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martes, 9 de diciembre de 2014

EN EL REAL MONASTERIO DE SAN PELAYO CON LAS "MONJAS MÁS POPULARES DE OVIEDO/UVIÉU" (ASTURIAS) REYES, REINAS, ABADESAS, RENACIMIENTO Y BARROCO: LAS PASTAS DE LES PELAYES, CÍTARAS Y CANTO GREGORIANO

Llegando a San Pelayo

Subiendo por La Cuesta la Vega o calle Azcárraga, hemos entrado en lo que que fue el antiguo Oviedo/Uviéu intramuros, pasando junto a uno de los escasos tramos conservados de sus antiguas murallas, en lo que fue la Puerta de la Noceda, uno de sus accesos, actualmente desaparecida como la gran mayoría de aquella fortaleza, incluyendo sus torres y castillos. Llegamos así ante el monasterio de San Pelayo, uno de los primeros de la naciente población tras establecer en ella el rey Alfonso II El Casto su capital en el año 791. Sin embargo, el aspecto actual del convento corresponde a las grandes reformas y ampliaciones barrocas del siglo XVII, conservando eso sí, en el interior, elementos medievales


La antigua muralla seguía a la derecha del cenobio en dirección a otra antigua puerta, la de Gascona, también desaparecida como la de la Noceda o la misma muralla a partir de ella. Su último elemento en este tramo, La Torre Gascona, fue demolido tan tardíamente como 1963, cuando la muralla llevaba más de tres décadas, desde 1931, siendo monumento artístico (también padeció destrucción al desmontarse parte por razones bélicas en la Guerra Civil)


Hoy está aquí el monumento dedicado al ilustrado prócer gijonés Gaspar Melchor de Jovellanos, a quien está dedicada la calle a partir de aquí; fue instalado en 1798 por la Junta General del Principado de Asturias "en reconocimiento a su dedicación y en pos del progreso e industrialización de Asturias", como leemos en Wikipedia, que nos dice que sus trazas fueron enviadas desde Madrid por el arquitecto Juan de Villanueva, tratándose del primer monumento público dedicado a un particular en España, el cual fue trasladado y mutilado hasta en tres ocasiones, ofreciéndonos estos detalles técnicos:
"Inscripción epigráfica sobre dos soportes: 
Fondo: Recentior lapis, en castellano: A Jovellanos MDCCXCVIII - MCMXL (Fecha, esta última -1940-, del traslado del monumento a su ubicación actual). Bien conservada. 
Frente (Bajo el fondo): A modo de mausoleo esculpido, hállase látina la inscripción por blasones flanqueada. Por arriba el escudo de España (Castilla y León, de Carlos IV con los borbónicos lises en el centro, coronada), a siniestra el escudo de Asturias (Cruz de la Victoria α,ω) y otro a la diestra, por nos desconocido. 
Inscripción sobre piedra, a causa de las humedades, muy oscurecida y deteriorada".

En La Voz de Asturias del 1-12-2023 se describe como compuesto de "asientos con cuatro alcachofas a cada lado, los escudos del Principado y la casa Jovellanos y un canapé con una inscripción latina de 428, doradas a fuego. Sobre la inscripción se encontraba la corona real".


Y esta es la transcripción, que hemos recogido también de Wikipedia:
A/
JOVELLANOS/
MDCCXCVIII/
MCMXL/

GASPARI. MELCHORI. A. JOVE-LLANOS. CLARO. GENERE./

GEGIONE. NATO. NORBAE. CAESAR. ORDIN. EQVITI. MVNIS./

PLVRIB. HISPALI. VRBI. EXPECTAT. OMNIVM. ABSOLVTA. FUN./

CTO. ORATORI. MOSCOVIAM. DESIGN. REG. CATHOL. CONSILIAR./

INTIMO. SVPER. JUSTIT. ET. GRAT. NEGOT. BONOR. OMNIVM./

SIMVL. PLAVSV. SVMMO. PRAEF. CONSTIT. DE. ASTVRICA. GENTE./

OPTVME. MERITO. GEGION. VIA. CARBONAR. QVE. FODINIS. A/

PERT. NOVO. SCIENTIAR. INSTIT. INVENTO. ERECTO. ASTVR./

REI. PVBL. CVRATOR. ORDO. HOC. MONVMENT. EXIMIAE./

VIRTVTI. DEBIT. D.P.P.V. IVENTI. ERIGEND. CVRAVIT. REG./

CAROLO. IIII. A. SAL. (') ') C C X C V I I I // i.e. MDCCXCVIII //


El erudito historiador Julio Somoza ofrece esta traducción libre que encontramos publicada en El Basilisco:
«Siendo Rey D. Carlos IV, y en el año de 1798, la Junta General del Principado, con fondos del tesoro provincial, acordó levantar este monumento imperecedero a las notorias virtudes de don Gaspar Melchor de Jovellanos, de linaje ilustre, natural de Gijón, caballero de la orden de Alcántara, admirado en Sevilla por su celo en el desempeño de los cargos públicos, embajador electo de España en Rusia, consejero de Estado del rey Católico y ministro de Gracia y Justicia con aplauso de los hombres buenos: a él debe la provincia de Asturias los más señalados servicios, la apertura de la real carretera, el beneficio de las minas de carbón de piedra y el pensamiento y fundación del nuevo instituto de ciencias.»


La calle Jovellanos era, en la Edad Media conocida como Traslacerca, esto es, 'detrás de la cerca', pues cerca era como se denominada por entonces, documentalmente al menos, a las murallas. Pero nosotros no seguimos por ella, sino que tomamos a la izquierda la calle San Vicente, que es el monasterio, origen de la ciudad en el año 761, que hay a continuación del de San Pelayo, que es delante del que vamos a pasar ahora. En la Edad Media era la calle La Noceda, como la muralla, sin duda por alguna noceda o bosque de nozales, 'nogales' que habría en su tiempo


El Real Monasterio de San Pelayo, de monjas benedictinas, fue en su origen, repetimos, una de las muchas fundaciones que hizo en la entonces naciente ciudad Alfonso II El Casto, entonces, época prerrománica (Arte Asturiano) un cenobio dedicado a San Juan Bautista, aunque la fachada que vemos en la actualidad, la Vicaría, es del año 1703, obra de Fray Pedro de Cardeña. En su interior se conservan partes medievales románicas, con partes del primitivo claustro, pues tuvo completas reformas a lo largo de los siglos, como podemos leer también en Wikipedia:
"Alfonso II de Asturias el Casto le dedicó en un primer momento a San Juan Bautista de las Dueñas. Recientes investigaciones argumentan a favor de la fundación de esta primitiva basílica en el siglo IX, edificio que compartiría rasgos de taller con obras bien conocidas del reinado de Alfonso II, como Santa María del Rey Casto, San Tirso, o San Julián de los Prados. Se cree que el patrocinio del templo es obra de Teresa Ansúrez, viuda del rey Sancho I de León
Originalmente dedicado a San Juan Bautista, hoy en día el templo está dedicado a San Pelayo Mártir, nacido a principios del siglo X en la localidad gallega de Albeos. Siendo aún niño fue detenido como rehén en lugar de su tío Hermigioobispo de Tuy. Tras pasar cuatro años en la cárcel de Córdoba, rehúsa ceder a las insinuaciones del emir musulmán y a renunciar a su fe. Es entonces martirizado el 26 de junio de 925 en Córdoba. 
Sus reliquias fueron enviadas por los cristianos al norte, lejos de la influencia musulmana. Primero llegaron a León y en el año 994 pasaron a Oviedo, donde fueron acogidas en este monasterio, que cambió de nombre y adoptó el del joven mártir".

Son las crónicas del obispo Pelayo, escritas en el siglo XII, las que informan que el primer convento estaba dedicado a San Juan Bautista y se construyó reinando Alfonso II El Casto, quien acababa de hacer de esta su capital tras diferentes avatares y traslados en reinados anteriores. El mismo obispo afirma que pasó a estar bajo la advocación a San Pelayo tras el traslado desde León aquí de las reliquias de este niño-mártir, amenazadas por las incursiones musulmanas de Almanzor en el reinado de Bermudo II


Ciertamente la primer referencia documental existente es del año 996, cuando este rey dona el valle de Sariegu a esta comunidad femenina, presidida entonces por la abadesa Teresa Ansúrez, quien había sido "reina consorte de León por su matrimonio con Sancho Irey de León, e hija de Ansur Fernández, conde de Monzón, y de Gontroda Nuñez, hija de Nuño Velaz y nieta de Vela Jiménez, conde de Álava, según Jaime de Salazar y Acha". Así desarrollan su biografía:
"Contrajo matrimonio con el rey Sancho I antes del 28 de marzo de 959. De este matrimonio nació un hijo: 
Ramiro III de León (961-984). Sucedió a su padre en el trono leonés. 
Después de fallecer el rey en 966, tomó los hábitos e ingresó en el monasterio de San Pelayo de Oviedo del que llegó a ser abadesa. En esta situación asumió la tutela del reino de León junto con la hermana de su difunto esposo, Elvira Ramírez, durante la minoría de edad de su hijo Ramiro. 
En el mismo monasterio se encontraba la repudiada reina Velasquita de León y probablemente, según la profesora Margarita Torres, fue ahí donde surgió la idea del matrimonio del infante Ordoño Ramírez el Ciego, nieto de Teresa, con la infanta Cristina Bermúdez, hija de Bermudo II de León y de Velasquita, uniendo de esta forma ambas líneas reales. Teresa y Velasquita aparecen juntas el 4 de marzo de 996, corroborando una donación del rey Bermudo junto a su segunda esposa, la reina Elvira, al monasterio de San Pelayo. 
Sepultura 
Recibió sepultura en el panteón de reyes de la Catedral de Oviedo, ubicado en la capilla de Nuestra Señora del Rey Casto, junto al sepulcro que contenía los restos de la reina Elvira Menéndez, esposa del rey Ordoño II de León. En la tumba que compartía con la reina Elvira aparecía la siguiente inscripción:
...ET HOC ETIAM LOCULO REGINA TYRESSIA CLAUDITUR "


En aquellos momentos estas fundaciones, además de vida religiosa, constituían en otros casos lugar de retiro de reinas y damas de alta alcurnia, bien viudas o bien despechadas por sus regios maridos, como fue el caso asimismo de la reina Velasquita. Ambas reinas llevaron aquí una vida familiar, acompañadas de parientes y sirvientes, llegando mismamente a transmitir una verdadera crónica negra del monarca Bermudo II, cuyos ecos llegaron al citado obispo-cronista Pelayo, que en sus escritos censuraba sus continuos divorcios y casamientos de conveniencia. De esta manera lo plasman, en Los orígenes del monasterio de San Pelayo(Oviedo): aristocracia, poder y monacato, los historiadores Francisco Javier Fernández Conde e Isabel Torrente Fernández:
"El monasterio de San Pelayo de Oviedo es un ilustrativo ejemplo de monasterio benedictino femenino, cuyos orígenes fueron objeto de una elaboración legendaria que los vincula al monarca asturiano Alfonso II, pero que sin embargo surge y se consolida tras un largo proceso en el que tendrán un activo papel mujeres de la aristocracia asturleonesa, incluidas algunas de las familias reinantes entre los siglos x y xii. En efecto, Teresa Ansúrez, esposa y madre respectiva de los monarcas Sancho I y Ramiro III, se establece en Oviedo, a todas luces impulsada por motivos políticos, y al mismo lugar traslada los restos mortales del adolescente Pelayo, ejecutado en Córdoba por mandato de Abderramán III. La reina se integra en la vida monacal ovetense, así como otras mujeres, algunas de reconocida procedencia aristocrática, se irán añadiendo sucesivamente al grupo y pasándose el relevo de la custodia del cuerpo del mártir; de manera que, a la postre, el monasterio de monjas de San Pelayo logrará su consolidación disciplinaria y señorial a la vez que los otros centros eclesiásticos que también se habían dado cita en la colina de Oviedo, el monasterio de varones de San Vicente y la sede episcopal de San Salvador".

La relación de la comunidad de les pelayes, como popularmente se las conoce, con Sariegu, además, podía ser mucho más antigua y vinculante que la donación del valle por Bermudo II. Cuando recorríamos la parroquia saregana de Narzana recogíamos la tradición que en el solar de su iglesia de Santa María hubo un convento de monjas muy antiguo, las cuales se habrían trasladado al amparo de la naciente capital astur, pero aunque el dato es interesante no es más que una elucubración no demostrable en principio


En el año 1053 el rey Fernando I ratifica durante su visita a la capital astur el apoyo real a este monasterio y sus cada vez más extensas posesiones, integrándose definitivamente el cenobio en la orden benedictina y su disciplina en el siglo XII, cuando aumentan considerablemente las donaciones tanto en la ciudad como en sus dominios rurales


Otro rey, Alfonso VII, les concedió los derechos de portazgo (algo que llamaríamos hoy en día "peaje" sobre mercancías) sobre el paso del Puente de Olloniego, la principal vía de comunicación entonces de Oviedo/Uviéu con los puertos de la cordillera hacia la meseta, así como de la propia capital y del concejo de Gozón. Muy importante fue el de Olloniego, aunque hubo de empeñarlo en el año del hambre de 1192 por la cantidad de 300 sueldos, recuperándolo no obstante poco después


En el año 1222 Alfonso IX  le concedería al monasterio derechos sobre el alfolí de Avilés, almacenes y comercio de sal y mercancías de una ciudad portuaria que comerciaba entonces con toda Europa. Las posesiones se incrementan aún más notablemente, aunque estas se encuentran muy diseminadas a excepción del valle de Sariegu, razón esta por la que se opondría con éxito, junto con el monasterio cisterciense de Valdediós, a la concesión de una Carta Puebla para los habitantes de ese valle por parte del rey Alfonso X El Sabio en 1270, dado que sus especiales derechos para con sus pobladores, librándolos del poder señorial, afectaría gravemente a los intereses monacales. 


Entonces buena parte de Asturias les pertenecía, especialmente el núcleo en torno a Oviedo/Uviéu y Siero al igual que buena parte de la zona costera central. Por ello las abadesas pertenecían a las más linajudas estirpes. viéndose en su sucesión y ascensión las diferentes fases de prosperidad e influencia de las familias de la nobleza, llegando a estar San Pelayo al cargo de la abadesa doña Sancha, hermana del emperador Alfonso VII, durante la segunda mitad del siglo XII. Una parte de sus posesiones era trabajada directamente por sus vasallos de Sariegu pero otra correspondía a arriendos, cobrando el monasterio en especie o en dinero. Agricultura y ganadería constituían la base de su riqueza



La autonomía monacal fue decayendo cuando, a partir de las reformas de finales del siglo XV, entró en la órbita de la obediencia directa a la Congregación de Valladolid. Se intentaba reformar las órdenes religiosas para acabar con el relajo de costumbres y que fuesen más a veces centros de retiro social que de oración y recogimiento


Fue entonces cuando San Pelayo fue escogido como sede asturiana de estas reformas de estricta observancia, pasando a él las tierras de San Bartolomé de Nava, Santa María de Villamayor y Soto de Dueñas, únicas fundaciones femeninas en el medio rural existentes en Asturias, cuyas monjas habían sido severamente amonestadas con duras acusaciones por el enérgico obispo Gutierre de Toledo, dado el estado en el que encontraba entonces la susodicha observancia religiosa. Si bien tanto o más pesaban los pecados de aquellas monjas "descarriadas" como el deseo de hacerse con el control de aquel fértil y estratégico valle entre el centro y el oriente de Asturias



Aquel importantísimo aumento de ingresos permitió realizar en el edificio una profunda transformación, en realidad hacer un nuevo y gran conjunto: la iglesia entre 1592 y 1601 (a la izquierda de la foto), más luego obras posteriores que se rematan en 1703 con la fachada de la Vicaría (a la derecha). Consultamos de nuevo la Wikipedia:
"El edificio fue remodelado varias veces, encontrándose en sus cimientos restos románicos de un claustro. En 1590, Leonardo de la Cajiga reedificó la iglesia y la primera gran reforma sobreviene en el año 1650 con la construcción de las torres de Melchor Velasco. A finales del siglo XVII se vuelve a reedificar el conjunto con traza de Gregorio Roza, Francisco de la Riva y Gaspar Ladrón de Guevara, reconocidos arquitectos que le dan su aspecto actual al conjunto. La última fase de la reforma del monasterio comenzó en 1703 con la construcción de la Vicaría con su imponente fachada basada en los palacios barrocos, obra de Fray Pedro de Cardeña".

La iglesia actual del cenobio pues, se construyó en el siglo XVI y en estilo renacentista, una centuria en la que San Pelayo pasó a archivar numerosos documentos de los monasterios femeninos del valle del Piloña suprimidos, según nos explican en Guía de viaje de Oviedo de Buendía Tours:
"Desde entonces, y habiendo vivido muchos de los acontecimientos históricos de Asturias, el Monasterio comenzó a archivar una gran cantidad de documentos y fondos de otros monasterios como el de San Bartolomé de Nava o Santa María de Villamayor, además de objetos personales de ambos lugares. Esto hizo que, con los años, el archivo provincial pasase a estar aquí, dada la gran cantidad de documentos que tiene"

La iglesia, a la que se sube por unas escaleras de piedra, como a las dependencias monacales, se abre media hora antes de las misas del día (consultar horarios en la página del monasterio de San Pelayo), está situada un poco al fondo de una pequeña explanada rectangular, cerrada por una verja, y en su fachada muestra tres puertas, siendo la del medio más grande que las laterales:

"La fachada se sujeta por unos muros laterales unidos a través de una larga escalinata, con sillares encuadrados y tres puertas. A través de ellas se accede a un interior en el que te esperan algunas sorpresas que estarás deseando conocer".  
No es que el espacio sea demasiado complejo, ya que cuenta con una planta, una nave y no tiene capillas. Pese a ello, sí tiene otros elementos que le hacen único. Por ejemplo la iglesia en la que se encuentran los restos de San Pelayo. El templo data del año 1600, con una sola nave y con arcos de medio punto y bóveda de medio cañón. El arquitecto fue Leonardo de la Cajiga, pero la restauración posterior del siglo XX fue llevada a cabo por Juan Vallaure. El coro es otro de los elementos a tener en cuenta. Una obra del siglo XVII que era el lugar de reunión para la oración. La sillería, de estilo clasicista y tallada en madera, procede del convento de San Vicente".

Sobre la puerta central una hornacina alberga la estatua del patrón San Pelayo, del que según su hagiografía fueron recuperados sus restos despedazados en el martirio y traídos aquí, si bien la tradición piadosa dice que un hueso de uno de sus brazos fue al también monasterio benedictino femenino de San Pelayo o San Paio de Antealtares en Santiago de Compostela, al lado mismo de la catedral


Repasamos en Wikipedia la citada hagiografía del santo dado que es fundamental para entender su devoción, cómo surgió, llegó y tuvo especial trascendencia histórica en este y otros cenobios y santuarios:
"San Pelayo (AlbeosCrecienteReino de León, 911 – CórdobaCalifato de Córdoba, 26 de junio de 925) según la Religión cristiana fue un niño de trece años martirizado durante el califato de Abderramán III y canonizado posteriormente por la Iglesia católica, como ejemplo de la virtud de la castidad juvenil. Su día en el santoral católico es el 26 de junio.
Martirio y muerte 
Fue educado en Tuy por su tío Hermoigio, obispo de dicha diócesis. En 920, Pelayo acompañaba a este último junto a la corte del rey de León y en apoyo del Reino de Pamplona, que estaba siendo atacado por el califa Abderramán III. Tras la derrota en la batalla de Valdejunquera, tío y sobrino fueron apresados, pero después de tres años de cautiverio, el primero fue liberado, mientras que el segundo quedó como rehén de Abderramán III. Según parece, el califa requirió contactos sexuales de Pelayo —le prometía riquezas y honores si renunciaba a la fe cristiana y accedía a sus proposiciones—, mas él se negó, lo que provocó su tortura y muerte. Por sus reiteradas negativas sufrió martirio, que descrito lúgubremente en el santoral, fue por desmembramiento mediante tenazas de hierro. Después fue despedazado y sus restos arrojados al Guadalquivir el 26 de junio del año 925. 
Sus restos fueron recogidos piadosamente por los cristianos de Córdoba y enterrados en el cementerio de San Ginés, y su cabeza, en el de San Cipriano, siendo considerado mártir por la fe y la pureza. En el año 967, bajo el reinado de Ramiro III, los restos mortales de san Pelayo fueron depositados en el monasterio dedicado a él en León, fundado por su antecesor el rey Sancho I. Entre 984 y 999, su cuerpo se trasladó a Oviedo, siendo finalmente depositado en el monasterio de las monjas benedictinas de San Pelayo de aquella ciudad. Un hueso de uno de sus brazos se venera desde antiguo en el monasterio de monjas benedictinas de San Pelayo de Antealtares de Santiago de Compostela. 
Su hagiografía refleja que durante los cuatro años que pasó en Córdoba en calidad de rehén, sin que el rescate fuera pagado por su tío, el obispo, el muchacho destacó por su inteligencia y su fe, haciendo proselitismo de Cristo e insistiendo en que esta actividad fue la que provocó que fuera tentado por Abderramán III para convertirse al islamismo, lo que él rechazó con vehemencia: 
"Si, oh rey, soy cristiano. Lo he sido y lo seré por la gracia de Dios. Todas tus riquezas no valen nada. No pienses que por cosas tan pasajeras voy a renegar de Cristo, que es mi Señor y tuyo aunque no lo quieras" 
Veneración 
El martirio en defensa de su fe justificó su canonización. 
Enseguida pasó a recibir culto. A partir del siglo XI, en que los reinos cristianos intervenían en la política interior de los reinos de taifas, muchos restos de santos cristianos fueron trasladados al norte en su condición de apreciadas reliquias, y esto fue lo que ocurrió con los de san Pelayo: primero, a León, y luego, al monasterio benedictino de Oviedo que lleva su nombre (y que no debe confundirse con el nombre de Don Pelayo, el primer rey de Asturias)".


Más arriba, un gran óculo proporciona buena cantidad de luz al interior de la iglesia, encima, en el tejado, una cruz metálica hecha de forja y asoma más atrás el pico de la torre del campanario, la cual se hizo en el siglo XVII (año 1654) para sustituir a otra más antigua. Fue destrozada en la Revolución de Asturias de 1934 y rehecha en 1953


Dicha torre se hizo imitando, pero en menor tamaño, la torre gótica de la catedral de San Salvador, rematada con una flecha de tracería gótica, por lo que viene a decirse que es su 'hermana pequeña'. Aunque al imitarla, esta estructura se basa en el gótico, la torre, que veremos mejor desde la Plaza de la Catedral o de Alfonso II (al otro lado), es de estilo barroco clasicista y uno de sus primeros exponente ovetenses. En Disfruta Oviedo se nos cuenta que durante su construcción hubo un litigio con la catedral que paralizó un tiempo las obras y que fue la razón de esta imitación:
El cabildo catedralicio la consideraba muy suntuosa y que el tañido de sus campanas impedía celebraciones religiosas en la Capilla del rey Casto. 
Tras la intervención de la Casa Real, se procedió a cerrar los vanos sur que daban a la Capilla del rey Casto , pero hubo otras medidas decretadas a las que las monjas hicieron "oídos sordos" (hacer más baja la torre no renovar sus campanas...) 
Encima las monjas "contestaron" al Cabildo catedralicio coronando la torre con una aguja gótica similar a la de la Catedral (en lugar de las bolas proyectadas por el arquitecto Melchor de Velasco) generando cierta rivalidad en su época".

En Una obra maestra de la arquitectura renacentista ovetense: la iglesia de San Pelayo, la especialista en Arte Andrea Casal nos ofrece una magna explicación de este templo:
"El conjunto monástico de San Pelayo se funda legendariamente en época del rey Alfonso II el Casto (791-842) bajo la advocación de San Juan Bautista, aunque el nombre de San Pelayo se emplea desde la llegada de sus reliquias en el año 994. La arquitectura conservada hasta la actualidad empieza por la iglesia, edificada entre 1592 y 1601. Se trata de la primera obra perteneciente a la reforma de la estructura medieval preexistente en el monasterio, que fue llevada a cabo entre finales del siglo XVI y comienzos del XVIII en clave barroca, a excepción de esta obra, de estilo renacentista. Otro testimonio trascendental es la torre campanario levantada por el arquitecto cántabro Melchor de Velasco Agüero, con la ayuda de su padre, Bartolomé de Velasco, comenzando el trabajo en 1654. Igual de importante resulta el levantamiento del área monacal, cuya traza pertenece a Gaspar Ladrón de Guevara y Gregorio de la Roza, comenzando las obras en 1694. Para finalizar, es interesante citar la fachada de la vicaría, ya construida en el siglo XVIII (1703) por Fray Pedro de Cardeña
La iglesia se edificó siguiendo las trazas del arquitecto renacentista Leonardo de la Cajiga, compañero de Juan de Nates, aunque los arquitectos que la levantaron fueron Diego de Villa junto a Domingo de Mortera debido a las ocupaciones del primero. Se erige sobre estructuras de origen romano, cuyos descubridores fueron los arquitectos Juan Vallaure y Federico Somolinos tras la destrucción de la iglesia durante la revolución de 1934. La sacristía o Capilla del Santísimo se levanta gracias a la traza del arquitecto Melchor de Velasco en 1657 y 1658, dentro de un lenguaje barroco de tradición todavía herreriana. La decoración en yeso data de mediados del siglo XVIII. El acceso a la iglesia se realiza por la calle San Vicente. 
La fachada se encuadra dentro del clasicismo renacentista, destacando su purismo arquitectónico por la escasa ornamentación. Puede accederse a ella tras cruzar una monumental escalinata que realza la grandiosidad del edificio. Se trata de un cuerpo uniforme que utiliza sillares de Piedramuelle trabajados cuidadosamente. La portada tiene tres entradas, la central más alta que las laterales, enmarcadas con molduras y rematadas mediante un guardapolvo. Las puertas son de madera con casetones. 
En las laterales cabe destacar que se simula una clave en la piedra mediante la inclinación de la línea que define los sillares. Encima de la portada, en el eje correspondiente al acceso principal, se abre un nicho de arco escarzano con la escultura de San Pelayo. En la parte superior se utiliza un óculo acristalado. Finalmente, una cornisa sencilla formada por una moldura sirve de transición al tejado plano, decorado en la actualidad con una cruz latina de forja".

Ciertos elementos que se suponen originarios del primer santuario se hallaron al acometerse las obras de restauración tras la Guerra Civil. En la actualidad hay aquí además una hospedería, regentada por las mismas monjas dedicada a aquellas personas que soliciten esta necesidad para "encontrarse a sí mismos o a Dios", buscando "la paz mediante el silencio", o bien para quien desea pasar unos días en la ciudad, tal y como dicen en su página web:

"En medio de la ciudad, un especio de calma, un tiempo de silencio... abierto para tí". 
Está abierto a toda persona que busque encontrarse consigo misma en la paz del silencio, en un ambiente preparado para facilitar este encuentro.

Recibimos personas o grupos que quieran disfrutar del ambiente de nuestra Casa, de la Casa de Dios, espacio de acogida y respeto donde toda persona pueda experimentar la fraternidad y la paz, compartiendo y acompañando la Vida.

Ofrecemos también alojamiento a personas que pasan unos días de vacaciones y descanso en Oviedo, visitando la ciudad y alrededores.

Con la posibilidad de participar en la oración de la Comunidad".

Un buen compendio general de la historia del monasterio, con sus características, curiosidades, hallazgos arqueológicas y circunstancias actuales es el que realiza la página Rayporres y que compartimos:
"El monasterio benedictino de San Pelayo, conocido popularmente como el monasterio de las pelayas, es uno de los monumentos más importantes del barroco en Oviedo. Proviene la construcción original de época medieval, fundado bajo la advocación de San Juan Bautista, probablemente del siglo X, con el patrocinio de Teresa Ansúrez, viuda de Sancho el Gordo de León. Otras versiones lo consideran fundado por Alfonso II y dedicado inicialmente a San Juan Bautista de las Dueñas. En todo caso, la advocación de San Pelayo la obtiene debido al traslado de las reliquias del santo, enviadas a Oviedo en el año 994 para mantenerlas lejos de la influencia musulmana.  
Durante los siglos XVI y XVII el monumento renueva su estructura. Los primeros autores de esta renovación son los maestros Melchor de Velasco y su padre Bartolomé, que renuevan claustro, dormitorios, locutorio, cocina... y cuya obra principal es la torre del monasterio. El período 1582-1604 ve la reconstrucción de su iglesia. A pesar de la fuerte renovación, Velasco debe abandonar el monasterio de San Pelayo sin haber terminado la obra, puesto que le reclamaban en Galicia para otros asuntos de mayor importancia. Por ello, las monjas suscriben otro contrato, esta vez con el maestro Francisco de Cubas, desconociéndose hasta qué punto la versión definitiva de la traza del monasterio se debe a uno o a otro arquitecto. Finalmente se culmina en el año 1650 con la construcción de las torres. Previamente, en 1590 Leonardo de la Cajiga reconstruye la iglesia. En 1694, los maestros Gregorio Roza, Francisco de la Riva y Gaspar Ladrón de Guevara comenzaron una nueva fase de reformas que afectó a las fachadas exteriores. La última fase de la reforma del monasterio que se llevó a cabo en el barroco y que nos ofrece el aspecto actual del monasterio comenzó en 1703 con la construcción de la vicaría con su imponente fachada, las habitaciones para los vicarios y un nuevo vestíbulo para el monasterio. 

Las monjas benedictinas conocidas como las pelayas, ocupan un convento de clausura que cuenta con mil años de existencia, un notable fondo documental y que en la actualidad sirve como Archivo Histórico Provincial. en su archivo se pueden encontrar los fondos de los monasterios de San Bartolomé de Nava, Santa María de Villamayor, San Vicente y Santa María de la Vega, junto a abundantes objetos y reliquias que pasaron a formar parte del convento. 

La iglesia fue construida entre los años 1592 y 1600, es de planta sencilla, una sola nave carente de capillas. La fachada está construida con sillares perfectamente escuadrados y formada por tres puertas con molduras. sobre ésta se coloca una hornacina con la figura en piedra de San Pelayo y un rosetón acristalado. en 1703 se diseñó la fachada de la Vicaría, basándose en palacios barrocos, por obra de Fray Pedro de Cardeña. La planta baja se organiza con tres grandes arcos entre columnas toscanas exentas, que sustentan los balcones de la primera planta, balconadas decoradas con molduras de orejas entre columnas jónicas. En la segunda planta se colocan los escudos de la orden benedictina, por debajo del escudo real, que se sitúa en un destacado ático bajo frontón curvo y entre dos columnas corintias. El claustro tiene tres alturas que le convierten en una construcción maciza con cierto aire de monumental. Al igual que la iglesia, el claustro se sustenta en pilares y columnas de orden toscano. En el siglo XVII se sustituyó la antigua torre campanario por una nueva torre rematada con una flecha de tracería gótica, que reproduce en menor tamaño, la verticalidad de la torre de la Catedral.

El lugar donde se encuentra enclavado, es probablemente la parcela de terreno más antigua de Oviedo, en la que se halla también la Catedral de Oviedo y donde estuvo situado el ya desaparecido Monasterio de San Vicente. 

Durante los conflictos bélicos de 1934 se descubrió, tras un muro gótico, parte de la construcción medieval: la cripta, debajo de la actual nave central de la iglesia, de unos seis metros cuadrados, es un recinto cuadrado cuyo origen probablemente sea prerrománico y cuya función no se ha podido determinar. También se hallaron una columna datada en el siglo IX y un capitel de estilo ramirense. Se llevó a cabo una reconstrucción tras los destrozos del 34, y se descubrieron dos arcos iconográficos con representación iconográfica en sus capiteles del primer periodo del prerrománico, que se suponen son parte del pórtico de una estancia funeraria".


Les Pelayes, las monjas benedictinas, son una auténtica institución ovetense, sus cantos, los sones de las campanas, su historia, forman parte consustancial del mismo origen de la población que llega a nuestros días. Habitan el convento de manera ininterrumpida desde hace un milenio, pues fue el único cenobio asturiano que se libró de la Desamortización de Mendizábal, e incluso recibió en 1854 a las religiosas del Monasterio de La Vega, sito en las inmediaciones y transformado en fábrica de armas


En la fachada de La Vicaría, "hecha para acoger a los mayordomos o vicarios que son o fueren de este monasterio", destacan sus tres grandes arcos entre columnas toscanas, las cuales sostienen la balconada de la primera planta


En la segunda planta veremos los escudos de la orden de la orden benedictina y en el ático el escudo real de la época


El escudo de la derecha muestra un báculo entre un castillo y un león (símbolos de Castilla y León), emblema de la Congregación de San Benito de Valladolid, a cuya obediencia pasó San Pelayo a principios del siglo XVI dentro de las profundas reformas monásticas internas de la Orden aplicadas en esa centuria


El escudo de la izquierda es el de las benedictinas de San Pelayo, con dos palmas, alegoría del martirio del santo patrón del cenobio, dentro de una corona que representa la vinculación de este con la realeza desde sus mismos orígenes



Y el escudo real en lo alto. El historiador Luis Antonio Alías realiza esta su semblanza del lugar en su imprescindible libro El Camino de Santiago en Asturias. Itinerarios:
"Los muros de San Pelayo, monasterio femenino fundado a la sombra de San Vicente, siguen siendo morada de la única comunidad benedictina (pelayas) activa y presente en Asturias desde hace mil años. Religiosas de todas las edades oran y laboran restaurando y encuadernando documentos y libros dañados por el tiempo mientras guardan, entre la indiferencia oficial y las limitaciones económicas, archivos y espacios fundamentales en la historia ovetense y asturiana.

La fundación se debió a Alfonso II el Casto y fue Jimena, hermana del rey y legendaria madre de Bernardo del Carpio, la primera abadesa. Tras ella llegaron reinas, princesas y altas damas de la corte que, por deseo o a la fuerza, tomaron hábitos tras la viudez, el repudio, los amores imposibles o el fracaso político. Mujeres fuertes y comunidad enérgica que defendieron sus derechos y prerrogativas ante los canónigos de la Catedral, resistieron demoledoras desamortizaciones y superaron mil y pico años de dificultades.

Los restos de San Pelayo, adolescente cautivo en Córdoba cuya piedad y belleza despertó los más lúbricos deseos de Adberramán III y que pagó a su enérgico rechazo con el martirio, fueron traídos por Bermudo II cuando Almanzor destruyó León y depositados -ahí continúan- en la iglesia del monasterio desde entonces bajo su patrocinio.

El conjunto conventual, rehecho en los siglos XVI, XVII y XVIII, se adornó con la bellísima fachada de la Vicaría, construida por el arquitecto benedictino fray Pedro Martínez de Cardeña en el año 1704, y con una iglesia de estilo herreriano (finales del XVI), una torre del XVII culminada por una calada aguja gótica que le da aspecto de hermana menor y modesta de la Catedral, tres claustros de tres pisos (el más bello del siglo XVII, apoya su abierto piso inferior en pilastras toscanas y los dos cerrados superiores en columnas dóricas y toscanas), restos de un claustro románico y otros muchos elementos, recodos y objetos entrañables y valiosos".

Se trata de un convento de clausura por lo que no hay uno horario de apertura para ver su interior, al que se sí accede durante actos y celebraciones, aunque sí podremos entrar a la portería del convento por el arco central de la portada, admirando su trabajada rejería del portón


De frente, la entrada principal de acceso a las dependencias de clausura del interior


Arriba en lo alto el escudo de les pelayes, similar al de la fachada


La corona, y las palmas del martirio, aquí policromadas


Figurémonos en todas las filigranas, lineales y florales, alrededor


Estas se extienden por toda la bóveda de esta portería, como aquí, a la derecha


Al fondo, una entrada secundaria con escaleras pequeña barandilla y, al lado de la puerta un cartel que pone SAN BENITO


Y a la izquierda, donde hay otra entrada lateral, pero diferente a la anterior pues es más grande, de arco de medio punto y dos ventanucos laterales


Nos acercamos a ver sus detalles


Vamos a ir pues a la gran puerta central, por la que accedemos a otra estancia


Encima, seguimos contemplando los detalles ornamentales de la cubierta, a la vez que el dintel de dicha puerta


Salvo que haya una visita concertada, liturgia especial, celebración o similar es hasta aquí hasta donde podremos pasar


Fijémonos arriba en la bóveda, esta es de crucería, también con motivos lineales y geométricos


Se reconocen también la Cruz de la Victoria, emblema de Asturias (izquierda); y la Cruz de los Ángeles, símbolo de la ciudad de Oviedo/Uviéu (derecha)


Música, grabaciones de cantos de las religiosas durante las liturgias. Coro de Monjas Benedictinas del Real Monasterio de San Pelayo de Oviedo. En Las pelayas ofrecen su voz al mundo, María Lastra anunciaba de este modo la edición de unos discos en El Comercio del 18-2-2012:
"Hace más de 1000 años que las reliquias de San Pelayo llegaron a Oviedo procedentes de Córdoba. Desde entonces, el cuerpo del mártir se guarda y venera bajo el altar mayor del Real Monasterio San Pelayo. Era el año 994. Ahora, 10 siglos después, las monjas benedictinas del convento ovetense cantan en su honor y ofrecen este canto al público en forma de disco.
Es la sexta vez que las voces de esta comunidad de monjas traspasan las paredes del monasterio. 'Celebración eucarística en rito hispano-mozárabe' es el título de su nuevo disco. «Queremos hacer partícipe a la sociedad de los valores espirituales, musicales y culturales», comenta la abadesa, Rosario del Camino Fernández Miranda. El CD se grabó el 6 de diciembre de 2004 durante la misa celebrada en honor a San Pelayo con motivo del 50 aniversario de la consagración de la iglesia del monasterio, y ahora sale a la venta como una forma de «conservar y recuperar ritos y músicas propias de distintos lugares, épocas y culturas». Las 30 monjas del monasterio participan y ponen su voz, ya que como explica la madre abadesa «para nosotras la música es muy importante». «Es el puente que nos permite pasar de la palabra de Dios que cantamos, al silencio donde habita el Misterio que celebramos», añade. 
A lo largo de su historia Las Pelayas han celebrado en varias ocasiones este rito hispano-mozárabe, «uno de los más significativos» para esta comunidad, que venera en su propia casa a San Pelayo. Este modelo de celebración litúrgica contiene una especial importancia en Asturias porque, según explica la directora del coro de Las Pelayas, Ángeles Álvarez Prendes, «forma parte de lo mejor de las raíces de nuestra Iglesia en el Principado». Las huellas del paso de esta liturgia por la región pueden observarse todavía en la Cámara Santa, a través de sus cruces gemadas, y en la arquitectura de las iglesias del prerrománico. Una celebración eucarístíca habitual en el siglo X, que actualmente solo se produce con continuidad en una parroquia toledana. 
Álvarez Prendes explica la importancia de este rito, «de gran interés histórico y musical por sus peculiaridades», como por ejemplo la mayor participación dialogante con el pueblo o la presencia de melodías exclusivas de esta liturgia. El rito hispano-mozárabe, recordado actualmente en muy pocos lugares del mundo, puede llegar ahora a cualquier parte. Las 30 monjas del monasterio San Pelayo alzan su voz para dar a conocer con sus cantos esta celebración eucarística. A partir de marzo, el disco podrá descargarse a través de iTunes desde cualquier rincón del planeta".


Marcapáginas en pergamino con motivos asturianos. El éxito musical de les pelayes venía de mucho más atrás, de los míticos años 90', cuando RTVE edita un disco de las monjas 'pelayas', como bien encabeza su noticia Rosario G. Gómez para el periódico El País del 12-12-1995:
"Después del éxito cosechado por los monjes de Silos, las monjas benedictinas del monasterio ovetense de San Pelayo han grabado Cantate Domino, Alleluia, un disco compacto compuesto por 24 temas gregorianos y editado por el sello RTVE-Música. Las pelayas, como son conocidas popularmente, llevan cantando desde hace mil años. "El gregoriano no es un arte ni una música. Es una oración. Así nació y así se ha transmitido a través de los siglos", según la madre Teresa Álvarez, abadesa del convento.La obra fue presentada ayer en la iglesia de Los Jerónimos de Madrid por el director de Radio Nacional de España, Diego Carcedo. La idea de grabar al Coro del Monasterio de San Pelayo fue una su gerencia de los monjes de Silos, cuya obra Silos en directo -editada también por RTVE- ha conseguido en apenas un año tres discos de platino. Las monjas de San Pelayo esperan que sus cánticos "sean una aportación a la cultura" y confían en que el disco editado "sea para bien". 
Esta grabación es el mejor exponente del gregoriano y uno de los pocos ejemplos de cantos litúrgicos interpretados por mujeres. "Más que un disco es una oración hecha canto de una comunidad que vive en la contemplación", señaló ayer Miguel Alonso, el director de la producción".

Cartel anunciador de sus marcapáginas y de los discos de su Música para el silencio, que así la define la periodista Rosalía Agudín también para El Comercio, cuando sale el CD Cítara y lira, como incienso en tu presencia, publicado a fecha 18-1-2018 y que es el primero de la comunidad enteramente musical:
"La cítara no es un instrumento que hoy en día protagonice grandes conciertos y sin embargo su sonido es uno de los más característicos del Monasterio de San Pelayo de Oviedo. Sor María Covadonga Querol maneja con una facilidad pasmosa sus 121 cuerdas y tan bien suena la música que sale de esta caja de madera que las Pelayas se han animado a grabar un disco con su implacable sonido. 
Está compuesto de diecinueve canciones creadas por autores españoles, franceses, suizos y alemanes y su título es 'Cítara y Lira: Como incienso en su presencia'. Para elegir este nombre, las Pelayas rebuscaron en el salmo 141 de 'La Biblia' y allí encontraron la frase idónea. En ella se percibe el deseo de que «nuestro canto suba hasta el Señor de la misma manera que el humo y el aroma del incienso asciende hasta lo alto», destacó Sor María Covadonga durante la presentación de este CD y que tuvo lugar ayer por la mañana en el convento. 
Pero lo más característico de este álbum no es la cítara, sino que es el primero editado por las Pelayas donde la voz no existe. «Es un disco enteramente musical y destinado a personas que aman la música, pero también el silencio», especificó la madre abadesa, Sor Rosario del Camino para a renglón seguido añadir que la grabación tuvo lugar el 30 y 31 de mayo y en él no solo se puede escuchar la música de la cítara: también de la lira. «Los dos instrumentos encajan muy bien y forman un conjunto armonioso y agradable», añadió Querol momentos antes de hacer una demostración con la cítara. Este no es ni mucho menos el primer disco que graba la comunidad. Llevan ya siete a sus espaldas y su éxito ha traspasado fronteras a pesar de que cada es más frecuente que la gente prefiera escuchar música a través de aplicaciones instaladas en dispositivos móviles. Sin ir más lejos, el último CD que grabaron y cuyo nombre es 'Cítara y salmos' se encuentra ahora mismo agotado. Los demás se pueden adquirir en la portería del monasterio. 
La cítara llegó al convento de las Pelayas «hace muchos años» y su origen es francés. Durante todos estos años, Son María Covadonga Querol no solo ha aprendido a tocar con delicadeza cada una de sus cuerdas, sino que también ha estudiado su historia. Los primeros datos sobre esta caja de madera con 121 cuerdas se remontan al año 3.500 antes de Cristo. Fue por aquel entonces cuando se escribió en el libro del Génesis la frase: «Yubal es el padre de cuantos tocan la cítara y la flauta». Esta caja de madera llegó mil años después a Egipto y allí uno de los faraones mandó grabar sobre su tumba la imagen de un cítara. Poco a poco este instrumento fue ganando protagonismo en Israel y su sonido pasó a ser tan famoso que incluso se hace referencia a él en la ópera 'Nabucco', de Giuseppe Verdi".
Podemos escuchar un extracto en este enlace de la emisora Cadena Ser
https://cadenaser.com/audio/1516197151_117143/ que, a la vez, y con la firma de Ángel Fabián de Radio Asturias, nos ofrece esta crónica del 17-1-2018 titulada Las monjas más populares de Oviedo publican su 7ª grabación:
"Las monjas benedictinas del Monasterio de San Pelayo, a quienes toda la ciudad conoce cariñosamente como 'las pelayas', acaban de publicar su séptimo disco, "Cítara y Lira. Como incienso en tu presencia" es una grabación muy novedosa, porque es instrumental, a pesar de que estas religiosas son más conocidas por haber mantenido desde hace más de un milenio de forma ininterrumpida el canto gregoriano. Son el único coro femenino en toda Europa que no ha abandonado jamás esta tradición.
El CD recoge composiciones de diferentes épocas y distintos autores, aunque siete de ellas son de Sor Ángeles Álvarez Prendes, la religiosa que toca la lira de concierto, un instrumento de percusión que consiste en un juego de láminas similar al xilófono. La cítara está a cargo de Sor María Covadonga Querol de Bascarán, con un instrumento del Monasterio fabricado por monjes benedictinos de En Calcat, en Francia, muy evolucionado sobre aquellos que aparecen representados en los relieves del Egipto faraónico de hace 4.000 años, con un origen oriental incluso más antiguo. 
La abadesa del Monasterio de San pelayo, M. Rosario del Camino, ha recordado la larguísima tradición de esta institución de la música como "instrumento de oración", pero ha presentado además esta grabación, "más allá de la oración",  como"una aportación de toda la comunidad a todas las personas que aman la música y aman el silencio". 
Para Sor María Covadonga Querol de Bascarán, la intérprete de cítara, el disco "está grabado con la intención de crear en el interior de quien lo escuche, un clima de paz y de serenidad". La religiosa se refirió a al contenido de la obra afirmando que "son melodías que feron creadas por los diferentes compositores en el silencio, la contemplación y la escucha". 
El disco, que ha sido grabado en la iglesia del Monasterio de San pelayo los días 30 y 31 de mayo de 2017, está a la venta en la tienda del cenobio con entrada por la calle del Águila".

En otro, se publicitan las pastas que elaboran las monjas, "sin aditivos, sin colorantes, sin conservantes", destacan en el apartado de su web dedicado a la Repostería del Monasterio. Sus productos se venden aquí y en la cercana tienda de la calle del Águila, atendiendo a los horarios que encontrará también en la página del monasterio


En la página gastronómica Hule y mantel, el periodista Javier Llavona, especialista en viajes y gastronomía, les dedica la entrada Las monjas 'pelayas', tradición viva de la repostería monacal en Oviedo:
"Retumba la Wamba, la gran campana de la catedral de Oviedo, sobre El Antiguo, el casco histórico de la ciudad. Mientras los alumnos de la facultad de psicología corren para no llegar tarde a clase y las persianas de los cafés más coloridos de la capital abren su persiana, el Monasterio de San Pelayo parece observar, mudo, el devenir de los ovetenses. Si sus grandes muros hablasen, tendría que contar historias de desamortizaciones, reconversiones y mucho dulce. Porque las monjas benedictinas de este monasterio, cariñosamente conocidas como "Las Pelayas", son maestras artesanas de algunos de los mejores dulces de la capital del Principado.  
Y es que en una vetusta ciudad como Oviedo, no podría faltar una tradición repostera monacal al más puro estilo castellano. Si el salmantino convento de Las Dueñas tiene sus amarguillos, San Pelayo tiene sus pastas de mantequilla. Si las de Tui disfrutan de sus pececillos de almendra, las carbayonas lo hacen con las rosquillas de San Blas. Todo un pecado no disfrutar de tan magnífico manjar. Una tradición de sabor, de azúcar, mantequilla y huevo, no tan conocida como debería".
Foto: web del Monasterio de San Pelayo

Este es un surtido de algunas de las diferentes pastas de les pelayes. De cómo, cuando y porqué empezaron a elaborarlas nos cuenta Rosalía Argudín en Unas pastas que saben a gloria, artículo publicado en el periódico El Comercio del 20-3-2017:
"Nada más entrar al monasterio de las Pelayas por la calle del Águila un olor invade todas las esquinas. A muchos, este aroma les recuerda a su niñez, cuando cocinaban con sus madres galletas o rosquillas. A otros, su mente les lleva de viaje hasta el epicentro de una pastelería, donde cada día se venden dulces tan exquisitos como los carbayones o los piononos. 
La razón de esta nueva esencia no es otra que la puesta en marcha de un proyecto de elaboración de pastas artesanales por parte de la comunidad y que ha encandilado a más de un ovetense y turista. «Empezamos la venta de nuestros productos el 25 de julio de 2016, que es el día de Santiago, aunque no estuvo en nuestros planes que ambas fechas coincidieran», explica la madre abadesa, sor Rosario del Camino Fernández-Miranda. El local donde antes se hacían las tareas de encuadernación de libros ahora se ha convertido en un espacio formado por hornos y mesas de trabajo donde elaboran tres clases diferentes de galletas. «Desde 2008, el número de estampaciones que recibimos han ido bajando, debido al aumento del formato digital, y desde la comunidad pensamos en reinventarnos, tal y como han hecho el resto de los ciudadanos ante la crisis económica». 
De esta forma, se pusieron manos a la obra para pensar cuál podría ser la actividad económica que les sustentase económicamente y concluyeron que la mejor opción sería ésta. «Sor Josefina siempre elaboró pastas para las fiestas especiales y en un principio pensamos que podíamos vender mermeladas». Sin embargo, la idea no era del todo redonda cuando les comentaron toda la burocracia que había detrás del proyecto. «Vimos que el proceso de conservar la fruta era complejísimo. Dependíamos, por ejemplo, de una empresa química. A continuación, pensamos en la opción de realizar esta mezcla», destacó. 
Al mismo tiempo diseñaron todo el plan y pensaron que hacerse sitio en el mercado era difícil, pero pronto comprobaron que la marca monja es sinónimo de garantía. «En un sector como este teníamos que hacernos un hueco. Nosotras lo que hacemos es un producto cuidado para los ovetenses y también para que los turistas que visitan la ciudad se las puedan llevar de recuerdo». 
Asimismo, idearon el equipo que estaría en la cocina, en los hornos, en la fase de empaquetado y, por último, en la de venta. Decidieron, además, que cuatro serían los días de elaboración. «Los hornos están funcionando de martes a viernes, desde las 9.30 hasta las 13 horas», destaca sor Josefina. Eso es la elaboración. La venta es otra cosa. Venden incluso los domingos. «Abrimos toda la semana y vendemos galletas de mantequilla, de avellana y un surtido muy variado». 
Recetas artesanales 
Antes de meter estas delicatessen en el horno existe una zona de recepción de los ingredientes. En ella tienen diferentes libros de registro, donde apuntan todos los movimientos, por si en un momento dado existe un problema poder atajarlo de raíz. «No usamos ni conservantes ni colorantes y los productos que más utilizamos son los huevos, el azúcar y las avellanas». 
Una vez finalizado el proceso de elaboración, los dulces son introducidos en los envases diseñados para la venta. «Colocamos las galletas según nos venga la inspiración», destaca sor Pilar, que está en la fase de empaquetado. Ella tiene un control exhaustivo del proceso de venta y también es la encargada de colocar el producto final en unas cajas diseñadas especialmente para la conservación de productos alimenticios hasta su venta, en el despacho que tienen en la calle del Águila. 
Productos que gustan 
«Para nosotras es una satisfacción que vengan señoras y nos digan que en su casa tienen las pastas escondidas porque, si no, vuelan». La madre abadesa está muy contenta, satisfecha por cómo ha transcurrido la venta de las pastas en los ocho meses que llevan trabajando. Es más, tanto es el éxito que han cosechado en este tiempo que ya han introducido una innovación de cara a las comuniones, ya muy próximas: han diseñado una cajina especial para regalar a los invitados, con un «un surtido galletas de mantequilla». 
Han innovado y evolucionado, pero las Pelayas no han dejado de lado la encuadernación, ni tampoco la venta de discos de música y canto gregoriano. Y es que, a pesar de las innovaciones, las benedictinas quieren seguir manteniendo sus sellos de identidad, aunque la gente ya escuche la música en el ordenador o los dispositivos electrónicos y ya no se lleve hacer coleccionables y después empastarlos, tal y como manda la tradición. Sea como fuere, siempre sabe mejor escuchar música o leer un libro con una caja de pastas cerca".
Foto: web del Monasterio de San Pelayo

Empaquetando las pastas. 

Foto: web del Monasterio de San Pelayo

Galletas de avellana; además de las exquisiteces reposteras habituales las monjas elaboran otros productos reposteros en fechas señaladas o por encargo

Sor Pilar hace la tarta de manzana. Foto: Monasterio de San Pelayo

Por ejemplo, la tarta de manzana, de la que nos informan en la web Alfayomega:
«La madre de la abadesa cuando viene a vernos me pide que haga la empanada de manzana», cuenta orgullosa sor Pilar, repostera impertérrita del monasterio. Cuando en lugar de hospedería, las benedictinas de San Pelayo tenían —hace 50 años— una residencia para universitarias, también era el plato estrella. «Todavía vienen las chicas a vernos de vez en cuando y se acuerdan de esta receta». Porque «la masa ¡es casera! Nada de hojaldre comprado y hecho, que no queda igual». 
Sor Pilar estuvo 17 años en la cocina de la residencia, por la pasaron miles de chicas llegadas de Avilés, Gijón y pueblos de alrededor de Oviedo. «Las comunicaciones antes no eran como ahora, no se tardaba en llegar media hora por la autopista», explica la abadesa, Rosario del Camino. «Por eso vimos la necesidad de ofrecer un lugar donde las chicas pudieran quedarse». 
Pero el avance tecnológico obligó, hace ya casi 18 años, a cerrarla. «Esas dependencias, donde teníamos más de 50 plazas, las hemos reconvertido en hospedería porque, además de recibir a grupos parroquiales y particulares, el camino primitivo a Santiago de Compostela se está revalorizando, y pasa por aquí». La hospedería está situada en el mismo corazón de la ciudad. «Compartimos muro con la catedral. De hecho, la torre del monasterio es la hermana pequeña de la torre catedralicia» desde hace más de 1.000 años y de manera ininterrumpida. «Debajo del suelo de la iglesia hay restos de una cripta del siglo IX». 
Ni la temida desamortización de Mendizábal, que dejó deshabitados tantos monasterios, ni las vicisitudes de la historia, han logrado arrebatar a estos muros históricos su comunidad de religiosas desde hace un milenio. «Solo salimos durante los años de la guerra civil. Estuvimos en León, donde nos acogieron las Carbajalas» [nuestra colaboradora de Hospital de campañaErnestina Álvarez, es una religiosa de ese monasterio]. La relación con la orden de León nació en el siglo XI con Almanzor: «Cuando se supo que iba hacia allí, las monjas, que tenían bajo su custodia unas reliquias de san Pelayo, mártir del siglo X, las trajeron a Oviedo, porque pensaron que atravesando la cordillera cantábrica estarían a salvo». Tenían razón. En 1994 se cumplieron los 1.000 años de la llegada de las reliquias, veneradas a diario en la iglesia del monasterio por vecinos y visitantes. 
La crisis y las pastas 
Las 26 benedictinas que pueblan el monasterio milenario hacen vida la regla de san Benito, ora et labora. «En la época del santo el trabajo era tarea de esclavos, por eso quiso que sus monjes vivieran del trabajo de sus manos», afirma la madre abadesa. Por eso, además de atender la hospedería, «seguimos manteniendo un pequeño taller de encuadernación, aunque la crisis y la era digital nos lo han puesto muy difícil. Hacíamos boletines, publicaciones periódicas… pero ahora todo se consulta por internet». Por eso las religiosas se han reciclado «y hemos puesto en marcha un obrador de repostería con productos sin conservantes ni colorantes». Pastas de avellana, de mantequilla o pastas de té son las delicias que uno puede encontrar en el torno de esta casa milenaria. «De momento es pequeñito, porque no somos muchas y vivimos en un monumento que hay que cuidar». Pero las religiosas buscan, con su trabajo, no solo sobrevivir, sino además «ayudar a otras personas que lo necesiten». Por eso, están dando pasos hacia la tienda online. De momento tienen web: sanpelayomonasterio.org."
Foto: monasterio de San Pelayo

Y aquí tenemos un primer plano de tan suculenta tarta

Foto: web del Monasterio de San Pelayo

Estos son los periquitos, dulce de origen medieval, descrito de esta manera en la Repostería del Monasterio:
"Hasta donde alcanza la memoria comunitaria, se recuerda la costumbre de celebrar el final del carácter penitencial del Adviento con la llegada de las Ferias Mayores, del 17 al 23 de diciembre. Estos días tienen antífonas propias para el cántico de María, el MAGNIFICAT, y empiezan todas con la exclamación OH!

¡OH SAPIENTIA! ¡OH ADONAI! ¡OH RADIX JESSE! ¡OH CLAVIS DAVID! ¡OH ORIENS! ¡OH REX GENTIUS! ¡ON EMMANUEL!

El fin del ayuno era celebrado en una reunión comunitaria, en la que se entregaba a cada una de las monjas un paquete de pequeñas galletas en forma de O! Que simbolizaba la llegada ya muy cercana del Niño, precedido de sus dones y regalos. 
El Adviento ha perdido su carácter penitencial pero mantenemos esta preciosa tradición que anticipa en las manos de cada una de las hermanas, el gozo de la Navidad con la llegada de los primeros dulces del niño"

 De los periquitos nos sigue contando Llavona:

"Cuando llega la Navidad y los mercados colman las plazas del centro de Oviedo, estas artesanas preparan otro de los grandes desconocidos de la repostería ovetense: los periquitos. Unos pequeños bocados que se preparan con motivo de las Ferias Mayores del Adviento, es decir, ocho días antes del día de Navidad. Así, desde mediados de diciembre, es posible adquirir una bolsita con estas pequeñas pastas de origen medieval, que simbolizan los primeros dulces que recibe el niño Jesús.  
Estos dulces artesanos permiten a las religiosas tener una fuente de ingresos, que se compagina con su labor social y con el servicio de hospedería. En pleno Camino Primitivo hacia Santiago, el peregrino no debe irse de la ciudad sin probar alguna de las exquisitas delicias que "Las Pelayas" ofrecen a pocos metros de la catedral. Bolsitas de historia que cuentan su origen —algo borroso en el tiempo— y demuestran que Oviedo guarda secretos llenos de sabor". 

Foto: web del Monasterio de San Pelayo

Y en Los "periquitos" salen del convento es Chus Neira para el diario La Nueva España del 3-1-2017 quien nos transmite más curiosidades de este extraordinario manjar:
Los "periquitos" de las Pelayas salen por primera vez del monasterio. Las monjas benedictinas son custodias de tradiciones milenarias pero también saben de innovación y, casi, emprendimiento. Parte de eso explica que este año, por primera vez, hayan puesto a la venta para todo el público unas pequeñas galletas que hasta ahora sólo disfrutaban las monjas y que están vinculadas por una tradición medieval con la llegada de la Navidad y el tiempo del nacimiento de Jesús. 
El "periquito", como la denominan las Pelayas, es una galleta pequeña, sin más peculiaridad que una receta sencillísima de harina, mantequilla y azúcar y su forma redonda, dibujando la "O" de las invocaciones de la antigua liturgia de las "antífonas mayores". Estos cantos, propios del final del adviento, hacen un llamamiento a Cristo en los distintos nombres en los que se le conoce en las Escrituras (Sabiduría, Adonai, Raíz de Jesé, Llave de David, Amanecer, Rey de las naciones y Emmanuel). Tomadas las iniciales de estas palabras en su orden inverso, las antífonas de Adviento encierran también un mensaje secreto: "ERO CRA", que en latín significa "mañana estaré", una declaración del nacimiento de Jesucristo. 
Las Pelayas no saben cuándo nació la costumbre de los "periquitos", que se pierde en la historia del monasterio benedictino, pero suponen que está vinculada a esta liturgia, al tiempo del Adviento y al término del ayuno para comenzar a preparar el tiempo, más alegre, de la Navidad. Lo cierto es que las monjas recibían todos los 17 de diciembre un paquete lleno de "periquitos". Ahora, como Las Pelayas han puesto en marcha un pequeño obrador de repostería y han empezado a comercializar sus pastas de avellana, "una especialidad que pone el acento en el fruto de la tierra", explica la madre abadesa, Rosario del Camino, han completado su oferta este año, que incluye también surtido de pastas y galletas de mantequilla, con los "periquitos". Las bolsas, como las que reciben las monjas, incluyen también una pequeña etiqueta donde se incluye el texto de las antífonas de Adviento".
Foto: web del Monasterio de San Pelayo

Las conchas del peregrino del peregrino, indispensables en un monasterio por el que pasa el Camino y más en una ciudad como esta, vinculada al origen del culto jacobita y ya en si misma un gran centro de peregrinación medieval con las reliquias de santos, apóstoles, María y el propio Cristo en su Cámara Santa, de ahí la advocación catedralicia a San Salvador y que desde la Edad Media resuene por toda la cristiandad, hasta la saciedad, el dicho que afirma que "quien va a Santiago y no al Salvador, visita al criado y olvida al señor"

Foto: web del Monasterio de San Pelayo

Tarta de avellana, simplemente deliciosa

Foto: web del Monasterio de San Pelayo

Cocadas, exquisitas pastas de coco, otra dulce tentación

Foto: web del Monasterio de San Pelayo

Ablaninos (de ablana 'avellana'), maravilla de maravillas

Foto: web del Monasterio de San Pelayo

Galletas de Oviedo (la 'O' de Oviedo)

Foto: web Monasterio de San Pelayo

Las Rosquillas de San Blas, que proceden del extinto monasterio vecino, también benedictino y femenino, de Santa María de la Vega, desamortizado en 1836 (luego se hizo en él y sus terrenos la Fábrica de Armas de Oviedo), cuyas monjas fueron reubicadas aquí en San Pelayo, trayendo este preciado manjar, como explican en la web de este convento:
"En el siglo XIX, nuestro monasterio recibió una reliquia de san Blas.ç 
Procedía de la Comunidad de monjas benedictinas de Santa María de la Vega, también en Oviedo, que fue expulsada de su monasterio y recibida en nuestra casa. Con ellas trajeron la reliquia y la devoción al santo. 
Hemos recuperado la tradición de las rosquillas de San Blas, extendida por muchos lugares. 
También hoy el santo obispo mártir, convoca muchas personas que acuden a nuestro monasterio a venerar su reliquia pidiendo su intercesión para las enfermedades de garganta".

Sobre estas mismas rosquillas, seguimos atendiendo a las descripciones de Javier Llavona:
"A finales de enero, el horno de "Las Pelayas" está a pleno rendimiento. Tras la campaña navideña, y a pocas semanas de que comience la Cuaresma, las religiosas preparan uno de los dulces bocados más exclusivos de Oviedo: las rosquillas de San Blas, que se comen en honor a este mártir conocido por sus milagros relacionados con temas de salud, especialmente en su día (3 de febrero) y durante estas fechas. 
Para adquirirlas se hace como antaño, a través del despacho que las benedictinas tienen en el propio monasterio y que permite que turistas y ovetenses disfruten de esta tradición. "Las Pelayas" también elaboran otros productos artesanales, a base de frutos secos y mantequilla, que se pueden saborear todo el año. Como el surtido, por docenas, de sus pastas de té o las sencillas pastas de mantequilla. Sin artificios, sin ruido y con el cariño y mimo que se lleva desarrollando en este monasterio desde mediados del siglo XIX". 
Foto: Monasterio de San Pelayo

Si tenemos oportunidad, sobre todo si nos hospedásemos aquí o tuviésemos ocasión de participar en alguna liturgia, visita, acto público, jornada de convivencia o similar, no dejemos de aprovechar para departir con esta religiosas y visitar este histórico convento ovetense, asturiano y caminero por excelencia


Una visita al convento en Navidad, pudiendo disfrutar el canto gregoriano al órgano, de la realizada el 25 de diciembre de 2014 daba cuenta así El Comercio al día siguiente:
"Las monjas benedictinas de San Pelayo abrieron ayer de nuevo las puertas de su casa, el monasterio, para que los fieles disfruten de una tradición de siglos. La calenda, el canto gregoriano con el que cada 24 de diciembre se anuncia el nacimiento del Salvador, pudo ayer volver a disfrutarse. La tradición se ha ido perdiendo con el paso de los siglos, pero las monjas de San Pelayo no solo la conservan, sino que también la comparten. El canto narra la Natividad del Señor acompañado de la música de un órgano".

Deambulando por el cenobio y sus claustros. El claustro central, del siglo XVII, es el corazón del monasterio, en torno al que se distribuyen las diversas dependencias monásticas, así como lugar de procesiones como la del Domingo de Ramos y la de la Fiesta de la Presentación del Señor o Candelaria el dos de febrero

Foto: Monasterio de San Pelayo

En medio hay un pozo con un templete clasicista y fue construido sobre un claustro anterior, medieval, con proyecto de Melchor de Velasco en 1657, levantado luego por Ignacio de Cajigal entre 1664 y 1666 si bien con algún cambio respecto al diseño original. Los dos eran renombrados arquitectos trasmeranos. "El estilo es austero y clasicista dentro del barroco", afirman en la web del monasterio


Coro de San Pelayo, hit-parade del Gregoriano, Las Pelayas sacan disco puede ser un titular perfectamente hoy como mañana y hace tiempo, como lo fue para el corresponsal de La Nueva España E. Vélez el 17-2-2012:
"Las voces de las monjas benedictinas de San Pelayo saldrán del monasterio ovetense por sexta vez. La comunidad religiosa de la calle de San Vicente acaba de editar un nuevo disco. «Celebración eucarística en rito hispano-mozárabe» completa la lista de trabajos discográficos realizados hasta el momento por las Pelayas; esta vez, bajo el sello Aris Música. 
La comunidad benedictina presentará hoy el disco en el monasterio, a las doce de la mañana, durante un acto que contará con la presencia de la abadesa, Rosario del Camino; la directora del coro, Ángeles Álvarez, y la organista, María Covadonga Querol. El disco reproduce la grabación de una misa celebrada en honor de San Pelayo el 6 de diciembre de 2004, con motivo del 50.º aniversario de la consagración de la iglesia del monasterio. 
Junto al nuevo trabajo la comunidad religiosa ha editado ya cinco discos, puestos a la venta en el propio monasterio y librerías especializadas en publicaciones religiosas: «Cantate Domino, Alleluia», «El lenguaje orante del gregoriano y las campanas, celebración y anuncio de nuestra fe», «Canto gregoriano en el Milenario de San Pelayo, mártir», «Calenda de Navidad y primeras vísperas» y «Escucha». 
La calidad musical de las Pelayas ha sido reconocida en numerosas ocasiones. La Conferencia Episcopal española concedió hace siete años a las monjas benedictinas ovetenses el premio «Bravo» por su larga trayectoria en el canto y como reconocimiento a «su labor en servicio de la dignidad del hombre, de los derechos humanos y de los valores evangélicos». 
En 2007, el municipio otorgó la medalla de oro de la ciudad a la comunidad de monjas del monasterio de San Pelayo por su contribución al mantenimiento de la cultura asturiana con especial mención al canto gregoriano. La ceremonia tuvo lugar por primera vez en su historia en las instalaciones religiosas de la calle de San Vicente en lugar de la Casa Consistorial, debido a la orden de clausura a la que están sometidas las Pelayas. 
La abadía de la calle de San Vicente es una de las que ofrecen mayor calidad coral de toda España, en concreto, para el canto gregoriano. Una de las tradiciones más destacadas de la comunidad religiosa es el canto medieval de la calenda, con el que las Pelayas anuncian cada 24 de diciembre el nacimiento del Salvador. Durante la celebración, las hermanas hacen una excepción y abren las puertas del monasterio a todos los fieles para que puedan oír la calenda, que se interpreta a capella, con una melodía muy sencilla y monocorde que en gregoriano recibe el nombre de «tono de lecciones». 
Las voces interpretan el cántico en solitario hasta que llega el momento más importante de la ceremonia: la narración del nacimiento de Jesús, en que la melodía cambia, sube una cuarta y durante unos minutos sólo suena la música de órgano en el recinto. El monasterio de San Pelayo es una de las pocas comunidades religiosas que conserva esta tradición medieval eclesiástica, relegada tras el Concilio Vaticano II, pero que están retomando monasterios, abadías, catedrales y parroquias de todo el país".

Celebración de San Blas


Y en este arca están depositados los huesos de San Pelayo, los cuales pasaron por diversas vicisitudes, que nos cuenta La Voz de Asturias del 28-11-2018 en Cuando los franceses tiraron los huesos de San Pelayo a un gallinero:
"El monasterio de Las Pelayas de Oviedo guarda en su iglesia los restos del santo que le da su nombre y que han sufrido una historia más bien ajetreada desde la muerte del mártir hace casi once siglos. El penúltimo episodio lo protagonizaron las tropas francesas durante la guerra de independencia, cuando invadieron la capital asturiana, ocuparon el convento y arrojaron las reliquias a un gallinero de donde más tarde las rescataron las monjas benedictinas. 
Así lo cuenta el libro que publicó sobre el monasterio Juan Blas Sitges (Historia de San Pelayo) en 1914, un peculiar empresario y escritor que pasó sus últimos años de vida y está enterrado en Asturias. Pero esto es otra historia. 
Sitges cuenta que en 1810, cuando Napoleón ordenó al general Bonet ocupar Asturias, los soldados franceses de paso se acercaron a saquear Las Pelayas y robaron la urna de plata donde se encontraban los huesos. Obviamente, solo les interesaba la plata. 
Las monjas se habían marchado ya ante la amenaza de invasión bonapartista. A su vuelta, «encontraron los restos de San Pelayo envueltos en los tafetanes que los cubrían» y tirados de cualquier manera en el gallinero del convento; parece ser que los soldados no les vieron ninguna otra utilidad. De inmediato se construyó una urna de madera «bastante modesta» y se colocaron en el altar mayor de la iglesia del monasterio, donde siguen hoy en día. 
Según las versiones más o menos conocidas (existen al menos dos), el viaje del niño santo comienza en Córdoba en el siglo X. Su tío Hermogio cae prisionero de los moros en la Val de Junquera y luego es cómodamente, para él, canjeado por Pelayo, que tenía 10 años de edad. 
Después de un cautiverio de tres años y medio, Pelayo se niega a convertirse y también, al parecer, a los requerimientos amorosos del rey Abderramán III. Por esos dos motivos es asesinado, desmembrado y sus restos arrojados el río Guadalquivir. 
De ahí lo recogen unos cristianos que habían oído la historia y lo sepultan en varias iglesias cordobesas. Después, su leyenda crece y Sancho I consigue trasladar los restos del niño mártir a León, donde es depositado en el convento de San Juan Bautista. Posteriormente, frente a la amenaza del avance de Almanzor a finales del siglo X, Bermudo II se lleva a Oviedo los huesos que entrega al monasterio de Las Pelayas (entonces se llamaba San Juan). 
A finales del siglo XVII, cuenta Sitges, los monjes de San Vicente quisieron hacerse con las reliquias de san Pelayo, «por lo que el gobernador, el obispo y el cabildo, cuyas relaciones con las monjas de San Pelayo no siempre han sido cordiales, pusieron barras de hierro y candados en el arca». Tras mucho pleitear, las monjas optaron por encargar un arca de plata, la que robarían los franceses en 1810, para trasladar los restos. Pero algunas reliquias, a petición del ayuntamiento de Oviedo, fueron enviadas de nuevo a Córdoba. Las monjas, indignadas, acudieron al Papa en 1804 para que prohibiera abrir la urna de nuevo, cosa que Pío VII concedió. 
Actualmente, los huesos se encuentran en una urna de plata de cuatro patas en forma de tortugas, con ángeles labrados tocando instrumentos musicales (entre ellos la gaita) en los laterales y una imagen yacente del santo en la tapa. 
Después vino la desamortización de 1837 y la secularización de los conventos y «este fue un golpe terrible para San Pelayo. La Hacienda se incautó de los bienes del Monasterio y se apoderó de los papeles y libros del mismo. Los 42 legajos que existen en el Archivo Histórico nacional, resto de lo que de San Pelayo se extrajo, están sin orden ni concierto, y su examen prueba que sólo son una parte de los que del monasterio se sacaron», cuenta Sitges. 
«Felizmente», concluye, «el monasterio no se disolvió y continuaron las monjas en él, viviendo con suma penuria y haciendo una vida harto mortificada». Pero el mundo siguió girando y hasta el siglo XXI han llegado la comunidad… y las reliquias".

Voviendo atrás, regresamos al exterior, con la triple arquería de la fachada y sus verjas vista ahora desde dentro


Afuera, en la calle San Vicente, las casas, dispuestas en fila, siguen la cuesta hacia arriba a la derecha, como hace el Camino. Ahí está el bar Casa Cundo, el clásico bar de Oviedo que hasta conserva el mismo mobiliario que cuando abrió, titula, haciendo gala de la solera del establecimiento, Esther Rodríguez en el periódico La Voz de Asturias del 8-8-2023:
"Como si estuvieran en su propia casa o tomándose algo en el bar del pueblo. Así es como se sienten los clientes de Casa Cundo. Nada más que ponen un pie en este pequeño pero acogedor establecimiento que es como los de toda la vida, su propietario Joaquín Morán ya sabe o intuye lo que quieren. ¿Café, no?, le pregunta a un joven que acaba de entrar por la puerta. Sí, le responde este sin aclararle si lo quería solo, con leche o descafeinado. Pero al hostelero no le hace falta conocer ni siquiera este detalle, puesto que son ya muchos los años atendiendo a unos consumidores que son parte ya de la familia de este negocio que se ha convertido en un clásico en Oviedo.
Casa Cundo lleva más de medio siglo siendo el punto de encuentro de muchos ovetenses, sobre todo su terraza que es uno de los rincones favoritos de los clientes. Fue en el año 1970 cuando el establecimiento, situado en el bajo número 20 de la calle de San Vicente, de Oviedo, abrió sus puertas en Oviedo. Lo hizo de la mano de Secundino, un hostelero «muy conocido» en la zona dado que había regentado durante siete años el bar División Azul -donde hoy en día está el Museo Arqueológico- y por tanto a escasos metros de su nuevo emprendimiento. 
 Desde que se inauguró, como si de un goteo constante se tratase, los ovetenses entran y salen del bar para tomarse un café o un buen vino, ya bien sea a la hora del almuerzo, del vermú o de la cena. Hubo además un tiempo en el que algunos de ellos incluso comían en el propio establecimiento. Lo cierto es que Casa Cundo, en un primer momento, se servían todo tipo de platos de cuchara, así como cualquier otra elaboración preparada por Herminia, la mujer de Secundino. Sin embargo, tras el fallecimiento de esta se puso fin al servicio. 
A día de hoy, para que los clientes puedan echar un bocado y llenar sus estómagos cuentan con varios pinchos. Es lo único que ha cambiado del establecimiento, puesto que el funcionamiento sigue siendo el mismo, al igual que el mobiliario. «El bar está tal cual como cuando se abrió. Las mesas, las sillas y demás muebles llevan aquí desde el minuto uno», asegura Joaquín Morán, marido de Ana -hija de Secundino y Herminia- y actual propietario.  
En este punto, Joaquín Morán, quien lleva las riendas del negocio junto con su mujer y su cuñada María José, quienes se criaron en el mismo, cuenta que en el momento que entró a formar parte del bar, a principios de los 80, quiso reformar el mismo. «La gente me animó a no hacerlo, les hice caso y dinero que me ahorré», reconoce, antes de señalar la caja registradora que «es la misma de siempre» 
Esta es de las antiguas, con un cajón que se abre manualmente y que tiene compartimentos para guardar los billetes y las monedas. Es por ello que abonar una cuenta sin dinero efectivo es impensable en Casa Cundo. «Pago mínimo con tarjeta 500 euros, gracias», reza un cartel del establecimiento, donde la tecnología brilla casi por su ausencia a no ser por una televisión que está constantemente encendida. 
Aunque para muchas personas pagar en efectivo puede resultar inconcebible, debido a los tiempos que corren, los clientes de Casa Cundo están más que acostumbrados. En realidad, están hasta familiarizados con la forma de ser de Joaquín Morán, quien es «muy borde y repunante», tal y como él mismo asegura. De hecho, «cuando la gente me conoce dicen que les dan ganas de no parar más por aquí». Sin embargo, en el momento que ponen un pie por la puerta, se sienten tan a gusto que deciden volver una y otra vez. 
Una amplia y fiel clientela 
Debido a su proximidad a la facultad de Psicología y otros centros de estudio, gran parte de sus clientes son estudiantes, quienes como si de un ritual se tratase entre clase y clase se escapan para tomar un café o una cerveza en su terraza. También profesores y catedráticos de la Universidad de Oviedo frecuentan el establecimiento. Y, por supuesto, están los veteranos que acuden a diario y desde bien temprano para tomarse una buena copa de vino o echar la partida a las cartas, generalmente por las tardes. 
Algunos de estos consumidores frecuentan Casa Cundo desde sus inicios. «Tengo clientes que llevan viniendo desde que yo empecé aquí. Y grupos que vienen todos los fines de semana a tomar algún calimocho desde hace 30 años o así, algunos aunque no lo hacen todos los fines es raro que no lo hagan una vez al mes», asegura Joaquín Morán, antes de señalar que también al bar de vez en cuando acude gente «nueva» y «eso que no lo tengo anunciado por ningún sitio», pero al fin y al cabo, el boca a boca lo hace todo. 
A pesar de mantener una amplia y fiel clientela que ha permitido a Casa Cundo sortear todo tipo de crisis económicas, «ya no es lo mismo que antes». «Ahora la gente es más distante, mientras que hace 10 o 12 años se conocían todos los grupos y hablaban unos con otros. A día de hoy ya casi ni dicen hola e incluso a veces no hablan ni entre ellos porque están todo el rato con el móvil», lamenta Joaquín Morán. 
No obstante, el hostelero está «muy orgulloso» de sus clientes y agradece la confianza a los mismos. «Si tienen que esperar no ponen ningún tipo de problema. Cuando van a la terraza, sobre todo los jóvenes, no tiran al suelo ningún casco de pipa, ni colillas ni tampoco escupen. Es más si se les cae el calimocho, la cerveza o algo, inmediatamente ya me dicen: “Joaqui, te cojo la fregona para limpiarlo” y claro el resto de la gente que está aquí, flipa, pues lo normal es que lo limpie yo», resalta. 
Es más, «por Carnaval, San Mateo u otra fiesta en la que el bar estaba lleno y no se cogía, en el momento que llegaba la hora de cerrar, daba igual quien hubiese que yo dejaba de servir. Algunos grupos de fuera me lo recriminaban y yo les contestaba que en 10 minutos no iba a haber nadie dentro. Me decían que era imposible. Entonces, apagaba las luces y la gente iba marchando sin decir nada. Les parecía increíble y me preguntaban que cómo estaban tan amaestrados. Y claro, aquí saben lo que hay y me conocen», rememora antes de señalar que «si hay un poco de jaleo en la terraza, con solo asomarse ya se callan». 
Las anécdotas de Casa Cundo son infinitas, sin embargo, si hablamos de futuro la cosa ya cambia y para muchos supondrá un gran batacazo. «Es muy probable que la historia del bar se termine ya aquí», asegura Joaquín Morán, quien tiene pensado jubilarse el año que viene. «Llevo toda la vida aquí, desde los 21 años y ya voy a hacer 64. Estoy ya cansado y quiero dejarlo», reconoce antes de señalar que no habrá relevo generacional. Tan solo tiene un hijo y este «solo viene por obligación, para echar una mano en casos puntuales». Por ello, con el objeto de homenajear al fundador de este emblemático bar y agradecer la confianza de los clientes, el hostelero quiere hacer un encuentro y juntarse todos para así rememorar viejos tiempos. Motivo por el cual, anima a todo aquel a sumarse al mismo".


En una segunda parte, en Cuéntanos tus mejores recuerdos de Casa Cundo, resumen así la larga trayectoria de este emblemático bar ovetense:
"Por muchos años que transcurran, hay bares de Oviedo que no pasarán de moda. Aunque no destacan por tener una decoración vanguardista y por lo general no suelen figurar en portales gastronómicos, poseen un encanto único. Se asemejan a los bares del pueblo donde todo el mundo se conoce por el nombre y las charlas se alargan hasta las mil quinientas mientras se disfruta de un buen café o una copa de vino. Es por ello que por sus cuatro paredes han visto pasar generaciones y generaciones de ovetenses, puesto que estos se sienten como en casa. 
Uno de estos clásicos de la capital asturiana es Casa Cundo. El bar, situado en la calle de San Vicente de Oviedo, se ha convertido en un verdadero centro social, donde la terraza es el gran atractivo. Lleva más de 50 años abierto y desde entonces atesora anécdotas de cientos de clientes".

Calle San Vicente arriba y seguidamente a Casa Cundo están el Café Feijoo y la veterana academia de baile que es la Escuela de Danza Belén Novo, por donde seguiremos camino hacia la Plaza Feijoo, donde la estatua del escritor benedictino, teólogo, polígrafo y ensayista Benito Jerónimo Feijoo y Montenegro Puga, más conocido como El Padre Feijoo, o Fray Benito Jerónimo Feijoo, preside dicha plaza de su nombre ante el que fue su monasterio de San Vicente, cuya fundación por pacto monástico en el año 781, tras el establecimiento veinte años antes, en el 761, de los monjes Máximo y Fromista o Fromistano en este lugar, supondría el germen de lo que es la ciudad de Oviedo/Uviéu


Nada queda, salvo algún elemento arqueológico, del cenobio primigenio, ni siquiera del posterior, románico, al ser reformado totalmente en el siglo XVI. Hasta la advocación desapareció de su iglesia con la desamortización, pasando a ser la parroquial de Santa María la Real, mientras el claustro, a su izquierda, pasó a nuevos usos, principalmente ser la sede el Museo Arqueológico de Asturias



Enfrente, al otro lado de la Plaza, los monjes benedictinos ampliarían las dependencias monásticas con un Colegio de Teología que es en nuestros días la Facultad de Psicología de la Universidad de Oviedo. 


Y en medio de esta plaza, Benito Jerónimo Feijoo, en pose pensativo, mira de frente al viejo monasterio, cuyo conjunto sigue llamándose de San Vicente, ante el que pasan diariamente numerosos viandantes, estudiantes, vecinos, visitantes y peregrinos...








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