La Cámara Santa y debajo la cripta de Santa Leocadia desde el cementerio de los peregrinos |
Esta es la Cámara Santa de la Sancta Ovetensis, la catedral ovetense de San Salvador, en la parte más antigua de sus edificios, atribuida su construcción a los tiempos de Alfonso II El Casto, el rey que en 791 hizo de esta su capital, si bien las últimas evidencias arqueológicas la atribuyen a los de Alfonso III El Magno, construida en el siglo IX y que, posiblemente desde su construcción, aunque todo está siempre en constante interpretación, estuvo destinada a guardar las reliquias y el tesoro catedralicios, de las que las más importantes serían las vinculados a Jesús, el Salvador o San Salvador, que dieron nombre a esta catedral y antes basílica, así como a la Virgen María, santos y apóstoles, procedentes quiere la tradición de la misma Jerusalén
Interior de la Cámara Santa, apostolado románico y al fondo las reliquias |
"Entraban a veces en tropel portando en sus manos candelas de cera o sebo, acompañados de los albergueros, que, inquietos con la suerte que había de caberles con los futuros huéspedes, armaban gran algarabía de voces con preguntas y proposiciones (...). Cubiertos de polvo y fatigados del camino, hablando entre sí lengua extranjera, contestando con algunas palabras en castellano, mal aprendidas, a las demandas de los albergueros, debieron de animar los atardeceres de las rúas ovetenses en más de una ocasión..."
"Tradicionalmente se creía que la Cámara Santa había sido construida durante el reinado de Alfonso II (791-842) como su capilla palatina y relicario de lo contenido en el Arca Santa. Actualmente las evidencias arqueológicas indican que su construcción corresponde al reinado del último de los reyes asturianos, Alfonso III (866-910), y que su primera función fue la de servir de capilla episcopal con función martirial y funeraria. Sería más adelante cuando pasó a formar parte de la basílica de El Salvador y los Doce Apóstoles con una doble función: enterramiento martirial y tesoro.
La Cámara Santa se levantó adosada a la Torre de San Miguel, concebida como elemento defensivo y que actualmente le sirve de acceso. Es una edificación de dos pisos, sin comunicación entre ellos, que describen una planta alargada dividida en nave y presbiterio. El piso inferior es la Cripta de Santa Leocadia y el superior la capilla de San Miguel".
"Una tradición recogida en diversas crónicas atribuye a Alfonso II la construcción de una suerte de "tabernáculo", con destino a albergar el arca de las reliquias venida de Jerusalén en el siglo VII, y traídas a Oviedo como consecuencia de la invasión árabe.
Sin embargo, la arqueología ha demostrado que, al menos el edificio actual, es atribuible al último cuarto del s. IX, correspondiendo a la capilla funeraria del obispo Hermenegildo, situada en la cripta, consagrada a los mártires cordobeses Eulogio y Leocricia (s. IX). Esto se fundamenta en el hecho que las laudas de las tumbas -plenamente atribuibles al s. IX, están selladas por la colocación del pavimento de "opus signinum", lo que certifica la posterioridad de éste, y, por tanto, la finalidad funeraria de la cripta.
En el piso superior, accesible desde la torre contigua (torre de San Miguel) por unas escaleras, se situaba la capilla de San Miguel, que, posiblemente, cumplió desde su origen las funciones de oratorio episcopal y tesoro catedralicio.
"El monumento actualmente conocido como “torre de San Miguel”, lo es debido a su inmediatez a la capilla de advocación al Arcángel homónimo, que ocupa la planta superior de la Cámara Santa de la Catedral de San Salvador de Oviedo.
Según señala D. José Cuesta Fernández en su Guía de la Catedral de Oviedo, se debe a la “Comisión Ejecutiva dependiente del Patronato para la reconstrucción de la Cámara Santa”, la identificación de esta construcción como monumento distinto e independiente de la Cámara Santa. La autoría de dicha identificación se debe por tanto a D. Víctor Hevia Granda y a D. José María Fernández Buelta, reconstructor el primero de la Cámara Santa a las órdenes del arquitecto restaurador D. Luis Menéndez Pidal Álvarez, y colaborador y divulgador, el segundo, de los resultados de las excavaciones e investigaciones subsiguientes llevadas a cabo por ambos en los años 40 del pasado s. XX, como consecuencia de la destrucción del conjunto monumental del entorno, antes de acometerse la reconstrucción de los mismos. Ello significa que con anterioridad a la destrucción de la Cámara Santa, la existencia de esta construcción turriforme era desconocida, así como, por tanto, su cronología altomedieval y su carácter de construcción previa al edificio de la Cámara Santa, adosado a ella.
Se trata de una construcción turriforme de planta cuadrada, de unos 5.7 – 6 m de lado, y que conserva hoy día, relativamente, su alzado originario, de unos 12 m, aunque con los paramentos de sus muros modificados en distinta medida de acuerdo a la modificación de las funciones de la construcción, sobre todo en sus lados S y O. Se levanta previo acondicionamiento del suelo calizo en que se asienta, sobre grandes bloques o “zarpas”, en muros de sillarejo de caliza que se refuerzan mediante contrafuertes en la planta baja. Debió estructurarse en tres plantas, que se conservan, aunque el ático ha perdido su funcionalidad al ser anulado por la bóveda tardomedieval existente actualmente.
Siendo este edificio anterior a la Cámara Santa, parece claro que su origen está ligado a una función diferente a la de vestíbulo de la misma, que es la que ostenta desde, presumiblemente, el último cuarto del s. IX. Durante las mencionadas excavaciones arqueológicas que precedieron a la reconstrucción de la Cámara Santa, se determinó la existencia de un pórtico (formado por 4 – 5 arcos de medio punto realizados en ladrillo), con alas laterales turriformes, de las que el edificio que nos ocupa sería la situada en el extremo E de dicha construcción. Los excavadores pusieron en relación este pórtico con los supuestos palacios de Alfonso II situados al S de la iglesia de San Salvador, a partir del testimonio del P. Luis Alfonso de Carvallo, en el s. XVII. Sin embargo, las últimas investigaciones, consecuencia de las excavaciones arqueológicas de fines del s. XX al S de la Catedral de San Salvador, nos hablan de un acceso monumental al templo o “salutatorium”, del cual formaría parte con funciones de acceso y distribución, el edificio del que nos venimos ocupando. La arqueología señala claramente la amortización funcional de los espacios al S de la Catedral de San Salvador a partir de la segunda mitad del s. IX, con la construcción de una gran torre defensiva para proteger la basílica de San Salvador y su tesoro, lo que aparejó el uso funerario del espacio del “salutatorium” y sus dependencias, y el cambio de función de la construcción situada en el extremo E del mismo, siendo a partir de entonces, de modo exclusivo, la de acceso a la capilla de San Miguel de la Cámara Santa".
"En la noche del 9 al 10 de agosto de 1977, la Cámara Santa fue expoliada: un ladrón se llevó, dejándolas maltrechas, las piedras y metales preciosos de la Cruz de los Ángeles, la Cruz de la Victoria y la Caja de las Ágatas. Un robo por valor de 3,5 millones de pesetas, sin tener en cuenta el valor histórico artístico, tras ocultarse en la Catedral a su cierre y entrar por la fuerza en la Cámara Santa, aprovechando unas obras. «Un daño irreparable», según el entonces arzobispo, Gabino Díaz Merchán.
Los primeros en acceder a la Cámara, tras la empleada de la limpieza Julia Artidiella a las siete de la mañana, fueron el ya fallecido Ignacio Laizola y el actual deán de la Catedral, Benito Gallego. No se le olvidará nunca; acababa de portar la Cruz de la Victoria en la primera visita de los Reyes a la Catedral por ser el último canónigo en entrar. «Llevaba dos años. Llegamos y nos dio una impresión tremenda, la Cruz de los Ángeles rota, la Cruz de la Victoria eran trozos de madera y la Caja de los Ágatas lo mismo. Todo destrozado, la verja abierta. No teníamos alarma, de aquella ni te imaginabas eso», rememora Gallego. Por suerte, el Arca Santa «ni la tocó». Las Fuerzas de Seguridad se emplearon a fondo. La gente estaba furiosa. El día 19, apareció en Puente Borja (Orense) un cofre con 1,5 kilos de oro y 251 piedras preciosas. Eran del botín de Oviedo. El delincuente, José Domínguez Saavedra, huyó por un terraplén.
Pero fue una victoria sin alas. Al ladrón lo cazaron de nuevo con las manos en la masa en Oporto el 13 de septiembre y otra parte de lo robado apareció en una escombrera de Gijón. «Se encontró casi todo», afirma el deán, pero algunas partes de la Caja no se hallaron hasta 1989 y hubo piezas jamás recuperadas. «Están en otras manos», dijo Domínguez Saavedra.
Díaz Merchán nombró una comisión de notables en noviembre para reparar las joyas, que trabajó durante veinte años. La restauración la ejecutó un equipo de una docena de personas dirigido por Carlos Álvarez de Benito, desde principios del año 78 hasta 1986. Fueron unos trabajos complejos, las joyas «estaban totalmente destrozadas. No se especuló nada, la meta era recuperar aquello como fuere». El Instituto de Conservación y Restauración aseguró en un informe «que las Cruces eran imposibles restaurar y nos recomendaban guardar los trozos y hacer una réplica», pero eso «para un asturiano era una idea difícil de aceptar». Así que poco a poco fueron avanzando siempre «con la condición de que todo fuera reversible». «No se escatimó nada, costó alrededor de treinta millones de pesetas», apunta Álvarez. Las partes que no se recuperaron no se sustituyeron, «como testimonio, lo que faltó falta». «Me siento muy satisfecho de haberlo hecho bien», asegura.
Domínguez Saavedra se enfrentó a un juicio muy mediático en mayo de 1978 en la Audiencia Provincial de Oviedo. Creyó que nadie aceptaría defenderlo, pero hubo un hombre que, por mediación del periodista de televisión Agustín Menéndez, ‘Santarúa’, lo hizo: el que luego sería alcalde socialista AntonioMasip.
Masip pidió la nulidad del proceso porque Domínguez Saavedra había declarado en Portugal sin intérprete y fue detenido por la Policía española tras «darle un empujón la portuguesa». Pero no funcionó. Al acusado le hizo decir en su última palabra: «No puedo comprender cómo por un robo me piden diez años y los de Matesa (la Gürtel de la época) están en libertad». «Creo que estuve a la altura», resume el exalcalde Antonio Masip. De su defendido recuerda que «era un tipo listo incluso muy listo». Pasado el tiempo, revela que está convencido de que tuvo ayuda: «No me dijo que eran tres, pero eran».
El ladrón cumplió diez años por aquel robo. Poco después de su salida fue condenado por la muerte de dos turistas portugueses y encarcelado de nuevo en A Lama (Pontevedra), donde se le pierde la pista; posiblemente fue trasladado".
"La forma en la que se sucedieron los hechos todavía sigue siendo un misterio y tiene algunas preguntas sin resolver, pues la Policía afirmó que era imposible que el robo lo hubiese cometido una sola persona, sino que debía de tener un cómplice. Pese a estas suposiciones y rumores, se cree que los hechos se produjeron así:
El día 9 de agosto de 1977, hacia las siete de la tarde, José Domínguez Saavedra entró en la Catedral y se escondió hasta que se cerraron las puertas. Una vez solo en templo, ya de madrugada, subió a la torre románica y se descolgó hasta el vestíbulo de la Cámara Santa, donde forzó la puerta y se hizo con el botín.
A la mañana siguiente salió de la Catedral y fue en taxi a Gijón, un dato que nunca fue confirmado, donde días más tarde aparecerían las joyas. Poco después las mujeres de la limpieza descubren, horrorizadas, el robo. La noticia se expande por toda la región en cuestión de horas. Asturias se paraliza, sobrecogida.
El 16 de agosto la Cámara Santa se abre de nuevo al público y son numerosos los visitantes que se acercan a ver los desperfectos. El día 17 la Policía consigue las huellas de Domínguez Saavedra y el 19 logra localizarle, aunque el delincuente consigue huir tras dejar una bolsa con docenas de piedras procedentes del robo.
El 13 de septiembre Saavedra es detenido y el día 15 aparece una parte importante de las joyas es una escombrera en Gijón, cerca de la fábrica de Moreda.
La condena fue unánime en toda España, como demuestran los titulares del día en la prensa nacional. «El País» hablaba de «un robo a España entera», el diario «Ya» de «una ofensa a todo el Estado español».
Por aquel entonces era arzobispo de Oviedo Gabino Díaz Merchán, gobernador civil de Asturias Aparicio Calvo-Rubio, deán de la catedral Demetrio Cabo, alcalde de la capital Félix Serrano y ministro de Cultura Pío Cabanillas. Todos ellos reconocieron su parte de culpa, ya que las condiciones de seguridad del recinto no eran las más adecuadas".
"Es una pequeña estancia cuadrada, cerrada con bóveda de crucería reforzada con gruesos nervios. Por la documentación del siglo XII, sabemos que este era el primitivo vestíbulo del santuario, al que los romeros accedían desde el lugar que hoy ocupa la capilla de San Ildefonso, en la girola catedralicia, por una escalera de piedra arrimada al muro septentrional. La Cámara Santa consta de dos recintos: la nave y el presbiterio".
Don Pelayo, primer rey de Asturias, que ya hemos mencionado
"Inició sus estudios en la Escuela de Bellas Artes de San Salvador de Oviedo (1897-1907) y continuó los de escultura en la Superior de San Fernando en Madrid (1907-1911), donde obtuvo el título de profesor de Dibujo. Becado por la Diputación Provincial, amplió su formación en Italia (1912-1915). Realizó la primera muestra individual de escultura en Oviedo en 1911, participó en la Exposición de Pensionados de la Academia Española en Roma en 1914 y en las Nacionales de Madrid en 1910, 1915 y 1924. Por Galeote obtuvo Tercera Medalla y el Premio del Círculo de Bellas Artes.
En 1915 regresó a Oviedo, donde desarrolló cada una de las actividades de su polifacética y brillante carrera artística. Con su trabajo y sus estudios contribuyó al conocimiento y valoración de la escultura en esta región. Organizó las primeras exposiciones de artistas asturianos en 1916, 1918 y 1921, que supusieron el inicio de esta actividad en Oviedo. Con La Claraboya intervino en el movimiento cultural y de renovación pedagógica de las primeras décadas del siglo. Fue miembro fundador del Centro de Estudios Asturianos, del Ateneo Popular de Oviedo o del Instituto de Estudios Asturianos (IDEA) y destacado profesor en la Escuela de Artes y Oficios de Oviedo (1920-1955); entre sus discípulos cabe señalar al escultor Goico-Aguirre.
Compaginó su actividad creadora y docente con el estudio y conservación de obras de arte. Fue miembro de la Comisión Provincial de Monumentos, correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes y, como delegado provincial del Gobierno de la Segunda República, llevó a cabo la campaña que logró la conservación del claustro de San Vicente y la creación del Museo Provincial. Durante la Revolución de Asturias en 1934 y la Guerra Civil Española desempeñó un papel decisivo en la protección del patrimonio asturiano. A partir de 1934 tuvo una gran dedicación a la catedral de Oviedo, llegando a trasladar su estudio de escultor a la sala capitular, donde lo mantuvo hasta su muerte.
Como reconocimiento a su trayectoria artística, obra y calidad humana, en 1963 se le rindió en Oviedo un homenaje nacional, organizado por el IDEA y con la concurrencia de la Universidad, el Cabildo, el Ayuntamiento y la Diputación Provincial".
A un nivel un poco más bajo aún accedemos a la nave de Cámara Santa, su primer tramo, viendo al fondo, en el segundo, el presbiterio, con sus reliquias y tesoro, protegidas como hemos dicho por una reja. Es la nave de la capilla de San Miguel, cuya construcción original se ha fijado entre los años 884 y 908, con Alfonso III El Magno (parece descartada la antigua atribución a Alfonso II), y la transformación que le dio su traza románica, que ahora vamos a ver, en el siglo XII, muy posiblemente con una etapa de prosperidad, cierta seguridad y aumento de las peregrinaciones, de la que nos siguen informando en El Camino de Santiago por Asturias:
"Se viene afirmando que la Cámara Santa era la capilla palatina del primitivo complejo palacial prerrománico, pero más bien, por la distribución de sus estancias (un piso elevado sobre una cripta), debía tratarse de una edificación independiente, una capilla doble con función martirial y funeraria, y, al parecer, de uso exclusivo para los titulares de la diócesis.
La construcción de la Cámara Santa podría fijarse entre los años 884 y 908, en el reinado de Alfonso III. La presencia de dos laudas en la cripta pueden relacionarse con el traslado a Oviedo, en el año 884, los restos de los mártires cordobeses Eulogio y Lucrecia.
En una donación real del año 908, ya se menciona un altar consagrado a Santa Leocadia (titular de la cripta), una mártir muy celebrada en el Toledo visigótico cuyas cenizas se dice que fueron traídas a Oviedo a comienzos de la Reconquista.
Será sólo a partir del primer tercio del siglo XII, cuando el piso superior de este edificio pase a convertirse en la cámara del tesoro catedralicio y en santuario bajo la advocación del arcángel San Miguel. Aquí fueron por tanto trasladados los tesoros reunidos por los monarcas asturianos del siglo IX, especialmente aquellas reliquias venidas de Jerusalén contenidas en el Arca Santa.
El nombre de Cámara Santa se acuñó en la Baja Edad Media, pues los documentos de los siglos XII al XV se refieren a ella como “Tesoro de la Catedral” o “Tesoro de San Miguel” y "Capilla de los Ángeles”. Al piso superior de la Cámara Santa se llega por una escalera construida en 1733 que desembarca en la antecámara; esta pieza, situada entre la Torre Vieja y el balcón de la portada meridional del transepto (encima del pasadizo que da al Tránsito de Santa Bárbara).
"La nave es la parte que experimentó más transformaciones: en origen, la cubierta era de armadura de madera siendo reemplazada por una bóveda de cañón en tiempos del emprendedor obispo Don Pelayo (1101-1130), para verse enriquecida, en el último tercio del siglo XII, con un conjunto de esculturas (apostolado y calvario) que pasa por ser uno de los más importantes del románico tardío español.
Los apóstoles están tallados en alto relieve en los mismos fustes, adaptados a su forma pero con manifiestos rasgos de caracterización individualizadora que pretenden romper la ley del marco; se los representa dialogando entre sí. (...)
Los arcos fajones y la imposta de arranque de la bóveda también están delicadamente tallados con motivos vegetales. La decoración de la nave se completaba con un ciclo de pinturas románicas (superpuesto a otro altomedieval) que cubría paredes y bóveda, desgraciadamente desaparecido tras la voladura de la capilla en la jornada del 12 de octubre de 1934.
La apariencia original tuvo que haber sido deslumbrante: un vistoso recinto concebido, aunque con otras magnitudes, a semejanza de los prototipos de relicarios medievales.
De esta manera, en la época de máxima afluencia de peregrinos al Santuario de San Salvador (siglos XII-XIII), se logró convertir la propia cámara de la reliquias en un auténtico relicario, tan lujosamente decorado como cualquier otro joyel de los que en ella se custodian".
De este emblemático lugar cuenta poética y evocadoramente el historiador Luis Antonio Alías en su libro El Camino de Santiago en Asturias. Itinerarios:
"El piso superior o capilla de San Miguel, originariamente accesible por una escalera exterior y hoy sólo desde el brazo derecho del crucero catedralicio, muy reformado en el siglo XII, mantiene el ábside original y flanquea también con columnas la ventana frontal. Aquí están guardadas y expuestas las sagradas reliquias traídas desde Toledo cuyo culto hizo de Oviedo un principal lugar de peregrinaje. Aquí se encuentran también las más extraordinarias joyas del Reino: la Cruz de los Ángeles, la Cruz de la Victoria y la Caja de las Ágatas.
La continua afluencia de peregrinos aconsejó, ya en el siglo XI, reformas y acondicionamientos, Aunque el ábside de la capilla cubría con bóveda, la nave previa, que hacía funciones de vestíbulo o recibidor, tenía techo de madera y debió parecer demasiado sencilla para un entorno tan importante y venerable.
Intentando agrandarla y dignificarla, se iniciaron las obras durante los primeros años del siglo XII.
Retirada la techumbre de madera y elevada la altura de los muros se construyó una robusta bóveda de cañón que reforzaron tres arcos fajones, añadiéndose a lo largo del arranque de una cornisa con rosetas. El nuevo espacio, dividido en tres tramos, fue complementado con seis pares de columnas, más ornamentales que sustentadoras, dispuestas en los extremos de cada arco fajón. Un poderoso plinto y unos amplios capiteles terminados en imposta, remataron los fustes pareados y cincelados por una desconocida mano maestra, tal vez relacionada con el maestro Mateo, autor del Pórtico de la Gloria de la Catedral de Santiago".
"A diferencia de la nave, conserva su apariencia prerrománica; es de menores dimensiones que estancia precedente y se halla diferenciado de ésta por un pequeño desnivel en el pavimento, por su menor altura y por haber estado siempre abovedado. Se entra en él por un arco de triunfo que descansa en dos semicolumnas talladas en pilastras marmóreas con los típicos capiteles corintios estilizados del prerrománico asturiano.
En la cabecera se abre un hueco de iluminación cerrado con celosía (no es la original) y flanqueado por dos columnas con capiteles vegetales, también estuvo pintado con motivos semejantes a los que decoran las capillas de la iglesia de Santullano de los Prados.
Es aquí donde concluía la peregrinación de los romeros de San Salvador y desde antiguo este ámbito estuvo protegido por una verja de hierro, siendo la que hoy existe obra moderna".
"Sobre la puerta de acceso, las cabezas de Cristo, María y San Juan, los tres protagonistas del Calvario, rompen con su bulto la lista uniformidad de la pared, Cristo cierra los ojos y se inclina, doloroso y sereno, con un gesto de dulzura que no rompe la muerte. Los cuerpos estaban, sin duda, pintados (toda la Cámara Santa de adornaba con frescos) pero no se han conservado restos."
"Tradicionalmente se creía que la Cámara Santa había sido construida durante el reinado de Alfonso II (791-842) como su capilla palatina y relicario de lo contenido en el Arca Santa. Actualmente las evidencias arqueológicas indican que su construcción corresponde al reinado del último de los reyes asturianos, Alfonso III (866-910), y que su primera función fue la de servir de capilla episcopal con función martirial y funeraria. Sería más adelante cuando pasó a formar parte de la basílica de El Salvador y los Doce Apóstoles con una doble función: enterramiento martirial y tesoro.
La Cámara Santa se levantó adosada a la Torre de San Miguel, concebida como elemento defensivo y que actualmente le sirve de acceso. Es una edificación de dos pisos, sin comunicación entre ellos, que describen una planta alargada dividida en nave y presbiterio. El piso inferior es la Cripta de Santa Leocadia y el superior la capilla de San Miguel.
A la cripta se accede desde el claustro. Cubierta con una bóveda de cañón, custodió los cuerpos de los mártires Eulogio y Leocricia, llegados a Oviedo en el año 884. En el centro, tres laudas funerarias cubren tres sepulcros.
En el presbiterio del piso superior, y tras una reja, se conserva el tesoro de la Sancta Ovetensis. Originalmente era una capilla de planta rectangular, cubierta por bóveda de cañón en la cabecera y armazón de madera a dos aguas en la nave. A finales del siglo XII se reformó la nave, dotándola de una bóveda de cañón con fajones que se apoyan en pares de columnas. En los fustes de las columnas se talló un magnífico apostolado, joya de la escultura románica española atribuido al Maestro de Oviedo, artista contemporáneo del Maestro Mateo de la Catedral de Santiago de Compostela. Los apóstoles de Oviedo se presentan por parejas, en animada conversación, mostrando diversidad de actitudes y caracterización de rostros y una gran plasticidad en los plegados de sus vestiduras. Identificados por sus atributos o por las cartelas que portan, se presentan San Simón y San Judas, Santiago y San Juan y San Andrés y San Mateo en el lado septentrional; mientras que en el costado meridional están las imágenes de Santo Tomás y San Bartolomé; San Pedro y San Pablo y Santiago el Menor y San Felipe. El programa iconográfico aquí desplegado presenta a los Apóstoles como “columnas de la Iglesia”.
Este conjunto escultórico, se completaba con un Calvario situado sobre la puerta, del que solo se conservan las cabezas de Cristo, la Virgen y San Juan talladas en la piedra; sus cuerpos estaban pintados sobre el muro y se perdieron durante la voladura del año 1934.
El exterior de la Cámara Santa puede contemplarse desde el cementerio de peregrinos, con acceso a través del claustro. Adosados al muro de la cripta se conservan los restos del panteón episcopal.
En octubre de 1934, durante la revolución obrera, la Cámara Santa fue destruida por una voladura que también derribó una panda del claustro. Inmediatamente, el arquitecto Alejandro Ferrant y el historiador del arte Manuel Gómez Moreno, llevaron a cabo labores de desescombro y recuperación de piezas, reliquias y joyas. La Cámara Santa fue reconstruida entre 1939 y 1942 por el arquitecto Luis Menéndez Pidal y el escultor Víctor Hevia.
El 9 de agosto de 1977, las cruces de los Ángeles y de la Victoria, junto con la Caja de las Ágatas, fueron robadas. Tras su recuperación poco tiempo después, el minucioso trabajo de reconstrucción, llevado a cabo por el orfebre ovetense Carlos Álvarez, les devolvió el esplendor perdido.
Desde el momento en que la Cámara Santa se erigió en el mayor relicario de la cristiandad a principios de la Edad Media, se convirtió en polo de atracción para todos aquellos que peregrinaban a Santiago. La visita a las reliquias de la Sancta Ovetensis era, y sigue siendo, parada obligada. Es el punto de partida del Camino Primitivo".
"Son doce figuras que irradian misticismo, solemnidad y, al mismo tiempo, humanidad, personalizadas por medio de diversos símbolos -peregrino con el nombre, llaves, libro, báculo de peregrino...-; elegante y espiritualmente alargadas; diferentes en rostro -cabello, barbas, posición de la cabeza- y pliegues -túnicas en juego de líneas rectas y curvas. Cuerpos vivos, contrastes de tono y movimiento, proximidad humana y lejanía sobrenatural, autoridad de alta jerarquía en las grandes y gestuales manos y en los nobles y abiertos ojos.Los desnudos pies de cada apóstol se apoyan en animales, hojas y hombres; una zorra da muerte a un gallo y dos leones devoran una cabeza humana, alegorías del demonio haciéndose con los pecadores, en las basas de San Pedro y San Pablo y en las de Santiago -el Santiago con mayúsculas de todos los que en imagen o grabado guarda la catedral- y San Juan, destacadas parejas centrales.Los capiteles escenifican momentos del Nuevo Testamento -boda de María y José, Anunciación, María ante el sepulcro, Cristo en majestad-, y también ramajes, entrelazos, caballeros, caza de leones y jabalíes... Lenguaje que habla de muerte, resurrección, salvación y lucha entre el bien y el mal".
"Los arcos fajones se apoyan sobre columnas pareadas que, como ellos, desempeñan, además de la tectónica, una importante función espacial y estética: articulan el muro al romper las monótonas superficies lisas de los paramentos prerrománicos y generan un nuevo tipo de especialidad aditiva, al delimitar dos células espaciales individualizadas. Las soluciones murales y espaciales ahora aplicadas, acordes con los planteamientos del románico internacional, se ven enriquecidas con la integración del relieve monumental y la pintura mural, esta última desaparecida. El primero realza las principales líneas arquitectónicas; la segunda fue complemento del relieve y su sustituta en el grupo del Calvario dispuesto a los pies de la nave.A partir del recurso a los elementos constructivos y escultóricos mencionados, el cuerpo de muros adquiere una nueva plasticidad que enriquece el marco espacial destinado a guardar las preciadas reliquias de San Salvador de Oviedo. En un momento en que se intensifican las visitas de peregrinos al santuario ovetense, parece lógico pensar que haya sido precisamente la función de relicario monumental de la capilla de San Miguel la que favoreciese el deseo de magnificar su estructura arquitectónica y de crear un programa iconográfico acorde a dicho destino. Y, de hecho, esta función no es sólo fuente de un enriquecimiento plástico, sino factor condicionante de todas las soluciones técnicas, estilísticas e iconográficas.Según se acaba de exponer, a los muros lisos prerrománicos se superponen, en el interior de la nave, seis columnas pareadas que se disponen en las esquinas y en su eje central, con una separación entre ellas de 321,5 cm. Estas columnas de apoyan en pedestales prismáticos de sección rectangular, que miden 174 cm de alto, 58 de ancho, los emplazados en el centro, y 53, los de las esquinas. La altura de los pedestales coincide exactamente con la alcanzada por el fuste más la basa de las columnas, también de 174 cm, a la que se suma la de los capiteles, de 35 cm de alto, y la de los cimacios, de 15 cm. (...)Si la reforma arquitectónica enriquece la estructura prerrománica anterior, son fundamentalmente los trabajos escultóricos los que otorgan a esta obra el rango de creación genial dentro del conjunto del arte románico. Esta escultura se integra en todos los elementos arquitectónicos incorporados en la reforma románica: pedestales basas, fustes, capiteles, cimacios, línea de impostas, arcos fajones, etc."
"Aunque se trata de motivos secundarios, de carácter meramente ornamental y marginales dentro del conjunto escultórico de la Cámara Santa, los pequeños ápices foliáceos que se representan dentro de las estrías no son ajenos a la incipiente tendencia naturalista que rige el programa; a pesar de la interpretación estilizada a la que han sido sometidos, aún pueden identificarse por su morfología con dos de las especies arbóreas que más abundan en la región, el castaño y el roble"
Los dos apóstoles, en actitud de conversar, San Simón mira a San Judas mientras muestra la mano derecha como bendiciendo y San Judas, que mira de frente, tiene una curiosa barba trenzada y lleva en su mano izquierda un libro cerrado, "de tapas trabajadas con verdadero detallismo en sus ornamentos", tal vez aludiendo a la Espístola de Judas, carta que se le atribuye y en la que se presenta como "siervo de Jesucristo y hermano de Santiago"
Para Álvarez Martínez la imagen de San Juan, a la derecha, destaca por su "acusada juventud", mientras que la de Santiago, a la izquierda, con el bordón peregrino rematado en forma de cruz, es de gran interés iconográfico al presentar al apóstol peregrino y al santo combatiente:
"En efecto, como los restantes discípulos, se representa descalzo y ataviado con el manto, per también con los atributos de peregrino, como la escarcela con la venera, en una versión muy próxima a la del "Cristo del encuentro con los Discípulos de Emaús" del claustro de Silos, y el bordón del caminante que aquí adopta una interesante formulación al rematar en su parte superior una cruz y clavarse la inferior en la boca de una serpiente, asimilando a esta iconografía de Santiago la de otros santos combatientes, como San Miguel, y anticipando la del Santiago Matamoros, que carecía aún de muestras en Asturias."
"En el ángulo derecho aparece la figura de Cristo, con lanza y nimbro crucífero, en el momento del "descensus ad Inferos" o Anástasis, donde vence con su lanza a un ser demoniaco y rescata a Adán y Eva, junto a reyes y patriarcas. En la cara izquierda del capitel se representa a la Sagrada Familia, con San José de pie, con las manos apoyadas en un bastón y María también erguida y con el Niño en el brazo izquierdo"
Un detalle más de cerca, se trata de una escena cinegética muy usual a la que se le quiere ver una carga simbólica de lucha contra el mal y los peligros de las tentaciones y el demonio
Al final de la pared izquierda, pasamos a los apóstoles que están al lado izquierdo del presbiterio, San Andrés y San Mateo
San Mateo está a la izquierda, y se le distingue porque lleva abierto el libro de su evangelio mientras señala algo con la mano derecha en él, a la vez que mira de frente. A su izquierda San Andrés parece mirar hacia el libro mientras a la vez muestra la palma de la mano izquierda y bendice
Los capiteles sobre sus cabezas muestran una peculiaridad iconográfica muy poco habitual, tal que es presentar a Cristo joven e imberbe (a la derecha, sobre San Mateo), como en el arte cristiano antiguo:
"Según es habitual en las representaciones apocalípticas, aparece entronizado, bendice con la mano derecha y porta el libro, cerrado en la izquierda. En torno a la mandorla que lo envuelve, se representan, conforme a la visión apocalíptica, dos serafines en la parte superior, y un hombre y una mujer desnudos, representados como tenantes, y que quizá aluden a la humanidad resucitada, en la inferior. En torno a estas imágenes que ocupan el centro del capitel, se disponen, a ambos lados, ocho apóstoles presididos por San Pedro, a la derecha de Cristo, y por San pablo, a su izquierda. Este capitel presenta la peculiaridad, respecto a los ya descritos, de mostrar el tema figurado sobre un fondo vegetal que se acusa en la parte superior de la cesta con abultadas hojas de talle esmerada y caulículos perlados en los ángulos".
"También permanece parcialmente oculta una parte del frente en el mismo lado, por colocarse ante ella la ménsula que sirve de apoyo al arco triunfal del románico. Esta ménsula, su cimacio y el cimacio del capitel ofrecen un similar repertorio ornamental, con hojas partidas, curvadas y enrolladas en acusado altorrelieve con efectos claroscuristas de gran efectismo. Sus nervaduras se detallan con minuciosidad virtuosista, lo mismo que los delicados tallos de perlas. Este motivo, al igual que otros repertorios vegetales de elementos moldurados de esta capilla, cuenta con numerosos paralelos en otras obras del románico ovetense."
Y aquí tenemos las veneradas reliquias de la Cámara Santa, cuyo origen nos explica la web Sancta Ovetensis:
"La Cámara Santa es el edificio más emblemático de todo el Conjunto Catedralicio y también el más antiguo. En ella se conservan un gran número de reliquias, llegadas de Tierra Santa, que se veneran desde la Edad Media y por ello la Catedral de Oviedo ha recibido el sobrenombre de Sancta Ovetensis.
Las reliquias
En el año 614 el rey persa Cosroes II invadió Jerusalén y los cristianos huyeron de la ciudad llevándose un arca con reliquias. En su periplo, el arca pasó por Egipto y el norte de África, llegando a la ciudad de Cartagena poco después de su salida de Tierra Santa. A continuación fue trasladada a Sevilla, durante la época en la que San Isidoro fue obispo de la ciudad. Tras la muerte del santo, el arca se trasladó a Toledo, principal ciudad de la Iglesia visigoda, y allí permaneció hasta que en el año 711 los musulmanes invadieron la Península Ibérica. Fue entonces cuando los cristianos trasladaron el arca con las reliquias al lugar que consideraban más seguro: el norte. Según la tradición, permaneció oculta en el monte Monsacro durante ochenta años, hasta que el rey Alfonso II (791-842) decidió su traslado a Oviedo.
La primera relación de reliquias que se conoce fue redactada en el año 1075, con motivo de la solemne apertura del arca el día 13 de marzo en presencia de varios obispos, el rey Alfonso VI y miembros de la corte. La reliquia más importante de todas las que se citan en este documento es el Santo Sudario del Señor, lienzo de lino que cubrió la cabeza de Cristo tras su muerte. Quedó el monarca tan impresionado que mandó revestir el arca con láminas de plata repujada, convirtiéndose en una de las principales piezas de la orfebrería románica española. Actualmente se encuentra en el centro del camarín de la Cámara Santa.
Con el tiempo, se fueron incorporando otras reliquias al conjunto, dentro de sus correspondientes relicarios. Llegó así el Cristo de Nicodemo (S. XII), que custodia un lignum crucis bajo un cristal de roca. Una arqueta con los restos de San Julián y San Serrano a finales del siglo XVI. Varias cajas de plata y coral (1626) y un copón con reliquias de la Virgen y San Juan Bautista. En el siglo XVII se hizo un relicario-expositor para la sandalia de San Pedro. En 1742 una arqueta para los restos de San Eulogio y Santa Leocricia… así hasta llegar al siglo XX, cuando se incorporaron dos cruces para otro lignum crucis y la santa espina, hechas por el orfebre y sacerdote asturiano Félix Granda Buylla (1868-1954).
Este conjunto de piezas se unió a las donaciones pías de la monarquía asturiana. Alfonso II (791-842) había entregado a la iglesia de Oviedo en el año 808 la joya más antigua de las conservadas: la Cruz de los Ángeles, símbolo de la Catedral y de la Ciudad de Oviedo. Cien años después, en el 908, Alfonso III (866-910) hizo lo mismo donando la Cruz de la Victoria, emblema del Principado de Asturias. El tesoro de la monarquía asturiana se completa con la Caja de las Ágatas, regalo de Fruela II (910-924) y su esposa Nunilo en el año 910."
"Las basas áticas de las columnas quedan flanqueadas por dos pequeñas cabezas humanas -una barbada, la otra apenas se puede apreciar por estar mutilada- que se colocan sobre las esquinas del plinto. En el centro, entre las basas, se aprecian los cuartos traseros de un pequeño animal"
En el capitel y sobre sus cabezas, el motivo artístico es de predominante temática natural:
"... acentúa, aún más que el anterior, los motivos vegetales de su cesta, preciosistas y de gran plasticidad en los ápices curvados de las hojas. El tratamiento plano del relieve en la base de la cesta, centrado en el detalle incisivo de nervaduras y tallos perlados (...), donde las hojas se curvan y se separan del fondo, se parten y distribuyen conforme a caprichosas composiciones simétricas y generan fuertes efectos claroscuristas (...). Sobre ese fondo vegetal, como en el capitel anterior y conforme a soluciones de cuño borgoñón, se representan varias águilas con sus piezas entre las garras. A su izquierda, se coloca la ménsula de apoyo del arco triunfal, simétrica a la ya estudiada, en la que aparece una escena de cacería"
"Se conciben estas figuras, al igual que las de los restantes apóstoles, como estatuas-columna que, a pesar de los condicionamientos arquitectónicos, ofrecen la novedad de orientarse una hacia la otra, rompiendo la frontalidad, y de comunicarse entre sí. Se trata ya de personajes individualizados, al igual que en los casos restantes, en virtud de la diversificación de la fisonomía y del tratamiento de los cabellos y barbas. Los cuerpos ofrecen unas proporciones elegantes, aunque un tanto convencionales en su alargamiento y se cubren con unos mantos de pliegues profusos y virtuosistas que buscan el efectismo plástico antes que el verismo, aspecto este que se cuida en el tratamiento de manos y pies. Los pies de San Pedro descansan sobre una hojas muy abultadas, de tallos enrollados y trabajadas con trépano, que se relacionan con los repertorios vegetales de los capiteles de Santo Tomás y San Bartolomé y de San Simeón y San Judas Tadeo; las de San Pablo se apoyan en motivos fitomorfos bien diferenciados de los anteriores, pero que cuentan con paralelos en otras creaciones del románico ovetense. Se trata de estilizadas hojas de acanto con nervio central perlado, trabajadas en relieve bajo con técnica detallista, que se abultan en sus puntas dobladas para servir de apoyo a los pies del apóstol. Este motivo vegetal se repite de forma idéntica en la parte inferior del capitel de Santiago el Menor y San Felipe... "
"representadas por un gesto de sorpresa y un esbozo de sonrisa, que también aparece en los ángeles conforme a las nuevas pautas protogóticas de humanización expresiva. En ambas caras laterales del capitel, se colocan las figuras de dos soldados guardianes. La humanización expresiva es pareja en esta obra, como en los restantes capiteles, al naturalismo de las formas que se acusa en las proporciones cuidadas, el interés por el tratamiento corporal y de los paños, los gestos y actitudes naturales, la volumetría y la sugerencia de profundidad, aquí especialmente realzada al existir rudimentos de perspectiva en la representación del Sepulcro y al colocarse uno de los ángeles en segundo término. Sobre este capitel, se dispone un cimacio meramente ornamental, de motivos fitomorfos muy abultados que ya se han mencionado en relación con el fruto engullido por los felinos del pedestal de de San Simón y San Judas Tadeo. En el cimacio, se coloca este motivo en las esquinas sustituyendo a las volutas y, más simplificado, entre las palmetas de seis puntas que se seccionan verticalmente para reagruparse conforme a una reiterada composición geométrica."
"El cimacio recorre con tallos entrelazados, entre los que se inscriben botones de escuetas formas florales, apenas incisas. Aunque con la variante de suprimir los motivos inscritos, las lacerías vegetales son casi una constante del románico de Oviedo."
"La tradición cuenta que cuando Cosroes II, rey de los persas, conquistó Jerusalén en el año 614, los cristianos huyeron de la ciudad llevándose un arca con reliquias. En su periplo, a través del mar Mediterráneo, hicieron paradas en Alejandría y Cartago, hasta llegar a la Península Ibérica, donde desembarcaron en Cartago Nova, actual Cartagena, entre los años 614 y 617. De ahí, el arca fue trasladada a Sevilla, ciudad en la que era obispo San Isidoro. En el año 636 las reliquias viajaron hasta Toledo, capital del reino visigodo y cabeza de la Iglesia hispana, donde permanecieron setenta y cinco años, hasta la invasión musulmana en el año 711. Para evitar que el arca y su contenido cayeran en manos de los infieles, se realizó un último traslado al norte de la Península. La tradición afirma que, durante varias décadas, el arca estuvo escondida en el Monte Monsacro, cerca de Oviedo, hasta que pasó el peligro y el Reino de Asturias estaba consolidado; esto ocurrió durante el reinado de Alfonso II (791-842).
El contenido de esta arca fue desconocido hasta su solemne apertura, el 13 de marzo del año 1075, ante el rey Alfonso VI y su corte, de paso en la ciudad de Oviedo en aquellas fechas con motivo de su peregrinación a Santiago de Compostela. El acta que se redactó narrando los acontecimientos de aquel día recoge una larga lista de reliquias de Cristo, la Virgen, los Apóstoles y numerosos Santos. De entre todas ellas destaca “de sudario Domini”: el sudario del Señor.
El Santo Sudario es la reliquia más importante de todas las conservadas en la Cámara Santa, uno de los mayores y más importantes relicarios de la cristiandad.
Es un lienzo rectangular, de lino, hilado con torsión en “Z” y en textura de tipo tafetán, sin tinturas ni remates laterales; mide 85.5 x 52.6 cm.
Entre los estudios científicos a los que ha sido sometido el Santo Sudario de Oviedo pueden mencionarse los siguientes:
El estudio palinológico, que investiga los restos de pólenes presentes en él, ha localizado tres tipos propios de la región de Palestina: Quercus (encinas y coscojas), Pistacia Palestina (lentisco, cornicabra) y Tamarix (tamarindo, taray); el resto son pólenes propios de la zona mediterránea.
En el estudio de las diferentes sustancias que lo impregnan han aparecido restos de pintura de plata (resultado de haber apoyado sobre el lienzo un bote de pintura), de carmín (procedente de una de las exposiciones a los fieles), pólvora (depositada tras las voladura de la Cámara Santa durante la Revolución de 1934), cera (de las velas que se encendían cerca durante los actos litúrgicos), partículas blancas indeterminadas (de origen desconocido, depositadas sobre el lino después de haberse utilizado), mirra y áloe, cabellos (procedencia desconocida), fibras de hilos modernos (procedentes de los cosidos empleados a lo largo del tiempo para sujetarlo a un bastidor).
Por otro lado el lienzo presenta una serie de arrugas, que han servido para determinar la manera en que estuvo colocado sobre la cabeza de Nuestro Señor, y varias perforaciones originarias que tienen relación con las manchas que presenta; de aquí que se haya concluido que proceden de los objetos punzantes con los que se sujetó el Sudario a la cabeza del cadáver.
También presenta agujeros producidos por una quemadura (posiblemente de una vela), el cosido moderno para sujetarlo al bastidor y un desgarro originado por su continuo plegado y desplegado.
Finalmente, en unas de las esquinas se retiró una muestra de tejido para entregarla a Monseñor Ricci, el sacerdote italiano que estudió la Sábana Santa de Turín y que, en su libro L´Uomo della Sindone è Gesù (1969), pone en relación por primera vez la Síndone de Turín con el Sudario de Oviedo.
De todos los estudios realizados al Santo Sudario, han sido los análisis hematológicos, llevados a cabo por un equipo médico-forense, los que han arrojado los resultados más importantes: se buscó la naturaleza de las manchas y el “cómo y porqué” se formaron.
Es preciso indicar que el Sudario se colocó sobre la cabeza de Jesucristo doblado por la mitad, por lo que presenta unas manchas simétricas generadas en diferentes momentos de una breve secuencia temporal.
El análisis de la sangre indicó que eran manchas de sangre humana, del grupo AB, en algunos casos diluida a consecuencia de una edema pulmonar hemorrágico.
Se realizó un estudio morfogeométrico, aplicando a un modelo humano un lienzo doblado y con unas manchas iguales a las del Sudario, comprobándose cómo las manchas encajan con las que se producirían en una hemorragia nasal, pudiendo distinguirse, en la parte central, las manchas correspondientes a la nariz, uno de los pómulos y la barba. Al distinguirse varias manchas de sangre superpuestas, los estudios concluyeron que se produjeron varias salidas de sangre, coincidentes con dos posiciones distintas de la cabeza. Las conclusiones establecieron que una primera mancha se produjo con el cuerpo en vertical, la cabeza inclinada hacia delante y ligeramente ladeada a la derecha (Cristo en la cruz), mientras que la segunda se produciría cuando el cuerpo se coloca en posición horizontal y boca abajo (descendimiento de la cruz). Los científicos han identificado hasta cuatro salidas de líquido diferentes a lo largo de todo este proceso.
En uno de los laterales se identificaron unas manchas de sangre, denominadas “puntiformes”, cuya coagulación determinó que se produjeron cuando el individuo estaba vivo. Al describir una línea parabólica y parecer provocadas por un objeto punzante, se han identificado con las gotas de sangre que impregnaron el cabello de Cristo tras ser coronado de espinas.
Otras manchas perimetrales que se analizaron indicaban que la persona sobre la que se había dispuesto este lienzo había sido violentamente golpeado antes de morir.
Las conclusiones de este estudio, llevado a cabo por el Centro Español de Sindonología (EDICES), indican que este lienzo cubrió la cabeza de un hombre crucificado que murió por un edema pulmonar severo, que presentaba heridas en la cabeza, frente, cuello y hombros y que parece haber sido coronado de espinas. Tras su muerte en la cruz, la cabeza fue cubierta con un lienzo, tal y como mandaba la costumbre judía de ocultar el rostro desfigurado de los fallecidos. Poco tiempo después de su muerte, el cadáver fue bajado de la cruz y depositado en el suelo. Después se le embalsamó y se le enterró. Esta secuencia coincide con los relatos evangélicos de la crucifixión y muerte del Señor.
El Evangelio de San Juan (20, 7), al narrar la resurrección nos dice que dentro del sepulcro vacío estaban “… los lienzos puestos y el sudario que había cubierto su cabeza, no puesto con los lienzos sino doblado aparte…”. Estos lienzos y el sudario, serían recogidos por los discípulos que se acercaron a la tumba de Jesucristo y conservados por los cristianos de Jerusalén con otras reliquias.
Como ya se ha dicho, en el siglo VII, tras la invasión persa, el Sudario fue trasladado a la Península Ibérica. Son numerosos los textos medievales que hacen referencia a esta reliquia y su azaroso viaje por el Mediterráneo. Así, pueden encontrarse referencias en el Códice de Valenciennes 99 (S. IX); en el Liber Testamentorum y en el Corpus Pelagianum, obras del obispo Pelayo de Oviedo (S. XII); en los manuscritos Valenciennes 30, Cambrai B804 y Bruselas II 2544; la Crónica Silense (c. 1115) y el Chronicon Mundi de Lucas de Tuy (segunda mitad del siglo XII).
Finalmente deben mencionarse las coincidencias que esta reliquia presenta con la Santa Síndone de Turín, identificada con el lienzo mortuorio que envolvió el cuerpo de Jesucristo para ser enterrado. Los estudios han identificado las siguientes: en ambos casos, estos lienzos cubrieron en cuerpo de un hombre adulto, que llevaba barba y pelo largo, maltratado antes de morir, con heridas punzantes en la cabeza provocadas por lo que parece ser una corona de espinas, crucificado, fallecido a causa de un edema pulmonar grave y cuyo grupo sanguíneo era AB.
La muerte por crucifixión era relativamente frecuente en el Imperio Romano, pero únicamente hay noticia de un reo que, además, fue coronado de espinas: Jesucristo.
El Santo Sudario de Oviedo se conserva desde hace más de mil años en la Cámara Santa de la Catedral de Oviedo, donde ha sido venerado por miles de peregrinos. Allí continúa recibiendo fieles a diario que pueden contemplar un facsímil. El Santo Sudario se puede contemplar tres semanas al año: Semana Santa, Semana de Pascua y durante el Jubileo de la Santa Cruz (14 al 21 de septiembre). Tres días al año, desde el altar mayor, se imparte una bendición con el Santo Sudario: Viernes Santo, 14 y 21 de septiembre."
"La palabra sudario proviene del latín "sudarium", que literalmente significa "trapo de sudor". En la antigua Roma se refería a un pañuelo para limpiarse la cara. Era un elemento usado en múltiples ceremonias y rituales romanos, desde los cuales pasó a la liturgia católica. En el contexto hebreo, se refiere a una especie de hábito que usaban los hombres judíos después de casarse, envuelto en la cabeza y generalmente usado con un sombrero. Los rituales funerarios judíos incluyen el envolver el cadáver en uno o varios trozos de lino. En el caso de la Resurrección de Lázaro, narrada en el Evangelio de San Juan, se menciona que las extremidades estaban atadas con trozos de lino (en griego κειρίαις, keiriais) y que su rostro estaba envuelto en un sudario. En el caso de la resurrección de Jesús se menciona fue envuelto en telas aromatizadas, según la costumbre judía de dar sepultura.
La primera referencia de un sudario venerado como reliquia proviene de un peregrino anónimo de Plasencia, hacia el 570. Según este, se encontraba en una gruta en la ribera del río Jordán. Hacia el 680 un obispo franco, Arculfo, dijo haberlo visto en Jerusalén.
El primer documento que habla específicamente del sudario de Oviedo está fechado el 14 de marzo de 1075 y describe la apertura solemne del Arca Santa, conteniendo 30 reliquias, entre ellas, el Sudario de Oviedo. Según este documento, las reliquias fueron depositadas en el arca en el siglo VIII en Toledo con el fin de ponerlas a salvo del avance islámico. El arca habría llegado luego a la Catedral de Oviedo. Para justificar que hubiera permanecido tanto tiempo sin abrir, el documento explica que una vez se intentó mirar en su interior pero el arca habría desprendido una potente luz que hizo que todos desistieran de intentos posteriores. En el 1075, Alfonso VI de León y su corte, en cambio, habrían logrado ver en su interior después de un periodo de ayuno y oración. El original de este documento se ha perdido, y existen dudas sobre la autenticidad de las dos copias del siglo XIII existentes.
Una carta de Osmundo de Astorga de entre el 1082 y el 1096 habla de una tradición registrada en algunos escritos, según la cual siete hombres llegaron desde Jerusalén hasta España llevando las reliquias a Toledo y luego a Astorga y a Oviedo.
El obispo Pelayo, en su obra «Liber testamentorum ecclesiae Ovetensis», de entre el 1109 y el 1130, indica que, durante el reinado del visigodo Sisebuto, una caja llena de reliquias fabricada por algunos "discípulos de los apóstoles" fue llevada a África y luego a Toledo, donde habría permanecido hasta la invasión musulmana y el final del reinado de Rodrigo, en el 712, tras lo cual fue llevada a Asturias. En el siglo IX, Alfonso II de Asturias la habría llevado a la Cámara Santa de la Catedral de Oviedo.
En la «Historia legionense», escrita hacia el 1115, se dice que el arca llegó a Sevilla en un barco directamente desde Jerusalén y que permaneció en Toledo durante cien años, para después ser transportada por mar a un puerto de Asturias cerca de Gijón. Luego, fue llevada a Oviedo por Alfonso II.
Una lista de reliquias, escrita en siglo XII y dirigida a peregrinos, conocida como el manuscrito de Valenciennes, afirma que el arca fue a África, Cartagena, Toledo y, finalmente, a Oviedo. Una versión más tardía incluye Sevilla antes que Toledo. El «Chronicon mundi» de Lucas de Tuy, entre 1232 y 1239, cuenta que el arca fue llevada en el siglo VII a Toledo, donde permaneció 75 años, que en el 711 fue llevada a Asturias y que en el 828 fue llevada a Oviedo.
Entre los siglos XII y XIII circuló una leyenda que decía que el arca había sido construida en Jerusalén, que luego había sido arrojada al mar en el puerto de Jaffa. Perseguida por los santos Julián y Serrano, el arca fue flotando hasta Cartago. Para salvarla de los paganos, fue llevada a Toledo cuando era obispo Ildefonso, entre el 657 y el 667, y luego fue transportada a la cima de una montaña llamada Monsacro, cerca de Oviedo, donde estuvo cuarenta y cinco años. El rey Alfonso II habría añadido al arca las reliquias de los santos Julián y Serrano y otras de distintas localidades de España.
En el siglo XVI se cuenta otra leyenda que dice que, en el siglo V, san Toribio de Astorga tralsadó algunas reliquias desde Jerusalén hasta una localidad entre Galicia y Asturias y que luego había colocado una parte de estas en una capilla llamada de Santa María de Monsacro.
Además, en la lista de reliquias del arca hay que destacar un trozo de tela de síndone. En la Cámara Santa de la Catedral de Oviedo se conserva un trozo de síndone de 25×25 cm con un marco de plata. Es llamativo que las fuentes históricas hablen de una "reliquia de sudario", o sea una porción, mientras que el Sudario de Oviedo se considera completo.
En el IV Concilio de Braga del 675 se hace referencia a un "Arca de Dios" con reliquias, cuando en esa época, según algunas fuentes, el Arca Santa se encontraba en Toledo".
"Uno de los estudiosos del paño fue el obispo Giulio Ricci, miembro de la curia romana y presidente del Centro Romano de Sindonología. Ricci afirma que cuando contempló el paño por primera vez se convenció de su autenticidad al reconocer la semejanza con el Sudario de Turín. Su convencimiento se basa, por tanto en un indicio subjetivo de semejanza y la presunción de que uno de los dos objetos es auténtico. En 1966 escribió sobre este sudario, incluyendo en su obra una imagen gráfica de la cara de la Sábana Santa de Turín superpuesta en este sudario.
Ricci pidió y obtuvo, el 29 de noviembre de 1977, el permiso para tomar algunos hilos y pequeños fragmentos del tejido del sudario que envió en parte a Max Frei-Sulzer para un examen de los pólenes. Entre el 15 y el 17 de mayo de 1979 el propio Max Frei-Sulzer tomó algunas muestras del sudario utilizando para ello cinta adhesiva. Encontró pólenes de plantas comunes con la Sábana Santa de Turín y pólenes de plantas que no crecen en Europa pero que son frecuentes en los desiertos de Tierra Santa. Sin embargo, la toma de muestras por parte de Frei fue tan anómala, la identificación de pólenes tan inadecuada y el proceso en general fue llevado a cabo de forma tan mala que hoy en día se considera que los resultados obtenidos por Frei no tienen significación alguna, e incluso ha habido acusaciones de fraude.
En 1982 el médico Pierluigi Baima Bollone, director del Centro de Sindonología de Turín, escribió que había encontrado sangre humana del tipo AB en la Sábana Santa de Turín. El citado Baima Bollone, el médico español José Delfín Villalain Blanco, vicepresidente del Centro Español de Sindonología, y el médico italiano Carlo Goldoni, miembro del Centro Romano de Sindonología, afirmaron haber encontrado sangre humana del tipo AB en el Sudario de Oviedo. Sin embargo, ni la presencia de sangre ni su grupo sanguíneo ofrecen evidencia alguna de autenticidad y tanto la presencia de sangre como la capacidad de determinar su grupo sanguíneo ha sido negada por expertos no sindonólogos.
En 1985, Pierluigi Baime Bollone comenzó una nueva serie de estudios sobre el sudario. Se le permitió retirar siete hilos, tomar muestras con cinta adhesiva y hacer nuevas fotografías.
En 1977 una muestra de este tejido tomada por Ricci fue enviada para su datación por el químico y microscopista Walter McCrone en los Estados Unidos. El material debía ser radiodatado en el Laboratorio Lawrence Berkeley de California. La muestra permaneció en este laboratorio hasta 1984, a disposición de McCrone y del físico Richard A. Muller. Hubo errores en el proceso que evitaron la datación. Posteriormente, el sudario fue datado cuatro veces, en 1990, 1991, 1992 y 2007, en tres laboratorios distintos. Los cuatro exámenes dataron el origen del tejido en un intervalo entre los siglos VI y IX , con probabilidad máxima de provenir del siglo VIII.
Mark Guscin, miembro del equipo de investigación multidisciplinario del Centro Español de Sindonología, investigó la relación entre el Santo Sudario de Oviedo y la Sábana Santa de Turín. Mark Guscin realizó otro estudio sobre este tema en 1999. Basándose en la historia, patología forense, composición sanguínea (de tipo AB, como la de la sábana), y patrones de las manchas, concluyó que ambas prendas cubrieron la misma cabeza en dos momentos distintos, pero próximos entre sí. Avinoam Danin coincidió con este análisis, añadiendo que los granos de polen del pañolón coinciden con los de la sábana.
Los críticos sostienen que el argumento es espurio. Puesto que las manchas de sangre en el Sudario de Turín no han podido ser confirmadas, las del pañolón son irrelevantes. El argumento sobre el polen está también muy debilitado debido al descrédito del trabajo de Danin sobre la sábana, ya que trabajó con muestras contaminadas. El polen de Jerusalén podría haber llegado al sudario por muy diversas vías y, en todo caso, solo indicaría la procedencia de la tela, no su fecha de creación. Además, el Sudario de Turín está tejido con un patrón de espiga, mientras que el paño de Oviedo tiene una urdimbre de tafetán .
En 1987 nace el Centro Español de Sindonología y en 1989 se crea el Equipo de Investigación del Centro Español de Sindonología (EDICES). El EDICES ha estudiado el Sudario de Oviedo. La bióloga Carmen Gómez Ferreras, del EDICES, logró identificar tres tipos de pólenes en el sudario: Quercus, Pistacia palaestina y Tamarix.En el estudio realizado por el EDICES se encontraron también restos de pólvora, provenientes tal vez de la voladura de la Cámara Santa que tuvo lugar en la Revolución de Asturias de 1934.En 2015 la Universidad Católica de Murcia descubrió un grano de polen adherido a la presunta sangre del sudario. La palinóloga Marzia Boi, del EDICES, descubrió que ese grano de polen es compatible con la planta Helichrysum Sp., supuestamente presente también en la Sábana Santa.
Según la prueba del carbono 14 el Sudario de Oviedo fue tejido en el siglo VIII d. C.
Los hilos del Sudario, al igual que los hilos de la Sábana Santa de Turín, están torsionados en Z. Hay consenso entre los expertos en historia de los tejidos que las telas compuestas de hilos dispuestos en torsión en forma de Z no pueden ser de origen israelita, donde desde el Neolítico hasta el Medioevo se utilizó solamente la torsión en forma de S. Sin embargo, la torsión en forma de Z es la más frecuente en los tejidos del Imperio romano.Forma parte de un grupo de sudarios parecidos que aparecieron en la Edad Media.
Según varios estudios, se ha determinado que el Sudario de Oviedo y la Sábana Santa de Turín podrían haber estado en contacto con el mismo cuerpo".
"VeterotestamentariasHuesos de los Profetas.CristológicasDe la santa cruz, de la sangre, del pan de la cena, de la piedra del sepulcro, de la tierra santa, de la túnica repartida en suertes, del sudario.MarianasDe los vestidos de la Virgen, de la leche de la Virgen.ApostólicasDe san Pedro, san Pablo, santo Tomás, san Esteban, Santiago el menor, san Andrés, san Juan, san Bartolomé.De santos y mártires:
De san Juan Bautista, de María Magdalena, santos Justo y Pastor, santos Adriano y Natalia, san Mamés, santa Julia, santos Verísimo y Máximo, san Germano, san Baudilio, san Pantaleón, san Cipriano, santa Eulalia, san Sebastián, san Cucufate, del palio de san Sulpicio, de santa Ágata, santos Emeterio y Celedonio, san Romano, san Fructuoso, santos Augurio y Eulogio, san Víctor, san Lorenzo, santos Justo y Rufina, santos Servando y Germano, san Liberio, santos Máximo y Julia, santos Cosme y Damián, santos Sergio y Baco, san Esteban Papa, san Cristobal, vestido de san Tirso, san Julián Pomerio (obispo de Toledo), san Félix, san Pedro exorcista, santa Eugenia, san Martín, santos Facundo y Primitivo, san Vicente levita, san Fausto, san Juan, santa Inés, santos Simplicio, Faustino y Beatríz, santa Eulalia (de Barcino), santos Emiliano y Jeremías, san Rogelio, san Siervo, santa Pomposa, y otros muchos (fuera del arca)."
"Respecto a estas reliquias, cabe decir que, incluso prescindiendo de realizar juicios de valor en cuanto a su autenticidad religiosa (conocido es el tráfico de reliquias, muchas de ellas falsas, durante toda la Edad Media, adquiriendo tintes espectaculares a raíz de las Cruzadas), hemos de admitir su enorme valor histórico, fundamentado en varios hechos:-Tanto la coherencia de las noticias referentes al largo tiempo de su ocultación en Oviedo, como su apertura en 1075, con otra -posible-, entre 1025 y 1028 (episcopado de Ponce), constituyen indicios favorables de su larga permanencia en Oviedo, y, por tanto, de su antigüedad.-La coherencia de las titularidad de las reliquias inventariadas, con la de los santuarios fundados o restaurados en Oviedo, a partir del reinado de Alfonso II, y a lo largo de los siglos IX y X, vienen a ratificar todo lo dicho con anterioridad.En cuanto al propio arca, o receptáculo de las reliquias, la tradición narra que el primitivo era de cedro, datando de tiempos apostólicos, aunque a principios del s. VIII, durante su estancia en Toledo, había sido sustituido por otro de roble. La apertura del mismo por Alfonso VI, originó -a decir de algunos autores- que este arca de roble del s. VIII fuera recubierto con los bajorrelieves de estilo románico en plata dorada. Esto ha sido descartado en reciente estudio por (G. de CASTRO, 2016), quien sostiene la unidad de proyecto entre receptáculo ligneo y programa decorativo. Los citados relieves reproducen, con solemne monumentalidad y ornato, en su frente, la representación del santuario de San Salvador, con el "bis sena", dos grupos de seis apóstoles a cada lado del Salvador, en el centro, rodeado por la mandorla mística; en sus costados, escenas diversas de la vida de Jesús; y en la tapa, una representación muy detallada de la Pasión en el Gólgota. Alrededor de los cuatro costados de la tapa, corre una inscripción en 16 líneas, de lectura en espiral, que describe las reliquias del interior, así como el hecho de la orden del enriquecimiento del arca, emitida por Alfonso VI y su hermana Urraca, en la misma fecha de su apertura, en 1075."
"El Arca Santa es uno de los grandes relicarios del mundo cristiano, que según la tradición recorrió un largo camino desde Jerusalén a Oviedo, pasando por el Norte de África, Toledo y las montañas del Monsacro (cerca de la capital asturiana) siempre en huída del avance musulmán. Fue abierta de manera solemne en 1075 en una ceremonia presidida por el rey Alfonso VI, extrayéndose de la misma numerosas reliquias que se describieron en textos que se divulgaron por todo el continente europeo, contribuyendo de esta manera a convertir a la Cámara Santa ovetense en uno de los grandes relicarios de España, vinculados de manera directa a las peregrinaciones jacobeas.Se trata de un arca con un armazón de madera de cedro, recubierto con chapas de plata repujadas, cinceladas y nieladas.En la tapa se representa el tema del Calvario. En el centro aparecen Cristo crucificado, la Virgen y Longinos con la lanza, Stephator y San Juan. A ambos lados aparecen los ladrones. La escena se completa con sayones, ángeles turiferarios, demonios y representaciones antropomorfas del sol y la luna.El frente del arca representa al Pantocrátor y a un Apostolado enmarcado por arquerías de medio punto. La escena está rodeada por una inscripción cúfica ilegible.La cara lateral izquierda se decora con dos pisos de arquería de medio punto que recoge escenas de la vida de María: la Anunciación, la Huída a Egipto y la Visitación.La cara lateral derecha recoge en dos pisos las escenas del Pantocrátor soportado por ángeles; y San Miguel y el diablo acompañados de un querubín y un serafín, mientras que en el piso inferior aparecen los apóstoles Juan, Pedro, Santiago, Andrés, Felipe y Mateo".
"Cuenta la leyenda que dos jóvenes extranjeros se presentaron en la corte ovetense de Alfonso II en el momento en que éste buscaba orfebres que, con su oro y joyas, hicieran una cruz para ofrecerla a la Iglesia de San Salvador. El rey les entregó sus riquezas y cuando, alarmado por su exceso de confianza, acudió a la habitación donde los extranjeros trabajaban fue deslumbrado por el resplandor que emanaba de una magnífica cruz que aguardaba en el centro de la estancia.
Esta leyenda, identificó a aquellos jóvenes con ángeles enviados por Dios, de ahí que a la cruz votiva de Alfonso II se la conozca como “Cruz de los Ángeles”.
Es una cruz griega, de alma de cerezo, recubierta por láminas de oro y piedras preciosas. La decoración muestra su filiación bizantina. Por el anverso, la cruz está revestida de filigrana de oro y cuarenta y ocho engastes de cabujones y entalles, de origen romano, de los siglos I y II. En el centro y los extremos de los brazos del reverso se encuentran cinco engastes de entalles y cabujones, además de la inscripción votiva que indica que Alfonso II la donó en el año 808 (...)
Alfonso II encargó esta obra como símbolo de su legitimación política para consolidar definitivamente su acceso al trono, en un momento en el que el poder civil y la religiosidad estaban íntimamente ligados.
La Cruz de los Ángeles también pudo tener un uso procesional y los huecos excavados en los brazos indican su uso como relicario".
"Esta cruz ovetense se trata de una cruz gemada y patada (con los brazos ensanchados) y de forma griega. Está recubierta con filigrana de oro e incrustaciones de pedrería de origen romano. De esta forma, asistimos al abandono de la cruz tradicional realizada con láminas metálicas, más propias de la Antigüedad tardía. Un antecedente inmediato y muy parecido es la gran cruz del tesoro de Guarrazar.
Lo cierto es que la técnica aquí utilizada carece de antecedentes tanto en el mundo hispano como en el resto del continente, siendo esta cruz la primera en emplearla. Además, también es única en su contexto espacial posterior, pues esta técnica solo vuelve a aparecer en otra cruz donada por Alfonso III en el 874, que era una copia de la Cruz de los Ángeles. Lo que sí se puede observar es una cierta influencia bizantina y carolingia en la forma y en la soldadura de los engastes.
Hay que aclarar que el arcaísmo formal y técnico que caracteriza esta cruz fue conscientemente escogido por los autores de la misma.
Los camafeos que observamos en la pieza, de temas clásicos o mitológicos, datan del período romano y fueron reutilizados para esta obra. Esto podría sugerirnos la identificación del rey con los gobernantes de aquel imperio. En cuanto a las escenas representadas en ellos, son escenas bucólicas o rurales y mitológicas. La técnica utilizada en ellos es la aguada verde y gris sobre un papel avitelado agarbanzado.
Flanqueando la cruz nos encontramos con las ciudades de Jerusalén y Belén a cada lado, vinculadas con el concepto de la Jerusalén celeste, de la misma forma que la que se observa en la parte superior del templo.
El anverso de la cruz está adornado con cuarenta y ocho piedras, en forma de cabujón, o símbolo más (+), siendo cinco de ellas entalles de época romana reutilizados, y también está ornada con labores de filigrana que incrusta pedrería polícroma. Algunas de las piedras son semipreciosas, como granates y ágatas.
El reverso de la cruz está recubierto con una lámina lisa de oro, y en cada uno de los cuatro brazos de la cruz aparece una inscripción en letras de oro. Asimismo, en cada uno de los cuatro extremos de la parte posterior de la cruz hay una gema rodeada por dos círculos de pequeñas piedras. En el disco central del reverso había un camafeo romano de ágata, rodeado por un círculo con perlas y pedrería. No obstante, dicho camafeo fue sustituido por otro, realizado en Alemania, tras el robo de 1977.
De los camafeos romanos incrustados en la cruz, uno de ellos representa a una joven campesina romana, otro a la diosa Atenea, otro muestra una cabeza caprina con cuerpo de serpiente, y otro a Eneas abandonando la ciudad de Troya.
Aunque en numerosas versiones heráldicas la Cruz de los Ángeles aparece representada con las letras alfa y omega colgando de los brazos de la cruz, los expertos en historia del arte aún no han alcanzado un acuerdo sobre si de la cruz colgaron alguna vez dichos símbolos en el pasado
(...)
No se sabe a ciencia cierta cuál fue la función de esta cruz. Originariamente, no dispuso de un astil para ser colocada sobre la mesa de un altar, ni estuvo pensada para descansar sobre él. Schlunk propuso que su finalidad debía ser procesional, y habría sido llevada de la manera que se muestra en el mosaico septentrional del Santuario de San Vitale de Rávena, donde, en el séquito de Justiniano, se observa al obispo Maximiano portando una cruz similar, que, de igual forma, carece de astil.
Aunque no queda totalmente descartado lo anterior, hay que mencionar una cuestión. Los pendilia presentes en la cruz dificultaría su agarre, y, además, la filigrana de la superficie del brazo inferior podría acabar deteriorada por aplastamiento y el roce al ser empuñada.
Es más, estos pendilia sólo tendrían sentido si permaneciesen colgados, lo que estaría señalando a una exposición vertical de la cruz, que posiblemente descansase sobre un soporte metálico que contaba con pletinas angulares con perfil de alcayata, sobre las que repasarían los brazos laterales".
SVSCEPTVM PLACIDE MANEAT HOC IN HONORE DI OFFERT ADEFONSVS HVMILIS SERVVS XPI
Brazo izquierdo visto desde aquí
QVISQVIS AVFERRE PRAESVNSERIT MIHI FVLMINE DIVINO INTEREAT IPSE
En el otro brazo:
NISI LIBENS VBI VOLVNTAS DEDERIT MEA HOC OPVS PERFECTVM EST IN ERA DCCCXLVI
Brazo de abajo:
HOC SIGNO TVETVR PIVS HOC SIGNO VINCITVR INIMICVS"
Y su traducción viene a ser:
"Permanezca en honor de Dios esto, realizado con complacencia. Alfonso, humilde siervo de Dios, lo ofrenda. Cualquiera que presumiere llevarme fuera de donde mi buena voluntad la dedicó, perezca espontáneamente con el rayo divino. Esta obra se concluyó en la era 846 (año 808). Con este signo es protegido el piadoso. Con este signo es vencido el enemigo."
La última frase pasará a ser el lema de los reyes asturianos
"Cristo relicario realizado en forma de cruz patada que tiene en la parte inferior un cristal de roca que alberga un pedazo del Lignum Crucis. En los extremos de los brazos cuenta con piedras finas trabajadas en cabujón. En el borde tiene una cenefa decorada con roleos y palmetas.
La cabeza de Cristo está erguida, con los ojos semicerrados, insinuándose en su torso las costillas con ligeras marcas. El paño de pureza es amplio y llega a la altura de las rodillas. Es un Cristo de tres clavos, dos colocados en las manos y uno en el ombligo.
En el reverso se representa el cordero apocalíptico en el cuadrón, y el tetramorfos en los brazos, estando estos motivos cincelados.
Esta reliquia formaba parte de las principales solemnidades litúrgicas de la Catedral de Oviedo durante la Edad Media, momento en el que las reliquias atesoradas en la Cámara Santa convirtieron al templo asturiano en el segundo destino más importante de peregrinaciones, después solo de Santiago de Compostela. Esta cruz era besada por el obispo siempre que bajaba a la Cámara Santa en los días de exposición del Santo Sudario. Era también costumbre tradicional que en la procesión de las solemnidades litúrgicas, el obispo portara en sus manos esta Cruz".
SVSCEPTVM PLACIDE MANEAT HOC IN HONORE DI QVOD OFFERVNT / FAMVLI XPI ADEFONSVS PRINCES ET SCEMENE REGINA
QVISQVIS AVFERRE HOC DONARIA NOSTRA PRESVMSERIT FVLMINE DIVINO INTEREAT IPSE
HOC OPVS PERFECTVM ET CONCESSVM EST SANTO SALVATORI OVETENSE SEDIS
HOC SIGNO TVETVR PIVS HOC SIGNO VINCITVR INIMICVS / ET OPERATVM ES IN CASTELLO GAVZON AGNO REGNI NSI XLII DISCVRRENTE ERA DCCCCXLVIA
(Recibido complacientemente, permanezca esto en honor de Dios, que ofrecen los servidores de Cristo Alfonso príncipe y Jimena reina. Quienquiera que pretendiera arrebatar este don nuestro, así perezca por el rayo divino. Esta obra se terminó y concedió a la sede ovetense de San Salvador. Por este signo es protegido el piadoso. Por este signo es vencido el enemigo. Y se fabricó en el castillo de Gauzón el año 42 de nuestro reinado, transcurriendo la Era 946 (año 908)
"La cruz de la Victoria es de tipo latino, y está formada por dos piezas de madera unidas en el centro de la cruz, donde se encuentra un compartimento para albergar reliquias. Dicho compartimento contuvo en el pasado, según refieren diversos autores, un fragmento del Lignum Crucis. Los brazos de la cruz, que parten de un medallón central, se ensanchan ligeramente desde el medallón conforme avanzan hacia los extremos, que acaban en tres medios círculos rematados a su vez por otros tres círculos casi cerrados. No obstante, el extremo inferior de la cruz, que le sirve de base, termina en dos círculos casi cerrados y no en tres, a fin de dejar espacio al astil que permite mantener la cruz en posición vertical.
La cruz mide 920 mm de alto por 720 mm de ancho, y el diámetro de su medallón central mide 140 mm. Los brazos laterales de la cruz miden 230 mm cada uno. El brazo superior mide 350 mm y el inferior 430 mm. El grosor de la mayor parte de la cruz alcanza los 25 milímetros, aunque el grosor del medallón central llega a los 40 mm. La cruz de la Victoria pesaba 4.967 gramos.
La cruz está recubierta con oro, esmaltes y pedrería tallada o en forma de cabujón, y su estilo muestra ciertas semejanzas, en opinión de diversos autores, con la orfebrería carolingia del siglo IX. En el reverso de la cruz, que es liso y contiene escasas labores de orfebrería, hay incrustadas cuatro gemas en forma de cabujón en cada uno de los extremos. Otras gemas más pequeñas están incrustadas en los bordes, y los clavos que fijan la lámina de oro a la cruz de madera están ocultos por florecillas, esferitas y formas amigdaloides soldadas".
"Es una arqueta prismática con tapa troncopiramidal invertida que se utilizó como relicario. Fue un regalo del rey Fruela II (910 – 925), hijo de Alfonso III, y su esposa Nunilo a la Catedral de Oviedo.
Cada una de sus caras, a excepción de la base, está revestida con láminas de oro en las que se dibujan arcuaciones que enmarcan placas de ágata, de ahí su nombre. Sobre la tapa se colocó una placa de procedencia francesa, realizada hacia finales del siglo VIII, y cuyo uso original (broche, relicario, fragmento de caja…) es desconocido. Esta placa combina engastes de piedras preciosas con esmaltes. La base se guarnece con una placa de plata en la que se ha labrado una cruz rodeada por los símbolos de los cuatro evangelistas"
SVSCEPTVM PLACIDE MANEAT HOC IN HORE DI QVOD
OFFERVNT FAMVLI XPI FROILA ET NVNILO COGNOMENTO / SCEMENA HOC OPVS PERFECTVM ET CONCES
SVM EST SCO SALVATORI OVETENSIS QVISQVIS
AVFERRE HOC DONARIA NSA PRESVNSERI FVLMINE DIVINO / INTEREAT IPSE OPERATVM EST ERA DCCCCXLVIII
(Permanezca esto complacientemente realizado en honor de Dios, que ofrecen los servidores de Cristo Fruela y Nunilo por sobrenombre Jimena. Esta obra se realizó y se concedió a San Salvador ovetense, quienquiera que pretendiera arrebatar este don nuestro perezca por el rayo divino. Se fabricó en la Era 948 (año 910 d. C.)
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