Imagen de San Mateo en la catedral de Oviedo/Uviéu |
San Mateo (a la izquierda) y la girola de la catedral de San Salvador |
En nuestro recorrido por la catedral ovetense de San Salvador, visitando la girola o deambulatorio, espacio para mostrar capillas y reliquias detrás del altar mayor, una pequeña imagen de un santo es posible que incluso llegue a pasarnos desapercibida, en un rincón a la izquierda, ante la magnificencia de las maravillas del arte y de la historia que alberga esta catedral, también en las capillas barrocas de esta girola barroca que se le añadió a la catedral gótica
La Cruz de la Victoria, símbolo de Asturias |
El Santo Sudario en la Cámara Santa |
La Hidra de las bodas de Caná |
"Las fiestas de San Mateo son las fiestas grandes de Oviedo, que no patronales.
El Día grande es el propio 21, festividad de San Mateo, el séptimo día después de la festividad de la exaltación de la Santa Cruz o inicio del jubileo de la Santa Cruz o de la perdonanza.
Desde su comienzo, el día 14 de septiembre, el Jubileo se anuncia con cuatro banderas rojas colocadas en los pináculos de la torre de la Catedral y otra, mayor, en lo alto de su aguja, con la Cruz de los Ángeles en medio del estandarte. Joaquín Álvarez, de la Federación de Deportes de Montaña, ascendió en 2023 a la torre para colocar los pendones, según una antigua tradición que se había interrumpido entre 2008 y 2022 por el mal estado que tenía entonces esta parte de la basílica.
La historia de las fiestas mateínas en Oviedo es pues la de los peregrinos que visitaban la Catedral y cumplían los requisitos para obtener la indulgencia plenaria. Como la perdonanza concluía el 21 era fecha de fiesta. En la actualidad el 21, es el Día Grande, el Día del bollo, en el que ciudadanos y visitantes ‘toman’ los parques y zonas verdes de la ciudad para comer el bollo preñao o bollo de chorizo. También el 21 se exhibe en la Misa en honor de San Mateo, que se celebra en la Catedral, el Santo Sudario de Oviedo (conocido popularmente como “el pañolón de Oviedo”), una reliquia de la Iglesia que guarda en la Cámara Santa de la Basílica ovetense y que se cree que cubrió el rostro de Jesucristo.
El Santo Sudario solo se muestra tres semanas al año: Semana Santa, Pascua y el Jubileo de la Santa Cruz. En este último caso, se expone en altar mayor de la Catedral, tras la misa de las 18:30 el día 14 de septiembre y el día 21 tras la misa de 12:00. Entre estos días (14 y 21) la reliquia original podrá contemplarse en la Cámara Santa.
Pero San Mateo es, sobre todo, el recuentro de los ovetenses con la ciudad tras el verano, una ciudad que acoge también a miles de visitantes y se llena de actividades y de música durante más de una semana".
Al comenzar nuestro 'deambular por el deambulatorio', vemos a la izquierda una placa que nos informa que el papa Juan Pablo II oró ante esta imagen de San Salvador el 20 de agosto de 1989 durante su visita a Asturias
SS EL PAPA JUAN PABLO IIFIEL A LA MILENARIA TRADICIONDE LA CRISTIANDADPEREGRINO EL 20-VIII-1989DESDE SANTIAGO DE COMPOSTELAA ESTA SANCTA OVETENSISEN LA QUE VENEROCON PROFUNDO RECOGIMIENTOLA IMAGEN DEL SALVADORY LAS INSIGNES RELIQUIASDE LA CAMARA SANTA
"Retablo-hornacina. Sobre ménsula mixtilínea decorada con rocallas, un corazón en el centro, tornapuntas y colgantes, hornacina de medio punto con jambas y rosca de media caña recorrida por acantos. Se flanquea por columnas terciadas apoyadas sobre ménsulas en nacela con mascarones. Cada uno de estos tercios tiene su peculiar decoración: bandas en el inferior y guirnaldas en el medio. El tercio superior es salomónico. Remata la hornacina en fragmentos de frontón flanqueados por aletones. Sobre los fragmentos, dos ángeles recostados, jóvenes, vestidos con túnica y, finalmente, un corazón entre tornapuntas y un plumero a modo de peineta flanqueada por dos pequeños floreros. En su interior se alberga la imagen de María Magdalena".
"A finales del siglo XIV, el Obispo Gutierre de Toledo (1377-1389) mandó construir una capilla funeraria adosada al ábside de la catedral prerrománica, dedicada a San Ildefonso, y que según la documentación era “grande et onrrada”. Se construyó entre 1379 y 1382, albergó numerosas tumbas y sirvió de espacio de reunión para el cabildo. Contaba con tres altares y en el centro estaba el bulto funerario del fundador. La construcción de la girola en 1621 obligó a su derribo y en el solar que esta ocupaba se levantó una nueva capilla, obra de Juan de Naveda, entre 1633 y 1635".
En la actualidad, es la capilla de Covadonga, con la imagen de La Santina al fondo. La antigua fue volada en 1934 junto con su retablo por lo que aquí, donde estaba anteriormente la de San Ildefonso, se hizo una importante intervención dejando una peana minimalista con la imagen de la Virgen
«Esta es una historia, con algún tinte de leyenda, que reúne a obispos toledanos en torno a la Catedral de Oviedo, y que viene hoy a cuento a resultas del entierro en lugar relevante de la seo capitalina del que fuera arzobispo Gabino Díaz Merchán, nacido en Mora (Toledo), que pudo haber sido conde de Noreña de no haber mediado el Concilio Vaticano II.
Hasta 1954, año en el que la célebre reunión ecuménica prohibió a los miembros de la Iglesia católica el uso de títulos nobiliarios, los titulares de la sede episcopal ovetense disponían de reconocimiento condal. Tal consideración se remonta a los años finales del siglo XIV, cuando un obispo –otro toledano– al frente de la diócesis de Oviedo, Gutierre Gómez de Toledo, miembro del Consejo Real durante el reinado de Juan I y oidor de la Audiencia, defendió los intereses regios frente a las pretensiones del noble local Alfonso Enríquez, contrarias a los intereses de la Corona. Gutierre, lugarteniente y plenipotenciario del rey en Asturias, comandó la derrota del conde de Noreña, que perdió su título en favor del obispo.
Curiosidades de la historia, ayer fue enterrado Díaz Merchán en una capilla de la Catedral bajo la advocación de la Virgen de Covadonga, la cual es todavía más desde ayer la capilla toledana de la sede catedralicia asturiana, como certeramente apuntaba en este periódico Jorge Fernández Sangrador, vicario general de la diócesis.
Será el arzobispo emérito el tercer prelado nativo de esa provincia castellana vinculado a ese pequeño recinto que preside una imagen de la Santina. El primero fue Gutierre; el otro mencionable, padre de la Iglesia, es San Ildefonso,cuya casulla, de procedencia milagrosa, se dice que se encuentra entre las reliquias del principal templo asturiano. Aunque esa prenda, que según la leyenda entregó la Virgen en aparición al santo por su defensa del culto mariano, nunca ha sido hallada.
Pese a la lejanía de los tiempos, muchos detalles se conocen del obispo Gutierre y de la fallida rebelión del conde de Noreña contra su hermano el rey. Reza en su testamento, hecho en Segovia en septiembre de 1387, que fue hijo de Tello Fernández de Toledo y de Mencía Fernández, segundo de doce hermanos de una familia noble de origen mozárabe. Estudió leyes en Salamanca y obtuvo beneficio de las influencias de su tío Gutierre Gómez de Toledo, obispo de Palencia, que lo tuvo de canónigo en esa sede. Capellán mayor de la Reina, en abril de 1377 es nombrado obispo de Oviedo mediante bula papal de Gregorio XI. Bajo su prelatura se creó en la capital helmántica, de viejísima universidad, el Colegio Pan y Carbón, que daba cobijo a estudiantes pobres de Oviedo.
Fue Gutierre, promotor de la obra gótica de la Catedral, quien mandó erigir la capilla primitiva sobre la que se asienta la actual, donde reposan ya los restos mortales de Gabino Díaz Merchán, y que había sido destruida durante la revolución del 34. Y a él se debe la inicial advocación de ese espacio fúnebre al tercer toledano que interviene en este relato, el más antiguo de todos: San Ildefonso.
Cuenta la tradición cristiana que la noche del 18 de diciembre de 665, Ildefonso, acompañado de otros clérigos, entró en la Catedral de Toledo a entonar himnos en honor de la Virgen María.Y que al acceder al templo contemplaron una luz resplandeciente, plena de fulgor. Llenos de temor, algunos huyeron pero no Ildefonso, que se acercó al altar y pudo ver a la Virgen sentada en el sillón obispal, rodeada de ángeles que entonaban cantos celestiales. Según la leyenda, la madre de Dios le dijo: “Tú eres mi capellán y fiel notario. Recibe esta casulla que mi Hijo te envía de su tesorería”. Y le entregó la prenda con la instrucción de solo usarla los festivos designados en conmemoración mariana.
Curiosamente, en memoria de ese milagro se erigió una capilla en el templo primado de Toledo que fundó el rey castellano Enrique II de Trastámara, en el lugar en el que se ubicó una antigua basílica visigótica. En esa capilla de la seo toledana, denominada de la Descensión de la Virgen, donde supuestamente se apareció a San Ildefonso, está enterrado un obispo asturiano, Francisco Álvarez, que lo fue de la capital castellano-manchega, fallecido el pasado enero.
Se sabe que para salvaguardar los restos mortales del santo de la previsible invasión sarracena, se decidió el traslado de las reliquias y de la casulla a un lugar seguro del norte, la región asturiana. Por los motivos que fuera, los restos quedaron en Zamora, en la iglesia que lleva su nombre, situada en el corazón del casco antiguo, en la ruta que desde el Ayuntamiento conduce a la Catedral. Para su custodia se creó la Real Cofradía de los Caballeros Cubicularios, que a día de hoy defiende, a capa que ya no a espada, un legado cuya devolución los toledanos reclaman con vehemencia a la capital del Duero.
Lo que resta de contar, sea realidad o leyenda, culmina así: la casulla llegó a Oviedo y como tal figura en una relación de reliquias de la Catedral. Pero nunca fue encontrada, aunque existen crónicas que relata alguien que aseguró haberla conocido. En el archivo catedralicio de Toledo se conserva una comunicación de finales del siglo XVI en la que el padre jesuita Sebastián Sarmiento reconoce a otro miembro de la Compañía de Jesús, Francisco Portocarrero, haber visto con sus propios ojos la reliquia:
“Se abrió el arca grande que está en el medio de la Cámara Santa con ocasión de la consagración del obispo Pedro Junco de Posada, natural de Llanes (…) Dentro había un cofrecito muy pequeño, como de un palmo muy largo, el cual tenía un rótulo que decía “La casulla que Nuestra Señora dio a San Ildefonso”. Mucho les espantó por parecerles casi imposible que allí cupiese una casulla. Abrieron el cofrecillo con muy gran dificultad, tanto que casi estuvieron desahuciados de poderlo abrir y dentro hallaron un cendal de color de cielo en forma de un capuz portugués, tan grande que pudiera cubrir al hombre más alto que hay en España, sin textura ni costura como una tela de cebolla, tan delicado y sutil que con solo el aliento que respiraban se hinchaba como una vela cuando le da el recio viento. Y volviéndola a doblar como estaba, la recogieron en su cofrecito, juramentándose todos que no habían de decir nada a nadie si no era saliendo veinte leguas de Oviedo, y así lo cumplieron”.
Se escribió y se llegó a asegurar que la casulla, por temor a que la diócesis de Toledo la reclamara, permaneció escondida en la bola grande de la torre de la Catedral, pero tal conjetura se comprobó que no era cierta. También que estaba debajo del Arca Santa, donde tampoco. O detrás del retablo de la capilla de San Ildefonso, destruida en el 34. El caso es que se desconoce dónde se encuentra. Puede incluso que su existencia sea mera cuestión de fe. Tal vez haya que preguntarlo en oración al personaje del lienzo, obra del Greco, que se conserva en el santuario de Nuestra Señora de la Caridad, de Illescas (Toledo), y que tantas y tantas veces contemplé de niño: el San Ildefonso paladín de la causa mariana.»
"La palabra "mártir" o "testigo" de la fe en Cristo ha venido a ser la más estimada en la valoración del pueblo cristiano cuando se aplica a los discípulos de Cristo, a aquellos que, por primera vez, en la comunidad de Antioquía de Siria, merecieron recibir el glorioso calificativo de "cristianos". El primero en entregar su vida por Cristo fue el "protomártir" San Esteban, del que nos narra su martirio el libro de "Los Hechos de los Apóstoles".
Para la Iglesia de Jesucristo, que peregrina en Asturias la gloria de "protomártir" corresponde al santo dominico Fray Melchor García Sampedro, al que después de su canonización se le invoca como "San Melchor de Quirós".
Sus santas reliquias se custodian, en artística urna, en la capilla de la Virgen de Covadonga de nuestra Catedral Metropolitana. Sobre su tapa campea la siguiente inscripción: "Restos del V. Sr. Dn. Fr. Melchor García Sampedro, de la sagrada Orden de Predicadores, obispo de Tricomia y vicario apostólico del Tonkin Central, descuartizado por la fe en Namdinii, el 28 de julio de 1858", fecha de su muerte, que se considera como la de su natalicio.
En los lados cortos de la urna, figura, a la izquierda, el sello episcopal de San Melchor, con esta grafía: "D. D. Fr. Melchior García Sampedro, Dei et Aspostolicae sedis gratia, episcopus tricomiensis". Aparecen la mitra y el báculo, con las borlas episcopales. En el centro, sobre la cruz bicolora de Santo Domingo, el anagrama de la Virgen María, atravesado por un puñal, que nos llevaría a interpretar el significado del escudo: se trata de un obispo de la Orden Dominicana, amante de la Virgen de los Dolores. Se recoge, a continuación, el lema del escudo: "Dirige servum tuum hodie" (guía a tu siervo hoy) (Nehem. 1, 11). En la otra cabecera, aparece el escudo de la provincia dominicana, de Filipinas, llamada del Santísimo Rosario.
Dos lápidas complementan el cuerpo de noticias que se ofrecen del Santo quirosano. Bajo su imagen se lee: "En esta capilla, a los pies de la imagen de la excelsa patrona de Asturias, reposan los venerables restos del protomártir asturiano, obispo titular de Tricomia, beato fray Melchor García Sampedro, OP, trasladados a ella el 19 de junio de 1889, desde la de Alfonso II el Casto, en que habían sido colocados, al ser traídos desde Tonkin, el 28 de abril de 1889, *28.IV de 1889, +28.VII.1858". Debajo de la inscripción se pueden contemplar los símbolos episcopales y martiriales del protomártir: un báculo, una palma y una corona de laurel.
En otra lápida, colocada enfrente, después de su canonización, se pretende reflejar la vida de un cristiano, desde su bautismo hasta su glorificación en la gloria del cielo. En ella se lee: "San Melchor de Quirós (fray Melchor García Sampedro Suárez), OP, bautizado en San Esteban de Cienfuegos (Quirós) (29.IV. 1821), ordenado sacerdote el día 19 de mayo de 1846 y, siendo obispo de Tonkin (Vietnam) fue martirizado el día 28 de junio de 1858. Canonizado por el Papa Juan Pablo II. Ruega por nosotros".
El cabildo catedralicio ha querido dignificar esta capilla colocando en una vitrina algunos significativos objetos que la Catedral conserva pertenecientes al santo asturiano. Se destacan, ante todo, su casulla, con la que el mártir celebraba la santa misa. Es una hermosa y, a la vez, sencilla casulla, adaptada para celebrar las misas de blanco, en honor de Cristo, de la Virgen María y de los santos confesores, en general no mártires. Para la celebración de los santos que sufrieron martirio
por Cristo se utiliza en la misa el color rojo. La que perteneció a San Melchor de Quirós esta confeccionada en damasco rojo, con galones dorados. Los dibujos e inflorescencias reflejan su procedencia filipina.
Debajo, se ha colocado un artístico cuadro, con marco de caoba e incrustaciones de nácar, adornado con mariposas, cisnes, variadas flores y otros motivos vegetales. Una placa de mármol verde, con veteados, refleja en su centro el escudo de España, a la izquierda, un escudo que, partido en dos, ostenta la Cruz de los Ángeles y la de la Victoria, con otro escudo a la derecha que se ha perdido y que probablemente fuera el de la Orden Dominicana. Constituye un hermoso recuerdo, con motivo de la proclamación de fray Melchor como "venerable" poco después de 1889, que ostenta la inscripción siguiente: "Venerable Fr. Melchor García Sampedro, protomártir asturiano". El título de venerable es el primero que se atribuye a la persona cuyo proceso de canonización se inicia y expresa el reconocimiento de las virtudes practicadas en grado eminente.
Se añaden dos hermosas cruces. La primera, desprovista de crucificado, es de nácar. Conserva las tibias y la calavera que tuvo la cruz a los pies del crucificado. En las extremidades de los brazos se hallan talladas en relieve las figuras de los Evangelistas, con sus respectivos símbolos: San Juan, San Marcos y San Lucas. Por debajo aparecen los símbolos del Calvario y el cuarto evangelista, San Mateo. Distribuidas adecuadamente, se ofrecen las estaciones del vía crucis, señaladas con su número de orden: Statio I… Las correspondientes perforaciones indican que debió de tener catorce plaquitas iconográficas, que se sujetaban allí donde su número de orden lo requería, siendo utilizada la Cruz para meditar el vía crucis completo. En la extremidad inferior aparece un rasgo más de este uso devocional, con la inscripción Len/Getsemaní, aludiendo a la pasión sufrida por Jesús en Jerusalen y, particularmente, en el anticipo de los sufrimientos, que hicieron que el Señor sudara como gotas de sangre en la oración del Huerto de los Olivos, en Getsemaní.
La segunda de las cruces es de marfil, con su crucifijo del mismo material. Es la típica cruz de cabecera, con aro de marfil, que permite tenerla colgada. La cabeza del Señor es de exquisita talla, ajena a todo dramatismo en la disposición de los rasgos del rostro, así como en la traza suave del cuerpo. Ambas cruces constituyen objetos devocionales de la piedad del santo asturiano.
Pronto se espera añadir, enmarcada en un marco de plata, una carta de San Melchor a su querida madre, dándole noticias de cómo vive un día cualquiera en la misión."
"Hace años que peregriné por primera vez a Cortes tras los pasos de San Melchor, eso sí, no sin antes pasar por Bárzana, San Pedro de Arrojo, Cienfuegos y demás pueblos donde pasó su infancia. Mi mente se trasladó a aquella época en la que vivió (1821-1858), e imaginaba los caminos por los que tantas veces transitó de pueblo en pueblo o camino de Oviedo.
Nacido el 28 de abril de 1821 en una humilde casa familiar de Cortes fruto del matrimonio de Juan García Sampedro y de Francisca Suárez, fue el primero de siete hermanos. Al día siguiente, en la iglesia de San Esteban de Cienfuegos, fue bautizado por el padre fray Clemente Rodríguez, monje profeso de la orden de San Bernardo. En 1835, con tan sólo 14 años, marchó a estudiar a Oviedo, graduándose en Teología diez años más tarde. Poco tiempo después, quizás influenciado por el padre Morán, asturiano del condado de Laviana, o por Ceferino González, natural de Villoria, que cursaba allí sus estudios, ingresó en el convento dominico de Ocaña (Toledo) y se ordenó sacerdote en Madrid el 29 de mayo de 1847. Cuando apenas había transcurrido un año de su ordenación, el 20 de febrero de 1848, a las once de la noche, partió de la localidad toledana hacia Cádiz, donde, el 7 de marzo, se embarcó en la fragata «Victoria» rumbo a Filipinas.
Años atrás cayó en mis manos una carta escrita de su puño y letra en la que relata todas las peripecias ocurridas durante su largo viaje a las misiones. Escrita en Macao, el 20 de noviembre de 1848, en ella narra el paso por el cabo de Buena Esperanza, el peligroso temporal que les asoló en las costas de Mozambique, donde «el viento y las enormes olas hicieron de la fragata un juguete a merced de la misericordia divina», así como el clima y las costumbres que se encontró en aquellas lejanas tierras tan diferentes de su Asturias natal.
Tras cuatro largos meses, a principios de julio llegó a Singapur, donde se hospedó durante unos días en la casa de los misioneros franceses. Fray Melchor consideraba esta ciudad como el Arca de Noé, pues en ella -decía- «hay toda clase de gentes, europeos, persas, indios, chinos y malayos».
Aunque estuvo a punto de quedarse en tierra al conocer que las intenciones de sus superiores eran asignarle la cátedra de Filosofía en la Universidad de Santo Tomás, el 15 de julio partió rumbo a Manila. Nueve días después, desembarca en la bahía de Filipinas, donde se le comunica que, tal y como eran sus deseos, había sido nombrado misionero para el Tonkín. Allí permaneció hasta el 2 de agosto, fecha en la que finalmente llegó a Manila, donde de nuevo sus superiores le agasajan para que acepte «la dulce vida de catedrático».
Como su intención era ser misionero y no profesor, a sabiendas de que iba directo al encuentro con Dios, el 20 de octubre se embarcó rumbo a Macao, donde permaneció hasta que pudo entrar en el Tonkín. En esta región, una de las más peligrosas de extremo oriente y donde la Iglesia siempre fue ferozmente perseguida, estaban presentes misioneros desde el siglo XVI considerándose la orden dominica como una de las comunidades cristianas modélicas.
Fray Melchor adoptó el nombre de Xügen, que significa «río» en tonkinés y se vestía al modo del país con camisola y pantalones cortos. Incluso, en alguna ocasión, tuvo que poner una larga coleta postiza para poder suplir lo corto de sus cabellos y pasar desapercibido entre los nativos. Viajó por numerosas aldeas y poblaciones bautizando, confesando y predicando. En tan sólo un año de estancia en el Tonkín ya confesaba y predicaba en el idioma de la región. Durante los primeros años la labor misionera fue enormemente fructífera debido a que la persecución a la Iglesia quedó un poco de lado.
Debido a las cualidades de entrega, dedicación y espíritu de sacrificio, rápidamente fue nombrado vicario provincial de los Dominicos, vicario general de la diócesis y obispo coadjutor. En agosto de 1855, con tan sólo 34 años, es nombrado obispo titular de Tricomia y coadjutor del Tonkín central. Éste aceptó el nombramiento aún sabiendo que le costaría la vida, porque, a partir de entonces, la persecución a la Iglesia se volvió a recrudecer aún más.
Los cultos que celebraba debían ser por la noche, a altas horas de la madrugada y con vigilancia, porque muchos de sus conocidos ya habían sido apresados y posteriormente les habían cortado la cabeza. Incluso él ya se había librado en alguna ocasión de ser apresado. Las autoridades de la provincia premiaban a sus soldados con ascensos y dinero por apresar a misiones españoles y llegaron a salir órdenes en las que se decía que: «Que todo aquel que no pise la cruz sea degollado».
En mayo de 1858 se publicó una real orden en la cual se apremiaba a apresar a fray Melchor, quien intenta entregarse si de ese modo salva a sus seguidores pero estos mismos son quienes se lo impiden. Dos meses después, el 8 de julio, fue apresado por soldados mandarines en el poblado de Kien-Lao. El emperador Tu-Duc ordenó trasladarlo a la capital, Nam-Dinh, lo que hicieron en una jaula hasta depositarlo en el calabozo, donde se le colocaron unas cadenas en las manos y otras en los pies. Allí pasó veinte largos días rezando y pensando en su familia y en su amadísima Virgen del Alba.
Su terrible final llega el 28 de julio de 1858. Con sólo un pantalón, encadenado por los pies al cuello y breviario en mano, antes de su martirio tuvo que presenciar el de dos fieles muchachos que le acompañaban en el momento de su detención, Domingo Kiep y Domingo Kien, de 18 y 21 años, respectivamente. Tumbado sobre una manta, clavaron dos estacas junto a sus manos, dos bajo las axilas, para mantener los brazos en cruz, una en cada pie y otra a ambos lados de la cadera, para sujetar su cuerpo. Durante su martirio, y hasta que perdió el conocimiento, no paró de repetir el nombre de Jesús. Comenzaron cortándole las piernas a la altura de las rodillas, continuaron por los brazos, la cabeza y, finalmente, lo abrieron en canal para arrancarle las entrañas.
Pronto la noticia llegó a Asturias, y a Quirós, donde la familia, resignada, sabía que, tarde o temprano, ése sería su final. En Oviedo se creó una comisión para el traslado de los restos, en la que participaron numerosas diócesis de Asturias, entre ellas Covadonga, donde rastreando los libros de actas (en el Ángulo del 18 de febrero de 1889), podemos encontrar el acuerdo de destinar una cuantía, sin especificar, «para atender a los gastos que ocasione la traslación de los restos del venerable fray Melchor García Sampedro desde el Tung King a la capital diocesana».
El 28 de abril de 1889 y ante numerosos fieles fueron solemnemente recibidos los restos en la catedral de ovetense. Desde entonces se veneran en una de las capillas del templo, dedicada a Nuestra Señora de Covadonga. Beatificado por la iglesia el 29 de abril de 1951 y elevado a los altares, por Su Santidad Juan Pablo II, el 19 de junio de 1988".
Las cruces de San Melchor. Hemos de decir, pues puede ser de mucho interés para los peregrinos, una Ruta de San Melchor, el GR 106, que comunica su pueblo de Cortes con la catedral, siguiendo la ruta que este solía hacer para ir y venir
La Santina que actualmente se venera en el santuario de Covadonga estuvo primeramente aquí en la catedral, siéndole cedida por el cabildo catedralicio el 17 de julio de 1778 tras el voraz incendio que destruyó el templo de madera de la Santa Cueva junto con la imagen anterior
"Con entrada desde el claustro y vinculado al espacio funerario de la cripta de Santa Leocadia, hay un pequeño jardín conocido como el “cementerio de peregrinos”. Es un pequeño terreno que, a principios de la Edad Media, pertenecía al monasterio de San Vicente, pero con la ampliación de la catedral en el periodo gótico y la posterior construcción de la girola, pasó a formar parte de las dependencias de la Sancta Ovetensis.
En el siglo X el uso funerario se reservaba al pequeño espacio porticado, adosado al norte de la cripta y reservado a los obispos de la diócesis, cuyos restos pueden observarse hoy en día. Sin embargo, este jardín nunca fue un cementerio de peregrinos como tal, a pesar de que ya desde el siglo XV la Catedral estaba obligada a dar enterramiento digno a los peregrinos que fallecían en la ciudad. Esas inhumaciones tenían lugar en el vecino Hospital de San Juan y también en el resto de hospitales de la ciudad. En 1588, los Estatutos del obispo Diego Aponte de Quiñones (1585-1598) hacían de nuevo hincapié en esta cuestión y para ello en la Catedral se construyó una capilla aneja a este jardín cuyo acceso se realizaba por la Calle de San Vicente. A esta capilla se entraba a través de un portón que daba paso a un distribuidor desde el que se accedía al “cementerio de peregrinos” hacia la izquierda y a la capilla, propiamente dicha, a la derecha. En el interior de esa capilla se realizaban las inhumaciones, en un suelo de tierra dispuesto a tal efecto. Esta capilla, muy deteriorada a principios del siglo XX, fue derribada en los años 30.
En el cementerio de peregrinos está el olivo centenario que, según la tradición, fue traído desde Tierra Santa por un peregrino".
Antes, entre ambas capillas, San Antonio Abad, también, como todas estas imágenes, de José Bernardo de la Meana, y de la que se dice en Nuevos bienes culturales de la catedral de Oviedo:
"Retablo-hornacina. Sobre ménsula mixtilínea decorada con rocallas, un corazón en el centro, tornapuntas y colgantes, aparece una hornacina de medio punto con jambas y rosca de media caña recorrida por acantos. Se flanquea por columnas terciadas apoyadas sobre ménsulas en nacela con mascarones. Cada uno de estos tercios tiene su peculiar decoración: bandas en el inferior y guirnaldas en el medio. El tercio superior es salomónico. Remata la hornacina en fragmentos de frontón flanqueados por aletones. Sobre los fragmentos, dos ángeles recostados, jóvenes, vestidos con túnica y, finalmente, un corazón entre tornapuntas y un plumero a modo de peineta flanqueada por dos pequeños floreros. En su interior se alberga la imagen de San Antonio Abad".
Y así pasamos a la capilla de San Pablo con su formidable retablo barroco, de ella dicen en la citada publicación:
"Retablo de San Pablo dispuesto sobre altar perfilado en talón o cima reversa. Es un retablo casi plano, con decoración muy poco abultada. El banco se estructura en tres casas con medallones que albergan los siguientes relieves: curación de la ceguera por Ananías; la Decapitación y la Misión de Damasco. La separación de las casas la marcan pilastras ganchudas con colgante vegetal. Cuerpo de dos pisos. El inferior tiene en las calles laterales hornacinas que albergan las esculturas de bulto redondo de San Simón y San Judas; en la calle central se recoge el cuadro al óleo de la Conversión de Saulo. El segundo piso tiene medallones con la lapidación de San Esteban y la aparición de Cristo a San Pablo, en el centro una hornacina alberga a San Mateo. Ático semicircular coronado por relieve con la Gloria de Cristo. En la parte central se abre una ventana. Hornacinas, medallones y espacios libres se decoran con espejos, veneras, rocalla, guirnaldas y vegetales. El retablo está dorado".
Y estos son San Simón y San Judas con el cuadro al óleo de la Conversión de Saulo, quien luego sería San Pablo, la popular imagen del santo, antes de serlo, cayéndose del caballo. Así nos lo cuenta Wikipedia:
"Conversión de San Pablo o caída en el camino a Damasco, también conversión paulina, conversión damascena, cristofanía camino a Damasco y acontecimiento del "camino a Damasco", fue, según el Nuevo Testamento, un acontecimiento en la vida de Saulo/Pablo Apóstol que le llevó a dejar de perseguir a los primeros cristianos y a convertirse en seguidor de Jesús, son denominaciones de un episodio neotestamentario (Hechos de los apóstoles, 9, 1-18; Primera epístola a los corintios 15, 8-9), muy representado en el arte, que relata la conversión de Saulo de Tarso al cristianismo. La Iglesia católica celebra este hecho como fiesta litúrgica el 25 de enero".
"Saulo era un judío, miembro de la secta de los fariseos, la más estricta. Por lo tanto, era natural que él, educado en la escuela de Gamaliel, interpretara la más terrible persecución de los primeros cristianos, no como una injusticia, sino como un necesario servicio tendiente a conservar íntegra la fidelidad a la observancia de la ley mosaica. Después de haber expulsado de Jerusalén a los cristianos, decidió ir a buscarlos todavía hasta Damasco, donde se habían escondido. Pero era justamente allí donde el Señor ahora esperaba "capturar" a Saulo.
Al caer por tierra, Saulo fue sorprendido por aquella voz misteriosa: 'Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?' Y él dijo: '¿Quién eres, Señor?' Y Él respondió: 'Yo soy Jesús a quien tú persigues; levántate, entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer'. El relato continúa diciendo: 'Saulo se levantó del suelo, y aunque sus ojos estaban abiertos, no veía nada; y llevándolo por la mano, lo trajeron a Damasco. Y estuvo tres días sin ver, y no comió ni bebió'. (cf Hch 9, 4-9).
Fue el discípulo Ananías - otro santo que la Iglesia también recuerda hoy - quien le impuso las manos y le dijo: 'Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo. Al instante cayeron de sus ojos como unas escamas, y recobró la vista; y se levantó y fue bautizado. Tomó alimentos y cobró fuerzas'. (cf Hch 9, 17-19)".
San Mateo, otra representación del santo de las fiestas ovetenses por excelencia
A la derecha del retablo y en la pared de la capilla una talla de San Bernabé:
"Retablo de hornacina única, abierta en el muro y cubierta con bóveda de horno. En la parte inferior, ménsula que se decora a base de tornapuntas, veneras, espejos y elementos vegetales. Pilastras decoradas con perlas y de capitel liso. Arco de medio punto con resalte en la zona central de la rosca y angrelado en el intradós. Peineta con tornapuntas, rocalla y copete de venera y plumaje".
"Retablo de hornacina única, abierta en el muro y con bóveda de horno pintada y cajeada. En la parte inferior, ménsula saliente flanqueada por dos colgantes con borlas y dorada con tornapuntas, venera, espejos y elementos vegetales. Pilastras decoradas con perlas y de capitel liso. Arco de medio punto con resalte en la zona central de la rosca y angrelado en el intradós. Peineta con tornapuntas, rocalla y copete de venera y plumaje".
Y aquí llegamos a la famosa estatuilla de San Mateo con la que abrimos esta entrada de blog, a la izquierda de la girola, en el muro que, al otro lado, en la capilla mayor, se encuentra el gran retablo gótico-renacentista de San Salvador
"Poca gente sabe que los patronos de Oviedo son… no, San Mateo no es uno de ellos. En realidad, son San Salvador y Santa Eulalia (o Santa Olalla) de Mérida: el primero, por ser a quien está dedicada la Catedral, ubicada en el mismísimo lugar donde nació la ciudad y, la segunda, porque sus restos reposan la capital asturiana desde que así lo decidiera el rey Pelayo.
Dos hechos son curiosos en torno a Santa Eulalia: el primero, que hasta el siglo XIX se le dedicaba en Oviedo un día de grandes fiestas el 10 de diciembre. El segundo, que es la patrona de la Policía Local de Oviedo.
Entonces, ¿Por qué San Mateo? El origen de la celebración hay que buscarlo, como casi todo en la ciudad, unos cuantos siglos atrás y está vinculado al Camino de Santiago. En concreto, en el año 1438, más de medio siglo antes de la llegada de Colón a América.
Cuando en el vaticano mandaban el papa Clemente VI y más tarde el papa Eugenio IV, el veneciano Gabriele Condulmer, Oviedo ya era una cita obligada para los peregrinos que pasaban por la basílica en su periplo hacia Santiago. Es cuando Eugenio IV institucionaliza la perdonanza, o bula para quienes visitaran las reliquias (la Cruz de los Ángeles especialmente). Estos debían aportar una limosna siete días después del 14 de septiembre, fiesta de la exaltación de la cruz, a su vez aniversario de la consagración de la Iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén.
Así pues, de la ciudad sagrada a Oviedo y de ahí, al 21 de septiembre, que es precisamente… el día del apóstol San Mateo. Era el cierre del jubileo y coincide con el fin del verano: los fieles, al estar perdonados, podían celebrar a gusto un gran festejo. Algo similar, dicen los historiadores, a algunas fiestas paganas del otoño. Al parecer, San Mateo fue desplazando a la festividad de Santa Eulalia, que era en principio más importante hasta el siglo XIX, cuando hay constancia documental de los festejos mateínos en los archivos".
En la Gran Enciclopedia Asturiana (tomo 11, voz Oviedo, pags. 70-71) se nos dice que además que "Mención especial debe recibir la Feria de San Mateo que ha desplazado a la de San Salvador, patrono de la ciudad", que debió de ser también muy importante en el pasado al ser patronales, como las de Santa Eulalia:
"Tiene su origen en la concesión del Jubileo de la Santa Cruz , en el s. XV, por el papa Eugenio IV, por el que se concedían altos privilegios a los peregrinos que visitaran la Catedral de Oviedo en las echas mateínas. Estos privilegios fueron posteriormente ampliados por el papa Pío IV, que losa elevó a la categoría de Años Santo. Por este motivo la afluencia de forasteros que acudían a la ciudad en el mes de setiembre, época del Jubileo, y sobremanera en las fechas próximas a San Mateo, el 24 de ese mismo mes, que fue haciendo cada vez más intensa, lo que hizo ver la necesidad de darles diversión durante el tiempo que en ella permanecían. Nacen así las tradicionales celebraciones que hoy (...) son el centro del año festivo ovetense. Año por otro lado dilatado en intenso, tanto en la ciudad como en el concejo, lo que ha dado lugar al dicho:Xente d'UvieuTambor y gaitaA lo que los viejos habitantes, aludiendo a que tal hábito se halla igualmente extendido por toda la región respondíanlos de alrededorgaita y tambor"
Vamos ahora a la capilla de la Transfixión o de la Piedad, que, como casi todas las imágenes y retablos de esta Girola obra de José Bernardo de la Meana
"Retablo que consta que altar, banco, tres calles, dos pisos y ático. Banco con casa central donde aparece el relieve de la última cena y lavatorio de pies, calle central que ocupa dos pisos, estructurándose en retablo con el relieve de la Transfixión o descendimiento y decorado con espejos, vegetación menuda. Remata en guardapolvo con guardamalleta. Calles laterales retrotraídas, que constan de dos pisos, el primero con relieves de Cristo entre Anás y Caifás y en el segundo relieves en aparte central; ático semicircular donde a modo de banco se colocan tres recuadros con los relieves de la Santa Faz, la Dolorosa y Ecce Homo en el entro dentro de un marco mixtilíneo y cerrado con balaustro. En la parte superior coloca una ventana central flanqueada por dos relieves de Cristo camino del calvario y el expolio de las vestiduras. Tendencia a la superficie plana alterada por líneas internas y molduras complementadas con angelitos tenantes, querubines, discos, etc. Colores: dorado, rojo, verde y azul principalmente".
"El episodio del lavatorio de los pies tiene lugar durante la Última Cena y aparece narrado en el Evangelio de San Juan. Durante la Última Cena, Jesús se levantó de la mesa, se quitó los vestidos, se ciñó una toalla y echó agua en un lebrillo. Entonces se puso a lavar los pies de sus apóstoles. (...)
El único de los doce apóstoles que cuestionó esta acción de Jesús fue Pedro, quien le llegó a decir: "No me lavarás los pies jamás", pues entendía esto como una humillación de su Señor hacia él, su discípulo. Jesús le respondió: "Si no te lavo no tienes parte conmigo". A lo que Pedro replicó: "Señor, no sólo los pies, sino hasta las manos y la cabeza".
"Prendimiento de Jesús es la denominación habitual de un episodio clave de los Evangelios Canónicos, dentro del ciclo de la Pasión de Cristo (que se inicia con la Última Cena y lleva, en última instancia, a su crucifixión).
Jesús, que se encontraba con sus discípulos en el huerto de los olivos (Getsemaní), es identificado al recibir el Beso de Judas (una señal convenida, y símbolo de su traición), y arrestado por el Ejército del Sanedrín, que le conducirá ante distintas instancias que debatirán su enjuiciamiento".
"Cristo en la columna o Cristo atado a la columna es una escena evangélica y un tema iconográfico muy frecuente en el arte cristiano, dentro del ciclo de la Pasión.
La escena transcurre en el Pretorio de Jerusalén (el centro de poder romano, dirigido por Poncio Pilato), a donde Jesucristo ha llegado por segunda y última vez, tras su paso por distintas instancias (Anás, Caifás y Herodes). Es exhibido ante la multitud (escena denominada Ecce homo), que prefirió liberar a Barrabás antes que a él, y (bien antes o después de esa exhibición) es despojado de sus ropas (no debe confundirse esa escena con la de el expolio, que es la previa a la crucifixión), vestido con un rico manto (no debe confundirse con la túnica de Cristo) y atado a una columna, donde será sometido a burlas (relativas a su presunto delito: pretender ser "rey de los judíos" -INRI-) y torturas (entre ellas, la flagelación y la coronación de espinas, denominaciones iconográficas que a veces son totalmente identificables con ésta y a veces se diferencian con precisión)."
"La corona de espinas es un símbolo cristiano que recuerda la Pasión de Jesús. Según el Nuevo Testamento, una corona de espinas tejida (en griego antiguo: στέφανος ἐξ ἀκανθῶν, romanizado: stephanos ex akanthōn o en griego antiguo: ἀκάνθινος στέφανος, romanizado: akanthinos stephanos) fue colocada sobre la cabeza de Jesús durante la eventos que condujeron a su crucifixión y fue uno de los instrumentos de la Pasión. Se menciona en los evangelios de Mateo 27; 29, Marcos 15;17 y Juan 19; 2 y es aludido a menudo por los primeros Padres de la Iglesia, como Clemente de Alejandría, Orígenes y otros, junto con el apócrifo del Evangelio de Pedro".
"Ecce homo ("este es el hombre" o "he aquí el hombre" en castellano) es la traducción que en la Vulgata latina se dio al pasaje del Evangelio de Juan (19:5) que en el griego original es ἰδοὺ ὁ ἄνθρωπος (idoù ho ánthropos). Se trata de las palabras pronunciadas por Poncio Pilato, el gobernador romano de Judea, cuando presentó a Jesús de Nazaret ante la muchedumbre hostil a la que sometía el destino final del reo (puesto que él se lavaba las manos, o sea, eludía su responsabilidad —Mateo 27:24—).
Y salió Jesús, llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Y Pilato les dijo: ¡He aquí el hombre!
La escena sucede tras la flagelación de Cristo atado a la columna, y la coronación de espinas (en otros evangelios el orden de estos hechos es diferente)".
"Cristo llevando la cruz es un episodio evangélico y tema artístico muy frecuente en la devoción y el arte cristiano, denominado también de muchas otras formas (Jesús o Cristo portando la cruz o su cruz -con mayúsculas en la mayor parte de la bibliografía-, cargando la cruz, con la cruz a cuestas o al hombro, etc.) Es parte del ciclo de la Pasión de Cristo y del Via Crucis, y contiene muchos episodios que pueden ser objeto de tratamiento artístico por separado o bien representarse conjuntamente (el Cirineo, la Verónica, las caídas, etc.)
Los episodios anteriores son los relacionados con el juicio de Cristo y los posteriores son los relacionados con la crucifixión."
“Los soldados, cuando crucificaron a Jesús, cogieron su ropa, haciendo cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba abajo. Y se dijeron: «No la rasguemos, sino echémosla a suerte, a ver a quién le toca». Así se cumplió la Escritura: «Se repartieron mis ropas y echaron a suerte mi túnica» (Jn 19,23-24)."
"Retablo de hornacina única, abierta en el muro y con bóveda de horno pintada y cajeada. En la parte inferior, ménsula saliente flanqueada por dos colgantes con borlas y decorada con tornapuntas, venera, espejos y elementos vegetales. Pilastras decoradas con perlas y de capitel liso. Arco de medio punto con resalte central en la rosca. Angrelado y remate en peineta, con tornapuntas, rocalla y copete de venera y plumaje".
Y en la pared izquierda de la capilla de la Transfixión está la hornacina de Jeremías (derecha de la foto):
"Retablo de hornacina única, abierta en el muro y con bóveda de horno pintada y cajeada. En la parte inferior, ménsula saliente, flanqueada por dos colgantes con borlas y decorada con tornapuntas, venera, espejos y elementos vegetales. Pilastras decoradas con perlas y de capitel liso. Arco de medio punto con resalte, en la zona central de la rosca. Angrelado y peineta con tornapuntas, rocalla y copete de venera y plumaje".
"Sobre ménsula mixtilínea decorada con rocallas, un corazón en el centro, tornapuntas y colgantes, hornacina de medio punto con jambas y rosca de media caña recorrida por acantos. Se flanquea por columnas terciadas apoyadas sobre ménsulas en nacela con mascarones. Cada uno de estos tercios tiene su peculiar decoración: bandas en el inferior y guirnaldas en el medio. El tercio superior es salomónico. Remata la hornacina en fragmentos de frontón flanqueados por aletones, y sobre ellos, dos ángeles recostados, jóvenes, vestidos con túnica y, finalmente, un corazón entre tornapuntas y un plumero a modo de peineta flanqueada por dos pequeños floreros. En su interior se alberga la imagen de Santa Lucrecia".
Y llegamos a la capilla de San Pedro, con su correspondiente retablo de José Bernardo de la Meana e imágenes, siendo esta su descripción:
"Retablo formado por altar, banco, cuerpo principal dividido en dos pisos y áticos. El banco se divide en tres casas que acogen sendos relieves. En la escena de la visión apocalíptica de San Juan en Patmos a la izquierda y la aparición de Santiago al obispo peregrino a la derecha. El primer piso está formado por una gran hornacina central con San Pedro en la cátedra, flanqueado por columnas pareadas que sostienen fragmentos de frontón. En las laterales y dentro de hornacinas rematadas con espejos, tornapuntas y flores aparecen San Juan a la izquierda y Santiago el Mayor a la derecha. En el segundo piso y en zona intermedia con el ático aparecen tres relieves con os tres respectivos martirios: San Pedro, San Juan y Santiago. Sobre los fragmentos de frontón aparecen San Jerónimo y San Ambrosio. El ático se divide en tres calles, el centro lo ocupa una ventana y, sobre ella, una gloria que encierra el Espíritu Santo flanqueado por dos ángeles que portan la tiara y las llaves. En las laterales aparecen hornacinas con las imágenes de San Gregorio y San Agustín. Para los soportes se utilizan columnas con fustes decoradas a base de reticulados cuadrados y hexagonales. La decoración se concentra en columnas, ménsulas y tarjetas, y se realiza a base de mascarones, espejos, tornapuntas, cortinajes y flores. El retablo se dora en su totalidad, empleando para figuras y relieves el rojo y el verde".
"Retablos de hornacina única, abierta en el muro y con bóveda de horno. En la parte inferior, ménsula saliente flanqueada por dos borlas, y ornamentada con tornapuntas, venera, espejos y elementos vegetales. Pilastras decoradas con perlas y de capitel liso. Aletones con espejos arriñonados, tornapuntas, volutas y borlas. Arco de medio punto con resalte en la parte central de la rosca. Angrelado que recorre toda la hornacina. Peineta con tornapuntas, rocalla y copete de venera y plumaje".
Visión Apocalíptica de Juan en Patmos o Visión de Juan del Hijo del Hombre, para la que recurrimos de nuevo a Wikipedia:
"Juan, el autor del Apocalipsis, fue exiliado a la isla de Patmos, posiblemente durante el reinado del emperador Domiciano. Él escribe que él estaba en el día del Señor «en el Espíritu», y oyó una voz fuerte «como de trompeta» (1:10). Cuando se dio la vuelta, vio a la figura del Hijo del Hombre. En 1:18, la figura que Juan observa se identifica a sí misma como «el primero y el último», diciendo «estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos», una referencia a la resurrección de Jesús."
Escena entre las dos anteriores
"Retablo de hornacina única, abierta en el muro y con bóveda de horno. En la parte inferior, ménsula saliente con decoración de tornapuntas, venera, espejos y elementos vegetales y flanqueada por dos borlas. Pilastras decoradas con perlas y de capitel liso. Aletones con espejos arriñonados, tornapuntas, volutas y borlas. Arco de medio punto con resalte en la zona central de la rosca. Angrelado que recorre toda la hornacina. Peineta con tornapuntas, rocalla y copete con venera y plumaje".
"Retablo-hornacina. Sobre ménsula mixtilínea decorada con rocallas, un corazón en el centro, tornapuntas y colgantes, hornacina de medio punto con jambas y roscas de media caña recorrida por acantos. Se flanquea por columnas terciadas apoyadas sobre ménsulas en nacela con mascarones. Cada uno de estos tercios tiene su peculiar decoración: bandas en el inferior y guirnaldas en el medio. El tercio superior es salomónico. Remata la hornacina en fragmentos de frontón flanqueados por aletones. Sobre los fragmentos, dos ángeles recostados, jóvenes, vestidos con túnica y, finalmente, un corazón entre tornapuntas y un plumero a modo de peineta flanqueada por dos pequeños floreros. En su interior se alberga la imagen de Santa Eulalia."
"Retablo rococó con ligero movimiento en planta, sobresale la calle central. Dispuesto sobre altar perfilado en talón o cima reversa. Banco estructurado en tres casas separadas por plintos resaltados, recogen los relieves de la crucifixión de San Felipe, el Martirio de San Andrés y Santiago expulsado del templo. El cuerpo está compartimentado en dos pisos: el inferior, resuelto en hornacinas que albergan las imágenes de San Felipe, San Andrés y Santiago el Menor. En el segundo piso se colocan relieves de la Tentación de San Andrés, Exaltación de la Cruz y Quo Vadis. Las calles están separadas por columnas de orden corintio con decoración menuda de guirnaldas, corazones y riñones propia del rococó".
La Exaltación de la Santa Cruz (en griego: Ὕψωσις τοῦ Τιμίου Σταυροῦ; en latín: Exaltatio Sanctæ Crucis), es una fiesta religiosa de la Iglesia católica, la Iglesia ortodoxa y otras confesiones cristianas. En ella se rememora y se honra la Cruz en la que fue crucificado Jesús de Nazaret. La fecha de esta celebración es el 14 de septiembre. Hay otra fecha relacionada con el tema de la Cruz de Gólgota, es la invención de la Santa Cruz, que se celebra el 3 de mayo. En esta festividad el cristiano recuerda el papel central que juega la Cruz en su vida, respondiendo al llamado de Jesucristo: "— Si alguno quiere venir detrás de mí, que se niegue a sí mismo, que tome su cruz y que me siga". (Mateo, 16, 24).
Qvo Vadis, ¿dónde vas?
"Quo vadis es una frase latina que significa «¿A dónde vas?».
La frase está vinculada a una tradición cristiana que gira en torno a San Pedro. De acuerdo con los Hechos de Pedro, el Emperador Nerón en el año 64 comenzó una persecución contra los cristianos. Temeroso de que algo malo le pudiera suceder, Pedro escapa de Roma por la Vía Apia, pero en el camino se encuentra con Jesucristo que iba cargando una cruz.
Pedro, al verlo, le pregunta: «Quo vadis, Domine» (¿A dónde vas, Señor?) a lo que Cristo contesta: «Romam vado iterum crucifigi» («Voy hacia Roma para ser crucificado de nuevo»).
Pedro, avergonzado de su actitud, vuelve a Roma a continuar su ministerio, siendo posteriormente martirizado y crucificado cabeza abajo. En el lugar de su martirio se levanta hoy día, según la tradición, la Basílica de San Pedro de la Ciudad del Vaticano y en la cripta de la Basílica reposan sus restos".
"Retablo de hornacina única, abierta en el muro y con bóveda de horno pintada y cajeada. En la parte inferior, ménsula saliente con tornapuntas, venera, espejos y elementos vegetales. Pilastras decoradas con perlas y de capitel liso. Arco de medio punto con resalte en la zona central de la rosca. Angrelado y peineta con tornapuntas, rocalla y copete de plumaje".
"Retablo de hornacina única, abierta en el muro y con bóveda de horno pintada y cajeada. En la parte inferior, ménsula saliente con tornapuntas, venera, espejos y elementos vegetales. Pilastras decoradas con perlas y de capitel liso. Arco de medio punto con la zona central de la rosca destacada. Angrelado y peineta con tornapuntas, rocalla y copete vegetal."
"Retablo hornacina. Sobre ménsula mixtilínea decorada con rocallas, un corazón en el centro, tornapuntas y colgantes, hornacina de medio punto con jambas y rosca de media caña recorrida por acantos. Se flanquea por columnas terciadas apoyadas sobre ménsulas en nacela con mascarones. Cada uno de estos tercios tiene su peculiar decoración: bandas en el inferior y guirnaldas en el medio. El tercio superior es salomónico. Remata la hornacina en fragmentos de frontón con aletones".
"Sobre los fragmentos, dos ángeles recostados, jóvenes, vestidos con túnica y, finalmente, un corazón entre tornapuntas y un plumero a modo de planeta, flanqueada por dos pequeños floreros".
"Retablo que consta de altar decorado con un corazón con enmarque vegetal, banco de fuerte movimiento con escenas en relieve (martirio de San Bartolomé, la duda de Santo Tomás, degollación de San Matías), cuerpo central de tres calles y ático. La hornacina central del retablo alberga la imagen de San Bartolomé y las laterales la de Santo Tomás, a la derecha, y la de San Matías a la izquierda. Sobre la hornacina central aparece un relieve de Santo Domingo de la Calzada. La calle central del ático recoge la imagen de San Gonzalo de Amaranto y las laterales las de San Bruno y San Telmo. En este retablo adquiere su máxima importancia el movimiento de planta, con una calle central muy destacada flanqueada por cuatro columnas salomónicas pareadas sobre las que asienta un frontón partido. Este esquema se repite en el ático a menor escala. Decoración a base de esgrafiado en los plintos, ménsulas vegetales, espejos y colgantes. Los laterales se decoran con recuadros que albergan florones. Remate en peineta. Se prima lo arquitectónico frente a lo decorativo".
"El origen de este símbolo puede ser doble: 1.º En los evangelios apócrifos, San Bartolomé requiere a Cristo resucitado que le muestre al maligno Belial. Después de habérselo mostrado, Jesús le indica "Písale la cerviz y pregúntale"; 2.º Según la tradición, expulsó a un demonio, denominado "Astaroth", de un templo donde este vivía dentro de una estatua; San Bartolomé demostró la ineficacia de la estatua, que decía curar las enfermedades, expulsó al demonio y consagró el templo a Jesús".
Observemos ahora la base, el banco. Bajo cada santo, una escena, como viene a ser lo habitual en estos retablos
"Su martirio y muerte se atribuyen a Astiages, rey de Armenia y hermano del rey Polimio, a quien Bartolomé habría convertido al cristianismo. Como los sacerdotes de los templos paganos, que se estaban quedando sin seguidores, protestaron ante Astiages de la labor evangelizadora de Bartolomé, Astiages mandó llamarlo y le ordenó que adorara a sus ídolos, tal como había hecho con su hermano. Ante la negativa de Bartolomé, el rey ordenó que fuera desollado vivo en su presencia hasta que renunciase a su Dios o muriese".
"Una tradición narra que San Matías habría muerto en el año 80 apedreado en Judea (tras ser condenado a muerte por el Sumo Sacerdote) y decapitado después con un hacha, que era la muerte con que se castigaba a quienes se oponían al César. Su festividad cristiana se celebre el día 14 de mayo".
"La incredulidad de Tomás es el episodio del Evangelio de Juan donde el apóstol Tomás niega la Resurrección de Cristo, mientras no vea y toque personalmente las heridas infligidas a Jesús en la Cruz. En el arte, el episodio se ha representado con frecuencia, al menos desde el siglo V, reflejando diversas interpretaciones teológicas. A este episodio se le conoce también con el nombre de La duda de Tomás, si bien la palabra duda no refleja de forma tan precisa la historia como la de incredulidad. (...)
Algunos comentaristas observan que Juan evita decir si Tomás realmente hincó su mano en el costado. Antes de la Reforma protestante, la creencia general, reflejada en las representaciones artísticas, era que lo había hecho, y eso siguen afirmando la mayoría de los escritores católicos, mientras que los escritores protestantes, generalmente, piensan lo contrario.
Independientemente de si Tomás llegó a tocar ─además de ver─ la evidencia física de la resurrección de Jesús, la interpretación católica es que, aunque Jesús afirmara la superioridad de los que tienen fe sin evidencia física, estaba dispuesto a mostrar sus heridas a Tomás y a dejar que las tocase. Esto fue utilizado por los teólogos como estímulo bíblico del uso de experiencias físicas como peregrinaciones, veneración de reliquias y ceremonias para reforzar las creencias cristianas".
Llegamos ya al final de la girola, donde tenemos otros dos santos en retablo-hornacina al lado de una artística portada que, como la girola, es obra del primer barroco, de inspiración clasicista, la cual da paso a la antesacristía, sacristía y otras dependencias catedralicias
"Retablo-hornacina. Sobre ménsula mixtilínea decorada con rocallas, un corazón en el centro, tornapuntas y colgantes, hornacina de medio punto con jambas y rosca de media caña recorrida por acantos. Se flanquea por columnas terciadas apoyadas sobre ménsulas en nacela con mascarones. Cada uno de estos tercios tiene su peculiar decoración: bandas en el inferior y guirnaldas en el medio. El tercio superior es salomónico. Remata la hornacina en fragmentos de frontón flanqueados por aletones mixtilíneos. Sobre los fragmentos, dos ángeles recostados, jóvenes, vestidos con túnica y, finalmente, un corazón entre tornapuntas y un plumero a modo de peineta flanqueada por dos pequeños floreros. En su interior se alberga la imagen de San Emeterio.
"Retablo hornacina. Sobre ménsula mixtilínea decorada con rocallas, un espejo en el centro, tornapuntas y colgantes, aparece una hornacina de medio punto con jambas y rosca de media caña recorrida por acantos. Se flanquea pro columnas terciadas apoyadas sobre ménsulas en nacela con mascarones. Cada uno de estos tercios tiene su peculiar decoración: bandas en el inferior y guirnaldas en el medio. El tercio superior es salomónico. Remata la hornacina en fragmentos de frontón flanqueados por aletones mixtilíneos. Sobre los fragmentos, dos ángeles recostados, jóvenes, vestidos con túnica y, finalmente, un corazón entre tornapuntas y un plumero a modo de peineta flanqueada por dos pequeños floreros. En su interior se alberga a San Jerónimo".
El retablo de la Inmaculada es, según leemos en Nuevos Bienes de Interés Cultural de la Catedral de Oviedo, de estilo barroco-rococó y obra de varios autores:
"Toribio de Nava realiza las trazas de la parte inferior del retablo, además del relieve del banco y los ángeles y la figura de Dios Padre del ático. Juan de Villanueva realiza las esculturas de San Joaquín, Santa Ana, San José con el Niño y la Inmaculada Concepción. Juan de Fagundiz es el dorador y Pedro Moñiz Somonte realiza los pedestales de jaspe"
"Su conferencia comenzó citando a Jovellanos, el cual, en una de las “Cartas del viaje de Asturias”, le criticó a Antonio Ponz el dudoso gusto de estos retablos y es que, durante la Ilustración, el arte barroco era considerado “extravagante”. Lamentaba Jovellanos que algunos retablos catedralicios se hubieran sustituido por otros en el siglo XVIII, sin embargo, no debemos perder de vista que los templos se adaptan siempre a la liturgia del momento y se adornan en consonancia y, por ello, durante la Contrarreforma el impulso del culto a los santos, la Virgen y las reliquias requiere de la construcción de grandes retablos que los exalten.
A principios del siglo XVIII, el Cabildo deseaba dotar al crucero de unos retablos “a la moda de Madrid”- como los que se estaban haciendo en la Colegiata de Pravia- que sustituyeran a los colocados en el siglo XVII. Por ello, emprendieron, en mayo de 1738, las gestiones para encontrar en Madrid un retablo “de buen gusto” que copiar o un maestro que les hiciese uno exprofeso. En enero de 1739 el Cabildo disponía ya de “una planta que vino de Madrid” y que, se supone, era de Diego de Villanueva (1713-1774).
En aquella época trabajaba en Asturias un grupo de escultores oriundos del concejo de Siero que recibieron el encargo de labrar para estos dos retablos.
El primero de ellos fue Juan de Villanueva y Barbales (Pola de Siero, 1681-Madrid 1765). Se había formado en el taller de su padre, Domingo de Villanueva; también con el escultor Antonio Borja en Oviedo, y en Madrid con Juan Alonso de Villabrille y Pedro Alonso de los Ríos. En la época en la que se labran los retablos del crucero de la Catedral trabajaba en Madrid, haciendo retablos para parroquias y también en la decoración del Palacio de Oriente; fue uno de los fundadores de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. La mayor parte de su obra ha desaparecido, de ahí el valor que tienen las esculturas que conserva la Catedral. Fue el padre del escultor Diego de Villanueva (1713-1774) y del arquitecto Juan de Villanueva (Madrid, 1739-1811), autor del edificio del Museo del Prado.
Toribio de Nava (Vega de Poja, 1687- Pola de Siero, 1748) debió formarse con Manuel de Pedrero o con Antonio Borja, se sabe que estuvo en Madrid y allí pudo recibir formación de Juan de Villanueva. Es quien trabaja, junto con su taller, en el retablo de la Inmaculada. En el momento del encargo de las trazas a un artistas madrileño, Toribio de Nava junto con su discípulo Gabriel Fernández “Tonín”, ofreció al cabildo las trazas de dos retablos como alternativa al diseño madrileño; los capitulares descartaron sus proyectos, pero como contrapartida le nombraron maestro de las obras del retablo colateral norte.
Manuel de Pedrero Vigil (Feleches, ¿?-Oviedo, 1743), fue diseñador y tallista de retablos, quizá también fue discípulo de Antonio Borja, fue el tallista de los retablos de la Colegiata de Pravia. A su taller corresponde la obra del retablo de Santa Teresa.
El Cabildo ovetense tenía claro que deseaba dotar a la Catedral de unos grandes retablos para el Crucero a la moda churrigueresca, como ya se ha dicho, pero no necesitaba que viniese a trabajar en ellos un taller foráneo. Entonces era habitual que las trazas fueran dadas por un maestro y la hechura de la obra se entregase a otro, y así fue. La “traza que vino en Madrid”, como se la menciona en las Actas Capitulares, se ha atribuido a Diego de Villanueva, del que se supone era el autor de las trazas para retablos del taller de su padre, Juan de Villanueva, al que se escribió, en abril de 1740, para empezar una complicada negociación para tallar las esculturas de uno de estos retablos y enviarlas desde Madrid. Finalmente, se acordó que tallaría las siete imágenes de bulto redondo del retablo de la Inmaculada, policromando solo las encarnaciones, esto es, la cara y las manos. Estas piezas llegaron a Oviedo en julio de 1742."
"Destaca entre todas ellas la imagen central, la Inmaculada, de rostro clásico en contraste con el movimiento de las telas de sus vestiduras. La postura de las manos de la Virgen es la habitual en las Inmaculadas de los artistas asturianos en Madrid, como los pintores Juan Carreño Miranda y Miguel Jacinto Meléndez, con una mano extendida y la otra sobre el pecho. La escultura de Santa Ana presenta la misma posición, mientras que el bulto de San José sigue el modelo empleado por el escultor Luis Salvador Carmona, sosteniendo al Niño en sus manos".
Del resto del retablo sigue contando así Bárbara García Menéndez:
"De la arquitectura del retablo y los relieves se encargó Toribio de Nava.
Para la policromía se contrató al taller del portugués Juan de Fagundis, que había trabajado en los retablos de la Colegiata de Pravia. El contrato con Fagundis se firma en 1741, antes de la llegada de las piezas, y la obra terminada se entrega en septiembre de 1742. (...)
Estos retablos marcan el cambio de gusto en la retablística de la catedral, y además crearon escuela al haber participado en su confección varios maestros escultores y oficiales. Transmiten también un mensaje contrarreformista: el retablo de la Inmaculada exalta uno de los dogmas más importantes del momento: el de la Inmaculada Concepción de la Virgen, del cual España había sido uno de los principales defensores en el siglo XVIII y que no fue declarado como tal hasta 1864. (...)
Finalmente, la aparición del escudo del rey Felipe V y el Toisón de Oro recuerdan el apoyo económico de la Corona, al conceder a la Catedral el arbitrio sobre la sal para la reconstrucción de la torre tras la caída de un rayo en 1723, dinero que también se utilizó para la ornamentación del interior del templo".
"Retablo formado por altar y sotabanco de jaspe, banco, cuerpo dividido en tres calles y ático muy desarrollado. El banco se divide en tres casas, en las dos laterales se colocan relieves con la cruz de los ángeles y en la central la presentación de María. En las calles laterales del primer piso se colocan las imágenes de San Joaquín a la izquierda y Santa Ana a la derecha, dentro de hornacinas de remate mixtilíneo y enmarcadas por columnas, terciadas las exteriores y salomónicas las interiores. E n la calle central aparece la Inmaculada dentro de una gran hornacina apoyada en columnas terciadas y rematada por un cortinaje sostenido por tres ángeles. El ático, de línea más fluida, se estructura en hornacina central con la imagen de San José con el Niño enmarcada por dos fragmentos de frontón curvo que se continúan con aletones mixtilíneos. Remata con la figura de Dios Padre y escudo de Castilla y León y ángeles. La decoración llena todo el espacio del retablo y se realiza a base de angelitos, cortinajes y motivos vegetales menudos. En cuanto al colorido, se utilizan el dorado, rojo y verde".
"Presentación de María o de la Virgen, o Consagración de la Virgen María, son denominaciones de una festividad litúrgica cristiana (21 de noviembre, particularmente importante en Oriente, al ser una de las "doce fiestas" que marcan el año litúrgico), basada en un episodio de los evangelios apócrifos y la Vida de María de Epifanio el Monje; y un tema artístico relativamente frecuente en el arte cristiano.
El origen de la piadosa tradición surge del llamado Protoevangelio de Santiago, según el cual la Virgen María fue llevada a la edad de tres años por sus padres, San Joaquín y Santa Ana, al Templo de Jerusalén, junto a otras doncellas. Se describe la entrada de las niñas en el templo, portando lámparas, y la particular recepción de María por el sumo sacerdote (denominado Yodae o Baraquías en la Vida de la Virgen de Epifanio el Monje), que profetiza su misión en la redención y la sitúa en un lugar de privilegio ("la tercera grada del altar"), donde la niña baila. La estancia de María en el templo, que se describe como un hecho milagroso (su alimentación "como una paloma" por un ángel -prefiguración de la escena de la Anunciación-), se inicia en un momento distinto en la narración de Epifanio ("regresaron a Nazaret y, cuando la niña tuvo siete años, de nuevo sus padres la condujeron a Jerusalén y la ofrecieron al Señor, consagrada para todos los días de su vida"), pero en cualquier caso se prolonga hasta los doce años; momento en el que, para evitar la contaminación que supondría la presencia de una mujer, el sumo sacerdote, a quien en esta ocasión se nombra como Zacarías (identificado como hijo de Baraquías en el texto de Epifanio), convoca un concurso para decidir con quién se casará, lo que ya constituye otro episodio evangélico (los Desposorios de la Virgen)".
Justo a su izquierda, entre el retablo y la portada está la hornacina con la Hidria de Caná, una de las seis hidras o tinajas que según la tradición cristiana fueron llenadas de agua por mandato de Jesús transformándose en vino en las Bodas de Caná, suceso considerado el primero de sus milagros, así descrito en Wikipedia:
Las bodas de Caná es el nombre con el que se suele identificar un relato que tiene lugar al final de la primera semana del ministerio de Jesucristo en el Evangelio de Juan 2:1-11. Este pasaje describe el primer milagro realizado por Jesús, el cual tuvo por marco una boda en Caná de Galilea a la que también asistían su madre y sus discípulos.
En un momento dado faltó vino, por lo que María dijo a los sirvientes que hicieran lo que Jesús dijera.
Este dispuso que se llenaran de agua seis tinajas de piedra destinadas a purificaciones, pero al revisar el contenido, el agua se había transformado en un vino de gran calidad.
Para Juan el evangelista, esa fue la primera de las señales realizadas por Jesús.
Es la que se muestra al público el 21 de septiembre, fiesta de San Mateo, pudiendo beberse de ella agua previamente bendecida, esta es su ficha en Nuevos Bienes de Interés Cultural de la Catedral de Oviedo:
"Hidria que, según la tradición, formaba parte, con otras cinco, del grupo de hidrias de las bodas de Canaán. Carece de decoración y se resuelve a modo de gran vasija con panza destacada, pequeñas orejas con agujeros y grueso labio moldurado. El interior estaría repleto de agua y el día 21 de septiembre se abre para repartirla entre los fieles. Esta misma operación se realiza en la Dominica de Enero".
"A principios del siglo IX, Alfonso II ordenó construir una iglesia que sirviera de panteón al norte de la basílica destinada al Salvador y los Santos Apóstoles. Estos dos templos formarían un conjunto con la iglesia de San Tirso y la Cámara Santa.
La basílica, advocada a Santa María y con altares dedicados a San Julián y San Esteban, describía una planta basilical de triple cabecera recta. A los pies estaría la tribuna real sobre el espacio destinado a panteón de la monarquía asturiana. Este edificio, que fue el primer panteón de la monarquía hispana, sirvió de modelo para el que se construyó poco después en León dedicado a San Isidoro.
A finales del siglo XVII la basílica de Santa María se encontraba en estado ruinoso, por lo que el obispo Fray Tomás Reluz (1697-1706) encargó la construcción de una nueva a Bernabé de Hazas. Contando con el patrocinio real, Hazas trazó un templo de mayores dimensiones que el primitivo, describiendo una planta basilical, de tres naves separadas por gruesos pilares, crucero cubierto por cúpula sobre tambor y cabecera recta. La antigua portada tardogótica del crucero septentrional quedó integrada dentro de la nueva iglesia y sirve de comunicación entre ésta y la catedral". (...)
"La construcción, entre 1705 y 1717, de la nueva Capilla de Santa María del Rey Casto ocultó la portada gótica del transepto norte que, desde el siglo XV, se abría hacia el callejón que separaba la fábrica gótica de la catedral de la primitiva basílica prerrománica de Santa María. Desde entonces esta portada favoreció la comunicación entre ambos espacios y pasó a ser conocida como Portada de Santa María del Rey Casto".
A su izquierda hay una inscripción, mucho más antigua, de los tiempos de la antigua basílica prerrománica de Sn Salvador y que se supone formó parte de la antigua fortaleza mandada construir por este rey
Es una lápida en latín, de tiempos de Alfonso III, en concreto entre los años 872-873, donde se expresa el temor a los ataques de los normandos. Es traducida así por el erudito catedrático y filólogo Francisco Diego Santos en su libro Inscripciones medievales de Asturias:
"En el nombre del Señor Dios y Salvador nuestro, Jesucristo de la gloriosa santa María Virgen, timbre de gloria para todos, de los doce apóstoles y demás santos mártires, en cuyo honor fue edificado en este lugar de Ovetao por el entonces piadoso príncipe Alfonso: sucediéndole pues en el reino, desde su muerte hasta hoy, el cuarto de su estirpe, con similar nombre, el Príncipe Alfonso, hijo del rey Ordoño de santa memoria, aprobó con su esposa Jimena y la joya de sus dos hijos, construir estas defensas, para mantener incólume la protección y defensa del tesoro de la mansión de esta santa iglesia, evitando se dé que, puesto que suelen arribar por mar los gentiles con su ejército de piratas, veamos que aquellas sufran algún daño. Esta misma obra la hemos ofrecido y sea concedida a la iglesia con derechos para siempre"La mención a la fortaleza hace sospechar que anteriormente esta piedra estuviese en el antiguo castillo de Alfonso II El Magno que guardaba basílica y palacio, protegiendo la población. Otros piensan que la torre, demolida en 1920 estaba excesivamente apartada de la actual catedral para protegerla de manera directa y efectiva
Dejamos el brazo norte del crucero y continuamos por la nave del evangelio, viendo al fondo ya la salida de la catedral y, a nuestra derecha, las naves mayor y de la epístola, a cuyas capillas, recordamos dedicamos una entrada completa de blog
Y detrás, también, el formidable retablo mayor que incluimos asimismo en dicho artículo y que describimos escena por escena...
Continuamos entonces todo de frente por esta nave del evangelio fijándonos en la monumentalidad del gótico catedralicio con sus bóvedas y arquerías. Estas naves catedralicias gótico flamígeras se hicieron en dos etapas entre 1469 y 1498, la primera, que abarcó hasta 1489, lo hizo el arquitecto Juan de Candamo siendo obispo Alonso de Palenzuela, cuando se acometieron los tres tramos más orientales, es decir, esta zona por la que ahora caminamos. El segundo tramo estuvo a cargo del también arquitecto Bartolomé de Solórzano siendo obispo Juan Arias del Villar
Estas obras supusieron la desaparición de la antigua basílica prerrománica, que siguiendo el estilo del Arte Asturiano, había fundado Alfonso II El Casto tras la destrucción de otra anterior de su padre Fruela, destruida en las incursiones musulmanas de los años 794 y 795 de Abd-el-Karim y Abd-el-Malek siendo emir de Córdoba Hixem I
El órgano fue construido por el organero guipuzcoano Aquilino Amenzua en 1906 y restaurado por Organería Española tras la Guerra Civil, resultando profundamente reformado en la década de 1960 y siendo declarado Bien de Interés Cultural. Tras él una inscripción plasma la terminación de las obras de esta iglesia de 1498, aunque aún quedaba bastante realmente por hacer, la gran fachada y torre gótica sobre todo:
EL LUNES XXVI DIA DEL MES DE FEBRERO DE MIL E CUATROCIENTOS E NOVENTA E OCHO AÑOS, SEYENDO OBISPO DE STA IGLESIA EL MUY MAGNIFICO SR. D. JUAN ARIAS, SE ACABO Y CERRO LA SANTA IGLESIA DE OVIEDO
Volviendo a la nave del evangelio y a continuación del brazo del transepto, esta es la capilla gótica de Nuestra Señora de Belén, también de la Sagrada Familia y de Santa Catalina, donde están el sepulcro del deán Matías Juan (1342). escudos de los Quirós así como tres epitafios en latín y un confesionario del siglo XVIII estilo rococó. También tumbas del linaje en el pavimento
"Cuando se marcharon, un ángel del Señor se le apareció en sueños a José y le dijo: —Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y quédate allí hasta que yo te diga, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo. Él se levantó, tomó de noche al niño y a su madre y huyó a Egipto. Allí permaneció hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliera lo que dijo el Señor por medio del Profeta: De Egipto llamé a mi hijo. Entonces, Herodes, al ver que los Magos le habían engañado, se irritó mucho y mandó matar a todos los niños que había en Belén y toda su comarca, de dos años para abajo, con arreglo al tiempo que cuidadosamente había averiguado de los Magos. Se cumplió entonces lo dicho por medio del profeta Jeremías:
Una voz se oyó en Ramá,llanto y lamento grande:es Raquel que llora por sus hijos,y no admite consuelo,porque ya no existen."
El retablo es de 1965 obra de Joaquín Rubio Camín, artista del que hablamos abundantemente cuando pasábamos, los peregrinos del Camino Norte en su periplo salvadorano, al lado de la que fue su casa-taller en Valdediós (Villaviciosa). Del retablo aportamos su entrada en Sancta Ovetensis:
"Las fechas siguientes a la Epifanía traen a la memoria el recuerdo del pasaje bíblico de la Huida a Egipto, tema recurrente en la Historia del Arte cristiano. En la Catedral de Oviedo un retablo contemporáneo trata esa temática de forma sintética pero emotiva. El retablo de la Huida a Egipto de la Capilla de Nuestra Señora de Belén.
Son pocas las obras del siglo XX que se pueden contemplar en el templo mayor ovetense, de ellas destacan dos piezas de escultura broncínea: la Puerta de la Perdonanza, realizada por Miguel Iribertegui Eraso en 1996 y el Retablo de la Huida a Egipto de la Capilla de Belén.
En 1965 el escultor Joaquín Rubio Camín realizó por encargo del Colegio de Arquitectos de Asturias un grupo escultórico en bronce, material que dominaba con maestría y que se integró a la perfección en la arquitectura de un retablo de inspiración barroca. Camín representó en la sintética escena a la Virgen con el Niño en brazos, subida en un asno cuyas riendas lleva San José.
La posición hierática de las figuras parece indicar que se han detenido, haciendo un alto en el camino que es el que inspira el pasaje iconográfico al que alude esta obra: el descanso en la huida a Egipto. Sobre ellos, un ángel les indica la dirección a seguir, siendo ésta la única figura que transmite dinamismo en la composición. La ubicación espacial de la escena viene dada por la palmera bajo la que la Sagrada Familia ha decidido pararse a descansar, pues la composición carece de fondo y las figuras se encuentran ancladas directamente en el muro de piedra. La palmera ha sido interpretada como la primera morada de Jesús tras huir de Belén, de ahí que este fuera el tema elegido por el Colegio de Arquitectos a la hora de realizar su encargo para la Catedral."
Y este es el sepulcro del deán Matías Juan, con sus escudos de los Quirós, cuyo lema era "Después de Dios la Casa de Quirós".
"Si quieres saber quién es este, detente, buen hombre. La vida de Matías Juan gozó de grandes alabanzas; este deán recorrió la ciudad con mano dadivosa, morigerado de costumbres, repartió alegre sus alimentos; aunque nacido de ilustre familia, se rodeaba del pueblo. La ciudad está marchita como una flor, pues vivió identificado con ella. En la era de 1380"
Y ahora a la derecha y en esta nave del evangelio tenemos la gran capilla de la Anunciación o de los Vigiles, promovida por el asturiano Juan Vigil de Quiñones, canónigo de la catedral y obispo de Valladolid y Segovia, para su panteón
Fue proyectada por el arquitecto clasicista montañés Juan de Naveda y las obras duraron de 1628, un año después de la muerte del prelado, a 1640, suele estar cerrada con esta monumental verja pero puede verse bastante bien desde el exterior
El retablo parece haber sido proyectado por el mismo arquitecto pues se enmarca de manera sublime con el conjunto arquitectónico, siendo encargado en 1641 al maestro tallista asturiano Luis Fernández de la Vega y al ensamblador Antonio Carreño
"En 1615 el cabildo catedralicio cedió al gijonés Juan Vigil de Quiñones († 1617), obispo de Valladolid y Segovia, la capilla situada en el cuarto tramo del costado norte de la Catedral para que edificase una capilla funeraria para él y su familia.
Las trazas fueron encargadas al trasmerano Juan de Naveda (1590-1638) y los trabajos comenzaron en 1627, deteniéndose en 1630. Se retomaron en 1633 y la capilla se terminó, finalmente, en 1640 después de varios pleitos entre el cabildo y la familia del obispo. Es una edificación de planta centralizada, cubierta con una cúpula con linterna. El modelo para esta capilla de carácter funerario fue el Panteón de Roma y, a imitación de este edificio, su cubierta exterior estaba formada por losas de piedra en lugar de tejas. Esta particularidad generó un grave problema de humedad por filtración del agua de lluvia que ha sido subsanado en 1999 durante el inicio de los trabajos del Plan Director de la Catedral; actualmente la capilla se cubre con teja árabe.
Al interior, la sobria decoración clasicista muestra gran plasticidad en las acanaladuras de los fustes de las pilastras y las carnosas hojas de acanto de los capiteles de orden compuesto. La decoración heráldica nos habla de la familia del promotor, retratado en el magnífico bulto orante labrado en piedra que mira hacia el retablo. Esta escultura se encuentra entre lo mejor de la producción del asturiano Luis Fernández de la Vega (1601-1675), autor también del retablo de la capilla, dedicado a la Anunciación. El retablo se compone de dos grandes relieves en los que se representaron las escenas de la Anunciación y el Bautismo de Cristo; en el banco aparecen cuatro pasajes de la vida de Jesús y desde el ático el Padre Eterno da su bendición. Este retablo nunca recibió policromía y fue estucado por primera vez en 1879".
"Retablo formado por dos grandes relieves casi cuadrados, de iguales dimensiones; el banco, entablamento del primero y entablamento del segundo. En la base del mismo destaca el sotabanco de piedra, con perfil en nacela, el banco decorado con relieves y el sagrario. El relieve del primer piso está flanqueado por columnas corintias pareadas, que se corresponden con una sola columna y un ángel que flanquean el relieve del segundo piso. Remate en frontón semicircular con Dios Padre en relieve. Las escenas que se recogen son, en el banco, la Epifanía, la Adoración de los Pastores, el Salvador, la Circuncisión y la Huida a Egipto; y, en el cuerpo, la Anunciación y el Bautismo. Todo el retablo está pintado de blanco y armoniza con la arquitectura de la capilla".
El banco o base del altar, con, de izquierda a derecha, La Epifanía, la Adoración de los Pastores, Cristo en Majestad, la Adoración de los Magos y la Huida a Egipto
Encima, la Anunciación de María, con el ángel Gabriel, arriba aparece el Espíritu Santo en forma de paloma y, a los lados, dos ángeles entre las nubes
"En su testamento dejó treinta mil ducados para construir la capilla en donde debía ser sepultado, y fundar cuatro capellanías, cuyo patronazgo dejó a su hermano Toribio Vigil de Quiñones. La capilla funeraria fue mandada construir en 1627 al arquitecto Juan de Naveda, sobre un modelo basado en el Panteón de Roma, con óculo abierto, que debido a la climatología asturiana fue posteriormente cubierto por la linterna. La capilla se construyó rompiendo el muro gótico de la catedral. La obra iniciada en 1628 sufrió grandes retrasos en su ejecución, y el traslado definitivo de los restos del obispo Vigil se demoró hasta el 20 de marzo de 1640, una vez finalizada en marzo la obra por los maestros Juan del Manzano y Fernando de la Huerta".
A la izquierda sobre pedestal reconocemos la estatua orante del obispo mirando hacia el altar, obra de Luis Fernández de la Vega
El retablo es obra de José Bernardo de la Meana (el de los de la girola), al igual muy posiblemente que las imágenes, y se hizo entre 1746 y 1750. La escena central es la Inmaculada. Hay un relieve de la Adoración de los Magos y arriba la versión bélica de Santiago que empezó a extenderse tras la leyenda de la batalla de Clavijo en tiempos de Ramiro I, pero mejor nos lo explican en el tan citado catálogo de los bienes de interés cultural de esta catedral:
"Retablo de tres calles con altar, banco, cuerpo principal, ático y remate en peineta. El banco se divide en tres casas, apareciendo en los laterales jarrones con flores y en la central un mediorrelieve representando la Epifanía. El cuerpo principal se divide en tres calles separadas por columnas corintias de fuses lisos decorados con cabezas de ángeles. La calle central está más desarrollada y en ella aparece representada la Asunción dentro de una hornacina de medio punto rematada por una guardamalleta. En las laterales se colocan pequeñas hornacinas aveneradas; la de la derecha alberga la imagen de San José con el Niño. La izquierda está vacía. En el ático se coloca un recuadro con el relieve de Santiago Matamoros rodeado de ángeles músicos. Por último, en la peineta aparece una imagen de tres cuartos de Santiago Apóstol dentro de una hornacina avenerada. Remata en jarrón terminal."
San José, esbozando una sonrisa, con el Niño, rodeados de ángeles
Y más arriba Santiago Apóstol en una una hornacina en forma de concha o venera, iconografía eminentemente jacobita
"Al visitar en la Catedral de Oviedo se pueden recorrer, en apenas unos metros, ocho siglos de la historia de Asturias. Y es una historia luminosa. Las vidrieras de la Catedral recrean, en cinco prodigiosos conjuntos, seis momentos clave del pasado regional, desde el triunfo de Pelayo en Covadonga hasta el desembarco de Carlos I en Tazones. Son las vidrieras del lienzo septentrional de la nave central, autenticas obras maestras realizadas en la posguerra por el maestro vidriero Santos Cuadrado. Desde el triforio de la Catedral de Oviedo, esa estrecha galería que rodea la nave central sobre los arcos de las laterales, se puede apreciar en todo su esplendor la minuciosidad con la que el maestro vidriero recreó hechos de sobra conocidos por los fieles asturianos".
Se trata pues entonces de vidrieras históricamente modernas pero a la vez de gran relieve pues recrean diversos personajes y episodios históricos, aquí, por ejemplo santos y reyes, imitando la tradición artística de las originales
Y de nuevo en nuestro lado del evangelio, del retablo de la capilla de la Asunción venimos a este, el de la capilla de San Juan Bautista, que también es gótica, de finales del siglo XV
"Retablo que consta de altar, banco, tres calles, dos pisos y remate en ático. El alter tiene el frente pintado con el Cordero apocalíptico dentro de un espejo, con el banco dividido en tres casas, con San Serrano y San Julián la izquierda, la central destacada y con la imposición de la casulla a San Ildefonso, la izquierda con San Vicente y San Eulogio. Se estructura en tres calles con hornacina de medio punto central con la imagen de San Juan Bautista y dos recuadros laterales con decoración vegetal en la parte superior y las imágenes de San Francisco de Asís a la izquierda y San Ignacio de Loyola a la derecha. Arquitrabe retranqueado y sostenido por columnas corintias de fustes entorchados, friso pintado y cornisa con denticulado. En el segundo piso se repite el esquema, pero con recuadro central con la imagen de la Inmaculada y dos hornacinas de medio punto con Santo Domingo y San Benito, ático desarrollado que remata en frontón triangular, flanqueado por los relieves de San Jerónimo, San Ambrosio, San Agustín y San Gregorio sobre la cornisa. Colores: dorado, azul, rojo, gris, marrones, ocres y verdes".
A la Inmaculada Concepción de la Virgen Señora Nuestra / concebida sin pecado original, el Doctor Juan /Ruiz del Villar Arcediano de Benavente a su costa, dedica este / retablo y capilla. Año de 1626
Capilla de planta de cruz griega con decoración netamente barroca, 'barroco pleno', en el centro hay un pabellón, el escultor Domingo Suárez de la Puente y Juan García de Ascucha, donde se guardan los restos de Santa Eulalia en un arca de plata que puede verse por sus cuatro lados dando los fieles y peregrinos una vuelta alrededor, no obstante normalmente está cerrada
"Santa Eulalia fue una niña emeritense que vivió su fe cristiana durante las persecuciones del emperador Diocleciano a principios del siglo IV, recibiendo martirio por negarse a adorar a los dioses romanos. Sus restos llegaron a Asturias durante el reinado de Silo (774-783), concretamente a la corte de Pravia, y fueron trasladados a Oviedo por Alfonso II (791-842). Se conservaron en la Cámara Santa hasta la construcción de esta capilla.
Santa Eulalia era, desde 1631, patrona de la Diócesis de Oviedo y el 16 de febrero de 1639, el papa Urbano VIII la declaró también patrona de la ciudad de Oviedo y del Principado de Asturias. En 1640, el obispo Antonio Valdés Herrera (1636-1641), encargó al pintor Diego Valentín Díaz (1586 – 1660) un cuadro en el que apareciera el martirio de la santa. Esta pintura se conserva actualmente en la sacristía (...)
La arqueta en la que se conservan los restos de Santa Eulalia es de época califal, (siglo XI), de plata nielada. Cada una de sus caras vistas se decora con unos campos polilobulados en los que se grabó una escena cortesana, siempre la misma, en la que dos hombres que parecen ser sirvientes flanquean a un hombre sentado sobre un almohadón; los tres personajes visten al modo oriental. La tapa está recorrida por una inscripción en caracteres cúficos"
"Tipo de caja tumular islámica, convertida en relicario. De forma prismática, con los lados superiores achaflanados. Toda la superficie se decora con un tupido dibujo menudo de líneas ondulantes, interrumpido por medallones polilobulados que enmarcan una escena cortesana: tres personajes tocados con turbante, el central sosteniendo un vaso, sentado, y los otros dos en pie, uno a cada lado, inclinándose ligeramente. Entre los medallones, pequeños círculos que encierran cuatro corazones. Los temas se pintan con finas líneas negras (nielado). El cuerpo inferior está reforzado por grapas angulares, y se une a la tapa por dos largas bisagras en la parte posterior, decoradas con roleos y que rematan en un ensanchamiento polilobulado, y una tercera grapa que sirve de cierre, en la parte anterior. Alrededor de la tapa, en el borde achaflanado, corre la leyenda, en caracteres cúficos y, bajo ella, una banda decorativa con roleos que encierran pequeñas flores y pájaros".
El obispo Pelayo, verdadero prelado-cronista de Asturias y su tiempo (siglo XII), escribió que fue Silo quien trajo las reliquias de Santolaya a Asturias desde Mérida, en un arca de plata, la cual fue luego metida en otra mayor, también de plata, mandada hacer por Alfonso VI. Más adelante, el también cronista Ambrosio de Morales, informaba que se sacaba en procesión por la ciudad en momentos de calamidades
EN LOS COMIENZOS DEL SIGLO IX,DESDE ESTA SU BASÍLICA DE EL SALVADORINICIÓ EL MONARCA ASTURALFONSO II EL CASTOLA PRIMERA DE LAS PEREGRINACIONESA COMPOSTELAPARA VENERAR LA TUMBADE SANTIAGO EL MAYORY FUNDAR ALLÍ, EN SU HONORLA PRIMERA BASÍLICAMMX AÑO JUBILAR COMPOSTELANO
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