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sábado, 9 de noviembre de 2019

LA IGLESIA NUEVA DE SABUGO, EL CAMPO CAÍN Y EL ANTIGUO MONASTERIO DE LA MERCED: AVILÉS (ASTURIAS)

 

Iglesia Nueva de Sabugo. El Camino pasa más allá de los edificios de la derecha, de la calle La Estación a la Plaza del Carbayo, .
Muy cerca, a escasos metros del trazado del Camino de Santiago por el casco urbano de Avilés, que discurre entre el Parque del Muelle y la Plaza de los Hermanos Orbón, está la llamada Iglesia Nueva de Sabugo, dedicada, como la iglesia vieja, paso caminero, a Santo Tomás de Canterbury, adaptado aquí como Cantorbery, santo inglés cuya advocación está vinculada a las antiguas relaciones comerciales atlánticas mantenidas en este puerto asturiano. Esta nueva iglesia, conocida como La Catedral de Avilés por sus dimensiones, fue construida siguiendo el proyecto del arquitecto Luis Bellido, siendo consagrada el 5 de septiembre de 1903 por el nuncio papal Rimaldi

Esta nueva iglesia se empezó a construir en 1897 en el lugar en que había estado convento de la Merced, venido acá en el siglo XVII de Raíces (Castrillón). Del convento se aprovechó mucha piedra para este nuevo santuario, por eso nada queda tampoco de ese viejo monasterio mercedario consagrado en 1699 en el Campo Caín, levantado en terrenos donados por el marqués de Camposagrado, que tenían ese nombre porque, según la tradición, un hermano había matado a otro. En su recuerdo la explanada ante el santuario ostenta el nombre de Plaza de la Merced

Sus dos torres gemelas llegan a los 47 metros de altura, mientras la nave es de 19 m, más 57 metros de largo y 22,5 de ancho. Hay 45 ventanales de diferentes tamaños. Trabajaron en ella numerosos artistas, Alberto del Río Legazpi nombra a la pintora avilesina Obdulia García Díaz y al tallista Horacio Fernández Núñez

La iglesia nueva de Sabugo simboliza el esplendor del nuevo Avilés que ganaba terrenos al estuario y a sus lodazales y marismas, así como a la definitiva unión de los dos barrios avilesinos, La Villa o antigua plaza amurallada, de artesanos y comerciantes, y Sabugo, de pescadores, marineros y carpinteros de ribera, dos lugares que mantenían una gran rivalidad vecinal hasta entonces

La propia iglesia no miraba ya hacia su barrio, no por despecho, sino porque su portada se plantaba delante de la calle La Cámara, nueva gran arteria de comunicación entre Avilés y Sabugo, al lado de la Plaza del Mercado, haciendo de las dos partes un solo casco urbano. Legazpi lo cuenta así en uno de sus Episodios Avilesinos, el titulado La iglesia "nueva" de Sabugo, tenida por la "catedral" de Avilés y publicado en El Comercio-La Voz de Avilés el  11-3-2012:

"Todo crecía en aquel Avilés de 12.000 habitantes. La calle de La Cámara avanzaba desde El Parche (que de ésta 'coñona' guisa toponímica es conocida la plaza de España en Avilés) deslizándose hacia Sabugo. Por eso, a la hora de pensar donde se construirá un nuevo templo parroquial, se decidió hacerlo en lugar donde había estado un convento, el de La Merced, recién derruido por entonces.

Y, así, con las piedras de un convento levantaron una iglesia, diseñada por Luis Bellido, arquitecto diocesano que también firmó el diseño de la basílica de Covadonga.

Nació de espaldas a su barrio pescador. Y no fue pecado de traición, como puede parecer, si no estrategia de futuro.

Porque la plantaron esperando a una ciudad que crecía hacia ella a toda mecha. Y que después de siglos aparcada en la zona alta de la población, se alargaba hacia el nuevo templo parroquial de Sabugo.

Desde la mañana de aquel sábado, 5 de septiembre de 1903, que se inauguró, ahí sigue luciendo su empaque vertical e inquebrantable, que diría Pedro Garfias.

Muchos visitantes la toman por la catedral de Avilés. Tiene porte y empaque de ello. Es la parroquia de Santo Tomás de Canterbury, que los avilesinos castellanizan como Cantorbery, pero la conocen más como 'la de Sabugo nueva', uno de los símbolos más visibles del cambio que experimentó el Avilés de entre siglos XIX y XX"


No fue fácil la construcción del desaparecido convento de La Merced que estuvo aquí ubicado, además de que se trataba de un terreno marismeño afectado por las mareas, fue difícil conseguir el permiso de construcción. En la población, entonces de unos 3.500 habitantes, ya había dos importantes monasterios, el de los frailes franciscanos y el de las monjas bernardas, además de sus iglesias de La Villa y Sabugo y varias emitas, cosa que parecía más que suficiente


Al final, conseguida licencia, se construyó un gran monasterio de 70 metros de largo por 47 de ancho, contando con patios, claustro, iglesia y capilla de la Soledad, llegando a contar con 26 religiosos en 1758, dos de ellos avilesinos que llegaron a prelados: González Abarca y Valentín Morán


La leyes desamortizadoras de bienes eclesiásticos improductivos tardaron algo en llegar pero llegaron, clausurándose como tal en 1876, pasando su edificio al Ayuntamiento, quien lo empleó, como casa-cuartel de la Guardia Civil, oficina de telégrafos, asilo, mercado de ropa de segunda mano, cuadras de caballos y picadero de equitación, cuadras de bueyes, fábrica de tejidos, oficinas de rentas y, entre otras muchas cosas, escuelas infantiles, dos academias; la Preparatoria de Bachiller, dirigida por el gran escritor José Manuel Benigno González, Marcos del Torniello, y la Cátedra de los hermanos Domingo y Cástor Álvarez Acebal. Tal y como escribe Alberto del Río Legazpi, lo que ahora llamaríamos "Hotel de Empresas"


Al lado de construyeron además dos cementerios, uno llegó a ser cerrado por insalubridad y otro fue clausurado hasta que en 1893 se inaugura el de La Carriona, al sur, apartado de la población, inaugurado en 1900. Volvemos a leer a del Río Legazpi, ahora en Aquel convento de la Merced:
Ha dejado, por escrito, el segundo marqués de Teverga que «Debíóse el convento de la Merced á la esplendidez de su patrono el Sr. Marqués de Camposagrado para complacer á su piadosa madre Doña Eulalia, último vástago directo de la noble familia de las Alas». 
De tal cosa también había dado cuenta Jovellanos, cien años antes, con mágico estilo: «Los Mercedarios (de Raíces) venían a la Villa de Avilés con ocasión de entierros, etc… Una noche se quedaron en una barraca que tenían, donde ahora el convento, y a la mañana siguiente amaneció en ella campana y capilla» (...) 
Pero costó Dios y ayuda, de trámites engorrosos, conseguir permiso de construcción del nuevo convento –cosa lograda en 1668– y con razón, porque tal parece que a los prohombres de Avilés, de aquel tiempo, les hubiera hecho la boca un fraile. 
La Villa tenía alrededor de 3.500 habitantes (la mayoría en el recinto amurallado, aparte de los de Sabugo, el arrabal de Rivero y Miranda), un reducido número de población para tanta práctica de religión,  ya que contaba con dos y considerables conventos (monjes Franciscanos y monjas Bernardas) aparte de las iglesias y del eremitorio de Raíces, donde estuvieron los Mercedarios, a pie de Peñón, hasta su traslado a su nueva residencia de Sabugo. 
Las obras fueron peliagudas, ya que el terreno sobre el que se edificó estaba sujeto a las mareas y hablamos de un edificio de 70 metros de largo por 37 de ancho, con patios y claustros interio­res e iglesia adosada, de 37 por 13, más una capilla conocida como de La Soledad"

Y tras el esplendor llega la decadencia, bien explicada también por Legazpi:
"Cuando en 1876 cierra sus puertas, obligado por la ley desamortizadora de Mendizábal que penaba los ‘bienes eclesiásticos improductivos’,  el edificio pasa a ser regido por el Ayuntamiento, etapa civil que duró 19 años. 
Entonces el gigantesco caserón fue reconvertido en lo que hoy llamamos Hotel de Empresas, pero a lo bestia. Porque allí habitó de todo cuando los del hábito mercedario fueron expulsados. 
Convirtióse, el antiguo convento, en un abrumador mil usos, en un gigantesco cajón de sastre que alojó: casa-cuartel de la Guardia Civil, oficina de telégrafos, Asilo de Ancianos, mercado de ropa vieja, cuadras de caballería, fábrica de tejidos, picadero (de equitación, se entiende), escuela de náutica, cuadras de bueyes municipales (entiéndase ganado propiedad del Ayuntamiento), oficina de rentas y muchos etcéteras más. Aparte de escuelas infantiles y un par de academias: la Preparatoria de Bachiller, dirigida José Benigno González ( ‘Marcos del Torniello’) y la popular y afamada ‘Cátedra” fundada por los hermanos Domingo y Cástor Álvarez Acebal 
También fue ‘cercado’ por dos cementerios, uno de ellos clausurado por insalubre, pero el otro aguantó como necrópolis municipal hasta construirse el de La Carriona. 
En 1895 derruyeron aquel viejo cascarón –había aguantado en pie 187 años– porque Avilés se modernizaba y en parte del terreno que ocupaba se construyó una iglesia nueva para Sabugo, en la que se utilizó mucha piedra del arruinado edificio conventual. 
Del interior, poca cosa, que se fue desperdigando por distintos edificios religiosos, incluido un cementerio (San Cristóbal), como no. 
Por lo que, hoy, de aquel convento de La Merced y su variopinto contenido, solo nos queda una vaga estela, digna de ser o filmada por un Visconti o firmada por García Márquez. Le harían una merced"


Efectivamente, l viejo edificio monacal de La Merced fue derruido en 1895 tras poco menos de dos siglos en pie. Aparte de sus reaprovechadas piedras, unos pocos de sus elementos se enviaron a diferentes santuarios de las inmediaciones. Del antiguo Campo Caín y el arruinado monasterio mercedario Armando Palacio Valdés en La Novela de un novelista (1921):
... y delante del arruinado convento de la Merced, otro gran espacio llamado Campo Caín, donde había siempre grandes montones de lodo destinados sin duda alguna al juego del llancón (la estaca)"

En otro apartado recuerda otros usos del viejo convento y elucubra sobre el nombre del lugar:
"Acostumbrábamos los chicos a recrearnos por las tardes, como ya creo haber dicho, en el llamado Campo Caín, o sea el trozo de terreno con árboles que se extendía delante del antiguo convento de la Merced. Este convento, medio derruido, servía para todas las cosas de este mundo: para escuela, para vivienda, para oficinas de la Aduana, para cuartel de carabineros, para telégrafo cuando lo hubo, etc., etc. El Campo Caín sólo servía para nosotros. Ignoro cómo a ese campo ameno y pacífico le dieron un nombre tan trágico. Es posible que en los siglos pasados se cometiese allí un fratricidio. A él dieron también en venir por las tardes a solazarse aquella primavera las niñas de la población con sus doncellas. El solaz de las niñas no era como el nuestro jugar a la estaca, saltar los unos sobre los otros y darse de mojicones. Ellas formaban corrillos, cantaban dulcemente y bailaban la giraldilla"

De su construcción y avatares leemos esto en Wikipedia:
"En el lugar donde se levanta esta iglesia se encontraba el Convento de La Merced, construido entre 1672 y 1723. Con la Desamortización de Mendizábal de 1836, fue utilizado como colegio, fábrica de tejidos y asilo, siendo demolido en 1895. Tras esto, y utilizando parte de la piedra del anterior edificio, se edificó la actual iglesia nueva de Sabugo, dedicada a Santo Tomás de Canterbury al igual que la pequeña iglesia vieja del barrio de pescadores de Sabugo. Se inauguró en 1903 con la presencia del Nuncio de Su Santidad, Monseñor Rinaldini y del Arzobispo de Alcala-Madrid, Monseñor Guisasola. La construcción fue fruto del crecimiento de la villa de Avilés, motivada por la burguesía local de carácter comercial e industrial y de indianos retornados que precedió a la gran expansión de Avilés con la construcción de la siderúrgica Ensidesa a mediados del siglo XX. La iniciativa partió de Julián García San Miguel y Zaldúa, Marqués de Teverga, del Partido Liberal y el encargo fue para el prestigioso arquitecto Luis Bellido"

Su inspiración es neogótica y por tanto marcadamente medievalista. La decoración interior fue destruida en la Guerra Civil, siendo repuesta de nuevo por el taller de Buylla, por ello hay numerosos retablos en su interior. Legazpi continúa explicándonos...
"Desde la mañana de aquel sábado, 5 de septiembre de 1903, que se inauguró, ahí sigue luciendo su empaque vertical e inquebrantable, que diría Pedro Garfias.  
Muchos visitantes la toman por la catedral de Avilés. Tiene porte y empaque de ello. Es la parroquia de Santo Tomás de Canterbury, que los avilesinos castellanizan como Cantorbery, pero la conocen más como 'la de Sabugo nueva', uno de los símbolos más visibles del cambio que experimentó el Avilés de entre siglos XIX y XX.  
Dos torres gemelas de 47 metros de altura, una nave central de 57 metros de longitud por 22,50 metros de anchura, midiendo el crucero 30 metros de ancho y con una altura de bóveda de 19 metros. Así como 45 ventanales de distintos tamaños.  
Pero hay una particularidad muy notable en el nuevo edificio religioso. Y es el protagonismo de artistas asturianos en la decoración de los interiores.  
El autor de la mayoría de las grandes pinturas y retablos fue el artista y sacerdote Félix Granda Buylla (Pola de Lena, 1868-Madrid, 1954). Y también los restauró terminada la Guerra Civil, cuando la iglesia fue incendiada.  
Ahí, también intervinieron la pintora Obdulia García Díaz (Avilés, 1908-1942) o el tallista Horacio Fernández Núñez (San Sebastián, 1909-Avilés, 1980), entre otros. Que, episodio a parte, son las personas -civiles y religiosas- que pasaron por la historia de este templo y aledaños"

La magnífica triple portada principal está formada por tres grandes arcos ojivales a los que se accede por estas escaleras 

Y entre los arcos, cuatro esculturas religiosas. En la página Comarca Avilés Turismo nos enteramos de otros datos muy curiosos de este templo:

"A finales del siglo XIX el pequeño templo románico de Sabugo, el viejo barrio marinero de Avilés, se había quedado pequeño para acoger a todos sus feligreses. 
Toda la ciudad se movilizó para construir un nuevo templo que fuera símbolo del progreso que entonces vivía Avilés: el Ayuntamiento, la burguesía local, incluso los emigrantes avilesinos en Cuba no dudaron en aportar su dinero y su esfuerzo para que el proyecto se hiciera realidad. 
Gracias a la aportación de particulares, empresas y fundaciones, la iglesia posee desde el año 2010 un órgano sinfónico obra del constructor Federico Acitores, el segundo más grande de Asturias, tras el de la Basílica de Covadonga. 
Desde que en el año 1953 recibiera, por intercesión del obispo Lauzurica, un fragmento de la reliquia de Lignum Crucis que se conserva en el Monasterio de Santo Toribio de Liébana (Cantabria), ésta ha pasado a ser el tesoro y el símbolo de la Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad y de la Santa Vera Cruz, que venera desde antiguo a la Virgen en su advocación de Nuestra Señora de la Soledad. La astilla de madera se mostrará en una hornacina de madera de castaño, obra del ebanista, Paco Cueva" 
 

En el año 2020 un trabajo de restauración le devolvió a la piedra su clarísimo color original 

De momento no hemos localizado información sobre a quienes en concreto, santos seguramente, representa cada una de estas figuras

Arriba otros grandes y artísticos arcos ojivales son los grandes ventanas (claristorio), que dan luz  a la gran nave central

Entre las dos torres  hay un detalle muy importante: el escudo de Avilés, sostenido por dos leones

También escribe de ello Alberto del Río Legazpi:

"tiene otra singularidad inhabitual en un edificio religioso ¿Cuántos exhiben como principal motivo ornamental de su fachada el escudo de su ciudad? 

El barco avilesino rompiendo cadenas sevillanas luce entre dos torres adelgazadas hasta la extenuación. Agujas, que son una de las referencias visuales más destacadas en el paisaje local"


Es una iglesia de planta de cruz latina y tres naves, siendo la central mucho más alta, con 57 metros de largo por 22,5 de ancho


Con motivo de sus 110 años, en 2013, Jesús González publicaba en El Comercio-La Voz de Avilés un artículo en el que, entre otras cosas, contaba más detales de su historia:
"La iniciativa de su construcción se atribuye a Julián García San Miguel y Zaldúa, Marqués de Teverga, quien conminó al entonces párroco de Sabugo, Manuel Monjardín y Graña, a que iniciara los trámites ante el Obispado para promover la construcción de un nuevo templo. El Marqués de Teverga, miembro del Partido Liberal que fue elegido diputado en Cortes por Avilés durante 38 años seguidos merced a las habituales maniobras caciquiles de la época, se encargaría entonces de mover los hilos para que los presupuestos estatales aportaran la financiación necesaria para el inicio de las obras. 
Los trabajos fueron adjudicados al contratista Narciso Estrada por un importe de 269.366,16 pesetas, pero la cifra distaba mucho de ser realista. Las aportaciones estatales se ampliarían en varias ocasiones y la obra solo pudo terminarse gracias al dinero consignado también por el Ayuntamiento y los donativos de la burguesía y la emigración de Avilés. 
Al final, según apunta el sacerdote Ángel Garralda en su libro 'Avilés, su Fe y sus obras', la construcción de la iglesia requirió una inversión total de 666.103 pesetas. 
Con o sin 'sobrecostes', lo cierto es que el proyecto de la iglesia de Sabugo surge también en un momento en el que la iglesia asturiana vivía un cierto 'boom' constructivo que dio lugar a algunos de los templos más reconocidos de la actualidad. Contemporáneas de la parroquia avilesina son la Basílica de Covadonga, la iglesia de San Juan el Real de Oviedo y la de San Lorenzo, en Gijón, todas ellas impulsadas por el entonces Obispo de Oviedo, Ramón Martínez Vigil. 
Al igual que otros proyectos de la época, el diseño de la iglesia avilesina recayó en el arquitecto diocesano Luis Bellido González, mientras que el sacerdote lenense Félix Granda Buylla, fundador del prestigioso taller de arte sacro Granda de Madrid, se encargaría los retablos, esculturas y demás ornamentos del interior del recinto"

Uno de los grandes benefactores de la Iglesia Nueva de Sabugo que auspiciaron su construcción, fue el indiano emigrante a Cuba Eladio Muñiz, quien "fizo L'Habana" (hacer fortuna allí). Él mismo, mirando para el nuevo santuario y en el mismo año de su consagración, construyó una mansión que regaló a su mujer, la cual disponía de capilla privada, pasando luego la casa a Josefina Balsera y posteriormente escuela de primaria

Se edificó en un sitio estratégico, mirando para la calle de La Cámara y en plena zona de expansión urbana y relación social, pues se encuentra también enfrente mismo de La Plaza del Mercado. Todo en el preciso lugar y momento en el que Sabugo y Avilés (La Villa) se unían definitivamente y para siempre



La mansión hace esquina con la calle Cuba, que comunica con Les Meanes, gran parque hecho en esos terrenos ganados al ahora subterráneo río Tuluergo y sus marismas desde finales del siglo XIX, como toda esta zona que se extiende desde aquí hacia el Parque del Muelle y La Ría

El palacio urbano fue proyecto del afamado arquitecto Juan Miguel de la Guardia y cuenta con 1.300 metros cuadrados repartidos en tres plantas. En El regalo de Eladio Muñiz, Alberto del Río Legazpi nos cuenta su historia:

"El solar que había comprado Eladio Muñiz García estaba prácticamente en las afueras de Avilés, al final –eran los inicios del siglo XX– de la nueva calle de La Cámara que venía creciendo desde la plaza de España hacia el barrio de Sabugo. 
El 27 de diciembre de 1900 el ‘El Diario de Avilés’ informaba que «Hace días se encuentra en Avilés el acaudalado capitalista D. Eladio Muñiz que se propone dar co­mienzo a la mayor brevedad a un magnífico edificio, con fachadas a las calles de La Cámara y Cuba for­mando entre ambas una gran rotonda. Este edificio por su esbeltez hermoseará notablemente dichas ca­lles. Los planos son del distinguido arquitecto municipal de Oviedo, Sr. La Guardia». 
Eladio Muñiz que había hecho fortuna en Cuba y parcialmente en Chile, había viajado desde Madrid en el tren correo que salía de la capital española a las 7.00 y llegaba a Avilés (teóricamente) a las 12.44 del día siguiente. 
El cántabro Juan Miguel de la Guardia, como dije, fue quien diseñó la mansión de Eladio Muñiz y no Federico Ureña como por error se cita en algunas publicaciones. De la Guardia era entonces arquitecto municipal de Oviedo, ciudad que guarda excelentes edificios por él proyectados. Este de Avilés no les va a la zaga. 
Se trata de una casa de 1.374 metros cuadrados que consta de bajo, dos plantas y un ático coronado por una cúpula que soporta una llamativa linterna acristalada, fantástico mirador de madera y zinc, para aquel tiempo en el que al no haber edificios de alturas se dominaba gran parte de Avilés y sobre todo el puerto, asunto no baladí para un industrial como Eladio Muñiz. 
La elegancia de la fachada se corresponde en el interior con materiales nobles, maderas coloniales portuguesas, vidrieras de Maumejean… La casa quedó lista –y en su inicio la servidumbre constaba de nueve personas entre cocineras, doncellas y ama de llaves– en octubre de 1903, y un mes antes se había inaugurado la iglesia nueva de Sabugo. Quédese el lector con esta coincidencia de fechas. 
Esta mansión ha conjugado tanto con el verbo regalar que tal parece de cuento. 
El caso es que Eladio Muñiz, aquel indiano que llegó a concejal del partido liberal, cuando la obra está terminada contrae matrimonio y le regala a su esposa la propiedad del edificio. Años más tarde y habiendo pasado parte de la casa por alquileres esporádicos, el comerciante Victoriano Balsera lo compra para regalárselo a su hija Josefina quien a su vez, y al fallecer, lo dona (al fin y al cabo un regalo disfrazado por notario) por testamento a la parroquia de Sabugo. Al igual que el jardín y huerta del solar; un espacio hoy ocupado por una manzana de edificios delimitada por tres calles: Cuba, José Cueto y José Manuel Pedregal. La manda testamentaria incluía crear un colegio, el actual de Santo Tomás, hoy sito en la calle González Abarca después de haber estado domiciliado en el palacete de Eladio Muñiz, lo mismo que estuvo, en tiempos del párroco Mateo Valdueza Pérez, la Casa Rectoral del templo de Sabugo. 
Hoy el edificio acoge en sus plantas primera y segunda actividades sociales y religiosas de la parroquia y en el bajo una entidad bancaria, que siempre están a la caza y captura de esquinas de esplendor.  
Pero es la anécdota, digamos que romántica, la que le queda al personal. Eso de que la mansión construida por Eladio Muñiz García fuese el regalo de bodas que le hizo a su esposa Carmen Rodríguez Villamil… Recuerdo al filósofo Gustavo Bueno, cuando en una ocasión se lo comenté ante el edificio, mirándome entre incrédulo y divertido. 
Hoy la céntrica esquina que forma la casa de Eladio Muñiz es un regalo arquitectónico de lujo que adorna el paisaje urbano de Avilés"

 

Por su parte en el blog Casonas de Indianos se apunta, entre otros datos, a la existencia de antiguas huertas y a la intervención del insigne Federico Ureña, discutida por Legazpi:

"El edificio está situado en la confluencia de las calles de La Cámara y de Cuba de Avilés, lo mandó construir Eladio Muñiz Fernández como regalo de boda para la que habría de ser su esposa, María del Carmen Rodríguez-Villamil. Eladio Muñiz, que hizo una considerable fortuna en la isla de Cuba, encargó el proyecto al arquitecto Juan Miguel de la Guardia, pero la construcción la dirigió Federico Ureña realizando éste algunos cambios. El edificio es de tres plantas más un ático con bóveda y torre-mirador. Su fachada está adornada con varios balcones y elementos ornamentales de tipo clásico. En origen estaba rodeado de una amplia huerta que se fue vendiendo poco a poco, así mismo contaba con una capilla privada, cuyo altar fue posteriormente regalado a la ermita de La Luz, situada en Villalegre. Eladio fue uno de los benefactores en la construcción de la nueva iglesia de Santo Tomás de Cantorbery muy próxima a la casa"

Eladio Muñiz y su esposa vendieron la mansión a Victoriano Fernández Balsera, rico comerciante avilesino, quien a su vez se la regaló a su hija Josefina Balsera, pasando esta casa a ser conocida por su nombre, lo que a veces da a equívocos con el Palacio Balsera, propiedad y residencia de Victoriano, frente a la Plaza de Domingo Álvarez Acebal. La figura de Victoriano es glosada así por Alberto del Río Legazpi en Ciudadano Balsera, otro de sus Episodios Avilesinos para El Comercio-La Voz de Avilés:

"Victoriano fue una persona cuyo tiempo de vida se puede ‘milimetrar al minuto’ pues consta (Archivo Parroquial de Sabugo, Libro de Bautismos 1838–1859 , página 220 vuelta) que nació el 27 de junio de 1859 ‘a las dos y media de la mañana’ Victoriano Marcelino hijo de Félix Fernández (natural de Avilés) y Josefa Balsera (Soto de Luiña) y su fallecimiento ocurrido el8 de junio de 1942 tuvo lugar ‘a las once de la mañana’, según informaba la esquela publicada en LA VOZ DE AVILÉS del día siguiente. 
De familia humilde tuvo que trabajar desde muy joven. Era un tipo tan avispado, currante y emprendedor que consiguió abrir una modesta tienda de ultramarinos en la céntrica calle de La Muralla que fue un éxito. También es verdad que tuvo la suerte de tener un cuñado generoso como Antonio Gutiérrez Herrero, que se la financió. 
Es curiosa la excelente relación que tuvieron estos dos hombres y su coincidencia en diversos aspectos como cuando Balsera construyó su palacete lo hizo al lado de la mansión de su cuñado (que habitó el inmueble número 2 de la plaza de San Francisco, adqui­rido en 1994 por la Policlínica Rozona para reconvertirlo en clínica) o que a ambos les fue concedida a la vez –en la misma sesión municipal del 1 de junio–una calle con sus nombres respectivos"

Fallecida Josefina Balsera sin descendencia, la casa pasó a propiedad de la parroquia de Santo Tomás de Canterbury, pasando a raíz de ello a conocerse un tiempo como la Casa del Cura, acogiendo las aulas del colegio parroquial Santo Tomás. Además de rectoral en nuestros días es lugar donde se imparte catequesis, local de reuniones de entidades como Alcohólicos Anónimos y Jugadores Anónimos, Asociación de Viudas, Cáritas, taller de arte... el bajo es sucursal bancaria 

El 2-11-2009 y con motivos de las obras de restauración aquí efectuadas, Saúl Fernández publica en La Nueva España el artículo El Palacio indiano convalecienteen el que aporta otros muy interesantes detalles de su historia, de los que extraemos estos:

"la casa de Eladio Muñiz, en la confluencia de las calles de La Cámara y de Cuba, uno de los tesoros arquitectónicos de la ciudad levantado con el dinero que llegaba de las Antillas cuando Avilés se bañaba en el Caribe. El palacio americano es propiedad ahora de la parroquia de Santo Tomás de Cantorbery, herencia de Josefina Balsera, la hija del comerciante Victoriano Balsera. Los andamios, explica el párroco Ángel Fernández, son la armadura para proteger el mirador del palacio, en franco peligro: «El palomar se construyó con madera y cinc; la madera está muy mal y el cinc también», asegura. 
Eladio Muñiz vivía y negociaba en la isla de Cuba. Conoció a Carmen Rodríguez Villamil y se casó con ella. Muñiz encargó al arquitecto Juan Miguel de la Guardia que construyese la casa en la que el matrimonio se iba a alojar al regreso de América. De la Guardia era, por aquel entonces, un arquitecto de prestigio, había levantado, por ejemplo, la iglesia de Las Salesas en Oviedo y el mercado cubierto en Mieres. En 1903 Muñiz y su esposa abrieron por primera vez la puerta de su palacio familiar, en pleno centro de la ciudad, en el ensanche urbanizado que en aquellos primeros años del siglo XX unió por fin la villa de Avilés con Sabugo. La casa, según las escrituras, cuenta con 1.300 metros cuadrados distribuidos en tres plantas y un ático abuhardillado. 
El palacio se ha convertido, con el correr de los años, en un símbolo de Avilés, que tantas cosas adeuda a los que se embarcaron rumbo a la última sombra del imperio español. En los últimos años del siglo XIX y en los primeros de la siguiente centuria, la villa sufrió una transformación monumental que sólo superaría la instalación de la factoría de Ensidesa. Empresarios como Eladio Muñiz o los Rodríguez Maribona contribuyeron a dar aire de modernidad a una ciudad que por entonces respiraba bocanadas antiguas"

Y esta sería, continuando con el artículo, la partir de su venta, la historia del caserón indiano hasta nuestros días, así como su distribución interior:

"Eladio Muñiz y su esposa vendieron su casa indiana a Victoriano Balsera, que se la regaló a su hija Josefina, quien murió sin herederos. La vida de Josefina Balsera en la casa cambió de nombre al inmueble y los avilesinos, desde entonces, decidieron que la Casa de Eladio Muñiz sería el palacio de Balsera. Sin embargo, en Avilés hay otro palacio Balsera: la sede del Conservatorio y, mucho antes, la residencia millonaria del patriarca millonario. Precisamente, Victoriano y su esposa vigilan todavía hoy el recibidor de mármol del edificio, cuyo devenir continuó en paralelo al progreso de la ciudad. El párroco más carismático de la historia de Sabugo, Mateo Valdueza, trasladó su domicilio al palacio y, durante décadas, la casa indiana fue «la casa del cura», más tarde acogió las aulas del colegio parroquial de Santo Tomás, cuya historia había comenzado a mediados de siglo en el número 4 de la calle José Manuel Pedregal. «El palacio estaba rodeado de una gran huerta que fuimos vendiendo poco a poco. Gracias a eso pudimos construir el colegio», explica el actual párroco de Sabugo.

La planta segunda, la mayor, mantiene la distribución interior de la época en que todavía era colegio, cuando las habitaciones fueron aulas. Los usos actuales del edificio son variados: catequesis (350 niños de entre 7 y 9 años se preparan en la casa para recibir la primera comunión), sede de los encuentros de Alcohólicos Anónimos, de Jugadores Anónimos, de la asociación de Viudas, de Cáritas e, incluso, taller de arte. «No paramos, pero el edificio necesita mucha atención», comenta Fernández dejando atrás la capilla privada de la maltrecha casa indiana, cuya historia de más de cien años comenzó con las olas del Caribe"

Hermosísima galería que aprovecha la luz natural de esta luminosa fachada en los pisos altos. Abajo soportales de arcos de medio punto y portón a su pequeño terreno, a modo de patrio entre calle y demás edificios

Galería, soportales, verja, fachadas de balcones salientes y también de galerías lucen esplendorosamente, así como la soberbia cúpula, tras su restauración, en lo que viene a ser la transición entre en ensanche burgués avilesino y la prolongación de la calle La Cámara a raíz de la explosión demográfica acontecida en Avilés con la llegada de Ensidesa, en el paso de lo que fue el antiguo Avilés intramuros (La Villa) al barrio, antes pueblo aparte, de Sabugo





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