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jueves, 30 de diciembre de 2021

LA CALLE GALIANA (AVILÉS, ASTURIAS) EL ENCANTO DE LOS SOPORTALES Y AQUELLOS RECUERDOS DE "LA MOVIDA": DEL PALACIO BALSERA AL JESUSÍN DE GALIANA Y EL CARBAYEDO

Avilés. Comienzo de la calle Galiana. Al fondo empiezan los soportales

El Camino de Santiago del Norte atraviesa el centro de Avilés por sus casco histórico y, por El Parche (Plaza de España), continúa a la calle La Ferrería por lo que sería el antiguo Avilés intramuros de las desaparecidas murallas medievales. No obstante, para los peregrinos curiosos y amantes de los lugares por los que pasan, animamos a descubrir, al lado de El Parche, el antiguo convento de San Francisco del Monte (hoy iglesia parroquial de San Nicolás de Bari), la Plaza de Domingo Álvarez Acebal y, seguidamente, la calle Galiana, de las formadas con el llamado ensanche barroco, fuera de las puertas de la cerca fortificada de la vieja población aforada por los reyes Alfonsos VI y VII

La calle Galiana, nacida al amparo de esta entrada y salida a La Villa (Avilés medieval intramuros), en torno a los huertos y campos de los frailes de San Francisco, podría decirse que se configuró como tal en 1663, cuando se hicieron las primeras casas, pensadas para labradores y gente pobre principalmente, en solares cedidos "a foro" por el Ayuntamiento cinco años antes, en 1658

El foro era un contrato agrario por el que el dueño del terreno o forista cede su posesión durante un tiempo a cambio de recibir una renta del foratario. En su parte posterior tenían y tienen terrenos pensados para huertas, que sigue habiendo, así como para ganado y cuadras. Pronto llegarían a asentarse aquí artesanos y algunos clérigos

Justo antes de empezar la calle Galiana, en la esquina de la Plaza de Domingo Álvarez Acebal (El Jardinín), está el Palacio Balsera, ejemplo de vivienda burguesa industrial, de un estilo "a medio camino entre el modernismo y eclecticismo", propiedad que fue del empresario Victoriano Fernández Balsera y ahora es el Conservatorio Municipal de Música Julián Orbón, de ella y de toda la plaza junto con el antiguo convento y calle de San Francisco hablamos oportunamente en la correspondiente entrada de blog

Julia de la Riva fue la rica propietaria del lugar que cedió los terrenos correspondientes para abrir esta calle en la cual antaño lucían los jardines del Palacio Balsera. Enfrente, empezando Galiana, sacan sus terrazas a la calle los primeros establecimientos hosteleros que desde hace décadas, cambiando de nombre, gerencia y a la vez adaptándose a los cambiantes gustos de la ciudadanía, hacen famosa a la calle y a todo el casco antiguo avilesino en general

Aquí, en el bajo de este bello edificio de galerías, está por ejemplo El Bello Otero, de Miguel Villabrille Fernández, uno de los empresarios de hostelería más renombrados de Avilés. En la entrevista que le hace C. Del Río para La Voz de Avilés-El Comercio del 28-5-2023 le presenta de esta manera:

"Miguel Villabrille Fernández (Avilés, 1980) lleva la hostelería en las venas. Se crió tras las barras del Siboney y El Cazador (Pravia) que regentaron sus padres y enseguida quiso volar por su cuenta. Ha estado detrás de La Antigua y del Summum, pero su nombre está vinculado al Plaza's y, desde hace poco, a El Bello Otero. Un hostelero que procura no caer en la autocomplacencia y que mira hacia delante con la intención de seguir apostando por una hostelería de calidad e innovadora."

La terraza aprovecha el espacio entre estas primeras casas del comienzo de la rúa y las siguientes, estas ya con los clásicos soportales del llamado estilo Avilés, que caracterizan esta y otras calles históricas, como la de Rivero, por donde el Camino ha entrado en el casco histórico

Seguidamente y antes de los famosos soportales de Galiana, hay un par de casas, en la de la derecha vivió la poetisa Ana de Valle, nacida en el año 1900 como Anita Casilda Arias Iglesias, cuyos primeros versos publicó con 24 años en La Voz de Avilés. adoptando el apellido de su marido, el encuadernador Eladio García Valle, con quien se casó a los 21 años y con quien regentó su negocio en Avilés. Vemos su biografía en el blog Los ojos de Hipatia:

"...Su padre, Francisco Arias, era afilador y jornalero, mientras que su madre, María Iglesias, era maestra de profesión. Se casó con Eladio García Valle, pasando a colaborar con él en el taller de encuadernación que poseían. Ana Arias era poeta y había comenzado a publicar sus poemas en “La Voz de Avilés” y en la revista “El Bollo” en la década de los años veinte. En 1925 publicó el poema “Eternidad”, que podría ser calificado como neorromántico, aunque luego evolucionaría gracias a la influencia del surrealismo, como pondría de manifiesto en su poema “La hora rosa”, aparecido en “El Bollo” en 1932. De ese año es su primera obra “Pájaro azul”, que es una recopilación de poemas. Aunque su obra no pueda enmarcarse en una corriente literaria concreta, Ana Arias escribió cuando  la llamada Generación del 27 y las vanguardias vivían su momento de gloria. De ahí, la influencia de estilo como hija de su época. De hecho  el título “Pájaro azul” es un guiño a uno de sus maestros, Lumen, a quien ella admiraba profundamente. 

En 1934 decidió ingresar en la UGT y al año siguiente en el PSOE, en la Agrupación Socialistas de Avilés. Participó activamente en dicha Agrupación, ya que estuvo al frente de la Secretaría Femenina y presidió el Grupo Femenino Socialista.
Cuando Asturias cayó en el mes de octubre de 1937 se trasladó a Cataluña con sus padres e hijas porque su marido había quedado detenido. En Barcelona sufrirá intensamente al perder a su padre en un bombardeo y dispersarse su familia, aunque luego encontró a su madre e hijas acogidas por dos matrimonios, uno francés y otro belga.
Al terminar la contienda marchó a Francia, residiendo en distintas localidades. Por fin, encontró estabilidad en Bedarieux, donde regentó un taller de costura, sin olvidar su militancia socialista, ya que perteneció a las Secciones locales de la UGT y PSOE. Sus hijas echaron raíces en Francia y Bélgica.
Al principio de los años cincuenta regresó a Avilés donde pudo reencontrarse con su esposo. Llevaban catorce años separados. En Asturias reemprendió su vocación literaria, empleando el pseudónimo de “María de la Estrella”, aunque es conocida como Ana de Valle, al adoptar el apellido de su esposo. Cuando se quedó viuda decidió marcharse a Lieja donde vivía su hermano Celestino. En una localidad cercana moriría en el año 1984. Sus cenizas fueron llevadas a Avilés, descansando con los restos de su marido
En el año 2000, coincidiendo con el centenario de su nacimiento, se publicó una antología de su obra. El escritor e investigador José Manuel Feito ha publicado el libro “La espiritualidad en la vida y obra de Ana de Valle”. En 1980 el Ayuntamiento de Avilés creó el certamen “Ana de Valle”. En el año 2014 el diario “La Voz de Avilés” le rindió un homenaje.
Las últimas obras de nuestra protagonista fueron “Tallos nuevos”, publicada en 1972, “Tránsito a la alegría”, editada en 1974, “Al ritmo de mis horas” (1976), “Escorzos” (1978) y “La otra serenidad” (1980), todas ellas editadas en Avilés. En 1963 ganó un concurso de sonetos con “Sándalo”. 
La hermana de Ana Arias, fue Nieves Arias, fue una de las primeras mujeres que participó en un gobierno local en Asturias, en Avilés, entre la primavera y el otoño de 1937".

También el gran cronista Alberto del Río Legazpi escribe de ella en El Comercio-La Voz de Avilés el 27-8-2017 en uno de sus famosos Episodios Avilesinos...

"Era una de los tres hijos (los otros fueron Celestino y Nieves) del matrimonio formado por Francisco Arias, afilador y jornalero,  y María Iglesias, maestra de Sabug  
Anita vive infancia y juventud en Avilés y se casa en julio de 1921 con Eladio García Valle, del que adoptaría más tarde el segundo apellido para uso literario (Ana de Valle) y con quien compartiría también labores artesanales en su taller de encuadernación de la plaza de Álvarez Acebal, contiguo al primer arco de Galiana, donde hoy se puede ver una lápida que recuerda a la poeta  
Publicó sus primeros poemas en el diario LA VOZ DE AVILÉS en 1924, colaborando después en distintas revistas y publicaciones hasta que en 1932 ve la luz su primer libro ‘Pájaro Azul’.  
Hace deporte (velocidad y salto) en la Asociación Atlética Avilesina y también ingresa en el PSOE donde desarrolla una intensa actividad en pro de la emancipación de la mujer, pero no deja de seguir publicando poesía en distintos medios, hasta que en octubre de 1937, próximas a entrar en la ciudad las tropas de Franco, Anita Arias (Ana de Valle como firmaba sus trabajos poéticos) sale de Avilés (su marido estaba en el frente combatiendo en el bando republicano) con sus padres y sus tres hijas (Ana María, Margarita y Rosario) con destino a Barcelona. Será el inicio hacia el exilio.  
 Es en la capital catalana donde el estallido de un bombardeo sobre la ciudad dispersará por años a la familia. Fue algo terrible. A Ana y a su padre las explosiones los pilló mientras guardaban cola para retirar alimentos, el padre resulta herido y Anita lo acompaña al hospital donde nada pueden hacer por él los médicos. Al regresar al domicilio familiar lo encuentra vacío pues su madre y sus hijas, ante la tardanza de Ana y temiéndose lo peor, huyen hacia Francia como miles de personas en la estampida originada por el citado bombardeo y la aproximación de las tropas de Franco. Ana, en solitario, se ve obligada también a cruzar la frontera, hay que suponer que en un lamentable estado de ánimo. Mientras, su marido Eladio, ignorante de todos estos hechos regresaba a Avilés poco después de finalizada la contienda civil.  
Estalla la segunda Guerra Mundial y Francia es invadida por los nazis. Anita Arias, que no sale de una para entrar en otra, pasará trece años en el exilio, primero en Narbona y luego en Gierp, pequeño pueblo minero, ganándose la vida en un taller de costura. A sus hijas, después de una agotadora búsqueda las acaba encontrando acogidas por un matrimonio belga y otro francés. Tiene que esperar hasta 1952 para volver a Avilés ella sola –pues con el tiempo sus hijas echarán raíces en Francia, dos de ellas y en Bélgica la otra– y rehacer su vida junto a su marido.  
Esta mujer fue una gran persona de esas que agradeces conocer y de la que guardas memoria. Comprometida políticamente en tiempos difíciles se enfrentó a ellos con trabajo, sencillez, fortaleza y por supuesto con poesía, que no es poco. Recuerdo su particular Padrenuestro: «Hoy te diría, Señor, / Padre nuestro que estás/ entre todos/ ¡tan cercano y tan lejano!/ líbranos un poco de nosotros/ mismos/ y de los otros también, / por los siglos de los siglos/ amén».  
Pero lo admirable de ella fue ese caminar con delicada sencillez por la vida, donde quienes la conocieron nunca la oyeron hablar con rencor en lo que se refiere al drama personal que llevó a cuestas, ni tampoco mostrar odio o resentimiento en tiempos feroces; le tengo leído a José Luis García Martín que «fue una escritora a la que el miedo no dejó crecer».  
Ana de Valle está en ‘stand by’ vital, a la espera, buscándose, como confiesa en un poema escrito a los 80 años: «Traspasada estoy/ por un puñal certero/ y todavía me espero… Qué importa el tiempo/ si cada día que pasa/ hay más luz dentro».  
Volvería a la burbuja familiar, a Bélgica, con una de sus hijas, donde fallecería en 1983. Su marido Eladio había muerto, en 1975, durante unas vacaciones en Llanes.  
Ana de Valle tiene dedicada una calle en Avilés, una placa en la casa donde vivió, un premio nacional de poesía que lleva su nombre y muchos homenajes. Su obra literaria es episodio aparte, como también aparte fue esta mujer de espíritu juvenil y tacón alto, de tan menuda apariencia física como mayúscula categoría humana.  
Soy del tamaño de lo que veo y no del tamaño de mi estatura, decía el gran Fernando Pessoa. Como anillo al dedo le queda eso a Ana de Valle"

En el mismo periódico, Fernando del Busto publica, el 6 de agosto de 2020, el artículo Ana de Valle la huella que no se borra, dedicado a la celebración de los 120 años de su nacimiento:

"Ana de Valle, una autora más recordada y querida en Avilés que, posiblemente leída, como lo evidencian los 49 préstamos que, hasta esta semana se han registrado en los diez ejemplares existentes en la red pública de bibliotecas del Principado de Asturias de 'Al hilo de una vida', la antología que en el año 2000 editaron Eugenio Bueno y Marián Suárez, dos de sus grandes amigos, para facilitar la lectura de una autora cuya obra es difícilmente accesible. Pero ello no impide que Ana de Valle siga en el imaginario colectivo. Es el contrapunto femenino de Armando Palacio Valdés, ella poeta, él narrador; ambos con existencias trágicamente marcadas por la Guerra Civil.

Las huellas físicas de Ana de Valle se concentran en tres puntos diferentes de Avilés. En el barrio de Versalles, una calle homenajea su figura al igual que la placa que en la plaza de Álvarez Acebal recuerda el taller de encuadernación donde trabajó y su vivienda, lugar de encuentro del colectivo de los 'Jueves literarios', grupo donde amistad y literatura generaron fuertes lazos que aún hoy perviven enlazando diferentes grupos generacionales. 
Por último, sus restos mortales descansan en el cementerio de La Carriona, al lado de su esposo, Eladio García Valle, en un tumba donde no faltan las flores frescas y donde se han celebrado diferentes homenajes. 
En ese recorrido, cabría hacer un alto en la Biblioteca Municipal Bances Candamo, aunque sólo sea como recordatorio de su producción literaria. El centenario de su nacimiento justificó la edición de una antología y que permite acceder a una obra que llegó a los lectores en libros como 'Tallos nuevos' (1972), 'Tránsito a la alegría' (1974) o 'Escorzos' (1978). Ocho años después, en 2008, el recientemente fallecido José Manuel Feito editó 'La espiritualidad en la vida y obra de Ana de Valle' que, en la actualidad, es el mayor acercamiento crítico a su escritura. 
Pero las huellas de Ana de Valle van mucho más allá. Esta misma semana, la Asociación de Vecinos de La Luz subía a la Wikipedia, la mayor fuente de consulta del mundo en Internet, una entrada sobre la autora que se une a las diferentes páginas en la red que se pueden leer. 
En vida, Ana de Valle disfrutó de la amistad de diferentes escritores avilesinos. Fue el germen del grupo 'Jueves literarios' de donde saldría un suplemento literario en LA VOZ DE AVILÉS y también un certamen que, dedicado a la poesía, vivió varias épocas. En su palmarés aparecen nombres como Felipe Benítez Reyes, Luis Miguel Rabanal, Esperanza Medina y Natalia Menéndez; los tres últimos vinculados a Avilés. 
La huella de la escritora no se apagó tras su muerte, ocurrida en 1984. Con motivo del centenario de su nacimiento, en el año 2000, se celebraron diferentes actividades en Avilés. Ya se ha citado la edición de la antología, pero especialmente entrañable fue la visita de dos de sus hijas, Ana y Charo, a la ciudad. 
Catorce años después, con motivo del treinta aniversario de su fallecimiento, el Aula de Cultura de LA VOZ DE AVILÉS organizó un homenaje que recordaba la figura literaria y personal de Ana de Valle con diferentes actividades, incluyendo un recital en la Casa Municipal de Cultura. La cita era especialmente emotiva, ya que LA VOZ acogió las primeras publicaciones de una joven autora que siempre encontró las páginas del diario abiertas y donde contó con la amistad de Manuel González Wes y de su hijo, Juan González Wes. Porque, escribir de Ana de Valle implica aludir a las amistades que cultivó en vida, que unieron generaciones y las siguen uniendo. Es su mayor huella"

A partir de aquí Galiana un muy buen ejemplo de calle porticada pues su modelo constructivo imperante se basa en el soportal, característico de la arquitectura avilesina y pensado para que los artesanos pudiesen trabajar afuera, a la vista de la gente que transitaba, protegiéndose cuando de la lluvia y el frío, cuando del intenso sol y calor

De este lugar, al principio de la calle, escribe Armando Palacio Valdés, vecino de la cercana y también soportalada calle Rivero, en La novela de un novelista:

"... al comenzar los arcos de Galiana, tropezaba debajo de ellos con otro respetable personaje, don Manolo P. Vestía igualmente levita y sombrero de copa. Su bastón era una primorosa caña de Indias con puño de marfil y contera de la misma materia, que rara vez ponía en el suelo por no estropearla, según se decía maliciosamente en la villa. Frisaba ya en los cincuenta años; el rostro cuidadosamente rasurado y tan rojo y congestionado, que daba en violáceo: parecía una figura de la corte de Carlos IV. Este grave sujeto paseaba con la mayor solemnidad por delante de su casa, deteniéndose a menudo delante de una hojalatería próxima a ella y cambiando con el hojalatero algunos pensamientos más o menos trascendentales. Miraba fijamente a los transeúntes como si sospechase de su honradez; la mía debía inspirarle mayores dudas que la de ningún otro, a juzgar por la insistencia con que sus grandes ojos redondos me seguían. Tenía el título de abogado, pero no ejercía su profesión; vivía de sus rentas y era un caballero tan digno y venerable, que como imposible tenía yo que nadie osara faltarle al respeto. Sin embargo, este imposible se realizó. Un borracho llamado Platina se acercó a él un día tambaleándose: 

—¿A que no sabe usted, don Manolo, en qué se parece usted a San Roque?

 —No adivino

 —respondió nuestro caballero, abriendo todavía más sus grandes ojos redondos. 

—En que San Roque es abogado de la peste y usted es la peste de los abogados. Da grima pensar que en este mundo nadie pueda verse libre de un insulto soez, ni aun los más altos próceres que, como éste, son ornato de su pueblo nativo y orgullo de sus convecinos"

Fijémonos ahora en el pavimento bajo los soportales, una parte empedrada para el ganado y gentes que calzaban madreñes y otra de losa, pegada a las casas, para los demás viandantes. Leemos en www.aviles.es esto referente a Galiana:
"Es, junto con la de Rivero, de las más singulares y populares calles de la ciudad. La parte soportalada, contemplada desde su inicio en la plaza Álvarez Acebal, forma un encantador laberinto interminable a la vista. 
Construida en el siglo XVII, coincidiendo con la expansión de la ciudad fuera del conjunto amurallado. Tiene una gran zona totalmente soportalada: son 252 metros a cubierto. Muchos de los edificios construidos entonces siguen hoy existiendo sin muchas alteraciones."

Son en total unos 252 metros de soportales y un centenar de columnas. La calle propiamente dicha, si bien podían circular peatones, era tradicionalmente para los carros


Los artesanos tenían en la planta baja su taller, pero ellos, que trabajaban muchas horas, podían estar al aire libre en este gran espacio de paseo y socialización, máxime si tenemos en cuenta que era esta una de las grandes entradas de productos y gentes del campo a  La Villa, y que en El Carbayedo, hacia donde nos dirigimos, estuvo durante siglos el mercado:

"El modelo constructivo se basa en lo que ya era tradición en la ciudad: el soportal, que cobijaba de la lluvia y del sol a los artesanos, cuya actividad era muy intensa, y los lugareños que se dedicaban a estos menesteres podían trabajar bajo techado al aire libre, teniendo el almacén en la planta baja y la vivienda en el piso superior. Presentan una singularidad respecto a otras calles soportaladas: las partes traseras de las viviendas tenían, y tienen, su huerto, con lo que los moradores disponían de una buena despensa alimenticia y también servía para cobijar, preferentemente, ganado vacuno."


El nombre de la calle se sabe viene del latín Galliana, denominación de los caminos procedentes de Francia (Galia) que ha dado nombre a varias poblaciones españolas y ha sido el origen de este apellido. Alberto del Río Legazpi dice es sinónimo de cañada, nada incompatible con lo anterior, pues se trata de caminos ancestrales que desde la remota antigüedad eran de pastores trashumantes entre los pastos costeros y los de la montaña. En este sentido no deja de llamar la atención la Cañada Real Galiana, que atraviesa la península de La Rioja a Ciudad Real

Entre aproximadamente mediados de las décadas de 1980 y 1990 Galiana fue, como Rivero, La Ferrería y otras del casco antiguo, la zona de copas de La Movida. De ello tiene un artículo Arturo Suárez en el que recuerda los muchos locales de moda para la juventud de entonces:

"La que fue llamada "movida de Avilés" o también conocida como "movida de Asturias". Todavía recordando los principios de los 90, cuando salías de tu casa a las 10 de la noche, con la Peña. Recordando los cachis el Tina, el Arbolín, del Nº1, el Oriente, las noches pasadas sentado en una acera, con la música de Duncan Dhu o Gabinete Galigari de fondo. Como iba avanzando la noche unos se quedaban en Rivero, grandes locales, buena música, buen rollo. El Ñeru, El Filandón, La Galería, El BajaMás, El Otto . Otros nos ibamos a Galiana, locales más pequeños pero que también tenían su encanto, El Triskel ( que recuerdos), El Trasgu, El Truebano, El Aquelarre, La Destilería, El Junior........ Pero ahí no se acababa la noche, todavía quedaban dos alternativas, unos optaban por seguir para arriba, la zona de Carbayedo, allí esperaban locales para mover el cuerpo, con alternativas latinas. La Farandula, El Niebla, El Santacole, El Cocolé..... Otros optaban por ir para abajo, la Calle de Los Cuernos, calle estrecha pero con grandes garitos,  El Trebeyu, La Caseta, El Street. Que noches cuando miles de avilesin@s se echaban a la calle para olvidar sus preocupaciones y compartir unas cervezas, al ritmo de la música del momento. Luego llegó el final de los 90, cuando uno tras otro de los bares de Galiana, Carbayedo y La Calle de los Cuernos, iban sirviendo sus últimas cervezas y guardando para siempre sus discos de vinilo. Llegaba el momento de que la Ferrería que hasta esos momentos estaba relegada a la ruta de los vinos tomara el relevo. Fue el auge de grandes pafetos, El Boss, El Boxu, El Don, La Licorería, El Queen Maeve, que se unieron a los dos que ya existían en esa zona, La Carava(hoy el Cafetón) y el Oso."

Dice Alberto del Río Legazpi que fue el novelista Armando Palacio Valdés, afincando en Avilés, al comienzo de la calle Rivero y ante cuya casa pasamos al llegar a El Parche, que fue el primero en promocionar Galiana literariamente, pues en su obra La novela de un novelista, publicada en 1921, le dedica todo un episodio: La Batalla de Galiana, narrando los enfrentamientos y rivalidades entre los mozos de esta calle con los de la de Rivero y los del barrio marinero de Sabugo. Curiosamente esta calle llevó su nombre entre 1918 y 1945, por eso escribe al empezar el capítulo...
"No he leído la descripción de esta batalla en ninguna historia contemporánea. No la he visto tampoco citada en las efemérides de los almanaques de pared. Creo, por tanto, que se me agradecerá el que venga a llenar un vacío en la historia militar de España. Si no se me agradece, peor para los ingratos. La calle de Galiana, donde se ha librado, lleva hoy mi nombre. Para que las futuras generaciones no se equivoquen suponiendo que se le ha dado por haber sido yo el general victorioso que dirigió esta batalla, me cumple declarar que no he sido en ella más que un humilde soldado, y no del ejército vencedor, sino del vencido.

Descargada así mi conciencia, penetro en los dominios de la historia. 

Entre Rivero y Galiana existía desde hacía muchos siglos un antagonismo irreductible. Si hablabais a un chico de Rivero de los zagales de Galiana, crujía los dientes y dejaba escapar por la nariz resoplidos de fiera. Si mentaban delante de uno de Galiana a los rapazucos de Rivero le veríais poner los ojos en blanco y escupir. Ignoro qué agravios podían tener los unos de los otros, pero se odiaban como si en la antigüedad existiese un Paris de Galiana que hubiera raptado a una Helena de Rivero, o viceversa. Por lo tanto, los choques eran frecuentes. Sin embargo, aunque se hablaba entre nosotros de formidables batallas libradas en tiempos remotos, cuya narración circunstanciada se conserva en los archivos del Ayuntamiento, en el mío no se había efectuado ninguna. Todo se reducía a operaciones de poca monta y a torneos individuales. Un chico de Galiana desafiaba a otro de Rivero, y a la salida de la escuela se daban de moquetes en el muelle o en el Campo Caín. Algunas veces eran dos contra dos o tres contra tres, como en los Horacios y Curiacios..."

A la izquierda de la calle no hay soportales, salvo en estas primeras casas, pero en las fachadas que miran a El Jardinín (Plaza Domingo Álvarez Acebal). Fueron construidas entre los siglos XIX y XX en el espacio entre la calle y los jardines del Palacio Ferrera, por eso se suele hablar de "las dos Galianas", la de la acera derecha y la de la izquierda, que formaron parte de lasa huertas del monasterio y de las posesiones de los marqueses de Ferrera, dueños y señores del palacio


Hasta los años 70 del siglo XX los días de mercado en El Carbayedo (al final de la calle) eran un hervidero de gente que se desparramaba también por Galiana y sus puestos de artesanos, tiendas y alguna tasca


Luego se decía que "en los 80 llegó La Movida y en los 90 la decadencia", el eje comercial primero y el de ocio después se desplazaron a otros lugares, según las cambiantes preferencias del momento


Esta casa de planta baja a la izquierda es especialmente importante; aquí fue maestro Florentino F. Carbayeda


Una placa, colocada por sus exalumnos, le recuerda. Leemos textualmente:
AQUI EJERCIO DE MAESTRO
HASTA SU FALLECIMIENTO
EL EDUCADOR EJEMPLAR
FLORENTINOF. CARBAYEDA
SUS EXALUMNOS LE DEDICAN
ESTE RECUERDO
1891 1965

En la actualidad, como casi todos los bajos abiertos de la calle, abre sus puertas un negocio de hostelería


Puede decirse como curiosidad que puede ser la única casa de planta baja de toda la calle, hasta su mismo final en El Carbayedo


En los soportales, todos de momento solo a la derecha, hay columnas de diferentes estilos, estas por ejemplo de traza cuadrada

Grandes arcos señalan el tránsito en la calle porticada del paso del tramo de un edificio al siguiente

A la izquierda se suceden una serie de quintas y palacios urbanos, con jardín, los cuales empezarían a construirse a mediados del siglo XIX en lo que habrían sido  las huertas del desamortizado convento de San Francisco

Su estilo urbano-residencial delata la evolución urbana de lo que aún por entonces era el extrarradio avilesino. En este primer bajo está ahora el Restaurante Santa Cecilia



Y a continuación el Centro de Formación Profesional Específica, fundado en 1999. En www.aviles.es dicen así de esta parte izquierda de la calle:
"A pesar de que la singularidad de la calle Galiana le viene dada por la zona soportalada, hay en la parte izquierda ascendente de la misma, edificios relevantes de distinta factura. No en vano fue esa una zona residencial, desde hace más de un siglo, claramente diferenciada de la gente humilde que moraba al otro lado de la calle."

Pero a la derecha siguen siendo los soportales la tónica dominante, los de estas dos casas de la derecha siguen siendo de columnas de traza cuadrada


Estas son casas altas, de vecindad, construidas también posteriormente a las primeras casas de Galiana, tal vez sobre otras más antiguas, pero que mantuvieron su estructura porticada si bien diferente a la de las otras


Estos pórticos están comunicados cada cierto tramo con la calle por unos escalones de piedra, al estar a un nivel superior, un poco más elevado


Los bajos no están todos ocupados, durante los años de la movida lo estuvieron prácticamente todos. Fijémonos en todos los detalles de esta fachada y arriba en un ático-bajocubierta que tal vez sea un elemento añadido al edificio original


De la misma manera que hay diferentes tipos de columnas también veremos varios estilos de soportales. Vienen ahora un par de casas que se forman mediante arcos de medio punto


Ambas casas de arcos de medio punto, además de ser de diferente altura y estructura, no están seguidas. Aquí los soportales se interrumpen y desaparecen en dos viviendas intermedias entre ambas, a la derecha


Al pasar vamos a fijarnos en la pared lateral de esta casa donde se acaban los soportales, pues veremos una placa justo a la derecha de la ventana del primer piso, casi en la esquina


Nos recuerda que aquí también hubo maestros, pues en ella se lee:
EN HOMENAJE A DON ANGEL SERRANO
VILLANUEVA Y A SU ESPOSA, DOÑA
TEOFILA CHICO GARRANCHON, QUE EN ESTA CASA
IMPARTIERON LA ENSEÑANZA A VARIAS GENERACIONES.

QUIENES FUERON ALUMNOS SUYOS LES 
DEDICAN, AGRADECIDOS.
ESTE RECUERDO

MAYO 1992




Vista ahora, desde aquí hacia atrás, del primer tramo de soportales hasta esta su interrupción en mitad de la calle


Y vista ahora hacia adelante del segundo tramo de soportales de Galiana, que llega ya, ininterrumpidamente, hasta El Carbayedo


Buena parte de este tramo de soportales son ahora terrazas hosteleras, antes los bajos eran de artesanos de madreñes, gadaños, goxos (capazos), etc., que hace ya mucho que desaparecieron


A la izquierda los jardines del Restaurante Santa Cecilia, donde se celebran fiestas, bodas y conciertos. Un poco más allá está la casa de los Arias de la Noceda, proyectada en 1883 por Federico Ureña y González Olivares, director de obras municipales de Avilés. En esta fachada viene a imitar el estilo de los palacios rurales asturianos de los siglos XVII y XVIII, con hermoso y gran jardín cerrado por verja. Es en la actualidad sede de los servicios sociales y medioambientales del Ayuntamiento de Avilés. La palmera delata que su dueño era un indiano de los que hicieron fortuna en Cuba


La calle sube ligera pero prolongadamente, una buena rampa por la que bajan las carrozas "disfrazadas" del famoso Descenso Internacional de Galiana, que desde 1987 forma parte de las fiestas del Antroxu, el carnaval avilesino, con sus cañones de espuma


A la derecha, observemos esta primera casa, con estilo palacial, a la que ya antes nos referíamos, cuyos soportales son de arcos de medio punto, no de columnas, y tiene arriba tres balcones de hierro forjado asomados a la calle



Calle donde la hostelería saca las terrazas, según van avanzando la mañana, un buen lugar para hacer un alto y descansar de nuestras caminatas


Más de mañana, cuando las mesas aún no han sido puestas, este pórtico constituye un verdadero paseo cubierto


Desde este arco, donde está la escalera que comunica los soportales con la calle, tenemos otra buena vista del jardín de la izquierda de la rúa


Al otro lado de los árboles del fondo se extiende el Parque Ferrera, al que, dado que se puede visitar desde el Camino a su paso por la calle Rivero, le hemos dedicado una muy pertinente entrada de blog


Vemos de frente todo el gran pasillo porticado hasta el final, donde está una de las entradas del citado Parque Ferrera

En el siguiente tramo de calle vuelven los soportales de columnas, el que supone es el estilo más antiguo, tal vez originales de cuando el viejo camino se urbanizó para hacer las primeras casas en el siglo XVII. Casas en este caso también del estilo más tradicional, con corredor. Seguimos así la cuesta de Galiana, recordando algunos párrafos más de la antigua rivalidad con los de Rivero, donde vivía Palacio Valdés, que cuenta en su obra La novela de un novelista...

"... cuando iba a casa de mi tía Justina, que habitaba en Galiana, tomaba toda suerte de precauciones hasta llegar a su puerta. Procuraba hacerlo cuando los chicos estuviesen en la escuela; jamás los domingos; si podía ir acompañado de una criada, mucho mejor. En este último caso desafiaba impávido las iras de mis enemigos, que reducidos a la impotencia me lanzaban miradas furibundas y me enseñaban los puños. A mi primo José María, por recibirme en su huerta y jugar conmigo a los caballitos haciendo él de cochero y yo de caballo o viceversa, se le miraba con desconfianza entre los suyos y estuvo amenazado de un proceso de alta traición. El odio así incubado y creciendo sordamente cada día, forzosamente debía provocar una catástrofe. Los volcanes que durante muchos años sólo dan cuenta de su existencia con algunos leves rugidos y un poco de humo, estallan súbito con formidable erupción. Todos sentíamos la necesidad de una batalla que decidiese para siempre la cuestión de la hegemonía en Avilés..."

En el capítulo titulado La Batalla de Galiana nos informa que, dado que a la izquierda aún no se habían construido casas, esos antiguos huertos franciscanos desamortizados y abandonados eran un excelente campo de batalla:

"Esta calle, según se asciende de la Plaza, tiene a la derecha amplios soportales bastante elevados sobre el resto de la vía, por donde discurren los transeúntes. La parte baja, destinada casi exclusivamente a los vehículos de ruedas, no contaba a su izquierda en aquel tiempo con edificio alguno. Por lo tanto, allí se podía combatir libremente sin grave riesgo para los neutrales"

Galiana una mañana de domingo, antes del mediodía se empiezan a poner las terrazas


La calle a la hora del vermut, un gran trasiego de gentes. En "La movida de Avilés, Galiana", La Ferrería y Rivero el blogger y escritor Arturo Suárez rememora la vida social de los bares de copas en aquellos años 80 y 90 del siglo XX:
"La que fue llamada "movida de Avilés" o también conocida como "movida de Asturias". Todavía recordando los principios de los 90, cuando salías de tu casa a las 10 de la noche, con la Peña. Recordando los cachis el Tina, el Arbolín, del Nº1, el Oriente, las noches pasadas sentado en una acera, con la música de Duncan Dhu o Gabinete Galigari de fondo. Como iba avanzando la noche unos se quedaban en Rivero, grandes locales, buena música, buen rollo. El Ñeru, El Filandón, La Galería, El BajaMás, El Otto . Otros nos ibamos a Galiana, locales más pequeños pero que también tenían su encanto, El Triskel ( que recuerdos), El Trasgu, El Truebano, El Aquelarre, La Destilería, El Junior........ Pero ahí no se acababa la noche, todavía quedaban dos alternativas, unos optaban por seguir para arriba, la zona de Carbayedo, allí esperaban locales para mover el cuerpo, con alternativas latinas. La Farandula, El Niebla, El Santacole, El Cocolé..... Otros optaban por ir para abajo, la Calle de Los Cuernos, calle estrecha pero con grandes garitos,  El Trebeyu, La Caseta, El Street. Que noches cuando miles de avilesin@s se echaban a la calle para olvidar sus preocupaciones y compartir unas cervezas, al ritmo de la música del momento. Luego llegó el final de los 90, cuando uno tras otro de los bares de Galiana, Carbayedo y La Calle de los Cuernos, iban sirviendo sus últimas cervezas y guardando para siempre sus discos de vinilo. Llegaba el momento de que la Ferrería que hasta esos momentos estaba relegada a la ruta de los vinos tomara el relevo. Fue el auge de grandes pafetos, El Boss, El Boxu, El Don, La Licorería, El Queen Maeve, que se unieron a los dos que ya existían en esa zona, La Carava(hoy el Cafetón) y el Oso."  

Algunas casas fueron transformadas a principios del siglo XX o últimos del XIX, desapareciendo sus corredores. Esta primera de la derecha tiene además columnas estilizadas de planta cuadrada. Al fondo, la entrada al Parque Ferrera por Galiana y El Carbayedo, todo era escenario de aquella cultura de alterne que marcó a toda una generación:

"De esta manera la movida de Avilés seguía contando con dos calles, La Ferrería y Rivero, que se mantenía con más pena que gloria, pero que se resistía a morir. Pero esta época murió, la movida de Avilés en la actualidad queda reducida a unos pocos bares en la zona de Sabugo y algunos reductos de los intentos municipales de trasladar la movida a la zona de la ría, que nunca se llegaron a concretar, en esa zona estaban, El Zoe, La Gua Gua, o La Nave. Sin olvidar la alternativa a los pubs, con varias discotecas que las noches de los viernes y sabados lucían, con todo su explendor. Quatro, Madisón (la macro discoteca que paso al recuerdo por el coche que se empotró en una Nochevieja), La Real, Fresas, Discovery... Ahora paseas por las calles de Avilés un Sabado y los recuerdos se te vienen a la cabeza, donde esta esa movida?, cuantos puestos de trabajo juveniles se perdieron con ella y sobre todo donde esta esa generación de avilesinos?. Quizas son ellos como los anteriores, parte de la "leyenda urbana". 

Algunas fachadas están engalanadas con plantas y flores. Los hábitos cambian con los años, pero el bullir de gentes, si bien otros días, a otras horas, y con otras preferencias, continúa, si bien tal vez no con aquella intensidad de un Avilés que se fue:

"¿Quién no recuerda aquellos años de la 'movida de Avilés'?, ¿quién no recuerda aquella imagen de La Ferrería llena de gente desde el Alvarín hasta las Cubas?, ¿alguno ha olvidado las copas en el Dulcinea, las cucharas de las Cubas, los semáforos del Correo...?, ¿qué pasó con Rivero, el Marchica...?». Con esta expresión de nostalgia de los años 90."

El precioso deambular, recorriendo la parte cubierta. Varias lámparas colgando del techo constituyen la iluminación nocturna del gran soportal

Por eso es que la periodista Myriam Mancisidor va a titular Avilés: la ciudad que puedes recorrer sin mojarte (aunque llueva) el muy ameno artículo que, relacionado con los soportales de la ciudad y sus diferentes estructuras, publica en La Nueva España del 4-8-2021:

"Avilés tiene soportales como para disponer a lo largo de la playa de Salinas en trayecto de ida y vuelta. Nada menos que cuatro kilómetros de soportales. Se trata de un pórtico a manera de claustro que tienen las casas en las fachadas, y que constituye una auténtica calle bajo palio, resguardada de las inclemencias meteorológicas. Muchas otras villas del Norte utilizaron también este recurso, pero la virtud de Avilés es la de haber conservado gran parte de ellos y seguir empleándolos en la arquitectura de nueva planta. 
La diversidad de soportales que pueden contemplarse en las calles avilesinas es muy amplia, aunque se pueden distinguir dos tipos fundamentales: el que emplea columnas o pilares que soportan directamente el piso superior del edificio, y el que utiliza arcos paralelos a la fachada. En ambos casos la cubierta es de techumbre plana, sin bóveda. A partir de ahí, la variedad es enorme: columnas con y sin capitel, con basa o sin ella, pilares de distintos materiales y múltiples dimensiones, apoyados o no en un muro. 



De entre los soportales, estos de Galiana son, como los de Rivero, El Parche o Plaza España, La Ferrería, Bances Candamo (Sabugo) y los de El Carbayedo que pronto vamos a ver, los más antiguos, anteriores al s. XIX, estos en concreto, recalcamos, del XVII:
"Galiana es, precisamente, el reino del soportal por excelencia, con una columnata de 252 metros. Un soportal que llega desde el mismo empate con San Francisco hasta la confluencia con Cervantes y continúa aún después, ya en la avenida de Portugal. Y que ha atrapado a todos los cineastas que grabaron en Avilés, desde Gonzalo Suárez o José Luis Garci hasta llegar al último ejemplo, el de Woody Allen. 
Del siglo XIX son los soportales de la plaza de los Hermanos Orbón, característicos por su ligereza y elevación. También a ese siglo pertenecen los de San Francisco -que ofrece un muestrario de arquitectura modernista- , la plaza de Álvarez Acebal y la esquina de la plaza Pedro Menéndez y La Muralla, conocida como la del Colón, y que remite al estilo de Nueva Orleans. 
Finalmente, ya en el siglo XX se construyeron nada menos que 612 metros de soportales en la manzana rodeada por la avenida San Agustín, Fuero de Avilés y Fernando Morán. Otros son los de la plaza de la Guitarra y los de El Atrio. Los soportales no sólo se construyen de nueva factura, sino que también se recuperan las piezas antiguas en los casos de rehabilitación. 
El soportal permitió, en una época en la que no había luz eléctrica, aprovechar al máximo la luz del exterior. Bajo sus techos se cobijaban los artesanos y vendedores, que podían de este modo hacer caso omiso de la lluvia. La doble pavimentación que existe bajo los soportales, de losas y cantos rodados, se ideó para permitir que los caballos pasaran sobre estos últimos. Hoy los soportales son espejo obligado de la memoria histórica de Avilés, objetivo de las cámaras fotográficas, laberinto para la imaginación y, como siempre, un paraguas oportuno contra el mal tiempo."

Pasamos enfrente ahora de la citada casa de los Arias de la Noceda, espléndida mansión indiana que fue proyectada por el director de obras municipales de Avilés, Federico Ureña y González Olivares. El escritor y periodista Ramón Baragaño, estudioso de su vida y obra, habla así de ella en La Voz de Avilés:

"La casa de los Arias de la Noceda esta situada en el número 11 de la calle de Galiana de Avilés. Fue proyectada en 1.883 por Federico Ureña y González Olivares, el que fuera director de obras municipales de Avilés,” se trata de una gran mansión unifamiliar de cuatro plantas: un semisótano destinado al servicio doméstico (cocina, lavadero, calefacción...); dos plantas principales para vivienda, unidas por medio de una monumental escalera, y algunas de cuyas piezas nobles aún conservan la pintura original que decoraba los techos, así como un oratorio con rica decoración; y finalmente un desván abuhardillado. El edificio, rodeado de jardín, está formado por un cuerpo cuadrangular en el que destacan la fachada principal y la posterior. La primera de ellas, que da a la calle de Galiana, consta de tres cuerpos con los dos laterales más resaltados, al estilo de los palacios asturianos con dos torres de los siglos XVII y XVIII. La fachada posterior, sin embargo, posee un aire menos severo gracias a la gran galería acristalada que la cubre. En la decoración exterior hay que resaltar los balcones de hierro y la marquesina de cristal y hierro que cubre la entrada principal”. Actualmente el edificio se encuentra restaurado, siendo sede de los servicios sociales y medioambientales del ayuntamiento avilesino"

En Comarca Avilés Turismo nos cuentan la historia de la casa y su contexto social e histórico en plena época de los indianos:
"Avilés no fue ajena al éxodo migratorio (finales del XIX y varias décadas del XX) en busca de trabajo, los emigrantes de ésta ciudad lo hacían preferentemente a Cuba. El puerto de Avilés era testigo regular de su partida. Algunos, lo menos, hicieron fortuna. Y a su regreso jugaron un papel fundamental en el progreso que experimento la ciudad a principios del siglo XX: el llamado «ensanche burgués». (...)
El más llamativo de esos edificios es el de los Arias de la Noceda, construido en 1883. Se trata de una casa de indiano, con su inconfundible firma vegetal al lado de la misma: la palmera. La fachada principal se compone de un cuerpo central y dos laterales y en ella destacan elementos metálicos de un tono rococó, por ejemplo la marquesina, de hierro y cristal, de la entrada principal. También son significativas las fachadas laterales y sobre todo la trasera con galerías que da a la zona ajardinada de la casa, fronteriza con el parque de Ferrera. En el interior destaca una imponente escalera que sirve de acceso a la primera planta y una cúpula."

El historiador Ramón Baragaño nos ofrece por su parte una genial descripción de este palacio en Vida y obra de Federico Ureña (y II), estudio publicado en La Nueva España del 30-10-2010 en la sección Pliegos del alfoz, incluyendo su gran galería acristalada de su parte posterior, la cual, para poder verla, habríamos de pasar al Parque Ferrera:
" casa de los Arias de la Noceda, en el número 11 de la calle de Galiana. Proyectada en 1883, se trata de una gran mansión unifamiliar de cuatro plantas: un semisótano destinado al servicio doméstico (cocina, lavadero, calefacción...); dos plantas principales para vivienda, unidas por medio de una monumental escalera, y algunas de cuyas piezas nobles aún conservan la pintura original que decoraba los techos, así como un oratorio con rica decoración; y finalmente un desván abuhardillado. El edificio, rodeado de jardín, está formado por un cuerpo cuadrangular en el que destacan la fachada principal y la posterior. La primera de ellas, que da a la calle de Galiana, consta de tres cuerpos con los dos laterales más resaltados, al estilo de los palacios asturianos con dos torres de los siglos XVII y XVIII. La fachada posterior, sin embargo, posee un aire menos severo gracias a la gran galería acristalada que la cubre. En la decoración exterior hay que resaltar los balcones de hierro y la marquesina de cristal y hierro que cubre la entrada principal. Hoy día el edificio, restaurado, acoge un centro de servicios municipales."

Otra parte muy emblemática de Galiana, con más casas de corredor, restauradas. En Un gigante entre Rivero y Galiana, Alberto del Río Legazpi publica el 2-1-2009 en su sección Por la Vía Láctea de La Nueva España, un relato de sus paseo por estas calles y otras del casco antiguo con el célebre actor Fernando Fernán Gómez:
"Siempre lo conocí, del cine o de la tele, donde como te pasa con muchos que, de tanto salir ahí, parecen como de la familia. 
Lo vi actuar por primera vez, en vivo, en El Parche avilesino, siendo yo más niño que ahora. 
Fue en “La venganza de Don Mendo”. Me tronché de risa con la obra de Muñoz Seca, una revelación rimada que sigo llevando en la memoria -cosa que no me acaba de pasar con lo de Luís Antonio de Villena- y descubrí a un actor impresionante, cosa que tampoco me ocurre con Javier Bardem. 
Tiempo después me lo presentaron, cuando acudió a un acto cultural en Avilés. Al terminar la comida me propuso pasear por una ciudad que no conocía y en la que todos lo reconocerían a él. Alto, desgarbado y pelirrojo, es difícil que Fernando Fernán Gómez pase desapercibido en cualquier sitio. 
Cuando delante del Ayuntamiento planeábamos la ruta, vio dos calles que salen de la plaza como alas, a derecha y a izquierda ¡Sanseacabó!. Subimos y bajamos Galiana. Andamos y desandamos Rivero, unas nueve veces. Siempre bajo soportales. 
-Estamos caminando por un siglo cambiado, Alberto, y eso es muy grande. 
-Si quieres vamos al XII –contesté con la esperanza de alejarlo hacia la iglesia de los Franciscanos y acabar con aquella excesiva monotonía barroca. 
-¡Que si quieres arroz Catalina! A mi no me sacas del XVII. ¡Viva Calderón y la barca que lo parió! 
Caminando con la altivez de un Rimbaud desvaído, no cesaba de preguntarme cosas y casos de Avilés y de Asturias. Mis respuestas le daban pie a unas ocurrencias ingeniosas o a reflexiones variopintas expresadas con voz de torrentera. 
-Menuda ciudad que tenéis. De cinemascope. Suerte bendita la de los soportales, son como decorados teatrales errantes por el tiempo. 
Su fisgoneo por la picaresca literaria, su temperamento bonachón que a veces bramaba o su cultura armada por los clásicos, hacen difícil imaginar otro como él. Uno de los tipos más ingeniosos con los que me he topado en mi vida. Un gigante de la cultura. 
Años después coincidimos, en el Círculo Bellas Artes, de Madrid. Me reconoció y se me acercó inquiriéndome, con su vozarrón, por Rivero y Galiana. Recuerdo que hicimos muchas risas sobre los actos culturales, mientras tomábamos unas copas. Siempre agradecí mucho la amistad que me brindó. 
Anteayer estaba en el “El viaje a ninguna parte”. Al fin y al cabo, empecé conociéndolo en el cine o en la tele, donde como te pasa con muchos que, de tanto salir ahí, parecen como de la familia"

Sobre la historia de la calle hay muchos e interesantes artículos, como este de Ignacio Pulido que, titulado Galiana, las musa avilesina, aparece en La Nueva España el 9-12-2008, entrevistando a varios vecinos y conocedores de esta emblemática rúa :
"Decenas de columnas de arenisca alveolizada sostienen las estructuras de una de las calles más emblemáticas de la Villa del Adelantado: Galiana. Erigida extramuros durante el siglo XVII, en plena expansión barroca, sirvió como camino hacia Grado durante siglos. Sus 252 metros de longitud la convierten en la vía soportalada más larga de Avilés; más de dos centenares de metros que supuran historias por todos sus poros. Convertida en los años ochenta del pasado siglo en el corazón de la «movida avilesina», Galiana ha sabido superar una época de olvido de la que parece estar emergiendo poco a poco.
En Galiana conviven dos Avilés, el sacro y más castizo y el artístico-cultural. La calle ha sido siempre fuente de inspiración para muchos artistas. La estampa pintoresca de sus balcones, corredores y soportales ha propiciado multitud de obras artísticas, tanto literarias como pictóricas y fílmicas. Favila, pintor avilesino por antonomasia, fue testigo directo de la época dorada de la calle. Desde las ventanas de su estudio -que compartía con artistas como Luis García, Nicieza, Secades y Demetrio Reigada, entre otros- contempló el nacimiento del popular descenso carnavalesco, las noches de la folixa nocturna y tomó parte en las tertulias que se organizaban en el local Don Floro. «La Galiana de hoy es muy diferente a la de antaño. Podríamos decir que la calle acogió a la movida asturiana. Aquellos tiempos me traen muy buenos recuerdos, fue el mejor entorno artístico que hubo hasta ahora en Avilés», señala el pintor."

A la altura del número 18 de Galiana, bajo las casas, está uno de los lugares más queridos del pintor y escultor Amado González Hevia, Favila, según dice en la entrevista de Pulido: subamos para ello de nuevo a los soportales

Se trata de una hornacina, la cual se encuentra en un edificio de suelo un poco más bajo, sobre una de estas terrazas

En ella hay una imagen de la Virgen del Carmen, hecha por su padre, Amado González Fernández, para sustituir a otra más antigua


La original, desaparecida en 1931, fue colocada en 1812 por José Corominas, Pepín el Jardinero, vecino que sobrevivió al incendio de su casa aquí en Galiana y lo atribuyó a esta imagen, otras fuentes dicen sin embargo que fue una mujer 
En la fiesta del Carmen se cantan los himnos marineros, la Salve popular, la Salve marinera, y la Estrella de los Mares, así como se baila la Danza Prima, la danza asturiana por excelencia, que tiene algunas coplas específicas en Avilés dedicadas a la calle:
Les parrandes son de noche
todes salen de Galiana
y todes van a parar
a Casa la Chichilana

En la actualidad, una vecina, María Teresa González RodríguezTere Tresina, se encarga de que la Virgen y su pequeño oratorio estén siempre impecables


Protegida por un cristal, la Virgen del Carmen, con el Niño y coronada, es perfectamente identificable por sus escapularios. Sobre su pequeño pedestal se han pintado unas olas que simbolizan su especial veneración por las gentes de la mar. Al fondo el cielo azul y las montañas

Las mil y una historias de Galiana es el encabezado de una noticia de A. P. Gión para La Nueva España del 5-4-2016 dando cuenta de la conferencia que la historiadora María Josefa Sanz Fuentes, Cronista Oficial de Avilés (sucesora de Justo Ureña) dedicada a esta calle:

"Hay muchas historias de las que hablar sobre Galiana y aún hoy sigue haciendo historia", sostiene Josefa Sanz. La Cronista Oficial de la villa desgrana esta tarde el origen y evolución de una de las calles avilesinas con más solera en el palacio de Valdecarzana (20.00 horas) con una ponencia organizada por la Asociación Económica de Amigos del País que permitirá a los asistentes conocer las mil y una historias de Galiana, que antaño fue un carbayedo y hoy bulle de actividad. 
¿Qué había en Galiana antes de ser calle? "En un primer momento, el carbayedo de Galiana, uno de los montes de explotación maderera que había en el entorno de Avilés y que era aún más conocido que el de Sabugo. Con la desamortización y la desaparición del convento de San Francisco, los terrenos se volvieron públicos, y Galiana empieza a bajar del Carbayedo hacia la villa", explica la catedrática de Ciencia y Técnicas Historiográficas en un adelanto de su conferencia. 
Josefa Sanz también se referirá al paisanaje. "Decían en un libro que en Galiana sólo residían pequeños agricultores. Había muchísimos artesanos con taller propio, pero también notarios y clérigos", prosiguió. La calle que los artilugios surcan entre espuma cada antroxu tiene una capilla, la de San Roque, más conocida como la de Jesusín de Galiana, cuya evolución también analizará la Cronista Oficial. "Tiene un significado muy concreto. San Roque era el patrono contra la peste. Siempre surgían capillas en los puertos o entradas y salidas de caminos. Aquí no se hizo en el puerto, porque al otro lado del puente ya estaba la de San Sebastián. En otros lugares, como en Candás, San Roque desplazó a San Sebastián. Aquí se hizo la capilla de San Roque en la zona alta, en la salida o entrada de la calzada de la Mesa en Avilés. Acabó perdiendo el nombre y cambiando por Jesusín de Galiana cuando se bajó a Jesús desde la capilla de San Martín", añadió Josefa Sanz. La cronista hablará sobre el paso por esta capilla de Amadeo de Saboya, de "las dos Galianas" (la de la acera de la izquierda y la de la derecha), de la calle de los estudiantes (los que subían y bajaban al Carreño)... Como dice la copla de danza prima: "Les parrandes son de noche. Todes salen de Galiana y todes van a parar a casa de Chichilana".


Enfrente siguen las quintas y chalets de diferentes épocas y estilos, pero todos con su terreno y jardín, "La parte izquierda de la calle está ocupada por chalés de diferente gusto, pero en inmejorable situación", escriben Alberto del Río Legazpi y Juan Carlos de la Madrid en la obra Avilés de El Viajero Independiente. Detrás de ellos se extiende el enorme Parque Ferrera, público desde 1976, siendo antes huertas y tierras de los marqueses


Aquí se supone, siguiendo La Batalla de Galiana, de Palacio Valdés, que se entablaban las contiendas a pedradas entre los de Rivero y sus rivales de Sabugo, entablaron la batalla de tal y como la describe el novelista:
"Formados también, y cada cual con su piedra en la mano nos aguardaban allí nuestros enemigos. Una gran gritería nos acogió, y una espesa nube de piedras cayó casi al mismo tiempo sobre nosotros. De nuestras manos partió inmediatamente otra descarga no menos temerosa. El fuego se generalizó. Durante algún tiempo ambos ejércitos mantuvieron sus posiciones respectivas. Después comenzó el vaivén natural en estos casos; tan pronto avanzábamos como retrocedíamos. ¿Había muchos heridos? No; porque unos y otros procurábamos conservar saludable distancia, y los proyectiles rara vez alcanzaban a nuestras filas. Por desgracia, yo fui uno de los pocos alcanzados. Una piedra me dio en la mejilla y me sacó sangre. Para enjugarla eché mano de mi pañuelo, sin recordar que con él había limpiado hacía un instante el banco de la escuela, donde se me había vertido el tintero. Puede figurarse cualquiera lo que sucedería. Entre la sangre y la tinta mezclada, mi rostro ofrecía un aspecto tan aterrador, según me aseguraron después mis compañeros, que estuvo a punto de hacer flaquear su ánimo. Sin embargo, yo no sentía dolor alguno y seguí combatiendo hasta el final.

La batalla se prolongó así largo rato. Al fin observamos con alegría que el enemigo comenzaba a retroceder sin tratar de recuperar el terreno perdido. Este retroceso inesperado nos envalentonó de tal suerte que nos arrojamos a perseguirle de cerca y con bríos. Así fuimos llevándole hasta lo más alto de la calle. Mas cuando ya le creíamos en plena derrota y próximo a refugiarse cada cual en su vivienda, he aquí que surge de improviso de los soportales, donde se hallaba escondido, un enjambre de chicos de Miranda que cayó sobre nosotros acribillándonos a pedradas. Aquel retroceso había sido una traidora emboscada. En nuestras filas la sorpresa produjo bastante turbación y retrocedimos desordenadamente. Pronto nos repusimos, sin embargo, y comenzamos a disputar el terreno palmo a palmo. Sin duda la retirada era de absoluta necesidad. El ejército enemigo, engrosado con aquel socorro, era muy superior al nuestro. Supimos, no obstante, llevarla a cabo con tanta serenidad y acierto que quedará en la historia como uno de los más famosos hechos de armas. No fue tan larga y difícil como la de los diez mil griegos mandados por Jenofonte, pero sí tan peligrosa. Por medio de hábiles y furiosos contraataques de nuestra retaguardia mantuvimos en respeto al enemigo. Rodolfo Dinten, Sidrín el Chocolatero, Luis Orovio, Floro Vidal, realizaron prodigios de valor y sangre fría. Es deplorable que tales hazañas permanezcan sepultadas en los archivos del Ayuntamiento y no alcancen en nuestro país la notoriedad que merecen."

Este pues habría sido el teatro de operaciones de aquella lucha, seguida de la que fue la ignominiosa retirada de los de Palacio Valdés hacia su calle de Rivero:
"Nos retirábamos, pues, en perfecto orden y causando daño al enemigo cuando al llegar al sitio en que la calleja de los Cuernos confluye con la calle de Galiana observamos que un grupo numeroso de enemigos se precipitaba por ella. Esta calleja, cuyo nombre harto agresivo supongo que ya se habrá cambiado por otro más apacible, termina en la calle de la Cámara, la cual a su vez desemboca en la Plaza. De modo que nuestros enemigos marchando por ella podían tomarnos entre dos fuegos. Si el lector se procura un plano de Avilés podrá seguir, mediante mis indicaciones, los accidentes y episodios de esta memorable batalla. 

Inmediatamente nos dimos cuenta del peligro que ofrecía aquella maniobra envolvente. Nuestra retirada se hizo entonces más rápida, aunque sin llegar al desorden. El lector no se admirará de ello porque tampoco a él le agradará seguramente que le cojan por la espalda. 

Nuestros enemigos, juzgándonos en vergonzosa huida, cerraron la distancia de sus líneas y nos persiguieron más de cerca. Uno de ellos, bien osado, llegó a ponerse en contacto con nuestra retaguardia. Este guerrero temerario era Belín, uno de los más valientes campeones de Galiana. 

Confieso que a todos nos infundía respeto aquel héroe. No era un señorito, sino hijo de un menestral, fuerte por naturaleza y contando algunos años más que nosotros. Algunos suponían que tenía ya catorce. Yo no creo que hubiese alcanzado una edad tan avanzada. De todos modos nos llevaba la cabeza en estatura y mucha ventaja por la fuerza de sus puños. Fiando en esta fuerza, el insensato no sólo se puso en contacto con nuestra retaguardia, sino que penetró en ella, y, no satisfecho aún, avanzó casi hasta el centro de nuestras tropas, asestando terribles puñetazos a uno y otro lado. 

Entonces, por movimiento instintivo y simultáneo, sin que la voz de ningún jefe hubiese dado la orden, las filas se apretaron contra él de modo que le hicieron imposible toda ofensiva. Trató, con fuertes sacudidas, de romper aquella espesa red que le sujetaba, pero fueron inútiles sus esfuerzos.

 Arrastrándole de esta suerte en nuestra retirada llegó con nosotros hasta la Plaza. El enemigo, que había visto con dolor la desaparición de uno de sus caudillos más reputados, trató de rescatarlo persiguiéndonos todavía en un paraje donde sabía perfectamente que estaba prohibida la lucha firmada. Pero en aquel instante la fuerza coercitiva del Estado, representada por el octogenario alguacil Marcones, hizo su aparición habitual; levantó amenazador su viejo bastón de espino, y súbito las fuerzas de Galiana quedaron paralizadas y no tardaron mucho en retirarse a sus antiguas posiciones. 

Un rugido de alegría se escapó de nuestros pechos. Habíamos perdido la batalla pero teníamos en nuestro poder a Belín, al mortífero Belín, orgullo y esperanza de su barrio. Todavía quiso zafarse poniendo en tensión sus músculos poderosos, mas todos sus intentos se estrellaron contra el número incalculable de manos que le sujetaron. Entonces, comprendiendo que no existía posibilidad de salvación, cesaron sus esfuerzos y adoptó una postura altanera y estoica que nos impresionó profundamente. Ni un grito, ni una palabra, ni un movimiento se dejó conducir tranquilamente.

 ¿Adónde? He aquí la pregunta que nos hicimos en seguida. Deliberamos ansiosamente porque el tiempo apremiaba. No conocíamos en nuestras tierras fortaleza alguna donde pudiéramos guardarlo, y estábamos ya a punto de dejarle en libertad, cuando uno de nuestros compañeros tomó la palabra para manifestar que en su casa había una cuadra donde no se guardaba caballería alguna desde hacía largo tiempo, y que bien podría hospedar a nuestro prisionero. 

Así se realizó punto por punto. Le llevamos hasta el final de la calle de Rivero. Nuestro compañero entró en su casa y, cerciorándose de que nadie podía estorbar nuestro designio, hizo una señal, y cuatro números sujetando al prisionero le introdujeron secretamente en la cuadra y allí le dejaron amarrado al pesebre. Lo que todavía hoy me admira al recordarlo, es que se dejó atar sin oponer resistencia, sin pronunciar siquiera una palabra. 

Era un caudillo de rara energía, y sus ideas acerca del honor militar dignas de aplauso. ¿Cómo llegó a conocimiento del propietario de la casa y papá de nuestro compañero que tenía en su cuadra amarrado un bípedo en vez de un cuadrúpedo? Nunca pudimos averiguarlo. Lo cierto es que no se había pasado todavía media hora, cuando en un estado de cólera increíble bajó a la cuadra, desató al noble adalid de Galiana, y con las mismas cuerdas que le aprisionaron aplicó tantos zurriagazos al alcaide de la fortaleza que seguramente no le quedaron más ganas en su vida de guardar prisioneros..." 

Y así concluye La Batalla de Galiana de Armando Palacio Valdés:
"Este famoso Belín logró más tarde, a costa de laudables esfuerzos, seguir y terminar la carrera de Medicina. Se llamó don Abel García Loredo y fue uno de los facultativos más acreditados de Oviedo, donde falleció hace bastantes años. 

Alguna vez, sentados en los divanes del Casino, nos entreteníamos alegremente recordando nuestra edad infantil. Cuando yo le traía a la memoria este episodio, reía a carcajadas, exclamando: 

—¡Cosas de la guerra!"

Referente a las calles avilesinas, es "Galiana, una de las más atractivas de Avilés", afirma acertadamente Arturo Arias en su blog, "con un lado lleno de casas antiguas con soportales y bares y, el otro, ocupado por palacetes de indianos"

Una de estas quintas con terreno, entre la calle y el parque, la Casa Galiana, está dedicada en nuestros días a vivienda vacacional

Serie de columnas de soportales, de diferentes épocas y estilos, el mural de la tapia de la casa de los Arias de la Noceda

Efectos de la erosión en una de ellas...


Hemos de recordar también aquí las palabras del pintor Favila cuando dice de Galiana:
«Desde cualquier zona que la mires tiene un rincón especial. Sus casas apiladas son todas distintas pero guardan una armonía, poseen una determinada dinámica. Sus colores se combinan con el de la piedra y sus soportales aportan efectos lumínicos muy atractivos»

Una parte soberbiamente restaurada esencia de Galiana y del estilo Avilés, el casco antiguo avilesino fue declarado Conjunto Histórico-Artístico el 27 de mayo de 1955, si bien hubo de esperarse más de tres décadas para acometer su restauración integral, enormemente deteriorado

Se dice que son más de un centenar las columnas de la calle, su alineación, vista desde dentro y desde fuera, despierta intensas sensaciones de perspectiva que no dejan impasible a ningún artista. Por eso se ha escrito que Galiana debería ser la calle de los artistas y de los pequeños museos, artículo del que no hallamos firma, publicado en La Nueva España del 10-9-2007:

"Allá por los finales de los años setenta y comienzos de los ochenta del pasado siglo, la «movida avilesina» se situaba en la calle Galiana, donde la animación -especialmente los fines de semana- comenzaba sobre las siete de la tarde y no cesaba hasta que el sol volvía a hacer acto de presencia sobre el cielo de nuestra villa. 
Sin embargo, desde hace una veintena de años, la calma que reina en la soportalada y tradicional calle de Galiana es total y absoluta. Los bares, cafeterías y discotecas han desaparecido de su faz y la inmensa mayoría de los bajos comerciales aparecen vacíos y sin actividad desde que amanece hasta que anochece. 
¿Esto es positivo o negativo? Desde luego que para quienes viven en Galiana poder descansar toda la noche sin ruidos y sobresaltos es un beneficio, y no seremos nosotros los que desde esta sección pidamos que la «movida nocturna» regrese a esta preciosa calle, que, posiblemente, sea la más tradicional, llamativa y más bonita de todo Avilés. Pero sí abogamos por que recupere atractivo y animación, para tratar de llegar a ser la vía de los artistas, de los artesanos y de los pequeños museos. 
Hay en Galiana muchos bajos cerrados a cal y canto desde hace demasiado tiempo, que bien podrían volver a abrir sus puertas -previo el necesario acondicionamiento- para acoger pequeños talleres artesanales y pequeños estudios en los que los pintores y escultores locales pudieran demostrar y ofrecer al público la mucha calidad que poseen. No digo que vayamos a hacer de Galiana una mundialmente conocida réplica de la calle del barrio judío de Praga, en la que vivió y trabajó el gran escritor Franz Kafka, pero sí algo que tuviera interés para propios y forasteros. 
Aparte de pintores, escultores y artesanos, en Galiana, en las inmediaciones del Lar Gallego, ya existe, pero muy oculto a la vista del público, un local en el que la Cofradía de El Bollo tiene situada su sede social. Si esta calle recuperase esta actividad artística, ¿no sería posible abrir un pequeño museo en el que se mostrase todo el material fotográfico, fílmico, libresco y literario que existe en torno a nuestra más que centenaria fiesta de la Pascua de Resurrección? 
¿Y no podría tener acomodo en esta calle un edificio en el que se mostrase el museo de la cerámica tradicional, que desde hace años está guardado en cajas en los locales de la parroquia de Santo Domingo de Miranda? 
Incluso, ¿no podría situarse en un inmueble de esta calle otro pequeño museo con las antigüedades náuticas que posee el hostelero local don Arsenio «Tito» Fernández y que fue admirado y elogiado por personalidades de la vida marítima española y que se pudo ver, hace meses, en la Cantina de la Renfe? Este museo de las antigüedades náuticas estaba previsto que pudiera ser ubicado en el edificio de Las Colonias, en Salinas, pero, de no ser así, en Galiana podría encontrar una sede magnífica. 
Con todos estos contenidos, ¿no piensan que la calle de Galiana podría volver a resurgir y pasar a convertirse en no sé si la más, pero sí de las más atractivas de nuestra milenaria villa?"


Otro precioso conjunto rehabilitado de casas de corredor y galería que llama verdaderamente la atención, proseguimos con la lectura de Avilés, con Legazpi y de la Madrid:
"La Parte derecha es realmente un tramo espectacular, una calle porticada y casi intacta que habla de la potencia del ensanche barroco de Avilés"

Resaltan estos autores la belleza de paseo que ha quedado respetando el firme de la parte porticada:
"Bajo los soportales, la vista en profundidad, desde el inicio, es magnífica y es destacable que el pavimiento primitivo se ha respetado; se ha dividido en dos partes, el enlosado para el tránsito humano, y el empedrado para facilitar el camino del ganado, o de los lugareños que transitaban con madreñas. Los soportales, además de zona de paso, eran utilizados por los artesanos para comercializar sus productos a resguardo de la lluvia y servían, en ocasiones, para que transitasen las caballerías por la zona empedrada con cantos rodados"

Continuamos la cuesta, cuando por la calle propiamente dicha, cuando metiéndonos por los soportales, antaño atestados de gente. De aquellos tiempos de La Movida, Pulido rescata también a alguno de sus protagonistas, con toda una vida dedicada a esta calle... 
"Gonzalo García regentó por aquellos años el pub Trasgu, una de las catedrales de la época dorada de Galiana. Su vida está estrechamente ligada a esta calle. Se crió en ella y conoció a su esposa Carmen Rodríguez bajo sus soportales, con la que tuvo a su hija María, también natural de la misma calle. «Creo que Galiana está desaprovechada. A partir de 1995, con las obras que sufrió el vial, la movida comenzó a decaer», señala. 
El pub Don Floro es uno de los últimos reductos de esa fiesta ochentera. Jorge Menéndez, regente del local desde hace cinco años, comenta que todo ha cambiado. «La Galiana actual es muy diferente a la de los ochenta. Cada bar, de los dieciocho que había, tenía su propia personalidad». En el Don Floro ya no hay «jam sessions» ni tertulias, pero Menéndez ha tomado el testigo de la música en directo para calma de todos los rockeros de la comarca y organiza actuaciones en acústico"

El recuerdo, añoranza de La Movida Avilesina se mantuvo largo tiempo, incluso hubo momentos de resurgir adaptándola a los inevitables cambios. Plasmados por ejemplo en artículos como el de El Triángulo de la Movida, que S. Fernández e I. García publicaban el 3-5-2010 en La Nueva España, en el que presentan la situación en aquel momento en los barrios y calles del casco antiguo que fueron escenario de aquellos años dorados de los locales de copas de la época, que buscaban reinventarse. Así presentaban a Galiana:

 "A finales de los ochenta no se podía caminar debajo de los soportales de la calle de Galiana. A cada paso había un bar y cada bar era un tumulto. La fiesta nocturna comenzaba a la altura del Don Floro y cuando la noche empezaba a ser madrugada el público salía del Líneas, en una esquina del parque del Carbayedo. Esa línea continua se resquebrajó con la peatonalización de la calle. Jorge Menéndez, actual propietario del Floro, está convencido de que aquella obra «eterna», según asegura, terminó con las madrugadas de Galiana, que cogieron las maletas para dejar atrás las zanjas y empezar de nuevo en otras zonas de Avilés. Fue a mediados de los noventa. Entonces emergieron La Ferrería, Rivero y Sabugo. Y Galiana se hundió en el olvido. Hasta ahora. 
Algunos resistieron y confían en reverdecer laureles. Menéndez se gana la vida en la hostelería desde finales de los ochenta. En 2003 se hizo cargo del Don Floro y desde entonces no ha parado. Su bar es una referencia en la calle: porque sigue ahí y porque por su escenario han pasado músicos tan singulares como Chris Barron o Vicki Gastelo. «Tenía un bar en Sabugo que cerré porque quería cambiar de ambiente, y eso que entonces estaba en su apogeo», recuerda. Cuando aterrizó en Galiana sólo se encontró con Les Ablanes, en el parque del Carbayedo, con La Bellota y con un restaurante italiano. «Ahora vuelven a abrir locales, el público regresa, aunque es distinto del de los años ochenta y noventa: son mayores de treinta años, van de vinos? Galiana, con los restaurantes, se ha convertido en una zona de primera copa», sentencia"

Chalet indiano de inspiración regionalista montañés con la clásica torre esquinada que caracteriza a este estilo tan en boga a principios del siglo XX. Está construido en sillería y es de dos plantas de altura, mas una tercera en su torreón de planta cuadrada y tejado a cuatro aguas que destaca por su gran saliente del alero, otro detalle propio de esta corriente arquitectónica


Dando a la calle la puerta y el portón. Se ha dicho que es La casona más cara de Avilés, o así lo resalta en su artículo para La Nueva España Myriam Mancisidor dando cuenta de su puesta a la venta:
"Su precio es accesible solo a unos pocos bolsillos. El chalé más caro de Avilés cuesta 950.000 euros y está situado en el centro de la calle Galiana. El inmueble no es uno cualquiera: se trata de una casa colonial, tipo indiano, que linda por la parte de atrás con el parque Ferrera. Suma 474 metros cuadrados divididos en tres plantas y 1.400 metros cuadrados de parcela. Cuenta con “nueve habitaciones o más”, tres baños, terraza, plaza de garaje, según figura en una de las páginas web que comercializan la venta. Tiene también una torre, de 26 metros cuadrados. 
Destacan del caserón que está situado en el casco histórico de Avilés, en una zona peatonal, a unos doscientos metros de la Plaza de España y de la iglesia de San Nicolás. El parque del Carbayedo está igualmente a una decena de pasos. La hipoteca a treinta años de esta majestuosa vivienda rondaría los 2.700 euros, de acuerdo a los cálculos que realiza la misma web de venta. Para presupuestos más modestos en Avilés también hay viviendas más económicas: el metro cuadrado, de media, estaba en 2019 a 1.370 euros. Avilés es el sexto municipio más caro de Asturias a la hora de adquirir vivienda."

En Galiana no solamente había bares en los bajos, también tiendas y comercios, entre ellos el dela Carnicería Vallina, fundada en 1902 y antecesora de Embutidos Vallina, famosa empresa chacinera asturiana. Cuando la tienda de Galiana cerró, El Comercio-La Voz de Avilés publicó un artículo rememorando su historia, fechado el 6-7-2017:
"Uno de los establecimientos comerciales con más tradición en el Avilés del siglo XX, y entroncado con el XXI, echa el cierre. Se trata de la carnicería Vallina de la calle de Galiana, que después de más de seis décadas de servicio ininterrumpido, de ofrecer las mejores carnes y embutidos a los avilesinos, cierra sus puertas. 
Inaugurada en su actual ubicación bajo los soportales de la parte alta de la calle de Galiana, a mediados de la década de los 40 del siglo pasado, en su historia se enraíza la empresa cárnica Embutidos Vallina, que hoy es puntera en Asturias, y con la que comparte origen 
Todo comenzó hace más de cien años, a finales del siglo XIX. Fue entonces cuando el iniciador, José Vallina, que procedía del concejo de Siero, decidió abrir un pequeño establecimiento dedicado a la venta de productos cárnicos en lo que entonces era la plaza del Pescado, el mismo edificio de la plaza de Santiago López que hoy atraviesa de lado a lado la pasarela que permite sortear las vías del tren, y atravesarlas camino del Centro Niemeyer, hacia el puente metálico de San Sebastián. Una fecha significativa en todo el proceso es el año 1902, en el cambio de siglo, marcado por la empresa cárnica como el año de su fundación definitiva 
Si José Vallina fue el iniciador de la saga, quien decidió dejar el centro de Asturias y asentarse en Avilés, sería su hijo Carlos Vallina Infiesta el encargado de tomar con fuerza su testigo, si bien ya desde pequeño fue un ayudante más de su padre en el establecimiento de la plaza. Convertido en un adulto, y casado con Esperanza Suárez, su impulso permitirá el crecimiento del negocio, el germen con el que se llegará por un lado a la carnicería que cierra sus puertas en 2017, y a la empresa cárnica que se sitúa en La Laguna. 
Merced a esta evolución positiva de la actividad familiar, Carlos Vallina, y su esposa Esperanza Suárez, se deciden a dar un paso más. El negocio subirá hasta el barrio de El Carbayedo. Allí deciden abrir un nuevo establecimiento, en el que se ofertarán a los clientes tanto los productos cárnicos de los que eran habituales, como lo que entonces se conocería como ultramarinos, que permitían surtir las necesidades alimenticias de las familias, gracias a las pequeñas tiendas de los barrios. 
En este nuevo lugar, el negocio adquiere una dimensión mayor, y fundamental en la historia. Pues a partir de ese momento lo que antes realizaban de manera artesanal, pasa a realizarse en un proceso industrial incipiente: la elaboración de embutidos, de chorizos. 
La actividad no hace más que subir, de tal manera que la familia Vallina decide cambiar de nuevo su ubicación. No tan lejos, puesto que desde El Carbayedo pasan a la parte alta de la calle de Galiana, un lugar inseparable de la historia hasta el presente. Allí fundan la nueva carnicería, y desde ella se vivirán los profundos cambios que está sufriendo la ciudad, fundamentalmente, a partir de los años 50, con la construcción de Ensidesa, y la multiplicación de la población de Avilés en apenas un lapso de tiempo. Miles de personas han dejado su huella en el establecimiento en todas estas décadas, en un local en el que la familia aumentó la gama de productos ofrecidos (la estrella es la longaniza de Avilés), mientras la producción no dejaba de crecer. 
Otro año clave es 1965, en el que fallece Carlos Vallina, y su mujer y sus cinco hijos se sitúan al frente de la empresa, que seguía situada en Galiana. La carnicería que cierra sus puertas, propiedad hoy de Carlos Vallina Valdés, bebe de esa trayectoria, que entronca de forma muy íntima con el pasado de Avilés, que pierde un establecimiento histórico"

Un año antes fallecía Esperanza Vallina, nieta del fundador y también gran impulsora de la industria cárnica asturiana. Al dar noticia, el corresponsal de La Nueva España A. de la Fuente nos ofrece de ella un interesante resumen biográfico publicado en la edición del 14-6-2016:

"De espíritu emprendedor, estuvo ligada desde muy temprana edad a la fábrica de embutidos Vallina, puesta en marcha por su abuelo en 1902. Tras años de trabajo en la factoría, primero ubicada en la calle Galiana y luego en La Laguna (Castrillón), realizó su labor profesional en una carnicería, también de propiedad familiar. Deja una imborrable huella entre los que la conocieron por su carácter trabajador y dinámico.

Después de años de experiencia en el sector cárnico, Vallina abrió tres pastelerías, dos de ellas en Avilés (en la avenida San Agustín y en la calle Rui Pérez) y otra en Gijón (en la calle Corrida). También participó en el negocio de fiambres y embuchados Alto Aller, impulsado por sus hijos, del que fue parte fundamental; al ser la conocedora de las fórmulas de fabricación casera.

"Era una mujer muy comerciante, amiga de sus clientas y de quien la conocía", decía ayer su hijo, Daniel García, tras la triste noticia. Mujer religiosa, tras su jubilación Vallina dedicó su vida a su familia y, en especial, al cuidado de sus seis nietos."

El famoso pionero del periodismo en Avilés, Nicomedes Santos, adoptó el sobrenombre de Pepe Galiana haciendo honor a esta calle. El director de La Voz de AvilésJuan Manuel Wes, dijo de él que era "autodidacta, músico, habilidoso y que en 49 años ni un solo día dejó de escribir sus 'Glosas de la calle', un tipo de periodismo que yo tanto añoro". A su fallecimiento, Acacia María Colero López le dedica en ese periódico la glosa A Nicomedes Santos Pepe Galiana:

"Corona de laurel / y rosas de esperanza, / escribía cada día / sus 'Glosas a la calle' / donde la poesía / era, sin duda, el cauce / donde una gran persona / encuentra sus caudales.

La gran sabiduría / fue siempre su ropaje, / brindaba la alegría / a aquel que no era nadie, / y lo hacía sentirse feliz / cuando en la calle / alguien le recordaba: / ¿He visto con detalle, / toda su poesía! / ¿Pepe te la hizo grande!

Pepe Galiana era / un hombre de los de antes, / era un hombre sencillo, / pequeño, pero grande, / grande de corazón.

Sus glosas a la calle / salían diariamente / purificando el aire, / en LA VOZ DE AVILÉS.

Nadie supo igualarle: / Corona de laurel / a 'Glosas a la calle'.


Maravilla de maravillas, si bien el peregrino no puede estar deteniéndose a cada paso para verlo todo, y mucho menos desviándose continuamente, aunque solamente sea unos metros, del trazado caminero, pero hay unos lugares, como este de la calle Galiana y su cuesta hacia El Carbayedo, que por su cercanía, trascendencia y belleza, estimamos muy conveniente conocer, y por eso planteamos su visita


Además Avilés, con su albergue de peregrinos en las inmediaciones, así como una muy amplia oferta de alojamientos, es un perfecto final de etapa, por lo que si se dispone de unas pocas horas, por la tarde o por la noche o, porqué, no, dedicarle una mañana, haciendo luego una etapa corta, puede ser una gran oportunidad para conocer esta ciudad que ha sabido reafirmarse cuidando sus orígenes


Casco antiguo barroco, medieval (románico y gótico), modernista, indiano, palacial, popular... y cuantos más alicientes podemos incluir, hacen que guías y páginas viajeras, como por ejemplo Soñando viajes no duden en recomendar encarecidamente esta visita a estas rúas:

"Descubre las calles más coloridas de Avilés. Una de las cosas que más nos llamaron la atención de esta ciudad española son sus callejuelas llenas de  casitas de diferentes tonos y sus característicos soportales. Dando un paseo sin rumbo por el casco antiguo seguro que te topas con unas cuantas pero, por si acaso, apúntate estas: la Calle Bances Candamo, la Plaza Domingo Álvarez Acebal y nuestra favorita: la Calle Galiana. "


Antes que existiese la calle estaba el camino, el camín real, pero también un gran bosque de robles o carbayos, El Carbayedo de Galiana, que da nombre a la plaza y barrio que veremos al final de la calle, calle que pierde aquí sus soportales del lado derecho, pero que los gana en el último tramo, el derecho, tal y como vemos en el edificio que tenemos enfrente, al otro de la explanada


La madera de esos árboles era empleada para muchas obras, muy especialmente para los astilleros de ribera del cercano barrio de Sabugo, pero que por estar separado del resto de Avilés por las marismas del Tuluergo, hoy subterráneo, los grandes troncos no podían pasar por el puente entre ambas poblaciones, siendo necesario transportarlos en carros dando un grandísimo rodeo bordeando todo el valle subiendo hacia Valparaíso, Miranda... y bajando a Sabugo por San Cristóbal, paso del Camino de Santiago


Este es pues el último arco de los soportales de la parte derecha de la calle Galiana, avanzamos todo de frente hacia donde comienzan los de la izquierda



En este tránsito entre un tramo y otro de la calle hay una explanada. A la izquierda vemos la entrada desde aquí al Parque Ferrera


A partir de aquí, como vemos, las casas de la derecha carecen de soportales y son de un estilo diferente


Aquellos edificios del fondo son los últimos de la calle, entre ellos, un poco escondida más atrás, está la histórica capilla del Jesusín de Galiana, símbolo de esta calle y emblema de Avilés, hacia la que nos dirigimos antes de entrar en el Parque del Carbayedo, alrededor del que se disponen las casas del barrio


El antiguo robledal que dio nombre a El Carbayedo se sabe se extendía desde las mismas murallas hasta aquí. La misma advocación del convento de San Francisco del Monte, actual iglesia de San Nicolás, que visitamos en la correspondiente entrada de blog, tiene que ver con ese antiguo gran bosque de robles (carbayos) o carbayera que aquí existió


Las casas de soportales que ahora empiezan a la izquierda de la calle llamarán nuestra atención, nos acercaremos a verlos


Son de arco de medio punto y llegan al final de la rúa por este lado. El suelo es de composición similar a los anteriores, enlosado a una parte y empedrado de cantos rodados a la otra, la más exterior


También aquí abren sus puertas varios establecimientos de hostelería


Otros hermosos soportales, también de los de arco de medio punto, están a la derecha pero saliendo ya de Galiana a la Plaza del Carbayedo, la de los antiguos mercados


Antes de salir a la plaza, tal y como hemos dicho, vamos a dirigirnos primeramente a la capilla del Jesusín de Galiana, esencia avilesina por excelencia


Al fondo es el cruce de las avenidas de Cervantes y Portugal, lugar donde acababa, antes de la llegada de la gran factoría siderúrgica de Ensidesa, el casco urbano de Avilés. Son los barios "nuevos", fáciles de conocer por los altos edificios de bloques de pisos, en concreto los de Buenavista. Legazpi habla de ello en uno más de sus indispensables Episodios Avilesinos:
"Es justo en la mitad del siglo XX cuando en Avilés se origina el mayor número de cambios ocurridos a través de su historia, su mayor revolución socio-económica en todos los sentidos. 
Es en ese año de 1950 cuando se iniciará la mayor transformación sufrida hasta ahora por la histórica ciudad asturiana. La mecha la prende la llegada de la gigantesca empresa estatal Ensidesa a la cabeza, que se instala a ambos márgenes de la Ría 
La industrialización trajo consigo la construcción en el concejo avilesino de barrios de viviendas sociales para acoger a la “riada” de gente que acudió en busca de trabajo, téngase en cuenta que Avilés sextuplicó su población en pocos años. Estos barrios, nacidos entre las décadas de los cincuenta y los sesenta, forman un anillo en torno a la ciudad: Llaranes, La Espina, La Luz, La Carriona, Versalles, Buenavista, San José Artesano (al que le quedó El Tocote porque al ser viviendas rifadas (tal era la necesidad) la pregunta habitual en la ciudad era ¿Tocote el piso?)  y Francisco Franco (y que nadie llamaba así ya que era conocido como El Tocarate… ya que si no te tocó el otro tocatare éste …) actualmente su nombre se ha reconvertido en “La Texera”. 
La mayoría de los habitantes de estos barrios, al menos en su primera población, procedían en un alto porcentaje -aparte de distintas poblaciones asturianas- de regiones como Andalucía, Galicia, Castilla y Extremadura"


Aquí puede decirse se producía hasta entonces la transición entre lo urbano y lo rural en lo que eran los arrabales de la villa de Avilés desde que en el siglo XVII se constituyó esta calle-barrio extramuros. No es extraño pues que el mercado de ganados, y con él aperos y otros productos agrícolas, se celebrase en El Carbayedo hasta muy entrado el siglo XX



Mañana del domingo, empiezan a colocarse las terrazas. A la izquierda están ahora los apartamentos Suite 1907, del Grupo 1907, impulsado por Ramón Braña, de la gestora hotelera Colosa


A la derecha, El Tuercebotas, a quien dedica el historiador, escritor y gastrónomo Luis Antonio Alías su artículo culinario en el periódico El Comercio de fecha 9-2-2023:
"Parea con la capilla de Jesusín al final de Galiana, extremo del Avilés esencial y profundo. Ocupa, además, el bajo de un severo y añejo caserón que, mediante respetuosas y sencillas líneas claras -barra, repisas y mesas voladas- transforma en espacio moderno y cálido. El aforo lo aumenta, si el tiempo ayuda, la terraza ante los soportales
 ¿Qué se guisa? Algunas especialidades muy 'gurmetas' y no demasiado habituales. Por ejemplo la casquería, tan latosa de preparar y tan deliciosa de degustar, que en mollejas, riñones, orejas, manos, callos o asaduras llega limpia, intensa, capaz de alegrar y despejar días borrascosos si, lógicamente, un tinto con cuerpo ejerce de pareja. O las setas según temporada, mercado y suerte -níscalos, macrolepiotas, boletus, trompetas y hasta trece variedades- que, provisto de su título de micólogo recolector, Miguel, nuestro cocinero y propietario, siempre ayudado por su esposa Ángela y Miguel hijo, sabe dónde buscar, como recoger sin agostar, y qué diferencia las suculentas de las arriesgadas. Sumemos, a la casquería y las setas, les llámpares y los caracoles para conformar una tetrarquía dentro de una oferta capaz de atraer nostalgias, curiosidades y paladares nada vulgares que muestra también las capacidades salseras (de 'saucier', no de La Fania All Stars) del Tuercebotas. Eso sin que el pulpo, los mejillones, la longaniza avilesina y otros ofrecimientos desmerezcan. 
 ¿Porqué Tuercebotas? «Le damos el sentido de bebedor trotabares, pintero o potero, no de patoso», aclaran Miguel y Ángela. «¡Y suena tan rotundo!». 
Ambos, primero distribuidores de bebidas, llegaron a la hostelería y al arte culinario por deseo, abriendo negocios previos, y aprendiendo, con el empecinamiento que genera todo deseo perseguido: qué trato, qué temperatura, qué punto, que sazón, qué compañía. A finales del 2019 abrieron esta su niña bonita. Al poco vino el diluvio. No importa: aquí sigue."


Efectivamente El Tuercebotas parea con  la célebre capilla del Jesusín de Galiana, originalmente de San Roque, santo abogosu de la peste, terrible epidemia que cada cierto tiempo asolaba Europa

La primitiva capilla de San Roque de Galiana se construyó a manera de agradecimiento en este lugar, El Carbayedo de Galiana, cuando en 1624, en un caso de lo que hoy llamaríamos posiblemente corrupción, un barco sospechoso de traer la enfermedad burló judicialmente la preceptiva cuarentena prescrita en estos casos por las autoridades causando alarma entre los avilesinos


El lugar para edificarla fue el llamado Campo de Galiana, al lado mismo del Plantío Real del Carbayedo, esto es la carbayera o robledal tantas veces aludido, que dada su importancia para suministro de la construcción de barcos, destinados a la armada y buques mercantes, tenía amparo del Estado, la Corona, Real, que se decía entonces. Es Alberto del Río Legazpi quien nos lo cuenta en sus Episodios Avilesinos de El Comercio-La Voz de Avilés:
"Fue bendecida en 1652, como agradecimiento de las autoridades locales a San Roque –santo que en vida se dedicó a curar a los infectados por la peste– pues entendían que Avilés se había librado de la plaga gracias a su intercesión divina con ocasión del incidente ocurrido cuando estando el puerto de Avilés en cuarentena ordenada por el Gobernador de Asturias, ante la epidemia de peste declarada en Europa, los responsables locales –dos jueces que luego fueron castigados con el destierro– dejaron entrar en el puerto una carabela, cuyo capitán –un vecino de Sabugo llamado Amado Terano– estaba infectado. Una imprudencia que sembró el pánico entre la población, que se encomendó masivamente a San Roque. Afortunadamente no hubo contagio, de milagro. Cosa que se atribuyó al santo, por lo que se decidió erigirle una ermita"

La advocación cambió cuando se trajo acá una imagen del Nazareno de una capilla en ruinas dedicada a San Martín ubicada más en las afueras por entonces, por lo que empezó a ser llamada de Jesús de Galiana, luego del Ecce Homo y actualmente del Jesusín de Galiana. La capilla siempre tuvo problemas constructivos y en 1892 un proyecto del arquitecto Ricardo Marcos Bausá, autor de los del cementerio de La Carriona y del Parque del Muelle, le dio el aspecto que vemos ahora. Tiene su propia cofradía.la del Padre Jesús de Galiana, y guarda también imágenes de San Roque, San Juan y la Dolorosa


Ya en el año 1861, luego de un pleno a día 5 de octubre en el que se trata del urbanismo de las crecientes y nacientes calles y se ruega por un ferrocarril que aún tardaría en llegar una treintena, el alcalde Ochoa, abogado y periodista, da lectura a una carta firmada por el párroco Francisco Martínez Manzaneda en la que alerta sobre la situación de abandono de la antigua capilla:
"Las perso­nas que frecuentan la capilla de San Roque me advierten de su estado rui­noso, hendiduras en las paredes y bóve­da y desplome de la facha­da, interesando se deter­mine si las reparaciones han de ser de su cuenta, o si la capilla está bajo el patronato municipal"

Este párroco, dice Legazpi, era especialmente polémico en su tiempo y mantenía serias disputas con el Ayuntamiento. Otro alcalde, Álvaro Lobo Castañón, dijo de él que "a este cura le hizo la boca un fraile, pues no paraba de armar pleito por cuestiones económicas y a él le menciona en unos versos de hondo avilesismo el vate local José Manuel García Gonzalez, Marcos del Torniello:
Nací na cai de Gozón.
Ni importa pa la cuestión,
el año, el día y el mes...
soy como tú d'Avilés,
pa que lo sepias, Antón.
Na pila San Nicolás
Bautizóme Manzaneda"

Parece ser que, independientemente de todo, la capilla de San Roque era de propiedad municipal y hubo de ser el Ayuntamiento quien afrontase el pertinente arreglo:

"Pocos chapuzas constructivas hubo en Avilés como aquella capilla de San Roque. Tantos desastres acumuló, que pierdes la cuenta de tanta avería y derrumbe que vienen reflejadas en los libros de Actas del Archivo Histórico. Justo Ureña ironizaba que «Si con­vertimos al valor actual del dinero, los duca­dos, reales, maravedíes y pesetas que en tres siglos se invirtieron en reparaciones y reconstrucciones de la capilla de San Roque, es incuestionable que Avilés podía tener hoy en El Carbayedo una catedral como la Almudena de Madrid"

De ella dice también Legazpi que fue la única en Avilés "en la que se arrodilló un rey de España"Amadeo I de Saboya en agosto de 1872, pero seguro a su pesar, pues la aristocracia local, de ideas borbónicas, le cerró palacios e iglesias. En su tiempo fue también venerada por estudiantes del cercano instituto:

"Siempre fue lugar de feligresía al paso, aunque cuando el Instituto ‘Carreño Miranda’ estaba en su inmediaciones (donde hoy está el colegio público ‘Palacio Valdés’) y por los meses de junio y setiembre (épocas de exámenes) ‘Jesusín’ estaba hasta los topes de jóvenes feligreses"

Y el novelista Armando Palacio Valdés rememora sus vivencias del camino hacia la capilla por esta calle Galiana
"Aún me veo caminando con mi madre bajo los arcos de la calle de Galiana hacia el santuario donde se venera al Cristo con la cruz sobre los hombros. La noche ha cerrado ya. A esta hora próxima al crepúsculo, las damas piadosas de Avilés tienen costumbre de ir a rezar un credo delante de la milagrosa imagen. Los arcos apenas están esclarecidos. Allá hacia el medio, sobre uno 
de ellos, hay una hornacina, y dentro una pequeña escultura de la Virgen alumbrada por una lámpara de aceite. Algunas parejas enamoradas se sientan en los pretiles de la calle. Sólo percibimos sus bultos y escuchamos el rumor de su plática. Llegamos al santuario; subimos algunos peldaños; nos postramos delante de Jesús agobiado bajo el peso de la cruz, y su frente pálida coronada de espinas me infunde una compasión infinita. Sus ojos me miran doloridos y parecen decirme: «Hijo mío, hoy eres dichoso, pero si algún día estás triste acuérdate de mí"


Tomamos aquí el Pasaje de San Roque, que desde la capilla nos lleva a la Plaza del Carbayedo, la de aquel antiguo mercado avilesino pero también de otros muchos episodios y aconteceres de los que hablaremos en la entrada de blog que vendrá a continuación... 




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