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miércoles, 26 de febrero de 2025

SAN LÁZARO Y LA MALATERÍA DE CERVIELLES: ENTRANDO EN EL CASCO URBANO OVETENSE POR EL CAMINO DEL SALVADOR (ASTURIAS)

Carretera la Bolgachina y San Lázaro

El Camino del Salvador entra en la ciudad de Oviedo/Uviéu, capital de Asturias, por el sur, siguiendo la Carretera de La Bolgachina, aquí calle Armando Collar y antigua Carretera de Castilla, entrando en el barrio de San Lázaro, cuyo nombre procede de la antigua advocación de la cercana malatería de Cervielles o Entrecaminos, hospital de malatos o leprosos, el cual siguió evolucionando en su actividad hasta fechas recientes, cambiando de usos y de nombres, pero siendo llamado desde siempre La Malatería


Su sucesor fue un asilo, casa de caridad, que fue reconstruido en 1929 con el apellido de su benefactor como Albergue Cano Mata, que pasó a ser la Residencia San Lázaro, junto a la que pronto pasaremos y que, desocupada en este momento y siempre llamada La Malatería, insistimos, se lucha por conservar, dado que se trata de una institución con nada menos que ocho siglos y medio de historia


Su testimonio más antiguo es el de una venta, mencionada en un documento del año 1146, propiedad de una tal María Pérez que, con su marido Juan Alfonso, venden una heredad a Giraldo Giraldi, vicario de Santa María de Cervielles, este mismo lugar ya mencionado en 1235 como Santa María y San Lázaro de Cervielles y del que, en 1251, ya conocemos el nombre de una de sus pacientes "María Martín la malata de Cervielles", todo según los estudios del investigador José Ramón Tolivar Faes en su libro Hospitales de leprosos en Asturias durante las edades Media y Moderna


Allí vemos las señales que nos indican subir a La Malatería por la calle de este nombre, que tomaremos a la izquierda nada más llegar a ella


En cuanto al barrio de San Lázaro o San Llázaro, otro erudito, Adolfo Casaprima Collera, nos cuenta en su Diccionario geográfico del concejo de Oviedo que era una antigua zona rural al sur de la ciudad que está "hoy integrado totalmente en la red urbana de la capital", cuyos límites eran:
"... el antiguo barrio de San Roque (parte superior y oeste del parque público del Campillín) y el de Santo Domingo (parte inferior y este del Campillín), al norte; Los Catalanes, al oeste; Otero y Villafría al este; y el antiguo barrio del Caño del Águila al sur".

Y por el sur, recalcamos, llegamos nosotros, mientras nosotros cruzamos aquí El Ríu Gafu a la vez que  vemos, arriba a la izquierda al final de la cuesta, el edificio de La Malatería, la Residencia de San Lázaro o Albergue Cano Mata, construido en 1929 en el solar de aquella vieja institución hospitalaria, "la antigua malatería que se levantaba en esta zona, por donde solían entrar los peregrinos en la ciudad", continúa explicando Casaprima Collera


Entre diversas acepciones la palabra gafu 'infectado, enfermo, malo, enfadado, etc.', también era sinónimo antaño de leproso, por lo que su topónimo podría estar directamente vinculado etimológicamente con La Malatería, al igual que San Lázaro, patrón de los leprosos, al que suelen estar dedicadas las malaterías y sus santuarios o capillas anexas


El Gafu pasa canalizado. Al partir de aquí y hacia el oeste se extiende el Parque de Invierno, un verdadero cinturón verde y pulmón de naturaleza en torno a la ciudad. Su construcción fue aprobada en 1988 si bien ya en 1952 había expresado tal idea el alcalde Alonso de Nora. A lo largo de la década de 1990 se desarrolló el parque en fases, con proyecto de los arquitectos José Ramón García Conde, Julio Murias y Armando García. Escribe del río y de estos parajes el escritor José Ignacio Gracia Noriega en El Caserón, dentro de su serie Territorios perdidos:
"El río Gafo separa las parroquias de La Manjoya y de San Lázaro de Oviedo, y su nombre, Gafo, certifica el paso de peregrinos por estos antiguos campos, y el temor a las enfermedades y plagas que los ambulantes pudieran transportar y trasmitir. De ahí la advocación de San Lázaro, que ahora afecta a todo el barrio y que lo fue del hospital que allí se encontraba. La Malatería, con setecientos años de vida, fue el establecimiento benéfico-sanitario más antiguo de la provincia, convertido en el siglo XX en asilo de ancianos. El barrio de San Lázaro, en la actualidad, se extiende desde el final de la calle del Arzobispo Guisasola hasta el alto del caño del Águila, en los Arenales, el barrio donde se encuentra el cementerio de El Salvador, bordeando la antigua carretera de Castilla. O sea: por el hospital se va al cementerio."

Andado el tiempo el nombre de Cervielles para esta zona, tal vez lugar de ciervos o acaso lugar de ríos, se pierde, posiblemente debido a un cambio de titularidad al pasar del Convento de Santa María de San Lázaro al la Justicia y Regimiento de la Ciudad

Así empieza a simplificarse en San Lázaro: en 1458 aparece nombrada como Santa María Magdalena de San Lázaro de Entrecaminos, quizás como manera de diferenciarla de otra, existente al norte de la ciudad, la de San Lázaro de Paniceres, con la que existía importante relación. Otras veces, como en el registro de los 150 maravedís del canónigo Don Alonso Rodríguez de Oviedo de 1493 aparece simplemente San Lázaro y en 1526 es denominada por última vez San Lázaro de Cervielles cuando por testamento Doña Mencía Fernández de León, esposa del Contador Don Rodrigo de la Rúa, dona a esta malatería y a la de Paniceres sendas fanegas de pan reflejando por escrito que se les den a "los pobres de las dichas casas, sin que el capellán ny mayordomo lieben ni hayan parte alguna dellas"


Aquí pues, dejamos la calle Armando Collar para tomar la de la Malatería, que sigue el trazado del antiguo camino, el cual se dirige a ese antiguo hospital de leprosos, del que sabemos, ya en 1261, del superior del convento de Santa María y San Lázaro que lo amparaba, Juan Guibor

Un leproso en Schilling Gottfried (1778), De lepra commentationes

Existe un permanente debate histórico sobre el trato, consideración y cuidados dados a los malatos que, en realidad, no eran únicamente leprosos, sino afectados de otras enfermedades de la piel consideradas lepra, que horrorizaban a la sociedad, temerosa del contagio a causa del espanto que provocaba con desfiguraciones y llagas en la cara y todo el cuerpo de los enfermos a los que, por un lado, se les apartaba pero, a la vez, se les instalaba en los caminos más importantes, permitiéndose cierta integración, al menos en épocas no proclives a pestes y epidemias

Leprosos. William Brassey Hole

Desde siempre, en la curación de esta enfermedad intervinieron prácticas que buscaban remedios tanto naturales como sobrenaturales, basadas en el baño e inmersión en las aguas de determinadas fuentes y manantiales considerados salutíferos y, a la vez milagrosos. No hemos de olvidar que el agua es un elemento de importancia fundamental en todas las creencias, donde siempre se presenta como curativa y sanador porque 'lava y limpia', no solamente los males físicos sino también espirituales, como ocurre por ejemplo en el rito de bautismo. Mucho antes que la medicina recuperase las ideas de higiene y baño, pueblos de este entorno cultural como celtas, romanos, griegos, etc., tenían gran aprecio por saunas y balnearios, alimentados por fuentes milagrosas a las que tenían como morada de las divinidades de la salud, la fortuna y la naturaleza


Además de la curación por agua, tal vez en este mismo Ríu Gafu, durante siglos la medida más eficaz contra la extensión de la enfermedad fue el aislamiento y la separación de los afectados. Pero parece que esta norma no se aplicó, al menos en Asturias, de forma siempre estricta, pues se sabe que los enfermos llegaron a hacer, al menos en los tiempos en los que esto se recoge documentalmente, una vida casi normal dentro de su estado, salían por los campos y caminos, pedían limosna, cogían fruta de los árboles, entraban en las tabernas o, incluso en ciertos casos, en algunas casas; acudían a ferias y mercados y mismamente algunos se casaban con personas sanas

Recreación de leprosos de la antigüedad. Foto Fusión Medieval

Es muy posible que se intuyese que la enfermedad, o males similares no fuese tan contagiosa a pesar de todo, pero lo cierto es que aquí no se oficiaron las macabras ceremonias, tan celebradas en otros lugares, en las que se solemnizaba la muerte del leproso para la vida en el mundo y, pese a la existencia de ordenanzas que amenazaban con castigos a los malatos que no hicieran caso a las normas que les conminaban a hacer vida aparte, a la hora de la verdad parece que rara vez se aplicaban

Jesús cura a los leprosos

El amparo a estos malatos y a sus instituciones de acogida fue pues siempre considerado pues una de las máximas misiones caritativas cristianas, recogido ya en la Biblia y aplicado por particulares y por órdenes religiosas, la nobleza y los reyes, así en 1289, el magnate Pedro Díaz de Nava dona cien maravedís a esta y otras malaterías asturianas. En 1331 el poderoso noble Rodrigo Álvarez de las Asturias beneficia en su testamento a las malaterías asturianas y muy especialmente a las ovetenses de San Lázaro y de Paniceres con 400 maravedís a cada una


En 1343 otro noble, Fernando Álvarez Valdés, dispone en testamento que "bendan todas las mys bacas e todo lo que balieren mando que lo den a los lazerados de San Lazaro que moran en esta tierra de Asturias". En 1343 el mismo Fernando donará a las malaterías ovetense de San Lázaro y de Paniceres, al igual que a otras del centro de Asturias "sendas fanegas de pan en cada un logar"

Leprosos, uno con tablillas y otro con muletas, a quienes se niega el paso a una ciudad, de Vicent de Beauvais (1184-1264)

A pesar de ello siempre existió el temor al contagio, especialmente a través del agua, tanto de ríos como de fuentes y acequias. Por ello en 1274 el Concejo de Oviedo estableció muy severas medidas para que los leprosos, entre los que había sin duda personas aquejadas por otras enfermedades que no eran lepra pero se tenían como tales y que como era común deambulaban con cierta libertad, no pasasen al interior de la ciudad...
"sinon for el dia de la cruz ata el mediodia, et el malato que en otro tiempo y entrara enna villa por la primera primera vez sáquenlo a aguillonadas (golpes a manera de pinchazo) de la villa, et por la segunda vez que lo batan  (golpear repetidas veces) et por la tercera que lo quemen"

Nunca debieron de ser del todo siempre aplicadas estas salvajes órdenes tal y como acontecía en otros lugares, pero sí existieron requerimientos al juez de alguna de las leproserías para que, como en 1543...
 "no consienta que ningún malato de su término aquí ande ni esté, especialmente un mozo de Lanera e Arango: que se notifique a los malatos que se vayan dentro de tercero día so pena de cient azotes"

Es muy interesante un documento del Ayuntamiento fechado el 20 de agosto de 1526 por el que conocemos el tratamiento de una paciente, María González de Perera, consultada por el licenciado Prado Médico para discernir si padecía la enfermedad, dando positivo y dando la causa en contagio "por la conversación que tubo con los leprosos", siendo ella enviada a Paniceres y otro leproso a la allí llamada San Lázaro del Camino. Ambas instituciones acogían enfermos de ambos sexos, lo que dio ocasión a que muchos intimasen, siendo también motivo para ser castigados, por ejemplo en 1524 se expulsa de la leprosería por esa razón a...
 "Catalina, fija de Gonçalo Martínez de los Barreros, malata de la casa de San Lázaro, por dos meses y mas lo que fuere la voluntad de subceder, que no entre en la casa e no goce de la racion, e que por otros dos meses no aya racion e este en la casa, y que el pan de su ración lo distribuya el juez a otra pobre, y que del dia que paso fasta hoy no aya tampoco racion de dinero y lo aplicara para el reparo de la casa"

Todavía en fecha tan tardía como 1737 el Ayuntamiento recuerda a los malatos la "prohibición de salir por las noches a pedir limosna, como solían hacerlo". Incluso en 1749, poco años antes de su cierre, se percibe que los leprosos aquí residentes solo debían ser ser una pequeña parte de los ingresados, pues se reglamenta que los pobres más enfermos y paupérrimos, los que se apiñaban en torno a los hornos del pan, fuera de la ciudad por orden tras los pavorosos incendios que la arrasaron, fuesen recogidos en San Lázaro...
"Con motivo de albergarse en el horno de la Plaza considerable número de pobres, muchos gravemente enfermos, y hasta en el último término de la vida, con notorio desamparo y causándose además grave daño al vecindario, siendo posible que fuera ocasión de contagio, se dispuso tomar una resolución pronta y eficaz, para lo cual se recojan en el Hospital de San Lázaro de entre Caminos..." 

Así fue como en 1751, de los veintiún pacientes existentes fuesen dados de alta once "por reconocer hallarse libres de lepra" llegando a denunciarse con ironía por parte del Marqués de Camposagrado que "la Malatería de San Lázaro no sirve más que de alvergar Sarnosos que los Médicos baptizan con lepra"


Cuando, al menos desde 1458, la ciudad tuvo la malatería a su cargo y con ello el derecho a nombrar capellán, debieron existir normas administrativas que regulaban su funcionamiento, pero es en las llamadas Ordenanzas de Hernando de la Vega, dadas por los Reyes Católicos el 10 de junio de 1494, reescritas por Santos de San Pedro donde se lee que en ella se daba hospedaje a leprosos y a pobres, los cuales habían de ser visitados por el médico correspondiente, todo supervisado por un juez nombrado cada año por el Ayuntamiento, así como dos regidores que "rindan cuentas con el mayordomo de la Malatería". Debían mantenerse...
 "doce o más leprosos, vecinos del concejo, y se de a cada uno 73 reales y medio de limosna por Navidad y otro tanto por San Juan. Que ninguno sea admitido sin declaración del Médico, ni sin información de pobreza, y que el Cura, Juez, Mayordomo, Escribano, malatos, etc. no cobren propina a los que ingresan"

También se estipula que el capellán nombrado había de dar misa tres veces por semana y celebrar las festividades del hospital los días del Santo Ángel de la Guarda, San Lázaro y Santa María Magdalena. También que "por los inconvenientes que tiene que los dichos malatos anden por las calles de la Ciudad se les de una Criada", esto es, una mujer a su servicio que les pida limosna en su lugar, les sirva recados y les lleve el agua. Algunos capellanes de esta malatería llegaron a ascender a puestos catedralicios, como en 1673 Don Mateo García Escajadillo, que renuncia a su cargo y residencia al ser ascendido a "Canónigo de la Santa Catedral" 


Juez y médico habían de pasar por la malatería al menos dos veces al año, por Navidad y San Juan, dando de alta a los sanos y, el primero además, había de estar siempre para recibir a los pacientes a su ingreso, llevando los libros con sus datos y bienes el escribano del Ayuntamiento. Otro dato de importancia es que las atenciones del hospital se habían ampliado a los niños expósitos


Las limosnas, como vemos, constituían otra de las fuentes de financiación de la malaterías, siempre como un cobrador como en 1523 Juan de Luna, al que se le manda que...
  "pida para los malatos segund costumbre, (y) que una vaca vieja que la venda a quien mas por ella diere, e los maravedís los traiga a la casa de consistorio, dé orden o compre otra nueva para adelante, e Juan de Luna quedó e se obligó de acudir con los dineros e los traer a la dicha casa o comprar otra vaca para provecho de la obra de la casa de San Lázaro"

El grado de ocupación y el número de ingresados o residentes variaba mucho, en 1574 solo había dos enfermos, dato que se conoce por la documentación expedida al ingresar un tercero, Alonso de Ables, con plaza vacante al fallecer la residente María González. Sin embargo, en otras fechas, como 1626 se dice que había "bastantes malatos"


Bifurcación: a la izquierda se entra en el Parque de Invierno, el Camino sigue de frente, subiendo a La Malatería. Este barrio de San Lázaro fue, reiteramos, aún no hace demasiado tiempo, una parte rural del extrarradio, un tanto apartada de las antiguas murallas


Los malatos estaban apartados del centro de la urbe pero, a la vez, bien comunicados en uno de sus accesos más importantes, el que comunicaba la ciudad con la meseta, de muchísimo tránsito de arrieros y mercancías, así como de viajeros en general, entre ellos muchos peregrinos que, haciendo caso a la máxima, de origen medieval, que se proclamaba por toda Europa diciendo que "quien va a Santiago y no al Salvador visita al criado y olvida al señor"


La catedral se San Salvador o del Salvador fue además en sí misma un gran centro de peregrinación con las veneradas reliquias de la Cámara Santa, impulsado especialmente tras la concesión del Jubileo de la Santa Cruz en 1438 por el papa Eugenio IV. Muchos peregrinos venía por la costa, pero cuando el camino de la meseta, que llegó a ser el principal según los reinos cristianos se expandían al sur, llega a León, muchos peregrinos se desviaban al norte, escogiendo este camino (y otros por otros puertos de la Cordillera que confluían en este), para llegar a la Sancta Ovetensis y entrar por su Puerta de la Perdonanza tras cruzar la puerta del Cimadevilla, en la muralla, donde ahora está el Ayuntamiento


A veces, los hospitales de pobres enfermos, malatos o no, efectuaban traslados de pacientes; así, el Hospital de la Magdalena, sito en la calle de este nombre y cercano a dicha Puerta de Cimadevilla, paso de este Camino y del que hay noticias al menos desde 1458, trasladó sus enfermos a este de San Lázaro en el año de la peste de 1598, al estar más apartado de la ciudad, sacándose de aquí a los leprosos, sin saberse a donde fueron trasladados. Meses después se ordena quemar las ropas de los apestados, pero señala el Gobernador que...
 "en consideración a la mucha falta de ropa en todo este Principado (...) se ponga al aire y al sol para que consuma los malos bapores..."
Foto: Museu d'Historia Medieval de Cúria-Préso

El ingreso en malaterías era comúnmente pues para los pobres, si bien en algún momento, como castigo, fueron encerrados nobles y hacendados caídos en desgracia con la terrible idea de que fuesen contagiados de lepra, tal y como le pasó a finales del siglo XV a Yvan  Bernaldo de Quirós, llevado allí por el poderoso Alonso de Quintanilla, favorito de los Reyes Católicos, a causa de un ultraje que le hizo su hijo Nuño Bernaldo de Quirós, al que castigó exponiéndole como a los bandidos en el muro del convento de Santa Clara y también aplicando la crueldad con su padre


Económicamente, y como acontecía en muchas malaterías, diversas vicisitudes ocasionaban que no siempre las cuentas estaban bien llevadas, ya en 1499 "a pedimento de los pobres y leprosos de S. Lázaro de la Ciudad de Oviedo" se dicta sentencia de multa de 811 maravedís al escribano Juan de Verdemata a causa de ello, y que además subiría a los 10.000 si hace alguna "maña". En 1737 un documento informa que:
"el Hospital de San Lázaro fuera fundado hacía más de 200 años por los vecinos de Oviedo (sin duda cuando pasó a la ciudad) bajo el título de Santa Magdalena, con objeto de recoger leprosos, tomando después la casa el nombre de San Lázaro".

También hubo graves penurias en 1699, cuando se documenta que algunos enfermos había muerto por falta de sustento y se exige que se les abonen los 73 reales que se les deben de las pagas de Navidad y San Juan


Las precariedades continuaron hasta no mucho antes del cierre de la Malatería de San Lázaro. En 1734, una criada, Josefa Suárez, vecina de este barrio, pide los cuatro ducados asignados por llevar el agua a los malatos, tres ferradas, antiguos cubos, diario, manifestando ella que, a causa de secarse la cercana fuente de Fumaxil, debía ir a las fuentes de la ciudad, incrementándose notablemente su trabajo y acordando a causa de ello el Ayuntamiento darle once reales más


De todas maneras y pese a todos los quebrantos, dispuso la Malatería de San Lázaro de buenas prebendas, pues se consignan de los siglos XVI al XVIII más de veinte escrituras de propiedades de esta leprosería en concejos desde la cordillera hasta el mar: Ayer, Mieres, Oviedo/Uviéu y Carreño. 


Aquí en la capital asturiana y su entorno poseía la Huerta de María Blanca, casa y tierra de Fumaxil, una bodega en la Calleja Baja de San Lázaro, donde también tenía la casa de El Rincón, al igual que el prado y huerta de La Cámara y la casa de la Regencia en la calle de Cimadevilla, junto a la torre principal del Ayuntamiento. Otra importante posesión era "la Venta y vienes que llaman del Gallo, sitos en términos de este nombre", que en "1696 el hospital de San Lázaro dio en foro a Manuel Albarez Santullano y su mujer". Otros ingresos eran "dos Privilegios de los juros (deuda pública del Reino de Castilla) situados en Madrid sobre Rentas de Alcavalas y Salinas, expedidos en 26-III.1659", "el primero sobre el primer medio por ciento de la Ciudad de Oviedo, y el segundo sobre la Renta de Salinas de Galicia y Asturias"


La urbanización de San Lázaro y otros antiguos enclaves rurales del sur de la ciudad ha transformado totalmente la zona respecto a la de los tiempos de los antiguos peregrinos que entraban con alborozo en la ciudad. A nuestra izquierda, en otro de los accesos al Parque de Invierno, el Colegio Público Veneranda Manzano, con su polideportivo, centro de enseñanza de este barrio de San Lázaro que fue inaugurado el 1 de septiembre de 1986


Más allá del parque, al oeste, la vista llega a las urbanizaciones de Los Catalanes, El Cristo y Monte Cerrao, hacia donde también se expande la ciudad


Los Catalanes está al al oeste de San Lázaro y es solar del antiguo convento de las Carmelitas, que estaba en la actual calle González Besada, sobre el origen del nombre dice Casaprima Collera:
"Responde el topónimo al hecho de que en el siglo XIX perteneció el lugar a un rico catalán que construyó allí un cortijo, que pasaría a manos de los hermanos Coll y Malat, también catalanes, que completaron la finca con amplias cuadras para el ganado, bautizadas popularmente como Quinta de los Catalanes"

Ahí están los campus de Los Catalanes y El Cristo, de la Universidad de Oviedo. Monte Cerrao era, como su nombre indica, un monte que dio nombre al lugar, antaño compuesto por las caserías de La Matorra, El Coto, Quinta Fontela, Carlones y otras. Ahí estaban La Ería del Cristo y La Ería de La Vega


En El Cristo, advocación de la iglesia del Cristo de las Cadenas, en otra antigua zona rural ovetense se halló, con motivo de las obras de la Facultad de Medicina en 1974, una villae agrícola de tiempos de Roma que tomó el nombre del lugar, Paraxuga o Les Muries de Paraxuga, diminutivo de paraxa, 'terreno liso, aunque pueda ser pendiente', mientras muria hace referencia a muretes de piedra. Villa vergonzosamente desaparecida con motivo de la construcción del edificio universitario. No se hizo nada por preservarla, lo que supuso todo un contraste y una incongruencia


Hermosa vista del Parque de invierno con la senda que recorre la ribera del Gafu, cruzada por varios puentes, hacia La Pereda, del que nos explica también Adolfo Casaprima Collera lo siguiente:
"Barrio y casería de la zona sur de la ciudad de Oviedo. Llámase Pereda al barrio nacido alrededor del Parque de Invierno, donde antiguamente se levantaban casas dedicadas a tareas rurales. Hoy se reduce Pereda a una casería a la que se accede por un camino que, desde la calle Pedro Masaveu, pasa junto a la fundación del mismo nombre en dirección a La Pereda; también se llega por un camino que parte del ramal de entrada de Otero a la ciudad desde la ronda exterior. Las casas se encuentran a 220 m de altitud, en el extremo oeste del Parque de Invierno, en la ladera sur que ha ampliado el terreno de la zona verde, frente a la Fundación Masaveu. Cuenta esta institución docente con edificio para formación educativa y profesional, así como con un campo de fútbol. En los terrenos de la fundación se levanta una amplia capilla, de planta rectangular (con nave principal y dos laterales) y esbelta torre de ladrillo, dedicada a la Virgen Auxiliadora. En los terrenos del Parque de Invierno, la empresa Cinturón Verde ha restaurado y acondicionado como aula etnográfica una vieja casería que muestra cómo se vivía antaño en la zona rural ovetense. En este lugar nace la Senda Verde Oviedo-Fuso. El topónimo debe relacionarse con la abundancia de perales en la ladera, pues siempre ha sido éste terreno de cultivo, circunstancia que permite obviar la posibilidad de emparentar el topónimo con la piedra, como sugieren algunas tesis."

Dicha senda sigue el trazado de la antigua línea ferroviaria Oviedo-Fuso de la Reina, construida por la Sociedad General de Ferrocarriles Vasco-Asturiana, la cual estuvo en servicio entre 1904 (parcialmente) y 1999, pasando ahora nosotros encima del Túnel de San Lázaro, por donde salía a este valle desde la Estación del Vasco, al otro lado de la ciudad. He aquí su historia y características, extraídas de Wikipedia:
"La construcción del ramal a Oviedo de la línea principal de la Sociedad General de Ferrocarriles Vasco-Asturiana para comunicar la cuenca hullera del Caudal con la costa es consecuencia de la decisión de construir el tramo Trubia-San Esteban de Pravia con ancho métrico, y no en ancho ibérico
El gobierno español había considerado de interés para el Estado, la construcción de una línea férrea, en ancho ibérico, que uniera Oviedo con la fábrica de armas de Trubia y finalmente con Pravia. Una ley de 12 de enero de 1877 declaraba comprendida dentro de la ley de 2 de julio de 1870 «el ferro-carril que, partiendo de Oviedo y pasando por la Fábrica nacional de Trubia, vaya a terminar en la villa de Pravia»,​ lo que permitía al gobierno subvencionar su construcción, con una previsible extensión hasta el puerto de San Esteban de Pravia. El tramo entre Oviedo y Trubia fue construido en ancho ibérico e inaugurado el 30 de abril de 1883. Pero para la continuación hasta San Esteban de Pravia finalmente los ingenieros optaron por el ancho métrico, por lo que era necesaria la construcción de una nueva línea para la comunicación con Oviedo. 
Valentín Gorbeña, director facultativo del Vasco, firma en 1899 el proyecto con la conexión del ramal en el lugar de Puerto, aguas arriba de Trubia. En 1901 la Gaceta de Madrid publica las concesiones al Vasco de las líneas de ferrocarril de Trubia a San Esteban de Pravia (20 de julio), de Oviedo a la de Ujo a Trubia (21 de julio) y de Ujo a Trubia (20 de agosto). Las obras ya se habían iniciado en 1900 y se encontraban en un estado avanzando ya en 1902. 
El proyecto de 1899 de Valentín Gorbeña contemplaba un único empalme del ramal de Oviedo con la línea general de San Esteban a Ujo, en la estación de Puerto. Esta conexión no permitía la circulación directa de Oviedo a Ujo o viceversa, por lo que en 1901 se modificó el proyecto para establecer un triángulo de conexión del ramal de Oviedo, para permitir las circulaciones directas desde Oviedo hacia los dos extremos, Ujo y San Esteban. Para ello se dispuso la construcción de una nueva estación en el vértice de este triángulo más próximo a Oviedo, frente a la peña Avis​ en la ribera izquierda del río Nalón, que recibió el nombre de Fuso de la Reina. 
El 2 de agosto de 1904 se inaugura la línea entre San Esteban de Pravia y Oviedo, 56 km, con una estación provisional en la ciudad, en la zona de Santo Domingo. No sería hasta 1906 en que se inaugurara la estación definitiva de Oviedo, con un 1 km de línea más hacia el centro de la ciudad. En esta fecha, además de la provisional de Oviedo, se inauguraron las estaciones de La Manjoya y la de Puerto (empalme). La estación de Fuso de la Reina y el ramal de Buciello, que la conectaba con la línea en sentido Ujo, se pusieron en funcionamiento con la ampliación de la línea principal desde Puerto hasta Figaredo, el 30 de mayo de 1906. El 16 de julio de 1911,​ se abrió al público en La Premaña un apeadero conocido como Las Caldas para el servicio del balneario situado en la localidad homónima. En 1970 ya había dejado de funcionar. 
No sería hasta 1928 en que se conectaran las dos redes de vía estrecha existentes en la ciudad de Oviedo. El 31 de marzo se ponía el funcionamiento el ferrocarril de enlace entre las estaciones de Oviedo de los Ferrocarriles Económicos de Asturias y Vasco Asturiano, ejecutado por aquella. Este ramal arrancaba entre la terminal de mercancías de la estación de Oviedo y el paso superior sobre la calle Martínez Vigil. 
En abril de 1972, la explotación de esta línea y de las otras líneas del Vasco fue asumida por la empresa pública FEVE, creada para estos fines. Feve continuó con la explotación de la línea hasta el 3 de febrero de 1999, fecha en que circuló el último tren por la línea. Tras ello, su superestructura fue retirada y el tramo entre el Parque de Invierno de Oviedo y la estación de Fuso fue convertida en vía verde.​ La estación de Oviedo había sido derruida en noviembre de 1993, la de La Manjoya se convirtió en una aula de naturaleza y la de Fuso se mantuvo como vivienda. El nombre de la estación se mantuvo en la cercana estación de Puerto, que siguió manteniendo su función ferroviaria.

La línea tenía una longitud de 11 km, entre la conocida como estación del Vasco y la línea de Collanzo a Trubia, discurriendo completamente dentro del término municipal ovetense. Partía de la estación de Oviedo en curva, rodeando por el este la colina sobre la que se asienta el núcleo medieval de Oviedo. Superaba mediante pasos superiores las calles de Martínez Vigil, Azcárraga y Postigo Bajo y el camino a Otero hasta llegar al campo de Santo Domingo donde se ubicaba el taller conocido por dicho nombre. En dicho emplazamiento estuvo situada la estación provisional, de 1904 a 1906. Tras un paso inferior por la calle del Monte de Santo Domingo —actual San Melchor—, se alcanzaba el túnel de San Lázaro. Este comunicaba el valle del arroyo de Otero con el del río Gafo,e​ y era el más largo del ramal con 504 m. Con rumbo sur la vía alcanzaba la estación de La Manjoya, cruzaba la línea León-Gijón de Norte en las cercanías de su estación de El Caleyo, siguiendo el curso del Gafo hasta el río Nalón. La línea cruzaba el Gafo en varias ocasiones siendo el más notable el puente de La Premaña. Tras él, cruzaba al valle del Nalón por el túnel de Las Caldas. En las cercanías de la peña Avis cruzaba el río Nalón mediante un puente y se dividía en dos para enlazar con el tramo Ujo-Trubia y así poder realizar la maniobra directa en ambas direcciones, sin retrocesos. 

En el vértice de este triángulo se ubica la estación de Fuso de la Reina, con los andenes entre ambas vías. La vía en sentido Ujo se adentraba en el túnel del ramal a Buciello próximo a la estación, estando parte del andén dentro del mismo. En el vértice noroeste del triángulo, entre la vía sentido Trubia y la Trubia-Collanzo se situaba la estación de Puerto (empalme) a escasa distancia de la de Fuso de la Reina, para el servicio de mercancías, con su playa de maniobras. 

El ramal partía en rampa desde la estación de Oviedo (212 m) hasta el túnel de San Lázaro (220 m), su punto más elevado. Desde allí descendía sin contrapendiente alguna hasta Fuso de la Reina."


Según subimos vemos, al sur, las cumbres de la Sierra del Aramo y el hubo de la térmica de Soto Ribera, paisaje también glosado por Gracia Noriega en El Caserón:
"Esta zona del sur de Oviedo, en torno al monte de San Lázaro, como se le llamaba en otro tiempo, está salpicada de aldeas y caseríos que todavía conservan algún resto de su condición rural, y en comparación de otras zonas de Oviedo, como El Cristo, es aún reconocible, al cabo de los años. Se ha construido, pero no de manera desaforada, y aunque desaparecieron la mayor parte de las viejas y agradables construcciones aldeanas (sustituidas en algunos casos por redundantes «casas de aldea» para uso de urbanícolas con pretensiones más o menos ecológicas), el paisaje no se diferencia demasiado del que yo conocí hace cuarenta años, cuando salía a pasear «con bastón y perro» (en rigor, dos perros, «Revólver», setter laverack, y «Black», pointer, ambos inolvidables, y un bastón ferrado andorrano, que todavía conservo), y las edificaciones de antaño han sido sustituidas por chalets con parcela de jardín. Las vistas, por una parte Oviedo a los pies y el Naranco, y por la otra el valle del Nalón en el que destaca la térmica de Soto de Ribera, al pie del Monsacro, con la sierra del Aramo detrás, son estupendas, y se añade que los ruidos de Oviedo no llegan hasta aquí."

El Aramo es toda una gran referencia visual y geográfica que nos ha acompañado desde que entramos en Asturias haciendo el Camino del Salvador, con los 1.791 metros de El Gamoniteiru como cima más alta. Continuará siéndolo durante unos cuantos kilómetros más para los peregrinos que deciden continuar hacia Santiago por el Camino Primitivo, al menos hasta El Freisnu (antes de bajar a Cornellana), y para los del Camino Norte hasta el Alto la Miranda, en el paso de Llanera a Corvera en la ruta a Avilés


El Aramo, desde aquí, tiene dos partes bien diferenciadas, una en torno al Gamoniteiru, con una línea de cumbres de altura más o menos parecida y donde está el famoso Alto L'Angliru, majada pastoril donde se celebra una de las míticas metas montañeras de la Vuelta Ciclista a España. Ahí están, entre otras, El Barriscal (1.734 m) en el centro, El Gamonal (1.712 m) al norte, El Picu Xistras (1.775 m) a la sombra del Gamoniteiru, Penapodre (1.631 m), El Moncuevu (1.717 m), Las Bizarreras (1.626 m) y Pelitrón (1.626 m)


Más septentrional y separado de dicha línea de cumbres por el collado de Pan de la Forca está La Mostayal (1.305 m), en la divisoria entre los concejos de Morcín y Quirós, muy fácil de reconocer por su silueta cónica y bien visible desde la distancia, gran atalaya sobre el corazón de Asturias


Llegamos ya al pie del edificio de La Malatería que, como hemos dicho, fue construido en 1929 cuando el lazareto de leprosos ya no era tal, ni siquiera el original pues, a diferencia de otros, se reaprovechó con nuevos usos, tal y como leemos en Wikipedia:
"En 1751, Isidoro Gil de Jaz Regente de la Audiencia pidió a Fernando VI la centralización de las malaterias, arrancando de este modo el proceso de construcción del edificio del Hospicio y Hospital Real de Oviedo, ahora Hotel de la Reconquista. La construcción del antiguo hospicio acarreó la desaparición de las malaterias que rodeaban Oviedo quedando La Malatería como lugar de acogida de ancianos y enfermos desamparados."

La endemia leprosa casi había desaparecido y era necesario optimizar recursos en beneficio de los pobres sanos, los niños abandonados y cuidar y hacer valerse a los inválidos, sufragándolo con las posesiones y rentas de los viejos lazaretos que ya iban languideciendo, manifestando lo siguiente:
 "en esta ciudad ay un ospital llamado de San Lázaro, administrado por su Ayuntº, sin que conste de su fundación, en el cual se reziben y curan los leprosos, con la renta de sus posesiones, foros y zensos, que llega en cada un año a 6.301 reales y 26 mrs. despues de aver padecido considerables quiebras por falta de cuidado y malversazion de sus caudales; cuio edificio tiene Iglesia y alguna avitazion capaz de alvergar a vastantes Pobres, y como quiera que el mal de la lepra se aya por la misericordia de Dios tan raro en España, se podrá estimar este ospital con su renta a la erección y manutenzión que propongo de un ospìzio, para lo qual solo se nezesita de la Real Voluntad de V. M. por el derecho que atribuyen a la Corona las leyes de estos Reynos sobre las Casas de S. Lazaro y porque aunque lo administre la Ciudad se entiende que tiene el uso precariamente..." 

Y de esta manera, tras algunas discusiones, el Ayuntamiento cedió en favor del proyecto de hacer en la ciudad un nuevo Real Hospicio. Las malaterías así traspasaron sus funciones al citado Real Hospicio de Oviedo, si bien esta de San Lázaro conservó un tiempo su "sala separada para leprosos" y transformó luego su cometido. Extinguida en el siglo XVIII, la malatería se transformó en 1754 en asilo de ancianos y enfermos mentales desamparados


Se sabe entonces de una primera reedificación poco antes de 1792 para este nuevo cometido, pasando medio siglo más tarde a ser la Casa Caridad de San Lázaro, que llegó a ingresar a 178 personas en el mes de enero de 1863 (en pleno invierno), llegando a ser tan importante su labor que en 1927 se planteó hacer este nuevo edificio con los caudales aportados por su principal benefactor, el abogado y periodista Víctor Julio Cano y Mata Vigil


De ahí que el nuevo hospital-albergue de caridad fuese llamado Cano Mata Vigil, el cual, tras ciertos contratiempos con las obras, se inauguró en septiembre de 1929, tal y como nos cuenta la historiadora Arantza Margolles Beran en La Malatería de San Lázaro, 800 años de servicio a los necesitados, publicado en Nortes a fecha 22-6-2023:
"No fueron unas obras exentas de disgustos. Cuenta el diario Región que a finales de 1927, al derrumbarse una pared maestra de la nueva Casa de Caridad, resultaron heridos dos obreros, pasando a supervisar las obras el capataz de obras provinciales; la inauguración del edificio, prevista en un inicio para febrero de 1929, no llegó hasta septiembre.
Aquella nueva Casa de Caridad, inaugurada con la presencia de todas las fuerzas vivas de la ciudad (desde el Obispo hasta el director de la Fábrica de Armas de la Vega, pasando por los gobernadores civil y militar y Rafael Sarandeses en representación del Ayuntamiento), venía a sustituir, según dijo la prensa, “a la antigua Malatería, cuyas condiciones eran ya por demás deficientísimas”. Pero el nombre, ya popular, se quedó."

Efectivamente, aunque llamado Albergue Cano Mata, al edificio siempre le quedó el nombre de La Malatería, pese a que ya en nada se parecía a aquella, con calefacción, lavadero mecánico y otros adelantos que fueron toda una novedad, de los que carecían incluso la mayor parte de las casas pudientes


En 1966 ya se perfilaban nuevos usos como geriátrico y, desde 1982, al hacerse cargo de él el Principado de Asturias, y hasta su cierre en 2010, fue la Residencia San Lázaro para personas mayores, si bien en 2007 se creó asimismo un centro de día para personas sin techo


Antes de su cierre, el Ayuntamiento inicia los trámites para incluirlo entre los edificios a proteger, aprobado en la Comisión de Urbanismo del 9 de mayor de 2008. Figuraba como parte de la red de Establecimientos Residenciales de Asturias (ERA) como residencia para personas de la tercera edad


En el año 2010 y a causa del deterioro del inmueble se decidió trasladar a los residentes a otros centros asistenciales ovetenses, con la esperanza de que el edificio fuese rehabilitado y volviesen pero pasaron años y años y nada se ha hizo hasta que, ante el riesgo de que fuese derribada, se creó la plataforma vecinal La Malatería no se tira, limpiando el vecindario de maleza su entorno. Y así, La unión y lucha de los vecinos salva el edificio de La Malatería que finalmente se rehabilitará, leemos en el titular de El Diario.es del 15-12-2023 firmado por Pilar Campo:
"El esfuerzo, la constancia y la lucha de los vecinos para recuperar el uso social del edificio de La Malatería, ubicado en el barrio de San Lázaro en la capital asturiana, ha sido fundamental para que este inmueble considerado como “singular para los barrios obreros” haya pasado de estar a punto de derribarse a ser incluido en un proyecto de rehabilitación. 
El Principado se ha comprometido con los miembros de la Plataforma 'La Malatería no se tira', en una reunión mantenida ayer, jueves, a licitar el proyecto que supondrá la construcción de 29 pisos para alquiler social y de un centro asistencial para personas mayores con una capacidad para 70 plazas. 
Los representantes de la Consejería de Ordenación de Territorio, Urbanismo, Vivienda y Derechos Ciudadanos han adelantado como fecha para la licitación la del primer trimestre de 2024. 
El edificio de la Malatería llevaba 13 años en un absoluto abandono. Originariamente fue sede de un hospital de leprosos en el siglo XII y reconvertido en residencia de mayores en el siglo XX hasta que los últimos ancianos fueron trasladados a otros centros del ERA (Establecimientos Residenciales para personas mayores de Asturias), un organismo dependiente del Principado. 
La lucha vecinal por mantener el edificio en pie 
Los vecinos, preocupados por el progresivo deterioro en el que se encontraba este edificio, decidieron unirse en una plataforma a la que dieron una denominación con la que ya declaraban clara su declaración de intenciones. La llamaron 'La Malatería no se tira', con la que su postura quedaba perfectamente definida. 
A partir de ahí, fueron sucediéndose las concentraciones y la recogida de firmas. Con paciencia, sus integrantes fueron recopilando, una a una, hasta conseguir un total de 6.000 rúbricas de vecinos que dejaban constancia de su protesta en las hojas instaladas en las mesas a favor de la causa y las presentaron en el registro autonómico. 
El objetivo era recuperar para el barrio el uso social del edificio y en defensa de la máxima conservación del inmueble y su zona verde. 
Entre tanto, los propios vecinos reunidos en sextaferia se iban turnando para organizarse y limpiar la zona especialmente retirando la maleza. Los propios miembros de la plataforma han confirmado que llegó a causar una gran alarma social el ver que, debido a ese abandono, llegó a haber un momento en que varios okupas temporalmente se asentaron en este equipamiento. 
Además, de que se registraron inicialmente actos vandálicos, era el caldo de cultivo perfecto para la aparición de ratas y un foco de infección e insalubridad. 
El pasado mes de febrero los vecinos se juntaron siguiendo un llamamiento realizado a través de las redes sociales. Desde entonces, han superado numerosas barreras y su objetivo principal era lograr que el Principado cambiara su posicionamiento inicial y atendiera a sus peticiones. 
La unión y la lucha de los vecinos ha logrado salvar el edificio que finalmente se rehabilitará. Así lo han confirmado los directores generales de Ordenación del Territorio, Ignacio Ruiz Latierro, y de Vivienda, Daniel Sánchez, respectivamente, quienes ayer se reunieron con los vecinos a los que explicaron el borrador de los pliegos del concurso público. 
Preservar el patrimonio 
El pliego contempla la conservación del cuerpo delantero del complejo ovetense y buena parte de la zona verde, tal y como reivindicaban los vecinos. A partir de ese mínimo de preservación, se establece una mayor puntuación para aquellas propuestas que apuesten por una conservación superior del edificio. 
El documento también recoge que obtendrán una mejor valoración los proyectos que planteen una mayor conservación de las zonas verdes actuales. En ese cómputo puede incluirse una superficie de cubierta plana ajardinada acondicionada para la estancia y recreo de los residentes.  
“Tenemos una propuesta de pliego en el que se va a obligar a los licitadores a preservar todo el frente del edificio en su totalidad, no solo la fachada, sino el primer bloque del edificio”, ha señalado Ruiz Latierro.  
El director general ha añadido que se han incluido criterios patrimoniales y sociales y se incorporará a un técnico de la Dirección General de Patrimonio en el jurado encargado de la adjudicación. 
Según los datos facilitados por el Principado, el proyecto se realizará a través de la fórmula del derecho de superficie. El superficiario que resulte ganador del concurso público gestionará la propiedad durante 70 años bajo la supervisión del Gobierno del Principado y será el responsable de la edificación. 
Esta iniciativa supondrá una inversión de casi 6.289.023 euros, de los que 1.450.000 corresponden a fondos europeos Next Generation y los 4.839.023 restantes los aportará el superficiario. La finalización de la construcción está prevista para 2026."

Esperemos que del papel el proyecto pase a la realidad y que, cuando vengáis, encontréis el histórico edificio luciendo en todo su esplendor y dando servicio, readaptándose a los nuevos tiempos. Y es que esto es La Malatería, un edificio con más de 800 años de historia de Oviedo, como dice y como titula su reportaje del mismo para La Voz de Asturias del 24-11-2023 la periodista Esther Gutiérrez, repasando su historia, haciendo patente su presente, y planteando su futuro:
"Oviedo tiene mucha historia y gran parte de ella se cuenta por sus edificios. Uno de los mas antiguos es La Malatería. Ubicada en el barrio de San Lázaro, se trata de la institución sanitaria más antigua de Asturias, «y posiblemente de España». Aunque lleva más de una década cerrado, este complejo en el que se acogían a ancianos y enfermos (de aquella se llamaban «malatos», de ahí el nombre) desamparados puede presumir de contar con 800 años de actividad casi ininterrumpida. Una edificación que nunca cambió de sitio ni tampoco perdió su carácter hospitalario; sin embargo, sí que tuvo diferentes nombres en sus primeros siglos. También en los últimos tiempos tuvo distinta finalidad. 
Aunque el actual edificio data del año 1929, el origen de esta Casa de la Caridad se remonta al siglo XII, puesto que en ese mismo emplazamiento ya en el año 1146 existía un hospital de leprosos, tal y como recoge Tolivar Faes en su obra Hospitales de Leprosos en Asturias. En un primer momento, esa malatería era conocida como «Santa María de Cervielles», hasta que en el año 1235, en un documento de venta, aparece bajo la advocación de San Lázaro, «una denominación que dará más adelante nombre al barrio». Dichos topónimos coexisten al menos hasta el siglo XV, momento en el que empieza a llamarse «Entrecaminos». Un nombre que es utilizado hasta principios del siglo XVI, puesto que, a partir de ese momento, el edificio empieza a denominarse con el simple apelativo de San Lázaro. 
Desde entonces, el nombre no ha cambiado y a día de hoy es el que se conserva. Lo que sí ha evolucionado ha sido, como decíamos, su actividad. Desde sus inicios el edificio era un centro hospitalario en el que se albergaban enfermos de lepra de ambos sexos. «La prueba terminante más antigua de dicha actividad nos la da un documento de agosto de 1251», según Tolivar Faes, pues en él se menciona a una «malata (enferma) de Cervielles», «siendo la más antigua que conocemos».  
De esta manera, «los malatos ya disponían en aquel tiempo de una leprosería próxima a la ciudad», asegura Tolivar Faes, quien afirma que estos «tenían que gozar de una libertad mucho mayor que la que tradicionalmente se les venía dando en todo el mundo». No obstante, en el año 1274, en el concejo de Oviedo se estableció una orden por la que se prohibía la entrada de leprosos, puesto que estaba extendida la idea de que estos podían contaminar las aguas. Una premisa que «queda patente en el nombre de Gafo con que aún se designa el riachuelo que pasa al pie de la malatería». 
Cuando en el siglo XV el ayuntamiento de Oviedo se hizo cargo de la gestión de La Malatería, aparte de nombrar al administrador del hospital, estableció como requisito que los leprosos que estuviesen internos debían ser vecinos del concejo. Además, «a ninguno se les podía cobrar propina alguna a su entrada». Por el contrario, los enfermos sí que debían recibir 73 reales y medio de donativo por Navidad y otro tanto por San Juan, tal y como apunta Tolivar Faes en su obra. 
En el caso de que los enfermos «hacendados» quisieran abandonar la malatería para evitar el contagio, podían hacerlo «siempre que no se les dé la limosna ordinaria». De la misma manera, pero en este caso para impedir que los leprosos anduviesen por la calle y por ende propagando la enfermedad por el concejo, se les ofrecía la posibilidad de «tener una criada» para que esta fuese la encargada de pedir la limosna que ellos solían suplicar, les sirviese y les llevase el agua. 
Cada uno de ellos, antes de ser ingresado, debía pasar un reconocimiento médico que tenía que acreditar «la necesidad de que se hallase enfermo». Sin embargo, «es seguro que, desde su fundación, las malaterías acogiesen por error de diagnóstico enfermos no leprosos». Es por ello que llegado el siglo XVIII, «los verdaderos malatos deberían ser la excepción». De ahí que en 1751, de los 21 ingresados, 11 fueran dados de alta. 
Por aquel entonces, a excepción de las visitas médicas que recibían por San Juan y Navidad, los enfermos no recibían ningún tipo de asistencia médica, puesto que escaseaba el número de médicos, cirujanos y barberos. Lo cierto es que para todo el Principado, tan solo había «cuatro o seis» facultativos, según Tolivar Faes. Es por ello que los pacientes fallecían a los pocos meses de su internamiento, ya que la encargada de atenderlos era la criada, y el único tratamiento que les administraba era el aislamiento. Al igual que hoy en día, y tal y como se ha hecho con la pandemia del coronavirus, «era el único medio útil de evitar la difusión de la enfermedad». 
Desaparecen las malaterías de Asturias, salvo la de San Lázaro 
Con el paso de los años, la lepra fue «casi» desapareciendo. Esto, sumado a «la secular mala administración de las malaterías, la no despreciable riqueza que poseían, la necesidad de reducir al trabajo a los pobres sanos; recoger a los huérfanos y expósitos; y doctrinar y hacer laboriosos en parte a los inválidos», llevaron al regente Isidoro Gil de Jaz a pedir en 1751 a Fernando VI la centralización de las malaterias. 
Tras esta petición se inició el proceso de construcción de un hospital general, que hoy en día es el Hotel de la Reconquista. La construcción de este Real Hospicio trajo consigo la desaparición de las malaterías que rodeaban el concejo, excepto la de San Lázaro, que quedó en pie. Sin embargo, en ese momento el edificio dejó de recibir leprosos y pasó a «recoger y sostener» pobres que, por su ancianidad o impedimento físico, estaban imposibilitados para ganar el sustento, tal y como señala Fermín Canella en su obra El libro de Oviedo. 
Ya en 1853 la malatería de San Lázaro fue declarada como asilo provincial. «En su organización y reforma trabajó asiduamente su director Joaquín Palacios, luchando con los inconvenientes del local, siendo los gastos anuales del asilo, sufragados por la provincia, 39.000 pesetas», apunta Fermín Canella. En aquel momento, en el edificio había 163 personas acogidas —102 mujeres y 61 hombres—. «Costando la estancia de cada asilado 0,62 pesetas aproximadamente por todos los conceptos del presupuesto, incluyendo alimentación, vestido, calzado, educación, personal administrativo, reparación del edificio, etc.», detalla el historiador. 
Sustitución del edificio y creación de residencia de mayores 
La malatería de San Lázaro también mantuvo este servicio hospitalario en el siglo XX; sin embargo, se decidió modernizar el edificio. Es por ello que, tras legar Víctor Julio Cano y Mata Vigil su fortuna en 1929, se sustituye el antiguo complejo por el que puede verse en la actualidad. Tras dicha remodelación, la gestión del centro pasa a manos de Cáritas y el Ayuntamiento de Oviedo. Cabe recordar que durante la revolución de Oviedo de 1934 el edificio se convirtió en sede del últime comité revolucionario, tal y como asegura el historiador Diego Díaz Alonso.  
No es hasta el año 1983 cuando el Gobierno del Principado se hace cargo de la institución convirtiéndola en una residencia para personas de la tercera edad. De esta manera, el edificio forma así parte de la red de Establecimientos Residenciales de Asturias (ERA) hasta que en el año 2010 cerró sus puertas debido a los desperfectos en el inmueble, obligando a trasladar a los usuarios a otros centros del concejo. «Se les prometió que iban a traerlos de vuelta y ya han pasado 13 años de entonces», lamenta María Teresa Martín, presidenta de la asociación de vecinos de San Lázaro, quien denuncia el mal estado en el que se encuentra la malatería. 
«Nos prometieron que iban a venir a limpiarla cada seis meses, pero la maleza no deja de crecer, hay ventanas abiertas y seguro que dentro hay alguna que otra paloma», implora esta vecina del barrio, antes de exigir la declaración del edificio de La Malatería como patrimonio cultural. «Llevamos pidiendo esta protección por la historia que tiene desde el año 2008, nos prometieron que iban a hacerlo pero nada», apunta. 
«La Malatería en San Lázaro es como la Catedral a Oviedo» 
Lo cierto es que la Comisión de Urbanismo del Ayuntamiento de Oviedo aprobó el 9 de mayo del 2008 la propuesta llevada a cabo por la Asamblea de Ciudadanos por la Izquierda para proteger el edificio por su valor patrimonial e histórico; sin embargo, el acuerdo no se cerró. De hecho, si se incluye en el Catálogo de Edificios y Lugares de Interés del concejo de Oviedo se evitaría que en un futuro próximo se derribase, ya que al fin y al cabo «su estado es de pena y vergüenza». Para impedir que esto ocurra, los vecinos del barrio han recogido firmas y cada dos por tres se manifiestan para conservar el edificio 
Futuros usos de La Malatería de San Lázaro 
Para los vecinos del barrio, «La Malatería en San Lázaro es como la Catedral a Oviedo». Forma parte de la identidad de la zona y de la historia de la misma. Es por ello que quieren mantener el edificio y que este albergue servicios sociales «como siempre se hizo». Mientras que los diferentes partidos políticos estudian los posibles usos que puede tener esta casa de la caridad, tras realizar la rehabilitación pertinente, desde la asociación de vecinos de San Lázaro proponen crear una guardería de 0 a 3 años, una biblioteca, así como un comedor al que puedan acudir personas mayores a un módico precio. «No queremos que se creen en ella pisos sino que se destine a algo que haga bien a todo el mundo como siempre hizo», sentencia María Teresa Martín."

El edificio tiene forma de 'H' puesta en horizontal, siendo esta el ala occidental de un edifico que hunde su historia en los cimientos de una importantísima institución hospitalaria ovetense que no se quiere caiga en el olvido, como escribe evocadoramente Arantza Margolles en su artículo de Nortes en junio de 2023, cuando corría riesgo de que fuese demolida:
"Puede que las historias se mezclen. Sucede con todas las hagiografías. En Jerusalén, Jesús fue recibido por un leproso: Simón. Durante el transcurso del encuentro, apareció María de Magdala, hermana de Lázaro, y Cristo, omnipotente, curó al primero; amó a la segunda y al tercero, tiempo más tarde, lo resucitó. Esa era la relación de los supuestos hechos en el siglo XIII, cuando Jacobo de la Vorágine plasmó todas aquellas historias en “La leyenda dorada”, el manual de santos que definió, a partir de entonces, la iconografía cristiana. Pero la fantasía es voluble. Quien ha pasado a la historia como el leproso más famoso de los cristianos no es Simón, sino Lázaro. Y de esa leyenda, y de la terrible enfermedad que produce el Mycobacterium leprae, nacieron nuestros lazaretos; los barrios y las parroquias advocadas a San Lázaro, que en Asturias son multitud. Pero también una historia de caridad y cuidados que ahora, más de dos mil años después de las andaduras del leproso Simón  y de su ‘colega’ Lázaro, podría estar a punto de desaparecer.
Era la lepra una “enfermedad que pone el cutis muy áspero, y cubriéndolo de costras feas y asquerosas, en parte negras, y en parte blancas, vá royendo las carnes con mucho comezón”. Eso puede ocurrir no solo por la Mycobacterium leprae, una bacteria que no sería descubierta hasta bien avanzado el siglo XIX. De tantas clases de lepra que se describieron, hasta hubo una asturiana: el mal de la rosa o pelagra, enfermedad “horrible y contumaz” según su descubridor, Gaspar Casal, y que se manifestaba con incómodas placas sobre la piel, aunque estas no fueran producto de ningún contagio, sino de la carencia de vitaminas propia de una sociedad pobre que desconocía las propiedades de nixtamalizar el maíz de la boroña. Fuera como fuera, lo cierto es que la lepra, o, mejor dicho, las lepras, avanzaron de la mano de los movimientos de población, y pronto requirieron de centros donde, más que curarlos, pudiera apartarse a los enfermos de la sociedad. En 1251, cuando De la Vorágine se afanaba ya en recopilar las vidas de todos los santos para su Leyenda Dorada, alguien mencionó, en el cartulario de San Vicente, a María Martín, “la malata de Cerviellas”. La primera leprosa de la que tengamos constancia documental del centro que dio nombre, en Oviedo, al barrio de San Lázaro. 
Aquella fue una leprosería particular. Lo primero, por su nombre, tan variable. De aquella primera denominación se pasaría a la de Entrecaminos, y a la más sencilla de San Lázaro después, por más que eso pudiera llevar a error con la otra malatería ovetense, San Lázaro de Paniceres. Lo segundo, por ser municipal y no eclesiástica, al menos desde 1526, según ratifica el reconocimiento médico de la ‘malata’ María González de Perera, quien “se avia corrompido por la conversacion que tubo con los leprosos”, y a la que ordenaron dar traslado a Paniceres. Aún antes, en 1494, las Ordenanzas de Hernando de Vega aseguraban ya que “la administración y gobierno [de la Malatería de San Lázaro] es de la ciudad”. El ayuntamiento tenía que nombrar al capellán para decir la misa a las y los malatos; proporcionarles una criada que ejecutase las operaciones que no podían hacer por prohibírseles acercarse a la ciudad y de controlar que allí fueran atendidos siempre “doce o más leprosos”, todos vecinos de Oviedo; todos, también, pobres de solemnidad, salvo alguna que otra excepción. 
Una pandemia en remisión 
Bien fuera porque el conocimiento sobre el origen no siempre contagioso de las lepras fuera ampliándose, bien porque los hábitos higiénicos mejorasen o bien porque, ahora, se tendiera a unificar todas las dolencias en un solo hospital, también las malaterías llegaron a su fin. La de Paniceres, homónima de aquella de Cervielles, estaba ya en ruina en 1782, cuando ingresó su último malato, Francisco González. Pronto, el culto de aquel segundo San Lázaro (Paniceres sí era sostenida por la Iglesia) pasó a darse en San Pedro de los Arcos. Treinta años antes, sobre 1750, Isidoro Gil de Jaz, regente de la Audiencia de Asturias, había comenzado a desmantelar el sistema, muchas veces dado a encubrir corruptelas, de las malaterías, centralizando todos sus recursos en el Hospicio general. Nació, así, el edificio que hoy alberga el hotel Reconquista, en la calle nombrada según el apellido del insigne regidor. 
De modo que desaparecieron las leproserías y, al no ser ya visible el mal, este también pareció difuminarse, empequeñecer, sobremanera ante el siglo que vio nacer el monstruo del cólera. No fue así. En 1878, la lepra, que se creía extinta, volvió a aparecer. Retoñaba, según decía la Gaceta de Madrid del 8 de enero, “unas veces en Asturias, otras en Castellón”, haciéndose preciso establecer centros especiales para albergar a los leprosos allá donde ya no existieran hospitales de San Lázaro; confinar en ellos, gratuitamente, a los enfermos que fueran pobres de solemnidad o, en su defecto, aislarles “ya en las afueras de las poblaciones, en chozas o barracas, ya en casas independientes”. Se procurarían, además, carnes y legumbres en aquellas poblaciones donde los pobres comieran, por costumbre, solo pescado; se desecarían los pantanos y se controlaría el estado de corrupción de las carnes de cerdo en el mercado; se prohibiría que las madres leprosas criasen a sus bebés y las vacunas, que por entonces aún se obtenían, a veces, del raspado de las pústulas de los enfermos, no se tomarían en niños aquejados de este mal. Pero fue cosa breve. Las leproserías se arruinaban ya, abandonadas -la última en caer fue, hace un par de años, la de Vallobal (Piloña)- y víctimas de la ruina. Menos la de Cervielles."

Al final de la cuesta de la calle de La Malatería salimos a la calle Gil Blas, personaje de la novela, ambientada en Asturias, La historia de Gil Blas de Santillana, del francés Alain René-Desage, publicada por partes en 1715, 1724, 1735 y 1747, considerada la última novela picaresca de corte clásico


Llegando a dicha calle subimos a la derecha, en dirección a la entrada y fachada principal de La Malatería


Las conchas doradas en el suelo, de bronce, señalizan el trazado urbano del Camino y complementan su balizamiento junto con las flechas amarillas, placas indicadoras y otra cartelería y algunos azulejos


Y este es uno de dichos carteles, usualmente colocados en las características farolas isabelinas ovetenses, que nos orientarán por la población


Especialmente importante para los bicigrinos es informar que enfrente tenemos la tienda y taller de bicicletas Passion Bike. Estamos a solamente 400 metros del albergue público de peregrinos El Salvador, referencia para la parada y pernocta de muchos romeros, si bien la oferta de alojamientos de todo tipo es amplia en la ciudad


Finaliza pues la cuesta y empezamos a caminar en llano frente a la entrada de La Malatería, con un pequeño jardín cerrado por murete y verja, cuya historia resume la Enciclopedia de Oviedo:
"Desde su creación, el edificio asistencial ha cambiado varias veces de nombre y de función a lo largo de sus más de 700 años de antigüedad. Siendo así el establecimiento sanitario más antiguo de Asturias. 
En sus orígenes, era un hospital de acogida de malatos o enfermos del mal de lepra, enfermedad ya existente en Asturias desde fines del siglo IX. La primera referencia diplomática sobre el hospital, aunque probablemente su origen sea anterior, es un documento del año 1251 en el que se habla de «María Martín, la malata más antigua que conocemos de Cervielles». Se encontraba fuera de las murallas de la ciudad. Así, existen unas Ordenanzas de 1274 en el Archivo del Ayuntamiento de Oviedo en las que se establece que «ningún malato entre en la villa como no fuese el día de la Cruz, hasta mediodía». Quien lo incumpliese «Por la primera vez, sáquenle á guillobadas e por la segunda lo batan e por la tercera que lo quemen». De esta época se conservaba, hasta la construcción del edificio actual, una capilla de ábside semicircular que, según F. Canella, era de patronato de la Justicia y Regidores de Oviedo y contaba con dos imágenes de San Rafael (o del Santo Ángel de la Guarda, según Tolivar Faes) y de San Lázaro del escultor Antonio Borja. 
Es frecuente la relación entre los hospitales de leprosos y las advocaciones de Santa María Magdalena y San Lázaro. Por ello, el barrio o arrabal donde se encontraba la malatería recibió posteriormente esta denominación de San Lázaro. Generalmente, el crecimiento de las ciudades medievales fuera de las murallas seguía el trazado de las principales vías de comunicación. En el caso de Oviedo, el arrabal más extenso era el que surgió en torno al camino de Castilla tras cruzar la Puerta de Cimadevilla. Aluden a este camino otras denominaciones del hospital. De este modo, en el inventario de parroquias del obispo D. Gutierre (1385) figura la malatería «Santa María del Camino» y, en el siglo XV, figura como «Capellanía de Santa María Magdalena de San Lázaro de Entrecaminos». En la ciudad existía otra malatería, a cuatro kilómetros de Oviedo, en Paniceres. 
Con las mejores condiciones higiénicas, a partir del siglo XVIII, la lepra comienza a desaparecer dedicándose entonces el edificio a recoger a pobres desasistidos. El fin de la enfermedad y el aumento de mendigos y huérfanos impulsó al regente Isidoro Gil de Jaz a centralizar todas las malaterías de Asturias en un «Hospicio y Hospital de Huérfanos, Expósitos y Desamparados». En un principio su ubicación fue esta malatería de San Lázaro pero, dado lo insuficiente de las instalaciones, se levantó un edificio de nueva planta para albergar el Hospicio Provincial, el hoy hotel Reconquista. Con la construcción de este hospital la malatería de San Lázaro, al igual que otras muchas de Asturias, perdieron parte de sus funciones. Más adelante, en 1754, se convirtió en asilo provincial para ancianos y enfermos mentales desamparados.
Sucesor de esta antigua malatería es el edificio actual, construido en 1929 gracias al legado de Víctor Julio Cano y Mata Vigil, en cuyo honor el albergue lleva actualmente su nombre. En él, gestionado por Cáritas Diocesana y el Ayuntamiento de Oviedo, bajo patronato del Principado, existe un Albergue de Transeúntes y una Casa Acogida. Además, en diciembre de 2007, se inauguró un Centro de Día donde las personas sin techo puedan guarecerse de las inclemencias del tiempo, asearse o lavar su ropa."

No queremos olvidarnos que decir que el antiguo hospital tuvo una capilla dedicada a San Lázaro, patrón de los leprosos, si bien existió aquí también una cofradía del Santo Ángel de la Guarda, santos de los que el famoso escultor del barroco asturiano Antonio de Borja hizo las imágenes


Fijémonos en la flecha amarilla pintada en el muro al final de la cuesta. Una fila de árboles conforma un pequeño bulevar enfrente de la Residencia San Lázaro, nombre que se mantuvo a lo largo del tiempo y cuya advocación llegó a amparar a los enfermos en general, si bien existe cierta confusión sobre los dos lázaros de los evangelios, Lázaro de Betania, el leproso resucitado por Jesús, y el Lázaro de una de sus parábolas. Nos informan de ello en ¿Quién fue Lázaro en la Biblia? de la web Got questions:
"Hay dos hombres llamados Lázaro en la biblia. El primer Lázaro es el de la historia contada por Jesús (Lucas 16:19-31). Lázaro era muy pobre, probablemente sin hogar y sin duda un mendigo (Lucas 16:20). Él a menudo permanecía echado a la puerta de un hombre rico con la esperanza de recibir las migajas que caían de su mesa. Los dos hombres murieron, y Jesús habla de cómo Lázaro fue llevado al "seno de Abraham", un lugar de consuelo y descanso, mientras que el hombre rico fue al "infierno", un lugar de tormento (Lucas 16:22-23). Algunos estudiosos de la biblia creen que Jesús estaba contando una parábola, es decir, una historia ficticia que no pretende ser un relato literal. Sin embargo, Jesús utiliza nombres reales en la historia, Él no interpreta la historia, y tampoco se le añade una moraleja al final. Jesús deja que la historia se presente por sí misma. Debido a estos detalles, la historia de Lázaro y el hombre rico podría ser un relato verdadero, sobre el destino real de Lázaro y el incrédulo hombre rico. De cualquier manera, la enseñanza de Jesús sobre la realidad del cielo y del infierno es clara. El Lázaro en la historia de Jesús, no aparece en ninguna otra parte de la biblia y, si fue una persona real, no sabemos cuándo en la línea de tiempo de la historia pudo haber vivido.

El segundo Lázaro, también llamado Lázaro de Betania, fue el hermano de María y Marta. Estos tres hermanos fueron amigos y discípulos de Jesús, y ellos eran personas que Jesús amaba (Juan 11:5). Una vez, un mensaje urgente llegó de Betania a Jesús: Su amigo Lázaro había enfermado, y María y Marta querían que Jesús viniera para sanarlo, porque estaba a punto de morir. Entonces, Jesús desconcertó a Sus discípulos y amigos. Comenzó diciendo: “Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella” (Juan 11:4). Entonces Jesús permaneció dos días donde estaba, antes de sugerir que volvieran a Judea donde estaba Lázaro, pero también donde los enemigos de Jesús recientemente también habían intentado apedrearlo (Juan 11:5-8). Durante el retraso de Jesús, Lázaro murió, pero Jesús se refirió a Lázaro como que está "dormido" y dijo a los discípulos que Él iba a despertarle (Juan 11:11). Los discípulos le respondieron: "Señor, si duerme, sanará", pensando claramente en el reposo físico (Juan 11:12). Luego, Jesús les dijo claramente que Lázaro había muerto, pero aun así iban a verlo (Juan 11:14). Tomás expresa perfectamente la frustración confusa de los discípulos diciendo: "Vamos también nosotros, para que muramos con él" (Juan 11:16); él vio que Jesús estaba decidido, pero sabía de los peligros de tal viaje (Juan 11:8).

Cuando llegaron a la casa de Lázaro en Betania, encontraron a María y a Marta desconsoladas. Habían enterrado su hermano cuatro días antes. Jesús no había venido a ayudar. Estaban confundidas y frustradas, aunque su fe en Jesús estaba intacta (Juan 11:17-36). Todo quedó claro cuando Jesús hizo lo inesperado: Fue a la tumba de Lázaro y lo resucitó de entre los muertos (Juan 11:43-44).

Todo el episodio de la enfermedad, la muerte y resurrección de Lázaro, obró para dar gloria a Dios y para aumentar la fe de los seguidores de Jesús, así como Jesús había dicho cuando oyó de la enfermedad de Lázaro. Justo antes de que resucitara a Lázaro, Jesús oró: "Padre, gracias te doy por haberme oído. Yo sabía que siempre me oyes; pero lo dije por causa de la multitud que está alrededor, para que crean que tú me has enviado" (Juan 11:41-42). La oración de Jesús fue respondida: Lázaro volvió a la vida, y "muchos de los judíos que habían venido para acompañar a María, y vieron lo que hizo Jesús, creyeron en él" (Juan 11:45).

Cuando Jesús llamó a Lázaro, éste salió de la tumba; no era un zombi, un medio muerto o un muerto viviente, sino que estaba completamente vivo y sano. Tal es el poder de Cristo. Las escrituras nunca registran lo que Lázaro experimentó durante sus cuatro días en el sepulcro. Suponemos que su alma/espíritu estaba en el paraíso, donde estaba el otro Lázaro.

Después que Lázaro fue levantado de entre los muertos, los jefes de los sacerdotes y los fariseos conspiraron para matarlo, porque muchos que testificaron del milagro creyeron en Jesús (Juan 12:9-11). Los enemigos de Cristo no podían negar el milagro; la mejor alternativa, en su opinión, era destruir la evidencia; en este caso, la evidencia era una persona viva. Sin embargo, no pudieron detener la propagación de la verdad."

La extensión del culto a San Lázaro y con él a María Magdalena llegó a lugares relativamente cercanos en el contexto occidental europeo pues algunas tradiciones los sitúan como llegados a Provenza, área con la que existen evidentes relaciones sociales y culturales desde antiguo, incentivadas y multiplicadas con la reapertura de los viejos caminos de comunicación de las vías romanas y anteriores, sobre todo llegando a la baja Edad Media y las peregrinaciones, lo que favorecería la propagación de su veneración aún más, leemos en Libre:
"En San Lázaro se da la confluencia de dos personajes distintos: San Lázaro, amigo de Jesús – que fue canonizado por la Iglesia Católica Romana – y Lázaro, el pobre mendigo representado como un anciano melenudo y barbudo que viste harapos y usa un par de muletas, con las piernas llenas de llagas y rodeado de perros, que siguen las masas populares: 
“Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino, y hacía cada día banquete con esplendidez. Había también un mendigo llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta de aquél, lleno de llagas”. 
Origen 
Lázaro es un nombre significativo en el idioma de Israel. Quiere decir: “Dios es mi auxilio”. Lázaro y sus dos hermanas, Santa María de Betania y Santa Marta, eran amigos de Jesús y le invitaban a su casa en Betania, cerca de Jerusalén, donde era amado y acogido. 
Señal de su intimidad con Jesús es el hecho de que éste, aún yendo a resucitarle, luego de morir Lázaro, lloró, al contemplar el duelo de María y Marta. Uno de los milagros más grandes atribuidos a Cristo por la religión cristiana fue, precisamente el traer de nuevo a la vida a Lázaro. A estos episodios se limita la mención de Lázaro en el Nuevo Testamento. Según las tradiciones judeo – cristianas acompañó a San Pedro a Siria o que fue embarcado por los judíos en Jaffa en una nave que hacía agua y sin velas, con sus dos hermanas y otros cristianos hasta que llegó a la isla de Chipre. Lázaro fue, según esa tradición, elegido obispo de Kition y murió 30 años después. 
En el siglo XI, la leyenda provenzal de Santa María Magdalena, pone a Lázaro como obispo de Provenza y muerto como mártir en Francia. Incluso el Papa Benedicto IX, al consagrar la Iglesia de San Víctor de Marsella, afirmó que sus reliquias estaban ahí (lo único cierto de todo esto es que hubo un Lázaro obispo de Marsella, pero en el siglo IV). 
Su veneración 
Su veneración es muy antigua. La gallega Eteria, una peregrina a Jerusalén en el siglo III, describe sobre la gran procesión que se hacía el sábado anterior al Domingo de Ramos al «Lazarium» o tumba de San Lázaro (esta procesión aún se celebra por parte de la Iglesia Ortodoxa). 
En año 890, el emperador León VI construyó una iglesia y un monasterio en su honor en Constantinopla y trasladó allá una parte de las pretendidas reliquias, que se hallaban en Chipre. 
La veneración a San Lázaro «de las muletas» existió y existe aún en la Iglesia (en San Nicolás de Bilbao se venera una estupenda talla). Vitrales, frescos, tallas, hablan de la veneración a este personaje, ligada junto a San Roque a los leprosorios y hospitales, pues padeció la lepra (aunque el Evangelio no lo dice). Además de las muletas y los perros, sus otros atributos son una campanilla o matraca, (instrumentos medievales que tenían que portar los leprosos para anunciar su presencia y la gente se alejara)."

Y aquí tenemos la gran fachada principal de la Residencia de San Lázaro, Albergue Cano Mata, La Malatería o La Catedral de San Lázaro, como la llama y titula su noticia la periodista Susana Neira en el periódico El Comercio del 18-5-2008, cuando los vecinos se unían para preservar el edificio. Recoge además testimonios recientes de su uso como residencia de mayores:
"Si un leproso huía a la ciudad y le pillaban, regresaba de vuelta con una patada; a la segunda, le daban 50 palos; y a la tercera, lo mataban. La dura norma, recordada por Josefa Sanz, profesora de Historia de la Universidad de Oviedo, la recogen las ordenanzas municipales de 1274 y se aplicó durante siglos a todos los residentes de La Malatería de Cervielles. 
El desaparecido centro situado a las afueras de Oviedo -entonces el límite lo marcaba una muralla sobre la que ahora se asienta el Ayuntamiento- pasó a dedicarse a San Lázaro, santo protector de los leprosos, en el siglo XV. Sin pretenderlo, sus repudiados huéspedes también bautizaron al río cercano: se decía que los llamados gafos (gente contaminada) se aseaban en estas aguas.



 

Los vecinos de San Lázaro aprecian tanto la residencia que, gracias a la proposición de Asamblea de Ciudadanos por la Izquierda (ASCIZ), aplauden desde el pasado miércoles que el Ayuntamiento procure la protección del edificio y lo salve de la piqueta. Será en el Pleno Municipal de junio, cuando proponga incluirlo en el Catálogo de Edificios y Elementos de Interés del Concejo de Oviedo. 
«Siempre lo repito: para nosotros es como para Oviedo La Catedral». Habla así María Teresa Martín, presidenta de la asociación de vecinos de San Lázaro, donde vive desde hace 35 años. 
Su padre se alojó durante tres años en la residencia de Establecimientos Residenciales para Ancianos de Asturias (ERA). El Principado sustituyó en la gestión a las religiosas de San Vicente de Paul. María Teresa recuerda con nostalgia a «las monjas, que eran muy buenas y daban mucho cariño a los mayores». 
En aquella época ya vivía allí Isabel Dago. Su madre no podía cuidarla y la envió a San Lázaro con 12 años. Al cumplir los 30, con una situación más estable, regreso a la casa familiar, pero nunca rompió el lazo. Al morir su progenitora, retornó a La Malatería. «Y allí sigue a sus setenta y pico años. Antes se recogía a gente de cualquier edad», justifica Javier Llaneza, recepcionista del centro. Ahora quienes ocupan las 84 plazas son, en su mayoría, personas asistidas. 
Pero no todos se recluyen en La Malatería. «A algunos los veo comprando en el supermercado o de paseo, y a otros los vamos a visitar con frecuencia los vecinos del barrio», dice María Teresa. 
La residencia también ha dado buenos disgustos a San Lázaro. «Había una capilla preciosa al lado, donde se bautizó y casó mucha gente del barrio pero la tiraron en la etapa de Antonio Masip y ahora está allí el centro terapéutico». 
El respaldo vecinal frenó el segundo palo. La Consejería de Bienestar Social en la anterior legislatura, gobernada por IU, quería trasladar de forma permanente a los ancianos a la futura residencia de Ciudad Naranco y ubicar allí oficinas. Tras varias protestas, la Administración reformará el edificio para mantener el uso y lo abrirá a más generaciones. «Que la mejoren está bien. Pero que La Malatería siga siempre aquí porque la llevamos muy dentro», resume María Teresa."


La frase "para nosotros es como para Oviedo la catedral" delata la pervivencia de la diferenciación de estos barrios históricamente 'nuevos' respecto a la ciudad histórica o antigua, algo bastante usual en poblaciones que crecieron significativamente en pocas décadas y para las que, como en este caso, edificios como este guardan físicamente la continuidad de dicha identidad, convirtiéndose en todo un símbolo, como podemos comprobar viendo las pancartas colocadas en esta fachada, en las que la frase más repetida es LA MALATERÍA NO SE TIRA


Existió una Sociedad de Festejos de San Lázaro, integrada por vecinos, clientes de los negocios del barrio e industriales, que editó el folleto de festejos San Lázaro, "con imágenes de las fiestas y comentarios diversos sobre las gentes del barrio. Se incluía alguna que otra historia cómica y reseñas sobre algún personaje especialmente querido, además de dar cuenta de los principales actos", dice la Enciclopedia de Oviedo


Un vecino, Nicanor Díaz, publicó en 2010 la Pequeña historia del barrio de San Lázaro, en la que "quiso no sólo resumir la historia del barrio de forma amena y erudita, sino también recordar algunos datos que muchos vecinos desconocen", leemos en la reseña que a propósito publica el diario La Nueva España del 10 de octubre de dicho año:
«¿Quién sabía, por ejemplo, que el antiguo nombre de San Lázaro era Cervielles?», se preguntó el historiador de los Truébano. Por eso en su obra detalla que hasta el siglo XV así se llamaba este barrio, «o Santa María de Cervielles», puntualiza.
El autor también dedica un capítulo a la historia de la Malatería, tan unida a este barrio. «Fue una pena que en el año 1928 fuera derruida, y más aún su capilla, construida en el siglo XIII, que era de estilo románico». Lo único que se conservó fue una imagen de San Lázaro que fue llevada a la capilla del Hospicio. 
El autor también repara en el año 1878, cuando se comenzó a modernizar San Lázaro con su mercado y fábrica de cerillas."

Nos acercamos al portón de acceso, viendo los arcos de medio punto que hay a la entrada de la residencia, los cuales guardan un porche


Una pancarta:
LA MALATERÍA NO SE TIRA
GRACIAS A LA LUCHA DE LA PLATAFORMA CIUDADANA

Seguimos avanzando unos pocos metros más por la calle Gil Blas. A partir del siglo XVIII, con la construcción de la Carretera de Castilla, la ciudad se fue prolongando hacia estas antiguas aldeas del sur, como esta de San Lázaro, en cuya cuesta se instaló la reseñada fábrica de Cerillas, una de las pioneras en la industrialización de la ciudad. En el blog Es Oviedo, del erudito local Carlos Fernández Llaneza, se nos dan estos datos de ella:
"Hubo también por el barrio del Águila, en San Lázaro, una fábrica de "cerillas fosfóricas", fundada en 1862 por D. Pedro San Román que confeccionaba diariamente doscientas cajas de cerillas ordinarias, entrefinas, extrafinas y aromáticas; poca gracia le harían a éste los mecheros"

En cuanto al mercado de San Lázaro, de ganados, fue trasladado a Teatinos en 1928 como resultado del crecimiento urbano de la ciudad, si bien estos barrios durante la Guerra Civil quedaron arrasados en 1936 y 1937 en el Asedio de Oviedo y durante el año y tres meses que la ciudad fue línea del frente, por lo que fueron sometidos a una total reconstrucción


Dejamos aquí la calle Gil Blas para tomar a la izquierda la calle Aurelio de Llano, escritor y folklorista asturiano, que viene a ser la que sigue el trazado del antiguo Camín Real de acceso a la antigua ciudad amurallada por el sur


En 1939, recién acabada la guerra, se redactó y aprobó un plan de reconstrucción de la ciudad en el que, dada la destrucción total de barrios como San Lázaro, se transformó su fisonomía y se aprovechó para una mejora viaria respecto a los atestados poblamientos anteriores


De todas maneras, estos edificios que vemos ahora no son, obviamente de la posguerra, sino de las nuevas actuaciones urbanísticas acometidas en San Lázaro entre finales del siglo XX y principios del XXI. Una familia al menos, los Truébano, ha permanecido en este barrio desde que era una aldea del extrarradio, de ellos escribe Ángel Fidalgo en La Nueva España del 10-10-2010:
"Los Truébano, después de casi cuatrocientos años, siguen viviendo en su barrio, que es el de San Lázaro. Y lo han hecho de forma ininterrumpida. Una fidelidad, ésta, digna de estar en el «Libro de los Récords Guinness», y que ya forma parte de la historia de Oviedo.
Los últimos Truébano que aún residen en el barrio, adonde llegaron sus antepasados al menos en el año 1632 según está documentado en los archivos eclesiásticos, son las hermanas Nieves, Manolita y Aniceta del Truébano. Las dos últimas, junto con su sobrina Noemí, que es la presidenta de la comisión de cultura del Centro Asturiano, se reunieron en la plaza de San Lázaro para echar una vista atrás y disfrutar de los recuerdos. 
Todo empezó en la casa solariega que la familia tenía ya en 1632 en el Caño del Águila, en este barrio tan ovetense, y que estuvo abierta hasta que en 1992 fue derribada. A Noemí, la última en nacer en esta casa, aunque ya no reside en el barrio, le gusta visitarlo periódicamente. 
«Todas nacimos en esa casa, de la que ya sólo nos quedan el recuerdo de una infancia feliz y unas fotografías», comentaba Noemí del Truébano mientras su primo Nicanor Díaz, el historiador de la familia y también de San Lázaro -son sus grandes pasiones-, sacaba viejos legajos con los resultados de sus investigaciones. 
«Mis hermanas y yo estamos orgullosas de seguir viviendo en San Lázaro; creo que ya no podríamos ir a otro lugar, porque entonces perderíamos una parte importante de nuestra identidad». Esta reflexión en voz alta la hizo Manolita con la aprobación de su hermana Aniceta. A la improvisada reunión familiar no pudo asistir Nieves, la mayor, por encontrarse convaleciente de una caída, ni Orlanda, a la que los azares de la vida llevaron a vivir a Madrid, desde donde tiene siempre presente su San Lázaro natal. 
«Este barrio no sé lo que tiene, pero a todos nos engancha, sobre todo antes, cuando era más rural que urbano y muchas familias vivían de la agricultura», explicaba Aniceta mientras ojeaba la publicación «Pequeña historia del barrio de San Lázaro» escrita por su primo Nicanor Díaz. 
Este «librillo», como prefiere denominarlo el autor por sus pocas páginas, refleja también las aportaciones que algunos de sus antepasados realizaron a la sociedad ovetense, como Manuel del Truébano, que en tiempos de la I República se convirtió en el primer concejal de Agricultura que tuvo el Ayuntamiento de Oviedo. 
«Como vivía en la casa del Caño del Águila y nuestra familia se dedicaba a la agricultura, siempre estuvo muy sensibilizado con estos temas y sus problemas», explicó Noemí. Fue también este concejal el que dio un gran protagonismo a los alcaldes de barrio. 
Otro miembro de esta familia, Rufino Truébano, fue un destacado canónigo de la Catedral en los años treinta y fundador de Acción Católica. Además, introdujo la enseñanza del catecismo en San Lázaro."

La calle, recta, hace una suave subida y, al fondo, en medio de los edificios, vemos ya el Seminario Metropolitano de Oviedo, en cuyos bajos, en la calle Leopoldo Alas, está el Albergue de Peregrinos El Salvador


Más señalización en las farolas, estemos pendiente de ella, pues no es difícil despistarse en el cruce de calles que hemos dejado atrás


A partir de ahora nuestro entorno será netamente urbano hasta llegar a la catedral, entrando poco antes, hasta bien pasado el seminario, en lo que se conoce como El Antiguo o casco antiguo, pasando el Parque del Campillín, en la calle Magdalena, al lado de El Fontán, el popular mercado ovetense y su histórica plaza y edificios, rumbo al Ayuntamiento y calle la Rúa


El edificio gris del seminario destaca al final de esta recta y es el lugar donde los peregrinos suelen hacer un alto, tanto si desean pernoctar en él como para sellar su credencial


Aunque ya desde el siglo XVI con el Concilio de Trento se planteó construir seminarios al menos en todas las capitales españolas y ciudades de importancia, el seminario ovetense no se fundó hasta 1851, siendo uno de los últimos en inaugurarse, pero no aquí, en El Prao Picón, sino en el antiguo convento de Santo Domingo, unos metros más allá, en El Campillín, sucediéndose diversos cambios de sede hasta la posguerra, cuando se inician la construcción de este Seminario Metropolitano


En 1945, con las obras de este seminario ya en marcha, los primeros seminaristas ocuparon el primer pabellón construido en El Prao Picón, a los que se sucedieron nuevas promociones según avanzaba la construcción, siendo inaugurado este nuevo Seminario Conciliar de la Asunción de la Archidiócesis de Oviedo el 15 de noviembre de 1954, siendo obispo Francisco Javier Lauzurica y Torralba


El Prau Picón está en la cima de un monte llamado San Cipriano, actualmente totalmente edificado, donde se hizo el cementerio municipal en 1808 aprovechando la existencia de una ermita en el lugar con esta advocación. En1885 se hizo el nuevo cementerio de El Salvador y este cayó en desuso, empezando a trasladarse los cadáveres. Sin embargo volvió a usarse durante la Guerra Civil, aunque quedó destruido, por lo que sus últimos restos fueron retirados en 1941, siendo construida en el lugar una urbanización de chalets, la Colonia Montealegre o Monte Alegre, que se dice era otro topónimo del monte, el "Monte Tabor de Oviedo" lo llama Ángel Aznárez en Cuestas en el Prao Picón de Oviedo, de La Voz de Asturias del 5-5-2024:
"Subir hasta allí, el denominado Monte Tabor de Oviedo, aunque sin Transfiguración (lugar antes de seminaristas a cientos, con sotanas negras, fajines azules y bonetes con borla azul, repartiendo estampitas de santos) podía y puede hacerse de varias maneras, topándose, en cualquiera de las vías, con muchos clérigos. Dos maneras principales de subir: 
a.- Por la escalera infinita que parte de la Plaza de San Miguel. Por ella subían clérigos tan destacados y prometedores como los jóvenes curas, Paquín y Novalín, de pueblo ambos, de Ferroñes y de Nava, respectivamente, y no, por eso mismo, del «Oviedín del alma», aunque terminados en «in» aquéllos, un «in» tan del «Oviedin». El primero, Paquín, por haber cuidado a un arzobispo al que se «fue la cabeza» (Lauzurica) —así se decía de los desmemoriados— llegó a ser Eminencia por cardenal, con enterramiento de postín en la Catedral de Toledo, primada de las Españas.  El segundo, Novalín, por ser muy listo y con honduras de sabio, incluso jovellanista, no pasó de Reverendo o Monseñor, y eso que trabajó en Roma, estando sus restos, no en Iglesia o Catedral, sino en cementerio de pueblo. Cosas de la Ecclesiam suam, que escribiera Pablo VI...    
b.- También se podía subir por la calle de Sacramento, girando arriba a la izquierda, bordeando lo de Castelao, teniendo enfrente las potentes antenas de un «chalet» de espías del cuerpo de Transmisiones militares, vecino de las Aguadé solteras. Esa calle, la de Sacramento, no asfaltada, sino de mucho barro, con postes de palo para sostener cables de luz, a la derecha subiendo había una fábrica de caramelos y a la izquierda Manzanares guardaba su tesoro (El Tabularium). Entre lecheras y pollinos transitaban canónigos, como don Martín, de Grado (los llamados Martín solían ser de Grado), o beneficiados catedralicios, como don Gonzalo, de Toro (Zamora), como el vino gordo o los churros de la churrera «La Toresana».  
A mí lo de los beneficiados, sin derecho a coro, y los canónigos catedralicios, siempre en coro, tan diferentes, en saberes y sueldos principalmente, siempre me interesó. De eso conversé mucho con don José Franco, paseando ambos cerca del portal de su casa en la calle Jovellanos, el cual, habiendo sido beneficiado, pasó luego a canónigo, sin opositar teologías ni misterios trinitarios como don Eliseo Gallo, y que, congestionado, portó reliquias santas en traslado a la Cámara Santa en la Catedral de El Salvador.  
A mí, las escaleras, las de la letra a), siempre me recordaron las romanas, que partiendo de la Piazza di Spagna, siempre Inmaculada, subiendo al cielo, llegan a la Trinità dei Monti, llamada con más propiedad la iglesia de la Santissima Trinità al Monte Pincio..."

Por poco no llegamos a ver la entrada al albergue de peregrinos, situado en el bajo, con puerta a la calle, unos pocos metros más a la derecha y donde, además de sellar, expenden la salvadorana o certificado de haber realizado este Camino del Salvador. Esta gestionado por la Asociación Astur-Leonesa de Amigos del Camino de Santiago


La flecha amarilla en la base de la farola vuelve a confirmar que vamos en la dirección correcta, no hay pérdida posible


A nuestra derecha, los ventanales de la Cafetería Lucky, cuya terraza está más adelante, frente a la calle Muñoz Degraín, dedicada a este pintor valenciano en 1911


A la izquierda el Bar Diañu, con sus terrazas también en dicha calle, abierta cuando, empezando el siglo XX, se percibió la necesidad de comunicar directamente por aquí diferentes lugares de la creciente ciudad, según nos informan en la Enciclopedia de Oviedo:
"A principios del siglo XX precisó la ciudad de una vía que por su zona suroeste conectase el barrio de San Lázaro con el Naranco pasando por Fresno y La Argañosa. Inicialmente Muñoz Degraín abarcaba únicamente el tramo entre González Besada y Sacramento, donde se ubicaba la desaparecida Iglesia de los Carmelitas; fue en 1925 cuando se prolongó hasta San Lázaro. 
Es una vía de comunicación muy importante para la ciudad al constituir el principal acceso a la Ronda de Circunvalación, construida en 1983, que conduce de San Lázaro a las carreteras de Gijón y Avilés. La construcción de la Ronda supuso la desaparición de la Plaza del Carmen, a la altura de la Calle Sacramento. 
La denominación de la calle alude al pintor valenciano Antonio Muñoz Degraín, quien plasmó en un famoso lienzo la muerte del Cabo Noval, al que el consistorio ovetense decidió dedicar una calle en 1911 a modo de correspondencia con el Ayuntamiento de Valencia que había erigido un monumento al Cabo Noval. 
Muñoz Degraín nació en Valencia en 1841. Se inició en la pintura en la Academia de San Carlos de su ciudad natal, recibiendo el magisterio de Rafael Montesinos, y con apenas dieciséis años marchó a Roma para ampliar conocimientos y perfeccionar su técnica. De regreso en España consiguió diversos reconocimientos hasta que en 1879 se lo nombra profesor de la Escuela de Bellas Artes de Málaga. En 1878 recibe la Cruz de Carlos III por su lienzo Isabel la Católica cediendo sus joyas para la empresa de Colón. Con Otelo y Desdémona obtiene el primer premio de la Exposición Nacional de 1881, año en que realiza un nuevo viaje a Roma, esta vez como pensionado de mérito. Pasa a la Academia de Artes de San Fernando en Madrid como profesor de paisaje y en 1899 es nombrado académico de la misma y armado caballero de la gran cruz de Isabel la Católica. En 1891 consigue el cargo de Director de la Escuela Especial de Pintura, Escultura y Grabado. En la exposición de 1910 presentó su cuadro sobre el Cabo Noval titulado El Jordán, Jesús en Tiberiades. Falleció en Málaga en 1924 quedando para la posteridad como un gran artista de estilo impresionista que sobresalió en la plasmación de episodios históricos."

Pasando junto a la terraza del Lucky nos disponemos a cruzar la calle, muy ancha y de mucho tráfico, por el paso de peatones que tenemos enfrente


Y aquí, en un parterre o zona ajardinada, una escultura sobre pedestal de Santiago Peregrino, colocada en 2007, mirando al seminario del Prau Picón, recibe a los peregrinos a su entrada en el centro de la ciudad...





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