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domingo, 10 de marzo de 2024

EL MUELLE Y LOS JARDINES DE LA REINA (GIJÓN/XIXÓN, ASTURIAS) "EL POYO ILUSTRE" Y LA EXALTACIÓN BARROCA DEL PALACIO DE LOS JOVE HUERGO Y LA CAPILLA DE LA TRINIDAD

Los Jardines de la Reina

Procedentes de La Plaza del Marqués, seguimos las señales del Camino de Santiago en la ciudad de Gijón/Xixón, y saliendo al viejo muelle local, el Muelle de Oriente, la Dársena Interior o Dársena Vieja, actual puerto deportivo, continuamos hacia los Jardines de la Reina, que rememoran en su nombre a la reina madre María Cristina de Habsburgo-Lorena, y a la visita oficial que hizo a la ciudad en el año 1900 con su hijo, el futuro rey Alfonso XIII. Estos jardines se hicieron con motivo de la ampliación portuaria de la Sociedad de Fomento de Gijón, cuya sede, luego Banco Urquijo y después Caja España, vemos al fondo, en un edificio de época ante los muelles que gestionó a partir de 1875, El Fomentín y El Fomento, que se extienden a su derecha y que hicieron desaparecer a la antigua Playa de Pando o Arenal del Natahoyo, parte del coto señorial del Marqués de San Esteban del Mar del Natahoyo, que hasta aquí llegaba y a quien se debe el nombre de la Plaza del Marqués que hemos dejado atrás, pues tenía allí su palacio

Los Jardines de la Reina

Estos jardines formaban parte de aquella Dársena Vieja y fueron ganados al mar en lo que antaño había sido el Arenal de la Trinidad, al lado de la capilla de este nombre, sita en las cercanías, arenal que era la prolongación arenosa de Pando hasta este lugar, en el que estuvo la primera Puerta la Villa, demolida en 1781 y vuelta a erigir en el otro extremo de la calle Ancha de la Cruz o calle Corrida (empieza a la derecha de esta foto), en lo que ahora es la Plaza del Seis de Agosto, demolida a su vez en 1886

La Plaza del Marqués con la Estatua de Pelayo en medio. Al fondo empiezan los Jardines de la Reina

Caminando de la Plaza del Marqués a los Jardines de la Reina zona es el istmo que une Cimavilla con Baxovilla, la población que crecía, al principio muy poco a poco fuera de su núcleo originario romano-medieval, tras la reconstrucción de la vieja puebla, a excepción de sus murallas, luego de ser arrasada en el asedio trastamarista de 1395 que supuso el fin de la ciudad vieja. Hoy en día esta plaza, llamada antaño de La Barquera por ser donde se metían las barcas antes de que existiese un muelle fiable, ha quedado afectada por los altos edificios desarrollistas que se erigieron por toda la ciudad principalmente en las décadas de 1960 y 1970. Solamente unas pocas casas de época se libraron por entonces de la piqueta


Frente a la Plaza del Marqués nos asomamos al viejo muelle pesquero, y comercial, que da vista en Cimavilla a su antiguo barrio de Pesquerías, el occidental, más conocido como de la Soledad por la advocación de su capilla marinera, asomado a este antiguo puerto local, actualmente deportivo, con el paseo arbolado de la calle dedicada al marino Claudio Alvargonzález, el Héroe de Abtao, así llamado por su participación en este combate de la Guerra hispano-norteamericana


De ahí viene que esta fuese antaño conocida parcialmente como calle Abtao, pues otra era la Barbacana, un elemento del antiguo muelle. Otra parte era El Bombé, nombre que se puso de moda en numerosos paseos, y más antiguamente aparece como Carrera del Muelle a mediados del siglo XVIII. El nombre de Claudio Alvargonzález se acordó el 29 de agosto de 1896 en realidad era solamente para la antiogua calle Barbacana, pero por extensión se aplicó a toda la calle, que se dirige recta al Dique de Santa Catalina. De ello nos cuenta el Cronista Oficial de esta ciudad y concejo Luis Miguel Piñera en su libro Las Calles de Gijón Historia de sus nombres:
"Acuerdo: 29 de agosto de 1896. Conocido como el Héroe de Abtao, Claudio Alvargonzález Sánchez (1816-1896) mandaba la fragata Villa de Madrid en la batalla de Abtao (febrero de 1865), mantenida durante la guerra que España sostuvo con Chile en el Pacífico. En un edificio de la plaza Mayor, una placa recuerda que allí nació el marino, en la casa que existía antes del hotel. La gijonesa Fundación Alvargonzález, con sede en Cimadevilla, ha editado diversas publicaciones sobre Claudio Alvargonzález, cuyo busto preside —desde el 6 de julio de 1995— la escalinata que une el Muelle con la calle de Óscar Olavarría. En realidad, ese día de agosto de 1896 en que el Ayuntamiento aprobó su nombre para la calle, ésta tenía dos denominaciones: Abtao y Barbacana. Lo que se acordó fue poner el nombre del marino a la de Barbacana, pero parece ser que la voluntad popular hizo extensible ese nombre también a la que se llamaba Abtao. No es muy conocido el hecho de que Claudio Alvargonzález Sánchez fuera alcalde de Gijón durante cuatro días (entre el 11 de octubre y el 15 de octubre de 1868), en los momentos convulsos del destronamiento de Isabel II y cuando la titularidad de la alcaldía estaba a cargo de Nemesio Sanz Crespo. En la sesión municipal del 15 de octubre de ese año y en el Expediente Municipal 85/1868 del AMG, vemos que de nuevo Sanz Crespo recupera la presidencia de la Junta Municipal, convirtiéndose Claudio Alvargonzález en el alcalde más breve en la historia de Gijón. 
Nombres anteriores: Abtao (14 de junio de 1866). La batalla de Abtao tuvo lugar precisamente el mismo año en que se aprueba dar ese nombre a la calle. Barbacanas. Figura en el Catastro del marqués de la Ensenada a veces como «Barba-Cana». El Bombé (Parcial). Los terrenos del llamado paseo del Bombé ocupaban el lugar de la actual Comandancia de Marina. Parece un nombre de origen francés, por otra parte empleado también para denominar un salón ovetense de entresiglos (XIX y XX). Los gijoneses, que por aquellas fechas estaban deslumbrados por París, también bautizaron Campos Elíseos a su teatro más conocido. Carrera del Muelle. (Catastro del marqués de La Ensenada, año: 1752, folio 1463 v.)

La calle Oscar Olavarría (empresario naviero y alcalde), que cita Luis Miguel Piñera, es la que empieza al final de la Subida a la Colegiata (capilla barroca del Palacio del Marqués que da nombre a la plaza) en la pequeña explanada dedicada a Fermín García Bernardo, el fundador de la Universidad de Cimavilla, sita justo detrás, en el edificio rojo junto a la torre de La Colegiata, que está bajo la advocación de San Juan Bautista


Por aquí, cruzando el paso de peatones enfrente de La Colegiata y del Palacio del Marqués, hemos venido desde la Plaza Mayor tras recorrer todo el gran Paseo del Muro, el de la Playa San Lorenzo, por donde hemos entrado en el casco urbano gijonés procedentes de El Molinón y La Guía


Antes de seguir hacia los Jardines de la Reina nos asomamos a la barandilla para contemplar el muelle en su zona noroccidental hasta su misma bocana


En primer término es La Rampla la Colegiata, así llamada por estar justo delante de la misma. La calle Claudio Alvargonzález conforma un hermoso paseo marítimo portuario en el que, desde siempre hubo casas, instituciones, entidades y negocios vinculados a la marinería


La primera es Casa Paquet, consulado francés y antiguo consignatario de buques, familia de raíces galas asentada en Asturias atraída al principio por el ferrocarril pero que pronto se embarcó, y nunca mejor dicho, en las rutas comerciales marítimas del por entonces creciente puerto gijonés que ya se iba a establecer, tanto en su faceta comercial como pesquera, en el gran puerto exterior de El Musel, al otro lado de la bahía


Este puerto tardó mucho en configurarse tal como lo conocemos, no fue hasta pasada la primera mitad del siglo XIX cuando se construyo el Dique de Santa Catalina, alto y largo murallón rompeolas que protege al muelle de los envites del mar. Hasta entonces lo mejor era que las embarcaciones se agolpasen bien en esta parte más resguardada, La Barquera, de ahí su nombre, arrastrándose incluso las lanchas a tierra


Es la famosísima Punta Lequerique, Lequerica, Liquerique, Liquerica, Liquiliqui, etc. que como bien afirmaría aquel gran playu y periodista Dionisio Viña, de todas formas se dice en Cimavilla, y añadimos nosotros que también de todas formas y maneras se ve escrito incluso en mapas y nomenclátores. Todo viene del contratista vasco Lequerica, que construyó este espigón entre 1859 y 1864 tras la autorización de Isabel II en su fructífero viaje oficial de 1858


El Dique Santa Catalina o Punta Liquerique lo vemos parcialmente en la distancia, su parte más alta, que configura un paseo tanto sobre su muro como en su explanada, y es que en primer termino lo que tenemos es el pequeño Muelle Victoria, llamado también El Muellín, donde está la que fue durante muchos años La Rula o lonja del pescado, en la que este se subastaba, así como la Aduana del Puerto, construcción de mediados del siglo XIX que se hizo encima del llamado Muelle Norte que guardaba la dársena, el cual fue ensanchado con arcadas de piedra


El Muellín fue una concesión al industrial Anselmo Cifuentes en 1871, hecho primeramente en madera y en sociedad con su yerno Florencio Valdés. Ellos dos fueron, junto con Oscar OlavarríaCalixto Alvargonzález y Ángel García Rendueles, los fundadores en 1878 del diario El Comercio, decano de la prensa asturiana


Ya por aquel entonces estos edificios tenían este aspecto, un cuerpo principal central de dos plantas y un cobertizo a cada lado, que pasarían a la Unión de Armadores Pesqueros de Gijón, que habilitó uno de ellos para ser la lonja o rula de subasta del pescado y otro para fábrica de hielo



En 1893 la Cofradía de Pescadores Virgen de la Soledad se hizo cargo de esta concesión y de la actividad de la rula. Fue cuando la frase "na rula nun pregunten, apunten" se convirtió en una de las más célebres de los dichos populares gijoneses, dadas las características de las subastas, siendo idónea para cuando se gana o consigue algo, casualmente o de cualquier forma pero se gana


De todas formas el poco calado del puerto, que en bajamares era un fangal, motivó que la flota pesquera se fuese a los muelles de Rendiello, en El Musel, con una nueva rula inaugurada en 1987, lo que motivó que este viejo muelle fuese transformado puerto en deportivo


Luego el viejo muelle pesquero pasó a deportivo, restaurándose la antigua aduana y habilitándose como edificio de usos múltiples, dependencias del puerto deportivo y sala de exposiciones. En el edificio lateral izquierdo se abrió un restaurante con excelentes vistas de la ensenada, el cual tuvo varios nombres, ahora es el Auga, "el epicentro de la cocina de Gijón", dice de él Jorge Guitián, experto gastrónomo, en el periódico La Vanguardia del 20-6-2022 y del que extraemos lo siguiente:
"... el restaurante dirigido por Antonio Pérez y Gonzalo Pañeda, en el imaginario contemporáneo gijonés. Gonzalo en la cocina y Antonio al frente de la sala han conseguido no solamente dar forma a un espacio de referencia en la ciudad, con una ubicación envidiable, sino, sobre todo, mantenerlo en el tiempo, consolidarlo como una seña de identidad local que se basa en una propuesta gastronómica quizás menos radical que otras cercanas, pero igualmente interesante. 
Auga no ocupa la punta de lanza de la vanguardia creativa de la gastronomía asturiana. No la ocupa ni lo pretende. Se enfoca, más bien, hacia un público que busca una experiencia actual aunque amable, reconocible, confortable y, al fin y al cabo, satisfactoria. La suya es una cocina que ocupa un lugar central, incluso geográficamente con su localización estratégica en el edificio de la antigua lonja, en uno de los muelles del puerto, en la cocina local y que se basa en el producto. 
La de Pañeda es una cocina asturiana y actual, aunque no renuncia a productos de una enorme calidad gastronómica llegados de aquí y de allá. La suya es, en ese sentido, una cocina abierta, que se nutre de otras despensas cuando lo considera preciso y las combina con lo local; una propuesta que no juega la baza local en exclusiva y que, por el contrario, es capaz de mantener una esencia reconociblemente asturiana sin renunciar a productos llegados de otra zona de la Península Ibérica que enriquecen su oferta. 
Esto es algo que se ve bien a las claras en su menú degustación, un recorrido de espinazo cantábrico que, sin embargo, es capaz de hacer permanentes guiños a otras despensas y da forma, así, a un recorrido personal, diferente y poliédrico desde el punto de vista del producto, algo que se evidencia desde el primero de los platos, la ostra Gillardeau acompañada de lechuga de mar en un bocado marino matizado por la acidez aperitiva de un suave aire de mandarina. 
Lo mismo ocurre con la vaca, como en un carpaccio, y el atún, dados también crudos de la ventresca grasa del animal. Producto de aquí y de allí en un bocado en el que las texturas se complementan, un mar y montaña elegante, cargado de matices que, en cualquier caso, no apuesta por los sabores intensos y se decanta por lo tenue con los brotes, tantas veces simplemente decorativos, como un contrapunto textural interesante. 
Vieira, huevas y algas. Más yodo, más océano. Aunque la vieira no sea local -apenas se capturan en Asturias- Pañeda defiende que su presencia en los fondos del puerto, excepcionalmente ricos según estudios recientes, contextualiza este bocado que, una vez más, opta por lo contenido, por el perfil más amable de los productos propuestos. 
Nuestra versión de la gamba al ajillo. La intensidad sube con este plato, gamba del sur que reinterpreta un clásico atemporal de las barras, también de las locales. Melosidad, yodo y un fondo, elaborado con el jugo de las cabezas y texturizado, en el que apetece seguir mojando pan. 
Anguila ahumada, caldo de cocido y pies de cerdo. Seguramente el plato que más recordaremos del recorrido, además de una receta icónica de la casa; una propuesta que hace pensar en la cocina de Santi Santamaría y de sus discípulos y que se lanza decididamente por la vertiente de la untuosidad y de lo intenso. Las manitas que se funden con el calor del caldo, los matices cárnicos que complementan el sabor del pescado y el punto de ahumado dan al conjunto una complejidad y una profundidad poco habituales. 
Carabinero, apenas atemperado. El producto brillando por si solo, sin más. Salmonete en un pilpil hecho de sus espinas. El más local de los platos del menú, el único que lo apuesta todo en exclusiva al Cantábrico y que lo hace convirtiéndose en otro de los momentos más altos del menú. Los lomos limpios, impecables, del pescado, nacarados, puro sabor a mar, acompañados de un pilpil que los arropa y los envuelve con elegancia. Alga codium y cebolla encurtida aportando yodo, ácido y crujiente al conjunto.
Corzo en su jugo, soja, boniato y puré de albaricoques. El más clásico de los platos del menú, quizás también el que menos encaja con la temporada. Cocción perfecta de la carne, rosada en el interior, y una serie de guarniciones de corte más tradicional que el resto de las propuestas. 
Yogur, coco y chocolate blanco para un primer postre refrescante, en el que las texturas se complementan en una construcción monocroma que nos devuelve a la faceta más contemporánea del restaurante. Y regreso, a continuación, a un clasicismo más evidente con una sopa de queso de cabra, avellana y miel que cierra el recorrido con un nuevo guiño a la despensa y a los sabores del repertorio local y que huye de esos excesos de dulce que tantas veces cierran los menús haciendo que el comensal termine con una pesadez innecesaria. 
La de Auga es una propuesta actual, pero contenida; un recorrido gastronómico gustoso e interesante que evita ponerse una etiqueta o decantarse por un único palo. La suya es una cocina de producto, aunque no de producto local en exclusiva; un recorrido en el que el mar manda, en el que productos tradicionalmente considerados como nobles -ostra, vieira, gambas, salmonete- juegan un papel clave y en el que el acento está más en la construcción del plato y en la coherencia del menú más que en la proximidad del origen de la materia prima. 
Con este planteamiento, Antonio y Gonzalo dan forma a una experiencia personal, envuelta por un edificio y un entorno que la enriquecen, que subrayan esa vocación marina y que la convierten en una de las grandes opciones de la cocina gijonesa. La de Auga es una cocina que no parece buscar la primera línea mediática, que se enfoca en un cliente que busca producto, solvencia, una cierta contención y una experiencia sin altibajos; una propuesta amable en el mejor sentido del término, que se convierte en la cara más reconocible de la alta cocina gijonesa en la actualidad."

A lo lejos, La Punta Liquerique o Dique de Santa Catalina nos oculta el puerto de El Musel, pero no La Campa Torres que lo guarda y protege y, en ella, el emplazamiento de la antigua Noega, el castro astur de La Campa Torres, precedente poblacional urbano de la actual Gijón/Xixón. Su actividad portuaria, comercial y metalúrgica, premonitorio antecedente industrial, hizo que sus pobladores fuesen llamados cilúrnigos, vocablo celta que define a los caldereros, astures del clan de los luggones que, paulatinamente y tras la conquista romana, fueron dejando aquel emplazamiento para asentarse en este lado de la bahía a partir del siglo I


Precisamente la llamada estela de Medugeno, de la gens de los cilúrnigos apareció detrás de La Colegiata y su Palacio del Marqués de San Esteban del Mar del Natahoyo, al pie de la muralla que se construyó después, llegando al bajo Imperio, para proteger la población, cuya importancia se discute, entre si fue un asentamiento comercial basando en la fábrica de salazones descubrieran en el subsuelo de esta plaza, o si fue toda una civitas


La existencia de una muralla, no obstante, da a entender que el enclave tendría la suficiente entidad como para ser defendido. La línea de edificios de esta calle de Claudio Alvargonzález se sabe se construyó sobre su costado occidental. Más allá los acantilados del Cerro de Santa Catalina (L'Atalaya o La Talaya) constituirían una formidable defensa natural



Esta sería la muralla destruida en el asedio trastamarista de 1395, el último de una serie de sitios acontecidos en esta plaza fuerte en el siglo XIV que provocaron la tota destrucción de la ciudad vieja. Luego vendrían su reconstrucción y, con ella, la de su puerto


Su origen pues, habría que remontarlo a la reconstrucción de la ciudad tras su destrucción en el terrible asedio de 1395 en las luchas de Alfonso Enríquez, cuya mujer encabezó aquí la última resistencia antes de pactar una retirada, y Enrique III de Trastámara. Entre 1480 y 1582 hay un periodo de reconstrucción y desarrollo al que no es ajeno este puerto, acabándose sus aquellas primeras obras en 1592.


En 1749 un temporal destruye el puerto, por lo que se clama a las autoridades del Reino a que intervengan prontamente, acudiendo varios ingenieros y arquitectos a realizar los informes precisos para acometer las necesarias obras de reconstrucción, si bien se verán envueltas en polémica entre partidarios y detractores, por lo que se verán paralizadas en 1790


El ilustrado prócer Jovellanos incidirá en ese problema y planteará soluciones en sus informes, con un puerto capaz de comerciar con ultramar, una sede para el Comisario de Marina y una carretera carbonera para sacar por aquí el carbón de la Cuenca del Nalón que hará realidad, después de su muerte, Alejandro Aguado, el Marqués de las Marismas, en 1842. Una década después llegará el Ferrocarril de Langreo


El antiguo cai o muelle se transformó en carbonero en el siglo XIX, pues desde que se inauguró el Ferrocarril de Langreo llegaban aquí  los vagones con el carbón de la cuenca minera por la antigua calle Comercio, después calle Joaquín Alonso Bonet y ahora calle Marqués de San Esteban, para volcar su carga gracias a los antiguos drops o primitivas grúas portuarias, puerto donde se hacinaban hasta más de cien buques de carga, tras entrar y salir de manera muy dificultosa, pues hasta entonces apenas se había hecho nada en el antiguo fondeadero local desde las ampliaciones del siglo XVIII


Luego las actuaciones de la Sociedad de Fomento, cuyo edificio volvemos a ver desde aquí, agrandarían notablemente la dársena y ganarían espacios para los tráficos portuarios, astilleros y nuevas industrias



Luego, la nueva ampliación portuaria dividió enconadamente a la ciudad, unos querían que el nuevo gran puerto, gijonés y de Asturias, se construyese a partir de aquí, los apagadoristas, pues seguían un proyecto en forma de apagador o matacandelas; como su nombre indica, un apagavelas; y otros los muselistas, que preferían desplazar el puerto a un lugar de mayor profundidad y calado, El Musel, como al final se hizo, aunque estos muelles de Carbones, Fomento y Fomentín tuvieron importante actividad hasta la década de 1970


Luego, ya en la década de 1980 y sobre todo a partir de la de 1990, los muelles se transformaron en puerto deportivo y sus diques se emplearon para, además de atraque de yates, veleros y lanchas de pesca deportiva, en escuelas náuticas, empresas de deportes náuticos y tiendas con ellos relacionadas, hostelería, conciertos, etc., destacando el gran edificio de talasoterapia Talasoponiente, que asoma entre los mástiles, a la vez que se recuperaba parcialmente el Arenal del Natahoyo o Mar de Pando, si bien llamándolo Playa de Poniente


Si bien ya existía de antes, esta actividad hostelera, comercial, deportiva y turística se incrementó notablemente en todas las calles aledañas con la gran transformación del puerto local


Aquí, por ejemplo, atracan las lanchas de pasajes de Canteli, empresa fundada en 1972 que, en verano sobre todo, ofrecen singladuras por toda la bahía


Enfrente, no se nos mencione mencionar al Arbolón o Árbol de la Sidra, a la derecha de la foto, hecho con numerosas botellas de sidra y que nació con la idea de ser una alegoría del reciclaje. De él, como de Casa Paquet, la Universidad de Cimavilla, La Colegiata, el Palacio del Marqués, la Estatua de Pelayo y otros lugares, hablábamos en la entrada de blog correspondiente a la Plaza del Marqués


Ya con honda tradición gastronómica marinera, Cimavilla y la fachada marítima occidental, antes pesquera e industrial se transformó en un gran lugar de ocio con restaurantes, sidrerías, cafés y bares de copas. Uno de los veteranos, cerrado hace tiempo, fue la famosa Sidrería El Tiburón. De este y de otro escribe Alberto Ferrao en el digital MiGijón:
"Son muchos los lugares emblemáticos de Xixón que ya no están: El Tiburón en el muelle, El Sitio, El Candil y El Pulpo, en el barrio del Carmen, Casa Montero y su merluza en salsa verde, Los Vikingos, en donde más de media ciudad disfrutó de sus hamburguesas, Las Brasas, parrilla en San Antonio, Tino El Roxu, que todavía sirve de indicativopara decir El Requexu, Vitorón, referente de la alta cocina durante años, Zarracina, con su cuidado marisco y sus techos bajos, A Veira do Mar y su formica llenando el entorno., el Sol y Sombra, parada obligada en La Guía en día de partido, el Pilu con Ángel pasando por las mesas a las diez, diciendo que van a cerrar, mientras intentas terminar su deliciosa tortilla… Lugares de comida en donde, en sus mesas, se hicieron negocios, amistades, amores, desamores, noticias entre susurros y, sobre todo, dibujaron la ciudad del hoy, pues las ciudades no dejan de ser más que historias humanas que se entrelazan."

No obstante, "Nos siguen quedando grandes referentes sociales en el ahora. La Ballena y El Planeta mirando la cuesta El Cholo", nos consuela también Ferrao, sitos un poco más a lo lejos, casi al final de la calle, de los que hablaremos oportunamente cuando empecemos a verlos llegando al Fomentín y sus dársenas


El último edificio, que vemos de canto, el de la Autoridad Portuaria, construido en 1909, se proyecta rehabilitarlo y transformarlo en hotel de lujo. Mientras, a su izquierda, de la antigua fábrica de hielo de la vieja rula se ha hecho un centro de exposiciones. Entre ambos sigue asomando, visible, el muro del Dique de Santa Catalina


Avanzamos por la calle Muelle del Oriente, dejando el lugar en el que estuvo la capilla de La Barquera, desaparecida en 1899 y cuya entrada daba a la Plaza del Marqués, que acabamos de dejar atrás. Aquí estuvo antiguamente, en un desaparecido edificio, el Gran Hotel Restaurant de La Marina. Más recientemente estuvo aquí la mítica Pizzería Vesubio, (ahora en su mismo lugar Carbone di Vesubio), "El italiano que revolucionó el Muelle", escribe Iván García para El Comercio del 3-10-2022 con motivo de su cierre por jubilación de su propietario:
"Ciao' Vesuvio. El restaurante italiano más mediático de la ciudad bajó ayer la persiana tras la jubilación de su propietario, Giuseppe Maddaloni. «¿Revolucionarios? Yo creo que en el negocio de italianos en la ciudad sí que lo fuimos», reflexiona Maddaloni. «Quiero descansar un poco», añade el propietario de la pizzería. «¿Si me da pena dejarlo? Ya lo consultaré con la almohada», bromea. Napolitano de 70 años, Maddaloni abrió su primer restaurante en 1981 en la calle Ezcurdia, el Napoli. Pero el éxito comercial le llegó en mayo de 1987 cuando se instaló en el actual local con vistas al Puerto Deportivo. «Agradezco a todos los clientes que hemos tenido estos años», comenta el propietario del restaurante. 
El Grupo Gavia asumirá la gestión del local tras su jubilación. Será el local número 14 de los socios, que ya regentan dos restaurantes de comida italiana en la ciudad: los Gepetto. Gavia acometerá una reforma exprés en el local, que pretende reabrir en diciembre, conservando, eso sí, el grueso de la plantilla y el espíritu del negocio. «En un principio va a ser de la misma línea», añade Maddaloni, convencido de que la nueva propiedad lo hará bien: «Espero que lo hagan mejor que yo». Feliz por la jubilación que llega, el ya ex cocinero del local, no preparaba ningún plato especial para ayer: «Sota, caballo y rey, lo de siempre»."

Y a su sucesor, el Restaurante Carbone, dedica su semblanza el historiador y astrónomo Luis Antonio Alías, también para El Comercio, menos de un año después, el 24 de junio de 2023:
"Frente al Muelle, al lado de una de las torronas que flanquean la Plaza del Marqués, aromas de pasta fresca, horno de leña, parmesano y orégano nos acompañaron treinta y cinco años por obra y gracia de Giuseppe Maddalonni, introductor de las pizzas a la piedra y el 'take away', en astur apúrrelo o te lo empurramos. El recién nacido sucesor, Carbone di Vesuvio, respeta la herencia, del apellido al mítico horno de leña, y moderniza con cuidado y detallismo el espíritu Gavia, visible y tangible en establecimientos muy diferentes, trátese del Ciudadela, el Dindurra o el Bellavista. ¿Éste? Listones y entrelazos de pulida madera, colores cremas, plantas, espacios cambiantes: el alto íntimo, el sótano más que floreado arbóreo, la zona acristalada dividida por arquerías, y un ambiente mixto entre sesentero y milenial.
Frente al Muelle, al lado de una de las torronas que flanquean la Plaza del Marqués, aromas de pasta fresca, horno de leña, parmesano y orégano nos acompañaron treinta y cinco años por obra y gracia de Giuseppe Maddalonni, introductor de las pizzas a la piedra y el 'take away', en astur apúrrelo o te lo empurramos. El recién nacido sucesor, Carbone di Vesuvio, respeta la herencia, del apellido al mítico horno de leña, y moderniza con cuidado y detallismo el espíritu Gavia, visible y tangible en establecimientos muy diferentes, trátese del Ciudadela, el Dindurra o el Bellavista. ¿Éste? Listones y entrelazos de pulida madera, colores cremas, plantas, espacios cambiantes: el alto íntimo, el sótano más que floreado arbóreo, la zona acristalada dividida por arquerías, y un ambiente mixto entre sesentero y milenial. 
Frente al Muelle, al lado de una de las torronas que flanquean la Plaza del Marqués, aromas de pasta fresca, horno de leña, parmesano y orégano nos acompañaron treinta y cinco años por obra y gracia de Giuseppe Maddalonni, introductor de las pizzas a la piedra y el 'take away', en astur apúrrelo o te lo empurramos. El recién nacido sucesor, Carbone di Vesuvio, respeta la herencia, del apellido al mítico horno de leña, y moderniza con cuidado y detallismo el espíritu Gavia, visible y tangible en establecimientos muy diferentes, trátese del Ciudadela, el Dindurra o el Bellavista. ¿Éste? Listones y entrelazos de pulida madera, colores cremas, plantas, espacios cambiantes: el alto íntimo, el sótano más que floreado arbóreo, la zona acristalada dividida por arquerías, y un ambiente mixto entre sesentero y milenial. 
Los maestresala, amables, explicativos, empáticos, profesionales, a los que personalizamos en la figura de Gabi, uruguayo recriado gijonés, ponen el resto, es decir, la gran parte del todo cabal que les corresponde."

Fijémonos en el azulejo con flecha amarilla indicándonos el Camino de Santiago en la farola. A la izquierda otro restaurante, el Sixto's, También glosado por Luis Antonio Alías, esta vez en El Comercio del 3-2-2024:
"Nuestro cocinero posee un connatural bagaje mestizo, el astur de Sixto, el padre llanisco (de ahí el Sixto's), y el de su madre Rocío, mexicana de nacimiento, leonesa por padre y asturiana por madre. También le criaron la abuela Clara, de La Felguera, firme en raíces y recuerdos, y la nana Margarita, indígena poseedora del riquísimo y circundante venero tradicional poblano: potes y fabadas convivían con moles y chalupas.
Al poco de nacer, Andrés perdió a su padre y le tocó crecer en una casa de mujeres parecida a la de 'Como agua para chocolate', pues abuela, madre y nana llenaban las estancias de aromas a maíz, epazote, clavo o densos moles poblanos; a veces se guisaba gochu, a veces cochinita: «Lo que me enseñaron mi abuela y mi madre sobre la cocina asturiana estrechó manos con lo aprendido de mi nana: los moles, la diferenciación entre innumerables chiles, el cimiento esencial del maíz, el orden en la variedad y el colorido», afirma. No extrañe que, llegado el momento, decidiera estudiar cocina y gastronomía en el Colegio Superior de Ciudad de México, y tras recibirse, le ofrecieran añadir a la licenciatura el título de Cultura y gastronomía española en Sevilla. Y ya que la titulación se completaba con prácticas en lugar a elegir, eligió Asturias, su otra tierra. Y en La Salgar de los Manzano, más alto difícil, alcanzando máximas responsabilidades. También regreso temporalmente a Méjico (México, por supuesto) con Bruno Oteiza, y abrió El Tomate Bistró con Sergio Fernández. 
Pero su madre enfermó, los viajes intercontinentales aumentaron, y llegó el temido adiós. Para alivio del luto abrió Sixto's frente al Muelle, pequeño, colorido, con un encantador y entregado maestresala de Ponferrada que sirve cumplidamente croquetas cremosas de chorizo asturiano, anchoas cantábricas con pico de gallo, tacos creativos y complejos, pulpo de pedreru y aguachile de tomate, demandados arroces marisqueros (¡y el de pitu con alioli!), carne roja al punto, pescados del día... Y un delicioso puré de fríjoles refritos que no desmerece en su humildad del carabinero asado."

Se sabe en 1783 el mar anegó la villa entrando por esta parte, cuando aún había arenales y ningún muro efectivo de contención, a diferencia de El Muro de San Lorenzo, que ya llegaba desde la iglesia de San Pedro a La Garita (Martillo de Capua). Escribía el historiador Julio Somoza: "Al Oriente de La Barquera. El nivel del suelo ha subido aquí considerablemente y ya es de seguro que no volverán a repetirse casos como el del 23 de marzo de 1783 cuando las aguas se adentraron en el pueblo". Ahora, acercándonos a los Jardines de la Reina reconocemos al fondo, más allá de las palmeras, el comienzo de la muy gijonesa calle Corrida, de la que nos cuenta lo siguiente Luis Miguel Piñera:
"El porqué del nombre de Corrida siempre ha sido motivo de polémica local. Bien pudiera deberse tanto a lo transitado de la calle como al corrimiento de unos edificios que hicieron más ancha la ya denominada Ancha de la Cruz, o bien por lo transitada que era, por lo corrida. Aunque los nombres que tuvo la calle emblemática de Gijón fueron esos dos de Ancha de la Cruz (popularmente Corrida o vulgo Corrida se decía) y durante unos días el de Conde de Revillagigedo, tenemos que reseñar una propuesta —al final no aprobada— que partió del Partido Comunista de España (Sección Española de la Internacional Comunista. Radio de Gijón) y que en un escrito a la Comisión Gestora del Ayuntamiento el día 5 de enero de 1937 pide que «el nombre de la calle Corrida que hasta hoy ha figurado en una de nuestras vías más concurridas y céntricas y que ninguna significación de importancia tiene, sea transformado por el de “Avenida de Rusia”. Con este hecho sencillo creemos dejar cumplido debidamente el homenaje al que nuestros compañeros de la URSS con su actitud magnífica, se han hecho acreedores y suponemos nadie se atreva a negar». (Expediente 191/1936 AMG). Sobre la historia de esta calle, que era titulada oficialmente Ancha de la Cruz, pero quela imposición popular transformó en Corrida, es imprescindible la lectura del libro que sobre ella escribió Patricio Adúriz, así como la visión del documental que sobre ella realizó Fredy García en 1998 con la colaboración de la Fundación Municipal de Cultura, Educación y Universidad Popular del Ayuntamiento de Gijón: Calle Corrida. Aprendiendo a pasear. 

Nombres anteriores: Conde de Revillagigedo (7 de mayo de 1892). Protestó personalmente el conde por este cambio que decidió la Corporación en mayo y tuvo que rectificar en junio. Incluso el conde de Revillagigedo amenazó tácitamente con llevar a los tribunales al Ayuntamiento si no se hacía caso de su negativa a usar su nombre que, por cierto, ya estaba en el callejero aunque con otro título que también ostentaba: el de marqués de San Esteban del Mar. (Ver las Actas Municipales de los días 7 de mayo de 1892 y 4 de junio de 1892, que se incluyen más adelante). Infatigable al desaliento, 38 años más tarde, el Ayuntamiento propuso que se rotulase una calle como Conde de Revillagigedo (el 6 de febrero de 1930) facultando a la Alcaldía el elegir cuál. El alcalde, Claudio Vereterra, tuvo buen criterio, y la propuesta no prosperó. Corrida. Ancha de la Cruz. Es el nombre tradicional de esta calle, y en algunas actas municipales leemos que «Corrida es simplemente un mote». Puede que haga mención a una capilla llamada de la Invención de la Santa Cruz, que no sabríamos situar ciertamente en el plano actual de Gijón, pero que no estaría lejos de la calle de Santa Rosa, donde hubo una antigua calle (Catastro del marqués de la Ensenada) llamada precisamente de la Cruz. También encontramos en el Catastro una calle Ancha en la zona y «una casa en la calle La Güelga que linda al Norte con la calle Santa Rosa»"

Antaño esta zona era conocida como Los Poyos, por unos poyos o bancos de piedra que estaban en lo que luego serán los Jardines de la Reina, hacia donde nos encaminamos tal y como nos comenta también en sus estudios sobre las calles de la ciudad el investigador Luis Miguel Piñeraquien nos cita a su vez al gran narrador de todo lo playo Víctor Labrada, el cual relata en sus obras al poyo en el que se sentó la regente María Cristina de Borbón-Dos Sicilias, madre de Isabel II, durante su estancia en la villa en 1852 con motivo de la inauguración del Ferrocarril de Langreo y al que por esa razón califica de El  Poyo Ilustre, que después quedaría en "lustre" con tanto uso y del que existía una copia en estos Jardines de la Reina:
"Con este nombre figura una calle en el Catastro del marqués de la Ensenada (1752) que hemos consultado en el Archivo Municipal de Gijón. Calle situada —aproximadamente— en los actuales Jardines de la Reina, y de hecho fue muy popular en tiempos mucho más recientes un banco de piedra alargado y conocido como el Poyo Ilustre, del que habla extensamente en sus libros Víctor Labrada ¿Por qué lo de ilustre? Porque la tradición dice que allí descansó la regente María Cristina en su visita a Gijón en el año 1852, aunque bien es cierto que, con el tiempo, ilustre fue derivando en lustre por lo gastado del asiento. No el original Poyo, pero sí una copia se mantiene aún en los jardines, rodeándolos en parte por la zona de Marqués de San Esteban. Como hermanos menores del Poyo Ilustre están los poyinos, que así eran llamados los asientos que rodean a los árboles de la plaza de Jovellanos"

Detrás, en el bajo del primer edificio a la izquierda, el Bar Cantábrico y a su derecha la Hamburguesería Chopper. Ahora es Rosa García, también para El Comercio, quien le dedica su artículo a este veterano establecimiento abierto en en ya lejano 1982:
"En septiembre de 1982 José Luis Álvarez García abrió en la calle Muelle de Oriente, junto a los Jardines de la Reina, el Chopper Burguer, una hamburguesería que acaba de cumplir cuarenta años. Por aquel entonces, nadie apostaba por este establecimiento. No había acera por la que caminar y los coches «se metían hasta la puerta». Cinco años más tarde, su yerno, Francisco Javier Álvarez Sánchez, se hizo cargo del negocio y lo ha mantenido sin apenas hacer cambios. La misma barra, los azulejos y el suelo del primer día y solo algunos detalles nuevos, como vitrinas con botellas, pero, sobre todo, el mismo estilo de hamburguesa, dan vida a un local que se alza en el barrio, pese a las dificultades del momento. 
Francisco presume de tener una clientela que abarca tres generaciones y de haberlos tratado desde que eran chavales hasta ahora, que ya son padres. Por eso no se reconoce en servir comida americana sino que habla de la suya como «una hamburguesería de barrio». 
También se siente orgulloso de cada producto que pone en el plato. No entiende por qué a la hamburguesa se le llama «comida basura» cuando en realidad «hay otras muchas cosas que entran en esta etiqueta». Sí que asume que hubo un tiempo en el que no era un plato muy ensalzado, pero «a un chef se le ocurrió sacar una estilo gourmet y ahora ya están otra vez en auge». No obstante, su fama le precede y aunque «estas cosas me benefician bastante, yo me apaño bastante bien con el boca a boca», dice confiado. Por su afición a viajar, el logotipo de la hamburguesería ha recorrido más de cuarenta países, algunos de su mano y otros de las de los propios clientes a los que les da una bandera asturiana con el símbolo grabado para que la fotografíen allá por donde vayan. 
Está contento con la clientela, de la que «no puedo decir más que maravillas, la verdad». No tiene ninguna queja porque son «muy comprensivos y esperan pacientes cuando toca. Cuando hay mucho jaleo, no ponen nunca ninguna pega», aplaude. 
No sabe calcular las personas que han pasado este verano por su barra, pero estima la cifra en más de dos mil. Por primera vez en 35 años, la Noche de los Fuegos pidió perdón públicamente en las redes sociales, «porque a las once y cinco de la noche no podía servir a nadie más del volumen de pedidos que teníamos en la cocina, era impresionante e imposible cubrir todas las peticiones», asegura. 
Parece confiar en las claves de su éxito, porque responde rotundo que es imprescindible «tener siempre la misma hamburguesa, no cambiar». Eso le hace vender solo dos modelos de la misma, la más básica, con pepinillo, tomate, lechuga y cebolla, sin sal ni salsas. «El secreto también está en hacerlo todo al momento, no hay nada que se recaliente o que se tenga ya cocinado», manifiesta. Y tampoco necesita florituras. «Yo he probado hamburguesas de todo, de caimán, de cocodrilo o de lo que sea y a todas se les echa mucha salsa y eso enmascara lo que estás comiendo». Reconoce que en la actualidad «la publicidad manda», sobre todo «en las grandes cadenas», pero a él le funciona lo que digan los clientes», que son en los que confían a manos llenas. 
La hamburguesería tiene horario de tarde, a partir de las siete, pero como dice ser «muy puntilloso», pasa las mañanas limpiando los filtros, la campana, el aceite, todo lo necesario para que el cliente lo encuentre «a su gusto», porque de él obtiene los mejores comentarios y las calificaciones públicas que le hacen bajar la persiana igual de satisfecho que la sube, allí donde espera jubilarse cuando toque."

Y esta es la Terraza Jardines de la Reina, colocada en noviembre de 2019 de manera permanente, de esta forma daba la noticia para El Comercio M. Moro el mes antes de su apertura:
"La zona del Puerto Deportivo sumará en el mes de noviembre una tercera terraza permanente en suelo portuario y será precisamente en los Jardines de la ReinaManu Hernández, Daniel Díaz y Santiago Figaredo, socios del disco-pub Gallery, en Fomento, invertirán 300.000 euros en la nueva instalación hostelera que ocupará 200 metros cuadrados y se ubicará frente al Bar Cantábrico (calle Muelle de Oriente) y al lado de la hilera de palmeras. 
La nueva terraza de los Jardines de la Reina contará con dos ambientes diferenciados. Una zona cerrada climatizada y otra abierta. Tendrá aforo para más de 100 personas. El equipamiento será una especie de pabellón con forma de 'L' de construcción modular. Con su apertura, los empresarios hosteleros prometen ampliar oferta y dar un «salto de calidad» a la zona. El proyecto aprobado por el Puerto gijonés estará integrado en el entorno del paseo e incluirá rampa y baño para personas con discapacidad. 
La instalación hostelera trabajará en todas las franjas horarias. Ofrecerá cafés, vermús, consumiciones 'afterwork', primera copa, coctelería... En temporada alta dará empleo a 16 personas con dos turnos laborales. Habrá un acto de inauguración por todo lo alto 
La concesión portuaria por la explotación de esta terraza se da por un periodo de diez años en que los tres socios tendrán que pagar anualmente también tasa de ocupación y tasa de actividad (variable según facturación), el mismo planteamiento que había para el fallido quiosco. 
Los jóvenes empresarios hosteleros, con edades comprendidas entre los 29 y 36 años, también llevan la gestión de la discoteca Tribeca en Oviedo. Del montaje y decoración de la nueva terraza se van a ocupar dos empresas gijonesas: Olprim y Loft Store, respectivamente. Las otras dos terrazas permanentes que funcionan ahora mismo a lo largo del paseo del Puerto Deportivo son la del Ocean, del Grupo Gavia, y la asociada a la Bodeguita de En Medio. Anteriormente en el mismo lugar donde se va a instalar esta terraza en los Jardines de la Reina hubo otra provisional explotada por el empresario Javier Sarmiento, pero con un diseño más básico. 
Junto a esta terraza permanente la Autoridad Portuaria ha sacado a concurso otras dos terrazas de temporada en Claudio Alvargonzález y Rodríguez San Pedro."

Llamada popularmente La Terrazona, cierto es que hubo no pocas quejas, alegaciones y hasta concentraciones para revocar esta licencia de terraza permanente (al menos durante unos cuantos años) en los mismos Jardines de la Reina, ocupando espacio público y estrechando la explanada en un lugar de gran trasiego de gentes


Dársena Interior, Dársena Vieja o Muelle del Oriente, también integrado en la actualidad en el Puerto Deportivo, con toda su fachada de soleados y luminosos edificios asomándose al paseo del histórico embarcadero, a lo largo de la calle Claudio Alvargonzález


A mediados del siglo XIX hubo diversos estudios para hacer un gran Puerto de Refugio en Asturias. Tras diferentes avatares se decidió que lo mejor era hacerlo en esta bahía, pero no aquí, sino bajo el gran fondeadero natural de La Campa Torres, en El Musel, lugar de Arnao y parroquia de Xove o Jove. 


No todo el mundo, como hemos visto, fue favorable, porque existía otro proyecto para hacerlo a partir de aquí, al lado de la población, que se dividió en dos bandos con sus periódicos y disputas, hasta que se decide hacerlo en El Musel, que si bien se aprueba definitivamente en 1872, las obras no empezarán hasta más de dos décadas después, en 1893


Andado el tiempo los buques carboneros irán dejando esta atestada dársena y el tráfico comercial se irá a El Musel en su mayor parte. En los años 80 también se irán los pescadores y su rula o lonja, transformándose la Dársena Vieja en Puerto Deportivo, así como las cercanas del Fomento y El Fomentín


Esta antigua dársena está separada de la del Fomentín por el Muelle de Carbones, parte de la ampliación, hacia el oeste, del puerto local. Fue entre 1875 y 1885 cuando un grupo de inversores de la Sociedad de Fomento de Gijón construyeron un dique curvo de abrigo sobre la Playa de Pando al que llamaron Muro Faustina y un muelle de ribera dividida en dos dársenas, la del Fomentín al este y la del Fomento al oeste, por un muelle de madera que en 1891 se sustituyó por el actual de mampostería, hasta donde llegaban las vía férreas del Ferrocarril del Norte, cuya estación, sita más allá del Fomento, se inauguró el 23 de julio de 1874


Se ganó una zona al mar, donde se hicieron bloques de casas con grandes almacenes de navieras, es la calle Rodríguez San Pedro, a la izquierda de la foto, dedicada a este industrial y político gijonés,  famosa desde la década de 1980 por sus numerosos establecimientos hosteleros y zona de copas. Forma parte del Ensanche de Fomento, el crecimiento urbano decimonónico en dirección oeste, a lo largo de esta nueva zona portuaria y hacia la mencionada Estación del Norte


Allí se construyó, entre las dársenas del Fomentín y del Fomento el gran edificio del balneario de Talasoponiente, inaugurado en noviembre de 2008 dentro de los cambios acaecidos en las instalaciones portuarias de de industriales pasaron a deportivas y turísticas


Junto con ello, a lo lejos, el barrio de El Natahoyo y sus astilleros y otras industrias fueron ganados también como espacios residenciales y de ocio, muchos de ellos dentro de la nueva denominación Poniente de la nueva playa que recuperó parcialmente el antiguo Arenal de Pando


La Estación del Norte fue clausurada el 29 de enero de 1990, pasando posteriormente a ser el Museo del Ferrocarril de Asturias, inaugurado ocho años después, el 22 de octubre de 1998. Los astilleros fueron desapareciendo y dieron paso a nuevos espacios residenciales, culturales y de ocio, como el Acuario de Gijón, que abrió sus puertas el 10-6-2006 en las dársenas de los antiguos Astilleros del Cantábrico, que pasaron a ser escenario de la celebración festivo-literaria de la Semana Negra 


Con la reurbanización de la zona en los años 1990 las antiguas casas y ciudadelas obreras de El Natahoyo dejaron paso a nuevos bloques de pisos de lujo quedando no obstante acá y allá señales del antiguo esplendor industrial como la Chimenea de Basurto (a la derecha de la foto), que no era en realidad de la cristalera de este nombre que estuvo allí radicada sino de la Compañía de Maderas de Demetrio Fernández Castrillón, que estaba al lado y de la que se sabe desde el año 1876, de ahí que al antiguo pedreru allí existente se le conociese como El Castrillón. De otras antiguas empresas aquí radicadas


A lo lejos vemos los edificios más altos de La Calzada, nombre eminentemente caminero, paso del antiquísimo Camín Real de la Costa que por allí irá saliendo del casco urbano hacia Veriña y Puao, área industrial de la siderurgia de ArcelorMittal, que en origen fue UNINSA y luego ENSIDESA


El Camino pasará a la derecha de los bloques de edificios de La Estrella, construidos en dos bloques de 248 viviendas (y locales comerciales) en 1976 con proyecto del arquitecto Joaquín Aranda en el solar de la antaño famosa fábrica de cervezas La Estrella de Gijón, fundada en 1893


Más en la distancia, el Monte Areo, amesetada planicie por donde el Camino de Santiago entrará en el vecino concejo de Carreño para dirigirse a Avilés. Su cota más alta es de 264 m


A su derecha la Sierra de Torres con su línea de cumbres tampoco demasiado altas, en la parroquia de Xove, si bien la parte más meridional tiene parte en la de Veriña con el El Monte'l Condesu. Más a la derecha están Les Cabañes y La Campa Torres


El Puerto Deportivo ocupa esta y otras tres dársenas de lo que fueron los muelles industriales del Fomento y El Fomentín, que veremos en la oportuna entrada de blog que sigue este camino. Son en total 780 amarres con tomas de agua potable y electricidad. El calado máximo es 3,50 m. Escribe al respecto el geógrafo Javier Granda en su artículo La contribución del puerto de Gijón al patrimonio en La Nueva España del 21-8-2011
"El plan especial del puerto de Gijón aprobado de 1986 transformó los muelles locales en una moderna estación náutica y contribuyó a recuperar para la ciudad una parte degradada su fachada marítima más occidental. La importancia de las obras, sin embargo, no alteró sustancialmente la antigua fábrica de los muelles y tuvo el acierto de mantener e integrar algunos elementos destacados del mobiliario de este entorno portuario como los noráis de los talleres gijoneses de Cifuentes y Stolz, y varios herrumbrosos cañones que también hacen las veces de amarraderos. Estos singulares elementos del mobiliario urbano están protegidos por el Catálogo Urbanístico del municipio, la misma norma que salvaguarda otros destacados bienes muebles del puerto como las farolas de fundición adquiridas a la Fábrica de Armas de Oviedo en 1943 o los relojes ornamentales que lucen en el paseo del Muelle desde la década de 1920, uno de ellos adquirido a la casa gijonesa Goutayer y el otro a un fabricante palentino, por un monto total de 10.260 pesetas."

El Fomentín recibió este nombre al hacerse aquí el segundo espigón de Fomento, más pequeño que el primero. En el Real Decreto de Amadeo I de Saboya se estipulaba la construcción de un gran malecón de 500 metros de largo


De la misma forma que los bajos de los edificios de Fomento pasaron de ser consignatarios de buques y empresas relacionadas con la actividad portuaria, esta se transformó y en la actualidad un abigarrado bosque de mástiles y blancos veleros llena estos malecones, sobre todo en verano


La actividad industrial se fue a El Museo, a lo lejos, entre los mástiles, grandes naves y depósitos revelan la cercanía de sus grandes dársenas exteriores de La Osa, La Figar, Rendiello...


En la ladera de La Campa Torres están los barrios de Les Cabañes y El Muselín, este nacido con motivo de la construcción del puerto en el lugar de Arnao, donde existió una fortificación con batería de cañones protegiendo la bahía. Tenía debajo un pequeño atracadero y se la considera el antecedente más inmediato de las instalaciones portuarias de El Musel


Destacan en lo alto las enormes esferas blanquecinas de Les Bombones, las bombonas de Repsol Butano que se ven desde muchísimos kilómetros de distancia. A su derecha se extiende el Parque Arqueológico Natural de la Campa Torres, con el foso, muralla y poblado del castro de Noega


Cuando se construyó El Musel fue preciso hacer grandes voladuras en esa ladera para hacer espacio al nuevo puerto (las bombonas, naturalmente, aún no existían). Fue en el transcurso de esa operación cuando se produjo la terrible catástrofe del 25 de febrero de 1913, cuando una explosión de seis toneladas de dinamita provocó la muerte de 22 personas entre trabajadores y personas que estaban contemplando los trabajos, entre ellos el ingeniero-director Victoriano Alvargonzález, aplastados por las rocas


Pocos meses atrás, el 12 de octubre de 1912, había ocurrido otra tragedia, si bien no con dinamita, cuando el ingeniero Alejandro Olano y cuatro trabajadores intentaban poner a salvo de una galerna la grúa Titán que colocaba los bloques de hormigón de 80 toneladas para el Dique Norte


Al extremo, en el Cabu Torres, un puntito casi blanco el El Faru Torres, en funcionamiento desde 1924 y electrificado desde 1936. El Dique de Santa Catalina o Punta Liquerique sigue tapándonos las dársenas de El Musel


Allí está lo que se llama el Antepuerto o Muelle de Liquerica o Liquerique (recordemos la variedad registrada de este apellido al pasar a topónimo), separado de la Dársena Interior propiamente dicha, por el muelle Victoria, donde está La Rula vieja o lonja del pescado. Por eso el gran cronista gijonés Víctor Labrada dice de ella en su obra Al aire de Cimadevilla, publicada en 1971, cuando el edificio, ahora restaurado y recuperado, estaba destartalándose:
"En la parte más bonita de nuestra Dársena, mirándose en la salida del viejo puerto, se levanta un desconchado y cochambrosos caserón que afea y corta en dos el conjunto de nuestros muelles pescador y de Liquerica. Este ruinoso adefesio es la lonja de pescado, que los gijoneses conocemos con el sobrenombre de "La Rula".

Cuando para reforzar el antiguo muelle pescador, separado del comercial por la amplia rambla, hubo necesidad de construir el muelle Victoria, sobre éste se levantó el edificio (...) y a él se llevó la Aduana con todas sus dependencias, almacenes y anejos, por la que pasarían todas las mercancías sujetas a revisión y pago, que entraban y salían de Gijón en balandras, bergantines, quechues pataches y vapores; Aduana que materialmente estuvo instalada en el Palacio de Valdés, edificio que hoy ocupa el Colegio del Santo Ángel"

Ahí estuvo además antiguamente la Comandancia de Marina "y otros menesteres" dice Labrada, hasta que se trajo aquí la rula gijonesa por la empresa que adquirió la primera lonja de pescado, fundada por Juan Sánchez de León "en el local donde estuviera el chigre de "La Manca" y el almacén de "los Agustinos", donde luego estuvo otra de las afamadas tabernas del muelle, El Áncora. Aquella rula, además, "un día repartiría sus ventas con la levantada sobre los muelles de Fomento, y más tarde con el Pósito de Pescadores", pero ya por entonces, los armadores pensaron en abrir su propia rula en El Musel, "en la parte en la que se construiría el futuro puerto pesquero, dotándola de todas las comodidades y servicios indispensables para exportadores y fresqueros"


Antes que existiese la rula el pescado se vendía "al mío", es decir, en las mismas embarcaciones o en las rampas del puerto, o se llevaba a la pescadería:
"Ténganse en cuenta que hasta que llegó la pesca por los sistemas de "cerco y jareta" y "arrastre" que tanto habrían de conmover el barrio de Pesquerías, no se sintió la necesidad de lonja. Esta vino como consecuencia del aumento constante de la pesca y de la exportación a toda la región, Castilla y otros puntos de la península.

El progreso en forma de vapor, ferrocarril y motor, fue el que forzó al arranque de la riqueza del mar en cantidades cuantiosas, cuya riqueza, que parecía inagotable, pusieron en grave peligro los abusos y los nuevos métodos que el egoísmo comercial y la usura pusieron en práctica. Más tarde, los abusos se cometían por la necesidad de mantener en funcionamiento las grandes fábricas de conservas, al amparo de las cuales ganaban el sustento diario miles y mies de familias españolas, y también para mantener la gran flota pesquera que se fue creando para cubrir aquellas necesidades. Del brazo del progreso llegaron las lonjas, que daban facilidades de adquisición a exportadores, fabricantes, fresqueros y vendedores (...)

Es ya, al parecer, un hecho, el cierre de la "Rula". Sus servicios y personal pasarán a la nueva Lonja del Musel. La típica frase "en la rula no preguntan" carecerá de sentido, y las gentes del barrio marinero dejarán de oír las llamadas de aquella campana que anunciaba la llegada de las embarcaciones con el pescado. El muelle perderá gran parte de su bullicio, y Cimadevilla pasará a vivir la misma monotonía de los demás barrios gijoneses" 



Estas altas palmeras de los Jardines de la Reina fueron plantadas en el primer tercio del siglo XX, se trata de un espacio público, si bien propiedad de la Autoridad Portuaria, pues forma parte de aquellos terrenos que ganó al mar la Sociedad de Fomento a partir de 1885. La Dársena Vieja, que aquí ganó espacio al Arenal de la Trinidad, ahora lo perdía en favor de este jardín y para mejorar la comunicación con los nuevos muelles que se harían al oeste


Como hemos dicho, los nuevos jardines fueron llamados en honor de la regente María Cristina de Habsburgo con motivo de su visita de 1900, acompañada de los infantes Alfonso (luego Alfonso XIII), Mercedes y Teresa. Su traza estuvo a cargo del jardinero donostiarra Pedro Múgica, que por aquel entonces estaba encargado de los jardines de la Junta de Obras del Puerto y, además había fundado en 1894 la famosa floristería gijonesa Casa Múgica



Al fondo de la línea de  palmeras arranca la calle Corrida, a nuestra izquierda, la calle Trinidad, donde estuvo la primera Puerta de la Villa que luego se trasladó al fondo de Corrida. Dice de él Luis Miguel Piñera:
"... lo cierto es que no nos consta dónde y cuándo se construyó ese arco, si bien sabemos que se desmontó en 1754. Pero, aunque los historiadores locales lo sitúan al lado de la capilla, lo cierto es que estaba en el arenal de la Trinidad, probablemente más bien en la zona de la actual plaza de Italia, como indica el sentido común, porque ahí comenzaba hasta hace poco tiempo la calle de Trinidad y, además, al ser la puerta un medio de control —aunque simbólico— de entradas, lo normal es que estuviese en ese lugar de estrechamiento y cerca de una vía muy importante de acceso: la calle de San Antonio

Concretemos fechas respecto a las dos puertas de la villa, ésta del arenal de la Trinidad y la de la plaza Seis de Agosto: a) Se desconoce la exacta ubicación del arco de la Puerta de la Villa en el arenal de la Trinidad, como también se ignora la fecha de su instalación. b) A partir de 1754 se desmonta el arco. c) El 15 de septiembre de 1782, a las 11 de la mañana, se coloca la primera piedra de la nueva Puerta de la Villa en la plaza Seis de Agosto. d) El 11 de noviembre de 1886 se derriba esta segunda Puerta de la Villa, de la que sí se conoce su exacta ubicación: justo donde se encuentra ahora la estatua de Jovellanos y con el arco mirando hacia el final de la calle Corrida. Estas piedras estuvieron esparcidas y abandonadas durante años, de hecho, el periódico El Liberal de Gijón del día 29 de octubre de 1893, nueve años después del derribo, todavía lamenta el hecho de que estén «esparcidas por el suelo, enterradas por el lodo y desmenuzadas por los golpes y presiones consecutivas al tránsito y al carretaje. Hasta que Dios quiera». e) En el Plano de Coello del año 1861 aparece, además de esta Puerta de la Villa o Gran Puerta de la Villa, una Puerta del Infante como entrada al Gijón amurallado y que estaría en la actual avenida de la Costa, a la altura de Begoña."

Anteriormente, en 1869, Luis Miguel Piñera encuentra un documento por el que se acuerda en sesión municipal de fecha 20 de enero la mitad de los bancos que estaban en la Plazuela del Instituto, a este lugar, al que llaman Plazuela del Antepuerto. Más anteriormente se denominaba, en la parte más cercana a la calle, la Plaza de la Verdura, y también Contracay, "Fue construido el contra-cay en el siglo XVIII y, en parte, ocupaba la actual calle de la Trinidad. (Contra-cay: «muelle de tierra, por oposición a cay: muelle de mar»)."


Y ahí tenemos el Palacio de los Jove Huergo, actual Museo Juan Barjola, del siglo XVII, con su capilla de la Trinidad (a su izquierda), que dio nombre al lugar, a la calle y al arenal, mandando levantar allá por  los años 1672-76 por don Manuel y doña Cristina, de la casa de los Jove-Huergo. Aquí a la izquierda, en el bajo de este alto edificio en chaflán que hace esquina entre las calles Trinidad y Muelle de Oriente, abrió durante más de cuatro décadas la Boutique Trasgus, uno de los negocio señeros de la ciudad


Regentado por las hermanas Suárez desde 1977, el periodista de El Comercio Dani Busto les dedica este artículo el 2-12-2019, anunciando su cese por jubilación, titulándolo Trasgus dice adiós a cuatro décadas de vanguardia y repasando anécdotas y trayectoria:
 "Maniquíes desnudos y perchas vacías ocupan ahora los espacios en los que, hasta no hace mucho tiempo, lucían vestidos y prendas de ropa de vanguardia. ¿Aquel pantalón con el que Mike Jagger se contoneaba sobre los escenarios? En Trasgus ya se había puesto a la venta «tres o cuatro años antes». ¿La ropa más popular de la movida madrileña de los 80? Sí. ¿Y algún vestido exitoso que llevaba puesto Lady Di en las revistas del corazón o que se veía por televisión en las bodas de los famosos? También. Todo ello son ejemplos de la gran variedad de ropa que se podía encontrar en esta tienda gijonesa, regentada por las hermanas Suárez y que ahora cierra sus puertas, después de 42 años a la última en materia de moda. 
Situada en una zona de paso para gijoneses y también muy turística, como es la de los Jardines de la Reina, Trasgus, fundada en 1977, encajó pronto en la ciudad. «La juventud de Gijón era muy liberal, enseguida conectó con nosotras, con nuestro gusto», recuerda Conchi Suárez, quien añade que ellas se encargaban de traer a su negocio «lo último en ropa, lo que todavía no se veía en ningún sitio», y lo que «a los tres o cuatro años se ponía de moda».
Con prendas ibicencas, trajes de baño e incluso diseños propios, Trasgus logró marcar un «estilo algo diferente a lo que se suele ver en la calle», y una de las claves para que el negocio se haya mantenido en marcha tanto tiempo, apunta Conchi, es que se ofrecían productos «diferentes». Sin embargo, asegura que al principio no eran consciente de ello y que solo se daban cuenta cuando veían «por televisión la ropa» que ellas también vendían. 
Sus proveedores eran diseñadores que trabajaban en Madrid, los mismos que «hacían la ropa para la movida», y en Gijón también se vendía «gran cantidad» de ese estilo, como «los pantalones de Lamot que llevaban los cantantes y los grupos de música». 
Junto al mostrador de una tienda por la que, a lo largo de los años, pasaron generaciones enteras -«vestíamos a abuelas, madres e hijas»-, las hermanas Suárez explican que echan el cierre a Trasgus porque se jubilan y aseguran haber estado «más tiempo» de lo que pensaban al frente de la tienda. 
No hay relevo generacional porque sus hijos «van por otros caminos». Y tampoco se plantearon traspasar el negocio: «¿Podía haber continuado otra persona? Depende. Es muy difícil, porque después de 42 años nosotras ya teníamos una clientela que seguía viniendo desde que abrimos el primer día». 
Cuatro décadas después, la moda y los gustos por ella han cambiado mucho. Conchi asegura que «antes la gente lo que quería era ir vestida con ropa que no coincidiera con la de los demás, que no se viera por ahí». Sin embargo, actualmente «es todo lo contrario». 
Trasgus superó dos crisis económicas. De la primera, señalan las hermanas, «casi» no se enteraron, ya que en la ciudad no había todavía una gran competencia -«había boutiques buenas, pero más clásicas»-. Sin embargo, la más reciente, sí propició que otros negocios, de ropa 'low cost', ganasen algo de terreno. 
Ahora verán la moda desde el otro lado, solamente como consumidoras, pero aseguran que mantendrán la misma filosofía que aplicaban cuando adquirían productos para su tienda: «Compramos lo que nos gusta a nosotras, no lo que se lleve en cada momento»."

Antes de proseguir por los Jardines de la Reina proponemos acercarnos al palacio, pasando a la calle la Trinidad, que también estuvo dedicada un tiempo al historiador Julio Somoza, quien cita en sus obras a la Travesía de la Trinidad, que es es estrecho callejón que, a su derecha, comunica con la calle Beato Fray Melchor, también llamada Tránsito de la Escalinata o Travesía de la Escalinata


El palacio y la capilla están construidos en piedra de sillería, el primero se compone de dos edificios yuxtapuestos de planta rectangular y con tres plantas de altura. Entre los dos hay una distribución simétrica de los huecos y los pisos se separan por una línea de impostas


El conjunto fue terminado en 1676, fecha que aparece en la capilla, sin embargo parece que la parte residencial puede ser un cuarto de siglo anterior, de mediados de esa centuria, pues sigue esquemas clasicistas diferentes a los del santuario. Sea como fuere constituye un magnífico ejemplo del arte barroco gijonés


Allí donde se unen los dos cuerpos, entre los huecos del piso alto, se localiza el escudo familiar


Este presenta las armas de Hevia, Miranda y Lavandera


Tiene arriba un yelmo orientado a la derecha, lo que denota otra posible simbología, pero no es seguro, pues la colocación de ciertos elementos no siempre quería decir nada, bien por desconocimiento de lo que significaba colocarlo de una manera u otra o porque predominaba el interés estético del gusto del artista o de quien se lo encargase, sin más consideraciones


Está situado en el eje central del edificio y es la única concesión a la decoración en esta fachada


La capilla de la Trinidad, restaurada en 1963, es de nave única dividida en dos tramos y muestra una monumental portada barroca, con más complejidad decorativa. Arriba luce una espadaña rematada en frontón curvo entre pilastras que se decora con pirámides y bolas. Tiene una campana con yugo de madera que se puede voltear, si bien no se toca desde hace muchos años; en su decoración hay una cruz con pedestal y, encima la inscripción:
STA TRINITAS UNUS
DEUS MISERER NOBIS
Y debajo:
DON MANUEL GA DE-
COBANO 1674 MANDO
HACER ESTA CAMPANA

La puerta está adintelada, enmarcada por moldura de las llamadas de orejas, flanqueada por tres pares de pilastras molduradas, cajeadas, escalonadas y superpuestas


Encima se dispone sobre basamento un alto cuerpo a manera de ático con el escudo de los Jove entre dos leones, flanqueado por dos pilastras decoradas con un rehundido que soportan un frontón curvo, el que cual es el que se repite arriba, más pequeño, en la espadaña


Si bien existe controversia sobre donde estaba exactamente la Puerta la Villa, se sabe que cerca existió un mesón, El Mesón Viejo, donde la gente que llegaba a deshora, encontrando las puertas de la ciudad cerradas, aguardaba la hora de apertura


En el palacio se conserva la fachada pero el interior fue remodelado para ser la sede del Museo Barjola, inaugurado en diciembre de 1988 tras la donación de 104 cuadros de este pintor español, Juan Galea Barjola, perteneciente a la corriente del expresionismo representativo


Vistos palacio y capilla regresamos a los Jardines de la Reina. Al fondo, allí, donde anteriormente fue la huerta del abad de Santa Doradía, estuvo a mediados del siglo XIX el Hotel Iberia, luego el Hotel Saboya, especializado en comida francesa y española, inmortalizado en varias escenas de la película Los peces de colores de Nieves Conde


Sus modernidades eran también la luz eléctrica y los timbres en todas las habitaciones. En los bajos abrió sus puertas el Café Suizo (después del Oso Blanco), así como el Bazar Piquero. Fue en 1867 el Casino de Gijón, al comienzo de esta calle de hondísima raigambre gijonesa, terrazas, cafés y comercios que comunican los muelles con el corazón de la ciudad, cantada para siempre por la canción de Manolín El Nietu Celo Xuan...

Les terraces la calle Corrida,
¡vaya ñeru pal que quier dir a fisgar!,
tan los güeyos baxo´l toldu
controlando la xente al pasar.
Nes terraces la calle Corrida
tar ociosu ye la cuenta pa charrar.
Naide achanta nesi xareu,
                                                        ¡qué gran viciu esi de despelleyar!


Pasamos así de nuevo delante de La Terrazona mientras contemplamos otra vez el viejo muelle de la Dársena Interior con la fila de edificios desde la Plaza del Parqués hasta La Rula por la calle de Claudio Alvargonzález


Y recorremos los Jardines de la Reina, articulados en torno a varios parterres irregulares que forman pasillos para el paso de viandantes y en ellos se disponen los bancos para sentarse, tal y como leemos en Natural de Gijón. Parques, jardines y espacios verdes municipales, del citado geógrafo Javier Granda:
Los jardines se articularon en torno a una serie de parterres irregulares que definen la circulación peatonal y las zonas de descanso en las que se dispusieron los asientos.
Los parterres están plantados con distintas especies tapizantes y arbustivas, como verónicas, evónimos, boj y espino de fuego, estas últimas dispuestas formando una pantalla para aislar el jardín de las molestias del tráfico rodado. En cuanto al arbolado. destacan por su elegancia y esbeltez las primiseculares palmeras canarias y un conjunto de ciruelos rojos que decoran el parterre principal. También destacan, por su poder arborescente, las drácenas de los parterres que miran al muelle y a la calle del Marqués de San Esteban. 
Su emplazamiento privilegiado, a caballo entre el puerto deportivo y la calle Corrida, y su orientación a resguardo de los molestos vientos del noreste, convirtieron los jardines en un lugar de descanso privilegiado para los asiduos a ambos paseos."

Allí, frente a las terrazas, hay un reloj de paseo de trazas clásicas, colocado sobre una columna de fundición, el cual fue puesto a principios de la década de 1920 por la Junta de Obras del Puerto. Las farolas fueron hechas en la Fábrica de Armas de Oviedo en la posguerra


Los jardines, dice Javier Granda en su libro, apenas se han alterado en cuanto a diseño y composición del espacio en todo este tiempo, si bien, dentro del Plan Especial del Puerto Local, a mediados de los años 1980, "proyectado para la transformación del espacio portuario histórico en puerto deportivo, se produjo la reforma más significativa de estos jardines, sustanciada, básicamente. en su integración en el muelle, ahora transformado en un agradable paseo arbolado, al modo de los salones decimonónicos.. A la derecha, en esta esquina, está la famosa heladería de Los Dos Hermanos, de Antonio Rodríguez, rama familiar de la misma heladería que vimos en los Jardines del Náutico


Al comienzo de la calle Corrida, esquina con calle San Antonio, está el edificio modernista donde se ubicaba el Café Oriental, construido en 1911 por el arquitecto Miguel García de la Cruz para Antonio Sarri, balcones, miradores y figuras de cariátides, todo hecho con diferentes elementos, piedra caliza, azulejos vidriados, ladrillo...


Aquí se unen Corrida, Trinidad y calle Marqués de San Esteban


Los que ahora es la calle del Marqués de San Esteban era antaño la ribera del mar, hasta ella llegaban las arenas de Pando y sería realmente el paso del Camín Real de la Costa. Cuando se ganó al arenal, los edificios de la derecha se hicieron porticados para favorecer el trasiego de gentes y mercancías entre las dársenas del Fomento y Fomentín y esta calle, por donde venía primeramente el Ferrocarril de Langreo, carbonero, guardado por un muro, El Muro o Murallón de Langreo, que impidió un tiempo la construcción de casas y el crecimiento de la ciudad, derribado en 1909 con gran júbilo popular


El Ferrocarril de Langreo sustituía a la un poco más antigua Carretera Carbonera, pareciéndose mucho su trazado. Era esta una obra ansiada ya por el ilustrado prócer gijonés Gaspar Melchor de Jovellanos para dar salida comercial al carbón de la cuenca minera asturiana, pero que no llegó a ver materializada en vida y, cuando llegó a ser una realidad, en 1842, abierta por Alejandro Aguado, Marqués de las Marismas del Guadalquivir, era ya demasiado tarde, una década después llegaba el citado Ferrocarril de Langreo


La calle está dedicada a Álvaro Armada Ibáñez de Jove (1817-1889) que era el Marqués de San Esteban del Mar y séptimo conde de Revillagigedo cuando se iniciaron las obras portuarias en esta zona que fue parte del antiguo coto señorial de sus antepasados por parte del Marquesado de San Esteban del Mar del Natahoyo. No olvidemos que el Palacio del Marqués estaba a la entrada de Cimavilla, en el extremo occidental de sus términos, ya en la misma villa

Y este es el famoso quiosco de los Jardines de la Reina, que con diferentes trazas y aspectos lleva aquí, concedido a la misma familia, desde 1922, con un periodo que iba a llegar a 2027, sin embargo el 1 de abril de 2019 El Comercio daba esta noticia:
"Ignacio González Villa, subarrendatario del quiosco de los Jardines de la Reina, bajó ayer la persiana del puesto de venta de periódicos y revistas que regenta desde hace dos décadas, después de que la Autoridad Portuaria y la familia que tiene la concesión del quiosco desde 1922 acordaran su rescisión anticipada, pese a que el permiso expiraba en 2027. A partir de hoy atenderá a sus clientes en un local de la calle Linares Rivas, frente al hotel Don Manuel.

Aunque la intención inicial de la Autoridad Portuaria era suprimir el quiosco en el marco de la reforma que prepara para los Jardines de la Reina, finalmente decidió mantener un puesto, aunque será con una estética distinta y explotado a través de una nueva concesión."


El Camino, en nuestros días, continúa por toda la fachada marítima en dirección al antiguo edificio de la histórica Sociedad de Fomento de Gijón, encargada como hemos dicho de la gestión de estas dársenas en las que antes estaba el Arenal del Natahoyo, Playa o Mar de Pando, que llegaba hasta Cimavilla Muchos siglos atrás y luego fue disminuyendo por el Arenal de la Trinidad hasta desaparecer con los muelles del Fomentín y del Fomento a los que nos dirigimos


En un principio, la gente siguió acudiendo a Pando a bañarse, pero según avanzaban las obras ello se fue haciendo imposible, por lo que la gente empezó a ir a la Playa San Lorenzo, no sin reticencias pues se la consideraba más peligrosa. Algunas iniciativas, como la construcción de un primer balneario o, más justamente, caseta de baños, por el ingeniero Justo del Castillo en 1874, animaron a la gente a trasladarse allá, también porque no les quedaba más remedio si querían darse un chapuzón salvo que quisiesen desplazarse a otras playas más lejanas


Luego, abrieron otros balnearios y Pando llegó a ser solamente un recuerdo y ya ni eso; hoy en día es posible que la mayor parte de la población no tenga conocimiento de la antigua existencia de aquel gran arenal en el que nació el turismo playero gijonés


La Rula conforma aquí una bella estampa con las embarcaciones de recreo, casi todas blancas salvo excepciones, como antes la conformaba también con las intensa y variadamente coloristas lanchas de los pescadores, tal y como puede verse en fotografías hasta la década de 1980


A sus pies están La Rampla la Rula y la escalinata y, a su derecha, del color claro, el que fue el puesto de la Cruz Roja, con el edificio que fue de la Junta de Obras del Puerto o Autoridad Portuaria 


Detrás y, a su derecha, formando calle, el Tránsito les Ballenes, donde se despiezaba a los cetáceos cuando este fue también puerto ballenero hasta que estos prácticamente se extinguieron en las costas cantábricas a mediados del siglo XVII. Allí hubo una Casa les Ballenes y los armadores, tripulantes, arponeros, viudas y jubilados se repartían las partes correspondientes, pues todo se aprovechaba del animal, cociéndose su grasa en grandes calderas, pues de ahí viene la expresión "ye como la ballena y el gochu" 


Los vigilantes o atalayeros oteaban en cabos y promontorios, prendiendo fuego a grandes hogueras mediante las que daban aviso de la presencia de ballenas y cachalotes, haciéndose entonces las embarcaciones a la mar para darles caza, botes ligeros de dos proas impulsados a fuerza de remeros, permaneciendo el patrón con el timón a popa y el arponero a proa, con el arpón y la sangradera. La punta del arpón tenía forma de flecha para que no saliese de la carne del animal cuando este se revolviese luego de arrojárselo y clavárselo con éxito, para lo que se necesitaba fuerza, decisión y destreza. Era arriesgadísimo, la ballena se resistía y huía, había que soltar cabo, la cuerda del arpón, para que no arrastrase al bote con su tripulación al fondo. Cuando volvía a salir a la superficie para respirar había que rematarla lanzándole picas, no siendo inusual que la ballena acabase con sus captores deshaciendo a coletazos sus lanchas


Tal y como nos relata Oscar Muñiz en El libro de Gijón, a la hora de repartirse la presa los armadores llevaban una cuarta parte, una aleta para el arponero y otra para el antiguo Gremio de Mareantes de la capilla de Santa Catalina. Lo demás se dividía entre los tripulantes, jubilados y viudas. Los atalayeros o vigías costeros cobraban un salario en base a la primer captura y un tanto a la razón de los ejemplares que localizaban y podían pescarse


Al lado del Tránsito les Ballenes está la celebérrima Cuesta'l Cholo con su ambiente sidreru y chigreru y, un poco más a la derecha y en chaflán, el edificio de la Comandancia de Marina. Entre ese y el de su derecha, blanco y de grandes galerías, se sube por unas escaleras al busto y monumento en honor a Claudio Alvargonzález y, de él, a la escondida capilla marinera de la Soledad, que no vemos desde aquí, sede que fue del antiguo Gremio de Mareantes


Maravillosa vista pues del barrio de La Soledad con los antiguos edificios de navieras, consignatarios de buques y empresas relacionadas con la marinería, una fila de edificios, gran parte de ellos de época y restaurados, que se extienden en fila desde el Muelle Victoria a la Plaza del Marqués con su palacio y colegiata. Detrás de sus almenadas torres, asoma el reconstruido edificio de la Torre del Reloj, antiguo baluarte sobre lo que fue la puerta principal desaparecida muralla romana, ahora recrecida en ese sector



La Colegiata, la Universidad de Cimavilla, el Árbol de la Sidra y Casa Paquet que durante un tiempo se proyectó acogiese, tras su pertinente rehabilitación, el albergue público de peregrinos (entre otras coasa) que la ciudad lleva décadas planeando tener en su casco urbano. Pero todo quedó en agua de borrajas, se dice que por un problema de normativa de accesibilidad 



De haberse podido llevar a cabo la ciudad contaría sin duda con uno de los refugios de romeros jacobitas mejor ubicados respecto a su entorno, en el casco histórico de una ciudad, en pleno centro entre dos playas y con vistas a un muelle con especial animación, especialmente en verano


La extinción de los cetáceos supuso, como para otros puertos comerciales, un duro golpe en sus economías, por lo que gran parte de su actividad se centraría en la pesca (la de la ballena es realmente una caza) hasta que, en 1765, se produce un acontecimiento clave que será el fundamento de una expansión portuaria que, ya en El Musel llega a nuestros días. En ese año, Gijón/Xixón, como otros puertos, se libra del embargo de comerciar directamente con las colonias de ultramar. Casi a la vez, la Revolución Industrial reclama grandes yacimientos de carbón para poner en marcha las máquinas de vapor. A partir de entonces, con sus altibajos, crisis y vaivenes la pequeña villa marinera pasará a ser la primera urbe de Asturias


El edificio de la Sociedad de Fomento es, además de por su interés histórico, artístico y arquitectónico, muy importante por ser todo un gran símbolo de aquella ciudad creciente, sobre todo después de desprenderse del corsé que una inútil muralla con insalubre foso, erigida con motivo de las guerras carlistas, retuvo la expansión natural de villa y puerto durante unas tres largas décadas hasta que fue derribada y la ciudad nueva se expandió en todas direcciones, también por aquí, hacia El Fomentín y El Fomento








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