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lunes, 23 de mayo de 2016

EL MONTE AREO (ASTURIAS) EL MONTE DE LAS ARAS SEXTIANAS EN LA ÚLTIMA FRONTERA DEL IMPERIO DE AUGUSTO Y LOS TÚMULOS DE LES GÜELGUES DE SAN PABLO "MONTE AREO MONTE AROLO, TIERRA RICO Y XENTE BOBO"


Zarracina (Puao) y subida al Monte Areo

Al oeste del concejo de Gijón/Xixón, a punto de entrar en el de Carreño subiendo por Puao, subimos al Monte Areo, en cuya cima hallaremos una extensa planicie que sirvió de paso franco y camino natural desde la más remota prehistoria y durante milenios, como demuestran sus campos de túmulos, con llamativas estructuras dolménicas, los castros y torres que en él existieron y, en tiempos de la conquista romana, las aras conmemorativas en honor del emperador Augusto, las Aras Sextianas, que se dice le dieron nombre en este que fue el acceso a la mítica Noega, el castro astur de La Campa Torres, en la que fue la última frontera de su imperio

Aquel viejo camino fue El Camín Real, y con este mismo nombre se le sigue conociendo, incluso en el nomenclátor oficial, pues fue el principal en este monte y en la costa asturiana, con sus distintos ramales o variantes, empleado intensamente hasta la construcción de las actuales carreteras, muy avanzado el siglo XIX

Empleado por todos los viajeros, arrieros, trashumantes, artesanos ambulantes y gentes deambulantes, transeúntes, gentes de aquí, allá y acullá, entre ellos los peregrinos, por eso fue señalizado oficialmente, hacia 1993 y 1994, con las conchas y flechas oficiales del Camino de Santiago, tal que esta que encontramos en Casa Beyty, por donde salimos del lugar de Cimavilla, en lo alto del barrio de Zarracina, parroquia de Puao

La subida al Monte Areo, si bien subida escalonadamente desde el industrializado valle del río Aboño, se hace especialmente cuesta en estos últimos repechos antes de llegar a su amesetada y llana cima

Antiguos pastizales han sido intensamente plantados de cultivos industriales de ocalitos que han transformado el paisaje natural y rural del monte y algunos valles aledaños, tal que este, el del Regueru'l Castañéu, abajo a nuestra izquierda. Aún así aparecen algunas matas de arbolado autóctono, ejemplares aislados o formando pequeños bosquetes, así como grandes prados donde pasta el ganado, vacuno principalmente, pero también ovino y algo de caballar

Una flecha amarilla pintada en un poste telefónico nos confirma que vamos en buena dirección mientras la cuesta continúa toda recta y directa

Por aquí dejamos los paisajes entre rurales e industriales del valle del río Aboño, así como los de la ciudad y su concejo, y nos adentramos en esta frondosidad en la que, efectivamente, castaños, algún roble y numerosos arbustos comparten espacio con las omnipresentes plantaciones de eucaliptos que imperan en la cornisa cantábrica

Al llegar a este lugar, cerca ya de la cima del monte, la cuesta tiende a suavizarse un poco, pero seguimos subiendo

Estamos en El Monte la Llana, o simplemente La Llana, las estribaciones más septentrionales del Monte Areo, encima de Puao

Hasta las viejas canteras, de las que se sacaba piedra para construcciones en los pueblos o, después, para el relleno industrial de Les Vegues Braves del Aboño para construir la factoría siderúrgica de Uninsa, son ahora plantaciones de ocalitos


El monte no es muy alto, su media de altitud serán unos 200 metros poco más o menos, pero cuando los subimos andando el esfuerzo se cobra su tributo en nuestras piernas


Coincidiremos con hitos y mojones de otras rutas que, si bien pueden orientarnos, también pueden despistarnos, hagamos caso más a las señales del Camino de Santiago, pues estas otras sendas y circuitos suelen coincidir en ciertos tramos y en otros no


Al llegar arriba, donde acaba la subida, enlazamos con El Camín de Villar, en el que iremos a la izquierda, en dirección sur-suroeste

Aquí tenemos, por ejemplo, un hito o mojón jacobeo que nos lo indica

Y, al otro lado del Camino, un poste con las señales del sendero de gran recorrido GR-100 Vía de la Plata

Ya casi llaneamos cuando pasamos junto a esta finca a nuestra izquierda, cerrada por postes y red. Flores amarillas crecen en la vereda de la derecha

En la finca, huertas, frutales y alguna caseta, más abajo, plantaciones y más plantaciones de eucaliptos para las fábricas de celulosa

Un poco más adelante, la cancela o portilla de entrada; aquí damos vista a una las largas rectas del Camino en la meseta del Monte Areo, que puede decirse no tiene una cima-promontorio especialmente prominente sino que es una gran planicie que se extiende en dirección nordeste-suroeste, que es el trayecto que estamos siguiendo nosotros

En nuestros días los eucaliptos rompen esa sensación de cumbre grande extensa y amesetada que, en sus tiempos, algún cronista llegó a apuntar que fuese hecha artificialmente por alguna civilización desconocida. Sin embargo todo apunta a que es una formación plenamente natural

Sin embargo, la construcción plenamente artificial que antaño, milenios atrás, dominaría el paisaje del monte hoy en día nos pasa desapercibida pues en gran parte ha desaparecido, numerosos campos de túmulos, necrópolis megalíticas de inhumación de unos 5.000 años de antigüedad harían del Monte Areo un gran espacio sagrado-funerario lleno de montículos que, hoy en día, han quedado reducidos a unos cuarenta grupos de los que solamente dos son plenamente visibles, están señalizados y pueden visitarse. Uno de ellos, el de Les Güelgues de San Pablo, está muy cerca del Camino y es plenamente factible acercarse a él si estamos bien de tiempo y fuerzas

Entre los eucaliptos, alguna de las aún numerosas fincas que quedan para prados, conforman verdaderos claros entre las tupidas plantaciones. Milenios de aprovechamiento agroganadero han hecho desaparecer muchos túmulos pero, sin duda, el aprovechamiento forestal con eucaliptos de forma generalizada supuso el remate final para su destrucción casi completa

De todas maneras, el carácter sagrado del Monte Areo perduraría durante mucho tiempo, como decíamos al principio, su nombre podría venir, etimológicamente de las Aras Sextianas que los romanos erigieron, en este monte o en su continuidad (separado por el desfiladero de Entrepeñes o La Foz de Puao) de La Campa Torres, como quiera que sea en el acceso al mítico castro de Noega, como homenaje y culto a su emperador Octavio Augusto tras la cruenta guerra de diez años (al menos) que supuso la anexión de la totalidad del territorio astur hasta este su final en el mismo mar, que fue a partir de entonces uno de los confines de su extenso imperio

Las aras podrían haber sido hechas muy posiblemente con algunas de aquellas grandes piedras de los venerados túmulos, que siguieron teniendo un carácter bastante especial en siglos posteriores. Si bien saqueados casi desde un principio (solían depositarse ofrendas, algunas valiosas, con el difunto en su interior) su presencia no pasó desapercibida a civilizaciones posteriores e incluso el lugar fue cristianizado bajo la advocación de San Pablo (nombre que en ocasiones se aplica a todo el monte), con una capilla, hoy desaparecida, que estaba prácticamente en el centro geográfico de la montaña, unos cientos de metros al sur de aquí

A nuestra izquierda, un mojón vendría a señalar las lindes entre los concejos de Gijón/Xixón y de Carreño, este al que pasamos ahora. La actual frontera administrativa se basaría en ancestrales límites de pastos y usos de los montes comunales entre los pueblos de ambas vertientes de la montaña

El paisaje puede cambiar de manera drástica e importante según cuando vengamos al producirse cada ciertos años las talas de los eucaliptos para destinarlos a las factorías de celulosa. Esta es por ejemplo una foto con los árboles crecidos y a punto de ser cortados

Esta es una foto del mismo lugar a los pocos años de la anterior; los ocalitos habían sido talados, quedando al principio una rasa pelada, pero ya han vuelto a crecer otros nuevos, aún jóvenes, pero lo suficientemente altos ya para que nos percatemos del rápido desarrollo de estas especies de crecimiento rápido


El mojón, que tiene una flecha amarilla, presenta el escudo de Asturias con la Cruz de la Victoria


En las fincas aún sin plantación forestal podremos percatarnos del aspecto que tendría antiguamente el Monte Areo, tal que esta


Una gran planicie, como esta a nuestra derecha, donde habría usos sin duda eminentemente ganaderos, tal vez en principio más de ganado menudo, la reciella, de cabras y ovejas que el vacuno que imperó más tarde


Las mismas culturas megalíticas-neolíticas, que ya conocían las técnicas agrícolas y mineras-metalúrgicas (Edad del Bronce) parece ser fueron, al menos en grandes áreas como esta, eminentemente pastoriles, o al menos ese ha sido el legado e idea que de ellas ha llegado hasta nosotros


Asoma al norte la cúspide de la famosa Chimenea de Aboño, La Chimeneona que, con sus 225 metros de altura, es más alta que la media de la del Monte Areo y está considerada la obra civil más alta de Asturias. Se ve desde gran distancia, gracias también a su combinación colorista de bandas rojas y blancas y es un símbolo (pertenece a la Térmica de Aboño) de la intensa industrialización del valle y ría de Aboño, que llegó incluso a hacer desaparecer su playa


Aquella ría sería un importante recurso piscícola y portuario desde los remotos tiempos de las legendarias navegaciones interatlánticas de la Antigüedad y habría sido fundamental para el asentamiento, milenios después del megalitismo, de una nueva población, esta fortificada y castreña, sobre ella, en el promontorio de La Campa Torres, naciendo así Noega


Un buen rebaño de vacas revela el mantenimiento de los usos agroganaderos todavía en buena parte del Monte Areo, por donde discurriría el que sería el acceso principal al castro desde el interior y el occidente costero. Estas camperas, como las de la Sierra de Torres, serían las tierras de pastos para la extensa cabaña que se sabe, gracias a las prospecciones arqueológicas, poseían, como la habían poseído sus antecesores, los pueblos megalíticos hacedores de túmulos posteriores y, como poseen aún algunos pueblos situados en sus faldas en la actualidad


Si bien, recalcamos, en muchas antiguas fincas de pastizal se ha plantado ocalito, las especies autóctonas aún pueden verse en algunos bosquetes supervivientes


Nos los encontramos bien como ejemplares aislados o bien en las veredas del Camino, al que antaño daban sombra, por lo común formando filas o restos de hileras, especialmente los castaños o castañales pero también otras especies, predominando, como arbusto, el lloréu o laurel


Al fondo, en lo que fue un prado verde, multitud de palitos son los eucaliptos, aún joven, de una nueva plantación; pronto crecerá a sus pies el monte bajo, desapareciendo el pasto


El mismo lugar no mucho tiempo después, con los ocalitos en crecimiento


En las veredas crece también una tupida vegetación, hierbas, zarzas y helechos predominantemente, pero también numerosas especies botánicas y de flora silvestre


Un elemento muy común de ver aquí y allá en el Monte Areo, los montículos de troncos apilados aquí y allá, producto de las talas periódicas y continuas de estas plantaciones


Aquí salimos a una gran finca, llanísima que, aún con las eucaliptales al fondo, nos permite hacernos una idea de cómo sería antaño el aspecto del Monte Areo en su extensa y grandiosa cima aplanada en la que, hace años, el concejal gijonés Víctor del Busto, propuso construir una pista de aviación deportiva


La llana, a veces llanísima llanura del monte, que se extiende de norte a sur, ha llamado siempre la atención de las gentes, sin duda ya cuando aquellos ancestros de la Humanidad decidieron, por considerarlo un lugar especial, construir aquí su última morada, sus cámaras funerarias que, como máquinas del tiempo, nos han permitido acceder a ellas y a sus secretos miles de años después


Mismamente, por eso llegó a decirse que esta planicie fue hecha artificialmente en tiempos desconocidos y remotos por misteriosas civilizaciones, anteriores tal vez a la de los túmulos, pero sin duda se trata de una formación natural de la rasa costera asturiana



Como hemos dicho, si bien de altura más bien escasa, su tamaño y posición entre los valles y el mar le dan al Monte Areo un carácter prominente, viéndose desde él también los puertos de la Cordillera Cantábrica, al sur, como el Aramo, con su línea de cumbres, con los 1.791 metros del Gamoniteiru con su cota más alta. Sin los eucaliptos llegaríamos a divisar el Monsacro, la montaña sagrada por excelencia, como su nombre indica, en el centro geográfico y corazón de Asturias


La muralla natural del Cordal Asturiano, los antiguos Pirineos occidentales, Pena Rueda, La Tesa, La Mesa, L'Almagrera, que se verían desde ese monte y desde La Campa Torres, permitiendo el control visual de los puertos secos de las montañas y los puertos húmedos del litoral, vías de comunicación desde la más remota noche de los tiempos, desde la misma composición orográfica que dio lugar a todos estos hitos y accidentes geográficos


Y así, lo mismo que arrieros, pastores trashumantes y pueblos nómadas llegaron también los peregrinos por los Caminos de los Salvadores para venerar las reliquias de la Cámara Santa de la catedral ovetense. También llegaron invasores, y ahí tenemos la Vía de la Carisa, llamada así por ser la ruta de irrupción en la Asturias Tramontana, a sangre y fuego, de las victoriosas legiones del legado Publio Carisio que, tras vencer la desesperada y prolongada resistencia astur del Monte Curriel.los o Curriechos, llegaron aquí, al mar


Y aquí, junto al mar, fue donde otro legado, Lucio Sestio Quirinal Albiano, erigiría una de las tres Aras Sextianas, llamadas así por él, y conmemorativas de la batalla, como templos de culto al Augusto Imperator, en torno al año 19 a.C., que se tiene por fecha del final de la guerra de conquista contra astures y cántabros


Uno de los elementos de las Aras Sextianas, tal vez el principal, que se conserva en el Tabularium Artis Asturiensis (con una reproducción en el Museo del Parque Arqueológico-Natural de La Campa Torres), portaba el nombre del legado Cneo Calpurnio Pisón, el cual fue borrado cuando, tiempo después, cayó en desgracia, haciéndose realidad, una vez más, el dicho de "Roma no paga traidores". El ara dice así:
IMP.CAESARI.AVGVSTO.DIVI.F.COS.XIII.IMP.XX.PONT.MAX
PATR.PATRIAE.TRIB.POT.XXXIII
SACRUM
"Al emperador César Augusto, hijo del Divino [César] tres veces cónsul, emperador con veinte salutaciones imperiales, pontífice máximo, padre de la patria, treinta veces investido con la potestad tribunicia (Cneo Calpurnio Pisón, hijo de Cneo, legado propretor) consagró este monumento".

Con el título El Ara Sextiana cumple dos mil años el periodista Javier Neira publica en La Nueva España del 6-2-2009 este reportaje en el Tabularium, dedicado a esta efeméride y en la que nos informa de los avatares y características del monumento:
"El ara sextiana, el documento fechado más antiguo de Asturias, cumple este año dos milenios. Es la pieza capital del Tabularium Artis Asturiensis, museo y archivo asturianista fundado por Joaquín Manzanares hace más de medio siglo. 
Francisco Manzanares, hijo de Joaquín y actual director del Tabularium, mostró ayer a LA NUEVA ESPAÑA la magnífica lápida de mármol de 2.700 kilogramos de peso que se conserva en Oviedo, en su museo, y explicó los mil avatares que ha atravesado. 
El estudio del ara sextiana -denominación discutible aunque comúnmente aceptada- se debe a Francisco Diego Santos, nonagenario historiador que ha analizado prácticamente todos los epígrafes asturianos y que la llama lápida de Augusto. La inscripción se realizó en honor del emperador, que acababa de sofocar a los últimos rebeldes asturianos. Dice que estaba en «tribunicia potestad XXXII sacrum» que corresponde al año 9 de nuestra era, así que hace exactamente dos mil años fue esculpida. 
La lápida estaba en el cabo Torres -sobre el actual puerto del Musel- donde había dos importantes edificaciones romanas. Es una dedicatoria de Cneus Calpurnius Piso, el gobernador de la provincia Tarraconense a la que pertenecían los territorios de los astures, al emperador. Como el gobernador, después, participó en una conspiración que le costó la vida a Germánico, su sobrino el emperador Tiberio decretó una «damnatio memoriae» y fue borrado el nombre de Cneus de todas las inscripciones. También del ara sextiana, las señales de la censura son evidentes. 
La lápida reaparece en función de altar en una capilla «entre Carreño y Candás», según anota Tirso de Avilés «cerca del río Aboño y del mar». Se supone que fue arrojada desde la Campa Torres. El padre Carballo y Constantino Cabal también la citan en ese paraje, en la capilla de San Juan. A mediados del siglo XVIII es trasladada, según Julio Somoza, a la capilla de Santa Clementina de la casa que tenían en Carrió los condes de Marcel Peñalba. Ahí la cita a su vez Jovellanos. Y en 1894 se traslada a Luanco. Estuvo instalada en el huerto de Atanasio Ávila y después en el rellano de la escalera de su casa, «ahí estaba cuando en 1960 la compró mi padre», según recordó ayer Francisco Manzanares. 
La vendió Carlos Gil de Arévalo, después de ofrecérsela a la Diputación que le dio largas así que, indignado, se la brindó a Manzanares por debajo del valor que pensaba obtener. 
«Tenía yo 10 años», comenta Manzanares hijo, «la transportaron en una camioneta. Tardaron cinco horas en cargarla en Luanco y seis en descargarla aquí, en Oviedo. Conmigo estaba Juanín Cueto Serrano, los dos emocionados, jugando y viendo todo aquello». 
Inmediatamente se desató la tormenta aunque durante siglos apenas había sido tenida en cuenta la magnífica pieza romana. El periodista gijonés Francisco Carantoña protestó diciendo que debía estar inexcusablemente en su ciudad. Manzanares tuvo que ir a Madrid a dar explicaciones personalmente al ministro de Educación, Jesús Rubio. Cuando el Ministro le afeó que se hubiese interpuesto en una adquisición que iba a efectuar la Diputación Provincial de Oviedo, Manzanares le enseñó una carta del vendedor en la que relataba la molicie y displicencia con que le habían tratado las administraciones públicas y con esa prueba le tapó la boca. 
Aun así, el Ministro quiso saber cuál era la opinión de la Real Academia de la Historia y le contestaron que si el ara sextiana la tenía Manzanares estaba en las mejores manos posibles. La polémica localista siguió pero muy amortiguada. 
El ara sextiana o lápida de Augusto mide 1,66 centímetros de largo, 80 centímetros de alto y 50 centímetros de fondo. Cada letra tiene una altura de 12 milímetros. 
En la mañana de ayer, Francisco Manzanares, director del Tabularium Artis Asturiensis, posó -fotografía superior- ante el ara sextiana o lápida de Augusto, adquirida por su padre Joaquín en 1960. Desde entonces se conserva en Oviedo, en el museo y archivo asturianista propiedad de la familia Manzanares. En la fotografía contigua, el propio Francisco aparece -en una instantánea obtenida por su padre- encaramado sobre el ara, en el jardín de la casa donde está instalado el archivo, durante el verano de 1960. Tenía 10 años, el ara sextiana acababa de ser adquirida por Joaquín Manzanares."

El Camino, muy transformado respecto a lo que sería el que tuvo, también cambiante, a lo largo de los milenios, se conserva en su trazado, al menos en buena parte, al ser, como tantos otros, reaprovechado como vía pecuaria de acceso a las fincas y plantaciones. No obstante algunas partes pudieron verse afectadas por las concentraciones parcelarias


Han desaparecido sus empedrados y es ahora una ancha y aplanada superficie de zahorra, pero este tramo del Monte Areo, junto con el siguiente, por El Valle, en Carreño, constituye un hermoso marco natural y rural en la etapa de Gijón/Xixón a Avilés, muy marcada por los entornos urbanos e industriales entre las dos poblaciones



Hay bifurcaciones pero durante la mayor parte del trecho se sigue esta, la gran pista principal, inconfundible, senda ancha y terrera por donde muy ocasionalmente circula algún vehículo de los ganaderos que tienen aquí sus reses o de los madereros que acuden a las cortas


Los mojones confirman siempre que vamos en buena dirección. Respecto al Monte Areo y a su dilatada historia aportamos parte de la información, siempre replanteada y a debate, que hallamos en la Wikipedia:
"El monte Areo, o monte de San Pablo , es un monte que se encuentra entre los concejos asturianos de Gijón y Carreño (España). Tiene unos 7 km de longitud y su máxima cota se sitúa en los 264 metros. 
La denominación de monte de San Pablo es debida a que existía una capilla en su cima dedicada al apóstol, hoy desaparecida. Este lugar fue emplazamiento de las Aras Sextianas, monumento en honor a César Augusto emperador de Roma, erigido hacia el año 19 d. C. como honor por el triunfo de las tropas romanas ante las tribus astures que poblaban la zona. 
Etimológicamente la palabra Areo podría provenir de monte de Iroba o monte de las Aras. 
O dado que dichas Aras Sextianas erigidas en honor de Cesar Augusto (depositadas hoy en el Tabularium Ars Asturianenses, si bien una copia fideligna se halla reproducida dentro de los bunqueres de artillería de la Guerra Civil, hoy local museístico, sitos en el castro de la Campa Torres) no se encontraban estrictamente en el mismo monte, si no en la Campa Torres, separada nitidamente de aquel por la garganta de la ria del Aboño formada por la confluencia del rio Aboño y Pinzales a la altura del antiguo merendero Venecia. Bien pudiera semanticamente dicho nombre Areo aludir a la procedencia de la gens allí sepultada 4.000 o 5.000 años antes de Cristo esto es el pueblo ARIO o indoeuropeo. Que trajo la agricultura y la ganadería y creó los primeros asentamientos estables y que vino a sustituir a los antiguos pobladores nómadas cazadores-recolectores. 
El monte es famoso por su necrópolis (abajo) y por el ramal del camín de la mesa (abajo)."


Y respecto al Camino que recorre la meseta de Areo, el Camín Real de la Mesa, acceso del mar a la meseta por los puertos de la cordillera, leemos de esta manera:
"En el monte quedan restos de un ramal del camín de La Mesa, calzada romana que unía el asentamiento romano y castrense de la campa de Torres de Gijón con Astorga. 
Los mayores vestigios de esta calzada, en el monte, se encuentran en la zona conocida como Peña'l Carru."

Junto al prado, los pastores eléctricos, con sus barritas metálicas y alambres, cierran la finca y evitan que el ganado salga al Camino en estas llanísimas praderías que, hoy como ayer, fueron vistas como excelentes para el pastoreo


A la derecha, zarzas, helechos, brezos y tojos crecen en la vereda, alcanzando a veces la altura de una persona, según nos metemos de nuevo en otra ocalital

Las rodadas profundas revelan asimismo los usos forestales y el paso de vehículos que vienen a la madera. No hallaremos de todas formas tráfico por estos andurriales, salvo el de algún vehículo ocasional de servicio a las fincas

Las rodadas forman a veces surcos de cierta profundidad que, cuando llueve, se transforman en charcos, pero por lo común no suele haber demasiados problemas con ello, pudiendo pasarse bien, incluso en invierno normalmente

Aunque el trayecto es mayormente llano, hay algunas pequeñas cuestas donde el Camino serpentea un poco para ganar algo de altura. Estamos en un lugar en el que, ocultos entre la vegetación, hay dos túmulos

Si bien su acceso es difícil y es además muy posible que incluso nos pasen desapercibidos en la frondosidad, no dejamos por ello de advertir de su presencia


Se trata de los registrados como M.A. (Monte Areo) XXXII y XXXIII, que fueron de los últimos descubiertos en el monte, así lo registra la noticia El Principado eleva a 33 los túmulos del Monte Areo catalogados como Bien de Interés Cultural, publicada por Braulio Fernández para La Nueva España del 28-2-2013:
"El Principado de Asturias quiere elevar a 33 los elementos tumulares declarados como bien de interés cultural que conforman el área neolítica del Monte Areo, repartida entre los concejos de Carreño y Gijón, una de las más antiguas de Europa y la más grande de Asturias. Más de 5.000 años contemplan un conjunto de elementos que incluyen dólmenes y cámaras funerarias en un área de cuatro kilómetros situada en su mayor parte en Carreño, dentro de cuyos límites se encuentran 29 de los 33 elementos que se incluyen en la nueva declaración de BIC. 
Desde ayer, el expediente para ampliar la protección cultural del área neolítica del Monte Areo se encuentra en exposición pública, como paso previo a su aprobación definitiva. Con el proceso se pretende no sólo ampliar los elementos destacables del espacio, descubiertos durante las excavaciones de Miguel Ángel de Blas Cortina, sino también corregir los errores que contenía la antigua declaración de bien de interés cultural, efectuada en 1997. 
«Ese decreto contenía numerosos errores en las coordenadas topográficas utilizadas para definir el ámbito protegido», explica la concejala de Cultura del Ayuntamiento de Carreño, Amelia Fernández. Igualmente, se ha podido constatar en este tiempo «la existencia de nuevos túmulos, no identificados en 1997, que permiten elevar hasta 33 el total de elementos tumulares que componen el conjunto», lo que justifica aún más la modificación, según la responsable municipal. 
«Acogemos con satisfacción este nuevo impulso a la protección del Monte Areo», subraya Fernández, que considera «esencial que desde las administraciones nos esforcemos por tratar de proteger de esta manera la necrópolis tumular del Areo, dada su importancia cultural, porque ello también garantizará la protección de sus valores, su contemplación, apreciación y estudio». 
De hecho, el Ayuntamiento de Carreño viene desarrollando sobre el Monte Areo, a través de los talleres de empleo, una política de conservación y mantenimiento de sus lugares arqueológicos, difundiéndolo, señalizando las zonas para su disfrute y fomentando la educación cultural sobre este espacio. 
La modificación del decreto incluye la novedad de que «la consideración de bien de interés cultural pasa a reservarse a los 33 túmulos existentes en el Monte Areo y su inmediato espacio adyacente, definido por la parcela o parcelas en los que se emplaza cada monumento», explica la edil de Cultura carreñense. El resto del ámbito definido en ese decreto «pasa a tener la consideración de entorno de protección de los diferentes elementos considerados bien de interés cultural».», matiza Fernández."

Para ver un buen campo de túmulos en una zona accesible, abierta y reconocible lo mejor será ir avanzando hacia la aldea de San Pablo, al lado del Camino y muy cerca del lugar de Les Güelgues de San Pablo. El profesor Miguel Ángel de Blas Cortina, quien llevó a cabo las excavaciones arqueológicas que, en los años 1990, sacaron a la luz algunos de estos túmulos, localizando otros, publicó al respecto el completo informe Dólmenes del Monte Areo, Carreño, campañas arqueológicas de los años 1991 a 1994, completado con el excelente libro El Monte Areo en Carreño (Asturias): un territorio funerario de los milenios V a III A. de J.C.


El topónimo San Pablo (parroquia de Guimarán)hace referencia a la capilla que cristianizaba el lugar, mientras que güelga se refiere a 'camino que se abre entre la nieve, vegetación o maleza', 'acequia', 'sitio muy húmedo', "del céltico olcam, campus fecundus, terreno abonable", según describe el erudito filólogo Xosé Lluis García Arias en Toponimia asturiana, el porqué de los nombres de nuestros pueblos



De nuevo en un campo abierto, vemos a nuestra, al norte, derecha una parte de la famosa Rasa de Peñes, el amplio territorio que se extiende al norte del Monte Areo, de lomas no muy elevadas y llanuras que se extiende hasta El Cabu Peñes y que conforma la orografía de los concejos de Carreño y Gozón. Esa en concreto es parte de la parroquia de Albandi, en Carreño, con sus caserías, quintanas, barrios y lugares desparramados por la campiña. Dice en su libro Miguel Ángel de Blas Cortina: 
"El Monte Areo es la formación orográfica más elevada (265 m) de la comarca costera de Peñas, aunque con su discreto perfil aplanado sea normalmente inadvertida y su nombre apenas conociera resonancia alguna más allá de su propia inmediatez. Es, no obstante, el decorado de fondo de la autopista central de Asturias, transitando desde Oviedo, en la zona en que el itinerario se bifurca en los tramos que conducen independientemente hacia Gijón o Avilés. es más, en consecuencia, que una simple sierra, erigiéndose, por el contrario, en un enclave rector de la distribución del espacio entre las tierras litorales del Cabo Peñas y el corredor por el que la cuenca central asturiana alcanza el mar de Gijón.

Esa posición dominante, de conexión de diferentes comarcas y de límite entre ambientes contrastados, llevó a las sociedades neolíticas a convertir la sierra en un espacio singular: el territorio destacado y visible al que se sacraliza con la radicación en el mismo de las tumbas. La conversión progresiva del monte en un extenso cementerio, iniciada ya en el tránsito del milenio V al IV antes de Cristo, testimonia, al mismo tiempo, la transformación del paisaje natural en otro en parte diferente, donde se irán inscribiendo las huellas de la intervención humana."

Una leyenda dice que la iglesia de Santiago de Albandi se construyó donde se paró el caballo blanco de Santiago tras desembarcar el Apóstol en la Playa de Xivares. Naturalmente la tradición no tiene el más mínimo viso de autenticidad y puede deberse a la necesidad de explicar el patronazgo del santuario, o bien trasciende una explicación legendaria a la llegada de los primeros evangelizadores cristianos por mar, tal y como venían viajeros y comerciantes y tal y como aconteció en otros lugares. Esta costa estaba vigilada por castros astures luego romanizados, más tarde por torreones y atalayas pues arenales y calas eran paso franco hacia el interior del país. Sea como sea esto vincula una vez más el Camino y sus inmediaciones con la epopeya xacobea



Estamos ahora, efectivamente, en una zona más abierta, entre fincas; hay ocalitos, pero, a no ser que se planten en estos campos por vez primera, estos se ciñen a una hilera a cada lado del Camino. La humanización del paisaje debió acontecer ya con las sociedades neolíticas-megalíticas que transformaron estos parajes:
"Los autores de esos cambios, a los que genéricamente denominamos neolíticos, fueron también los responsables de la introducción de la ganadería y de la agricultura en el centro de Asturias, formas económicas hasta entonces desconocidas, marcando el contraste con las actividades cazadoras y de recolección que habían prevalecido durante decenas de milenios previos"


Extensa meseta llana tradicionalmente aprovechada para usos ganaderos y agrícolas. Como en buena parte del noroeste el abandono de los usos agropecuarios favoreció la plantación masiva de especies arbóreas de crecimiento rápido


El entorno eminentemente ganadero que pervivió durante 7.000 años sufre ahora otra transformación, en gran espacio forestal ahora, que contrasta con el de ganar terreno para pastos y praderías de entonces, la llamada revolución neolítica y el nacimiento de la vida campesina:
"La adopción, aunque difícil y en parte moderada, de la vida campesina, tuvo que acentuar las tensiones derivadas de la delimitación de los territorios reclamados por los distintos grupos de pobladores asentados en una comarca. El pastoreo y los cultivos, recurriendo a menudo a la tala de árboles y al incendio del monte, requieren espacios amplios y también de cierta seguridad en el control de los mismos frente a otros grupos competidores. Es comprensible que en aquellas circunstancias, el sentido de los límites, la demarcación de lo poseído, adquiriera una fuerza considerable. La escasa entidad de los poblados de entonces, la naturaleza efímera de sus cabañas, más el carácter temporal de muchos hábitats harían inciertos, o poco perceptibles, los testimonios de la propiedad territorial, y de su ocupación y aprovechamiento."

Con el paso del tiempo, los túmulos, si bien por un lado fueron considerados hitos sagrados o especiales por pobladores y culturas posteriores, también fueron cayendo en el olvido salvo en el mundo de las leyendas sobre los supuestos tesoros escondidos o ayalgues que en su interior se encontraban, lo que favoreció fuesen asaltados casi desde un principio ante el llamado de las ofrendas, a veces importantes, que se depositaban junto al difunto en su cámara mortuoria. Seguimos leyendo a Miguel Ángel de Blas:
"Ya en las leyendas locales se alude a tesoros ocultos en Areo, -la gallina de oro con los doce pitinos (pollitos) del mismo metal", -siempre tan misteriosos en su origen como los propios "moros" u otros seres míticos que los habrían, por razones carentes de interés para el imaginario popular, enterrado en el monte.

Esa tradición legendaria del oro escondido no responde a una mera fabulación, por el contrario, suele tener su raíz en fenómenos reales, normalmente en la existencia de vestigios materiales de tiempos remotos (y también en los seguros hallazgos de objetos arqueológicos a lo largo de los siglos). Los paisanos que frecuentaban ese monte bajo y de grandes áreas aplanadas eran conscientes de la existencia de montículos, en algunos afloraban  piedras sueltas, debidos a la actividad humana; la fantasía colectiva llegó incluso a asegurar la existencia de largos túneles subterráneos que comunicaban los montículos entre sí, mediante una red de galerías tan extensa y compleja como carente de una mínimamente razonable justificación. Es pues comprensible que más de una vez, en el transcurrir de las centurias, incluso milenios, algunas personas con ánimo indagador y, desde luego, resueltas, hayan optado por desmantelar las ruinas enigmáticas persiguiendo el feliz encuentro de la riqueza legendaria, ansiada redentora de la vida campesina.

Los sempiternos buscadores de tesoros trabajaron todavía en Monte Areo, en algún caso con gran empeño, llegándose al empleo de tiros de bueyes, en la primera mitad del siglo XX. A su inútil entusiasmo se debe el lamentable arrasamiento de más de un túmulo, y también la fuerte alteración de la mayoría de los que todavía se conservan."

Muchos túmulos, o sus restos, siguieron sin embargo estando bien a la vista, aunque desaparecieron con las plantaciones masivas de eucaliptos y/o sumidos en la vegetación que creció al abandonarse en gran parte del monte la actividad ganadera:
"El abandono de buena parte del uso agropecuario de la sierra en los últimos decenios propició la rápida instalación de un abigarrado monte bajo que dificultaba, en muchas zonas francamente impedía, las exploraciones arqueológicas. No obstante, los fuertes incendios a finales de los ochenta, después de una época prolongada de lluvias escasas, y de vientos del sur, junto con el inicio de las obras requeridas para la concentración parcelaria ejecutada por la Consejería de Agricultura, permitieron que en 1990 tuviera lugar el reconocimiento de diferentes áreas tumulares, hasta entonces desconocidas, y la catalogación de los vestigios arqueológicos conservados. Tras un primer balance de lo existente y de su dispersión por la sierra se siguió con la excavación selectiva de algunos de los túmulos, de manera que pudieran ser precisadas sus características, destino, fase prehistórica y cronología."

La investigación científica de los túmulos puede decirse que empezaría con la Ilustración, así, el historiador candasín Carlos González de Posada y Menéndez señala en 1801 de la existencia de "mammulas o tetones que se podrían conjeturar sepulcros". Otros ilustrados asturianos, como Martínez Marina y el mismo Jovellanos, abundaron en considerarlos tumbas "de gentiles", como se llamaba también a los pobladores precristianos, según los parámetros historiográficos de la época:
"Jovellanos le comenta a Posada el encargo de una obra que había despertado su curiosidad, relacionada con la arquitectura más primitiva y que hoy se reconoce como pionera de la arqueología neolítica: "Monuments celtiques, ou recherches sur la culture des pierres", editadas en París en 1805, en la que su autor, Jaques de Cambry, daba a conocer los hoy famosísimos alineamientos megalíticos de Carnac, en Bretaña"


Todos estos datos los retomaría Marino Busto, Cronista Oficial de Carreño, en su obra de 1984 Historia del Concejo de Carreño, localizando en el Monte Areo tres de los viejos montículos de los que hablaba Posada. En El Monte Areo y Marino Busto, el programa de Naturaleza y Cultura del periódico El Comercio le rinde este justo homenaje con la firma de Bernardo Canga y Carmen Piñán:
"Marino Busto, que desde las páginas de este diario divulgó hace tres lustros la puesta en valor de la mayor necrópolis tumular de Asturias, con dólmenes de más de 5000 años, en los límites de Carreño y Gijón. Pero este famoso escritor, miembros del RIDEA y cronista oficial de Carreño, aún no es recordado en ese monte como se debiera, ni en ningún otro lugar de su querido concejo, al que él tanto amo y defendió, no solo a través de sus publicaciones, si no también "in situ", por medio de las marchas populares que impulsó por el Monte Areo, Candás o Guimarán, con el programa de educación ambiental "Recreo en la Naturaleza". Unas veces subiendo por Poago, Serín o Montiana y otras por El Valle, Guimarán o Ambas. En estas actividades, con autoridades regionales y locales al frente, muchos cientos de gijonés, candasinos y asturianos en general,así como de otras partes de España e incluso de otros países (con ocasión de las otrora jornadas internacionales de voluntarios de Protección Civil) le pudieron escuchar de viva voz, con su amable y simpática elocuencia, cuando iba en cabeza de esas caminatas por el monte, dando detalles a cada paso de la historia y la cultura de esa zona. Allí se le debería recordar para siempre junto al campo de dólmenes.

Del Monte Areo, o Monte de San Pablo (pues allí había una capilla con ese nombre), comentó Jovellanos en su Diario, el 14 de julio de 1792: "Camino nuevo para mí por Jove y Poago, y su puente sobre el río Aboño; vega ancha que puede ser el <> de Pomponio Mela, porque por una garganta comunica con el estero de Aboño, y antes que éste se llenase de arena y la vega de tierra derribada de las alturas, pudo ser un grande estero. Las peñas de las altas laderas acaso confirman esta conjetura. El río divide los concejos de Gijón y de Carreño. Súbese el monte San Pablo (o Areo) y corriendo por él se baja al valle de Carreño, atravesando el camino por la parroquia de Güimarán. Terreno hermoso, fértil, bien cuidado y plantado".

Hace dos décadas el ilustrado colaborador de EL COMERCIO, Marino Busto, con su característica tenacidad no paró hasta encontrar los misterios que ocultaba el Monte Areo (de 264 metros de cota). Y llevó a ese lugar, como decíamos, a cientos de personas para que viesen con sus propios ojos la necrópolis tumular más importante de la región, con 30 dólmenes... Además del campo de dólmenes, el Monte Areo siempre fue afamado, pues por su ladera iba la vía romana de La Mesa y un ramal del Camino de Santiago (por la campa de San Pablo). Sus mejores accesos son por las parroquias citadas anteriormente, por donde se ascendía con Marino Busto y el programa medioambiental aludido. Ahora se puede recorrer el monte por varias pistas o caminos que lo surcan en todas direcciones, en pequeñas o en largas caminatas de varias horas a pie. Los ediles de Gijón y Carreño, presentes en las marchas de confraternización a Candás, acordaron hace dos lustros celebrar allí una actividad de hermandad. Y ese encuentro medioambiental se celebró varios años, de la mano de Marino Busto, con el apoyo del citado programa (impulsor asimismo de las marchas populares por Carreño, Ruta de La Plata, Peña de los Cuatro Jueces o Marcha Jovellanista); y con la asistencia de autoridades de cada municipio implicado. Además, de visitar sus dólmenes, se realizaban múltiples actividades, desde bailes regionales a muestras artesanas, deportes autóctonos, demostraciones de aeromodelismo y globos aerostáticos o ejercicios de rescate a cargo de la Sección Verde de Protección Civil de Gijón y Sección Canina de la Policía Local gijonesa. Inaugurándose áreas recreativas y pistas de aeromodelismo (ahora dedicada a otro menester), junto a la laguna del Visu y en Poago.

Parece ser que por el Monte Areo iba un ramal del Camín Real de La Mesa, que unía tierras leonesas con la costa asturiana, concretamente Astorga con las Aras Sextianas de la Campa Torres, pasando por Lucus Asturum (Llanera). Aunque posiblemente era el final de la Ruta de La Plata. En una zona del monte conocida por Peña l,Carru, hay restos de esa calzada, pero la concentración parcelaria y las pistas que por allí hay ahora, hicieron desaparecer muchosvestigios del pasado. Entre otros destrozos se construyó un antiestético mirador sobre este peña y se taparon los restos de la posible vía romana; y no sería raro que se termine con todo ese patrimonio si los entes culturales no lo toman en serio pronto y controlan el gamberrismo galopante en la zona.

Muchos asturianos vieron de la mano de Marino Busto las reliquias que guarda ese monte en esas actividades medioambientales. Para ese gran estudioso el nombre de Monte Areo podría corresponder al de Iroba, que según una antigua leyenda querría decir "tierra rica y gente boba" (en referencia a los tesoros en él escondidos) o "Monte de las Aras"…

Lo cierto es que de siempre fue un lugar mágico o sagrado, tanto por sus sepulcros Prehistóricos (dólmenes), como por su calzada romana y posterior Camino de Santiago, o sus ermitas del Viso, Los Remedios, San Pedro y San Pablo, protegidas por una fortaleza del siglo X. El Monte Areo es tan plano (una zona se conoce por La Llana) que el primer aeropuerto de Asturias se quiso hacer allí, pues además no suele tener niebla. Guillermo Schultz, autor del Mapa de Asturias en 1868, decía de ese monte que algunos espacios pudieran haber sido nivelados artificialmente por la mano del hombre. Julio Somoza opinaba en 1909, en la Historia de Gijón en la General de Asturias, que las nivelaciones que dominan a Gijón iban destinadas a campos de maniobras de los soldados de IV Legión Macedónica, de guarnición en esta villa y que pudo haber población romana. Según Marino Busto, el historiador González de Posada, en su libro manuscrito de 1792, ya hablaba de "tumbos" o "mámulas" en medio de las llanuras de la montaña, junto a varias lagunas. Decía que esas elevaciones del terreno eran sepulcros antiquísimos. Y, en lo cierto estaba, pues en 1989, siguiendo esas noticias y recorriendo el monte, se dió con ellos y Marino Busto lo hizo público en EL COMERCIO.

Descubrió los túmulos de un auténtico campo de sepulcros prehistóricos. Dólmenes que resultaron ser de hace 5000 años. El misterio se había desvelado, pues no sólo era monte sagrado por sus capillas, sino porque mucho antes nuestros antepasados le habían elegido para enterrar a sus muertos."


En algunos lugares hondos con las lluvias aparecen charcos. El suelo, por tramos, tiene algo de asfalto viejo, grijo (zahorra), hormigón, tierra bien aplastada o similares, por lo que no suele haber peligro de hundir el pie en el lodo. No obstante, los caminantes suelen meterse para evitar comprobarlo por las veredas, incluso por el prado o el monte


Y así, si bien es una plantación industrial más que un bosque, el trayecto por el Monte Areo, al adentrarse en estas umbrías, será una agradable y amena caminata antes de los paisajes industriales del valle de Tamón, al oeste de Carreño, y de Trasona, en Corvera, antesala de Avilés



Se perciben bien los trabajos de ensanche y adecuación de esta verdadera pista forestal que es el Camino. No sabemos qué trechos pueden formar parte del trayecto original o son producto de los trabajos de concentración parcelaria aquí efectuados



Salimos a otro claro entre ocalitales, muy cerca ya de San Pablo


A nuestra izquierda hay varias fincas, al norte del lugar conocido como El Cantu'l Mediu, al sur de la aldea de San Pablo, cuyas casas veremos un poco más adelante


En esta primera finca un pastor eléctrico señala que es prado de diente y guadaña, es decir, de pasto y siega; en la siguiente hay varios frutales y una caseta


Otro charco, lo llanísimo del terreno favorece que se acumule el agua de las lluvias o la que brota de algunos manantiales


Las calas se reflejan bellamente en el agua



Sendero paralelo abierto y trillado por si no queremos mojarnos las botas...



Belleza natural y floral, ofrenda que nos da la naturaleza en el Camino



A la izquierda, uno de los accesos a las fincas



Un seto cultivado cierra estas parcelas. El Camino sigue recto y en llano con la floresta a un lado y la foresta al otro


Ocalitos, hierbas y helechos, con el cierre artesano, hecho de palos, de otra finca, esta a la derecha. Gran parte de estas plantaciones están en terrenos municipales del concejo de Carreño y la madera es subastada periódicamente a particulares interesados como fuente de ingresos para el Ayuntamiento, atendamos a esta noticia al respecto, de La Nueva España del 31-5-2016, firmada por Illán García:
"Ayuntamiento adjudicó ayer la tala y posterior venta de eucaliptos ubicados en terrenos municipales en el monte Areo tras una subasta pública. "Estos montes municipales no habían sido destinados a la producción de madera explícitamente. Comprobamos que había eucaliptos nacidos de forma natural por germinación de semillas de otros montes próximos, y al no estar plantados alineadamente también contaban con zonas de rastrojos entre sus árboles que aconsejaban una limpieza como medida de prevención de futuros incendios", explicó Manuel Noceda, concejal de Medio Rural (PSOE). 
Finalmente, la empresa Madera Vallina, S. L., de Quintueles (Villaviciosa) resultó adjudicataria tras poner encima de la mesa 34.185 euros más otros 7.178 de IVA para la subasta. El plazo de ejecución de dicho aprovechamiento tras la formalización del contrato comenzará en el mes de septiembre. 
"La venta de madera es una forma más de obtener recursos para el Ayuntamiento. Para una administración local también puede suponer la posibilidad de generar unos ingresos que posteriormente se puedan dedicar para invertir en obras para el concejo", concluyó el concejal de Medio Rural."

No obstante y dado el interés histórico, paisajístico y ambiental del monte, también se propuso en su momento recuperar estas fincas para repoblarlas de árboles autóctonos, Como ejemplo, esta noticia de El Comercio del 13 de junio de 2017:
"El presidente de Foro en Carreño, Juan Bautista Jamart, mostró ayer su satisfacción porque el ayuntamiento haya decidido talar los eucaliptos del Monte Areo, pero considera que «ahora se debería replantar con árboles autóctonos». El dinero que se consiga se destinará a la reparación de viales y Jamart indicó que «esperemos que esto no implique que hasta una nueva tala los caminos estén sin atender». Foro cree que especies autóctonas darían una mejor imagen a los monumentos megalíticos."

Aquí enlazamos con otra pista, que atraviesa el Monte Areo de este a oeste, entre Guimarán y Pavierna, por la que iremos a la derecha, en dirección a San Pablo, si bien no llegaremos a lo que es propiamente esta aldea, sino que tomaremos antes un atajo


El atajo lo encontramos justo de frente a este nuestro camino, como si fuese su continuidad, como realmente lo es


Cruzamos así justo por aquí y siguiendo en recto cruzamos la pista al otro lado


Fijémonos en el mojón a la izquierda, el que nos manda tomar el atajo...


Estemos atentos, pues puede quedarse oculto por las calas, las hierbas altas, la vegetación o la misma umbría en este rincón


Este atajo es un sendero más estrecho que la pista pero está bien pisado y se pasa bien por él


Es una preciosa y encantadora caleya asturiana que prosigue entre las fincas que hay al sur de las casas de San Pablo


Otro poste señalizador con símbolos de otras rutas


El camino se estrecha, encajándose entre los setos silvestres que lo separan de los prados contiguos



Ante nosotros, los prados de San Pablo, ¿Cómo sería el Monte Areo y la Rasa de Peñes antes de la presencia de aquellos primeros campesinos neolíticos?, una tierra de cazadores-recolectores paleolíticos en terrenos mucho más silvestres y sin roturar, tal vez en muchos casos selváticos, pero dejemos que nos lo explique de Blas Cortina:
"Las tierras litorales regidas por el Cabo de Peñas habían conocido ya la presencia de pobladores humanos en tiempos relativamente antiguos: durante el Paleolítico Inferior si nos guiamos, no como ejemplo exclusivo, por las industrias de piedra de calificación achelense halladas en la ensenada de Bañugues. Testimonios de esa naturaleza deben remontarse, aún con más tímida estimación cronológica, a más de cien mil años atrás. Ya de etapas posteriores, en los milenios postreros de la última glaciación, la existencia de grupos de sapiens sapiens fue detectada en la Cueva Oscura, en Perán, no lejos de las poblaciones ribereñas de Perlora y Candás. De aquél asentamiento humano excepcional sólo restan hoy el recuerdo bibliográfico y algunos utensilios de hueso y piedra, salvados estos últimos in extremis cuando las canteras de ENSIDESA avanzaban para atender la creciente demanda de roca calcárea, imprescindible para satisfacer la voracidad técnica de aquella macroempresa siderúrgica.

De fases históricas más recientes, llamémoslas epipaleolíticas tardías o mesolíticas, percibimos el débil eco transportado por algunas industrias líticas, descubiertas episódicamente en el contacto con playas y acantilados. El instrumento característico de tales tiempos suele ser el llamado "pico asturiense", generalmente vinculado a una intensa actividad de recolección de los moluscos adheridos a las rocas batidas por el mar (las lapas en particular). Es ésta la imagen difusa de las últimas sociedades cuya supervivencia dependía en buena medida de la habilidad cinegética y pescadora, aunque la seguridad en el alimento proviniera básicamente de una intensa recolección de alimentos vegetales, Otorguémosles a estas gentes de la tradición paleolítica más tardía un tiempo que, genéricamente, cubrió los milenios que median entre el VIII y el V, obviamente, antes de nuestra era."

Tras el asturiense llega el Neolítico, las sociedades recolectoras y cazadoras-pescadoras dan paso al campesinado que domina las técnicas agrícolas, ganaderas y metalúrgicas en las que el bronce, aleación de cobre y estaño, será el metal de sus herramientas; el precio, "ganarse el pan con el sudor de tu frente", como resumirían los textos bíblicos; por lo tanto, asistiríamos a la primera humanización del paisaje natural, los intricando bosques y las selvas pasarían a ser campos agrícolas y pastoriles, como sería el caso de estos del Monte Areo


Es muy posible que, coincidiendo con todo ello, y de la misma manera que se hacen los túmulos como monumentos funerarios, símbolos de pertenencia a un territorio, con todas sus connotaciones sacras, se trazasen así mismo los primeros caminos propiamente dichos, como este por el que andamos nosotros


Camino que, dependiendo de la época o año que vengamos, si lo han limpiado, acondicionado o no, será más o menos ancho pero, en principio, siempre se pasará bien por él


Entre los 5.000 años de los asturienses y la llegada del Neolítico y las poblaciones de finales de la Edad del Bronce hay un profundo salto, como dice de Blas Cortina:
"En síntesis, entre el universo de los paleolíticos-mesolíticos y el de las gentes de las Edades del Bronce y del Hierro, se abría todo un vacío. Una oquedad extraordinaria porque en los siglos que llenaron el tránsito entre el V milenio y los fines del II hasta ahora desconocidos, hubo de transcurrir la época civilizadora: la convulsión, dramatizando los términos, que determinó el cierre del dominio exclusivo de la vida de caza y recolección para que se fuera adoptando, progresivamente, el modelo histórico de la vida campesina."

Tras el triunfo del mundo agrícola y ganadero sobre el cazador-recolector ya no había marcha atrás, las sociedades humanas seguirían evolucionando con esta función como base de su sociedad y cadena alimenticia y llegarán castros, villae y aldeas, como esta de San Pablo algunas de cuyas casas vemos desde aquí. Se mejorarán los caminos y las técnicas, se dominará un nuevo metal, el Hierro y llegarán nuevos pobladores que se asentarán en poblados fortificados


El Imperio Romano absorberá por conquista gran parte del orbe conocido y a su caída la base agrícola y ganadera, de asentamiento y dominio del territorio, seguirán siendo vitales para el mantenimiento de las sociedades y agrupaciones humanas, que habrán de regularse y protegerse, a veces con vínculos de vasallaje, el feudal y similares


Aquí, la vieja y siglos ha desaparecida Torre de San Pablo, que dominaba la aldea y el Camino, era todo un emblema de aquellos episodios históricos, al igual que la capilla, parte de la cual fue llevada, monte abajo, para construir la de los Remedios de Guimarán, patrona del concejo de Carreño y vinculada al Camino de Santiago que, no obstante, no hace pasar su trazado oficial por ahí, sino que continúa por este monte hacia El Valle, también en Carreño, pese al titular La capilla de Guimarán será santuario en la ruta jacobea que el periodista Pepe G. Pumarino le ponía a esta noticia de El Comercio del 20-0-2014:
"La pequeña ermita de Guimarán dedicada a Nuestra Señora de los Remedios, patrona de Carreño, pasará a formar parte de los santuarios asturianos de la ruta jacobea. El edificio religioso, que data del siglo XVII, estrenará el domingo su catalogación como santuario diocesano 55 años después de la coronación canónica de su Virgen, en virtud de la bula pontificia rubricada en Castelgandolfo por el cardenal Tardini el 24 de septiembre de 1959. Ahora y fruto de un intenso trabajo de su cofradía religiosa, la capilla de Los Remedios -que fue fundada de patronato en 1620 por el entonces sacerdote natural de la parroquia de Guimarán, Juan González León- ha logrado esta importante distinción del Arzobispado de Oviedo. La tramitación ha durado un año. 
Aquel humilde cura fue el que continuó con la práctica religiosa tras la decadencia que sufrió la capilla dedicada a San Pablo en el Monte Areo. Con el paso del tiempo, la coronación de la Virgen campesina y marinera se convirtió en el acto religioso más importante de la historia del concejo. En esta ceremonia se estrenó su himno con letra del que fue cronista oficial de Carreño, Marino Busto, con música del Maestro Antuña. Según la cofradía, de la magnitud de esta celebración da idea que solo existen dos Vírgenes coronadas en Asturias: la de Covadonga, en 1918, y la de Guimarán. A lo largo de su historia se suman por cientos los personas que acuden a este templo devotos de Nuestra Señora de los Remedios. Dentro de la celebración que tendrá lugar el domingo, destaca la ofrenda de ramu que forma parte de una tradición con profundo arraigo en muchos pueblos de la región. Los motivos de la ofrenda son muy diversos, como pueden ser la curación de enfermos, y hasta la obtención de una buena cosecha. 
Con motivo de esta catalogación religiosa como santuario diocesano, el Ayuntamiento de Carreño desarrollará un programa de promoción turística del Camino del Norte de Santiago. En él participarán los centros de iniciativa rural de Pervera, Albandi y del Monte Areo, por estar dentro de la ruta jacobea que discurre por el concejo."

San Pablo pertenece a la parroquia de Guimarán o Quimarán y en la actualidad está formado por las quintanas de Casa Azucena, Casa Regueral, Casa Pepe Juaca y Casa María Luisa, pero en sus tiempos fue un importante hito caminero, con torre y capilla, en el Camín Real, puesto de acogida, pero también de control de paso y tránsito, por estas ancestrales veredas camineras


Veredas camineras por las que también caminamos nosotros, entre zarzales, helechos y ocalitos

Sin embargo y aunque estamos hablando mucho de túmulos, lo cierto es que aún no hemos visto ninguno, circunstancia que vamos a solucionar prontamente


El sendero sube ligeramente y llega al camino de entrada a una parcela cerrada por un seto vegetal


Enlazamos con él y continuamos de frente, saliendo a los prados de Les Güelgues de San Pablo


Aquí, en otro cruce, tenemos el mojón indicador del Camino de Santiago


En él, la flecha nos indica continuar a la derecha, que es por donde sigue el Camino de Santiago


Pero si lo deseamos, podremos dejar momentáneamente el Camino para dirigirnos a ver esos túmulos, una visita digna de tener en cuenta:

UN DESVÍO: VISITA AL CAMPO DE TÚMULOS DE LES GÜELGUES DE SAN PABLO


Bien sabemos y de sobra que los peregrinos no pueden estar deteniéndose a cada momento a verlo todo y conocer hasta el último rincón, pero dado que estamos en el monte de las aras y su historia caminera arranca en la prehistoria misma, con los constructores de túmulos y dólmenes que transformaron el paisaje selvático en campesino, proponemos, para aquellos peregrinos deseosos de conocer del tema y apasionados por la intrahistoria de los lugares que atraviesan, este corto desvío antes de retomar el Camino en este mismo lugar, al menos si están bien de tiempo y fuerzas


La pista que comunica con la necrópolis megalítica, muy ancha, fue evidentemente ampliada tal y como revela esta su caja viaria. El yacimiento está a unos 200 y pico metros del Camino de Santiago y no tiene pérdida


A la izquierda, entre los eucaliptos, hay otra necrópolis, de la que vamos a hablar pero no a visitar para evitar meternos entre zarzas, helechos y que tal vez tampoco la encontremos entre la vegetación


Son los túmulos M.A. II y M.A. III tal y como reza la placa indicadora de este poste


Unos metros más allá están los de Les Güelgues de San Pablo, donde se concentran los de una de las áreas excavadas, mejor estudiadas y dejadas bien a la vista, del monte, por lo que optamos por concentrar tiempo y energías en dirigirnos a allí


En esten caso, y entre las diferentes acepciones de la palabra güelga, aquí habría de prevalecer sin duda la referida a lugares húmedos y acuosos, dado que estas llanuras son, antes aún más, proclives a inundarse con la lluvia, formándose charcos e incluso a veces lagunas


Al oeste-suroeste un montículo, cerca de la zona conocida como Resecu, vendría a señalar uno de los lugares más prominentes del monte, cuya cota más alta son 265 metros. Al otro lado se sitúa otro área arqueológica tumular que ha sido dejada bien a la vista, la de Los Llanos o El Cierru los Llanos, si bien ya más alejada del Camino


También más allá de ese promontorio, sobre la parroquia gijonesa de Serín, se encuentra El Castru que, como su nombre indica, es un yacimiento castreño, pendiente de excavación y plantado de eucaliptos, no muy grande pero sí con un profundo foso que completaría la defensa natural que ofrece el saliente sobre el que está emplazado sobre el monte y da vista al valle del río Aboño


 El Castru de Serín, construido por las culturas de la Edad del Hierro, es 2.000 ó 3.000 años posterior a los túmulos, pero nos demuestra la pervivencia del uso del monte, no solo como hábitat sagrado y pastoril, sino como de paso, acceso y control del territorio a lo largo de los milenios, como luego lo fue la torre o Torrexón de San Pablo en la Edad Media


No tomemos ningún otro desvío, vayamos siempre por esta la pista principal, nuestros túmulos se encuentran un poco más adelante, donde aquellas matas de arbustos a la derecha del camino


En un principio, salvo dichos arbustos, que se nota fueron plantados para delimitar el área, nada parece delatar la presencia allí de los túmulos pero, según nos acerquemos, empezaremos a reconocer señales


Aquí a la derecha de la pista, por ejemplo, una especie de meseta es una de las placas indicadoras del primer túmulo que vamos a ver en Les Güelgues de San Pablo


Realmente, si no es por las placas explicativas, muy posiblemente la necrópolis megalítica fuese pasada por alto y pasase desapercibida, veríamos como mucho unos pequeños montículos que nos parecerían parte de la orografía natural del terreno. Si a esto añadimos que la hierba puede estar alta la posibilidad de no reconocerlos aumenta


Únicamente, en este caso, el del túmulo del Monte Areo VI, el mejor de todos los conservados en este lugar, de unos veinte metros de diámetro, se ha dejado una abertura a la vista, visible desde el camino, que sí nos llamaría la atención, pues se puede ver el interior de la inhumación, el dolmen o cámara funeraria, que describe de esta manera de Blas Cortina:
"... una loma edificada por el hombre con la alternancia de sedimentos y de capas de pesadas piedras, recubriendo y ocultando la cámara mortuoria en la que tuvieron lugar los misterios de la metamorfosis de los cuerpos en ella depositados.

El túmulo oculta la tumba, aparentemente disimulando, negando, la muerte; pero, en realidad, lo que hace es proclamar la trascendencia de lo que allí ocurre, denunciando la particularidad de un espacio consagrado a la muerte y al mantenimiento de la tradición."

Estas fotos, de finales del invierno y con la hierba recién segada, es posible que nos de una mejor idea de la estructura exterior del túmulo (así como de otro que tenemos más atrás): un abombamiento del terreno de singular estructura, cuya forma haría que fuesen llamados secularmente mámulas, mámoas, etc, por los primeros investigadores. En la introducción de la guía Dólmenes del Monte Areo, del Ayuntamiento de Carreño, se nos dice lo siguiente:
"Hace miles de años, a los primitivos pobladores de nuestras tierras les inquietaban los mismos miedos que a nosotros. Su mundo poco tenía que ver con nuestra tecnológica realidad pero, al igual que el hombre moderno, también ellos buscaban a tientas resolver aquello que nunca encuentra respuesta. 
La muerte representa la gran incógnita y los hombres de cada época siempre la han envuelto con sus particulares rituales y escenarios. Los ritos funerarios que rodean el tránsito de la vida a la muerte, y los decorados que acompañan al difunto, nos pueden hablar –desde la distancia abismal de los milenios– de las primitivas comunidades de pastores y agricultores que habitaban entonces esta tierra. 
Así ocurre aquí, en el Areo, pues aunque hace mucho tiempo que se ha borrado la memoria de aquellas gentes, perduran los vestigios de las construcciones que entonces erigieron a sus muertos y que, contradictoriamente, representan la única baliza de vida que en el océano del tiempo pasado nos recuerda que alguna vez compartieron con nosotros aquello que nos define a todos como humanos."

Este túmulo M.A. VI fue dejado, dado su magnífico estado con su dolmen o cámara funeraria a la vista, formada por grandes piedras, que es lo que significa megalito, textualmente una piedra grande pues son estas grandes piedras desgajadas de canteras próximas el testimonio más abundante de aquellas enigmáticas culturas y es evidente que todo el Monte Areo estaba lleno de estas estructuras funerarias que, como verdaderas cámaras del tiempo, transmitieron la memoria de tan pretéritas civilizaciones:
"El túmulo VI, conocido como Dolmen de San Pablo, es el mejor ejemplo de estructura simple que, por las características de la cámara sepulcral, también recibe el nombre de cofre megalítico. 

El proyecto arquitectónico de los pobladores prehistóricos consistió en levantar una loma artificial, ubicando en el centro la cámara funeraria; en este caso, cerrada por todos los lados. Este formato es un indicador del corto periodo de tiempo en el que se depositaron cadáveres en su interior, pues sólo era posible mediante el desplazamiento lateral de la pesada lastra que la techaba.

Para dar solidez a la construcción en su conjunto, el cofre fue envuelto lateralmente por plaquetas de piedra dispuestas en paralelo alrededor de las paredes de la tumba, continuando con capas de sedimento en alternancia con otras capas de piedra. 
Pese a la robustez de todo el conjunto funerario, este túmulo tampoco se libró del saqueo y del expolio, una práctica que, afortunadamente, no tuvo como objetivo los útiles prehistóricos que formaban parte de ajuares funerarios. Las excavaciones sacaron a la luz raspadores y una pequeña azuela de hoja cuidadosamente pulimentada en una roca de alto aprecio en las culturas neolíticas, la fibrolita."

Miguel Ángel de Blas Cortina dice por su parte que en 1991, cuando se eliminó la maleza que lo recubría, apareció al descubierto un pequeño orificio en la parte superior del túmulo que "parecía la simple boca de una madriguera", si bien resultó que conducía al interior de la cámara dolménica, perfectamente conservada:
"El área despejada de vegetación permite la imagen completa del túmulo construido por las gentes neolíticas de la región de Peñas. La estructura ordenada de esa pequeña loma artificial pone de manifiesto la trascendencia del hecho de construir un volumen propio por los prehistóricos. Nada es frito del azar: el proyecto arquitectónico recrea la loma artificial y el submundo, en el centro, de la cámara sepulcral."

De Blas incide en que este es "Sin duda el túmulo mejor conservado de todos los que integran la estación prehistórica", constituyendo un claro ejemplo de un auténtico "dolmen simple" o "cofre megalítico", a lo que añade:
"La cámara sepulcral se ofrece, en efecto, como un gran cajón formado por gruesas lastras de cuarcita, con una única tapa en la misma roca.

Una vez construida la cámara fue envuelta lateralmente por una masa ordenada de bloques de piedra. Las fases subsiguientes atendieron al recubrimiento de la tumba con potentes capas de sedimento, alternadas y fortalecidas por otras capas, asentadas, de piedras de buen tamaño. El túmulo así construido quedaba delimitado perimetralmente por un anillo también de bloques. Su sólida construcción favoreció la perennidad del monumento, pese a la contingencia inevitable de los saqueos y a las rebuscas en la cámara y en su entorno.

Como en el resto del monte, el tiempo, la intervención humana a lo largo de los siglos y la acidez de los suelos, impidieron la llegada hasta hoy de toda muestra, aunque mínima, de los restos esqueléticos inhumados. La propia estructura del túmulo plantea la duda de su el sepulcro conoció un uso prolongado, lo que significaría el laborioso levantamiento de su pesada tapa y el desmantelamiento, primero, y la imprescindible reconstrucción de la cumbre del montículo, una vez efectuado cada nuevo entierro. Es probable, por el contrario, que se utilizara únicamente antes de que el túmulo lo soterrara de forma definitiva."


Es sin duda una gran maravilla hallar este dolmen tan intacto, a los buscadores de tesoros habríamos de añadir que, en no pocas ocasiones, estas piedras fueron reutilizadas para todo tipo de fines, algunos sagrados como aras de altares, dada su trascendencia mágico-religiosa, y otros más comunes como arreglo de caminos, muries de cierre de finas, casas, cuadras, cabañas, etc.


Los buscadores de tesoros o ayalgueros constituyeron un verdadero oficio que prácticamente ha llegado a nuestros días. Había incluso gacetillas que, cual mapas del tesoro, informaban de donde hallarlos. En muchos casos se trataba de ofrendas reales o de tesorillos guardados en tiempos de inestabilidad en cualquier recoveco del terreno



Otras veces circulaban leyendas como la de los bolos de oro o la de la pita y los pitinos de oro (gallina y polluelos), les xanes o ninfas de las aguas guardianes de encantos y riquezas y, por supuesto, los túneles y puertas abiertos a otros mundos o, como diríamos actualmente, dimensiones.


No falta en esas leyendas la tan común en los campos de túmulos referida a la "pita y los pitinos de oro", relacionada sin duda con las ofrendas, a veces objetos de bronce, que sería lo primero que se robaría, cuya forma, posiblemente hachas votivas, y brillo dorado daría pábulo a la leyenda del oro en forma de estas aves o de "bolos y boleras"


El ansia por descubrir los tesoros ocultos en estos parajes darían lugar al famoso dicho "Monte Areo Monte Arolo, tierra rico y xente bobo" y similares (Monte Areo, Monte Arola, tierra rica y xente boba) que hacían hincapié en la supuesta riqueza subterránea del lugar que la vecindad no era capaz de encontrar... ¿o sí?, esta es la versión legendaria que se encuentra en la citada guía Dólmenes del Areo, basada en las pesquisas del cronista Marino Busto:
"En tiempos de mucha antigüedad, al anochecer de un día de invierno apareció en la antojana de pobre casa del “Fondo” de Guimarán, una pordiosera imploraba por el amor de Dios que le diesen algo de cenar y cobijo para pasar la noche. 
El ama de la vivienda replicó a la andrajosa pedigüeña que nada podía darle, pues estaba casi tan pobre como ella. Entonces, la mendiga, mirando hacia la cumbre de la loma de San Pablo, en lo alto del Monte Areo, ensimismada y enigmática, repitió por tres veces: 
Monte Areo, monte Areola: tierra rica, xente boba. 
Intrigada, la dueña de la casa le preguntó el significado del extraordinario refrán, a lo que la pordiosera respondió: Allí, en lo alto, si se cava un poco, aparecerá un tesoro que enriquecerá a quien lo encuentre. Y, dicho esto, desapareció, perdiéndose hacia el Areo. 
La campesina se lo comunicó a su marido y esa misma noche fue a cavar al lugar indicado, hallando, al poco de iniciar la faena, una gallina de oro con doce polluelos del mismo metal, más otro fabuloso tesoro del que nunca se supo su valor." 
Asegura la tradición que en memoria del hallazgo se fundó en la iglesia de Guimarán la capilla del "Buen Suceso" por la noble familia Muñiz Carreño, y, en Candás, la Ermita de los Doce anexa al Palacio de los Muñiz. Hasta el verano de 1936, que fue destruido el altar, figuraban en su frontal pintados la gallina y los doce polluelos de oro.ç 
Esta misma leyenda tiene la siguiente variante: Monte Iroba, Monte Iroba, tierra rica y gente boba."


La ciencia histórica y arqueológica se combina aquí pues con la etnografía que estudia el acervo popular y las historias legendarias. "Nada más próximo a la idea de un gran cofre pétreo que la cámara de este megalito", recalca este gran erudito investigador:
"La cavidad sepulcral se constituía en una verdadera caja cerrada, y de difícil manipulación al quedar soterrada una vez recubierta por el potente túmulo. Tumbas de estas características plantean suficientes cuestiones de interés, entre algunas de orden no solamente práctico: ¿fueron utilizadas las cámaras como receptoras de cuerpos o restos humanos en el momento único de su construcción o admitieron, a modo de panteones,  otros entierros posteriores, prolongados incluso durante siglos? Cualquiera de las respuestas dejaría abierto aún un interrogante de orden social: ¿quienes, y a través de que mecanismos de selección eran los enterrados en casa tumba?"

Y es que "El que señalemos el papel de los dólmenes como tumbas colectivas no implica que todos los muertos de una comunidad tuvieran derecho a la protección de sus cuerpos, a resguardo de una arquitectura elaborada", advierte de Blas sobre estas monumentales inhumaciones:
"La historia de cada megalito es pues compleja: la simplicidad de nuestra exposición no debe ocultar el hecho de que cada estructura, cada relleno de piedras y sedimentos, puede responder a operaciones distintas, debidas a cada una de las etapas de empleo o, por último, a las operaciones de condena o clausura ritual de la tumba, del ámbito lúgubre en el que reina la muerte, escenario radicalmente segregado, con la culminación del montículo artificial, de aquel donde transcurre la vida cotidiana."


Si bien es posible que en algunos túmulos hubiese ofrendas valiosas, de objetos metálicos principalmente, de bronce (o plata u oro incluso, pues salvo el hierro, la metalurgia ya dominaba su elaboración) estos, recalcamos, junto con otros como piedras de azabache, cuarzo, etc., serían los más prontamente sustraídos del interior por los cacos que, sin duda, abundarían ya desde los mismos tiempos de su construcción. En la relación que de Blas Cortina hace de lo hallado en el interior lo que aparecen objetos de trabajo y de uso cotidiano:
"Los instrumentos de piedra asociados a Monte Areo VI no reflejan una fase megalítica avanzada, concordando con la antigüedad que el modelo arquitectónico del dolmen sugiere. En los aquí reunidos es manifiesta la disparidad entre el simple útil: un raspador en el extremo de una lámina fragmentada de sílex (...), o una pequeña azuela, de hoja cuidadosamente pulimentadas en una roca selecta y de alto aprecio en  las culturas neolíticas: la fibrolita. La pieza, a mitad de camimo entre el instrumento y  el objeto votivo, es el tipo de utensilio que por su tamaño reducido, y buena conservación (carece de melladuras o cualquier indicio de su uso), nos permite pensar en posibles ofrendas infantiles: acaso instrumentos-juguete (¿indicio, por tanto, de la presencia de algún niño entre los inhumados en el dolmen?)."

Un elemento interesante es el descubierto en el exterior de la cámara dolménica, al pie de uno de sus ortostatos o bloques pétreos: se trata de una raedera o raspador, hecha de roca dura y de grano fino, que se tiene no como ofrenda votiva sino como un instrumento de trabajo que habría quedado abandonado por los constructores del megalito, sin otra función simbólica o ritual en la erección del megalito:
"Edificar una cámara, con piedras arrancadas de algún afloramiento rocoso y luego transportadas hasta el lugar elegido. Abrir zanjas para obtener grandes masas de tierra, reunir piedras y, por último, acometer un proyecto constructivo previamente proyectado, explican por qué los arqueólogos consideran a las edificaciones megalíticas (los dólmenes en la terminología más difundida) como la primera gran expresión arquitectónica en la historia del occidente de Europa."


La gran cantidad de mano de obra necesaria y el buscar un asentamiento perenne mostrarían un fuerte sentimiento de comunidad que habría de abarcar necesariamente la superación de las organizaciones meramente familiares y abarcar otras más grandes suprafamiliares, así como la identificación de las mismas con un espacio territorial concreto; leemos en Dólmenes del Monte Areo:
"Gestores del territorio y también de recursos humanos, pues la construcción de las grandes tumbas requiere de un esfuerzo colectivo que, dependiendo del tamaño y de la complejidad arquitectónica, exigirá la reunión de grupos que habitan a lo largo de un extenso territorio. 

Para la construcción de las cámaras sepulcrales (dólmenes de Los Llanos o San Pablo) se utilizaban grandes bloques de piedra extraídos de las canteras de cuarcita que afloran en la vertiente norte del Areo. Conseguir el material era tan complicado y difícil como su talla y posterior traslado. Para romper la roca se introducían cuñas de madera, se prendía fuego para recalentarla y se procedía al súbito enfriamiento con agua. Los bloques desprendidos se tallaban y luego se transportaban hasta el espacio destinado a la construcción. Finalmente, la suma de fuerzas y la manipulación inteligente de las imponentes estructuras con troncos, palancas y cuerdas, permitía levantar verticalmente las paredes laterales (ortostatos) y superponer la gran laja horizontal que techaba la edificación megalítica. 

Se trataba, pues, de un trabajo comunitario que requería de un número importante de individuos, especialmente en tareas como el transporte de las imponentes piedras (más de 1.500 Kg) que conforman el esqueleto de la edificación. 

Los 400 m que separan la cantera del espacio funerario exigían un despliegue extraordinario de fuerza y técnica, tarea en la que, se calcula, participarían entre 50 y 80 individuos. Aunque nos fijemos especialmente en las tareas que podemos considerar de proeza y difícilmente explicables desde el prisma de una sociedad tecnológicamente avanzada como la nuestra, tampoco hemos de olvidar las múltiples actividades vinculadas al hecho de crear un espacio monumental y perdurable. Podemos citar, además del acopio y talla de piedra, la fabricación de cuerdas e instrumentos de tiro, apertura de caminos, e, incluso, la propia intendencia para alimentar y dar cobijo a un grupo tan numeroso de personas."

Un concepto, el de grandes grupos humanos unidos por lazos familiares pero también por proximidad y pertenencia a un lugar determinado, que sin duda sería anterior pero que se afianzaría definitivamente en las comunidades campesinas megalíticas que hubieron de unir el esfuerzo de muchas gentes durante mucho tiempo para hacerlas, desviándolos de otros trabajos y ocupaciones, toda una epopeya constructora cuya funcionalidad nos resume Miguel Ángel de Blas:
"Para mayor aislamiento, la cámara de Monte Areo VI fue pronto envuelta por una masa de plaquetas de piedra, dispuestas en paralelo sobre los ortostatos, cierre que anulaba cualquier acceso lateral al interior, una vez edificado aquel recinto mortuorio"

Seguidamente, la posterior construcción del túmulo haría de la cámara funeraria propiamente dicha un recinto subterráneo, "oquedad artificial soterrada y distante de la luz y el aire", dice Miguel Ángel de Blas, "cuyas diferentes partes pueden corresponder también a episodios separados temporalmente", dentro de una labor constructiva de trascendencia a la vez ritual y utilitaria:
"Una de las cuestiones que se plantean es durante cuanto tiempo es accesible la cámara para el depósito de cadáveres u otros despojos fúnebres humanos. Acaso en una primera etapa, pudiera hallarse la cámara a la vista, útil, por tanto, a su empleo sepulcral tras el desplazamiento lateral de la pesada lastra cuarcítica que la techa"

La edificación del túmulo limita el uso de la cámara, ocultándola en su interior, cerrando el ciclo estrictamente funerario y se llega al de la permanencia de la memoria del lugar "en el que reposan para siempre las cenizas de los muertos". Así, de una etapa de "exposición del lugar de la muerte, se pasaría de este modo al monumento conmemorativo, en el que las manifestaciones materiales de la muerte (los cuerpos en putrefacción o los esqueletos) permanecerían apartados para siempre de la curiosidad y también a resguardo de la manipulación humana o de los animales carroñeros."


Las placas con textos explicativos, fotografías y gráficos nos ayudan a una mejor comprensión del significado e historia de esta necrópolis, así como su recuperación en las campañas arqueológicas de Miguel Ángel de Blas Cortina. Citamos de nuevo al estudio-guía Dólmenes del Monte Areo del Ayuntamiento de Carreño:
"El uso funerario y ceremonial del monte perduró hasta entrado el III milenio. Se trata, pues, de arquitecturas arcaicas que preceden a otras con una complejidad contractiva incomparable: los dólmenes. 

Las siete campañas de excavación desarrolladas por el Departamento de Prehistoria de la Universidad de Oviedo entre 1991-97 permitieron localizar 30 de esos viejos monumentos. Su datación, características constructivas y objetos encontrados en su interior, aportan una información fundamental en el conocimiento de las gentes neolíticas que poblaron un amplio sector del litoral Cantábrico."

La excavación de este túmulo de Monte Areo VI; nos percatamos de la diferencia de tamaño entre la cámara funeraria, relativamente pequeña, y el gran espacio acondicionado sobre ella y a su alrededor como gran túmulo. Las primeras sociedades neolíticas pues, no son transformaban el paisaje ganando terrenos al bosque para la agricultura y la ganadería, sino también para la construcción de estos monumentos, de los que el monte parece haber estado lleno de parte a parte, será entonces, "con las nuevas condiciones vitales, cuando las tumbas se erijan en la garantía más neta de los vínculos entre una sociedad y su territorio", afirma de Blas, "pero para ello la tumba no podrá ser anónima; por el contrario, debe ser realzada, denunciada su presencia por la erección sobre la misma de un volumen acusado e inconfundible: el túmulo."


Dibujo del corte transversal de un túmulo, con su estructura de piedras y tierras. En tiempos, como hemos dicho, y hasta épocas históricamente recientes, hasta tiros de bueyes se emplearon para arrastrar las grandes estructuras que constituían la tapa de las cámaras sepulcrales de los túmulos, ya mencionados en sus escritos por el historiador candasín (de Candás, capital de este concejo de Carreño) Carlos González Posada en 1792....
"Hai asimismo en medio de sus llanuras todavía muchas Mammulas o Tetones que desechos manifestarían otros sepulcros

Desde aquellos ilustrados del Siglo de las Luces como Jovellanos y Martínez Marina hasta investigadores más contemporáneos como Marino Busto tuvieron desde siempre especial atracción por estos mágicos lugares excavados con criterios científicos en los años 90 por un equipo de arqueólogos dirigidos por Miguel Ángel de Blas Cortina luego de la concentración parcelaria efectuada en este monte; era "el resurgir del monte mágico" como escriben en Dólmenes del Monte Areo:
Siglos y siglos de silencio sólo perturbado por la esporádica acción devastadora de cazadores de tesoros guiados por las leyendas que se referían al Monte Areo como un lugar mágico, cuna de tesoros. Las campañas arqueológicas emprendidas por el Departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Oviedo entre los años 1991-97, bajo la dirección de Miguel Ángel de Blas Cortina, sacaron a la luz los auténticos tesoros del Areo: campos de dólmenes diseminados a lo largo de la elevada planicie, un lugar destinado "al culto a la muerte" que, por su propia configuración constructiva, evidencia la importancia trascendental que "la otra vida y el más allá" tenía para nuestros antepasados."


Aunque no nos traigamos una guía específica, estos textos nos han de dar la explicación pertinente de todo lo que estamos viendo y de su significado



Dejamos ahora el realmente espectacular túmulo M.A. VI y nos acercamos a ver otros que, aunque no con su cámara dolménica o funeraria al descubierto, merecen nuestra atención


No hay en sí mismo un camino específico sino que nos guiaremos por los abombamientos del terreno, no siempre demasiado visibles si la hierba está alta, y por los senderos pisados en la misma de visitantes anteriores


En el prado, algún banco de madera nos ofrece solaz y reposo en este lugar lleno de historia y encanto y, también de paisaje, modelado desde hace ya unos cuantos milenios por obra humana:
"Han pasado siete mil años desde que nuestros antepasados dejaran en este lugar los primeros vestigios de su periplo vital. Por eso, la decisión de visitar los campos de dólmenes del Areo nos transporta a un mundo que, al margen de avances científicos y tecnológicos, nunca dejará de sorprendernos."

Desde aquí nos dirigimos a los túmulos Monte Areo IV y Monte Areo V, que tenemos enfrente, al otro lado de la finca. Nos dejamos llevar y guiar por lo escrito en Dólmenes del Areo...
"Haciéndose eco de las leyendas y también de apuntes historiográficos, el ilustrado candasín Carlos González Posada localizaba, en 1801, lo que consideró "posibles sepulcros" en el Monte Areo. Esta información no tuvo ninguna trascendencia hasta que, en 1984, casi dos siglos después, se inició una labor de indagación sobre el terreno. 
Los primeros indicios pusieron de manifiesto el interés arqueológico del lugar. En consecuencia, la Universidad de Oviedo y el Ayuntamiento de Carreño emprendieron una intervención científica y rigurosa que se prolongaría durante siete campañas arqueológicas y propiciaría el desarrollo de un producto turístico-cultural en torno a las construcciones megalíticas del Monte Areo."

Como antes, sin duda los reconoceremos algo mejor en esta foto de finales del invierno, con los arbustos sin hojas y la hierba bien segada. También se ven mejor los círculos de postes que los delimitan, símbolo y emblema de toda una era fundamental de la historia de la Humanidad, el Neolítico:
"El Neolítico es un tiempo de profundos cambios y la antesala de lo que convendríamos en denominar civilización. Atrás queda el nomadismo y la vida itinerante determinada por la búsqueda de caza y la recolección de alimentos. Hace 12.000 años que surgieron los primeros poblados, y con ellos la vida sedentaria. La agricultura y la ganadería configurarían un nuevo modelo de sociedad en el que la especialización en el desempeño de actividades acuña una división de roles que serán el germen de la jerarquía social. 

El culto a los muertos, mediante la construcción de grandes estructuras (túmulos y dólmenes), es la gran aportación constructiva que nos ha llegado de las primeras sociedades campesinas. El monumentalismo es un indicador indiscutible de sociedad organizada y de gestión del esfuerzo colectivo."

Caminando hacia ellos nos encontramos con un cuadro vegetal plantado exprofeso en este lugar...


Se trataba de un laberinto hecho con seto cultivado por las escuelas-taller que acondicionaron este espacio tras las campañas arqueológicas para que pudiera ser visitado. Así lucía hace años en todo su esplendor en medio de Les Güelgues de San Pablo


A su izquierda está el túmulo catalogado y registrado como M.A. (Monte Areo) V y algo más allá y casi tapado el M.A. IV:
"La dispersión de los monumentos funerarios, los diferentes grados de conservación y la localización de una parte de los mismos en terrenos de propiedad privada, exigió el diseño de un Plan Director de Intervención con el objetivo de conservar y poner en valor las riquezas constructivas del Neolítico. (...)

En cada una de ellas se localizan distintas tipologías constructivas (túmulos y dólmenes) con diferente grado de conservación. Para facilitar el acceso, visita y desplazamiento por la amplia planicie del Areo, el Ayuntamiento de Carreño acondicionó y urbanizó el entorno de estos espacios arqueológicos, incorporando soportes informativos específicos para cada construcción."

Incluso señalizados cuesta reconocerlos, pues realmente vemos dos montículos, en el trabajo Un infrecuente objeto de madera en el Túmulo Neolítico Monte Areo XII (Carreño, Spain):estudio arqueológico, anatómico y taxonómico, si bien no referido a este túmulo sino al M.A. XII, en el cercano área de El Llanu, Miguel Ángel de Blas Cortina, junto con  Mª Isabel Gutiérrez Varillas y Tomás E. González (Universidad de Oviedo), manifiestan la hipótesis que antes mismo de los túmulos, o al menos que antes que alguno de ellos, ya hubiese un espacio sacro predeterminado anterior, una especie de casa de los muertos, hecha tal vez de madera, a tenor de lo hallado en el citado túmulo


Como hemos dicho, nos guiamos por las placas instaladas y la hierba pisada, a la izquierda está Monte Areo V, relativamente bien conservado en su forma 


Pero primeramente no queremos olvidarnos de Monte Areo IV, al que también queremos acercarnos y visitar: es el peor conservado de los tres de Les Güelgues de San Pablo, al haber quedado prácticamente arrasado


El sendero pisado en la hierba pasa sobre él. Aquí tenemos su pequeño poste y su correspondiente placa indicadora


Gracias a ello podemos percatarnos de su existencia



Subimos hasta lo alto de su pequeño, diminuto promontorio, para otear el paisaje


Y es que en esta llanura, a poco que te eleves sobre el terreno, puedes tener un amplio campo visual, ver, y a la vez ser visto, como es seguro que pretenderían los constructores de estos monumentos megalíticos


Volvemos sobre nuestros pasos y pasamos a conocer a Monte Areo V (a nuestra derecha), viendo al fondo a Monte Areo VI, de donde venimos...


El túmulo Monte Areo V, también de unos 20 m de diámetro, como Monte Areo VI, es especialmente enigmático, como lo son muchos que no guardan, vayamos a saber el motivo, la estructura digamos "clásica" que se les presupone. Por ejemplo, se sabe que se hizo con arena y que nunca tuvo estructura dolménica interior. Sin embargo se hallaron diversos objetos y ofrendas y se ha descubierto que en su interior hubo un muro de piedra,  postes de madera y se prendieron hogueras. Asimismo es posiblemente el más antiguo del conjunto; leemos en Dólmenes del Areo lo siguiente:
"Fue erigido en los últimos años del V milenio o comienzos del IV antes de Cristo, por tanto, es uno de los más antiguos vestigios de esta necrópolis. La curiosidad de este enclave funerario viene determinada por un muro de piedra, inclinado, muy próximo a la zona central del túmulo. "En el borde exterior de ese raro muro se hallaba una gran hoguera, en cuyo centro probablemente se irguió un poste de madera u otro material combustible". En este lugar se hallaron diversos instrumentos (útiles de piedra tallada o alguna pieza pulimentada) lo que viene a confirmar que se realizaron ofrendas, igual que en los dólmenes. 

El director de las excavaciones, Miguel Ángel de Blas, indica que "tal vez sea el lugar en el que se inhumaron cadáveres sólo recubiertos de tierra, envuelto, todo ello, por último, por el túmulo".

En su libro, efectivamente, Miguel Ángel de Blas confirma esta misteriosa estructura y explica todo lo encontrado en las excavaciones arqueológicas:
"Las excavaciones pusieron de manifiesto una arquitectura extraña. El túmulo con su planta circular, de unos 20 metros de diámetro, estaba compuesto, casi en exclusiva, por la acumulación de arenas silícicas extraídas de sus inmediaciones.

Nunca dispuso de una cámara de tipo dolménico o de un espacio interior singularizado. Sin embargo, cerca de su zona central, mirando hacia el S.SE, se levantaba una especie de paramento inclinado, adoptando una forma similar a la de una cascada de bloques de piedra. En el borde exterior de ese raro muro se hallaba una gran hoguera, en cuyo centro probablemente se irguió un poste de madera u otro material combustible. Los hallazgos instrumentales: útiles de piedra tallada o alguna pieza pulimentada, confirman que el túmulo conoció ofrendas similares a las que acompañan a los dólmenes clásicos."


No descarta este gran historiador que estemos ante un monumento meramente simbólico, acaso donde únicamente se inhumaron cadáveres recubiertos de tierra, envuelto todo ello seguidamente por el túmulo. Analizados los materiales de la hoguera se descubre que fue construido en época muy temprana, entre los últimos siglos del V milenio o comienzos del IV antes de Cristo


En cuanto al utillaje localizado en él, este parece llevarnos también a tiempos antiguos dentro de la cultura de los túmulos, esta es la relación de Miguel A. de Blas:
"Alguna tosca punta, un gran raspador, el útil por excelencia para el trabajo de las pieles, una lámina-cuchillo, o un buril, son artículos alusivos a la vida cotidiana: útiles de trabajo y resistencia. El paradero de tales objetos comunes en el lugar reservado a la muerte no deja de sugerirnos un deseo de continuidad entre la vida y el más allá desconocido; la negación, acaso, del fin biológico del individuo."

Entre estos objetos abundan unos guijarros que son uno de los instrumentos clave en este yacimiento:
"El guijarro de piedra largo y de polos aplanados es, en principio, un percutor: un instrumento sólido para la talla de otros útiles de piedra (o para triturar minerales colorantes, granos de cereales o frutos de cáscara dura...). Sin embargo su repetida presencia tal vez responda a algo más que a una finalidad productiva. Menudean en yacimientos del mesolítico atlántico (sepultura XVI de Muge, Portugal; yacimientos de Ertebolle, en Escandinavia; o grupos de canos alargados en el mesolítico irlandés), e incluso en yacimientos del litoral mediterráneo (como ocurre en los niveles de tránsito al neolítico en la cueva ligur-italiana de Arene Cándide).

Posteriormente, el hallazgo de estos guijarros cilíndricos en las construcciones megalíticas es bastante habitual, aunque casi siempre resulte inadvertido o poco valorado.

En todo caso parece probable que los útiles de trituración hayan significado, en las sociedades de agricultores-roturadores, el soporte físico de creencias o ideas hoy inaprensibles. Su localización en las tumbas tumulares bien pudiera explicarse, en acuerdo con lo señalado, también por la enigmática carga simbólica que se les atribuye."

Los varios raspadores localizados y otros objetos pétreos en forma de lámina permiten, enmangados, usos diversos y otros, como una azuelita de hoja de piedra pulida, además de ser una herramienta podría haber pasado a ser ofrenda fúnebre, dentro de la simbología de inhumar a las personas con sus enseres queridos y/o que, podría suponerse, deseasen llevarse al "más allá" con ellos. Asimismo, aparecen útiles propios del guerrero-cazador, como las armaduras para flechas y "del hombre que lucha, abriendo claros en una naturaleza poderosa de grandes bosques y todavía intacta", recalca de Blas



Y aquí tenemos la oportuna placa explicativa de este túmulo, que vamos a estudiar ahora sobre la marcha...


A la izquierda texto, a la derecha una foto de la hoguera y abajo y en medio la estructura del misterioso túmulo con la ubicación de sus partes y elementos


Además de lo que hemos explicado se apunta que, pese a que no se han conservado los huesos de los difuntos, sucesivas capas de tierra parecen revelar varias inhumaciones, lo que consistiría un primer espacio funerario cubierto luego por el túmulo


El gráfico con la forma del túmulo, la posición de la hoguera, un posible poste, el muro de piedras, la orientación y la comparación en tamaño con un ser humano


Y una foto de la hoguera, u hogar, de la base del túmulo, que también nos explica de Blas Cortina:
"Las arenas calcinadas componían una película compacta en la que solamente perduraban pequeños carbones vegetales y algunos fragmentos de ocre rojo. La existencia de fuegos rituales es frecuente en los túmulos megalíticos aunque su significado no siempre sea fácil de precisar. En el interior de las cámaras sepulcrales pudieron, por ejemplo, haber servido los fuegos para purificar un espacio dominado por los olores de la putrefacción de los cadáveres. Sin embargo, el hogar de MA V, ardiendo al aire libre, parece relacionado con el fin de una primera etapa en el uso, sea cual fuere, del raro túmulo. En todo caso, la presencia de ocres no deja de insistir en el valor ritual de ese fuego"

No deja escapar este insigne profesor y especialista la observación que los ocres de óxidos de hierro se emplean desde la remota prehistoria, al menos desde el Paleolítico Superior y, aún más, en épocas y culturas posteriores, en rituales funerarios:
"El rojo de los óxidos férricos, o el bermellón obtenido del menos común cinabrio, habrían cumplido funciones no solamente simbólicas, considérese el color alusivo a la sangre (o al fuego) y a la dualidad vida-muerte que aquel líquido vital representa; sino también como sustancias higiénicas, favorecedoras entre otras acciones, de la preservación de los cuerpos.

No deja de ser atrayente, en definitiva, la idea de que la asociación ocre-fuego encerrara un significado preciso como elementos complementarios de un mismo proceso, ajeno todo ello a la mera casualidad."


Vistos los tres túmulos de Les Güelgues de San Pablo vamos a salir de ella por este pasillo natural, regresando al camino por el que vinimos si bien por otro lugar


Es la entrada pensada para quienes llegan en coche y aparcan en la explanada habilitada al otro lado de aquellos árboles. Aquí hay otra placa


La consultamos también volviendo la vista al área arqueológica y contemplándola en su conjunto...



La placa viene a ser un compendio de todo lo que acabamos de ver, con textos explicativos y dibujos:






Les Güelgues de San Pablo es un lugar hermoso y tranquilo, donde podemos descansar mientras sentimos que el espíritu de la historia impregna estos enclaves de honda tradición mitológica y legendaria


Y ahora, aquí, salimos de nuevo a la pista que nos llevará de vuelta al Camino


A la derecha, se podría continuar al otro campo de túmulos, el de Los Llanos o El Cierru los Llanos, pero ya nos apartaríamos demasiado del Camino de Santiago que es lo que aquí nos ocupa, no obstante, avisamos de su camino por si alguien desea continuar desde aquí. Nosotros iremos ahora a la izquierda


Y a la izquierda, el parking de Les Güelgues de San Pablo, a la izquierda de la foto vemos un pequeño monolito y una placa más, colocada en julio de 2005


En ella se informa que la rehabilitación de este espacio arqueológica estuvo a cargo del Taller de Empleo Monte Areo II


Señalización de la entrada al campo tumular en el parking


Y un mapa, a la sombra de estos carbayos jóvenes, plantados, como toda esta arboleda, con motivo de la habilitación del lugar


Nos acercamos a verlo, pues siempre suelen proporcionar información interesante y útil


Descripción de la necrópolis megalítica. La visita se recomienda culminarla acercándose al Aula didáctica del Neolítico, sita en el Centro de Iniciativa Rural "Monte Areo" de Guimarán y El Valle, si bien, como en el caso de El Cierru los Llanos, quizás sea un desvío bastante considerable para un peregrino que vaya caminando, salvo que vaya a pernoctar por la zona. No obstante, que no deje de hacerlo si tiene oportunidad y le interesa el mundo megalítico y las civilizaciones prehistóricas, origen mismo del Camino...


En este mapa (atención, que el oeste está a la derecha en él), podemos ver dónde estamos ahora, dónde está el Centro de Iniciativas Rurales (hay bar) y también la ruta hacia El Cierru los Llanos


Si bien la ruta de los dólmenes no coincide con la del Camino de Santiago el mapa sí puede servirnos de orientación: nuestro camino se dirige hacia Ramos, La Fuente les Xanes y la iglesia de Santa Eulalia de El Valle con el lavadero de Pontepiedra, en ruta a Tamón y Tabaza, Trasona y Avilés...


Detrás del arbolado, está el túmulo Monte Areo VI, el primero que vimos, nada más llegar, volvemos pues a partir de él sobre nuestros pasos continuando nuestro recorrido por el Monte Areo en ruta a El Valle de Carreño













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