Una escultura de Santiago Peregrino, en el cruce de las calles Aurelio de Llano y Muñoz Degraín, recibe a los romeros que han entrado en la ciudad por el barrio de San Lázaro y La Malatería, en los que ya son los últimos metros del Camino del Salvador, y se dirigen al centro urbano y al Antiguo o casco histórico, donde se encuentra la Sancta Ovetensis o catedral de San Salvador, culminando esta peregrinación y comenzando acaso otra, o prosiguiéndola, bien por el Camino Norte o bien por el Camino Primitivo
La escultura, llamada El Peregrino, es una obra del artista José Francisco Candán García, hecha en su taller de O Porriño, en Pontevedra y se muestra a Santiago ataviado con bordón con calabaza, escarcela, sombrero, conchas y libro del Nuevo Testamento, instalada en el año 2007 bajo los auspicios del Ayuntamiento y de la Asociación Astur-Leonesa de Amigos del Camino de Santiago
Y así, en el pedestal, donde hay una concha de bronce similar a las que señalizan el Camino por las aceras de la ciudad, podemos leer:
SANTIAGO PEREGRINOASOCIACIÓNASTUR - LEONESADE AMIGOS DELCAMINO DE SANTIAGOEXCMO .AYUNTAMIENTODE OVIEDO¡ BUEN CAMINO PEREGRINO !AÑO 2007
Como anécdota hemos de decir que, el día de su inauguración, las autoridades no pudieron quitar la tela que lo cubría, llegando a pedir colaboración a los vecinos asistentes, consiguiéndolo un niño de cuatro años, Antonio Crespo González, ayudado por su abuelo, tal y como informa Pilar Campo en su crónica de la jornada publicada el día después, el 23-4-2007 en El Comercio, y que nosotros hemos hallado en el blog La Ananda de Adriadna:
"La estatua ha sido instalada en la confluencia de la calle Muñoz Degraín con la rotonda de San Lázaro, en el punto de entrada de los peregrinos procedentes de León, tras realizar el recorrido a través de Pajares, Puente de los Fierros, Campomanes, Mieres, Olloniego, La Manjoya y Oviedo. El presidente de la Asociación, el exedil Rodrigo Grossi, considera interesante que, en un plazo breve, pueda proponer que se instale otra escultura en La Florida, al estar en esta zona situado el punto de salida.
La anécdota de la jornada vino protagonizada por el niño Antonio Crespo González. A sus cuatro años, el pequeño se convirtió en el auténtico descubridor de la imagen, ya que, a hombros de su abuelo Antonio Crespo Páramo, logró retirar la tela que cubría la escultura y que se resistía a pesar de los ímprobos esfuerzos que realizaban las autoridades y que les llevaron incluso a solicitar a los vecinos que acercasen «el palo de una escoba» para facilitar las labores, aunque finalmente no hiciera falta.
El párroco de San Lázaro, Celestino Castañón, bendijo la escultura y propuso que, a partir de ahora, todos los años, cada 25 de julio –festividad de Santiago– los peregrinos y ovetenses se reúnan en torno a la estatua para celebrar este aniversario.
Rodrigo Grossi reconoció que Oviedo tiene que convertirse en sede de peregrinaciones y aseguró que el Santo Sudario puede ser una de estas razones que atraiga a los peregrinos a la ciudad.
El alcalde, Gabino de Lorenzo, recordó que hace 20 años el camino era «casi una utopía, algo colateral», pero dos décadas después, gracias al esfuerzo de la Asociación Astur-Leonesa, su reconocimiento traspasa fronteras. «Estamos en deuda con vosotros y vuestra labor hay que reconocerla», ratificó.
Rodrigo Grossi agradeció el apoyo municipal que han recibido a todas sus peticiones, entre otras, al albergue de peregrinos que, si bien se está quedando pequeño, lo que le llevó a aventurar que sería bueno que tuviera más capacidad, no era óbice para resaltar que esta circunstancia es buena porque demuestra «su vitalidad; se amplió los caminos y se señalizó».
Aquí cruzamos pues la calle Muñoz Degraín, abierta a principios del siglo XX cuando San Lázaro, antigua aldea del extrarradio, iba siendo absorbida ya por el crecimiento de la ciudad hacia el sur, precisándose de una amplia vía que comunicase directamente con los barrios del oeste Teatinos, L'Argañosa, Naranco... que estaban en el mismo proceso urbanizador
Al otro lado, continuaremos por la calle Leopoldo Alas en dirección al Seminario Metropolitano de Oviedo, que vemos al fondo, en El Prau Picón, y en cuyos bajos, sitos en dicha calle, se halla el albergue público de peregrinos El Salvador, donde pernoctan muchos caminantes, además de sellar su credencial y solicitar la salvadorana o certificado de haber realizado este Camino del Salvador
El Prau Picón era, como su nombre indica, un prado en una elevación a manera de pico grande, 'picón', en las afueras de la ciudad, y por ello se decidió construir en él el cementerio municipal en él, en 1808, aprovechando que existía una antigua ermita de San Cipriano, que daba también nombre al lugar. Cuando en 1885 se inaugura el nuevo cementerio del Salvador, en la parroquia de San Esteban (de les Cruces), más al sur, este cae en desuso, se trasladan los cadáveres pero vuelve a usarse durante la Guerra Civil quedando totalmente destruido al ser la ciudad línea de frente durante más de un año
En 1941, empezando la posguerra, fueron retirados definitivamente los restos del antiguo cementerio y, al año siguiente, se empezó a construir el seminario, a la vez que una urbanización de chalets, la Colonia Montealegre. Basándose en los estudios del erudito historiador José Ramón Tolívar Faes, el periódico El Comercio publica un buen resumen de la historia del lugar, hoy totalmente urbanizado a fecha 27-8-2018:
"El erudito José Ramón Tolivar Faes recoge en su 'Nombres y cosas de las calles de Oviedo' que la referencia más antigua de la que encontró noticia al Prado Picón, la «ciudad jardín» sobre la que hoy se eleva el Seminario es de 1705. Por aquel entonces, el Cabildo catedralicio «afora a un canónigo 'los prados de San Cipriano de arriba de la Puerta Nueva que llaman del Picón'». Más tarde, en 1808, las autoridades ordenan convertir la zona en cementerio, aprovechando la vieja ermita de San Cipriano. Pero la capacidad era muy limitada y algunos enterramientos poco profundos dieron lugar a preocupaciones de salud pública.El Ayuntamiento de entonces buscó una alternativa y la encontró en los terrenos de El Bosque. En 1885 entró en funcionamiento el cementerio de El Salvador y el viejo de San Cipriano, del que se empezaron a trasladar cadáveres solo se volvió a usar durante el cerco a Oviedo en la guerra civil, en el transcurso del cual quedó muy destruido. Por ello, los últimos restos fueron retirados en 1941.
Las obras del actual Seminario, proyectado por Gabriel de la Torriente, comenzaron en 1942 y empezó a habitarse, aún sin terminar, en 1945. Antes, la institución educativa se había refugiado en Valdediós por la destrucción, durante la Revolución de 1934, del convento de Santo Domingo donde tenía su sede. En sus momentos de mayor auge, cuando los futuros curas empezaban a estudiar de adolescentes, alcanzó los 600 internos."
Toda esta zona en concreto quedó arrasada en la contienda y hubo de volver a edificarse, a la vez que se construía el seminario. No obstante estos edificios que tenemos enfrente no son de la posguerra sino posteriores, de los construidos a partir de las últimas décadas del siglo XX, en otro proceso de reurbanización
En la acera, una de las conchas de bronce que jalonan el trayecto jacobita urbano ovetense nos indica cruzar aquí la calle, dedicada al pintor valenciano Muñoz Degraín en 1911 como agradecimiento al Ayuntamiento de Valencia, que había puesto el nombre del asturiano Cabo Noval a una de sus calles
Más a la derecha, donde ahora está la entrada a la calle Arzobispo Guisasola, antigua de La Luneta y que fue de la Puerta Nueva Alta, continuación de la actual calle Magdalena, antaño Puerta Nueva Alta, por donde entraremos en el Antiguo, yendo en dirección al Ayuntamiento, donde estaba la Puerta Vieja o de Cimadevilla en la desaparecida muralla. En el siglo XVI se hizo una puerta nueva y de ahí el nombre de esas calles. Al partir de ellas y hacia el este se hallaba el barrio de Santo Domingo, por el monasterio de este nombre, fundado en 1518 y que fue una de las antiguas sedes del seminario, al otro lado de El Campillín, antiguo Campo de los Herreros en la documentación antigua, actual parque por cuyo extremo septentrional pasaremos para ir a la calle Magdalena. La calle fue también llamada de los Ángeles, así como esta fue antes de los Monumentos, nos cuenta Covadonga del Nero en El Comercio del 30-1-2023:
"La calle Arzobispo Guisasola. Esta es la antigua calle de los Ángeles, que durante los inicios del siglo XX se comenzó a llamar Puerta Nueva Baja. Pero fue el día 9 de octubre de 1903, hace ya 120 años, que por acuerdo municipal la calle recibió nombre. En 1937, el 11 de noviembre, se acordó restablecer la antigua nomenclatura de Puerta Nueva Baja y el último cambio se realizó el 5 de octubre de 1945, se resolvió rotular nuevamente con el nombre de Arzobispo Guisasola. Esta calle, que vivió tanto cambio de nombre, era la prolongación que llegaba a la entonces carretera de los Monumentos, ahora Muñoz Degraín. A consecuencia de las reformas que dieron lugar la casi total destrucción del barrio durante el sitio de Oviedo, en la actualidad la calle Arzobispo Guisasola comprende también las antiguas calles de la Luneta y de San Roque. Se sitúa en la parte alta del parque de El Campillín."
La calle Muñoz Degraín se abrió cuando, empezado el siglo XX, la creciente ciudad vio la necesidad de comunicar de manera directa y efectiva estos barrios del sur con los del oeste, hacia Llamaquique y L'Argañosa, y de ahí al Naranco. Hoy en día es de las de mayor tráfico de la ciudad, con accesos al centro por un lado y a las rondas, autovías y circunvalaciones al otro, así como al citado cementerio del Salvador y las parroquias del sur del concejo
Fijémonos en la flecha amarilla en la base de la farola isabelina situada al otro lado de la calle, indicándonos tomar la de Leopoldo Alas, que sube suavemente hacia el seminario, cuyo campo rememora al antiguo monte y prado allí existente. En Memorias de Prao Picón, la periodista de La Nueva España Elena Fernández Pello publica en la edición del 3-9-2012 la entrevista a Etelvina Cuesta Valls, hija del promotor de la colonia allí existente, junto al seminario, aunque no podemos verla desde aquí:
«Con 85 años, en mi vida hubo de todo, bueno, malo y regular». Etelvina Cuesta Valls es hija de la emigración y memoria viva de la historia, de Oviedo y de latitudes más lejanas. Su padre, Manuel Cuesta, procedía de una humilde familia de labradores de Soto de Ribera, emigró a Chile en 1894 e hizo fortuna. Regresó, sin descuidar por ello sus negocios en ultramar, y se convirtió en el propietario y promotor del Prao Picón, una urbanización que él imaginó «sencilla y privada» y en cuyo diseño contó con la colaboración del arquitecto Enrique Rodríguez Bustelo.
«Mi padre estuvo en Chile veintidós años, sin venir. Fue un pobre emigrante, empezó de pinche de tienda, dormía en el mostrador y se alimentaba de higos pasos, por eso siempre decía: la comida es sagrada, aquí no se puede dejar nada», cuenta la pequeña y última de sus seis hijos. El emprendedor emigrante «fue ahorrando y se estableció, puso una industria de corsés, con la marca Vestal» y ya entrado en años volvió a su tierra y conoció a la que sería su esposa, Margarita, «guapísima, hija de francés y andaluza». El padre de Margarita, Marius Valls, era experto en explosivos y recaló en La Manjoya. La casa familiar aún sigue en pie, tapizada de hiedra, en el cruce de Llamaoscura. Sus hermanos mayores nacieron en Chile, pero sus padres deseaban que los niños se educaran en España.
Etelvina Cuesta cree recordar que lo que hoy se conoce como Prao Picón recibía antes el nombre de Monte Alegre. En aquel lugar su padre se reservó la mejor parcela y en ella levantó una casa de tres plantas, con un jardín que «era un vergel»
«Estando yo con el servicio, empiezo a sentir tiros, corro a la habitación de costura, había dos ventanas que daban a la calle Sacramento, me asomo y veo a los regulares y a los moros corriendo agachados y con el cuchillo entre los dientes», refiere la mujer, recuperando la mirada de la infancia. Es la imagen que Etelvina Cuesta guarda de la Revolución del 34. También recuerda a Belarmino Tomás, gritando agarrado a la reja de una ventana de las Adoratrices, cuyo colegio «de niñas revoltosas» hacía las veces de prisión, y a la Pasionaria, Dolores Ibárruri. «Yo iba al Colegio Covadonga, en Gil de Jaz. La chica me llevaba por Campomanes y ella estaba en el Fontán, subida a una caja de manzanas y despotricando».
En Prao Picón sus vecinos eran los Jiménez, «él, pintor y catedrático, Joaquinito Manzanares, los Novo, Rosario Quirós, hermana del psiquiatra...».
Al estallar la Guerra Civil, los Cuesta Valls tuvieron que salir huyendo. «Yo oía a mi padre hablando con mi madre: Margarita, esto se está poniendo muy feo, vamos a tener que marchar». No lograron salir del país y la contienda dividió a la familia. En 1936, con Oviedo cercado, la madre aprovechó el corredor abierto por los nacionales hasta Galicia y se refugió en Lugo, con un niño que la familia había recogido -Cuqui-, la modista Mercedes Llana y su hijo, Juan, que al paso de los años, comenta, se convirtió en uno de los hombres de confianza de los Masaveu.
El padre de Etelvina salió hacia Gijón, con los tres hijos mayores, y el resto fue a Soto de Ribera, con la abuela paterna. La mujer cree recordar que el crucero «Almirante Cervera» bombardeaba Gijón cuando su padre salió hacia Colunga. Acabó en Lastres. «Los tres pequeños seguíamos en casa de mi abuela, que era una aldeanina pequeñina y con mucho coraje».
A mitad de la guerra, la madre de Etelvina tuvo que regresar a Asturias para interceder por su esposo, al que habían denunciado. «Mi padre era apolítico. Concebía la vida teniendo a sus hijos bien comidos y vestidos, pero tenía mucho dinero, "Pancina de oro" lo llamaban en Oviedo». La mediación de unos familiares, que batallaban en el bando nacional, le salvó la vida. No fue la única vez que vio la muerte cerca. En Lastres lo detuvieron y lo subieron a un camión. De camino al paredón una mujer lo reconoció, era la hermana de los «Pioyos», dos ebanistas que habían trabajado para él. «¿Pero sabéis la de trabajo que ha dado este hombre? Bajadlo inmediatamente», les increpó y, según cuenta Etelvina, la obedecieron.
La familia Cuesta Valls se echó muchas amarguras a la espalda en aquellos años, como cuando el Banco Herrero, donde había ingresado su fortuna, se le echó encima ejecutando avales. O el regreso al Prao Picón, con la casa familiar destruida. «Sólo quedaba la planta baja. Se vendió a la mujer de Castelao, el ingeniero».
Etelvina Cuesta completó su formación en las Esclavas y luego en las Irlandesas, en Velázquez 119, en Madrid, dirección que recuerda con exactitud a pesar de los muchos años transcurridos. Con ellas estudió la carrera de piano. «En Castilleja de la Cuesta se había educado la madre de don Juan Carlos. En el salón había una foto de ella con sus hijos y las monjas decían que don Juan no podía ser rey porque a su mujer le metía las fulanas en casa, y es que ella seguía visitándolas y les lloraba», relata.
La familia retornó a Chile en el 47, en buena medida intentando truncar los amoríos de uno de los hermanos con una muchacha que no era del gusto de sus progenitores. «En barco llegamos a Buenos Aires. En España el pan era negro y ver aquel pan que comían allí, tan blanco y tan riquísimo. Era una maravilla de ciudad. Cogimos el tren, atravesamos los Andes y llegamos a Santiago», continúa la narración. Allí Etelvina Cuesta asistía a las subastas con su madre y frecuentaba los bailes y las fiestas del Círculo Español. En los veraneos coincidían con Salvador Allende. «Él siempre estaba en el porche de su casa, con su "blazer" azul marino y su pañuelo de seda azul y blanco. Era un tipo repelente», dice. La mujer cita a presidentes que le antecedieron: González Videla, Jorge Alessandri... y les dedica elogios. «Llegó este chiflado, que era marxista leninista, y destrozó Chile», se lamenta.
Etelvina habla de la inseguridad, de los «cogoteros» que campaban a sus anchas, de las huelgas en las fábricas y de las caceroladas para pedir comida. «El golpe se veía venir porque la gente no tenía qué comer y eso que dicen que a él lo mataron; mentira. El tenía una amiga que llamaban la Payita. Un día pongo la tele y veo a la Payita, que se había exiliado en Francia, y decía: Yo estuve con Allende hasta el último momento, me marché porque él insistió. Se suicidó».
La familia Cuesta Valls había emprendido el regreso a España mucho antes de que los militares se apoderasen del Gobierno chileno. «Mi hermano Pepe Luis nos trajo en coche, atravesando la Pampa, viajando toda la noche, con un calor terrible. Llegamos a Buenos Aires y mi hermana Carmen me dijo: Pero, ¿tú has visto esto? Era una ruina de ciudad, llena de capillitas con la efigie de Eva Perón, y sólo habían pasado siete años desde que habíamos pasado a la ida, de camino a Chile».
Etelvina, que nunca se casó, dio por terminadas sus idas y venidas transatlánticas, salvo para visitar a los amigos y los parientes que habían quedado al otro lado. Tras una breve estancia en Mieres, se instaló en Oviedo, en un edificio construido por su padre en la calle Mendizábal.
«Los únicos vicios que he tenido fueron viajar y el chocolate», y satisfaciéndolos recorrió la India, Vietnam, Camboya, Bali, Yemen, Siria, Jordania... Etelvina Cuesta Valls, la hija pequeña del promotor de Prao Picón, sobrevivió a todos sus hermanos y vela su memoria con una lucidez que el tiempo ha respetado."
Comienza la calle Leopoldo Alas, de las que también quedaron muy afectadas por la contienda civil. Sobre la relación de los Cuesta con el lugar y sobre las subidas al seminario por esta calle, publica Ángel Aznárez en La Voz de Asturias del 5-5-2024 el amplio artículo titulado, con todo el doble sentido Cuestas en el prao Picón de Oviedo, del que extraemos lo siguiente:
"el Prao Picón está «vinculado» a los Cuesta. El más importante, don Francisco Crabiffosse, importantísimo en Un siglo de Mecenazgo, apellidado Cuesta de segundo, fue nieto de don Manuel Cuesta, natural de Llanera, propietario que fue del Prao Picón por compra terrenal a la Iglesia católica al regresar de Chile. Don Francisco fue también sobrino de doña Etelvina Cuesta, hija de don Manuel, la cual vivió en otro tiempo, según me contó, en un chalet en ese Prao, casi monte, donde luego viviría Castelao con esposa e hija, que es hoy lugar de rezos, oratorios y disciplinas para las llamadas, anteriormente, las «del bello sexo».
Aquella relación también viene, por otra parte, a causa de la llamada Casa Rosa, lugar mágico, donde Pérez Jiménez, padre de Pepe y Mari Pérez Montero, pintó lienzos, unos más pequeños y otros más grandes, que, por indiferencia y un cierto desprecio, acabaron, los más grandes en el Museo de Bellas Artes de Badajoz, tierra natal del artista venido a Oviedo. (...)
Subir hasta allí, el denominado Monte Tabor de Oviedo, aunque sin Transfiguración (lugar antes de seminaristas a cientos, con sotanas negras, fajines azules y bonetes con borla azul, repartiendo estampitas de santos) podía y puede hacerse de varias maneras, topándose, en cualquiera de las vías, con muchos clérigos. Dos maneras principales de subir:
a.- Por la escalera infinita que parte de la Plaza de San Miguel. Por ella subían clérigos tan destacados y prometedores como los jóvenes curas, Paquín y Novalín, de pueblo ambos, de Ferroñes y de Nava, respectivamente, y no, por eso mismo, del «Oviedín del alma», aunque terminados en «in» aquéllos, un «in» tan del «Oviedin». El primero, Paquín, por haber cuidado a un arzobispo al que se «fue la cabeza» (Lauzurica) —así se decía de los desmemoriados— llegó a ser Eminencia por cardenal, con enterramiento de postín en la Catedral de Toledo, primada de las Españas. El segundo, Novalín, por ser muy listo y con honduras de sabio, incluso jovellanista, no pasó de Reverendo o Monseñor, y eso que trabajó en Roma, estando sus restos, no en Iglesia o Catedral, sino en cementerio de pueblo. Cosas de la Ecclesiam suam, que escribiera Pablo VI...
b.- También se podía subir por la calle de Sacramento, girando arriba a la izquierda, bordeando lo de Castelao, teniendo enfrente las potentes antenas de un «chalet» de espías del cuerpo de Transmisiones militares, vecino de las Aguadé solteras. Esa calle, la de Sacramento, no asfaltada, sino de mucho barro, con postes de palo para sostener cables de luz, a la derecha subiendo había una fábrica de caramelos y a la izquierda Manzanares guardaba su tesoro (El Tabularium). Entre lecheras y pollinos transitaban canónigos, como don Martín, de Grado (los llamados Martín solían ser de Grado), o beneficiados catedralicios, como don Gonzalo, de Toro (Zamora), como el vino gordo o los churros de la churrera «La Toresana».
A mí lo de los beneficiados, sin derecho a coro, y los canónigos catedralicios, siempre en coro, tan diferentes, en saberes y sueldos principalmente, siempre me interesó. De eso conversé mucho con don José Franco, paseando ambos cerca del portal de su casa en la calle Jovellanos, el cual, habiendo sido beneficiado, pasó luego a canónigo, sin opositar teologías ni misterios trinitarios como don Eliseo Gallo, y que, congestionado, portó reliquias santas en traslado a la Cámara Santa en la Catedral de El Salvador.
A mí, las escaleras, las de la letra a), siempre me recordaron las romanas, que partiendo de la Piazza di Spagna, siempre Inmaculada, subiendo al cielo, llegan a la Trinità dei Monti, llamada con más propiedad la iglesia de la Santissima Trinità al Monte Pincio. Curiosamente por esas romanas escaleras, subió Byron, lord inglés, feo, poeta y cojo, para visitar a su compatriota, también poeta, John Keats, muy triste y deprimido por los cuernos que le ponía su amante, la bella Paolina Borghese, hija de Leticia Bonaparte. ¡Qué torpeza liarse con una Borghese con la fama que tenían…! Para mayor coincidencia con lo del Prao Picón, J. Keats vivía, junto a la escalera de camino a la iglesia, en una casita denominada La Cassina Rossa.
IV.- Y llega lo de doña Etelvina Cuesta:
Escribí varios artículos dedicados a la Casa Rosa y a sus moradores, José y Mari Pérez Montero, amigos míos muy apreciados y recordados, tan buenos que los veía con alas como los ángeles. En primer lugar, los visité en su Casa Rosa del Prao Picón, y que, más tarde, en el verano de 1994, me devolvieron la visita, viniendo a mi casa en la aldea, cerca de Gijón. Por esos artículos, Doña Etelvina Cuesta, me escribió una extensa carta que guardo con respeto, fechada el 24 de julio de 2012, aunque, por error, pone el año de 1912. Comenzó doña Etelvina la escritura maravillosa a máquina, primero con tinta azul, luego con tinta roja, y ya sin tinta, manuscribiendo el resto del texto. Me apresuré, llamando al teléfono indicado, para saludarla con mucho gusto, visitándola, en su piso en la calle Mendizábal, casi enfrente de El Filarmónica, una tarde del verano del año 2012.
Tuve muy en cuenta, en mi conversación con doña Etelvina, la lectura que yo había hecho años atrás del artículo Al final de la escalera, que su sobrino Francisco Crabiffosse Cuesta, escribió el 14 de enero de 1996, en el periódico La Nueva España, recordando a José Pérez Montero, que había fallecido días antes, compartiendo la tristeza.
Escribió Crabifosse, en su artículo, de José Pérez Montero, y también de su abuelo. Entre documentos, escribe don Francisco: «Encuentro algunos referentes a la construcción de la escalera de Prao Picón, que articulaba lateralmente una de las zonas de la Colonia Montealegre, una plasmación de las modernas corrientes urbanizadoras y arquitectónicas». Y añade el crítico de arte: «Muchas veces he pensado que esa escalera simbolizaba perfectamente la historia personal de mi abuelo».
V.- La Casa Rosa:
De la Casa Rosa, de muchas escaleras y esquinas, de los Pérez Montero, ahora con carteles de sospecha en verjas azules de «Estudio de Arquitectura», Crabiffosse escribió en su artículo: «Pérez Jiménez diseñó la casa familiar, una arquitectura eclécticamente moderna que combinaba elementos racionalistas e historicistas, dándole un carácter absolutamente personal». Yo, mucho más torpe, de esa Casa, escribí: «Un edificio esdrújulo, neogótico, barroco y mesopotámico como una torreta de Babel, con un aparato para espantar rayos, truenos y centellas, con potencia de alambre, que parece un pelo tieso en campo pelado o calvo».
Estoy de acuerdo con los elogios fúnebres, y me limito con mucho cuidado a añadir, como apostilla «cojonera», que en el cuadro al que se refiere Crabiffosse, en el que Pérez Montero aparece sentado en una terraza, con un libro abierto, se puede leer, tal como vi: Anuario de Derecho Internacional. Un cuadro que está en el Museo de Bellas Artes de Oviedo, así como el cuadro de Mari tocando el piano.
Cuando en el año 1980 estuve en la Casa Rosa, Mari me enseñó un imponente cuadro, de grandes dimensiones, de su padre, que ocupaba todo el salón de la planta segunda, como de vidrieras y de cristales esmerilados y de colores: un cuadro de monjitas de ancianitos «desamparados», de ancianos pobres, una luz con la que se iluminaba el cuadro desde sus faroles. Todo el lienzo muy real del cercano convento y residencia de esas monjitas en la Calle González Besada, antes de vender el solar a los de procedencia maragata (Las Adoratrices hicieron lo mismo).
Con pena, me advirtieron Pepe y Mari, acerca del poco interés en Asturias por esa obra. Y es que el «poco interés» de Asturias por los Pérez Montero y sus importantes propiedades, en muebles e inmuebles, supuso un grave quebranto para el patrimonio de los asturianos, pues aquí tampoco quedó la imponente biblioteca de ambos, de Pepe y Mari. Y bajamos luego al jardín, admirando el pequeño Belvedere, de forma geométrica, un estanque octógono y con surtidor, al que dos sauces llorones y grandes, cortejaban desde sus alturas. Eso sauces traían los rayos y truenos, y el pararayos, en el tejado picudo de la Casa Rosa, los espantaba.
Doña Etelvina me contó detalles del proceso de compraventa de los terrenos del Prao Picón al entonces Obispado, su dueño; del proceso urbanizador a base de los dineros traídos de Chile por don Manuel Cuesta; de la Guerra Civil y de sus terribles efectos en el Prao Picón; de sus sobrinos, los Crabiffosse, muy tranquilos y nada explosivos, más de Llanera que de La Unión de La Manjoya..."
La primera piedra del Seminario Metropolitano de Oviedo se puso el día 14 de mayo de 1942 en El Prau Picón, donde la Iglesia tenía terrenos en el campo de la citada ermita de San Cipriano, comprándose además otros colindantes y construyéndose el edificio con proyecto del arquitecto Gabriel de la Torriente. En 1945 se inauguró la biblioteca y se incorporaron los seminaristas teólogos, filósofos y de Humanidades. El 19 de marzo de 1949 se celebraba el final de los trabajos en la iglesia mayor y en 1954 se inauguraba oficialmente el edificio. Actualmente dada las escasas vocaciones se ha reconvertido el Seminario Menor en colegio diocesano de chicos y chicas
De todas maneras, su historia viene de mucho más atrás, desde el siglo XVI, con varias tentativas infructuosas, como la del malogrado Seminario de San Lorenzo, fundado sobre el papel pero jamás llevado a cabo, según relata la Enciclopedia de Oviedo:
"Tras la resolución 18 de la Sesión XXII del Concilio de Trento, una de las bases de la reforma eclesiástica, los Papas Pío IV, Pío V y Gregorio XIII, promovieron en toda la cristiandad iniciativas educativas dirigidas al clero, que no eran otras que los seminarios de formación, poniéndose en funcionamiento los seminarios por parte de los obispos en sus respectivas diócesis. Al año de concluirse el Concilio, en 1564, y aprovechándose de una real cédula de Felipe II que lo declaraba ley de Estado, comenzaron a proliferar los seminarios en España. Jerónimo de Velasco, Obispo de Oviedo, teólogo en Trento, asistió al Concilio Provincial Compostelano celebrado en Salamanca, urgiendo a la erección de seminarios según dictaba el Concilio. Sin embargo, el prelado falleció poco después y tuvo que ser, unos veinte años más tarde, el obispo Diego Aponte de Quiñones quien fundase el primer seminario conciliar de Oviedo. Tras vencer en una ardua disputa al cabildo catedralicio, opuesto a Trento, estableció el 10 de agosto de 1590 el Seminario de San Lorenzo, dotándole incluso de numerosas y sólidas constituciones. Sin embargo, la negativa constante del Cabildo hizo fracasar su erección cuando el obispo Aponte fue trasladado a Málaga. Las razones aducidas por el Cabildo versaban sobre la gran cantidad de colegios ligados a órdenes religiosas que ya existían entonces en Oviedo.
Pese a todo, el método tridentino de enseñanza fue penetrando en la región durante los obispados de Juan Álvarez de Caldas, Bernardo Caballero Paredes, Tomás Reluz, José de Hendaya y posteriormente Vázquez de Tablada."
Tras ese primer fracasado intento hubo que esperar siglo y medio más un segundo proyecto de seminario en plena centuria del XVIII, el cual se establece en la quinta que los obispos de la dióceses tenían al lado del santuario gijonés de Santa María de Contrueces, pero también fracasa nada más empezar:
"Posteriormente, el obispo Juan Avello Castrillón, asturiano de nacimiento y conocedor de la realidad diocesana en tanto que capitular, intentó establecer nuevamente seminario, fracasando nuevamente. El Seminario fundado en Contrueces (Gijón) el 1 de noviembre de 1742 fracasa igualmente. Pese a que una semana más tarde ingresan los seminaristas en Santa María de Contrueces, garantizada su estadía con una pensión perpetua de la monarquía de mil ducados anuales, y pese a ser confirmada por bula un año después, el proyecto no llegó nunca a ejecutarse. Los documentos no aclaran si el seminario guardaba las formas tridentinas o era simplemente una casa de corrección para clérigos. Ni Vázquez de Tablada, ni Martín Ovejero, sucesores de Castrillón, se interesaron por mantener la institución. Una disputa teológica sobre el molinismo con su predecesor, José Fernández de Toro, centrada en el convento de Recoletas de Gijón, supuso el abandono del edificio y el proyecto.
Agustín González Pisador, que dictó normas muy rigurosas para regular la enseñanza según los cánones tridentinos, y Juan de Llano Ponte acometieron un nuevo proyecto para instaurar el Seminario durante los años previos al fin del Antiguo Régimen, pero toparon con las trabas del Consejo de Castilla. No obstante, la enseñanza tridentina se prosiguió con Gregorio Hermida y Camba, Ceruelo de la Fuente, Juan Ignacio Moreno y Sanz y Forés."
No sería hasta mediados del siglo XIX, es decir, casi cuatro siglos después de las disposiciones de Trento, cuando el Seminario de Oviedo se hace realidad en el cercano y ya mencionado convento de Santo Domingo, viniendo aquí casi otro siglo después:
"El 19 de enero de 1851 el obispo de Oviedo, Ignacio Díaz Caneja inauguraba el Seminario Conciliar Ovetense en presencia del Arcediano de Gordón, oficiante de la misa solemne, don Victoriano Guisasola como predicador, el Cabildo, el Clero y autoridades de la ciudad de Oviedo, siguiendo el modelo impuesto en el Concilio de Trento. Esta circunstancia acrecentaba aún más el retraso en su puesta en marcha respecto al resto de diócesis españolas, que ya contaban en su mayoría con su particular seminario desde mediados del siglo XVI y a más tardar en el siglo XVIII, tras la expulsión de los jesuitas a manos de Carlos III, imponiendo en el acto la beca a los primeros 40 seminaristas. (...)
Originalmente se instaló en el viejo Convento de Santo Domingo, pero ante su mal estado el obispo Ramón Martínez Vigil, organizador del sínodo diocesano de 1886, decidió construir un nuevo edificio, cuya primera piedra se puso el 21 de junio de 1896. Erigido en honor de Santo Tomás de Aquino, fue inaugurado el 1 de octubre de 1903. La institución volvería a cambiar de sede. Así, en 1917, ante el acuartelamiento de los soldados venidos a Asturias a causa de la gran huelga revolucionaria de entonces, el obispo Baztán y Urniza se vio obligado a vender el edificio al Estado, siendo el Convento de Santo Domingo el que de nuevo diese cobijo al seminario hasta la destrucción de aquél en octubre de 1934. El centro pasó entonces al antiguo monasterio de monjes bernardos de Valdediós."
Sin embargo, la diócesis estaba decidida a levantar un seminario de nueva planta. El lugar elegido fue el Prado Picón, donde la Iglesia tenía terrenos del campo de la ermita de San Cipriano. Tras comprar la diócesis terrenos lindantes, se colocó la primera piedra el 14 de mayo del año 1942. En 1944 Gabriel de la Torriente proyectó su actual sede, en la calle Prado Picón. En 1945 se inauguró la biblioteca y se incorporaron los seminaristas teólogos, los filósofos y los de Humanidades. El 19 de marzo de 1949 se celebraba solemnemente la conclusión de las obras de la iglesia mayor y el 15 de noviembre de 1954 se procedía a la inauguración oficial del edificio.
Entre los años 1865 y 2000 se ordenaron en el Seminario 2.878 sacerdotes; de 1865 a 1954 lo hicieron 2.348, del 54 al 79 se bajó a 415, y entre 1980 y 2000 fueron 115 los ordenados. La actual crisis de vocaciones ha provocado la reconversión del Seminario Menor en colegio diocesano para chicos y chicas."
Y dentro del seminario, este es el Colegio de la Asunción, rehabilitado en 2020 para transformarlo en residencia con capacidad para 50 seminaristas. En la web del Seminario Metropolitano de Oviedo se nos ofrecen estos y otro datos sobre la historia de esta institución:
"El Seminario Metropolitano de Oviedo tiene como origen el decreto De seminariis del famoso canon XVIII del concilio de Trento (1563). En él se anima a todas las diócesis a que erijan seminarios para la formación de sacerdotes, puesto que esta era bastante escasa en la mayoría de los lugares. En Oviedo no existía ningún centro que formara de un modo especial y directo a los candidatos al sacerdocio. Aquellos que querían acceder a las sagradas órdenes en la diócesis ovetense se formaban particularmente y completaban un tipo de formación académica o intelectual en algunos centros educativos como el colegio de San Gregorio, que terminó convirtiéndose en la Universidad de Oviedo.
El obispo de Oviedo Diego Aponte de Quiñones inició en su palacio episcopal un proyecto de seminario que puso bajo la advocación de San Lorenzo (1594). En él, quiso que un pequeño grupo de jóvenes pudieran prepararse para las órdenes sagradas ad modum concilii, es decir, tal y como el concilio de Trento orientaba. El propósito era arriesgado y fue presentado como un bien para el clero. Sin embargo, el proyecto de este obispo ovetense se vio frustrado por la obstinada negativa del cabildo, el cual, con pretextos económicos y sociales, no apoyó el primer intento de erigir un seminario en la diócesis.
Aunque en los siglos siguientes se crearon algunos centros eclesiásticos donde se formaron sacerdotes, tal como el colegio de San Pedro de los Verdes y el de San José, en la ciudad de Oviedo, o el de Santa María de Contrueces en la villa de Gijón, no llegaron a ser seminarios como tal. Incluso en 1731 hubo un intento de fundación, esta vez con el consentimiento del cabildo, pero la idea no fue popular por verse como una amenaza para la Universidad ovetense.
Hubo que esperar hasta 1851 y el pontificado de Ignacio Díaz Caneja para que se erigiera uno de los últimos seminarios en ser fundados en España. Tras tres años en el episcopado ovetense y muchas dificultades, Díaz Caneja puedo inaugurar el Seminario Diocesano de Oviedo un 19 de enero de 1851, cuando comenzaron 40 seminaristas. Estos podían tener una formación de hasta un total de catorce años de duración donde se estudiaba latín y humanidades, filosofía, teología y derecho canónico.
Este primigenio Seminario estuvo asentado inicialmente en el convento de Santo Domingo de Oviedo. Era un lugar ruinoso pero que, para comenzar la andadura, se dio por bueno. Ante el carente estado del edificio donde estaba el seminario, el obispo Ramón Martínez Vigil trasladó a los seminaristas a un recién inaugurado edificio situado en la Vega de Oviedo y que recibió el nombre de Santo Tomás en 1896. Sin embargo, en 1920 tuvieron que volver de nuevo al convento de Santo Domingo hasta 1934, año en que tuvo lugar la Revolución de Asturias que desencadenó no solo la quema de material historiográfico o del edificio de los dominicos, sino la persecución y martirio de algunos seminaristas.
Ante estos acontecimientos, se trasladó el teologado a Valdediós, donde estaba ubicado por entonces el Seminario Menor. En 1936 hubo de nuevo robos, quemas y martirios, suspendiéndose la actividad del Seminario hasta su reapertura en 1938.
En el año 1945 algunos seminaristas ya comenzaron a ocupar el primer pabellón ya concluido del nuevo edificio situado en el Prado Picón de Oviedo. Poco a poco fueron llegando diferentes cursos, según iban acabando las obras hasta que, finalmente, el 15 de noviembre de 1954 quedó inaugurado el nuevo Seminario Conciliar de la Asunción de la Archidiócesis de Oviedo, siendo obispo Francisco Javier Lauzurica y Torralba.
Desde entonces y hasta el día de hoy el Seminario de la Asunción se mantiene en el mismo edificio, siendo modificado y acondicionado con el paso de los años."
Uno de los elementos más preciados en el seminario es el de la biblioteca, inaugurada en 1948 y de la que nos informan también en la web del seminario:
"El día 25 de abril de 1948, se procedió a la bendición de la pieza más entrañable, la más mimada, la mejor valorada de todo el Seminario Metropolitano de Oviedo, la Biblioteca.
La primera catalogación de los libros la realizó el profesor de Doctrina Social Católica D. Rosendo Riesgo Flórez. Con todo, fue D. Antonio Viñayo González, el artífice de la Biblioteca. Dotado de un especial olfato para la calidad y valor de los más inusitados ejemplares, inició sus tareas de bibliotecario con lo menos que se puede contar: unas menguadas pilas de libros y un corazón ansiosamente dedicado a la letra impresa. Un círculo de seminaristas que agrupaba D. Antonio, llevó a cabo la gran tarea de poner las bases de la valiosa Biblioteca con la que hoy cuenta el Seminario."
Se trata de Las joyas de papel del Seminario, como titula su artículo para El Comercio Sandra S. Ferrería el 1-10-2018, destacando que, si bien no todo el mundo lo sabe, dicha biblioteca está abierta a todo el mundo:
«No se ama lo que no se conoce», asegura el rector del Seminario Metropolitano de Oviedo, Sergio Martínez Mendaro, antes de abrir las puertas de la biblioteca que alberga la institución y que contiene 60.000 ejemplares del fondo moderno y 10.000 del fondo antiguo.
Una de las primeras aclaraciones que hace Martínez Mendaro es que la biblioteca del Seminario de Oviedo «está abierta a todo el público, y eso mucha gente lo desconoce». Explica que, además de los seminaristas que se encuentran haciendo el Estudio Teológico del Seminario de Oviedo (ISET), los estudiantes del Grado en Creencias Religiosas y los matriculados en el Instituto Diocesano de Teología y Pastoral 'San Juan Pablo II', a la biblioteca también acuden con frecuencia investigadores de la Universidad, especialmente de la rama de humanidades, así como sacerdotes que van a consultar textos para preparar sus homilías.
La biblioteca del Seminario la dirige la cordobesa Judith Hidalgo, primera mujer en Oviedo en ejercer ese cargo. «Llegué con mucho miedo, en septiembre de 2014. Lo vi como un reto y una oportunidad profesional en la que podría volcar toda mi formación», explica. Y es que Judith ha sido la persona que ha reordenado la biblioteca, y que ha traído la digitalización al edificio.
Hasta los años ochenta y noventa el encargado de la biblioteca del Seminario era siempre un sacerdote. «A partir del año de 2000, el grupo de sacerdotes que vivía en el Seminario quedó reducido a tres, que son los formadores. «Era muy difícil combinar las actividades de la biblioteca con otros encargos. Por ello, el anterior Rector, Antonio Nistal decide poner en valor el espacio y se regresa a la idea de que es necesaria una persona que se dedique de manera profesional a la biblioteca. Así llegó Judith aquí», explica Sergio Martínez.
La biblioteca del seminario cuenta con una recepción, en la que Marta Querol ofrece la atención al usuario, una sala noble de dos pisos unidos por escaleras de caracol, una zona de libros de consulta, con una sala de estudios contigua en la que los seminaristas pueden preparar sus tareas; un piso en el que se encuentra un deposito cerrado y una buhardilla que alberga los ejemplares catalogados como «fondo antiguo».
El rector explica que la biblioteca se va actualizando poco a poco, alimentándose de las donaciones que realizan exalumnos o sacerdotes que fallecen, como Alfredo de la Roza y Juan Luis Ruiz de la Peña. «Cuando realizan donaciones de colecciones se preserva el nombre del donante siempre que quiera. Nos gusta guardar su identidad, para preservar y perpetuar su memoria», indica. Esas donaciones se guardan en un sótano y se van incorporando a la biblioteca según el interés que ofrezcan. «Si el personaje es importante se incorpora de inmediato», explican.
Además, desde el Seminario han abordado una nueva iniciativa: un programa en el que los espacios libres se dedican a personas que viven en pisos pequeños y no pueden tener su propia biblioteca. «Ahora mismo hay dos personas con su biblioteca instalada en las habitaciones del Seminario, algunos incluso tienen su sillón y una cafetera. El compromiso es que en el momento en el que fallezcan dejen el fondo a la biblioteca», explica el rector.
La sala noble es el espacio en el que el Seminario organiza las actividades culturales. Allí se hacen exposiciones, el club de lectura o presentaciones de libros. Tanto el rector como la bibliotecaria apuntan que esa es una de las maneras que tienen de dar a conocer la biblioteca. Además, la sala nocble contiene todas las revistas religiosas, ya que el Seminario intercambia la suya propia, 'Estudium ovetense', con las revistas de instituciones nacionales e internacionales.
El fondo moderno se divide en los libros de consulta y en un segundo piso, en el que se encuentra el depósito cerrado y cuenta con manuales de distintas áreas como teología, arte, filosofía, psicológía, latín, griego o hebreo.
En el tercer piso de la biblioteca se encuentra el fondo antiguo, que alberga ejemplares de historia, de arte, de ciencias o de derecho. A juicio de la responsable de la biblioteca, «es la zona que más valor tiene, debido a sus volúmenes históricos». Allí puede encontrarse una biblia hebraica, impresa en Amberes en el año 1584; las 'Decretales del Papa Gregorio IX', una colección de leyes eclesiásticas que forman parte delCorpus de Derecho Canónico, impresas en 1613; el 'Diccionario octolingüe', de Calepini, del año 1634, o el 'Tratado de uistitia&iure', de Domingo de Soto, impreso en 1559. Hay que destacar que la buhardilla del Seminario también contiene un libro dedicado a la Medicina, el 'Librorum secunda classis materiam Santatis', impreso en 1586, de Claudio Galeno, y un 'Manual sobre herbología'. También cuenta con un manual de Jose Antonio de la Bandera Reyero dedicado a la Virgen de Covadonga.
Muchos de estos libros se encuentran muy deteriorados. Por ello, desde el Seminario están manteniendo contactos con la Escuela de Restauración de Avilés de cara a realizar un posible convenio para conservar este patrimonio «tan valioso».
Los seminaristas tienen una imagen «maravillosa» de esta biblioteca. Algunos, como Miguel Vilariño acuden habitualmente a su sala de estudio. «Generalmente consulto manuales de teología y filosofía», explica.
Uno de los seminaristas que más horas pasa en la biblioteca es Miguel Ángel Bueno, que a finales de año se ordenará como sacerdote, y asegura que continuará visitando esa biblioteca en la que tantas obras tuvo que consultar para sacar adelante sus estudios."
Un mes y medio después, el 27-11-2018, es Ángel Fidalgo y para la Nueva España quien publica El seminario muestra sus joyas bibliográficas:
"Los muchos tesoros que custodia la biblioteca del Seminario Metropolitano de Oviedo podrán ser visitados a partir de mañana y durante esta semana, tanto por la mañana como por la tarde, por todas las personas que quieran disfrutar de auténticas joyas bibliográficas relacionadas, en su mayoría, con el derecho canónico. Aunque no es la única temática.
Se trata de una ocasión única para aprender a valorar los libros que guarda esta biblioteca tan desconocida para la mayoría de los ovetenses. Son, en total, unos diez mil volúmenes que corresponden al fondo antiguo de esta biblioteca, que fueron editados desde el siglo XVI hasta el XIX.
Por esta razón, el Centro Superior de Estudios Teológicos, el Superior de Ciencias Religiosas "San Melchor de Quirós" y el Instituto Diocesano de Teología y Pastoral "San Juan Pablo II", con sede en el Seminario, pusieron en marcha esta iniciativa coincidiendo con las celebraciones de la festividad de Santa Catalina de Alejandría, patrona de la Filosofía.
La biblioteca del Seminario se une de esta manera a la celebración de esta festividad con la exposición "Fondo antiguo de la biblioteca del Seminario Metropolitano de Oviedo sobre derecho canónico", de la que es comisario el profesor Jaime Díaz Pieiga.
"La muestra procede del fondo antiguo de la biblioteca del Seminario, y gira en torno a la temática del derecho canónico partiendo del siglo XVI, y lo que hicimos fue realizar una selección de los volúmenes partiendo de las fuentes del derecho canónico, con otro apartado de obras doctrinales y otro de jurisprudencia y de obras curiosas por la temática, como el 'Compendio de la orden judicial y práctica de los tribunales religiosos' del año 1643", detalla el comisario.
La obra más antigua de la exposición data del año 1584, editada en la ciudad francesa de Lyon, y junto a ella un singular volumen con los documentos de los Concilios de Trento, editado en el año 1734.
En una vitrina anexa se puede contemplar un ejemplar con las sentencias de la Rota Romana "que crearon jurisprudencia desde el año 1770, y que es muy importante para enriquecer nuestro patrimonio cultural", explica Díaz Pieiga.
Volúmenes de gran valor que necesitan de un exhaustivo protocolo de conservación y también de restauración. "Por eso velar por los parámetros de la temperatura y humedad es fundamental para su conservación", apunta oportunamente la bibliotecaria, Judit Hidalgo. Para ella su joya preferida de esta biblioteca es una edición del Quijote del siglo XVIII.
Volviendo al profesor Jaime Díaz Pieiga, ayer mostraba su ilusión con la apertura de los fondos más valiosos de esta biblioteca al público, "porque es muy desconocido para los ciudadanos en general". Está en sintonía con Sergio Martínez, el rector del Seminario, que actuó de anfitrión, y que se mostró partidario de "abrir la biblioteca a la sociedad". Y de seguir en esa línea: "queremos organizar actividades de divulgación durante todo el año".
Y aquí, en el bajo, está la 'joya de los peregrinos, el Albergue El Salvador, que durante mucho tiempo fue el único de la ciudad y prácticamente del concejo, donde pernoctaban peregrinos de los caminos Norte, Primitivo y del Salvador que confluyen en la cercana catedral
Este albergue se inauguró en julio de 2015 tras el traslado aquí de su sede anterior en el ya recitado convento de Santo Domingo, en la calle de San Pedro Mestallón, consiguiendo mejores condiciones de habitabilidad, un poco más proximidad a la catedral y estar en al menos uno de los caminos jacobitas que se unen y pasan por la ciudad. Justamente un año antes, en 2014, se celebraban los 60 años de la inauguración de este seminario
Se celebraba romería anual según acuerdos de 1707 y 1715, "indicándose en el último que no se gastase en su fiesta y en la de Santa Eulalia más de 300 ducados". En 1809 y con motivo de la francesada es convertida en fuerte, siendo destruida en 1812, la última vez que las tropas napoleónicas ocuparon la ciudad. Nada queda pues de ella salvo el nombre de la calle
A la puerta del albergue, que mira al cruce de calles, hay tres bancos tipo parque a lo largo de la fachada, para que los peregrinos socialicen o hagan tiempo si llegan antes de su apertura. El Camino sigue recto, y llano durante un buen tramo por la calle Leopoldo Alas, dedicada a Leopoldo Alas, Clarín, autor de La Regenta, celebérrima novela ambientada en la ciudad, a la que llama Vetusta, y su concejo. Existen también Leopoldo Alas Argüelles (oficialmente Leopoldo García-Alas García Argüelles), su hijo, rector de la Universidad de Oviedo y fusilado en la Guerra Civil, y Leopoldo Alas Mínguez, sobrino-bisnieto del primero y también escritor
Estos sí son algunos de los edificios de posguerra que quedan en esta calle, en concreto en 1942 y por lo tanto construidos a la vez que el seminario, eso sí, oportunamente rehabilitados. Fueron por lo tanto de los levantados con el Plan Gamazo, en pleno periodo de reconstrucción de la ciudad en lo más crudo del aislamiento internacional y la autarquía, aunque sin embargo de "grandes expectativas urbanísticas", como explican en Arquitectura de Oviedo:
"La guerra civil dejo en la ciudad un devastador panorama, pero la convirtió en ciudad mártir y ejemplo de los triunfadores, y su reconstrucción supuso no solo una necesidad física sino también moral y simbólica.
Fruto de esto es el Plan Urbano de Valentin Gamazo, que por primera vez afronta el futuro desarrollo de la ciudad de forma global, superando el concepto de crecimiento por ensanches.
Pero la realidad económica supero el ímpetu idealista, y la ciudad soñada quedo en gran medida sobre el papel, y como imagen de la misma, la plaza de España inconclusa durante décadas.
1. Desarrollo urbano
De todas las propuesta del plan Valentín Gamazo cabe destacar los siguientes elementos realizados:
1. El nuevo Barrio de San Lázaro que será construido sustituyendo la totalidad de la trama como y de la edificación de barrio tradicional, arrasado durante la guerra.
2. La Avenida de Torrelavega, en la Tenderina, será otro de las propuestas de este Plan llevadas a la practica, ideada como una una nueva salida de la carretera de Santander. Esta apertura se complementaba con una calle alternativa a la bajada de la Cuesta de Azcárraga, que debería de abrirse en los terrenos de fabrica del Gas. De esta calle propuesta llego a construirse el edificio en la bifurcación propuesta, a mitad de la calle, un edificio sin aparente sentido en estos momentos.
3. El viaducto Marquina, diseñado para superar el tradicional aislamiento del Naranco, si bien no consiguió activar la edificación en este área, que permaneció como zona semi rural hasta la llegada de la década de los 60.
4. Una de la propuestas mas interesantes de este plan era la de crear un cinturón de ronda completo a toda la ciudad ya existente. De este cinturón se abrió en este periodo la calle Muñoz Degraín, pero habrá que esperar hasta la década de los 60 para la apertura de la calle División Azul, y mas tardíamente hacia 1980, de la llamada Ronda Sur, ya dibujada por Gamazo, que consiguió, al fin, desviar el trafico de la calle del Postigo bajo.
5. Proponía así mismo unas variantes a las calles de salida hacia Gijón en el barrio de Pumarín, que también fueron abiertas.
2. La Arquitectura
Si bien recién terminada la guerra en Oviedo y hasta el año 1940 se aprecia una cierta continuidad en los lenguajes racionalistas, esta corriente se ve bruscamente interrumpida dando paso a un uso exclusivo de lenguajes históricos nacionales, tal y como era la consigna del nuevo régimen.
En el caso de los arquitectos asturiano el tiempo demostró que el uso de la arquitectura moderna durante los años de la república se debió a una cuestión no tanto ideológica como de moda, adaptándose con rapidez y calidad estos mismos arquitectos a los requerimientos del nuevo régimen.
Durante estos años se aprecia una escasa actividad constructiva en la ciudad, pero se puede apreciar dos tendencias:
1. Se construyen en el centro urbano promociones destinadas a las clases mas acomodadas que se diferencian de las anteriores a la guerra por su gran tamaño, con un importante número de viviendas. (...)
Se trata de viviendas de gran calidad en las que se define una tipología de vivienda burguesa que perdurara hasta finales de los años 60, en la que la zona de cocina y de residencia del servicio se independizan de una forma clara del resto de la vivienda, teniendo en muchos casos accesos y ascensor independiente (montacargas).
El tamaño de estas promociones tiene su base económica en la incorporación al mercado inmobiliario de empresas y sociedades, cuando hasta los anos anteriores a la guerra la promoción inmobiliaria fue generalmente debida a iniciativa privada.
2. Una segunda tendencia de este periodo será la construcción de gran cantidad de viviendas en la periferia, continuando con el crecimiento radial ya comentado en periodos anteriores, pero mejorando de forma considerable las condiciones de las mismas.
Si en los años anteriores a la guerra las viviendas en estas vías de salida conservaban en muchos casos un aspecto y unas tipologías cercanas a lo rural, a partir de 1940 serán ya edificios de tipo urbano, generalmente de planta baja y dos alturas, con un cuidado diseño de sus fachadas..."
Es indistinto ir por la acera de la derecha que por la de la izquierda, si bien por la primera se ven las señales del Camino
Pradería y arbolado evocan el monte que fue en tiempos de la capilla de San Cipriano, en las afueras de la antigua ciudad, de la que se disfrutaría sin duda de una excelente vista
Aunque no vemos en ningún momento la Colonia Montealegre es necesario tener presente que en ella se creó la fabulosa colección del Tabularium Artis Asturiensis, de Joaquín Manzanares, quien fuera Cronista Oficial de Asturias
Nosotros seguimos avanzando por la calle Leopoldo Alas, de más bien escaso tráfico, sobre todo en comparación con su paralela, la del Arzobispo Guisasola, al otro lado del edificio de la derecha, en El Campillín
Dejamos a la derecha las escaleras de la calle San Cipriano, que comunican con El Campillín. Nosotros seguimos todo de frente y recto, insistimos
A la izquierda, edificio de viviendas datado en el año 1963, que también miran al otro lado a la calle Arzobispo Guisasola, donde están sus portales, y a El Campillín
Aquí la calle hace un poco de curva a la izquierda y empieza a bajar
Y al fondo, al norte, vemos el Monte Naranco, situado al norte de la ciudad y por cuyas laderas siguen el Camino Primitivo, al oeste, saliendo de la población por La Florida y Paniceres, y al este el Camino Norte, rumbo a Cuyences, Villaperi y La Ponte Cayés
El Monte Naranco, que empezamos a ver entrando en el concejo de Oviedo/Uviéu, es una referencia pues para los peregrinos de los tres caminos; su nombre viene etimológicamente de la raíz prerromana nora, referida a corrientes de agua, es decir, a los numerosos riachuelos que nacen en sus laderas y que fueron suministro de la ciudad desde antiguo, sobre todo desde que se hizo en el siglo XVI el Acueducto de los Pilares, tristemente demolido, salvo cinco de sus cuarenta y dos arcos, en 1915
Ahí divisamos bien su cumbre más alta, El Picu'l Paisanu (637 m), donde se levanta la monumental estatua sobre pedestal del Sagrado Corazón de Jesús, inaugurada en julio de 1981 pero cuyo proyecto arrancó treinta años atrás. A su izquierda fluye La Fuente los Pastores y en la zona hubo explotaciones mineras de la empresa Fábrica de Mieres, que tuvo un ferrocarril para dar salida comercial a su producción
En la distancia se llegan a reconocer los brazos del Sagrado Corazón extendidos hacia la ciudad, en forma de cruz, imitando al famoso Cristo Redentor de Río de Janeiro. Su colocación fue impulsada por el padre Vilariño, que dirigió la colecta popular para su construcción, dice la Enciclopedia de Oviedo. En Wikipedia se nos amplía la información:
"La escultura, hecha en piedra, es obra de Gerardo Zaragoza y Rafael Rodríguez Urrusti, y está datada en 1980. La escultura del Sagrado Corazón de Jesús fue diseñada por García Lomas; tenía treinta metros de altura y es obra de Gerardo Zaragoza, mientras que la de la Cruz de la Victoria, de 5 metros de altura, es obra de Rafael Rodríguez Urrusti. Para realizar el montaje de la obra se contó con el escultor ovetense José Antonio Nava Iglesias, quien realizó las mejoras y las copias necesarias para hacer frente a los desperfectos que el transporte había ocasionado al conjunto de la obra.
Para sufragar los gastos se realizó una colecta popular en la que se recaudaron 10 de los 17 millones necesitados, lo cual permitía ver posible la realización del proyecto ideado en 1950 entre el padre Vega y Ramoncita Bertrand, con el apoyo de Sabino Álvarez Gendín (rector de la Universidad de Oviedo), y de otras personalidades de la vida ovetense y asturiana, para emular el que se había levantado en Río de Janeiro. Dieciocho años se tardaron en acabar el proyecto, que se inició el 21 de junio de 1963 con la colocación de la primera piedra, y se finalizó el 5 de julio de 1981, fecha en que se llevó a cabo su inauguración."
"Esta majestuosa estatua refleja la figura de Jesús abrazando y salvaguardando de una manera simbólica la ciudad de Oviedo", , leemos en la web Sello Legal. No suele ser una cima a la que se desvíen los peregrinos, pues está bastante alejada respecto al Camino para quienes van andando, y todo cuesta arriba, pero si tenéis la oportunidad, no dejéis de subir y veréis una gran panorámica del centro de Asturias y buena parte del oriente y el occidente, de la Cordillera al mar
En la lejanía pueden parecer partes de un solo edificio pero son dos: e primer término, la torre del reloj del edificio de la antigua Caja de Ahorros de Asturias, en la Plaza de la Escandalera, construido entre 1946 y 1965 por el arquitecto Julián Galán Gómez
Justo detrás es La Jirafa, el primer rascacielos ovetense, inaugurado en 1956 pero que ya estaba ideado desde 1931 para construir un gran edificio en el solar del que era el mercado de El Progreso, pero hasta pasada la Guerra Civil no pudo llevarse a cabo
En 1944 abrió el concurso de proyectos, presentándose el diseño en 1952 tomando parte en él "varios arquitectos como Joaquin Suárez, Carlos Sidro (arquitecto de Correos), Gabriel de Torrientes y Fernando Cavanilles", nos explica Wikipedia. Se proyectó como hotel, palacio de congresos, sede de Correos telégrafos y, en los bajos también tiendas y comercios, "En 2005 se realizó una completa rehabilitación dentro del proyecto "Jirafa Élite" adaptándose como apartamentos de lujo y oficinas. Sigue albergando Correos".
"Existe manantial, cuyas aguas sirvieron para abastecer a Oviedo, junto con los de Boo y Fitoria desde el siglo XVI, primero llegando sobre un acueducto pétreo, desde el siglo XIX encauzado por tuberías. Del manantial hace el arroyo de Ules, que desemboca en La Zurraquera en el de Boo, al que se sumarán inmediatamente después las aguas del Matarrumión (en Las Mazas) y el de Juste (en La Grandiella), formando el arroyo de San Claudio o Maxuca..."
La calle Leopoldo Alas baja ahora, recta y directa, a la del Conde de Campomanes, dedicada a Pedro Rodríguez de Campomanes y Pérez-Sorriba, primer Conde de Campomanes, que ocupó importantes cargos ministeriales y políticos con Carlos III y que promovió la Carretera de Castilla, a la que salía esta calle de la que cuenta así Fermín Canella en El libro de Oviedo:
"Cuando en 1858 la nueva y estrecha calleja de la Lana y parte del llamado prado Picón ó del Duque (Parque) se convirtió en ancha carretera para comunicar las de Castilla y Galicia, comenzó poco después la edificación de esta ancha y hermosa calle, que por acuerdo municipal se la llamó de Campomanes, en memoria de uno de los más insignes asturianos, del sabio D. Pedro Rodríguez Campomanes, ministro memorable de Carlos III, y que desde el Consejo de Castilla tanto contribuyó á las reformas y adelantos de la nación."
La torre, rematada en 1587, está considerada como el remate de la catedral en su construcción gótica, estilo tardío o flamígero con su llamativa flecha o punta picuda. Realmente se había acabado antes pero un rayo propició su reconstrucción, resultando una de las escasas concesiones al estilo renacentista, pues otros añadidos al edificio ya lo fueron en estilo barroco. Posteriormente la torre hubo de ser restaurada y rehecha algunas veces más, como bien leemos de sus construcciones y reconstrucciones en Sancta Ovetensis:
"La construcción se inició en el año 1500 por el tramo septentrional del pórtico, en el que se encuentran los escudos de los obispos Juan Daza (1498-1502) y García Ramírez de Villaescusa (1502-1508). Las obras continuaron por el lado meridional, sobre el que se fue levantando la torre, una vez que se abandonaron los trabajos en el lado norte. El tramo sur del pórtico se construyó durante el episcopado de Valeriano Ordóñez de Villaquirán (1508-1512).
Siguiendo en todo momento el proyecto de Badajoz el Viejo, cesado de las obras en 1511, Pedro de Bueras (1511-1530), Pedro de la Tijera (1530-1535) y Juan de Cerecedo el Viejo (1544-1569) se encargaron de dirigir las obras sorteando dificultades económicas y el incendio de la ciudad en la Nochebuena de 1521 que paralizó los trabajos cinco años.
Finalmente, la torre se remató en 1552, cuando se colocó el chapitel metálico rematado en dos bolas y una cruz de los Ángeles que se trajo de Flandes.
En la tarde del 13 de diciembre de 1575 se desató una tormenta sobre la ciudad y un rayo destrozó el remate de la torre. Según las crónicas, se arruinó el chapitel, los muros del segundo piso sufrieron daños, así como el maderamen de las campanas. Para la reconstrucción se contrató a Rodrigo Gil de Hontañón, maestro cantero que había dado los planos para el edificio de la Universidad de Oviedo. Hontañón, diseñó un airoso cuerpo mixtilíneo, en el que combinó elementos góticos y renacentistas en un ejercicio de elegante genialidad, rematado en la aguja calada, que elevó la altura de la torre en unos diez metros. Dirigieron estas obras Diego Vélez y Juan de Cerecedo el Joven.
De nuevo el 13 de diciembre, esta vez del año 1723, otra tempestad causó daños de diversa consideración en la torre. Francisco de la Riva Ladrón de Guevara, maestro de obras de la catedral, relató en un informe que se perdió la mayor parte de la flecha, uno de los cubos de las esquinas, algún pináculo, parte de la balaustrada y la cornisa. Se quemó el suelo de madera del cuerpo de campanas y se dañó el primer reloj. También se perdió parte de la escalera de caracol. Este mismo rayo abrió dos grietas en el pórtico, una se aprecia actualmente en la bóveda del tramo sur, la otra está oculta bajo el relieve de la Transfiguración que se colocó sobre la puerta central. La segunda reconstrucción de la torre se llevó a cabo entre 1729 y 1731.
Ya en el siglo XX, la torre, principal atalaya de la ciudad, fue bombardeada durante el asedio de Oviedo entre 1936-1937, derribando parcialmente la aguja y dañando buena parte de su estructura, sobre todo en el flanco meridional. Luis Menéndez Pidal fue el arquitecto encargado de la reconstrucción. El proyecto, que comenzó con la construcción de un gran andamio diseño de Luis Moya Blanco, se ejecutó en tres fases y se terminó en 1953.
En el año 1996 comenzaron los trabajos del Plan Director de la Catedral y la restauración de la torre fue considerada intervención de carácter urgente. Bajo la dirección de los arquitectos Cosme Cuenca y Jorge Hevia se llevaron a cabo labores de consolidación en la aguja y de limpieza a lo largo de toda su estructura. Desde el 1 de agosto de 2022, tras los trabajos de adecuación de accesos, la torre gótica es visitable."
Según bajamos perdemos perspectiva en lontananza y dejamos de ver el Monte Naranco, pero veremos otras cosas pues, poco a poco, nos acercamos al Antiguo, el centro histórico de la ciudad, meta del Camino del Salvador, del que se nos dice así en Wikipedia:
"El Camino de El Salvador, Camino de San Salvador, Camino Real o Ruta Jacobea Real es el que a lo largo de los siglos han tomado muchos peregrinos que conducían sus pasos hacia Santiago de Compostela por el Camino de Santiago Francés y al llegar a León se desviaban de la ruta para hacer parada en la venerada Catedral de San Salvador en Oviedo. Desde allí, podían continuar camino a la ciudad del Apóstol bien por el Camino de Santiago de la Costa, bien por la Ruta Jacobea Primitiva.
Oviedo fue una de las estaciones de paso cuando las peregrinaciones jacobeas estaban en sus albores, y su catedral, dedicada a El Salvador, templo de obligada visita para los cristianos devotos. Hasta tal punto llegó la importancia religiosa de este templo que, a pesar de crecer en popularidad la ruta de los franceses, muchos peregrinos, obedeciendo a la tradicional canción francesa, se desviaban de la ruta que llevaban para no caer en el error de "visitar al siervo y no al señor".
Este trazado coincide con parte del Sendero de Gran Recorrido GR-100 (Ruta de la Vía de la Plata), que va de Gijón a Sevilla y que incluye el Camino de Santiago de la Plata entre Sevilla y Astorga."
A nuestra derecha, otras escaleras comunican con la calle Arzobispo Guisasola y El Campillín, pero nosotros seguimos todo de frente calle abajo
Al final de la bajada estuvo la Puerta Nueva, donde confluyen estas calles, Leopoldo Alas, Conde de Campomanes y Arzobispo Guisasola. En el arranque de la segunda nació el escritor Ramón Pérez de Ayala el 9-8-1880 y cuya biografía extraemos de la Enciclopedia de Oviedo:
"Cursó la Primera Enseñanza en Oviedo, ingresando a los 9 años en el Colegio de la Compañía de Jesús en Carrión (Palencia). Más tarde continuó sus estudios en el Colegio de los Jesuitas de Gijón. En el año 1895 estudió el preparatorio del primer curso de Ingenieros en la Universidad de Oviedo, y en 1896 realizó el primer año de Ciencias, inclinándose finalmente por la carrera de Derecho en la que se matriculó en 1897, licenciándose en 1901. Entre sus profesores de universidad contó con Leopoldo Alas Ureña. Realizó el Doctorado en Madrid a partir de 1902, donde se unió a la redacción de la revista Helios. En 1903 publica en la revista Alma Española su ensayo Panteísmo Asturiano.
Publicó su primer libro de poemas en 1904, La paz del Sendero, obra elogiada por Rubén Darío, en el mismo año en el que regresa a Oviedo y donde permanece hasta que es nombrado corresponsal de El Imparcial en 1907, trasladándose a Londres, donde publicaría su primera novela. En 1910 regresa a Madrid y publica su segunda novela AMDG, que resulta ser una dura crítica al sistema educativo jesuita. Recibió diversas becas, viéndose obligado a trasladarse a Italia, Alemania o Estados Unidos para disfrutarlas. En 1921 publicó la que según la crítica sería su mejor novela, Belarmino y Apolonio. En 1926 publica Tigre Juan, título que ha dado nombre a un premio asturiano de literatura. En 1928 ingresa en la RAE (Real Academia de la Lengua Española). En 1931, al proclamarse la república, fue nombrado director del Museo del Prado. En 1932 fue nombrado embajador en Londres y allí ejerció este cargo durante cuatro años y después regresó a Madrid. Al estallar el conflicto bélico en España se exilió a París, y más tarde, residió en Lima y Buenos Aires hasta 1949 donde regresa a España de forma temporal, reinstalándose en Madrid en 1954 hasta el final de sus días.
Murió en su casa madrileña en agosto de 1962."
Ahora empezamos a ver una pequeña parte del casco antiguo, la calle Magdalena, al norte de dicho parque, que señalaba la entrada y salida de la ciudad por el sur cuando esta ya crecía más allá de las murallas y de su puerta de Cimadevilla, como nos cuenta Esther Rodríguez en La Voz de Asturias del 29-12-2022:
"Ese espacio era «nada más y nada menos» que la entrada del Camino de Santiago en la ciudad, «la originariamente llamada ‘Cimadevilla fuera’, hoy Magdalena, y que se incorpora a la ciudad medieval gracias a una nueva puerta: la Puerta Nueva».
"Le dió nombre la antigua Cofradía y alberguería de la Magdalena. Por arrancar en la antigua Plaza Mayor tuvo siempre y tiene gran importancia con su posición céntrica y porque inició el desarrollo de Oviedo con dirección al mediodía. En esta calle se alojó gran parte del ejército de 24 banderas que vino á Oviedo á últimos del siglo XIV y allí se estableció la Audiencia en la casa palacio, hoy de Vistalegre. En la núm. 34 había un fuerte arco, derribado en 1771, desde donde se dió principio á la carretera de León, reinando Carlos III y siendo Regente de la Audiencia D. Teodomiro Caro de Briones, según una inscripción que allí se había colocado en 1772."
No vemos la Plaza Mayor, actualmente de la Constitución, pero sí parcialmente uno de sus edificios, la iglesia de San Isidoro El Real, último vestigio del colegio de la orden de los Jesuitas de San Matías, construida entre 1576 y 1587 sobre otra anterior del siglo XIII, la cual a su vez estaba en el solar de otra aún más antigua que sería de los primeros templos construidos en la ciudad en los tiempos de Alfonso II El Casto que hizo de ella su capital en 791. Al fondo distinguimos perfectamente la carretera del Naranco o Avenida de los Monumentos
Y, a nuestra derecha el extremo noroccidental de El Campillín, uno de los vértices de el parque, que tiene forma triangular, antiguo campo entre la calle La Luneta, actual calle Arzobispo Guisasola, esta que tenemos a la derecha; la calle Marqués de Gastañaga, al fondo al otro lado de los árboles; y la Plaza Santo Domingo, donde estuvo el convento-seminario
En 1346, cuando esto eran las afueras de la ciudad, se denominaba en los documentos de la época Sitio o Prado de los Ferreros, dado que, a causa de los incendios, hubo disposiciones para que hornos y otras labores con fuego se emplazasen fuera de la población. En 1731 se traslada aquí el horno de La Plaza, a espaldas de la calle del Matadero, la actual Marqués de Gastañaga; es en esa centuria cuando se afianza el nombre de El Campillín
Un camino empedrado lo atravesaba de parte a parte, el cual aparece mencionado como Calle de los Ángeles de Atrás, otro de los nombres integrados en la actual Arzobispo Guisasola, religioso ovetense que ejerció como tal en Valencia, formándose antes en el antiguo seminario de Santo Domingo y, tras su cierre en 1868, en Salamanca
Por la Puerta Nueva que aquí estaba fue creciendo la población hacia la Carretera de Castilla, que empezó a hacerse en 1771, y de allí a San Lázaro, entonces una aldea del extrarradio en torno a la vieja malatería. Todo esto era un barrio de casas, donde en disposición de 21 de enero de 1829 el Ayuntamiento ordenó cerrar los portales a causa de la prostitución
En este cruce de calles hay una isleta triangular con césped y un parterre y, en medio el Monumento a Campomanes, el gran estadista asturiano de la Ilustración que llegó a Ministro de Hacienda con Carlos III y que vivió las vicisitudes del siglo XVIII español, obra de Amado González Hevia, Favila, del año 2002 y hecha en una aleación de bronce y silicio patinada en óxido, representándosele sentado y escribiendo, cubierto con una gran capa. Arriba, sobre la calle Magdalena, vemos ahora la torre de San Isidoro El Real, advocación surgida en 1770 tras la expulsión de los Jesuitas de San Matías, su primer patrón
Acabada la bajada de la calle Leopoldo Alas la cruzamos hacia Arzobispo Guisasola y, a continuación, la del Arzobispo Guisasola para pasar a El Campillín. Desde tiempos seculares entraban por aquí los peregrinos a la ciudad, así como la mayoría de los arrieros y viajeros procedentes del sur
Los peregrinos vuelven a transitar estos caminos...
A mediados del siglo XVIII, en el barrio aquí existente, vivía aquí el célebre Benito Pérez de Valdés, el Botánico, médico, farmacéutico, naturalista y escritor en castellano y asturiano, citado por el médico Théopile Roussel en su Tratado de la Pelagra (París 1866). Sus costumbres peculiares quedaron de manifiesto cuando colocó un cartel en El Campillín que ponía "Barrio de quien tiene, come". En sus Entrevistas en la historia, conversaciones figuradas con personajes históricos, el escritor José Ignacio Gracia Noriega recrea lo que sería una charla con él, repasando lo más destacado de su biografía:
"Entre los personajes interesantes y, a la vez, pintorescos que figuran en la nómina de los asturianos debe tenerse en cuenta a don Benito Pérez de Valdés, también conocido por el sobrenombre de «El Botánico», boticario, poeta, herborista y patriota muy distinguido. También deportista: su afición, aparte la de salir al campo a herborizar, es golpear con un palo cuantas piedras encuentra por los caminos: y si las piedrecitas caen en algún hoyo o bache da saltos de alegría. Dice que se trata de un juego muy distinguido, practicado con verdadero frenesí por los nativos de la pérfida Albión de clase alta. También le gustan con delirio las mozas y dárselas de aristócrata por antepasados que, según él, descienden de las dos patas delanteras del caballo del Cid, aunque aseguran quienes le conocen que de eso, nada de nada. Lo que nadie pone en duda es su habilidad con el palo y las piedras. También es poeta de inspiración fácil, y en tiempos difíciles para la patria dio muestras de ser un patriota exaltado. Asimismo, es un liberal de buena ley, que fue muy amigo del general Riego, y continúa siéndolo de su hermano el canónigo, en la actualidad exiliado en Londres. Don Benito Pérez de Valdés cuenta ochenta y tres años de edad, y tiene su botica donde la tuvo siempre, en el Campillín. A la puerta de la botica vemos un rótulo con la leyenda «Barrio de quien tiene, come». Don Benito me recibe muy contento y me muestra un libro muy lujoso, que guarda envuelto en un trozo de seda rojo.
—¿Qué le parece este libro, Noriega?
—Un buen libro. Un libro excelente. Muy bien editado.
—Es el «Romancero de Riego». Contiene diez romances escritos por mí en la lengua vernácula, y fue editado en Oviedo, el año 1820. En su tiempo tuvo éxito, y a punto estuvo de agotarse; y los ejemplares que no se vendieron fueron destruidos con motivo de la reacción absolutista de 1823. Poco faltó para que me metieran en la cárcel, pero libré por los pelos, y en atención a mi alta personalidad científica. De no haber tenido la suerte de ser respetado habría emigrado a Londres con mi buen amigo don Miguel de Riego, y habría enseñado a jugar como se debe a esos zopencos ingleses al juego de la pelota pequeña.
—Sin embargo, por lo que veo, este libro ha sido impreso en Londres en el año 1841.
—Efectivamente. Este libro es la gran alegría de mi vejez, y se la debo a don Miguel de Riego, quien, sabiendo que yo conservaba un ejemplar del «Romancero de Riego», me lo pidió y lo ha editado el pasado año en Londres, en edición de lujo. ¿Qué le parece?
—Ya se lo he dicho, me parece un gran libro.
—¿A que sí? Los poetas recibimos escasas alegrías en estos tiempos materialistas que corren. Yo he recibido la mayor satisfacción que se le puede dar a un poeta.
—¿Es éste su único libro publicado?
—No. Anteriormente publiqué las «Cánticas de la revolución asturiana», poema épico impreso en un folleto en 16.º y escrito en la lengua vernácula que, como usted bien sabe, no pasa de ser un español mal hablado a la manera del vulgo. Se publicó en Oviedo en 1815, y el vulgo, en lugar de llamarlo por su título verdadero, lo denomina, a su modo, «La revolución de Asturias».
—Ha escrito usted, pues, dos obras de carácter político.
—En gran medida sí.
—¿A qué revolución se refiere?
—Al espontáneo levantamiento del pueblo asturiano contra los invasores franceses napoleónicos.
—En ese levantamiento tuvo poca intervención Riego.
—Ya. Riego era, al producirse los sucesos del 2 de mayo en Madrid, el ayudante del general don Vicente Acevedo, que fue derrotado, formando parte del ejército de Blake en la desastrosa batalla de Espinosa de los Monteros. El general Acevedo resultó herido, y tanta fidelidad le tenía Riego que, por no apartarse de su lado, no intervino en la batalla. No pudo evitar, no obstante, que los gabachos remataran al general a bayonetazos, y Riego fue llevado prisionero a Francia. Mas no hay mal que no sea compensado con un bien, porque don Rafael de Riego entró en contacto en Francia con masones, carbonarios y otros miembros de sociedades secretas que encendieron en su mente la llamada de las ideas avanzadas, a las que rindió culto durante el resto de su vida y por las que murió bizarramente al imponerse en España la nefasta reacción fernandina, alentada por los cien mil franceses que entraron a las órdenes del duque de Angulema, llamados los Cien Mil Hijos de San Luis.
—¡Hombre!, permítame que considere exageración eso que dice sobre que el general Riego murió bizarramente, ya que dio un espectáculo más bien deplorable, al ser conducido a la horca, que estaba en la plaza de la Cebada, en un serón.
—¡Convenga entonces conmigo, Noriega, en que es difícil mantener la dignidad cuando llevan a ahorcar a alguien en un serón!
—De acuerdo. Pero podía haber permanecido callado.
—Le contestaré con una sentencia evangélica: el espíritu puede estar dispuesto, pero la carne es débil.
—De acuerdo. Y en el caso de Riego, sumamente débil. Pero dejémonos de Riego, que no aparece en «La revolución de Asturias».
—No, no aparece en las «Cánticas de la revolución asturiana». Mas es el protagonista del «Romancero de Riego».
—Y ahora, si le parece, vamos a hablar un poco de usted, don Benito, si le parece.
—Me parece. Pregunte cuanto quiera.
—Naturalmente, usted es de Oviedo.
—No, no soy de Oviedo. Lo que sucede es que he vivido tantos años en esta ciudad, con la botica abierta aquí, en el Campillín, que la gran mayoría de la gente me toma por nacido en Oviedo. Y no, señor, no nací en Oviedo, sino en Candás. Y tampoco realicé mis estudios en Oviedo, si le parece bien que se lo precise, ya que hice los estudios primarios en el mismo Candás, y los estudios de naturalista en Madrid, donde tuve la inmensa suerte de ser discípulo de los ilustres naturalistas Ortega, Pedrosa y Cabanillas. Este último era clérigo y un gran dibujante, que siempre elogió mis relevantes facultades para el dibujo. Gracias a éstos y a otros inolvidables maestros obtuve extensos conocimientos científicos, de los que me honró. Y al sentirme capacitado científicamente para ello, vine a Oviedo, donde abrí mi botica.
—¿Y desde entonces hasta hoy fue boticario?
—Ya lo ve usted: más de medio siglo llevo en la profesión. Ahora bien, debo advertirle de que no me dediqué en exclusiva a hacer mezclas y a descifrar recetas, sino que aproveché mis ocios dando rienda suelta a las musas, por una parte, y, por otra, dedicándome a estudiar sobre el terreno la flora asturiana. Todos los domingos agarraba un palo y salía al campo a herborizar y a estudiar la flora.
—¿Y si veía una piedra?
—Si veía una piedra, ¡leña al mono! Varias de mis observaciones sobre la flora asturiana fueron publicadas en el «Memorial literario» de Madrid, entre 1788 y 1790. Otros trabajos permanecen inéditos. A finales del pasado siglo fui llamado por Cabanillas para colaborar en la catalogación del Jardín de Plantas de Madrid, y en reconocimiento a mis trabajos se me concedió un título académico honorífico. Y como soy algo latino, también hice algunas traducciones del latín de escritores clásicos que permanecen inéditas.—¿Cuál fue su actitud al saberse en Oviedo los sucesos del 2 y 3 de mayo de 1808?
—Me comporté como lo que soy: como un patriota. Mis versos fueron aprendidos de memoria por el pueblo patriota ovetense.
—¿También sus chistes y agudezas son famosos en la ciudad?
—También, también.
—Se dice que últimamente usted se dedica más a trabajar como curandero que a la botica.
—Eso son «levantos» de malas lenguas, Noriega, créame. Ahora bien: yo conozco las plantas, y si alguien me demanda ayuda y está dentro de mis posibilidades curarle, le curó. Esto que quede muy claro. Como que quede claro que me apellido también Cruz, apellido insigne, que muchos suelen olvidar."
El arrabal aquí emplazado era la parte trasera de las casas que daban a la antigua Plaza de Santo Domingo, convento cuya iglesia está al otro lado del actual parque y no podemos ver desde aquí, del que se conserva su iglesia, del siglo XVI, pues el cenobio fue fundado en 1518 por la orden de los predicadores en lo que era un arrabal rural de la ciudad cercano al camino, luego carretera, de Castilla. La iglesia se hizo entre los años 1526. El convento fue desamortizado en 1835, pasando a ser hospital hasta 1851, cuando se hizo de él la diócesis de Oviedo, fundando en él el seminario. Seriamente afectado en la Revolución de 1934 y en la Guerra Civil, el convento se reconstruyó como centro de segunda enseñanza y la iglesia se hizo parroquial en 1969
"La obra presenta al conde trabajando, sentado en el suelo, inclinado sobre un escritorio. Se sitúa sobre una base de hormigón que presenta una placa con la siguiente inscripción:
CONDE DE/CAMPOMANES/ESCULTOR/FAVILA/MARZO 2003
Además, la obra presenta la firma del autor y la fecha, bajo su seudónimo “Favila”, en uno de los pliegues de la capa del personaje ("Favila 2002")"
El viejo barrio fue de los que quedaron destrozados con la guerra, siendo en 1970 cuando se inaugura el actual parque, donde se instala el rastro los domingos, tal y como se hacía antes de la contiendan y, al menos, como mercadillo de objetos variopintos, desde el siglo XVIII. Una antigua fuente existente en el lugar, La Fontica, fue cegada ya en 1915
El quiosco de prensa y revistas, que como otros en la ciudad lleva tiempo cerrado, aunque surgen ocasionalmente planes para su reapertura. Abajo es el Paseo del Campillín, dedicado al médico y escritor Antonio García Oliveros, a quien se le dedicó la XXVI Selmana de les Lletres Asturianes (año 2003). Al fondo y al otro lado del parque es la ya citada calle Marqués de Gastañaga, antiguamente del Matadero
Sus antiguas casas, arruinadas por los combates y los bombardeos, fueron demolidas, como las de Santo Domingo, San Lázaro y otros barrios (el centro histórico, aunque afectado, no sufrió tanta destrucción), para lo que llegó a instalarse una vía con vagonetas de obra para proceder al desescombro. Más tarde se reurbanizó la zona y, a partir de esta calle, nació el actual parque
Sí se reconstruyó el Palacio del Marqués de Gastañaga, Miguel de Vereterra y Carreño (1804-1879), a quien está dedicada esta calle, quien aparte de este y otros títulos "fue el primer presidente de la Cruz Roja de Asturias, dirigió el Museo de Bellas Artes de San Salvador de Oviedo y fue Gobernador Civil", nos cuentan en Todo Oviedo, ejerciendo como abogado en la ciudad. En 1860 impulsó el alumbrado público con gas sustituyendo al de las velas de sebo. Su palacio fue construido en 1883, siendo reformado y readaptado a mediados del siglo XX para ser, hasta 1990, el Colegio Hispania, del que nos escribe La Voz de Asturias del 6-8-2022:
"El Colegio Hispania vio salir de sus aulas muchas promociones de ovetenses a lo largo del siglo XX. Nacido como una institución laica, de las pocas de España no gestionadas por religiosos en pleno régimen franquista, el Hispania tuvo en Carlos Manuel Secades (1928-2014) su mayor impulsor -además de propietario del inmueble- y acogió, según menciona la Real Academia de la Historia, a maestros nacionales que habían sido «depurados» por el régimen, como el filólogo José Manuel González. Pero no dejaba, o al menos no podía pretenderlo, ninguna impronta política en sus alumnos.
El edificio que ocupó el Hispania fue construido como residencia por el marqués de Gastañaga, Miguel de Vereterra, hacia el año 1883 y bajo la dirección de Pedro Cabal. Fue, por tanto, una casa particular. Curiosamente, durante la Guerra Civil y los sucesos del cerco a Oviedo, el palacete quedó justo en medio de tierra de nadie, entre los parapetos de ambos bandos en la calle que lleva el nombre del marquesado. Ahí pudo sufrir, con toda seguridad, algunos daños dada su peligrosa ubicación.
No será hasta pasados unos años de la posguerra cuando comienza a funcionar como colegio privado, que ofrecía comedor e incluso internado. En ese momento es ya propiedad de la familia Secades. En el sótano albergaba la cocina y los comedores, mientras que en la primera y segunda plantas se ubicaban las aulas, secretaría y dirección. En el último piso estaban los dormitorios para los alumnos internos. Durante décadas fue una institución de la que salieron muchos alumnos notables como los hermanos Ruiz de la Peña.
Los tiempos cambian y, en 1974, el ministerio autoriza al colegio a crear las nuevas aulas de EGB, que el director Secades solicita para 320 alumnos. Así seguirá hasta la jubilación del director, que marca el declive del Hispania en los años 90 del siglo pasado. Aún funcionará unos años más como residencia universitaria hasta su cierre definitivo y la entrada del inmueble en estado de ruina.
El ayuntamiento de Oviedo se hará entonces con su propiedad y, ya en el año 2001, lo venderá al Colegio de Arquitectos de Asturias mediante un convenio que muchos tacharon de especulativo: buena parte del entorno del edificio fue aprovechado para levantar bloques viviendas, mientras una polémica y poco afortunada intervención cambiaba por completo el aspecto del palacete, que perdería su escalinata principal y ganaría una aparatosa visera que finalmente fue derribada por orden judicial. El aspecto actual dista bastante de la construcción original, tanto por fuera como por dentro."
'En plaza dos' se denominó el proyecto ganador del concurso de ideas para la nueva sede del Colegio de Arquitectos, firmado por el profesor de la Universidad Politécnica de Madrid César Larrea-Cangas y destinado a reformar el antiguo colegio Hispania en un edificio «esencial y singular», con una cubierta prolongada hasta la pequeña plaza para integrarse con El Campillín. De aquélla era 2002 y ahora, más de una década después, a partir de finales de este año o principios del próximo en las fotografías se notará una modificación sustancial -mucho mayor que el recorte posterior sobre ese diseño que dejó la imagen actual- en la parte superior del inmueble de la calle Marqués de Gastañaga. La polémica visera desaparecerá.
Tras años de pleitos con la comunidad vecinal y numerosas sentencias en contra, «esta semana comenzarán las obras de retirada», adelantó el abogado de los vecinos, Miguel Ángel de Dios, a quien el colegio profesional comunicó a finales de la semana pasada el inicio de los trabajos valorados en total «en unos 200.000 euros» y ya adjudicados a una empresa gijonesa.
Terminará así una lucha con idas y venidas: «Han sido muchos años de batalla. El colegio agotó todos los recursos, aguantaron hasta el último segundo. Era un asunto muy controvertido y se pasó por muchas fases, aunque la comunidad de propietarios lo ganó casi todo», resumió el letrado.
Las grúas regresarán por tanto al edificio comprado por los arquitectos del Ayuntamiento cuyo derribo finalizó en los últimos días de 2002 y que resultó posterior al desmontaje de la fachada para su rehabilitación.
Las piezas apiladas se guardaron en un almacén de Granda durante más de tres años, tiempo en que tardó en comenzarse la reconstrucción del Hispania, en diciembre de 2005, en la entonces ya denominada plaza de Adolfo Barthe Aza. Un mes antes, la directiva del órgano adjudicó a Dragados poner en pie el edificio dibujado por Larrea por 1,8 millones de euros con un plazo de ejecución de 14 meses.
Un trabajo dificultoso ante el escaso espacio ya que para entonces tenía en su parte trasera un grupo de viviendas en forma de 'U' promovidas por Desarrollos Urbanos de Asturias (DUA), cuyos residentes pusieron el grito en el cielo al conocer el proyecto del arquitecto para reconstruir el palacete de estilo ecléctico francés del siglo XX. La cubierta ajardinada propuesta, según consideraron, invadía parte de una plaza propiedad privada aunque de uso público.
Con el desencuentro entre ambas partes más que abierto, el colegio estrenó sus instalaciones de más de 2.000 metros cuadrados en octubre de 2007. Para entonces los tribunales ya habían fallado alguna sentencia y finalmente, un mandato judicial obligó a la retirada de la visera en 2010. Desde entonces los arquitectos han llegado incluso a ofrecer una indemnización de 120.000 euros a los residentes para paralizar la retirada. Pero tras varios retrasos, ya no hay marcha atrás y a partir de esta semana irá desapareciendo el polémico voladizo de Marqués de Gastañaga.El Colegio de Arquitectos falló el concurso para el nuevo diseño y comenzó el desmontaje y derribo del edificio este año para trasladarse a Marqués de Gastañaga. Inauguraron las instalaciones en octubre de 2007. Ahora tiene que retirar el voladizo."
El colegio se encuentra en la Plaza Adolfo Barthe Aza, dedicada a este doctor, concejal ovetense y diputado autonómico el 3 de diciembre de 2003. Como nota histórica curiosa hemos de decir que, detrás de esos edificios están la calle Sol, llamada así por su orientación, y la de Bernardo del Carpio, personaje épico del alto medievo. De la primera decía así Canella Secades en El libro de Oviedo:
De la segunda, tan legendaria acaso como el personaje que le da nombre, explica esto la Enciclopedia de Oviedo:
"A su posición desahogada al oriente es probable que deba su nombre. Narrando Tirso de Avilés la llegada del ejército de 24 banderas dice: "Fuéron bien comedidos los más de los dichos soldados aunque eran muchos, de manera que no hubo desgarro en ellos ni entre ellos, que fuese notable, escepto el día que aportaron á esta ciudad que un alférez mató en la calle del Sol á otro alférez sobre una gineta ó venablo, que era insignia del alferazgo; el muerto pretendía era suya, sobre lo cual se alteró todo el ejército y el matador se acogió al monasterio de Santo Domingo. El Maestre de campo le hizo sacar y contra él procedió con censuras el obispo D. Diego Aponte de Quiñones, hasta que fué restituído á la iglesia"
De la segunda, tan legendaria acaso como el personaje que le da nombre, explica esto la Enciclopedia de Oviedo:
"La Calle del Carpio, la más antigua de Oviedo, comienza en la Plaza de la Constitución y termina hacia el final de Calle Marqués de Gastañaga. El Pleno del Ayuntamiento de Oviedo del día 16 de julio de 1897 la rebautizó como Calle Guillermo Estrada, disponiéndose el restablecimiento de su nombre original cuarenta años después, el 11 de febrero de 1937, medida que no se hizo efectiva hasta que una nueva calle del Polígono de Buenavista fue bautizada como Calle Guillermo Estrada y Villaverde.
Por detrás de la casa que el marqués de San Esteban tuvo en la Calle Sol está la Calleja del Carpio, que comunica la Calle del Carpio con la Calle Santo Domingo. A juicio de José Tolivar Faes, del Carpio es el nombre más antiguo de cuantos se usan para designar calles de Oviedo. Figura ya en un documento del 19 de marzo de 1197: «Pedro Paraias, canónigo de Oviedo, da a su sirviente Geloira lohannes una casa en El Carpió, de Oviedo»; y también aparece en la escritura de venta de una casa fechada el 24 de junio de 1217, donde se señala que el Carpio pertenece a la feligresía de la Parroquia de San Isidoro; en ese mismo año se vende una casa en las Carnicerías figurando como firmantes un Petrus Bonus de la Broteria y un Stefanus Pelaiz del Carpio. Carnicerías, Broteria y Carpio aluden aquí a calles de Oviedo, dos de ellas ya desaparecidas. En 1234 Fernando Gonzaluiz y su mujer, Velasquida Giraldiz —doña Balesquida— adquieren una casa en el Carpio. En el siglo XIII las edificaciones eran allí numerosas, como se infiere de un documento que da cuenta de la venta de la mitad de otra casa en la Rúa del Carpio, calle que aparecerá numerosas veces en todos los siglos siguientes."
Y por la antigua Puerta Nueva, en cuyo arco se sabe había un Cristo, avanzamos hacia la calle Magdalena, llamada también de la Puerta Nueva en todo su recorrido hasta la Plaza Mayor, hoy de la Constitución, y así debió continuar hasta el siglo XIX, cuando se popularizó el nombre del hospital de esta advocación radicado en esta calle, tras demolerse en 1771 la Puerta Nueva, surgiendo fondas, sobre todo en la calle Campomanes, entrada y salida de la Carretera de Castilla, la de Manterola, la de Madrid, la Ferrocarrilana, la Amistad y la Suiza o, al principio de esta de la Magdalena, la de La Capitana, junto a la fuente de este nombre, llamada así, se dice, porque fue sufragada por la viuda de un capitán de los tercios de Flandes...
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