Avilés. Calle San Francisco llegando desde El Parche |
Luego de entrar en el casco histórico de Avilés por la calle Rivero el Camino de Santiago del Norte llega a El Parche o Plaza de España, que el itinerario jacobita cruza hacia la calle de La Ferrería, en lo que era el Avilés intramuros (La Villa), pero dado que esta plaza es "el parche más artístico del mundo", nos animamos a recorrerla y luego tomar la de calle San Francisco para encaminarnos al antiguo convento franciscano que le da nombre, cuyo templo pasó tras las desamortizaciones decimonónicas, a 30 de diciembre de 1849, a ser la nueva iglesia parroquial de San Nicolás de Bari, con solemne procesión de público y autoridades, desde la antigua, al final de la citada calle de La Ferrería y al lado del antiguo puerto (hoy Parque del Muelle) hasta aquí
El monasterio, al cual se le pegó el soberbio caserón barroco del Palacio de Ferrera (a la izquierda), construido entre 1648 y 1652, no tiene fecha exacta de fundación conocida, el primer testimonio de los franciscanos en Avilés viene del siglo XIII, cuando la tradición asegura San Pedro Compáter, compañero de San Francisco de Asís, funda este monasterio
Independientemente de la autenticidad histórica del hecho, lo cierto es que los franciscanos extendieron su Orden por los más importantes núcleos urbanos de la época, auspiciados además por las peregrinaciones y porque el propio San Francisco de Asís peregrinó a Santiago, al menos según una tradición muy arraigada, pues es un tema que se discute
El monasterio estaba entonces fuera de La Villa y su muralla o cerca, al lado del camino de Grado/Grau y en medio de un bosque, siendo llamado por ello Convento de San Francisco del Monte. En este lugar se dice hubo un santuario mucho más antiguo, prerrománico y dedicado a Santa María de Avilés, hecho muy posiblemente sobre alguna obra visigótica o romana, encima del que se construyó un pequeño templo románico, tal vez ya al asentarse por primera vez los frailes franciscos, se supone que en una fecha entre 1267 y 1274, conservándose algunos elementos de esas épocas. La nueva iglesia, base de la actual, es de 1380 y ya de época gótica
Por aquí a la izquierda se extendían las posesiones de los Rodríguez de León, vieja estirpe nobiliaria emparentada con la casa de Trasona cuyos miembros rigieron Avilés durante siglos, que parece ser tuvieron aquí una casa más modesta, además de ser patronos del Hospital de Sam Juan, alberguería de pobres y peregrinos que ya existiría en 1315. Uno de sus miembros, Pedro de León y Menéndez de Avilés, tercer poseedor del mayorazgo fundado por su tío Bartolomé, era natural, regidor y vecino de Avilés, patrono del hospital y su capilla, fundaría al lado del mismo este palacio, cuya fachada principal veíamos recorriendo El Parche. Su nieto Juan Alonso de Navia y Arango, sería agraciado por Carlos II con el título de Marqués de Ferrera en 1700, de ahí el nombre del palacio y el parque situado detrás, que fue su extensa huerta
Por su parte, la calle de San Francisco es una rúa toda de soportales con viviendas a la derecha y a la izquierda el campo de la iglesia. Forma parte del llamado Ensanche Barroco de Avilés, por el que La Villa intramuros, ya atestada, sale fuera de su muralla medieval o cerca, expandiéndose linealmente por los dos caminos principales que entran en ella (o salen) por el sur, el de Rivero (antes El Ribero) por donde iban a la capital asturiana los productos desembarcados en el puerto, y este, comunicación con la villa moscona, importantísimo mercado que fue llamado La Despensa de Asturias y comunicación con el que fue antiguamente la principal comunicación de Asturias con la Meseta, el Camín Real de La Mesa, que se cruza en esa villa, también pola amparada por fueros reales de Carta Puebla en el medievo, con el camino interior a Galicia, señalizado itinerario jacobita hoy día denominado Camino Primitivo
En un libro de acuerdos municipales de 1598 la calle es llamada La Canal porque una canaleta traía agua desde las fuentes de Valparaíso a la villa amurallada, fuentes situadas al sur de Avilés y de las que hay constancia de su uso desde 1488, según el Libro de Acuerdos del Ayuntamiento:
"...los jueces, regidores y procuradores avilesinos acordaron con un tal Govín, que cuidaba el "molín" de Alonso de las Alas que este trajese las aguas de la fuente de Alvarparayso, y que se obligase a limpiar la canal a fin de que toda el agua llegue a la villa y no se vaya por ninguna parte, so pena de pagar sesenta maravedíes cada vez que falte el agua..."
De todas maneras el sistema de las canaletas era considerado insalubre y por eso en 1570 se decidió realizar una nueva canalización que resultó ser una inmensa y costosa, pero urgente y necesaria, obra de ingeniería proyectada y dirigida por Gonzalo de la Bárcena en la que se implicaron los famosos alfareros de Miranda, quienes fabricaron aquellos primeros tubos de barro para la conducción del agua
Se construyeron así varias fuentes públicas en La Villa y esos sus caminos de acceso, siendo una de las conservadas la situada en La Canal pie de la iglesia monacal de esta advocación que ya daba nombre al lugar. Aquí unos árboles rememoran el antiguo Monte de San Francisco, donde se fundó el monasterio
Es la Fuente de los Caños de San Francisco, con sus caras de piedra de las que mana el agua. Antiguamente la población iba a por agua a los arroyos que bajaban a la villa, canalizados como el de Valparaíso, pero era un sistema insalubre y a partir del siglo XVI comenzaron las iniciativas de construir fuentes públicas en Avilés
En el citado año de 1570, y aprovechando la vieja traída canalizada de los manantiales de Valparaíso, se comenzó a hacer un mejorado sistema de conducción más en condiciones pero como hemos dicho, tremendamente caro: 4.300 ducados. Ahí estaría el origen de esta fuente, hecha con piedra de las canteras de Bustiello
No se sabe tampoco exactamente cuándo empezó a manar agua de ella, pues la obra tardó mucho en hacerse realidad, las fechas posibles que dan los estudiosos abarcan veinte años, entre 1595 y 1617
La fuente tiene seis caños que salen de otras tantas cabezas esculpidas en la piedra, que la tradición atribuye a antiguos vecinos que existieron realmente. La tradición popular asegura que se trata de la representación de las caras de vecinos de Miranda que participarían en la construcción de fuente y tuberías. En la Revista de Miranda, que se publica para las fiestas, del año 1990, Pepe Galiana escribe estas frases:
"Hicieron más esos caños por estrechar los lazos entre Miranda y Avilés que muchas sesiones del Ayuntamiento..."
"...esos seis paisanos, cuya vera efigie corresponde a otros tantos vecinos de la parroquia de Santo Domingo de Guzmán..., hace muchos años que pasaron a mejor vida"
Hay también tres escudos en el mismo frontal, sobre las cabezas. A los lados, repetido, el de Avilés, en medio el de Castilla
La tubería de barro era frágil y fue estropeándose, por lo que, evitando las pérdidas de agua, se sustituyó por cañería de piedra en 1723, y luego esta a su vez por otra de hierro en 1866. Un año después, en 1867, con motivo de unas obras para asentar el campo de la iglesia, se traslada de sitio a esta su ubicación actual, siendo alcalde Simón Fernández Perdones, "hombre controvertido y de fuerte carácter", que tal vez por eso se le dedicase esta copla:
Don Simón se fue a bañar
a los caños de San Francisco
y los frailes repicaron
creyendo que era el obispo"
El escudo central quedó sumamente afectado cuando en una limpieza efectuada a fines del siglo XX se emplearon materiales abrasivos que lo dejaron de esta guisa, irreconocible
El monumento dice Legazpi que tiene un poderoso efecto imán tanto en cámaras de particulares como en las de las televisiones nacionales como extranjeras
"Antes, uno de los elementos más resaltado de Avilés resultaban ser sus mascarones, con su gastado escudo por sombrero, arrojando agua por un tubo de metal. La perfecta simetría y vitalidad del conjunto, ejercía –hoy con menos fuerza– un hechizo al que no escaparon directores de cine como José Luis Borau en 1984: “Menudo símbolo que tenéis aquí, oye” o, en 1987, Pedro Almodóvar: “Que alucine de imágenes, Alberto, hasta tienen connotaciones sexuales”
Como curiosidad puede decirse que existe una réplica de esta fuente en la ciudad estadounidense de San Agustín de la Florida, hermanada con Avilés, si bien solamente con las caras, sin los escudos, así lo explica Alberto del Río Legazpi en uno de sus Episodios Avilesinos publicados en El Comercio-La Voz de Avilés:
"El monumento sedujo, en 2005, a una delegación de la ciudad norteamericana de San Agustín de La Florida (hermanada con Avilés), hasta el punto de solicitar una reproducción de la fuente, cosa que el Ayuntamiento avilesino realizó en moldes de silicona y fibra de vidrio y les envió como regalo. O sea que se puede decir, y con toda propiedad, que exportamos monumentos, ya que una réplica de los caños de San Francisco luce, actualmente, en la ciudad americana y frente a su edificio consistorial"
El pilón en el que cae el agua es rectangular, si bien en medio presenta forma de saliente ovalado
Este pilón era empleado antaño como abrevadero para el ganado. No nos olvidemos que Avilés era de siempre plaza ganadera de importancia, con célebres ferias en El Carbayedo, ahora trasladadas a otros lugares como el Pabellón de Exposiciones de la Magdalena, cercano a otro de los viejos caminos de entrada de Avilés, en de La Madalena los Corros, solar de una antigua malatería u hospital de leprosos, quienes se aliviaban con aguas salutíferas del río La Madalena, pues la Magdalena es, con San Lázaro, patrona de estos enfermos de lepra, pelagra, mal de la rosa...
En cuanto a la calle de San Francisco, podemos decir que, aunque no tan larga como Galiana (que vemos al fondo) o Rivero (paso del Camino Norte), es la única de Avilés que presenta soportales a lo largo de toda su extensión
Tras ser llamada La Canal por causa del viejo acuífero canalizado desde Valparaíso, que discurría a cielo abierto, pasó por diferentes nombres hasta el franciscano actual, en1979
Este primer tramo es un prodigio de la arquitectura, gracias a a Manuel del Busto y Antonio Alonso Jorge, que diseñaron esta banda de edificios modernistas y Art Decó entre los números 2 y 16, dice también Legazpi en su artículo dedicado a esta calle, La colosal calle de San Francisco:
"Los soportales son de una grandeza impresionante y terminan, como la calle misma, adelgazando en altura y anchura, y afilándose hacia un estilo tradicional para penetrar como un delicado puñal en Álvarez Acebal, esa plaza que te emplaza en Avilés"
"Así que con tales prodigios, no extrañe, que famosos creadores cinematográficos hayan tomado esta calle. Citaré, por ejemplo, a dos premiados con un Oscar de Hollywood. Ambos filmaron secuencias en ella: el español José Luis Garci (tanto en su película Youre the One, como en Luz de domingo) y el norteamericano Woody Allen (en Vicky Cristina Barcelona).Un plató, este de la calle San Francisco, con una milagrosa potencia icónica, tremenda, espectacular"
La construcción de estas casas no fue fruto de la casualidad, en algún momento entre los años 1898 y 1899 que no se ha podido precisar al haberse perdido los libros correspondientes del Archivo Municipal, las casas que había aquí antes fueron arrasadas por un incendio, según datos también proporcionados por Legazpi y sus excelentes Episodios:
"Estas antiguas viviendas, de escasa altura y con soportales, fueron sustituidas en las dos primeras décadas del siglo XX por los edificios de estilo modernista que hoy ocupan los números 4 al 16, ambos inclusive. Sabemos que de febrero de 1901 es el proyecto de la llamada "casa de la peineta", conocida así por un airoso remate, hoy desaparecido, que tenía en el tejado, obra del arquitecto Manuel del Busto. Antonino Alonso Jorge, arquitecto municipal entre los años 1912 y 1918, proyectó los edificios correspondientes a los números 4, 6 y 8 de la citada calle, en sustitución de los que habían sido pasto de las llamas"
En los bajos hay diversos establecimientos hosteleros, también abre sus puertas la mítica tienda de ultramarinos La Colosal, fundada en 1928 por el sombrerero cubano Florentini García, pasando en 1952 al avilesino Marcelino Rodríguez, que era de Valliniello y que ese mismo año se casaba con América Suárez. Luego uno de sus hijos, Javier, siguió al frente de este negocio del que se afirma es un superviviente del comercio tradicional avilesino. El 25-2-2018 Amaya P. Gión le dedica una buena semblanza en La Nueva España:
"Las Navidades eran una locura en La Colosal, la tienda de ultramarinos que fundó a principios del pasado siglo el sombrerero cubano Florentino García y que a principios de los cincuenta pasó a manos del avilesino de Valliniello Marcelino Rodríguez. Su hijo menor, Javier, se ve de nuevo siendo un niño, forrando de cartón las cestas de metal donde aún hoy se exponen hortalizas y que en aquellas vorágines de antaño le servían de cuna para descansar un rato antes de seguir la faena. Ahora, a los 51, mantiene vivo el negocio familiar de la calle San Francisco, el único en Avilés de sus características. Es el gran superviviente del comercio tradicional avilesino.
Toda la prole, salvo Javier, nació en la tienda (en la parte trasera estaba habilitada antiguamente como vivienda). El menor de los siete hermanos vino al mundo en 1967 en el Hospital de Caridad. "Vivimos aquí mismo hasta que yo tenía cuatro o cinco años, hasta que nos fuimos al piso de arriba", relata el ahora vecino de Illas.
La infancia y juventud transcurrió entre el colegio y la tienda, entre el instituto masculino y la tienda, entre Maestría y la tienda. "Se trabajaba para casa, nadie cobraba, y tuve que buscarme la vida, como todos mis hermanos", explica el comerciante. Y Javier se la buscó en el sector de la automoción, como pintor de coches. Pero los suyos no tardaron en reclamarle.
El patriarca, hasta el último día al pie del cañón de su Colosal, falleció en 1995 y su esposa América pidió al menor de sus hijos dos años después que se hiciera cargo del negocio familiar. O asía el timón del negocio, o echaba el cierre. "La verdad es que no lo cogí con ganas, pero me daba mucha pena. Fue por añoranza y cariño a la tienda. Si fuera hoy, no lo habría cogido, el comercio supone mucho tiempo y sacrificio, llevo cinco años sin vacaciones. Mi hermana era la que me cubría en vacaciones, pero se prejubiló hace cinco años y no tengo a quién dejar aquí", relata.
La Colosal fue la vida de su padre y también es ahora la suya, pero en su caso más "por obligación" que por placer. La suya es una tienda de toda de la vida, de las pocas de ultramarinos que perviven en las ciudades asturianas. "No sé ni cómo he llegado hasta aquí, la verdad, sacrificando temas personales y poniendo a la venta cosas que no se encuentran en otros sitios", prosigue.
Esa siempre ha sido una de las señas de identidad de la tienda de la calle San Francisco, que fue el primer establecimiento de la ciudad en vender productos de dietética y delicatessen. "Desde hace cinco años vendemos en exclusiva en Avilés las moscovitas. En repostería tenemos almendra molida, azúcar glass, todo lo que se necesita para hacer bollos de Pascua, turrones... Y bacalao seco, salado, se encuentra en muy pocos sitios, y así es como sabe de verdad el bacalao", dice el de La Colosal.
Son muchos los avilesinos que recuerdan el isocarro de La Colosal, aquella moto con un toldo verde en la que Manolo Honrubia hacía los repartos por los domicilios de La Colosal, un servicio que también conserva hoy Javier. "Soy polifacético, hago de todo", dice entre risas.
El establecimiento ha pasado por muchas crisis, una de las que más miedo provocó fue la reconversión industrial y la llegada de los supermercados. La del pequeño comercio es una crisis constante: "Entre la carga fiscal y el recibo de la luz, trabajas para pagar". El turismo se ha convertido en la salvación de los veranos de La Colosal, una atracción más para los visitantes: "Si cobrara un euro a cada uno que entra a ver la tienda, tendría una buena paga a final de mes", bromea.
El tiempo parece pararse en La Colosal, la vida de Marcelino Rodríguez que se ha convertido también en la de su hijo. El mismo día que falleció dijo a los suyos: "Tengo que bajar a la tienda, todavía tengo que hacer unas cosas". Siempre quiso que la tienda no muriera y Javier la mantiene viva"
El 28 de septiembre de 2020 A.L. Jambrina publica también otro artículo, este en El Comercio-La Voz de Avilés, dando la noticia de un cambio de dueños: Javier dejaba la gerencia y traspasa el negocio a Juan Carlos Requejo, haciendo también un repaso por la historia del negocio:
"Hace más de noventa años que La Colosal es la tienda de ultramarinos de referencia en Avilés. Se trata de un tipo de negocio en extinción, de lo que ya quedan muy pocos en los centros de las ciudades y que invita a entrar a cualquiera que pase por la calle San Francisco, en pleno casco histórico.
El negocio fue fundado a principios del siglo pasado por un sombrerero cubano que llegó a Avilés de las 'Américas'. Después pasó a manos de Marcelino Rodríguez, un 'chavalín' avilesino que trabajó en la tienda como ayudante desde los trece años. El dueño actual es Javier Rodríguez, su hijo, que ha dedicado su vida a La Colosal y ahora ha decidido que le toca salir del mostrador y disfrutar un poco más de la vida
«Han sido muchos años de sacrificio, sin un día de vacaciones y no quiero que me pase como a mi padre que vivió toda la vida aquí metido. Ahora toca disfrutar y dedicarme a otras pasiones como las motos. Voy a reciclarme y a seguir trabajando, pero también quiero descansar», reconoce Javier Rodríguez, que por suerte ya ha encontrado a alguien de confianza a quien pasarle el relevo a partir del próximo mes de noviembre.
El elegido es Juan Carlos Requejo, un leonés afincado en Asturias que ya regenta varios negocios en la ciudad y ahora, en plena crisis sanitaria por la covid-19, se ha animado junto a unos socios y le dará un lavado de cara a La Colosal.
«Era una oportunidad única que no podía dejar pasar. Es un negocio maravilloso y muy particular, de los de antes, y nuestro objetivo es mantener esa esencia, pero modernizarlo y cambiar algunos detalles», explica el nuevo propietario ilusionado ante el futuro.
Que los clientes de toda la vida no se preocupen porque seguirán trabajando los mismos productos que han caracterizado a la tienda desde hace casi un siglo, como el bacalao salado, la repostería, el pimentón o el azafrán.
«Todo seguirá muy parecido, pero vamos a modificar un poco la distribución de los productos ya especializarnos en temas como los embutidos o los vinos. De hecho, la parte de atrás de la tienda se convertirá en una bodega en la que catar y disfrutar de productos gourmet», adelanta Requejo, que estos días está ayudando en la tienda para ir conociendo a sus futuros clientes y todos los entresijos de un negocio que roza el siglo de vida"
Aquí en estos soportales estuvo también la histórica Confitería San Francisco, fundada por Antonio Pardo Barral, además de confitero heredero de la saga de su padre, era un gran artista dando forma a sus pasteles, lo que le llevó a ganar premios de prestigio. De él escribía, llamándolo Artista del Merengue, Juan Cueto el 5-11-1985 en La Nueva España:
"Hijo de Julio Pardo, el confitero, toda una institución en la Arriondas de los años 20, acudía a la escuela particular de don Ramiro Paniagua, que luego le cobraba las clases a su padre en especies: pasteles, tartas, etcétera... Al mismo tiempo aprendía el oficio con su progenitor. «Puedo decir que nací con ello, desde que tenía uso de razón anduve por el obrador entre hojaldre, merengue, almendras y demás».
En 1929, con sólo 16 años, se marchó de Arriondas en busca de nuevos horizontes. Llegó a Avilés y comenzó a trabajar en la confitería «La madrileña», ubicada en una de las desaparecidas casas con soportales de la calle de La Fruta, que fueron derruidas en la década de los 30. Allí trabajaba Antonio de ayudante de confitería; y por las noches acudía a la Escuela de Artes y Oficios Artísticos avilesina, donde aprendió el difícil arte del modelado y vaciado de la mano de dos excelentes maestros: don Manuel Soria y don José Iglesias, «Pepe Tesa». Ya por aquel entonces recibió el artista el primer reconocimiento público a su labor; contaba con 19 años, y en una revista de Barcelona llamada «La Confitería Española» se publicó una fotografía cuyo pie rezaba Capuchina adornada con un paisaje invernal pintado con chocolate y glass sobre una laca de mazapán. Confeccionado en la confitería de don Acisclo Gil «La Madrileña» por el operario Antonio Pardo"
Juan Cueto le dedica un apartado muy especial y pormenorizado a su formación repostera:
"Con el afán de adquirir más conocimientos sobre su oficio. Pardo se traslada a Oviedo, donde trabaja en renombradas pastelerías de la capital, que aún hoy conservan su fama; paralelamente, acude a la vieja Escuela de Artes y Oficios de la calle del Rosal que patrocinaba la Sociedad de Amigos del País, perfeccionando sus conocimientos sobre el dibujo. Otra faceta que también cultivó Antonio Pardo fue el canto, siendo uno de los fundadores del coro El Ampurdán, que dirigía el padre José Suárez, a la sazón chantre de la iglesia de San Francisco de Avilés. En el año 1945 se traslada a Luarca, donde instala su propia confitería; allí, en la villa blanca de la que conserva muy buenos recuerdos, vivió durante 10 años. Reconocimiento internacional El reconocimiento internacional a su labor comenzó en el año 1961, cuando consiguió la medalla de oro en el VII Congreso internacional de pastelería y confitería celebrado en la ciudad francesa de Niza. Ciento cincuenta obras, representando a doce países, acudieron al certamen. La obra premiada representaba a los Reyes Magos con sus pajes, realizados en chocolate, con un peso total de 30 kilos, y unas medidas de 65 centímetros de alto por 30 de largo cada uno de los reyes; el tiempo invertido en el trabajo fue de dos semanas, en sus ratos libres. En aquel entonces, él viaje de los Magos hasta Niza costó 3.000 pesetas, fueron en tren desde Avilés hasta Madrid, y en avión de Madrid a Niza.
En 1964 ganó otro concurso internacional, esta vez en Barcelona. Se desplazó a la ciudad condal, con su utilitario, llevando en el portabultos el grupo escultórico «Los Borrachos», re producción de uno de los más famosos cuadros de Velázquez. La obra, confeccionada en praliné, que es una masa de almendra molida, azúcar, leche en polvo y manteca de cacao, tenía unas dimensiones de ochenta centímetros de largo, por ochenta de ancho y cuarenta de alto, y estaba revestida con un baño superficial de chocolate lanzado a pistola, en varias tonalidades, para dar el aspecto final a la misma. Este conjunto le supuso una semana de trabajo, con una dedicación diaria de diez horas; «como la manteca de cacao se funde a 28 grados, es decir, al contacto con los dedos, utilicé palillos y paletillas de mi invención», afirmó Pardo. Esta clase de trabajos, según él mismo, requiere muy buen pulso, siendo de gran dificultad lograr las caras de los personajes; concretamente, en esta obra escultórica logró un gran parecido entre sus modelos y los del cuadro; la parte trasera la tuvo que inventar, lógicamente, al estar copiado el trabajo de un cuadro"
Acaba Juan Cueto su artículo dedicado a Antonio Pardo con uno de los éxitos escultórico-confiteros más exitosos del artista de la repostería, Don Quijote y Sancho Panza:
"Otra de sus obras más logradas fue el grupo escultórico que representa a don Alonso de Quijano y a su fiel Sancho sobre sus cabalgaduras, que ganó un concurso de escaparates en su ciudad. Una nueva medalla de oro que añadir a su palmares la consiguió el pastelero de San Francisco en el XII Concurso internacional de pastelería de Lisboa; la obra premiada fue un conjur.to formado por un torero, «el Cordobés», y tres toros de lidia; lo que más llama la atención de este trabajo es el extraordinario parecido del torero de chocolate con el personaje que representa; por eso cuenta Antonio la anécdota de que cuando el presidente del jurado lo vio dijo: «aunque no estuviese vestido de torero, yo hubiese reconocido al Cordobés». Asturias siempre ocupó uno de los primeros puestos en España dentro del mundo de la confitería, aunque por debajo de Cataluña; el propio Pardo dice con guasa: «Si en vez de apellidarme Pardo fuera Par det, habría conseguido más premios internacionales». Nuestra región es muy golosa, dice, aquí se aprecia y se trabaja muy bien el dulce"
Desde la Fuente de los Caños de San Francisco vamos a subir las escaleras para visitar la iglesia parroquial de San Nicolás de Bari, antes del monasterio de San Francisco del Monte, cuyo aspecto y entorno es resultado de diversas obras e intervenciones a lo largo de la historia
Por ejemplo, en 1522, acontece el primer terremoto del que tenemos noticia documental en Avilés, pues el cronista y canónigo de la catedral ovetense de San Salvador, llamado precisamente Tirso de Avilés, da cuenta de él en sus Armas y linajes de Asturias y antigüedades del Principado:
"... fue general este terremoto de temblar la tierra en todo este Principado e Reyno, e cayó en este terremoto mucha parte del monasterio de San Francisco de Avilés, que es de la Orden de San Francisco, e fue general en muchas partes de España, e cayeron muchos edificios"
Este terremoto afectó seriamente a la estructura del edificio, que se desmoronó, por lo que hubo de ser en gran parte reconstruida, perdiéndose la fábrica medieval en esos elementos dañados. Se sabe por ejemplo que la sacristía es de 1587, estilo renacentista, al igual que la actual torre
Como resultado de las obras de reconstrucción, se añaden dos naves más a la única que tenía el edificio del templo, que pasa a ser la central, pues las nuevas, más pequeñas, serán las laterales. Acabando el siglo se realiza el nuevo claustro, que veremos después
El pórtico se añadió en 1687 inspirado en la forma del edificio del Ayuntamiento, que vimos en El Parche. Es realmente llamativa la cadena de inspiración barroca de estos elementos. el ayuntamiento avilesino se inspiró en el ovetense, y el avilesino a su vez inspiró en El Parche a la entrada de Rivero al Palacio de García Pumarino o de Llano Ponte y a este pórtico
Casi un siglo después, en 1786, el viajero inglés Joseph Townsend, que visitaba Avilés alojándose en el palacio del obispo Llano Ponte, quien conocedor de los conocimientos médicos de su huésped, le encargó visitar a un canónigo que padecía diversos achaques físicos, como luego le rogaría también su amigo y sobrino del prelado, Nicolás de Llano-Ponte, a quien había acompañado a Avilés con motivo de las ferias de San Agustín, en agosto de aquel año. Esta es la parte que dedica a este apartado el escrito y periodista Ramón Baragaño dentro del artículo Avilés en 1786, según el viajero inglés Joseph Townsend, publicado en El Comercio-La Voz de Avilés el el 25-11-2007:
"Según Townsend, la «ciencia y la práctica de la medicina no se puede decir que estén muy adelantadas en España, y menos aún en Asturias». Por encargo del obispo visitó a un amigo suyo, viejo canónigo, al que sus médicos auguraban una parálisis. Este canónigo, de cierta edad, vivía bien y no hacía ningún ejercicio. El pronóstico del viajero inglés fue despejar la habitación, poner al enfermo a dieta y obligarle a hacer ejercicio. A petición de Nicolás de Llano Ponte visitó a un monje, pariente de su familia, al que encontró doliéndose del mal de piedra. Tras cambiarle la medicación, le alivió los dolores, por lo que los restantes monjes le consultaron también y no encontró uno sólo que no estuviese atacado de piedra, de arenillas o de hipocondría, seguramente debido a la vida inactiva y enclaustrada que llevaban. Posteriormente Townsend fue llamado para visitar un convento de monjas, dos de las cuales estaban tísicas y otra, a la que con permiso de la abadesa le exploró el pecho, padecía cáncer, por lo que le recomendó acudir pronto a un cirujano. Con estas actuaciones, la fama de buen médico de Townsend corrió como la pólvora por la villa avilesina, en la que pasó "diez días muy agradables"
En 1836 la Desamortización de Bienes Eclesiásticos obliga a los monjes franciscos a desalojar el monasterio y ceder las propiedades de su patrimonio en Avilés. El Diccionario de Madoz dice que en el momento de la exclaustración había aquí "12 sacerdotes, 16 coristas, 5 legos y 2 criados". El novelista Armando Palacio Valdés definía así al "elemento teológico" en sus tiempos de juventud, ya tras las desamortizaciones de los conventos en 1836, a la que también se refiere como "matanza del 36":
"Los próceres, la juventud impetuosa, los comerciantes y los artesanos no constituían por entero a nuestra villa. Existía, como es justo en ella, un elemento teológico compuesto por los párrocos de la villa y Sabugo con sus respectivos coadjutores, el vicario de las monjas de San Bernardo y hasta una media docena de frailes exclaustrados que habían quedado vivos en la matanza del año treinta y seis. Había un padre Cerezo cuya sabiduría nadie ponía en duda, un fray Antonio Arenas taciturno, bilioso, que cantaba desde el coro de la iglesia de San Francisco la misa mayor con una voz que envidiaría Satán para dirigirse a los condenados del infierno, un Manzaneda (ignoro por qué a éste se le suprimía el fray y había sobre todo un fray Melitón de perdurable memoria sobre la tierra y que en el cielo, donde no dudo que se hallará a estas horas, hará las delicias de los bienaventurados.
Este elemento teológico gastaba, como el de los próceres, levita y sombrero de copa. Solamente que como correspondía a su elevada dignidad teológica, las levitas eran mucho más largas y los sombreros mucho más altos. Cuando de niño veía al padre Cerezo o a Manzaneda debajo de uno de ellos sudaba de congoja"
Después, entre 1837 y 1847 residirían monjas clarisas llegadas del convento ovetense de Santa Clara, "Hijas pobres de Santa Clara" las nombra Madoz, exclaustradas de él por la misma Desamortización, y que se irían cuando este antiguo monasterio de San Francisco empezaba a ser contemplado como nueva sede parroquial avilesina
"... el ambiente entre la ciudadanía estaba electrizado ante lo que consideraban un expolio y una afrenta a Avilés, el hecho de que se llevaran aquellas campanas costeadas además, en su día, por suscripción pública la mayor de ellas (306 Kg. con un diámetro de 80 centímetros y una altura de 78) y la segunda por la popular Cofradía de San Antonio.
A cada intento de bajar las mismas de la torre del convento, el lugar se llenaba de avilesinos tratando de evitar la maniobra. Y así una y otra vez.
Las autoridades provinciales comienzan a perder la paciencia y de nada sirven las negociaciones que quiso entablar el consistorio avilesino utilizando ante la autoridad provincial al influyente marqués de Ferrera. Que si quieres arroz Catalina.
Total que como quiera que la población ‘amotinada’ impedía –ocupando convento y torre– que se llevaran de Avilés las campanas a la capital, desde ésta la autoridad provincial ordenó la ocupación militar de la villa (acompañado de algunas prohibiciones como reuniones y manifestaciones) entre el 24 y el 28 de febrero, siendo descolgadas las campanas y transportadas a Oviedo.
El Ayuntamiento fue acusado de complicidad y el alcalde multado y aunque posteriormente se le condonó la multa, en el ambiente quedó una frustración ciudadana que estallaría tres meses más tarde en otra revuelta que ésta si que tuvo un final trágico. Hablo del ‘Motín del maíz’ o ‘Motín de la fame’, un episodio aparte.
¿Y que fue de las campanas que se llevaron las monjas Clarisas? Sobre esto publicó Agustín Albuerne, franciscano seglar, en LA VOZ DE AVILÉS del 10 de julio de 2007, un articulo donde explica que las monjas que se llevaron de aquí las campanas, las vendieron cuando volvieron a ser expulsadas, nuevamente, de Oviedo y trasladadas a Villaviciosa. Al no poder llevar (por su peso) la campana grande la vendieron (4.662 reales de vellón) en 1880 al monasterio de San Pelayo de Oviedo que la instaló en su campanario hasta que en 1992 fue retirada del mismo y pasó a adornar el jardín ovetense de las monjas Pelayas"
Y dos años después de aquella marcha de las clarisas, en 1849, la iglesia del monasterio desamortizado pasa a ser la parroquial de Avilés, bajo la advocación de San Nicolás de Bari, pues la antigua iglesia de San Nicolás de la Villa, junto al antiguo muelle y la calle de La Ferrería (que también veremos cuando sigamos camino) cambiaría su sede a este santuario que fuera del extinto convento franciscano. En ello pesaron las dimensiones del nuevo templo, imprescindible ya para una población creciente. Pese al tiempo pasado sigue llamándosela comúnmente iglesia de San Francisco y en ella se conserva el archivo parroquial, con documentos desde 1599 que se conservan milagrosamente tras siglos de incendios, terremotos, guerras...
De todas maneras aquella mudanza no culminaría hasta 18 años después con nuevas obras de adecuación de esta nueva parroquial de San Nicolás de Bari. Contrastes de la historia, los franciscanos volverían años después (1919) a Avilés y se asentarían en la iglesia parroquial antigua, que pasó a llamarse delos Padres Franciscanos haciéndose cargo de los oficios litúrgicos, incluyendo la misa dominical que por compromiso había asumido esta nueva sede parroquial. Esta nueva comunidad franciscana, muy mermada, en 2013 acabaría abandonando también aquel templo parroquial primigenio, que pasaría a ser oficialmente de San Antonio
Es por ello que en el triángulo encima de la gran portada de este cabildo vemos la hornacina con la imagen en madera de San Nicolás de Bari. Es posible, pero no lo sabemos, que antes estuviese la de San Francisco
San Nicolás con hábito y en actitud de bendecir. Sus reliquias fueron sacadas en secreto en 1087 de la ciudad de Myra, territorio griego de Asia Menor (actual Turquía) para librarlo de las invasiones. Tal vez a partir de entonces se extendiese su culto por occidente, pues la primer advocación de la que se tiene noticia en su antigua parroquial avilesina es la de San Juan Bautista. Debajo vemos la fecha de construcción del pórtico
Las filigranas vegetales nos recuerdan el pasado del lugar...San Francisco del Monte. El entorno boscoso del monasterio se mantuvo hasta el siglo XVI, pero los motivos naturalistas y vegetales están hondamente representados siempre en el arte barroco, como antes lo serían en el renacentista, gótico, románico, prerrománico (Arte Asturiano), etc. En el caso del barroco el elemento de la hojarasca es especialmente representativo
También la existencia de algunos árboles nos recuerda el origen del monasterio: un claro en el bosque sobre la colina donde existe un templo anterior, posiblemente cristianizando un espacio sagrado anterior, todo los ingredientes de un locus, nementon o santuario natural
Antes de entrar al cabildo a conocer las portadas y el interior del templo podemos acercarnos al crucero de piedra, fechado en el año 1684
Como otros muchos del Camino tiene a un lado la Dolorosa, en este caso mirando a la calle San Francisco
Y al otro lado, mirando a la iglesia, Cristo crucificado, imagen esta también muy desgastada, como la anterior
Esta explanada está justo sobre la Fuente de los Caños de San Francisco. A la derecha vemos la fachada lateral del Palacio Ferrera con el comienzo de la calle San Francisco enfrente, entrada por El Parche (por donde hemos venido). Al fondo asoma parcialmente el edificio del Ayuntamiento
Vamos a fijarnos ahora en la base de este crucero
"El monograma IHS aparece en los primeros siglos de nuestra era, a partir del nombre en griego koiné de Jesús: Ἰησοῦς (en mayúsculas ΙΗΣΟΥΣ, romanizado Iēsûs), del que sería abreviatura. Esta abreviatura, iota-eta-sigma, es ΙΗϹ (con la sigma lunada bizantina) o IHΣ, siendo sustituida la sigma final por la S, pero permaneciendo la eta griega, por su similitud con la H latina, y quedando como lo conocemos ahora: IHS o JHS.Desde el siglo vi se encuentra la errónea grafía «Ihesus».El olvido del origen del monograma dio lugar a etimologías populares:Iesus Hominum Salvator (‘Jesús salvador de los hombres’, en latín) o inclusoIesus Hierusalem Salvator (‘Jesús salvador de Jerusalén’).In Hoc Signo vinces (‘con esta señal vencerás’), creada por el emperador romano Constantino (272-337), quien afirmaba que antes de la batalla del Puente Milvio se le había aparecido el acrónimo IHS junto a su expansión explicativa: «In Hoc Signo vinces», haciendo referencia a que si él se convertía al cristianismo, vencería en la batalla. Sin embargo, tras ganar la batalla Constantino adoptó como símbolo el lábaro (estandarte) con el monograma XP (ΧΡιστός: Khristós: Cristo).JHS en español puede interpretarse como JESÚS HOMBRE SALVADORJHS se puede interpretar en español como Jesús Hostia Sagrada"
"La representación desde el paleocristianismo es muy rica y variada, acompañándose a menudo de otros elementos, como la cruz. La cruz ha acompañado al monograma tanto en mayúsculas (ilustración de la derecha) como en minúsculas, a menudo usando la h minúscula para simbolizar a la vez la cruz atravesándola con un trazo"
Vamos a fijarnos ahora en el que está a su derecha
Símbolo con forma de doble equis: XX, una Cruz de San Andrés doble, y varias inscripciones
Los dos brazos cruzados bajo la cruz, un el de Jesús y otro el de San Francisco de Asís son el símbolo de la orden franciscana
Otro símbolo podría ser la Cruz de San Damián, especialmente vinculado a los franciscanos, que nos parece reconocer en este pequeño escudo en el centro de un cuadrado rodeado de temática vegetal
El crucero muestra pues un compendio de simbología franciscana bastante antiguo y muy interesante, todo ello labrado en piedra arenisca
En el sitio donde se unen la iglesia y el Palacio Ferrera vemos una puerta con una cruz, acceso a la antigua capilla palacial
Preciosa y completa vista del crucero con los edificios de la calle San Francisco, que entre muchos nombres que tuvo habría que incluir el efímero del poeta y político chileno Pablo Neruda, que únicamente duró los días de la Revolución de Asturias en octubre de 1934
Desde el crucero accedemos al interior del gran pórtico. La iglesia sufrió mucho las destrucciones de la Guerra Civil. Fue utilizada como polvorín y cuartel, desapareciendo quemados los retablos (dos de ellos del antiguo convento de la Merced, donde ahora está la Iglesia Nueva de Sabugo) y las imágenes, así como los objetos de culto, que fueron expoliados
Por ello, a partir de 1959 se realizaron importantes reformas, entre ellas las de construir una nueva rectoral y añadir un piso más a la torre-campanario, sustituir la pizarra del tejado por teja y en 1963 la restauración del claustro del siglo XVI
La portada es gótica, si bien de estilo arcaizante, en su estructura se asemeja muchísimo a la del románico tardío, que también empleaba los arcos ojivales como transición al gótico, Esta fachada forma parte de la obra principal del templo hecho construir por los frailes hacia 1380, agrandando el anterior, donde primeramente se asentaron, que sería plenamente románico aunuqe adaptando estructuras aún anteriores existentes, como veremos en el claustro
Realmente el llamarlo gótico empezó en Italia por error, los artistas del Renacimiento italiano lo atribuyeron erróneamente a los godos al considerarlo "bárbaro e irregular". Su mayor característica sería la estructura en ojiva, del latín augere, "aumentar o reforzar la bóveda", leemos en Arte Gótico u Ojival como soporte del Bestiario:
"El problema que resuelve el estilo gótico en Arquitectura, es el mismo cuya solución buscaban los arquitectos románicos sin encontrarla del todo satisfactoria, a saber: cubrir con bóveda todas las naves de un grandioso edificio, sin perjuicio de las luces directas y abundantes sobre la nave central, y a la vez contrarrestar el empuje lateral de las bóvedas con elementos propios, independientemente de los muros y aun de las columnas. Todo se consigue con la bóveda de crucería y con los arbotantes o (en todo caso) con los estribos y contrafuertes, que se aplican a los pies de los arcos cruceros, y cuyo oficio ya no es el de contener o reforzar los muros, como sucedía en gran parte de la arquitectura románica. De aquí la distinción de los elementos de construcción en activos y pasivos, contándose entre los primeros el arco y los nervios de la bóveda, el pilar y el estribo, y entre los segundos el muro de cerramiento y la plementería de las bóvedas; éstos pueden suprimirse, o adelgazarse cuanto se quiera y convenga, mas no los primeros"
De todas maneras la solución ojival aparece ya en tiempos remotos en el arte asirio y en el persa-sasánida, llega a Córdoba en el siglo IX traídos por los árabes e incluso a la vez se plasma en el arte lombardo milanés de la misma época. Los artistas románicos empiezan a aplicarla en un periodo tardío pero no será hasta con el tan popular como falsamente llamado arte gótico cuando llegará a su máxima extensión y perfección
En El románico en Asturias, de Mª Soledad Álvarez Martínez, se dice así de estos capiteles
"... los ocho capiteles aquí vegetales en todos los casos, generan también un friso, al enlazarse por medio de máscaras humanas que, en este ejemplo, se muestran más evolucionadas (respecto a las de la antigua parroquial) y con mayor riqueza de variantes. Lo mismo puede decirse delos capiteles, de clara raigambre gótica por su naturalismo, y producto de dos talleres distintos"
Los capiteles podrían prácticamente pasar por los de cualquier iglesia románica-gótica plena. Los de la derecha con sus motivos vegetales tan remarcados que simulan movimientos. A su derecha figura una flecha, que parece ser señalaba la dirección a seguir para ir a la que era la entrada principal, la portada oeste, cuyo original ha desaparecido y parece ser en su lugar está la torre del campanario
No deja de ser emotivo y entrañable para los peregrinos, acostumbrados a seguir flechas que nos confirman el Camino, hallar esta, franciscana, que ya seguirían, tal vez, romeros vinculados a la Orden que serían aquí acogidos con trato especial. No olvidemos que, a escasos metros, estaba además el Hospital de San Juan, existente en la época. Sin embargo hay que reconocer que también parece una hoja de cala o planta similar
Entre grandes hojas asoman cabezas. Se ha dicho que las columnas, ya en el arte griego sino antes, simbolizaban los árboles de los santuarios naturales previos a la erección de templos y los elementos vegetales de hojas y plantas incidirían en este naturalismo sacro que en el caso del cristianismo transmitiría sensaciones de paraíso dentro de todo su posible repertorio explicativo El remate o imposta de arriba también con hojas entre una fila de flores o plantas tetrapétalas,llamadas artísticamente puntas de diamante, incide en ello. Los motivos repetidos dan sensaciones de movimiento, continuidad, eternidad, etc.
El motivo de las cabezas y caras es usual en el gótico, el románico, el barroco, etc., de todas formas su profusión en los templos avilesinos y en las fuentes (se sabe que como la de los Caños de San Francisco había más) ha llamado dese hace tiempo poderosamente la atención a los investigadores
Las situadas a los lados de textos capiteles parecen presentar largas melenas, sta incluso con grandes ojos fijos. Se atribuye sean imágenes de gente de aquel entonces, abades, frailes, o los mismos constructores, patrocinadores, etc.
En los capiteles de la izquierda también filigranas vegetales, si bien particularmente distintas: dos grandes hojas de varios picos a la izquierda. A la derecha dos que parecen plantas, flores, tallos... según se identificase cada una, parra, vid, lirio, yedra, etc. habría de tener su particular significado. Por ejemplo todo lo vinculado a la viña, plantas y frutos es una alegoría del vino y por lo tanto de la sangre de Cristo en la Última Cena, elemento eucarístico fundamental. De los dos exteriores (a la izquierda), Mª Soledad ´Álvarez afirma son similares a los de la primera flora gótica francesas, mientras que los interiores (a la derecha) guardan cierta semejanza con los de la cabecera de Nuestra Señora de Notre Damme de París
Abundando en esto hemos de decir que la plantación de vides en Avilés está atestiguada ya en la baja Edad Media, quedando de ella el topónimo de Entreviñas relacionado con la parroquia de San Cristóbal, de lo que hablaremos al pasar por ella saliendo de Avilés. Aquí una cabeza a la izquierda asemeja ser un monje franciscano por su corte de pelo. La de la derecha parece tener su calva cubierta por dos grandes hojas, a no ser que se trate de un estrafalario tocado
Vamos ahora a levantar la mirada para ver arriba, sobre la parte más exterior de la arquería, el guardapolvo: una línea de lo que parecen bolas o apomados pero que si los vemos de cerca parecen rosas o similares, elemento de repetición que como flor representa a Cristo. Reparemos aún más arriba en la cornisa de los canecillos que la sostienen
Unos canecillos son lisos y otros son historiados, entre ellos hay un espacio, la metopa, también con tema vegetal. El de la derecha representa una mujer con una criatura en su regazo
Es una figura de amor y protección que ha querido compararse con la labor franciscana, en concreto con las monjas de la Orden, si bien las clarisas propiamente dichas no llegarían hasta la exclaustración de los monjes con la desamortización del siglo XIX
A la derecha de este imagen otro canecillo liso, a su izquierda metopa con una tetrapétala y sobre ella fila de círculos enlazados (movimiento, repetición eternidad, infinito) y encima línea de tallos oscilantes, con hojas. A la derecha otro canecillo con figura humana, esta masculina
Un hombre portando un fardo o una especie de barril. Hay quien quiere ver una representación de la "pesada carga" de los franciscanos en sus obras de fe, lo que guardaría relación con la figura femenina anterior de ser cierta esta posible interpretación
En el pico de la ojiva del ábside vemos mejor las rosas, rosetas de esa línea exterior de la arquería gótica de la portada. Sobre dicho pico y clave se reconoce otra figura humana. Se dice es un monje con el hábito franciscano y su capucha puesta, leyendo un libro (¿un abad?). A los lados hay dos canecillos con símbolos de aún más difícil interpretación. Sobre la cabeza flores polipétalas, entre otra abundante icnografía
Más a la izquierda metopa y bandas de flores de ocho pétalos. En medio, muy negruzco, otro canecillo liso. A su izquierda metopa con bonita flor roseta y otro personaje masculino portando un gran fardo
Sus posición en la cornisa respecto a la existente al lado derecho de la misma parece revelar cierta correspondencia entre ambas
Exactamente lo mismo ocurre en el extremo izquierdo otra mujer sentada y con niño o niña acostado en sus rodillas... pero por supuesto esta explicación es solamente una suposición
A la derecha de esta portada la pila del agua bendita y, en las piedras de la pared, más caras labradas
Estas caras parecen haber sido hechas de forma más o menos espontánea, a manera de los modernos grafitis incluso, pero a base de punzón. Hay quien las vincula, tal vez por imitación, con las de la fuente o con las de los capiteles. Lo cierto es que no hemos encontrado aún ninguna referencia a ellas ni en guías ni en libros
Est es el rostro de un personaje de melena leonina. Los rasgos son tan acusados como losde cualquier buen caricatura. Parece indudable que reflejan los de alguien real
Encima del anterior otro presenta similar cabellera, y a su izquierda y más grande uno más parece llevar puesta la capucha del hábito franciscano
Más pequeñas y en el mismo conjunto, enigmáticas caras y figuras
Otro grupo de rostros, alguno mismamente casi irreconocible
Este parece tener una tonsura, lo que nos hace pensar que todos representan a monjes o personas estrechamente vinculadas al monasterio
Rostro barbudo de mirada fija y rasgo serio, con una gran llave al lado. No podemos dejar de imaginarnos simbología de San Pedro
Este asemeja un sol con nariz, ojos y boca...
Humano y felino a su derecha
Y a la izquierda de la portada, más caras labradas en las piedras, y otros motivos
Estas parecen algo más toscas, pero también de acusado rasgos
Destaca esta, con barba, pelo largo por atrás, calva por delante y cruz en la frente. A la derecha una roseta de ocho pétalos que se parece a una de las que hemos visto en la cornisa
Las otras caras, la de la izquierda todo un busto. Parecen un verdadero tratado de caricatura
Otro rostro de rasgos acusados, este luce lo que parece un bigote a lo Fu-Manchú
Tanto esta portada como las más modernas de los lados dan acceso al interior de la iglesia: al fondo las de la izquierda, que recrean de alguna manera la triple arquería románica que veremos en el claustro
Puertas a la derecha de la portada. Dos de arco de medio punto que parecen formar parte de las intervenciones realizadas a partir de 1959
Pero de momento vamos a salir al exterior, con la idea de entrar por la portada oeste y ver toda la nave en su plenitud desde el interior
Y así pasamos al pie de la torre con la idea de bordearla a la izquierda hacia la fachada oeste. Como hemo dicho esta torre fue ampliada en un piso más dentro de las reformas efectuadas a partir de 1959, siendo una intervención auspiciada por el párroco Ángel Garralda García
A la derecha, en los soportales de la calle San Francisco, otro restaurante de esta calle y de gran renombre era La Fragata. En el libro Avilés de Alberto del Río Legazpi y Juan Carlos de la Madrid le dedicaban este comentario:
"cuenta con los comedores de ambiente marinero más originales de Avilés, una buena cocina y, quizás, el mejor repertorio de tapas y pinchos de toda la villa"
También estaba el afamado restaurante Entrecalles, ahora El Nogal de San Francisco, del que leemos en Gusuguito:
"El Restaurante El Nogal de San Francisco , cuenta con el servicio más eficiente en lo que se refiere a rapidez que hemos conocido jamás y no por ello se siente uno apurado, que no haya confusión, pero desde luego si lo que queremos es rapidez, la encontramos en este local. Pero además también encontramos una atención al cliente muy agradable y profesional y un buen producto a un precio muy económico. Su cocina se basa en la tradición asturiana y encontraremos todo tipo de carnes y pescados, tablas de embutidos, sartenes, cachopos de carne y pescado, cocina de temporada y por encargo, lo que haga falta, pues es ideal para comidas de empresa, de amigos, familiares, pequeñas celebraciones y también es muy usado por empresas para concertar el menú de sus trabajadores"
Célebres fueron asimismo El Delfín, que ha cambiado varias veces de nombre, Pasarela, Canalla, Tarantino, El Destino... es el tramo final de la calle de San Francisco, mirando a la Plaza de Domingo Álvarez Acebal, que da paso al fondo a Galiana. Lo que fue un solar fuera de la población y en mitad de una pequeña selva se transformó radicalmente en un enclave netamente urbano, ya con el ensanche renacentista y barroco, desde la centuria del 1500, en el que, además del antiquísimo camino, estaban las huertas de los franciscanos
El gran erudito y entusiasta avilesino Alberto del Río Legazpi dice de este lugar que es La plaza que te emplaza en Avilés, y así titula uno de sus Episodios...
"Esta plaza avilesina le hubiera encantado a Marcel Proust, un fanático del tiempo y de las magdalenas. Porque es la mejor conjunción cultural y artístico de lo que Avilés ha venido atesorando, a lo largo de aquellos tiempos por las que atravesó, en su navegación por la historia.
En principio fue territorio franciscano, desde que la orden religiosa llegó a esta villa amurallada en el siglo XIII (solamente se instalaban en poblaciones muy destacadas) y construyó -según su costumbre- en las afueras. Aquí lo hizo en una colina cercana al sur de la muralla, de ahí su nombre primigenio: Convento de San Francisco del Monte.
Unos cuatrocientos años más tarde comenzó Avilés a crecer por esta zona (y por el arrabal de Rivero) y parte de los terrenos -dedicados a huertas- de los frailes fueron 'secularizados', para que discurriera por aquí la nueva calle de Galiana. Porque sabido es que el uso hace costumbre y ésta, según el dicho, hace hábito. pues héteme aquí que el hábito urbano desplazó al frailuno.
De tal guisa nació la plaza, bautizada como de San Francisco. Aunque mucho después, en 1922, cambió el nombre por el de Domingo Álvarez Acebal, ilustre maestro que había dedicado más de cincuenta años a la educación. No obstante el imaginario popular a esta plaza también le adjudica el nombre de 'El jardinin'.
En Álvarez Acebal desembocan las calles de San Francisco y Alfonso VII (que el personal conoce, faltaba más, como 'La calleja los cuernos'). Y de Álvarez Acebal salen Galiana (que ya pasaba por aquí hace trescientos y pico de años) y Julia de la Riva (desde 1907).
En este sitio, inaudito, está el convento (hoy parroquia de San Nicolás, desde 1849) con muestras de románico, gótico y hasta un claustro, barroco, que luce un vestigio prerrománico"
Convento del que seguimos viendo el santuario, ahora de frente en su fachada oeste, la que secularmente fue la entrada principal, cuyo aspecto actual es también fruto de las reformas de "pasada la posguerra" de este ex-monasterio que en 1753 tenía 46 monjes
Subimos las escaleras y por esta portada de medio punto, fruto también de las reformas de 1959, entramos, ahora sí, a la iglesia, la cual, al pasar a ser parroquial de Avilés como San Nicolás de Bari, esta fue asimismo madre de otras parroquias avilesinas al crecer la población: la primera Santo Domingo de Guzmán de Miranda en 1887 y luego, con el crecimiento poblacional de Ensidesa, Santa Bárbara Mártir de Llaranes (1957), el Cristo Rey de Versalles (1982) y San Agustín (1982), de las que a su vez surgirán la del Cristo de la Misericordia de la Carriona, Santa Teresa de Jesús del Pozón, o San Juan de Ávila de Avilés
En este primer tramo, al acceder al interior, observamos tres grandes arcos llamados de carpanel o apainelado por su forma. Admiramos la profundidad de la gran nave central, de 40 metros de largo por 10 metros de ancho. Ya hemos dicho que en el siglo XVI se añadieron dos naves laterales, más pequeñas, construyéndose una nueva sacristía
Las reformas, profundas, acaecidas en el tiempo, no solamente tenían que ver con las mejoras funcionales de los templos y conventos, así como sus oportunas reconstrucciones a consecuencia del paso del tiempo, sino también con los cambios litúrgicos y las transformaciones de mentalidad de cada época. Así, soluciones arquitectónicas y motivos ornamentales triunfantes unas épocas se tornaron poco convenientes en otras, especialmente en esa centuria marcada por la Contrarreforma y guerras de religión
Muchos elementos y detalles artísticos, así como estructuras arquitectónicas que con el románico y el gótico parecían convenientes, luego no se las tuvo como tales. Otros se han conservado pero trasladados de sitio, es el caso de los sepulcros de las familias principales avilesinas que tenían aquí asiento y panteón
Tras la bancada, en un rincón, un sepulcro gótico de tradición hispanoflamenca. Pertenece a Martín Alas y es del siglo XV, apoyado en un basamento de tres leones y con tres escudos en el frente, lisos, donde estarían pintadas las armas del linaje, sobre hojas de cardo. En la tapa el yacente aparece con hábito eclesiástico de largos ropajes ceñidos por cinturón
Sobre la cabeza, de cabellera rizada, un bonete, y junto a ella y a cada lado, sendos ángeles con grandes alas, motivo vinculado al legendario origen de este apellido tan influyente en la historia avilesina. Una leyenda cuenta que el señor Martín Peláez, del cercano Castillo de Gauzón, en Raíces, defendió la fortaleza victoriosamente ante los musulmanes luego de aparecérsele un ángel con alas portando una cruz en una mano y una espada en la otra, ayudándole a expulsar a los invasores cuando estaba acorralado en una torre. A partir de entonces sería conocido como Martín de las Alas. Al lado de su cabeza hay, postrado en la almohada, un ángel con sus alas extendidas
Hay otros tres ángeles más, uno por cada esquina
Estos son los que están a los pies
Aquí una talla contemporánea de San Nicolás. También hemos citado que la mayor parte de los retablos, imágenes, mobiliario y elementos del patrimonio de la iglesia desaparecieron al ser asaltada durante la Guerra Civil y transformada en polvorín y cuartel
Al lado, se han encendido las luces de la capilla bautismal, situada en lo que fue la antigua portería del convento tras la reforma de 1960
Vamos a entrar ahora en ella, sita en el piso bajo de la torre-campanario
A la derecha de la entrada y en una esquina la pila de agua bendita
En su interior se conserva un elemento único, muy notable, importante y de notoria antigüedad
Es la pila bautismal, uno de los elementos más antiguos del santuario, pues parece ser aprovechado de un antiguo capitel corintio romano procedente acaso de otro lugar, pues es de mármol blanco y este material no se halla en Asturias
Está datada en el siglo I d.C. y su uso en la liturgia cristiana debe ser muy antiguo. El ilustrado Jovellanos, quien la conoció en su visita al convento el 17 de julio de 1792, quedó tan admirado con ella que escribió:
"me sorprendió a la entrada un bellísimo capitel romano de mármol blanco de origen corintio, qué columna no correspondería a los modelos de semejante capitel, y qué templo o edificio a semejante columna"
No es difícil suponer que aquí hubiese, en un nemeton o espacio sagrado natural (el claro de un bosque), un templo precristiano o una villa romana, tal vez la de algún Avilius que dio nombre a Avilés. Si ese gran templo romano, o villa, estaba aquí o no es un enigma de la historia, pues parece ser la pila procede de la antigua parroquial y está vinculada a la famosa leyenda del Cuélebre de Avilés que aquí se armaron de sables los pescadores de Sabugo contra un cuélebre, monstruosa serpiente alada, que el mar arrastró a la costa en una galerna
Este es el candelero, al lado de la pila bautismal, profusamente trabajado en múltiples detalles, destacando las serpientes que lo circundan y que no sabemos y son una reminiscencia de aquella popular leyenda
Tras la pila bautismal, que sigue en uso y han sido en ella bautizadas muchas generaciones de avilesinos, hay una fuente que procede de la entrada al refectorio o comedor, del desaparecido convento de la Merced, el cual estaba donde luego se hizo la actual Iglesia Nueva de Sabugo, es uno de los pocos elementos que se conservan de él
A la izquierda, una capilla-humilladero u oratorio lateral
Hay en ella un Cristo crucificado del siglo XVII y las figuras de dos flagelantes
Enfrente, lado del evangelio, vemos una de las entradas al claustro y más imaginería religiosa de sumo interés
Calvario: Cristo Crucificado, Dolorosa y San Juan, del siglo XX, obra del prestigioso taller Arte Granda de Madrid, imágenes bajo arco de madera del XVIII
A su derecha, en la pared de la portada, hay una placa
Placa relativa a la última gran obra de reforma y ampliación de esta parroquial y extinguido convento, inaugurada en 1960
Desde aquí proseguimos nuestro recorrido por la nave de la iglesia. Hay que tener en cuenta que, fechado en 905, existe un testamento disposición por el que Alfonso III El Magno dona al clero ovetense las iglesias avilesinas de San Juan Bautista y de Santa María de Avilés
Según el párroco e investigador Ángel Garralda, la primera sería luego la tan citada antigua parroquial de San Nicolás, hoy de San Antonio, y la segunda sería sobre la que se construiría este convento de San Francisco del Monte. El documento en sí parece ser una interpolación un par de siglos posterior, obra del obispo Pelayo, pero delatan la existencia de unos antiguos templos preexistentes a los actuales
Esta talla representa a un abad franciscano, identificable con su báculo y su libro
Hallaremos abundante información relativa a la Semana Santa, de honda raigambre avilesina y compuesta por varias cofradías, de las cuales algunas tienen aquí su sede, como la de Nuestra Señora de los Dolores, constituida en 1953 y de la que tenemos aquí su reseña, la de San Juan Evangelista, la del Santísimo Cristo de Rivero y San Pedro Apóstol, la de Jesús de Galiana, la Hermandad del Santo Entierro y Nuestra Señora del Gran Dolor y la del Beso de Judas
La Semana Santa Avilesina se celebra desde el siglo XVII, si bien tal y como ha llegado a nosotros se conforma en la primera mitad del siglo XX. El escenario del casco antiguo es especialmente solemne para sus procesiones
La presencia y actividad de los franciscanos tuvo mucho que ver en el arraigo de la Semana Santa en Avilés. Con el título de Historia y fe de la Semana Santa avilesina, Fernando del Busto publica un reportaje el 3-4-2017 en La Nueva España en el que recoge un repaso del párroco, D. Alfonso López, a algo de esta historia:
"Alfonso López recordó el fundamental papel de los franciscanos en la creación de la Semana Santa. Una evocación histórica en la que citó los problemas del Avilés del siglo XVII, con confesiones como las del párroco de San Nicolás que en 1661 lamentaba «las muchas interferencias de clérigos, religiosos, legos, hombres y mujeres». Una memoria que puso el valor en el papel de los hermanos franciscanos a quienes homenajeó con cariño.
López no olvidó el papel actual de las cofradías, incluso con apuestas arriesgadas. Así, a mitad del pasado siglo, decidieron imponer los capuchones que, en los siglos previos nunca se habían usado, pero que transformaron la dimensión de la Semana Santa, ya que «el protagonismo pasaría del pueblo a las cofradías».
Con las parroquias como «custodios» de la celebración, López zanjó cualquier polémica al recordar que «nadie debe apropiarse de la Semana Santa. Las procesiones no son para las cofradías, sino que pertenecen al pueblo de Avilés que las ha conservado en su corazón desde el siglo XVII»
"Está declarada Fiesta de Interés Turístico desde el año 2003. En Avilés, las procesiones de Semana Santa se vienen realizando de forma ininterrumpida desde 1948, recogiendo la tradición de cofradías y procesiones que se organizaban en el concejo desde el siglo XVII.Las procesiones de Semana Santa están organizadas por las nueve cofradías registradas en la ciudad, aglutinando a más de mil cofrades. A lo largo de la semana realizan diez procesiones con un total de veintitrés pasos, mostrando dieciséis imágenes procesionales."
"El final del calendario de procesiones da paso a la Fiesta del Bollo, reconocida como Fiesta de Interés Turístico Nacional. La continuidad temporal de ambas festividades comprende eventos religiosos y festivos que abarcan del 14 al 22 de abril.Complementariamente a las procesiones y fiestas, la Comarca de Avilés ofrece las Jornadas gastronómicas “Menús de Pasión”, y un amplio abanico de actividades de ocio y turismo para explorar su entorno cultural y natural."
"Domingo de Ramos
Procesión de la Borriquilla, con el paso de “Jesús entrando en Jerusalén”. Por la tarde en Versalles procesionará la hermandad del Santísimo Cristo de la Verdad y la Vida portando la imagen de Jesús en el Huerto de Los Olivos.
Lunes Santo
Procesión de Jesús Cautivo, con el paso de “Jesús de Medinaceli”.
Martes Santo
Procesión de San Pedro con dos pasos, ” San Pedro Apóstol” y “Jesús atado a la columna”
Miércoles Santo
Procesión del Santo Encuentro con tres pasos, “Jesús caído bajo el peso de la cruz”, “La Dolorosa” y “San Juan”.
Jueves Santo
Dos procesiones, Procesión El Beso de Judas, con el paso “La traición a Jesús en Getsemaní” y la Procesión del Silencio, con los pasos de “La Tercera Palabra” y “La Verónica”.
Viernes Santo
Dos procesiones, el Santo Entierro con siete pasos, entre ellos el “Cristo Yacente” y el “Cristo de la Agonía” y la Procesión Nocturna de la Soledad, con dos pasos, la “Virgen de la Soledad” y la “Cruz con la Reliquia del Lignum Crucis”, la procesión recorre el antiguo barrio marinero de Sabugo, entonándose en su trayecto la Salve Marinera, Estrella de los mares y la Salve Popular.
Sábado de Gloria
Procesión de la Resurrección, con tres pasos, “Jesús Resucitado” , la “Virgen de la Soledad” cambia el manto negro por el blanco y “San Pedro Apóstol” con la cofradía de San Pedro Apóstol y del Santo Cristo de Rivero."
"La tradición marca que el traslado de Jesusín de Galiana desde su capilla hasta la parroquia de San Nicolás de Bari para celebrar la Novena representa el inicio de la Semana Santa de Avilés, por eso ayer fue un día muy especial para los cofrades y para los avilesinos que quisieron acompañar al Cristo con la cruz en su travesía.
El año pasado Jesusín tuvo que hacer ese mismo viaje en taxi para evitar las aglomeración de fieles en los momentos más duros de la pandemia, este año la normalidad volvió a imperar y el público volvió a ver entrar la talla en la iglesia parroquial de San Nicolás por el acceso de la plaza de Álvarez Acebal, donde además tuvo lugar un emotivo homenaje al párroco Ángel Garralda, fallecido recientemente y que tantas veces ofició la misa en este día señalado.
Se notaba entre los cofrades el nerviosismo de quienes llevan sin procesionar más de dos años. Hubo que volver a engrasar la maquinaria, pero una vez en marcha la ilusión y la devoción fueron protagonistas en una tarde que, lamentablemente, también estuvo marcada por la lluvia.
Durante los últimos días, las cofradías están dando los últimos retoques a las iglesias y capillas, engalanando los templos con lazos y flores para que todo esté listo de cara a los días grandes de la Semana Santa."
"La Virgen de los Dolores presidirá desde esta tarde y durante los próximos doce días el altar mayor de la iglesia de San Nicolás, donde ya se halla desde el jueves Jesusín de Galiana, con quien comparte “morada” habitual en la capilla del Carbayedo el resto del año. La bajada en procesión de las imágenes del nazareno y de su Madre, la Virgen de los Dolores, desde la parte alta de la calle Galiana a la iglesia de la Villa forma parte de las tradiciones seculares avilesinas previas a la Semana Santa.La salida y posterior conducción por la calle Galiana de la Virgen de los Dolores está prevista para esta tarde a las 19.15 horas. Irá sobre una andilla que portarán seis cofrades vestidos de calle y con el acompañamiento musical de la banda de tambores y cornetas de la cofradía de Nuestra Señora de los Dolores, formada por más de cuarenta músicos. El recorrido de la talla por la calle Galiana podrá ser acompañado por cuantos quieran participar en el acto.El momento álgido del traslado será la solemne entrada en la iglesia de San Nicolás, que se producirá por la escalinata próxima a los Caños de San Francisco."
Avanzando por la nave hacia el altar, dejamos a la izquierda la parte interior de la portada "románica-gótica" que hemos visto antes, bajo el pórtico. En Lo Chocante de algunos nombres que se dan en Avilés Alberto del Río Legazpi narra una curiosa anécdota sobre las denominaciones populares de diversas imágenes y advocaciones:
"Cuando, hace unos años, visitaron la ciudad componentes de una cofradía de Sevilla, alucinaron en colores morados, al oír que a los miembros de la principal cofradía ‘semanasantera’ avilesina, los llamaban ‘los sanjuaninos’. Luego el alucine derivó a castaño oscuro, cuando supieron que la capilla de Nuestro Padre Jesús de Galiana, era conocida como ‘Jesusín’ de Galiana y la del Santísimo Cristo y San Pedro, de la calle Rivero, como la de San ‘Pedrín’.
Se les razonó que era una cuestión de cariño, de proximidad.
–También nosotros queremos mucho al Jesús del Gran Poder y no se nos ocurre llamarle Jesusito…
–Si, pero vosotros sois de la tierra de María Santísima y nosotros de la de La Santina…
–¿La Santina? ¿La llamáis así por pequeñita?
–Al contrario. La llamamos así porque ye muy grandona.
Y haciéndose cruces –porque es difícil de entender, gracias a Dios, este asunto– marcharon los sevillanos desconcertados por la confianza que nos tomábamos con los santos. Debieron pensar que nos faltaba algún tornillo. Pero les quedó por saber –se hubiesen destornillado de risa– sobre la el nacimiento y la singularidad de otros nombres avilesinos."
En 1936 se quemaron los doce retablos que había en la iglesia, alguno procedente del antiguo convento de la Merced, que estaba en Sabugo. Tras la toma de Avilés por las tropas nacionales se acometen las primeras obras de rehabilitación con el párroco e historiador y arqueólogo Don José Fernández Menénde
Por ello, el aspecto actual corresponde a las reformas y restauraciones realizadas por Don Ángel Garralda a partir de 1959, ampliando el fondo de la nave central, una nueva fachada noroeste y reformando el baptisterio, así como haciendo una cripta en el sótano, entre otras varias intervenciones
Y aquí llegamos a la parte culminante del templo con sus tres naves añadidas en el siglo XVI, la central bastante más grande, comunicada con las laterales por arcos con gruesas columnas lisas. Son dos a cada lado, antes de la guerra solo era uno a derecha e izquierda
En 1670 Gregorio de la Roza reforma el antiguo ábside, haciendo este de cabecera plana y bóveda de crucería, añadiéndose las capillas de Santiago y del Espíritu Santo. Unas décadas después y ya en el siglo XVIII se levanta la capilla del Cristo de los Zapatos, llamado así porque su imagen calzaba unos zapatos de plata
A la derecha la capilla de la Purísima, parte muy reformada de la pequeña ermita románica donde se asentaron primeramente los franciscanos, cuya advocación mariana puede estar vinculada a aquella más antigua iglesia de Santa María de Avilés
Se dice formaba parte del primer templo franciscano y esta era su posible sala capitular, donde se reunían los monjes a tratar asuntos del común y que comunica la iglesia con el claustro. Otra teoría afirma que era parte de un santuario anterior sobre el que los franciscanos erigieron su cenobio
Cerrada por verja, nos acercamos a ver el interior, a los lados, imágenes de San Antonio y Santa Teresa de Jesús
La capilla actual fue construida en el siglo XVI y fue reformada en 1670 según proyecto de Menéndez Camina
Destaca al fondo un arco apuntado con columnas de capiteles labrados, revela ser una transición de románico tardío a gótico. Observemos sus capiteles
Los de la izquierda presentan dos motivos: en el capitel exterior dos pájaros afrontados que parecen picarse el pecho: se trata del pelícano como símbolo eucarístico ya que se creía alimenta a sus crías con su propia sangre, abriéndose el pecho con su puntiagudo pico cuando la comida escasea
Un relato afirmaba incluso que las crías de un pelícano se mataron entre ellas a causa del hambre mientras su madre buscaba comida. Ella regresó al tercer día sin nada y, al verlas muertas, se hizo sangre, regándolas y resucitándolas. Ello haría que se hiciese del ave alegoría de la Eucaristía y del propio Cristo
El capitel interior muestra un sogueado en forma de nudo, otro símbolo usual no sólo en el románico sino en gran parte del arte universal desde la Prehistoria. Su sensación de continuidad puede evocar conceptos como infinito y eternidad. No nos olvidemos del nudo gordiano de la leyenda griega, que cortó Alejandro Magno con su espada
Los capiteles de la derecha presentan una muy estilizada y artística decoración de inspiración vegetal
Y a la derecha, esta es la arquería románica que comunica con el claustro, un elemento también de la primera fundación monacal franciscana, cuando en el siglo XIII sus frailes se asentaron en este lugar, el entonces aún pequeño templo anterior a la posterior iglesia inaugurada en 1380. Cuando lo visitemos veremos por fuera esta preciosa triple arcada viendo su decoración exterior
A la izquierda un sepulcro con arcosolio sostenido por tres leones
En esta capilla de La Purísima estuvieron los restos de Pedro Menéndez de Avilés, el Adelantado de la Florida, dentro de las numerosas peripecias y avatares de sus nada menos que "diez entierros", bien explicados por el historiador Alberto del Río Legazpi en Los Episodios Avilesinos publicados en el periódico El Comercio-La Voz de Avilés
"... Había fallecido el 17 de septiembre de 1574 en Santander donde, con el rango de Capitán General de la Mar Océano, estaba al mando de la formación de una gran flota de barcos (nada que ver con la Armada Invencible que fue creada más tarde, en 1588) con destino a pacificar las costas de Flandes por orden del rey Felipe II
Sus oficiales cumpliendo la voluntad testamentaria del difunto de ser enterrado en la iglesia avilesina de San Nicolás (hoy conocida como de San Antonio) metieron su cuerpo en un ataúd con herrajes y cerradura que fue embarcado en una nave que a los pocos días puso rumbo al puerto de Avilés. Y a partir de aquí ocurre que…
1. A la altura de Llanes un fuerte temporal sorprende a la nave y la obliga buscar refugio en el puerto llanisco; pasados los días y como quiera que el tiempo no mejoraba el cadáver fue desembarcado y depositado en la Colegiata de Santa María donde, increíblemente, permaneció 17 años
2. El 9 de noviembre de 1591 llegan, por fin, sus restos a Avilés tras las gestiones realizadas por el canónigo y cronista Tirso de Avilés junto con el arcediano Gonzalo Solís, que habían sido enviados a Llanes por las autoridades avilesinas. El ataúd fue depositado en su domicilio (entonces en el inicio de la margen izquierda de la calle La Ferrería) y desde allí solemnemente trasladado a hombros por cuatro regidores, hasta la iglesia de San Nicolás (hoy de San Antonio) donde fue sepultado en su capilla mayor al lado del Evangelio.
3. En mayo de 1652 se inician importantes obras en la iglesia (abovedado de techumbre y ampliación del templo) por lo que remueven la tumba del Adelantado, depositando sus restos bajo el arco de la sacristía donde estuvieron durante doce años.
4. En 1664 se construye ex profeso un arco abierto en la pared que albergará un nuevo sepulcro para los restos de Pedro Menéndez y que durará doscientos sesenta años. Será su estancia más larga hasta hoy, que nunca se sabe.
5. En 1924 y dentro de un ambiente de reivindicación de la figura del marino que había comenzado en 1918 con la inauguración de su estatua, en el parque El Muelle, obra del escultor Manuel Garci-González, un artista valenciano que también construyó el nuevo mausoleo para el Adelantado –a pocos metros de la tumba que tenía– y donde fueron depositados los trajinados restos del marino después de haber sido paseados por las calles de la ciudad. Al acto, motivo del primer documental cinematográfico realizado en Avilés, acuden autoridades regionales, nacionales y el embajador de los Estados Unidos en Madrid así como destacados representantes del Estado de Florida y de la ciudad de San Agustín que Menéndez de Avilés había fundado en 1565 y, mayormente, considerada hoy como la más antigua de los Estados Unidos.
6. En 1936, al comenzar la Guerra Civil se producen lamentables incidentes entre los que se incluyen incendios y profanaciones de sepulcros en los templos. Los restos de Pedro Menéndez, en una caja de madera, son llevados al cementerio de La Carriona, donde (según tiene escrito el Cronista Oficial Justo Ureña) el capataz municipal, dándose cuenta de la importancia de los mismos, los esconde en un rincón de la capilla del camposanto.
7. El capataz recibe órdenes de desalojarlos de allí y los esconde en un panteón, no identificado.
8. En 1937 con la entrada de las tropas franquistas en la ciudad los restos son reclamados por José Fernández Menéndez, párroco de San Nicolás de Bari y miembro de la Real Academia de Historia. La vieja e histórica parroquia de San Nicolás estaba domiciliada ahora en el antiguo convento de San Francisco, lo que el sacerdote adujo como excusa para darles sepultura en su templo.
9. En febrero de 1956 el párroco Ramón García los traslada a la capilla de la Purísima en tanto se prepara una vuelta de los mismos a la iglesia antigua, donde siempre estuvieron.
10. En agosto de aquel año tiene lugar el solemne traslado de los restos de Pedro Menéndez de Avilés a la histórica iglesia (antigua de San Nicolás de Bari y hoy de San Antonio) de donde habían sido sacados en 1936. A los actos acudieron autoridades regionales y nacionales, miembros de las Armadas española y norteamericana, así como el embajador de Estados Unidos en Madrid..."
Continuamos recorriendo la iglesia y sus capillas: de frente la dedicada a Santiago, hacia la que nos dirigimos. A su izquierda el altar mayor
Arcosolio con el altar de la Virgen de Covadonga. hecho en 1960 reproduciendo los sepulcros góticos que vemos un poco más allá, en dicha capilla de Santiago. Bajo la imagen de la Santina hay un arca con reliquias de San Nicolás, San Francisco de Asís y San Antonio, relicario inaugurado el 14 de febrero de 2018 con el fin de exponer de manera permanente estas reliquias que antes únicamente podían venerarse el día de Todos los Santos. A partir de ahora muestran "a devotos, peregrinos y turistas una faceta más de las formas de religiosidad avilesina" en frase del párroco D. Alfonso López
"... atrae una concurrencia considerable de extranjeros a Avilés, y cada habitante se apresura a abrir su casa para recibir a sus amigos. En ese tiempo pasan la mañana paseándose para ver las tiendas, los rebaños… y acaban el día bailando… Las danzas más en boga son a la inglesa, el minué y la contradanza francesa, y hacia el fin de la velada el fandango"
Los sepulcros góticos de la capilla de Santiago estaban anteriormente en la nave mayor, la única que había, cerrando el ábside central, y fueron trasladados aquí durante las reformas del siglo XVI. Pertenecen el derecho a Juan Alonso de Oviedo y el izquierdo a Aldonza González, su esposa, benefactores de esta iglesia. Presentan como era habitual los pies hacia el oriente. Estos sepulcros estuvieron ocultos por uno de los retablos barrocos destruidos en la guerra civil
Las tumbas presentan ambas un ángel, de rodillas y orando, junto a sus cabezas. Durante su traslado, se desprendieron las cabezas de ambos ángeles, pudiendo recolocarse la del de Juan Alonso pero "cortada". El que sí perdió la cabeza fue el perro, cuya figura vemos a sus pies
En el caso del sepulcro de Aldonza el ángel resultó también "decapitado" durante el cambio de ubicación, pero su cabeza también desapareció
A los pies el gran retablo de la capilla de Santiago, maravilla del arte, donado en 1952 para sustituir al destruido en la guerra. Fue donación de una familia de la parroquia y se inauguró el día de Santiago, 25 de julio
En el retablo, de madera tallada y policromada con dorado a fuego, se muestran dos grandes escenas
Abajo tal parece la legendaria Batalla de Clavijo, donde el Apóstol Santiago se apareció al ejército de Ramiro I en un caballo blanco, dándoles la victoria. Véase abajo la Cruz de Santiago
Arriba se representa la aparición de la Virgen del Pilar a Santiago, este a la derecha
Alzamos la vista y admiramos la muy policromada y colorista bóveda, pintada con escenas de la vida del Adelantado de la Florida por el artista de Llaranes Carlos García Díaz en 1990
"En 1544 una escuadra francesa mandada por Jean Alphonse de Saintonge captura en Finisterre 18 naves vizcaínas. Menéndez de Avilés le persigue hasta el puerto de La Rochela, donde se ha refugiado, y recupera cinco de las naves, aborda la capitana y personalmente da muerte a Jean Alphonse de Saintonge.
A pesar de las fuerzas francesas del puerto de La Rochela, Pedro Menéndez de Avilés logra salir de allí con sus presas. El emperador Carlos V le autoriza a continuar con sus acciones contra los franceses, de forma que el marino asturiano es el principal responsable de que finalicen las correrías francesas por las costas gallegas y asturianas"
"En 1554 estuvo al mando de la flota que envió el rey Felipe II a Inglaterra cuando se iba a casar con la reina María.
En 1555 mandaba la flota del Virrey del Perú Andrés Hurtado de Mendoza, que zarpó de Sanlúcar de Barrameda el 15 de octubre con setenta y ocho navíos mercantes, dos galeones de armada y tres carabelas grandes. Ese mismo año, sin contar con el parecer de los oficiales de la Casa de Contratación de Sevilla, el rey le encomendó la misión de transportar los tesoros de Indias, codiciados por los piratas que se paseaban por el mar Caribe, y con solo seis naves para proteger la flota, compuesta por más de setenta mercantes, logró llegar con éxito a Sevilla. Desde entonces los oficiales de la Casa de Contratación lo consideraron su enemigo.
En 1556 fue nombrado capitán general de la Armada de Indias, y al año siguiente participó en la Batalla de San Quintín. En 1561 dirigió una gran flota de galeones que trasportaban metales preciosos desde México hasta España. Cuando llegó a su destino en España, pidió permiso para regresar en busca de un buque perdido, pero el permiso le fue denegado. Este era el buque donde viajaba su hijo y otros familiares y amigos"
"Esto se debía a que el 22 de junio de 1564, una expedición francesa formada por tres barcos y 300 colonos, principalmente hugonotes, había fundado Fort Caroline, dirigidos por René Goulaine de Laudonnière (reforzados después por 800 colonos, marinos y soldados y 7 barcos de Jean Ribault llegados al año siguiente), desde donde se lanzaron diversos ataques contra colonias y barcos españoles, lo que motivó que el rey Felipe II ordenara una expedición de castigo. Los franceses rápidamente se aliaron con los caciques Saturiwa y Utina de los timucuas, apoyándolos con hombres en sus luchas contra sus rivales, en especial, Potano.
Menéndez fracasó en su intento de atacar por mar el fuerte francés con cuatro barcos, retirándose a su campamento, la futura ciudad de San Agustín, lo que motivó un contraataque de Ribault con cinco barcos y 500 hombres, que fueron hundidos por un huracán. Con la flota enemiga destruida, decidió atacar el fuerte marchando por tierra para evitar perder sus navíos por las tormentas. Durante la marcha de tres días perdió a cien de sus quinientos soldados por enfermedades y deserciones"
"Rápidamente volvió a San Agustín y masacró a inicios de octubre a los supervivientes del naufragio de la flota francesa. El lugar pasó a ser conocido como la bahía de Matanzas. Posteriormente el 8 de septiembre de 1565, fundó en tal lugar el fuerte de San Agustín, que se convirtiria en la ciudad más antigua de los Estados Unidos
Después de estos hechos recorrió el Caribe persiguiendo a piratas y regresó a España en 1567. En 1568 pidió ayuda al rey por serle negada esta por el gobernador de Cuba para ayudar a los colonos de La Florida. El rey no solo escuchó su petición, sino que le nombró gobernador de Cuba. Una vez que hubo tomado posesión de su cargo, vuelve a La Florida para socorrer a los españoles de aquella colonia que habían quedado en malas condiciones.
Como gobernador de Cuba mandó levantar su primera carta geográfica, además recorrió las costas de los actuales estados de Florida, Georgia, Carolina del Sur y el Canal de Bahamas, capturando y eliminado a los corsarios de aquella zona
Murió a su regreso a España en Santander, cuando el rey le había encomendado organizar una armada para atacar Inglaterra y apoyar a Luis de Requesens en Flandes. El sistema de flotas que diseñó España para comerciar con América a partir de 1561, estuvo inspirado en un memorial suyo, por lo que se le considera el padre de ese sistema de navegación. Su legado, en forma de testamento, se encuentra en el Archivo Histórico Provincial de Cádiz.
Sus restos mortales se hallan en la iglesia de San Antonio de su ciudad natal. En su honor, Avilés recibe el nombre de Villa del Adelantado"
Bajando la vista desde la bóveda reparamos ahora en las vidrieras modernas que dan luz natural a esta capilla de Santiago. La de la derecha muestra el escudo de Avilés, la izquierda el de la catedral de Santiago. Sería este pues un lugar especialmente vinculado a las peregrinaciones jacobitas, si bien el propio San Francisco, patrón original del cenobio, también especialmente, dada su romería jacobita, que real o legendaria, ha marcado la historia de estas fundaciones, a veces atribuidas a sus discípulos más directos cuando no al mismo santo de Asís
Cuadro de San Nicolás, en la pared entre el altar de Nuestra Señora de Covadonga y la capilla de Santiago
La sacristía es del siglo XVI, de planta rectangular y dos tramos, también de arcos carpaneles como a la entrada de la nave. Hay diversos cuadros del siglo XVII de santos franciscanos atribuidos a Juan de Bustamante: San Bernardino de Siena, San Luis de Tolosa y San Francisco Solano. El cuadro central se atribuye a Policarpo Soria (primeros del siglo XX). La decoración de la bóveda y las paredes es de Gonzalo Pérez Espolita, junto con un cuadro de San Francisco de Asís. Arcones y cajoneras son obra del ebanista avilesino Fernando Alonso
Pasamos ahora la capilla mayor, la del altar principal. Cuando se hicieron las naves laterales, los antiguos ventanales del viejo presbiterio ya no daban luz al interior, por lo que fueron sustituidos por una gran ventana ojival en 1657
En esas obras también se alza el tejado del presbiterio con esta magnífica bóveda de crucería. Es muy llamativa la gran influencia del gótico en fechas tan tardías como las de estas obras del siglo XVII. Aunque referido a la antigua parroquial, reformada también por ese tiempo y con las mismas premisas góticas, a ello le ha dedicado Olmo García del Busto, de la Universidad de Oviedo, todo un excelente trabajo, en el que revela las circunstancias de aquel trabajo y su modelo arquitectónico, La continuidad de las formas góticas en el siglo XVII asturiano. La reforma de la iglesia parroquial de San Nicolás de Bari en Avilés, en el cual, citando a otros investigadores, dice que no se trataría de una vuelta atrás con gusto gotizante, sino que el gótico aún no habría desparecido como modelo constructivo válido en todo ese tiempo:
"Germán Ramallo plantea la recuperación de las bóvedas de crucería como algo ocurrido en Asturias entre finales del siglo XVII y los primeros años del XVIII, pero en nuestra opinión esta teoría no se cumple21. La «recurrencia a lo tardogótico», usando sus propias palabras, sólo sería posible en el caso de que ese tipo de cubiertas tardomedievales hubieran desaparecido de la práctica arquitectónica asturiana, algo que, como vemos en el ejemplo de la iglesia avilesina, no fue así, como también indica el profesor Vidal de la Madrid22. Esta práctica constructiva se mantendría como una opción más dentro de las posibilidades que los maestros presentaban a sus clientes, sobre todo aquellos que no parecen haberse formado en centros donde el clasicismo se había convertido en carta de naturaleza para la arquitectura, como debió de ser el caso de Simón Tío. Es cierto que a finales del siglo XVII vemos una proliferación de este tipo de cubiertas, algo que De la Madrid relaciona con la salida a la luz del tratado de Simón García, conformado por los planteamientos y dibujos de Rodrigo Gil de Hontañón. Sin embargo, esto sólo supuso un aumento de unos ejemplos que nunca habían dejado de estar presentes, y no una vuelta hacia algo ya caduco"
"Aún me veo en la iglesia de San Francisco oyendo misa con mi padre. Los sones de órgano me transportaban; la voz de bajo profundo de fray Antonio Arenas cantando desde el coro me estremecía con santo terror; las nubes de incienso me embriagaban. Y allá en lo alto, sobre el altar mayor, veía una hermosa escultura de la Virgen envuelta en una luz fantástica que dejaban filtrar los cristales de color. Y mis ojos no se apartaban de ella, y hacia ella volaba mi corazón con ansias de dicha inmortal. Entonces pasaban por mi alma sublimes emociones que por experimentarlas de nuevo diera cien vidas si las tuviese, emociones que espero sentir después de la muerte"
En el gran ventanal hay una vidriera que representa la Virgen María. La vinculación mariana del lugar parece proceder de una época muy anterior a los franciscanos, de ser cierto esta advocación en un santuario altomedieval preexistente, si bien la veneración por La Purísima y La Inmaculada sería también especialmente fomentada por ellos. José Manuel Feito, quien fuera párroco de la vecina Miranda, escribió Del Nombre de la rosa al Convento Franciscano de Avilés, donde entre otras cosas dice, relacionándolo con las inscripciones enigmáticas de algunos templos, como las citadas en El Nombre de la rosa de Umberto Eco:
"Es cosa bien sabida cómo en algunos conventos, iglesias de templarios, catedrales, etc., proliferan este tipo de leyendas. A veces son simples iniciales de canteros, otras veces son frases enigmáticas o citas bíblicas casi siempre en latín.
Una de estas inscripciones llamadas Laberintos en Poética debido a su estructura típica, es la que se encontraba -hoy ya nadie da razón de ella- en el viejo convento franciscano de Avilés, actualmente Parroquia de San Nicolás. La recoge en su obra monumental C. M. Vigil (1) y versa sobre la Inmaculada Concepción de María.
No es extraño hallar este tema en un convento franciscano. Fue esta Orden una de las que ha mantenido a través del tiempo la lucha más entusiasta a favor del Dogma:
San Francisco de Asis, que, según la tradición, estuvo en Avilés de paso para Compostela, bendecía a sus frailes, al salir, invocando siempre a la Inmaculada Concepción.
En el Capitulo de la Orden celebrado el año 1263 en Pisa y presidido por San Buenaventura, fue declarado el día de la Inmaculada fiesta oficial para toda la Orden, la cual califica el Dogma, por su difusión entre los frailes, como «opinión de los Menores»
Anteriormente, los teólogos ya jugaban combinando las nueve letras de estas tres palabras: AVE (María), EVA (madre), VAE (condena: de culpa, de pena y de ignorancia) en un a modo de laberinto teológico.
El gran Raimundo Lulio, creador del arte combinatorio en el que cada letra tiene un significado simbólico dispuestas en figuras geométricas, fue el primero que argumentó sobre la Inmaculada de un modo teológicamente irreprochable, siendo hasta el final un ferviente discípulo de San Francisco y de los «Espirituales » (3)
Pero el máximo representante fue, sin duda alguna, el eximio Duns Escoto. El es el autor de un ingenioso juego de palabras con el que argumenta sobre el poder de Dios para hacer a María Inmaculada y el amor de Hijo para que de hecho lo llevara a cabo. Dice así:«¿Pudo y no quiso?: No es Hijo.
¿Quiso y no pudo?: No es Dios.
Digamos que pudo y quiso.»
Aportaría Feito pruebas de la veneración de la Inmaculada en Avilés citando una antigua inscripción existentes en el convento, una de ellas recogida por el historiador epigrafista Ciriaco Miguel Vigil
«Pintadas las letras de encarnado y negro..., hay otra inscripción en el plafond del tercer descanso de la escalera principal del referido Monasterio. Principia su lectura por la M central y reproduce muchísimas combinaciones difíciles de calcular. Dice: MARIA CONCEBIDA SIN PECADO ORIGINAL»
«... en el tramo de la escalera del lado de la sacristía que conduce al segundo piso se halla un cuadro grande de la Purísima Concepción algo ajado...»
Recorriendo el templo pasamos a la nave lateral izquierda, el llamado lado del evangelio, con otro gran arco y numerosas imágenes, como otra de San Nicoás presidiendo la capilla, el Sagrado Corazón, el Carmen,,,. José Manuel Feito apuntaba la posibilidad que las inscripciones y las representaciones marianas, de La Inmaculada en concreto, eran parte, como en El nombre de la rosa, de un laberinto místico, llegando a aludir a los Anales de Avilés, de Simón Fernández Perdones, que aluden a una anterior presencia templaria en el primitivo santuario pre-franciscano:
«En la época de D. Juan I era Alcaide del Alcázar de Avilés Gonzalo de Noreña, y parece que por este tiempo y de muy atrás se hallaba ya formado el Convento de San Francisco de Avilés, pues se hace mención de él en las Escrituras de San Francisco de Oviedo el año 1380, que en un principio había sido de Templarios y que cesando esta religión se aplicó a la de San Francisco»
Es cierto que la presencia templaria es más que discutible, pues es sabido que, principalmente desde el romanticismo decimonónico imperante cuando se escribieron estos anales, al esoterismo, New Age y el milenarismo de los siglos XX y XXI, se les atribuyen hechos y ubicaciones o bien fantásticos, o bien propios de otras órdenes. Así Feito cita a un antiguo cronista, Tirso de Avilés y sus Antigüedades y cosas memprables del Principado de Asturias, para hablar también de la presencia de los benedictinos, sin duda muchísimo más probable, así como la algo más apurada prisión de Alfonso II El Casto, expresada por David Arias García en Historia general de Avilés y su concejo:
"En efecto, el Convento avilesino fue, al parecer, anteriormente Iglesia de Templarios, cuya querencia por el mundo del símbolo es bien conocida. Antes de estos caballeros fue también Monasterio de San Benito, conocido como Monasterio Avilense, y en él estuvo Alfonso el Casto refugiado huyendo de una conspiración que le arrojó del trono por supuestos pactos que le atribuían sus vasallos con Carlomagno"
Confesionarios y más tallas. Feito alude de nuevo a David Arias García cuando este cita en su libro que según documento del Archivo Municipal consta que el Ayuntamiento pagaba cien reales para que se festejase a perpetuidad la fiesta de la Inmaculada Concepción. También aporta el dato de los más de 60 cuadros que le dedicó el pintor avilesino, de ascendencia carreñense, Juan Carreño Miranda
Desde esta nave lateral podremos salir de nuevo al pórtico románico-gótico, por donde empezábamos nuestra visita a la iglesia, pero vamos a continuar regresando a la portada oeste por la nave central, volviendo sobre nuestros pasos
Cuadro con iconografía de inspiración ortodoxa. Otro historiador, volviendo al tema del Temple, Jesús Ávila Granados, sí encuentra vinculación avilesina con esta mítica orden de los Pobres Caballeros de Cristo, pero no a través del monasterio sino con el uso del puerto, cosa que sí halla más visos de probabilidad, dada su comunicación directa con la meseta a través del Camín Real de la Mesa (su gran centro en el noroeste era el Castillo de Ponferrada) sin embargo desconocemos las fuentes, salvo que sea la citada de Perdones, llegando a dar origen templario a las dos iglesias existentes la misma muralla avilesina. Hallamos el dato en Los puertos del temple, de Lugares Historia:
"... puertos marítimos como el francés de La Rochelle, en la fachada atlántica, fueron utilizados con notable actividad comercial y aventurera por los templarios. La peculiar geografía de nuestro territorio, en forma de península, propició que los templarios aprovecharan sus excelentes costas para establecer enclaves portuarios de primer orden.
De esta manera, historiadores como Jesús Ávila, quien ya nos invitó a descubrir la historia del Maestrazgo castellonense, contabilizan hasta diez puertos utilizados por el Temple en España (11 si se incluye Colliure, en Francia, que pertenecía a la Corona de Aragón): Caldes d’Estrac y Miravet en Cataluña, Vinaroz (Castellón), Palma de Mallorca, Dénia (Alicante), Huelva, Faro (Lugo), Avilés (Asturias), Castro Urdiales (Cantabria) y Bilbao.(...)
Avilés, en Asturias, tiene de origen templario su recinto amurallado y algunas puertas, así como un par de iglesias. En 1155 Alfonso VII concedió a la orden la tutoría de protección de su puerto, un importante centro de almacenamiento y exportación de sal, lino, madera y vino por todo el Cantábrico y parte de Europa"
De nuevo pues en la nave central y con la luz solar entrando por la puerta oeste vamos a fijarnos ahora en un elemento más que queremos ver antes de salir, el órgano, que vemos arriba, construido a partir de 1927 por el taller de Amezua en San Sebastián. Su consola, hecha por I. Schöfelder para el mismo taller, iba a ser para el órgano de Villareal en Castellón, pero no pudieron adquirirla a causa de la destrucción de dicho órgano en la Guerra Civil. Se inauguró oficialmente el 22 de julio de 1952. Antes de este existió otro, cuyo organista, Fray Melitón, fue inmortalizado por Armando Palacio Valdés en La novela de un novelista...
"Fray Melitón era el organista de la parroquia. Líbreme Dios de suponer que tocando el órgano es como alegrará a la corte celestial. Al contrario, me parece que si a fray Melitón se le ocurriese tocar alguna vez el órgano en el cielo, no duraría allí mucho tiempo. Lo que regocijará seguramente a sus hermanos de bienaventuranza es su grande, inconcebible inocencia. Fray Melitón era un niño de sesenta años. De medianas carnes y estatura, vigoroso, la faz roja, los ojos débiles, el pelo negro todavía, hablando siempre a gritos, unas veces enfadado, otras riendo, jamás tranquilo o indiferente. No pienso que tuviera licencia para confesar, porque este ministerio exige conocimiento del corazón humano y fray Melitón no conocía siquiera el suyo; celebraba misa y tocaba el órgano en las misas solemnes y festividades. De él estábamos enamorados unos cuantos chicos y él lo estaba de nosotros, aunque no nos escaseaba los coscorrones cuando le molestábamos demasiado. Si nos hallaba en la Campa jugando a la peonza se detenía para contemplarnos, nos animaba a gritos, nos aplaudía o nos increpaba exactamente como si fuese uno de nosotros.
—¡Eso está bien, carape! ¡Bien! ¡Bien!... ¡Leoncio, eres un burro!
Si nos tropezaba en el Campo Caín se sentaba a nuestro lado y nos contaba historias milagrosas. Los milagros eran su especialidad. Otras veces nos hablaba de su convento y nos describía la enorme despensa de la cual estaba él encargado, los sacos de garbanzos, las pilas de nueces y avellanas, las filas de jamones colgados del techo; nos pintaba la huerta donde crecían toda clase de árboles frutales, cerezos, perales, que daban peras tamaño de una libra, ciruelas claudias y encarnadas, albaricoqueros de espalera: de tal modo que a los chicos se nos hacía la boca agua. Recordaba también con enternecimiento los grandiosos cerdos que allí se criaban y nos comunicaba en secreto de qué medios se valía para hacerles engordar una arroba por semana al llegar el mes de octubre. A menudo también se placía haciéndonos preguntas y enterándose de nuestros estudios y propósitos.
—¿Qué es lo que tú quieres ser?
—Yo, militar.
—¡Bravo! ¡A la lid, valiente!... ¿Y tú?
—Yo, médico.
—Mírame la lengua... (y la sacaba)... ¿Y tú?
—Yo quiero ser oidor.
—¿Oidor? Aguarda un poco que te escarbe los oídos. Y echaba mano a la punta de una ramita; con lo cual reíamos a carcajadas, y él más que nosotros. Si alguno le decía que quería ser cura, torcía el gesto.
—¿Sabes, burro, si tienes vocación para el estado eclesiástico?... Además, para ganar el cielo no se necesita ser cura ni fraile.
Y tenía razón, porque él lo hubiera ganado en cualquier condición. Entre todos nosotros distinguía particularmente a tres, y yo era uno de ellos. Por eso cedió a nuestras instancias, concediéndonos el honor de mover los fuelles del órgano, tarea que antes desempeñaba el hijo del sacristán"
Además de Fray Melitón, el organista, del antiguo órgano sigue escribiendo Palacio Valdés...
"Detrás del órgano de la iglesia de San Francisco existía, y es posible que aun exista, un pequeño y obscuro y sucio desván donde se hallan los fuelles que lo alimentan de aire. Estos fuelles, que eran tres, tenían cada uno un madero en forma de lanza, bajando el cual hasta tocar el suelo, el fuelle se hinchaba; luego, a medida que se gastaba el aire, iban subiendo paulatinamente hasta llegar al techo. Me encargué, pues, de bajar una de estas lanzas y mis amigos de las otras dos. Para bajarlas necesitábamos colgarnos de ellas, y después que las teníamos a nuestra altura, montarnos encima hasta humillarlas por completo. Así que lo habíamos conseguido podíamos descansar unos minutos mientras lentamente los fuelles se deshinchaban y los maderos subían.
¿Cómo es posible que allí encerrados medio a obscuras, respirando polvo y obligados a trabajar como negros sin descuidarnos un instante fuésemos dichosos? Pues lo éramos, y no poco. Estábamos poseídos de nuestro papel, que juzgábamos principalísimo. Sin nosotros el órgano no sonaría y todo aquel estrépito que fray Melitón armaba se extinguiría miserablemente, y la gran solemnidad vendría a tierra.
No recuerdo bien cómo acaeció; me parece que yo estaba contando a mis amigos en qué forma había entrado un pájaro en el comedor de mi casa y cómo había podido atraparlo arrojándole una toalla encima. Sea por esto o por otra causa, lo cierto es que en una ocasión nos descuidamos, olvidando los fuelles. Los maderos habían subido hasta su límite máximo, tocando en el techo. De pronto se abre con estrépito la puertecita del coro y aparece por ella la faz congestionada de fray Melitón echando chispas de sus ojos por detrás de los cristales de las gafas y se lanza sobre nosotros dejando caer sobre nuestras cabezas una lluvia maléfica de coscorrones. Sin hacer caso de ellos nos lanzamos a los maderos; para alcanzar los cuales necesitábamos dar saltos prodigiosos.
—¡Burros! ¡Más que burros! ¿Para eso os he dejado venir a hinchar los fuelles? ¡Y en el momento mismo de ejecutar el trémolo!
Es de saber que cuando en la misa llegaba el momento de elevar la Hostia Santa fray Melitón hacia ejecutar al órgano un trémolo tan misterioso, tan solemne, tan patético, que no había corazón, por duro que fuese, que no se sintiera sobrecogido.
—¡Dejarme sin aire en el trémolo, nada menos que en el trémolo! —exclamaba enfurecido sin dar paz a la mano—. ¿No sabíais que estaba ejecutando el trémolo, burros?
Yo no conocía entonces esa palabreja. Largo tiempo después, cuando llegaba a mis oídos, percibía en la cabeza la sensación vaga de un coscorrón"
Salimos así nuevamente a la Plaza de Domingo Álvarez Acebal, antiguos terrenos de labrantío del monasterio que fueron zona de expansión urbana, como Rivero, a lo largo de las importantes vías de comunicación de Avilés con el interior, los cuales pasarían definitivamente a domino público con las desamortizaciones y esta plaza, en honor al convento, sería primeramente llamada de San Francisco, hasta que en 1922 pasó a ser de Domingo Álvarez Acebal, ilustre maestro que fue director de la Escuela de Artes y oficios, la cual veremos dentro de poco
Al fondo es donde la calle de San Francisco enlaza con la de Galiana, a la altura del Conservatorio Julián Orbón, sito en el edificio del Palacio de Balsera, que hace esquina con la calle Julia de la Riva, pues fue construido tras la apertura de esa nueva calle, hacia 1917. Allí sale a esta plaza la calle de Alfonso VII, el rey que confirmara en 1155 el Fuero de Avilés otorgado por Alfonso VI en 1085, pero más popularmente llamada de Los Cuernos
De todo ello hablaremos dentro de poco, pues aún hemos de visitar más partes del antiguo monasterio de San Francisco, así como sus aledaños, Para empezar, al lado derecho de la iglesia, vamos a ver el claustro franciscano
El claustro franciscano... o las partes que quedaron de él, pues es entrada también al Colegio de San Francisco, que inició su actividad en el curso 1968/69 y cuyas obras comenzaron en 1965, afectando notablemente a su integridad, que en aquel momento fue sacrificada, siguiendo los criterios de entonces, dada la perentoria necesidad de plazas escolares con el boom demográfico acontecido con Ensidesa
Esta es una parte que resultó muy afectada por los terremotos del siglo XVII y que desapareció al construirse la entrada del colegio
El claustro, es un espacio esencial de cualquier convento o monasterio (suele preferirse emplear la palabra convento para los cenobios urbanos y monasterio para los rurales). Un lugar abierto al cielo, más o menos ajardinado y comúnmente con una fuente en medio (que se conserve o no y cómo es otra cosa). En el claustro confluyen los accesos a las dependencias monacales principales, la iglesia, la sala capitular, el refectorio o comedor de los monjes, la sacristía, la escalera principal a la biblioteca, archivo y cuartos o dormitorios de la comunidad
A la derecha vemos unas placas que ponen, arriba: COLEGIO Y GUARDERÍA, y abajo SAN NICOLÁS DE BARI. Seguidamente y a su izquierda, en el dintel de una puerta, la cruz con las letras alfa y omega y a su derecha la fecha de 1959, cuando Ángel Garralda, párroco llegado en 1957, acomete la profunda reforma del templo, comenzando por la Casa Rectoral
Y este es el claustro del histórico convento de San Francisco, cerrado por verja, de planta casi cuadrada y dos pisos, el bajo de cinco arcos de medio punto a cada lado. Arriba estaban antaño las celdas de los frailes. Alberto del Río Legazpi lo llama El claustro poético y misterioso, dedicándole otro de sus Episodios Avilesinos:
"Actualmente, y en determinadas horas de la mañana al ser lugar de recreo del colegio parroquial, el recogimiento tan propio de los claustros es sustituido por la ruidosa alegría infantil. Recogidos los niños, el silencio te habla en otro idioma.
De cualquier manera, con bullicio o con mudez, da gusto pasear por este rincón tan intensamente clásico, tan poético y misterioso, tan bello como desconocido en pleno centro de Avilés"
De cualquier manera, con bullicio o con mudez, da gusto pasear por este rincón tan intensamente clásico, tan poético y misterioso, tan bello como desconocido en pleno centro de Avilés"
La parte del fondo es de 1601. La derecha, muy dañada desde los citados terremotos, fue desmontada para hacer el colegio. En medio, dos cipreses y la fuente, que vino aquí desde El Carbayedo, construida en 1851, desarmada en 1963 por remodelaciones urbanísticas, y que estuvo guardada un tiempo en un almacén municipal, hasta ser recolocada aquí en 1963. Sigue diciendo Legazpi:
"El claustro renacentista, bajo y planta, de San Nicolás sólo conserva un ángulo, al haber sufrido el convento un gran incendio en 1909 y casi inmediatamente tiene lugar la incomprensible autorización del Ayuntamiento para construir -en parte de los terrenos conventuales afectados por el siniestro- unas Escuelas Públicas (solar que hoy ocupa la Casa de Cultura) lo que anuló otro ángulo que hoy se echa en falta.
La reconstrucción del complejo religioso –realizada entre las década 60 y 80 del siglo pasado– a instancias del párroco Angel Garralda García, empeñado en continuar la reforma iniciada por su antecesor José Fernández Menéndez (más conocido como el Presbítero José Fernández, que da nombre a una calle) y con la intervención de tres arquitectos: Luis Menéndez–Pidal, Enrique R. Bustelo y Leopoldo Escobedo, también sirvió para resucitar lo que quedaba del claustro, la mitad que se muestra actualmente, y que fue una obra de rehabilitación muy notable ya que hubo que desmontar todos sus arcos porque padecían un desplome de 30 centímetros, ya iniciado a consecuencia de los terremotos del siglo XVII.
Con 21 columnas en la primera planta y 11 arcos en la baja, el claustro es un distribuidor entre el templo, la casa rectoral y el reciente Colegio de San Nicolás"
En enero de 2019 los alumnos del Colegio de San Francisco, junto con la comunidad judía, plantan en este claustro un olivo con tierra de Jerusalén y Auchwitz y trozos del muro de Berlín... "donde desde 1280 los franciscanos han querido vivir la paz y el bien necesarios para construir una sociedad más justa"
Accediendo al interior, vamos a ir hacia la izquierda, subiendo primeramente unas escaleras
Por ejemplo, algunos de los sepulcros que quedaron a la vista durante las primeras reformas auspiciadas por el párroco José Fernández Menéndez tras la Guerra Civil
En este sector, durante las siguientes reformas, apareció un elemento altamente sorprendente, destacando un fresco con la representación de la Última Cena, del que se hizo un calco, cuya reproducción pictórica original se hizo tal y como vemos arriba. El Padre Ángel Garralda describe cómo fue el hallazgo:
"Derrumbado paredes del viejo convento según proyecto aprobado con todas las licencias, con el fin de resolver el problema de carencia de centros escolares que sufría Avilés, con ocasión de la explosión demográfica de Ensidesa, observo que al descascarillarse la cal de una pared, aparece la figura de un fresco que una vez descubierto del todo, resultó ser una bellísima Última Cena que cumplía el interés frontal del testero del templo. Con gran cierto se acercó al día siguiente Castor González y calcó el dibujo de la misma en su integridad, copia que conservamos
En ese momento, el cronista de Asturias, Joaquín Manzanares, tiró la piedra en la prensa sin esconder la mano, diciendo que yo, un «foráneo» estaba destruyendo obras de arte. A lo que contesté sobre la marcha diciéndole que lejos de destruir, he salvado una obra de arte que nadie sabía que existía, que no es lo mismo. Y conste que en la polémica no llegó la sangre al río. Nos hicimos buenos amigos y pocos días antes de su muerte repentina, comimos juntos en Avilés por invitación expresa suya"
"Trasmite Armando Palacio Valdés, en ‘La novela de un novelista’, a propósito del tiempo de su infancia pasada en Avilés, una vivencia muy honda cuando escribe que «A través de la puerta se veía el claustro con su vetusta arquería de piedra y en el centro algunos árboles, cuyo follaje apenas dejaba entrar la luz en él. Nada me ha parecido jamás en la vida más poético, más fantástico y misterioso que aquel claustro…».
El escritor se refiere al claustro del monasterio de San Bernardo, situado en la calle del mismo nombre y al que lo llevaba su madre cuando visitaba a una tía suya monja en el convento. Por entonces en Avilés había cuatro claustros en tres conventos (éste de las monjas bernardas, los dos del convento de La Merced, de monjes mercedarios, y el de los franciscanos hoy reconvertido en parroquia de San Nicolás de Bari). Actualmente solo queda la mitad de éste último, al que yo aplico gran parte del elogio que Palacio Valdés le hace al otro.
En su construcción (Raquel Alonso, en su libro ‘La arquitectura franciscana en Asturias’ habla de reedificación) que tuvo lugar entre fines del siglo XVI y comienzos del XVII tienen especial protagonismo Domingo de la Mortera y Gonzalo de Güemes, prestigiosos maestros arquitectos y constructores de la época, que igualmente intervienen en otras obras realizadas por entonces en la villa como la fuente de los caños de San Francisco, la capilla mayor del convento de San Bernardo, el puente de Sabugo y la reconstrucción de parte de las murallas. Avilés era entonces, después de Oviedo, la segunda población de Asturias con cerca de 1.400 habitantes, frente a los 600 de Gijón.
El claustro renacentista, bajo y planta, de San Nicolás sólo conserva un ángulo, al haber sufrido el convento un gran incendio en 1909 y casi inmediatamente tiene lugar la incomprensible autorización del Ayuntamiento para construir –en parte de los terrenos conventuales afectados por el siniestro– unas Escuelas Públicas (solar que hoy ocupa la Casa de Cultura) lo que anuló el otro ángulo que hoy se echa en falta.
La reconstrucción del complejo religioso –realizada entre las década 60 y 80 del siglo pasado– a instancias del párroco Angel Garralda García, empeñado en continuar la reforma iniciada por su antecesor José Fernández Menéndez (más conocido como el Presbítero José Fernández, que da nombre a una calle) y con la intervención de tres arquitectos: Luis Menéndez–Pidal, Enrique R. Bustelo y Leopoldo Escobedo, también sirvió para resucitar lo que quedaba del claustro, la mitad que se muestra actualmente, y que fue una obra de rehabilitación muy notable ya que hubo que desmontar todos sus arcos porque padecían un desplome de 30 centímetros, ya iniciado a consecuencia de los terremotos del siglo XVII.
Con 21 columnas en la primera planta y 11 arcos en la baja, el claustro es un distribuidor entre el templo, la casa rectoral y el reciente Colegio de San Nicolás.
Estilísticamente se ha emparentado con el estilo denominado ‘purismo renacentista’ que se impone en España por influencia de El Escorial. Ha influido en su traza el claustro de la Universidad de Oviedo, cuyo patio ya estaba en pie en torno a 1575.
En el patio dos cipreses, una fuente de cuatro caños –la antigua del lavadero del Carbayedo, construida en 1851 y demolida en 1963 por proyectos urbanísticos y que dormía en los almacenes municipales– y el acceso al Archivo Parroquial de San Nicolás, el más antiguo de Avilés, con documentación que se inicia en 1599.
En la parte baja del claustro –en la superior, hoy sin uso, estaban las celdas de los frailes– aparte de una vistosa sepultura encastrada y las puertas que dan acceso al templo y la espectacular sacristía (quizás la mejor entre las parroquiales de Asturias) destacan dos muestras arquitectónicas del pasado, que son dos interrogantes misteriosas en la historia de Avilés.
En su pared se halla incrustado un cancel visigótico, pieza prerrománica del estilo de las de Santa Cristina de Lena encontrada bajo tierra en 1808 al realizar unas obras ¿Remite a un templo prerrománico anterior?
También se puede admirar, en el claustro, una triple arquería románica que los expertos señalan como anterior a la llegada de los frailes en la segunda mitad del siglo XIII. Y resurge la pregunta ¿Hubo aquí otro templo anterior al monasterio franciscano?
Actualmente, y en determinadas horas de la mañana al ser lugar de recreo del colegio parroquial, el recogimiento tan propio de los claustros es sustituido por la ruidosa alegría infantil. Recogidos los niños, el silencio te habla en otro idioma.
De cualquier manera, con bullicio o con mudez, da gusto pasear por este rincón tan intensamente clásico, tan poético y misterioso, tan bello como desconocido en pleno centro de Avilés."
"En cuanto al claustro que, según María Isabel Pastor Criado, es único perteneciente al período purista, el lienzo adosado a la nave central se construye el año 1599; el segundo adosado a la capilla de la Purísima, el año 1601, y los dos restantes a continuación, pero desaparecieron por el proyecto del arquitecto que hizo las escuelas del primer distrito que llamábamos de San Francisco, para que los alumnos tuvieran más espacio. Ese atropello arquitectónico le ha privado a Avilés de un gran patrimonio. Así con todo, hoy es el rincón más bello de Avilés, gracias a que hemos desmontado todos sus arcos, que padecían un desplome de 30 centímetros por culpa de terremotos del siglo XVII, devolviéndoles el auténtico prestigio original"
Recorremos todo esta lado del claustro, o benedicto, hasta el final, contemplando detalles que vemos en nuestro deambular
Luego un gran sepulcro de arco de medio punto, es el de Ludovico Alfonso León, bajo arcosolio de medio punto, padre de Alonso Rodríguez de León, cardenal de Santiago de Compostela. Estaba antes en el interior de la iglesia, donde fue descubierto tras ser destruido el retablo que lo tapaba
"El señor Ludovico Alfonso León deseó en vida esperar aquí el día del Señor, después de su muerte"
A su derecha, otra de las joyas arqueológicas que podremos ver en este claustro es un cancel prerrománico o visigótico encontrado durante unas reformas en 1867 y colocado aquí. Otros autores como Fermín Canella citan que fue hallado en el subsuelo, pero en 1808
Es de temática vegetal y representan un tallo de vid con ondulaciones que representan pámpanos y racimos
Al final de este lado o benedictino del claustro una puerta ciega, del siglo XVI, comunicaría, en tiempos, con el interior de la iglesia y otras dependencias monásticas, como el citado archivo conventual, que ha sobrevivido a numerosos desastres, conservando documentación desde 1599
"Hinc Aula Jovis pulchra hi(.) e ui(.)i claustral eorum Haec valvae birores inter (.) i (.) rosque (.)rac(.)n (.) Ci(.)isticulae Stauras Gratanti (.)""Desde aquí la Casa de Dios hermosea los Claustros de los dioses. Estas dos hojas de la puerta median ente ambos"
"Predominan en ellos las hojas grandes y planas y las lanceoladas superpuestas en dos pisos o con apomados que evocan también algunos modelos cistercienses. Aunque simplificados y con escasa plasticidad, se pueden apreciar también algunos motivos propios de la flora compuesta del gótico temprano"
También el gran nudo, como en el interior, está presente en estos capiteles, este es el de la izquierda del arco derecho
"La Sala capitular es la estancia de un monasterio o colegiata construida generalmente con el ala o panda este del claustro. Suele ser una pieza muy amplia para dar cabida a todos los monjes, favorecida con buena ornamentación arquitectónica. En algunos monasterios de estilo románico o gótico se accede a esta sala por una entrada que constituye una verdadera fachada en pequeño, con puerta de arquivoltas y mucha decoración.
La panda de la sala capitular era la primera que se construía en el claustro del monasterio. Se empezaba a edificar poco después de haberse levantado la cabecera de la iglesia.
En este lugar se reunía la comunidad de monjes con el abad para hacer el Capítulo religión (capítulo que se realizaba en la comida), es decir, recordar las escrituras de la regla adoptada y conversar sobre asuntos concernientes al monasterio y sus habitantes. Las reuniones se hacían generalmente después de la misa, por la mañana. Los monjes se sentaban a lo largo de los muros siguiendo un riguroso orden de antigüedad. Se terminaba el acto con la confesión pública de los monjes que desearan acusarse a sí mismos de las faltas cometidas o desearan denunciar a algún otro compañero; en este caso debía omitirse el nombre, sala donde se rompía el voto de silencio"
"Recinto asociado a una comunidad de monjes/monjas o frailes alojada en un monasterio o convento, y también a un cabildo catedralicio formado por clérigos o canónigos regulares. En España el claustro es el desarrollo arquitectónico cuadrangular de la lineal y exclusiva galería porticada altomedieval que, adosada a todo lo largo delhastial meridional del templo, protegía su portada cual cobertizo o zaguán semiabierto, dotado de vanos y columnas. Su añadida función de espacio suplementario para ciertos cultos y como lugar de enterramiento de próceres —especialmente si eran eclesiásticos— se trasladó también al claustro, que vino a cuadruplicar así dichas prestaciones.
Consta el claustro de cuatro pandas techadas, enfrentadas dos a dos y comunicadas entre sí por sus extremos, que dejan en medio un espacio abierto, cuadrado o rectangular, resultado de dicha conformación. Su ubicación le confiere al claustro, a diferencia de la galería porticada o el atrio, la condición de ámbito interno y recoleto, casi exclusivo, reservado a la comunidad religiosa que lo habita (clausura remite a claustro). De hecho, en torno a este discurre la vida regular de sus miembros, ya que en el muro ciego de sus cuatro pandas se abren puertas de acceso a las dependencias monásticas o catedralicias más importantes: la iglesia, la sala capitular, el refectorio, la cocina, la tahona u horno, el scriptorium, la biblioteca, la sala de oficios; y sobre ellas el dormitorio, la enfermería, las posibles celdas y otras salas de uso frecuente.
Sobre las pandas puede haber un segundo piso de similares características. Tanto el piso inferior como el superior se abren por el lado diáfano al referido patio central —por lo común ajardinado— mediante vanos arqueados o rectos, separados por columnas que apean en un plinto corrido. Otras veces, grandes ventanales protegen ambas plantas de la intemperie o solo lo hace una de ellas, creando claustros cerrados, en los que las columnas dejan paso al muro o a anchos pilares"
La vida de los frailes de San Francisco estaba muy ligada a la de la ciudad, pese a tener sus correspondientes votos "vivían en el siglo", no enclaustrado o con cierto aislamiento, prueba de ello es que este convento estaba, si bien en un pequeño cueto o colina extramuros y en su origen boscoso, a las puertas mismas y en uno de los caminos principales de la que en la Edad Media era la segunda población de Asturias tras la capital, también con su fundación franciscana. Únicamente, luego de ellas, había otro convento franciscano en Tineo/Tinéu (Camino Primitivo)
"La Real Academia Española anota que puede usarse como sinónimo de monasterio, y puede asociarse al contexto físico, como edificio, de otros términos relacionados como abadía, cenobio, convento, monasterio, priorato, e incluso clausura/claustro, colegiata e internado religioso. Pero ha de señalarse que no son términos estrictamente sinónimos, ya que, mientras que los miembros de un convento (sus frailes) llevan una vida mixta entre la contemplación y el apostolado activo ("viviendo en el mundo", involucrados en la caridad, la enseñanza y el proselitismo), los habitantes de un monasterio (que no son frailes, sino monjes, estrictamente hablando) profesan una vida puramente contemplativa, haciéndose la distinción entre las órdenes mendicantes que ocupan los conventos, y las órdenes propiamente monásticas. Fruto de esta motivación diferenciada, los monasterios suelen hallarse en entornos apartados y rurales, mientras que los conventos son más propios de un contexto urbano.
Asociado quizá en su origen a la idea o filosofía del encuentro (de «cum venire», "encontrarse"), el origen de los conventos se registra a partir del siglo xiii como establecimientos de actividad religiosa en Occidente de las llamadas órdenes mendicantes, que a diferencia del cenobita no se apartaban de la gente sino que vivían entre ellas con la misión de predicarles su credo"
De vuelta al exterior, a la Plaza de Domingo Álvarez Acebal, popularmente El Jardinín, salimos del antiguo convento para conocer bien este su entorno más inmediato, como el famoso Palacio Balsera, que tenemos en frente, al otro lado de la explanada
Pero antes vamos a ir a la izquierda para conocer el otro extremo de la plaza, donde se hizo el colegio sobre parte del claustro franciscano. Fijémonos también en esta hornacina con la imagen del Buen Pastor a la entrada
Pasando al lado del colegio de San Francisco, al fondo veremos otro edificio notable, el de la Escuela de Artes y Oficios de Avilés, diseño de Armando Fernández Cueto del año 1891 y hecha en estilo neoclásico, pues se nos asemeja a un templo griego, estilo partenón, lo que no deja de hacernos recordar lo que escribe Armando Palacio Valdés en su obra La novela de un novelista plasmando sus recuerdos
"Avilés guardaba en aquel tiempo más de una semejanza con Atenas. Porque reinaba la alegría y el decoro y el amor al arte como en la ciudad de Minerva, y además se vivía en una dulce ociosidad que permitía consagrarse enteramente a los placeres del espíritu"
La Escuela de Artes y Oficios se había creado unos años antes, inaugurándose el 16 de febrero de 1879, dentro de los avatares políticos y sociales de la Restauración y siguiendo el ejemplo de la ovetense, e iniciando sus actividades en la zona del desamortizado convento franciscano, donde antes había estado el Liceo de Avilés y donde se construyó el Colegio de San Francisco, con apoyo del Ayuntamiento y seguidamente del Estado
Sus primeras materias estrella eran la Aritmética, la Gramática y el Dibujo, a la que seguirían la Historia de España, la Geografía y la Higiene que, con el tiempo, fueron ampliándose y adaptándose a las necesidades del momento. Julián García San Miguel en Avilés, noticias históricas, habla así de sus comienzos:
"Procuró también Avilés estimular la enseñanza popular entre los artesanos y a efecto -siguiendo el ejemplo de la Sociedad Económica de Amigos del País, de Asturias, que en 1.879 creó la Escuela de Artes , y Oficios de Oviedo-, en la misma fecha, y por iniciativa de los vecinos de Avilés, se estableció en la Villa, primero con subvención del Ayuntamiento, y después del Estado, otra Escuela de la misma clase con enseñanzas de carácter general relacionadas con todos los oficios. Y otras que, sin ser de inmediata aplicación, son muy útiles para fomentar la afición al estudio y mejorar las condiciones morales de la clase obrera"
La idea de construir este nuevo edificio fue del que fuera segundo Presidente de la Sociedad Protectora de la Escuela Simón Baragaño Flores, siendo encargado el citado Armando Fernández Cueto, que había sido además alumnos de la escuela. Con el título La villa que siso ser ciudad, Saúl Fernández publica para La Nueva España el 27-10-2008 una artículo del contexto en el que se construyó, en el que, de la mano de prestigiosos historiadores, afirma:
"Armando Fernández Cueto -maestro de obras más que arquitecto- contribuyó con su trabajo a hacer realidad el deseo de transformación de aquellos días de derrota, de historia traspasada y de recuerdos imperiales. Y en 1898 levantó dos de sus edificios más significativos del concejo: la Escuela de Artes y Oficios y la banca Maribona. Los dos, después de más de un siglo, continúan dedicándose a lo mismo: la Escuela sigue siendo escuela y la banca ahora es una caja de ahorros. Fernández Cueto -«un maestro a la vieja usanza», dice Juan Carlos de la Madrid-, unos años después, en 1917, construyó su tercera obra de referencia, el edificio del Gran Hotel, en pleno parque del Muelle, una de las señas de identidad de la villa en su paso hacia el futuro"
"Cuando Armando Fernández Cueto, con 12 años de edad, comenzó a trabajar, como chico para todo, en el taller de carpintería que el industrial Galo Somines tenía en Las Meanas –entonces a las afueras de Avilés– corría el año 1869.
Armando Fernández Cueto –cuya familia respondía al mote cariñoso de ‘Los Parafusos’– tuvo que empezar a trabajar de niño porque, de aquella, en su casa no daba para vivir con lo que ganaba su padre, carpintero de profesión.. Pero era un tipo tan listo como trabajador, que compaginó el curro con los estudios. Al constituirse Artes y Oficios, acudió a sus clases impartidas, provisionalmente, en dependencias de la iglesia de San Nicolás de Bari.
Si se quisiera trazar una semblanza meteórica de este personaje, diría que Armando fue de los primeros alumnos de Artes y Oficios (institución creada en 1879) y que mira tu lo que son las cosas, fue Fernández Cueto, quien en 1891 diseñó y construyó la sede de la Escuela en la plaza Álvarez Acebal, donde más tarde ejerció de profesor. Todo en el mismo paquete, o tres en uno.
Personaje polifacético donde los haya, cuesta, pero gusta, abreviar sus múltiples actividades, con independencia de su oficio de maestro de obras y de haber sido técnico –por un tiempo– y también concejal, ay que caray, del Ayuntamiento de Avilés.
Resumiendo, fue: profesor, pintor, escultor, constructor de las primeras carrozas de las fiestas de ‘El Bollo’, cantor en actos públicos tanto civiles como religiosos… Pero no quiero que se me olvide cuando, en 1900, diseñó y dirigió un original espectáculo nocturno de carrozas acuáticas en la ría de Avilés, estando presente el rey de España, Alfonso XIII, festejo tan deslumbrante que dejó, al monarca y acompañantes, haciéndose cruces. Tanto es así que, días después, recibiría Fernández Cueto, la Gran Cruz de Carlos III.
Pero Armando está en la historia de Avilés, por ser el autor de relevantes edificios. Fue un autodidacta que terminó siendo maestro de obras, algo así como aparejador. De aquella estaban autorizados para presentar proyectos. Su labor, como creador y constructor, fue ciertamente brillante.
En el cambio urbano que produjo en Avilés y comarca, entre finales del siglo XIX y principios del XX, destacan las edificaciones diseñadas por Manuel del Busto, Antonio Alonso Jorge, Juan Miguel de la Guardia, Tomás Acha, Luis Bellido, Ricardo Marcos Bausá y Luis Galán, todos ellos arquitectos y a las que hay que sumar las del maestro de obras, Armando Fernández Cueto, el más prolífico de todos estos creadores"
La Escuela de Artes y Oficios padeció los bombardeos de la Guerra Civil, siendo reconstruida en la posguerra. En 1975 un incendio destruyó parte de las dependencias, y un segundo, en 1986, casi la hace desaparecer. Clausurada durante una década y cuestionada su viabilidad, se vio su necesidad para la población, llegando a firmarse un convenio con el Ayuntamiento para que su rehabilitación fuese sufragada con fondos públicos, volviendo a abrir sus puertas en 1996 no sin pleito judicial con el consistorio para recuperar el pleno control de la entidad, destacando en este periodo difícil la labor de su director Víctor Urdangaray Argüelles
Al fondo y pegada a él tenemos la Casa Municipal de Cultura. Se trata de un edificio vanguardista de finales del siglo XIX con biblioteca (infantil y de adultos), salas de exposiciones y auditorio. Comunica además esta plaza con el Parque Ferrera, el que hasta 1974 fueron huertas y terrenos, muy extensos del palacio de este nombre, abierto como parque público en 1976
Fue su gerente desde 1983 y durante un buen tiempo, nuestro querido Alberto del Río Legazpi, un gran guía en base a sus escritos de estos tramos del Camino Norte en el concejo de Avilés: historia y características está muy bien explicadas en su propia página:
"Arquitectónicamente constituye un destacado diseño vanguardista con dos magníficas fachadas, bien diferenciadas. Interiormente destaca la solución en la interconexión de espacios y la transparencia interior de los mismos. El Ayuntamiento decidió en la década de los ochenta del siglo XX, la construcción de una nueva Casa de Cultura que atendiese la creciente demanda cultural de la sociedad avilesina. Para ello convocó un concurso público de anteproyectos, que fue ganado por los arquitectos José Luis Arana y Mará Aroca.
De la filosofía del proyecto ganador destaca que el edificio fuese punto de unión del centro de la ciudad con el parque Ferrera, aprovechando así el tráfico peatonal para una mayor difusión de la oferta cultural. En el hall, paneles de cristal facilitan la comunicación, por transparencia, entre este espacio y la primera planta donde el aprovechamiento de la luz natural es notable."
La entrada principal, situada en la plaza Álvarez Acebal, guarda armonía con el entorno: sencillez en la piedra de la fachada, de la que sobresalen modernos miradores, tan característicos de la arquitectura de la zona cantábrica. Por el contrario, la fachada que vierte hacia el parque de Ferrera tiene una solución vanguardista realmente impactante.
El edificio, con unos 5.000 m2 de superficie, alberga: Servicio de préstamo de libros, salas de estudio y salas de lectura para adultos y niños. Para el desarrollo de actividades cuenta con un auditorio (677 plazas), sala de conferencias (108 plazas), sala de exposiciones y sala de reuniones"
Ya hemos dicho que enfrente, donde se hizo el colegio, estuvo en el antiguo edificio conventual preexistente el Liceo de Avilés, del que escribe también en su citada Novela de un novelista Armando Palacio Valdés
"La sociedad de baile llamada el Liceo estaba situada en el antiguo convento de San Francisco. Porque los arruinados conventos de la Merced y de San Francisco servían para todo, para escuelas, para cátedras, para cuartel, para oficinas, para aduanas y hasta para salones de baile. El del Liceo era magnífico, de elevada techumbre y lindamente decorado. Los bailes se celebraban allí con toda pompa y majestad y eran el orgullo de la villa y la envidia de los extraños. Las damas y los caballeros que a ellos asistían estaban unidos por lazos de parentesco o eran amigos íntimos desde la infancia. En una población de ocho mil habitantes nada tiene de asombroso. Pues a pesar de eso todo se efectuaba allí con una gravedad y una corrección dignas de cualquier recepción diplomática. Las damas iban descotadas, luciendo sus brazos y espaldas alabastrinas, los caballeros de frac y corbata blanca. El presidente nombraba la comisión de jóvenes introductores. La orquesta tocaba oculta desde una tribuna; los criados entraban a cierta hora con grandes bandejas de plata atestadas de confites. Se hablaba en voz baja, los amigos con sus amigos y hasta los hermanos con sus hermanas adoptaban una actitud fría y cortesana. Todo era allí ceremonioso, imponente, dramático. Nadie dudaba de que al bailar un rigodón o una mazurca estaba cumpliendo con el sagrado deber de ilustrar a su patria"
"Yo estaba persuadido en mi niñez de que estos pórticos se habían construido exclusivamente con el objeto de que nosotros los chicos pudiéramos divertirnos lo mismo que hiciera bueno que mal tiempo. Asimismo pensaba que la Providencia, había colocado una espaciosa plaza delante de la iglesia de San Francisco llamada la Campa, para que nosotros pudiéramos jugar a la pelota, a la peonza y a Justicias y ladrones..."
También está la Feria d'Avientu, en diciembre, feria de navidad con mercado artesano y, por supuesto, las fiestas de San Nicolás, patrón de la parroquial y antiguo patrón avilesino
"Ya que se transita por Álvarez Acebal (cuyo busto puede verse al final de la plaza), habrá reparado el viajero en los peculiares bancos en forma de sepulcro que adornan la zona. Este mobiliario, unido al granito colocado en la última reforma, ha hecho que esta sea motejada por algunos como La Pedrona o, para aquellos con mayor memoria histórica, El Valle de los Caídos"
Esta fila de casas, como hemos dicho está también bellamente porticada, toda ella con soportales de arco de medio punto. "Plaza muy concurrida y animada gracias a sus terrazas" suele leerse, o frases parecidas, en algunas guías
Y aquí está el busto dedicado a quien da nombre a esta plaza, en cuya base en forma de monolito podemos leer la dedicatoria "A Domingo Álvarez Acebal (1846-1924) pedagogo-matemático, de sus alumnos y el pueblo de Avilés", obra de José González iglesias, Pepe Tesa, aquí instalada en 1923
Álvarez Acebal nació en Avilés en 1846, fue emigrante a Cuba en su juventud. Cuando regresó, matemático y profesor, formó parte del claustro de profesores del Colegio de la Merced, fundado por su hermano Castor en lo que fue el antiguo monasterio mercedario sito en Sabugo (ahora la Iglesia Nueva). En 1875 llegó a ser director del centro, donde ejercería durante casi medio siglo
En 1879 formó parte de la Escuela de Artes y oficios, fundada aquel año, siendo además gran escritor satírico en la prensa local, publicando con seudónimos. Falleció en Avilés en 1924
"Victoriano fue una persona cuyo tiempo de vida se puede ‘milimetrar al minuto’ pues consta (Archivo Parroquial de Sabugo, Libro de Bautismos 1838–1859 , página 220 vuelta) que nació el27 de junio de 1859 ‘a las dos y media de la mañana’ Victoriano Marcelino hijo de Félix Fernández (natural de Avilés) y Josefa Balsera (Soto de Luiña) y su fallecimiento ocurrido el8 de junio de 1942 tuvo lugar ‘a las once de la mañana’, según informaba la esquela publicada en LA VOZ DE AVILÉS del día siguiente.
De familia humilde tuvo que trabajar desde muy joven. Era un tipo tan avispado, currante y emprendedor que consiguió abrir una modesta tienda de ultramarinos en la céntrica calle de La Muralla que fue un éxito. También es verdad que tuvo la suerte de tener un cuñado generoso como Antonio Gutiérrez Herrero, que se la financió.
Es curiosa la excelente relación que tuvieron estos dos hombres y su coincidencia en diversos aspectos como cuando Balsera construyó su palacete lo hizo al lado de la mansión de su cuñado (que habitó el inmueble número 2 de la plaza de San Francisco, adquirido en 1994 por la Policlínica Rozona para reconvertirlo en clínica) o que a ambos les fue concedida a la vez –en la misma sesión municipal del 1 de junio–una calle con sus nombres respectivos.
Al comprar un gran solar –Gutiérrez Herrero, a su muerte, le había dejado parte de sus bienes en herencia– a orillas de la Ría e instalar allí tres imponentes naves, con muelle propio para el transporte marítimo frente a la fachada principal y muelle ferroviario en la parte trasera, Victoriano se convirtió en uno de los más importantes comerciantes del norte de España. Y siguió creciendo. El negocio era, principalmente, importación de productos ultramarinos procedentes de Cuba y México y exportación de productos asturianos (...)
Todo lo que construyó Victoriano sigue brillando hoy. Sus famosas naves, actualmente cerradas y sin uso, están consideradas una joya del Patrimonio Industrial y el palacete que levantó en el casco histórico de Avilés, como domicilio familiar, está declarado Bien de Interés Cultural (BIC) y actualmente es la sede del Conservatorio Municipal de Música.
Allí vivió con su esposa Herminia Gutiérrez de la Campa y sus dos hijos, Álvaro y Josefina. La familia había estado domiciliada antes en el número 12 de Rui Pérez al lado del arco de entrada a la plaza del mercado que tiene esa calle.
Aquel tendero humilde fue uno de los fundadores –y luego presidente– de la Cámara de Comercio de Avilés al igual que de la Junta de Obras del Puerto (hoy Autoridad Portuaria), socio fundador de la Compañía de Tranvía Eléctrico, consignatario de buques… El sello ‘Avilés’ en sus productos comerciales circuló por medio mundo y eso hace 100 años era la pera. Cuando se estudie la trayectoria de la ‘Marca Avilés’ Balsera es referencia máxima.
Hombre habilidoso y cordial, fue simpatizante político del republicano José Manuel Pedregal. El periodista avilesino Luis Muñiz Suárez es quien mejor retrató al gran comerciante.
A mí, Balsera, se me antoja personaje novelesco y cinematográfico. Para que no falte nada, en su ‘ostentórea’ (que diría Jesús Gil) mansión de Avilés, ‘habita’ un fantasma que es aireado cada poco en medios de comunicación nacionales.
La trayectoria vital de Victoriano Fernández Balsera me recuerda una frase de la película ‘Ciudadano Kane’ de Orson Welles, aquella que dice «Creo que ninguna palabra basta para explicar la vida de un hombre»
A su derecha está la famosa calleja de los Cuernos, oficialmente de Alfonso VII y que también fue llamada Travesía de la Cámara, pues comunica con esa calle, de la que ya hemos hablado
En 1892 pasó a ser llamada de Alfonso VII, monarca que confirmó su fuero a Avilés, si bien perduró el nombre de calleja de los Cuernos, tal y como escribía poéticamente el periodista José Martín Fernández en El Diario de Aviles:
"Calle de Alfonso VII
es nombre que han querido dar
a una estrecha travesía;
mas no hay avilesino hoy día
que la quiera así llamar,
pues lector, como sabrás
hay nombres que son eterno
y calleja de los cuernos...
¡será por siempre jamás!"
Admiramos desde esta esquina las preciosas balconadas del Palacio de Balsera y su gran mirador. En cuanto al nombre del Conservatorio, Julián Orbón, decir que es un famoso compositor avilesino nacido en 1925, hijo del pianista Benjamín Orbón, por lo que se crio en una familia de gran tradición musical, empezando a tocar el piano a los iste años de la mano de su padre. Extraemos su biografía de la Wikipedia:
"En 1932 visita La Habana, Cuba, en compañía de su padre. Poco tiempo después, la familia se traslada a esa ciudad para escapar de los acontecimientos políticos que tuvieron lugar en España en la década de 1930. No obstante, el padre decide que Julián permanezca en Asturias, donde el niño vive la Guerra Civil Española así como el asesinato de su tío, el escritor Julián Orbón.
En 1942 Benjamín Orbón decide llevarlo definitivamente a La Habana, donde trabaja al lado de su padre como profesor del Conservatorio Orbón. Al morir el padre un par de años más tarde, el joven compositor asume la dirección de dicho conservatorio.
En la década de 1940 Orbón recibe clases del compositor español nacionalizado cubano José Ardévol. Se integra al grupo que forma Ardévol, denominado «Grupo de Renovación Musical» junto con Harold Gramatges, Edgardo Martín, Hilario González, Gisela Hernández y Virginia Fleites.
Esta etapa musical neoclásica finaliza en 1945 cuando compone la «Sinfonía en Do mayor».
En 1944 comienza a trabajar como crítico musical en el diario Alerta.
En 1945 se compromete con su mujer, Mercedes Vecino, y gana un concurso para estudiar en Tanglewood, Estados Unidos, bajo la tutela del conocido músico y compositor neoyorquino Aaron Copland. Con Copland perfecciona su conocimiento orquestal y entra en contacto con otros jóvenes compositores que poco después devienen importantes en la música de Latinoamérica, como Alberto Ginastera, Roque Cordero, Juan Orrego-Salas, Héctor Tosar y Antonio Estévez, o estadounidense, como Lucas Foss y Leonard Bernstein.
Su relación con Copland no puede ser más fructífera e incluso el profesor llega a comentar: «…el mejor dotado compositor de la nueva generación de Cuba».
En Caracas, Venezuela, logra un espaldarazo definitivo al obtener el segundo lugar en el concurso de composición del Festival Latinoamericano de Música (1954) con sus «Tres Versiones Sinfónicas», hecho que le abre puertas al reconocimiento en Estados Unidos y América Latina.
Fue alrededor de 1958 cuando Julián Orbón adapta los versos sencillos del poeta cubano José Martí a la melodía de La Guantanamera, canción compuesta en los años treinta por el músico popular Joseíto Fernández. Según relata el poeta cubano Cintio Vitier en su libro "Lo cubano en la poesía": «[Era una] experiencia inolvidable oír a Orbón cantar los versos de Martí con la música de “La guantanamera”». En 1961, el guitarrista Leo Brower ―nieto de la compositora y pianista cubana Ernestina Lecuona (hermana mayor del compositor Ernesto Lecuona)― cantó La guantanamera con versos de José Martí y la canción, con versos del poeta, comienza a ganar popularidad en toda la isla.
Luchador y soñador, contribuyó y dio su apoyo a la revolución cubana hasta que estuvo en desacuerdo con los métodos estalinistas del régimen de Castro.
En 1960 ―gracias a una invitación del gobierno mexicano y en particular del también compositor Carlos Chávez― Orbón se trasladó desde Nueva York, en donde residía, hasta México, país en el que inicia su exilio político. Ahí asume el encargo de formar a un grupo de jóvenes compositores en el Taller de Composición del Conservatorio Nacional de Música, donde figuran entre sus alumnos más conocidos Eduardo Mata y Julio Estrada. En 1963 deja México para dirigir un máster en composición en Estados Unidos, donde cuenta con el apoyo de amigos músicos como el guitarrista Andrés Segovia o el propio Copland. Va a residir en los Estados Unidos hasta el final de su vida.
En 1967 regresó por primera vez a España para asistir a la presentación en concierto de una de sus obras más notables, «Monte Gelboé».
En Nueva York recibe frecuentes encargos de composición, se le otorga la beca Guggenheim, imparte cursos y da conferencias en distintas universidades, como Columbia o Princeton, además de clases privadas de composición"
"En 1990 es invitado por la Universidad de Miami a impartir un curso de composición. Estando en esa ciudad enferma gravemente y es ingresado en el hospital. Finalmente, muere en Miami el 21 de mayo de 1991.
Sus restos mortales reposan en Avilés, como último deseo del compositor, en el cementerio de La Carriona, desde el 2 de diciembre de 1991. A la ceremonia asistieron solamente los familiares y una amiga personal del compositor, sobrina de Federico García Lorca"
"En Avilés, si usted no conoce, y pregunta por el palacio de Balsera, tiene bastantes probabilidades de que lo dirijan al que no quiere, suponiendo que usted desee ver el verdadero palacio y que es el que acapara la esquina entre la plaza Álvarez Acebal y la calle Julia de la Riva.
Porque hay otra céntrica esquina –otro lujo arquitectónico– que es la formada por la calles La Cámara y Cuba y donde está la casa del indiano Eladio Muñiz edificada –a su regreso de Manzanillo (Cuba) donde había amasado una fortuna en la industria tabaquera– en 1903. El caso es que, años más tarde, el indiano que había construido la espléndida casa como regalo a su esposa, se la vendió al empresario Victoriano Fernández Balsera, que a su vez se la regaló a su hija Josefina, quien a su muerte la donó a la parroquia de Sabugo. De ahí que el edificio sea conocido, por muchos avilesinos como ‘la casa de Josefina Balsera’ y también ‘la casa de Balsera’. Sin embargo ha de quedar claro que el nombre correcto es el de su constructor, o sea ‘casa de Eladio Muñiz’. Llamarla de otra forma, por ejemplo y por hacerse el gracioso ‘la casa regalada’, es alimentar la confusión.
A estas alturas, creo llegado el momento de decir que Victoriano Fernández Balsera era un muy destacado ciudadano avilesino y no hará falta añadir –después del detalle de sus céntricas propiedades palaciegas– que era un hombre de posibles. Pero, sobre todo, era un tipo que sabía mucho de la vida, quizá por haber nacido en hogar humilde y trabajado, en lo que pudo y como pudo desde muy joven. Y no sigo, que la historia de un personaje de este porte, es digna de episodio aparte y el periódico no me paga novelas.
Volviendo a la cosa inmobiliaria, es preciso saber que una de las consecuencias del revolcón urbano que sufrió la ciudad entre finales del siglo XIX y principios del XX, fue el nacimiento de nuevas calles, una de ellas la de Julia de la Riva, una rica hacendada que en 1904 otorgó al Ayuntamiento, gratuitamente, edificios y terrenos de su propiedad con la sugerencia de la «apertura de una nueva calle que partiendo de la plaza de San Francisco [Álvarez Acebal, hoy] enlace con la Fray Valentín Morán [Cabruñana, actualmente]»
Pocos años después, y con la nueva calle Julia de la Riva (nombre de lo más propio, hablando de calles de Avilés) hecha realidad, Victoriano adquiere en ella terrenos para construir, al inicio y en la margen derecha, su palacio y jardín. En la izquierda edificios auxiliares.
Diré que el palacio de Balsera es espectacular y que su arquitectura genera encontradas opiniones, que van desde «esto es la gloria bendita» a «jó, con la tarta merengada ésta». Y añadiré que sea como sea, y artísticamente hablando, el caso es que está declarado Bien de Interés Cultural (BIC) desde 1991, lo que lo dice casi todo.
Otra cosa es el misterio que hay sobre sus datos, tanto de su exacto estilo arquitectónico, como de la autoría del mismo, así como el de los años de inicio de la construcción y finalización de las obras.
Sobre esto último se barajan fechas que van de 1909 a 1915, pero parece que en 1917 aún estaba en obras. Así lo delata una pequeña ‘etiqueta’ que luce en la espectacular vidriera que da luz al patio interior del edificio, y cuyo texto es: «Delclaux y Cia. Bilbao 1917». Y hay más pruebas gráficas que puede (aún no tengo permiso para mostrarlas) que demuestren que en 1923 aún estaba sin terminar.
Sobre su autoría se citan los nombres de dos arquitectos, uno llamado J. Costa Recio y otro de apellido Palacios, pero (y aquí viene otra confusión más) unos dicen que Fernando y otros que Antonio.
Dicho todo esto, y porque forma parte de la historia del palacio, han de saber que en esta propiedad dicen que habitó un fantasma, y de nombre inglés, para más inri. Y no se crean que es leyenda local, que la cosa ha trascendido a nacional merced al programa televisivo ‘El cuarto milenio’ de Iker Jiménez. Si se meten en Youtube y buscan por «balsera fantasma cuarto milenio» se van a enterar de lo que vale un espectro.
Desde 1982, el palacio es propiedad del Ayuntamiento de Avilés, que le puso música convirtiéndolo en sede del Conservatorio Municipal, otro episodio aparte.
El de Balsera es un edificio que llama la atención al más pintado por su ornamentación, balcones, miradores y rejería. Tiene varias alturas, dos plantas en el cuerpo principal, tres en el resto, excepto en la torre que son cuatro. Tuvo unos espectaculares jardines versallescos, pero fueron podados, en cuanto a superficie y en parte edificados. Vaya por Dios.
Choca mucho (mismo dueño, opuestos estilos) el contraste arquitectónico de esta mansión de tanto abigarramiento decorativo, con la sencillez arquitectónica de los también famosos Almacenes Balsera, a orillas de la Ría.
El palacio de Balsera está situado en una de las zonas más espectaculares de Avilés, desde el punto de vista monumental. Un sitio que le hace justicia, tanta como él le hace al sitio."
"El fantasma del palacio Balsera se mudó hace casi treinta años. Lo saben bien los actuales inquilinos del palacio (estudiantes y profesores de música). No está, porque, tras la venta del edificio al Ayuntamiento de Avilés (1982), se le convocó a una reunión en el más acá con una sola propuesta: el palacio iba a dejar de ser una casa familiar, se iba a convertir en el Conservatorio. El fantasma, que se llamaba Walter -se desconoce el apellido-, debía dejarse de burlas y pasarse al otro lado. Desde hace décadas no se tiene noticias del ectoplasma. La entidad ya no ulula por los pasillos del centro escolar.
La leyenda avilesina cuenta que en los años de la Guerra Civil un fantasama se instaló en la casa de Victorino Fernández Balsera. Los descendientes del industrial avilesino -que residían en el palacio- declararon en innumerables ocasiones que habían tenido experiencias con la entidad fantasmal, un espíritu burlón. Tiraba cuadros, abría las manillas de las puertas y, de gustos melómanos, en ocasiones hacía sonar el piano. Recientemente, investigadores paranormales han grabado psicofonías en el Conservartorio. ¿Ha vuelto el ectoplasma? Todo indica que no, pese a ello, el programa «Cuarto Milenio», de la Cuatro, se hizo eco de la leyenda en el programa del domingo pasado.
La leyenda avilesina cuenta que en los años de la Guerra Civil un fantasama se instaló en la casa de Victorino Fernández Balsera. Los descendientes del industrial avilesino -que residían en el palacio- declararon en innumerables ocasiones que habían tenido experiencias con la entidad fantasmal, un espíritu burlón. Tiraba cuadros, abría las manillas de las puertas y, de gustos melómanos, en ocasiones hacía sonar el piano. Recientemente, investigadores paranormales han grabado psicofonías en el Conservartorio. ¿Ha vuelto el ectoplasma? Todo indica que no, pese a ello, el programa «Cuarto Milenio», de la Cuatro, se hizo eco de la leyenda en el programa del domingo pasado.
La familia Balsera-Sendón siempre habló de un aviador inglés o irlandés que habría caído en los montes de Miranda durante el último conflicto civil. Este aviador, si se presta atención a la leyenda, vagó por Avilés hasta instalarse en el palacio de Fernández Balsera, un edificio señorial construido hacia 1915 (la cristalera, de la empresa Claus y cia, está fechada en 1917) en la subida al barrio del Carbayedo. La casa -el actual Conservatorio- contaba con unos jardines monumentales que llegaban a la calle de Cabruñana. En medio de esos jardines había, incluso, una piscina.
La historia de Walter, el aviador, guarda relación con un hecho sucedido por la misma época (la Guerra Civil), también en Miranda. Jóvenes que se estaban bañando en la Peñalosa observaron un avión que volaba de forma sorprendente. Terminó estrellándose en un bosque cercano al actual hipódromo del Forcón, en el concejo de Castrillón. Según testimonios recogidos en el lugar de La Raza, al aviador le dio tiempo a saltar en paracaídas. Según un relato popular, el aviador no era inglés, ni irlandés. Era ruso. Había salido del aeródromo de Carreño.
La historia del fantasma del palacio de Balsera fue recogida por José María Martínez, director del Conservatorio. En el programa de televisión recuerda que él, Ana del Puente y el exconcejal de Cultura, José Martínez, grabaron psicofonías en el centro. La costumbre del fantasma era manifestarse hacia las dos y veinte de las madrugadas. A esa hora, precisamente, hicieron la grabación. En el relato Martínez recuerda que Ana del Puente contaba con una calculadora que había memorizado una serie de melodías. Dijo que esa calculadora no funcionaba. «Al salir de la habitación la calculadora empezó a funcionar», comentó Martínez. Elena Sendón, la nieta de Balsera, escuchó el resultado de la grabación e identificó al fantasma Walter."
"Voy a contar la historia de un fantasma, llamado Walter, que vivía en el avilesino Palacio de Balsera y hacía lo que hacen los fantasmas: tiraba cuadros, abría las manillas de las puertas y, en ocasiones, hasta tocaba el piano.
Walter cumplía con ese dicho de que no hay palacio que se precie sin un fantasma que traiga de cabeza a quienes lo habitan, pero dejó de manifestarse poco después de que el ayuntamiento comprara el palacio para convertirlo en el, actual, Conservatorio de Música. Hablamos de mediados de los años ochenta, de modo que superamos ya las tres décadas sin que el fantasma haga de las suyas, nadie sabe si por qué se quedó, definitivamente, en el otro mundo o porque le va la música y no le encuentra la gracia a dar sustos a los profesores y los alumnos.
Tampoco fue que el palacio pasara a propiedad municipal y el fantasma desapareciera de inmediato. Chema, el primer director del Conservatorio, y Pepe Martínez, entonces concejal de Cultura, hicieron unas grabaciones, hacia las dos de la madrugada, que era cuando el fantasma solía manifestarse, y en ellas aparecieron una serie de psicofonías y una sombra videográfica que Elena Sendón, nieta de Balsera, identificó como el fantasma Walter. Un fantasma, conocido de la familia, que al parecer se había instalado en la casa de Victorino Fernández Balsera en los años de la Guerra Civil.
Los descendientes de Balsera, que residían en el palacio, declararon en muchas ocasiones que habían tenido experiencias que confirmaban la presencia del fantasma. Un fantasma que, por lo visto, era el espíritu de un aviador inglés o irlandés, algunos dicen que ruso, que había caído en los montes de Miranda durante la contienda civil.
La historia de Walter guarda relación con lo que dijeron dos jóvenes que se bañaban en La Peñalosa y observaron que un avión volaba de forma extraña hasta qué se precipitó y acabó estrellándose. Según el testimonio de aquellos jóvenes al piloto le dio tiempo a saltar en paracaídas. Luego, herido y asustado, huyó camino de Avilés, a donde llegó cuando caía la noche. Una vez allí buscó refugio y lo encontró en los jardines de un palacio abandonado, el palacio de Balsera, que llegaban desde Domingo Acebal hasta la calle de Cabruñana. Allí se escondió, logrando acceder al palacio, pero sus heridas eran de gravedad y falleció al poco tiempo. Murió dentro. No obstante, dicen que alguien se apiadó de su cuerpo y lo sacó para darle un entierro digno y secreto. La historia es así como la cuentan, añadiendo que el alma del piloto nunca abandonó el edificio.
Nuestro palacio tenía un fantasma y una bonita historia. No sé si lo seguirá teniendo. A lo mejor ayuda saber que, hace poco, la reina Silvia de Suecia declaró, en un programa de la televisión sueca, que el palacio de Drottningholm, en el que vive, está encantado. “Hay pequeños amigos... fantasmas muy amables que hacen como si nunca estuvieras solo”.
Aquí hay otra cara muy similar a la anterior
También con hojas de parra y racimos, de acusados rasgos alegres
"A veces las noticias, las malas noticias, pueden movilizar a una ciudad entera. O casi. Porque casi era una ciudad la villa de Avilés de 1916 y casi se movilizó toda aquel 29 de diciembre. Bueno, más de la mitad. Mayoría simple. Ya se sabe que en el cuerpo de esta ciudad, desde que nació la edad contemporánea, conviven dos almas que no son gemelas, sino enemigas viscerales que se tiran lanzadas a la menor ocasión.
No se contaban más de ocho meses desde que fuera constituida la Junta de Obras del Puerto. Desde la lejanía parece una institución de consenso aunque, como casi todo lo que acontece en esta villa, no había nacido así. Los intereses personales, políticos, económicos o de simple punto de vista, la habían puesto en escrutinio. Y el diario local de entonces había montado una campaña para impedir su nacimiento, pensando que era una entidad legal demasiado compleja y de poco poder efectivo, que había dado mal resultado en otros puertos. Creía el rotativo, además, que el apoyo de una parte de la prensa gijonesa era sospechoso. Un caballo de Troya. Una prueba de que la Junta era mala idea y no traería prosperidad a Avilés.
Resistencias o puntos de vista al margen, que el puerto había crecido era una evidencia, que necesitaba obras, un clamor. Un puerto de ría como el de Avilés es, hasta hoy mismo, un fondeadero en el que el hombre hace y la naturaleza deshace y, como el tapiz de Penélope, hay que volver a hacer sin pausa bajo la amenaza de que la ría se convierta en un regato y el comercio y la industria avilesinas en dos imposibles. En sus aguas siempre se han reflejado la bonanza o la desgracia de la ciudad.
Eso también ocurría hace cien años, precisamente ahora que, recordando aquellos tiempos, ponemos cien velas negras a la tarta del segundo año de la Primera Guerra Mundial. Recuerdo pavoroso, necrológica planetaria, pero momento dulce para algunos países neutrales como España. Y para algunos comerciantes audaces, como Victoriano Fernández Balsera que, para fortuna de todos y suya propia, operaba desde Avilés.
Muy temprano demostró Balsera talento y arrojo para negocios de alto bordo y convirtió a su casa en un referente internacional de determinados comercios, especialmente el de granos. A su empuje se deben las naves que sobreviven a duras penas al borde de la ría y que nos hablan de cuando su propietario recibía buques de todo el mundo. Lo mismo traía cereales de las riberas del Danubio, que trigos rusos, maíz de la Argentina o despachaba miles de toneladas de avellanas asturianas que se pagaban muy bien en los mercados ingleses. En tiempos de bonanza sus operaciones eran cotizadas, en tiempos complicados era capaz de inventarse una oportunidad donde todos veían crisis, como hizo alguna vez comprando la producción de varias fábricas de azúcar, cuando la prudencia aconsejaba lo contrario, y haciendo además un gran negocio. Con él Avilés y su puerto se convirtieron en el centro del comercio de granos y en exportadores de productos asturianos al mundo entero.
Como suele suceder, el poder económico no anda lejos del poder político y Balsera pertenecía al núcleo reformista que, detrás del diputado José Manuel Pedregal, estaba arrancando las últimas raíces del viejo y decimonónico poder liberal. Millones de reales habían aupado al poder a los marqueses de Teverga y millones de pesetas los desalojaban ahora. Los más poderosos capitalistas estaban en el bando de Pedregal y, entre ellos, destacaba Balsera, emparentado para bien de sus negocios con los Gutiérrez Herrero “opulentos capitalistas”, como entonces se decía.
Así que el nuevo poder económico tomaba las decisiones políticas. Y Victoriano Fernández Balsera, a caballo entre ambos, dirigía la Cámara de Comercio. Esa institución fue decisiva para el nacimiento de la Junta de Obras del Puerto. Quienes la formaban analizaron la coyuntura del momento, con las ganancias que la guerra podía aportar y que un puerto incapaz no debía frustrar. Los oficios de Pedregal hicieron el resto, allanando obstáculos en Madrid y en Avilés (prensa incluida). Así que constituyeron la Junta el 26 de abril de 1915, con la doble intención de recaudar los arbitrios establecidos (unas 100.000 pesetas al año) y de acometer los trabajos necesarios para el desarrollo del puerto. Pasaron a ser de su administración todos los terrenos propiedad del Estado en la zona portuaria.
Desde entonces Balsera, que dejó la presidencia de la Cámara para ser el primer presidente de la Junta, ligó sus destinos a la nueva institución. Su historia y la de los primeros tiempos de la Junta de Obras del Puerto son una sola. No en vano, veinte días antes de la constitución de la Junta, el Estado había dado permiso a Balsera para construir un cargadero y vías auxiliares en la margen izquierda de la ría, por los que debía pagar un canon anual a la Junta. A la misma que él presidiría veinte días después.
Era un hombre indiscutible, sobre todo para los asuntos del puerto. Pero en Avilés todo se discute. Y sobre él se empezó a hablar. Habló la competencia. Y hablaron sus rivales políticos. Y se dijeron cosas que no le gustaron en mítines y reuniones varias. Y fuese por eso, o porque según algunas fuentes quería “deslocalizar” la sede central de su empresa, que se diría ahora, Victoriano Fernández Balsera anunció un mal día que no soportaba más, que se retiraba de los negocios y se iba a vivir de sus millones.
Ese día era cercano al de los inocentes de 1916. Como inocentada no tuvo gracia. Una catástrofe. La noticia cayó como plaga sobre la villa y, de inmediato, las fuerzas vivas más próximas lanzaron pasquines a la calle y organizaron una manifestación de desagravio para “rogar al señor Fernández Balsera que desista de su acuerdo, permaneciendo en su puesto de honor, del cual no puede desertar sin inferir un grave daño a importantes intereses de nuestro pueblo”.
El duelo, que no otra cosa parecía, se citó en El Parche. Plaza de la Constitución, Cámara abajo, Marqués de Teverga, Pedro Menéndez, Emile Robín y, al fin, por la carretera del Torno, llegaron unas tres mil personas. El comercio, los casinos y la banca habían cerrado en solidaridad y funeral. Avilés se había parado y, al llegar a los almacenes de Balsera, lo que se paraba ya era una manifestación de buen porte. Eduardo Prada, Alberto Solís Pulido y Álvaro García de Castro, subieron a las oficinas para convencer a Victoriano. No estaba. Los recibió, conmovido dicen las crónicas, su hijo Álvaro, quien transmitió a su padre la importancia del acto.
Fue suficiente. Victoriano desistió de su intención y siguió al frente de los negocios. La Junta de Obras tenía en sus arcas 442.032,54 pesetas y seguía caminando, pero también tropezaba, como todo en esta ciudad nuestra, sometida a la influencia de los poderes cambiantes que sembraron la cizaña en su seno, enfrentando a ingenieros y administradores y haciendo fracasar el primer plan de obras que trataba de conseguir un puerto moderno: libre su entrada y salida sin aguardar la marea, con buques siempre a flote en su interior y cercanos a almacenes capaces de tener en cualquier caso mercancía suficiente como para cargar sin necesidad de espera o turnos.
Entre tanto retraso portuario, el señor Balsera se dedicó a otras obras, para las que no necesitaba más acuerdo que el suyo propio, edificando su casa-palacio, amerengada, moderna y hasta exhibicionista, que hoy es conservatorio de música. Las otras obras, las del puerto, siguieron sometidas a esos lances de difícil control, manipulaciones políticas y rivalidades que retrasan sine die los trabajos de mayor importancia y extrema urgencia. Claro que, de todo esto, ya hace un siglo… ¿O no?"
"A medio camino entre el modernismo y el eclecticismo" fue declarado Bien de Interés Cultural en 1991
"Victoriano Álvarez Balsera, persona que recorrió el camino del enriquecimiento que habían seguido muchos cubanos (emigrantes asturianos a Cuba) pero sin salir de Avilés. Llegó a ser uno de los más importantes almacenistas de España, al que como muchos por aquellas fechas, la Primera Guerra Mundial favoreció largamente"
"Cabruñana no es una calle cualquiera pues tiene un enorme recorrido histórico, aparte de ser una de las ‘nobles calles zurdas’, singular fenómeno urbano local solo comparable al pasmoso caso del ‘barroco boticario avilesino’ (ver LA VOZ DE AVILÉS, 13 de noviembre de 2011).
Las ‘nobles calles zurdas’ son aquellas que unen, a su notoria antigüedad, el hecho de iniciar su trayecto con un palacio, como primer edificio, situado a su izquierda. Son cuatro: San Francisco que lo hace con el palacio Ferrera, Rivero con el de García Pumarino, El Sol con Valdecarzana y esta Cabruñana con el palacio de Maqua. Pero entre todas ellas no hay ninguna que termine como ésta última.
Cabruñana está ahí desde tiempos remotos, entonces más extensa que ahora, pues ocupaba [lo que ahora es] la actual calle San Bernardo (que también antes se llamó del Postigo y Real). Por gran parte de ella discurría el Camino Real de Grado a Gozón, que entrando por la puerta de La Cámara (o de Cabruñana o del Postigo) atravesaba Avilés, para salir por la puerta del Puente (San Sebastián) y cruzar la ría.
Siendo la calle más larga, era la menos poblada. En el siglo XVI, se instaló en la calle el convento de San Bernardo, bautizándola –para los restos– con el nombre del santo.
A partir de entonces Cabruñana quedó fuera de la muralla y reducida al trayecto, en pronunciada pendiente, desde la fuente de La Cámara al robledal del Carbayedo.
Cabruñana (Cabrunnana, Cabrugnana), para unos pertenece al grupo de topónimos asturianos de origen romano y para otros, el caso de Jorge Argüello en su libro ‘Abillés’, «puede haber obtenido su nombre del trabajo profesional relacionado con la manufactura de las pieles y del cuero» que se hacía en sus predios. En ella nacieron personajes como el obispo Fray Valentín Morán (1694-1766) o el militar Rodríguez de la Buria (1748-?).
Hoy es calle, con pocos restos del pasado, que se inicia compartiendo palacio de Maqua con La Cámara –eje comercial de Avilés– y asciende con cierta brusquedad, dejando a su izquierda un entronque moderno (calle Julia de la Riva) desde donde se atisba la plaza de Álvarez Acebal y parte de los notables edificios que por allí residen, como el palacio de Balsera, Escuela de Artes y Oficios, y Casa de Cultura. (...)
Cabruñana y la Historia de Avilés fueron siempre ‘de la manina’. Cariñosamente hablando."
"Dos de las calles más antiguas dedicadas a mujeres son Demetria Suárez y Julia de la Riva. Las dos tuvieron vidas paralelas: ricas propietarias que cedieron parte de sus propiedades para que la ciudad construyera nuevas calles. Estas acciones voluntariosas de las dos mujeres con dinero se cobraron la admiración de los gobernantes del concejo que decidieron nombrar las nuevas calles con el nombre de sus mecenas."
"Los avilesinos son nobles, alegres, probos y están dotados de viva imaginación, aman la música, son sentimentales y un poco románticos. Reina en este pueblo una amable jovialidad infantil que ensancha el corazón de cuantos viajeros lo visitan y aleja instantáneamente su mal humor. A muchos he oído decir que así ponían los pies en Avilés se sentían cambiados, olvidaban sus penas y amaban otra vez la vida. Por todo lo cual sería muy justo que el Gobierno de la nación declarase a esta villa sanatorio oficial para los neurasténicos"
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