Echando un culín, escanciando sidra en Gascona, en el mismo Camino |
A muy escasos metros de la catedral de San Salvador y su Plaza de Alfonso II El Casto, la ovetense calle Gascona lleva en su nombre el asentamiento de gascones, de Gascuña, en la Edad Media, atraídos al calor de las peregrinaciones al Salvador y a Santiago y a la reactivación de las viejas rutas y relaciones comerciales, culturales y sociales europeas por estas viejas sendas, sabiéndose fundaron talleres de artesanía y comercios, haciéndose rápidamente vecinos de una ciudad creciente y cada vez más poblada y concurrida mientras florecían en el arte el románico y el gótico
"Gascona, El Bulevar de la sidra, es la calle sidrera por excelencia. Lo formamos 11 sidrerías que, uniendo nuestros esfuerzos a lo largo de todo el año, realizamos diferentes actividades para que nuestros clientes y visitantes disfruten de todo aquello que Asturias puede ofrecer: cultura y tradición, alrededor de la sidra, de nuestros productos gastronómicos y de nuestra forma de saber hacer.
La Calle Gascona está situada en el corazón de Oviedo y es una de las de mayor tradición hostelera. Es una calle extramuros que desembocaba en la Puerta de los Gascones, de la antigua muralla medieval. Los gascones, sobrenombre que se les daba a los peregrinos francos, establecieron en ella sus comercios. Calle con historia y en la Historia del Camino de Santiago, pues casi desde ella partió hacia Santiago el monarca asturiano Alfonso II tras recibir la noticia de que se había encontrado la tumba del apóstol, en lo que sería la primera peregrinación de la Historia.
Hoy sigue manteniendo aquel sabor europeo y de cita de ovetenses y foráneos. Buena comida con sidra rica y en abundancia, trato educado, noble y franco, y el sonar de una gaita o un cantar, hacen de cualquier sobremesa en Gascona un inolvidable momento de convivencia y disfrute. Esto es lo que ha convertido Gascona en el Bulevar de la Sidra: un lugar con historia, tradición, gastronomía, cultura viva y.… buena sidra entre buena gente.
La Asociación de Hosteleros de la Calle Gascona es una asociación sin ánimo de lucro, con personalidad jurídica propia, que fue constituida en abril del año 1999. En la actualidad cuenta con 12 empresas (sidrerías) asociadas, que desarrollan anualmente diversas actividades desde que se constituyó la asociación.
El objetivo principal de “El Bulevar de la Sidra” es la promoción agrupada de los establecimientos hosteleros de la calle Gascona, favoreciendo la consolidación de esta calle como polo turístico y “cuna” de la sidra en Oviedo. De esta forma no sólo se pretende conseguir aumentar el beneficio de los locales, sino la imagen de marca de un espacio en el que los ciudadanos y los visitantes sepan que pueden disfrutar de la sidra y de todas las tradiciones y la gastronomía que la acompañan. Un punto de encuentro que refuerza la imagen turística y gastronómica de Oviedo.
Como objetivos específicos derivados del anterior, se encuentra la promoción de la cocina tradicional asturiana, como elemento de identidad y marchamo de calidad respetado a lo largo y ancho de nuestro país. También cabe mencionar el interés de la asociación por promover la cultura tradicional asturiana en todas sus facetas, con especial atención al mundo de la sidra y todos los usos y costumbres que a su alrededor se mantienen o se pueden recuperar.
Para la aproximación o consecución de estos objetivos en “El Bulevar de la Sidra”, centramos nuestra actividad, en la promoción de la calle del mismo nombre mediante eventos y actividades que favorezcan que oriundos y foráneos conozcan, aprecien y fijen en su mente este punto de encuentro como el lugar de referencia del entorno sidrero de nuestra ciudad. Estas actividades repartidas a lo largo del año, entremezclan, la participación ciudadana, la fiesta, la promoción turística y la difusión de nuestra cultura y la degustación de nuestros productos más autóctonos.
Dentro de todas estas actividades promocionales cabe destacar algunas como por ejemplo “la Preba de la primera sidra”, en la que con la asistencia aproximada de 4000 personas, se valora la mejor sidra de las que se sirven en la calle, a través de la opinión popular y la de un grupo de expertos. Con esta actividad desarrollada en abril-mayo de cada año, se da el pistoletazo de salida a la temporada de terrazas y al consumo de sidra en la calle. Tiene una gran aceptación popular y se ha consolidado como una fiesta tradicional en Oviedo."
EN LOS COMIENZOS DEL SIGLO IX.DESDE ESTA SU BASÍLICA DE EL SALVADOR.INICIÓ EL MONARCA ASTURALFONSO II EL CASTOLA PRIMERA DE LAS PEREGRINACIONESA COMPOSTELAPARA VENERAR LA TUMBADE SANTIAGO EL MAYORY FUNDAR ALLÍ, EN SU HONORLA PRIMERA BASÍLICAMMX AÑO JUBILAR COMPOSTELANO
Esta bifurcación de caminos se produce unos pocos metros más adelante: nosotros bajaremos todo recto por esta rampa toda la calle del Águila para cruzar luego la calle Jovellanos y pasar a Gascona, mientras que, ya enfrente de aquellas primeras, el Camino Primitivo tomará a la izquierda la calle Schulz, antigua Rúa de los Albergueros, donde como su nombre indica había albergues y posadas para los peregrinos y demás viajeros, además del Hospital de San Juan, alojamiento para romeros pobres, que dependía de la catedral y se hizo sobre el palacio de otro rey, Alfonso III El Magno
También aquí, al igual que en la Plaza de Alfonso II El Casto, hubo antaño un pequeño barrio, La Rinconada del Rey Casto, con una pequeña plazuela limitada por algunas casas y los muros de la catedral y estas capillas septentrionales. Las viviendas fueron incendiadas durante la Revolución de 1934. En 1935 el Ayuntamiento propuso comprar los solares para mejorar el entorno de la catedral, actuación que no se pudo hacer hasta acabada la Guerra Civil
La Rinconada del Rey Casto se dice nació a consecuencia de la reconstrucción de la ciudad tras el pavoroso incendio de 1521 que destruyó casi toda la ciudad, excepto la catedral, la Casa de la Rúa y algún edificio más de piedra. Incluyendo este barrio de los Gascones que, como los demás, era de casas de madera, situado en la parte posterior del convento de San Pelayo, cuyos muros metemos calle abajo
Calle que, por ello, pasó a ser llamada de San Pelayo en este tramo que coincide con dicha parte posterior del convento, si bien a partir del siglo XVI comenzó a conocérsela como del Águila a causa de un escudo con un águila bicéfala que se puso entonces en la pared del convento, reedificado por aquel entonces sobre el viejo cenobio medieval
Es por ello muy posible que, muchos documentos más antiguos, medievales, que se refieren a Gascona, La Gascona, calle Gascona o Rúa de la Gascona se refieran en concreto a este tramo de la vía, la calle intramuros
Este es el cruce en el que separan los caminos: a la izquierda por la calle Schulz y antigua Rúa de los Albergueros va el Camino Primitivo; mientras que de frente y cuesta abajo todo recto sigue el Camino del Norte, entre el muro del monasterio de San Pelayo, a la derecha; y las casas de la izquierda. Al fondo, saliendo a la actual calle Jovellanos, estaban la Torre de los Gascones y la Puerta Gascona y, donde vemos los bloques de pisos, ya era la ciudad extramuros, donde empieza la actual calle Gascona, a la que llegaremos al cruzar la de Jovellanos
Seguidamente al cruce vemos la terraza del Bar La Belmontina, el cual vino aquí, a la calle del Águila, desde su primera ubicación en la Plaza de la Catedral o de Alfonso II El Casto (donde ahora está El Llar de la Catedral) una vez pasada la Guerra Civil. La Belmontina era como se conocía, por ser oriunda de dicho concejo asturiano, Pilar Menéndez, renombrada cocinera y chigrera "que cocinaba callos bajo la lluvia de mortero en el 34", es decir, en la Revolución de Asturias de 1934, que tuvo en estas plazas y calles frente de combate, como bien recordaba su hijo, Plácido Hevia, en el artículo de David Orihuela para el periódico La Nueva España del 23-3-2019, así como que "la gente venía con recipientes para llevar lo que preparaba mi madre"
Y a la izquierda, en la antigua Rúa de los Albergueros, barrio de Las Posadas o de La Alberguería, por donde arranca el Camino Primitivo, está el edificio del Ilustre Colegio de Abogados de Oviedo, en cuyos bajos podremos ver, gracias a unas grandes cristaleras, restos y cimientos del Palacio de Alfonso III que fue cedido en 1096 al obispo Martín por otro rey, Alfonso VI, para hacer de él el Hospital de San Juan
La Belmontina, el bar de Oviedo donde los clientes se sienten como en casa, es como la periodista Esther Rodríguez titula su artículo dedicado a este veterano establecimiento que aquí abre sus puertas y saca sus terrazas a la calle del Águila, publicado en La Voz de Asturias el 20-3-2023 y que, además de la historia y exquisiteces del local, se nos informa de sucesos, curiosidades y anécdotas:
"Como el típico bar de pueblo, donde todo el mundo se conoce y el mobiliario es entero de madera, pero situado en pleno centro de Oviedo. Así, con esta frase, se puede describir la esencia de La Belmontina. Situada en la calle del Águila, a escasos metros de la Catedral, por las puertas de esta taberna se han visto pasar generaciones y generaciones de asturianos. Unos clientes que más que consumidores, «somos ya una familia», tal y como asegura Belén Rodríguez, propietaria de este chigre que lleva más de 60 años siendo el lugar de encuentro de muchos amigos y conocidos. Para algunos incluso se ha convertido también en su hogar. «Aquí se sienten como en casa», apunta la hostelera.
Aunque en el toldo de entrada de La Belmontina figura que lleva abierto desde 1954, realmente el negocio nació muchos años atrás. «Antes de que lo regentase mi familia lo llevaban otras personas. Antiguamente no solo era bar, sino también pensión, y se llamaba Bar Muñiz La Belmontina. Después lo cogió un tío de mi madre y luego en el 76 pasó para mis padres», cuenta Belén Rodríguez, quien desde los dos años ya correteaba por el bar. «Me acuerdo de la Panadería Molinón, la imprenta que hasta hace poco estaba aquí, la tapicería Feijoo. Era donde yo jugaba, aparte de por la catedral», rememora a sus 50 la tinetense.
Aparte de criarse y crecer en La Belmontina, donde antiguamente se podía aparcar delante del local, Belén Rodríguez trabajó en el bar «desde toda la vida». Siempre echó una mano a sus progenitores, tanto detrás de la barra como en la propia cocina. Por eso, cuando se jubilaron sus padres en el año 2009, decidió coger ella sola las riendas del negocio. También lo hizo motivada por su situación familiar. «Mi hijo pequeño empezaba el colegio; entonces, ya tenía más tiempo libre», confiesa la hostelera.
Desde que La Belmontina abrió sus puertas «no ha cambiado absolutamente nada». «Está tal cual como antes y seguirá así porque los clientes no me dejan renovar ninguna cosa. No quieren que mueva nada de nada», confiesa Belén Rodríguez, antes de señalar que «lo único que puedo hacer es pintar para mantener las paredes limpias y poco más». Tal es así que la hostelera aún conserva una máquina registradora de las antiguas, que aunque «hoy en día podría funcionar perfectamente», forma parte de la decoración. «Tiene un valor económico, pero es más el sentimental, porque me acuerdo incluso de jugar con ella», rememora.
Una «exquisita» comida para acompañar los tragos
De la misma manera que el mobiliario es de toda la vida, la comida que se sirve en La Belmontina nos transporta a nuestra infancia. «Tengo poca cantidad porque son más bien tapas, pero es todo casero. Apenas uso especias porque me gusta la cocina antigua, la de nuestras abuelas», señala. La especialidad de este bar son los callos y la carne. También el plato de aldea —compuesto por patatas fritas, huevos y chorizo— gusta mucho a todo el mundo. «Y eso que cuando lo puse era por tener algo nuevo, porque yo personalmente no lo veía para un negocio», reconoce Belén Rodríguez, antes de apuntar que la cocina aún se sitúa en la parte de arriba del local, donde hay también mesas de comedor.
Esto lleva a que los clientes, cuando entran por la puerta de este tradicional bar, «se sienten como en casa», y por eso siempre vuelven —pueden hacerlo acompañados de sus mascotas, puesto que se permite el acceso de animales al local—. «Ahora la clientela está renovándose porque la que tenía mi padre por desgracia se fue muriendo, pero ahora viene algún hijo o nieto de esta. Es gente que nació prácticamente aquí y los ves crecer. Además, esa nueva generación te va trayendo otro y también viene gente de fuera recomendada, que eso me enorgullece», afirma Belén Rodríguez, quien asegura que Fernando Alonso pasó parte de su niñez en La Belmontina. «Venía con su abuelo, que paraba mucho aquí. El hombre presumía de su nieto cuando todavía no era nadie», resalta la hostelera.
«Siempre digo que La Belmontina sin los clientes o amigos no sería nada, por mucho que yo hiciera. Si no tuviera el respaldo de ellos, yo no seguiría con el bar abierto. Entonces, todo esto se lo debo y se lo agradezco a ellos», reconoce la hostelera, antes de reconocer que gracias a esa fiel clientela ha conseguido sortear la pandemia del coronavirus, entre otras crisis acaecidas. «Para mí la verdad que fue durísimo. Pero tuve clientes que me llamaban, se preocupaban, me mandaban fotos del local… estuvieron muy atentos. El contacto fue más de ellos conmigo que yo con ellos porque a mí me dio un bajón muy grande, pero en ningún momento me dejaron sola», destaca.
Bajo esta premisa, Belén Rodríguez asevera que «fue cerrar las puertas y no tener ningún ingreso, mientras que los gastos seguías teniéndolos». Aún así,«aprendes de lo malo». «Yo empecé a vivir el día a día, a no pensar en el mañana. Además sabes la gente que tienes al lado y me sorprendieron mucho. Pero bueno, hay que reconocer que hubo locales que lo pasaron peor que nosotros porque aquí al fin y al cabo damos de comer a tres familias, pero hay bares en los que hay muchísimos más trabajadores. Además, para los locales de ocio nocturno fue terrible, porque estuvieron muchos meses cerrados», cuenta.
No obstante, esta «dura» situación ya queda en el recuerdo de La Belmontina, que cuenta con muchas anécdotas. Una de las más llamativas es el crimen que lleva su nombre. «Ocurrió mucho antes de que mi familia estuviera aquí, por lo tanto sé lo que me contaron unos sevillanos porque yo nunca antes lo había oído. No fue el crimen aquí como tal, sino que este fue el lugar donde empezó la discusión. Unos hombres estaban jugando la partida y comenzaron a reñir. Uno de ellos era el limpiabotas y echó a correr. Pero fue apuñalado y acabó muriendo donde el Ovetense», cuenta Belén Rodríguez.
Otro caso llamativo también tuvo lugar hace varias décadas. «Hubo un tiempo en el que mis padres dejaron de vender sidra aquí en el bar. Una vez llegó a Oviedo un ministro francés que vino a ver la catedral y se paró aquí para tomar una sidra. Pero no fue posible porque no la teníamos», relata la hostelera, quien señala que como anécdota está bien, pero lo acaecido después «no me pareció nada bien». Lo cierto es que ante ese suceso, «en la prensa pusieron que era una vergüenza que en el casco antiguo de la ciudad no hubiese ni un solo bar que diese sidra». Algo que «era mentira», porque «no eran todos, sino solo nosotros y eso daña a la imagen de los demás».
Al fin y al cabo La Belmontina tiene mucha historia y Belén Rodríguez quiere seguir coleccionando momentos y poder escribir más capítulos en este bar de toda la vida. «Me gustaría jubilarme aquí, que acabe conmigo no lo sé. Yo quiero otro futuro para mis hijos, pero si quieren cogerlo, yo encantada y les ayudaré. Será la misma tristeza cuando cierre la puerta el último día por no volver que si no se vuelve a abrir más», resalta la hostelera, quien está eternamente agradecida a sus clientes. Es por ello que «siempre intento esmerarme más para darles más de lo que me reclaman».
Enfrente de La Belmontina se alza el alto muro de piedra de la fachada trasera del convento de San Pelayo, construida, como el actual cenobio, en el siglo XVI, si bien su origen en mucho más antiguo, de los tiempos de Alfonso II El Casto, tal y como señalamos en la entrada de blog que dedicamos a este cenobio, pues por delante de su fachada principal, al este, entran los peregrinos del Camino del Norte en el centro histórico de la ciudad, como hacían los de antaño, por la desaparecida Puerta de la Noceda, subiendo del Campo la Vega y La Tenderina, procedentes del valle del Nora. De la calle dicen así en la Enciclopedia de Oviedo:
"Se extiende desde la Calle Jovellanos a la Calle Schultz en uno de los laterales del Monasterio de San Pelayo. Ha tenido distintos nombres: el 22 de octubre de 1883 el Ayuntamiento acordó rebautizarla como Juan Álvarez de Lorenzana por haber nacido aquí este periodista; el 11 de febrero de 1937 el consistorio resolvió devolverle el nombre de Calle del Águila.
La denominación del Águila procede del escudo tallado en piedra sobre el portón del Convento de San Pelayo en donde se representa a un águila bicéfala con las armas de España. Según José Tolivar Faes dado que el escudo y la fachada son de finales del siglo XVI el nombre de águila debe haberlo tomado la calle ya en el siglo XVII."
Ambos nombres, calle del Águila y calle de San Pelayo, debieron alternar un tiempo, ya desaparecido el de Gascona para este trecho, pues aparecen las dos formas en documentos de esa centuria. En cuanto al que vino más tarde, el de Juan Álvarez de Lorenzana, como se la conoció, al menos en el callejero oficial, entre 1883 y 1937, decir que este periodista aquí nacido era además Vizconde de Barrantes e hizo una importante carrera política, al haber sido Ministro de Estado, diputado y senador, como comprobamos al consultar su biografía en la Real Academia de la Historia:
"Hijo de un militar que había destacado en la Guerra de la Independencia, hizo sus primeros estudios en su ciudad natal, Oviedo, y luego ingresó en la Facultad de Derecho, en la que se licenció en 1835.
Fue profesor de Economía Política en aquella universidad, sustituto de Ramón Valdés, desde 1837 hasta 1840, y trabajó como abogado en el Real Acuerdo y Audiencia de Oviedo. Pero la verdadera vocación de Álvarez Lorenzana fue el periodismo, actividad en la que comenzó en 1842, colaborando en el periódico El Nalón, con artículos sobre temas jurídicos y sociológicos. Por esos años se trasladó a Madrid, con la intención de continuar sus estudios y preparar las oposiciones a cátedra de Cánones. Protegido por Alejandro Mon y Pedro José Pidal, abandonó aquel proyecto para trabajar en algunos empleos oficiales.
Aquellos años, los tiempos de la llamada Década Moderada (1843-1853), marcados por la inestabilidad gubernamental (trece gobiernos se sucedieron en este período), a la que no pudo hacer frente el propio Narváez, fueron para el joven Lorenzana una tentadora oportunidad. Las agitaciones políticas provocaron el resurgir de nuevas cabeceras periodísticas, y los periodistas, o escritores públicos, gozaban de cierta influencia en la sociedad. En aquel ambiente, Álvarez Lorenzana fue, más que un periodista, en el concepto moderno del término, un escritor de periódicos, un escritor político, un editorialista. Álvarez Lorenzana, cada vez más decidido a ocuparse de su auténtica vocación, fue redactor de El Faro (1847), periódico moderado nacido para combatir al Gabinete presidido por Joaquín Francisco Pacheco —el llamado ministerio puritano—, e, indirectamente, al marqués de Salamanca, su ministro de Hacienda; sin embargo, este periódico tuvo de corta vida: terminó sus días al año de su salida. Álvarez Lorenzana en aquella redacción coincidió con el propio Mon, Pidal, González Bravo, Cayetano Cortés y Francisco de P. Madrazo.
Mientras su editor y propietario, Diego Coello Quesada, esperaba las ayudas prometidas, salía a la luz una nueva cabecera, El País (1849), otro de los ensayos moderados para arrebatar la representación oficial a El Heraldo, todavía con Narváez en el poder, que apenas contó, como el anterior, con un año de edad, y cuya línea dura contra el ministerio relámpago del conde de Cleonard unió a personajes de distinta formación política. Allí escribió Lorenzana junto a Benavides, Ríos Rosas y Pastor Díaz.
En 1851 los lectores se encontraron con el primer número de El Constitucional (1851-1852), que también recogió las ideas y los artículos de Álvarez Lorenzana.
Narváez vivió los peores momentos al comenzar la década de los cincuenta. Acusado su Gobierno de corrupción, por jóvenes intelectuales moderados, derrotado en las sesiones parlamentarias (1851), la crisis encontró una alternativa en la figura de Bravo Murillo, el ministro de bronce. La intención política de Bravo Murillo era reformar la Constitución, lo que alarmó a progresistas y moderados y, tras haber realizado algunas importantes obras públicas, dejó la presidencia.
Los últimos gobiernos moderados, especialmente el del conde de San Luis, Luis Sartorius, con los turbios asuntos de las concesiones de los ferrocarriles, que salpicaban a miembros de la Casa Real, fueron el escenario que propició la Revolución de 1854. Dos años antes, un nuevo proyecto periodístico saldría a la luz con el nombre de El Diario Español (1852), que Álvarez Lorenzana fundó junto a Manuel Rancés, que sería su director, y el novelista Julio Nombela, y en el que Álvarez Lorenzana se constituyó en uno de sus más significativas plumas. Sus artículos se contaban entre los más esperados por los lectores.
El Diario Español representaba a una corriente política de corte liberal moderada, que poco más tarde alcanzaría forma de partido político con el nombre de La Unión Liberal.
La campaña de Lorenzana contra el monopolio de los ferrocarriles deparó una colección de artículos demoledores contra el Gabinete. En los prolegómenos del movimiento revolucionario, la reacción del Gobierno hacia la prensa determinó la detención de algunos directores pudiendo, Álvarez Lorenzana, ponerse a salvo junto a Romero Ortiz y el propio Coello.
Afiliado a La Unión Liberal, tras la llegada de Leopoldo O’Donnell Jorris al Gobierno, Lorenzana comenzó la que sería su vida política. Nombrado director general de Administración (1856), se mantuvo en este cargo, del que paso a subsecretario de Gobernación (1858), coincidiendo con el retorno del jefe de la Unión Liberal al Gabinete, tras la dimisión provocada por el famoso suceso del baile de máscaras.
Obtuvo su primera acta de diputado en la legislatura de 1857-1858, en las elecciones celebradas el 25 de marzo de 1857 por el distrito de Salas (Oviedo). Fue diputado hasta le legislatura de 1869, representando al ya mencionado distrito de Salas, por el de Pola de Laviana (1863-1864) y por Avilés (desde 1865).
Hombre de vida tranquila, un permanente lector de libros y de periódicos, sencillo hasta rayar en el descuido, fue siempre consecuente con sus ideales renunciando, incluso, a altos cargos cuando consideraba incompatibilidad entre el desempeño de éstos y su doctrina política. En 1860 fue nombrado miembro del Consejo de Estado, en la sección de Gobernación y Fomento, y más tarde fue director general de Ultramar (1863). Cuando en 1864, con el regreso de los moderados, dimitió del Consejo de Estado, ni Mon, amigo desde la juventud, consiguió persuadirlo de su decisión. En 1865 volvió a ocupar algún cargo, cuando los unionistas llegaron de nuevo el poder.
Lorenzana alcanzó gran protagonismo durante los previos a la revolución septembrina (1868), que puso fin a la monarquía de Isabel II. Formando parte de un comité revolucionario que se constituyó en Madrid, en casa de Moreno Benítez, donde acudía junto a José de Olózaga y López Roberts, entre otros, fue designado para redactar la proclama que la Junta revolucionaria dirigió al pueblo de Madrid. Nombrado ministro de Estado (8 de octubre de 1868), en el Gobierno provisional que se formó tras el derrocamiento de Isabel II, en el Gabinete presidido por el general Serrano, cesó en ese cargo el 18 de junio de 1869, dejando el cargo a Silvela, iniciando su retirada de la vida política.
Fue uno de los veintisiete partidarios del duque de Montpensier para ocupar el trono español y, desde 1871, senador por Asturias. Lorenzana solicitó el título de vizconde de Barrantes, título gallego que correspondía al primogénito de los marqueses de Villagarcía, que ya su familia no usaba, y consiguió para sí aunque apenas lo usó. En enero de 1874, el duque de la Torre lo nombró embajador de España en Roma. Cerca de la Santa Sede, este político que un día fuera partidario de la libertad de cultos, tuvo en cambio una cordial relación con el papa Pío IX, dejando Lorenzana huella de su cultura y sencillez en sus relaciones con la Curia. Dimitió de su cargo cuando la proclamación de Alfonso XII como rey de España (30 de octubre de 1874), y no llegó a tomar posesión de su cargo de consejero de Estado por problemas de salud. Senador por Oviedo en las legislatura de 1871-1872, 1872 y 1876-1877, lo fue vitalicio en la de 1877. Juan Álvarez Lorenzana y Guerrezo, IX vizconde de Barrantes había casado con Rosa Fernández Cueto, heredera de una gran fortuna, con la que no tuvo hijos, y de la que enviudó en 1870. Escrupulosa y celosamente, Lorenzana eligió para su herencia la Casa de Maternidad de Oviedo, según deseo de su esposa, sin beneficiarse en absoluto de aquella herencia. Años más tarde, casó con Adela de Antoine, con la que sí tuvo familia".
En cuanto a La Belmontina queremos compartir también el reportaje que, para la sección Bares de viejo del periódico El País, hace Luis Alegre en la edición del 16-8-2020:
"Oviedo, 1956. En un bar del casco antiguo, al lado de la catedral, unos hombres juegan a las cartas. Uno de ellos es limpiabotas. De repente, estalla una discusión muy violenta. El limpiabotas echa a correr, pero su rival lo alcanza en una callejuela, le clava una navaja y lo mata. Es “el crimen de La Belmontina”.
La Belmontina es el nombre del local. La que me relata el suceso es Belén Rodríguez, 47 años, encargada de esta taberna en la que ya de niña ayudaba a sus padres, asturianos de Tineo. El toldo de la entrada indica que el establecimiento es de 1954, pero La Belmontina nació unos 30 años antes —como bar y pensión— en la plaza de la Catedral. Sus fundadores fueron Plácido Hevia y Pilar Menéndez, apodada La Belmontina por su pueblo, Belmonte de Miranda. El edificio quedó muy castigado por la guerra y luego se reconstruyó en este rincón de la calle del Águila, en un terreno que había sostenido una estancia algo diferente: la sacristía de la iglesia vecina.
El bar se compone de dos plantas comunicadas por una escalera de madera por la que Belén rodaba a menudo cuando era niña. Arriba se encuentran la cocina y algunas reliquias, como una caja registradora del siglo XIX. Si funcionara, a Belén no le importaría utilizarla. Los parroquianos le “exigen” que no cambie nada de un bar, pese a la tele de plasma, con aroma a pasado.
La Belmontina farda de un cliente: Fernando Alonso. El campeón venía, siendo un guaje, de la mano de su abuelo. Hay fotos dedicadas por él: “Para Pacita y Manolo de La Belmontina, con afecto”. Pacita, Paz Muñiz, es la madre de Belén, y Manolo, su padre. Mientras la hija me cuenta que él, ya jubilado, no falla ni un solo día a la partida de chinchón, el hombre llega al bar. Manolo me señala la planta de arriba: en los años duros, ahí instalaron el cuarto de dormir del matrimonio.
Belén se ocupa del negocio con Ludi González, la camarera que, después de 30 años con ella, forma parte de su familia. Se resisten a llamar clientes a los clientes. “Son amigos”, subraya Belén. Esos amigos se suelen poner morados a callos, fabada, rollos de bonito o huevos fritos con patatas y chistorra. Y se muestran incondicionales. Esta tarde somos torturados por el ruido de una obra en esta zona de la calle. Sin embargo, los de la terraza ni se inmutan, siguen la charla tan panchos.
La Belmontina es un chigre, la denominación que en Asturias reciben los sitios que despachan sidra. Ludi recuerda que, en una ocasión, entró un canciller francés que acababa de visitar la catedral y quería probar la bebida. Pero no pudo: se les había agotado. Un periódico publicó que lo sucedido en el casco antiguo era una vergüenza".
Antes que se construyese el muro del convento la fisonomía de la calle hubo de ser muy diferente. Aún hasta entonces había pleitos entre el convento y el concejo por la propiedad de este espacio, incluso en el siglo XVII se colocó una placa por parte del segundo asentando su autoridad, desaparecida tras la demolición de esta parte de la muralla en 1937
En el siglo XVIII, pasada la égida de los gascones, estuvo aquí el centro del barrio de Candás, así llamado a causa del horno de Candás, una panadero. Esta era la salida tradicional de la ciudad hacia la costa por la Puerta de Gascona y por eso la ha recuperado el Camino en su señalización, se iba rumbo a Gijón/Xixón y Avilés, siendo esta última la ciudad hacia la que nos guiarán, por aquí, las cochas, flechas e hitos jacobitas
Placa con el escudo de la ciudad y concejo, la Cruz de los Ángeles
Ahora a nuestra izquierda, La Gran Taberna, otro veterano establecimiento hostelero que vino aquí desde su anterior ubicación en 2016. Rosalía Agudín le dedica, para el diario El Comercio, el reportaje Nueva vida a La Gran Taberna, informándonos de ella y de esta su calle el 28-8-2016, cuando abrieron aquí su nuevo local:
"El número cinco de la calle del Águila fue adquirido por los antepasados del arquitecto Luis Ramón-Laca en una de las desamortizaciones del siglo XIX. Este inmueble es conocido por muchos, ya que desde hace años se encuentra la sede del ESN, donde cada año acuden decenas de Erasmus para informase y apuntarse a las actividades que se organizan en Oviedo. Pero desde hace unos días, el bajo tiene nuevos aires.
La familia de Ignacio García ostentó durante cuarenta años La Gran Taberna situada en la calle Porlier. Por allí pasaron personajes ilustres y surgieron miles de anécdotas que siguen siendo rememoradas. Pero hace año y medio, Ignacio García y Armantina Quintana se vieron obligados a cerrar las puertas de su negocio. Ellos tenían un contrato de renta antigua y a finales de 2014, todos los negocios con estas condiciones tenían que negociar un nuevo alquiler. Los dueños lo intentaron, pero no llegaron a un acuerdo con la propiedad del local y el 29 de diciembre de 2014 dijeron adiós a su restaurante. Ya por aquel entonces se decía que este cierre era temporal y ahora Ignacio García a vuelto a darle vida a La Gran Taberna.
Este lugar lo eligieron «por su ubicación y por el patio que tiene». Entre ambos establecimientos hay una distancia de poco menos de doscientos metros. También les convenció la «zona turística» en la que se encuentra. El menú sigue siendo muy parecido al que se podía degustar en Porlier. Es más, uno de los cocineros que trabajaba en la anterior etapa de esta taberna sigue con ellos. Él es Manuel Álvarez y estará acompañado en los fogones por Alberto Ureta.
Pero como la vida consiste en renovarse o morir, al lado de la barra existen dos depósitos enormes de cerveza. Esto no quiere decir que estén especializados en esta bebida, ya que los aficionados a la sidra y al vino podrán consumir esta bebida, ya que tienen las mejores marcas. Ahora solo queda decirles larga vida a La Gran Taberna."
El monasterio de San Pelayo, en origen de San Juan, fue uno de los primeros de la naciente población tras establecer en ella el rey Alfonso II El Casto su capital en el año 791. Sin embargo, el aspecto actual del convento corresponde a las grandes reformas y ampliaciones de los siglos XVI y XVII, conservando eso sí, en el interior, elementos medievales
Son las crónicas del obispo Pelayo, escritas en el siglo XII, las que informan que el primer convento estaba dedicado a San Juan Bautista y se construyó reinando dicho monarca, quien acababa de hacer de esta su capital tras diferentes avatares y traslados en reinados anteriores. El mismo obispo afirma que pasó a estar bajo la advocación a San Pelayo tras el traslado desde León aquí de las reliquias de este niño-mártir, amenazadas por las incursiones musulmanas de Almanzor en el reinado de Bermudo II
A nuestra izquierda una casa blasonada, con escudo arriba en el primer piso, entre dos ventanas ¿sería esta la casa natal de Juan Álvarez de Lorenzana?. En el bajo, otro restaurante, Mar de Llanes, especializado en pescados y mariscos y del que leemos en su web que "Ningún otro restaurante lejos de la costa consigue hacerte sentir la brisa marina como este. El propio Martin Scorsese puede dar fe de ello. Y es que su gran equipo de cocina se crio entre los fogones de uno de los que mejor tratan el pescado en la provincia: La Marina, en Llanes.". Por su parte en la web gastronómica A fuego lento resaltamos lo siguiente de su amplio reportaje dedicado a este local:
"Mar de Llanes es un local pequeño, para 21 comensales, muy bien ubicado en la calle Águila. Se trata de una de las calles más transitadas por turistas o lugareños que vamos desde Gascona hasta la Plaza de la Catedral. Precisamente, por su tamaño, hace que sea imprescindible llamar para efectuar reserva.(...)
No hace falta ser un águila, para darse cuenta que en este restaurante lo que ofrecen son productos del mar. Nada de cartas kilométricas, tienen una variedad más que suficiente en la que prima la frescura del producto. Por ello, los pescados que podremos degustar, sólo están disponibles a la plancha, que es la mejor manera de disfrutar su sabor.
(...)buena pareja es el equipo que forman Omar y Tristán, el primero a los fogones y el segundo en barra y mesas. Muy agradables y serviciales se encargaron de hacernos las recomendaciones pertinentes. Como para no dejarse guiar, cuando el propio Tristán hacía 3 horas que había recogido los xargos en la rula de Llanes. Se le veía entusiasmado presentando el producto e indicándonos las diferencias entre el morro de uno y otro."
El escudo presenta cinco flores de lis rodeadas por siete castillos, y arriba un yelmo que mira a la izquierda
Un detalle más de cerca...
Volviendo al restaurante, en otra web gastronómica, Les Fartures, encontramos otra amplia reseña, de la que extraemos lo siguiente:
"... es un local con mucho encanto, con pocas mesas y con un ambiente íntimo para disfrutar en tranquilidad. Su carta está enfocada en el pescao, manejan producto de primera y lo tocan lo justo para que esté en perfectas condiciones. Comenzamos con un Tomate Aliñao. Aliño muy rico, llevaba algo de aguacate. Nos gustó. Pedimos un Rubiel para 2. Buena ración, que nos sirvieron allí en la mesa. Muy bueno. A los postres no llegamos. Para beber, Alicia, la sidra "de mesa" de Trabanco. Bien. (...) Muy buena opción para tomar pescao en Uviéu."
La calle baja suavemente por la ladera de la antigua colina de Ouetao sobre la que se asentó la ciudad, nacida según la historiografía tradicional en el año 761 con la llegada de los monjes Máximo y Fromestano, cuyo monasterio, fundado dos décadas después y dedicado a San Vicente, se hizo al lado de donde luego estaría este de San Pelayo. Sin embargo diferentes hallazgos vislumbran la existencia de un poblamiento anterior, tal y como explicamos en las diferentes entradas de blog dedicadas a este núcleo antiguo
El mismo monasterio de San Pelayo, antes de San Juan, se hizo ante un lienzo de la muralla medieval, en concreto su muro norte, que estaba al fondo, siendo la de Jovellanos la calle Traslacerca, es decir 'detrás de la cerca'. Allí esta donde estaban la Puerta de Gascona y la Torre de Gascona, demolida esta entre 1963 y 1966 pese a que oficialmente la muralla, o lo que de ella quedaba tras las demoliciones decimonónicas por razones urbanísticas principalmente, era Monumento Histórico Artístico desde 1931. No obstante no empezó a ser protegida de manera efectiva hasta 1977
Se supone hubo una primera muralla o cerca de tiempos de Alfonso II El Casto, una segunda o ampliación de la primera de Alfonso III El Magno y una tercera muralla o nueva ampliación y refuerzo con Alfonso X El Sabio. Su forma tendía al circulo y por eso se llamaba el Oviedo Redondo lo que estaba en su interior, el Antiguo o casco viejo. Además de la función defensiva servía de límite de la ciudad y de sus fueros. Además de criterios urbanísticos las murallas simbolizaron los poderes del antiguo régimen y eso contribuyó a que fuesen declarados canteras públicas y de ellas se extrajese piedra para numerosas obras
A nuestra izquierda la Taberna El Molinón, también con su terraza y de la que nos cuentan en la web Fuego de mortero la curiosidad que toma su nombre de una antigua tahona que existía en el lugar desde el siglo XIX, fundado por el escritor Xuan María Acebal y su hermano Francisco:
"El local del que hoy hablaré aunque lleva más de 20 años en funcionamiento, desde 1997, cuando reabre sus puertas la antigua panadería El Molinón. El origen de dicha panadería se remonta a la primera mitad del siglo XIX y durante ciento cincuenta años fue una referencia carbayona.
El Molinón, pionero en Asturias en los procesos industrializados para la fabricación de pan, había sido fundada por Francisco Acebal y su hermano Xuan María, este último considerado como el mejor poeta en lengua asturiana.
Con raíces en Piloña, los Acebal también crearon una fundición de metales en el mismo solar, de la cual salieron piezas importantes para la catedral de Oviedo.
Esa fundición se fusionó posteriormente con la firma La Amistad, con fábrica en la calle Río San Pedro. En la geografía urbana carbayona la vieja chimenea de El Molinón, de ladrillo y planta cuadrada, fue una referencia.. A su pie estuvo durante años Casa Modesta, un afamado establecimiento de comidas.
Se trata de un local bastante reducido, con muchos recovecos y diferentes niveles, donde la zona de barra y cocina sorprenden por lo minúsculo. Parece mentira que de ahí puedan salir tantos platos, sin demasiadas pretensiones, no hay sitio para más.
Visitar El Molinón es quedar con los amigos, tomarse unos vinos o cervezas y aprovechar para picar algo. Embutidos y quesos servidos de manera individual o en tablas se combinan con una buena selección de tostas, pero aún hay margen para explorar una carta que repito, bastante amplia es para la capacidad del lugar.
De todo lo que pedimos me gustaría destacar los callos y el cachopo que para mi gusto sobresalieron del resto."
En la página hostelera Celebrarlo nos ofrecen igualmente una amplia descripción del negocio y de sus especialidades, de la que destacamos para plasmar aquí esto:
"La decoración del Restaurante Bodega El Molinón es de estilo rústico donde predomina la piedra vista. Un espacio acogedor en el que encontrará música ambiental relajante. Dispone de un salón con capacidad para 35 comensales que se divide en dos zonas: uno para 10 comensales y el otro para 25 personas, además de una agradable terraza, abierta todo el año, para albergar a otras 8 personas. El lugar ideal donde se pueden realizar eventos como comidas y cenas para grupos de amigos, con la familia o de empresa. El local tiene Wifi gratis para clientes y está muy cerca de un parking.
La especialidad en el restaurante es la cocina tradicional asturiana: fabada, cachopo, tortilla guisada con pisto y tabla de embutido y quesos asturianos, además de postres caseros y una agradable bodega de vinos además de ricas sidras. Siempre usando en los fogones productos de primera calidad".
La primera referencia documental existente del monasterio de San Pelayo es del año 996, cuando Bermudo II dona el valle de Sariegu a esta comunidad femenina, presidida entonces por la abadesa Teresa Ansúrez, quien había sido "reina consorte de León por su matrimonio con Sancho I, rey de León, e hija de Ansur Fernández, conde de Monzón, y de Gontroda Nuñez, hija de Nuño Velaz y nieta de Vela Jiménez, conde de Álava, según Jaime de Salazar y Acha". Así desarrollan su biografía:
"Contrajo matrimonio con el rey Sancho I antes del 28 de marzo de 959. De este matrimonio nació un hijo:
Ramiro III de León (961-984). Sucedió a su padre en el trono leonés.
Después de fallecer el rey en 966, tomó los hábitos e ingresó en el monasterio de San Pelayo de Oviedo del que llegó a ser abadesa. En esta situación asumió la tutela del reino de León junto con la hermana de su difunto esposo, Elvira Ramírez, durante la minoría de edad de su hijo Ramiro.
En el mismo monasterio se encontraba la repudiada reina Velasquita de León y probablemente, según la profesora Margarita Torres, fue ahí donde surgió la idea del matrimonio del infante Ordoño Ramírez el Ciego, nieto de Teresa, con la infanta Cristina Bermúdez, hija de Bermudo II de León y de Velasquita, uniendo de esta forma ambas líneas reales. Teresa y Velasquita aparecen juntas el 4 de marzo de 996, corroborando una donación del rey Bermudo junto a su segunda esposa, la reina Elvira, al monasterio de San Pelayo.
Sepultura
Recibió sepultura en el panteón de reyes de la Catedral de Oviedo, ubicado en la capilla de Nuestra Señora del Rey Casto, junto al sepulcro que contenía los restos de la reina Elvira Menéndez, esposa del rey Ordoño II de León. En la tumba que compartía con la reina Elvira aparecía la siguiente inscripción:
...ET HOC ETIAM LOCULO REGINA TYRESSIA CLAUDITUR"
En aquellos momentos, estas fundaciones, además de vida religiosa, constituían en otros casos lugar de retiro de reinas y damas de alta alcurnia, bien viudas o bien despechadas por sus regios maridos, como fue el caso asimismo de la reina Velasquita
Ambas reinas llevaron aquí una vida familiar, acompañadas de parientes y sirvientes, llegando mismamente a transmitir una verdadera crónica negra del monarca Bermudo II, cuyos ecos llegaron al citado obispo-cronista Pelayo, que en sus escritos censuraba sus continuos divorcios y casamientos de conveniencia. De esta manera lo plasman, en Los orígenes del monasterio de San Pelayo(Oviedo): aristocracia, poder y monacato, los historiadores Francisco Javier Fernández Conde e Isabel Torrente Fernández:
"El monasterio de San Pelayo de Oviedo es un ilustrativo ejemplo de monasterio benedictino femenino, cuyos orígenes fueron objeto de una elaboración legendaria que los vincula al monarca asturiano Alfonso II, pero que sin embargo surge y se consolida tras un largo proceso en el que tendrán un activo papel mujeres de la aristocracia asturleonesa, incluidas algunas de las familias reinantes entre los siglos x y xii. En efecto, Teresa Ansúrez, esposa y madre respectiva de los monarcas Sancho I y Ramiro III, se establece en Oviedo, a todas luces impulsada por motivos políticos, y al mismo lugar traslada los restos mortales del adolescente Pelayo, ejecutado en Córdoba por mandato de Abderramán III. La reina se integra en la vida monacal ovetense, así como otras mujeres, algunas de reconocida procedencia aristocrática, se irán añadiendo sucesivamente al grupo y pasándose el relevo de la custodia del cuerpo del mártir; de manera que, a la postre, el monasterio de monjas de San Pelayo logrará su consolidación disciplinaria y señorial a la vez que los otros centros eclesiásticos que también se habían dado cita en la colina de Oviedo, el monasterio de varones de San Vicente y la sede episcopal de San Salvador".
Esta es la portada de la parte posterior del monasterio. Algunas dependencias monacales están ocupadas hoy en día por organismos públicos, como la Academia de la Llingua Asturiana. Fue además antaño la sede del Archivo Histórico de Asturias, el cual ocupaba buena parte de la crujía o galería oeste del claustro (justo detrás de estos muros) hasta su traslado al edificio de la antigua Cárcel Correccional de Oviedo en 2010
Aquí sobre esta portada está el escudo del águila bicéfala que dio nombre a la calle desde el siglo XVII o, mejor dicho, estaba, pues está tan gastado que apenas nada se reconoce en él
Vista desde la portada al fondo, al claustro, hay aquí un vestíbulo que distribuye los accesos a diferentes estancias
Aquí, al igual que en la portada principal, en la calle San Vicente, se venden las riquísimas pastas y pasteles de les pelayes, como se conoce popularmente a las monjas benedictinas de este monasterio, el único que no fue desamortizado en el siglo XIX y mantuvo su comunidad, llegando a él religiosas de otros que sí lo fueron, como el cercano de Santa María de la Vega, donde se hizo la Fábrica de Armas
Enfrente, en el edificio que había aquí a la izquierda, en las esquinas de la calle Águila que aquí termina y la calle Jovellanos, derribado en 1974 para construir el actual, estaba la popular Casa Modesta, célebre casa de comidas y chigre inaugurado en febrero de 1924, cuya titular era Modesta Norniella García y de quien nos escribe la gran erudita y divulgadora Carmen López Villaverde, de la Sociedad Protectora de La Balesquida:
"Se abrió como sidrería pero pronto se convirtió en un afamado restaurante de comida tradicional, hasta el punto de que tenía fama de ofrecer «la comida más casera de la ciudad». La fundadora fue Dña. Modesta Norniella Garcia que gozó siempre de una merecida fama como cocinera. Aunque cualquier plato era exquisito, la especialidad de la casa era la fabada, cuya ración en 1930, costaba 1,50 pesetas. A degustarla pasaron por el local personajes importante de cada época: políticos, artistas, toreros y cantantes de ópera, así como los ovetenses de a pie. Se decía que su cocina era la más económica de la ciudad. El tenor italiano Raimondi fue una noche a cenar fabada y hasta cantó algunas arias de ópera una vez cerrado el establecimiento. No sólo tenía fama en Oviedo y Asturias. También se exportaron «POTADAS» de fabada a distintas zonas de España como Santander, Bilbao, Palma de Mallorca o Barcelona en la época en que en esta ciudad había desfile de modelos que se denominaban «Moda del sol».
Otros platos acreditados eran la la langosta, a tres pesetas la ración y la perdiz con verdura, a 4 pesetas, allá por el año 1938. Desde su inauguración hasta 1930 no se cobraba ni la sopa ni el pan. Cerró sus puertas el 21 de Junio de 1974".
Sobre la antigua casa, de una sola planta, se alzaba una alta chimenea vinculada a la tahona El Molinón a la que nos hemos referido. Luego, en el nuevo edificio estuvo la Panadería Santumedé, también con exquisitas pastas y pasteles entre sus especialidades
Y ya llegamos a la calle Jovellanos o antigua Traslacerca, por aquí los peregrinos de antaño salían de la ciudad intramuros, como los demás arrieros y viajeros, normalmente para tomar el camino de la costa hacia la bahía gijonesa o hacia la ría avilesina (camino señalizado oficialmente en la actualidad). De igual manera que otros entraban en la ciudad
De los que iban a Avilés se sabe que algunos gustaban de embarcarse allí poniendo rumbo hacia algún puerto gallego, pues aunque hubiese que pagar pasaje, los caminos del mar podían, pese a los riesgos de galerna, ser hasta más seguros que los de tierra, además de rápidos y, a la larga, económicos. Uno sería Antoine de Lalaing, caballero flamenco del séquito que entró con Felipe El Hermoso en España en 1501, separándose del séquito real en Burgos con otros dos caballeros compañeros y, dirigiéndose a León para tomar el Camino del Salvador, acercarse a Oviedo/Uviéu para visitar las reliquias de su Cámara Santa, con las obras de la catedral gótica avanzando poco a poco
Luego, en Avilés hubieron de desistir de embarcar, por lo que hubieron de proseguir por la senda costera, lo que hizo posible que su crónica fuese de las primeras que describen un buen tramo del que ahora denominamos Camino de Santiago del Norte. Compartimos parte de su periplo en la Xacopedia:
"En lo que respecta al Camino de Santiago, es de sumo interés el capítulo IX de la Relación de Lalaing en su primer libro. Desde Burgos, donde la comitiva había sido recibida con todo tipo de festejos, tres caballeros se pusieron en marcha hacia Santiago de Compostela el 19 de febrero de 1501: Carlos de Lannoy, Antonio de Quiévranis y el propio Lalaing. Siguen el antiguo Camino Francés, alojándose la primera noche en Castrojeriz. El grupo llegó a León y Lalaing aportó una noticia curiosa: señala la existencia de una cercana mina de azabache y apunta que la mayoría de los rosarios de azabache se hacen allí afirmando que: “La mayor parte de los que compran los peregrinos en Santiago se hacen en León.”
Desde allí, los peregrinos se encaminan al Salvador de Oviedo, pasando por el puerto de Pajares a Puente de los Fierros, indicando la aridez montañosa de la región. En Oviedo, como todos los peregrinos, no dejan de ver las numerosas reliquias. Intentan embarcarse en Avilés hacia A Coruña -con la curiosa anotación de que era “un puerto de mar un poco alejado del Camino de Santiago”- pero al no haber viento favorable debieron seguir por tierra, no dejando de anotar uno de los terribles “puentes que tiemblan”. Lalaing no dejó de comparar a los asturianos con los egipcios, por su forma de alimentarse.
El domingo seis de marzo ya oían misa en la catedral de Santiago, coincidiendo con el regreso de Inglaterra del arzobispo, que había viajado hasta la corte inglesa acompañando a la infanta Catalina para sus esponsales con el Príncipe de Gales. Bien tratados y alojados, por ser representantes de quien eran, visitan detenidamente la catedral, llegando incluso hasta el campanario donde admiran las campanas donadas por los reyes de Francia. No deja de referirse Lalaing tanto a las reliquias como a las circunstancias en que se encontraba el cuerpo de Santiago, enterrado bajo el Altar Mayor. Lalaing, como un notario culto y prudente, se limita a narrar lo que le cuentan sin añadir prácticamente nada de cosecha propia.
El día 8 de marzo, los caballeros oyen misa y salen para Ferreiros, emprendiendo el viaje de vuelta.
Curiosamente, por el camino -cerca de Triacastela y más tarde entre Rabanal y Astorga- no dejaron de cruzarse con más caballeros de la casa de su señor, Felipe el Hermoso, que también iban hacia Santiago."
Las grandes letras, Les Letrones, color amarillo sidra, de GASCONA, colocadas en enero de 2024, nos dan la bienvenida a la calle, El Bulevar de la Sidra, es muy posible que los gascones que le dieron nombre llegasen, mayoritariamente, a la ciudad por este camino, procedentes del camino de la costa, bien el terrestre bordeando la costa cantábrica desde Aquitania y por Bayona, o bien tras arribar a algún puerto
En nuestros días "Se la conoce como el "Bulevar de la sidra" por hallarse concentradas a lo largo de su trazado numerosas sidrerías, todas ellas de notoria suntuosidad. Es, por tanto, una zona de importante actividad turística y hostelera", como bien informan en la Enciclopedia de Oviedo:
"En su origen era un vía de extramuros, proviniendo su nombre a la llamada Puerta de la Gascona, entrada a la ciudad que se abría en la muralla a la altura de la Calle del Águila (Calle que va a dar a Jovellanos precisamente en el punto en que nace la Gascona).
El topónimo ‘Gascona’, relativo a la región francesa de Gascuña, alude indefectiblemente a la importante población franca atraída a Oviedo por la Ruta Jacobea que fue instalándose en la Ciudad a lo largo del siglo XIII para suplir el déficit de mano de obra ocasionado por las guerras de la Reconquista. Gascona era entonces el barrio en que fueron concentrándose, especializándose sobre todo en la artesanía y el comercio.
Buen ejemplo de la magnitud de las relaciones que Oviedo llegó a establecer con los romeros del país galo durante el siglo XIII, es un documento por el que se vende una casa sita en la calleja del Socastiello, cerca de Calle San Juan, a un habitante de la Rochela. Muchos documentos, de este siglo y los sucesivos, muestran que Gascona es, junto la Calle del Carpio, una de las que conservan su antigua y original denominación".
Ya vemos desde aquí la animación de las terrazas según avanza la mañana y llega la hora de comer, como alegre es el ambiente de la tarde y las cenas de la noche, cuando suelen celebrarse los cantares de chigre. Además de sidrerías hay también alguna tienda de productos asturianos, como la de Albar, con su barra de tapas
Cruzando la calle Jovellanos por el paso de peatones hacia Gascona veremos a nuestra izquierda la Casa de Campomanes, obra de Domingo Ruiz de Santayana, acabada en 1622
La Casa de Campomanes o de los Campomanes está considerada "el primer ejemplar de casa de habitaciones del barroco asturiano construido por la nobleza rural en la capital", tal y como destaca Julia Barroso Villar, profesora de Historia del Arte, en su obra La Arquitectura de valor histórico y artístico de la ciudad de Oviedo
Los dos cuerpos laterales, con balcones de madera, le fueron añadidos a la casa barroca en el siglo XVIII. Fue restaurada entre los años 1989-1990 y a partir de entonces es sede de la Agrupación Municipal Socialista de Oviedo (AMSO)
Es de planta rectangular, con blasón en la fachada y seis balcones enrejados. A su izquierda estaba la capilla anexa y su jardín, en la parte posterior, está ahora pavimentado
Escudo de los Campomanes
Fue declarada Bien de Interés Cultural, con categoría de monumento, el 28 de diciembre de 1984. Sin embargo unos años antes se había planeado su derribo, tal y como leemos en este artículo de José Manuel Vaquero para el periódico El País del 16-8-1979 titulado Intentan salvar del derribo la casa de Campomanes:
"La Consejería de Cultura del organismo preautonómico acaba de solicitar la declaración de monumento nacional para la casa de Campomanes, situada en la calle Jovellanos, de Oviedo, que constituye el ejemplar asturiano más importante de casa señorial del siglo XVII, con las características especiales de representar la transición de la casa rural al palacio señorial.
En réplica a un escrito de la plataforma para defensa del Patrimonio Artístico y Cultural de Asturias en el que se afirmaba que la casa no sería demolida en ningún caso por encontrarse protegida por la suspensión de licencias de derribo que afecta a la zona incluida en el plan de reforma interior, la Consejería Regional de Cultura asegura que dicha suspensión sólo sirve para aplazar unos meses la acción de la piqueta, ya que una resolución de la Dirección General del Patrimonio Artístico, Archivos y Museos permite la conversión del monumento en un edificio de 52 viviendas.
En la polémica de la casa de Campomanes han participado, como viene siendo habitual últimamente, una serie de organismos cuyos límites de competencias se confunden, originando duplicidades y enfrentamientos esterilizantes. Cuando todavía no se habían puesto de acuerdo la Consejería Regional y la Plataforma para la Defensa del Patrimonio Artístico interviene la Comisión del Patrimonio Histórico Artístico a través de la Delegación Provincial del Ministerio de Cultura para manifestar que su informe al proyecto de edificación ha sido negativo, puesto que ya está incoado el expediente para la declaración de la casa de Campomanes como monumento histórico artístico, lo que impide su derribo, así como la realización de cualquier obra."
A la izquierda de la casa se han localizado restos de la muralla medieval de Alfonso X El Sabio
Así lo anuncia la placa de bronce aquí colocada
Y a la derecha de la Casa de Campomanes, justo de frente al paso de cebra por el que nosotros cruzamos la calle Jovellanos hacia Gascona, tenemos El Patio, detrás de la Sidrería Tierra Astur, delante de la que vamos a pasar ahora, calle abajo...
Primeramente, pasamos junto a les letrones de GASCONA que veíamos hace un instante desde el otro lado de la calle, "Unas letras amarillas, color de la sidra, altas, para que los visitantes puedan posar en fotografías y separadas para favorecer incluso en paso entre ellas", como dicen en la web de Cope Asturias el 3-1-2024 con motivo de su inauguración
Al empezar Gascona tenemos la terraza de la de Tierra Astur, una de las empresas punteras de la gastronomía asturiana y sus productos, con diferentes tiendas y sidrerías por otras ciudades y villas asturianas, como vimos en Colloto/Cualloto, entrando en Oviedo/Uviéu desde Siero
Aquí se celebra a la vez El Mercáu de la Gascuña los primeros domingos de cada mes, recuperando el mercado medieval que existió en esta Puerta Gascona o Puerta de los Gascones en la muralla, mercado ecológico y artesanal con unos 35 puestos y cuya filosofía encontramos en la web de Gascona El Bulevar de la Sidra:
"...apoya al autoempleo artesano, crea nuevos puntos de venta en Oviedo con caída de visitantes, dignifica a la vez la figura del productor, apoya los productos ecológicos asturianos facilitando que haya un nuevo canal entre el productor y el comprador y desarrolla un mercado de proximidad, con la importancia –cada vez mayor- de poder acercar al cliente productos de “Kilómetro 0”, ecológicos y que se producen muy cerca de su casa, sin adulteraciones ni intermediaciones. Destacamos la importancia de un “comercio justo” que tantas veces se asocia con la cooperación al desarrollo en América Latina y África, pero que también tiene un gran sentido al lado de nuestra casa, dónde se evitan los intermediarios y el propio productor fija el precio de un producto de calidad que a él le parece justo y asumible por un mercado que busca gourmet sin “explotación”.
También al empezar Gascona, por la acera de la derecha y en el cruce con la calle Jovellanos, una escultura notable de las muchas que caracterizan a esta ciudad, Gitana, de Sebastián Miranda, hecha en bronce en el año 2005 reproduciendo otra más pequeña de este artista, que es la original
Esta se hizo a petición de la asociación de sidrerías de Gascona al Ayuntamiento una vez que este compró los derechos de reproducción de diez esculturas del artista, entre las que se encontraba esta y de las que algunas ya hemos hablado en estas entradas de blog
La Gitana es un símbolo de la calle Gascona que recibe a los visitantes que se acercan desde la Plaza de Alfonso II El Casto o de la catedral, entre ellos a los peregrinos que pasan a su lado, enfrente de ella, a veces sin percatarse, pues a tamaño natural, puede parecer incluso una persona si se mira de soslayo o despistadamente...
La placa a sus pies
Y, sobre ella, un reloj de época marca las horas de El Bulevar de la Sidra que una placa colocada en su poste anuncia
Desde aquí tenemos una buena perspectiva lineal de la calle, adoquinada y peatonal, desde el principio hasta el final, al fondo, paso a Foncalada, lugar famoso por la fuente de este nombre, monumento pétreo de tiempos de los reyes asturianos que da nombre a una calle y al lugar, por entonces en el extrarradio
A lo lejos, el Monte Naranco, bajo cuyas laderas caminaremos cuando salgamos del casco urbano por la zona de Cuyences y camino de Villaperi
Cuesta abajo y a la derecha, la terraza del Bar Tienda de Albar, al que antes nos hemos referido y del que dice La Voz de Asturias del 19-10-2023 con motivo del reconocimiento del Solete de la famosa Guía Repsol:
"En mitad de la concurrida calle Gascona se sitúa este pequeño bar-tienda, un modelo «típicamente asturiano» en el que poder adquirir diferentes productos selectos así como sentarse y compartir raciones o tomar unos vinos. Todo con «un trato encantador», celebra la Guía Repsol para otorgar al local uno de sus soletes".
A la izquierda, siguen las terrazas de Tierra Astur, de cuyos orígenes nos informa José Francés, que en el diario El Comercio del 12-3-2023 publica el artículo titulado Un imperio gastronómico desde una vaca pinta, firmado por José Francés:
"Todo empezó con «la Pinta», el niño y Francisca en una casería de Prunales (Parres). La Pinta una vaca pinta, la primera; el niño, César Suárez Junco; y Francisca, su madre. Desde esa casería hasta ahora, Suárez Junco (Oviedo, 1959) ha sido el trueno (así se llamaba el primer bar de la familia en el barrio de La Argañosa) que ha levantado el imperio de productos asturianos con siete restaurantes Tierra Astur y tiendas de venta al por menor que facturan al año 120.000 kilos de queso, 1,1 millones de litros de sidra o 350.000 kilogramos de ternera asturiana.
¿Y cómo se consigue eso? Trabajando, pensando y teniendo buenas ideas. Para un hombre que está en su oficina de Colloto mucho antes de que pasen las lecheras (como se decía antes del que madrugaba mucho) la relación con el trabajo es de matrimonio bien avenido.
Desde aquella casería de Prunales donde se fue creciendo poco a poco, «alquilamos prados como pudimos, cosechábamos fabes, hacíamos queso que le vendíamos a la Nestlé, cebábamos terneros y vendíamos la carne. Esa fue la semilla de Crivencar, creíamos que aquello de los productos asturianos tenía más valor del que se le daba».
Desde el principio, el propietario de Crivencar (a medias con su socio Mariano González) tuvo claro que su futuro era «abrir mercados» y en ese empeño dejó por el camino mucha juventud y grandes renuncias: «No había tiempo para jugar a nada. En la bolera del pueblo había partido todas las tardes, pero no podía ir porque había mucho que hacer en el caserío».
El caso es que las tiendas de productos asturianos comenzaron a funcionar, aunque «en verano en Oviedo en esos años (finales de los 80) no se quedaba nadie y había que pagar las facturas igual, así que decidí abrir una tienda en Llanes y me llevé a mi madre conmigo. Como era una nave a las afueras y había mucho espacio, ella me convenció para poner un bar y dar sidra en un sitio todavía muy cántabro y sin tradición sidrera. El caso es que empezamos a dar tortos de maíz con picadillo, tablas de quesos y la tarta de la abuela. Ese fue el primer Tierra Astur».
Desde ahí, siete restaurantes, mucha venta por internet y mucho orgullo de empresa. «Hemos crecido mucho, pero de aquí se van pocos, muy pocos trabajadores, somos los de siempre».
César Suárez Junco destila trabajo, amabilidad y sonrisa. Hombre ocupado, mira de frente y le sonríen los ojos, más cuando habla de los productos asturianos. Es feliz con lo suyo, con sus quesos, con su ternera «que ahora cebamos nosotros en dos fincas porque los productores de siempre han dejado de hacerlo», y también muestra orgulloso la nave central de Crivencar en Colloto y presenta a su hermano Francisco, que trabaja con él. Aunque de verdad cuando saca el orgullo es cuando habla de su hijo Ángel. Estudia el grado de Administración y Dirección de Empresas, pero trabaja en la empresa familiar. Eso sí, empezando desde abajo para que vaya aprendiendo. «Lo tengo escanciando sidra, luego ya veremos si sirve para ser el gerente o tenemos que buscar a otro»".
Esta de la calle Gascona, inaugurada en 1997, fue la primera de las sidrerías de esta empresa sidrera y gastronómica de la que también nos habla Javier Martínez Mansilla en el periódico Cinco Días del 16-10-2019 con Crivencar-Tierra Astur, el paladín de la gastronomía asturiana apunta a Europa:
"Aquí no se viene solo a comer, se viene a descubrir la cultura asturiana. “Hasta no hace mucho, en el Principado de Asturias no había ningún apego al producto local”, cuenta César Suárez, gerente de Crivencar-Tierra Astur. “Hoy todo ha cambiado”.
La calle Gascona de Oviedo es conocida como el Bulevar de la Sidra. En su cabecera, el olor de este brebaje inunda cada rincón, también el de las carnes a la brasa, mientras se escucha tonada y bable de fondo. Los comensales copan las mesas de madera y los embutidos y quesos, la tienda. A las 21.30 sonará el himno de Asturias, como cada día. Así funcionan las cosas en Tierra Astur.
En esta sidrería nos recibe César Suárez, fundador de la marca líder en distribución y venta de productos artesanos del Principado que empezó su “asturianización” hace 40 años. “Vengo de un pueblo del municipio de Parres. Allí nos dedicábamos a vender quesos y ternera de la zona sin ningún éxito. Por eso me fui a Oviedo, abrí una carnicería y empecé a comercializar estos productos de gran calidad y ninguna aceptación”, relata Suárez.
En 1989 abre el primer Tierra Astur en Oviedo, por “la necesidad de crear un espacio donde poder darle valor a esa materia prima”. Hoy el visitante se encuentra una “pequeña Asturias” en los seis locales distribuidos en Oviedo, Gijón, Avilés y Colloto (Siero).
La empresa, cuya razón social es Quesos del Principado SL, factura en torno a 25 millones anuales y está dividida en dos ramas. Crivencar es la matriz, la marca de alimentación y distribución con dos tiendas físicas en Oviedo y un almacén en Colloto, además de la venta online a través de la web Productosdeasturias.com. Hoy esta vertiente aporta el 35% de la facturación.
El 65% proviene de Tierra Astur, la rama de hostelería. La empresa cuenta con 280 trabajadores, aunque en momentos puntuales puede doblar esta cifra. El 50% de la inversión la asume César Suárez, gerente, mientras que el restante lo asume su socio no trabajador, Marino González.
Una sidrería experiencial
Quien se introduzca en el universo Tierra Astur puede pensar que, por su éxito, se trata de una franquicia. “No somos una cadena”, aclara Juan Carlos Martínez, director de marketing del grupo. “Somos sidrerías distintas con un mismo nombre. En cada una se vive una experiencia diferente, donde varían las elaboraciones dependiendo de la zona, la temática y el personal de cada establecimiento”, explica.
Un extenso recetario con productos del Principado, como quesos, carnes, pescados, fabes, tortos y dulces maridados con las diferentes variedades de sidra y vinos DOP Cangas. Y un decorado con gigantescos toneles que albergan mesas, botellas colgadas en las paredes, música autóctona y una atmósfera celta que nunca cesa.
Conservar las tradiciones asturianas es una de las grandes obsesiones de César Suárez. Profesiones antiguas, como el maestro escanciador, la guisandera, o elementos culturales de la gastronomía regional, como las espichas, todavía se pueden ver en los establecimientos Tierra Astur, donde todos los productos son de productores locales.
“El gran problema del Principado de Asturias es la pérdida de población en las zonas rurales”, explica Juan Carlos Martínez. Crivencar-Tierra Astur trata de paliar esta realidad conservando modos de vida tradicionales, fomentando una economía circular y producción local. ¿En cifras? Al año distribuyen 400 tipos de productos asturianos, sirven un millón de litros de sidra, venden 100.000 kilos de queso artesanal de la región y 300.000 de carne, gran parte Ternera Asturiana IGP. “Yo vengo del mundo rural y me siento muy vinculado al productor local”, apunta Suárez, quien recibió un millón y medio de personas el año pasado.
Más allá de El Negrón
Los planes de futuro de la compañía pasan por impulsar las exportaciones, hasta ahora su principal escollo, ya que apenas supone el 1% de las ventas.“Estamos ampliando la venta de productos asturianos en todos los frentes”, apunta Suárez. “En cuestión de meses vamos a dar el salto a Europa a través del comercio online”, anuncia. No descartan la apertura de nuevos restaurantes, eso sí, a medio plazo. “Tengo ganas de abrir un Tierra Astur para grandes eventos”, revela.
Claves
Instalaciones. Crivencar-Tierra Astur cuenta con dos tiendas de productos en Oviedo y un gran almacén donde se realizan visitas y degustaciones en Colloto. A su vez dispone de seis sidrerías Tierra Astur en Oviedo, Gijón, Colloto (Siero) y Avilés.
En cifras. El pasado ejercicio el grupo facturó en torno a 25 millones de euros a través de la venta de 400 tipos de productos asturianos, un millón de litros de sidra, 100.000 kilos de queso autóctono y 300.000 de carne, gran parte Ternera Asturiana IGP. Potenciar la economía circular a través de productores locales es su principal objetivo".
En el periódico La Nueva España del 7-5-2022 aparece el artículo Tierra Astur, más de un millón de litros de sidra escanciados a mano al año, se hace gala de que la sidra sabe mejor escanciada por manos expertas de buenos escanciadores o echadores... ¡echa un culín, manín!
"Pese al paso de los años años, y a que los avances técnicos lo han puesto cada vez más fácil, en las sidrerías Tierra Astur lo tienen claro: la sidra bien escanciada es la sidra echada por auténticos escanciadores, hombres y mujeres formados en esta profesión y que son capaces de sacar lo mejor de nuestra bebida más afamada.Esta filosofía lleva acompañando a Tierra Astur desde la apertura de su primer local en la parte alta de la calle Gascona.Desde entonces la empresa ha luchado por mantener un oficio tradicional y de gran complejidad técnica como es el del escanciador de sidra. “Se trata de una profesión que va mucho más allá de la simple puntería de acertar con el chorro en el vaso”, asegura Sabino Pérez, maestro escanciador de Tierra Astur, quien apostilla que “hay que estar pendiente de muchas cosas sobre el producto, como entenderlo y controlar su temperatura; pero también hay que ser capaz de adaptarnos a los ritmos y estilos de consumo del cliente. La relación entre un cliente y su escanciador es casi como bailar en pareja”. Pérez, en su quehacer diario, es el encargado en el local de atender a los clientes más sidreros; pero como maestro escanciador, también el de la formación de los recién llegados a los que transmite su pasión por la profesión.De tonel, de notella o en zapica: más de un millón de litros escanciados al año: Tierra Astur sidrerías pone delante de sus clientes al año más de un millón de litros de sidra servidos de las tres maneras tradicionales en la región: espichada directamente desde el tonel, servida en las tradicionales jarras de madera o zapicas, o escanciada desde la icónica botella verde.Gran variedad de tipos de sidra, una sola cultura. Las sidrerías de Tierra Astur son además el lugar perfecto para degustar la sidra asturiana en todas sus variedades; por supuesto la sidra tradicional escanciada, ya sea natural, seleccionada o DOP; pero también otras sidras de más reciente creación. Así en los locales de la marca del guerrero se pueden probar sidras brut DOP, sidras en botellín (conocidas como cider) o también sidras dulces y con todo el sabor a llagar tradicional."Escanciando sidra en Tierra AsturEntrevista al maestro escanciador Sabino Teresa Presa
"El escanciador parece querer marcar con sus brazos las seis de la tarde en punto, mientras saca desesperadamente las manos por los extremos del reloj. Descoyunta su cuerpo e inclina levemente la cabeza con la elegancia de un bailarín del Bolshoi, que en su último gesto, antes de los aplausos, gira suavemente la muñeca.
Cae, vida que detiene la vida unos segundos. La sidra «espalma» rompiendo en el vaso, «abre» llenándose de oxígeno, y con un ofertorio entre silencioso y displicente, el cristal cambia de mano. Su recorrido hacia la boca sólo ha de tener una pausa, como mucho; la de observar durante un segundo la efímera espuma que blanquea el tono de la bebida.
Luego, un sorbo constante, cuatro tragos y seis sentidos, con el vaso aún en la mano antes de viajarlo hasta la barra y dejarlo en compañía de la botella. El ritual ha terminado. Como un cura, el echador es un actante, no un actor. Se cree lo que hace, no sólo interpreta. Dice misa, entre cariñoso y distante, para la feligresía de la barra, y transustancia el zumo fermentado de manzana en sidra, en la consagración del escanciado. Si es buen cura, atenderá la parroquia de botella en botella con una cadencia constante que no agobia pero impide el secano, cuidadoso también de los parroquianos maniáticos que requieran otro tempo distinto.
No debe disturbarse el ritmo, un exceso de confianza o citar a destiempo, sacándole de su paso, puede provocar el efecto contrario al deseado o convertir en invisible al penitente. Ni que decir tiene que si la botella está en lo alto, pecado es parar la consagración. La sidra tiene «palos», y como los bastos o los oros, son los lagares que la hacen.
Hay palos buenos y malos, regulares y sabrosos, busque el que más le guste, sobre esto no encontrará nada escrito.
Ahora solo queda elegir restaurante".
Fundado en 1989 y regentado desde entonces con buena mano por Manuel Antonio Rodríguez y Ricardo Suárez la dilatada trayectoria de El Pigüeña le hace merecedor de formar parte de la historia viva de la ciudad de Oviedo. No en vano le avalan casi tres décadas ofreciendo su mejor especialidad, hacer la vida más sabrosa a su clientela. Y es qué, conocido y reconocido por su buen hacer en los fogones, este restaurante sidrería con estilo y tradición ha conseguido hacerse un nombre en el difícil mundo de la hostelería en una ciudad que puede presumir de contar con una indiscutible cultura gastronómica, más si cómo es el caso, el local se encuentra en pleno corazón del Bulevar de la Sidra (Calle Gascona, 2).
La sidra es por tanto una de las grandes protagonistas de un establecimiento en el que han apostado por trabajar muy bien el producto, en cuanto a calidad, escanciado y temperatura, dando además la oportunidad de elegir durante todo el año entre diferentes palos: uno de sidra natural y tres D.O.
En cuanto al local, su zona de sidrería cumple tres características esenciales para disfrutar de unas botellinas en la mejor compañía: amplia, animada y bulliciosa. Con una decoración de carácter rústico con predominio de la madera y guiños autóctonos, El Pigüeña cuenta con un comedor independiente que se suma al de la zona de sidrería con capacidad para 80 y 40 comensales respectivamente y además de una terraza abierta todo el año.
El sabor de siempre
Parada obligatoria para los amantes de la cocina tradicional asturiana, la carta de El Pigüeña basa su éxito en dos factores esenciales, la calidad de sus materias primas y su destreza en los fogones, dejando a quienes lo visitan con el mejor sabor, el de las ganas de volver.
Una carta por tanto que no defrauda ni a los amantes del mar, famosos son sus pescados y mariscos del cantábrico, a los amantes de la cuchara y la tradición, su fabada y su arroz con bugre bien merecen una mención, ni mucho menos a los de la carne, que podrán disfrutar de una cuidada selección en su mayoría producto autóctono (Belmonte). Cómo no podía ser de otra manera tratándose de una sidrería, el local no descuida tampoco su amplia oferta de raciones para el picoteo como pulpo a la brasa, embutidos y quesos asturianos. Para finalizar, su amplia selección de postres caseros hará las delicias de los más llambiones.
El Pigüeña ofrece todos los martes un riquísimo pote asturiano, además todas las semanas hay sugerencias de la casa con originales y ricos platos hechos con productos de temporada. También disponen de menú diario y menú de fin de semana."
"La Peña Sidrería el Ferroviario homenajeó a un mítico belmontino en Gascona, Manuel Antonio Rodríguez, Toni, como todos lo conocen, era propietario de la sidrería “El Pigüeña”, en la que llevaba 29 años. Es natural del Pueblo de Oviñana, en Belmonte de Miranda, localidad que le dio nombre a la sidrería ya que es allí donde desemboca el rio Pigüeña.
Este belmontino fue pionero junto a la sidrería «El Ferroviario». Cuando llego al Bulevar de la Sidra aquello era una caleya y hoy en día es una de las calles mas importantes y conocidas de Oviedo. Dedicó mucho trabajo y fue uno de los pilares más importantes en la transformación de Gascona.
Toni puso toda su vida en la hostelería, en la que empezó a trabajar a los 14 años. Con su jubilación espera poder dedicar más tiempo a sus familiares, estar más con ellos y disfrutar merecido retiro junto a su esposa Begoña Suarez, de Miera, que lo acompañó toda la vida en esta aventura en Gascona y fue un pilar muy importante en el Pigüeña, por su cocina tradicional.
A lo largo de su trayectoria profesional, Toni y Begoña vieron reconocidos sus esfuerzos con numerosos premios y reconocimientos durante su trayectoria profesional en el Bulevar de la Sidra. De todas maneras, seguirán vinculados a Gascona ya que su cuñado, Ricardo Suarez, de Miera, regenta dos negocios en la calle, “La Noceda” y “El Cornet”
"Cada jueves, en las sidrerías asociadas de Calle Gascona se puede disfrutar del certamen de Cantares de Chigre “Nesta sidrería, pue cantase”. Una experiencia que dinamiza y conserva la tradición de cantar en las sidrerías".
"La calle Gascona, una de las más antiguas y de más solera de la capital asturiana, tiene su origen vinculado a la tradición del Camino de Santiago, y en la actualidad es una de las más transitadas de toda Asturias por propios y foráneos que llegan hasta allí deseosos de degustar la mejor gastronomía asturiana y la mejor sidra."
"La vinculación de Oviedo a la cultura sidrera asturiana tiene su máxima expresión en la Preba de la Sidra de Gascona, un evento de una singularidad que lo hace único. Como su propio título indica, se trata de la prueba/cata de la primera sidra de la temporada que se embotella en los meses de mayo y junio; esa cata de las primeras sidras embotelladas de la temporada se hace en dos versiones: una profesional y otra popular, concediéndose un premio en cada categoría.
El origen de la celebración se remonta al año 2000 y parte de la inquietud de la Asociación de Hosteleros de la calle Gascona Bulevar de la Sidra por poner en valor un producto tan nuestro como la sidra. Desde 2022 la celebración tiene el reconocimiento de Fiesta de Interés Turístico Regional".
"La XXIV 'Preba de la sidra de Gascona' se supera año tras año. La edición celebrada hoy en la popular calle sidrera ovetense congregó a unas 10.000 personas que degustaron 7.000 litros del néctar asturiano por antonomasia durante una jornada marcada por el buen tiempo que permitió el escanciado sin pausa durante las más de tres horas de la Preba, la presencia de numerosas camisetas del Real Oviedo, a la espera del partido en Eibar, y dos concursos: la cata popular y la cata profesional. Es decir, la cata de los expertos y la cata de la gente que vaso en mano, a seis euros cada uno acabó con las existencias tanto de sidra como de vasos y pañuelos de la fiesta. El veredicto de la gente distó completamente del parecer de los expertos, más o menos como todos los años pues es rara la edición en que unos y otros coinciden en sus gustos sidreros.
La cata oficial, con un jurado de seis expertos (tres mujeres y tres hombres) dio como mejor sidra de la jornada a Herminio, con JR y Viuda de Corsino en segundo y tercer lugar, mientras que el pueblo premió a Viuda de Angelón, con el trofeo ganador, con Menéndez y La Llarada en el podio. La calidad, según los propios lagareros, «fue alta con muy buena sidra, aunque la producción este año va a ser corta».
No habían sonado las 12 de la mañana en el carrillón del reloj de la plaza de la Escandalera cuando la calle Gascona y alcalde García Conde, donde estaban instalados los puestos de los lagares, ya bullían de gente, de ambiente y de olor a sidra. Algunos habían desayunado temprano para probar los 16 lagares y otros no desayunaron, aunque tenían la intención de beber hasta la última gota.
Escanciadores, bandas de gaita o charangas como La Élite o la Bandina de los Gascones, todos ellos se mezclaban entre el gentío dando una sensación de fiesta multitudinaria y tremendamente animada entre unos rayos de sol picones que presagiaban lluvia, que al final no cayó.
Algunas sidrerías de la zona, como por ejemplo La Finca, repartían camisetas azules como homenaje y apoyo al Real Oviedo y todas despachaban algo de picar como empanadas o bollos preñaos para mojar la sidra y que no sentara mal.
«Estamos muy contentos porque ha sido un día de gran fiesta con una asistencia de unas 10.000 personas y sin ningún incidente. Lo que sí es llamativo y ocurre todos los años es que cada hay más gente joven lo que significa una apuesta por la sidra para el futuro», aseguró en medio del jolgorio general el presidente de la Asociación de sidreros de la calle Gascona, organizadora de la Preba, Pedro Caramés."
"Se autodefine agrobar. Pedro es moscón, y nacer en el concejo que mantiene el mejor mercado dominical asturiano, marca y reparte marcas: el tractorín en parte amarillo, las pipas de escanciado, los relojes señalando la hora de tres de las principales capitales del mundo -Teverga, Grao, Noreña-, las diseñadas rusticidades de cajas y azulejos, y -corona y cimiento- la fesoria. En Vega de Anzo y Valduno, la abuela de nuestro orgulloso dueño regentó bares tienda, y él comenzó pronto de camarero en restaurantes varios hasta que se radicó en Oviedo y con varios socios gobernaron la noche. Y el día. Por citar tres éxitos: el Kiko Maracas, la arrocería La Genuina y El Cachopito de Gascona.
Y de la ampliación de El Cachopito al unirle el local colindante nació La Finca: «Un chigre con estilo propio donde lo mejor de siempre se respeta sin renunciar a toques y añadidos innovadores», asegura Pedro.
Prestan los rinconinos, escaleras, asientos, barras o maderas. Y la terraza, que pone en fila mesas de merendero. Para plasmar, y dejarnos plasmados, el Pedro que gerencia cuenta con el Pedro que cocina, diplomado por la Escuela de Gijón y doctorado en La Corrada del Obispo y el 180º del Caldereta de don Calixto Edgar de Miguel. Aquí va camino de seis años construyendo y presentando torto de rabo de toro, cachopo con salsa de carne, ensaladilla con langostinos, caramelos de queso La Peral con tomate confitado, berenjenas con pesto, gambas al pilpil, hamburguesa de gochu celta, costillas asadas, croquetas sutiles de jamón, fabada en pota y otras especialidades que hacen de esta finca un terreno apreciado y muy transitado."
"Una década lleva este agrobar trabajando su personalidad propia en Gascona, un confiable bulevar de los sueños gozosos. Y ahí sigue con igual puxu. Empezó cuando el ladrillo inauguraba continuos bulevares de los sueños rotos, y un lustro después, a mitad de camino, llegó la pandemia. Pero igual que el grueso de nuestra heroica hostelería, resistió mientras los clientes (cantando confinados 'Resistiré') suspirábamos por un culín escanciado ante el calor de una barra. El aniversario toca en verano gozoso y Pedro Caramés trabaja y disfruta al mismo tiempo de su agrobar, que así lo llama. Y con pleno sentido: moscón de raíz, nacimiento y formación, el concejo con mejor mercado rural deja huella.
La decoración lo indica, del tractorín (en parte amarillo), a las pipas de escanciado, y de los relojes señalando los horarios locales de tres capitales mundiales –Teverga, Grao, Noreña– a la fesoria.
«Mi abuela regentó bares-tienda en vega de Anzo y Valduno, yo comencé de camarero aún casi neño», comenta. Aprendió en varios restaurantes de la villa y pasó de pinche a jefe, bagaje que trajo a Oviedo donde, con varios socios, fue un gobernante de la noche. Y del día. Por citar tres éxitos: el Kiko Maracas, la arrocería La Genuina, y El Cachopito de Gascona. Y de la ampliación de El Cachopito, al unirle el local colindante, nació La Finca: «Donde lo mejor de siempre se respeta sin renunciar a toques y añadidos innovadores», –asegura Pedro.
El Pedro que gerencia cuenta con el Pedro que cocina, diplomado por la escuela de Gijón y doctorado en La Corrada del Obispo o el Ciento Ochenta Grados. Pedro chef siempre añade gratas pinceladas innovadoras a los clásicos, y su torto de rabo de toro, su guiso de oreja, sus chipirones con tinta y alioli, su merluza del pincho con crema de naranja y alcachofa, su carpaccio de vaca ahumado, su cachopo con salsa española, o su fabada y pote finalistas mundiales, le convierten no en miembro más de un equipo, si no en profesional al que prestar atención y tener en cuenta.
La terraza ordena mesas de merendero y la sidras cantan al caer etiquetas variadas, mientras que, en plan 'señoritu' lo de volver a La Finca presta y anima."
"Nació para complementar, a principios del pasado siglo, la Cantina del Vasco, ferrocarril cuya estación era uno de los grandes monumentos ovetenses, algo así como El Fontán de los tiempos industriales, si no nos la hubiera arrebatado la peor decisión municipal tras el derribo del Carbayón. Sólo que si lo del Carbayón ocurrió en 1879, lo de la estación en 1989, ayer mismo: la bárbara acción multiplica así su delito.
¿Cuándo abrió? Sabemos que Luis, un rapaz de Felechosa, paró allí en 1951 camino de Venezuela, entonces tierra promisoria, y lo vio, lo quiso, lo negoció con el entonces dueño y trabajó duro para poder comprarlo: él y Laura, su mujer, sirvieron a quienes estudiábamos Filosofía y Letras en Feijoo el mejor caldo de pescado de la galaxia.
Germen del bulevar sidrero, en manos de Bertín este chigre antañón se modernizó sin perder esencias, por lo que aún quienes lo frecuentábamos hace medio siglo adivinamos, tras cromados, cristales, azulejos, maderas nobles, fuente espichera, barril sidrero, expositores, cocina vista y otras actualidades, la disposición y larga historia previas, enmarcada además en fotos donde el blanco y negro transmite la vitalidad y alegría multicolor de las espichas y culinos con que Luis y Laura, los emigrantes varados para bien, celebraban el día a día.
Bertín ye de Turón recriado en Sama, doblemente de la cuenca, y la devoción le vino pronto; ya atendía mesas y escanciaba antes de diplomarse por la Escuela de Gijón. Luego adquirió el doctorado trabajando duro en La Fábrica de La Felguera o El Pigüeña vecino («Toni y Ricardo fueron mis maestros», apunta), e igual que Luis casi setenta años antes, espera que El Ferroviario sea su estación término. Con las diestras cabezas y manos de Alejandro y Pablo, marida gochu asturcelta con wok de verduritas a la soja; tacos de maíz con toro asturiano, aguacate y piña asada; fritos de merluza del pinchu con teriyaki de sidra; un pollo al ajillo de la casa con club de fans; cortes vacunos variados en metraje de razas asturiana, gallega o frisona; pescados del día al gusto; parrilla de leña y brasa, y -sólo faltaría- callos y fabada con credenciales y sin paliativos."
"Cuando todavía no era conocido como el bulevar de la sidra, abría sus puertas en las inmediaciones de la Estación de El Vasco la primera sidrería de la calle Gascona, El Ferroviario.""El Ferroviario chigre-espicheru reabre sus puertas en mayo de 2017 con un nuevo concepto muy definido. Sus diferentes ambientes ofrecen espacios en los que disfrutar de la sidra, o lo que más prefieras; además de la posibilidad de organizar y reservar uno de nuestros comedores para la organización de espichas."
"Hablar de El Ferroviario es hacerlo también de su gerente, Berto, que aparte de ser una de las personas más sonrientes que conozco, es un profesional excelente y mi persona de confianza en este establecimiento. Aunque detrás de este proyecto hay muchísima gente, yo hoy quiero hacerle mi pequeño homenaje entre estas líneas.
El local tiene una magia difícilmente explicable si no eres diseñador de interiores. O bien, conserva la esencia del chigre, de sus antepasados, del local que se fundo en 1951 y que es actualmente el más antiguo de la calle Gascona, pero sin renunciar a un toque moderno. Eso sí, muy bien pensado y adaptado. La tradición se combina con un concepto más actualizado de sidrería, donde el producto es el principal protagonista.
Las sidras, como no podía ser de otra manera, tienen un peso muy importante. Se han encargado de seleccionar los mejores palos, dividido por las cuatro principales zonas productoras para ofrecer a los clientes sidra de primerísima calidad. (...)
Conclusión: si te gusta la sidra, te gustará El Ferroviario.
La carta, aunque se actualiza con frecuencia, está centrada en platos tradicionales asturianos ligeramente adaptados al paladar actual. Es perfecta para compartir.
Desde pollo al ajillo, calamares frescos o pixín hasta cachopo pasando por bacalao de distintas maneras. También tienen disponibles menús de grupo y un amplio abanico de platos con verduras. Aquí os dejo un link a su carta. Tienen una selección de quesos que me vuelve loca, obra del maestro Aitor Luis Vega. Otro crack del que también os he hablado y que si no conocéis tenéis que visitar en su tienda de la Plaza de La Felguera.
Mi opinión
Personalmente, ¡me encanta El Ferroviario! Es un sitio que suelo recomendar cuando la gente me pregunta por un restaurante tradicional pero con rollete. Es la versión actual de sidrería más acertada que conozco hasta la fecha."
A nuestra derecha, sigue la terraza de La Finca Agrobar, de la que también aportamos unos vídeos
La entrada de La Finca, "Denominada Agrobar, por su apuesta por el producto de proximidad y ecológico, donde los proveedores son los protagonistas. Llama la atención la decoración del local y la puesta en escena de sus platos, una apuesta por la originalidad y modernidad, que el mundo de la sidra se merece", leemos en la web de Gascona. El Bulevar de la Sidra
A nuestra izquierda y continuación de El Ferroviario la Sidrería Bocamina, a la que Esther Rodríguez le dedica el reportaje Oviedo tiene una bocamina: así es el restaurante en honor a los mineros que ha abierto en la ciudad, de La Voz de Asturias del 11-3-2024, remarcando que tiene dos locales, uno este de Gascona y otro en la calle Melquíades Álvarez, del mismo extraemos lo siguiente, que podría ser extrapolable a ambos:
"Si buscas en el diccionario de la Real Academia Española la palabra bocamina leerás la siguiente definición: «entrada a la galería o pozo de una mina». Dicho de otra forma se trata del agujero por el que se adentran los mineros hasta llegar, al cabo de unos metros, a las entrañas de la tierra para extraer el negro carbón, inmersos a su vez en una profunda oscuridad. A este término podríamos añadirle una acepción. De esta manera también se llama el nuevo restaurante que ha abierto en Oviedo y que pretende rendir homenaje a este sector que ha marcado un antes y un después en nuestra región.
«Esto es un pequeño guiño a nuestra cultura e historia porque Asturias tradicionalmente fue una zona minera», asegura el hostelero Miguel Ángel de Dios, uno de los socios fundadores (...)
Tras darle un pequeño lavado de cara, el ovetense y sus socios consiguieron que este «cálido y acogedor» local simulase la entrada a una mina de carbón. No faltan las trabancas —madera que se sitúa en la parte de arriba de la galería— ni las jaulas con las que se bajaba el material a los pozos, que en este caso sirven de separación de las mesas que están a escasos pasos de la barra. Las vigas están a la vista de cualquiera, las lámparas que cuelgan del techo son de estilo industrial y además se puede apreciar como los helechos se hacen hueco entre las paredes hormigonadas de las que cuelgan cuadros que representan fotográficamente a este sector.
(...) «Tenemos desde el de ternera guisada o chipirones hasta el de jamón ibérico o el clásico de pollo. También servimos tortillas mimadas al gusto de los clientes», detalla Miguel Ángel. En el pasillo de Bocamina, donde están dispuestas las mesas altas con banquetas acolchadas, uno puede disfrutar de un buen trago a la hora del vermú. (...)
Desde esta especie de galería se accede al gran comedor en el que uno se siente como si estuviera en el interior de un pozo. En esta zona del restaurante los clientes podrán deleitar los diferentes platos que conforman la carta, donde la cocina tradicional asturiana copa todo el protagonismo. Desde las cebollas rellenas de bonito, hasta la fabada asturiana, pasando por las verdinas de Llanes con langostinos o los callos al estilo Oviedo. «Sin olvidarnos de los tortos, los fritos de merluza o el bacalao al estilo de Laviana», apunta el hostelero.
Si hay algo caracteriza Asturias es la calidad de sus carnes y pescados. Es por ello que en la carta de Bocamina han hecho un gran hueco a estos productos primarios. Destaca la merluza, el bacalao o la lubina. No faltan tampoco los escalopines al cabrales, la presa ibérica, el entrecot de vaca premium o los cachopinos. Sirven también los quesos más asturianos como puede ser el de Afuega'l pitu o el de Vidiago. Y entre los postres, como era de esperar, se incluye el tradicional arroz con leche, entre otras elaboraciones dulces. «Todo ello acompañado con sidra o una carta seleccionada de vinos blancos y tintos», precisa Miguel Ángel.
Cuentan además con un menú del día. Con un primero a escoger entre tres platos, un segundo a elegir entre pescado o carne y para rematar un postre o café (...). El fin de semana tienen una propuesta gastronómica más especial. (...)
Las materias primas son de kilómetro cero
Para elaborar cada uno de estos platos cuentan con «los mejores proveedores», los de Asturias. «Siempre que podemos intentamos servirnos del mercado que hay a nuestro alrededor», asegura el hostelero. De esta manera garantizan tener siempre excelentes carnes y los pescados más frescos del mar Cantábrico. También aquellas frutas, verduras y hortalizas que se cultivan en los campos de nuestra región.
Incide en este aspecto de los dos locales de Bocamina Pablo González de La Nueva España, "un concepto gastronómico que rinde homenaje a la cocina asturiana", publica en la edición del 8-6-2024 y de la que compartimos su introducción general y el apartado dedicado a esta su sidrería de Gascona:
"Gastronomía cuidada, tradición y un buen producto. Estos son los valores que aúna. Un concepto de restauración que apuesta por el disfrute de sus comensales, recurriendo a la comida de siempre con un toque actual.
Ubicados en pleno centro de Oviedo, el proyecto cuenta con dos locales. Uno situado en la calle Melquíades Álvarez, 24 y otro en Gascona, corazón del Bulevar de la sidra por excelencia. (...)
Una sidrería en esencia
Las mejores propuestas para llevarte a la boca maridadas en un ambiente de sidrería. Esta es la vocación del local que Bocamina tiene en Gascona, en el epicentro del Bulevar de la sidra.
Abierto todos los días, sus platos se caracterizan por poner en valor la cocina tradicional asturiana. Además, los comensales podrán disfrutar de servicio de escanciado por parte del personal del local y de un menú diario, disponible toda la semana salvo sábados, domingos, festivos y vísperas de festivos y un menú asturiano que consta de un entrante de pastel de centollo gratinado, una rica fabada asturiana de primero y un clásico cachopo de ternera asturiana de segundo. De postre, los comensales podrán probar arroz con leche y además, se incluye bodega de la casa y botella de sidra."
Y, seguidamente, pasamos a otra sidrería de renombre, La Pumarada, que también recibió la visita de Luis Antonio Alías, quien publicó su excelente referencia en El Comercio del 31-1-2020:
"En este caso no es Bayona, aunque los de Burdeos siempre se la quieran adjudicar; hablamos de la Gascona o Gascuña ovetense, calle pindia que sube o baja entre las murallas de Alfonso II, integradas en los muros de Las Pelayas, y ese escondido rincón chiquitín y desapercibido, Patrimonio de la Humanidad, que ocupa Foncalada, con sus sillares protegidos por la Cruz de la Victoria y 'angelum percutiemtem', placita de lavanderas y aguadores que vio lavar ropas y llenar ferradas entre Alfonso II y Alfonso XIII, mil cien años: la obsolescencia llegó después.
Y esta arteria extramuros, jacobea y comercial, permanece indígena, forastera, hostelera, chigrera, gaitera y tamborilera, de paseo y tapeo, terrazas y grupos, bullente y encontradiza, partidaria de los platos regionales y las mentalidades cosmopolitas que inauguraran, allá por el siglo XII, los francos aquí desplazados y radicados para atender las necesidades de los peregrinos deseosos de visitar al señor San Salvador antes que a Santiago, el criado.
Y en medio La Pumarada, que sin manzanos ni hay sidra, ni hay bulebar de la ídem.
Precedido de terraza bajo entoldado, encontramos espacios elegantes, sosegados, diáfanos, amplios, con muros de gruesa cantería, revestimientos de ladrillo, cuadros de excelentes firmas, detalles de gusto -el antiguo trasvasador de líquidos a ruedas y manivela, la cafetera antañona, los aparadores tallados- y referencias sidreras, que el restaurante 'à la page' ejerce orgullosamente de chigre.
Unas escaleras centrales bajo arcos y bovedillas conducen al piso inferior, que amplía huecos de remarcados dinteles, comedores de similar traza, reservados para banquete, cámaras donde el vacuno reposa y cetáreas que mantienen vivos y felices a bugres, nécoras, oricios y otros vecinos del Bob Esponja antes de las parrilladas y los arroces. Una vez pasaron por aquí mismo las vías de la patrimonial estación del Vasco, desgraciadamente demolida hará treinta años; que donde hubo arquitectura singular haya ahora restauración singular, nos consuela.
La propia carta, guía fotográfica grande y colorista, marca diferencias ahorrándose mil palabras por imagen (según el conocido proverbio chino) y ofrece arroz con amasueles, arroz con carne y setes, pote, fabada de gochu y de mar, pescados cantábricos, pixín a la marinera, xargu al horno y a la sidra, merluza a la variada, mariscos y mariscadas, cachopos de xata para posteriores siestas o maratones, carnes alleranas a la piedra de ganado propio y maduración atenta, y -sobra decirlo- dulcerías caseras.
Lugar así, tres décadas presente y continuado, precisa de patriarca y matriarca; y de hijos que lo prolonguen. El primero es Francisco Álvarez, o 'Paco Lachica' para los amigos, apodo que lucieron orgullosamente su abuela y su madre por Casa Lachica, el bar tienda natal y vital de la llanerense Coruño. Aquellos fogones y aquel mostrador le forjaron la vocación, demorada y enriquecida tras llevar las contabilidades de empresas comerciales dedicadas a los suministros agrícolas: sabe de huerta y ganadería. En el 93, con su esposa Marta Uría Ablanedo, de Villabona, la matriarca ya jubilada luego de una larga etapa cocinera y mestresala, abrió La Pomarada en Avilés. Pero Oviedo, ciudad de residencia, tiraba mucho, y decidieron asistir al nacimiento de la nueva, llagarera y gastronómica Gascona.
Naturalidad para ofrecerte el pescado del día o el chuletón roxu y tierno, y naturalidad para narrarte cualquier suceso carbayón y astur, desde la ocurrencia del presbítero Máximo y su sobrino Fromestano en elegir una parcela para inventar Oviedo, hasta cómo los liberales, con garbanzos, bacalao y callos, derrotaron a los carlistas."
Llegan los bicigrinos y no pueden resistirse a la tentación, hasta en la Enciclopedia de Oviedo nos informan de las excelencias de La Pumarada en Gascona:
"Platos asturianos y arroces en terraza, sidrería de ambiente informal o comedor con cuadros de arte moderno.
El secreto de la cocina de La Pumarada está en una carta elaborada a partir de los fundamentos de la más tradicional cocina asturiana. Recetas sencillas, de siempre, y minuciosamente elaboradas por un equipo de profesionales que trabajan con los mejores productos del mercado. La Pumarada ofrece los mejores pescados y mariscos del mar Cantábrico, y la carne roja de los Valles".
Y también aquí, los Cantares de Chigre de Gascona
"Las calles no suelen celebrar sus cumpleaños. Algunas los padecen y otras intentan mantenerse inmutables al paso del tiempo con más o menos acierto. Las calles no hablan -al menos la mayoría-, solo observan, pero si lo hiciesen, tendrían más de una buena historia que contar al viandante. Gascona es, desde 1999, el Bulevar de la Sidra, una marca que se ha ido consolidando con paso firme, y un ejemplo explícito del ocio ovetense y de la imagen turística de la ciudad. El Bulevar ha cumplido veinte años y las celebraciones van a tardar en terminar.
«No ha sido fácil», explica a este diario uno de los pioneros, César Suárez Junco, propietario de Tierra Astur. «A finales de los noventa, esta era una calle oscura y ruidosa», recuerda. Aún no era peatonal, «uno de los grandes logros» de aquellas cinco primeras sidrerías que se asociaron para convertir la zona en lo que, «con mucho esfuerzo y dedicación», es ahora: «Un referente para el turismo nacional y extranjero». Fueron los propietarios del Pigüeña, Villaviciosa, La Pumarada, el Asturias y el citado Tierra Astur los que «lo iniciaron todo». «Un ejemplo de unión así, entre competencia, no lo hay en otros lugares», sentencia.
A su lado, el actual presidente de la Asociación de Hosteleros, Pedro Caramés, piensa en el futuro. En «seguir evolucionando», «adaptar» Gascona a las nuevas realidades digitales o de respeto al medio ambiente. Y la clave para otros veinte años, augura, El Gran Bulevar de El Vasco, «que trasladará el centro de la ciudad hasta bajo nuestros pies», explica el propietario de La Finca desde una de las mesas de la terraza de La Pumarada junto a sus compañeros. «Los que fundamos esto vemos que hay futuro, gente joven cogiendo el testigo», apostilla Suárez.
En un sentido más geográfico, conectando las calles Foncalada y Jovellanos, y atravesando Víctor Chávarri, es en sus márgenes donde reposa el germen de lo que hace veinte años nació para el desarrollo, a iniciativa privada, de las partes mercantil y lúdica de la zona.
Ahora, y con la entrada de un nuevo equipo de gobierno que ha prometido modificar las ordenanzas para flexibilizar la posible organización de actividades, los empresarios solo piden una cosa: «Agilidad», reclama Alfonso Menéndez, dueño de La Manzana.
La calle, que es una de las pocas que mantienen su denominación antigua y original, toma nombre de la puerta de la Gascona, una de las entradas a la ciudad que se abría en la muralla. El topónimo, además, alude a la región francesa de Gascuña, por la importante población franca que fue atraída a Oviedo por la Ruta Jacobea a lo largo del siglo XIII para suplir el déficit de mano de obra ocasionado por las guerras de la Reconquista.
Luces de bulevar
Para el futuro más inmediato, sin embargo, hay dos frentes abiertos. El primero, solucionar las diferencias con una veintena de vecinos descontentos con el devenir de la calle. «En Gascona hay novecientos vecinos y la mayoría son amigos, clientes y compañeros», matiza Alberto Álvarez Uría, dueño de La Pumarada. El segundo, más comercial, «conseguir iluminar la calle como se merece, como un auténtico bulevar», responde Suárez.
Ahora, los sidreros aún deben afrontar el último empujón del período estival. Lo harán, eso sí, más presentes que nunca en el panorama ovetense, asturiano y nacional. Mañana saldrá a la venta el cupón que la ONCE ha dedicado al aniversario del Bulevar de la Sidra. Y el próximo 19 de septiembre, a modo de broche final, los doce chigreros subirán a lo alto de una de las carrozas del desfile del Día de América en Asturias. Descorchen sus botellas."
"Nuestra apuesta en Oviedo se redobló en el año 2015 con Tierra Astur Parrilla, en la esquina de la calle Gascona, ya bautizada por la ciudad como Bulevar de la Sidra.
Tierra Astur Parrilla te ofrece la posibilidad de probar carnes y pescados cocinados a la brasa en el corazón de la ciudad. Una gran variedad de platos tradicionales asturianos: tortos, quesos, embutidos, potes, carnes a la brasa, pescados… todo ello regado con una bodega exclusivamente compuesta por bebidas asturianas completa nuestra experiencia gastronómica.
O si lo prefieres, las terrazas son el lugar ideal para disfrutar de un buen culete de sidra al aire libre en la mejor compañía".
"Ante esto, los sidreros, capitaneados por el presidente de la Asociación de Sidrerias de la calle Gascona, Pedro Caramés, manifestaron ayer, en declaraciones a este diario, que «nosotros trabajamos por Oviedo y por la convivencia con toda la ciudadanía».Por eso, aseveró el líder de los sidreros ovetenses, «cumplimos con la normativa, como no podría ser de otra manera, y corregiremos los pequeños errores que puedan ir apareciendo con el tiempo». Eso sí, el chigrero también matizó que «Gascona es un polo turístico durante todo el año», y reiteró su «compromiso» con el «entendimiento» con vecinos y autoridades."
"Ya en 1931 se piensa en ocupar mediante un nuevo edificio el espacio del mercado de "El Progreso", cerca del Teatro Campoamor. En 1944 el ayuntamiento abre el concurso de proyectos. El diseño se presentó en 1952 y en él tomaron parte varios arquitectos como Joaquin Suárez, Carlos Sidro (arquitecto de Correos), Gabriel de Torrientes y Fernando Cavanilles. Fue proyectado como hotel, palacio de congresos, sede de Correos y Telégrafos y comercios. En 2005 se realizó una completa rehabilitación dentro del proyecto "Jirafa Élite" adaptándose como apartamentos de lujo y oficinas. Sigue albergando Correos.
La planta del edificio se adapta a la confluencia de dos calles. Inspirado quizás en el Banco de Roma (Milán), se trata de un edificio ennoblecido, racionalista, elegante, sobrio, gris, a caballo entre cierto clasicismo y la modernidad de la notable arquitectura asturiana de los años 50. La torre, de 19 plantas, se construyó en el punto más alejado del Teatro Campoamor, favoreciendo que no se empañase la perspectiva del edificio decimonónico. Su forma de "jirafa", al comienzo sobrenombre popular, hizo que se acabase reconociendo oficialmente con esta denominación. Es el edificio más alto de Oviedo tras la Torre Teatinos, la torre de la catedral y el Palacio de Congresos".
Aquí está la estatua Guisandera, de María Luisa Sánchez-Ocaña, del año 2000, que representa a una madre cocinando y su hija que atiende a su trabajo y consejos. Es un homenaje a las madres, tanto en casa como en mesones, posadas, casas de comidas, sidrerías... y de ella leemos en Vivir Asturias:
"La pieza representa a una mujer entre fogones y a una niña atenta a sus evoluciones y consejos. "Situada a ras de suelo, la autora logra que el espectador se convierta en cómplice de la niña y sacie su curiosidad escudriñando en el interior de la pota, acercando de esta manera la cocina al público (A. Casaprima). Para José Francisco Díaz, "Pepe" -hostelero ovetense que participó en la decisión del alcalde de Oviedo de dedicarle a las cocineras de antaño una escultura y la elección de esta pieza-, la escultora "supo darle un aspecto que inspira sosiego y tranquilidad; se escapa de las prisas habituales".
"Los ovetenses aún pasean tímidamente por un lugar que genera algunas vistas espectaculares y mucha nostalgia: el llamado bulevar de El Vasco, la tapa del espacio donde una vez vibró la febril estación de tren de ese nombre, derrotada por fin en 1989. Nada, ni los vestigios, queda de lo que fue un punto neurálgico del ferrocarril asturiano y de la economía y la vida de los ovetenses. Muchos consideraron entonces que acabar con la octogenaria estación fue un crimen (urbanístico) de los muchos perpetrados contra la ciudad.
Caminar varios metros por encima de lo que en su momento fueran las vías no ofrece ningún recuerdo. Solo con las fotos antiguas y un voluntarioso ejercicio de imaginación se puede evocar lo que allí existió, las poderosas máquinas, la multitud día y noche. Ahora, limpias líneas blancas, bancos de diseño, edificios modernos y casi vacíos sobre una losa elevada han cambiado por completo el paisaje. De momento, esta primera fase del desconfinamiento por la pandemia deja ver unos pocos paseantes atrevidos.
Pero fueron varias las generaciones de niños que lanzaban piedras a los vagones desde Gascona, para irritación de los vigilantes. La estación era, dicen los expertos, una joya del modernismo asturiano en la corriente del Art Noveau francés en boga a principios de siglo.
El Vasco constituyó un importante eje de transporte de carbón entre Ujo, Trubia y Oviedo de la sociedad de ferrocarriles Vasco-Asturiana, de ancho métrico (estrecho). Fue un ingeniero, Francisco Durán, quien firmó el diseño en 1905, y la obra fue inaugurada poco más tarde, el 10 de agosto de 1906. Nació vinculada a la calle Jovellanos, que entonces se llamaba Traslacerca puesto que lindaba justo con la parte exterior de la muralla medieval (hoy queda solo un pequeño tramo en esa calle justo enfrente de la Casa del Pueblo socialista).
Según cuenta José F. González Romero en La estación del Ferrocarril Vasco-Asturiano en Oviedo y la desaparición de un entorno modernista, el omnipresente e hiperactivo arquitecto municipal De la Guardia levantó ese mismo año el Teatro Celso y el Restaurante Francés adosado al hotel del mismo nombre, «(…) tratando de adaptarse a los aires de modernidad que el nuevo siglo trae». Oviedo bullía de esplendor burgués.
A finales del siglo XIX, explica González Romero, «la siderurgia vasca había desplazado a la asturiana como la más importante de España» y necesitan del carbón de las cuencas. Los ferrocarriles Económicos (así se llamaba la vieja estación de esta línea en el centro) unían la capital asturiana con Infiesto en 1891 y llegan a Llanes en 1905 para enlazar con Bilbao. Además del preciado carbón, servirán también para llevar pasajeros.
González cita la implicación de importantes potentados de la época en el proyecto: Víctor Chávarri, José Tartiere Lenègre o Hermógenes González Olivares. La sociedad Vasco-Asturiana nació en 1899 y comienza pronto a construir. En cuanto a la estación, un poco más arriba, en Santo Domingo, ya existía una provisional que luego fue lugar de talleres y finalmente desapareció con la operación especulativa urbanística Cinturón Verde, en los años 90.
Las obras se hicieron muy rápido; según González, en un año. Y eso que tenían que afrontar problemas complejos como la gran diferencia de cota y la curvatura del trazado. Todo ello se resolvió con elegancia en el proyecto de Durán. El acceso a Jovellanos se realizaba por una doble escalera desde el vestíbulo a la sala de espera, separando el tránsito de viajeros del de equipajes. Existía, además, una pasarela sobre las vías y un ascensor, así como una salida a la calle Gascona.
«Todas las dependencias son amplias, bien ventiladas e iluminadas», explica el autor, realizadas con ebanistería de diseño modernista, zócalos de azulejos, alicatado amarillo y azul, suelos de baldosín imitando alfombras, mamparas vitrales, relojes y lámparas. «Los anuncios lo invadían todo, llegando hasta los frentes de escalones y peldaños». El consumo estaba en auge.
Durante muchos años, «los usuarios de la estación y vecinos de la zona todavía recuerdan en las primeras horas del día el perfume de los humos de la combustión imperfecta del carbón (…) mezclado con el rico olor del horneado de los famosos carbayones de la pastelería Camilo de Blas», evoca González.
A la estación de El Vasco llegaba de todo: el pescado fresco de Cudillero en hielo picado, de Candamo los cestos de fresas y también «productos de contrabando como el whisky el tabaco rubio que a comienzos de siglo comenzaba a ponerse de moda».
Durante los años de la guerra civil, la estación sufrió daños puesto que era una infraestructura estratégica. De hecho, tuvo emplazada una batería antiaérea del bando franquista que en una ocasión recibió una carga de bombas completa por parte de los aviones republicanos. Peor parada salió la Estación del Norte, que quedaba justo en la línea del frente.
Pero sobrevivió y siguió siendo vital para la ciudad. Ya en la posguerra, los maquinistas y fogoneros llevaban grandes cestas con su comida y debajo, oculta, una pequeña carga de carbón para redondear sus escasos ingresos en esa época tan difícil.
Y los niños, narra el autor, «iban a esquiar en la escalera lateral donde había una rampa para maletas y paquetería. Se dejaban caer sentados sobre cartones» o en cuclillas con alpargatas para frenar la marcha, hasta que los mozos de estación los echaban si alborotaban demasiado.
En los año 60 llegaron llegaron las locomotoras diésel, una transformación sustancial en el aspecto del tren. Y también se proyectaron poderosos cambios que nunca cristalizaron: «una nueva estación polifuncional» con el objetivo claramente económico de aprovechar el terreno, con una nueva construcción «en forma de circo romano», un bloque de bajos comerciales, oficinas y viviendas.
La crisis del carbón acabó llevándose ese proyecto y, en realidad, toda la compañía de El Vasco, que pasó a pertenecer a la pública Feve en abril de 1972. En 1985, el Estado se plantea la posibilidad de «liberar» los terrenos, es decir, rentabilizarlos comercialmente pese al valor arquitectónico de la estación, y nada hizo o pudo hacer Oviedo contra ello. Como premio de consolación, el Principado quiso que se recuperaran algunos elementos: columnas, carteles o relojes. Ni siquiera esto se cumplió a rajatabla, y para 1994 no quedaba absolutamente nada. Hoy es una enorme bloque de viviendas y servicios que solo conserva de aquel esplendor el nombre: El Vasco."
"Jabita es una aldea de Cangas del Narcea entre el río y la carretera, casi en el límite con Tineo. Allí nació Diego, que lleva por apodo tal topónimo, y allí regentaron sus padres, Benigno y María Ester, el restaurante Cantábrico, rural de guisos y urbano de aplausos, hasta su jubilación.
Aquí, como tantas otras veces, la hostelería llega por vía hereditaria, una particularidad bastante común por Cangas, Tineo, Allande, Villayón y el resto de la comarca occidental que dio a la villa y corte madrileña, en transformaciones sucesivas, los imprescindibles aguadores; después, introducidas las cañerías, los serenos de chuzo, llaves y pronto auxilio para trasnochadores; por último, desaparecido el noble gremio que gritaba 'las cuatro y nublado', la crema de los chigres y de los exquisitos, del Teitu a Lhardi:detrás de casi cada sidrería y restaurante asturianos en Madrid suele encontrarse un propietario con raíces entre el Narcea y el Navia. Y el número aumenta hacia las fuentes.
Pero la trayectoria de Diego 'Javita' resulta peculiar. Creció, como corresponde, jugando, estudiando y ayudando –«mis padres me pusieron un horario para separar cada cosa»–, por lo que combinaba tareas escolares y tareas de barra y cocina. Y a la hora de elegir carrera, cursó magisterio para ejercer tan noble tarea en Las Palmas de Gran Canaria:«Allí di clases durante catorce años. Diaria y puntualmente. El sitio me resultaba familiar, dado que mis padres habían trabajado en la isla y contaba aún con tíos por allí. Eso sí, terminadas las obligaciones docentes, me metía en establecimientos hosteleros amigos para preparar copas y servir platos; lo necesitaba y me hacía feliz. Finalmente comprendí cuál era mi camino preferido y decidí dedicarme a él en exclusiva», recuerda.
Y regresó por nostalgia. Y por proyecto: poseer un restaurante propio en Oviedo, lo que consiguió al lado de Gascona. También buscó un cocinero hábil y confiable, y en el trubiecu Jorge (correcto gentilicio de Trubia) encontró el complemento adecuado para que el deseo hecho negocio, y el negocio hecho servicio, sumaran reconocimientos. Por ejemplo quedar finalista del pote asturiano y dos veces subcampeón del cachopo (otra finalista).
Recordemos además que 'Jabita' acaba de ocupar focos regionales y nacionales por adquirir el Campanu de Asturias 2019, hermoso bicho plateado de cinco kilos cuya subasta ganó (¡10.000 euros!).
Con la puerta en chaflán esquinero, exterior llamativo, cristaleras que iluminan un interior moderno y despejado, murales de bosque, oso escanciador y letreros sobre los zócalos anunciando especialidades –congrio, atún, presa, lenguado, chipirones, etcétera– dos de las mejores frondas de este Bosque las ponen mariscos y pescados de nuestras costas en calderetas, a la espalda y al horno, y carnes de xata y vaca vieya criada por los jugosos pastos entre Leitariegos y Llamas del Mouro.
Repasemos la carta para subrayar unos cuantos ofrecimientos: bastones de berenjena en tempura con miel de Cangas, salteado de langostinos con boletus y aguacate, milhojas de torto de matachana y manzana asturiana, pulpo a la parrilla con patatas panadera y verduritas, calamares de potera con mahonesa de mostaza, fabada y pote, callos caseros, arroces con bugre y con almejas, entrecotes y solomillos...
De los cachopos premiados, uno lleva jamón ibérico, quesos asturianos (azul, del país y ahumado) y setas asturianas, y el otro jamón de mangalica (¡tan español y tan húngaro), queso de taramundi oreado y boletus.
¿De postre? La tarta de chocolate y castañas de la abuela tienta lo suficiente como para cometer pecado aquellos que tenemos el dulce severamente prohibido. Educar neños y dirigir salas no resulta incompatible:hay que interesar al participante, lograr que aprenda y experimente con gusto, y mantener el orden. 'Javita' posee ambas experiencias."
Entrevista con Diego Suárez en la sidrería en el canal NTQDES TV
Situada en pleno bulevar de la sidra de la calle Gascona, -c/ Víctor Chavarri, 3- Sidrería La Noceda destaca por su buen ambiente, su buena sidra y su excelente cocina asturiana. Un lugar conocido y reconocido por foráneos y autóctonos que desde su apertura en el año 2000 se ha convertido en uno de los referentes más notables de ésta siempre animada zona, considerada como `la capital sidrera´ de Oviedo.
De trato cercano y profesional, el buen producto y su buen hacer en los fogones justifican el lleno total del que disfruta habitualmente este establecimiento, que puede presumir de una excelente relación calidad-precio. Un éxito en el que mucho tiene que ver la experiencia y profesionalidad de sus propietarios, Manuel Antonio Rodríguez y Ricardo Suárez, a quienes les avala una dilatada trayectoria hostelera, no en vano son también los dueños de otra de las sidrerías más emblemáticas de la zona, El Pigüeña, fundada en el año 1989 y cuya fama y prestigio les llevó a ampliar el negocio con un nuevo local. Un local, en el que cómo sello inconfundible de la casa destaca el protagonismo que la sidra ocupa en el establecimiento, en el que durante todo el año tienen a disposición del público diferentes palos, siendo siempre uno de ellos de sidra natural y tres D.O. El escanciado, como no podía ser de otra manera, manual, y la temperatura, siempre perfecta.
Con una decoración rústica en la que destaca el predominio de materiales nobles como la piedra y la madera, el local cuenta diferentes estancias distribuidas en sus 450m2, a los que suma su terraza. Además de la amplia zona de sidrería que preside el establecimiento, cuenta con tres comedores, uno anexo a la barra y otros dos independientes, lo que le convierten en una excelente opción para la celebración de todo tipo de eventos, ya sean de amigos, familiares o profesionales y para lo cual además de salón para espichas, cuentan con menús de grupo.
Su carta, sustentada en la cocina tradicional asturiana destaca por sus raciones abundantes y siempre bien ejecutadas. Acierto seguro en los platos de cuchara, entre sus especialidades destacan los pescados al horno y platos como el Arroz caldoso con marisco o el Cabritu de Belmonte a la sidra. Con cetárea propia, las parrilladas de marisco forman también parte de sus imprescindibles. Cuentan con menú del día y menú especial de fin de semana."
"Todo ovetense asocia la calle Gascona a la sidra y en ese enclave tan folixerose encuentra La Cantina de Gascona. En el segundo tramo de esta popular calle (haciendo esquina con la c./ Manuel García Conde), abrió a principios de agosto del 2018 este bar tienda que ofrece una idea de negocio muy completa.
Una gran cristalera y los detalles negros y verdes de su decoración te dan la bienvenida desde el exterior. Una vez que entras, descubres un local pequeño, con mucho encanto, que tiene muy presente a Asturias en los productos que ofrece."
Pero tras cruzar volveremos a la tranquilidad de este segundo tramo de Gascona, el cual llega hasta la calle Foncalada, cuyos edificios reconocemos al fondo, un lugar que nos describe así de bien el erudito periodista y gran cronista ovetense Adolfo Casaprima Collera en su Diccionario geográfico del concejo de Oviedo:
"Barrio de Oviedo, antigua casería y aldea de los extrarradios de la ciudad pertenecientes a la parroquia de San Julián de los Prados. Hoy día se trata de una zona totalmente englobada en el casco urbano, perteneciendo incluso al propio centro de la ciudad. En 1803 se habilitó un paseo entre la plazuela existente frente al convento de Santa Clara (hoy sede provincial de la Hacienda Pública) hasta la entonces llamada carretera general a Gijón (que comenzaba en el cercano Pumarín, construyendo un canapé para rematar la obra y dejar constancia de su ejecución. El paseo permitiría a las casas de la aldea suburbana ir integrándose en la ciudad, según esta fue creciendo hacia el norte, urbanizando los márgenes de la propia carretera. En Foncalada se halla la fuente del mismo nombre, construida bajo el mandato de Alfonso III El Magno..."
Posteriormente otros cronistas escribirán de ella, como Ambrosio de Morales (s. XVI) o Luis Alfonso de Carballo (1695) quien nos dice:
" Fundó asimismo este religioso Príncipe la iglesia de San Juliano cerca de la ciudad de Oviedo, que corruptamente llaman Santullano, cuya obra alaban cob mucho encarecimiento los Autores, aun en nuestros tiempos permanece la manera que el rey la dexó; y es grande de cruzero, y Capillas, y tiene una maravillosa proporción, y corresponencia en el ventanaje, y en otras partes tiene mucho de Arquitecturas Romanas, y como Morales considera, sin duda alguna que el Maestro de estas obras, que llamaron Fioda, como arriba hemos visto, era muy gran arquitecto, pues no ay obra de por las que por aquel tiempo en cuyo ornato no se muestre algún notable primor, sin la perfecta proporción que todos tienen"
La planta basilical es de tres naves, una grande en el medio y otras dos laterales. Se accede a su interior por portada de arco de medio punto entrando primeramente a un vestíbulo y luego de frente por la nave central, separada de las de los lados por sendas filas de arcos. Dispone de tejado a dos aguas con madera de roble exceptuando la cabecera, con ábsides de bóveda de cañón. Esta cabecera es tripartita. Tiene también sacristías laterales
Se ha especulado con la posibilidad que estemos ante una basílica conciliar donde se realizaban ceremonias de salida del rey con sus ejércitos, y su regreso de las sucesivas campañas, así como ser el lugar en los que se celebraron los concilios de Oviedo en los que, entre otras cosas, se verificarían las conclusiones del hallazgo de la tumba de Santiago, origen del Camino. De todas maneras la veracidad de dichos concilios, como leemos en Historia Hispánica:
"Hoy día no cabe dudar del carácter espurio de las actas supuestamente entonces aprobadas y en las que se declaraba a Oviedo sede metropolitana, pero tampoco conviene desechar un fondo de historicidad para una asamblea que bien pudo ser expresión simbólica de la restauración del orden gótico en la Iglesia de que habla la Crónica Albeldense. Quizá también pudo ser la ocasión para el restablecimiento de la quebrantada unidad doctrinal puesta en peligro por la pasada herejía adopcionista."
En el año 1165 es restaurada esta iglesia por primera vez que se sepa, afectando la actuación a la cubierta y a su pavimiento primigenio, que desaparece. En el siglo XVIII el suelo es enlosado y se hacen bóvedas tabicadas, siendo devuelta la traza primitiva al templo entre los años 1912 y 1915 gracias a Fortunato de Selgas y Vicente Lampérez y Romea. Es entonces cuando se descubren las pinturas, que siglos atrás habían sido tapadas. Luis Menéndez-Pidal realizará diversas intervenciones entre 1934 y 1940. Las pinturas son restauradas en las décadas de 1970 y 1980
Y ante las letras de GASCONA seguimos bajando por este Bulevar de la Sidra ante el escaparate de La Cantina de Gascona, de la que siguen diciendo en Mesa y pincel:
"Una gran cristalera y los detalles negros y verdes de su decoración te dan la bienvenida desde el exterior. Una vez que entras, descubres un local pequeño, con mucho encanto, que tiene muy presente a Asturias en los productos que ofrece.
Detrás de la barra, en lo primero que te fijas es un sinfín de botellas de vermouth.
Algunos como “Sardino” son de origen Gallego; “Atxa”, de Álava o “Mancino”, del Piamonte. Si contamos las botellas que hay en sus estanterías suman más de 100 variedades entre las que elegir. Entre los asturianos destacan “Roxmut”, “Alma” o “Robertini” en honor al jugador de futbol oviedista.
Amante del vermouth, ¡este es tu sitio!
Y si no eres un experto de esta bebida, allí te aconsejarán y te ayudarán a elegir el que mejor se adapte a tus gustos.
Son especialistas en vermut y una de las propuestas que tienen los sábados para darlos a conocer es su “sesión vermut”. Por unos tres euros puedes probar la recomendación de la semana. Viene acompañada de un aperitivo escogido para la ocasión a partir de las características principales de la bebida seleccionada. Para no ir a ciegas, mi recomendación es que les sigas en sus redes sociales, pues en ellas, los días previos, anuncian cual será la propuesta para el fin de semana.
Si hablamos de comida, su carta no es muy extensa, pero sí ideal para picotear y saborear Asturias. Su filosofía es que se adapta a todos los bolsillos y a todas las edades.ç
A nosotros, el fin de semana nos apetece una comida un poco más “desenfadada”. Si a ti también te pasa lo mismo, el “panazo” es tu plato. Una pizza de base de pan, con jamón y cecina o con huevo y picadillo.
Si prefieres algo más ligero, nos recomiendan la ensalada de ventresca “La polar”, con un tomate mar azul y un toque de cebolla. Si no quieres arriesgar, una clásica tapa de jamón 5jotas es tu opción.
Como ves, hay para todos los gustos. Además, como avanzamos al principio, el local cuenta con tienda en la que puedes comprar latas de conservas, embutidos y quesos o mermeladas. En las estanterías puedes encontrar productos de “Conservas La Polar”, con origen en Gijón, “El viejo pescador” de Tapia de Casariego, “Conservas Laurel” de Avilés o las conservas “Telva” de Lastres, entre otros. Elegido el producto, puedes optar entre la tranquilidad y comodidad de tu casa o disfrutar de él en el propio local, donde regarlo con alguno de los vinos de la carta. Así, si te entra un antojo, puede ser una buena opción.
Además, por donde se localiza está pensado para que los turistas hagan una parada y puedan llevarse un recuerdo gastronómico de la tierra."
A nuestra izquierda está la Sidrería Las Güelas, que plasman así su filosofía en el apartado de su web titulado Nuestra historia:
"-Mi güela ye la que mejor cocina del mundo-¡Calla ho! Cocina mejor mi güelaDe esta eterna discusión entre amigos nace el concepto de nuestro restaurante, en el que queremos rendir homenaje a nuestras «Güelas». Hemos cogido las mejores recetas de nuestras abuelas y las hemos enfrentado para que tú puedas decidir qué abuela es la que mejor cocina del mundo, aunque seguramente sea la tuya. Os presentamos a Las Güelas.GÜELA MARUJASu mejor aliado es El Arte de Cocinar, no le va nada eso que ella llama «La cocina tiquismiquis». Lo suyo son las recetas tradicionales hechas «como debe ser». Los platos de siempre con el sabor de siempre.GÜELA PILARDesde que descubrió Master Chef su cocina no ha vuelto a ser la misma. Siempre investigando y probando platos nuevos para darle un giro a las recetas de siempre, haciendo que sean una fiesta para la vista y el paladar. Recetas tradicionales con un punto muy actual.En el corazón de Asturias, Las Güelas te invita a vivir una experiencia culinaria única que combina la rica tradición de la cocina asturiana con toques de fusión innovadora. Este restaurante surge de la entrañable historia de dos abuelas que competían para ver cuáles de sus platos conquistaban más a sus nietos. Con el paso del tiempo, esa competencia se transformó en una tradición familiar que dos de sus nietos convirtieron en su pasión, dando vida a Las Güelas.Aquí, los productos de primera calidad se convierten en platos que evocan el sabor de la comida de tu güela, sin dejar de sorprender con presentaciones modernas y creativas. La sidra, siempre presente, acompaña a la perfección a los mejores productos del mar y de la tierra, ofreciendo recetas tradicionales y postres exquisitos que no dejan a nadie indiferente."
Cuando a finales de 2020 esta sidrería abrió sus puertas en Gascona (antes estuvo aquí La Nueva Cantina) acudió Alberto Arce de El Comercio entrevistando a su dueño Cheky Fernández, veterano empresario de los locales del ocio nocturno ovetense
"Salí hasta arriba de comida asturiana y sidra en la calle con más sidrerías del mundo: la Calle Gascona de Oviedo. Nunca había estado y he quedado gratamente sorprendido por el ambientazo, el buen rollo y el arte de la sidra, todo escanciado al momento por el personal.
Hay un montón de locales con distintas propuestas y un elemento en común: la sidra. Vais a disfrutar como mucho como yo, porque creo que mejor no me lo pude pasar. PUXA ASTURIES! "
"Asturias es cuna mundial de la sidra. La región, a parte de ser el principal productor de este líquido patrio, cuenta con un incalculable número de sidrerías en todo su territorio. Cada vez son más los establecimientos, que con una apariencia más tradicional o con los diseños más modernos, en los que se puede degustar y comprar esta bebida alcohólica de baja graduación fabricada con el jugo fermentado de la manzana durante todo el año. Sin embargo, antiguamente este tipo de locales se contaban con los dedos de las manos.
En la capital asturiana a principios del siglo XX tan solo había dos sidrerías, tal y como se señala en un artículo publicado por el diario Región en el año 1924 y recogido por el usuario de Twitter @Bertoviedo1. En aquella época, de acuerdo con la Real orden del 27 de diciembre de 1923, estos establecimientos hosteleros se equiparaban a los bares, «debiéndose regir por las mismas reglas que estos» en cuanto a lo referente a la ley de Jornada Mercantil. Pero, en ocasiones surgían dudas respecto a qué tipo de negocio se trataba, a pesar de que en la regla octava de dicha orden se detallaba la actividad de cada uno de ellos.
Por aquel entonces, durante las horas que las tabernas permanecían cerradas, las sidrerías no podían vender al copeo «vino ni bebidas alcohólicas de graduación equivalente o mayor a éste y que sean de las comúnmente expedidas por dichas tabernas». Por eso, cuando la Junta local de la Delegación del Consejo de Trabajo decretó en 1924 el cierre generalizado a toda la provincia, de las tabernas los domingos, se generó una gran polémica. El Gobernador Civil se vio obligado a explicar la diferencia que había entre taberna, bar y sidrería ya que estos dos últimos estaban exceptuados del descanso.
El señor Caballero detallo que «sidrería es la que vende solamente sidra y esta de la misma pipa al vaso. En cuanto al bar, debe ser considero como tal aquel que sirva de pie a las personas y no debe tener más camareros ni personas que sirvan la bebida que aquel que se encuentre detrás del mostrador. El parroquiano, al llegar, tomará un refresco o cualquier clase de vino, sin bocadillo o con él, y se marchará sin haber ocupado asiento alguno», antes de señalar que «tampoco serán exceptuados los establecimientos con merenderos, que servirán para burlar la ley, siendo al fin tabernas».
Por tanto, teniendo en cuenta tal definición y según la información que el Gobernador Civil recibió por parte del Inspector provincial del Trabajo, en Oviedo en aquella época solo había dos establecimientos en los que exclusivamente se comercializaba y consumía sidra. Uno de estos «chigres» -término asturiano empleado popularmente para referirse a las sidrerías- estaba ubicado la calle Oscura y el otro en la zona de San Lázaro. A día de hoy no hay ninguna sidrería en dichas ubicaciones.
Actualmente en la capital asturiana hay más de medio centenar de sidrerías, repartidas tanto por el centro como por los alrededores de la ciudad, en las que se vende, se prepara y se degusta los diferentes tipos de sidra que se elaboran en Asturias, incluidas las certificadas por el Consejo Regulador de la Denominación de Origen. Cada una tiene su toque que la hace única, pero todas ellas se escancia. Un ritual que tiene su propio lenguaje y que de no hacerse correctamente la reclamada bebida pierde parte de su sabor.
Aunque se puede gozar de un culete en cualquier rincón de Oviedo, la mayor cantidad de sidrerías por metro cuadrado se concentra en la calle Gascona. También conocido como el Bulevar de la Sidra, se trata del lugar perfecto para compartir una botella de sidra, catar los tradicionales platos de la gastronomía asturiana mientras que al mismo tiempo se disfruta de la mejor compañía. Los locales que conforman esta calle peatonal son: La Pumarada, La Noceda, Tierra Astur Parrilla, Tierra Astur Gascona, Tierra Astur El Vasco, El Pigüeña, La Viliella, El Ferroviario, La Finca, La Manzana, Las Güelas, La Cabana y El Mayar."
"En el corazón de Oviedo, la ciudad de Vinotecas, se encuentra un auténtico tesoro gastronómico: El Gasconín de Magalí. Esta emblemática sidrería es un referente en la ciudad, donde la tradición y la innovación se unen para ofrecer una experiencia culinaria única. Con una amplia variedad de sidras y platos típicos asturianos,El Gasconín de Magalí es el lugar perfecto para disfrutar de la auténtica esencia de Asturias."
A continuación la Sidrería Parrilla Nuberu, donde antiguamente se ubicaba El Piperu. En esta zona se concentran bastantes establecimientos nuevos que sustituyen a otros anteriores y de los que, en el momento de escribir estas líneas, no hallamos tantas referencias como de los negocios hosteleros de la parte alta de la calle
Después va la Sidrería La Cabana, de cuyo fundador dice Luis Antonio Alías, "Salió de Cangas del Narcea a pie de braña, aprendió el oficio en el Carlos Tartiere de Madrid y ahora tiene su cabana en Gascona", y como tal lo plasma en El Comercio del 28-6-2019:
"Nos recomendó esta casa un amigo que lleva años siendo frutero de confianza. Y frutero es oficio importante, que incluye las dedicaciones de verdulero u hortera, términos caídos en desgracia por causa de las zarzuelas y el teatro costumbrista: pasa de injusto que formen parte de las ofensas comunes oficios que distinguen a quienes nos consiguen patatas de Navia, verdinas de Ardisana, arbeyos de Somerón, castañas de Valduno, tomates del Nalón, berzas del Narcea o fresas de Candamo.
Vale. Retornemos al camino del que solemos desviarnos fácilmente: quien nos suministra cada temporada unos ajos morados de Las Pedroñeras tan suaves como picantes y salutíferos, o unos judiones de La Granja, merece atención, consideración y respeto, y una vez te informa del chigre que lleva en Gascona un rapaz de Cangas del Narcea -hecho repetido y garantía cierta-, la visita y el consiguiente almuerzo pasan de inmediato al calendario.
La Cabana, que así se llaman los refugios temporales de piedra, pizarra o escoba por Xinestoso y Leitariegos (teitos, pallozas o corripas según dónde) asoma terraza y entradas en la peatonal calle de los colonos francos, aquellos sagaces comerciantes instalados aquí hará un milenio para aprovechar las peregrinaciones, que ejerce actualmente de cuesta sidrera y folixera donde funciona un espíritu de chateo, tapeo, culinos asgaya, gaita y tambor, que merece conservarse y potenciarse: así se divertían nuestros abuelos, y los abuelos de nuestros abuelos, no importaba entonces la escasa oferta, la baja calidad, la nula higiene y los míseros medios.
Donato, al compás de las transformaciones y el progreso de los tiempos, ofrece amplia oferta, calidades garantizadas, higienes escrupulosas y medios copiosos. Nacido en Cerezaliz, o al decir de ellos Zezaliz, base de brañas y de -precisamente- cabanas, alta montaña y bosque denso prácticamente vírgenes, e hijo de agricultores y ganaderos, vio su salida al otro lado de la Cordillera, que para un cangués decidido suele significar Madrid y hostelería: «Empecé fregando platos, desde abajo, recibiendo enseñanzas y subiendo peldaños según ganaba la confianza de mis jefes. Pasé por varios establecimientos, pero mi escuela principal fueron los Hermanos Rubio en la sidrería Carlos Tartiere, de Retiro, auténtica embajada asturiana junto con su otro y vecino local El Couzapín, resume.
Once años por los Madriles quedaron interrumpidos al comunicarle un amigo que disponía de un local libre en Gascona. Corría el año 2011, puro pozo económico, aunque Donato -de los que tratan de observar, preguntar y adaptarse a los gustos de sus parroquianos- lo superó esforzadamente girando la rueda de la clave asturiana: calidades por encima de precios y menús modélicos.
En su sala de barra larga con pinchos y tapas, y especialmente en su separado comedor posterior, entran y salen arroces con bugre, arroz con carabineros y pixín, fabes con almejes, chipirones en salsa de soja, ensalada de pulpo con queso gratinado, calamares frescos de Lastres, bonito de temporada (¡atención al rollo!), huevos rotos a la variedad, milhojas de bacalao, solomillo de buey al foie, medallones de buey en salsa de setas y un entrecot que, como el resto de los cortes de vacuno roxu, viene de los altos y ubérrimos pastos del concejo natal de Donato.
Un concejo que también aporta el chosco, el butietcho, el lacón, los compangos, los cabritos, el pan, parte de la huerta, la hospitalidad y el buen humor."
Pegando con la peregrina está la Sidrería la Manzana, "Premio al mejor cachopo de España 2022", anuncian en su web, noticia que desarrollaba de esta manera Jessica M. Puga para El Comercio el 25 de abril de dicho año, titulándola El mejor cachopo de España se come en una sidrería de Oviedo:
La quinta edición del campeonato 'En Busca del Mejor Cachopo elaborado con Ternera Asturiana' ya tiene ganador. Se trata de la ovetense Sidrería La Manzana, que logra el título y los 1.200 euros del premio por su 'Cachopo a los tres quesos'. Se trata de un plato que lleva quesos de Oscos y Vidiago y una salsa de Cabrales que cubre por completo el cachopo.
Y a la izquierda de la calle, el Hotel Ciudad de Oviedo al que antes nos hemos referido. No faltan lugares para dormir después de dar cuenta de los manjares de Gascona
Una de las más celebérrimas calles de la ciudad española de Oviedo. Se la conoce como el "Bulevar de la sidra" por hallarse concentradas a lo largo de su trazado numerosas sidrerías, todas ellas de notoria suntuosidad. Es, por tanto, una zona de importante actividad turística y hostelera."
Fijémonos también en las farolas isabelinas o fernandinas tan características de esta y todas las calles de la ciudad
Paso a paso nos acercamos al final de la calle, adoquinada y semipeatonal en su totalidad
A la derecha El 22 de Gascona, donde antes estuvieron La Ruina y El Asturcón
Luego, la Cafetería Manhattan
Las terrazas del restaurante Japonés Toro Sushi dan paso ya a la calle Foncalada
Aquí estuvo antes la Pizzería la Competencia. Como hemos dicho en este tramo de Gascona se nota una mayor movilidad y cambio de negocios
La calle dispone de amplias aceras y el Camino sigue por ella a la derecha, también en bajada
Fijémonos en las señales del Camino de Santiago; al otro lado de la calle la Cafetería Sousa, de magníficos desayunos y platos combinados
Y aquí a nuestra derecha y a un nivel más bajo que la calle, podremos bajar a ver la Fuente Foncalada que le da nombre, así como a lo que fue un antiguo enclave rural, relacionada con el aprovechamiento de las propiedades salutíferas de las aguas, el cual se halla al lado de una antiquísima vía de comunicación que fue camino hacia Lucus Asturum (actual Llugo de Llanera,) antigua capital o centro administrativo en tiempos de Roma del área central asturiana, vía ahora "camuflada" por las calles de la ciudad y que se dirige a Santuyano y su iglesia. En la baja Edad Media la documentación dice que se situaba en la llosa o terreno perteneciente al monasterio de Santa María de la Vega y sita en el camino o "rúa francesa que va para Avilés", el que seguimos nosotros ahora con el Camino de Santiago del Norte
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