El Camino de Santiago llega a La Carbayera Candenal |
Viniendo desde Casa Rubiera, en Cabueñes, por El Camín de la Frontera, el Camino de Santiago ha entrado en la parroquia gijonesa de Somió, por La Fontaine y Casa Suncia, en el barrio de Candenal, llegando aquí a la carbayera de su nombre, La Carbayera Candenal, frondoso bosque, no solo de los carbayos (robles) que le dan nombre sino también, y ahora predominantemente, otras especies arbóreas diferentes, muy cerca ya del casco de Gijón Xixón, estando aquí, a nuestra derecha, una de las paradas de la línea de autobús municipal (EMTUSA)
La Carbayera Candenal fue donada en testamento al concejo por el ilustre filántropo Dionisio Cifuentes, pasando a dominio público a su muerte en 1951 y durante bastante tiempo se celebraron en ella las renombradas romerías del Carmen, de gran concurrencia
Tal y como señala el erudito geógrafo e investigador Ramón María Alvargonzález, las famosas carbayeras de Somió son en unos casos restos de la propiedad comunal sustraída a la acción desamortizadora y, en otros, espacios recuperados por el Ayuntamiento en las últimas décadas, bien por compra bien por donación, como es este el caso, y de esta manera lo explica en el capítulo dedicado a Los espacios públicos arbolados de su libro Somió la ciudad jardín de Gijón. Estudio de geografía urbana:
"Reducidos a pequeñas manchas en los barrios de Somió interior, son, por una parte, vestigios de la propiedad comunal sustraída a la acción desamortizadora, o recuperados por el Ayuntamiento en tiempos recientes por compra o donación. Por otra, testimonios de un bosque autóctono que, no más de dos siglos atrás, debía cubrir la mayor parte de la parroquia, y que hoy está limitado a rodales en algunas propiedades y en no todos los espacios públicos de referencia.
Bautizados como "parques rurales municipales", son en realidad pequeñas carbayeras en las que, aunque domine el roble, están presentes otras especies..."
Se sabe efectivamente que hace 200 años o poco más Somió era un gran bosque de robles o carbayos, literalmente una inmensa carbayera, y que aún más atrás lo habría sido gran parte del concejo. Estas agrupaciones son pues un pequeño resto de todo aquello. En el artículo Carbayeras de Somió, entrada dentro de la web de la Asociación de Vecinos San Julián de Somió, abundan en esta explicación:
"Somió la Ciudad Jardín, que hace siglos fuera un frondoso bosque de espesos árboles autóctonos, hogar de especies cinegéticas sobre las que la presión humana ha hecho estragos y ya solo nos queda la posibilidad de velar y mimar las pocas zonas frondosas restantes que denominamos carbayeras donde sobreviven robles y castaños centenarios. A finales del siglo XIX y principios del XX, una época con mucha historia, se promulgó una ley a cuyo amparo se propiciaba la plantación de árboles en fincas que no fuesen de propiedad privada; de ahí estas carbayeras, testigos mudos del progreso de esta emblemática zona rural. Existen cinco históricas plantaciones de carvayos en Somió, algunas de las cuales tuvieron unas placas, colocadas por el Ayuntamiento gijonés, denominándolas como Parque Rural Municipal. Desde la Asociación hace tiempo que tratamos de retomar sus señalizaciones en instancias a este organismo. Finalizaremos diciendo que dichas carbayeras y/o espacios públicos de Somió, tuvieron algo en común que las diferenciaba como una fuente, un lavadero, un abrevadero para ganado etc. siendo lugares de referencia histórica para Somió. Conservémoslos y disfrutémoslos. Siendo Somió un lugar de recreo y expansión se puede apreciar entre edificios de chales y urbanizaciones, zonas verdes fruto de cesiones urbanísticas, sumando muchos metros cuadrados de mantenimiento público."
A la historia concreta de La Carbayera Candenal le dedican asimismo un apartado específico:
"Está situada entre el camino de Los Crisantemos, antiguo paso natural para el cementerio, y de Las Azaleas en un terreno donado como espacio público al Ayuntamiento de Gijón por el filántropo Somionense Don Dionisio Cifuentes Suárez a su fallecimiento en el año 1951. Estuvo durante años abandonada y ocupada por familias vagabundas que acamparon allí al poder abastecerse de agua en la fuente y abrevadero para el ganado de que disponía la carbayera e imprescindible para poder subsistir. Tras su marcha hubo de replantar muchos de los tradicionales árboles al sufrir quemas que los hizo irrecuperables. Fue cerrada perimetralmente con madera e instaladas varias mesas y bancos de tipo rustico. Durante varios años se han celebrado las tradicionales verbenas de las fiestas patronales de El Carmen en esta representativa carbayera de Somió. Desde hace unos años llega la línea de autobús municipal siendo más reciente la instalación de una superficie comercial en una parcela contigua."
El mismo nombre del barrio, Candenal, parece tener que ver con aquella abundancia arbórea de antaño, o al menos así lo explica el filólogo Ramón d'Andrés en su Diccionario toponímico del concejo de Gijón:
"Formación del topónimo: estamos ante el sustantivo asturiano candenal, alteración del más general candanal, palabra que se conserva sin problemas en la toponimia, pero no tanto en el uso lingüístico normal. Es derivada del asturiano cándanu ‘caña seca y blanquecina de un árbol’, ‘árbol seco y blanquecino’. El sufijo colectivo -al se refiere a un lugar donde abunda una cosa. Candanal, por lo tanto, significa ‘sitio con munchos cándanos’. La variante con «e» Candenal, que es la que finalmente se oficializa, se explica por una mínima alteración vocálica que encontramos también en otros topónimos como La Melendrera (parroquia de San Andrés de los Tacones), de melandru ‘tejón’; o Pumerín (Caravia, parroquia de Caravia l’Alta), alteración de pumarín ‘pomarada pequeña’; o en formas del tipo cantábemos ‘cantábamos’, facíemos ‘hacíamos’.
Etimología: el asturiano cándanu tiene una etimología incierta, aunque lo más seguro es que venga de una palabra prerromana (céltica) *kando, que aludía a todo objeto de color blanquecino, grisáceo o de color ceniciento. Según otra hipótesis, vendría de un derivado latino-vulgar *candum [kándum], al que se le añadió el sufijo átono -anu, como el que aparece en cueva ä cuévanu, demongu ‘demonio’ ä demónganu. El sufijo -al procede del latín -ālem [-álem]. No tiene nada que ver con el adjetivo candial, referido a un tipo de trigo ‘que da harina blanca de la mejor calidad’ (en castellano «candeal»).
Otras observaciones sobre la denominación: la variante Candanal con «a» tuvo uso oficial hasta el año 2000, cuando el Ayuntamiento de Gijón, a instancias de la Asociación de Vecinos de Somió, cambió el nombre a Candenal con «e». Es fácil sospechar que ambas formas son igualmente populares y tradicionales. Candenal aparece documentada en el «Mapa topográfico del partido judicial de Gijón», de Demetrio G. Suárez (1907), pero hay que tener en cuenta que este mapa presenta numerosos errores de denominación. La variante Candanal es conocida en la toponimia de Asturias (por ejemplo, en los concejos de Mieres, Riosa, Cuideiru, Villaviciosa o Siero). El antiguo cronista oficial de Gijón, Joaquín A. Bonet, usaba la forma Candanal con «a». Una finca del lugar se denomina Candanal, según se lee en la placa de entrada."
"La difusión reciente del adosado y vivienda exenta sobre parcela mínima ha introducido en el paisaje de la parroquia un nuevo tipo de jardín, caracterizado por su reducida extensión, en torno a 300 m², por la forma irregular de la parcela, casi siempre un longuero, por sus cierres de tela metálica o malla plástica; en definitica, por la estandarización de si "molde" y por la obligada contigüidad a otros sobre idénticas parcelas"
"Es, en un espacio de vecindad seriado, el marco que permite individualizar la vivienda, desde condicionamientos de partida muy rígidos. Dadas sus exiguas dimensiones, los árboles, aunque sean pies aislados, lo empequeñecen, "comen" la parcela: por lo que, aunque en ocasiones se plantan, suelen ser sustituidos por especies arbustivas y flores de temporada"
"A partir de 1965, año en que se concedió la primera licencia, menudeó la construcción de piscinas al aire libre, coincidiendo con una disminución de la superficie media de la parcela y un incremento de la construida. Las parcelas se reducen, así, tanto en términos absolutos como relativos, y además suele introducirse en ellos un elemento de fábrica, la piscina, que por su superficie y naturaleza ocupa un lugar central en el jardín, cuya masa vegetal se reduce, porque en torno a la piscina suele reservarse una zona para la estancia y el soleamiento, libre de especies arbustivas y arbóreas que, por ende, dan sombra.Se reduce el jardín a las masas vegetales de los cierres (cuando no son en su integridad de fábrica), a pies aislados de árboles, ornamentales o aromáticos. Pero sobre todo a especies de porte arbustivo, y a flores de temporada como begonias, caléndulas, pensamientos, zinnias, verbenas, salvias, myostis, alhelíes, etc.Como que no todos los jardines de la etapa desarrollista, o posteriores, tienen piscina, o la tienen cubierta, cuando no aparece este elemento en el jardín, su lugar es ocupado por especies vegetales, que en bastantes ocasiones son árboles frutales."
"Su lugar está ocupado por una nómina de propietarios burgueses, casi todos avecindados en Gijón, y campesinos, compradores de bienes nacionales y comunales, con pequeños o medianos patrimonios utilizados como fuentes de rentas"
Y más allá de Los Claveles, La Casina, una de las quintas del Camín de las Campanillas, y arriba en la lejanía, en aquellos altos del barrio de Fuexo, divisamos la quinta La Riega, que fue de los Bernaldo de Quirós y pasó después a los Figaredo, uno de los ejemplos de construcción residencial de la alta sociedad de la época, construida en 1919 en la finca La Perica, que justo la acababa de comprar José Bernaldo de Quirós sobre la carretera del Piles al Infanzón
"En un breve lapso de tiempo, las circunstancias hereditarias hicieron que dos enormes posesiones palaciegas y ajardinadas quedaran en manos de la misma familia. Ya hemos hecho alusión a la quinta Bauer y, en este caso, nos referiremos al palacio de La Riega, en Somió. Ambas se encuentran situadas al final de la carretera del Piles al Infanzón y, como señala Nicanor Figaredo, «antiguamente estaban unidas, no había la carretera que había hoy en día y las conocíamos como 'la casa de arriba' y 'la casa de abajo'».
Sobre un altozano que reporta unas increíbles vistas de todo Gijón y dejando a sus pies una tendida pendiente, proyectó el arquitecto Manuel del Busto, en 1919, una vivienda unifamiliar de estilo regionalista montañés para José Bernaldo de Quirós y Julia Sela, cuyo noble blasón preside la torre y la vidriera interior. Esta construcción fue una de las pocas de este estilo dentro de su repertorio más vanguardista. La finca originalmente tenía una extensión cercana a los 70.000 metros cuadrados.
El palacio se caracteriza por asemejarse a los palacios barrocos asturianos construidos a base de sillería de arenisca (color ocre) con una torre esquinada y aleros recortados, así como otros rasgos fisionómicos que son la galería de madera principal y el patio cubierto central bordeado por un corredor de madera volado -para acceder a las estancias principales y que se separa por una pared, para hacer el mismo recorrido el personal de servicio sin coincidir en el flanco norte-. Respecto a las dependencias servidoras cabe destacar la pequeña capilla no consagrada, también de sillería arenisca, junto al lado oeste y unida por un pasillo cubierto, que fue proyectada en el origen, y otras dependencias hechas por Ismael Figaredo como el curioso palomar redondo con una torre, una larga casita que se empleaba como sala de juegos (ping-pong, futbolín, billar) y para guardar el mobiliario del jardín y los enseres de la terraza, y otra más pequeña que es el gallinero.
Unos años después que la quinta Bauer, en 1921, el empresario minero Ismael Figaredo Herrero (hijo de Inocencio Fernández) adquirió también La Riega. Las similitudes en la jardinería son más que claras, bajo la mano de Ismael Figaredo, y no cabe duda de que una se inspira en la otra. Durante la Guerra Civil fue incautada y empleada como hospital de sangre -como Villa María-, al igual que la Bauer había sido el asilo infantil Rosario Acuña. Pero la polifuncionalidad no termina ahí. La Riega también fue escenario de cine. Los interiores de la película 'Jandro' (1965), protagonizada por Arturo Fernández encarnando a los mineros hermanos Felgueroso, se rodaron allí. Y años más tarde, el propio Ismael Figaredo convirtió el salón central en un cine privado dominical para familia y amigos.
Ante la fachada principal se logró establecer un plano, cuya cota, 20 metros superior a la del actual acceso principal, permite otear todo el sureste gijonés y la enfrentada quinta Bauer. Bajo esta gran terraza abierta a meridión, con una buena alineación de hortensias bajo de sí, se expande un enorme jardín pratense caracterizado, como la quinta Bauer, por la presencia de una alineación de 27 tilos de sombra que también tienen un siglo de antigüedad. En este caso es menos llamativo el acceso al tratarse solo de una hilera lateral de árboles y porque estos no llevan allí plantados tanto tiempo. Pero como curiosidad podemos aportar la procedencia de estos tilos. Señala el decorador Javier Sitges que «mi padre los sacó del famoso merendero Venecia Park cuando estaba en sus últimos momentos y se los llevó a Ismael». Es decir, proceden del viejo e inolvidable merendero-baile Venecia Park, en Veriña, que tenía sus propias lanchas de paseo por la ría de Aboño.
En la cota intermedia, por encima de la casa, hay una buena alineación de frutales «que plantó tío Ismael en 1966» indica Nicanor Figaredo. Se pueden ver manzanos, perales, piescos, cerezos y cítricos. Por encima del nivel residencial se encuentran la casa de caseros, con cuadras de vacas y caballos, y las cocheras. Hay que tener en cuenta, como ocurre en el caso de La Isla, en Peñafrancia o en el palacio de Regueral, que estas grandes posesiones tenían ganado de todo tipo para el autoabastecimiento.
El jardín concluye con algo muy especial, porque La Riega tiene un verdadero bosque dentro, que termina por salirse de la propiedad. Se trata de un bosque mixto, de unos 44.000 metros cuadrados, compuesto por robles, pinos y eucaliptos en la parte más alta. Este bosque de dentro de la finca bordea unos espacios de ocio que también encontramos en la posesión de enfrente, como el frontón con cancha de tenis, la casa de vestuarios y una piscina. Se trata, pues, de un jardín botánicamente sencillo y poco complejo pero con unas características formales y un valor histórico que contribuyen aún más a enfatizar el papel dominante de la casa."
"El hecho de poseer un importante patrimonio inmobiliario en Somió, debió ser causa determinante para que, en 1970, la congregación de Hermanitaas de los Ancianos Desamparados iniciase la construcción de una nueva residencia en el barrio de Candanal, sobre una finca de 15.444 m² contigua a la quinta del Duque, de la que ya eran propietarias en 1956, fecha del primer catastro de la parroquia. Enajenado el antiguo asilo de la calle de Escurdia, en virtud de su centralidad, las Hermanitas de los Pobres construyeron en Somió la más importante residencia de la tercera edad del concejo, con una superficie construida en la actualidad de 139.389 m²"
"Allá por 1879 esta congregación (nacida en Huesca y trasladada, a los pocos días, a Valencia) llegó a la ciudad de mano de Santa Teresa de Jesús y de cinco hermanitas, que fueron recibidas entre gritos de júbilo por numerosos sacerdotes y gente del pueblo. Su primera residencia se estableció en Cimadevilla, sufragada por el conde de Revillagigedo.
Con el paso de los años, consiguen un mayor acomodo en un edificio de la calle Ezcurdia cedido por José González Abascal y su esposa, Barbarina Soribes. No sería hasta el 6 de julio de 1974 cuando se inaugura la casa de Somió, instalándose en una finca de 24.000 metros cuadrados donada por María de los Ángeles Melendreras. «Siempre hemos vivido gracias a las donaciones desinteresadas y a un milagro de la Providencia, si no, no podríamos estar en Gijón ni mantener un terreno de estas condiciones», cuenta la madre superiora, Manuela García Couto.
A lo largo de estos 130 años han pasado por la casa 252 religiosas que han atendido a más de 5.000 ancianos, «esto también es un milagro y, además, patente», recalca Sor Manuela. En la actualidad, la comunidad está formada por 12 hermanitas que dan servicio a 186 personas. Y es que la misión de esta congregación «siempre fue atender a los mayores más desfavorecidos, ya sea por soledad o por carencias económicas»
"Cuarto hijo de Agustín Fernando Muñoz, I duque de Riansares, y de la reina viuda María Cristina de Borbón, princesa de las Dos Sicilias y cuarta esposa del rey Fernando VII. Nació en Madrid el 27 de abril de 1838 siendo todavía secreto el segundo matrimonio de su madre. Tras la expulsión de la reina María Cristina de España durante la regencia del general Espartero, Fernando María pasó la primera infancia en Francia, desde donde regresó a España en 1847. A poco de su vuelta, el 19 de noviembre de ese mismo año fue creado vizconde de La Alborada por su medio hermana la reina Isabel II, título que fue seguido de la concesión del condado de Casa Muñoz el 29 de febrero de 1848. Tras el fallecimiento de su hermano Agustín, en 1855, sucedió en el ducado de Tarancón, con Grandeza de España, y en el vizcondado de Rostrollano.Se educó entre Francia y España, residiendo durante años junto a sus padres en el palacio de La Malmaison, cerca de París. Fue coronel de Caballería y el 11 de septiembre de 1861 contrajo matrimonio en Oviedo con la asturiana Eladia Bernaldo de Quirós y González-Cienfuegos, hija de los marqueses de Campo Sagrado, con quien fue padre de once hijos. Tras el fallecimiento de su padre, en 1873, sucedió en el ducado paterno de Riansares, con Grandeza de España, y en el marquesado de San Agustín. Su esposa murió en 1909 y meses después él mismo fallecía en su propiedad de Somió, el palacio de Montealegre, cerca de Gijón, el 7 de diciembre de 1910."
"Una casería que languidecía en la rutina propia de unas heredades olvidadas, por más que aquellos parajes fueran un lugar cuando menos idílico, en un entorno de desbordante naturaleza y a un tiro de cañón de la villa de Gijón.
Villa aquella que acababa de vivir años convulsos en guerra contra el invasor napoleónico y que aún se desangraba lentamente en las pugnas entre Isabelinos y Carlistas.
En aquella casería alejada del bullicio de una villa preindustrial, buscaba la calma el apasionado caballero gijonés que respondía al nombre de Don Juan José Kelly, vice cónsul del imperio británico en estos lares y que en sucesivos hechos bélicos en defensa de esta nación hispana, alcanzó honores de héroe al ser considerado justamente, "Padre de la Patria," por meritos de guerra.
De su peculio personal que era amplio, había adquirido aquellos terrenos de más de once hectáreas, (114.000 metros cuadrados), llamados de Montealegre, además de otras muchas posesiones en todos los espacios de Gijón. Por un litigio de unas aceras que el ayuntamiento quiso obligarle a pagar delante de unas propiedades suyas en la calle del Convento, aquel señor de verbo tan ágil como la mano que se le iba al sable, hubo aquí la de coller. Era su honor lo que se pretendía pisotear y por ahí no iba a pasar aquel ya noble anciano de encendido genio, y llegose el asunto a Madrid y al juez temblole el pulso para no darle la razón a Don Juan, por lo que tácitamente sin saber cómo, ni quien ni por qué, alguna mano puso los 900 reales de vellón del pleito en cuestión,(una minucia para los bienes del encausado y para el ayuntamiento). Al buen señor y Padre de la Patria se le restituyó su honor, el ayuntamiento cobró sus reales de vellón, y todo se avino a la calma; aquí paz y después gloria.
En escritura notarial de septiembre de 1862, Don Juan José Kelly, vende su finca de Montealegre a Don Fernando Muñoz de Borbón, segundo duque de Tarancón y Riansares, hijo primogénito que fue de la reina madre Doña Cristina, sobrina y viuda de Fernando VII y casada en segundas nupcias con Don Agustín Fernando Muñoz, con quien llegaría a tener ocho descendientes. Todos ellos hermanos por parte de madre de la reina de España; Doña Isabel II.
Había visitado Gijón por vez primera el Duque Don Fernando, en la ocasión de que su madre, viniera a inaugurar el ferrocarril de Langreo en 1852, el joven tenía solo 13 años, pero se enamoró de Gijón, de manera definitiva, por lo que en cuanto pudo, diez años después compró aquella heredad ubicada en el lugar de Candenal en Somió y se enamoró de una beldad asturiana que se llamaba Doña Eladia Bernaldo de Quiros y González Cienfuegos, ambos se refugiaron en aquellos inmensos terrenos ajenos a las miradas de todo el mundo para prodigarse un amor íntimo y apasionado, para ello cerraron todo aquel perímetro con un alto muro hecho a cal y canto, allí vivieron una vida intensa y allí tuvieron sus hijos."
"Para no olvidarse del mundo recibían en su mansión innumerables visitas. Venidas de todo el reino para disfrutar de aquello excelsos parajes. Un mar de tranquilidad entre dos mares furibundos, el Cantábrico y la convulsa España que vivió destierros, república y pronunciamientos militares a la orden del día.
Dícese que la misma hermana del Duque de Tarancón, la reina Isabel II encontró refugio en Somió en una de las muchas asonadas que le buscaban afanosamente el cuello para cercenar la monarquía. Así se cercenará una vida, dos o muchas, pero no el deseo de una parte importante del pueblo de España que estaba cómodo con sus reyes.
En aquel entonces el rio Piles era un rio de verdad con sus riadas y sus días de ira, cuando repleto de agua y tempestad no respetaba ni bordes ni los puentuchos de madera que imprudentemente cruzaban su cauce.
Como no había puente que salvara el rio, su majestad la reina fue porteada sobre las recias espaldas de Don Jacobo Somonte Martínez, íntimo amigo del Duque ya que lo solía acompañar en las frecuentes partidas de caza que celebraban por los montes de las cercanías de Somió ya que ambos eran adictos a lo venatorio.
Dejaron contado los más ancianos de aquel lugar de Somió que vivieron aquellos días de angustia, que su majestad estuvo oculta en una tenada de aquella inmensa finca, los días que duró su persecución, sus narraciones fueron recogidas a inicios del siglo XX, por periodistas de Gijón.
En reconocimiento al favor recibido, la reina Isabel II, le envió a Don Jacobo un Cristo de marfil que gobernaba sobre su pecho.
Las simpatías de aquel Duque y de su esposa entre sus vecinos de Somió, eran recíprocas, si el noble se sentía en la gloria en aquella finca, los vecinos estaban encantados con un poderoso vecino que los socorría en años de dificultad y los agasajaba en las estancias de palacio a la menor oportunidad."
"El dos de abril de 1909, se derrumbó todo aquel amor alimentado tras aquellos muros. Una embolia cerebral hizo partir al más allá a doña Eladia, cuando contaba 70 años de edad. Un golpe directo a la línea de flotación vital del Duque, del que nunca se recuperó. Anduvo ausente tras las huellas del amor vivido y dos años después cuando el tenía 72 años se fue en pos de ella, porque el solo recuerdo no lo saciaba y falleció víctima de una definitiva asistolia que terminó por romperle el corazón amante y amado.
Posteriormente sus descendientes incapaces quizás de soportar y llenar los espacios vacíos se fueron alejando de Somió y ya durante los años de la segunda república, aquellos terrenos le fueron muy golosos al ayuntamiento de Gijón para un naciente proyecto de granjas pecuarias que se estaban impulsando por toda España. "
"Las obras concluyeron en junio y la entrega de llaves se concretó el 13 de julio. Pasada la vorágine de agosto, la Asociación de Vecinos San Julián de Somió celebrará una semana de puertas abiertas del 3 al 7 de septiembre, de lunes a viernes, de 12 a 13 y 18 a 20 horas, con el propósito de que los parroquianos «conozcan las nuevas instalaciones», largos años demandadas desde la escueta sede situada a la espalda de la iglesia. Ahora, pasan del camino de las Begonias al camino de los Claveles 324, donde han estrenado su sede definitiva.
El 13 de julio, recuerda la entidad, compartió la entrega de llaves con la alcaldesa, y vecina, Carmen Moriyón, el concejal Manuel Arrieta y la arquitecta municipal María López Castro. Ahora, prevén hacerlo con toda la parroquia y luego, de forma institucional, el viernes 21 de septiembre.
Asimismo, la entidad entregará el día 15 las distinciones 'Ardilla 2018' en una comida que tendrá lugar en el restaurante Las Delicias. Su objetivo, recuerdan, es premiar a quienes se hayan distinguido en el afecto, promoción o defensa de Somió; esta vez, Carmen Moriyón y, a título póstumo, Elías García Rivero, quien fuera alcalde pedáneo y gran impulsor de la parroquia. También celebrarán ese día el 50 aniversario de la asociación."
"Nuestro personaje de hoy es el fiel ejemplo de lo que significa la conservación de la historia y la tradición familiar. A pesar de la gran transformación que ha experimentado este nuestro Gijón del alma, sus barrios y parroquias, a la entrada de su casa, en el barrio de Fuejo, aún se lee, como hace ya un siglo, 'Casa de José Rosa', y los del Somió de siempre le siguen llamando Manuel de Elías de José Rosa.
Y es que no se puede escribir la historia de una zona, hoy residencial, sin recordar que antaño fue una parroquia agrícola y ganadera, en la que su abuelo, José, y su padre, Elías García Rivero, dejaron una imborrable huella.
José Manuel García Cifuentes nació en Somió el 4 de mayo de 1935 y tuvo una hermana, Faustina, a la que todo el mundo llamaba 'Tinita'.
La madre de nuestro protagonista, Fredesvinda Cifuentes Rodríguez, nació en La Providencia, y el padre, el citado Elías García Rivero, ganadero y agricultor, fue alcalde pedáneo durante el mandato de don Ignacio Bertrand.
Los dos hijos del matrimonio vinieron al mundo en la finca propiedad de Julio Somoza, que fuera cronista de Gijón. Allí los progenitores eran caseros y 'llevadores', y allí aún sigue viviendo José Manuel, el hijo de Elías 'de José Rosa'.
La primera escuela ala que acudieron los dos hermanos fue la de las monjas Dominicas cuando estaban en la que fuera la finca del Doctor Fandiño. De ahí, a la escuela pública de Somió y luego al Corazón de María. Allí coincidió con gijoneses tan populares como Pepe Amado, Ángel Báscones, Ricardo León, Juanín Fernández-Nespral, Gerardo Caicoya, Jesús Prieto y los hermanos Ignacio y Olegario García, entre otros.
Comenzó estudios de perito mercantil, pero pronto se dio cuenta de que lo suyo era mantener la tradición y se centró en la actividad familiar, dedicada a cultivar pimientos, acelgas, verdura, fréjoles y los insuperables tomates de Somió que se vendían en la plaza del Sur.
Todavía le quedaba tiempo para cuidar de una numerosa ganadería y ayudar a sus padres bajando al centro de Gijón con el carro tirado por el caballo para repartir sus productos en tiendas y a clientes particulares.
Interesante es la historia de Manuel 'de Elías de José Rosa', pero no lo es menos la de sus antecesores. Su abuelo José García 'De Rosa' trabajó y conservó la casa de Julio Somoza, con hórreo, panera y capilla dedicada a San Antonio, cuyas columnas se encuentran en el parque de Isabel La Católica.
Tras el fallecimiento de Somoza, toda la hacienda pasó a ser propiedad de las hermanas de la Residencia de los Ancianos Desamparados, y Elías García Rivero 'de José Rosa', padre de nuestro personaje de hoy, no sin grandes esfuerzos, logró comprársela a las monjas, seguir conservándola e incluso mejorar la vivienda dándole una altura más.
Así, esta familia de Somió lleva casi dos siglos viviendo y conservando una tradición histórica y no solo en beneficio propio. Hay que contar que Elías García Rivero fue cofundador y secretario de la Fundación Dionisio Cifuentes desde sus inicios, en 1932, hasta su fallecimiento, en 1977, y durante la guerra civil llegó a esconder bajo una bara de hierba toda la documentación de dicha Fundación para evitar su posible destrucción.
José Manuel García Cifuentes se casó con María Dolores Bueno Boxo y tuvo una hija, Carmen, que nació en Somió y es farmacéutica.
La familia ha recibido diversos premios a su labor agrícola y ganadera. Los tomates y las hermosas manzanas que siguen cosechando y nos enriquecen la vida, son la muestra latente de una parte de la historia que aquí se relata."
"En esta antigua casería levantó el duque una casa-palacio de dos plantas con oratorio, cochera y cuadra, en la que residió casi de forma permanente hasta 1910, año de su muerte, lo que hizo de ella un animado centro de relación social; tanto más cuanto que de su matrimonio con una hija de los condes de Camposagrado, de apellido Bernaldo de Quirós, tuvo una dilatada prole de diez vástagos, a los que era necesario introducir en sociedad"
"De entre los paraísos en la Tierra que fueron algunas de las posesiones levantadas en Somió durante el siglo XIX, quizás el primero fue la finca “Montealegre” también conocida popularmente como la “Quinta del Duque”. Igualmente hubiese sido correcto llamarla “Quinta del Marqués”, “Quinta del Conde” o “Quinta del Vizconde” ya que quien la habitó durante medio siglo, Fernando María Muñoz y Borbón, hermanastro de la reina Isabel II, sumó a lo largo de su vida los títulos nobiliarios de duque de Tarancón, duque de Riánsares, marqués de San Agustín, conde de Casa Muñoz, vizconde de la Alborada y vizconde de Rostrollano. Fernando Muñoz adquirió la finca muy probablemente hacia 1861 tras su enlace con la asturiana Eladia Bernaldo de Quirós. En esa residencia fallecieron ambos, ella en 1909 y él en 1910, y allí también nacieron casi todos sus vástagos, once en total.
Localizada en el barrio de Candenal esa quinta tenía originalmente algo más de 11 hectáreas, en tiempos de su primer propietario ocupadas en gran parte por cultivos, arbolado y jardines; siendo su construcción principal el palacio de la familia ubicado en su punto más alto, un caserón con una veintena de habitaciones y de sobrio estilo isabelino por lo que puede verse en las escasas fotografías existentes. La posesión fue cercada con una recia tapia de mampostería que aún hoy pervive en grandes tramos a la vera de los caminos de las Gardenias y de los Claveles, al igual que la que fue su entrada primigenia, también de traza clasicista.
Literalmente, la zona habitada de la propiedad tuvo que ser un “monte alegre” como rezaba su nombre original. En la colina sobre la que se emplazó la casona no faltaron arbolado ornamental, jardines y construcciones complementarias, unas de carácter utilitario como oratorio, hórreo, cocheras y caballerizas, y otras pensadas para el recreo de sus propietarios. La más singular, y que supone un elemento excepcional dentro del concejo, es una obra que por su aspecto de torre almenada recibió popularmente el nombre de el “Castillín”. Construido sobre un montículo artificial horadado por un falso túnel con sección en forma de herradura, la obra se completó con un puente y una torre a modo de cenador o belvedere, todo ello realizado en ladrillo macizo visto. El “Castillín” garantizaba el disfrute a cubierto del paisaje de la quinta y su entorno, pero también le daba un toque pintoresco a la propiedad vista desde el exterior.
Gracias a una fotografía hecha por Laureano Vinck, probablemente en la década de 1910, al que parece ser un grupo de excursionistas, hoy tenemos un testimonio único de cómo fue realmente esta construcción. La imagen resulta chocante ya que, aunque el “Castillín” sigue hoy en la finca, sufrió una modificación parcial –la torre fue reconvertida en depósito de agua– y el conjunto está prácticamente sepultado por la maleza.
No consta su autoría ni su cronología, si bien esta construcción parece tener una relación directa con otro llamativo elemento de esta propiedad: el arco de entrada que le daba acceso por su parte más meridional, con conexión directa desde la antigua carretera de Villaviciosa y que acabó convirtiéndose en su entrada principal. Esta portada, hoy desvinculada de la propiedad tras la apertura de la avenida de la Pecuaria y ahora emplazada en una acera de esta vía, tiene igual diseño historicista y también está realizada con el mismo tipo de ladrillo. Los escudos que ostenta en sus dos caras, el de los Muñoz hacia el interior y el de Riánsares en el exterior bastante deteriorado, permite fechar esta obra en torno a 1873 que es cuando Fernando Muñoz heredó el título de duque de Riánsares de su padre. Parece probable que el “Castillín” se hiciese a la vez por su consonancia tanto estética como constructiva.
Si a pocos gijoneses y gijonesas les sonará hoy el nombre de “Montealegre” o “Quinta del Duque”, sí que abundarán los que les suene el de la “Pecuaria de Somió”. Seguimos hablando del mismo predio ya que durante la II República, tras su adquisición por el Ayuntamiento de Gijón en 1933 bajo el mandato del alcalde Gil Fernández Barcia, se instaló en ella la Estación Pecuaria Regional de Asturias. Fue uno de los centros de investigación agropecuarios punteros en el país, comenzando su actividad de manera efectiva en la década de 1940 y finalizando la misma en esa ubicación en 2005, momento en el que su propiedad revirtió al Municipio. Manuel Cima publicó en 2007 una minuciosa monografía sobre esta institución sumamente recomendable para quien quiera conocer su historia más en detalle.
Durante ese periodo la posesión fue perdiendo algunos de sus elementos más singulares: gran parte del arbolado histórico fue talado por el ejército que ocupó la quinta en la posguerra para convertirlo en combustible, el palacio fue demolido en 1971 y, poco antes, el “Castillín” fue reconvertido en depósito de agua, perdiendo su coronación latericia original.
Tras quedar vacía la finca a comienzos de este siglo, comenzó su desmembramiento. La apertura de la avenida de la Pecuaria se comió su punta meridional y aisló el citado arco de entrada dejándolo como un ente extraño en el borde del recinto del antiguo INTRA, sin identificación ninguna que permita conocer su origen a quien pase por allí. Otra parte del terreno fue segregada hace una década para la construcción de la residencia de mayores “La Golondrina”, mientras ahora otra gran parte será integrada en la futura ampliación del Parque Científico y Tecnológico de Gijón promovida por el Ayuntamiento tras descartarse, por fortuna, la enajenación de esta propiedad municipal para construir chalés.
Esta operación urbanística permite ahora plantear la recuperación del “Castillín” de manera que vuelva a mostrar su configuración original, agrupándolo con el arbolado histórico y el hórreo con los que colinda más la entrada isabelina original de la quinta, creando así un pequeño parque público dentro del futuro recinto empresarial que puede constituir uno de sus grandes alicientes como lugar de esparcimiento."
"El 13 de junio de 1933 la Corporación Municipal de Gijón, presidida por D. Gil Fernández Barcia, acuerda solicitar de la Dirección General de Ganadería, el establecimiento en Gijón de la Estación Pecuaria del Norte. El Ministerio de Agricultura, Industria y Comercio contesta de modo afirmativo siempre que se cumplan tres requisitos básicos: oferta de una finca, apoyo económico y vocación ganadera de la zona. Fueron ofertadas cinco fincas: una en la Calzada, dos en Roces, una en Tremañes y la finca “Montealegre” o “Quinta de El Duque” en Somió. En la opción elegida intervinieron muchos factores, siendo los mas destacables: la disponibilidad de instalaciones ganaderas, la existencia de áreas recreativas, espacios ajardinados y elementos ornamentales y su ubicación rural pero próxima al casco urbano, con buena comunicación y fácil acceso.
La Quinta de del Duque, propiedad del Duque de Tarancón, sita en el barrio de Candenal, tiene una extensión de 90 días de bueyes (114.226 m2). En la finca había una casa palacio compuesta de bajo y dos pisos, con dos pabellones adosados destinados a casa habitación de bajo y piso, oratorio, cochera y una caballeriza, a todo lo cual rodeaba un balaustre de ladrillo. Había una especie de cenador poliédrico denominado “El Castillín” construido sobre un montículo perforado en su base por varias cuevas. La finca tenia tres pozos de agua, suministro eléctrico y servicio telefónico.
La mayor parte de las instalaciones tuvieron que ser destruidas por inadecuadas para el uso de la Pecuaria y solo se conservó la casa palacio hasta 1971 que la derribaron. La finca disponía de tres puertas de acceso: una en la zona sur, compuesta de ladrillo y escudo heráldico que aún se conserva, pero formando parte del carril bici de la Avenida de la Pecuaria; la segunda, frente a la casa palacio y fue la entrada principal, sita en el Camino de los Claveles y la tercera, “la puertina”, exclusivamente peatonal, en la zona norte que se accede por una hermosa avenida de tilos. La finca tenia una gran variedad de árboles (acebos, magnolios, palmeras, tilos…) y un gran pino de unos veinte metros de altura y copa acampanada que sobresalía en la finca y servia de referente orientativo para llegar a la Pecuaria pero las tormentas lo fueron mutilando poco a poco y en 1988 una tormenta acabó definitivamente con él.
La Estación Pecuaria de Somió se puede resumir en cuatro etapas:
Primera etapa (1933 – 1972): Creación y actividades iniciales.
Comprende el periodo de las gestiones de solicitud e instalaciones, escasez de medios económicos y el conflicto bélico. Por lo tanto, esta época fue poco fecunda en el desarrollo de actividades. Desde julio de 1936 hasta 1940 la finca fue ocupada por el Regimiento de Infantería. Hacia 1944 se instalaron: la sala de incubación, un pabellón para sementales, estercoleros, silo, gallineros para 500 ponedoras, reproductores, recría y un pabellón de industrias lácteas. A lo largo de más de veinte años se financiaron instalaciones de la sección de porcino, el centro Primario de Inseminación, silos y heniles (para guardar la hierba), viviendas para trabajadores, local de maquinarias, lazareto (local para aislar a los animales infectados contagiosos) y pozo artesano.
Segunda etapa (1947–1972): Fomento Pecuario, transito a las nuevas tecnologías.
En esta etapa se construyeron nuevas instalaciones como: el edificio de industrias lácteas, que luego fue destinado a laboratorio y servicios (550 m2), vaquería establo, estercolero, (300 m2) pabellón de sementales con clínica veterinaria (600 m2) sección avícola con sala de incubación (1051 m2) Se puso en marcha la producción equina y mulatero, sin mucho éxito pues eran competencias del ejercito. De 1948 –1968 se mantuvo la sección porcina, pero desapareció debido a dos motivos principales uno debido a la presencia en España de la peste porcina africana y otro la nueva orientación que habría de darse en un futuro. Dentro de las producciones complementarias desarrolladas destacaron unidades de apicultura, cunicultura y producción de patos. En 1951 se instala provisionalmente el Laboratorio Regional Asturiano que asume las funciones que venían prestando a la salud animal los Institutos Provinciales de Higiene, posteriormente ocupó un piso en la ciudad y se trasladó a la Finca “La Mata” en Jove del Medio. A partir de 1952 se comenzaron a introducir nuevas tecnologías como fue la inseminación artificial y marcaría todo el futuro de la Estación Pecuaria junto con las campañas de saneamiento ganadero.
Tercera etapa (1972 – 1991) Selección y Reproducción Animal.
En 1971 el Ministerio de Agricultura determina que las Estaciones Pecuarias se adscriban a las Delegaciones Provinciales como Centros Nacionales de Selección y Reproducción Animal (CENSYRA). Esto llevó a la renovación casi integra de sus instalaciones. La Pecuaria abandona su carácter plurinacional para convertirse en un centro monográfico de apoyo tecnológico a la especie bovina. Las actividades se concentran en la gestión de registros genealógicos, control de vencimientos, valoración genética de reproductores y programas de reproducción asistida por inseminación artificial con semen congelado y transferencia de embriones. El 10 de marzo de 1986 la Conserjería de Agricultura pasa a denominarla “Centro de Selección”.
Cuarta etapa (1991 – 2005): la Investigación.
El 13 de septiembre de 1991 se incorpora al Instituto de Experimentación y Producción Agrícola (IEPA). Todas las funciones de apoyo tecnológico que el CENSYRA venia prestando pasan a segundo plano y las inversiones se canalizan hacia proyectos de investigación que exigieron un cambio en las instalaciones y en los laboratorios para adaptarse a las nuevas actividades de manipulación de embriones, fertilización in Vitro, preparación de medios de cultivo, genética molecular, electroforesis y bandeo fotográfico UV.
Traslado.- La Estación Pecuaria que nació con vocación experimental en materia ganadera, desarrolló funciones de fomento pecuario, dio apoyo técnico a la ganadería regional y a la investigación en materia de selección, genética y reproducción animal, va a ser sustituida por dos unidades: una orientada hacia la reproducción ganadera como Centro de Inseminación Artificial Bovina (Centro de Reproducción Animal), ubicado en la Parroquia de Cenero en la Finca “ El Picu”, y otra como dependencia del SERIDA (Servicio de Investigación y Desarrollo Agroalimentario) en la Parroquia de Deva, para aquellos trabajos de investigación en materia de selección, genética , y reproducción animal desarrollados en la Pecuaria y los de patología que realizaba el Laboratorio ubicado en Jove.
Desmantelamiento. – Pasaron cinco años desde que comenzó el traslado de las instalaciones hasta que se hizo realidad. Fue a principios del año 2010 cuando comenzó el traslado o lo que es peor el abandono de las instalaciones. Se fueron desdejando las instalaciones. La realización de la Avenida de la Pecuaria aceleró el proceso, comenzaron los asaltos y saqueos para conseguir lo poco que quedaba, las cuadras fueron cayendo. Es triste, penoso, abrumador…. ver como unas instalaciones que fueron esplendor en la Parroquia pasaron a ser la ruina y la vergüenza. Ver desde la citada avenida como está todo, los desmoronamientos, desplomes, abandonos y decadencia de lo que fue en su día esplendor. Solo se conserva en buen estado el arco de la entrada. Juzguen ustedes mismos, solo con echar un vistazo. Lo que fue, lo que es y ¿Qué será? Solo queda el nombre de todo en una avenida, Avenida de la Pecuaria, un recuerdo."
"En el transcurso de medio siglo, la campiña de los términos del Somió interior quedó, pues, esmaltada de grandes y medianas posesiones de recreo en manos de príncipes de la Iglesia, de la nobleza aburguesada de la Restauración, y de la nueva burguesía. Cristalizó entonces un espacio residencial de veraneo endogámico y de clase, el Somió de los señores frente al de los rústicos y aldeanos, donde todos se conocen y relacionan entre sí, donde se conjuga el ocio y el negocio, donde se muñen elecciones y se reparte el poder provincial, a la vez que se tejen relaciones con Madrid a través de los veraneantes procedentes de la corte."
"Aunque el tono del paisaje residencial en las zonas de baja densidad lo hayan dado las clases pudientes, la progresiva sagrarización de las propiedades rurales, y la transformación de sus titulares en mano de obra urbana empleada en la industria o los servicios, les permitió disponer de un suelo que, cuando no fue vendido, les facilitó levantar su vivienda"
"La fisonomía de la edificación, habida cuenta de la existencia de un mayor número de proyectistas y de una gama más amplia de materiales de construcción, se diversificó, alejándose de las pautas monótonas de la vivienda terrena de la preguerra".
"existen varias hipótesis para explicar el origen y significado de este topónimo. Parece que estamos ante un plural femenino de una antigua palabra *foxana, que provendría del término latino vulgar *fŏvĕana [foweána] o *fŏvĭána [fowiána] (en plural *fŏvĕanas o *fŏvĭanas), derivado del latín clásico fŏvĕam [fóweam], con el significado de ‘pozo’, o bien del término latino fŏssam [fóssam] ‘pozo, pozo cavado’, de donde vienen también las palabras asturianas actuales foxa, fuexa, foya, con sus variantes masculinas foxu, fuexu, fueyu (ver Fuexo; la misma procedencia tienen las palabras castellanas «hoya», «hoyo»). Por lo tanto, Foxanes tendría origen en una expresión del tipo *tierres foxanes, que vendría a significar ‘tierras con pozos’. Según otras hipótesis, Foxanes podría tener origen en algún nombre de persona, posesora de una finca o heredad. Así, la expresión *Faustiānis ‘de Fausto’, genitivo latino-vulgar del nombre propio Faustus ‘Fausto’, y en consecuencia significaría ‘tierra o finca de Fausto’; o bien *Fŭlviānis [fulwiánis] ‘de Fulvio’, genitivo latino-vulgar del nombre Fŭlvius ‘Fulvio’. Por último, dos hipótesis menos probables son las que hacen intervenir el elemento fon- o fo-, derivado de fonte. Según esto, habría que remontarse a expresiones como *fo(nte de) xanes, donde estarían presente las xanes o ninfas de las fuentes (xana viene del latín Dĭāna, diosa de la caza). Podría suponerse también que el elemento -xanes provendría del nombre Iohannis o Iohanis [yoánis] ‘de Xuan o Juan’, genitivo de Iohannes o iohanes [yoánes] ‘Xuan o Juan’, y por lo tanto *fo(nte) xanes sería ‘fuente de Xuan o Juan’, semejante por tanto a El Campu Xuanes. Por último, no hay que olvidar que ese elemento inicial fon- o fo- puede derivar no de fonte, sino del término latino fundum [fúndum] ‘finca, heredad’. Una etimología en una supuesta palabra gótica froja o frojanes, con el significado de ‘franja o haza de terreno’, no tiene mayor fundamento."
"Etimología: se desconoce con certidumbre. En principio, parecería tener relación con algún derivado del adjetivo latino sŭmmum [súmmum] ‘lo más alto’, que haría referencia a la parte alta de la parroquia, en contraste con la parte más llana y baja del resto de Somió y de Gijón (ese adjetivo latino presenta en asturiano un heredero directo en el sustantivo somu ‘lugar más alto de una casa o de un pueblo). Ese derivado de sŭmmum no se conoce, lo que equivale a desconocer qué antiguo sufijo se le añadió. Una hipótesis tentadora es suponer que el origen estaría en sŭmmētum ‘lugar de alturas, los altos’, con el sufijo colectivo -ētum, de donde resultaría primeramente la forma *Somiedo, que evolucionaría a *Somieo o *Somiéu, luego a *Somióu, para acabar finalmente en la actual forma Somió. La evolución de esa terminación sería la misma que vemos en el posesivo latino mĕum, que dio lugar a mieu, miou (formas conservadas en el asturiano occidental) y mio en el asturiano centro-oriental, pronunciado en una sílaba y con acento tónico en la «o» final. Por consiguiente, Somió sería un topónimo hermano de Somiedu (con su variante Somiéu), nombre de un concejo de Asturias. Esta hipótesis, sin embargo, tropieza con dos considerables problemas de evolución fonética, que prácticamente la invalidan. El primero se refiere a la vocal tónica: la ĕ de mĕum es breve, y genera regularmente un diptongo «ie», pero la ē del sufijo -ētum es larga, y no genera tal diptongo, de modo que esperaríamos en la lengua de hoy más bien *Someo. Hay un dato que podría salvar esta dificultad: suponer que este sufijo se transformó en *-ĕtum con ĕ breve, permitiendo la diptongación y dando lugar a toda la cadena evolutiva *Somiedo → *Somiéu → *Somióu → Somió. La misma explicación tendría el topónimo Llubrió (Oviedo), que se registra en el siglo xi como «Dubredo», tal vez grafía de una pronunciación [-iedo], como los topónimos de Cantabria en -iedo (Periedo, de petrētum); a mediados del siglo xiii, en el Libro de las Calendas, aparece citado como «Dubreo» –no sabemos si pronunciado [dubréo], [dubreó] o [dubriéo]–, y «Dubrio» [dubrió]. En todo caso, la hipótesis del sufijo -ētum o *-ĕtum tropieza con otro problema de evolución fonética aún de peor resolución. En efecto, ese sufijo da como resultado primero -edo, y lo normal en asturiano medieval es que la -d- entre vocales se mantenga durante bastantes siglos antes de perderse (como Dubredo y el actual Llubrió). Sin embargo, los primeros testimonios medievales de Somió remontan a una forma del año 1006 «Sumeo», no sabemos si pronunciada [suméo], [sumiéo] o [sumeó], pero en cualquier caso ya sin -d- intervocálica (en definitiva, no se registra para este topónimo la terminación *-edo o *-iedo), lo cual hace inverosímil un origen en el mencionado sufijo latino. Así las cosas, el camino es tantear otros posibles sufijos o terminaciones que expliquen el actual Somió, pero cualquier intento es poco convincente hasta el momento. De todas maneras, la terminación de Somió podría relacionarse con la que aparece en una serie de topónimos asturianos acabados en -ó y en -ió (como Premió en Les Regueres, Purció en Riosa, Carrió en Carreño, etc.), que a su vez podría relacionarse con las terminaciones del asturiano occidental -óu y -ióu, como Meróu en Bual, quizá derivado de mera ‘miera, planta o arroyo de agua clara’; Nogueiróu en Grandas de Salime, posiblemente derivado de nogueira ‘nogal’; o Fuxóu y su variante Fuxéu en Tameza, tal vez un derivado de fuexu ‘hoyo, pozo’ (en el Libro de las Calendas, de mediados del siglo xiii, aparece como «Foio», seguramente pronunciado [foЗóu]). Así pues, el antecedente del actual Somió quizá no haya que buscarlo en un hipotético *Somiedo, sino directamente en un posible *Somieo o *Somiéu. Por supuesto, el debate filológico alrededor de este topónimo gijonés sigue abierto."
"en el Libro de los Testamentos, año 1006, aparece «concedo etiam uillam que dicitur Sumeo». A partir de entonces, todas las citas coinciden con la forma actual. En romance aparece «e con Somio» (Cortes de Segovia, año 1383); «Santollano de Somio» (Inventario de Parroquias, año 1385). En documento del Monasterio de Santa María de la Vega, año 1508, encontramos: «heredad de Fernan Suarez de Vernuezes e de herederos de Juan de Valençia de Somió», «Pero Suarez de Castiello, capellan de Santo Jullian de Somió». En otro documento del mismo año: «Gonçalo Fernandez de Ferrera de Somió». En el Libro del Cay se cita: «Gonzalo Rellero, veçino de Somió» (año 1528); «Juan Moniz de Somió», «Juan Moñiz de Somió» (año 1572); «Pedro Menendez de la Espriella, vezino de la aldea de Somió» (año 1577); también aparece en ocasiones en la forma «Somyó». Otro tanto encontramos en el Libro Ordinario: «En Somió a Alvaro Martin, el biejo» (año 1576); «y en Somió dijo que nonbraba y nonbro por fiel y cogedor a Juan Caycoya, el biejo», «Pedro del Barredo de Somió» (año 1577); «Pedro de Deba, de Somyó», «y en Somió a Juan Abá» (año 1578). En el Catastro del Marqués de la Ensenada (1752) se cita «la Parrochia de Somió»
"El corredor de madera es un elemento que se encuentra reiterativamente en casas repartidas por toda la región asturiana: por su ubicación. disposición y diseño son posibles múltiples alternativas en la composición de fachada de las viviendas y servicios que adoptan esta solución constructivaDeterminados tipos de corredor predominan en área s concretas. unas veces de forma tan clara que caracterizan por completo su arquitectura. como es el caso del corredor volado diáfano en concejos centrales. mientras que en otras áreas coexisten dos. tres o más tipos de corredor (...)Corredor entre muros cortafuegosEl corredor se desarrolla a lo largo de toda la fachada principal de la casa, cerrándose sus laterales por la prolongación de los muros piñones, en los que encajan o apoyan las carreras sustentantes de aquél Estos muros, denominados cortafuegos, protegen lateralmente del viento y de la lluvia tanto el zaguán como el corredor. Se consigue con esta composición una lectura similar a la que proporciona el corredor sobre machones; en ambos casos toda la fachada es un espacio de transición entre el exterior y el interior."
"El popular hostelero de Somió Víctor López falleció hoy en Gijón a los 80 años víctima de una dolencia cardiaca.Nacido en San Sebastián, gijonés de corazón, llegó a la ciudad en los años 60 de la mano de la entonces su novia Isabel, con la que contrajo matrimonio en 1966 y un año después fundó Casa Víctor tras adquirir Casa Alvarín, establecimiento que ya era referencia en la parroquia y que motivó que popularmente se le siguiera conociendo como 'Alvarín', o 'al barín', como él recordaba a cuántos le preguntaban por el nombre de su local.Merendero de verano, escenario de geniales partidas de mus y, sobre todo, lugar de encuentro de famosos que visitaban la ciudad, Casa Víctor forma parte por méritos propios de los grandes establecimientos de la zona rural gijonesa. Sus tortillas y, sobre todo, sus calamares fritos, eran conocidos y reconocidos por su fiel clientela. Ya jubilado, su viuda Isabel y sus hijos Bernardo, Víctor e Ismael continúan al frente del negocio."
"Somió ha perdido a una figura clave en su hostelería. Víctor López Mendoza, que fundó hace 54 años el local Casa Víctor, falleció a los 80 años después de una dolencia cardiaca. Víctor López, vasco de la localidad de Rentería, llegó hace más de medio siglo a Gijón, donde se instaló con su mujer Isabel, con la que puso en marcha el negocio, del que se había jubilado, y con el que seguía adelante su familia, con el testigo que tomaron sus hijos Bernardo e Ismael.“Montó un local que se convirtió en emblemático en Somió”, cuentan quienes le conocieron, que destacan de Víctor López también su carácter “educado”.Casa Víctor, un pequeño bar con terraza, “que siempre estaba llena”, se queda ahora huérfano de la figura de quien hizo famoso el tapeo, con las tortillas y los calamares, un lugar de encuentro para los gijoneses y los visitantes de la ciudad, en el Camino de los Fojanes"
"Víctor López, nacido en San Sebastián, pero gijonés de corazón, se vino a Asturias por amor en 1966. Un año después, en 1967, compró el local ahora centeanio -en pie desde 1908-, que por aquel entonces era Casa Alvarín, establecimiento que ya se consideraba una referencia en la parroquia y que motivó que popularmente se le siguiera conociendo como 'Alvarín', o 'al barín', como él recordaba a cuantos le preguntaban por el nombre de su local.
El restaurante mantiene la fama 53 años después y es conocido en Somió y en todo Gijón por su buena cocina. Multitud de peregrinos encontraron allí su Meca con las reconocidas tortillas y sus raciones de calamares fritos, bocartes, callos y chorizo a la sidra, entre otros. «Era un referente», coinciden sus allegados.
Reconocido hostelero, pero también jugador de mus, llevaba 15 años jubilado. Desde entonces, es su mujer, Isabel, junto a sus hijos Bernardo, Víctor e Ismael, quienes han cogido el timón de la nave, aunque, en estos tres lustros, él nunca se alejó de su creación. «Era el dueño en la sombra a pesar de estar jubilado». Siempre admitió que el éxito de Casa Víctor estaba, precisamente, en la mano para la cocina de la que el llamaba su 'santa', su esposa desde 1966. Este bar-merendero, de poco más de diez mesas, en pleno corazón de Somió, es lugar de encuentro de gente de todos los rincones de España y también de los vecinos del barrio. Y es que se convirtió también en escenario de geniales partidas de mus y, sobre todo, lugar de encuentro de famosos que visitaban la ciudad.
Víctor López siempre estuvo muy implicado en la hostelería asturiana y aquellos que lo conocieron destacan que era un hombre «clásico, de los antiguos. Lo que ahora no vale». «Si llega a pillar esta época para abrir un bar haría el trabajo, no de uno, sino de cuatro agentes de Policía», cuenta su familia. Orden, limpieza y todo en perfectas condiciones era sus prioridades a la hora de trabajar. «Sin voces ni gritos». Así trabajaba, de sol a sol, y levantó un negocio que se convirtió en su casa -allí crió a Bernardo, Víctor, Mónica, David e Ismael-.
El propio Víctor López aseguraba hace años, en una entrevista para EL COMERCIO, que el truco de su prestigio reside en «trabajar mucho». Y su carácter. «A mí me decían que tenía mal genio, pero si no llego a tenerlo... ¡Me comen!», explicaba entonces. La que es «la mejor clientela de Gijón», a ojos del propio hostelero, se reunía en su bar desde hace más de 60 años, además de por su evidente buena carta, por él.
«Era la referencia de Casa Víctor. La gente no iba solo por las raciones, que son excelentes, sino por él. Preguntaban dónde estaba cada vez que llegaban al restaurante», explican sus allegados. Porque coinciden en que es de esas personas que no pasa inadvertida en el barrio.
Una clientela que, sin duda, echará de menos ver al fundador de uno de esos locales que se pueden calificar de los de toda la vida. Aunque Víctor López ya no esté, el negocio seguirá con los fogones encendidos para continuar ofreciendo buena cocina y de calidad a todo el que, de paso por Gijón, quiera entrar en el mítico restaurante. Y así poder probar de primera mano si esas tortillas o los calamares fritos están tan buenos como todo el mundo reconoce al salir por la puerta del local. «A cualquiera que se le pida que mencione un local con buenos callos, chorizo a la sidra, bocarte o calamares, dirá Casa Víctor. Además de buenos, abundantes», comenta un pariente, sin tener dudas sobre esta afirmación. «Es un clásico de Somió», un barrio que está de luto por la pérdida del fundador de uno de los negocios estrella de la parroquia."
"Siempre tuvo esta Plaza la forma redondeada actual donde daba la vuelta el tranvía primero y el autobús municipal en la actualidad. Desde hace unos años dispone de la única parada de Taxis de la Parroquia. Está rodeada de casas donde se ubican varios establecimientos públicos que hacen de esta plaza un lugar de moda juvenil. En el año 1946 se construyó el famoso kiosco de Villamanín que luego fue trasladado al cruce con el Camino de Cabueñes, derribado en el año 2017. En 1973 fue colocado el busto del benefactor y colaborador de múltiples avances sociales y culturales de Somió Don Dionisio Cifuentes Suárez. En 1998 fue remodelada íntegramente la Plaza dotándola de mejoras pero sin perder su identidad. El roble atlántico centenario de Villamanín tiene motivo para sentirse orgulloso y con él las personas que a diario lo contemplan y admiran sirviendo de inspiración al célebre Don Bonifacio Lorenzo Somonte en sus habituales “crónicas de un carbayu” y siendo distintivo actual de la Asociación de Vecinos “San Julián”. Próximo a este lugar emblemático de Somió se encuentra el convento de las Madres Agustinas."
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por tu visita y contribuir con tu comentario... Únete a la Página Oficial en Facebook para descubrir nuevos contenidos....Ultreia!