Praza da Quintana y Porta Sacra, esta es la "Quintana de Vivos", abajo la "Quintana de Mortos" |
"La puerta -y el hecho de cruzarla- presenta una clara relación simbólica con los ritos de paso, con una nueva vida, con la revelación. Sobre su origen hay dos posturas. La que mantiene que es anterior a la del año santo romano y la que sostiene que surge inspirada en este. Los primeros llegan a defender su existencia en la iglesia prerrománica que en el siglo XI dio paso a la catedral. No se conserva ninguna prueba que lo confirme. También se han planteado dudas sobre el origen de su ritual, que pudo haber estado relacionado con otro existente en la Diócesis portuguesa de Braga. Se ha apuntado incluso como precedente remoto, ciertos rituales del perdón a los penitentes.
La segunda posición sostiene que la Puerta Santa de Santiago que hoy conocemos, situada entre las capillas del Salvador y la Azucena, se inspira en una ceremonia iniciada en los años santos de Roma del siglo XV. Es la teoría con más fundamento histórico. La primera Puerta Santa romana fue la de la iglesia del Salvador -o San Juan- de Letrán, abierta en el Jubileo extraordinario de 1423. Sin embargo, algunos testimonios dan a entender que ya en el Año Santo de 1400 -e incluso antes, en el siglo XIV- funcionaba esta puerta en dicha iglesia.
La puerta de la basílica de San Pedro, la más famosa, era ya muy conocida en el Jubileo de 1450, si nos atenemos al testimonio de un comerciante florentino, que escribió que era tal el fervor que despertaba que, tras su apertura, los fieles recogían sin demora los escombros del muro que la tapiaba “para llevarlos a sus casas como reliquias santas”, una costumbre que también se conserva en Santiago.
Fue el famoso y controvertido papa Alejandro VI, de origen valenciano, quien con motivo del Año Santo romano de 1500 crea la actual Puerta Santa de la basílica de San Pedro, define el ritual del que surgió la ceremonia actual y, por último, establece que en adelante el jubileo romano se inicie oficialmente con su apertura y la de las otras tres similares establecidas en las iglesias mayores de la ciudad -Letrán, Santa María la Mayor y San Pablo Extramuros- y concluya con el acto de su cierre. Como sucederá también en Santiago, el punto culminante de la ceremonia de apertura llegaba cuando, al tiempo que un coro cantaba que aquella era la puerta por la que los justos entrarían en la casa del Señor, el pontífice golpeaba en ella tres veces con un martillo para que se abriera. Tras la retirada de los escombros, el papa era el primera en cruzarla.
El uso del martillo para derribar la tapia de la puerta se ha interpretado como un revelador ejemplo para el cristiano, que debía abrir la puerta celestial con esfuerzo y decisión. El papa, como decimos, era el encargado de abrir y cerrar la puerta de la basílica de San Pedro, en tanto que legados suyos se encargaban de las otras tres. Este ritual sólo sufrió esporádicas adaptaciones a lo largo de los siglos y sirvió de inspiración al compostelano."
"En condiciones normales, tras un ciclo de 18 años con 4 años santos muy próximos entre si -sólo se interponen períodos de 4 y 5 años sin esta celebración- se abre un vacío de 10 seguidos, para, en el año 11, iniciarse un nuevo ciclo de 4 eventos, y así sucesivamente. El jubileo comienza oficialmente en la tarde de cada 31 de diciembre del año anterior con la apertura de la Puerta Santa de la catedral compostelana y concluye con su cierre el 31 de diciembre siguiente. Es posible ganar el jubileo cualquier día de este período."
"Es una celebración surgida en la primera mitad del siglo XV para facilitar a los católicos la obtención de indulgencias plenarias. Para lograrlas, los peregrinos deben peregrinar al sepulcro del apóstol Santiago el Mayor, en la catedral de la ciudad gallega de Santiago de Compostela. En ella tienen que cumplir una serie de requisitos espirituales. Las indulgencias permiten la total remisión de las penas temporales impuestas por la Iglesia para el perdón de los pecados. No era en el pasado, ni lo es en el presente, un asunto menor para los creyentes.
La indulgencia plenaria fue evolucionando a través del tiempo, pero siempre resultó condición indispensable para obtenerla -para ganar el jubileo, como se dice de manera coloquial- visitar la catedral de Santiago cualquier día de un período jubilar. A esto se añadió modernamente el rezo de alguna oración al llegar, pedir por las intenciones del papa y recibir los sacramentos de la penitencia y la comunión. Este último requisito se puede cumplir cualquier día comprendido entre los quince anteriores y los quince posteriores a la peregrinación. El jubileo compostelano se presenta, según la Iglesia, como un tiempo especial para la renovación y purificación espiritual, de acuerdo con la antiquísima tradición hebrea en la que se inspira."
"El año santo o jubileo se inspira en una celebración judía que el Antiguo Testamento -Levítico- describe como un período anual para la santificación -un año santo- y regeneración general. Se anunciaba mediante el sonido del ióbel, instrumento musical realizado de los cuernos de los carneros. Era, por lo tanto, el año del ióbel, desde donde se llega hasta el actual año jubilar o jubileo, que se inspira también en la forma latina iubileaus -gozo, celebración-.
Este sentido de santificación, purificación y regeneración del jubileo original sería lo que en la Edad Media inspiraría a la Iglesia en la concesión de indulgencias especiales en las grandes empresas a favor de las causas del cristianismo, como las cruzadas. En un momento dado, se consideró oportuno dar a estas cuestiones una forma estable en el tiempo, como había sucedido también con el jubileo judío. Surgieron así los años jubilares cristianos. En ellos, las indulgencias lograron un marco fijo de referencia.
Una de las primeras citas contrastadas del anno iubileo compostelano la encontramos en un documento del monarca castellano Juan II con motivo del Año Santo de 1434. En estos primeros momentos, ante la relevancia de las indulgencias concedidas, fueron conocidos también como años de la gran perdonança.
Algo más tarde, por el elevado sentido de expiación y santificación que pretendían representar, también se adjetivaron como santos. Y siendo la forma año santo la que se impuso como la más popular, en los últimos tiempos, sin embargo, la Iglesia compostelana tiende a dar preferencia -al menos a nivel oficial- a la denominación año jubilar, por entender que aporta una mayor precisión histórica.
Son dos las posturas sobre el origen de los jubileos compostelanos. Una, relacionada sobre todo con sectores eclesiásticos, defiende la autenticidad de la bula Regis Aeterni (1179), atribuida al papa Alejandro III. En ella se establece como perpetua la celebración jubilar en Santiago cuando coincida en domingo la festividad del martirio del apóstol Santiago -25 de julio-. Para los que defienden esta línea, el primer año santo plenamente confirmado sería el de 1182. Sostienen, además, que la Regis Aeterni vendría a avalar una concesión inicial del papa Calixto II, impulsada por el arzobispo Diego Gelmírez, que se habría producido entre 1119 y 1122.
Sin embargo, la mayoría de los estudiosos consideran falsa o muy improbable la bula Regis Aeterni. El medievalista Fernando López Alsina mantiene que el jubileo tiene un origen posterior, inspirado en el año santo romano, instituido en 1300 por el papa Bonificio VIII. De acuerdo con esta postura, los primeros jubileos compostelanos no tendrían lugar hasta la primera mitad del siglo XV.
López Alsina rechaza como fuente del año santo santiagués el conocido pasaje de una crónica del rey Alfonso VII (s. XII), donde se señala que este monarca empezó a reinar “en el santo tiempo de un año jubilar”. Sucedía esto en 1126 y la festividad de Santiago coincidía en domingo. Sin embargo, el profesor compostelano sostiene que los períodos jubilares en el siglo XII se relacionaban con hechos extraordinarios del cristianismo, como las cruzadas, nunca con la peregrinación. Y propone como origen de dicha frase la cruzada que el obispo compostelano Diego Gelmírez había convocado por aquel tiempo contra los musulmanes.
Si bien el primer año santo santiagués pudo ser en 1428, según ciertos indicios, el primero documentado es el de 1434, según Alsina. Hay constancia de un salvoconducto del rey Juan II a favor de los peregrinos ultrapirenaicos de casi toda Europa que deseasen ganar el jubileo. Es una iniciativa que se repetirá en otros años santos del siglo XV. El año 1434 resulta significativo por los tres mil británicos que obtienen licencia para viajar en barco a Galicia como peregrinos. Es una afluencia extraordinaria, ya observada en 1428, y que es posible rastrear durante los siguientes períodos jubilares. En el Año Santo de 1484, por iniciativa del papa Sixto IV, Compostela logra la definitiva confirmación de las indulgencias plenarias jubilares. En general, estas celebraciones fueron un éxito.
El jubileo logró mantener un notable dinamismo en los siglos XVI, XVII y XVIII, actuando como un escudo frente a los estragos producidos en el flujo peregrinatorio europeo por causas tan diversas como la Reforma protestante, las guerras que se suceden en el continente, las frecuentes crisis a gran escala provocadas por enfermedades como la peste y hasta los cambios operados en el ideario popular. La legislación es cada vez más escasa a favor de la peregrinación y a veces incluso contraria; sucede en países como Francia, donde llega a penarse esta práctica a finales del siglo XVII.
La tradición jacobea también pierde prestigio en España en casi todos los estamentos sociales, con más o menos argumentos sólidos. Sólo la monarquía española, por apego a la tradición y por evitar la ruptura con el santuario, va a conservar, no sin altibajos, la relación con Santiago y sus años santos. Un ejemplo es Felipe III, que envía a un representante a Compostela a ganar en su nombre el Jubileo de 1610. Mas no será hasta el Año Santo de 1909 cuando uno de ellos -Alfonso XIII- visite por fin la catedral para ganar las gracias jubilares. Durante los primeros siglos de este período también la influyente Orden de Santiago mantendrá en lo alto el estandarte santiaguista.
A pesar de la escasez de documentación, el dinamismo generado por los años santos en aquel mundo en lenta decadencia parece evidente. Algún texto apunta, por ejemplo, la gran concurrencia al Jubileo de 1529. El licenciado Molina (s. XVI) destaca la relevancia que mantiene la peregrinación, mayormente en año de jubileo.
El canónigo Vega y Verdugo (s. XVII), que estudió una serie de mejoras para la catedral compostelana, las justifica, entre otras consideraciones, por el gran número de visitas en los años santos. Un ejemplo más lo encontramos en la descripción que el sacerdote y escritor Cernadas y Castro (s. XVIII) hace del Año Santo de 1773. Asegura que todos los carpinteros compostelanos se dedicaron casi en exclusiva durante largo tiempo a la fabricación de confesionarios móviles por toda la ciudad para atender a los peregrinos
La pérdida de la influencia jacobea en España se confirma como inexorable en 1834 cuando, tras muchas y viejas presiones a la Corona y al poder político, se suprime el Voto de Santiago. Era un desfasado foro a favor de la Iglesia compostelana, al que se oponían los territorios que debían afrontarlo, y que aportaba su grano de arena para que determinadas zonas de España se distanciaran de la simbología jacobea. Sin los Votos, vía tradicional de financiación del clero custodio del culto a Santiago, y con una sociedad compostelana muy anquilosada, la decadencia resultaba definitiva.
Los antiguos peregrinos ultrapirenaicos y peninsulares eran casi inexistentes y mal vistos. La puntilla a esta situación la puso desde finales del siglo XVIII la aparición de nuevos idearios espirituales y de costumbres y también, desde un punto de vista puramente práctico -como señala el historiador Antón Pombo- la casi total desaparición de la antigua red benéfico-asistencial como consecuencia de la desamortización de los bienes eclesiásticos.
En fin, causas diversas y entrelazadas que llevan a que los jubileos, se conviertan, a pesar de su cada vez más evidente carácter local, en la única expresión de estímulo del viejo fervor jacobeo, aportando más peregrinos que los restantes años -así se constata, por ejemplo, en el gran incremento de viajeros que llegan en tren a Compostela en el Jubileo de 1875- y los únicos avances significativos en las infraestructuras eclesiásticas.
En estas condiciones, la llegada en 1875 a la sede santiaguesa del cardenal valenciano Miguel Payá y Rico, un hombre muy dinámico e influyente, resultó providencial. Decide buscar las reliquias del Apóstol, desaparecidas desde 1589, cuando se habrían ocultado ante la amenaza de una invasión inglesa encabezada por el corsario Francis Drake. La situación se prolongaba casi trescientos años, lo que hablaba de la desgana general de la Iglesia compostelana.
El cardenal valenciano ordenó la búsqueda en la basílica compostelana y en 1879 se descubrieron los restos perdidos. La bula papal Deus Omnipotens (1884) confirmó la autenticidad del hallazgo, invitando a los católicos del mundo a retomar la peregrinación a Santiago. Para celebrarlo, se declara 1885 año jubilar extraordinario. Payá, antes de dejar el Arzobispado en 1886, aprovecha el jubileo para realizar los primeros intentos de recuperar el hecho jacobeo como un fenómeno internacional. Anima por primera vez a los obispos del mundo a incentivar la peregrinación a Compostela e ultima las obras para abrir a los fieles la cripta, bajo el Altar Mayor de la catedral, con los recuperados restos apostólicos.
El siguiente arzobispo compostelano, el castellano-leonés José Martín Herrera, tomó como propia la política activa del cardenal valenciano e impulsó los últimos jubileos del siglo XIX -1891 y 1897- y los primeros del XX -1909, 1915 y 1920-. La primera preocupación de Herrera es afianzar las peregrinaciones jubilares dentro de la propia Archidiócesis compostelana y lograr una mayor presencia de las diócesis de Galicia, al tiempo que lanza varios mensajes a los demás obispos españoles.
El cardenal Martín Herrera hizo casi obligatorias y, por lo tanto, muy concurridas, las peregrinaciones desde su Archidiócesis. Logró también implicar a las demás diócesis gallegas, que enviaron a Santiago multitudinarias peregrinaciones. No tuvo tanto éxito en el exterior. Las peregrinaciones procedentes del resto de España y del extranjero fueron muy pocas, aunque en varios casos resultaron ser las primeras de la historia contemporánea. Ayudó a ello la mejora de los transportes: casi todas llegaron en tren a la ciudad. Nadie pensaba por entonces en volver al Camino y a la peregrinación a pie.
Durante el mandato de Herrera se produce otra novedad: los primeros intentos del mundo civil de aprovechamiento de esta celebración como recurso de promoción económica y turística. El más sonado fue la Exposición Regional Gallega de 1909 en Santiago, proyectada pensando en que pudiese aprovecharse del rebufo de la afluencia jubilar.
Tras la Guerra Civil española se imponen las peregrinaciones promovidas por el nuevo régimen político-militar, que utiliza la figura de Santiago como renacido símbolo patrio y unificador. Por paradójico que parezca, esta instrumentalización hace que lleguen desde toda España un gran número de peregrinaciones, casi siempre muy concurridas. En este contexto, también se toman las primeras medidas para la revitalización del antiguo y olvidado Camino de Santiago. Gracias a los jubileos de 1943 y 1948 nacen las primeras iniciativas de estudio de su ruta. Se pretende reactivar como recurso religioso-cultural, como un ejemplo histórico de España a Europa, no como una senda viva de nuevo.
El Año Santo de 1954 será el primero con dimensión internacional y una incipiente promoción en el extranjero. Relevantes prelados de todo el mundo se concentran por vez primera en Santiago y llegan las primeras peregrinaciones extranjeras con cierta continuidad. Se debió en gran medida al influyente arzobispo Fernando Quiroga Palacios.
Este cardenal gallego apuesta por una orientación ecuménica que refuerza en el Jubileo de 1965, siguiendo el camino del concilio Vaticano II y el de un naciente espíritu europeísta de raíz cristiana que veía en Santiago y su Camino una de las raíces comunes. Era la manifestación de un interés continental latente, sobre todo en ciertas elites informadas, que había comenzado a manifestarse a finales del siglo XIX en Francia, Italia, Alemania, etc.
El Año Santo de 1965 es singular también porque el poder civil adquiere un protagonismo organizativo paralelo a la estructura eclesiástica que, con mayor o menor fortuna, llega hasta el presente. Entre las iniciativas civiles pioneras que toma el Gobierno español ese año sobresale la primera campaña de promoción cultural y turística de la historia jubilar. Se desarrolla en España y otros países y alcanza por primera vez al Camino Francés, en una línea de acción que inspiraría la acción gubernamental en 1971, 1976 y 1982. Se crea también en Santiago la primera infraestructura específica de acogida para peregrinos.
La consecuencia más evidente de estas iniciativas, unida a la mejora de la situación socioeconómica española e internacional y a una mayor apertura del régimen político, es que los visitantes jubilares dejan de contarse por cientos de miles para hacerlo por millones. Según los datos oficiales, la barrera del millón de peregrinos y visitantes se rompe en 1965. La culminación de este período jubilar llega en 1982 con la visita del papa Juan Pablo II, el primer pontífice que, como tal, peregrinaba a Santiago y que lo hacía, además, en año santo. Hizo, desde Compostela, un llamamiento al reencuentro espiritual de Europa, poniendo como ejemplo la Ruta Jacobea. Fue crucial por el alcance de su voz. Desde el marco político supuso, por el contrario, el último suspiro de un largo período. El de 1982 fue el primer Año Santo de la democracia -la dictadura había terminado en 1976- y de las comunidades autonómas, pero en líneas generales se mantuvo la estructura organizativa civil, ya en decadencia, de los jubileos anteriores.
Será en el Año Santo de 1993 cuando se produzcan los mayores cambios en la difusión y organización jubilar y en su proyección exterior. Las claves de esta nueva realidad, que continuó en los jubileos de 1999 y 2004, hay que buscarlas en el dinamismo general posibilitado por el afianzamiento de la democracia y de las comunidades autónomas en España -el gobierno gallego convierte en programa estrella la promoción turístico-cultural internacional de este evento- la aceleración del proceso de unidad europea y el eco provocado por las visitas a Compostela del papa Juan Pablo II en 1982 y 1989, en este caso con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud.
A esto se añadió la predisposición de las nuevas sociedades occidentales a la busca de alternativas existenciales para su tiempo de ocio y turismo y los numerosos reconocimientos europeos al Camino de Santiago.
En este proceso no faltaron puntuales críticas de la Iglesia católica a la intensa acción política, que promocionó el acontecimiento como un evento turístico-cultural internacional paralelo a la celebración religiosa. La iniciativa del proceso la tomó Galicia, como sede de la ciudad compostelana, a través del programa promocional Xacobeo 93. Fue la primera vez que el poder civil no utilizó la denominación eclesiástica.
Sobresalió la apuesta por dotar de servicios al Camino, que desde los años ochenta volvía a contar con peregrinos. Se creó la primera red de albergues públicos y se mejoraron distintos tramos de la Ruta. En Galicia se desarrolló un amplísimo programa cultural y de espectáculos en el que participaron algunos de los artistas más conocidos del mundo. La Iglesia, a pesar de contemplar con buenos ojos el empuje civil, temió la pérdida del protagonismo religioso a favor del turismo.
Sin embargo, este combinado de celebración religiosa y turístico-cultural, que se prolongó en los Jubileos siguientes -1999 y 2004- fue decisivo para convertir en permanente la afluencia por el Camino, el elemento más atractivo de la propuesta -se llegó a ver con preocupación su saturación en puntos y momentos determinados- al tiempo que universalizó el excepcional patrimonio religioso, cultural y socio-económico del mundo jacobeo.
En los tres últimos años santos no hizo sino aumentar de manera espectacular la presencia de extranjeros, tanto en su vertiente religiosa como turístico-cultural.
Del grado de colaboración y sensibilidad de la sociedad civil, imprescindible en el proceso, y los poderes eclesiástico y político en los ámbitos locales, autonómico, estatal y europeo dependerá en gran medida la continuidad en el siglo XXI de este ecuménico renacer.
Pero quizá algo continúe sin cambiar: los años jubilares, con su regularidad en el tiempo, serán una cíclica llamada de atención a la relevancia de acervo jacobeo como espacio de encuentro en los caminos de Europa."
"No menos relevante es conocer el significado espiritual de la Puerta Santa compostelana. La fuente vuelve a ser Roma, que a su vez, se inspira en la Biblia, en el sentido de renovación del antiguo jubileo judío y en el Evangelio. La principal referencia son las palabras que Juan (10, 9) atribuye a Jesús: “Yo soy la puerta; si uno entra por mí, se salvará.” También en el Apocalipsis (3, 8) dice: “Abrí delante de ti una puerta que nadie puede cerrar.”
Las puertas santas simbolizan, por lo tanto, un rito de paso: el de la persona que, mediante la penitencia y la fe en Cristo -“Yo soy el camino”, dice en el Evangelio de Juan, 14, 6-, logra cruzar el umbral que lo comunica con la divinidad. En definitiva, la metáfora del ser peregrino que, a través del sufrimiento y la renuncia, alcanza la puerta que da acceso a Dios.
En esta concepción radicaría el hecho de que, con alguna excepción, las puertas santas nunca son grandes puertas principales, sino preferentemente puertas secundarias, estrechas puertas que quieren demostrar al peregrino que el camino de la salvación es el de la humildad y la penitencia.
La Iglesia interpreta las puertas santas como símbolo de la inagotable capacidad de perdón de Cristo, pero el jubileo no se gana por el simple hecho de cruzarlas. Lo dejó claro el papa Juan Pablo II cuando dijo, con motivo del Jubileo romano de 2000, que la Puerta Santa “evoca el paso que cada cristiano está llamado a dar del pecado a la gracia”. La remisión de las penas impuestas por los pecados que de forma extraordinaria concede la Iglesia mediante los jubileos es necesario lograrla cumpliendo las exigencias que en cada caso particular se establecen. Pese a ello, la Puerta Santa -ya sea la romana o la compostelana- se ha evidenciado como el mecanismo que de manera más visible y popular simboliza esos períodos de especial perdón que la Iglesia propone a través de los años santos.
El origen de la Puerta Santa compostelana es incierto. Data previsiblemente de los tiempos del ilustrado arzobispo Alonso Fonseca III, en cuyo mandato se celebraron los jubileos de 1507, 1512 y 1518. Esto significaría que el ritual establecido por Alejandro VI para el Jubileo romano de 1500 tuvo una pronta repercusión en Compostela, orgullosa de ser la segunda ciudad jubilar del mundo y con una vieja tradición de imitar a Roma en cuanto se considerara beneficioso para resaltar su santuario. Sin embargo, hay una corriente de opinión, próxima a la Iglesia local, que sostiene que la Puerta Santa compostelana es anterior a la tradición romana y que aquella inspiraría a esta. De nuevo, la falta de datos concretos impide la confirmación.
Las investigaciones más contrastadas sostienen, como decimos, que la actual Puerta tendría su origen en la primera mitad del siglo XVI, tanto en su emplazamiento como en sus objetivos. Abierta en un vano entre sendas capillas de la girola, hay dos teorías sobre su origen. Para unos se trataría de una puerta del siglo XII, heredera de otra existente en la iglesia a la que sustituyó la actual catedral y que facilitaba el paso a los monjes del convento de San Paio, custodios durante varios siglos del sepulcro de Santiago. Otros sostienen que se abrió ex profeso en la primera mitad del siglo XVI para incorporar el simbolismo romano de la Puerta Santa al santuario compostelano. La cuestión no está resuelta.
Durante el siglo XVII se le añadió en el exterior un teatral telón barroco a modo de pórtico de moderadas proporciones, que dejó entre este y la puerta propiamente dicha el angosto y pequeño recibidor que hoy se contempla. En este espacio se conservó algún sepulcro y varias laudas en el suelo, que recuerdan cuando la plaza de A Quintana era cementerio. Las obras las realizaron en 1611 los gallegos Jácome Fernández y González de Araújo, completándolas Peña de Toro y Domingo de Andrade."
En el año 1611 Jácome Fernández y González de Araújo colocaron en los laterales de la Porta Santa doce pequeñas esculturas, seis a cada lado, representando personajes bíblicos y procedentes del tristemente desaparecido coro medieval de la basílica románica (s. XII), cuya obra se atribuye al legendario maestro Mateo autor de la portada románica del Pórtico de la Gloria, oculta, como toda o casi toda la catedral actual, insistimos, por las fachadas barrocas, tal como leemos en Catedral de Santiago. La Puerta Santa:
" Entre la puerta propiamente dicha y su pórtico exterior barroco quedará un pasillo de discretas proporciones. En él que se conserva aún hoy un sepulcro de esta época y algunas laudas, en recuerdo del pasado fúnebre del espacio de la Quintana."
Hacia 1660, cuando el maestro de obras de la catedral, José de la Peña de Toro, siguiendo el plan del canónigo José Vega y Verdugo, colocaría doce figuras más de la misma procedencia, hasta completar las veinticuatro, de las que dice la Xacopedia,
"Para otros, serían piezas, sólo en parte, de origen medieval, sustituidas en muchos casos de forma total o parcial debido a los desperfectos ocasionados por la gente y el tiempo. Se sabe, por ejemplo, que cinco de estas delicadas esculturas fueron restauradas para colocarles nuevas cabezas a mediados del siglo XIX. Se refiere el conjunto a personajes bíblicos -se apuntó que podrían formar parte de una representación de los veinticuatro ancianos del Apocalipsis- y tienen una función más decorativa que simbólica. "
"El conjunto se culminó hacia 1694 con tres esculturas del artista local Pedro del Campo correspondientes a Santiago -en el centro- y a los dos discípulos a los que la tradición atribuye la custodia de su cuerpo en Galicia, Teodoro y Atanasio. Están ataviados como peregrinos. Junto con las esculturas señaladas, forman los llamados popularmente “veintisiete de la Puerta Santa”. El conjunto resultante ha sido criticado en alguna ocasión por un cierto sentido monumentalista, ajeno a la tradición de intimidad, que el paso del pecado a la gracia supone y que la Puerta Santa católica quiere escenificar. Pero afortunadamente es el que hoy siguen contemplando los turistas y peregrinos, y decimos afortunadamente porque esa simbología estuvo a punto de quedar desvirtuada por completo si se hubiese llegado a realizar la gran puerta santa neoclásica proyectada a finales del siglo XVIII."
Alzando la vista admiramos la Torre del Reloj, llamada Berenguela, al igual que su campana de 14 toneladas que da las horas, por el arzobispo Berenguer Landoira, quien mandó construirla en el siglo XIV. Entre 1676 y 1680 le fueron añadidas dos plantas más y fue embellecida por el maestro mayor Domingo de Andrade. Bajo ella todas las noches puede verse la aparición del célebre Fantasma del Peregrino
"El momento culminante llega cuando el prelado da tres golpes con un martillo de plata, realizado para la ocasión, sobre el muro de lajas que tapian la puerta y que se colocan especialmente para ese instante el día anterior. Las piedras se desmoronan de inmediato. Unos operarios las apartan rápidamente hacia los lados mientras los sacerdotes limpian con ramas de olivo y agua bendita todo el perímetro de la puerta. El arzobispo es el primero en entrar. Un ritual parecido sirve para cerrarla, en la tarde del 31 de diciembre de cada año jubilar.
El paso por la Puerta Santa no es obligatorio para que los fieles católicos ganen las indulgencias especiales que se conceden con motivo del jubileo. Es, sin embargo, un ritual emocionante y muy popular, tanto para los peregrinos que llegan a la ciudad por el Camino de Santiago, tras largas jornadas de esfuerzo, como para los que lo hacen en los medios de transporte modernos. Lo evidencian las largas filas que durante los años santos se forman ante ella. Es un acto que no repara en emociones. Para el peregrino que llega a la ciudad a pie, representa la culminación física y espiritual del Camino. Muchos aprovechan para reforzar la eficacia del rito pasando la yema de los dedos por la pequeña cruz grabada en uno de los marcos. Tiene además una función práctica evidente en los masificados años santos, al facilitar un acceso casi inmediato al camarín del Apóstol sin afectar a los demás aspectos del culto en la catedral."
Foto Galicia@Press |
"en su parte superior muestra una inscripción en latín en la que se lee que esa “es la casa de Dios y la puerta del cielo” (Génesis, 28, 17) y una vidriera (1896) de Santiago peregrino. A ambos lados aparecen las esculturas del profeta Ezequiel y del apóstol Judas Tadeo, ambas procedentes del desaparecido coro pétreo medieval.
La historia reciente de la Puerta Santa la escribieron los millares y millares de peregrinos que hicieron interminables filas para entrar por ella, pero también algún hecho lamentable, como el atentado sufrido por una de sus esculturas en 1982
En los últimos años sólo se intervino para dotarla en 1992 con una nueva hoja de madera que se pudo contemplar durante los años santos siguientes. La realizó el escultor gallego Francisco Leiro. Representó en ella la tradición de la translatio, la llegada por mar a Galicia de los restos mortales del Apóstol. No todos lo consideraron un mensaje idóneo a la simbología de rito de paso atribuida a la famosa Puerta Santa.
Con vistas al año jubilar de 2004, en diciembre de 2003 se instaló una nueva hoja, visible en este caso desde el pórtico exterior cuando el conjunto está cerrado. La financiaron una treintena de empresas y comerciantes compostelanos y está formada por seis relieves en bronce con imágenes de la vida de Santiago. Su autor fue el escultor compostelano Suso León. La usada anteriormente de forma habitual era, sin duda, modesta y poco agraciada."
"Es en el presente -no en el pasado- la que posee el elemento jacobeo más visible, ya que en ella se encuentra la popular Puerta Santa, por la que acceden a la basílica miles de peregrinos y fieles cada día durante los años santos compostelanos.
Sin embargo, esta plaza, contigua a la cabecera de la basílica, no fue tal ni adquirió su carácter jacobeo hasta el siglo XVII. Hasta ese momento estuvo ocupada en gran parte por el cementerio de la ciudad, originado a finales del siglo XI, y por un abigarrado mundo de mercaderes y artesanos diversos situados en los escasos espacios libres.
Al amparo del afán de potenciación y prestigio del santuario compostelano surgido con la Contrarreforma, se decide potenciar esta zona para el uso público y el servicio a la catedral, al tiempo que se mejora su entorno. El hecho clave en esta remodelación es la decisión de situar en ella, en la primera mitad del siglo XVI, el acceso a la Puerta Santa de la catedral, destinada a actuar como el gran referente simbólico de los años santos, a imitación de una iniciativa semejante promovida en Roma en el Jubileo universal de 1500. Se ha defendido un origen anterior para esta simbólica puerta, pero parece muy difícil si entendemos, entre otros motivos, que la zona estaba ocupada por un camposanto.
Durante el siglo XVII irá menguando el cementerio y revalorizándose la naciente plaza con las obras de potenciación del encuadre exterior barroco de la Puerta Santa -los primeros trabajos concluyen en 1611-, el avance general de todo el frente este de la catedral y la construcción de nuevos y hermosos edificios que aún hoy se pueden contemplar. También se construye a principios del mismo siglo la gran escalinata -posteriormente remodelada-, que lleva a los compostelanos a dividir en dos partes la naciente plaza: A Quintana de Mortos era la zona baja, que aún seguía ocupada por parte del viejo cementerio, y A Quintana de Vivos, abierta en la parte alta de la escalinata y dedicada a variados servicios. (...)
Las puertas y el peregrino
Tras la construcción de la fachada exterior de la Puerta Santa, cuyas obras de acabado se iban a prolongar hasta finales del XVII, y de las escaleras de acceso a la parte alta, el contorno constructivo del futuro zócalo sigue avanzando. La Puerta Real o Pórtico Real se construye hacia la zona sur-oeste en la segunda mitad del siglo XVII, con el fin de facilitar el acceso a la catedral desde la nueva plaza, ya que la Puerta Santa sólo se abría durante los años jubilares. Este nuevo conjunto se rematará con una escultura de Santiago matamoros posteriormente retirada. Contrastaba a todas luces con la imagen del recatado Santiago peregrino de la inmediata Puerta Santa, en una posición claramente inferior en comparación con su propia imagen caballeresca.
Entre ambas puertas, haciendo esquina, va a quedar un espacio utilizado para la recepción de la comunión de los peregrinos y fieles que se concentraban durante los años santos en A Quintana. A finales del siglo pasado se abrió en él la Oficina del Peregrino, hasta que la gran afluencia obligó a buscar en 1993 unas dependencias más amplias en la cercana casa del Deán. Actualmente el lugar está ocupado -como ya lo había estado en algún momento anterior- por la sede de la Archicofradía Universal del Apóstol Santiago, que agrupa a cofrades jacobeos de todo el mundo. Entre estas dependencias y el acceso por la Puerta Real, una de las imágenes míticas compostelanas: la de un pilote de granito de considerable altura construido hace años para sujetar los cables de un pararrayos de la catedral que por las noches se transforma, gracias a la magia de la luz y sus sombras, en un misterioso peregrino con bordón. Sorprende el efecto, impensable durante el día.
También es de la segunda mitad del siglo XVII la torre del Reloj -denominada de la Berenguela o de la Trinidad-, realizada entre 1676 y 1680 sobre una base del siglo XIV. La levantó el gran arquitecto gallego Domingo de Andrade. Esta hermosa y delicada obra se va a convertir en el excepcional punto de encuentro entre A Quintana y la plaza de As Praterías, culminando la fachada este de la catedral como hoy la conocemos. Destacan en ella diversos motivos jacobeos y, en su lado este, a media altura, las estatuas góticas de Santiago peregrino, su hermano Juan y San Pedro -los tres discípulos predilectos de Jesús, siempre resaltados por la cultura jacobea compostelana- a los que se unió una cuarta, la imagen de San Pablo. Casi en lo más alto, esta torre acoge la gran campana de la catedral. La actual fue fundida en Holanda a finales de los pasados años ochenta.
Culminan el diseño arquitectónico de A Quintana varias casas de gran interés construidas, como los ejemplos anteriores, en el XVII, y el gran muro del convento de las monjas benedictinas de San Paio de Antealtares, el cenobio más antiguo de la ciudad, dado que sus monjes -fue originalmente centro masculino- fueron los primeros encargados del culto y de la custodia del sepulcro apostólico.
En definitiva, la plaza de A Quintana -también llamada en otro tiempo de los Literarios, porque en ella se formó un batallón universitario para luchar contra las tropas napoleónicas a principios del siglo XIX- se consolidó en gran medida gracias al dinamismo generado por la Puerta Santa, convirtiéndose en uno de los lugares más apreciados de la ciudad para vecinos, turistas y peregrinos.
Es A Quintana la plaza por excelencia del asueto ciudadano y, sobre todo, cada nuevo año santo, el punto de confluencia de millares de peregrinos, fieles y turistas de todos los orígenes para entrar en la catedral por la simbólica puerta. En los años no jubilares lo hacen mayoritariamente por las puertas de las plazas de A Acibechería y O Obradoiro."
Al norte (Quintana de Vivos), tenemos la Casa da Parra, también barroca, así conocida por sus motivos vegetales esculpidos en piedra, levantada para el cabildo catedralicio donde antes estuvo la primer Casa Concello o Ayuntamiento de Santiago, derribado en 1588 y trasladado a la actual Praza de Cervantes, antaño Praza do Campo, donde se celebraba antiguamente el mercado. Por la derecha entran en la plaza los peregrinos procedentes de la rúa da Acibechería:
"Bajo estas escaleras las excavaciones arqueológicas del siglo pasado pusieron al descubierto las formas góticas de una gigantesca cabecera para la catedral que al final no se construyó por diversos motivos, entre ellos los económicos. De haberse llevado a cabo, habría supuesto la inexistencia de la plaza actual, que también habría quedado muy reducida si se llega a realizar una monumental Puerta Santa neoclásica proyectada a finales del siglo XVIII."
Efectivamente, la plaza no habría existido si se hubiese hecho realidad aquel proyecto de cabecera catedralicia gigantesca. A ella se asoma el sobrio paredón con ventanas del muro del monasterio de San Paio de Antealtares, que la cierra por el este, construido entre los siglos XVII y XVIII sobre otro convento más antiguo, fundado según la tradición por Alfonso II El Casto para doce monjes benedictinos a cargo del culto en el por entonces recientemente descubierto sepulcro de Santiago:
"Este convento y antiguo monasterio, que ocupa el frente este de la plaza compostelana de A Quintana, es el más antiguo de la ciudad. Tiene su origen en una pequeña comunidad monacal masculina promovida por el rey asturiano Alfonso II el Casto poco después de confirmar como auténtico el sepulcro de Santiago, en algún momento de la década 820-830. Los monjes tendrán como misión custodiar y organizar el culto a las reliquias apostólicas. Así se recoge en un documento compostelano de 1077 -Concordia de Antealtares-, que señala muy gráficamente que su finalidad había sido hasta ese momento orar supra corpus Apostoli.
Se denomina Antealtares [del latín antealtaria] al pequeño cenobio desde el primer momento porque su iglesia contaba con tres altares -consagrados al Salvador, San Pedro y San Juan Evangelista- situados en una posición previa a la iglesia que acogía la tumba de Santiago y al baptisterio de San Juan Bautista, desaparecido en el medievo. La comunidad estuvo en sus primeros tiempos bajo la advocación de San Pedro, aunque algunos autores también citan una dedicación al Salvador.
Debido a la ampliación medieval de la catedral, el primitivo monasterio fue desplazado unos metros hacia el Este, frente a cabecera de la basílica, ocupando unos terrenos que coincidirían en gran medida con la actual explanada de la plaza de A Quintana. Era necesario dar preferencia al engrandecimiento de la basílica destinada a custodiar las reliquias apostólicas y así lo aceptan, mal que bien, los monjes de Antealtares a través de la citada Concordia de 1077. Mediante este acuerdo dejan también de percibir la mitad de los ingresos que venían recibiendo del culto en el altar del Apóstol. Estos fondos se destinarán a la construcción de la catedral y en gran medida ya nunca los volverán a recuperar.
El nuevo convento comenzará a levantarse en el emplazamiento acordado y en el siglo XI pasa a depender de los benedictinos. En la primera mitad del XII, en tiempos del arzobispo Diego Gelmírez y en gran medida por la acción de este, la comunidad va a ser apartada definitivamente de la custodia del sepulcro de Santiago por el nuevo y amplísimo clero catedralicio, lo que suponía un duro golpe simbólico, pero también económico. Los monjes se ven obligados a reorientar sus objetivos y prioridades. Uno de los cambios que se operan, en una fecha no precisa situada hacia el año 1150, es el de dedicar el convento a San Paio -San Pelayo-, martirizado en Córdoba en 925, y que era por aquel tiempo muy popular en Galicia.
En 1256 el convento vuelve a ser trasladado unos metros hacia el Este hasta una ubicación casi coincidente con la actual, dejando más espacio libre para la catedral y para el cementerio que surge en la actual plaza de A Quintana, muy apreciado por estar situado cerca del sepulcro apostólico.
En el siglo XV San Paio entra en decadencia. En 1499 es sustituida la comunidad masculina por otra femenina y acabará convirtiéndose en el convento de monjas más relevante de Galicia. Actualmente sigue regentado por benedictinas de clausura. Desde principios del XVI hasta mediados del XVII se ejecutan las obras que darán forma a la estructura arquitectónica que hoy se contempla, en la que destaca el gran lienzo que ocupa todo el perímetro este de la plaza de A Quintana, de impresionante factura, y su iglesia, de finales del siglo XVII. Esta, de planta de cruz griega, insólita en la arquitectura gallega, ofrece una excelente muestra de retablos barrocos, de los que sobresale el del altar mayor, dedicado a San Paio y que incluye en el ático sendas imágenes de Santiago el Mayor y San Fernando a caballo, símbolos de la Iglesia militante.
El Museo de Arte Sacra del monasterio, abierto en el año santo de 1971 y que abarca la iglesia –destinada también al culto- y dependencias próximas, guarda la que es la pieza más antigua vinculada al sepulcro y al culto a Santiago: la ara romana de Antealtares, considerada el primer altar dedicado al Apóstol, situado donde se descubrieron sus restos en el siglo IX. También merece la atención del visitante la pequeña e inusual talla del Niño Jesús peregrino, conocido así por estar caracterizado con la indumentaria jacobea tradicional: bordón, vieira, escarcela, etc."
En el muro conventual, una placa de piedra recuerda al Batallón Literario de estudiantes, armado en la francesada contra la invasión napoleónica. Desde el siglo XV y tras la marcha de los frailes en 1499, hay monjas benedictinas de clausura, quienes todas las tardes cantan el oficio de vísperas
La Casa da Parr tal y como se ve según pasamos enfrente de ella según pasamos a la Praza da Quintana desde la rúa da Acibechería, construida como hemos dicho donde estaba la actual Casa do Concello, en concreto en 1683, encargo del arzobispo Bartolomé de Rajoy (el del Pazo de Raxoi, en la Praza do Obradoiro, actual Casa do Concello) al arquitecto Domingo Antonio de Andrade. Es de tres alturas, cuyo último piso, rematado en balaustrada y balcón fue añadido en el siglo XX
Entre sus filigranas ornamentales, las parras esculpidas en su fachada le dieron nombre
Llaman la atención también las gárgolas, por donde cae a la plaza el agua de lluvia
Al sur de la plaza (Quintana de Mortos) está la Casa da Conga o de los Canónigos, viviendas barrocas cuyo proyecto inicial se debe también al arquitecto Domingo de Andrade, aunque su finalización corresponde a Fernando de Casas Novoa, autor de la magna fachada barroca de la catedral. Se estructuran en un bloque de cuatro casas con un hermoso pórtico que las une y su estilo, marcadamente clasicista, ofrece un marcado contraste con el de la Casa da Parra
Todo ello ya ante la Praza das Praterías, de dos alturas con una gran escalera que baja la hermosa Fonte dos Cabalos, de 1825 con la Casa do Cabido (cabildo) enfrente, obra del arquitecto Clemente Fernández Saavedra de 1758 y, a la izquierda, la llamada Casa Gótica, uno de los escasos ejemplos de arquitectura civil del siglo XIV en la ciudad, sede desde 1951 del Museo de las Peregrinaciones y de Santiago, fundado en 1951 de la mano del arqueólogo y escritor Manuel Chamoso Lamas, he aquí su historia en Museos de Galicia:
"su objetivo inicial era abordar la historia de la ciudad y el fenómeno de las peregrinaciones. Tras varios años cerrado al público, abrió definitivamente sus puertas en 1996 como museo de titularidad estatal y gestión transferida a la Xunta de Galicia.
Su actual denominación, establecida en 2007, reivindica su carácter como "institución museística nacional y centro de documentación, investigación e interpretación de Santiago y de las peregrinaciones".
La adquisición de nuevas colecciones y la necesidad de ampliar espacios y mejorar servicios, llevó a la incorporación en el año 2015 del edificio de la Plaza de Platerías, antigua sede del Banco de España, que es la nueva sede expositiva del Museo. Fue rehabilitado entre 2009 y 2012 por el Consorcio de Santiago como segundo el proyecto del arquitecto Manuel Gallego Jorreto. Además del edificio de Platerías el museo cuenta con una sede administrativa en la denominada Casa Gótica, uno de los escasos ejemplares de arquitectura civil del siglo XIV que se conservan en Santiago.
El Museo de las Peregrinaciones y de Santiago es de titularidad estatal y gestionado por la Xunta de Galicia."
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