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martes, 1 de octubre de 2024

EL CAMPO DE LOS PATOS, LA ANTIGUA FÁBRICA DE ARMAS Y EL MONASTERIO DE SANTA MARÍA DE LA VEGA (OVIEDO/UVIÉU, ASTURIAS) LA CUESTA LA VEGA, LA PUERTA LA NOCEDA Y LA MURALLA

El Campo de los Patos Y El Campo de la Vega

Siguiendo el trazado urbano ovetense del Camino de Santiago del Norte, la calle de La Tenderina, por la que hemos atravesado el barrio de este nombre llega al Campo de los Patos y al Campo de la Vega, por donde cruzaremos para tomar la calle Azcárraga para subir al lado de la antigua muralla medieval, donde estuvo desaparecida Puerta de la Noceda, entrando en la antigua ciudad intramuros hacia los monasterios de San Pelayo, San Vicente, la Corrada del Obispo y, por fin, la catedral del salvador, a solo 650 metros de aquí

A nuestra derecha, justo en el cruce de las calles Tenderina y Campo de los Patos, tapado por los árboles, está el chalet del director de la antigua Fábrica de Armas de la Vega o de Oviedo, que empezó a funcionar en el año 1857 tras acondicionar el desamortizado convento femenino benedictino de Santa María de la Vega y sus terrenos en este lugar, La Piñera, parte de la antigua vega, de ahí su nombre, en la que se plantaba trigo (existe El Río Trigales) y otros cereales, así como se labraban huertas para suministro de la ciudad, hoy todo ocupado por el crecimiento urbano de la ciudad, sobre todo a partir de la Guerra Civil en nuevos barrios, como este de La Tenderina y los de Fozaneldi, Ventanielles, Gillén Lafuerza, La Monxina, Teatinos, etc.etc.etc., que hicieron desaparecer a la antigua parroquia rural de San Julián de los Prados, la cual quedó integrada en el casco urbano

El del director, que era el más grande ya estaba construido en 1900, junto con otro en esta misma esquina. Posteriormente se hicieron otros ocho, a lo largo de la calle La Tenderina, para los ingenieros y mandos superiores de la empresa, también con su jardín y terreno, resultando en total doce viviendas. Fueron abandonándose  en 2012 cuando la fábrica cerró y los obreros que quedaban fueron trasladados a la Fábrica de Armas de Trubia, no demasiado lejos de aquí, en el mismo concejo


Hoy en día un verdadero bosque y selva se ha tragado todos los chalets, de los que hablamos abundantemente en nuestra entrada de blog referente a este barrio de La Tenderina, si bien se ha aprobado un convenio para que la antigua fábrica y sus terrenos sean rehabilitados para uso público, por lo que es muy posible que cuando vengáis tal vez todo esto tenga otro aspecto, esperamos que para mejor


Siguiendo las señales del Camino de Santiago de La Tenderina pasamos a cruzar El Campo los Patos, en lo que hasta avanzado el siglo XX era el extrarradio de la ciudad y, más antiguamente, zona extramuros, a unos 250 metros de la muralla, la cual estaba más arriba de estos bloques de pisos, en la actual calle Paraíso, donde se conserva un tramo de la misma que veremos desde el Camino, llegando al monasterio de San Pelayo

En el  lugar se sabe había unas casas campesinas, Postigo Bajo, con hórreos, paneras y una posada caminera en la que pararían los viajeros antes de entrar en la ciudad amurallada, así como algunas charcas donde se criaban patos. Figura el lugar por primera vez documentalmente en el siglo XVI, cuando un contrato entre la Iglesia y la ciudad, fechado el 9 de julio de 1534, se acuerda cerrar un callejón que conectaba, en terrenos de propiedad eclesiástica, dicho Campo de los Patos con el monasterio de Santa María de La Vega, tal y como recoge el historiador José Ramón Tolivar Faes

Estamos en el que era el principal acceso, o salida, de la ciudad por el este, por donde vendrían la práctica totalidad de los viajeros procedentes de la zona oriental asturiana, entre ellos los peregrinos, bien desde la costa por Villaviciosa, o bien desde el interior por el valle del Sella y del Piloña, ambas rutas, que tenían diversos ramales, junto con otras procedentes del valle del Nalón, irían confluyendo a lo largo del valle del Nora hasta llegar aquí

En el año 1773 el Ayuntamiento decidió trasladar el mercado de ganados a este lugar del extrarradio desde El Fontán, hacia donde estaba creciendo ya la ciudad, y aquí se estuvo celebrando hasta 1829, frene a la Casa la Goleta o La Goleta de los Patos, mesón caminero y casa de huéspedes que estaba exactamente en el actual nº 44 de esta calle, aquí delante, donde ahora es el Hotel Astures, hacia el que vamos a cruzar, construido en 1998 y reformado en 2001. El mercado ganadero se trasladó en dicho año de 1829 a Pumarín, por entonces otra área rural, un poco más alejada de la ciudad


En 1918 se cambió el nombre oficial a Campo de los Patos y este pasó a llamarse Plaza del Marqués de Mohías, , "y así se llamó durante casi veinte años. Seguramente el consistorio quiso rendir tributo así al sobrino bisnieto de Jovellanos, que presidente de la Cruz Roja de Oviedo y alcalde de la ciudad dos veces, en 1909 y 1914", según nos informa La Voz de Asturias del 19-4-2020 en el artículo Por qué el Campo de los Patos se llama así, sin embargo, en 1937 y en plena Guerra Civil el Ayuntamiento, en manos de los nacionales y siendo la ciudad prolongada línea de frente, restableció el nombre del Campo de los Patos y como tal ha permanecido hasta hoy. En el artículo Entre dos campos: Campo de los Patos y Campo de la Vega, que encontramos en la web de la Sociedad Protectora de la Balesquida, se abunda en la intrahistoria de este lugar:
"Hasta mediados del XIX era una zona rural en el extrarradio, de terreno pantanoso propio para la habitabilidad de aves palmípedas que se criaban en las muchas charcas que configuraban la zona, hasta el punto de que existía una posada o casa de huéspedes que aprovechando las charcas del entorno criaba patos, por lo que se la conocía por el nombre de «Casa de la Goleta de los Patos". 

Realmente, y como dice también La Voz de Asturias, poco le queda de plaza al Campo de los Patos, sino que es más bien una calle-avenida, "un tramo de la ronda Sur situado entre el final de las calles Azcárraga y Postigo Bajo, en el límite de lo que hoy se considera Oviedo Antiguo"

Un postigo es una puerta pequeña, puerta menor o portezuela de muralla, la cual dio nombre al barrio extramuros que aquí se ubicaba en la Edad Media, dividido en dos partes, como nos explica el erudito Adolfo Casaprima Collera en su libro Diccionario geográfico del concejo de Oviedo:

"Barrio del casco medieval ovetense, que antaño se dividía en dos zonas bien diferenciadas: la primera el Postigo Alto, se extendía desde el postigo o puerta secundaria que servía como entrada a la ciudad por el sureste, levantándose las casas adosadas a la misma muralla defensiva que rodeaba la ciudad; se trataba, pues, de una barriada meramente urbana aunque extramuros. El Postigo Bajo, por su parte, se extiende desde el anterior hasta Tenderina, levantándose el caserío original a los lados del camino; en este caso se trataba ya de una barriada más rural, cuyos vecinos vivían de la agricultura y ganadería en los prados que se abrían hacia Regla y Tenderina"


Regla era otra aldea situada fuera y al pie de las murallas, llamada así por ser propiedad religiosa, la cual fue rural hasta que, bien metido el siglo XIX, pasó a ser un barrio urbano. Existió en ella una célebre fábrica de cerámica tipo Talavera de la que se conserva la casona-vivienda de sus propietarios, la Casona de Regla (s. XVIII), atribuida al arquitecto Manuel Reguera, de la que salió la serie Oviedo en azul cobalto. En la casona nació el compositor Eduardo Martínez Torner. Para la historiadora Ainara García Martín este sería el primer enclave industrial ovetense y como tal lo plasma en la entrevista que le hace para el periódico La Nueva España del 8-1-2007 la periodista Elena Fernández-Pello, titulada El Oviedo industrial nació en Regla:
"La casona de Regla y sus alrededores constituyen uno de los primeros enclaves industriales del Oviedo moderno. Ésa es la conclusión a la que ha llegado Ainara García Martín, tras meses de investigaciones. Ya en el siglo XVI se establece en los terrenos que se extienden tras el Postigo el matadero del Cabildo, que dos siglos más tarde abastecerá de pieles a la curtidora de Don Antonio López Dóriga. Para trabajar en ella se desplazaron a Oviedo artesanos y oficiales franceses. Posiblemente para alojarlos y como símbolo de su poder, López Dóriga construyó la casona, declarada monumento y bien de interés cultural en junio de 2006 y aun hoy protagonista de complejas polémicas inmobiliarias. 
«El barrio de Regla, un enclave industrial moderno en Oviedo. 1759-1870» es el título del trabajo de investigación de Ainara García Martín, dirigido por la profesora de Historia del Arte de la Universidad de Oviedo Yayoi Kawamura. Pero, más allá de ese planteamiento inicial, García Martín ha reunido interesantes detalles históricos y ha reconstruido, en la medida de lo posible, los avatares de los empresarios que eligieron Regla para levantar sus industrias. Sobre la propiedad de aquellas tierras, García Martín tiene su propia teoría: «Creo que se llaman de Regla porque pudieron pertenecer a la comunidad benedictina de San Vicente, aunque también es muy posible que los terrenos reciban el nombre por el caudal de agua de riego, en latín «regula», que tras circular bajo el suelo salía a la superficie en Regla y abastecía la fuente». 
La actividad industrial -salvando las distancias con lo que hoy se entiende como tal- comienza en el siglo XVI. En las inmediaciones de los terrenos que hoy ocupa la casona de Regla estaba el matadero del Cabildo, cuyos beneficios recaían en la Catedral. «Supongo que eligieron este lugar para instalarlo porque allí estaba la fuente de Regla y el agua era imprescindible para el matadero y porque ya desde 1287 las ordenanzas prohíben curtir cueros y cualquier otra actividad nociva intramuros de la ciudad», comenta la autora de esta tesis. 
En 1759, Andrés Consul, según sus datos, fundó la primera curtidora en ese mismo lugar, donde antes ya se realizaban labores de curtido de manera artesanal. En 1772, Antonio López Doriga compra la curtidora, supuestamente arruinada, y logra sacarla adelante llegando a abastecer no sólo al Principado, sino también al Reino de Castilla. Le fue bien y se animó a ampliar sus negocios. Así, en 1776 aproximadamente, manda construir la casona de Regla, como parte de un complejo industrial mucho más amplio que estaría formado por la citada casona, un edificio de oficinas y las naves que servían para las labores de curtido. En 1782, consigue la autorización del Ayuntamiento para establecer un horno y fábrica de cerámica de «Talavera» en las mismas instalaciones. 
Con la cerámica no tuvo tanta suerte como con la curtidora. Cerró pronto, pero la fábrica de curtidos se mantuvo hasta 1870, siempre en manos de sus descendientes. «Las naves estuvieron en pie hasta 1984, cuando desgraciadamente fueron derribadas», se lamenta García Martín. 
El desarrollo industrial de esa zona no se detuvo en la familia López Doriga. En el siglo XIX se estableció allí una fábrica de aguardientes que en un principio compartía dependencias con el matadero del Cabildo. Don Ramón Alvuerne, dueño de la fábrica, solicita al Ayuntamiento en 1840 la cesión de unos terrenos que lindaban con la fuente para ampliar sus instalaciones. En agradecimiento y en beneficio propio se ofrece a costear la reforma de la fuente. 
Viviendas para obreros 
La casona de Regla fue mandada construir por López Doriga hacia 1776 y, que se sepa, él nunca se instaló en ella. «Al menos hasta el año 1801 hay constancia de que vivió en el Fontán, por lo que la finalidad de la construcción de la casona, si tenemos en cuenta que posiblemente en origen ya estaría compartimentada, pudo ser la de servir de alojamiento a la mano de obra que traía de afuera», opina García Martín. 
La historiadora también tiene una hipótesis sobre la autoría del edificio, que nunca ha sido confirmada ya que nada se sabe del permiso de obra o del contrato del arquitecto. García Martín sostiene que el posible autor pudiera ser Manuel Reguera. Tras su venta en 1870, la casona se dividió en doce departamentos y otro tanto se hizo con las naves vacías que habían servido para las labores de curtido, convirtiéndose en viviendas de alquiler. El núcleo industrial de Regla no fue el único de esas características que existió en la ciudad, aunque sí el primero del que se tiene constancia. En Foncalada hubo otro similar, ya que al igual que en Regla constaba de una casa -la de Doña Urraca- y una curtidora en las inmediaciones de la fuente, propiedad de Juan Landeta".

A nuestra derecha, un grupo de casas separaban el Campo de los Patos del Campo de la Vega, las cuales estaban al lado de una "una angosta travesía, llamada tradicionalmente Calle del Campo de la Vega hasta que en 1905 fue bautizada Calle del Obispo Manuel F. Castro, que partía de la Calle Azcárraga", explican en la Enciclopedia de OviedoCuando estas casas fueron demolidas en 1957 con el fin de ensanchar el Campo de la Vega, la calle desapareció como tal, quedando este campo y el de los Patos contiguos: 

" En la actualidad el Campo de la Vega se extiende por la Calle Azcárraga y la Calle Adelantado de la Florida, perviviendo en el nomenclátor oficial por ser un topónimo muy antiguo en la historia de Oviedo".


En el citado artículo Entre dos campos: Campo de los Patos y Campo de la Vega, se dice que en esta zona, frente a la Fábrica de Armas, se construyó otro de los barrios obreros vinculados a ella, la Colonia San Feliz, construida siguiendo la disposición de la ley de Casas Baratas, en un solar donado por D. Antonio Sarri y Oller, Marqués de San Feliz, de ahí su nombre, inaugurándose en 1924:
"Se inauguró en 1924. Son viviendas unifamiliares con espacios libres entre ellas, siguiendo la moda del momento en lo que se refiere a favorecer la mejora de la vivienda obrera. La Linea número 2 del tranvía Colloto – Buenavista comunica la zona con el centro de Oviedo".

Si bien no llegamos a verlas (por poco), desde aquí, al estar un poco más allá, en dicha calle Adelantado de La Florida, hemos de decir que el periodista Chus Neira les dedicó el artículo Feliz en la colonia en La Nueva España del 20-3-2009, describiendo el impacto que le llegó a provocar estas casas a la popular Yolanda Lobo, quien regentó el famoso local nocturno La Santa Sebe en la calle Altamirano, llegando a comprar una de las casas cuando ya no eran necesariamente obreras sino que se vendían a particulares:
«Algún día tendré una casa como éstas». Eran finales de los años sesenta y José Luis Lobo rió la ocurrencia de su hija Yolanda al pasar frente a la colonia del Marqués de San Feliz, ese poblado de viviendas de dos pisos diseñado en los años veinte por Julio Galán para los maestros armeros de la Fábrica de Armas de la Vega, de la que lo separa la calle Adelantado de la Florida. José Luis había llegado a Oviedo desde Valladolid, en la obligada emigración campo/ciudad de la época. Y con diecinueve años el destino le hizo encontrarse en Asturias con otra vallisoletana, Ángela Arranz. Los cuatro hijos nacieron en Oviedo, y el padre se encargó de que fueran asturianos. «Que no os digan que sois cazurros», advertía mientras Yolanda practicaba el escanciado, pulso temblón, una renacuaja, con una botella de sidra llena de agua. 
Los primeros años de Yolanda fueron las casas que había detrás de los Dominicos, residencias de currantes y algún chalé, que aún queda, encaramado a la autopista. Hasta los cinco años, la niña se crió feliz en la calle, en un territorio que en su cabeza no era Oviedo porque sólo cuando se atravesaba el Campillín le decían lo de «ir a Oviedo». Lo entendió, a su manera, cuando aprendió a leer y un día descubrió el cartel de «Almacenes Oviedo» en la calle Uría. «¡Ah, mira lo que es Oviedo!», exclamó la niña Yolanda. Como el barrio de detrás de los Dominicos era el pueblo y la familia pasaba temporadas en el pueblo de la madre, Pozaldez, al regreso a la ciudad Yolanda volvía a saludar a todo el vecindario, como si estuviera en Castilla. 
Los colegios y el progreso económico de la familia le fueron adentrando en un Oviedo que ya no era sólo el de los almacenes, y pasó por el Amor de Dios, en la calle Magdalena, las Señoritas Teresianas, en Campomanes, y las Dominicas. La casa de los Lobo pasó de Capitán Almeida a González Besada, justo encima del local que luego sería Chaquetón, mientras Yolanda encontró su colegio ideal con las Teresianas, porque eran muy modernas, tenían una educación libre y una inmensa zona de juego, esparcimiento y estudio que eran los jardines de La Rodriga. 
Las Dominicas fueron otra cosa, adolescencia. Aguantó, o la aguantaron, hasta tercero de BUP. La expulsión le llevó a hacer el COU a Lugones, donde acababan todos los rebotados de los colegios privados de Oviedo. Lo mejor de cada casa. Sólo fue un año, pero encontró a una profesora, Paloma Uría, que le cambió la vida. «Ahí lo canalicé todo, adquirí la conciencia política». 
La que habla ya no es la niña que soñaba con tener en Oviedo una casa-jardín tipo Howard. Es Yolanda la de «La Santa», la que de las aulas de Historia pasó a coger el local de referencia de la noche ovetense. Esa Yolanda, hace más de tres años, daba vueltas por la periferia de Oviedo. Llovía. La madre había enviudado y decidieron buscar una casa en las afueras donde refundar el núcleo familiar. No encontraban nada. Y a Yolanda se le iluminó el rincón de la niña que quería tener jardín y dijo: «vamos a ver las casas de la colonia». 
Efectivamente. La que fue casa de Magdalena Lebrero, hija de maestro armero, luego pasó a unas monjas y por varias manos, acabó siendo la casa de Yolanda, su madre, su hermana. Se llama «La Pomposa», en recuerdo del bisabuelo de Valladolid al que llamaban el pomposo por sus aires. La de al lado la compró el hermano. Hablan de ventana a ventana. Los vecinos se conocen. Un pueblo en medio de Oviedo. Como en Italia. Como detrás de los Dominicos. Como un círculo que se cierra. Feliz. 
Yolanda Lobo (Oviedo, 1962) es para la mayoría «Yolanda la de la Santa». Aparte del local que cogió con cuatro socias, La Santa Sebe, en el ochenta y siete, ha agitado y luchado mucho y en muchos frentes. Imparable en sus aventuras empresariales, lo último es una empresa de catering. Conserva hasta la marca: «Mano de Santa». Qué si no".

Sí veremos, pero mirando atrás, el actual Centro Juvenil Campo de los Patos, en origen edificio del laboratorio de análisis químicos de la Fábrica de Armas de La Vega, construido en 1901 con proyecto del prestigioso arquitecto Juan Miguel de la Guardia, "el cántabro que reinventó Oviedo" le dice Carlos Fernández Llaneza en Nortes del 23-9-2023:
"Hay nombres en la historia de Oviedo que albergan méritos contrastados para figurar en lugar destacado. Algunos han sido reconocidos incluyéndolos en el nomenclátor local o bien, siendo partícipes de la selecta nómina de hijos adoptivos o predilectos. Hace unas semanas solicité el reconocimiento como hijo adoptivo para uno de estos nombres que aún no ostenta ese reconocimiento y su nombre solo figura en una pequeña calle del Campo San Francisco a pesar de haber aportado buena parte de la mejor arquitectura de la ciudad; me refiero al que fuera arquitecto municipal de Oviedo, Juan Miguel de la Guardia Ceynos. Nacido en Ontaneda (Cantabria) en 1859, cursó estudios de arquitectura en Madrid mientras trabajaba como oficial de la clase del cuerpo de terceros del Cuerpo de Topógrafos. Terminó su carrera el 1 de septiembre de 1881. Tras presentarse al concurso convocado por el Ayuntamiento que presidía por aquel entonces don José Longoria Carvajal, le fue otorgada la plaza por unanimidad. Tomó posesión como arquitecto municipal el 13 de septiembre de 1882, sustituyendo en el cargo al señor Patricio de Bolomburu. En su expediente personal consta un certificado médico que reza: “Era de buen temperamento e inmejorable complexión”. D. Miguel de la Guardia falleció en Oviedo el 27 de septiembre de 1910, siendo sucedido en el cargo por D. Julio Galán. 
Su gran actividad profesional durante más de treinta años, dejó una profunda impronta no sólo en la arquitectura ovetense sino en la asturiana, por sí solo o en unión de otros grandes arquitectos como Aguirre o Rivero, dando un nuevo carácter a la arquitectura del siglo XIX y muy en particular al nuevo barrio de Uría. En palabras de Mª Cruz Morales, “De la Guardia supo lograr para Oviedo una particularísima imagen arquitectónica que no encontramos en otras ciudades”. 
Su obra en Oviedo es ingente y sería demasiado prolijo enumerarla toda. Gran parte de ella lamentablemente no se conserva. Citaré algunos de los ejemplos más significativos realizados entre 1883 y 1905: 
– Casa del Marqués de Tremañes, esquina Uría con Melquiades Álvarez. 
– Casa de Fruela esquina Rosal. 
– Casa del Deán Payarinos (actual Conservatorio de Música). 
– Antiguo Hotel Covadonga y Banco Asturiano (hoy sede del BBVA en Mendizábal). 
– Casa del Conde, en la plaza de la Escandalera esquina Uría. 
– Reforma de la casa de los Llanes, en la plaza de la Catedral. 
– Arreglo y reforma de la plaza San Miguel. 
– Quiosco del Paseo del Bombé en el Campo san Francisco. 
– Balaustre de escalera y pasamanos y farolas del Campo san Francisco. 
– Reforma de la fachada este del Cuartel de santa Clara. 
– Juzgado, Casa de Socorro y servicios municipales en Martínez Marina. 
– Plaza de toros de Buenavista. 
– Escuelas de la Luna. 
– Casas de Fruela, 2, 6, 7, 8 y Rosal, 2. 
– Edificio del “Pasaje”. 
– Casa del Marqués de san Juan de Nieva, en la plaza Alfonso II, 12. 
– Casa de la calle Peso esquina Jesús. 
– Edificio para laboratorio de análisis químicos en Campo los Patos. 
– Edificio “Villa Magdalena”. 
– Casa “Camilo de Blas” en Argüelles, 7. 
– Iglesia de las Salesas. 
– Reedificación en 1890 de la capilla del Cristo de las Cadenas. 
Y uno de los proyectos que más me hubiese gustado ver realizado, el de hacer un paseo por encima de los Pilares, desde san Pedro de los Arcos, hasta el entronque con Marqués de Teverga. Por desgracia los Pilares sucumbieron en 1910 en medio de una gran polémica como tantos otros edificios, muchos de ellos del propio De la Guardia, de ese Oviedo “esencial”. 
No cabe duda de que muchas de estas obras son emblemáticas para la ciudad. Si a eso sumamos sus trabajos en alineación de calles y la propia configuración urbana de lo que hoy es Oviedo, unido también a un muy extenso trabajo fuera del casco urbano en proyectos de puentes, escuelas, o traídas de aguas, veríamos con total nitidez que estamos ante una persona que ha dejado una honda huella en Oviedo, que, aunque tarde, debemos de reconocer públicamente. Y una idea más. Es tal el volumen de expedientes conservados sobre la obra de este arquitecto en el Archivo Municipal, que sospecho que habría material de sobra para llevar alguna exposición en lugar y tiempo que el equipo de gobierno estimase oportuno, exposición que sin duda sería del gusto de muchos ovetenses y ayudaría a vislumbrar cómo se fue gestando parte del Oviedo que nos ha llegado hasta hoy".

Cruzada la calle, seguimos por la acera a la derecha, junto a la barandilla, para tomar la calle Azcárraga e iniciar enseguida la subida hacia la antigua y desaparecida Puerta de la Noceda, que hace referencia a un bosque de nozales, 'nogales', que habría en el lugar

A la derecha vemos ahora, entre los árboles, el chalet del director de la Fábrica de Armas, cerrado a la calle por una verja a la que se le ha colocado un vallado. Se supone el aspecto de la zona cambiará cuando se aplique el convenio firmado entre el Ministerio de Defensa, el Principado de Asturias y el Ayuntamiento de Oviedo, empleando todo el recinto y sus edificios para usos públicos. Recogemos la noticia de la web del Principado de Asturias del 20-9-2024:

"El presidente del Principado, Adrián Barbón, ha suscrito hoy con la ministra de Defensa, Margarita Robles, y el alcalde de Oviedo, Alfredo Canteli, el convenio para ordenar los terrenos de la fábrica de armas de La Vega, por el que el Gobierno de Asturias se compromete a comprar y rehabilitar la nave del taller de cañones. 
"La firma de este convenio es un reconocimiento de lo que significa el diálogo entre administraciones. Aunque tengamos posiciones ideológicas diferentes, sabemos que la ciudadanía quiere que se resuelvan sus problemas y el objetivo es llegar a un acuerdo. Creo, sinceramente, que en este caso hemos sabido hacerlo", ha valorado el jefe del Ejecutivo, quien ha añadido que, con este pacto, "Oviedo gana y Asturias gana". 
El acuerdo recoge los términos concretos de la colaboración entre las tres administraciones para tramitar los instrumentos de planeamiento y gestión urbanística necesarios para recuperar La Vega. Además, permitirá poner al servicio de la capital asturiana una superficie de 120.000 metros cuadrados en un emplazamiento estratégico y muy bien comunicado. 
El documento establece el objetivo común de reordenar los terrenos y reintegrarlos en la ciudad mediante un régimen de usos diversificados que incluye la creación de zonas verdes, el mantenimiento de una parte significativa del patrimonio histórico e industrial, la implantación de vivienda pública y la creación de un polo empresarial, tecnológico y de difusión del conocimiento que mantenga una actividad productiva. 
Los compromisos concretos que adquiere el Gobierno de Asturias son los siguientes: 
- Colaboración, en el ámbito de sus competencias, en materia de ordenación del territorio y urbanismo, medioambiente y patrimonio cultural y monumental, así como en la tramitación de los documentos necesarios para el desarrollo del ámbito de actuación. 
- Adquisición, mediante compraventa al Ministerio de Defensa, del terreno resultante de la reparcelación correspondiente a la nave del taller de cañones, junto con dicha nave. La compra se realizará en el plazo máximo de un año desde su inscripción registral y la tasación oscilará entre 4 y 4,5 millones. El Principado asumirá también la rehabilitación del inmueble".

En cuando a los llamados Chalets de La Vega, es muy posible que en la actualidad les llamásemos más bien palacios, palacetes, quintas o, mismamente, casonas, al igual que los chalets de los indianos de la misma época, pero es que por entonces era la terminología empleada. La palabra chalet, originaria de los cantones suizos francófonos empezó refiriéndose a las cabañas de pastores de esa zona y sus significados cambiaron a lo largo del tiempo. D. Roig les dedica el artículo Los chalets de La Vega: de residencias lujosas a ruina inminente en La Voz de Asturias del  19-3-2022 y con el que nos dirigimos al comienzo de la calle, el final para nosotros, donde estaba el del director, cruzando al Campo de los Patos y Campo de la Vega, mientras contemplamos parte de las instalaciones fabriles antes de subir, por la calle Azcárraga, a la antigua Puerta de la Noceda y vieja muralla, tomando rumbo a la catedral por el citado monasterio de Les Pelayes...

"Cada día que pasa se acercan más a un incierto y ruinoso futuro. Son los centenarios chalets de jefes de la fábrica de armas de La Vega, cuya construcción comenzó a finales del siglo XIX y que se terminaron en 1926 para albergar al director y los principales mandos de la empresa. Su abandono y deterioro es cada día que pasa más evidente, y nadie sabe qué hacer con ellos. 
Hacia el año 1900 solo existían como vivienda el chalet del director, que actualmente hace esquina justo en la calle de La Tenderina y el Campo de los Patos, y otro contiguo. El del director era el más grande, unos 450 metros cuadrados repartidos en dos plantas. 
En los años 20 del siglo pasado se va levantando el resto, más o menos alineadas a La Tenderina (entonces carretera a Santander). Ocupan una parcela contigua a la fábrica, separada de esta por una tapia y vallada por el lado de la calle, en lo que se dio en llamar una pequeña «ciudad jardín» donde vivían, además del director, los ingenieros principales. 
Se trata de ocho edificios que albergan 12 viviendas, ya que cuatro de ellos son, en realidad, chalets pareados. Aunque algo más pequeñas, el resto de las viviendas también eran muy amplias, en torno a 300 metros cuadrados cada una. Todavía pertenecen al Ministerio de Defensa, como todo el complejo, pero, salvo dos de ellas (donde residieron un tiempo los últimos dos empleados) no se les ha dado ningún uso desde hace décadas. 
Ocupantes ilustres 
En la casa principal pudieron residir, por tanto, algunos de los protagonistas de la historia de Oviedo como el fundador, general Francisco Antonio Elorza; Pablo Fernández Ladreda, director a finales del siglo XIX o Plácido Álvarez-Buylla González-Alegre (director hasta 1926, cuando se jubiló). 
Durante la revolución de 1934 y la Guerra Civil, el coronel Ricardo Jiménez de la Beraza era el director y permaneció leal al gobierno de la República al estallar el conflicto. En octubre de 1934 había sido condenado a muerte por no ordenar que se inutilizara buena cantidad de material bélico empleado luego por los revolucionarios, pero la sentencia no se llegó a ejecutar. Una vez que triunfa el levantamiento en Oviedo, ostentó el cargo y por tanto tuvo el derecho a ese chalet el coronel José María Fernández Ladreda, nombrado en 1937. 
Gran casa y poco sueldo 
Según el estudio La Colonia de San Feliz: un poblado de empresa vinculado a la Fábrica de Armas de Oviedo (1921), de Mª del Mar Díaz González (Universidad de Oviedo), el primer emplazamiento de la fábrica fue el palacio del duque del Parque, hoy marqués de San Feliz, hasta que el general Elorza decide montarla en el convento que había pertenecido a las monjas benedictinas de Santa María de la Vega. Pero «nunca fue un modelo de fábrica colonia o fábrica poblado».

Al principio, solo vivían en el recinto el médico, más recientemente el cura, un maestro de fábrica y los oficiales que ocuparon los pabellones. Al parecer, los chalets eran grandes y señoriales, pero los sueldos no tanto. «Estas casas exentas con jardín aledaño y cercadas mediante vallas y verjas metálicas aparecen reseñadas en un plano de 1899 (…). A estas dependencias, exclusivamente adjudicadas a los estamentos superiores, se añadían los huertos que compensaron a veces lo exiguo de los salarios y que los oficiales nunca cultivaron personalmente, sino a través de los trabajadores de la factoría a los pagaban en dinero y especies para que los administrasen».

Siendo realistas, como tales campos, tanto el Campo de la Vega como el Campo de los Patos están reducidos hoy en día a su mínima expresión bajo el asfalto; el segundo como ya hemos dicho es prácticamente una calle-ronda, y el segundo poco más, una media circunferencia verde a modo de isleta en este cruce de calles. Aquí se aprobó según acuerdo unánime del Pleno del Ayuntamiento del 6 de junio de 1885 la propuesta de construir una nueva carretera desde la Estación del Ferrocarril del Norte hasta la Fábrica de Armas, enlazando la carretera de Santander con la del Adelantado de la Florida, que pasa frente a las instalaciones fabriles. De esta manera nació la calle General Elorza en 1887, dedicada a uno de los grandes impulsores de esta fábrica y la de Trubia, de las que fue su director, aunque durante mucho tiempo fue llamada, precisamente, calle Nueva

El Campo de la Vega debe su nombre al monasterio de Santa María de la Vega y este a su vez a La Vega, la antigua gran vega que se extiende hacia el este, hacia el Nora, regada por sus afluentes y suministro agrícola de la ciudad, como ya hemos dicho. Según algunos autores, el rey Alfonso II, que hizo de la naciente ciudad su capital en el año 791, tenía aquí un palacio extramuros, incluso se solicitó hacer excavaciones, como recoge Alberto Arce en el periódico El Comercio del 27-1-2022:

"Las crónicas apuntan a que Alfonso II, el monarca asturiano que inauguró la tradición del Camino de Santiago y que ordenó levantar una Catedral en el centro de Oviedo en honor al Salvador y sus apóstoles, era «vecino» de lo que hoy conocemos como La Tenderina -en su cara más alta-, y se presupone que desde los vanos de su palacio nada le impedía contemplar la cercanía del monumento prerrománico de San Julián de Los Prados. Allí, en un punto aún por determinar con exactitud, Gontrodo Petri mandaría construir tiempo después el monasterio de Santa María, reutilizando los materiales del antiguo complejo palatino de 'el Casto'. De aquel pasado ya lejano se conservan la capilla y los restos del claustro barroco, y todos los indicios apuntan a que algunos de los tesoros mejor guardados de la época altomedieval se encuentran ahí mismo: bajo los terrenos de la vieja fábrica de armas de La Vega. 
La comisión de expertos formada para presentar la candidatura de Oviedo a Patrimonio de la Humanidad por la Unesco ha solicitado, tal y como avanzó ayer su portavoz, Jorge Hevia, en declaraciones a este diario, la realización de prospecciones arqueológicas y labores de geodetección para encontrar de una vez por todas los palacios perdidos de La Vega, si es que se encuentran realmente entre los muros de la factoría armamentística".

Aquí fundó una dama de la alta alcurnia asturiana medieval, Gontrodo Petri, concubina del rey Alfonso VII y madre de Urraca la Asturiana, un monasterio, bajo la advocación de Santa María de la Vega, en en lugar denominado La Piñera, luego ubicación de la Fábrica de Armas de Oviedo o de la Vega, y del que nos dice Adolfo Casaprima Collera lo siguiente:

"Antiguo lugar de las afueras de Oviedo, luego barrio y hoy amplia parcela en la que se levanta la Fábrica de Armas de Oviedo. Se halla situado entre La Tenderina (sur) y Santullano (norte). Allí estaba el convento de Santa María de la Vega, fundado en 1160 por doña Gontrodo con el fin de retirarse para expirar la culpa que llevaba su alma (amante del rey Alfonso VII, dio a luz a la que sería reina Doña Urraca"

La Piñera hace referencia en un antiguo pinar autóctono, que daba nombre también a una fuente "que daba origen al arroyo de Santullano, barrio al que se accedía por un pontón que salvaba aquellas aguas". En esta foto de invierno, con los árboles de hoja caduca desnudos, vemos parcialmente algunas de las instalaciones de la fábrica de armas que se instaló en 1857 tras desamortizarse el monasterio y traerse acá la que estaba en El Fontán, fundada a finales del siglo XVIII. De ella también nos cuenta, cuando aún trabajaba aquí, en 2002, cuando publica su Diccionario Geográfico del concejo de Oviedo, Adolfo Casaprima Collera:

"En el lugar se construyó la Fábrica de Armas de Oviedo, que había sido fundada por Real Orden de 24 de abril de 1794, situándose primer en El Fontán hasta que se traslada definitivamente en el año 1857 al solar donde se levantaba con anterioridad el convento de Santa María de la Vega, en La Piñera. Desde el primer momento la FAO se dedicó a la fabricación de revólveres y fusiles; en la actualidad se ha especializado en armamento más pesado (lanzagranadas), además de haber diversificado la producción para competir en áreas de alta tecnología relacionadas con la aviación, automoción y medicina. De su Escuela de Aprendices, desgraciadamente hoy cerrada, salieron millares de especialistas en multitud de oficios que requerían elevada formación y especialización. Dentro del recinto fabril se conservan varios bustos de bronce salidos de sus talleres de fundición y de los de la fábrica de Trubia; entre ellos uno de Isabel II."

Se conservaron eso sí diversos elementos medievales del desamortizado convento de Santa María de la Vega que pasaron a exponerse en el Museo Arqueológico, otros fueron reaprovechados con el tiempo, al consagrarse en las instalaciones fabriles una capilla dedicada a Santa Bárbara pasada la Guerra Civil proyectada por el arquitecto Luis Menéndez-Pidal"Del convento nada queda y de la iglesia adyacente (derribada en 1917) tan solo se conserva la portada original, de bello estilo románico", dice Casaprima Collera. En realidad hay dos portadas románicas y dos elementos más, tal y como escribe Carmen López Villaverde, directora de la Sociedad Protectora de la Balesquida, en Capilla de Santa Bárbara. Fábrica de Armas de la Vega:
"Doña Gontrodo Petri, amante de Alfonso VII el Emperador, descendiente de la pequeña nobleza asturiana asentada en Tineo, funda el monasterio de Santa María de la Vega en 1153 sobre unos terrenos propiedad de Alfonso VII. El monasterio benedictino estaba sometido a la congregación francesa de Fonturand que acogía a mujeres procedentes de la nobleza, por lo cual en Oviedo coexistieron dos monasterios femeninos, el de San Pelayo y el de Santa María de la Vega. Pero la desamortización de Mendizábal impedía que en una misma población hubiera más de un convento de la misma orden, con lo cual se fusionaron ambos conventos, trasladándose la congregación de la VEGA al monasterio de San Pelayo en Julio de 1854. 
El convento queda abandonado a su suerte y e 1856 la fábrica de artillería  instalada en el Palacio del Duque del Parque, hoy del Marqués de San Féliz (al que le dedicamos una solapa, 1-4-2023) ocupa el lugar del antiguo convento. Se derriba la iglesia y se desmantela la parte superior del claustro y todo aquello que estaba para el nuevo servicio de forma que del primitivo cenobio a penas quedan restos materiales, solamente una arcada del piso inferior del claustro, 2 portadas románicas y una fuente del siglo XII.      
Una vez terminada la guerra civil se encarga al arquitecto Luis Menéndez Pidal la construcción de una capilla dedicada a Santa Barbara, patrona de la artillería, cuya fiesta se celebra el 4 de diciembre.  Para su trazado se sigue la línea del estilo románico aprovechando las 2 portadas románicas del primitivo templo y colocando en el interior la imagen de Santa Bárbara. 
Con el cierre definitivo de la fábrica de Armas, los objetos sagrados que se utilizaron para el culto, están repartidos por diferentes lugares: el retablo, 2 lámparas y el confesonario, en la capilla del Palacio Arzobispal; el cuadro representando a Jesús ante Caifás, propiedad del ministerio de la Defensa, en el museo de Bellas Artes y los bancos en Noreña. Permanecen en su lugar, la enorme pila bautismal, 3 sepulturas al pie del altar y las rejas de forja de las ventanas del ábside". 


En primavera y verano la arboleda en su esplendor oculta casi toda la antigua factoría salvo algún chalet y poco más, de todas maneras volvemos a insistir que, tarde o temprano, se prevé que el aspecto del lugar cambie radicalmente al ser rehabilitado y abierto al uso público. La historia del monasterio nos la explica así la Enciclopedia de Oviedo:

"Fundado en el año 1153 por Gontrodo Petri en unos terrenos propiedad de Alfonso VII, el Emperador, con quien había tenido una hija fuera del matrimonio: doña Urraca, la Asturiana, quien casaría con García de Navarra y posteriormente con Álvaro Rodríguez. Gontrodo ingresó en el mismo permaneciendo en él hasta su muerte. 
El monasterio de La Vega fue puesto bajo la disciplina de la congregación francesa de Fontevraud San Roberto de Arbrissel, que seguía una regla inspirada en la de San Benito de Nursia pero radicalizada con un marcado rigorismo ascético. No deja de ser curioso que Gontrodo, devota de San Vicente y necesariamente conocedora del cenobio ovetense de San Pelayo, acogido también a la regla benedictina, encomendase el monasterio de Santa María de La Vega a esta congregación francesa que no había tenido excesiva preponderancia en España. Se especula con la posibilidad de que pesase sobre ella el precedente del Monasterio de Santa María de la Vega del Cea, ubicado en León, perteneciente a Fontevraud y con el que es posible que su padre hubiera mantenido alguna relación; no debe obviarse tampoco que el Emperador manifestaba cierta simpatía hacia el estilo monástico francés. 
El primitivo edificio del convento, que había sido reformado alrededor de 1667, poseía una planta cuadrangular. Se conservan algunos elementos del cenobio entre los que destacan partes de un claustro de estilo barroco, realizado por Gregorio de la Roza entre 1667 y 1770 y dotado de seis arcos de medio punto a cada lado. Está documentado que del edificio original, de tipo romano-bizantino, subsistía aún en el siglo XIX una torre cuadrada, una pequeña y ornamentada puerta que conectaba el claustro con el coro y un arco que fue colocado en el frente de la Capilla de Santa Bárbara y al lado de la epístola; esta capilla fue erigida en 1926 en unos terrenos de la Fábrica de Armas, como cuenta José Tolivar Faes, después de la práctica demolición de los primitivos edificios para facilitar la ampliación del complejo fabril. 
El sepulcro románico de Gontrodo Petri, fundadora del Convento de la Vega, datado en 1186, se conserva en el Museo Arqueológico de Asturias, mientras que el retablo mayor del templo del convento fue trasladado al a la iglesia parroquial de Solís, en el concejo de Corvera, donde permanece en la actualidad. 
Fue expropiado en el siglo XIX, en principio para dedicar el edificio a hospital. Sin embargo lo que se instalaría finalmente en estos terrenos, fue la Fábrica de Armas. 
Las monjas de este convento se integraron en el Monasterio de San Pelayo, y con ellas se llevaron el fondo documental del monasterio, piezas de orfebrería, reliquias como la de San Blas y los restos de sus difuntos, para inhumarlos en el nuevo convento".

La biografía de la fundadora, Gontrodo Petri es, en buena parte la de la fundación monástica, y así nos la presenta la Wikipedia:

"Gontrodo Pérez (c. 1110-Monasterio de Santa María de la Vega, Oviedo, 26 de junio de 1186), llamada Gontrodo Petri en la documentación coetánea, fue la amante del rey Alfonso VII de León, con quien tuvo a Urraca la Asturiana, reina consorte de Pamplona por su matrimonio con el rey García Ramírez
Relaciones familiares 
Fue hija del magnate asturiano Pedro Díaz de Valle y María Ordóñez. Sus abuelos paternos fueron Diego Gutiérrez y Gotina Pérez, y los maternos Ordoño Álvarez, alférez real y descendiente del infante Ordoño Ramírez el Ciego, y Gontrodo Sol Rodríguez. Su padre fue tenente de las Torres de León y del valle de Mansilla. Por consiguiente, los progenitores de Gontrodo no fueron, según sostienen algunos autores, simplemente miembros de la nobleza rural asturiana. Gontrodo tuvo varios hermanos, entre ellos a Diego Pérez Obregón​ de quien desciende el linaje de los Álvarez de Asturias. Entre los miembros de este linaje se incluyen el cardenal Ordoño Álvarez así como Rodrigo Álvarez de las Asturias. 
Descendencia 
Gontrodo casó con Gutierre Sebastiániz «potestas» o tenente de Aguilar,  fortaleza cercana a Oviedo, quien aparece por última vez en 1137 en la documentación del Monasterio de San Salvador (Celorio). De este matrimonio nacieron tres hijos: 
Sebastián Gutiérrez 
Diego Gutiérrez 
Aldonza Gutiérrez 
Estando casada, Gontrodo tuvo un idilio y fue la amante de Alfonso VII. Estas relaciones tuvieron lugar en 1132 cuando el rey estaba en la región sofocando una de las varias rebeliones del conde Gonzalo Peláez. Fruto de esta relación, en 1133 nació Urraca, quien contrajo matrimonio con el rey García Ramírez de Pamplona. 
Fundación del monasterio de Santa María de la Vega y últimos años 
El 13 de octubre de 1153, Gontrodo fundó el monasterio de Santa María de la Vega en una vega del rey, de ahí su nombre. Su hija Urraca, ya viuda y de vuelta en Asturias, confirmó el documento fundacional que también contó con el consentimiento del rey. Las propiedades con las que dotó al monasterio eran todas de su patrimonio; bienes que había recibido del emperador y otros que tenía de sus progenitores. Empezó siguiendo la regla de Fontevrault (poco común en España), según las disposiciones de Gontrodo. Hacia el año 1283, el cenobio ya había abandonado dicha regla y había adoptado la benedictina.​ 
Profesó como monja en dicho monasterio. Ahí vivió el resto de su vida hasta que falleció el 26 de junio de 1186 y fue enterrada en el presbiterio en un sarcófago de 1,04 por 0,70 metros tallado con figuras de aves y perros enlazados con tallos y follajes.​ç 
El convento fue abandonado el 31 de julio de 1854 por orden de la Junta Provisional de Gobierno de Asturias y el Ayuntamiento de Oviedo. Posteriormente, aprovechando el patio central y otras estancias se construyó la fábrica de armas. Del monasterio que fundó solo se conserva el pórtico de la capilla de Santa Bárbara. Las pocas monjas que ahí habitaban se trasladaron al monasterio de San Pelayo y allí llevaron también los restos de Gontrodo. La lápida que estaba sobre su sepulcro en la iglesia del monasterio está ahora en el museo arqueológico de Asturias. Una traducción de su epitafio (el original está en latín) sería:

Oh muerte, sobrado justa, que a nadie sabes perdonar: si hubieses obrado con menos rectitud hubieras parecido más justa, pues igualando a Gontrodo con los demás mortales, con quienes no era igual por sus méritos, has quitado, con menos justicia, la vida, a quien no debías quitarla. Mas no murió Gontrodo; pasó por tu medio a una nueva vida, y es todavía la esperanza de su familia; la honra de su patria y el espejo de las mujeres. No murió, se nos escondió solamente, porque habiéndose hecho con sus méritos superior a los demás mortales, no debía estar en este mundo. Trocó la Vida de esta tierra con la del Cielo el año de la Era 1224

Algunas donaciones documentadas 
El 11 de marzo de 1143, Gontrodo Petri donó al monasterio de San Vicente la villa de Ambás y media heredad en Tedaga con la condición de que estas propiedades no pudiesen ser vendidas ni dadas en prestimonio. Confirman el documento: (1ª columna) Diego, Ordoño, Gonzalo, y Rodrigo Pérez (sus hermanos); (2ª columna) Sebastián Gutiérrez, Diego Gutiérrez, Urraca Alfonso, y Aldonza Gutiérrez (sus hijos). 
El 17 de abril de 1147, Gontrodo Petri donó al monasterio de San Vicente la heredad de Entrático que le había sido donada por el emperador Alfonso. Confirman la donación (1ª columna) Sebastián, Diego, y Aldonza Gutiérrez (sus hijos); (2ª columna) regina Urraca Adefonsi. 
El 13 de octubre de 1153, Gontrodo Petri, acompañada por su hija Urraca, fundó el monasterio de Santa María de la Vega y lo sometió a la congregación de Fontevrault. 
Según la profesora Margarita Torres, «...tal primacía de unos desconocidos Gutiérrez (Sebastián, Diego, y Aldonza) sobre su tío Suero Ordóñez y sus hermanos (...) no es factible salvo en el caso de ser hijos de Gontrodo Pérez»

"Si bien se desconoce el lugar y la fecha exacta de su nacimiento, no ocurre lo mismo con sus progenitores", nos dice por su parte la Real Academia de la Historia, basándose en crónicas medievales:

"según el autor de la Chronica Adefonsi Imperator, era hija de Pedro Didez (o Díaz), conocido como el Asturiano, y de María Ordóñez, y aunque el biógrafo de Alfonso VII el Emperador, rey de Castilla y León, encomia su linaje (“ex maximo genere Asturianorum et Tinianorum”), parece ser más cierto que éstos pertenecían a la nobleza rural, clase intermedia entre los simples propietarios de tierras y la alta nobleza. La madre, según los testimonios de la época, poseía grandes propiedades en la parte central de Asturias, hasta el punto de permitirse en 1141 construir y dotar el hospital para pobres de Rioseco (Siero) y donarlo (según escrituras del 28 de octubre de 1141, martes) al monasterio de San Vicente de Oviedo, entre otras obras pías. Con todo, así lo dice el Diccionario Histórico de Asturias: “[...] debieron disfrutar con Alfonso VII —de quien Gontrodo, su hija, fue concubina— de unas relaciones muy estrechas, que les situaban muy por encima de cualquier otro miembro de su clase”. 
Años antes, sin embargo (1132), hubo un ruidoso pleito promovido por el abad de San Pedro de Eslonza, acusando injustamente a ambos cónyuges de la apropiación indebida del monasterio de San Juan de Berbio. 
Se hallaba el Monarca en Asturias combatiendo al rebelde conde Gonzalo Peláez por aquellas mismas fechas, cuando conoció y mantuvo relaciones íntimas con Gontrodo, una auténtica belleza (“pulchra nimis”), según la Chronica, fruto de las cuales nacería (c. 1133) una niña, Urraca la Asturiana, futura reina de Navarra, que sería educada esmeradamente por la infanta Sancha, hermana del Rey. 
Durante algún tiempo —el concubinato entre los Reyes era casi una situación de semimatrimonio— Gontrodo obró con prudencia y discreción, no intrigando en la Corte ni aprovechándose de su influencia sobre el Monarca; además, poco después sería sustituida por Sancha Fernández de Castro, dama de origen navarro. No obstante, Alfonso no la dejó desamparada, haciéndole muy abundantes y generosos regalos y atendiendo, además, a sus peticiones, especialmente las piadosas. 
En 1144, Alfonso VII dio a Urraca por esposa al monarca navarro García y Ramírez, celebrándose fastuosas bodas en León, el 19 de junio del mismo año. Muerto, en 1050, el navarro, Urraca regresó a su tierra natal, residiendo en Oviedo con el título de “Reina de Asturias” y ejerciendo las correspondientes funciones aun después de la muerte de su padre (1157). 
A partir de entonces, Gontrodo decidió apartarse del mundo. Dando grandes muestras de prudencia, comenzó solucionando los contenciosos que, al parecer, tenía con sus ocho hermanos. Extendió, el martes, 13 de octubre de 1153, la carta fundacional del monasterio de Santa María de la Vega de Oviedo, tomando el hábito de este cenobio, sometido a la disciplina de la Orden benedictina francesa de Fontevrault, lo que supuso una auténtica novedad en la historia del monacato asturiano de la época, dotándolo con la casi totalidad de los bienes recibidos del Monarca y una gran parte de los heredados de sus padres. Sin embargo, no parece que llegara a desempeñar allí cargo alguno ni que viviese como una monja en el sentido estricto del término; tal vez residió allí de la manera que se designaba “more monasterio”, esto es, acompañada de algunos familiares y servidores, aunque la Chronica alude claramente a su profesión monástica (“Gontrodo [...] Sanctimonialis facto”). Fue también devota de San Vicente (Llanera) y benefactora del cenobio femenino ovetense de San Pelayo. 
Entre el 12 de julio de 1154 (lunes) y el 13 de abril de 1157 (sábado), el Emperador hizo generosos regalos a Gontrodo y a la comunidad en que vivía. 
Falleció en 1186 (ventitrés años después de su hija Urraca), siendo inhumada en la misma iglesia conventual con la admiración y el respeto de cuantos la conocieron, tal como se desprende del texto de la lauda sepulcral, situada en una de sus paredes: “[...] esperanza y espejo de las mujeres más nobles / No cae Gontrodo: se oculta solamente. / Superó a los hombres en méritos y dejó el mundo. / Para el mundo murió, pero la muerte le dio la vida”. Allí permanecieron sus restos hasta mediados del siglo xix, en que, temiendo los efectos de una epidemia procedente de Galicia, las autoridades locales se incautaron del edificio; parte quedó convertida en hospital y parte se entregó al Ejército para levantar una fábrica de armas, quedando del antiguo convento actualmente la iglesia y el claustro, éste deteriorado. 
Santa María de la Vega se independizó pronto de la tutela francesa, pasando desde entonces a la disciplina benedictina normal. Años después (finales del siglo xii), este monasterio aparece ya vinculado al de San Pelayo, donde actualmente reposan sus cenizas, conservándose allí el gran archivo del anterior. En la misma calle se encuentran adosados San Pelayo y el Archivo Provincial de Asturias".

"El peregrino que entraba en Oviedo desde Colloto encontraba frente a la muralla el monasterio de monjas benedictinas de Santa María de la Vega, fundado por Gontrodo, amante de Alfonso VII y madre de Urraca la Asturiana", nos dice el historiador Luis Antonio Alías en su libro El Camino de Santiago en Asturias. Itinerarios. La existencia de dos monasterios femeninos de la misma orden benedictina, en la misma ciudad y a muy escasa distancia  además, fue una circunstancia fundamental para que se aplicasen aquí las leyes de desamortización de 1836, disolviéndose el monasterio e integrándose las monjas de La Vega en el de San Pelayo, ante el que enseguida vamos a pasar, mientras se transformaba su gran cenobio en fábrica de armamento, tal y como nos explica la Wikipedia:

"La fábrica de armas de La Vega, también conocida como Fábrica de armas de Oviedo, es un antiguo complejo fabril, ya clausurado, situado en la ciudad de Oviedo (España). Está situado a la entrada de la capital asturiana y tiene una extensión de 122.000 m². 
Antes de fábrica, el recinto fue un convento de la orden de Fontevrault, y algunos investigadores creen que en su solar se situaba uno de los palacios de Alfonso II.​ 
Historia  
El antiguo convento fue fundado en 1153 por doña Gontrodo sobre unos terrenos propiedad de Alfonso VII. Del primitivo convento no quedan restos materiales salvo dos portadas románicas que se encuentran en la capilla de la fábrica, más moderna, así como una fuente. Algunos historiadores creen que el convento se levantó sobre el palacio extramuros de Alfonso II el Casto. Posteriormente, las dependencias fueron ampliadas y se construyó el claustro barroco, integrado en una de las naves almacén. 
Con la ley de Desamortización de 1836-1837 se inició un proceso que dificultaba la continuación de la orden de Santa María de La Vega, ya que, entre otras restricciones, impedía la coexistencia de más de un convento de la misma orden en la misma población, algo que ocurría en el caso de las benedictinas, agrupadas en las comunidades de La Vega y de San Pelayo. Aun así, esta unión no se produjo hasta julio de 1854. 
Es en este año cuando una importante inversión en armamento que debe ser fabricado en la región abre la posibilidad de trasladar la fábrica de armas de Oviedo, situada en el Palacio del Duque del Parque y de tamaño insuficiente, a Trubia. Debido a la importante actividad económica que suponía, el ayuntamiento, con el apoyo del Ministerio de la Guerra, busca soluciones para que la fábrica se quede en la ciudad, para lo cual decide utilizar los terrenos del convento de La Vega. Aprovechando la ley de Desamortización y con el pretexto de destinar la zona a un hospital provincial para el caso de una invasión de cólera, traslada a las religiosas al convento de San Pelayo. Durante los dos años siguientes continúan los trámites para conseguir el traslado de la fábrica de armas, que culminan en 1856 con la cesión del Ministerio de Hacienda al ayuntamiento de los terrenos desamortizados. 
En este momento se construyeron en la cornisa cantábrica varias fábricas de armas, algunas de ellas trasladadas desde País Vasco por temor a una nueva invasión francesa. Esta fábrica en concreto fue un traslado de actividades desde la Fábrica de Trubia, dirigida por Elorza. En 1960 la fábrica se incorporó a la Empresa Nacional Santa Bárbara de Industrias Militares y más tarde a la multinacional General Dynamics.

Viviendas  
El complejo industrial desarrolló a lo largo de los años varios grupos de viviendas en los alrededores. Los chalés de Avenida de la Tenderina con amplios jardines se construyeron en 1926 destinadas a altos mandos de la fábrica (son propiedad del Ministerio de Defensa y hoy se encuentran abandonados).Junto a estas se construyeron años después nuevos grupos de viviendas como la Colonia de San Féliz y el Grupo Santa Bárbara.

Presente 

 En 2012 la fábrica cesó su actividad y desde entonces suele abrirse una vez al año para realizar visitas y actividades, especialmente con motivo de las celebraciones anuales de La Noche Blanca.  
En octubre de 2019 el espacio se vuelve a abrir con motivo de los Premios Princesa de Asturias, bajo el proyecto La FPábrica, como centro neurálgico de varias actividades culturales con motivo de los premios, aprovechando buena parte del complejo para charlas y exposiciones, repitiendo en las ediciones posteriores. 
En 2022 se alcanza un acuerdo entre Ayuntamiento, Gobierno del Principado y Ministerio de Defensa para reconvertir el recinto en un centro tecnológico, cultura y comercial, contemplando prospecciones arqueológicas, conservación de casi todos los edificios y construcción de bloques de viviendas. Algunos colectivos se posicionaron en contra. El 28 de diciembre de 2023 el pleno del Ayuntamiento de Oviedo da luz verde al convenio con los votos a favor de PP, PSOE, IU y la abstención de Vox. Ningún partido votó en contra

Edificios conservados

Escuela de Artes y Oficios 
Capilla de Santa Bárbara 
Sala de armas (antiguo claustro) 
Antiguo palacio (administración) 
Taller de cañones 
Naves de talleres y almacenes 
Comedor 
Botiquín 
Taller mecanizado 
Mantenimiento eléctrico 
Economato 
Calibración 
Fundición."

Vemos desde aquí, al fondo, recortando su silueta sobre la ladera del Monte Naranco, esta en la distancia el antiguo edificio de administración de la fábrica, un verdadero palacio almenado llamado El Cuartel, del que escribe el erudito especialista Manuel Antonio Huerta Nuño, Toño Huerta, en Patrimoniu Industrial:
"Durante la primera fase constructiva de la Fábrica de Armas de La Vega, que podemos datar entre 1853 y 1894, se fue ocupando el espacio más cercano al recinto monástico, vertebrando el espacio a través de un gran eje que partía del denominado cuartel. Levantado en los primeros años de esta industria, albergó las funciones administrativas y se convirtió en un símbolo visual del conjunto.  
Ese edificio administrativo hace de entrada principal a la planta. Construido en piedra, presenta pequeños vanos, en contraposición al resto de edificaciones productivas de la fábrica. Tiene un marcado sabor historicista que recuerda a la arquitectura palaciega y los edificios abaluartados, coronado mediante almenas que le dan un marcado porte militar, algo que no es casual. Cuenta con un total de tres plantas flanqueadas por dos cuerpos en forma de torre y una amplia azotea donde se encuentra el reloj que marcaba los tiempos de la actividad industrial. Su planta, en forma de “C” parecen querer abrazar al recinto que da paso. 
La planta baja del edificio, además de la entrada a través de un gran portal, acogía funciones administrativas y de seguridad; con una intención artística, aparece flanqueada por esculturas que imitan proyectiles de gran calibre. Se accede al primer piso a través de unas escaleras de madera donde se encuentran diversos elementos artísticos, como bustos de militares destacados o tapices que representan lugares vinculado a la historia militar, como el Alcázar de Toledo. La planta principal, junto con otros usos, ubicaba la sala de reuniones o el despacho del director, destacando los artesonados policromados realizados con yeso y que imitan a la madera, los amplios zócalos o las vidrieras de los vanos que representan emblemas del Cuerpo de Artillería, al que pertenecía la factoría. Incluso elementos curiosos, como el aseo “escondido” tras una falsa puerta que imita al zócalo del despacho del director. Unas pequeñas escaleras de caracol dan acceso a la azotea, lugar privilegiado para ver todo el conjunto de la Fábrica de Armas de La Vega y comprender la trama de este espacio urbano que ocupa una superficie de 120.000m2".

En la actual calle Azcárraga o calle de la Vega hubo un hospital pero en principio no como hospedería de peregrinos sino de enfermos, peregrinos o no, por lo que tendría más el significado actual de centro sanitario, fundado entre los años 1581 y 1598 por el abad de Teberga y canónigo de Oviedo/Uviéu Íñigo de la Rúa, "en el antiguo nº 12" nos dice también la Enciclopedia de Oviedo, dedicado a "los enfermos que ingresaban en los meses de mayo, junio y septiembre afectador por el "mal venéreo", como decía el erudito Fermín Canella

El hospital tenía capilla propia, dedicada a Nuestra Señora de los Remedios, ambos bajo patronato del cabildo catedralicio ovetense, desapareciendo en el año 1837, "cuando todos los hospitales ovetenses se unificaron en el nuevo Hospital General de Asturias", al principio en el antiguo convento de San Francisco, al otro lado de la ciudad, también desamortizado. En relación con los hospitales ovetenses y su evolución de hospederías a centros hospitalarios según el concepto actual, es muy interesante el reportaje histórico de los mismos que realiza Ana Salas para El Comercio del 14-6-2018, del que compartimos lo siguiente:

"El germen de los hospitales se encuentra en el entorno de La Catedral y sus reliquias. Alfonso II El Casto fue el primer peregrino a Santiago de Compostela. Cuentan que el rey mandó construir la Cámara Santa para proteger las importantes reliquias que se conservaban en la basílica de San Salvador. Le atribuyen varios autores la fundación del primer hospital de la ciudad, el de San Nicolás, en Cimadevilla, sobre el año 791. Hay quien lo considera el más antiguo de España, como Miguel Vigil y el historiador Trelles de Villademoros. «Si el rey dotó a la ciudad de murallas, acueductos y palacios, bien pudo considerar necesario erigir uno en la corte del nuevo reino, a la que constantemente afluirían forasteros y a las cuales no tardarían mucho en acudir peregrinos propiamente dichos», dice José Tolivar Faes en 'Noticias históricas de la evolución sanitaria de Asturias'. En torno a las peregrinaciones empieza a desarrollarse la sanidad en la ciudad. 
«En la Edad Media era muy elevado el número de hospitales y albergues en Oviedo, todos necesarios para ofrecer hospedaje y asistencia religiosa y médica a los numerosos peregrinos». Eran «modestos, de mayor intencionalidad que eficacia», coinciden los estudiosos. San Nicolás, San Juan, Santiago, Nuestra Señora de los Remedios y Virgen María o de la Balesquida (en la capilla del mismo nombre), San Julián y Santa Basilisa («un pequeño hopitalillo-albergue» en la calle Mon donde pervivió hasta principios del siglo XIX), San Sebastián (en el edifico Histórico de la Universidad), Santa Clara (de poca importancia o, por lo menos, con pocas referencias históricas frente al que estaba en la misma época, en el siglo XVI, el de la Asunción de Nuestra Señora), María Magdalena (en el número 10 de la calle Magdalena se ubicaba este hospital, entre los siglos XVIII y el XIX). El incendio de la Nochebuena de 1521 impide hacer una detallada reconstrucción sobre lo que fueron aquellos centros hospitalarios perjudicados también por las llamas. 
El hospital de San Juan fue el más antiguo «y notable de cuantos se fundaron en Oviedo hace siglos» recoge Melquíades Cabal en 'Hospitales antiguos de Oviedo'. Allí se daba «lecho donde descansar, alimentos, calor, y asistencia médica y cirujano en caso de enfermedad» a los peregrinos. Estaba situado en el Palacio Francisco, a las afueras de la ciudad, en una «extensa zona de terreno, delimitada hoy por las calles de San Juan, Guillermo Schultz, Águila y Jovellanos». Algunos fustes de mármol estuvieron colocados en un mirador de una casa de la calle del Águila y otros dos están en la casa palacio del Duque del Parque, en Daoíz y Velarde. Hay historiadores que lo relacionan con el castillo construido por Alfonso III el Magno para la defensa del tesoro de la Iglesia. 
Hospital de Santiago 
Para que los enfermos no pudieran ser atendidos aquí lo hicieran en otro lugar, el Cabildo de la Catedral fundó el Hospital de Santiago, a las espaldas del de San Juan. La Iglesia pretendió construir un centro «de suficiente capacidad y proporción para la asistencia y curación de los numerosos pobres y enfermos que había». Quienes han escrito sobre la historia de estos hospitales cuentan centenares de anécdotas. De este, por ejemplo, que está unido a la muralla y esta le sirvió de pared. 
El hospital Nuestra Señora de los Remedios, «tercero en importancia entre los hospitales antiguos», estuvo instalado en el barrio de la Vega, entonces fuera de la ciudad. Este, como los anteriores, «tuvieron una vida mediocre por la exigüidad de sus rentas y donaciones», describe Cabal en su libro. 
Los tres continuaron en funcionamiento varios siglos, aunque en un buen número de ocasiones se pensó en unirlos. No eran como hoy entendemos un hospital. Ni la atención que allí se prestaba ni la medicina que se practicaba tenía mucho que ver con la actual. En el Oviedo medieval no abundaban los médicos. Cuenta Juan Luis Rodríguez-Vigil en su discurso de ingreso en el Real Instituto de Estudios Asturianos (RIDEA) que hay noticia de un médico judío, el doctor Yusaf, al que mencionó Juan Uría en uno de sus estudios. Aquellos hospitales nacidos en torno a la Catedral por las peregrinaciones y custodiados por el Cabildo fueron deteriorándose con el tiempo. Eso fue lo que llevó a las autoridades a unificarlos todos en un solo edificio a mediados del siglo XIX: el Hospital Provincial del Convento de San Francisco, el germen del primer gran hospital de la ciudad. 
Cabal hace referencia a las estadísticas de 1820 que recopilan datos de la enfermería de San Juan y Santiago, donde se atendieron a 134 enfermos, y un centenar en la de los Remedios. En los diez primeros meses se prestó asistencia médica en el de San Francisco a 652 enfermos de Oviedo, y 314 de la provincia. Da idea de cómo eran los primeros y el ubicado en el convento de San Francisco, en un inmueble que estaría donde hoy se levanta el edificio de la Junta General del Principado".


Fijémonos, al fondo sobre los tejados, el pico de la torre del monasterio de San Pelayo, al que fueron las monjas de Santa María de la Vega con la desamortización de su convento. En su origen estuvo dedicado a San Juan y se atribuye su fundación a los tiempos del rey Alfonso II El Casto en su naciente ciudad. Una tradición asegura que su comunidad de monjas vino de un cenobio más antiguo en Narzana, Sariegu, donde tenían muchas propiedades, tal y como vimos cuando pasábamos por allí. No obstante el edificio monástico actual de les pelayes, como popularmente se conoce a las religiosas, es barroco, comenzado en 1703


Subimos pues, hacia el monasterio de San Pelayo por esta calle, dedicada al militar Marcelo de Azcárraga, personaje varias veces presidente del gobierno de España dentro del periodo llamado de la Restauración Borbónica y que en sus cargos institucionales favoreció a las fábricas de armas ovetenses de La Vega y Trubia 


El médico e historiador José Ramón Tolivar Faes describe también la historia de está rúa en el libro Nombres y cosas de las calles de Oviedoen base al que el periodista del periódico El Comercio Paz de Alvear escriba el artículo Un militar, un hospital y la madama, publicado el 5 de octubre de 2012:
"Una calle que recuerda a un militar que llegó a ser presidente del Gobierno recién inaugurado el siglo XX, una calle en la que vivió una vecina conocida con el sobrenombre de 'la Madama', una calle que tuvo hospital, y una calle, en definitiva, que desemboca en los terrenos de la fábrica de armas de La Vega donde doña Gontrodo, en el siglo XII, levantó un monasterio, cuando ya era madre de doña Urraca, en terrenos de Alfonso VII. Esa es Azcárraga o la calle de La Vega, dos nombres para una misma vía con mucha historia.
Pero, ¿cómo se llama realmente? En 'Nombres y cosas de las calles de Oviedo, 1992', J. Tolivar Faes escribe que el 13 de noviembre de 1896 el Ayuntamiento dispuso el nombre de Azcárraga. Lo hizo en reconocimiento a la atención prestada por el general don Marcelo de Azcárraga «a las industrias militares de este concejo». El lugar es el idóneo, ya que la vía prácticamente muere ante los chalés de la fábrica de armas de La Vega, al inicio de La Tenderina. Unos terrenos que, sin embargo, antes de pertenecer a la factoría armamentística fueron del monasterio erigido por doña Gontrodo. Quizá por eso, en 1937, el Ayuntamiento acordó restablecer para la calle el nombre de la Vega. Sin embargo, añade J. Tolivar Faes, «sigue con el rótulo de Azcárraga». 
Además de recordar a don Marcelo de Azcárraga, quien fue ascendido a capitán general, pertenecía a la insigne orden del Toisón de Oro y poseía el collar de Carlos III, la empinada vía también es recordada porque en el número 12 «estuvo el hospital y la cofradía de Nuestra Señora de los Remedios, fundado por don Íñigo de la Rúa, abad de Teverga y canónigo de Oviedo». Fue demolido en 1913 y la imagen de la Virgen pasó a la iglesia de Santa María la Real de La Corte. 
Unos pasos más allá, «en el número 40, existe un barrio oculto que no tiene nombre» y en el 53 «hay otra calleja sin salida (...) que se conoce con el nombre de 'la Madama', en recuerdo de una vecina así apodada». Un monasterio, un hospital, una cofradía, el camino para una fábrica de armas... y ahora, también zona de copas nocturna. Azcárraga, La Vega... todo el mundo sabe cuál es"

A la derecha es la Plaza Concha Heres, dedicada a esta filántropa asturiana, llamada La Perla de las Antillas, de la que el escritor José Ignacio Gracia Noriega dice que es"uno de los personajes más populares de Oviedo. Durante la mayor parte del siglo XX, la «casa de Concha Heres» (o, para ser más ajustados, «la quinta de Concha Heres») fue una referencia inevitable para todos los ovetenses, y durante años, motivo de polémica y, en los tiempos de la transición, bandera de la defensa de los intereses arquitectónicos de la ciudad frente al desarrollismo y la especulación inmobiliaria. A la izquierda está la calle Aurelio Argel, "el gran cronista y el alma de la música folk en Asturias", como dice en La Nueva España Elena Fernández-Pello el 20-5-2018 dando la noticia de su fallecimiento:
"Aurelio Argel (José Aurelio García Argel), empleado en la central térmica de Soto de Ribera, era un gran amante de la música americana, el jazz y el bluegrass, pero el folk celta era su vida. Colaborador de LA NUEVA ESPAÑA, era un registro vivo de la música asturiana, y de otros muchos géneros, hasta tal punto que los artistas solían acudir a él para resolver cualquier duda. Ellos le hacían llegar sus discos en primicia y él les grababa cintas, con sus recomendaciones musicales. En Radio Asturias mantenía desde 1993, un programa titulado "Música para raptar princesas", que tuvo como cabecera la canción que José Manuel Tejedor compuso para la única hija de Argel, Gaëlle ("Añada pa Gael"). El programa, que era una referencia indispensable para los artistas y los seguidores del folk en Asturias, continuaba la labor que había comenzado Fernando Largo con "Arpas, gaitas y zanfonas".
La noticia de la muerte de Aurelio Argel corrió rápido y aunque muchos de sus amigos estaban al tanto de la gravedad de su estado eso no evitó la conmoción que ha causado en el mundo folk su prematura pérdida. El gaitero Iñaki Santianes, uno de esos allegados, manifestaba ayer mismo, apenas una hora después de confirmarse el óbito, que lo sentía como "una puñalada". Destacó la implicación de Argel con todos los artistas y su defensa del folk: "Los conocía a todos, era un registro vivo y el folk era su pasión y su vida", comentó. 
El músico José Manuel Tejedor considera a Argel una personalidad "irreemplazable". "Era el que más sabía de música folk, nadie le puede hacer sombra", afirmó. Relató que él solía surtirse en la magnífica discoteca que el crítico musical guardaba en su casa, en la colonia de la térmica de Soto de Rey. 
Rigu Suárez, del grupo "Corquiéu", compartió con Argel la última noche del pub ovetense Cá Beleño, antes de su cierre. Ayer por la tarde ojeaba las fotos que se hicieron juntos el día que se conocieron, en el Festival de Lorient, mientras contaba que "era una persona muy amable y educada, transmitía mucho cariño a los músicos, le encantaba conversar, era muy noble, muy buena gente". A Inaciu Llope, escritor y miembro de la Fundación Belenos, Aurelio Argel le ha dejado pendiente un artículo que debía aparecer en el próximo número de la revista "Cultures", que publica la Academia de la Llingua, y que iba a estar dedicado al repertorio asturiano en Gran Bretaña. Llope sostiene que el cronista era "un archivo vivo de la música folk asturiana" y que, hoy por hoy, nadie puede "cubrir el hueco" que deja. 
El gaitero José Ángel Hevia destacó el hecho de que Argel "se tomara en serio la música folk asturiana hace 25 años, cuando hacerlo no era algo tan obvio" y agregó que "siempre tenía una palabra buena para cualquiera que le llegara con un proyecto nuevo. Era un militante de lo asturiano". 
La cantante Anabel Santiago lo conoció cuando tenía 12 años y Argel la acompañó durante toda su carrera. "Siempre fue un apoyo. Éste es un golpe muy fuerte" declaró. "Él sabía conectar con el alma de todos los músicos", dijo. 
Lisardo Lombardía, director general del Festival Intercéltico de Lorient, lo echará en falta a partir de ahora. Argel solía acudir al certamen y allí entabló relación con músicos de otros países. "Tenía una visión muy amplia de la música que se hacía en el Arco Atlántico, compartíamos una visión abierta y receptiva de ese género", afirmó Lombardía".

Allí arriba, en la medianera de un edificio, uno de los murales que caracterizan el paisaje urbano ovetense dentro de las actividades del Festival Parees de muralismo conceptual de Oviedo. Es una obra de la artista Mariana Duarte Santos muy realista y colorista que representa a una vendedora en el cercano mercado de El Fontán, que la artista pintó basándose en una foto del fotógrafo y también gran artista Francisco Ruiz Tilve, tal y como leemos en la web de Parees:

"Su obra es de carácter figurativo. Los temas en los que trabaja se centran principalmente en los conceptos de memoria, identidad colectiva e historias locales, por lo que las imágenes de archivo son clave en su trabajo. 
Para el mural de Oviedo quisimos retratar a las paisanas que dos veces por semana bajan al Fontán a vender las verduras, hortalizas, legumbres, frutas y frutos que cultivan en sus huertas. Una tradición de siglos que mantiene el comercio más directo y personal posible. 
Para su obra, Mariana partió de una fotografía de Francisco Ruiz Tilve de 1968 cedida por el archivo fotográfico del Museo del Pueblo de Asturias y pudo conocer a la familia del fotógrafo. La artista portuguesa completó su inspiración durante una visita al mercado callejero con Ula Halszka y Celia Viada, que están realizando un proyecto documental titulado «Gregoria» que recoge la vida cotidiana de una de las mujeres del Fontán. 
Una nieta de la vendedora que aparece en el mural la reconoció, primero en un grupo de Facebook, y posteriormente al pasar por la calle donde se encuentra la obra, y se puso en contacto con Parees. 
La mujer del mural es María Jovellanos García, ya fallecida. Originaria del concejo de Aller, se estableció en Oviedo desde joven y después de la Guerra Civil comenzó a vender en la plaza de El Fontán, donde estuvo trabajando durante más de cuarenta años en un puesto diario. Uno de esos días, Francisco Ruiz Tilve tomó la fotografía, que 54 años más tarde le sirvió de inspiración a Mariana Duarte en su homenaje a las verduleras".

Misterio resuelto: identificada la verdulera del Fontán que aparece en el mural de Azcárraga, leemos en la página de la emisora Cope del 23-11-2022 , "La nieta de la mujer la reconoció al pasar por la calle donde se encuentra la obra", noticia que sigue así:

"¿Quién es la vendedora que aparece en el mural pintado en la calle Azcárraga de Oviedo? Es la pregunta para la que buscaba respuesta el festival de muralismo 'Paress' organizado por la Fundación Municipal de Cultura de Oviedo. ¡Y la ha conseguido! La verdulera de El Fontán que protagoniza el mural realizado por la artista portuguesa Mariana Duarte Santos está identificada. Hasta ahora, nadie sabía quién era su protagonista. 
Mariana partió de una fotografía de Francisco Ruiz Tilve de 1968, y también conoció a la familia del fotógrafo, que guarda un increíble archivo sobre estas mujeres que cada semana se instalan en la céntrica plaza de la capital a vender verduras, hortalizas y legumbres. Sin embargo, nadie sabía quién era la mujer de la imagen de Ruiz Tilve. La artista portuguesa realizó una visita al mercado callejero, donde preguntó a las actuales vendedoras por dicha mujer. Pero tampoco nadie recordaba haberla conocido. 
Para localizarla, el festival inició una campaña en redes sociales animando a los y las ovetenses a preguntar y colaborar en la búsqueda. Finalmente, una nieta de la verdulera la reconoció, primero en un grupo de Facebook, y posteriomente, al pasar por la calle donde se encuentra la obra, y se puso en contacto con Parees. 
La mujer del mural es María Jovellanos García, ya fallecida. Originaria del concejo de Aller, se estableció en Oviedo desde joven y después de la Guerra Civil comenzó a vender en la plaza de El Fontán, donde estuvo trabajando durante más de cuarenta años en un puesto diario. Uno de tales días, Francisco Ruiz Tilve tomó la fotografía de 1968, que 54 años más tarde le sirvió de inspiración a Mariana Duarte en su homenaje a las verduleras, una de las cuatro obras que han compuesto la sexta edición de Parees. En la preparación también colaboró el Muséu del Pueblu d'Asturies, aportando su ingente archivo sobre el tema. 
La nieta de María Jovellanos, Isabel Santos Villanueva, de Oviedo, es limpiadora en un colegio y ve ahora todos los días el mural de la que regresa de su trabajo. “Mi madre continuó con el puesto y también fue verdulera en El Fontán”, cuenta a Parees, emocionada por el reconocimiento a estas mujeres que mantienen una tradición secular, un comercio donde importa más la charla y la naturaleza, que los códigos de barras y los pedidos online. 
El mural de Mariana Duarte está lleno de detalles. Hay cosas fáciles de identificar: manzanas, por ejemplo. O básculas, de modelos antiguos, metálicos y blancos. También los edificios viejos de la plaza y una columna original en primer plano, de las que ya solo quedan unas pocas alrededor del restaurante Casa Ramón".


Unos días más tarde, el 2-12-2022, es Esther Rodríguez de la redacción de La Voz de Asturias quien publica Allerana, con un hijo a cargo y verdulera: así era la protagonista del famoso mural de Oviedo:
"Día tras día los viandantes se preguntaban que quién era aquella vendedora que aparece en el mural pintado en la calle Azcárraga de Oviedo. Sin embargo, nadie recordaba haberla conocido pese a lo gran lograda que estaba su estampa. Fue el boca a boca y una campaña por redes sociales impulsada por el festival de muralismo Paress, organizado por la Fundación Municipal de Cultura de Oviedo, quienes consiguieron que la nieta de la verdulera identificara a la protagonista de la obra realizada por la artista portuguesa Mariana Duarte Santos.  
Se trata de la ya fallecida María Jovellanos García. Hija de Onofre e Isabel, la verdulera nació en el pueblo de Levinco, en el concejo de Aller, donde se crió y pasó su infancia junto con sus cuatro hermanos Socorro, Marcelina, José y Rosario. Una infancia que no fue nada fácil pues en aquella época apenas había recursos primarios básicos y había que apañárselas para subsistir.  
La allerana se casó con Vicente, con el que tuvo dos retoños. «Una hija que se le murió con tan solo cuatro meses de edad y a mi padre, Luis», señala su nieta Isabel Santos Villanueva, quien es limpiadora en un colegio de Oviedo y ahora ve a diario el mural de su abuela de la que regresa de su puesto de trabajo. El matrimonio durante la Guerra Civil Española se fue a vivir a Oviedo, pues consideraban que iban a tener más oportunidades para salir adelante debido a las ventajas que por aquel entonces ofrecía vivir en una ciudad.   
Sin embargo, durante el conflicto bélico, Vicente fue encarcelado por el régimen. Un arresto que obligó a María Jovellanos a arreglárselas ella sola para sacar adelante un niño con las complicaciones que suponía, dado que después de la Guerra Civil hubo una gran crisis económica. No obstante, como a la allerana no había quien la parase, comenzó a vender en la plaza de El Fontán.  
Allí trabajó durante más de 40 años en un puesto diario en la céntrica plaza de la capital donde comercializaba verduras, hortalizas y legumbres hasta que se jubiló, según asegura su nieta, quien es una de las pocas que mantiene recuerdos de María Jovellanos ya que el resto de familiares o ya están fallecidos o no tuvieron la oportunidad de conocerla en persona. «Ella siempre estaba en Oviedo y nosotros íbamos muy poco. Por lo que apenas sé nada de su vida», confiesa Pilar, una de sus sobrinas 
En uno de esos días de trabajo en el mercado callejero, en el año 1968, el fotógrafo Francisco Ruiz Tilve le sacó una instantánea que medio siglo más tarde le sirvió de inspiración a Mariana Duarte Santos en su homenaje a las verduleras. Unas mujeres que «mantienen una tradición secular, un comercio donde importa más la charla y la naturaleza, que los códigos de barras y los pedidos online». También la madre de Isabel y nuera de María fue vendedora en El Fontán.  
El mural deja plasmado a todo aquel que lo ve, no solo por los llamativos colores sino porque la artista portuguesa cuidó al máximo cada detalle, como si de un calco se tratase. Desde las manzanas posadas encima de las cajas de madera, hasta las básculas de modelos antiguos, metálicos y blancos, incluidos los edificios viejos de la plaza y una columna original en primer plano, de las que ya solo quedan unas pocas alrededor del restaurante Casa Ramón.  
La obra forma parte de los cuatro murales que han compuesto la sexta edición de Parees y que contribuyen a cambiar el paisaje del concejo con distintas intervenciones en las que se han plasmado temas sobre Asturias. En la preparación también colaboró el Muséu del Pueblu, quien aportó su ingente archivo sobre el tema".


La firma de la autora, Marina Duarte Santos, en la esquina inferior derecha


No debe extrañarnos entonces que sea Oviedo una ciudad para pasear entre murales, como bien titula, en el mismo periódico, Cristina Centeno, un año y pico después, el 22-1-2024:
"Oviedo es una ciudad con mucho arte. Más de un centenar de esculturas embellecen las calles de la capital asturiana, a las que se suman un buen número de edificios monumentales. A este gran museo al aire libre se ha sumado en los últimos años una nueva expresión artística, el muralismo. Hace más de un lustro que la ciudad empezó a despuntar en este tipo de disciplina, que ha dado una segunda vida a medianeras y paredes que no tenían ninguna utilidad. 
El Festival Parees está detrás de este auge. Seis años después de su nacimiento, Oviedo ya cuenta con una verdadera ruta por el arte urbano, de norte a sur y de este a oeste de la ciudad. Los impulsores del certamen han apostado por las temáticas asturianas para que cada edición cuente la historia y las tradiciones de la capital a través de los murales. Su principal distinción es el proceso participativo al que los artistas, tanto nacionales como internacionales, se tienen que someter para hacer realidad su obra. El colectivo Raposu Roxu es el encargado de la mediación artística. Gracias a esta forma de hacer, «la ciudadanía vive cada mural como propio», aseguran desde la organización. Además de la participación ciudadana, a través de vecinos y asociaciones, Parees se distingue por llevar las intervenciones artísticas fuera del centro de la ciudad y por la temática asturiana, que «limita» en parte la propuesta de los artistas 
La cita, que se celebra con carácter anual, ha sido también una forma de dignificar el arte urbano, asemejado socialmente al grafiti. Antes de la llegada de Parees, Oviedo solo contaba con algún mural aislado. Ahora, son cerca de 40 las obras que se extienden por la capital asturiana, formando ya una verdadera ruta."

Esta de la calle Azcárraga es la llamada popularmente La Cuesta la Vega y es que mucha gente la conoce más así, o por calle de La Vega, que como Azcárraga, por la que antaño pasaba el tranvía, con bastante trabajo para superarla. Pasa además alguna procesión de la Semana Santa ovetense, como la de la Madrugada. En la entrada de fecha 13 de octubre de 2013 del blog Oviedo de Pasión vemos una foto alusiva a dichas procesiones, con el texto:
"La Hermandad de los Estudiantes sube por primera vez la Cuesta la Vega con la imagen de María Santísima de la Esperanza. 
La subida de la Calle Azcarraga, la popular Cuesta la Vega, siempre ha sido uno de los momentos más emotivos de las procesiones de la hermandad de la Tenderina. Dejan atrás su barrio y esa subida les pone en el Centro de Oviedo. Siempre la han subido con sus otros dos Titulares, El Cristo de la Misericordia y Nuestro Padre Jesús de la Sentencia. En esta ocasión lo hacían por primera vez con su Reina, nuestra Madre María Santísima de la Esperanza en la procesión de traslado a su nueva capilla en San Francisco de Asís. 
Momento emotivo para los que estamos fuera, muy especial para los que "van dentro".

La calle tiene también su historia de fantasmas, cuenta en Fantasmas de Oviedo Daniel Roig, "en la calle Azcárraga vivía una costurera que murió. Una familia ocupó su vivienda y por las noches oía la máquina de coser, un ruido misterioso que se apagaba cuando ellos se levantaban a mirar. ¿Era una mujer desdichada? ¿Había dejado un trabajo sin terminar e intentaba completarlo desde el más allá?", publicado en La Voz de Asturias el 20-2-2023. Parecida versión dan en Asturias Mundial:

"En Oviedo en la calle Azcárraga en un edificio cercano a los bares de moda de la zona, en una vivienda residía una modista que falleció. La familia que ocupó el piso después por las noches oían el sonido de una máquina de coser. Cuando se levantaban para saber de dónde venía ese ruido , éste desaparecía".

Antaño alguien la conocía como 'calle de las ruinas' por la cantidad de edificios ruinosos que había, pero se han rehabilitado ya todos. Ahora a nuestra derecha, el Edificio Nava

El nombre y el número -los números- en el portal


La Cuesta la Vega hace honor a su nombre, esta subida final hacia la ciudad intramuros camino de la catedral es de las más importantes en el muy llevadero trayecto por el valle del Nora, sobre todo desde La Pola, la capital de Siero, hasta aquí


La calle hace una curva un tanto pronunciada a la derecha y ya vemos, al fondo, el lugar en el que estuvo la Puerta de la Noceda en la muralla medieval

Fuente: Mirabilia Ovetensia

En este plano mostramos la muralla ovetense y sus puertas; hemos pintado con una flecha roja este nuestro trayecto hasta dicha entrada. Veamos un poco más arriba el monasterio de San Juan Bautista, que después pasaría a ser de San Pelayo, a su derecha el de San Vicente y, justo encima de este, la catedral de San Salvador y la iglesia de San Tirso enfrente, donde ahora está la Plaza Alfonso II El Casto. En Mirabilia Ovetensia nos explican así la estructura de sus accesos:
"En el recinto cercado de la Civitas Episcopal, así definido, se abrían varias puertas, identificables a través de referencias documentales, algunas de ellas especialmente claras y reiterativas, respecto a la ubicación de las mismas. 
Frente a la puerta principal de San Salvador, delante del actual imafronte de la iglesia de San Tirso, se situaba la denominada Puerta Rutilante (brillante, o rojiza), calificativo que podría aludir a algún tipo de pintura o revestimiento mediante planchas metálicas de la misma, nada extraño, si pensamos que se trataría de la puerta principal de acceso al recinto catedralicio. En sus inmediaciones, las referencias medievales hablan de cubos de muralla, y de la presencia de un acueducto, y de los caños de una fuente abastecida por el mismo. La documentación medieval alude además a la existencia de una inscripción epigráfica con la cruz, "Signvm Salvtis", típica de los monarcas asturianos, ubicada, previsiblemente, sobre el arco de entrada, o en algún otro situado en el trayecto de la vía existente ante la puerta. 
En el mismo lado de la muralla, hacia su borde NO, las referencias documentales medievales sitúan la Puerta de Santa María ("arco per hu van a San Joán"), ante la cual había una pequeña plaza, o cantal, de donde partía la calle que se dirigía hacia el palacio real y el alcázar, al O, y, a travesando la misma, se encontrarían, sucesivamente, el monasterio de San Juan Bautista, la basílica de Santa María, la iglesia mayor de San Salvador, y la iglesia de San Tirso. 
Descendiendo hacia la calzada mayor, que discurría por el lado N de la "cívitas", y girando hacia el E, a lo largo del recorrido de la muralla, llegaríamos, en el borde NE de la misma, a la Puerta de la Noceda, como se la conocía en época medieval. Por ella se accedía a la ciudad desde los palacios de Alfonso II cerca de Santullano, encontrándonos, a partir de la entrada, con las iglesias de San Juan Bautista, baptisterio de la Catedral, monasterio de San Vicente, y plaza ante los palacios episcopales.
Situados en el extremo E de la plaza ante los palacios episcopales (desde la Edad Media "Corrada del Obispo"), se saldría de nuevo de la ciudad por la Puerta de Sansón, denominación que obedece a la fuerte influencia de la terminología veterotestamentaria en la toponimia de los conjuntos catedralicios medievales".
Imagen del Oviedo Redondo

En este "Plano de la Civdad de Oviedo dibuxado por dirección  de Don Francisco de la Concha Miera" y fechado en 1777 vemos la ciudad creciendo ya fuera de las murallas, en la que aparecen reflejadas sus puertas dentro de una descripción general de rúas, caminos y edificios de interés. Como en el plano anterior, nosotros subimos por abajo y la derecha, donde los números 29 y 52 reflejan la Puerta de la Noceda y el Camín Real de Santander. El erudito Fermín Canella Secades explicaba de esta manera la muralla y sus puertas
 "Comenzaremos por la de Cimadevilla, seguía por detrás de las Consistoriales hasta el arco llamado de San José, que hoy comunica la Plaza con la Pescadería; bajaba por detrás de las casas de la calle del Sol al arco y puerta de la Soledad, cerrando la actual calle de Mon, y más abajo tenía entrada o postigo en la calle de San José. Continuando por el Paraíso hasta la puerta de la Noceda, en San Pelayo, desde aquí, casi pegada al Monasterio, llegaba a la puerta de la Gascona y enseguida por detrás de San Juan al arco y puerta de Socastiello. Avanzaba dando la vuelta y tenía nuevas entradas donde hoy comienza la calle de San Francisco y termina más allá la de Altamirano, para seguir por la del Peso a la dicha puerta de Cimadevilla, que sirvió de punto de partida"

Y ahora, un poco más arriba, asoma un poco del monasterio de San Pelayo, donde acaba esta Cuesta de la Vega o calle Azcárraga, en concreto es parte de su fachada barroca principal, que mira al este, donde se encuentra al monumento a Jovellanos, que veremos al llegar, donde empieza la calle de su nombre, continuidad de esta de La Cuesta la Vega o Azcárraga, siguiendo el muro septentrional de la muralla medieval descrito por Canella, que seguía hacia la siguiente puerta, Gascona, donde hubo una torre, derribada en 1963. Ese muro septentrional es además el paredón norte del monasterio de San Pelayo


Según algunos investigadores la Puerta de la Noceda habría sido una de las originales de la muralla de Alfonso II El Casto que luego se amplió posteriormente, son Las dos murallas del nacimiento de Oviedo, que describe G. Guiter en La Voz de Asturias del 1-8-2020 basándose en los estudios de Mirabilia Ovetensia:
"El germen del Oviedo, nacido hace más de 1.200 años a partir de los palacios de los reyes asturianos y el monasterio de San Vicente, estuvo rodeado no por una, sino por dos murallas. La primera fue minúsculo trazado de unos 750 metros de longitud con forma de óvalo irregular. Era un reino naciente, bajo permanente amenaza, pero que resistió con notable éxito y pudo sobrevivir
Dentro de esa muralla quedaba lo que hoy es la Catedral, el complejo episcopal, San Tirso y San Vicente, conocido después como Las Pelayas. A pesar de la escasa superficie que ocupaba, unas cuatro hectáreas (como cuatro campos de fútbol más o menos), fue un inicio vigoroso. 
El colectivo divulgativo Mirabilia Ovetensia realizó una recreación virtual de esa primera muralla que rodeaba la llamada Civitas Episcopal y que, según los investigadores, habría tenido cuatro puertas: Frente a San Tirso, la Puerta Rutilante;  en el mismo lado noroeste, la Puerta de Santa María; en el nordeste la Puerta de la Noceda; al este, la Puerta de Sansón. 
La Puerta Rutilante era el acceso a San Salvador y «podría aludir a algún tipo de pintura o revestimiento metálico». La de Santa María estaba frente a una pequeña plaza de donde se llegaba al palacio real y el alcázar. «Descendiendo hacia la calzada mayor, que discurría por el lado norte» de la ciudad se llegaría en el borde nordeste a la de la Noceda, cercana al monasterio de San Vicente. Por último, la de Sansón habría dado acceso a la Corrada del Obispo. 
Desgraciadamente, según Mirabilia Ovetensia«los restos arqueológicos referenciados acerca de la muralla de Alfonso II son, además de hipotéticos, muy escasos, adoleciendo además, para una identificación fiable, de una conveniente campaña de excavaciones arqueológicas». Probablemente se puedan ver aún dos tramos: un fragmento de más de tres metros de longitud y uno de anchura en la orilla este de la calle de San Juan, ante la puerta de la capilla de La Balesquida;  y otro «posible» fragmento en la calle de San José, frente a la casa sacerdotal, «en la medianera entre dos conocidos establecimientos de ocio nocturno y una casa de viviendas». En la documentación de la Edad Moderna aparece documentada como Puerta Vieja de la Viña. 
Muchos historiadores postulan que esa primera muralla del rey casto fue la que existió hasta mucho más tarde, cuando ya en el siglo XIII se habría ampliado. Los autores de Mirabilia Ovetensia, sin embargo, citan otras fuentes para asegurar que ya en el reinado de Alfonso III (866-910) se habría hecho el nuevo trazado, que después se consolidó en obras posteriores 
Sea como fuere, la ampliación de la ciudad alcanzó un perímetro de unos 1.400 metros casi el doble que el de la primera, lo que habría llevado a proteger una superficie más considerable, de más de 12 hectáreas. Según los investigadores, esa segunda muralla compartió trazado con la anterior en parte, pero creció mucho hacia el sur y el oeste. En un vértice estaba el alcázar, donde hoy se levanta el edificio de Telefónica de la plaza Porlier; en realidad ya había sido demolido para levantar una cárcel mucho antes. 
La ampliación habría conservado la Puerta de la Noceda, junto a San Vicente; y se abrió la puerta de la Viña donde está ahora la calle del Postigo. Bajando hacia el sur estaría la torre de Cimadevilla, ubicada en el lugar donde ahora está el arco del ayuntamiento. El alcázar guardaría la entrada sur, mientras que al oeste se habría ubicado la torre de Gascona (donde parte la calle del mismo nombre) y su puerta. 
Hoy día solo queda el tramo de la calle Paraíso, muy deteriorado y a la espera de una limpieza y restauración, y pequeños fragmentos en la calle Jovellanos (junto a Las Pelayas) y la plaza de Riego (linda con la cristalera de un bar en la esquina noroeste). El resto, casi un 90%, desapareció entre los siglos XVIII y XX y solo quedan indicios del trazado de su época gloriosa".

Por su parte, en el Proyecto Ovetus RA parecen señalarse tres murallas, una de Alfonso II El Casto, una ampliada de Alfonso III El Magno y otra más, la de la ciudad aforada, del siglo XIII, con Alfonso X El Sabio:
"Alfonso II el Casto trasladó al comienzo de su reinado (791-842) la capitalidad del reino a la ciudad de Oviedo donde inició un extenso programa constructivo dotando a la ciudad de iglesias, monasterios, palacios y una muralla defensiva que rodeaba todo el conjunto, incluyendo en ese recinto el Monasterio de San Vicente, fundado en tiempos de su padre el rey Fruela I, y que fue el origen de la ciudad. 
Diversos historiadores han propuesto posibles recorridos por donde discurría esta primitiva muralla, hoy totalmente desaparecida. Una propuesta plausible vendrían a situarla aproximadamente en las actuales calles de San Vicente, San Antonio, Canóniga, Rúa, San Juan y Jovellanos.​Posteriormente el rey Alfonso III amplió el primitivo circuito de murallas por el Sur y el Oeste, situando su propio palacio al Norte del anterior recinto, y lo dotó de un castillo fortaleza en su extremo Noroeste. En 1258, el rey Alfonso X el Sabio de Castilla y León ordenó la construcción de una nueva muralla de la ciudad, costeando las obras el Concejo en dos tercios del total y la Iglesia el otro tercio.

El perímetro de la muralla era de 1.400 metros, tenía una altura de 4 metros y un grueso de 2,20 metros aproximadamente. Se levantó en dos muros paralelos de 0,5 metros de ancho de mampuestos irregulares de piedra caliza con un relleno intermedio de piedra. Aunque se ha supuesto la finalización de la muralla a finales del siglo XIII o principios del XIV, todavía en el año 1495 los Reyes Católicos concedieron un impuesto para construir torres y puertas en la muralla.La base de la muralla se realizó con grandes sillares, siendo su parte superior de mampostería. Se trataba de una circunferencia que unía las puertas de Socastiello, Santiago, Gascona, Noceda, Postigo de Regla, Ferrería y Cimadevilla.  
La muralla discurría en paralelo con la calle del Sol hasta la puerta de Ferrería, desde aquí seguía por el Postigo Alto y la calle Paraíso hasta la puerta de Noceda, por donde seguía adosada al Monasterio de San Pelayo por la calle de Cerca. Los fragmentos de muralla que permanecen en pie se encuentra en la ronda formada por las calle Paraíso, Postigo Alto, Calle del Sol, Plaza Mayor, Plaza de Riego, Calle Ramón y Cajal, Mendizábal y Jovellanos.  
Durante los siglos XIX y XX siguieron derribándose porciones de la muralla según las necesidades de crecimiento de la ciudad sin que se produjese ninguna reacción en contra. En 1931 fue declarada Monumento Histórico Artístico, lo que hoy se denomina Bien de Interés Cultural, que sin embargo no detuvo la desaparición de elementos de la muralla, como la Torre de Gascona, demolida en 1963. Hasta 1977 no se promovió la primera iniciativa de defensa de la muralla, con la obligación de conservar e integrar un fragmento de 5 metros de longitud situado en la Plaza de Riego en una nueva edificación que se estaba construyendo.  
Los fragmentos más visibles se hallan en la calle Paraíso (donde se puede ver el tramo mejor conservado), el Postigo y el fragmento de la Plaza de Riego, incrustado en un edificio, así como los trozos de muralla integrados en el convento de las Pelayas. El estado de conservación es de relativo abandono, habiéndose disputado las diferentes administraciones públicas la responsabilidad de su estado y de las obras necesarias para su conservación e integración turística. Finalmente en 2008 se llegó a un acuerdo de limpieza urgente de la maleza que la cubría y de prospección arqueológica. Sin embargo, poco más que labores de limpieza de arbustos y maleza se han realizado desde entonces, estando pendiente la elaboración de un plan que estudie en profundidad el monumento y lo aproveche como un reclamo turístico más de la ciudad".

La Torre de Gascona, derribada en una época tan extraordinariamente tardía como los años 1963 a 1966, cuando ya llevaba más de tres décadas declarada la muralla Monumento Histórico Artístico, estaba unos metros más allá, donde se ubicaba la puerta de su nombre y se sale a la calle homónima, Gascona, llamado así por la formación de un barrio de gascones, de la Gascuña, en esa salida de la ciudad, que actualmente constituye el famoso Bulevar de la Sidra, salida hacia La Foncalada del Camino Norte. Previamente y por necesidades bélicas, algunas partes más de la muralla se derribaron en la Guerra Civil, cuenta de ello también Guillermo Guinter en La Voz de Asturias del 11-4-2021 en La última vez que Oviedo perdió su muralla:

"De lo que fue la muralla medieval del Oviedo antiguo solo queda un tramo más o menos continuo y con mucha maleza en la calle Paraíso, entre Jovellanos y Postigo, de unos 320 metros, cuya limpieza está a punto de comenzar tras numerosos retrasos. Otros vestigios del trazado que se fue comiendo la ciudad a lo largo de cientos de años quedan en algunos puntos, pero lo que es menos conocido es que buena parte del derribo no ocurrió hace siglos, sino durante la Guerra Civil. 
En concreto, un buen fragmento de al menos 160 metros de largo que cercaba todo el lado norte del monasterio de Las Pelayas sufrió daños por bombardeos de tropas republicanas a las posiciones franquistas durante el llamado Cerco a Oviedo, a partir de julio de 1936; puede que incluso llegara todavía en esa fecha algo más allá. 
Muchos edificios y monumentos de la capital asturiana fueron severamente afectados e incluso derruidos durante la contienda, pero lo peor para la muralla vino después: el coronel Aranda, comandante de los sublevados de Oviedo, ordenó derribar incluso antes del fin del Cerco lo que quedaba en pie -se dice que para usar las viejas piedras en reparaciones de la carretera del Escamplero, una vía fundamental para el acceso de las tropas de Franco-. 
Concretamente, este último episodio ocurrió en enero de 1937. Lo más curioso es que muralla había sido declarada Monumento Histórico Artístico en 1931, pero a nadie debió importarle este hecho en plena guerra. Tampoco acabaron ahí las tropelías. La Torre de Gascona, que formaba parte del conjunto defensivo, fue demolida entre 1963 y 1966.  
Según consta en el documento Perjuicios ocasionados en el tesoro artístico monumental de Asturias, firmado por Luis Menéndez Pidal y archivado en la Biblioteca Nacional, «fue destruida toda la línea correspondiente a la calle Jovellanos por acuerdo del Ayuntamiento (20 de enero 1937). Queda en pie el resto de la muralla en la calle del Paraíso». Otro pequeño fragmento se puede ver aún en la calle Jovellanos, frente la Casa del Pueblo de la agrupación socialista de Oviedo".


Ningún vestigio queda tampoco de la Puerta de la Noceda, al menos a la vista, fue llamada también Puerta del Obispo, pues sería un importante acceso y salida hacia La Corrada del Obispo, residencia episcopal y uno de los accesos a la catedral, por el que iremos nosotros a continuación de pasar delante de los conventos de San Pelayo y de San Vicente


La construcción del lienzo de la muralla entre las puertas de la Noceda y Gascona estuvo afectada por los intereses del monasterio de San Pelayo y sus propiedades en la zona, como también fue problemático el del tramo, conservado, que enseguida vamos a ver


Elegante fachada de azulejos blancos en esta casa a nuestra izquierda, arriba sin embargo se ha efectuado un recrecido que contrasta bastante con el resto


Su entrada está por este patrio central cerrado con portón-verja


Justo antes de la calle Paraíso, donde asoma ya la muralla, está el célebre bar El Refugio del Carbayón, mencionado en el blog Surcos del periodista Fernando Romero como uno de Los últimos chigres de Oviedo:
"Son apenas un puñado, pero ahí están, resistiendo el paso del tiempo, con dignidad y solera y manteniendo su personalidad. 
Ellos conservan los ambientes, los empleados, los clientes de siempre, sus especialidades culinarias, sus vinos de granel y su vajilla extemporánea, y no pasan de moda. A su alrededor hay muchos más establecimientos, con miles de euros de diseño invertido, estilo forzado, copas altas, clientes encorbatados y mucho cartón piedra. Pero para los chigres de toda la vida de Oviedo -cada vez menos- los nuevos bares no son ni fueron nunca competencia, porque sus clientes buscan lo que buscaban sus padres y sus abuelos: buen trato, calidad y autenticidad, valores cada vez más escasos. Vaya por delante que el recorrido que aquí hacemos no es exhaustivo. Son todos los que están, pero no están todos los que son. No andaríamos desacertados, sin embargo, si decimos que no hay más de una docena de estos chigres con solera en la ciudad".

A la derecha, donde ahora hay varias cervecerías, se encuentra La Calleja de la Ciega, rúa estrecha y con túnel, con llamativo nombre, que se supone era el apodo de una antigua vecina, nos cuentan de ello en la Enciclopedia de Oviedo:
"La Calleja de la Ciega arranca en la Calle Jovellanos marchando contigua a la Calle Martínez Vigil para acabar desembocando en forma de túnel en su primer tercio, en su acera derecha, tras haber tenido en su curso un nivel algunos metros inferior. Esta diferencia de rasante se deriva de las obras de elevación de Martínez Vigil –antigua Carretera de Gijón-, practicadas al parecer a raíz del acuerdo municipal del 25 de junio de 1892 para reformar su alineación. Con respecto a su nombre José Tolivar Faes (Nombres y cosas de las calles de Oviedo, ed: Excmo Ayuntamiento de Oviedo, Oviedo 1992, pag: 127) apunta que podría derivarse del mote de una popular vecina de la ciudad del siglo XVIII que padecía esta minusvalía. La denominación Calleja de la Ciega se alternó hasta bien entrado el siglo XIX con Calleja de Santullanu o Calle que va a Santullanu, así se refiere a ella un acuerdo municipal del 23 de abril de 1728, pues esta calleja formó parte de la via quae discurrit de Oveto ad Ecclesiam Snacti Julian según rezaba una donación de 1133 firmada por Alfonso VII".


En principio nada parece destacar especialmente salvo la oscuridad del callejón, sin embargo es un lugar de inusitado dinamismo


Aportamos un vídeo de La Calleja de la Ciega con su túnel, donde hay mucha actividad social y cultural, son Los artesanos ocultos de Oviedo, como los llama Idoya Rey en El Comercio del 2-5-2016:
"La gente que aún vive en La Calleja de la Ciega se conoce por su mote. Es una costumbre que viene de lejos, tanto que dio lugar hasta el mismo nombre a la callejuela, ese lugar que conserva el espíritu de barrio, esa familiaridad perdida en otras zonas de la ciudad, aunque en el pequeño callejón viva escondida. El túnel oculto es a efectos una vía más del mapa de la ciudad, pero no es una calle cualquiera. Está llena de sorpresas. A un lado y al otro.
Aunque Lorenzo brille en la ciudad, la Calleja de la Ciega siempre habita en penumbra, solventada por unas luces con sensores instaladas hace años por el Ayuntamiento. Es un lugar sugerente, lleno de secretos y leyendas. Esas que cuentan que tras los muros del túnel hay muchos caminos, subterfugios usados en la época medieval para dejar atrás la muralla. Cuentan que hay incluso quien al hacer obras en sus casas se encontró con unas escaleras que parecían que no conducían a ningún lugar, aunque en realidad llevaban a la calleja, ese carretera por donde circulaban los carruajes que dejaban Vetusta. 
Todos esos misterios han convivido a lo largo de la historia con muchos oficios que tenían sus talleres en los bajos de La Calleja de la Ciega. Desde un fábrica de colchones, una carpintería o un taller de fabricación de zapatos, talleres de artesanos que aún perviven en la actualidad. Al cruzar esa entrada que deja a ciegas, tras los pequeños portales de la callejuela que une Azcárraga y la parte baja de Martínez Vigil, se esconden diferentes tipos de artesanos y artistas. Desde un taller de arte, uno de restauración de muebles, otro que arregla vespas y una fábrica de cerveza artesanal. Es el resurgir de un lugar que encandila a todo el que lo visita. 
Le pasó hace unos meses a la artista Marta Fermín. En su búsqueda de un local para crear un centro creativo acabó en La Calleja. «Vine a ver el local que estaba en muy mal estado con maleza que inundaba gran parte del bajo y todo lo que allí habitaba. Nada más entrar vi las posibilidades del local, con el jardín de la parte trasera. Me pareció un lugar con un punto alternativo que reunía todo lo que yo quería», cuenta ahora desde Decero Espacio Creativo. Además iba a tener unos vecinos «de lujo», cuenta ahora que ya lo ha comprobado en primera persona. 
Uno de esos vecinos es Jaime Cepeda, que lleva 22 años con su taller de restauración de muebles, Cordobán, en la callejuela. Cuando él llego la zona no era la más recomendable de la ciudad, poco que ver con lo que es ahora. «Estaba lleno de yonkis y gente que vivía aquí. Llegué por casualidad, pero cuando vi esos terrenos, esos jardines y huertas que hay en pleno centro de Oviedo, decidí quedarme», relata. Fue pasando de un bajo a otro de esos edificios del túnel y lo hizo con ese taller que por aquel entonces era toda una novedad en la ciudad. «Teníamos trabajo de toda Asturias, luego se puso de moda», reconoce. Cada vez más gente opta por restaurar sus propios muebles. Pero no es lo mismo. Cepeda es un artesano, que atesora entre sus trabajos pasados la restauración de los bancos de la capilla y el paraninfo del Edificio Histórico de la Universidad, también lámparas de la institución académica y ha colaborado en la restauración de un retablo de la Catedral. 
Con Cepeda trabajaba en el taller Ricardo de Teresa que ahora ha cambiado de afición, aunque también se ha quedado en La Calleja. Al comienzo de ese túnel ha instalado un taller de reparación de vespas y lambrettas. «Soy un amateur. Llevo dos o tres años, pero por afición», asegura él que, cómo no, tiene una vespa. La calle, dice, tiene poco que ver con esa que se encontraron hace 20 años. Ha ido cambiando, en parte por la reivindicación de los residentes para colocar una valla que poder cerrar por la noche, para que pudieran seguir existiendo esos talleres que llevaban muchos años en La Calleja de la Ciega. 
Ahora, también existe un taller de cerveza artesana. El Ca Beleño, que como muchos de esos negocios también cuenta con una entrada por Martínez Vigil, muele allí el grano para elaborar su bebida en la fábrica de la parte superior. «También tengo allí el almacén donde se recibe la malta y la cebada y acabamos de instalar una pequeña planta embotelladora, una planta piloto», explica Frankie Delgado, el veterano de esos negocios de la zona. Llegó hace 30 años a Martínez Vigil y a esa parte trasera de los talleres que da a La Calleja de la Ciega. «Siempre fue una zona con talleres y había también una antigua bolera y un chigre, en la primera parte más alta de la calleja. Estaba llena de árboles y era una zona muy especial», relata. Por la calleja pasaba la salida hacia Gijón, «y estaba llena de calles paralelas que luego fueron cegadas. Asustaba un poco», reconoce el artesano de la cerveza. 
Frankie Delgado y Blanca Fresno se han unido a Fermín y a otros locales de las calles Azcárraga y Martínez Vigil, hasta sumar una docena, para crear una asociación cultural que dinamice la zona. Se llama Les Cuestes y aspira a convertirse en referente cultural y de ocio en la ciudad. «Queremos activar la zona mucho más. Que los ovetenses o los turistas que lleguen a Oviedo sepan que existe una calle en la que pueden tomarse una cerveza de calidad, ver un monólogo, asistir a un concierto o ver una exposición», relata Marta Fermín. «Lo que queremos es coordinar las programaciones de dos a tres meses vista para tener una programación lógica y constante durante todo el año», cuenta Delgado, presidente del nuevo colectivo, siempre defensor de la música en directo. «Los músicos y todo tipo de artistas necesitan espacios para entrenarse y nosotros nos unimos para ese apoyo a la cultura». Una unión para sacar el arte a la calle, también a la calleja. Ya han sido varios los artistas que quieren realizar intervenciones artísticas en el túnel. Para este mes está planeada una performance de La Xata la Rifa. «Es un lugar muy sugerente que pide vida», describe Fermín. 
La misma vida que tenía en el siglo XVIII, cuando toda la ciudad conocía a una popular vecina de la calle, una mujer privada de la vista que hizo cambiar el nombre, hizo que pasara de ser la calleja a Santullano a la actual Calleja de la Ciega, donde aún se conocen todos los vecinos".

Y aquí tenemos a la izquierda la calle Paraíso con el primer tramo del lienzo de la muralla más grande conservado. La muralla era, además de una defensa física, un símbolo de los fueros de la ciudad, garantizando su independencia frente a los poderes señoriales, no pocas veces hostiles, que imperaban en los territorios inmediatos. En El Libro de Oviedo de Fermín Canella Secades se dice de esta rúa lo siguiente:
"Paraíso.—Bajo la antigua muralla por la parte del E. En el diploma de la reina Urraca (la asturiana) de 1161 donando el palacio real y más á la iglesia, se dice que es con su plaza cerca de la fuente del bautisterio, que se llama paraiso ó paradiso; tal vez el terreno frente al actual palacio episcopal antes de construirse las llamadas casas del Chantre y del Deán, que están sobre solares y huertas lindantes con la calle del Paraíso.—Ent.: Postigo bajo.—Conc.: Vega".

La muralla, si bien parece haber sido terminada a últimos del siglo XIII a o principios del XIV, se sabe que aún en 1495 los Reyes Católicos concedieron tributos con el objeto de añadirle nuevas torres y más puertas. Carmen López Villaverde, por su parte engloba este periodo constructivo en la frase "Las obras se iniciaron en 1261 y terminaron probablemente durante el siglo XV".


Sobre ella, vemos los edificios del siglo XVII resultantes de la gran ampliación realizada de las edificaciones monacales del monasterio de San Vicente, por entonces, como dice López Villaverde, "la ciudad desbordó el perímetro de la muralla para extenderse extramuros y se adosaron a ella edificaciones varias. Durante el siglo XIX y XX siguió derribándose parte de ella". En la actualidad estos edificios, donde los benedictinos fundaron un colegio de Teología, forman parte de la Facultad de Psicología de la Universidad de Oviedo desde 1968. Más allá están la Casa Sacerdotal y, abajo en la calle, la antigua Fábrica del Gas, otro monumento importante que, aunque no veamos, queremos mencionar


Efectivamente, al ir perdiendo su valor defensivo, sus muros fueron aprovechados para las construcciones de la creciente población que, a partir del siglo XVII, se iba extendiendo cada vez más fuera de su enclave intramuros medieval, no demasiado aún, al menos hasta la llegada del ferrocarril, por lo que la cerca llegó bastante intacta hasta mediado el siglo XIX, pero es entonces cuando, con el crecimiento de la ciudad, demográfico e industrial y la necesidad de comunicación fluida hacia la Estación del Norte, y en las demás direcciones, fue derribada en su mayor parte


En el año 2021 fue sometida a una limpieza integral de suciedad y vegetación, quedando a la vista la marca de las que fueron sus almenas, rellenadas en una ampliación en altura posterior al siglo XV. No obstante las murallas no estaban a piedra vista sino que eran lisas y bien revestidas de una buena capa de cal con objeto de impermeabilizarlas. Recabamos más información en otro artículo de Guillermo Guiter para La Voz de Asturias, La muralla recupera sus almenas, publicado el 20 de noviembre de dicho año:
"La rehabilitación del mayor tramo conservado de la muralla medieval de Oviedo, el de la calle Paraíso, está casi concluida. El próximo viernes se retirarán los últimos andamios. Y uno de los hallazgos más interesantes que ha realizado el equipo de expertos es confirmar la existencia de una coronación almenada, la estructura típicamente defensiva de los recintos amurallados
Pues, aunque los expertos consideran que el monumento es en realidad una cerca (ya que carece de más elementos defensivos), su función era tanto fiscal, para delimitar los límites de la ciudad, como militar. No se aprecia desde abajo, pero la muralla es de dos metros y medio de ancho, lo que deja lugar a un paseo de ronda que permitía circular cómodamente soldados y armamento. 
El equipo que dirige el arquitecto José Ramón Fernández Molina ha trabajado intensamente durante siete meses, tras muchos años de parálisis administrativa del proyecto, «y una tremenda dejadez política y abandono durante medio siglo», según Fernández Molina. 
En el año 2008, una arqueóloga del equipo, Alicia García Fernández, ya había hecho un estudio sobre el muro, entonces lleno de maleza y suciedad, donde se intuían las líneas de las almenas medievales. Otro de los integrantes, Alejandro García (de la empresa Castrum, seguimiento arqueológico) explica que se han identificado 31 merlones (los picos de la muralla, ya que las almenas son, en realidad, los huecos) en dos tipologías en otros tantos tramos de 26 y 15 metros a diferentes alturas. Los más antiguos tienen 96 centímetros de ancho y los demás un poco más de un metro, vistos de frente. 
La cerca se diseñó con un remate almenado en torno a los siglos XIV y XV y después fue rellenado, como se puede ver actualmente tras la limpieza. También hay otra particularidad: algunos merlones poseen un hueco interior que no llega a ser una saetera, sino que más bien funcionaría como mirilla. 
Los expertos compararon la tipología con otras murallas como la de Llanes o Grado. «En los siglos XIII y XIV se produce un fenómeno de amurallamiento en Castilla y León y otras zonas; en este sentido la cerca tiene una función parecida: servir de delimitación desde el punto de vista fiscal y también como protección militar en el contexto de guerras intestinas como el enfrentamiento de Pedro I con Enrique de Trastámara», Explica Alejandro García. La función fiscal se refiere a los derechos de portazgo, el pago por el paso a través las puertas de la ciudad. 
Una muralla lisa 
En época medieval, el aspecto de la muralla era muy diferente: los huecos entre las piedras estaban rellenos con mortero de cal e incluso presentaba zonas recubiertas, en las que no se veía la mampostería. El cegado de las almenas y recrecimiento sobre el siglo XVII habría estado vinculado al mismo crecimiento urbano. 
Durante ese recrecido, explica Patricia Suárez, también responsable del seguimiento arqueológico, se habrían construido edificios cercanos o directamente adosados al lienzo interior, algunos de los cuales incluso ocuparon el paseo de ronda, como es el caso del monasterio de San Vicente (actualmente facultad de Psicología), una de cuyas esquinas se montó directamente sobre la muralla. Sin embargo, se debió de instalar entonces una pasarela para dar continuidad al paseo, ya que existe una escalera y quedan los mechinales, huecos en los que se insertaban vigas para sustentar la estructura de madera. 
Sin embargo, con el paso de los siglos se fueron superponiendo algunas construcciones, ocupando o derribando partes del muro. Incluso se abrieron huecos para ventanas de viviendas. Lamentablemente, de las nueve puertas que en su momento daban paso al recinto del Oviedo redondo no queda ninguna. Precisamente, entre ambos extremos del tramo de Paraíso existían dos de ellas. 
Según Suárez, el paso peatonal sobre la muralla es «recuperable en casi todo el tramo de la calle Paraíso mediante alguna solución arquitectónica. Se trataría de volver a poner en uso algo que por ley siempre perteneció al ayuntamiento, era público». Y es lo que quisieran que la Administración promueva. 
La arqueóloga Alicia García alabó la calidad de la intervención y lamentó las limitaciones que ha impuesto la imposibilidad de acceso a la parte interior y, por lo tanto, de realizar excavaciones en el subsuelo. 
Viejas piedras, nuevo material 
Por su parte, Araceli Rojo, de GEA Asesoría Geológica, se encargó del control petrológico y de recoger más de ochenta muestras de materiales de forma que los empleados en la restauración fueran los adecuados. No se puede aplicar cualquier cosa. «Lógicamente, los que se usaron a lo largo de los siglos no se ajustan a las normas actuales», por lo que al buscar nuevos materiales debieron intentar que se parecieran a los originales y al mismo tiempo brindar protección y estabilidad a la cerca. Se utilizaron morteros de cal y piedras de reposición para sellar huecos o zonas con problemas estructurales, procurando que tuvieran una permeabilidad adecuada. 
De hecho, existen numerosos agujeros en el muro que dejan pasar el agua e incluso, en el extremo de la calle Postigo aún se aprecian los restos relativamente recientes de lo que fue un pilón exterior asociado a un manantial. Un último tratamiento de protección consistió en recubrir la muralla con material hidrofugante, que ofrece algo de protección contra la humedad y la polución. 
Con la iglesia topamos... 
José Ramón Fernández Molina dirigió dice que el equipo multidisciplinar «buscaba la excelencia por responsabilidad», para realizar una obra necesaria en un monumento «dejado de la mano de Dios durante 50 años de forma impresentable». En 2017, Molina realizó un estudio para la rehabilitación que estuvo parado por diferentes motivos hasta este año, cuando finalmente se pudo comenzar. 
Pero aún quedan varias importantes asignaturas pendientes. La más urgente, eliminar el recrecido realizado por la Casa Sacerdotal, un abigarrado muro con tejadillos, jardineras e incluso un almacén, situados sobre la misma muralla. Un parche chapucero que el Arzobispado se niega a suprimir. En opinión de Fernández Molina, tanto el ayuntamiento como el Principado son responsables de esa aberración, «por dejación y por no querer enfrentarse a la Iglesia, que considera que la muralla es suya. Y no lo es». 
De nada sirvieron los intentos de acercamiento o diálogo, ya que la institución religiosa se negó en redondo a desalojar el monumento público, un valioso patrimonio que usa como patio trasero. Incluso se negaron a cortar un seto cuyas raíces están junto a la estructura, y solo accedieron a podarlo. «Y todo eso genera patologías importantes al muro, humedades e incluso probables derrumbamientos. En una parte había un agujero enorme que tuvimos que tapar para evitar que una parte del lienzo se venga abajo», explica Fernández Molina.Hasta se han detectado vertidos de aguas fecales en la zona, «probablemente de la misma Casa Sacerdotal». 
Este asunto, añade el arquitecto, «para nada se compadece con la aspiración de que Oviedo sea Patrimonio de la Humanidad de la Unesco» como pretende el consistorio. 
Otra de las importantes tareas por realizar es el examen y recuperación del lado interior de la muralla, que linda, además de con la Casa Sacerdotal, con el Conservatorio de música, las dependencias de la Cocina Económica y de las religiosas de María Inmaculada, la facultad de Psicología y los patios de varios pequeños edificios del último tramo, más próximo a la calle Azcárraga. 
En este sentido, dicen los arqueólogos, realizar excavaciones y un examen en profundidad aportaría «una información riquísima para la historia del urbanismo de Oviedo», además de preservar y poner en valor uno de los monumentos menos atendidos de la ciudad y no por ello menos importante. 
La idea en la que insiste Fernández Molina es que se recupere todo el paseo de ronda, que además podría ser un gran atractivo turístico y se peatonalice la calle Paraíso, se instalen cámaras de vigilancia y buena iluminación. Además, un factor muy importante sería la rehabilitación de algunos de los edificios más antiguos de esa vía «con ayudas públicas, sin perjudicar a los propietarios», insistió el arquitecto, de forma que constituya un atractivo para los peatones e incluso que fomente la instalación de comercio. Darle vida. Un instrumento sería, según el arquitecto, la delimitación como Área de Rehabilitación Integral (ARI). 
Fernández Molina apunta que la Administración debe generar mucha más seguridad para la muralla en aspectos jurídicos. Eso pasaría por buscar acuerdos con los propietarios de los edificios colindantes y plantear un entorno de protección. Si bien es cierto que es un BIC (Bien de Interés Cultural), la declaración es antigua y adolece de indefinición en cuanto a ese entorno. 
En el equipo de restauración intervinieron otros expertos como Carlos Gómez León (aparejador director de la ejecución de la obra), Luisa Fernández Sánchez (arqueología), José Avelino Gutiérrez (asesor científico) o Eduardo Soto, encargado de obra «todos ellos con una enorme y valiosa experiencia», según recalca Fernández Molina."

En la esquina entre las calles Azcárraga o La Cuesta la Vega y Paraíso hay además una casa, restaurada, de mucho interés

Esta es su fachada principal, mirando a la calle Paraíso y a la muralla

En ella aparece un escudo del reino

Desde la calle Paraíso y la muralla (que da nombre a un bar pegado a ella, el de tres puertas de arco de medio punto) continuamos subiendo un poco más por la calle Azcárraga que, al unirse unos pocos metros más arriba con la calle Martínez Vigil (obispo entre 1884 y 1904), pasará a ser la calle Jovellanos, que dejaremos a la izquierda, ante el monumento al ilustrado, para tomar a la izquierda la calle San Vicente, en dirección a este antiguo convento pasando primeramente por el de San Pelayo...



















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