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lunes, 21 de julio de 2014

CAMPO DOS REMEDIOS (MONDOÑEDO): EL SANTO CRISTO, EL HOSPITAL DE SAN PABLO Y SAN LÁZARO, A ALAMEDA. LA IGLESIA Y EL CAMPO DA FEIRA

 

Campo dos Remedios, Mondoñedo. El Camino lo atraviesa y sigue a la derecha de la iglesia a Cesuras

Este es el Campo dos Remedios, terrenos de la Pena do Outeiro en lo alto de la población adquiridos al cabildo en 1558, cuando el obispo Fray Francisco Santa María de Benavides fundó una pequeña ermita dedicada a Nosa Señora dos Remedios que sería ampliada, casi dos siglos después, por otro prelado, Antonio Alejandro Sarmiento de Sotomayor, la cual se halla a un extremo de esta alameda que configura en la actualidad un hermoso parque y paseo, por donde sale de Mondoñedo, tras subir aquí por la antigua rúa Batitales (actual Leiras Pulpeiro) el Camino de Santiago oficial hacia el valle de Cesuras para subir a Abadín, puerta de la Terra Chá, por A Infesta

Campo dos Remedios y Hospital de San Pablo. A su derecha viene el Camino

Al otro lado del Campo dos Remedios, por donde viene el Camino, el citado obispo Sarmiento, uno de los grandes prelados-constructores de esta ciudad que, además de sede episcopal, fue hasta 1833 capital de la extinguida Provincia de Mondoñedo, auspició la fundación del Hospital de San Pablo, para pobres y peregrinos, que sigue en nuestros días, con las oportunas reformas, dando servicio asistencial como residencia

Subiendo a Os Remedios y Os Castros

Desde aquella antigua rúa Batitales, llamada también Santo Domingo y actualmente Leiras Pulpeiro en este su tramo alto, por donde se salía de la desaparecida muralla mindoniense por la Porta de Batitales, nos acercamos a la cuesta que se dirige a Os Remedios llegando a una muy importante encrucijada. A la izquierda está la Avenida As San Lucas, dedicada a estas ferias de Mondoñedo y, a la derecha, la rúa Bispo Sarmiento, dedicada a tan insigne prelado, del que se dijo fue, "el mejor alcalde de Mondoñedo" por sus iniciativas constructoras y urbanísticas dieciochescas que moldearon la ciudad

Nosotros seguiremos de frente, hacia el oratorio Santo Cristo dos Remedios, el cual forma parte fundamental de la historia de esta encrucijada, pues al lado de él sube la antigua rúa dos Remedios, dedicada en 1900 a José María Pardo, fundador, con su segunda mujer, Micaela Romero Gómez, del Asilo de Ancianos de Mondoñedo, sucesor de la acogida del antiguo Hospital de San Pablo, en el lugar de Os Castros, donde se han hallado señales de un poblamiento castrexo de notable antigüedad, antecedente urbano de la antigua Vilamaior de Vallibria (O Val de Brea), que pasaría a ser en 1112 la nueva Mondoñedo con el traslado aquí de la antigua sede episcopal de San Martiño, en Foz

Por su parte, la Avenida de As San Lucas y la rúa do Bispo Sarmiento forman parte de otra muy antigua vía, la Cruz da Rúa, referido este nombre al oratorio del Cristo. El erudito de la historia mindoniense Javier Gómez Darriba, Doctor en Historia del Arte por la Universidade de Santiago de Compostela, nos informa de ello en su magna tesis La ciudad de Mondoñedo en los siglos XVII y XVIII. Construcción y nueva imagen de un centro de poder episcopal, diciendo así:

"Hace tiempo que el apelativo de Cruz da Rúa ha quedado relegado en el olvido pese a que dio nombre a una de las principales arterias del Mondoñedo moderno. Esta vía tenía un origen medieval y su primitiva denominación fue la de Rúa de Sendín. No recibió el nombre sobredicho hasta finales del siglo XV. Este se mantuvo en el XVI y XVII, y ya en el XVIII convivió con el de Rúa da Cruz, un topónimo gallego que desde fines de dicha centuria y durante el XIX fue derivando paulatinamente en Calle de la Cruz. En junio de 1886, dentro de un contexto en el que el Ayuntamiento buscaba renovar la nomenclatura del callejero urbano, se sustituyó por Obispo Sarmiento, vigente en la actualidad. Pese a que el plano actual y la memoria colectiva han perdido el viejo apelativo de Cruz da Rúa, sí subsiste a pie de calle la razón de ser del mismo, que no es otra que el altarcillo que custodia la imagen de un Crucificado, conocido históricamente como el Santo Cristo de los Remedios."

Javier Gómez Darriba añade que esta rúa, que ahora son varias y que cruzamos por aquí, fue en sus tiempos además la más poblada de la ciudad:

"Los censos de los siglos XVII y XVIII conservados en el Arquivo Municipal y en el Archivo Histórico Provincial de Lugo muestran a las claras que esta calle extramuros era la más poblada de la ciudad. No en vano, constituía la entrada primordial por el oeste. Su recorrido se iniciaba en el promontorio de la Pena de Outeiro, bautizado desde la segunda mitad del quinientos como Campo de Los Remedios. Desde allí descendía paulatinamente y se adentraba en el caserío. Su eje continuaba recto desviándose gradualmente hacia el noroeste hasta que se unía con la parte extramuros de la Rúa dos Ferreiros –hoy Lodeiro Piñeiroa–. A la calle objeto de estudio también se unían perpendicularmente otras en su zona intermedia. Por su flanco meridional la de Batitales o Santo Domingo –hoy Leiras Pulpeiro–, así como la Rúa Nova, conocida igualmente como Calle del Consistorio, de la Panadería o de las Panaderas –hoy Rúas Progreso y Andrés Baamonde–. A mayores, por su lado norte desembocaban en ella unas estrechas y empinadas travesías procedentes de la Calle de los Castros. En resumidas cuentas, la Cruz da Rúa podía presumir de ser la vía más larga y poblada de la capital. Atravesaba por entero su sector septentrional y extramuros, injertándose en ella tres de las principales calles –Batitales, Nova y Ferreiros– por las cuales se podía acceder al interior del recinto amurallado. Y abarcaba en definitiva una vía unidireccional que hoy pervive, aunque fragmentada en tres nombres: Avenida As San Lucas, Rúa Bispo Sarmiento y Rúa Guevara."

Como comentaba al principio de su explicación, esta fue más antiguamente aún llamada rúa de Sendín:

"El primer apelativo que recibió esta calle fue el de Rúa de Sendín, derivando en ocasiones en Sindín o Sandín. Fernando López Alsina la identificó erróneamente con la histórica Rúa da Fonte –hoy Álvaro Cunqueiro y San Roque–, que comunicaba el barrio dos Muíños con el núcleo urbano. La primera referencia conocida a la zona de Sendín data de 1171, aunque existen otras muchas, ya como Rúa, de los siglos XIII y XIV. Todas ellas no son lo suficientemente descriptivas en comparación con las que se conservan de las dos centurias siguientes. Dichas noticias nos indican que era una calle extramuros pero cercana a la muralla. Hacia el norte comunicaba con multitud de “congostas” o caminitos estrechos que subían hasta la Rúa dos Castros, y también con un camino que se dirigía a la aldea de O Valiño. Por el sur hacía lo propio con el camino que venía de Carroceira, es decir, la loma sobre la que se acabaría fundando el convento de frailes alcantarinos en 1727. Hacia el oeste topaba con la Pena de Outeiro, nombre de origen medieval con el que se conocía a la cima del promontorio sobre el que se erigió en 1558 la ermita de Los Remedios, que a la postre rebautizó dicho lugar. Y por fin, hacia el noreste, como se ha indicado, concluía en la Rúa dos Ferreiros. En los siglos de la Edad Moderna desaparecieron muy notablemente las alusiones a esta vía como Sendín en detrimento del nuevo apelativo de Cruz da Rúa. De todos modos, las escasas referencias al nombre medieval contribuyen más si cabe a confirmar la delimitación que le hemos atribuido. Así, un documento de 1542 menciona una “una heredad y viñas sitas en el lugar de los Castros, arrabal de la ciudad de Mondoñedo, que lindaba en la calle de Sindín”. Y otro manuscrito cien años posterior, de 1646, alude a la venta de un inmueble sito “en la calle de sendin q hes la trabiessa q ba a nuestra señora de los Remedios” 

En este mapa, Gómez Darriba nos muestra el trazado (azul) de la antigua Rúa de Sendín o Cruz da Rúa respecto al Mondoñedo amurallado. Nosotros vamos a subir desde aquí a Os Castros (en verde) por el trazado de la línea naranja, la antigua Rúa dos Remedios y ahora de José María Pardo


Es empezando el último tercio del siglo XV cuando esta vía empieza a ser llamada, al menos documentalmente, de la Cruz da Rúa: 
"La primera mención a la Cruz da Rúa data de 1471. Aun así es una excepción, y solo desde el último cuarto del siglo XVI comienzan a multiplicarse las noticias acerca de esta calle, coincidiendo claro está con la desaparición de los testimonios que citan la de Sendín. Estas referencias modernas nos indican que se hallaba extramuros y que la trasera y huertas de algunas de sus casas decían contra la muralla. También se alude en numerosas ocasiones a que en última instancia desembocaba en el camino que se dirigía al barrio de San Lázaro. Esto implica, como ya hemos señalado, que se fusionaba con la Rúa dos Ferreiros. De ahí que en un documento de 1610 se mezcle el nombre de ambas y se cite una casa sita “en la cruz da rua de los herreros […] fuera de la billa”. Que en 1734 se cite otra vivienda que “haze frente a la Calle que baja de la Cruz da rrua y pasa a la que nombran de los ferreiros”. O que cinco años después se aluda a un nuevo inmueble ubicado en la “calle que nombran dos ferreiros, segun viene de la Cruz da rua, y passa al lugar de s. Lazaro”

En los siglos XVII y XVIII el auge experimentado por el santuario de Los Remedios hizo que se convirtiese en el punto de referencia más reconocible a la hora de situar la calle, de ahí que su ubicación resulte inconfundible. Así, nos hallamos con menciones como esta de 1645 en la que se cita una casa “sita en la cruz da rua de la calla [calle] q ba para nuestra señora de los Remedios” 353. O esta de 1654 que señala “la calle que diçen da Cruz que va para nra ss s de los Remedios” 354. Otra de 1741 cita una vivienda “sita en la calle que sube de la plaza y panaderia de esta ziud a la cruz da rrua y canpo de nuestra señora de los rremedios” 355. En numerosas ocasiones la documentación llega a omitir el nombre propio de la vía refiriéndose a ella como “la calle que va para los Remedios”356. Aunque también existen otro tipo de alusiones en las que no se hace mención al santuario y sin embargo aclaran dónde se hallaba esta calle. Sirva de ejemplo una de 1754 en la que se cita “la calle que sale de la plaça p.ca hasta la fuente nueba y prosigue â encontrarse con la traviesa y llaman la de la rua de la cruz.

Por si todavía quedasen dudas acerca de esta identificación de la antigua Cruz da Rúa es necesario añadir que existen otras referencias modernas a sus límites norte y sur que complementan lo afirmado hasta ahora. Por ejemplo, se conserva numerosa documentación que indica literalmente que por su lado meridional desembocaba la actual Leiras Pulpeiro . Mientras que por el septentrional, o como aparece en tantos manuscritos, “por su trasera”, daba a las huertas y al “camino y serbinttia que por aquella parte ây pa el lugr de los cassttros”, citado ya en 1604 como el “calexon que ba de la calle para el camyno dos castros”, y que sin lugar a dudas hoy se corresponde con la referida Rúa José María Pardo. No obstante la Rúa da Cruz también comunicaba con la de los Castros gracias a multitud de pasos estrechos y empinados que mediaban entre algunas casas y huertas. Algunos todavía son visibles en la actualidad. Además se conservan referencias manuscritas a ellos. Sirva esta de 1754 en la que se cita una casa abierta a la Calle de la Cruz y separada por otra por “un camino angosto y escalones que sirben para transitar a las casas y guertas que llaman de los castros […] por donde apenas puede andar una persona por lo estrecho que es”

En este cruce, estuvo además antaño, pegada a una casa llamada La Grande, la capilla de la Concepción, fundada por Dª Florencia de Estoa y Miranda y por su marido D. Fernando Sanjurjo Montenegro y Pedrosa, tal y como nos cuenta el cronista García Doural en Miscelánea Mindoniense:
"Dª Florencia en testamento de 17 de noviembre de 1681, fundó un aniversario perpetuo de una misa rezada todos los sábados y otras tres en las festividades de la Virgen en la capilla de la Concepción. En la misma capilla, el 1 de junio de 1699, fundó D. José Montenegro una misa rezada todos los viernes y tres cantadas, que se celebrarían los días de San José, San Antonio y San Pedro"

Aquella capilla se sabía que en 1721 estaba a nombre de Dª María Agustina Montenegro y Ribadeneira, casada con el Regidor de Mondoñedo, D. José de Oca Cadórniga. En documento de 1758, redactado a raíz de la visita del obispo D. Carlos Riomol y Quiroga, se informa:
"En la casa de D. José de Oca hay una capilla de Nuestra Señora de la Concepción, tiene de obligación misar los viernes y sábados, tres más cantadas los días señalados. Cumple con ella D. Luís de Agras, presbítero"

Por otros legajos se conoce que en 1782 era patrono de la capilla el coruñés D. Antonio de España, siendo su capellán D. Juan Antonio Quintela, reflejándose "pobre de ornamentos". A principios del siglo XX pertenecía al Beneficiado (cargo eclesiástico) de la catedral D. Juan Domínguez, apareciendo en esa época a veces denominada como de San Juan del Cristo de los Remedios, donde se celebró sonada fiesta en 1905, escribe Doural: 
"Hubo iluminación a la veneciana y cubrieron una parte de la carretera con infinidad de farolillos. El día del Santo se dijo misa delante de la imagen del Cristo y si las autoridades no hubieran concedido el pertinente permiso, se celebraría aquella en la capilla de la Concepción, sita en la calle José María Pardo. Por la tarde la Banda municipal de música amenizó el paseo"

La capilla desaparecerá en 1918 con motivo de unas obras que, a fecha de 9 de julio, solicita hacer el industrial mindoniense Andrés Morán, en la casa anexa, que acababa de comprar. La solicitud dice esto:

"Teniendo en construcción la casa de su propiedad, sita en la Avenida Infanta Isabel (actual S. Lucas) y adquirida recientemente por él, la que fue capilla de San Juan Bautista en la calle José María Pardo, a la espalda de la casa antes dicha, tiene pensado reconstruir también la parte que confina con la calle mencionada, para lo que acompaño plano"

Para Gómez Darriba es muy fácil que la construcción del altar del Santo Cristo dos Remedios, con hornacina entre dos columnas y rematado en frontón triangular con una cruz, fuese la razón de la desaparición del nombre de la Rúa de Sendín en favor del de la Cruz da Rúa:
"Como se apuntó con anterioridad, seguramente el nombre de la calle mudó a raíz de la aparición del altarcillo dedicado al Santo Cristo. Se desconoce la fecha en que se edificó junto a la vía pública, aunque existe una primera mención a la Cruz da Rúa en el último tercio del siglo XV. Este Crucifijo se hallaba ante un cruce de caminos. Aparte de ubicarse en la vía aquí estudiada, estaba inmediato al repecho que conducía a la Rúa dos Castros, una cuesta conocida actualmente como Rúa José María Pardo. Asimismo se disponía ante la entrada de la Calle de Batitales o de Santo Domingo –hoy Leiras Pulpeiro–. Por desgracia son escasas las noticias halladas respecto a este altar. La más significativa data de 1732. Por aquel entonces el arcediano Juan Rodríguez del Valle ya había “demolido y echo demoler un nicho de pizarra y canteria en que auia un ss.mo Christo”. En aquel tiempo este enclave tenía una gran importancia en la urbe, pues constituía una estación en las “funciones del Corpus y ottras quando sale el Cauildo y Ciudad aconpañando el ss.mo”. Allí se detenía la procesión y se disponía el viril, costumbre que ya en aquella fecha se consideraba muy añeja, pues se venía haciendo desde “ttpô [tiempo] inmemorial”. Este arcediano de Azúmara, en su testamento del 8 de julio de 1741, confirmó que vivía en una casa sita en la Cruz da Rúa junto a la imagen del Cristo, el cual, como ahora, también se recogía “en un nicho de piedra con su reja de fiero”, aunque el edículo actual nada tiene que ver con aquel. El referido canónigo confirmó asimismo en el documento de sus últimas voluntades que por la devoción que le tenía a la imagen había ordenado reedificar a su costa el pabellón de piedra que la guarecía, pues para su gusto presentaba un aspecto “antiguo”."

Tuvo de siempre este oratorio del Santo Cristo dos Remedios gran veneración. De alguna de sus noticias que se sabe gracias a las pesquisas de quien fue el primer cronista de Mondoñedo, Eduardo Lence-Santar, en la que dice:
"El 8 de julio de 1741 D. Juan Rodríguez del Valle, Arcediano de Azúmara realiza su testamento donde dice ser mía propia tocarme y pertenecerme la casa en que vivo, con sus dos altos, caballerizas y bodega, situada en la calle de la Cruz da Rúa, por donde tiene su entrada y puerta principal y al lado de abajo bajan unas escaleras desde una puerta que dicha casa tiene para aquella parte y sale a un callejón que sube a los Castros y al pie de ellas hay la efigie de un Santo Cristo en un nicho de piedra, con su reja de hierro por delante que por devoción y hallarse antes de ahora de antiguo y se renovó y reedificó a mi costa y también por devoción todos los años y día de Jueves de Corpus Cristi adornaba y ponía un altar en donde se paraba y detenía la procesión, que en dicho día se celebra y hace por los señores Deán y Cabildo, para cuyo altar tengo su paño y un dosel de damasco de seda encarnado"

Por su parte, Andrés García Doural nos cuenta en su Miscelánea Mindoniense que el Cristo de su hornacina es iluminado de noche con luz eléctrica, y de día con un farolillo de aceite "a cuenta de las limosnas que los fieles depositan en su pequeño peto"


En el año 1864, el vecino José María Marzo, nombrado por el obispo Ponciano de Arciniega, era el depositario de las limosnas del cepo, encargo que al año siguiente pasó a Ramón González, habiendo constancia del pago, en diciembre de 1871, a otro vecino, Ramón Bermúdez, cuatro pesetas con setenta y cinco céntimos a cuenta de trabajos de reparación, y colocación de nuevos cristales, en el farol del Cristo, según sigue informando Doural


Acabando el siglo XIX estaba encargada del oratorio Dª Felisa Vázquez, vecina del nº 1 de esta rúa de José María Pardo. En 1905 el Cristo y su nicho fueron pintados por D. Ramón Martínez de Insua, habilitado para tal función por mandato del obispo D. Manuel Fernández de Castro y Menéndez Hevia, un asturiano al que su vida piadosa le valió el sobrenombre de O Santo, escritor en asturiano que fue homenajeado en Mondoñedo en 2016 y del que el insigne escritor mindoniense Álvaro Cunqueiro, quien lo conoció, decía que "morreu en plena pobreza, sin ter uns calcetíns"


También estuvo encargado, muchos años, de cuidar de su iluminación y de recoger las limosnas del Santo Cristo de los Remedios Antonio Mayoral Mayoral:
Cada año se sigue adornando por los vecinos el día de Corpus, por supuesto con mucho gusto, y continua deteniéndose en su frontal la procesión. Actualmente corre con el cuidado del Santo Cristo, la vecina Trinidad Otero Legide"

En las décadas de 1920 y 1930 se celebraron aquí además "animadas verbenas junto al Cristo de los Remedios en la festividad de San Juan", prosigue Doural, que eran amenizadas por la Banda Municipal de Música de Mondoñedo o por grupos como el célebre cuarteto mindoniense Os Veiga, aprovechando el rellano de este cruce, mirando a la casa en la que vivió el escritor Manuel Leiras Pulpeiro desde su matrimonio hasta su fallecimiento en 1911


A su izquierda es la rúa que honra su nombre, la antigua Batitales alta, donde estuvo el comercio de Almacenes Otero, del que hablábamos ampliamente en la entrada de blog dedicada al antiguo Convento de San Pedro de Álcántara o de San Francisco do Rosal, así como de la casa donde Pulpeiro vivió sus años mozos, sita un poco más al fondo, frente a la Praza de San Xoán


Desde aquí continuamos cuesta arriba por esta antigua Rúa dos Remedios y ahora de José María Pardo, bellamente rehabilitada y enlosada por la que entramos en la parroquia de Os Remedios, una de las que componen el concello de Mondoñedo, la cual se extiende desde esta parte del casco urbano hasta barrios y aldeas netamente rurales por el valle del Rego de Cesuras y de ahí hacia el del Valiñadares


Andrés García Doural nos deja bien plasmada la biografía de este benefactor:
"D. José María Pardo Montenegro Cordal fue bautizado el 11 de marzo de 1824 en la parroquia de S. Mamed de Villapedre (Villalba). Era hijo de D. Ramón Pardo Montenegro y de Dª Rosenda Cordal Castro. Emigró muy joven a Cuba, donde logró amasar una considerable fortuna y de regreso a España, se licencio en Derecho en 1868 
D. José María Pardo Montenegro falleció el 22 de diciembre de 1899 en Mondoñedo. D. José María se había casado en dos ocasiones. En primeras nupcias lo hizo con Dª Francisca Lage Domínguez. En segundas con Dª Micaela Romero Gómez, de cuyos matrimonios no ha dejado descendencia alguna. D. José María había sido Diputado a Cortes por Lugo"

La rúa es la subida a Os Castros, un topónimo que evidencia que hubo en este cueto presencia de población castrexa galaica, donde el historiador, cronista de Mondoñedo y antiguo alcalde, Francisco Mayán Fernández, quiere ver el asentamiento de Eleanóbriga o Laniobria, antecedente de la Vallibria medieval, Val do Bria, valle del rio Bria, actual río Valiñadares, en cuya Villamayor se asentaría el monasterio de Mondoñedo, trasladado, con su nombre y todo, desde las inmediaciones de la Ría de Foz, entre los años 1112 y 1117, por disposición de la reina Urraca


Gómez Darriba, al hablar de la Rúa dos Castros que discurre, paralela a esta, unos metros más arriba a la derecha, al otro lado de estas y casas y detrás de la residencia y antiguo Hospital de San Pablo y San Lázaro, abunda en este origen castrexo de Mondoñedo en este lugar:
"En el Mondoñedo actual la llamada Rúa dos Castros une el antiguo Hospital de San Pablo con la Rúa Rocha de Vélez, inmediata a su vez a la Rúa Julia Pardo, que antaño conformaba el tramo final de la Rúa dos Ferreiros y por consiguiente la salida de la ciudad hacia el barrio de San Lázaro. Dicha Rúa dos Castros no es sino una callejuela que transcurre por la zona más alta del núcleo urbano y en paralelo a la otrora Rúa da Cruz. Pero históricamente el topónimo de Os Castros hacía referencia al promontorio ubicado en el extremo occidental de la calle actual, rodeado a su vez por esta vía en su cota más alta y por una calleja –la actual Rúa José María Pardo– en la zona más baja, la cual descendía hasta el altar del Santo Cristo y a la citada Rúa da Cruz. El término “castro” alude en última instancia a un asentamiento poblacional preexistente."

De aquel asentamiento han aparecido restos arqueológicos datados en los siglos IV y V d.C., es decir, en un momento de romanización muy avanzado, mismamente en las postrimerías del Imperio. En el año 2017 el yacimiento fue delimitado en colaboración con la Xunta de Galicia y, posteriormente, fotografiado desde satélite siguiendo la técnica de banda infrarroja


Como era habitual, durante la romanización la población del castro iría bajando por las laderas de este cueto, poblando las vegas del Valiñadares. Existen restos de sus calzadas y, en el mismo casco urbano, han aparecido monedas y, como hemos visto en la Praza da Catedral, algunas casas parecen ser hábitats continuadores de viviendas de estructura de base tardorromana. Incluso pueden verse, pues se han dejado a la vista, algunas de sus partes mismamente en la Casa Museo Álvaro Cunqueiro en la Praza da Catedral


Aquella población, que algunos darían en pensar sería el llamado lugar de Ontonia o Grandimiro, a donde llegarían los suevos y se asentarían los britones, podría ser una de las posibles ubicaciones del misterioso monasterio Maximo plasmado en la diplomática altomedieval


Sobre la documentación relativa a estas antiguas rúas extramuros Gómez Darriba nos aporta la noticia del año 1655 de una casa con entrada tanto por esta rúa como por la de la Cruz da Rúa, pues se dice que la vivienda mediaba entre las dos y se encontraba “en la calle publica de la dha çiud que ba pa nr a ss a de los remedios y en el camino que llaman de los castros q ansi mismo ba pa nr a ss a”. Otro documento cuatro años posterior cita un inmueble extramuros “en la calle que llaman de fuera da vila” que linda “en dha calle que ba a nra ss a de los remedios […] y en calejon que ba pa los castros […] y camino de los castros y ba a dha ermita de nra senora de los remedios"


Y así, llegando arriba, caminamos al lado del alto muro del Asilo de Mondoñedo, en el que José María Pardo emplearía un buen aporte de su fortuna en construirlo, dedicándolo a acoger pobres, ancianos e imposibilitados, continuando la tradición hospitalaria del Hospital de San Pablo y San Lázaro, fundado por el obispo Sarmiento a mediados del siglo XVIII, unificando otros dos anteriores existentes desde la Edad Media


Se buscó una zona saludable, dentro de los criterios del momento, sobre la población y bien aireado,  las huertas de Os Castros, Las obras comenzaron el marzo de 1893, según planos del ebanista mindoniense José María Domenech Ramos, que vivía en esta misma calle, haciéndose un edificio más alto que el del citado Hospital de San Pablo y San Lázaro, así como la cárcel, hoy desaparecida, que estaba al lado


El Consistorio cedió el agua gratuitamente, cuyo abastecimiento se traía desde la Fonte dos Remedios, mandada hacer también por el obispo Sarmiento, pero siendo preciso cambiar la viejas cañerías de barro por otras de hierro


Acabando la cuesta, ya en llano, vemos a la derecha el edificio del Centro de Salud, construido donde antiguamente estuvo Cárcel de Mondoñedo, derribada en la década de 1960 en lo que para no pocos fue una medida errónea. Había sido también uno de los proyectos constructivos hechos realidad por el tan recitado obispo Fray Alejandro Sarmiento de Sotomayor, incluso pensó en ella antes que en el hospital, dada la situación del anterior presidio, cercano a la catedral, en la actual rúa da Fonte Vella esquina rúa da Rigueira. Volvemos a leer, cómo no, a Gómez Darriba:
"... el episcopado de fray Antonio Alejandro Sarmiento de Sotomayor se caracterizó por las mejoras urbanísticas que promovió en Mondoñedo siguiendo la estela ejemplar de su predecesor Muñoz y Salcedo. Dentro de las actuaciones fomentadas por Sarmiento fueron de gran relevancia las efectuadas en el Campo de los Remedios, un arrabal escasamente habitado y dispuesto en la zona más alta de la urbe, sobre un promontorio muy despejado y ventilado con magníficas vistas al valle. Se componía de una arboleda en cuyo extremo occidental se hallaba el pequeño santuario que le daba nombre. Este prelado, en apenas un cuarto de siglo, convirtió el lugar en un espacio representativo del poder episcopal. Lo hizo gracias a la erección de una serie de edificios vinculados a la mitra que financió con su peculio. Estos simbolizaban la puesta en práctica de algunas de las virtudes más características del cristianismo: la Fe en el caso de la construcción de una nueva iglesia dedicada a la patrona de la ciudad, la Virgen de los Remedios. La Esperanza y la Caridad con la edificación del Hospital de San Pablo, un inmueble mucho más amplio que la vieja casona que durante siglos había acogido a los enfermos y peregrinos en la Plaza. Y la Justicia con un flamante edificio penitenciario cuya seguridad, compartimentación de espacios, salubridad, etc., superaba con creces a las casas que hasta la fecha habían servido de cárceles, que no eran más que unas simples viviendas particulares malamente acondicionadas como prisiones. Ante la Cárcel el prelado también mandó realizar una fuente monumental. Y fundó con ella una obra pía con la intención de que nunca faltase dinero con que repararla, o, dicho de otro modo, con el fin garantizar el suministro de agua a los habitantes de Mondoñedo en el futuro."

Unía en este lugar el obispo-constructor las antiguas cárceles seglar y eclesiástica de la ciudad, siendo muy posible que la idea de su edificación surgiese en la década de 1740:
"Durante esta década y hasta el año de 1748 no cejó en el empeño de llegar a acuerdos con algunos vecinos para conseguir “un ferr.do [ferrado] de heredad del tarreo llamado dos Castros” sito junto “a la entrada del Campo de nuestra señora de los Remedios”. Allí quería levantar el nuevo penal con la intención de hacerlo “en sitio sano, y donde pudiesen estar los presos con seguridad y conveniencia, y que estuviesen separados, hombres de mugeres, y los eclesiasticos con la decencia correspondiente â su estado”, pues las antiguas prisiones se hallaban “en sitios zenagosos, humedos, y lóbregos”. Efectivamente,el lugar elegido se hallaba extramuros, cercano al caserío del arrabal de Os Castros, y en el extremo oriental de la arboleda de Los Remedios. Las obras debieron iniciarse hacia 1748. En el primer semestre de 1750 es posible que no estuviesen totalmente ultimadas, pero, de ser así, poco faltaría para ello, pues ya habitaban el inmueble los primeros presidiarios, así como el alcaide, que disponía de vivienda particular dentro del edificio. Hasta la fecha el obispo había invertido 50.000 reales en su construcción.

La Cárcel se demolió íntegramente en la década de 1960 y sobre su antiguo solar se levanta hoy el Centro de Saúde. De lo poco que se salvó del inmueble cabe destacar el enorme escudo del obispo promotor, hoy custodiado en el zaguán de la Casa do Concello. Tampoco se conservan sus planos originales ni las condiciones del contrato de la obra. Y respecto a su primitiva compartimentación interior, únicamente consta que albergaba una capilla dedicada a Nuestra Señora del Rosario1195. Con lo cual, por las palabras antes referidas por el obispo Sarmiento, solo podemos deducir que existía una subdivisión entre las zonas dedicadas a prisión Seglar y a prisión Eclesiástica; que había celdas o calabozos para diferentes sexos; una vivienda para el alcaide; y, aunque nada dijera acerca de ello, seguramente algún local en el que se impartía justicia."

De la cárcel solamente se conservan algunos cuadros y fotos antiguas, por lo que es difícil saber su estructura completa dado que además todas son desde el mismo ángulo frontal:
"Ante la escasez de documentación original que refiera, describa, o ilustre el inmueble, no queda otra solución que valerse de antiguas fotografías en las que aparece representado. La más antigua que conocemos fue publicada en un artículo de 1897, y a esta se suman otras que alcanzan hasta el momento de su demolición. También existe un cuadro de Santos San Cristóbal en el que se refleja el edificio. De todos modos este conjunto de ilustraciones suele captar la Cárcel desde prácticamente el mismo ángulo y a cierta distancia. De ahí que solo podamos describir su morfología de forma somera. El Vuelo Americano de 1956 revela que la planta del edificio era en “U”, y que los brazos se disponían hacia atrás, conformando una suerte de patio abierto al valle. Este mismo planteamiento se reiteraría al año siguiente de su conclusión en el contiguo Hospital de San Pablo. Según el Catastro de Ensenada su fachada principal medía 30 metros de largo y las alas o brazos referidos 22 metros. El frontis presentaba un marcado sentido horizontal y simétrico. Carecía de cualquier elemento articulador u ornamental que le diese viveza o dinamismo. Lucía pues, ese aspecto adusto, sencillo y rotundo tan característico de la arquitectura mindoniense de los siglos XVII y XVIII. A esta apariencia contribuía la ejecución en mampostería enlucida, reservándose la sillería para los esquinales y los marcos de los vanos. El frontis se erigía sobre un sencillo zócalo a modo de basamento. Al muro de la planta baja solo lo horadaban sendas puertas laterales en cada extremo, que suponemos que conducirían a diferentes módulos; así como la puerta principal, sita en medio, y flanqueada a su vez por dos pequeñas ventanas cuadrangulares. La portada se resolvía por medio de un arco adintelado de 3 metros de alto por 2,20 de ancho. Se aupaba sobre una sencilla escalinata semicircular formada por tres peldaños. En el primer piso, sobre el dintel, se erguía el blasón episcopal, acompasado en su eje horizontal por tres vanos enrejados a cada lado. Sobre las armas del obispo se plegaba la cornisa originando un sencillo gablete, y sobre esta se asentaban las características almenillas de la arquitectura local. Acerca del patio trasero nada podemos aportar ante la ausencia de fuentes gráficas y manuscritas que ilustren la zona. Pero mostraría igualmente una simpleza rotunda, con algún que otro vano abierto en sus muros y sin tan siquiera una línea de imposta que dividiese la planta baja del primer piso. Respecto al frontis del lado occidental únicamente podemos añadir que era completamente liso y que apenas lo perforaban un par de óculos en la primera planta. En el cuadro de Santos San Cristóbal en este lateral se vislumbran unas ventanas cuadrangulares que nada tienen que ver con los vanos descritos que muestran las fotografías de los siglos XIX y XX. Quizá el pintor fantaseó con unas ventanas inexistentes, aunque también pudieron abrirse poco antes de la desaparición del edificio."

No obstante la escasez de testimonios gráficos, de los conservados se desprende la traza que podría tener aquel desaparecido edificio carcelario:
"La Cárcel presentaba un aspecto netamente cerrado y severo. Por no tener no solo carecía de elementos arquitectónicos tan básicos como pudieran ser columnas, pilastras, arquitrabes… sino que también se mostraba exenta de adornos e incluso falta de ventanas, razón que solo se explica por su intrínseca función penitenciaria. La única nota clásica existente en ella la ponía la escalera semicircular bajo la puerta principal. Y la única barroca la morfología del blasón, pues su escudo de perfil mixtilíneo se veía envuelto por una hojarasca variada. Todo lo demás no dejaba de tener el aspecto de un recio inmueble cuyas armas mostraban a las claras quién había sido su promotor y rector. Formal y tipológicamente presenta ciertas similitudes con un edificio homólogo levantado inmediatamente después: la Cárcel Real de A Coruña, construida entre 1753-1760 en base a unos planos del ingeniero militar Miguel Marín y corregidos por Antonio Gaver en 1758, siendo dirigidas sus obras por Francisco Zalaeta, arquitecto que por cierto también trabajó en Mondoñedo. Su aspecto seguía siendo el de un recio caserón de fachadas enlucidas y sillería vista en los enmarques de sus vanos, existiendo una gran simetría en la disposición de todos los elementos del frontis. Dentro de la austeridad y limpieza formal de su frente principal cobraba protagonismo el sitio dispuesto para el escudo de armas, que en este caso nunca se labró. En planta tampoco serían tan diferentes si no fuera porque el presidio coruñés cerraba la “U” con otra fachada colgada sobre el mar. Por lo demás, la presencia de las líneas de imposta dividiendo las alturas, el mayor número de ventanas, o las orejeras en sus marcos, eran elementos que le otorgaban un tono más animado y elegante que la severidad patente en el presidio mindoniense."

A nuestra derecha, el portón de acceso al antiguo Asilo de Mondoñedo, al que antes nos referíamos, ahora Residencia y Centro de Día San Rafael. Asociación Edad Dorada Mensajeros de la Paz CLM-Galicia. Del plano y proyecto del antiguo edificio escribe de esta manera Andrés García Doural:
"La extensión del terreno sobre parte del que se levantara el edificio es de siete ferrados y estará circundado de alta muralla, menos por el frente, que tendrá una escalinata de piedra, rematada con una elegante verja de hierro (...)

El edificio tendría 38 metros de frente y 30 de fondo. Contará de piso alto y planta baja, y elevado del suelo unos 65 centímetros. La fachada tendría cuatro luces a cada lado de la puerta y otras tantas a cada lado del balcón, de modo que resultaron diez y siete luces y además la entrada. La fachada que mira al barrio de los Castros tendría dos puertas y seis ventanas en la planta baja y ocho en el piso. En los costados habrá cinco luces en cada uno; y todas las del edificio serían de sillería, como igualmente las esquinas, el zócalo, la faja y la cornisa: lo demás será de excelente mampostería.

En la fachada principal, sobre el dintel de la puerta de entrada fue colocada una gran cartela de mármol con el nombre de los fundadores del Asilo. En la parte superior, debajo de su cornisa fue colocado el escudo de armas, esculpido en piedra granítica.

Las principales dependencias del Asilo fueron: una cocina, dos refectorios, dos claustros, dos bodegas, dos fuentes, dos cuartos de baño, una capilla, con tres altares y una sacristía con un torno que la comunica con el resto del edificio sin necesidad de pasar por el templo y además varios salones y gabinetes"

 José María Pardo Montenegro falleció el 22 de diciembre de 1899 y sus restos descansan en la capilla de San Miguel de esta su fundación, así como los de sus esposas, la primera, Francisca Laga Domínguez, y la segunda, Micaela Romero Pérez

Respecto a la cárcel, aún queda pendiente un importante interrogante más, ¿quién fue su arquitecto constructor?. Nos responde Javier Gómez Darriba:

"En cuanto a la autoría del penal de Mondoñedo nada hemos hallado acerca del arquitecto que lo diseñó; y lo mismo ocurre respecto al aparejador o los canteros que trabajaron allí entre 1748 y 1750. Alfredo Vigo lanzó la hipótesis de que la mayor parte de las empresas urbanísticas financiadas por el prelado debieron de haber sido idea del lego alcantarino fray Lorenzo de Santa Teresa, y por esta razón vinculo su traza al fraile. Habida cuenta de que los datos recogidos sobre su figura nos lo muestran como un maestro de obras no demasiado relevante, y que no existen noticias suyas en Mondoñedo a partir de 1737 cuando hasta entonces sí era habitual verlo citado en la documentación, nos lleva a considerar poco probable esta atribución. Sin ánimo de asignar el proyecto a nadie, cabe barajar al menos la posibilidad de que la dirección de las obras fuese asumida por alguno de los maestros que ahora citaremos. No sería de extrañar que la función de aparejador recayese en el aludido José Menéndez Camina. Ya hemos señalado que el 31 de diciembre de 1749 realizó un examen pericial del par de casas que antiguamente servían de Cárcel Seglar y de Cárcel Eclesiástica. ¿Era necesario recurrir a un maestro avilesino para tasar dos diminutas y cutres viviendas? Evidentemente no. Creemos que si se hallaba en Mondoñedo era por una razón de mayor calado. Ignoramos cuál, pero cabe la posibilidad de que fuese la construcción de la Cárcel de los Remedios. Precisamente el promotor de la misma, el obispo Sarmiento, fue quien le encargó el análisis pericial de las casas sobredichas. Por último, aunque parezca menos probable, tampoco se puede descartar la participación de su colega Ángel Puente. En 1762 ningún aparejador quiso adjudicarse unas obras de ingeniería diseñadas para Mondoñedo por el teniente coronel Martín Gabriel. Con lo cual, el Ayuntamiento decidió llamar a este maestro de Campo Lameiro que entonces se hallaba trabajando en Pontedeume. El Consistorio dijo depositar en él su confianza porque “en esta Ciu.d corrio y se pusieron a su cargo alg.as [obras] de suma ymportanzia, en que no solo se acredito su actibi.d sino su zelosa y christiana conducta” 1202. Ignoramos a cuántas obras aludía el gobierno municipal, pero la única que consta como suya en la capital episcopal hasta la fecha es la de la fachada de la iglesia de Los Remedios, que le había sido contratada en 1754 como ya hemos podido comprobar en el capítulo anterior. Independientemente de quién fuese el tracista y el aparejador, lo cierto es que la Cárcel de los Remedios resultó un edificio acorde con la mentalidad ilustrada del obispo Sarmiento. Se convirtió en un inmueble mucho más pragmático, salubre y seguro que los antiguos presidios, que no eran sino unas destartaladas y húmedas viviendas. Además el edificio logró proyectar una imagen recia y severa cuyo escudo episcopal demostraba quién mandaba en la capital."


Desde aquí ya vemos los árboles de A Alameda o A Alameda dos Remedios, del Campo dos Remedios. En la lejanía son los montes de A Infesta, por donde sube uno de los dos ramales del Camino Norte que desde Mondoñedo se dirige a Abadín y Vilalba, cuyo trazado venimos siguiendo ahora, el del valle de Cesuras, como ya hemos recalcado. Este camino era secularmente también uno de los principales accesos para, desde A Alameda dos Remedios, dirigirse al cercano Campo da Feira, en el que, además de certámenes ganaderos, se jugaba al fútbol, incluso partidos benéficos en favor favor del antiguo asilo aquí fundado. Tal vez por ello, el ser lugar de gran trasiego pese a ser un arrabal exterior, el obispo Sarmiento mandó construir también una fuente, A Fonte dos Remedios, precisamente en el lugar en el que, tiempo atrás, se había pensado fundar un monasterio:
"El obispo Sarmiento no tuvo que preocuparse en demasía por el abasto de aguas de la ciudad, pues su antecesor en la cátedra ya había contribuido de forma sobresaliente a esta cuestión. No obstante, dejó su sello patrocinando una nueva fuente monumental en el arrabal de Los Remedios. La idea de realizar una fuente en aquel lugar se remonta a 1614. Entonces el obispo Alfonso Mesía de Tovar quiso erigir allí un monasterio, y comunicó al Ayuntamiento la conveniencia de hacer una fuente cuya agua viniese encañada desde la Fonte dos Mouros, con el objeto de que los vecinos y los religiosos se sirviesen de ella. La fundación del cenobio no fructificó, y desconocemos en qué momento se efectuó la traída desde dicho manantial hasta Los Remedios. Pero al menos en 1708, cerca del santuario homónimo, existía una fuente que se nutría de dicho acuífero. Es posible que medio siglo más tarde esta conducción no se encontrase en las mejores condiciones, pues el obispo Sarmiento patrocinó en torno a 1748-1750 la obra de un encañado nuevo. Su intención era suministrar agua a una fuente monumental con pilón y taza que pretendía levantar ante el edificio de la Cárcel, que justo entonces se estaba construyendo en la parte oriental del barrio. El prelado puso un especial empeño en la erección de esta fuente y en su futura conservación. Para ello formó un depósito monetario cuyos fondos se destinarían a los reparos que pudiere necesitar. El dinero provendría de aquellas casas de la mitra que habían servido de Cárcel Secular y Eclesiástica hasta 1749, y que el obispo había cedido al Cabildo para que las aforase. La renta anual que produjesen estas viviendas se destinaría a la fuente. De esta manera se garantizaba el abasto de agua con vistas al futuro.

Ignoramos qué arquitecto diseñó la fuente y quién la construyó. Solo podemos confirmar que se ubicaba aproximadamente frente a la Cárcel y que debió de concluirse a la vez que esta, en torno a 1750. En junio de 1756 el Cabildo le encargó al chantre que acudiese a examinarla para comprobar el estado en que se hallaba y ver si necesitaba algún tipo de arreglo. Dos años después decidió buscar a un fontanero para que la cuidase anualmente, asignándole un salario fijo por su labor. El 8 de mayo de 1779 el canónigo lectoral Ramón Feijóo Gayoso y Montenegro, administrador de la obra pía destinada a los reparos de la fuente, se concertó con los maestros de obras Gregorio de Otero y Nicolás Polo para que la mudasen de sitio. Habrían de conducirla 23,4 metros hacia el oeste, es decir, hacia el Hospital de San Pablo. Tendrían que disponerla con el mismo formato que en su emplazamiento original, inclusive atrio y rejas. Y deberían terminarla en un plazo de cuatro meses. Por todo ello cobrarían 1.900 reales. Años más tarde, en 1820, la restauró el maestro de obras Matías Paredes. Dicha actuación costó 1.793 reales con 32 maravedíes, a cuyo pago también contribuyó el Ayuntamiento, pues al fin y al cabo era un bien público. Por todo lo dicho y habida cuenta de que no se conserva, poco podemos suponer acerca de su morfología, más allá de que debía estar cercada por unos mojones, o si acaso por una barandilla enrejada; y que tenía un pilón a modo de basamento, del que es posible que brotase un tronco en el que quizá hubiera una taza de menor diámetro que la pila inferior. Seguramente fuese una fuente de cierta monumentalidad aunque sencilla. En la segunda mitad del siglo XIX debió correr la misma suerte que la Fuente Nueva. Ignoramos en qué fecha exacta se destruyó, pero sí sabemos que en 1893 y 1894 Ramón Martínez Insua realizó un par de proyectos para la misma. Finalmente triunfó el último y en la Feria de As San Lucas de 1895 fue inaugurada. Se configuraba por medio de un pequeño pilar alzado sobre un pedestal y culminado a su vez por el busto del obispo Sarmiento. Avanzado el siglo XX se desmontó de su ubicación original frente al Hospital de San Pablo y se dispuso en otra zona de la alameda de los Remedios, donde actualmente sigue en pie aunque sin el pilón y caños decimonónicos. Dicho de otro modo, dejó de ser una fuente y se convirtió en un simple monumento a mayor gloria del prelado."

La cárcel contaba con su propia capilla, en la que había un retablo dedicado a Nuestra Señora del Rosario, así como casa para el alcaide o carcelero, tal y como siempre muy bien dice García Doural:
"Sobre la puerta principal mandó labrar un excelente escudo con sus armas, de unas dimensiones considerables, que actualmente se encuentra expuesto al público a la entrada de las dependencias municipales.

El edificio de la nueva cárcel se había construido con gruesos muros, con fuertes rejas, con resistentes puertas de madera y sobre un terreno rocoso, llegando a ser considerado como uno de los más seguros de la provincia. A pesar de estas circunstancias se llevaron a cabo varias evasiones"

A la izquierda Casa Bracamonte, casa con siglo y medio de historia, rehabilitada como pensión en el año 2005, respetando toda la estructura original


Y este es el blasón de los Bracamonte, en la fachada


Este era el lugar de A Pena do Outeiro donde se celebraban de antiguo las ferias de As San Lucas de Mondoñedo, las que se tienen por las más antiguas de España y a las que dedicamos una entrada de blog aparte. Su óptima ubicación y condiciones le hicieron valedor de ello y aún hoy es, su terreno colindante, campo de estas ferias. Dice de este enclave Gómez Darriba:
"Este lugar era un pequeño promontorio deshabitado que anualmente se convertía en el escenario de As San Lucas, el mercado de ganado caballar, mular y asnal más importante del noroeste de Galicia. Sus orígenes se remontaban al Medievo y se celebraba desde el 18 de octubre hasta el 1 de noviembre."

A nuestra derecha, la impresionante fachada barroca del histórico Hospital de San Pablo y San Lázaro de Mondoñedo, construido a partir de 1750 por iniciativa del obispo Antonio Sarmiento de Sotomayor, en un momento de gran crecimiento de esta ciudad, buscando para ello un lugar saludable, higiénico y bastante amplio, además de bien comunicado en lo que era una de las entradas principales a la población, la cual aún conservaría incluso parte de sus murallas por entonces


Es entonces cuando el citado obispo, llamado en su momento "el mejor alcalde de Mondoñedo" por Enrique Cal Pardo, canónigo archivero de la catedral mindoniense, promueve este nuevo hospital, construido, dado que los preexistentes de San Lázaro, para malatos o leprosos y el antiguo de San Pablo, en la Praza da Catedral, que llegó a tener 16 camas para los peregrinos, necesitados y enfermos, eran ya insuficientes. Este constituía una fusión de los dos, por eso su doble advocación. De todas maneras no se hizo de la noche a la mañana, sino que fue fruto de una aspiración que tuvo el obispo desde el mismo comienzo de su mandato, haciéndose nominalmente realidad únicamente al final del mismo. Escribe Javier Gómez Darriba:
"..., el nuevo Hospital de San Pablo comenzó a ser una realidad tangible en 1751, coincidiendo con el último año del episcopado de su promotor, el obispo fray Antonio Alejandro Sarmiento de Sotomayor, quien venía rigiendo la diócesis desde 1728. La intención de edificarlo se retrotraía a los primeros años de su mandato, como mínimo a 1733. Entonces inició los trámites para erigir en Mondoñedo un convento de San Juan de Dios, Orden hospitalaria por excelencia, a cuyos religiosos cedería la administración del flamante recinto sanitario. Pero esta empresa no fructificó, y el prelado dijo ignorar por qué en su testamento de diciembre de 1745. Aunque adujo que la causa quizá se debiera a la falta de fondos por parte de los juandedianos, y añadió que en aquel preciso momento él tampoco tenía medios suficientes para sufragar semejante obra. Sea como fuere, esta supuso la segunda ocasión fallida en que los religiosos pretendieron asentarse en Mondoñedo para administrar el Hospital, pues ya lo habían intentado en 1684.

Lo tratado en la década de 1730 entre el obispo y la propia Orden debió de quedar candente, pues a inicios de 1745 el Ayuntamiento hizo todo lo posible para que los juaninos fundasen un convento y hospital en la ciudad. Para tal fin rogó al Cabildo que convenciese de ello al obispo. Los canónigos consideraron que esta propuesta era inapropiada porque poco tiempo atrás se había intentado sin éxito. El Consistorio por su parte veía con buenos ojos el entregarles a los religiosos los Hospitales de San Pablo y de San Lázaro con sus respectivas rentas, pues, entre otras razones, algunos de sus miembros eran reputados médicos con años de formación en academias francesas. Así que eludió la opinión del Cabildo y se apresuró en llevar a cabo las diligencias oportunas para firmar con la Orden un acuerdo. Pronto consiguió lo que se proponía, pues a inicios del otoño de 1745 ya se hallaban en Mondoñedo algunos frailes dispuestos a negociar con el cuerpo capitular su establecimiento.

El Ayuntamiento y los juandedianos firmaron el convenio con un total de veinte cláusulas. En ellas se confirmaba la concesión de la gerencia hospitalaria a los religiosos. La Orden, inicialmente, destinaría a Mondoñedo a cuatro o cinco miembros, de los que un par serían cirujanos. Dispondría de casi una decena de camas para los enfermos, y por supuesto, no solo acogería a pacientes, sino que continuaría hospedando a pobres y peregrinos. El convento hospitalario contaría con iglesia, seis celdas y más edificios, siendo su ubicación preferente las inmediaciones de la capilla de San Antonio do Carrascal, lugar en el que, recordemos, ya se habían establecido de forma efímera los franciscanos de Vilalourente en la década de 1670. A la hora de elegir este emplazamiento pudo pesar la opinión del obispo Sarmiento, pues en su testamento de 1745 expresó que se trataba de un lugar idóneo por la pureza del aire y por bañarlo el sol durante todo el día. Pese a que el prelado era favorable a este acuerdo, el Cabildo, como siempre, contradijo una cláusula tocante a los funerales, ya que no aceptaba que los frailes enterrasen a quienes muriesen en el hospital. Quizá esta discrepancia, y algunas reticencias más que surgieron entre la Orden y el Concejo por causa de otras condiciones pactadas, motivaron que los religiosos que llevaban meses residiendo en Mondoñedo decidiesen abandonar el proyecto y la ciudad a mediados de 1746. De esta forma se abortaba por segunda vez y en menos de un quindenio una fundación hospitalaria en la capital."

El asunto no obstante, parece retomarse en junio de 1750, cuando el obispo Sarmiento se pone de acuerdo con el Consistorio para que la administración de los hospitales existentes, los reseñados de San Pablo y de San Lázaro, pasasen a cargo del prelado, cuya administración este la delegaría en dos respectivos capellanes de cada uno:
"De esta forma se ponía fin a la secular gestión del Concejo, aunque el pontífice tendría a bien que la Justicia y el Regimiento de la Ciudad conservasen el título honorífico de patronos de la nueva sede. Hay que especificar que con esta operación se fusionaban las rentas de los viejos hospitalillos, pero no así su ubicación, pues el de San Lázaro continuaría funcionando en el barrio homónimo y acogiendo a pobres “lazarados” y/o “tocados de elefancia”. El que sí mudaría de situación por expreso deseo del obispo sería el de San Pablo, sito en la ya analizada casa de la Plaza. El prelado deseaba levantar un edificio ex novo en un lugar más amplio y ventilado. Y tenía derecho a elegir el emplazamiento exacto, aunque entonces nada dijo acerca de llevarlo hasta el Campo de los Remedios. Sarmiento también quería que en él tuviesen cabida hombres y mujeres por separado, no como hasta ahora. Que hubiese una habitación común para los peregrinos; e incluso cuartos individuales para aquellos sacerdotes y peregrinos que mereciesen mayor distinción por su condición social. Deseaba dotarlo todavía de más dependencias, aparte de la ineludible capilla. Y asimismo pretendía que en su fachada luciesen sus armas y las de la Ciudad.

No había ya en aquel momento en la ciudad espacio para una obra de tan gran tamaño y envergadura, razón por la cual la del nuevo gran hospital de Mondoñedo se decidió hacerla en lo que por entonces eran las afueras. La puesta en marcha de tan grande fundación hospitalaria se veía más que justificada pues los centros asistenciales anteriores estaban totalmente desbordados:
"Finalmente, “hauiendose reconocido varios sitios para esta fabrica” y “por no discurrirse otro sitio mas proporcionado y comodo”, escogió llevarlo hasta el referido arrabal de Los Remedios, y disponerlo contiguo a la Cárcel que había patrocinado y construido entre 1748 y 1750. No obstante, el ubicarlo allí comportaba un inconveniente, pues la parcela se hallaba ocupada por seis casas con sus respectivas huertas. Como consecuencia de ello no le quedó más opción que volver a utilizar el recurso que había empleado para despejar el terreno donde había erigido la prisión. Esto es, permutar con los propietarios de aquellas viviendas sus inmuebles por otros. Obviamente el levantar el edificio en un solar no expedito y llevar a cabo estos trueques resultaba un incordio y una ralentización de las obras. Pero la elección del lugar no era baladí por muchas razones. Por un lado se debía a motivaciones pragmáticas y sanitarias, pues no se construiría inmediato al caserío, sino en un ribazo muy despejado, de los de mayor altura de toda la urbe, y por el que corrían los aires “mas puros”. Además tendría frente a él un bien tan preciso como el agua, pues el obispo había erigido a sus expensas la Fuente de los Remedios, que para la fecha ya servía a la Cárcel y al resto de la población. Recordemos que justo cinco años atrás, cuando la Orden de San Juan de Dios había pretendido fundar un hospital en Mondoñedo, el obispo les había recomendado hacerlo junto a la capilla de San Antonio do Carrascal. Pero por aquel entonces todavía no se habían realizado ni el presidio ni la fuente."

Doscientos años antes que se plantease la fundación del nuevo gran hospital, en 1546, ya se veía la necesidad de tomar cartas en el asunto pues eran  muchos quienes pasaban por esta ruta camino de Santiago de Compostela y de San Salvador de Oviedo... “caminan cada el día y pasan los que ban en Romería al Señor Santiago y a san Salbador” tal y como se expone en las respuestas que da la ciudad de Mondoñedo a la Real Provisióninstitución que en aquel tiempo se ocupada de diversas tareas administrativas en el Reino. Entre las antiguas disposiciones se advierte en 1616 contra la "promiscuidad" controlando que, sin son pareja, se compruebe feacientemente si los peregrinos están casados:
Se procure ynquirir que saben si es gente de buena vida o quando viniesen casados examinarles los papeles y Recaudos que traian y no lo siendo no sean administrados”
En 1623 se plasma un aumento de gastos en los libros de cuentas...
“más en estos últimos años que en los quatro primeros pro razón de haver sido año Santo el de veynte y uno y desta causa acudido infinitos pobres peregrinos que se alvergaban en el biejo hospital”
En los documentos estudiados se sigue cada poco planteando el tema de los gastos para atender a los peregrinos a su llegada a Mondoñedo, en concreto el pago a los cirujanos del hospital (entonces entendidos cirujanos como médicos y cuidadores en general)
“Como más les pague otros seis ducados  que les avía añadido los años de sesenta y tres y sesenta y quatro con ocasión de los muchos enfermos peregrinos, que concurren a dicho hospital y para que no les faltasse la asistencia de la cura que uno y otro hacen”
El gasto en atenciones subió, solo en un año (de 1675 a 1676), de 104 a 154 reales, en lo que habría de incluirse los ocasionados por "quatro religiosos y tres sacerdotes que estubieron enfermos en dicho hospital


Y así, a mediados del siglo XVIII, a instancias del prelado Sarmiento, ambas instituciones hospitalarias mindonienses, San Pablo y San Lázaro, se fusionan y se establecen aquí, junto a la antigua cárcel, construida antes y hoy desaparecida. La obras se prolongarían de 1750 a 1755, cuatro años después del fallecimiento de su promotor, el prelado Antonio Sarmiento de Sotomayor:
"De todos modos las razones pragmáticas debieron coexistir con las puramente representativas, pues el Hospital de San Pablo suponía el último hito urbanístico costeado por el obispo en Los Remedios luego de que en la década de 1730 hubiese renovado el santuario homónimo, a finales de la de 1740 construyese la Cárcel, y en los postreros años de su mandato patrocinase la fuente indicada, dejando además todo atado para la futura erección del Hospital y de la fachada del citado templo mariano, que es lo único que faltaba por ultimar en aquel santuario. Como hemos dicho con anterioridad, estas empresas urbanísticas mejoraron y mucho las condiciones de vida de los habitantes de Mondoñedo, y, de algún modo, con ellas se pregonaron algunas de las virtudes teologales y cardinales de la Iglesia, tales como la Fe por medio de la renovación de la ermita dedicada a la patrona de la ciudad. La Esperanza y la Caridad con la arquitectura asistencial del referido Hospital. Y la Justicia con la obra del penal. Así, el obispo mostraba una munificencia inusitada dentro del episcopologio mindoniense siguiendo la estela de su predecesor Muñoz y Salcedo, cuyo espíritu promotor y reformista solo se le puede comparar, pues ambos hicieron cuanto pudieron a sus expensas con la intención de mejorar la calidad de vida de su pueblo."

No son muchos los datos, dice Gómez Darriba, que se conocen del comienzo y desarrollo de los trabajos de construcción, poco más se sabe que en abril de 1751 estaban en marcha, que proseguían en agosto, y que el 12 de octubre, a solo seis días de la muerte de Sarmiento de Sotomayor, ya se habían hecho las paredes y se empezaba a montar la cubierta. Aún antes de su fallecimiento el prelado dispuso que el edificio contase con 16 camas. Cuatro años y cuatro meses después llegaron los primeros ingresos
"A finales de agosto de 1755 se trasladaron los enfermos desde la vieja sede; y el 1 de septiembre fue consagrado e inaugurado. Justo un año más tarde el obispo Carlos Riomol y Quiroga bendijo el par de campanas que se colocaron en una de las torres. Ambas se habían fundido en Ámsterdam por orden de Sarmiento. El Hospital contaba con capilla, para la cual se hizo y doró un retablo en el primer lustro de la década de 1750 reutilizando tres imágenes del anterior con sus respectivas hornacinas. Así lo revela la documentación, que indica además que en él había “un quadro, con la ymagen de Nuestra S.ra y el niño” con “sus marcos de lapizlazole de esquisita pintura”. El mueble se conserva en la actualidad, pero desprovisto del santoral original. La mayor parte de su primer cuerpo, con sus columnas salomónicas y los referidos encasamientos, corresponden al retablo realizado por el escultor Bernardo de Senra y Taboada entre 1727 y 1729 para la antigua sede. La segunda altura, sin embargo, es obra del primer quinquenio de 1750, y en ella aparecen los escudos de la Ciudad y del obispo Sarmiento1249. Según ciertas fuentes documentales el Hospital contaba con cementerio propio1250. Este debía ser el suelo de la propia capilla si nos atenemos a lo que reseñan otros documentos del siglo XVIII. De hecho en 1785 el obispo Cuadrillero aprobó unas constituciones para este centro en las que ratificó el deber de inhumar a los huéspedes en dicho recinto litúrgico."

Un impresionante blasón barroco ocupa la fachada central, sobre la portada de acceso. Es inmenso, pues se extiende verticalmente por las dos plantas superiores


Arriba el gran escudo con las armas del obispo y las de la ciudad de Mondoñedo en una curiosa composición


Abajo, la gran inscripción fundacional, en la que lee, con las abreviaturas correspondientes, que este hospital se hizo a expensas del obispo Sarmiento, acabando las obras en 1755. No pudo ver el hospital terminado pues falleció cuatro años antes, pero dejó en marcha esta gran institución mindoniense que sigue prestando servicio varios siglos después como centro asistencial


A ciencia cierta se puede asegurar que el Hospital de San Pablo y San Lázaro se edificó entre 1751 y 1755, pero, en opinión de Gómez Darriba, no quien fue su arquitecto. Tradicionalmente se ha atribuido al maestro Fray Lorenzo de Santa Teresa, pero para Javier Gómez Darriba, con los nuevos datos, esto está bastante en entredicho:
"Sin ánimo de atribuírsela a nadie, debemos rescatar la sentencia que efectuó el Ayuntamiento de Mondoñedo en 1762 respecto al maestro de obras Ángel Puente, un personaje que inspiraba confianza a la corporación municipal porque “en esta Ciu.d corrio y se pusieron a su cargo alg.as [obras] de suma ymportanzia, en que no solo se acredito su actibi.d sino su zelosa y christiana conducta”. Dentro de esas obras “de suma ymportanzia” solo se le puede asignar documentalmente la fachada de la iglesia de Los Remedios, que le fue contratada el 24 de abril de 1754. Si tenemos en cuenta las palabras manifestadas por el Concejo y las fases de construcción del Hospital, inaugurado oficialmente dieciséis meses más tarde de que Puente fuese requerido para hacer el frontispicio del santuario, parece posible que también pudiera haber realizado el centro sanitario, pues para la fecha en que tomó a su cargo el frontis del templo, en el Hospital se debían de estar ultimando las labores de carpintería y acondicionamiento de sus estancias, que comenzaron a servir a los nuevos inquilinos a partir de agosto de 1755. Desde luego un edificio tan modesto desde el punto de vista artístico no debió derivar del diseño de un gran arquitecto gallego. De igual manera, la dirección de las obras hubo de recaer en un maestro de segunda fila. Pero todo lo dicho no significa de ningún modo que Ángel Puente, personaje muy desconocido por otra parte, fuese su proyectista o tan siquiera su aparejador. Simplemente es una mera posibilidad a tenor de los datos analizados."

Tampoco se dispone de planos, gráficos, dibujos o pinturas de cómo sería la estructura del edificio en el momento de su inauguración:
"En la actualidad presenta una planta cuadrangular con patio central. Pero esta no corresponde con su morfología primitiva, pues el inmueble sufrió distintas modificaciones a lo largo de los siglos, ya que acogió más funciones de las previstas inicialmente, a las que hay que sumar un mayor número de huéspedes fruto del crecimiento demográfico. Para empezar, el obispo Cuadrillero y Mota fundó allí una inclusa en 1786. Con el paso de los decenios fue auxiliando progresivamente a más expósitos"

En 1872 pasó a estar regentado por las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul, que siguen a su frente en la actualidad, acometiéndose sucesivas reformas a lo largo del tiempo, pues acogía a todo tipo de necesitados cuidados por estas monjas. García Doural  le dedica todo un artículo a una de ellas: Sor Heriberta:
"Con este nombre era familiarmente conocida la Superiora de la Hijas de la Caridad del Hospital de San Pablo de Mondoñedo. Su nombre completo era Sor Heriberta Selva de Santamaría. Había nacido en la población leonesa de Fresno de la Vega (1), el 16 de enero de 1872, ingresó en la Congregación de Hijas de la Caridad, contaba con 23 años de edad, siendo destinada a la Casa Hospicio de la Coruña. Transcurridos diez años fue destinada a Filipinas a regentar una Escuela Normal, en cuyo puesto permaneció catorce años; pero ya quebrantada su salud por el enorme trabajo intelectual y corporal, regresa a España y es nombrada Superiora del Hospital y Casa Inclusa de esta ciudad el 31 de diciembre de 1895.

Se procuró rodearse siempre de Hermanas inteligentes y activas, su bien equilibrado cerebro supo reorganizar los servicios de ambos Establecimientos, mejorándolos y ampliándolos considerablemente, aun luchando con tesón contra rutinarios procedimientos, todo ello en beneficio del prestigio y consideración a que tenía y tiene derecho tan importante institución benéfica?. De carácter afable y conocedora de las cosas humanas, todos cuantos la trataban eran sus más devotos amigos y admiradores.

A principios del mes de abril del año 1920 falleció esta benemérita hija de S. Vicente de Paúl, que correspondió con la vida de sacrificio a que se consagró por entero durante cerca de 50 años, renunciando a las comodidades terrenales que le brindaba la posición acomodada de su familia.

Por estas razones su entierro constituyó una manifestación de sentimiento, asistiendo numeroso público, todas las Asociaciones de la ciudad y la Comunidad de PP. Pasionistas. Formaron el duelo el Alcalde D. José Álvarez Mon, el Deán de la catedral, D. Abelardo Goás, juez municipal y D. Sebastián Solla, Diputado provincial, acompañados del Administrador del Hospital D. Antonio María Agrelo y de otros varios Capitulares.

Sus restos mortales recibieron cristiana sepultura en el cementerio general de Mondoñedo. Pocos días más tarde del fallecimiento de tan solicitada madre, desde las primeras horas de la mañana se celebraron misas rezadas en la capilla del Hospital en sufragio del alma de la finada"

Hallamos también una buena mención a la labor de las religiosas, que podemos encontrar en Monjas del Hospital de San Pablo de Mondoñedo de 1906:
"En el mes de noviembre de 1872 se hicieron cargo del Hospital de San Pablo y San Lázaro de Mondoñedo las beneméritas Hijas de la Caridad, que tanto y tanto se afanaron por el cuidado de los pobres enfermos y por la prosperidad del establecimiento. En el año 1906 se encontraban en el establecimiento benéfico: Sor Heriberta Selva, nacida en 1849 en Fresno de la Vega (León); Sor Cándida Molares, nacida en 1873 en Artajona (Navarra); Sor Paula Gomí, nacida en 1873 en Arraiza (Navarra); Sor Manuela Sagredo, nacida en 1884 en Villaverde (Burgos); Sor Jesusa Gómez, nacida en 1878 en Punguín (Orense); Sor Constancia Armendariz, nacida en 1878 en Arraiza (Navarra); Sor Josefa Robles, nacida en 1877 en Hoyos de Tazo (Burgos); y Filomena Goás, nacida en 1873 en San Vicente (Lugo), como sirvienta del centro"

En 1909 empezó a depender de la Beneficiencia provincial, aunque la propiedad seguía siendo del obispado, y hasta 1930 tuvo escuela de párvulos y adultos. Durante la guerra civil fue Hospital de Sangre, con sesenta camas para los heridos más graves procedentes del Frente Norte en su zona de Asturias, donde la línea de combate, luego de abierto el pasillo de Oviedo por el que los nacionales comunicaron con las tropas de Aranda, sublevadas y cercadas en la capital asturiana, estuvo prácticamente bloqueado durante un año, pero no por ello sin muy cruentas luchas. Para saber más consultamos a Doural en Miscelánea Mindoniense
"Estos heridos y enfermos fueron atendidos por el médico municipal D. Enrique Cabanela Álvarez, por el Director del centro Sr. Álvarez Mon, por el practicante D. Andrés Baamonde Insua y por la enfermera diplomada Stª Desronces. Las Hermanas de la Caridad que tenían a su cargo el Hospital y distinguidas señoras y señoritas de Mondoñedo ofrecieron numerosos cuidados a los heridos.

Merced a las gestiones realizadas por el Alcalde de Mondoñedo D. Jorge González Redondo, por el Administrador del Hospital Sr. Agrelo y por el cirujano mindoniense D. Enrique Cabanela Álvarez, contó el Hospital desde el 21 de noviembre de 1936 con un buen aparato de Rayos X, marca Siemens. El primero con que contó la población de Mondoñedo.

A finales del mes de octubre de 1937 fue nombrado Director del Hospital Militar el distinguido médico y cirujano D. Enrique Cabanela. En esos momentos ya le habían concedido el empleo de teniente.

El 22 de abril de 1939 quedó clausurado el Hospital de Sangre, que desde comienzos de la guerra civil vino funcionando en Mondoñedo. Los últimos hospitalizados salieron de él el día 17 por la tarde"

Según nos asomamos a esta parte comprobamos las transformaciones más trascendentes acometidas respecto al edificio original, a partir de la década de 1960. Seguimos leyendo a Gómez Darriba:
"En el Vuelo Americano de 1956 se aprecia el ala trasera del edificio con un menor tamaño que las demás, hallándose retranqueada respecto a la actual. Precisamente esta mudó su apariencia a partir de la década de 1960, en que el inmueble experimentó importantes cambios, pues todas sus alas se reformaron excepto la de la fachada principal. Lo que se hizo en ellas fue alargar su tamaño y mantener el estilo de la fábrica dieciochesca, salvo en la trasera o septentrional anteriormente citada, cuyo aspecto desentona con la estética general del edificio. Por todas las razones expresadas, creemos que el primitivo Hospital carecía de cualquier ala que lo cerrase por su flanco norte. De ser cierta esta hipótesis, el edificio tendría una planta en “U” semejante a la de la Cárcel contigua, concluida un año antes de que se iniciasen las obras del centro asistencial. Lo que sí es seguro es que su brazo oeste se resolvía a modo de chaflán en el ángulo noroccidental. Tipológicamente la configuración del edificio no dejaría de ser una derivación de la clásica planta cuadrangular formada por cuatro brazos y patio central. Ello no quita de que resultase inhabitual dentro de la arquitectura hospitalaria del momento1257. Hubo en España un ejemplo posterior con planta en “U”: el Hospital de la Marina del Puerto de Mahón, diseñado en 1794. Pero en este caso los brazos se dispusieron al frente, dando lugar a un patio que precedía a la fachada. Además, su tamaño y otras características nada tienen que ver con el mindoniense."

Ahora, en el histórico Campo dos Remedios, cruzamos hacia A Alameda, cuyo origen está documentado cuando don Luis de Luaces y Labrada, señor de Abadín y Lagoa de Montes de Meda, Regidor de Mondoñedo, empezando el año de 1569 hizo plantar la arboleda en el camino que sale para Abadín. Para ello, según quedó plasmado por escrito, se mandó que cada vecino plantase aquí tres árboles por San Blas en lo que ser, en origen, una carballeira o robledal:
"Como consecuencia de ello hizo plantar numerosos árboles en el Campo de los Remedios y ante la ermita homónima1043. Esto no significa que se constituyese entonces una alameda si entendemos por tal un paseo ordenado y flanqueado por árboles. Lo que debía de ser era un robledal, pues así lo indican distintas noticias correspondientes al siglo XVII."


Cuando lo hizo invitó, el día 4 de febrero de ese año, a la vecindad de todo el contorno, a un gran banquete para que quedase memoria de que él había sido el artífice de aquella plantación, naciendo así la primera fiesta del árbol de Europa y, en Mondoñedo, un hermoso campo de romerías, símbolo de la población, del que, en 2019, se conmemoró su 450 edición, organizada por la Asociación Cultural O Pasatempo, siendo este el programa de la Festa do Árbore, tal y como lo publicaba el 20 de enero La Voz de Galicia
"En este 2019, la Festa do Árbore de Mondoñedo comenzará por la mañana, en la Praza da Catedral. De ahí partirá un «roteiro da árbore», con Francisco Piñeiro guiando a los participantes «por todos os recunchos da cidade, recordando as zonas arboladas que existían e sumerxindonos no pasado cos ollos de hoxe». A mediodía partirán de la casa de Luis de Luaces «as carrozas cos nen@s de GaitaEscola Mondoñedo», desfilarán por las calles y se dirigirán a la Alameda dos Remedios, «lugar da primeira plantación». Ahí, a la una de la tarde, Antonio Reigosa, cronista oficial de Mondoñedo, pronunciará el pregón de la fiesta.

Alrededor de la una y media de la tarde llegará lo que O Pasatempo define como «a parte máis importante, a plantación de árbores». Bajo el sonido de GaitaEscola Mondoñedo y al mismo tiempo que se recitan poemas, plantará dos castaños de indias, un magnolio, dos azaleas y, recordando la primera fiesta, un árbol frutal. La mañana rematará con el descubrimiento de una placa conmemorativa elaborada por el cantero artesano Fernando Vilariño.
La celebración se reanudará por la tarde, a partir de las cuatro y media del 2 de febrero, en el auditorio municipal. Pensando en los más pequeños, O Pasatempo ha programado un taller de muñecas de cartón y la actuación del cuentacuentos Ton Arenas. Pararán para merendar pan con chocolate y después actuará Kote Malabar. Complemento de todas esas actividades, la exposición de los dibujos escolares del VIII Concurso da Árbore

En el suelo, las conchas de bronce nos señalan el camino a seguir, todo recto hacia la iglesia de los Remedios, "cuya iglesia dieciochesca alberga la imagen de la patrona local desde Época Moderna" y . "Constituye uno de los principales centros marianos del noroeste gallego", afirma Gómez Darriba, quien también resalta su vinculación con el Camino de Santiago:
"Muy probablemente la primigenia iglesia dispuso su fachada mirando hacia dicho Campo, y en consecuencia su capilla mayor orientada hacia poniente. Lo que es seguro es que lindaba con el “Camino franzes” o de Santiago, cuyo trayecto quedaba al norte de la misma y descendía por una calzada hacia la aldea de Rego de Cas."

Lo cierto es que ya a principios de esa centuria del XVI, en la que el Regidor celebraba aquella fiesta y se construía la ermita primitiva, había en Mondoñedo disposiciones de protección de robles y castaños, castigando con multa de 600 maravedís a quien los talase sin motivo en lo que parece ser una de las primeras políticas que hoy llamaríamos ecologistas. Corriendo el siglo XVII esta zona periférica seguía casi deshabitada, sin embargo a la siguiente centuria sí se sabe fueron construyéndose algunas casas, sobre todo en Os Castros:
"Una escritura de 1708 confirma que dicho arrabal de Los Remedios tenía menos habitantes que otra barriada asentada en una colina como lo era el Couto de Outeiro. Este documento, aparte de reseñar que Los Remedios era el sitio “donde se açen las ferias de entre año y a cuio santuario concurren de ordinario los debotos y peregrinos”, también destaca que suponía un lugar de recreo para los mindonienses, calificándolo de “prinçipal desaogo passo y refrigerio” de la ciudad. Esto lo ejemplifica un hecho acaecido en 1687 y que tiene como protagonistas al sastre Baltasar de Gondriz y al pintor y dorador Dionisio do Monte Solloso. El primero se querelló contra el segundo porque al parecer se hallaba allí “jugando los bolos” cuando el artista se acercó para propinarle “bofetadas coces y puntapiés”, y llamarle “picaro desbergonçado cabron cornudo yxo de ssesa [sesenta] putas."


Desde aquí, mirando atrás, tenemos una vista magnífica de la gran fachada principal del Hospital de San Pablo y San Lázaro en su conjunto, con su voluminoso escudo y portada de acceso:
"Al igual que muchos de los edificios de la capital episcopal ya analizados, su fachada se configuró careciendo de orden alguno, e incluso de elementos tan básicos como pudieran ser unas sencillas líneas de imposta que disociasen sus dos alturas y la planta baja. Pero no por ello se ideó falto de simetría, pues el frontispicio es idéntico en cada una de las mitades divididas por el eje central, a su vez remarcado por la puerta principal y los blasones. La portada se compone de un arco adintelado de sillería con su enmarque moldurado, cajeado y acodado. Sobre el lintel se sitúa una cartela rodeada de rizada hojarasca cuyo epígrafe indica que el edificio fue costeado por el obispo Sarmiento y concluido en 1755. En dicha tarja gravitan las armas de la Ciudad, pues el prelado había prometido homenajear con ellas al Ayuntamiento por haber administrado la antigua sede durante tanto tiempo. Sobre este blasón luce el escudo pontifical. A ambos lados del eje central se disponen dos paños murales perfectamente simétricos compuestos por tres filas de ventanas y dos puertas laterales idénticas a la principal. Cada cual daba acceso a su respectiva ala. Imaginamos que dichas alas conformaban diferentes módulos en los que se separaba a los huéspedes por su condición social o sexo. Siguiendo con la descripción, el edificio se ve monumentalizado por el par de torres de los extremos, sobresalientes mínimamente respecto a la línea del frontis. Sus cuerpos altos se componen de un cubo cuadrangular articulado por pilastrillas cajeadas que flanquean el vano central apoyado en impostas. Sobre el friso y la cornisa aparecen unos pinaculillos con bola, dispuestos a eje de las pilastras. Y a modo de remate un cupulín semiesférico coronado a su vez por otro pináculo."

Efectivamente las torres y el gran escudo, que en realidad se trata de varios, son, dentro de esta monumental fachada, los elementos arquitectónico decorativos sin duda más a destacar:
"Las torres y los escudos aportan notoriedad a este armonioso pero sencillo conjunto, cuya austeridad viene acrecentada por la utilización de los materiales, pues en su mayor parte se compone de pizarra, reservándose la sillería para los blasones, marcos de puertas y ventanas, o esquinales de las torres junto con sus cuerpos altos. Dichas torres, aparte de conferir cierta airosidad a un edificio sumamente horizontal, aminoran el carácter civil que exhibe. Alfredo Vigo advierte en sus cuerpos de remate un paralelismo con las de los flancos de la fachada de la Casa Consistorial de Lugo, diseñada y realizada por Lucas Ferro Caaveiro entre 1735 y 1738. Sin duda está en lo cierto, pues la configuración de las mindonienses es sorprendentemente similar, si bien huyen del barroquismo de las lucenses, evitando los resaltes tan acusados, las placas geométricas o las volutas. Este autor también aprecia concomitancias entre la manera en que se disponen los escudos de la fachada de Mondoñedo y la forma en que lo hacen los de la Casa de Ejercitantes de Santiago de Compostela, proyectada por Simón Rodríguez hacia 1734. Bien es verdad que en el caso compostelano las armas reales pertenecen al reinado de Carlos III, y por lo tanto son posteriores a la obra mindoniense. Pero ello no quita que el efecto sea parejo, pues el escudo real se labró a posteriori en uno de los cilindros tan característicos del arquitecto, dispuesto originalmente sobre el blasón arzobispal de José del Yermo."

Todo este conjunto monumental de inspiración obispal estaría completado por la fuente y, sobre todo, la vieja cárcel. Por ello, su falta, al haber sido derribada, al igual que la histórica Fonte dos Remedios, impide una correcta apreciación del contexto en el que se edificó la fundación hospitalaria:
"A modo de conclusión, debemos resaltar que las sucesivas reformas a las que se ha sometido el Hospital le han restado parte de su empaque y contundencia original, y ni que decir tiene que las almenillas hoy presentes sobre sus cornisas no son más que un burdo recuerdo de las antiguas. Estas modificaciones y la eliminación de la Cárcel y fuente contiguas imposibilitan tener una visión de conjunto de las obras emprendidas por Sarmiento en la zona oriental de Los Remedios entre 1748 y 1755. Por fortuna se conservan algunas fotografías en las que figuran ambos edificios, sin duda muy parejos en lo formal, sobre todo teniendo en cuenta que cumplían funciones bien diferentes. De ahí que el aspecto cerrado y recio del presidio contraste con la apariencia más abierta y animada del centro hospitalario, sencillo en sus formas para la época en que nos movemos, y negado de cualquier placa u ornamento vegetal más allá de los presentes en los escudos. No sería de extrañar que ambos edificios perteneciesen al diseño del mismo arquitecto. Por lo demás, no entra en nuestros cometidos adentrarnos en exceso en el tipo de huéspedes que acogía, ni en su devenir a lo largo del siglo XVIII. Pero sí conviene destacar que ocho años después de inaugurado, Francisco Antonio Villaamil y Saavedra ponderó a este centro asistencial como “el mejor edificio q.e tiene el pueblo”, y señaló que contaba con 36 camas repartidas en cuatro salas, aunque estas estancias apenas tenían uso porque las escasas rentas que recibía no alcanzaban para “poner en practica la idea, que se hauia formado aquel señor obispo [por Sarmiento]”. Lo cierto es que este flamante inmueble se quedó pequeño en los periodos de grandes crisis, como le había sucedido al antiguo. Ya hemos comentado en apartados anteriores que el primitivo no daba abasto en 1710 por culpa de la hambruna y la peste. Pues bien, a este le ocurrió lo mismo en la crisis que azotó Galicia entre 1769 y 1771, de ahí que hubiese que atender a muchos convalecientes en sus casas. En Mondoñedo la epidemia fue especialmente mortífera, y “se inundo la Ciudad de Pobres forasteros, que representauan en la palidez de sus semblantes todos los horrores de la angustia”. Por fortuna el obispo Losada y Quiroga financió una política asistencial ejemplarizante que salvó del hambre a muchos necesitados."


La Alameda se extiende hacia el santuario de la Virxe dos Remedios, construido cuando, en el año 1558, en la Pena do Outeiro, varios vecinos de Mondoñedo compraron al cabildo los terrenos en los que se construiría, por deseo del obispo Benavides, una pequeña ermita dedicada a la Virgen de los Remedios. El mantenimiento se aseguraba con la donación por parte del prelado de una casa y varias tierras, nombrando a sus sucesores en el cargo patronos de la capilla. Al mismo tiempo se inaugura un pequeño albergue para los peregrinos:
"Todo apunta a que la erección de la capilla en 1558 obedeció al fervor mariano que caracterizaba al obispo fray Francisco de Santa María Benavides, un monje jerónimo que al ordenarse se renombró “de Santa María”. Ya como pontífice, se valió del anagrama mariano para configurar su escudo. Aparte de ser un reconocido devoto, era asimismo titular de una cátedra episcopal cuya sede estaba dedicada a Nuestra Señora de la Asunción, y vinculó a la mitra el patronato de la ermita. De este modo todos sus sucesores en el cargo serían los patronos de la misma. No existe en definitiva la más mínima constancia de que su fundación se debiese a ningún hecho sobrenatural, con lo cual, en un principio, debió resultar una más entre las distintas capillas que se esparcían por la urbe y el valle."


Fue a día 13 de diciembre de dicho año de 1558, cuando Fray Francisco de Santa María Benavides estaba a punto de tomar posesión de la diócesis de Segovia, cuando ratificó por escrito la que sería su mayor aportación a la ciudad de Mondoñedo, la fundación de una ermita dedicada a la Virgen de los Remedios
"El prelado, de probada devoción mariana, manifestó ante notario que durante su episcopado había “echo y edeficado” la citada capilla en el arrabal de Pena de Outeiro. El pontífice declaró que el patronato de la misma quedaría vinculado a la dignidad episcopal mindoniense. Con lo cual, sus sucesores en la cátedra tendrían el privilegio de ser patronos de la capilla, así como la obligación de repararla cuando lo necesitase. La primigenia iglesia se levantó en los años en que rigió la diócesis, esto es, entre 1550-1558. El 15 de diciembre de 1596 “cayo la hermita” sin que sepamos los motivos de su derrumbe. Solo consta que el cantero Juan Leal fue el encargado de reedificarla tal y como estaba, y que se apuntaló aquello que había permanecido en pie. Esto parece indicar que se levantó una nueva iglesia o parte de ella retomando la fisionomía de la primigenia, de la cual solo se conserva un dintel con el escudo del prelado fundador. Este se encuentra recolocado en una pared exterior del templo, concretamente sobre la puerta que dice al lado de la Epístola. Es probable que dicha pieza de cantería se ubicase en la portada de la ermita primitiva. Quitado este vestigio, solo algunas notas documentales ayudan a comprender cómo era aquel recinto construido a mediados del XVI, del cual se desconocen datos tan básicos como su autoría, o incluso si la disposición de su cabecera miraba hacia el suroeste como ocurre en la actualidad. Lo más probable es que sí, porque la iglesia que siguió a esta a partir de 1658 continuó orientando su fachada hacia el noreste."


El primer templo erigido en este solar era muy diferente a este, una pequeña y modesta ermita, pues así la describen los documentos que a ella se refieren en la segunda mitad del siglo XVI. Tenía al lado la Casa de la Ermitaña, una mujer que se dedicaba a sus cuidados y en esa misma centuria dos obispos, Juan de Liermo y Caja de Jara, ya se ocuparon de las primeras mejoras del edificio:
"Dicho inmueble formaba parte del complejo del pequeño santuario. Por tanto, al igual que el templo, estaba a cargo del obispo, y los gastos que generaba salían del mismo fondo con el que se financiaban las obras de la iglesia. Del exterior del templo poco más sabemos. Es posible que contase con los típicos poyos de piedra pegados a la pared, que sí tenía en su interior. También consta que en 1578 el obispo Juan de Liermo mandó allanar el piso de tierra del interior del recinto y eliminar el corral existente tras la iglesia para poder rodearla por entero. Precisamente gracias a esta visita pastoral y a la girada por Isidro Caja de la Jara en 1590 contamos con más noticias del interior de la ermita. Según el dictamen de los prelados, la capilla mayor carecía de reja y lucía un retablo “de pinçel” con dos imágenes marianas, siendo una de bulto. Los altares colaterales presentaban otras cuatro imágenes “de pinçel”, caso de una Quinta Angustia y otra de la Virgen, y, aparte, una de la Trinidad, una de san Leonardo y un lienzo con un Crucificado. Caja de la Jara dispuso que se hiciesen nuevos altares colaterales de mayor anchura que los presentes. De esta labor se ocupó el cantero local Juan Rodríguez, quien los concluyó dos años después (1592). También en dicho periodo, de 1590 a 1592, el pintor Juan de Torres cobró más de 8 ducados por policromar el retablo mayor. Este artista pintó asimismo la imagen de la titular del santuario y la citada Trinidad presente en un colateral."

Según ciertos documentos, entre 1593 y 1595 se construyó una casa al lado del santuario, la cual se supone sería residencia para la ermitaña, pues otra función es desconocida. No se descarta que fuese un refugio de peregrinos, pero no parece probable pues la primera construcción con este fin no llegaría hasta el año 1612, precisándose que era porque no existía con anterioridad:
"El caso es que entre 1593-1595 diversos canteros desempeñaron su labor acondicionando esta parte del santuario. Uno de ellos fue el portugués Fernando Yanes, contratado en septiembre de 1593 para partir las grandes piedras que había frente a la iglesia, concretamente en el camino que venía de Vilalba. El pedrero habría de reaprovecharlas como material de fábrica del referido inmueble, en el cual continuó trabajando hasta 1595. En los mismos años también laboró allí Juan Leal “padre”, a quien en diciembre de 1593 se le concertó la obra de tres portales y ventanas de cantería por 7,5 ducados. A lo largo de 1594 hicieron falta un mínimo de 60 carros de piedra para construir la vivienda. Entonces también dieron comienzo las obras de carpintería. Y al año siguiente, el propio Leal cobró por estos trabajos y por haber realizado una “caja” (hornacina) para la imagen de la patrona en lo alto de una pared con sus molduras y balaustres. En ese mismo 1595 también se hicieron varios pagos a los canteros “vizcaynos” que trabajaron en la vivienda, y el 1 de noviembre Francisco de Artiaga recibió el finiquito de la obra. Dado que este era vasco, es probable que fuese el maestro que dirigió a dicha cuadrilla de pedreros, en la cual se encontraba un tal Jácome Fernández, de quien no nos ha llegado su rúbrica a pesar de que sabía firmar. Con lo cual, no podemos precisar si se trataba o no del homónimo personaje que durante la década de 1610 ejercería como maestro de obras de la catedral de Santiago. Lo más probable es que no."

El 15 de diciembre de 1596 la ermita se derrumbó parcialmente, siendo reconstruida por el cantero Juan Leal según las trazas originales, existiendo documentos en los que se describe la llegada de decenas de carros cargados de piedra, cal, arena y madera para acometer las obras, en las que se apuntaló la nueva construcción con estribos para evitar otro susto. En 1599, la visita del obispo Diego González Samaniego parece señalar que este trabajo había concluido pues visita los nuevos altares, advirtiendo eso sí, la desaparición de algunas imágenes:
"Precisamente en estos años finales del quinientos y primeros del seiscientos, se hicieron una serie de mejoras en la iglesia que confirman que su arquitectura se hallaba terminada. En dicho periodo se pavimentó la sacristía, se ejecutaron nuevos retablos colaterales y se practicaron diversos arreglos en las tallas y ropajes de la Virgen titular con el Niño, lo cual denota que pudieron sufrir daños como consecuencia del desmoronamiento de la ermita. Los citados altares colaterales se encargaron al entallador Martín de Balenzate por 32 ducados, quien terminó de cobrarlos en 1602. Una vez concluidos se le contrató también la ejecución del retablo mayor por 90 ducados, cuyo finiquito recibió el 3 de julio de 1603. No se puede descartar que este escultor hiciese entonces una nueva talla de la patrona1047. En mayo de 1604 un pintor recibió 100 reales por haber renovado y pintado la tabla con la imagen de la Virgen que tenía el antiguo retablo mayor1048. Es probable que este artista fuese Alonso López, pues ese mismo año recibió 300 reales para acopiar oro con que dorar los nuevos retablos, cuyos pagos se le ultimaron entre 1607 y 1608."

En cuanto a la Alameda dos Remedios cabe decir que es una de las más antiguas de España, escenario de numerosas fiestas mindonienses, como As San Lucas, As Quendas y la misma de Os Remedios. Así describe el lugar Álvaro Cunqueiro en Mondoñedo un valle y un pueblo encantados por el silencio en el número especial del centenario de El Faro de Vigo en 1953:

"Frente al santuario, la Alameda. Se dice que tiene su origen en una fiesta del árbol que en el siglo XV celebró el regidor don Luis de Luaces, a imitación de las pinetas catalanas. Ya no hay álamos en la Alameda -cosa que sucede en todas las alamedas del mundo- pero los severos castaños de indias, de rodonda copa, dan una sombra dulce en el alegre tiempo del verano"


No siempre fue, de todas maneras, esta alameda fue un lugar siempre cuidado. García Doural ha encontrado documentación de diciembre de 1819, por la que Concello de Mondoñedo estima necesario se poden algunos árboles de este Campo dos Remedios y se repongan otros destruidos por los cerdos. Antaño era normal que los cerdos se criasen sueltos por campos y caminos y esto era zona eminentemente rural. Sea como sea el 9 de diciembre de ese año el Consistorio acuerda:
"Se haga la dicha podación y se repongan los álamos faltosos en el entrante mes de enero, por todo lo que se faculta al Sr. Capitular D. Pedro de Vivero y Mareo, vendiéndose todos los despojos que resulten, para con ellos pagarse a los operarios, según se hizo en épocas anteriores y con la mira de que no se vuelvan a experimentar iguales perjuicios, se prive a que los expuestos lechones vayan al Campo de los Remedios, cuidándose sus dueños de evitarlo, advertidos de que si no lo cumpliesen, se recogerían por el Alcaide carcelero y exigirá por cada uno y por cada vez cuatro reales, fijándose adictos para que no se alegue ignorar"

En 1904 se replantaron arboledas en este campo, entre ellas completando los tilos de su extremo sur, así como en otras zonas de Mondoñedo. El domingo 2 de marzo de 1913 nace aquí el fútbol en la ciudad, tal y como narra un comentarista de prensa, en noticia rescatada por Doural en su artículo Primeras noticias del fúbol en Mondoñedo:
"El domingo 2 de marzo del año 1913, con una tarde deliciosa, se celebró en el paseo central de la Alameda de Los Remedios un interesante match de foot-ball por los socios del Club Deportivo Mondoñedo. Con tal motivo se vió el citado paseo animadísimo y el público que allí se congregó, pasó un rato agradable admirando la agilidad y destreza de los "luchadores". El próximo domingo, si el tiempo lo permite, se jugará otro partido, que promete estar muy interesante, a juzgar por el entusiasmo que reina entre los jóvenes "sportmen".

Acabando los años 20 las protestas vecinales ocasionaron la prohibición de jugar al balón, enviando a los balompedistas al Campo da Feira o dos Paxariños, en lo que sería el primer verdadero campo de fútbol de Mondoñedo, a la izquierda del santuario. También por la misma razón se prohibió circular en bicicleta, incluso imponiendo multas:
"Los ciudadanos que dedicaban sus momentos de ocio y esparcimiento a pasear por los pasillos de la Alameda de los Remedios o a descansar en sus cómodos asientos, recibían de vez en cuando el impacto de la pelota. Llegaron a ser tan numerosas las protestas, que el Sr. Alcalde tomó la drástica decisión de prohibir la practica de este deporte en el citado lugar. Como la práctica de éste iba en aumento y para tener a todos contentos, decide habilitar un espacio de terreno del Campo dos Paxariños como campo de juego"

Y este es el Quiosco Buenos Aires, quiosco de la música de Mondoñedo, llamado así en dedicatoria a los emigrantes mindonienses a la Argentina. Se inauguró, sustituyendo a otro de  de madera del año 1895, la noche del 10 de septiembre de 1910, festejando a Nosa Señora dos Remedios, con un concierto. Para erigirlo se eligió este lugar, al lado del muro de contención que separa el campo de la carretera


Su base es de mampostería y sillería y se le pusieron unos buenos balcones, pero dado lo elevado del presupuesto se pospuso cubrirlo para más adelante. Durante la inauguración fue adornado con banderas españolas y argentinas, en agradecimiento a los emigrantes que habían aportado recursos para las fiestas, así como para el Hospital de San Pablo y San Lázaro. Tocaron la Banda Municipal y la comparsa Os Tintas (de Trives, Ourense), según comprobamos en Miscelánea Mindoniense:
"Se interpretaron los himnos argentino y español y se ejecutaron durante la noche las más selectas piezas de sus respectivos repertorios. Terminó la verbena de tan señalado día con bombas de mortero y gran número de "globos gigantescos y globos paracaídas". En el mes de marzo de 1907 se desplazaron hasta Mondoñedo unos artistas para proceder al decorado del Quiosco Buenos Aires? y de recubrir su techumbre con chapas de zinc"

Cuando se inauguró el anterior, de madera, también hubo un concierto, un sexteto con músicos de la Capilla de música de la catedral dirigido por el maestro y compositor Mariano Casares. En 1980 es reformado por los Hermanos Leivas, del barrio de Os Muíños de Arriba, como dice Doural:
"En ese momento le fueron colocados al borde del techo unos bonitos medallones, con los nombres de los ilustres mindonienses Castañeda Jurado, Leiras Pulpeiro, Pascual Veiga, Álvaro Cunqueiro, Lodeiro Piñeiroa, Díaz Jácome, José Pacheco y Noriega Varela. Como remate del techo le fue colocada una lira. En su acto de inauguración, ante la falta de Banda de música en Mondoñedo, actúa el Orfeón de Mondoñedo"

Y desde aquí, al otro lado de la Avenida As San Lucas, vemos el IES San Rosendo, del que dice Armando Requeixo en Álvaro Cunqueiro e Mondoñedo. Guía Literaria, se creó en 1954, siendo de los primeros fundados en Galicia fuera de las grandes ciudades y capitales de provincia, al descentralizarse estos estudios


Empezó siendo Instituto Laboral, bajo la dirección del historiador y Cronista Oficial de Mondoñedo, Francisco Mayán Fernández, quien coordinaba además la revista Pregón MindonienseDe la mano de Armando Requeixo y su libro descubrimos que Álvaro Cunqueiro escribió para su primer número un texto, Naranjos de la ciudad, cuyo comienzo es este:
"Asemeja la ciudad con sus huertos a una clausura de naranjos. Entre los oscuros muros, entre la pizarra, como ceniza, de los tejados, entre los que se abre el verdor de los huertos, están los naranjos con su profundo y brillante verdor, con las bolas doradas de sus frutos. ¿Y por qué no un naranjo, Señor, el árbol del Paraíso? Uno, de la calle de las Monjas, cuelga sus ramas sobre blanca pared: sus pequeñas naranjas agrias de un oro rojizo, con la misma gentil forma de las mandarinas, mi mano las alcanza. Y otro conozco, en brevísimo patio, en la calle de Julia Pardo, que sólo logra el sol en la hora meridiana, y siempre tan cargado de fruto que parece tener más naranjas que hojas. Y otro en la huerta que fue de Cea, lo he visto crecer desde mi ventana, año a año, naranja a naranja. Lo he visto quemado po runa helada, y resucitar, y hogaño está lleno de fruto, de un hermoso oro pálido: talmente una lámpara encendida"

Aquí vino en 1960 como profesor el artista valenciano Juan Bautista Puchades Quilis, quien terminó asentándose en Mondoñedo, casándose aquí con Alicia Tella y participando de la vida social y cultural mindoniense, amigo de Cunqueiro, fue el que hizo su famosa estatua sedente en la Praza da Catedral. Nombrado Fillo Adoptivo de Mondoñedo, fue homenajeado en 2018. En La Voz de Galicia del 25 de noviembre de ese año declara
"Viñéronme lembranzas daquel rapaz que saíu de Valencia para o seu primeiro destino en Mondoñedo, e cheguei coa intención de quedarme para un ano e xa van 58"

Y Darío Campos, Presidente de la Diputación, al inaugurar su exposición retrospectiva en el Museo Provincial de Lugo, manifiesta:
"Chegou de casualidade, sen moita esperanza de quedarse, ata que pasou o que tiña que pasar, unha muller, Alicita, cruzouse na súa vida, aquelas patillas infinitas, o pitillo na boca, o moreno mediterráneo... e así seguen paseando xustos da man"

Asoma, un poco más allá, el Auditorio Pascual Veiga, dedicado al músico Mindoniense que compuso la famosa melodía del Himno de Galicia, sobre los versos de Eduardo Pondal  Os Pinos, y que visitábamos cuando subíamos, en el tramo anterior por Mondoñedo, cuando llegábamos al Centro Cultural da Alcántara y al Albergue de Peregrinos (público)


Más a lo lejos es el Viaducto de Lindín, en la nebulosamente problemática Autovía del Cantábrico en ese tramo hacia el Alto da Xesta. Bajo él pasa uno de los dos caminos de Santiago oficiales que entran en Mondoñedo, el que procedente de Asturias cruza el Eo en A Ría de Abres, atraviesa de este a oeste el concello de Trabada así como las parroquias de Santo Adrao y San Tomé en Val de Lourenzá, para llegar al concello de Mondoñedo subiendo a Lindín y bajando luego a la ciudad por A Ponte do Pasatempo y el barrio de Os Muíños, enlazando con el otro, el que viene de Ribadeo por Vilanova de Lourenzá, en A Fonte Vella, al lado de la Praza da Catedral


No queremos dejar de recordar que, hacia el fondo, estaría el Bosque de Silva, que tanto inspiró a Cunqueiro y que aquí, justo enfrente del Quiosco da Música, tenemos el llamativo edificio de Panadería Crespo, de Antonio y Remedios Crespo, uno de los históricos obradoiros de Mondoñedo, "rica en pan, aguas y latín", como bien diría el escritor


Al fondo vemos ya el Campo da Feira o Campo dos Paxariños, que pronto visitaremos. Aquí tenemos ahora una serie de tres importantes monolitos


Este se inauguró el 3 de mayo de 1940 dentro del acto de homenaje que, a propuesta del Cronista Oficial de Mondoñedo, Eduardo Lence Santar, se tributó al Regidor Luis de Luaces y Labrada, creador de la Primera Fiesta del Árbol, participando la Asociación de Amigos de los Árboles de A Coruña y un gran elenco de autoridades de la más temprana posguerra, así como escolares, banda de música, gaitero, todo previa misa en la catedral, donde está enterrado el fundador


En la placa se lee:
"Hizo esta alameda y celebró en ella, en el siglo XVI la primera fiesta del árbol de España, de que hay noticia, Luís de Luaces y Labrada, Regidor de Mondoñedo, Señor de Abadín, y Lagoa de Montes de Meda. ¡Honor al Ilustre Mindoniense!"

Este segundo monolito vemos arriba el busto del obispo Fray Alejandro Antonio Sarmiento de Sotomayor, el gran constructor, calificado por Enrique Cal Pardo, archivero catedralicio, como el "mejor alcalde de Mondoñedo", pues bajo su mandato religioso-administrativo dotó a la ciudad de muy buenas obras e iniciativas faltándole solo su deseo de "traer el mar a Mondoñedo" haciendo un gran canal navegable por este valle. Tanto es así que se decía tenía el mal de la piedra, de las muchas tareas constructivas que emprendía


Antonio Sarmiento de Sotomayor nació en Ribadetea (Pontevedra), el 26 de abril de 1683, hijo de miembros de la alta nobleza gallega del que nada más parece saberse hasta su ingreso en la abadía lucense de Samos, en la que toma el hábito en 1699, estudiando posteriormente en los colegios de la Congregación de San Benito de Valladolid de la que por entonces dependía Samos. Así sigue su biografía según lectura de la Real Academia de la Historia:
"En 1709 ya era actuante mayor en San Vicente de Salamanca, lector de Filosofía en San Andrés de Espinareda (León) de 1713 a 1716, y de Teología Moral en Nuestra Señora de Montserrat de Madrid de 1716 a 1717. Este último año fue electo por el capítulo de su congregación abad de Samos, cargo que ejerció durante el cuatrienio estipulado. El 13 de mayo de 1721 fue elegido general de la Congregación de San Benito, dedicándose a impulsar la recta observancia en los monasterios, en particular en el de Montserrat de Cataluña, cuya comunidad se hallaba dividida a causa de las intrigas originadas por la elección abacial, y mostrando especial interés por los estudios. De acuerdo con las constituciones, cesó en el cargo de general en el capítulo de 1725, pasando a residir en el Monasterio de San Martín de Madrid y ejerciendo los cargos de examinador sinodal del arzobispado de Toledo y teólogo de la Real Junta de la Concepción

En 1727 Felipe V lo presentó para el obispado de Jaca (Huesca), siendo confirmado por Benedicto XIII el 26 de enero de 1728 y recibiendo la consagración episcopal el 5 de abril del mismo año. Aunque enseguida se puso en camino hacia su sede, de la que había tomado posesión por poderes, una grave enfermedad reumática puso en peligro su vida y volvió a Madrid. Por recomendación de los médicos pidió al rey lo presentara para un obispado de clima más benigno que el de Jaca y Felipe V lo presentó el 5 de agosto para Mondoñedo. Fue preconizado por Benedicto XIII el 20 de septiembre y entró finalmente en su diócesis el 29 de junio de 1729. Durante su episcopado construyó de nueva planta el santuario de Nuestra Señora de los Remedios, el Hospital de San Pablo, la cárcel y el palacio de Buen Aire de Masma. Puso especial empeño en la reforma del clero y para este fin mandó escribir a fray Juan Pérez, benedictino como él, un Directorio de sacerdotes, publicado en Madrid en 1733. Suyas son unas normas de conducta dirigidas a un sobrino a quien había criado, escritas en 1750

Hombre de carácter enérgico y celoso de sus atribuciones episcopales, se enfrentó en varias ocasiones con el cabildo catedral y esto motivó que presentara la renuncia a su sede en 1743, pero la retiró enseguida al ver que no era trasladado a otro obispado. En su testamento, empero, hizo varias mandas importantes a favor del cabildo y catedral, aunque su excelente biblioteca fue destinada a su monasterio de Samos. Fue enterrado por voluntad propia en el santuario de los Remedios"

Lo cierto es que a nadie dejaba indiferente, en nuestro itinerario, o itinerarios, por los diferentes caminos de Mondoñedo, nos hemos encontrado con sus obras, físicas, espirituales y humanas, por doquier, y más que nos vamos a encontrar. Vimos incluso como hubo un tiempo que ni el mismo Consistorio quería coincidir demasiado con él, pasando a realizar los actos solemnes en el convento de Alcántara, en vez de en la catedral. Lence Santar dijo de él que era "de gran talento y cultura y un gran polemista: pero fue también un hombre intransigente, terco, violento y dictador". Todo lo contrario opinaba Francisco Mayán, para que el que Sarmiento "no era un hombre Vulgar, ni tampoco una medianía, sino un Obispo extraordinario, un reformador, un genio"


Recogemos estas frases de O Gabinete de Foz, de Xoán Ramón Fernández Pacios que, en su artículo A disipada vida dun cura párroco de 1741, informa del expediente abierto al párroco Tomas Moscoso Omaña por su licenciosa existencia, del que extraemos también estas curiosas noticias:
"Entre os moitos mandatos emitidos por este bispo hai un que estipula que os homes que vaian segar a Castela non poden ir acompañados de mulleres, a non ser que sexan as súas esposas e que podan demostralo documentalmente. Na nosa humilde opinión coidamos que o señor bispo Sarmiento debería terse preocupado máis polas condicións de salubridade ou laborais das persoas que viaxaban a Castela que por si ían ou non acompañados de mulleres.
Tampouco permite que as mulleres se acheguen pola noite ás faenas de descarga das traíñas. Era esta unha labor nocturna, na maioría dos casos, na que as mulleres, na tarefa de descargar as lanchas, entraban ata máis arriba da cintura na auga. A roupa mollada cinguíase ao corpo feminino, perfilando as curvas de este, feito que podía espertar a libido masculina, de aí que non fose oportuna a presenza das mulleres. 
Resulta cómico ver como se preocupaban máis porque unha roupa mollada sobre o corpo da muller fose o inicio de algo sexual que o que esa roupa mollada podía facer na saúde da persoa que a levaba posta.  
O que non entendemos é porque o bispo prohíbe acudir a estas faenas aos curas párrocos, xa que  a súa presenza debería bastar para calmar tanta excitación"

En el monolito, el famoso escudo que ponía en todas sus obras


El tercer monolito, también con busto, está dedicado al poeta Antonio Noriega Varela, que vivió en una casa muy cercana, entre este Paseo da Alameda y la Iglesia dos Remedios, si bien el inmueble no se conserva. Fue colocado por la Real Academia Galega cuando se le dedicó el 17 de mayo 1969 el Día das Letras Galegas, obra del artista valenciano asentado en Mondoñedo, Juan Puchades Quilis


Sus nacimiento fue dramático, nos cuenta Armando Requeixo, pues fue llevado a la casa-inclusa del Hospital de San Pablo y San Lázaro que acabamos de dejar atrás, pues su madre lo tuvo de soltera, si bien enseguida volvió a por él y lo crio ayudada por un hermano sacerdote


Justo en el tramo anterior, en el Centro Cultural da Alcántara, donde tiene su lugar entre la exposición permanente de mindonienses ilustres, escribíamos un poco extensamente de su biografía, por ello compartimos este Epitafio a Noriega Varela, escrito por Álvaro Cunqueiro:
Perdoade cando esbardallei e fixín
Pro foi verdade que amei a flor do toxo
e as pucharcas do monte,
que endexamais saberán das estrelas que as miran.
Con sombreiros novos cubrín meus desacougos
e morrín na beiramar sen despedirme
das uces, das queirogas, das folerpas da neve,
das mozas da montaña e da montaña mesma
que andará preguntando polo seu soñador

Placa colocada en el monolito, honrando su memoria, Recordamos estos versos de E. Chao Espina:
"I ¿onde está Curros? ¿Onde as ledas festas?
¿Qué é de Rosalia e do seu linaxe?
Voltade, poetas, foi longo o viaxe
e a Galiza chora: ¡Levantade as testas!
Que as froliñas dos toxos e das xestas
Están murchas de medo e de friaxe.
Ven moucheando a noite: ¡Lus salvaxe!
Oubea o lobo i escorrenta as bestas.
Para iluminar a noite i a tristeza
Abonda un só poeta neste DÍA:
Con lembrar a Noriega xa hai grandeza:
Roubou ouro nos toxos ¡qué riqueza!
E si todo foi ceo e poesía
Seu máis grande tesouro foi ¡pobreza!"

Al fondo, el monte Padornelo contempla nuestros pasos por Mondoñedo, a su derecha, en Lindín, enlazaban el camino que viene de Asturias por Vegadeo/A Veiga, Abres y Trabada (Camín Vello) con el antiguo Camiño de Castilla, uno de los más importantes de Mondoñedo antes de la actual N-634. Allí está O Chao de Navallas, donde dice la tradición que un artesano de navajas de Taramundi vendía sus mercancías a la mucha gente de las brañas y otros lugares que acudía a las multitudinarias ferias de As San Lucas, pero evitando entrar en la ciudad para no tener que abonar el correspondiente tributo, pues había portazgo en la Ponte do Pasatempo


Campo de fiestas, ferias y romerías ante el santuario de Nosa Señora dos Remedios, por aquí pasan también los Xigantes y Cabezudos, una tradición mindoniense de la que se sabe, al menos desde 1904, según García Doural, bailaban "muiñeiras, rigodones y danzas" y, con los años, su número fue creciendo. Los cabezudos los llevan los niños, los xigantes o os cocos los adultos...
"Estos personajes, propiedad del Ayuntamiento, suelen acompañar a las Autoridades municipales y a los Pregoneros de las ferias de As San Lucas y Quendas hasta el lugar designado para dar el pregón. También son los encargados de animar durante las citadas fiestas las céntricas calles de Mondoñedo, casi siempre acompañados de música tradicional. Hace unos años, al encontrarse bastante deteriorados, fue necesario realizarles un amplio trabajo de restauración,"

De aquellas grandes romerías, verbenas y bailes son estos versos que firma Lauro, el 13 de septiembre de 1925, haciendo referencia al afamado Orfeón Pacheco:

Ya se marchó la Banda

Ya los "Pacheco"

no tocan melodiosos

trozos gallegos,

ni muestra sus encantos

el Campo lleno

de artísticas banderas,

y arcos repletos,

de mirto y de otras plantas

de lucimiento,

ni cuelgan los arácnidos

de magnolieros,

ni molesta el aceite

de los churreros


Se acabaron los bailes

y los paseos,

ahuecaron el ala

los forasteros.

Y fuéronse empatados

los de Vivero.

Mondoñedo sestea

tranquilo y quieto

¡Terminaron las fiestas

de los Remedios!

Solamente unas niñas

siguen rindiendo

exagerado culto

al bailoteo

La gran trascendencia de la fiesta de Os Remedios vino de la mano de la gran afluencia de romeros y devotos a este santuario a partir de la centuria del 1600, que fue cuando se vio la necesidad de hacer una casa de novenas que hiciese las veces de refugio de los peregrinos que aquí acudían, revela Javier Gómez Darriba en su tesis:

"Hacia 1612-1613 se decidió construir una nueva casa junto al templo con la intención de alojar en ella a los devotos que acudían hasta el santuario desde lugares muy distantes y durante varios días para cumplir sus novenas. De esta manera se evitaba que pernoctasen y comiesen dentro de la iglesia y sacristía, como venía sucediendo hasta ahora. La obra de esta vivienda le fue contratada a “Palacios cantero” –Pedro de Palacios–, quien cobraría 4 reales por cada braza de pared y 20 reales por cada ventana de cantería que hiciese1051. En 1614 la concluyó, y el 25 de abril de aquel año verificó su construcción el maestro de obras Pedro de Morlote junto con “Antonia da meçia” 1052. Ignoramos quién era este personaje femenino, si es que era tal. Desde luego no podría ser una maestra de obras ni tampoco la esposa de Morlote, pues esta se llamaba María de la Sierra. Con lo cual, solo parece que haya cabida para dos hipótesis: o bien el escribiente cometió una errata queriendo poner “Antonio” y nadie fue consciente de ello; o bien, dado el apellido, se trataba de una familiar del entonces obispo de Mondoñedo y patrono del santuario, Alfonso Mesía de Tovar. Sea como fuere, en 1643 este edificio seguía en pie, pues consta la existencia de la “casa y obspital […] donde se recoxen los romeros y enfermos que vienen por su devoción á dha hermita."

Efectivamente, durante el siglo XVII la veneración mariana de Os Remedios en Mondoñedo, a la que se atribuían diversos milagros, alcanzó tan grandes cotas que se extendió por gran parte de Galicia y de Asturias, acudiendo cada vez más fieles aquí en peregrinación y romería:

"Ciertos hechos milagrosos acaecidos con el paso de los años, sobre todo a lo largo del siglo XVII, hicieron que la devoción a la Virgen fuese in crescendo y que se convirtiese en la intercesora por antonomasia de la ciudad, representada por su obispo, Cabildo, Concejo y pueblo, pues su culto arraigó con una fuerza inusitada tanto en los sustratos más populares como en las instituciones locales. Este fervor se propagó por la provincia e incluso por el Principado de Asturias, habida cuenta de la multitud y procedencia de devotos que acudían a Mondoñedo para rezarle. Los mindonienses la invocaban fundamentalmente para que aplacase los temporales de lluvias o los periodos de sequía, y también para que evitase o mitigase los efectos de las epidemias. Estas solicitudes en pro de la salvaguarda de las cosechas y del ganado se justifican porque buena parte de la población era campesina. Las instituciones oficiales también le pedían por lo antedicho y por los “suzesos felices de la Monarquia”, caso por ejemplo del alumbramiento de una reina. Estas rogativas se acompañaban del traslado de la imagen desde su ermita hasta la catedral. El Cabildo tenía potestad para llevar a cabo esta función cuantas veces quisiera. De hecho lo hacía casi todos los años. La imagen permanecía en el templo catedralicio durante días, semanas o incluso meses. Cuando el problema por el cual se le había rogado cesaba, se devolvía procesionalmente a su morada. Dado que la Virgen cumplía muchas de las solicitudes de los devotos, estos no dudaron en hacer multitud de fundaciones, donaciones y gran cantidad de regalos para la imagen y su ajuar, caso de joyas, vestidos, lámparas y un largo etcétera. También se reprodujeron distintos grabados de su efigie y se hicieron exvotos que por suerte todavía se conservan."

En 1643 el templo, pequeño y con dos altares, estaba en ruinas y fue profundamente rehabilitado tras la visita del obispo Diego González de Somoza y Quiroga. La devoción mariana fue creciendo exponencialmente y la Virxe dos Remedios fue proclamada Patrona de la Ciudad y Diócesis, si bien, la obra del nuevo templo, el segundo, se prolongó muchísimo más de lo esperado y con grandes sobrecostes, lo que llegó a llevar penas de cárcel al responsable de los trabajos, hijastro del arquitecto al que se le había encargado: 

"En dicho año de 1643 el obispo Diego González de Somoza y Quiroga giró una visita al santuario. Tras visualizar el estado de la fábrica arquitectónica del templo, ordenó reparar la pared de la capilla mayor y de parte de la nave, y asimismo la tribuna, pues una y otra presentaban síntomas de ruina. Concedió al mayordomo un plazo de dos meses para arreglar todo ello. Pero su aspecto no debió prosperar en los años siguientes, pues justo cuando se cumplía el centenario de su fundación, o sea, en 1658, el prelado Francisco de Torres y Grijalba contrataba el 17 de mayo a Diego Ibáñez Pacheco para que edificase una iglesia nueva. El arquitecto trasmerano venía de concluir el primitivo convento de la Encarnación, cuya construcción ya sabemos que resultó un fiasco desde el momento en que se inauguró. Pero el mitrado confió igualmente en él para que erigiese este templo tan significativo para la Iglesia local. En aquella fecha presentaba un lamentable estado y el pontífice pretendía “hacer de nuebo la dha Capilla muy diferente de lo que aora esta con su Camarin a espaldas del rretablo”. Tras el camarín se quería edificar una sacristía con una escalera de fábrica por la que pudiera subir la camarera a vestir a la Virgen sin necesidad de bajar la imagen constantemente para tal fin, tal y como venía sucediendo hasta entonces. Muy probablemente el diseño de esta iglesia también se debió al maestro cántabro. Este tendría que terminarla para finales de febrero de 1659 y cobraría 8.800 reales. De estos dos últimos datos se desprende que el tamaño del templo habría de ser más bien pequeño. Por último, hay que destacar que su fachada se dispondría hacia el noroeste, al igual que la actual .

Todo parece indicar que el plazo de ejecución de la obra, así como el precio de la misma, aumentó más de lo previsto inicialmente. El 13 de diciembre de 1658, o sea, justo el día en que se cumplía el centenario fundacional de la ermita, el prelado aprobó entregar 500 reales a Diego Ibáñez por “quenta de la obra que tiene conçertada conmigo de la Capilla de Nuestra Señora de los Remedios”. Como era habitual en este maestro, y más en la época en que ocupaba el cargo de regidor en Viveiro, delegó la dirección de sus obras en su discípulo e hijastro Antonio Rodríguez Maseda, pues el 16 de julio de 1659 este se convino con el pontífice en que en el plazo de un año haría y concluiría “el cuerpo de la hermita de nuestra señora de los rromedios toda ella con su coro, puertas y bentanas”, ajustándose a un presupuesto de 1.150 ducados. De todos modos Rodríguez Maseda no cumplió lo acordado y en octubre de 1660 solo se hallaba concluida la capilla mayor. Esto se sabe gracias a que el 28 de dicho mes el alcalde mayor dictaminó ciertas particularidades que habría de tener la procesión que se celebraría ese fin de semana con motivo de “colocar” en “su cassa” a la imagen de la Virgen, recogida hasta entonces en la catedral “ynterin se rehedificaba dha cassa y su capilla myor”. El tiempo continuó corriendo y el maestro no logró concluir la obra. Harto de la situación, el prelado manifestó en febrero de 1661 que Rodríguez Maseda “no a querido ni quiere cunplir con la dha obligaçion”. Con lo cual, dio poder a su procurador de causas Baltasar López de Escobar, para que en su nombre compareciese ante el alcalde mayor y más personas competentes que apremiasen al maestro para que pusiese fin a las obras.

El referido procurador denunció la situación ante el Ayuntamiento y declaró que lo hecho por Rodríguez Maseda “amenaça muy gran rruyna de cayersse por el frontispiçio y la portada […] y si asi fuesse lo qual dios no permita, correran gran peligro los fieles que concurren y frequentan la dha hermita”. Por esta razón solicitó para él pena de cárcel e inmediatamente el alcalde ordenó apresarlo hasta que no terminase el edificio. Concretamente el 17 de febrero de 1661 entró en el presidio público de Mondoñedo, sujeto “en unos grillos remachados y una farropea pechada” bajo vigilancia de la carcelera María de Quirós. Pasada una semana de su ingreso, Antonio manifestó ignorar el motivo por el cual le habían hecho reo, y solicitó que su causa fuese remitida al juez del Couto de Outeiro, donde vivía, pues dicha jurisdicción pertenecía al capitán Pedro Baamonde y Saavedra, para quien había trabajado unos años antes en la erección del primitivo convento de la Encarnación. El 25 de febrero Rodríguez Maseda hizo declaración e indicó que ni el “frontispiçio” ni “su portada” presentaban la “royna considerable” que creía el prelado, y que casos así se daban “muchas bezes en ssemexantes obras de canteria y no por esso se cayeren”. Por dicha razón pidió que lo liberasen, y prometió que tendría acabada la obra para el mes de junio. En caso de que el informe pericial de dos maestros dictaminase su derribo, habría de hacerla ex novo. Vista su defensa y el voto de confianza que depositó en él el mayordomo del obispo, el alcalde mayor decidió absolverlo con la condición de que se personarse en la cárcel siempre y cuando la justicia competente se lo requiriese1061. Un año después el obispo Torres y Grijalba rubricó su escritura de testamento. Aquel 14 de marzo de 1662 dijo haber reedificado a sus expensas la ermita y confirmó que la obra de cantería se hallaba terminada.

De poco sirvió liberar del presidio a Antonio Rodríguez Maseda y obligarle a concluir la construcción, pues una vez más, volvió a demostrar su incompetencia como aparejador. Solo así se entiende que el 20 de abril de 1663 el Cabildo ordenase al mayordomo del santuario hacer “diligencia con los maestros que hicieron la obra atento se esta cayendo y siendo necesaria les ponga pleito en raçon que aseguren la obra” 1063. No sería de extrañar que a partir de entonces hubiese que reconstruirla, o como mínimo asegurar lo edificado. Esto lo denota el hecho de que en una fecha como la del 6 de julio de 1664 el Ayuntamiento ordenase pagar los fuegos explotados en la fiesta de la definitiva traslación de la Virgen, que una vez más había vuelto a su santuario desde la catedral. Terminada la ermita el Concejo quiso acondicionar el camino conducente a ella, y a mediados de abril de 1665 una cuadrilla de canteros locales pidió cobrar la obra de un paredón que habían levantado en dicha vía."

Pese a todo, no cesó el desastre, y en 1686 lo construido volvía a amenazar ruina, por lo que acude a inspeccionar la ermita el prestigioso arquitecto Domingo de Andrade, quien manifestó que necesitada de estribos de apoyo que aguantasen el peso de las bóvedas, por lo que se encargó lo hiciese, de nuevo y a pesar de la mala experiencia tenida con él, Antonio Maseda, por lo que cobra 1.400 reales. Esta vez la cosa debió salir mejor, pues tras dos años de trabajos (1692-1694) y comprobándose la seguridad de la nueva fábrica arquitectónica, se encarga un nuevo retablo mayor en 1698 y, un año más tarde, se festejó el final de los trabajos:

"El mueble lo diseñó el escultor Bernabé García de Seares “conforme a una idea y planta que para ello saco”. Lo ejecutaría junto con su colega y vecino Francisco Antonio da Pereira (o Pereiro) en un plazo de seis meses y a cambio de 2.500 reales. Ambos habrían de “leuantar y dejar abierto el camarin que cae a la sacristia en proporción y correspondencia de la caja y a de salir en la parte superior de dho retablo pa la ymagen de nuestra señora”. Con lo cual, no compondrían un mueble totalmente ex novo, sino que renovarían parte del actual, con nuevas columnas pero respetando el camarín. Lo policromaron Francisco de Andrade y Alonso de Canedo. Una vez concluida esta obra el Ayuntamiento se encargaría de organizar un “festejo y recocijo” para la fecha en que la Virgen ocupase su “nueuo tabernaculo” o “trono”. Dicho suceso estaba previsto para la primera semana de octubre de 1699. Entonces, aparte de las habituales funciones religiosas asistidas por el Cabildo, habría lugar también para lo profano, pues se celebraría una “mazcara” en la que participarían los miembros del Concejo y representantes de los gremios de la capital. Todo ello se acompañaría con fuegos, hachas, “gaiteros tanbor y dançadores”, así como con una corrida de tres o cuatro toros. Pocos años más tarde dos maestros de Vilanova de Lourenzá se encargaron de sustituir el viejo camarín por otro. Concretamente entre 1704-1708 el escultor Bernardo Sánchez de Amieiro contrató la talla del nuevo por 3.630 reales. De su pintura se ocupó el monje benedictino fray Benito Martínez. Le ayudaron como oficiales fray Millán y fray Bartolomé Barreiro. La operación se les adjudicó por 3.420 reales y recibieron otros 240 de propina."

Cuando, acabando la centuria, otro prelado, D. Manuel Francisco Navarrete Ladrón de Guevara, visita en santuario, se recoge esta noticia de la ermitaña que lo tenía a su cargo y del estado en el que se hallaba la imagen de la Virgen: 

"Halló por ermitaña a María de Gómez, viuda de Manuel Díaz de Hevia, arpista que fue de la capilla de música de la Santa Iglesia catedral (1685-1699). Manuel, también ocupó el cargo de contralto entre los años (1685-1686).María, de estado viuda, moradora en el Campo de los Remedios de Mondoñedo, falleció el 21 de febrero de 1704

En la citada visita, el Sr. Obispo halló el altar mayor, donde está colocada la imagen de Nuestra Señora de los Remedios, con la decencia, compostura y aseo, que se requiere"

Por aquella época se plantean nuevas obras, en concreto un atrio, el cual se encarga al maestro de obras mindoniense Miguel Rico de Sacido en 1704, el cual habría de tener la misma anchura que la ermita y sus muros dispondrían de poyos o bancos de piedra, rematando sus paredes pináculos con bolas, paredes que contarían con pasos laterales para la entrada y salida de los fieles "Este espacio se conserva hoy día aunque ligeramente alterado, sobre todo en el lienzo central, pues los pedestales y pináculos que flanquean su entrada se deben a una intervención decimonónica", dice Gómez Darriba, quien añade que los problemas estructurales continuaron sin definitivo remedio aún, por lo que se encargaron, de nuevo, más intervenciones:

"Este espacio se conserva hoy día aunque ligeramente alterado, sobre todo en el lienzo central, pues los pedestales y pináculos que flanquean su entrada se deben a una intervención decimonónica. Así lo demuestra su morfología y las viejas fotografías de finales del siglo XIX y principios del XX. Cabe la posibilidad de que la obra se llevase a cabo en la década de 1860, pues las puertas y verja de hierro se hicieron hacia 1867. Los muros de cantería laterales sí se corresponden con la obra de inicios del XVIII. Los pedestales primitivos cuentan con aristas y estrías en sus caras, y los cubos que anteceden al remate esférico presentan en su faz un ornato muy similar al conocido como punta de diamante.

Lógicamente el otorgar a la iglesia una mayor prestancia con un nuevo atrio no contribuyó en absoluto a enmendar sus aludidos problemas tectónicos, que no dejaron de agravarse con el transcurso de los años. De ahí que en 1716 se optase por reedificarla. El encargado de hacerlo fue el maestro José Antonio Ferrón, un vecino de Pontedeume muy activo por aquel entonces en la Mariña Lucense. Como dijimos en el capítulo anterior, en aquel año dirigía las obras de la nueva iglesia de la Encarnación diseñada por el asturiano José Martínez Celiz. Entonces también proyectó un importante puente en el Camino Real a su paso por la feligresía de Castro de Ouro (Alfoz), del que hablaremos detenidamente en otro capítulo. En lo que concierne al templo de Los Remedios, el 26 de mayo el canónigo Jacinto Luaces Somoza, administrador de los bienes y rentas del santuario, contrató a este maestro con la aprobación del obispo Muñoz y Salcedo. En dicha escritura quedó claro que la iglesia venía amenazando ruina desde tiempo atrás, principalmente “desde la puertta pral astta la uoueda de la capilla y altar maior”. En consecuencia, Ferrón contaría con un presupuesto de 4.600 reales para demoler su fachada y flanquear la nueva con unos estribos de pizarra revocada. De igual forma, en cada lado exterior de la nave levantaría tres contrafuertes y los dispondría a eje de los arcos interiores. Dichos arcos habría de perfeccionarlos si fuere necesario en aras de que alcanzasen el formato de un medio punto canónico, pues al presente no estaban así, bien por su maltrecho estado, bien porque se habrían edificado mal desde un principio. En definitiva el objetivo de estas soluciones era otorgar sostenibilidad a la bóveda. Por lo demás, Ferrón se obligó a restituir el campanario en la cúspide del frontispicio como lucía entonces, y a no intervenir en absoluto en el flamante atrio. Tendría que llevar a cabo esta intervención con pizarra y cantería, pudiendo reaprovechar materiales de la vieja fachada y de las bóvedas. Se pondría a su disposición cuanta madera requiriese para cimbrar los arcos y hechura de los andamios, y debería tener todo terminado para el cercano mes de agosto. Desgraciadamente la documentación no nos indica quién trazó la “plantta” en base a la cual se ejecutó la obra, y además tampoco se conserva nada de la misma. Consecuentemente, solo nos queda acudir al siempre resbaladizo recurso de la hipótesis atributiva, y en este sentido, habida cuenta de que entre 1713-1715 José Martínez Celiz diseñó sendas obras de patrocinio episcopal como lo fueron las iglesias conventuales de la Encarnación y de San Martiño de Vilalourente, no sería de extrañar que el obispo Muñoz también requiriese de sus servicios para este mismo fin. De todos modos no olvidemos que en 1717 se iniciaron las obras de la fachada catedralicia bajo trazas del cisterciense fray Agustín de Otero, un arquitecto en el que el prelado depositó mucha confianza a lo largo de su mandato. Con lo cual, habría que añadirlo igualmente a la lista de posibles candidatos con los que hubo de contar el pontífice a la hora de mejorar el estado del santuario del que era patrono.

El contrato de Ferrón arroja una valiosa información que nos ayuda a comprender cómo sería la morfología de aquella iglesia hoy perdida. Pero no es la única fuente que contribuye a ello. Las capitulaciones formuladas en 1708 por el obispo Muñoz a fin de que las monjas concepcionistas pudiesen instalarse en ella; así como la información relacionada con  el atrio construido en 1704; o los datos extraídos de los trabajos realizados anteriormente por Ibáñez Pacheco y Rodríguez Maseda, hacen que podamos plantear una hipótesis de reconstrucción del templo, que, como sabemos, se había edificado a partir de 1658 y sufrió reformas posteriores para dar mayor resistencia a su fábrica arquitectónica. La iglesia contaba con una planta longitudinal dividida en: nave de dos tramos, crucero con media naranja, capilla mayor y sacristía trasera. Tenía la misma anchura que la del atrio actual. En la nave se habría delineado una bóveda de cañón con sus arcos de medio punto, pero la deficiente ejecución de la misma, y/o la insuficiencia de elementos que le otorgasen sostenibilidad, habrían provocado que llegase al siglo XVIII en un estado muy lamentable y presentado un medio punto poco canónico. Cada uno de estos arcos se asentaba en una cornisa que recorría los muros laterales. Ignoramos si bajo esta existía algún tipo de elemento sustentante como pudieran ser unas pilastras. Lo cierto es que nunca aparecen citadas. De hecho creemos que no las había. Como se dijo, seguía a la nave un crucero con media naranja y el arco toral que daba paso a la capilla mayor, también abovedada, suponemos que de la misma forma que la nave. Tras el presbiterio se hallaban el camarín de la Virgen y la sacristía. Con semejante descripción resulta imposible que no venga a nuestra mente la morfología de la primitiva iglesia de la Encarnación, diseñada por el propio Ibáñez Pacheco unos años antes de que se hubiese planteado esta, y edificada asimismo por él y por su discípulo Antonio Rodríguez Maseda. Ambas fueron ideadas conforme a un plan longitudinal que contaba con única nave, crucero con media naranja y capilla mayor abovedada. Precisamente la bóveda del cuerpo de la iglesia conventual presentaba unos arcos de medio punto nada canónicos, o en todo caso muy mal resueltos. Estos se apoyaban en cornisas que carecían del apoyo de unas pilastras que condujesen las cargas hasta el suelo. Todo apunta a que esta misma circunstancia se dio en el templo de Los Remedios. Ello explica que ambas iglesias padeciesen del mismo mal desde el momento de su dedicación, pues en las dos se resquebrajaron los muros laterales nada más concluirse por no contar con el apoyo suficiente para sostener las presiones de la bóveda. En lo que respecta al exterior del edificio, resulta probable, por los datos acopiados, que la fachada tuviese un óculo sobre la portada. Lo que parece seguro es que dicho frontispicio contaba con el típico remate a dos aguas y que en su vértice se aupaba un campanario."


A nuestra derecha, al pie del Campo dos Remedios, pasa la carretera general (N-634a). Estamos en un precioso mirador sobre las aldeas y caseríos de esta parroquia de Os Remedios que se extienden en torno al valle del Rego de Cesuras, afluente del Valiñadares, al que se une en San Lázaro, así como por las laderas de A Atalaia ( 527 m) y el Alto da Costa Vella (355 m) con los montes de A Toxiza en lontananza, inconfundibles por sus eólicos. A este paisaje también se refiere Álvaro Cunqueiro en Mondoñedo. Un valle y un pueblo encantados por el silencio:
"Desde la Alameda, puede el viajero contemplar toda la larga rilleira de Cesuras, tendida desde Seivane hasta Zoñán: Villaoriente levanta su torre como un castillo entre la oscura mancha del pinar. De esta rilleira -y todavía los topónimos la recuerdan- fueron los vinos del país: pequeños labrantines agrios, digo yo, sólo buenos para refrescar..."

Es la zona de O Valiño, al pie de otro castro, el de Zoñán, aldeas de O Formigueiro, San Antonio, Vidas, O Vilar, O Burgo, Portugalete, Seivane... abunda así Cunqueiro en esta pormenorizada descripción:
"Hay alegres y matutinas campanas en esa labrada ladera, desde San Juan a San Antonio de Valiño, Santa Margarita, San Cristóbal: la sonada romería de agosto, en empinado prado, al pie del castro de Zoñán, de triple muro y ciclópea puerta. El celta de hoy visita el santo milagroso, y luego, a la sombra, come la empanada y refresca el gaznate... Desde el mirador de la Alameda mindoniense contemple el viajero uno de los más bellos paisajes del país"

A la izquierda de la iglesia, el Campo da Feira o Campo dos Paxariños, donde se celebra la grandiosa feria caballar de As San Lucas. La fábrica actual del edificio es fruto, como hemos dicho, del afán constructivo del obispo Sarmiento de Sotomayor, dispuesto a acabar por siempre con los problemas estructurales del edificio. Proseguimos con la lectura de la tesis de Javier Gómez Darriba:

"Es de suponer que las intervenciones llevadas a cabo en 1716 a fin de reforzar la iglesia y dotarla de una nueva fachada no lograron su objetivo, pues pasado poco más de un quindenio el obispo Sarmiento decidió levantar la actual, construida entre 1733 y 1738. Un documento de 1741 indica que el prelado había “echo a su costa desde los cimientos, y con nueua planta la expresada capilla por auerse antes arruinado y no tener caudal”. Desde luego no era de recibo que un santuario tan significativo presentase una imagen indigna de su categoría. Custodiaba la patrona local, acudían a él multitud de fieles, y estaba sujeto a la mitra, de ahí que el prelado se interesase por renovarlo. El nuevo templo resultó el mejor de cuantos se construyeron en el Mondoñedo moderno. Es sin duda el de mayor calidad técnica y artística, tanto en lo concerniente a su arquitectura como en lo tocante al mobiliario litúrgico que reviste sus paredes. De estos retablos solo pertenecen al episcopado de Sarmiento el mayor y los colaterales de santa Gertrudis y San Benito.

Las obras de la flamante iglesia se iniciaron en junio de 1733, cumplido el primer lustro de su mandato. Así lo reseña una de las inscripciones que figuran en la fachada. Cabe la posibilidad de que el comienzo se supeditase a la finalización del convento alcantarino del Rosal, circunstancia que se produjo en 1731. (...) hemos podido comprobar que el prelado mostró una gran preocupación por esta empresa. Al mes de haberse principiado el santuario, esto es, el 31 de julio de 1733, el deán notificó al Cabildo que dicha iglesia precisaba “de algun caudal para la perfeccion de el nuebo dificio q. en aquel sitio se esta haz.do bien costoso”. El cuerpo capitular, que históricamente siempre había estado muy vinculado a la Virgen, decidió destinar 1.800 reales. Las obras se prolongaron durante cinco años, y a inicios de marzo de 1738 el Ayuntamiento supo que la imagen titular del santuario sería colocada en su nueva casa con motivo de su festividad, o sea, el 8 de septiembre. Pasados unos meses el Concejo propuso que las cofradías y gremios locales concurriesen a este festejo con sus imágenes titulares, tal y como sucedía en el Corpus, y que hiciesen gala de sus danzas características. En junio se terminaron las obras según reza la inscripción de una de las cartelas de la fachada. Cinco días antes de “la colocacion de la Ymagen de Nra s.a de los remedios en su nueba Capilla”, coincidente como dijimos con su festividad, el Cabildo aprobó acudir hasta allí en procesión durante las tres jornadas que durase la celebración. Según Lence-Santar las obras que tuvieron lugar en estos cinco años se financiaron gracias a los 18.000 reales provenientes de limosnas y a los 22.461 que salieron de las arcas del santuario."

De aquella obra auspiciada por Sarmiento de Sotomayor es el templo, declarado iglesia en 1895, que vemos en la actualidad, con mínimos retoques. Luego de afianzada la obra, se encargan nuevos retablos y, ya en 1750, dos décadas después del final de los trabajos de este nuevo santuario y en los últimos momentos de su mandato, el obispo encarga su magna fachada, obra que, como el Hospital de San Pablo y San Lázaro, ya no verá hecha en vida:

"En su codicilo de julio de 1750 el obispo ordenó que se hiciese una fachada de cantería en la iglesia cuyo coste no sobrepasase aproximadamente los 2.000 ducados, dinero que por supuesto aportaría de su peculio. Esta iniciativa se cumplió de manera póstuma y con arreglo a un presupuesto más elevado. El 24 de abril de 1754 sus testamentarios se convinieron con Ángel Puente para edificarla. Este maestro cantero, vecino de la parroquia de Santa María de Moimenta (Campo Lameiro, Pontevedra) habría de levantar el frontispicio conforme a la traza de un arquitecto desconocido, pero delineada, a más tardar, a mediados de 1750. El hecho de que la ejecución de una obra tan importante recayese en este artífice de Terra de Montes vino motivado porque fue el único que pujó por ella. Los albaceas del prelado habían publicado cédulas anunciando su remate “en los lugares principales de el R.no” pero solo consiguieron que Ángel Puente mostrase interés, un hecho que vuelve a poner de manifiesto la apatía general de los arquitectos gallegos de los siglos XVII y XVIII por trabajar en un lugar como Mondoñedo. El de Campo Lameiro levantaría el frontispicio empleando sillares de cantería “blanca” provenientes de los montes de Marquide, inscritos en la parroquia de Santo André de Masma; y del monte Toxoso, ubicado junto a Abadín. Con estos últimos compondría la parte central del frontis, mientras que la cornisa, el remate de dicho sector y las torres se harían con piedra de Marquide. El maestro tendría que reutilizar el escudo episcopal de la fachada siempre y cuando no sufriese daños en la demolición. En caso de deterioro haría uno nuevo. También tendría que deshacer “toda la obra vieja que incluye la portada hasta el espejo” para que quedase “mas bien enlazada y vistosa la nueba”. Por todo ello cobraría 30.500 reales y 500 de propina si lograba realizarla conforme a lo ajustado. Dicho precio suponía gastar un tercio más del presupuesto planteado por Sarmiento. En agosto de 1755 las obras estaban en marcha, pues la imagen titular del santuario se hallaba en la catedral por “estarse componiendo nuebamente de cantería el frontis y torres de la capilla."

Se dice que en esa misma época es cuando se traen unas ricas telas de China que engalanan desde entonces el edificio durante las fiestas. 

Sobre la autoría del arquitecto Fray Lorenzo Santa Teresa, al que se le atribuyen esta y otras obras inspiradas y/o sufragadas por el prelado Sarmiento, Gómez Darriba pone también  un entredicho:

"Es una verdadera pena no poder aclarar quién diseñó esta iglesia y su curiosa fachada. Teniendo en cuenta el intervalo de tiempo que las separa, es posible que se debiesen a distintos autores. Lo único seguro es que el templo hubo de proyectarse a más tardar en 1733 y que el frontispicio actual ya estaba delineado en 1750, cuatro años antes de que se iniciase su construcción, pues el obispo Sarmiento dijo poseer los planos del mismo consciente de que quizá lo tuviesen que financiar sus albaceas con el dinero que les dejaría. Una mala interpretación de esta sentencia llevó a José Trapero Pardo a creer que el prelado había sido el artífice del proyecto, o que como mínimo habría planeado la morfología esencial de la fachada con la ayuda de algún arquitecto o maestro de obras. Por supuesto esto no es posible. No obstante, no sería de extrañar que el ignoto artista que la ideó fuese el mismo que trazó la Cárcel de los Remedios hacia 1748 y el Hospital de San Pablo hacia 1751 a más tardar. Resulta obvio que ambos edificios cuentan con grandes similitudes formales, algo en los que ahondaremos en los siguientes capítulos. Asimismo, es muy evidente que el enmarque moldurado y con orejeras de la portada del santuario resulta un calco del modelo de portada que se reitera hasta en tres ocasiones en el frontis del Hospital.

El primer autor en tratar la autoría de la iglesia fue Eduardo Lence-Santar. Nada dijo acerca del artífice del proyecto, simplemente manifestó que el lego alcantarino fray Lorenzo de Santa Teresa había actuado como aparejador, sin citar expresamente la fuente de la que extrajo el dato. Desde entonces la historiografía siempre dio por válida su sentencia. José Couselo Bouzas malinterpretó dicho nombre y atribuyó la dirección de las obras a un infundado fray Lorenzo de Santa Rosa. Alfredo Vigo consideró probable que el diseño de la iglesia se debiese al alcantarino. Por nuestra parte, como dijimos en el apartado que le hemos dedicado, y asimismo al tratar el convento del Rosal, nos parece muy atrevido adjudicarle tan relevante papel a este religioso cuando apenas se sabe nada de él. Es un hecho que dirigió obras del cenobio antedicho como mínimo entre 1727-1729, pero no hay certeza de que lo proyectase. Es cierto también que trazó el Puente de San Lázaro en 1734 y que además se encargó de construirlo. E igualmente que se ocupó de idear y levantar un paredón para el convento de las concepcionistas y de realizar algún que otro peritaje en la ciudad. Pero desde 1737 no hemos hallado ninguna noticia suya en Mondoñedo ni en ningún otro lugar. Las obras que se le conocen, tanto en Galicia como en León, no permiten establecer una ligazón estilística evidente con el templo de Los Remedios. En definitiva, la falta de documentación gráfica, manuscrita, y el escaso conocimiento de su figura, nos llevan a mantener una cierta distancia con lo expresado con Lence-Santar en su día, pues aunque lo dicho por este erudito parece creíble, siguen faltando citas expresas y otro tipo de razones ya comentadas para confiar ciegamente en su dictamen. Lo que aún parece más complicado es que hubiese diseñado la fachada. Desde luego cabe la posibilidad, pero a día de hoy pesan más las dudas que los argumentos sólidos para creer en ello."

Según nos acercamos al santuario de Os Remedios, Nosa Señora o Virxe dos Remedios, apreciaremos, su estructura exterior, comprobando sus características arquitectónicas de templo de planta de cruz latina, con crucero, capilla mayor y sacristía detrás del altar mayor, hecho de piedra de granito y tejado de pizarra. 

"Conocidos los periodos en que se levantó la iglesia, toca ahora analizar su morfología. El templo reiteró un par de características del anterior. Por un lado, continuó mirando al Campo de los Remedios, o sea, orientó su cabecera hacia el suroeste. Por otro, la nave se adaptó a la anchura del atrio existente, construido en 1704 con la misma anchura del edificio ahora desaparecido. La planta sí resultó muy diferente a la delineada por Ibáñez Pacheco en 1658, pues se apostó por un plan central y cruciforme, sin que podamos definirlo de cruz griega dado que sus brazos no son exactamente iguales. Estos resultan verdaderamente cortos y se cubren con bóveda de cañón. Se abren a un amplio crucero ochavado y con bóveda vaída."

El porqué esta fachada se hiciese entre 1754 y 1755, casi veinte años de acabada la obra de la iglesia y de colocados sus nuevos retablos, es toda una incógnita que puede tener, básicamente, dos razones:

"Este aparente retraso pudo deberse a dos motivos: o bien se hizo una provisional de mampostería que permitiese cerrar el templo a la espera de recaudar fondos para acometer una más digna. O bien se construyó una con carácter definitivo pero cuya mala ejecución derivó en su eliminación, quizá por el miedo a un derrumbe. Esta última opción parece la más probable. No tendría mucho sentido emprender la fábrica arquitectónica del templo y dejar su frontispicio sin terminar, máxime cuando en el periodo intermedio hubo dinero de sobra para ejecutar varios retablos e incluso para pagar su pintura y dorado, una cuestión menos urgente. Además, en la escritura de contrato se le exigió a Ángel Puente que “toda la obra vieja que yncluye la portada asta el espejo se ha de demoler para que quede mas bien enlazada, y vistosa la nueba; y respecto con ella se debe dar otro corriente a las aguas de forma que no causen perjuizio alguno a la nueba obra, ni a la vieja”. También se le mandó reaprovechar el escudo episcopal en caso de que siguiese en buenas condiciones al desmontarla. Muy probablemente el actual sea este. Asimismo se debieron reciclar las tres cartelas que indican que el templo se inició en 1733 y se concluyó en 1738 a expensas de Sarmiento, pues no tendría ningún sentido que acabándose en 1755 se hubiesen puesto dichas fechas. Pensemos que en el cercano Hospital de San Pablo se inscribió precisamente la data de 1755 bajo el escudo del prelado pese a que este había fallecido cuatro años antes. Consecuentemente, en la iglesia de Los Remedios estamos ante un caso un tanto similar al de la Fuente Vieja, que pronto veremos, pues en esta, a pesar de que el grueso de su arquitectura corresponde a 1622, en dicha fecha se incrustó en ella la cartela que refiere el patrocinio del obispo Diego de Soto y la data de 1548, así como los escudos de dicho prelado. Por esta razón la historiografía siempre ha creído que la obra era de mediados del XVI cuando en verdad lo es de avanzado el XVII."


Tiene además dos torres, una con el reloj y otra con las campanas, rematadas en cúpula. Según nos aproximamos vamos apreciando cada vez mejor los detalles: la portada con sus columnas, el escudo, el rosetón que proporciona luz natural al interior y otras filigranas artísticas y arquitectónicas:
"La fachada se organiza por medio de un único cuerpo articulado por pilastras pareadas y toscanas a las que sigue un entablamento cuya cornisa se arquea para dar cabida al escudo episcopal. El blasón culmina a su vez el frontispicio central. Este lo conforman un par de columnas corintias erguidas en plintos que sustentan un entablamento muy diferente al anterior, pues su friso presenta unas metopas levemente cajeadas y de fondo liso divididas por broches. Bajo este se halla la portada de enmarque moldurado y la amplia tarja elíptica y abultada donde figura el epígrafe que alude al patrocinio de Sarmiento y a su conclusión en 1738. La envuelven volutas afrontadas, hojarasca, y una suerte de rocallas que preludian lo rococó. Dicha tarja ocupa tanto que se encastra entre el marco de la puerta y el arquitrabe del entablamento. Sobre la cornisa de este se asientan dos volutas coronadas por sendos pináculos esféricos que flanquean el óculo. Lo protege un tornalluvias arqueado sobre el que figuran las referidas armas episcopales. El lienzo ahora descrito se halla levemente resaltado y cuenta con dos fajas cuyo remate simula un trozo de entablamento distorsionado, en el que se incurvan el friso con sus triglifos y asimismo la régula y la tenia, de la que cuelgan a su vez, y de manera nada canónica, unas gotas alargadas muy llamativas. No cabe duda de que la parte central del imafronte exhibe un carácter más animado, protuberante y anticlásico que sus extremos, donde se hallan las mencionadas pilastras toscanas soportando un entablamento muy anodino en comparación con el que monta sobre la portada. Dichas pilastras se duplican en los lados norte y sur de la fachada. En el estrecho paño que media entre las del frente principal se encastran junto al sumóscapo las citadas cartelas que reseñan el tiempo que duraron las obras. La del flanco sur indica que dieron comienzo en junio de 1733; y la opuesta que se concluyeron en el mismo mes pero de 1738. A eje con las pilastras se yerguen las torres, de formato un tanto achatado en relación a la altura del frontis. Presentan unos cuerpos cúbicos con pilastrillas en resalte y arcos sobre impostas. Hasta aquí sintonizan con el barroco gallego. La nota discordante la pone su remate bulboso, característico de la platería de la época e incluso de la arquitectura mobiliaria y retablera, pero inhabitual en la pétrea. Su perfil aparece acanalado y lo culminan unos pináculos “ajarronados” y rematados en bola. Otro pináculo de base bulbosa y gallonada corona la cornisa central de la fachada. Alfredo Vigo Trasancos advirtió semejanzas entre el remate de estas torres y las de la antigua parroquial madrileña de los Santos Justo y Pastor (hoy basílica de San Miguel). Lo cierto es que no le falta razón. Por nuestra parte, consideramos que la fachada mindoniense guarda ciertas similitudes –al menos a nivel esquemático– con el proyecto de la iglesia conventual de San Francisco de Santiago ideado por Simón Rodríguez hacia 1740-1742, del que se conserva una copia de la década de 1770 debida a fray Manuel Caeiro. Ante todo hay que destacar que entre ambos alzados existen grandes y notorias diferencias, empezando por la escala. Sin embargo, presentan ciertos rasgos en común muy a tener en cuenta. Fundamentalmente en la composición de la cornisa incurvada coronada con pináculos, así como en las torres laterales, de base bulbosa en los cuerpos de remate. También son similares en cuanto a que sus portadas se abren bajo un frontispicio columnario con volutas sobre el entablamento, las cuales flanquean a su vez un vano central. E igualmente en la utilización de fajas en resalte que ascienden hasta el entablamento curvo, un recurso muy habitual en la retablística gallega del tercio central del siglo XVIII."

Nada más acabarse la obra en la fachada, se hace palpable acometer el acondicionamiento del entorno del santuario, una iniciativa que también sufrió importantes contratiempos y retrasos. En su transcurso se construyó la casa del capellán, edificio derribado a mediados del siglo XX:
"A inicios de 1758 el gobernador y comandante general del Reino, el marqués de Croix, dispuso que el Ayuntamiento de Mondoñedo se encargase de hacer el camino y “pantano” que desde el santuario de Los Remedios bajaba hasta Rego de Cas y Cesuras. En atención a ello el Concejo acordó contactar con fray Benito de Ponte, maestro de obras de la comunidad benedictina de Vilanova de Lourenzá, para que acudiese a reconocer el terreno y delinease la planta. Durante aquel verano el Consistorio estudió la traza de este pantano, camino y “murallon” que sustentaba la vía, y acordó rematar la obra en 6.000 reales de vellón, como también pagar 120 al monje por haber venido hasta Mondoñedo y por haber realizado el diseño. De todos modos nada de esto se hizo entonces. Según el Ayuntamiento la causa principal se debió al desinterés del Cabildo por contribuir a la financiación. Aun así, en noviembre de 1760 el Concejo requirió de los servicios de los maestros Pedro Estévez y Barros y de José Carballeda para que peritasen el estado de la zona en que se harían las mencionadas obras. Una vez fijadas las adiciones que creyeron oportunas respecto a lo delineado por fray Benito da Ponte pujaron por su remate al mes siguiente, pero se las adjudicó el asentista Luis de Lodeiro por 12.500 reales de vellón1098. Sin embargo no se iniciaron con premura, y a finales de 1762 el ingeniero Martín Gabriel tuvo que hacer un nuevo análisis del estado en que había quedado el barranco tras los daños sufridos por la fatídica inundación del 10 de septiembre de 1761. El encargado de llevarlas finalmente a cabo fue el maestro Ángel Puente, es decir, el mismo que había construido la fachada de la iglesia aledaña años atrás. El de Campo Lameiro tenía todo terminado a mediados de 1763. Dos décadas después se construyó muy cerca de dicha zona una casa para el capellán del santuario, concretamente en el camino que se dirigía hacia Pelourín y al monasterio de Os Picos. De la obra se encargaron los maestros locales Manuel Bouso, Juan de la Barrera y Jacinto Díaz, quienes cobraron 6.240 reales por su trabajo. Esta casona se destruyó a finales de la década de 1950."

En el atrio, se sabe de varios enterramientos de militares de alta graduación, así como de sus esposas, a lo largo de la primera mitad del siglo XIX. En algunas solicitudes de enterramiento se lee la razón..
"porque desde muy antiguo ha sido destinado para los militares y sus familias, que aún no hace muchos años, se enterraban en él, hallándose dicho atrio al descubierto y bastante ventilado"

En 1895 la capilla pasó a ser parroquial al crearse la parroquia independiente de Os Remedios dentro de las reformas administrativas-eclesiásticas de aquel año

Sobre la portada vemos la placa de piedra tallada con la pertinente inscripción sobre su construcción:

"Esta capilla se principió en el mes de julio de 1733 y se acabó en junio de 1738, siendo Obpo. y Sr. de Mondoñedo Dn. F. Ant. Alexandro Sarmiento de Sotomayor"

Encima, el rosetón


Y el escudo con las armas del obispo Sarmiento de Sotomayor, de quien tanto hablamos y hablaremos recorriendo Mondoñedo


Pasamos al interior, donde el arte barroco llega aquí a su plenitud en el retablo del altar mayor, que se sabe acabado en 1744, al ser cuando el Cabildo decide el traslado de la Virxe dos Remedios a su capilla celebrando misa cantada. De todas formas no es hasta finales de 1744 cuando se contrata su dorado. Otras de las imágenes que podemos ver en él son las de la Asunción de la Virgen, San Ildefonso, San Anselmo, San Bernardo, o San Ruperto, todas dieciochescas

Asimismo, la original disposición del transepto permite albergar cuatro retablos, dos de ellos, cara al altar, barrocos, y los otros dos, rococó, también del siglo XVIII y con imágenes como Santa Escolástica, San Benito Abad, la Virgen del Rosario, Santo Domingo de Guzmán y San Vicente Ferrer. Los antiguos fueron llevados a otras parroquias:
"Concluido el edificio el siguiente paso fue amueblarlo. El retablo mayor y los citados de santa Gertrudis y san Benito hubieron de iniciarse, como muy pronto, a partir de 1738. Los dos últimos pertenecen al mismo taller y ya estaban hechos entre 1742-1744. Francisco Javier Novo Sánchez vinculó su traza a algún artista desconocido pero de ámbito leonés. A finales de 1744 se hallaba terminado el mayor, pues el 22 de diciembre el Cabildo aprobó llevar al día siguiente a la Virgen de los Remedios “a su Capilla, respecto esta acavado el retablo, y se le diga misa cantada en ella”. Se desconoce el autor o autores del diseño y su ejecución, aunque según Novo Sánchez hubo deberse al artista redondelano Antonio del Villar1084. Documentalmente solo consta que su talla la costeó el obispo Sarmiento, y que el 28 de noviembre de 1745 se contrató su policromía y dorado en la villa ourensana de Ribadavia. Se la adjudicó el pintor Juan Antonio Amoedo y Troncoso por 25.000 reales, quien corroboró que previa la firma de la escritura ya se había concertado con el prelado en realizar la obra, la cual ejecutaría a lo largo de 1746 luego de comenzarla a principios de marzo. Cabe destacar que el antiguo retablo mayor, iniciado en 1698 y concluido con su camarín en la década de 1700, se trasladó íntegramente a la iglesia parroquial de Santo André de Masma. Esta se hallaba inmediata al Palacio Episcopal del Buen Aire y ambos edificios se construyeron a expensas de Sarmiento."

Adentro se encuentra también el sarcófago con arcosolio en el que está enterrado el obispo, quien en realidad mandó ser sepultado aquí pero en tierra y sin ostentaciones, aunque la posteridad quiso honrar su memoria con este mausoleo en 1759. Por eso escribe Álvaro Cunqueiro en 1953 en el Faro de Vigo:

"Nos hemos detenido, antes de entrar en la ciudad, en los Remedios. Allí goza el obispo Sarmiento uno de los más bellos otoños del mundo, en el santuario que construyó a Nuestra Señora; las viciosas parras, el dorado bosque barroco. Sarmiento, orante sobre su sepultura, recuerda al cardenal que Rafael pintó y se contempla en el Prado de Madrid: la misma grave mirada, la aquilina nariz, los finos y delgados labios. Este barroco de la iglesia de los Remedios, en tierra tan arcaica y en ciudad de tan antigua y reposada forma, es como el Renacimiento en Mondoñedo"

La talla de la Virgen es, como la mayor parte de las de la iglesia actual, dieciochesca, la centuria del obispo Antonio Alejandro Sarmiento de Sotomayor, quien promovió aún más su culto financiando este su nuevo santuario y buena parte de su mobiliario. Retomamos la lectura de Javier Gómez Darriba:

"Además en 1740 fundó la cofradía de Nuestra Señora de los Remedios. El 12 de diciembre de 1745 hizo testamento y pidió ser enterrado junto a la pila del agua bendita de la capilla, ubicada junto a su entrada. Haciendo gala de una acérrima humildad, dispuso que ni en su losa, “pared ymmediata, ni otra parte que no se ponga por ningun motivo ynscripcion, titulo, epitafio, ni otra señal alguna por donde se conozca y evidencie en lo presente ni futuro que alli se halla sepultado mi cadáver”, y que si alguien incumplía dicha cláusula, “con toda mi potest.d desde ahora para entonces le echo mi maldición por no ser justa que quede memoria de un obispo tan yndigno como yo”

Finalmente murió en el Palacio Episcopal del Buen Aire el 18 de octubre de 1751 y se enterró en el santuario dos días después. Con posterioridad a su muerte se edificó un sepulcro en el interior del templo y en él se introdujeron sus cenizas el 29 de mayo de 1759. Su epitafio remarca el espíritu promotor que le llevó a transformar el arrabal de Los Remedios, donde patrocinó, tal y como cita el epígrafe, las obras del templo, del nuevo Hospital de San Pablo, de la Cárcel y de una fuente

El patronazgo mariano de la Virxe dos Remedios no fue oficializado hasta más de dos siglos después, con decreto del Papa Pío XII y proclamación del cardenal Quiroga Palacios. La coronación canónica se celebró el domingo 12 de septiembre de 1954 y de ahí viene que se presente coronada. No obstante ya hemos dicho que su fama de milagrosa e intercesora venía desde tiempo atrás, incrementada notablemente en el siglo XVII, por ejemplo, en mayo de 1651 y ante los “temporales que corren […] tan rigurosos de hayre y aguas”, el Concello y el Cabildo "le pidieron a la Virgen que acabase con ellos, y en consecuencia, firmaron su traslado procesional hasta la catedral y el ofrendarle una alhaja por valor de 200 reales   ", explica Gómez Darriba, añadiendo otras noticias de ese siglo y del siguiente:

"El 9 de junio de 1681 el Concejo rogó al cuerpo capitular que hiciese un novenario y una procesión en su honor a fin de que intercediese por la conservación “de los frutos de la mar y tierra”, y exterminase la plaga “de gusanos y de otras enbriçes” que tanto daño causaban. Seis años después la Virgen intercedió por un soldado español en la plaza africana de Orán en un célebre episodio. Y el 1 de abril de 1761 el Cabildo acordó agradecerle con una misa con procesión el que Mondoñedo no hubiese sufrido los efectos de un terremoto acaecido en el día anterior." 

El citado poeta Noriega Varela le dejó dedicados a la Virxe dos Remedios estos versos de su obra Do Ermo de 1920, en los que recuerda su casa y su cercanía al templo:

Cantar Montañés (A Nosa Señora dos Remedios)

Santiña milagrosiña, lembraste?
A nosa casiña
onda túa;
o Campo florido e ledo,
tu reinando en Mondoñedo,
eu galanteando á lúa.
A lúa, ¡e rompín con ela!;
pro meu sino -crar estela
que enxamais
de veleidades se extraña-,
deume outro amor -a montaña-,
e non quixen rondar máis
I, ¡ai!, cautivo da súa fala,
desestimo a quen fai gala
de non ver
que lle chama ó teu Neniño
meu bico de paxariño
nun cantar de adormecer

Otro poeta, Daniel Pernas Nieto, le dedicó también su composición en Fala das Musas de 1936:

A Naiciña dos Remedios:

Na fala da musa miña
e dos versos das rudeces
hai unha frol sin espiña,
remanso por que camiña
deste mundo entre fraqueces.

Solece. Pelra orballada,
polo respiro daurora,
feitura do Ben, amada
das estrelas, coroada,
a que do mundo é Señora.

Doíña; bágoa do Ceo,
tola damores, sin lixo
prendeoa Dios no seu seo,
coas cordas daquel deseo
de querer canto Dios quixo.

Pela noito do pecado,
trema-lus, i-o novo día
esquence tempo pasado
que samosa enguedellado
tras a impedade quespía.

E mentras quualó lapea
en fogueiradas o Sol,
ten dabondo quen non cea,
quen nos seus ollos estea,
sendo do mundo remol.

A Dona, pomba sinxela,
trocou con Dios un biquiño,
i-en Nazaret unha estrela
olla o carreiro quourela...
i-a Nai quedou no camiño


Si bien le dedicamos una completa entrada de blog a la gran feria caballar de As San Lucas, estimamos muy conveniente, antes de seguir camino, acercarnos a su Campo da Feira antes citado o Campo dos Paxariños


As San Lucas, en plural, son grandes fiestas y ferias basadas en una histórica feira caballar con grandiosa romería. Se relaciona su origen con la concesión de ocho días de fiesta (feriados) por el rey Alfonso VII en 1156 y antaño llegaron a durar 15 días. Los caballos son los protagonistas, venidos de las montañas mindonienses y de los concellos de la comarca. Un espectáculo viéndolos pasar ante la catedral y por el mismo Camino de Santiago, caminado por los peregrinos, y de allí dirigirse por las rúas del casco viejo hasta llegar aquí, al Campo da Feira. Por su parte, puestos de venta, casetas, barracas, tiendas y atracciones inundan A Alameda y gran parte de esta ciudad que fue una de las capitales de las antiguas provincias gallegas, haciendo patente en estos días su grandeza como cabeza histórica de una parte muy importante de la Galicia de siempre


Este gran terreno, óptimo para tan gran celebración, había pertenecido al Cabildo, por lo que, con las desamortizaciones del siglo XIX, pasó al Estado, y este a la vez, por Real Orden del 28 de diciembre de 1855, lo cedió al Concello, si bien este, viendo que aún resultaba pequeño, realizó diversas expropiaciones a particulares. En 1873 se permite emplear este campo para jugar a los bolos pero, ante las graves protestas de algunos vecinos, se prohíbe. Un caso similar a lo que ocurrirá con la pelota o las bicis unas décadas después en la Alameda dos Remedios


En 1915, a un lado del campo, el emigrante retornado José Ariaga Rodríguez construye una tahona, al lado de la que se celebran, durante As San Lucas, carreras de caballos, mientras, al otro lado del terreno, se hace una fuente, con gran pilón, donde no solo bebía el ganado, sino que se refrescaban y aseaban los jugadores de los primeros equipos de fútbol mindonienses, que tuvieron aquí también su estadio hasta que en 1972 se inauguró el de Viñas de Veiga, al otro lado de Mondoñedo, en la vega del Valiñadares


Tras de la Guerra Civil, el terreno de juego se amplía, se talan árboles, se allana el terreno, pero la pequeñez del lugar para los encuentros deportivos, y las condiciones de insalubridad, motivaron el traslado, siendo entonces cuando se vuelve a jugar a los bolos, que luego se guardaban en el almacén de los Cabanela. También estuvo aquí el taller de Os Campaneiros, la familia Blanco Palacios, fundidores de campanas


Al oeste de este campo estuvo además una de las primeras gasolineras de Mondoñedo, la de Manuel Cabanela, también se instalaban los circos ambulantes. Una báscula construida por el Concello para pesar el ganado fue muchas veces empleada además como vestuarios por los equipos de fútbol visitantes


En nuestros días gran parte del Campo dos Paxariños está ocupado por dos nuevas calles, y como aparcamiento. También hay zona de lavado de autocaravanas, si bien se siguen celebrando aquí las grandes ferias de ganado caballar de As San Lucas y As Quendas, siendo un espectáculo que mueve multitudes, máxime cuando bajan las grandes manadas, guiadas por jinetes vaqueiros, de las brañas de toda la contorna, así como de otros lugares del concello y comarca. De As San Lucas, y de Mondoñedo, dejó el gran Álvaro Cunqueiro esta a la vez descripción, semblanza e invitación en la publicación, especial para estas ferias, Mondoñedo, Ferias y Fiestas de As San Lucas 1968:
"Entre montes perdida, en un valle hermoso y fértil surcado por claros ríos, está Mondoñedo, poblada desde  antes de la venida de las legiones por el celta sonoro que se adornaba con oro. La antigua Villamayor recibió el nombre de Mondoñedo del monasterio de San Martín, el que rigió San Gonzalo en los días del normando depredador. En los días de Martín, obispo, la sede episcopal dumiense fue trasladada a Villamayor, y la Catedral de la Asunción dedicada un 18 de octubre, fiesta de San Lucas Evangelista. Sería por el año 1225. Y desde entonces, hay que suponer que datan estas ferias y fiestas, As San Lucas, que vienen, en el dorado otoño, a perturbar el silencio y la paz mindonienses..."

 "... Puntuales bajan las greas de los potros bravos. Puntual acude la gente montañesa y la gente mariñana al ferial, y calles y plazas, y la bella y perfecta Alameda, se llenan con la multitud de visitantes. Todo tienen un aire antiguo y provincial. Invitar a visitar Mondoñedo es invitar a contemplar una pequeña pero insólita joya antigua, posada en el verde campo, en uno de los paisajes más finos de la geografía gallega. Y a la perfección mindoniense hay que añadir el sabor medieval de su feria, y la propia naturaleza monumental de Mondoñedo, desde el barroco de los altares de la iglesia de Nuestra Señora de los Remedios hasta las pinturas murales de la Catedral, y esa que Otero Pedrayo llamó, refiriéndose al rosetón catedralicio, "la gran flor submarina" 

Por su parte, tal y como explicaba en ABC Galicia el 21-10-2018 Miguel Souto, Presidente de la Asociación As San Lucas

"En el momento en el que nació la feria, en el siglo XII, en Europa se vivía un momento de paz y en Galicia también, aunque en otras zonas de la península había más conflictos. Por este motivo, los vecinos intentaban, de alguna manera, dar salida a los excedentes agrícolas que se generaban en ese momento de prosperidad. También ayudó el hecho de que se descubriesen nuevos modos de producción en el campo o en la artesanía"

 

Y de esta manera las describe J. Trapero Pardo en Las Ferias y Fiestas de San Lucas en la ciudad de Mondoñedo:

"Estas ferias, según documentos que existen en los archivos provinciales, debieron de dar comienzo en torno al año 1225, al dedicar la Catedral a la Asunción de la Virgen por el obispo don Martín, titulado El calígrafo, canciller del Rey Alfonso IX. El obispo era amigo de San Fernando. Las crónicas dicen que en el palacio episcopal del obispo Martín estuvo hospedado el Santo Rey, cuando hizo el peregrinaje de Oviedo a Compostela (...)

Naturalmente, el paso de los años ha ido introduciendo en estas reuniones feriales modificaciones varias. Entre ellas ha ido desapareciendo la vieja costumbre de xugar o Tangueiro, una variante del Sta. Fermo o Estantigua de origen italiano, y consistente en una alta figura de guerrero, que en una de las manos lleva un saco lleno de tierra , y contra el cual los jugadores, lanza en ristre , pretenden arrebatarle el muñeco, que es giratorio , y si el atacante no es rápido al huir de ese giro recibirá e l golpe del saco . En genera  el ataque se hacía a caballo, por lo que el jinete que no acertaba bien con el lanzazo, además del golpe recibido, solía ser descabalgado"     

Esa sería la tradición más antigua, medieval, de la que aún hay alguna referencia, pero Trapero nos habla también de costumbres más recientes:

"Durante muchos años, As San Lucas mantuvieron sus tradicionales actuaciones en lo comercial y en l o folclórico. A Mondoñedo por esas fechas acudían traficantes, no sólo de las Asturias y valles de provincias gallegas, sino de Castilla, Andalucía. Murcia y Cataluña y otras regiones; unos ofreciendo sus productos típicos, y muchos de ellos para adquirir aquí el ganado mular, pues sabido es que de Galicia llevaban para esas regiones grandes cantidades del ganado para el cultivo de sus tierras y el tiro de los carruajes campesinos.

Hoy, cuando  el ganado mular va extinguiéndose y es sustituido por e l tractor y las máquinas de segar y guadañar y trillar, todavía As San Lucas conservan, como especialidad de su feria, la afluencia de las greas , o grupos de caballos do monte, los peludos, fuertes, pero pequeños caballos que en el monte nacen y en él se crían al aire libre y que, si los lobos, abundantes en algunas zonas provinciales , no los devoran , pasarán en las ferias mindonienses por las calles de la ciudad, asustados al caminar por las calles empedradas, y que luego en el ferial, al escuchar e l estampido de los cohetes o el sonar de las melodías de las orquestas que actúan en el Campo de los Remedios, se reúnen juntando sus cabezas, como amparándose unos a otros en aquellos momentos para ellos peligrosos o extraños"

El primer Cronista Oficial de Mondoñedo (nombrado como tal en 1917) Eduardo Lence Santar, escritor, historiador y periodista, escribía de ellas así:

 "As San Lucas

Así son llamadas en el norte da la provincia de Lugo, en parte de la provincia de La Coruña y en el occidente de Asturias, las famosas ferias de San Lucas, de Mondoñedo.

Son sin disputa estas ferias, no sólo las más importantes de Galicia, sino también de Asturias y León, en ganado mular, caballar bravo y manso- y asnal. 

Tienen 700 años de vida, pues fueron establecidas, según la tradición, en el glorioso pontificado de D. Martín (1219-1248), al consagrarse por este ilustre Prelado la Catedral.

Son, pues, 500 años más antiguas que las renombradas de San Froilán, de Lugo, fundadas en el siglo XVIII. 

Durante siglos se celebraron del 18 de Octubre al 1º de Noviembre. A mediados del siglo XVIII se hallaban en su apogeo. Después, y hasta hace unos 25 años, tenían lugar los días 18, 19 y 20 de Octubre, siendo el mejor de ellos el 19. Aun cuando no son una sombra de lo que en otros tiempos fueron, resultan enormes; y a ellas concurren compradores de Valencia, Aragón, Andalucía, ambas Castillas, León, Asturias y Galicia.La primera noticia documentada que hallamos de estas ferias, remóntase ya al siglo XVI. En efecto, el 30 de Diciembre de 1536 la Justicia y Regimiento pusieron

A solicitud de varios pueblos, el Concejo, el 15 de Abril de 1669, declaró libres de impuestos el pan, trigo, capones, encerros, mantecas, frutas, aves, huevos, platos, escudillas, coles y linaza que se vendiesen en los mercados del jueves.

Pero dispuso que se cobrara de los lienzos (famosísimos).Todo lo cual se observaría igualmente en las ferias de 1º de Mayo, Corpus y San Lucas.  
En 1757, el 28 de Marzo, el licenciado D. José Joaquín Villar y Ron, abogado de la Real Audiencia de Galicia y Procurador general sustituto del Concejo, acude al mismo suplicando que se solicite del Rey, permiso para trasladar las ferias de San Lucas al mes de Agosto, principiándolas por el día 15, en el que se celebraba la fiesta de Nuestra Señora de la Asunción y la feria que en otros tiempos duraba ocho días.  
Acudióse al Rey; pero el informe del Intendente del Reino hizo que fuese denegada la petición.   
Mas volvióse de nuevo a la demanda, para lo que el Concejo dió poder a D. Manuel Olano Villanueva, residente en Madrid y, después de vencer obstáculos, se obtuvo R.C. dada en Villaviciosa el 15 de Marzo de 1759, consiguiendo lo solicitado. Pero, como no diese resultado la mutación, se obtuvo otra R.C., dada en el Buen Retiro, a 23 de Marzo de 1765, para que las ferias de San Lucas volviesen a celebrarse como antes.  
En 1829 se prohibió celebrar ferias y mercados en el reino de Galicia durante los días festivos. Pero por R.O. de 4 de Mayo de 1833, volvióse a la costumbre antigua, exceptuándose, sin embargo, el día de Corpus, Jueves y Viernes Santos.  
Según nos dijeron los dos cultos veterinarios municipales, en 1950 entraron en el campo de la feria 3.722 caballerías, que valían unos seis millones de pesetas.   
Esto nos demuestra bien a las claras lo que aun son las ferias de San Lucas, de las cuales dijo el gran poeta Noriega Varela:  
¡As San Lucas me lembrou  
Aquel cantar!, ¡qué tres días  
Con tres noites e que cría  
Van feirear!  
Hasta nuestros días no hay noticia de que se celebraran festejos por las ferias de San Lucas.   
Los del año 1895 fueron de las mejores de Galicia entonces. Alma y vida de ellos fué el inolvidable mindoniense D. Emilio Tapia Rivas, ilustre abogado, escritor y periodista, muerto en Lugo- donde residió largos años- en 1919, siendo enterrado en su querida ciudad natal.  
Hubo Certamen literario, con numerosos premios, presidido por Murguía, en el que fué premiada la hermosa poesía de Noriega Varela- inolvidable hijo de Mondoñedo también- De Ruada; exposición de ganados, sesiones de fuego de la renombrada casa Hijos de Alonso, de Palencia; concurso de gaitas gallegas- en el que tomaron parte los famosos gaiteiros O Xuyo, de Cangas de Foz, y Lidín, de Fanoy- y muiñeira; tocaron la banda de Luzón, y, de la cuidad, una magnífica rondalla y la banda municipal; cantó el Orfeón Pacheco, de Mondoñedo también; se dieron 1.000 bonos de pan a los pobres; se inauguró la fuente del Campo de los Remedios, coronada por un busto en mármol de Sasdónigas- obra del inolvidable artista D. Ramón Martínez de Insua- y se celebraron otros interesantes números, entre ellos gran función religiosa, conmemorativa de la consagración de la Catedral.  
Consignaremos también que, como reina del Certamen, figuró la gentil y hermosa señorita Concepción Nogueira, hermana política de Tapia, y que en el estrado le hicieron corte Murguía, el Alcalde, el Juez de 1ª Instancia, el Sr. Bustelo, diputado provincial; el Deán, el Provisor de la Diócesis, el Rector del Seminario y un representante del Cabildo.  
Con anterioridad al año 1895, hubo ya concursos de ganados en 1887-89; y después de 1895 se celebraron concursos también en 1907-1915-1948,1951 y 1952. Creemos que hubo otros dos más.  
Los de 1951 y 1952 fueron por iniciativa del actual y culto Alcalde D. Alejo Barja Prieto"


Por su parte, esta es la descripción en Galicia Buen Camino de la Xunta de Galicia:

"Las campanas de la catedral de Mondoñedo, acompañadas de potentes bombas, anuncian al mediodía el inicio de As San Lucas, una de las más importantes ferias tradicionales de Galicia, cuyo origen se remonta a 1156, año en el que Alfonso VII concedió a la villa una fiesta de ocho días. Y por la tarde tiene lugar el pregón, en presencia de la reina de las fiestas y las do damas de honor, el sanluqueiro, las autoridades y miembros de la Comisión de Fiestas y los gigantes y cabezudos, que desfilan hasta el Auditorio Municipal acompañados de un grupo de gaitas.  
Las ferias de As San Lucas son, fundamentalmente, de ganado. La apertura de la feria caballar tiene lugar el sábado, día que se celebra también la misa en honor de San Lucas, con una masiva asistencia de público. El concurso de ganado en el recinto ferial se completa con un concurso de andadura gallega, modalidades serrada (dos tiempos) y chapeada (cuatro tempos), un concurso canino y distintas exhibiciones de perros, en el pabellón municipal. El último día de las fiestas es el día de las maulas, en el que todos los productos de la feria se venden a mitad de precio.  
No faltan charangas, juegos tradicionales, verbenas y conciertos todos los días, y una feria-muestra de productos agroalimentarios y de maquinaria.  
Destacado: Concurso de andadura gallega, en el recinto de A Granxa"

Y... además de caballos: fútbol: cuenta Andrés García Doural que el 16 de junio de 1968 se celebró un partido en beneficio del entonces llamado Asilo de Ancianos Desamparados, junto al que acabamos de pasar. La recaudación será para comprar una necesaria furgoneta, y el valioso trofeo será donado por el representante de Piensos Biona en Mondoñedo: Carlos Folgueira, el futuro Rei das Tartas. Los jugadores dos selecciones de equipos representativos de Mondoñedo, una de los años 40/50 y otra de los 50/60


Hubo en Mondoñedo equipos históricos, de los que algunos jugaron en este campo, el Club Atlético Huracán, el Closvinel Celta de los Remedios, Pelamios, Fútbol-Sala Alcántara, Troya, Ben Chos Sei, la S.D. Mindoniense, y por supuesto del Mondoñedo F. C. Las primeras noticias de la práctica del fútbol en Mondoñedo son del año 1913, tal y como conocíamos al pasear por la Alameda dos Remedios, si bien la constitución de un equipo llevaba fraguándose uno año antes, según nos enteramos repasando el artículo de Andrés García Doural Primeras noticias del fútbol en Mondoñedo:
"A comienzos del mes de marzo del año 1912, se encuentran muy adelantados los trabajos para la formación de unos Estatutos, por los que ha de regirse el nuevo "Club Deportivo Mindoniense". Se formó una Comisión de ciudadanos para su redacción y se convoca en la prensa escrita mindoniense a los que deseen participar en dicha Sociedad a una reunión que tendrá lugar en el Salón del Cine Galicia de Mondoñedo a las tres de la tarde del 15 de abril del año 1912.

Todos estos trámites debieron alargarse bastante tiempo, pues había algunas personas de la localidad que intentaban que decayeran los ánimos de la citada Comisión. En el mes de septiembre del año 1912, todavía no habían rematado y se ?advierte a cuantos tengan proyectado solicitar el ingreso como socios de número en dicha Sociedad, que durante todo el entrante mes de octubre, último y definitivo plazo, podrán verificarlo haciendo presentación al tesorero deportivo D. Alfredo Martínez de las solicitudes correspondientes y abono de la cuota de entrada"

Luego ya vendría aquel partido de marzo de 1913 que inauguraría las competiciones balompédicas en Mondoñedo, cuyos pelotazos ocasionarían su traslado aquí en el siguiente decenio

Desde aquí podríamos seguir ruta optando entre dos alternativas: una regresar a la Praza da Catedral para tomar el ahora llamado camino complementario, que sube a Maariz, Lousada y Alto da Xesta. y otra que es, desde la iglesia de Os Remedios (al fondo de la foto), cruzar la carretera N-634, bajar al valle del Rego de Cesuras y luego emprender la la ascensión a los montes de A Infesta. Ambas opciones se reunirán en Gontán, concello de Abadín, cerca del albergue público de peregrinos allí existente, ya en la Terra Chá

Fue, con motivo de unas obras de la actual carretera N-634a a finales de la década de 1950, desplazándola al costado de esta iglesia, cuando se derribó la mencionada Casa do Capellán, no sin pleito con su último propietario, José Villamarín Pallín


De la Casa do Capellán se tienen noticias desde 1784 por unos papeles de unas obras, lo que indicaría que ya existiría tiempo atrás


En el último tercio del siglo XIX sabemos vivía aquí, como capellán, Manuel Fernández de Noriega, tío del poeta Antonio Noriega Varela, durante un tiempo acompañado por su hermana Dolores y su hijo, muy pequeño


Además de admirar de nuevo la planta de cruz latina de esta parroquial, tenemos aquí un elemento excepcional, una puerta lateral, en el lado de la epístola, cuyo dintel muestra las armas del obispo fundador del primer santuario, Francisco García de Benavides


Puede asegurarse que sería este entonces un detalle superviviente de la construcción más antigua


En la parte posterior de la ermita se celebraba la feria porcina, y era el lugar en el que se levantaban los cadalsos de las ejecuciones que, normalmente, solían ser públicas aún al menos hasta muy finales del siglo XIX


Eran a garrote vil y solían ser muy seguidas por la prensa de la época que, en ocasiones, entrevistaba a los reos. Posiblemente las más sonadas fueron las Manuel Logilde Castrillón, el único no indultado de los seis condenados a muerte por la masacre do Valadouro, en 1890, y la de los amantes de As Sasdónigas, en 1893. Era el ejecutor uno de aquellos verdugos de leyenda de la más terrible crónica negra, Lorenzo Huerta. De la ejecución de Logilde Castrillón recuerda su crónica negra Yolanda García para La Voz de Galicia del 21-3-2019:
"En la crónica negra de la provincia de Lugo hay hechos que sucedieron hace mucho tiempo atrás pero que al cobrar vida con el ejercicio de la memoria nos producen escalofríos. El crimen de Santa Cruz (O Valadouro) fue uno de los que estremeció en toda España. Este mes se cumplen 130 años del juicio que se celebró en Mondoñedo, entre los días 26 y 29 de marzo de 1889, a José García Braña Rojo, Antonio Fernández Alonso, Manuel Logilde, Ramón Seivane, Ramón Seco y José Lindín, seis vecinos de A Pastoriza. Se les acusó de haber asesinado al entonces cura de Santa Cruz, Manuel Neira, y a tres criados suyos, Jesús García, Luisa García y María Josefa Gasalla. La primera noticia publicada en la comunidad gallega fue de La Voz de Galicia, en su edición del 25 de noviembre de 1888, tres días después del crimen, y firmada desde Madrid, según destaca Miguel Vila que noveló el horrendo suceso en O crime de Santa Cruz. «El móvil del asesinato fue el robo» y el botín 970 pesetas, contaba el diario en el comienzo del juicio oral. «Este crimen ha causado aquí profunda y penosa impresión, pues jamás se ha presenciado otro igual», añadía.

La sentencia, publicada el 2 de abril de 1889, los condenaba a pena de muerte pero en marzo de 1890 cinco de los seis fueron indultados: «A las ocho de la mañana fue ejecutado Logilde, quien subió al patíbulo en un estado grandísimo de abatimiento y derramando copioso llanto. El número de espectadores que presenció el horrible espectáculo de la ejecución fue extraordinario»."

En cuando a los Amantes das Sasdónigas, parroquia mindoniense por donde pasa el llamado Camino complementario, recogemos este artículo de Historia de la crónica negra:

"El lugar al que nos dirigimos es uno de los más bellos y luminosos parajes que se pueden encontrar en la Galicia interior. Allí se inicia la división geográfica de dos de las principales comarcas de la provincia de Lugo, limitando ambas con una extensa y brumosa montaña desde la que pueden divisarse unos inigualables atardeceres, dejándose caer la sombra en medio de impresionantes praderías y pequeños riachuelos, popularmente conocidos como regatos o regachos que discurren mansamente entre la espesa cordillera que separa las comarcas de A Mariña y Terra Chá. La primera ocupa prácticamente toda la franja norte de Lugo, siendo bañada por el Cantábrico y extendiéndose a lo largo de casi 70 kilómetros de costa que separan la Ría de O Barqueiro al oeste, de la del Eo, en el este. La segunda es la gran meseta interior lucense, la más extensa de las comarcas gallegas, con casi dos mil kilómetros cuadrados de superficie, mucho más grande que la provincia de Guipúzcoa.

A esa intersección en la que imaginariamente se dividen dos mundos para muchos lucenses, el teóricamente litoral y el interior, nos dirigimos para recordar como en un ya lejano 21 de febrero de 1891, se produjo un brutal crimen que marcó a la parroquia de As Sasdónigas desde entonces. El asesinato alcanzaría una notoria popularidad en las concurridas ferias y mercados mindonienses al amparo de la multitud de coplas de ciego que se cantaron en aquel tiempo, principal medio de transmisión oral de los graves sucesos de la época, al igual que lo es hoy la red Internet, la prensa escrita, radio o televisión. El hecho en sí se alcanzaría cierta épica, no exenta de una leyenda morbosa que se fue generando en torno al criminal que terminaría siendo ajusticiado en las inmediaciones del Santuario de los Remedios, en Mondoñedo.

En la última década del siglo XIX la emigración gallega a tierras americanas estaba alcanzando un gran auge y apogeo. Ya era frecuente ver a los primeros indianos, como eran conocidos los que atravesaban el Océano Atlántico, llegando a sus lares y aldeas hablando en un refinado castellano con un marcado acento caribeño que iría aportando un buen número de palabras a la lengua gallega. Entre estas últimas, una de las más famosas que nos encontramos es aiga, empleada todavía en nuestros días por las personas de una cierta edad para referirse a los autobuses de líneas regulares. Los indianos solían decir «me voy a comprar uno de los mejores coches que aiga», y la palabra se empezó a asociar indefectiblemente a vehículos de gama alta, que posteriormente se trasladarían a los de transporte colectivo o de viajeros.

Hemos empezado hablando de emigrantes porque es precisamente un emigrante que había hecho una cierta fortuna el triste protagonista de esta cruel historia. Como era muy común en aquellos tiempos, cuando las cosas comenzaban a funcionar en tierras americanas, uno de los dos miembros de la pareja solía abandonar el país al que habían emigrado, en este caso Argentina. En otras ocasiones viajaba solamente el varón en busca de esa prometida fortuna que solían hacerles los navieros de la época, aunque los que verdaderamente hacían fortuna eran ellos. Entre estos últimos se encontraba el ínclito Pedro Barrié de la Maza. En el caso que nos ocupa, el varón se quedó en tierras sudamericanas durante algún tiempo más, en tanto que su esposa regresó a Galicia. En ese período de tiempo, previo al regreso del marido, la esposa, Manuela Vidal, inició una relación con un apuesto mozo de una parroquia próxima a la suya, Galgao, que era unos quince años más joven que ella. Se llamaba Manuel Rivas y rondaría los 25 años, un jornalero que iba a realizar trabajos a su casa.

Cuando regresó de tierras americanas su marido, que se llamaba Juan Paz, la relación estaba plenamente consolidada, mientras que el matrimonio hacía aguas por todas partes. Sin embargo, en aquella época las separaciones de las parejas, además de estar muy mal vistas, lo estaba todavía más el adulterio, esas relaciones que se mantienen a escondidas sin que se entere la gente. Quizás era mucho peor la condena social a que estaban sometidos quienes lo practicaban que la que pudiese recaer por parte de quienes se encargaban de dictar justicia, pues en aquel entonces el adulterio estaba tipificado como delito en el Código Penal. En este caso se sumaban también intereses de tipo económico, pues se decía que el cónyuge de Manuela había traído una inmensa fortuna de tierras americanas."

De esta manera, para deshacerse del marido de ella, eludiendo la condena social y la judicial (las separaciones acababan en los tribunales) los amantes Manuela y Manuel deciden asesinarlo involucrando a un tercero, un joven vecino que se encargaría de dar muerte al esposo. El desenlace no podrá ser más trágico y terrible:

"Se encargaría de ello el joven mozo, en complicidad con su amante, quien le reveló todos los entresijos de su domicilio, desde las costumbres de su marido hasta la hora en que acostaba a su hija más pequeña, de tan solo seis años, que luego resultaría ser clave para la resolución del caso, pasando por otros pormenores que afectaban a su atormentado matrimonio. 
En la noche del 21 de octubre de 1890, cuando Juan ya se había quedado dormido, se presentó en su domicilio el clandestino amante de su esposa. Iba provisto de un cuchillo que había traído Juan Paz de tierra americanas, con el que se encargaría de dar muerte a su rival cuando este estuviese descansando plácidamente en su lecho. En su funesto proyecto no debería quedar vivo nadie. Ni siquiera la niña del matrimonio si fuese preciso. En aquella tenebrosa noche, Manuel asestó varias cuchilladas a Juan Paz, quien acabaría yaciendo sobre un impresionante lecho empapado de sangre. La niña, que se despierta ante la escandalera que está escuchando, con el temor que le produce aquella macabra escena, decide mantener los ojos cerrados como si estuviera dormida, para así salvarse de la muerte. Posteriomente, la pequeña sería cogida en brazos por su madre. Rivas le advierte a la niña que «la colgara do poleiro» en caso de que diga que fue él quien asesinó a su padre. Le dicen que en caso de ser entrevistada por la Guardia Civil debe manifestar que fue un ladrón que se acercó a su domicilio y que huyó por una ventana. 
En días sucesivos se van conociendo detalles interesados del crimen que se encargan de filtrar tanto la esposa de Juan Paz, como su amante. Para darle más teatralidad al asunto, muestran unas huellas de sangre que aparecen en las inmediaciones de la ventana por la que supuestamente había huido el asesino. Sin embargo, todo el mundo es conocedor de las relaciones que mantienen Manuela y Manuel, por lo que el alcalde-pedáneo de As Sasdónigas decide poner los hechos en conocimiento de la Guardia Civil y el propio juzgado de Mondoñedo. No tardan en ser detenidos los dos amantes, quienes cuentan versiones fantasiosas ante los agentes en el interrogatorio, tales como que los ladrones que penetraron en la vivienda le habrían obligado al joven amante a acudir con ellos a la casa de Juan Paz. Las contradicciones en las que incurren son flagrantes y muy pronte se desvelará toda la verdad.. 
Mientras se encuentran detenidos, los hijos de Juan Paz y Manuela Vidal se van a vivir al domicilio de su abuelo paterno. Allí, la pequeña que dormía con su padre el día de autos, le revelará toda la verdad al padre de su progenitor, entre otras cosas las veladas amenazas que le había hecho Rivas en caso de que fuese llamada a declarar, además de haberlo visto con la cara tiznada con el supuesto propósito de que no fuese reconocido por la criatura, quien relata otro pormenores del crimen, tales como el salto que dio su padre en el momento de recibir la primera cuchillada, quien tras expulsar unos gorjeos de sangre caería tendido en el suelo del cuarto, momento que aprovecharon los asesinos para huir. La pequeña aterrorizada no sabía que hacer. Posteriormente regresarían Manuela y Manuel a la estancia para recoger el cuerpo de la víctima y reintegrarlo a la cama, como pretendiendo dar la impresión que había sido asesinado en el propio lecho en el que sería encontrado. Será el abuelo paterno de la pequeña quien de cuente a la Guardia Civil de la información que le ha proporcionado la niña, quien se convertirá en la persona clave para resolver el asesinato. 
En la prisión en la que están ingresados ambos amantes, Rivas solicita una entrevista con Manuela, que le es concedida, pero con tan mala suerte que es escuchada por el alguacil carcelario, quien da cuenta a sus superiores que el hombre está pergeñando un plan para fugarse de la cárcel. A consecuencia de ello, se decide que el autor del crimen lleve desde aquel momento un enorme hierro adosado a los pies que le impiden cualquier movimiento. En aquella entrevista, promovida a instancias de la ya viuda de Juan Paz, esta le manifiesta a su amante su preocupación por la situación de desamparo en la que pueden quedar sus hijos en caso de que ambos sean condenados a muerte. 
En el juicio, que se celebra en la Audiencia Provincial de Mondoñedo, tanto Manuela Vidal como Manuel Rivas son declarados culpables de asesinato en distinto grado, por lo que son sentenciados a muerte. La condena es apelada ante al Tribunal Supremo, quien se ratifica en la sentencia emitida por el organismo provincial. Se solicita el indulto ante la entonces reina-regente María Cristina de Habsburgo-Lorena, de quien se espera que conceda esa gracia al igual que lo había hecho tres años antes con la mayoría de los autores de la matanza de Santa Cruz de O Valadouro. Sin embargo, en esta ocasión la regente hace caso omiso de las peticiones de clemencia. 
Árbol infame 
A primeras horas de la mañana del 21 de febrero de 1893 son llevados al patíbulo los dos amantes, sin que lleguen noticias del ansiado indulto, en las inmediaciones del Santuario de Os Remedios. Es un día desapacible en el que reina un fuerte viento y llueve con insistencia, aunque ello no es óbice para que hasta el lugar se desplace una legión de curiosos para presenciar un tétrico y escabroso espectáculo que comienza a las ocho de la mañana. Lloroso y desencajado, Manuel Rivas, pronuncia unas últimas palabras antes de ser ejecutado: «¿Al fin no se ha conseguido mi indulto?» Se encarga de las ejecuciones el verdugo Lorenzo Huerta, que es definido por el escritor Antonio Reigosa como un hombre gentil, con don de gentes y perfeccionista. Los reos, principalmente Rivas, están abatidos. Les han administrado los últimos auxilios espirituales y ambos se han confesado y comulgado. El ejecutor de las sentencias de muerte hace su trabajo con eficacia y rapidez. Las ejecuciones se realizan en apenas cuatro minutos, pues estaban previstas para las ocho de la mañana y cuatro minutos más tarde, los cadáveres de Manuela Vidal y Manuel Rivas ya estaban tendidos sobre el patíbulo. La función concluye con la intervención del superior de los Pasionistas de Mondoñedo en la que exhorta a los presentes a hacer el bien, al tiempo que implora la clemencia divina para el alma de los dos ejecutados por el crimen que le ha costado la vida a Juan Paz. 
Hasta las cinco de la tarde de aquel día otoñal, los cuerpos expuestos ante la multitud para que contemplen sus respectivos cadáveres, el de Manuela con la lengua de fuera, mientras que Rivas presenta un aspecto muy distinto. Posteriormente son recogidos por frailes de la Orden Tercera para que reciban cristiana sepultura. La mujer dejaría dispuesto que un pequeño capital del que disponía, 40 reales, fuese empleado para oficiar misas por su alma. 
El escenario de la ejecución pasaría a la historia de las creencias y prejuicios populares a causa de un famoso árbol que se hallaba en las inmediaciones, al que la superchería popular atribuyó el don de la mala suerte. A él se había subido hacía algo más de tres años Manuel Rivas para contemplar las ejecución de Manuel Logilde Castrillón en 1890, principal acusado del cuádruple crimen de Santa Cruz do Valadouro. Alguien que estaba presenciado las ejecuciones de los amantes reparó en esta circunstancia por lo que cuando fue ejecutado, junto con Manuela Vidal, ninguno de los asistentes a tan degradante y perversa función se osó en subirse al mismo árbol desde el que él había presenciado el ajusticiamiento del autor intelectual de la masacre de Santa Cruz do Valadouro."


Pasado así Os Remedios, los peregrinos que deciden continuar por aquí hacia Abadín dejan, tras cruzarla, la carretera N-634a y toman, a la derecha, la LU-P-3106, que recorre el valle de Cesuras, viendo en la distancia las cuestas de A Infesta, paso de A Mariña hacia A Terra Chá







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