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miércoles, 8 de enero de 2014

PEÑAFLOR (ASTURIAS) LA FLOR DEL CAMINO EN EL PASO DEL NALÓN: EL DISPUTADO PUENTE MEDIEVAL, LA PICARESCA DE GIL BLAS DE SANTILLANA, LAS MINAS, LA VENTA, EL HOSPITAL, LA IGLESIA DE SAN JUAN Y LA CASA DE OBISPALÍA


El Puente Peñaflor: el Camino viene  por La Venta las Casas, al otro lado. Al fondo El Picu Cimeru

Nos disponemos a pasar El Puente o La Ponte Peñaflor, lugar muy significativo del Camino Primitivo en sus comienzos, pues por él vamos a cruzar el río Nalón, pasando del concejo de Candamo al de Grado/Grau, un lugar muy estratégico que vio el paso de muchos peregrinos, arrieros y demás viajeros a lo largo de la historia, enclave disputado en diversos momentos al ser el transito obligado por un pequeño desfiladero o foz sobre el más largo y caudaloso de los ríos asturianos

El puente desde el este: los peregrinos cruzan de derecha a izquierda

De este puente, mencionado por primera vez en un documento conocido en el siglo XII, se sabe sustituyó a otro anterior, posiblemente de origen romano y que se llevó una riada, el de Carril, un kilómetro y medio más al este, por donde hemos caminado también, viniendo de Puerma, concejo de Les Regueres, tal y como leemos en Románico digital:
"La orografía del lugar, con el estrechamiento del cauce del río al entrar en el desfiladero, pudo haber sido determinante para el desarrollo de la zona, al ser este punto el más propicio para la construcción de un puente que pusiera en contacto las dos riberas del Nalón antes de su llegada al mar. Para muchos autores, el puente de Peñaflor, construido tras la destrucción del primitivo puente de Carril, a dos kilómetros del primero, constituyó el punto de partida del desarrollo de la zona y su consolidación como hito del camino. Las referencias documentales son escasas, los primeros siglos del medioevo permanecen mudos en relación con este lugar, y hay que esperar hasta el siglo XII para encontrar las primeras menciones. 

Aparecen éstas en un documento hoy desaparecido, al que hace referencia Ciriaco Miguel Vigil, por el cual, en junio de 1144, el emperador Alfonso VII y la reina Berenguela hicieron donación a la iglesia de San Salvador de Oviedo de una tierra en el valle de Valduno, junto al puente de Peñaflor para la construcción de un hospicio-alberguería, disponiendo, además, que los vecinos del término pasasen a depender del señorío de la mitra ovetense. Esta donación, entendida dentro de las políticas de fundación hospitalaria llevadas a cabo en diferentes puntos de la geografía asturiana durante esta centuria, debe ponerse en relación con la construcción del puente y la necesidad de dotar al paso de una serie de instalaciones para el servicio del viajero".  
Camino del Puente Peñaflor

Cruzado el río L'Aracha, dejamos el concejo de Les Regueres y entramos en el de Candamo o Candamu, dando vista a La Peña'l Viso, que cierra el desfiladero por el norte, llamativo y grande peñón, a cuyos pies se cruza El Puente Peñaflor por La Venta las Casas, núcleo perteneciente a la parroquia candamina de Cueru


La Peña'l Viso sería la última estribación y la más meridional de una serie de serranías, Pedrouzu,  Faidiello, Bufarán, Taborneda, que se extienden sucesivamente y de norte a sur desde el concejo de Illas, al sur de Avilés, hasta llegar aquí, y en las que se mantuvo la primera línea del frente durante más de un año en la Guerra Civil, cuando también El Puente Peñaflor fue disputado, como lo había sido dos años antes, en la Revolución de Asturias; un siglo antes, en las guerras carlistas y, anteriormente, dos veces al menos durante la francesada, Guerra de la Independencia o invasión napoleónica

Foto: emiliobarcena

El propio apodo de moscones para los de Grado/Grau se pensaba tenía que ver con la batalla de Peñaflor aquí librada, sin embargo, diversos estudios apuntan en otra dirección. Escribe de ello Gustavo A. Fernández, cronista oficial de Grado/Grau en La Voz del Trubia del 13-4-2016:
"Lo cierto es que hace más de un siglo, cuando en 1907 Álvaro Fernández de Miranda publicó su libro Grado y su Concejo, ya no se conocía el origen de este gentilicio y el autor escribía: «¿Por qué llaman moscones a los de Grado? Lo ignoramos; pero el mote no les importa: ¿no llaman gatos a los de Oviedo y Madrid?». 
Más allá de leyendas vayamos con los hechos históricos que aporta la documentación medieval recopilada por el filólogo Xosé Lluis García Arias. Pues bien, en esta documentación del siglo XII aparece repetidamente un personaje importante en esta zona (que por aquel entonces se llamaba Prámaro y no Grado) llamado Suero y cuyo cognomen era Mosca, apelativo que luego se generalizó a toda su familia. 
Antonio Villabella Patallo va más allá en su libro El Linaje de los Miranda y especula con que el rey Alfonso VII pudo entregar a este Suero Mosca unas tierras, la villa de Grado, como pago por los servicios prestados en el contexto de la guerra contra Gonzalo Peláez, el conde de Coalla. Los campesinos y gentes de estas tierras, vasallos por tanto de Suero, serían llamados desde entonces moscones"

A la derecha, la también abrupta ladera de La Peña l'Aire, El Picu la Peña o Alto de Anzu, cierra el desfiladero por el sur, en términos de la parroquia moscona de Peñaflor, que realmente no se incorporó al concejo de Grado/Grau, al que pasaremos cruzado el puente, hasta 1827, pues fue un coto eclesiástico de propiedad episcopal desde la disposición fundacional de Alfonso VII y Berenguela hasta el siglo XVI en que, con la desamortización de Felipe II, pasó a los vecinos y contando con su gobierno propio


Su cota más alta son 261 m y, entre su vegetación, se ven los afloramientos rocosos que dan le dan nombre. En el Diccionario de Madoz se le denomina Aguileiro y también se le conoce como El Picu los Horrios, no referido el topónimo a los hórreos como graneros sino como evolución de la raíz prerromana ur, con el significado de altura


A sus pies, discurre el río Nalón, frontera de concejos, oculto por su arboleda ribereña y que, como nosotros, se dirige a la villa de Grado/Grau, por lo que caminaremos por sus veigas y riberas. También pasa la N-634, antigua carretera Oviedo Villalba que, abierta a mediados del siglo XIX, sustituyó a este Camín Real o Camín Francés como principal vía de comunicación con el occidente asturiano y con Galicia


Relegado a vía pecuaria y de comunicación local, el Camín Real fue ensanchado en este tramo y asfaltado formando parte de la carretera AS-372, cuyas curvas se adaptan a la orografía del terreno en este desfiladero en el que el Nalón recibe las aguas de varios regatos afluentes


A nuestra derecha tenemos Casa Benigno, en el cruce con la carretera que sube a El Campillín y, de allí y por Las Ablanosas, a La Sierra del Pedrouzu (por un error de transcripción denominada Pedroso en muchos mapas) y todas aquellas antes mencionadas hasta Illas. Un cartel nos indica en la encrucijada que es el acceso al Espacio Histórico Frente del Nalón, en el que se han recuperado gran parte de las estructuras defensivas (trincheras, búnkeres, emplazamientos artilleros, etc.) construidas en la Guerra Civil


El propio puente fue tomado por los nacionales en una maniobra sorpresiva que evitó su demolición tal y como estaba prevista, pudiendo establecerse un pasillo, el Pasillo de Grado, para enlazar con las asediadas tropas de Aranda, que se había sublevado en la capital asturiana. Todo este teatro de operaciones fue escenario de combates durante más de un año, entre julio de 1936 y octubre de 1937, con la caída del Frente Norte


La Venta las Casas debe su nombre a la existencia de una venta caminera en este lugar, muy posiblemente a la altura del puente, donde también hubo hospital de peregrinos y capillas y, en nuestros días, abre sus puertas Casa Aurina, donde podemos parar a tomar algo o a comer antes de cruzar el Nalón


Y es que, mucho antes que los soldados de Ney llegasen como sus fusiles, otro francés, el escritor Alain-René Le Sage, el mismo que adaptó al francés El Quijote de Avellaneda, hace llegar aquí al protagonista de una de sus novelas picarescas, con La Historia de Gil Blas de Santillana, escrita entre 1715 y 1735. El protagonista es nacido en Santillana del Mar y se educa en Asturias a cargo de su tío, desarrollándose en La Venta Peñaflor parte de sus aventuras. La obra es importante pues se la tiene por la  última novela picaresca clásica antes que triunfase la picaresca realista inglesa


Realmente Peñaflor, como pueblo y parroquia, está al otro lado del río, en tierras mosconas, pero por lo general, al nombrar el lugar se ubican el puente y sus contornos. En contra de lo que pudiera parecer, el topónimo no evocaría a las flores sino a un FroilaFruela o similar, nombre germánico de un antiguo posesor, posiblemente altomedieval, 'la peña de Froila', por lo que estaríamos ante un antropónimo. Y es que en toponimia no todo es lo que parece...


Pasamos en este punto sobre otro de los arroyos que dan sus aguas al Nalón, El Regueru la Vara, que nace al pie del Picu Pedrouzu. No hay espacio para el peatón a la izquierda, por lo que sería más conveniente en este caso cruzar a la derecha. Hagámoslo con muchísima precaución pues el tráfico suele pasar raudo y veloz, pudiendo llegar a ser denso en determinados momentos, en otros sería una carretera bastante tranquila, pero nunca nos confiemos


Al cruzar veremos, al pie de las casas y abajo a su derecha, El Regueru la Vara bajando de la montaña...


Forma un estrecho y profundo curso, como una trinchera, sin duda fruto de alguna canalización, pues aunque pequeños, estos regatos pueden bajar con ímpetu con lluvias y riadas...


Y es que toda esta vega y ribera padeció no pocas inundaciones cuando el Nalón se desbordaba, la más señalada sin duda la de 1586, que afectó a capillas y alberguerías y obligó a reconstruir el mismo puente


Aquí tenemos un rellano y luego una buena acera, por lo que caminaremos más tranquilos y seguros en dirección al puente. A lo lejos, la Sierra Sollera deja ver su meseta del Llanu las Ayalgas en la divisoria de cumbres que cierran el valle del Nalón y lo separan del valle del Narcea, uno de sus más importantes afluentes, en el lugar que el primero deja de ir al oeste y, tras unirse al Cubia al norte de la villa de Grado/Grau, toma dirección norte rumbo a Pravia y a su desembocadura entre L'Arena y San Esteban


Como en todo lugar transitado, no pocos vecinos exponen su arte en el Camino, tal que aquí, con este cuadro de Telva y Pinón con su sobrino Pinín, personajes del cómic asturiano del dibujante Alfonso Iglesias


Y una familia de cérvidos, hechos con troncos y cañas, que vemos también al pasar


Más arriba, en el prado y al lado de las huertas, una artística fuente. Más arriba se tiende la ropa al sol


Fuente hecha de piedra con una grande en forma de círculo en medio, de donde sale el agua de un caño adornado con un tetrasquel. Hay jarras, lecheras y, alrededor, abundantes flores


"FUENTE - CIONA", leemos en la placa también labrada en piedra...


Empieza aquí un buen tramo de acera, al pie de las huertas, en las laderas inferiores de la montaña


Se supone que, cuando el puente estaba en Carril (antes del siglo) XII, el camino subiría detrás del Alto de Anzu por un collado entre este y su vecino del Picu Tueru, ganando al otro lado, por Sestiellu, el gran valle donde se el Cubia se une al Nalón y donde en 1270 se fundaría la puebla de Grado/Grau en algún momento del siglo XIII anterior a 1256, cuando se la menciona por primera vez


El cambio de ubicación del puente a un lugar más estrecho o fragoso pudo tener que ver con varios factores. Además de una mejora técnica constructiva aportada por el románico, estilo en el que fue construido, la existencia de buena base pétrea entre las peñas del desfiladero, con su roca madre, permitiría un mejor y más seguro asentamiento y base para esta obra de ingeniería


El paso por el desfiladero se vería prontamente compensado además, al otro lado, por ofrecer para el nuevo trazado caminero paso llano y franco a través de Las Veigas, La Veiga Peñaflor y La Veiga Grau, en vez de subir, o bajar, según se vaya o se venga, montes y collados desde Carril o hacia Carril, lo que supondría una notable mejora y alivio


Estamos en Ca Feli, donde el trazado de la carretera es ya prácticamente recto hasta llegar al puente y antes, a Casa Aurina


Una parra nos recuerda que estamos en tierra que fue vinícola hasta la filoxera del siglo XIX, creciendo aún algunas cepas silvestres que algunos vecinos se han propuesto recuperar, elaborando incluso una pequeña producción. Arriba, en La Peña'l Viso o Peñón de Peñaflor, vemos varias torres eléctricas en la zona de El Trabaz


El nombre de la casa, sobre la puerta


La acera y las farolas le confieren al lugar cierto 'aire urbano' a partir de aquí


A la derecha, hermosa mata de margaritas y otras flores; seguidamente más huertas en la ladera del monte


Más arriba de las huertas hay un hermoso hórreo de corredor en miniatura que llama la atención. Detrás empiezan el bosque y, seguidamente, plantaciones de pinos y ocalitos...


Seguimos todo recto por la acera, viendo al fondo el aparcamiento de Casa Aurina, que nos sirve de referencia pues, justo después, está el puente, que aún no podemos ver desde aquí...


Este letrero nos informa que entraríamos en Peñaflor, que en principio, no empieza realmente hasta pasado el puente pero, como nos dice el Diccionario geográfico de Asturias. Ciudades, Villas y Pueblos, al describir este lugar de Las Casas (La Venta las Casas), está situado "junto al puente de Peñaflor, nombre con el que aparece recogido este núcleo en el Nomenclátor desde 1986."



La señal de stop nos indica asimismo nuestra proximidad al puente. La carretera hubo de ser ensanchada respecto al antiguo Camín Real, que discurría en la no muy ancha franja ente la ladera del monte y la orilla del Nalón


A nuestra izquierda tenemos algunos edificios que fueron de Mina Mariqueta, explotación de caolín que empezó a trabajar en 1956, del grupo Minas de la Serna (Arciresa) y que en 1971 fue la principal productora de España con 100.000 toneladas, cerrando su actividad en 1996 


A la izquierda, al otro lado del río, estaba la Mina Casualidad, de la misma compañía, cuyos cargaderos y otras dependnecias veremos al cruzar el puente. Estas grandes señales informan a los conductores de que circulan en un tramo coincidente con el Camino de Santiago, por lo que han de estar atentos del paso de peregrinos, que a partir de aquí irán cruzando a la izquierda, hacia el puente por Casa Aurina


En MTI Blog, dedicado a la Mineralogía Topográfica Ibérica, nos explican que estos eran los talleres, transformadores, oficinas y otras instalaciones de las minas, sitas en la parte correspondiente al concejo de Candamo


En conjunto llegaron a trabajar hasta 200 obreros, destinándose la práctica totalidad del minera al la fabricación de chamota, material refractario elaborado "por la empresa Arcillas Refractarias del Otero, propiedad del grupo La Serna."


Llegando a los aparcamientos de Casa Aurina veremos a la derecha la bocamina de Mina Mariqueta. "Estos depósitos caoliníferos del Paleozóico están asociados a niveles de pizarras del Ordovícico, Silúrico y Devónico, con unos 70 centímetros de potencia y varios kilómetros de longitud. Los yacimientos de Candamo se conocen como Piso Villar", leemos en MTI Blog


Como podemos comprobar, "había labores de interior y algunas de exterior". Hoy en el lugar crecen, entre las rocas, algunas arboledas. Manuel Antonio Huerta NuñoToño Huerta, nos explica así la historia de este grupo minero en PatrimoniuIndustrial.com:
"El Grupo Minas de la Serna comenzó la explotación de este sector en el año 1956, aprovechando la riqueza mineral de una sierra cuarcítica cortada por el río Nalón a la altura de Peñaflor. 
En su orilla derecha, en el concejo de Grado, ese mismo año abriría la galería de Mina Casualidad, de la que se conserva su bocamina cementada con la fecha y los símbolos mineros, así como un cargadero. 
En la orilla izquierda, perteneciente al concejo de Candamo, en esa misma fecha se comenzaría a explotar la Mina Mariqueta, formando un único grupo de explotación que en 1971 alcanzaría su máximo, con cien mil toneladas anuales y más de 300 trabajadores, siendo el mayor productor nacional de caolín, destinado fundamentalmente a fabricar chamotas refractarias, producidas por la empresa Arcillas Refractarias del Otero, perteneciente al grupo de La Serna. Los trabajos finalizarían en 1996 y de los mismos se conservan restos de edificios, almacenes y bocaminas".

Un portón enrejado cierra el acceso a la mina. En MTI Blog podremos ver algunas fotos de esta explotación, incluyendo su interior, inundado. "La caducidad de los derechos mineros de este grupo (nº 27249 Mariqueta 3ª, nº 27238 Casualidad, etc.) se produjo en el año 2003", leemos asimismo en MTI Blog


Fijémonos en la parte inferior izquierda, de donde sale agua de la galería inundada, señal que van a parar a ella acuíferos subterráneos


Y observemos asimismo el color, o colores, de la roca...


Pasan los peregrinos frente a Casa Aurina. Suele haber gran afluencia a la hora de comer y antes, sobre todo en domingos y festivos...


La acera acaba aquí y es un lugar en el que suele cruzarse, con máxima precaución pues no hay ni paso de peatones, para ir al puente, por lo que pasaremos delante de Casa Aurina y será una buena ocasión para hacer un alto y tomar algo o, mismamente, parar a comer


A su entrada hay animadas terrazas frente al edificio del bar-restaurante pero, por la parte que mira al río, "desafía la fuerza del Nalón con unos fuertes pilares que lo elevan unos cuantos metros sobre éste", explica el gastrónomo David Castañón en su web culinaria Les Fartures en su visita del 26-7-2023, a lo que añade:
"Merendero a pie de carretera, con una terraza enorme, muy guapa, y varias zonas para disfrutar al aire libre. Dentro, una terraza cubierta. Y ya en la parte del chigre, barra, con comedor amplio. Tiene mucho trasiego, gente de la zona, gente de paso, y mucho peregrino. Así que es conveniente reservar". 

Según cruzamos veremos las casas de los que fueron los trabajadores de las minas del desfiladero, formando grupos en hilera incrustados en la pared de la peña


A la izquierda empiezan las terrazas de Casa Aurina, a la sobra de una buena arboleda que forma un bello jardín de aquí al mismo puente


En la zona central de la gran terraza, donde no hay árboles, se disponen dos grandes toldos. Por aquí se accede al bar y al restaurante, fundado por Manolo'l Madreñeru y que con el tiempo se especializó en guisos para dar menús a los trabajadores de la mina


El también gastrónomo e historiador Luis Antonio Alías publica sus excelentes impresiones del lugar en el periódico El Comercio del 13-2-2020 y ahonda en la historia del establecimiento desde su origen y desde cuando se llamaba Casa Eladio:
"El puente de Peñaflor, paso real y jacobeo entre Oviedo, Trubia, Candamo, Avilés y Grado, contó con ventas famosas desde mucho antes de que Munuza pretendiera a la hermana de Pelayo, y tal vez ésta fuera una de ellas dada su primera ubicación en el frente mismo de la calzada, contra la áspera y vertical roca. Ahora, para ofrecer terrazas, merendero, estacionamiento y el continuo murmullo del río como música de fondo, se sitúa en una esquina verde de la ribera sobre la que cae a tajo la sierra del Pedroso. Apenas cuatro metros, y de la fiereza escarpada pasamos al bucolismo de pretiles, fuentes, cristaleras, parasoles que ejercen de paralluvias, mesas de madera y mármol y -resumiendo- asturianía profunda y concentrada que sirve, adobados con maestría y cariño, fabada, fabes con almejas, cabritu, pitu de caleya, carrillera ibérica, bacalao con tomate, callos y lo mucho que el San Martín produce. 
Los codiciados pote de berzas, ensalada campera (que lleva patata cocida, tomate, bonito y cebolla) y arroz con leche, deben su fama a los mineros del caolín que aquí hubo, con trescientos trabajadores en 1970. La mayoría hacía cola entre pintas y culinos esperando el maná de Aurina.

 



Julio cambió el nombre de Casa Eladio a Casa Aurina, mientras Paco, el hijo, estudiaba y ayudaba hasta que decidió, fallecido su padre y jubilada su madre, mantener el nombre, el lugar y los contenidos; también decidió reparar la magnífica estufa de hierro procedente de las desmanteladas oficinas mineras, fuente de sanísimo calor cuando nos azotan días invernales. 

¡Y Aurina porque está jubilada y merece descansar, que si no volvía encantada a potas, potes y fervores largos y lentos y atentos!"


En el apartado de Gastronomía de la web del ayuntamiento se dice de Casa Aurina que... "el pote de berzas con compango y el arroz con leche, nuestra más exquisita tradición. Especialidades en: bacalao, cabritu, caza en temporada, fabada, garbanzos, lentejas, callos, cordero, pitu caleya, frixuelos, cuajada, tarta de queso y fresas en temporada. Menú diario y especial fin de semana. Cerrado lunes ". Como siempre decimos, debemos siempre confirmar y actualizar nuestros datos sobre sitios para comer, dormir, etc., realizando cosas tan sencillas, por ejemplo, como una llamada telefónica...

Foto: Juan Pablo Carpintero

Y es que estamos en un concejo fresero por excelencia que antes fue vinícola; seguimos leyendo la web del Ayuntamiento:
"Si renombre universal ha dado al Concejo la Cueva de La Peña, otro tanto puede decirse de sus fresas; que el escritor Juan Antonio Cabezas llamase a Candamu el Aranjuez de Asturias, tiene todo el significado de una denominación de alta calidad para este exquisito fruto. A esta calidad única se suma el sabor inigualable, siendo, sin lugar a dudas, el producto gastronómico más emblemático del municipio, hasta el punto de contar con un Festival que anualmente se celebra a primeros de junio. 
No sólo las fresas de Candamu gozan de fama reconocida, también toda la fruta que se cosecha en su territorio es apreciada: manzanas, peras, nisos, ciruelas y -entre los frutos secos- la castaña, a la que los vecinos de Aces dedican un festival en Noviembre. Era importante antaño la producción de uva, siendo famosos sus vinos. De merecido prestigio gozan igualmente aquí las hortalizas, de cosecha más temprana que en otras zonas de Asturias. 
No faltan los quesos en Candamu, ya que en él se continúa produciendo, al igual que en los concejos limítrofes que pertenecen a la comarca, el notable queso de afuega¿l pitu, en su variedad blanca. Es éste un queso elaborado exclusivamente con leche de vaca, ligeramente blando según el tiempo de curación, que tiene, sin embargo, una consistencia firme, presentándose en unidades en firma de tronco de cono. 
Excelentes carnes, sabrosos callos y embutidos deliciosos -todo ello de la tierra- pueden degustarse en los bares y restaurantes del Concejo. 
Como final, no olvidar los pescados, especialidad importante de algunos reputados fogones."

Mesas y bancos de madera, una antigua cocina de carbón, un pozo, una fuente, una farola y otros detalles completan el ornamento de esta terraza jardín. Aquí en este rellano con suelo de losas


Casa Aurina, y antes Casa Eladio, serían sin duda la sucesora de La Venta Peñaflor que dio nombre al lugar, posada, parada y fonda de los tiempos del antiguo Camín Real, escenario literario, como hemos dicho del escritor francés Alain-René Lesage, en su obra La Historia de Gil Blas de Santillana. Compartimos parte de lo que nos dice de esta obra la Wikipedia
"Gil Blas (en francésL'Histoire de Gil Blas de Santillane; en español, también La Historia de Gil Blas de Santillana o Aventuras de Gil Blas de Santillana) es una novela picaresca en francés escrita por Alain-René Lesage entre 1715 y 1735. Se considera como la última gran novela picaresca antes de que el género diera paso a la picaresca realista inglesa con las obras de Tobias Smollett o Henry Fielding, en los que influyó.
Resumen del argumento 
Hijo de un mozo de cuadras y una doncella, Gil Blas nace en medio de la miseria en Santillana del Mar, en Cantabria, y pasa al cuidado de un tío suyo, que lo educa en Oviedo, demostrando buenas aptitudes para el estudio. Con diecisiete años, deja la ciudad de Oviedo para estudiar en la Universidad de Salamanca. Sin embargo, su brillante porvenir se ve truncado cuando, de camino a Salamanca, una banda de forajidos lo obligan a ayudarlos, y acaba por ello en la cárcel. Tras ser liberado, se ve forzado a trabajar como criado, y durante varios años se pone al servicio de varios amos, lo que le permite observar los múltiples grupos sociales, tanto seglares como religiosos, que había en España. Debido a su ocupación de criado, conoce a mucha gente de baja ralea, y, gracias a su adaptabilidad y astucia, es capaz de adaptarse a las difíciles situaciones que se le plantean. 
Tras varias vicisitudes, acaba en la Corte como favorito del Rey y secretario del primer ministro. De esta manera, escalando posiciones desde lo más bajo gracias a su inteligencia y duro trabajo, Gil Blas puede al final retirarse a un castillo y disfrutar de la fortuna y la vida honesta por la que tan duramente había luchado. 
Relevancia literaria y recepción de la obra 
Gil Blas no esconde las similitudes con otra obra de Lesage, la comedia teatral Turcaret (1709). En ambas obras, Lesage hace uso de criados astutos puestos al servicio de pícaros, mujeres de disipado proceder, maridos cornudos (y satisfechos de ello), gourmets, poetas ridículos, falsos sabios, y doctores peligrosamente ignorantes, para poder denunciar los vicios de la humanidad. En la obra de Lesage, cada clase social y cada ocupación se convierten en un tipo social, algo habitual en la novela picaresca..."

En Historia de Gil Blas de Santillana. Traducida por el Padre Isla, tenemos esta novela a nuestra disposición por internet, siendo en el capítulo segundo donde se centran sus aventuras en el lugar, titulado De los sustos que tuvo Gil Blas en el camino de Peñaflor, lo que hizo cuando llegó allí y lo que le sucedió con un hombre que cenó con él:
"Héteme aquí ya fuera de Oviedo, camino de Peñaflor, en medio de los campos, dueño de mi persona, de una mala mula y de cuarenta buenos ducados, sin contar algunos reales más que había hurtado a mi bonísimo tío. La primera cosa que hice fué dejar la mula a discreción, esto es, que anduviese al paso que quisiese. Echéla el freno sobre el pescuezo, y sacando de la faltriquera mis ducados los comencé a contar y recontar dentro del sombrero. No podía contener mi alegría; jamás me había visto con tanto dinero junto; no me hartaba de verle, tocarle y retocarle. Estábale recontando quizá por la vigésima vez, cuando la mula alzó de repente la cabeza en aire de espantadiza, aguzó las orejas y se paró en medio del camino. Juzgué desde luego que la había espantado alguna cosa, y examiné lo que podía ser. Vi en medio del camino un sombrero, con un rosario de cuentas gordas en su copa, y al mismo tiempo oí una voz lastimosa que pronunció estas palabras: «¡Señor pasajero, tenga usted piedad de un pobre soldado estropeado y sírvase de echar algunos reales en ese sombrero, que Dios se lo pagará en el otro mundo!» Volví los ojos hacia donde venía la voz, y vi al pie de un matorral, a veinte o treinta pasos de mí, una especie de soldado, que sobre dos palos cruzados apoyaba la boca de una escopeta, que me pareció más larga que una lanza, con la cual me apuntaba a la cabeza. Sobresaltéme extrañamente, miré como perdidos mis ducados y empecé a temblar como un azogado. Recogí lo mejor que pude mi dinero; metíle disimulada y bonitamente en la faltriquera, y quedándome en las manos con algunos reales los fuí echando poco a poco y uno a uno en el sombrero destinado para recibir la limosna de los cristianos cobardes y atemorizados, a fin de que conociese el soldado que yo me portaba noble y generosamente. Quedó satisfecho de mi generosidad y dióme tantas gracias como yo espolazos a la mula para que cuanto antes me alejase de él; pero la maldita bestia, burlándose de mi impaciencia, no por eso caminaba más a prisa. La vieja costumbre de caminar paso a paso bajo el gobierno de mi tío la había hecho olvidarse de lo que era el galope.

No me pareció esta aventura el mejor agüero para el resto del viaje. Veía que aun no estaba en Salamanca y que me podían suceder otras peores. Parecióme que mi tío había andado poco prudente en no haberme entregado a algún arriero. Esto era, sin duda, lo que debiera haber hecho; pero le parecía que dándome su mula gastaría menos en el viaje, lo cual le hizo más fuerza que la consideración de los peligros a que me exponía. Para reparar esta falta determiné vender mi mula en Peñaflor, si tenía la dicha de llegar a aquel lugar. y ajustarme con un arriero hasta Astorga, haciendo lo mismo con otro desde Astorga a Salamanca. Aunque nunca había salido de Oviedo, sabía los nombres de todos los lugares por donde había de pasar, habiéndome informado de ellos antes de ponerme en camino. 

Llegué felizmente a Peñaflor y me paré a la puerta de un mesón que tenía bella apariencia. Apenas eché pie a tierra cuando el mesonero me salió a recibir con mucha cortesía. El mismo desató mi maleta y mis alforjas, cargó con ellas y me condujo a un cuarto, mientras sus criados llevaban la mula a la caballeriza. Era el tal mesonero el mayor hablador de todo Asturias, tan fácil en contar sin necesidad todas sus cosas como curioso en informarse de las ajenas. Díjome que se llamaba Andrés Corzuelo y que había servido al rey muchos años de sargento, y se había retirado quince meses hacía por casarse con una moza de Castropol, que era buen bocado, aunque algo morena. Y después me refirió otra infinidad de cosas que tanto importaba saberlas como ignorarlas. Hecha esta confianza, juzgándose ya acreedor a que yo le correspondiese con la misma, me preguntó quién era, de dónde venía y a dónde caminaba. A todo lo cual me consideré obligado a responder artículo por artículo, puesto que cada pregunta la acompañaba con una profunda reverencia, suplicándome muy respetuosamente que perdonase su curiosidad. Esto me empeñó insensiblemente en una larga conversación con él, en la cual ocurrió hablar del motivo y fin que tenía en desear deshacerme de mi mula y proseguir el viaje con algún arriero. Todo me lo aprobó mucho, y no cierto sucintamente, porque me representó todos los accidentes que me podían suceder y me embocó mil funestas historias de los caminantes. Pensé que nunca acabase; pero al fin acabó, diciéndome que si quería vender la mula él conocía un muletero, hombre muy de bien, que acaso la compraría. Respondíle me daría gusto en enviarle a llamar, y él mismo en persona partió al punto a noticiarle mi deseo.

Volvió en breve acompañado del chalán, y me le presentó ponderando mucho su honradez. Entramos en el corral, donde habían sacado mi mula. Paseáronla y repaseáronla delante del muletero, que con grande atención la examinó de pies a cabeza. Púsole mil tachas, hablando de ella muy mal. Confieso que tampoco podía decir de ella mucho bien; pero lo mismo diría aunque fuera la mula del Papa. Protestaba que tenía cuantos defectos podía tener el animal, apelando al juicio del mesonero, que sin duda tenía sus razones para conformarse con el suyo. «Ahora bien—me preguntó fríamente el chalán—: ¿cuánto pide usted por su mula?» Yo, que la daría de balde después del elogio que había hecho de ella, y sobre todo de la atestación del señor Corzuelo, que me parecía hombre honrado, inteligente y sincero, le respondí remitiéndome en todo a lo que la apreciase su hombría de bien y su conciencia, protestando que me conformaría con ello. Replicóme, picándose de hombre de bien y timorato, que habiendo interesado su conciencia le tocaba en lo más vivo y en lo que más le dolía, porque al fin éste era su lado flaco; y efectivamente no era el más fuerte, porque en lugar de los diez o doce doblones en que mi tío la había valuado no tuvo vergüenza de tasarla en tres ducados, que me entregó, y yo recibí tan alegre como si hubiera ganado mucho en aquel trato.

Después de haberme deshecho tan ventajosamente de mi mula, el mesonero me condujo a casa de un arriero que al día siguiente había de partir a Astorga. Díjome éste que pensaba salir antes de amanecer y que él tendría cuidado de despertarme. Quedamos de acuerdo en lo que le había de dar por comida y macho, y yo me volví al mesón en compañía de Corzuelo, el cual en el camino me comenzó a contar toda la historia del arriero. Encajóme cuanto se decía de él en la villa, y aun llevaba traza de continuar aturdiéndome con sus impertinentes habladurías, cuando, por fortuna, le interrumpió un hombre de buen aspecto, que se acercó a él y le saludó con mucha urbanidad. Dejélos a los dos y proseguí mi camino, sin pasarme por el pensamiento que pudiese yo tener parte alguna en su conversación. 

Luego que llegué al mesón, pedí de cenar. Era día de viernes y me contenté con huevos. Mientras los disponían, trabé conversación con la mesonera, que hasta entonces no se había dejado ver. Parecióme bastantemente linda, de modales muy desembarazados y vivos. Cuando me avisaron que ya estaba hecha la tortilla, me senté a la mesa solo. No bien había comido el primer bocado, he aquí que entra el mesonero en compañía de aquel hombre con quien se había parado a hablar en el camino. El tal caballero, que podía tener treinta años, traía al lado un largo chafarote. Acercándose a mí con cierto aire alegre y apresurado, «Señor licenciado—me dijo—, acabo de saber que usted es el señor Gil Blas de Santillana, la honra de Oviedo y la antorcha de la Filosofía. ¿Es posible que sea usted aquel joven sapientísimo, aquel ingenio sublime cuya reputación es tan grande en todo este país? ¡Vosotros no sabéis—volviéndose al mesonero y a la mesonera—qué hombre tenéis en casa! ¡Tenéis en ella un tesoro! ¡En este mozo estáis viendo la octava maravilla del mundo!» Volviéndose después hacia mí, y echándome los brazos al cuello, «Excuse usted—me dijo—mis arrebatos; no soy dueño de mí mismo ni puedo contener la alegría que me causa su presencia.»

No pude responderle de pronto, porque me tenía tan estrechamente abrazado que apenas me dejaba libre la respiración; pero luego que desembaracé un poco la cabeza, le dije: «Nunca creí que mi nombre fuese conocido en Peñaflor.» «¿Qué llama conocido?—me repuso en el mismo tono—. Nosotros tenemos registro de todos los grandes personajes que nacen a veinte leguas en contorno. Usted está reputado por un prodigio, y no dudo que algún día dará a España tanta gloria el haberle producido como a la Grecia el ser madre de sus siete sabios. A estas palabras se siguió un nuevo abrazo, que hube de aguantar aun a peligro de que me sucediese la desgracia de Anteo. Por poca experiencia del mundo que yo hubiera tenido, no me dejaría ser el dominguillo de sus demostraciones ni de sus hipérboles. Sus inmoderadas adulaciones y excesivas alabanzas me harían conocer desde luego que era uno de aquellos truhanes pegotes y petardistas que se hallan en todas partes y se introducen con todo forastero para llenar la barriga a costa suya; pero mis pocos años y mi vanidad me hicieron formar un juicio muy distinto. Mi panegirista y mi admirador me pareció un hombre muy de bien y muy real, y así, le convidé a cenar conmigo. ¡Con mucho gusto!—me respondió prontamente—. Estoy muy agradecido a mi buena estrella por haberme dado a conocer al ilustre señor Gil Blas y no quiero malograr la fortuna de estar en su compañía y disfrutar sus favores lo más que me sea posible. A la verdad—prosiguió—, no tengo gran apetito, y me sentaré a la mesa sólo por hacer compañía a usted, comiendo algunos bocados meramente por complacerle y por mostrar cuánto aprecio sus finezas.»

 Sentóse enfrente de mí el señor mi panegirista. Trajéronle un cubierto, y se arrojó a la tortilla con tanta ansia y con tanta precipitación como si hubiera estado tres días sin comer. Por el gusto con que la comía conocí que presto daría cuenta de ella. Mandé se hiciese otra, lo que se ejecutó al instante; pusiéronla en la mesa cuando acabábamos, o, por mejor decir, cuando mi huésped acababa de engullirse la primera. Sin embargo, comía siempre con igual presteza, y sin perder bocado añadía sin cesar alabanzas sobre alabanzas, las cuales me sonaban bien y me hacían estar muy contento de mi personilla. Bebía frecuentemente, brindando unas veces a mi salud y otras a la de mi padre y de mi madre, no hartándose de celebrar su fortuna en ser padres de tal hijo. Al mismo tiempo echaba vino en mi vaso, incitándome a que le correspondiese. Con efecto, no correspondía yo mal a sus repetidos brindis; con lo cual y con sus adulaciones me sentí de tan buen humor que, viendo ya medio comida la segunda tortilla, pregunté al mesonero si tenía algún pescado. El señor Corzuelo, que, según todas las apariencias, se entendía con el petardista, respondió: «Tengo una excelente trucha; pero costará cara a los que la coman y es bocado demasiadamente delicado para usted.» «¿Qué llama usted demasiadamente delicado?—replicó mi adulador—. ¡Traiga usted la trucha y descuide de lo demás! ¡Ningún bocado, por regalado que sea, es demasiado bueno para el señor Gil Blas de Santillana, que merece ser tratado como un príncipe!» 

Tuve particular gusto de que hubiese retrucado con tanto aire las últimas palabras del mesonero, en lo cual no hizo mas que anticipárseme. Dime por ofendido y dije con enfado al mesonero: «¡Venga la trucha y otra vez piense más en lo que dice!» El mesonero, que no deseaba otra cosa, hizo cocer luego la trucha y presentóla en la mesa. A vista del nuevo plato brillaron de alegría los ojos del taimado, que dió mayores pruebas del deseo que tenía de complacerme; es decir, que se abalanzó al pez del mismo modo que se había arrojado a las tortillas. No obstante, se vió precisado a rendirse, temiendo algún accidente, porque se había hartado hasta el gollete. En fin, después de haber comido y bebido hasta más no poder, quiso poner fin a la comedia. «¡Oh señor Gil Blas!— me dijo alzándose de la mesa—. Estoy tan contento de lo bien que usted me ha tratado, que no le puedo dejar sin darle un importante consejo, del que me parece tiene no poca necesidad. Desconfíe por lo común de todo hombre a quien no conozca, y esté siempre muy sobre sí para no dejarse engañar de las alabanzas. Podrá usted encontrar con otros que quieran, como yo, divertirse a costa de su credulidad, y puede suceder que las cosas pasen más adelante. No sea usted su hazmerreír y no crea sobre su palabra que le tengan por la octava maravilla del mundo.» Diciendo esto, rióse de mí en mis bigotes y volvióme las espaldas.

Sentí tanto esta burla como cualquiera de las mayores desgracias que me sucedieron después. No hallaba consuelo viéndome burlado tan groseramente, o, por mejor decir, viendo mi orgullo tan humillado. «¡Es posible—me decía yo— que aquel traidor se hubiese burlado de mí! Pues qué, ¿solamente buscó al mesonero para sonsacarle, o estaban ya de inteligencia los dos? ¡Ah pobre Gil Blas; muérete de vergüenza, porque diste a estos bribones justo motivo para que te hagan ridículo! Sin duda que compondrán una buena historia de esta burla, la cual podrá muy bien llegar a Oviedo, y en verdad que te hará grandísimo honor. Tus padres se arrepentirán de haber arengado tanto a un mentecato. ¡En vez de exhortarme a que no engañase a nadie, debieran haberme encomendado que de ninguno me dejase engañar!» Agitado de estos amargos pensamientos, y encendido en cólera, me encerré en mi cuarto y me metí en la cama; pero no pude dormir, y apenas había cerrado los ojos cuando el arriero vino a despertarme y a decirme que sólo esperaba por mí para ponerse en camino. Levantéme prontamente, y mientras me estaba vistiendo vino Corzuelo con la cuenta del gasto, en la cual no se olvidaba la trucha; y no solamente hube de pasar por todo lo que él cargaba, sino que, mientras le pagaba el dinero, tuve el dolor de conocer que se estaba relamiendo en la memoria del pasado chasco de la noche precedente. Después de haber pagado bien una cena que había digerido tan mal, partí con mi maleta a casa del arriero, dando a todos los diablos al petardista, al mesonero y al mesón."


En sus Historias del Camino de Santiago para el periódico El Comercio, el escritor asturiano Pablo Antón Marín Estrada titula Gil Blas de Santillana, en la ruta al Salvador, un episodio en el que sugiere que estos escenarios pudieron haber sido descritos a Lesage por un peregrino o viajero francés de la época:
"Peregrinos procedentes de las más diversas regiones de Europa dirigieron sus pasos a Oviedo para postrarse ante la imagen de San Salvador y de las Santas Reliquias en su camino a Compostela. Armenios, dálmatas, bávaros, venecianos o flamencos siguieron al pie de la letra el aviso de que quien visitaba Santiago y no El Salvador visitaba al criado y no al señor. Pero si hubo una presencia constante y mantenida en el tiempo, fue la de los viajeros llegados de Francia. Borgoñeses, bretones, alsacianos, normandos, gascones, la mayoría incluidos en la categoría general de francos dejaron constancia en la antigua capital del Rey Casto desde época muy temprana. Así, bajo el trono de Alfonso VI, el gran impulsor de las peregrinaciones a la Catedral ovetense, se dispone habilitar como hospital de peregrinos el viejo palacio de Alfonso II como 'Palatio Frantisco', prueba de la afluencia de esta corriente y en el siglo XIII aparece documentada ya una Rúa Gascona. También en la literatura francesa aparece reflejado el peso de este culto más allá de las fronteras pirenaicas, como es el caso de la anónima 'Farsa de Maese Pathelin', del siglo XV, en la que uno de los personajes, un pastor, para probar la verdad de lo que declara ante el juez pone a San Salvador de Asturias por testigo. 
Más de un atento lector asturiano de otro clásico galo, muy posterior, el 'Gil Blas de Santillana' de Alain René Lesage (1668- 1747), se habrá parado a pensar las razones por las que su autor sitúa el primer episodio de las andanzas de este pícaro, formado en sus primeras letras en Oviedo, precisamente en un lugar como Peñaflor de Grado, y es probable que no le haya pasado inadvertido este enclave por el que debieron de pasar muchos caminantes jacobeos tras visitar San Salvador para continuar viaje a Compostela. El paso del Nalón lo afrontaban o bien cruzando el río en una barca o atravesando el Puente de Peñaflor, al menos en la época que el satírico francés sitúa su obra. En sus días, aunque las peregrinaciones ya habían entrado en un cierto declive con respecto a la vitalidad que habían tenido a lo largo de toda la Edad Media, aún seguían fluyendo por la histórica ruta asturiana. Lo prueban grafitis hallados en los muros de la Catedral, como los estudiados por el director del Museo de la Iglesia, José María Hevia, y, entre los más de 1.600 identificados, aparece la firma fechada de un tal Francois de Toret Lasclalleríes que estuvo allí en 1769, veintidós años después de la muerte de Lasage y un año antes de su nacimiento; en 1669 dejó su autógrafo y la data de su paso por Oviedo, otro francés: Jacques Mallevre. 
Un fabulador actual, puesto a especular si la fuente que llevó al autor del 'Gil Blas' a situar su primer capítulo en Peñaflor fue un antiguo peregrino a San Salvador, ante la ausencia de pruebas dónde buscar, descartaría por razones evidentes al Francois de Toret de 1769 y podría aferrarse a la posibilidad remota, aunque no inverosímil, de que aquel Mallevre, bautizado con el nombre del apóstol, ¿por qué no pudo, de regreso a su país y ya viejo, referir sus andanzas con el bordón y la escalpela de devoto por las Asturias de Santillana y Oviedo camino de Santiago? Entre los biógrafos de Lesage, hay unanimidad en destacar que fue un espíritu curioso por encima de cualquier otra virtud. Aunque no frecuentase las tabernas, en su casa parisina o en la de descanso en Boulogne-sur-Mer, a tiro de piedra del paso de Calais y donde fallecería, pudo muy bien escuchar en boca de sus criados o de cualquier viajero con ganas de contar, historias de peregrinos, y tal vez uno de ellos le habló del puente de Peñaflor y de una fonda que había en aquel lugar lejano donde pudo saciar el hambre de las leguas andadas con una tortilla de patatas y un par de truchas pescadas en el Nalón, como le ocurre a Gil Blas al dejar Oviedo para irse a Salamanca. 
Ese probable informante pudo ser nuestro Jacques Mallevre o alguien como él, un anciano ya cuando Lesage lo conoció, con muchas vueltas de la vida a cuestas y en cada una miles de sucesos notables que relatar. Si fue Mallevre, podemos imaginar que después de visitar al Salvador y grabar su firma en los muros de la Sancta Ovetensis, prosiguió su periplo a Compostela y vivió lo suficiente como para regresar a su país y peinar canas allí recordando sus días de peregrino. Contaba a todo el que quisiera escucharle que en tierras de las Asturias había un río que pasaba cantando bajo un puente de piedra, una fonda con vino, tortillas y truchas, y una moza con los ojos del color del río, que tampoco pudo nunca olvidar."

Y antes aún que la venta aquí habría existido un hospital de peregrinos, citado por primera vez el 22 de junio del año 1144, cuando el rey Alfonso VII, su mujer Berenguela y sus hijos, hacen donación de bienes para construir el puente y fundar una hospedería en las inmediaciones, muy posiblemente motivada por la destrucción del puente anterior, en Carril, por donde acabamos de pasar, a kilómetro y medio de aquí, a causa de una gran riada


Quizás entre estos peñones, al encontrar roca firme, se estimó un lugar más ideal para erigir una obra resistente y de envergadura. De todas formas fue preciso reconstruirlo más de una vez, una ya a principios del siglo XVII, pues entonces aquel hospital de peregrinos ya había sucumbido, concretamente en 1586, como consecuencia de una riada tan dramática en la que, según el historiador Tirso de Avilés, las casas se llenaron de truchas y salmones nadando por las plantas inferiores o bodegas, y de toneles de vino flotando en el agua:
"el agua entró por todas las casas y quedaron dentro de ellas muchos salmones y truchas, que se quedaron en el sable (arena) que quedó dentro de ellas, y algunas pipas con el vino, andaban nadando por las bodegas y algunas casas de dicho lugar se caieron, y el camino por de fuera se perdió de todo"

Así en Grado y su concejo, publicado en Madrid en 1907, el cronista moscón Álvaro Fernández de Miranda dice:
"En 1144 hubo una Real donación de una tierra y otros bienes junto al puente de Peñaflor para fundar un hospicio-alberguería, después hospital, que arrasó el río con varias de sus tierras, y hasta no hace mucho continuaron pagándose, y se depositaban tres reales al año por dos porciones de heredad que habían pertenecido al hospital"

A ambos lados del puente existieron sendas capillas, una de ellas aquí, donde hay actualmente una casa pegada a la peña, y de la que se sabe estaba derruida a mediados del siglo XIX


Y aquí, en esta encrucijada frente al solar de la antigua capilla, tomamos a la izquierda el camino del puente, que sigue siendo la carretera AS-372


En este preciso lugar habría estado una de las posiciones defensivas de la batalla de Peñaflor, acontecida el 18 de mayo de 1809, cuando un grupo de 400 asturianos, entre soldados y civiles, mal pertrechados y poco preparados en las artes de la guerra, mandando por Gregorio de Jove, aunque en la práctica dirigido por el capitán irlandés, comisionado por el gobierno británico, William Parker Carroll, llegó a contener durante tres horas el avance del favorito de Napoleón, el mariscal Ney que, con 3.000 hombres de infantería, 300 de caballería y ocho piezas de artillería de montaña del entonces ejército más poderoso de Europa, acababa de ocupar Grado/Grau viniendo desde el occidente, entrando en Asturias el día 14 de aquel mes por la ruta de Navia de Suarna a Tormaleo (Ibias), siguiendo su avance sin pegar un tiro por Tineo, Salas y Cornellana


William Parker Carroll, que venía voluntariamente desde Oviedo/Uviéu a inspeccionar el frente, pensando que estaba mucho más al occidente, se encuentra con este drama, junto con una gran desbandada de civiles, por lo que ordena dar la alarma, haciendo repicar todas la campanas y uniéndose a sus efectivos soldados del Regimiento de la Princesa, del de Luarca, de la Compañía de Granaderos de Gijón y bastantes paisanos. Es entonces cuando se unen los soldados de Gregorio de Jove y Trelles y los de Parker. La alarma no llega a la capital asturiana hasta entonces


El primer intento para contenerles se produce en El Freisnu, al otro extremo del concejo moscón (y paso también del Camino), donde tres compañías del 2º batallón del Regimiento de Luarca no pueden parar a los franceses y tras el fracaso terminan huyendo, menos unos pocos que con un cañón se apostaron en La Peña'l Viso, encima de este puente, consolidando la resistencia del resto de la guarnición


Las vanguardias de Ney pasan Grado/Grau pero en La Veiga, en pleno Camino de Santiago, un disparo mal calculado pone a los franceses sobre aviso y estos se parapetan entre las quintanas de Peñaflor, al otro lado del puente, mientras otra parte de sus columnas sube por la aldea de La Campona a La Peña del Aire, fulminando desde arriba la resistencia asturiana


En este mapa del historiador José Luis Calvo Pérez publicado en la web de la Asociación de Recreación Histórico Cultural de Asturias (ARHCA) se nos indican alguna de las posiciones de la batalla, cuyos prolegómenos nos explica de esta manera:
"El 17 de enero de 1809 el propio Napoleón redacta un plan para la ocupación y pacificación de la, por entonces, convulsa Galicia y encomienda al 6º Cuerpo de Ejército francés, bajo el mando del mariscal Ney, duque de Elchingen, la misión de invadir el antiguo reino. Con tal objeto, el 18 de febrero del mismo año Ney recibe instrucciones del Mayor General de elegir Lugo como eje principal de las futuras operaciones sobre el territorio gallego, en cuyas órdenes se incluía, claro está, el sometimiento del Principado de Asturias. 

El marqués de la Romana, investido de amplios poderes por la Junta Suprema Central y Gubernativa del Reino para organizar la defensa militar de Asturias contra el invasor, el 4 de abril de 1809 se presenta en Oviedo flanqueado por uno de sus regimientos predilectos, ya desde los tiempos de la expedición al Báltico: el formidable Regimiento de la Princesa al mando del coronel D. José O’Donnell.

Ante la obstinada actitud de resistencia que ofrecían algunos miembros de la Junta Suprema de Asturias para acatar las órdenes de la Romana –que no eran otras que las emanadas del poder Central––, especialmente aquellas relativas a la entrega de los recursos recibidos de Gran Bretaña para la subsistencia de las tropas del Ejército de la Izquierda en cuyo ejército, precisamente, recaía la responsabilidad de sostener la campaña contra el invasor; éste, actuando dentro del estricto marco de las facultades que le había conferido la Junta Central, y en vista que por espacio de un mes había intentado por todos los medios que los gobernantes asturianos accedieran de buen grado a las legítimas reclamaciones, es cuando, agotadas ya todas las vías de entendimiento, decide el 1º de mayo deponer por la fuerza de las armas la Junta del Principado.

Mientras se distraían en estos asuntos, tanto el marqués de la Romana como sus acérrimos oponentes en la Junta dejaron desatendida una de las premisas principales de toda guerra: asegurar la defensa e integridad del territorio patrio ante una, por otra parte esperada, invasión del enemigo, lo que, en efecto, se produjo a mediados del mes de mayo de 1809.
Así, el 13 de mayo una columna al mando del mariscal Ney formada por 2.500/3.000 hombres de infantería, en su mayor parte pertenecientes a los regimientos 27º, 39º y 59º de Línea y el 25º ligero; unos 300 jinetes de los cuerpos de caballería 3º de Húsares y 25º de Dragones y ocho piezas de artillería de montaña transportadas a lomo, sale desde Lugo con dirección al Principado de Asturias.


Remontado el valle de Ibias, la columna atraviesa, sin resistencia, el puerto de Leitariegos para luego caer por sorpresa sobre Cangas de Tineo, cuya villa es ocupada en la madrugada del día 16 sin pegar un sólo tiro. El día 17  la columna llega a Salas y su vanguardia, con el objeto de asegurar los vados y paso de barcas sobre el río Narcea, es adelantada hasta Cornellana.


El avance francés, por la rapidez de su movimiento y lo sorprendente de su ejecución, había cogido totalmente desprevenidos y sin capacidad de respuesta posible a los cándidos asturianos, por lo que apenas quedaba tiempo para organizar la defensa. Sobre las once de la noche del mismo día 17, ya con el grueso de las tropas enemigas posicionadas sobre la villa de Salas, el marqués de la Romana se entera de la invasión y de su amenazante aproximación a la capital del Principado, lo que le obliga a tomar rápidas decisiones y comisionar con plenos poderes a D. Gregorio Jove Valdés para desplazarse a Grado y organizar en este punto el dispositivo defensivo para intentar frenar la impetuosa progresión del enemigo hacía Oviedo. La fuerza disponible con que contaba Jove en esos momentos para establecer la primera línea de contención la constituía la escasa y bisoña tropa acantonada en la zona de Grado bajo el mando de D. José Gabriel Trelles, Coronel del Regimiento de Navia. El destacamento militar estaba compuesto, fundamentalmente, por un oficial y 26 soldados –los más experimentados de todo el dispositivo– del Regimiento de la Princesa; alrededor de 80 granaderos de la compañía de esta especialidad del Regimiento de Gijón; cuatro compañías del 2º Batallón del Regimiento de Luarca formadas por reclutas de reciente alistamiento y dos piezas de artillería de montaña de a seis, con sus correspondientes servidores y escasa munición. Además de las fuerzas anteriores, se contaba con el refuerzo de una partida de paisanos armados (alrededor de 40/50 hombres). En resumen, alrededor de 450/500 hombres, organizados apresuradamente, para hacer frente a unas fuerzas enemigas cuya importancia desconocían, es decir, cuatro regimientos, muy aguerridos y disciplinados, de la más formidable máquina militar de Europa: la Grande Armée.   


A la una de la madrugada del 17 de mayo de 1809 la vanguardia enemiga, al mando del General Mathieu, se posesiona del paso de barcas de Cornellana y cruza el río Narcea por este punto. Para hacer frente al enemigo se decide, entonces, establecer la defensa sobre la altura de El Fresno, punto dominante sobre el camino de Cornellana. A pesar de la ventaja estratégica que ofrece la formidable colina, el dispositivo del despliegue adoptado por las fuerzas encargadas de su defensa no es, empero, de lo más acertado. Este mismo día, tres compañías (alrededor de 80 hombres cada una) formadas por soldados bisoños, carentes de instrucción y disciplina, del Regimiento de Luarca, apoyadas por unos 40 paisanos armados, ya se encontraban desplegadas en las alturas de El Fresno, mientras que el resto del regimiento, unos 100/150 hombres de la 4ª compañía, permanecía en Grado, junto con la compañía de granaderos del Regimiento de Gijón y el piquete del Regimiento de La Princesa.  


En la tarde del 17 de mayo el enemigo, tras un breve intercambio de disparos, arrolla el inconsistente dispositivo defensivo establecido en las alturas de El Fresno. Vencida esta primera línea de contención, las tres compañías de soldados bisoños del Regimiento de Luarca y los paisanos armados que constituían su única defensa, se ven obligados a replegarse sobre Grado. Alcanzado este último punto por los despavoridos soldados de Luarca, fue motivo más que suficiente para sembrar el pánico, y como el miedo suele ser contagioso, éste se transmitió a los más experimentados, lo que provocó la dispersión entre los soldados que componían la guarnición establecida en la villa de Grado. Los restantes efectivos del Regimiento de Luarca que se encontraban en Grado se retiran a Teverga, cuya fuga se efectúa a través del camino real que discurre por La Mata, Sama de Grado y Linares de Proaza; la  compañía del Regimiento de Gijón, junto con el piquete de la Princesa, lo verifican sobre Oviedo, mientras que la 1ª, 2ª y 3ª compañías del 2º Batallón del Regimiento de Luarca, con una pieza de artillería, lo hacen al puente de Peñaflor, en cuyo punto se decide hacer frente a las tropas del Mariscal Ney en su impetuoso avance hacia la capital del Principado.


En efecto, vencida la primera línea de contención establecida en El Fresno, Jove, siguiendo el consejo de los coroneles Trelles y Cañedo de organizar la resistencia en el desfiladero de Peñaflor por considerar que este lugar ofrece mayor ventaja que El Fresno para establecer una resistencia más efectiva, ordena a Trelles que, con las tropas que aún le quedan (las tres compañías del Regimiento de Luarca, a cuyo frente se encontraba el coronel D. Juan Cañedo), se repliegue sobre el puente de Peñaflor con fin de organizar en este punto la defensa y acortar así las distancias con el resto de las fuerzas que aún permanecían acantonadas en Oviedo".


Tras la retirada de las posiciones de El Freisnu es en este desfiladero y puente donde se decide presentar batalla al enemigo intentando detenerlo, lo que acabará en desastre:
"Una vez replegadas sobre el puente de Peñaflor las tropas desalojadas de las alturas de El Fresno, el Coronel Trelles decide establecer en este importante paso la contención del enemigo, cuyo puesto, según instrucciones impartidas por Jove, debería defender a toda costa. Su objeto: llamar la atención del enemigo sobre este punto para intentar frenar el avance sobre la capital de Asturias y así ganar tiempo mientras se reciben refuerzos [que nunca llegarían] de la guarnición de Oviedo. 

El desfiladero de Peñaflor forma una angostura dominada por dos alturas: la Peña del Aire y la Peña del Viso, a cuyos pies se encuentra el puente, lo que lo convierte, debido a su formidable situación estratégica, en un paso prácticamente inexpugnable. Una vez organizado y dispuesto el dispositivo defensivo de este importante paso sobre el río Nalón, las exiguas fuerzas que constituían las tres compañías del 2º Batallón del Regimiento de Luarca se despliegan en el punto fundamental del dispositivo: el puente y el pueblo de Cuero (margen derecha del río) y la única pieza de artillería con que cuentan los defensores en ese momento, se emplaza, parece ser, en el camino que conduce a Cuero, cerca del puente, con la boca de fuego apuntando al camino real que discurre por Las Vegas a Peñaflor".


Y así, entre estas peñas, fue cómo acontecieron los combates, en los que un error fatal fue un desafortunado disparo de cañón que puso en alerta a los atacantes, privando a los defensores del factor sorpresa:
La acción consta fundamentalmente de dos ataques principales: uno, iniciado por los expertos tiradores de infantería ligera apostados en la margen izquierda del río Nalón, próximo a las primeras casas del pueblo de Peñaflor, situado en el extremo occidental del puente, contra las fuerzas españolas que se hallan desplegadas en el camino que, desde el la cabeza Norte del puente, siguiendo la margen derecha del río, conduce a Cuero; el otro, sumamente sangriento, tiene lugar en el extremo oriental del pueblo de Peñaflor inmediato a la Peña del Aire, es decir, en la cabeza del puente situada al Sur. 
A las 8 de la mañana del día 18 de mayo, una vez desbaratada la débil resistencia de El Fresno, el mariscal Ney al frente de sus tropas se presenta en Grado y acto seguido se dirige a Peñaflor. La vanguardia enemiga, a su paso por Las Vegas, es alertada por el precipitado e inoportuno disparo que les hace la pieza de artillería asentada cerca del puente, y ante el temor que éstos pudieran repetirse, Ney se pone a cubierto entre las casas del pueblo de Peñaflor y destaca algunos voltigeurs a la margen izquierda del río Nalón, cuyos tiradores, desplegados en orden abierto (guerrilla) y parapetados tras los árboles, realizan un nutrido fuego de fusilería sobre las tropas situadas en el camino que conduce a Cuero, las cuales, al no hallarse debidamente a cubierto, ofrecen un blanco formidable a los expertos fusileros ya que, por apremiar el tiempo, no se habían realizado las más elementales obras de fortificación rápida, tales como parapetos formados por talas (árboles cortados), etc. El resto de las compañías enemigas se sitúan en lo alto de la Peña del Aire, desde cuya privilegiada situación lanzan un vigoroso ataque contra el núcleo de defensores emplazados bajo la Peña del Viso (cabeza del puente situada al Norte). El impetuoso ataque francés, efectuado desde las posiciones antes mencionadas, fue más que suficiente para sembrar el pánico entre los bisoños soldados del Regimiento de Luarca, lo que favoreció sobremanera al enemigo a vencer la escasa resistencia que ofrecían los defensores que, tras el ataque, se dispersan, circunstancia ésta explotada por Ney para avanzar con el grueso de sus fuerzas hacia el puente resuelto a desalojar de dicho punto todo foco de resistencia que aún pudiera quedar en la zona. 
Una vez desalojada la posición, la caballería enemiga sale en persecución de los despavoridos soldados del Regimiento de Luarca que huyen en desbandada por el camino de Oviedo, haciendo entre éstos numerosos prisioneros que más tarde serían pasados por las armas".

Las tropas francesas, como represalia por esta resistencia, saquean la villa de Grado/Grau y la someten a pillaje. También persiguen a los combatientes fugados y pasan a cuchillo a unos cien. A pesar de todo Parker consigue escapar y por su acción será ascendido y reconocido tanto en Asturias como por el gobierno inglés. Esta operación formaba parte de un plan diseñado por el propio Napoleón para acabar con la situación militar convulsa que se vivía en el noroeste, saliendo la columna de Ney desde su base de operaciones en Lugo:

"Tras anular la resistencia en el puente de Peñaflor –que duró unas tres horas, con nulo efecto resolutivo por parte del Regimiento de Luarca–, el enemigo regresa a Grado y somete a la villa a toda clase de pillaje. El día 19 el mariscal Ney, después de hacer noche en el palacio de La Campona y con el camino ya expedito, emprende la marcha sobre Oviedo. La suerte de la capital estaba ya echada.  


En la madrugada del mismo día 19, el marqués de la Romana –que aún no se había enterado que Ney había forzado había forzado el paso de Peñaflor el día anterior, y que con todas sus tropas se dirigía a la capital del Principado–, cursa órdenes a D. José O’Donnell, coronel del Regimiento de la Princesa, para que con fuerzas de la guarnición de la capital (Regimientos de la Princesa y de Gijón; fuerzas de Caballería de su escolta personal y artilleros de la Compañía Volante, con dos piezas de a ocho), parta de Oviedo con la mayor celeridad posible con el objeto de reforzar a las fuerzas que defendían el puente de Peñaflor (demasiado tarde para el envío de socorros por la pérdida de la posición)

D. Gregorio Jove, que se había desplazado a Oviedo para rendir informe de la crítica situación al marqués de la Romana, toma contacto en La Cruz-La Lloral, cerca de San Claudio, con la vanguardia del coronel O’Donnell al que le ordena forzar la marcha de las tropas que le siguen para llegar cuanto antes al punto de ataque pero, enterado O’Donnell de la caída y abandono del estratégico paso y que parte de las fuerzas del sector de Grado (la compañía de Granaderos del Regimiento de Gijón y los 27 hombres de la Princesa) se habían replegado sobre Fabarín-Loriana y que el resto de los  soldados del Regimiento de Luarca, indemnes, se habían retirado a Teverga, este coronel considera inútil ya todo esfuerzo por lo que, una vez incorporadas las dispersas fuerzas, opta retirarse por detrás del Naranco con dirección a Gijón con el propósito de unirse a la División del mariscal de campo, D. Francisco Ballesteros. El marqués de la Romana huye a Gijón y se embarca en el bergantín “Palomo” que lo traslada a Ribadeo, junto con los demás miembros de la Junta por él formada. " 

Tras la batalla de Peñaflor, Ney estableció su cuartel en el Palacio de la Campona, muy cerca de aquí, al otro lado de La Peña del Aire o Alto de Anzu, justo encima de Peñaflor. No será la última vez que nos encontremos a este mariscal de Napoleón, en este nuestro recorrido hacia Santiago, el Camino Primitivo, antiguo Camín Real de Galicia, por el que a veces sonaban también "tambores de guerra"
"Lo que en un principio parecía una posición cuasi inexpugnable, ya que las características topográficas del terreno la favorecían, hizo que la inconsistente línea defensiva establecida en torno al puente de Peñaflor, tras corto combate, fuese fácilmente arrollada por el enemigo pese al valor y entusiasmo demostrado por los defensores para asegurar este importante y estratégico paso. En realidad, toda la defensa organizada en la zona se reducía a una pieza de artillería de montaña de a seis, emplazada a los pies de la Peña del Viso, cerca del puente  y, posiblemente, alguna somera obstaculización realizada con troncos de madera en las inmediaciones de la cabeza del puente situada al Norte. El resto de las fuerzas, bisoñas y escasas para establecer una defensa eficaz, tanto del puente como de la margen derecha del río Nalón, y hacer frente a un enemigo muy aguerrido y disciplinado que les aventajaba en superioridad numérica, se mantenían al descubierto ofreciendo un blanco seguro entre esta primera posición y el pueblo de Cuero.

En efecto, a pesar de la manifiesta inferioridad numérica con que se contaba para establecer la defensa, se disponía, por el contrario, de una excelente posición y de haberse prevenido la ocupación de la Peña del Aire (inmenso error táctico el dejar esta altura a merced del enemigo), cuya cima domina el puente desde la margen izquierda del río y que constituía, por lo tanto, la clave de su defensa, la suerte podría ser otra: de no haber obtenido una victoria completa, sí podía haberse conseguido una estabilización momentánea del frente al tener distraídas en este sector un considerable número de fuerzas enemigas, con lo que se habría ganado tiempo para que llegaran refuerzos de Oviedo y disponer así de un mayor margen de maniobra para organizar la defensa en torno a la capital. Trelles y sus hombres habían confiado demasiado en la natural fortaleza del terreno. (...) 

Para premiar el valor de los defensores del puente, sin poder precisar fecha, o disposición que lo refrendara, se amplió a los mismos, como recompensa colectiva, el uso del Escudo de Distinción al Valor, creado meses antes por la Junta Suprema de Asturias para distinguir a las tropas que, bajo el mando del mariscal de campo, D. Francisco Ballesteros, constituyeron el dispositivo defensivo de Colombres durante el ataque general del 15 de enero de 1809 por fuerzas enemigas superiores, también hecho extensivo a las fuerzas que intervinieron en las acciones desarrolladas en el mismo escenario bélico durante los ataques de los días 18 de febrero y 29 de abril de 1809. Dicho escudo, para llevar bordado en la manga izquierda de la casaca, consiste en una pieza circular de paño blanco, de 6o mm. de diámetro; lleva una corona formada por un ramo de laurel y otro de palma de color verde, en cuyo centro se inscribe el lema: “VALOR / ACREDITA / DO EN / ASTUR / IAS”, en letras rojas." 


A la entrada del puente, sendas flechas amarillas pintadas en ángulo recto nos indican que, al llegar al otro lado, a la N-634, habremos de ir a la derecha hacia el pueblo de Peñaflor, ya en el concejo de Grado/Grau. Lo óptimo es caminar por la derecha, donde hay una estrecha franja peatonal entre la carretera y la barandilla del borde, protegida del paso de vehículos por un tubo metálico azul dispuesto en horizontal ligeramente elevado del suelo por numerosos apoyos, el cual también existe a la izquierda, pero más pegado a la barandilla


No obstante, y aunque en el margen izquierdo el paso es prácticamente imposible entre la barra y dicha barandilla, muchos peregrinos gustan de asomarse a ambos lados dada la espectacularidad de este cruce del puente, a cierta altura sobre un río ancho, profundo y caudaloso. Desde aquí vemos parcialmente la estructura, con poderosos arcos de medio punto apoyados en gruesos muros en forma de quilla en esta zona este, para que rompa en ellos la corriente: los tajamares


La construcción es pues verdaderamente espectacular pero una visión más en conjunto de toda su estructura, consistente en cinco arcos desiguales de sillar, la tendremos una vez pasado el puente al otro lado


Desde aquí también podremos contemplar los "fuertes pilares" que describía David Castañón, los cuales elevan el edificio de Casa Aurina, que vemos ahora por su parte posterior, sobre la orilla


Si es impresionante ver el Nalón cuando baja calmo figurémonos cuando baja fuerte y bravío con las lluvias y el deshielo, ganando impulso con el fuerte desnivel acumulado desde su nacimiento en La Fuente la Nalona, cerca del Puertu Tarna, en el concejo de Casu


Admiramos un hermoso paisaje del Nalón según viene del este, tras recibir las aguas de algunos de sus principales afluentes, como el Nora, el Trubia y el Caudal, así como decenas de ríos y regatos más pequeños, pero algunos relativamente importantes pues forman valles adyacentes y perpendiculares que hacen, además muchos de ellos, frontera de parroquias y concejos, como el de L'Aracha, en el que comenzábamos esta entrada de blog


No mucho más allá, en Carril, estaba el antiguo puente que, se supone, fue destruido por una riada en algún momento anterior a 1144, que es cuando se conoce, como hemos dicho, este de Peñaflor por primera vez en un documento


El historiador reguerano José Manuel González y Fernández Valles, que inspeccionó los restos de aquel puente, sospechó para el mismo un origen romano. Otros vadeos se realizarían en distintos puntos en base al paso de barcas desde tiempo inmemorial, base del servicio regular de barquerías, del que eran dueños las estirpes locales



Cuando el paso se efectuaba por Carril el Camín Real iría al otro lado del Alto de Anzu (261 m) y, en su trasiego al oeste, ganaría el valle de nuevo bajando por Sestiellu. Pero cuando se fundó la Puebla de Grado, de la que se sabe por primera vez en documento del 3 de marzo de 1256, ya estaría en uso este puente, de fábrica románica, como vamos a ver enseguida


Puente que resultó afectado asimismo por numerosas crecidas, pero siempre fue reconstruido ya aquí; antes de la francesada se sabe de una reconstrucción del año 1736 y, veinte años después, en 1756, su estructura se vio afectada por nuevas riadas, las cuales se repitieron periódicamente, por lo que hubo que intervenirse nuevamente en él en 1760, 1787 y 1805


Calvo Pérez nos informa de otras importantes reformas acaecidas posteriormente a la batalla de Peñaflor, cuando se hizo la carretera Oviedo-Villalba y, posteriormente, el ferrocarril, cuyos trazados, paralelos, vemos al otro lado (observemos el paso del tren de vía estrecha):
"El puente de Peñaflor sobre el río Nalón, hasta mediados del siglo XIX en que se construyó el actual trazado de la carretera de Oviedo a Grado por Trubia, constituyó uno de los pasos más importantes de salida a las dos principales vías de comunicación que unían el centro de Asturias con la Meseta a través del Camino Real de la Mesa y el vecino reino de Galicia. Este  puente, de gran valor estratégico, fue escenario de dos importantes, aunque desafortunados, hechos de armas durante la Guerra de la Independencia (...)

Tanto el puente como el itinerario general de la antigua carretera que discurre por esta zona han sufrido cambios sustanciales en el entorno desde el año 1809 hasta llegar a nuestros días. El puente, para facilitar la circulación rodada, ha experimentado desde el eje central del mismo hasta la cabeza de puente situada en su parte Norte, el recrecido de unos dos metros con el objeto de eliminar el “lomo de burro” que tanto caracteriza a los puentes góticos o bajo medievales y, como consecuencia de esta actuación, los caminos que parte hacia derecha e izquierda (Oviedo y Cuero) también se han elevado para alcanzar esa altura. Por el Sur, la elevación no es tan acusada, ya que sólo se ha modificado uno de los pequeños arcos (el superior) para facilitar la construcción del trazado del FF.CC. Oviedo-San Esteban de Pravia."  


Y es que, efectivamente, durante la invasión napoleónica no se produjo uno solo, sino dos hechos de armas en este estratégico paso. En el segundo, en 1810, los franceses no vinieron por el oeste desde Galicia sino del este, desde Cantabria...
"El 20 de enero de 1810 el propio Napoleón ordena al general Bonet que, desde Santander, se dirija de nuevo a Asturias y ocupe Oviedo. El 25 de enero dicho general ataca el dispositivo defensivo establecido en torno a Colombres y vence la resistencia ofrecida por las tropas asturianas bajo el mando del General Llano Ponte. El día 26 el enemigo es retenido en el puente de Purón, pero al cabo de cinco horas de intenso combate, la posición es forzada, produciendo la dispersión de las tropas que defendían este punto y el repliegue del resto de las fuerzas sobre Cangas de Onís, lo que permitió que el enemigo cruzara el río Sella por el vado de Llovio y ocupara la villa de Ribadesella sin apenas resistencia. Desbordado todo el dispositivo,  las tropas asturianas, se repliegan sobre Infiesto. 
Ante el imparable avance de las tropas del general Bonet, los miembros de la Junta se retiran a Grado. El 31 de enero el enemigo ocupa la capital de Asturias y el 1º de febrero toma la villa y puerto de Gijón.

Reunidas las dispersas tropas asturianas, éstas se reorganizan en la orilla izquierda del río Nalón, estableciendo a lo largo del curso del río (con su izquierda en Pravia, su centro entre Grado y el puente de Peñaflor, y su derecha en el puente de Soto de los Infantes) una “fuerte” línea defensiva, reforzada con otra de sostén sobre el río Narcea a la altura de Cornellana, con su cuartel general en Salas, situado a retaguardia de ambas líneas. El oficial de Ingenieros, D. José Castellar, es el encargado de fortificar someramente estas defensas, guarnecidas fundamentalmente por los regimientos de Llanes, Salas y otros dos o tres más. Estas unidades, muy mermadas de efectivos, estaban formadas en su mayoría por soldados dispersos de los recientes combates y la fuerza efectiva de la reunión de todos los regimientos, teóricamente, era de unos 1.200 hombres.    

El 12 de febrero el general Bonet se encontraba en Oviedo seriamente comprometido por las tropas de Porlier pero éste, en una hábil maniobra de distracción, se adelanta al ataque y abandona la ciudad, replegándose sobre Pola de Siero con el objeto de observar los movimientos de las tropas asturianas. El día 13 las avanzadas asturianas informan al general Llano Ponte que el enemigo se encontraba en franca retirada sobre Pola de Siero. LLano Ponte muerde el anzuelo e interpreta el repliegue francés como una retirada. D. Pedro de la Bárcena, al frente de sus tropas, recibe el encargo de salir en persecución del enemigo, mientras que Llano Ponte,  desobedeciendo la orden de marchar tras ellos sin entrar ni detenerse en Oviedo, haciendo un alarde de triunfalismo,  irrumpe en la capital. 

El día 14 de las fuerzas de Bárcena, debido a la irresponsable actitud de Llano Ponte, se encontraron aisladas en el puente de Colloto. En medio de una densa niebla y de fuerte nevada, lo que facilitó al enemigo concentrarse sin ser visto y provocar con ello una acción ofensiva. En efecto, las tropas de Bárcena son sorprendidas en el puente, precipitando la general dispersión y su posterior reagrupamiento  en Oviedo, en cuya ciudad contagian el pánico a las propias fuerzas de Llano Ponte. A este desenlace contribuyó también la actitud ambigua del brigadier Porlier. 

Consecuencia de lo anterior, las fuerzas supervivientes del puente de Colloto, junto con las acantonadas en Oviedo al mando del general Bárcena, efectúan una retirada precipitada a la línea del Nalón y establecen la defensa en la cabeza del puente de Peñaflor (curiosamente, la defensa del puente fue realizada a la inversa de como se había efectuado el 18 de mayo del año anterior, puesto que el avance enemigo también lo era). 

El 15 de febrero el general Bonet ordena al coronel Gauthier que, con fuerzas del regimiento 119º,  marche sobre Peñaflor en cuyo punto deberá atacar y desalojar  a las fuerzas españolas allí establecidas. Al mismo tiempo participa al comandante Bouthmy su resolución de intervenir, por la importancia vital que para las comunicaciones ofrece este estratégico paso, para mantener expedito el puente. 

La defensa del puente, precariamente establecida, tampoco pudo sostenerse por mucho tiempo. El enemigo cruzó el río por este punto y desborda a los defensores  pese a la tenaz resistencia que éstos ofrecieron para mantener invicta la posición. El día 21 el General Bonet informa al general Barthèlemy que la importante posición del puente de Peñaflor ha sido atacada y conquistada el día 15. 

Tras la caída del estratégico paso, el enemigo ocupa Grado, lo que obligó también abandonar la línea defensiva del Nalón y retirarse a la del Navia, cuya línea comenzó a fortificarse con la esperanza que el avance enemigo se demorase y dar tiempo así para contenerlo en este punto de una manera mucho más efectiva. 

Como colofón de todos los desastres padecidos por las tropas asturianas durante esta segunda invasión, Llano Ponte se disculpó de su entrada en Oviedo con el pretexto de no haber recibido la orden que le impedía efectuar tal movimiento y Porlier, en cambio, excusó su ausencia en el puente de Colloto, justificando haberse sentido indispuesto...."


Durante aquella segunda batalla los franceses habrían construido una fortificación sobre la antigua capilla, la cual estaría donde ahora vemos las casas del cruce que acabamos de dejar atrás, bajo La Peña'l Viso:

"Por la segunda acción desarrollada en el puente de Peñaflor, como recompensa a la constancia de las fuerzas que concurrieron a su defensa, se creó un nuevo Escudo de Distinción con el lema  “CONSTANCIA - PEÑAFLOR - 15 DE FEBRERO DE 1810”. La insignia, es de forma circular, de 45 mm. de diámetro, primorosamente bordada en hilos de seda de colores, en la que, sobre campo blanco, figura un puente de piedra de tres arcos situado entre dos peñas. El lema, en letras rojas, se inscribe en el exergo. 
Se trata de un escudo de factura diferente, creado para premiar el hecho de armas desarrollado en el mismo escenario el año anterior, cuya diferencia respecto del primero estriba en que ahora ya no se inscribe la palabra “VALOR”, porque no hizo falta demostrarlo, puesto que estaba suficientemente acreditado. 

En el supuesto que una misma persona estuviera presente en ambas acciones y,  por lo tanto, en posesión de las dos recompensas; el escudo por la primera acción se llevaba colocado en la parte superior –que es el lugar de preeminencia que le corresponde por su condición de laureado–, mientras que el correspondiente a la segunda acción, iba situado inmediatamente debajo de aquel".  


En 1836 y durante la carlistada o guerra carlista, hubo una breve escaramuza en este puente entre las tropas gubernamentales con la partida tradicionalista de Pablo Sanz. Luego, casi un siglo después, en la revolución de octubre de 1934, una partida de obreros moscones consiguió cortarle el paso a la capital asturiana a la columna del general López Ochoa, desviándola hacia Avilés, parando su avance a la capital durante los sucesos de la Revolución de Octubre


La apertura hacia 1850 de la antigua carretera Oviedo-Villalba (que a partir de 1939 pasó a ser la N-634) relegó al Camín Real a vía pecuaria, local y secundaria, pero su paso por el desfiladero siguieron haciendo de él un paraje sumamente estratégico, incrementado asimismo con el ferrocarril, tal y como sucedió en 1936, al principio de la Guerra Civil, cuando los nacionales tomaron el puente, impidiendo su voladura, y enlazaron con las asediadas tropas de Antonio Aranda en el casco urbano ovetense a través del llamado Pasillo de Grado. En la guía de la Ruta de Fortificaciones del Frente de Grado nos explican de esta manera el desarrollo de las operaciones:
"El 7 de septiembre, después de mes y pico de duras luchas, entraban las Columnas Gallegas en Muros, San Esteban y Pravia y, el día 15, lo hacían en Grado, culminando así la ocupación del Occidente asturiano. Hacía veinticinco días que los defensores del cuartel de Simancas, en Gijón, habían sido aplastados y los puentes más importantes sobre el Nalón habían sido volados por las milicias gubernamentales en su retirada. Carecía, por tanto, de objeto continuar el avance por la costa, aconsejando la situación concentrar todos los esfuerzos en el socorro de los cercados en Oviedo. Pero la carretera general de Grado a la capital asturiana atravesaba el angosto desfiladero de Peñaflor, muy favorable a la defensa, por lo que las fuerzas nacionales decidieron flanquearlo por el Sur y marchar hacia Trubia por la carretera local que sube por La Mata a San Martín de Gurullés. La operación comenzó el 18 de septiembre con buen pie, pues en esa misma jornada los gallegos ocupaban el Monte de los Pinos, pero en él quedaron frenados. Las milicias republicanas se rehicieron y, el día 20, lanzaban un fuerte contraataque que cortaba de raíz el avance nacional y conseguían el 22 recuperar la citada posición. El 23, volvían a ocuparla los nacionales, pero una serie de durísimos y sangrientos contraataques republicanos a lo largo de los días 27, 28, 29 y 30 de septiembre y 1 de octubre, si bien no lograron tomar el monte, fueron suficientes para convencer a las tropas de Galicia de la imposibilidad de proseguir su avance en esa dirección. 

El 3 de octubre, fuerzas de las Columnas gallegas vadeaban el Nalón frente a Cuero, tomaban el pueblo y las lomas de Cuero (La Manga y Cotaniello) y salían a la espalda de los milicianos que defendían el puente de Peñaflor, poniéndolos en fuga sin que llegaran a efectuar su voladura, que estaba preparada. 

El Mando de dichas Columnas decidió entonces aprovechar la caída en sus manos del puente de Peñaflor intacto para cruzar el Nalón por él y proseguir el avance hacia Oviedo a través de Las Regueras. El paso del río tuvo lugar el 7 de octubre, pero la progresión hacia la capital asturiana resultaría penosísima, precisándose diez días de sangrientos combates para cubrir la distancia hasta la ciudad y romper su cerco. 

Oviedo quedaría enlazado con Grado por un estrecho pasillo que discurría desde San Claudio, por Puente Gallegos, sobre el Nora, hasta el Escamplero y, desde allí por las Regueras a Peñaflor y Grado. En algunos tramos tenía poco más de un kilómetro de anchura, hallándose batido desde ambos flancos y siempre bajo amenaza de corte. Por esta precaria comunicación se alimentaría la resistencia de Oviedo hasta el final de la guerra en Asturias, mediante convoyes nocturnos, y se evacuarían hacia la retaguardia heridos y enfermos, así como gran parte de la población civil y de las instituciones de la capital. 

Aranda, junto con su Estado Mayor, abandonaría Oviedo igualmente por él para establecer su Puesto de Mando en Grado que, desde este momento, se convertía en la capital militar de la Asturias nacional. Desde allí se dirigirían las operaciones y en ella se establecieron las compañías de depósito y los servicios y delegaciones de las Columnas que, desde Galicia, habían ocupado media Asturias". 

Si bella es la estampa del Nalón hacia el este, no menos ni mucho menos lo es la vista hacia el oeste, viendo cómo se dirige a su unión con el Cubia tras pasar este desfiladero, formando un gran valle en su confluencia. A la derecha, y también bajo un gran paredón vertical de la peña, discurre la carretera AS-353 desde el cruce del puente, la cual comunica con Cueru, cabeza de la parroquia candamina del mismo nombre, así como con Murias, a u paso ya de la capital del concejo, Grullos


Más al oeste, la Sierra Sollera separa el valle del Nalón del de el último de sus grandes afluentes, el Narcea. A partir de allí el Nalón deja su rumbo a occidente para realizar un gran ángulo recto, cuyo vértice es su unión con el Cubia al norte de la villa moscona, y se dirige al norte, hacia su ya cercana desembocadura

 
La Sierra Sollera, dividida en dos partes, alta y baja, tiene su cota más alta en el alto de su nombre (602 m) y llega por el sur a Cabruñana, uno de los seculares pasos al valle del Narcea. El Camino de Santiago lo hace un poco más al sur, por El Freisnu


Vemos desde aquí las primeras casas de Peñaflor, en una curva de la N-634, que en ese tramo se superpuso en su momento al Camín Real. Seguidamente está la iglesia parroquial de San Juan, que aún no vemos desde aquí. El Camino deja la carretera después de ella yendo hacia las casas que vemos a la derecha


Aunque no vemos la iglesia se dice que posiblemente tendría alguna vinculación con el hospital de peregrinos desaparecido en la riada de 1586 y es, en origen, románica, como lo es este puente por el que estamos pasando



La carretera y ferrocarril ocupan un estrecho brazo llano sobre la orilla del Nalón; el mismo trazado ferroviario pasa elevado sobre un alto paredón vertical sobre el río


No hay arcén entre el puente y la iglesia de Peñaflor y, por lo tanto, en esos 280 m aproximadamente en los que caminaremos por la carreteram hay que tener mucho cuidado, pues aunque la N-634 no tiene tanto tráfico desde que se abrió la Autovía A-63 Oviedo-La Espina (que pasa por un túnel abierto en el Alto de Anzu), este sigue siendo muy abundante y suele pasar muy veloz 


Estamos sin duda ante uno de esos 'puntos negros' del Camino de Santiago que, extrañamente y a pesar de estar señalizado oficialmente por ahí desde 1993, no se ha hecho nada absolutamente para mejorar la seguridad del peatón en ese trecho


Menos mal que no es un trayecto largo por la carretera, en el que habremos de ir, sí, bien pegados al muro y ojo avizor


Justo al llegar a la curva, un poco de vereda con hierba nos proporciona un poco más de espacio para caminar hasta las casas de Peñaflor donde, como hemos dicho, dejaremos la N-634 para tomar un camino-calle entre ellas y salir a La Veiga o Las Veigas, las grandes y llanas vegas que forman el gran valle de los ríos Nalón-Cubia en su confluencia, situadas al otro lado de la espesura ribereña


En todos estos siglos, aunque consolidándolo, el puente mantuvo su esencia medieval. La mayor transformación fue a primeros del siglo XX para hacerle un hueco, eliminando un tramo, para que pasase el ferrocarril vasco-asturiano, justo aquí ahora a nuestros pies, inaugurado el 2 de agosto de 1904 para transporte de viajeros y mercancías pero cuyo 'fuerte' era el carbón de la cuenca minera del Caudal hacia el puerto de San Esteban, en la desembocadura y ría del Nalón


La construcción y ampliación de la carretera Oviedo-Villalba provocó la desaparición de la capilla situada al otro lado del puente, dedicada a San Blas y llena de fantásticas leyendas de tesoros, tal y como dice en Grado y su concejo Álvaro Fernández de Miranda...
"A la salida del puente, en límites de Peñaflor, estaba la capilla de San Blas, llamada del Obispo, muy traída y llevada de las consejas del lugar. El tesoro de la torre, sus primorosas alhajas y montones de oro, preocupaba sobremanera al vecindario, que lo supuso robado más de una vez; pero solamente consistía esa riqueza en algunas alhajas dedicadas al culto (la de más valor un crucifijo de oro), y en diversidad de monedas de escaso mérito, procedentes de limosnas. Se ordenó el derribo de la capilla, so pretexto de interrumpir el camino, en 1863"

La capilla era llamada del obispo porque Peñaflor fue un coto dependiente de la obispalía ovetense hasta la desamortización de Felipe II a finales del siglo XVI, pasando a ser regido por los propios vecinos, siendo el mayor propietario Ramón de Jove Dasmarinas, a quien pertenecía el Palacio de la Campona donde se alojaría Ney en 1809. Peñaflor no se incorporaría al concejo de Grado/Grau hasta el año 1827


Por entonces, aún sin hacerse la carretera y sin vislumbrarse lo que sería el ferrocarril, se había desechado la idea de transportar el carbón de la cuenca minera en grandes gabarras río abajo hasta San Esteban. La idea, del ingeniero Fernando Casado de Torres, se echó al traste con los costes y retrasos que suponía devolver las barcazas río arriba contracorriente arrastradas por largas filas de yuntas de bueyes desde la orilla


Al final prevaleció la idea de hacer una carretera carbonera, como había planteado el ilustrado Gaspar Melchor de Jovellanos, pero que no pasaría por aquí sino que iría hacia la costa gijonesa y su entonces aún pequeño muelle local. Sin embargo, llegó muy tarde, en 1842, una década antes que el primer ferrocarril asturiano. Esto favoreció que, a lo largo del siglo XIX, se plantease la apertura de una línea férrea hacia San Esteban, que desapareció como puerto carbonero no obstante hacia 1980


Llegamos pues a la N-634, la antigua Oviedo-Villalba que, ya antes del ferrocarril, relegó al viejo Camín Real de Galicia a vía local y pecuaria salvo en aquellos contados tramos, tal que este, en los que la nueva carretera se superpuso a él


Enfrente, entre las señales de tráfico vemos el mojón y demás señalética jacobita, surgiendo detrás, entre la maleza, las instalaciones de la mencionada Mina Casualidad, explotación de caolín de Minas de la Serna (Arciresa) que empezó a trabajar en 1956 y que se clausuró cuarenta años más tarde


Carretera abajo a la derecha y al pie de la peña tenemos el viejo cargadero, elemento más grande y más a la vista


Y carretera abajo, en suave rampa en descenso y poniendo los cinco sentidos, caminamos, ya en la ribera moscona, camino de Peñaflor, con El Picu la Uz (353 m) y El Picu Peñalba (441 m) alzándose sobre el valle del Nalón y adelantados a La Sierra Sollera


Según bajamos veremos la parte occidental de La Ponte Peñaflor con los tres arcos que conserva de los cinco que tuvo, uno de ellos transformado totalmente al hacerse el hueco para el ferrocarril, que tenemos aquí mismo en primer término, y el otro tapado al hacerse esta carretera. Consultamos, una vez más, a Fernández de Miranda:
"En la angostura que forma la sierra de la Peral, por donde, aprisionadas. pasan mugiendo las aguas del Nalón, yérguese, alto y severo, el famoso puente de Peñaflor, de carácter románico y de cinco arcos, con una elevación de más de veinte metros el mayor de ellos; recuerda por su belleza al de Cangas de Onís, más airoso quizás, pero no más artístico..."

Más arriba iremos viendo también las llamativas formas rocosas de La Peña'l Viso, La Piñona o El Peñón de Peñaflor, que se extiende sobre la orilla candamina del Nalón, por la que el cronista Álvaro Fernández de Miranda afirma que se subió un cañón...
"Importantísima posición estratégica, estuvo siempre cubierta por unos ú otros beligerantes, que establecieron fortines y guardia constante en las dos peñas que dominan el lugar, y casi siempre llenaron este servicio los de Peñaflor, alternando entre ellos, aun hallándose fuera de Asturias el enemigo. A esas dos peñas subió el francés varios hórreos y paneras, que le sirvieron de garita y albergue, y más de una vez se hundieron, aserrados los pegollos por los animosos hijos de esta jurisdicción. Ellos, todos, mujeres y niños, ayudados por los de Grado y otros vecinos de los contornos, fortificaron con afán puente y peñas para atajar el paso á Ney cuando invadió el Principado avanzando sobre Oviedo. Todavía se ve la carril abierta para subir a la peña del Viso un antiguo cañón de hierro y los restos del parapeto en que se emplazó la pieza, la que de nada sirvió al cabo, y hubo de precipitar al río el paisanaje en crítico momento, para que no cayera en manos del invasor"

Los topónimos tipo viso o visu son harto frecuentes en Asturias y "pueden provenir tanto del término formado sobre el participio de videre ‘ver’, esto es, V¯ISUM ‘acción de ver’ como de ABYSSUM ‘abis mo’. La dificultad se agranda más dado que en muchas ocasiones un abismo puede coincidir con una gran elevación que sirve de ata laya o punto de observación", como bien explica el erudito filólogo Xosé Lluis García Arias en Toponimia asturiana. El porqué de los nombres de nuestros pueblos


Según nos alejamos tenemos una mejor y más amplia vista de La Ponte Peñaflor, que ya vamos dejando atrás, con sus arcos de medio punto románicos y su peculiar forma elevándose hacia su mitad, donde está el arco mayor. Aquí, en el llamado Pozu del Puente, abundaban los salmones, desaparecidos, según Fernández de Miranda, a causa de la contaminación de carbón arrastrada de los lavaderos de la Cuenca del Nalón por aquel entonces


"Actualmente está formado por cinco arcos sobre machones con grandes tajamares; los arcos son irregulares, siendo de mayor luz el central", dice el Gran Atlas del Principado de Asturias, contando el arco oculto y el transformado, aunque los que mejor se ven son estos tres. En Asturnatura lo presentan como "una importante construcción pétrea de 5 grandes arcos desiguales de sillar, gruesos tajamares y un aspecto atemporal e irregular, fruto de las sucesivas reconstrucciones que le dotan de un atractivo pintoresquismo."


Con motivo del segundo centenario de la batalla de Peñaflor el puente y su entorno fueron escenario de una recreación histórica de la que nos da cuenta el periódico El Comercio del 24 de mayo de 2009 en Los 400 de Peñaflor:
«Así que ganaron los malos. ¡Jolín!». El desencanto de Rubén, un pequeño moscón que avasallaba a su padre con continuas preguntas sobre el desarrollo de la batalla que estaba presenciando, no era más que la expresión infantil de una vivencia desconocida por buena parte de los expectantes vecinos que se agolpaban ayer en las dos veredas del río Nalón, justamente en los dos extremos del puente de Peñaflor. Y es que 200 años después de la batalla que dejó el paso franco a las tropas napoleónicas en Asturias, Grado quiso revivirla como si no hubieran transcurrido dos siglos. Como si su paseo fluvial no fuera más que un inmenso plató cinematográfico natural en el que revivir una historia tan heroica como poco conocida. 
Cuentan los versados en la Guerra de la Independencia que no llegaban a 400 los inexpertos asturianos que estaban apostados a una orilla del Nalón, al mando del irlandés William Parker Carrol -quien llegaría a alcanzar el grado de teniente general y el tratamiento de Sir-, con la intención de cortarles el paso a las tropas napoléonicas en el estratégico paso del puente de Peñaflor. Pero al otro lado estaban 3.000 franceses bien pertrechados, dirigidos por el mariscal Ney, que apenas tardaron tres horas en derrotar a los combatientes asturianos. Y sin disparar ni uno solo de los ocho cañones que llevaban.


 



 

Como una película 
A partir de ahí, nadie diría que ninguno de los cincuenta voluntarios que se enfundaron los uniformes marrones y blancos de las Milicias Provinciales de Oviedo, e incluso el más oscuro de las ocasiones de gala, no eran aquellos asturianos del siglo XIX. Desfilaban igual, ponían la rodilla en tierra igual y alentaban con palabras de ánimo al combate, como seguramente habrían hecho aquellos astures del capitán William Parker Carol. 
Era como asistir al rodaje de una película. «¡A por los gabachos!», «¡que no pasen!», gritaban, entusiastas, los escasos miembros del bando asturiano, que protagonizaron varios embates contra las tropas enemigas antes de replegarse de nuevo sobre el puente y retirarse. Eso, y el encuentro cuerpo a cuerpo que protagonizaron los asturianos y franceses sobre el puente de Peñaflor fueron las únicas licencias que se permitieron los miembros de la Asociación de Recreación Histórica Cultural de Asturias sobre el relato original. El objetivo fue «hacerlo más vistoso para todos, los de un lado y los del otro del puente», explicaban los organizadores. 
Pero tanto realismo dio lugar también a algunos imprevistos, como que algunos mosquetones, que ciertamente parecían recuperados de la batalla real, dejaran de vez en cuando de disparar o que la caída al suelo, víctima de un disparo, del corneta de las milicias abollara el instrumento que habría de tocar, en algún momento el toque de retirada. Pero aún así, las armas se repararon sobre la marcha y la superficie de la trompeta se alisó, mientras otro combatiente se apoyaba sobre el mosquetón para poder caminar con un supuesto tiro en la pierna. 
Realismo 
Todo envuelto en un realismo tal, que cuando los franceses tenían que atacar y el inocente público, básicamente moscón, ocupaba indebidamente sus posiciones, ni siquiera avisaban. Llevaban los mosquetones al hombro, apuntaban, eso sí al aire, y disparaban, entre sonrisas cómplices, sin miramientos a los tímpanos o a los sustos. En esa huida de las tropas francesas, entre risas y carreras, niños y grandes acabaron sobre el césped, haciendo fotografías desde abajo, en localidades de privilegio, de aquel ataque gabacho. Claro que posiblemente sólo a Javier Bauluz, único premio Pulitzer asturiano, con pequeña cámara y gran sonrisa, habrá captado con fidelidad el momento. 
Después de una hora de fogonazos, disparos, cañonazos y hasta sables desenvainados, Grado volvió a su tranquilidad. Había recuperado su memoria. Ahora ya sabía que la batalla de Peñaflor la había colocado en la Historia."


Formidable peñasco a nuestra izquierda en Los Canalones; tal y como hemos dicho, en este estrecho margen discurren carretera y ferrocarril, sin espacio para más


El Ferrocarril Vasco-Asturiano o Sociedad General de Ferrocarriles Vasco Asturiana se constituyó como empresa en 1899 para comunicar "la cuenca minera del Caudal y el puerto marítimo de San Esteban de Pravia. El objetivo de la línea era exportar carbón asturiano hacia la siderurgia vizcaína. Adicionalmente, también existió un ramal que conectaba a la línea con Oviedo (la actual vía verde Oviedo-Fuso de la Reina). Su nombre proviene del origen de sus fundadores, entre los que destacan el vasco Víctor Chávarri y el asturiano José Tartiere", explican en Wikipedia. La línea se inauguraba cinco años más tarde con este objetivo comercial:
"A finales del siglo XIX la siderurgia vasca está en plena expansión y busca abastecerse de una materia prima esencial: el carbón, el cual abunda en las cuencas mineras del interior de Asturias. Para exportar el carbón desde Asturias hasta Vizcaya se formó un holding para coordinar las operaciones. Primeramente, la sociedad minera Hulleras del Turón (1890) será la encargada de extraer el carbón. Seguidamente, el Ferrocarril de El Vasco lo transportará por el interior de Asturias siguiendo el transcurso de los ríos Caudal y Nalón. Finalmente, el carbón se embarcará en el puerto de San Esteban, en la desembocadura del río Nalón, para que la Naviera Vasco-Asturiana (1899)[lo exporte hasta Vizcaya a través del mar Cantábrico. La línea también se emplearía para el transporte de pasajeros."

Como hemos dicho, la Carretera Carbonera le había ganado el pulso en 1842 al malogrado transporte fluvial por el Nalón, pero esta a su vez quedó relegada ante la inauguración del Ferrocarril de Langreo diez años más tarde. El ferrocarril dio de nuevo oportunidad a San Esteban como puerto comercial netamente carbonero aunque ya estaban en plena marcha las obras del nuevo gran puerto gijonés de El Musel


De esta manera, y hasta la generalización del uso del automóvil en la décadas de 1960-1970, el tren fue la principal comunicación terrestre para el transporte de pasajeros y mercancías, constituyendo todo un gran fenómeno social, pues la famosa huerta moscona se constituiría en una verdadera gran despensa de la cuenca minera


Fueron famosas, entre otras, las 'lecheras del tren', mujeres que viajaban provistas de lecheras por todas las poblaciones y allá hasta donde llegasen las vías, cuyo alcance fue ampliado en la década de 1930:
"La compañía ferroviaria se constituyó el 26 de octubre de 1899 con un capital de 15 millones de pesetas, cantidad muy elevada para el momento, que posteriormente se rebajó a 12 millones. La empresa no recibió financiación estatal. En 1901, mediante Real Orden, la compañía obtiene la concesión para construir y explotar durante 99 años tres líneas férreas

Oviedo - Fuso de la Reina 

Fuso de la Reina - San Esteban de Pravia (a través del valle de la cuenca baja del Nalón) 
Fuso de la Reina - Ujo (a través del valle del Caudal).
Tras la realización de las obras, el 2 de agosto de 1904 se inauguró oficialmente los tramos comprendidos entre Oviedo y San Esteban de Pravia.​ La cabecera de la línea sería desde 1906 la estación de El Vasco (Oviedo), la cual sería demolida en 1989. 
Posteriormente, el 30 de mayo de 1906 se inauguró el tramo entre Fuso de la Reina y Figaredo; y el 15 de abril de 1908 el tramo entre Figaredo y Ujo, con lo que queda completada la línea en los términos de la concesión inicial. 
El trazado ferroviario medía unos 81 kilómetros y aprovechaba el suave descenso del río Nalón y de su afluente, el río Caudal. Se empleó el ancho de vía métrico. 
En marzo de 1929 el Ferrocarril Vasco Asturiano recibió su cuarta y última concesión para la ampliación de la línea siguiendo el transcurso del río Aller (afluente del Caudal y subafluente del Nalón). Estas obras revestían mayor complejidad, por lo que recibieron una subvención estatal del 35%. El 16 de julio de 1934 se inauguró el tramo entre Ujo y Cabañaquinta; y el 27 de enero de 1935 el de Cabañaquinta a Collanzo. 
Con esta ampliación la compañía tenía el objetivo de prolongar el ferrocarril hasta la provincia de León, en concreto hasta Boñar, para enlazar con el Ferrocarril de La Robla. Debido a las vicisitudes políticas de la época el objetivo final nunca se alcanzaría, siendo Collanzo el término actual de la línea."

La crisis de la minería y la mejora de las comunicaciones por carretera propiciaron que la línea se integrase en la estatal FEVE (Ferrocarriles Españoles de Vía Estrecha) en 1972, dedicándose esencialmente al transporte de cercanías y pasando en 2013 a ADIF (Administradores de Infraestructuras Ferroviarias). Su continuidad viene siendo un motivo de preocupación, tal y como escribe Nando F. Arias en Grado, una estación con mucha historia, para La Voz del Trubia del 28-3-2017:
"En nuestros días el abandono de la línea es sobrecogedor llegando a peligrar su existencia, por aquello de “la pescadilla que se muerde la cola”; es decir: el abandono del mantenimiento trae consigo que los usuarios opten por otro medio de transporte. Y los responsables alegan que no puede haber inversión por el bajo ratio de usuarios".

Entramos en Peñaflor por la zona de El Barriu o El Barriu Queimáu, las primeras casas de la carretera en el tramo que fue del Camín Real. Aquí tenemos un ligero margen de vereda en un poco de franja verde que nos evita andar 'esquivando coches' por la carretera, que también menciona Fernández de Miranda...
"Por el lugarcillo de Peñaflor pasaba el antiguo camino real, como pasa hoy la carretera de Occidente, que divide el caserío y el ferrocarril Vasco, a cuyos fuertes muros y escollera debe Peñaflor verse libre, para siempre, de las iras formidables del Nalón"

Fijémonos en otro cartel que señala nuestra entrada en Peñaflor: este es Peñaflor propiamente dicho. En la curva, un quitamiedos vuelve a dejarnos sin vereda y a expensas del tráfico en esta curva. Menos mal que dejaremos la carretera unos metros más adelante, frente a la iglesia parroquial de San Juan de Villaflor, que afirma Fernández de Miranda que "llamóse un tiempo Villaflor y Santo Dolfo de Peñaflor, y cuéntase que en ocasiones presumió de villa, queriendo rivalizar con la Pobla de Grado, su vecina", siendo sin duda un testimonio de sus muchos años de independencia respecto a ella


La iglesia se supone que sería construida a la vez que el puente y estaría vinculada con él y con el hospital de peregrinos y las capillas, pero quedan pocos elementos de su fábrica original románica, totalmente transformada en los siglos XVII y XVIII siguiendo las trazas barrocas, y también en el s. XIX, al ampliarse con sacristía y pórtico, el cual resultó afectado y disminuido al construirse la carretera que sustituiría al antiquísimo Camín Real



Al llegar a su altura, por ejemplo, nos llama la atención este edificio, el de la capilla de San Ildefonso, fruto de las reformas del XVII y anexa a su ábside cuadrado o cabecera, el cual queda oculto desde la carretera. Esta hecho de mampostería en el muro este y en colorista sillería rosácea en el muro sur, esquinas y muro oeste, donde tiene su entrada propia


Fue además una iglesia de asilo, a cuya protección podían acogerse los perseguidos por la justicia, de ahí su vinculación con el hospital de peregrinos. Unas antiguas argollas que simbolizaban esa condición desaparecieron con el antiguo pórtico al hacerse la carretera, leemos en Vivir Asturias


En la actualidad hay un pequeño pórtico, sostenido por columnas de madera que descansan sobre un murete de piedra, mientras su tejado se apoya en la pared norte, guardando una entrada lateral al templo y la de la capilla de San Ildefonso. Dos ventanas en aspillera y algunos canecillos lisos (no todos) que sostienen el saliente del tejado son parte de su escasa obra románica conservada


Justo aquí, a la derecha, al acabar el guardarraíl, el Camino deja la N-634 y se hace calle entre las casas. En este lugar, frente a la iglesia, que acaso acometería sus primeras reformas sobre la fábrica románica, y cuando pasaba por aquí el Camín Real, un peregrino ilustre, Cristoph Gunzinger, prelado de la catedral austriaca de Wiener Neustadt, quien hizo el camino de Santiago entre los años 1654 y 1655, y que escribió una crónica de su periplo, registra cómo contemplo el baile comunitario de la Danza Prima, la danza asturiana por excelencia. De ello escribe maravillosamente bien el investigador y entusiasta José de la Riera en la Gran Enciclopedia de los Caminos de Santiago:
"Se hunde en lo más profundo de los siglos, la “danza prima” esa gran coreografía asturiana. Los viajeros curiosos, en toda época, han dado noticia de aquello que les ha llamado la atención, sobre todo en contraste con sus propias tradiciones. Uno de ellos fue el peregrino austriaco Christop Gunzinger, que por fortuna disparaba a todo lo que se movía (...)
Gunzinger, Christoph. (1614-1673) Peregrino y prelado de la catedral de Wiener Neustadt (Austria) Comenzó su peregrinación el día 1 de marzo de 1654 y regresó el día 24 de enero de 1655 después de un periplo piadoso que, además de llevarle a Santiago de Compostela, le permitió visitar Caravaca, Fisterra y su Virgen de Santa María das Areas, Nosa Señora da Barca en Muxía, el Salvador de Oviedo y, tras pasar por Nuestra Señora de Covadonga, acercarse también al monasterio de Santo Toribio de Liébana, un auténtico viaje devocional largamente esperado por el propio Gunzinger, que hace una verdadera declaración de principios en su relato al declarar que, habiéndole regalado un peregrino una vieira a su madre, siendo él niño, y habiendo caído gravemente enfermo, sólo el agua bebida a través de esa vieira le hizo sanar, lo que le llevó a: “un deseo incontenible de al menos un día encontrarme en Compostela con Santiago, como uno de mis verdaderos intercesores ante Dios, para mostrarle mi agradecimiento. 
Inició su andadura cruzando los Alpes y desde Génova llegó en barco a Alicante  
Tras visitar Caravaca, y por Madrid, se incorpora al tradicional Camino Francés en Astorga, para seguir ya el clásico camino de los peregrinos a Santiago, no sin antes sufrir los padecimientos de la subida a O Cebreiro, subida que califica de “Mala Faba”. Se detiene en escribir en su diario el milagro eucarístico de O Cebreiro para entrar en Santiago en vísperas de la fiesta del Apóstol, el 21 de julio de 1654, donde se emociona ante la tumba del Apóstol que le curó en su infancia. Se entretiene largamente Gunzinger en describir las fiestas de Santiago, donde todo le es grato, resaltando además que se le permitió decir misa en la Catedral, precisando, no obstante, que no lo hizo en el altar mayor ya que ello sólo estaba reservado a seis canónigos con tratamiento y rango de cardenales. Se asombra con el botafumeiro, que lo deja verdaderamente estupefacto, del que hace una descripción altamente ilustrativa: “Durante la procesión (cosa que a mí me era totalmente desconocida, pero que allí sin embargo era un uso practicado desde antiguo), se mueve, colgado de una gruesa soga nueva, un pesado ancho y gran incensario lleno de brasa, que por medio de un mecanismo de ruedas... es izado en la cúpula y puesto en movimiento por cuatro hombres... de tal modo que vuela colgado de esta soga... a decir verdad esto da miedo verlo y hace marear a uno.” 
Continúa Guzinger, guiado por su gran devoción mariana, a las vírgenes de Fisterra y Nosa Señora da Barca, donde no deja pasar la descripción de las milagrosas piedras que bañan el Santuario. Retorna a Santiago y comienza su retorno recorriendo lo que hoy llamamos “Camino Inglés” hasta Betanzos, para desde allí seguir la ruta del Camino Norte, con jugosos comentarios de los diversos pueblos y villas que recorre, dejando constancia de las corridas de toros y carreras de caballos de Mondoñedo (a donde había llegado en un estado bastante penoso, por lo que no deja de alabar su farmacia) o los excelentes bizcochos con que le obsequian las monjas en Ribadeo tras decir una misa. Deja noticia impagable de tradiciones tales como la antiquísima Danza Prima, en Peñaflor, cerca de Grado: “No lejos de allí, fuera de la ciudad, al otro lado de un puente hay una preciosa iglesia en la que un domingo los hombres y mujeres solteros, formando un círculo de dos partes, dándose unos las manos a otros y cantando maravillosamente, dan vueltas durante largo rato. 
Prosigue nuestro peregrino hasta el Salvador de Oviedo, donde no deja de admirarse -como otros peregrinos y viajeros- con las innumerables reliquias que atesora la catedral de la capital del viejo reino astur. Curiosamente, sigue por el Santuario de Covadonga (uno de los pocos peregrinos históricos que dejaron testimonio del tal paso) para llegar a Santo Toribio y postrarse ante el Lignum Crucis. Desde allí se incorpora al Camino Francés en Burgos para retornar a su patria por Toulouse y Lyón alcanzando Ginebra y logrando superar, en un duro invierno, Ausburgo, Munich, Bad Ischl y Mariazell, llegando felizmente a Wiener Neustadt el día 24 de enero de 1655."

Al lado de la iglesia, junto a la carretera, hay un hórreo y grandes paneras, construcciones más grandes que los hórreos, nacidas con el objeto de almacenar las grandes cosechas del maíz que vino de las américas a partir del siglo XVI y bajo las cuales, además de trabajar, en las esfoyazas de antaño, labor de deshojar las mazorcas o panoyas  y enrriestrarlas, esto es, hacer ristras con ellas colgándolas de los corredores, también se bailaba al son de una gaita, un acordeón, o una pandereta. Estos en concreto lo que tienen es bodega, espacio habilitado debajo como almacén, establo a veces vivienda


De la iglesia, la gran espadaña de dos huecos es también un añadido a la obra románica medieval. El historiador y epigrafista Ciriaco Miguel Vigil, quien visitó la iglesia acabando el siglo XIX, escribía así de ella:
"Quedan escasos vestigios de su construcción románica; la espadaña, la nave y el ábside rectangular más bajo que aquella, aunque con ménsulas alrededor, todo ello se halla reformado: sólo conserva, de la puerta de entrada a los pies del templo, el arco de medio punto orlado de cenefas de ajedrez. Es primitivo por el interior el presbiterio con su bóveda de cañón seguido y el arco de triunfo con lindas columnitas cinceladas a los flancos de los machones, en cuyos capiteles están representados, de relieve abultado, caprichosos animales pareados y pájaros entrelazados con una sola cabeza"

En la actualidad los elementos del interior, el arco triunfal con sus capiteles zoomorfos han desaparecido, pero en Románico digital nos informan que de conoce el aspecto que tenían:
"Sabemos sin embargo, a través de antiguas fotografías, que se trataba de capiteles troncopiramidales de potente cimacio decorado con zigzag entre dos bandas lisas, con sus cestas decoradas por toscos y sumarios relieves, representándose en uno de ellos dos parejas de cuadrúpedos, unidos en el vértice del capitel en una sola cabeza que aprisiona, entre sus fauces rabiosas, serpientes enrolladas que extienden sus escurridizos cuerpos por toda la superficie de la cesta. El otro capitel presenta las mismas características plásticas: tratamiento sumario, ingenuidad en la talla y tosquedad, quedando las figuras reducidas a simples siluetas lisas con escaso trabajo de las superficies, a excepción de las incisiones verticales que tratan de simular las plumas remeras de la pareja de aves representada. "

La sencilla portada románica es, sin duda, el elemento original más destacado que ha llegado a nuestros días:
"Las proporciones y la idea general de la estructura, la portada occidental y algunos canecillos del alero norte, son los únicos vestigios que hoy restan de la construcción románica. Una construcción que, a juzgar por lo conservado en otros templos cercanos, y conocidos los antecedentes históricos del lugar, debemos de datar no antes del siglo XIII, momento en que tras la creación ex novo de la puebla de Grado debió de producirse un aumento de la actividad constructiva en la zona con la llegada de cierto número de artesanos para levantar la nueva villa, entre cuyas edificaciones se contaba la desaparecida iglesia de San Pedro de Grado que, descrita por el mismo Ciriaco Miguel Vigil también respondía a postulados románicos."

La decoración de la portada es una estrecha franja en el margen más exterior de su arco de medio punto, ornamentada con un tipo de ajedrezado llamado billetes, formado por pequeños cilindros esculpidos en la piedra formando hileras


"En el exterior, la portada occidental, con sencillo arco de medio punto dovelado, apoya en impostas lisas y remata con un guardapolvo de billetes, repitiendo un modelo conocido en templos cercanos, como San Vicente de Castañedo o San Miguel de Báscones": esta es la descripción que nos ofrece Románico digital, mientras que la Gran Enciclopedia Asturiana nos dice que este arco de medio punto "se apoya en dos impostas y que remata en su periferia con un ornato ajedrezado".


Al lado de la fachada principal la de la portada, que mira al oeste, hallaremos esta placa con más información del templo


De todas maneras y pese a las profundas reformas acometidas, la iglesia sigue manteniendo la planta y estructura originales propias de su estilo:
"El templo actual, fruto de las reformas y reconstrucciones llevadas a cabo desde el siglo XVII, momento en que se construyó la llamada capilla de San Ildefonso adosada al muro sur del presbiterio, conserva en líneas generales las proporciones y el esquema básico del románico popular de la zona: nave única y cabecera cuadrada con bóveda de cañón corrido, separadas por un arco de triunfo de doble rosca, que, aunque de nueva construcción, quizás siga las trazas del original"

Recorremos ahora este su muro sur, parece ser que el antiguo Camín Real entraba en Peñaflor por aquí


Atención arriba también a los canecillos, que son lisos y no presentan filigranas. Para Románico digital solamente serían originales románicos alguno de los del lado norte, que ye hemos visto


Uno de los elementos añadidos son los nuevos vanos grandes para permitir una mejor iluminación con luz natural del interior


Llegamos así a la cabecera, de ábside cuadrado, donde algunos de sus canecillos sí son originales 


Aquí tenemos uno que en su parte cóncava muestra un detalle con forma de bola o apomado. Al lado hay otro, liso


Les siguen estos en forma de rollos o cilindros, otro elemento muy usual en el románico


En el de la esquina aparece cincelada una cabeza humana que mira hacia el suelo


En esta iglesia, cuenta Álvaro Fernández de Miranda, fue asesinado en el siglo XVI el párroco de Peñaflor a espada y ante el altar, por parte del Regidor de Oviedo y Alférez Mayor de Sariego Don Bartolomé Felipe de Marines, a causa de una disputa de honor, ofensa y honra, tan de la época. El Regidor, perseguido por la Justicia, logra de Carlos V la conmutación de la pena máxima pero en cambio ha de servir en las guerras de Alemania. Siguiendo al mismo autor conocemos que...
"Al son de campana tañida juntábanse los regidores en el pórtico de la iglesia parroquial "sitio señalado para tratar y conferir los negocios concernientes al Real servicio y utilidad de esta república", y solo en determinadas ocasiones se reunían en la Casa Consistorial, fundada cuando el coto era Obispalía"

Tras recorrer este muro sur en busca de más elementos románicos nos dirigimos de vuelta a la carretera que, si hemos cruzado para ver la iglesia, hemos de volver a pasar para atravesar el resto del pueblo de Peñaflor...


Al sol de la mañana, la espadaña del campanario de San Juan de Peñaflor proyecta su sombra y, también como una flecha, nos indica por donde seguir, entre las casas del otro lado


Fijémonos en las flechas amarillas, una en el poste azul que indica también el camino hacia el apeadero de Peñaflor y, otra, en la fachada de una vieja casa a su derecha


Al fondo vemos dicho apeadero, que destaca por el color casi blanco del hormigón, inaugurado el 22 de julio de 2009 tras tres décadas de peticiones vecinales apoyadas por las corporaciones de Grado/Grau, Candamo y Les Regueres. "Los trenes regionales de Renfe Cercanías AM que unen Ferrol y Oviedo tienen parada en la estación, con dos circulaciones diarias por sentido", informan en Wikipedia


Unos metros más allá, donde hay una casa y, sobre ella, un hórreo de corredor, el Camino se bifurca: un ramal va a la derecha, hacia el apeadero y otro a la izquierda, atravesando el pueblo a manera de calle: por ahí está señalizado actualmente el Camino


Ante nosotros, un hermoso caserón, de piedra vista, muestra paredes de mampostería, de cantos rodados del río; y de sillería en vanos y esquinas, como era bastante habitual. Se ve no obstante ha tenido numerosas reformas pero acaso sea del siglo XVI y forme parte de los antiguos edificios administrativos del extinguido coto independiente de Peñaflor. La escalera, por ejemplo, fue hecha con murete de guijarros y parece un añadido del siglo XX


Reparemos también, a la derecha, en el dintel de esta antigua puerta


Tiene una cuña-hendidura en forma de triángulo que podría ser muy útil para no bajar tanto la cabeza y evitar cabezazos por despiste


Seguidamente, una cuadra y un almacén: realmente el viejo Camín Real va a la derecha del hórreo del fondo, junto al apeadero de Peñaflor que vemos más allá. Si bien se ha optado por señalizar el ramal de su izquierda, más vistoso quizás, pues es una callejuela que, como reiteramos atraviesa el pueblo de Peñaflor


Estas cuadras, muy posiblemente, fuesen de la casona de piedra al otro lado del Camino, de la que ahora vemos su fachada norte, casi siempre en umbría, como corresponde a las partes septentrionales


En la esquina del caserón, una concha confirma asimismo tomar esta calle


Acercándonos a la bifurcación sigue ahora a la izquierda una fila de casas, las dos primeras también muy a destacar


Esta primera, con artísticos cortafuegos, delata la antigüedad y nobleza de estas construcciones, las primeras una vez cruzada la carretera frente a la iglesia


Desde aquí vemos buena parte de la calle (la de la izquierda), por donde proseguiremos seguidamente hasta el final de Peñaflor



Tras la casa de los cortafuegos llegamos a la muy notable Casa de la Obispalía, la cual fue consistorial en los tiempos de la independencia jurisdiccional del coto de Peñaflor y antes, como su nombre indica, residencia del gobierno obispal cuando este coto pertenecía, anteriormente, a la mitra ovetense de San Salvador


Tiene una gran puerta y, arriba en el primer piso, un balcón de herrajes. Fijémonos en los buenos sillares rosados de vanos y esquinas que nos recuerdan a la piedra de la capilla de San Ildefonso, acaso extraída de la misma cantera. Siguiendo a Álvaro Fernández de Miranda conoceremos más episodios de la historia de Peñaflor relacionados con esta casa:
"Fué Peñaflor tierra de behetería, y los vecinos del coto más de una vez chocaron por desacuerdo al elegir, libremente, el señor que debía protegerles á cambio de reconocer su autoridad y pagarle tributos.

Fué después Obispalía, figurando como tal en la célebre carta del Rey D. Juan I (1381), en la que manda no se paguen tributos a su hermano el Conde D. Alfonso, porque se entromete de poner justicias é de pedir viandas, é yantares, é manferir escuderos, é pedir bestias... recibiendo con ello esos señoríos gran daño, de tal manera que se despueblan é destruyen cada día.

Redimióse de la jurisdicción episcopal, por su propio esfuerzo, reinando Felipe IV, el año 1644, cuyo documento contenía la curiosa cláusula de que los vecinos y hombres buenos de Peñaflor pudiesen alzarse contra el Señor Rey si les vedase sus fueros. Obtuvieron la gracia de los Oficios de Juez, Regidor, Alcalde Mayor, Alcalde de la Santa Hermandad, Alcalde Ordinario y Procurador General, todos por el Estado Noble, haciéndose las elecciones el día primero de cada año por el sistema de cédulas

Mandaba delegados á la Junta General del Principado, donde tuvo el asiento número 40, y figuraba, en 1659, en el llamado Partido de Obispalía, formado de las villas y cotos de señorío, y Concejo redimidos. Ocupó el 3º y 6º, y más tarde, hacia 1800, el 5º lugar en dicho Partido, derecha del Presidente, entre las 24 jurisdicciones representadas, pero sólo tenía, como las de su clase, la tercera parte de voto para el nombramiento de apoderados, y siguió siendo Concejo de representación mermada hasta muy etrado el siglo anterior cuando se incorporó a Grado"

También narra amenamente el gran historiador cómo fueron sus últimos tiempos como concejo independiente...
"En el período liberal, año de 1821, se acordó una nueva división territorial, por la que se incorporaba este coto al Ayuntamiento de Grado, como las demás jurisdicciones en él inclusas (definitivamente lo fueron en 1827), y Peñaflor se apresuró á protestar, "porque desde tiempo inmemorial había tenido Ayuntamiento independiente y le causaba el hecho graves perjuicios", consiguiendo al poco tiempo, como deseaba, el goce de Ayuntamiento Constitucional independiente, hasta 1824, como lo gozaron también las otras jurisdicciones, excepto Cabruñana (que nada alegó) y numerosas parroquias de las que algunas ya lo habían tenido años antes..."

En la fachada, en concreto en la planta alta, descubriremos algunos detalles son legado de su historia


Por ejemplo, el emblema obispal bien a la vista, con su capelo o sombrero de ala ancha del que cuelgan borlas que indican el rango del prelado


Y este es una inscripción sobre el dintel del balcón...



La Casa de la Obispalía forma parte de este primer grupo de casas con puertas y ventanas adinteladas y, la del medio, con cortafuegos que parecen estar relacionadas con el gobierno del coto de Peñaflor, aunque se conoce que en el antiguo cabildo de la iglesia de San Juan, desaparecido con la carretera, se reunían jueces y regidores más incluso que en esta antigua consistorial


De la Casa de la Obispalía seguimos ruta, orientándonos por las conchas xacobeas que nos dirigen por esta calle principal de Peñaflor, centro de un coto que... "tenía una legua de circunferencia, 1.538 días de bueyes, 70 casas, una panera, 36 hórreos, un sastre, un herrero, dos tejedores y 14 pobres de solemnidad el año 1783"


Reiteramos una vez más que, en esta bifurcación, el Camín Real es el de la derecha y pasa al lado del apeadero, pero nosotros vamos a seguir la señalización oficial e ir por el de la izquierda. Ambos caminos se reunirán al final del pueblo, antes de pasar debajo de un puente del ferrocarril


Estas casas de la izquierda son la continuidad de las de la fila de la Casa de la obispalía. Observemos el poyo o banco de piedra corrido en la de la izquierda


Al pasar al pie del hórreo de la bifurcación nos damos cuenta que, por su tamaño, es más bien panera. El conjunto de la misma y sus dependencias ha sido habilitado como vivienda


La disposición de Peñaflor, lineal y formando un pueblo-calle, delata su vinculación con el viejo Camino, el Camín Real de Galicia o Camín Francés, entre otros nombres


Las casas se agruparían al margen izquierdo del Camín Real y esta calle daría servicio a ellas y a las cuadras, aprovechándose los campos de alrededor para la agricultura. Sabiéndose que, allá por 1783, "estaba el terreno especialmente utilizado en sembrar lino, que llaman de Berano" y que, como en Candamo y en Les Regueres, no escaseaba el viñedo, aunque solamente una pequeña parte del mismo era del común


Las conchas siguen confirmándonos que no hay más que seguir todo de frente y recto entre casas y antiguas cuadras. Se reconoce al instante que, por su configuración espacial, tuvo Peñaflor trazas de villa caminera, la cual intentaría mismamente competir con Grado/Grau. Sin embargo se sabe existía en el pueblo una única taberna


En los cruces hemos del ir siempre de frente, tal que aquí, dejando ala derecha, Casa Reme y Tante


Nombre de la casa en los azulejos


A la izquierda. una cuadra con un henar o tenada en la planta superior. Llama bien la atención el muy saliente alerón del tejado, sostenido por estructura de madera


El carro de labranza, bien 'aparcado' parece que continúa aún en uso


Los peregrinos atraviesan el pueblo; su flujo es bastante continuo a lo largo de las mañanas, sobre todo al llegar la primavera y hasta algo avanzado el otoño. Por la tarde el paso de romeros es mucho menor


Casa con un hermoso corredor volado. En El corredor de las casas asturianas, de Florencio Cobo Arias, Miguel Cores Rambaud y Matilde Zarracina Valcarce, nos explican así sus características:
"Puede disponerse a lo largo de toda la fachada o sólo en su parte central. avanzando respecto a ella cubierto por una prolongación del alero o por un tejaroz. que descansan en varios pies derechos de madera. El piso del corredor. siempre de tabla, puede apoyar bien sobre carreras que a su vez descansan en las cabezas de las vigas maestras que sobresalen del muro de la casa. o sobre ménsulas de madera empotradas en dicho muro. reforzándose en múltiples ocasiones con jabalcones o con pies derechos de madera. El antepecho del corredor está formado por una balaustrada de madera; la gran variedad de diseño de los balaustres, torneados o recortados, patentiza la voluntad estética de su constructor. la mayoría de las ve· ces el propio usuario. La disposición proyectada al exterior hace que sea el modelo de corredor que proporciona una mayor diafanidad a la fachada".

Aunque algunas viviendas han sido reformadas no pocas conservan elementos como el corredor, más o menos transformado, como es este el caso, en el que está sostenido por cuatro columnas que forman un pequeño soportales


Junto con casas, hórreos y paneras, las bodegas (en el sentido de almacén), los cobertizos y antiguos establos completan el entramado urbano de este pueblo-calle


Antaño, cuando todas las casas estaban habitadas y se trabajaba en la casería, el trasiego de gentes y ganados por aquí sería constante, dejando atrás libre el Camín Real para el paso sin dificultad de viajeros y mercancías: algún carro, caballerías, las recuas de los arrieros, vaqueros y otros pastores de la trashumancia, artesanos ambulantes (zapateros, tejeros, cesteros, etc.), emigrantes estacionales (muchos a la hierba a Castilla) y, por supuesto, peregrinos que, si no hallaban ya al hospital de Peñaflor en uso, destruido como vimos en una riada en 1586, se dirigirían al de Nuestra Señora de las Candelas, en la villa moscona, del que hablaremos al llegar allá


Y es que, como cuenta Álvaro Fernández de Miranda en su libro Grado y su concejo"La amenaza constante de Peñaflor era el Nalón, cuyas aguas lo arrasaron veces diversas, y de ahí que, temerosos sus habitantes, en las grandes avenidas amarrasen á los árboles los hórreos y paneras que amagaba llevarse la corriente"


Y prosigue su autor Álvaro Fernández de Miranda, escribiendo que "Cuenta el canónigo Tirso de Avilés, refiriéndose al año 1586, que las lluvias hicieron crecer "tan breve y arrebatadamente los ríos y arroyos del Principado, que las gentes ribereñas, sorprendidas en sus casas, se subían á los árboles y tejados, y así estuvieron algunos días enteros, y en el lugar de Peñaflor se averiguó que el agua entró por todas las casas y quedaron dentro de ellas muchos salmones y truchas que se quedaron en el sable, que quedó dentro de ellas, y algunas pipas, con el vino, andaban nadando por las bodegas, y algunas casas del dicho lugar se cayeron, y el camino por de fuera se perdió del todo, y en la llera de dicho pueblo, que estaba una parte de una peña algo movediza, desapareció del dicho lugar de donde estaba y la llevó el río, que parece cosa increíble"


Efectivamente, su ubicación en plena vega del Nalón hizo de Peñaflor lugar propenso a padecer inundaciones con las crecidas del río. Por ejemplo, en 1760 y a consecuencia de una riada, hubo de sufragarse con 4.000 reales el arreglo de los caminos y el paredón de defensa con el Nalón


Y en 1831 "las aguas llegaron a socavar los cimientos de varios edificios; registrándose algunas desgracias, y los vecinos de Anzo se vieron imposibilitados de recibir los auxilios espirituales, é interceptando el camino real durante varios días, no pudieron pasar las tropas que se dirigían al Ferrol."


El estar al paso del desfiladero, justo a su entrada para quienes se dirigen a él desde el oeste, como los que salen del mismo viniendo del este, hicieron del pueblo escenario de combates en varios episodios de la historia. Así por ejemplo, tras el desastre de 1809, llegó una ayuda de socorro de la Junta Superior de Observación y Defensa del Principado "para sostener el entusiasmo público y reparar en parte los males que han sufrido los valientes y leales vecinos", si bien su cantidad, 523 reales 82 céntimos, no resultó satisfactoria


Pasamos ahora al pie del corredor de otra casa reformada, el cual se asoma sobre el Camino, asfaltado pero muy agradable de caminar, sin tráfico salvo el muy muy ocasional paso del vehículo de algún residente, si bien estos suelen aparcarse en la explanada del apeadero


Aquí hubo una gran panera, alzada con pegollos de madera sobre alta bodega, espacio empleado normalmente para almacén de aperos pero que tenía un sinfín de utilidades, de cuadra a llagar, e incluso vivienda 


Veamos su soberbia subidoria de piedra. Al tocar a su fin la antigua cultura cerealística que dio su razón de ser a estos graneros, elevador para evitar la entrada de roedores, han desaparecido en gran parte


Pasamos ahora junto a otra gran cuadra de piedra, bastante similar a la anterior, también con este gran alerón sobre el Camino...


Transcurre la mañana y, con ella, se produce el continuo pasar de los peregrinos, del latín per ager, 'por el campo' o 'a través del país', vocablo relativo a sus largos andares y trayectos


Hemos de decir que esta es una parte, la más antigua, del pueblo de Peñaflor pues, cuando se hizo la carretera Oviedo-Villalba, en torno a ella se configuró un nuevo eje de expansión urbana donde se edificaron nuevas casas, entre ellas alguna de indianos, a lo largo de la llamada Recta de Peñaflor de la actual N-634, en enlaza con la capital del concejo, a unos dos kilómetros de aquí escasamente


Nosotros evitaremos el paso por dicha carretera pues llegaremos a la villa de Grado/Grau por Las Veigas, la llanísima vega del Nalón, a la que saldremos tras dejar las casas de Peñaflor


Insistimos en que, aunque no veamos flechas ni conchas, hemos de seguir todo recto sin desviarnos para nada ni a izquierda ni a derecha


Únicamente cuando lleguemos a las últimas casas habremos de estar atentos, pues ahí sí dejaremos esta calle para reunirnos con el Camín Real que, recordamos una vez más, pasa al otro lado de estas casas a nuestra derecha


Otra casa de corredor, reformado, a nuestra derecha, donde vemos los cables del tendal. Dos columnas lo sostienen configurando también un poco de soportal


Delante de algunas casas y a su entrada se colocan macetas de flores y bancos, engalanando la rúa


Según avanzamos seguimos contemplando buenas muestras de arquitectura popular más o menos reformada: fijémonos en aquella casa de tres plantas, baja mas dos pisos


Y, a la izquierda, otra cuadra de piedra con su entrada protegida por este tejado


Arriba, la tenada o payar, reparemos en las piedras de sillería en esquinas y puerta; sin embargo parte de la pared de la tenada es de ladrillo



Tendejón-cobertizo para el carro. Al fondo vemos las últimas casas de Peñaflor por el Camino. Allá al fondo será donde nos desviemos a la derecha


La casa de tres plantas tiene cierto aire urbano y de villa, incluso indiano con su galería


Cruce y una antigua casa de la que solamente quedan las paredes; en su interior crece la vegetación


La mayor parte de las viviendas están orientadas al sur, como es natural, aprovechando al máximo la luz solar


Bastantes casas están deshabitadas y, no pocas incluso abandonadas, como esta de portalón a nuestra derecha, cuyo terreno ha sido cerrado por un vallado



Y aquí otras dos paneronas de corredor y sobre sendas bodegas


Al pasar vemos su estructura inferior; del corredor antaño colgaban las panoyas de maíz para curar al sol y luego llevar el grano a moler para hacer la borona en casa


Esta bodega es especialmente alta, con dos plantas, la de arriba con su propia subidoria desde la calle


Los pegollos, al estar tan altas, no son demasiado largos, sobre todo los de esta segunda panera, pero cumplen bien su función, con su pegollera o losa de piedra colocada encima en horizontal, que evitaba subiesen los roedores a comer el grano o lo que hubiera en estas verdaderas despensas-granero



Bajo la subidoria, que tiene barandilla, hay una estancia que tenía, como la bodega, múltiples aprovechamientos, gallinero, conejera, cuarto de enseres, almacén de trastos, carbonera, leñera, etc.etc.etc.


Otra magnífica casa, la del número 71, de tras plantas y muy bellamente restaurada


A la izquierda, también rehabilitado, este hermoso cobertizo de piedra, madera y tejado de teja 


 
El Camino avanza recto hacia Las Viñas, cuyo nombre evidencia la antigua existencia de viñedos, cuyo final definitivo aconteció con la plaga de la filoxera en el siglo XIX


Aquí estaba Casa Fredo, ahora sí que hemos de prestar máxima atención pues dejaremos la calle a la derecha



Tomemos como referencia esta casa de porte indiano con verja y jardín en su fachada principal, cerrada seguidamente a su derecha por un muro de piedra bastante alto



Además de una concha, que apenas se ve, se han colocado en dicho muro varias flechas amarillas de madera para advertir de este desvío en el que es tan fácil despistarse y continuar de frente



Pero no: nosotros, recalcamos, tomamos este ramal a la derecha que pasa al lado de esta alta cerca de piedra. Allí está la panera de la antigua casería



Detalle de las flechas de madera, que nos encaminan de nuevo al Camín Real, que volvemos a ver, al fondo



El Camino se encaja entre estas tapias; de frente tenemos los montes, plantados de ocalitos, de Traslapeña y El Trabaz, que pertenecen a Candamo



Las arboledas en primer plano delatan el curso del Nalón por la zona de El Llerón


Admiramos al pasar esta magnífica casa de larguísimo y elegante corredor, orientada al suroeste



Los corredores son, entre otra funciones, excelentes secaderos de ropa. Aquí la calle tiende a estrecharse y, al fondo también, volvemos a ver asimismo el ferrocarril con su trinchera



El muro de la quinta de la izquierda es aquí también más bajo y podemos ver este precioso pajar de piedra y ladrillo con tejado a dos aguas


En esta explanada asfaltada regresamos al Camín Real y vamos a la izquierda


Nos dirigimos al paso del puente bajo el ferrocarril, por donde iremos saliendo a Las Veigas


Tampoco aquí hay tráfico aunque no es infrecuente que pase muy de raro en raro algún pequeño pastor Pacualín o vehículo de servicio a las fincas de Las Veigas



Hay aquí, a la entrada del puente, un mojón jacobita y un panel explicativo caminero


Su información siempre puede ser muy útil, pues es específica del Camino de Santiago a su paso por el concejo, con fotos, códigos QR, fotos, textos, lugares de interés, mapa del Camino, curvas de nivel, fotografías...



Texto explicativo de la etapa



Y aquí tenemos el mapa, al completo, entre Peñaflor y El Freisnu, paso al concejo de Salas



Nuestra ubicación actual y el trazado del Camino hasta su salida del casco urbano de Grado/Grau, donde hay varios albergues de peregrinos, pensiones, hoteles y demás alojamientos, servicios, hostelería, comercio, etc. y, sobre todo, un gran mercado, esencia de la población, los domingos y, algo menor, los miércoles, extendido por sus calles y plazas a lo largo del Camino 


Su salida de la villa: ATENCIÓN, hemos de decir que el trayecto aquí plasmado, pintado con línea amarilla, sigue un itinerario que en este momento no se utiliza oficialmente, el cual sigue un buen trecho por la N-634



Realmente, en la actualidad la ruta xacobea señalizada va un poco más abajo, evitando la N-634 para subir por La Podada, al oeste de la villa moscona hacia Acebéu. Para ganar luego el Alto de El Freisnu. MUY importante decir que en Villapañada hay, separado un tanto del Camino, uno albergue de peregrinos que fue de los pioneros del Primitivo. También, aún más lejos del trazado oficial, hay otro en Cabruñana (ambos en las antiguas escuelas de cada pueblo)



Luego de pasar bajo el trazado ferroviario, una breve y suave cuesta nos llevará por los prados de La Veiga Peñaflor y Las Veigas de Grau en un muy agradable itinerario por estas vegas del Nalón y del Cubia para entrar en la villa moscona por La Estación y barrio de San Playu...











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