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La Espina en invierno desde Las Penonas de Bodenaya. El Camino llega a la población por la derecha |

Salas desde el Camino, llegando de Bodenaya |
"La meseta está abruptamente cortada por el río Narcea, que abre una profunda entalladura en las duras cuarcitas y la corta en dos plataformas desiguales, siendo mucho más extensa la occidental, en la que se encuentra La Espina. Hacia el Sur la plataforma casi llega como tal hasta Pola de Allande y por el Norte cae vertiginosa desde La Espina hacia la mar valdesana. Es justamente en el veril norte de la plataforma donde se asienta La Espina y esta singular situación la hace recibir de lleno las humedades que impulsan los frentes cantábricos y ascienden por el empinado talud hasta el refrigerador natural de la alta meseta donde se convierten en cerradas nieblas invernales. O al revés, hasta ella llega en días de verano el mar de nubes que oculta entre la nublina caliente buena parte de la Asturias baja, mientras que las tierras altas son recalentadas por el sol y el aire de Castilla. Otras veces la inversión térmica se da en los días anticiclónicos del invierno, en los que el Sol mata desde primera hora la xelá, mientras que abajo el día se consume entre la niebla y el frío. En fin, La Espina es una posición avanzada en muchos aspectos, desde la que se otean lejanos horizontes, quizás por eso sus habitantes emprendieron antes el proceso de modernización del campo y lo consolidaron con una curiosa diligencia para estas tierras y de una manera muy particular, muy suya.·
"... a ese niño que vive en la casa del número treinta, a la entrada de La Espina según se asciende desde Salas, le impresiona sobre todo la leyenda de los Muelles de La Molina. Estuvieron cerca de Peñausén, en lo que hoy es charca y antes «un embalse del que se captaba agua para las explotaciones auríferas de la zona de Ovanes a través de tres canalizaciones cuyos restos son todavía visibles». Esa es la historia, pero el niño va a preferir el cuento que dice que aquí se asentaba, según la leyenda, la ciudad maldita de Remolero, erigida sobre el agua y desaparecida debajo de ella cuando fue condenada «porque sus habitantes no quisieron dar auxilio a unos peregrinos». «Los viejos decían que una gran viga de cierno, el corazón del roble, todavía se veía emerger cuando llovía mucho y el fondo de la charca se reblandecía».
Aquel pueblo daba mucho de sí para palpar la historia, rememora Lorences, también los restos del «Camino primitivo» que llevó a Alfonso II a Compostela o los ya invisibles de la leprosería que La Espina tenía en el barrio de La Malatería, casi en la salida en dirección a Tineo, y que gestionaba la Casa de Alba «bajo la advocación de Nuestra Señora de Bazar». A aquella pandilla infantil, Joaquín con Ángel y Alfredo -sobrinos de Ángel González-, Enrique, Toni, Angelín y Pepe Luis, «nos asustaba el riesgo de caer leprosos; nos entusiasmaba sentirnos identificados con ese pasado tan importante y nos impresionaba aquella penillanura que se derretía en cinco grandes ríos» que iban a caer a diferentes vertientes. Por estas sierras se localiza el nacimiento del Esva, en la sierra de Bodenaya están las fuentes del Nonaya, brota el río Casandresín, luego San Vicente, y en La Molina el Lleirosu. Y el joven Joaquín va con su padre, que fabrica mantequillas en La Espina, a pescar truchas al Esva y después las lleva en cubos, en moto, a «echarlas vivas a las fuentes del Nonaya».
"Brotan cinco ríos, hay un dolmen policromado casi único en Asturias y sobrevive un viejo humedal sobre el que, dice una leyenda, se asentaba una ciudad palafítica que fue castigada a hundirse en las aguas cuando sus habitantes se negaron a auxiliar a unos peregrinos. Porque por aquí siempre se han cruzado muchos caminos y también hay corzos, zorros, ardillas, jinetas, aves rapaces, algunas veces lobos y por todas partes gente que sabe de qué casa es cada niño. Ellos creen que los vigilan, pero en realidad los protegen. Así son La Espina y su entorno idílico a los ojos de la memoria del niño «privilegiado» que fue aquí Joaquín Lorences, nacido en Bodenaya, criado en La Espina y hoy catedrático de Fundamentos del Análisis Económico."
"fue una guía «fantástica» para los jóvenes espinenses que nacieron en los años sesenta y ejemplificó el carácter «emprendedor, solidario y protector» del pueblo. «Donde vieras una panera», recuerda Joaquín Lorences, «seguro que debajo había un chaval preparando un coche de carreras». La simbiosis de La Espina con el club tiene parte de la culpa de que en La Espina, en aquellos años difíciles, «hubiera casos de droga cero»
Allí, dicen Fermín y Rafael, que la A-63 es "una autovía que ha hecho famoso el topónimo, como término de una obra inacabable, y con su continuación hacia Canero durmiendo en un cajón, se dibuja la amenaza de convertir lo que está en construcción en el soporte de un viaje a la perplejidad". Por su parte Marcos Palicio lamenta, con los vecinos, cómo ha afectado a dos elementos tan importantes como el circuito de karts y el mismo Camino:
"En el rincón de los inconvenientes, la obra de la A-63 ya se ha llevado por delante parte del Camino de Santiago y completamente un circuito de automovilismo, uno de esos faros que se ven desde fuera y que pueden dar al viajero de paso un motivo para seguir parando en el pueblo. El trazado no ha muerto, pero poco le ha faltado. Sobrevive desplazado, en otra ubicación a unos metros de la anterior y, al decir de Adriana del Oso, componente de la escudería Orbayu Competición, mucho peor que antes."
Caminamos cómodamente, en árboles y postes es común ver placas y carteles anunciando albergues y establecimientos que acogen gustosos a los peregrinos
Bajo nosotros, la gran explanada de la estación de servicio, cerrada pero que conserva sus instalaciones, acaso esperando su reapertura en algún momento...
"Hay una gran lista de núcleos de población relacionados con los que encabezan el epígrafe; son masculinos y femeninos, singulares y plurales (...) El problema etimológico estribaría ahora en saber si todos estos nombres de lugar son derivados del lat. SP¯INAM ‘arbusto espinoso’ (EM), o de su variante masculina SP¯INUM ‘espino negro’, o si, por el contrario, en algún caso, nos encontramos ante auténticas metáforas que se aplican a ciertas elevaciones del terreno por su semejanza con el espinazo animal. En algunas muestras parece evidente que se trata de un arbusto o conjunto de arbustos."
"En principio, por tanto, voz común para designar a varios tipos de 'espinas' y espineras (Crataegus monogyna J, Sorbus torminalis L). Era un arbusto muy estimado en las brañas y mayadas, por sus flores medicinales; y con el uso alimentario de sus bayas (uso animal y humano) en ciertas épocas.Hoy apenas se usan las espineras; pero tiempo atrás eran imprescindibles en el entorno rural: sobre todo ofrecían buena madera para algunos utensilios domésticos, y buena leña para el fuego, como recuerda el regrán: "si quies facer foguera / echa cheña d'espinera".Y otros muchos usos proporcionaban las espineras. Por ejemplo, los lugareños recogían las flores en primavera por sus propiedades como tranquilizante (los ansiolíticos ahora), enfermedades del corazón, angina de pecho, regular la tensión...Sabido es también que las bayas del espino, (las mayuncas), una vez bien maduras, vueltas en rojo intenso, se comían por los montes a falta de frutas más suculentas: tienen mucha piedra dentro, pero su abundancia en los racimos suplía entonces la falta de más carne en torno a la pepita.Finalmente, estas mismas bayas servían de alimento a los animales del monte y a los domésticos que pasan el inverno en los altos: a falta de acebos y acebales, hasta la corteza y las ramas punzantes de las espineras encontramos completamente roídas en las mayadas.Se aprecia el dato, sobre todo de enero arriba: las mismas ramas de las espineras aparecen comidas (royías) cuando la nieve ha sorprendido a cualquier animal con las praderas vestidas de blanco por unos cuantos días, y ya se fueron agotando otras bayas más suculentas y menos espinosas."
La pervivencia de escuelas rurales, aún para los primeros ciclos educativos, es señal de que hay una cierta cantidad de población en edad escolar. La mayor parte se extinguieron con las concentraciones escolares de los años 1970 y sus edificios se dedicaron a otros usos, por lo que este no es el caso
Prado arriba vemos una antiquísima cabaña, sin techo, tal vez reminiscencia de aquellos lejanos tiempos en que La Espina era una braña de pastores trashumantes, vaqueiros de alzada, que subían a los pastos de altura (alzada) en verano y bajaban a los valles y a la costa con sus rebaños en invierno, conformando uno de los más característicos grupos sociales de la Asturias de antaño
Y al fondo El Zarrín, llanura regada por el río El Molinón, que un poco más allá dará sus aguas al Casandresín. Los nombres de estos regueiros pueden variar, pues como nos dice el Diccionario geográfico de Asturias, "Cerca de La Espina pasa el arroyo Ranón que se une al Benuco, formando con otros el río de San Vicente, afluente del Nonaya".
Los mojones con la concha jacobita jalonan el recorrido indicándonos continuar todo seguido y de frente por El Camín de la Escuela, siempre en llano, recto y asfaltado
Desde un poco más adelante, si lo deseamos, podremos dejar el Camino para acercarnos a la carretera, pues la Avenida de la Constitución, como eje fundamental de la población, es donde se concentran hostelería, comercio y servicios
Ahí está, por ejemplo, La Parada del Peregrino, que funciona en régimen de autoservicio ofreciendo comidas y bebidas, incluyendo cafés, desayunos y tentempiés tipo snacks, baños, sellado de credenciales....
Desde la carretera podríamos seguir acera adelante hasta volver a enlazar con el Camino de Santiago unos metros más al este, al lado de la iglesia, dirigiéndonos posteriormente a la salida de la población por La Venta y Casa El Cándano, donde dejaremos el asfalto al subir por un bello sendero a la aldea tinetense de La Pereda o La Preda

La calle es ancha y, a partir de esta casa, encontraremos bastantes vehículos aparcados a partir de la escuela, como en cualquier vía urbana
Entre los comercios que vemos desde aquí nos agrada mencionar a El Ropero, tienda de ropa de Marité del Oso Castro, una de las personas clave en la dinamización económica, social y cultural de La Espina, a quien entrevistaba Ángela Rodríguez para La Nueva España del 10-3-2024:
"La Espina no “fue”. La Espina “es”, y para que siga siendo trabajan sus vecinos. Aquellos que recuerdan unos años atrás de buena afluencia en una localidad estratégica de paso entre el Occidente y el centro de Asturias. Ahora, con menos gente, los comerciantes locales no tiran la toalla. “Somos negocios, pero hacemos una labor social”, asegura Marité Del Oso, vecina y propietaria de El Ropero.
Natural de La Espina, cumplirá el próximo septiembre veinticinco años tras el mostrador. “En su día esto era la casa vieja donde yo nací. Decidimos reformarla y reconstruirla, y poner la tienda en el bajo, en lo que iba a ser el garaje. Yo soy técnico de informática, pero siempre tuve la ilusión de tener una tienda. Quería hacer algo que me permitiera conciliar y criar a mi hijo, que nació en 1995”, explica la comerciante.
Con moda “de mujer, hombre e infantil”, reconoce que cada vez hay menos cliente nuevo. Pero mantiene a los fieles como nadie. “Cada vez hay menos niños. La de bebé es un tipo de ropa que tenía más auge entonces, está claro. Pero hay gente de mediana edad, por ejemplo, que quiere probar la ropa que se pone. Los jóvenes ya hacen más compras online, pero el comercio de pueblo tiene otras ventajas. Nosotros ofrecemos a los clientes una proximidad diferente”, asegura Del Oso. El Ropero cierra los sábados por la tarde y los domingos. “Aunque estuve dieciséis años sin cerrar por vacaciones. Y si un cliente me llama cuando está cerrado porque necesita algo, lo atiendo encantada. Me gusta ofrecer eso”, añade.
Su negocio de moda forma parte, junto a otros del pueblo, del grupo ‘Quedamos en La Espina’. Un movimiento que nació en 2015 “para reivindicarnos y ocupar nuestro lugar”. “Queremos demostrar a la gente lo mucho que podemos ofrecer. Muchas veces aún pensamos que fuera del pueblo vas a encontrar cosas mejores y no tiene por qué ser así”, defiende del Oso. Trabajadora de un sector donde cuesta “y mucho” resistir a las estrategias comerciales de las grandes superficies."
Y ya caminamos al pie de La Escuela, o Colegio Rural Agrupado Eugenia Astur, a cuya directora, Montse Fernández Fernández, entrevistaba también para La Nueva España Ángela Rodríguez en la edición del 19-9-2024:
"Montse Fernández Fernández (Pravia, 1969) es la actual directora del Colegio Rural Agrupado (CRA) Eugenia Astur. Un centro considerado “de difícil desempeño”, con tres sedes en dos municipios diferentes (Salas y Tineo). La educadora hace las labores de dirección, secretaría y todo cuanto sea necesario, con la pasión de quién eligió educar a las generaciones del futuro. Sin embargo, destaca la complejidad de gestionar el centro “por la cantidad de profesorado a media jornada itinerante”.
-¿Cómo es su día a día en la dirección de un colegio rural?
-En el CRA llevo desde el 2011, primero estuve en la escuela de Villazón y, cuando cerró, cerró, pasé a La Espina. Aquí fui secretaria con el antiguo director y en 2020 tuve un nombramiento extraordinario durante un año. En ese periodo había una persona conmigo que era secretaria. En 2021, ya presenté el proyecto y ahora soy órgano unipersonal. Soy directora, secretaria y jefa de estudios, estoy sola. Con el mismo trabajo que cualquier otro centro, la misma burocracia, pero todo sola.
-El CRA Eugenia Astur está considerado un centro “de difícil desempeño”. ¿Qué significa exactamente?
-Tiene que ver fundamentalmente con la ubicación. Suelen ser centros de montaña los que se declaran de difícil desempeño. Y también se relaciona con la vulnerabilidad del alumnado y sus necesidades de aprendizaje. Pero sobre todo, es por la ubicación. La itinerancia de los profesores, los especialistas que van a Tuña, por ejemplo, pasan de 55 kilómetros al día. Ida y vuelta.
-¿Cuántos docentes forman, actualmente, el equipo del CRA?
-En total, somos catorce docentes. Estamos como definitivos tres, el resto son interinos. Y solamente cinco estamos a jornada completa. Todos los demás son itinerantes a media jornada. Lo que se convierte, en muchos casos, en clases efectivas de seis horas. Ya que, por itinerar, al ser más de una serie de kilómetros, hay ciertas compensaciones. Gestionar el centro con la dotación que tenemos es muy muy difícil. Te obligan a desatender al alumnado, sobre todo al de infantil de Tuña y El Pedregal. Porque nos dotaron solamente de una media jornada de Educación Infantil, que va a las dos escuelas de Tineo. Alegas y te dicen que no hay nada que hacer.
-¿Cómo se organizan entonces?
-Es muy complejo. La dotación te la dan desde un despacho en la consejería. Dicen que solo tenemos una unidad infantil, que es cierto. Pero hay alumnado de infantil en las tres escuelas y tiene que ser atendido. Nos desatienden y el perjuicio es para ese alumnado. Y también afecta a la hora de gestionar el centro, claro. Hacer los horarios es como hacer un sudoku de los difíciles. Cuesta mucho gestionar el centro por la cantidad de profesorado a media jornada itinerante.
-¿En qué cifras de alumnado se mueve actualmente el colegio rural?
-Este año tenemos alrededor de 48 escolares. En el Pedregal, entre infantil y primaria hay nueve alumnos y, en Tuña, diez. El resto están en La Espina.
-¿Qué tiene este colegio que no tienen otros en la zona?
-Al ser pocos, la enseñanza es mucho más personalizada. Los pequeños aprenden de los grandes, al estar en aulas unitarias y los grandes se hacen responsables de los pequeños. Se retroalimentan. Además, al estar en entornos rurales están constantemente en contacto con la naturaleza y hacen muchas salidas al entorno. Es una enseñanza mucho más enriquecedora, somos casi clases particulares.
-Lo que tienen son numerosos reconocimientos por diferentes proyectos…
-Tuvimos el programa PROA+ hasta ahora, y estamos pendientes de que nos lo vuelvan a conceder. Con ello, hacemos un montón de actividades todos juntos. De otra forma, cada vez que hacemos una salida y juntamos las tres escuelas nos supone mucho dinero y con este programa hacemos muchísimas actividades. Tenemos programa de salud, proyecto de huerto escolar, somos Escuela sin racismo…
-¿Cómo se consiguen esos resultados con los efectivos?
-Con mucha implicación por parte de todo el mundo. De la gente que llevamos más años aquí, del profesorado. Echar horas de más y hacer un montón de cosas para que todo funcione. Si no, es imposible.
-Nuevo curso, ¿nuevos objetivos?
-Este curso empezamos con el servicio de madrugadores, que hasta ahora no teníamos. La jornada escolar empieza a las 9:30 horas, pero a las 8:00 horas viene ya una monitora a estar con los alumnos que necesiten, por conciliación familiar, estar ya en el centro. Los que quieren, trayendo su desayuno, desayunan en la escuela. La monitora la gestiona el Ayuntamiento de Salas, con el que estamos encantados. El de Tineo nos tiene bastante desatendido. El año pasado estuvimos todo el año sin calefacción. Sabemos que no es fácil, pero el alumnado de aquí tiene el mismo derecho que los de Oviedo. Por otra parte, junto a la Ampa, estamos estudiando la puesta en marcha , para el año que viene, de un servicio de comedor. No tenerlo, actualmente, nos está perjudicando bastante. Hay muchos niños que estarían en La Espina y se van para el colegio de Salas porque para las familias es importante este servicio.
-En un vídeo promocional de la escuela de La Espina hablan de que “un pueblo sin escuela es un pueblo muerto”. ¿Cómo es la relación con el resto de la comunidad?
-La Ampa funciona muy bien, siempre están para colaborar en cualquier cosa que se les pide. Y, por lo general, las familias, son obstante receptivas a todo lo relativo con el centro. Hay muy buena comunicación en toda la comunidad educativa. "
El edificio conserva su estructura exterior original hermosamente rehabilitada, con las grandes cristaleras de las antiguas aulas de niños y niñas y sus ventanas, la mayor parte de arco de medio punto. Las antiguas casas de los maestros, en medio, tienen en la actualidad otros usos. La última gran obra de rehabilitación se acometió en 2021, dando de esta manera la noticia en diario El Comercio a fecha 15 de septiembre de dicho año:
"El Ayuntamiento de Salas ha invertido 29.000 euros en el centro educativo de La Espina. Las obras, necesarias por el deterioro exterior que sufría del edificio, han consistido en la reparación el tejado y aleros, sustitución de canalones y pintura exterior. En los próximos días se finalizará la actuación con el cierre perimetral del colegio. «Las escuelas rurales son prioritarias para el Ayuntamiento. Es un servicio fundamental para que las familias más jóvenes decidan asentarse en el medio rural», destaca el alcalde, Sergio Hidalgo."
Unos meses antes, el 15 de mayo del mismo año, era Ángela Rodríguez quien en La Nueva España repasaba la situación del centro por entonces de la mano Celia Menéndez, autora de un documental dedicado al pueblo:
"En el colegio de La Espina “hay niños en todos los cursos menos en primero de Infantil”. En total son “veintiséis niños y niñas” que, conscientes del paraíso en el que viven, presumen de pueblo en un cortometraje. El trabajo, producido por Celia Menéndez, ha logrado recientemente un premio en la categoría Creación Audiovisual del concurso de la Semana de les Lletres Asturianes. Además de emocionar a más de un vecino.
Desde las rutas del Camino de Santiago a la propia escuela, los estudiantes descifran en la especial película los rincones más singulares del “Planeta La Espina”. Como “la Pista” donde se celebran las fiestas patronales y el campo de fútbol donde jugaba el desaparecido equipo “Suroccidente”.
A las puertas de su colegio de La Espina, una de las tres sedes que tiene el CRA Eugenia Astur, los estudiantes recuerdan que “la escuela de Villazón también formaba parte del CRA, pero cerró porque no había alumnos bastantes”. “Qué importantes son las escuelas en los pueblos”, aseguran con naturalidad, en un fluido asturiano.
“También tenemos una pista de tenis y una cancha de fútbol sala. Y un huerto en el colegio” explican los escolares. “Además de un par de albergues”. También reconocen que pasan por el pueblo más personas en verano que en invierno. Y presumen de La Festona, con juegos tradicionales y baile de madreñas. "
La Festona es, como su nombre indica la gran fiesta de La Espina, por excelencia, que se celebra a principios de julio, fechas también de gran afluencia de peregrinos que son saludados con este Buen Camino al acercarse a su centro urbano de esta 'Atalaya' de las tierras altas, como la describen Fermín Rodríguez y Rafael Menéndez:
La pequeña pola de La Espina va componiendo poco a poco su estructura semiurbana a partir de su emplazamiento original, instalado sobre uno de los nudos fundamentales de la red tradicional de caminos del Occidente interior. Nodo como semilla. Nudo de caminos. Y núcleo de actividad rural, a partir de la ganadería, que en la segunda mitad del siglo XX extendió prados y pastizales, ganando sitio al monte, al tiempo que modernizaba las explotaciones.
A un lado los bloques de pisos y, al otro, las caserías de buenas vaquerías. Las cuadras han salido de las plantas bajas de las casas o sus anexos y han pasado a las naves de ganado. La antigua producción de consumo familiar con cuyos excedentes se pagaban las rentas o se vendían en los mercados locales de la contorna hace tiempo han desaparecido
En la actualidad las ganaderías, para ser rentables, han de tener un número importante de animales, pastos y terreno y han de estar mecanizadas, un proceso que, si bien arrancó con la industrialización, se aceleró una vez pasada la posguerra, coincidiendo, gran contraste, con el éxodo rural y el abandono del campo de muchas familias. Los campesinos que quedaron se especializaron en el suministro de carne y leche a los grandes y crecientes centros urbanos e industriales, e incluso se abandonó prácticamente el cultivo de cereales, a excepción del maíz, pero no para consumo humano sino como forraje, producción esencial en el pasado, para aprovechar al máximo el terreno para pasto y siega, alimento del ganado
Al fondo, al oeste, El Picu la Pereda (645 m), sobre la aldea tinetense de este nombre, es el primero de La Sierra o Sierra Tineo. Inconfundible por su forma cónica y por sus praderías, que casi llegan a su cima. A partir de allí y hacia el occidente el resto de sus cotas han sido holladas, como las de Bodenaya y tantas otras, por los eólicos, cuyas aspas danzan al viento en lontananza
A nuestra izquierda y mirando de nuevo a la carretera tenemos que mencionar al Restaurante Pensión Dakar, abierto todo el año y donde se alojan muchos peregrinos, disponiendo de bar y excelente cocina asturiana. Desde aquí lo vemos casi tapado, es el edificio amarillo de la derecha, en la acera de enfrente, propiedad de José Adelino Pérez
"La Espina se prolonga hoy desde Bodenaya, en el Noreste, sobre el eje de la carretera de Canero, hasta el núcleo de La Pereda, sobre la carretera de Tineo. Tiene el aspecto de una gran avenida rural en la que las farolas son sustituidas por los fustes de los aerogeneradores instalados en las cumbres pandas de Bodenaya y Tineo. Sobre el camino tradicional de Santiago se van situando algunos de los núcleos de población más relevantes de la antigua ruta y de la carretera decimonónica entre Oviedo y Galicia.
La carretera ha sido siempre tema de preocupaciones y conversación y aún lo sigue siendo, pues La Espina corona el revirado e inacabable puerto del mismo nombre. Nudo de comunicaciones entre la costa de Valdés y la villa de Salas y todo el Occidente interior, su localización estratégica le permitió dar el salto de pueblo-calle, ganadero y hostelero, a una activa villa en proceso de conformación y consolidación, en el que a la función hostelera y comercial, ligada al transporte, se sumó la tradicional actividad ganadera láctea, así como otras nuevas, que llegan de la mano de gente emprendedora que llena polígonos empresariales y equipamientos de ocio, tanto dentro de los límites del concejo de Salas, como en Tineo.
Casi 500 habitantes y un crecimiento continuado, aunque moderado, en las últimas décadas, nos indican que aquí hay vida y proyectos y un ansia de continuar en el proceso de afianzar uno de los nudos fundamentales del poblamiento del Occidente asturiano. Unos datos que ponen en evidencia la tradición emprendedora que caracteriza a esta parte de Asturias, que lucha contra su marginación de los ejes de crecimiento que hoy buscan la más adormecida marina. Y un ejemplo para otras villas de mayor entidad, mejor localización y mayores recursos para el desarrollo, que no acaban de dar pasos en la dirección adecuada y creer en sus posibilidades de crecimiento.
La Espina es además de nudo de comunicaciones, villa complementaria de otras mayores, de Salas y de Tineo. Ha creado actividad y valor en su suelo más llano, el que en la segunda mitad del siglo XX transformó, con esfuerzo, de monte en pastizal y sobre el que hoy crea nuevo suelo urbano, equipamientos, áreas empresariales. En espera de una autovía que ha hecho famoso el topónimo, como término de una obra inacabable, y con su continuación hacia Canero durmiendo en un cajón, se dibuja la amenaza de convertir lo que está en construcción en el soporte de un viaje a la perplejidad. Aprobado el estudio informativo, nada se sabe de la continuidad de un proyecto que mucho contribuirá a la ruptura del aislamiento del Occidente interior, que depende de las carreteras como única infraestructura de transporte, respecto de la marina occidental. El mar está geográficamente cerca pero tremendamente lejano en los tiempos y las mentes.
A pesar de ello, La Espina pone en marcha iniciativas y proyectos. Sabe cómo pasar de las ideas a su realización y tiene vitalidad para llevarlas a buen término. Una excepción, como otras villas, a un panorama demasiado plano en el sistema territorial regional, que se enfrenta a la propia incomprensión interna sobre el papel que el poblamiento rural tiene que jugar aún en el futuro de Asturias. Y una realidad que plantea interrogantes sobre las causas de que algunas villas progresen y otras declinen, en una región cuya falta de vitalidad demográfica, deja en manos de la redistribución y de la inmigración los procesos de crecimiento.
La Espina necesita de las comunicaciones, de las infraestructuras, necesita conectarse con Oviedo, con la costa de Valdés, con Cangas y Pola de Allande. Occidente continúa siendo un capítulo pendiente en la vertebración del territorio regional, en el que las comarcas interiores llevan la peor parte. Hay que apoyar con mucha más decisión y sentido las tendencias positivas que aún existen en los territorios rurales."
Prado abajo, en la Avenida de la Constitución, otro edificio y comercio emblemáticos, la Ferretería El Ferreiro...
"Nudo de caminos, diversidad de influencias, La Espina está dando el paso de pequeño pueblo-calle situado en un nudo de comunicaciones por carretera, a la conformación de una pequeña pola de actividades industriales y de servicios para un territorio de poblamiento y actividad ganadera, con iniciativa y dinamismo económico, lo que le permite prolongar su crecimiento, pausado pero firme, en la primera década del siglo, asentando una población que aspira a lograr un cierto equilibrio en el reparto de las infraestructuras de transporte indispensables."
La calle sigue bajando suavemente hacia las casas de El Campu la Iglesia, cuyo edificio asoma un poco más allá, tras la frondosa arboleda
Toda esta zona es conocida también como La Plaza la Iglesia, con la iglesia de San Vicente de La Espina en su centro, a cuyos pies, cuenta la historia, durmieron los generales Gómez y Espartero durante una de aquellas carlistadas o guerras carlistas del siglo XIX, los dos en campaña por estos estratégicos puertos y pasos de montaña
El arco de triunfo, que separa la cabecera o espacio destinado a la liturgia sacerdotal de la nave o espacio de los fieles, es grande liso y de medio punto, que "descansa igualmente sobre capiteles imposta moldurados, apoyados sobre pilastras. La capilla mayor emplea como cubrición bóveda de arista, apoyada sobre ménsulas y tiene anexos dos cuartos, uno a cada lado, utilizados como sacristía y cuarto trastero."
"La Espina es uno de los más conocidos puertos interiores asturianos por ser obligado punto de comunicación entre el centro y el occidente. Cruce de rutas, tuvo dos hospitales de peregrinos. Uno dependía del propio obispado compostelano, probablemente fundado con los bienes que Alfonso III, en el 883, donó a la basílica del Apóstol; bienes "in comisio Tinegio". Por esta razón, según noticia del año 1268, el administrador debía entregar anualmente cuatro bueyes buenos al arzobispo compostelano. El otro hospital, de San Pedro Apóstol, tuvo fundador ni más ni menos que a don Fernando de Valdés Salas. Los dos debieron abandonar su benéfica labor, como la mayoría, durante las postrimerías del siglo XVIII.
Escogió sitio igualmente en estos abiertos, cimeros y desolados parajes, la malatería de "Nuestra Señora del Bazar", situada en el lugar conocido como "La Manteiría o "Malatería", próximo a la iglesia parroquial donde estuvo, hasta la guerra civil, la imagen de San Lázaro. Los enfermos ("leprosos de Bacal") estuvieron eximidos de cargas y tributos por privilegio que concedió Alfonso IX y sucesores hasta Carlos I, según tiene constancia la Casa de Alba, cuyo duque heredó la casa de Salas y, con ella, el patronato de la malatería"
El médico y erudito historiador José Ramón Tolivar Faes en su libro Hospitales de Leprosos en Asturias durante las edades Media y Moderna estudia también este problemático asunto de la renombrada Malatería de La Espina, hospital de leprosos también conocido como de Nuestra Señora del Baçar, que, con sus variantes Baxsar, Bazar, Bacar y Bacal ya aparece en el siglo XIII y continúa hasta el XVIII, coexistiendo con el de La Espina, su significado podría estar relacionado con lugar abundante en ganado vacuno, esto es 'bacal' como 'vacal', de vacas
"De la misma forma que la malatería de Entrecaminos de Oviedo se llamó de Cervielles en los primeros siglos de su existencia, así la de La Espina se conoció exclusivamente con el nombre de Nuestra Señora del Bazar hasta casi finalizada la Edad Media, y aún después siguió usándose este nombre durante algún tiempo, juntamente con el de La Espina. Ambas denominaciones no debe pues, considerarse como propias de malaterías diferentes.Mas aparte que los citados nombres correspondan a una sola malatería, parece haber noticias de dos hospitales en La Espina, uno de ellos, que dependería del Arzobispo de Santiago y cuya única mención es de 1268, y el otro que sería fundación del inquisidor Valdés Salas. Dejando de lado a este último, que por su modernidad no puede corresponder a la malatería, el primero sí puede referirse a ella, pues la malatería de Bazal, aparte de otras referencias más remotas, se cita por aquellos años en el testamento que el arcediano D. Fernando Alonso otorgó el 27-VII-1266, y en este caso, tendríamos para la malatería del Bazar la noticia de haber dependido, siquiera fuese algún tiempo, del Arzobispo de Santiago.Hay, sin embargo, dos hechos que hasta cierto punto se oponen a que el citado hospital del patronato del Arzobispo de Santiago fuese la propia malatería de Bazar. Uno de ellos es que el tal hospital se dice estar en La Espina de Tineo, y no en la de Salas (aunque ambos concejos limitan precisamente en las inmediaciones de La Espina), y el otro que se le cita como simple hospital y no como malatería. Pero ahora veremos que también hay noticias que relacionan entre sí a los dos hospitales.Dice Uría Ríu que el dependiente de Santiago lo "tenía o administraba en 1268 un Gonzalo Peláez, hijo de Pelayo de Tineo, que a su vez administró en tiempos de D. Beernardo (1224 a 1240) antecesor del que entonces gobernaba en Compostela". Pues bien, como luego veremos, un Gonzalo Peláez, sin duda el mismo del que acabamos de hablar, hizo, en 1248, con su mujer María Díaz, donación de una tierra en La Frecha de Priero, a favor del "Convento de los malatos de Basxar". Hemos de reconocer que aquí actúa Gonzalo Peláez como simple otorgante y no como administrador, pero, en todo caso, su persona establece un nexo entre ambas noticias. Por otra parte, si hemos insistido en este punto, fue solo para indagar la posible dependencia que algún tiempo haya podido tener esta malatería respecto al arzobispado compostelano, pues, en cuanto a antigüedad, hay otras noticias anteriores que la acreditan como una de las más remotas de Asturias.El 30 de julio de 1229, Alfonso IX expide en Tineo un privilegio eximiendo de cargas y tributos a los leprosos de Bacal, privilegio que fue confirmado por los sucesivos reyes hasta Carlos I, y del cual tenemos noticias a través del Duque de Alba que, como sucesor de la Casa de Salas que tenía el patronato de la malatería, posée en su archivo éste y otros documentos de aquella leproserías.Alfonso X, al confirmar este privilegios, dispone que los leprosos que podrían gozar de él fuesen catorce: dos clérigos y doce legos.Las donaciones de personas piadosas y las de los enfermos para entrada debieron ser muy abundantes desde los primeros siglos. La más antigua que se conoce es la ya referida, que hizo Gonzalo Peláez, de una tierra en la Frecha de Priero, en 1248, a favor del "Convento de los malatos de Basxar". De la aludida abundancia da una idea el Apeo hecho en 1405, en el que se estimaban en cincuenta mil reales los bienes que ya entonces poseía la Orden de Santa María del Bazar, bienes que, finalizando el siglo XVII, alcanzarían la mayor parte del lugar de La Espina, con más de ochenta fanegas de rentas de granos."
"En 18-VII-1426 "los ombres e mulleres leprosos e leprosas de la ordene de Santa María de Bacar, siendo ajuntados en el palacio de dicha ordene" según uso y costumbre, concertaron con Juan Alfonso y su mujer, Dominga Suárez, la reparación del techo, paredes, puertas y ventanas del "dicho conbento", durante seis años prorrogables, a cambio de que se les diese una ración, como si de un malato de tratase, "un almallo" (ternero) de los mejores que hubiere de las vacas del convento, para ayudar a hacer la obra, así como el compromiso de adjudicar a la dicha Dominga Suárez la panadería de la orden.
Lamenta el Duque de Alba no existan en su archivo las constituciones por las que se rigieron los leprosos de Bazar. Nosotros hemos hallado en el archivo del Real Hospicio unas que, aunque modernas (1722), han de ser reflejo de las que rigieron en siglos anteriores, según acusa su propio titulo: "Azvertenzias de lo que estan obligados, cura, Malattos y mayordomo, y mas indibiduos de la Malateria del Sr. S. Lázaro de la Espina; sacadas de Memoriales, y otros papeles que se allaran en Madrid, en la Contadoria del Sr. Conde de Miranda, Administrador, Patrono, Comendero y Abad de dicha Malatería, como Señor de la Casa de Salas..."
A continuación se declara que el Patrono -Conde de Miranda- nombra Cura o excusador, y generalmente tiene por Sustituto al mayordomo de la Casa de Salas. A este Sustituto acuden los malatos que desean entrar, a los cuales provee de una cédula para que, al respaldo de ella, un médico o cirujano certifique si realmente es malato. Em mayordomo-sustituto tiene a su vez un Sustituto en la Malatería, ante el cual se presentan los que han de ingresar, provistos de la certificación médica, y orden de ingreso dada por al mayordomo.El enfermo ha de dotar a la malatería de la renta acostumbrada, bajo hipoteca segura, y con escritura antes escribano, pagando además ocho reales al mayordomo de la Casa de Salas por razón de Patronato."Y echas dichas dilijenzias, el cura, o escussador, constandole, dira la missa de velazion a dicho malatto, por lo que le deve ocho reales, y un real a cada malatto, Panadera y Mayordomo; y este le da su zelda para vivir en la que a de tener su cana, arca y lo mas nezesario".Entre las obligaciones del Sustituto en la malatería está la de mandar, de dos en dos, a los malatos, en tiempo oportuno, a pedir por su distrito, e ir tras ellos a recoger lo que sacasen de limosna. Y junto en la malatería lo obtenido en los distintos sitios, y sacado el diezmo en todo para el cura, se hacen tantos montones de cada cosa como racioneros existan y cada uno se lleva para su celda el montón que le tocase en suerte.Obligación del mayordomo de la malatería era vivir cerca de ella, y llevar en orden los apeos para saber sobre qué haciendas estaban fundadas las rentas, con límites y linderos, por suceder muchas veces que éstas se dividen "con carga y Inquiz de la renta entre los subcesores de dichos malatos". Asimismo está obligado el Mayordomo a velar porque los enfermos "residan en sus zeldas en todo tiempo, a no ser que anden pidiendo por los términos de su distrito, o que les subzeda en sus cassas algun caso extraordinario", ante el cual podrá concedérseles licencia, aunque han de volver pronto para que "no infizionen sus achaques", debiendo estar recogidos en la malatería "interin que los padezcan", ya que, precisamente, "la Justicia Real no entiende con ellos, por estar en su religion y clausura".
"Mayordomo y panadera podían ser removidos de sus puestos por el Patrono, si los malatos se quejaban de ellos. Estos, a su vez, eran expelidos de la malatería si, al ser llevados al médico, resultaban estar sanos y libres del contagio que habían padecido. Las celdas y raciones que quedaban vacantes eran, entonces ocupadas por otros malatos o enfermos del mal de lepra.
Según información realizada en 3-XI-1722, los malatos de la Espina tenían por suyas, para pedir limosna, más de cuarenta feligresías de los concejos de Salas, Tineo y Valdés, en las cuales, según se desprende de otra información del 16-VI-1697, venían disfrutando un derecho, que aquí y en alguna otra malatería se llama de hoyas, floyas o foias (vocablo que no hemos visto comentado en ninguna parte), que equivalía a la llamada en otras ocasiones flor de diezmo de difuntos, en razón de la cual había de pagarse a los malatos de La Espina, generalmente, media hemina de mijo "por cada cuerpo mayor que se muere". Son abundantes en forma especial, las cuentas del siglo XVII que se refieren a lo que San Lázaro de La Espina percibía "por razón de foia", señalándose, por ejemplo, que en San Esteban de Rellamiego pagaban cuatro celemines "por cada cuerpo mayor".
En los primeros cuarenta años del siglo XVIII vemos la entrada de dieciocho malatos, los cuales dotan a la malatería de diferentes rentas: tres copines de escanda anuales, un copín, un celemín, una o dos ochavas, pero lo más corriente es la dotación de una renta anual de dos copines.
Desde 1740 hasta 1761, en que vemos registrado el último ingreso, entran en la malatería doce enfermos, varios de ellos, si no todos, con certificación de cirujano, y siempre de los concejos de Salas Valdés y Tineo. Ana Altares, de Posadorio, y Dominga Fernández, de Bodenaya, por no tener tierras sobre las que pudieran fundar la citada renta anual, pagan de entrada, en 1748, diez ducados cada una, ducados el el mayordomo impone a censo.
Entre los doce enfermos aludidos, hallamos el matrimonio formado por Diego Flórez Naranjo y Francisca Fernández, vecinos de Godán. Él "entró por malato" en 8-VIII-1750, y debió tardar poco en morir, puesto que el "año de 1754 entró malata Francisca Fernández, viuda de Diego Florez Naranxo, vecina de Godan, dotando a la malatería con diez ducados, que se emplearon en dorar el santo de la capilla noventa reales, y el resto quedó para censo"
"Esta malatería que, como vimos, aún tenía enfermos en mil setecientos sesenta y uno, fue incautada diez años más tarde en nombre de la Real Audiencia. Sus bienes, en 1791, rentaban novecientos ochenta y cuatro reales. En 1824 la renta había descendido a trescientos reales; pero en 1865 todavía le quedaban al Real Hospicio algunas rentas, foros y frutos procedentes de la malatería de La Espina""De la malatería y de la ermita de San Lázaro, sólo queda la vaga memoria de haber estado ambas al Occidente de la iglesia parroquial, precisamente al comienzo del camino que va a Tineo. Aquel sitio aún se conoce como La Manteiría o La Malatería. El hospital habría estado en la confluencia de los caminos de Tineo y Brañalonga, y la capilla unos metros más al sur, al otro lado de la actual carretera"
"¿Habrá persona alguna en el Occidente de Asturias que no haya admirado los grandes trabajos que ha hecho este concejo desde el año 1850, en sus caminos vecinales de primero y segundo orden? Durante ese decenio ha abierto más de siete leguas de esplanación y gran parte de éstas con afirmado, poniéndose en comunicación las villas de Tineo y Grado, teniendo empezadas y bastante adelantadas las vías que nos han de unir con Luarca, Cudillero y Pravia. En su construcción, expropiación y conservación se han gastado de sus propios fondos más de 600.000 reales"
"Atraviesa el territorio municipal de O. a El la carretera N-634, que se inicia en la provincia de Lugo, pasa por Ovés y La Espina, importante nudo de comunicaciones (puerto de 650 m), de donde arranca la C-631 hacia Cangas del Narcea y Tineo..."
"Cuenta la leyenda que aquí, donde cinco ríos brotan y un viejo humedal se resiste a desaparecer, había una ciudad llamada Remolero que fue levantada sobre las aguas y que cuando sus habitantes se negaron a dar cobijo a unos peregrinos, esta ciudad quedó maldito y fueron esas mismas aguas que la sustentaban las que la hicieron desaparecer y se cuenta que cuando llueve mucho todavía se veía emerger el corazón de un roble y que el fondo de la charca resplandecía"
Evolución en tamaño del hórreo, las paneras empiezan a aparecer en el siglo XVII para albergar las grandes cosechas de maíz cuyo cultivo se extendía, introducido desde América. Antaño de estos corredores, altos en este ejemplo y que casi llegan al techo, colgarían las riestras de panoyas o ristras de mazorcas curando al sol para luego llevarlas a moler
"En lo alto del puerto de La Espina, en la penillanura de este espacio paradójicamente plano a 645 metros de altitud, la carretera es importante. Todos los argumentos van a dar a ella a partir de este lugar que siempre ha sido de paso y encrucijada de caminos, que se alimenta en buena medida del espíritu emprendedor que ha dado a luz este polígono industrial, el único que da servicio en el concejo de Salas mientras no se sustancien otros dos proyectos en marcha para la capital y Cornellana. La esencia tradicional de pueblo industrioso explica por qué la comunicación se aparece vital para que esto siga siendo lo que es. Darían fe los transportistas que al salir de Oviedo ven que les quedan sesenta kilómetros y se animan, pero una hora después llegan «desesperados» después de escalar hasta aquí por una carretera revuelta, destartalada por las obras y señalizada y con la velocidad limitada, todavía, como si nada hubiera pasado y las máquinas continuaran trabajando.
A pesar de las nieblas, las reales y las metafóricas, que cubren todo esto a menudo, y contra el viento intenso y frío de cualquier tarde cerrada de otoño, La Espina avanza. Progresa guarecida de la profunda tempestad demográfica que arrecia en el concejo de Salas y más habitada hoy que hace una década. Esta población, la tercera del municipio por número de habitantes tras la capital y Cornellana, bordeaba los cuatrocientos habitantes en 2000 y cerró 2009 con 420. He ahí el resultado del magnetismo de los servicios que se aprecian al primer vistazo en el recorrido por la traza estirada de un pueblo acomodado físicamente a la línea de la N-634, la que aquí llaman por inercia «la carretera vieja», pero que sigue siendo la única: cuatro supermercados, dos bancos, muchos bares, un bazar y la farmacia, la sede de la Comarca Vaqueira y del Grupo de Desarrollo Rural del Valle del Ese-Entrecabos... Cabecera de un pequeño universo rural de alta montaña y centro aglutinador con industria y empleo, La Espina conserva cierta capacidad de atracción perceptible en el edificio gris que aloja la escuela en un promontorio sobre la carretera. Aquí van al colegio cuarenta niños de todos los cursos de Primaria, algunos en viaje diario de ida y vuelta desde Bodenaya, El Couz o Porciles. Hay quince alumnos en las aulas de los más jóvenes, de entre 3 y 5 años, y todos corren a casa huyendo del frío al dar las dos y media de la tarde. Judith es una de las menores y acaso la que llega desde más lejos. Ha venido de Brañasivil -dieciocho kilómetros hasta la población más alta del concejo- y ahora se marcha en brazos de César Fernández, que se define taxista y asistente social. Hubo más alumnos, la epidemia del envejecimiento rural no es ajeno en este lugar donde una línea de transporte escolar pasó en un solo curso de seis a dos viajeros, lamenta Celestino Díaz, además de transportista secretario de la asociación vecinal «Avance 2000».
Se estira La Espina, también, ayudada por la pujanza empresarial de ese polígono que calcula más de 130 empleos, que tiene las dieciocho parcelas ocupadas y adelanta ahora algunos planes de ampliación. Crece arropada todavía por la resistencia de la ganadería, con cinco explotaciones en el núcleo y algunas más en la parroquia, donde siempre han dado mucho de sí las vacas.
Algo le toca a este pueblo de su linde directo con el concejo que presume de ser «la despensa de Asturias en materia de producción láctea». Tineo, el municipio con más cuota de España, empieza a menos de un kilómetro de aquí y esa proximidad marca. Además de leche y vacas, eso sí, lo que se ve al asomarse a la frontera ha dotado a los habitantes de La Espina de «un puntito aberzale». La broma de Celestino Díaz tiene detrás el trasfondo amargo de una periferia disgustada. Comparando, «el polígono de Tineo tiene más subvenciones, hay fondos mineros...». La queja de Alberto García, propietario de una empresa de servicios agrarios en El Zarrín, se duele de la experiencia propia en una compañía que empezó «con mi mujer, otro chico y yo» y que ha llegado hasta hoy con catorce empleados sin que «nunca haya tenido una ayuda». Y el único polígono industrial del concejo de Salas no tiene una señal dentro del pueblo que oriente al forastero, se queja Adriana del Oso, directiva de la empresa familiar de transportes; por no hablar de que «nadie retira la nieve de las calles, «tenemos que solicitar que nos limpien las cunetas»... «Noventa de cada cien encuestados te dirán que quieren pertenecer a Tineo», confirmará José Luis García Martínez, propietario del único hotel del pueblo y de uno de los dos únicos establecimientos que dan alojamiento y sirven comidas en La Espina."
Entrevisto entre la niebla, acosado por un viento cortante que vacía la travesía de la N-634, se comprende que sea éste un pueblo acostumbrado a la supervivencia y a la rebelión contra las condiciones adversas. Un sitio «muy emprendedor», define Alberto García observando lo que se vende a su alrededor en las naves de El Zarrín, un polígono en la cima de este puerto que ya fue muchísimo más inaccesible. Hay mucha cerámica y transportes y constructoras, una quesería al cargo de Agrovaldés -10.000 unidades de afuega'l pitu y un queso con sabor a sidra- y nada sacado de la manga ex novo, sobre todo manufactura vinculada con lo que siempre ha dado de comer en esta zona, insumos para la producción agroganadera: talleres de maquinaria agrícola y compañías comercializadoras de piensos y de servicios relacionados con esta actividad. Muchas de las ideas han nacido aquí y es ese motor el que atiza la economía de un pueblo que no se concibe sin él desde 1995 y que ahora crecerá. Según el proyecto de ampliación que apadrina el Ayuntamiento, el parque empresarial se expandirá al menos con una planta de generación de energía por biomasa, una de las dos que se esperan en el concejo y que proponen cada una catorce empleos directos si no yerran los cálculos del alcalde de Salas, José Manuel Menéndez."
"Es tras el mostrador de la Librería Aguión que Marisa Menéndez ha pasado muchas de esas fechas. Y es que más de tres décadas en el pequeño comercio dan para mucho. Estanco, tienda de regalos y papelería, el acogedor local se encuentra frente a la farmacia y al lado de una oficina bancaria. Otros servicios esenciales con los que cuenta La Espina. “En constante evolución” para adaptarse a las necesidades del cliente, Menéndez ha visto al pueblo “cambiar mucho” y a vecinos bajar la persiana. Ella sigue vendiendo la prensa, las gominolas que siempre apetecen y hasta sus propios cuadros, que pinta en su escaso tiempo libre. El filón lo descubrió, precisamente, en la elaboración de tartas de chuches, que ya viajan por la zona para ocasiones especiales."
Adentro hay un patio a manera de pasillo, donde hay viviendas reformadas y habitadas, podemos asomarnos un momento al interior
Y aquí tenemos la fachada principal de La Venta, donde estarían la zona de las caballerizas y los cuartos en los que dormirían las personas aquí alojadas. Fijémonos en la composición constructiva de paredes de mampostería pero con sillería en esquinas y vanos
"La vida de las posadas asturianas de antaño era pintoresca, aunque algunas veces pobre e incómoda. Ventero ladino, pero servicial, mozas generosas en lo suyo, mozos de paja y cebada llenos de marrullerías: todos pendientes siempre de la propina; tipos que han sido muchas veces citados en una literatura de costumbrismo convencional, que no siempre respondía a las realidades. Arrieros y viandantes del común se amontonaban en las amplias cocinas de inmenso lar (llar y char, en asturiano), donde en los escaños , mesas y banquetas toscamente labrados , los "tayuelos" , tenían lugar animadas tertulias en las que se cambiaban noticias nuevas o se recitaban , una vez más, viejas leyendas y romances.
Se dormía generalmente en las cuadras y cocinas, entre montones de heno y sacos de paja y cebada; unos candiles iluminaban la escena y a veces se apagaban para facilitar un episodio erótico entre el viajero galán o dadivoso y la moza servicial, como la Maritornes cervantina. Muchas comidas se hacían en común, cada uno con su cuchara de palo sacando directamente con ella la vianda de la olla donde había sido guisada. Sólo algunas posadas de los caminos reales importantes tenían habitaciones con camas completas arregladas; eran para los viajeros ricos que montaban caballo propio y llevaban también criado o criados ecuestres. En el lar barboteaban los grandes calderos colgados de la gramallera o se freían las truchas o la magra (Carnes), en amplias sartenes de asas, sobre los tréboles. De escarpias fijadas en la pared se colgaban mantas, capotes, escopetas, espadas y trabucos. En algún rincón sobre humilde mesa, se podía jugar a las cartas y generalmente los jugadores daban grandes puñetazos sobre el tablero al sacar los triunfos.
La vida de las posadas se animaba singularmente al atardecer y al alba. A esa hora proseguía el viaje de la recua bajo el sol ardiente o entre la niebla lechosa o la lluvia insistente y monocorde. Todos se cubrían con sus capotes de capucha, arrebujándose en sus mantas o bajo los lienzos encerrados; algunos, ya en los últimos tiempos desenfundaban gigantescos paraguas de telas chillonas, rojas o amarillas. En determinadas épocas de guerras civiles y trastornos o en lugares donde se sabía que operaban bandoleros, las gentes iban con temor y recelo, y los valientes acariciaban los trabucos, escopetas o pistolas de arzón. Pero no eran frecuentes los asaltos a recuas numerosas, pues los bandoleros solían rehuir los posibles combates. Por eso, en esas circunstancias, los viajeros y arrieros solían esperarse unos a otros y unir sus recuas y caballerías, formando caravanas a veces de más de cien personas y animales; ello daba seguridad al camino, pero aumentaba las incomodidades de la posada, adonde entraba de repente tal multitud.
Durante las guerras civiles, los carlistas dominaban generalmente los campos despoblados y aldeas; y los liberales, las ciudades y villas. A lo largo del viaje podían surgir en cualquier recodo las boinas de los voluntarios del Rey o los morriones de los soldados de la Reina. Había que sonreírles a unos y a otros, en el camino, estar a bien con todos, pues un mal entendido exponía a graves riesgos tanto en mano de partidarios de la Tradición como en las de los defensores del liberalismo . En la primera guerra (1833-1844) se contaron algunas represalias, pero generalmente ni carlistas ni liberales causaban daño o molestias a los viajeros, limitándose a identificarlos por si entre ellos iba algún personaje o correo del bando contrario. La recua fue el único medio de viajar a Asturias durante siglos. Las últimas grandes recuas llegaron hasta mediados del siglo XIX, La época de su mayor importancia y animación son las tres centurias que van desde Carlos I a Isabel II. En el reinado de ésta fue cuando se instauró un nuevo modo de viajar; las modernas diligencias de línea regular. Pero eso ya es otra historia.
Los arrieros llevaban y traían toda clase de mercancías, pero los productos típicos eran el pescado, con exportación y el vino y el aceite de oliva, como importación; artículos que en Asturias alcanzaban altos precios hasta que , a finales del siglo XVIII, se importaron regularmente por mar desde levante y Andalucía , distribuyéndose al interior desde los puertos de Gijón, Avilés o Luarca. Las recuas que salían desde Oviedo por las rutas de Pajares y Peñaflor y la Mesa o las del Occidente, que iban de Luarca y Cangas por Leitariegos, solían contar de diez a veinte y hasta más machos o acémilas que llevaban y traían bultos de encargos o constataban sus caballerías a los pasajeros . A estas recuas se les solían unir otros viajeros para caminar juntos, con mayor amparo y pasar el viaje más entretenidos.
Los viajes a Madrid desde Oviedo solían tardar diez a quince días, según la estación y las circunstancias; los que iban de Luarca a Oviedo por la Espina empleaban de veinticuatro a treinta horas para recorrer los noventa kilómetros de distancia, pues el antiguo camino real era más directo que la moderna carretera. En los viajes a Madrid solían parar un día entero de descanso en León y Valladolid. El precio del transporte resultaba caro. La "carga completa de un macho" (unos ochenta kilos) venia a salir de doce a catorce reales diarios, es decir que el porte de Asturias a la capital de España costaba entre ciento cincuenta y doscientos reales, por tanto, a unos dos reales Kilo, cantidad muy alga para la economía de época, por lo cual sólo se utilizaba este medio de porte en mercancías menudas o finas. Se conservan facturas o notas por cajones de libros u otros encargos a Madrid. Si se trataba de un viajero, el porte venia a salir poco más o menos lo mismo, pero los gastos de alimentación, cama en las posadas, etcétera eran por cuenta del pasajero. Todos los arrieros disponían de lienzos encerados para que viajeros y mercancías pudieran caminar resguardados de la lluvia.
Los arrieros, al menos los que tenían recua propia, que eran la inmensa mayoría, ganaban buen dinero y solían ser rumbosos en las ventas y mesones, comiendo buenas tajadas, bebiendo los mejores vinos y disfrutando de la alegre compañía de complacientes mozas. En cambio, casi nunca dormían en cama; usaban por alcoba pajares y cocinas y por colchón montones de heno o sacos de paja..."

Nos perdamos de vista conchas y flechas. A la izquierda y haciendo esquina en El Cruce vemos edificio del hotel de Casa Aurelio, que lleva años cerrado
"Aquel pueblo daba mucho de sí para palpar la historia, rememora Lorences, también los restos del «Camino primitivo» que llevó a Alfonso II a Compostela o los ya invisibles de la leprosería que La Espina tenía en el barrio de La Malatería, casi en la salida en dirección a Tineo, y que gestionaba la Casa de Alba «bajo la advocación de Nuestra Señora de Bazar». A aquella pandilla infantil, Joaquín con Ángel y Alfredo -sobrinos de Ángel González-, Enrique, Toni, Angelín y Pepe Luis, «nos asustaba el riesgo de caer leprosos; nos entusiasmaba sentirnos identificados con ese pasado tan importante y nos impresionaba aquella penillanura que se derretía en cinco grandes ríos» que iban a caer a diferentes vertientes."
Sucesores de la antiquísima tradición hospitalaria de La Espina son sin duda los actuales albergues de peregrinos, otro de los cuales tenemos aquí, en el Edificio Reguera
"Nudo de caminos, diversidad de influencias, La Espina está dando el paso de pequeño pueblo-calle situado en un nudo de comunicaciones por carretera, a la conformación de una pequeña pola de actividades industriales y de servicios para un territorio de poblamiento y actividad ganadera, con iniciativa y dinamismo económico, lo que le permite prolongar su crecimiento, pausado pero firme, en la primera década del siglo, asentando una población que aspira a lograr un cierto equilibrio en el reparto de las infraestructuras de transporte indispensables."
"En los Apuntes estadísticos sobre Beneficencia, publicados por la Dirección general de Administración en 1919, figuran Establecimientos destinados al cuidado de los leprosos en España, donde existían ya en el siglo XIII.Los leprosos de Santa María de Bazar, en la feligresía de la Espina y coto de Mirallo, en el Concejo de Salas, gozaron, desde el año 1229, de exención de cargas y tributos por privilegio de Alfonso IX, concedido en Tineo a 30 de julio-de aquel año.Este privilegio fué confirmado por los reyes sucesivos hasta Carlos V, que lo hizo en Valladolid a 28 de febrero de 1520, y según la inserción defectuosa hecha en éste, dice así: "A. dei gratia rex Legión totis qui beas istas víderit salutem, sapiatis quod ego quito suos ornes de leprosis de Bacal ele toto foro et de tota facendaria et de nostra moneta et quitos super contriberit yra mea habebit et quantum inuaserit dupla nita nec demandet eis jantare nec meum nec alios ominis. Data in Tineo XXX die Jullii era millessima ducentissima sesagessima séptima. "En la confirmación de Alfonso X dispone que los leprosos que habían de gozar del privilegio fuesen catorce : dos clérigos y doce legos. En la de 1427 se les llama "los gafos de Santa María de Bacar de la Espina". En 1248 el Convento de los leprosos de Bazar recibe en donación, como tal entidad, una tierra en Piero, con obligación de celebrar aniversario por los donantes.En 1426 los hombres y mujeres leprosos y leprosas de la Orden de Santa María de Bazar tenían costumbre de juntarse en el Palacio de la Orden con Diego Menéndez de Salas, su abad. En esta fecha se obligó Juan Alfonso a hacer, reparar y techar el Palacio a la redonda, todo de piedra y barro hasta el techo, poniendo las maderas necesarias dentro de seis años y doscientas tejas en cada uno durante su vida, arreglando, a su costa, las puertas y ventanas. La Orden le daría, en cambio, una ración igual a la de los leprosos, un almallo de los mejores de las vacas de la Orden, más la panadería del Convento a la mujer de Juan Alfonso, para que la sirviese conforme a la costumbre de la Institución.Ciertos leprosos de la Malatería, por sí y en nombre de todos los demás, otorgaban escrituras de foro de las tierras y hacienda que poseía el Hospital. Los contratos se hacían en su Palacio con licencia del Abad; la renta se había de entregar el día de San Martín, y cuando se cobraba en escanda, había de ser "pisada e guardada de fuego e de agua". Estos aforamientos son del siglo XVI. Otorgaban también trueques de fincas con las mismas formalidades. De los bienes que el Hospital poseía existían apeos desde 1405. Su propiedad la defendía de las intrusiones abusivas que los colindantes intentaron, obteniendo sentencias a su favor. En la que ganaron en 1817 constan, los terrenos, que entonces le pertenecían en la jurisdicción de Mirallo, que eran los siguientes: "desde el ojo de la fuente de Acebo, según corta la agua que nace de la dicha fuente hasta el río y pasa por el lugar de Mirallo abajo, todo el término hacia Perluces enteramente, laborías, prados, heredades, castañares y árboles, o sea todo el término manso y bravo, según corta el agua de dicha fuente, hasta el término de Perluces y el camino de los molinos."Esta hacienda estaba arrendada, y la labraban vecinos de Mirallo, pagando la renta correspondiente al Hospital. De ella tomaron posesión los malatos y el Administrador, nombrado por el único patrono de la Institución, don Francisco de Valdés Osorio.Tenía también tierras el Hospital en el lugar de Arganza, jurisdicción del Concejo de Tineo, aforadas en 1618 a los vecinos por el Abad de la Malatería. Otras en el lugar de Brañalonga, con un molino en el mismo Concejo de Tineo, aforadas en 1654 y 1698, y otras en el de Boura, aforadas en 1684. Mucha de la hacienda del Hospital andaba oculta, y alguna había sido enajenada. Para rescatarla se obtuvo, en 1696, una Paulina del Nuncio, que se leyó en las parroquias del distrito de la Malatería. De las declaraciones prestadas a consecuencia de esta lectura, resultaba que más de la mitad del lugar de la Espina era del Hospital, teniendo varias fincas pro indiviso con otros llevadores. Entre los 144 testigos citan muchas fincas: prados, montes, vegas, molinos, satos, laborías, batanes, solares y casas.Sobre la presentación del beneficio curado de San Vicente de la Espina se convinieron en 1697 doña Ana María Enríquez, marquesa de Mirallo, y el Monasterio de Benedictinos de Cornellana, en que le nombrarían alternativamente.De algunas tierras que estaban detentadas por particulares se hizo devolución al Hospital previo auto del provisor de Oviedo, declarando que le pertenecían.En 1700 la Casa de Salas gana una Ejecutoria contra Luis de Miranda sobre el cercado hecho por éste en el lugar de la Espina, que le fué mandado demoler. Entre las declaraciones hechas en este pleito consta que pertenecía al Conde de Miranda el patronato y presentación de la Malatería de la Espina. En 1703 aún existía el cercado; pero el Miranda, respetando la Ejecutoria ría, concierta con la Casa que se la consintiesen hasta levantar frutos y pastos.
De la hacienda propia del Hospital se hizo apeo en 1405 por el licenciado Llamazares, en ocho hojas. Otro en 1630, en 22 hojas, ante el notario Diego de Pronga; y otro en 1696, en 118 hojas. Era costumbre entre los que deseaban entrar en la leprosería hacer una donación a la misma para mejor conseguir su ingreso, alegando padecer el mal de San Lázaro y hacer la donación por amor al Santo. Esta consistía en renta de granos, impuestos sobre fincas del clonante, generalmente en cantidades mínimas: un copín, un toledano, media ochava, un celemín, una libra de cera, etc., pagados por San Martín. A fines del siglo xvn tenía el Hospital más de ochenta fanegas de grano de renta, la mayor parte en escanda.
A pesar de la concordia otorgada por la Marquesa de Mirallo y los Benedictinos, todas las informaciones posteriores coinciden en que el Señor de la Casa de Salas era patrono in solidum de la leprosería, y en todo tiempo nombraba cura que sirviese el beneficio de Santa María de Bazar y mayordomo de la Malatería. Este, cuando había algún leproso en el distrito, constándole por certificación médica que padecía tal enfermedad, daba cédula al leproso para que le admitiesen en el Hospital, y en su virtud el cura y ministros le recibían, dándole la ración ordinaria. Si éste sanaba, "como solía acontecer", era despedido, "para que no se gastase la hacienda de los pobres leprosos con los que no lo eran".
Nombraba el mayordomo empleados y criados de la leprosería: oficiales, panadero, carpintero y sirvientes ; más doce hombres labradores y pecheros, llamados prestameros, los cuales, por antiguos privilegios reales, tenía el Hospital para su servicio, amparo y ayuda, con obligación de darle cada uno cierta cantidad de pan y leña, por cuyo abono quedaban exentos de los tributos que pagaban los demás pecheros del Concejo de Salas.
Contra este privilegio recurrieron los demás pecheros, suscitándose un pleito ante el Consejo de Hacienda, que no llegó a fallarse.
En la actualidad el Patronato de Santa María de Bazar, perteneciente a la Casa de Mirallo, ha desaparecido; la documentación que en ésta se conserva de la leprosería es incompleta, y no suministra más datos que los resumidos en las notas anteriores, faltando de aquélla lo que sería más interesante para conocer el régimen primitivo de estas asociaciones o comunidades de enfermos instituidas con carácter benéfico, seguramente en el siglo XII, o sea el Libro de las Constituciones y Estatuto de la Hermandad de leprosos, que existió, pero que no se conserva en mi archivo."
No deja de llamar la atención que una de las enfermedades más temidas de la antigüedad, la lepra o pelegra, mal de la rosa y mal de San Lázaro que, en muchos casos, eran nombre de males de la piel que se tenían por la misma enfermedad, compartiese sus hospitales a espacios próximos a los de los peregrinos, vislumbrándose que pudieran ser en su origen instituciones de acogida que evolucionaron en el cuidado de enfermos, pasándose del término hospital en el sentido antiguo de 'hospedaje' al del 'sanatorio' de la actualidad
"En el lugar estuvo la leprosería de La Espina o de Nuestra Señora del Bazar, que era una de las más antiguas de la región. Los enfermos que querían entrar debían presentarse al sustituto del mayordomo de la Casa de Salas que les daba un documento en el que un médico certificaba si el pretendiente era leproso o no. El mayordomo estaba obligado a velar por los enfermos que recibían el alta cuando se veían libres del terrible mal. Hoy no se conserva ningún testimonio de aquel hospital. La imagen de San Lázaro, muy venerada en la iglesia parroquial, fue destrozada durante la Guerra Civil, en 1936. Los habitantes del pueblo llevaban aguas al santo para utilizarla luego con fines curativos. Se cree que la malatería se encontraba cerca de la iglesia parroquial, al comienzo del camino que iba para Tineo. De hecho el enclave se conoce como La Malatería o La Manteiría."
"por fundación o dotación testamentaria de algún magnate o persona piadosa, pues la asistencia al repugnante leproso hubo de ser considerada siempre como un acto especialmente meritorio y grato a Dios. Nuestros romances del Cid apuntan al héroe, camino de Santiago, tratando con extrema caridad a un leproso que resulta ser San Lázaro, y en la vida de los santos se describen acciones como la del obispo de Tours, San martín, que socorre y besa a otros de estos enfermos."
"... lo que primero era una simple alberguería, en atención al servicio que prestaba a peregrinos y caminantes obtendría franquezas y exenciones de pechos y tributos, especialmente cuando por la inevitable estancia prolongada de algunos peregrinos enfermos, venía a convertirse en hospital. La conversión del hospital en malatería puede imaginarse considerando, por una parte la relativa abundancia de enfermos de lepra y demás afecciones con ella confundidas entre los crónicos obligados a permanecer en el hospital, y por otra, figurándose la aversión de los no leprosos a hospitalizarse mezclados con aquellos. Este doble mecanismo pudo determinar que algún hospital quedase exclusivamente destinado a malatos, es decir, convertido en malatería. Esquematizando la cosa, desde la forma más primitiva de albergarse los peregrinos en las iglesias, hasta la segregación de los leprosos en las malaterías. la evolución podría representarse así:iglesias-alberguerías-hospitales generales-malaterías
Pero debemos advertir que en ninguno de cuantos documentos hemos estudiado pudimos encontrar pruebas de la hospitalización de peregrinos en nuestras leproserías. La necesidad de hospitales o malaterías donde albergar los enfermos, hubo de sentirse en forma apremiante en cuanto a transeúntes peregrinos se refiere, mas no por ello debemos creer que los hospitales nos se hiciesen principalmente pensando en los enfermos del vecindario, que serían con mucho los más numerosos y que, por cierto, gozaban derecho preferente para ingresar en las leproserías según hemos podido ver en el estudio particular que hicimos de cada una de ellas. Esta última es a nuestro juicio la principal causa de proliferación de las malaterías: los pueblos se mancomunan para sostener -como un servicio público- una malatería en la que poder apartar a las personas del distrito que llegasen a contraer la lepra
"... en el siglo XIII ya contaba Asturias con más de veinte malaterías, y parece que en el XVI estas casas eran más de cincuenta. Tal profusión puede indicar dos cosas: que la lepra y enfermedades con ella confundidas habían ido en aumento, o que el establecimiento de malaterías era un negocio que valía la pena emprender, ya que, tan pronto se fundaban, las buenas personas comenzaban a dar heredades y bienes, lo que junto con las mandas, foias, limosnas y demás ingresos (...) aseguraba a los patronos, comenderos, curas y mayordomos, la percepción de unas rentas lícitas y la posibilidad de apropiarse ilícitamente de lo que las personas caritativas fuesen donando para beneficio de los enfermos.Estas caritativas donaciones en favor de peregrinos y leprosos fueron particularmente abundantes en los siglos XII al XV como lo fueron también las hechas en favor de barcas y puentes piadosos..."
“Quería que pusieran a otra”, reconoce Olvido García Francos (El Cándano el 11 de agosto de 1936), ya nueva Mujer del Año de Salas. La confesión la hace desde las antípodas de la arrogancia. Con una humildad y discreción sincera que destaca cualquiera que la conoce. “Soy como todas. Seguro que hay otras personas que se lo merecen más. Aunque me dijeron que todo el jurado opinó que tenía que ser yo”, señala, con cierto pudor, al otro lado del teléfono.
Elegida ayer por el Consejo municipal de la Mujer, como Mujer del Año en el concejo, la histórica hostelera recogerá el galardón en una fecha aún por determinar. "Por su trayectoria Empresarial y su ejemplo de lucha, fuerza, coraje y solidaridad", destaca el jurado.
A sus 87 años, vive sobre el bar-tienda de La Espina al que dedicó su vida. “Mis padres hicieron esta casa. Siempre tiraron para venir para La Espina. Éramos una casa humilde, de El Cándano. Mi padre tenía ocho hermanos. Ya sabes, esas casas de antes”, explica la salense. La mayor de tres hermanos (ellos, hombres), que siempre ayudó a sus padres en el bar tienda que llevaba el nombre del pueblo ‘El Cándano’. Luego, se casó con Celedonio, “que compraba ganado” y tuvo a su hijo Quini.
La fortuna olvidó, sin embargo, golpear su puerta y, solo unos meses después del fallecimiento de su marido (hace unos nueve años), también perdió a su hijo. “Tengo un nieto, eso sí. Estudió Químicas y está en Madrid ahora. Aunque le gustaría venirse para Asturias”, asegura, orgullosa.
Sin su familia continuó hasta los 79 años tras las puertas del bar-tienda más icónico de la zona. Aunque nunca estuvo del todo sola. Casa el Cándano cada vez era más conocido y requería más tiempo y dedicación. Entre los empleados, Olvido y Celedonio habían acogido ya como a uno más de la familia a Víctor, al que se referían como su segundo hijo. También ve a Olvido como a una segunda madre la actual gerente del bar-tienda, Pili Riesgo. Que se confiesa “muy contenta” porque el galardón salense haya recaído en su mentora.
“Di un curso de maestra en La Espina. La maestra de Ovés, una señora muy importante, se puso enferma y la de La Espina, que me diera clase a mí, dijo que yo era la que estaba preparada. Así que le di un año clase a más de veinte nenos”, recuerda Olvido. Intentando tapar sus méritos con los de sus hermanos: “uno hizo Económicas y el otro, ingeniero técnico”.
“Soy como todo el mundo. No soy ninguna santa, solo humilde”, asegura la premiada. Con una paciencia, simpatía y amabilidad que, según sus conocidos, algún que otro santo envidiaría. “Todavía ahora bajo al bar y todos los que me conocen, inclusive los viajantes, todos me saludan.. eso sí. Pero soy solo una mujer más. Fui una trabajadora, antes sabías hacer de todo. Igual cocinabas, que eras la que llevaba el negocio…”, relata. "
"Olvido García Francos (El Cándano, 1936) ha sido nombrada este 8 de Marzo, Día Internacional de la Mujer, ‘Mujer del Año’ de Salas, en reconocimiento a su trayectoria vital y también como representante de toda una generación de mujeres. Su padre Jesús García construyó la casa que adoptó el nombre de su parroquia, El Cándano y en torno a este negocio de la localidad salense de La Espina edificó su vida. Un relato de aquella Asturias rural de la posguerra sin agua corriente, sustentada en torno a dos sentimientos: la superación y la abnegación. Desde Casa El Cándano la vida fue evolucionando, creciendo, como el negocio donde pasaba largas jornadas Olvido, limpiando, atendiendo, sirviendo a la vida sin perder su amabilidad. Una generosidad de la que ella misma se ayudaba, día a día, para abastecer desde el bar tienda de legumbres, azúcar, aceite… a sus parroquianos. En el Día de la Mujer, Olvido admite que nunca tuvo que soportar ninguna falta de respeto por ser fémina, porque si entendía que alguien se acercaba demasiado se “ponía a limpiar la barra”. Aplicada desde niña en el comercio y en clase, hasta el punto de que por necesidades de la docencia tuvo que sustituir a la profesora titular, durante un curso, dado su buen historial académico, aún hoy en día a pesar de acercarse a los 90 años hace gala de esa gran lucidez. Clarividencia que deja a las claras en esta entrevista
-¿Qué representaba para una familia la figura de la mujer a la hora de articular todas las necesidades de un núcleo familiar?
-Todo. Limpiar, lavar de rodillas la ropa, cocinar, atender la casa y el negocio… ¡no había electrodomésticos!
-¿Eso en cuantas horas se traduce?
-Desde las 6 de la mañana que abríamos la tienda hasta las 11 de la noche que cerrábamos, o más tarde incluso.
-¿Cómo lo soportaba Vd.?
-Siempre me gustó el negocio y atender al público. Me sentí siempre muy querida. Gracias a Dios vendíamos mucho… Empecé con mis padres desde pequeñita y ví crecer el negocio que con los años se convirtió en un supermercado, además de un negocio de hostelería. Me resultaba sencillo desarrollar mis tareas. Hoy en día me entran ganas de volver a servir.
-¿Por qué tuvo que dejarlo?
-Fué hace pocos años. Me di cuenta, siguiendo las recomendaciones médicas, que era mucho para mí. Tenía una edad avanzada mucho volumen de trabajo y cuatro empleados. Era demasiado.
-¿Echa la vista atrás a veces a sus orígenes? ¿Cómo era aquella Asturias rural de casi 100 años?
-Puff… No había agua corriente, con eso te lo digo todo. Iba a buscarla a un pozo con calderos. Tengo una anécdota con 13 años al ir un día a la finca de un vecino que tenía uno (un pozo), al echar el caldero caí de cabeza. Empecé a dar voces y vinieron a sacarme ¡dentro del propio caldero arrastrado por una cadena! (risas) ¡Qué tiempos!
-¿Cómo se define Olvido?
-Humilde y católica. No pierdo Misa, me tiene que llevar Jesús (mi hermano) aunque nieve
-¿Se sintió incómoda en alguna ocasión detrás de la barra por el comportamiento de algún hombre?
-Nunca. Siempre fueron muy correctos conmigo. Y si alguno tomaba el camino equivocado me iba y me ponía a limpiar el mostrador
-¿Qué opina del papel de la mujer hoy en día en nuestra sociedad?
-Están más preparadas y afortunadamente tienen más derechos y menos trabajo gracias a los avances. Recordemos que nosotras lavabamos a mano, de rodillas porque no había electrodomésticos, como te decía. No teníamos apenas recursos para ocio, para comprar ropa. A lo mejor para un vestido el día de la fiesta… ¡la que podía!
-¿Recuerda estos días de reconocimiento a su marido?
-Por supuesto. Siempre me ayudó lo que pudo porque de dedicaba a la compra-venta de ganado y su tiempo era limitado. Una persona generosa y muy querida.
-¿Qué mensaje quiere enviarle a sus vecinos?
-Gracias por el premio, no me lo merezco. Ya le dije a la comisión que soy muy discreta y humilde. Una vez otorgado estoy llena de agradecimiento hacia mi gente y el Ayuntamiento. Han sido muchos años, hasta los 79 al pie del cañón; la cadera, los dolores en mi espalda me han apartado pero nunca olvidaré este premio por lo que representa."
"Son muchos los atractivos que tiene Asturias como comunidad autónoma: sus paisajes (la montaña, el mar...), sus pueblos con mucho encanto y como no, su gastronomía con infinidades de bares y restaurantes en los que comer mucho, bien y a buen precio.
La gastronomía de Asturias pasa por los platos de cuchara típicos (como la fabada, el tradicional pote) o recetas más modernas como el cachopo, que ya ha dado la vuelta al mundo.
Son muchos los atractivos que tiene Asturias como comunidad autónoma: sus paisajes (la montaña, el mar...), sus pueblos con mucho encanto y como no, su gastronomía con infinidades de bares y restaurantes en los que comer mucho, bien y a buen precio.
La gastronomía de Asturias pasa por los platos de cuchara típicos (como la fabada, el tradicional pote) o recetas más modernas como el cachopo, que ya ha dado la vuelta al mundo.
Sin embargo, si lo que te gusta es comer buenos bocadillos, Casa El Cándano, un bar de La Espina (en Salas) en el lugar al que debes ir pues allí puedes comer pinchos con un tamaño XL por un precio muy bajo.
Tal y como indican ellos desde la página web El Campo de Asturias: "Casa el Cándano es un bar tienda situado en la Espina con más de 50 años de historia, se encuentra al final del pueblo en dirección a Tineo. En su tienda pueden encontrar un amplio surtido de productos de alimentación (fruta, congelados, conservas…) destacando los de la zona, chosco y embutidos, así como pan y empanada, además de artículos de temporada."
"En la zona de bar son famosos sus pinchos por su relación calidad/precio, teniendo mucho éxito los de chosco, lacón o tortilla de chorizo. Parada obligada en un cruce de caminos entre los municipios de Salas, Valdés y Tineo. Además, es uno de los puntos de distribución del periódico El Campo de Asturias."
"Son poco más de las 4.30 horas de la mañana cuando Pili Riesgo llega al bar Casa El Cándano, en La Espina, para empezar a preparar los pinchos. La rutina empieza con las tortillas: con jamón, con chorizo o solo de patata, con un grosor contundente; esos son algunos pinchos “de los primeros que vuelan”. Y es que “los hay que los meriendan, los desayunan y los cenan”.
“Hago dos tortillas de jamón, dos de chorizo y dos de patata cada día. Además, con el rebozado de los pinchos de pollo y lomo puedo gastar unas once o doce docenas de huevos al día”, explica Pili con naturalidad. De jamón, de chosco, y su favorito: de lacón, la gerente de Casa El Cándano prepara alrededor de doscientos pinchos cada día. “Los sábados quizá trescientos”, apunta. El pan llega de Tineo, en formato bollo y cuando se acaba se tira de barra. “A los peregrinos les encanta el de lacón con mayonesa” comentan divertidos en el bar.
Mientras Pili prepara tres para llevar, los clientes comentan lo cómodo que es “pasar por El Cándano y llevar los pinchos a la hierba, por ejemplo”. “Y solo por 1,80 euros… son increíbles”, apuntan. Pili responde que así aprendió, tras más de dos décadas en Casa El Cándano (primero como empleada y ahora como gerente), “siempre decía Celedonio que había que hacerlos buenos y grandes. Es el atractivo que tenemos”, detalla sobre las lecciones de su mentor.
Con adaptación para los clientes vegetarianos o veganos, en El Cándano también hacen pinchos de tomate y queso. “Otros piden de lomo curado que hay en la tienda, también hay empanada…y muchos peregrinos, por ejemplo, vienen preguntando por el chosco”, destaca Pili, tras el mostrador de El Cándano. Un establecimiento icónico en Salas, la meca del pincho de parada obligatoria para trabajadores y cualquiera que necesite un alto en el camino."
"El clásico bar-tienda asturiano está en peligro de extinción. La proliferación de una cada vez mayor cantidad de grandes superficies comerciales, al empuje de Internet y el éxodo rural han hecho que estos, en otro tiempo, populares establecimientos casi se puedan contar con los dedos de las manos en la región.
Sin embargo, aún hay en La Espina (Salas) un dignísimo superviviente de esta larga tradición que, con mucho brío, aguanta el paso del tiempo gracias al trabajo duro y, por qué no decirlo, a la popularidad (e imbatible precio) de sus bocadillos de tamaño gargantuesco.
Casa El Cándano se encuentra en La Espina y vende productos de alimentación, embutidos como el chosco, fruta fresca, harinas, leche, repostería, latas y congelados. Desde hace medio siglo se ha convertido en una parada obligada en la zona. Y no es de extrañar.
Pilar Riesgo lleva «24 años» trabajando en este establecimiento «los últimos diez de jefa y antes de empleada». Explica que «los pinchos siempre se hicieron así, buenos y un poco grandes, ya que era el atractivo que tenía el negocio». No en vano, de su cocina salen en torno a dos centenares de pinchos cada día, muchos más los fines de semana.
En este sentido, además del mimo, la calidad empleada y el más que razonable precio (1,80 euros), el secreto del éxito de sus bocadillos es que «llevan bastante cantidad y tienen fama de siempre». Destaca que en los últimos tiempos «un cliente publicó unas fotos y se corrió más la voz», si bien apunta que la querencia de los clientes por sus raciones siempre ha estado ahí.
La responsable de Casa El Cándano explica que los más populares son los pinchos de «lacón y chosco, aunque también tienen mucha fama los de tortilla de patata, lo que pasa es que esos son salir y no duran ni diez minutos».
En efecto, las valoraciones del establecimiento son muy positivas. Si nos fiamos de las opiniones de los usuarios en Google, podemos ver que Casa El Cándano ha calado entre la parroquia y los visitantes ocasionales.Por ejemplo, Teresa Álvarez Fernández opina que se trata de un «sitio de parada fija cuando pasas por la Espina. Los pinchos son espectaculares, abundantes y contundentes. Los de chosco y los de lacón son para quitarse el sombrero». Javier Alonso de la Torre destaca que «se ha convertido ya en parada obligada en La Espina», en gran medida porque «tienen una colección de pinchos que, tanto en tamaño como en calidad, superan de largo lo que se suele encontrar uno por ahí. Si se te ocurre coger dos, ya comiste».
«¡Excelente sitio! ¡Los pinchos están espectaculares! ¡Con dos ya comes y te quedan pocas ganas de cenar! Cuando vamos en moto es parada obligatoria», opina Luis Sancho.
"Pocas cosas habrá más típicas de Asturias que desayunar en el bar un pincho y un café. Y precisamente por eso, porque en Asturias toda la vida se comió el pincho en el bar, hay sitios que son una referencia.
Y hay uno que es una auténtica barbaridad para los comensales; primero, por el tamaño de los pinchos, que son como bocadillos, y segundo, por la calidad del producto. Todo casero y recién hecho.
Tal es la merecida fama de este bar-tienda, que no necesita estar ubicado cerca de ninguna autovía para triunfar. Si quieres comer el mejor pincho asturiano y desayunar como un rey tienes que ir a Casa El Cándano, en La Espina. Todo lo que te contemos al respecto se queda corto.
Fue su fundador el que dijo una frase que ha marcado la esencia de cómo se ha trabajado y se trabaja en este local. Los pinchos tienen que ser "buenos y grandes" y la fórmula triunfó, con lo que sería todo un error cambiarla.
no es de extrañar que el aparcamiento siempre esté a tope de furgonetas de trabajadores que están por la zona, y es también parada obligatoria de los peregrinos del Camino de Santiago, que saben que con un pincho de El Cándano casi pillan fuerzas para tirar hasta Santiago de Compostela.
Todos los días a las cinco y media de la mañana suena el despertador de Pilar Riesgo que es la encargada de hacer de estos pinchos una delicia brutal. Enciende los fuegos y ahí comienza la elaboración de entre 200 a 300 pinchos, que es lo que vende cada día.
Tortillas de patata, de jamón, chosco cocido, lacón, pollo, lomo, embutidos caseros... Es imposible que con alguna de estas opciones no se te haga la boca agua. Los más famosos son los de chosco y los de lacón, productos muy típicos de esta zona de Asturias y que son siempre productos locales. Las tortillas, hechas con cariño y esmero, no duran en la barra ni quince minutos. Demasiada buena pinta para dejarlas enfriarse.
La barra tiene un enorme mostrador de cristal donde se apilan los cientos de pinchos que se van vendiendo cada día y de verdad, que no puedes dejar de hacer este ritual tan asturiano. Desayunar un pincho en un bar.
Es cierto que en Asturias casi todas las comidas se suelen hacer a lo grande, pero el tamaño de los pinchos de este bar tienda de La Espina es tema a parte.
Las opiniones de quienes han pasado por este bar tienda, que encima mantiene la esencia de la zona rural, conjugando servicio de bar y tienda, dejan bien reflejado la calidad de los pinchos y su enorme tamaño.
Y es que ¿puede haber algo más rico que un bocata o un pincho con un buen pan y relleno casero? Si aún lo dudas: Casa El Cándano. Más de 50 años dando los mejores desayunos del mundo desde el corazón de Asturias."
Entre las referencias más literarias hemos de decir que Casa El Cándano es uno de los escenarios del libro de Manuel Alejandro González Florez, Alex Camino titulado Bodenaya un alto en el Camino de Santiago, del que hablábamos cuando visitábamos este pueblo y su albergue, justo antes de entrar en La Espina
"Él era un peregrino de Barcelona, normal y corriente, parecía de barrio humilde, con voz tranquila pero segura, de unos veinticinco años más o menos, comenzaría su camino como cualquier peregrino seguramente sin saber lo que se iba a encontrar en él.Ella era de Alemania, también joven, la típica chica que acaba de finalizar sus estudios y se había tomado un año sabático para viajar por el mundo y uno de esos viajes era el Camino de Santiago.Los dos comenzaron solos el camino, lo cual es una ventaja para conocer gente.Una de las preguntas que siempre me hacen las personas que me piden consejo para hacer el camino por primera vez es ¿Solo o acompañado?, yo siempre les digo que sólo y desde lo más lejos posible de Santiago.El ir sólo te garantiza no estarlo, puesto que te abres a la gente, hablas con uno, con otro, mientras que, si se acompañado lo normal, salvo excepciones, es que no se salga del círculo de amistades.Tanto él como ella llegaron juntos a Bodenaya.Llegaron juntos, pero por separado, se les veía preocuparse uno por el otro, pero cada uno iba a su aire.Era la típica pareja que no sabes si lo son, que lo parece, pero que no estás del todo seguro.No se caracterizaron por nada en especial, entre ellos hablaban en un inglés entendible por mí, lo que viene a ser un inglés básico, y con ello se hacían entender bien.Al día siguiente después del desayuno y cuando ya todos estaban preparando la mochila para seguir camino él estaba esperando a ella en la calle con absoluta paciencia y sumisión.Ella fue la última en salir, se despidió de nosotros, el tiró la colilla del cigarrillo liado que estaba fumando y empezó a caminar sin hablar, una etapa más de su camino.Aquel día el gran Albertini (*hospitalero ayudante de Alex) y yo decidimos retrasar la limpieza del albergue y nada más que se fueron cerramos y nos fuimos a tomar un café y un pincho a "Casa el Candano", un popular establecimiento de La Espina famoso por sus tremendos bocadillos.Casa el Candano está a las afueras del pueblo justo por donde pasa el camino.Como fuimos en coche adelantamos a varios peregrinos que habían dormido en casa y al cabo de un reto ya vimos llegar a los protagonistas de esta historia. Caminaban sin más, parecía que hablaban, pero no se miraban, pasaron por delante del bar y siguieron camino.Desde una de las ventanas del bar se ve por donde continúa el camino y tanto Alberto como yo les observábamos sin querer cómo iban caminando, en realidad parecía que iban levitando, hasta que de repente se pararon, se miraron a los ojos y se besaron apasionadamente a la vez que Albertini y yo soltábamos un ¡Eeehhhhhhhh! que hizo mirar por la ventana a todo el bar.Qué espectáculo tan maravilloso fue el ser testigos de ese primer beso, de cómo el amor se abre paso entre dos personas.El beso fue largo, apasionado, se notaba que llevaban besos atrasados, y al terminar se miraron, y desparecieron entre el bosque continuando por fin juntos su camino y "de la mano".
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