El Camino de Santiago llega a Gijón/Xixón por El Muro y La Playa San Lorenzo |
Viniendo desde La Guía por El Molinón y el Parque Isabel la Católica, siguiendo la canalizada ribera del Piles, los peregrinos del Camino de Santiago del Norte entran en pleno casco urbano de la ciudad de Gijón/Xixón por el Paseo del Muro, frente al populoso barrio de L'Arena y se asoman La Playa de San Lorenzo o de San Llorienzo; la forma original del topónimo aparece ya recogida por el ilustrado gijonés Gaspar Melchor de Jovellanos en una carta del 5 de diciembre de 1804 relacionada con la antigua capilla de San Llorienzo de la Tierra, vinculada a una antigua procesión marinera que pronto conoceremos, a San Llorienzo de la Mar. Inevitablemente los ojos se fijan, tal vez primeramente y antes que nada, en toda la extensión de este sector de la ciudad asomado al mar, que es un compendio de toda su historia...
La señalización del Camino de Santiago en dirección a la ciudad de Gijón/Xixón llegó a una bifurcación en El Puentín de La Guía: de allí el primer trazado oficial sigue por la Carretera de Villaviciosa y continúa por la Avenida de la Costa, jalonado con conchas doradas en el suelo. Es el trayecto que seguiría el viejo camín real costero que en sí mismo bordeaba la entonces pequeña villa gijonesa por el sur, recorriendo los arenales y dunas donde, en el siglo XVIII, se plantó arbolado contra las tormentas de arena que afectaban a la población
En 1836, durante la Primera Guerra Carlista, se levantó una inútil muralla con foso insalubre que cortó el crecimiento urbano durante 40 años, hasta que se derribó. Entonces la villa se hizo ciudad, extendiéndose en todas direcciones en un proceso que culminaría en la segunda mitad del siglo XX, al edificarse la práctica totalidad del espacio entre lo que fue dicha muralla y la desembocadura del Piles (y más allá), la de aquellos antiguos arenales y dunas
Por ello el viejo Camino, que tenía ramales que entraban en la antigua villa gijonesa, es en la actualidad un itinerario netamente urbano entre altos bloques de edificios al que se le ha buscado una alternativa adaptada a nuestros días, que es, desde La Guía, seguir la senda peatonal con carril bici que recorre las canalizadas riberas del río Piles y, por El Molinón y Parque Isabel la Católica, llegar al Puente del Piles y entrar en lo que es propiamente la ciudad por este su paseo marítimo de El Muro, que es el itinerario que proponemos en esta ocasión, recorriendo la extensa Playa de San Lorenzo o San Llorienzo (topónimo autóctono muy en desuso en la actualidad pero ya recogido por Jovellanos, como hemos dicho), bien caminando por el paseo o... por las mismas arenas, al menos a la bajamar...
A los peregrinos, sin duda les habrá de encantar este trayecto propuesto, algo más largo que el señalizado con conchas por la Avenida de la Costa, pero mucho más vistoso e interesante. No carece de rigor histórico, pues aunque existían otras entradas a la entonces pequeña villa gijonesa, muchos viajeros, desde La Guía o bien un poco más allá, desde El Bibio, seguían los caminos de los arenales para acceder a la población, que contaba para los romeros con su Hospital de Corraxos, nombre que se les daba a peregrinos, viandantes y vagabundos, el cual fue antecedente del Hospital de Caridad
En la actualidad, recalcamos, ha sido edificado todo el antiguo arenal que en la antigüedad se extendía por toda esta costa. Ya en el siglo XVIII se construyó un primer paredón para proteger la de aquella pequeña villa gijonesa, el cual fue ensanchándose por este frente costero al ir creciendo la ciudad, echándose abajo, por presiones urbanísticas, el proyecto de un parque-playa desechado definitivamente en los años 1940
La larga línea de edificios se extiende por toda la playa hacia un tómbolo o península de casas más pequeñas y cueto verde con acantilados; es el barrio antiguo o barrio alto, Cimavilla, con el Cerro de Santa Catalina y en lo alto L'Atalaya, con la gran escultura de hormigón de Eduardo Chillida Elogio del Horizonte inaugurada en junio de 1990 (a la derecha de la foto)
Destaca la silueta de la iglesia de San Pedro, que durante siglos fue la única parroquial de la villa gijonesa, reconstruida siguiendo el modelo del Arte Asturiano y del románico tras su destrucción en la Guerra Civil. Al fondo llaman la atención las enormes bombonas esféricas de La Campa Torres, de gas licuado, Les Bombones, al lado del castro astur allí existente y localizado, antecedente de la actual población, la mítica Noega de los geógrafos de la Antigüedad
A la derecha de San Pedro, el Club de Regatas, construido en el lugar de uno de los antiguos balnearios gijoneses y, más anteriormente, una batería costera. A la izquierda vemos las arboledas del Campo Valdés, donde está el Museo de las Termas, subterráneo, en el que pueden visitarse las termas romanas allí localizadas en lo que fue un enclave portuario amurallado y ligado a la industria del salazón, al que se desplazó la población primigenia abandonando Noega, el castro de La Campa Torres
Al paseo de El Muro llegamos saliendo por el subterráneo, desde El Kilometrín, en el Parque Isabel la Católica, a la altura de la Escalera 15 de la playa, donde podemos asomarnos a ver la desembocadura del Piles, río que nacido de varias fuentes en la parroquia de La Collá, en Siero, baja por las parroquias gijonesas de Valdornón, Fano y Caldones, donde es conocido como El Ríu Muriel o Ríu Meredal, sigue por Granda, donde es El Ríu Caldones, y empieza a ser llamado Piles por la zona de Viesques y su unión con su principal afluente, el Peñafrancia
Hasta comienzos del siglo XX su desembocadura era un gran arenal y marisma lacustre con abundantes junqueras. A partir de 1907 y con la prolongación del muro que separa la creciente ciudad de los arenales (El Muro), el Piles es canalizado y se eliminan sus meandros. Más adelante y ya en la posguerra, se va culminando la desaparición de sus humedales construyendo el Parque de Isabel la Católica en su margen izquierda y, en la derecha y ya pasada dicha posguerra, la Feria de Muestras (Recinto Ferial Luis Adaro) y otros equipamientos, entre ellos el Parque Inglés (hoy Parque de los Hermanos Castro)
En la desembocadura del río está El Puente del Piles, construido en 1914 con arena de las canteras de los alrededores de la ciudad y así sustituir a una pasarela de madera instalada en 1901 para evitar que la gente tuviese que pasar el río descalza en las bajamares, o sino dar un rodeo hasta el puente de La Guía, un par de kilómetros más allá, entrada tradicional, y salida, de la ciudad, por el este
Este nuevo puente fue la razón del trazado de nuevas carreteras en dirección a Somió y la zona este, la del Piles al Infanzón y la del Piles a La Providencia, haciendo de la otra ribera, en el barrio de El Pisón, de la parroquia de Somió, un gran centro de atracción, prolongándose el paseo marítimo y abriéndose bailes, merenderos y chigres, así como construyéndose algunas quintas
Allí los modernos hoteles edificados en la Finca los Rato, de la Casa de Ramón Rato, construida en 1943 pero que desapareció en 2003 al inaugurarse estos nuevos centros hoteleros que dan vista al río, son la continuidad de esta tradición turística, dando vista al parque y la concha marítima. El de la izquierda en concreto, es el Hotel Abba Playa Gijón, que fue el primero en inaugurarse, en enero de 2005. Así daba la noticia Hosteltur por entonces::
"La cadena Abba Hoteles ha incorporado un nuevo establecimiento en la ciudad asturiana de Gijón. El Abba Playa de Gijón abrió sus puertas el pasado sábado 22 de enero. El encargado de esta apertura fue Amador Recio Crespo, el mismo que abrió que hace dos años el Abba Fonseca, en Salamanca, y que posiblemente también se encargue de la apertura a finales de este año del Abba Triana, en Sevilla.El Abba Playa Gijón, es el hotel número 15 de la española cadena Abba Hoteles. Es un hotel urbano frente al mar y la playa de San Lorenzo, ubicado junto al Palacio de Congresos y la Feria de Muestras de la ciudad. Incorpora Wire-less en todo el hotel, y ofrece servicios como piscina, spa, gimnasio, zona verde, salones para convenciones y celebraciones, solarium, salón social con vistas al mar, 80 habitaciones con TV LCD; amplias zonas comunes y restaurante propio. El edificio, de diseño vanguardista, encaja perfectamente en el entorno y aprovecha la luz natural en todas las zonas. Es una figura de cristal, que parece estar elevada sobre el agua que le rodea. "
A su derecha vemos el vemos el Hotel NH Gijón, una de las construcciones más recientes en la margen derecha, inaugurado en 2009 y cuyas obras comenzaron dos años antes, como leemos en esta noticia de M. Moro para El Comercio del 15-10-2007:
"Las obras de construcción del que será el segundo hotel de cuatro estrellas de la Ería del Piles ya se encuentran en marcha. Desde principios de mes, una pala excavadora trabaja en los movimientos de tierra. Además, se ha procedido a delimitar el perímetro de la zona afectada por los trabajos, que lindan con el otro hotel de la zona, el Abba Playa inaugurado en mayo de 2005.
La ejecución de este proyecto arranca de la mano de la aprobación definitiva del proyecto de urbanización de la zona, al que la Junta de Gobierno del Ayuntamiento de Gijón dio el visto bueno el pasado martes.
Tal y como adelantó EL COMERCIO, la previsión del promotor avilesino Nacho Santiago, al frente de la sociedad ABI Samper, es que el nuevo hotel abra sus puertas durante la Semana Santa de 2009, aunque reconoce que «vamos algo justos» con los plazos. Y es que la actuación de la Ería del Piles sufrió algunos retrasos involuntarios. Al parecer, su tramitación se demoró a causa de las elecciones, lo que llevó luego a sus responsables a reajustar sus previsiones de apertura, que inicialmente se centraban en el verano de 2008.
El establecimiento, cuya construcción conllevará una inversión de 12 millones de euros, tendrá dos plantas bajo rasante y otras dos en altura. Dispondrá de zona de cafetería, spa, gimnasio, cocina y tres salones polivalentes con capacidad para mil personas.
El edificio tendrá acceso directo desde el exterior a través de una rampa para vehículos, otra peatonal escalonada y una escalera que tendrá continuidad en el interior del inmueble. En planta baja se situará la recepción.
Las habitaciones ocuparán las otras dos plantas en altura. El hotel dispondrá de solarium, piscina y jacuzzi, que se ubicarán en la cubierta del edificio, con vistas a la bahía."
Al otro lado del río hay una buena banda arenosa, en El Tostaderu, donde más calienta el sol y es usual ver gente tomándolo en cualquier época del año, bien resguardada de los vientos. Por ejemplo, el 23 de diciembre de 2017, la periodista Olaya Suárez escribía para el periódico El Comercio el artículo "El Tostaderu es un auténtico lujo", relativo a los baños de sol invernales aquí practicados:
"Del Tostaderu al mundo. Eso sí, pasando por el gimnasio. Que la fama les pille preparados. Álvaro Cajigal está exultante de alegría después de que una foto que protagonizó haya sido elegida por la revista 'TIME' como una de las cien mejores del año. Su autor, el fotoperiodista Eloy Alonso, ha hecho que estos asiduos de la escalera 16 de la playa de San Lorenzo hayan visto alterada su rutina diaria -cuando el orbayu y la ciclogénesis lo permiten- debido a la gran repercusión de la pintoresca estampa del paisaje y paisanaje playu.
Álvaro no está solo en la foto. Le acompañan sus compinches de sol y tertulia: Lerinia, Ana, Conchita, Pili y Selva. «Nos gusta más el Tostaderu en invierno, cuando el sol pega menos y hay mucho menos barullo en la playa. Estamos mucho más tranquilos y el sol pega igual...», explica Álvaro, que lamenta no tener tanto tiempo como sus amigas para disfrutar del placer de hacer la fotosíntesis a orillas del Cantábrico, incluso en pleno diciembre. Como ayer. «Ellas están jubiladas y tienen más tiempo libre, yo tengo que aprovechar las horas que no trabajo y aprovechar cuando sale un rayín de sol para bajar», dice este trabajador de un centro comercial. Tiene su rincón de esparcimiento cerca. Vive en el barrio de La Arena, más próximo a la escalera 10, pero no cambia el Tostaderu por ningún otro enclave. «Es la mejor zona de la playa. Si no pega el viento del Oeste es un lujo, somos unos privilegiados», considera.
La expectación levantada con la fotografía -publicada incluso en medios de comunicación de Suiza- no ha hecho que alteren su rutina. «Antes mucha gente que paseaba por El Muro ya nos sacaba fotos, pero ahora desde que salió la imagen de Eloy, mucho más. Eso sí, la fama no nos va a cambiar», bromea. Ni la popularidad ni los consejos médicos para tomar el sol de forma moderada. «Vamos a morir todos, así que por lo menos que estemos contentos mientras podamos, eso sí, siempre hay que tomar el sol con protección, con crema solar», plantea Álvaro, que además del Tostaderu frecuenta a diario el gimnasio.
A la pregunta de cuántas horas pasa al día en el centro deportivo, contesta con evasivas: «Muchas, bastantes, pero prefiero no concretar...», dice. Lo que sí está meridianamente claro es que esos músculos esculpidos son más de levantar pesas que de levantamiento de copa en barra fija. Pero para fijos, fijos, ellos. Los protagonistas de una de las cien mejores imágenes del año."
El Tostaderu tiene una franja de arena pero a su izquierda ya empieza la zona de El Pedreru, las riberas rocosas del mar, donde la gente autorizada para ello marisquea y también toma el sol, caminando con una bolsa o un calderu a ver si hay andariques, llámpares o bígaros. Es la Escalera 16, también glosada por otra periodista, esta Yolanda Álvarez y para La Nueva España, con Bañistas que buscan sol y encuentran piedras, artículo publicado el 18-7-2017:
"Es bien sabido que la escalera 16 de la playa de San Lorenzo acoge a los amantes de la playa que más quieren aprovechar los esquivos rayos del sol. A resguardo del viento, sin peligro de mareas, y con la orientación perfecta, el Tostaderu es el paraíso en Gijón de los amantes del sol. Sin embargo, este verano algunas quejas han empezado a disturbar el ambiente de la que muchos definen como la zona más apacible de la playa.
Los usuarios habituales denuncian que este verano el Ayuntamiento ha desatendido una zona en la que "cada año" se aportaba arena para tapar las numerosas piedras de esta parte del litoraral asturiano, ganando así espacio para los bañistas. "Todos los años se rellena pero este no ha sido así. Es una zona que se aprovecha muchísimo, pero este año es puro pedrero. Es el rincón más apetecible a poco que salta un rayo de sol y el más descuidado. Así se lo he dicho al concejal Manuel Arrieta, pero no parece que vayan a hacer nada", cuenta Belén Vega, que lleva "casi 50 años disfrutando" de esa zona de San Lorenzo.
Otra habitual es Mari Carmen Fernández porque "aquí aguanta mucho más el calor y podemos estar hasta última hora del día". Tiene claro que "este año está más animada la zona, pero hay muy poca arena, se ven todas las piedras y la gente a veces tropieza. Esto tenía que estar cubierto, pero toda la arena está al otro lado del río; esta zona este año está durísima. Y es una pena porque por aquí se está muy a gusto, es una parte de la playa muy tranquila".
Por lo visto y oído ayer, la falta de arena es una queja unánime: "hay gente que viene mucho por aquí, incluso en invierno, nosotros somos menos habituales de la zona. Pero viéndola este año, lo que más destaca es que la arena es bastante escasa. Eso sí, el agua muy limpia" expresan Ángel de Arriba y Paqui Rodríguez, otros de los bañistas que se encontraban ayer disfrutando de la zona pedregosa de la playa.
Carmen Amado también se define como una usuaria muy fiel al Tostaderu y asegura que "cada vez viene más gente y hay menos arena; a este ritmo al final no vamos a entrar todos, la gente no se puede tumbar porque hay piedras por todas partes. Yo la veo muy desatendida, se preocupan de cuidar la zona de la Escalerona y de esta, nada".
Incluso para los que eligen el Tostaderu por su cualidad pedregosa, ven necesaria una intervención municipal. Como Javier Torrices: "siempre vengo por aquí porque prefiero estas zona de piedra a las de arena, pero sí se nota que este año hay muchísima menos. Se ven piedras que antes no se veían y muchos días escuchas a gente quejándose del tema". Y para sumar quejas, Belén Vega avisa que también la ducha de la zona funciona con deficiencias "y encharca mucho alrededor, con lo que aún queda menos arena seca donde tumbarse".
Este lugar, guarda una historia bastante desconocida que queremos contar: en 1635, cuando todo esto eran dunas y arenales, y en esta misma desembocadura del Piles, tuvo lugar la invasión proyectada por el famoso Cardenal Richelieu durante la guerra de Francia contra España, quien planeó adueñarse de esta plaza, entonces poco más que el actual barrio alto de Cimavilla, sobre la península de Santa Catalina, como parte de un frente de asalto costero mucho más ambicioso
Se presentó pues aquí una poderosa flota francesa, llegando a desembarcar en este arenal 600 soldados, aunque las malas condiciones de la mar aconsejaron su reembarque inmediato, "Por este acontecimiento se salvó Gijón de un saqueo y otro posible nuevo incendio", escribe el ingeniero y empresario Luis Adaro Ruiz-Falcó en el apartado El Puerto de El Libro de Gijón, recordando la destrucción de la ciudad en 1395 durante las guerras trastamaristas
Se trataba sin duda de un antecedente de la llamada Batalla de la Bahía de Santoña, de la que hablamos cuando visitamos Laredo, la cual supuso un aún más grave descalabro para los proyectos de invasión del cardenal Riechelieu, que pretendía mantener un frente permanente en la costa cantábrica
Como vemos, el histórico personaje, con razón o sin ella uno de los malvados por antonomasia en el acervo popular, no solamente peleó contra los tres mosqueteros de las novelas de Alejandro Dumas, sino que entabló guerras por toda Europa y llegó a fijarse en esta población, lo que también hizo que se fijaran otros. Tal vez no sea casualidad que en ese año de 1635 se realiza el mapa Vista de la Villa y Puerto de Gijón, de Fernando Valdés y enviado a Felipe IV
Los soldados de la alerta o pequeña guarnición local hicieron frente a aquel desembarco ordenado po Richelieu, pero si no llega a ser por la mar bravía sin duda hubiesen podido, dado su número y preparación, ocupar la plaza. Que luego hubiesen podido o no mantener esa posición posteriormente es otro asunto. Medio siglo antes, había sido el famoso Francis Drake quien había surcado estos mares, y se dice que fracasado en un intento de desembarco con lanchas en los entonces aún inmensos arenales gijoneses, que llegaban de aquí a La Campa Torres prácticamente. Sigamos con la lectura de Luis Adaro:
"En continua zozobra tuvieron que vivir los habitantes de Gijón durante todo el año 1586, temiendo un desembarco y un saqueo de los ingleses con motivo de la guerra. Se temía un ataque de naves de Francisco Drake, general de la Armada inglesa.
Por la costa merodeaban los navíos enemigos continuamente."
Más alegre invasión es la de, en este punto de la playa, las coloristas casetas de lona que se instalan en la temporada alta de baños, de muy vistosos colores variados y normalmente a rayas, policromía que resalta sobre el ocre del sable o arena, que por causa de los cambios de los usos playeros, han disminuido mucho en número de unas décadas acá. Esta es una noticia de 20 minutos fechada el 2-6-2008 y titulada Más de cien casetas multicolor ya decoran la playa de San Lorenzo:
"Las casetas permiten cambiarse o dormir una siesta a la sombra, a menos de 15 metros del mar. Alquilar una en verano (del 15 de junio al 15 de setiembre) cuesta 220 euros, más 95,3€ de tasa municipal. Para reservarlas hay que ir a la escalera 14 y hablar con el encargado"
"Con el verano a la vuelta de la esquina, San Lorenzo cambia de aspecto. Las emblemáticas casetas que cada temporada configuran la cara más reconocible del principal arenal gijonés ya empiezan a estar listas para su uso.
La playa contará este año con el mismo número casetas autorizadas: 125 en total. De ellas, 55 se corresponden al negocio de Manuel Díaz, quien ya concluyó la instalación de las pequeñas carpas de tela de raya de colores en la mañana de ayer. El resto, 70, son las destinadas a la Cocina Económica, que se instalarán hoy.
Como en los años anteriores, la asociación de caridad mantendrá los precios por el alquiler de toda la temporada: 410 euros por tener un lugar en el que cambiarse y resguardarse del sol desde el inicio de la temporada de baños y hasta el próximo día 15 de septiembre, cuando serán retiradas.
En el precio va incluido el permiso municipal, y el responsable de las casetas de la Cocina Económica, Juan Varas, advierte de que ya están casi todas completas. "Tenemos gente que las alquila desde hace 40 años, fijos que colaboran con nosotros desde siempre", asegura. Porque toda la recaudación que les queda libre una vez liquidado con el Ayuntamiento va destinada a los servicios que presta la Cocina entre cada vez más personas necesitadas de Gijón. Para los que prefieran el alquiler diario, en cambio, existe la opción de disponer de la caseta por un precio de 15 euros al día, con dos hamacas incluidas.
Hay que darse prisa, porque aunque aún es posible hacerse con alguna de estas casetas, "quedan muy pocas", advierte Juan Varas.
A partir de hoy, y con la previsión de buen tiempo para los próximos días, la playa se viste de colores para iniciar oficialmente el verano."
"El primer cementerio de la parroquia se localizó en 1851 junto a la iglesia, en una parcela reputada ya de pequeña en 1864. La percepción de sus reducidas dimensiones y, sobre todo, una ubicación que empezaba a resultar molesta para la colonia veraniega, fueron los factores determinantes para la petición, en 1905, de su erradicación por parte de varios concejales, uno de ellos vecino de Somió. Llegó incluso a realizarse un concurso para la adquisición de terrenos, con una oferta de varias fincas en las erías del Piles y de La Faza, que despertó la oposición vecinal"
"La Avenida de Rufo Rendueles y el puente sobre el Piles dieron facilidades al pueblo para encontrar en aquella hermosa zona su paseo favorito. A nadie puede ocultarse que allí está el porvenir veraniego de esta villa, ni que la expansión de la misma se dirige rápidamente hacia tal punto; que la canalización del río contribuirá grandemente a su embellecimiento y que en plazo no lejano por la nueva carretera del Infanzón, que une a Gijón con Somió, y próximo al lugar donde se pretende emplazar el cementerio cruzarán tranvías que atraerán aún más población a aquellos sitios; en una palabra que las erías del Piles y de la Faza son la continuación de la avenida de D. Rufo Rendueles y en breve estarán pobladas de vistosos chalets que harán más deliciosos aquellos contornos"
"... en él se propone la construcción de un muro de contención de análogas características al de San Lorenzo, sobre el que habría de continuarse el paseo marítimo. Reformado en 1950, este proyecto fue ejecutado a partir de la O. M. de 14 de marzo de 1951 por la que se autorizaba al Ayuntamiento de Gijón a "construir un muro en la margen derecha de la ría del Piles, aguas abajo de la carretera del Piles al Infanzón, con destino al establecimiento de un paseo y de la nueva calzada del camino provincial a La Providencia". Se construyó un paredón de mampostería concertada, ye el tramo inicial de 42 m. de la carretera provincial del Piles a la Providencia fue ensanchado a 12 m., y en la curva de Casablanca hasta 25. La entrega de las obras se produjo en 1958"
"A partir del 7 de agosto de 1901 los gijoneses empezaron a mirar con más interés hacia la parte oriental de la playa de San Lorenzo, incluso más allá del Piles, después de la inauguración de la pasarela de madera que permitía atravesar la desembocadura del principal río del concejo sin mojarse los pies. Toda la zona de la llamada Ería del Piles (que ahora el Ayuntamiento pugna por urbanizar), tierras «remotas» entonces del casco urbano, se abría para el esparcimiento ciudadano, lo mismo que para el residencial los amplios terrenos de lo que ahora es el barrio de La Arena.
Por ello, no es de extrañar que el jueves 10 de octubre de 1901, en la primera página del «diario republicano» local «El Noroeste», cuyo director-propietario era entonces Ramón Álvarez García, se publicase un extenso artículo firmado por Faustino del Valle y González, en el que, bajo el título de «Grandes avenidas. Desde el coto de San Nicolás a la playa de San Lorenzo», su autor, ciertamente con mente preclara, explicaba: «dos son las grandes avenidas que debieran construirse (...) una a enlazar con el mencionado coto por la parte de los Campos Elíseos en su fachada principal (las actuales calles de Menéndez y Pelayo y de Ramón y Cajal) y otra que desde la playa fuera a terminar en lo alto del coto, en la parte donde está la posesión del general Suárez Valdés (es decir, las actuales avenida de Castilla y calle del General Suárez Valdés)».
Hace ciento nueve años los gijoneses ya acariciaban el proyecto de alargar el Muro hasta la desembocadura del Piles y construir un gran puente en sustitución de la «provisional» pasarela. Y proseguía Faustino del Valle: «Realizadas las obras, centuplicaría de valor que hoy tiene la playa (...) Entonces -supuesta la construcción del muro y puente- veríamos surgir como por encanto preciosos chalets y hoteles en los terrenos próximos al mar, incluso en la vía de Piles (sic), y pocas o ninguna población reuniría tan excepcionales condiciones para pasar la temporada de verano».
En 1914 se construyó el puente sobre el Piles que actualmente se está remozando y luego llegaron los años veinte y desde el Ayuntamiento se pergeñaron algunos planes, no ultimados, para convertir la Ería del Piles en una especie de ciudad jardín. Incluso en 1929, Gerardo Fernández, de la tienda de calzados La Maja, que estaba ubicada en la plaza del Instituto, propuso a los gijoneses la idea de hacer un gran paseo marítimo desde El Musel a La Providencia -incluyendo la construcción de un gran puerto entre el cerro de Santa Catalina y el cabo de Torres- y dedicar la Ería del Piles a zonas verdes para el esparcimiento ciudadano.
La idea no pasó a mayores y sería en 1935, en plena II República, cuando el entonces arquitecto municipal, José Avelino Díaz y Fernández-Omaña, firmase, en el mes de mayo, un proyecto de urbanización de la Ería del Piles: casi 500.000 metros cuadrados de terrenos situados entre la carretera del Piles al Infanzón, al Sur, y El Rinconín, al Norte, con la mar a Poniente y una carretera a La Providencia por el Este.
El arquitecto racionalista, que dos años antes había diseñado La Escalerona, proponía una urbanización basada en edificios «de planta baja y un piso», como máximo, «y sobre cualquier solar sólo podrá edificarse el 40 por ciento sobre el total de su superficie». O sea, una ciudad jardín articulada por una calle central «de 20 metros de ancho» y «diez secundarias de doce a quince» metros, como contó el diario «La Prensa» en su número del 31 de julio de 1935. La entrada a la ciudad jardín se haría «por una plaza circular de 80 metros de diámetro» a la altura de la unión con el puente del Piles.
Pero no estaba entonces el horno para bollos y al cabo de un año estalló la Guerra Civil. No por ello se dejó de pensar en urbanizar los terrenos de la Ería del Piles. Así, el 10 de junio de 1937, en las páginas de «Avance», el «diario socialista de Asturias», que se tiraba en Gijón, capital republicana asturiana, se contaba, en la información municipal, que «de nuevo se ha vuelto a hablar en el Ayuntamiento del ensanche de la población por la parte del Piles (...) El paseo del muro de San Lorenzo, el puente sobre el Piles y la carretera a La Providencia son los justificantes de esta preferencia de dar el ensanche de la población por esta parte, ya que tales vías le dan un brillante acceso, que se completa con la carretera al Infanzón, la de La Guía a Somió y aún las calles de Pérez Galdós y Ezcurdia, todas las cuales convergen en esa zona, que tiene además una orientación muy hermosa por su aproximación al mar y a la campiña, bañada de continuo por el sol y al mismo tiempo protegida del ímpetu de las olas».
También recordaba el autor de la información (que no lleva firma), que «en algún tiempo se habló de construir allí la ciudad-jardín, y aún creemos que existe este proyecto en el Archivo municipal sin que nada más se hubiera hecho, por tratarse de una obra de indudable costo».
Y terminaba el periodista afirmando: «Hoy que muchos de los inconvenientes que antes existían pueden acortarse con el nuevo Régimen (sic), bueno será que la atención del Ayuntamiento se fije en esta zona para hacer de ella algo digno de una población moderna, adelantándose los técnicos municipales a trazar calles y líneas de construcción para evitar que la iniciativa particular lo haga por su cuenta sin sujeción a ninguna norma». No dio tiempo a las autoridades municipales republicanas a hacer nada en la Ería del Piles.
Tras la contienda civil, el 8 de septiembre de 1945 se inauguró el Sanatorio Marítimo, el primer gran edificio levantado en la Ería gracias al filántropo Hermenegildo Alfageme, que en sus orígenes se dedicó «a la atención de niños enfermos y pobres con desviación de la columna vertebral, lesiones de cadera, tumores blancos, mal de Pott, parálisis infantil, procesos fistulares, pies zambos y tantas otras deformaciones congénitas propias de la especialidad ortopédica, para conseguir su rehabilitación».
Cuarenta y tres años más tarde, recuperada la democracia, el 11 de octubre de 1988 comenzó la historia oficial de la urbanización de chalés adosados de El Rinconín, una de las mayores polémicas urbanísticas locales de los últimos treinta años, en la lejana Ería del Piles."
Discurría por allí entonces el primer tramo de dicha carretera del Piles a La Providencia, hecha entre 1916 y 1926, nos dice Ramón M. Alvargonzález, con proyecto del mismo ingeniero que hizo la del Piles al Infanzón, Jesús Goicoechea Solís, pidiendo la vecindad que se habilitasen rampas para bajar a recoyer ocle, algas de arribazón que la mar arroja a playas y pedreros, pues se usaban como muy buen abono
En 1994, al hacerse la continuación del paseo marítimo desde El Puente'l Piles a El Rinconín se abrió un nuevo trayecto alternativo para este primer tramo de carretera, un poco más al este, arrancando de la de L'Infanzón, detrás de las casas y establecimientos de ocio de esta parte de la vía, con gran animación todo el año y principalmente en verano, pues aquí estuvo la discoteca Parque del Piles, que fue de las más famosas de Gijón/Xixón
Todo empezó cuando en los años 1940, aún sin muro esta parte de la costa, los hermanos Garciablanco compraron la casa de Andrés Corujo e hicieron de ella el Restaurante Madrigal, después sala de fiestas. En 1948 pusieron comedor, ampliado en 1949 y 1953, buscaba su clientela entre los asiduos a los merenderos que podían llevar la comida, no la bebida de casa, pero también ofrecían con éxito buenos menús, como comprobamos en el libro de José Luis Carmona y Luis Arias González:
"En 1960 intentaba captar a la clientela que acudía a los merenderos de "se admiten meriendas", como el Casablanca, con este reclamo publicitario, toda una muestra palpable del cambio social, de la mejora económica y hasta del uso del lenguaje que se iba abriendo paso entre paellas muy presunta y lejanamente valencianas y la imparable moda de los pollos asados.: "o cargue con la merienda. Por 50 pesetas comerá usted en Madrigal: entremeses variados, paella valenciana, pollo asado con patatas, postre, pan y vino. Madrigal del Piles, el más popular de los merenderos"
Más adelante, cuando se prolongó El Muro, el local pasó a cabaret y cambió de nombre en junio de 1966 al del Parque del Piles con el que se hizo famoso, siendo célebres las amplias terrazas con aforo para 4.000 personas. Ampliado varias veces más, con nave exente para comedor en 1948, reformada y ampliada en 1949 y 1953, los mismos propietarios pusieron en marcha el Rocamar, reformado en 1964. Luego, ya en 2007, llegó el cierre de la sala de fiestas con una gran celebración para sus veteranos clientes. En Los últimos del Parque del Piles, describe Sandra Salazar cómo fue aquella última noche para La Nueva España del 23-4-2007:
"No defraudó. La última noche en el Parque del Piles prometía una fiesta de clausura a la altura del mito de la sala y sus seguidores hicieron justicia a su fama.
Dos mil personas acudieron a la última cita con la sala gijonesa, donde la promotora Love Joy organizó una sesión electro-tecno que se prolongó hasta las diez de la mañana. «Esperábamos que fuera brutal y lo fue», comentaba su organizador, Marino González, quien se sentía «muy satisfecho» al término de la fiesta.
Con un cartel muy familiar, desde el punto de vista de la cabina, los organizadores apostaron por un programa abierto a todos los públicos, con los DJ que han desfilado por el local desde que se convirtió en punto de encuentro de los amantes de la música electrónica. La alemana Maral Salmassi puso la pista patas arriba con temas muy rockeros y Eulogio, residente de la sala, ofreció una sesión especial frente a los platos. Monika Osmo, G. Khan, Jorge Sánchez, Mister Compango y Richi Risco, entre otros, animaron a un público que por última vez abarrotaba un local por cuyo escenario han desfilado artistas de primera línea como Julio Iglesias, Rita Pavone, Raphael o la misma Lola Flores.
Satisfacción general ante un cartel que resultó «flojo» para los menos, ya que según apuntó Héctor Gutiérrez «se echó en falta mayor presencia internacional». No obstante, el objetivo era disfrutar de la noche hasta que el cuerpo aguantara o como apuntaba su hermano David, «hasta que nos echen».
El local hizo honor a sus sesenta años de historia. No faltaron «viejas glorias» de la noche gijonesa, como Ana Farpón, que se mostró «encantada» con el clima que reinaba en la «boite». «Es un ambiente más "private", porque te encuentras con gente que ronda los cuarenta y que ha vivido muchas noches en el Piles», comentaba. Razón por la cual aprovechó para insistir en que «hubiera sido una buena idea celebrar una fiesta paralela, al más puro estilo sixty, por la vieja escuela». Opinión que compartió Natalia Rodríguez, que tras doce años viviendo el Parque del Piles tras la barra, además de no poder ocultar su pena por el inminente cierre del local, lamentaba que no se celebrase una fiesta «para la gente de mayor edad, que ha vivido la época dorada de la sala».
No más luces ni música. Pero una frase queda para el recuerdo: ¡qué noche la de aquel día!".
De todas maneras, los primerísimos bailes y merenderos que se instalaron en esa franja fueron el Tetuán y el Casablanca, que recordaban a Marruecos, muy en boga de aquella dados los intereses españoles en el país, con su protectorado y sus relaciones con el protectorado francés, así como la guerra de África contra los rifeños (siempre fue normal poner en los negocios nombres de lugares que "apareciesen mucho en prensa"). El Tetuán y el Casablanca fueron fundados concretamente en 1909, tras el desastre del Barranco del Lobo, y existieron hasta los años 50. Volvemos a consultar Somió, la ciudad jardín de Gijón:
"El trazado de la carretera del Piles a La Providencia desde 1916 marcó el arranque de la ocupación del tramo costero más occidental de la parroquia por usos no agrícolas. A finales de la década de 1910 aparecieron al pie del tramo inicial de la mencionada vía con los evocadores nombres, consecuencia de la presencia española en Marruecos, de "Tetuán" y "Casablanca". Poco después, en 1925, Ramón Menéndez Medina construyó, también al borde de la carretera, una fábrica de jabón, trasladada desde El Llano (...). En 1929, pasado el puente del Piles y con una excelente perspectiva sobre la playa de San Lorenzo, Manuel Corujo Valvidares, a la sazón secretario de la Audiencia de Madrid y asiduo veraneante, construyó una casa de campo de trazas regionalistas. Finalizada la carretera en 1926, carecía de riego asfáltico y discurría en su tramo inicial al borde de un acantilado sin barandilla"
El Casablanca, ya no existe pero su memoria ha pervivido en forma de topónimo, fue fundado como el también extinto Tetuán a los pocos años de iniciarse las labores para abrir la carretera de La Providencia, siendo reformado en la posguerra. Parte del terreno de su antiguo merendero sirvió luego para ensanchar dicha carretera y el paseo:
"La prolongación del paseo marítimo hasta El Rinconín hizo que el Ayuntamiento adquiriese, en 1973, loa terrenos ocupados por la terraza y los aparcamientos de "Casablanca" para la ampliación de aceras y viales"
Luego vendría el Bella Vista, otro de los lugares emblemáticos del paseo, donde hubo un merendero cuyo traspaso compraron Salvador Álvarez y Zulima García González a su regreso de la emigración en América, abriendo sidrería y grandes comedores para bodas y banquetes en un tiempo en el que la gente iba dejando de celebrarlas en casa o en locales prestados, como nos informan también José Luis Carmona García y Luis Arias González en Comer fuera de casa: tres siglos de restauración gijonesa (1700-2000):
"Otro nombre que hay que añadir a esta relación de merenderos devenidos en restaurantes es el del Bella Vista. Antes de que Salvador Álvarez y Zulima González lo tomasen en traspaso en 1954, tras pagar las 350.000 pesetas, tras pagar 350.000 pesetas que consistían todos sus ahorros de antiguos emigrantes en Argentina, pertenecía a un tal señor Aretio, y aunque su mejor época la viviría a partir de la década de 1960, es ahora cuando comienza a cimentar su bien merecida fama, con unos comedores multitudinarios aptos para acoger los banquetes de bodas de todas las clases sociales que se atrevan a dejar la costumbre de los locales prestados y las casas particulares..."
En el antiguo merendero precisamente, a su izquierda, ha sido inaugurado un establecimiento de copas y comizas con grandes terrazas, el Ambigú, y a su derecha, una de las casas de ese tramo tan eminentemente hostelero-marítimo, es actualmente el Pura Vida Beach Club
Cuando falleció Estrella, la fundadora del Bellavista, La Nueva España del 17-1-2020 glosa su biografía y repasa la historia de la empresa:
"La hostelería gijonesa llora la muerte de Estrella García González, histórica dueña del restaurante Bellavista junto a su marido, Germán Álvarez. La empresaria falleció ayer a los 82 años tras sufrir el pasado lunes un ictus tras una intensa vida dedicada a su negocio, uno de los más populares de la ciudad. “Era una persona siempre dispuesta a ayudar a los demás”, destacan sus allegados. Entre sus empleados era conocida como “la jefina”.
García, natural de la parroquia de Monteana e hija del popular taxista Genaro, El Condeso, se hizo cargo del Bellavista (en compañía de sus suegros y de su marido) en 1954. Entonces, era un chigre con merendero muy conocido entre los gijoneses desde su apertura, en la década de los años veinte del pasado siglo. El local pronto se le quedó pequeño a la familia. Por eso, se lanzaron a construir el actual edificio, habilitado para ofrecer grandes banquetes, que fue inaugurado en 1969. Una década después, sufrió una amplia reforma y adquirió un aspecto muy similar al actual. Álvarez y García llevaron las riendas del restaurante hasta 1992, cuando lo asumió en alquiler el ovetense José Manuel Lobato. Desde 2002, y también en régimen de arrendamiento, es responsabilidad del grupo Gavia."
Detrás asoma otro establecimiento señero: El Faro del Piles; Alvargonzález nos cuenta que fue construido en 1943 en un emplazamiento contiguo al merendero Casablanca y "objeto de ampliaciones y reformas en 1951, 1952, 1959 y 1967", mientras que Carmona y Arias nos dicen que fue abierto en 1952 por por Sabino Rodríguez Fernández y Servando Arias Corna, en lo que incide el historiador y gastrónomo Luis Antonio Alías en su reportaje para El Comercio del 23-7-2020:
"Antes de llegar a la finca destaca la torre farera que pone el nombre y la guía, corona de un edificio de doble planta iluminado por grandes cristaleras. El interior se adorna con vidrieras, paredes forradas de madera y comedores asomados al acantilado de Los Mayanes, mientras el exterior abre terrazas bajo toldos, plátanos y tamarindos.
Ahora todo es el mismo mundo, otrora quedaban los interiores reservados para comidas a la carta y banquetes, y el merendero exterior para largas tardes de fiambreras, juegos infantiles, escanciados y transistores. Sus fundadores, Sabino y Servando, dos indianos cubanos dueños de El Sitio, quisieron así crear un lugar que diera cabida a humildes y pudientes. Pocos apostaban, en 1952, por un lugar tan alejado, pero fue un acierto y dio cabida a bodas y convites de tronío.
Cuando Joaquín lo cogió en 1994, los esplendores se habían venido abajo. Mariñán de Castiello, había entrado a trabajar de pinche con 15 años en La Carbayera de Granda, propiedad de familiares suyos, y siguió por Casa Pardo. Allí le surgió, recién cumplidos los 25 años, la oportunidad de restaurar y revitalizar este Faro tan arraigado y significativo y dio el paso, centrándose en mariscos y pescados individualizados, parrilladas, calderetas, arroces marineros, cucharas esenciales y unos menús que no desmerecen lo mejor de la carta.
«Nuestras marinerías siempre son cantábricas, lo impone el paisaje, lo impone Gijón, y lo impone una clientela fiel que ya reúne a varias generaciones familiares compartiendo mesa», remarcan Joaquín y Adrián, su hijo y mano derecha, con orgullo.
Y entre la brisa de la terraza y la brisa del lenguado relleno... ¡cómo mejoran estos tiempos tan imprevistos y difíciles!"
El restaurante es inconfundible con su característico faro en el tejado, que le da nombre y singularidad, dicen Carmona y Arias:
"Aún sigue enhiesta su pintoresca torre que imita la de un faro de verdad, en la más pura estética turisticoplayera; este peculiar rasgo arquitectónico marinero se había ensayado previamente en las instalaciones del Real Club de Regatas y del Náutico, quizás los dos locales más emblemáticos y referentes de los que se entendía entonces como hostelería estival de altos vuelos"
"Dos indianos cubanos dieron vida a un legado culinario que ha perdurado durante décadas.Desde su apertura en 1952 por Sabino y Servando, este encantador restaurante ha sido testigo de innumerables momentos especiales y ha sido el escenario de bodas y convites inolvidables.En 1994, Joaquín asumió las riendas del restaurante, llevándolo hacia nuevos horizontes mientras se centraba en los tesoros marinos del Cantábrico. Hoy en día, junto a su hijo Adrián, El Faro del Piles continúa su legado como un verdadero referente culinario en la región."
En esta desembocadura se localiza el Arenal de la Salmoriera, donde el día 11 de octubre del año 1898 el vapor Sultán llevó a varar una ballena que había capturado, la industria ballenera hacía tiempo que había desaparecido de las costas asturianas pero ocasionalmente aparecen estos ejemplares, este formidable, de de 22 metros de largo y del que se sacaron, por cocción, 8.200 kilos de grasa
Fue numerosísima la gente que se presentó a ver aquel animalón, tanto es así que llegó a ser el origen de una célebre frase gijonesa: "vete a ver la ballena", que se dice cuando quiere cortarse la conversación con alguien y/o mandarlo a paseo, al igual que pasa con la expresión "vete a la playa", a la que se le añade a veces "vete a la playa a bañate", si el interlocutor no se da cuenta que le están diciendo que se largue, (y a despejarse la mente con un chapuzón). El suceso llegó a ser de tan hondo calado en la mentalidad colectiva que aún hoy no es extraño presenciar alguna discusión de chigre sobre si era ballena, roncual, o cachalote
Cuando la marea sube esta es la parte de la playa en la que aún queda una significativa franja de arena, pues una parte muy importante queda sumergida, incluyendo los pedreros, donde vemos, frente al Bellavista, las escaleras números 17 (a la izquierda) y 18 (a la derecha), en el saliente costero llamado El Mayán de Tierra, paso a las playas-pedreros de Los Mayanes, que veremos mejor según avancemos por El Muro
En aquel extremo costero se reconocen unos monolitos que recuerdan a los de una singular película: la gran estructura escultórica de cuatro enormes chapas de acero corten que componen la obra Sombras de Luz del escultor Fernando Alba, cada una con agujeros redondos a manera de configuraciones distintas de planetas y representando las cuatro estaciones del año. Fueron instaladas en 1998 dentro de las últimas grandes reformas integrales de El Muro, llevada a cabo en aquella década. Esta es su explicación en Wikipedia:
"Está hecha de acero corten y se compone por un conjunto formado por cuatro grandes planchas rectangulares, de unos cinco metros de altura, que están dispuestas en posición vertical y se encuentran orientadas a cada uno de los puntos cardinales.
El autor buscaba jugar con las luces y las sombras, por lo que cada plancha ha sido perforada con círculos de distinto diámetro por los que penetra la luz, recreándose así distintas sombras en el suelo en función del momento del día.
Debido a su ubicación, en un espacio al lado del mar Cantábrico, en 2020 fue necesario llevar a cabo su reparación, dentro de un plan impulsado por el Ayuntamiento de Gijón mediante el que se restauraron varios monumentos de la ciudad."
Popularmente es más conocida como Les Chapones y como no podía ser de otra manera su instalación en este enclave fue muy polémica y en parte sigue siendo, como casi todas las de la ciudad. Las gentes favorables aprovechan su estructura y huecos para sacar las más artísticas fotografías, con la mar, la ciudad y el paseo al fondo, pero al mismo tiempo sus desfavorables detractores son personas que se ríen o ponen mala cara por el aspecto "destartalado", ferruñoso u oxidado, que aparentemente presentan, sacando chistes fáciles de su pinta de "reconversión industrial" y naturalmente protestando "polo que costaron". Sin duda buena parte del valor histórico, social y patrimonial de las estatuas de la ciudad es la polémica que generan y han generado buena parte de ellas desde el mismo día de su colocación. Una famosa confitería hizo un pastel inspirado en ellas
Además de las invasiones de Drake y Richelieu, hemos de constatar la de 1911, protagonizada por sapes o cangrejos negros de 1911, de la que el periodista y escritor Mauro Muñiz adjunta en El Libro de Gijón la coplilla que cantaba en el cuplé Ven y Ven la tonadillera, La Goya, Aurora Purificación Mañanós Jauffret, por aquel entonces muy de moda y que actuaba en el desaparecido Cine Modernista...
Tenéis una hermosa playa
para aliviar vuestros males
toda llena de cangrejos, mi vida
peores que concejales
El mismo autor nos habla de la invasión de medusas del año 1946, azuladas y hermosísimas, pero el que las rozase o tocase sufría de fuertes dolores, llegando a la paralización de la zona afectada, todo ello coincidía con los sermones contra la inmoralidad de las playas que desde el púlpito pronunciaba el Padre Portillo, Superior de los Jesuitas, lo que dio ocasión que estas medusas fuesen bautizadas como "el arma secreta del Padre Portillo".
"Es un experto en arquitectura contemporánea gijonesa, que estudia desde 1991. Licenciado en Geografía e Historia y diplomado en Conservación y Restauración de Bienes Culturales, el mierense Héctor Blanco (1970) es el responsable de la publicación «Muro de San Lorenzo» y de la exposición que cuelga en el Centro Municipal de La Arena, dos de las propuestas con las que se conmemora el centenario de las obras que permitieron completar el Muro del principal arenal de la ciudad.
-¿Qué destacaría de su estudio y de la exposición sobre el centenario del Muro de San Lorenzo?
-Hay un motivo central, que es el de recordar que hace cien años arrancaron los trabajos para completar el Muro. Lo que hemos hecho es analizar el contexto de la obra, los antecedentes, viendo cómo era la fachada gijonesa hasta ese momento, en 1907, así como el desarrollo de las labores y repasando todo lo que tiene que ver con ese espacio, el paseo y la avenida de Rufo Rendueles.
-¿En qué ha cambiado el Muro en esos cien años?
-Mucho. El impacto mayor ha sido, sin duda, la transformación de la fachada marítima de la ciudad, que pasó a ser un espacio de edificación muy denso. Las zonas públicas han mejorado, porque el proyecto inicial preveía 25 metros de ancho para la avenida de Rufo Rendueles y hoy tiene el doble. También se han liberado otros espacios, como el que está entre la calle Ezcurdia y la calle Cabrales.
-Una opinión casi unánime afirma que el desarrollismo de los años sesenta del pasado siglo destrozó la fachada urbana del Muro. ¿Tiene solución?
-El problema esencial es la altura de los edificios, algo que no tiene más solución que la demolición y que es imposible hacer. Es un problema muy acusado durante el invierno, por la proyección de sombra, que, creo, no tiene arreglo a medio o largo plazo. Lo que se está haciendo ahora es adecentar esa fachada y hacer los volúmenes menos agresivos. Queda por ver el resultado final, porque la obra acaba de iniciarse. Es una solución estética, pero no resuelve de forma global el problema, que, insisto, es de muy difícil solución.
-La alternativa adoptada para el tratamiento de las fachadas ¿es la correcta?
-Hay un saneamiento que dará a las fachadas un acabado más relevante. A raíz del concurso se plantearon varias soluciones, unas más audaces y otras más conservadoras. Como solución, ya que se está pudiendo materializar, puede ser buena. ¿Mejor o peor? Habrá que esperar a que se concluya una parte importante de la obra para ser más objetivos.
-¿Qué distingue al paseo de San Lorenzo de otros espacios similares en otras ciudades españolas?
-Su cercanía, que es ciudad, lo que le da un atractivo que valora mucha gente, incluidas personas que viven en otras ciudades marítimas. No todas las playas urbanas están tan próximas y son tan accesibles desde la ciudad."
A nuestra izquierda, la Avenida de Rufo García Rendueles está dedicada a este gijonés que, ocupando el cargo de subsecretario de Obras Públicas, favoreció notablemente la prolongación de este Paseo del Muro. Ya en 1913 y en su homenaje, se encendieron en el Puente'l Piles unas bombillas rojas con la leyenda Avenida de Rufo Rendueles, según relata el historiador y cronista oficial Luis Miguel Piñera en su libro Las Calles de Gijón historia de sus nombres
Donde ahora hay una fila de tamarindos estuvieron Les Pérgoles del Muro, grandes armazones y columnas que al final, cuando se las abandonó a su propia suerte, servían de vivienda a un célebre vagabundo o clochard muy presente aún en el recuerdo del vecindario y de muchas gentes que, como el historiador y gastrónomo Luis Antonio Alías iban al veterano Restaurante Topolino, abierto en 1967 en la esquina de la Avenida de Rufo Rendueles con la calle Doctor Aquilino Hurlé, en el edificio a nuestra izquierda, y al que le dedica una estupenda glosa en El Comercio del 22-7-2021:
"Cruzábamos por las Pérgolas, famientos tras horas de arena y olas, y cada plato combinado seducía. También las deliciosas tortitas con nata y caramelo o los cafés y combinados, del ron Marabú y gin Kiber (¡asturianísimos!) al Bacardí o Beefeater.
Lo fundó Antonio Pérez Freije, emprendedor profesional como buen hijo de Los Oscos, que tras emigrar a Suiza y ver que los años sesenta imponían ya no cambios, revoluciones estéticas, volvió y abrió Topolino, nombre del histórico Fiat 500, revolucionario y colorido utilitario precedente del Seat 600. El primer pop, aquí yeyé, tomaba forma: barra americana, geometrías coloridas, atención pronta y muy profesional y soluciones prácticas y sabrosas para prisas veraniegas.
Al llegarle la jubilación le relevó su hijo que, sobre lo hecho, remarcó la atmósfera clara, con maderas nobles, nichos de cerámica, pilares de teselas y cristaleras que dominan el paseo del muro, la arena y las olas.
Los diarios menús de almuerzo y cena resultan tan demandados que fuerzan turnos, mientras el resto de la carta une mercado, temporada, tradición y toques rupturistas: anchoas con escalibada y crujiente de Peñamellera; pulpo a la brasa en aceite de pimentón, tacos de solomillo con crema de ibéricos, bastones de berenjena en miel de caña, medallones de rape con zamburiñas y salsa de oricios, bacalao cremoso del puerros, solomillo de ternera al oporto con foie... y una fabada redonda, sin olvidar pescados diarios y cortes de vacuno
Permanecen numerosas fidelidades de padres a nietos, algo de lo que Antonio, desgraciadamente fallecido hace un año, se sentía orgulloso: Jorge demostraba ser un insuperable alumno y legatario."
El Muro visto desde enfrente |
"Cuando al inicio de la década de los 90 el Ayuntamiento de Gijón alcanzó un acuerdo con el Ministerio de Obras Públicas para abordar una reforma integral del Muro el organismo estatal puso sobre la mesa un anteproyecto con tres posibles alternativas. La primera mantenía invariable la anchura del paseo peatonal (12 metros), pero reducía el espacio para el tráfico de seis a cuatro carriles, habilitando dos calzadas separadas en medio de las cuales habría un gran bulevar de doce metros de ancho dotado de árboles, bancos y mobiliario urbano. Esta solución proyectaba además una glorieta en la intersección con la actual calle Juan Alonso (entonces General Camilo Alonso). La segunda opción también suprimía dos de los seis carriles que ocupaban los coches, aunque en este caso los cuatro restantes compartirían una única calzada al lado de los edificios, aprovechando el espacio restante para ampliar de forma considerable la zona de paseo. Como tercera posibilidad se planteaba la peatonalización total del tramo central del Muro, desde la calle Ezcurdia hasta Menéndez Pelayo.
Tras analizar pros y contras de las diferentes opciones, y después de descartar propuestas adicionales como la construcción a la altura del martillo de Capua de dos carriles subterráneos en sentido hacia el este para evitar el rodeo por Marqués de Casa Valdés y Eladio Carreño, el 21 de febrero de 1991 la comisión municipal de Urbanismo dio su visto bueno a un proyecto que se situaba en un punto intermedio entre las dos primeras. El paseo peatonal se ensancharía, pero solo cuatro metros, y el tráfico pasaría de seis a cuatro carriles, distribuidos en dos calzadas, pero separados entre sí por una mediana ajardinada de cuatro metros y no por un bulevar. Entre los principales objetos de debate sobre la configuración de todo este espacio estuvo la conveniencia o no de incluir un carril bici. Aunque sí estaba contemplado en un inicio, finalmente el equipo de gobierno socialista lo descartó para no tener que limitar la ampliación peatonal y poder crear nuevas zonas ajardinadas.
Junto a la nueva distribución de espacios, que conllevaba además la supresión de 400 plazas de aparcamiento, se pretendía también un cambio de la imagen del paseo para la que se querían recuperar algunos elementos históricos e incorporar otros nuevos. Volvieron así las antiguas farolas de dos brazos, aunque no las enormes pérgolas que habían sido construidas en los años 50 y derribadas en 1982. Sí se instalaron a la altura de cada paso de cebra enormes marquesinas de hormigón pensadas para dar cobijo a puestos de venta ambulante y quioscos de helados y, diseminados por el paseo, quince grandes parasoles de metal. Estos últimos, al igual que la mediana, serán uno de los elementos más distintivos del actual Muro que desaparecerán con la nueva reforma que prepara ahora el Ayuntamiento, después de 30 años frente al principal arenal de la ciudad.
Con la gran reforma impulsada bajo la Alcaldía de Vicente Álvarez Areces, que arrancó en enero de 1992 y se dio por concluida en agosto de 1993, también regresaron al Muro los tamarindos y desaparecieron las banderolas de distintos países que tenían que ser renovadas casi cada año por los daños que les provocaba el viento. La obra incluyó la renovación de todo el pavimento del paseo a lo largo de 1,7 kilómetros, de 1,5 kilómetros de barandilla de fundición (respetando el diseño preexistente) y de 280 metros de balaustrada de hormigón. Se colocaron además fuentes, papeleras y 112 bancos. El coste de esa intervención integral ascendió a 871 millones de pesetas (5,2 millones de euros), de los que 570 millones fueron aportados por el ministerio."
"El 11 de enero de 1986 tenía lugar el naufragio del Castillo de Salas con sus 99.072 toneladas de carbón. El ancla del buque garreó, el agua inundó la sala de máquinas y la tripulación no pudo volver a arrancar motores. El barco quedó así a la merced del mar hasta encallar definitivamente frente al cerro de Santa Catalina. De esto han pasado ya 35 años, pero la historia sigue muy presente en la vida de los gijoneses. Aquel 11 de enero no solo se hundió un barco, sino que también comenzó una leyenda, la de las manchas de carbón que tiñen con frecuencia de negro San Lorenzo.
El gran peso de este granelero de 261 metros de eslora, 40 de manga y 14,5 de calado, perteneciente a la Empresa Nacional Elcano, hacía difícil su navegación ante una mar embravecido. Así, aquella mañana de 1986 el Castillo de Salas y las más de 99.000 toneladas de carbón que cargaba para la siderúrgica Ensidesa naufragaron en el Cantábrico.
Los gijoneses acudieron durante días a ver el devenir del barco. Y el 15 de enero, después de varios intentos por sacarlo a flote, el buque terminó partiéndose en dos. Como consecuencia, en los días sucesivos la playa de San Lorenzo sufrió mareas negras de fuel y carbón.
El 24 de enero la popa se hundió por completo. Y el 22 de febrero, tras días de vertidos, incertidumbre y protestas ciudadanas, la proa y cinco bodegas fueron remolcadas a alta mar y hundidas a 4.500 metros de profundidad a unas 40 millas al norte del cabo Peñas.
El hundimiento fue calificado de negligente. Y en febrero de 1991 el entonces alcalde, Vicente Álvarez Areces, tomaba la decisión de que el Ayuntamiento se retirase de la acusación particular a cambio de una indemnización de 175 millones de pesetas. Poco más de un año después, el juez Lino Rubio archivaba la causa.
El primer vertido apareció en agosto de 2001. Entonces, la playa de San Lorenzo se teñía de negro. El Ministerio de Fomento confirmaba que las manchas procedían de los tanques hundidos del ‘Castillo de Salas’. El 10 de julio de 2003, el ministro de Fomento, Francisco Álvarez-Cascos, y la entonces alcaldesa, Paz Fernández Felgueroso, supervisaron la retirada de las 2.000 toneladas de chatarra de los últimos restos del buque. El trabajo se daba así por culminado.
Sin embargo, las manchas de carbón en el arenal gijonés siguieron y siguen apareciendo. La culpa siempre se achacó al suceso de 1986, pero un informe de finales del 2020 del Instituto de Ciencia y Tecnología del Carbono (Incar) señala que la procedencia del carbón que llega a la playa de San Lorenzo hay que buscarla en áreas donde hay miles de toneladas de carbón almacenado, como pueda ser El Musel.
Durante años ha sido habitual culpar al naufragio del Castillo de Salas de las manchas negras que aparecen con frecuencia en el arenal, pero el informe del Incar recoge que las 198 muestras de carbón tomadas no corresponden, en su mayoría, con el que transportaba el buque. Acaba así una leyenda que se ha prolongado durante décadas."
Vengo de San Llorienzo de la Tierra
voy pa San Llorienzo de la Mar
enguedeyar, enguedeyar, enguedeyeme
nunca me pude desenguedeyar
Entre la Revolución de Asturias de 1934 y la Guerra Civil los hermanos dejaron sus colegios, a los que regresaron una vez finalizada la contienda. A pesar de los esfuerzos sufren una importante escasez de recursos que les hacen pasar situaciones de miseria, cayéndose su edificio a pedazos y teniendo diferencias con el párroco de entonces que quería implantar un servicio de cuotas a los alumnos. Por todo ello la escuela cierra en 1958 y en los baberos 1958 abandonan la ciudad, a la que regresarían en 1965 a los nuevos institutos creados por la diócesis en los barrios obreros de Roces y La Calzada, de los que llevarían dirección y docencia, instalando su comunidad en la Casa Rectoral de San Pedro
Mientras, la vieja escuela de Cimavilla es demolida y la Fundación emprende la construcción de un nuevo edificio, este, de cuatro plantas, que en 1965 será el Centro Experimental en la Modalidad Marítimo Pesquera, firmándose en 1967 un convenio con el Ayuntamiento para instalar en él la Escuela de Náutica y la Formación Profesional de esta especialidad. En 1968 se aprueba su actividad como Centro de Formación Profesional con especialidades de soldadura, calderería, tuberos, fontaneros, albañiles, delineantes, cocineras, camareros, secretariado, radio, televisión y otras según el Programa de Promoción Profesional Obrera. Habrá cursos de cualificación, reconversión y perfeccionamiento profesional, así como para obreros en paro por las mañanas y trabajadores tardes por la tarde. En los años 70 hay ya clases de FP1, automoción y electrónica, luego de secretariado y FP2. Los Hermanos de La Salle o baberos regresarán al lugar en el año 1976
"Corona Gijón desde 1990. Desde lo alto del cerro de Santa Catalina, bajo la sombra del Elogio del Horizonte, pueden verse los tejados de toda la ciudad. Desde las torres de Sedes, en Pumarín, hasta la cúpula de la basílica del Sagrado Corazón o la torre de la Laboral. Es ya un símbolo de la ciudad, un elemento indispensable del skyline gijonés. La historia es curiosa. El escultor vasco llevaba tiempo buscando un emplazamiento frente al mar en la costa atlántica europea. Pero debido a la importancia militar de las zonas que le atraían, nunca se llevó a cabo. Estuvo un tiempo, incluso, negociando su construcción en Francia, pero acabó siendo Gijón, con su cerro de Santa Catalina, quien acabaría enamorando al genio.
Han pasado treinta y dos años desde que se erigiera. El humor playo hizo presencia ya por aquel entonces y pronto lo rebautizaron como el váter de King Kong. Nunca se deshizo del todo del apodo, pero ya era parte de la ciudad. El monumento, construido en hormigón, es como un vigilante de la costa gijonesa. Pero los vigilantes, incluso los que tienen 10 metros de alto y 500 toneladas de peso, cumplen años y suman arrugas en su piel. El año pasado, incluso, unos vándalos decidieron tatuarlo con pintura de grafitti. Hoy luce limpio, pero la edad comienza a notarse.
Algunas partes del Elogio se están descomponiendo. Trozos de hormigón que se han ido desprendiendo aquí y allá dejan a la vista su esqueleto de hierro, las barras que sostienen el gigante peso de la escultura. El clima y el mar no han sido benévolos con la obra de Chillida, pues la salitre, el agua y la intemperie raramente lo son con nada. En algunas partes, quizá, no sean demasiado preocupantes, pero en la parte superior comienza a descascarillarse como un plato de porcelana. Y un trozo de hormigón que cae libremente a diez metros de altura, puede acabar en desgracia. Más aún si tenemos en cuenta que el Elogio es uno de los principales reclamos turísticos de la ciudad y es habitual que los visitantes se acerquen a hacerse fotos a diario."
"Para defenderse de un mar no siempre amable, Gijón se hizo a la idea hace ya siglos de que tendría que convivir siempre con muros, diques y malecones que le protegiesen del gran azul. Y pese a que hablar del Muro forma parte de conversaciones cotidianas de residentes y turistas, su configuración, ampliaciones y desarrollos urbanísticos ha sido motivo de debate, como lo está siendo ahora, desde los años del prócer Jovellanos. La actual fase de peatonalización parcial del paseo, que prevé dejar un solo carril al tráfico, otro para bicicletas y un aumento considerable del espacio para peatones, supone el primer cambio estético en la fachada marítima gijonesa desde la instalación del carril bici en 2013 y su prolongación al año siguiente. Aunque el verdadero proyecto que reorganizó el paseo del arenal se remonta a 1992. Su diseño y enfoque se ha mantenido casi intacto desde entonces.
Jovellanos ya alumbró en 1782 una idea de Gijón que sigue vigente. Explica el historiador Luis Miguel Piñera que, en un plan de mejoras que el prócer presentó en aquel año, se planteaba ampliar el Muro, que por entonces llegaba más o menos hasta La Escalerona, y construir una barrera de contención más amplia para evitar que "los temporales del Cantábrico se adentrasen ciudad adentro". También proponía desecar las ciénagas que aún había en El Humedal y mejorar la apariencia general de la ciudad con más árboles en las carreteras de acceso. El Muro de San Lorenzo, si se entiende como tal el tramo "tradicional", que va desde el inicio de la calle Ezcurdia hasta el Piles, motivó varios proyectos que arrancaron ya en el siglo XIX, pero no se llegaron a concretar hasta el XX. El primero, prosigue Piñera, se remonta a 1889, bajo la autoría de Rodolfo Ibáñez, que planteaba "un muro de mampostería de 945 metros" de largo que nunca se realizó. Una década después, se elaboró el proyecto de Mariano Medarde de la Fuente, que era más ambicioso y buscaba ocupar más superficie. Los propietarios de terrenos afectados no se mostraron por la labor y la idea se frenó hasta 1905, cuando el nuevo arquitecto municipal, Miguel García de la Cruz, proyectó el plan definitivo del Muro con una longitud de 1.200 metros, una rampa, diez escaleras y el diseño de barandilla que es símbolo de la ciudad desde entonces."
"Concebidas en sus inicios como un pudoroso vestuario, enseguida se convirtieron e un verdadero club social, un punto de encuentro diario y soleado que reúne familias, amigos y vecinos. Casi 200 años después, Gijón ya no se entiende sin la imagen de estas casetas."
Foto Confitería Biarritz |
"La afición por la bicicleta lleva a la repostera Rosa Vílchez a menudo a la zona del Mayán de Tierra, en el paseo marítimo, donde en el año 1998 el escultor Fernando Alba se afanaba en la colocación de sus complejo escultórico «Sombras de luz». «Les Chapones», en el lenguaje común de los gijoneses, una creación en hierro agujereado que por aquel entonces levantaba mucha controversia. Pero a Vílchez, propietaria de la confitería Biarritz de la playa, la fascinaron. Y de ello habló a menudo con el escultor, al que se encontraba casi a diario en sus paseos sumido en tribulaciones sobre la obra.
Fue en aquel momento cuando Rosa decidió que tenía que hacer su particular homenaje a «Les Chapones», en formato dulce, como no podía ser menos. El resultado se ha materializado ahora, quince años después y «con más de dos años de trabajo acumulado»: la repostera ha conseguido elaborar un dulce a imagen y semejanza de las «Sombras de luz», una galleta de mantequilla artesana con ralladura de naranja o manzana, cubierta con chocolate con leche y chocolate negro y oxidada con cacao amargo, convenientemente agujereada.
Un trabajo arduo, que llevaba años dando vueltas por la cabeza de Rosa Vílchez hasta que un día «llamé a Fernando Alba para pedirle permiso para usar su obra; le pareció bien y me puse a ello». Lo más difícil a la hora de idear el dulce fueron «las proporciones, me dieron mucho la lata, con muchas pruebas en papel y muchos cálculos matemáticos», explica la dueña de la confitería. Tanto que «un día llamé a Fernando Alba desesperada y acabó dándome las medidas exactas, que por supuesto no desvelaré», relata con humor.
El paso más sencillo fue el de elaborar la pasta, porque «ya lo tenía muy claro desde el principio, tenía la imagen de lo que quería». «Les Chapones» ya se comercializan en el establecimiento, a un precio de 70 céntimos la unidad y 23 euros el kilo, empaquetadas con mimo de manera individual y con un pequeño texto explicativo de la obra original. Porque la idea es que, además de los habituales de la casa, «los turistas se la puedan llevar como un recuerdo de Gijón, porque no es un producto perecedero, dura varios días».
De momento, la gente se sorprende al verlas, y «todo el mundo pregunta porque las reconoce, aunque comprar, con esta crisis, ya es otra cosa», apunta Rosa Vílchez, quien a sus 63 años, cerca de la jubilación, sigue inventando para mejorar el negocio. «Les Chapones» ya están registradas como marca y también en el Registro de Producto Industrial, «para que nadie me copie la idea», subraya su autora."
"Otro símbolo fue el sistema de farolas que iluminaban todo el tramo y que en los años 70 se cambiaron por banderas, una modificación que tampoco pareció bien a muchos. El arquitecto Diego Cabezudo, de hecho, incluyó de nuevo las farolas en su famoso proyecto de 1992 (que ha pervivido hasta hoy en día casi intacto y que elaboró junto a Jovino Martínez Sierra y Jorge Paraja) porque recordaba verlas cuando él era un niño y las echaba de menos. "
"Las características papeleras de recogida selectiva de San Lorenzo, con forma de caseta de playa, se pueden ver también desde hace casi un mes en el paseo marítimo de Zarautz, en Guipúzcoa. El municipio vasco le encargó a Emulsa la fabricación de 55 unidades con este diseño icónico que tiene patentado desde hace casi una década. Los contenedores vascos solo se diferencian de los gijoneses en que las rayas de las casetas son verticales e incorporan el logotipo del Ayuntamiento de Zarautz.
Fue en el verano de 2009 cuando las playas gijoneses estrenaron el nuevo modelo de papeleras de reciclaje de aspecto marinero en sus arenales urbanos. En San Lorenzo se instalaron las que se han exportado al País Vasco, las del modelo de toldo o caseta de playa, mientras que en Poniente y en El Arbeyal tienen forma de boya. Estos contenedores se sitúan en la arena o en los paseos marítimos en función de la influencias de las mareas. Se diferencian por colores: marrón para los residuos orgánicos, azules para papel y cartón y amarillas para los envases. Las papeleras encargadas por Zarautz tienen también recipientes de color gris y verde."
De Wikipedia: Sancho Panza XXI CC BY-SA 4.0 |
"El escudo de Gijón se lleva utilizando en su forma actual al menos desde el año 1649, en el que se tiene constancia oficial de su uso. En él se representa a Don Pelayo, aunque su figura ha sufrido variaciones a lo largo del tiempo. Así, en aquella época el rey astur vestía una armadura completa y celada, al uso del siglo xv. Hacia 1873 aparece una versión en la que Pelayo viste según la vestimenta habitual del siglo XVII.
El Ayuntamiento pleno, el 2 de diciembre de 1949, acordó
Primero, aprobar por unanimidad que el escudo de Gijón sea la efigie del Rey Pelayo con la Cruz de la Victoria; y segundo, que los elementos accesorios se sometan a votación, y al efecto se acuerda que la efigie del Rey Pelayo ha de llevar la Cruz de la Victoria en la mano izquierda, y la espada desenvainada hacia abajo en la mano derecha. Se acuerda que la Cruz ha de llevar báculo.
Se solicitó entonces al artista gijonés Iván Fernández Candosa la realización del diseño del escudo aprobado, presentando este el actual escudo de armas, para lo que se inspiró en un cuadro de Federico Madrazo.
En 1992 se encargó una imagen más moderna de la obra de Iván Fernández Candosa a la empresa Taller Gráfico Llanos Heredia, resultando el diseño actual, publicado en el "Manual de Identidad Gráfica del Ayuntamiento de Gijón". En dicho manual también se indica que el escudo que se debe de utilizar en la bandera de Gijón tiene que ser la versión polícroma."
“Momentos después desembarcaba una mujer hermosa, de belleza exquisitamente cuidada que entraba en el orden de lo excepcional. Tenía 36 años, sombrero con gran pluma, abrigo de pieles oscuras y sombrilla, en la que se apoyaba continuamente. Era Margarita Zelle, que pisaba el puerto gijonés con muestras de fatiga y palabras de desagrado por las molestias de un viaje incómodo, a bordo de un buque sucio y lleno de mercancías, el primero, como la dijeron en Falmouth, que salía para España. Pese a todo lo cual fingió una sonrisa, más esta sonrisa, instantes después, se le helaba en los labios porque uno de los agentes, entre corteses genuflexiones, la invitó a hacerse una fotografía. No pudo reprimir un gesto de contrariedad, pero, al fin, hubo de acceder la bella viajera. A su lado y, sin duda, para dar autenticidad a la foto, se situó otro agente, de gabán, hongo y bastón”. Prosigue Bonet: “La dama pasó en Gijón unas horas, en compañía de aquellos hombres de la embajada, que la colmaban de atenciones y delicadezas propias de la galantería francesa. Por la tarde estaba con su ocasional cortejo en la estación del Norte y en el tren correo salían todos para Madrid. Este viaje, colmado de zalemas y cortesías, tenía todos los caracteres de una detención”
"El bar restaurante posee una amplia sidrería, un comedor amplísimo, elegante, señorial, una bellísima terraza (...) el comedor, por su amplitud, su situación, su amplitud y elegancia, es digno de todo encomio. Aquí existe un propicio escenario para la celebración de bodas, banquetes, reuniones sociales y familiares"
"...La Florida, ya entonces esquelética de ladrillos, y teniendo detrás campos de berzas, de berceros o de verduleros.
La Florida era merendero de mucha sidra, con asientos y mesas de cemento, de tapias o muretes viejos, como de cementerios abandonados, que helaban las tortillas, las empanadas y los dados del parchís. Siempre creí que para apreciar la belleza de lo que sea, no debe uno acercarse mucho; por ello, el Bella Vista, desde lejos, recordaba a lugares de glamour, y de cerca La Florida era probe, pero de lejos parecía tener lujosos mármoles como los de la Villa de Adriano, el Emperador. Lo que de lejos puede ser una atractiva mancha o peca grasciosa, de cerca puede ser un lunar peludo.
Siempre recordaré allí, en La Florida, a María Lourdes Molina Fano, jefa y señora, repartiendo instrucciones, y prima de otra Lourdes, la profesora, también apellidaba Fano (Lourdes Fano López), siendo ambas, como contaré después, muy importantes: Fano se apellidaba, de segundo, la primera María Lourdes y Fano se apellidaba, de primero, la segunda María Lourdes. Señalo con mucha pena que ambas ya fallecieron y que la memoria, que es lo que queda, también llamada «la recordadora», puede ser y es una palabra (Mnemósine), cálida como un bebé rosa, si se la guarda con caricias y cuidados.
En aquel tiempo, María Lourdes Molina Fano vivía en Oviedo, en la calle Muñoz Degraín, aunque nacida en Gijón y casada con José Ramón Fernández Cuevas, y teniendo, en condición de empleada del hogar, a una burgalesa, llamada Adela, que preparaba insuperables «colocaos» con rosquillas de monjas a chavales con pantalones cortos. María Lourdes era mujer de letras y de números, reinando sentada junto a su mueble secreter, recordaba la homérica diosa Circe ante el telar, ayudando a su esposo, don José Ramón F.C. Y fue ella la que un verano tuvo la ocurrencia de que fuera su prima, mi profesora implacable, Lourdes Amelia, en Gijón, que daba clases en la calle Magnus Blikstad, la que me espantara las musarañas, asombros y despistes que tanto me asediaban, y que los frailes, rezadores al Beato Marcelino Champagnat, ni podían ni sabían.
La «academia» de Lourdes Amelia Fano estaba en el segundo piso de aquella calle (Magnus Blikstad) números 25 y 27, con una placa en el portal en la que se podía leer: «Instituto Nacional de la Vivienda». Los alumnos y alumnas esperábamos, junto al portal, la llegada de la temida hora de comenzar la clase. En aquellos grupos había de todo: unas, que ya tenían novio formal, que lo más que tocaban era la cola de los pianos y llevaban como «misalitos» con tapas de nácar; otros hablaban de la actuación de Mari Trini, la de boca torcida, en El Jardín, el fin de semana; las restantes, como Elisa y su hermana, beldades siempre, junto a otras, de tobillos muy finos, presumían del propósito de su papá de llevarlas a la Opera, en el Teatro Jovellanos de Gijón, que entonces era casi como El Campoamor de Oviedo, sin necesidad de Divertia. ¡Qué importantes son los tobillos finos!
La profesora Fano vivió siempre en aquella «casa-escuela», no habiendo constancia de su voluntad de querer ir a vivir a Somió como tantas, de cementerio horroroso y encajonado, ni de haber adquirido derechos para el enterramiento en Deva, en su húmedo cementerio, cercano al merendero El Cruce, de tortillas excelentes. La Academia, en Magnus Blikstad, sin tarima o pizarra, era un salón enorme que miraba al patio de luces y a la cocina del otro piso en la misma planta; el domicilio de doña Lourdes era el otro segundo, el izquierda, viéndose aparecer de vez en cuando, en la cocina, a sus padres y al marido, el siempre bueno, paciente e ingeniero Pepe Campomanes."
"Dice la costumbre que no desaparece definitivamente aquello que se va, sino aquello que se olvida. Mientras esté presente en la memoria de los vivos, sus historias sigan compartiéndose y su mención evoque sentimientos, aun carente de presencia física, ese algo continuará vivo. La discoteca ‘Oasis’ perdió su cuerpo y sobre sus cenizas se levantó el símbolo de un mundo nuevo. Hace 8 años que las palmeras de neón que anunciaban su presencia se apagaron por última vez para dejar sitio a la gigantesca ‘M’ amarilla de la hamburguesería McDonald’s, pero para la mayoría de los xixoneses la palabra ‘oasis’ sigue sonando más a una noche de fiesta que a una selva en el desierto. Los nacidos en el siglo XX, por haberla pisado. Las generaciones más jóvenes, por haber escuchado las anécdotas de aquel lugar donde surgieron amores, nacieron amistades y otras tantas se diluyeron en alcohol y bailes. Sea como sea, la finca de la carretera Piles-Infanzón seguirá conociéndose como «la del Oasis» (...)
Abrió sus puertas el 6 junio del año 1955. Aunque se denominaba ‘sala de fiestas’ por aquel entonces no hacía las funciones de discoteca, sino de club social, con restaurante e incluso competiciones deportivas. No obstante la pista de baile ya estaba presente y las tardes noches acogían conciertos de las promesas de la música española del momento. No fue hasta la década de los 70 cuando se convirtió en un local de fiesta y ocio nocturno. Sus casi 2500 metros cuadrados de terreno, una gran sala dividida en dos zona y su mítica terraza vivieron una época dorada en los 80 y 90 y sobrevivieron a los 2000 y ya, tras reinventarse como discoteca lowcost en 2012, solo duró 2 años hasta que el local fue cerrado y listo para ser demolido. Dentro de él, millones de historias.
En los años 70 el empresario Emilio Garciablanco del Val tuvo una visión, convertir el local que regentaba en una discoteca. Siguió contratando a grupos que triunfaban en la época pero la juerga duraba un poco más, para ser exactos, solo se acababa después del amanecer. Luis Ángel Menéndez recuerda bien aquellos locos años 80 de su etapa universitaria en la que no se perdía un sábado de concierto en el Oasis. Cogía su bicicleta y pedaleaba hasta el local de los arcos árabes para ver a ‘Los Secretos’, ‘Burning’ o ‘Mermelada’. Cuando le llegó la mayoría de edad su hermano pequeño Eduardo se sumó a la fiesta cada verano. Del Oasis, al Jardín y al Tik, para estos hermanos aquellos fueron los años dorados de la noche xixonesa. Ya no queda ninguno de aquellos inmenso locales de la zona este de la ciudad que contaban con terrazas y diversas salas. El ocio nocturno se ha replegado en los al rededores del puerto deportivo, encajonado en locales pequeños y oscuros que los días de fiesta se llenan a reventar.
Los más jóvenes ya no conocerán cómo eran aquellos salones de fiesta que tan poco se parecen a los que quedan hoy, pero la última generación que vivió el Oasis la recuerda bien. Cuando Alina García y Natalia Fernández empezaron a salir en los 2000 la música ya había cambiado y en la sala sonaban ritmos latinos y pistas ‘tecno’ pero el espíritu fiestero se mantenía. Pasaban la noche bailando hasta que sonaba el tema electrónico de los 90 ‘Yo lo que quiero es irme de fiesta’. El DJ la pinchaba siempre a la misma hora y ellas sabían que era el momento de volver a casa. Pero antes de que la fiesta terminara, las paredes de aquel local fueron testigos de cientos de romances. La propia Natalia Fernández no solo recuerda el Oasis como su primera discoteca, en aquella pista de baile conoció a su primera pareja y sellaron el encuentro con un beso.
Uno nunca sabe dónde puede encontrar el amor y del 50 al 2014 muchos se tropezaron con él en esa misma discoteca. En los 80, María del Mar González iba allí todos los sábados por la tarde con amigas. Un día llegaron y estaba sonando música lenta, por lo que se sentaron y decidieron hacer una apuesta: salir a bailar con el primer chico que se lo pidiese fuese quien fuese. Y apareció Armando Pérez. Después de un bailoteo, invitó tanto a ella como a otra amiga a ir a tomar algo, y al despedirse, le preguntó si quería volver a verse con él al día siguiente. González dudó, pero finalmente aceptó la propuesta. Lo que no se imaginaba mientras miraba aquel chiquillo es que se convertiría en el hombre que casi cuarenta años después duerme a su lado.
Conciertos, fiestas de facultades universitarias o incluso una alocada fiesta «erótica» con gogós y baños de barro en el 2006, en el Oasis se celebraron muchos eventos memorables, pero ¿cuál fue la mejor?. La respuesta es casi unánime, como si se tratase de un mandamiento, todos los que la vivieron dirán que fue, sin duda, la fiesta de la espuma. Cada verano en Xixón los jóvenes esperaban el día en que un gran cañón en la terraza del local iba inundándolo todo, dejando a los presentes empapados pero felices. «Cuando volvías a casa ‘pingando’ y aún con espuma y te cruzabas con gente a nadie le parecía extraño porque todos sabían de donde venías», recuerda Natalia Fernández.
En 2012 Emilio Garciablanco del Val hizo la última apuesta por mantener vivo este histórico local xixonés, reconvirtiéndolo en una discoteca low-cost. A los dos años llamó a su puerta una oferta irrechazable. La cadena McDonalds estaba interesada en comprar aquel terreno que nunca volvió a recuperar el esplendor y la rentabilidad económica de las que había gozado durante en siglo pasado.
Los jóvenes siguen siendo los mayores frecuentadores de la zona, pero ya no se acercan a la barra para pedir canciones, sino un combo BigMac de hamburguesa y patatas. Quizás entre las mesas de madera y los sobres de kétchup también surjan amores y recuerdos inolvidables en el nuevo local, pero tendrán difícil competencia con los que se forjaron en aquella institución de la noche xixonesa. «Es una pena que ya no exista. Creo que hizo historia en la ciudad», comenta María del Mar González. Eduardo Menéndez, aquel que los veranos seguía a su hermano en bicicleta, considera que hoy en día «no hay cultura de discoteca, porque todos los pubs que hay son como discotecas en miniatura, no es lo mismo». Comparte la misma opinión Alina García, de la última generación del Oasis, que observa cómo la gente ahora «prefiere moverse por los bares de una misma zona y no salir de esa zona de confort» y opina que una discoteca como tal si sería necesaria en Xixón. Lo mismo que su amiga Natalia Fernández, que cree que las fiestas tanto del Oasis como las del El Jardín tenían «ese aura especial» que solo una discoteca real puede conseguir."
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