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miércoles, 20 de marzo de 2024

LA CAPILLA DE SAN ESTEBAN DEL MAR DEL NATAHOYO Y LA FUNDACIÓN REVILLAGIGEDO (GIJÓN/XIXÓN, ASTURIAS) EL HOGAR DE SAN JOSÉ, NORMA DUVAL, EL CINE, SANTA OLAYA, LOS ASTILLEROS Y "EL SECUESTRO DEL MONTE COROÑA"

Capilla de San Esteban del Mar del Natahoyo, Fundación Revillagigedo y antiguo Naval Gijón

Siguiendo el Camino de Santiago por el casco urbano de Gijón/ Xixón, pasamos de la Plaza Padre Máximo González a la calle Mariano Pola, en el gijonés barrio de El Natahoyo, por donde iba el antiguo Camín Real de la Costa, que salía de la antaño pequeña villa gijonesa pasando por La Gloria y el antiguo Arenal de Pando, donde, avanzado el siglo XIX, se hicieron dársenas y astilleros, fábricas y ciudadelas, allí donde antaño hubo una venta caminera y donde se dice empezó el turismo playero local ya antes de la zambullida en el lugar de la reina Isabel II en 1858

Este histórico entorno fabril y obrero ha cambiado drásticamente desde que se acometieron las grandes reformas urbanísticas que, desde principios de la década de 1990, transformaron esta parte de El Natahoyo en netamente residencial tras el final de la actividad portuaria de El Fomento y El Fomentín, trasladada definitivamente al puerto de El Musel, y la de los astilleros, concentrados ahora más al oeste, en la factoría de Armon, dentro del mismo barrio

Capilla de San Esteban del Mar del Natahoyo y edificios de la Fundación Revillagigedo

Testimonio de aquel legado industrial en La Gloria antigua fue el astillero de Naval Gijón, cuya historia y la de otras empresas repasábamos en la entrada de blog correspondiente al tramo anterior del Camino, así como las naves de la Fundación Revillagigedo o Comunidad Natahoyo-Escuela Revillagigedo con su Centro de Formación Profesional, popularmente El Gedo, hacia donde nos dirigimos

Y, testigo de la historia más antigua, de los tiempos de la venta de La Gloria y aún más atrás, es la  capilla de San Esteban del Mar, fundada en el siglo XVII. Las primeras referencias escritas que la mencionan son del año 1651, cuando los  Señores de la Casa de Ramírez, D. Alonso Ramírez de Jove y su esposa Doña Margarita de Valdés Miranda, dotan a esta capilla de San Esteban en terrenos de su coto señorial, comprado en 1556 por su antepasado Alonso Ramírez de Jove a la Iglesia ovetense, pues este terreno era de su propiedad, siendo obispo Don Cristóbal de Rojas y Sandoval

Para su construcción se emplearon restos de las ruinas de una capilla cercana, radicada en Tremañes, según se sabe por documento del 25 de mayo de 1647, tal y como resalta el investigador Carlos Roces Felgueroso

Fue capellanía independiente hasta su fusión en 1788 con otras de los Ramírez de Jove, como las de Peñafrancia en Deva, la de los Santos Reyes en la iglesia de San Pedro, la de Santa Eulalia en Tremañes y la de los Santos Mártires San Justo y San Pastor en Somió, todas ellas, recalcamos, en sus extensas posesiones

Durante mucho tiempo era una referencia visual muy importante para las embarcaciones que entraban a puerto, dado que, sin edificios, la capilla se veía perfectamente desde el mar cuando las embarcaciones se aproximaban al muelle local, de ahí que del gran ilustrado gijonés Gaspar Melchor de Jovellanos en sus Apuntamientos para el Diccionario Geográfico-Histórico de Asturias de 1804 escribiese de "esta ermita con la advocación de San Esteban del Mar y al pie de ella desagua en el mar el pequeño río Cutis, llamado por eso del Natahoyo"

El día 27 de septiembre de 1815, durante el traslado a Gijón/Xixón de sus restos desde Puerto de Vega (La Veiga), concejo de Navia, donde había muerto en penosas circunstancias cuatro años atrás, salió de esta capilla una procesión para recibirlos formada por doce personas con antorchas encendidas y otras cuatro que se hicieron cargo de la caja con los huesos para llevarlo, previo paso por la puerta del Real Instituto Asturiano que él había fundado, a la iglesia de San Pedro, para ser enterrados en el nuevo cementerio de La Visitación, al lado de la iglesia, en unos terrenos familiares de la finca La Atalaya que él mismo había cedido para tal fin, pues hasta entonces se enterraba dentro de los templos o en su camposanto

Más antiguamente se ha descubierto que en este entorno hubo fábricas de salazón en época romana, al igual que las de Campo Valdés de las que hablamos al llegar al muelle, lo cual parece haber sido fundamental para el asentamiento de poblaciones posteriormente al abandono antiguo castro astur de La Campa Torres, antecedente poblacional de la ciudad

Se supone que el mismo topónimo del barrio viene de la expresión in Ataúlio, 'en el lugar, casa, villa o terreno de Ataúlio', nombre visigodo latinizado de algún muy antiguo residente o posesor. Así lo explica el filólogo Ramón d'Andrés en su Diccionario toponímico del concejo de Gijón, donde nos ofrece varias pinceladas históricas y etimológicas:

"la hipótesis más probable es que este nombre provenga de la expresión *ĭn Attaŭlĭō [in attaúlio], literalmente ‘en Ataúlio’, aludiendo o a un sitio así llamado, o al nombre del dueño de una tierra. De *ĭn Attaŭlĭō se pasaría primero a *en Ataóyo, luego a *n’Ataóyo (igual que en + Asturies da lugar a n’Asturies), fusionado después en Nataoyo y perdiéndose la conciencia de que la n- inicial fuera la preposición en. De todos modos, el testimonio de variantes como Ataoyo o Lataoyo (procedente de *L’Ataoyo), es buena prueba de que el nombre latino Attaŭlĭō pudo conocer también una evolución en solitario, sin suponer una preposición delante. Las secuencias -lĭ- del latín dan como resultado asturiano una -y-, como mŭliĕrem, tripalĭum, que originan las palabras muyer, trabayu ‘mujer, trabajo’. El nombre Attaŭlĭus [attaúlius] sería la latinización de un nombre visigodo, semejante al que dio lugar al actual Ataúlfo o Adolfo, y provendría de la expresión germánica athal-wulf ‘lobo ilustre’."

El Natahoyo perteneció luego también a Tremañes durante bastante tiempo, siendo paso para ir a bañarse a Pando y los arenales del Monte Coroña. La instalación de las primeras fábricas en torno a la estación ferroviaria atrajo a numerosa población de trabajadores con sus familias, que moraban en antiguas ciudadelas obreras en torno a factorías, astilleros y este viejo camino que se hizo calle y avenida, incorporándose El Natahoyo a la zona urbana gijonesa pero sin perder su entidad, si bien la reordenación urbana de todo el contorno a veces ha puesto en entredicho sus límites seculares al nacer nuevas urbanizaciones con nuevos residentes:

 "El Natahoyo es un lugar poblado del cual existe constancia desde época romana. La documentación medieval se refiere a un lugar junto al mar donde había huertos, prados, montes, fuentes, acueductos, pesquerías, salinas, etc. La capilla de San Esteban del Mar es del siglo xviii. Históricamente, El Natahoyo era un barrio de la tradicional parroquia rural de Tremañes. El nombre de El Natahoyo se ha utilizado también para llamar El Río Cuti (o Cutis), que desemboca en el lugar, y a alguno de los arenales occidentales situados entre L’Atalaya y El Monte Coroña (playa de El Natahoyo). La industrialización transforma totalmente la fisionomía de la zona: la fábrica de loza «La Asturiana» es la primera, en 1876, pero enseguida le siguen la de «Moreda y Gijón» en 1879, la refinería de Rufino Martínez en 1890, y tantas otras."

Los cultos religiosos cesaron cuando la misma familia de los Ramírez de Jove fundó la iglesia parroquial de la misma advocación, unos metros más adelante, frente a la que enseguida pasaremos calle arriba. Todo este enclave parece estar en el mismo germen del barrio:

"en documentos medievales escritos en latín aparece «in Nataleo ecclesiam Sancte Eulalie» (Libro de los Testamentos, año 905); «de uilla nostra propria quam habuimus […] in Asturias, territorio Gigon secus Occeani maris, nominata Ataulio», «illa supradicta uilla nominata Ataulio» (Libro de los Testamentos, año 1078); «de uilla mea propria quam habeo in Asturias territorio Gegione, nominata uilla Ataulio» (misma fuente, año 1080); «Nataollo» (Libro Becerro, año 1281); «Nataollo» (documento de 1493). El Libro Ordinario cita en el año 1578: «E luego nonbraron en Tremañes a Gonçalo de la Caleya e a Juan de la Briega de Nataollo». En los Protocolos Notariales del Concejo de Gijón, año 1743, se cita: «En el coto d’El Nataoyo de el conzexo de Jixon». En el «Plano del Puerto de Gixon», de Andrés de la Cuesta (1776), se indica «Rio del Atahoio», para referirse a El Río Cuti, y «Arenal de Atahoy», para referirse a la playa situada entre El Río Cuti y El Monte Coroña. En el «Plano de la Concha de Gijon», de Vicente Tofiño (1787), figura «Rio Ataoyo». Jovellanos en su Diario escribe «Natahoyo». El «Plano del Puerto y Villa de Gixon en Asturias», de Ramón Lope (1812), consiga una barbacana «del Mar de Nataoyo» y otra «del Mar de S.n Lorenzo», expresiones en las que el sustantivo mar está usado en el sentido de entrante o zona del mar reconocible en un entorno determinado’ 31. En el «Plano de la Villa y Puerto de Gijón», de Sandalio Junquera Huergo y Alonso García Rendueles, de 1836, aparece «Arenal de Nataoyo» y «Aldea de Nataoyo». El diccionario geográfico de Madoz (1845-50) cita este lugar como «Natahoyo, lugar de la parr. de Ceares». Francisco Coello consigna en su «Plano de la Villa y Puerto de Gijon» (1870) «Arrabal de Natahoyo» y «Arenal y Playa de Natahoyo ó del Paseo».

como se comprueba por la etimología y la historia de la palabra, la «h» no es más que un adorno ortográfico sin mayor fundamento; la escritura más correcta, desde el punto de vista filológico, sería El Nataoyo, que tiene precedentes históricos. Por otro lado, el uso popular incorpora el artículo, de manera que no es correcto prescindir de él diciendo simplemente «Natahoyo». Hay gente que dice El Lataoyo y Lataoyo, con una L- inicial que puede estar originada en una antigua forma con artículo del tipo *L’Ataoyo; en todo caso, es seguramente un testimonio vivo de que este topónimo tuvo varias formas en coexistencia. Por acuerdo municipal de 1979, en la Avenida Juan Carlos I existe el «Parque de Atalía» (también hay colegio y asociación de vecinos «Atalía»), que obedecería, tal vez, al nombre antiguo de El Natahoyo, pero que no responde a ninguna denominación histórica conocida, como se puede ver en la sección anterior; no obstante, parece que el nombre de Atalía está tomado del de una mariposa (la Argynnis paphia, llamada también doncella), y coincide con el de la reina de Judea, protagonista de la tragedia homónima de Jean Racine."

Tras la inauguración de la nueva parroquial, esta capilla fue desacralizada y empleada para diversos usos de la Fundación Revillagigedo, llegando a ser gimnasio, almacén, local de ensayo de grupos musicales, consultorio y botiquín, estos dos últimos con el Padre Montero, de quien escribe el erudito investigador Hernán Piniella Iglesias en Gijón a través del tiempo:

"Hay una calle que cae perpendicular sobre la fachada de la iglesia de San Esteban del Mar en el Natahoyo, calle entonces de Gracia y hoy de “gracia divina” al llevar el nombre de nuestro adorado Padre Montero S.J.

En esa calle, esquina a Vicente Jove en un pequeño local se hizo una gran obra. Eran tiempos difíciles para muchos de los pobladores de Gijón especialmente en los barrios obreros de La Calzada y El Natahoyo, alcanzando su obra benéfica hasta la vecina Tremañes, la sanidad no era aún universal como a día de hoy, ni tan siquiera llegaba a regional. Entonces la figura inmensa de un padre Jesuita cautivó con su magnetismo santificante a muchos médicos de Gijón que regalaron sus conocimientos y su tiempo, pasando consulta gratuitamente en el Dispensario San Ignacio, donde todas las especialidades médicas estaban representadas para atender las necesidades de los más necesitados, los más humildes de los hijos de Gijón, los casos graves se remitían pañuelo al aire, a esa otra gran obra Gijonesa, el Hospital de Caridad de Jove. 

El Padre Montero fue el designado para suceder al desbordado Padre Máximo otro héroe de Gijón, al frente del Hogar de San José, no contento con ese reto, fue el fundador de este Dispensario que llego a tener más de 12.500 fichas de pacientes y hasta tiempo tuvo para inventar un fantástico crecepelo, que aun hace poco se expedía en algunas farmacias de Gijón; el SJ-38 “vida para su pelo”. 

Después de su prematura muerte, que en primera instancia lo visitó en Madrid, siendole concedido el tiempo necesario para regresar apurado a morir en su "cielo del Natahoyo", en su agonía, colas de trabajadores hacían vigilia ante las puertas de la residencia del Gedo, para dar su sangre y lo que falta hiciera para el Padre Montero, el Padre de los pobres, el que se enfermó de las enfermedades de sus pobres. 

Pero no había nada que hacer, ni toda la sangre del Natahoyo le iba a regalar un día más en este mundo... y se nos fue un ocho de Enero de 1965. 

Para sucederle otro cura médico, otro médico que curaba almas y cuerpos, vino al Natahoyo; el Padre Darío Gallego Tabares, alguna vez tuvimos el privilegio de llevarle su maletín repleto de medicinas que eran salud, hasta la cercana Villacajón a curar necesitados. Era corriente oír al vulgo decir que era un enclave de portugueses, lo cierto es que la mayoría eran españoles, (el ochenta por ciento) cuando se hicieron las encuestas del programa: “Gijón, una ciudad para todos.” Pero es muy fácil odiar gratuitamente a quienes carecen de todo, más si están al lado de tu casa y amenazan tu “propiedad” ese raro privilegio de quien se cree que ha llegado en primer lugar a ser dueño de algo. 

El Natahoyo es sin duda alguna mi barrio y mi casa, en sus calles discretamente olvidadas durante mucho tiempo por la oficial desidia, uno se siente feliz, el olor de la cercanía del mar, la contagiosa alegría de mis vecinos, el ser parte de una comunidad de trabajadores con habilidades y artes en todos los oficios, que todos lo tuvimos en estas calles del Natahoyo con más talleres que bares, con más sudor que ociosidad, donde nadie te mira por encima del hombro, donde la solidaridad es manifiesta y ante la fatalidad de la desgracia el barrio responde como una sola persona, monolítico bloque de humanidad.  

Y los culpables de esta actitud en su mayoría han sido los padres Jesuitas de la Fundación Revilla-Gigedo, del Hogar de San José, que nos inculcaron esos valores humanos de rectitud y probidad a miles de guajes que formaron en el Gedo y también en el Hogar en menor cantidad, pero no menos calidad humana. Nuestros Padres Jesuitas, volaron a otros destinos a cumplir su misión, allá donde los requirió su Dios… Guatemala, Venezuela, Bolivia, Perú, Brasil. 

Otros como el Padre Montero y el Padre Máximo, fueron llamados a cielos más altos, dejando este mundo a horas tempranas. Así, aturdidos por el dolor de su ausencia física, fuimos derrotados y hundidos tras su rastro hasta Ceares, donde reposa el frágil residuo humano, más todos ellos dejaron en nosotros la fortaleza espiritual de su obra. Donde un Padre Jesuita planta la Cruz de su Fe, desaparece como por ensalmo, el dolor y la intolerancia, la pesadumbre y el odio, todo se torna alegría y esperanza, la sana esperanza de que con trabajo y solidaridad todo mejorara."



En el momento de escribir estas líneas existe un proyecto de restauración de la capilla y abriéndola a la calle, quitando el muro que la separa de la acera por la que va el Camino. Es una iniciativa del Club Rotario de Gijón que se financiaría mediante donativos vía crowfunding. Así nos explican su origen y desarrollo en Hispania Nostra, dándonos de paso nuevas claves para su historia:
"La Capilla de San Esteban del Mar del Natahoyo constituye un inmueble construido en el año 1648 aprovechando elementos de una antigua ermita existente en la parroquia de Tremañes, ambas en el concejo de Gijón. Desacralizada desde mediados del siglo XX y muy deteriorada por los diferentes usos que se le ha dado, se pretende su rehabilitación para convertirla es un Espacio Cultural, abierto a la ciudad e integrada en el entramado urbano gijonés.
En el año 2008, el arquitecto José María Cabezudo Fernández, realizó y presentó el documento: “Estudio previo para la restauración de la Capilla de San Esteban del Mar en Gijón”. Este documento hacía un recopilación de las reseñas históricas de la Capilla y de su imagen a través de las historia y una propuesta de rehabilitación, así como una estimación presupuestaria para su rehabilitación. Su prematuro fallecimiento hizo que este primer intento de rehabilitación quedase truncado. 
Años después, el club Rotario de Gijón, a propuesta de uno de sus socios conocedora del proyecto por haber sido alcaldesa de ciudad de Gijón, acuerda retomar el proyecto de rehabilitación y hacerlo propio, dando así comienzo al proyecto en que actualmente estamos involucrados y para el que pedimos su colaboración. 
Con la colaboración desinteresada de los arquitectos Pelayo Infiesta de la Roza, María del Cobre Carballo Alonso y José María Cabezudo Onzaín, este último hijo del redactor del estudio previo antes reseñado se redactó en el año 2018 el “Proyecto básico y de ejecución para definir las obras necesarias de restauración en la capilla de San Esteban del Mar en Gijón” y un posterior “Modificado” en septiembre de 2020 que permitió la concesión de la licencia en mayo del 2021. 
Desde ese momento, el Club Rotario de Gijón se ha esforzado en captar fondos para llevar a término este proyecto en el que tanto esfuerzo e ilusión hemos puesto con el fin de restaurar una pequeña parte de nuestra historia, así como poner a disposición del barrio del Natahoyo un espacio cultural singular. Igualmente, consideramos que la integración urbanística de este espacio en el entramado de la ciudad, así como los importantes cambios que se anuncia en la zona colindante de los astilleros, hacen de esta actuación la primera de muchas en la zona que la convertirá de zona degradada a una zona abierta al mar como lo fue en el momento en que construyó la capilla."

Si bien en principio es indistinto ir por una u otra acera de la calle Mariano Pola, en la de la derecha hallaremos en el suelo conchas doradas, colocadas en junio de 2009, cuando aún el Camino de Santiago del Norte tenía muy poca afluencia de peregrinos en este su ramal gijonés. Este es el cruce con la calle Palafox, hasta donde llegaban los astilleros. A partir de aquí empieza el Gedo


Astilleros que han desaparecido, así como las viviendas obreras de este tramo de calle (más allá del Gedo sí encontraremos una ciudadela arruinada), dedicada a este pionero de la industrialización gijonesa y especialmente en este lugar, Mariano Suárez-Pola y Gutiérrez, como bien nos lo explica el Cronista Oficial de Gijón/Xixón Luis Miguel Piñera en su libro Las calles de Gijón, Historia de sus nombres:
"Pionero de la industrialización en Asturias. Nacido en Luanco en el año 1800, se traslada a Cuba en 1816 y allí permanece hasta que a los cuarenta años regresa a Gijón, donde había estudiado, para fundar la Fábrica de Vidrios La Industria, junto a Juan Menéndez, Anselmo Cifuentes y Alfredo Truán en 1844. En 1874, Mariano Pola (Mariano Suárez-Pola Gutiérrez) crea en La Braña, con Numa Guilhou, una empresa de aglomerados y, posteriormente (1874), la Fábrica de Loza La Asturiana, que es la actual Porcelanas del Principado, en El Cortijo. El Asilo Pola es también obra suya y de su hermano Antonio, con la finalidad de fomentar la enseñanza de niños necesitados. Falleció en Gijón en 1884; está enterrado en la iglesia parroquial de Luanco, localidad donde se levanta una estatua en su honor obra de Julio González-Pola (1915)."

La calle lleva su nombre desde agosto de 1893, unos meses antes del fallecimiento de Mariano Pola y en un momento en el que lugar ya estaba industrialmente consolidado, antes fue, recalcamos, el camino real costanero y, a lo largo del siglo XIX y coincidiendo con su paulatina industrialización, tuvo otras denominaciones según tramos concretos, al igual que en el siglo XX:
"Nombres anteriores: Castrillón (Parcial). Es el nombre tradicional tomado de una empresa de maderas. Muleto (Parcial). Apodo de un gijonés dueño de una finca en esta zona de El Natahoyo y que dio nombre a la calle que, en planos del siglo XIX, es llamada avenida del Muleto. J-1, J-2 y J-3. Así aparecen denominados unos caminos en el Plan de Valentín Gamazo, en las cercanías del actual Museo del Ferrocarril. El J-1 representaría, de hecho, la calle de Mariano Pola. Travesía de la Iglesia de El Natahoyo (Parcial). En el Padrón de Vecinos de 1935 figura esta travesía. Camino de la Gloria (Parcial). Aunque La Gloria era una posesión de Juan Junquera Huergo, el nombre viene de más antiguo, cuando así se llamaba toda una extensión de terreno posesión de la familia Revillagigedo. Vemos la denominación de Camino de la Gloria, por ejemplo, en el Libro de Actas Municipal de los días 24 de septiembre de 1863 y 20 de abril de 1875. Pando (Parcial). También en algunos planos antiguos aparece esta vía con la denominación de Pando, por la playa de Pando, muy popular y utilizada por los gijoneses hasta que comenzaron a hacerse habituales los baños en San Lorenzo"

La capilla de San Esteban del Mar fue testigo pues de las hondas transformaciones aquí acontecidas a lo largo del tiempo, de ser un enclave señorial caminero de campos y arenales a un núcleo obrero, industrial y, seguidamente, residencial y hasta turístico y de ocio con la recuperación del Arenal del Natahoyo o Mar de Pando (sin embargo y sin saberse muy bien la razón renombrado como Poniente), la reurbanización de la zona y la progresiva adaptación de los espacios de los antiguos astilleros en instalaciones tales como el Acuario, los escenarios de la Semana Negra, de conciertos y eventos, nuevos paseos marítimos, o la Urbanización Poniente, a lo que habría que añadir el Museo del Ferrocarril en lo que fue la Estación del Norte, de los que hablamos en la correspondiente entrada de blog


Era esta una de las llamadas capillas colativas, capellanía vinculada a los Marqueses de San Esteban del Mar del Natahoyo, título nobiliario que, con el vizcondado previo de "la Peña de Francia" fue concedido el 20 de marzo de 1708 por el rey Felipe V a Carlos Miguel de Jove y Vigil, caballero de la Orden de Calatrava, premiando en él los méritos de su tío paterno, el mariscal de campo y comisario general de la caballería de Milán, Francisco Ramírez de Jove y Valdés, que había fallecido en 1706 en defensa del castillo y plaza milanesa de Tortona, de la que era gobernador


Cuando los marqueses crearon la Fundación Revillagigedo, inaugurada en 1929, la capilla se integró dentro de sus instalaciones, siendo desacralizada, recordamos, cuando la misma familia fundadora auspicia la construcción de una parroquial más grande, y pasa a nuevos usos de los que ya hemos hablado, permaneciendo luego en decadencia y deterioro al que pondría final su restauración y recuperación


La capilla es un volumen sencillo de planta rectangular compuesta por muros de carga de mampostería sobre zócalo de bloque de piedra caliza y remate de esquinas en sillería empleando la misma piedra. Tiene contrafuertes en las fachadas norte y sur, uno es este, el meridional, entre dos ventanas de herradura. Así los describen en Hispania Nostra:
"Los contrafuertes de piedra caliza originales ubicados en las fachadas norte y sur se han visto reforzados o doblados con otros de menor entidad arquitectónica superpuestos a los anteriores y de mayor dimensión, proyectándose hacia el exterior. Esta decisión seguramente se debió a las modificaciones que sufrieron los muros y por los empujes de la bóveda interior una posible reforma de época neogótica."

Su cubierta es a tres aguas con remate de alero de tejaroz sobre cornisa de piedra caliza y una pequeña espadaña central, en sillería, de un vano y sin campana. Abajo, la portada oeste sigue la disposición de los templos antiguos y su decoración en zigzag, si bien no es medieval, recuerda esta filigrana artística tan propia de los arcos románicos de medio punto o semicirculares, como lo es este


Sobre la puerta un óculo, de tamaño considerable en relación al tamaño de la capilla, proporcionaba luz natural al interior. Sobre él y bajo la espadaña se ostentan los escudos de las linajudas estirpes aquí representadas, mostrándose las armas de los Valdés, los Miranda, los Ramírez Jove, los Alas y los Hevia


El escudo de los Ramírez es cuartelado en sotuer, siguiendo la descripción y terminología heráldicas: 1º y 4º de azur, con una caldera de oro. 2º y 3º de plata, con cinco sierpes de sinople, puestas 1-3-1. Borduras de gules, con diez escudetes de plata, cargados cada uno de ellos con un castillo de oro


El escudo de Jove es cuartelado de sotuer: 1º y 4º de oro, con tres barras de sinople. 2º y 3º de oro y en letras de sable. Se lee AVE en el 2º cuartel y MARÍA en el 3ª


El escudo de los Miranda es inconfundible con sus cinco sirenas saliendo de sus conchas (arriba a la derecha), así como el de los Valdés, a la derecha, con sus roeles (círculos) de gules en disposición 3-2-2-3 en fajas, debajo de él el de los Alas con el ángel sobre el castillo y, a la derecha, el de los Hevia. En la parte inferior la fecha de 1642, que es la que se da como de la construcción del santuario


El escudo está "enmarcado en el centro de una decoración de falsos arquillos moldeados en mortero, ciegos, situados bajo el remate de cubierta siguiendo la pendiente de ambos faldones", leemos asimismo en Hispania Nostra. Arriba, la espadaña se remata en una cruz



El último retablo del que se tienen noticias era obra del escultor e imaginero ovetense Ramón Méndez Mori, nacido en 1860. El interior pasó por diversas reformas al desacralizarse y emplearse a otros destinos como los ya reseñados, asimismo se abrieron nuevos huecos y vanos y se cegaron otros. La rehabilitación le devolverá su aspecto original:
"En cuanto a la apertura de huecos en la capilla, se pueden considerar como los originales el de acceso por fachada principal y dos saeteras en la parte alta de la fachada sur rematadas en arco de herradura y recercadas en piedra. 
Posteriormente se practicaron dos huecos en la parte baja de la fachada norte y otros dos de las mismas características en la fachada sur, una pequeña ventanilla en la fachada principal, hoy cegada y un acceso posterior respondiendo posiblemente a las necesidades de los distintos usos a los que fue destinada a lo largo de los años. Todos ellos han contribuido al debilitamiento estructural del edificio. 
En la nave, seguramente respondiendo a las necesidades de alguno de sus usos, fue instalado un falso techo de estructura metálica creando un altillo que oculta la cubierta de la capilla sobre cerchas de madera, el óculo de la fachada principal y la huella de lo que fue un falso techo de bóveda de cañón hecho en ripia que a su vez oculta una de las saeteras."


A continuación pasamos a la Fundación Revillagigedo, centro de formación profesional concertado de los Padres Jesuitas inaugurado en 1929 y a donde volvieron en 1940 tras los años en los que la Compañía de Jesús fue disuelta



Se extiende a lo largo de 8.500 m² con sus aulas polivalentes, aulas-taller, y talleres profesionales de soldadura, calderería, tornos, fresadoras, metrología y ensayos


Fue su fundador Álvaro Armada Fernández de Córdoba de Valdés y Güemes, VI Conde de Revillagigedo, VII Marqués de San Esteban del Mar del Natahoyo, IV Conde de Güemes y XVII Adelantado de La Florida, quien se decidió a fundar esta escuela para hijos de trabajadores dentro de la corriente inspirada por la encíclica Rerum Novarum del papa León XIII en 1891



La idea era formar buenos profesionales para la multitud de pequeñas y grandes industrias asentadas en el barrio y sus cercanías, para lo que cedió terrenos de su propiedad junto al antiguo santuario de San Esteban del Mar, encargando las tareas de enseñanza y administración a la Compañía de Jesús



Al fallecimiento del marqués en accidente el 25 de noviembre de 1907, continuarán con el proyecto su viuda Rafaela de los Ríos junto con sus hijos Luis Gonzaga Armada, Marqués de Santa Cruz de Rivadulla y Encarnación Armada de los Ríos, quien dejará incluso sus bienes para tal fin al hacerse monja del Sagrado Corazón de Jesús en 1926


Así se encarga proyecto al arquitecto Miguel García Lomas y se coloca la primera piedra en abril de 1923, siendo inaugurada como Escuela Fundación Revilla-Gigedo el 18 de septiembre de 1929, asistiendo a la ceremonia Jaime de Borbón y Battenberg, quien sería malogrado heredero de la corona española. Escasas semanas antes, el 29 de agosto, había aparecido en el diario El Comercio el siguiente anuncio para matricularse ante lo inminente de las clases:
"FUNDACIÓN REVILLA-GIGEDO 
Escuela nocturna de obreros mecánicos y electricistas. Apertura de curso 10 de octubre, Pídase el boletín de inscripción en el Colegio de la Inmaculada (final de Cabrales), en Marqués de Estalla 40 y en la Fundación Revilla-Gigedo, calle de Mariano Pola"

En Hola, Fundación Revillagigedo, la historiadora Arantza Margolles Beran publicaba en el periódico El Comercio del 24-9-23 la sensación que causó su obra, inauguración y trascendencia para la ciudad:
"La inauguración de las obras de la Fundación Revillagigedo fue tan populosa como se preveía que lo fuera, en el futuro, su acción social en Gijón. Decía hace cien años el arquitecto Lomas, responsable del proyecto, que en Asturias «la salida mejor para el obrero es la de mecánico, por su aplicación a talleres, instalaciones mineras e industria en general, o también a maquinistas y mecánicos de las compañías de navegación y pesqueros». Con la vista puesta en la formación de esos profesionales se bendijeron e inauguraron hace ahora cien años las obras de la Fundación. «Los asistentes al acto eran distinguidos y numerosos, figurando al frente de ellos todos los familiares de la ilustre Casa de Revillagigedo, excelentísima señora condesa viuda, excelentísimos señores condes de Revillagigedo» y más, desde los representantes de la Iglesia y hasta Francisco de Orueta, exdiputado en Cortes por Gijón. 
La obra, «en beneficio de la clase obrera de Gijón», había sido encargada por la condesa viuda de Revillagigedo. Prometía Lomas que en ella se construirían bibliotecas, talleres, clases y laboratorios -tan amplio era el local del que se disponía- y, además, de forma poco vista antes en España, «reuniendo en un solo conjunto todas las dependencias». Ese modelo era «más general en manufacturas importantes extranjeras, los talleres de Beasain en Guipúzcoa y los de la Construcción Naval en Reinosa», y encaminado a que el obrero solo permaneciera en el taller «un número limitado de horas, cambiando de local para asistir a las clases o a otro taller, y como excepción, en cierto periodo del año, el día completo; además, el número de piezas que se trabajen no debe ser tan grande que justifique una disposición mecánica para la comunicación de los distintos talleres». 
Un sistema innovador, que iría acompañado por una importante inversión técnica: se preveía, por ejemplo, la instalación de un motor Diesel para aceites pesados en el laboratorio de máquinas; una máquina de vapor de tipo vertical autolubrificante, de unos 20 HP, y más. Técnica y formación estaban por llegar a Gijón. Ahora, sí."

Tras la verja de cierre, he aquí la entrada principal, de arco de medio punto de robusto aspecto, el cual da paso a un porche y a la puerta propiamente dicha


Arriba es el escudo del linaje fundador, de forma oval y cuatro cuarteles, el cual incluye las armas de los Armada y, arriba, una leyenda con el lema "Una buena muerte honra toda una vida"



Este cuerpo es una gran torre con aleros muy salientes en el tejado, lo que nos recuerda el estilo regionalista montañés, uno de los imperantes por entonces en obras tales como palacetes burgueses y de indianos

Las columnas de las ventanas del piso superior revelan su inspiración en el historicismo y neoclasicismo tan en boga también por entonces

Muy pocos años después, con la llegada de la II República, los jesuitas fueron expulsados de este y otros edificios, como el Colegio de la Inmaculada y la iglesia del Sagrado Corazón (en la que fue la citada calle Marqués de Estella, actual Instituto, no regresando hasta 1940, recién acabada la Guerra Civil


Empezaron entonces de nuevo, con 73 alumnos y, mientras estos aumentaban, se acometieron nuevas obras, como la residencia de profesores, inaugurada el 6 de mayo de 1948, la cual vemos al fondo, al lado de la iglesia


Popularmente la escuela sería conocida como El Gedo, de donde salieron grandes y reconocidos profesionales de prestigio, impartiendo clases profesores como José Álvarez Caunedo, quien dirigió el taller mecánico durante muchos años, o el Padre Pedro Niño Calzada, que en la década de 1960 fue además director de la Escuela de Mandos Intermedios de la Fundación Revillagigedo y fue uno de los impulsores del proyecto Gijón una ciudad para todos, entidad de ayuda a los más necesitados


Fueron por entonces sus coordinadores personalidades tan insignes como el Padre Patac de las Traviesas o el Padre Granda (Joaquín García Granda). El gran escritor y traductor Federico Fierro Botas fue desde 1984 jefe de estudios y profesor


El Gedo llegó incluso a contar con diez secciones deportivas de alumnos, como el Revillagigedo Club de Fútbol, fundado oficialmente en 1962 pero que ya estaba empezando a funcionar en 1954. En El adiós de un histórico, la periodista Sara García publica en El Comercio del 16-2-2008 la historia de la saga futbolística del Gedo y también su final:
"Era una «muerte» anunciada que nadie quería que acabara sucediendo. El Revillagigedo Club de Fútbol dice adiós después de más de cuarenta años formando jugadores. Su historia se remonta, oficialmente, a 1962. Pero ya antes había dado sus primeros pasos, en 1954, cuando un grupo de personas ligadas a Revillagigedo decidió poner en marcha un equipo de fútbol dependiente del Centro de Formación Profesional. La aventura ha finalizado esta semana, con el abandono del único equipo que les quedaba en competición -el juvenil- y la disolución del club.
Atrás quedan jornadas para la historia, años de trabajo y dedicación al fútbol base. Décadas de sacrificio personal y, también, buenos momentos. Pero la «muerte» del Revillagigedo CF venía acechando -explica el que fuera alma mater de este proyecto, socio número 1 y ex presidente del club, Pablo Monella, desde hacía unos cuantos años. Muchos han sido los factores que han llevado a que esta semana el presidente, Aníbal López Robledo, anunciara el punto final del equipo de fútbol. 
Los problemas del Revillagigedo comenzaron con su transformación en club deportivo básico, obligados por la ley del deporte de mayo de 2005. Antes era un club dependiente de una sociedad no deportiva, pero tras su transformación, sin el paraguas de la Fundación Revillagigedo, nada fue igual. Pero también «desapareció la Formación Profesional» tradicional y llegaron los ciclos formativos, algo que, detalla Monella, propició que los chavales llegaran con más edad y fuera cada día más difícil tener jugadores. La cantera comenzó a desaparecer. Para esta temporada, habían tenido que fichar una veintena de jugadores, detalla Aníbal. Con el consiguiente esfuerzo económico que implica. 
Los problemas del Revillagigedo comenzaron con su transformación en club deportivo básico, obligados por la ley del deporte de mayo de 2005. Antes era un club dependiente de una sociedad no deportiva, pero tras su transformación, sin el paraguas de la Fundación Revillagigedo, nada fue igual. Pero también «desapareció la Formación Profesional» tradicional y llegaron los ciclos formativos, algo que, detalla Monella, propició que los chavales llegaran con más edad y fuera cada día más difícil tener jugadores. La cantera comenzó a desaparecer. Para esta temporada, habían tenido que fichar una veintena de jugadores, detalla Aníbal. Con el consiguiente esfuerzo económico que implica."


Efectivamente, de aquella saga deportiva sigue a pie firme el Revillagigedo Balonmano. El 24-3-2024 Sandra Naredo publica para El Comercio una crónica del equipo de por entonces y sus éxitos, de la que extraemos lo siguiente:
"La sección de balonmano de la Fundación Revillagigedo no ha dejado de recoger frutos en la última década, desde aquel día en que Joaquín Concejo, 'Quini', puso en manos de varios ex jugadores un club que, desde entonces, ha tenido una constante progresión. 
Los auténticos artífices son Pablo Monella, diplomado en Educación Física y coordinador general; Borja Sánchez, licenciado en Educación Física, y Sergio, que también es diplomado, sin olvidar a Víctor Álvarez, un entrenador todo terreno, y a Sergio Cotelo. 
En estos últimos diez años, el Gedo ha logrado reunir a equipos de todas las categorías -esta campaña por primera vez-, haciéndose un hueco entre las grandes canteras de Gijón, como Codema, Inmaculada y Farho Balonmano Gijón, entre otros. 
Los resultados se dejan notar con excelentes actuaciones en las categorías inferiores, pero sobre todo sobresale la campaña realizada por su equipo juvenil, que esta temporada ha estado entre los favoritos para el título. 
A ello se une que el Gedo cuenta en su historia con Unai, su primer internacional, además de haber tenido a nueve jugadores en la selecciones asturianas y cuatro convocados para la concentración nacional infantil. 
Asimismo, sus entrenadores Víctor Álvarez y Pablo Monella son asiduos en el cuadro técnico federativo, al estar al frente de dos de las selecciones territoriales."




Llegamos a la altura ahora de la residencia de profesores, construida como hemos dicho en 1948 


En su fachada, en una gran hornacina sobre la entrada, una imagen de Cristo, símbolo por excelencia de la Compañía de Jesús


Y, más arriba, otro emblema muy importante


JHS, abreviatura del nombre de Jesucristo o cristograma, tal y como explica la Wikipedia:, además de su vinculación directa con la Compañía de Jesús:
"El monograma IHS aparece en los primeros siglos de nuestra era, a partir del nombre en griego koiné de JesúsἸησοῦς (en mayúsculas ΙΗΣΟΥΣ, romanizado Iēsûs), del que sería abreviatura. Esta abreviatura, iota-eta-sigma, es ΙΗϹ (con la sigma lunada bizantina) o IHΣ, siendo sustituida la sigma final por la S, pero permaneciendo la eta griega, por su similitud con la H latina, y quedando como lo conocemos ahora: IHS o JHS. (...)
La devoción incitada por el religioso francés san Bernardo (1090-1153) por el nombre de Jesús como representación de la divinidad en sí mismo y, más tarde por la utilización que del monograma hizo el aristócrata italiano Juan Colombini (1304-1367), lo hicieron muy popular. 
Predicadores como san Vicente Ferrer (1350-1419) o san Bernardino de Siena (1380-1444) solían utilizarlo en sus sermones, e incluso a vincularlo a los milagros que unían a estos sermones, que a menudo se acompañaban de conversiones y curaciones masivas. 
El militar y religioso español san Ignacio de Loyola (1491-1556) adoptó el monograma en su sello de superior de la Compañía de Jesús (1541), y de esa manera se convirtió en el emblema de su instituto."

Al lado, la iglesia parroquial de San Esteban del Mar del Natahoyo, fundada por los marqueses en 1904, como hemos dicho también, con la misma advocación que la vieja capilla, siendo realmente el primer edificio del conjunto de la Fundación que hizo erigir el Marqués de San Esteban y Conde de Revillagigedo


Tiene una traza alta y elevada con entrada porticada y en lo alto hay una espadaña de piedra con dos campanas, sin embargo, cuando el musicólogo Julio Sánchez-Andrade publicó en 2000 su libro Campanas y campaneros del Arciprestrazgo de Gijón solo había una pues, según explica "La otra -al parecer por problemas de estabilidad- se bajó de su emplazamiento hace años y quedó en depósito en el colegio Revillagigedo"


En aquel momento, escribe Sánchez-Andrade, aunque no tuvieron permiso para inspeccionar la espadaña por el estado peligroso del acceso y la posibilidad de deterioros importantes dado el estado del edificio por entonces, recabaron de los obreros que pintaron el templo aquel año que la campana que estaba colocada estaba fechada en los años 1950. De la otra dicen que de aquella llevaba depositada en la Fundación Revillagigedo al menos unos treinta años y que es posible que la anterior fuese una copia de esta, que sí pudo examinar, dándole unas medias de 48 cm de altura y 50 cm de diámetro, describiendo así su epigrafía:
"En el tercio aparece inscrito entre dos líneas dobles:
"JHS" MARIA Y JOSE
Luego hay una cruz muy adornada, cuyo tramo superior del palo vertical está formado por dos triángulos, con parecidas figuras en los finales del travesaño y con un enorme pedestal en forma de escalera. Debajo viene:
"SANTA MARIA 
MAGDALENA DE RALES EN 
1901"
Todos los textos citados tienen separadores en forma de triángulo, propios de la época"

Un gran óculo en la fachada da luz natural al interior y, sobre él, dos leones rampantes sostienen un escudo coronado por un yelmo emplumado



Este escudo procede de la familia de los Bernaldo de Quirós en Figaredo, vinculada a los Revillagigedo por matrimonio. Está formado por dos llaves entre rosas y flores de lis


Al lado y a continuación está la sede del Grupo Scout El Natahoyo, de cuya historia y presente leemos en El Natahoyo Stories (II): de villa Ataulio a Facebook, que escribe en el periódico digital MiGijón David Pérez a fecha 22-9-2020:
"... el núcleo de la parroquia es la pintoresca iglesia de San Esteban del Mar, edificada en 1904, también con el auspicio del Marqués. A su lado, llama la atención un letrero de madera donde se lee: «Scouts Natahoyo«. De lo primero que nos advierte, bromeando, Eduardo Pulido (1997), monitor y tesorero del primer grupo del movimiento Scout creado en Asturias, es que no existe ninguna vinculación con los Boy Scouts de las películas americanas. Para empezar, porque es un grupo mixto. «Se fundó en 1974 y fue el primer grupo Scout de la región. También era una novedad que se admitiesen hombres y mujeres; fue un grupo pionero en la coeducación, que hoy está tan de moda. Tuvo un éxito rotundo y en los 80 llegó a tener más de cien personas involucradas en campamentos y actividades».


David Pérez, con Eduardo Pulido, repasan estas historias de los scouts del barrio y recuerdan con añoranza las antiguas fiestas del Parque Atalía, así como la aparición de nuevas urbanizaciones que configuran nuevas entidades e identidades poblacionales:
"Desde que los padres de la primera ola de Scouts natahoyenses construyeron la sede con materiales donados, por el grupo han pasado varias generaciones. «En una parroquia hay distintos movimientos y, entre todos, intentamos echar una mano. Desde los Scouts colaboramos con recogidas de alimentos, de juguetes y colaboramos con la perrera, entre otras actividades. Somos un grupo autogestionado y trabajamos con un rango de edad entre 6 y 21 años», apunta Eduardo, que considera a El Natahoyo, por encima de todo, un barrio obrero. «Siempre ha estado marcado por los astilleros, por el Tallerón de Duro Felguera… Aunque luego fue progresando, en esencia El Natahoyo sigue siendo un barrio de gente trabajadora». 
Aunque solo cuenta 23 años, en su memoria ya existen registros de nostalgia natahoyense, como el recuerdo de las fiestas del barrio en el Parque de Atalía. «Sufrió una remodelación. Es el cambio más presente que tengo. Había árboles centenarios y era algo así como el parque de El Natahoyo. Tenía un bosque y antiguamente se hacían allí las fiestas del barrio, que ahora ya no se celebran. Se hacen las de Moreda, aunque ahí hay pique, porque ellos se consideran un barrio aparte», bromea, aunque lo dice en serio."

Para seguir por Mariano Pola cruzamos de frente al Café Bar Distrito 45 la calle Padre Montero, antigua calle Gracia y Travesía del Balagón, persona fundamental en iniciativas de la Fundación Revillagigedo y el Hogar de San José, que vemos a la derecha, fundado en 1942 por el Padre Máximo González para protección de menores huérfanos y desamparados, también al cargo de los jesuitas, de quien escribe bueno y bien Héctor Piniella Iglesias en Gijón a través del tiempo:
"Hay una calle que cae perpendicular sobre la fachada de la iglesia de San Esteban del Mar en el Natahoyo, calle entonces de Gracia y hoy de “gracia divina” al llevar el nombre de nuestro adorado Padre Montero S.J. 
En esa calle, esquina a Vicente Jove en un pequeño local se hizo una gran obra. Eran tiempos difíciles para muchos de los pobladores de Gijón especialmente en los barrios obreros de La Calzada y El Natahoyo, alcanzando su obra benéfica hasta la vecina Tremañes, la sanidad no era aún universal como a día de hoy, ni tan siquiera llegaba a regional. Entonces la figura inmensa de un padre Jesuita cautivó con su magnetismo santificante a muchos médicos de Gijón que regalaron sus conocimientos y su tiempo, pasando consulta gratuitamente en el Dispensario San Ignacio, donde todas las especialidades médicas estaban representadas para atender las necesidades de los más necesitados, los más humildes de los hijos de Gijón, los casos graves se remitían pañuelo al aire, a esa otra gran obra Gijonesa, el Hospital de Caridad de Jove. 
El Padre Montero fue el designado para suceder al desbordado Padre Máximo otro héroe de Gijón, al frente del Hogar de San José, no contento con ese reto, fue el fundador de este Dispensario que llego a tener más de 12.500 fichas de pacientes y hasta tiempo tuvo para inventar un fantástico crecepelo, que aun hace poco se expedía en algunas farmacias de Gijón; el SJ-38 “vida para su pelo”. 
Después de su prematura muerte, que en primera instancia lo visitó en Madrid, siéndole concedido el tiempo necesario para regresar apurado a morir en su "cielo del Natahoyo", en su agonía, colas de trabajadores hacían vigilia ante las puertas de la residencia del Gedo, para dar su sangre y lo que falta hiciera para el Padre Montero, el Padre de los pobres, el que se enfermó de las enfermedades de sus pobres. 
Pero no había nada que hacer, ni toda la sangre del Natahoyo le iba a regalar un día más en este mundo... y se nos fue un ocho de Enero de 1965. 
Para sucederle otro cura médico, otro médico que curaba almas y cuerpos, vino al Natahoyo; el Padre Darío Gallego Tabares, alguna vez tuvimos el privilegio de llevarle su maletín repleto de medicinas que eran salud, hasta la cercana Villacajón a curar necesitados. Era corriente oír al vulgo decir que era un enclave de portugueses, lo cierto es que la mayoría eran españoles, (el ochenta por ciento) cuando se hicieron las encuestas del programa: “Gijón, una ciudad para todos.” Pero es muy fácil odiar gratuitamente a quienes carecen de todo, más si están al lado de tu casa y amenazan tu “propiedad” ese raro privilegio de quien se cree que ha llegado en primer lugar a ser dueño de algo. 
El Natahoyo es sin duda alguna mi barrio y mi casa, en sus calles discretamente olvidadas durante mucho tiempo por la oficial desidia, uno se siente feliz, el olor de la cercanía del mar, la contagiosa alegría de mis vecinos, el ser parte de una comunidad de trabajadores con habilidades y artes en todos los oficios, que todos lo tuvimos en estas calles del Natahoyo con más talleres que bares, con más sudor que ociosidad, donde nadie te mira por encima del hombro, donde la solidaridad es manifiesta y ante la fatalidad de la desgracia el barrio responde como una sola persona, monolítico bloque de humanidad.  
Y los culpables de esta actitud en su mayoría han sido los padres Jesuitas de la Fundación Revilla-Gigedo, del Hogar de San José, que nos inculcaron esos valores humanos de rectitud y probidad a miles de guajes que formaron en el Gedo y también en el Hogar en menor cantidad, pero no menos calidad humana. Nuestros Padres Jesuitas, volaron a otros destinos a cumplir su misión, allá donde los requirió su Dios… Guatemala, Venezuela, Bolivia, Perú, Brasil. 
Otros como el Padre Montero y el Padre Máximo, fueron llamados a cielos más altos, dejando este mundo a horas tempranas. Así, aturdidos por el dolor de su ausencia física, fuimos derrotados y hundidos tras su rastro hasta Ceares, donde reposa el frágil residuo humano, más todos ellos dejaron en nosotros la fortaleza espiritual de su obra. Donde un Padre Jesuita planta la Cruz de su Fe, desaparece como por ensalmo, el dolor y la intolerancia, la pesadumbre y el odio, todo se torna alegría y esperanza, la sana esperanza de que con trabajo y solidaridad todo mejorara."

También el cronista Luis Miguel Piñera en su citado libro sobre el callejero gijonés nos cuenta estas sustanciosas historias del Padre Montero al hablar de su calle, como la de ser hasta inventor de un crecepelo, y de la antigua barriada obrera, la Ciudadela de Revillagigedo, popularmente Les Calles, que existía en el lugar del Hogar de San José y detrás de la iglesia:
"El P. Isaac Montero (Orense, 1905; Gijón, 1965) fue director del Hogar de San José y fundamental en proyectos como la Fundación Revillagigedo. En un librito editado en 1997 por el Centro de Educación de Personas Adultas de Gijón, llamado Personajes Populares leemos que el P. Montero, además de inaugurar en 1948 un dispensario para vecinos sin recursos en El Natahoyo (en la calle que hoy lleva su nombre), «descubrió un líquido para la caída del cabello que tuvo muy buenos resultados y a muchas personas les salió pelo. Está patentado y todavía hoy se vende en las farmacias». El Ayuntamiento dio el nombre del P. Montero a la travesía de Balagón el 30 de marzo de 1965, pero el rector de la fundación, que había solicitado la calle, rogó que se rectificase y que la vía motivo de homenaje fuese la que entonces se llamaba Gracia. De esa manera al P. Montero se le dedicó la de Gracia —el 10 de mayo— y a la travesía de Balagón se le puso el nombre de Pavía.

Nombres anteriores: Gracia (10 de mayo de 1965). Travesía de Balagón (30 de marzo de 1965). Continuación de San Miguel (7 de agosto de 1941). Hace referencia a la calle de San Miguel, que, junto con la de San Ramón, formaba la ciudadela de Revillagigedo, una importante y superhabitada barriada obrera que ocupaba el lugar del actual edificio del Hogar de San José. «El obrero gijonés posee despejo natural y desea aprender, es inteligente ya que lo mismo fabrica un cañón que queso de bola, una copa que un cartucho de dinamita. Pero la mayoría lucha con la escasa cultura técnica propia de su clase» (Asturias Industrial, de Rafael Fuertes Arias, 1902)."


En el Hogar de San José primeramente acogió su fundador a niños huérfanos, muchos de ellos de padre a causa de la guerra civil, en un modesto desván de la calle Covadonga, pero dada la imperiosa necesidad de espacio hubo de buscarse acomodo en este lugar de El Natahoyo donde estaban las humildes viviendas obreras con servicios comunes de la Ciudadela de Revillagigedo, donde llegó a haber hasta 240 niños. Luego la Fundación Hogar de San José se hizo cargo de hijos de familias desestructuradas. Hace años sus instalaciones fueron reformadas y modernizadas. En el Diccionario de El Natahoyo, obra también de Luis Miguel Piñera, se informa de otra institución del lugar, esta musical, la Banda de Cornetas y Tambores del Hogar de San José, conocida como Los Príncipes de Asturias pero popularmente como Los Hogarinos:
"Estaban presentes, desfilando, en cualquier acto cívico o religioso o de importancia en el Gijón de la década de 1950. Era compatible esta banda con un coro dirigido por Margarita Jobbe-Duval, la madame, que actuaba en bodas y festivales de todo tipo y que incluso llegó a ganar varios concursos. Es más, viajaron hasta Roma, a una concentración mundial ante Pío XII, tras haber cantado en Valladolid y Madrid ¿Algunos nombres de la banda y del Coro? Diego del Valle, El Perrín, Mario Fernández, El Raposu, José Manuel Meana, El Migalla; Norberto, El Camarada; Luis Miguel Cárdenas, El Torero; José Manuel Rosete, El Cacahuet, y José Ramón Sánchez, El Faba, entre otros ochenta.

Por otra parte "hogarinos" también eran los baloneros (los recoge-pelotas) que colaboraban con el Sporting de Gijón en su estadio de El Molinón. Ellos se enfundaban el chanda con la leyenda Real Gijón y hacían posible que muchos chavales del Hogar de San José tuviesen acceso libre al campo."

Por su parte, la Ciudadela de Revillagigedo, de la que nada queda en pie, dice Luis Miguel Piñera que fue la más importante y estudiada de la ciudad, extendiéndose por un terreno de unos 900 m² al lado de la iglesia


Las primeras casas se construyeron próximas al mar en 1879 y todas carecían de retretes hasta que en la primera década del siglo XX se habilitaron unos comunes con desagüe al mar, lo que hizo de ellas de las más salubres de todas, ya que lo normal era que para eso se habilitase un pozo negro. En 1914 había unas 30 viviendas con 102 vecinos


La ciudadela fue derribándose al poco de cumplir el siglo de existencia y el Hogar de San José fue reformado en los años 1980 pues el anterior edificio necesitaba una profunda rehabilitación. Tal y como sabemos gracias a otro de los libros de Piñera, Ciudadelas, patios, callejones y otras formas similares de vivienda obrera en Gijón (1860-1960), fue de las más importantes y estudiadas de la ciudad:
"Estaba situada junto a la iglesia de El Natahoyo y ocupaba dos calles -San Miguel y San Ramón- que nacían en Mariano Pola para acabar junto al mar ocupando un solar donde hoy está el Nuevo Hogar de San José siendo los metros cuadrados de este grupo de casas, más o menos, de 900.
Se empezó a construir en el año 1879 con las casas del fondo junto al mar y años después se formaron las dos hileras de casitas; carecía de servicios hasta la primera década de este siglo (XX) cuando se construyeron unos comunes en un pequeño altillo con desagüe al mar lo que la hacía de las más limpias de la ciudad al no contar con pozos negros tan habituales en otras. Se fueron derribando poco a poco después de que hubiera cumplido 100 años; el total de casas era de 30 y, según datos municipales del año 1914, habitaban en ella 102 personas. Junto a lo que fue esta ciudades aún se pueden ver varias casas de plata baja que forman dos calles sin salida que dan aspecto de patio a las calles de Travesía de Atanasio Fernández y a la de Mariana Pineda con casas muy antiguas y alguna con servicios en el exterior de la vivienda."

Del Hogar de San José, su fundación, historia y avatares se ocupa también Daniel Pérez en sus historias de El Natahoyo:
"En el otro extremo del barrio, en la parte baja de Mariano Pola, se encuentra la plaza del Padre Máximo González, en honor al fundador del orfanato Hogar de San José, institución emblemática de El Natahoyo situada en los terrenos de la histórica comunidad jesuita, junto a la Fundación Revillagigedo. Desde 1942, cuando Máximo empezó a recoger a niños huérfanos de las calles, el Hogar ha prestado asistencia a miles de jóvenes. Muchos de ellos, ya adultos, hoy son vecinos de El Natahoyo y siguen colaborando con una entidad muy integrada en el tejido social gracias a su labor histórica. 
A mediados del siglo XX, el padre Máximo, que también era médico, tuvo un papel relevante en la asistencia sanitaria del barrio, prestando atención médica a las personas con menos recursos a través de su dispensario, posteriormente continuado por el padre Montero. Esta red de dispensarios (en El Natahoyo hubo otros, como el de las Siervas de los Pobres, en Santa Olaya) tuvo un valor incalculable en una época donde el sistema de salud era precario y la enfermedad golpeaba con dureza a las capas más vulnerables de la sociedad."

Y de esta manera se llega al umbral de la segunda década del siglo XXI, cuando Pérez escribe su artículo y cuando el Hogar sigue en plena actividad en El Natahoyo:
"Hoy dirige el Hogar de San José Rafael Piñera, también vecino, quien valora especialmente los vínculos recíprocos creados durante décadas entre el vecindario y el orfanato. «En El Natahoyo hay una gran solidaridad. Por ejemplo, cuando se construyó el edificio actual del Hogar fueron los vecinos quienes entraron a limpiar y arreglar la obra cuando se terminó. Y los adultos me cuentan cómo antiguamente, cuando no había alimento, los vecinos cogían marisco del pedrero y lo cocían para merendar. Existen muchos detalles como estos». 
Aunque los tiempos han cambiado, hoy se mantiene el espíritu de comunidad y buena vecindad. «El Natahoyo favorece nuestra labor. No tenemos que explicar quiénes somos», expone Rafael Piñera. «Los vecinos nos entienden y nos quieren. En la medida de lo posible, nosotros procuramos hacer gasto en el comercio del barrio y, por su parte, los comerciantes y empresarios de la zona cuando pueden ofrecen trabajo a los jóvenes del Hogar. La colaboración es permanente y mutua, con actos pequeños pero muy importantes».

Ahí está el nuevo edificio, inaugurado el 15 de diciembre de 2023, así daba la noticia la Archidiócesis de Oviedo:
"Esta tarde, a partir de las seis y media, el Arzobispo de Oviedo, Mons. Jesús Sanz, presidirá la eucaristía en la Fundación Hogar San José, de Gijón, y a continuación bendecirá las nuevas instalaciones que se han edificado para responder mejor a las necesidades de los menores allí acogidos. La Fundación Hogar San José, situada en el barrio del Natahoyo de Gijón, fue creada en el año 1942 por el padre Máximo González SJ, para dar respuesta a la situación de pobreza y abandono que sufrían muchos niños de la zona en los primeros años de la posguerra. En estos más de 80 años de historia, el Hogar ha recibido bajo su amparo a más de 8.000 menores en situación de exclusión social, y actualmente continúa su labor, adaptándose a las circunstancias cambiantes de la sociedad, pero siempre fiel a su espíritu original. 
Estas nuevas circunstancias, que generan diversas problemáticas y nuevos enfoques a la hora de responder a los retos que se proponen, hicieron que, desde hace al menos diez años, los responsables del Hogar San José iniciaran un proceso de reflexión sobre cuál sería el modelo de intervención que se debía de llevar a cabo con los niños, cuáles eran sus nuevas necesidades y si el trabajo que hasta el momento se estaba haciendo, respondía a las mismas. «El resultado fue darnos cuenta de que lo que estábamos haciendo en ese momento, ya no ayudaba de la misma manera que antes a los niños que acompañábamos», explica su actual Director, Rafael Piñera: «Después de un tiempo de discernimiento, en el que colaboraron muchas personas, llegamos a la constatación de que los niños y niñas a los que acogemos viven una situación de trauma, y en ocasiones de trauma muy severo. Por tanto, el acompañamiento y la intervención que hacíamos hasta el momento no era suficiente. Para nosotros no es tan importante la conducta de los menores, como llegar a saber qué es lo que ocasiona esa conducta. Y entendemos que, para compensar ese trauma y ese sufrimiento, necesitamos un equipo profesional, especializado, no solo con una titulación académica, sino con una especialización en traumaterapia infantil». En este sentido, además de la especialización del personal fueron conscientes de que el edificio en el que, hasta el momento, tenía lugar el acogimiento residencial, con más de 40 años de historia, había respondido bien «a un contexto y unas necesidades concretas, de hecho había llegado a acoger a 200 menores, pero se quedaba en una institución fría, grande, poco familiar». Por este motivo decidieron dar el paso de levantar un nuevo edificio, cuyos espacios resulten «muy familiares». «En este nuevo edificio –destaca el Director de la Fundación Hogar San José–, los pisos donde viven los niños son completamente normalizados, como los que tenemos cualquier ciudadano, con habitaciones individuales, un baño por cada dos residentes, espacios comunes muy abiertos pero que pueden cerrarse y hacerse más íntimos, si así lo requieren las necesidades emocionales de los menores».

En la noticia se abunda en la labor del Hogar y se plasma su trascendencia para El Natahoyo y para toda la ciudad:
"El acogimiento residencial es la labor nuclear de la Fundación Hogar San José. En la actualidad, son 32 menores los que viven permanentemente en el Hogar, tutelados por el Principado. «Son niños que han vivido diferentes situaciones: desde maltrato, abuso, abandono y otros hechos traumáticos. En los tiempos del Padre Máximo –señala el Director– las necesidades quizás eran otras. Eran niños huérfanos, o que provenían de familias con escasos recursos, por lo que el hogar era más una especie de internado que apoyaba a las familias. Hoy nuestros centros de acogimiento residencial son centros de protección especializados, donde contamos con educadores sociales, integradores sociales y psicólogos». El acogimiento fue también el primer programa que se creó, pero a partir de ahí, fueron naciendo otros nuevos. «Al igual que el padre Máximo vio una necesidad que no le dejó indiferente y actuó, a partir de ahí el Hogar ha seguido haciendo lo mismo y se adapta a las necesidades emergentes», afirma su Director. «Por eso, fuimos viendo otras urgencias, como cuando los jóvenes son expulsados de los Institutos por cuestiones de comportamiento. Ahí creamos el programa «Mañanas educativas», para que esos menores privados del derecho de asistir a clase pudieran encontrarse en un entorno educativo. Era algo temporal, acogíamos unos 120 menores al año y en los dieciocho años que duró este programa, atendimos a más de 2.000 jóvenes. Se tuvo que cerrar el año pasado por falta de financiación». Mejor suerte han corrido otros programas como el de «Juventud», para acompañar a jóvenes que ya han cumplido los 18 años, centrado en el «campo emocional, la búsqueda de formación, vivienda, trabajo y demás», explica Rafael Piñera, un programa en el que acompañan a unos 75 jóvenes, y la iniciativa IMENA SL, una «empresa de inserción, en la que tenemos dos líneas: una, la rehabilitación de vivienda, y otra, el reparto de paquetería en zona centro de Gijón»."

Hernán Piniella, a quien tanto nos referimos en estas entradas de blog dedicadas a los barrios del oeste de la ciudad, fue de joven uno de los aquí internados, fruto de sus experiencias y memoria escribió en base a ellas el libro Las horas lastimadas. Relatos del Hogar de San José, del que leemos en RTPA Noticias el 6-8-2023:

"'Las horas lastimadas' hace referencia a un capítulo del libro que rememora tiempos muy distintos a los actuales para la infancia. Así lo explica Hernán Piniella, autor del libro 'Las horas lastimadas. Relatos del Hogar de San José'.

Es la vida en el Hogar retratada desde la perspectiva de Hernán Piniella, pero podía haber sido la de cualquiera de los 180 niños que compartieron sus primeros años de vida juntos, como cuenta Celso López, antiguo alumno de la Fundación Hogar de San José.

Sin embargo, no es un libro marcado por la tristeza. Al contrario. Es la historia de una gran familia. De cómo se educaron, de sus andanzas deportivas o de sus conocidas colectas a favor del Hogar. Así lo asegura José Marino García, otro antiguo interno de la Fundación Hogar de San José.

Una tradición que continúa más de medio siglo después. Lo recaudado con este libro, será donado al Hogar. Su hogar."

De su presentación se daba de esta manera la noticia el 11 de diciembre del mismo año en la página del Hogar de San José:
"El próximo martes 12 de diciembre a las 19 horas, en el nuevo edificio de la Fundación Hogar de San José, tendrá lugar la presentación del libro “Las horas lastimadas – Relatos del hogar de San José” del que es autor Hernán Piniella, antiguo alumno del Hogar de San José.

Según Hernán Piniella este libro es una “iniciativa personal al ser antiguo y eterno alumno de esa casa, del Hogar de San José del Natahoyo, que a día de hoy tiene ante sí un reto de dimensiones desconocidas. Me he tomado la libertad de recoger algunos relatos de mi paso por allí, reunidos en un pequeño libro…”.

El Hogar de San José y la Fundación Revillagigedo, que ahora vemos volviendo la vista atrás, forman un todo dentro del barrio de El Natahoyo, en el cual ha marcado destacadamente su impronta educativa, espiritual y educativa. La noticia de su marcha era comunicada así por el periódico La Nueva España del 9-4-2024:
"La Compañía de Jesús ha decidido cerrar su comunidad de El Natahoyo, en Gijón, cuando concluya este curso con el traslado de los siete sacerdotes y dos hermanos que residen en la misma a otros lugares de España. Tras haber cerrado también en Gijón la comunidad de la Inmaculada en 2019, en ambos casos por la escasez de nuevos sacerdotes, a partir del próximo curso todos los jesuitas de Asturias vivirán en la misma comunidad, la de San Ignacio, en Oviedo. La decisión actual se enmarca dentro de un proceso de reestructuración de la Compañía de Jesús en toda España. 
La Compañía de Jesús indica que desde la comunidad ovetense se seguirán atendiendo las presencias actuales en las obras de el Natahoyo, donde se encuentra la Escuela de Formación Profesional Revillagigedo, la parroquia de San Esteban del Mar y el Hogar de San José. 
En el caso de la parroquia de San Esteban del Mar, durante los dos próximos años seguirá siendo atendida por un sacerdote jesuita, el actual párroco Manuel Rodríguez Carrera. Así mismo, el sacerdote jesuita Jesús Ángel Fernández, seguirá al frente de la parroquia de San Juan Bautista en el barrio gijonés de Tremañes. 
La historia de la comunidad que se cerrará al finalizar el curso se remonta a agosto de 1962, cuando la casa en la que vivían los jesuitas se convirtió en comunidad independiente de la de la Inmaculada. Posteriormente pasó a su actual ubicación en la calle Vicente Jove."

Luego del Hogar de San José vamos acercándonos ahora a Les Cases de Maximino Miyar, que guardan uno de los últimos ejemplos de ciudadela obrera que quedan en pie en El Natahoyo, si bien parcialmente en un estado de ruina


También llamado El Patio de Maximino Miyar, sus casas se construyeron en 1926 donde ya había viviendas parecidas para los obreros de la cercana Fábrica de Loza, siendo su promotor, Maximino Miyar, emigrante villaviciosino que volvió de América con fortuna y participó en iniciativas industriales como la cristalería o fábrica de espejos de Basurto, Miyar y González, siendo además comerciante en El Natahoyo y concejal en el Ayuntamiento, junto con el cargo de presidente de la Federación Gremial Gijonesa



Eran viviendas muy humildes con dos dormitorios, sala y cocina, estando los servicios en el exterior en unas garitas, ya desaparecidas


Esta ciudadela se extiende entre las calles Mariano Pola, Coroña, Agustín Suárez y Atanasio Menéndez, encontrándose por lo tanto sus callejones de esta acera hacia la derecha. También estuvieron aquí Les Cases de Agustín Suárez, almacenista que tenía sus locales en la calle de su nombre. De él cuenta en su libro Luis Miguel Piñera lo siguiente:
"Comerciante de Pola de Siero nacido en 1848 y conocido por una tienda de comestibles que poseía en el barrio de El Natahoyo, donde está su calle, y por otra en Marqués de San Esteban. «Gran comercio de coloniales. Variado surtido de licores y vinos generosos de las más variadas marcas, aguardiente, aceites comunes y refinados, pastas para sopa, quesos de diferentes clases, galletas para postres y regalos, conservas de frutas y pescado, tés, cafés, azúcares, harinas, cereales, garbanzos, arroces, etc. etc.»"


A la entrada de la ciudadela era el Bar Crisol, uno de los establecimientos veteranos de esta calle, haciendo esquina con la de Anastasio Menéndez, secretario del Subcomité de El Natahoyo del Partido Republicano Gijonés durante la Primera República. En moción del 21 de mayo de 1932 el Ayuntamiento decide darle este nombre, tal y como leemos en el acta correspondiente:
«El concejal que suscribe, haciéndose eco del sentir de los vecinos de El Natahoyo, propone que la travesía que empieza en la casa número 122 de la calle Mariano Pola y que termina en el muro del mar, sea llamada Travesía de Atanasio Menéndez como recuerdo a un antiguo y popular republicano fallecido hace años» 


A dicha calle que aquí se cruza le sigue una travesía con el mismo nombre, donde "permanecen, desde 1926, en que fueron edificadas, esta media docena de casas de una planta y de muy reducidas dimensiones, además separadas no más de dos metros de un muro que les hurta el sol", dice Piñera también en su libro


Según pasamos veremos algunas de las casas del antiguo patio o ciudadela. Unas han desaparecido, otras están arruinadas, algunas son almacenes o empresas y varias siguen siendo viviendas


Cruzamos la calle Lealtad, donde estaba antiguamente El Terreplén, escombrera de La Fábrica Moreda, así como las casas obreras de El Balagón, cuyo nombre aún se conserva en una calle situada más a la izquierda. Consultamos de nuevo a Luis Miguel Piñera:
"Eufemismo dado en 1966 a la zona que los vecinos de El Natahoyo conocían como calle y plaza de la Libertad y, antes, Terraplén. Nombres anteriores: Terraplén. Debido a las escorias procedentes de la Fábrica de Moreda que allí se amontonaban. Hubo allí un campo de fútbol llamado de esa manera, El Terraplén. Plaza de la Libertad (23 de junio de 1932). Nombre dado durante la Segunda República no únicamente a esta calle, sino a la plaza que actualmente existe en la unión de Lealtad y Mariano Pola. Terraplén."
 
El Balagón eran nueve viviendas paupérrimas construidas en 1882 por Ezequiel Castro, eran todas iguales y de una sola planta con dos pequeñas ventanas, una a cada lado de su puerta. Esta explanada es una plaza que fue llamada, como El Terraplén, de la Libertad, durante la II República. En La Libertada estaba la Destilería Vega, de Rogenciano Vega, que destilaba el popular Coñac Serres, el Ron Mulata y el Anís Covadonga, pregonando en su publicidad (a veces con bocetos del pintor Evaristo Valle), que "Toda persona de gustos refinados prefiere a todos los licores, los elaborados por Destilería R. Vega" . Ahora se llama calle La Luz, si bien es un nombre que ya se registra en 1920, dice Piñera
"«Calle particular» que ya aparece en nomenclátores de los años veinte «desde Mariano Pola izquierda y termina en carretera a Tremañes, la primera a la izquierda». A veces se cita una llamada Travesía de la Luz, por ejemplo, en el Padrón de 1920, que no podríamos situar exactamente en el callejero actual."

En el mes de julio asoma sobre los tejados de las antiguas ciudadelas de Maximino Miyar y de Agustín Suárez la famosa Noria de la Semana Negra, símbolo de este festival lúdico y cultural en los terrenos de los antiguos astilleros, que vino aquí tras diferentes ubicaciones tras ser creado en 1988 por iniciativa del escritor Paco Ignacio Taibo II junto con otros autores y personalidades del mundo literario de los que cuenta así Wikipedia:
"La Semana Negra de Gijón es uno de los ciclos de semana negra en España dedicado a la novela negra. Se creó en 1987 por iniciativa del editor Silverio Cañada, del escritor Juan Cueto y del diseñador Jesús Quirós, y organizada por el también escritor Paco Abril, y desde entonces se celebra en GijónPrincipado de Asturias
Está organizado por la Asociación Cultural Semana Negra y cuenta con subvenciones del ayuntamiento de la ciudad y del gobierno del Principado, además de diversos patrocinadores privados. Comenzó dedicado exclusivamente a la novela negra (de ahí su nombre), pero se ha ido ampliando a la ciencia ficción, la fantasía y la novela histórica. Incluye actos culturales y diversos eventos lúdicos como conciertos, terrazas de bares, mercadillos, atracciones, etc. Actualmente tiene lugar en los antiguos astilleros de Naval Gijón. 
Sus instalaciones han ido pasando por diferentes lugares de Gijón: el Musel, los astilleros, el aparcamiento del estadio Municipal El Molinón y la orilla del río Piles, las inmediaciones de la playa de Poniente, la playa del Arbeyal, y una parcela adyacente al campus universitario. Desde 2012 se realiza en los antiguos astilleros de Naval Gijón (NAGISA) en los diques del Natahoyo, parcialmente abandonados, y que sólo se abren al público en esa ocasión. 
El festival se celebra desde el año 1988. Los autores de la idea fueron el editor Silverio Cañada, el escritor Juan Cueto y el diseñador Jesús Quirós, y fue organizada por el también escritor Paco Abril. En 2023 el escritor Miguel Barrero sucedió a Ángel de la Calle como director del certamen. Anteriormente lo dirigió Paco Ignacio Taibo II, quien contó, desde que cogió el timón de la Semana Negra, con la colaboración de otros estudiosos, como Ángel de la Calle en la sección de cómic. Precisamente De la Calle pasó a dirigir los contenidos literarios, de cómics y culturales de la Semana Negra, después de la renuncia de Taibo, que ha decidido dedicarse a la política mexicana (como integrante del partido Movimiento Regeneración Nacional) y que en el festival continua como parte de los que seleccionan los contenidos literarios del certamen. 
Según el propio Taibo, el festival ha evolucionado de 73.000 asistentes, 7 días de duración, 60 invitados y 15 periodistas acreditados en su primera edición a más de un millón de visitantes, 11 jornadas, 250 invitados y más de 150 acreditaciones periodísticas en las últimas ediciones, aunque no hay ningún tipo de control de acceso, por lo que es imposible determinar el número de visitantes reales. 
Dirigida por Taibo, la Semana Negra se inició como un modesto festival que reunía a escritores de novela policiaca y ofrecía además música y otras artes escénicas al público, y que serviría de marco a un encuentro del ejecutivo de la Asociación Internacional de Escritores Policíacos (AIEP). En sus conciertos han participado músicos como Willie ColónLos LobosMano Negra o Georges Moustaki. 
La Semana Negra ha ido sumando distintas propuestas como las lecturas nocturnas de poesía, donde han participado el poeta asturiano Ángel González, el argentino Juan Gelman, el mexicano Juan BañuelosJoaquín Sabina y Luis García Montero, entre otros. 
El certamen ha recibido diversos premios a lo largo de su trayectoria. Destaca la concesión en 2022 de la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, entregada por sus Majestades los Reyes. En 2023, el Pleno del Ayuntamiento de Gijón le concedió la Medalla de Oro de la Villa".

La Noria de la Semana Negra pertenece a los Sánchez, familia de feriantes de Jaén y tiene capacidad para unas 240 personas en cada viaje. Gira a unos 40 kilómetros por hora y es una gran oportunidad para disfrutar de maravillosas vistas desde las alturas pues se dice que es la segunda más alta de España con sus 53 metros de altura. Pesa 170 toneladas y 1.700 tornillos ajustan todo su engranaje, la luz la componen nada menos que 28.000 bombillas led. No es de extrañar que solo para armarla y desarmarla se destine un presupuesto de unos 12.000 euros


Además de esta los Sánchez disponen de otras dos norias, de 30 y 40 metros, más fáciles de armar y con las que visitan muchas más ferias, más de 20 al año, según declaraba su encargado Francisco Sánchez a la periodista Selene Alonso en entrevista para La Nueva España el 7 de julio de 2012


A la derecha, en el bloque de la antigua ciudadela, está el célebre establecimiento de la sidrería La Carreña, de gran tradición culinaria en el barrio, fundada en los años 20 del siglo XX, un buen momento para recordar con cariño a quien estuvo a su frente tantos años José Luis Pandal, Pepe el de La Carreña, fallecido el 9-12-2012. Al día siguiente se daba la triste noticia en La Nueva España a la vez que se glosaba su biografía:
"Pandal era un conocido chigrero de la ciudad por su labor al frente de la marisquería La Carreña, un antiguo establecimiento de El Natahoyo fundado en los años veinte del siglo pasado. Según explicaron ayer en la sidrería en la que falleció, el hombre tenía como costumbre acudir a su local a pedir sidra y costillas, por lo que era un compañero muy querido por dueños y otros clientes asiduos."

Aquí, frente a La Carreña, tenía su parada la línea del tranvía, inaugurada el 13 de diciembre de 1895 con salida de la céntrica calle Corrida, entrando en El Natahoyo por la Estación del Norte. Luego la siguiente parada en el barrio era más adelante, en Santa Olaya. La línea era de mulas y se electrificó en 1909, llegando al puerto de El Musel en 1912. Afectado por la competencia de los autobuses, la línea se suprimió en 1961, dos años antes de que el último tranvía circulase por la ciudad


Abren en la calle Mariano Pola numerosas tiendas y comercios, es una calle vertebradora del Natahoyo, donde han desaparecido muchas viejas casas, aunque alguna, rehabilitada, se conserva, además de varios talleres. En El Natahoyo Stories (II), David Pérez cuenta de alguno de los antiguos negocios de la calle, entre ellos la Funeraria Palacio:
"Una tarde de 1952, un funerario de El Natahoyo sufrió un infarto en Tremañes cuando volvía en su carroza de Cenero, donde había hecho un entierro. Fue el caballo quien lo llevó de regreso a su barrio: al llegar, empezó a golpear con el hocico en una ventana de la parte de atrás de la Funeraria Palacio. Su nombre era José Palacio; aquella era su casa. Cuatro generaciones de esta empresa fundada en 1902 en la parte alta de la calle Mariano Pola han visto pasar la historia de El Natahoyo durante el siglo XX desde primera línea, frente a la Plaza de la Luz.
Muchos años después de que su bisabuelo instalase una humilde funeraria en aquel oscuro e incipiente arrabal, José Agustín Palacio (1961), cuarta generación del negocio, recuerda con nostalgia la historia de su abuelo sentado en la terraza del Café Plaza Doze. Y su infancia: porque desde aquí puede ver la casa desde donde sus padres, Pilar y Agustín, lo vigilaban por la ventana cuando cruzaba al otro lado del mundo para ir al Cine Natahoyo a ver una película de vaqueros disfrutando de una sabrosa gaseosa La Panera. 
«De esta calle para allá, eran todo casas bajas», señala hacia Poniente, antes de empezar a imaginar El Natahoyo igual que Gloria Stuart el Titanic al comienzo de la película de James Cameron, cuando cierra los ojos para alumbrar los buenos tiempos.  
«Los recuerdos son preciosos porque cuando eres pequeño no tienes conciencia del tiempo, piensas que va a ser siempre verano. Éramos una pandilla de críos que nos movíamos de la calle Coroña hacia atrás. Esa era nuestra base de operaciones para jugar a las chapas, a las canicas… o al fútbol en el campo de Revillagigedo, durante horas y horas».  
«Y a continuación estaba lo que llamábamos Les Calles, una zona de viviendas proletarias«, vuelve a señalar. «Allí jugaba con uno o dos amigos. Había mucha pobreza, pero eso lo ves a toro pasado. Yo vivía en un segundo y creía que tenían suerte porque vivían a ras de suelo y no tenían que subir escaleras. Luego entrabas y metía miedo. Se pasaban muchas necesidades, pero como no conocías otras cosas… Tu mundo era este«"


En La Luz están las terrazas del Café Bar Plaza Doze, en cuyo interior se celebran conciertos y recitales. David Pérez asegura que este lugar marca un antes y un después en la historia de El Natahoyo, pues la visita publicitaria de la vedette, presentadora y actriz Norma Duval en 2003m simbolizaba el paso de una sociedad obrera-industrial a otra residencial y de servicios, o como dice Pérez, "de escaparates", pasadas ya las tremendas reconversiones de los astilleros y el final de otras industrias:
"Nunca se ha dicho, pero la historia moderna de El Natahoyo se concentra entre las visitas de dos mujeres importantes al barrio: la reina Isabel II y la vedette Norma Duval. Las separan 145 años de distancia. La primera, a la playa de Pando, sucedió en 1858, coincidiendo con el estreno del tren a Langreo, y representa el comienzo de la industrialización. La segunda, en 2003, fue con motivo de la inauguración de una conocida tienda de pinturas en la Avenida de Galicia, frente a la Plaza de la Luz, y simboliza la cúspide de la terciarización de El Natahoyo, es decir, la sustitución de la industria por los escaparates."

Aquí seguimos de frente, teniendo a la izquierda el Camino de la Fábrica de Loza, llamada así por la Fábrica de loza La Asturiana fundada por los industriales Mariano Pola (de quien ya hemos hablado en esta su avenida) y José del Rosal en 1876, en la que trabajaban muchos obreros de las antiguas ciudadelas que poblaban en paisaje urbano del barrio antaño. De frente comienza la Avenida de Galicia donde estuvo, a mano izquierda, el Cinema Asturias, luego Cine El Natahoyo


Estaba justo después del actual Hotel Valdés, en lo que fue un almacén del industrial Higinio Bengoechea, del que se solicitó permiso de reforma para sala de cine en 1932 con proyecto de los Hermanos del Busto, inaugurándose el 19 de noviembre de aquel año con la película La fruta amarga, si bien el día antes hubo una inauguración privada, según escribe el investigador geógrafo y urbanista Rafael Suárez Muñiz en su libro Cines, teatros y salones de variedades en Gijón (1896-2018)


En los años 1940, como otros cines de la ciudad, fue improvisado ring de boxeo dentro del circuito Cinturón Gijón. En 1952 pasó a ser su gerente Carlos Ruisánchez de Coro y, con la crisis de las salas de cine, cerró el 28 de febrero de 1972 con la película La estrella del Sur, emitida en sesión continua desde las seis de la tarde. El inmueble, tras muchos años de abandono es derribado en 1997. A la derecha es la Travesía del Mar, en La Rambla



En el cruce está uno de los antiguos edificios del barrio, pero en muy mal estado, el del bar La Barca, que lleva tiempo pendiente de ejecutar su proyecto de rehabilitación pues amenaza con venirse abajo totalmente todo lo que queda de su estructura en pie. En enero de 2024 se anunciaba su compra por una empresa constructora para hacer pisos


Nosotros seguiremos siempre por la Avenida Mariano Pola, pero hemos de decir que, por la Travesía del Mar, entre algunas casas restos de ciudadelas y viejas naves de almacenes y empresas se va a los Astilleros Armón, empresa constituida en el año 2011, último astillero en activo en la bahía, cuyas grúas se divisan a lo lejos


Una de sus transversales es calle La Peña, que hace referencia al Monte Coroña, casi desaparecido, del que hemos hablado en otras entradas de blog, montículo marino de gran raigambre en El Natahoyo, nos cuenta Luis Miguel Piñera:
 "Indicación de la peña del monte Coroña, nombre con una etimología cercana a la del dios hispano Coronus, como La Coruña.A principios del XX era lugar de esparcimiento de los vecinos de El Natahoyo. En el Padrón de Vecinos de 1935 figura una llamada Quinta del Comandante, situada allí, en el monte Coroña. Era una posesión de la familia Alvargonzález, concretamente, en ese año, de J. Alvargonzález y Pérez de la Sala (Libro de Actas Municipal, 21 de noviembre de 1935)."

Al fondo a la derecha las casas de las calles Coroña y Agustín Suárez, la primera referencia también a aquel mítico monte:
"El monte Coroña era el lugar de esparcimiento y recreo natural de los vecinos de Santa Olaya y El Natahoyo hasta el asentamiento de los astilleros en la zona. «La Banda de Gijón amenizó la fiesta campestre bailando al compás de su música el elemento joven. Un grupo de bellas señoritas se dedicó durante toda la tarde a colocar flores en las solapas de los romeros que, a cambio de esa gentileza, entregaba alguna cantidad destinada a la adquisición de una gramola para amenizar las fiestas que casi a diario se dan en el Monte Coroña» (El Comercio, 15 de agosto de 1934). Citado ya por Jovellanos, el ilustrado habla también de un Camino de la Coroña. 

Nombres anteriores: Fermín Suárez (23 de junio de 1932). Dedicada al alcalde de barrio en El Natahoyo, republicano y maestro. Primero le concedieron esta calle en donde estaba el local de Cultura e Higiene del barrio y, más tarde, su nombre pasó a denominar otra calle, la que desde 1979 se conoce como de Fermín Suárez en la otra acera de Mariano Pola, pero que antes llevaba únicamente la denominación de Suárez. Ciudadela de Revillagigedo (Parcial). Se trataba de dos calles, la de San Miguel y la de San Ramón, con viviendas tipo chabola que empezando en la calle de Mariano Pola acababan en un muro frente al mar. En ocasiones, figuran de esa manera en los nomenclátores, y otras, como «Ciudadela de Revillagigedo», y su ubicación en El Natahoyo actual sería justo al lado de la iglesia parroquial y ocupando el lugar del Hogar de San José. Sobre esta ciudadela, también llamada por los vecinos Les Calles, es muy interesante y contiene mucha información el libro De la Pescadería al Rinconín, que escribió, y editó, el ya fallecido vecino de esa zona Isaac Bermejo Perea".


En cuanto a los astilleros, decir que desde aquí nada más vemos la entrada y una muy pequeña parte, pues se extiende por 148.000 m² de instalaciones, entre oficinas, almacenes y talleres de acero, calderería y armamento, de los que 12.260 m² son talles de acero con línea de paneles automatizados. Cuenta además con dos diques secos de 170 metros de eslora y 25 de manga y 124 de eslora y 17 de manga respectivamente, además de dos gradas de 180 metros de eslora y 47 de manga en total, además de una dársena de armamento a flote con dos muelles de 222 y 238 metros



Antes que el Bar La Barca hay que recordar que aquí estuvo la Tienda de Eulogio o Casa de Eulogio Barro. de "ultramarinos y coloniales", de la que se sabe que en 1935 donaba "una botella de Jerez" para apoyar la fiesta de la elección de Miss Natahoyo 1935. El local era famoso por sus animadas tertulias centradas en el fútbol local


No queremos pasar por alto que en el cruce de la Travesía del Mar con la calle Coroña estuvo La Cultura, nombre con el que conocía la sede en El Natahoyo de la Asociación Popular de Cultura e Higiene, de la que nos cuenta Luis Miguel Piñera en su Diccionario de El Natahoyo:
"La Asociación Popular de Cultura e Higiene se fundó en Gijón en el año 1909, interviniendo decisivamente en ello el "ilustrado obrero" Francisco Suárez Acebal. Con el paso de los años se abrieron sedes prácticamente en todos los barrios de Gijón con actividades que iban desde campañas a favor de la vacunación y otros aspectos sanitarios hasta otros relativos al ornato, actividades teatrales, de música... Todas las sucursales de Cultura e Higiene fueron clausuradas junto al Ateneo Obrero con quien compartía sentimientos en octubre de 1937, con el fin de la Guerra Civil en Gijón. No nos resistimos a recomendar la lectura de los ejemplares de la revista que editaba, llamada Cultura e Higiene, que se conservan en la Biblioteca Pública Jovellanos y que proceden de la antigua biblioteca del Ateneo Obrero de Gijón. Sin duda son una joya de la cultura popular en el Gijón de la segunda década del siglo XX.

La sede de El Natahoyo -popularmente llamada "La Cultura"- estaba al final de la calle Coroña casi esquina con la Travesía del Mar. Aún permanece en pie el edificio que en la actualidad está marcado con el número 22 de la calle Coroña y que se distingue por su portón, en otro tiempo pintado de azul, con dos ventanas laterales. Aunque el paso de los años -todas las sedes de Cultura e Higiene de Gijón fueron clausuradas en octubre de 1937- cambió el aspecto del local, permanece igual la fachada y en el interior se distinguen partes reformadas y otras originales de la sociedad de cultura popular. Fue ésta la primera sucursal de Cultura e Higiene en un barrio de Gijón ocupando un local que antes había sido un almacén y luego fue la fábrica de lejía Santa Rita. Tuvo, Cultura e Higiene de El Natahoyo, biblioteca e incluso un cuadro artístico a quien vemos -dirigido por Modesto Clemente- representando En Mitad del Corazón en el Cinema Asturias un mes antes de comenzar la guerra civil y en una función para recaudar fondos para un vecino aquejado de enfermedad. El presidente emblemático de Cultura e Higiene de El Natahoyo fue, durante muchos años, Dionisio Cuervo (luego lo fueron José María Muñiz y José Díaz) y en su junta directiva en la década de 1920 estaban además estos vecinos: Domingo Díaz de vicepresidente; Prudencio Martínez de secretario; de vicesecretario, Alfredo González; el tesorero era Manuel López y el contador, Germán Menéndez. Los vocales eran: José Palacios, José R. Menéndez, José González y Julián Sáez."

A partir de aquí empieza la Avenida de Galicia que, como su nombre indica, seguiría el viejo Camín Real de la Costa, al que se le llamaba en épocas "Camino Francés de Bayona a Galicia" y similares, además de, en el nomenclátor concejil y según crecía la población, "Subida a Santa Olaya (parcial). Carretera del Musel. Carretera de Adanero. Camino de Veriña (parcial). Así se llama en el Plano de Lino Villar Sangenís (1911) a la parte entre la fábrica La Algodonera de Gijón y el límite con Veriña", según nos sigue informando Piñera en su magna obra sobre las calles gijonesas


Justo aquí a la izquierda, donde ahora hay un comercio de bicicletas, estaba, pegado al edificio de tejado de cornisa picuda y ventanas de bordes blancos, el citado Cine El Natahoyo, en principio cinema Asturias, derribado en la década de 1990 para hacer un nuevo bloque de pisos. Más atrás, al otro lado de estos bloque estaba La Plazoleta, punto de reunión antaño de la vecindad, nos cuenta David Pérez:
"Hoy tampoco existe, pero el núcleo de las reuniones sociales a mediados del siglo XX era un lugar llamado la Plazoleta, un solar situado entre las calles Balagón, Fermín Suárez y el Camino de la Fábrica de Loza, detrás de la Plaza de la Luz. Allí se concentraban los natahoyenses de todos los puntos cardinales y todas las edades para jugar, charlar, beber, encender la hoguera de San Juan o disfrutar de algo que llamaban «la Comedia», veladas especiales donde los feriantes presentaban en el barrio novedosos espectáculos de variedades que hacían soñar a El Natahoyo con otros mundos."

A la derecha, la Farmacia de José Manuel Reboreda. Además de los astilleros, la Fábrica Moreda, la de Loza, Basurto, Castrillón, etc, la creación en 1961 al oeste del concejo de la gran factoría de UNINSA, posteriormente integrada ENSIDESA y, tras no pocos cambios de nombre, capital y naturaleza, actualmente ArcelorMittal, atrajo a residir aquí a numerosísimas personas con sus familias venidas desde toda España y países cercanos como Portugal. Era "La invasión de los monos azules", como bien describe David Pérez: 
"Y aquel mundo prosperó en los 60 y los 70 de la mano de una pujante industria naval, que impulsó el asentamiento en el barrio de numerosos talleres auxiliares. Además, por aquel entonces ya se habían instalado otras industrias importantes en El Natahoyo: calderería Olmar, Cristalería Basurto, Avello (que posteriormente compró Suzuki), la Renault o Duro Felguera son algunos nombres emblemáticos de esta etapa de bonanza anterior a la reconversión, donde los astilleros se convirtieron en símbolo y orgullo del poder industrial del barrio. En los 70, operaban a pleno rendimiento en la bahía de Gijón tres astilleros: Cantábrico y Riera, Juliana y la división de Duro Felguera.

Uno de los recuerdos más comunes entre quienes vivieron aquel tiempo es el sonido de las sirenas de los astilleros, cuando sonaban a mediodía y una legión de obreros enfundados en monos azules invadía El Natahoyo. «Todo esto hasta la calle Ceriñola era un hervidero de trabajadores en monos azules», recuerda José Agustín Palacio. «Las mujeres venían a traerles la comida. No había táper, pero era algo que se parecía, y comían en la calle. Había más de 5.000 personas trabajando en esta zona, por eso lo recuerdas con añoranza. Ahora ya no hay esa cohesión que había antes. Formó parte de una generación. Luego, en los años 80, empezaron los problemas.»

Durante treinta años, Lilián Valle (1964) los vivió muy de cerca. Era dependienta en una tienda de alimentación en el epicentro industrial del barrio. Desde primera hora de la mañana preparaba bocadillos para los trabajadores de la zona. «Hice muchos. Había un turno a las ocho y media, cuando venían los de Suzuki; a las 10 otro con los de Inalza; a la 11 el recreo de los neños de la Fundación Revillagigedo; y a la una venían los de Olmar. Había que correr para prepararlos. La gente dejaba que pasaran los que estaban trabajando. Alguna vez había que llevarlos a la empresa, pero aquí venían ellos porque yo no podía».

Hoy trabaja en La Arena y echa de menos el espíritu de lucha del pasado. «Yo aquí lo vi todo, lo viví todo, y creo que he tenido que salir del barrio para valorarlo. Me vienen muchas imágenes. Yo estudié en el instituto de La Calzada, y aquel era un ambiente muy reivindicativo y luchador. Del día a día en El Natahoyo, recuerdo muchas huelgas, muchas protestas. La vida en el barrio era correr, y salir a la calle con la policía detrás, y era estar entre las pelotas de goma, y tener que dar la vuelta porque había un camión colgado de una grúa en mitad de la calle, pero siempre se luchó por cosas tangibles. Unas se consiguieron y otras no, pero siempre había algún motivo». «Hoy de eso no queda nada, veo poco sentimiento de lucha», lamenta Lilián."

Ahora, tras el declive industrial, El Natahoyo se viene transformando en área residencial, de comercios y servicios. Hay farmacia, tiendas de alimentación (productos asturianos como la de El Llar) y buen número de establecimientos de todo tipo, desde las agencias inmobiliarias a las de viajes, desde peluquerías a tiendas de decoración


Al igual que las ciudadelas, la mayor parte de las casas antiguas, eminentemente obreras en su mayoría, fueron derribándose en favor de nuevas urbanizaciones de mayor amplitud, tamaño y condiciones arquitectónicas y de espacio. El desvío del tráfico pesado a las rondas exteriores y autovía evitó que todo el tráfico, incluso el pesado, atravesase El Natahoyo de parte a parte como antes atravesaba toda la ciudad, no obstante el trasiego de vehículos es a veces verdaderamente imponente


Subimos ligeramente, por aquí más o menos empezaría la Subida Santa Olaya, como se denominaba antaño a este tramo de la actual Avenida de Mariano Pola. Era la antigua Ería de Santa Olaya, "heria de Santa Olalla" según documento del año 1333 por el que se sabe de los intereses del monasterio ovetense de San Pelayo en este lugar:
 «…todos elos heredamientos que vos e nos avemos ennas feligressias de Santa Cruz de Jove e de San Martino de Ora e enna heria de Santa Olalla»

Nos cruzamos con la calle Arcipreste de Hita que, como la del Camino de la Fábrica de Loza, comunica con el parque de La Atalía, situado unos metros más al sur, antaño Parque de El Natahoyo y que se le puso Atalía, "que obedecería, tal vez, al nombre antiguo de El Natahoyo, pero que no responde a ninguna denominación histórica conocida", explica Ramón d'Andrés, mientras que Eduardo Pulido recordaba de él lo siguiente y así lo plasma David Pérez en sus artículos del barrio:
«Sufrió una remodelación. Es el cambio más presente que tengo. Había árboles centenarios y era algo así como el parque de El Natahoyo. Tenía un bosque y antiguamente se hacían allí las fiestas del barrio, que ahora ya no se celebran. Se hacen las de Moreda, aunque ahí hay pique, porque ellos se consideran un barrio aparte»

La calle Arcipreste de Hita está a la derecha cortada al tráfico de vehículos con la parada de autobús de La Farmacia. En la esquina derecha del edificio de la derecha está el Hotel Camagüey, en el cruce con la calle Zumalacárregui


La Avenida de Galicia, arbolada, ha sido transformada en un verdadero bulevar. Dependiendo de la hora del día podremos escoger acera de sol o acera de sombra, si bien esta de la izquierda, mirando al norte, suele ser más sombría mientras la de la izquierda, orientada al sur, recibe más por lo general los rayos del sol. Unos metros más adelante hallaremos la Sidrería Norte y Sur


De la expansión del nuevo urbanismo en El Natahoyo escribe, para el periódico El Comercio, el periodista Marcos Moro el 7-6-2023 con la noticia El Natahoyo tira de la obra nueva con más de 200 pisos en desarrollo:
"El Natahoyo se ha convertido, de un tiempo a esta parte, en una de las zonas donde los promotores están concentrando mayor numero de proyectos residenciales de obra nueva. En este momento hay una cartera de más de 200 viviendas en fase de desarrollo y la cifra no para de crecer. Para poner este dato en su contexto hay que tener en cuenta que el parque de nueva vivienda en construcción en todos los barrios gijoneses ronda actualmente los 700 pisos y que en el centro de la ciudad se comercializan y desarrollan otras 450 viviendas. 
Por la cantidad de nuevas promociones en marcha que acumula, El Natahoyo muestra un dinamismo constructivo equiparable a Nuevo Roces y a la zona de Viesques-Ceares. De hecho, ahora mismo es el barrio con un mayor movimiento de obras. La última promoción inmobiliaria en arrancar es de esta misma semana. La firma Construcciones Principado 21 se estrena en la ciudad con un proyecto de 10 nuevas viviendas en la esquina de las calles Bailén con Móstoles. El primer paso ha sido liberar el solar que ocupaba una antigua edificación que llevaba décadas abandonada y que en su día tuvo en su bajo la conocida como tienda de Edelmira. 
La promotora Ría de Avilés rehabilitará un edificio en el número 6 de la calle Gerona que albergará 14 viviendas repartidas en tres plantas y que llevará por nombre Puerta del Mar. También está en fase de desarrollo el 'Residencial Pablo Neruda', otras 12 viviendas próximas a la playa del Arbeyal, la avenida Galicia y Cuatro Caminos que promueve Construcciones Estévez. 
También está en ejecución un pequeño bloque en la calle Vicente Jove. A todo lo anterior se suman los dos edificios barco que está desarrollando Culmia dentro del plan residencial del Arbeyal-Santa Olaya (103 viviendas), además de otras 53 en la calle Lealtad, en lo que será Atalía Urban. Además, el barrio generará otra treintena de pisos con Residencial Parque Coroña, un proyecto gestionado por la firma Progesde."

En liviana, suave pero prolongada rampa. la subida continúa avenida adelante según nos acercamos a la calle Móstoles, otra de las que tuvieron nuevos nombres (antes eran letras y números, como esta, la J-14), dedicados buena parte a las gestas de la francesada, por alguno de los primeros acuerdos municipales con la corporación de la posguerra civil


Era este otro de los antiguos accesos al tan añorado Monte Coroña, cuyo paso quedó cortado por la construcción de los astilleros


Era una encantadora zona de baños, donde mucha gente aprendió a nadar, lo que sería el germen del celebérrimo Club Natación Santa Olaya, toda una institución gijonesa. Sigamos leyendo a David Pérez:
"Santa Olaya, como El Cortijo, ha sido tradicionalmente una zona con cierta autonomía dentro de El Natahoyo. Si hace cien años a alguien nacido en la zona le preguntasen «¿de dónde eres?», respondería: «de Santa Olaya». Su historia está ligada a la historia del barrio, del que se siente parte, pero posee símbolos propios. 
El Club de Natación Santa Olaya es el más reconocible. Fue fundado en 1953 por un grupo de jóvenes de El Natahoyo y La Calzada aficionados a la natación cuya base de entrenamiento era el pedrero del Monte Coroña. Su objetivo inicial era construir una piscina de agua salada. Con el esfuerzo de los socios, se inauguró en 1960: fue la primera piscina de Gijón. Sin embargo, lograron mucho más. Sesenta años después, el Club, referencia deportiva en Asturias, cuenta con casi 16.000 socios y afronta una etapa de renovación con la expansión de sus instalaciones en el centro de su agenda y la elección de una nueva presidencia en 2020. 
Joaquín Cipitria, prejubilado de Naval Gijón y socio número 89 del Club, con fecha de 1960, es uno de los pioneros que ayudó a construir la piscina primitiva cuando era todavía adolescente. Fue, además, uno de los mejores nadadores de aquella etapa, llegando a ser campeón regional de los 100 metros libres. Hoy recuerda los viejos tiempos con orgullo y nostalgia. «Lo tuve que dejar porque empecé a trabajar. Cuando comencé a nadar tendría 14 años, fue en el período de la construcción de la piscina. Iba allí a trabajar con otros amigos de mi edad al salir del bachillerato y la gente iba al salir de trabajar, a las cinco. Los fines de semana también íbamos a ayudar a los mayores», recuerda Cipitria."

El club mantuvo vivo con éxito el recuerdo de aquellos expertos nadadores que ya no pudieron ir a bañarse a la Mar del Natahoyo tras El secuestro del Monte Coroña, como lo llama David Pérez:
"En los años 60, el desarrollo industrial cerró la salida al mar de los vecinos desde el Monte Coroña, lugar tradicional de fiestas y reuniones que en la actualidad permanece cercado en los terrenos de los astilleros Armón. Desde hace años, existen iniciativas vecinales para recuperar esa zona histórica donde antaño existía un lugar llamado Las Lanchas que los vecinos usaban como zona de baño y amarre de embarcaciones. La generación de Joaquín Cipitria fue la última en disfrutarlo. «Cuando era pequeño lo pasábamos muy bien porque íbamos al Monte Coroña y mi padre tenía una lancha amarrada a la entrada de la Constructora Gijonesa. Siempre que él tenía vacaciones, íbamos a pescar».  
También fue allí donde aprendió a nadar, en una época donde los vínculos del vecindario con el mar eran más fuertes. «Todos aprendíamos a nadar en El Natahoyo. Estábamos en la orilla del mar, así que el que no sabía nadar es que era un mastuerzo. En la parte donde hoy está Calderería Pesada, cuando el mar se ponía bravo el agua entraba y cruzaba la subida de Santa Olaya, por donde estaba el cine», rememora. 
También recuerda que, al otro lado del monte, en la zona de Astilleros del Cantábrico, estaba la que se conocía popularmente como la piscina del Natahoyo, que únicamente consistía en un muro que al subir la marea se llenaba de agua. «Los dueños tenían unos baños donde calentaban el agua con una mezcla de algas y carquesia. Era bueno para el reuma. Uno de sus hijos, Marino Iglesias, que tenía una panadería en La Calzada, fue presidente del Santa Olaya. Él y su hermano nadaban muy bien. En esa piscina empezó la gente a sentir afición por la natación», cuenta Joaquín Cipitria. 
Desde 1994, cada mes de octubre, los Amigos de El Natahoyo, vieja guardia de caballeros naturales el barrio, de la que Joaquín forma parte esencial, celebra una comida para recordar los viejos tiempos en el Savannha, un restaurante que en 1967 cambió el nombre de Torre Coroña por este más exótico, que nos transporta a la época de los grandes veraneos nacionales de los sesenta y los setenta."

El investigador y etnógrafo Alberto Álvarez Peña nos dice en su libro Mitos de Xixón que un vecino del Natahoyo, Pepín El Remilgu, aseguraba que en la noche de San Xuan aparecían en la tierra monedas de oro y que para cogerlas era necesario esconderse bajo una manta oscura, pues las monedas desaparecían con los primeros rayos del sol. El topónimo puede tener reminiscencias castreñas o, como ya se ha dicho, advocaciones a la divinidad prerromana Coronus, siendo un topónimo muy frecuente en el noroeste peninsular. El Monte Coroña, hasta donde llegaba el Mar de Pando o Playa del Natahoyo, fue en su momento "limado" para instalar los astilleros. En esa zona, entre la calle La Peña y Zumalacárregui, hubo también otro patio de viviendas humildes o ciudadela obrera y, en el subsuelo, estaba la Cueva del Raposu, de la que nos informa Piñera en el Diccionario de El Natahoyo:
"En la imaginación de los niños del barrio, la cueva del raposu recorría parte del subsuelo del Monte Coroña, hasta la parte del monte conocida como les lanches, cara a Jove. La cueva fue lugar de correrías de la juventud de El Natahoyo en los años treinta, cuarenta y cincuenta pero a nadie conocemos que hubiera visto raposu alguno en esta pequeña cueva lugar de juegos de la juventud del barrio. (...) el Monte Coroña era mucho más grande que lo que hoy se conoce como tal, y que muchas de las instalaciones fabriles en esa zona están en terreno ganado al mar. Mar que llegaba hasta lo que hoy es la calle América".

En la esquina de la calle Móstoles con la Avenida de Galicia, el Café Lomfer y, a continuación, sigue La Cuesta Santa Olaya, como se conoce a esta parte del barrio en la que hace mucho tiempo se hallaron antiguos vestigios de construcciones que podían ser romanas o medievales, en concreto era el abogado y escritor histórico Gregorio Menéndez Valdés quien a finales del siglo XVIII escribe:
 «De la heria de Santa Eulalia, cerca de Gijón, camino del lugar de Jobe, me han traído otras dos medallas iguales y algunos ladrillos semejantes sacados de los vestigios antiguos de varios edificios»

Efectivamente, una de las diferenciaciones dentro de El Natahoyo es que antaño Santa Olaya, o al menos una parte, pertenecía a Xove, mientras el resto estaba en Tremañes, una secular división parroquial que podía venir desde tiempos ancestrales. Luego, con el crecimiento industrial, el barrio se incorporó al casco urbano, al igual que La Calzada, al oeste, por donde sigue el Camino, el viejo camín real costero del que también escribe Luis Miguel Piñera:
"Por la zona de El Natahoyo pasaba una parte del Camino Real de la costa que atraviesa Gijón de Este a Oeste. Entendiéndolo no como algo relacionado con el rey sino como el camino "real", el más antiguo, el camino por el que iban caminantes y carruajes antes de existir el trazado de las calles tal como lo conocemos hoy (...)

Ese Camino Real en su tramo de El Natahoyo llegaba desde el arrabal de La Rueda, que hoy llamamos El Carmen, hasta el final de la calle de Mariano Pola. Ahí el Camino Real se bifurcaba. Un tramo llamado "Camino de la Coroña" iba, más o menos, por la actual travesía del Mar, seguía bordeando el monte Coroña, luego pasaba por el camino del Lucero y la calle Guatemala, para terminar en Cuatro Caminos. El otro, "Camino del Sur", seguía el actual camino dl la Fábrica de Loza y el del Cortijo para, siguiendo la calle Chile, terminar también en en Cuatro Caminos. A partir de ahí el Camino Real -el camino construido a expensas del estado y más ancho que los otros- seguía, aproximadamente, el trazado de la avenida de la Argentina tomando el nombre de Camino Real de Gijón a Candás y Luanco, y pasando por Jove y Aboño."

La fisonomía del barrio sigue y seguirá cambiando, algunas casas viejas que quedan, y algunos antiguos talleres, o se han derribado o se anuncia su derribo, por lo que es fácil que, cuando vengáis, nuevos bloques de apartamentos los sustituyan en el paisaje urbano


Otras casas, restauradas se mantienen, tal que esta, al lado de un edificio de pisos de los años 1970


Nos acercamos al Parque del Doctor Pedro Sabando Suárez, Don Pedrín, el querido médico del barrio, doctor en Medicina y Cirugía que fue Consejero de Sanidad en la comunidad de Madrid entre 1987 y 1995, senador entre 2000 y 2004 y Medalla de Oro de la Organización Mundial de la Salud


Aquí nacido en 1941, se le dedicó este parque en 2013 tras la petición, fechada en 2006, de la Asociación de Vecinos Atalía de El Natahoyo. En ese año se le realizó un homenaje en el Restaurante Savannah y en su discurso de agradecimiento dijo:
"En este barrio, en El Natahoyo, aprendí la necesidad de un sistema sanitario universal y de acabar con las desigualdades sociales. Porque comprobé que las biografías de muchas personas están más en función, en muchos casos, de la capacidad económica de su familia que de su propia inteligencia."


A la izquierda es el cruce con la calle Dos de Mayo, donde antes estaba Villa Santa Olaya; antiguamente y antes de agosto de 1941 era la calle D



Cruzamos la calle Gerona, donde va acabando La Cuesta Santa Olaya, pasando así al parque, calle que viene de Montemayor, nombre actualmente de una calle cerca del Monte Coroña, de la que nos cuenta Piñera en su callejero:
"No consta el día en que el Ayuntamiento decide rotular la calle con ese nombre. Podría estar dedicada al poeta portugués Jorge de Montemayor o ser una referencia al cercano monte Coroña. Curiosamente, en un plano del Expediente 773/1947 del AMG, figura esta calle Montemayor como Don Quijote, sin embargo, ese nombre ya estaba aplicado a un camino en Viesques."

Una imagen del parque al empezar la primavera, más verde el césped y salpicado de margaritas y los árboles aún sin hojas, lo que permite ver los edificios que lo rodean. A la derecha, la calle Zumalacárregui. Según el Diccionario de El Natahoyo, obra del mismo autor, no se descarta que el nombre de Montemayor pudiera aplicarse en sus tiempos "al propio alto de Santa Olaya"


En medio, placa en homenaje a Sabando Suárez, que dice "Siempre dispuesto a ayudar altruistamente a los vecinos de El Natahoyo, hoy te queremos reconocer y agradecer tus desvelos hacia nosotros". Y esta es su biografía en Wikipedia:
"Pedro Feliciano Sabando Suárez (Gijón, 13 de mayo de 1941) es un político español, consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid entre 1987 y 1995. 
Es doctor en Medicina y Cirugía. Se formó en el Servicio de Reumatología de la Fundación Jiménez Díaz, junto a su primer Jefe el Doctor Pedro Fernández del Vallado. Fue médico asistente extranjero de los hospitales de París por la Faculté de Medicine Paris-Lariboisière-Saint Louis Université de Paris VII. Fue jefe del Servicio de Reumatología del hospital de la Princesa de Madrid. Profesor de Reumatología en la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Madrid. 
Como político es Militante del Partido Socialista Obrero Español y de la Unión General de Trabajadores, fue secretario general de la Federación de Sanidad de UGT-Madrid entre 1978 y 1980. Tras la victoria socialista en las Elecciones Generales de 1982 fue nombrado Subsecretario de Sanidad y Consumo, cargo que mantuvo hasta 1985. Fue elegido diputado por Madrid en 1986. A partir de 1987 desempeñó sus funciones como consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid, finalizando en 1995 debido a la victoria electoral del Partido Popular. 
Diputado de la Asamblea de Madrid (1991-2007) y senador designado por la Comunidad de Madrid entre 2000 y 2004. Entre 1994 y 1997 fue vicesecretario general de la Federación Socialista Madrileña. 
Fue portavoz del Partido Socialista Obrero Español de la Comunidad de Madrid (PSM-PSOE) en la Asamblea de Madrid (2000-2003) y Presidente de dicho partido (2000-2007)."

A la izquierda el centro de las Hermanas del Sagrado Corazón, en la esquina de la Avenida de Galicia con la calle Zaragoza. Cuando vengáis ya no estará, cerrado desde 2015, la demanda de vivienda es tan abrumadora que ha sido demolido para hacer otro bloque de pisos


En su recuerdo ponemos el azulejo que, hasta no ha mucho aún, figuraba en la entrada de su escuela infantil. Esta es una sinopsis de su historia en La Nueva España del 3-9-2009, cuando todavía tenía actividad:
"La congregación de las Siervas de los Pobres e Hijas del Sagrado Corazón de Jesús se estableció en el Natahoyo en marzo de 1950. La comunidad vivió al comienzo en un piso del barrio y posteriormente, con donativos y ayudas públicas, construyó su residencia de la avenida de Galicia. Allí comenzaron a desarrollar su trabajo con cuatro aulas, una escuela nocturna y un dispensario y sala de curas. También regentaron más tarde un parvulario y una guardería. 
Las Siervas de los Pobres fueron fundadas en Almería, por el jesuita Joaquín Reina Castrillón, en el año 1942, y en 1965 obtienen el rango de congregación de Derecho Pontificio. Desde el comienzo de sus labores, las comunidades de estas religiosas se establecen en barrios populares y con grandes necesidades sociales. 
En el presente, la congregación tiene 17 comunidades en España (en Andalucía, Aragón, Asturias, Canarias, Cantabria, Castilla-La Mancha y Madrid); dos en México y próximamente fundarán una casa en Perú. 
Su trabajo en el Natahoyo se centra en la actualidad en el Centro Sagrado Corazón, una residencia para niños, niñas y adolescentes de diversas edades que dispone de plazas concertadas con la Consejería de Servicios Sociales del Principado."

A la derecha y pasado el parque tenemos el Hotel 44, veterano negocio hoteleros que fue primero el Bar y Hospedaje 44, cuya gerencia pasó a ser asumida en 1975 por Ángeles Valle y su marido Fructuoso Rodríguez en 1975. A su fallecimiento, el periodista Guillermo Maese publica en El Comercio su obituario y repasa su biografía a fecha 24-2-2023:
"Ángeles Valle, quien fuera gerente del Hotel 44, ubicado en la avenida de Galicia, falleció el miércoles a los 89 años. Natural de Andeyes, una pequeña aldea del concejo de Parres, asumió en 1975 la gerencia del que por aquel entonces era conocido como Bar y Hospedaje 44. Una aventura empresarial que asumió con su ya también fallecido marido, Fructuoso Rodríguez, natural de Bobes. 
«Se vinieron a Gijón porque las vacas no daban para alimentar a una familia con cuatro hijos», relataba ayer su hijo José Manuel. Pese a estar jubilada, Ángeles permaneció pendiente de su negocio hasta casi la fecha de su fallecimiento, entre otras cosas porque vivía junto a una de sus hijas en un apartamento del hotel. «Era muy querida por todo el mundo. Fue un negocio que pelearon mucho para que saliera adelante», recuerda su familia. 
Ángeles fue durante su vida laboral la encargada del restaurante. «Dio de comer a cientos de trabajadores de los astilleros», cuentan. A muchos de ellos no se les habrá olvidado aún los callos o el hígado encebollado que les sirvió la hoy fallecida. Míticas eran últimamente sus partidas de parchís en el restaurante del hotel. «Siempre quiso estar pendiente de todo y no alejarse de su negocio, que al fin y al cabo era una parte muy importante de su vida», recuerdan. 
Ángeles deja cuatro hijos y siete nietos. «Lo fue todo: una gran esposa y una muy buena madre y abuela», aseguraba su familia tras su entierro en Santo Tomás de Collía, en Parres."


El hotel fue soberbiamente reformado y ampliado alcanzando la categoría de tres estrellas y dispone de cafetería, con terraza en el parque, y restaurante


Nos acercamos a la calle de La Cruz, donde está el Colegio Público Santa Olaya


Allí, sus vistosos y coloristas murales rompen la monotonía cromática del asfalto, el ladrillo y el hormigón


En este tramo la avenida tiende a parecer un tanto angosta dada la altura de los edificios


A la izquierda es el tránsito en el que comienza el Grupo Santolaya, cerca de donde estaba la fábrica de aceites vegetales El Sol Gijonés, popularmente conocida como La Aceitera


Este grupo, antiguo Francisco Franco, fue construido a mediados del siglo XX entre la Avenida de Galicia y las calles calles Zaragoza, Ceriñola  y Lepanto, antes de Santa Eulalia, de la que nos cuenta esto Luis Miguel Piñera:
"Al quitar este nombre en 1941, desapareció la referencia castellana al nombre del barrio de Santa Olaya. Popularmente era conocida esta calle en El Natahoyo como la calle de los Gochos, y así figura en una exposición fotográfica sobre el barrio realizada en abril de 1999 en el Centro Municipal."

Cruzando la calle La Cruz seguiremos observando las conchas doradas en el suelo que jalonan y marcan el recorrido del Camino de Santiago



A la derecha, el citado Colegio Santa Olaya, con su patrio de recreo y sus murales


Y, más atrás, un seto de arbustos ornamentales separa la calle La Peña de las instalaciones de los astilleros


Las últimas grúa de una actividad, la de la construcción de barcos, que antaño prosperaba en todo este sector occidental de la bahía gijonesa, llegando a ocupar todo el frente costero de El Natahoyo


Cruzando la calle, los vistosos murales marineros deleitan nuestra vista con sus paisajes de mares y costas, pintados por los alumnos


Paisajes que evocan el mar, vistos desde las casas de El Natahoyo, también aquí representadas, composiciones que admiramos según continuamos andando por la Avenida de Galicia


Un buque, armados en los astilleros, grúas, chimeneas y los edificios de Santa Olaya, esencia residencial y fabril del barrio de El Natahoyo


Pero muy pronto se cambia el estilo, pasando a unos murales más reivindicativos, tal que este...


En él se lee NUNCA OLVIDES TUS RAÍCES, en letras bien grandes y ocupando una larga franja del muro de la escuela, hasta el polideportivo



Más allá se lee NAVAL GIJÓN, un símbolo de la lucha de los astilleros durante los duros años de la reconversión del sector naval. Escribe de ellos también David Pérez:
"En la Avenida de Galicia, en el muro del colegio Santa Olaya, un grafiti reza: «Naval Gijón (1984-2009). Nunca olvides tus raíces». Cientos de personas suben y bajan a diario por la cuesta sin prestarle atención, como parte de un decorado asumido, pero de vez en cuando alguien se queda mirándolo unos segundos desde la parada del bus o mientras camina por la acera de enfrente, con la vista perdida. Quién sabe."

1984, el comienzo de la reconversión y las movilizaciones, y 2009, en cierre de Naval Gijón. Un buen reportaje de aquellos tremendos episodios podemos hallarlo en Naval Gijón 1984-2009, publicación de fotoperiodistas.org en la que la periodista Guillermina Caso escribe lo siguiente:
"El humo de la barricada distorsiona la imagen de esos hombres con mascarillas de mantel de picnic proletario, los que se tragan de todas formas el hollín y el tufo apestoso a neumático chamuscado. Vuelven a sonar las sirenas y llega el rumor de que casi en Marqués de San Esteban acecha un número indeterminado de furgones de la veintiuno. Los músculos se crispan bajo el mono y la tosca protección de cuadros, se corre la voz entre el grupo de pirómanos de la reconversión; el frente de Mariano Pola se altera ante chivatazos inquietantes, pero excitantes. Que nadie indague solo para encontrar registros heroicos; también se huele el miedo, a menudo solapado por el instinto de supervivencia. 
Es la tensión previa a cada movilización. Luego resulta que igual no pasa nada, o que pasa de todo, que hay heridos, o detenidos que acaban en la cárcel, o algo peor, irreparable. Nunca se sabe lo que deparará cada aventura casi diaria del sector maldito. 
Estamos en la era preverdugo, ese clásico que luego se impondría en el fondo de armario de otras reconversiones, que tantas fueron. A veces las trincheras se mudaban del callejón al centro de la ciudad, al chalé de un directivo, a los despachos donde se regateaban excedentes. La Resistencia, la guerrilla contra el despido, también podía aglutinarse alrededor de un transistor, como aquella noche a mediados de la década de los ochenta cuando supieron que en la radio un locutor leería con voz aséptica los 1.117 nombres de la primera plantilla de Naval Gijón. Los escucharon como si fuera la lista de supervivientes de una catástrofe; era lo que quedaba de Astilleros del Cantábrico y Riera, Marítima del Musel y el Dique de Duro Felguera, los restos del naufragio en ciernes de la construcción de grandes barcos en la bahía con capital privado. 
No solo hubo disturbios: de aquellos tiempos queda alguna foto para la historia, como la que inmortalizó el fin del aislamiento de la Calzada, un barrio bloqueado durante semanas por un camión colgado de una grúa. Hubo balones de oxígeno contantes y sonantes que lanzaron administraciones públicas, remiendos primorosos y frágiles con fecha de caducidad, aquelarres de indomables templando ansiedades. 
¿Mereció la pena? Portadas, prórrogas de desánimo, películas ácidas, solidaridad, rencores africanos, lealtades inquebrantables, traiciones vitriólicas… 
¿Fue solo una agonía abyecta o un respiro para atemperar el testamento vital de un sector?."


Era literalmente El hundimiento del naval, como bien lo describe el también periodista Chema Fernández en dicha publicación:
"La reconversión industrial al cabo de 25 años (1984-2009) supuso la desmantelación de la construcción naval en la bahía de Gijón tras una fuerte contestación social que llegó a ser conocida como «batalla en defensa de los astilleros», en la que toda una ciudad se volcó para impedir la desaparición de su modo de vida. Este episodio es el penúltimo ejemplo de un ciclo de reconversiones y revoluciones que ha marcado la historia de la ciudad de Gijón durante casí tres décadas. 
Planeando sobre el presente y pasado de la lucha obrera de los trabajadores de los astilleros gijoneses, plagada de victorias y sinsabores, nos encontramos con un hecho acaecido no hace tanto tiempo que determinó en gran medida la historia reciente del movimiento obrero en este país. 
Lo cierto es que nos han robado la memoria histórica. La «Batalla de los astilleros»: aún hoy se la sigue denominando batalla. ¿Y por qué? Porque durante un instante fugaz la Administración del Estado tembló ante unos trabajadores que, conscientes de lo que se jugaban, tomaron las riendas de su futuro y se negaron a claudicar, pese a toda la presión ejercida desde los instrumentos del sistema. 
Desde la primavera del 84, fueron muchos los elementos del mobiliario urbano que sufrieron la cólera de los obreros de los astilleros. Las barricadas de neumáticos se contaban por centenares; los autobuses incendiados por decenas. Los desechos de material ferroviario fueron otros de los elementos utilizados en las protestas. Durante varios meses las entradas de los bancos fueron apedreadas e incendiadas. La fachada del Ayuntamiento también sufrió las iras del fuego tras una jocosa estratagema: un simulacro de entierro permitió a una pequeña concentración atravesar la ciudad en las narices de la policía; los féretros (que simbolizaban la muerte del sector naval) llevados a hombros estaban rellenos de neumáticos que sirvieron para prender fuego a las puertas del Ayuntamiento al terminar la procesión. También se incendiaron el expreso «Costa Verde» y las sedes bancarias del Bilbao y Central; en este último caso, con intervención de los bomberos para salvar a una limpiadora que quedó atrapada en el edificio."

El naufragio de todo un sector, y con él, de toda una sociedad industrial, pero no sin resistencia, y muy dura:
"Las movilizaciones del sector naval en Gijón en 1984 tuvieron un cariz totalmente diferenciador de otras movilizaciones de trabajadores. La asamblea fue el órgano soberano y decisorio a la hora de decidir las acciones a realizar. Para dar más eficacia a una lucha casi cotidiana, se decidió celebrar dos veces por semana una asamblea que los reuniera a todos. Los trabajadores ocuparon el salón de actos de la Casa Sindical – antigua Casa del Pueblo-, donde establecieron el cuartel general. 

Al reunirse de una vez por todas fuera de los astilleros, la asamblea rompió la dependencia de los obreros respecto a su lugar de producción. Y estuvo abierta a todos. En ella participaron obreros de otros sectores industriales, algunos mineros y jóvenes de los centros de Formación Profesional y de los institutos técnicos, así como parados y algunos curiosos.

De entrada, la asamblea también rompió el corporativismo sindical. Entre los participantes, que discutían directamente entre sí, no se trató sino del porvenir de la lucha en curso, de sus consecuencias para la vida de cada cual, del papel nefasto de tal o cual sindicato respecto de esta u otra acción. Se discutía poco acerca de las negociaciones o del estado de éstas con el Gobierno. Esa tarea se dejó deliberadamente al margen de la asamblea, a cargo de los representantes sindicales. 

Tras cada salida a la calle, dos veces por semana (tantas como asambleas), la gente se juntaba de nuevo, incluso en pequeños grupos, para discutir el cariz tomado por los acontecimientos y decidir una nueva línea de actuación a debatir en la próxima asamblea. 

Frente a lo que pasó en Euskalduna, donde los obreros se sirvieron de su astillero como de un parapeto, los combatientes de Gijón apostaron por la movilidad desde los primeros enfrentamientos. 

Delante de las entradas de cada astillero se levantaban varias barricadas con trozos de grúas, traviesas de ferrocarril y, más a menudo, con centenares de neumáticos rociados con gasolina e incendiados. De este modo, quedaba bloqueada la calle de Mariano Pola, una arteria vital que comunicaba los barrios fabriles de La Calzada y El Natahoyo con el centro y que, por tanto, tiene una gran importancia estratégica para Gijón. Cuando el asalto policial se hacía demasiado apremiante, se organizaba el repliegue hacia la barricada que se había levantado mientras tanto delante del siguiente astillero, donde los combatientes podían desaparecer sin problemas. 

A lo largo de todo un año, los obreros y quienes se juntaban con ellos supieron mantener la iniciativa en los enfrentamientos. Muchas veces, las barricadas levantadas en el sector de los astilleros se vieron apoyadas por acciones en otros lugares de la ciudad. Así, en el mes de febrero del 85, una de las últimas veces en las que la policía lanzó un asalto muy violento contra combatientes refugiados en el interior de un astillero (las dos garitas de la entrada fueron totalmente destrozadas por la intensidad de los pelotazos de goma), otros grupos intervinieron para dar apoyo logístico, quemando en ese mismo momento varios vagones de dos trenes detenidos en la estación mientras otros levantaban e incendiaban barricadas en el centro de la ciudad. Simultáneamente, grupos de jóvenes atacaban una furgoneta de la policía a pedradas. 

En estas protestas hizo su aparición una arma singular: «la bocacha», un lanzacohetes artesanal que devolvía las pelotas de goma contra la policía, al parecer con una violencia y una precisión multiplicadas. 

La movilidad de los combatientes llevaba regularmente los enfrentamientos hasta el centro de la ciudad, donde las diversas intervenciones quedaban a cargo de pequeños grupos, la mayoría constituidos por quienes salían de la asamblea. La rapidez de las acciones, que generalmente sufrían los bancos y los escaparates de algunos comercios, hacía extremadamente delicada la intervención de la Policía. La presencia de numerosos transeúntes entorpecía de forma considerable las cargas policiales y los disparos de pelotas o de gases. Esa movilidad servía de protección a los asaltantes."


Las grúas, el desmantelamiento y la lucha, proseguimos con la lectura de Chema Fernández, uno de los excelentes colaboradores cronistas de aquellos episodios que marcaron la historia de la ciudad y su devenir:
"Ni que decir tiene que esa libertad de movimiento iba a la par con una vivacidad de ánimo que estuvo siempre presente en los momentos que exigían un máximo de unidad táctica y de determinación. Tal era la fuerza de la presión en la calle que, aunque hubo muchas detenciones, nunca duraron más allá de un arresto preventivo. Así sucedió una hermosa tarde de febrero de 1985, cuando los «asaltantes», apoyados por unos jóvenes, atacaron las entidades bancarias incendiando las entradas con neumáticos y cócteles molotov. Su acción provocó en la ciudad un caos que obligó a la Delegación del Gobierno a la detención del líder sindical Juan Manuel Martínez Morala, sin que se sepa a ciencia cierta quién tomó la decisión de enviar al representante de los trabajadores a la prisión de El Coto. Horas más tarde el centro penitenciario era rodeado por unas cuatrocientas personas con gaita y tambor que, dando vueltas al edificio, pedían la libertad de Morala. 

Para el día siguiente estaba prevista una gran movilización para exigir la libertad de Morala, el cual fue trasladado a los Juzgados, en los que se fijó una fianza de 50.000 pesetas para su libertad. Las más de 3.000 personas que se habían congregado ante el Palacio de Justicia recaudaron allí mismo la cantidad fijada. 

Al final de la lucha, los tres astilleros que debían desaparecer fueron finalmente cerrados uno tras otro (Astilleros Riera, Astilleros del Cantábrico y Marítima de El Musel). Y los tiempos difíciles de la reconversión no han pasado. En estos momentos se vive otro doloroso proceso que puede que sea el definitivo para la actividad de construcción naval en nuestra ciudad. Del Gijón industrial y combativo no queda nada. Los años de lucha están ya lejos; aquellos años en los que se decía que, a fuerza de realizar manifestaciones, actos públicos y asambleas, los trabajadores del sector naval habían acabado por convertirse en parte esencial del paisaje urbano de Gijón. 

Lejos quedan aquellos tiempos de grandes movilizaciones por las calles de la ciudad reclamando una apuesta importante por el sector naval. El paso del tiempo y lo más importante, las constantes y mal llamadas reconversiones (que realmente fueron liquidaciones de empleo) han conseguido reducir las capacidades de movilización del sector. 

La misma sociedad de Pequeños y Medianos Astilleros en Reconversión (Pymar) creada para salvar la construcción naval, es la misma que cierra Naval Gijón. En el otro astillero Juliana, se apostó por una privatización a cargo de un inversor insolvente y el astillero camina hacia su desaparición. El tiempo da y quita razones. 

La gran historia de la reconversión naval en la bahía de Gijón está sin escribir. Ahora tras 25 años de aquellas movilizaciones obreras en nuestra ciudad, me viene a la mente la imagen de los responsables en Asturias de la Administración del Estado y del Gobierno regional y local, cuya actuación se puede definir como la de un equilibrista que camina tembloroso sobre el alambre, escorándose ahora a un lado, ahora a otro, con tal de no ser atrapado por la vorágine de las protestas."

Andrés Presedo, es otro de los autores que glosa aquellos años que ahora han quedado aquí plasmados y junto a los que ya se pasa con gran indiferencia, pasadas ya varias generaciones de aquellos sucesos:
"Era una lucha desigual. Del capital contra el empleo. De empresas lastradas por años de desidia, que se veían incapaces de revertir una tendencia del mercado para la que no estaban preparadas. En ese contexto, mientras que José Manuel Palacio casi no había tomado el pulso a la Alcaldía de Gijón después de las primeras elecciones municipales tras el largo paréntesis del franquismo, la ciudad se convirtió en un frente de referencia nacional por la defensa del empleo. No fueron sólo los astilleros. En la mente de quienes vivimos aquellos duros tiempos de lucha sindical, siempre quedará la imagen de decenas de miembros de la Policía Nacional entrando a defender sus posiciones dentro de Talleres de Moreda. Las huellas de aquella incursión quedaron grabadas en la memoria y en la piel de muchos trabajadores. Con todo, el sector naval, las plantillas de los astilleros de Cantábrico, de Riera, de Marítima del Musel, de Duro Felguera o de Juliana, mantuvieron una lucha constante con unos objetivos quizás utópicos y que, un cuarto de siglo después, cobran un valor especial como fondo y forma de la acción sindical.

La lucha de los obreros era la pelea por conservar los puestos de trabajo y, a la vez, la explosión de un colectivo que rondaba las tres mil personas y que reclamaba mayores cuotas de responsabilidad, de participación en las empresas. El movimiento sindical vivía momentos álgidos, incluso de euforia, con la vista siempre puesta en un Ayuntamiento que, en aquellos años, era noticia nacional al aprobar una moción en favor del pueblo del Kurdistán. Las manifestaciones eran continuas, como lo eran las invasiones del Ayuntamiento, la interrupción de los plenos y escándalos motivados por la desesperación de ver como el entramado de la construcción naval se venía abajo y, con ello, el pan de muchas familias. Martes y jueves, allá por mediados los años ochenta del siglo pasado, se repetía la misma rutina. Asamblea de trabajadores y batalla campal en cualquier punto de la ciudad. La barricada de neumáticos ardiendo, el coche quemado, el autobús desalojado con las ruedas pinchadas, podían aparecer en Somió, en La Calzada, en El Natahoyo o en la misma autopista, aunque fueron los vecinos de la zona Oeste de la ciudad los que, estoicamente y durante años, soportaron los inconvenientes de aquella lucha obrera que, en el fondo, sabían que era la lucha de todos.

Se discutía también de todo entre los interlocutores del Gobierno regional, los sindicatos y el Ayuntamiento, mientras los créditos para seguir haciendo obra no llegaban y las carteras de pedidos se situaban bajo mínimos. La crisis estaba en el fondo de todo el problema. Jesús Fernández Valdés, consejero de Industria, trataba de poner parches políticos a una situación que, ya por entonces, apuntaba a una privatización del astillero de Juliana, que luego no se llevaría a cabo, y a la necesidad de unir fuerzas para afrontar el futuro. Nacía, hace veinticinco años, Naval Gijón, y lo hacía en las antiguas dependencias de Cantábrico, con tantas heridas desde sus inicios como las que habían dejado durante años las pelotas de goma de la Policía Nacional contra las paredes del viejo astillero, en la misma zona que ahora, con aquella memoria perdida, alberga la moderna urbanización de Poniente y el Acuario. Ese era el destino que los trabajadores, los sindicatos, auguraban a aquel entorno desde hace años y, ahora, con la muerte de Naval Gijón, se ve cada vez más cercano, a pesar de la insistencia del Ayuntamiento de Gijón en defender un futuro empresarial para el «caramelo» urbanístico."

Y, un pensamiento fundamental, que todo aquello no se nos olvide, otra cosa es que se consiga, una lección del pasado que puede servirnos cara al futuro:
"Fue una lucha obrera, una movilización social y sindical, con huelgas generales y manifestaciones multitudinarias impensables en estos momentos. En alguna ocasión, la cabeza de la protesta ciudadana llegaba a su punto final en la plaza Mayor y aún quedaban manifestantes iniciándola en la plaza del Humedal. Era mucho más que una manifestación en favor del mantenimiento del empleo en el sector naval. Era una postura de ciudad, un movimiento civil contra situaciones de injusticia en un momento de crisis que debió de lidiar aquel primer Gobierno de Felipe González, tras su victoria electoral de 1982. En la mente de todos quedan aquellas consignas coreadas por los trabajadores, que se sabían de memoria y que gritaban con una mezcla de rabia y de frustración. «Obreru despedíu, patrón colgáu» o «Si no hay solución, quemamos Gijón», son sólo dos ejemplos del sentir de aquel colectivo que, liderado por CC. OO., UGT y la CSI, con el apoyo de otros sindicatos minoritarios, mostraba su disconformidad con la marcha de sus empresas y las posibilidades reales de perder el puesto de trabajo. De todas formas, los principales objetivos de su indignación y también de sus consignas eran, uno y otro día, y sobre todo, los ministros de Industria, Carlos Solchaga, y de Hacienda, Miguel Boyer, quienes, entendían los sindicatos, estaban ahogando las posibilidades de supervivencia de las empresas de la bahía local. 
Pero aquella «guerrilla urbana» que, en muchas ocasiones, trajo en jaque a la Policía Nacional, por entonces a las órdenes de Obdulio Fernández como delegado del Gobierno en Asturias, también tenía sus nombres propios en la parte sindical. Jesús Montes Estrada «Churruca», en la actualidad portavoz de Izquierda Unida en el Ayuntamiento de Gijón; Juan Manuel Martínez Morala («el tiburón de la bahía»), «Amarilla». «El Roxu» , Piney y otros muchos forman parte de aquella leyenda, de aquellos tiempos en los que Morala acabó con sus huesos en la cárcel del Coto después de una de las mil emboscadas ciudadanas, provocando una manifestación de solidaridad alrededor del viejo y desaparecido presidio gijonés. 
Aquella lucha, aquella pelea en ocasiones difícil de controlar, dejó muchas heridas. Para ejemplo, el fatal día de la muerte del joven Raúl Losa. El peaje pagado había sido muy alto. Ahora, veinticinco años después, la lucha no ha terminado. Incluso, tiene muchas similitudes con la de entonces. Hay, eso sí, una gran diferencia. En aquellos años, y aunque con puntos de vista diferentes, se respiraba una unidad inquebrantable. Eran muchos y unidos. Poco a poco, a golpe de traslado y de prejubilaciones, se acabó con aquel espíritu. La lucha de los ochenta queda para los libros, para la historia, para que no se olvide."

Este lugar de Santa Olaya simboliza, como tantos rincones de El Natahoyo, el paso de lo obrero e industrial a lo urbanístico y residencial, del sector naval al comercial, de los astilleros a los escaparates, de la formación profesional a Norma Duval...



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