Llegando a Mondoñedo desde Lindín |
El Camino en Lindín |
Tras las boscosas pistas y sendas de la cuesta que hemos dejado atrás, el paisaje cambia, abriéndose a estos prados de pasto en zona de antiguas brañas, las majadas de los pastos de la montaña
Atrás quedan ya las casas del cruceiro. Grandes pastizales, frutales y caseríos conforman el paisaje del lugar. El monte se halla plantado intensivamente de eucaliptos y pinos aunque hay bosquetes de arbolado autóctono. Por ahí atrás baja el Rego do Caxigo
Por este túnel vegetal llegamos a un cruce, en el que seguiremos a la derecha, subiendo un poco más, véase allí el monolito indicador
Divisamos al sur el monte Carracedo, de 833 metros de altura, zona de pastos caballares donde, el 3 de marzo de 1809, se libró la batalla de A Cruz da Cancela, cuando tropas del Regimiento de Infantería Ligera de Cataluña, del Regimiento Provincial de Mondoñedo, y contingentes locales, se enfrentaron contra las tropas napoleónicas que habían entrado en terrenos de la antigua Provincia de Mondoñedo a finales de enero, un combate bien documentado por Andrés García Doural en Miscelánea Mindoniense:
"A consecuencia de esta brutal contienda pierden la vida algunos combatientes en el lugar de la batalla y otros en las viviendas particulares de los vecinos, a donde fueron trasladados para recuperarse de sus graves heridas: falleció un paisano llamado José Díaz del Pereiro, casado con Manuela Díaz; un soldado del 2º Batallón del Regimiento de Cataluña, de nombre Eufrasio López Valcárcel, vecino de San Vicente de Lousada, ayuntamiento de Piedrafita del Cebreiro, Obispado de Lugo, de 24 años de edad, y el soldado del Regimiento Provincial de Mondoñedo Antonio Bouso Díaz, que curiosamente era natural de la citada parroquia de Santa María Mayor"
Más allá de aquellos montes está la parroquia de Santa María de Bretoña, en A Pastoriza, testimonio toponímico de los asentamientos bretones en toda esta franja, entre Asturias y Galicia, establecidos con su propia Diócesis de Britonia y obispo, Mailoc, huyendo de las invasiones anglosajonas de las Islas Británicas en el siglo VI, uno de los precedentes de la fundación de la actual ciudad de Mondoñedo
Y así, admirando estos montes llenos de historia, salimos a esta carretera local, que cruzamos para seguir camino todo de frente, subiendo hacia aquellos invernaderos
Abajo, a nuestra izquierda, vemos el estrecho valle del Rego de Baos, por donde hemos venido subiendo desde O Val de Lourenzá. En la lejanía es A Serra da Cadeira, por donde baja el Camino procedente de Trabada y Ría de Abres tras cruzar el Eo y dejar Asturias. Más cerca, un poco a la derecha, los montes de A Granda (481 m) y Covalonga (471 m), en la parroquia mindoniense de Santa María A Maior
En aquellos montes, aldeas como Oural, topónimo relacionado con minería aurífera, o Ferreira, de los antiguos ferreiros y fraguas, son también de dicha parroquia de Santa María A Maior
Según el mojón indicador estamos a 156 kilómetros de Santiago de Compostela
Llegamos a una gran nave de ganado, ya estamos en O Castro, solar familiar de Nicolás de Leiras, tatarabuelo paterno del médico y poeta mindoniense Manuel Leiras Pulpeiro
Las señales, en cada cruce, así nos lo indican, tal que esta flecha y esta concha de azulejos
"Francisco Otero González fue bautizado en la iglesia parroquial de Santiago de Lindín el 14 de marzo de 1860. Era hijo de José Otero Alonso, natural de Lindín (Mondoñedo) y de Josefa González, natural de Santa Marta de Meilán (Riotorto). Esta familia residía en la vivienda conocida como "Do Valadouro" en el barrio del Castro, de la expresada parroquia.La prensa de la época describe a Francisco Otero de esta manera: de baja estatura, fornido, de buenas carnes, de color blanco y de pelo castaño
Una hermana de Francisco Otero, llamada Luisa, también se hallaba trabajando en la capital del Estado y había sido bautizada en la misma parroquia de Lindín el 22 de septiembre de 1854"
"A las cinco de la tarde del 30 de diciembre de 1879, cuando el Rey D. Alfonso XII y su segunda esposa Dª María Cristina de Habsburgo-Lorena, regresaban al Palacio de Oriente, después de pasear por el Retiro, un humilde muchacho efectúo varios disparos con un arma de fuego marca Lefaucheúx contra los monarcas. El autor de los disparos fue inmediatamente detenido y resultó ser Francisco Otero González, que trabajaba en una pastelería y era natural de la parroquia de Santiago de Lindín, Ayuntamiento de Mondoñedo (Lugo).
El autor de los disparos fue acusado del delito de regicidio frustrado y condenado a pena de muerte en garrote vil. Fue visitado en prisión por D. Candido Martínez Montenegro, diputado a Cortes por Mondoñedo. El 14 de abril de 1880 es ejecutado Francisco Otero en el Campo de Guardias, en la zona de Chamberí de Madrid"
En aquella época la emigración era moneda de uso común, tanto a las grandes ciudades, como a las Américas. Antes aún, desde tiempo inmemorial, siglos atrás, existía una emigración o trabajo estacional, siendo especialmente recordados los segadores que iban a Castilla en la temporada de la siega, a pie, llegando a formarse cuadrillas de mozos de estos pueblos, haciendo su labor en lugares como Ávila. No obstante la dureza del trabajo y desplazamientos, apenas lograban volver con unos pesos ahorrados
Por su parte, Xosé Ruiz Leivas nos informa de otro nacido en Lindín, el célebre apicultor Ramón Leiras Pértega, que vio la luz en esta parroquia el 1 de diciembre de 1928 y que fue luego vecino del barrio de Os Muíños de la ciudad de Mondoñedo, tras casarse con Consuelo Arias, hija del tabernero de ese lugar, Emeterio Arias Hutton. Con su hermano Santiago se aficionó al mundo de las abejas, del que será todo un maestro, llegando en 1997 a ser presidente de la delegación de la Asociación Galega de Apicultura en Mondoñedo, cargo en el que permanecerá hasta 2015, cuando recibe un cálido homenaje de sus colegas abelleiros
Nacido y vecino de esta parroquia fue también el párroco de Argomoso D. Ramón Leiras Varela, Bián, aquí nacido el 12 de febrero de 1817, con abuelos del lugar de Oural, también de Lindín. Por la biografía que publica Doural sabemos de la existencia de una antigua capilla, hoy desaparecida, que su familia empleaba como corral de ovejas y que él quiso restaurar a su jubilación:
"Ya entrado en años, D. Ramón toma la decisión de adecentar la citada edificación, de dotarla de imágenes e incluso de mandar construir una pequeña espadaña con un campanil en la parte superior de su vivienda. La capilla era de propiedad privada, aunque al toque de la pequeña campana, que se hacía desde el corredor de la vivienda, siempre se congregaban algunos vecinos de la parroquia para asistir a misa. En la pequeña capilla existieron las imágenes de San Ramón Nonato, Santiago, La Virgen del Rosario y San Juan. También existió un Vía-Crucis, que fue bendecido por él y por un pariente suyo, también sacerdote y apellidado García Ledo
Con la defunción en 1890 de D. Ramón, se dejó de celebrar en la capilla el Santo Sacrificio de la Misa, se retiraron las imágenes y el local fue dedicado de nuevo a otros menesteres de la casa"
"La historia de este tramo tiene un punto de inflexión el 26 de julio del 2014, apenas cinco meses después de su inauguración, cuando la niebla provocó un accidente en cadena en O Fiouco, con una víctima mortal y medio centenar de heridos. De nada sirvieron los tres kilómetros de balizas luminosas tipo led y dos pórticos de señalización variable. Tras ese siniestro, la Dirección General de Tráfico (DGT) optó por cerrar la autovía cuando había niebla y desviar la circulación por la antigua N-634. Fomento declaró su particular guerra a la niebla con un concurso de ideas, mientras la DGT comenzó a implementar medidas para garantizar la seguridad de la circulación, con paneles de mensaje variable, balizas de niebla, dos radares de tramo y un desvío automatizado del tráfico que permite reducir las horas de cierre"
Allí está una de las titánicas obras de ingeniería de la autovía, el Viaducto de Lindín, de 757 metros de largo y una altura de luz que llega a los 103 metros, salvando el collado del Rego de Abidueiras que, al otro lado, baja a desembocar al río Valiñadares, uno de los que forman el Masma. Nos sirve de referencia, pues pronto pasaremos debajo de él para llegar, en larga bajada, a Mondoñedo
Realmente, antes que se hiciese la autovía, existían ya proyectos de viaductos en estas montañas para el paso de un ferrocarril que nunca llegó, pese a que se dio por hecho, por ejemplo, en 1920 con el proyecto del Central Gallego, que comunicaría la costa de A Mariña con Lugo y cuyo primer antecedente, si bien sobre el papel, fue el proyecto de ferrocarril de Ribadeo a Lugo de 1863
A nuestra izquierda una hermosa casa de indianos con jardín y cabazo
Villa Carmen, del año 1934
Vistosas flores junto al murete del Camino
Al fondo, en lo alto de una colina, las casas de O Caxigo, otro de los barrios de Lindín, al que subiremos a continuación
Realmente esta línea de montes a partir del Padornelo forman una larga colina que se extiende hacia el sur, por donde iban antiguos caminos aprovechando este brazo montañoso que constituye un verdadero paso natural. Allí tenemos por ejemplo los montes de Argomoso, cerca del lugar de Curros, en los que existen, o existían, unas antiguas camperas de nombre evocador, el Campo da Tenda do Rei, que ya aparece citado en 1527, sin saberse la razón del topónimo, si bien hemos sabemos que está cerca de la legendaria Cova do Rei Cintolo, al otro lado de la montaña, en la vertiente que cae al Valiñadares, impresionante caverna con sus estalactitas, estalagmitas y tradiciones de reinos perdidos. Garcia Doural informa que a finales del siglo XIX y principios del XX se convocaba allí a los vecinos de las parroquias de Mondoñedo para hacer cacerías de lobos. Asimismo, en el mismo artículo antes citado de La Voz de Galicia, se leen testimonios de vecinos como Luis Cabanas, sobre el peliagudo asunto de la niebla:
"En Argomoso hai moitos paisanos que teñen vacas e contan que ao primeiro enxeñeiro que veu sacar as probetas lle dixeron que como ían facer a autovía por alí, se había veces que non vían ás vacas a cinco metros"
Allí tenemos otro de los viaductos de la A-8. El Viaducto de Curros. En esas praderías García Doural habla también del Campo dos Maragatos que, como su nombre indica, fue zona de paso de arrieros maragatos en los antiguos camiños a Castela, cerca de las fuentes del Rego do Aguillón:
"Según nos comentaron los más viejos de la parroquia, este espacio natural era elegido por los comerciantes maragatos para descansar con sus carruajes y caballerías, cuando venían desde Castilla a comerciar a tierras mindonienses con cereales en periodo de necesidad; con aceites y vinos castellanos; con azúcar, quina y chocolate; con cobertores y telas; incluso trasportaron muchas veces a Madrid las recaudaciones, cartas privadas etc. La estampa de la recua de caballerías y carromatos transitando por aquellos caminos imposibles y descendiendo por las laderas de estos empinados montes es histórica. Hace unos años, con motivo de la concentración parcelaria en la parroquia de Santa María Mayor, estas planicies se han visto alteradas y ahora con la construcción de la autovía Trascantábrica, desaparecen prácticamente para siempre"
Pasamos frente a la que fue la antigua escuela. Parece ser que hubo otras anteriores, la primera en la iglesia, que vemos a lo lejos, según así leemos en Miscelánea Mindoniense:
"A finales del año 1888 ya se había conseguido una escuela pública incompleta para las parroquias de Santa María Mayor, Argomoso, parte de la antigua Rilleira de Ambroz y Lindín. Se establece la nueva escuela en Lindín, al ser considerado como el punto más céntrico de todos ellas. Se acordó ceder una bodega terrena que había junto a la iglesia parroquial, la cual ya venía utilizándose para este fin, como escuela particular, durante los tres meses de inviernoEn el mes de marzo de 1889, el Ayuntamiento de Mondoñedo envió una Comisión formada por D. Juan María Cayón, D. Serapio Bellido y D. Dámaso Salaverri a reconocer el local dedicado a escuela, para comprobar si servía para tal escuela. La Comisión no lo consideró suficientemente capaz ni saludable, a causa de la mucha humedad que se advierte en el piso y por su escasa ventilación y recomendaba que se hiciese de nueva obra un piso alto, aumentándolo lo suficiente para formar un salón que no baje de cincuenta cuartas de largo y sobre veinte de ancho
Naturalmente, como en toda obra humana, surgieron problemas e imprevistos que hubieron de ser solventados:
"A la nueva obra decidieron dar comienzo los vecinos de Lindín D. Ramón Leiras Varela, presbítero, D. Félix Leiras Mon, D. Antonio Seijo, D. Manuel Villalba y D. Antonio Bouso, a costa de muchos sacrificios y desembolsos, contando con que ayudarían los vecinos de las otras parroquias y que se habían de aprovechar de la escuela. Poco más tarde se quejan amargamente por escrito a las Autoridades municipales, de la parte material y económica de la nueva obra y aseguraban que llevaban gastadas unas quinientas pesetas por su cuenta. Todavía les faltaba de pisar de madera el salón, que tiene 53 cuartas de largo y 21 de ancho, hacer ventanas de madera y contraventanas, a cuatro luces, dar cal por dentro y por fuera.Ante la falta de colaboración de algunos vecinos de Lindín y de la negativa de los de las otras parroquias, pedían al Ayuntamiento de Mondoñedo que lo que quedaba de la obra por rematar, se hiciera por cuenta de los fondos municipales, o en otro caso, obligar que concurran con su ?prorrata? todos los que se han de aprovechar de la escuela (1). Desconocemos cual de los dos métodos fue utilizado para rematar la obra de la nueva escuela.Por medio de la documentación existente en el archivo municipal de Mondoñedo sabemos los nombres de los primeros maestros de la escuela mixta e incompleta de la parroquia de Santiago de Lindín: D. Tomás Folgueira (1889); Dª María Visitación Fernández Novo (1890); D. Luís Fernández García (1890, provisional); Dª Evarista Balsa Reigada (1893); Dª Elisa García Gómez (1897). En su inicio, el maestro de Lindín tenía asignado un sueldo anual de 460 pesetas"
Salimos a la carretera LU-124 y seguimos caminando rumbo ahora pues a la iglesia de Santiago de Lindín, que vemos cada vez más cerca y hacia la que pronto habremos de subir
La iglesia, construida en el siglo XVIII y reformada en el XIX, alberga en su interior un retablo barroco procedente de la iglesia de San Pedro de Alcántara en Mondoñedo, traído aquí cuando se desamortizó con el antiguo concento de San Francisco del Rosal. Para ello hubo que desmontarlo, dividiéndolo en dos partes, para proceder a su transporte a esta su nueva ubicación. En él se conservan las imágenes originales de San Bernardino, la Virgen del Rosario y San Francisco. Otro retablo también procedente de San Pedro de Alcántara tiene las imágenes de San Pedro y San Pablo. Hay un retablo más del siglo XIX
A la izquierda, O Chao de Lindín y, a sus pies, el valle del Rego de Lobrero. En la montañas están las antiguas charcas de A Poza da Lagoa y A Poza das Cernadas
Camino de la iglesia hallamos a nuestra derecha otra cruz de piedra, con altar
Al acercarnos vemos su escultura de un Cristo crucificado; en la web del Concello de Mondoñedo encontramos esta descripción de estos elementos tan abundantes en los caminos:
"Los cruceiros son cruces de piedra que se presentan como una de las manifestaciones populares más extendidas en Galicia. Se sitúan en lugares simbólicos y todos ellos responden a una razón relacionada con el mundo místico.
Tenemos cruceros en cruces de vías, en los atrios de las Iglesias, en los cementerios, en lugares donde hubo un difunto, para la conmemoración de acontecimientos, como rogativa, como agradecimiento a una concesión divina, etc. y son, también en ocasiones, lugares a los que peregrinar en busca de alguna cura física o espiritual para el devoto.
En Mondoñedo podemos encontrar más de cuarenta curceiros que agruparemos en dos tipos: cruces de piedra y cruces de hierro. Las primeras son, sin duda, las más abundantes, pues sólo hay dos de hierro. Las cruces de piedra están hechas en granito y presentan una estructura de basamento, fuste y cruceiro propiamente dicho, excepto casos contados donde sólo encontramos la cruz apoyada en paredes o directamente en el suelo. Por norma general, son sólo esculturas en piedra sin más, pero hay ocasiones en las que se conservan restos de policromía
Además de los detalles de la escultura del Cristo, donde se perfilan pliegues, costilla, clavos, barba, rostro y cabello, nos fijamos también ciertos detalles en el extremo de los brazos de la cruz, a manera de flores tetrapétalas. Como referencia visual y geográfica no dejemos de observar, al fondo a la derecha de la foto, la cumbre del Padornelo (618 m), inconfundible con sus antenas
O Campo de Lindín, O Chao do Castro, aquí se celebró, desde 1855 hasta alguna fecha indeterminada a finales de esa centuria, la Feira de Lindín, feria ganadera que 32 vecinos de esta parroquia solicitaron, a fecha 8 de enero de ese año, a la corporación mindoniense, de la que era alcalde D. Ramón Pampillo, solicitando...
"... que por la prosperidad del país, este distrito precisa para dar salida a sus ganados una feria mensual, franca y central a las veredas principales, pues la que se celebra junto a la capilla del Carmen de la Rilleira de Ambroz, está muy mal situada y tiene malas entradas?. Los vecinos opinan que el punto que reúne mejores condiciones para celebrar la nueva feria es el espacioso Campo de Lindín, a donde vienen a dar los caminos de Castilla, Asturias, tierra de Lugo, Mariña de Ribadeo, y de los distritos de Lorenzana, Trabada, Miranda, Burón, Meira, Pastoriza y otros varios. También exponen que en Lindín hay buenas casas de posada, se hacen las juntas de ganado que van a Castilla, pasan y pernoctan los traficantes y demás transeúntes"
Vamos a subir ya a O Caxigo, cerca de donde está A Fonte da Cerdeira, donde nace el Rego da Igrexa Vella, solar de la antigua iglesia parroquial, río que daba vida con su corriente a los antiguos molinos de A Igrexa Vella y O Muíño Novo
O Caxigo dispone sus casas linealmente en la ladera, mirando al sur para aprovechar lo más tiempo posible la luz solar
Al llegar a esta casa termina la cuesta y nos dirigimos a la izquierda
Siguiendo la señalización pasamos junto a lo que parece un viejo lavadero
Tenemos ahora una muy buena vista de O Campo do Castro y de los montes de Carracedo
Allá ha quedado también O Val de Lourenzá, bajo A Serra da Cadeira, nuestra ruta viniendo de Asturias por Trabada
Empezamos a ver también los aerogeneradores del parque eólico de A Farrapa (izquierda de la foto), por donde iba el ya mencionado camino de arrieros, Camiño de Castilla, de tanto trasiego antaño, antes de la construcción de las actuales carreteras, que llegó a haber taberna y parada de postas, pues era camino de carro, al final de la dura subida desde Mondoñedo, o comienzo del fuerte descenso hacia la ciudad episcopal, según vengan o vayan. Como siempre, quién nadie más docto que García Doural para darnos cuenta de sus avatares:
"Sabemos que a comienzos del siglo XVIII era propiedad de D. Baltasar Menéndez, vecino de Ribadeo, quién poseía en sus inmediaciones unas pequeñas parcelas de terreno dedicadas a diversos cultivos y otras a prado de regadío. El morador de esta inóspita vivienda, se dedicaba a las tareas del campo y a la cría de ganado vacuno y ovino y era conocido entre los vecinos con el mote del "Farrapeiro".Con motivo de las obras de la Fuente de Mouros y de las Casas Consistoriales de Mondoñedo, en el año 1723, se solicitó y obtuvo de Su Majestad el arbitrio de un maravedí en cuartillo de vino que se vendiese dentro de la ciudad y del que se vendiese en las tabernas de su abasto. A fin de si debe contribuir a este arbitrio la taberna de A Farrapa, pleiteó Dª Rosa Patiño, propietaria de la casa de dicha taberna, o en propiedad como usufructuaria, que le dejó, por los días de su vida D. Baltasar Menéndez, su primer marido.También pleiteó por el mismo motivo el propietario del Couto de Otero de Mondoñedo, que también pretendía estar eximido de la contribución de este arbitrio. Desconocemos el resultado de estos pleitosLa vivienda de A Farrapa se encontraba deshabitada desde hacía muchos años, su estado era ruinoso y con motivo de la concentración parcelaria realizada en el año 1994, las palas excavadoras retiraron lo que quedaba de sus paredes y de este modo desapareció para siempre"
Y llegamos a esta bifurcación al pie de la iglesia parroquial de Santiago de Lindín, sin duda de no casual advocación jacobita, donde seguiremos a la izquierda. Anterior a este hubo otro templo en Lindín del que solo se conserva el topónimo A Igrexa Vella, al que nos hemos referido anteriormente. Se trata de un desaparecido santuario mencionado en la donación del obispo Nuño II a la mesa capitular de la catedral de Mondoñedo en 1261
Aquella iglesia estaba monte arriba, un tanto apartada y, a mediados del siglo XIX, se decidió que, mejor que mantenerla en su solar lo adecuado era hacer una nueva, más cerca de las casas. Esto habría sido entre los años 1855 a 1859, pues es en esta segunda fecha cuando se sabe de un pago registrado al pintor mindoniense José do Rego para blanquearla por dentro y por fuera, así como los altares, el Vía Crucis, la puerta y el campanario. Esta es otra noticia de aquellas obras, sacada de la Miscelánea Mindoniense:
"En el año 1860 se construyó una caseta junto a la iglesia parroquial (más adelante usada como escuela) para su servicio, se separó el cementerio del atrio, cerrándolo con dos puertas, se hicieron dos entradas de escaleras para subir los fieles a la iglesia, se alargó el atrio, cerrándolo de muralla, con su puerta. Las piedras para las escaleras proceden de las canteras de Reiriz. Su importe ascendió a 53 reales y el transporte de ellas a 116 reales.
Realizaron todos estos trabajos Jerónimo Chorén, Francisco López, Mateo Alvite (pedrero) y Tomás Folgueira. Ascendió el importe de estas obras 2.116,7 reales"
Pasando la iglesia viene un tramo llano y recto
A esta altitud vemos un poco mejor al este O Val de Lourenzá, en concreto los barrios de la parroquia de Santo Adrao, por donde baja el Camino desde las alturas de A Cadeira hacia el Pazo de Tovar
En este primer cruce continuamos de frente, rectos, como la línea de postes telefónicos
A partir de este mojón hay un poco de cuesta en rampa...
Según caminamos continuamos contemplando las montañas, del Padornelo hasta A Farrapa, por donde va la carretera de Argomoso, cuya construcción en 1933 dio lugar a varios pleitos con el vecindario hasta que se pudieron vencer
Ahora la Autovía del Cantábrico ha abierto un buen tajo en esta línea de montes, cuetos y colladas. En lo concerniente a la famosa Rapa das Bestas, describe así en 2014, a día 29 de junio, sus impresiones el corresponsal de ABC P. Gil:
"Como cada año desde el 1976, el Campo do Oso (Mondoñedo, Lugo) ha sido este domingo el escenario de «A Rapa das Bestas», un rito ancestral y el primero que abre los distintos curros que se celebran en Galicia. Se trata de una de las costumbres más longevas de toda la Comunidad gallega, en la que hombre y caballo terminan por medir su poderío en una lucha cuerpo a cuerpoPor un lado, los caballos salvajes de las sierras gallegas; y por el otro, luchadores procedentes desde los lugares más recónditos. Como testigos de excepción son miles los visitantes privilegiados que se acercan a contemplar un rito que con un adjetivo: ancestral. Sudor, esfuerzo, polvo, niebla y nerviosismo han estado presentes en este festejo (...)Un día como hoy, desde primerísima hora de la mañana, 'los mozos' reúnen a un gran número de caballos salvajes, que pastan y pasean en libertad y en grandes manadas durante todo el año"
Atrás y abajo va quedando ya O Castro con su antiguo campo de ferias
Y ahora otra vez muy atentos a los mojones, pues en este cruce vamos a ir a la derecha
Aún queda desde aquí ahora un poco más de cuesta hasta llegar al alto y luego empezar la bajada caminera a Mondoñedo
Preciosas camperas verdes, pastos de caballos y vacas, majadas desperdigas por cumbres y altos, paisajes de las montañas de A Mariña que dan paso ya a la no menos mítica Terra Chá. A esos parajes subía el gran médico y escritor Leiras Pulpeiro, el médico de los pobres, a atender a a sus pacientes y, conversando con ellos, aprender de sus cosas, tradiciones, consejas, dichos, leyendas, palabrero y expresiones, para luego inspirar sus versos de médico-poeta
Y aquí, ante el Viaducto de Lindín, está Barral de Cima, aldea situada, como su nombre indica, en una cima; barrio alto de esta parroquia de Lindín, a partir del cual se inicia el largo, pero rápido a la vez, descenso a la ciudad de Mondoñedo, capital del concello
Ya en lo alto de la cuesta iremos a la derecha
Caminamos entre las fincas de esta loma que da a dos valles
A lo lejos volvemos a ver la cima del Padornelo con sus antenas y su circuito de motocross
Ahora empezamos a bajar un poco hasta las casas de esta parte de Barral de Cima
Ya tenemos también de frente a nosotros el viaducto, otra buena referencia visual, pronto pasaremos debajo de él
Barras de Cima se encuentra en este collado donde se unen diferentes rutas, sendas, caminos y carreteras. En torno a estas encrucijadas se disponen las viviendas con sus cuadras y cabazos
Cruzamos y seguimos de frente, rumbo al viaducto
Históricos cruces de caminos a Asturias y Castilla, que constituyeron antaño el principal acceso a Mondoñedo por el este, muy trillados pues en siglos pasados, también por los peregrinos de antaño, al menos aquellos que decidían seguir el llamado Camín Vello, el del paso del Eo por la Ría de Abres y A Ponte Vella
Volvemos a encontrarnos la LU-124, a la que salimos de nuevo en este lugar, pero solamente para cruzarla y pasar al otro lado, donde hay un mojón jacobeo más, al lado de la señalética carreteril
Aquí es donde el Camino, en este tramo carretera local, comienza la bajada más directa y pronunciada hacia Mondoñedo, la rúa do Pasatempo, la cual se dirige al puente de este nombre, por donde entraremos al casco histórico mindoniense en el barrio de Os Muíños
Al fondo nos llama la atención un picudo y cónico monte: A Pena da Roca (754 m), otra de las totémicas cumbres en torno a la histórica ciudad episcopal
Su nombre de debe al penedo o gran peñón rocoso de su cima, llamado también A Pena da Portela
Justo antes de pasar al pie del altísimo Viaducto de Lindín encontramos a mano derecha una fuente: A Fonte do Alto de Lindín
Fuente antigua con abrevadero y restos del antiguo lavadero, que aprovecha el agua de los manantiales que nacen en estas laderas
Con la llegada del agua corriente a las casas estos elementos fueron cayendo en desuso, unos han sido restaurados, otros como este aún se mantienen en pie y no pocos han desaparecido, a causa también de las concentraciones parcelarias
Justo encima del caño del que mana el agua vemos el escudo de Mondoñedo, cuya descripción oficial es la siguiente:
"De gules (rojo), el cáliz de oro (amarillo), sumado de la Sagrada Forma de plata (blanco) y acompañado de siete cruces de los mismos, tres en cada flanco y una en la punta, ésta flanqueada de las letras M y O de oro. Al timbre, corona real cerrada."
Justo enfrente, cubierto de eucaliptos, el Monte da Arca, localización de un importante recinto castreño, del que ya hablaba, en el 1876, el historiador José Villamil y Castro, uno de los primeros que aplicaron metodología científica en el estudio de los yacimientos de la comarca:
"En el llamado Monte d´arca, que domina á la ciudad de Mondoñedo, existe la que dicen Modorra de los Moros. Está situada en la Croa del monte y compuesta de un área de 300 metros de circulo, defendida por triple parapeto, fabricado de gruesa pared, y de un profundo foso, muy perceptible desde muchos sitios de la ciudad de Mondoñedo, que la rodea por un tercio de su circuito, único por donde necesita semejante defensa, pues por los otros dos, la ladera, al NO, del monte, se presenta tan asperísima (y en parajes completamente vertical), que sólo es visitada por los corpulentos buitres que anidan en las anfractuosidades de la rocas que la componen"
No deja de producirnos cierta sensación de vértigo mirar desde aquí hacia arriba. Una obra tan titánica como discutida. Volviendo al artículo Mil días sin solución a la niebla en la A-8, se recoge el testimonio de otro vecino, Manuel Alvite
"Os enxeñeiros que fixeron iso, non sei como lles deron o título. Chegaba con quedarse quince días en Mondoñedo para ver que non se podía facer. Non se lle ocorre a ninguén. A calquera que lle preguntaran dicíallo», apunta Manuel Alvite, jubilado, que asevera: «Iso é unha zona freática. Hai un cento de fontes. Non ten solución. Tarde ou cedo vai caer todo"
"Según Gabriel G. Enríquez en el diario La Voz de Galicia, la noche del día grande de las Fiestas de San Lucas de Mondoñedo del año 1.949, cuando el vecino de la cercana parroquia de Santiago de Lindín, que dió al informado las iníciales A.L.P., regresaba hacia su domicilio, aseguró haberse encontrado en lo más alto del antiguo trazado de La Calzada con dos figuras extraordinariamente altas, que tenían sus cabezas cubiertas por dos conos y que giraron de forma anormal a su paso, como si estuvieran unidas por los hombros (...)
Hemos intentado localizar a la persona del avistamiento de Lindín por medio de los libros parroquiales de bautizados y defunciones del siglo XX, pero nos fue imposible localizar a una persona de la parroquia con estas iniciales (...) llegamos a la conclusión de que las iniciales segunda y tercera no fueron dadas correctamente. ¿Cuál fue el motivo?. Posiblemente nunca lo sabremos"
Sobre los castiñeiros y eucaliptos, otras elevadas montañas en la distancia, A Toxiza, que llegan a los 833 metros de altura en la cumbre del mismo nombre. Se la tiene como parte de la extensísima Serra do Xistral, entre A Mariña y la Terra Chá
Son célebres penedos allí existentes, alguno con muy caprichosas formas y composiciones, que no siempre parecen obra natural de ahí las múltiples leyendas existentes al respecto, basadas también en el yacimiento castrexo-medieval de Os Castelos situado en sus quebradas
Yendo raudos cuesta abajo perdemos altura rápidamente, y empezamos a ver el valle, a nuestra izquierda
A la izquierda A Pena da Roca, abajo el valle del Valiñadares, río que va dirigiéndose, como nosotros, a Mondoñedo, uno de los ríos que, un poco más adelante, formarán el Masma, que el obispo Sarmiento de Sotomayor quiso hacer navegable hasta aquí desde su desembocadura, en la Ría de Foz, allá por el siglo XVIII
El primer camino citado, el que sube desde Mondoñedo por As Barbeitas, pasa luego al pie de aquellas casas, As Airas, continuando hacia Maariz, San Vicente de Trigás y Lousada
La bajada se acentúa. Explica también García Doural en su artículo un poco de historia de esta cuesta y este camino...
"En la noche del 8 al 9 de septiembre de 1761 se desató una enorme tormenta sobre Mondoñedo y sus alrededores. Los daños fueron muy cuantiosos en caminos y sembrados e incluso resultaron dañadas de consideración algunas viviendas y perecieron ahogados varios vecinos. El documento consultado dice, más o menos así:"En la cuesta que nombran de Lindín, que es vereda y villa real para los Reinos de Castilla, y otras partes y de mucha utilidad y servicio, era necesario repararla, hacer ramplas y construir diversos trozos de calzada. También conceptuaron ser preciso para hacer uno y otro, desde el Chao de Navallas hasta el puente que llaman de Ruzos, que se halla a la salida de esta ciudad, cuatro mil seiscientos reales, por tener la citada cuesta, de un sitio a otro, en largo, ciento y dos brazas"E subín pola calzada,que algún día foi romana,o modernismo a desfixo,ben desfeita xa estaba (Rebegón)Con motivo de la concentración parcelaria realizada en el territorio de la parroquia del Carmen, una parte del trazado de la antigua calzada se ha destruido y otro, ha quedado debajo del asfalto, pero el nombre de Chao de Navallas, continúa"
El Camino serpentea y sigue la sinuosa ladera perdiendo altura a cada paso
En la distancia, el parque eólico de A Toxiza. Ahora, en un recodo del Camino, en As Abidueiras, empezamos a ver, con emoción, la histórica ciudad de Mondoñedo, capital que fue durante siglos de una de las antiguas capitales del Reino de Galicia hasta su extinción con las reformas administrativas liberales de 1833
Monte arriba, si nos fijamos, veremos un un gran monasterio, el Mosteiro dos Picos o de San Martiño de Vilalourente, que se supone fue construido en el año 1348 por los franciscanos, siendo luego hospital de peregrinos
Su estructura actual se debe a las reformas dieciochescas del obispo mindoniense Juan Antonio Muñoz Salcedo, siendo tirada la iglesia original y construyéndose una gran torre del campanario. El claustro se hizo a partir de 1687 y su fachada principal es barroca. En la actualidad, pese a alguna iniciativa tendente a remediarlo, está en ruinas
En esta bifurcación seguimos frente, todo cuesta abajo, a la sombra de estos árboles
A lo lejos, a nuestra izquierda y al fondo, al sur, la subida al Alto da Xesta por el camino sobre el valle del Valiñadares. A la izquierda los montes de A Farrapa, donde hay un gran parque eólico
"Cintolo gobernaba en tiempos por aquellos lares en una ciudad que se llamaba Bría. Tenía grandes riquezas y una hija muy hermosa que se llamaba Manfada querida por nobles y plebeyos por sus bondades. Muchos príncipes y grandes señores acudían a rendir visita al rey por ver si podían casarse con su hija pero Cintolo no tenía prisa por casarla, ni la princesa por casarse.Sus pretendientes eran hombres rudos que habían ganado su fama y posesiones por la guerra, sublevación o asesinato lo cual no aumentaba su valía a los ojos del rey.Una mañana llegó a Bría un joven conde acompañado de unos pocos escuderos. Entre éstos había jóvenes y viejos para los cuales tenía una palabra amable y todos hablaban bien de este conde. Se hizo simpático a los ojos de la princesa y de su padre. Pero al poco llegó otro cortejo con gran acompañamiento de hombres de armas que acampó en la plaza como si fuera tierra conquistada.El jefe, hombre cruel y ya mayor envió un mensaje perentorio a Cintolo exigiendo la mano de su hija para el rey Tuba de Oretón añadiendo que si no era atendido asaltaría el castillo.El joven conde se ofreció al rey para luchar contra este energúmeno por el amor de la princesa confiado en que las "boas fadas" le ayudasen en su esfuerzo.Pero Tuba era un brujo; sabía que no era rival en buena lid del joven conde y reunió a sus consejeros, también brujos, para lanzar un encanto para vengarse de Cintolo. A los pocos minutos se produjo un gran estruendo provocado por un trueno y la ciudad se derrumbó sobre las buenas gentes de Bría. Todos perecieronEl conde, que estaba velando las armas, saltó sobre su caballo y atacó al rey brujo al que atravesó con su espada. Al volver al castillo vio que en su lugar había una gran caverna. Entró en ella y sólo encontró grandes piedras y fantásticas columnas pero Brías había desaparecido.Desde entonces, en la cueva hay un encanto, una princesa rubia que puede ser vista al amanecer por el mortal de corazón limpio que pase por allí. Si puede desencantarla quedará dueño de sus riquezas, pero si falla, será devorado por un monstruo que vive en la cueva"
Sobre el valle, Maariz, hito del Camino en la ruta al Alto da Xesta para ir a Abadín. En la distancia el parque eólico de A Farrapa
"Hace mucho, mucho tiempo existía una zona conocida como Bría, lo que actualmente se conoce como el municipio de Mondoñedo. En Bría había un enorme fortaleza, conocida por todo el reino por guarecer las mayores posesiones de toda la comarca. Este castillo era la morada del “Rei Cintolo” y de su hermosa hija, de nombre Manfada. Su hija, además de su indudable belleza era una joven muy afable y contaba con la gran riqueza que su padre, el rey, poseía. Esto hacía que despertara el interés de muchos jóvenes, además de todos sus súbditos.
El rey cada día rechazaba a numerosos jóvenes del lugar que ansiaban tomar la mano de su hija, ya que la mayoría de ellos habían alcanzado sus títulos de caballero por actos malvados. Hasta que un día, llegó a Bría un joven conde que rebosaba simpatía y cordialidad llamado Hollvrudet a lo que el rey no tardó en caer en gracia. Manfada víctima de los encantos del joven se enamoró, a lo que su padre ya esbozaba la palabra “boda”
A los pocos días llegó al pueblo una comitiva de hombres a caballo y entre ellos una persona de gran importancia. Se trataba del Rey Tuba de Oretón, este y sus caballeros acamparon en el lugar como si se tratara de la ocupación de un territorio. Desde los exteriores del castillo enviaba cartas al Rey de Bría exponiéndole sus condiciones, las cuales eran: tomar en matrimonio a Manfada y si se negaba tomaría por la fuerza el castillo y se llevaría a la princesa. Ante las exigencias y amenazas del intruso tanto las gentes del lugar como el rey mismo estaban atemorizados. Ninguno sabía bien que hacer ante la situación y fue la iniciativa del joven llegado anteriormente, Hollvrudet, quien les dio la solución. Este se ofrecía a combatir en duelo con el Rey de Oretón. El joven estaba convencido de su victoria debido a su condición física y a su destreza con la espada. Por el contrario, el rey de Oretón era todo lo contrario rechoncho y tenía poco conocimiento en el manejo de las armas. Aunque el rey no estaba en total desventaja ya que poseía un don conocido en Galicia como “vedoeiro” o brujo, lo que le permitía elaborar terribles conjuros contra sus enemigos.
El rey de Oretón tiempo antes a combatir con el joven conde, se reunió con individuos de su gremio para elaborar un poder tal que fuera capaz de neutralizar la fuerza y destreza de Hollvrudet. A pocos segundos de que los brujos empezaran con el ritual en el cielo se produjo un gran estruendo, un trueno había azotado el cielo de tal manera que dio lugar a tal temblor que gran parte de la fortaleza se vino abajo sepultando a parte de sus ocupantes. Ante tal hecho la gente corría despavorida por el temor y el joven conde que había conseguido escapar de la catástrofe, se dirigió en dirección al ritual de brujos donde logró atravesar con su espada al rey invasor. Regresando al castillo se quedó atónito a lo que veían sus ojos, literalmente el castillo había sido tragado por un gran agujero. El castillo con sus gentes, su amada y el rey habían desaparecido dentro de esa inmensa cueva y desde entonces no se supo nada de su paradero.
Cuentan los lugareños que dentro de la “Cova do Rei Cintolo” se encuentra la princesa, pero esta no puede escapar debido a que esta cautiva por uno de los brujos que formaba el ritual. Este brujo deja que la muchacha salga a las doce de cada noche durante unos minutos, momento que ella aprovecha para buscar a su amado por los alrededores. Por lo que se dice que si uno pasa en la medianoche por el lugar podrá ver a la princesa pero hay que tener cuidado de ser capturado por el brujo, que está vigilándola desde la entrada de la cueva"
Más a lo lejos están otras, como las de O Vilar y Pausalido, pero tal vez la industria extractiva de la que se conservan buenos restos, aunque tampoco duró mucho, fue la de Lousada, al final del valle, con sus hornos de cal. En los artículos correspondientes al Camino Norte por esa ruta, de Mondoñedo al Alto da Xesta, hablamos algo de todas ellas, así como de las antiguas dehesas reales, reservas forestales de Fraga de Rei y Trigás, para surtir de madera a tanto la marina mercante como a la armada de guerra
En la actualidad, el paisaje rural y forestal del valle constituye un gran aliciente para visitarlo, surcado, además de por uno de los ramales del Camino Norte que salen de Mondoñedo, por otras rutas montañeras y senderístas y, por supuesto, la visita a la tan mencionada Cova do Rei Cintolo, de la que se dice es "santuario entre la ciencia y la leyenda de la espeleología gallega", de seis kilómetros de longitud (otras fuentes dicen 7,5 km), llena de llamativas formaciones pétreas, formada por una serie de galerías laberínticas, donde hay lagos subterráneos y un río con el evocador nombre de Celtas, si bien es el de un grupo de montaña vigués que en 1954,exploró la cueva, organizando un campamento, adentrándose en las galerías y catalogándolas. Por eso a esa corriente fluvial se puso este nombre
Un valle de ensueño, este del Valiñadares, antiguo río Bría, del que decía Álvaro Cunqueiro que era " a más fermosa ribeira fluvial do mundo". Funcionaban con el agua del río varios molinos; en la cercana parroquia de Argomoso estaban los de Riobarral, A Mazurqueira, A Avelaira, Sopena y dos en Lavapés. Hace tiempo han dejado de moler y los edificios han desaparecido, pero no las leyendas del Rei Cintolo, de quien también escribe en La ciudad y sus ferias (18-11-1964) el genial Cunqueiro, pensando sería también visitante de las renombradas ferias caballares de As San Lucas de Mondoñedo:
"Y quien vendría y vendrá, pero ese excusándose en la sombra, será el rey Cintolo de nuestra caverna vecina, a comprar pollos negros y luceros, que son los que mejor van, digo yo, en las praderas suyas soterradas. Ahora que van baratas, por pocos que sean los haberes de los monarcas ocultos en cuevas, ya le podrá mercar el Cintolo una mula meirega a la reina Cintola, si es que hay en Sopena tan oronda señora de este nombre decorada"
Cruce en las inmediaciones de A Fabega: vamos rectos cuesta abajo hacia las casas, viendo nuevamente algo de Mondoñedo más allá de los prados de la derecha
En concreto se ve muy bien la iglesia parroquial de Santiago, con su ábside y torre-campanario, edificio de estilo neogótico, muy del gusto de entre los siglo XIX y XX y llamada Igrexa Nova por ser la única "nueva" que existe en el casco histórico. No en vano fue mandada construir por el obispo Fernández de Castro con la idea que la parroquia de Santiago, la de la ciudad, tuviese su propia sede, pues de siempre estuvo su santuario dentro de la catedral de la Asunción. Empezó a erigirse en 1890 pero su consagración no se celebró hasta diez años después, dado que los trabajos hubieron de interrumpirse por problemas de presupuesto. A sus pies pasa el otro ramal del Camino Norte, el que ha entrado en Galicia por Ribadeo y llega a Mondoñedo por Vilanova de Lourenzá
A Fabega, es un topónimo de fácil explicación, las plantaciones de fabas tan características de toda la comarca y que suelen acogerse a la denominación de Faba de Lourenzá, por el concello vecino, donde está su centro de interpretación, siendo además Indicación Geográfica Protegida (IGP)
"Conforme texta todo alrededor, con la jurisdicción del obispado de Mondoñedo. Empieza en las Bidueiras, que están arriba, junto al camino real que viene y va para Castilla y de allí viene derecho por la Valiña abajo a la fuente del Torno y de allí va todo por el agua abajo hasta llegar al molino viejo que fue de Gómez do Río y de Dª Catalina Osorio, y de allí todo por el Rego abajo hasta llegar a la agra y heredad que quedó de Álvaro de Chas, molinero, y por allí vuelve por el camino que va para Los Molinos de la ciudad y parte el dicho camino la dicha jurisdicción de la del Sr. Obispo de Mondoñedo y por allí vuelve por el fondal de la Pumarega de Diego Reigosa, escribano, y por allí sube, por donde viene el agua del Perigote, que pasa junto a la casa nueva que ahora hizo allí el dicho capitán Pedro Fernández Baamonde y de allí sube todo por la Valiña arriba, conforme viene el agua y por los sotos arriba, hasta volver derecho a las Bidueiras, que atrás quedan dichas, donde esta un marco (, junto de allí, que parte la dicha jurisdicción con la del dicho Señor Obispo"
La rúa se estrecha un poco entre las casas, por lo que estemos atentos al espacio de paso en caso que veamos circular algún vehículo
Las casas se disponen a ambos lados de A Calzada, a veces formando hileras o bloques
O Couto de Outeiro pertenecía a la llamada Rilleira de Ambroz, una de las antiguas divisiones administrativas del territorio mindoniense, solar de los Sarmiento, estirpe familiar del obispo Sarmiento de Sotomayor, al que antes mencionábamos
Crecen las hortensias, rosas y margaritas en la vereda. Entre las casas llega otro tramo recto con buenas vistas al centro histórico
Luego llega otro tramo de curvas, siempre en descenso y con la ciudad al frente, en medio del valle
Caminamos ahora entre estos viejos muros de piedra, cubiertos de matorral. Al fondo, entre las casas de la ladera, está el Pazo de San Isidro, del siglo XVII, pero del que dice la tradición sería sucesor de otro más antiguo, medieval, donde se aplicaba "jurisdicción civil y criminal" sobre Vallibria, Villamayor de Vallibria o Vilamaior do Val de Bría, población antecesora del Mondoñedo actual
En los terrenos del Pazo de San Isidro se edificó, tras muchos avatares, el Convento de la Encarnación de Coto de Otero, entre 1646 y 1656, donde ya había una capilla dedicada a Nosa Señora do Socorro. Diversos fallos constructivos ocasionaron su abandono en unas décadas, siendo desmantelado y derruído a partir de 1710, trasladándose las monjas poco después al que sería el Convento de la Concepción, en el casco urbano de Mondoñedo
Y aquí, atención, en este cruce tomamos el camino de la izquierda, que sigue bajando por este viejo Camino de peregrinación y arriería, cuyo tránsito se vio intensificado con las ferias y mercados de la histórica ciudad y sede episcopal
Así, en 1854 es trasladada el Campo da Feira, en Os Remedios y, más tarde al barrio de Os Muíños, que vemos aquí abajo (izquierda de la foto), el primero de lo que es propiamente la ciudad de Mondoñedo por que vamos a pasar, pero también allí hay quejas vecinales:
"...se veían interceptadas sus casas en todo el tiempo que dura, con dificultad pueden salir de ellas, por que es perjudicial para su salud y aún de los transeúntes de aquel camino de inmensa concurrencia, la inmundicia y fétido olfato que deja tras si la reunión del numeroso ganado que a ella acude y puede asegurarse que en el año 1851, se vio esta población atacada de la maligna fiebre, que tantos estragos ha causado, se cebase con encarnizamiento en aquel barrio"En 1855, es llevada finalmente a la parroquia de Viloalle, según petición de sus vecinos por escrito, celebrándose allí en el lugar de O Souto da Taberna
Al lado de la catedral, junto a la puerta de una de sus desaparecidas murallas, la Porta da Fonte o Porta da Vila, había un hospital de peregrinos, dedicado a San Pablo, que en 1750 se fusionó con el de San Lázaro, de malatos o leprosos, construyéndose un nuevo y gran hospital, el de San Pablo y San Lázaro, este ya especializándose en el sentido actual del término, como sanatorio más que como alberguería, por iniciativa del obispo Sarmiento y, a su lado, se hizo en 1893 el entonces llamado Asilo de Mondoñedo, a expensas del indiano retornado José María Pardo Montenegro Cordal. Vemos el conjunto en lo alto de Mondoñedo, unos grandes edificios, reformados y ampliados, a la izquierda de la foto, sobre la ciudad
Desde aquí realmente lo que más vemos es el antiguo asilo, actual Residencia y Centro de Día San Rafael. Esta sito en el Campo dos Remedios, otro lugar de honda tradición mindoniense, del que iremos hablando, según lo visitemos en nuestro periplo por la ciudad, con sus correspondientes artículos, así como del convento de la Concepción, cuyo cimborrio vemos un poco más abajo, sucesor del de la encarnación que estuvo aquí, en O Couto de Outeiro
En lo alto, las cumbres de A Toxiza con sus eólicos: la Pena dos Galos (744 m), A Pena da Lebre (783 m) y la ya mencionada Pena Toxiza (833 m), que lleva el nombre de la sierra
Mondoñedo, que perdió su capitalidad durante las grandes reformas liberales decimonónicas, se mantuvo en buena parte casi intacta como población monumental hasta nuestros días, en medio de este grandioso valle o... como en su momento se dijo "en un pozo", eso al menos era lo que afirmaba el documento que desestimó definitivamente en 1928 que el Ferrocarril Central Gallego, iniciativa de varias sociedades de emigrantes en La Habana, pasase por aquí, afirmándose asimismo que el gasto para salvar las "enormes montañas" era inasumible
Desde aquí podemos reconocer el camino a la catedral, a la izquierda de las casas, por la rúa de San Roque, donde está la capilla de esta advocación y bajo unos prados en cuesta al pie del Bosque de Silva, glosado por Cunqueiro
Esta capilla de San Roque, de la que reconocemos parte de su estructura, incluida su espadaña del campanario, está en el lugar de A Pena y nuestro Camino pasará justo enfrente. Fue fundada en el siglo XVI, luego que el Concilio de Constanza, en la baja Edad Media, consagrase su veneración
Casas escalonadas en la ladera, caminamos la lado de ellas mientras seguimos A Calzada, llamada rúa do Pasatempo, que nos encamina al puente de este nombre, paso al barrio de Os Muíños
El 8 de agosto de 1593, según datos que proporciona el erudito investigador mindoniense Xosé Ruiz Leivas en Historias dos MuíñosHistorias dos Muíños, el Cabildo de la catedral de Mondoñedo contrata con el carnicero Pedro Golpe el suministro de carne para proveer al clero catedralicio y su servidumbre durante tres años con la condición era que debería de tener la carnicería en la "Rigueira de Ambroza, a la puerta de Rodrigo de Riba, zapatero, que era a la parte de alla del Puente dos Ruzos"
Esta es A Fonte do Sapo, cuya ubicación original varió, tres metros más abajo de donde estaba primeramente, con motivo de la construcción de una casa con "horno de alfarería para vasija ordinaria", tal y como escribe Andrés García Doural en Miscelánea Mindoniense:
"La Corporación inspeccionó la obra y recomendó cuidar de que la cañería tuviera la capacidad suficiente y fuera construida con paredilla de cal y canto y revocados con cal hidráulica, así como de que a sus inmediaciones permita construcciones destinadas a objetos que produzcan humedad, con el fin de evitar de este modo cualquier filtración.
La cañería tendría once metros desde el alumbramiento del agua, hasta donde ha de construirse la nueva fuente, ha de tener medio metro de alto y treinta centímetros de ancho y construirse con piedra y cal y debía cubrirse de losa el techo. Esta tendría un solo caño de hierro, que se colocará a la altura de cuarenta y cinco centímetros, pudiendo emplearse en ella y en el abrevadero la piedra que más interese.
Las obras y materiales que se invirtieron fueron costeadas por Antonio López Polo, quien, además tuvo la obligación de dejar en buen estado el camino frente a la nueva vivienda"
De frente, al otro lado del río Valiñadares, Río Vello, o Río Ares, a la entrada de la parte conocida como Os Muíños de Arriba, está la Casa dos Leivas, la cual se empezó a construir por D. Cristóbal Leivas Gallego el 30 de abril de 1919, según nos dice Xosé Ruiz Leivas en Un paseo polo barrio dos Muíños, y se hizo con la idea de abrir una tienda en su plata baja. Dos años después se puso en marcha el Taller dos Leivas, una forja que sucede a otra anterior, que había fundado unos años antes, en 1890, José Leivas Ron, guerrillero carlista que volvía de su destierro en Cuba tras su apresamiento en los cercanos montes de Cabana de Vella en 1872
Al otro lado del río estuvo también el obradoiro de Cristóbal, Treta de Carrañas, quien traspasó su negocio a O Ruzo, y este a su vez vendió los terrenos a los Leivas. A la izquierda veremos además el único lavadero cubierto del barrio de Os Muíños, cerca de la Fonte das Cortes, en O Pradelo, ya citada a mediados del siglo XIX en el Diccionario de Madoz como manantial de aguas ferruginosas, fuente de agua mineral que ya recomendaban recuperar las autoridades municipales en 1861, pese a ello, unas intervenciones de un particular plantando árboles y variando el cauce la llegaron a inutilizar, siendo obligado a reponerlo todo como estaba. Aún a primeros del siglo XX las gentes de Mondoñedo acudían a tomar las aguas de este manantial, pues su agua era buena para afecciones como la gastritis, la clorosis o enfermedad verde y la cloroanemia
"Muchas veces he contado lo que pasó en la plaza mayor de Mondoñedo el día 17 de diciembre de 1483. El verdugo levantó el hacha y la dejó caer con fuerza sobre el cuello que descansaba en el cepo. la cabeza saltó y rodó sobre las piedras de la plaza, hacia la puerta de la catedral. Y como el Mariscal había comenzado a encomendar su alma a Dios, diciendo el Credo, la boca de la cabeza ya librada del cuerpo, siguió diciendo mientras rodaba: ¡Credo! ¡Credo! Este arrepentimiento le valió, probablemente, el ser enterrado en la catedral. Todavía en la tarde mindoniense se escuchan las campanadas del toque de ánimas, en memoria de la decapitación y arrepentimiento del Mariscal. Decapitado, hay que decirlo, porque se hizo todo lo posible para que no llegase a tiempo el indulto que habían concedido los Reyes Católicos"
"Lo traía desde Valladolid, al parecer, una hija suya, llamada doña Constanza. Bajaba en rápida yegua por la calzada de Lindín, que fue vía romana. Y al llegar al puente que dice de Ruzos, la esperaba allí gente de la iglesia, las cuales le dieron conversación, la tranquilizaron, les dijeron que no había prisa, que la ejecución de su padre estaba aplazada. Ella bajó de su yegua, para que la cansada yegua bebiese en el río, y estando en este descanso, se oyó tocar a agonía en la fría noche invernal. Doña Constanza había sido engañada. El indulto ya era inútil, que su padre había sido decapitado. Desde entonces las gentes le llaman a aquel puente, a Ponte do Pasatempo, por el itempo que le hicieron pasar, con engaños, a doña Constanza... Doña Constanza, que era dura de pelar, y que años más tarde se levantará en una torre de la Terrachá, de la que solo queda un oscuro muiñón que ve a diestra mano el viajero que va desde Lugo a Villalba..."
Pasamos así ya pues A Ponte do Pasatempo y dejamos atrás la larga bajada desde Lindín por A Calzada y O Couto de Outeiro, entrando en Os Muíños, el barrio artesano de Mondoñedo por antonomasia, tal y como hemos dicho. No en vano aquí se hicieron, por ejemplo, las cajas y partes de madera de los órganos de la catedral, encargadas a Bernabé Seares, por lo que cobró 4.700 reales en 1710
"Uno de los símbolos más identificativos de la actual ciudad de Mondoñedo lo constituye la Ponte do Pasatempo, un sencillo puentecito de piedra que desde tiempo inmemorial salva el cauce de un riachuelo de escaso caudal conocido hoy como Rego de Valiñadares. Debe su fama a la célebre leyenda relacionada con la ejecución del mariscal Pedro Pardo de Cela en 1483 por orden de los Reyes Católicos. Dicho relato presenta distintas variantes, pero todas coinciden en que algunos canónigos acudieron hasta el puente con la intención de entretener al emisario del correo, o si acaso a la esposa del propio Pardo de Cela, a fin de impedir que el indulto regio que traían consigo llegase a la ciudad y redimiese al condenado. La popularidad de este hecho histórico parcialmente fabulado, sumado al topónimo Pasatiempo, aplicado en Época Moderna a un lugar cercano pero jamás a dicho puente, explican que la pasarela fuese rebautizada con dicho apelativo, o bien en el siglo XIX, o fundamentalmente en el XX. No quepa la menor duda de que durante toda la Edad Media y Moderna se le conoció como puente de Ruzos, datando de 1305 la alusión más antigua a dicha “ponte do Ruço”. Como apuntamos con anterioridad, por él transcurría el Camino Real que penetraba de lleno en el barrio dos Muíños. Este proseguía por la rúa da Fonte hasta alcanzar la puerta de la muralla homónima por la que se accedía a la Plaza Pública.Distintas noticias del siglo XVI confirman que por aquel entonces su estructura era de madera. Cuando menos la pasarela. En 1546 contaba con unas vigas lignarias y era tan pésimo su estado que a ciertos animales les resultaba imposible atravesarlo. En 1578 continuaba en muy malas condiciones, careciendo incluso de antepechos que garantizasen la seguridad de los viandantes. La situación tampoco mejoró pasados tres años. Las alusiones a las vigas que aparecen en todas estas noticias y el hecho de que en 1567 se hubiesen colocado cuatro de estas “trabes” inducen a concluir que era de madera. Quizá debido a que esta estructura sufría continuos daños fruto de la endeblez intrínseca al material, el Ayuntamiento decidió realizar uno de piedra en 1592. A priori no parece que con el nuevo se ganase mucha más durabilidad, pues únicamente se emplearía pizarra. La ejecución se contrató al vizcaíno Francisco de Artiaga y a Martín de Ris, dos canteros foráneos que posiblemente tuviesen alguna experiencia previa en este tipo de obras, pues al año siguiente se adjudicaron también la del puente de San Lázaro, y desmerecieron a un colega que pretendía tomarla acusándole de carecer de pericia en construcciones de esta índole.Habiéndose erigido estos dos puentes en pizarra, no sorprende que en agosto de 1607 el Ayuntamiento acordase visitarlos con objeto de “que se remedien antes que se acaben de caer”. Justo diez años después el Concejo obligó nuevamente a repararlos. Y al año siguiente, en la primavera de 1618, decidió arreglar el de Ruzos, hacer ex novo el de San Lázaro, y reedificar una de las puertas de la muralla. Todas estas obras se las adjudicó al maestro cántabro Pedro de Morlote. Se conserva una extensa relación de las mismas, muy detallada además en lo que respecta al puente de San Lázaro y a la intervención en la cerca. Sin embargo, apenas se reseña nada del puentecillo del barrio dos Muíños. Simplemente que se mandó “reparar y adrezar”. De hecho, y a diferencia de las restantes obras, su arreglo no se sacó a subasta pública. Ello induce a pensar que el reparo sufrido hubo de ser de mínima trascendencia.En 1633 intervinieron en él una decena de oficiales capitaneados por el cantero Alonso de Noche. Dos años después una inundación causó estragos en los puentes mindonienses. El Ayuntamiento, el obispo y el oidor real comprobaron su estado. Acto seguido acudieron a la Real Audiencia y al Real Consejo con el objeto de conseguir una derrama de 3000 ducados que financiase su reparación. Pero solo se les proveyó con 150 ducados, una ínfima cantidad que, como luego veremos, se asignó exclusivamente al puente de Viloalle. Ello explica que meses más tarde, a inicios de 1636, el de Ruzos continuase en muy mal estado, no pudiéndose “pasar de a pie ny a caballo sino con mucho peligro”. El 2 de enero de 1651 el Consistorio acordó notificar nuevamente al Real Consejo que comprobase el aspecto de los puentes locales e incluso el de otros más alejados de la capital, pues urgía hacerlos de cantería y frenar así el gasto inútil que se invertía continuamente en ellos. Los munícipes consideraban que merecían un repartimiento que debiera aplicarse a distintas ciudades del Reino, pues la de Mondoñedo había contribuido a financiar los de Ponte Sampaio, Neira de Rei o Portomarín entre otros. Lo cierto es que no debieron lograr nada al respecto.En julio de 1681 el Ayuntamiento mandó una vez más arreglar el puente de Ruzos porque amenazaba ruina. Justo tres años después se comprobó que era necesario componer su calzada. Al fin, el 11 de agosto de 1688, el Concejo manifestó que se hallaba deshecho “del todo sin que se pueda passar ni tener entrada”. Expresó también que intentar cruzarlo equivalía a arriesgar la vida, y que algún individuo ya se había precipitado desde él. No tenía sentido que un puente inscrito en el Camino Real, que a su vez constituía una de las principales entradas a la ciudad, contase aún con una pobre estructura de madera cubierta de losa. Así que el Ayuntamiento aprobó la realización de uno que tuviese un arco de cantería. Fijó cédulas en la urbe por si alguien quería ajustar la obra, y solo mostró interés por ella el arquitecto Antonio Rodríguez Maseda, quien trazó la planta y redactó las condiciones para la misma, presupuestándola en 250 ducados. El 27 de agosto se le remató su construcción. Pese al mal estado del puente, la obra no pudo ejecutarse en ese verano porque el Ayuntamiento no tenía liquidez suficiente para abonarle los 250 ducados sobredichos. Con lo cual, no quedó más remedio que ganar una licencia real que permitiese hacer un repartimiento popular para contribuir a una obra pública de tanto interés. En noviembre de 1688 se supo que el arbitrio no afectaría solamente a los vecinos de la capital, sino también a los feligreses de Lindín, Argomoso y Santa María Maior. Estos parroquianos quisieron desentenderse de una situación inédita para ellos, y, fruto de esta pugna con el Consistorio, surgió un pleito que fue llevado a la Real Audiencia de Galicia. El litigio tiene su interés por las declaraciones del propio Ayuntamiento y de los mencionados feligreses, pues ambas partes aportaron algunas noticias del estado que presentaba el puente, tanto antaño como en aquel momento. Así por el ejemplo, el Concejo declaró que “abria cinquienta años que dicha puente era de piedra”. Los vecinos de Argomoso alegaron que siempre habían sido los de Mondoñedo y alrededores los encargados de haberlo “conpuesto y adreçado puesto sus bigas y losas ençima della”. Y un individuo argumentó que no era necesaria una fábrica tan costosa, afirmando “ser bastante para el serviçio de la çiudad un redifiçeo de madera, como se acostumbro desde inmemorial tiempo a esta parte”. Estas y otras muchas noticias presentes en el pleito nos confirman que efectivamente el puente era parcialmente lignario. A finales de marzo de 1689 todavía no se había construido. Hubo de edificarse hacia mediados de año porque el 16 de agosto Rodríguez Maseda mandó a sus testamentarios cobrar lo que el Ayuntamiento le debía “de la echura de la puente de Ruços."
"Allí mismo, el 10 de marzo, el licenciado Rosendo Gavín Baamonde y el “maestro de obras en el arte de escoltura y arquitectura” Bernabé García de Seares rubricaron un acuerdo. El artista se comprometió a realizar un retablo de nogal y castaño para dicha ermita, que por cierto había sido erigida por su cliente. La traza del mueble la había diseñado Bernabé siguiendo las directrices del patrono –“la planta que de dicha obra y edifiçio entre los dos yçieron”–. El retablo sería columnario y contaría con seis cajas. Las tres superiores cobijarían las imágenes de san José, santa Juana y el Ángel de la Guarda. Mientras que las del cuerpo inferior a san Rosendo, Nuestra Señora del Portal y san Cayetano. El escultor llevaría a cabo las figuras, el mueble, y su ensambladura. Dispondría para ello de un plazo de seis meses. A mayores tendría que hacer en madera un frontal, un atril y cuatro candeleros. Cobraría por todo ello 850 reales de vellón.La trágica inundación que sufrió Mondoñedo en 1761 hubo de afectar al puente, pues el 29 de junio de 1764 se adjudicó el arreglo de un tajamar a una cuadrilla de canteros liderada por el maestro Bartolomé Ramos, quien siguió los planteamientos fijados por el ingeniero militar Martín Gabriel en el verano de 1762. Este había redactado unas condiciones para esta y otras obras similares como consecuencia del referido aluvión. Una década más tarde, concretamente el 5 de julio de 1775, su edificio de cantería y pizarra volvió a sufrir daños por culpa de otra fuerte riada. Ignacio Estévez, maestro de obras del nuevo Seminario de Santa Catalina, fue el encargado de peritar los reparos que necesitaba. Recomendó asegurar sus cimientos, arreglar los pretiles, los paredones circundantes, y hacer lo propio con la calzada. Estas obras concluyeron a finales de dicho año e ignoramos quién las tomó a su cargo. En la actualidad el puente sigue conservando un único arco de medio punto con una rasante mínimamente alomada. Su luz mide 7 metros y tanto el dovelaje del intradós como la parte superior de los pretiles se componen de cantería. Todo lo demás es de pizarra".
Ahora, de frente, seguimos al lado del canal que alimentaba la maquinaria de molinos, forjas, mazo y otros ingenios hidráulicos, viendo de frente el lugar donde estaba el Forno de pan da Menacha. En esta parte del barrio de Os Muíños de Arriba están también la Casa de Jesús Rico, casa familiar de Elva Rico Pérez, restauradora de Bellas Artes y fotógrafa artística; la antigua panadería da Caeira, la Casa de Póngalas (José García Pernas), o la Casa de José Ramón Montenegro, Ministro de la Venerable Orden Tercera
"En el año 1872, con motivo de una fuerte tormenta y la gran crecida del río Valiñadares, se obstruyó el manantial por la gran cantidad de escombros arrastrados por el agua. En el mes de abril del citado año, el concejal Sr. Vivero es comisionado por el Ayuntamiento para que se disponga la colocación de unos pasos de piedra en el cauce del río Valiñadares para acceder al manantial de aguas minerales, se efectúe su limpieza y se repare la fuente.
Hasta hace unos años, existió en la parcela de prado citada un bajo muro de piedra, con su tapa y con un caño de hierro, por donde manaba el agua. También existía un sendero por el margen derecho del río Valiñadares y depositados unos grandes cachotes de piedra dentro del cauce del río para poder vadearlo y así facilitar el acceso de cualquier persona a las mismas.
En la primera mitad del siglo XX fueron muy frecuentadas por los mindonienses y por otras personas llegadas de los alrededores de la población. Desconocemos el motivo por el que se abandonó el manantial y el por qué hoy no se destapa para disfrute del público y se reponen los pasos en el cauce del río. Después de la limpieza y arreglo del entorno del puente del Pasatiempo, de descubrir una parte de la antigua calzada, de reponer la cruz de madera y de realizar otras obras, opinamos que sería acertado sumar este elemento al entorno"
No hay góndolas en los canales de Os Muíños, pero casi casi, pues pequeños barquitos surcan siempre las aguas en sus floridas riberas. Es el Canal dos Leivas, por donde vuelve al río el agua que hacía funcionar la maquinaria hidráulica de su antigua forja
"Os Muíños es esencia. Es un barrio de artesanos situado en una de las entradas tradicionales de Mondoñedo. Muiñeiros, ceramistas… todos tuvieron un protagonismo principal en la evolución de la ciudad episcopal y en este espacio actualmente tienen su sede cuatro talleres artesanos: de cantería, alfarería, serigrafía y títeres. Los creadores contribuyen a dar vida a este singular y bello paraje.
Nadie se pasea por Os Muíños sin fotografiarse junto a los canales del río Valiñadares, que permitieron diferentes actividades y oficios artesanales y cuya estampa, salvando las diferencias, inspiró a quien bautizó en su día este barrio como «la pequeña Venecia"
En el río, otro de los puentes y, al otro lado, la antigua escuela, junto a los talleres de Isidro Otero, frente a las viviendas sociales donde estuvo el Taller de Monicreques y el cruce do Montón. Los terrenos para la Escuela de San José de los Molinos fueron comprados en enero 1915, según consta en contrato, publicado como documento histórico en Justito el Norario:
"Medio ferrado de labradío, sito en el Puente que da principio a la carretera que desde el barrio de los Molinos sigue a Lindín, conocida con este nombre, cuya finca fue fraccionada de la huerta llamada dos Pazos, propia de las vendedoras quedando hoy situada a la izquierda de dicha carretera que la separa de la expresada dos Pazos, y linda al Norte con pasos y camino de serventía, al Sur con la carretera de los Molinos a Lindín, al Este, labradío de Doña Concepción Parga, y al Oeste, el río pared en medio. Es libre de toda pensión"
"Un paisaje marcado por ríos y canales domina la estampa, hecho que provoca que el barrio sea conocido como la “pequeña Venecia”. Aquí a las puertas de las viviendas, en vez de calles, hay pequeños puentecillos y pasadizos que salvan las corrientes de los canales del río Valiñadares y numerosos molinos que hoy ya no funcionan le dan nombre al lugar"
" Cruzando a “ponte do Pasatempo”, de origen romano, llegamos al barrio de Os Muiños que conserva aquel entramado, rural y veneciano al tiempo, mezcla de canales de agua, molinos y puentes de losa, que últimamente se está volviendo a convertir en el barrio de los oficios artesanales; un zoqueiro (artesano de los zuecos de madera), un alfareiro (artesano de objetos en barro), un repostero, un titiritero... vuelven a dar vida a uno de los barrios que proveían a la noble urbe medieval."
Traduciendo libremente a Xosé Ruiz Leivas, trascribimos de Historias dos Muíños:
"En cuanto al nombre de los barrios creemos que el primer molino del que tenemos documentación es un pergamino que dice que el 1 de febrero de 1549 aforaron al Pedro Sanjurgo el molino de A Fabega que, siguiendo el documento, debería conservarlo "moliente y corriente"Poco a poco estos barrios sel lenan de artesanos que complementan cuanto necesita A Vila para su desarrollo y para logralo necesitan fuerza que mueva la industria y sin asomo de electricidad diseñan unos canales que proceden del Valiñadares y que saliendo uno, por el camino de Argumoso y otro pegado al río madre el Valiñadares por la izquierda, hacen un pequeño valle que va a ser el de los barrios de Os Muíños, de tal manera que no se puede entrar en ellos sino cruzas un puente"
"En estos canales aprovechando el desnivel natural en el que se hacen las presas, se sitúan los siguientes saltos de agua que moverán fábricas y molinos: en el canal izquierdo y solo en los dos barrios; la fábrica de Vijando de sillas y suelas de zuecos (hoy desaparecida), el molino del Peruxo, el de Arcediano, o el de Veiga. En el recorrido de este canal aún existen más incluyendo el único que está en funcionamiento en la actualidad
En el canal de la derecha y solo en Os Muíños existían los siguientes saltos; la forja de los Leivas, el taller de marquetería de Santiago Pernas; un molino desaparecido; el aserradero de D. Pedro dos Morena y ya deja Os Muíños, cruza la carretera y sigue"
Efectivamente, Ruiz Leivas afirma que, además de darles la fuerza necesarias a las máquinas hidráulicas de los talleres, estos canales le dieron al barrio un toque veneciano, dando además nombre a estos lugares ya que, siguiendo la corriente, los primeros saltos están aguas arriba (Leivas y Vijande) y los otros aguas abajo (el aserradero de Don Pedro y el molino del Peñasco). Luego, partiendo las distancias, está la Fonte dos Pelamios, "así que xa sabedes o porqué e ata onde chegan Os Muíños de Arriba e Os Muíños de Abaixo"
En el año 1955, en el 50 aniversario de su fallecimiento, se dio a la calle el nombre del obispo Manuel Fernández de Castro, prelado ovetense célebre en Mondoñedo por su pontificado, para el que fue nombrado en 1889, y en Asturias por haber traducido al asturiano el Evangelio de San Mateo, publicado en Londres en 1861. Álvaro Cunqueiro dice así de él:
"... don Manuel Fernández de Castro, a quen lle chamaban O Santo. Un home que morreu en plena pobreza, sin ter uns calcetins"
"Será en esta vivienda donde Santiago Pernas desarrolla todo su arte pintando, dando clases de dibujo y fotografiando la vida cotidiana de su momento. Muchos fondos fotográficos utilizados en su estudio de los Molinos fueron pintados y decorados por Santiago Pernas.
Poco a poco fue dejando paso en el mundo de la fotografía a sus hijos Jaime, Jesualdo y Pepe, aunque sería este último quien lo sucedería
Santiago Pernas falleció el 30 de agosto de 1951, a los setenta años de edad en su vivienda de Los Molinos de Arriba de Mondoñedo. De la actividad profesional de la familia Pernas quedaron miles de placas fotográficas, que por desgracia, muchas se han perdido"
Pasamos al lado del Paseo do Poeta Díaz Jacome, nacido en Mondoñedo en 1910, siendo nombrado Cronista Oficial e Hijo Predilecto tras una intensa carrera cultural, literaria y periodística. Sus primeros poemas aparecieron en la prensa gallega, La Voz de Mondoñedo y Vallibria, luego en otros periódicos gallegos y asturianos
Entre sus obras destacan Primeras cántigas de amor de 1936, con epílogo del también ilustre mindoniense Álvaro Cunqueiro, La huella del ángel en 1943 y Muiño Fidel de 1983. Fue Primer Premio Juegos Florales de Vigo con la poesía A lenda de Cristo y con la Flor Natural de certámenes de Buenos Aires, Montevideo, Nueva York y Barcelona, así como la Medalla Castelao de la Xunta de Galicia
"Cuando yo fui por primera vez a la taberna de Póngalas, Póngalas ya era don José, ya habían ido a beber al mostrador una noche de noviembre las Benditas Ánimas, y por uno de esos insondables misterios de la política gallega -de los que Pepe Benito era el Merlín- había sido don José concejal ciervista en el propio Mondoñedo, y ya se había casado por tercera vez. La tercera coyunda de don José fue sonada. Ya estaban hechas las empanadas, rezumaban natilla las cañas de La Lancera -el sursum corda de la repostería mindoniense-, humeaba el lacón en los manteles y los pollos se ofrecían a la boca, cuando a la futura suegra se le ocurrió dar su alma a Dios. En el piso bajo se celebró el velatorio, y en el primero el banquete nupcial. En la plaza de los molinos se celebró la mayor cencerrada que haya sido dada a un cristiano. De aquella pérdida momentánea de popularidad, don José se consoló en los brazos de su esposa, la Caeira, que era una panadera repolluda, de carnes blancas y reidoras"
Póngalas era el apodo de José María García Pernas, nacido en 1877 y veterano de la Guerra de Cuba, que, como nos dice Armando Requeixo en Álvaro Cunqueiro e Mondoñedo. Guía Literaria, con la pensión vitalicia que le concedieron, montó un negocio mixto de tienda-bar que llegó a ser muy popular en el Mondoñedo de preguerra. El apodo le vino dado por un comprador al que le intentó convencer de lo bien que le quedaban unas alpargatas, empleando una frase, en castellano pero con una expresión gallega, en la que le insistía: "Póngalas, póngalas, que le afán". Cunqueiro apreciaba mucho esta taberna, probaba el vino de sus bocóis mientras contemplaba el ir y venir de las gentes de Os Muíños. Sigue así su semblanza a él dedicada en Finisterre:
"¿Quiere usted un vaso del bocoiño número tres?. Esta pregunta me la hacía don José cuando tenía ganas de obsequiarme. Yo dudaba. O era el mejor aquel vino que me ofrecía, o era el peor, y me llenaba el vaso porque me lo regalaba. Si no le aceptaba el galano, se compadecía de mí en particular y de los señoritos en general. Considerando que hasta el vino con gaseosa nos hacía daño. El la taberna de Póngalas se bebía mucho, aunque he de reconocer que mal. No obstante allí caían los mejores bebedores de mi pueblo. Se jugaba al tute subastado. Se comía algo. Se bebía mucho. Una larga mesa de castaño en la trastienda era el lugar del suceso. Los jugadores que estaban sentados en la banda del oeste apoyaban la espalda en las numeradas barricas de don José. Si Póngalas se atareaba en el mostrador, nunca faltaba un pillastre que se aprovechaba de la vecindad de la billa, llenando una jarra de contrabando. Como estaba muy práctico en velatorios, cuando murió su tercera, la Caeira, todo marchó a las mil maravillas. Mató un ternero para 105 amigos y puso lo de beber a su disposición. Creo que sintió mucho la muerte de la panadera, porque se casó a los pocos meses con una moza de las fiestas, la Fardina, cantadora, bailadora y brutal..."
Sigue ahora la narración con un suceso en el que entra en escena otro de los grandes amigos, y en gran medida maestro, de Cunqueiro, Manuel Ledo Bermúdez, O Pallarego:
"Paréceme que lo más importante que ocurrió en la taberna de Póngalas fue la visita que le hicieron una noche de noviembre las Benditas Ánimas del Purgatorio.Llovía a mares, y Póngalas, habiendo despedido a Chamosa, el último de los borrachos, se disponía a cerrar cuando vio entrar por la puerta unas nubecillas verdes que se posaron en el mostrador.-¿No hay un vaso para las Ánimas? -preguntó una voz.Veintiocho eran y veintiocho vasos, por cuatro veces se pasaron las ánimas al coleto.-¡Que Dios se lo aumente! -dijo el hoste de antes. Y se fueronDon José sintió como un viento y temblaron en el estante, cabe la puerta, las botellas de "Tres cepas".El Pallarego antes citado, cuyo racionalismo -había de niño cantado en el coro de la catedral y violín segundo- no puede ser discutido, no creía en el caso. Yo sí"
"Yo bebía por entonces vino blanco del Ribeiro, o sea un caldo lúcido y estimulante. Isidro me hacía leerle el periódico del día. La trastienda se llenaba de humo que brotaba de las bocas de aquellos fumadores de mataquintos y cigarro picado,y alrededor de la bombilla de veinticinco se percibía una cortina azulada y espesa. Casi siempre se hablaba de comer. Se contaban cuentos verdes. Don José iba y venía, con su lengua obsequiosa. Yo me apoyaba en la barrica de moscatel en una de las esquinas de la mesa. Habían pegado en ella un retrato de Conchita Piquer con los hombros desnudos, abrazada a una guitarra. Algo era algo. Por el barrio de los Molinos donde está la taberna de Póngalas las finales "lle" del gallego se pronunciaban "ñe", "díxeñe", por "díxenlle", etcétera. Yo siempre he creído que se trataba de un disturbio lingüístico creado por la numeración vinícola de don José. Quizás en aquel caldo áspero y ebrio del bocoy número cuatro estaba el secreto.He traído aquí, en primer lugar, esta taberna, porque creo que fue en ella donde aprendí a beber bebiendo. El Ribeiro estaba en el bocoy número dos, junto a la ventana. Se veía humear el horno de Pernas y llegaba por veces un grato aroma a empanada adobada de cebolla. Yo comenzaba a escribir mis primeros versos"
Aquí al lado, en esta misma fila estuvieron el baile y casa de Jesús López (S. Mancebo), hoy del Pintor Mauro Leivas, así como la Casa de José Antonio Lodeiro Piñeiroa, músico militar, nacido en 1868, que compuso en 1910 el primer himno del Fútbol Club Barcelona, así lo publica la misma página oficial dle club azulgrana el 11 de agosto de 2017:
"El primer himno de la historia del FC Barcelona se escuchó por primera vez el 17 de julio de 2010 en el campo de la calle Industria, y el 5 de agosto pasado, 107 años después, el Coro Maestro Pacheco de Mondoñedo (Lugo) lo volvió a interpretar en esta localidad gallega, ciudad natal de su compositor, José Antonio Lodeiro Piñeiroa, con motivo del homenaje que le rindió la Peña Barcelonista de Mondoñeda. De esta manera se cerró el círculo de este primer himno oficial azulgrana, el más antiguo del fútbol español
El Club tuvo conocimiento de este himno de 1910 en 2014, e hizo un llamamiento a los socios y aficionados para colaborar en la búsqueda de la partitura de esta composición musical. De este modo, a finales de octubre de ese año Xabier Andrés Garrote cedió al FC Barcelona una partitura manuscrita para piano del himno de Lodeiro, aunque sin la letra. El documento estaba depositado en el Archivo Musical de la banda Garrote de Ortigueira A Coruña. Una vez descubierta la partitura, el 28 de noviembre de 2014 se pudo interpretar en el Museo del FC Barcelona el primer himno del Club gracias al músico Ignasi Terraza, uno de los pianistas de jazz más prestigiosos de España.
Faltaba, sin embargo, la letra para completar este himno, y finalmente en el mes de abril de este año el Club tuvo acceso por gentileza de Antonio Ramos a una antigua partitura del himno de 1910 que incluía la letra, obra de Santiago Albert. Así, casi cien años después, se ha podido sentir de nuevo la música y la letra del primer himno del Barça, el equipo que "sabe luchar, sabe triunfar y siempre la gloria alcanzó"
"Su historia comienza el 11 de febrero de 1645. Aquel día el canónigo Jácome Montero se concertó con el cantero mindoniense Alonso de Noche para que construyese una capilla bajo la advocación de san Miguel y Santiago. Sería un humilde edificio de 31 pies de largo, 19 de ancho y 12 de altura, esto es, 8,63 m de largo, 5,29 de ancho y 3,34 de alto. Tendría tres arcos en “la delantera”, siendo dos de estos menores, dato del cual se sobreentiende que contaría con el típico pórtico ante la fachada, con un arco mayor abierto frente a la portada y dos de menor tamaño en los laterales. En definitiva sería una suerte de atrio porticado, muy habitual por cierto en las ermitas de la Mariña Lucense. La obra tendría que estar terminada el 1 de abril de aquel año. El prebendado pondría a disposición del cantero todos cuantos materiales necesitase, con lo cual Alonso cobraría únicamente por su trabajo manual. Concretamente 28 ducados y dos fanegas de pan. El 27 de marzo de 1645 se aprobó la dotación solicitada por Jácome Montero para el recinto, de apenas 6 reales anuales, y cuatro días después su construcción se hallaba “casi acabada”. Solo quedaba bendecirlo y colocar en él las imágenes del apóstol Santiago y del arcángel san Miguel. Esto significa que Alonso de Noche logró terminar la obra en el plazo acordado. Finalmente, el 6 de diciembre de 1646 el canónigo ratificó ante notario la fundación de la capellanía de la Expectación, Santiago y San Miguel. Hoy día no presenta el mismo aspecto que antaño, pues ha perdido el pórtico que antecedía a su sencilla fachada. Resulta una diminuta capilla rectangular con fábrica de pizarra y techumbre de madera a dos aguas."
"La plazuela de que se trata carece de alcantarillado, lo cual en días de mucha lluvia hace que las casas, estando también estas desprovistas de retretes por no poder hacerlas su correspondiente caño de desagüe"
Y Xosé Ruiz Leivas en sus Historias dos Muíños nos dice que, hasta los años 40 y 50 del siglo XX, los bloques de casas de este lado de la plaza carecían aún de dichos retretes, supliéndolos una trapela o trampilla, agujero en el suelo del piso primero, el cual daba a las cuadras de las vacas o los cerdos. Si era en una habitación se hacía una pared de tablas para preservar la intimidad
También dice que en cada casa que mira a la placiña había hasta no hace mucho un asiento de piedra junto a la puerta para tomar el fresco durante las noches de verano, cuando era obligado juntarse los vecino y entre todos pasar el tiempo con entretenimientos, diversiones y juegos, como la billarda, bolos y canto...
"Poucos habían que soubesen cantar que non estivesen apuntados no coro da Vila e nestastas reunións foi unha constante que novos e vellos non cantaran todo canto sabían e repetíanse os temas para que todos puidesen aprender. Os demáis xogos eran unha repetición dos que se facían no recreo da escola, pero coa vixilancia e asesoramento dos máis vellos"
Y caminamos junto a la Taberna do Valeco, de la que hemos encontrado esta reseña en el blog de Justitito el Notario: en la entrada del 28-9-2018:
"Es inexcusable la visita a O Valeco si se pasa por Mondoñedo (o cerca).
En un bonito rincón en el Barrio de Os Muiños y ocupando una casa de varias plantas Pepe de O Valeco (continuador de su padre y hombre tranquilo donde los haya) deja contento a todo el que visita su casa: en la barra buenos vinos con abundantes tapas, en los barriles, a modo de mesas, con enormes tablas de embutidos y quesos, y en los comedores con una amplia carta de comida casera, platos gallegos y (cuando toca) caza que deja contentos a todos. Incluso si se pide algo fuera de carta y se puede hacer, te lo hacen. Los postres pueden ser espectaculares cuando le toca a la temporada (filloas u orejas, por poner un par de ejemplos).
Menudos cocidos se comen allí en la época de carnaval (¡que ganas tengo de volver a una de aquellas cenas¡) y menudas comidas por encargo se pueden montar.
Un clásico desde hace 70 años en Mondoñedo.
Hasta otra. Un abrazo. Justito El Notario. @justitonotario"
Y salimos al cruce donde arrancan, a la izquierda, la carretera de Argomoso, ruta a la Cova del Rei Cintolo y, a la derecha, la rúa de San Roque: el camino sigue a la derecha, pero no queremos olvidarnos que, a la izquierda, está la casa que fue del ya varias veces mencionado Xosé Díaz Jácome
La rúa de San Roque, esta que tomamos, insistimos, a la derecha, recibe este nombre de otra capilla de gran tradición mindoniense, que encontraremos un poco más allá y a la antes nos hemos referido, pues la hemos visto también bajando de Lindín por A Fabega
Haciendo parada en una de las tiendas del barrio vemos atrás la casa de Jácome, tan vinculado siempre a este barrio, que inspiró una de sus obras, Muíño fidel, de 1983. Desde 1999 el Concello de Mondoñedo convoca el premio de poesía que lleva su nombre
Por la rúa de San Roque subimos un poco en cuesta, camino de Os Muíños de Abaixo
A la derecha, otro de los canales. Dice así, también traducido libre y malamente por nosotros Xosé Ruiz Leivas, en Os Oficios nos Muíños:
"Fue barrio de oficios, molineros que le dieron nombre, cesteros, zoqueiros, forjas de hierro, hornos de pan, fábricas de juguetes de madera, sastres, alfareros, de todo esto y más, hubo en el barrio. Fuimos el barrio obrero, el barrio "rojo" antes de la guerra, pero siempre fuimos el Barrio dos Muíños, donde el agua del río se bifurca en un abrazo que deja en el centro al barrio, rodeándolo de puentes y lavaderos que dan personalidad propia al barrio. Después de un tiempo de olvido, vuelve a oírse el reuido que produce el artesano al dar forma al barrio, a la madera, a la piedra, a la ilusión y al trigo"
Seguidamente explica las causas del origen de este barrio artesano:
"Ser campesino en el siglo XVIII en Mondoñedo no era cosa fácil. La prosperidad de este oficio venía dada por la cantidad y calidad de tierra que tenía alquilada o aforada ya que muy pocos la tenía propia.Debido a que la mayoría de las haciendas son propiedades pertenecientes a comunidades eclesiásticas o de señorío, los campesinos no ganan suficiente para pagar la renta y prosperar y cuando son muchos de familia la solución del gallego fue emigrar o aprender un oficio e irse a trabajar a la ciudad, separándose de la unidad familiar que de esta manera casi nunca llegará a ser una gran unidad agrícola industrial-comercial"
Calle de viviendas populares. Dice además Leivas que es curioso que el campesino, por un lado, haga no pocos trabajos profesionales en casa, muros, paredes, etc., mientras que de manera similar el artesano de la villa a veces sea a su tiempo agricultor para mantener productivo algún huerto de su propiedad
En este contexto no deja de ser muy llamativo que los primeros oficios de los que se tiene constancia son dos, exclusivos de mujeres, que complementan la labor agrícola y sirven al mismo tiempo al señorío dueño de las fincas agrícolas: las amas de cría y las lavanderas o lavandeiras, las primera dando leche a los bebés cuando las madres no podían dárselo, siendo para ello muy apreciadas las campesinas de la comarca; las segundas haciendo la colada de las casas hidalgas de la villa, siendo especialmente para ello querido este barrio de Os Muíños por su agua corriente y limpia de los canales, donde abundaban los lavaderos
Y ya llegamos al lugar de A Pena, donde está la ya varias veces citada capilla de San Roque, que fue fundada en tiempos del obispo Juan de Liermo, quien ocupó su cargo mindoniense entre 1573 y 1582, siendo reformada en el siglo XVIII. La veneración al santo, vinculada también a los peregrinos pues era romero a Roma, se extendió por toda la cristiandad tras el Concilio de Constanza en 1413, que sacralizó su culto. Aquí se dice, además, que los obispos juraban los foros antes de entrar en la sede episcopal catedralicia de Mondoñedo. Javier Gómez Darriba le dedica este apartado en su trabajo sobre el Mondoñedo de los siglos XVII y XVIII:
"Sin lugar a dudas una de las capillas más significativas de la ciudad lo fue la de San Ro que, abierta a la calzada que comunicaba la antigua Rúa da Fonte con el barrio dos Muíños. Su importancia radicaba en la gran devoción que le rindieron todos los estratos sociales de Mondoñedo a su santo patrón. No en vano, era el máximo intercesor ante las pestes, de ahí que la población le rogase con tanto fervor en una época tan proclive a todo tipo de contagios. En los apartados anteriores hemos podido comprobar que las instituciones locales tenían en la Virgen de los Remedios a la principal valedora contra las malas condiciones climáticas. Pues bien, lo mismo ocurría con el santo de Montpellier respecto a las epidemias. De hecho, como en el caso precedente, muchas de las rogativas las promovían el Cabildo y el Ayuntamiento, e igualmente contaba con una cofradía particular. La veneración que le rendía el Concejo era tal que en una de las fachadas de la Casa Consistorial se abría una hornacina con su escultura, que hoy día se conserva in situ. Además, en 1738 el deán manifestó al Cabildo que dada la devoción que san Roque despertaba en la ciudad “y en gratitud de los favores que pr su intercesion tiene experimentado”, convendría hacer anualmente un voto por el día de su festividad con función solemne y procesión hasta su capilla participando en ella el gobierno municipal, con el fin de rogarle por “la libertad de todo espiritual y corporal contagio”.Desde luego es muy posible que la fundación de su capilla estuviese relacionada con la mediación del santo contra estas enfermedades en un momento determinado. Cabe recordar que cuando tratamos la muralla dijimos que Mondoñedo había sufrido un mortífero brote de peste entre 1571-1572. Pues bien, la ermita de San Roque se erigió poco después, en una fecha incierta aunque con toda seguridad en el episcopado de Juan de Liermo, pues fue su fundador. Con lo cual, tuvo de levantarse necesariamente entre 1574-1582. Poco sabemos acerca del formato de aquel primitivo recinto litúrgico, aunque todo apunta a que sería una sencillísima ermita. Al hablar de la fachada de la catedral pudimos comprobar que sufrió daños en 1720 por culpa de la fundición de la campana Jerónima en un horno inmediato, y que pasados dos años ya estaba reparada. Sin embargo en octubre de 1757 el Cabildo le comunicó al obispo Riomol y Quiroga que amenazaba ruina. Cinco meses más tarde el prelado giró la visita pastoral y mandó que “se rredifique la pared del campanario”. En 1790 el Ayuntamiento acordó solicitar al obispo Cuadrillero hacerla de nuevo, pues su deterioro preludiaba un derrumbe inminente. De hecho estaban prohibidas las funciones en ella por el riesgo antedicho. Las obras debieron de iniciarse en la última década del siglo XVIII pero no se concluyeron hasta el primer decenio del XIX. La iglesia cuenta con una planta rectangular, techumbre de madera, y apenas destaca por su sencilla fachada a dos aguas coronada por una espadaña con pinaculillos. Los esquinales de la misma y los enmarques de la portada y de las ventanas se componen de sillares de cantería, y dichos marcos cuentan con resalte y ángulos acodado."
Dado que combatió la peste atendiendo a los enfermos durante su peregrinación a Roma y él mismo contrajo la enfermedad, la devoción a San Roque aumentaba en tiempo de pandemias. Así en 1718 sabemos que el Cabildo de la catedral de Mondoñedo mandó "hacer un vestido de raso o damasco con franja decente para el glorioso San Roque, a manera de acción de gracias"
"El 11 de agosto de 1790, las cámaras (conjunto de accidentes osteo-articulares y nerviosos debidos a la descompresión) atacaban con suma violencia a la población de Mondoñedo y se acuerda hacer rogativas. Todos los años, por la festividad del Santo, el clero, las autoridades municipales y devotos, conducen procesionalmente la imagen de San Roque hasta la catedral, con motivo de cumplir el voto formulado en 1790, con motivo de la terrible epidemia.
En el año 1884, un brote de cólera-morbo causa numerosos estragos entre la población de Mondoñedo. El Sr. Obispo manda hacer rogativas en uno de los días a la ermita de San Roque"
El día de Corpus del año 1884, la imagen de San Roque de Mondoñedo, vistió un nuevo y bonito traje, regalado por D ª Dolores Miranda Luaces, viuda del capitán de infantería D. Manuel Nogueira Anllo. Dª Dolores realizó un trabajo de primer orden, bordando la capilla del traje con verdadero primor"
"El 1 de junio de 1763 reconocen el barranco del Cerdeirido y Campos Travesos (cerca de San Cayetano) D. Blas José Miranda, D. Luís José Luaces Somoza, D. Baltasar Sanjurjo Montenegro, José Antonio Varela, Pedro Antonio de Ron y Ángel de Puente (maestro de obras) y deciden por donde se han de cortar las aguas, que deben enderezarse por junto a la capilla de San Roque, hacía el río de los Molinos y que necesitaban un pronto remedio. Toman la decisión de que en San Roque, para que corran las aguas desde la casa llamada del Solar (hoy de Rebegón) hacia la citada calle, se ha de hacer en el primer callejón, que está más arriba de la capilla, una calzada de chapa cuña para defensa de las aguas y más arriba, en el muro del Solar, que hace vuelta, se debe de hacer una pared de cal y canto, para que las aguas no rompan el terreno. Su longitud debe de ser de 30 varas, tres cuartas de ancho y cuatro de alto"
"En el lugar conocido como Campos Travesos o Cuatro Caminos (cerca de San Cayetano) se hizo en su momento una rampla calzada o petril, para que las aguas pluviales que bajan del lugar del Solar se dirijan por el camino que va a las Barras. En este lugar de las Barras, debajo de los Cuatro Caminos, es de absoluta necesidad hacer en el mes de septiembre de 1849 otro petril o calzada, de manera que las aguas se dirijan por el cauce que existe más adelante de dichas Barras y que va a desembocar a la espalda de la capilla de San Roque"
Continuamos por la rúa de San Roque, dejando a nuestra derecha la entrada por aquí al barrio de Os Muíños de Abaixo, muy afectado también por aquellas inundaciones de antaño:
"En el mes de noviembre de 1908, José Longarela "O Polo" y otros vecinos de la calle San Roque, se dirigen por escrito al Ayuntamiento de Mondoñedo, quejándose de que las aguas pluviales que descienden desde San Cayetano, que se dirigen desde tiempo inmemorial por un cauce que existe un poco más arriba de la muralla que cierra la huerta de Dª María Baamonde (actualmente de "California"), para salir por un costado de la ermita de San Roque, destruyeron parte de la calzada y calle y dificultan el tránsito de vehículos y de personas.
El Ayuntamiento requiere a José Antonio González, también vecino de la calle San Roque, para que dentro de tres días abra junto a la esquina de su casa otro sumidero con reja, que deberá ser de mayores dimensiones que el que existe cegado al lado de la acera paralela al muro del fondo de la huerta de Dª María Baamonde, bajo apercibimiento de que, no haciéndolo, se hará la obra a su costa y se le impondrá la multa que determinen las Ordenanzas municipales
Pocas fechas más tarde, Dª Genoveva Seijas, viuda, también denunció a Juan Grandio, por haber éste hacinado en las inmediaciones de la capilla de San Roque, gran cantidad de leña y tojo, para servicio de un horno que lleva en arriendo de la propiedad de Dª María Baamonde, con el inminente peligro de la casa y de la capilla citadas"
Estamos ahora en la rúa de Álvaro Cunqueiro, antiguamente de Méndez Núñez
Edificios nuevos en la Avenida de Bos Aires, llamada así en honor de los emigrantes mindonienses en la Argentina, donde tuvieron cuatro sociedades asociativas, además de participar activamente en la creación del Centro Gallego. Esas entidades eran el Orfeón Mindoniense, Hijos de Mondoñedo, Mindonienses en Argentina, y Mondoñedo y sus distritos. Estos emigrantes escribieron y publicaron en 1923 un libro que es una joya, dedicado a Mondoñedo, sus gentes, lugares e historia: Do Noso Lar
Y ya prácticamente en el centro urbano, volvemos a ver a lo lejos las torres de la catedral, un momento de gran emoción para muchos peregrinos, con ciertas similitudes a la entrada en el centro de Santiago de Compostela cuando vas viendo las torres, también barrocas, de su catedral, según avanzas hacia ella por la rúa de San Pedro. Aquí su equivalente es este trayecto por la rúa de Álvaro Cunqueiro
Andrés García Doural recuerda a algunos de los vecinos que vivieron en este tramo de calle hace ya unas décadas...
"Pese a que éramos unos niños, de derecha a izquierda de la imagen, recordamos con precisión los vecinos que residían en cada una de ellas. 1)- Eladio Rodríguez "O Guerra" y Elvira, en compañía de cuatro hijos 2)- Elías Trigo y Felisa, su hija Teresa y su yerno Pepe y dos nietos 3)- Juan Palacios "O Camuza" y Josefa Maseda. 4)- Carmen de "Benigno" y su tía Cristina. 5)- Pedro y Cándido (sastres) "Os Xaniños"; Germán Blanco (empleado Notaría), su madre y su tía; Ramón López "Mokas" y Celina Rejes, en compañía de 6 hijos. 6)- José Martínez "O Paragüero", María Anello y cuatro hijas. 7)- María Bouza. 8)- Antonio Domenech "O Canario" y su esposa Dolores. 9)- Dolores González "Lola?, Fernando González, Amelia y su nieto Fernando. 10)- Antonio Canle, Eugenia Insua y tres hijos. 11)- José Iravedra Logilde " Roxo" y su hija Josefa. Suman 49 vecinos.
En el mes de agosto del 2019, solamente residimos en el mismo trozo de la calle Álvaro Cunqueiro 11 vecinos. Ya han desaparecido esas enormes chimeneas y todos los modestos negocios. Muchas edificaciones están deshabitadas, desde hace mucho tiempo, otras se han venido al suelo e incluso sobresale de sus ruinas exuberante vegetación. El panorama es desolador y la esperanza de que en un futuro próximo vuelvan a estar habitadas, la damos por perdida"
Asoma sobre los tejados de Mondoñedo el Centro Cultural da Alcántara, antigua iglesia de San Pedro, que fue del antiguo Convento de Alcántara, en origen de San Francisco del Rosal, nombre, O Rosal, del altozano de su emplazamiento.
Una gran cruz de piedra empotrada en el muro de piedras a nuestra izquierda, señala el lugar donde predicaba a las gentes de Mondoñedo el fraile capuchino, asceta y orador Fray Diego José de Cádiz, nacido en la ciudad gaditana en 1743, hijo de familia ilustre, quedando huérfano de madre con 9 años, estudiante de profunda vocación religiosa que se hizo misionero con la idea de reevengalizar a las gentes, bien porque se habían apartado de la fe, bien porque solo la seguían en apariencia. Así cuenta García Doural la historia de su misión en Mondoñedo y de porqué pasó a predicar en este lugar, al quedarse pequeña la catedral:
"Era un humilde religioso, vestido con un gastado sayal, calzado con unas sandalias, con el rostro tostado por las inclemencias meteorológicas, con su cuerpo enflaquecido por sus contÍnuas fatigas y con una alforjilla al hombroSalió desde Sevilla para Galicia el 18 de octubre del año 1794, en compañía del padre Miguel de Atura, un lego, y llevando también de compañía un jumentillo. Predica en diferentes puntos de Galicia y llega a la ciudad de Mondoñedo el 24 de marzo del año 1795. Entró en la población por el Puente de Ruzos (actual Pasatiempo) y llega a la Fuente Vieja y al arco de la antigua muralla escuchándose su timbrada y clara voz a una considerable distancia, siendo recibido por la población con admiración y silencio. Tanta fue la afluencia de gente a las pláticas y sermones que dio en la catedral, que según la tradición el Padre tuvo que predicar al aire libre, haciéndolo desde un lugar elevado de la actual calle Álvaro Cunqueiro, en el bosque propiedad de Ricardo Paz, vecino de San Juan de Lagoa (Pastoriza) como lo pone de manifiesto una cruz de granito que se encontraba colocada sobre un pedestal en el trazado de la citada calle y que en el año 1921, con motivo de su adoquinado y construcción del muro lateral, se incrusta en éste. La cruz se conserva en perfecto estado, aunque la mayoría de los ciudadanos desconocen su origen. Terminada la misión en Mondoñedo el religioso se dirige a Ribadeo, donde predicaría dos días. Posteriormente lo hará en dirección a Oviedo"
Hermosa fila de casas de paredes blancas. Seguimos en la Rúa de Álvaro Cunqueiro que, a partir de aquí, era la rúa da Fonte, pues iba a la Fonte Vella, histórica fuente de Mondoñedo, a un paso nada más de la catedral, frente a la que nació el escritor, un lugar que veremos enseguida. Nos explica la idiosincrasia y avatares de esta calle Javier Gómez Darriba en La ciudad de Mondoñedo en los siglos XVII y XVIII..., la cual describe viniendo de la Fonte Vella hacia aquí:
"En la actualidad, si tomamos la calle que desde la Fonte Vella se dirige al barrio dos Muíños, comprobaremos que la primera parte de su trazado es conocido como Rúa Álvaro Cunqueiro. Una vez la calle se incurva hacia el sur muda este nombre por el de Rúa de San Roque. Esta vía, de las más largas de Mondoñedo, fue conocida entre los siglos XVI y XVIII como Rúa da Fonte o Calle de la Fuente. Ya en el siglo XIX adoptó el nombre de Fuente Vieja, sustituido en 1886 por el de Méndez Núñez. Parece evidente pensar que el nombre le vino por la Fuente Vieja sita en su desembocadura hacia el núcleo intramuros. Pero antes de que el obispo Diego de Soto patrocinase en 1548 su edificio, por esa misma zona ya existía una anterior. De hecho, las primeras referencias a la Rúa da Fonte datan de la segunda mitad del siglo XIII, y en algunas ya se indica su cercanía con el primitivo Hospital que se abría a la Plaza, existiendo asimismo otras noticias de los siglos siguientes que confirman el carácter extramuros de la calle. Su trayecto tenía antiguamente una gran importancia por constituir la entrada a la capital desde el sur. A ambos lados del trazado se abrían un buen número de casas con sus huertas traseras, así como edificios y elementos urbanos de cierta singularidad (...) en la desembocadura hacia el núcleo intramuros se encontraban enfrentados la propia Fuente Vieja y la Carnicería Municipal. Escasos metros antes permaneció hasta mediados del XVIII la Cárcel Seglar (...)"
En su fachada se encuentra el oratorio del Cristo da Fonte Vella, "altar urbano presidido por el Cristo da Fonte, uno de los pocos que se conservan en Mondoñedo", dice Gómez Darriba, que tiene arriba, a lo largo de su frontal, escrita esta frase de Isaías:
"Fue llagado por nuestras iniquidades. Quebrantado por nuestros pecados"
En su hornacina vemos un Cristo crucificado, iluminado con luz eléctrica, candil de aceite, y siempre con flores. Hay diversas estampas en el interior
Se sabe de su existencia documentada desde 1845 gracias a una escritura de compra, la cual saca a la luz el historiador y primer Cronista Oficial Eduardo Lence Santar en artículo de La Voz de Mondoñedo el 11-5-1907:
"En escritura pública otorgada en Mondoñedo el día primero de septiembre de 1.846, por D. Melchor Grandío, teniente capitán de la compañía de granaderos del Batallón Provincial de esta ciudad y su esposa Dª Lorenza López Fernández ante el escribano D. Antonio Salvador Paz dispuso: que en once de agosto último a testimonio del referido escribano adquirió la Dª Lorenza el derecho útil de una caseta con su tienda y sobrado, sita en la calle de la Fuente Vieja de esta ciudad, señalada bajo el número veinte y ocho, con dos retacitos de huerta de su sucesión. En virtud de la expresada adquisición aprendió la Dª Lorenza la correspondiente posesión, con citación de vendedores, en diez y nueve del mencionado mes de agosto. Determinan en seguida los dos cónyuges obrar en la referida caseta, utilizándose una pequeña porción de terreno asistente al lado derecho donde hay la Efigie del Santísimo Cristo con su nicho, pidiendo el correspondiente permiso a los Señores del Ayuntamiento Constitucional, quienes según estimación que se hizo a D. Melchor, acceden a su petición, con tal que la Efigie y su nicho, subsistan siempre en el ser y estado en que actualmente se encuentran, sin ninguna alteración. Para responder de la obligación contraída los D. Melchor y Dª Lorenza, hipotecaron la casa dicha del nº 28 con su huerta"
En el Archivo Diocesano de Mondoñedo García Doural sigue la pista de aquella antigua familia posesora:
"El 17 de mayo de 1.854 falleció de fiebre, a los cincuenta años de edad, D. Melchor Grandío, casado con D ª Lorenza López, hijo legítimo de Juan Grandío y de Juana López, capitán de granaderos del regimiento de infantería Murcia nº 37.
Era natural y vecino de esta ciudad, calle de la Fuente Vieja, y en el diez y siete se le dio sepultura eclesiástica a su cadáver en el cementerio de la misma, previa la función de entierro, que se solemnizó con misa cantada de termo entero, vigilia y responso correspondiente, a la que asistieron varios pellices, misas a cuerpo presente y campanas mayores. Hizo testamento simple el catorce del mismo, en el que dejó a disposición de su mujer todo lo concerniente a lo pío, reconociendo por sus hijos legítimos a D. Juan y Dª María Manuela del Carmen, menores, habidos antes de efectuar el matrimonio de la Dª Lorenza López, su mujer·. Firma la anotación el párroco D. Antonio Álvarez"
Siendo como era esta la entrada, o salida, al antiguo camiño real, hacia Asturias y Castilla, fue esta antaño una de las calles mayores de Mondoñedo, que confluyen en la Praza da Catedral, para luego salir en cualquieras otras direcciones. Además de casas habría tiendas, talleres y alguna tasca. Una de aquellas empresas sería la ya mencionada del fotógrafo y pintor Santiago Pernas Salazar, Modernista Pernas, pues se instalaría primeramente aquí al venir de sus estudios en Madrid, antes de establecerse en Os Muíños de Arriba, como hemos visto al pasar frente a su casa
Indagando en la historia de esta calle, Andrés García Doural descubre, por archivos municipales, que en 1791 tenía muy graves carencias, que serán señaladas casa por casa. Es una información muy interesante para conocer los nombres de los antiguos vecinos del lugar:
"Frente a la misma fuente y lado de la escalera (escalera que desciende al caño), se halla un agujero que necesita reparo. Frente a la casa de Pablo Blanco se necesita levantar una piedra de cantería e igualar las de los lados. Frente a la casa de Lucas Cabo de Ronda y D. José Corujo, de por mitad, se necesita igualar el listón de cantería que atraviesa toda la calle. Frente a la de Carlos Cortiñas, se necesita levantar otra pieza de cantería. También necesita construirse de nuevo la calle y frontera de la casa de Francisco Aguirre. Las de Juan da Pena y Andrés Sanjurjo necesitan reparar sus fronteras. Frente a las que habitan Josefa "Genovesa" y José Canto, se necesita asentar una piedra de cantería y reparar otra.
Consiguientemente, en dicha calle y hasta llegar al "Santísimo Cristo", por aquella ladera, se encuentra toda ella ocupada con broza de tierra y rebo, impidiendo el paso y en tiempo de lluvias, llena de lodo, dificultando el paso a transeúntes y para remediar ese perjuicio se debe obligar a los que lo arrimaron a aquella parte, a sacarlo del lugar.
Frente a la muralla que cierra más adelante las huertas de D. Luís Marzo y llega a la "cruz de piedra" y frente a unas casas del Deán y Cabildo de Mondoñedo, se hallan algunos agujeros que necesitan reparos y lo mismo sucede más adelante, hasta un camino que sube a los "Campos Travesos" y conduce al citado Marzo (actualmente conocido como Calexón dos carrizos"
La vieja rúa es una preciosidad, largas filas de casas pegadas unas a otras que tienen a estrechar la calzada al ir acercándose a la Praza da Catedral. No suelen pasar demasiados vehículos, pero dada la escasez de espacio estemos atentos si viene alguno
No cuesta nada imaginarse el bullicio y gran trasiego de gentes que habría cuando todas las viviendas estaban habitadas, no pocas veces por familias numerosas, así como cuando esta era la entrada y salida de Mondoñedo por el Camiño a Castilla y a Asturias
Dentro de ese proyecto se tiraron también unas casas de fachadas de madera y cal, con soportales, muy deterioradas. Luego fueron edificadas otras de renovada fachada
En este trecho de rúa, entre los callejones de Pardiñas (a la izquierda) y Congruas (a la derecha), había una zona de soportales muy deteriorada y casas de pared de tabla y cal. En 1931, dentro de un proyecto de urbanización, fueron demolidas; dice Gómez Darriba:
"Se conoce en la actualidad como Rúa Congruas a una estrechísima y empinada travesía que comunica con la antigua Rúa da Fonte y que discurre por la parte trasera de la Fonte Vella hasta salir a la Rúa da Rigueira. La primera mención hallada a una calleja que une ambas vías data de 1620. Sin embargo, la primera cita explícita a una zona llamada Congrua se fecha en el año 1700. Un manuscrito de 1748 hace referencia a un callejón ubicado en la parte trasera de una casa pegada a la Fuente Vieja, pero omite citar el nombre del mismo. Similar a este documento es otro dos años posterior en el que se reseña la ubicación de la antigua Cárcel Seglar en la Rúa da Fonte, y se dice que tras ella se hallaba “el callexon que ay en aquel sitio”, pero una vez más se elude especificar su nombre489. Muy probablemente todas estas notas documentales aludan a la actual Rúa Congruas."
"Tras pasar 41 años y cinco meses afeitando a su clientela, se jubila el barbero Manuel Vigo Couso. Nacido en una parroquia del municipio de Alfoz, este hombre es una auténtica institución en Mondoñedo, como lo es también la Berbería O Romeiro, a cuyo frente quedó tras retirarse su suegro.
Cuenta que la empresa cumplirá en septiembre 121 años (se abrió en 1893). Según acredita un escrito de la Cámara de Comercio, en aquel entonces solo había en Lugo 30 empresas inscritas en la entidad, de las cuales tres eran de Mondoñedo: el taller de Leivas, la Farmacia Lombardero y la Barbería Romeiro.
Manuel Vigo explicaba ayer que cumple los 65 años este lunes, pero la jubilación la pidió para el próximo día 30, justo al acabarse el mes, de manera que cuando este miércoles eche las persianas y se levante del sillón el último cliente, pasará al estatus de jubilado que, asegura, «non me tardaba nada, pero é lei de vida».
Por su carácter amable y jovial se le nota que es una persona feliz con su trabajo. Del negocio afirma que «non hai queixa. O ano pasado baixou pola crise, pero ata entón tiña quince afeitados entre venres e sábado. Non me poido queixar». A su barbería, situada en el emblemático lugar de A Fonte Vella, no solo acude gente de Mondoñedo, también tiene clientes de otros municipios de la comarca.
Y afeita todavía a navaja, si un cliente se lo demanda. Es un instrumento que maneja con habilidad y que supone todo un placer, deja la piel muy suave. Ahora que lo deja le sucederá en el negocio su sobrina y ahijada, que aprendió con el oficio con él."
"En octubre del 2010, Margarita Basanta Vigo empezó a trabajar con su tío y padrino, Manuel Vigo Chao, en la Barbería Romeiro, de Mondoñedo. Cuatro años después, en mayo del 2014, cuando él se jubiló, se hizo cargo en solitario de un negocio que fue fundado en 1893 por José Ramón García Pernas. «O meu foi de rebote. Animoume meu padriño a sacar o título e estudei nunha academia privada de Lugo. Empezar con 39 ou 40 anos nisto como empecei eu non é o habitual, pero non me arrepinto», relata la mujer, que tiene todo tipo de clientela: niños, jóvenes, adultos y ancianos. «Tamén teño algunha muller, pero só para cortar ou repasar un pouco a melena porque de tinguir e todo iso non fago nada», comenta.
La navaja, la tijera y la máquina de afeitar son las herramientas de las que no se despega en su negocio, que está emplazado en el centro histórico, en la calle Álvaro Cunqueiro, y por el que han pasado y continúan pasando muchas generaciones de mindonienses para cortar el pelo, afeitar o retocar la barba. «Teño homes que empezaron con meu tío sendo nenos, e algúns que xa eran clientes do sogro del. E a xente pregúntame: ‘‘A ver a quen vas practicando coa navalla para que quede despois de ti’’», bromea."
"La Porta da Fonte resultó la más relevante de la capital. Constituía una de las entradas primordiales al núcleo urbano, pues en ella desembocaba el Camino Real de Castilla, el cual, tras cruzar el Puente de Ruzos y atravesar el barrio dos Muíños, proseguía por la propia Rúa da Fonte hasta alcanzar la plazuela del mismo nombre, abierta ante la muralla y el río de Sixto. El cauce de este foso y riachuelo se salvaba con una gran piedra o puentecillo, al menos hasta el último tercio del XVIII, en que se construyó un diminuto puente de cantería.En esta pequeña plaza tenían lugar varios actos de la ceremonia de entrada a la ciudad de los nuevos obispos, quienes nada más atravesar el arco ya se encontraban de frente con el Palacio Episcopal, la Plaza Pública y la catedral. Esta puerta experimentó todo tipo de cambios en sus aproximadamente 700 años de historia hasta que se destruyó en 1834. En los siguientes párrafos analizaremos la mudanza de su emplazamiento original y la renovación que experimentó en todo momento con el objeto de mantenerse en pie y adaptarse a las corrientes artísticas más en boga. Lamentablemente no hemos hallado ningún documento gráfico en la que aparezca dibujada, a excepción si acaso del dibujo de la Plaza del primer tercio del XIX, en que parece vislumbrarse al fondo, aunque apenas se aprecia nada. Al menos sí conservamos descripciones de los años previos a su desaparición que nos dan una idea bastante nítida del estado que presentaba entonces.La primera mención al “portal da villa contra a fonte” y a su “vallado da çerca et da villa antigoa” data de 1308. En dicha referencia ya se indica que “por la cana do qual vallado corre o regueyro que chaman do Compin”, término con que se conoció durante buena parte del Medievo al río de Sixto. La siguiente alusión a la Porta da Fonte es levemente posterior, pues se fecha en junio de 1320 y en el contexto de un convenio firmado por el obispo, el Cabildo y el Concejo, con la intención de reconstruir y fortalecer la muralla ante posibles ataques. Entonces el cuerpo capitular y el prelado se comprometieron a financiar el tramo de muro que transcurría entre esta puerta y la de Batitales.No volvemos a tener noticias referentes a ella hasta 1550, año en el que Lope de Frías hizo balance de algunas de las empresas urbanísticas promovidas por el obispo Diego de Soto durante su corto pero sobresaliente pontificado (1545-1549). Entre ellas destacó las obras acometidas en la Plazuela de la Fuente Vieja, en las que aparte de edificar una fuente ex novo, “hizo romper la muralla de la ciudad, y mudandose la puerta de la ciudad en aquel suelo quiso hazer la carcel de nuevo con un arroyo de agua q pasase por dentro de la dicha carcel”. El presidio al que hace referencia es la Cárcel Eclesiástica. Su construcción se pospuso hasta la década de 1570. Pero, tal y como expresa el documento, la puerta hubo de cambiar su ubicación original por otra en esos años medios del siglo XVI. De la lectura de varios manuscritos de entre los siglos XVII y XIX se desprende con claridad que aquel penal intramuros ocupaba el mismo solar en el que a finales del XVIII se levantó una de las alas del Palacio Episcopal. Por esta razón, y por lo sospechosa que resulta la discontinuidad entre el eje marcado por la antigua Rúa da Fonte –hoy Rúa Álvaro Cunqueiro– respecto a la embocadura de la puerta del mismo nombre, consideramos que la primitiva Porta da Fonte se hallaba desplazada unos metros más hacia el este. Esto significaría que antes de mediados del siglo XVI, el trazado de la Rúa da Fonte que desembocaba en la referida plazuela y atravesaba el arco de la muralla para seguir por la calle que confluía en la Plaza Pública conformaba un eje más rectilíneo y diagonal. El traslado de la Porta da Fonte y la edificación de la Cárcel sobre el sitio de la antigua puerta, provocó que desde mediados del XVI en adelante hubiese que hacer un viraje hacia la izquierda según se venía de la Rúa da Fonte para llegar hasta el arco y continuar por la calle intramuros.En el verano de 1579 el maestro de obras Pedro de Artiaga acometió algún arreglo de cierta importancia en la “portada y hedifiçio” de la Porta da Fonte y en el puentecillo sobre el cauce del Sixto que la unía con la plazuela. Esta reforma fue financiada con dinero de las arcas municipales y con alguna aportación del obispo Juan de Liermo. El gesto del prelado motivó que el Concejo lo gratificase disponiendo su escudo de armas en la fachada de la nueva Casa Consistorial. Pasado un cuarto de siglo, en abril de 1596 se desmoronó buena parte del lienzo de la muralla que mediaba entre la puerta y el “albergue” u Hospital de San Pablo. El arreglo de esta porción fue costeado por un vecino, mientras que el Concejo aportó 11 ducados para limpiar el río de Sixto. Este tipo de intervenciones en este sector de la muralla resultaron más frecuentes que en ningún otro porque la corriente del riachuelo y sus crecidas dañaban el muro y sus cimientos. De hecho, aunque no lo podamos asegurar, quizá las célebres inundaciones de mediados de la década de 1630, que como tendremos ocasión de comprobar más adelante causaron verdaderos estragos en los puentes de la ciudad, fueran asimismo las culpables de que en 1638 se le encargase al alcalde “adreçar la puerta prinçipal de la Rua de la fuente desaçiendola y bolberla açer atento por bista ocular costo el hestar de tal forma q aruyna a muertes de las pnas [personas] q por debaxo della pasan” 190. Ignoramos si entonces se reedificó o no, pero respecto a su morfología solo sabemos que escasos años antes, en 1622, el Ayuntamiento había acordado pagar al cantero Alonso Fandiño por “el adreço de la piedra de las armas rrs.e de la puerta que va a la Rua de la fuente” 191. Dato indicativo de que la portada exhibía el escudo real, al igual que la Fuente Vieja o la Casa Consistorial. Dicho blasón pudo haberse dispuesto en la reforma de Diego de Soto o en la sobredicha de 1579 llevada a cabo por Pedro de Artiaga.Nada más volvemos a saber de la Porta da Fonte hasta 1830, fecha que antecede en cuatro años a su definitiva demolición. Entonces una vecina mindoniense y el obispo Francisco López Borricón pleitearon porque la primera había comenzado las obras de una casa pegada a dicha puerta y frente al Palacio Episcopal. La documentación surgida a raíz de esta disputa contiene numerosas pruebas testificales y peritajes que ilustran la fisionomía y dimensiones que presentaba la Porta por aquel entonces. Resumiendo todos estos comentarios, se podría decir que se hallaba encajada entre la esquina del ala del Palacio construida en tiempos del obispo Francisco Cuadrillero y la casa sobredicha, la cual no estaba del todo concluida. Durante décadas y hasta 1827 en el solar de la vivienda había existido una casita muy humilde de planta baja en la que había un horno donde se cocía pan. La cubierta de aquel inmueble se hallaba a la misma altura que el arco de la muralla, mientras que con la edificación de la nueva casa este quedaría bajo parte de su fachada. La altura total de la puerta era de 4,8 metros. La anchura del arco medía exactamente 3 m “en su mocheta o alfeizar” y 3,9 m “en su derrame”, mientras que el ancho de la calle en la zona inmediata a la puerta era de 4,85 m. Esto significa que el intradós del arco hacia la Plazuela de la Fuente contaba con una anchura de tres metros y de ahí en adelante su derrame se ensanchaba hasta rozar los cuatro. Uno de los peritos que lo analizaron en 1830 manifestó que presentaba “tres grandes escudos de armas de la Ciudad”, así como “antepecho y almenas”. En su cima se congregaban algunos jóvenes mindonienses a tomar el sol. Quién sabe si para vigilar y camelar a las mozas que acudían a la Fuente Vieja a recoger el agua. Al fin y al cabo ellas también se servían de la puerta para tender y secar la ropa. El remate del arco era además una suerte de jardín colgante según el testimonio de muchos vecinos, pues allí había perejil, claveles y más especies de “yerbas, matas y flores” que la gente regaba y recogía. Por último, también conformaba un marco en el que establecer adornos efímeros, caso de la iluminación que hicieron los jóvenes mindonienses en 1819 con ocasión del enlace matrimonial entre Fernando VII y María Josefa Amalia de Sajonia.De la multitud de fuentes orales que se recogen en este pleito de 1830 cabe destacar que los testigos de mayor edad dijeron recordar las obras del Palacio Episcopal de la última década del siglo XVIII, así como los distintos incendios sufridos por aquella casita y horno de pan que habían permanecido junto a la Porta hasta 1827. Sin embargo, nadie aludió a reforma alguna en los últimos tiempos en dicha puerta, y además, esta les mereció los calificativos de “arco antiguo” o “arco antiquisimo por toda su disposicion” 193. Todo ello parece una señal inequívoca de que la portada llegó hasta el siglo XIX sin más reformas que las últimas emprendidas en el XVII. También hay que llamar la atención sobre la alusión a que dicho arco presentaba “tres grandes escudos de armas de la Ciudad”. Es posible que, efectivamente, luciese hasta en tres ocasiones el escudo del Concejo. Aunque si cotejamos este dato con todo cuanto hemos documentado hasta ahora y recordamos que la portada había mudado de sitio en época de Diego de Soto, no sería de extrañar que aparte de las armas de la Ciudad y del escudo real que se reparó en 1622, el blasón restante fuese o bien el de este obispo, o bien el de Juan de Liermo, que también contribuyó a renovarla en la década de 1570. De hecho, las propias armas reales arregladas en 1622 habrían de ser las dispuestas en cualquiera de las reformas patrocinadas por ambos obispos. De ser así estaríamos ante un escudo imperial como el que se conserva en la fachada de la antigua Casa Consistorial o en la Fuente Vieja, realizado el primero en el episcopado de Liermo y el segundo en el de Soto. Como tendremos ocasión de ver en un futuro capítulo, aquel año de 1622 fue el mismo en que se construyó ex novo la Fuente Vieja, en la cual se incrustaron los escudos que tenía la fuente anterior levantada en 1548. Hoy día en su frontispicio lucen dos blasones idénticos de Diego de Soto. No habría que descartar la posibilidad de que uno perteneciese originalmente a la fuente y otro al arco de la muralla, y que coincidiendo en 1622 la obra de la nueva fuente con el arreglo de uno de los escudos de la puerta, uno de estos se dispusiese en dicha fuente."
"La popularmente conocida como Fonte Vella resulta en la actualidad uno de los elementos urbanos más singulares y turísticos de Mondoñedo. Preside una plazuela a la que dio nombre entre los siglos XVI y XVIII (...). Esta careció de apelativo hasta que en 1726 dejó de ser la única que había en la urbe. Entonces se construyó otra en la antigua Calle de la Soledad –actual Praza do Concello– a la que los vecinos bautizaron como Fuente Nueva. Consecuentemente, la antigua pasó a llamarse Fuente Vieja. Sus orígenes se remontan como mínimo al siglo XIII. Pero la medieval fue clausurada en 1548 gracias a una iniciativa del obispo Diego de Soto, quien promovió la construcción de una nueva. Esta, a su vez, fue sustituida por otra en 1622, pero en ella se reaprovecharon ciertos elementos de la anterior. Entre ellos un rótulo cuya inscripción reseña el patrocinio del antedicho prelado y la fecha de 1548. Por esta razón la historiografía siempre ha creído que el conjunto que vemos hoy día data de mediados del siglo XVI1533. Realmente no es así. Solo los escudos y el epígrafe pertenecen a la obra fomentada por Diego de Soto. El edificio, sin embargo, corresponde a un diseño de 1622 efectuado por el maestro trasmerano Juan del Haro. Mientras que la escalinata de acceso a un proyecto de Ramón Martínez Insua de 1882.De la fuente medieval a la de Diego de Soto (1548)
Las primeras referencias documentales que aluden a una fuente en Mondoñedo datan de la segunda mitad del siglo XIII. En ellas nada se dice del surtidor en sí mismo. Simplemente se reseña la existencia de una calle denominada Rúa da Fonte, de la cual se indica su cercanía con la primitiva Alberguería u Hospital de San Pablo. No cabe duda de que la vía hubo de adoptar este apelativo debido a la presencia de una fuente en ella o en sus inmediaciones. Nada más volvemos a saber de esta hasta que a finales de 1545 Diego de Soto es promovido para ocupar la cátedra episcopal. Este vallisoletano efectuó la correspondiente entrada en la ciudad meses después, en 1546. De aquel año data un testimonio que relata toda una serie de detalles acerca de la fuente. Al parecer tenía los caños rotos, carecía de una estructura que la cubriese, y servía de abrevadero para animales. La gente acostumbraba a introducir los pies en sus aguas y de vez en cuando aparecían perros y gatos muertos en ellas. Cuatro años más tarde, el canónigo Lope de Frías, antiguo secretario de Diego de Soto, dijo que su agua era de muy buena calidad, pero que tipológicamente se encontraba “hecha a manera de valsa”. Dada la lamentable e insalubre situación, el obispo había decidido en 1548 patrocinar la construcción de una nueva. De esta apenas se conservan unas vagas reseñas manuscritas y alguna que otra pieza incrustada en la actual. El referido Lope indicó en 1550 que se había dispuesto “mas abaxo” que la anterior, y que “delante della hizo hazer una plaça y gradas para baxar a la fuente”. También declaró que tenía cuatro caños y que por supuesto era “de las mejores fuentes que ay en el reyno de Galicia”. Sabemos que su estructura era abovedada porque así lo indica la documentación alusiva a la fuente que sustituyó a esta en 1622. Aparte de estos escuetos comentarios, existe una ordenanza municipal de junio de 1549, esto es, del año posterior a su estreno, por la que se prohíbe arrojar basura, piedras, o lavar ropa y tripas “en la fuente, y patio della”. Obviamente si se dictó esta norma fue porque los comportamientos que sancionaba venían produciéndose con asiduidad. Sea como fuere, es un hecho que la construcción de la flamante fuente no logró solucionar el grave problema de abastecimiento de agua que venía sufriendo Mondoñedo desde mucho tiempo atrás. Así de rotunda fue una declaración de la corporación municipal en abril de 1553, en la que también se dijo que sus caños continuaban secándose con suma facilidad tal y como sucedía en la antigua.De la fuente patrocinada por Diego de Soto se conservan una serie de piezas reaprovechadas en la actual que conviene destacar. Sobre la parte central del dovelaje se encastra la inscripción alusiva a que dicho obispo fue el promotor de la misma. En ella consta la fecha de 1548 en números arábigos. Este rótulo en honor del prelado se complementa con sus blasones. Hay dos y se encuentran recolocados en cada uno de los extremos del frontispicio. Junto al mencionado epígrafe y encima de la cornisa aparece una inscripción romana muy fragmentada en la que solamente se puede leer “CIVI FECIT”. Se ha apuntado que esta pieza podría haber sido reutilizada en la fuente de mediados del XVI, dado el gusto por la Antigüedad que por aquel entonces se prodigaba en las esferas sociales más cultas. El conjunto lo remata una peineta con el escudo imperial de Carlos V. Sobre este montan una venera labrada y tres pináculos. Estos quizá se deban a un añadido de los siglos XVII-XVIII. La concha, sin embargo, sí parece quinientista.La fuente fomentada por Diego de Soto se asentaba sobre un acuífero. Frente a ella, como sabemos, se abría una plazuela delimitada por la muralla, por cuyo foso corría el cauce del río Sixto. La cercanía entre el manantial y el arroyo constituía un grave contratiempo cada vez que la lluvia arreciaba con fuerza. Cuando esto sucedía el riachuelo desbordaba y enfangaba la placita. El lodo y demás desperdicios alcanzaban a la fuente, que por supuesto también se encenagaba, no pudiendo los vecinos recoger el agua de sus caños “syn se meter en la agua asta la medya pyerna”. Desde finales del siglo XVI no dejaron de acaecer en ella distintos problemas que ponen de manifiesto el estado en que se hallaba. El 28 de junio de 1599 el Ayuntamiento dispuso que en ese mismo día acudiesen oficiales junto a ella para comprobar el reparo que necesitaba junto con su aljibe. Desconocemos quién o quiénes se encargaron de tal cometido, pero es más que probable que lo hiciesen Pedro de Morlote y el círculo de canteros que tres días antes habían hecho mediciones en los cimientos de la obra del testero catedralicio, pues en julio de 1602, por causa de haberse “rronpydo por muchas partes” y no dar agua sus caños, se ordenó practicar un nuevo arreglo en ella, dejándose constancia de que en una fecha anterior, a Morlote, se le habían abonado 850 reales por una operación análoga. Tres años después, también en verano, el Consistorio le concedió nuevamente al maestro cántabro cerca de 500 reales para que enmendase sus graves daños e hiciese un “canal de canteria alderredor cubyerto y enbetunado”.La fuente de 1622
En los últimos años de la década de 1610 el deterioro de la fuente se agravó sobremanera, después de que el carnicero Miguel Fernández do Cal pretendiese aumentar el tamaño de su vivienda, la cual se ubicaba sobre el manantial. Por si fuera poco, desde inicios de siglo, solo dos de sus cuatro caños expulsaban agua. Y ello en invierno, pues durante el periodo estival se secaba por completo. Para colmo cada vez que llovía se enturbiaba. Dadas estas penosas circunstancias, el Ayuntamiento decidió reformarla cuando ya expiraba el año de 1620, y trasladó su propuesta al obispo y al Cabildo para que contribuyesen a un arreglo que iba en beneficio de todos. Pero el asunto se postergó durante un año, y en diciembre de 1621 el Consistorio llamó a los canteros más activos de la ciudad con el objeto de que inspeccionasen su estado y aportasen las soluciones de mayor provecho, haciendo de igual modo las trazas y condiciones con que arreglarla. Fueron estos Alonso Fandiño, Antonio da Insua, Pedro López da Folgueirosa y Juan Rodríguez “el Nuevo”, cuatro pedreros analfabetos que en su vida diseñaron nada.El análisis de estos canteros no despertó la más mínima confianza en el Concejo. Con lo cual, nada más iniciarse 1622, la corporación municipal buscó la manera de ponerse en contacto con el boticario del Hospital Real de Santiago, o con cualquier otra persona que pudiese traer hasta Mondoñedo a un “fontanero” con la debida experiencia para evaluar los daños que tenía la fuente y la reforma que precisaba. El elegido fue Gaspar Fernández, un maestro de cantería y fontanería avecindado en Compostela que se personó en Mondoñedo el 7 de febrero. Venía desde la ciudad apostólica con “cartas de credito” o de recomendación del doctor Cedeira, médico en dicho Hospital, y de Alonso Rodríguez, boticario del mismo. Gaspar pudo comprobar que el nacimiento del agua y sus caños se hallaban colapsados de tierra y piedra por culpa de las obras que el citado Miguel Fernández do Cal llevaba a cabo en su morada. Declaró que sin extraer estos desechos sería inviable saber con certeza los daños que tenía la fuente, por lo que el Ayuntamiento le encomendó al carnicero que quitase aquella porquería cuanto antes, pues cada día de estancia del maestro fontanero en la ciudad suponía para las maltrechas arcas municipales un desembolso de 300 maravedíes. Pasados tres días Gaspar Fernández acudió de nuevo a la fuente pero la encontró en el mismo estado, por lo que el carnicero se comprometió a terminar en breves las obras de su casa y a costear los daños que hubiera podido causar a la Ciudad. El 26 de febrero Gaspar Fernández declaró que la fuente debía “rrehedeficarse de nuebo” y redactó las correspondientes condiciones de obra. A su juicio habría que cubrir de cantería “todo el manantial y orixen” del agua, y dado que alguno de sus cursos radicaba en el interior de distintas viviendas de particulares, urgía romper las paredes de estas y encañar todo el agua posible hasta la fuente. El frontispicio de la misma sería de bóveda de cañón y se ejecutaría con cantería, piedra que también se emplearía para el arca, que en la actualidad era de pizarra.El Ayuntamiento ordenó inmediatamente hacer la subasta de la obra, que se remataría el Domingo de Ramos a la par que la de la calzada de la Rúa do Pumar. Varias fueron las localidades donde se anunciaron las cláusulas. En Viveiro por ejemplo, se fijaron en la puerta de la iglesia de Santiago. Pero por su adjudicación solo pujaron los canteros mindonienses Alonso Fandiño y Pedro de Palacios. El primero puso la fuente en 400 ducados y el arreglo de la calle a razón de 6,5 reales la braza. Mientras que el segundo la bajó a 350 ducados y a 6 reales respectivamente. El Concejo no se arriesgó a contratar a estos pedreros para una obra tan delicada. Así que hizo llamar por carta al maestro de cantería Juan del Haro para que analizase su estado y diese “algas trazas de su rreparo”. Este era vecino de la villa de Navia, en el Principado de Asturias, y se personó en la Casa Consistorial mindoniense el 2 de abril. Poco sabemos de su trayectoria vital y artística, salvo que en 1611 declaró ser natural de Noja, y que entonces diseñó la capilla y retablo mayor de la iglesia parroquial de San Esteban de Tapia de Casariego. Otro arquitecto cántabro oriundo de Noja y muy activo en Mondoñedo, ya en el segundo tercio del siglo XVII, fue Diego Ibáñez Pacheco. Ambos se conocían, pues en el testamento que este último hizo en 1628 declaró que Juan del Haro le adeudaba 16 ducados.En aquel 2 de abril de 1622, Juan del Haro, después de haber “visto myrado y rremirado por sus oxos la dha fuente manantiales corriente y canos della”, decidió hacer sus propias trazas y condiciones con vistas a que otros canteros las tomasen por su cuenta. Al Ayuntamiento le convencieron más sus cláusulas que las del compostelano Gaspar Fernández, y viendo que el trasmerano era “maestro mas asperto” que Fandiño y Palacios, le persuadieron para contratarle la ejecución. Finalmente se la dieron el 4 de abril en los 350 ducados en que la había puesto Palacios, otorgándole de plazo hasta el 9 de septiembre para terminarla. Juan del Haro planteó el edificio en base a una doble arcada de medio punto con su respectiva bóveda de cañón. Así lo declaró en las condiciones de la obra y así se aprecia en su arquitectura actual. Dichas cláusulas nada nos dicen del aprovechamiento de otras partes de la vieja fuente, caso de blasones, epígrafes, etc. Simplemente indican que tendría cuatro caños y que se levantaría con piedra de cantería. Esta provendría fundamentalmente del Monte Toxoso (Abadín, Lugo), y con ella se conformaría el frontis. Asimismo, también se carretearían sillares desde la parroquia mindoniense de Viloalle. La cubierta, por su parte, se revestiría con losas llegadas de Lourenzá, con las “que se hazen las sepulturas”. Y por lo demás, nada sabemos de la fuente quinientista ahora destruida, salvo que, como la nueva, también era abovedada.Ahora bien, existía una diferencia capital entre la primitiva fuente de principios del XVII y la actual. Hoy día la apreciamos exenta de edificio alguno, pero desde su erección en 1622 hasta la segunda mitad del siglo XX se vio rodeada de viviendas por todos sus frentes salvo por el que daba a la plazuela. Lógicamente ello motivó todo tipo de problemas, desperfectos y modificaciones en su arquitectura original. Como ya quedó dicho, con anterioridad a su ejecución en 1622 montaba sobre ella la casa del carnicero Miguel Fernández do Cal. En agosto de aquel año, avanzada la obra de la fuente, el procurador general de Mondoñedo le advirtió hasta en tres ocasiones que apuntalase su vivienda a fin de que no se desplomase sobre la fuente1563. Pasado un cuarto de siglo, el Concejo tuvo que litigar con su viuda por haber iniciado otra obra sobre el surtidor y desdeñado el mandato de erradicarla1564. Ello condujo años después a un pleito ante la Real Audiencia. Y a inicios de 1653 el Ayuntamiento decidió traer desde Viveiro al “maestro de canteria” Diego Ibáñez Pacheco para que hiciese “vista ocular de los edefizios” que la dicha viuda había erigido sobre la fuente. El juicio debió ganarlo la Ciudad, pues en abril de 1654 resolvió arreglarla y hacer “por la pte de arriua un paredon como el que solia aver p.a que no cayese ninga ynmundiçia” 1566. Además, en los años siguientes se produjeron distintas intervenciones con el objeto de mejorar su estado. Lo cierto es que en las antiguas fotografías de finales del siglo XIX y principios del XX se puede ver una tosca pared montada sobre la cubierta a dos aguas de la fuente. Es posible que el citado paredón levantado en 1654 a modo de parapeto tuviese un aspecto similar al que se aprecia en dichas ilustraciones.Sin embargo las cosas empeoraron y mucho en el último tercio del XVII. En octubre de 1666 ya no manaba agua, y la situación se hizo tan insostenible que el alcalde mayor propuso repararla obligando a demoler una casa aneja en caso de que fuese necesario. En abril de 1683 sucedió lo mismo y hubo que recurrir a media docena de hombres para que la limpiasen y buscasen sus manantiales. La realidad debía ser verdaderamente grave, porque en otoño seguía seca y el Ayuntamiento decidió contratar a fontaneros. Incluso llegado diciembre el obispo y el Cabildo se preocuparon por la carencia de agua en la urbe.Reformas contemporáneas y aspecto actual
En los apartados anteriores hemos ido desmontando paulatinamente la idea tan consolidada por la historiografía de que la Fonte Vella responde en su conjunto a una obra de 1548. De aquella solo se conservan los blasones y epígrafes aludidos. El edificio abovedado se debe al diseño y ejecución de Juan del Haro en 1622. Mientras que la escalinata elíptica es decimonónica. Bien es verdad que en la fuente patrocinada por Diego de Soto ya había unas escaleras para bajar hasta los caños, y también una “plaça” o “patio” ante el pilón, pues así lo indica la documentación del siglo XVI ya señalada. En la construida en el XVII continuó habiendo escaleras. Es posible que el formato de las mismas fuese el que aparece en los planos levantados en 1762 por Martín Gabriel y Cayetano Cruz, o en los dibujados en 1765 por Pedro Estévez y Barros. Aquí figuran dos tramos de escaleras de tiro recto que descienden desde los extremos laterales de la fuente hasta desembocar en la zona donde se halla el pilón con los cuatro caños. Dicho sector aparece protegido por un muro, pues estaba en una cota inferior a la plazuela. Estas escaleras desaparecieron a raíz de un diseño de Ramón Martínez Insua en 1882, quien planteó un modelo de escalinata elíptica que nada tenía que ver con el formato actual según sus propias declaraciones. Este proyecto incluía la remodelación del espacio adyacente. De ahí la colocación de pretiles junto al perímetro de la escalinata o la instalación de una farola. El 10 de diciembre la obra se remató en Manuel Real y a mediados de 1883 ya estaba acabada1573. Las fotografías de finales del siglo XIX o principios del XX muestran el resultado de esta actuación. Como pudimos comprobar en los apartados anteriores, la fuente jamás estuvo exenta de edificios desde su construcción en 1622. Esta situación continuó vigente hasta 1984-1988. En esos años se llevó a cabo un plan delineado por el arquitecto Antonio Meirás Barreiro que la liberó de los inmuebles anejos. A partir de entonces pasó a lucir el aspecto que hoy tiene.Una nueva traída de aguasEn los apartados anteriores hemos podido comprobar que a lo largo de los siglos XVI y XVII la Fuente Vieja constituyó el único surtidor de agua en el núcleo urbano. Con demasiada frecuencia no abastecía satisfactoriamente a toda la vecindad. El problema se agravaba con las sequías estivales o con el constante deterioro de sus caños. En noviembre de 1703, en el transcurso de una reunión municipal, se puso de manifiesto que esta preocupante situación se venía arrastrando desde varios años atrás, y que para remediarla convendría realizar dos o tres nuevas fuentes y repartirlas por distintos puntos de la ciudad. Se aprobó entonces traer a la urbe a un par de maestros fontaneros a fin de que indagasen por qué apenas había agua. Pero debió quedar todo en nada, porque aparte de no tener más datos sobre esta propuesta, nos consta que en abril de 1705 los conductos de dicha Fuente Vieja volvían a estar arruinados.Este histórico problema lo solucionó el obispo fray Juan Muñoz y Salcedo, dando muestra con ello –una vez más– de su infinita generosidad y particular esmero para con el progreso urbanístico de Mondoñedo. En 1716 trató con el procurador general la necesidad de realizar una nueva fuente. Pero hubo que esperar a junio de 1721 para que manifestase el deseo de que en la urbe “ubiese barias taças de agua que no solo sirviesen de ermosura en ella”, sino que fundamentalmente evitasen “tantas maldades como se ejecutan con el motibo de solo una fuente a la q.l concurren asta las doze y una de la noche honbres y mujeres con el pretesto de buscar agua”, motivando “muchos escandalos que beia desde su balcon”. Aparte de justificar la necesidad de nuevos surtidores por razones de decoro y orden público, también reiteró que la Fuente Vieja se secaba todos los veranos y que por las razones antedichas pretendía contribuir a la financiación de una nueva traída de aguas1577. Pero ni él, ni mucho menos el Concejo, contaban con los medios necesarios para costear esta obra, ni tampoco la reedificación de la Casa Consistorial que conjuntamente se planteaba. Dado que ambas tenían evidente interés público, el Ayuntamiento acudió al Real Consejo para que gravase distintos impuestos en la provincia mindoniense a fin de sufragarlas. El Real Despacho se concedió el 27 de septiembre de 1723. En él se validaba la conducción de las aguas desde la Fonte dos Mouros y la contigua Fonte Grande hasta la ciudad. Dichos manantiales se hallaban en una montaña al suroeste del núcleo urbano. Pasado un mes, el Concejo ya había reunido a dos maestros que harían el “reconocimiento ttraza plantta y condiziones” para dicha traída y para el edificio del Consistorio. El peso de ambos encargos lo llevó el asturiano José Martínez Celiz, que por entonces se hallaba avecindado en Vilanova de Lourenzá y contaba con 43 años. Colaboró con él Sebastián Díaz Ribadeneira, vecino de Mondoñedo que dijo tener unos 40 aproximadamente. Estos plantearon un trasvase desde los citados manantiales hasta el lugar de As Coruxeiras. De ahí seguiría al Campo de Nuestra de los Remedios, desde donde descendería hasta unas casas sitas “junto al santo christo”, esto es, inmediatas al altar del Crucificado dispuesto al final de la Calle de la Cruz –hoy Bispo Sarmiento–, para dirigirse luego hasta la parte alta o “cabezera” de la Plaza Pública. En este Cantón Pequeño se dispondría una “ttaza con quattro caños”. Otra con el mismo número se ubicaría “mas âriua juntto a la capilla de nuestra Señora de la soledad”, esto es, en plena Calle de la Soledad – hoy Praza do Concello–. Otra igual se levantaría en el citado barrio de Los Remedios. Se erigiría también una más sencilla junto al sobredicho Santo Cristo, con un “fronttespicio raso” de cantería, así como “con su bañal para reziuir el âgua”. La última se dispondría en la “calle que llaman del zereiro”, comúnmente conocida entonces como la Valada de las Monjas –hoy Rúa Concepción–. Esta tendría tres caños, de los cuales uno surtiría al inmediato convento de la Encarnación mientras que los dos restantes serían para servicio del pueblo. El líquido elemento circularía por conductos de barro vidriado en su interior, y las arcas matrices se cerrarían con bóvedas de pizarra. La obra de las conducciones se presupuestó en 10.000 ducados. Habría de pagarla el Ayuntamiento con la ayuda del antedicho repartimiento. Sin embargo, la ejecución de los surtidores correría por cuenta del obispo Muñoz.No cabe duda de que el prelado mostraba un gran interés por este proyecto ingenieril. Al fin y al cabo había sido su principal promotor y se había comprometido a financiar parte del mismo. Además, el planteamiento aprobado podríamos calificarlo de ambicioso para una pequeña urbe como Mondoñedo. Preocupado porque todo saliese bien, quiso tener una segunda opinión acerca del plan diseñado por Martínez Celiz. Para tal fin, el 4 de noviembre de 1723, expresó su intención de “ynviar buscar al pe fr. Ag.n maestro de obras”, esto es, al arquitecto cisterciense fray Agustín de Otero, el mismo que en la década anterior había diseñado como mínimo la fachada de la catedral. Este verificaría junto con Martínez Celiz y un maestro de fontanería si la planta y condiciones ideadas tenían o no validez. Desde días atrás, en lugares como A Coruña, Betanzos, Viveiro o Ribadeo se podían leer cédulas anunciando el remate del proyecto para el 14 de noviembre. Nadie pujó por él hasta la jornada en que finalizaba el plazo, en la que, ya caída la noche, se personó ante el alcalde mayor el maestro Juan Antonio de la Iglesia, dejando su postura en 106.000 reales de vellón en lo concerniente a la conducción de las aguas, pues eludió asumir la obra del Consistorio . Poca confianza debió despertar su propuesta, pues el 10 de diciembre se encontraba en Mondoñedo fray Agustín de Otero. Ese mismo día el obispo le preguntó al Ayuntamiento si le urgía hacer cualquier tipo de consulta al lego, dado que “thenia preçision de partir a su convento”, o sea, al monasterio de Sobrado dos Monxes. Todo parece indicar que el “informe” llevado a cabo por el monje bernardo provocó desconfianza en la viabilidad de lo planteado, pues, ante su marcha, el Concejo contactó inmediatamente con fray Francisco Velasco para que diese su personal “ditamen y sentir” acerca de lo proyectado por Martínez Celiz. El 2 de enero de 1724 este arquitecto y monje profeso en el monasterio compostelano de San Martín Pinario firmó unas correcciones a la traza, redactó nuevas condiciones y advirtió que no podría acudir a Mondoñedo hasta abril, pues en la actualidad estaba ocupado con las obras de la traída de aguas en la ciudad de A Coruña. En dichas recomendaciones Velasco demostró tener un gran conocimiento en este tipo de prácticas ingenieriles, así como en la tratadística, aconsejando por ejemplo la utilización de un tipo de betún “que llaman zula”, que venía especificado en el primer tomo del Arte y uso de architectura de fray Lorenzo de San Nicolás. Parece evidente que si se acudió a este monje benedictino fue por su experiencia en estas lides, pues como él mismo aludió, en 1722 había contratado junto con Fernando de Casas y Novoa la ejecución de la coruñesa traída de aguas de San Pedro de Visma, siguiendo los planos del ingeniero militar Francisco Montaigú.A mediados de dicho mes de abril se efectuó de nuevo el remate de las obras, que volvió a anunciarse en las mismas villas y ciudades de antaño. Sea como fuere la subasta no se produjo, y tras la concesión en noviembre de un Real Despacho parejo al anterior, se decidió rematarlas con carácter definitivo el 15 de enero de 1725. Ese día, a las 3 de la tarde, los miembros del Ayuntamiento se sentaron en los soportales de la Casa Consistorial a la espera de que algún maestro las tomase y diese las fianzas pertinentes. Mientras tanto, un muchacho recorría las calles al son de una campanilla enunciando las condiciones que salían a subasta. Nadie apareció, y el alcalde mayor decidió otorgárselas a Juan Antonio de la Iglesia en los mismos 106.000 reales en que las había presupuestado catorce meses atrás. Pero el obispo continuaba sin fiarse del plan proyectado por Martínez Celiz, corregido a su vez por el padre Velasco, así que el 22 de marzo de 1726, en presencia del Cabildo y de miembros del Ayuntamiento, declaró su interés por que fray Agustín de Otero acudiese de nuevo a Mondoñedo para ver la Fonte dos Mouros e “yciese nueba planta de arcas aqueductos y sitio de tazas”. Al lego le ofreció como residencia el Palacio Episcopal mientras llevase a cabo la obra. El prelado debió conseguir el permiso del abad de Sobrado para desplazarlo hasta Mondoñedo, pues pasados nueve días notició al Concejo de la resolución de una nueva propuesta que echaba por tierra todo lo ideado por Martínez Celiz y fray Francisco Velasco.En concreto, el 31 de marzo declaraba que “por el afectto y cariño con que siempre a mirado a estta Ciud ”, disponía ahora conducir el agua desde la Fonte dos Pedregás. Esta se hallaba cercana a la urbe, también hacia el suroeste. Era menos caudalosa que la Fonte dos Mouros y constituía un espacio de “recreo y refijerio en ttp.o de verano pa sus abitadores”, al no haber durante esta estación “niebe ni nebera de yelo”. La totalidad del traslado se haría gracias a los 4.000 ducados ofrecidos por el obispo y a los 5.000 reales que aportaría el canónigo y provisor Carlos Maseda Baamonde. El Ayuntamiento recibió con gran alegría la noticia, y en agradecimiento, mandó esculpir un escudo con las armas de Muñoz y Salcedo para colocarlo en una esquina de la Casa Consistorial. Este contendría un epígrafe que rezaría lo siguiente: “se pone en memoria de ser su yll.ma bien echor ttan especial desta Ciud y Pueblo”. A primeros de abril de 1726 ya se habían iniciado las obras y en octubre de dicho año se encontraban próximas a acabarse."
"Si viniera a las San Lucas un perfumista de París yo le llevaría a la Fuente Vieja, para que aspirase lentamente el aroma a heno de hierba recién cortada, y partiendo de él inventare un perfume de otoño..."
Y en el Faro de Vigo, el 18 de octubre de 1958, fecha de las ferias, leemos su artículo El mercado de hierba en As San Lucas:
"Si yo fuese pintor habría pintado veinte veces el mercado de hierba verde, heno y paja que se celebra en los días que duran As San Lucas, en la plazuela de la Fuente Vieja, junto a la Porta da Vila, en mi Mondoñedo natal. Creo que solamente el mercado de rosas de Farfistán o el mercado de tulipanes de Harlem serían más bellos. Y en perfume, no cede a ningún mercado del mundo"
"Todavía hay horas de una hermosura impar: las del mercado de la hierba para el caballar en la Fonte Vella, las de la llegada de las greas que bajan de la alta y solitaria Pastoriza y de la áspera Tierra de Miranda, tierra brava ya en Vasco da Ponte, La pequeña ciudad, muestra amada provincia"
"Me pasé estos días haciendo cuentas de si podré o no ir a mi ciudad natal a ferias. Iré, y una vez más me meteré en la Fonte Vella entre haces olorosos de hierba ,y subiré al ferial a ver las greas montaraces"
Si tenemos oportunidad, en alguna visita guiada podemos bajar a ver la canalización de la fuente, lo que se ha dado en llamar "As Catacumbas de Mondoñedo"
Espacio subterráneo de piedra abovedado que constituye uno de los lugares más desconocidos de la ciudad
La pétrea cripta es apta para que entren incluso a la vez un cierto número de personas, dado que presenta suficiente altura y es relativamente espaciosa
"El Concello de Mondoñedo pone en marcha un museo sobre las traídas de aguas del municipio dentro del espacio de A Fonte Vella. Este centro de interpretación mostrará los sistemas de canalización desde el siglo XVII al XXI a través de distintos objetos y paneles informativos.
El centro de interpretación se sitúa en el espacio interior de bóveda de cañón donde se localizan las captaciones de agua de A Fonte Vella, "sen que afecte ás captacións internas que na actualidade están canalizadas", dicen desde el gobierno local.
Entre los elementos que se podrán ver están un caño de piedra de finales del XVIII que formaba parte del abastecimiento del palacio episcopal y continuaba hasta la plaza del Seminario; un tubo de cerámica usado en los siglos XVIII y XIX para la canalización de aguas de uso público y privado desde los manantiales; piezas de hierro de la traída de Mondoñedo de principios del XX y las actuales de PVC que sustituyen a las antiguas de hierro.
Además el museo ofrecerá información sobre fuentes, sistemas de captación y de canalización de manantiales que se desarrollaron en el siglo XVIII "coincidindo co maior crecemento urbanístico de Mondoñedo para dar servizo a puntos importantes da vila".
"Eu nacín en Mondoñedo, un 22 de nadal de 1911, dunha familia que levaba vivindo aquí, nas terras de Mondoñedo, por parte de miña nai, e nas terras de Miranda, que haxa documento desde o día 16 de febreiro de 1232. De modo que son 700 anos mindoniense"
"Yo nací el 22 de diciembre de 1911, cuando en Madrid debían estar dándole al bombo. Y nací tan rollizo que no pudo resistir el médico decirle a mi madre: "Le ha tocado el gordo, señora... !". Claro que luego fui siempre un auténtico hilo. Llegué a pesar cincuenta y ocho kilos con mi estatura actual"
En la placa de su casa natal vemos la frase "Álvaro Cunqueiro, nado nesta casa o día 22 de decembro de 1911, soubo facer da realidade poesía e fantasía". Él, por su parte, escribía en 1933 en Poemas do sí e non:
Eu nascín-entre as zocas e os lobregosna mitade da noite-corenta e sete días despois de primeiro aeroplano.Aínda colgaban do aramio da anteguerra todas asintactas maravillas inauditas.Eu traguía os dos meus ollos no seu sitioe meu corpo ezquerdo con áxil xogo indeciso nos cóbadosCando eu nascín tan soio a doce cousas lles faltabao nome precisoi eu cheguei cun oco nas frontes e na manpra atopar a indefinición das suas craridades navegantes.Todo o meu nascimento foi unha hora novana que houbo que pechar os dormitorios e abriras chimeneaspra acenar polas suas perichas perfebas de fumeos panos enloitados da cociñaDecatádevos!
"Con los apelativos de Plazuela de la Fuente Vieja o de la Carnicería se conoció durante la Edad Moderna a un espacio de planta irregular que, más que una plaza, era un cruce de varias calles, pues aquí confluían desde el oeste la Valada de Reigosa y la Rúa da Rigueira, desde el este uno de los tramos de esta última vía, y desde el sur el Camino Real, que luego de pasar por el barrio dos Muíños y proseguir por la Rúa da Fonte, alcanzaba la plazuela y desde allí accedía al núcleo intramuros al traspasar la Porta da Fonte. Dicho lo cual, esta placita en desnivel se hallaba rodeada de ciertos elementos urbanos sumamente significativos para una pequeña ciudad como Mondoñedo, pues en torno a ella se concentraban la Fuente Vieja y el edificio de la Carnicería Municipal que le daban nombre, y, además, un lienzo de la muralla con una de sus puertas más relevantes, así como un ala del Palacio Episcopal desde fines del siglo XVIII. Precisamente el perímetro de la cerca y del Palacio lo recorría el cauce del Sixto, que provenía desde la zona alta u occidental de la Rúa da Rigueira y tras atravesar la plazuela seguía por el sector oriental de la misma –actual Rúa da Fonte–. De esta manera, para que la placita se pudiese comunicar con la Valada de Reigosa y con la Plaza, existían unos “pontillones” o losas de gran tamaño. Así lo refleja la documentación del siglo XVI en adelante. Sin lugar a dudas eran enormes puesto que soportaban el paso de carruajes con carga. Estas estructuras se sustituyeron a partir de 1765 por unos puentecillos de cantería de un solo arco diseñados por el maestro de obras Pedro Estévez y Barros. A lo largo del primer tercio del siglo XIX quedaron ocultos, pues en los últimos años de dicho periodo el cauce del Sixto se hallaba cubierto, y en consecuencia el aspecto de la plazuela debía ser en cierto modo similar al actual.La denominación de Plazuela de la Carnicería la recibió especialmente desde la última década del siglo XVI hasta la fuerte riada de 1761. El evidente motivo por el que devino tal apelativo tiene su origen en 1589, fecha en la que el Ayuntamiento, al ver que la urbe carecía de un establecimiento perenne y salubre que cumpliese las funciones de Macelo Municipal, creyó conveniente ubicarlo junto a la embocadura de la Rúa da Fonte y frente a la Fuente Vieja. La denominación hubo de desaparecer a partir de 1761, pues entonces se arruinó el edificio e inmediatamente se construyó otro para tal función pegado a la muralla y tras el testero catedralicio."
"A comienzo de la década de los años sesenta del siglo XIX, el Ayuntamiento de Mondoñedo quiso dar un gran impulso al arbolado en los márgenes de las carreteras, en los paseos y sitios públicos. Para ello, se vió obligado a aumentar en los presupuestos una asignación mayor para plantar más árboles, para renovar otros y para la conservación de todos ellos.
A primeros del mes de octubre de 1861, el Ayuntamiento de Mondoñedo ( acuerda plantar unas acacias desde el comienzo del Palacio Episcopal hacia la Fuente Vieja y a lo largo de la nueva obra de cubierta del Río de Sisto
A comienzos de los años cincuenta del pasado siglo, se realizan importantes obras en el pavimento del Palacio Episcopal y Fuente Vieja. En estos momentos el arroyo Sisto, que cruza la población por el Sur, se hallaba encauzado en una vieja alcantarilla, discurría a cielo abierto por el camino del Matadero Municipal hasta verter sus aguas en el cauce del río Valiñadares y era utilizado en una parte del recorrido como receptor del alcantarillado. Cuando se rematan estas importantes obras, es cuando se retiran los troncos de las viejas acacias que jalonan la fachada del Palacio Episcopal y el frontal de algunas viviendas. El cemento comienza a cubrir el pavimento de la mayoría de las calles mindonienses"
"La ciudad de Mondoñedo vivió una de las mayores catástrofes de su historia a poco de finalizar el verano de 1761. A las siete de la tarde del 10 de septiembre comenzaron a formarse hacia el norte “unas nubes embueltas en niebla muy espesa” que tomaron dirección sur. Estas se anclaron en los montes que rodean el valle, y desde las ocho y media hasta las seis de la mañana del día 11 descargaron una tormenta atroz, llena de relámpagos y fortísimas lluvias que, según el criterio de distintos coetáneos, provocaron la mayor inundación jamás recordada en la urbe. En ella perecieron seis personas y se dañaron considerablemente multitud de casas, molinos y puentecillos. El sector suroriental de la ciudad resultó el más afectado, puesto que se hallaba en la cota más baja. Se anegó la Fuente Vieja, se desmoronó frente a ella la Carnicería Municipal, y se obstruyeron las antiguas calles de la Rigueira, Fonte y Pumar. La riada arrastró barro, árboles, piedras y demás maleza. La gravedad fue tal que algunos vecinos no tuvieron más remedio que entrar a sus viviendas en los días siguientes por las ventanas y con ayuda de una escalera. Algunas de estas casas se destruyeron por completo, quedando incluso “sepultadas entre la broza, y el cieno”. La gran cantidad de lodo que trajo la corriente convirtió la planicie dispuesta al este de la ciudad en “una esteril arenosa plaia”. En las semanas siguientes, civiles y militares se afanaron en despejar las vías públicas, achicar el agua de las viviendas, y reparar estas siempre que su pésimo estado no obligase a demolerlas. De todos modos, hicieron falta años para devolver a la ciudad al estado en que se hallaba antes de la desgracia, así como importantes sumas de dinero. A ello contribuyó Carlos III otorgando más de 146.000 reales de vellón.Como consecuencia de este desastre se trazó un plan general en el que se marcaron dos objetivos fundamentales: por un lado enmendar los daños que había causado la tormenta; por otro, realizar un conjunto de obras de carácter preventivo a fin de evitar que otro temporal causase tantos desperfectos en la ciudad. El encargado de diseñarlo fue el teniente coronel Martín Gabriel, un ingeniero del Ejército que en el verano de 1762 acudió hasta Mondoñedo para trazar el “mapa, reconocim.to y calculo” de las obras que habrían de acometerse. De entre todas las soluciones precautorias que planteó, sin duda alguna la más llamativa resultó la de diseñar dos bóvedas subterráneas de gran capacidad que discurrirían bajo el trazado de las antiguas Rúas da Fonte y da Rigueira. Su finalidad era canalizar el caudal del río de Sixto y de las demás aguas que bajaban desde los montes linderos. Así, en caso de producirse un gran aluvión, las minas tendrían los metros cúbicos suficientes para desahogar las corrientes, evitando el colapso de casas y calles. El presupuesto que fijó para esta y otras reformas, reflejadas en un mapa firmado con su nombre y con fecha del 18 de agosto de 1762, se aproximó a los 150.000 reales. El plano original se conserva en el Arquivo Municipal de Mondoñedo, pero en un estado deplorable por causa de numerosas roturas y pliegues. Se inserta dentro de un expediente custodiado a su vez en una caja en la que también figura una copia del mapa realizada coetáneamente por Cayetano Cruz.Una vez que el ingeniero delineó todo cuanto se le había exigido, pasaron los meses sin que nadie quisiese tomar las obras a su cargo. Llegado otoño el Ayuntamiento decidió llamar al maestro Ángel Puente, vecino de la parroquia de Santa María de Moimenta (Campo Lameiro, Pontevedra). Este era el mismo que en 1754 se había adjudicado la construcción de la fachada de la iglesia de Los Remedios. En el presente trabajaba en la villa de Pontedeume. El Concejo depositó en él su confianza porque “en esta Ciu.d corrio y se pusieron a su cargo alg.as [obras] de suma ymportanzia, en que no solo se acredito su actibi.d sino su zelosa y christiana conducta”, y le apresuró a que iniciase los reparos de los caminos que salían desde el aludido santuario mariano conforme a lo que había planteado el ingeniero militar. Al mismo tiempo, volvieron a fijarse cédulas en otras villas y ciudades del Reino para anunciar el resto de las obras. En enero de 1763 compareció en Mondoñedo el maestro de obras de la ciudad de Lugo, y director a su vez de los caminos de su provincia, Domingo Francisco Eytor, quien hizo las respectivas posturas. A raíz de su llegada surgieron voces críticas contra las bóvedas subterráneas ideadas por Martín Gabriel, considerándolas completamente inútiles y un foco de recepción de todo tipo de maleza que terminaría por obstruirlas, facilitando así una nueva inundación. A este criterio se sumaron los propios vecinos de las Rúas da Fonte y Rigueira, quienes se mostraron muy preocupados por el peligro que entrañaba para los cimientos de sus casas el tener que perforar las calles con tanta profundidad. El Ayuntamiento tuvo en cuenta todas estas opiniones, pues desde entonces se mostró reacio a que se construyesen los conductos bajo el suelo. Consecuentemente, el remate de los planteamientos del ingeniero se suspendió, y en 1764 se le encomendó al arquitecto Pedro Estévez y Barros que delinease un nuevo mapa con sus correspondientes condiciones, el cual se habría de enviar al intendente general del Reino para que le diese su aprobación.Pedro Estévez efectuó el plano solicitado hacia el segundo semestre de 1764 o principios de 1765, puesto que recibió la aprobación desde A Coruña el 6 de febrero de este último año. El Arquivo Municipal conserva dos copias de su plan. Su propuesta se basaba en canalizar el agua del Sixto por medio de una acequia que afluiría en el entonces llamado río Grande (actual Rego de Valiñadares). A este acueducto lo atravesarían tres puentecillos de cantería lo suficientemente seguros como para soportar el peso de los carruajes. Uno comunicaría la Rúa da Rigueira con la Valada de Reigosa; otro se ubicaría ante la Porta da Fonte; y el tercero junto al cubo de la muralla conocido como Torrillón (fig. 238). De igual manera, los vecinos de la Rúa da Rigueira podrían sortear el caudal del Sixto para llegar hasta sus casas andando sobre piedras de gran tamaño y escaso espesor. Esta solución no la reflejó en el plano pero sí la planteó. Aún hoy existen ejemplos de este rudimentario sistema de paso en el barrio dos Muíños. También formuló demoler los restos de la vieja Carnicería Municipal y hacer en su lugar una pescadería. Pero en 1767 se optó por no erigirla allí. Una vez sus planteamientos lograron el visto bueno del intendente en febrero de 1765 se sacaron a subasta el 21 de abril. Días antes el propio Estévez había fijado la puja inicial en 63.000 reales, pero se la acabó adjudicando un grupo de maestros canteros locales rebajando la cifra en 11.000. Estos eran Fausto García, Nicolás Polo, Juan Prieto, Luis Fernández Bouso, y José y Juan Antonio Ramos. Finalmente permitieron que Estévez y Barros ejerciese el liderazgo sobre ellos, y se obligaron a terminar las obras en un plazo de 18 meses. Estas se alargaron hasta los últimos meses de 1767, aunque en mayo de dicho año ya debían de estar avanzadas, pues el Ayuntamiento quiso efectuar un reconocimiento de todo lo que Estévez había operado hasta la fecha. Para tal fin nombró a los maestros José Carballeda y José de Silva, pero el propio Estévez alegó que ninguno de los dos podría elaborar un peritaje en condiciones porque ni eran arquitectos de profesión ni estaban familiarizados con la comprensión de mapas y planos. De hecho Carballeda ni tan siquiera sabía leer o escribir. De esta forma requirió que sus obras fuesen examinadas por profesionales más duchos en la materia. El Ayuntamiento le aseguró al intendente general del Reino que el único experto por aquellas tierras era un monje benedictino que al presente se hallaba “ynposiblittado”. Aunque no se revele el nombre del religioso, no existe la menor duda de que se trataba de fray Benito de Ponte, maestro de obras del monasterio de San Salvador de Vilanova de Lourenzá, al que el Concejo y la Iglesia mindonienses habían requerido en diversas ocasiones desde la década anterior para que elaborase planos y análisis periciales de diversa índole. Terminado el conjunto de estas obras públicas a fines de 1767, el intendente envió a Mondoñedo en mayo del año siguiente al arquitecto Francisco Antonio Zalaeta para que realizase el peritaje de todo cuanto se había realizado en los últimos seis años. Este reconoció que todo se había hecho satisfactoriamente. En 1795 la acequia diseñada por Pedro Estévez sufrió desperfectos por causa de una inundación. Pronto debió desaparecer bajo un nuevo pavimento, pues en los últimos años del primer tercio del siglo XIX el canal ya estaba cubierto, al menos en las inmediaciones de la Porta da Fonte, que escasos años más tarde sería demolida. Posiblemente por aquel entonces la acequia estuviese oculta por el referido solado tanto en la Plazuela de la Fuente Vieja como en la totalidad del antiguo trazado de la Rúa da Rigueira."
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