La Plazolina Rubiera y El Camín de la Frontera |
El Camino de Santiago se dirige al casco urbano de Gijón/Xixón atravesando las parroquias rurales-residenciales de su zona este, pasando de la de Deva a la de Cabueñes y en esta llegando a este lugar, La Plazolina Rubiera, frente al añorado chigre y merendero que fue Casa Rubiera (antes Casa Marcelo), toda una antigua institución gijonesa en la que están además los orígenes del escritor, cantautor y activista cultural Carlos Rubiera, nacido en Cabueñes el 6-2-1956, si bien se trasladó enseguida con su familia a Garvelles, en la cercana parroquia gijonesa de Caldones, un poco más al sur
Y así, desde este lugar de tan honda intrahistoria local y muy feliz memoria, tomamos a la izquierda El Camín de la Frontera, que se dirige ya a la vecina parroquia de Somió, antesala de la llamada villa de Jovellanos
La transformación de estas parroquias orientales del concejo de rurales a residenciales, si bien se aceleró durante las últimas décadas, hace tiempo que se manifestaba en multitud de quintas indianas y burguesas al configurarse la zona este como solaz de las clases más pudientes, que levantaron sus mansiones y villas de recreo y veraneo, tal que esta de Villa Concha, a partir de que mandase hacer la suya el aristócrata Fernando de Muñoz y Borbón, II Duque de Tarancón, hermanastro de Isabel II, en Somió (Vista Alegre, donde luego se hizo la Pecuaria)
Y en el muro de Villa Concha, una concha del Camino de Santiago nos confirma la dirección a seguir, pues Camín de la Frontera será parte del antiguo Camín Real de la Costa, la principal vía de comunicación por el litoral cantábrico hasta la paulatina apertura de carreteras, tramo a tramo, a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX
Aquí el antiguo Camino, si bien dejó de ser vía primordial, siguió siendo de interés local para comunicar esta parte de Cabueñes con Somió (donde prontamente llevó el primer tranvía), como como por ende con el casco urbano gijonés, cuya creciente demanda de productos agroganaderos se satisfacía en buena parte con toda su extensa por entonces zona rural, yendo vecinas y vecinos a venderlos a sus plazas, tiendas y mercados
El Camino con el tiempo se ensanchó, se allanó y se asfaltó, tanto para las necesidades de comunicación propiamente dichas como para la mecanización del campo y permitir el acceso de maquinaria (tractores, camiones, etc.) a las fincas, que luego, con el abandono del campo, fueron parcelándose y edificándose a los usos residenciales recitados
Además, a la construcción de nuevas viviendas y urbanizaciones de chalets hay que sumar el proyecto de levantar bloques de pisos, algo que en su momento llegó a paralizarse, con oposición vecinal, en varios puntos de la parroquia pero que de vez en cuando vuelve a salir a la palestra
Pasamos así delante del portón de la muy ajardinada y arbolada Villa Concha. Muchas son las quintas asturianas de este nombre, que normalmente el fundador dedicaba a su mujer, muchos de ellos indianos
Las hortensias y otras plantas y arbustos ornamentales parecen querer saltar del jardín al Camino
El Camino es muy llano y prácticamente lo será hasta salir del casco urbano gijonés por el oeste, con la subida al Monte Areo para pasar a Carreño. Al fondo, las arboledas de la Quinta Pola, con su altísima palmera que se reconoce en la distancia, entre multitud de especies ornamentales y frutales
El Hospital de Cabueñes lo vemos bien desde aquí, desde Villa Santiago, construido en el lugar de Los Praos y cuya idea primigenia era una Escuela de Enfermería vinculada a la Universidad Laboral. Sin embargo, y dentro de los profundos cambios de orientación de estos edificios, abrió como residencia pediátrica y maternidad la noche del 6 al 7 de agosto de 1968 con el nombre del médico gijonés José Gómez Sabugo, a manera de homenaje póstumo a su memoria
El hospital fue creciendo y ampliándose hasta nuestros días, siendo en la actualidad el principal complejo sanitario gijonés y centro de referencia del Distrito 2 del Área Sanitaria V del Principado de Asturias. Estas son sus caras norte y este, al otro lado, al oeste, está su entrada principal, con paradas de autobús y taxi, así como al sur la Facultad de Enfermería, dependiente la Universidad de Oviedo. Junto con otros equipamientos públicos y entidades forma parte de la llamada Milla del Conocimiento, creada en 2012 y desde 2019 dedicada a la bioquímoca asturiana Margarita Salas, fallecida ese año, siendo este su edificio más oriental
Gran prado de siega y pasto a nuestra derecha, los usos agroganaderos siguen vigentes en Cabueñes si bien no con la intensidad de antaño, sometidos a losa mercados, pues, como gran parte del agro astur, se especializó en el suministro de carne y leche a las grandes áreas urbanas e industriales, dejándose otros cultivos, como los cereales, salvo algo de maíz y como planta forrajera, ya no para consumo humano, como antes como cuando hasta el pan, la boroña, se hacía en casa
Así, las fincas no urbanizadas están dedicadas principalmente a prados de "diente y guadaña", es decir, de siega y pasto, tal que aquí, en la ladera que baja de los altos de Santa Mariña, El Camín de Bérbora y Casa Pantiga, por donde va La Carretera l'Infanzón
Más arriba la Quinta Soto, otra mansión residencial de época, al pie de la carretera, que no vemos por las plantaciones de ocalitos, especie de crecimiento rápido para las fábricas de celulosa plantada por doquier
El Camín de la Frontera se va a estrechar durante un trecho, quedando encajado ahora entre los muros de la mencionada Quinta Pola a la derecha y de Villa Teryna a la izquierda
Estemos pues atento en este tramo al paso de vehículos, pues dos prácticamente no pueden cruzarse y un peatón ha de arrimarse a estos muros
A nuestra derecha las plataneras del Restaurante Merendero La Huerta, inaugurado en mayo de 2013 y del que el historiador y gastrónomo Luis Antonio Alías escribe así en el diario El Comercio del 6-5-2021, aún en plena pandemia COVID con sus restricciones de aforo:
"En este año largo y enmascarado, el exterior es la gran ayuda de La Huerta, tan cerca del Gijón urbano y tan dentro de las frondas rurales, con la torre de La Laboral por faro próximo. Y es que el comedor, antiguo llagar con la centenaria prensa por portada, posee un jardín y una terraza ante la fachada principal, y un amplio y posterior merendero.
«Nos hemos vuelto aún más apasionados de la hierba y el árbol. No importa que orbaye o sople el viento, los comensales quieren sentirse libres» -apunta Jose. Y eso que el comedor, con su fuerte mampostería, sus «munches coses vieyes» y su aire antañón, anda sobrado de atractivos para acogerse a su refugio, pero entre el toque de queda, el no más de cuatro y el qué ocurrirá mañana, estar albintestate se impone.
Y si además la temporada de calçots avanza, esa deliciosa cebolleta dulce con aspecto de puerro que baila la sardana, venir aquí toma dimensión peregrina, pues nos esperan recién salidos de la parrilla, asados sobre fuego de sarmiento, emplatados en tejas y acompañados de salsa romesco. Queda únicamente desnudarlos de su capa exterior y engullirlos ávida y golosamente, que los de La Huerta no desmerecen de los de la tarraconense villa de Valls, únicos con Denominación de Origen.
Y aparte de calçots disponemos de arroces marineros, fideuás de pulpo y calamar, merluza a la sidra, guisantes con jamón, cremas de hortaliza, rabo de toro, potes y potajes y, siempre, de una cocina sincera y asturiana con pinceladas del Mediterráneo. Y entre los cachopos vaya un caluroso destaque para el de chosco y afuega 'l pitu roxu.
Jose y María, digamos que en su portal, ejercen de anfitriones. Y previamente de vecinos. Él ganó prestigio y popularidad regentando el pub Escocia, una leyenda en la cuesta de La Colegiata que acogió nuestros primeros 'cacharros', y del que obtuvo treinta años de alegrías y a su mujer, clienta primero y ahora socia en los afanes diarios.
Terminado el almuerzo, el merendero proporciona largas sobremesas, que la primavera, felizmente ajena a la pandemia, empieza a pintar sus más brillantes colores."
También en El Comercio, Natalia Vivar incluye La Huerta entre Los merenderos imprescindibles de Gijón para disfrutar el verano, y así titula su artículo al respecto del 17-8-2023:
"Con la llegada del buen tiempo, los merenderos se convierten en una opción más que recomendable para disfrutar las jornadas veraniegas en un entorno magnífico y sacarles el máximo partido. Existen varias opciones en Gijón que nos trasladan a veranos de noches de cielos estrellados, sidra en las calles y a la pura esencia asturiana de aunar paraíso, aire libre y gastronomía.
En las últimas décadas, han vuelto a alcanzar un nuevo apogeo como lugares de esparcimiento para familias con niños o para la gente joven. Algunos buscan también atraer a todo tipo de clientela, permitiendo el acceso de mascotas. Son parientes lejanos del moderno chiringuito de playa de las zonas más turísticas, pero, al menos en el Principado, poco tienen que ver, y una de las razones de peso de su diferencia es la solera que atesoran en muchos casos
La Huerta, tan cerca del Gijón urbano y tan dentro de las frondas rurales, con la torre de La Laboral al fondo, posee un comedor con un jardín y una terraza ante la fachada principal, y un amplio y posterior merendero. Su precioso jardín terraza nos da la bienvenida a este antiguo llagar situado en Cabueñes, cerca del hospital. Posee aparcamiento, un acogedor comedor de piedra y un extenso merendero con zona infantil."
A continuación va la finca Los Mirabeles, también muy bellamente ajardinada y con árboles decorativos y frutales
Destacan las muy coloristas flores de buganvilla que dan alegría a la fachada de la casa
La belleza y el gusto por la naturaleza caracterizan buena parte de las quintas de la parroquia
Pasando Los Mirabeles, El Camín de la Frontera empieza a bajar suavemente se cruza con El Camín de Casa Aurelio, donde encontramos un antiguo y muy llamativo caserón en esta encrucijada, en la que nosotros continuaremos a la izquierda
De esta forma, caminando delante de la fachada, admiraremos esta casa con puerta adintelada, así como alguna ventana, que pudo ser, o bien una casona hidalga, o bien una de las antiguas ventas existentes en el Camín Real de la Costa, una de las cuales aparece documentada en Cabueñes
Leemos claramente "Solivage pregunta y contarás". Solivage, término francés que en castellano significa literalmente "envigado", conjunto de vigas de una construcción, tal vez refiriéndose a hospedaje o refugio. La frase pregunta y contarás puede hacer referencia a alguna frase de recibimiento o bienvenida de la casa o un lema nobiliario
Nos recuerda una inscripción existente en el arruinado Palaciu les Portielles, en la frontera entre las relativamente cercanas parroquias villaviciosinas de Pión y Candanal, y también bastante próximo al Camino de Santiago, que dice "Lee, goloso: entrarás, mirarás, pedirás, lograrás y comerás, pero no tocarás", que en el Diccionario Geográfico de Asturias dicen que "parece hacer referencia a la abundancia de bienes que poseía"... y de momento no hemos hallado más pistas sobre esta estupenda casona que nos encontramos en El Camín de la Frontera, uno de los tramos gijoneses del Camino de Santiago
Seguidamente a la vivienda, de dos plantas, pasamos delante de las antiguas cuadras o caballerizas, con la tenada o henar arriba
Llamativos óculos ovalados y cerrados por verja de hierro permiten ver su pradería
Y luego una hermosa fila de árboles hace de pantalla vegetal y barrera natural en La Frontera
La Frontera y su extensa pradería entre las parroquias de Somió y Cabueñes cuya divisoria pasa por las casas del fondo
Las casas de arriba, cercanas a la Carretera l'Infanzón, ya son de Somió, por la zona de La Llosa, La Fontana y La Canterona, donde están los ocalitos
Más arriba pasa otra muy importante carretera local, la de La Providencia, que es como se suele llamar a toda alta de Somió e incluso de buena parte de la de Cabueñes, por la venerada capilla de esta advocación, pero que son en realidad terrenos de diferentes barrios, sobre todo del de San Llorienzo, así llamado en las canciones, los dichos y la tradición, pues se refiere a San Lorenzo, otra de las advocaciones de dicha capilla, San Llorienzo de la Mar, antes situada en una pequeña isla, La Fontica, más conocida ahora como La Tortuga, a donde llegaba una antigua procesión marinera desde el santuario, también dedicado San Lorenzo, sito en la gran playa gijonesa de este nombre, en la que se cantaba lo de:
Vengo de San Llorienzo de la TierraVoy pa San Llorienzo de la Marenguedeyeme con una de quincenunca me pude desenguedeyar
Enguedeyar es, en este contexto y acepción, literalmente "liarse" amorosamente, cosa común en las romerías. La romería, como la capilla, tiene su origen en la leyenda de un cuélebre devorador que es expulsado por un ermitaño, pero de ella tocará mejor hablar cuando tengamos la isla a la vista, recorriendo la bahía gijonesa
En el Mapa callejero de la parroquia de Cabueñes de la Colección Parroquias del Ayuntamiento de Gijón/Xixón no mienten, aquellas dos casas del fondo son las últimas de esta parroquia de Cabueñes, pero curiosamente en el Mapa callejero de la parroquia de Somió figuran en Somió. A nuestros efectos son las del paso de una a otra parroquia
Y es que es a partir de ellas, cuando El Camín de la Frontera se une, a la izquierda, con El Camín del Piqueru, que viene del Hospital de Cabueñes, entraremos en la parroquia de Somió por La Fontaine, en el barrio de Candenal
De la misma manera y a nuestra izquierda, ante los muros de la Universidad Laboral, cuyo grandioso edificio rematado en majestuosa torre destaca en medio del valle, sigue la divisoria parroquial Cabueñes-Somió. Es más, mismamente el cementerio de Somió está justo pegado a ellos, por su cara norte
Se reconocen perfectamente sus antiguos talleres y en gran edificio cúbico gris añadido en las reformas y rehabilitaciones culminadas en 2007, para teatro y salas polivalentes. Todo el conjunto se ha adaptado a nuevos usos que fueron cambiando incluso cuando aún era un proyecto, tal y como comentábamos en la entrada de blog correspondiente al valle de Cabueñes
Aquí vemos sus "tres torres" características, la primera de la izquierda es la colocada sobre la grandiosa portada que constituye su acceso principal, de arco de medio punto, entrada dispuesta de espaldas a la ciudad porque la idea era que las gentes hubiesen se recorrerla entera, admirándola por completo en sus fachadas principales, según se acercasen por la Carretera Villaviciosa (N-632)
A la derecha y más alta es la del reloj que con sus 130 metros de altura es el edificio más alto de Asturias, en cuyo piso 17 hay un mirador al que se sube en ascensor dentro de sus visitas guiadas. A sus pies no es exactamente una torre pero se asemeja, la impresionante cúpula de su capilla, que se tiene por la obra magna del conjunto de la Laboral, proyecto del arquitecto Luis Moya que para su construcción (años 1948-1957) contó con un nutrido elenco de colaboradores
Desde la portada a la capilla hay que pasar por un formidable atrio corintio que da paso a un gran patio descubierto con una magnífica vista de la capilla y la torre de frente y a la derecha el teatro con sus columnas y a la izquierda enormes soportales. En esta foto se aprecian muy bien los antiguos talleres, con sus gigantescas cristaleras, algo que no veíamos o apenas cuando relatábamos la historia y avatares de la Laboral en nuestras entradas de blog correspondientes al barrio de La Pontica y a la primera parte de la ruta alternativa al Camino de Santiago por la Senda del Peñafrancia
Los terrenos adquiridos por la Laboral excedían con mucho los de su ya de por sí voluminoso edificio (hay quien dice que es la obra civil más grande de España), pues su idea era, dentro de los ideales autárquicos del momento, que el centro fuese autosuficiente alimentariamente, ocupando grandes áreas para sus explotaciones agroganaderas, la Granja Covadonga o Granja Agronómica y la Granja Lloreda, esta más allá de L'Infanzón, concediendo gran importancia a los estudios de este sector, además de los vinculados con la industria
Aunque las granjas se pusieron en marcha el objetivo de la autosuficiencia no sólo no se consiguió sino que fue desechado definitivamente con el aperturismo del régimen aún estando las últimas obras de remate inacabadas (sin embargo ya habían empezado los primeros cursos) en 1957, cuando fue cesado el Ministro de Trabajo José Antonio Girón, gran patrocinador de la Laboral (que había comenzado siendo proyectada como orfanato minero, lo cual se descartó mucho antes aún de arrancar las clases) y se paralizaron aquellos trabajos últimos, que no fueron vueltos a activar, al menos en parte, hasta que los retomó el gobierno autonómico asturiano presidido por Vicente Alberto Álvarez Areces e inaugurados en 2007
Sin embargo, en aquellos extensísimos terrenos adquiridos no sin importantes problemas, no solo de presupuesto sino de oposición vecinal, se fueron construyendo otros equipamientos, el primero el Hospital de Cabueñes, que acabamos de dejar atrás, pero también el INTRA o nuevo centro de enseñanzas en la antigua Granja Covadonga, después también el Parque Tecnológico, el Campus de Gijón (mal llamado a veces aún de Viesques), dos campos de golf municipales (El Tragamón y La Llorea) y otras dependencias
La fachada norte venía a ser antaño la menos vista y más desconocida, además de la más umbría, como corresponde a su orientación, sin embargo, empezó a ser más apreciada al construirse nuevos equipamientos añadidos al edificio histórico de la Laboral y abrirse una nueva vía de comunicación hacia el Hospital de Cabueñes en ese lugar, la Avenida de la Pecuaria. Nos lo cuenta Andrés Presedo en su artículo para el periódico El Comercio del 20-9-2009 titulado La otra cara de la Ciudad de la Cultura, cuando aún no se habían rehabilitado los edificios del Intra ni acometido otras actuaciones:
"Todo ha cambiado en la antigua Universidad Laboral. En los últimos cinco años, el emblemático edificio pasó de estar abandonado, amenazando ruina en muchas de sus partes, a una intervención multimillonaria por parte del Gobierno del Principado para adaptar sus instalaciones a los nuevos servicios. Se rescató el teatro, se recuperaron zonas universitarias y para estudios de música, de formación profesional y de teatro. Los jardines de la fachada principal, la Sur, volvieron a lucir sus galas. Incluso la torre fue recuperada como elemento panorámico. De forma paralela a toda esta macrorreforma, se fue gestando, sin embargo, una nueva Universidad Laboral. Desaparecieron la gran mayoría de los emblemas del anterior régimen (el águila sobre el teatro sigue en pie), pero también pasaron a formar parte de la historia, por ejemplo, el viejo frontón y, en general, buena parte del entorno del edificio. Los campos de fútbol en los que hicieron deporte varias generaciones de gijoneses fueron paulatinamente eliminados, bien con vallas o con instalaciones destinadas a otros deportes, por no hablar de los aparcamientos en superficie que acabaron con buena parte de la zona verde. Aquel entorno entre la Laboral y la Pecuaria, remanso de paz y zona de esparcimiento sin precio, ya es sólo un recuerdo. Ahora está la nave de la Thyssen, la nueva caja escénica del teatro, el aparcamiento de Formación Profesional y, por supuesto, la avenida de la Pecuaria, concebida como un eje de comunicación con el Hospital de Cabueñes y que ofrecerá a sus usuarios en pocos meses una nueva imagen de la Laboral, la cara oculta de la Ciudad de la Cultura.
La nueva avenida de la Pecuaria nace en el cruce con la antigua carretera de Villaviciosa, en la actualidad avenida del Jardín Botánico, y la avenida de Albert Einstein, muy cerca de la Escuela de Marina Civil y del parque ferial que se sigue construyendo al lado de la misma. Desde allí toma dirección hasta el Hospital de Cabueñes por detrás del Intra, buena parte de cuyos edificios están infrautilizados, por no decir abandonados y a la espera de un mejor futuro tecnológico. Esa imagen trasera del Intra será la primera que vean los usuarios de la nueva avenida, antes de llegar a la rotonda que se construirá dentro de los antiguos terrenos de la Pecuaria y que tendrá, en una de sus aceras, el arco de ladrillo de la vieja Quinta del Duque, puerta de atrás del Centro de Selección y Reproducción Animal de Somió. Al lado mismo, el campo de béisbol, convenientemente vallado y con sus pequeñas gradas. Fue la primera intervención que se hizo en los denominados 'campos de abajo' de la Laboral, dedicados en origen todos ellos al fútbol con sus correspondientes porterías: Reglamentarias eran las que había en esa vaguada hasta mediados de los años noventa, cuando entró el béisbol en escena. Aún no se llegará a la altura del edificio de la Thyssen por la nueva avenida antes de encontrar una zona de prado que quedó rodeada por el campo de béisbol, el citado edificio de Thyssen y la propia avenida de la Pecuaria y, por ende, no parece que tenga mucho futuro, aunque siempre puede haber sorpresas.
La nueva avenida de la Pecuaria nace en el cruce con la antigua carretera de Villaviciosa, en la actualidad avenida del Jardín Botánico, y la avenida de Albert Einstein, muy cerca de la Escuela de Marina Civil y del parque ferial que se sigue construyendo al lado de la misma. Desde allí toma dirección hasta el Hospital de Cabueñes por detrás del Intra, buena parte de cuyos edificios están infrautilizados, por no decir abandonados y a la espera de un mejor futuro tecnológico. Esa imagen trasera del Intra será la primera que vean los usuarios de la nueva avenida, antes de llegar a la rotonda que se construirá dentro de los antiguos terrenos de la Pecuaria y que tendrá, en una de sus aceras, el arco de ladrillo de la vieja Quinta del Duque, puerta de atrás del Centro de Selección y Reproducción Animal de Somió. Al lado mismo, el campo de béisbol, convenientemente vallado y con sus pequeñas gradas. Fue la primera intervención que se hizo en los denominados 'campos de abajo' de la Laboral, dedicados en origen todos ellos al fútbol con sus correspondientes porterías: Reglamentarias eran las que había en esa vaguada hasta mediados de los años noventa, cuando entró el béisbol en escena. Aún no se llegará a la altura del edificio de la Thyssen por la nueva avenida antes de encontrar una zona de prado que quedó rodeada por el campo de béisbol, el citado edificio de Thyssen y la propia avenida de la Pecuaria y, por ende, no parece que tenga mucho futuro, aunque siempre puede haber sorpresas.
Desde la nueva carretera también se verá la parte posterior del antiguo convento de las madres Clarisas, reconvertido en la sede del Ente Público de Comunicación del Principado, es decir, la TPA y la RTPA. La reforma de lo que fuera la residencia de las monjas supuso, además de una inversión cercana a los cuatro millones de euros, la creación de un nuevo espacio exterior para plató, también en la parte de la fachada Norte y cuya visión queda prácticamente tapada desde la avenida del Jardín Botánico. Por contra, esa nueva 'caja circular' sí se verá desde la avenida de la Pecuaria, al igual que el aparcamiento en superficie que se ha construido al lado mismo de la carretera del Intra. Se actuó sobre una zona de 8.983 metros cuadrados y se habilitaron 164 plazas para automóviles, 8 plazas para minusválidos y 50 para bicicletas, todo ello delante de los futuros minipisos que están siendo construidos dentro de la misma Laboral, entre la TPA y la nave de la Thyssen.
Fue levantado por el Principado en apenas un año para dar servicio a la empresa Thyssen, en una zona ubicada al lado mismo del cementerio de Somió y en línea con la carretera del Intra, delante mismo de los futuros minipisos. Se trata de un gran edificio de cien metros de largo por doce de alto, concebido para que la empresa pueda hacer pruebas de prototipos de gran tamaño. Aunque se trató de integrarlo en el espacio, jugando con el terreno, que está en una cota más baja que la Universidad Laboral, su visión será total desde la nueva avenida de la Pecuaria, ya que tapa una parte de la fachada de la Laboral. Se jugó con los materiales y las líneas, pero la altura de la nave hace inevitable su impacto visual desde la nueva perspectiva que la avenida de la Pecuaria dará de la Laboral. Entre esta construcción y la nueva vía de comunicación con el Hospital de Cabueñes hay una franja de zona verde que, por el momento, no ha tenido tratamiento alguno, aunque puede tenerlo en el futuro.
Casi sin solución de continuidad desde la citada nave de la Thyssen, se encuentra otro de los elementos visuales de mayor impacto desde la nueva avenida. Se trata de la caja escénica del teatro de la Laboral, la mayor de Asturias, que tiene una altura equivalente a un edificio de siete plantas. La obra tuvo una gran complejidad, ya que supuso quitar le caja escénica del viejo teatro, que era muy pequeña y estaba concebida más para un gran salón de actos que para llevar a cabo en la misma otro tipo de espectáculos, y levantar una nueva estructura de 37 metros de altura, incluida una parte subterránea, con un escenario en su interior de 18,35 metros de profundidad. La nueva caja escénica ocupa, incluso, una parte de la antigua carretera del Intra, la que une la avenida del Botánico con el cementerio de Somió, y su exterior, delante mismo de una colonia de chalés, es de un tono negro, en la parte inferior y superior, y gris en el resto, siguiendo la tónica que los expertos consideraban que ocasionaría menor impacto visual, eso sí, muy diferente tanto a la cubierta del cercano plató de la TPA como de la nave de la Thyssen. Esta caja escénica quedaba disimulada en la parte Norte de la Laboral, pero el nuevo vial descrubre su enorme estructura, que tiene más del doble de altura que la nave de la Thyssen y que, también, tapa parte de la fachada posterior del emblemático edificio.
Antes de llegar a la rotonda que se encuentra detrás mismo del Tanatorio, queda la visión del nuevo aparcamiento en superficie construido básicamente para servicio del Centro de Formación Profesional, aunque tendrá un acceso desde la nueva avenida de la Pecuaria, y las naves tanto de FP como del museo Laboral Centro de Arte, eso sí, también en su parte posterior. Para acceder al mismo los visitantes deberán de tomar un ramal y dirigirse al lado opuesto, a la zona Sur, para poder llegar a la entrada principal. Desde la avenida de la Pecuaria se verán las viejas estructuras de los diferentes talleres, algunas todavía en servicio para el centro de Formación Profesional, y otras utilizadas por el Centro de Arte. Desde esa zona, desde la tercera rotonda, ya se vislumbrará el Hospital de Cabueñes, lugar último, al menos de momento, de referencia para la avenida de la Pecuaria, un vial que mostrará una nueva cara de la Laboral muy diferente a la principal que se ofrece desde la carretera de Villaviciosa. La zona verde, los prados, los caballos y las vacas que, hasta no hace demasiado tiempo, ocupaban algunas de las fincas de ese entorno de la Laboral, han dejado su lugar al asfalto, a aparcamientos y a diferentes edificaciones que han cambiado totalmente el paisaje."
A Candenal, parroquia de Somió, nos encaminamos nosotros por El Camín de la Frontera, que tiene aquí un tramo muy recto antes del cruce
A la derecha, Villa Alzira y Villa Margarita y al fondo las casas de La Fontaine, ya en Candenal, parroquia de Somió
Y es aquí, frente a Villa Alcira y Villa Margarita, donde pasamos a la parroquia de Somió, al enlazar con El Camín del Piqueru, al que ya nos referíamos antes
Desde el cruce, otra buena vista de La Fontaine y de esta parte del barrio de Candenal, parroquia de Somió, en una hermosa llanura del valle. Atentos enfrente a la señalización del Camino de Santiago
La concha, en un poste telefónico, y al lado la placa del Camín del Piqueru
A partir de Villa Margarita el Camino empieza a llamarse oficialmente Camín de Cabueñes
El Camino sigue siendo llano, un estupendo paseo, pasando primeramente frente Villa Acaro, con sus palmeras y terreno cerrado por muro de piedra
Seguida a ella es Villa San José, también con palmera y jardín cerrado por verja y murete
El nombre de la casa, a la entrada y en letras de hierro forjado en la columna en la que se apoyan la verja y el portón de entrada
Seguidamente nos cruzamos con la Travesía de los Agapantos (muchas calles de Somió tienen nombres de plantas y flores y pasamos Villa Alperi, también llamada Casa Juan y Casa'l Camineru
Y seguidamente va el merendero de La Fontaine, cuyo nombre, oficiosamente, es una referencia con las que se conoce a esta zona
El nombre de Villa Alperi, como buena referencia, también a la puerta. De Pepe "el camineru" escribe, con este título, Laura Viñuela Suárez en la página de la Asociación de Vecinos San Julián de Somió:
"En algunas casas de la zona rural de Asturias aún puede leerse, en ocasiones, “Casa del Camineru” escrito en sus fachadas. Para descubrir el significado de estas palabras hablamos con Marisol Riera Vallina, hija del “camineru” de Somió, que accedió amablemente a contarnos la historia de su padre, permitiéndonos así recuperar, no solo un trozo de la cultura rural asturiana, sino también la historia de un personaje histórico de nuestra parroquia.
José Luis Riera Piñera, más conocido como “Pepe el camineru”, nació el 24 de marzo de 1921. Cuando se casó vino a vivir a Somió, como casero de las monjas Agustinas, donde permaneció cinco años. Después comenzó a trabajar como celador rural o “camineru”, como se decía popularmente, para el Ayuntamiento de Gijón, labor que desempeñó durante dieciocho años.
Los “camineros” se dedicaban a mantener los caminos y las cunetas en buen estado, para permitir la buena circulación de agua, a vigilar las fincas de la zona rural, asegurándose de que se cumplían las ordenanzas municipales en cuanto a la edificación de casas y cierres, y cuidando también de que sus propietarios mantuviesen los “matos” a raya, para que no dificultasen el tránsito por los caminos. Era también menester del “camineru” el llevar a las casas las notificaciones oficiales del Ayuntamiento. Esta parte del trabajo no era la más agradable, porque, además, en Somió, por aquella época, todo el mundo se conocía pero, como nos cuenta Marisol, “a mi padre, denunciar, denunciar debía costa-y mucho trabajo y avisaba… yo creo que taba bien mirau”.
El territorio de Pepe “el camineru” era muy amplio y abarcaba desde El Piles hasta casi La Ñora. Él lo recorría a pie o en bicicleta, que eran los medios de transporte más adecuados, a pesar de las distancias y las cuestas, porque el coche, incluso uno pequeño como el que tenía Marisol, no pasaba por algunos sitios. “Cuando saqué el carné ya me tocó alguna vez llevalu y ¡no pasaba el coche! Había sitios que no pasaba. ¡y era un 600! Mira que decíen que los 600 pasaben por donde te daba la gana. Pues por ahí por donde La Providencia es que era unes cuestes que ¡no había quien subiese!” había un “camineru” por cada parroquia de la zona rural, y Pepe, el de Somió, mantenía buenas relaciones con Dimas, el de Cabueñes, Tano, el de Lavandera y también con el “camineru” de Santurio. De cuando en cuando se juntaban para charlar y tomar una botellina de sidra.
Porque había tiempo para todo, claro, y Pepe siempre estaba dispuesto a echar una mano para trabajar, pero también estaba a punto para tomar unos culinos. Era parroquiano asiduo de Casa Jorge, Las Delicias, Casa Suncia, Casa Jamino, lugares en los que solía hacer una paradina antes de llegar a casa. De hecho, recuerda Marisol, “él tenía una burra que ya sabía les parades, paraba la burra sola. ¡Hasta la burra sabia el trayecto!” Y a pesar de recorrer caminos una y otra vez, cuando había una fiesta, Pepe iba con su mujer y su hija, y también con otros vecinos, caminando hasta donde hiciera falta. Las fiestas de El Carmen de Somió, las de Peón o Quintueles e incluso Villaviciosa, o también hasta la Ñora o Estaño, un domingo cualquiera, a comer una tortilla y una empanada que preparaba su mujer. Y, como dice Marisol “era todo andando y debía ser bueno, porque mira lo que está durando la gente”. A veces se organizaban encuentros sin necesidad de una fecha señalada. “Mi padre era muy amigu de fiestes, y yo me acuerdo que bajaben a por oricios, que se podía entonces sin problema, no como ahora, que hay que contalos, y después invitaba a un montón de amigos ahí en el garaje. Juntábense ahí con les muyeres y a comer oricios o un pulpu, y cantaben y divertíense”.
Además de cuidar los caminos, Pepe el “camineru” cuidaba también sus praos, su huertu y sus vaques. A las seis de la mañana marchaba ya con la burra y el carro a trabajar en el prau, y a las ocho y media o nueve venían ya de vuelta con un carru de pación para dejar en casa. Luego al Ayuntamiento y, a la vuelta, otra vez a trabajar, en casa o donde hiciera falta, porque también ayudaba a pañar manzana y a mayar, o iba con su hermano a hacer pozos negros.
Cuando Pepe “el camineru” se jubiló, a los cincuenta y cuatro años, tras una mala caída de la bicicleta que le dejó un brazo resentido, ya no hubo más camineros. Duraron otros cinco o seis años más, lo que tardaron en ir jubilándose todo los que había. Pero él siguió, en lo que pudo, cuidando sus caminos. De vez en cuando llamaba al Ayuntamiento para que le mandaran unos camiones de grijo, y lo esparcía y aplastaba hasta que el camino volvía a quedar en buen estado.
El 6 de agosto de 1996 Pepe “el camineru” falleció pero, como recuerda su hija “tuvo una buena vida, vivió siempre como quiso”, algo que, sin dudad, muchos querríamos que dijeran de nosotros.
Marisol lo recuerda cada vez que pasa por Deva, donde tienen un monte que Pepe cuidaba y apreciaba como oro en paño: “cuando paso ahora por donde el monte que tenemos en Deva acuérdome de él, porque ya cuando vivía decía siempre, ¡madre, esto está ya lleno de cases y de caminos!, y pienso yo “si lo viese ahora alucinaba”. ¡Porque a él ya y-parecía mucho!”. Pues sí, pienso yo también, alucinaba. ¡y lo que nos queda aún por alucinar!"
Y frente a La Fontaine El Camín de Cabueñes se cruza con El Camín de las Caléndulas
El Camino sigue recto hacia la entrada del merendero, empezando a ver al fondo los árboles de la famosa Carbayera Candenal
En cuanto a La Fontaine, Natalia Vivar nos ofrece en su artículo dedicado a los merenderos que "ofrece una cocina tradicional asturiana elaborada con los productos de la región. Algunas de sus especialidades son el arroz con bugre, el pollo al ajillo, los chipirones afogaos y el conejo a la parrilla". Y en mappesp.com hallamos varias reseñas:
"Nueva y renovada cocina, fresca y natural estamos intentando devolver a su estatus lo que fue LA FONTAINE de Somio. Marisa la nueva cocinera cuyo bagaje pasa por cocinas como jefa de cocina en Tino el Roxu, Terrazas del Pery, El Llagar de Cabueñes, La Galana, Taberna del piano etc Platos de siempre con toques caramelizados. Ya disponemos de menús diarios para trabajadores durante la semana, los fines de semana habrá menús fijos todos los Sabados y Domingos. Como menú estrella el Domingo tendréis COCIDO MARAGATO, postre pan y bebida
Buen restaurante de comida casera. Los dueños son muy cercanos y amables y te hacen sentir muy cómodo. El menú del día está bastante bueno. Volveremos.
Clásico merendero y restaurante de toda la vida de Somió, con una fantástica terraza, soleada y cocina asturiana de buena calidad. Podréis comer a cualquier hora , productos cómo calamares de potera o tacos de bonito y cualquier tipo de tapa por precios razonables. Repetiréis."
Más allá de La Fontaine están las urbanizaciones de Los Agapantos y Verdesol, al norte, en los terrenos que se extienden hacia la Quinta Bauer, La Concepción, que vemos asomando más arriba de los tejados
Fue edificada en 1903 por el arquitecto Luis Bellido por encargo de Fernando Bauer Morpurgo, representante de los Rothsild en España, que quiso hacer de ella su mansión veraniega. Un conflicto con los vecinos a causa de un manantial que se estimaba público y que estaba dentro de su propiedad pudo ser la causa que hizo que lo vendiese, en 1917, al empresario minero mierense Florencio Fernández Martínez, que cambiaría su primer apellido por Figaredo
Durante la Guerra Civil fue colegio-asilo de niños y, más adelante, escenario escogido para películas de cine. En la actualidad se celebran bodas
A la derecha, una concha en el cierre de la finca La Cotolla, En la web de la Asociación de Vecinos San Julián de Somió, la vecina Pilar Dueñas nos ofrece el artículo Escrito en el agua-Historia de una parroquia, donde evoca la transformación de Somió de rural a residencial desde el siglo XIX y explicando las primeras fricciones con los nuevos residentes, como los de la Quinta Bauer:
"Somió era, hasta el S. XIX, una parroquia rural de naturaleza agraria y ganadera. Fue a finales de siglo, como consecuencia del desarrollo industrial de Gijón y el nacimiento de una burguesía adinerada procedente de la minería, siderurgia, astilleros, ferrocarril, actividad portuaria, banca…, cuando la parroquia empieza su transformación.
La burguesía industrial, como podemos observar, tenía buen gusto y no quería vivir al lado de la industria sucia y contaminante y, como podían elegir donde construir su casa, se interesaron por espacios naturales de baja densidad de población, no lejos de sus intereses y con buenas comunicaciones. Somió reunía estas características y en él se fijaron los Bauer, Los Bernaldo de Quirós, Los Figaredo, Bertrand, Ayesta… y, algo más tarde, cuando otros profesionales fueron medrando como consecuencia de la bonanza industrial, también sintieron ese gusto de vivir en este espacio saludable y más exclusivo.
De esta transformación son testigos sus fuentes que, supervivientes, nos hablan de costumbres de otro tiempo y de las diferencias de clase y de intereses entre los lugareños y los nuevos ocupantes. Las formas de vida de unos y otros eran muy diferentes: mientras unos disfrutaban del descanso de sus salones y jardines, otros cultivaban la tierra y pastoreaban su ganado para el que necesitaban abrevaderos donde dar de beber a sus vacas. Las llamadas fuentes eran, más bien, un conjunto estructural de tres elementos: fuente, abrevadero y lavadero- Así que, allí donde había agua, era necesario este equipamiento para la vida y las necesidades rurales.
Supongo que las nuevas mansiones vivirían de otra manera, con infraestructura propia y el servicio necesario para no verse afectadas de las necesidades de los vecinos. Sus formas de vida no dependían ni del campo ni de la ganadería. Derivadas de esto debieron ser las discrepancias entre los Bauer y vecinos del lugar para instalar a la entrada de un camino, hoy abandonado, que lleva a la Quinta Bauer una fuente con sus abrevaderos. Al final los vecinos se alzaron con la razón y allí se levantó la fuente de José Rosa, autor de la misma con ayuda de otro vecino apellidado Tuya."
Pasan los peregrinos, en 1739 se registra el fallecimiento en esta parroquia del romero gallego Simón de Leme. Por entonces no se registraba su paso salvo que falleciesen, pasando a los libros de difuntos de la parroquia, donde tal vez se le acogiese. Muy posiblemente iría rumbo al cercano Hospital de Corraxos (pobres y peregrinos en general), en el barrio alto e histórico gijonés, Cimavilla, cuya capilla de los Remedios se conserva y acoge además los restos del ilustre prócer Gaspar Melchor de Jovellanos
Ahora pasamos delante de Villa Margot, con los chalets de la Urbanización los Agapantos al fondo
A la izquierda sigue el gran seto de La Cotolla, mientras en le distancia, pasados los chalets citados, empezamos a ver toda una institución gijonesa, Casa Suncia, otro de los chigres de antaño que, ampliados y adaptados a los nuevos tiempos, hicieron de Somió parroquia de ocio y esparcimiento, dentro de las transformaciones que la hicieron residencial, tantas veces comentadas
A nuestra derecha la casa de La Maceta cuyo terreno, triangular y cerrado por muros blancos, hace esquina con el enlace al Camín de los Agapantos, que viene a nuestra izquierda, de La Llosa
Si bien desde mucho tiempo antes las familias más pudientes tenían en Somió quintas de recreo, sobre todo para el veraneo, la traza residencial de la parroquia continuó evolucionando y tuvo su gran boom tras la posguerra, principalmente con el desarrollismo de los años 1960 que afectó a toda la ciudad y sus áreas residenciales más inmediatas. Aún allá por 1957, en el libro La Villa de Gijón. Estudio de geografía urbana, del Doctor en Historia Justiniano García Prado, se registran en Candenal 41 viviendas con 172 habitantes,. ya "dotadas de agua corriente, electricidad y fosa séptica, lo que denuncia su proximidad a la Villa, habiendo alguna edificación de tres plantas; pero también 17 hórreos, 4 cobertizos, un lagar y 4 establos"
Posteriormente hubo otro gran empuje constructor que arrancó con el neodesarrollismo, que aunque ya incipiente, se asentó en la década de 1990 y que continuó hasta nuestros días, si bien algo atemperada en su momento por la famosa crisis del ladrillo o burbuja inmobiliaria (años 1997 a 2008). Pasamos ahora frente al cruce de La Trucha, donde se unen estos caminos frente a esta urbanización
Abastecía además por supuesto Casa Suncia, donde se podía comprar de todo, a la vecindad de Somió y Cabueñes. La cercanía del tranvía que llegaba a la Plaza de Villamanín también le favoreció mucho y se hizo célebre en todo el concejo. La costumbre de hacer la compra y tomar una botella de sidra impulsó el bar, que se haría famoso por sus tortillas y chorizos a la sidra, entre otras especialidades caseras, llegando a haber hasta un baile con gramola
Tras el tranvía, la línea del autobús, llegó aún más cerca a la casi inmediata Carbayera Candenal, unos metros a su izquierda, lo que favoreció que, constituida Somió como parroquia residencial y de esparcimiento y hostelería, muchísimos jóvenes acudiesen aquí al baile y chigre
En el año 2020 cambió de gerencia, detallando la noticia, para El Comercio, el periodista M. Moro, quien la titula Casa Suncia en Gijón. Adiós a 81 años de legado familiar, publicado a 29 de febrero, en ella se nos ofrece además una muy interesante sinopsis histórica del lugar:
"Santiago Rivero tiene 58 años y se ha pasado más de 30 detrás de la barra de Casa Suncia, el negocio que fundó en 1939 su abuela Asunción Viña como bar tienda y que regentó antes que él su tía Nemesia. Considerado como uno de los merenderos más antiguos y con más solera de Gijón, él fue el responsable a finales de la década de los noventa de la modernización actual, con la anulación de la tienda, la incorporación del restaurante, el derribo de la vieja casa y la construcción de la nueva en cuyo piso superior sigue viviendo. Su maltrecha salud le ha dicho basta y el lunes 3 de febrero fue el último que abrió el establecimiento familiar, dando de baja a todos sus empleados tres días más tarde.
Su ilusión, revela, es alquilar o vender su propiedad, a la que considera casi como un tercer hijo, a un grupo hostelero solvente «para que Casa Suncia vuelva a resurgir». Ese es a día de hoy su empeño. Los últimos años reconoce que han resultado complicados porque «bajó mucho la actividad desde la crisis». «La presión sobre los autónomos es brutal. Nos abrasan», se queja.
La finca en Somió donde está ubicada Casa Suncia fue adquirida por 6.300 pesetas el 20 de junio de 1935 por Santiago Cuesta Suárez, que murió durante la Guerra Civil. Hasta 1939 no fue concedida la licencia para levantar una casa de dos pisos y utilizar la planta baja para poner una tienda-bar. Fue construida 'en andecha' por familiares, vecinos y amigos para ayudar a Asunción Viña García (Suncia), viuda y con dos hijas pequeñas (Nemesia y Dolores)
La construcción del Orfelinato Minero (actual Intra) y de la Universidad Laboral supuso un gran impulso para el negocio, pues Casa Suncia servía de lugar de avituallamiento para los que allí trabajaban. Santiago recuerda que su abuela le contaba que durante las obras del complejo los obreros venían con fiambreras a buscar chuscos de pan y media botella de vino.
El colmado de Suncia y sus hijas abastecía a los vecinos de Cabueñes que bajaban a coger el tranvía a Villamanín o volvían del mercado y a los vecinos de Somió de Fuejo, Candenal y barrios colindantes. Allí se podía encontrar casi de todo: madreñes, hilos, zapatillas, clavos, aceite, pimentón a granel, pienso para las gallinas, maíz y todo tipo de alimentos de primera necesidad. Mientras las mujeres hacían la compra, los hombres tomaban una botella de sidra o una pinta de vino. Había allí una gran tertulia e incluso baile cuya música procedía de una gramola que ponían en la parte de abajo del hórreo, detrás de la casa.
La clientela fue creciendo con el paso de los años hasta convertirse en merendero de referencia y popularizándose por sus bocadillos, tortillas y chorizos a la sidra. La configuración actual viene derivada de la gran reforma llevada a cabo en 1999."
Como muchas quintas de Somió, Casa Suncia tiene su pequeño jardín arbolado, dando sombra a la terraza. Así leemos en su página web:
"Casa Suncia, el icónico merendero de Somió abierto desde el año 1939, reabrió sus puertas con esta nueva gerencia en el año 2020.Es un establecimiento para todos los públicos regentado de manera familiar, con una carta variada de productos de calidad y especializados en parrilla de leña y cordero a la estaca."
Árboles, jardín y terraza de bancos de madera. En la web gastronómica Total Food destacan que "no deja indiferente a nadie, especializado en platos tradicionales de Asturias como su fabada, los callos carnes asturianas y cachopos sin olvidar productos de caza y paellas o arroces con mariscu o pitu caleya"
Pasamos ahora enfrente de la entrada principal. El día 3 de enero de 2023 El Comercio daba la noticia del fallecimiento de Loli, la querida propietaria que fue de Casa Suncia, otro momento para la memoria y guardar su historia:
"Dolores Asunción Cuesta Viña, 'Loli', la que fuera propietaria del emblemático merendero 'Casa Suncia', en Somió, falleció ayer a los 85 años de edad, rodeada de su familia tras toda una vida vinculada a la parroquia que hoy la despedirá a las 17 horas en la iglesia de San Julián.
'Loli' era hija de la fundadora de Casa Suncia, Asunción Viña, quien en 1939 abrió las puertas del popular establecimiento hostelero que durante 81 años perteneció a la familia, hasta que en 2020 fuera traspasado. La última etapa fue Santiago Rivero, uno de los dos hijos de 'Loli' -tenía otra hija, Asunción- quien regentó el restaurante. Ayer recordaba a su madre como una «mujer con muy buen trato con los clientes, con mucho don de gentes».
Ella y su marido, el difunto Andrés Rivero, abrieron un bar tienda en la colonia del Piles, que se convirtió en referente de la parroquia. «Cuando no había supermercados tenía muchísima gente a comprar el pan, la leche... se podía encontrar de todo en la tienda. Por la tarde ya se dedicaba más al bar», rememora su hijo Santiago.
El negocio permaneció abierto hasta la década de los 90. Repartía su tiempo entre la tienda y su querida Casa Suncia, construida 'en andecha' por familiares, vecinos de Somió y amigos para ayudar a Asunción Viña García (Suncia), a quien la Guerra Civil la dejó viuda con dos hijas pequeñas, Nemesia y la propia 'Loli'."
La fama de Casa Suncia traspasaba y traspasa las fronteras asturianas. He aquí un artículo de El Diario de León del 16-7-2018, en pleno verano, cuando tantos leoneses acuden al mar de Asturias y sus playas como también asturianos a León, a secar:
"Gijón bulle cada verano. Visitantes, cientos de ellos leoneses, pero también asturianos de toda la vida saben perfectamente dónde llevarse a la boca el auténtico sabor del Cantábrico, el sabor del mar pero también el sabor del monte, todo ello con un toque de cocina casera con la calidad de siempre, a un precio excelente y en un rincón verde y acogedor.
El Restaurante Sidrería Casa Suncia permite al amante de las exquisiteces y la tradición disfrutar de una carta variada donde las haya.
Destacan los arroces (con rabo de toro, con jabalí, de marisco, con pitu de caleya, con bugre...); refrescan y llenan las ensaladas (con perdiz, con queso de cabra, con pulpo, con bacalao...); acompañan a los culines de sidra las variadas tapas (callos, tortillas de muchas clases, calamares, gambas, croquetas, chipirones...); y por supuesto, alimentan cuerpo y alma los pucheros más tradicionales del Paraíso Natural que es Asturias, con la fabada o las fabes con almejas.
Todo ello se puede degustar en este establecimiento situado en Somió, en un lugar privilegiado de Gijón, con terrazas cubierta y exterior, un jardín acogedor y zona infantil de juegos, además de amplio aparcamiento.
Eso si se va en coche, porque en la puerta del Restaurante Sidrería Casa Suncia tiene parada el autobús urbano de la línea 10 de Gijón para mayor comodidad. No en vano, el local queda muy a mano de la Universidad Laboral o el Jardín Botánico, entre otros puntos neurálgicos de Gijón.
Santiago Rivero lo regenta “desde hace 31 años ya”. Pero le viene de familia: su abuela abrió en 1939 lo que entonces fue un concurrido colmado de ultramarinos. Porque el buen comer viene de lejos y es mejor si pasa de generación en generación.
El verano es un momento especial para disfrutar las delicias de Casa Suncia, pero no el único momento. Porque Santiago, amante de la caza, ofrece todo el año una carta poderosa y variada. Y algunas jornadas gastronómicas muy especiales, con venado, jabalí, corzo, perdiz o codorniz, la cual preparan en su cocina dentro de un jugoso pimiento leonés de Fresno de la Vega.
Por todo ello, el Restaurante Sidrería Casa Suncia tiene el sabor de siempre atendido como nunca, incluso con el relevo generacional pisando fuerte, gracias a la maestría de su hijo Andrés, que forma parte de quienes atienden sus fogones. Es, sin duda, una suculenta referencia en un Gijón que sabe ganarse a todo el mundo por el paladar."
El Camín de Cabueñes sigue a la derecha una vez pasado Casa Suncia, pero nosotros vamos a la izquierda, hacia La Carbayera Candenal, que es por donde continúa el Camino de Santiago, antiguo campo de romerías
Admiramos al hacerlo y ya mirando para atrás, las fachadas principales de Casa Suncia y sus terrazas. En la prestigiosa revista La Sidra (nº 160, abril 2017) se publica este interesantísimo reportaje sobre una de sus especialidades, los arroces, regados con buenos palos de sidra:
"En la villa de Jovellanos, no hay chiringuitos en los arenales. En eso (y en otras muchas cosas), poco nos parecemos a Cádiz. Y es que los playos somos más de acomodarnos en una de las numerosas terrazas que pueblan las calles y las plazas de Gijón. Porque tomar el vermú es una tradición fuertemente arraigada en esta ciudad y en sus gentes. Tanto es así, que puedes recorrerla de cabo a rabo echando culines de sidra, bebiendo chatos de vino o resfrecando el gaznate con una caña de cerveza. Desde el acogedor chigre de Oscarín en Cimadevilla hasta Casa Suncia, uno de los merenderos con más solera de Somió.
Cualquier momento y hasta la más excusa más peregrina vale para disfrutar de la hostelería local. Pero de la buena. De esa que convierte a los clientes en parroquianos y hace que el establecimiento se convierta en una extensión de tu propio salón. Porque todavía hay chigreros que cuidan a su clientela. Como el entrañable Chus, que siempre tiene a su mano su varilla para que el aroma del refresco impregne adecuadamente la bebida. «Aquí los cacharros los preparamos con calma», sentencia desde su barra, situada en plena Ruta (de los Vinos, que no 66 aunque así lo rece el nombre del bar). Porque da gusto cuando uno entra en un establecimiento y los camareros saludan que, aunque parezca una obviedad, no lo es tanto ahora."
Casa Suncia en pleno verano, con los árboles en la vereda del Camino llenos de hojas y dando la mejor sombra. Abajo, otro reportaje de sus excelencias culinarias en la revista La Sidra (nº 167, noviembre 2017):
Y ya a un paso, en la inmediaciones de la desaparecida Fuente San Antonio con su gran lavadero, la parada del autobús y La Carbayera Candenal, por donde sigue el Camino de Santiago, donada en testamento al concejo por el ilustre filántropo Dionisio Cifuentes, pasando a dominio público a su muerte en 1951, una de las célebres carbayeras de Somió, que fue campo de romerías antaño, con la concurrida fiesta del Carmen, que también marcó la juventud de tantísimos gijoneses, de ahí continuaremos a la célebre Plaza Villamanín, la antigua parada del primer tranvía gijonés
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