Lloriana desde el Camino que baja de Llampaxuga |
Nada más salir del casco urbano ovetense, dejando atrás las urbanizaciones de La Florida, el peregrino que inicia el Camino Primitivo se ve inmerso en un bello paisaje de bosques y campiñas que se extienden por las suaves laderas del Monte Naranco. Así, tras subir a Paniceres y continuar hacia Llampaxuga, pasando junto a su capilla del Carmen, veremos enseguida Lloriana, cabeza de la parroquia homónima, reconociendo la inconfundible silueta de la iglesia parroquial de San Bartolomé con su alta torre-campanario y el pueblo, extendido a sus pies, en un altozano, sobre el que también divisamos,
más atrás, las alturas de La Berruga (292 m), ya en Les Regueres, al otro lado del valle Nora y cuya cuesta de L'Escampleru será el primer
"puerto" de importancia que hemos de subir
Desde Llampaxuga el Camino presenta una gran bajada hacia el valle del Regueru'l Boo, tras la que habremos de subir un fuerte repecho para llegar a Lloriana, que vemos entre las arboledas de esta ladera del monte. En concreto reconocemos bien la iglesia y, a su derecha, la casa rectoral, con su bella galería-mirador orientada al sur, al sol. El Camino de Santiago pasa justo al otro lado, detrás de ella y de la iglesia, al pie de la torre de su campanario, yendo hacia las casas de la izquierda para bajar seguidamente al valle del Nora por La Bolguina y Fabarín, rumbo al paso del río en La Ponte Gallegos con su puente de piedra
El Camino pues baja de Llampaxuga para luego subir por los campos de La Cortina, tal y como vemos en esta foto, yendo a la izquierda al llegar frente al portón de Villa Rosa, extensa quinta arbolada cerrada por alto muro de piedra, por donde iremos a la izquierda, hacia la rectoral y la iglesia
Frente al cruce al que llega el Camino acabando su cuesta, vemos también la mansión de Villa Rosa, "propiedad de la familia Felgueroso", nos informa el escritor Adolfo Casaprima Collera en su Diccionario geográfico del concejo de Oviedo:
"El caserón principal, de estilo modernista, está rodeado de las dependencias meramente agrarias (con establos, almacenes, hórreo y panera) y vivienda del casero. Destaca en el jardín de entrada un inmenso pino de proporciones extraordinarias para estos lares, al punto que rivaliza en altura con la torre del templo vecino. En otro prado, dentro de la misma finca, se alza un altarín de piedra con una cruz de los ángeles grabada."
Enfrente, a la derecha del cruce y del Camino, "existe en el pueblo una plaza-mirador pública" con árboles, en la que hay una placa en homenaje a la maestra Doña Maruja, Enriqueta Pondal García. Y es que ahí mismo estuvo las escuela de Lloriana, que fue derribada
De frente, como hemos dicho, el monte La Berruga es ya del vecino concejo de Les Regueres y, en su cima amesetada vemos las casas de El Monte y La Chabola, en la parroquia reguerana de Valsera
Es, más a la derecha y en un collado, donde vemos L'Alto L'Escampleru, donde acaba la siguiente subida, que acometeremos tras cruzar en Nora en La Ponte Gallegos. Unos 500 m más allá se encuentra el albergue público de peregrinos, en la antigua escuela de L'Escampleru
Ahí está La Venta, una cada blanca arriba a la derecha del Camino, que allí es un tramo de la carretera AS-371, a la que llegamos por Los Arroxos. Al fondo, el Picu Cimeru (435 m), cercano a la frontera con Candamo y que será una referencia geográfica hasta llegar a Peñaflor, paso del Nalón hacia Grado/Grau. Un poco más a la izquierda hubo un hospital de peregrinos en Ca'l Juez, donde se refugió y encontró ayuda y apoyo quien sería el futuro Enrique II de Trastámara escapando de su hermanastro Pedro I de Castilla, para unos El Cruel y para otros El Justiciero
Este es el paisaje de Lloriana y su parroquia bajando por el Camino desde Llampaxuga, uno de los pueblos que a ella pertenecen
A nuestra derecha, prados abajo, más bosques se extienden desde El Regueru del Boo o de la Güerta, que forma este pequeño y precioso valle, por las laderas occidentales del Monte Naranco, en lo que da en llamarse La Sierra Llubrió. Arriba vemos la casería de Piqueros, que pertenece a Llampaxuga, y al fondo a su izquierda la de L'Otero, que pertenece a Llubrió, todo en términos de esta parroquia de Lloriana
El Camino baja recto y pierde altura rápidamente, es un buen rompepiernas, pues van empezando los subeybaja tan característicos del Camino Primitivo, a manera de montaña rusa, aunque es en ellos donde reside su belleza, como estamos comprobando ya aquí, a apenas dos horas tras salir de la Sancta Ovetensis o catedral de San Salvador, su comienzo oficial en la Plaza de Alfonso II El Casto
Bajando al valle vamos a ver otros lugares de interés para nuestras andanzas camineras, como aquí ahora a la izquierda...
Más cerca y a la derecha, en El Pedroriu, está El Picu Grande (811 m) y, aún más cerca, Sobremonte (278 m)
Formidables ejemplares de castañales o castaños y carbayos o robles jalonan este recorrido, en bajada, donde se recomienda especial cuidado a los bicigrinos y ciclistas en general
El campanario de la iglesia de San Bartolomé de Lloriana parace darnos la bienvenida según nos metemos ahora en la fresca umbría de los bosques del valle del Regueru la Güerta
Las alambradas tendidas de líneas de estacas revelan los usos ganaderos predominantes; pese a nuestra cercanía a la ciudad aquí parecen predominar los usos agropecuarios a los residenciales en estas estribaciones del extremo occidental del Naranco
Les sebes o setos silvestres, con zarzas, hierbas, helechos, hiedras, árboles y arbustos, además de formar una pantalla vegetal de cierre de las fincas son una reserva de humedad y frescor que todo ser vivo agradece, incluidos los sufridos peregrinos que por aquí pasan en los días tórridos del verano, no tan abundantes acaso en Asturias como en otras latitudes pero que "habelos hailos"
Alternamos así tramos con vistas en la distancia con recovecos más recogidos, unos al sol y otros a la buena sombra de la arboleda
El Camino zigzaguea y sigue en continuo descenso, son evidentes los trabajos de ensanchamiento que se le hicieron en su momento, así como de allanado del firme para permitir el acceso de vehículos de servicio a las fincas
Fijémonos en la cuneta en forma de acequia para que las aguas sobrantes vayan canalizadas por la vereda sin afectar al Camino, que forma aquí un encantador túnel vegetal
El Camino va bajando escalonadamente, con trechos más llanos y otros más cuestos, pero todos maravillosamente hermosos
A nuestra izquierda, un vallado cierra la finca de una granja que ha quedado un poco más arriba
Otro de esos túneles vegetales que tanto nos encandilan señala que empezamos a subir otra cuesta
Restos de una antigua empalizada al subir la cuesta, desmoronándose y siendo tragados por la vegetación
Y remontando la cuesta volvemos a salir a la luz del sol, eso sí, encajados entre verdaderos muros naturales de tupida e intrincada vegetación
Esta es una imagen en plena primavera, antes que se desbrocen las cunetas, con las hierbas creciendo con fuerza en la época de los brotes verdes
Enseguida se vislumbra ya el final de esta corta cuesta, pero muy representativa de las 'montañas rusas del Camino Primitivo'
El repecho se suaviza notablemente y casi parece que se llanea ya...
"El Camino no te da lo que quieres, sino lo que necesitas", dice uno de tantos proverbios camineros al uso e, independientemente de lo que pensemos o de que nos parezca bien o mal, parece que el Camino prevé que lo que necesitamos es un 'aperitivo' a modo de 'entrenamiento' de lo que van a ser sus etapas más montañeras
Al final de la bajada y antes de emprender la corta pero dura, recta y directa subida a Lloriana hallaremos un remanso de paz, donde los peregrinos suelen hacer una merecida parada: La Pipera. Arriba entre la enramada volveremos a ver la torre campanario de la iglesia
En esta foto de invierno, con los árboles de hoja caduca desnudos se aprecia mejor: arriba la iglesia con la casa rectoral a la derecha. Abajo las mesas y bancos de La Pipera, parada de tantos y tantos peregrinos deseosos de reponer fuerzas y aliento
Un lugar excelente para cuidar nuestros ya doloridos pies, regalarnos un merecido reposo, beber algo, sacar el bocadillo, ajustarnos el calzado, las mochilas o lo que buenamente se tercie...
Aunque vayamos bien de tiempo y fuerzas sin duda nos apetecerá echar el freno y hacer un alto en el Camino en tan idílico rincón
Las mesas de madera con sus bancos están al sol pero, a la derecha, de nuevo a la sombra del bosque, hallaremos el placer del frescor del agua que invita a la parada, la placidez y el sosiego
Por aquí baja El Regueru Utrieyo, un hidrónimo que nos recuerda enseguida al famoso Ultreia o Ultreya de los peregrinos pero que parecer tener otro significado bien diferente, como diminutivo de 'otero', inmediaciones de su lugar de nacimiento en la falda oeste del Naranco
Es el antiguo lavadero de La Pipera, que vemos a nuestra derecha, bajo las casas del pueblo y donde antaño el vecindario venía a hacer la colada. Una ardua labor y buen esfuerzo subir y bajar desde Lloriana con el cesto de la ropa a la espalda, como bien pronto vamos a comprobar, labor casi siempre reservada a las mujeres, acudiendo madres con sus hijas, extendiendo luego la ropa lavada al sol para que que secase, con el máximo cuidado que no la manchase el verdín de la hierba o que les xanes, las ninfas moradoras de estos parajes de leyenda, ejerciesen alguno de sus acostumbrados encantamientos
"Cuando Ricardo Mojardín se fue a vivir a Loriana hace 25 años, un vecino le contó que un poco más abajo del núcleo rural había un lavadero y un arroyo como salido de un cuento. El artista le creyó porque el lugareño conocía bien la zona, pero no porque pudiera intuirse que bajo la maleza se escondiera algo precioso.
Pasaron muchos años hasta que llegó el descubrimiento. Fue en 2003 cuando el Gobierno regional decidió recuperar el tramo de Camino de Santiago que pasa por esta parroquia y quitó la maleza que ocultaba el espacio, el rincón que ha escogido Mojardín como el suyo.
En el lugar es fácil entenderlo: «Escuchar el rumor del agua y el viento es muy agradable», describe no sin advertir que descubrirlo «fue toda una sorpresa». Suele acudir de vez en cuando, sobre todo cuando hace buen tiempo. Está a escasos metros del pueblo de Loriana, conforme baja la carretera hasta la nacional que lleva a San Claudio y después a Oviedo.
La Pipera es como se llama este área recreativa «un poco melancólica». Recuperada en años de «bonanza económica» y algo abandonada cuando la burbuja ha adelgazado. «Es simbólico porque cuando avanza el progreso retrocede la naturaleza, y al revés. Es triste que sea así y no saber ir de la mano para mantener cierta calidad de vida», reflexiona.
El profesor de Grabado de la Escuela de Arte no cambia su pueblo de acogida por una ciudad. En Loriana casi se escucha el silencio y él lo disfruta.
Es hombre rural quizá como herencia de sus orígenes. Nació en Boal en 1956, en una casería «aislada» que ahora está abandonada. «No había pueblos cerca ni críos pero yo era feliz allí». Aprendió a estar solo. Puede que sea esa la razón del arraigo del mundo rural, de su gusto por «las vacas, las ovejas y vivir en un entorno de labranza». La familia se trasladó a Avilés cuando él tenía un año y medio pero su vínculo continuó..."
Parte del agua baja por un surco, lo que es propiamente el regueru, otra se dirige al lavadero y, por una abertura en su esquina, cae volviendo al río manteniendo en su balsa siempre el mismo nivel
El agua vuelve al arroyo, afluente que es del Regueru la Güerta, este a su vez del Regueru'l Llano y este a su vez del Nora. No obstante todos estos pequeños regueros tienen varios nombres cada uno y en ocasiones se prestan incluso a confusión entre ellos
Hay aquí una especie de duernu, recipiente o depósito de piedra, que pueda tener las claves del nombre del lugar, según explica el erudito filólogo Xosé Lluis García Arias en Toponimia asturiana. El porqué de los nombres de nuestros pueblos:
"Sinónimo de canal en determinados lugares de Asturias es pipe ra o cañu. El topónimo La Pipa (Xixón) y La Pipera (Uviéu), así como La Piperona (Mieres), es probable que puedan relacionarse con apela tivos como pipa, pipote ‘cuba’, acaso en alusión al depósito del agua. Pero también es posible encontrar parentesco con el asturiano pipa ‘vara’, próxima etimológicamente al latín PIPIARE ‘derramar lágrimas llorando’ o PIPIRE ‘piar y picar las aves’ , que debemos suponer con una variante expresiva *PIPPARE, en referencia a la salida discontinua del agua de algún sitio o depósito."
Fluye el agua entre el roquedo y el pedregal, en estos lugares de tan sencillo encanto el peregrino sensible puede llegar a perder un tiempo precioso, que en realidad gana en su disfrute y descubrimiento del Camino y sus rincones
Unos peregrinos marchan y otros llegan, a veces en estos lugares parece haber una especie de continuos relevos para disfrutar del momento y, seguidamente, dejar sitio para que otros, los siguientes lo hagan también
Y así Ultreya 'adelante' et Suseya 'y más arriba, se hacen realidad en la orilla del Regueru Utrieyo, cuando estos peregrinos se van y siguen adelante y más arriba subiendo a Lloriana
Es pues nuestro turno para disfrutar de este lugar tan maravilloso, donde todo yace en reposo, ajeno de inquietudes
El tiempo parece detenerse o transcurrir más despacio, en este bucólico enclave que nos ofrece el Camino en nuestro deambular por tierras ovetenses
Pero lo dicho, el peregrino debe hacer honor a su nombre, per ager, esto es, 'el que va por el campo, por el agro, por el país', y deberse a los caminos por los que transita, por lo que no tardaremos demasiado en desperezarnos y reemprender la marcha, no sin antes dejaron con este vídeo de La Pipera en invierno, cuando apenas pasan peregrinos:
Un corto repecho más, ya sobre asfalto, nos lleva al camino vecinal también asfaltado, que comunica Lloriana con la carretera AS-371 y, a través de ella, con la capital del concejo o con L'Escampleru, enlaces a la N-630, a la autovía, etc.
Y aquí, ante los prados de La Campona, un hito jacobita señala que hemos de seguir subiendo, yendo a la derecha
A partir de aquí sí que podemos encontrar algo más de tráfico, aunque no demasiado normalmente, de residentes de Lloriana, pues es su acceso rodado principal, así como a sus barrios de L'Otero y Llubrió
Aquí sí que tenemos una buena cuesta en gran desnivel y pendiente, una rampa a pleno sol, hicimos muy bien en descansar en La Pipera
No será una cuesta larga, aunque sí bastante dura en la que ganamos altura muy rápidamente en la 'montaña rusa del Camino Primitivo', como no nos cansamos de decir
Saltan bien a la vista las labores de desbroce, ensanchado, allanado y asfaltado de esta carretera local que antaño era una caleya, para permitir el paso fluido de vehículos
Curva a la derecha y seguimos subiendo; con la apertura de las primeras carreteras los viejos caminos quedaron relegados a vías pecuarias, pero la necesidad de mecanización del campo hizo que muchos de ellos, o en determinados tramos, tal que este, fuesen acondicionados para el paso de maquinaria con la mecanización del campo en el siglo XX. A la vez, estos arreglos permitieron el paso de vehículos particulares cuando se generalizó su uso en la sociedad, a lo largo de un proceso que se desarrolló en relativamente poco tiempo en términos históricos
En primer término y al otro lado del valle son los prados de Niévares y Beloviu, en la vecina parroquia de San Claudio o San Cloyo, luego es el monte La Medina (344 m) en Sograndio, los montes de la zona de los Alfilorios en Morcín y, sobre ellos, el Aramo, con sus cumbres más septentrionales de La Mostayal (1.301 m) y El Gamonal (1.710 m)
Más a la derecha es la Sierra de Serandi con la de Tene justo al sur, donde sobresalen los 1.422 m de L'Airúa Naval
En el Aramo, entre otros picos prominentes, se encuentra la majada de L'Angliru, cuyo acceso, una antigua pista ganadera, fue asfaltado y es ahora una de las etapas míticas de la Vuelta Ciclista a España por sus tremendas rampas y desniveles en largas cuestas como la de la famosa Cueña les Cabres
En el portón, forjado, se han colocado las letras que componen el nombre del lugar. Prados abajo entre los árboles baja El Regueru Utrieyo; evidentemente hemos llegado 'más adelante y más arriba'
Magnífico panorama de la falda occidental del Monte Naranco o, más popularmente acaso, La Cuesta Naranco. Enfrente vemos el promontorio de El Teso del Quexu (233 m) en Llampaxuga, viendo a su izquierda el Camino por donde hemos bajado a La Pipera
Y he aquí El Cantu l'Árbol (497 m), "ya en el extremo denominado sierra de Llubrió", que es como se conoce a esta sucesión de alturas del extremo occidental del Naranco y del que esta cota es su cima más alta
Y aquí tenemos una maravillosa vista del Monte Naranco, el que según la leyenda se hizo para enterrar al gigante Noraco, "que reinaba en Asturias y que fue enterrado allí. Al morir, los habitantes habrían echado tantas piedras sobre su tumba que habrían formado un monte", leemos en la Enciclopedia de Oviedo, que añade que "El término Naranco se relaciona con el hidrónimo nora que hace alusión a los manantiales y arroyos de la zona y que, en el siglo XVI, llevaron a la construcción del acueducto de los Pilares para abastecer la ciudad ovetense."
Lo cierto es que está construido en un excelente lugar para hacer otro alto reparador antes de continuar camino y, poco más allá de la iglesia, acometer la bajada al valle del Nora en La Bolguina
Llama desde aquí la atención su artística entrada principal, con sus columnas, verjas y portón de acceso, mirando al Camino
El muro se extiende al fondo hacia el edificio principal, más difícil de ver desde aquí, tapado por las arboledas del antiguo jardín de la quinta
A la derecha es la entrada a la casería; muchas de estas villas burguesas e indianas tenían caseros y, no pocos de estos, se dedicaban a las labores agropecuarias
En esta foto, con los árboles podados, se ve detrás algo del palacio modernista "propiedad de la familia Felgueroso", dice Adolfo Casaprima Collera, si bien en Patrimonio de Oviedo en fotografías nos cuentan que "Su promoción se debe a la familia Martínez- Cardeñoso, actual propietaria del palacio y antigua propietaria de la mayoría de las fincas de la parroquia".
Nos asomados a ver la finca, reconociendo algunos texos y otros árboles, el palacio se construyó en 1880 y "ocupa una parcela de 7356 m² y dispone de 521 m² construidos".
Más allá estaría el altarín de piedra con la Cruz de los Ángeles al que también se refiere Casaprima Collera. Al otro lado comprobamos las excelentes vistas que tenían los aquí residentes del valle del Nora, pues reconocemos el monte La Berruga...
Tal y como habíamos dicho, antes de seguir camino hacia la iglesia vamos a descansar en la plaza-mirador de Lloriana, solar que fue de la escuela de esta parroquia, derribada en 1996, verdadero balcón ante el Naranco, y buena parte de la zona rural de Oviedo/Uviéu, ciudad y concejo con sus alrededores
Unos árboles nos protegen de la solana y una barandilla cierra la explanada por este lado, por los otros lo hace un murete, dándole una traza de terraza
Nos acercamos a la entrada; a la izquierda hay una hermosa quintana con hórreo en el camino de Llubrió. En la plaza hay varios bancos y aparatos gimnásticos que quizás nos ayuden a desentumecer algunos músculos, aunque sin duda lo mejor que hagamos sea pura y simplemente descansar
El suelo es de losas y el conjunto presenta un espacio bien accesible formando un rellano al mismo nivel que el camino
Y ahora vamos a asomarnos al muro, para admirar el paisaje...
El hórreo de la Quintana con La Sierra Llubrió, con La Cuesta Brañes, El Cantu l'Árbol, el Cerro del Campellán y La Peña Llampaya
Más al sur y en la lejanía, el Monsacro y el Aramo, a los que también nos hemos referido subiendo de La Pipera
"El Bar Restaurante Ponteo, veterano establecimiento hostelero en la localidad ovetense del mismo nombre, cierra sus puertas. Será a finales de este mes de noviembre, cuando le alcance por edad la jubilación a José Manuel Fernández, arrendatario del local desde 1987 y alma de un restaurante merendero que, a día de hoy, sigue haciendo las veces de verdadero centro social y punto de encuentro vecinal en esta zona del oeste del concejo de Oviedo.
Concluye así una etapa vital para él y, por desgracia, prosigue también la escalada de cierre de pequeños negocios en el tramo que va de Fuente La Plata a Puente Gallegos. “Esto primero fue una cuadra, luego un bar tienda y desde 1975 es bar restaurante y merendero”, explica José Manuel mientras atiende a un par de clientes fijos, “de los que vienen todos los días”, en una mañana lluviosa en la que apenas se percibe actividad fuera del entorno del local. Dentro, desde la barra, José Manuel ha visto la evolución de todo el área de San Claudio en estos 36 años, constatando que “esto cambió mucho, y en los últimos años a peor”. Lejos quedan los tiempos en que “por San Mateo o en Martes de Campo se llenaba esto y la parte de atrás (señala al merendero) y vendíamos 100 ó 120 cajas de sidra”. O el éxito entre la concurrencia de “los chorizos, el tocino y el pan de Cangas”, añade mientras prepara unas tapinas de este manjar que sigue siendo santo y seña del local, productos cuya calidad controla y escoge con buen ojo: costumbre de familia, que procede del concejo cangués y que siempre estuvo vinculada al campo.
“Supongo que voy a echarlo de menos, y claro que da un poco de pena, pero esto últimamente fue un cierre detrás de otro”, insiste Fernández a la hora de razonar lo que le queda de tiempo al Bar Ponteo. “Primero cerró la fábrica de Loza, luego fueron cerrando la de ladrillos de Ruisánchez, igual que lo que había de cementos de El Caleyo o de Fábrica de Trubia”, relata. Es reflejo de la vida diaria en San Claudio: cae la industria, la juventud emigra, los mayores se jubilan y al final quedan solo las segundas residencias que convierten la localidad en un barrio dormitorio de Oviedo. “Antes de la pandemia aún había bastante vida, vecinos que venían todos los días a echar la partida, ahora eso tampoco hay”, añade con resignación. O las reuniones en torno a una mesa que convocaban en el restaurante personajes “como Gabino (de Lorenzo) o el Brigada Calvo”, rememora con una sonrisa José Manuel. “Con el brigada llegábamos ha años a reunir 120 o 130 personas, una vez al mes”. La carta, con platos generosos y a buen precio como la ternera o el cordero asado, los callos, el cachopo, las costillas a la brasa o el pulpo a la gallega o con gambas, da buena idea de que en Ponteo se venía a comer “bien”, en el sentido de no quedar con hambre bajo ningún concepto. José Manuel sonríe ante la observación, quizá confirmando que los clientes satisfechos, los que vuelven una y otra vez, son los que hacen la mejor publicidad de cualquier local hostelero. Y ello a pesar de que, a veces, son detalles en las infraestructuras los que marcan el ocaso de núcleos como Ponteo, La Lloral o Malpica: “la carretera (la AS-371, de Oviedo a El Escamplero) está dejada de la mano de Dios: todo son zigzags, curvas y además está el radar de Fuente La Plata, del que pocos vecinos de San Claudio se habrán librado”, observa con sarcasmo. “Pero además, desde que cerró el Hospital (en El Cristo) por aquí ya no pasa la gente que venía de Grao o del Occidente: cogen la autovía para ir al HUCA nuevo y aquí, ya ves, la carretera está desierta”.
En todo caso, ahora toca descansar. “Yo estuve de hostelero en Madrid, en la Manga del Mar Menor y ahora yo y mi mujer volvemos a Oviedo”, refiere el hostelero, echando la vista atrás y consciente de que a partir del 1 de diciembre el cambio va a notarlo. “Vendremos por aquí de vez en cuando, pero claro, no va a ser lo mismo”. Y antes de que salgamos de vuelta a Oviedo, mientras otro habitual echa la partida en la tragaperras y la televisión escupe noticias de guerra y gritos de tertulianos, José Manuel nos enseña y comenta algunas fotos y recuerdos que conserva tras la barra, a la vez que vamos notando la sensación, cada día más frecuente, de que el pasado se va apoderando por completo del presente en zonas como estas, especialmente castigadas por lo económico y el envejecimiento. Es lo que trae un cierre. Fuera sigue lloviendo, y empieza a hacer frío. En más de un sentido".
"El Bar Ponteo ya es leyenda del pequeño pueblo ovetense, perteneciente a la parroquia de San Claudio, del cual ha heredado su nombre. El establecimiento ha bajado ya sus persianas y lo ha hecho para siempre. El motivo: la jubilación de su arrendatario. A José Manuel Fernández le ha llegado el momento de poner fin a su carrera laboral para disfrutar a partir de ahora de un merecido descanso. El hostelero ha intentado por activa y por pasiva traspasar el negocio, pero «por desgracia» no lo ha conseguido. Es por ello que con él se pone punto y final a la historia de este clásico restaurante.
Fernández tiene sentimientos encontrados. Le da pena tener que dejar el negocio después de más de tres décadas al frente. Además esto conlleva despedirse de clientes que en algunos casos se han convertido en amigos. Pero por otro lado está feliz de no tener que trabajar nunca más. «Tengo 66 años, 47 de ellos cotizados. Creo que ya es momento de soltar responsabilidad y tener una vida un poco más relajada», asegura el hostelero, quien desde que comunicó a su clientela que se jubila no ha parado de recibir apretones de manos y algún que otro abrazo. Al final, el Bar Ponteo ha sido durante muchos años el punto de encuentro de muchos ovetenses.
Natural de Cangas del Narcea, José Manuel Fernández comenzó a trabajar en la hostelería con apenas 16 años. Después de emplearse durante un tiempo en Madrid hizo lo propio en La Manga del Mar Menor hasta que un pequeño accidente doméstico truncó durante un tiempo su vida laboral. Recuerda que estuvo de baja durante 18 meses y, tras recibir el alta médica, fue despedido por la empresa en la que trabajaba. Como contaba con cierto dinero ahorrado, más lo que recibió por la liquidación, decidió quedarse a vivir en su tierra natal.
Poco tiempo duró desempleado. En 1987, José Manuel Fernández decidió coger las riendas del Bar Ponteo, que en sus remotos orígenes era un comercio. Aunque por aquel entonces asegura que se ganaba mucho más dinero en Madrid que en Oviedo, dado que «los sueldos de la capital asturiana eran muy bajos», apostó por emplearse en la ciudad de manera autónoma. «Pensé: "Para que voy a trabajar para alguien pudiendo hacerlo exclusivamente para mí"», asegura el hostelero, quien desde entonces se ha encargado de mantener la actividad en este chigre.
No le ha resultado nada fácil hacerlo. Debido a la despoblación y las sucesivas crisis económicas José Manuel ha visto mermada su clientela. «Antiguamente cuando era Martes de Campo o San Mateo vendía 100 o 120 cajas de sidra. Ahora ni por asomo. La gente prefiere ir a la Senda del Oso o pasar la tarde en los merenderos del parque de Purificación Tomás. Esto hizo que yo, al igual que otros muchos negocios que conozco, fuésemos a menos», lamenta el hostelero.
Como mantiene la misma esencia del local que cuando abrió las puertas del mismo a finales de los 80 y ofrece suculentos platos de comida manteniendo las mismas recetas que antaño, cualquier persona que acude al Bar Ponteo se siente como si estuviera en su propia casa. A los clientes de toda la vida que acuden «todos los días del año» se suman aquellos que acuden a este establecimiento hostelero de San Claudio para probar sus afamados potajes. También el embutido que comercializa José Manuel se ha convertido en un auténtico reclamo. «Es de la parte de Cangas del Narcea y aunque es un poco más caro merece la pena pagar por ello porque es de primera calidad», resalta.
En más de una ocasión, José Manuel Fernández dio de comer al que fuera alcalde de Oviedo, Gabino de Lorenzo. También alimentó al que durante un tiempo fue teniente coronel del cuartel de la Guardia Civil de Oviedo, el agente Cambrina. El hostelero recuerda también las grandes comilonas que preparaba para la peña El Acebo. «Primero empezó a reunirse aquí un comandante de la Guardia Civil con otros 8 o 10 compañeros. Luego empezó a unirse gente civil hasta que llegamos a hacer comidas de hasta 160 personas. Llamábamos a un tal Miguel que era de Grullos, en Candamo, para que nos asase unos corderos. Lo hacía maravillosamente bien y nos prestaba mucho», rememora.
Unos «buenos tiempos» que forman ya parte de la historia del Bar Ponteo, al igual que el resto de momentos que José Manuel presenció en su establecimiento. También el hostelero ha sido y es testigo de cómo esta parte de Oviedo poco a poco se va muriendo al quedar sin actividad económica. «Ya cerró Casa Concha que estaba en el Alto del Escamplero y también una parrilla que había aquí cerca. Un bar familiar que funcionaba en un pueblo de aquí al lado también cerró, al igual que otros tres bares de San Claudio», asegura antes de señalar que el motivo de estas clausuras se debe a la despoblación.
Al reducirse considerablemente la población en este entorno «conlleva a que no haya clientes suficientes para mantener abiertos los locales». «Tengo un cliente con el que discuto siempre porque dice que sobran bares. A lo que le argumento que si en San Claudio hubiese 200 bares, significaría que habría 200 autónomos y algún que otro empleado. Si queda uno solo, apenas tendrá personal y el precio lo marcará él, cuando de esta manera habría más empleo y se podría aplicar la ley de la oferta y la demanda», asevera Fernández."
Suben los peregrinos por el camino de La Pipera y continúan hacia la casa rectoral y la iglesia, estos no se paran y prefieren apurar el paso y aprovechar bien la mañana haciendo unos cuantos kilómetros en la primera etapa del Camino
Desde la galería, bien orientada al sur, al sol, se abarca esta gran panorámica dominada en la distancia por las cumbres del Aramo y su ladera oriental de los concejos de Morcín, Riosa y Lena/L.lena
Y el Monsacro, también en lontananza, del que nos agrada compartir lo que de él explican en Románico digital:
"El Monsacro, situado a 13 kilómetros de Oviedo, es una montaña exenta con aspecto de cono truncado y altura máxima de 1057 metros. Ocupa el centro de la zona en la que se emplaza y está rodeada por otros cordales montañosos, entre los que se encuentra el Aramo. Por el hecho de ser un monte elevado, con una posición relevante en su entorno, el Monsacro se convirtió en un lugar sagrado, pues las montañas de mayor altitud surgían ante el hombre como los puntos que más se adentraban en la región celeste recorrida por el sol y donde parecían fraguarse las tormentas, que se explicaban como obra de la divinidad. Del carácter sagrado de este territorio dan fe los restos hallados en él de una necrópolis tumular que data de tiempos del Neolítico y del Calcolítico, según el inventario arqueológico del concejo de Morcín. A partir de una fiesta popular que tenía lugar en esta montaña de Morcín, la quema del Tararu, Fernández Conde deduce que en el Monsacro estuvo entronizado Taranus, el dios de la guerra en la Asturias de época prerromana, que por asimilación lo era también del trueno y de las tormentas. En la época romana esta divinidad fue asimilada a la de Iupiter Tonans, por lo que la montaña de Morcín se convierte en morada del dios romano central.La cristianización de un santuario pagano por el sistema de sustitución fue un fenómeno generalizado en todas partes a lo largo de la Edad Media, y esto sucedió en el Monsacro, que pasó a ser un centro cristiano y además importante porque, según la tradición, en él se habría depositado el famoso relicario, trasladado a la vecina ciudad de Oviedo en época de Alfonso II. Este relicario atrajo a numerosos peregrinos, que se dirigían, especialmente desde el siglo XI, al lugar donde se custodiaba, San Salvador de Oviedo, lo que convirtió a la capital asturiana en el segundo centro de peregrinación en importancia de la Península, tras Santiago de Compostela. Existen varias referencias documentales que, con ligeras variantes, coinciden en afirmar la creencia de que el Arca de las Reliquias había sido traída por los cristianos fugitivos del Islam hasta las montañas asturianas, donde habían logrado llegar tras numerosos avatares. En uno de estos documentos, datado en 1200, se habla por primera vez del Monsacro como el lugar donde se depositaron las reliquias antes de llegar a San Salvador de Oviedo, aunque en otro relato que aparece en el Libro de los Testamentos se menciona que las reliquias estuvieron en cuevas y tabernáculos, que bien pudieron ser los del Monsacro. Por lo tanto, parece que desde principios del siglo XIII el Monsacro se consolidó como el lugar en el que habían sido depositadas las reliquias.Existe otra leyenda paralela que hace referencia a Santo Toribio, obispo de Astorga, según la cual este prelado astoricense llegaría al Monsacro portando reliquias traídas de Tierra Santa, que depositaría en la mencionada montaña de Morcín. Sin embargo, es preciso señalar que este obispo murió hacia el 480 y que si tenemos en cuenta los relatos mencionados en el párrafo anterior, el Arca Santa llegaría al Monsacro en el siglo VIII, con lo que la relación de este prelado con el mencionado relicario constituye un grave anacronismo. J. M. González subraya en su artículo sobre el Monsacro esta incoherencia, que relaciona con la corrupción del vocablo prelatino taurus o turo equivalente a dolmen, una construcción sobre la que pudo edificarse, según el mencionado autor, la capilla de Santiago. Sin embargo, tras una excavación de urgencia en esta última, se llegó a la conclusión de que no había sido construida sobre ninguna edificación tumular, sino que la fábrica se levanta directamente sobre la roca viva.Por otro lado, en 1158, Fernando II de León y su hermana Urraca donaron al frater Rodrigo Sebastiániz, en origen un noble al servicio del emperador Alfonso VII, un coto en este monte de Morcín. En el documento en el que se menciona esta donación se hace referencia además a los frates de Monte Sacro, lo que lleva a pensar en la presencia de un grupo de monjes en el Monsacro. No sería extraño, además, que este grupo de monjes dependiera de la vecina comunidad de San Vicente de Oviedo, pues el documento que contiene la donación real mencionada anteriormente se conserva en este cenobio ovetense. La existencia en el lugar de algunas denominaciones toponímicas relacionadas con la vida monástico-eremítica, como la “Cueva del Ermitaño o el Prado del Ermitaño”, confirma aquel pasado monástico del Monsacro."
El Camino sigue en llano hacia la iglesia junto al muro de la quinta, donde están los árboles que compiten en altura con la torre-campanario de la iglesia parroquial de San Bartolomé
Dicha torre-campanario es otra muy buena referencia para saber visualmente en la distancia dónde está Lloriana y el repicar de sus campanas daba las horas para toda la parroquia y las de los alrededores. "El templo, del siglo XIX y que está en pleno Camino de Santiago, puede acoger hasta medio centenar de almas. Otra singularidad, recuerda Carlos Fernández, de la Asociación de Vecinos y Amigos del Charcón de Lubrió, es que es una de las pocas iglesias que durante la Guerra Civil el bando republicano se comprometió a no tocar", explicaba Ángel Fidalgo en su noticia sobre el hundimiento del tejado de la iglesia, el 20-8-2018 en el periódico La Nueva España
A la izquierda, una muria o murete de piedras cierra el campo de la casa rectoral, que vemos ahora por su parte posterior. Tras ser la casa del párroco fue chigre-tienda y aquí es donde tiene ahora su vivienda y taller el artista Ricardo Mojardín, el del lavadero de La Pipera. Seguimos compartiendo del reportaje que le dedica Ana Salas para El Comercio:
"En su casa de Loriana, la antigua rectoral, no hay timbre. Un llamador rompe la tranquilidad del pueblo donde solo se oye el sonido de los árboles agitados por el viento (un día que ha salido el sol después de muchos de intensa lluvia), algún perro ladrar y algún cencerro. Su mujer abre y prepara un café con leche con unas bonitas trufas que él no prueba. No pone azúcar a su bebida. La toma despacio, acompañando a su sosegada conversación casi mimetizada con el entorno. Un ambiente que seguro contribuye a sus momentos creativos. En su casa tiene el taller donde ejecuta «la parte física» de su trabajo, «porque trabajas las 24 horas, a veces incluso soñando», reconoce."
En este cruce el Camino sigue de frente a su derecha, entre el campo de la iglesia y el muro de Villa Rosa. El templo actual, tras sucesivas reformas y ampliaciones, es de estilo modernista como resultado de los trabajos en él realizados en el año 1929. Antes, la primitiva iglesia era mencionada ya en el censo de parroquias del obispo Gutierre de Toledo, si bien por entonces bajo la advocación de Santa María, allá por el siglo XIV
El arco actual que acoge la portada es apuntado e imita el gusto gotizante del estilo historicista tan en boga entre los siglos XIX y XX
Y esta placa refleja la última gran intervención en el templo, la de 1929, cuando de construyó el campanario
El campo de la iglesia está cerrado por muro y verja, hay dos bancos y, poco más allá, fuente y lavadero
Es la fuente Fuentepeña, donde suelen también hacer un alto muchos peregrinos para beber y llenar las cantimploras
Acercándonos a la fuente alzamos la vista para admirar la altura del campanario. Sobre esta iglesia hay un cantar que dice "Ay de mí que ya nun güelvo a misa más a Lloriana, que una moza que tenía apregónase mañana", referida a amores y desamores, que debieron ser famosos en esta parroquia, pues otros siguen proclamando sus cortejos:
"Soi del conceyu d'Uviéu, parroquia de la Lloriana, cortexo nel rebollar, al monte de una rama" (rebollos, clase de robles)
" Y al baxar L'Escampleru, diéronme una puñalada, los mozos de Les Regueres, por cortexar en Lloriana"
Desde el Camino admiramos de nuevo y desde más cerca la antigua portada medieval, ligeramente apuntada como hemos dicho, y sin filigranas talladas, que muy posiblemente sea de los siglos XIII o XIV...
Al fondo vemos las casas de L'Otero y Piqueros, parroquia de Lloriana, y La Chabola en Llampaya, parroquia de Naranco
Arcos neogóticos en la base de la torre forman un pequeño pórtico que guarda la entrada al interior de la iglesia
Y aquí a sus pies Fuentepeña, fuente, bebederu o abrevadero, a donde se traía a beber el ganado, y lavadero, al que se venía a hacer la colada
Llamativamente el lavadero se hizo adosado a las paredes de la iglesia mientras que la fuente y el bebederu están separados de ella por un estrecho pasillo
De Fuentepeña mana continuamente un buen chorro de agua, haciendo de este un lugar de gran frescor especialmente acogedor para detenerse en verano
En su frontal una inscripción informa que fue construida en el año 1929, una época en la que aún no se disponía de agua corriente en cada casa pero que gracias a estas obras públicas se disponía de ella en los pueblos, trayéndola de los manantiales de la montaña
El lavadero es un buen refugio en caso de que nos pille la tormenta y, casi siempre a la sombra, constituye un rincón bien fresco que se agradece cuando toca caminar al sol del verano
El tejado es de madera con cubierta de teja y de una sola agua, sostenido por postes también de madera, se trata de otro conjunto bellamente restaurado
Sigue a la derecha el alto muro de la finca de Villa Rosa, en el que está uno de sus portones de entrada a la quinta
Pasando la iglesia vemos la tapia blanca del cementerio: ahí hay un cruce en el que iremos a la derech
Fijémonos en el mojón caminero jacobita que nos indica la dirección a seguir
La primera casa vemos carece de tejado y ha sido dejada con la fachada en piedra vista
Lloriana aparece mencionada como Floirana en un documento de 1053, lo que nos llevaría a pensar en una villa 'florida', como realmente lo es hoy día, aunque más parece etimológicamente el antropónimo de un antiguo posesor de época tardorromana o altomedieval
Bifurcación y a la derecha, atentos al mojón que nos marca el Camino
Bajando de Lloriana a La Bolguina, Fabarín y Gallegos. El valle del Nora. |
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