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El Ramal desde La Llosa'l Cura, enfrente de la iglesia de Santa María de Tona, parroquial de La Isla |
El Ramal (calle Francisco Carrillo) era el antiguo antiguo de entrada en La Isla desde el Camín Real o Camín de Santiago, que se dirige a la villa de Colunga unos metros más al sur por
La Ferrán y hacia Güeñu y Covián. Antaño era una
caleya de tierra y piedra que seguía la orilla del Ríu Llames a desembocar a su playa, hoy es una calle y sigue siendo el principal acceso a La Isla y su arenal, ahora desde la N-632 y con el río canalizado, asfaltada y urbanizada a manera de avenida
Fue además El Ramal, la primera zona de expansión urbana de La Isla cuando, ya a mediados del siglo XIX, empezaron a llegar los pioneros bañistas y veraneantes del incipiente turismo playero, por lo que se construyeron las primeras casas y fondas de esta calle, así como chigres y tiendas. Hoy como ayer, un ramal del Camino nos permite entrar en La Isla por El Ramal...
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La Ferrán: a la izquierda a Colunga: de frente a La Isla |
Tras entrar en el concejo de Colunga por La Espasa y El Barrigón, el Camino de Santiago continúa un tramo por la acera de la antigua carretera
Ribadesella-Canero, actual N-632, entre La Forca y La Ferrán, parroquia de La Isla, al norte de la de
Gobiendes, pues esta calzada se superpuso en sus tiempos al milenario Camín Real de la Costa (vía
Briagantium-Oiasso). Aquí, en La Ferrán, el Camino Norte oficial cruza a la izquierda y, por un trazado relativamente bien conservado de su trayecto original, se dirige directamente a la villa de Colunga, capital del concejo, por
Güeñu y Covián
Pero existe otra posibilidad, que es a la que le vamos a dedicar esta entrada de blog, y es seguir de frente, unos 400 metros más, para ir al pueblo de La Isla por El Ramal, su entrada histórica desde el Camín Real, que sigue siendo su acceso principal, muy frecuentado en verano, paso directo a sus bellas playas, pedreros, acantilados y ensenadas, así como a su zona antigua, más rural, por donde va a la ruta al
albergue público de peregrinos de Les Escueles, al otro extremo de La Isla, en Les Quintanes, en un bello lugar ante el mar
Esta es la razón por la que, desde la recuperación del Camino a partir de los años de la década de 1990, siempre se contemplo este posible desvío hacia La Isla, lo cual tampoco es un error histórico, pues por La Isla pasaba secularmente un camino arrieril hacia el puerto de Llastres, que figura asimismo como vía secundaria de peregrinación (libro
Asturias. Concejo a concejo nº4. Ribadesella, Caravia, Colunga. Real Instituto de Estudios Asturianos) pues en esa importante localidad marinera hubo también una fundación de acogida de romeros la patrocinada por el vecino Bernardo del Castillo, que empezando el siglo XVIII contaba con capilla propia y hospitalera
Caminamos pues hacia La Isla, cabeza de esta parroquia colunguesa, siguiendo todo de frente carretera adelante a lo largo de esta acera jalonada de farolas desde La Ferrán, un topónimo que ha querido buscarse legendario origen popular en alguna ferrería
"de cuando los romanos", dado que la ensenada de La Isla fue un importante puerto en tiempos inmemoriales, antes incluso de la llegada de Roma, como lo demuestran numerosos hallazgos y vestigios de los que vamos a hablar al llegar a las inmediaciones de la iglesia parroquial
Prados de La Ferrán, a la derecha es El Cuetín, que al otro lado mira a la Playa la Isla, la cual no llegamos a ver desde aquí... por muy poco
Y es que esa es la panera del
Albergue Hostel Marejada, situado a sus pies, en El Terreru, en primera línea de playa (antiguo albergue
El Furacu) y dedicado a acoger especialmente peregrinos, surfistas, senderistas, montañeros, bañistas... siendo otro de los alojamientos más escogidos por los caminantes, aparte del ya reseñado albergue público
En su corredor es común ver colgando, puestos a secar, los trajes de neopreno de los
surferos. La adaptación de los elementos tradicionales a los nuevos tiempos, pues antes se colgaban de estos corredores
les riestres de panoyes (ristras de mazorcas)
pa facer la boroña, el pan de maíz
De la misma manera que la carretera sustituyó al Camín Real de la Costa como principal vía de comunicación, la N-632 perdió tal categoría ante la Autovía del Cantábrico (A-8), cuyo tramo entre Colunga y Caravia fue inaugurado el 1 de agosto de 2001. No obstante sigue teniendo muchísimo tráfico, que en esta recta pasa veloz, pues es el acceso principal a las playas de La Isla, así como al conjunto de las de La Espasa, que algunos días de verano y fin de semana pueden llegar incluso a masificarse, aunque en bajamares abarcan un gran espacio
Otro grupo de casas de La Ferrán. El Camín Real, camino de Colunga, pasa justo a su izquierda. Poco más allá dejará de ir en paralelo a la carretera, dirigiéndose a El Pontón o El Puente, dos pequeños puentes muy antiguos sobre el arroyo de La Riega Güeñu, gemelos y de piedra, de traza medieval, uno de ellos más ancho, para carros, unos tres metros uno del otro, símbolo del paso del Camino por tierras de Colunga
Fijémonos ahora en el detalla de esta portiella...
La Ferrán, el nombre del barrio
La acera, siguiendo la carretera, llega también a la villa de Colunga, y esta es la razón por la que, aún a partir del cruce de La Isla, en El Ramal, seguiremos viendo caminar a algunos peregrinos. No obstante y en nuestra opinión, salvo que por causas de fuerza mayor desees llegar pronto a algún sitio, consideramos mucho más gratificante y hermoso seguir el Camín Real y sus campiñas, alejadas del tráfico, así, como, si vamos a La Isla, proseguir después a reencontrarnos con el Camino de Santiago oficial por los
acantilados de Güerres, Güerres, San Xuan de la Duz y Colunga, reunión de ambas sendas
Llegamos a un grupo de casas que son una referencia importante en este camino y carretera, pues pueden ser una buena parada antes de entrar en el cogollo de La Isla por El Ramal, ya muy cerca
Primeramente, el
Hotel Monte y Mar, con cafetería, donde podremos echar el freno y darnos un descanso, siendo además una buena posibilidad de alojamiento
Aquí, secular parada de la línea, estuvo antes Casa Cangas, llagar y chigre, local sidrero de gran renombre, en el que se tomaba la sidra a la antigua usanza "en xarres", tal y como era habitual antes de la eclosión en Asturias de la industria del vidrio (hacia 1880) y con ella el embotellado, los vasos de cristal, y con ellos, el ritual de echar sidra, el escanciado, para oxigenarla bien, tal y como se hacía cuando se espichaba, es decir, se tomaba de la espicha, la espita abierta del tonel, formando un buen chorro al vaso. De ahí viene que una espicha sea una fiesta con sidra, acompañado de comida tales como huevos, chorizo, tortilla, empanada, etc., cosas normalmente ya hechas de antes. Su origen se dice está en la preba, cuando los vecinos y/o los compradores iban de casa en casa probando cómo estaba la de cada llagar
Casa Cangas, fundada por José Cangas en 1920, tenía además bolera, el deporte asturiano por excelencia antes de la gran expansión del fútbol a lo largo del siglo XX, existiendo una en cada chigre o llagar, que se preciase, tanto en núcleos rurales como urbanos
Hay una pequeña delantera o
antoxana, sostenida sobre columnas, con espacio para un poco de terraza
Antiguamente, cuando no había apenas tráfico en la carretera, y este muy lento, carros, carruajes tipo
xarré (
charrette, de dos ruedas y un caballo) y de motor alguna línea o el coche de algú
n indianu, se organizaban animados bailes en la misma carretera, pues, como era habitual, si pasaba alguno había tiempo de sobra para apartarse, esperar, y seguir luego bailando en la calzada
Más adelante, cuando el tráfico fue aumentando y la carretera asfaltándose, los bailes pasaron a la parte de atrás, a La Bolera, que estaba compartida con Casa Cangas y ahora es el parking del hotel. Casa Lelo pasó también por diferentes nombres: La Tiendina, Casa Forgaxes y Casa Colás
La carretera, cuando se trazó, partió en dos una gran finca llamada La Viña, vinculada posiblemente a antiguas viñas de parra de la que no queda ni memoria, sólo el topónimo, la cual ocupaba una gran extensión entre los lugares de Teldiz, La Ferrán, El Prau La Isla, El Sangreru, El Prau Caballu, El Prau Cuarta y El Palaciu de Güeñu. Tras quedar dividida la parte más grande, a la izquierda, fue llamada La Viñona, en aumentativo
Mientras, la parte pequeña, a la derecha, fue llamada La Viñina, donde alguna vez se celebró la romería de La Velilla, la gran fiesta de La Isla. Por aquí pasa, o pasaba, El Camín del Somerón, antigua
caleya, que a veces era sólo un sendero entre los campos, que salía de La Isla y cruzaba frente Casa Lelo, pasaba al Camín Real o Camín de Santiago, los prados de El Somerón y, por El Ramal de les Viesques, salía a la carretera del Fitu, en Gobiendes
En La Viñina, por su parte, se construyeron los bloques de la Urbanización las Palomas,
"unos bloques de apartamentos bastante feos a la entrada de la carretera, sobre el prado donde se celebraba la Velilla, y en el que veíamos, escuchábamos, y olíamos segar a Guadaña", escribe la eminente geógrafa
Josefina Gómez Mendoza en
Veraneos asturianos de mediados del siglo XX: La Isla (Colunga), donde narra los recuerdos de su juventud veraneando en La Isla:
"Creo que fue a mediados de los años cuarenta cuando las cuatro hermanas Gómez Mendoza, las mellizas María y Ana, Carmen y yo empezamos a pasar el verano en la Isla. Yo debía de tener apenas dos años y las cuatros acabábamos de tener tosferina, motivo por el que nos conocieron durante los primeros años como les tosferinoses. Todavía no había nacido Antonio, que lo hizo en 1952. Veraneamos en la Isla trece años seguidos, después cuando empezaron las estancias de una u otra en Northampton, en Inglaterra (¡un sitio tremendo!), pasamos a La Granja, Noja en Santander y Fuenterrabía, pero era tanta nuestra añoranza de la Isla que nuestra madre accedió a volver (por aquella época nuestro padre ya no podía estar varias semanas) y allí fuimos de nuevo a finales de los años 50’ y hasta 1962: ese último año estuvimos en una casa de la cuesta del Sangreru, el primer tramo de la carretera de la Isla a Colunga; María fue con su hijo de unos meses, Pablo, desde París donde vivía porque su marido Paco Bustelo no podía entrar en España, estaba exilado. Ana pasó unos días, también vino mi amiga Elena; y, lo recuerdo perfectamente, fue el verano en que se suicidó Marilyn Monroe."
Más allá de El Ramal, sigue la recta por El Paxaxe, junqueras del arroyo de La Riega Llames, y El Sangreru, zona de estos arbustos,
sangreros, llamados científicamente
Frangula alnus y
Rhammus alaternus.
Más lejos aún Los Caspios, en Güeñu, donde hay un hotel y algunas casas en lo alto de una colina, una de ellas la Casa Manzano, hecha en 1919 para el militar asturiano (del concejo de Quirós), Bernardo Álvarez del Manzano. Inaciu Hevia Llavona cuenta esta historia de un informante: "Creo que la ficieren los moros que traía pa con él. Acuérdome yo de velos nel cuartu onde facíen guardia"
Y aquí, vamos dejando la carretera para tomar la entrada a La Isla por El Ramal, que en origen era una caleya que seguía la orilla de El Ríu Llames, que nace en La Fuentona, barrio de Covián, pasa bajo la carretera y se une aquí cerca con La Riega Güeñu, que viene de El Pontón (paso del Camín Real), para desembocar en la Playa la Isla, junto a La Garita, a donde llega hoy en día canalizado y subterráneo
En el cruce, entre diversas indicaciones señaléticas de interés, la del albergue de peregrinos
También en el suelo se pinta una flecha amarilla y una A de albergue, para que nadie se despiste y pase de largo. Dejamos la carretera N-632 y tomamos a la derecha El Ramal. Aquí en el cruce paraba por entonces el autobús de línea, sigue recordando Gómez Mendoza...
"A la Isla se entra por el Ramal, hoy calle de Francisco Carrillo, que arranca de la carretera 632 que une Santander con Oviedo, en ese tramo Ribadesella con Canedo. Ahora está la autovía del Cantábrico. Hasta allí llegábamos en el autobús de “la Línea”, que en nuestra época no sé si era todavía Autobuses de Luarca solo, o ya ALSA. Al menos en nuestros primeros veraneos, cuando no teníamos coche, cogíamos el tren de noche en la estación del Norte, o Príncipe Pío de Madrid, que paraba en la estación del Campo Grande en Valladolid sobre las dos de la madrugada: nuestras tías vallisoletanas nos llevaban bocadillos y algo caliente, y seguíamos hasta Gijón. Nos encantaba ir en la baca del coche de línea, y coincidir, como era y se decía entonces, con paisanos, lecheras, y pescadoras. El autobús se paraba a la entrada del Ramal y hasta la casa que alquilaban nuestros padres, que estaba en el mismo ramal, nos llevaban los baúles y maletas en carros -recuerda María- y nosotros íbamos andando"
Efectivamente, El Ramal lleva el nombre de Francisco Carrillo, fundador 1927, con su mujer Lorenza Koheler, de La Colonia, institución escolar y veraniega para alumnos de colegios de Madrid, quienes acudían a La Isla en dos turnos durante los meses de julio y agosto. Más tarde, en 1950, fundaría al lado de La Colonia, Les Escueles Nueves, la escuela nueva del pueblo como su nombre indica, que ahora es el albergue de peregrinos. Josefina le dedica en sus memorias este apartado especial,
Francisco Carrillo y la colonia:
"Carrillo Guerrero, nacido en 1899 en Ronda, fue, como Rafael Altamira, inspector de enseñanza primaria de la primera promoción, y se movió cerca de las instancias de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas: consta que desde 1907 y hasta los años treinta estuvo pidiendo becas para estudiar en Francia, y hasta en siete ocasiones se le llegaron a conceder, lo cual era inhabitual, pero realmente solo viajó una vez en 1930. Era profesor especial de sordomudos y ciegos, fue presidente del Consejo superior de Protección de la Infancia de Madrid y escribió mucho sobre educación y renovación pedagógica. Lo curioso de su trayectoria es que también fue muchas otras cosas, entre otras, como doctor en derecho, decano del Colegio de Abogados, y ya en periodo franquista entre 1938 y 1949, Presidente de la Academia de Doctores. Probablemente eso significa que hubo una evolución en sus posiciones políticas, o que se adaptó a la situación. Me parece haber leído que fue director general de enseñanza primaria.
No está muy claro por qué escogió la Isla, pero sí que conoció el lugar durante su destino en Villaviciosa. La iniciativa tiene mucho que ver con la forma en que se intentaba abordar la falta de enseñanza y el analfabetismo en los barrios más miserables y marginales de Madrid. En efecto, Carrillo tuvo bastante que ver con la creación entre 1924 y 1928 del Colegio Joaquín Costa, en el Paseo de Pontones 8, sobre una explanada que hasta entonces se destinaba a mercado de ganado, en una barriada industrial muy pobre. Se trataba de una Grupo Escolar, una verdadera “ciudad infantil”, al igual que el Menéndez Pelayo en Méndez Álvaro. Ambos se deben al arquitecto Antonio Flórez, jefe de construcciones escolares del Ministerio de Instrucción Pública, autor también de la Residencia de Estudiantes y muy vinculado a la ILE. También estuvo implicado Carrillo con el colegio asilo de la Paloma, en la Dehesa de la Villa, y ahora en la calle Tabernillas. Tras muchos avatares todos ellos subsisten con su arquitectura original, y siguen siendo buenos centros de enseñanza pública.
Parece que de esos colegios, en particular del de la Paloma, procedían los niños de la colonia que Carrillo traía en verano a la Isla en estancias primero de dos meses y luego de uno. Se alojaron primero en casas del pueblo pero en los años en que coincidimos nosotros estaban en la casa de la Atalaya que Carrillo había habilitado para ese fin. Al llegar la guerra civil se había suspendido la actividad que se reanudó en 1942, teniendo al frente a don José Pérez, al que nosotros conocimos.
Colaboraba con Carrillo su mujer Lorenza Koehler Lucas, de la que solo he encontrado una referencia, pero muy curiosa en relación con esto: publicó en 1931 en la revista Cosmópolis, de diseño muy modernista, un escrito de una hoja: “Limosna de amor”, en la que mantiene que sin amor no hay verdadera caridad, no basta la intención, que puede no consolar realmente al beneficiado, sino, al revés, dejarle herido de humillación. No sé si esto tiene algo que ver con lo que estoy contando. Pero en todo caso habla en el mismo sentido de conciencia de la acción social. Ahora la plaza a la que dan algunas de las casas más conocidas de la isla lleva el nombre de Lorenza Koehler.
Carrillo Guerrero, nacido en 1899 en Ronda, fue, como Rafael Altamira, inspector de enseñanza primaria de la primera promoción, y se movió cerca de las instancias de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas: consta que desde 1907 y hasta los años treinta estuvo pidiendo becas para estudiar en Francia, y hasta en siete ocasiones se le llegaron a conceder, lo cual era inhabitual, pero realmente solo viajó una vez en 1930. Era profesor especial de sordomudos y ciegos, fue presidente del Consejo superior de Protección de la Infancia de Madrid y escribió mucho sobre educación y renovación pedagógica. Lo curioso de su trayectoria es que también fue muchas otras cosas, entre otras, como doctor en derecho, decano del Colegio de Abogados, y ya en periodo franquista entre 1938 y 1949, Presidente de la Academia de Doctores. Probablemente eso significa que hubo una evolución en sus posiciones políticas, o que se adaptó a la situación. Me parece haber leído que fue director general de enseñanza primaria.
No está muy claro por qué escogió la Isla, pero sí que conoció el lugar durante su destino en Villaviciosa. La iniciativa tiene mucho que ver con la forma en que se intentaba abordar la falta de enseñanza y el analfabetismo en los barrios más miserables y marginales de Madrid. En efecto, Carrillo tuvo bastante que ver con la creación entre 1924 y 1928 del Colegio Joaquín Costa, en el Paseo de Pontones 8, sobre una explanada que hasta entonces se destinaba a mercado de ganado, en una barriada industrial muy pobre. Se trataba de una Grupo Escolar, una verdadera “ciudad infantil”, al igual que el Menéndez Pelayo en Méndez Álvaro. Ambos se deben al arquitecto Antonio Flórez, jefe de construcciones escolares del Ministerio de Instrucción Pública, autor también de la Residencia de Estudiantes y muy vinculado a la ILE. También estuvo implicado Carrillo con el colegio asilo de la Paloma, en la Dehesa de la Villa, y ahora en la calle Tabernillas. Tras muchos avatares todos ellos subsisten con su arquitectura original, y siguen siendo buenos centros de enseñanza pública.
Parece que de esos colegios, en particular del de la Paloma, procedían los niños de la colonia que Carrillo traía en verano a la Isla en estancias primero de dos meses y luego de uno. Se alojaron primero en casas del pueblo pero en los años en que coincidimos nosotros estaban en la casa de la Atalaya que Carrillo había habilitado para ese fin. Al llegar la guerra civil se había suspendido la actividad que se reanudó en 1942, teniendo al frente a don José Pérez, al que nosotros conocimos.
Colaboraba con Carrillo su mujer Lorenza Koehler Lucas, de la que solo he encontrado una referencia, pero muy curiosa en relación con esto: publicó en 1931 en la revista Cosmópolis, de diseño muy modernista, un escrito de una hoja: “Limosna de amor”, en la que mantiene que sin amor no hay verdadera caridad, no basta la intención, que puede no consolar realmente al beneficiado, sino, al revés, dejarle herido de humillación. No sé si esto tiene algo que ver con lo que estoy contando. Pero en todo caso habla en el mismo sentido de conciencia de la acción social. Ahora la plaza a la que dan algunas de las casas más conocidas de la isla lleva el nombre de Lorenza Koehler."
Volveremos a hablar, indudablemente, de estos fundadores de La Colonia y de las escuelas cuando lleguemos al albergue de peregrinos. Ahora tenemos, de frente y al otro lado de la calle, el
Hotel La Isla, otro de los prestigiosos alojamientos del pueblo, este en su acceso principal a él y a la playa
Justo aquí podemos cruzar hacia él, pues la acera de la derecha desaparece unos metros más allá
Al cruzar, veremos la entrada de la Urbanización las Palomas. Los bloques de apartamentos turísticos vienen a ser las construcciones más recientes dentro de la expansión urbana de La Isla a lo largo de El Ramal y hasta su entronque con la N-632. La mayor parte de ellos son de viviendas destinadas a segundas residencias o viviendas turísticas. Se ha asentado incluso no poca gente, pero que tienen su primera residencia en otro lugar, lo cual es común en las urbanizaciones veraniegas
Además de por El Ramal, los peregrinos que deseen venir a La Isla pueden hacerlo caminando por la playa, en bajamares, andando desde El Barrigón, o incluso desde La Espasa, por
El Piñoble, ruta a la que le dedicamos la oportuna entrada de blog
Aquí, tras unirse a La Riega Güeñu, nacida en ese lugar de la parroquia, El Ríu Llames va ya canalizado hasta su desembocadura en el mar, algo que permitió mejorar notablemente el urbanismo de la calle, independientemente de veleidades desarrollistas, que suelen repetirse periódicamente
La vegetación crece, selvática, ocultando sus cursos de agua. Más allá, El Cuetu'l Nozalín, que recibe su nombre por un pequeño
nozal, nogal, que antaño crecía ahí
Un poco más adelante, y enfrente de él, un indiano de La Habana construyó su casa, llamándola El Cerrillo, la cual veremos un poco más adelante. Esto ocasionó que este promontorio fuese siendo llamado de igual manera, El Cerrillo o El Cuetu'l Cerrillo, abandonándose progresivamente su nombre original
Es también denominado El Cuetón o El Cuetu, no destaca por su altura pero sí por su forma. Al norte tiene un pozo que delata fue un
caleru u horno de cal, donde se cocía la piedra
Fue Luis Montoto el benefactor que donó los terrenos necesarios para ensanchar El Ramal, antaño una
caleya que seguía la ribera del río hasta la mar, como hemos dicho, logrando también por entonces canalizarse el curso fluvial en su recorrido de aquí hasta el arenal, lo que facilitaría la urbanización de La Isla
Luis Montoto Covián, hijo de Marcelina Alonso de Covián y de José Montoto Dosal, nació en Colunga en 1836, se casó con Leocadia Rivero, con la que tuvo un hijo, Tomás Montoto Rivero. Posteriormente enviudó y volvió a casarse, esta vez con Concepción Fernández. "
Falleció de muerte natural en su casa-palaciega de Loja, cuando tenía 96 años, el día 14 de abril de 1932 (doña Concha falleció en 1927)", según leemos del gran
José Antonio Fidalgo, Cronista Oficial de Colunga, pues existe importante confusión en su biografía, pese a su importante impronta en el devenir del concejo
"Don Luis , doña Concha, su hijo don Tomás y su esposa doña Carmen Isant, fueron grandes benefactores del concejo colungues. A esa familia – don Luis, doña Concha- se debe la fundación del Colegio de los Hermanos de la Doctrina Cristiana (los populares «baberos») en 1908-1909 ; la Iglesia parroquial, casa rectoral y cementerio de San Juan de Duz en la década de 1920…pero ni don Luis ni don Tomás ni doña Concha fundaron en 1920 los «asilos» de Colunga.
Esta Institución benéfica, ejemplar en su servicio a ancianos necesitados, surgió, como proyecto, de la asociacion femenina, fundada en 1927 por la esposa de don Tomás Montoto, doña Carmen Isant Cortada. Sus instalaciones fueron inauguradas en el año 1928.
Esa asociación benéfica se denominó UNION SOCIAL CATÓLICA DE COLUNGA y se acogió al devoto patrocinio mariano de la VIRGEN MILAGROSA. Su lema : «Ama a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo».
Evidentemente, don Luis y don Tomás «estaban ayudando en la sombra» , pero el protagonismo corresponde a la U S C. de Colunga ;después denominada «Fundación Montoto»."
Dentro de la dinámica de la época, el periódico
La Nueva España publicaba, allá por el año 2010, la serie
Nuevas y Viejas Polas. En ella, Fermín Rodríguez y Rafael Menéndez, del Centro de Cooperación y Desarrollo Territorial (CeCodet), le dedican a la villa y antigua
pola de Colunga el artículo titulado
"¡Qué callada quietud!" , en el que se menciona a La Isla, La Griega y el turismo:
"La actividad turística muestra hoy una oferta y calidad considerable y tiene aún un importante potencial. Cuenta con playas de afluencia metropolitana, La Griega y La Isla, que hasta el momento han sido escasamente aprovechadas para apoyar un desarrollo turístico apreciable, con un mayor poder de atracción a lo largo del año. Aunque hay indicios de movimientos en ese sentido, que toman como base estos recursos territoriales, intentando ajustar la demasía de quietud y parsimonia que, sin duda, son un lujo cuando se ofrecen conscientemente. No así cuando son el producto irremediable del despoblamiento y el envejecimiento"
De frente, un gran solar y los muros de la mencionada quinta El Cerrillo, construida en 1887, con la casa a la derecha, de la que pronto veremos su fachada principal, mirando a El Ramal
La finca llega hasta El Cuetu'l Nozalín, y dada su proximidad esta es la razón por la que este empezó a ser llamado con ese nuevo nombre, El Cerrillo, tal y como explica Hevia Llavona en su trabajo sobre la toponimia de La Isla, La Isla'l Moral, el topónimo original, de raíz prerromana
mor, que no tiene que ver con moros ni con moras (fruto) sino con roca, peña, e incluso torre
La forma cónica del Cuetu'l Nozalín, con sus afloramientos rocosos y su escarpe que parece artificial, no deja de ser especialmente llamativa en un enclave de tanta historia como La Isla, lleno de yacimientos arqueológicos, más según nos acercamos a lo que fue su antiguo puerto
Camino de la playa. En días de verano y buen sol, máxime en fines de semana, los aparcamientos habituales, e incluso otros de temporada en las inmediaciones de la playa ya se van llenando desde primeras horas de la mañana, por lo que se habilitan parkings en prados a lo largo de la carretera, a una cierta distancia, aconteciendo entonces un continuo trajinar de gentes con todo tipo de bártulos, a pasar el día en el arenal. La corriente se produce en sentido inverso al ir cayendo la tarde, de vuelta todos al parking
Hay también aquí lugares para hacer un alto, como a nuestra derecha, las terrazas de la Cafetería Lismar, sita en la planta baja de otro de estos bloques de apartamentos. Por aquí estaba El Prau la Isla y, en medio de él, La Fuente la Isla, de la que se dice manaba mucha agua. Antes de que se dispusiese de la traída general acudían a ella muchas criadas de los veraneantes pudientes asiduos a La Isla, a llenar los botijos para que bebiesen los señores
Y en La Fuente la Isla, como en todas las fuentes de antaño, se aprovechaba para, mientras se hacía cola y se iban llenando cántaros y garrafas, conversar, surgiendo los consabidos cortejos. Llavona cuenta que surgieron amoríos y que algunas de aquellas chicas se casaron con mozos de La Isla. Hoy nada en el lugar hace recordar aquellos románticos aconteceres...
Caminamos junto al muro de El Cerrillo, viendo de frente La Tienda, afamada tienda mixta,
chigre y ultramarinos, establecimiento fundado en 1942 en El Prau la Isla por Manuel Valle, razón por la que también se llamaba La Tienda de Manolo
Era otro lugar de visita asidua, de compras y de tertulias, partidas de cartas y encuentros de vecinos y veraneantes. De ella recuerda lo siguiente Josefina Gómez Mendoza:
"... la tienda de Manolo en el Ramal, donde había de todo, olía a sidra y muchas veces los lugareños estaban jugando a las cartas. Nuestro padre contaba con mucha gracia siempre lo mismo: allí se hablaba de la Habana o de otras ciudades americanas, con gran familiaridad y precisión, con gran conocimiento de causa, y en cambio aquellos paisanos no habían estado nunca en Oviedo. También la emigración económica era globalización"
Un ejemplo de aquellos indianos, de los que volvieron con más fortuna al menos, es esta casa de El Cerrillo, cuyo artístico portón, abierto, nos permite verla desde la calle
Frente a la mansión, hermosos parterres en el jardín, un elemento especialmente cuidado y con diferentes gustos y estilos en estas casonas de los emigrantes de ultramar
Arriba, entre filigranas artísticamente forjadas, el nombre y la fecha de construcción:
El Cerrillo. 1887
Ahora la tienda de ultramarinos, y prensa, está aquí, al otro lado de la calle, muy concurrida en verano como podemos ver. A lo lejos divisamos ya La Xunglar, puerta del núcleo originario de La Isla, al lado de la playa y en el camino al albergue de Les Escueles Nueves
En este tramo de El Ramal se construyeron las primeras casas para veraneantes entre los siglos XIX y XX. Solían alquilarse anualmente y no pocas veces a las mismas familias año tras año. Nos sigue contando de ellos Gómez Mendoza:
"En el Ramal estaban ya algunas de las casas de las familias que habían hecho de la Isla un lugar de veraneo desde los años 20’. Seguían luego, al terminar el ramal, por el arenal de la iglesia, la calle y plazas del pueblo, y volvían en bucle hacia por la plataforma occidental: en el propio ramal, los Vigil Fernández-Cutre, y los Caveda, en el arenal la casa de los Vigil, de tipo indiano, en el pueblo, los Fernández Nespral, Pérez Fontán, Martínez-Hombre Argüelles, Margolles, Rivas etc… Otros habían llegado más tarde, pero en todo caso antes que nosotros, y eran ya bien conocidos y estaban bien integrados cuando nos instalamos, los Baigorri, relacionados por vía materna con el lugar (Escandón Careaga), los Jáuregui que llegaron por los anteriores, los Matamoro que fueron de los primeros en instalarse en la playa de la Espasa. Más tarde bastantes de ellos se fueron construyendo casas en la playa o en las carreteras. En la playa de la Isla la más visible sigue siendo la de los Hidalgo del Banco Herrero: hoy el paseo del Terreru se llama Enrique Hidalgo. A todos ellos se unían algunos que tenían casas fuera, como los García Mauriño que vivían en Caravia. Con el tamaño que tenían las familias de entonces, hubo amigos y amigas de todas las edades, para cada uno de nosotros. Por el cantil, estaban las casas con mejores vistas sobre el mar, la Torre, la Atalaya, la Huertona donde veraneamos un año."
Los veraneantes se relacionaban con los vecinos y entre ellos, unos grandes promotores de aquellos veraneos en La Isla de gentes de Madrid y otros lugares fueron los Covián, del doctor
Francisco Grande Covián, quien trabajó en la capital española, Estados Unidos y otros lugares:
"Pasamos unos veranos maravillosos, desde luego yo. Carmen conserva muchos amigos y ha vuelto durante toda su vida. No soy capaz de saber qué balance harían, en cambio, nuestros padres; yo creo que no acabaron de hacer grandes amigos, aparte naturalmente de los Grande, aunque tenían una relación cordial con todos. Bien pensado, me llama la atención que mi padre no tuviera relación con Casares, sabíamos que estaba allí pero nada más. Jugaba al dominó con Baigorri, Jáuregui y otros, pero sobre todo buscaba la compañía de Pedro Caravia Hevia, en su casa de Gobiendes, un catedrático de filosofía del Instituto de Oviedo, que había estado huido hasta su reincorporación en 1941, y del que yo solo recuerdo que llevaba unas gafas de gran miope. María se acuerda de que le prestaba libros a nuestro padre y les gustaba hablar de sus lecturas. Confirmo ahora su categoría intelectual y personal en los escritos de homenaje de algunos de sus alumnos. Y me emociona que el de uno de ellos termine con ese verso de Valéry que también le gustaba tanto a Emilio Gómez Orbaneja: “La mer, la mer toujours, recomencée”
Al fondo La Xunglar, hasta donde antiguamente llegaba el mar de las marejadas, lugar de juncos, como su nombre indica, y de marismas, lugar acuoso y de lodos, como revela el Ríu Llames (llama, llamarga, llamuerga, barrizal) que allí desembocaba, y desemboca, sólo que ahora subterráneo
En este último tramo por El Ramal las casas de los Vigil Fernández-Cutre y los Caveda, grandes y bellamente restauradas
Blasón Solariego en la fachada de la primera
"La situación de esta población marítima es la más cómoda para baños de agua salada de Cantabria (cornisa cantábrica en general, del Bidasoa a Estaca de Vares) (...); sus casas proporcionan á los bañistas la comodidad de salir y entrar de sus habitaciones en traje de baño; y sus campiñas recreos y deliciosos paseos"
La llegada de los veraneantes con sus atuendos playeros despertó ciertas alarmas en las personas más pudorosas. Ya en 1925, por ejemplo, el párroco había promovido una Junta Vecinal en la que estaban también presentes algunos concejales del Ayuntamiento de Colunga, los Caveda y la maestra, para
"velar por la moralidad pública, la higiene pública y el mejoramiento y desarrollo dela cultura del pueblo", según informa Manuel Vigil González-Cutre, asiduo veraneante en el pueblo, a la que dedicó su libro
La Isla en el recuerdo
Desde la iglesia, el párroco vería a las gentes camino de la playa por El Ramal adelante, rumbo a La Xunglar, La Barquera y El Terreru. Por ello, un día comenzó el sermón de misa proclamando:
“Hoy es el décimo domingo de Pentecostés y, aprovechando la coyuntura, os digo que cada día veo más mujeres ir a la playa en traje de baño, pero sin falda”
A la derecha, La Llosa'l Cura, y al fondo, la iglesia parroquial de Santa María de Tona con La Escuelina o Escuela Vieya a su derecha, y los grandes ocalitos de El Terreru, plantados, cuando todavía eran únicamente plantas ornamentales, en 1870. Por El Terreru entrarían en La Isla aquellos peregrinos que hayan venido, aprovechando una buena bajamar, caminando por las arenas de El Barrigón y La Espasa, pasando detrás de La Retoral (a la derecha de la foto). A la izquierda una de las casas de La Barquera, en el extremo occidental de la Playa la Isla
La Llosa'l Cura, la iglesia, La Escuelina (actual centro social), y La Retoral están encima de un importantísimo yacimiento arqueológico, restos de una villa romana y termas, destrozado en parte con las obras de saneamiento del año 2000. Existe tradición oral de hallazgos ocasionales, como una estela redonda con dos agujeros y otros, que han desaparecido. También popularmente se habla de una "piscina" para "baños de carquexa", una especie de algas, es decir, baños de mar
La iglesia parroquial de Santa María de la Isla o Santa María de Tona fue reedificada en 1770 sobre otra más antigua, sucesora del antiguo monasterio medieval de esta advocación, mencionada en 1613 como Santa María de Tonaula. Entre los años 1862 y 1870 aparecieron porciones, reaprovechadas para hacer paredes, de una piedra con inscripciones en honor a San Salvador (...Sci Sa(lv)atoris et Sci T(h)om(a)e templum), si bien se atribuye a que pudo proceder de otra iglesia, citada en 1873 en un escrito para la Comisión de Monumentos, que informa de un "templo bizantino", como solía denominarse al Arte Asturiano o "prerrománico" por entonces.Por otro lado, no se sabe de dónde puede salir el error de denominarla como San Juan de la Isla en algunos lugares, incluso en trabajos eruditos sobre los restos arqueológicos aquí encontrados
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Ara de Mitra de La Isla. Universidad Carlos III Madrid
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En esos tiempos de la reedificación de la iglesia en 1770, apareció, y estuvo empotrada en sus muros, la famosa ara de piedra arenisca con la inscripción dedicada a la divinidad oriental
Mitra, de origen persa y cuyo culto de extendió por todo el Imperio Romano de una manera bastante similar a cómo lo hizo el cristianismo (con quien guarda ciertas coincidencias), por las principales vías de comunicación terrestres y marinas, a través de legionarios, comerciantes, esclavos, funcionarios a partir de ciertas poblaciones principales, como podría ser este el caso, existiendo no obstante cierta controversia sobre cuál o cuales de estos grupos sociales conformaría en La Isla sus fieles. El famoso epigrafista
Emil Hübner la dató en el siglo III y su texto, tanto su escritura, traducción e interpretación, también está sujeto a diferentes versiones. Esta la hallamos en la página
Mitra en Hispania:
Ponit Inv/icto Deo / Au(gu)sto. Po/nit lebien/s Fronto / aram Invi/cto Deo Au/ (gu)sto. F(ronto) Leveiu/s ponit, pr(a)e/sedente p[a]/[t]rem patr[um] / [c]um leon[ibus]/ M(onumentum) [h(oc)].
Lo erige para el Invicto Dios Au(gu)sto. Erige, de buen grado, Fronto el altar para el Invicto Dios Au(gu)sto. Fronto Leveius, erige este monumento presidiendo el padre de los padres con los leones.
La Casa los García, aquí pasó (también en otras casas de La Isla), muchos de aquellos veranos de su juventud, Josefina Gómez Mendoza con su familia. Mismamente, en
"un pequeño cuarto con ventana al mismo Ramal", escribió su padre, el prestigioso jurista
Emilio Gómez Orbaneja, su libro de derecho procesal y los Comentarios a la ley de Enjuiciamiento Criminal. Esta es su biografía en la página de la Real Academia de la Historia:
"Ha sido el más importante especialista en Derecho Procesal español del siglo xx. Tuvo, no obstante, una juventud literaria activa, amistad fraternal con Jorge Guillén y Pedro Salinas, escribió en la revista Cruz y Raya, tradujo obras literarias de Chesterton y otros autores e incluso fue becado en los años 1930-1931 como jurista en Alemania por la Junta de Ampliación de Estudios, donde mantuvo relaciones con Thomas Mann y Karl Vossler, entre otros. Finalmente, se especializó en Derecho Procesal, como discípulo que fue en España de Francisco Beceña y Manuel Traviesas, y en Múnich de uno de los fundadores del moderno procesalismo europeo, Kisch.
En 1931 ganó por oposición la cátedra de Derecho Procesal de la Universidad de Salamanca. En 1934 fue nombrado por concurso secretario del Tribunal de Garantías Constitucionales (el equivalente en la Constitución de 1931 al actual Tribunal Constitucional).
Fue adjunto entre 1934 y 1936, con José Antonio Rubio Sacristán, a Pedro Salinas cuando éste era secretario general de la Universidad Internacional de Santander. En la Guerra Civil pasó a Francia. Privado de su cátedra por razones políticas, fue repuesto en 1941 en la Universidad de Salamanca. En 1944 se trasladó a la Universidad de Valladolid y finalmente en 1971 llegó a la Universidad Autónoma de Madrid, donde se jubiló.
Su obra científica más relevante fueron los Comentarios a la Ley de Enjuiciamiento Criminal (1947-1951), de la que puede decirse que inaugura en España el moderno procesalismo penal. De esta obra, concebida como enciclopédica de la materia, se publicaron sólo los dos primeros tomos.
Muy influyentes en la práctica procesal han sido los manuales Derecho Procesal Civil y Derecho Procesal Penal, escritos en colaboración con el profesor Vicente Herce Quemada, aunque distinguiendo la aportación de cada uno de los autores. Ambas obras tuvieron varias ediciones a partir de 1949.
Entre el rico y vario conjunto de monografías y artículos, con los que introdujo una dogmática fresca y renovadora, destacan Las teorías sobre la cosa juzgada, 1931; La prueba preconstituida, 1943; Delito continuado y principio acusatorio, 1946; El ejercicio de los derechos, 1975, con importantes aportaciones de teoría general. También fue codirector de la Revista de Derecho Procesal desde su fundación.
La influencia de la obra procesalista de Gómez Orbaneja sigue plenamente operativa en España e Hispanoamérica, con la auctoritas reconocida de un verdadero clásico de la disciplina. Desde mediados de los años cincuenta, Gómez Orbaneja fue llamado a la Dirección General del Banco Urquijo, donde compartió responsabilidades con Juan Lladó Urrutia, Luis Urquijo, marqués de Bolarque, y José Antonio Muñoz Rojas (con quienes organizó también la Sociedad de Estudios y Publicaciones, que realizó una importante labor cultural en la última fase del franquismo y comienzos de la época democrática). Formó parte más tarde del consejo de administración de dicho Banco y de otras importantes entidades"
Y así era la vida para aquella familia de veraneantes de Madrid que encontraron en La Isla asueto y buen acomodo en un lugar privilegiado, una bonita historia que también tiene su final, y que puede ser una de tantas aquí acontecidas, esta al menos, bellamente recogida por escrito...
"Nuestra vida tenía esa maravillosa rutina de los veraneos. Después de ver cómo nuestra madre organizaba la casa y compraba el pescado a las pescadoras (pobre, a ella no le gustaba) -que venían corriendo desde el puerto de Lastres unos ocho kilómetros, cargadas con sus cestas de pescado sobre la cabeza que protegían con un pañuelo enrollado- nos íbamos a la playa: yo creo que se me pelaba la piel por lo menos dos veces a lo largo del verano. Comida, siesta y salir con la pandilla: largas tertulias en el porche de la iglesia y en los lavaderos, carreras por el arenal y los maizales, paseo por los prados, las pomaradas, a la playa no se iba por la tarde. (...)
Pasamos unos veranos maravillosos, desde luego yo. Carmen conserva muchos amigos y ha vuelto durante toda su vida. No soy capaz de saber qué balance harían, en cambio, nuestros padres; yo creo que no acabaron de hacer grandes amigos, aparte naturalmente de los Grande, aunque tenían una relación cordial con todos. Bien pensado, me llama la atención que mi padre no tuviera relación con Casares, sabíamos que estaba allí pero nada más. Jugaba al dominó con Baigorri, Jáuregui y otros, pero sobre todo buscaba la compañía de Pedro Caravia Hevia, en su casa de Gobiendes, un catedrático de filosofía del Instituto de Oviedo, que había estado huido hasta su reincorporación en 1941, y del que yo solo recuerdo que llevaba unas gafas de gran miope. María se acuerda de que le prestaba libros a nuestro padre y les gustaba hablar de sus lecturas. Confirmo ahora su categoría intelectual y personal en los escritos de homenaje de algunos de sus alumnos. Y me emociona que el de uno de ellos termine con ese verso de Valéry que también le gustaba tanto a Emilio Gómez Orbaneja: “La mer, la mer toujours, recomencée”.
Al final del mes de agosto de 1962, nuestra madre, Carmen Mendoza Lassalle nos dijo algo así como: “Vosotros lo pasáis muy bien, ¿verdad?, pues yo no puedo más y a partir del año que viene voy a veranear con vuestro padre y Antonio en un hotel”. No lo cuento como un reproche, todo lo contrario, con admiración por los años y los esfuerzos que nos había consagrado y el valor que tuvo al decirlo."
Mucho antes pues, que este atractivo enclave turístico, lo era La Isla portuario y mitraico. Realmente fueron los romanos los que hicieron el
mitraísmo, tras entrar en contacto con él a través de la frontera oriental del Imperio, mantuvieron ciertas apariencias como el mismo aspecto del dios con su gorro frigio y su vestimenta pérsica, pero lo transformaron en una religión esotérica con ciertos ritos altamente impactantes como el sacrificio del toro, exaltando, como en ciertas sociedades secretas, los valores de honestidad, coraje y arrojo personal, por lo que los militares eran especialmente atraídos por su culto
Además lo mistérico de sus rituales reforzaba los rituales de la comunidad. El especialista Narciso Santos Yanguas, en su muy interesante trabajo El culto a Mitra en Asturias en el marco de los cultosorientales en la Península Ibérica, se nos informa que los fieles ingresaban en su culto tras superar un proceso iniciático, dividido según san Jerónimo en grados, que de menor a mayor categoría serían los siguientes: Corax (Cuervo); Chryphius (Grifo) según unos autores, o Nimphus (casado, desposado) según otros; Miles (Soldado); Leo (león); Perses (Persa); Heliodromus (Corredor del Sol); y Pater (Padre) (...)
"A este respecto, en la inscripción de La Isla se menciona tanto el cargo más elevado de la organización sacerdotal conectada con el dios Mitra (pater patrum), que se nos documenta aquí como pater patratum, como uno de los niveles intermedios de dicha estructura religiosa, el correspondiente a leo (león); en realidad no constituyen más que un exponente de lo que sería la jerarquización sacerdotal de Mitra en su conjunto, aunque nos dan pie para poder afirmar la existencia de una comunidad de creyentes en dicho territorio, que celebrarían los cultos de esta divinidad oriental.
Quizás haya que conectar el arraigo del culto a Mitra en dicho territorio de Colunga con la presencia de una vexillatio (destacamento militar) asentado en dicho emplazamiento o en sus alrededores; ahora bien, este grupo de soldados no tendría que estar vinculado directamente con la legión VII Gemina sino tal vez en conexión con la escuadra romana del Cantábrico, cuya importancia arrancaría al menos de los años correspondientes a las guerras astur-cántabras.
Entre los objetivos que cumpliría este ejército naval del Cantábrico, en el transcurso de la segunda mitad del siglo I y todo el siglo II, se hallarían los relacionados con la salida de los productos mineros, tanto de las minas de oro como de hierro, contando en este último caso el entorno territorial del mitreo asturiano con varios yacimientos próximos. Actualmente, frente a lo que opinaba Cumont, cuya tesis sigue García y Bellido, y de acuerdo con la cual el ejército desempeñaría un papel fundamental en la difusión del culto a esta divinidad, el colectivo militar constituiría sin duda uno de los grupos más adeptos de dicho dios, aunque sin ser en ningún caso ni el más representativo ni el más activo ni exclusivo en lo referente a la difusión de su culto por todo el Imperio romano."
La comunidad mitraica de La Isla es la única localizada hasta el momento en Asturias, parece que, como en otras parte de la Europa Atlántica, por alguna razón, no caló su culto entre los indígenas y sí en grupos procedentes de otros lugares asentados en enclaves de tránsito, como sería aquí el caso:
"En este sentido, mientras que en otras provincias imperiales, como Germania, por ejemplo, la epigrafía mitraica nos ofrece la presencia de indígenas, en las regiones que contaban con un sustrato céltico prácticamente no se da esta circunstancia, como es el caso de Hispania y Galia.
De esta realidad parece concluirse que tal vez existiera un dios céltico, cuya vigencia en tiempos romanos continuaría siendo intensa, con unos cultos y funciones religiosas similares a los mitraicos; es posible que dicha divinidad pueda ser identificada con Lugus (Lug), asociado algunas veces a Mercurio, otro dios que para algunos investigadores hay que considerar en paralelo con Mitra.
Hemos de pensar, sin embargo, que este papel lo pudo desempeñar alguna otra divinidad celta, como Esus, Cosus o Taranis, pero su difusión resulta mucho más débil que la de Lug por el territorio hispano; quiere decir esto que, aunque no se daría realmente un rechazo frontal por parte de los indígenas del Norte peninsular a los cultos de Mitra, se explicaría así la escasa incidencia de dicho culto en las regiones más celtizadas de la Península (en ese aspecto radica uno de los principales elementos que definen al mitraismo en territorio hispano: su escaso arraigo)."
El culto mitraico de La Isla y cualesquiera otros hubiese fueron en algún momento posterior cristianizados. En 1938, mientras se reconstruía la iglesia tras la destrucción de la Guerra Civil, cuando fue quemada, se encontraron sepulcros de los antiguos enterramientos que se hacían dentro del santuario. Se sospechó podrían ser los de algún abad del antiguo monasterio de Santa María de Tona o de miembros de algunas familias principales con derecho a tener allí su panteón, como los Valdés del Palacio de Güeñu
Durante esas labores, los trabajadores sintieron el piso hueco bajo el crucero, excavaron con curiosidad, y encontraron una especie de piscina, hecha de argamasa rojiza y con escalones para bajar y una estela con inscripciones de letras y números romanos. Al ser todo ello visto también por algunos vecinos, el párroco, según Hevia, Llavona, temeroso de que esto llevase a la paralización de las obras, mandó taparlo todo. Por la memoria de lo localizado se supone era una terma romana, dado que la argamasa rojiza sería el
opus signum empleado para hacer sus piscinas, aunque al estar en un lugar sacralizado no se descarta fuese un baptisterio paleocristiano de rituales de bautismo por inmersión
A nuestra derecha, La Llosa'l Cura es un gran prado entre El Terreru, El Ramal y La Ferrán, que se habilita como parking playero durante los veranos. Ya citado por el filólogo
Martínez Marina en 1800 como propiedad del párroco, donde este tendría sus huertas y cuadras. Parece que todo él forma parte del área arqueológica de La Isla, pues recoge de ello Hevia Llabona numerosos testimonios, algunos también avalados por el etnógrafo
Alberto Álvarez Peña y, mucho antes, por el filólogo
Emilio Barriuso. Según esto, hacia 1960, con motivo de las obras de la traída de aguas, aparecieron cuatro esqueletos, enterrados con losas de piedra alrededor, uno de
"un caballeru que taba como sentáu", con los dientes muy blancos y los huesos bien conservados. Este informante afirma que los restos estuvieron guardados en cajas en La Retoral, que las calaveras se las llevó un encargado de obra
"pa enseñar a los fíos". Después los llevó el juzgado para el Ayuntamiento
"y non sé onde los enterraren". Otra historia que recoge Llavona es la de que en La Losa'l Cura hay una
muria enterrada en la que tropieza el
llabiegu (arado). Tal parece que La Isla estuviese sobre una nueva
ciudad de Troya y que sólo falta un nuevo
Schiliemann que la saque a la luz
Y aquí, donde se unen El Ramal y La Xunglar, estuvo otro de los llagares-chigre de La Isla, El Llagar de García. Más allá arriba, en El Picu la Torre, en lo alto de La Isla, fácil de identificar por otro muy viejo
ocalitón, existen viejos muros, foso y restos de construcciones que se dice son restos de otro recinto defensivo, de ahí su nombre, datado en época medieval
Se dice que desde La Xunglar hay una galería de acceso subterránea que discurre bajo el llamado Camín de la Torre, el cual sube hacia la antigua fortificación. Por él, según el decir de la vecindad, en el silencio de las noches se siente retumbar los pasos de la gente "como si estuviera hueco por abajo" y, al cavar alguna obra, parecen reconocerse estructuras abovedadas entre ladrillos y escombros, así como huesos que parecen de animales. Es posible que se tratase de algún túnel de escape o acceso del antiguo torreón
Y en La Xunglar, donde alguna de las casas llegó a tener una
muria de piedra protegiendo su puerta para evitar que en las grandes pleamares el mar entrase al interior, previniendo inundaciones, nos uniremos al camino opcional que planteamos en otra entrada de blog, el ya citado
paseo por las arenas de las playas de
La Isla y El Barrigón, y nos dirigiremos a la izquierda, camino del albergue de peregrinos, en
La Colonia, barrio de Les Quintanes
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