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domingo, 27 de julio de 2014

A FONTE VELLA "AS CATACUMBAS DE MONDOÑEDO" (GALICIA) LA CASA NATAL DE ÁLVARO CUNQUEIRO, LA BARBERÍA "O PALLAREGO", LA RÚA DA RIGUEIRA, EL RÍO DE SIXTO Y EL LITERARIO BOSQUE DE SILVA "DONDE EL MUNDO SE HIZO NUEVO"

A Fonte Vella, cruce de caminos: al fondo casa natal de Álvaro Cunqueiro
Praza da Catedral de Mondoñedo, bifurcación de caminos. Al fondo la Praza da da Fonte Vella

Dos son los caminos que se unen en la Praza da Catedral de Mondoñedo dentro de los itinerarios oficiales del Camino Norte de Santiago: uno es el que viene de Ribadeo y otro el procedente de Trabada, los dos pasos históricos desde Asturias, pero también a la vez otros dos caminos se separan:
- Uno sube hacia Os Remedios para seguir luego por el valle del Rego de Cesuras y posteriormente ascender por A Infesta para tomar la ruta de Abadín, 

-Y otro, ahora llamado camino complementario pero que durante años fue el único señalizado, es el que sale de Mondoñedo hacia el Alto da Xesta dirigiéndose a Maariz: este es del que nos vamos a ocupar en esta ocasión, y para ello tomamos la dirección de la Fonte Vella, al sur de la plaza, a la derecha de la catedral

Allí pegado a la catedral está el Pazo Episcopal (s. XVIII), que ostenta el grandioso blasón del Obispo Riomol y Quiroga, y a la derecha, la histórica Farmacia Martínez


De la farmacia, del Pazo Episcopal y su ampliación hacia la derecha, hacia la rúa da Fonte, realizada a finales del siglo XVIII por el obispo Francisco Cuadrillero Mota, hablamos abundantemente en los artículos correspondientes a las entradas de este blog dedicadas a la catedral y a su plaza


Aquí recordamos que tuvo su botica Joaquín Cunqueiro, padre de Álvaro Cunqueiro, el gran escritor mindoniense, cuya casa natal veremos al fondo, al lado de la Fonte Vella, que esa sí vemos ya desde aquí, en este lugar donde estaría antaño A Porta da Fonte o Porta da Vila en las desaparecidas murallas: aquí llega el camino oficial que, procedente de Asturias, subió por Trabada la Serra da Cadeira, atravesó O Val de Lourenzá y entró en el concello de Mondoñedo subiendo a Lindín y bajando por O Couto de Outeiro para luego adentrarse en el casco urbano mindoniense por A Ponte do Pasatempo y el barrio de Os Muíños


Este sería además el camino principal con Castilla, y en tan estratégico paso estaba el antiguo Hospital de San Pablo para acogimiento de pobres y peregrinos, documentado desde 1261 pero que se supone existiría desde antes de 1233. Se sospechaba podría haber estado en otro de los accesos a la ciudad, más allá de otra de sus puertas, la de Batitales, en el Campo dos Remedios, pero el investigador Xosé Ramón Fernández Pacios señala en su obra O Camiño Norte na Mariña luguesa que estaba en este lugar

 Al acabarse en 1755 las obras del nuevo gran Hospital de San Pablo y San Lázaro auspiciado por el obispo Sarmiento, este sí en el citado Campo dos Remedios, el antiguo aquí existente desaparecería, pues desde dos siglos atrás se manifestaba totalmente insuficiente, siendo unificado con el de San Lázaro, existente al norte de la ciudad, que también se trasladó a la nueva ubicación

Llegamos así a la rúa da Fonte, donde el camino sigue a la derecha, pero merece la pena antes visitar este gran monumento y rincón de A Fonte Vella, viendo ya a su izquierda, en la entrada del viejo camino, la casa nata de Álvaro Cunqueiro, en la que hoy es la rúa que lleva su nombre, antaño llamada Méndez Núñez y antes aún rúa da Fonte Vella, de la que hablamos también abundantemente en el capítulo correspondiente a la entrada en Mondoñedo por Lindín y Os Muíños


En el año 1548 el Obispo Diego Soto de Valera manda construir esta fuente sustituyendo a otra más antigua documentada desde 1263. La nueva fuente se ubica en otro lugar distinto a la anterior, sita en el camino del Hospital de Peregrinos de San Pablo, pues se secaba frecuentemente y esta, tenida "por de las mejores del Reino de Galicia", aprovechaba el agua de diversos manantiales



La leyenda, no obstante, achaca no al obispo Sarmiento sino a un tal Don Bonifaz, previsor del Pazo episcopal, enamorado de una vecina del lugar, Adela Montes, que iba a por agua al río Sisto, siendo tal  su belleza que Don Bonifaz no podía resistir los celos de las miradas hacia ella de otros hombres en este su paseo cotidiano a por agua. Contrató por ello los servicios de una meiga casamentera que, por el precio de un macho cabrío entregado en luna llena, prometió solucionar el caso. Se dice que con sus sortilegios logró casar a Adela con Don Bonifaz, prácticamente a la vez que se construía esta fuente


Un gran arco abovedado y escalinatas, a modo de pequeño "anfiteatro" constituyen la principal característica de esta fuente, la cual cuenta con varias inscripciones alusivas al tiempo de su fundación, así como el escudo imperial de Carlos V, junto con otros dos relativos a la estirpe del obispo fundador. En ellas se reflejan la fecha de fundación además de símbolos y blasones


Existían por aquel entonces algunos edificios y viviendas próximos a la fuente, los cuales eran motivo de problemas en muchos casos, pues cuando había obras en las casas estas afectaban a esta fontana, tal y como aconteció en el año 1614. En aquel entonces para más inri la fuente ya estaba seca, y como era la única de la que disponía la ciudad, en 1622 hubo que contratar los servicios del fontanero compostelano Gaspar Fernández para elaborar un proyecto de restauración, encargado a su vez por el regidor de Mondoñedo Álvaro Pérez Osorio, al maestro de obras y también fontanero Juan de Laro, de Navia (Asturias), quien hubo de traer catorce carros de piedra de las canteras de Toxoso, en Abadín. Aún así diversos problemas con las edificaciones colindantes persistieron tiempo después, con pleitos en litigio todavía en 1653


En ese tiempo era conocida simplemente como A Fonte, hasta que en 1726 y por iniciativa del Obispo Fray Juan Muñoz y Salcedo se inauguró A Fonte de San Xoán, por lo que esta fuente, más antigua, empezó a ser llamada A Fonte Vella (vieja). A lo largo del siglo XIX hubo diversas obras de canalización de las aguas y pavimentación del lugar y, en 1911, como consecuencia de las basuras arrojadas por la vecindad en su parte posterior, de dictaminó que estaba contaminada, por lo que hubo de advertirse de la prohibición de tirar inmundicias, bajo pena de multas


En 1916 se registró una epidemia de tifus en Mondoñedo con varias víctimas, por lo que el manantial fue clausurado, aún así diversos análisis demostraron que no era una contaminación grave, dándose el caso que algunos vecinos se resistían a acatar la prohibición oficial, siendo célebre el zapatero apodado O Larón, quien, vecino del lugar, acudió a la fuente con un colador con la idea de "colar los microbios"


Los problemas, causados por desperdicios de las casas allegadas, fueron desapareciendo y en 1929 sería esta la única fuente pública de la ciudad, al sustituirse por esta todas las demás de la población. Una fragua y una carnicería fueron entonces construidas a ambos lados del monumento, las cuales desaparecerían a posteriori


En 1988 se culminan los trabajos de restauración tras diversos avatares y en 1989 se acondiciona su entorno. Nos explica pormenorizadamente la  historia de esta fuente el historiador e investigador fuente Javier Gómez Darriba, Doctor en Historia del Arte, en su estudio La ciudad de Mondoñedo en los siglos XVII y XVIII. Construcción y nueva imagen de un centro de poder episcopal:
"La popularmente conocida como Fonte Vella resulta en la actualidad uno de los elementos urbanos más singulares y turísticos de Mondoñedo. Preside una plazuela a la que dio nombre entre los siglos XVI y XVIII (...). Esta careció de apelativo hasta que en 1726 dejó de ser la única que había en la urbe. Entonces se construyó otra en la antigua Calle de la Soledad –actual Praza do Concello– a la que los vecinos bautizaron como Fuente Nueva. Consecuentemente, la antigua pasó a llamarse Fuente Vieja. Sus orígenes se remontan como mínimo al siglo XIII. Pero la medieval fue clausurada en 1548 gracias a una iniciativa del obispo Diego de Soto, quien promovió la construcción de una nueva. Esta, a su vez, fue sustituida por otra en 1622, pero en ella se reaprovecharon ciertos elementos de la anterior. Entre ellos un rótulo cuya inscripción reseña el patrocinio del antedicho prelado y la fecha de 1548. Por esta razón la historiografía siempre ha creído que el conjunto que vemos hoy día data de mediados del siglo XVI1533. Realmente no es así. Solo los escudos y el epígrafe pertenecen a la obra fomentada por Diego de Soto. El edificio, sin embargo, corresponde a un diseño de 1622 efectuado por el maestro trasmerano Juan del Haro. Mientras que la escalinata de acceso a un proyecto de Ramón Martínez Insua de 1882.

De la fuente medieval a la de Diego de Soto (1548) 
Las primeras referencias documentales que aluden a una fuente en Mondoñedo datan de la segunda mitad del siglo XIII. En ellas nada se dice del surtidor en sí mismo. Simplemente se reseña la existencia de una calle denominada Rúa da Fonte, de la cual se indica su cercanía con la primitiva Alberguería u Hospital de San Pablo. No cabe duda de que la vía hubo de adoptar este apelativo debido a la presencia de una fuente en ella o en sus inmediaciones. Nada más volvemos a saber de esta hasta que a finales de 1545 Diego de Soto es promovido para ocupar la cátedra episcopal. Este vallisoletano efectuó la correspondiente entrada en la ciudad meses después, en 1546. De aquel año data un testimonio que relata toda una serie de detalles acerca de la fuente. Al parecer tenía los caños rotos, carecía de una estructura que la cubriese, y servía de abrevadero para animales. La gente acostumbraba a introducir los pies en sus aguas y de vez en cuando aparecían perros y gatos muertos en ellas. Cuatro años más tarde, el canónigo Lope de Frías, antiguo secretario de Diego de Soto, dijo que su agua era de muy buena calidad, pero que tipológicamente se encontraba “hecha a manera de valsa”. Dada la lamentable e insalubre situación, el obispo había decidido en 1548 patrocinar la construcción de una nueva. De esta apenas se conservan unas vagas reseñas manuscritas y alguna que otra pieza incrustada en la actual. El referido Lope indicó en 1550 que se había dispuesto “mas abaxo” que la anterior, y que “delante della hizo hazer una plaça y gradas para baxar a la fuente”. También declaró que tenía cuatro caños y que por supuesto era “de las mejores fuentes que ay en el reyno de Galicia”. Sabemos que su estructura era abovedada porque así lo indica la documentación alusiva a la fuente que sustituyó a esta en 1622. Aparte de estos escuetos comentarios, existe una ordenanza municipal de junio de 1549, esto es, del año posterior a su estreno, por la que se prohíbe arrojar basura, piedras, o lavar ropa y tripas “en la fuente, y patio della”. Obviamente si se dictó esta norma fue porque los comportamientos que sancionaba venían produciéndose con asiduidad. Sea como fuere, es un hecho que la construcción de la flamante fuente no logró solucionar el grave problema de abastecimiento de agua que venía sufriendo Mondoñedo desde mucho tiempo atrás. Así de rotunda fue una declaración de la corporación municipal en abril de 1553, en la que también se dijo que sus caños continuaban secándose con suma facilidad tal y como sucedía en la antigua.

De la fuente patrocinada por Diego de Soto se conservan una serie de piezas reaprovechadas en la actual que conviene destacar. Sobre la parte central del dovelaje se encastra la inscripción alusiva a que dicho obispo fue el promotor de la misma. En ella consta la fecha de 1548 en números arábigos. Este rótulo en honor del prelado se complementa con sus blasones. Hay dos y se encuentran recolocados en cada uno de los extremos del frontispicio. Junto al mencionado epígrafe y encima de la cornisa aparece una inscripción romana muy fragmentada en la que solamente se puede leer “CIVI FECIT”. Se ha apuntado que esta pieza podría haber sido reutilizada en la fuente de mediados del XVI, dado el gusto por la Antigüedad que por aquel entonces se prodigaba en las esferas sociales más cultas. El conjunto lo remata una peineta con el escudo imperial de Carlos V. Sobre este montan una venera labrada y tres pináculos. Estos quizá se deban a un añadido de los siglos XVII-XVIII. La concha, sin embargo, sí parece quinientista.

La fuente fomentada por Diego de Soto se asentaba sobre un acuífero. Frente a ella, como sabemos, se abría una plazuela delimitada por la muralla, por cuyo foso corría el cauce del río Sixto. La cercanía entre el manantial y el arroyo constituía un grave contratiempo cada vez que la lluvia arreciaba con fuerza. Cuando esto sucedía el riachuelo desbordaba y enfangaba la placita. El lodo y demás desperdicios alcanzaban a la fuente, que por supuesto también se encenagaba, no pudiendo los vecinos recoger el agua de sus caños “syn se meter en la agua asta la medya pyerna”. Desde finales del siglo XVI no dejaron de acaecer en ella distintos problemas que ponen de manifiesto el estado en que se hallaba. El 28 de junio de 1599 el Ayuntamiento dispuso que en ese mismo día acudiesen oficiales junto a ella para comprobar el reparo que necesitaba junto con su aljibe. Desconocemos quién o quiénes se encargaron de tal cometido, pero es más que probable que lo hiciesen Pedro de Morlote y el círculo de canteros que tres días antes habían hecho mediciones en los cimientos de la obra del testero catedralicio, pues en julio de 1602, por causa de haberse “rronpydo por muchas partes” y no dar agua sus caños, se ordenó practicar un nuevo arreglo en ella, dejándose constancia de que en una fecha anterior, a Morlote, se le habían abonado 850 reales por una operación análoga. Tres años después, también en verano, el Consistorio le concedió nuevamente al maestro cántabro cerca de 500 reales para que enmendase sus graves daños e hiciese un “canal de canteria alderredor cubyerto y enbetunado”.

La fuente de 1622 
En los últimos años de la década de 1610 el deterioro de la fuente se agravó sobremanera, después de que el carnicero Miguel Fernández do Cal pretendiese aumentar el tamaño de su vivienda, la cual se ubicaba sobre el manantial. Por si fuera poco, desde inicios de siglo, solo dos de sus cuatro caños expulsaban agua. Y ello en invierno, pues durante el periodo estival se secaba por completo. Para colmo cada vez que llovía se enturbiaba. Dadas estas penosas circunstancias, el Ayuntamiento decidió reformarla cuando ya expiraba el año de 1620, y trasladó su propuesta al obispo y al Cabildo para que contribuyesen a un arreglo que iba en beneficio de todos. Pero el asunto se postergó durante un año, y en diciembre de 1621 el Consistorio llamó a los canteros más activos de la ciudad con el objeto de que inspeccionasen su estado y aportasen las soluciones de mayor provecho, haciendo de igual modo las trazas y condiciones con que arreglarla. Fueron estos Alonso Fandiño, Antonio da Insua, Pedro López da Folgueirosa y Juan Rodríguez “el Nuevo”, cuatro pedreros analfabetos que en su vida diseñaron nada.

El análisis de estos canteros no despertó la más mínima confianza en el Concejo. Con lo cual, nada más iniciarse 1622, la corporación municipal buscó la manera de ponerse en contacto con el boticario del Hospital Real de Santiago, o con cualquier otra persona que pudiese traer hasta Mondoñedo a un “fontanero” con la debida experiencia para evaluar los daños que tenía la fuente y la reforma que precisaba. El elegido fue Gaspar Fernández, un maestro de cantería y fontanería avecindado en Compostela que se personó en Mondoñedo el 7 de febrero. Venía desde la ciudad apostólica con “cartas de credito” o de recomendación del doctor Cedeira, médico en dicho Hospital, y de Alonso Rodríguez, boticario del mismo. Gaspar pudo comprobar que el nacimiento del agua y sus caños se hallaban colapsados de tierra y piedra por culpa de las obras que el citado Miguel Fernández do Cal llevaba a cabo en su morada. Declaró que sin extraer estos desechos sería inviable saber con certeza los daños que tenía la fuente, por lo que el Ayuntamiento le encomendó al carnicero que quitase aquella porquería cuanto antes, pues cada día de estancia del maestro fontanero en la ciudad suponía para las maltrechas arcas municipales un desembolso de 300 maravedíes. Pasados tres días Gaspar Fernández acudió de nuevo a la fuente pero la encontró en el mismo estado, por lo que el carnicero se comprometió a terminar en breves las obras de su casa y a costear los daños que hubiera podido causar a la Ciudad. El 26 de febrero Gaspar Fernández declaró que la fuente debía “rrehedeficarse de nuebo” y redactó las correspondientes condiciones de obra. A su juicio habría que cubrir de cantería “todo el manantial y orixen” del agua, y dado que alguno de sus cursos radicaba en el interior de distintas viviendas de particulares, urgía romper las paredes de estas y encañar todo el agua posible hasta la fuente. El frontispicio de la misma sería de bóveda de cañón y se ejecutaría con cantería, piedra que también se emplearía para el arca, que en la actualidad era de pizarra.

El Ayuntamiento ordenó inmediatamente hacer la subasta de la obra, que se remataría el Domingo de Ramos a la par que la de la calzada de la Rúa do Pumar. Varias fueron las localidades donde se anunciaron las cláusulas. En Viveiro por ejemplo, se fijaron en la puerta de la iglesia de Santiago. Pero por su adjudicación solo pujaron los canteros mindonienses Alonso Fandiño y Pedro de Palacios. El primero puso la fuente en 400 ducados y el arreglo de la calle a razón de 6,5 reales la braza. Mientras que el segundo la bajó a 350 ducados y a 6 reales respectivamente. El Concejo no se arriesgó a contratar a estos pedreros para una obra tan delicada. Así que hizo llamar por carta al maestro de cantería Juan del Haro para que analizase su estado y diese “algas trazas de su rreparo”. Este era vecino de la villa de Navia, en el Principado de Asturias, y se personó en la Casa Consistorial mindoniense el 2 de abril. Poco sabemos de su trayectoria vital y artística, salvo que en 1611 declaró ser natural de Noja, y que entonces diseñó la capilla y retablo mayor de la iglesia parroquial de San Esteban de Tapia de Casariego. Otro arquitecto cántabro oriundo de Noja y muy activo en Mondoñedo, ya en el segundo tercio del siglo XVII, fue Diego Ibáñez Pacheco. Ambos se conocían, pues en el testamento que este último hizo en 1628 declaró que Juan del Haro le adeudaba 16 ducados.

En aquel 2 de abril de 1622, Juan del Haro, después de haber “visto myrado y rremirado por sus oxos la dha fuente manantiales corriente y canos della”, decidió hacer sus propias trazas y condiciones con vistas a que otros canteros las tomasen por su cuenta. Al Ayuntamiento le convencieron más sus cláusulas que las del compostelano Gaspar Fernández, y viendo que el trasmerano era “maestro mas asperto” que Fandiño y Palacios, le persuadieron para contratarle la ejecución. Finalmente se la dieron el 4 de abril en los 350 ducados en que la había puesto Palacios, otorgándole de plazo hasta el 9 de septiembre para terminarla. Juan del Haro planteó el edificio en base a una doble arcada de medio punto con su respectiva bóveda de cañón. Así lo declaró en las condiciones de la obra y así se aprecia en su arquitectura actual. Dichas cláusulas nada nos dicen del aprovechamiento de otras partes de la vieja fuente, caso de blasones, epígrafes, etc. Simplemente indican que tendría cuatro caños y que se levantaría con piedra de cantería. Esta provendría fundamentalmente del Monte Toxoso (Abadín, Lugo), y con ella se conformaría el frontis. Asimismo, también se carretearían sillares desde la parroquia mindoniense de Viloalle. La cubierta, por su parte, se revestiría con losas llegadas de Lourenzá, con las “que se hazen las sepulturas”. Y por lo demás, nada sabemos de la fuente quinientista ahora destruida, salvo que, como la nueva, también era abovedada.

Ahora bien, existía una diferencia capital entre la primitiva fuente de principios del XVII y la actual. Hoy día la apreciamos exenta de edificio alguno, pero desde su erección en 1622 hasta la segunda mitad del siglo XX se vio rodeada de viviendas por todos sus frentes salvo por el que daba a la plazuela. Lógicamente ello motivó todo tipo de problemas, desperfectos y modificaciones en su arquitectura original. Como ya quedó dicho, con anterioridad a su ejecución en 1622 montaba sobre ella la casa del carnicero Miguel Fernández do Cal. En agosto de aquel año, avanzada la obra de la fuente, el procurador general de Mondoñedo le advirtió hasta en tres ocasiones que apuntalase su vivienda a fin de que no se desplomase sobre la fuente1563. Pasado un cuarto de siglo, el Concejo tuvo que litigar con su viuda por haber iniciado otra obra sobre el surtidor y desdeñado el mandato de erradicarla1564. Ello condujo años después a un pleito ante la Real Audiencia. Y a inicios de 1653 el Ayuntamiento decidió traer desde Viveiro al “maestro de canteria” Diego Ibáñez Pacheco para que hiciese “vista ocular de los edefizios” que la dicha viuda había erigido sobre la fuente. El juicio debió ganarlo la Ciudad, pues en abril de 1654 resolvió arreglarla y hacer “por la pte de arriua un paredon como el que solia aver p.a que no cayese ninga ynmundiçia” 1566. Además, en los años siguientes se produjeron distintas intervenciones con el objeto de mejorar su estado. Lo cierto es que en las antiguas fotografías de finales del siglo XIX y principios del XX se puede ver una tosca pared montada sobre la cubierta a dos aguas de la fuente. Es posible que el citado paredón levantado en 1654 a modo de parapeto tuviese un aspecto similar al que se aprecia en dichas ilustraciones.

Sin embargo las cosas empeoraron y mucho en el último tercio del XVII. En octubre de 1666 ya no manaba agua, y la situación se hizo tan insostenible que el alcalde mayor propuso repararla obligando a demoler una casa aneja en caso de que fuese necesario. En abril de 1683 sucedió lo mismo y hubo que recurrir a media docena de hombres para que la limpiasen y buscasen sus manantiales. La realidad debía ser verdaderamente grave, porque en otoño seguía seca y el Ayuntamiento decidió contratar a fontaneros. Incluso llegado diciembre el obispo y el Cabildo se preocuparon por la carencia de agua en la urbe.

Reformas contemporáneas y aspecto actual 
En los apartados anteriores hemos ido desmontando paulatinamente la idea tan consolidada por la historiografía de que la Fonte Vella responde en su conjunto a una obra de 1548. De aquella solo se conservan los blasones y epígrafes aludidos. El edificio abovedado se debe al diseño y ejecución de Juan del Haro en 1622. Mientras que la escalinata elíptica es decimonónica. Bien es verdad que en la fuente patrocinada por Diego de Soto ya había unas escaleras para bajar hasta los caños, y también una “plaça” o “patio” ante el pilón, pues así lo indica la documentación del siglo XVI ya señalada. En la construida en el XVII continuó habiendo escaleras. Es posible que el formato de las mismas fuese el que aparece en los planos levantados en 1762 por Martín Gabriel y Cayetano Cruz, o en los dibujados en 1765 por Pedro Estévez y Barros. Aquí figuran dos tramos de escaleras de tiro recto que descienden desde los extremos laterales de la fuente hasta desembocar en la zona donde se halla el pilón con los cuatro caños. Dicho sector aparece protegido por un muro, pues estaba en una cota inferior a la plazuela. Estas escaleras desaparecieron a raíz de un diseño de Ramón Martínez Insua en 1882, quien planteó un modelo de escalinata elíptica que nada tenía que ver con el formato actual según sus propias declaraciones. Este proyecto incluía la remodelación del espacio adyacente. De ahí la colocación de pretiles junto al perímetro de la escalinata o la instalación de una farola. El 10 de diciembre la obra se remató en Manuel Real y a mediados de 1883 ya estaba acabada1573. Las fotografías de finales del siglo XIX o principios del XX muestran el resultado de esta actuación. Como pudimos comprobar en los apartados anteriores, la fuente jamás estuvo exenta de edificios desde su construcción en 1622. Esta situación continuó vigente hasta 1984-1988. En esos años se llevó a cabo un plan delineado por el arquitecto Antonio Meirás Barreiro que la liberó de los inmuebles anejos. A partir de entonces pasó a lucir el aspecto que hoy tiene.

Una nueva traída de aguas 

En los apartados anteriores hemos podido comprobar que a lo largo de los siglos XVI y XVII la Fuente Vieja constituyó el único surtidor de agua en el núcleo urbano. Con demasiada frecuencia no abastecía satisfactoriamente a toda la vecindad. El problema se agravaba con las sequías estivales o con el constante deterioro de sus caños. En noviembre de 1703, en el transcurso de una reunión municipal, se puso de manifiesto que esta preocupante situación se venía arrastrando desde varios años atrás, y que para remediarla convendría realizar dos o tres nuevas fuentes y repartirlas por distintos puntos de la ciudad. Se aprobó entonces traer a la urbe a un par de maestros fontaneros a fin de que indagasen por qué apenas había agua. Pero debió quedar todo en nada, porque aparte de no tener más datos sobre esta propuesta, nos consta que en abril de 1705 los conductos de dicha Fuente Vieja volvían a estar arruinados.

Este histórico problema lo solucionó el obispo fray Juan Muñoz y Salcedo, dando muestra con ello –una vez más– de su infinita generosidad y particular esmero para con el progreso urbanístico de Mondoñedo. En 1716 trató con el procurador general la necesidad de realizar una nueva fuente. Pero hubo que esperar a junio de 1721 para que manifestase el deseo de que en la urbe “ubiese barias taças de agua que no solo sirviesen de ermosura en ella”, sino que fundamentalmente evitasen “tantas maldades como se ejecutan con el motibo de solo una fuente a la q.l concurren asta las doze y una de la noche honbres y mujeres con el pretesto de buscar agua”, motivando “muchos escandalos que beia desde su balcon”. Aparte de justificar la necesidad de nuevos surtidores por razones de decoro y orden público, también reiteró que la Fuente Vieja se secaba todos los veranos y que por las razones antedichas pretendía contribuir a la financiación de una nueva traída de aguas1577. Pero ni él, ni mucho menos el Concejo, contaban con los medios necesarios para costear esta obra, ni tampoco la reedificación de la Casa Consistorial que conjuntamente se planteaba. Dado que ambas tenían evidente interés público, el Ayuntamiento acudió al Real Consejo para que gravase distintos impuestos en la provincia mindoniense a fin de sufragarlas. El Real Despacho se concedió el 27 de septiembre de 1723. En él se validaba la conducción de las aguas desde la Fonte dos Mouros y la contigua Fonte Grande hasta la ciudad. Dichos manantiales se hallaban en una montaña al suroeste del núcleo urbano. Pasado un mes, el Concejo ya había reunido a dos maestros que harían el “reconocimiento ttraza plantta y condiziones” para dicha traída y para el edificio del Consistorio. El peso de ambos encargos lo llevó el asturiano José Martínez Celiz, que por entonces se hallaba avecindado en Vilanova de Lourenzá y contaba con 43 años. Colaboró con él Sebastián Díaz Ribadeneira, vecino de Mondoñedo que dijo tener unos 40 aproximadamente. Estos plantearon un trasvase desde los citados manantiales hasta el lugar de As Coruxeiras. De ahí seguiría al Campo de Nuestra de los Remedios, desde donde descendería hasta unas casas sitas “junto al santo christo”, esto es, inmediatas al altar del Crucificado dispuesto al final de la Calle de la Cruz –hoy Bispo Sarmiento–, para dirigirse luego hasta la parte alta o “cabezera” de la Plaza Pública. En este Cantón Pequeño se dispondría una “ttaza con quattro caños”. Otra con el mismo número se ubicaría “mas âriua juntto a la capilla de nuestra Señora de la soledad”, esto es, en plena Calle de la Soledad – hoy Praza do Concello–. Otra igual se levantaría en el citado barrio de Los Remedios. Se erigiría también una más sencilla junto al sobredicho Santo Cristo, con un “fronttespicio raso” de cantería, así como “con su bañal para reziuir el âgua”. La última se dispondría en la “calle que llaman del zereiro”, comúnmente conocida entonces como la Valada de las Monjas –hoy Rúa Concepción–. Esta tendría tres caños, de los cuales uno surtiría al inmediato convento de la Encarnación mientras que los dos restantes serían para servicio del pueblo. El líquido elemento circularía por conductos de barro vidriado en su interior, y las arcas matrices se cerrarían con bóvedas de pizarra. La obra de las conducciones se presupuestó en 10.000 ducados. Habría de pagarla el Ayuntamiento con la ayuda del antedicho repartimiento. Sin embargo, la ejecución de los surtidores correría por cuenta del obispo Muñoz.

 No cabe duda de que el prelado mostraba un gran interés por este proyecto ingenieril. Al fin y al cabo había sido su principal promotor y se había comprometido a financiar parte del mismo. Además, el planteamiento aprobado podríamos calificarlo de ambicioso para una pequeña urbe como Mondoñedo. Preocupado porque todo saliese bien, quiso tener una segunda opinión acerca del plan diseñado por Martínez Celiz. Para tal fin, el 4 de noviembre de 1723, expresó su intención de “ynviar buscar al pe fr. Ag.n maestro de obras”, esto es, al arquitecto cisterciense fray Agustín de Otero, el mismo que en la década anterior había diseñado como mínimo la fachada de la catedral. Este verificaría junto con Martínez Celiz y un maestro de fontanería si la planta y condiciones ideadas tenían o no validez. Desde días atrás, en lugares como A Coruña, Betanzos, Viveiro o Ribadeo se podían leer cédulas anunciando el remate del proyecto para el 14 de noviembre. Nadie pujó por él hasta la jornada en que finalizaba el plazo, en la que, ya caída la noche, se personó ante el alcalde mayor el maestro Juan Antonio de la Iglesia, dejando su postura en 106.000 reales de vellón en lo concerniente a la conducción de las aguas, pues eludió asumir la obra del Consistorio . Poca confianza debió despertar su propuesta, pues el 10 de diciembre se encontraba en Mondoñedo fray Agustín de Otero. Ese mismo día el obispo le preguntó al Ayuntamiento si le urgía hacer cualquier tipo de consulta al lego, dado que “thenia preçision de partir a su convento”, o sea, al monasterio de Sobrado dos Monxes. Todo parece indicar que el “informe” llevado a cabo por el monje bernardo provocó desconfianza en la viabilidad de lo planteado, pues, ante su marcha, el Concejo contactó inmediatamente con fray Francisco Velasco para que diese su personal “ditamen y sentir” acerca de lo proyectado por Martínez Celiz. El 2 de enero de 1724 este arquitecto y monje profeso en el monasterio compostelano de San Martín Pinario firmó unas correcciones a la traza, redactó nuevas condiciones y advirtió que no podría acudir a Mondoñedo hasta abril, pues en la actualidad estaba ocupado con las obras de la traída de aguas en la ciudad de A Coruña. En dichas recomendaciones Velasco demostró tener un gran conocimiento en este tipo de prácticas ingenieriles, así como en la tratadística, aconsejando por ejemplo la utilización de un tipo de betún “que llaman zula”, que venía especificado en el primer tomo del Arte y uso de architectura de fray Lorenzo de San Nicolás. Parece evidente que si se acudió a este monje benedictino fue por su experiencia en estas lides, pues como él mismo aludió, en 1722 había contratado junto con Fernando de Casas y Novoa la ejecución de la coruñesa traída de aguas de San Pedro de Visma, siguiendo los planos del ingeniero militar Francisco Montaigú.

A mediados de dicho mes de abril se efectuó de nuevo el remate de las obras, que volvió a anunciarse en las mismas villas y ciudades de antaño. Sea como fuere la subasta no se produjo, y tras la concesión en noviembre de un Real Despacho parejo al anterior, se decidió rematarlas con carácter definitivo el 15 de enero de 1725. Ese día, a las 3 de la tarde, los miembros del Ayuntamiento se sentaron en los soportales de la Casa Consistorial a la espera de que algún maestro las tomase y diese las fianzas pertinentes. Mientras tanto, un muchacho recorría las calles al son de una campanilla enunciando las condiciones que salían a subasta. Nadie apareció, y el alcalde mayor decidió otorgárselas a Juan Antonio de la Iglesia en los mismos 106.000 reales en que las había presupuestado catorce meses atrás. Pero el obispo continuaba sin fiarse del plan proyectado por Martínez Celiz, corregido a su vez por el padre Velasco, así que el 22 de marzo de 1726, en presencia del Cabildo y de miembros del Ayuntamiento, declaró su interés por que fray Agustín de Otero acudiese de nuevo a Mondoñedo para ver la Fonte dos Mouros e “yciese nueba planta de arcas aqueductos y sitio de tazas”. Al lego le ofreció como residencia el Palacio Episcopal mientras llevase a cabo la obra. El prelado debió conseguir el permiso del abad de Sobrado para desplazarlo hasta Mondoñedo, pues pasados nueve días notició al Concejo de la resolución de una nueva propuesta que echaba por tierra todo lo ideado por Martínez Celiz y fray Francisco Velasco.

En concreto, el 31 de marzo declaraba que “por el afectto y cariño con que siempre a mirado a estta Ciud ”, disponía ahora conducir el agua desde la Fonte dos Pedregás. Esta se hallaba cercana a la urbe, también hacia el suroeste. Era menos caudalosa que la Fonte dos Mouros y constituía un espacio de “recreo y refijerio en ttp.o de verano pa sus abitadores”, al no haber durante esta estación “niebe ni nebera de yelo”. La totalidad del traslado se haría gracias a los 4.000 ducados ofrecidos por el obispo y a los 5.000 reales que aportaría el canónigo y provisor Carlos Maseda Baamonde. El Ayuntamiento recibió con gran alegría la noticia, y en agradecimiento, mandó esculpir un escudo con las armas de Muñoz y Salcedo para colocarlo en una esquina de la Casa Consistorial. Este contendría un epígrafe que rezaría lo siguiente: “se pone en memoria de ser su yll.ma bien echor ttan especial desta Ciud y Pueblo”. A primeros de abril de 1726 ya se habían iniciado las obras y en octubre de dicho año se encontraban próximas a acabarse."

Al lado de la fuente nos enseñan una placa que recuerda al escritor nacido justo enfrente, Álvaro Cunqueiro


Y una de sus frases definitorias de Mondoñedo: "rica en pan, en augas e en latín", agua de esta y otras buenas fuentes, agua del Valiñadares, canalizada hacia el barrio de Os Muíños, el gran suministrador la ciudad, con sus molinos harineros para el buen pan mindoniense. El latín, la sede episcopal, pero sobre todo, el Seminario de Santa Catalina, que tenemos muy cerca


En torno a la Fonte Vella, que tantas veces vería Cunqueiro desde las ventanas de su casa natal, desde donde "se oía toda la noche el canto de la fuente", vendían antiguamente los labregos haces de hierba seca y paja para los caballos durante As San Lucas, las históricas ferias y fiestas de Mondoñedo, en octubre, Por ello escribió varias veces de aquella imborrable estampa:
"Si viniera a las San Lucas un perfumista de París yo le llevaría a la Fuente Vieja, para que aspirase lentamente el aroma a heno de hierba recién cortada, y partiendo de él inventare un perfume de otoño..."

 Y en el Faro de Vigo, el 18 de octubre de 1958, fecha de las ferias, leemos su artículo El mercado de hierba en As San Lucas:

"Si yo fuese pintor habría pintado veinte veces el mercado de hierba verde, heno y paja que se celebra en los días que duran As San Lucas, en la plazuela de la Fuente Vieja, junto a la Porta da Vila, en mi Mondoñedo natal. Creo que solamente el mercado de rosas de Farfistán o el mercado de tulipanes de Harlem serían más bellos. Y en perfume, no cede a ningún mercado del mundo"

 En su artículo As San Lucas antiguas para las fiestas de 1960 plasma esta semblanza:

 "Todavía hay horas de una hermosura impar: las del mercado de la hierba para el caballar en la Fonte Vella, las de la llegada de las greas que bajan de la alta y solitaria Pastoriza y de la áspera Tierra de Miranda, terra brava ya en Vasco da Ponte, La pequeña ciudad, nuestra amada provincia"

Y, ocho años más tarde, diría así:
"Me pasé estos días haciendo cuentas de si podré o no ir a mi ciudad natal a ferias. Iré, y una vez más me meteré en la Fonte Vella entre haces olorosos de hierba ,y subiré al ferial a ver las greas montaraces"

Si tenemos oportunidad, en alguna visita guiada podemos bajar a ver la canalización de la fuente, lo que se ha dado en llamar "As Catacumbas de Mondoñedo"


Espacio subterráneo de piedra abovedado que constituye uno de los lugares más desconocidos de la ciudad


Por aquí viene, subterránea, el agua de varios manantiales de las inmediaciones, como aquel antiguo Río de Sixto


Presenta una bóveda de casi 9 metros de longitud, 4,20 metros de ancho y algo más de 2 metros de alto, así como un corredor de 4,5 metros


La pétrea cripta es apta para que entren incluso a la vez un cierto número de personas, dado que presenta suficiente altura y es relativamente espaciosa


En base a ello, en el año 2021 se inauguró aquí el Centro de Interpretación dos Abastecementos de Auga en Mondoñedo, anunciado así por el periódico El Progreso el 5-8-2021:
"El Concello de Mondoñedo pone en marcha un museo sobre las traídas de aguas del municipio dentro del espacio de A Fonte Vella. Este centro de interpretación mostrará los sistemas de canalización desde el siglo XVII al XXI a través de distintos objetos y paneles informativos. 
El centro de interpretación se sitúa en el espacio interior de bóveda de cañón donde se localizan las captaciones de agua de A Fonte Vella, "sen que afecte ás captacións internas que na actualidade están canalizadas", dicen desde el gobierno local.  
Entre los elementos que se podrán ver están un caño de piedra de finales del XVIII que formaba parte del abastecimiento del palacio episcopal y continuaba hasta la plaza del Seminario; un tubo de cerámica usado en los siglos XVIII y XIX para la canalización de aguas de uso público y privado desde los manantiales; piezas de hierro de la traída de Mondoñedo de principios del XX y las actuales de PVC que sustituyen a las antiguas de hierro. 
Además el museo ofrecerá información sobre fuentes, sistemas de captación y de canalización de manantiales que se desarrollaron en el siglo XVIII "coincidindo co maior crecemento urbanístico de Mondoñedo para dar servizo a puntos importantes da vila".
Estamos en un lugar que no deja de tener un marcado aire mistérico y cunqueiriano...


Por eso y volviendo al exterior, nos fijamos bien en la casa natal de Álvaro Cunqueiro, ahora que nos hemos familiarizado un poco más con su entorno, con el paisaje más inmediato que marcó al genial fabulador durante buena parte de su vida, desde su mismo nacimiento. Así decía en Entrevista inédita do ano 1973, de M. Ledo Andión publicado en la revista Coordenadas 1982:
"Eu nacín en Mondoñedo, un 22 de nadal de 1911, dunha familia que levaba vivindo aquí, nas terras de Mondoñedo, por parte de miña nai, e nas terras de Miranda, que haxa documento desde o día 16 de febreiro de 1232. De modo que son 700 anos mindoniense"

También, en Álvaro Cunqueiro cuenta su vida a Pedro Rodríguez, artículo de El Pueblo Gallego del 3-1-1959, leemos así
"Yo nací el 22 de diciembre de 1911, cuando en Madrid debían estar dándole al bombo. Y nací tan rollizo que no pudo resistir el médico decirle a mi madre: "Le ha tocado el gordo, señora... !". Claro que luego fui siempre un auténtico hilo. Llegué a pesar cincuenta y ocho kilos con mi estatura actual"

En la placa de su casa natal vemos la frase "Álvaro Cunqueiro, nado nesta casa o día 22 de decembro de 1911, soubo facer da realidade poesía e fantasía". Él, por su parte, escribía en 1933 en Poemas do sí e non:
Eu nascín
-entre as zocas e os lobregos
na mitade da noite-
corenta e sete días despois de primeiro aeroplano.
Aínda colgaban do aramio da anteguerra todas as
intactas maravillas inauditas.

Eu traguía os dos meus ollos no seu sitio
e meu corpo ezquerdo con áxil xogo indeciso nos cóbados

Cando eu nascín tan soio a doce cousas lles faltaba
o nome preciso
i eu cheguei cun oco nas frontes e na man
pra atopar a indefinición das suas craridades navegantes.

Todo o meu nascimento foi unha hora nova
na que houbo que pechar os dormitorios e abrir
as chimeneas
pra acenar polas suas perichas perfebas de fume
os panos enloitados da cociña

Decatádevos!

El desván, faiado o, como dicen en esta parte de A Mariña, faio, fue la sede de la llamada Oficina Lírica do Leste Galego, compuesta por aquellos jóvenes artistas que fueron, aparte del propio Cunqueiro, el poeta Aquilino Iglesia Alvariño y el pintor Bernardino Vidarte. Aquella buhardilla fue sede de la Editorial UN, de donde salieron los primeros escritos de Álvaro Cunqueiro y publicaciones como las revistas Galiza o Papel de Color. Aún en 2014 han aparecido textos inéditos del autor 


Miramos ahora al Pazo Episcopal. Se dice que desde aquí se ve la ventana del segundo piso en el que vivía Don Bonifaz y este controlaba las andanzas de Adela y sus pretendientes. Luego vivieron en él los dos


Y este es el escudo-blasón del obispo Cuadrillero y Mot, quien auspició la ampliación del pazo en 1782


Reconocemos parcialmente el Real Seminario Conciliar de Santa Catalina, al que dedicamos un artículo especial en este blog. También estamos muy cerca del histórico barrio artesano de Os Muíños. En lo alto, el Padornelo (618 m), por cuya ladera va la Autovía del Cantábrico. 


Enfrente estuvo O Torrillón, una de las torres de la antigua muralla, y a la derecha, en la misma calle, un célebre establecimiento, La Viña, "comercio de comestibles y vinos de José Antonio Polo. Plaza de la Leña", según se anunciaba. El cual fue noticia por la instalación, en enero de 1926, de un "potente aparato receptor radiotelefónico" que causó sensación, escuchándose en é las noticias, conciertos y hasta un mensaje del aviador Ramón Franco. Cerró en los años 50 del siglo XX. En esa zona, en el Calexón da Leña, se piensa estuvo el barrio judío de Mondoñedo, si bien es más una suposición en base a su forma y configuración, pues se carece de documentos que lo avalen


Desde A Fonte Vella seguimos, un poco cuesta arriba, por la rúa da Fonte y la "Plazuela de la Fuente Vieja o de la Carnicería", otro lugar muy importante para la historia mindoniense y que, como tal, merece nuestra atención, por lo que consultamos nuevamente a Javier Gómez Darriba:
"Con los apelativos de Plazuela de la Fuente Vieja o de la Carnicería se conoció durante la Edad Moderna a un espacio de planta irregular que, más que una plaza, era un cruce de varias calles, pues aquí confluían desde el oeste la Valada de Reigosa y la Rúa da Rigueira, desde el este uno de los tramos de esta última vía, y desde el sur el Camino Real, que luego de pasar por el barrio dos Muíños y proseguir por la Rúa da Fonte, alcanzaba la plazuela y desde allí accedía al núcleo intramuros al traspasar la Porta da Fonte. Dicho lo cual, esta placita en desnivel se hallaba rodeada de ciertos elementos urbanos sumamente significativos para una pequeña ciudad como Mondoñedo, pues en torno a ella se concentraban la Fuente Vieja y el edificio de la Carnicería Municipal que le daban nombre, y, además, un lienzo de la muralla con una de sus puertas más relevantes, así como un ala del Palacio Episcopal desde fines del siglo XVIII. Precisamente el perímetro de la cerca y del Palacio lo recorría el cauce del Sixto, que provenía desde la zona alta u occidental de la Rúa da Rigueira y tras atravesar la plazuela seguía por el sector oriental de la misma –actual Rúa da Fonte–. De esta manera, para que la placita se pudiese comunicar con la Valada de Reigosa y con la Plaza, existían unos “pontillones” o losas de gran tamaño. Así lo refleja la documentación del siglo XVI en adelante. Sin lugar a dudas eran enormes puesto que soportaban el paso de carruajes con carga. Estas estructuras se sustituyeron a partir de 1765 por unos puentecillos de cantería de un solo arco diseñados por el maestro de obras Pedro Estévez y Barros. A lo largo del primer tercio del siglo XIX quedaron ocultos, pues en los últimos años de dicho periodo el cauce del Sixto se hallaba cubierto, y en consecuencia el aspecto de la plazuela debía ser en cierto modo similar al actual.

La denominación de Plazuela de la Carnicería la recibió especialmente desde la última década del siglo XVI hasta la fuerte riada de 1761. El evidente motivo por el que devino tal apelativo tiene su origen en 1589, fecha en la que el Ayuntamiento, al ver que la urbe carecía de un establecimiento perenne y salubre que cumpliese las funciones de Macelo Municipal, creyó conveniente ubicarlo junto a la embocadura de la Rúa da Fonte y frente a la Fuente Vieja. La denominación hubo de desaparecer a partir de 1761, pues entonces se arruinó el edificio e inmediatamente se construyó otro para tal función pegado a la muralla y tras el testero catedralicio."

La plaza estuvo casi un siglo plantada de acacias en este trecho, desde 1861 hasta los años 50 del siglo XX, tal y como publica Andrés García Doural en su Miscelánea Mindoniense
"A comienzo de la década de los años sesenta del siglo XIX, el Ayuntamiento de Mondoñedo quiso dar un gran impulso al arbolado en los márgenes de las carreteras, en los paseos y sitios públicos. Para ello, se vió obligado a aumentar en los presupuestos una asignación mayor para plantar más árboles, para renovar otros y para la conservación de todos ellos. 
A primeros del mes de octubre de 1861, el Ayuntamiento de Mondoñedo acuerda plantar unas acacias desde el comienzo del Palacio Episcopal hacia la Fuente Vieja y a lo largo de la nueva obra de cubierta del Río de Sisto 
A comienzos de los años cincuenta del pasado siglo, se realizan importantes obras en el pavimento del Palacio Episcopal y Fuente Vieja. En estos momentos el arroyo Sisto, que cruza la población por el Sur, se hallaba encauzado en una vieja alcantarilla, discurría a cielo abierto por el camino del Matadero Municipal hasta verter sus aguas en el cauce del río Valiñadares y era utilizado en una parte del recorrido como receptor del alcantarillado. Cuando se rematan estas importantes obras, es cuando se retiran los troncos de las viejas acacias que jalonan la fachada del Palacio Episcopal y el frontal de algunas viviendas. El cemento comienza a cubrir el pavimento de la mayoría de las calles mindonienses"

En esta rúa, la bifurcación entre camino principal y complementario, señala las dos opciones



A la derecha el camino principal, volviendo a la Praza da Catedral, a la izquierda el camino complementario, que es el que vamos a seguir nosotros ahora, por donde discurría la antigua "acequia del Río de Sixto", construida tras un desastre natural del que nos cuenta también Gómez Darriba:
"La ciudad de Mondoñedo vivió una de las mayores catástrofes de su historia a poco de finalizar el verano de 1761. A las siete de la tarde del 10 de septiembre comenzaron a formarse hacia el norte “unas nubes embueltas en niebla muy espesa” que tomaron dirección sur. Estas se anclaron en los montes que rodean el valle, y desde las ocho y media hasta las seis de la mañana del día 11 descargaron una tormenta atroz, llena de relámpagos y fortísimas lluvias que, según el criterio de distintos coetáneos, provocaron la mayor inundación jamás recordada en la urbe. En ella perecieron seis personas y se dañaron considerablemente multitud de casas, molinos y puentecillos. El sector suroriental de la ciudad resultó el más afectado, puesto que se hallaba en la cota más baja. Se anegó la Fuente Vieja, se desmoronó frente a ella la Carnicería Municipal, y se obstruyeron las antiguas calles de la Rigueira, Fonte y Pumar. La riada arrastró barro, árboles, piedras y demás maleza. La gravedad fue tal que algunos vecinos no tuvieron más remedio que entrar a sus viviendas en los días siguientes por las ventanas y con ayuda de una escalera. Algunas de estas casas se destruyeron por completo, quedando incluso “sepultadas entre la broza, y el cieno”. La gran cantidad de lodo que trajo la corriente convirtió la planicie dispuesta al este de la ciudad en “una esteril arenosa plaia”. En las semanas siguientes, civiles y militares se afanaron en despejar las vías públicas, achicar el agua de las viviendas, y reparar estas siempre que su pésimo estado no obligase a demolerlas. De todos modos, hicieron falta años para devolver a la ciudad al estado en que se hallaba antes de la desgracia, así como importantes sumas de dinero. A ello contribuyó Carlos III otorgando más de 146.000 reales de vellón.

Como consecuencia de este desastre se trazó un plan general en el que se marcaron dos objetivos fundamentales: por un lado enmendar los daños que había causado la tormenta; por otro, realizar un conjunto de obras de carácter preventivo a fin de evitar que otro temporal causase tantos desperfectos en la ciudad. El encargado de diseñarlo fue el teniente coronel Martín Gabriel, un ingeniero del Ejército que en el verano de 1762 acudió hasta Mondoñedo para trazar el “mapa, reconocim.to y calculo” de las obras que habrían de acometerse. De entre todas las soluciones precautorias que planteó, sin duda alguna la más llamativa resultó la de diseñar dos bóvedas subterráneas de gran capacidad que discurrirían bajo el trazado de las antiguas Rúas da Fonte y da Rigueira. Su finalidad era canalizar el caudal del río de Sixto y de las demás aguas que bajaban desde los montes linderos. Así, en caso de producirse un gran aluvión, las minas tendrían los metros cúbicos suficientes para desahogar las corrientes, evitando el colapso de casas y calles. El presupuesto que fijó para esta y otras reformas, reflejadas en un mapa firmado con su nombre y con fecha del 18 de agosto de 1762, se aproximó a los 150.000 reales. El plano original se conserva en el Arquivo Municipal de Mondoñedo, pero en un estado deplorable por causa de numerosas roturas y pliegues. Se inserta dentro de un expediente custodiado a su vez en una caja en la que también figura una copia del mapa realizada coetáneamente por Cayetano Cruz.

Una vez que el ingeniero delineó todo cuanto se le había exigido, pasaron los meses sin que nadie quisiese tomar las obras a su cargo. Llegado otoño el Ayuntamiento decidió llamar al maestro Ángel Puente, vecino de la parroquia de Santa María de Moimenta (Campo Lameiro, Pontevedra). Este era el mismo que en 1754 se había adjudicado la construcción de la fachada de la iglesia de Los Remedios. En el presente trabajaba en la villa de Pontedeume. El Concejo depositó en él su confianza porque “en esta Ciu.d corrio y se pusieron a su cargo alg.as [obras] de suma ymportanzia, en que no solo se acredito su actibi.d sino su zelosa y christiana conducta”, y le apresuró a que iniciase los reparos de los caminos que salían desde el aludido santuario mariano conforme a lo que había planteado el ingeniero militar. Al mismo tiempo, volvieron a fijarse cédulas en otras villas y ciudades del Reino para anunciar el resto de las obras. En enero de 1763 compareció en Mondoñedo el maestro de obras de la ciudad de Lugo, y director a su vez de los caminos de su provincia, Domingo Francisco Eytor, quien hizo las respectivas posturas. A raíz de su llegada surgieron voces críticas contra las bóvedas subterráneas ideadas por Martín Gabriel, considerándolas completamente inútiles y un foco de recepción de todo tipo de maleza que terminaría por obstruirlas, facilitando así una nueva inundación. A este criterio se sumaron los propios vecinos de las Rúas da Fonte y Rigueira, quienes se mostraron muy preocupados por el peligro que entrañaba para los cimientos de sus casas el tener que perforar las calles con tanta profundidad. El Ayuntamiento tuvo en cuenta todas estas opiniones, pues desde entonces se mostró reacio a que se construyesen los conductos bajo el suelo. Consecuentemente, el remate de los planteamientos del ingeniero se suspendió, y en 1764 se le encomendó al arquitecto Pedro Estévez y Barros que delinease un nuevo mapa con sus correspondientes condiciones, el cual se habría de enviar al intendente general del Reino para que le diese su aprobación.

Pedro Estévez efectuó el plano solicitado hacia el segundo semestre de 1764 o principios de 1765, puesto que recibió la aprobación desde A Coruña el 6 de febrero de este último año. El Arquivo Municipal conserva dos copias de su plan. Su propuesta se basaba en canalizar el agua del Sixto por medio de una acequia que afluiría en el entonces llamado río Grande (actual Rego de Valiñadares). A este acueducto lo atravesarían tres puentecillos de cantería lo suficientemente seguros como para soportar el peso de los carruajes. Uno comunicaría la Rúa da Rigueira con la Valada de Reigosa; otro se ubicaría ante la Porta da Fonte; y el tercero junto al cubo de la muralla conocido como Torrillón (fig. 238). De igual manera, los vecinos de la Rúa da Rigueira podrían sortear el caudal del Sixto para llegar hasta sus casas andando sobre piedras de gran tamaño y escaso espesor. Esta solución no la reflejó en el plano pero sí la planteó. Aún hoy existen ejemplos de este rudimentario sistema de paso en el barrio dos Muíños. También formuló demoler los restos de la vieja Carnicería Municipal y hacer en su lugar una pescadería. Pero en 1767 se optó por no erigirla allí. Una vez sus planteamientos lograron el visto bueno del intendente en febrero de 1765 se sacaron a subasta el 21 de abril. Días antes el propio Estévez había fijado la puja inicial en 63.000 reales, pero se la acabó adjudicando un grupo de maestros canteros locales rebajando la cifra en 11.000. Estos eran Fausto García, Nicolás Polo, Juan Prieto, Luis Fernández Bouso, y José y Juan Antonio Ramos. Finalmente permitieron que Estévez y Barros ejerciese el liderazgo sobre ellos, y se obligaron a terminar las obras en un plazo de 18 meses. Estas se alargaron hasta los últimos meses de 1767, aunque en mayo de dicho año ya debían de estar avanzadas, pues el Ayuntamiento quiso efectuar un reconocimiento de todo lo que Estévez había operado hasta la fecha. Para tal fin nombró a los maestros José Carballeda y José de Silva, pero el propio Estévez alegó que ninguno de los dos podría elaborar un peritaje en condiciones porque ni eran arquitectos de profesión ni estaban familiarizados con la comprensión de mapas y planos. De hecho Carballeda ni tan siquiera sabía leer o escribir. De esta forma requirió que sus obras fuesen examinadas por profesionales más duchos en la materia. El Ayuntamiento le aseguró al intendente general del Reino que el único experto por aquellas tierras era un monje benedictino que al presente se hallaba “ynposiblittado”. Aunque no se revele el nombre del religioso, no existe la menor duda de que se trataba de fray Benito de Ponte, maestro de obras del monasterio de San Salvador de Vilanova de Lourenzá, al que el Concejo y la Iglesia mindonienses habían requerido en diversas ocasiones desde la década anterior para que elaborase planos y análisis periciales de diversa índole. Terminado el conjunto de estas obras públicas a fines de 1767, el intendente envió a Mondoñedo en mayo del año siguiente al arquitecto Francisco Antonio Zalaeta para que realizase el peritaje de todo cuanto se había realizado en los últimos seis años. Este reconoció que todo se había hecho satisfactoriamente. En 1795 la acequia diseñada por Pedro Estévez sufrió desperfectos por causa de una inundación. Pronto debió desaparecer bajo un nuevo pavimento, pues en los últimos años del primer tercio del siglo XIX el canal ya estaba cubierto, al menos en las inmediaciones de la Porta da Fonte, que escasos años más tarde sería demolida. Posiblemente por aquel entonces la acequia estuviese oculta por el referido solado tanto en la Plazuela de la Fuente Vieja como en la totalidad del antiguo trazado de la Rúa da Rigueira."

En este caso, insistimos, nosotros tomamos el ahora llamado Camino complementario, que sigue calle arriba, acercándonos, paso a paso ya, en la esquina al fondo a la izquierda, a la que fue la barbería y casa de O PallaregoManuel Ledo Bermúdez, gran amigo de Álvaro Cunqueiro, a donde este, como muchísimos mindonienses, acudía a cortarse el pelo y hablar de sus cosas


O  Pallarego"Hombre menudo, de cabello blanquísimo, aún joven, de sonrrisa cálida y permanente", dijo de él Cunqueironació el día 30 de enero de 1899 en el cercanísimo barrio de Os Muíños. De niño cantó en el coro catedralicio para formarse luego como violinista, llegando con el tiempo a ser compositor y director del grupo musical O Eco, intérprete, compositor y enseñante del arte musical, corresponsal de El Progreso y presidente de la Sociedad de Obreros Católicos de Mondoñedo, siendo además actor de teatro y mecenas compañero de grandes de la vida social y cultural de la ciudad: Trapero Pardo, Aquilino Iglesia Alvariño, Xosé Díaz Jácome... y por supuesto a Cunqueiro, quien le llamó su "barbero de cámara", y a quien O Pallarego le dedicó su Cantar das Coruxeiras, como regalo, cuando el escritor ingresón en la Real Academia Galega en 1963


Fundó comparsas de Antroido (Carnaval), coros y rondallas, recogió coplas y canciones populares, coleccionó sellos, y dejó su impronta, bien joven, en esta barbería, desde 1916 hasta su fallecimiento en 1964

 
Aquí pasó, dice Armando Requeixo en Cunqueiro e Mondoñedo. Guía literaria, muchas horas don Álvaro, ya en la preguerra, con otros ilustres de Mondoñedo, desde el veterano Lence Santar, a Xosé Trapero Pardo, Xosé Crecente Vega, el artista y dibujante Bernardino Vidarte, el escritor Xosé Díaz Jácome, o los también escritores Xosé María Díaz Castro, Raimundo Aguiar o Xosé María de la Fuente. Dice Antonio Reigosa, Cronista Oficial de Mondoñedo:
"Na barbería do Pallarego perderon literalmente as barbas ou o cabelo moitos individuos que representaron a intelectualidade laica e relixiosa de medio século de historia mindoniense. Barbas e pelos destes próceres, incluídos bispos, que se mesturaban cos rasurados ás xentes do común, tanto do espazo urbano como das aldeas veciñas, e incluso os pelames de moitos personaxes de ficción (Soleiro de Azúmara ou Pardo das Pontes) fillos da fantasía dalgúns destacados clientes que por alí se achegaban. 
O concello de Mondoñedo púxolle o seu nome á Escola de Música Municipal en 1997 e hoxe tamén leva o seu nome a agrupación musical creada na súa memoria pola súa filla, Remedios Ledo Vizoso. 
A barbería do Pallarego foi un crisol onde se fundiron e mesturaron as tres culturas e as tres linguas: a cultura popular, a teolóxica e a burguesa, expresadas invariablemente naquel entón e por esta orde nas tres linguas: galego, latín e castelán"


Y además, desde otros lugares de Galicia, venían Ánxel Fole, Xosé Figueira Valverde, Francisco Leal Ínsua, Dionisio Gamallo Fierros y tantos otros. En Álvaro Cunqueiro cuenta su vida a Pedro Rodríguez (El Pueblo Gallego 4-1-959), dice de él don Álvaro:
"Ha sido mi gran maestro, con él aprendí filosofía, música, literatura, gografía. Aquí venía yo todos los días a leerles el periódico a todos los que estaban. Aquí escribí mis obras de teatro, que versaban sobre los acontecimientos del día anterior en la peluquería de El Pallarego y aquí las representábamos. Aquí formábamos nuestras rondallas con letras que hacía Jácome"

Resalta además Requeixo que fue O Pallarego quien ayudó a sufragar los primeros libros de Cunqueiro, Mar do Norde en 1932 y Poemas do sí en non de 1933, comprometiéndole además en la celebración de las Festas dos Maios allá por 1934, componiendo los dos letras para ser cantadas por su rondalla. No es de extrañar, por tanto, que Cunqueiro lo incluyese en los relatos de alguna de sus obras. De esa misma entrevista escribe Reigosa:
"O xornalista, Pedro Rodríguez, describe a barbería da Fonte Vella como un salón decimonónico, con vellos sillóns e un pulcro espello corrido, absolutamente sumido na penumbra mentres un mozo sentado nun banco templa, baixo a mirada do Pallarego, unha vella mandolina. 
Mentres se preparan para unha fotografía, O Pallarego tocando a mandolina e Cunqueiro sentado na cadeira de brazos lendo o periódico, entra na barbería unha nena cun abrigo vermello. Cérranse as portas e a nena que acaba de chegar ponse a recitar unhas deliciosas panxoliñas en galego da autoría de Álvaro Cunqueiro. 
A nena que acababa de entrar, andaría entón polos 8 ou 9 anos, non era outra que Remedios Ledo Vizoso, a única filla de Manuel Ledo ‘O Pallarego’, hoxe e sempre memoria viva do extraordinario quefacer dun pai que se lle foi a ela e a Mondoñedo cando ela tan só contaba 14 anos"


Cuando el 14 de julio de 1964 fallece O Pallarego, escribe así de él en el periódico del que llegó a ser director, El Diario de Vigo:
"Tipo humano de primera calidad y un amigo irreprochable. Va unido a tantas horas de mi vida que no llego a entender que me falte. Tendrá que haber en el Paraíso una sala para esta gente humilde, dialogante y entusiasta, a la que aspiro y en cuyo rincón de la cual me gustaría estar atento, maravillado (...) Que la tierra mindoniense, oscura, dulce en los labios que él tanto amó, sea leve sobre el pequeño y frágil cuerpo de mi amigo Manuel Ledo"

La  Asociación Juvenil Xoldra representa A Barbería do Pallarego


Y seguidamente, frente al  Novo Bar da Fonte Vella, fundado en 1987, llegamos a esta bifurcación, en la que iremos a la izquierda, para tomar la rúa da Rigueira. Aquí, según investigó Andrés García Doural, estuvo la Cárcel Eclesiástica de Mondoñedo, en el solar donde ahora se encuentran la Casa de Croas y la Casa de Peré. Se sabe de ello gracias a la documentación existente que las menciona cuando, por iniciativa del obispo Sarmiento, el gran constructor, hizo una nueva cárcel, más amplia y salubre, en las entonces afueras de la ciudad, Campo dos Remedios, y aforó las dependencias de los viejos edificios a particulares:
"El 19 de enero de 1750, D. Baltasar Valcárcel y Quiroga, canónigo de la Santa Iglesia catedral de Mondoñedo, como mayordomo y apoderado general del Ilustrísimo obispo Fray Antonio Alejandro Sarmiento de Sotomayor, decide aforar por el tiempo de cien años las antiguas cárceles eclesiástica y secular. El obispo Sarmiento, con piadoso y justificado celo se dedicó a construir y fabricar casas para cárceles y vivienda para el alcaide, con mayor seguridad y comodidad a la entrada del Campo de los Remedios, donde ya se hallan recluidos los presos, ante la incapacidad, mala situación y escasa seguridad de las anteriores.

La cárcel eclesiástica se hallaba situada a la entrada de la Rúa de la Rigueira y la secular en la Rúa de la Fuente. Quedando, como quedaron vacías las dos edificaciones, su Ilustrísima decide aforarlas por tiempo de cien años a las personas que paguen más canon. Se publicaron cédulas durante tres días festivos en lugares públicos, designando la tarde del día ocho, en que celebraba la festividad de Nuestra Señora de la Concepción, como fecha límite. Participaron varios solicitantes al aforamiento de la casa situada a la entrada de la Rúa de la Rigueira. Finalmente, fue aceptada la postura de D. Francisco de Vivero, vecino de Mondoñedo, en el canon de diez y seis ducados, que hacen ciento setenta y seis reales de vellón por cada año.

Para que constase su estado, se constituyeron el aforante y el D. Francisco de Vivero, y se nombraron como peritos de carpintería y mampostería para su reconocimiento a José Méndez de Camiña, maestro de cantería y mampostería, vecino de la Villa de Avilés y a Antonio do Vale, maestro de carpintería, vecino de Mondoñedo. Efectuaron un reconocimiento ocular y comprobaron que la esquina de la casa que mira al Norte se hallaba desplomada y que por esta causa y la debilidad de las paredes y al ser hechas de barro, en el caso de levantarse o de modificarse, es preciso demoler hasta la puerta principal. También se comprobó que la pared que da al cauce del Río de Sixto esta algo desplomada. Recomendaron darle más altura y demoler las partes desplomadas.

En cuanto a la obra de cantería, reconocieron ser preciso hacer de nuevo la puerta principal y ventanas, como también el piso de lo que servía de cocina, aunque no tiene chimenea, que los pisos de la citada casa, están todos buenos y bien construidos"

Por esta rúa da Rigueira, recordaremos el documento del Archivo Provincial de Lugo, Protocolos notariales de D. Baltasar Sanjurjo Montenegro, año 1750, localizado por Doural, donde se señalan las características de aquella antigua cárcel:
"Dicha casa era de dos altos, de treinta y dos cuartas y media de superficie cada planta. Se hallaba situada a la entrada de la Rúa da Rigueira y testaba por el mediodía en el Río de Sixto; por el Oriente, hace frente al puente que hay en el lugar, por el Norte y entrada principal en la Valada de Reigosa (actual de Febrero) y por el Poniente en salido de otra casa, que fue de Agustín Vázquez" 
En este lugar comenzamos a subir, entre filas de casas de varias plantas dispuestas linealmente y pegadas unas a otras, a lo largo de la rúa, que ha conservado su nombre original desde el siglo XIII a nuestros días, el cual se refiere al paso del antiguo Río de Sixto, del que dice Gómez Darriba:
"Bien es verdad que en el presente solo una parte de la misma lo conserva, pues desde la Fonte Vella en dirección hacia el este recibe el de Rúa da Fonte. En Época Moderna se conocía por Rúa da Rigueira a la vía que llegaba al núcleo urbano descendiendo de las colinas del suroeste y confluía junto con la Valada de Reigosa en la Plazuela de la Fuente Vieja o de la Carnicería. Una vez su trazado llegaba a este enclave, proseguía hacia oriente y moría junto al viejo cubo de la muralla reconvertido en el siglo XVIII en mirador, conocido como Torrillón o Turrillón, término también adoptado por los solares aledaños en los que en la década de 1770 se construyó el Seminario de Santa Catalina. Los primeros datos relativos a esta calle se remontan a la década de 1260, y en ellos ya se indica su cercanía con el primitivo Hospital de San Pablo, con la fuente que precedió a la Fuente Vieja, y con el riachuelo de Compín, viejo apelativo que recibía el Río de Sixto, que siempre corrió paralelo a esta calle."

Dejamos también ahora a la izquierda la rúa Congruas, que enlaza con la antigua rúa da Fonte Vella:
"Se conoce en la actualidad como Rúa Congruas a una estrechísima y empinada travesía que comunica con la antigua Rúa da Fonte y que discurre por la parte trasera de la Fonte Vella hasta salir a la Rúa da Rigueira. La primera mención hallada a una calleja que une ambas vías data de 1620. Sin embargo, la primera cita explícita a una zona llamada Congrua se fecha en el año 1700. Un manuscrito de 1748 hace referencia a un callejón ubicado en la parte trasera de una casa pegada a la Fuente Vieja, pero omite citar el nombre del mismo. Similar a este documento es otro dos años posterior en el que se reseña la ubicación de la antigua Cárcel Seglar en la Rúa da Fonte, y se dice que tras ella se hallaba “el callexon que ay en aquel sitio”, pero una vez más se elude especificar su nombre. Muy probablemente todas estas notas documentales aludan a la actual Rúa Congruas."

La mayor parte de las viviendas son altas, de planta baja mas dos pisos, pero más bien estrechas, siguiendo una antigua disposición constructiva propia de la baja Edad Media. Aunque las casas no son tan antiguas sí revelan estar sobre el solar de otras construcciones anteriores


La rúa da Rigueria es también relativamente larga, toda recta y siempre en cuesta. Ahora el agua del Río de Sixto baja subterráneamente y canalizada debajo de nuestros pies...


Este barrio de A Rigueira tuvo, como el de Os Muíños, también población de artesanos. Aquí estuvo por ejemplo el alfar de Benigno Flores Freire, cuyo hijo, Francisco Flores Iravedra, más conocido como O Paquito de Benino de Xan Flores, llegó a ser un reputado artesano del barro 


De Flores Freire se ocupó el historiador y cronista de Mondoñedo, Eduardo Lence Santar, quien dijo de él que era "o millor de cantos no seu tempo había en Mondoñedo", afirmando además que sus piezas era "repinicadas, que namoraba velas", poseyendo además Lence un porrón de agua similar al tronco de un carballo, regalo de O Paquito. Era además bajo en la Banda Municipal y, como tantos vecinos, buscó mejores oportunidades vitales en la emigración, marchando a Argentina en 1909


Aquí el paso se estrecha delante de este solar: es una especie de bifurcación de dos ramales paralelos de los que vamos a tomar el de la izquierda, el que pasa entre las casas y es la calle propiamente dicha. El aspecto de las rúas mindonienses antaño, pese a la importancia de la ciudad, no siempre era el más adecuado ni debido. El problema se extendía a otras urbes, como bien señala Gómez Darriba:
"En los siglos XVI, XVII y XVIII, al igual que en la actualidad, la mejora del estado de las vías públicas era un asunto de vital importancia para cualquier ciudad, pues una calzada en buenas condiciones facilitaba el cómodo tránsito de la población –a pie o sobre una montura– y favorecía que las relaciones comerciales prosperasen con mayor fluidez. Sin embargo, en la praxis, buena parte de las urbes de la geografía gallega, entre las que se incluye Mondoñedo, descuidaban esta materia. De manera que la ausencia de una legislación específica, de un sistema de alcantarillado subterráneo, o de un nulo cuidado higiénico, sumado al constante trasiego de todo tipo de animales, al ir y venir de carruajes con mercancía pesada, al clima lluvioso, y, por supuesto, a la ineficacia de ciertos modos y/o materiales de empedrado, provocaban que las calzadas presentasen la mayor parte de las veces un aspecto verdaderamente deleznable y calamitoso, hallándose sucias, desniveladas, con el firme levantado, agujereado, etc. En la documentación mindoniense de origen municipal apenas hemos visto una normativa que hiciese hincapié en el adecuado aseo de las vías públicas, a excepción de algunas ordenanzas de la primera mitad del siglo XVI. En una de 1519 se obligaba a los vecinos a limpiar cada ocho días la porción de calle que tenían ante sus viviendas. En 1546 el Ayuntamiento insistía en lo mismo, quedando terminantemente prohibido arrojar “agua sucia, ni vacina, ni cosa hedionda en las dichas calles”. Para evitar estas acciones se aprobaron una serie de sanciones económicas, sumándose a ellas penas de hasta 10 días de cárcel. Además, no solo se castigaría a quien ensuciase las vías públicas, sino también a quien eludiese limpiarlas todos los sábados, recayendo una multa de 10 maravedíes por cada vez que alguien omitiese dicho deber."

Los edificios se agrupan en filas y bloques de viviendas, en pasadas centurias no cabía más que esperar a la buena voluntad de los vecinos para que aportando sus medios y mano de obra arreglasen las rúas, pese a ser esta competencia del Concello o Ayuntamiento, "Pero la habitual escasez de recursos impedía que muchas veces pudiese emprender obras de tanta necesidad. Con lo cual, cuando la urgencia por efectuar una determinada reforma coincidía con la falta de caudales para acometerla".  


Por eso solía además exigirse al vecindario que pavimentasen a su costa la parte de la calle que, desde la entrada de sus casas, llegaba al antiguo desaguadero que corría por el eje central de las vías:
"Por lo general, dicho conducto se delimitaba con piedra de cantería, calzándose el resto del suelo con morrillo o pizarra. Solo cuando las circunstancias económicas eran más boyantes el Concejo podía permitirse solar toda la calle de cantería."

Contrafuertes asentando el terreno de la ladera. Todos estos barrios, bajo San Cayetano o San Queitano y el Bosque de Silva, tienen un problema secular, durante lluvias y tormentas, con el agua que baja con fuerza por la ladera y provoca además corrimientos de tierras, de ahí lo necesario de estas actuaciones


Tras de nosotros, volviendo la vista atrás, contemplamos las torres barrocas de la catedral de Mondoñedo. La de la derecha, la del reloj, es medio metro más alta que la otra y en su interior está hueca para albergar la maquinaria relojera. La de la izquierda, llamada A Paula por el nombre de su campana, conserva en su interior la torre anterior, medieval


Seguimos subiendo, la rúa da Rigueira se estrecha tanto que en este tramo apenas pasa un coche. La pavimentación actual se ha adecuado, hace tiempo ya, al paso de vehículos, pero antiguamente no todas las rúas permitían siquiera el paso de carros o carruajes, solamente aptas para pasar a pie o en caballerías. De ahí que las recuas de mulas fuesen antaño el gran medio de transporte de mercancías de la antigüedad, conducidas por los arrieros, de ahí la gran importancia de los caminos de la arriería, vinculados también a los de las peregrinaciones


Los arreglos de las rúas y caminos de antaño estaban principalmente a cargo de maestros de obras que, en Mondoñedo, procedían mayoritariamente de Cantabria y el País Vasco entre la segunda mitad del siglo XVI y el primer tercio del XVII:
"De ahí que la documentación les denomine como “estantes” en la ciudad, pues solo se establecían en ella de forma periódica mientras las llevaban a cabo. Estos individuos tenían un perfil laboral especializado no solo en el empedrado de plazas y calles, sino también en la ejecución de puentes y obras de fontanería. Por estos motivos, el Ayuntamiento buscaba a veces la forma de contactar directamente con ellos, y, en caso de hacerse subastas públicas, desechaba las propuestas de canteros locales en detrimento de los maestros procedentes de la Cornisa Cantábrica, aun cuando el presupuesto de los primeros fuese más barato. Llegado el siglo XVIII estas obras comenzaron a recaer en artífices locales, si bien es cierto que, avanzada la centuria, y debido a la mayor preocupación estatal por el arreglo de calles y caminos públicos, la traza y dirección de estas obras se reservó en ocasiones a ingenieros y maestros foráneos."

Cuando cae la carga se ve la piedra de mampostería en las paredes, la de cantería de los dinteles de los vanos, puertas y ventanas, suele dejarse a la vista, como vemos aquí a la izquierda


Placa con el nombre de la rúa en la fachada


Volvemos a mirar atrás y, tras la fila de casas de la rúa de Febrero, reconocemos de nuevo las torres de la catedral, así como, a la izquierda, la de la iglesia de Santiago o Igrexa Nova, construida entre 1890 y 1901 a instancias del obispo Manuel Fernández de Castro, haciendo realidad una antigua aspiración de tener una iglesia parroquial en Mondoñedo fuera de la misma catedral. En ella se bautizó el insigne escritor, poeta, dramaturgo, gastrónomo, Álvaro Cunqueiro el 27 de diciembre de 1911, preclaro e ilustre hijo de esta tierra a la que llamaba, literariamente, Terra de Miranda


Su picudo campanario la delata asomando sobre los tejados de las casas. Más a lo lejos el Monte de Camba, escenario de una de las batallas libradas contra las tropas napoleónicas que ocuparon Mondoñedo en la francesada


Llegados delante de la casa y taller de Instalaciones Pérez, topamos con esta bifurcación: vamos por abajo, a la derecha, que es la rúa de Río de Sixto


Fijémonos en las señales del Camino de Santiago colocadas en este murete; ahí está A Fonte do Río de Sixto. En este lugar vamos saliendo del casco urbano de nuevo a los paisajes de prados y caseríos del agro gallego. Arriba, divisamos las casas del camino a O Rosal, solar del antiguo convento de San Francisco del Rosal, actual Centro Cultural da Alcántara, y más arriba aún, O Miradoiro


Al pasar vemos la fuente, recordando una vez más que Álvaro Cunqueiro definía a Mondoñedo como "rica en pan, aguas y latín". Aquí tenemos la prueba, la citada Fonte do Río de Sixto, que aprovecha el agua de este río ahora subterráneo, donde en tiempo se hizo también un lavadero. De ello nos habla Andrés García Doural en Miscelánea Mindoniense:
"En las inmediaciones de las viviendas del barrio del Río de Sisto y a la orilla del arroyo que por allí desciende, existe un abundante manantial, con su caño de hierro, que abasteció de agua durante muchos años a numerosos vecinos de Mondoñedo.
Sobre el caño de la fuente, fue construida una pequeña cavidad, cerrada con una puerta metálica, en el interior de la cual se halla un "repartidor de caudal", confeccionado en plomo, a través del cual, la mitad del agua del manantial viene encañada por el trazado de la calle Rigueira hasta una fuente existente en el interior de la huerta amurallada del Palacio Episcopal. 
Junto a la fuente del Río de Sisto fueron construidos unos buenos lavaderos de mano y un amplio estanque, de los que hicieron uso durante muchos años familias mindonienses. Con la llegada de las máquinas lavadoras a los hogares, han dejado de usarse estos apreciados y concurridos lavaderos. 
Después de transcurrir varios años sin echar gota de agua el caño de la fuente del Río de Sisto, desde hace un corto periodo de tiempo, comenzó a manar de nuevo abundante agua. La mano destructora del ser humano tuvo algo que ver con este suceso. Persona desconocida introdujo a presión un trozo redondo de madera por el interior del caño. Unos obreros de la empresa de abastecimiento de agua a la población de Mondoñedo (Aqualia) revisaron el manantial y retiraron el trozo de madera 
En estos momentos me viene a la memoria, cuando éramos prácticamente unos adolescentes y regresábamos a nuestros domicilios por el camino del barrio del Río de Sisto, después de jugar unos largos y disputados partidos de fútbol en la pista de cemento de Alcántara. Una vez junto al caño de este abundante manantial, los jugadores hacíamos cola para saciar la sed con su fresca agua. 
Durante el tiempo que dejó de manar agua, cada vez que transitábamos a pie por sus inmediaciones, nos asomábamos por la parte superior del muro donde se encuentra colocada para comprobar si salía agua por su caño. Echábamos en falta el sonido de su agua"

Andrés García Doural nos cuenta que, el 14 de julio de 1936 (justo cuatro días antes de estallar la Guerra Civil), ocurre en las inmediaciones de las casas de Río de Sixto un terrible accidente en un taller pirotécnico, que resultó muy impactante por su dramatismo:
"Éste se halla situado en una pequeña edificación, a la orilla del llamado "Camiño Novo" y muy cerca de las viviendas del barrio del Río de Sisto. Era regentado por Isidro Díaz Rico, más conocido como "O Licho", que era minusválido de una pierna. A medio día del 14 de julio de 1936, su propietario se hallaba recebando las bombas para la fiesta de Nuestra Señora del Carmen, inflamándose una de ellas. Un enorme estruendo se escucha en todo Mondoñedo, la edificación del taller pirotécnico es pasto de las llamas y se encuentra prácticamente derribada. La muerte de Isidro Díaz fue instantánea y se comentó entre los vecinos que la puerta de madera de la edificación y su pierna ortopédica llegaron al lugar de "O Sabelo"

Aquí, la Casa do Moxeno, con sus imponentes contrafuertes para asentar bien sus paredes, vendría a ser la última ya del casco urbano mindoniense




Y ya salimos a las praderías del extrarradio, frente a los altos de Prado, Gondartiz, As Coruxeiras y O Miradorio, que tenemos enfrente


A nuestra izquierda tenemos la carretera que va a Maariz, a la que vamos a salir y a la que tenemos que ir, adentrándonos en el Bosque de Silva, que tanto inspiró algunos escenarios de las obras de Álvaro Cunqueiro, pues se veían desde su desván, o faiado, donde escribía, tal y como contábamos al visitar su casa natal en la Praza da Catedral



De esta verdadera arboleda literaria, y de la cierta problemática de su exacta ubicación, despeja dudas García Doural en su artículo ¿Dónde está el Bosque de Silva de Mondoñedo?:
"Después de escuchar muchas veces comentarios, de leer en la prensa escrita, de citar en la presentación de algunos libros y de contemplar algunas imágenes en la prensa del ?Bosque de Silva?, casi se encuentra uno obligado a explicar de una manera corta y clara donde se encuentra situada esta masa boscosa de Mondoñedo. Unos lo sitúan en la plantación de nogales de D. Jesús Rivas, otros en la plantación de eucaliptos de D. José Antonio Cora y otros junto al ?Monte de Cora?, donde fue enterrado el soldado de regulares Mohamed Ben Mohamed, fallecido en el Hospital de Sangre de Mondoñedo durante la Guerra Civil. 
Uno de los primeros mindonienses en dar a conocer el "Bosque de Silva" fue el sacerdote D. Daniel Pernas Nieto, a través de alguna de sus poesías. El escritor y periodista D. Álvaro Cunqueiro, también lo cita en numerosos artículos y publicaciones. El economista D. Ricardo Pedreiras, recuerda en alguna publicación suya que siendo niño recibió a la sombra de sus árboles clases particulares de latín por parte de D. Daniel Pernas. 
El popularmente conocido como "Bosque de Silva" se halla situado en la parte superior del barrio del Río de Sisto. Comprende la superficie boscosa que linda con camino de carro que asciende desde las viviendas del citado barrio hacia el de San Cayetano, con camino de carro que parte desde el barrio de San Cayetano hasta juntarse con el camino que nuestros mayores conocen como "Camiño Novo", con el cauce del Río de Sisto, con algunas tierras de labor y por último con las viviendas del barrio del Río de Sisto. Para acercarnos a su interior, podemos hacerlo por la calle Rigueira y Río Sisto o por el "Sabelo" y carretera que asciende a Maariz. Forman parte de esta masa boscosa numerosas plantas de castaño, roble, abedul o laurel. 
De entre su masa arbórea fueron extraídos en los años sesenta numerosos postes de madera para ser utilizados posteriormente por la empresa Barras Eléctricas en el tendido eléctrico. También recordamos efectuar en su superficie varias talas e incluso algún pequeño incendio. 
En la parte superior del "Bosque de Silva", muy próximo al camino de carro, todavía se pueden observar las ruinas de una pequeña edificación. Preguntamos a alguna persona mayor si había llegado a estar habitada y nos respondieron que sí. Logramos averiguar que allí vivieron durante un tiempo una madre viuda y su hija, dedicadas a la labor de la tierra y que eran conocidas por el mote de "As Xardescas". 
Esta superficie boscosa era propiedad en el año 1862 de la conocida familia Silva Villaronte de Mondoñedo. En la actualidad, se halla repartida en varias parcelas, que son propiedad de vecinos de Mondoñedo"

Así, en abril de 1959, mirando por la ventana de su faiado a este bosque, Cunqueiro escribe...

Aquí vino ya la primavera. Es algo tan hermoso, tan alegre, tan coloreado que le obliga a uno a andar de pasmarote. Las rosas llegan, por la ventana, hasta la Smith Premier”

Poco antes, el 22 de marzo, había recibido la visita del petirrojo:
"Un petirrojo enamorado canta, a dos varas de mi vieja “Smith Premier número 10″, doble teclado, en una rama florida de ciruelo"


Ahí llegamos a un cruce con la carretera local que va a Maariz, al llegar a ella seguimos a la izquierda


Un buen momento para detenernos y mirar atrás, a contemplar la ciudad


Mondoñedo en el valle. Arriba a la izquierda el antiguo Convento de Alcántara, con la Iglesia de San Pedro de Alcántara, actualmente sede del Centro Cultural da Alcántara, templo del que fue aquel convento, desamortizado, de San Francisco del Rosal


 Al lado a su izquierda están, aunque no lo vemos desde aquí, la Capilla de la Venerable Orden Tercera y el Albergue de Mondoñedo (público)


En el centro urbano divisamos nuevamente, aunque un poco mejor ahora, desde un poco más arriba, la torre de la iglesia de Santiago o Igrexa Nova


Y de nuevo, las dos torres de la catedral de Nuestra Señora de la Asunción de Mondoñedo, así como el frontispicio con la imagen de San Rosendo en lo algo


Subimos así pues al Bosque de Silva, del que decía Cunqueiro "que me servía para poner el fondo en las historias que amé y amo todavía", mientras que uno de sus biógrafos, el Cronista Oficial de Mondoñedo Antonio Reigosa, escribe, en la entrada O Bosque de Silva para su blog Caderno de Antonio Reigosa:
"O bosque de Silva creouno Cunqueiro pero é real, existe desde moito antes de nacer Cunqueiro. Esta masa boscosa próxima á cidade de Mondoñedo débelle o nome a que pertenceu, polo menos ata finais do s. XIX, á familia Silva. Sitúase entre o Río do Sixto e San Caetano, abeirando a estrada que ascende cara a Barbeitas e Maariz. Foi soar de castiñeiros, carballos, bidueiros, pravias, loureiros e de variada arboreda autóctona agora comandada polo omnipresente eucalipto. Tamén é morada de infinidade de paxaros diurnos e nocturnos, e doutras moitas criaturas, berce de imaxinarios alquimistas e gorida de cogomelos e pantasmas.
No bosque de Silva os mozos mindonienses vestían os Maios nos tempos da República e Cunqueiro ía con Santeiro ler os libros que este lle traía de Madrid. Segundo conta no seu blog Andrés García Doural, ademais de Cunqueiro, que o cita e dialoga con el en infinitas ocasións, un dos primeiros en mencionar este bosque nas súas creación literarias foi o crego Daniel Pernas Prieto (Abadín, 1884 – Mondoñedo, 1946), quen, ademais, instruíu en latín á sombra desta foresta a Ricardo Pedreira (Mondoñedo, 1928 – Oviedo, 2013), notable economista e Fillo Predilecto de Mondoñedo. 
Aló pola primavera de 1998 Antón Meilán pedía axuda para salvar o que el denominaba sagrado bosque de Silva. Daquela foi asaltado a golpe de motoserra  e por antenas de telefonía. Cunqueiro dixo que alí, na súa modesta brevidade, nacen os outonos e amence o cuco. Xa fora vítima dunha furacanada a finais do s. XIX  e agredido por un incendio que denunciou o cronista X. Díaz Jácome pola década dos 80 do XX. Nos seguintes anos houbo movementos sociais e políticos para que se mercase para uso público, redactáronse manifestos e pedíronse axudas para evitar as agresións que, por outra parte, ao non gozar de protección oficial, eran consecuencia do lexítimo uso e aproveitamento dos propietarios. 
Xa en 1965 en “El envés” de Faro de Vigo o propio Álvaro Cunqueiro lamentaba a eutanasia que se lle practicaba. No artigo “En la muerte de un bosque” evoca, como tantas outras veces, ao pintor Claudio de Lorena, trataba o bosque de amigo e compañeiro de ocios. “Pero la hora más hermosa del bosque de Silva llegaba cuando mediaba el otoño y grandes manchas rojas y doradas sustituían al verde en la espesura vegetal”. 
Canda o bosque de Silva, que segue sen protección específica, desaparecería o lugar real e simbólico que soñou Cunqueiro. Canda o bosque de Silva desaparecería a parte da memoria que se chama Selva de Esmelle e desaparecerían os outonos e as estacións todas. Sen a melodía canora de merlos, xílgaros e cucos, sen o acompañamento dos ventos tan amados, sen o rumor das lanzas e o compás de chuvias e nevaradas que chegaban ao mundo de Cunqueiro pola porta do bosque de Silva, a tristeza gobernaría toda a nosa existencia e boa parte da mellor literatura galega do s. XX quedaría sen sombra."


Este es "El bosque donde el mundo se hizo nuevo" escribió Álvaro Cunqueiro, y de esta manera lo recordaba para La Voz de Galicia del 22-12-2011 Xosé María Palacios en Cunqueiro, cien años en familia:
"El bosque donde el mundo se hizo nuevo. Quizá el bosque de Silva, pueda encabezar una hipotética lista de lugares cuya fama más ha crecido gracias a Álvaro Cunqueiro. Nació cerca del bosque, que además, instalado décadas después en otra vivienda, podía ver sin salir a la calle. Al bosque, en sus años juveniles, iba con José Ramón Santeiro, poeta y amigo mindoniense, a leer. Allí descubrió a autores como Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado o Rafael Alberti: «Qué nuevo se hizo el mundo», escribió más adelante, al recordar esa etapa."


Abajo ha quedado ya Río do Sisto, por donde hemos salido del casco urbano de Mondoñedo. Arriba, una nueva perspectiva de O Rosal, solar del desamortizado convento alcantarino



Fue en las primeras décadas del siglo XVIII cuando el obispo Muñoz y Salcedo planteó fundar un monasterio de Padres Descalzos alcantarinos y lo propone al Cabildo catedralicio, propietario de los terrenos, que tras mostrarse de acuerdo inicia las gestiones pertinentes y en 1727 ya llegan los primeros religiosos, buscando lugar para asentarse



Hubo incluso un pleito dada la oposición del cercano convento de Los Picos pero en 1729 y tras llevar el asunto a Roma se sigue con las obras. Roma dio el visto bueno definitivo en 1731. No obstante la vida monacal aquí duró muy poco, desde ese año hasta la Desamortización de Bienes Eclesiásticos de Mendizábal de 1835. En la actualidad gran parte de las dependencias monacales han desaparecido, celdas de los monjes, cocinas cuadras, el claustro grande... solo hay una explanada de aparcamientos y, como elemento superviviente de todo este sector, casi hasta fuerza de contexto, el claustro pequeño, al costado de la antigua iglesia. A su derecha es el edificio de los juzgados


Actualmente en el centro cultural hay una buena exposición permanente para conocer la obra y figura de varios ilustres mindonienses, Álvaro Cunqueiro, Leiras Pulpeiro, Pascual Veiga, Antonio Noriega Varela... A la izquierda, tapada, está la capilla de la Orden Tercera, único edificio del monasterio que sigue teniendo uso litúrgico y, un poco más a la izquierda, el Albergue de Mondoñedo (público), que apenas vemos desde aquí


Más allá, el Campo dos Remedios, donde vemos el antiguo Hospital de San Pablo y San Lázaro, auspiciado por el obispo Sarmiento, cuyas obras culminaron en 1755 y sustituyeron a más antiguos hospitales de malatos, pobres y peregrinos. Así como algo de las instalaciones del antiguo Asilo de Mondoñedo (actual Residencia San Rafael), fundado en 1893 con el capital del emigrante retornado José María Pardo Montenegro y Cordal.

Por allí pasa el otro camino, el que subirá a las montañas que separan A Mariña de A Terra Chá por A Infesta


Más al oeste, sobre el valle del Rego de Cesuras, por donde va la otra ruta, y bajo A talaia (529 m) y a la izquierda de la aldea de O Formigueiro reconocemos el gran edificio monacal del ya mencionado Mosteiro dos Picos o de San Martiño de Vilaourente, supuestamente construido en el año 1348 por los franciscanos

Sabemos documentalmente que el 9 de agosto de 1379 le es concedido privilegio real otorgado por el monarca Enrique II de Castilla o de Trastámara, confirmado más tarde por su hijo Juan I en documento del 25 de abril de 1382, mostrando su devoción por este convento de "Vilalaurente" en el que "se acogen muchos peregrinos que van al Apóstol Santiago". De ahí se descubre que tenía hospital de romeiros xacobeos


En el año 1676 acontece un suceso que muestra las tensiones con las autoridades eclesiales mindonienses. Un fiel devoto dona a los frailes una ermita en San Antonio do Carrascal y se produce un intento de traslado frenado por la jerarquía catedralicia que acabará con el auto del Real Consejo ordenando el regreso de los franciscanos un año después

En el año 1687 comenzarán las primeras intervenciones que transformarán la original fábrica medieval monacal, la cual estaba muy deteriorada, construyéndose un lienzo del claustro donde estaban la bodega y la panera, siendo este reedificado, así como la casa desde la capilla mayor a la iglesia, la sacristía y la hospedería. En 1701 nuevas obras se derribará la antigua torre del campanario y se hará una nueva de más altura. En 1715 el Obispo Muñoz y Salceo sufragará la construcción de una nueva iglesia

En 1884 pasará a estar ocupado por los Pasionistas, quienes residirán en él hasta 1964, empezando un periodo de total decadencia del conjunto que caería en la ruina pese a alguna tentativa, infructuosa, de restauración. Su traza actual es el de claustro cerrado por tres tramos y el cuarto por la iglesia, de planta rectangular y cúpula sobre el altar mayor


De todos esos lugares y de otros muchos más damos cumplida cuenta en las correspondientes entradas de blog dedicadas a nuestros periplos por la histórica ciudad episcopal, que ya vamos dejando atrás


Nos adentramos así en el Bosque de Silva, una verdadera fraga en la que predominan las especies autóctonas, carballos jóvenes y castaños


Pasamos junto a un pajar o henil. Son estos detalles los que nos avisan que hemos dejado atrás lo urbano y hemos regresado a lo rural


Y seguimos adelante por la ladera del monte. Aquí, sin ser del todo llano, la cuesta se suaviza en una tregua antes del repecho que nos aguarda hacia As Barbeitas


Llegamos a unos prados que forman un gran claro, el cual nos permite ver de frente, al este, la montesina silueta del Padornelo (618 m), por cuya ladera discurre la Autovía del Cantábrico, y que alarga su loma  hasta Lindín, viendo el viaducto de este nombre a la derecha de la foto bajo el que pasa A Calzada, el viejo camino a Castilla y a Asturias, o los los caminos, pues allí se bifurcan ambos, o se unen, para los que vengan, como es el caso de los peregrinos que llegan a Mondoñedo procedentes del Camino Histórico del Norte, que de Tol (Asturias) va hacia Vegadeo/A Veiga, pasando a Galicia por Abres y atravesando Trabada y el Val de Lourenzá


Y al norte, a nuestra izquierda, usa soberbia perspectiva de la ciudad. A la derecha el Seminario, en el medio la catedral y al fondo A Igrexa Nova (Santiago). Entre los siglos XVI y XVIII la antigua Provincia de Mondoñedo, extinta con las reformas liberales de 1833 como el Reino de Galicia, pasó de unos  40.000 habitantes a más del doble, 85.000 ó 90.000, por lo que esta ciudad, su capital, llegó a ser la más populosa de todo el noreste gallego y albergar más población que otras sedes episcopales como Lugo, Ourense o Tui



El Seminario de Santa Catalina, es en tamaño el edificio más grande de Mondoñedo, fue construido en 1775 trasladando otro, mucho más pequeño, que se fundó a finales del siglo XVI según los preceptos del Concilio de Trento, en un extremo de la Praza da Catedral, actual rúa Alfonso VII. Es una auténtica institución mindoniense cuyos alumnos siguen manteniendo en su tradicional espíritu de compañerismo pese a que hace unos años clausuró sus últimas actividades de enseñanzas regladas, aprovechado ahora, eso sí, con otros muchos menesteres, hospedería comedor, charlas, conferencias, viviendas de sacerdotes retirados y otros en activo, etc.


La Catedral Basílica da Asunción, sucesora de la antigua doble sede episcopal, britona y dumiense, de San Martiño de Mondoñedo, que por disposición de la reina Urraca se trasladó, allá entre los años 1112 y 1117 y con nombre y todo, de su solar primigenio en las cercanías de la Ría de Foz aquí, a la población que en los papeles aparece mencionada como Villamayor de Vallibria, valle del Bria o Brea, el actual Valiñadares 

Y algo puede verse a su izquierda de la  Praza da Catedral, donde están O Cantón Grande, con la Casa-Museo de Álvaro Cunqueiro y la confitería de O Rei das Tartas. También se sitúan en la plaza el Consistorio Vello, y O Cantón Pequeno, las casas blancas que vemos de frente, que ocupan ellugar donde se asentó el primer seminario, a finales del siglo XVI. Al fondo A Igrexa Nova, construida a finales del siglo XIX y principios del XX (inaugurada en 1901) para que el patrón de la ciudad, Santiago, tuviese parroquia propia fuera del templo que tenía dentro de la catedral de la Asunción


De la iglesia de Santiago o Igrexa Nova, al lado de la actual Casa do Concello. De ella hemos hablado concienzudamente en nuestro recorrido por Mondoñedo, pero ahora, despidiéndonos paso a paso de la ciudad, nos agrada traer a colación un artículo de Miscelánea Mindoniense con un recuerdo de su autor, Andrés García Doural, Anécdota en la iglesia de Santiago de Mondoñedo:
"Corría el día 25 de julio del año 1952, festividad del patrón Santiago Apóstol. Por esas fechas, en festividades muy señaladas, acostumbraba tocar las campanas de la iglesia parroquial de Santiago de Mondoñedo, más conocida como "Iglesia Nueva" nuestro vecino Julián Álvarez. Para que volteara con facilidad la campana de la torre que tenía que tocar en día tan señalado, le echó una considerable cantidad de aceite quemado en su eje. Cuando sale del interior de la iglesia parroquial la imagen de Santiago a hombros de los feligreses, por entre los numerosos asistentes a misa, para celebrar la procesión de costumbre, el ?campanero? comienza a voltear y hacer sonar la campana. Inmediatamente, empiezan a caer numerosas gotas de aceite quemado del alto de la torre de la parroquial, que rociaron al numeroso público asistente y que les causaron importantes daños materiales a sus ropas. Han transcurrido sesenta años de la anécdota, pero algunos vecinos de las calles Lodeiro Piñeiroa y Julia Pardo relatan el suceso con todo tipo de detalles"

Ahora, en el barrio de San Queitano, la carretera de Maariz realiza una pronunciada curva a la derecha dando vista en la lejanía al Viaducto de Lindín en la Autovía del Cantábrico (A-8)


Aviso del paso de peregrinos y, a lo lejos, la cima del totémico y emblemático monte Padornelo (618 m)


En este barrio se fundó, en el siglo XVIII, una fábrica de loza que pudo ser el origen de la tradición alfarera de Mondoñedo. Fue el fundador el mindoniense Lorenzo da Riva Otero, llegando a una producción anual de 12.000 a 14.000 piezas, teniendo de plantilla un oficial, un maestro y dos aprendices. Al mismo tiempo fundó también aquí una fábrica de sombreros, para la que importaba telas francesas y vascas, con una producción de hasta 3.000 al año, que se vendían casi todos fuera de Mondoñedo. Trabajaban en ella, todo con datos de García Doural, cinco oficiales, cuatro aprendices y un maestro:
"Llegó el momento en que la suerte le fue adversa a D. Lorenzo, sus fábricas experimentan cuantiosas pérdidas, viéndose obligado a hipotecar numerosos bienes rústicos e incluso venderlos. Entre los bienes hipotecados se encontraban las dos fábricas, las cuales serían valoradas en 50.000 reales.

D. Lorenzo da Riva falleció el 12 de enero de 1793, viudo de Dª María Rubiños. Fue enterrado dentro de la Santa Iglesia Catedral de Mondoñedo, con misa y vigilia cantada, de termo entero y toque de campanas mayores. Le quedaban de su matrimonio tres hijos: Javier, Josefa y Vicenta.

En el año 1795 se abrió una bolsa de agua en las inmediaciones del lugar de A Picheira de Barbeitas, deslizándose por el terreno gran cantidad de agua y tierra, que ocasionó importantes daños materiales a la edificación donde estuvieron instaladas las fabricas"

Preciosos castiñeiros junto a estas fincas del camino...


Este es el cruce de San Queitano: nosotros seguimos de frente rumbo a As Barbeitas


A partir de aquí comenzamos otra buena cuesta 


Y nos adentramos en más frondosas fragas


Tupida arboleda que siempre dio pábulo a numerosas historias y leyendas, para nada es extraño que el autor de Merlín y familia hallase en estos bosques gallegos inspiración para sus relatos


Salimos enseguida a estas praderías: hemos llegado a As Barbeitas, bajo los altos de As Airas (354 m), en nuestro camino a Maariz, sobre el valle del Valiñadares







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