Monumento al insigne médico y escritor Leiras Pulpeiro. Al fondo el Centro Cultural Alcántara |
Camino del albergue público de peregrinos, los caminantes jacobitas que recorren el casco antiguo de Mondoñedo se van a encontrar, en la calle de su nombre, antigua Batitales, con el monumento al gran doctor y escritor Manuel Leiras Pulpeiro, una de las grandes referencias literarias y culturales de la ciudad, justo antes de subir las escaleras que se dirigen al refugio, sito en las dependencias del antiguo convento franciscano de San Pedro de Alcántara, desamortizado en 1835 y cuya iglesia, que vemos al fondo, es ahora el Centro Cultural Alcántara, con su Centro de Interpretación do Camiño de Santiago Norte
Praza de San Xoán y, en medio, monumento a Leiras Pulpeiro: bifurcación de caminos |
"En 1705 fray Juan Muñoz y Salcedo fue designado obispo de Mondoñedo. Este monje jerónimo de raíces giennenses, antiguo confesor de Carlos II y prior del monasterio de San Lorenzo del Escorial, rigió la diócesis hasta su muerte en 1728. Su mandato se caracterizó por el patrocinio de múltiples reformas urbanas y arquitectónicas en la capital episcopal, siendo la más llamativa la de la fachada de la catedral. En ellas puso un incesante y denodado empeño nunca antes visto en un prelado mindoniense. La empresa de mayor complejidad de todo su episcopado fue la de financiar nuevos conventos para las distintas ramas de la Orden franciscana, pues ello no solo implicó destinar grandes partidas económicas con que sufragar las fábricas arquitectónicas y el mobiliario litúrgico de dichas casas monásticas, sino también invertir considerables sumas de dinero y muchos quebraderos de cabeza en resolver los pleitos en los que se vio envuelto por su causa"
"Tradicionalmente se ha creído que la Fuente de San Juan se construyó en 1726 en una plazuela aneja a la antigua Calle de Batitales –hoy Praza de San Xoán y Rúa Leiras Pulpeiro respectivamente–, en el contexto de las obras de la traída de aguas promovida por el obispo Muñoz y diseñada por fray Agustín de Otero. No tenemos constancia de que por aquel entonces se erigiese en dicho enclave surtidor alguno. Pero no hay duda de que en el siglo XVIII, y en concreto antes de 1768, en este punto existió una fuente muy sencilla que tenía un único caño. También es un hecho que en 1728 los frailes alcantarinos recibieron el permiso para encañar agua hasta el cercano convento que estaban a punto de levantar, asunto que ya hemos tratado al estudiar dicho cenobio. Sabemos que la canalización de la que se nutrieron los religiosos fue la planteada en 1726 por el mentado arquitecto cisterciense. Esto significa que en última instancia bebían del agua que salía del manantial o Fonte dos Pedregás. El líquido seguía su curso desde dicho convento hasta llegar a la fuente a la que estamos haciendo referencia. Desde aquí bajaba al inmediato cenobio de la Encarnación, y la canalización continuaba subterráneamente por la actual Rúa Concepción hasta alcanzar la Fuente Nueva, a la cual surtía. En 1754 se construyó un conducto bajo tierra que comunicaba esta con una levantada en la Plaza en ese mismo año. Este surtidor apenas duró un quindenio allí, pues en 1768, una vez mejorado el suministro de aguas en los manantiales de los montes aledaños a la ciudad, se desmontó dicha fuente y parte de su cantería se reutilizó para edificar otra más monumental en la zona que hoy ocupa la citada Praza de San Xoán. Esta sí fue la Fuente de San Juan. Perduró hasta el siglo XX, en que sufrió múltiples avatares. Actualmente, en dicho enclave, radica una fuente dedicada a Leiras Pulpeiro cuyo formato intenta imitar lo que en su día fue la dieciochesca."
"... aquí había una fuente al pie de las empinadas escaleras que llevan al viejo convento franciscano de Alcántara, una fuente con su pilón para abrevar el ganado y un chorro de graciosa y alta curva en el caño"
Foto: Asociación de escritoras/escritores en Lingua Galega |
"Me sería muy fácil reconstruir el retrato barbado de Leiras Pulpeiro, y también su ideología, yla generosa dedicación a la medicina, que profesaba, en primer término, como una caridad activa. Pero hoy se trata solamente de recordar al poesta. Desde rapaz, cuando leía por primera vez sus versos, me aseguraban de la pureza y naturalidad de su gallego, de su curiosidad por el vocablo que el campesino conserva, y por la locución propia, cuya vivacidad es el más gozoso zumo de una lengua, más sorprendente y significativa cuando más violente el punto de partida o el orden sintáctico que al idoma le es propio. Estos vocablos, estas locuciones, Leiras las ha oído en Valiñadares, en Argomoso, en Cesuras, en Viloalle; forman parte del paisaje, Al repetirlas, Leiras tendría, además, que recordar la boca humana que las dijo. Un poema, tengo yo dicho alguna vez, es lo que una boca humana puede decir, y no más, y vana cosa es pensar que puede existir la poesía fuera del poema, como la lengua fuera de la boca y el acento que la entrega al aire (...)Acostumbro a preguntarme, recordando a los poetas que nacieron y vivieron en Mondoñedo, si el país que yo veo, ellos lo vieron como yo lo siento y lo contemplo, si las palabras que yo digo ellos las encontrarían veraces: si ellos reconocerían, en mi decir, la imaginación suya. Porque todo paisaje -y esto vale para la memoria sentimental como para la pintura- es, esencialmente, una imaginación"
Des que lle a potaron,ninguén máis foi á Frouxeira;Soio Deus puxo floriñaspor entremedias das penas.Floriñas perrechiñase agrouladas que semellanlagóas de sangue callandono bico das carrasqueiras.Floriñas que, con ser flores,caladamente se queixande que tanto, tanto, tardenen cobrarse contas bellas!
"Houbo discusiós nas barberías de Mondoñedo sober si Perrón sabía francés ou non, un diccionario, ise seguro que o tiña. Cando se finóu Leiras Pulpeiro, Perrón mercó un xogo ingrés de lancetas que fóra do médico poeta. Aseguran que Leiras consultáballe a Perrón os casos peliagudos. Perrón, que foi siempre de casaca amargue, nos derradeiros anos da súa vida chegóu a beato, e meu señor tío, D. Xusto Moirón, ensiñoulle a axudar á misa no oratorio da casa dos mesu abós, en Cachán de Riotorto"
"... edificado entre 1727 y 1731, constituye también el postrero de los conventos fundados en la ciudad de Mondoñedo durante la Época Moderna. Este conjunto monástico nunca ha despertado especial interés en la historiografía pese a ser el único de la Reforma de San Pedro de Alcántara en Galicia. Ello quizá se deba a que plantear su reconstrucción no resulte sencillo dada la ausencia de fuentes gráficas coetáneas a su erección, inconveniente al que se suman las diversas modificaciones que sufrió en el siglo XIX tras la exclaustración. Y sobre todo, el paulatino abandono que experimentó durante la segunda mitad del XX, que culminó en la pérdida de la mitad de los edificios que lo integraban. Todavía en fechas tan recientes como la década de 1980 se demolieron las antiguas estancias comunitarias a excepción de un claustrillo. Además de este, también se salvaron la iglesia conventual y la capilla de la Venerable Orden Tercera. El templo y su entorno fueron rehabilitados entre 2008 y 2010 siguiendo un proyecto de Manuel Gallego Jorreto. Mientras que la capilla de la V.O.T. continúa cumpliendo sus fines litúrgicos. Pese a todas estas alteraciones hemos podido reconstruir la historia y la primigenia morfología del conjunto monástico. Para ello nos hemos valido de multitud de manuscritos custodiados en distintos archivos, así como de fotografías de finales del siglo XIX y principios del XX que forman parte de colecciones privadas."
"Muñoz y Salcedo logró en sus tres últimos años de episcopado (1726-1728) lo que durante décadas había sido una utopía: convencer al Cabildo, a las órdenes religiosas, al párroco de Santiago y al Ayuntamiento, de la conveniencia de fundar un nuevo convento en la ciudad. El obispo tenía especial interés en que allí se instalasen los frailes de San Pedro de Alcántara, pues a su juicio esta rama franciscana era la más ejemplarizante en cuanto al estricto cumplimiento de la observancia religiosa, y su espíritu casaba a la perfección con el de los vecinos mindonienses, tan necesitados por otra parte de clérigos que les predicasen y confesasen. En su empeño por instaurar el convento hizo todo tipo de donaciones, y según Lence-Santar tuvo la intención de mudarse a él una vez terminado, cosa que no se produjo porque falleció en 1728 sin verlo concluido."
Según subimos la cuesta, vemos a nuestra derecha la terraza de A Tasca... un buen lugar para hacer un alto y reposar de nuestra caminata, ya a las puertas del albergue y en el mismo campo de O Convento
"Tres años antes de que el prelado confirmase su intención de traer a los alcantarinos a la capital, él y su sobrino, el canónigo maestrescuela Pedro de Leiva, habían dado evidentes muestras de la devoción que les despertaba san Pedro de Alcántara. En el santuario de Los Remedios, de patronato episcopal y cuya mayordomía ocupaba el propio Leiva, decidieron erigir un retablo en honor del santo cacereño. Y en octubre de 1724 comparecieron ante notario para formalizar la escritura de su ejecución con los escultores y vecinos mindonienses Bernabé García de Seares, Bernabé Varela, Lázaro Fajardo y Francisco Rosendo Ibáñez Pacheco. En junio de 1725 el mueble estaba terminado y Leiva contrató con el pintor Dionisio do Monte Neira y Solloso su policromía y dorado. El fervor de este canónigo y mano derecha del obispo hacia san Pedro de Alcántara no solo se manifestó en estos contratos. También se constató en las generosas donaciones que otorgó al convento o en el hecho de que fuese el primer síndico y superintendente de sus obras. Además, confesó su veneración al santo en su testamento de 1729."
"En noviembre de 1726 Muñoz envió sendas cartas al Ayuntamiento y al Cabildo rogándoles que consintiesen la fundación de un convento alcantarino en la ciudad. En estas epístolas elogió las virtudes de los frailes, la idoneidad de su presencia en la capital del obispado, e incluso hizo un símil entre la instalación de los mismos y la construcción de fuentes que emprendía en la urbe. Creía que si con estas lograba aliviar la sed física de los mindonienses, con la llegada de los descalzos aliviaría su sed espiritual. En aquel mes también se carteó con el provincial de San Pablo para convencerle de lo mismo, y aprovechó para alabar las virtudes de una localidad como Mondoñedo, habitada por “genios apacibles” que distaban mucho “del concepto de lo que son los gallegos”. La propuesta del prelado fue cuajando de forma paulatina. En diciembre la validó la provincia de San Pablo, rectora de la futura comunidad alcantarina. En enero de 1727 hizo lo propio el párroco de Mondoñedo. Y en agosto obtuvo la aprobación real y la de los franciscanos de Vilalourente, después de que estos hubieran concordado con el provincial firmar unas capitulaciones que habría de ratificar el papa.Todo estaba dispuesto para poner en marcha el convento y el 12 de septiembre se escrituró su fundación. Aquel día Muñoz recalcó ante notario que el curato de Santiago de Mondoñedo superaba las 6.000 almas. Recordemos que su circunscripción no solo acogía a los habitantes de la ciudad, sino también a los de buena parte de los alrededores. El obispo creía que esta cifra era absolutamente desproporcionada para que la atención espiritual de los vecinos recayese en la figura de un único párroco, y consideraba que los frailes de Os Picos no podían complementar la labor pastoral de dicho cura, pues al estar su convento a media legua del núcleo urbano y “en medio de un zerro de tan âspero y rrepechoso camino”, el acceso al mismo resultaba verdaderamente dificultoso para la mayoría de la población. Dijo también que la ciudad estaba necesitada de fundaciones monásticas desde tiempo inmemorial, y que estas nunca prosperaban por culpa del Cabildo, que siempre las combatía con la excusa de que los entierros y dotaciones que se produjesen en un nuevo convento perjudicarían notablemente a su ya paupérrima fábrica.En esta ocasión nada hacía prever que la fundación de Muñoz se malograría, pues contaba con todas las licencias pertinentes, inclusive la del Real Consejo. Además había contribuido a la consecución de algunos terrenos en los que erigir el cenobio y donado 12.000 ducados para su edificación. De hecho, desde la semana anterior a esta escritura, concretamente desde el 6 de septiembre de 1727, se hallaban en Mondoñedo tres alcantarinos enviados por el provincial de la Orden con la finalidad de admitir la fundación y de reconocer el sitio en que se levantaría el convento. Se llamaban fray Geroteo de San Pascual, fray Juan de Jesús María y fray Lorenzo de Santa Teresa, este último “rrelixiosso lego maestro de ôbras”. Por aquella fecha la construcción no había sido adjudicada a nadie, pero el provincial tenía preferencia a la hora de elegir maestro. De no hacerlo él sería el obispo el encargado de nombrarlo."
"Los terrenos sobre los que se erigiría el cenobio se encontraban en una suave loma al oeste de la ciudad, extramuros pero inmediatos a la muralla, y recibían el nombre de Carroceira y del Rosal. El primero lo había ofrecido el regidor perpetuo Francisco Antonio Luaces y Somoza, y tras inspeccionarlo los mencionados frailes, inclusive el “maestro de ôbras” fray Lorenzo, concluyeron que no contaba con la capacidad suficiente para albergar el convento. De ahí que necesitasen del contiguo del Rosal, que consiguieron gracias a la compra de Muñoz. Estos primeros frailes llegados en septiembre de 1727 se quedaron en la urbe, y a ellos se sumaron otros hasta el mes de diciembre. En este tiempo fueron acogidos en el Palacio Episcopal y en las viviendas de algunos canónigos. Desde entonces y durante los tres años que duró la construcción del convento se instalaron en una amplia casa cedida generosamente por un vecino. La vivienda se encontraba en la actual Rúa José María Pardo, y a los frailes les resultó muy cómoda no solo por su gran tamaño, sino porque albergaba la capilla de Nuestra Señora de la Concepción, que de manera provisional hizo las funciones de iglesia conventual."
Es entonces cuando, iniciadas las obras, surge uno de aquellos seculares choques de convivencia y conveniencia: los monjes del cercano monasterio de Vilourente o de Os Picos, que en un principio habían dado el visto bueno a la construcción de un nuevo cenobio para otra orden en Mondoñedo, parece que se lo habían pensado mejor, pues también ellos habían querido asentarse en el casco urbano unos años atrás y, tras un pleito gravísimo, hubieron de volver a su viejo monasterio. Gómez Darriba recoge al respecto las noticias del cronista mindoniense Eduardo Lence-Santar:
"Según Lence-Santar las obras se iniciaron en septiembre de 1727 una vez reconocidos los terrenos. En octubre comenzó a extraerse piedra de las canteras, y desde entonces y hasta 1728 se hizo un importante acopio de materiales sin que por ello se hubiese levantado nada. Todas estas labores fueron dirigidas por el maestro fray Lorenzo de Santa Teresa –cuestión sobre la que volveremos luego–, quien en ciertos momentos contó con la ayuda de algún colega, pues a finales de noviembre de 1727 llegaron a Mondoñedo varios alcantarinos por orden del provincial para colaborar en la construcción. Uno era el maestro de obras fray Manuel de la Asunción, quien trabajó junto a fray Lorenzo. Con él vinieron el predicador fray Antonio de Jesús María en calidad de sobrestante y el donado Juan de San Pedro de Alcántara como limosnero. Además, el síndico del convento, Pedro de Leiva, contrató al maestro herrero de Ribadeo Isidro Pérez Villaamil para que se ocupase del hierro necesario en el cenobio.Todo parece indicar que entre octubre de 1727 y mediados de 1728 el acopio de materiales transcurrió con total normalidad, y que en febrero de este último año ya se llevaban gastados 4.000 ducados en esta labor. De hecho, el 4 de mayo, víspera de la muerte del obispo Muñoz, su sobrino Leiva se había concertado con el maestro Sebastián Díaz Ribadeneira y con don Andrés López Traveso Baamonde, vecinos ambos de Mondoñedo, para que condujesen hasta el Rosal la cantería extraída en la cercana parroquia de Viloalle, cobrando 3 reales y 1 cuartillo por cada piedra. Hasta la fecha se habían encargado de su transporte algunos labradores a los que se les pagaba con dinero procedente de limosnas. En este sentido cabe destacar que la generosidad del pueblo mindoniense resultó fundamental para hacer realidad el convento, pues a lo largo de 1728 numerosos vecinos contribuyeron a financiarlo donando tierras y otros bienes, y la ayuda llegó incluso de feligreses pertenecientes a la diócesis de Oviedo.Pero en aquel 1728, concretamente en el mes de febrero, la situación se complicó para los alcantarinos. Por un lado no les quedó más remedio que aceptar un acuerdo con el Cabildo para poder erigir su casa. El origen de esta concordia se remontaba a la semana siguiente de haber firmado fray Juan Muñoz la fundación, y en ella los capitulares obligaban a los descalzos a pagar el diezmo en caso de que llegasen a poseer bienes raíces. Les prohibían celebrar funerales en el convento sin la autorización del canónigo fabriquero. También portar cruces e insignias propias cuando participasen en entierros y procesiones. Y por último habrían de permitirles el acceso al templo conventual cuando quisiesen formar una procesión hasta allí. Pero el verdadero escollo para los alcantarinos fueron sus hermanos franciscanos de Vilalourente, quienes se acogieron a una de las cláusulas rubricadas meses atrás, por la cual no podrían construir nada sin la bula confirmatoria de Roma, y aprovecharon su incumplimiento para interponer un pleito y pedir a Muñoz que detuviese el transporte de materiales hasta el Rosal. El 5 de mayo falleció el obispo sin ver remediada esta desagradable situación. Y a finales de mes, estando las obras paralizadas, el Ayuntamiento permitió que los descalzos encañasen hasta el Rosal el agua de la conducción que recientemente había promovido dicho prelado."
"Los meses transcurrieron sin que nada hubiese cambiado y 1729 se inició con la situación heredada del año anterior. La bula no llegaba de Roma, el nuevo obispo todavía no había ocupado la silla, los terceros de Os Picos tampoco daban su brazo a torcer, y el gasto en materiales acarreados se cifraba en 6.000 ducados sin que por ello se hubiese levantado nada. Ante semejante bloqueo los alcantarinos decidieron hacer caso omiso de la cláusula pactada con los terciarios y retomaron la construcción. De poco les sirvió, pues el 16 de abril un notario comunicó a pie de obra a los “alarifes, aparejadores, y mas p.nas [personas]” que allí trabajaban, que los frailes de Vilalourente les exhortaban a cesar con la pared que estaban levantando. Esta notificación la enviaban a instancias del juez apostólico de Lugo, quien había estimado interrumpir las obras mientras no se fallase el pleito. Por suerte conocemos la identidad de los canteros a quienes advirtió el escribano. Entre los allí presentes se hallaban Sebastián Díaz Ribadeneira, Salvador Fernández Villabeirán, Antonio Méndez, Manuel Malleza, Manuel do Rego y Salvador Valiño, vecinos todos de Mondoñedo. Y también “fr. lorenzo lego”, quien “les asiste”. Este dato confirma que fray Lorenzo de Santa Teresa dirigía las obras del convento tal y como había expresado Lence.Los oficiales obedecieron y todo se detuvo. Solo la oportuna intermediación del Real Consejo a instancias del obispo Sarmiento permitió su reanudación, y el 12 de agosto se colocó la primera piedra. Tal era el temor que tenían los alcantarinos a que un nuevo revés les llevase a más litigios y suspensiones, que ese mismo día enviaron al Cabildo un memorial pidiéndole que no entorpeciese las obras. Estas avanzaron durante el verano, época en que se tramitaron licencias para conducir por vía marítima la madera destinada a la construcción, que desembarcaba en el puerto de Ribadeo procedente de Asturias. Pero a caballo entre el periodo estival y el otoñal se suspendieron por tercera vez. Esta nueva paralización se debió a la presión ejercida por los frailes de Os Picos, pues en octubre el Ayuntamiento trató de hablar con el obispo para que prosiguiesen tras su “injusta y maliciosa oposicion”. Pero también tuvo parte de culpa el Cabildo, que ahora requería de una bula confirmatoria de la concordia firmada con los alcantarinos, sin la cual no les permitiría establecerse como comunidad en el convento, ni tampoco “fabricar yglesia ôratorio ni capilla alguna ni colocar el santissimo sacramento”. Solo les dejaría “cubrir el ttecho de la ôbra que ttienen prinzipiada […] y rrecoxer en ella los matteriales conduzentes â su fabrica para que no se malogren y desperdiçien con el rigor de los ttenporales”
Por fortuna para los descalzos este mandato capitular fue soslayado por el obispo Sarmiento, quien el 4 de noviembre les permitió seguir con la construcción de las estancias conventuales960. El 13 de diciembre estas tocaron a su fin con la colocación de la última teja, quedando “solo” por edificarse la iglesia y la portería961. En febrero de 1730 los alcantarinos recibieron otro golpe de suerte al acceder el Cabildo a que levantasen el templo sin haber recibido la bula. Podrían abrir sus cimientos y trabajar hasta abril, intervalo de tiempo en el que estimaban que se remitiese el documento desde Roma. Con todo, les advirtieron que si no llegaba este, las obras tendrían que paralizarse. Quizá por ello aceleraron cuanto pudieron su edificación, concluyéndola en apenas dos meses, pues la ceremonia de colocación de la primera piedra tuvo lugar el 5 de marzo, y tan solo seis semanas después la “nueba yg.la” estaba “casi para acabarse”. Aun así la bula continuaba sin llegar, y ambas partes sabían que su retraso se debía al pleito con los frailes de Os Picos y a la muerte de Benedicto XIII. De hecho no habría forma de lograrla hasta la elección de un nuevo papa. Posiblemente por esta razón, y ante la insistencia de los alcantarinos, el Cabildo volvió a permitirles que reanudasen la edificación, en vista de que era lo más conveniente para la fábrica ya realizada y para los materiales que tenían preparados."
"A mediados de octubre llegó la bula que ratificaba las cláusulas entre los capitulares y los frailes del Rosal. Gracias a ella los canónigos aprobaron que estos pasasen a “habitar el nuebo conuento que tienen fabricado”, noticia que vuelve a confirmar que la casa monástica estaba terminada y habitable. Allí se instalaron a inicios de enero de 1731. Y en julio el guardián del cenobio solicitó al Cabildo que concurriese en procesión junto al obispo para instalar el Santísimo en la iglesia. Esta ceremonia tuvo lugar el 5 de agosto. El encargado de trasladarlo desde la catedral fue fray Antonio Alejandro Sarmiento, a quien siguieron el cuerpo de capitulares, las autoridades locales y el pueblo mindoniense. Las funciones religiosas se prolongaron durante dos jornadas más, pero las profanas sobrepasaron la semana. En ellas hubo comedias, corridas de toros, juegos de sortija, disfraces, y fuegos de artificio968. El templo se puso bajo la advocación de la Virgen y de San Francisco, y debido a que se asentaba en unos terrenos conocidos desde antiguo como del Rosal, se le conoció como de San Francisco del Rosal o de Nuestra Señora del Rosal. A partir de entonces la comunidad reglar comenzó a funcionar con total normalidad, integrándola en 1732 una quincena de miembros."
"En el mes de enero de 1731, los religiosos de San Pedro de Alcántara se comenzaron a instalar en el recién creado convento de Mondoñedo. El 5 de agosto del mismo año se inauguró oficialmente. Las fiestas profanas duraron ocho días: tres comedias a lo divino, corrida de toros, juegos de sortija, disfraces y muchos fuegos"
A la derecha de la iglesia, está la capilla anexa de la Venerable Orden Tercera (VOT), otra de las fundaciones de O Convento y vinculada a la Orden. A su derecha a su vez está el actual albergue público de peregrinos, en lo que fue un añadido posterior en base a una sacristía
La composición y estructura del monasterio son, aunque de trazas simples, enormemente llamativas, empezando por su misma ubicación:
"... el convento se ubicó sobre una loma extramuros cercana a la muralla y a la calle inmediata, conocida entonces como de Santo Domingo o de Batitales –hoy Leiras Pulpeiro–. El conjunto quedó vertebrado por la iglesia. En ella la orientación de la capilla mayor se dirigió hacia el suroeste, obviando así la canónica disposición al este, puesta en práctica anteriormente en Mondoñedo en la catedral y en los demás conventos. Esta extraña situación seguramente se debió a que la comunidad alcantarina habría querido que su cenobio mirase hacia el núcleo urbano. De hecho, a los pies del templo, en la zona más cercana al caserío, se ubicó la portería. A esta razón hay que añadir que en el momento en que se fundó, los frailes todavía no poseían todos los terrenos que los mindonienses les fueron cediendo a lo largo de las dos décadas siguientes. Por lo demás, hacia el sureste de la iglesia se construyeron las dependencias comunitarias y se ubicaron las huertas."
Si a una parte estaban las huertas, en esta otra se desarrollaron las demás dependencias monacales, como la de la Venerable Orden Tercera, formando una 'L' y enfrente una gran plaza. Un pequeño pórtico guarda las portadas de acceso a la capilla y a la iglesia:
"Al otro lado del templo se anexó perpendicularmente la capilla de la V.O.T., generando estos recintos un compás ante sí –hoy Praza Jaime Cabot–. En el ángulo de unión de ambos se conserva el pórtico que cobija las entradas a sendos templos. Este atrio porticado ya existía originalmente, pues aparece descrito en un documento de 1749. Su cubierta la sostienen un par de pilares toscanos y octogonales, aunque solo el exento parece primitivo, pues el embebido junto a la puerta de la iglesia ha sido rehecho en estilo en fechas no muy lejanas. Ambas portadas son de enorme sencillez y presentan un formato adintelado. La del templo tiene sobre la clave el escudo del obispo fundador fray Juan Muñoz, y encima una sencilla hornacina hoy vacía, que en origen albergaría la imagen de san Francisco o de la Virgen por ser las advocaciones titulares del convento.
El templo presenta una planta de cruz latina y su única nave se divide en tres tramos, siguiéndole un crucero de brazos mínimamente desarrollados y una cabecera recta. Los referidos tramos de la nave se articulan con pilastras toscanas sobre cuyo capitel montan arcos fajones de medio punto. La nave y la capilla mayor cuentan con bóvedas de aristas; los brazos del crucero con bóvedas de cañón; mientras que el tramo central del mismo con una bóveda vaída. El presbiterio comunicaba con un par de estancias rectangulares que bien pudieran ser dos sacristías, o, si acaso, una sacristía y la sala capitular. Por lo demás, el alzado interior del templo sorprende por su rotunda sencillez. No existe elemento decorativo alguno y las paredes solo se ven animadas por las pilastras o por la imposta que une los capiteles"
Esta capilla de la Venerable Orden Tercera, es también extremadamente simple: nave de tres tramos y testero de perfil recto, además, y a diferencia de la iglesia, sin pilastras ni ménsulas. Antaño ambos templos estaban comunicados interiormente por una puerta, hoy en día cegada:
"La capilla aneja de la V.O.T. cuenta con una planta rectangular formada por una nave de tres tramos y un testero de perfil recto. A diferencia de la iglesia, sus muros no presentan ni pilastras ni ménsulas, con lo cual, las bóvedas de aristas se funden con la pared hasta alcanzar la imposta sin mayor punto de apoyo. Originalmente este recinto estaba conectado con el templo gracias a una puerta conducente al tramo de la nave inmediata al crucero, pero en la actualidad se halla cegada. También en sus primeros tiempos contaba con una sacristía unida axialmente a la capilla mayor, en cuya fachada abierta al compás se erguía una sencillísima espadaña con un vano carpanel rematado por un pináculo con bola."
Asimismo, como hemos dicho ya, la capilla tenía una sacristía anexa, transformada totalmente a partir de 1888 para añadirle un piso y, entre 1911-1913, remozada para ser la casa de los frailes de la Congregación de la Pasión. La reforma estuvo proyectada y dirigida por un monje pasionista, Gabriel de la Dolorosa, y hoy es el Albergue de Peregrinos de Mondoñedo (el publico, pues obviamente hay otros, privados, así como diversos alojamientos). El obispo Sarmiento pondrá además en marcha una cátedra de Artes anexa al convento, dotada por el canónigo Francisco Bouso, dentro de los elementos que se fueron añadiendo a la construcción primigenia:
"Resumiendo los hitos más significativos de los apartados anteriores, cabría destacar que en 1727 se fundó el cenobio. En 1729 se levantó su espacio habitacional. En 1730 se edificó la iglesia y al año siguiente la capilla de la V.O.T. En este mismo 1731 se dedicó el templo conventual y los frailes abandonaron la casa donde llevaban viviendo tres años para instalarse definitivamente en el Rosal. Entonces las principales estancias del complejo estaban construidas, pero con el paso de los años surgieron otras necesidades que obligaron a complementar las ya realizadas.
Así pues, a mediados de la década de 1730 se llevaron a cabo obras de menor importancia en el flamante recinto, como el enjalbegado del convento y del templo, la conclusión de un corredor, o la erección de tapias para el cercado de las huertas. En fecha incierta, aunque muy probablemente en esos años centrales del decenio, se construyó una aula contigua a la portería cuyo costo sobrepasó los 500 ducados. Se hizo a petición del obispo Sarmiento, quien había tratado con el provincial de los alcantarinos el erigir un espacio donde un lector de Artes pudiese instruir a los jóvenes mindonienses. Durante su episcopado también se edificó una enfermería con seis alcobas que costó 6.000 reales. Esta se levantó entre noviembre de 1745 y la Semana Santa de 1746. Y en este último año se entarimó la capilla mayor, la sacristía y la sala capitular.
Otro benefactor de la casa alcantarina fue el obispo Carlos Riomol y Quiroga. En el tiempo en que rigió la diócesis (1752-1761) costeó en su totalidad una nueva cocina, invirtiendo en ella 3.500 reales aproximadamente. También durante su mandato, concretamente en septiembre de 1754, el Ayuntamiento donó 500 reales a los frailes para que diseñasen unas nuevas escaleras de acceso a la iglesia y a la capilla de la V.O.T., pues muchos vecinos se habían quejado de las dificultades que tenían para subirlas dada la altura de los peldaños. Una de las nuevas escalinatas se construyó desde el antiguo Pazo de los Villapol –hoy sigue en pie– hasta la portada reglar. Junto al comienzo de la escalera se edificó una diminuta capillita con su escaparate dorado, en cuyo interior se guardaba una imagen de la Piedad. Mientras que en la cima de la escalinata se dispuso una efigie de san Francisco labrada en piedra978. Tiempo después, a principios de la década de 1770, se aumentó el tamaño de la cárcel conventual o casa de disciplina."
De todas, pese a su capacidad constructiva y emprendedora, las relaciones institucionales del prelado con la parte civil del gobierno de la ciudad no eran buenas, al parecer por cuestiones de carácter. Se dio el caso que los regidores de la ciudad no solían tratarle más de lo necesario y hasta las solemnidades pasaron a celebrarlas aquí para no pasar por la catedral y vérselas con el obispo. Por otro lado, en lo relativo a su colaboración con el monje y arquitecto Fray Lorenzo de Santa Teresa (o de Santa Rosa según las fuentes), cuyos grandes frutos en Mondoñedo fueron divulgados por Lence-Santar, Gómez Darriba pone en entredicho importantes cuestiones:
"En la primera década del siglo XX el erudito Lence-Santar manifestó que el convento del Rosal había sido construido –que no proyectado– por fray Lorenzo de Santa Teresa, un maestro de obras llegado a Mondoñedo en 1727 procedente del convento alcantarino de Villamañán (León), en el cual había edificado una enfermería. A este personaje lo confundió con un tal fray Lorenzo de Santa Rosa. Y en esta errata persistió José Couselo Bouzas, quien además le otorgó a este segundo Lorenzo unos pasajes biográficos que en opinión de Paula Pita Galán forjaron un “personaje ficticio”. Lence añadió que buena parte de las empresas urbanísticas patrocinadas por el obispo Sarmiento en Mondoñedo, tales como el puente de San Lázaro, el santuario de Los Remedios, o el Palacio del Buen Aire en Masma, habían sido dirigidas por el lego alcantarino. Aunque acostumbraba a citar las fuentes que interpretaba y transcribía, en este caso nunca reseñó de dónde extrajo tales datos pese a reiterar en varias ocasiones dicha atribución. La historiografía posterior no solo no puso en tela de juicio su afirmación, sino que además engrandeció la figura del lego concediéndole la categoría de tracista de todas estas obras, e incluso de otras posteriores ideadas en el episcopado de Sarmiento (1728-1751), caso del Hospital de San Pablo o del edificio de la Cárcel, ambos en el barrio de Los Remedios. Incluso se le ha atribuido la traza del retablo mayor de la capilla de la V.O.T., aduciendo similitudes con la arquitectura y la retablística de la zona de León y Astorga.
Por nuestra parte, tras revisar todos los protocolos notariales, libros de actas municipales y capitulares, libros de cuentas y otra mucha documentación perteneciente a este episcopado, en ningún caso podemos confirmar tales atribuciones salvo la del puente de San Lázaro, que efectivamente diseñó y dirigió fray Lorenzo entre 1734-1735. De todas las obras a él asignadas, esta es, y con diferencia, la de menor complejidad, pues no deja de ser un pequeño puentecillo de dos arcos sobre un río de escaso caudal. La verdadera impresión que dejan los manuscritos que citan al lego, es la de un maestro de no demasiada enjundia que entre 1727 y 1737 estuvo en Mondoñedo dirigiendo obras como la del convento o la del puente, y a mayores, haciendo arreglos de fontanería o elaborando peritajes de calzadas públicas o de viviendas de particulares. Dicho lo cual, que este personaje fuese quien diseñó el cenobio es solo una mera posibilidad. Únicamente podemos confirmar que dirigió sus obras y que allí se emplearon cuadrillas de canteros locales."
La austeridad ornamental y arquitectónica, tanto afuera como adentro, como pronto veremos, favoreció sin duda su rápida construcción y es su principal característica, lo cual formaba parte de la esencia espiritual de la Orden, como bien manifestó el mismo obispo fundador:
"El carácter desornamentado y austero de la arquitectura descrita no solo se circunscribe al interior de los espacios litúrgicos, sino que se manifiesta de igual forma en el exterior, sin que en los muros del templo, en los de la capilla de la V.O.T., o en los del resto de dependencias conventuales existan columnas, pilastras o impostas que los articulen. Como tampoco elementos de adorno. Todo es modestia, sobriedad y sencillez. De ahí que coincidamos con Alfredo Vigo al considerar que esta “fábrica esencialísima” carece casi de “estilo reconocible”. No cabe duda de que los valores de pobreza promulgados por los alcantarinos trascienden aquí a su arquitectura. El propio Muñoz había manifestado en repetidas ocasiones previa la construcción del cenobio que la sencillez de estos frailes casaba a la perfección con su ideario espiritual, y también con las posibilidades económicas que ofrecía una ciudad como Mondoñedo, carente de un clero, de una nobleza, o de una burguesía lo suficientemente pudientes como para patrocinar fastuosos monasterios.
Esta simplicidad tan notoria se manifiesta hasta en la fachada. Bien es verdad que resulta imposible determinar con exactitud cómo era originalmente, pues en la mitad inferior de su lienzo se incrustaron distintos inmuebles en los siglos XIX y XX. Pero viendo la parte superior indemne a estos añadidos, y conocida la fisionomía del resto del convento, no cabe imaginarse otra cosa que no fuese un frontispicio de lo más anodino. De lo que se conserva hoy día se puede apreciar un frente raso sin articulación ni ornato alguno, roto simplemente por una ventana rectangular. El ritmo de su cubierta a dos aguas se torna horizontal para recibir la espadaña, que presenta un vano oval en su base al que sigue un arco de medio punto destinado a albergar la campana. Este cuerpo se anima con un par de impostas, un frontón de remate y cinco pináculos de base cuadrangular, tronco piramidal y bola. Su modelo recuerda a algunas espadañas de la provincia de León."
"Una de las nuevas escalinatas se construyó desde el antiguo Pazo de los Villapol –hoy sigue en pie– hasta la portada reglar. Junto al comienzo de la escalera se edificó una diminuta capillita con su escaparate dorado, en cuyo interior se guardaba una imagen de la Piedad. Mientras que en la cima de la escalinata se dispuso una efigie de san Francisco labrada en piedra. Tiempo después, a principios de la década de 1770, se aumentó el tamaño de la cárcel conventual o casa de disciplina"
"Como se dijo anteriormente, todas las estancias comunitarias del cenobio se situaban anejas al lado del Evangelio del templo. Y de este conjunto solo pervive un claustrillo junto a los pies del mismo. Tiene planta cuadrada y en su piso bajo presenta tres arcos carpaneles sobre impostas, todo ello de cantería. Su segunda altura cuenta también con arcos apainelados montados en los anteriores. Estos quizá sean de mampostería enlucida. Este claustro no comunicaba con la iglesia. Todo lo contrario sucedía con el claustrillo desaparecido, inmediato al crucero. Respecto al resto de estancias perdidas poco se puede decir dada la falta de documentación y de fuentes gráficas originales. Solo las viejas fotografías de principios del siglo XX nos confirman que el cierre suroriental del convento presentaba una sencilla fachada de dos alturas, animada únicamente por dos filas de ventanas cuadrangulares, no existiendo en este largo muro elemento articulador o adorno alguno."
"El establecer un modelo ideal o prototípico de convento alcantarino es en sí mismo un equívoco, pues las decenas de fundaciones que se hicieron a lo largo y ancho de la Península Ibérica responden a distintos fines, momentos históricos, patrocinadores y posibilidades económicas. Además, muchos de estos conjuntos nos resultan prácticamente desconocidos por haber desaparecido, o por haber llegado a nuestros días en un estado muy diferente del primigenio. Esto se debe, en buena parte, a la conjunción formada por su habitual ubicación en el medio rural y a la exclaustración de 1835. Dicho de otro modo, si muchos de los edificios conventuales de distintas Órdenes se salvaron de la piqueta a partir de aquella fecha, fue porque su situación en el medio urbano los convirtió en lugares idóneos donde establecer las nuevas sedes de las antiguas parroquias. Pero la localización de tantos monasterios alcantarinos en páramos, montes, y campos despoblados, supuso todo lo contrario. Pese a todo, sí han sobrevivido una serie de conventos y una ingente documentación que contribuye al conocimiento de los espacios litúrgicos y comunitarios de los mismos, y en ellos se aprecian ciertas señas de identidad a las que el cenobio de Mondoñedo no fue ajeno.Partiendo pues de la base de que no todas las particularidades de esta arquitectura se dan en el convento del Rosal, conviene al menos citar aquellas que sí coinciden en su sentido más genérico. Para empezar, se instaló en un arrabal inmediato al núcleo urbano y en una zona de huertas próximas a un arroyo. Su iglesia se diseñó partiendo de una planta de cruz latina de brazos escasamente desarrollados. Contaba con dos claustros de diminutas dimensiones, impropios de cualquier Orden que no fuese la alcantarina. También carecía de torre campanario, y en su lugar, como era habitual, se dispuso una simple espadaña. Por último, se edificó con materiales austeros y careciendo de ornamentación tanto en el interior como en el exterior.Por increíble que parezca, el respeto a ciertas generalidades de la arquitectura descalza permite trazar en sus líneas más esenciales un paralelismo entre la planta del convento mindoniense y la del homólogo de la ciudad de Sevilla, levantado a mediados del siglo XVII. De este solo se conserva la iglesia y la capilla de la Venerable Orden Tercera. También aquí la capilla seglar se unía perpendicularmente al templo, formando ambos recintos un compás y compartiendo el pórtico que cobijaba sus entradas. Además, al otro lado de la iglesia se situaban el resto de dependencias comunitarias, un par de claustros y la huerta. El convento hispalense, a diferencia del de Mondoñedo, no se irguió sobre unos solares expeditos, sino ocupando una manzana urbana. De ahí que estas semejanzas en sus plantas llamen todavía más la atención."
"Los albergues municipales en el Camino de Santiago son alojamientos gestionados por los municipios por los que pasa la ruta. Por ejemplo, a lo largo del Camino (...) encontrarás diferentes etapas que cruzan el país. En esas etapas y por ende comunidades serán los municipios de cada región quienes se encargarán de gestionar el albergue.
Los albergues representan una parte esencial de la experiencia de los peregrinos, ofreciendo un lugar de descanso para recuperar fuerzas y energía tras una larga etapa. Normalmente se encuentran en ubicaciones estratégicas, concretamente en pueblos o ciudades, para permitir a los peregrinos el acceso a servicios esenciales tales como tiendas, farmacias o restaurantes.
(...) los albergues suelen contar con las comodidades básicas tales como camas y baños; en algunos casos también cocinas equipadas y zonas comunes para relajarse. Aquellos albergues mejor equipados cuentan con una sección dedicada a la lavandería para que el peregrino pueda tener sus ropas listas para la siguiente etapa.
Los albergues en el Camino de Santiago son lugares que destacan por su camaradería y solidaridad. Áreas en las que se comparten las vivencias y experiencias a lo largo del peregrinaje, así como historias y reflexiones que enriquecen aún más el Camino. La naturaleza asequible de este tipo de lugares hace de los albergues lugares accesibles y para todos los presupuestos, contribuyendo por lo tanto a ese espíritu inclusivo del Camino de Santiago. "
Aquí, junto al muro lateral del albergue, es donde está el busto en bronce dedicado al músico y compositor Pascual Veiga, otro ilustre hijo de esta tierra, nacido en Mondoñedo en 1842 y conocido principalmente por ser el compositor de la música del Himno de Galicia. Su entusiasmo por la música le vino ya de niño al ser cantor del coro de la catedral, llegando a componer un septenario dedicado a Nosa Señora dos Dolores, Virgen de gran devoción en su santuario mindoniense. Se presentó a las oposiciones para organista de la Catedral de Mondoñedo y de la Colegiata de Covadonga (Asturias), que no gana por ser demasiado joven, pero sí llegó a ser organista de la Iglesia de Santo Domingo de Betanzos y de la Colegiata de A Coruña
Fue fundador y director de varios orfeones, siendo reiteradamente galardonado por su trabajo y esfuerzo. A la vez compone su Alborada Gallega o Alborada de Veiga, estrenada con gran éxito en Pontevedra 1880, así como una repercusión notable en Galicia y en la emigración, así como en el incipiente movimiento galleguista. Poco después funda El Nuevo Orfeón, luego Orfeón El Eco, que sigue existiendo y, enseguida el Orfeón Coruñes nº 4, y durante la Exposición Universal de París (1889), gana con él la medalla de oro y las Palmas Académicas. En 1896 reside en Madrid y dirige el Orfeón del Centro Gallego y el Orfeón Matritense mientras ejerce como profesor del Conservatorio Nacional
Otra obra sumamente importante es La Escala, pero por lo que se hará totalmente reconocido será, como dijimos por componer la música de Os Pinos el Himno Gallego), nacido de su correspondencia con el autor de la letra Eduardo Pondal, el cual se estrenará en Cuba el 20 de diciembre de 1907 en el Gran Teatro de La Habana por iniciativa de Xosé Fontenla Leal, Presidente de la Unión Redencionista Gallega e impulsor da Real Academia Galega
En esta misma fachada del albergue una placa celebra la inclusión de los Caminos del Norte de Santiago dentro del listado del Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO
Y el citado crítico y erudito literario Armando Requeixo diserta sobre Álvaro Cunqueiro
"Profesor del Seminario de Mondoñedo, canónigo y legendario organista de la Catedral, falleció en Mondoñedo a principios del mes de julio de 2007, unas semanas antes de cumplir los 92 años. A los pocos días de su fallecimiento, vecinos del municipio de Mondoñedo iniciado una recogida de firmas para solicitar su beatificación. según publicó la edición digital de La Voz de Galicia.
Fue ordenado sacerdote el 4 de julio de 1948 en Mondoñedo.. Llevaba décadas ejerciendo en Mondoñedo, donde realizó una extensa labor docente y musicl y gozaba del general aprecio de los vecinos.
La vecina de Banyalbufar Francisca Vich, ahijada de Jaime Cabot, se desplazó al funeral y fue testigo del cariño que le tenían en la ciudad de Mondoñedo y alrededores. De hecho, más de 100 sacerdotes participaron en la homilía de despedida. ««No se pueden imaginar lo querido que era. Allí fue el padre de todos», aseguró ayer a este diario Francisca Vich. «Él siempre estuvo en el seminario y también en el Obispado y duramente muchos año asignaba los sacerdotes para las diferentes parroquias. También fue el brazo derecho para los obispos de la diócesis de El Ferrol-Mondoñedo», agregó.
A Jaime que está en el cielo
Por Francisco Martínez Sánchez (Pacurri)
Cuando hace días mi amigo Carballo me pidió unas letras sobre ti, -¿qué podría yo decir de don Jaime, para la posible edición de un libro homenaje?-, me vino al corazón aquello de Quevedo: “Hálleme agradecido y no asustado”. Porque si bien nunca he recelado hablar bien de personas que siempre he retenido en mi corazón agradecido, tratándose de ti, Jaime, más todavía siento el gozo de poder rememorar tu excelencia humana. Sí, porque siempre has sido para mí la medida del corazón humano. Y, a la par, hacer memoria de tu no menos grandeza ascética. ¡Un referente sacerdotal, digno de ser emulado! Por ello, aunque parezca fruslería por mi parte, quiero evocar en breves líneas algunos rasgos de tu vida que tanto impresionaron a mis años de joven y de adulto.
Camino de mi alma.-Me llevabas muchos años, pero siempre fuiste para mí-¿y para quién no?- brote de tinte primaveral. Fuiste camino de mi alma “fuguillas”. Y me resultabas inmensamente “especial”… Cuando en la capilla nos anunciaban que “don Jaime estaba en el confesionario”, allá corría junto a la riada de compañeros. Tus oídos atentos a mis naderías, tus palabras acertadas como silbos amorosos y tu media sonrisa de complacencia… todo me invitaba a asociarme a la paz interior que transmitías. Y hasta como profesor de la aritmética de entonces, me hiciste gustar los números, muy a pesar mío, pues no iba yo para matemático.
Reencuentro en Mondoñedo.-Con las lógicas diferencias que los tiempos imponen, también de mayor, ya como educador en el Seminario Menor, tu mesura se infiltró dulcemente en mi vida. Sentía ilusión de hablar contigo, hombre de locución breve y de gestos extremadamente amables, sobre todo cuando coincidíamos en el refectorio y, entonces, me notabas contrariado por cualquier minucia sufrida con los alumnos. ¡Cuántas veces me sentía azotado por un haz de pequeñeces, que tu acertada palabra de ánimo y discreta sonrisa me hacían superar! ¡Y más tarde, lo mismo! Como cuando, a mi vuelta de Lyon, pasé por Mondoñedo para conocer y entrevistarme con el Obispo Gea, te interesaste por mí y mi futuro inmediato. Tuvimos un encuentro tú y yo altamente humano. Tus palabras inundaron musicalmente mi corazón, anegado ya en profunda crisis de identidad ministerial. Noté que te traicionaba un hilo de lágrimas resbalando levemente por tu rostro, cuando te di a conocer mi firme decisión de secularizarme.
Los silencios de Don Jaime.-Se dice que cuando el silencio irrita, llega a desconcertar, pero nunca fue ése tu caso. Tu presencia, por veces silenciosa y siempre prudente, conciliaba. Tus silencios, ciertamente, contenían una fuerte carga comunicativa. Y tu frágil figura danzarina, tropezando alegremente con tu sotana, envolvía fructuosa reserva de entrega fraterna; y el revoloteo de tus dedos, casi fuera de las manos, como al compás de tu solidaridad, era todo un icono de preciado valor.
Un hombre de Dios.-Siendo yo unos años sacristán en el Seminario, gocé la suerte de sorprenderte muchas veces hincado de rodillas con tu mirada perdida en el sagrario y la luz tenue del lampadario bañando el gesto íntimo de tu rostro. ¡Todo un hombre de Dios! me decía aquella estampa de pureza mística. No en vano, por gracia divina, fuiste fiel orfebre manejando a la perfección el buril de tu profunda espiritualidad.
Fuiste hombre adornado providencialmente de una exquisita humildad. Sabías mucho y lo disimulabas mucho más con tus medidas palabras, sin sobresalto, ante cualquier conversación llevada a cabo por quienes compartíamos el gozo de formar parte de un equipo muy unido de formadores y profesores del Seminario.
Dedicación a los indigentes.-Supe de tu dedicación a los enfermos e indigentes por mis contactos catequéticos en el barrio de Los Molinos. Cuando te enterabas de una necesidad, te sobraba tiempo para acelerar tus pasos por aquellas callejuelas. Tu dinero dejaba de ser tuyo. Tu palabra de consuelo abonaba el corazón de familias dolidas. Y tus lágrimas asomaban felices. Un recuerdo imborrable para mí, fueron tus ojos humedecidos ante personas desahuciadas, cuyos nombres, sin duda, están ya escritos en el mismo Cielo que tú habitas.
La clave de tu vida fue, pues, la solidaridad. Fue tu evangelio encarnado. Sí, tu idea-bandera no era otra que el compromiso con los desfavorecidos, donde no dejabas espacio a la frivolidad de consideraciones meramente altruistas, sino a tu fe que traslucía esa chispa divina, de la que hablaba Thomas Merton. Y, según me cuentan, así has perseverado hasta el final de tus días.
Prelado de Cámara de S. S.-En mi “éxodo”, me enteré de tu nombramiento de “Prelado de Cámara de su Santidad”. Un reconocimiento, por demás, bien merecido a tu trayectoria sacerdotal. Aunque, si te soy sincero, no me fue de mi agrado. Creí en aquel momento que supondría para ti una ofensa a tu humildad evangélica. Y sentí como si fuera para tu vida un estímulo innecesario metido con calzador en papel couché, que nunca reclamó tu alma inmensamente llana. Me imagino que tal aceptación fue para ti un acto más de humildad.
Bienaventurado.-Otro tanto diría yo de esa solicitud agradecida de quienes piden tu canonización. Ya el sabio pueblo llano, que mejor te ha conocido, te había proclamado en vida bienaventurado. Personalmente, no necesito la parafernalia litúrgica de la beatificación para acudir a ti en oración, convencido de que el buen Dios escuchará mis ruegos a través de tu fraterna intercesión.
En cualquier caso, es una opinión muy subjetiva que la someto a las palabras de Pascal, cuando hablaba de que un error visto desde los Pirineos para allá, podría ser menos error de los Pirineos para acá…
“Seguirás rezando por mí”.-Termino, querido Jaime. Cuando recibí la noticia de tu fallecimiento, ya estabas en situación de gozo pascual eterno junto al buen Dios. Y yo liado en mi Facultad. Me enteré tarde, y, en palabras del poeta, “se me rompió la vida entre mis dedos”. Sentí mucho no poder acompañarte en tu feliz tránsito al Padre. Pero hoy en el horizonte de tu santa lejanía, habrás visto cuánto te echo de menos… En esa otra orilla sé que seguirás rezando por mí y por cuantos seguimos en la lucha de cada día. Por eso, desde la nostalgia de mi finitud pegada a la tierra, brindo por tu gozo en ese estado infinito que alimenta mi esperanza en el más allá.
Mientras tanto, permíteme que tu nombre lo grabe en la corteza de mis versos, cual firma de enamorado, con el deseo más profundo de que las huellas que dejaste en mi orilla no las borren las olas del tiempo.
SONETO A DON JAIME
Aires de eternidad mi fe respira,
y en mi sombra no llora la fontana,
pues tu mirada me habla bien cercana,
y tu sonrisa a mí llega, y no expira.
Es la belleza de tu alma quien tira
de este bohemio de larga vida arcana.
Sobre tus huellas, Jaime, color grana,
mi noche se vuelve clara. Y es lira.
Y es nieve que esconde peñas y riscos,
nieve de pura y cristalina agua.
Y es brisa que colma todas mis horas,
horas ganadas a los muchos ciscos
de esas noches humanas, donde fragua
y crisol las tornan en soñadoras."
"Estos espacios pretenden atender a peregrinos, visitantes y al público en general para darles una visión de conjunto de las características y valores del Camino al tiempo que sirven para promocionar los municipios por los que pasa al informar de todo lo relacionado con estos lugares y sus aledaños. El guía muestra este Centro situado en la antigua Capilla del Convento de la Alcántara, amenizando la visita con su gran conocimiento e infinita amabilidad.
Los medios expositivos de Alcántara están incrustados en las paredes de la antigua iglesia, como las estanterías relacionadas con los ilustres nacidos en la villa de Mondoñedo, como son Antonio Noriega Varela, José Pacho, Pascual Veiga, Fincas Pulpeiro y Álvaro Cunqueiro.
Cuenta además con una serie de paneles y videos sobre el Camino de Santiago en los que se mostrarán las infraestructuras del Camino, el paisaje diverso, las etapas del Camino, los puntos de interés más sobresalientes a nivel arquitectónico, y la maqueta interactiva con los videos. También se tratan temas relacionados con la hospitalidad, la simbología y los relatos de peregrinos históricos que hicieron el Camino Primitivo, recién galardonado con la máxima distinción de la UNESCO, de Patrimonio de la Humanidad."
"El centro cultural de Alcántara, en Mondoñedo, abrió ayer sus puertas una vez terminadas las obras de acondicionamiento de este espacio ubicado en una antigua iglesia y concebido como un producto de turismo cultural dedicado a los literatos y músicos nacidos en la ciudad. La proximidad de las elecciones impide hacer en estos momentos una inauguración oficial, algo que se hará más adelante, pero el Concello quiso abrir las instalaciones, cuyos objetivos son, entre otros, dinamizar la vida cultural y el turismo en la ciudad episcopal.
El primer día fue tranquilo. El encargado de las instalaciones por el momento, Abel Vigo, aseguró que ya pasó gente de la ciudad y visitantes que se encontraban de paso a conocer el nuevo espacio dedicado a los literatos y músicos nacidos en el municipio. Lo más destacable de estas primeras visitas es que la gente «sae contenta». «Todos comentan que lles gusta moito o resultado da rehabilitación», explica Vigo, y añade que algunos de los visitantes «comentaron que recordan os feitos que aparecen nalgunhas das fotos».
Un recorrido por la planta baja de la antigua iglesia lleva al visitante a conocer las figuras más importantes que dio Mondoñedo a la cultura gallega. «A sala está ben estruturada, polo que é fácil facer un percorrido por ela e a xente, polo momento, non preguntou ningunha dúbida», explica Vigo.
Además de esta exposición permanente, los visitantes también encontrarán una referencia a la música, en la que tienen reflejo las orquestas y los grupos folclóricos mindonienses de antes y de ahora. También tiene su espacio la imprenta, no en vano la ubicada en la ciudad fue una de las primeras de Galicia, precisamente vinculada a la labor de los músicos y los escritores.
Asimismo, en la parte superior -donde se situaba el coro- se acondicionará un espacio para el estudio en el que se podrá consultar bibliografía y material audiovisual sobre todos los personajes importantes de la ciudad, aunque por el momento todavía no está finalizado.
La idea de mezclar cultura y turismo llevó a instalar unas pantallas interactivas de las que se puede descargar en el móvil información turística gracias a la tecnología QR."
"En un belén animado de los frailes pasionistas, en Alcántara, estaba yo disfrazado de gran cabeza equina, moviéndola al compás, a dos pasos de Jesús, que dormitaba en un berce de abedul. Fue el marco más importante que desempeñé en mi vida"
El retablo que vemos actualmente es de un solo cuerpo acabado arriba en frontón, no es original del tiempo de los franciscanos alcantarinos sino del año 1859, cuando el convento ya estaba desamortizado, pero la iglesia fue sometida a una profunda restauración bajo el mandato del obispo Ponciano de Arciniega, con vistas a la llegada de la Asociación del Sagrado Corazón, por él aquí acogida
“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. “Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; “porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga” (Mateo 11:28–30)."
Realmente, el antiguo retablo mayor original fue desmontado tras la exclaustración y destinado a la iglesia de Santiago de Lindín, en este mismo concello, retablo del que se desconoce autor, si bien se sabe que se hizo en algún momento entre los años 1731 a 1736 y que tenía cuatro columnas salomónicas y ocho imágenes
La fecha se presupone entre la construcción del templo y un contrato, que sí se conserva, fechado a 20 de enero de 1736 para su pintura y dorado, obra del pintor compostelano Juan Calviño que, según lo estipulado, lo dejó listo unos días antes de la Navidad de ese año
Hubo, además del del altar original, otros cinco importantes retablos, uno de ellos el colateral de San Antonio de Padua, cuya imagen presentaba al Niño Jesús en Brazos; otro altar estaba dedicado al Niño Jesús y su escultura procedía de Nápoles, un tercero a San Pedro de Alcántara, otro era el de Nuestra Señora de la Portería y el quinto el de la Virgen de las Angustias, este en el lado del evangelio del crucero
Calvos de Randín, paisanos,
non é capital de España;
pro desde logo aseguro
qu’é aldeiña…..d’importancia!
Ó menos eu non coñezo
outra que teña máis cabras,
nin tantos fatos d’ovellas,
nin máis garridas rapazas
Como resultado de las nuevas influencias literarias, en la tercera edición de Montañesas (1920), cambiaría su título por el de Do ermo, en una época en la que entra en contacto con las Irmandades da Fala y adopta el sausodismo portugués. Muchos años después, en 1968, Álvaro Cunqueiro dirá en Radio Vigo de esta obra: "quedan en Do ermo algúns poemas bien hermosos de una melancolía propiamente virgiliana, vagamente doloridos, en los que el poeta quería mostrar un rostro franciscano."
Perdoade cando esbardallei e finxín.Pro foi verdade que amei a flor do toxoe as pucharcas do monte,que endexamais saberán das estrelas que as miran.Con sombreiros novos cubrín meus desacougose morrín na beiramar sen despedirmedas uces, das queirogas, das folerpas da neve,das mozas da montaña e da montaña mesma,que andará preguntando polo seu soñador
Laverquiña que te axotas
das degaradas gueivotas
oindo o salvaxe berro;
musa, que a mariña extrañas,
olla as azules montañas
¡desde as plaias do desterro!
Esquence o mar, lembra o gado
miúdo, i o regalado
vivir, ¡as tumbadas festas!,
i as cantigas dos pastores,
que fan grinaldas coas frores
amareliñas das xestas
"Me sería muy fácil reconstruir el retrato barbado de Leiras Pulpeiro, y también su ideología, y la generosa dedicación a la medicina, que profesaba, en primer término, como caridad activa. Pero hoy se trata solamente de recordar al poeta. Desde rapaz, cuando leía por vez primera sus versos, me aseguraban de la pureza y naturalidad de su gallego, de su curiosidad para el vocablo que el campesino conserva, y por la locución propia, cuya vivacidad es el más gozoso zumo de una lengua, más sorprendente y significativa cuanto más violente el punto de partida o el orden sintáctico que al idioma le es propio. Estos vocablos, estas locuciones, que Leiras ha oído en Valiñadares, en Argomoso, en Cesuras, en Viloalle; forman parte de su paisaje diario y activo, en la misma medida en que la toponimia forma parte del paisaje, es una de las maneras más profundas de decir el paisaje. Al repetirlas, Leiras tendría, además, que recordar la boca humana que las dijo. Un poema, tengo yo dicho alguna vez, es lo que una boca humana puede decir, y no más, y vana cosa es pensar que puede existir la poesía fuera del poema, como la lengua fuera de la boca y el acento que la entrega al aire..."
"Acostumbro a preguntarme, recordando los poetas que nacieron y vivieron en Mondoñedo, si el país que yo veo, ellos lo vieron como yo lo siento y lo contemplo, si las palabras que yo digo ellos las encontrarían veraces: si ellos reconocerían, en mi decir, la imaginación suya. Porque todo paisaje -y esto vale para la memoria sentimental como para la pintura- es, esencialmente, una imaginación."
"Leiras era, en su época, un santo más que un médico. Pero un santo anticlerical, un creyente apartado de la práctica católica y del que se decía que había obrado milagros. En más de una ocasión le robaron un pañuelo, el paraguas o las botas de montar que dejaba colgadas en la cuadra, para acostarlos con el enfermo, que más de una vez sanó súbitamente, gracias a la compañía de aquellas prendas de Leiras."
A Pascual VeigaXa Galicia non é xibardal aspro;nin lameiro mofado pola nebra;xa non é conto de catro o que se digase recenden e pracen súas costeiras;xa por fóra, po rlonxe, que se vaia,saben canto os galegos na alma levande humildade e bondade, de de tenrura,de alentos e grandeza!Que un pequeno da Paula, un demonchiñocon mola afervoante trata testa,e un corazón ardente,tamaño como os contos de Tronceda,abriu tódolos ollos, que ver poden,e fixo a calar as malas linguas!E fixoo... con, non mais, poñerse dereito,e, cara para Castela,dar ao vento, maiñina, unha alborada,das que el repenicou con arte meiga!Porque o tal canto seu levaba o celme,e os ulidos das violas e as amentaspillados ao pasar traspondo as lombas,e os saudosos rechaos das nosas serras!Porque o arrolo das mans caidiñastiña o aqueste da doce bris mareira,cando vén roxo o sol, botando lumes,e algunhas nubes brancas non peneiran!Porque era mesturanza dos aturuxosdos galos, de trouleo, pola aldea,con acios e atafogos porque pasanos doridos de amor que non se queixan,e, calados, do seo as mágoas cobren,e caladiños morren, se se terza!Porque ían súas branduras ensinandoque esa banda galana é sempre aberta,e sempre agarimosa, e sempre nobre,e sempre dadiveira,inda para as alburgonas das guripasque a aldraxaron, roídas pola Envexa!que só así se sente o que ela canta;e só así se canta coma ela!!!Ben pode Mondoñedo dende agoraaínda que vista farrapos, ter fachenda,e, sen se engurriñar, a quen cheganabrir en par as portas, para que o vexan!Que, se pazos non ten, nin ten alaxes,nin nada de seu vello glorias lembra,abóndalle para honrarse e para que o honren,a casiña onde embrollaron a Veiga,a fontiña onde máis cantan as mozas,e onde as el escoitaba: a Fonte Vella,e o campiño florido onde os seus ósosda patria agrardan a cumprida ofrenda!
A Pascual VeigaXa Galicia non é xibardal aspro;nin lameiro mofado pola nebra;xa non é conto de catro o que se digase recenden e pracen súas costeiras;xa por fóra, por lonxe, que se vaia,saben canto os galegos na alma levande humildade e bondade, e de tenrura,de alentos e grandeza!Que un pequeno da Paula, un demonchiñocon mola afervoante trala testa,e un corazón ardente,tamaño como os cotos de Troncedaabríu tódolos ollos, que ver poden,e fixo calar as malas linguas!E fíxoo... con, non máis, poñerse dereito,e, cara para Castela,dar ao vento,, mainiña, unha alborada,das que el repenicou con arte meiga!Porque o tal canto seu levaba o cleme,e o ulidos das violas e as amentaspillados ao pasar traspondo as lombas,e os saudosos rechaos das nosas serras!Porque o arrolo das mans caidiñastiña o aqueste da doce bris mareira,cando vén roxo o sol, botando lumes,e a algunhas nubes broncas non peneiran!Porque era mesturanza dos aturuxosdos galos, de trouleo, pola aldea,cos acios e atafogos porque pasanos doridos de amor que non se queixan,e, calados, do seo as mágoas cobren,e caladiños morren, se se terza!Porque ían súas branduras ensinandoque esta banda galana é sempre aberta,e sempre agarimosa, e sempre nobre,e sempre adiveira,inda para as alburgonas das guripasque a aldraxaron, roídas pola Envexa!Que só así se sente o que ela canta;e só así se canta coma ela!!!
"Currículum
Comienza estudios musicales como niño de coro en la catedral mindoniense. Con trece años imparte clases de solfeo en la capilla catedralicia y posteriormente de armonía. De esa época es su primera composición, un Septenario a la Virgen de los Dolores. En 1864 se traslada a A Coruña, donde el cabildo de la Colegiata le admite como organista. En 1865 es nombrado vicepresidente de la Sección de Música de la Sociedad Fraternidad Juvenil. En 1878 abandona el Orfeón Brigantino y funda el Orfeón Coruñés. En el certamen literario y musical convocado por la Sociedad de los Juegos Florales de Pontevedra presentó con el Orfeón Brigantino la pieza titulada Alborada Gallega, conocida como Alborada de Veiga. En 1882 crea El Nuevo Orfeón, que poco después se llamaría El Eco. Pascual Veiga invitó en 1889 a Juan Montes a crear conjuntamente un himno de Galicia. Para ello escribió a Eduardo Pondal, que le envía las estrofas a las que él pondría música. Así, la composición estaría formada por las nueve primeras estrofas del poema Os Pinos. En 1896 se traslada a Madrid al ser nombrado profesor del Conservatorio Nacional de Música. Al año siguiente dirige el Orfeón Matritense y el Orfeón del Centro Gallego en Madrid.
Obras realizadas
Parte de su producción religiosa es del año 1875. Destacan piezas como Misa de Réquiem (a cuatro voces y órgano), Te Deum (a tres voces y órgano) y numerosos villancicos. En 1877 obtiene con el Orfeón Brigantino el primer premio de interpretación en un certamen con la obra El Amanecer. Pascual Veiga puso música a las obras de su amigo Francisco Mª de la Iglesia como Gallegos. ¡A nosa terra! Escena coral en verso e nun auto escrita para o Orfeón Brigantino da Cruña, 1879; Os Artabros. Escena orfeónica y As Artes. Con el Orfeón El Eco ganó varios certámenes en Pontevedra, A Coruña y Vigo, interpretando composiciones como El Canto de los amigos, Bonna Paravola, A Rosa, No me olvides, Alborada y Muiñeira, La Barcarola, A fonte do xuramento. El Orfeón Coruñés actuó en diferentes fiestas y acontecimientos interpretando composiciones como La hora del crepúsculo, La Escala, Una noche en Nápoles, Recuerdo a Mr Percire, Os Artabros, La Escala, Alborada Gallega, Marsellesa, Tainanina... Además de todas las obras citadas, Pascual Veiga fue el autor de las melodías Lazos de amor, A última queixa, Unha foliada, Alborada nº 2 y El canto del pescador."
"El Himno Gallego se estrenó oficialmente un día como hoy, el 20 de diciembre de 1907 en el Teatro Tacón de La Habana. Pero su gestación se inició antes, concretamente en 1890. Ese año, Pascual Veiga, que dirigía el Orfeón Coruñés, le pidió a Eduardo Pondal un texto para una partitura que iba presentar a un concurso. Y el vate de Ponteceso le remitió el que tituló Breogán y luego, con arreglos musicales, Os Pinos.
Dos años después, Veiga se trasladó a Madrid para dirigir el Orfeón Matritense y el del Centro Gallego y para impartir clases en el Conservatorio Nacional. Ahí ensayó alguna vez su nueva composición pero su estreno oficial tuvo que esperar a la fecha citada en La Habana.
Fue en la capital de Cuba «e non por casualidade», como dice el musicólogo Fernando López Acuña. En 1907 La Habana era una de las capitales culturales del mundo. La fuerte emigración gallega en el país caribeño tenía sentido de ausencia, de pérdida de Galicia, de morriña. Los emigrantes querían ser gallegos y modernos. Y tenían dinero y poder para serlo.
Texto a la moda
Así que crearon un Himno, una bandera y una entidad -la Asociación Iniciadora y Protectora de la Academia Gallega de la Lengua- que estuviese por encima de personas y partidos. Para bandera dibujaron una inspirada en la última que veían antes de partir: la de la Comandancia Naval de A Coruña, por entonces capital de Galicia. Y para Himno escogieron un texto a la moda de entonces, iluminado y lleno de símbolos, como era el poema de Pondal que musicó Pascual Veiga. El Centro Gallego de La Habana, una de las mayores asociaciones de emigrantes del mundo, se había constituido en 1879 a partir de una idea del periodista estradense Waldo Álvarez Insua y de diversos próceres de la colonia, entre ellos varios mariñáns como Pedro Murias, Pedro Moreda, Andrés Canoura, Pascual Aenlle y otros.
En 1906 -el mismo año en que Veiga moría en Madrid- el Centro había comprado el Teatro Tacón y sus terrenos próximos, en el corazón mismo de La Habana. En ellos, un año después, el 8 de diciembre de 1907, colocaron la primera piedra de lo que hoy es el impresionante y emblemático palacio del Centro Gallego, que se remató en 1913 cuando el Centro tenía ya 42.956 socios de los sesenta mil con que llegó a contar. Doce días después de esa primera piedra, el 20 de diciembre, con el ferrolano Fontenla Leal a la cabeza, organizaron una velada para recaudar fondos con que llevar los restos de Veiga a Mondoñedo y levantar un mausoleo en honor de quién era uno de los grandes mitos de la música gallega y de la galleguidad de entonces.
Los emigrantes, que querían ser gallegos y modernos, crearon un himno, una bandera y una entidad
Curros canta a Veiga y a la "Marsellesa Galaica do porvir"
El acto de estreno oficial del Himno Gallego fue un apoteósico homenaje al músico mindoniense. En el escenario colocaron un busto suyo y un retrato de Pondal. Y 25 muchachas, en representación de otras tantas sociedades de emigrantes gallegos que había entonces en La Habana, fueron posando ramos de flores delante de su imagen. La Banda Municipal de La Habana tocó el Himno de Veiga y Pondal, que abrió y cerró el acto y quedó oficializado como Himno Gallego.
La velada contó además con la Orquesta de la Opera que, dirigida por el maestro José Castro, Chané, ofreció la Alborada de Montes. El Orfeón Ecos de Galicia, que cantó la Alborada de Veiga. La soprano María Giúdice, que interpretó Unha noite na eira do trigo y Un adiós a Mariquiña. Y un coro de niños del Centro Gallego que hizo una versión de Airiños, airiños aires...
El acto concluyó con la intervención del presidente del Centro Gallego, José López Pérez, y con el recitado por parte del poeta Curros Enríquez, desde un palco, de un poema que había compuesto días atrás en honor al músico de Mondoñedo.
El poema concluye así: ¡Gloria a quén un tesouro nesa canción vos leiga/ que ha de ser a Marsellesa galaica do porvir!./ ¡Eterno aplauso, vítores eternos ó gran Veiga/ dun polo ó outro polo, do cenit ó nadir! Una estruendosa ovación acogió los versos de un Curros ya gravemente enfermo, que fallecería siete semanas después y que de ningún modo quiso faltar en el homenaje que los emigrantes tributaban a su gran amigo Pascual Veiga...
Muerte en la indigencia y controversia entre los emigrantes
Pascual Veiga falleció en Madrid el 12 de julio de 1906 en la indigencia. Fue enterrado en el cementerio de la Almudena. De inmediato, el semanario La Voz de Mondoñedo y el poeta Noriega Varela pidieron colaboración para su entierro.
Dos meses después, los emigrantes de Argentina y Cuba formaron comisiones para recaudar fondos para trasladar sus restos y levantar un mausoleo en su honor. Pero la iniciativa «se enfrió» hasta 1911. En esa fecha, el periodista y político compostelano Alfredo Vicenti alertó de que los despojos del músico, pasados cinco años, podrían ir a una fosa común. Y eso reactivó la idea de la mudanza.
3.889 pesos en Argentina
La iniciativa suscitó controversia entre los emigrantes. Los mindonienses de Argentina recaudaran 3.889 pesos y su presidente, José Mª Miranda Luaces, decía que nada sabía de los 1.600 pesos que habían reunido los de Cuba.
Y, mientras, en La Habana, el presidente del Centro Gallego remitía 7.874 pesos -la recaudación de la velada del estreno del Himno- a Vicenti para cambiar las cenizas del ilustre músico y afirmaba desconocer los planes de los de Buenos Aires?
Traslado del cadáver
La polémica obligó a Vicenti a coordinar el traslado del cadáver de Veiga. Y en diciembre de 1911 el Concello de Mondoñedo designó una comisión para ello.
La presidía el teniente de alcalde, Alejo Ferreiro, tres concejales (Pardeiro y Martínez Insua) y dos directores de periódicos locales, César González-Seco, de Mondoñedo, y Dodolino Trigo, de La Voz de Mondoñedo, según recuerda en Vida Gallega el cronista Santiago Pernas."
"El texto del himno es fruto de la correspondencia que mantuvieron Eduardo Pondal y Pascual Veiga en 1890, en el que el compositor le solicitaba al escritor un texto para una partitura que iba a presentar con motivo de un certamen en el que se iba a elegir el mejor himno gallego para el caso que el premio resultara desierto. Después de varias redacciones, Pondal le envía un primer texto que tituló Breogán. Pascual Veiga le solicita algunos cambios en la acentuación para adaptarlo rítmicamente a la música que había compuesto.
El texto definitivo se publicó ya como Os Pinos por primera vez el 22 de mayo de 1890 en un folleto del certamen musical que había convocado el Orfeón n.º 4 de La Coruña para elegir la mejor Marcha Regional Gallega. El texto apareció también en A Monteira de Lugo y en El Eco de Galicia de La Habana. Al final, aunque hubo ensayos, el himno no se interpretó (la mayoría de las versiones de la letra del himno derivan del texto que apareció en la número 18 de la revista Galicia de La Habana en 1905; en 1978 el texto se integró en la segunda edición, realizada por la Real Academia Gallega, de Queixumes dos pinos, base de las versiones modernas del texto).
Al igual que otros símbolos de Galicia, como la bandera, el establecimiento del himno gallego fue fruto de la emigración. En 1907, Xosé Fontenla Leal le encargó a Manuel Curros Enríquez (uno de los mayores exponentes del Rexurdimento gallego, que residía en La Habana) que escribiese la letra, y a José Castro "Chané" la música, pero Curros no fue capaz de componer la letra rápidamente y Fontenla decidió escoger el poema de Pondal con la música de Veiga. Se estrenó el 20 de diciembre de 1907 en el Centro Gallego de La Habana -hoy Gran Teatro de La Habana- y hasta 1923 fue entonado por regionalistas y agraristas en sus actos, consolidándose paulatinamente como símbolo de Galicia. Cuándo se prohibió su uso durante la dictadura de Primo de Rivera, las sociedades gallegas de América intensificaron su interés por su interpretación pública. Con la Segunda República alcanzó el reconocimiento oficial.
Se evitó su uso durante la dictadura franquista e incluso durante la etapa de aperturismo del régimen sólo se cantaba, en todo caso, en actos culturales y como una canción más dentro del folclore gallego. Sin embargo, desde 1960 comienza a interpretarse de manera más explícita, aunque disimulando sus aspectos ideológicos. En concreto, se cantaba sólo la primera parte.
En 1975, mientras tenían lugar unos actos folclóricos en la fiesta del Apóstol Santiago, la gente comenzó a erguirse para cantarlo. Al año siguiente,( muerto ya el dictador), se instauró esta costumbre de manera definitiva en la Plaza de la Quintana, ratificado también por las autoridades asistentes. Los partidos no nacionalistas lo asumirían, finalmente, en la campaña de las primeras elecciones democráticas (1977)"
"Siendo estudiante frecuentó las tertulias del "Liceo San Agustín" del cual formaban parte ya Rosalía de Castro, Manuel Murguía y el también poeta Aurelio Aguirre. De esta época data su apasionado interés por la cuestión regionalista. Fue uno de los organizadores, junto con Aguirre, del banquete de Conxo, que unió fraternalmente a obreros y estudiantes en la robleda de Conxo el 2 de marzo de 1856. En esta ocasión, Pondal leyó un poema reivindicativo, en castellano, "Brindis", acerca de la igualdad de los hombres. Este hecho le acarreó serios problemas con las autoridades, que estuvieron a punto de deportarle a las islas Marianas.
En 1862, tras terminar la carrera, ejerció como médico de la Armada en la base de Ferrol. En 1863 hizo oposiciones en Madrid al cuerpo de Sanidad Militar, pero, aunque obtuvo un trabajo en Asturias, dejó la plaza y abandonó de forma definitiva el ejercicio de la medicina. Se retiró a la casa paterna, desde donde hacía frecuentes viajes a La Coruña. Allí participaba en la tertulia "A Cova Céltica", en la librería de Carré, junto con Martínez Salazar, Manuel Murguía, Florencio Vaamonde, Martelo Paumán, Manuel Lugrís Freire y otros. A través de Murguía, conoció los poemas ossiánicos de James MacPherson. Desde entonces, Pondal asume el papel de bardo de la nación gallega.
Su primer poema en gallego apareció en 1862, en el Álbum de la Caridad editado por el indiano José Pascual López Cortón, recopilando todos los poemas participantes en los primeros Juegos Florales de Galicia. Se titulaba "A Campana de Anllóns (El canto de un Brigante)". En 1877 publicó Rumores de los pinos, colección de veintiún poemas (ocho en castellano, once en gallego y dos bilingües) que servirá posteriormente de base a sus Queixumes dos pinos (1886). Queixumes conserva del libro anterior los once poemas en gallego y los dos bilingües, pero se añaden ahora setenta y ocho poemas gallegos nuevos. Colaboró en El País de Pontevedra.
Además de estas obras, Eduardo Pondal dejó una amplia producción inédita, entre la que se cuenta el poemario "Os Eoas", un canto épico al descubrimiento de América claramente inspirado en "Os Lusiadas" de Luís de Camões. En él también hay referencias a Homero y Tasso, reflejando así la amplitud de su cultura literaria.
En Os Eoas trabajó Pondal a lo largo de toda su vida literaria. Sin embargo, ya por causa de una voluntad -realmente patológica- de corrección, ya también por dificultades editoriales, lo cierto es que la obra no fue editada en vida del poeta. Posteriormente, motivaciones de carácter ideológico -el supuesto "españolismo" de los versos en teórica contradicción con el "nacionalismo" del conjunto de su producción- están probablemente en la base de que la versión definitiva del texto no fuese nunca publicada y sí permaneciese desconocida en la sede de la Real Academia Gallega hasta su "reaparición" y posterior publicación y estudio (Manuel Ferreiro, Manuel Forcadela y Xosé Ramón Pena) en el año 2005.
Sin embargo, del análisis llevado adelante por los investigadores citados, se deduce que no existe ninguna contradicción entre esta obra —que Pondal y sus correligionarios consideraron siempre como el texto decisivo del poeta— y las demás que llevó a cabo. Por el contrario, en Os Eoas, Pondal lleva adelante una perfecta simbiosis entre el mundo mítico celta y la voluntad regeneracionista de España. La figura de Colón —a quien Pondal hace gallego, siguiendo las tesis de García de la Riega, Constantino Horta, etc.— como héroe, al tiempo, gallego, español y universal condensa esa voluntad pondaliana: Galicia, cuna de Colón, ha de volver a aparecer en el tiempo presente y futuro como el espacio privilegiado para el renacer de España y de Iberia. Cantando semejante epopeya en lengua gallega, Pondal quería demostrar la validez del idioma para las más difíciles pruebas y empeños tal y como él mismo escribió en el prólogo de su obra. De esta manera se cumplirá el viejo sueño: "La luz vendrá para la caduca Iberia de mano de los hijos de Breogán". Colón, el más preclaro de ellos, es el encargado de llevar la luz redentora del cristianismo al Nuevo Mundo. El poema concluye indicando que tal hecho, tal destino jamás podrá ya ser borrado de la historia. Como la propia obra, en lengua gallega, que Pondal le dedicó.
Desde 1935 (edición de la Real Academia Galega) ese poema se ha integrado, junto con otros inéditos, en las ediciones de "Queixumes dos Pinos".
Pondal es el máximo exponente de la literatura del regionalismo gallego. Idealiza el pasado céltico de Galicia, que él imagina libre e independiente y como apenas quedan vestigios de esta época, se inspira en las fuentes clásicas de la invasión romana, en los poemas ossiánicos de James Macpherson, en algunas citas del Leabhar Gabala y en las investigaciones de Manuel Murguía y Benito Vicetto. El simbolismo del celtismo dentro de la poesía de Pondal es claro: así como los celtas combatieron heroicamente la invasión romana, los gallegos deben tomar su ejemplo y combatir igualmente la opresión castellana. Al mismo tiempo su poesía incorpora una tendencia helenista, que entronca con su afán de crear una lírica culta. Los mitos creados por Pondal se basan en dos arquetipos: el Héroe y el Bardo.
También es interesante como poeta lírico. Junto con la naturaleza, y los paisajes de su tierra natal (la comarca de Bergantiños), el amor es otra de las claves de su poesía.
Utilizó una lengua aristocratizante, huyendo de la lengua coloquial e incorporando a su léxico y a su sintaxis numerosos cultismos. Para esto se sirvió de sus profundos conocimientos de las lenguas clásicas, remitiéndose también en ocasiones a la lengua portuguesa. Es famosa su frase en el lecho de muerte "déstesme unha lingua de ferro, devólvovos unha lingua de ouro" ("me habíais dado una lengua de hierro, os devuelvo una lengua de oro").
El significado político de la obra de Pondal ha sido objeto de muchas teorías y discusiones. Por una parte es indiscutible que apela a conceptos raciales para devolver el orgullo al pueblo gallego, así como para menospreciar a los castellanos, a los que considera invasores de su país. A pesar de esto su ideario político personal siempre estuvo más próximo a un socialismo emergente, como demuestra su participación en el banquete de Conxo y su compromiso estético con la idea de la libertad del hombre. No hay que olvidar que en el momento histórico en el que se desarrolla su obra, las teorías raciales, no solo no han sido desacreditadas, sino que son profusamente empleadas por el romanticismo europeo como una expresión más del Volkgeist ("espíritu del pueblo" en alemán), especialmente en aquellos países que vivían un conflicto nacional.
Por otra parte su ideario en relación con la cuestión territorial parecía más próximo a un iberismo federal que a un nacionalismo gallego aún por surgir. Pondal expresa repetidamente su sentimiento de hermandad con el pueblo portugués, y su simpatía por el catalanismo. Por otra parte el poema "Os Eoas" habla de una gesta, el descubrimiento del mundo, que atañe a todos los pueblos ibéricos.
Murió en La Coruña, en el hotel "La Luguesa", en 1917 y está enterrado en el cementerio de San Amaro de esta ciudad.
Diversos músicos y grupos gallegos han usado poemas suyos como letra. Entre ellos el grupo de música folk Na Lúa y el cantante Juan Pardo, que ha puesto música a varios poemas suyos en el disco Galicia miña nai dos dous mares."
Eduardo Pondal. De Luis Sellier - Real Academia Gallega |
"Nace Cunqueiro el 22 de diciembre de 1911 en la ciudad episcopal de Mondoñedo, una de las siete capitales del Antiguo Reino de Galicia. De su madre, doña Pepita Mora Moirón, perteneciente a una importante familia de la comarca mindoniense, recuerda Cunqueiro que:tiña unha grande fantasía. Contaba historias, recitaba romances e cantaba. Sabía todas as zarzuelas. Inventaba contos para que estiveramos calados e quietos. Esto parece que foi unha especie de mediciña na nosa casa. Eu mesmo participaba nesta creación de contos.Su padre, don Xoaquín Cunqueiro Montenegro, oriundo de Cambados, regentaba una farmacia en cuya rebotica se organizaban tertulias que reunían a canónigos, médicos, cazadores..., y a las que asistía fascinado el joven Álvaro. Nombrado en 1923 alcalde de Mondoñedo, don Xoaquín, buen cazador y excelente gastrónomo, ejercería una influencia poderosa en su hijo:Ensinábame todo e aprendín deseguida. Eu sabía toda las herbas do mundo: a frestuca pantesis, a daptila numenta, os tréboles, os lírios... En fin toda esa tribu mundial que decía don Ramón Otero Pedrayo: o choupo, o amieiro, o salgueiro... Sabíao todo. Tamén os páxaros: si o que voaba era o merlo, si o que cantaba era o xílgaro ou o calambre.Cuando rememora su infancia, nunca olvida Cunqueiro una referencia a don Manuel Ledo Bermúdez, el Pallarego, cuya barbería visita casi diariamente el futuro escritor:Ha sido mi gran maestro. Con él aprendí filosofía, música, literatura, geografía. Aquí venía yo todos los días a leerles el periódico a todos los que estaban, inventando la mitad de las noticias mientras el Pallarego las glosaba. Aquí escribí mis obras de teatro, que versaban sobre los acontecimientos del día anterior en la peluquería de el Pallarego y aquí las representábamos. Aquí formábamos nuestras rondallas con letras que hacía Jácome.Una infancia feliz —«a los nueve años había ido incesantemente a velar los nidos con todos los pilletes del pueblo, a asar castañas en los bosques y a vestirnos con las hojas de los árboles el primero de mayo» —, marcada por las lecturas —«recuerdo haber alternado los libros que pudiéramos llamar de caballerías con el Rojo y Negro de Stendhal y la Historia de Cristo de Renán. Posiblemente, en rigor, no los entendiese pero no los he vuelto a leer y he guardado siempre la emoción que transpiraban, esa poesía renaniana...»— pero, sobre todo, con el contacto directo con una sociedad antigua y rica en tradiciones que Cunqueiro siempre valoraría como algo único:Moi cedo decateime que tiña un certo mundo especial do cal podía contar.
Xa daquela pódese decir que eu escribía a repelo porque a miña literatura
non tiña nada que ver coa literatura en boga, o cal dábame a seguranza de
que eu dominaba ese mundo un algo complexo, cun país de fondo que era
Galicia, cunha tradición oral.A miña zona de Mondoñedo e a zona de Galicia na que
se recolleu a meirande cantidade de romances carolinxios e
artúricos, como se pode observar nos libros parroquiais;
cando xa en toda Galicia deixaran de bautismar aos nenos
cos nomes do romanceiro medieval, nesa zona aínda a
comenzos do século XVIII había nenos que eran bautismados
cos nomes de Tristán e Lanzarote. [...] De xeito que nesa zona
de Mondoñedo hai unha tradición oral, moita lenda, un país
que ten moitos tesouros cheos de ouroEn 1921 Cunqueiro se traslada a Lugo para completar el bachillerato, primero interno en el Colegio de los Hermanos Maristas, y más tarde en el Instituto General y Técnico de la calle San Marcos.
En la redacción del periódico del instituto conoce a Ánxel Fole:
Era formidable. Resulta que componíamos la redacción de vivos Ángel Fole y yo, y de muertos, Platón, Dante y Cervantes. Allí publiqué mi primer artículo, en el que narraba un eclipse en Lugo.Y esta amistad con Fole lo acerca a los hermanos Correa Calderón —gracias a ellos Cunqueiro lee a Alberti, García Lorca, etc.— y a Luis Pimentel —«De no ser por Pimentel, quizá nunca hubiera publicado una línea» [2]—. Pero en Lugo, además, Cunqueiro realiza «el descubrimiento más sensacional e importante de mi vida: el idioma gallego. [...] Hasta los apuntes de Química los hacía en gallego». Hallazgo parejo a la fascinación del joven estudiante ante el mapa de Galicia de Domingo Fontán: «Fue mi gran encuentro con mi país gallego: allí estaba mi tierra, la tierra de mi vocación y de mis días»
En 1927 Cunqueiro se matricula, como alumno libre, en la Facultad de Filosofía y Letras —sección Historia— de la Universidad de Santiago de Compostela:
Así que llego a Santiago. Me quedo asombrado, absorto. Aún hoy en día, cada vez que entro en la ciudad llego como un bobo... Recorro todo en soledad y me gusta entrar y salir por sus calles, plantarme ante la Catedral y mirarla y mirarla...Entre 1927 y 1934, Cunqueiro compagina prolongadas estancias en Mondoñedo con sus estudios en Santiago, donde convive en una pensión de la calle Enseñanza con su amigo Fole. Ambos comparten las tertulias del Español o El Derby y forman parte del grupo de jóvenes intelectuales (Eiroa, Colmeiro, Cuadrado, Seoane) que, desde las artes plásticas y la literatura, recogen el testigo, hacia 1930, de la primera generación vanguardista gallega de Manuel Antonio, Maside o Dieste. Pese a la intensa y fructífera relación con el grupo compostelano, afirma Cunqueiro:
Se me creó el complejo de ser literaria o intelectualmente distinto a los demás. Ellos y yo leíamos un libro, Joyce y Huxley, pongo por caso, y siempre era yo el que sacaba un juicio totalmente diferente a los otros. Lo mismo cuando asistíamos a una conferencia de Ramón Gómez de la Serna o de Lorca, o un concierto de Sainz de la Maza. [...] Yo sabía que como escritor no iba a ser mejor ni peor que otros, pero sí diferente. Que yo tenía registros que otros no tocaban, y que gran parte de mi obra sería hecha en soledad y a contrapelo de modas e influencias.Tras varias colaboraciones esporádicas, en 1930 comienza a publicar artículos y poemas en varios números de la revista Vallibria, dirigida en Mondoñedo por el cronista de la villa, don Xosé Trapero Pardo, al tiempo que impulsa y dirige, hasta 1933, la revista Galiza, de signo galleguista y prácticamente monolingüe, en la que escriben también Aquilino Iglesia Alvariño y José Díaz Jácome, además de los ya consagrados Castelao, Otero Pedrayo o Vicente Risco (Francisco Fernández del Riego, en 1991, transcribe una carta, con fecha del 28 de agosto de 1931, del escritor mindoniense en la que lo hace partícipe del proyecto del semanario, también nacionalista, Acción Gallega, que nunca se concretaría). El 25 de julio de 1930 se presenta el primer número de la publicación, y Cunqueiro, con José Ramón Santeiro, realiza su primer discurso público en Mondoñedo.Meses más tarde, en la primavera de 1931, interviene, con su buen amigo Fole, en un mitin de la O.R.G.A. (Organización Republicana Gallega Autónoma) celebrado en Ribadeo, en el que también participan Julio Sigüenza y Ramón Suárez Picallo. Cunqueiro se afilia al recién creado Partido Galeguista de Alexandre Bóveda, al que también se vinculan Filgueira Valverde, Plácido R. Castro, Carballo Calero, Vicente Risco, Raimundo Aguiar o Aquilino Iglesia Alvariño, y en el que coexisten desde el nacionalismo de izquierdas de Suárez Picallo al antimarxismo de Cunqueiro, activo políticamente en estos años y especialmente durante la campaña a favor del Estatuto de Autonomía de 1936.
Miembro también del Partido Galeguista, pero afín a la corriente de Suárez Picallo, es el pintor y dibujante Luís Seoane, protagonista con Cunqueiro del momento cultural gallego de los años de la República. Ambos, que se conocen desde septiembre de 1931 («En setembro de 1931 coñeceu a Luís Seoane, feito decisivo no seu futuro como escritor. Seoane animouno a publicar Mar ao Norde e encarregouse de ilustralo e de falar con Ánxel Casal para que fose a editorial Nós que o imprimise», [5]), colaboran periódicamente en A Nosa Terra, semanario oficial del partido. Gracias a Seoane, Cunqueiro conoce a Ánxel Casal, propietario de la imprenta Nós, editora, en su segunda etapa, de la revista de igual nombre, clásica del nacionalismo gallego.Cunqueiro publica su primer libro, Mar ao Norde (1932), en la prestigiosa colección de la editorial Nós —colección en la que publicarían, también, Alfonso R. Castelao, Ramón Cabanillas, Otero Pedrayo, Vicente Risco, etc.— .
En una cuidada edición con cinco magníficos dibujos de Seoane, Cunqueiro propone:
un «itinerario» que tiene su esqueleto constructivo en la estructura mítica de la aventura del héroe, y que implica un abandono (del mundo conocido), una aventura (en lo desconocido) y un regreso (tras un proceso de transformación vivificadora).Itinerario elaborado con materiales deudores del creacionismo de Huidobro —«tomó el cúmulo de imágenes, situaciones y conceptos en términos semejantes a lo escrito por el chileno»— y del cubismo «sobre todo por la preocupación geométrica del poema, la disposición espacial de los versos, la medida exacta de la palabra».
También en 1932, Cunqueiro y Seoane preparan para la imprenta de Casal un nuevo trabajo en la línea de Mar ao Norde: Cunqueiro envía a Seoane siete poemas, bajo el título de Soma de craridades, que se publicarían con el álbum de dibujos, Síntese do crime, que Seoane entrega para su impresión a Casal, después de varios cambios, a finales de 1935. El álbum de Seoane desaparece —con la destrucción de Nós— en la guerra civil, pero los poemas de Cunqueiro serán editados por el propio Seoane en 1977 acompañados de varios dibujos de los años treinta y con una carta de Santiago Montero Díaz al dibujante fechada en 1932.
"Ese mismo año encontramos las firmas de Cunqueiro y Seoane en las tres publicaciones periódicas más interesantes del momento: Universitarios, Resol y Yunque. En Universitarios, dirigida por Fernández del Riego en Santiago de Compostela, colaboran también Carballo Calero, Arturo Cuadrado, Outeiro Espasandín o Bouza Brey, y cuenta con ilustraciones de Maside o Vidarte. Cunqueiro publica un artículo dedicado a Pedro Bernardo Díaz.
La compostelana Resol, dirigida por Arturo Cuadrado entre 1931 y 1936, reúne en su nómina a colaboradores de la talla de Ramón Cabanillas, Ricardo Carballo Calero, Fermín Bouza Brey, Vicente Risco, Rafael Dieste, Castelao, Aquilino Iglesia Alvariño, Feliciano Rolán, Luís Pimentel, José Díaz Jácome, Ánxel Fole, etc. En el n.º 6 (diciembre, 1932) se incluyen seis poemas de Mar ao Norde y «Rua 26. Diálogo limiar», analizado como texto dramático por Teresa López (1995).
Estos poemas, junto con Xan, o bo conspirador, del que sólo conocemos el prólogo y el epílogo (el prólogo fue editado por Fernández del Riego (Grial, 1984), y el epílogo, que se publica por vez primera en La Región de Ourense (14 de julio de 1933), ha sido exhumado por Xosé María Paz Gago, en 1999), son las dos únicas muestras del teatro cunqueirano de este periodo de preguerra —de un corpus que intuimos mucho más amplio—.
En el n.º 10 de Yunque (julio, 1936) se publican dos cantigas ya recogidas en Cantiga nova que se chama ribeira, que, por cierto, se había editado en 1933, en los talleres de la misma revista, ilustrado también con dibujos de Seoane.
Con el precedente inmediato de Nao senlleira (1932) de Bouza Brey, Cunqueiro inaugura con Cantiga nova... la corriente neotrovadoresca en la lírica gallega, inspirada por la lectura de los cancioneros medievales editados por José Joaquim Nunes en 1928 («Me incorporé a una excursión de beatas que iban de peregrinación a Fátima, y en Oporto compré los Cancioneros, en la edición de Nunes...»:
Para min foi un verdadeiro deslumeamiento e saíron estas cantigas de amor e de amigo, que non son unha repetición, por dicir así, arqueolóxica das cantigas dos cancioneiros, senón que son unhas invencións. Pero eu atopéi un molde, eu atopéi un vaso no que era fermoso botar aquel viño novo.Un «viño novo» con tonos de Villon, pero también con el Alberti de La amante (1925) y, en general, con las corrientes neopopularistas de la segunda mitad de los años veinte. Evocando la noche compostelana, recuerda Torrente Ballester la gestación del libro:
No sé quién habló de los cancioneros y de los reyes trovadores, o quizá sólo de los trovadores canónicos. Álvaro recitó, más bajito (habíamos entrado ya en una taberna) a Xoan Zorro y también a Meendiño. Y mientras nosotros bebíamos un poco, y la charla derivaba hacia la política, Cunqueiro, en una mesita aparte, comenzó a escribir, y de allí salió, en pocas horas, Cantiga nova que se chama ribeira.El poemario, que obtuvo en 1934 el premio Gil Vicente, se reeditaría, con seis poemas más, en 1957 (Vigo: Edicións Monterrey, 1957).
Ánxel Fole y Arturo Cuadrado dirigen, en Lugo, Yunque. Colmeiro, Eiroa, Norah Borges o Maside acompañan a Seoane como colaboradores artísticos en los tres números conservados de esta revista en la que García Lorca publica su Madrigal a la ciudad de Santiago y que cuenta con las firmas de Montero Díaz, Pimentel, Sigüenza, Iglesia Alvariño o Luis Manteiga. Cunqueiro adelanta dos poemas del que sería su próximo libro, Poemas do si e non (1933).
Poemas do si e non, podemos dicir que é un libro surrealista. É como unha historia de amor que algunha xente coidou que era unha historia verdadeira [...] Non. Todo o libro é unha invención poética e para min, hoxe, o encanto dese libro —o que me fai ás veces collelo— son os debuxos de Luis Seoane. É un libro que nunha enorme parte está xustificado por estas ilustracións de Seoane.Como en los dos anteriores poemarios publicados por Cunqueiro, los dibujos de Seoane son, en efecto, extraordinarios; pero, sin duda, los versos de este libro —«originalísimo cancionero amoroso» e «introductor del surrealismo en la literatura gallega»— son de una calidad indudable. César Antonio Molina destaca la presencia, de nuevo, tanto del Manuel Antonio de De catro a catro como del «Prefacio» de Altazor (1931), de Vicente Huidobro. Además, el poemario de Cunqueiro «tiene dos puntos de partida. Por un lado Capitale de la douleur, libro de Paul Éluard, publicado en 1926; y Sobre los ángeles, de Rafael Alberti» [15]. Poemas do si e non (1933) fue publicado por la editorial Un.
Esta editorial (que además del libro de Cunqueiro editará Corazón ao vento, 1933, de Iglesia Alvariño, y Primeiras cantigas de amor, 1936, de Díaz Jácome) forma parte del ambicioso proyecto que, desde Mondoñedo y en compañía de Iglesia Alvariño y Bernardo Vidarte, emprende Cunqueiro entre 1933 y 1936: la Oficiña Lírica do Leste Galego. «Factoría vanguardista», en palabras de Rodríguez Fer, la Oficiña es la responsable, además, de tres publicaciones periódicas: Papel de Color (1933-1935), Frol de Diversos (1935) e Impresos Sentimentais (1935-1936).
De Papel de Color, «pregón lírico de Álvaro Cunqueiro» (A Nosa Terra, n.º 336, 23 de febrero de 1935) se conservan cinco números, dos de los cuales son sendas elegías a Manuel Antonio, escritas por el propio Cunqueiro. Aquilino Iglesia Alvariño y Ricardo Carballo Calero firman, asimismo, varias colaboraciones. También Cunqueiro figura como responsable de Frol de Diversos, ya en 1935, en la que también colaboran Vidarte y Aquilino Iglesia Alvariño. Este último dirige, desde Vilagarcía de Arousa la tercera publicación de la Oficiña: Impresos Sentimentais, en la que Cunqueiro publica cuatro poemas, los tres primeros dedicados a Rosalía de Castro, Antonio Nobre y Heine, y un cuarto titulado «Epigramma».
Además de las publicaciones ya reseñadas, durante estos años de universitario en Compostela, Cunqueiro verá sus textos —poemas, artículos— publicados en diferentes revistas como la porteña Céltiga o la portuguesa Descobrimento (en el n.º 5, 1932, de esta revista se publica una Antología de poetas galegos que incluye varios poemas de Carballo Calero y seis poemas de Cunqueiro que «perteñecem ao caderno inédito Adolescenza no Inverno», 1932, luego publicados en Mar ao Norde), y en diarios como El Compostelano (desde que en 1932 publica el artículo «Duelo nacional», Cunqueiro colabora en este periódico, que se fusionará con La Noche, en 1946, y con El Correo Gallego, en 1964), o el ya citado La Región de Ourense; aunque quizá sean las colaboraciones en Nós (el «Suplemento Cultural» del Faro de Vigo del 4 de enero de 1981, p. 27, coordinado por Álvaro Cunqueiro, incluye un homenaje a la revista Nós, en el que colaboran muchos intelectuales gallegos, entre ellos Cunqueiro, que recuerda cómo llegaba la revista a sus manos en su juventud) y en El Pueblo Gallego las que adquieran una mayor resonancia.
Nós es la referencia clave del grupo de intelectuales —Risco, Castelao, Otero Pedrayo— que «están na procura dunha identidade para unha cultura marxinal e periférica e fundamentan a súa teoría en elementos esencialmente neorrománticos: saudade, raza, tristura, enxebrismo e terra» (Xosé Luís Axeitos, p. 9, advierte del inevitable «esquematismo reduccionista» de esta definición). Cunqueiro publica en esta emblemática revista dos poemas —«Fiestra» y «Primeira Elexía»—, varias traducciones de Hölderlin y el artículo «O mundo i-outras vísperas».
El Pueblo Gallego, dirigido entonces por Portela Valladares, reúne en su nómina de colaboradores a los jóvenes creadores, también nacionalistas, pero más próximos a las vanguardias que la generación de Nós (la cita de Carballo Calero «Algo sobre Luís Seoane» que abre el excelente artículo de Xosé Luís Axeitos es elocuente: «Nós éramos seguidores afervoados dos homes de Nós. Mas perante Risco estava Dieste; perante Castelao, Maside. E Seoane estava mais ligado a estes homes, que representavam a vanguarda daquela, que aos nossos mestres da geraçom Nós» [16]): Luis Seoane, Montero Díaz y Álvaro Cunqueiro que publicará en el diario vigués, con un ritmo casi semanal, entre 1934 y 1936. En El Pueblo Gallego Cunqueiro no sólo escribirá sobre temas literarios, sino que, en sintonía con el carácter interdisciplinar de las vanguardias, el autor de Mar ao Norde mostrará su interés por la música —«En Santiago empieza a preocuparme la música gracias a García Sabell» [17]— y la obra de artistas plásticos como Eiroa, Maside o Colmeiro, habituales en los círculos intelectuales que frecuentaba Cunqueiro. De hecho, una de las primeras conferencias del escritor mindoniense se celebró en 1933 en el marco de una exposición de Colmeiro organizada en Ourense: «Fue comentadísima y causó enorme impresión en Vicente Risco, Fernández Mazas, Otero Pedrayo y otros» (Jenaro Marinhas del Valle, 1991, recuerda que la primera conferencia de Cunqueiro se celebró en la Reuniom de Artesanos de A Coruña con motivo del centenario de Murguía en 1933). Ese mismo año también hablará sobre Colmeiro en Lugo (1933) y, al año siguiente, invitado en Barcelona por los Amics de la Poesia de Carles Riba, conocedores del itinerario poético del joven mindoniense, dará una nueva charla sobre el pintor gallego.
Durante su estancia en la capital catalana, Cunqueiro entra en contacto con el grupo de Riba, especialmente con Tomás Garcés y con Joan Teixidor, quienes al publicar, en 1935, la revista Quaderns de Poesía, con J. V. Foix y el propio Riba, contarán con la colaboración del poeta mindoniense, que unirá su firma a la de Josep Carner, Pedro Salinas, Paul Éluard, Federico García Lorca, Martín de Riquer, Joan de Segarra, Gabriela Mistral o Joan Vinyoli."
"El 28 de junio de 1936, el pueblo gallego se manifiesta mayoritariamente en plebiscito a favor del Estatuto de Autonomía. Durante la intensa campaña electoral Cunqueiro participa activamente, ya como orador, ya como articulista, a favor del sí. La sublevación del ejército del 18 de julio provoca en el escritor mindoniense una primera reacción de rechazo casi instintiva como lo demuestra la comprometedora carta que envía a su amigo Felipe Fernández Armesto, Augusto Assia, apenas siete días después del levantamiento militar:
Ben en serio ¡probe España! ¡E probes de nós tamén! Eu non sei ben aínda —vou pra 24 anos— si lle é duro ao home «aguantar» a sua condizón de home, pro anque eisí fora eu amaría sempre, sober todo, a miña liberdade, i-as liberdades que os homes tivéramos en común e bon reximento serían por min sempre amadas e defendidas.
Sin embargo, probablemente presionado por su familia, Cunqueiro regresa a Mondoñedo.
La extraordinaria trayectoria literaria de Cunqueiro se quiebra con el estallido de la guerra civil y, vinculado como hemos dicho al nacionalismo conservador del Partido Galeguista, el escritor mindoniense se refugia en Ortigueira, donde trabaja como profesor en el colegio Santa Marta y colabora, asiduamente, en el semanario, de carácter falangista, Era Azul. Si hasta 1936 podríamos considerar a Cunqueiro como un poeta que escribía casi exclusivamente en gallego, a partir de este momento, dado de alta en el Registro General de Periodistas en 1938, comienza a ser conocido por su trabajo, en castellano, en las publicaciones señeras del nuevo régimen. Así, en febrero de 1937 abandona las tareas directivas en Era Azul para incorporarse a El Pueblo Gallego de Vigo, dirigido por aquel entonces por Jesús Suevos, donde permanecerá hasta noviembre de 1938, fecha en la que comienza a trabajar en La Voz de España de San Sebastián, ciudad que abandona, en abril de 1939, para instalarse en Madrid como miembro de la redacción de ABC (Mercedes Brea y José M.ª Folgar, en 1982, comentan los artículos que Álvaro Cunqueiro escribe en ABC entre abril y julio de 1939). Las colaboraciones con los medios informativos vinculados a Falange se incrementan y su firma aparece en numerosos artículos de Vértice, Legiones y Falanges, Escorial, Destino, Fantasía, Santo y Seña y un largo etcétera.
Pero esta intensa actividad como periodista, no supone un abandono de la poesía, aunque bien es cierto que a partir de este momento el Cunqueiro periodista tendrá una dimensión pública que, en cierto modo, margina al Cunqueiro poeta. César Antonio Molina atribuye esta marginación, por un lado, a que la guerra civil impidió que continuase avanzando en la experimentación vanguardista y, por otro, a que su concepto de poesía se encontraba distante tanto de la poesía de los vencedores como de las propuestas sociales posteriores. Añadimos ese «cierto pudor» al que alude en una de sus últimas entrevistas y tendremos las causas de esta automarginación poética. Pese a todo, en estos años Cunqueiro publica Elegías y canciones (Barcelona: editorial Apolo, 1940) que reúne poemas, traducidos al castellano, ya editados en anteriores poemarios, en periódicos —El Pueblo Gallego, sobre todo—, o en las diferentes publicaciones de la Oficiña Lírica. Sin embargo, sus poemas de circunstancias, dedicados a Franco y a José Antonio, alcanzan cierta notoriedad y son publicados en la Corona de sonetos en honor de José Antonio Primo de Rivera (Barcelona, 1939) y en Laureados (San Sebastián: ed. Fermín Bonilla, 1940) junto a las firmas de la inteligentzia falangista de la época.
Más interés que estos versos oportunistas tienen, sin duda, la pequeña obra dramática, Rogelia en Finisterre (suplemento literario de la revista Vértice, enero, 1941); los relatos, entre lo sobrenatural y lo fantástico, de El Caballero, la Muerte y el Diablo y otras dos o tres historias (Fantasía, mayo, 1945); la glosa —hermosísima— del poema de François Villon, la Balada de las damas del tiempo pasado (Editorial Alhambra, Madrid, 1945); y San Gonzalo, relato hagiográfico publicado con el seudónimo de Álvaro Labrada en Editora Nacional (Madrid, 1945).
En 1943 abandona Falange y en 1944 se le retira el carné de periodista tras un incidente con la embajada francesa. A partir de ese momento, cualquier vinculación con el franquismo, dice su biógrafo Xosé Francisco Armesto (p. 167), «representa descoñecemento ou supón acción malévola».
Cunqueiro permanece en Madrid un par de años más sin poder trabajar en la prensa, aunque colabora esporádicamente en revistas literarias como Finisterre y Posío o la ya mencionada Fantasía. Decide volver a Galicia."
"De regreso a Mondoñedo, Cunqueiro, gracias a la intervención de su buen amigo Francisco Fernández del Riego, comienza a colaborar en las prestigiosas páginas culturales del diario compostelano La Noche —esenciales en la recuperación de la cultura gallega de postguerra—. Además sus artículos empiezan a ser habituales en los principales diarios gallegos: El Progreso, La Voz de Galicia, La Región, etc.
Pero será el Faro de Vigo, dirigido por aquel entonces por Francisco Leal Insúa, el periódico ligado de manera más profunda al escritor mindoniense. Colaborador habitual en los años cincuenta, redactor en plantilla desde 1961, subdirector durante 1964 y 1965 y, finalmente, director del diario entre 1965 y 1970, Cunqueiro escribió cientos de artículos para el periódico vigués agrupados, muchas veces, en series como «El pasajero en Galicia», «Retratos y paisajes», «Una ventana», «Correo sin fecha», «A vuelta de hoja» o «El envés», pero también su firma, o la de cualquiera de sus seudónimos (Patricio Mor, Álvaro Labrada, Manuel María Seoane…), se encontraban en las páginas culturales del diario en las que, con periodicidad semanal desde 1962, incluía excelentes traducciones al gallego de gran número poetas y, esporádicamente, muchos de los poemas que luego formarían parte de Herba aquí ou acolá.
También encontramos versos de Cunqueiro en las principales —y más interesantes— revistas literarias gallegas de este periodo, como la ferrolana Aturuxo, las coruñesas Atlántida y Nordés, las lucenses Escritos y Xistral, o las viguesas Alba, Grial o Mensajes de Poesía. Vinculado estrechamente con intelectuales gallegos de todo el mundo, escribe en revistas como las madrileñas Chan y Mundo Gallego, la barcelonesa Alborada y las americanas Élite, Galicia Emigrante o Saudade.
Además de la prensa gallega, también colabora intensamente con distintos diarios de todo el Estado como El Alcázar, Arriba, La Gaceta del Norte, Informaciones, Nuevo Diario, El Pensamiento Navarro o La Vanguardia; en semanarios de información general como La Actualidad Española, La Gaceta Ilustrada, Primera Plana o Sábado Gráfico; en publicaciones como la seudoerótica Bazaar; literarias como Los Cuadernos del Norte y La Estafeta Literaria; e incluso en las revistas de medicina Jano, Medicina y Cultura y Tribuna Médica.
Parte de los artículos escritos en castellano, y sólo parte, ya que Cunqueiro escribe en estos años casi cincuenta artículos mensuales, ha sido recopilada por las editoriales Táber (Barcelona) —El envés (1969), Laberinto y Cía (1970), El descanso del camellero (1970)— y Tusquets (Barcelona) —Fábulas y leyendas de la mar (1982), Viajes imaginarios y reales (1986), Los otros caminos (1988), El pasajero en Galicia (1989), La bella del dragón (1991), Papeles que fueron vidas (1994)— y en el volumen O reino da chuvia (Lugo: Diputación Provincial, 1992), que recoge los artículos que vieron la luz en El Progreso. De los publicados en gallego existe una selección en el volumen IV de la Obra en Galego Completa editada por Galaxia (Vigo, 1991). En sus artículos Cunqueiro rompe con frecuencia los límites entre los distintos géneros literarios y el lector se encuentra ante unos textos que no sabe si calificar como cuentos, reportajes periodísticos, apuntes gastronómicos, críticas literarias, etc.
Una sección nos informa expresamente del Cunqueiro periodista y de su Premio Conde de Godó de Periodismo que, junto con el Premio Nadal de literatura, logró el total reconocimiento de su obra:
Quizá la erudición —ficticia o real— de un hombre esencialmente curioso y el grado de comunicación que establece con el lector sean los dos rasgos que mejor definan al Cunqueiro periodista. Erudición y diálogo que el escritor mindoniense ofrece también en cientos de conferencias, en sus intervenciones radiofónicas e incluso en los guiones televisivos que escribe para documentales sobre temas gallegos; complemento perfecto, estos últimos, de sus libros de viajes —Lugo (León: Everest, 1968), Vigo y su Ría (León: Everest, 1971), Rías Bajas gallegas (León: Everest, 1975), etc.— pero también de numerosos artículos como la serie «El pasajero en Galicia», publicada en Faro de Vigo en los años cincuenta, o los recopilados en Viajes imaginarios y reales, Los otros caminos, etc.
Un motivo, el viaje —liberador como la imaginación y el sueño—, está presente también en el resto de su obra narrativa, sobre todo en sus grandes novelas: Merlín e familia e outras historias (Vigo: Galaxia, 1955), As crónicas do Sochantre (Vigo: Galaxia, 1956) y Si o vello Sinbad volvese ás illas (Vigo: Galaxia, 1961), escritas en gallego, y Las mocedades de Ulises (Barcelona: Argos, 1960), Un hombre que se parecía a Orestes (Barcelona: Destino, 1969), Vida y fugas de Fanto Fantini della Gherardesca (Barcelona: Destino, 1972) y El año del cometa con la batalla de los cuatro reyes (Barcelona: Destino, 1974), en castellano.
Se trata de novelas en las que observamos una peculiar utilización del tiempo histórico, y una estructura narrativa basada en el relato dentro del relato y en la tendencia a organizar los textos en pequeñas unidades con autonomía propia. Estructura narrativa que se observa claramente en las semblanzas y retratos imaginarios de Escola de menciñeiros e fábula de varia xente (Vigo: Galaxia, 1960), Xente de aquí e de acolá (Vigo: Galaxia, 1971) y Os outros feirantes (Vigo: Galaxia, 1979). Estas características formales y la utilización de temas y ambientes legendarios traen consigo la consideración de Cunqueiro como escritor medievalizante; aunque Tarrío Varela relaciona estos rasgos, en primera instancia, con el Cunqueiro poeta, siempre más atento a la palabra precisa que a las secuencias narrativas largas. Además, no podemos olvidar que muchas de sus novelas, reescritura de los grandes mitos de nuestra cultura, están íntimamente relacionadas con muchos de sus versos («Yo difícilmente escribo una novela si al mismo tiempo no escribo unos poemas que aparecen como hechos, como personajes, de la novela. Siempre he creado una poesía paralela. Esto prueba que no me basta la novela»). Así, los versos de «Chove miudo en Elsinor» o «As bandeiras» los podríamos relacionar con numerosos artículos dedicados a Shakespeare y, sobre todo, con O incerto Señor Don Hamlet, príncipe de Dinamarca (Vigo: Galaxia, 1958), uno de los mejores textos del teatro gallego."
"Las manzanas más frescas de su época", gustaba decir Cunqueiro de su obra, pese a las incomprensiones y críticas a su obra por parte de algunos sectores culturales y políticos. Tachado de antimoderno ideológicamente, se convertía literariamente en de los autores más modernos de las letras españolas, llegando a profetizar que, andado el tiempo y con la lectura de su obra fuera de prejuicios, le convertiría con los años en un autor de culto:
Esta extraordinaria trayectoria literaria se ve acompañada, como decíamos al principio, con una desigual recepción crítica: aunque el mantenerse al margen del discurso realista dominante en la literatura de postguerra haya condenado a Cunqueiro a un cierto ostracismo, cuando no abierto rechazo, en ciertos medios intelectuales, también es justo señalar que el abierto reconocimiento popular del que disfrutó Cunqueiro en Galicia, manifestado en innumerables homenajes, fue refrendado con premios tan importantes como el de la Crítica, obtenido por As crónicas do Sochantre (1959) y por Os outros feirantes (1979), el Conde de Godó de Periodismo (1966) o el Nadal —en 1969 por Un hombre que se parecía a Orestes—. Además, fue nombrado, entre otros reconocimientos oficiales, Doctor Honoris Causa por la Universidad de Santiago (1980). Su magnífico discurso de ingreso en la Real Academia Galega, leído en Mondoñedo en 1964, Tesouros novos e vellos ya se ha convertido en una pieza clásica de la literatura gallega contemporánea."
En los paneles explicativos hay proyección de vídeos, en este, aparecen precisamente sus queridas manzanas a cuya fragancia era tan aficionado Cunqueiro, al lado de una máquina de escribir que no es la mítica Smith Premier nº10 que se muestra en su Casa-Museo de la Praza da Catedral, sino otra más moderna. Escribe Víctor Manuel Iglesias Viqueira en Erudición fabulosa o fabulosa erudición:
"Cunqueiro, amigo de la mesa que harta, siempre mantiene en casa un cesto de paja con manzanas de piel rojo intenso, casi escarlata, dice él que por acariciarlas y por el aroma, allá el secreto de la inspiración que lo cobije. A suculentos platos y comida tradicional gallega dedica abundantes líneas que degustar, con el contrapunto de Gargantúa y Pantagruel no tan alejados: caldeiradas de rape o de xoubas... y, por lo menudo, los chorizos y la tarta de su Mondoñedo natal. Proteico Cunqueiro que, de una sentada, escribió Cantiga nova que chaman riveira, al fondo del bar y con Torrente de testigo"
Listado de alguno de sus premios y reconocimientos y foto de su nombramiento como Doctor Honoris Causa por la Universidade de Santiago de Compostela (arriba) y con miembros de la Real Academia Galega (abajo)
El 28 de febrero de 1981 muere Álvaro Cunqueiro, después de una larga enfermedad. Un año antes, en un homenaje multitudinario ofrecido en Vigo, había manifestado un deseo:
"Si algún día despois de morto se quixera facer de min algnha louvanza, e eu estivera dando erbas á nosa terra, podería decir na miña lápida: "aquí xace alguén que coa súa obra fixo que Galicia durase mil primaveras máis"
"El autobús que me lleva de Lugo a Mondoñedo no pasa por Villalba. Cuando el conductor atraviesa el alto Miño por la puerta de Rábade, ya metidos hasta el alma en la Terrachá, gira el volante sin contemplaciones en dirección Este y enfila decidido hacia Abadín por humedades donde todavía destacan las blancas cortezas del abedul diurético y ya empieza a florecer el salgueiro, como por aquí le dicen al sauce llorón. Y, sin embargo, juraría que era preceptivo tocar la patria chica de Fraga Iribarne, sobre todo ahora que el villalbés ilustre es mucho más que profeta en su nacionalidad.Incluso creo recordar que, en otros viajes de similar objetivo cunqueiriano, el destartalado, rugiente y oloroso autobús de la empresa Ribadeo, la línea propiamente dicha, hacía parada y fonda de cinco minutos en Villalba, entre un establecimiento de quesos cónicos de San Simón, tocados con la bandera española, y una plaza ajardinada que preside un severo busto en bronce del padre -madre y espíritu santo- de Alianza Popular; un alto en el camino que yo siempre interpretaba a modo de propaganda política astuta, "subliminal" diría un terrible comunicólogo.
Será que el conductor votó otra cosa en las elecciones. O, más probablemente, será que andamos sin saberlo por el célebre camino de quita-y-pon que Merlín trajo enrollado de Bretaña en canuto de hierro, y sirvió un día memorable para sacar al Basileo de Constantinopla del galimatías del desierto, como es fama para todo el mundo menos para Borges, que en ese mismo desierto -infinito- metió el de Buenos Aires a otro monarca y por el vasto laberinto de arena sigue vagando el infeliz.
Es mejor así, en cualquier caso, porque si a este brusco giro en la ruta hacia Mondoñedo parece exagerado calificarlo de copernicano, resulta justo decirle giro cunqueiriano. Que el escenario primordial de las andanzas de Merlín, el Sochantre, Tona Teacha, Fanto Fantini, Simbad y tantas otras gentes menores, es el mismo que atraviesa la línea bullanguera, por entre tribus fluviales, urracas y mirlos picoamarillentos de vuelo alegre y gritón, y sierras amigas del lobo y del señor zorro. Ahora, sierras hoscas y duras, porque el roble, el castaño y el nogal de los países del Norte son tipos muy cumplidores con la meteorología oficial y no quieren enterarse de que es primavera hasta después de las ferias de san José, casi como los del Corte Inglés, aunque ya suene la alondra desde principios de febrero y todo huela a tierra recién abierta.
Hay en estos parajes, sin embargo, bastante más que escenografía cunqueiriana. También desde la ventanilla del autobús contemplo sin dificultad la forma literaria de Cunqueiro. Quiero decir: contemplo ese estilo "solazado y sabroso, con cierto regodeo en los meandros", como él mismo solía decir de su prosa y de la de fray Antonio de Guevara; y es juicio éste que tanto vale para hablar de sus escribires irrepetibles como para encerrar en frase estos paisajes lucenses que serpentean hacia Mondoñedo sin pasar por Villalba, por donde toponimias que llenan la boca de gozo prosódico y la imaginación de fabulaciones (cuevas del rey Cintolo, el Padornelo, la Xesta, la Terrachá), desvíos melancólicos que hacen algo más que suspender la lógica itinerante de Obras Públicas, bosques de la rama dorada habitados por húmedos mitos a la manera de Bretaña, analogías que saltan a la vista y proceden de las grandes aventuras iniciáticas, y que el conductor de la línea me va subrayando con inconfundible estilo cunqueiriano.
No es fácil volver a Mondofíedo al año del entierro de Alvaro. Siempre tuvo a esta villa episcopal de "tellados de a,eiro e prata", silencio de siglos, vivir lento y medieval e intenso sabor a gregoriano y chocolatada de canónigos, como una de las capitales de la ficción literaria, de la misma envergadura narrativa que Macondo, Uqbar, Castroforte de Baralla o Comala. Pasear las callejas empedradas del atardecer, beber el agua de la Fuentevieja, oír el toque a ánimas en memoria del mariscal Pardo de Cela, entrar en la imprenta del flautista Jesús López, sucesor de Mancebo, a fisgar papeles viejos y escuchar la última hazaña publicitaria de o rey das tartas, era el mismo placer que el vagabundeo por las páginas de Cunqueiro. Porque entrar en Mondoñedo siempre fue para mí como un entrar de pleno el privilegio de la ficción, algo que sólo había experimentado en Nueva York, pero allí por nostalgia de cinéfilo.
Ya todo es diferente en Mondofíedo, un año después, sin Cunqueiro. Falta el narrador y eso se nota. Me lo confirma el poeta y periodista Pepe Díaz Jácome, sucesor de Alvaro en el cargo de cronista oficial de la villa episcopal: "Hay un gran vacío desde entonces. El de ahora es un silencio diferente". Y es cierto, que por más que lo intento no logro incurrir en ficción cunqueiriana. Al contrario, esta vez se me apareció la realidad.
El establecimiento del sucesor de Mancebo anda cerrado por defunción: acaba de morir el primer impresor de Cunqueiro y con él desaparece el más extraño y mágico flautista del mundo, incluído el de Hamelín, que don Jesus soplaba en el agujero de la parte superior de la flauta, con naturalidad, "y le salían gotas de salivilla por la parte inferior, en lenta lluvia". El toque de ánimas de las cinco me suena lúgubre. En la Fuentevieja, un grupo de señoras comenta lo último de Dallas. Aquellos "latines litúrgicos que volaban al par que los murciélagos", ahora que pongo atención, no son latines. En el café principal se anuncian conjuntos subrockeros y también un videoclub, mientras una tragaperras titulada Xeitora, ruidosa, puede con el silencio mindoniense que Alvaro veía crecer desde la balconada de su casa.
Mondoñedo ya no existe. Todo fue un espejismo literario que se desploma cuando falta el narrador. Ahora sólo es ciudad de carne y hueso, piedra y cementerio, ferias de san Lucas y Relojeros. Huyo de Mondoñedo en dirección a Foz, a meterme en la mejor discoteca rockera de las Mariñas, y jugar en las videomáquinas sin complejos literarios. Cerca de la parada de la línea le pregunto a un viejo por el próximo autobús hacia el Norte. El tipo duda unos segundos, me mira melancólico y, con el mismo acento que Cunqueiro emitía para contar las cosas de Mondoñedo, me responde: "Todos los horarios están tergiversados"
"Un año después de la muerte de Álvaro Cunqueiro, que falleció el 28 de febrero de 1981, Juan Cueto viajó a Mondoñedo y escribió para EL PAÍS un artículo de una enorme melancolía: Mondoñedo sin Cunqueiro. Durante años, Cueto había ido a ver al gran narrador pensativo y vitalista, aquel hombre que colgaba las palabras del bastón y de las gafas, y había llevado una cesta llena de quesos de la alta montaña asturiana que el escritor gallego untaba con placer en lascas de manzanas rojas, fuertes y gallegas, de ésas que llaman tres en rama. Hace un mes Cueto regresó a Mondoñedo y recorrió otros pueblos de Galicia; esta vez volvió a llevar consigo esos quesos asturianos de sabor tan fuerte que tanto le gustaban a Cunqueiro. Cuando se encontró con Manuel Rivas en la aldea de Urroa, en Vimianzo, donde vive el último premio Nacional de Narratia, Cueto le entregó esos quesos: "Espero que te gusten tanto como a Cunqueiro. A partir de ahora te los traeré a ti"
"Álvaro Cunqueiro escribió un pequeño libro titulado A cociña galega, publicado en 1973 por la editorial viguesa Galaxia. Su traducción al castellano sirvió, años más tarde (en 1982), como prólogo al libro Cocina gallega de Araceli Filgueira Iglesias (publicado en la editorial Everest), volumen que ha conocido varias reimpresiones, la última del año 2010. Lo que se hizo en este volumen fue enlazar el texto de Cunqueiro a modo de introito y las recetas de Araceli Filgueira, y es uno de los libros de culinaria más usados en las casas gallegas.
En su libro, Cunqueiro habla de la cocina galaica, de las materias primas que la nutren y del recetario empleado por sus compatriotas. Se adentra en los misterios de la matanza del cerdo, los caldos, las ensaladas, los pimientos, el cocido, el lacón con grelos, los mariscos, el pulpo, los pescados de mar y de río, las sardinas (a las que dedica capítulo aparte), el bacalao, las carnes, los capones, la caza, las cecinas, los quesos, los requesones, los dulces, las filloas, las frutas, los vinos… ¡Un largo sentir y gustar de lo bueno que puede ofrecer la tierra gallega!
Pero, antes de toda esta información bien aderezada por su prosa amena, Cunqueiro arranca con una reflexión acerca de la comida y la imaginación; esta última es la causa de que la primera sea el deleite que es y no se haya limitado a la mera nutrición humana. Necesaria, sí, pero sin gracia.
Y otro asunto que le preocupa, y del que se ocupa, lo constituye la historia de la cocina en Galicia, de la cual poco o nada conocemos hoy, apenas unos apuntes del xviii y algún conocimiento más del xix. Y marca como hito el libro de Picadillo, al que alaba como difundidor de la cocina burguesa y eclesiástica gallega de calidad entre todas las amas de casa. Pero también señala a don Manuel Puga y Parga como el introductor en Galicia de nuevos elementos antes no muy empleados en esta tierra, como el arroz y el aceite.
A Cunqueiro le interesa esa cocina monacal ancestral gallega que tuvo que existir y que se ha perdido irremediablemente; seguramente combinada con recetas traídas de otras partes de España o de Francia, dependiendo del origen de las órdenes religiosas que las habitaban. Se pregunta qué fue de cereales típicos gallegos como el mijo y la avena, casi desaparecidos de la alimentación en el siglo xx; o cuándo se introdujo la receta de la lamprea a la bordalesa, la más popular en Galicia, si se sabe que, desde tiempo inmemorial, los habitantes de las riberas del Miño curaban la carne de este animal como se hace hoy día con el bacalao o el congrio.
Tras estas preguntas, ya que muchas no tienen respuesta, Cunqueiro centra su atención en lo que comen sus congéneres en la actualidad. Pero muestra su curiosidad, su vivo interés que va más allá de su experiencia como catador y cocinero de productos de su tierra. Su reflexión, como su prosa, trasciende los límites del texto informativo sobre cocina para convertirse en literatura, en cultura."
"Álvaro Cunqueiro es uno de los nombres esenciales en la literatura gastronómica gallega y española de la segunda mitad del S.XX. Tanto es así, que su obra se ha convertido en canónica en muchos aspectos. Este trabajo propone una primera relectura de la misma centrando su atención en el caso del vino albariño y la localidad de Cambados como ejemplo para tratar de entender cuáles fueron los motivos que llevaron al autor a configurar ese canon y cuál fue la importancia del mismo en la obra de otros autores que se asomaron por primera vez a Galicia y a su gastronomía a través de él."
"Poco imaginó, probablemente, Álvaro Cunqueiro que su relación con aquella generación de periodistas e intelectuales interesados en la gastronomía de mediados del S.XX iba a tener un papel fundamental en la conformación de toda una serie de tópicos gastronómicos vigentes aún en la actualidad.
Más de cuatro décadas después de su fallecimiento, podemos realizar una revisión de esa aportación fundamental desde un punto de vista crítico, tratando de entender la importancia trascendental que tuvo en su momento y, sobre todo, valorando su vigencia hoy en día, sus puntos fuertes y los sesgos que, con el paso del tiempo, es posible identificar.
Para hacerlo, dada la amplitud de la obra cunqueiriana de temática gastronómica, elegiremos algunos ejemplos relacionados con la cocina, pero, sobre todo, con el vino.
La importancia decisiva de Cunqueiro en la literatura gallega y su papel como correa de transmisión entre Galicia y otros focos culturales peninsulares dieron como resultado, entre muchos otros, la consolidación de un tópico gastronómico, de un imaginario, del que aún somos más deudores de lo que muchas veces somos conscientes.
No se trata, por lo tanto, de reivindicar aquí una vez más la idea del Cunqueiro gastrónomo, sino, más bien, de analizar elementos del Cunqueiro transmisor de un corpus gastronómico, modernizador radical de la estética gastronómica gallega y estatal, capaz de conjugar una estética de raíz romántica con postulados más modernos, precursores en cierta medida de elementos de la democracia cultural francesa.
Es cierto que la figura de Álvaro Cunqueiro como gastrónomo, recopilador y opinador sobre los modos en los que la cultura gallega se relaciona con el hecho alimentario ha sido alabada reiteradamente, acercándose en momentos concretos a lo hagiográfico más que a lo crítico. Pocas son, sin embargo, las ocasiones en las que se ha trabajado sobre la conformación de los tópicos y la importancia de la figura del escritor mindoniense en este proceso a pesar de que es ahí, precisamente, donde se encuentra su principal aportación en este campo.
Porque Cunqueiro es, en sí mismo, objeto de tópicos. El fabulador, mitógrafo, ficcionador de la realidad oculta, con frecuencia, al Cunqueiro testimonio de un tiempo, analista crítico, configurador de paisajes gastronómicos que toman lo real como materia literaria para acercarlo al terreno de lo imaginado y dar lugar a imágenes de una potencia icónica que pervive casi un siglo después.
Debemos hablar, por lo tanto, de una gastronomía cunqueiriana más allá de la simple compilación de platos, de productos y de usos. Hablamos de un hecho gastronómico comprendido, probablemente por primera vez en Galicia, como un hecho cultural de primer nivel. En aquellas décadas oscuras en las que las culturas periféricas peninsulares buscan iconos que las definan hablamos de nuevas líneas de comunicación con otros focos culturales que propician el intercambio, la hibridación en ocasiones, dando lugar a un campo en el que el autor encontró el terreno ideal para desarrollar un imaginario propio, capaz de vivir en su obra, pero también de empapar a todos aquellos que se asomaron a Galicia de su mano.
Cunqueiro no sólo documentó la gastronomía gallega sino que la reescribió otorgándole categoría literaria, presentando a través de su personal imaginario un territorio gastronómico que el resto de la Península, en muchos casos, conocía sólo parcialmente. En este proceso, el escritor no redacta de un modo aséptico; se implica, propone una visión que encontrará el sustrato idóneo en un sector de la intelectualidad barcelonesa de la época, receptiva a los elementos neomedievalistas y mitológicos que tantas veces arroparon el discurso cunqueiriano y que se encuentran con frecuencia en la obra de Joan Perucho, por citar solamente uno de los casos más explícitos en este sentido."
"Escritor y periodista (Mondoñedo, Lugo 1911-Vigo 1981). Más que un estudioso de la cultura jacobea, que también lo fue, este conocido escritor gallego destaca sobre todo por las evocadoras crónicas que hace de ella y de sus personajes, ya sean reales o imaginarios. Su intensa relación con la ciudad de Santiago de Compostela lo llevó a conocer de primera mano las leyendas y tradiciones jacobeas y a través de estas llegó al Camino de Santiago, que incluye en distintos artículos, tanto en español como en gallego, desde principios de los años cuarenta, trabajos de una gran calidad literaria, casi todos ellos fueron recogidos en distintos libros recopilatorios, sobre todo después de su muerte. Destaca, en todo caso, un libro anterior, El Camino de Santiago, publicado por el diario Faro de Vigo en 1965. En él narra el recorrido del autor y el fotógrafo Magar por el Camino Francés en Galicia en 1962. Fue un proyecto llevado a cabo con la colaboración del Ministerio de Información y Turismo, que pretendía relanzar el Camino como ruta turístico-cultural con vistas al Jubileo de 1965. El trabajo se publicó primeramente a modo de crónicas en dicho periódico. Como ha señalado Francisco Singul, que prologó la reedición de esta obra en 2004, Cunqueiro, que veía en el antiguo camino de las peregrinaciones un fabuloso mundo perdido, “repite varias veces su pena por la inexistencia de romeros, exhibiendo una nostalgia poética por los peregrinos de antaño, las leyendas y tradiciones piadosas, las obras de arte que pueblan la ruta y la mudanza de los tiempos”. "
"Porque el milagro del renacimiento del Camino de Santiago en los tiempos modernos, surgió de las propias entrañas del Camino, del empeño de una serie de hombres que decidieron reavivar los humildes rescoldos de la vieja llama casi extinguida del Camino de Santiago. Llama que había sabido ver hasta el propio Álvaro Cunqueiro, que en un destartalado seiscientos había recorrido un Camino abandonado a su suerte en los años sesenta. Hombres como René de la Coste Messeliere, George Bernés, Francisco Beruete y, sobre todo, Elías Valiña desde las remotas montañas de su Cebreiro."
"José Pacheco nace en Mondoñedo un 15 de diciembre de 1784, hijo de José Antonio Fernández Basanta y Antonia Rubinos Montenegro. A la prematura muerte de sus padres queda al cuidado de su abuela Agustina Fernández Pacheco.
Su entrada en la catedral de Mondoñedo como “Niño de coro” data del 6 de febrero de 1795, cuando el Maestro de Capilla presenta al Cabildo a tres niños aspirantes, entre los que es seleccionado José Pacheco. Tras unos meses en el desempeño de su función de cantor infantil la muerte de su abuela lo deja en total desamparo, de manera que en diciembre de 1796 el Cabildo acuerda acceder a la demanda de auxilio asignándole tres reales diarios y encargando al Maestro de Capilla la educación y asistencia del niño Pacheco.
Fue Ángel Custodio Santabaya el maestro de capilla encargado de esta educación, y pudo comprobar las buenas disposiciones para la música del joven Pacheco. A la muerte de Santabaya, ocurrida el 15 de diciembre de 1804, ante la inminencia de las celebraciones navideñas Pacheco ofrece sus servicios al cabildo: “Que en vista de la vacante del magisterio de Capilla y de haber trabajado por sí mismo los villancicos, pide se le conceda facultad para dirigirlos haciendo veces de maestro de Capilla; y así mismo la de vestir sobrepelliz” El Cabildo aceptó la petición para ese acto solamente.
En tanto permanece vacante la plaza de maestro de capilla a Pacheco le son asignados 10 reales diarios para que vaya a Santiago, o donde mejor estime, a terminar su formación musical. Decide ir a Santiago, cuya capilla musical gozaba de buena fama, y se pone bajo el magisterio de Melchor López Jiménez, quien enseguida le cobra afecto. En la Navidad de 1805 es llamado de vuelta a Mondoñedo para dirigir los nuevos villancicos de Navidad, y en enero de 1806 Pacheco solicita su vuelta a Santiago para continuar su formación. Sin embargo el Cabildo resuelve proveer la vacante del magisterio de capilla el 5 de febrero. Tan bien dotada estaba esta plaza que fueron 10 los concurrentes, entre ellos los maestros de capilla de Lugo, Solsona, Albarracín, León Zaragoza, Calatayud y otros lugares. El sistema era de concurso, donde cada candidato acudía provisto de una carta de recomendación ponderando sus méritos. La carta de Pacheco era escrita por Melchor López y el Racionero Cos, de Santiago. El Cabildo otorgó la plaza a Pacheco, pese al enfrentamiento de varios capitulares, uno de los cuales estableció un pleito contra la designación, que mantuvo hasta su muerte. La elección fue hecha el 5 de febrero de 1806, y dos días después se incorporó el músico al puesto.
Pacheco, al frente de la Capilla e música de Mondoñedo, cumplió con celo su deber y la mantuvo al alto nivel en que la había situado su predecesor Santavaya. Pocas Catedrales poseen colecciones tan numerosas de composiciones debidas a sus maestros como posee la de Mondoñedo con las más de 300 obras que dejó Pacheco en el archivo.
Pacheco estuvo residiendo por una temporada en la corte, y pudo renovar ahí su estilo asistiendo a los espectáculos teatrales y a las solemnidades en que participaba la Real Capilla. Entabló intima relación con Carnicer, maestro director y concertador de la ópera. Conoció la obra de Mozart, Haydn, Rossini, y abandonó el estilo de “espadín y peluca” que venía cultivando.
Pacheco falleció el 23 de marzo de 1865 tras casi 60 años de servicio a la Catedral de Mondoñedo."
"Imprenta Mancebo (el nombre oficial es Sucesor de Imprenta Mancebo) cumple hoy 150 años de funcionamiento ininterrumpido en Mondoñedo, siendo con toda seguridad una de las más longevas, sino la que más, de Galicia. Con este motivo se le va a tributar hoy un homenaje, a partir de las 17.00 horas.
Fernando López González está al frente de la imprenta mindoniense desde 1982. Tomó el testigo de Jesús López Díaz, que empezó en la imprenta en 1931. Antes lo hizo Edesio Mancebo Rey (desde 1887 hasta 1931) y en su fundación Hermenegildo Mancebo Vázquez, que estuvo al frente desde 1870 hasta 1887.
Imprenta Mancebo mantiene el testigo de la larga tradición de imprentas que hubo en Mondoñedo, donde se localizó la primera de Galicia con otra de Monterrei (Ourense), en el siglo XIV,
En Imprenta Mancebo se han editado en sus diferentes etapas más de 30 cabeceras de periódicos y semanarios, así como decenas de libros, algunos premiados por su alta calidad.
Además, Fernando López donó la mayor parte de los fondos y máquinas que se exponen en el centro de interpretación Imprenta de Mondoñedo, inaugurado en septiembre de 2019 en la Casa dos Cóengos."
"La invención de la imprenta por Gutenberg en 1440 permitió la difusión general de la escritura, hasta entonces refugiada en los scriptoria de los monasterios. Alrededor de 1480 se registra la aparición de la imprenta en Galicia. Monterrei, Ourense y Mondoñedo son las primeras villas en las que se evidencia su presencia". Fuente: Museo do Pobo Galego
En el año 1550, Agustín Paz ya confecciona varias obras. Desde el año 1553, hasta mediados del siglo XIX dejó de existir, teniendo que imprimirse fuera de la ciudad. Hacia 1850 se crea la segunda imprenta en Mondoñedo. D. José Pérez traslada la esta ciudad una parte importante de la imprenta que tenía en Lugo, adquirida a la viuda de Risco. En el año 1870 inicia su andadura a imprenta de D. Hermenegildo Mancebo...". Fuente: Miscelánea Mindoniense"
"También citado como Mártir de Arzendjan. Obispo de Arzendjan, en Armenia, y peregrino a Compostela que posiblemente recorrió el Camino de la Costa, tanto a la ida como a la vuelta. Su visita al sepulcro del apóstol Santiago formó parte de un largo periplo que comenzó en Armenia -uno de los lugares más lejanos de los que se tiene constancia de peregrinaciones- y le llevó a otros centros de culto, como la tumba de San Pedro (Roma). En total, el viaje duró dos años, de 1489 a 1491, aunque algunos autores datan su partida en 1494. Según Caucci von Sauken, el recorrido llevado a cabo por este obispo equivaldría a dar la vuelta al mundo. Peregrinó desde su tierra natal armenia.
Como testimonio de su peregrinación dejó un escrito de gran valor, pues ofrece una visión única del fenómeno de peregrinaje desde una perspectiva centroeuropea. Este texto es, asimismo, la primera guía del peregrino del Camino de la Costa o del Norte.
Este obispo armenio que viaja por Europa representa el tipo de peregrino devoto, para quien el sacrificio y la penitencia se anteponen a cualquier preocupación mundana, tal y como se desprende de su texto. Por lo tanto, su peregrinación tendría una clara vocación religiosa y su principal motivación sería visitar la tumba del apóstol San Pedro. Después extendió su viaje hasta el extremo de Galicia, para expresar su devoción al Apóstol. Se baraja también la teoría, defendida entre otros por Szászdi, de que detrás de su peregrinación habría una misión diplomática destinada a conseguir apoyos contra los turcos.
En el relato de Martiros queda patente el interés que siente por el aspecto religioso, a pesar de que otros textos de peregrinos prestan más atención a las necesidades espirituales y clericales y ofrecían las informaciones necesarias para las prácticas piadosas. También manifiesta su afán por las cuestiones históricas, aunque aporta datos que no se corresponden siempre con la realidad y cifras en relación a cuestiones religiosas que en ocasiones resultan exageradas.
A lo largo del escrito hace continuas referencias a la dureza del Camino, algo que para los estudiosos resulta natural debido a la enorme distancia que debía de recorrer, además de poder indicar que este hombre era de constitución débil y quizá también de edad avanzada. Como elemento destacable, realiza la primera descripción, por parte de un peregrino, del Pórtico de la Gloria y presenta una síntesis prodigiosa del mensaje teológico de sus esculturas.
En opinión de Klaus Herbers y Robert Plötz, el conjunto del relato es, en general, asistemático y no concluyente. Apuntan también que su distribución temporal es disparatada -para recorrer 180 km entre Bilbao y Guetaria necesita 27 días-. Sin embargo, y a pesar de los posibles desajustes temporales, este relato es una muestra inequívoca de lo conocida que era la tumba del Apóstol en el lejano Este y en concreto en una pequeña comunidad católica como era la de los armenios, entonces bajo el dominio otomano. La resonancia hizo que este obispo abandonase la tranquilidad de su sede y monasterio para llegar a Compostela.
Desde un principio, o al menos a partir de cierto momento, el prelado debía de viajar en compañía de varias personas, pues en el relato domina la forma plural, sobre todo a partir de Constantinopla. Era un hombre profundamente creyente que tuvo que haberse alojado durante su peregrinación la mayor parte de las veces en monasterios y conventos. De lo contrario no se podrían explicar sus largas estancias en los distintos lugares. También en determinadas ocasiones advierte de la caridad y hospitalidad de diversas personas e instituciones.
El manuscrito original está redactado en armenio vulgar con términos extranjeros, sobre todo procedentes del turco, que dificultan su comprensión. Se ha publicado una traducción al francés de su viaje y a partir de esta, otra española.
Martiros emprendió su viaje el 29 de octubre de 1489 desde la ermita de San Ciriaco, en Norkiegh (Armenia), con ánimo de visitar el sepulcro del príncipe de los apóstoles en Roma, San Pedro. En breves etapas a pie llegó a Constantinopla, donde el 11 de julio de 1490 embarcó en una nave francesa con rumbo a Venecia. Allí permanece 29 días donde le asombra, según los datos de su texto, que la ciudad de los canales tuviese 74.000 casas y que en la catedral de San Marcos pudieran caber 10.000 personas.
Tras un viaje de 33 días llega a Roma, donde permanecerá cinco meses. Esta larga estancia le dio tiempo para conocer muchos santuarios y queda especialmente impresionado por la prisión de San Pedro y de San Pablo. Declara con orgullo haber visitado entre diez y doce iglesias por día y haber sido recibido tres veces por el papa del momento, Inocencio VIII, de quien obtuvo unas cartas comendatorias, que le sirvieron de pasaporte durante el resto de su viaje por Europa.
El 9 de julio de 1491 partieron de Roma en dirección a Alemania. Llegaron a Constanza y probablemente viajaron río Rin abajo hasta Basilea, donde fueron apresados como espías. En Colonia, ciudad en la que permaneció 22 días, le impresiona la tumba de los tres Reyes Magos y el lugar de enterramiento en Santa Úrsula de las 12.000 vírgenes. Prosigue su trayecto por Aquisgrán y Bersaçon, en dirección a Francia. Después de visitar París, entró en España, procedente de Tours, Poitiers y Bayona.
En la península el obispo cogió el Camino de la Costa, una vía poco frecuentada por los peregrinos que bordea la costa cantábrica. Tomó algunas desviaciones hacía el interior del territorio, visitando Oviedo y Betanzos. Después llegó a Compostela: “Entre grandes penalidades, pero con ayuda de Dios, muy cansado y falto de fueras, llegué finalmente a la iglesia y a la tumba del Apóstol Santiago, el gran y glorioso santo y luz del mundo. […] Me acerqué a su sepulcro, lo veneré rostro en tierra y supliqué el perdón de mis pecados, así como el de mi padre, de mi madre y de mis bienhechores; finalmente había llevado a cabo entre un mar de lágrimas lo que había sido anhelo de mi corazón”. Tras 84 días en Santiago, no le “fue posible permanecer más tiempo por causa de la carestía de los víveres” de modo que emprende el camino de vuelta ya en el año 1491.
El maduro y cansado obispo prosiguió hasta Fisterra, lo que resulta llamativo si además se tiene en cuenta que se trata de un hombre que viene casi del otro extremo del mundo. Según relata, este último trecho le supuso muchos trabajos y sufrimiento físico. En el trayecto se encontró con un misterioso animal salvaje llamado wakner.
Ya de vuelta, debió de proseguir su viaje por la costa, pues dice que recorrió “muchas ciudades situadas a la orilla del mar universal, antes de llegar a Bilbao”. En Euskadi embarcó para Andalucía y Marruecos, recorriendo el sur y el Levante español antes de emprender el regreso a su país por Francia e Italia desde donde siguió por vía marítima. Su relato termina con estas palabras: “Inmediatamente me dirigí a Santa María [puerto próximo a Roma], donde embarqué y experimenté de nuevo condiciones tan desdichas que habría preferido la muerte a tener que sufrir tantos peligros”."
"Señor de Montigny, caballero del Toisón de Oro y conde Hoogstraeten, Antonio de Lalaing (1480-1540) peregrinó a Santiago en el año 1501, durante el viaje que realizó a España acompañando a Felipe el Hermoso. Durante los veinticinco primeros años del reinado de Carlos V, Lalaing desempeñó importantísimos cargos en los Países Bajos. Felipe el Hermoso determinó que fuera él uno de los señores que formarían parte de la comitiva de su primer viaje a España. Y consecuencia de su viaje fue la relación del mismo efectuada por Lalaing, recogida por Gachard en el tomo I de la Colección de viajes de los reyes de los Países Bajos. Aunque Lalaing habla, en el prólogo de su Relación de los cuatro libros de los que se componía, sólo se han conservado los dos primeros, el del primer viaje de Felipe el Hermoso -primer libro- y el segundo dedicado a su vuelta.
En lo que respecta al Camino de Santiago, es de sumo interés el capítulo IX de la Relación de Lalaing en su primer libro. Desde Burgos, donde la comitiva había sido recibida con todo tipo de festejos, tres caballeros se pusieron en marcha hacia Santiago de Compostela el 19 de febrero de 1501: Carlos de Lannoy, Antonio de Quiévranis y el propio Lalaing. Siguen el antiguo Camino Francés, alojándose la primera noche en Castrojeriz. El grupo llegó a León y Lalaing aportó una noticia curiosa: señala la existencia de una cercana mina de azabache y apunta que la mayoría de los rosarios de azabache se hacen allí afirmando que: “La mayor parte de los que compran los peregrinos en Santiago se hacen en León.”
Desde allí, los peregrinos se encaminan al Salvador de Oviedo, pasando por el puerto de Pajares a Puente de los Fierros, indicando la aridez montañosa de la región. En Oviedo, como todos los peregrinos, no dejan de ver las numerosas reliquias. Intentan embarcarse en Avilés hacia A Coruña -con la curiosa anotación de que era “un puerto de mar un poco alejado del Camino de Santiago”- pero al no haber viento favorable debieron seguir por tierra, no dejando de anotar uno de los terribles “puentes que tiemblan”. Lalaing no dejó de comparar a los asturianos con los egipcios, por su forma de alimentarse.
El domingo seis de marzo ya oían misa en la catedral de Santiago, coincidiendo con el regreso de Inglaterra del arzobispo, que había viajado hasta la corte inglesa acompañando a la infanta Catalina para sus esponsales con el Príncipe de Gales. Bien tratados y alojados, por ser representantes de quien eran, visitan detenidamente la catedral, llegando incluso hasta el campanario donde admiran las campanas donadas por los reyes de Francia. No deja de referirse Lalaing tanto a las reliquias como a las circunstancias en que se encontraba el cuerpo de Santiago, enterrado bajo el Altar Mayor. Lalaing, como un notario culto y prudente, se limita a narrar lo que le cuentan sin añadir prácticamente nada de cosecha propia.
El día 8 de marzo, los caballeros oyen misa y salen para Ferreiros, emprendiendo el viaje de vuelta.
Curiosamente, por el camino -cerca de Triacastela y más tarde entre Rabanal y Astorga- no dejaron de cruzarse con más caballeros de la casa de su señor, Felipe el Hermoso, que también iban hacia Santiago. De Astorga pasan a Benavente, donde fueron magníficamente obsequiados por el conde Rodrigo Alonso de Pimentel, sin dejar de asombrarse por la especie de zoológico que había instalado en sus jardines. Tras dejar Benavente, los caballeros salieron al encuentro de su señor el archiduque, en Madrid."
"Peregrino italiano del siglo XVI. De origen veneciano y maestro de profesión, viajó a Compostela entre 1538 y 1539, aunque el relato de su peregrinación se publicó en ocasión del año jubilar romano de 1550. Son muy escasas las noticias que poseemos acerca de él: de su narración sólo se desprende que era hijo de un mercader veneciano; en un catálogo de hombres ilustres y famosos escritores de Venecia, publicado en 1605, es definido como “huomo di buone lettere e cosmografo inteligentissimo”. Otras informaciones acerca de su persona proceden de las actas del proceso que la Inquisición celebró contra él en 1568-69, con la acusación de herejía erasmista, consecuencia de las denuncias de unos familiares suyos.
Para su prolongado viaje a Compostela, Fontana se viste de peregrino y se pone en marcha hacia la meta sagrada, con devoción pero, al mismo tiempo, con un sentimiento análogo al del Ulises de Dante, para “divenir del mondo esperto”, como él mismo apunta en el prefacio de su diario. Peregrina devotionis causa y emplea un tiempo tan largo como el título que da a su relato: Itinerario o vero viaggio da Venetia a Roma con tutte le città, terre e castella per strade più habitate, con breve dittione delle sette chiese principali di Roma, et altre divotioni notabili; seguendo poi per ordine di Roma fino a Santo Iacopo in Galitia, Finibus Terrae, La Barca, il Padrone et Santo Salvatore, per più d’una via che far si può, con il nome pure delli paesi, delle cittadi, et terre, così marittime, come fra terra, reliquie, et chiese principali che per camino si trovano, montagne, heremi, fiumi et mari famosi che veder conviensi, fedelmente descritto, sì come dall’autore è stato cercato e veduto.
Como culto humanista y atento observador que era, Fontana anota en su diario detalles artísticos, arqueológicos, históricos y paisajísticos, pero, al mismo tiempo, del relato se desprende el intenso carácter devocional de su peregrinación, a lo largo de la cual toca numerosas metas religiosas como Roma (donde visita las siete iglesias jubilares), Loreto, Asís, La Verna y Perugia, donde venera el Santo Anillo. Entra en España por la Vía de Barcelona, pasa por Montserrat y el Pilar de Zaragoza, sigue el curso del Ebro hasta empalmar con el Camino Francés y alcanza Compostela después de acudir a San Salvador de Oviedo. En Galicia son objeto de su atención todos los lugares de devoción jacobea (Padrón, Muxía, Fisterra) que describe detalladamente. Vuelve a Italia por Roncesvalles.
Quizá haya sido el contenido sinceramente piadoso de su diario, analizado con atención por los inquisidores, lo que les convenciese de la inocencia de Fontana, que obtuvo una condena leve: la suspensión durante un año de su cargo de maestro. Debido a su vocación docente, introduce una serie de indicaciones y advertencias “didácticas” para facilitar el viaje a los futuros peregrinos. El estilo de su relación se presenta extremadamente cuidado, la técnica narrativa es uniforme, suele citar las fuentes de las cuales recoge información y es el primero que en el género odepórico ofrece una larga y pormenorizada descripción de la catedral santiaguesa, de los lugares de culto atlánticos y del milagro del ahorcado."
"A pesar de que muchas de las regiones limítrofes se plegaron ante el avance del protestantismo, la confesión católica siguió siendo la mayoritaria en Polonia. De esta forma, todavía en los siglos XVI-XVIII existen testimonios de peregrinaciones a la basílica de Santiago. Al igual que lo había hecho Popiolovo, también de Breslau peregrinó en 1506 Peter Rindfleisch. De la región de Silesia, donde también se constatan influencias germanas, viajó hasta Compostela Erich Lassota en 1581. Durante ese mismo siglo visitó Santiago Jan Dantyszek, poeta, obispo y embajador de la corte de Carlos I de España.
En el siglo XVII el peregrino más famoso sería Jakub Sobieski (1590-1646). Perteneciente a la nobleza y padre del rey Juan III Sobieski. Viajó hasta el sepulcro apostólico entre marzo y abril de 1611. Partió de Cracovia en 1607 y visitó a lo largo de seis años multitud de enclaves de toda Europa, para rematar en el punto de partida en 1613. En España, siguió el Camino por Pamplona y Estella. Se desvío del Camino Francés para contemplar, como muchos de los peregrinos de su tiempo, las reliquias de la Cámara Santa de San Salvador de Oviedo. Una milla antes de llegar a Compostela, Sobieski se apeó de su caballo y llegó caminando a la ciudad. Tras quedar maravillado por la urbe y, sobre todo, por el Hospital de los Reyes Católicos, visitó a continuación Padrón. El relato de su viaje, testimonio clave de la conocida como literatura odepórica, fue escrito en 1640."
"Peregrino y prelado de la catedral de Wiener Neustadt, Austria (1614-1673). Comenzó su peregrinación el 1 de marzo de 1654 y regresó el 24 de enero de 1655, después de un periplo piadoso que, además de llevarle a Santiago de Compostela, le permitió visitar Caravaca de la Cruz, Fisterra y su Virgen de Santa María das Areas, A Nosa Señora da Barca en Muxía, el Salvador de Oviedo y, tras pasar por Nuestra Señora de Covadonga, acercarse también al monasterio de Santo Toribio de Liébana, en Cantabria.
Es un auténtico viaje devocional largamente esperado por el propio Gunzinger, que hace una verdadera declaración de principios en el relato que nos legó al confesar que un peregrino le regaló una vieira a su madre cuando él era niño; tras caer gravemente enfermo, sólo el agua bebida a través de esa concha le hizo sanar. Este milagroso suceso lo llevó a “un deseo incontenible de al menos un día encontrarme en Compostela con Santiago, como uno de mis verdaderos intercesores ante Dios, para mostrarle mi agradecimiento”.
Inició su andadura cruzando los Alpes y desde Génova llegó en barco a Alicante. Tras visitar Caravaca, y por Madrid, se incorpora al tradicional Camino Francés en Astorga, para seguir el clásico camino de los peregrinos a Santiago, no sin antes sufrir los padecimientos de la subida a O Cebreiro, por la que llama “mala faba”. Se detiene para escribir en su diario el milagro eucarístico de O Cebreiro y entra en Santiago en vísperas de la fiesta del Apóstol, el 21 de julio de 1654, donde se emociona ante la tumba del Apóstol que lo había curado en su infancia.
Se entretiene largamente Gunzinger en describir las fiestas de Santiago, donde todo le es grato; resalta, además, que se le permitió decir misa en la catedral, pero precisa que no lo hizo en el altar mayor, ya que sólo estaba reservado a seis canónigos con tratamiento y rango de cardenales. Se asombra con el botafumeiro, que lo deja verdaderamente estupefacto, y del que hace una descripción altamente ilustrativa: “Durante la procesión (cosa que a mí me era totalmente desconocida, pero que allí sin embargo era un uso practicado desde antiguo), se mueve, colgado de una gruesa soga nueva, un pesado ancho y gran incensario lleno de brasa, que, por medio de un mecanismo de ruedas [...], es izado en la cúpula y puesto en movimiento por cuatro hombres [...] de tal modo que vuela colgado de esta soga [...]. A decir verdad, esto da miedo verlo y hace marear a uno.”
Continúa Gunzinger, guiado por su gran devoción mariana, hacia las vírgenes de Fisterra y A Nosa Señora da Barca, donde no deja pasar la descripción de las milagrosas piedras que bañan el santuario. Vuelve a Santiago y comienza su retorno recorriendo lo que hoy llamamos Camino Inglés hasta Betanzos, para desde allí seguir la ruta del Camino Norte, con jugosos comentarios de los diversos pueblos y villas que recorre, dejando constancia de las corridas de toros y carreras de caballos de Mondoñedo -a donde había llegado en un estado bastante penoso, por lo que no deja de alabar su farmacia- o los excelentes bizcochos con que le obsequian las monjas en Ribadeo tras decir una misa.
Deja noticia impagable de tradiciones tales como la antiquísima danza prima, en Peñaflor, cerca de Grado: “No lejos de allí, fuera de la ciudad, al otro lado de un puente hay una preciosa iglesia en la que un domingo los hombres y mujeres solteros, formando un círculo de dos partes, dándose unos las manos a otros y cantando maravillosamente, dan vueltas durante largo rato.”
Prosigue nuestro peregrino hasta el Salvador de Oviedo, donde no deja de admirar -como otros devotos y viajeros- las innumerables reliquias que atesora la catedral de la capital del viejo reino astur. Curiosamente, sigue por el santuario de Covadonga -es uno de los pocos peregrinos históricos que dejaron testimonio del tal paso- para llegar a Santo Toribio y postrarse ante el relicario Lignum Crucis. Desde allí se incorpora al Camino Francés en Burgos para retornar a su patria por Toulouse y Lyon, alcanza Ginebra y logra superar, en un duro invierno, Ausburgo, Munich, Bad Ischl y Mariazell. Llega felizmente a Wiener Neustadt el 24 de enero de 1655."
"Peregrino y sastre picardo de Carlepont (1704-?), en el norte de Francia. Peregrina a Compostela en 1726, a los veintidós años de edad, con otros tres compañeros: Antoine Delaplace -apodado Delorme-, Antoine Baudry -apodado La Couture- y Jean Harmand. Su relato, realizado diez años después de su peregrinación, es un enorme fresco donde se manifiestan todas las dificultades, costumbres y acontecimientos que vivía un peregrino en el siglo XVIII. Al igual que otros jóvenes peregrinos de su siglo, como Jean Bonnecaze y, sobre todo, Nicola Albani, a Manier le empuja la voluntad de ver mundo, en un viaje donde se aúnan devoción, picaresca y ansias de aventura. Manier, huérfano, pone también tierra por medio ante ciertas deudas contraídas en la milicia con su capitán. Prepara bien su partida, con el apoyo de su párroco, vende un terreno a un pastor por 75 libras y encarga un bordón a un carpintero diez días antes de ponerse en Camino. Este bordón terminará sus días en Burgos, partido sobre las espaldas de uno de sus compañeros, como consecuencia de una de las frecuentes riñas que les hacen marchar unidos y más tarde separados.
El equipo de Manier se pone en marcha por las poblaciones de París, Orleáns, Tours, Poitiers, Las Landas, Bayona y Hendaya, tras las cuales se incorporarán al Camino Francés en Santo Domingo de la Calzada después de cruzar el famoso túnel natural de San Adrián, en el Camino Vasco del Interior. Allí, como todos los peregrinos, escuchan el milagro del gallo y la gallina y el joven peregrino ahorcado. No es la primera relación del grupo con las horcas; en Blois habían visto cadáveres ahorcados y descoyuntados. En Santiago, en las cadenas del Hospital Real, verán también a un delincuente amarrado a ellas.
La peregrinación de Manier es un continuo deambular y no reparan en detenerse para trabajar cuando es necesario ya que, como otros peregrinos de su siglo, la precariedad fue una constante en su viaje. De esa forma, mientras esperan en Bordelais por un compañero enfermo, el grupo se pone a vendimiar: “[…] nosotros tres nos metimos en una muchedumbre de vendimiadores por ocho sueldos y comida cada día”. Tampoco, desde luego, rechaza Manier la limosna ni tiene reparos en ejercer la mendicidad cuando es menester, como hace en Bayona acompañando a un ciego: “Después de aburrirme en la ciudad con el ciego, que tenía un violín, he reunido unos 50 sueldos [...]” o en Madrid, a donde se dirigieron desde León: “[...] fuimos al obispado a pedir la limosna que da el obispo: a cada uno libra y media de pan”.
Viajeros en tierra extraña, Manier y sus compañeros no dejan de sorprenderse ante costumbres y usos para ellos absolutamente desconocidos. Así, se asombran ante la forma de beber el vino en grandes pellejos de cabra -bajo la vigilancia permanente de una criada-, anotan la rareza de la mantequilla en España y descubren, en Mansilla de las Mulas, el pimentón: “Fue en esa ciudad donde hemos visto por primera vez vainas de la forma de esas gruesas calas rojas, o judías, como las que vemos en Francia que no se cultivan más que por curiosidad. Es el pimentón, según se llama en España [...] la propiedad que tiene es que lo ponen en la sopa [...]”.
Portazgos, barqueros y cambios de moneda fueron siempre un problema seguro para los peregrinos, de los que pocas veces salieron indemnes. Manier debe esperar la noche ante el río Bidasoa para cruzarlo sobre haces de maíz, al negarse el barquero a embarcarlos. Disuadidos por un fraile, ante lo desesperado de la tentativa, tuvieron que pagar un sol cada uno. En Burgos, se siente estafado por un cambista, pero eso eran calamidades tan habituales como la permanente plaga de piojos -la compostelana Cruz dos Farrapos no daba abasto en quemar las gastadas ropas de los peregrinos- o la tortura del calzado y las lesiones en los pies. A Manier un caballero, antes de Ambois, le da una receta para los pies que al picardo le sienta de maravilla: sebo de vela, aguardiente y aceite de oliva fundidos juntos; pero el choque de costumbres se refleja a cada paso.
Manier destaca también que, con el rezo del Ángelus, en Castilla todo el mundo debe arrodillarse, hasta los extranjeros, que les obligan a hacerlo incluso a la fuerza. La cosa no paraba ahí: en una misa de réquiem estuvieron a punto de ser linchados ante la risa incontenible que les produjo la predicación exaltada de un sacerdote y sólo una huida precipitada les salvó de ello. Los incidentes también se prodigaron en tabernas y posadas; en Cacabelos uno de ellos estuvo a punto de morir por unos oficiales de infantería españoles, ante su interés por las criadas. El propio Manier, solo y al descubierto, escapó por milagro de ser rasibus cujus, es decir, castrado, por cuatro individuos montados en mulas. Sólo la piedad de uno de ellos lo salvó.
La curiosidad y la permanente inquietud del caminante también se refleja en el relato de Guillaume Manier. El picardo nos traslada una curiosa y ancestral relación de lo que acostumbraban coleccionar los peregrinos: piedras de golondrina, de águila y de imán. En Oviedo, un peregrino le entrega dos piedras grandes de cruz y una de ágata buena para el dolor de cabeza. En Santiago, no dejan de hacerse con todas las menudencias que adquieren allí los peregrinos. Inquieto e intentando ayudar a los que le siguieran en el Camino, el sastre picardo incluye un pequeño rapport d’une partie de la lengue espagnole, que el propio Manier descarta traducir al vasco-francés dada la multitud de procacidades y obscenidades que contenía.
Tras conseguir la patente de peregrinación en Compostela, Manier y sus compañeros vagabundean por la ciudad y nos trasladan una de las estampas más célebres e hilarantes que nos ha llegado a través de los tiempos desde el Camino de Santiago, fiel reflejo del sentido de oportunidad de los peregrinos en todas las épocas: “Fuimos al convento de San Francisco de chocolate (sic), a las once en punto, allí nos dieron buen pan, sopa y carne. A las doce ya habíamos comido la sopa de los benedictinos de San Martín, donde dan bacalao, carne y excelente pan, cosa rara en esta provincia. A la una en Santa Teresa [...] donde dan pan y carne. A las cuatro en el convento de Santo Domingo, fuera de la ciudad, por donde entramos, y donde dan sopa que sirve de cena.”
Tras emprender el Camino de regreso visitando el Salvador de Oviedo, Manier abandona a sus compañeros en Saintes, ya en Francia, y toma el camino de los Alpes rumbo a Roma."
"Médico francés (s. XVIII). Peregrina a Santiago de Compostela en el año 1790. Es el autor del Itinéraire de Bruges à Compostelle, una guía eminentemente descriptiva en la que deja constancia de su viaje al sepulcro del Apóstol. Es uno de los últimos relatos odepóricos históricos. La ruta que realizó es una combinación del Camino Francés y el Norte, al que se une ya en Asturias, tras haber visitado la Cámara Santa de la catedral de Oviedo. De regreso, se dirigió únicamente por el Camino Francés.
Su guía es muy parca en detalles. Cuenta, principalmente, la distancia en leguas que recorre en cada etapa, e indica las localidades en las que comienza y finaliza. Deja también constancia de los hospitales y conventos de caridad en los que lo acogen y observaciones útiles para el peregrino, como donde es preciso hacerse con provisiones para los días venideros. Sobre su estancia en Compostela, menciona que reza a Dios por todos los pecadores y en particular por el “que ha escrito esta ruta”, él mismo. Además, reseña que en la catedral se confiesa con un sacerdote francés, recibe la comunión en la capilla del Rey de Francia y visita las santas reliquias.
Racq parte de Brujas y se dirige a Saint-Jean-Pied-de-Port. Entra en la península siguiendo el Camino Francés -Roncesvalles, Pamplona, Puente la Reina, Estella, Logroño, Navarra, Santo Domingo de la Calzada, Burgos y León- y toma el desvío para dirigirse a Oviedo y visitar las reliquias que se encuentran en la Cámara Santa de la catedral ovetense. El desvío a Oviedo era común en el siglo XVIII y a principios del XIX para visitar la Cámara Santa de la catedral. Tras un pequeño trayecto por el Camino Primitivo se desvía hacia el norte, donde enlaza con el Camino de la Costa hasta llegar a Compostela -Luarca, Navia, Ribadeo, Mondoñedo, Vilalba, Melide-. De regreso sigue el Camino Francés. "
En el interior, donde se guardan los pasos de la Semana Santa mindoniense, admiramos el gran retablo, que es una magnífica joya del barroco, sufragado como la capilla por Ciprián A. Gutiérrez. El investigador Gómez Darriba especula con las posibles fechas de su construcción:
"El mueble hubo de tallarse y ensamblarse antes de 1743, pues en octubre de ese año se aprobó concederle al pintor compostelano Andrés Barreira 120 reales de gratificación por haberlo pintado y dorado86. Con lo cual, el desconocido taller que lo ejecutó tuvo que efectuarlo entre 1735 y 174387. De hecho no fue hasta noviembre de 1735 cuando la congregación le pidió a Ciprián que buscase a un artista para llevar a cabo las imágenes de la Virgen de la Soledad y del Ecce Homo con vistas a procesionarlas el Domingo de Ramos. Eran estas dos devociones muy vinculadas a los terciarios seglares, al igual que el resto del santoral de las hornacinas"
En el medio del retablo de esta capilla de la Venerada Orden Tercera una gran hornacina alberga una figura de Nuestra Señora de la Soledad y, arriba, vemos un lienzo de Nuestra Señora de la Portería, de gran tradición alcantarina, como afirma también Gómez Darriba:
"Resulta muy llamativo que la iglesia conventual y la capilla seglar tuviesen sendos altares dedicados a un culto abulense tan reciente como este. Su origen se remonta al 3 de mayo de 1718, fecha en la que a fray Luis de San José, hortelano del convento de San Antonio, se le apareció la Inmaculada en medio de una fuerte tempestad para salvarlo de una muerte segura. La Virgen le pidió que le pintase tal y como se le había manifestado, y el fraile acudió al pintor Salvador Galván. El cuadro se terminó en 1719 y se dispuso en la portería del convento. A partir de ahí arraigó con gran fuerza la devoción en Ávila"
Se supone que esta veneración pudo ser traída en 1727 por uno de los primeros monjes alcantarinos llegados a Mondoñedo, fray Geroteo de San Pascual, que había sido guardián de este templo abulense unos años atrás, coincidiendo con el momento del milagro e inmediata devoción
"El único retablo que actualmente ocupa el lugar para el que fue destinado es el mayor de la capilla de la V.O.T. Ello se explica porque la comunidad seglar sigue vigente. El mueble se halla dedicado desde sus primeros tiempos a dos advocaciones marianas. Por un lado a una tan característica de los terciarios como lo es la de Nuestra Señora de la Soledad. Y por otro a una de génesis alcantarina como lo es Nuestra Señora de la Portería. Resulta muy llamativo que la iglesia conventual y la capilla seglar tuviesen sendos altares dedicados a un culto abulense tan reciente como este. Su origen se remonta al 3 de mayo de 1718, fecha en la que a fray Luis de San José, hortelano del convento de San Antonio, se le apareció la Inmaculada en medio de una fuerte tempestad para salvarlo de una muerte segura. La Virgen le pidió que le pintase tal y como se le había manifestado, y el fraile acudió al pintor Salvador Galván. El cuadro se terminó en 1719 y se dispuso en la portería del convento. A partir de ahí arraigó con gran fuerza la devoción en Ávila y se difundió por muchas otras zonas al tiempo que se multiplicaban las reproducciones de la imagen Finalmente, entre 1727-1731, justo cuando se levantaba el cenobio del Rosal, su homólogo abulense contrataba al arquitecto madrileño Pedro de Ribera para que erigiese una gran capilla dedicada a esta Virgen.
Volviendo al retablo que sirve de soporte a la imagen de Nuestra Señora de la Portería, hay que recalcar que fue costeado por el mencionado Ciprián A. Gutiérrez, quien ya había financiado las obras de la capilla1008. El mueble hubo de tallarse y ensamblarse antes de 1743, pues en octubre de ese año se aprobó concederle al pintor compostelano Andrés Barreira 120 reales de gratificación por haberlo pintado y dorado1009. Con lo cual, el desconocido taller que lo ejecutó tuvo que efectuarlo entre 1735 y 1743. De hecho no fue hasta 1735 cuando la congregación le pidió a Ciprián que buscase a un artista para llevar a cabo las imágenes de la Virgen de la Soledad y del Ecce Homo con vistas a procesionarlas el Domingo de Ramos. Entonces también le requirió que mandase hacer un marco para el lienzo con la efigie de la Virgen de la Portería que les había regalado la provincia de San Pablo. Eran estas dos devociones muy vinculadas a los terciarios seglares, al igual que el resto del santoral de las hornacinas laterales, contándose a san Francisco, san Luis rey de Francia, santa Isabel de Hungría y santa Rosa de Viterbo.
Bajo el lienzo de Nuestra Señora de la Portería, se lee:
"VERDADERO RETRATO/ D N Sª D LA PORTERÍA/ DABILA Q SE VENERA/ EN EL CONVENTO DE Sº ANTONIO DICHA CIUDAD/ BOI A SER TITULAR/ DE LA CAPILLA DE/ MIS DEVOTOS LOS / HERMANOS DE LA TERCERA ORDEN"
También se relaciona el culto con la difusión del libro La Milagrosísima imagen de Nuestra Señora de la Portería ilustrada en tres sermones panegyricos y tres solemnes sagrados novenarios, publicado en Madrid en 1739 por el franciscano Pedro de la Asunción
A los lados de dicho lienzo podemos ver, a la derecha o lado de la epístola, a Santa Isabel de Hungría y, a la izquierda o lado del evangelio, a Santa Rosa de Viterbo, escultura a la que le falta una cruz pero que puede identificarse al estar sobre las llamas pero sin quemarse. Arriba tenemos un Ecce Homo sedente, como suelen representarlo los franciscanos. Abajo y a los lados de la Dolorosa están, en grandes imágenes, San Francisco a la izquierda y San Luis de Francia a la derecha
Foto: Mondoñedo Semana Santa |
En las vitrinas laterales se guardan diferentes imágenes, de vestir, relacionadas con la Semana Santa de Mondoñedo: el Nazareno, San Juan, la Verónica, el Cireneo...
Llama también bastante la atención este cuadro, en la pared, de la Santa Cena, tal vez procedente del refectorio o comedor comunitario de los antiguos monjes alcantarinos
Vista la capilla de la V.O.T. volvemos al exterior atendiendo siempre a las explicaciones que nos da en sus obras y estudios Javier Gómez Darriba:
"A modo de conclusión, es justo señalar que el convento de San Francisco del Rosal fue el último en erigirse en el Mondoñedo moderno. El obispo Muñoz y Salcedo resultó el principal culpable de su fundación y construcción. En años anteriores ya había demostrado su preocupación por el clero regular de la ciudad financiando la renovación del cenobio de la Encarnación y de la iglesia de San Martiño de Vilalourente. El monasterio alcantarino, al igual que sus precedentes, se caracterizó por la austeridad formal en su arquitectura, siendo aquí más acusada si cabe. Esto se explica por dos razones fundamentales: por la falta de patrocinadores lo suficientemente pudientes como para levantar un convento más fastuoso; y porque la idiosincrasia de esta rama franciscana casaba a la perfección con la promulgación de valores como la humildad y la pobreza. Precisamente ahí radica su particularidad más diferencial, pues su arquitectura pétrea careció de adorno alguno en un momento en el que triunfaba un barroco más exuberante y dinámico en el Reino de Galicia, un territorio periférico que, por cierto, no conoció otra casa alcantarina que no fuese la de Mondoñedo."
Bajamos las escaleras junto a los juzgados, construidos, como hemos dicho, donde estuvo la primera casa de los franciscanos al erigirse el convento
Y volvemos a bajar las escaleras de vuelta a la Praza de San Xoán
Y volvemos al Camino en la rúa Batitales Alta (o Batitalas), ahora de Leiras Pulpeiro, "que antiguamente se abría a varios caminos que conducían a los terrenos conocidos como de Carroceira y Rosal, donde en 1727 se fundó el convento de frailes alcantarinos". nos dice Javier Gómez Darriba:
"La primera referencia a la Rúa de Batitales data de 1256, y a esta siguen otras muchas del siglo XIV. De la centuria siguiente hay alusiones indicativas a que algunas de sus casas lindaban con la muralla, y también a que existían otras “que estaban fuera de la Villa, a la salida de la puerta de Batitalas”. Ya en la segunda mitad del siglo XVI tenemos ciertas menciones al “cantón y vuelta de la Rúa de Batitales”, prueba de que ya existía en dicha calle una esquina o curva notoria. A ello se alude precisamente en un documento de 1662, en el cual se describe una casa sita “en la calle de batitales que açe esquina en la dha calle que baja a la plaça”
"Para fundamentar que la parte conocida hoy como Rúa Pacheco y Rúa Leiras Pulpeiro se trataba antiguamente de la Rúa de Batitales o de Santo Domingo, traemos a colación una serie de notas documentales que así lo determinan. Empecemos pues siguiendo un orden desde la cota inferior de la misma a la superior. Existe una reseña de 1762 que dice expresamente que la Calle de Santo Domingo es la vía extramuros que hay junto al convento de la Encarnación; y otra idéntica a esta fechada en 1798. Siguiendo hacia arriba en la propia calle, se conserva un manuscrito de 1659 en el que se explica muy gráficamente la existencia de una casa “en la calle de batitales desta çiud con su guerta que tiene a donde llaman carroçeyras araual [arrabal] desta çiud ”. La huerta citada miraba hacia la zona de la Carroceira, la cual desde finales de la década de 1720 se convirtió en el lugar ocupado por las estancias comunitarias del convento alcantarino de San Francisco del Rosal. La referida casa daba además “por una p te en la calle myor que sale a la plaça y por otra en casa de don luis de luaçes”, o lo que es lo mismo, se abría a la calle de Batitales a la vez que colindaba con la trasera del Pazo de Luaces. A la actual Rúa Leiras Pulpeiro también alude un documento de 1701 que advierte de una vivienda en la Calle de Batitales que “testa pr la delantera en la calle publica que sale a la calle que ba a nuestra ssa de los remedios”, es decir, a la Cruz da Rúa, con lo cual, también lindaba con la actual confluencia entre la Avenida As San Lucas y la Rúa Bispo Sarmiento. Asimismo, de 1709 data un manuscrito muy similar en el que se describe un solar propiedad de los terciarios de Vilalourente ocupado por huertas que confinaba “con la calle que atraviesa a la de la cruz da rua donde dizen batitales”, así como con la “ualada que llaman de carrozeira”. De estos terrenos tenemos otras noticias y sin lugar a dudas se ubicaban aproximadamente en el entorno donde hoy se halla la Praza de San Xoán.Por último, para afirmar que realmente Batitales y Santo Domingo se trataron de la misma calle en los siglos XVII y XVIII, bastan como ejemplos las siguientes citas documentales. Una de 1727 alude a una casa sita “en la calle de sn to Domingo que llaman de Batitales”. Y otra de 1787 a un inmueble ubicado en la “calle nombrada de santo Domingo, y por otro nombre de Batitales a la ladera yzquierda al subir desde la Plaza de ella al Combento de Religiosas”. Existe otra de 1781 que explicita que la Calle de Batitales es aquella que partiendo de la Plaza sube hasta la Fuente de San Juan. De dicha nota pudiera desprenderse que desde la mencionada Fuente hasta el Santo Cristo de los Remedios podríamos estar ante la Calle de Santo Domingo. Pero hay documentación prácticamente coetánea que desecha esta opción. Pues un manuscrito de 1795 alude a una vivienda perteneciente a la Calle Batitales situada junto al “ss. tmo cristo”. En definitiva, eran lo mismo. Hacia mediados del siglo XIX sí que se subdividió la denominación de la calle en tres: Baja de Batitales, Alta de Batitales y Santo Domingo, siendo con toda seguridad la segunda de ellas lo que todavía es hoy Rúa Pacheco y la última la actual Leiras Pulpeiro."
"La historia de Almacenes Otero, más comúnmente conocida en toda la comarca como "Xannetos", se remonta al año 1925. Por aquel entonces, Enrique Otero y su esposa Trinidad Nieto, quienes son los abuelos del actual gerente, Manolo Otero, y de sus dos hermanos y socios, fundaron este negocio familiar.
En sus primeros años, el negocio operaba como una tienda de ultramarinos y también ofrecía comidas. A lo largo del tiempo, el servicio evolucionó paulatinamente para adaptarse a las demandas actuales, convirtiéndose en la ferretería y almacén que es en la actualidad.
Generación tras generación, los mindonienses continúan acudiendo a este negocio para adquirir variedad de productos de ferretería. Desde sus inicios, en Almacenes Otero utilizan todo tipo de embalajes, pequeños sobres y bolsas de papel para envolver piezas diminutas, como pueden ser tuercas o tornillos, hasta grandes cajas, sacos de rafia y pallets, para dispensar piezas para equipar el baño o electrodomésticos.
Almacenes Otero también tiene servicio de estanco desde aproximadamente el año 1945, cuando se constituyó la firma Tabacalera.
Hace unos años, el negocio se mudó a una nueva ubicación en el número 2 de Camiño do Sabelo, despidiéndose de su antigua sede en la calle Leiras Pulpeiro, la cual albergó durante décadas este negocio familiar."
"La historia de un país la escribe el día a día de su gente». Lo dice Pepa Cociña, protagonista también de la historia de Almacenes Otero, de Mondoñedo, más conocidos popularmente en A Mariña y la zona centro de la provincia como Xannetos. El negocio estrenó recientemente nueva ubicación en Camiño do Sabelo, 2, tras despedirse de su antigua sede en la rúa Leiras Pulpeiro, la ubicación que ocupó el negocio familiar desde 1925.
El traslado del emblemático establecimiento, que coincide con la desaparición de la renta antigua, no ha pasado desapercibido para los mindonienses. En los últimos días de diciembre, mientras concluía el traslado, clientes, amigos y familiares no dudaron en retratarse con los dueños en el viejo local. Hubo hasta quien contribuyó en la mudanza. La familia propietaria del negocio quiso inmortalizar tal derroche de afecto y configuró un singular álbum fotográfico en su perfil de Facebook. Una de las instantáneas que quedó para el recuerdo fue la retirada del cartel de Tabacos; Xannetos también tiene servicio de estanco desde aproximadamente el año 1945, cuando se constituyó Tabacalera.
En sus inicios, el negocio funcionó como ultramarinos, aunque también servían comidas, recuerda Manolo Otero, actual gerente. La transformación del servicio para adaptarse a los nuevos tiempos fue paulatina, hasta llegar a la ferretería y almacenes actuales. El padre del gerente también se dedicó al transporte."
En esta, colocada en la Navidad de 1998, una de sus poesías, referidas a su hogar:
¡Miña casiña, meu horto,meu caxigo e meus loureiros,partem'a yalma deixarvospero non teño mais remedio!
"D. Andrés se casó con Elena Vidarte y fijó su residencia en la calle José Antonio de Mondoñedo. En el primer piso de su domicilio, instala su consulta. ¡A cuantas parturientas atendió D. Andrés, durante su larga actividad! ¡A cuantas personas facilitó remedio para sus males!. Persona muy estimada y querida en Mondoñedo. Muchos mindonienses recordamos la curiosa moto que poseía y que utilizaba con frecuencia para atender a sus pacientes más alejados.
Cuando el médico y cirujano mindoniense, D. Enrique Cabanela Álvarez, creó a comienzos de los años cincuenta el Sanatorio Nuestra Señora de los Remedios de Mondoñedo, D. Andrés también prestó estimables servicios en las numerosas intervenciones quirúrgicas y atenciones que se realizaron en el centro sanitario"
"En Mondoñedo, patria de aquel extraordinario fabulador llamado Álvaro Cunqueiro, nació, en 1854, Manuel Leiras Pulpeiro, el poeta que este año protagoniza nuestra gran fiesta literaria: el Día das Letras Galegas. Pese a que falleció hace más de 70 años (1912), las gentes de Mondoñedo y su comarca aún mencionan su nombre con emoción, y la cita contiene, todavía, parte del respeto que infundía en su tiempo aquel santo laico que ejerció la medicina, en barrios y aldeas, con vocación, compromiso y generosidad.La novela ejemplar de su vida vive aún en la memoria de las gentes. Muchos ni siquiera saben que escribió versos, pero todos saben que fue un ser humano cabal y un médico abnegado. En su mausoleo, erigido en 1921 con el difícil dinero de los emigrantes de su pueblo, está grabada esta lacónica inscripción: "Amou a verdade e practicou o ben" ("Amó la verdad y practicó el bien"). Nadie, que se sepa, ha visto retórica o hipérbole en este hermoso epitafio.
La Real Academia Gallega, al homenajear en este 17 de mayo a Leiras Pulpeiro, no sólo precisará su estupendo perfil moral, sino que hará justicia a su nombre de poeta, tan necesitado de definición y de difusión. Ajeno, en su día, a cenáculos, viajes, premios y sillones académicos (que rechazó), vivió recluido desde 1877 en Mondoñedo, el Mondoñedo donde a comienzos del siglo XVI escribió el obispo Antonio de Guevara Menosprecio de corte y alabanza de aldea. Republicano federal, su nombre no aparece en las revistas conservadoras de la época; hombre nada externo, sus versos pocas veces aparecen en las publicaciones de sus correligionarios. Sólo en una ocasión, violentado por los amigos, recoge una parte de sus composiciones y publica un pequeño volumen: Cantares gallegos (1911), es decir, pocos meses antes de morir. ¿Qué lega Manuel Leiras Pulpeiro, en forma de libro, a la posteridad? Unas cuantas coplas escritas al modo popular, o sea, una labor poética impersonal y exenta de trascendentalismo. Los poemas donde estaba su voz, su verdadera y más alta voz (alegatos sociales, compromiso civil, meditaciones éticas ... ), no fueron objeto de compilación por su parte. Inéditos quedaron, salvo algunos, hasta que en 1930 la mano devota de Antón Vilar edita casi todo lo que el autor no había destruido.
Como poeta, Leiras Pulpeiro ha sido editado a destiempo, Con graves deficiencias filológicas e incompletamente. Por otra parte, su nombre, en ciertos medios oficiales y académicos, no suele suscitar adhesiones. Piénsese que en 1888 (¡hace casi cien años!) se casó por lo civil en Mondoñedo, la pequeña y episcopal Mondoñedo, y que, en 1912, su cadáver ocupó la primera tumba del cementerio civil de su pueblo. Respecto del primer suceso -el primero, sin duda, en la historia de una villa tan clerical-, un cronista de Las dominicales del libre pensamiento escribe: "En el púlpito, en el confesionario, en la calle y en todas partes, los de la sotana no hacían ni hacen más que desafiar con la excomunión y con el infierno... a los que se relacionen con el señor Leiras y a los enfermos que se consulten con él y necesiten de sus auxilios". Años después, sin embargo, Manuel Leiras Pulpeiro no sólo habrá suscitado fervor y devoción entre las gentes del común, sino que habrá conquistado respeto en una buena parte de la curia episcopal y del seminario. No era poco en una localidad de tantos prejuicios y tan configurada por la Iglesia.ç
Pero conseguir cierto respeto en determinados medios oficiales y académicos -hecho que honra aún más a Leiras que a estos medios- no implica que estos sectores se comprometan con homenajes a un poeta, que, en su tiempo, cuestionó, de forma muy radical, el comportamiento del clero y del pensamiento conservador.
Su poesía, prácticamente en gallego toda, debe ser reexaminada ya. Se trata, siempre, de una escritura auténtica, con evidentes aciertos literarios, que no debe ser contemplada desde París, donde en 1857 ya se publicaba la primera edición de Les fleurs du mal, de Baudelaire. Nuestro escritor, que se estrena en 1884, es una voz de otro discurso, el gallego, dentro del cual ha de ser juzgada su producción poética.Yoeta polifacético, no inferior en calidad a ninguna de las voces valiosas gallegas del siglo XIX (salvo las de la Cantora, el Rebelde y el Bardo), poseyó un dominio del gallego, que, en ciertos aspectos, nadie ha igualado hasta hoy. Recreó, con rotundos aciertos al traducirlo, El pi de Formentor, del poeta mallorquín Miquel Costa i Llobera. Sintonizó con la musa popular en Cantares gallegos y tuvo siempre como fuente de inspiración lo que siempre fue motivo para él de grave preocupación: la marginada, postrada y compleja realidad de su país. Fue Galicia, sobre todo los humillados y ofendidos de aquella Galicia, tema frecuente en su carrera (poco pública) de poeta. Sólo en una ocasión detecta en esa realidad signos de redención. Se trata del poema Xa comenza (Ya comienza), en cuyos versos finales leemos:
"I anque o pobo xeme tristemente / xa cause ven abrindo / o día da Xusticia, en que han libralo / dos que o aloumiñan soilo pra sangralo" ("Y aunque el pueblo gime tristemente / ya casi viene abriendo / el día de la Justicia, en que han de librarlo / de los que lo halagan sólo para sangrarlo").
El poema, de 1887, fue escrito días o semanas después de la I Asamblea Federal. Gallega, celebrada en Lugo, la asamblea que aprobó todo un proyecto de Constitución para el Estado galaico, nuestro primer Estatuto de Autonomía. Se estrenaba Leiras como político y, pese a su sencillez y a su carencia de ambiciones, fue nombrado, con cuatro miembros más, del Consejo Ejecutivo de la Región Gallega, cargo que ostentará (sin ostentación) hasta 1893, fecha en la que se recluye, políticamente, en Mondoñedo. Desde entonces a 1912, fecha de su muerte, será algo así como el jefe moral o simbólico del republicanismo fe deral en su comarca. Desde ella contempla Galicia, y ya nunca su musa de poeta volverá a detectar los signos redentores de 1887, signos -cabe sospechar- dictados, en buena parte, por la atmósfera de fervor en que se desenvolvió aquel acto político, teóricamente tan importante. En los poemas posteriores, Leiras no sólo no percibe síntomas de redención, sino que no entiende por qué los pobres no empuñan, unidos, la hoz del levantamiento, lenguaje que, sin duda, no suscitaba la adhesión de "ciertos medios oficiales y académicos". Un mes antes de fallecer, en el último poema que conocemos, tiene que reconocer que a este pueblo infeliz, empantanado para lo grande" no hay "quien lo haga andar, quien lo despierte".
Con está amargura se fue para siempre, y éstos fueron sus últimos versos, nunca desmentidos en estos 70 años (aunque sí desmentibles)."
"La casa de Mondoñedo en la que vivió el médico y poeta Manuel Leiras Pulpeiro (1854-1912) albergará un proyecto que aunará tecnología, ocio y cultura. El inmueble, situado en el Camiño de Santiago en una de las entradas a la ciudad, acaba de ser comprado por Felipe Debasa, profesor en la Universidad Rey Juan Carlos y natural de Carballido, en Vilalba; y el economista catalán Javier Roselló. Su intención es poner en marcha un proyecto «que ponga en valor el patrimonio intangible» de una casa que es «escenario de la historia», ya que fue frecuentada, entre otros, por Álvaro Cunqueiro o por el doctor Cabanela, una figura muy apreciada en lo profesional y en lo profesional. La iniciativa aunará tecnología, ocio y cultura.
Felipe Debasa, profesor universitario: «El covid-19 va a poner en valor espacios no masificados como el rural gallego»
«No compramos la casa ni como inversión ni con ganas de especular, sino como una apuesta, como un reto para crear contenido en un lugar donde hay mucho patrimonio intangible, algo que ya se está haciendo en otros lugares del mundo», señaló Debasa. Aunque él y Roselló barajan varias ideas, adelantan que habrá avances a lo largo del verano, en cuanto finalice, previsiblmente, el estado de alarma para prevenir contagios de coronavirus y se puedan reunir en Mondoñedo, bien de manera presencial, bien de manera telemática, un grupo de especialistas en diversos ámbitos y amigos procedentes de países como Japón, China, Egipto, Colombia, Marruecos, Francia o Polonia. Debasa afirma que se autodenominan como «amigos de Mondoñedo», y que se reúnen todos los años."
"Continuador de la poesía del Rexurdimento, Leiras Pulpeiro ejerció la medicina en su pueblo natal, donde también era médico su padre. Obtuvo el título de bachillerato en el famoso instituto de Tapia de Casariego, en Asturias, y posteriormente estudió Medicina en Santiago de Compostela, Valladolid y Madrid, ciudad en la que se licenció en 1877. Llamado el médico de los pobres por su generosa dedicación y su conciencia ética, fue conocido por su coherencia en todos los aspectos de su vida, entre los que destaca el hecho, escandaloso en su época, de contraer matrimonio por lo civil con María del Milagro Antonia Audia Villar en 1888, cuando la pareja ya tenía dos hijos. Anticlerical y militante del Partido Republicano Federal, en 1887 participa en la Xuntanza Federalista de Lugo, donde se aprueba un “Proxecto de Constitución para o Estado Galaico”. Desde esta asamblea, formó parte del Consejo Ejecutivo de la Región Gallega hasta 1893.
En 1903 fundó en Mondoñedo la Junta Municipal de Acción Republicana y el Grupo Esperantista Local (1905). Elegido académico numerario de la Real Academia Galega desde 1905, renunció al puesto en un gesto de extrema modestia señalando que no reunía las cualidades para el mismo. Comenzó a publicar su poesía en 1884, en O tío Marcos da Portela; en Galicia y en Galicia humorística, donde publicó también poemas de reivindicación social. Poeta esencialmente monolingüe, también se interesó por la compilación de material etnográfico de la comarca de Mondoñedo, un trabajo desarrollado a lo largo de su vida y que se recogió en el Boletín de la Real Academia Galega en 1913, institución a la que legó este archivo. En 1910 ya había hecho una incursión en el tema junto con el doctor Pastor Taladrid Pereira, que publicó el libro Apuntes para la geografía médica del distrito de Mondoñedo, interés investigador que le llevó a redactar Costumes antigos en Galiza, versión de un manuscrito en castellano recuperada por su hermano y publicada en 1998. En ese mismo año de 1910, fue premiado en los Juegos Florales de Vigo por su poema O Galo y publicó en el Almanaque gallego una colección de Cantigas que continuaron una entrega anterior, de 1903.
En 1911 publicó su único poemario, Cantares gallegos, obra miscelánea en la que se mezclan contenidos civiles, costumbristas e intimistas. Muy alabado por la crítica de la época, su obra no fue recopilada y editada hasta 1970, con excepción de un primer volumen recopilatorio que editó Nós y del que nunca apareció la segunda entrega. El tono popular de sus poemas, la riqueza lingüística y la autenticidad sociocultural de sus textos son las constantes de la obra de Leiras Pulpeiro.
En cuanto al cultivo de la prosa, se conservan tres relatos escritos por Leiras, pero no están incluidos en la edición de la Obra completa de Franco Grande.
Enterrado en el cementerio civil de Mondoñedo, en su lápida puede leerse la frase “Amó la verdad y practicó el bien”
"Leiras nace en Mondoñedo en 1854 y muere el 9 de noviembre de 1912 también en Mondoñedo. Estudiará inicialmente en el Seminario de Estudios Universitarios en Madrid, Latín y Humanidades, y obtendrá más tarde el título de bachillerato en Artes en el Instituto de Tapia de Casariego (Asturias).
Hijo de un cirujano, comenzará en 1870 la carrera de Medicina en Santiago de Compostela. En 1877 obtendrá la licenciatura y ejercerá como médico en Mondoñedo desde 1878 hasta su muerte.
Su ideología es republicana federal, lo que hará que se enfrente al clero mindoniense y a los sectores tradicionales. Pero no por esto deja de defender sus ideas y así, desde febrero de 1866 es presidente del Comité Federal de Mondoñedo y desde julio de 1997 hasta 1893 formará parte del ¿Consejo Ejecutivo de la Región Gallega¿. Fue fiel a sus principios hasta su muerte lo que hará que sea enterrado en el Cementerio Civil de Mondoñedo al margen de la zona sagrada.
En esta línea hay que situar su boda civil con María del Milagro Antonia Andia Villar (1888) lo que dio lugar a una gran oposición del clero de la ciudad. Ya para rematar, hay que señalar que en 1905 rechazó el nombramiento de miembro numerario de la Academia Galega.
Tras su muerte, entre 1913 y 1921, se le realiza un mausoleo sufragado por la Sociedad Hijos de Mondoñedo Residentes en la Argentina. Este será inaugurado el 30 de octubre de 1921 con disertaciones de personajes de la cultura gallega como Vilar Ponte, Vicente Risco o Luis Peña Novo, entre otros.
Leiras, casi no tiene publicaciones en vida y será tras su muerte cuando se dé a conocer su obra. Apenas tres obras publica é, de las que una es de temática sanitaria. Veamos:
Publicará en Mondoñedo en el año 1910, junto con Pastor Talaridad Pedreiras, una monografía sobre tema sanitario: Apuntes para la geografía médica del distrito municipal de Mondoñedo.En agosto de 1910 concurre a un certamen poético en Vigo donde se premia su obra en verso, Un Galo. Será al año siguiente (1911) cando vea la luz su última obra publicada en vida, Cantares Gallegos, un breve poemario que contiene 244 composiciones de cuatro versos.
No será hasta 1930 cuando se publiquen sus Obras Completas. Poesía, tomo I, en A Coruña. Todas ellas recogdas por Vilar Ponte y prologadas por Otero Pedrayo.
En 1970 se publican sus Obras Completas. Esta edición corre a cargo de X. L. Franco Grande y está composta de Cantares Gallegos (1910), Cantares Inéditos, Poesías (1930), Frases, Adivinanzas, Adagios y Cantares y un Vocabulario que se puede complementar con la obra de Noriega Varela Como Falan os Brañegos, para clarificar el lenguaje que encierran estas obras.
Selección de textos
¿Todos me dicen que espío,
Que logo me leva o aire;
Y-a culpa tenma un nubeiro
Que se me puxo por diante.
Con me casar como quixen,
E tel-o ceio n-a casa,
N'hay noite que non me acorde
D'as noites de muiñada.
¡Dios che pague a tua esmola,
Cariña de repinaldo!
Non che coidei que tiveses
Corazonciño tan brando.
Anque che son d'a Montaña,
Andoche ben limpa e fresca;
Que, anque che son d'a Montaña,
Non che son d'as carrachentas.
Non se acanea unha folla;
Todo esta noite está calmo;
¡Ai, quén poidera decire,
Co-a mau n-o peito, outro tanto!
¡Quén fora reichiño ruibo
Pra cantar n'a tua figueira,
Pra non salir do teu horto,
Y-aniñar n-a tua silveira!
Como te ves con camisa,
Xa coidas qu'eres grandeza;
Non sal o toxo de toxo
Por froleado que esteña.
Non quero a vida d'a vila,
Anque folgada m'a dean;
Quero ir e vir pol-os pousos
O sol y ô aire n-a aldea.
Váite, barruzo, que veño
Co-a miña mantela nova;
Váite, barruzo, d'a festa,
Que quero dar catro voltas,
Queren que queira un toupizo,
Con cara e corpo de cepo;
Y-eu busco moza galana,
E de corpiño bringuelo.
Mentras n'apadrel-o neno
Farruco, non che perdono;
Non che perdono ¡así morras!
Xa que dixeche qu'é d'outro.¿
LEIRAS PULPEIRO
en Cantares Gallegos"
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