La Guía y al fondo los edificios de El Bibio. Entre los árboles estaba El Puentín |
El Puentín dio su nombre al paso del Piles, el cual permaneció con el célebre merendero de este nombre, al otro lado del Piles, el cual desapareció con las obras de la rotonda de enlace con la Ronda Sur y Autovía del Cantábrico (A-8), que tiene también una de sus entradas principales al centro urbano aquí, por lo que La Guía sigue constituyendo uno de los más importantes accesos a la ciudad
Actual puente-rotonda sobre el Piles, que sustituyó a los anteriores |
La Carbayera la Guía y, a la derecha, la unión de las dos avenidas antes de El Puentín |
Al fondo, casas de la Avenida del Jardín Botánico |
Avenida del Profesor Pérez Pimentel |
"A principios del siglo xx existían en Gijón el Skating and Tennis Club, ubicado en las inmediaciones de la plaza de toros de El Bibio, y el Gijón Lawn Tennis Club, que nace en 1911, auspiciado por Florencio Valdés Menéndez, quien cede parte de los jardines del Teatro de los Campos Elíseos, y en donde se organiza el I Campeonato de Asturias de Tenis masculino, en las modalidades de individuales y de dobles, y el Campeonato de España de 1920. La crisis económica de los años 1930 y la guerra civil española traen como consecuencia la desaparición del Gijón Lawn Tennis Club.En 1961, al efectuarse la remodelación del Real Grupo de Cultura Covadonga y perderse dos pistas de tenis en sus instalaciones, un grupo de aficionados a este deporte comienza a organizarse para crear un nuevo club en Gijón donde se pudiera practicar el tenis y fundan el Club de Tenis de Gijón el 28 de septiembre de 1961, en una reunión celebrada en el Ateneo de Jovellanos, donde se constituye la primera Junta Directiva, con la aspiración de reunir 100 socios que con sus aportaciones pudieran adquirir unos terrenos donde construir las primeras canchas de juego. El objetivo se cumplió y se compraron unas fincas en Somió. En julio de 1963 se inauguraron sus primeras instalaciones. El edificio principal es obra de Mariano Marín Rodríguez-Rivas.En 2012 el club fue la sede de entrenamiento del equipo de Estados Unidos que disputó la semifinal de la Copa Davis contra España.El 17 de abril de 2018, el rey Felipe VI le concedió el título de "Real".El club organiza anualmente el Torneo Dionisio Nespral desde 1964, además de numerosos campeonatos sociales de tenis y pádel, entre los que se encuentran los torneos "Mercedes Tenis & Pádel Tour", "Ayuntamiento de Gijón", "la Caixa", "Cadena SER", "Honda-Onda Cero", "Diario El Comercio (Interempresas)", y "Audi-Astur Wagen".Los tenistas del RCTG han dominado los campeonatos de Asturias de tenis en diferentes categorías, a lo largo de los años. En 2006, el campeón de Asturias masculino ha sido Esteban Carril, del RCTG, y la campeona femenina, Irene Rehberger, del RCTG. En categoría infantil vencieron Fernando Aguirregomezcorta y Sandra González, ambos del RCTG. A nivel nacional, Laura Del Olmo, también del RCTG, se proclamó campeona de España infantil."
"Quien sí asumió de forma continuada el credo regionalista montañés en esos años fue Miguel García de la Cruz, quien hasta la fecha de su muerte, en 1935, monopolizó los encargos de la parroquia. Una de sus primeras obras enmarcables en este canon estilístico fue la reforma, en 1922, de la casa de Valentín Alonso en Fontanía. De planta cuadrangular, con un torreón en su ángulo suroccidental, en planta baja los dos accesos principales están enmarcados en sendos pórticos sostenidos por columnas toscanas; el de la occidental de una solana. La tercera planta del edificio está retranqueada para dar lugar a una segunda terraza más extensa, que en realidad es una azotea.Co un total de 348 m² de superficie construida, el planta se localizan las piezas de servicio y de relación: cocina, despensa, carboneras, retreta, comedor, despacho y fumador. En la planta principal, una sala, el dormitorio principal en forma de italiana, y otros tres más un baño; en la tercera planta, dos dormitorios, tres trasteros y el hueco de la torre cierran el programa. Monumental veleta en forma de gato cono remate del torreón, aleros de madera, bolas ebn la balaustrada de las terrazas, columnas toscanas en los pórticos, y recercado de los vanos son algunos de los detalles decorativos que contribuyen a la filiación regionalista de la casa".
"La finca O' Castelo, de Somió, se engalanó como nunca para homenajear a su propietaria, Antela del Castillo, quien, arropada por su extensa familia, celebró por todo lo alto su nonagésimo cumpleaños.
Antela del Castillo, hija de Juan del Castillo, fundador de la farmacia del mismo nombre, formó familia junto al fallecido Vicente Otero, conocido familiarmente como «Chicho». Militar de profesión, quedó prendado de la joven Antela y ya no volvió a su Galicia natal.
La pareja de empresarios -Chicho abrió las puertas de la fábrica Campanal entre otros muchos negocios- tuvo siete hijos (Vicente, Justo, Antela, Carlos, Karol, Carmen y Mónica) y todos ellos soplaron las velas junto a su madre, que no sólo se sintió arropada por ellos sino también por sus catorce nietos y once bisnietos.
En breve, la familia se volverá a reunir con toda seguridad: otra bisnieta está a punto de nacer. Será apenas dentro de un mes."
"Un año más, la parroquia de Somió abrió el episodio de celebraciones patronales en la ciudad con el inicio ayer de las festividades en honor de San Julián. Pese a que el calendario señala la efemérides en 7 de enero, en esta ocasión la coincidencia de esta fecha con un día laboral motivó su retraso hasta este fin de semana.
Como viene siendo tradicional desde hace seis años el calendario se abrió con la celebración de una esfoyaza entre vecinos en una de las instancias del restaurante El Cañaveral, con maíz facilitado por una familia de la parroquia «que lo planta exclusivamente para este día». Tras el duro trabajo de esbilla del maíz tuvo lugar un magüestu en el mismo restaurante que reunió a cerca de 300 personas. Para amenizar la jornada hubo música y baile, además de una exposición de manualidades realizadas en los talleres de la vocalía de la mujer de la asociación de vecinos de Somió. Hoy a las 12 se celebrará una misa en la iglesia de San Julián, y a continuación habrá procesión."
"El cambio de siglo sorprendió a los Asturianos con lo que parecía un grupo de snobs que jugaban en los prados golpeando unas pelotas con extrañas palas. El tenis había llegado a Asturias.
Gijón fue uno de los primeros puntos del Principado, en donde esta actividad deportiva inició su expansión; hasta el punto de que , en el año 1.920 la ciudad albergó el campeonato de España que ganó Manuel Alonso.
El popular Dionisio de la Huerta recordado por su papel protagonista en el piragüismo asturiano, fue también el impulsor del tenis. Bajo su iniciativa , un as italiano, Francesco Romanotti realizó en diversos puntos de la región, principalmente en Gijón , partidos de exhibición durante los veranos, que contribuyeron a fomentar una creciente afición. En Gijón, el Grupo Cultura Covadonga era unos de los puntos de referencia; sin embargo , al efectuar la remodelación de sus instalaciones en 1.961 , perdió sus dos canchas de tenis, por lo que los aficionados gijoneses comenzaron a plantearse la posibilidad de agruparse para practicar su deporte en exclusiva.
El 28 de Setiembre de 1.961, el Ateneo de Jovellanos se convirtió en el foro en el que un grupo de personas constituye la primera Junta Directiva del naciente Club Tenis de Gijón. Florentino Cueto Felgueroso es elegido presidente, Matías Díaz Jove Vicepresidente, Benito Alvarez Buylla secretario y Daniel Castaño Provecho tesorero. Se acuerda fijar provisionalmente el domicilio social en la calle San Bernardo, 48 – 2º (domicilio particular de Ramón Palacio Vega). Conseguir 100 socios que permitieran con sus aportaciones crear unas instalaciones, fue el primer compromiso de los reunidos en el Ateneo, entre los que figuraban también como principales impulsores Juan Benguría, Luis Adaro, Vicente Figaredo, Juan Fernández Nespral, Jose Ramón Artigas, Eladio de la Concha Campeón, Ramón Palacio, Julio Miyares, Vicente Otero, Isidro Sáinz de Baranda y Paco del Toral, entre otros gijoneses con el cariño por este deporte y por su ciudad como nexo común.
En Julio de 1.963 se inauguraban las instalaciones fruto de este esfuerzo, que fue continuado por sucesivas Juntas Directivas , y que aprovechó de forma importante el «tirón popular» que Manolo Santana originó en los años 60 con sus triunfos internacionales en el deporte del tenis.
Hoy, los prados han dejado paso a numerosas canchas repartidas por toda Asturias, y nadie piensa ya en tachar como «snob» un deporte que goza de unos de los mayores porcentajes de participación popular. Una afición que tiene garantizado también su futuro por la importantísima implantación que tiene entre los niños, hasta el punto que más de un tercio de los actuales socios del CLUB TENIS GIJÓN están en edad infantil. Por ese motivo, a ellos van dirigidos, de forma muy especial, los esfuerzos del Club, que cuenta con cinco profesores titulados que imparten sus conocimientos deportivos, a distintos niveles, a partir de los cinco años a nuestros socios más jóvenes , cantera en lo que se forjaron jugadores de la calidad de Manolo Moure, Andres Muñiz, Juan Piñera, Los Hermanos Coto, Esteban Carril, Arturo F.Escandón, Fernando AguirreGomezCorta, Gabriel Meana y Laura del Olmo entre otros. Una actividad que, el Club, implicado en la sociedad gijonesas desde su fundación, hace extensiva a otros muchos niños del municipio, mediante convenios de colaboración con otros Clubs o con el Ayuntamiento.
El Club Tenis Gijón con casi los 2.300 socios que tiene en la actualidad es un punto de referencia social y deportiva, que tiene en la ciudad su razón de ser, con el mismo espíritu de identificación que abordaron aquellos pioneros reunidos en el Ateneo Jovellanos..."
"El primer proyecto conocido para crear un servicio de transporte público en Gijón se debe a D. Máximo Goy y Azpiri quien en 1872 presentó una solicitud para la construcción de una línea de tranvías entre la estación del Norte y los muelles locales. Tal proyecto fue aprobado en 1879 añadiéndole la condición que debería alcanzar también la estación del ferrocarril de Langreo. A pesar de la primitiva aceptación, no se llevó a cabo la construcción de la línea, desistiendo el peticionario, oficialmente, en 1889.La siguiente solicitud correspondió a los señores D. Antonio Rodríguez Sampedro, D. Angel Rendueles Llanos y D. Florencio Valdés y Menéndez, quienes presentaron en el año 1877 ante el Ayuntamiento de Gijón una solicitud para la concesión de un tranvía movido por fuerza animal entre Gijón y La Guía.
Ante lo novedoso de la petición, el Ayuntamiento se dirige a los de Madrid, Barcelona y Bilbao para solicitar asesoramiento y poder consultar los pliegos de condiciones de tranvías de aquellas ciudades para aplicarlos a Gijón, en caso de que fuese posible. Tras examinar detenidamente el proyecto presentado, el Ayuntamiento autoriza, en el año 1878, la concesión del tranvía con todos los pronunciamientos favorables. Aunque contaba con todas las autorizaciones necesarias, la línea objeto de esta concesión no fue construida por razones que ignoramos. A pesar de este contratiempo inicial, los promotores del proyecto continuaron con la intención de llevarlo a cabo, ya que tenemos noticia de que posteriormente D. Antonio Rodríguez Sampedro abandonaría la sociedad, renunciando a todos sus derechos en favor de sus socios.
Prueba de la intención de seguir adelante con el proyecto es que el 27 de enero de 1887 D. Florencio Valdés presentó ante el Ministerio de Fomento una petición para construir una línea de tranvía con tracción sangre desde Gijón a La Guía. En documentación hallada en el archivo municipal gijonés se afirma que este último proyecto y el presentado en 1877 eran idénticos.
El 18 de julio de 1888 es aprobado el pliego de condiciones particulares y el 14 de febrero de 1889, tras pública subasta, el ya citado D. Florencio Valdés obtiene la concesión de un tranvía movido por fuerza animal desde Gijón al barrio de La Guía, por un periodo de 60 años. Esta línea, además de las ventajas ya expuestas en el caso de 1877, aprovecharía el flujo de viajeros producido por la plaza de toros, inaugurada en 1890, frente a la cual pasaba la línea del tranvía."
Nace así, el 5 de junio de 1889, la sociedad Compañía de Tranvías de Gijón, constituida ante notario en esa fecha:
"La compañía empezó inmediatamente los trabajos de construcción y D. Florencio Valdés informaba en carta al Ayuntamiento que el tendido de vía daba comienzo el 23 de julio de 1889. Las obras se desarrollaban sin mayores obstáculos, al tiempo que se adquiría en Inglaterra el material móvil necesario para atender la explotación, y en los primeros meses del año siguiente estaba todo dispuesto para la inauguración.
El 30 de marzo de 1890, domingo de ramos, tuvo lugar el viaje inaugural de los tranvías gijoneses. En relación con este hecho, y en base a documentos hallados en el archivo municipal de Gijón, podemos afirmar que se llevó a cabo sin que material e instalaciones hubiesen sufrido la inspección reglamentaria por parte de los ingenieros del Estado.
El 30 de marzo los tranvías gijoneses comenzaron aprestar servicio. Para éllo, contaban con tres coches cerrados y dos jardineras, amén de 23 mulas para arrastrarlos. Se ponía un coche en circulación cada 10 o 15 minutos, llegando a estar enganchados los cinco a un tiempo en días de micha aglomeración de público. La línea tenía su punto de partida en la calle Corrida y su final en La Guía. La longitud de la línea era de 3 km y poseía 6 apartaderos.
Los planes de la compañía no acababan con la inauguración de la primera línea. En ese mismo año comienzan los estudios para una nueva línea, que vendría a ser prolongación de la ya existente. Se trataría de hacer llegar el tranvía a Villamanín, en las afueras de Gijón. Se presentan los preceptivos proyectos y el 28 de marzo de 1891 el Ayuntamiento de Gijón otorga, en sesión municipal, a D. Florencio Valdés la concesión de una línea desde La Guía a Villamanín movido por fuerza animal y con un plazo de duración de 60 años. Esta fue la única línea de los tranvías de Gijón que fue concesión municipal, en base a la Ley General de Ferrocarriles de 1877, al discurrir por un camino que estaba a cargo de un solo municipio.
Enlazaba con la línea de Gijón a La Guía en la mitad del apartadero existente en La Guía. Su longitud era de 1.200 m y tenia un apartadero. El 8 de agosto de 1891 tuvo lugar su inauguración."
"Aunque la línea del Llano fue inaugurada con tracción animal, el fin de las mulas como motor de los tranvías gijoneses estaba muy cercano; el proyecto de cambio de tracción fue presentado en el Ministerio en 1906 siendo aprobado el 22 de setiembre de 1907. Ese mismo año, también, se aprueba el proyecto la línea de la Calzada a Veriña.Dado que la electrificación de todas las líneas suponía un importantísimo desembolso económico que la Cia. no estaba en condiciones de afrontar, ésta optó por una solución bastante corriente en la época, el arrendar la explotación a otra compañía que aportase el capital necesario para efectuar el cambio de tracción. De esta manera, la Compañía de Tranvías de Gijón arrendó en 1908 la explotación de sus líneas a la Compagnie d'Electrícité Thomson Houston de la Mediterranée, Cia. belga dedicada al negocio tranviario, especialmente en el aspecto eléctrico."
"En ese año, el Ayuntamiento puso en circulación 3 autobuses por el interior de la ciudad que, en contra de lo que en un principio pudiera parecer, no quitaban viajeros a los tranvías, sino que los complementaban sirviendo aquellos puntos a los que la red tranviaria no llegaba, e incluso les acercaban viajeros de lugares apartados. El Ayuntamiento no se atrevía a entrar todavía en competencia directa con los tranvías. Aprovechando esta circunstancia, la Compañía de Tranvías aplaudió la iniciativa municipal de ocuparse del transporte público, al tiempo que solicitaba que tal servicio no permaneciese indefinidamente en manos privadas. Evidentemente, la situación se tomaba cada vez más difícil y la salida que aquélla veía como más favorable para todos era la municipalización del servicio de tranvías. El Ayuntamiento hizo, de nuevo, oídos sordos a tal propuesta.En 1955 se registró un ligero aumento de los ingresos, destacando que el día de mayor afluencia de público, el 15 de agosto, se transportaron 72.000 personas. No obstante, la Cia. no se llamaba a engaños. En la memoria correspondiente al año 1955 se volvió a hacer hincapié en la necesidad de rescatar las explotaciones tranviarias de manos privadas y convertirlas en municipales al objeto de conseguir una red de transporte urbano moderna y eficaz.
El Ayuntamiento, mientras, seguía con su intención de desmantelar la red. El 29 de septiembre de 1956 se creó la comisión para tramitar la solicitud del Ayuntamiento para subrogarse en los derechos del Estado en las concesiones de líneas de tranvías.
Durante los años 1957 y 1958 se diversas circunstancias condujeron a la disminución del movimiento de viajeros en la línea de Somió. Por este motivo la Compañía decidió solicitar a la Dirección General correspondiente la reversión de dicha línea por estar caducada ya hacía algunos años.
El descenso del número de viajeros se vería agravado por la aparición de otros medios de transporte, empeorando aún más la situación, cuando se tuvo que proceder a un nuevo aumento de tarifas para compensar los aumentos salariales. Como consecuencia de esta calamitosa situación, la Comisión Municipal Permanente designó una comisión especial de transportes que el 2 de julio de 1960 elaboró un informe sobre la reversión de los tranvías.
Sentadas ya las bases para la desaparición de los tranvías, parecía que su fin era ya inminente. No sería así. A pesar del acuerdo aprobado, el Ayuntamiento se desentendió totalmente de la Compañía de Tranvías, y en un pleno municipal convocado con 5 horas de antelación se decidió sustituir las líneas de tranvías de Gijón a Somió y Gijón al Natahoyo por autobuses, dejando a los tranvías prestando el servicio en las líneas del Llano y Natahoyo a Musel.
El cierre de las líneas citadas tuvo lugar el 25 de agosto de ese año inaugurándose al día siguiente las líneas de autobuses. Este servicio fue contratado con la empresa ovetense TRAVAL y según los cálculos previos, del propio Ayuntamiento, estas líneas de autobuses partían ya con un déficit de 50.000 pts por vehículo. Como se ve, una sustitución muy beneficiosa para el erario público gijonés.
La gran visión de los responsables municipales al suprimir los tranvías entre Gijón y El Natahoyo quedó patente el 2 de agosto de 1961 cuando la Compañía de Tranvías se vio obligada a reanudar el servicio en la línea citada, sustituyendo a los autobuses. Los viejos tranvías seguían ganando batallas ya moribundos.
No obstante, la situación económica de la compañía, con un coeficiente de explotación en ese año del 141% era ya desesperada. Debido a tal circunstancia, comenzó a tramitar la reversión de las líneas del Musel y del Llano."
Bifurcación con el Camín de Foxanes: de frente y detrás del abeto Casa Núñez; a su derecha Villa Fe, estas sí vieron el paso de los tranvías, hasta su amargo final:
"Si bien en 1962 la recaudación experimentó un ligero aumento, en el año siguiente el déficit alcanzó las 902.870,30 pts. Ante lo insostenible de la situación la Compañía de Tranvías arrojó definitivamente la toalla y, tras llegar a un acuerdo con el Ayuntamiento, el 10 de mayo de 1964 circularon por última vez los tranvías por las calles gijonesas.Ni una noticia en la prensa, ni la más humilde de las despedidas acompañaron a los entrañables coches en su postrera singladura. Sencillamente, el día 11 de mayo no salieron de sus cocheras. Triste pago el que Gijón daba a quienes durante 75 años habían transportado a sus habitantes y forasteros hacía sus trabajos y sus diversiones y habían llevado la prosperidad a numerosas zonas de la ciudad,
El día 11 de mayo de 1964 comenzaron a funcionar los autobuses en las líneas de Gijón El Llano y Gijón El Musel. Las tarifas eran de 1,10 pts. el trayecto total y 80 cts. entre paradas, los días laborables; estos precios se elevaban, los días festivos, a 1,90 y 1,50, respectivamente. Si comparamos tales tarifas con los 70 cts. que costaba el tranvía entre Gijón y El Llano, ó con los 40 del billete tranviario del Natahoyo a La Calzada, podemos ver claramente el avance, la modernidad y el gran beneficio que supuso para la población, en su mayoría obrera, de tales barrios la implantación de los autobuses.
Como conclusión final podemos aseverar que si el Ayuntamiento no se hubiese empeñado en suprimir los tranvías de Gijón en los años sesenta, hoy en día disfrutaríamos en nuestra ciudad de un sistema de transporte urbano moderno, rápido, seguro, eficaz, no contaminante y con gran de capacidad de transporte. Evidentemente, cuando hoy hablamos de tranvías no nos referimos a los vehículos de madera de principios de siglo, sino a modernos vehículos articulados como los que circulan en numerosas ciudades del mundo.
También creemos de justicia hacer referencia a que las líneas actuales de autobuses de Gijón son un calco casi perfecto de las líneas de tranvías y de los proyectos de nuevas líneas que estudió la Compañía de Tranvías a lo largo de su historia, lo que viene a demostrar que no iban en absoluto descaminados."
"A mediados del siglo XX los tranvías empezaban a verse casi como un estorbo. El incremento de los siniestros, la interrupción frecuente del servicio por falta de suministro eléctrico y, sobre todo, la presencia cada vez mayor del vehículo privado contribuyeron a su desuso.
Además, la caducidad de las concesiones, la imposibilidad de renovar la infraestructura y el interés de los ayuntamientos por dotar a las ciudades de servicios de transporte públicos más modernos y flexibles fueron claves en su desaparición. Así fue como los autobuses llegaron para sustituirlos.
Dos líneas de autobús unieron en 1953 el centro urbano con los barrios. Una de ellas con Somió y la otra con Tremañes y El Coto. De esta forma, estos barrios vieron cómo se ponía fin al aislamiento al que estaban relegados hasta entonces, y cómo se producía una mejora en la calidad de vida de sus vecinos.
Las líneas se ponían en marcha a las 7:30 de la mañana y estaban en servicio hasta las 11 de la noche. El precio del billete era de 0,60 pesetas, y las salidas tenían lugar cada hora, aunque poco después el ayuntamiento decidió duplicar los servicios.
Poco a poco, estos servicios se fueron ampliando a otras zonas de la ciudad, con el consiguiente incremento de la flota de vehículos, cada vez más presente en cualquier rincón de Gijón.
La Compañía de Tranvías, Traval S.A y más tarde Empresas Reunidas fueron las primeras en hacerse cargo del servicio de transportes urbanos en Gijón. Y 10 años después de que las primeras líneas se pusieran en marcha, el ayuntamiento concedió la explotación del servicio a la compañía Transportes Reunidos S.A. (TUNISA).
Fue en 1978 cuando el ayuntamiento decidió crear una sociedad anónima de capital municipal para gestionar y explotar el servicio de autobuses. De esta forma nació la Empresa Municipal de Transportes Urbanos de Gijón S.A. (Emtusa)
Los autobuses de Emtusa movieron el año pasado 10,9 millones de viajeros. La cifra ha sufrido un demoledor descenso del 42,35% con respecto al año anterior. En total se han perdido 8 millones de viajeros como consecuencia de las limitaciones de la movilidad debido a la pandemia."
"Formación del topónimo: este nombre parece estar formado a partir del sustantivo asturiano fontana ‘fuente de agua’, en diminutivo fontaniella ‘fuente pequeña de agua’ o fontanía, forma ésta que no se usa en la lengua actual. Es la misma equivalencia que encontramos en palabras como capiella o capía ‘capilla’; rodiella o rodía ‘rodilla’; Castiella o Castía ‘Castilla’; rosquiella o rosquía ‘rosquilla’; etc.
Etimología: fontanía pudo tener una forma ya perdida *fontaniya –igual que rodía tiene la variante rodiya–; procede del término latino fontanīcŭlam [fontaníkulam], diminutivo de fŏntanam ‘fuente’ con el sufijo diminutivo femenino -īcŭlam.
Documentación histórica del topónimo: en el diccionario geográfico de Madoz (1845-50) aparece citado este topónimo como «Fontana»."
"Es el barrio de Somió más próximo a las principales arterias de comunicación de la ciudad. El bello topónimo “Fontanía” indica bien a las claras que allí afloraban aguas abundantemente. También por ese nombre había una fuente en la zona conocida como del “Cañaveral”. Su límite por el Oeste es el río Piles, por el Norte el barrio de El Pisón, por el Este el de Fojanes y por el Sur la parroquia de Cabueñes. En los años cuarenta se creó un impuesto municipal para todos los productos de la aldea. Los campesinos iban a venderlos a la ciudad y, para cobrar ese arbitrio, se construyeron en lugares estratégicos de Gijón “los fielatos”. Uno de ellos se levantó en este barrio, controlando “les goxes” que bajaban en el tranvía y toda la mercancía que llegaba a Gijón por la Carretera Villaviciosa."
"... los gijoneses siempre han sido muy dados a escapar para ir a comer empanadas, huevos cocidos, tortillas, escalopes y cachopos a los alrededores. No es una moda que se haya inventado ahora. En aquellos tiempos en que los coches escaseaban porque todavía no habíamos entrado en la «sociedad de consumación», que diría Salvador Dalí, los tranvías -de los que tanto sabía y dejó escrito el pintor Nani Magdaleno- marcaron inicialmente las sendas hacia el ocio fuera de la ciudad para ir desde los chigres a los merenderos al aire libre con mesas de piedra y helados bancos sin respaldo.
Frente al palacio de Revillagigedo salían los tranvías. Unos con destino hacia Jove-El Musel y otros hacia La Guía-Somió. (...)
El tranvía que iba hacia La Guía y Somió pasaba por la calle Corrida y doblaba por la calle de Munuza y hacía un parada -porque allí estaba una taquilla de los Campos Elíseos- y tras atravesar la plaza de San Miguel dejaba a los cinéfilos en el antiguo teatro Obdulia y luego pasaba por delante del coso de El Bibio. En una de aquellas jardineras veraniegas recuerdo que fui con ocho años a ver el espectáculo de «El Bombero Torero», quizás de ahí vengan mis aficiones a los toros y a las sevillanas.
Al llegar a La Guía, gran parte del personal se bajaba para ir a los merenderos del entorno: El Puentín, El Pinche, Ideal Rosales" -donde José Luis Garci rodó algunas escenas de su oscarizada «Volver a empezar» y luego fue reconvertido en la discoteca Tik- y el Jai Alai. Todos ellos pasto de los adosados en la expansión de la ciudad. Y aquella línea de tranvía finalizaba su recorrido en la redonda plaza de Villamanín. La antigua Quinta Peláez fue reconvertida en el merendero Somió Park -cuando pasó a ser propiedad de la compañía de tranvías- y era uno de los puntos de encuentros por el ambiente, la música de baile que sonaba en las bocinas metálicas de Radio Electra semiocultas entre la hojarasca de los centenarios robles y las atracciones orquestales durante los años cuarenta. Eso fue, claro, antes de que los cortasen para hacer chalés.
Aquel ambiente de entonces lo define con su visión plástica el gran pintor gijonés Antonio Suárez. Hace años me contó que: «En mi juventud muy pronto descubrí que, además de la pintura, había otras cosas: la bicicleta, el cine y los bailes de verano en Somió Park. Había dos bailes en Gijón, los de La Guía y los de Somió Park. A los de La Guía iban los soldados y las muchachas de servicio. Los que íbamos a Somió Park, lo quisiéramos o no, estábamos más cerca de ser la élite. El ambiente era fantástico en Somió Park porque todas las chicas y chicos subían allí con ganas de disfrutar, de pasarlo bien, de vivir. Subíamos en el tranvía y la vuelta era algo fantástico, hasta que un día se proyectó en el Robledo una película americana que se llamaba «Anda en bicicleta» y entonces todos subíamos en bicicleta a Somió Park. Aquello era enorme. Había mesas y sillas. La gente paseaba por el prado. Íbamos vestidos a lo último que se pusiera. De verano, muy de verano. Y de invierno, con aquellas corbatas que llevaban un alfiler por debajo. Bebíamos sidra y bailábamos música americana y se sabía cuando se acaba el baile porque ponían como final tres o cuatro pasodobles que nadie los bailaba, pero que servían para despedirse e ir por la bici. Preferíamos la música en disco a las orquestas porque el repertorio de las orquestas no era nada moderno, ni los músicos eran buenos; y los discos, sin embargo, sí».
A mediados de siglo, los tranvías fueron dando paso a los autobuses en los que se subía a Somió más rápido, pero era menos romántico. Hubo un tiempo en que el Ayuntamiento de Gijón se negó a subir una peseta los precios de cada billete y los empresarios de aquella Tunisa, Pepe Cosmen y Gonzalo Álvarez Arrojo renunciaron a la concesión. A la salida del despacho del Alcalde, Gonzalo Álvarez Arrojo me apostó una comida a que antes de tres meses subirían el precio no una peseta, sino un duro. Y acertó, claro. Sin embargo, aquellos incomprendidos empresarios se convirtieron con el paso de los años en los dos grandes del transporte y la nueva Empresa Municipal de Transportes Urbanos en un saco sin fondo de pérdidas.
La plaza de La Redonda sirvió también con los años para bifurcar hacia otros merenderos que luego también contratarían atracciones, como Las Delicias y El Cañaveral. Allí, uno de los lugares emblemáticos de Somió fue desde finales del siglo XIX: La Pondala. El jardín de aquel merendero -fundado en 1891 por María González, apodada «La Pondala» por ser la esposa de José Pondal- fue escenario de bailes, representaciones teatrales y hasta proyecciones cinematográficas. Complementado todo ello, por supuesto, por una excelsa cocina casera que han sabido mantener durante décadas y cuatro generaciones, con platos tan apreciados como su menestra de temporada, el rosbif y el arroz con pitu de caleya. Su nieta Conchita y su esposo José Luis Caso Granda han sido inolvidables personajes y buenas personas que no pudieron vivir uno sin el otro más que unos pocos días.
Desde la plaza de Villamanín se iba también hasta El Jardín, al que había que subir andando tras bajarse del tranvía y después del autobús. Eso fue antes de tener automóvil, claro. Cuando tuvimos nuestro primer coche, Gijón se nos hizo pequeño porque estaba todo muy cerca y no era como en los tiempos que había que ir andando, en bicicleta, en tranvía o en autobús..."
Detrás de Villa Fe vemos otro elemento característico de muchas casas y quintas de Somió: la cochera, del que Ramón Mª Alvargonzález nos cuenta en su libro lo siguiente:
"Otro edificio auxiliar que empieza a generalizarse en la década de 1920, cuando esa dependencia no se incorpora a la casa de los caseros o al edificio principal, es la cochera. ubicada en la cercanía de la casa principal como edificio exento, al final de las avenidas de acceso, o al borde de un área de maniobra sustraída al espacio verde del jardín, también cabe constatar cambios formales en sus trazas. En ocasiones se adosa al muro de cierre, con el portón en dirección a la vía pública y una puerta de servicio peatonal hacia el jardín, con la finalidad de evitar la circulación rodada en el interior de la finca.Los construidos en la década de 1920 son de planta rectangular, de entre 25 y 30 m.² de superficie. con un tejado a doble vertiente y el caballete perpendicular a la fachada; ábrese en esta un portón manual, y en las paredes laterales suele practicarse algún vano para proporcionar luz y ventilación. Con la misma planta y dimensiones, los construidos en los años 30 pueden tener cubierta plana o vanos horizontalidad más acusada.En la década de 1940 era frecuente que la construcción de garajes fuera acompañada de un pabelloncito anexo para otros servicios, como carbonera y lavadero"
"Es notorio que durante el siglo XIX la Villa y Puerto de Gijón vivió un notable auge en el ámbito industrial y comercial que supuso un gran atractivo para un buen número de emprendedores que ahora ya son historia. Y muchos de ellos tienen su huella reflejada en calles y plazas. Pero no es menos cierto que en ocasiones muy poco o casi nada se sabe de algunos de estos protagonistas que llegaron a colocar el nombre de Gijón y de Asturias entre las primeras ciudades y puertos de la nación e incluso de Europa e Hispanoamérica, como es el caso de la familia Nájera-Alesón. Si bien la modesta y tranquila calle 'Alesón' les recuerda, a decir verdad son muchos los gijoneses que con frecuencia preguntan: ¿Quien era ese Alesón?
Pues resulta que la citada calle recuerda a los hermanos Santiago y Manuel Nájera-Alesón, hijos a su vez del matrimonio natural de Ventosa, provincia de Logroño, formado por Félix Nájera Nalda y María Alesón Canal, que llegaron a ser importantes productores y comerciantes de vinos en Hornillos, La Rioja, pero una plaga que arrasó sus viñedos les llevó a dedicarse a la industria de lana y tejidos. Ese motivo les trajo a Gijón en 1870, cuando Santiago, su hijo mayor ya contaba 16 años de edad. En un viaje de la familia nace en León su segundo hijo, Manuel, el día 29 de marzo de 1872.
Santiago Nájera Alesón, el mayor de los hermanos, mientras trabaja en la actividad comercial de la familia escribe en 'El Litoral Asturiano' y colabora en la fundación de 'Cultura e Higiene' en el Ateneo Obrero de La Calzada y es vicepresidente del Círculo Mercantil e Industrial. Al finalizar el siglo XIX, Santiago es concejal con el alcalde Tomás Dimas García Cuesta y junto con Manuel crean la sociedad 'Nájera-Alesón, Santiago y hermano' como grandes almacenes, regentan la 'Fábrica de Conservas Alesón', adquieren varios buques de carga y explotan 'Mina Cabranes'. Aunque su principal negocio es la importación y exportación de frutos secos, cereales, refinado de azúcar y coloniales con Hispanoamérica e Inglaterra.
Al inicio del siglo XX los hermanos Santiago y Manuel Nájera-Alesón, que ya han unido sus dos primeros apellidos para conservar el 'Alesón', gozan de gran prestigio personal y comercial; crean una naviera que lleva su nombre, regentan la imprenta 'El Musel' y Santiago, que ya goza de una importante pinacoteca, es vocal de la Cámara de Comercio, así como del Patronato de la Escuela Superior de Comercio y del Instituto Náutico Jovellanos; y le nombran presidente de Honor del Unión Deportivo Racing y del Club de Fútbol Natahoyense.
En cuanto a Manuel Nájera-Alesón forma parte de la Junta de Obras del Puerto Gijón-Musel, es consejero de la Asociación de Exportadores Asturianos, de la Harinera Gijonesa S. A., de la Fábrica de Cerámica de Tánger y de la constructora Edificios y Solares S. A. de Madrid. En el año 1914 forma parte de la Corporación Municipal presidida por el alcalde Fernando Galarza y luego con Luciano Palacio Alonso.
Santiago Nájera-Alesón, aquejado de problemas de asma, se traslada a vivir a Madrid, en 1925, y construye una casa de dos pisos en la calle Narváez, en cuya puerta de madera figura tallado el escudo de Gijón con la figura del Rey Pelayo. Un hijo suyo, Félix Nájera-Alesón Garavilla, contrajo matrimonio con la gijonesa Marina Corujedo, sobrina del pintor Nicanor Piñole.
Manuel, por su parte, siguió viviendo en Gijón, en la calle del Instituto, número 51, pero compró una casa en La Guía que él bautizo como 'Villa Concha'. Contrajo matrimonio con la señorita Concepción Bascarán, natural de Hormilla en La Rioja, aunque vivía en Oviedo donde sus padres regentaban un comercio de tejidos en la Plaza del Pontón. Tuvieron seis hijos: Ángeles, Conchita, Julián, Luis, José Manuel y Santiago, que fue el heredero de la citada casa en La Guía.
Los dos hermanos fallecieron en Madrid. Santiago el día 25 de junio de 1941 y Manuel el 24 de mayo de 1951, pero su recuerdo perduró en la memoria de muchos gijoneses, ya que un singular edificio haciendo esquina en la avenida de La Costa y Constitución llevaba su nombre hasta su derribo en 1970, así como los almacenes también conocidos como 'de Alesón' en la manzana entre Constitución, Prendes Pando y la calle Alesón. Este último nombre popular no ha tenido refrendo oficial, por lo que no estaría de más hacer justicia con la historia de este Gijón del alma y darle el nombre de calle Hermanos Nájera-Alesón. Los descendientes de Santiago y Manuel que residen en Gijón seguro que lo acogerían con sumo agrado."
"Concha murió donde ella deseaba: en su isla querida, Ibiza. Sus restos mortales ya reposan en el terruño isleño que tanto amó. Hace medio siglo, Concha descubrió una isla y se enamoró de ella. Ese amor profundo cambió su vida desde entonces. Pero no solo influyó radicalmente sobre ella, sino sobre su familia y amigos. Entre Somió e Ibiza vivió estos años. Y el espíritu ibicenco, de libertad sin tapujos, encantaron a Concha y a su amplio entorno social. Su visión de la vida hacía de ella un ser excepcional en Gijón, porque rompía muchos esquemas. En cambio, no llamaba la atención en la isla, donde nada es extravagante. Todo se hace normal.
Ya no tiene Concha viaje de regreso a Gijón. Su reciente viaje a su isla solo fue de ida. Su cuerpo no vuelve, pero su espíritu y su recuerdo quedan en Gijón, en Somió. En el Club de Regatas, donde tantas reuniones de amigos organizó.
Ahora que está muerta, deberá dar cuanta al Juez Supremo de sus actos. Él será el único encargado de dictar el veredicto final. Los seres humanos no estamos capacitados para juzgar a los demás. «Al atardecer de la vida nos examinarán en el amor». En ese examen Concha aprobará, porque amó a muchas personas. Deja muchos amigos.
Algunos «hombres de esta generación» quizá pretendan juzgar a Concha, sin recordar las palabras del mismo Cristo, que el Evangelista San Lucas y el Evangelista San Mateo recogen texto del evangelio (Lucas,7,31-35): «En aquel tiempo, el Señor dijo: ¿Con quién, pues, compararé a los hombres de esta generación? Y ¿a quién se parecen? Se parecen a los chiquillos que están sentados en la plaza y se gritan unos a otros diciendo: 'Os hemos tocado la flauta, y no habéis bailado, os hemos entonado endechas, y no habéis llorado'. Porque ha venido Juan el Bautista, que no comía pan ni bebía vino, y decís: 'Demonio tiene'. Ha venido el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís: 'Ahí tenéis un comilón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores'. Y la Sabiduría se ha acreditado por todos sus hijos».
No escuchan ni a Juan ni al Hijo del hombre. Se creen perfectos y no siguen las bienaventuranzas. Entre las amistades de Concha había fervientes cristianos, así como "publicanos y pecadores". En el amplio corazón de Concha Nájera-Alesón cabían todos."
"La construcción en la década de 1860 del tramo Gijón-Villaviciosa de la carretera de la costa, que salvaba el río Piles a través de un nuevo puente de fábrica, al propiciar la circulación de personas y mercancías, fue factor determinante de la aparición de un modesto caserío en su entronque con el camino municipal que, desde La Guía, se dirigía a Villamanín, en el corazón de Somió. En una litografía de Nemesio Martínez Sienra publicada en 1884 en la Guía ilustrada de la Villa y Puerto de Gijón, se aprecia el entronque de ambas vías, y una perspectiva del camino arbolado hacia Villamanín, con la margen izquierda ocupada por la ermita homónima, un hórreo y varias casitas de dos plantas alineadas al borde de la carretera.
La función de este nudo quedó reforzada por la prolongación hasta Villamanín, en 1890, de la línea del tranvía trazada un año antes desde el centro de la ciudad hasta La Guía. Este servicio de transporte público de viajeros, que incentivó el uso residencial del suelo de la parroquia, reforzó sin duda al incipiente barrio de La Guía como núcleo comercial y de esparcimiento"
"Aunque el nombre oficial del barrio fue siempre Fontanía, topónimo indicativo de la abundancia de agua y fuentes en la zona, la denominación popular de La Guía se hizo común al llamar así a las inmediaciones de la desaparecida capilla–ermita dedicada a la Virgen de la Guía. Es una situación similar a la que sucede en otro barrio de Somió, el de San Lorenzo, conocido popularmente como La Providencia por encontrase en él, en el Cabo de San Lorenzo, otra famosa capilla: la Capilla de la Providencia.
En su libro Diccionario toponímico del concejo de Gijón, el filólogo especializado en lengua asturiana Ramón d'Andrés recoge una hipótesis que intenta explicar el nombre del barrio. De acuerdo con este autor, el topónimo proviene de la palabra asturiana guía, la cual puede significar «‘parte final o superior de un árbol o de una planta’, ‘rama principal de un árbol o de una planta’ o ‘rama nueva que sale del tronco de un árbol o de una planta’». No obstante, Ramón d'Andrés señala que en sentido metafórico guía podría hacer referencia tanto a una bifurcación como a la unión de dos ríos, dos circunstancias presentes en el lugar."
Y así se veía Los Tilos desde su entrada. Como hemos dicho la imagen que encontréis será otra
A la izquierda la Colonia Don Romualdo, una de las colonias de chalets de estirpes familiares, como las califica Ramón María Alvargónzález en Somió la ciudad jardín de Gijón. A la derecha y a partir de Los Tilos las casas denotarán ya una estructura más urbana, formando una fila que llegará a El Puentín, al final de La Guía. Seguimos leyendo del barrio en Wikipedia:
" Zona de entrada a la parroquia de Somió debido a un puente de la N-632 sobre el río Piles. El barrio contaría con la primera línea del tranvía de Gijón en 1890, que le daría una buena comunicación con la entonces lejana ciudad. A finales de los 1990 se construye la ronda sur de Gijón, por lo que la ribera derecha del río recibe a la avenida de Justo del Castillo para permitir la unión de la A-8 con la ciudad. Esto supone la demolición del antiguo puente y la construcción de una rotonda que hace las veces de puente"
Casa Rosendín y de María Luisa y Casa Ramón Capín, pegando con Casa Colao. Desde principios del siglo XX empiezan a predominar en torno al Campu la Guía y su entronque viario edificios de dos plantas, algunos con bajos comerciales
Ramón Mª Alvargonzález nos informa en su libro que a partir de la década de 1920 "se acometió una renovación parcial del caserío del barrio, sobre todo del de planta terrena, y la construcción de nuevas casas, algunas de factura netamente urbana". Posteriormente, en la década siguiente, se construyeron nuevas viviendas y otras se reformaron añadiéndoseles pisos, tarea que continuó en la posguerra
En este bloque están, primeramente y desde abajo Casa Pilar, que tenía tienda, y Casa Dorita. En el primer piso Casa Luisa y Casa María Luisa. En el tercero la Casa les Gaiteres, hijas de Eduardo El Gaiteru la Guía. En el segundo bloque tenemos Casa Mercedes la de Milia y Palmira, que ejercían una de modista y la otra de sastra
Seguidamente y pegada a estas Casa Fano. Otro impulso a la urbanización temprana de La Guía lo supuso la instalación en 1901 de la Sociedad Electro-Antracita de Somió, que desde su edificio junto al nuevo puente de El Puentín, suministraba luz solo al barrio sino a toda la parroquia de Somió
Casa Doña María Alas, donde actualmente hay bar-sidrería y refugio privado de peregrinos Chigrería, Albergue y Merenderu El Peregrín, a quien M. Moro le dedica su reportaje La Guía, parada y fonda de peregrinos para El Comercio del 24-5-2016:
"Es un albergue de peregrinos, pero también un merendero en el corazón del barrio de La Guía con parrilla y juegos de niños. El nuevo establecimiento se llama El Peregrín y ofrece a los viajeros que hacen el tramo costero de la ruta jacobea del Norte un mínimo de 17 camas sin literas, sello compostelano y media pensión (...)
Detrás de este nuevo proyecto de hospedaje orientado específicamente a los peregrinos del Camino de Santiago está Domingo Ramos Carbajo. Electricista de profesión, vecino de La Guía e hijo de padres emigrantes a Alemania, define este híbrido de albergue y merendero ante todo como «un negocio familiar» -en el establecimiento están involucrados también dos de sus tres hermanos- que viene a cubrir un hueco que a su juicio no estaba atendido en la ciudad.
Explica que ha visitado numerosos albergues en las provincias limítrofes para dotar a las instalaciones de Pérez Pimentel, una antigua residencia geriátrica que prevé inaugurar la próxima semana tras la pertinente reforma con vistas a ofrecer las comodidades indispensables a los peregrinos.
«Se trata de un turismo superagradecido aunque desconocido aquí del que el 50% son extranjeros, sobre todo alemanes », remarca Ramos, quien asegura que la mayoría de caminantes «llegan reventados y se decantan por el alojamiento en media pensión».
"Para hacer más agradable la estancia de los peregrinos en Gijón El Peregrín, que tiene cinco habitaciones y cuarto de baño provisto de ducha, ofrece conexión a internet wifi gratis, televisión, escritorio y una terraza donde descansar. Las comodidades se completan con el servicio de limpieza disponible todos los días, la posibilidad de solicitar camas supletorias (de pago) y el restaurante que también servirá comidas a otro tipo de clientes en la zona de merendero.El propietario de El Peregrín considera que las administraciones local y regional no son conscientes del potencial que tiene el turismo vinculado al Camino de Santiago, algo que queda patente en la deficiente señalización para los peregrinos. «Es escasa y confusa», opina. Sostiene que con los datos en la mano 16.000 personas pasaron el año pasado por Gijón haciendo la ruta jacobea y destaca que con el nuevo albergue, pendiente de recibir solo el permiso municipal, espera captar entre 6.000 y 7.000 viajeros en la campaña que va de mayo a noviembre. «No son cifras nada descabelladas. Albergues con menos camas que las que ofrecemos nosotros aquí consiguen dar ese servicio. Además, este año hay jubileo extraordinario porque se abrió la puerta santa de la catedral de Santiago, apostilla."
"Para aumentar el conocimiento de cómo hacer y preparar la ruta jacobea en la ciudad, traerá a dar cursos a La Guía a «reconocidos y curtidos hospitaleros» y organizará el 10 de julio, con la ayuda del Club Atletismo Fumeru, la primera carrera popular del Camino de Santiago con llegada en El Peregrín."
Por aquí entramos al albergue, a la izquierda, pasando junto a esta bella terraza. Arriba están las habitaciones y abajo están la cocina, comedor y otras dependencias
Luego el bar, con sus terrazas y, por supuesto, el merenderu, muy amplio y arbolado, sobe la misma pradería. Al año siguiente de su inauguración se celebró, coincidiendo con las fiestas de La Guía, un concurso de grafitis cuyo motivo era precisamente el Camino de Santiago. Así ofrecía la noticia para La Nueva España Luján Palacios, con La Guía, buen rollo a todo color, el 11-9-2017:
"En La Guía querían darle más color aún a sus fiestas y por eso este año se lanzaron de cabeza a la organización de un concurso de grafiti que suscitó gran interés. Tanto, que a la fase de selección se presentaron numerosas propuestas, algunas llegadas de fuera de Asturias, de las que al final se eligieron cuatro.
Ayer, los cuatro artistas, Antonio Prada, Marcos Ornosa, Jesús Piñeiro y Bastián Prendes, dedicaron toda la jornada a dar color a un muro interior del merendero y albergue "El Peregrín". El tema elegido fue precisamente el Camino de Santiago y cada artista ofreció un enfoque diferente en una competición muy reñida. Finalmente, y tras la deliberación de un jurado integrado por el pintor Roberto Díaz de Orosia, el grafitero Felipe Marcos Fernández "El Brujo" y José Antonio Gómez, decano de Humanidades, el vencedor fue Bastián Prendes, de Pola de Siero, con una creación en la que representa un "camino perdido" con la catedral de Santiago al fondo y un peregrino en primer término.
El premio, 400 euros para el primero y una pequeña compensación económica para los finalistas, junto con un obsequio en forma de "making off" documentado por el fotógrafo profesional Víctor Lafuente, fue casi lo de menos. Porque, como señala el presidente vecinal Paulino Tuñón, "los artistas vinieron a pintar atraídos por la idea, por la posibilidad de dejar una obra en un espacio interesante, en un ambiente muy animado en el que hubo hasta concierto". Además, querían demostrar que "el grafiti no es una firma que ensucia una pared; es todo un arte con obras sorprendentes, con gente que trabaja mucho y muy bien". Y, por eso, casi con toda seguridad el año que viene se celebrará una nueva edición."
Como siempre decimos, verifiquemos personalmente, preferiblemente telefónicamente, la disponibilidad de alojamiento si pensamos pernoctar aquí o en cualquier lugar, confirmando si hay plazas libres o está abierto. La información de las guías, incluidas las digitales, no están exactamente al día pues simplemente es imposible materialmente hacerlo. Recalcamos, si queremos tener asegurado de antemano donde dormir, comprobemos estos datos con cierta antelación
Y a la derecha de la calle y a continuación del albergue, Casa Mari Rosa, la primera a la derecha después del albergue. Seguidamente y más pequeña, a su izquierda, la antigua escuela de niñas donde dieron clase Doña Delfina y Doña Fermina, donde actualmente abre sus puertas el bar-restaurante El Retiro de La Guía, de Oscar y Yoli, esta es su descripción en la página Voy a comer en: "Especialistas en pescados y mariscos del Cantábrico, carnes asturianas y diferentes tipos de arroces. Ven a disfrutar de nuestras tardes de Picoteo: Tortillas, Hígado, Pulpo, Costillas, Pimientos Rellenos, Bacalao". También escribe esta reseña el gastrónomo Adolfo Mateos en su blog La Llingua Llambiona a fecha 22-2-2023:
"Hoy visitamos el restaurante El Retiro de la Guía en Gijón, recomendado por uno de nuestros llambiones destacados, José. La recomendación, si bien es general, surgió a raíz de esta labor hercúlea de buscar los mejores callos de la geografía asturiana con nuestro proyecto particular de Callos Duty.
El restaurante El Retiro, lo podemos encontrar en la Calle del Prof. Pérez Pimentel, 231, o lo que es lo mismo, la carretera que sube a Somió por la Guía. Local no muy grande, con una zona de barra y bar primero, y un comedor algo más amplio en la parte trasera; recomendable reservar, sobre todo el fin de semana. Carta tradicional, donde encontraremos entrantes como calamares, pastel de cabracho, revueltos o embutidos, arroces con almejas o bugre, y pescados como la lubina, la merluza o la chopa, o si lo prefieres carnes como el entrecot, la paletilla o el cachopo, sin olvidar platos de cuchara como la fabada o la sopa de marisco. Una amplia oferta de gastronomía tradicional asturiana.
Para comenzar pedimos unas croquetas de Jamón caseras. Ración como veis curiosa y bastante buenas. En cuanto a los callos, realmente estamos ante unos muy buenos callos, pequeños y no muy picantes. Si lo deseas puedes «alegrarlos» un poco más con aceite picante casero. Acompañados de patatas fritas, como manda la norma y servidos en cazuela de barro.
De postre, un bombón de la Ibense que siempre hay hueco para uno, aunque no estemos en verano. Para beber sidra DOP de Piñera, escanciada y agua. El precio, unos 30 € por cabeza.
Un sitio sin pretensiones, muy bien atendido, con una cocina sencilla, pero preparada por manos conocedoras de lo que se manejan, con calidad y buen hacer. Muy recomendable. Gracias a Jose, por el descubrimiento"
"En 1893 El Retiro de la Guía se anunciaba con gran alarde como el "grant restaurant de Feliciano García", precisando que "en este establecimiento se sirven toda clase de comidas y bebidas con elegante aseo y limpieza" y recalcando además que "es el restaurante más favorecido por los forasteros en el verano". En el verano siguiente se añadían otras cualidades, como que era "único en las afueras de la población, con un extenso jardín con mesas rústicas, donde se sirven almuerzos y comidas a la carta". A él se unen El Recreo, en La Guía, que por entonces no daba comidas como tales, y Valentín el Mariñán, en Somió"
"Hoy volvemos a El Retiro de la Guía en Gijón. Después de nuestra buena experiencia con los callos en febrero, volvimos a disfrutar de su carta en varias ocasiones.
Os recordamos que el Retiro de la Guía esta en el barrio de la Guía de Gijón, en la calle Profesor Perez Pimentel 231, subiendo hacia Somió. Tiene un comedor y zona de bar donde también se puede comer, pero os recomendamos que reservéis si queréis acudir.
Como fueron varias las visitas, os voy a comentar diferentes platos que disfruté en los últimos meses. Empezamos por algunos de los entrantes, como el pastel de cabracho, los calamares o las croquetas de jamón. En todos los casos, muy rico, buen sabor y calidad. Los calamares de los ricos de verdad, de los que apetece hacerte un bocadillo con un poco de alioli. De platos principales, y en carnes por ejemplo el cachopo clásico, realmente rico y abundante. Buena fritura, tierno y sabor perfecto. También podéis disfrutar de arroces, como el arroz con bugre, muy abundante y rico. Para mi gusto le faltaba un punto de sabor más a marisco, aunque es cierto que esto se logra con un fumé de marisco y el bugre da el sabor que puede dar, pero en general es bastante bueno y abundante, con medio bugre por ración. En el Retiro son especialistas en pescados de calidad, y no pudimos perder la ocasión de disfrutar de un delicioso Rubiel. Gran calidad y preparado al horno con sus patatas, con su cebolla pochada por encima, muy recomendable. El precio, está bastante en línea con la calidad y el servicio. Una buena comida con productos de calidad puede salir por unos 30 € por cabeza. Para beber si lo deseáis tenéis opción de tomar sidra escanciada por el personal de sala. Buena atención y buen producto; un sitio 100% recomendable."
"Tiene una palmera centenaria, un magnolio y un ciprés, una panera en el jardín, un pasamanos con forma de garra de león en la escalera, un suelo de mil colores y dibujos geométricos, azulejos de Manises, lamparas art decó, armarios de caoba... Tiene esta casa una y mil historias tras sus paredes y un color en su fachada que ha acabado por bautizarla: el rosa. Antes fue Villa del Carmen y después la casa de la Torre, pero el color de sus azulejos vidriados, un capricho quizá copiado de algún revista o una mansión tropical, se ha convertido en su sello de identidad, el que la distingue sobre sobre otros nobles caserones ubicados en Gijón.La casa rosa de la Guía es desde el año 2000 propiedad del pintor Roberto Díaz de Orosia, que ha querido que la emblemática construcción no «sea un castillo cerrado», sino un lugar abierto al público. Por esa razón, acaba de inaugurar las visitas guiadas gratuitas por su propia casa (los viernes de 6 a 8 de la tarde previa cita telefónica en el 635666314), para desvelar una historia que no siempre se ha contado de forma correcta.Todo comienza en el año 1879. Entonces, Cipriano Rivera, un hombre de posibles con propiedades en Somió y con una fortuna hecha en Cuba, pidió permiso al Ayuntamiento para construir en la Guía una casa de 7 por 12 metros. Ningún arquitecto firmó los planos de lo que era inicialmente una vivienda de dos plantas sin mayor interés, porque no fue hasta el año 1913 cuando se transformó en lo que es hoy. Eran tiempos de art nouveau, tiempos modernistas en la arquitectura, que quiso beber de muchas fuentes de inspiración, dar colorido a las construcciones, introducir nuevas formas en sus diseños. Y en ese ambiente de cambio es cuando Cipriano Rivero decide añadir galerías, recrecer la buhardilla y crear la fachada actual de la casa, en la que la que ya se había plantado con anterioridad la preceptiva palmera indiana que hoy mide casi 15 metros de altura. «Está construida con las características de las casas de indiano, tiene un estilo ecléctico donde hay desde gótico hasta neoclásico con formas de art nouveau y que teminan en art decó», detalla orgulloso Díaz de Orosia, que en 2000 decidió convertir en su hogar los más de 300 metros útiles repartidos en tres plantas que ofrece la casa.Pero antes de ser refugio del artista -«creo que la compré porque me dijeron que esta era la casa ideal para un pintor»- fue también hogar de Joaquín Menchaca y Araujo, un comercial zapatero con negocio en la calle Corrida, que la adquirió en 1913 para decirle adiós poco más de dos décadas después, en 1934, cuando pasó a ser propiedad de la familia de la Torre, que la tuvo hasta que Díaz de Orosia la adquirió. En ese periplo, es curioso, la casa ha sido algo más que el hogar de alguien, porque siempre en su jardín y sus salas se han sucedido los guateques y las fiestas. Y ahora, con el pintor como inquilino se mantiene esa tradición de ser punto de encuentro. Y es curioso también que, pese a que el aspecto exterior anuncia un interior de cuento y rebosante de lujo, no fue así. «Se dice que se gastaron todo el dinero en la fachada, así que el interior era muy austero porque no les quedaban perras», relata Orosia.Poco más se sabe sobre cómo fue la decoración que acompañó al caserón en los felices años 20, porque no se conservan fotos que puedan revelar ese pasado. Cuando Díaz de Orosia se hizo con la casa, los anticuarios habían dado ya buena cuenta de los muebles que adornaban su interior, y sólo quedaban allí como testigos mudos de la historia una espectacular nevera americana de color blanco de los años cuarenta y las bañeras con patas de los cuartos de baño. Ni lámparas ni aparadores ni mesas ni sillas ni nada de nada.Llevaba doce años colgado el cartel de se vende en su singular fachada, y nadie se atrevía a comprarla por temor a invertir más en su reforma incluso que en la compra. Pero las construcciones de antes tienen la ventaja de aguantar el paso de tiempo con auténtica maestría, de modo que la casa necesita de una brocha siempre dispuesta a repasar aquí y allá y poco más. Porque sus suelos de baldosa hidráulica se conservan como el primer día, llenos de color y dibujos geométricos, iluminando aún más una casa que cuenta con dos enormes galerías a la calle. «Había dos galerías, una cerrada y otra abierta, y eso tiene su historia porque de lo que se trataba era de que los señoritos de Somió que pasaban por la calle pudieran ver a las chicas», relata Díaz de Orosia, que en la más alta de esa suerte balconada ha instalado su taller.Las puertas y las ventanas, la hermosa escalera que asciende hacia la buhardilla permanecen también tal cual se crearon en su día, pero no sucede lo mismo con las pinturas que antaño adornaron el salón y que una capa de pintura sobre ellas las convirtió en irrecuperables. También permanece como en el pasado la panera del jardín, con el corredor pintado en colores similares a los de la casa, una característica de las casas señoriales, y que es hoy con sus seis pegollos en pie la construcción de este tipo más próxima al centro de la ciudad. También se conservan tal cual dos casitas, las del casero y los aperos de labranza, y junto a ellas los baños que debía utilizar el servicio que no podía acceder a la casa. Un pozo que el tiempo tapó y Díaz de Orosia redescubrió completa el área ajardinada, en la que se ha recreado una fuente siguiendo la estética de todo el conjunto. En el todo que es la casa tiene un papel fundamental la forja blanca inmaculada de influencias modernistas.Pero volvamos dentro, donde aún quedan muchos rincones por descubrir. Empezando por la entrada y terminando por el lucernario de la última planta. El hall de recepción ofrece una puerta fantástica pintada en verde y dorado y con cristales firmados, en uno de los cuales ha quedado grabado el año 1913, el de la construcción de la casa tal y como está hoy. Son especialmente bellos los azulejos que decoran la entrada, en tonos verdes y malvas, singulares y poco vistos, muy distintos a los que adornan en azules y amarillos la chimenea del salón. En ese hall se sitúa una impresionante lámpara art decó. No estaba en la casa, como los muebles que hoy la decoran, que han sido adquiridos en la mayor parte de los casos en anticuarios de Madrid y en subastas. Orosia ha buscado recuperar el esplendor del pasado y ha adquirido distintos muebles, la mayoría art decó y nouveau, con ese objetivo de respetar lo que debió ser. Un impresionante armario de caoba es una de las piezas estrella.La escalera con pasamanos de pino es otra de las joyas de la casa, que se decora con pinturas en todo el ascenso hacia las plantas altas y que cuenta con una pieza modernista especialmente llamativa, un espejo dorado con dos dragones entrelazados. Hay cuadros por todas partes, abundan las esculturas, los mil detalles de las colecciones que Orosia ha ido adquiriendo de viaje en viaje, como las jarras de cristal pintadas de principios del siglo pasado elaboradas en la fábrica de vidrio de Gijón y que se conservan en un aparador del salón. Hay junto a ese salón una especie de sótano que también oculta su historia. Hormigonado y protegido como ningún otro lugar del inmueble, en él se refugiaron de los bombardeos de la aviación durante la guerra civil.Entre tanto arte y tanto pasado, una pieza tan prosaica por definición como los radiadores se hace un hueco muy especial en la casa rosa de la Guía. Son de hierro fundido y si antes trabajaban con una caldera de carbón, hoy se han pasado al gasoil. Funcionan como el primer día y siguen luciendo hermosos con sus dibujos modernistas poniendo un poco de diseño al frío del invierno y al calor del verano."
"La Casa Rosa debe su nombre al color del azulejo biselado que recubre su fachada y es uno de los edificios más reconocidos del barrio de La Guía por su estilo indiano que se ha mantenido a lo largo de los años. Sus planos se remontan a 1879, pero su fachada actual, con galerías y buhardilla, data de 1913, habiendo sido varios sus propietarios a lo largo del siglo pasado. El último y actual, el pintor Roberto Díaz de Orosia, la adquirió en el año 2000 para someterla a una rehabilitación integral, tanto de la fachada como del interior, proporcionándole su actual esplendor.
Orosia llevaba tiempo detrás de un espacio que le permitiese pintar cuadros de mayor tamaño al que solía y la galería del segundo piso vino a colmar sus aspiraciones. Allí tiene montado su estudio de arte, con su taburete favorito que alterna con un sillón de barbero, sus pinceles y sus coloridas paletas, obras en proyecto y otras, fechadas este mismo año, listas para salir al mercado. Y entre tanto batiburrillo, radios antiguas, muñecas que aún lo son más, recuerdos de sus numerosos viajes y todo tipo de objetos que no por cotidianos han dejado de tener valor artístico y que funcionan como decoración.
Muebles y aparadores de estilo Art Nouveau y Art Deco, con sus correspondientes vajillas y en cuyo interior difícilmente cabría un pieza más, se reparten por todas las dependencias. Y en cada una de ellas, cuadros que llevan su firma y que son reflejo de las variadas series que han formado parte de su extensa y prolífica obra: carnavaladas, romerías, meninas, la playa con sus casetas, bodegones de frutas... También, evocaciones de su serie dedicada al erotismo y la sensualidad.
Las baldosas de los suelos y los azulejos de las paredes y chimeneas son otro de los distintivos de esta casa y se aprecian, incluidos los baños, por todos los pisos. El propio pintor se encargó de rebuscar por medio país hasta encontrar piezas con dibujos que encajasen con los originales hasta su completa restauración. A destacar, asimismo, la escalera.
El edificio goza de catalogación integral junto al extenso jardín donde se ubica. En él tienen cabida una panera y una fuente habiéndose transformado la casa de aperos en un taller donde Orosia trabaja la madera. De allí salieron sus famosos tótems -tallas de personajes de la España cañí, como el torero y la folklórica- incluidos en la colección 'Spanish Show'."
Justo enfrente de la Casa Rosa o Quinta la Torre, en los llamados Chalets Gemelos de La Guía, se hospedaban los pilotos, entre ellos varios aviadores rusos, del citado Aeródromo de Les Mestes o de La Guía, que tenían aquí su cuartel. Obra ambos chalets del arquitecto Luis Bellido, los veremos bien en su fachada principal cando lleguemos al Campu la Guía, que ya vemos desde aquí. Solo decir que este era Casa José Restegui, ahora es el Jardín de Infancia Donald, escuela infantil fundada en 1976
"Benigno Rodríguez fue de los más avanzados a la hora de introducir patios interiores y distribuciones que mejoraban las condiciones de habitabilidad de las viviendas, cuando los promotores lo aceptaban, superando las disposiciones marcadas por las ordenanzas. En todo caso, los mejores proyectos siempre están vinculados a residencias unifamiliares o a los edificios residenciales de mayor presupuesto y empaque"
"Con Cuatro plantas, dos cuerpos laterales realzados por la presencia de miradores y sendos remates en hastiales escalonados, reservaba los bajos a locales comerciales y las plantas a viviendas de alquiler"
Casa Adolfo Amado es un ejemplo, de los muy numerosos que hay, de la mucha arquitectura contemporánea asturiana no realizada por arquitectos sino por los maestros de obras, que "fueron, durante el siglo XIX y las primeras décadas del XX, destacados productores de arquitectura tanto cuantitativa como cualitativamente, igualando e incluso superando en volumen de obra a los arquitectos", como afirma también Héctor Blanco. Abundando en el tema, y con motivo de la presentación de su libro, el periodista de La Nueva España A. Montes, lo llamó en su título de la noticia La ciudad sin firma, el 18-3-2014:
"Buena parte de los edificios que conforman las zonas de expansión urbana de Oviedo y Gijón desde la segunda mitad del siglo XIX hasta la primer tercio del XX son construcciones sin autor al modo en que hoy lo entendemos. Apenas una veintena de maestros de obras ha dejado su huella constructiva en toda Asturias en un período de gran demanda edificatoria que los pocos arquitectos de la época no conseguían cubrir. Edificios como el mercado de Trascorrales o las casas del Cuitu en Oviedo, buena parte de la calle San Bernardo en Gijón o lo que hoy es la de Escuela de Artes y Oficios en Avilés son el resultado del trabajo de ese reducido grupo profesional que el historiador Héctor Blanco González ha investigado en profundidad. A ellos está dedicado el libro "Arquitectura sin arquitectos en Asturias. Maestros de obras y otros autores (1800-1935)", elaborado a partir de la tesis doctoral del autor y editado por la Consejería de Cultura. (...)
El auge de estos maestros comienza con el desarrollo de los núcleos urbanos en esa segunda mitad del XIX, la planificación de los ensanches de la ciudades y, como refleja el libro del historiador gijonés, "el impulso que conoce la construcción por efecto de la ley de arrendamientos de 1842 como marco legal para el aprovechamiento mercantil del inmueble, junto al comienzo de la especulación con el suelo urbano y la constitución de la promoción inmobiliaria como inversión, transformando el sector de la construcción como una industria más". Estos especialistas están, así, en el corazón del auge de un nuevo segmento económico cuyo crecimiento desproporcionado es hoy una de las razones de la crisis económica en España.
Entre arquitectos y maestros de obras hay diferencias formativas y de competencias. Blanco apunta que "el título oficial de maestro de obras, que se obtenía tras cursar tres años de estudios y la superación de un proyecto de final de carrera, los facultaba para proyectar de manera autónoma edificios que no fuesen sufragados con fondos públicos o destinados a uso público, que eran los que quedaban como competencia exclusiva de los arquitectos". Ello no impide, sin embargo, que el mercado de Trascorrales en Oviedo sea un proyecto del maestro Cándido González. La falta de arquitectos propició que "acabaran haciéndose cargo de todo tipo de obras, incluyendo las municipales. Por ello realizaron también puentes, obras de urbanización, escuelas, mercados... Además incluso ocupan cargos dentro de la administración, en muchas ocasiones y durante largos periodos, asumiendo las competencias propias de los arquitectos municipales ante la falta de estos". El historiador constata que "en Asturias, como en muchas zonas periféricas de España, la presencia de la figura del arquitecto es muy escasa durante el siglo XIX y llama la atención que, aun en sus últimas décadas, apenas haya una decena de arquitectos establecidos en la región. Esta escasez de titulados superiores hizo que la figura del maestro de obras se convirtiese en un referente fundamental dentro del sector de la construcción y explica por qué muchos de ellos desarrollaron carreras muy brillantes, sin encontrar limitaciones a su ejercicio profesional
Su momento de mayor esplendor fue también el de su extinción. La similar cualificación de arquitectos y maestros de obras llevó a la supresión de los estudios de estos últimos. El autor de "Arquitectura sin arquitectos" explica que "la justificación oficial fue que la actividad de maestros de obras y arquitectos era tan similar que no procedía dedicar recursos a dos titulaciones independientes que en la práctica venían a ser lo mismo, pero el trasfondo real era la evidencia de que los maestros acaparaban una gran cantidad de obra en perjuicio de los arquitectos".
Después de 1871 sólo permanecerán en activo "los titulados hasta entonces, que conservaban los derechos propios de su título, y se convierten así en un grupo profesional en extinción literal, aunque aún mantienen varias décadas de actividad hasta que progresivamente se van jubilando o falleciendo". Blanco González añade que "el último maestro de obras titulado de Asturias, Benigno Rodríguez, fallece en Gijón en 1932".
De ese tiempo queda "una obra dispersa por toda Asturias, pero con una concentración notable, sobre todo, en Gijón y Oviedo debido a la gran expansión urbana que conocen ambas ciudades durante la segunda mitad del siglo XIX. También es el conjunto de obra mejor identificado, por conservarse los proyectos en los archivos municipales". La investigación de Héctor Blanco le lleva a afirmar que "en general los maestros de obras destacan por su capacidad de diseño todoterreno, la calidad en la ejecución de las obras y su preocupación por el detalle. Muchos de ellos lo dejan patente ya en los planos que realizan, en no pocos casos los proyectos ya son auténticas obras de arte". No desmerecen, a juicio del historiador, la labor de los arquitectos, y "aunque hoy en día sean unos completos desconocidos, el conjunto de su legado evidencia que en modo alguno su labor fue secundaria o menor"
"La arquitectura de los maestros de obras no cuenta con ninguna peculiaridad formal que la diferencie de la elaborada por los arquitectos. Se preocupaban por estar al día de las tendencias y novedades en boga, tenían que competir entre sí y a la vez con los arquitectos por contratar obra y eso llevaba a que, en conjunto, a simple vista, no sea posible apreciar diferenciación. La mayor o menor entidad de la obra realizada derivaba del presupuesto y entidad de cada encargo, no de su capacidad como tracistas", señala Blanco. Así, las constantes de su trabajo "son las propias del resto de la arquitectura realizada en el momento: atienden a los intereses de los promotores de la obra buscando aprovechar al máximo los solares para obtener buenos rendimientos y ateniéndose a lo que marcaban las ordenanzas municipales".Existe también una inquietud innovadora que queda patente en los edificios de los maestros de obra. "Benigno Rodríguez fue de los más avanzados a la hora de introducir patios interiores y distribuciones que mejoraban las condiciones de habitabilidad de las viviendas, cuando los promotores lo aceptaban, superando las disposiciones marcadas por las ordenanzas. En todo caso, los mejores proyectos siempre están vinculados a residencias unifamiliares o a los edificios residenciales de mayor presupuesto y empaque". "También se observa", detalla Blanco, "la introducción de novedades estructurales, primero el hierro y luego el hormigón armado. Así, Cándido González fue pionero en la implantación de la arquitectura del hierro en Asturias con sus mercados de Trascorrales y Jovellanos". Hay un empeño en estar al día en cuanto a técnicas constructivas que deja patente, entre otros maestros, Benigno Rodríguez, quien "comenzó a emplear ya en la década de 1910 hormigón armado en la estructura de alguno de sus edificios de viviendas, algo poco habitual en la región en esos años".El autor de "Arquitectura sin arquitectos en Asturias" concluye que pese a "la peculiar leyenda negra que venía a presentarlos como profesionales menores, cuando no como arribistas, que incidía en su contraposición con la figura del arquitecto, identificada como la de un profesional dotado de altísimos conocimientos técnicos y estéticos", los maestros de obras "como grupo profesional estuvieron a la altura de las circunstancias en todos los sentidos, de hecho, no pocos de ellos tuvieron un pleno reconocimiento profesional por parte de la sociedad del momento".
Por eso precisamente, su primer solar al lado del río rememoraba el paso del Piles al entrar o salir de la villa gijonesa por en al antiguo vado de El Puentín, pequeño puente de muy posible origen medieval. La Guía sería una alegoría de buena y sagrada orientación para arrieros y viajeros, incluyendo aquellos peregrinos que, desde la bifurcación de Casquita, en Villaviciosa, "hubieran resuelto seguir el Camino de la Costa" y por Grases, Niévares y Pión, como dice el libro El Camino de Santiago por Asturias. Topoguía 2. Ruta de la Costa, "continuaban por los términos parroquiales de Deva, Cabueles y Somió, lugar que vería morir en 1739 al peregrinos gallego Simón de Leme; penetrando en la villa de Gijón, una vez superado el río Piles por el puente de La Guía (puente de piedra y de un solo ojo que se hallaba en el lugar conocido como El Puentín), por la Puerta de Begoña". En su Diccionario toponímico del concejo de Gijón el filólogo Ramón d'Andrés indaga sobre el nombre de este estratégico lugar y paso de La Guía:
"Formación del topónimo: en asturiano guía significa, entre otras cosas, ‘parte final o superior de un árbol o de una planta’, ‘rama principal de un árbol o de una planta’, ‘rama nueva que sale del tronco de un árbol o de una planta’. En sentido metafórico, guía parece aludir a una bifurcación o cruce de caminos, o bien a una unión de dos ríos. Las dos circunstancias están presentes en el lugar de La Guía, donde se unen los ríos Viñao y Peñafrancia o Deva para formar el Piles.
Etimología: guiar y guía proceden quizás del gótico *widan ‘juntarse, mezclarse’, de donde también ‘acompañar, escoltar’.
Referencia al lugar: La Guía es el barrio que tiene como referencias la zona del puente del Piles (El Puentín) y la bifurcación de la carretera de Somió y la de Villaviciosa. La primera conducción de agua para la ciudad de Gijón procedía de La Guía y Les Mestes: se trataba del acueducto de La Matriz, construido entre 1646 y 1669, que nacía en el lugar de El Llanío, pasaba por las marismas del Piles y el arenal, hasta llegar a Gijón, donde alimentaba las dos fuentes principales de la villa, la de La Plaza o San Lorenzo, y la de La Barquera.
Documentación histórica del topónimo: en documento del Monasterio de Santa María de la Vega, año 1508, se lee: «e de la parte de avaxo, por el rio de la Gua, que viene de la fuente de Santyso para la dicha aldea». El diccionario geográfico de Madoz (1845-50) recoge: «mas arriba hacia el S. [el río Piles] tiene el puente llamado Guia de piedra y de un solo ojo».
"Pedimos que este faro vuelva a brillar de nuevo, y que esa estrella de los mares no se oculte ni eclipse en nuestros cielos". Recordando que la capilla de La Guía "ha tenido en el imaginario de la villa marinera de Gijón un referente como un faro", el arzobispo Jesús Sanz Montes pidió durante la consagración de la pequeña iglesia de este barrio de la ciudad que vuelva a tener la misma identidad que en sus orígenes. "Queremos propiciar un espacio para el encuentro", indicó el arzobispo en su homilía.
Más de tres años después del inicio de las obras, y de numerosos donativos que han hecho posible hacer realidad el ansiado objetivo de la asociación de vecinos, la capilla de La Guía ya está terminada y bautizada. "Es un día de acción de gracias porque al fin vemos rehabilitada la construcción de su casa", indicó Paulino Tuñón, presidente vecinal, en alusión a la Virgen de la Guía. "Y pedimos perdón a quienes fruto de un momento de ofuscación cometieron la torpeza de derribar esta casa", añadió al inicio de la misa celebrada ayer.
Jesús Sanz Montes dirigió el oficio acompañado de su secretario, Manuel Alonso Martín; el vicario Adolfo Mariño, y los sacerdotes Luis Muiña, párroco de Somió; Fernando Fueyo, párroco de San Nicolás de Bari; José Juan Hernández, párroco de Viesques; y José Antonio López, capellán de las Hermanitas de Somió.
El acto comenzó con una hora de retraso sobre el horario previsto, pero no por ello dejó de ser una eucaristía lucida. Entre los asistentes y participantes estuvieron el Coro Manín de Lastres, la Junta de Gobierno de las Madres San José de las Montañas -con religiosas de Asturias, País Vasco y Valencia-, el concejal Manuel Arrieta en representación del Ayuntamiento de Gijón, o el Comandante de Marina, Fernando Brinquis Crespo.
El arzobispo de la diócesis también hizo referencia a la Casa de Acogida de La Guía, que está situada junto a la capilla, destacando que gracias a este espacio "cuántas mujeres no han tenido que lamentar su abandono y soledad" y añadió en referencia a la Virgen y a la labor que hacen las religiosas de este centro: "Guíanos con tu guía".
La primera piedra del templo fue puesta en septiembre de 2011, pero la construcción en sí no comenzó hasta enero de 2012. Desde entonces el colectivo vecinal inició un camino que ha avanzado al ritmo que le permiten las donaciones. La patrona del barrio, la Virgen de la Guía, regresa a su casa tras el exilio a la parroquia de San Julián de Somió, después de que la capilla originaria fuese destruida durante la Guerra Civil. Un templo que se sitúa otra vez a escasos metros de su emplazamiento antiguo, donde estuvo durante más de tres siglos hasta su desaparición.
"Ha quedado muy fina y delicada. Es una capilla muy guapina", valoró el sacerdote Fernando Fueyo. La sensación general de los asistentes fue de satisfacción con el nuevo templo y de alegría por ver recuperada una de las señas de identidad de La Guía, que les fue arrebatada a sus vecinos hace ocho décadas. Ahora por fin disfrutarán de un templo que se sitúa a escasos metros de su lugar original, donde ahora se encuentra una plaza. "Hoy habilitamos un nuevo lugar para el culto, y para muchos años", destacó Paulino Tuñón, presidente de una asociación vecinal que con su esfuerzo y aportaciones ha conseguido recuperar la ansiada capilla."
"Su ánimo está estos días como el propio nombre del bar restaurante que han regentado desde hace 45 años. Cierra el 'Sol y sombra' de La Guía. Y los hermanos Amancio, Conchita y Manuel Cifuentes no saben a qué carta quedarse. Están contentos porque abandonan un sector «muy esclavo» y que «quema mucho», como es la hostelería. Pero tristes por la pérdida de contacto con unos clientes a los que expresan público agradecimiento. E ilusionados ante la perspectiva de disponer de más tiempo libre, aunque de alguna manera temerosos de añorar en un futuro próximo las obligaciones cotidianas. El próximo lunes, 30 de mayo, echan el candado a su veterano negocio y desean que, cuanto antes, alguien lo reabra a poder ser con el mismo modelo de negocio familiar de comida tradicional que tuvo hasta ahora.
Parece claro que Conchita, la cocinera de la casa, es la más ilusionada con la idea de cambiar de vida, cansada de pasar calor en verano pegada a los fogones entre diez y once horas al día. En realidad, es a su marido, orfebre autónomo de joyería y colaborador del restaurante en su tiempo libre, al que le toca jubilarse, pero ese retiro arrastra a la cocinera, y ésta a los otros dos hermanos, conformes con que ha llegado el momento de dar el relevo.
Tortillas, croquetas, pulpo... Hígado encebollado, croquetas, cachopos y, los jueves, pulpu con patatines son algunos de los platos que sin duda echarán de menos los clientes del 'Sol y sombra', junto con las tortillas, que es el plato del que Conchita manifiesta estar más harta. Pero no menos vinculada al establecimiento que esos guisos está la sidra de Peñón. «Estamos muy agradecidos a ese llagar porque en 38 años sin meter otra sidra en casa nunca nos fallaron», destaca Amancio. El lunes quedará todo atrás. El establecimiento cierra por descanso los martes, pero en este caso ya no habrá reapertura, porque el primero de junio es el día elegido para el cierre.
Por delante queda todavía un fin de semana que los hermanos Cifuentes prevén exahustivo, porque son muchos los clientes habituales que están reservando mesa para lo que será una despedida por parte y parte. El 'Sol y sombra' ha llegado a atender en momentos clave del verano a unos 300 comensales diarios. Días de fútbol o de hípico, conciertos en el Palacio de Deportes y las fiestas del barrio depararon jornadas memorables para los hosteleros del 'Sol y sombra', no tan entusiasmados con la vecindad del Tik, que «proporcionó ventas, pero también algunos problemas, sobre todo en los dos últimos años de la discoteca. Había una especie de miedo a estar en la zona que nos perjudicó mucho».
Sea por lo que fuere, Amancio Cifuentes afirma que la clientela del 'Sol y sombra' fue siempre muy variada en lo que a edad se refiere.
Los hermanos Cifuentes, originarios de Cabueñes-El Infanzón, entraron en la hostelería de mano de su padre, quien, según recuerda Conchita, pagó 900.000 pesetas de traspaso y asumió una renta de 45.000 pesetas mensuales por el negocio, vivienda incluida, en La Guía. Fue un domingo de agosto, Día de Asturias, de 1971.
Conchita apunta también que, comparativamente, los 40.000 euros que ahora piden por el traspaso y el alquiler de mil euros mensuales pueden ser menos, «pero es que no hay dinero».
Quién tomará el relevo en el 'Sol y sombra' es aún una incógnita. «Pasaron tres o cuatro por aquí, pero no hay nada cerrado. El día 1 pondremos un cartel anunciando el traspaso», dice Conchita, quien añade que no le gustaría que una multinacional se hiciera cargo del negocio. A su juicio, el modelo de negocio familiar es el que tiene demostrado el éxito. «Eso sí, trabajando desde las diez de la mañana hasta la medianoche».
"El Sol y Sombra cerró en mayo de 2016 por la jubilación de los hermanos Amancio, Conchita y Manuel Cifuentes que lo llevaban regentando desde hace 45 años. El 10 de agosto el histórico restaurante se reencontrará con sus antiguos clientes. José Andrés Rodríguez, 'Wes', hostelero natural de Bañugues que fue propietario y jefe de cocina en El Tormentín de Luanco, se pondrá al frente del negocio. Mantendrá el nombre, el merendero y también los platos tradicionales caseros, casi fetiche, que siempre han funcionando como reclamo en el establecimiento: los callos, la fabada, el pote, la carne guisada o el pulpín con patatines.La novedad serán los arroces al estilo de Bañugues y Luanco (con pulpo y coral de oricio, llámpares, almejas, marisco...). «No será una carta muy amplia, pero por encargo se prepararán todo tipo de mariscos y pescados del Cantábrico», anticipa 'Wes'. En total trabajarán cuatro camareros y tres más en la cocina."
"Víctima de una larga enfermedad, ayer falleció en Gijón María Luisa Claros Merediz a la edad de 95 años. Fue junto a su marido, Arturo Muñiz Caso, fundadora en 1952 del restaurante Casa Arturo tras coger en traspaso el merendero El Pinche, en La Guía. Lo que comenzó siendo un bar de barrio, el matrimonio terminó por convertirlo en un restaurante y merendero de referencia en la ciudad.
María Luisa se encargaba de la cocina y del servicio de comidas. Sus clientes la recuerdan como una mujer «muy trabajadora y con un extraordinario don de gentes». Quien fuera a Casa Arturo siempre encontraba a María Luisa. Siempre sonriendo. Siempre alegre y dando cariño a sus clientes. Igual de amable era con lo vecinos de La Guía. Era una mujer de barrio, que hacía barrio.
En tiempos en los que no se encontraban croquetas en las cartas de los restaurantes gijoneses, María Luisa supo convertirlas en su plato más distinguido. «Incombustible, eficaz y muy inteligente», así la reconoce su familia.
Arturo, fallecido en 2011, y María Luisa supieron trasladar a sus hijos el espíritu y entusiasmo por la divulgación de la gastronomía asturiana. Lo que comenzó siendo un bar de barrio se convirtió, gracias a las numerosas ampliaciones que fueron realizando en las instalaciones, en uno de los restaurantes de mayor fama y capacidad. Hoy, incluso, se ha convertido en un punto de encuentro de muchos jóvenes gijoneses, quienes han encontrado en su merendero un espacio amable para sus reuniones.
María del Pilar, Arturo y Agustín son los continuadores de una saga de hosteleros que aún hoy continúa sirviendo cientos de comidas cada semana. «Somos lo que somos gracias al trabajo y la pasión que pusieron en este negocio», recuerda su hijo Arturo, quien fuera durante doce años presidente de la Asociación Empresarial de Hostelería de Gijón, Carreño y Villaviciosa. «Era una mujer con un carácter muy amable, con muchas amistades y muy dialogante», recordaba ayer para EL COMERCIO.
Natural de Oviedo, María Luisa era muy aficionada al equipo de su ciudad. «Esa era la pena de mi padre», comentaba entre risas su hijo Arturo. Una mujer elegante y «muy presumidona». «Y no me extraña porque era muy guapa», rememoran sus hijos. Durante la jornada, la familia recibió «infinidad» de llamadas de condolencia. «Es motivo de orgullo para nosotros porque significa que es una mujer querida en Gijón y sobre todo en el barrio de La Guía», asegura la familia."
"Durante décadas, Arturo Muñiz Claros ha sido un personaje omnipresente en los medios de comunicación, al ostentar la presidencia de la Asociación de Hosteleros de los concejos de Gijón, Carreño y Villaviciosa. Pero un buen día sus circunstancias personales lo retiraron a sus cuarteles de invierno, y es ahí, fuera de los mangoneos de la politiquería social donde lo queríamos ver, en su genuino campo de trabajo. En apariencia sigue siendo el mismo, hábil, solícito, buen comunicador, pero sin duda mucho más auténtico; ya no tiene que esforzarse en mantener el imprescindible equilibrio de nadar y guardar la ropa, o de contentar por igual a tirios y troyanos. Su trayectoria profesional indica que es un hombre de éxito, y al final de la charla algo quedó nítido; sus logros se nutren de su inexcusable sentido de la responsabilidad y de su buena cabeza.
Arturo Muñiz Claros nació en Gijón, 1949, en el barrio de La Guía, la misma casa donde años más tarde estuvo instalado el Txoko-Txiki de Guillermo Zabala. Mediano de tres hermanos, Arturo hizo el bachiller en el Colegio Corazón de María, y tuvo claro, al terminar su escolaridad que el negocio familiar era su destino.
-¿Desde cuándo existe Casa Arturo?
-Contaba yo cinco años, cuando mi padre, Arturo, cogió un local en La Guía. Era el bajo de una casa muy antigua -creo que cuenta unos 120 años- que hasta ese momento había albergado un bar denominado El Pinche. Mi abuelo tenía un llagar en Viñao, en una finca hermosísima que fue recortando el crecimiento de Gijón; entre carreteras y urbanizaciones su tamaño se redujo sensiblemente, aunque sigue existiendo. Dos de los hijos de mi abuelo, Arturo y Jesús, siguieron con el negocio familiar; Jesús en Viñao, donde sus descendientes han montado un restaurante, y mi padre en Casa Arturo.
-¿En la actualidad, Casa Arturo continúa en el mismo local de entonces?
-Sí, es el mismo, pero ha cambiado el entorno. Entonces La Guía era lejísimos, recuerdo que cuando llovía se inundaban los terrenos que hoy ocupa el Grupo Covadonga, así como la zona del Molinón; la carretera quedaba en medio como una pasarela. Hoy, La Guía se ha convertido en un pulmón de Gijón, es un barrio bonito y abierto, en el que se han hecho muy bien las cosas.
-¿Colaboró usted desde el principio en las responsabilidades del negocio?
-Iba aprendiendo... A los doce años una de las misiones de mi hermano y mía, era colocar las botellas vacías en sus cajas, y mi padre nos pagaba algo. Casa Arturo empezó siendo un merendero con una sidra magnífica, de Viñao, y una cocina básica, tortillas, croquetas, y bocadillos. Se hacían miles de bocadillos. En la actualidad, los días que juega el Sporting en el Molinón o hay un macroconcierto, también seguimos haciendo miles de bocadillos.
-Pero el negocio evolucionó...
-Sí, y durante 19 años yo no participé en él. Hice varias oposiciones, aprobé tres, y elegí la secretaría del Colegio de Aparejadores de Gijón, donde tuve oportunidad de conocer a todos los empresarios de la construcción de Gijón. Por otra parte, mi esposa, Blanca Rodríguez, tenía una administración de lotería en la calle Marqués de San Esteban, pero los fines de semana yo colaboraba en Casa Arturo. Mi padre hizo una gran labor, había conseguido comprar la casa con toda la finca, se realizaron obras importantes y Casa Arturo pasó de ser un merendero a un restaurante.
-Y necesitó más mano de obra...
-En efecto, había que darle impulso y pensé en dejar el Colegio de Aparejadores. Me dio pena; allí era un señor. Tuve que ponerme el delantal para meterme en la cocina, y dejar las alfombras a cambio de un suelo cubierto de serrín.
-¿Conocía el arte culinario?
-Por supuesto, lo había vivido desde los cinco años. Era una cocina muy tradicional que poco a poco fuimos ampliando, pero definiéndonos en una oferta concreta. Mi hermano y yo apostamos por la continuidad, la familia, el sitio... Hoy, después de 55 años ya somos historia en la gastronomía gijonesa.
-¿Cuál es su plato estrella?
-El repollo con gambas, la merluza negra con su salsa de chipirones... La fabada no puede faltar ..."
Habríamos de recordar asimismo a Mari, que tuvo aquí un puesto de fruta, así como la tienda de Pilar y Luis
"... en el triángulo formado por la carretera de Villaviciosa y Avenida del Profesor Pérez Pimentel frente a los chalés de Restegui y Suberbiola estaba situada la fuente “La Guia”, de la que muchas casas se abastecían del agua necesaria para la vivienda mediante calderos de porcelana; por supuesto en todas estas casas el lavado de la ropa se hacía directamente en el río, en el que había lugares preparados para ello, siendo los praos próximos los que servían para poner la ropa al verde."
"Sobre terrenos que antes fueron propiedad de don Ramiro Menéndez Eztenaga, en mayo de 1900 se iniciaron las obras para edificar dos hermosos palacetes autoría del arquitecto don Manuel del Busto.
El uno para don Amador González Posada y el otro para don Joaquín Juliana Albert, hermano de don Domingo y catalanes ambos que llegaron al principado atraídos por los cantos de sirena de las posibilidades de una región por industrializar.
Siendo cofundadores de la poderosa Casa Masaveu, y de la Sociedad Tudela de Veguín, a partir donde iniciaron una fructífera carrera, radicándose en Gijón a inicios de siglo, don Domingo en Tremañes y don Joaquín en este palacete de La Guía que para hacerlo muy de su gusto, contó con un maestro de obras venido de Barcelona y una cuadrilla de avezados albañiles, también catalanes.
En aquella casa se prodigó en amores con su bella esposa doña Sabina Laverdure Garro, pero al contrario que su hermano allá en la quinta Lolo Valle de Tremañes, a ellos no los visitó la cigüeña y tuvieron que deshacerse en amores con sobrinas como su muy amada doña Paz Juliana, bella joven que se casaría con el ingeniero don Claudio Alvargonzález Lanquine en 1921, año en que en el mes de noviembre fallecería inesperadamente don Joaquín, mientras se encontraba de viaje en Barcelona.
Murió el día de santa Soledad, mártir aquella que se adueñaría de este palacete, del que se posesionó definitivamente cuando en 1944, ya con 92 años de vida, dejaría de existir doña Sabina.
En Gijón crearían ambos hermanos la Casa de banca Juliana que con el tiempo pasaría a denominarse Banco Gijonés de Crédito, con su sede en la calle Corrida. Además de participar activamente en la creación e impulso de un rosario de industrias locales, tales como; Gijón Industrial, fábrica de vidrios y harinas,(luego Gijón Fabril) Fabrica de aceites vegetales (La Aceitera) Constructora Gijonesa Juliana, Fabrica de camas, Fábrica de sacos, Azucarera de Veriña y participación en varios consejos de administración y siendo soporte financiero de muchas empresas más.
De hecho a don Domingo Juliana, que fue el más longevo, se le honra con una calle, que sirve para homenajear a los dos, calla situada en el industrioso barrio de La Calzada, que nació como tal, gracias al impulso de gentes como los Juliana, que trajeron a Gijón trabajo y futuro."
"Domingo Juliana Albert que era de Castellar. Antes de construir la torre en Gijón había construido una torre idéntica en una parte de sus terrenos (Podéis verla en el google maps, en la calle Caldes, 56 de Castellar). Se marchó a Gijón de la mano de Elías Masaveu Ribell también de Castellar."
"Casa construida para Joaquín Juliana Albert a comienzos del siglo XX, con proyecto del arquitecto Luis Bellido. En su fachada principal destaca el eje central configurado a la manera de una torre de dos plantas. La parcela está rodeada de un monumental cierre de piedra y rejería, destacando la portada de acceso principal. Junto a este inmueble se localiza otro de similar diseño y autoría construido para la familia González-Posada."
Y esta es, a su derecha, dicha quinta de los González Posada, que fue la hecha para Amador Gutiérrez González-Posada y que fue conocida como Casa Ana Suberviola, reputada dentista que fue la primera odontóloga gijonesa, no por vocación, según escribe la historiadora Arantza Margolles Beran en Mujeres trabajadoras en el Gijón franquista, sino porque su padre, un coronel retirado, la mandó a estudiar a Madrid:
"Acabó en 1932 y el trabajo, en su opinión, era estupendo para compatibilizar con su sexo: “Tiene una la clínica en su propia casa, y puede atender a ambas facetas a la vez.” Y más: Suberviola defendía la necesidad absoluta de la mujer soltera a trabajar, pero no tanto de la casada: “Habrá épocas en que los hijos e impidan el trabajo y otras en que sea compatible. Ahora bien, si por el trabajo de la mujer casada se resiente su hogar, entonces no debe trabajar.”
De la misma manera que la zona oeste del concejo quedó progresivamente conformada como la de expansión industrial, la zona este fue transformando así su origen rural y agroganadero, en un proceso que arrancó a mediados del siglo XIX y que continua en nuestros días, para ir consagrándose como espacio residencial de la entonces naciente burguesía industrial y de las estirpes aristocráticas, que aquí erigieron sus "quintas de recreo", pero al mismo tiempo también como solar de establecimientos de bebidas, comidas y bailes, u otras instalaciones, como las deportivas
"Casado y padre de dos hijas, Arturo Muñiz Claros es hijo y nieto de hosteleros. Nació hace 58 años en La Guía, en el primer piso de la casa en cuyo bajo se encuentra hoy el bar Txoko Txiki. Su abuelo por parte paterna regentaba el Llagar Viñao. Su padre fue quien dio nombre a Casa Arturo, que abrió hace 53 años en La Guía, tras comprar el antiguo merendero El Pinche. Arturo Muñiz Claros y su hermano menor, Agustín, son quienes ahora regentan el negocio. Sus raíces familiares están en Castiello, de donde era su padre, y en Oviedo, donde nació su madre.
Antiguo alumno del Corazón de María y del Instituto Jovellanos, desde joven compatibilizaba la ayuda a sus padres en el negocio familiar con sus estudios o con otros trabajos. Su primer negocio fue hacer vinagre de sidra para venderlo a los clientes del merendero. Pero aún tardó bastantes años en dedicarse al negocio familiar.
Después de abandonar los estudios, con 19 años parecía que iba a seguir otro derrotero distinto del de su padre y entró a trabajar como administrativo en la empresa Hierros Capua. Tras hacer la mili en León se casó y obtuvo una plaza como responsable de la oficina del Colegio de Aparejadores de Gijón, cargo que desempeñó durante 19 años, entre 1973 y 1992. Una época en la que trabajaba en el Colegio de Aparejadores por la mañana, por la tarde cocinaba con su padre en Casa Arturo y ocasionalmente ayudaba en la administración de lotería que regentaba su mujer en el número 13 de la calle Marqués de San Esteban. Con el tiempo la familia reconvirtió este último local en otro negocio hostelero, el VOS.
Al final, acabó dejando su empleo en el Colegio de Aparejadores para centrarse en la hostelería, que cada vez le absorbía más tiempo. Hoy, además de Casa Arturo y del VOS, es uno de los socios del Restaurante de La Llorea, junto con Roberto Reginelli y Darío Muñiz Quidiello.
Durante los últimos 14 años, Arturo Muñiz ha ocupado cargos de representación del sector. Llegó a la directiva de la asociación hostelera de la mano del anterior presidente y hoy socio suyo, Darío Muñiz. Fue vicepresidente durante los dos últimos años de Muñiz Quidiello en la presidencia. Luego, como presidente de Hostelería de Gijón, ha sido la voz del sector en diversos foros, en ocasiones una voz incómoda.
Además de presidir la asociación, durante ocho años fue vocal del pleno de la Cámara de Comercio de Gijón, cuando la presidía Guillermo Quirós. Una institución con la que, tanto entonces como ahora, se ha mostrado siempre muy crítico, por considerar que se preocupa poco del sector y que es poco más que un impuesto para los hosteleros.
Por su condición de presidente de Hostelería Gijón, también ostenta diversos cargos. Es consejero de la Sociedad Mixta de Turismo de Gijón, en la que tuvo serias discrepancias con quien fuera su gerente, Roberto Martínez Berciano, un enfrentamiento que se prolongó en las últimas elecciones al pleno de la Cámara de Comercio de Gijón, en las que Berciano arrebató el puesto al candidato oficial respaldado por Muñiz. Ahora Berciano apoya a una de las tres candidaturas a la presidencia de Hostelería de Gijón.
Como presidente de la asociación hostelera, Arturo Muñiz también estuvo dos años en el comité ejecutivo de la FADE, en el segundo mandato de Severino García Vigón. En la actualidad es vocal de la directiva de la FADE. También es uno de los integrantes de la junta directiva de la Federación Nacional de Restauración y consejero de la Sociedad Regional de Turismo. Cargos todos ellos ligados a su condición de presidente de Hostelería de Gijón, a la que dice adiós a finales de este mes."
"Díaz de Orosia suscitó el interés de los cientos de asistentes que llenaron la sala multiusos del Colegio Río Piles, con un discurso que a la vez que repasó la historia del barrio no se olvidó del presente. Quiso el artista gijonés recordar lugares emblemáticos, como el Txoko Txiki, el Llagar de La Guía, el Pifu o El Puentín, así como a algunos personajes. Asimismo, en su pregón encontró un lugar para la patrona. «La Virgen de La Guía tiene fama de milagrosa por haber librado a niños del mal de güeyu», proclamó Díaz de Orosia, para pasar después a un tono más reivindicativo.
«Pedimos a la Alcaldesa, que tiene tanta práctica con el bisturí, que corte el tráfico de esta zona», afirmó el pintor gijonés, que también tuvo tiempo para reclamar un quiosco para conciertos y un área de juegos infantiles para el Campu de La Guía, una farmacia y algún cajero en la zona, y una mayor limpieza del cauce del río Piles."
El 25 de diciembre de 1981 el Tik, la discoteca de La Guía que vio crecer, bailar y reír a varias generaciones de gijoneses, celebraba su gran fiesta de inauguración. La sala, un proyecto empresarial de Falo San Juan, Quilo Estrada y Yolanda Aláez (ésta última fallecida el pasado febrero), abría sus puertas en el espacio del Ideal Rosales, antiguo merendero gijonés de solera. Y no tardó en convertirse en un imprescindible para los que buscaban pasarlo bien, además de en toda una referencia.
El Tik marcó tendencias, llenó de modernidad Gijón y reunió en un mismo lugar a los hippies y pijos, a los jóvenes y a los que ya no lo eran tanto, a los de aquí y a los de allá. No había espacio para el conflicto, y lo único que importaba era la música que el dj pinchaba desde su cabina y las ganas de divertirse.
En los 80 vivió su época dorada y se convirtió en la pista en la que bailaba todo Gijón. Fredi y José ‘el punkie’ hicieron de pinchadiscos y maestros de ceremonias. Nadie combinaba como ellos los vinilos de tecno, el pop de la movida madrileña o el rock más clásico. Sus gogoteras también se hicieron famosas, y entre sus asistentes estaban algunos de los más importantes de la época. Uno de ellos fue Tino Casal.
Fue un lugar de encuentro y un referente musical. Todos ansiaban un pase VIP y ninguno quería perderse la fiesta de los jueves. Por su pista pasaron deportistas, toreros o actores. Nadie que llegara hasta Gijón quería marcharse sin una fiesta en el Tik. Pero desde la discoteca no se conformaron con solo pinchar buena música.
El Tik fue el animador oficial de la ciudad. Colaboró activamente en la recuperación del Antroxu, en el arranque de la Semana Negra y patrocinó durante varios años importantes campeonatos de surf en San Lorenzo. Contribuyó a un Gijón feliz dentro y fuera de la pista de baile.
Pero llegó un día en el que los pubs y los bares empezaron a ganarle la batalla a las grandes salas. Y así, el 29 de enero de 2006 el Tik tuvo que decir adiós. La discoteca se cerró y se derribó, y en su lugar se construyeron chalés. Han pasado 15 años de su cierre definitivo, pero son muchos los que aún recuerdan aquellas tardes y noches en el Tik, en la que los guajes abarrotaban la sala y solo había espacio para ser feliz."
A la derecha del Txoko-Txiki está el paso a La Vega que, como su nombre indica, era la vega del Peñafrancia a punto de unirse al Piles en Les Mestes. Allí estaba el Llagar de los Rubiera, que mayaba buena sidra
"El Rincón de La Guía, que en su día fue el pub Trastos (parada obligada antes de ir a la discoteca Tik), ha tenido suerte dispar con los propietarios que han ido pasando por el local. Llega confiado en darle un impulso definitivo un chef contrastado, que no es otro que Omar Alejandro González, actual jefe de cocina de Gloria Gijón. Curtido por veinte años de experiencia trabajando entre los fogones en Asturias, Tenerife y Baleares abrirá el próximo mes su primer proyecto de autor.No muy lejos de La Guía, en los bajos de El Molinón, La Cañada Real abrirá su segundo local en la ciudad en los bajos de El Molinón. Su administrador será Bernardo Alonso, que ha firmado con Santagadea un arrendamiento por 25 años de los 280 metros cuadrados que ocupaban el New Stadium y el Doze. La oferta gastronómica será similar a la del negocio de la calle Argandona, con cocina con cristalera cara al público. Funcionará como cafetería y restaurante con una carta de fast food y otra de comida tradicional. A disposición de los amantes de la cerveza fresca habrá tres tanques de 1.000 litros de Mahou. La apertura será el 7 de agosto y se crearán 17 empleos. Habrá asimismo 28 meses de terraza."
Luego, justo enfrente del paso de peatones, se encontraban la Casa les de Morís en la planta baja, y en la alta Casa Generosa
"Bernabé Luces fue maestro confitero, y al poco de jubilarse falleció. Su hijo Tony le tiene como modelo en este su primer restaurante propio, tras toda una vida trabajando en salas ajenas, historia de esfuerzo largo y ejemplar desde los catorce años: las familias numerosas exigen mucho.
La pastelería y cafetería que regentaba, Santa Cristina, enfrente de la estación de Renfe de Oviedo, nos refugiaba cuando íbamos y veníamos a la Universidad, y sus cafés y pasteles levantaban el ánimo por muy decaído que los exámenes mal preparados nos los pusiera.
Allí creció Tony. Y sintiendo la atención de sala como destino, aleccionado por Bernabé, de apodo Nabel, siguió ejercitándose en la cantina de la Estación, en Casa Tano de Gascona y en Cecha's -un chigre y un tres tenedores-, además de La Gesta o Sal si Puedes. Sólo en este último, y de maestresala principal, permaneció dieciocho años.
Gijón fue el siguiente destino, y en La Tonada preparó su salto independiente. Así llegó Casa Nabel, en la plaza de La Guía, con ambiente de aldea en la ciudad para sus arroces de mar y tierra, sus pescados cantábricos al gusto del comensal -espalda, horno, guisados, amariscados- y sus carnes roxas y cachopos variados, además de un menú del día más que notable.
De chef, Abelardo, nacido en la amievense Vega de Cien y, tras la mili, compositor tradicional ejercitado en buen número de llagares y restaurantes antes de recalar aquí, con Tony, para ofrecer franqueza, honradez, materia, punto y sabor.
Paramos casualmente en el local bajando del Cabueñes sanitario, lo que conlleva levantar el espíritu y reconfortar el ánimo: el recibimiento de Antonio, la destreza de Abelardo, y el vinín generosamente escanciado retornó cada cosa a su justo sitio."
"Yo tengo 75 años. y de muy pequeña, pasaba por el fielatu cuando veníamos de Deva, y los guardias, nos quitaben les coses..."
"...el ayuntamiento no colaboraba mucho ya que pedía y pedía, pero pagaba con inexactitud y tardanza los servicios prestados, como por ejemplo que se cediera energía eléctrica de manera gratuita al puesto de la Guardia Civil de La Guía lo que la empresa acometió con presteza si bien exigía que el ayuntamiento costase el enganche y traída de cables desde la central eléctrica al puesto, el consistorio les dio por todo arreglo, 100 pesetas, cuando tuvo oportunidad de hacerlo, así también recibía luz gratis la escuela de Somió."
"Si en aquel histórico Un dos tres Kiko Ledgard o Maira Gómez Kemp le preguntaran a un visitante, por 25 pesetas la respuesta acertada, Cosas que no hay en la Feria de Muestras más de uno y de dos y de tres se quedarían repentinamente mudos. Cuesta trabajo a bote pronto decir algo que con seguridad no haya entre las cuatro paredes del recinto en estos dieciséis días de locura comercial que hoy comienzan. Quizá una solución sería irse al terreno exótico y pensar en elefantes, masais, hielo antártico o platillos volantes. Pero si la pregunta cierra esa posibilidad y se ciñe a lo existente por ejemplo en España la cosa se pone peliaguda.
En ese afán de convertirse en mercado universal, pero también en una ciudad dentro de la ciudad, la Feria que abre sus puertas a las once de la mañana trae alguna singular novedad que viene literalmente a cerrar el círculo. ¿Cómo si no podría calificarse la existencia de un tanatorio? Por primera vez, la Fidma acoge un expositor de este calibre, Jardín de Noega, que permitirá al visitante veterano nacer, crecer, reproducirse y morir en el recinto. Si sucumbe a la presión laboral, si le da un telele, si la indigestión cobra dimensiones irreparables no se preocupe. Jardín de Noega no le dejará tirado. Ahora bien, eso sí, barrerá para casa. No organizará el velatorio en Cabueñes ni en Jove, sino en El Lauredal, «el más barato del mercado y con un equipamiento de primera calidad», según precisan quienes están ultimando la puesta de largo.
Morirse en la Feria de Muestras ya no es un problema. Puede considerarse un hito vital y empezar incluso a partir de esta edición a recibir solicitudes de lista de espera. Quienes deseen acabar sus días entre multitudes, con una amplísima compañía, a la vera del Piles, ya tienen una puerta donde llamar en la planta baja del Palacio de Congresos.
Si alguien ve que está a medias y necesita un impulso, el recinto ferial está en todo. Hasta estanco tiene, donde uno puede atacar bien sus pulmones comprándose un surtido de cartones que le venderá, encantado, Manolo Cosío. Manolo es el estanquero de La Guía y hace cuatro años decidió estirar un poco el negocio hasta algo más allá del Pueblo de Asturias. Abrió su puesto de venta en la galería comercial «y resultó un desastre». Pero aguantó el tirón en la idea de que un poco menos de crisis y poco más de conocimiento de su ubicación le irían dando cuartelillo. Así fue. «Cada año me va un poco mejor», apunta. Manolo le da fuego a quien se lo pida, tabaco asgaya y todo tipo de accesorios relacionados con este vicio que tan bien le viene a las funerarias, dicho sea de paso. Sin embargo, además de planificarnos el más allá, la Feria sigue pendiente de hacer también caja con el más acá, con el presente, con las ganas de la gente de gastar, de comprarse coche, moto, caravana, casa ambulante, thermomix o una simple barra de pan (para lo que hay interesantes opciones). O, incluso, de relajarse en un butacón masajeante o de maquillarse. Hubo peluquería hace dos años. No volvió. Pero han quedado por ejemplo consultorios de belleza como Mary Kay donde el mujerío puede hacer un parón y someterse a un alicatado. La Cámara de Comercio de Gijón lo tiene muy claro: no quiere que nadie vaya al Un dos tres o a su heredero Saber y ganar y ante la pregunta sobre cosas que no hay en la Feria empiece a responder como una ametralladora."
"Jai Alai es el nombre que recibe el juego de frontón de cesta punta en vasco, aunque la traducción literal es "fiesta alegre". Esta denominación tuvo un gran éxito y expansión por toda España -y el resto del mundo-, vinculadas a frontones de apuestas y a merenderos de todo tipo y nivel."
"El Recreo de la Guía, Restaurant de Valle, usaba estas palabras: "Especialidad en comidas caseras. Diariamente grandes menús. En el hermoso campo de esta casa también se sirven banquetes y bodas, para lo que no tiene rival".
"... el Jay-Alay, el parque de recreo de La Guía que, por su cuenta y riesgo, celebró en 1945 un centenario que solo existía en el imaginario de la empresa y en las ganas contenidas que había por todas partes de acabar con el ambiente opresivo de la posguerra; remendado el lenguaje de los comunicados tan en boga por entonces y aprovechando que el fin de la contienda mundial europea parecía ya inminente -apenas quedaban tres semanas para la rendición incondicional de Alemania-, el merendero se anuncia diciendo que "rompen las hostilidades con la tristeza, la nostalgia y el aburrimiento"."El término Jai Alai fue el que se escogió para bautizar el local de juego de pelota más antiguo de España, el frontón de Bayona, creado en 1855; posteriores serían los de Madrid, de 1891 y 1922 -también llamado "Fiesta Alegre"-, que servirían de pauta a los que llegaron luego al resto de España y a todo el mundo, pues la afición por el juego de cesta punta y sus apuestas se extendió a México, sur de los Estados Unidos, Filipinas, etc.; por tanto es imposible que con este existiese tal negocio en 1845"
"Pasado el merendero El Puentín y el puentón del río Piles, el tranvía y el autobús paraban en La Guía, ya entonces enfrente de Casa Arturo y del Sol y Sombra. Ya no estaba ni el fielato con su par de bigotudos carabineros controlando ultramarinos ni la capilla dedicada a la Virgen de la Guía, desaparecida por sacrilegio en tiempos de guerra, para dolor de muchas beatas del barrio. Y ahora, gracias a muchos, a Paulino Tuñón y a otros santos varones, santificadores de cosas pequeñas, incluso minúsculas, La Guía ya tiene capilla; también gracias a don Pío, que fue párroco de Somió, y gracias a las monjas santas y simpáticas, llamadas Madres de los Desamparados y de San José de la Montaña, con palacio para acogidas. La capilla de la Virgen linda con el que fue Sol y Sombra, teniendo una imagen de un raro San José, pues está coronado. ¡Un San José, carpintero, coronado, junto a su esposa, Inmaculada!
Me contó el benefactor Paulino que el Ayuntamiento, con lo de la capilla, a él y a otros, les toreó, lo cual -añadí- no es raro, pues el Ayuntamiento de Gijón, antes y ahora, siempre fue muy taurino como bien saben los ciudadanos gijoneses, tan toreados; ahora también en tiempos de alcaldesa ovetense de Gijón, que dice no gustar de lo taurino, no siendo precisamente taurófila.
En aquellos tiempos estaba en La Guía el Jai Alai, que en euskera significa «fiesta alegre», que fue merendero de mucha tortilla y sidra, que fue parque, que fue pista de baile, que fue frontón y cancha para jugar «a la llave». ¡Qué partidas aquéllas del “juego de la llave”, consistente en lanzar a distancia para golpear, con pesadas «piedras» de acero, la llave con forma de Cruz de Caravaca! Y para bajar a Las Mestas desde La Guía, para el acceso al campo hípico, había que transitar delante del Jai Alai, pasando luego el puente de madera, bajando entre árboles. Aquella bajada recordaba a los Campos Elíseos, transitados por Eneas en busca de su padre Anquises, según cuento del Libro VI de La Eneida."
"las zonas periféricas de El Bibio, La Guía, Ciares, Somió o El Natahoyo, algunos de los tradicionales y añosos merenderos se habían especializado en ofrecer banquetes de bodas para todos los gustos y adaptados a los precios. (...) se labraron un renombre y alto reconocimiento, logrando generalizar esta modalidad de celebración gastronómica. Las comidas de bodas pasaron de la sencillez y modestia aún habituales en los años sesenta a propuestas más elaboradas y con cartas más largas en los setenta."
"Como en todos los grandes centros de población, se consumen en Gijón grandes cantidades de bebidas alcohólicas, vino, cerveza y, especialmente sidra; el consumo es enorme, y hay gran inclinación a visitar los santuarios de Baco que, desgraciadamente, abundan mucho; tanto es así que pasan de cuatrocientos los establecimientos donde se expenden bebidas alcohólicas (...) La embriaguez impera por doquier lo mismo en el casco de la población que en el extrarradio, y por todas partes y a todas horas se ven borrachos."
"Se difunden en los felices 20 nuevas costumbres y modas que acabarán asumiendo y generalizando en poco tiempo y con total naturalidad, como los "thés danzantes" y las "Garden parties" que se celebraban en los Parques Elíseos, las Mestas, la Finca de Granda, la Providencia y Somió; así mismo, las "supper dansant" o "cenas americanas", donde se servían menús ligeros de fiambres y bocadillos variados y se repartían regalos y artículos de broma, mientras los caballeros de esmoquin y las mujeres de traje de noche bailaban, entre plato y plato, el foxfrot y algún que otro alocado charleston, sin que esto fuera en detrimento de las romerías y meriendas campestres celebradas en los alrededores de la villa, que jalonaban el curso de la season gijonesa. Una temporada de giras que se abría tempranamente con el jueves de Comadres, al principio del Carnaval, y se cerraba con la feria de San Miguel, a finales de septiembre. La costumbre de las excursiones y sus meriendas anejas era algo intrínseco al carácter de la población, como constata esta nota social de febrero de 1902 sobre el jueves de Comadres:Familias de todas las clases sociales, unas a pie y otras en tranvías y coches, se dirigieron a Santa Catalina, la Guía, Somió, La Calzada, Natahoyo y demás alrededores, ofreciendo el simpático cuadro de las meriendas campestres (...) infinidad de personas en la Pasarela consumieron el clásico "gaudeamus" seguido del correspondiente bailoteo"
Allí estaba, en lo que hoy es el Quiosco de La Guía, la carnicería de Inés y en la actual sede la Asociación de Amigos de Dionisio de la Huerta, la Barbería de Juanín El Fotógrafu, después la Farmacia la Guía que llevaron Trudis, Carmina e Isabel, entre otras, así como la Casa Enrique y la Casa Carola la de los Carros, la mujer de Quilo, que arreglaba carros en el taller de La Güelga, al otro lado del río, actuales aparcamientos del Estadio El Molinón. Por su parte en la sede de la Asociación de Vecinos de La Guía estuvo la pescadería de Mina
"Pocas fachadas tan vistas y contorneadas existen como esta, por ser puerta de La Guía y asomarse a la rotonda de vegetación tropical que puentea el Piles. Y pocos chigres hay tan visitados bien por tener El Molinón enfrente, bien por asomarse a un frecuentado paseo, bien por sus virtudes propias. Grande, diverso, bastantes usuarios nunca habíamos pasado de la terraza ni del piso bajo, chigre con parrilla de leña donde se pinchea y tapea con sidra y cacharros de buen tono (el desusado término cacharru abarca para los asturianos, recordémoslo, de la pinta o copa de vino al dry Martini o al gintónic especiado), mientras el menú del día convoca fidelidades de vecinos y deportistas.
Ahora bien, los dos pisos superiores marcan diferencias. Notables. Abajo incluso podría sonar en cualquier momento una tonada acompañada por gaita -y si juega el Sporting y además gana la revolución de la celebración pacífica ocupará felizmente cada rincón-, mientras arriba quedaría mejor un piano y el 'Claro de luna'.
En el primer arriba encontramos un comedor sosegado provisto de su orden, ajuar y gala, al que decora una ordenada modernidad luminosa con ventanales en rotonda, columnas coloridas de listones, pipas y dispensadores sidreros y, sin ocultaciones, tras la barra de servicio, la amplia y siempre ajetreada cocina. Queda aún un tercer piso para espichas y fiestas, incluidos comedores privados que espera, como todos esperamos, el regreso de los roces a cara descubierta y aliento compartido.
¿Qué pedir de la carta o de las sugerencias? Platos asturianos y no sólo. La sopa de marisco y la fabada ejercen de introito. Los tortos y los cachopos, en lista variada, combinan setas, espárragos trigueros, cebollas caramelizadas, foie, quesos asturianos y claro, jamones ibéricos y filetes roxos. Del mar llegan pixines, merluzas, chopas, bacalaos, virreyes, besugos, rubieles, y lo que toque, a la plancha, parrilla, en salsa de oricios o amariscada, con almejas e, incluso, lubina al horno rellena de jamón, queso de vididago y setas, que se ve poco. La parrilla pone a punto de brasa marisco, pescados y cortes de vacuno y porcino.
Fruto nueve meses después de la primera Tonada, abierta en Montevil, tiene por propietarios y promotores a Pablo Buey y Herminio Iglesias, quienes también nos proporcionaron Al Boccalino, Tom Corless, Buddah, Man Ray, Tarantino y otros centros del día, la noche, la vida, la alegría, en encuentro y el reencuentro, que parece vuelven por donde solían. Deseaban abarcar la gastronomía con igual virtuosismo que la coctelería amical y musical. Los tortos rellenos, el chuletón de añojo y las parrillada de verduras certificaron su pleno dominio sobre ambos territorios."
"Sin embargo, este local pereció al ensancharse el cauce del Piles, lo que los obligó a alquilar, por 100 pesetas mensuales, una antigua fábrica de jabones que transformaron en merendero, en el sentido más estricto de la palabra, y que gozó de norme fama por la bolera, el juego de llave y los concursos de peonza que organizaba el dueño. Una vez fallecido el padre, en 1940, siguieron al frente doña Auroira y si hija Ermerinda; así hasta 1968, cuando pasó a diferentes dueños en régimen de alquiler. Desapareció en 1996. En esta primera etapa, la de la década de 1930, su oferta culinaria era aún muy sencilla -raciones, tortilla española, escabeche, chorizos a la sidra y bocadillos-, predominando la venta de sidra y bebidas para acompañar las meriendas traídas de casa, pero eso le confirió un éxito de afluencia que no alcanzaron otros establecimientos más pretenciosos."
«El 'Puentín' de La Guía ha muerto: ¡Viva el 'Puentón'!». Así decíamos en EL COMERCIO tal día como hoy de hace 25 años, anunciando que, tras muchos años de problemas, en no mucho tiempo se podría, por fin, circular por la nueva avenida de La Guía. Era aquella «una autovía de cuatro carriles que unirá la salida de la ronda Sur en Castiello de Bernueces con esta vieja entrada de Gijón por la que pasan al año cinco millones de coches». La clave del cambio radicaba en un gran puente (de ahí su aumentativo, tan gijonés), «que tendrá un diámetro de unos 70 metros y servirá de rotonda de distribución de tráficos para la carretera de Villaviciosa, la entrada al centro urbano por la calle de Ezcurdia o la posibilidad de llegar a la ronda Sur y circunvalar toda la ciudad y conectar con la autopista Y en dirección a Oviedo o Avilés». El proyecto, que estaba aún en marcha, preveía acabarse en enero o febrero de 1999, ya que las obras estaban muy adelantadas. Habían supuesto, decíamos, «un auténtico cambio de cara para toda la zona». Se había construido una nueva canalización y una escollera -que afectaba también a parte del Peñafrancia- para el Piles, lo que duplicó su cauce, al tiempo que hacía muy difíciles ya «las riadas que se derivaban de la acumulación de maleza bajo el viejo puente cuando se producían lluvias torrenciales». La carretera transcurría por un lugar antaño ocupado por huertas y prados que, ahora, quedaban cortados a la mitad. A Las Mestas ya no la conocía nadie.Pero para bien. En las obras se había descubierto «que buena parte de los terrenos por los que pasa la obra eran un viejo basurero público, una situación que se vio potenciada por el hecho de tratarse de una zona de ciénagas en la que el Ayuntamiento vertía hace años las basuras de la ciudad». Estas circunstancias hacían del terreno una zona muy inestable, problema que, sin embargo, la pericia de César Fernández-Nespral, el ingeniero a cargo de las obras, y de las empresas Ceyd-Dragados habían ayudado a solventar. Solo quedaba rematar la obra para transitar, a la postre, por una nueva ciudad. El Gijón del siglo XXI."
Antaño, lo que ahora es la Avenida Justo del Castillo que cruzamos por el paso de cebra, eran prados, huertas y patios traseros de las casas de La Guía, que llegaban al río Peñafrancia, que desemboca aquí en el Piles, en una recuperada ribera. Hasta la orilla llagaban el baile del Ideal Rosales y El Prau la Vega, también el baile del Jai Alai y la huerta de la Casa l'Estanco
Enlazamos aquí con la Senda del Ríu Peñafrancia, ruta senderista fluvial que en su momento alguien señalizó con flechas amarillas desde el Camping Deva (con albergue de peregrinos), donde se separa del Camino de Santiago, ofreciendo una alternativa al mismo por Cefontes y El Tragamón en Cabueñes, pasando luego por La Madalena en Castiello, y llegando aquí por el Campus de Gijón. Si bien es un trayecto nuevo y sin tradición histórica con las peregrinaciones, ofrece un entorno netamente rural y natural por un itinerario sin tráfico de automóviles en su mayor parte, recorriendo casi todo el tiempo las orillas del Peñafrancia y disfrutando de la sombra del arbolado de ribera. La senda llega a la izquierda. Nosotros nada más cruzar seguiremos a la derecha
-Una es seguir de frente por la Avenida de la Costa, trazado original, señalizado con conchas doradas en el suelo, pero ahora entre edificios (antaño fueron campos y arenales)-Y otra es bajar pasado este puente a la izquierda, y seguir debajo de él, tal y como está haciendo el peatón abajo en la foto, a la izquierda, para pasar por debajo y seguir la senda ciclista y peatonal que, al lado del Piles, se dirige a la Playa de San Lorenzo por El Molinón, el Parque de Isabel la Católica y El Puente del Piles
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