El Martillo de Capua entre los edificios del desarrollismo de los años 60 y 70 del siglo XX |
El caminante que recorre el Paseo del Muro desde El Puente del Piles hacia el centro urbano, se encontrará, tras pasar el México Lindo, el con el llamado popularmente Martillo de Capua (en origen no era tal martillo urbanístico), un conjunto histórico de edificios que, formando una gran manzana en forma de triángulo escaleno, enfrente de las escaleras 6 y 5 de acceso a la Playa San Lorenzo (calle Ezcurdia), constituye el único vestigio del histórico Ensanche del Arenal, por el que la ciudad de Gijón/Xixón creció hacia el este, extendiéndose más allá de la muralla que la encorsetaba desde que en 1837 se declarase plaza fuerte al estallar la Primera Guerra Carlista
Esquina del Martillo de Capua: a la derecha la calle Capua |
Por la calle Capua, al otro lado de esta manzana, discurría el trazado de dicha muralla, que tenía forma de estrella, por eso está dedicada a Andrés de Capua y Lanza, quien fue el alcalde-corregidor (y diputado a Cortes) bajo el que se derribó esta fortificación y se emprendió el avance o ensanche de la ciudad hacia el arenal. La muralla empezó a levantarse en 1837 y fue derribada a partir de 1877
Plano de la plaza de Gijón y sus inmediaciones. De José González, año 1856 |
Las décadas que dicha muralla estuvo en pie coartaron el crecimiento natural de la ciudad y, además, no debía darle al lugar un buen aspecto, con aguas estancadas en su foso y cierto abandono. Así en 1843 el viajero francés Antoine Holinsky lo llama "lugar naturalmente malsano", añadiendo que...
"... la extraña idea que se tuvo de hacer de él una fortaleza contribuyó en mucho a aumentar la insalubridad del aire. Murallas completamente inútiles fueron levantadas y rodeadas de fosos, en donde se ha estancado un agua corrompida"
Por ello no es de extrañar que, al recuperar los terrenos afectados por la fortificación, desde el Ayuntamiento se procediese inmediatamente a tirar la muralla, de la que no ha quedado vestigio, salvo la alineación de algunas calles, y a rellenar fosos y marismas, urbanizando todo el terreno lo más rápidamente posible, pues ya había, como hemos visto en las anteriores entradas de blog, alguna casa tras cubrir los arenales con tierra de la dársena el Marqués de Casa Valdés, quien había adquirido ya terrenos en 1853 tras ser subastados por el Ayuntamiento, pues se preveía que la inútil defensa sería demolida, aunque aún tardaría más de una década en producirse dicho derribo
Así, fue urbanizándose el Ensanche del Arenal, apareciendo, con las fábricas, numerosas ciudadelas obreras, pero también casas de vecindad, pequeñas granjas familiares y algunos chalets burgueses. A la vez, a partir de 1907 y para proteger los nuevos barrios de las marejadas que llegaban a veces hasta las casas, se hizo, o mejor dicho, se prolongó, a partir del erigido a finales del siglo XVIII con el Plan de Mejoras del ilustrado prócer gijonés Gaspar Melchor Jovellanos, el muro de contención existente, obra terminada en 1914 con la construcción, al otro extremo del arenal, del Puente del Piles, al que también le dedicábamos la oportuna entrada de blog
Precisamente ese crecimiento urbano y la demanda de vivienda echaron al traste el proyecto de ciudad jardín y parque-playa previsto para este ensanche del Arenal, que se extendía al sur, hasta el viejo Camín Real de la Costa (luego carretera y actualmente Avenida), secular entrada y salida por el este de la población
El crecimiento abigarrado hizo que la corporación del Frente Popular procediese al derribo de algunas manzanas y de los últimos balnearios que también se fueron construyendo en la playa. Una de esas manzanas era la de los actuales Jardines del Náutico o simplemente El Náutico, donde estaba el Hospital de Caridad, a continuación del Martillo de Capua en dirección al centro. Realmente, y haciendo caso al geógrafo y urbanista Rafael Suárez Muñiz, un martillo es, en términos urbanísticos, cualquier elemento arquitectónico que sobresale respecto de la alineación de una manzana, pero en principio, este conjunto, el primero del Ensanche del Arenal, no lo era, sino que los demás edificios se alinearon respecto a él y siguiendo, bastante fielmente, proyecto de urbanización de aquel antiguo arenal
Desaparecieron fábricas, ciudadelas, chalets y demás viviendas y solares en su práctica totalidad salvo muy contadas excepciones, una de ellas este Martillo de Capua. La idea de un gran parque-playa con ciudad jardín también desapareció definitivamente, incluso la de un parque interurbano más al sur (La Florida, en la entonces Carretera de la Costa) ante la intensa especulación urbanística acaecida con el llamado desarrollismo que, como remate final, retomó la idea de demoler el Martillo de Capua en 1979, la cual fue paralizada una vez más no sin un gran debate social al respecto
El Paseo del Muro camino del Martillo de Capua, que vemos al fondo |
En la entrada de blog correspondiente al tramo anterior del paso del Camino de Santiago por el Paseo del Muro, nos acercábamos al Martillo de Capua desde la zona del México Lindo, llegando a la altura del lugar en el que estuvieron Les Cases de Veronda que, como mencionábamos, corrieron en 1937 la suerte que le deparaba a la manzana de Capua
Estamos a la altura de la Escalera 7, viendo de frente Cimavilla, el barrio Alto origen de la población que fue reconstruido tras el asedio y destrucción de 1395 durante las guerras trastamaristas, las cuales hicieron a la vez desaparecer una muralla gijonesa anterior, la muralla romana
De ahí la ciudad creció, pero muy poco a poco, durante los siglos siguientes, por el istmo de Santa Catalina, nombre del tómbolo o cerro, con cima en La Talaya, sobre el que se asienta el barrio por su ladera sur
Es en ese primer tramo, desde la iglesia de San Pedro hasta La Garita, al final del Martillo de Capua, donde se hizo el primer muro de la playa a raíz de las citadas propuestas de Jovellanos en el Plan de Mejoras, fechado en 1782, donde proponía también plantar árboles en el gran arenal desaparecido, del que solamente queda su franja más ribereña, actual Playa San Lorenzo, como manera de asentar el terreno y prevenir las tormentas de arena que, arrojadas por el fuerte viento, afectaban periódicamente a la población. Doce años después, el miércoles 30 de abril de 1794, escribía en su Diario:
"Mañana parda, serena y bellísima; a pasear a Santa Catalina. Graciosa vista de las salidas del pueblo y las dos playas. Doy vuelta dos veces por la cima y la falda. Al bajar por sobre La Fontica presentaba una muy graciosa perspectiva la playa de San Lorenzo. La tropa hace en ella ejercicios con la rampa y el paredón coronados de gente. El mar, en lo más caído de la marea, descubre un arenal firme y limpísimo por donde cruzan las gentes y carros que vienen a la villa desde Somió"
Cuando se refiere al paredón sin duda hace referencia a ese ya construido muro, enterándonos además que el arenal era camino para entrar en la población desde el este, vía Somió, bien cruzando por el único puente entonces existente, el de La Guía, paso del Camín Real de la Costa. o bien vadeando el Piles en bajamares, pues el puente de su desembocadura no existía
Por lo tanto, cuando se hizo El Muro y el paseo, ya estaban aquí estas casas de la manzana o Martillo de Capua. En Un patio gijonés. La Ciudadela de Celestino González Solar, su autora, la historiadora Nuria Vila Álvarez, informa que la primera solicitud de construir en esta manzana del ensanche la hizo Rafael González Posada, quien aparece autorizado, en las actas municipales de 1873, para construir en su propiedad, en las inmediaciones de La Garita, un almacén de planta baja con huerta, la cual ya tenía concesión de cierre dos años atrás, en 1871
"Andado el tiempo, este edificio se convertiría en el número uno de la calle Marqués de Casa Valdés" , dice Vila Álvarez, que discurre paralela a esta, Ezcurdia, al otro lado de estas casas, y puede considerarse la primera construcción levantada en esta manzana, posiblemente dedicada a almacén de vinos y licores y precedente de la taberna que, ya a principios del siglo XX, Luciano Castañón fundaría en el número 17 de la calle Capua, "cuyo almacén estaba en aquella casa número 1 de la calle del Marqués de Casa Valdés", dedicada al gran promotor de este ensanche, donde además, en 1875, Juan Jacobí, uno de los operarios extranjeros que llegaron a trabajar en la fábrica de vidrios de Cifuentes y Pola S.A., empezó a edificar las diez casas de una ciudadela que lleva su nombre, también conocida posteriormente como El Patio del Topu y que estuvo habitada hasta 1962, poco antes de su derribo. Dice de él Vila Álvarez lo siguiente:
"Juan Jacobí era un operario vidriero nacido en Lieja, llegado a Gijón en 1855. Fue el padre de Victorina Jacobí, casada con Eleuterio Alonso, hijo de Juan Alonso, ambos empleados de la fábrica de vidrios de Cifuentes, Pola y Cía., primer constructor de una vivienda en el ensanche, propietario de una ciudadela y presidente de la primera Junta del Ateneo Obrero de Gijón. Todos ellos fueron ejemplos del importante papel que los obreros llegados a Gijón para trabajar en la fábrica de vidrios La Industria tuvieron en la formación de la burguesía local gijonesa, y los lazos familiares que entre ellos se crearon. Además de los ejemplos ya citados, entre estos trabajadores estaban familias tan conocidas en Gijón como los Caicoya o los Hurlé, quienes también se asentaron en esta zona del ensanche. Según las palabras de Rafael María de Labra, en 1877, los vidrieros que habían venido a Gijón:
[…] con cierto derecho a participar en los beneficios de la Empresa, estos han sido tales que a la vuelta de cinco años les permitieron regresar a sus países, asegurando ya un porvenir más que modesto; y alguno de ellos es señalado en Gijón como propietario de la villa.Estas afirmaciones se corroboran al comprobar que algunos de esos operarios participaron de forma activa en la compra del nuevo suelo urbano en el ensanche de El Arenal y en el aprovechamiento de éste construyendo ciudadelas y patios, como es el caso de Jacobí y Juan Alonso, que también tenía su residencia en el ensanche, al igual que la familia Caicoya y los Hurlé, que habitaron en la calle de Capua..."
Por su parte, este primer edificio que nos encontramos viniendo por el Paseo del Muro, en la calle Ezcurdia 20 esquina con la calle Eladio Carreño, se sabe fue edificado en la década de 1890 con proyecto del arquitecto catalán Mariano Marín Magallón, afincado en la ciudad
En 1991 se renovó su interior y entre 2006 y 2007 su fachada fue rehabilitada dentro del Plan de Fachadas del Muro, un intento por mejorar el aspecto urbanístico de esta primera línea de playa ante la imposibilidad de retomar ningún otro proyecto similar al de la varias veces malograda idea de ciudad-jardín playera. En sus bajos abrieron sus puertas diferentes negocios. En el Boletín Oficial del Estado (BOE) del 18-11-1978 figuran estos datos:
"Finca número 20 de la calle Ezcurdia.—Edificio compuesto de semisótano, planta de entresuelo, tres plantas de pisos y bohardillas-áticos. Expropiación parcial.
La superficie afectada se describe así: Terreno de 215,54 metros cuadrados, que linda, al Norte, con la calle Ezcurdia; al Sur, con resto de la finca, superficie que no se expropia; al Este, con la calle Eladio Carreño, y al Oeste, con la finca número 18 de la calle Ezcurdia, propiedad de don José María Menéndez Fuentes. Superficie libre de expropiación, 57,71 metros cuadrados.
Es parte de la finca registral número 21.368, que se describe así: Casa número 20 de la calle Ezcurdia, que forma esquina con la misma calle de esta villa de Gijón y mide 213 metros 53 decímetros cuadrados, y se compone de sótanos, entresuelos, piso principal, segundo, tercero y bohardilla; linda, por su derecha, casa número 18 de don Gumersindo García Cuervo-, izquierda, travesía de Ezcurdia; espalda, casa número 4, y frente, dicha calle. (Medida total de la finca, conforme al informe técnico, 269,25 metros cuadrados.)
Propietario: Comunidad de herederos de doña María de la Luz Alonso del Campo y Beltrán.
Inquilinos: Doña Purificación Palacios Corbato, doña Pilar González Zapico, doña Esperanza Jáuregui Mier, doña Angela Villar Pando, doña Ana Arana Fresno, doña Angela González Soberón, don Ignacio Rodríguez Megido, doña Emilia Sánchez Pérez, don Filiberto Villar Cristóbal y doña Zulima Fernández Martínez."
Eladio Carreño, a quien está dedicada la calle (antes Travesía Primera de Ezcurdia, como leíamos en el BOE) fue uno de los fundadores el Ateneo-Casino Obrero en 1881, que como hemos dicho, tuvo su sede en otra manzana demolida que estaba antes que esta de Capua, la de Les Cases de Veronda, pero ya antes había sido alcalde durante cinco meses al proclamarse la Primera República en 1873. Era además profesor en el Instituto Jovellanos. De la reinauguración del nº 20, pues fue el primero restaurado en dicho Plan del Muro daba noticia para La Nueva España su redactora M. Suárez el 22-1-2007:
"No estará cubierto por una cortina de vidrio, pero es el primer fruto del plan especial para la rehabilitación de la fachada marítima de San Lorenzo. El número 20 de la calle Ezcurdia se reinaugurará esta tarde, después de tres meses de reforma costeada a partes iguales por la comunidad de propietarios y el Ayuntamiento de Gijón.
Las obras se iniciaron el pasado 2 de octubre. Los operarios de Esfer, la empresa rehabilitadora, dieron por finalizados los trabajos durante la primera semana de 2007. Aunque el plan especial está asociado a un tratamiento de las fachadas a base de vidrio, lo cierto es que muchos de los edificios del Muro no llevarán este tratamiento. Es el caso del número 20 de calle Ezcurdia, cuya reforma ha estado condicionada por el hecho de que este inmueble está catalogado -sujeto a protección urbanística- y, por tanto, no se puede alterar su aspecto exterior.
Además de limpiar su fachada en seco, la empresa contratada por la comunidad de propietarios trató todos los elementos de rejería. Los que estaban en buen estado «se llevaron a granallar (eliminar óxido y pintura) y se sometieron a un proceso de metalización (para protegerlos de la corrosión)», explica Gonzalo Tarodo, directivo de la firma rehabilitadora.
Las barandillas de los balcones, sin embargo, presentaban tal deterioro que «tuvimos que hacerlas nuevas, siguiendo el modelo del edificio colindante, que tiene el mismo estilo y estructura que éste».
El proyecto de reforma incluyó también la renovación de los tejadillos de la cuarta planta, la restauración de la madera de las galerías, pintura y un tratamiento especial para consolidar e impermeabilizar la piedra. Este lavado de cara ha supuesto una inversión de 98.858 euros. La mitad corre a cargo del Ayuntamiento, que pagará la subvención a la comunidad en tres anualidades para evitarle cargas fiscales."
"El martillo de Capua es un conjunto arquitectónico situado en la ciudad de Gijón (Asturias, España) que goza de protección integral en el vigente catálogo urbanístico. Recibe ese nombre debido a la «presión» que ejerce la calle Capua sobre el paseo marítimo de la playa de San Lorenzo, modificando su alineación y reduciendo su anchura considerablemente."
"Finca número 18 de la calle Ezcurdia.—Edificio compuesto de semisótano, entresuelo, tres pisos y bohardillas-áticos. Expropiación parcial.La superficie afectada se describe así: Terreno de 199,88 metros cuadrados, que linda: al Norte, con la calle Ezcurdia; al Este, izquierda, entrando, con finca número 20 de la misma calle; al Oeste, derecha, entrando, con finca número 16 de la misma calle, y al Sur o fondo, con terrenos de la misma finca, resto que no se expropia. Superficie libre de expropiación, 119,27 metros cuadrados.Es parte de la finca registral número 8.756, que se describe así: Casa número 18 de la calle Ezcurdia, de Gijón, de planta baja y pisos entresuelo, primero, segundo, tercero y bohardilla, cuya descripción del solar es como sigue: Trozo de terreno en la calle de Ezcurdia, de Gijón, que ocupa una extensión superficial de 4.191 pies cuadrados y 87 céntimos de otro, equivalentes a 325 metros, 54 decímetros, y linda: al Norte o frente, calle de Ezcurdia; Este o izquierda, con otro lote de la misma pertenencia, adjudicado a don Felipe Alonso; Sur o espalda, propiedad de herederos de don Juan Jacoby, y al Oeste o derecha, otro lote adjudicado a doña Eusebia Alonso. (Medida, conforme al informe técnico total de la finca, 319,15 metros cuadrados.)Propietarios: Comunidad hereditaria de don José María Menéndez Fuentes.Inquilinos: Don Manuel Patállo Alvarez, doña Blanca García Alvarez, doña Rita Menéndez González, don José Menéndez, doña Natividad García Rodríguez, doña Honorina Rodríguez Iglesias, don Isidro Martín Martín, doña María Mercedes Riera Alvarez, doña Armanda Menéndez Ojanguren, don Ricardo Menéndez Morán y don Federico Castaños Llabona."
"Esta manzana fue proyectada junto al ensanche de la ciudad propiciado tras la demolición a partir de 1867 de la muralla carlista, que finalizaba a la altura del martillo de Capua. La manzana fue parte de las pocas del ensanche totalmente edificadas así como una de las primeras, incluyendo desde 1877 una ciudadela en el patio central.
Durante el plan de reformas urbanas que llevó a cabo en 1936 el alcalde del Frente Popular Avelino González junto al arquitecto municipal Fernández-Omaña, que, mediante un conjunto de demoliciones, pretendía depurar la trama urbana, el Martillo de Capua fue puesto como objetivo puesto que acortaba la anchura del paseo marítimo. Aunque la manzana se «salvara» por la caída de Gijón por los nacionales en octubre de 1937, otras estructuras de la fachada marítima serían demolidas; las «casas de la Veronda», ubicada entre las escaleras 7 y 8 del paseo, el Hospital de la Caridad, ubicado en los actuales Jardines del Náutico y los balnearios La Carolina y La Favorita.
En la década de 1970, mientras las construcciones desarrollistas configuraban el skyline de la fachada marítima, se planteó la opción de demoler la manzana. La presencia de la Ciudadela de Celestino Solar y el hecho de que era la única manzana intacta del ensanche original hizo descartar la demolición."
"Finca número 16 de la calle Ezcurdia.—Edificio compuesto de semisótano, planta de entresuelo, tres plantas de piso y ático-buhardilla. Expropiación parcial.La superficie afectada se describe así: Terreno de 180,73 metros cuadrados, que linda: al Norte, con la calle Ezcurdia; al Este, izquierda, entrando, con la finca número 18 de la misma calle; al Oeste, derecha, entrando, con la finca número 14 de la misma calle, y al Sur, o fondo, con terreno de la misma propiedad, resto de la finca, que no se expropia. Superficie libre de expropiación-, 68,37 metros cuadrados.Es parte de la finca registral número 12.663, que se describe así: Casa sita en la calle de Ezcurdia, de Gijón, señalada con el número 16, compuesta de pisos entresuelo, principal, segundo, tercero y bohardilla, con sótano y desván, divididos para servicio de los pisos y un pequeño patio. Ocupa todo una extensión de 233 metros cuadrados, y linda: por su frente, con dicha calle; derecha, entrando, con otra casa del señor Marqués de Villaviciosa; izquierda, otra de los herederos de don Gumersindo Cuervo, y espalda, con patios y edificios de don Manuel G. Solar. (Medida total de la finca, conforme al informe técnico, 249,10 metros cuadrados.)Propietarios: Don Pedro, don Armando y doña María Cándida Jove Cima.Inquilinos: Doña Urbana Carro, doña Carmen Carriles. Pardo, don Adolfo Morán Morilla, don Secundino Lago Lago y don Manuel Morán Alvarez"
"Finca número 14 de la calle Ezcurdia.—Edificio compuesto de planta de semisótano, entresuelo, primero, segundo, tercero y bohardillas. Expropiación parcial.La superficie afectada se describe así: Terreno de 183,80 metros cuadrados, que linda: Al Norte, con la calle Ezcurdia; al Sur, con resto de la finca, que no se expropia; al Este, con la finca número 16 de la calle Ezcurdia, propiedad de don Pedro Jove, y al Oeste, con la finca número 12 de la calle Ezcurdia, propiedad de dón Melquíades Pidal Rivas. Superficie libre de expropiación, 32,02 metros cuadrados.Es parte de la finca registral número 12.653, que se describe así: Casa señalada con el número 14 de la calle Ezcurdia, de Gijón, compuesta de entresuelo, principal, segundo y dos plantas más. Ocupa una superficie de 22o metros cuadrados aproximadamente, y tiene su frente al Norte, con una longitud de 10 metros 22 centímetros. Linda: Por la derecha entrando, que es el Oeste, con casa de don Agustín Alvarez Morán, en una extensión de 20 metros 22 centímetros; por la izquierda, que es el Este, con casa de don José Cima García, y por la parte posterior, que es el Sur, con propiedad de los herederos de don Celestino González Solar, en una extensión de 10 metros 46 centímetros en línea algo torcida o quebrada. En la extensión que queda señalada están comprendidas las medianerías de las casas colindantes. (Medida, conforme al informe técnico, 215,82 metros cuadrados, total de la finca.)Propietario: Don José María Prendes Rodríguez.Inquilinos: Don Germán Prieto Estévez, don Fermín Alvarez López, doña Josefa Cadierno Riera, doña Mercedes Fernández Vigil, doña Argentina Nieto Echevarría y doña Elvira García González".
"Finca número 12 de la calle Ezcurdia.—Edificio compuesto de planta baja, tres pisos y bohardilla. Expropiación parcial.La superficie afectada se describe así: Terreno de 321,50 metros cuadrados, que linda: Al Norte, con la calle Ezcurdia; al Sur, con él patio llamado Ciudadela de Capua (o Ciudadela de Celestino Solar) y terreno de la finca, resto que no se expropia; al Este, con la finca número 14 de la calle Ezcurdia, propiedad de don José y don Angel Prendes Rodríguez, y al Oeste, con la finca número 10 de la calle Ezcurdia, propiedad de herederos de don Antonio Roibás Pena. Superficie libre de expropiación, 1,50 metros cuadrados.Es la parte de la finca registral número 8.753, sujeta a división en propiedad horizontal, que se describe así: Casa señalada con el número 12 de la calle de Ezcurdia, de Gijón, consta de planta baja, tres pisos altos y bohardillas, con dos locales comerciales y ocho viviendas. Ocupa una superficie de 335 metros 29 decímetros cuadrados. Linda: Por la derecha entrando, con casa de don Santiago Pedregal; por la izquierda, con otra de doña Eusebia Alonso, y por la espalda, con propiedad de los herederos de don Celestino González Solar. Actualmente constituye las fincas regístrales números 4.667, 4.869, 4.871, 4.873, 4.875, 4.877, 4.879, 4.881, 4.883 y 4.885, del Registro de la Propiedad de Gijón, número 1. (Medida total de la finca, conforme al informe técnico, 323 metros cuadrados.)Propietarios de los distintos departamentos en qué la finca está dividida: Doña Carmen, don Melquíades, doña María del Portal y doña Enriqueta Pidal Rivas.Inquilinos: Doña Luisa Vega Díaz, don Daniel Gutiérrez Iglesias, don José Tuñón Escobar, «Esquí Club Alpino», don Juan Manuel Menéndez Fernández, doña Carmen Cepeda Fernández, doña Trinidad Faya Suárez y don José Luis Blasco González."
"A Veira do Mar cerrará sus puertas mañana después de cuarenta y un años de gastronomía gallega mirando al mar, en pleno 'martillo de Capua', al servicio de los paladares asturianos. El bar fue inaugurado en 1977 por Ovidio López, orensano afincado en Gijón desde los 14 años. «Vine a Gijón por mis hermanos. Ellos vivían y trabajaban aquí. Después de pasar una temporada lejos, en Alemania, me casé y junto con mi mujer, Amparo Rodríguez, monté el bar que vemos hoy en día», explica el propietario.
El matrimonio vio en el bajo ubicado en frente de la escalera cinco de la playa de San Lorenzo (calle de Ezcurdia, 10) «grandes posibilidades» y decidieron alquilarlo. Un lugar muy céntrico y con una vistas al mar Cantábrico que hacen honor a su nombre, A veira do mar, y trasladan a los comensales a las Rías Baixas sin necesidad de moverse del centro de Gijón.
«El mejor pulpo de la ciudad», «pulpo riquísimo», «¡está de muerte!», «parece que estamos en Galicia». Son algunos de los comentarios de la clientela de este popular negocio que mañana dirá adiós a cuatro décadas de pulpo, lacón y buen vino ribeiro; las especialidades de la casa. Pero también a los pimientos del Padrón, la 'orella', quesos gallegos, cachelos y, cómo no, el pimentón como aderezo fundamental de sus platos.
Los propietarios se jubilan. «Ese es el motivo del cierre, después de cuarenta y un años de trabajo ininterrumpido y casi setenta años creo que es el momento de que podamos descansar, de tomarnos unas vacaciones, ¿o no?», interroga Ovidio López entre bromas.
«El bar siempre funcionó muy bien. Siempre hubo una muy buena clientela, tuvimos suerte», comenta el orensano. Además, «nunca tuvimos ningún problema con nada ni con nadie desde que decidimos abrirlo. Es increíble que en tanto tiempo con el bar nunca pasase nada desafortunado, pero así es. Los recuerdos que me llevo son muy buenos», subraya. Después de «una vida entera de dedicación y trato familiar a la clientela», añade Amparo Rodríguez. Mañana, los gijoneses se despedirán para siempre de A Veira do Mar y la escalera cinco dejará de sorprender a los paseantes con el buen olor a pulpo y lacón recién cocidos.
No habrá quien tome el relevo de este negocio familiar debido a que el edificio donde se encuentra ha sido comprado y están esperando al cierre del bar para comenzar con las reformas pertinentes".
"Finca número 10 de la. calle Ezcurdia.—Edificio compuesto de planta baja y tres pisos. Expropiación total.Es la finca registral número 11.126, que se describe así: Casa de planta baja y pisos principal, segundo, tercero y bohardilla, con patio a la parte de atrás, señalada con el número 10 de la calle Ezcurdia, de Gijón; mide todo una superficie de 1.550 pies o 120 metros 73 decímetros aproximadamente. Linda: Por el frente, con dicha calle de Ezcurdia; derecha entrando, casa de doña María Aurora Muñiz; izquierda, casa de don Agustín Alvarez y doña Vicenta Alonso, y espalda, propiedad de herederos de don Celestino Solar. (Medida, conforme al informe técnico, 115,45 metros cuadrados.)Propietarios: Doña Pilar Sánchez Rodríguez, don Antonio y don Carlos Roibás de Inza.Inquilinos: Don Gerardo González González, doña María Luisa Muñiz Rivero y doña Agustina Martínez Alea."
"Finca número 8 de la calle Ezcurdia.—Edificio compuesto de planta baja, tres pisos y otro piso superior abohardillado. Expropiación parcial.La superficie le terreno objeto de expropiación tiene la siguiente descripción: Parcela de 380,11 metros cuadrados, que linda: Al Norte, frente, con la calle Ezcurdia; al Este, izquierda entrando, con finca número 10 de la misma calle y finca propiedad de la «Agencia Moro»; al Oeste derecha entrando con finca número 6 de la misma calle, y al Sur o fondo, con terreno que resta de la finca de que esta parcela procede.Forma parte de la finca registral número 10.495, que se describe así: Casa señalada con el número 8 de la calle de Ezcurdia, de Gijón, la cual mide con un patio de la misma propiedad y que forma con la casa una sola finca, unos 8.000 pies cuadrados, equivalentes a 466 metros cuadrados aproximadamente, y linda: Por la derecha entrando, con casa de don José Campa Menéndez; izquierda, con casa de don Santiago Tuero y terreno de don Celestino Faes, y espalda, con patios de las casas de don Luciano Solares, don Joaquín Quirós, don Juan Alvargonzález y herederos de don Severino Suárez. (Medida, conforme al informe técnico, 461,58 metros cuadrados.)Propietarias: Doña Cándida, doña Laureana y doña Magina Carbajo Blanco.Inquilinos: Doña Lucía Junco Espina, doña Emilia Sánchez Alvarez, don Melquíades Pidal Rivas, doña América López Rodríguez, doña Amparo Alvarez Cerra, doña Palmira Loredo Sánchez, don Julio Herrera Macho, don Secundino Morán Suárez (c doña Eladia Morán Suárez y hermanos), doña Isabel Castro Suárez, don Angel Vega Morán y don Salvador García Perdiguero.Finca número 6 de la calle Ezcurdia.—Edificio compuesto de planta baja, tres plantas y bohardilla desarrollada bajo cubierta. Expropiación total.Es la finca registral número 10.494, que se describe así: Casa sita en Gijón y su calle de Ezcurdia, señalada con el número 6, compuesta de planta baja, pisos principal, segundo, tercero y bohardilla, y además su patio a la parte de atrás; mide la casa por el frente 25 pies y por el fondo 59 pies 25 céntimos de otro, y el patio mide una superficie de 312 pies y medio; en junto miden la casa y patio 1.793 pies 75 céntimos de otro cuadraros. Linda: Por el frente donde tiene su entrada, con la expresada calle de Ezcurdia; por la derecha entrando, con la casa número 4, adjudicada a doña Teresa Sofía y doña Herminia Angela de la Campa; por la izquierda, con otra de don Ramón Queipo y García, y por la espalda, que es 'lacia el Sur, con inclinación al Oeste, con patio o huerta de don Juan Alvargonzález. (Medida, conforme al informe técnico, 160,56 metros cuadrados.)Propietario; Comunidad hereditaria de don José Marqués Alvarez.Inquilinos: Doña Marina García Suárez, don David García Arguelles, doña María Paz Ardura Alvarez y doña Hortensia Fernández Cerra".
Foto: Torres05 CC BY-SA 4.0 |
"Finca número 6 de la calle Ezcurdia.—Edificio compuesto de planta baja, tres plantas y bohardilla desarrollada bajo cubierta. Expropiación total.Es la finca registral número 10.494, que se describe así: Casa sita en Gijón y su calle de Ezcurdia, señalada con el número 6, compuesta de planta baja, pisos principal, segundo, tercero y bohardilla, y además su patio a la parte de atrás; mide la casa por el frente 25 pies y por el fondo 59 pies 25 céntimos de otro, y el patio mide una superficie de 312 pies y medio; en junto miden la casa y patio 1.793 pies 75 céntimos de otro cuadraros. Linda: Por el frente donde tiene su entrada, con la expresada calle de Ezcurdia; por la derecha entrando, con la casa número 4, adjudicada a doña Teresa Sofía y doña Herminia Angela de la Campa; por la izquierda, con otra de don Ramón Queipo y García, y por la espalda, que es 'lacia el Sur, con inclinación al Oeste, con patio o huerta de don Juan Alvargonzález. (Medida, conforme al informe técnico, 160,56 metros cuadrados.)Propietario; Comunidad hereditaria de don José Marqués Alvarez.Inquilinos: Doña Marina García Suárez, don David García Arguelles, doña María Paz Ardura Alvarez y doña Hortensia Fernández Cerra".
Ya en 1903 el alcalde Rato y Hevia comenzó a trazar el paseo cuando un buen día bajó con los concejales a la hora de la pleamar para ver hasta donde llegaban las olas, estableciéndose unos 14 metros desde lo que sería la primera línea de casas al mar, si bien, al comenzarse los trabajos se cambió por 9 metros precisamente en esta altura, supuestamente para permitir más construcciones en este Martillo de Capua
En 1910 se propone el nombre de Rufo García Rendueles para la nueva calle que se abrirá en este naciente paseo, pues sus gestiones como subsecretario de Obras Públicas posibilitaron esta iniciativa, ya esbozada mucho tiempo atrás por el Plan de Mejoras de Jovellanos. Para su construcción, se trajo tierra de El Coto en carros de bueyes y piedra de las canteras de Roces y La Coría. El presupuesto subió a 263.000 pesetas y las obras, como hemos dicho, culminaron en 1914
Aquí, en el suelo, una placa redonda recuerda el lugar hasta donde llegaba El Muro en 1782 tras el Plan de Mejoras de Jovellanos, en el que una frase suya sería escrita en conmemoración, la cual vemos aquí reproducida y dice: "Lo edificamos para defender la población del mar y de las arenas que se iban tragando aquella parte"
"No resulta arriesgado concluir que el Gijón reconstruido durante el siglo XV tuvo que servirse de los restos de aquella imponente estructura para comenzar una nueva historia, por primera vez sin una muralla en sentido tradicional, aunque sí con una construcción similar que deslindase la población del mar, a medida que la primera necesitaba ganar terreno a costa de las aguas y del arenal.Durante los siglos XVI y XVII surge un nuevo perímetro murado al este del Cerro. Sin rebasar su base rocosa, deja atrás ampliamente el antiguo recinto fundacional, gana el cuello del tómbolo y lo convierte permanentemente en tierra firme. Este malecón perfilará en centurias sucesivas la plataforma rectangular sobre la que se asientan la iglesia de San Pedro y el Campo Valdés. El tramo del Muro irá alcanzando el arranque de la actual calle de Cabrales, aunque posiblemente con menor latitud de la que presenta hoy en día.Ya en el XVIII, el crecimiento meridional de la villa hace cada vez más necesaria su defensa oriental tanto de las grandes pleamares como de los daños y molestias causados por la arena. Para solucionarlo, a la par que se ejecutan las obras de renovación del puerto, se erige un tercer muro, el “paredón de San Lorenzo”. Levantado entre las décadas de 1760 y 1770 bajo la dirección de Manuel Reguera González, enlazó el inicio de las actuales calles Cabrales y Ezcurdia y facilitó la idea de Jovellanos de desarrollar un plan de ensanche al sur de Bajovilla.Él mismo lo describe en sus Apuntamientos sobre Gijón como “un paredón en línea curva y de más de 1.000 varas de extensión sobre la playa oriental para defender la población no sólo del mar, sino también de las arenas que, arrojadas por el nordeste, se la iban tragando por aquella parte”.En su Diario, admirará el combate con el Cantábrico: “Vamos don Pedro de Llanos y yo a observar el mar en el nuevo paredón, que bate cruelmente. Horroriza ver con qué facilidad le descarna, casi hasta descubrir el cimiento; es verdad que después le reviste y defiende con arenas, pero más lentamente. Dos fuertes mareas de equinoccio, con tiempo tormentoso por el vendaval, bastan para arruinarle”. Sin embargo, aún resiste en pie dos siglos más tarde."
Afirma Blanco González que el temor de Jovellanos no era infundado pues, aunque el primer tramo de El Muro tenía buen lecho rocoso no muy profundo, al acercarse a La Garita había más arena, lo que no garantizaba mejor apoyo y menos aún en una zona más batida por el mar:
"La estructura contaba con dos escaleras enrasadas localizadas a la altura de la actual rampa de la Pescadería y en su tramo medio, en Como era habitual entonces, su remate superior consistía en un murete de mampostería enlucida en cuyo arranque (según Calixto de Rato) el Alférez Mayor de Gijón, Francisco de Paula Jovellanos, mandó colocar una lápida conmemorativa del final de las obras: “De la casa de Dios, fuerza y adorno. Año 1775”, hoy desaparecida.
Más allá, tan sólo la inmensidad de los arenales hasta el límite de las marismas del Piles, como reflejan detallados planos trazados en este momento o a comienzos de la siguiente centuria."
"Pero durante el siglo de la Ilustración, y bajo los auspicios de Jovellanos, las novedades no se detendrán aquí. El propio Jovino propugnará en su Plan de Mejoras para Gijón (1782) la remodelación del paredón que sustentaba el Campo Valdés y la iglesia parroquial: “No aparece otro remedio que el de reparar el antiguo paredón desde la Peña de Santa Ana hasta donde hace frente a la capilla de los Valdés, y construir otro nuevo que arranque de este sitio hasta unir con el que acaba de hacerse cercando enteramente el mar por toda la parte oriental de la actual población”.
Esta intervención da al Campo su traza definitiva y facilita notablemente el acceso al arenal con la construcción de la rampa de la Pescadería. Por cierto, su proximidad a la primera escalera del paredón de San Lorenzo hizo desembocar a ésta al pie de la propia rampa, produciendo una sensación de innecesaria duplicidad.
Este paredón se afianza sobre el sustrato rocoso del Cerro. Se levantó con bloques de sillería de gran calidad, como aún puede apreciarse, y se remató con un murete continuo cuyo elemento más llamativo era una gran voluta labrada en un único bloque de arenisca.
Ubicada en su arranque meridional, la pieza se mantuvo en ese lugar hasta la última reforma de la zona realizada en 1993. Es este el que podemos considerar como el cuarto tramo del Muro de San Lorenzo. Mariano Ramón Sánchez lo retrató con toda fidelidad, al hacer empleo de la cámara oscura, en la primera mitad del decenio de 1790. En su mayor parte ha llegado íntegro hasta nuestros días."
A nuestra izquierda, en el cuello de botella viario que aquí se forma, tenemos el nº4 del edificio, proyecto de Mariano Marín, que ya hemos comentado antes, cuya situación en 1978 era la siguiente:
"Finca número 4 de la calle Ezcurdia.—Edificio compuesto de planta baja y tres plantas con. bohardilla, desarrollada en desván. Expropiación total.Es la finca registral número 14.415, que se describe así: Casa señalada con el número 4 de la calle Ezcurdia, en Gijón, compuesta de planta baja, pisos principal, segundo y tercero y bohardilla, y su patio a la parte de atrás; mide la casa por el frente 25 pies y por el fondo 59 pies 25 céntimos, y su patio mide una superficie de 150 pies cuadrados, en junto mide 1.631 pies y 25 céntimos, equivalentes a 126 metros 65 decímetros cuadrados. Linda: Por el frente, por donde tiene su entrada, con la mencionada calle de Ezcurdia; derecha entrando con casa de don Alejandro Alvargonzález; por la izquierda, con casa número 6, de don José Marqués Alvarez, y por la espalda, que es hacia el Sur, con inclinación al Oeste, con patio o huerta de don Juan Alvargonzález. (Medida, conforme al informe técnico, 139,38 metros cuadrados.)Propietaria: Doña María Josefa Lorenzo Granda.Inquilinos: Don Antonio Rodríguez Viña, don Alfredo Acebal Vena y doña Carmen Muñiz Rodríguez"
Y pasamos al edificio del portal nº2, antesala del Palacio de los Alvargonzález, en el mismo vértice de este Martillo de Capua (o manzana), mandada construir por el entonces alcalde Alejandro Alvargonzález en 1888. En un principio, y en una parcela antes ocupada por la muralla carlista, se hizo primeramente una casa de una sola planta obra, según unas fuentes, del arquitecto Rodolfo Ibáñez, si bien la traza actual se debe a una reforma total hecha también por Mariano Marín Magallón
Este edificio del nº2, como vamos a ver, tiene una fachada idéntica por la calle Capua. Tomando como referencia una resolución del Ayuntamiento para acometer obras en este martillo, se cita en el BOE del 18 de noviembre también a esta casa con sus propietarios e inquilinos, los Alvargonzález descendientes de los fundadores...
"Finca número 2 de la calle Ezcurdia.—Edificio compuesto de planta baja,- dos pisos y bohardilla. Expropiación total.
Es la finca registral número 10.496, que se describe así: Casa sita en Gijón, señalada con el número 2 de la calle Ezcurdia; consta de sótano, entresuelo, piso primero, segundo y bohardilla; tiene una superficie, con inclusión de medianerías, de 170 metros 67 decímetros cuadrados, y linda: Por su frente y entrada, con la calle Ezcurdia; por la derecha entrando, con la casa número 1 de la calle Capua, de doña Annie Treacher; por la izquierda entrando, con casa de herederos de don José Campa Menéndez, y por la espalda, con casa número 3 de la calle de Capua, de doña Annie Treacher. (Medida, conforme al informe técnico, 176 metros cuadrados.)
Propietarios: Señores herederos de don Alejandro Alvargonzález Treacher, y señora; señores herederos de don Pedro Alvargonzález Montes; doña Angela, María Jesús Alvargonzález Montes; doña Carmen, doña María del Pilar y don José Luis González-Posada Alvargonzález; doña Consuelo, don Ramón, don Alejandro y doña María del Carmen Alvargonzález Díaz, don José María, don Rafael y doña María de los Angeles Alvargonzález Cruz; doña María y doña Luisa Alvargonzález Palacios. y doña María de los Angeles Cruz Fernández. Inquilinos: Don Jacinto Garea Conde, doña María Angeles Alvargonzález Cruz, doña María Rosa García Suárez y don José González Cuesta"
La mansión era un regalo de Alvargónzález a su esposa, la aristócrata inglesa Annie Trearcher Hodgkinson, como quinta veraniega. El pintor Adolfo P. Suárez nos cuenta su historia, a la vez que nos ofrece unas imágenes de un cuadro del palacete, de su autoría, en Gijón/Xixón. Martillo de Capua (Palacio de los Alvargonzález):
"Palacete de estilo italiano, construido por Alejandro Alvargonzález, con proyecto del arquitecto Mariano Marín del año 1888, sobre las antiguas murallas carlistas de Gijón derribadas en 1876, situado frente al Mar Cantábrico, en el Paseo marítimo, frente a la playa de San Lorenzo, a la manera de San Sebastián o Santander: ciudades balneario del Norte. Es el último palacio privado (y habitado) de Gijón, cuenta en su interior con frescos de Ventura Álvarez Sala, una gran biblioteca más una destacable terraza frente al mar, tenía una cúpula en en centro que se derribó. Ya desde sus inicios prácticamente contaron con su demolición por obstruir el tráfico del Paseo del Muro, bajo directrices del anarquista Avelino González Mallada se consideró su conservación, así durante más de 130 años que se mantiene en pie, una guerra entre masones de la izquierda y derecha gijonesa.
Su construcción se debe al matrimonio entre Alejandro Alvargonzález, sobrino del rico industrial Claudio Alvargonzález, y la aristócrata inglesa Annie Treacher Hodgkinson, como residencia veraniega. Fue alcalde de Gijón, a él se debe la llegada del agua corriente a las viviendas a partir de 1885.
Gracias a este edificio, llamado «Martillo» al ser un obstáculo del paseo, es su parte más estrecha, se mantiene en pie parte de la fachada marítima del «Gijón antiguo», toda una manzana que conserva, entre otros edificios, la Ciudadela de Capua o Ciudadela de Celestino Solar, una serie de viviendas obreras de los siglos XIX y XX, hoy convertida en museo. En los documentos está el tiralíneas que unía las dos partes del Muro del desarrollismo, años 70, se pueden ver los edificios del oeste y del este perfectamente alineados, sin contar el palacete ni la manzana que lo acompaña, haciendo el paseo más ancho en toda su longitud. Su derribo ya no era considerado una mejora, ya que el tráfico fluía sin problemas, se trataba más bien de un pelotazo urbanístico, hasta los años 80 no quedó protegido."
También, en Una casa para la hija de Sir Benjamín, el erudito periodista J. M. Ceínos nos cuenta esa apasionante historia en La Nueva España del 17-7-2011, la cual empieza así:
"El mismo año de 1888 en el que se construyó la plaza de toros de El Bibio como un acicate para la atracción de veraneantes a un Gijón que quería convertirse, al estilo de San Sebastián o Santander, en una elegante estación balnearia estival, el entonces alcalde de la villa, Alejandro Alvargonzález Alvargonzález (estaría en el cargo entre 1886 y 1890), hizo construir frente a la playa de San Lorenzo, el principal atractivo veraniego local, una gran casa para su residencia familiar, inmueble que 123 años después aún se asoma al arenal al comienzo de las calles de Capua y de Ezcurdia, tras librarse varias veces de la piqueta a lo largo de su historia.
El principal edificio del llamado «martillo de Capua» se construyó, relata Ramón Alvargonzález Rodríguez, catedrático de Análisis Geográfico Regional de la Universidad de Oviedo y director de la Fundación Alvargonzález, «en terrenos de las fortificaciones (las defensas que se construyeron a propósito de la primera guerra carlista de 1833 a 1840 y que se comenzaron a eliminar a partir de 1876) que adquirió Alejandro Alvargonzález para construir su casa, en 1888, que después sería reformada en 1899». El arquitecto elegido fue uno de los entonces de más prestigio que trabajaban en Gijón: Mariano Marín."
Siguiendo las modas predominantes de aquella, Mariano Marín construyó un edificio de aires eclécticos, que no es otra cosa que una buena mixtura de estilos, nos dice Ceínos. De frente, antaño los edificios desaparecidos estaban perfectamente alineados y no había entonces martillo ninguno. Hasta el mar llegaba entonces la calle Jovellanos y, en El Náutico, estaban el Hospital de Caridad y otros edificios
Wikipedia, por su parte, lo describe como estilo ecléctico y mixto, de influencia italiana, con varias cornisas y miradores de madera, así como otros detalles que iremos descubriendo. Fijémonos por otra parte atrás en los edificios de grandes proporciones que transformaron de manera irremediable esta fachada marítima gijonesa
"Gracias a la documentación aportada por el director de la Fundación Alvargonzález, sabemos que Alejandro Alvargonzález Alvargonzález, que era sobrino del brigadier general de la Real Armada y héroe de Abtao, Claudio Alvargonzález Sánchez, estudió en Gijón y en el Real Seminario de Vergara. Luego, a finales de 1860, con poco más de diez años de edad, se trasladó con su madre a Londres para estudiar inglés en el Streatham School.
Regresó dos años después, pero para partir casi de inmediato a Francia, a estudiar francés en el Liceo de Pau. En el país vecino estuvo otros cuatro cursos y por fin en 1867 regresó a Gijón, dominando el inglés y el francés, esenciales para hacer negocios en el extranjero.
Su aprendizaje mercantil lo hizo otra vez en el Reino Unido, por aquellos años en pleno desarrollo de su imperio ultramarino, en la empresa de los señores Bryant Forster & Cía, establecidos en Newcastle (Nordeste de Inglaterra) y dedicados al comercio de carbones, metales, minerales y comisiones, es decir, la que también era la principal actividad portuaria en Gijón. Alejandro Alvargonzález permaneció en la firma hasta 1874. Ese mismo año, el 11 de abril, se casó con Annie Treacher Hodgkinson en la iglesia católica del Sagrado Corazón de Jesús del distrito londinense de Hampstead. La novia era hija de Sir Benjamin Treacher. En junio, el matrimonio fija su residencia en Gijón, donde el 23 de enero de 1875 Annie da a luz a la primera de sus seis hijas y seis hijos."
Diez años después comenzará su carreta política, primero como concejal y, casi inmediatamente, como alcalde, en un momento en el que la ciudad ya crecía en todas direcciones sin aquella muralla que la estrangulaba:
"Ya en 1885, el año de la muerte del rey Alfonso XII, Alejandro Alvargonzález Alvargonzález fue elegido concejal del Ayuntamiento de Gijón y el 15 de septiembre del año siguiente sus compañeros de la Corporación le eligieron alcalde, cargo en el que permaneció hasta el 1 de enero de 1890, después de que su mandato fuera prorrogado, por Real Orden, en 1887.
Por tanto, le tocó a Alejandro Alvargonzález liderar el Ayuntamiento de la villa en unos tiempos de enorme importancia para el desarrollo de Gijón, que crecía ya imparable como ciudad industrial y mercantil, con los ojos puestos en la construcción del puerto exterior en la ensenada de Torres.
De los proyectos que había que llevar a cabo entonces con urgencia estaba el de la traída de aguas desde el manantial de Llantones, que permitiría la llegada del agua corriente a los domicilios (cuyos propietarios pudieran pagarlo).
En 1887, Alejandro Alvargonzález viajó otra vez a Londres, pero en esa ocasión para comprar la tubería para la conducción de aguas desde el manantial de Llantones. Aprovechó el viaje para adquirir también unas artísticas fuentes de hierro forjado, de estilo morisco. La última de ellas aún se puede ver en el parque de Isabel la Católica.
Según relata Ramón Alvargonzález Rodríguez, «poseía una buena biblioteca y archivo; este último, en lo que se refiere a los manuscritos de Jovellanos, pasaba por ser uno de los mejores archivos particulares». También fue «íntimo y eficaz colaborador de Julio Somoza e investiga con éste la vida de Jovellanos y la historia local». Falleció Alejandro Alvargonzález Alvargonzález en 1918. Su esposa, Annie, le sobrevivió cinco años."
Tras la de los protagonistas, toca ahora saber cómo continuó la historia de la casa, librándose del derribo dos veces en 60 años:
"Con la Guerra Civil, en 1936 la gestora municipal frentepopulista puso en marcha el que pasaría a la historia como el Plan de Reformas Urbanas de 1937, que contemplaba el derribo de numerosos edificios para facilitar la circulación, la creación de parques de barriada y, en el caso de la playa de San Lorenzo, dar más amplitud a la fachada marítima con la demolición del Hospital de Caridad (la actual plaza y jardines del Náutico), las casas de Veronda y el «martillo de Capua», además de la eliminación de los balnearios que se asentaban sobre el mismo arenal.
De todo lo descrito el Ayuntamiento frentepopulista hizo todos los derribos, salvo el «martillo de Capua», que, según la memoria colectiva local, se mantuvo en pie por la entrada de las tropas nacionales en la ciudad el 21 de octubre de 1937. Con la vuelta de la democracia a los ayuntamientos, en 1979, el «martillo de Capua» consiguió otra vez el «perdón» y la casa de la hija de Sir Benjamin fue catalogada en el Plan General de Ordenación Urbana de 1986."
"La marcada personalidad de este edificio, que se construyó en la zona de tránsito entre el centro de la ciudad y el Ensanche del Arenal, proviene de la originalidad de su doble rostro neogriego, concebi - do como edificio de viviendas en la fachada que mira hacia la calle de Capua y como palacete en su orientación a la de Ezcurdia. Sus interiores, decorados con frescos del pintor Ventura Álvarez Sala, poseen un acabado de calidad excepcional"
«en estos edificios se da gran importancia a las fachadas, por el carácter representativo que adquieren, se cuidan detalladamente los diseños y se ornamentan abundantemente con los diversos elementos del repertorio académico, como los órdenes clásicos con predominio de pilastras, cúpulas, arcos, frontones, ménsulas, cariátides, etcétera (...) Suelen estar localizados en las calles de más prestigio y función comercial del área demarcada por el Plan de Mejoras de Jovellanos y aledaños (calles de Cabrales, San Bernardo, paseo de Begoña, Instituto, Moros, Corrida y Marqués de San Esteban), así como en las calles contiguas a aquéllas, pero ordenadas por el ensanche del Arenal (calles de Capua, Ezcurdia, Marqués de Casa Valdés y plaza de San Miguel)».
"El día 21 de noviembre de 1878 se hablaba de la denuncia de las casas construidas frente a La Garita, a la entrada de la calle Ezcurdia, vulgarmente llamadas del Manquín. Fuimos a verlas en compañía de un facultativo cuando aún no construidas iban los vecinos a habitarlas, ¡ya se ve! el jornalero encontraba habitación por treinta y siete céntimos de peseta diarios y y se apresuraba a todo trance a alojarse en ellas; por supuesto a costa de su vida porque, por robusto que un hombre fuera, era incapaz de soportar la estancia en aquellas habitaciones húmedas, sin ventilación y chorreando aguas por todas partes e imposible además que escapara sin reúma o tisis en estación tan mal sala como aquella y en tan crudo invierno".
"Eran 9 casas y fueron derruidas en el año 1937 por la Comisión Gestora Municipal junto con otros edificios muy emblemáticos de Gijón: el Hospital de La Caridad entre otros,Las casitas números 1,2, y 3 eran de Aurora Fernández; las números 4, 5 y 6 de Luisa Fernández y por fin las otras tres de Facundo Fernández, padre de ambas y primer propietario del conjunto ya documentado en 1890 aunque en ese año las casas eran solamente 6 con 4 retretes y alguna con dos pisos: una de ellas conocida como Patio del Rebeco"
"Hace más de un siglo que el martillo de Capua mira hacia el Muro viendo crecer antes sus ventanas varias generaciones de gijoneses. Mientras todo a su alrededor cambiaba, este edificio conservaba su aspecto jugando a que el paso del tiempo era algo ajeno a sus paredes. La solera de este icono gijonés conquistó al acuarelista Ricardo Alonso Cuervo, miembro de la Asociación AcuarelAstur, que quiso darle la espalda a la playa y convertir en el centro de atención esta esquina que une la calle Ezcurdia con Capua.
Este es uno de los rincones de la ciudad que acapara las miradas de los paseantes. Resulta inevitable no imaginar cuánta historia esconde entre esos muros que protegen del viento que azota siempre donde este edificio se levanta. «Es un motivo arquitectónico interesante», decía Alonso Cuervo mientras echaba mano de sus pinceles. Por eso, quiso rendir su particular homenaje, desde su casa, a un lugar que pocas veces ve retratado. «Hay otros edificios que están ya mucho más vistos».
El paseo y sus caminantes, esta vez, se difuminaron para, simplemente, recordar que ahí está la vida, efímera y fugaz, mientras el martillo de Capua es testigo del trasiego igual que lo fue de su falta durante la cuarentena. «Hay que procurar concentrar la atención en el punto de la pintura donde quieras poner énfasis para convertir lo demás en ruido de fondo», explicaba el artista al trazar las siluetas de los transeúntes del paseo.
Así, puso todo su colorido empeño en construir sobre el papel el edificio, convirtiendo el resto del cuadro en un juego gris de luces y sombras a modo de telón de fondo del espectáculo.
Alonso Cuervo demostró maestría con los pinceles, aunque apenas lleve tiempo dando rienda suelta a estos. «El truco es pintar mucho», confesaba humilde este médico con faceta artística. «Hay que cometer errores de manera continuada. Es gastar mucho papel y mucho tiempo».
Con el granate coloreando el martillo de Capua, con sus ventanas y sus galerías mirando hacia la calle y con la ciudad latiendo ante sus ojos de cristal, pintó entonces Ricardo Alonso Cuervo los últimos detalles de este edificio que ha visto a Gijón hacerse desde que las calles eran de tierra, que ha sido testigo de derribos y alzamientos y que espera seguir siendo espectador de la ciudad y de los paseos de los de siempre y de los nuevos gijoneses que dan vida a la vera de la mar."
"Este edificio tiene la peculiaridad que cuenta con dos fachadas idénticas en cada calle (Ezcurdia y Capua) separadas por un patio interior. Fue proyectado en 1888 por el arquitecto Rodolfo Ibañez. Cuenta con dos plantas con mirador, más bajo y buhardilla. En 2016 parte del edificio que da al patio interior se derrumbó."
"Figura masculina en actitud esforzada, que funciona como elemento de sostén en una estructura arquitectónica, en lugar de una columna o pilastra dórica o toscana generalmente."
La calle Capua seguiría la forma de un lienzo de aquella muralla en forma de estrella hasta la actual Plaza San Miguel o La Plazuela, cuyos árboles vemos al fondo, la cual unía la ciudad vieja con los nuevos terrenos del ensanche, a la vez perfilaba la trama viaria hacia otro de los barrios surgidos a raíz de él, el citado documentalmente como pradón de Rendueles o Balagón de Rendueles (El Balagón), parte de El Tejedor, que fue más adelante llamado Zarracina al instalarse la famosa empresa de este nombre, de sidra achampanada, vinos, licores y alimentación, hoy en día todo englobado en la zona o gran barrio del Centro
Y aquí, en el Palacete de los Rendueles, tenemos la fachada del edificio de vecindad, con los portales 1 y 3 de esta calle Capua
Al mirar al sur-suroeste es la parte más soleada, por lo que tiene también grandes ventanales, un par de balcones galería laterales, otro de forja en medio, con cuatro vanos, así como arriba un bajocubierta con siete ventanas en fila, rematadas con frontón triangular
"Habiendo fallecido recientemente el médico gijonés don Aquilino Hurlé Álvarez, ciudadano, médico y gijonés ejemplar que dedicó su larga vida a aliviar en sus enfermedades y consolar en sus tristezas a muchas generaciones de convecinos sin hacer distinción de posibilidades económicas, los Concejales abajo firmantes tienen el honor de proponer a sus compañeros de Corporación que, para honrar su memoria, se de su nombre a una calle de esta villa"
"A un paso de la playa de San Lorenzo, en el "Muro", el palacete conocido como Martillo de Capua (1888) se libró de la tormenta urbanística que sacudió la bahía gijonesa en los años 50 y 60. Los característicos miradores acristalados y su peculiar solución en la esquina con la calle Capua, hacen de este uno de los edificios más curiosos de la ciudad".
"El 22 de agosto de 1958 fue el día elegido para inaugurar uno de los equipamientos municipales que más servicio dio a los gijoneses y, al mismo tiempo, más quebraderos de cabeza a los responsables del Ayuntamiento. Se trata del Mercado de San Agustín, edificio que presidió la plaza de Romualdo Alvargonzález durante 38 años.
Hicieron ayer, por tanto, 50 años desde que se pusiera en marcha «el tercer mercado de España en su género, una construcción que favorecerá la comodidad y rapidez del público consumidor», según se indicaba desde el Ayuntamiento de Gijón, entidad promotora del mercado. La inauguración y bendición del inmueble contó con todo boato, pues estuvieron presentes, entre otros, el director general de Comercio Interior, Ramón Matarraz; el vicario general del Arzobispado de Oviedo, Samuel Fernández Miranda, y Cecilio Oliver, alcalde de Gijón. Hubo los discursos de rigor y, según la crónica publicada al día siguiente por EL COMERCIO, «doña Mary Pinto, esposa del señor gobernador, rompió la cinta que daba entrada al recinto».
Una de las principales novedades que presentaba el Mercado de San Agustín era que contaba con «vitrinas refrigeradas a menos de 20 grados centígrados, para la conservación de los alimentos» y era la tercera vez que se instalaban en España, después de haberlo hecho en otros dos supermercados de Bilbao y San Sebastián.
El concepto que se tenía aquel año del comercio al por menor no tiene nada que ver con el actual. Por eso, la línea de cajas registradoras era otro de los aspectos llamativos para los gijoneses de entonces. Hay que tener en cuenta que en aquel entonces se consideraba tecnología punta y, por eso, las crónicas de entonces indicaban que «registran de una manera automática las operaciones de venta, detallándolas con toda minuciosidad antes de hacer la operación total. Todo esto puede comprobarlo el cliente a través del oportuno ticket que recibirá». Pero para ahondar en lo moderno de los artilugios, se aseguraba que «responden a las más modernas exigencias, no sólo por su exactitud, sino por su rapidez de manejo y fácil comprobación. Incluso, llevan la propiedad de restar».
Está claro que, aunque sólo hayan pasado 50 años, eran otros tiempos. Pero no fue nada sencilla la construcción del Mercado de San Agustín, ya que el Ayuntamiento de Gijón impuso su criterio a los intentos de acometer el proyecto desde la iniciativa privada. En 1958, la ciudad tenía unos 100.000 habitantes y sólo contaba con dos mercados para el abastecimiento de la ciudadanía. Se trataba del Mercado del Sur y de la Pescadería Municipal. Esa situación fue un incentivo para la empresa privada y, aprovechando el traslado del convento de las Agustinas a Somió, en 1945, Gumersindo Junquera y otros particulares quisieron construir un mercado, pero el Ayuntamiento de Gijón rechazó el proyecto, aduciendo que el asunto de mercados se debía llevar directamente desde el Consistorio. Por eso, las autoridades municipales compraron en 1954 la parcela en 2.400.000 pesetas para construir el edificio.
El proyecto fue encargado a Avelino Díaz, José Antonio Muñiz y Miguel Díaz Negrete, que idearon un inmueble racionalista con tres alturas y sótano. Estaba prevista la instalación de 15 puestos de venta fijos, 30 eventuales, 18 tiendas interiores y otras tantas exteriores. Uno de los aspectos que más llamaban la atención era la existencia de un andén cubierto en la fachada posterior. Todo ello supuso una inversión de más de ocho millones de pesetas. De los de entonces...
Pero nunca llegó a funcionar a pleno rendimiento, pues ya en 1962 se propusieron medidas para poner en valor las instalaciones, como el traslado de algunos puestos de venta de pescado de la plaza hasta el Mercado de San Agustín, o la ubicación de una estación de autobuses para líneas regulares en la zona de andenes atechados del inmueble. En 1975, uno de los últimos intentos de revitalizar el edificio, pretendía ubicar un mercado de pescado en los sótanos, si bien sería necesario renovar el alcantarillado, ventilación y refrigeración de las instalaciones.
Pero nada de esto funcionó."
"El 18 de junio de 1998, el entonces alcalde de Gijón, Vicente Álvarez Areces, al final de su tercer y último mandato en la Alcaldía, asistió a la inauguración del centro comercial San Agustín y señalaba, entonces, que era el "impulso necesario para la recuperación comercial de la zona centro" de la ciudad.
Tras varios años e intentos por convertir el viejo mercado de San Agustín en un moderno centro comercial, por fin se inauguraba un equipamiento que había costado más de mil millones de pesetas, con la previsión de generar unos 150 puestos de trabajo.
Además de las galerías comerciales, en el centro se ubicaron un supermercado Alimerka y las cinco salas de los Cines Centro, cada una de ellas denominada con los nombres de viejos cines de Gijón que entonces ya eran historia: Avenida, Goya, Roma, Robledo y (María) Cristina, respectivamente.
El nuevo centro comercial se inauguró, no obstante, sin que las obras de rehabilitación de las calles que lo rodeaban estuvieran ultimadas. De hecho, la empresa adjudicataria quebró y durante meses los comerciantes de la zona tuvieron que soportar zanjas, polvo y barro, hasta el punto de que muchos de ellos formaron una asociación para exigir al Ayuntamiento que, de una vez, se terminaran las obras.
Pero el 18 de junio de 1998, el acto inaugural concluyó con un recorrido por las instalaciones del nuevo centro comercial, en el que la principal atención se centró en las salas de cine, que, en conjunto, abrieron con un total de 1.700 butacas, al día siguiente, 19 de junio, lo mismo que el centro San Agustín."
"Había centro comercial, sí, flamante, pero de acceso un tanto complicado. Cuando hace 25 años se inauguró el centro de San Agustín, el que fuera mercado municipal, el acto fue tan precipitado que se hizo con la remodelación de la plaza de Romualdo Alvargonzález aún por terminar. «Nadie llevaba el casco puesto, pero no hubiera estado de más la protección», dijimos entonces. Había habido un problema de coordinación «entre las obras del inmueble y la rehabilitación del entorno», y era misión imposible acceder a San Agustín sin tropezar antes con innumerables andamios, excavadoras o zanjas. «Jesús Morales, concejal de Urbanismo e Infraestructuras, entonó el mea culpa y aseguró a los presentes en el acto inaugural que la plaza de Romualdo Alvargonzález estará acondicionada en unos veinte días. 'Ha sido un problema de coordinación, pero esperamos subsanarlo cuanto antes'».
A las puertas de las primeras primarias, valga la redundancia, del PSOE gijonés, Morales destacó en San Agustín «la obra realizada por Antonio Gómez y su familia y adelantó que espera una solución igualmente satisfactoria para el mercado del Sur». Más allá de los actos o del sarcasmo sobre si tan precipitada inauguración pudiera responder a razones políticas, lo cierto es que la transición de mercado a centro comercial gustó. Eran 6.000 metros cuadrados, todos alquilables, en los que solo habían encontrado acomodo dos de los tradicionales comerciantes del antiguo mercado: la boticaria y el carnicero, Alfredo Sánchez. Pero fueron muchos los que se acercaron a ver el resultado. Maruja Junquera y Florinda García, fruteras veteranas -estuvieron la friolera de 36 años como tenderas en San Agustín-, salieron emocionadas. «Esto es precioso», decía Junquera. Y García: «He venido a ver qué hay en mi antiguo puesto de frutas. Todo está muy bien». Cinco lustros más tarde, con la plaza ya acabada por completo, el centro comercial, sin embargo, no termina de despegar. El cierre de los cines 'Centro', en 2015, fue uno más de los golpes a los que parece predestinado, a lo largo de toda su historia, el San Agustín. Pero ahí sigue. Resistiendo."
"Bajamos del autobús justo enfrente, en un lateral de la plaza. El lateral acristalado, con sus mesas altas, proporciona los primeros encuentros desde las postrimerías del pasado siglo, que si la vida es eterna en cinco minutos, cantaba Víctor Jara, en veinticinco años parece infinita, no obstante nos hayan pasado con espídica fugacidad. Luego llegan, tras la barra y el bar, los cordiales saludos de camareros y recepcionista, que aquí ser cliente y amigo resultan términos sinónimos, y la elección, bien del comedor en planta, serio, elegante, compartimentado, bien el comedor inferior, dividido por cinco cuevas dedicadas a oficios tradicionales –ferrería, carpintería, labranza, tejeduría y alfarería– que añaden un punto original e informal. Viejos aperos de labor, estilosas alacenas, alineadas botellas vestidas de tiempo y fotos de parroquianos enriquecen el paisaje.
Herminio, sumiller diplomado y maestresala ducho, ejerce de anfitrión principal desde el comienzo y maneja, con suavidad resolutiva, la llave del largo éxito. Gijonés que comenzó de camarero al lado de Víctor Ramón, director culinario y chef guía y veterano de los fogones del Grupo Gavia, vale la pena preguntarle sobre qué vino, del joven al gran reserva, nos aconsejaría según lo pedido; sumiller apasionado, siempre logra descubrirnos un tesoro incluso a quienes creen estar al último cabo de la viña.
Sobre Víctor Ramón, maestro de su propia escuela que tiene por alumnos a los chefs del grupo y más allá, poco que decir en vísperas de una jubilación que deberá seguir produciendo ideas e innovaciones; playu y por lo tanto vecino propio de juegos y generación, ha construido un capítulo personal en la alta restauración, ramillete sabroso que ya forma parte del invalorable capítulo del gastroarte asturiano.
Benjamín, su alumno, chef aquí por mérito demostrado, sigue el estilo de frescuras, tiempos, gracias, eclecticismos geográficos y alacenas cosmopolitas. Sirvan de ejemplo el risoto de setas y langostinos, sólo o guarnicionando lomos de pixín, el bonito (¡darse prisa que queda poco!) de variadas maneras, del salpicón al tataki o de las abóndigas al carpacho con anguila y vinagreta de melocotón, y en carnes citemos, entre la variedad, el magret de pato con salsa de frutos rojos, el solomillo con foie al Oporto y pasas, o el chuletón de lomo bajo laminado. ¡Y la cremosa fabada!
Ahora bien, además de restaurante original y esmerado, La Ciudadela es lugar afianzadamente famoso por su bar, sus aperitivos, sus pinchos y tapas, sus cócteles, su barra y antesala, y su ver, verse y dejarse ver, vida social amical y alegre que, tras la pandemia recuperamos poco a poco: unos cacharrinos y un picoteo, siempre refinados, de pie o sentados, charlando de la Liga o de alta política, y la vida, tan maltratada últimamente, vuelve felizmente por donde solía."
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