Montesquieu, Voltaire o Rousseau, estudia inglés para conocer directamente las obras de Young, Milton y Macpherson, entra en contacto con las ideas jurídicas del italiano Beccaria, apoya la reforma de los Colegios Mayores –aunque discrepe de sus consecuencias- y orienta con sus consejos a los jóvenes poetas que, como Meléndez Valdés, se dirigen a él en demanda de estímulos. De esta época sevillana son, asimismo, la tragedia Pelayo (1769) y el drama El Delincuente honrado (1773), así como la traducción del canto primero del Paraíso perdido de Milton y de otras composiciones poéticas francesas. Sevilla provocó, también, los primeros amores de Gaspar Melchor. Primero, la que aparecería en sus versos con el nombre de Enarda, amor correspondido que acaba con la marcha, en 1769, de la amada; luego, fugazmente, otra mujer –Galatea en los versos- llenará su sensibilidad de enamorado. 
En 1778, Jovellanos se traslada a Madrid, en virtud del nombramiento de Alcalde de Casa y Corte; ingresa en la Sociedad Económica Madrileña; este mismo año, después le abrirán sus puertas la Academia de la Historia y la Academia Española. En 1780, la Sociedad Económica de Asturias le distingue como individuo honorario y es promovido al Consejo de las Órdenes Militares. Son años de intensa actividad pública, que no le impiden escribir su Elogio de las Bellas Artes (1781), las dos «Sátiras a Arnesto» (que aparecen en El Censor en 1786-1787), el brillante Elogio de Carlos III (1788) y la Epístola del Paular. Anteriormente, en 1782, con motivo de un viaje a León en representación del Consejo de las Órdenes Militares, había iniciado las Cartas a Ponz, uno de los trabajos que más fielmente reflejan el amor de Jovellanos por la tierra asturiana. Jovellanos escribe, lee, redacta informes y memoriales, polemiza con otros escritores, estudia documentos, atiende la fatigosa correspondencia, asiste a tertulias -como la de Campomanes-, viaja continuamente por España, y todo ello sin descuidar sus obligaciones profesionales. 
En 1790, dos años después de la muerte de Carlos III, Jovellanos conoce su primera decepción política. La Corte madrileña ha cambiado y en la cúspide del poder, Floridablanca ha iniciado una etapa de involución política. Los acontecimientos revolucionarios franceses atemorizan a los sectores reformistas y se ejerce una censura férrea que acaba con los tímidos ensayos del periodismo crítico. En este contexto, Jovellanos es enviado a Asturias, comisionado por el Ministerio de la Marina, en una decisión que tiene todos los visos de ser una venganza urdida por sus enemigos de la Corte, al defender públicamente a su amigo Cabarrús, que había sido acusado de malversación de fondos en el Banco de San Carlos. De poco sirvió la gallarda actitud de Jovellanos defendiendo al amigo; a raíz de este suceso, se rompen las cordiales relaciones con Campomanes de forma casi violenta, volcando en los Diarios toda la amargura que lo atenazaba al comprobar que hombres como Lerena -uno de los principales instigadores de la operación- manejaban ahora las riendas del poder."

Suele decirse, aunque parezca un tópico de tertuliano, que los intelectuales, si bien propensos por propia trayectoria personal, a entrar en política, esta no suele tratarles con demasiada fortuna. Pero tópico o no esto se cumple totalmente con Jovellanos, siempre activo y atento a mejorar todo cuanto veía a su alrededor, desde su villa natal, su Asturias y los asuntos españoles en general. Fue sin duda un malogrado estadista al que se quiso castigar y se castigó desde los altos escalafones del Reino:
"Durante el tiempo que permanece en Asturias, Jovellanos alienta varios proyectos y realizaciones de auténtica envergadura; acaba el Informe en el expediente de Ley Agraria (1795), funda el Real Instituto de Náutica y Mineralogía en 1794, institución educativa modélica sobre la que volcó su enorme capacidad de trabajo e ilusión, orientándola en el estudio de las ciencias útiles frente al anquilosamiento escolástico y preparando a las jóvenes promociones de ingenieros, marinos o físicos en las nuevas técnicas científicas y en conocimiento de las humanidades. Para el instituto escribiría Jovellanos discursos como el de La necesidad de unir el estudio de la literatura y las ciencias (1797) o Sobre el estudio de las ciencias naturales (1799). Acaba también la Memoria sobre los espectáculos públicos, que más tarde rehará (1796). 
Desde Gijón, Jovellanos permanece al corriente de los acontecimientos que suceden en la Corte. El inteligente y ambicioso Godoy cuenta con el total respaldo de los reyes, en un ambiente de intrigas palaciegas y recelos cortesanos. La reposición moral de Cabarrús en 1793 y su creciente amistad con el primer ministro permiten a Jovellanos ponerse en contacto epistolar con el favorito a partir de 1796 y a instancias del propio Cabarrús; el resultado de estas relaciones (que suponían, claramente, su rehabilitación) es el nombramiento, tan inesperado como indeseado, de Jovellanos como embajador en Rusia; tal nombramiento se transforma, a los pocos días, en otro mucho más importante: la titularidad en el Ministerio de Gracia y Justicia. Estamos en 1797. La nueva noticia, celebrada ruidosamente por sus partidarios y paisanos, sume al gijonés en una sorpresa no exenta de temor, haciéndole escribir en los Diarios«haré bien y evitaré el mal que pueda; dichoso yo si vuelvo inocente; dichoso si conservo el amor y opinión del público que pude ganar en la vida obscura y privada». El reformismo español había puesto sus ojos en la gestión de Jovellanos, esperando de su probidad y enorme voluntad de servicio la reorientación de una política ilustrada que había ido sufriendo, con el paso de los años, un sinfín de recortes. 
Lo que el propio Jovellanos no podía suponer es que su gestión, al frente del Ministerio, iba a ser yugulada mucho antes de comenzar a ver sus frutos. Ocho meses más tarde (noviembre 1797-agosto 1798), cesa en sus funciones y, a partir de ese momento, la adversidad y la injusticia van a cebarse en su persona y en la de todos aquellos hombres afines a sus ideas. Como bien afirma Caso González, «su fracaso significó el fracaso final de la política ilustrada, ya que quienes le derribaron eran precisamente los conservadores o reaccionarios que poco después, en marzo de 1801, intentarán destruir a todo el grupo a base de destierros, procesos y persecuciones». Las víctimas son numerosas: el ministro Saavedra, amigo de Jovellanos, el también ministro y sucesor de Saavedra, Urquijo, los obispos de Cuenca y Salamanca, el poeta Meléndez Valdés, la condesa de Montijo y un largo etcétera compuesto por eclesiásticos, escritores, aristócratas y servidores del Estado, reclutados entre los sectores ideológicos preliberales y reformistas."

Acababa pues, muy mal, su breve cargo ministerial, un duro golpe a nivel político que se verá acompañado por otras serias desgracias personales a su regreso a su villa natal, donde siguió al frente de varias responsabilidades a él encomendadas y de otras, fruto de sus inquietudes gijonesistas y asturianistas:
"La salida de Jovellanos del Ministerio, el 15 de agosto de 1798, coincide casi en el tiempo con la muerte de su querido hermano Francisco de Paula, acaecida once días antes en Gijón. Esta dolorosa pérdida, unida al intento de envenenamiento que el propio Jovellanos sufre, operan muy negativamente sobre su salud. Antes de recluirse de nuevo en Gijón, Jovellanos pasa una temporada de descanso en el balneario de Trillo, y después de una corta estancia en Madrid, resolviendo asuntos personales pendientes, puede al fin volver a Asturias. Había sido nombrado Consejero de Estado y aquí, en su tierra, debía Jovellanos cumplir con el encargo de varias comisiones. El estado de ánimo en esta segunda etapa gijonesa se trasluce inequívocamente en los Diarios: desilusión, apatía en el relato de sus vivencias, escaso nivel de proyectos y un cierto grado de ansiedad permanente. A pesar de ello, no abandona Jovellanos los trabajos conducentes al perfeccionamiento de su Instituto (cada vez más mermado de apoyos oficiales y más hostigado por el clero ultramontano y la administración reaccionaria); de esta época son sus estudios e iniciativas a favor de la lengua asturiana, que ya había centrado su atención antes, en 1791, pospuesta a la realización de otros proyectos más urgentes pero que nunca habían dejado de interesarle. Así, el Apuntamiento sobre el dialecto de Asturias, publicado por Nocedal y las Instrucciones para la formación de un Diccionario bable, enviadas al canónigo y entrañable amigo González de Posada en enero de 1801. También en estos años, Jovellanos presta su colaboración desinteresada para la elaboración del Diccionario Geográfico e Histórico de Asturias, obra encomendada por la Academia de la Historia al canónigo de San Isidro, Martínez Marina. 
Pero la situación personal de don Gaspar se tambaleaba progresivamente. El odio enfermizo del ministro Caballero, sucesor suyo en el Gobierno, las asechanzas continuas urdidas por personajillos asturianos y, en general, el clima de represión desatado en todo el territorio del Estado contra jansenistas y reformadores, culminan con su detención y posterior aislamiento en marzo de 1801, por el entonces regente de la Audiencia de Oviedo, Andrés de Lasaúca. El biógrafo y amigo Ceán Bermúdez recuerda así el triste acontecimiento en las Memorias«encargaron la prisión al regente de la Audiencia de Oviedo, don Andrés de Lasaúca, ministro de probidad y de buenos sentimientos; pero los términos en que estaba concebida la orden le obligaron a ejecutarla con rigor. Sorprendido el señor don Gaspar en su cama, antes de salir el sol, le hicieron vestirse y que entregase sus papeles. Todos se pusieron en dos baúles, excepto los del archivo de su casa, y se remitieron a la secretaría de Estado. Se le prohibió el trato con sus amigos y parientes, que deseaban verle y consolarle, y sólo se le permitió el preciso con algunos criados, para disponer lo que había de llevar en el viaje y prevenir lo conveniente al arreglo de su casa. Estuvo encerrado en ella el día trece, presenciando el acto de sellar su selecta librería, y antes de amanecer el día catorce le sacaron de Gijón, dejando a sus habitantes anegados en lágrimas y penetrados de gran sentimiento, especialmente muchas familias pobres a quienes socorría y dejó mandado siguiesen socorriéndolas a su costa. Fue conducido con escándalo y escolta de tropa sin entrar en Oviedo, hasta León, y le depositaron en el convento de los religiosos recoletos de San Francisco. Sin comunicación ni aún de los parientes que allí  tenía por espacio de diez días, esperando nuevas órdenes de la Corte. Al cabo de ellos, le condujeron por Burgos, Zaragoza y otros pueblos a Barcelona, sin permitir que nadie le hablase en el camino, a pesar de que lo solicitaban personas respetables y condecoradas compadecidas de su inocencia, que le estimaban por su buen nombre y opinión. Le hospedaron en el convento de la Merced con el mismo rigor y privación de trato y allí se despidió con lágrimas de Lasaúca, que le había acompañado en el coche, admirado de la grandeza de ánimo con que había sufrido unas vejaciones que no había podido evitar; y después le embarcaron en el bergantín correo de Mallorca, habiendo llegado a Palma, capital de aquella isla, antes de mediodía, fue llevado a la antesala del capitán general, y recibidas sus órdenes, le condujeron inmediatamente a la cartuja de Jesús Nazareno, que está en el valle de Valdemuza, distante tres leguas de aquella ciudad; y entró en el monasterio el día 18 de abril a las tres de la tarde y a los treinta y seis de un viaje largo, molesto y vilipendioso»

Y así, y por si fuera poco, llega el presidio, lejos de su tierra, que amargará la etapa final de su vida pues, tras años en la cárcel, al regresar a Asturias, se produce la invasión napoleónica, ante la que tomará partido en lo que llegó a convertirse en un preludio de sucesivos enfrentamientos civiles, aceptando nuevas responsabilidades que acarrearán pocas satisfacciones y grandes sinsabores hasta su desgraciada muerte en 1811, en un último viaje de vuelta a casa que se transformó en dramática huida...
"El 5 de mayo de 1802, un año después de su primera reclusión en la cartuja de Valdemosa, Jovellanos es trasladado al castillo de Bellver, en el que permanece seis años, hasta su puesta en libertad. Estos amargos hechos no lograron debilitar su fuerte naturaleza moral, su definitiva estatura de hombre. Del destierro y prisión sacó don Gaspar arrestos suficientes para dedicarse al estudio de Mallorca, de su historia y peculiaridades. Allí redacta las Memorias histórico-artísticas de arquitectura, que inicia en 1804 y van destinadas al ya citado amigo y biógrafo Agustín Ceán Bermúdez; en ellas se incluyen la magnífica Descripción del Castillo de Bellver, considerada unánimemente como uno de los más preciosos e importantes textos de la literatura prerromántica europea, y en la que late un sentimiento, acerca de la naturaleza que le rodea, muy hondo y muy ligado a su estado de ánimo y emociones. 
Mallorca, la soledad apenas compartida con algunos monjes del convento, supuso para Jovellanos un acercamiento emotivo hacia los valores más positivamente tradicionales del pueblo español y de su historia. En 1808, siete años después de su llegada a la isla, los acontecimientos políticos, precipitados a raíz del Motín de Aranjuez, posibilitan su excarcelación definitiva, cuando todavía está reciente el cambio de trono en la figura de Fernando VII. En vano fue que exigiese la completa reparación moral de su honor, porque los que firmaban ahora la orden de libertad -paradójico juego repetido muchas veces en la historia de España- eran los mismos que habían determinado su anterior condena, que nunca fue precedida de cargos ni proceso alguno. A los sesenta y cuatro años, con la espalda cargada de infortunios y vejaciones, Jovellanos se ve de nuevo enfrentado a una situación peligrosa y excepcional. El pueblo le había saludado como símbolo de las libertades clausuradas, como la esperanza del resurgimiento nacional; los amigos, los que habían compartido con él muchos de los esfuerzos encaminados a desterrar la tiranía, abrazaban la causa napoleónica del rey José I, como única solución posible para cambiar los destinos del país. Debieron ser momentos de intensa reflexión personal, tras los que decide, en los primeros días de septiembre, alzarse contra el invasor y aceptar el nombramiento de la Junta de Asturias para representarla, junto al marqués de Camposagrado, en el órgano supremo de la Junta Central. Con esta decisión, Jovellanos se situaba frente a los que habían sido sus amigos a lo largo de su vida: los Cabarrús, Meléndez, Moratín y tantos otros. En carta dirigida al primero de ellos, uno de los alegatos patrióticos más alejados del celtiberismo político hispano, escribe: «España no lidia por los Borbones, ni por Fernando; lidia por sus propios derechos originales, sagrados, imprescriptibles, superiores e independientes de toda familia o dinastía». 
Durante la guerra, formando parte de la Junta Central, Jovellanos se convierte en el símbolo moderador de las tendencias presentes en dicho organismo, capitaneadas unas, las conservadoras, por el viejo Floridablanca y otras, las revolucionarias, entre las que se encontraban su propio sobrino, el latinista Juan de Tineo, el poeta Quintana, el conde de Toreno o el jurisconsulto asturiano Argüelles. 
En la organización de las labores propias de un gobierno provisional, brilló de nuevo el gran talento estadista del gijonés, aquella capacidad que no había podido desarrollar en su etapa ministerial, y ello en medio de unas condiciones organizativas y políticas absolutamente precarias (la Junta sobrevivió quince meses, hasta el mes de enero de 1810). Su experiencia quedó recogida en la Memoria en defensa de la Junta Central, que se publica en La Coruña en 1811, contra las acusaciones de muchos provinciales que la hacían responsable de la cruenta guerra y del caos social en que estaba sumido el país. 
Los días de Jovellanos están contados. Una vez instaurada la Regencia, en los primeros días de 1810, expresa su deseo de instalarse en Asturias. Embarca en Cádiz, junto a su amigo el marqués Camposagrado, el 26 de febrero y llega al puerto gallego de Muros el 6 de marzo, en medio de una furiosa tempestad. Su estado de ánimo se derrumba cuando se entera de la presencia de las tropas francesas en Asturias, reflejando su profunda tristeza en carta que escribe a Lord Holland el 8 de marzo: «la primera noticia que nos dieron fue la de estar Asturias ocupada por los franceses. Un rayo del cielo no habría herido más fuertemente mi corazón. No ciertamente por el entero naufragio de mi pobre fortuna, sino porque siempre me había consolado en tantas desgracias como llovían sobre mí, la idea de que si España perecía, Asturias sería la última en recibir el yugo. Todo, pues, pereció para mí; ya no tengo ni bienes, ni libros, ni hogar, y ni siquiera tengo patria, que tal nombre no quiero dar a una pequeña porción de país donde ni se defiende con rabia y furor la libertad, ni con justicia y gratitud el honor y el decoro de los que tanto han trabajado por ella». Jovellanos tiene que esperar en Galicia a que los franceses sean expulsados de Gijón, meses que aprovecha para dar a luz la citada Memoria. Cuando al fin logra entrar en Asturias, después de diez largos años de ausencia obligada, el recibimiento que se le tributa es memorable, pero la fortuna, siempre adversa en los últimos años de su vida, no le permite reposar en su querido Gijón porque éste es reconquistado por las tropas francesas, lo que le obliga a embarcar otra vez rumbo a Cádiz. Una fuerte tormenta obliga al pasaje a refugiarse en el pequeño y pintoresco abrigo de Puerto Vega y allí, el 28 de noviembre de 1811, enfermo de pulmonía, fallece Jovellanos."

No obstante, puede decirse que la fortuna que no siempre le llegó gozosamente en vida aconteció tras su muerte al transmitirse y recuperarse su memoria, en gran parte porque sus vecinos y paisanos nunca olvidaron sus desvelos por su villa y Asturias, base sobre la que se asentó su reconocimiento posterior como una de las figuras fundamentales del siglo XVIII; este su monumento es buena muestra de ello, donde, ahora, en el lado izquierdo del pedestal, vemos un texto más que pasamos a transcribir:
GIJON

Y LOS PUEBLOS DE
HABLA HISPANA
LEVANTARON ESTE
MONUMENTO BAJO LA
DIRECCION Y DESVELO
DE LOS INSIGNES 
GIJONESES

HILARIO NAVA CAVEDA
Y
ACISCLO 
FERNANDEZ VALLIN

1891 1991

En la Plaza del Seis de agosto se haría además el primer parking subterráneo de la ciudad, una obra que asumió la iniciativa privada dado que al parecer los responsables de urbanismo del momento no juzgaron óptimo en cuanto a su ubicación. Con aquella obra se ganó aquella explanada pero desapareció la gran fuente ornamental y luminosa aquí ubicada desde 1967 hasta 1992. La existencia de un río subterráneo, que dio nombre al cercano callejón de La Costanilla de la Fuente Vieja, demoró unos meses la inauguración oficial de la remodelada plaza y aparcamiento bajo tierra. De ella nos explica lo siguiente Luismi Piñera:
"La fuente a que se refiere estaba más bien en la plaza del Seis de Agosto, al comienzo de la subida a Begoña. Por lo que atañe a Vieja, el motivo es que, efectivamente, la fuente que en ese sitió se colocó procedía del paseo de Begoña, de la Alameda, y era vieja. Pero aclaremos que el primitivo lugar de emplazamiento de tal fuente era efectivamente la parte baja de Costanilla de la Fuente, siendo de nuevo trasladada (30 de octubre de 1877) al emplazamiento de la plazuela del Infante, donde ya estuvo más años. «Dichas aguas proceden de un manantial que brota en el centro próximamente de la calle Los Moros, entre las casas de Don Mariano Pola y la opuesta a la de los herederos de Rodrigo Fonseca y de otro cercano manantial en la subida a Begoña, contiguo al ángulo o esquina norte de un edificio perteneciente a Doña Dolores Alvara» (Expediente del Archivo Municipal de Gijón 207/1877)."

He aquí la gran fachada oriental de La Plaza del Sur y a su derecha la calle Conde de Guadalhorce, "Ministro de Fomento durante la dictadura de Primo de Rivera y director de los Ferrocarriles. Promotor de la Unión Monárquica, Rafael Benjumea Burín, conde de Guadalhorce (Sevilla 1876), recibió un banquete-homenaje en Gijón en agosto de 1930", relata también Piñera, quien nos informa que antes era la Travesía del Mercado del Sur


Artística portada con reloj dentro de este mercado ejemplo de arquitectura ecléctica gijonesa


"El edificio del Mercado del Sur de Gijón es una bella arquitectura de hierro de planta pentagonal. Fue construido entre 1898 y 1899, en el marco del auge de la ideología higienista que recorría toda Europa en este último tercio del siglo XIX. Los grandes ventanales de cristal inundan de luz y limpieza el espacio interior", leemos, mientras regresamos a la Plaza de Europa, en la web de Mercasa, mientras Wikipedia nos aclara el concepto de higienismo, surgido en dicha centuria:
"El higienismo es una forma de vida que nace en la primera mitad del siglo xix con el liberalismo, cuando los gobernantes comienzan a reparar con más detenimiento en la salud de la ciudad y sus habitantes. Se consideraba la enfermedad como un fenómeno social que abarcaba todos los aspectos de la vida humana.​ La necesidad de mantener determinadas condiciones de salubridad en el ambiente de la ciudad mediante la instalación de agua corrientecloacas, iluminación en las calles, y de poder controlar las epidemias fueron dando forma a esta corriente, que se basaba en:
...el nuevo principio de "rentabilidad" [... ] [para reorientar] los valores otorgados a la comida, a las bebidas, al aire respirado en el trabajo y en el descanso, a la limpieza de un cuerpo que necesita dejar penetrar el oxígeno por la piel.

Georges Vigarello
Acentuó los deberes políticos y sociales de los médicos y constituyó el futuro diseño de las políticas que pretendían limitar el impacto de la desigualdad social que traía la modernización económica;​ como consecuencia de la Revolución Industrial llevada a cabo en el siglo XVIII.
Origen 

Hasta comienzos del siglo XIX el hacinamiento y la pobreza que afectaban a gran parte de la población provocaba epidemias agravadas por la desnutrición. Los médicos comenzaron a denunciar las condiciones de vida como causa primera de las enfermedades. (...) 
En España la corriente cobró fuerza en la segunda mitad del siglo xix, tras la muerte de Fernando VII, ayudada por los cambios sociales e impulsada por médicos como Rodríguez Méndez. (...) 
El Higienismo también pone el foco en la salud urbana empleando infraestructura, obras sanitarias, limpieza de calles, alejamiento de cementerios y mataderos del centro de la ciudad, entre otras cosas. El movimiento higienista (...) tuvo influencia en las prácticas, acciones y reglamentos urbanos (...) 
Hasta 1850 sólo existieron algunos intentos individuales, sobre todo de médicos, por cuidar la salud urbana. Las escasas personas con alguna preparación científica a la cabeza de este movimiento buscaban el origen de las enfermedades en factores ambientales. Era necesario proteger tres elementos básicos: el aire, el agua y el sol. Provistos en cantidades y calidades adecuadas se lograría alejar las "miasmas", como llamaban a los "vapores u organismos malignos" que, según se creía, se desprendían de los cuerpos enfermos o sustancias en descomposición, para atentar contra la salud de los habitantes de las ciudades. Así se ponen en práctica algunas estrategias urbanas de las que se conocían: tapar fangales, alejar industrias, mataderos, y cementerios de las áreas centrales de la ciudad, todas actividades del ámbito público. 
En una segunda etapa, el movimiento ya abarcó también los ámbitos privados, en las casas particulares, proclamando la necesidad de instalar baños en todas las viviendas, reglamentando la altura mínima de los techos, una adecuada ventilación natural de los ambientes, recomendaciones acerca de la limpieza periódica de las casas..."

Detrás nuestro, al otro lado de la calle José Las Clotas, otro edificio histórico conservado bellamente restaurado en 2007, el de el de las casas de Las Clotas, construido entre 1887 y 1889, que lleva el apellido familiar de este pionero. Al fondo a la derecha, en la esquina con la citada calle Covadonga, se encuentra el Café Renacer, célebre por sus pinchos, desayunos y meriendas


Al fondo, entre la Plaza del Sur y el Centro de Salud Puerta la Villa, está la calle Donato Argüelles, dedicada a Donato Argüelles del Busto (Gijón, 1855- 1933), quien fue emigrante en EE. UU. y en Cuba, de donde regresó con fortuna, nos señala Piñera, a lo que añade:
" Fundador de la Asociación Gijonesa de Caridad y durante dos años alcalde de su ciudad natal, entre 1909 y 1911. El titular de esta calle nació en la calle del Carmen el 11 de diciembre de 1855 y sus padres fueron Bruno y Ángela, de Gijón y Carreño, respectivamente. Tuvo Donato Argüelles cinco hermanos, todos registrados con el apellido Argüelles, menos él, que aparece en el Libro correspondiente como «Donato Argüello»

Nombres anteriores: Travesía de Álvarez Garaya. Eusebio Álvarez Garaya, benefactor gijonés que a su muerte en 1856 legó parte de su capital para obras de caridad. Travesía de Ramón Álvarez García (Parcial). Gijón, 1873-1915. Director y propietario de El Noroeste, concejal y presidente del Partido de Unión Republicana. Antes de ser aprobado que la calle Asturias llevase su nombre, se propuso como homenaje republicano quitar el nombre de San Antonio, pero este cambio fue rechazado por el gobernador civil."

En la pintura de la fachada, el intenso color rojo-granate resalta cromáticamente a la vista entre las grandes ventanas de cristal y espacios intermedios de color gris muy claro. El edificio tiene dos alturas y cuatro puertas de acceso, una por cada punto cardinal. Su estructura interior es metálica y está sostenida por columnas de hierro fundido


A continuación la calle Donato Argüelles es famosa por sus comercios y cafeterías, una de ellas es la Cafetería Arrieta II, la Casa del Vermú Solera, sucesora del Gran Café Arrieta que abrió sus puertas nada más acabar la Guerra Civil. A él le dedica este artículo Luis Miguel Piñera en La Nueva España del 16-8-2008:
"Tras la Guerra Civil el Gran Café Arrieta fue la más importante sala gijonesa dedicada a las variedades, estaba en la esquina de la calle Asturias con Donato Argüelles. El Arrieta se mantuvo abierto desde septiembre de 1939 hasta inicios de la década de 1960 pero en los últimos años con el nombre de City Club para albergar bailes juveniles en esos comienzos de la "década prodigiosa". 
Se abrió el Gran Café Arrieta el 21 de septiembre de 1939, y lo hizo con la actuación de los payasos Hermanos Aragón. Uno de ellos, Emilio Aragón Foureaux, fue el padre de Gaby, Fofó y Miliki. 
Por el Arrieta pasaron en los primeros años de la posguerra gijonesa muchos artistas locales y nacionales, artistas de todo tipo y bajo exóticos nombres. Además hay que entender estas variedades desde un punto de vista realmente original ya que en muchas ocasiones orquestas, cantantes, bailarinas o magos actuaban (además de en sesiones nocturnas) en "sesiones familiares" a las tres de la tarde e incluso el Arrieta, en el año 1943, se anunciaba como Salón Familiar Arrieta. 
La mayoría de los artistas que actuaron en el Arrieta no pasaron a la historia oficial de la cultura española pero, sin embargo, otros sí. Por ejemplo nombres como Pastora Imperio (29 de julio de 1940), Antoñita Moreno (22 de noviembre de 1943) y Tomás de Antequera (26 de noviembre de 1944), estuvieron en el Salón Arrieta. Otro conocido cantante, el valenciano Jorge Sepúlveda, actuó en el Salón Arrieta el 5 de enero de 1942 como componente del Dúo Luca-Sepúlveda. Pero tras la actuación tuvo que pasar una temporada en la cárcel de El Coto junto a muchos republicanos allí confinados. Durante la Guerra Civil Jorge Sepúlveda había sido sargento del ejército republicano, y luego había estado un tiempo en el campo de concentración de Albatera en Alicante."

En el Mercado del Sur predominan las pequeñas tiendas de alimentación pero hay, en el bajo a la izquierda de esta puerta, un supermercado con productos de todo tipo, incluyendo una agencia de viajes


Si nos asomamos a la esquina de la calle Donato Argüelles comprobamos en este ángulo la forma de su planta de pentágono irregular


Al otro lado de la antes mencionada calle Conde Guadalhorce se alza sobre esta plaza de abastos otro enorme edificio desarrollista, este de 1974. En sus bajos de Donato Argüelles abre sus puertas la famosa y la célebre Discoteca Dragón. Asimismo, en el portal nº 19 se accede al Hostal San Félix


Al otro lado de la acera vemos de nuevo el Centro de Salud Puerta la Villa, con sus grandes cristaleras orientadas a la Plaza de Europa. La entrada es a la derecha, por Donato Argüelles, hay servicio de Urgencias


Fijémonos en la representación del Báculo de Asclepio o Vara de Esculapio, símbolo de la medicina y la curación, en lo alto de la fachada


Ahora, proponemos regresar a la Avenida de la Costa y retomar el Camino recorriendo la Plaza de Europa en dirección al estanque


Al estanque llegan ocasionalmente aves migratorias, que causan gran expectación, como la que cuenta Sergio García en su Tarde de patos... para La Nueva España del 15-3-2023:
"Flipando en colores». Así estaba ayer Aser Gutiérrez, que no podía imaginar la sorpresa que se llevaría durante su paseo vespertino por la plaza de Europa. El motivo, cinco patos que decidieron pasar la tarde en uno de los estanques del céntrico espacio. «Es la primera vez que veo unos por aquí», confesó el gijonés. Las aves, cuatro ánades reales machos y una hembra, sembraron la expectación de muchos transeúntes de la zona. Gutiérrez no dudó en inmortalizar una escena difícilmente repetible. «Esto es único, es muy raro que se posen aquí», comentó Aser Gutiérrez, que destacó la belleza de estas aves. «Son guapísimos», indicó. «Vi alguna vez carpas, pero patos nunca», espetó un Gutiérrez que trataba de hallar explicación a lo acontecido. «Vendrían volando desde algún lado, emigrando», argumentó..."

Hermosas especies arbóreas conforman pequeños bosquetes, "Gijón es una ciudad con árboles, los cual es un elogio", escribe Francisco García en La Nueva España del 19-9-2009:
"Las ciudades carentes de arbolado parecen un mar de cemento a la deriva. Cada metro que el hormigón le gana a las raíces de la tierra es un segundo menos de vida que le queda al planeta invernadero. No se puede vivir sin árboles, literalmente: no hay vuelta de hoja, ni caduca ni perenne. Paseando de mañana temprano por Gijón, al abrigo de ejemplares de distinto porte, cualquier viajero recuerda a Varsovia, donde sorprende la aparición de avenidas y plazas plagadas de grandes árboles. Para los polacos el árbol es un tótem, el guardián de su casa. Polonia, uno de los países más invadidos de la historia, no dispone de accidentes geográficos que le protejan del enemigo. Su defensa natural fue siempre el bosque, maraña verde que ejerció durante siglos de muralla, de atalaya y de vigia. En Gijón el árbol es soporte, alimento y medicina. Un respiro ante el avance de los muros y los paredones."

Árboles, arbustos, además de plantas acuáticas, crecen en esta margen del parque-plaza, frente al ambulatorio o centro de salud


Entre los árboles, La incorruptibilidad del cedro, como califica y titulan L. Nosti y Alejandro Morilla la noticia del día que fue plantado en noticia de La Nueva España del 16-4-2008:
"La plaza de Europa, «el pequeño espacio europeo de Gijón», como indicó la alcaldesa, Paz Fernández Felgueroso, ya tiene un nuevo árbol. La regidora del Ayuntamiento gijonés y el presidente del Centro Español de Derechos Reprográficos, Cedro, hicieron ayer los honores coincidiendo con la celebración del Día Mundial del Libro, que tendrá lugar el próximo día 23. «Lo hemos adelantado un poco para poder celebrarlo en Gijón», explicó el máximo representante de Cedro, Juan Mollá, que criticó duramente la «campaña demagógica que se ha desatado en toda España» en relación a los derechos de autor. 
En un alarde de metáforas y simbologías, ha sido un cedro el elegido para conmemorar la defensa de la propiedad intelectual. Una especie arbórea cuyo nombre coincide con el acrónimo del Centro Español de Derechos Reprográficos y que, como destacó el escritor José María Merino, «en el mundo clásico ha sido símbolo de vigor, grandeza, perennidad y, sobre todo, de incorruptibilidad. Un hermoso símbolo para una institución que defiende los derechos de autor. Si hay algo incorruptible y permanente en nuestra cultura son las grandes obras de la creación literaria, resistentes al paso del tiempo». 
Una cultura que, por tanto, hay que luchar por mantener, combatiendo la piratería y «haciendo llegar a editores y autores los derechos económicos que les corresponden por sus obras». El presidente del Centro Español de Derechos Reprográficos hizo hincapié en la importancia de la formación de las nuevas generaciones en los principios del derecho de autor como base para conseguir una sociedad concienciada, y destacó a este respecto la labor desempeñada por el Ayuntamiento de Gijón en el desarrollo de programas educativos. 
Una aseveración que acogió con gusto la Alcaldesa, quien resaltó el compromiso «público y privado» con la lectura en la ciudad. Según informó Fernández Felgueroso, a lo largo de 2007 nacieron más de 60 publicaciones en Gijón merced a la ayuda directa o indirecta del Ayuntamiento y otras instituciones, con dotaciones económicas que globalmente ascienden a 270.000 euros. Pero más allá de la edición o publicación de obras literarias, la Alcaldesa presumió de una larga lista de programas e iniciativas públicas en favor del fomento de la lectura. «Cada recién nacido de esta ciudad no viene sólo con un pan debajo del brazo, sino también con un cuento. Un cuento que le regalamos para animar a sus padres a iniciarles desde una edad temprana en la lectura. Sin duda, es una de las iniciativas que más me gustan», confesó Paz Fernández Felgueroso, que, si bien reafirmó la importancia de las nuevas tecnologías en la era de internet, también reivindicó el papel de la hoja impresa. 
«El respeto a la autoría y edición de las obras intelectuales es fundamental y debe crecer sólido, fuerte y robusto», declamó José María Merino. El mismo sino que deberá correr el nuevo inquilino de la plaza de Europa."

Aquí, a la izquierda de la foto, lo que parecen unos troncos de especies exóticas forman parte en realidad de un conjunto escultórico, En la memoria - Na memoria, obra del año 2000 de María Jesús Rodríguez, hecha en hierro y pintura, así descrito en sedegijon.es:
"dos piezas, pequeños monolitos negros de algo más de dos metros de altura y forma irregular. Están realizados en hierro fundido e instalados en el medio de un pequeño estanque, en buena compañía de juncos y plantas acuáticas de superficie. Son tótems aparentemente desgastados, como fósiles inmóviles. Vegetales hechos piedra y surcados por mil hendiduras. En su base, un lecho de cantos rodados, un mundo de transparencias al alcance del paseante."


Este camino junto al estanque hace una diagonal que nos llevará a la otra esquina de la plaza, frente a la que acaba la Avenida de la Costa. A nuestra derecha, entre los edificios y casi oculta por los árboles, está la calle Fundición, llamada así por la citada Fundición de Anselmo Cifuentes, que como hemos dicho estaba en el lugar de la actual Plaza del Sur, si bien en la zona había otra fundición, llamada La Fraternidad, de la que también nos cuenta Piñera, ahora en su libro Gijón/Xixón:Industria y compromiso social:
"... fundición de hierro y bronces y reparación de maquinaria, de los hijos de Manuel del Río, en la calle de Magnus Blikstad. Estaba especializada en cocinas económicas, en parrillas de todos los sistemas para calderas de buques, en columnas para edificios y en tuberías de todas clases. El periódico El Litoral de Asturias, «diario imparcial de información, industria y comercio», el 17 de septiembre de 1897 aportaba datos sobre La Fraternidad, de Manuel del Río, y sobre la de aglomerados de Pola y Guilhou, fundada en el año 1874, así como sobre empresas madereras de Magnus Blikstad."

La Fuente la Plaza Europa, a nuestra izquierda y sin agua, con la calle Alesón, la dedicada a los hermanos Santiago y Manuel Nájera Alesón, responsables de las mejoras urbanísticas de la zona, justo enfrente, al otro lado de la Avenida de la Costa


La misma fuente pero con agua y vista desde el otro lado, desde la acera de la Avenida de la Costa, con el ambulatorio y la calle Fundición enfrente y al otro lado de la Plaza Europa. La fuente es un proyecto de los arquitectos Nieves Ruiz y Fernando Nanclares, inaugurada en 1999 dentro de lo que fue la gran remodelación de la Plaza de Europa acometida por entonces


La fuente está formada por dos grandes bloques semirrectangulares de piedra cubierta de mármol, ambos ligeramente inclinados hacia un estrecho canal por el que fluye el agua que sale de numerosos chorros en vertical, formando un artístico arco al caer, alineados


Confluimos de nuevo pues aquí, con la Avenida de la Costa, justo donde estuvo tantos años, enfrente, la célebre Cafetería Xeitosa, otra histórica institución hostelera gijonesa, justo donde la Avenida la Costa dará paso, en nuestro itinerario, a la calle Palacio Valdés y L'Acerona


Allí en la esquina que hace de paso entre ambas vías, en la Avenida de la Costa 1, está en nuestros días, el Café El Parque, donde estuvo antaño la célebre Cafetería Xeitosa, otra gran institución hostelera gijonesa, al que la historiadora Arantxa Margolles Beran le dedica el artículo, publicado en El Comercio del 15-1-2021, El Xeitosa abre sus puertas, conmemorando el medio siglo de su apertura:
"Llegaba a pleno «arranque del nuevo Gijón». El Xeitosa se inauguró hace estos días medio siglo en «la calle Comandante Caballero número 1, esquina a Palacio Valdés», «un sitio absolutamente céntrico» y estratégico: era -y es- aquella una zona de mucho paso. «De transición continua de personas que van o vienen de las estaciones férreas o de autobuses», dijimos, y, además, de rabiosa actualidad. «Es zona urbana moderna que incesantemente va a más». Así llegaba Xeitosa, un establecimiento presentado entonces como «churrería fina y acogedor bar». 
La inauguración fue «delicadamente ofrecida a las primeras autoridades, hallándose presente una representación directa del excelentísimo señor gobernador civil». Hubo bendición del establecimiento, por parte del coadjutor de la parroquia de San Pedro, y a los pocos días Xeitosa abrió al público en un primer día que iniciaría una etapa de más de cuatro décadas. Por aquel entonces destacaban, según decía el reportero, la sencillez de su decoración, «del brazo del buen gusto, la comodidad y la elegancia» que presidían la estancia y también sus dos entradas: la principal, en Comandante Caballero, ahora Prendes Pando, y otra en Palacio Valdés, donde «el público puede abastecerse para sus hogares» de churros, chocolate, café y leche. 
«Por la entrada de Comandante Caballero, el público consumidor. Y no falta una variadísima gama de tapas y aperitivos de todas clases, a cargo de personal experimentado». A partir de las seis de la mañana servía el Xeitosa, historia casi viva de la ciudad: el popular establecimiento acabaría cerrando en 2011, reconvertido en bar restaurante, y volvió en marzo de 2012, centrado en servir desayunos y meriendas. Con otro nombre y otro ambiente, entrados ya en la década de los veinte del siglo XXI, sigue sirviendo chocolate y multiplicando la clientela que hace hoy medio siglo, recién abierto, ya era abundante. 
«Las muchísimas personas que ya han desfilado por allí inauguran el mejor y más merecido de los éxitos a este nuevo establecimiento, sin duda alguna digno de la ciudad»."


Comandante Caballero, dedicada a otro militar sublevado en 1936, era como se llamó este tramo de la ahora Avenida de la Costa tras la Guerra Civil, la Cafetería Xeitosa se trasladaría posteriormente al otro lado de esta avenida, más allá del llamativo edificio del antiguo Hospital Materno Infantil, allá donde, a la izquierda de esta foto, vemos la calle Maternidad, confluyendo con la calle Prendes Pando y el Paseo de la Infancia, adquirida por el Grupo Carbajosa posteriormente y que luego pasó a ser, con nueva gerencia, La Casa del Café, a la que le dedicará parte del reportaje La otra cara de la crisis la periodista Miriam Suárez en La Nueva España del 17-8-2012:
"A sus 32 años, Noelia Rodríguez ha montado su segunda cafetería. El establecimiento abría al público el pasado 2 de julio, en la esquina de la calle Decano Prendes Pando, donde el Xeitosa se convirtió en una institución de la hostelería gijonesa tras décadas de actividad. Ella le ha dado un giro de 180 grados al local, que, con nueva estética y nuevo nombre, está recobrando la vitalidad de sus mejores tiempos. 
«Con esfuerzo y trabajo se sale adelante», está convencida Noelia Rodríguez. Por eso, cuando le ofrecieron el local del antiguo Xeitosa, no tuvo miedo a embarcarse en un nuevo negocio, que ha bautizado como La Casa del Café, igual que la cafetería que regenta desde hace nueve años en la avenida de Portugal. «Al estar tan cerca una de otra, pensé que me sería más fácil gestionar las dos. De momento, el balance es positivo», señala. 
A Noelia Rodríguez se la puede encontrar en una cafetería u otra, indistintamente. Detrás de la barra o sirviendo las mesas, como una más. «A veces salgo a la una de la madrugada y a las siete ya estoy aquí. Y con dos hijas pequeñas»..."

La calle Maternidad empezó a llamarse así, como el Paseo de la Infancia situado detrás, por el Hogar Materno-Infantil, hospital infantil construido en el año 1949 iniciativa del médico puericultor Avelino González con la idea de suplir las carencias que tenía su antecesor, el de La Gota de Leche, antiguo Instituto de Puericultura, muy cerca de aquí y que veremos más adelante al pasar de la Avenida de la Costa a la calle Palacio Valdés y L'Acerona


Más conocido, incluso a nivel oficial, como La Casa Rosada, pertenece al estilo arquitectónico del Movimiento Moderno en la que une elementos racionalistas y expresionistas, destacando su alta torre circular, sin duda su elemento más significativo e identificable


Disponía de comedor de embarazadas, servicios de higiene y desinfección, refugio infantil y otros: Es conocido como la Casa Rosada y actualmente está destinado a diversos servicios municipales como la Oficina de Atención al Ciudadano


Es un genial proyecto del arquitecto Pedro Cabello Máiz, a quien otro arquitecto, Valentín Arrieta Verdasco, le dedica su estudio Pedro Cabello Máiz y su arquitecturaracionalista en Gijón, del que aportamos ahora lo relacionado con este edificio:
"Ese mismo año de 1940, proyecta la que quizá sea su obra más importante y de mayor calado en la ciudad. Se trata del edificio para Comedor de Madres Lactantes y Escuela Maternal, popularmente conocida como Hogar Materno-infantil o también como “Casa Rosada”, edificio que ha sido acondicionado hace pocos años para uso administrativo tras una acertada rehabilitación. La función del edificio era la de establecer un organismo que acompañase y aconsejase a las futuras madres durante el periodo de gestación, así como asistirlas durante el proceso previo al parto y los meses posteriores, especialmente durante la lactancia. Fue promovido por la Junta de Protección de Menores, con quien Cabello colaboró en otros proyectos, como el no construido jardín de infancia de El Humedal, o el edificio para Albergue y Clínica Infantil construido al lado de la Casa Rosada.

El proyecto inicial será modificado en 1943, cuando el edificio ya se encontraba en construcción. En ese momento se decide recrecer el edificio en dos plantas, destinadas a escuela y a recogida de niños abandonados, además de contar con una vivienda para el conserje. También se realizan importantes cambios de distribución en 1947 y otras de índole estética, al incorporar al diseño originalmente racionalista elementos más acordes con los nuevos gustos. Sin duda estas modificaciones distorsionan la original configuración del edificio, de mayor interés al producto final, pero suponemos que el arquitecto no tuvo más remedio de aceptar los cambios, ya que el proyecto original resultaría discordante con el nuevo estilo imperante en la arquitectura de nuestro país. Entre los elementos añadidos destacan los aleros de teja apoyados sobre ménsulas de inspiración clásica, que le otorgan al edificio un aire regionalista montañés con el que Cabello ya se había familiarizado en su fase madrileña.

Independientemente de que la estética final se haya visto alterada con estos añadidos, el análisis del edificio arroja una concepción claramente vinculada a los proyectos que Cabello desarrolla antes del establecimiento del nuevo orden. La configuración general de la planta del edificio revela una traza irregular, resultado de adaptarse a las calles que delimitan la parcela en la que se construyó el edificio, de forma aislada. Sobre la base de un rectángulo se añaden otros elementos geométricos que ayudan a configurar espacios interiores amplios y singulares, siguiendo los preceptos funcionalistas e higienistas que se consideraban adecuados para este tipo de edificios. Tal es el caso de una gran circunferencia que acogía en cada una de las plantas salas diáfanas dedicadas a diferentes usos, y que hoy en día están ocupadas por distintos puestos de trabajo dentro de un mismo espacio. Otro elemento que destaca, en el ángulo de dos fachadas convergentes, es un cuerpo semicircular que contiene la escalera que comunica verticalmente todas las plantas. Este elemento se convierte en determinante dentro de la composición del edificio, sobresaliendo en altura respecto al resto del volumen y contrarrestando la general composición horizontal de las fachadas. Su configuración vertical se ve reforzada por la presencia de un gran ventanal de pavés que interrumpe el cerramiento curvo. El corazón de la planta baja es un gran vestíbulo que acoge y distribuye las circulaciones de todo el edificio. Previo a la entrada a este vestíbulo existe un cortavientos y un espacio exterior cubierto antes de penetrar en el interior del edificio. Este concepto de porche de transición entre el interior y el exterior es un recurso ya visto en los proyectos de vivienda unifamiliar de Cabello, y que hábilmente maneja en este proyecto como filtro de transición entre el espacio público y el interior del edificio, el cual cuenta asimismo con una sucesión de espacios que gradúan la privacidad interior..."

En lo alto de la torre uno de los grandes ventanales y, debajo, la también gran placa del hogar



La calle aparece llamada como Calleja en el Plano de Manzanero de 1975, pese a que desde 1941 se denominaba Maternidad oficialmente: Dice Luis Miguel Piñera que "En efecto, testimonios orales por nosotros recogidos confirman esta denominación, pero más bien aplicada a una calleja que comenzaba en la actual sede de la Caja Rural y salía a Magnus Blikstad, siguiendo la traza de Santa Inés."


Entre la calle Maternidad y la calle Alesón está el edificio de los antiguos Juzgados, también proyectado por Cabello Máiz, este en 1959, si bien en principio estaba destinado albergue y clínica infantil, vinculado por tanto a la Casa Rosada, pero finalmente terminó teniendo este otro cometido


La compra del terreno y la construcción del edificio se realizaron mediante una rifa pro-infancia, sin embargo, cuando hubo que equiparlo, se acabó el dinero. Posteriormente se hizo innecesario con la construcción del Hospital de Cabueñes que, inaugurado en agosto de 1968 ya primeramente como maternidad y pediatría (residencia pediátrica) cumpliría estas funciones, decidiéndose entonces hacer aquí el Palacio de Justicia


El Palacio de Justicia fue trasladado de ubicación en 2013 y el edificio, propiedad del Principado, busca nuevos usos, entre los que se barajaron los de residencia para mayores o espacio cultural, según nos explica Guillermo Figueiroa de Onda Cero Gijón en entrevista al historiador Héctor Blanco. En 2017 fracasó un primer proceso de venta por subasta


Tiene una muy peculiar forma triangular dos de cuyos ángulos están formados por estas calles Alesón y Maternidad. El tercero, al otro lado, es la calle del Decano Prendes Pando, de la que nos cuenta Piñera:
"Francisco Prendes Pando (Gijón, 1863) fue alcalde de Gijón en dos ocasiones y decano del Colegio de Abogados. Una placa recordaba hasta hace pocos años en la esquina con la carretera a Oviedo: «Calle Decano Prendes Pando. A los letrados caídos por Dios y por España»."

La calle Prendes Pando fue antes llamada de San José por la iglesia de esta advocación, que antaño estaba al principio de la calle Magnus Blikstad, al lado de La Gola de Leche, edificio histórico que pronto vamos a ver


En 1941 y tras la destrucción de la iglesia en la Guerra Civil (se haría otra nueva más allá de La Plaza del Humedal, en el barrio de El Carmen), pasaría ese a ser el Paseo de la Infancia, mientras que San José pasaría a nombrar a una calle en el barrio de El Llano


Más antiguamente estuvieron en el actual paseo las paupérrimas ciudadelas obreras y talleres del Patio del Horno y del Patio de la Pajera, "situados ambos con entrada por el paseo de la Infancia, pero sin salida", informa Piñera


Continuamos pues por la Avenida de la Costa hasta su final, saliendo de la Plaza de Europa en dirección, reiteramos, a la calle Palacio Valdés, al otro lado de este edificio que tenemos enfrente, en el que estuvo, a la izquierda, la primera Cafetería Xeitosa


Es un edificio de 1969, uno más de la época del desarrollismo, el situado a su derecha, que mira a la plaza, es de 1987


Conchas en el suelo y, al fondo la calle Llanes, donde está la Estación de Alsa, los autobuses, inaugurada en 1941, en plena posguerra


Fue famoso en tiempos el Xeitosa C.F., club de fútbol fundado en 1974 del que salieron grandes figuras del fútbol mundial, ahí tenemos el artículo de Javier Giraldo en Sport titulado Brito, el técnico que descubrió a Luis Enrique y Abelardo, publicado el 23-9-2016:
"Buceando en el tiempo en busca de los orígenes futbolísticos de dos amigos, Luis Enrique Martínez y Abelardo Fernández, rivales el próximo sábado en El Molinón, el camino lleva al barrio gijonés de Pumarín, donde ambos nacieron y crecieron. Y más concretamente, a un equipo de fútbol sala, el Xeitosa, el primero que ambos compartieron. Luego llegarían el Sporting, La Braña (un clásico del fútbol asturiano), el Barça y la selección. Pero todo empezó en el Xeitosa, un club fundado en 1974 (aunque su primer registro oficial data de 1982) por José María Fernández de Brito, el primer entrenador que reunió a Abelardo y Luis Enrique. Con él empezó todo.
“Llevábamos a cabo varias actividades para los chavales y una de ellas fue montar un equipo de fútbol sala. Nos faltaban unas camisetas y Tino, el dueño de la churrería del barrio, la Xeitosa, nos las regaló. Ahí empezó la historia del club”, recuerda Brito, de 63 años, uno de los padres deportivos de los actuales entrenadores de Sporting y Barça. Aquella churrería se convertiría después en una cafetería y luego, en un restaurante. Acabó devorado por la crisis, pero en los estatutos del club obligan a que el nombre siga siendo el original. 
Abelardo fue el primero en llegar al Xeitosa, a mediados de 1977, con siete años de edad. Brito ya lo había visto por el barrio. “Era muy curioso porque siempre iba con el balón bajo el brazo. Y cada Nochevieja, justo después de las uvas, bajaba a la calle con otros chavales para echar un partido y ver quién marcaba el primer gol del año”. En el Xeitosa al que llegó Abelardo, Brito empezaba a instruir a los chavales en los fundamentos básicos del fútbol. “La idea es que tengan una base sólida, que sepan pegarle al balón con las dos piernas, que sepan levantar la cabeza cuando controlan el balón”, rememora. Y pocos meses después llegó Luis Enrique. “Él tenía siete años y pico y jugaba en el equipo de su colegio, el Elisburu, que está enfrente de la pista en la que jugamos nosotros. Su entrenador, Marino, me pidió que fuese a verlo. Y lo primero que noté es que tenía un coraje especial”. Brito, eso sí, tuvo que enseñarle a golpear el balón con las dos piernas, un detalle especialmente relevante en la carrera de ‘Lucho’ como jugador, porque siempre sacó mucho partido de su condición de ambidiestro. 
Abelardo y Luis Enrique compartieron equipo en el Xeitosa de los siete a los diez años, antes de irse al Sporting, aunque poco después, en 1982, recuperaron la vieja camiseta del equipo de su barrio para disputar un torneo que se jugó en todas las sedes del Mundial de 1982. “Jugamos la final contra el Inmaculada [otro colegio de Gijón] y la ganamos gracias a un penalti que tiró Abelardo… ¡con la puntera”, refresca Brito, 34 años después. 
Ambos fueron los dos primeros pupilos del Xeitosa que triunfaron en el mundo del fútbol. Luego, hasta doce jugadores criados en el Xeitosa llegarían al fútbol profesional: el último también viste de blaugrana, Borja López, defensa central del Barça B que pasó por el Sporting y por el Mónaco. 
Pasó el tiempo, pero la relación entre Abelardo y Luis Enrique no hizo más que afianzarse. También la de ambos con su primer entrenador. Brito recuerda cómo durante la preparación de los JJOO de Barcelona, Abelardo y Luis Enrique eran uña y carne. “Brito, en el partido de ayer, de los 90 minutos solo se jugaron 30, en realidad: Luis estaba metido en todas las peleas y yo tenía que ir detrás a defenderlo”, le contaba Abelardo en aquel verano de 1992. 
Como todos los que le conocen bien, Brito destaca la faceta más humana de Luis Enrique. “A él no le interesan los premios individuales ni muchas cosas que rodean al fútbol. Por eso a veces parece que se pone esa coraza”, explica Brito sobre el carácter de su ex pupilo. 
En el Sporting-Barça del año pasado, Brito estuvo invitado en el palco de El Molinón por el Ayuntamiento de Gijón, pero prefirió quedarse en un segundo plano: no encontró oportunidad para saludar a Luis Enrique. “Sé que cuando viene a Gijón tiene tantos compromisos que me da apuro”, justifica. Pero su relación con el entrenador del Barça va más allá: Brito fue su consejero cuando dejó el Sporting para irse al Madrid, y cuando abandonó el Madrid para firmar por el Barça."

El Xeitosa, tras casi medio siglo de existencia, fue absorbido en 2022 por el CD Montevil, fundado en 1995, atrás quedaban aquellas evocaciones de los grandes campeones que por él pasaron, como esta que encontramos en Odio el fútbol moderno a fecha 17-2-2016:
"El Xeitosa era un equipo de Gijon, de fútbol sala en categorías inferiores. Abelardo y Luis Enrique, amigos de la infancia, jugaron para el equipo de esta cafetería histórica que estaba enfrente de los antiguos juzgados de Gijon, antes en el centro de la ciudad. En esa foto tendrían 10 o 12 años aproximadamente.

Juntos ganaron el Oro Olímpico, juntos jugaron mundiales, defendieron la camiseta de grandes clubes, y de la selección.

Hoy que se disputa el Sporting-Barça ellos se sentarán en los banquillos como entrenadores rivales. Una maravillosa historia de amistad que envuelve el partido de hoy."

A la izquierda, vemos más partes de la Casa Rosada, como sus enormes ventanales en esta redondeada esquina, en forma cilíndrica, otro detalle sumamente interesante. Prosigamos con la lectura de la obra de Arrieta Verdasco dedicada a la arquitectura de Cabello Máiz:
"En su concepción racionalista original destacan diversos elementos que aún hoy en día podemos apreciar, como los generosos ventanales corridos enmarcados por molduras de sencillo relieve rectilíneo. El aspecto más interesante del edificio es precisamente este tratamiento de los huecos y la gran calidad de los espacios interiores al introducir hábilmente la luz, para lo cual es determinante el tratamiento que el arquitecto hace de las esquinas. En este sentido, hay que destacar la habilidad para prescindir o suavizar la esquina, y dotar a las diferentes fachadas de mayor continuidad gracias a la utilización de cerramientos curvos. Para conseguir esta sensación juega un papel importante la rotonda vinculada al espacio circular antes descrito, la cual cuenta con grandes ventanales de concepción horizontal en cada planta, que se adaptan a la forma curva de la fachada. En otras esquinas del edificio las ventanas se prolongan de una fachada a otra sin parteluz de ningún tipo, llegando incluso a redondearse el antepecho, como sucedía en las esquinas del edificio de viviendas de la calle Carlos Bertrand.

Gracias a esta concepción volumétrica y al mencionado tratamiento de las esquinas, así como la continuidad en el acabado superficial de los cerramientos, el edificio no presenta una fachada principal y otras secundarias, leyéndose como un elemento tridimensional que se adapta a la traza urbana y que resuelve magníficamente su comprometida disposición en una parcela aislada anexa a un cruce de importantes vías de comunicación en el centro de la ciudad."

Al fondo, el nombre de la calle Llanes, aprobado el 17 de mayo de 1960, "fue propuesto por la comunidad de llaniscos residentes en Gijón", nos dice Piñera, a la que antes fue la calle Rizal, médico y poeta filipino, fallecido en 1896 y "conocido también por ser un destacado miembro de la masonería. Ha sido biografiado por Ernesto Giménez Caballero"


En el Expediente del Archivo Municipal de Gijón número: 279/1932 y en el acta de concesión de la calle se lee que fue dedicada «a un hombre de ciencia y revolucionario por amor a su pueblo». A veces, en vez de calle figuraba como plaza y en ocasiones se añade el nombre, José Rizal


Volviendo de nuevo la vista a la derecha, a la Casa Rosada, vemos en ellas más formas en este singular edificio que no tiene una fachada principal propiamente dicha. Arrieta, en sus conclusiones sobre las obras gijonesas de Cabello Maíz, escribe:
"Las variantes tipológicas desarrolladas por Cabello en su etapa gijonesa responden en su materialidad a conceptos e ideas propios de un racionalismo tardío influenciado por otros estilos, hasta su pérdida de identidad con la consolidación de los postulados del “estilo nacional”.

A pesar de desarrollar sus principales trabajos en los primeros años tras la implantación de la dictadura franquista, se puede observar una intención de mantener vivos los conceptos de la arquitectura más funcional, incluso con reminiscencias del fugaz art-decó español. Esta mezcla de estilos, propio de arquitecturas localistas desarrolladas en pequeñas ciudades, no debe desvirtuar el fondo de la concepción arquitectónica promovida por el arquitecto, y su obra debe de ser reconocida como una de las más importantes desarrolladas en la época pre y post guerra civil en Asturias."

Aquí, justamente, tomamos a la derecha la calle Prendes Pando mientras vemos, enfrente, otros dos edificios muy notables ya mencionados, al fondo la Estación de Alsa y, a la derecha y más cerca, La Gota de Leche


Hablaremos de ellos recorriendo L'Acerona, la gran acera de esta calle, inaugurada con fasto en el otoño de 1962, justo "pocos días después de la «crisis de los misiles», cuando los adultos pensaban que podía estallar la III Guerra Mundial y a mí me llegaban confusas noticias de que el mundo estaba en un tris de acabarse", tal y como escribía el historiador Fernando Cuesta pocos meses antes del medio siglo de existencia de esta magnífica explanada, por la que nos dirigimos, al fondo, a la nueva iglesia de San José y El Rascacielos o Edificio Bankunión, pasando de esta zona de L'Humedal a El Carmen, el antiguo arrabal de La Rueda



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