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martes, 3 de marzo de 2015

LOS CARAJITOS DEL PROFESOR DE SALAS (ASTURIAS) LAS RICAS PASTAS DE AVELLANA MOLIDA: SÍMBOLO DE ASTURIAS Y "DULCE DEL CAMINO PRIMITIVO"


Carajitos del Profesor

El peregrino que llega a Salas ha de saber, que no muy lejos de La Colegiata, en la Avenida de Galicia 21 y a muy escasos metros del trazado del Camino de Santiago se encuentra la Confitería de los Carajitos del Profesor, la riquísima pasta de avellana que es uno e los símbolos de esta villa y concejo, así como de Asturias entera



En el año 1918, justo al finalizar la I Guerra Mundial , Pepín Fernández, Pepín el Profesor, profesor de Música y director de la Banda de Música de Salas, funda en esta villa del occidente asturiano el popular establecimiento de Casa del Profesor, un renombrado café-bar que estaría abierto hasta 1976. En él se elaboraban y servían estos dulces hechos a base de pasta de avellana bien molida, azúcar y clara de huevo, cuya receta concreta y exacta es guardada con celo, pero de la que numerosos reposteros han escrito en sus libros


Se trata de un recetario de base tradicional inspirado en las elaboraciones de dulces más o menos parecidos hechos en la zona y que en otros lugares de la contorna reciben otros nombres, pero que aquí alcanzaron su máximo apogeo


No existía un nombre concreto en Salas para pedirlos hasta que un día, dice la tradición, un indiano del pueblo de Malleza, emigrante vuelto con fortuna de las Américas, en concreto de Puerto Rico) con fortuna, empezó a decir... "deme un carajo de esos o como se llamen", pues la palabra era de gran empleo en Sudamérica, quedando así bautizado este maravilloso manjar


La riquísima pasta de avellana estaba resultando todo un éxito y el café, que también era restaurante y lugar de animadas tertulias, lograba gran popularidad al igual que sus pasteles. Tanto es así que los hijos del Profesor, Falín y Carmina Fernández, continuaron con el negocio y la tradición de los ya llamados popularmente Carajitos del Profesor


Al principio los Carajitos del Profesor se elaboraban a mano, machando las avellanas una a una y haciendo por lo tanto pequeñas cantidades. Se dice que Falín no pudo registrar el nombre pues resultaba indecoroso para las autoridades del ramo y hubo de esperarse mucho tiempo para conseguirlo. Ahora "carajitos" a secas pueden encontrarse de diversas marcas y también elaborados en muchas confiterías, pero los únicos y auténticos Carajitos del Profesor son estos, junto con otras especialidades de la casa


En 1977 fallecía Falín y su sobrina Marichu Llavona toma las riendas del negocio y cierra el bar, abriendo un establecimiento, Casa del Profesor, especializado en repostería y como no en estos sabrosos carajitos. Es entonces cuando se logra por fin registrar la marca y da un impulso definitivo a aquella gran y dulce idea. Ilustres personalidades y miles de viajeros anónimos visitarán el local y hablarán y escribirán de los carajitos con gran admiración


Naturalmente entre los visitantes abundan los peregrinos, unas veces enterándose casi sobre la marcha y otras atraídos ya por su fama y relieve, se acercan a la Confitería Carajitos Profesor pues, además de satisfacer sus paladares, encontrarán un verdadero rincón de la historia del Camino Primitivo, pues los carajitos, junto con la tarta de Santiago o los melindres de Melide, son tan historia y tan presente de la ruta xacobea como las mismas piedras del Camino


No pocos son los peregrinos y bicigrinos que alaban su sabor y sus cualidades energéticas, pesan poco, abultan menos y son un aporte de vitamina y energía que mucho bien nos ha de hacer antes de emprender la subida a La Espina y, posteriormente a El Palo, justo como muchos han escrito en sus experiencias


Y en un rincón destacado de la confitería, el armonio, con el que tantas veladas musicales deleitaba a amigos y visitantes Marichu Llavona, la continuadora de tan destacada saga. A su fallecimiento, Belén G. Hidalgo firmaba el 14-5-2019 para el periódico El Comercio su obituario titulado Salas llora a su mejor embajadora de los carajitos del profesor:
"La villa salense se quedó ayer sin uno de sus referentes, la confitera María Teresa Llavona, a la que todos conocían como 'Marichu', la del Casa del Profesor. La de los carajitos. Falleció ayer, a los 85 años, habiendo legado a sus hijas, Teresa y Carmen, la receta secreta de uno de los postres más populares de Asturias, una singular y centenaria pasta de avellana que puso a Salas, la puerta del suroccidente, en el mapa del mundo. «En los carajitos del profesor es donde descansa la promoción turística de Salas. Nadie se marcha sin ellos», recordó el cronista oficial, José de Arango. «En la villa hace unos años los peregrinos llegaban y no se encontraban señalización, pero sí encontraban los carajitos del profesor». 
Aunque Marichu nació en la capital del Principado, vivió su adolescencia en el obrador de sus tíos, Carmen y Rafael, en la villa salense, cascando avellanas y batiendo claras a mano, empapándose del espíritu del célebre 'Falín', el hijo de aquel profesor de música que llenaba de magia, cultura y música aquella casa de comidas. Falín era el hijo de Pepín Fernández, aquel que había fundado en 1918 la renombrada 'Casa del Profesor'. 
Matriarca a la vanguardia 
La receta del carajito del profesor sigue siendo un misterio, sin embargo, todos repiten la historia de aquel indiano que llegó a la Casa del Profesor y para pedir otra de aquellas pastas de avellana, entonces sin nombre propio, exclamó: «¡Dame un carajo de esos!». 
El regidor salense, Sergio Hidalgo, lamentó la «importante pérdida» para el municipio que supone la muerte de Marichu. «Puso el nombre de Salas en el mapa de España a través de los carajitos, una receta centenaria. Fue un trabajadora incansable», afirmó el alcalde de Salas. 
La figura de Marichu se mantendrá en la historia de la repostería asturiana ligada a una empresa familiar que se adaptó a los tiempos sin renunciar a la esencia. «Era una mujer emprendedora, al estilo de las matriarcas del occidente de Asturias que fueron dominantes en las relaciones familiares. Supo mantener el grupo familiar unido y la empresa de los carajitos del profesor siempre en vanguardia, siempre innovando y buscando mantenerlos como una delicia del suroccidente de Asturias», afirmó, emocionado, el vicepresidente de la Fundación Valdés-Salas, Joaquín Lorences. 
En la competencia también el reconocimiento a su valía se dejó ver en las palabras de Ana Menéndez, que regenta en Cornellana la repostería El Casino. «Fue una figura muy importante y se merece todo el respeto». 
El espíritu de Falín continúa con sus herederos, remarca el cronista oficial, que no duda a la hora de afirmar que la figura de Marichu trasciende más allá de la gastronomía. «Es una institución social y cultural en Salas», agregó, al tiempo que destacó el carácter solidario de toda la familia. «Siempre ayudaba en todo. Era una gran benefactora del concejo, que no distinguía entre la villa y los pueblos». 
Marichu tenía una ilusión, contar con su propio equipo de fútbol. Lo cumplió. «Llegaron a Salas dos fisioterapeutas que montaron una clínica en la villa. Jugaban en Tercera División en el Praviano y uno de ellos recogió el guante y fundó el Club Carajitos», relató De Arango. Hoy lidera su categoría. 
Quienes conocieron a Marichu coinciden en señalar que heredó de su tío el carácter amable, su cercanía, su humildad, su alegría. «No tiene enemigos, ni siquiera por envidias», apuntó el cronista oficial. 
También el gusto por la música lo heredó del célebre Falín. La confitera cantaba «maravillosamente bien» en el coro y no se amedrentaba con el acordeón de Falín, aquella que amenizó bailes que hacían crujir la madera de aquel salón. Su hija Carmen continúa la tradición y toca la acordeón de Falín. La familia también conserva su piano. 
Marichu contrajo matrimonio con Nicasio de Aspe Luzzati, un mercante con el tuvo cuatro hijos: Teresa, Carmen, Reyes y Nicasio. Sus dos primogénitas han heredado la receta y el buen hacer confitero de la madre y han aprendido a mantener vivo la filosofía de su tío-abuelo."
 

Marichu fue sin duda la gran impulsora y divulgadora de los Carajitos a nivel mundial, por eso es que Carmen López titulaba para El País del 24-5-2020 su artículo Carajitos: el dulce que une a Cela, Butrageuño y Jordi Urtado, recogiendo la historia de la pasta y la biografía de Marichu Llavona:
"Pepín Fernández montó el bar restaurante La Casa del Profesor en 1918 en Salas, un concejo también conocido como “La puerta del Occidente” de Asturias. El emprendedor no solo era el dueño del negocio, sino que también dirigía la banda de música de la localidad y aprovechaba su local, donde también tenía sus instrumentos, para dar clases de música. La gente entraba en el establecimiento para llenar el buche, participar en la tertulia, aprender melodías o todo a la vez: lo que hoy sería el garito de moda. 
Llegado el momento, su hijo Rafael -más conocido como Falín- tomó las riendas del negocio y siguió los pasos de su padre. El sucesor también se hizo cargo de la banda de música, así que el nombre del bar siguió siendo fiel a la actividad del establecimiento. Pero Falín, seguramente sin intuir el éxito que se avecinaba, empezó a ofrecer unos dulces que hicieron del negocio un sitio de referencia de la gastronomía asturiana. 
“Los carajitos estaban ahí en el bar para tomar con el café o como postre. No tenían un nombre en concreto, eran galletas o pastas”, explica Carmen de Aspe, quien junto a su hermana Teresa regenta ahora el negocio familiar, que ya va por la cuarta generación. “Un señor que vino de Puerto Rico -un indiano- que tomaba allí el vermú o el café después de comer, todos los días pedía ‘un carajo’ refiriéndose a aquellas pastas. De tanto decirlo se les quedó quedó el nombre de ‘carajo’ o ‘carajito’, porque son un poco pequeños. Lo del profesor es por el nombre del bar-restaurante, claro”. 
Marichu, la publicista incansable 
Falín intentó registrar la marca -la familia lleva en el ADN el carácter emprendedor y visionario- pero no lo consiguió porque en la época de la dictadura “carajito” era una palabra considerada obscena. No fue posible hasta 1977, cuando ya era la madre de Carmen y María la dueña del negocio familiar. Una mujer que si llega a nacer en otra época o en otras circunstancias habría sido una de las mejores publicistas del país. 
Teresa Llavona Marichu, que falleció en 2019, era la sobrina de Falín y desde adolescente pasó mucho tiempo en el bar restaurante de su tío. Cuando le llegó el turno de seguir con la empresa, estaba perfectamente preparada y, además, dispuesta a que los carajitos se conociesen más allá de las fronteras de Salas y de Asturias. 
En sus manos, La Casa del Profesor pasó a ser una confitería, ya sin bar ni restaurante porque el local era de alquiler y lo tuvo que dejar. Pero se llevó con ella lo más importante: la receta de los carajitos. “Ya eran más o menos conocidos por la zona, porque la carretera de Galicia pasaba justo por delante del bar restaurante. Era un sitio de parada, porque desde Oviedo hay una distancia suficiente como para querer descansar y tomar un café. Mucha gente se los llevaba de recuerdo”, sostiene Carmen. 
“Cuando mi madre continuó con la confitería, aprovechaba cualquier motivo para hacer publicidad. Bien de Salas o de los carajitos. Por ejemplo, si José María García locutaba en la radio un partido que estaba arbitrando Díaz Vega, que era de aquí, mi madre le mandaba una caja de carajitos diciendo que este chico había llegado a ser árbitro porque había comido muchos carajitos y tal”, recuerda su hija. Curiosamente, Camilo José Cela fue un gran embajador de estas pastas. Los describe en su Diccionario secreto -libro en el que analiza desde la lingüistica el uso y significado de palabras malsonantes- como pasta de avellana que se elabora en El Bar del Profesor. 
“Cuando Camilo José Cela hace una segunda edición del libro Del Miño al Bidasoa, vuelve a Asturias y pasa por la casa antigua. Le dicen que ya no existe y le mandan a la tienda de mi madre. Daba la casualidad de que mi padre era de La Coruña y se dan cuenta de que tienen muchas cosas en común. Así entablan amistad”, rememora Carmen, que también dice que: “Cada vez que don Camilo venía con cualquier motivo a Oviedo, avisaba a mi madre. De hecho, él comió aquí en nuestra casa”. 
Pero Marichu siempre iba más allá. En los ochenta consiguió que sus carajitos estuviesen presentes en La Semana de Asturias de todos los centros de El Corte Inglés en España. Y, por supuesto, en la Feria de Muestras de Asturias* que se celebra todos veranos en Gijón (aclaración para los no-astures: dicha feria es un clásico estival del Principado, un certamen en el que se puede conocer lo último en tractores, comer una parrillada o comprar productos tradicionales. Y, por supuesto, coger publicidad gratuita como bolígrafos, gorras con visera o los globos hinchables de cafés Oquendo. Van miles de personas -locales y veraneantes-, así que es un gran escaparate). 
Carmen también recuerda divertida que “una vez, a Butragueño le tiraron del pantalón y se vieron sus partes". "Alguien escribió un artículo y puso que estaban confundiendo los carajitos de Butragueño con los carajitos del profesor, y mi madre hizo una réplica. Todo eso era publicidad. Ella aprovechaba cualquier excusa para que se nombraran”. 
El trabajo de Marichu la hizo tan famosa como a su producto y cuando falleció, la noticia apareció en los periódicos regionales con numerosos testimonios de alabanza. Como el del vicepresidente de la Fundación Valdés-Salas, Joaquín Lorences, muy certera: “Era una mujer emprendedora, al estilo de las matriarcas del occidente de Asturias que fueron dominantes en las relaciones familiares. Supo mantener el grupo familiar unido y la empresa de los carajitos del profesor siempre en vanguardia, siempre innovando y buscando mantenerlos como una delicia del suroccidente de Asturias”. 
La tradición que perdura inmutable 
El secreto de la receta pasó de Falín a Marichu y de esta a Carmen y a Teresa, las que ahora se encuentran detrás del mostrador. Aparentemente, no hay misterio en su elaboración aunque nadie ha conseguido dar con la clave. Por muchos imitadores que tenga, la competencia no ha conseguido hacerlos igual. 
“A ver, hay muchas recetas escritas y publicadas. Aquí ha venido la televisión y se ha visto cómo los elaboramos. Los que lo han visto y las personas que han trabajado con nosotros saben que utilizamos avellana, clara de huevo y azúcar. Pero queda ahí el secreto. En otras recetas se usan otras cosas y ya no son lo mismo. Si no usas avellana 100% y echas sustitutos en lugar de azúcar pues no te sale igual. Por ejemplo, nos preguntan muchas veces si llevan miel y no llevan, aunque en alguna receta lo ponga”, concede Carmen. 
Los carajitos también pueden disfrutarse en forma de tarta, aunque no es lo más habitual, hay que encargarla. La idea surgió del padrino de un niño que no podía comer harina. “Nos preguntó si la podíamos hacer para el Día de la Bolla y empezamos por ahí. Es como un carajito en forma de tarta, vamos a decir. Ahora nos la piden para adultos y mayores”. 
Aunque los reyes de la confitería son los carajitos, también elaboran más productos “como el bizcocho, otras pastas o los pasteles de hojaldre. De hecho, la receta del hojaldre también es herencia de nuestra madre y lo hacemos de manera tradicional. Muchas personas nos dicen que les hablaron muy bien de él y que vienen a probarlo, también es una especialidad. Y las pastas no son unas pastas al uso, son más grandes que las típicas de té, tipo los suspiros de mantequilla que se hacían antes. Igual no son tan famosas pero hay quien me dice que son tan ricas o más que los carajitos”. 
La cifras de ventas de carajitos varían según la época, dice Carmen. “Por ejemplo, ahora es una época baja pero a partir de Semana Santa empieza una época más alta. Para decirte una media serían 150 docenas a la semana, por ahí. A veces superamos, por supuesto”. Además de en la confitería de Salas, los carajitos también pueden comprarse en tiendas de productos artesanos, pero atención: siempre tienen que poner “carajitos del profesor” no “carajitos asturianos” o “carajitos de avellanas”. Los auténticos tienen la marca registrada. 
Más longevos que Jordi Hurtado 
Es posible que lo primero que se venga a la cabeza al pensar en la gastronomía asturiana sean los cachopos desmesurados, la fabada, la sidra o el queso cabrales. Pero en el programa de televisión Saber y ganar no suelen poner las cosas fáciles y en una ocasión escogieron a los carajitos para poner a prueba a sus concursantes. 
Carmen lo recuerda a propósito de la aparición de su producto en los medios. “En 2013 nos llamaron del programa y yo colgué porque pensé que era una broma. Luego, cuando volvieron a llamar ya nos dijeron que sí, que eran de la productora de verdad. Nosotros vemos mucho ese programa, yo no me lo podía creer”. 
Según explica, los carajitos volvieron locos a los participantes en la prueba La parte por el todo: “Te dan una serie de pistas y tienes que adivinar si es un libro, una pieza musical o algo así. Con esto dijeron que eran unas pastas y tenían que decir de qué se hacían y cuál era el nombre”. 
El premio se lo llevó una chica catalana muy concienzuda. “Lo adivinó el último día. Debió de estudiar mucho porque las pistas que le dieron no eran nada fáciles. Decían lo de Camilo José Cela, pero no el título sino que era un libro extraño, por lo que era muy difícil caer en ello. Nosotras también mandamos fotos y la historia, la verdad es que a mi me hizo mucha ilusión”.

Y el gastrónomo y Cronista Oficial de Colunga José Antonio Fidalgo escribe Pepín, Falín y Marichu, con Carajitos en el cielo: el mismo día del fallecimiento de Marichu Llavona
«¡Venga ya, carallo, San Pedro! Dése prisa y avise a don José Fernández ‘el Profesor’ y a su hijo don Rafael, músico, poeta, corresponsal de prensa, confitero, que ya llega al cielo MARICHU, la sobrina de Falín (don Rafael), eficaz y entusiasta continuadora de su invento respostero: LOS CARAJITOS DEL PROFESOR, hoy ya centenarios.” 
Así exclamaba, voz en grito y con escandalosos aspavientos, el que en este mundo fuera Premio Nobel de Literatura y Académico de la Lengua, don CAMILO JOSÉ CELA. 
– ¡Cálmese, don Camilo! Y dígame quiénes son esos señores porque llamándose José o Rafael y con apellido Fernández, tengo una lista poco menos que infinita. 
– ¡Coño, Pedrín, para ser santo es usted pero que muy inculto! Lea, lea en mi «Diccionario secreto» la palabra CARAJITO y entérese, si es que sabe leer y entender, insinuó don Camilo. 
– ¡Hombre, don Camilo! -argumentó San Pedro- comprenderá que yo no debo leer esas «guarradas» que usted escribe. Así que, por favor, explíqueme usted lo que crea conveniente y sea prudente en sus dichos, si es que puede. 
Así se explicó el Académico: 
«Carajito. Confite de almendra o avellana, clara de huevo y azúcar. Con este nombre -aunque con forma diferente a los carajitos de almendra madrileños- los fabrica don Rafael Fernández y Fernández, alias Falín y El Profesor, que además de confitero es funerario, dueño de un bar, corresponsal de los periódicos, solista cantor de zarzuelas (y en bodas y funerales) e intérprete al órgano y al armónium.» 
Evaristo Arce, periodista y recientemente nombrado «Hijo predilecto de Villaviciosa», apuntaba este dato el diario LA NUEVA ESPAÑA el 7 de marzo de 1968 : De Salas se llevó don Camilo como souvenir varios «carajitos del profesor», unos dulces riquísimos y originales. 
Así que, don Pedro, avise a Pepín y a Falín y vaya abriendo la puerta celestial que llega Marichu ¡Rápido, coño! 
San Pedro ya no quiso saber quién era Marichu. Se lo explico yo. 
Don José Fernández era el padre de Falín y este, tío de doña MARIA TERESA LLAVONA FERNANDEZ a la que enseño, como si fuera su hija, todos los secretos que el poseía de confitería, de música, de canto y de cariño a sus clientes y amigos. 
MARICHU, que así se la conocía, era ciencia, simpatía, amor a su Salas y a la Virgen del Viso, amor a sus hijos, cariño a sus clientes, fidelidad a sus amigos… Fue la gran continuadora de la hoy dulcería más típica de Salas, los CARAJITOS, tesoro de la artesanía dulcera asturiana. 
Marichu acaba de fallecer hoy, 13 de mayo, no diría que bajo el manto de la Virgen de Fátima sino bajo el de la VIRGEN DEL VISO y con la mirada del alma en ese cielo donde la esperan don José y don Rafael con las avellanas ya molidas, el azúcar, las claras de huevo y ese «otro ingrediente secreto» que solamente conocen sus hijas Carmen, Teresa y Reyes… y, perdón por el atrevimiento, un servidor de ustedes. 
Gracias, Marichu, por tu ejemplar lección de trabajo y de servicio. San Pedro, obediente a las órdenes de Cela, ya te espera EN EL CIELO JUNTO CON TUS MAYORES. 
Tus hijas siguen con entusiasmo tus enseñanzas, al igual que lo harán los «ángeles confiteros» cuando te vean amasar la pasta de los carajitos, tocar el acordeón y cantar habaneras. 
¡Ah! Y ruégales a los Santos, ya tus amigos, que «nos echen una mano» para que podamos «seguir p´alante». 
Lo necesitamos."

Pero para hablar con propiedad de los Carajitos del Profesor quién mejor que Carmen, Carmen de Aspe Llavona, bisnieta del fundador de la casa, Pepín el Profesor, y nieta de Falín e hija de Marichu, a quien tuvimos oportunidad de entrevistar ya en 2016 en el antiguo programa Guía Chigrín de la Radio Televisión del Principado de Asturias (RTPA), el cual podemos ver en ESTE ENLACE (pinchar aquí y ver entre minutos 42:00 a 47.00). Además, os paso este enlace al canal de YouTube Xurde Morán con la entrevista que le hice a Carmen el 18-5-2025:



La hermana de Carmen, Teresa, también al frente del negocio, es entrevistada para el periódico La Nueva España por Ángela Rodríguez, en este reportaje titulado Cuatro generaciones haciendo los Carajitos del Profesor: así son los dulces de avellana con más de un siglo de tradición:
"La realidad es que los Carajitos del Profesor han viajado más que muchas personas. De Canarias a Santo Domingo, pasando por Letonia. “Hasta Afganistán llegaron, en la mochila de un militar de aquí de la zona”, apunta Teresa de Aspe, bisnieta de Falín. El profesor de música, antiguo funerario, y regente de la famosa ‘Casa del Profesor’, a quién se vinculan los preciados dulces. 
El restaurante café de la época, fundado en 1918, fue el lugar donde se degustaron los primeros dulces, hoy internacionales. Unas pastas de avellana a las que algunos emigrantes regresados de ‘las Américas’ apodaron “carajo” o carajito. Un vocablo inicialmente considerado “inmoral” que tardó muchos años en poder registrarse como marca, explica la familia de Falín. 
Son Teresa y su hermana Carmen de Aspe, la cuarta generación al frente de la empresa familiar. Tan solo de sus manos salen los populares ‘Carajitos del Profesor’, cuya receta guardan celosamente en las mismas manos. “En los tiempos que corren hay pocos negocios que aguanten hasta la cuarta generación, es verdad. Hay una quinta generación pero, de momento, no sabemos a qué se dedicarán. La confitería, igual que la hostelería y restauración es vocacional y tiene que gustarte”, asegura Teresa, desde su confitería en la Avenida de Galicia de la villa de Salas. 
Una villa, en la que destaca, “hay muchos negocios cerrados” y no demasiada oferta hostelera y de restauración. Si bien, la unión popular y el potenciamiento de los recursos locales siempre puede revertir la situación. “A partir de marzo empezarán a llegar peregrinos. Y a nosotros nos influye porque te compran, aunque no sea mucho. También es una manera de que llegue a los sitios, con el boca a boca. Se nota mucho”, reconoce Teresa, sobre el auge del Camino de Santiago Primitivo a su paso por el concejo y la amplia promoción municipal. 
Con dos empleados además de las gerentes, el obrador salense es parada obligada no sólo de turistas sino también de vecinos. En él se preparan diariamente bizcochos, mantecados, tartas de almendra, melocotón, calabaza, chocolate y un sinfín de dulces. Mención especial merecen las pastas con el nombre de Marichu. María Teresa Llavona, madre de Carmen y Teresa y destacada emprendedora en Salas, fallecida el pasado 2019. 
Considerado por muchos como el dulce del Camino Primitivo, los Carajitos del Profesor triunfan en casa y, sobre todo en Oviedo y Gijón, donde se distribuyen cada semana en diferentes establecimientos, en Madrid, “y mucho en Canarias y Baleares”, destaca Teresa. La tienda online permite realizar los encargos y que los ‘Carajitos del Profesor’ sigan viajando en un nuevo siglo. "

Y aquí tenemos a las dos hermanas, Carmen y Teresa, en este reportaje para la RTPA en 2019, 101 años después de fundarse la Casa del Profesor. Un año antes, con el siglo exacto, era La Nueva España del 6-7-2018 la que publicaba Carajitos del Profesor: de Salas al mundo:
“En la sencillez está el gusto”. Esta es una máxima que puede aplicarse a todos los campos y terrenos de la vida. Por ejemplo, la gastronomía. Son muchas las recetas y propuestas culinarias que existen hoy en día en todo el mundo, pero suelen ser las menos complejas las que permanecen en la memoria, y también en el paladar de los comensales. Lejos de modas y tendencias pasajeras, las combinaciones más básicas, tanto dulces como saladas, son las que más demanda tienen. Por ejemplo, los Carajitos del Profesor. Unas pastas de avellana molida, claras de huevo y azúcar que han colocado a Salas en el mapa internacional y que cumplen 100 años. 
 Ha pasado ya un siglo desde que Pepín Fernández elaborara estos dulces tradicionales para endulzar los cafés de su negocio, La Casa del Profesor. Por aquel entonces poco podría imaginarse este maestro de música -también era director de la Banda de Salas- reconvertido a hostelero tras la I Guerra Mundial que, en pleno siglo XXI, sus pastas iban a tener esta alta aceptación y demanda. El secreto de su éxito es sencillo: buenas materias primas y mucho mimo en el proceso de elaboración. Por aquel entonces era lento y requería esfuerzo. Se escogía la avellana una a una, se trituraba en un rústico mortero de madera y se machacaba con un pesado mazo de hierro. Lógicamente, la producción no era muy grande, y solía destinarse para los parroquianos. Actualmente se ha dinamizado el proceso artesanal, pero el sabor y la calidad siguen intactos. El negocio hostelero y de entretenimiento, ya que nunca faltaba la música, continuó en las manos de Falín y Carmina Fernández, hijos del fundador. 
La segunda generación de la familia al frente del negocio comenzó a fraguar el éxito comercial de los Carajitos, pero no pudieron registrar la marca porque «era una palabra malsonante», explica la familia. En 1977, tras la muerte de Falín Fernández, es su sobrina Marichu Llavona quien toma las riendas del negocio, el cual se traslada a otro local, y registra la marca para distinguirse de las “copias” que empezaban a elaborarse. Aunque se han intentado hacer imitaciones, los auténticos, los Carajitos de siempre, son los que pueden adquirirse en la confitería Los Carajitos del Profesor, abierta tras el cierre del café-restaurante fundado por Pepín Fernández, y regentada por la cuarta generación familiar. Concretamente, sus bisnietas Carmen y Teresa de Aspe Llavona, quienes guardan celosamente la fórmula maestra del Carajito. 
Como cien años no se cumplen todos los días, y mucho menos en el sector hostelero y gastronómico, los responsables de Los Carajitos del Profesor han organizado una celebración. Tendrá lugar el próximo viernes, 13 de julio, a las 18.00 horas, en la Casa de Cultura de Salas. El programa comenzará con una mesa redonda en la que participarán, además de los anfitriones, dos representantes de los negocios centenarios ovetenses La Favorita y Camilo de Blas. A su término se entregará el IV “Carajito de oro” a la Fundación Valdés-Salas, digna merecedora de este reconocimiento por su gran labor cultural y formativa. El broche al acto lo pondrá una velada musical en la que se servirá un vino. 
Por cierto, si alguien se pregunta el origen del nombre de estas pastas, su historia es simple y curiosa: uno de sus clientes, un indiano de la localidad de Malleza, cada vez que llegaba al local pedía “un carajo de esos”. Un apelativo sudamericano que, cosas de la vida, ha dado nombre a uno de los dulces más deliciosos y afamados."

Insistimos, estamos en un lugar en el que el Camino y su historia se hacen dulce y, además de Carajitos del Profesor, podremos saborear y dar buena cuenta de otras preciadas delicias, como bien nos señalan en la página de la Asociación de Empresarios del Camino Primitivo:
"Peregrino, si llegas a Salas, estás a punto de descubrir el dulce más emblemático e internacional del Camino Primitivo en Asturias: ¡los Carajitos del Profesor! 😍 Un bocado crujiente y delicioso hecho con avellana, azúcar y clara de huevo, perfecto para recargar energías y seguir caminando con el ánimo bien alto. Desde 1918, la confitería Los Carajitos del Profesor endulza la ruta de los caminantes con este manjar tradicional, pero ojo… ¡su obrador es un paraíso para los amantes del dulce! Aquí encontrarás mantecadas, bizcochos, pastas y otras tentaciones que harán que quieras quedarte más en Salas. Al finalizar tu etapa o antes de comenzar la siguiente, disfruta de unos Carajitos recién hechos, saborea la tradición y sigue adelante con fuerzas renovadas. ¡El Camino te espera y este pequeño placer es una de sus tentaciones! "

Las fotos inmortalizan la memoria de la Casa del Profesor y de sus protagonistas, fotos de época, en blanco y negro, que llamarán la atención de viajeros y visitantes, muchos de ellos peregrinos. De ahí que el periodista de viajes y gastronomía Javier Llavona escriba, en la web gastronómica Hule y Mantel, un artículo encabezado con la frase Los Carajitos del Profesor, el dulce del Camino Primitivo y publicado el 17-1-2022:
"El peregrino camina decidido, a paso firme, sintiendo el frío de la mañana. Las nieblas que forma el río Nonaya permiten vislumbrar, a los lejos, un torreón. Indeciso, se plantea si aquella peregrinación no habrá sido también un viaje espacio - tiempo, una vuelta a la época medieval.  
Como sacada de cuento, donde solo nos faltan las doncellas y los dragones, Salas, capital de concejo homónimo, es una de las villas que atraviesa el Camino Primitivo. Origen de todos los Caminos a Santiago, fue la misma ruta que en el siglo IX realizó el monarca Alfonso II el Casto para comprobar si los restos hallados en aquella aldea gallega pertenecían al apóstol Santiago. 
El peregrino accede a Salas dejando a su lado numerosos establecimientos que le invitan al descanso: hoteles, albergues, cafeterías, restaurantes…  pero hay uno que le llama la atención: la Casa del Profesor. 
Fundada por Pepín Fernández, el profesor de música de la zona, el nombre parece toda una declaración de intenciones mientras que el olor a mantequillaavellana y nuez hacen el resto. El peregrino, curioso, accede a un establecimiento que parece transportarle, de nuevo, a otra época. Un antiguo café, que nos recuerda a la esencia de los cafés de tertulia parisinos, le recibe. No existe una vasta variedad de dulces porque, sin duda, el protagonista es otro: los carajitos del Profesor.  
Estos bocados de avellana, procedente de los bosques autóctonos de la zona, han sido todo un emblema de la comarca suroccidental asturiana. Su elaboración comenzó en 1918 y, poco a poco, se convirtieron en una delicia apreciada por los indianos (quienes se habían ido a hacer las Américas y habían vuelto a sus orígenes para retirarse en abundancia), que amenizaban las largas tardes de invierno salenses. Como aún no se habían bautizado, se pedían como los “carajos” y pronto se convirtieron en los carajitos del Profesor. 
El auge de este dulce vino de la mano de Marichu Llavona. Una auténtica embajadora de los Carajitos que consiguió ponerlo en el mapa gastronómico asturiano y, a su vez, dar a conocer la fabulosa villa de Salas. Una matriarca, tristemente fallecida, que trasladó el carácter único de la mujer del occidente asturiano a estas delicias y donde son hoy sus hijas, Carmen y Teresa, quienes custodian la receta familiar con cariño y entrega. 
Un mordisco denso, contundente y espeso que invita a combinarlo con un buen café de origen o una infusión. La receta, aunque secreta, ha sido reproducida en multitud de ocasiones, pero solo los originales mantienen el sabor único y distinguido. Serán los huevos de gallinas criadas en las caleyas del propio Camino Primitivo o las avellanas de los frondosos y húmedos bosques aledaños. Tras cuatro generaciones, lo cierto es que los Carajitos son hoy todo un emblema de la comarca. 
El peregrino sale del establecimiento sorprendido por la historia de este café. Una historia de indianos, tesón y esfuerzo que marca el día a día de esta zona de Asturias. Solo le queda disfrutar de un carajito bajo el torreón medieval, del siglo XIV, declarado Monumento Nacional y que, junto con la iglesia de San Martín, la colegiata de Santa María la Mayor o el palacio de Valdés Salas, hacen de Salas (y sus Carajitos) una parada imprescindible en esta azarosa aventura que es el Camino Primitivo. ¡Ultreia, querido peregrino!"

Y al Camino regresamos tras agasajar nuestro paladar con el sabor intenso de los Carajitos del Profesor, echamos a andar y, tras dejar atrás la visitada Colegiata y el Ayuntamiento, nos dirigimos a la Torre de Salas, pasando bajo el arco que la une al Palacio de los Valdés Salas para salir a La Campa, pero antes, visitaremos el Museo del Prerrománico en la antigua capilla palaciega de Nuestra Señora de la Calle, conociendo seguidamente el interior de dichos palacio y torre













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