San Juan El Real, 'La Catedral del Ensanche' |
Pasando de la calle Covadonga, por el antiguo barrio de Los Estancos, a la de Melquíades Álvarez, nos encontramos con la imponente fachada de la iglesia de San Juan El Real, que se construyó entre los años 1912 y 1915, según proyecto del arquitecto Luis Bellido, en estilo historicista ecléctico muy ornamentado donde predomina el neorrománico, planta de cruz latina de una gran nave y transepto, capillas laterales y una gran cúpula sobre pechinas y cimborrio. Destacando sus vidrieras neogóticas y sus torres-campanario
Se yergue en la Plaza de Fernando Rubio, dedicada a quien fue aquí párroco, y es llamada La Catedral del Ensanche por estar construida en el ensanche urbano de la ciudad que se extendía hacia el oeste fuera de su núcleo medieval primigenio, en dirección al oeste, hacia la Estación del Norte, inaugurada en 1874, pero dentro de un proceso de expansión urbana que había empezado varias décadas atrás
"La parroquia tiene su origen en la iglesia románica construida en el siglo XII anexa al hospital de peregrinos de San Juan. Ambos se encontraban en la actual calle de Schulz, próximos a la iglesia de San Salvador. El hospital se encontraba en el antiguo palacio de Alfonso III el Magno, que fue donado por su hijo Alfonso VI a la citada sede ovetense para hospital de pobres. En el palacio existía un oratorio, privado, con un altar a san Juan Bautista, que es el origen de la iglesia anexa. Los documentos conservados más antiguos sobre la iglesia son del siglo XIII, si bien las características de los restos conservados se corresponderían con la segunda mitad del siglo anterior. De dicha iglesia se conserva la portada meridional en el Tabularium Artis Asturiensis.
Por antigüedad, es la segunda parroquia de la capital asturiana después de la de San Tirso y precediendo a la de San Isidoro. El territorio de la parroquia en la Edad Media era el del noroeste de la ciudad, con límites con las parroquias urbanas de San Tirso y La Corte, y la rural de San Pedro de los Arcos.
El edificio fue declarado en ruinas en 1873 y la parroquia fue trasladada a la iglesia del antiguo convento de San Francisco, convertido en hospital. A pesar de los esfuerzos para su conservación, la iglesia de san Juan fue derribada en 1882. La parroquia se mantuvo en San Francisco hasta 1902 en que también fue derribada. De allí pasó a La Corte y, en el mismo año, a San Tirso para finalmente ocupar el edificio actual en 1915."
"La actual Basílica de San Juan el Real inicia su construcción en 1912 en un solar adquirido para tal fin con diseño del arquitecto Luis Bellido siendo finalizada en 1915. La iglesia tiene forma de cruz latina, con capillas laterales y cúpula.
Consta por la historia, que Alfonso III el Magno edificó en el año 862 un altar dedicado a San Juan Bautista contiguo a su palacio, que en 1006 fue cedido por Alfonso VI para hospital de Pobres y Peregrinos, y vino a erigirse, en fecha no concretada, en la primera iglesia parroquial de esta feligresía de San Juan el Real. Estaba emplazada en la actual calle Schultz, ocupando parte de la acera izquierda. Era de estilo latino-bizantino, baja de techo, larga, oscura y estrecha. Tenía, si, hermosa puerta románica y es, previsiblemente, la que aún hoy se advierte en la tapicería e imprenta sitas en dicha calle y en las inmediaciones de la Catedral.
Fue denunciada por ruinosa en los primeros meses de 1873, y a mediados de aquel año trasladado el culto, provisionalmente, a la Iglesia del Hospital provincial, antiguo templo del convento de San Francisco.
Aquí comienza el peregrinaje de la Parroquia.
Fue primero, como queda dicho, el traslado provisional a la Iglesia del antiguo Convento de San Francisco, fundación éste de Fray Pedro, apodado “El Compadre”, por ser compañero de San Francisco de Asís, y que falleció en 1120. Fue enterrado en la Capilla mayor de dicha iglesia, permaneciendo allí sus restos hasta el año de 1594, en el que Don Luis Carrillo de Mendoza, Gobernador del Principado, mandó hacer una urna dorada, con un pequeño busto encima, y en ella se depositaron los restos de Fray Compadre; urna que se colocó en una hornacina que había encima de la puerta de la sacristía, ignorándose el tiempo que estuvieron encerrados allí, así como su actual paradero.
Dícese que al ser trasladados allí los cultos de San Juan el Real, el coadjutor de la misma, Don Manuel Suárez García, a finales de 1873, “quiso cerciorarse por sí” si existían todavía los restos de Fray Pedro. Y es dicho coadjutor quien testimonia : “La urna no estaba cerrada con llave; estaba, sí, colocada en dicha hornacina”, añadiendo que levantó la tapa, miró, y nada había en ella: ”no había hueso alguno”, para concluir que, “procurando informarse”, le dijeron que los franceses “en su vandálica invasión de mil ochocientos ocho” habían arrojado por el suelo los huesos que en la urna había y no supo después si alguien los había recogido o no.
Quien acoge esta versión estima “que parece algo inverosímil en su segunda parte, pues, habitando aún en aquella época los franciscanos en el convento, de suponer es que habrían agotado todos los medios para recoger dichos restos”. Y añade por cuenta propia: “La urna continúa cerrada; pero está muy deteriorada”. Estaba sita esta Iglesia en el solar que ocupa actualmente la Junta General del Principado y era amplia, hermosa, en forma de cruz latina, con capillas laterales y ella sirvió de sepultura y lugar de enterramiento de próceres y otras muchas familias distinguidas de Asturias.
Fue precisamente la Diputación Provincial, para erección del actual palacio de la Junta General del Principado, la que acordó el derribo del antiguo Convento de San Francisco, a la sazón Hospital Provincial y Parroquia de San Juan el Real de Oviedo.
El abandono de la iglesia tuvo lugar en la primera semana de abril del año 1902, coincidente con la Semana de Resurrección, trasladándose el servicio parroquial de San Juan el Real a la iglesia de Santa María de la Corte y allí continuó hastraraa el mes de diciembre siguiente, fecha en la que un nuevo traslado la llevó hastraraa la iglesia de San Tirso el Real de Oviedo. Y aquí hastraraa el 24 de junio de 1915, fecha en la que tiene lugar la inauguración del actual templo parroquial que viene a poner fin al peregrinaje que había durado cuarenta y dos años.
La Parroquia
Todo parece indicar que la Parroquia de San Juan el Real de Oviedo es, cronológicamente, la segunda de la ciudad, precedida por San Tirso y seguida por San Isidoro.
A tal conclusión se llega en virtud de la primera nominación que se hace documentalmente de San Isidoro y consta en la cesión hecha por Alfonso VI en 1006 de su palacio contiguo al primitivo altar de San Juan Bautista, para Hospital de Pobres y Peregrinos, asignándole para su sostenimiento diversas rentas, entre ellas “una de los diezmos de San Juan, San Tirso y San Isidoro”; así como la consignación expresa en el llamado “Libro Becerro”, que custodia el Archivo de la Catedral, de finales del siglo XIV, al mencionar las parroquias de la ciudad por este orden: San Tirso, San Juan, San Isidoro y La Corte."
"Siete segundos. Fue el tiempo que el proyectil tardó en llegar desde la boca del cañón hasta la portada de la basílica de San Juan El Real, en pleno centro de Oviedo. De haber estallado, habría causado un considerable daño. No lo hizo, pero se incrustó en la piedra y ha permanecido en ese mismo punto durante 83 inviernos, desde la Guerra Civil. Muchos edificios de la capital asturiana aún conservan las cicatrices de la contienda, pero las de San Juan y la iglesia de San Pedro de los Arcos son singulares.
El proyectil de San Juan, visto desde la calle y con buen ojo, es un cilindro torcido que asoma de la fachada, un par de metros por debajo del ángel derecho de los dos que tocan la cruz, en el remate central. Está protegido de la lluvia por la cornisa; quizá por eso no se ha oxidado tanto como cabría esperar.
Sería necesario verlo de cerca para no equivocarse, pero para Artemio Mortera, experto en armamento y fortificaciones de la Guerra Civil, «casi con certeza» y tras examinar una foto ampliada, se trata del proyectil de un cañón Krupp de 77 milímetros, por las ranuras que presenta en la base. «Para poder asegurarlo, habría que medirlo y contar las estrías que, al dispararlo, se marcaron en la banda de forzamiento», subraya.
Los republicanos emplearon en el frente de Oviedo cañones alemanes de este tipo (77/24 C.96nA, corto y 77/32 FK.16, largo), «lo que confirmaría la posibilidad y aseguraría que el proyectil corresponde a la Guerra Civil y no a la revolución del 34», concluye Mortera. Tras estudiar el mapa y la orientación de San Juan, Mortera cree probable que el disparo se hiciera desde El Cristo, «donde estaba emplazada la 9ª Batería Ligera, de cañones de 77/32, adscrita a la 9ª Brigada». A unos 2,2 kilómetros de su objetivo, la bomba voló a 300 metros por segundo: un siniestro viaje de 7 segundos.
La alternativa, «aunque la creo más improbable por la inclinación del proyectil, podría ser que lo hubiera disparado la 1ª Batería Ligera, de cañones de 77/24, que estaba emplazada en La Manjoya, dependiente de la 8ª Brigada», explica el experto.
Para Artemio Mortera, es posible que el proyectil de San Juan aún tenga carga activa (y por tanto pueda ser peligroso si se toca) y que la espoleta fallara, «lo que era muy habitual» durante la guerra.
De hecho, en la revolución del 34, los mineros tomaron de la fábrica de Trubia obuses vacíos que incluso llegaron a cargar con cartuchos de dinamita (hasta que uno de ellos estalló en el cañón). Pero en la Guerra Civil simplemente no explotaban. «A veces, en uno y otro bando acusaban a los obreros de sabotaje, real o imaginado y alguien lo pagaba muy caro», explica Artermio Mortera."
"San Juan el Real, orgullo de ovetenses, que aún conserva en su fachada una pieza de artillería que no explotó al impactar durante la guerra vivil, es desde 2014 Basílica Menor, la máxima distinción que la Iglesia Católica puede conceder a un templo que no sea una de las cuatro basílicas mayores de Roma, a la sazón, San Pedro, San Pablo Extramuros, Santa María la Mayor (conocida también como la basílica española y que aún hoy el Rey de España conserva el privilegio de poder entrar en su interior montado en su caballo) y San Juan de Letrán.
Han pasado diez años desde la comunicación que el actual párroco Javier Suárez, en aquel momento llevaba dos años al frente de la parroquia, recibió por parte de Roma; en concreto el 24 de septiembre de 2014, donde la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos «me comunicara que ya estaba firmado el decreto por el cual nos transformábamos de iglesia a Basílica menor», explicó Suárez.
Desde ese momento, San Juan el Real se unía a otra basílicas menores asturianas como las de Covadonga, la Catedral de Oviedo, la iglesia de Cangas de Narcea, Santa María de Llanes y el Sagrado Corazón de Jesús –'la iglesiona' como la conocen en Gijón–.
«Nos costó conseguir el título porque había unas condiciones que cumplíamos como la majestuosidad, la dignificación del culto, y la promoción de la Sagrada Liturgia», pero «nos pedían más cosas como los horarios de servicio, la confesión diaria y las medidas del templo», recordó el párroco. Y añadió: «Todo eso se lo mandamos en su momento al Cardenal Cañizares aunque sin el visto bueno de la Conferencia Episcopal y el Arzobispo, Jesús Sanz Montes, tuvo que firmar».
Al final, y tras varios dimes y diretes propios de las peticiones y más dentro de la ortodoxia de Roma, se consiguió el ansiado reconocimiento para San Juan y «lo hicimos público el 9 de noviembre de 2014, adecuando la fecha a la agenda del Arzobispo».
Fue una concelebración con cerca de 30 sacerdotes venidos de toda Asturias donde «se leyó el decreto y el Arzobispo predicó». Ese día culminó una historia que comenzó dos años antes, cuando Suárez llegó a su nuevo cargo como párroco de San Juan el Real «y me quedé sorprendido por la majestuosidad del templo, así que me pareció que merecía la pena luchar por conseguir la catalogación de Basílica Menor».
Entre las ventajas para los fieles que supone la nueva catalogación es que hay una serie de días en los que se concede indulgencia plenaria; es decir, el perdón de todos los pecados, hacer tabla rasa, si se cumplen una serie de requisitos como «confesar y comulgar 10 días antes o después de visitar la iglesia, rezar por el Papa y rezar el Credo», explicó el párroco.
Con esto se alcanza la Indulgencia Plenaria aunque en 2025, Año Jubilar en el mundo, «se puede conceder la Indulgencia Plenaria en todas las basílicas del planeta durante todo el año».
Han pasado diez años desde que llegara a San Juan el Real la buena nueva y la iglesia ha subido de rango aunque no por el ascenso se han superado los problemas que un templo de estas características tiene en el día a día. Goteras, techumbre, pintura... Todo ello se soluciona rezando mucho pero también con el mazo dando; es decir, sacando dinero de debajo de las piedras para resolver los problemas diarios que un templo tan lucido y majestuoso necesita."
PLAZAFERNANDO RUBIO(PARROCO)
"Desde el siglo VI se viene postulando una vinculación de los tetramorfos con los evangelistas:
El hombre
Se identifica con Mateo, ya que su Evangelio destaca predominantemente sobre los demás por su intención de caracterizar a Jesús como el Rey de los Judíos y el Mesías profetizado por las Escrituras, haciendo hincapié sobre su vida como hombre y dando menos atención a su caracterización como ser divino. Por su estilo y cantidad de semitismos en su escritura si lo comparamos con los demás evangelios, se puede deducir que fue escrito para una comunidad judía.
El león
Se identifica con Marcos, porque su evangelio se destaca predominantemente por caracterizar la voluntad del Cristo. El león es un animal que simboliza la fuerza, y en este evangelio se muestra predominantemente la fuerza de la voluntad del Cristo, capaz de echar demonios de las personas con su palabra. Por otra parte, el león es emblema de la ciudad de Jerusalén, de donde es oriundo Marcos.
El toro
Sería Lucas, ya que el Evangelio, escrito por un médico, caracteriza predominantemente el sentimiento del Cristo. Los toros tienen un corazón fuerte (de hecho, en castellano existe la expresión «tener un corazón de toro» empleada para referirse a personas atléticas y con corazón sano y fuerte) y el corazón simboliza, desde antiguas tradiciones, los sentimientos (en la lengua oral hay múltiples frases hechas que hacen referencia a ello; «tiene un buen corazón», «tiene un corazón de oro», «tiene un corazón que no le cabe en el pecho», ...). En este Evangelio se nos transmiten, en gran parte a través de parábolas, los sentimientos de compasión y justicia de Jesucristo hacia la humanidad.
El águila
Ha sido asociada a la figura de Juan, ya que su Evangelio trata de caracterizar lo más elevado y profundo del pensar del Cristo. Por ello, narra los acontecimientos desde un punto de vista diferente al de los tres anteriores (no es sinóptico), centrándose en sublimes ideas de múltiples lecturas y para entender las cuales se necesita cierto esfuerzo. Es el evangelio místico. La complejidad de sus ideas (aunque transmitidas mediante un discurso sencillo que permite entender como mínimo la interpretación más superficial de estas) permite que los que quieran hacer un estudio profundo del cristianismo, con seriedad y constancia durante largo tiempo, puedan hacerlo, pues este Evangelio puede seguir ofreciendo nuevas revelaciones después de años de reiterada lectura. El actor Rafael Álvarez escribió hablando del Evangelio según San Juan:
Jesús es un poeta tan sublime que cuando habla desconcierta el sentido de los hombres [...] Al margen del interés de grandes cineastas por la figura concreta de Jesús (Zeffirelli, Pasolini, etc.) desde Leonardo a Chaplin, Kierkegaard, Bach o Einstein, a lo largo de la historia, el Evangelio de San Juan ha conmovido a centenares de filósofos, poetas, artistas, músicos y hasta científicos. Newton le dedicó los últimos años de su vejez. Llegó a aprender griego clásico y arameo. Después de estudiar el fenómeno de la luz durante toda su vida, probablemente, antes de morir, quiso penetrar siquiera un poco en la raíz de su misterio."
"Vidit ergo Iesus publicanum et quia miserando atque eligendo vidit, ait illi Sequere me"
(Vio Jesús a un publicano, y como le miró con sentimiento de amor y le eligió, le dijo: Sígueme)
D. LUIS RIERA POSADA(ALCALDE DE OVIEDO)SUSCRIPCIÓN POPULARECULTOR MANOLO LINARES24 DE JULIO DE 2008
"El conjunto escultórico pertenece a la Iglesia, de estilo historicista, construida entre 1912 y 1915 por Luis Bellido, nombrado arquitecto diocesano en 1895 por el Obispo de Oviedo, Mons. Ramón Martínez Vigil.
Este conjunto remataba la fachada del templo y estaba integrado por cinco piezas: una cruz de gran tamaño con sendos ángeles a los lados –la Cruz de los Ángeles–, además de la figura de un ángel.
En el año 2008, ante el riesgo de inestabilidad y peligro de desplome de las esculturas debido a la altura de su ubicación y al precario estado de conservación, se llevó a cabo su sustitución por las reproducciones actuales. Desde entonces, los elementos escultóricos originales habían permanecido acopiados en una finca próxima a Oviedo.
Estas esculturas de piedra (en realidad piedra artificial), están realizadas con mortero de cemento, moldeadas y vertidas, y con armadura interna de perfiles de acero. El estado de conservación de los diferentes elementos era irregular, con la cruz manteniendo su geometría y relieves, y las figuras exentas troceadas.
Considerando el valor patrimonial de este conjunto, se planteó su restauración y reubicación en los jardines que circundan el templo, junto con una placa en la que se describen las piezas y las circunstancias de su recuperación por la parroquia de San Juan El Real."
ESTA CAPILLA CINERARIA, QUE EN SU DIA FUEPREVISTA POR EL ARQUITECTO AUTOR DEL PROYECTO DELTEMPLO D. LUIS BELLIDO, FUE CONSTRUIDA POR SEDES S.A.CON LA DIRECCIÓN DEL ARQUITECTO D. RAMONGONZALEZ CUESTA Y DEL APAREJADOR D.JUAN CARLOSVIZOSO GOMEZ. ACTUANDO COMO JEFE DE LAS OBRASD.CELESTINO GRANA PEREZ Y COMO ENCARGADO DELAS MISMAS D. MIGUEL ANGEL CABO GONZALEZJUNIO - 2000
"Hace una semana que los dos nuevos ángeles de San Juan coronaron por primera vez lo alto de la basílica, junto al rehabilitado cimborrio y una de las cruces de hierro del templo. Una actuación que puso fin a dos años de trabajos de emergencia, desmontaje de elementos ornamentales en riesgo de colapso inminente y restauración de los mismos. En el caso de las figuras aladas, la imposibilidad de recuperarlas del todo obligó a la parroquia a encargar dos nuevos modelos construidos desde cero y a partir de un molde en tres dimensiones de los retirados. De los ángeles retirados, uno consiguió salvarse de la destrucción completa, y tras una profunda rehabilitación, ayer fue colocado en el jardín de la basílica.
Para el párroco, Javier Suárez, «servirá de testimonio del esfuerzo que hemos realizado para poder ejecutar estas obras». El ángel, que ahora se 'jubilará' sobre el verde y no a casi cuarenta metros de altura, «no estaba para elevarlo y dejarlo arriba otros cien años, pero sí para permanecer en tierra», más resguardado de las inclemencias del templo."
Observemos también la pequeña puerta de servicio situada a la derecha. En la web El Verde del Camino Primitivo muestran así su sorpresa:
"Se recomienda un ratito de charla con Aurelio, un hombre grueso de barbas que hace no mucho fue desplazado a esta parroquia, y que atiende el servicio… o al menos allí se encontraba ayer, son su libro y su bohonomía, a la hora del rosario.
Aurelio me dijo que echaba de menos más espacio, que la iglesia estuviera en una plaza y no tan oprimida entre las calles. Pero no supo que decirme de los negocios: un estanco y una inmobiliaria que aprovechan sus muros para ubicar ahí sus establecimientos.
La futura peregrina que iba conmigo quedó espeluznada ante tan fatal hecho. A Aurelio quizá hasta se le pasó desapercibido. Y es lo que tenemos los pacifistas que a veces…"
TEMPLO DE SAN JUAN EL REALPRIMERA PIEDRA : 24 JUNIO 1905INAUGURACION : 24 JUNIO 1915ARQUITECTO : D. LUIS BELLIDO.CONTRATISTAS : D. CLAUDIO ALSINA.D. FRANCISCO FERRANZ.CAPATAZ : RAMON VALMA---- OBISPO DE LA DIOCESIS: ----FRANCISCO JAVER BAZTAN Y URNIZAPARROCO PEDRO GÓMEZ FERNÁNDEZLAS VIDRIERASSON OBRA DE MAUMEJEAN HNOS.LA DECORACION INTERIOR:___FRESCOS, ALTARES, VIA CRUCIS, etc.CORRIO A CARGO DE LOS TALLERESDE ARTE DED. FELIX GRANDA BUYLLASACERDOTE ASTURIANO------------
Es el Cristo de la Misericordia
AQUÍ YACEN LOS RESTOS MORTALESDE FRAY PEDRO, APODADO "ELCOMPADRE POR SER COMPAÑERODE SAN FRANCISCO DE ASÍS
"Alfa y omega (en griego: Α- Ω o ω) son la primera y la última letra del alfabeto griego, tradicionalmente se utiliza como frase de principio y fin. En el libro del Apocalipsis se encuentra esta combinación para referirse a Jesucristo y por ende a Dios, y a menudo se adjuntan con la cruz, el crismón u otros símbolos cristianos.
En griego está escrito como «το 'Αλφα και το Ωμέγα». Sería similar a referirse en español a "A y Z". Aunque, cuando aparece este título es clarificado con el título adicional "el Principio y el Fin" (Apocalipsis 21, 6; 22, 13).
La frase "Yo soy el alfa y la omega" (en griego koiné: "ἐγώ εἰμι τὸ Ἄλφα καὶ τὸ Ὦ"), es un apelativo de Jesús y del Padre en el Apocalipsis (versículos 1:8, 21:6 y 22:13). Aparece por primera vez en el capítulo 1 versículo 8 (1:8) y puede encontrarse en todos los manuscritos del Apocalipsis que tienen el versículo 1:8. Algunos manuscritos más tardíos repiten "Yo soy el alfa y la omega" en 1:11 también, pero esto no aparece en los manuscritos más antiguos, incluyendo el Alejandrino, el Sinaítico y el Códice Ephraemi Rescriptus. Por esto es omitida en ese versículo en algunas traducciones modernas. El académico Robert Young afirma acerca de esta frase en el versículo 1:11 que "los [manuscritos] más antiguos la omiten".
Muchos especialistas y diccionarios aplican este título tanto a Dios Padre como a Jesucristo. De ahí que las letras Alfa y Omega yuxtapuestas se usen desde antiguo como un símbolo cristiano (ver ejemplos).
Este símbolo lo sugiere el Apocalipsis, donde muchos creen que Cristo, así como Yahvé, es "el Primero y el Último" (ii, 8); "el Alfa y la Omega, el Primero y el Último, el Principio y el Fin" (cf., xxii, 13; i, 8). Clemente de Alejandría habla de la expresión como "el Alfa y la Omega por quien solo el fin se convierte en principio y el fin de nuevo en el principio original sin ninguna interrupción" (Stromata, IV, 25). Tertuliano (De Monogamiâ, v), y por Prudencio (Cathemer, ix, 10) sabemos que en el siglo IV la interpretación de los escritos apocalípticos seguían siendo los mismos: "Alpha et Omega cognominatus, ipse fons et cláusula, Omnium quae sunt, fuerunt, quaeque post futura sunt" que traduce «Alfa y Omega sinónimo, el origen y el final mismo de todas las cosas que son, fueron y serán». Fue, sin embargo, al principio de la cristiandad en que el símbolo Alfa y Omega se encontraba en boga.
Esta frase es interpretada por muchos cristianos como significado de que Dios existió desde el principio del tiempo y que existirá por siempre."
Hay un retablo con Jesús Nazareno llevando la cruz y, más grande y presidiendo esta nave, un gran retablo, el de Nuestra Señora de Covadonga, que en principio era el de la Virgen Reina Sedente
"Luce en la basílica de San Juan, frente al altar del Nazareno, un nuevo mural, que en realidad lleva muchos años entre las paredes del templo religioso. Es un cuadro de la Santa Cena, que el párroco, Javier Suárez, ha decidido sacar de ese lugar donde permanecía casi escondido para que todos los fieles y visitantes puedan contemplar su belleza. Porque insiste, «es una gran obra».
Hasta ahora, el mural, firmado por el pintor Vela Zanetti, permanecía en la sacristía, un lugar de más difícil acceso para poder contemplarlo. Aunque antes, durante los primeros días de la pintura en Oviedo, se colocó en el salón de actos del edificio parroquial, en la calle Fray Ceferino. Los ojos del párroco contemplaban cada día esa «hermosa obra» y quiso que todo aquel que visitara la basílica pudiera apreciarlo. Por ello, Suárez contrató a un restaurador que se ha encargado del desmontaje y montaje de la obra que ya cuelga en todo su esplendor de las paredes de la iglesia. «Es un mural de 4 por 2,5 metros y no entraba por la puerta ni por la ventana de la sacristía. Por eso contraté a un restaurador que con sumo cuidado realizo esa tarea de desmontaje y montaje», cuenta.
La obra fue encargada por el anterior párroco, Fernando Rubio, en el año 1973. En realidad el ruego se había producido un par de años antes, cuando un conocido del pintor les puso en contacto. Los murales de Vela Zanetti eran muy conocidos. El pintor tienen obras en República Dominicana, donde vivió tras su exilio durante la guerra civil, Colombia, Puerto Rico, México y Nueva York. También ganó en 1952 el concurso internacional para realizar un mural en la ONU, el conocido como 'Mural de los derechos humanos'. El párroco hubo de insistir para que el prestigioso pintor atendiera su ruego. Lo logró el 30 de noviembre de 1973, cuando el mural de la Santa Cena llegó a Oviedo. Luego, la obra, en la que el autor se autorretrató en el personaje de Pedro, viajaría a la exposición de las Edades del Hombre, de Medina de Rioseco. A su vuelta se colocó en la sacristía, hasta ahora que luce con toda su historia en la basílica."
"Los fieles y los visitantes de la basílica de San Juan disfrutan desde hace días de una Santa Cena que el famoso y cotizado pintor burgalés José Vela Zanetti hizo expresamente para la iglesia en 1973 por encargo de Fernando Rubio, el anterior párroco ya fallecido. La obra, de 4 por 2,5 metros, está colgada frente al Nazareno, junto a la capilla de Covadonga, gracias a la iniciativa del actual párroco, Javier Suárez, que decidió sacarla del semi olvido en el que se encontraba en la sacristía. "Allí también se podía ver, pero para la gente era algo complicado acceder al cuarto porque tenían que pasar por el altar", explica Suárez, orgulloso de darle al mural "el lugar que se merece".
Pero el primer destino del Vela Zanetti de San Juan fue el salón de actos parroquial, que está ubicado en la calle Fray Ceferino. Allí estuvo hasta que la solicitaron para formar parte de la exposición "Las Edades del Hombre" de la iglesia de Santiago en Medina de Rioseco (Valladolid) al tratarse de uno de los mejores exponentes de arte contemporáneo español. Tras su paso por la muestra castellano-leonesa, "La última cena" regresó a Oviedo. En concreto, a la parte trasera de la sacristía de la basílica de San Juan.
El objetivo de la parroquia -propietaria de la obra- era hacer allí un museo, pero el lugar no era el más adecuado. Sin embargo, Javier Suárez no tiró la toalla y buscó una solución alternativa. Intentó lograr un acuerdo con el Museo de la Catedral, pero el traslado resultaba demasiado difícil y costoso porque había que desmontar el mural para luego recomponerlo. "Un buen día me di cuenta de que si cambiaba de sitio un confesionario, quedaba suficiente pared diáfana para colgar el cuadro", explica el párroco, que además llamó a un restaurador para mostrar la Santa Cena "en todo su esplendor".
Javier Suárez contempla la obra de Vela Zanetti a diario y descubre un detalle nuevo o desvela algún secreto del cuadro: "Fernando Rubio le pidió al pintor que representase a San Pablo en una ventana. El artista hizo un par de bocetos con la idea. Pero finalmente no le convenció y la desechó. Sin embargo, se incluyó a sí mismo en la escena al pintarse como San Pedro".
En La cena de Vela Ángel Suárez Corrons explica en La Nueva Crónica del 14-9-2019 sus impresiones al encontrarse con este cuadro:
"Imagínense la sorpresa cuando paseando por el centro de Oviedo entra uno en la Basílica de San Juan el Real, mil veces visitada con anterioridad, y se encuentra, por primera vez, con un enorme mural que representa una Sagrada Cena pintada con el trazo inconfundible de Vela Zanetti.
El que suscribe es despistado, pero normalmente no tanto como para que le escape todo un mural que, hubiera jurado, no estaba allí la semana anterior, máxime uno tan difícil de confundir con el entorno como aquel que, en el corazón de Asturias, representaba a Cristo instituyendo la Eucaristía en un mesonazo puramente castellano, bendiciendo un típico pan ‘lechuguino’ de Valladolid y el vino de una jarra de barro. El caso del mural de Vela Zanetti súbitamente aparecido merecía ser investigado.
Resulta que en el año 1973 el entonces párroco de San Juan el Real encargó una Sagrada Cena al famoso pintor. El cuadro permaneció en el salón de actos de la parroquia hasta que en 2011 se trasladó temporalmente a las Edades del Hombre de Medina de Rioseco. Finalizada la exposición, volvió a su parroquia y permaneció en su sacristía hasta que el actual párroco tuvo a la feliz idea de colgarlo en la Basílica, donde actualmente constituye uno de sus principales atractivos.
Se conservan las cartas cruzadas entre el párroco que encargó el mural y su autor, en las que se deslizan curiosísimos detalles sobre cómo se fraguó el encargo, y un dossier que dejó el pintor con el estudio bíblico y psicológico de sus personajes. El propio Vela Zanetti se autorretrató en él como San Pedro, en mitad de un conjunto de apóstoles estereotipo del campesino castellano idealizado que protagoniza el conjunto de su obra."
"El impresionante mural de La Santa Cena del pintor burgalés José Vela Zanetti que se conserva en la iglesia de San Juan El Real de Oviedo, será una de las obras contemporáneas más importantes que estarán expuestas en la iglesia de Santiago de Medina de Rioseco durante Las Edades del Hombre, que se inaugurarán a principios del mes de mayo, bajo el título de Passio.
En esta ocasión, esta edición de la muestra castellano y leonesa, que inicia una nueva etapa, recogerá obras de autores contemporáneos, aunque la mayoría ya fallecidos, como este gran pintor burgalés, nacido en la localidad de Milagros en 1913 y que murió en el año 1999. Vela Zanetti fue el gran artista mural del siglo XX, y algunas de sus más famosas obras están distribuidas por todo el mundo. Por ejemplo, La ruta de la libertad (un impresionante mural de 20 x 3,5 metros) cuelga de las paredes de la sede de la ONU, desde que se inauguró en 1953.
El espectacular óleo sobre lienzo con unas dimensiones de seis metros de ancho por tres de altura, que preside la parroquia ovetense de San Juan el Real, fue realizado en 1973. La escena recoge la Santa cena, en un tabernáculo que bien podría ser una casa castellana de la época. Los apóstoles, inspirados en labriegos castellanos, tantas veces retratados por el pintor, se agolpan en torno a la mesa de madera. Cristo bendice un pan (lechuguino, por cierto) y el vino en una jarra de barro (las típicas de cualquier bodega). Una iconografía sencilla cuya fuerza radica en las expresiones de los propios protagonistas.
El espectacular óleo sobre lienzo con unas dimensiones de seis metros de ancho por tres de altura, que preside la parroquia ovetense de San Juan el Real, fue realizado en 1973. La escena recoge la Santa cena, en un tabernáculo que bien podría ser una casa castellana de la época. Los apóstoles, inspirados en labriegos castellanos, tantas veces retratados por el pintor, se agolpan en torno a la mesa de madera. Cristo bendice un pan (lechuguino, por cierto) y el vino en una jarra de barro (las típicas de cualquier bodega). Una iconografía sencilla cuya fuerza radica en las expresiones de los propios protagonistas..."
Y aquí tenemos el retablo de Jesús Nazareno al que nos hemos referido en un principio, talla vestida sobre pedestal
Junto a él, otra imagen religiosa
Esta obra de Oviedo, junto a un par de ellas de la comunidad de Madrid, será de las pocas piezas que no pertenecen a ninguna de las diócesis de Castilla y León. Otro lienzo, coetáneo al de Vela Zannetti, viajará hasta Medina del Campo. Se trata de la obra que el vallisoletano José María Castilviejo dedicó a la Semana Santa de Medina de Rioseco y que hoy adorna las paredes del salón Noble del Ayuntamiento riosecano."
Esta es la de la ventana situada encima del retablo del Nazareno, que muestra dos santos
"Como es habitual en la obra de Félix Granda, las distintas obras contienen una gran carga iconográfica (...), muestra a Adán y Eva arrodillados con recogimiento ante una bellísima representación de la Trinidad. Un frondoso árbol de cuyas ramas cuelgan manzanas – el fruto prohibido – acoge en el centro al Cordero Místico. Sobre él, se ve la mano del Padre bendiciendo y las radiantes llamas del Espíritu Santo. Con la inclusión del árbol, la escena recoge el relato de La Leyenda Dorada del Árbol de la Vida. Según esta leyenda, cuando Adán estuvo próximo a la muerte, su hijo Seth acudió a las puertas del Paraíso en busca del fruto del Árbol de la Vida, con la esperanza de que pudiera salvar a su padre. El ángel que salió a su encuentro le anunció que ya habría muerto cuando retornara a su casa, pero le entregó unas semillas, encargándole que las introdujera en su boca antes de enterrarle. De esas semillas nació un árbol para el que no era posible encontrar ningún uso, pues con su madera no podía construirse nada. Fue la Reina de Saba quien, por una premonición, supo que el destino del árbol era ser la cruz en la que se diera muerte al Salvador, único fin para el que fue definitivamente utilizado. El árbol representa, así, cómo los pecados introducidos en el mundo por Adán al tomar los frutos del Árbol de la Ciencia se redimen con el sacrificio de Cristo, que lo transforma en Árbol de la Vida. Es también una suerte de árbol genealógico de la humanidad, imagen de cómo el pecado, introducido por el primer hombre, es redimido por Jesucristo, que por su doble naturaleza divina y humana es también miembro de su progenie."
"Semanas después de finalizados los animados festejos de la iglesia de San Juan el Real, también me animo yo, a distancia, y me atrevo a escribir algo con muy buen recuerdo y mucho cariño de lo que representó dicha parroquia en más de mi media vida. Claro que, sin duda, son muchísimas las personas que pueden aportar con más rigor cosas acerca de la que siempre se dijo «parroquia n.º 1» de la provincia, cuando lo mío es tan sólo una pequeña anotación, como casi siempre, enfocada hacia las personas que allí conocí, porque ellas son las que hicieron, nunca mejor dicho, la real historia de la misma.
Allí recibí el bautismo, no así la primera comunión, que recibí en el colegio de La Milagrosa, y allí también confirmó mi fe católica el entonces aún obispo don Francisco Javier Lauzurica y Torralba, actuando como padrinos de tal confirmación don Jesús Ceñal Prieto y su esposa, doña Natalia Fernández Quirós. Por cierto, como para comulgar era indispensable guardar ayuno desde las doce de la noche del día anterior y la ceremonia iba a durar bastante tiempo, en mi casa se tomó la decisión de que desayunase y así evitar el posible mareo -que los había-, pero con la severa recomendación de no acercarme a comulgar; cuando llegué a casa con cara de satisfacción dije: «Un poco más y me da la comunión el obispo». Resumiendo, a la media hora estaba de nuevo en San Juan confesando «mi pecado» a don Ángel Garralda, el cual, como penitencia, me dijo: «Que te aproveche». Allí también nos casó, a mi mujer y mí -hará, Dios mediante, cuarenta años el próximo 6 de septiembre-, don Javier Fernández Conde. Pero hay más cosas que, entonces, me resultaron extraordinarias.
El 13 de junio, San Antonio de Padua, me acordé de que había una procesión con el santo dando la vuelta a la manzana: Melquiades Álvarez, Uría, Doctor Casal y de regreso para adentro. Pero, antes de meter la imagen en la iglesia, paraba en la plazoleta unos segundos y se organizaba una batalla de flores: no era otra cosa que las flores de los de allá terminaban en la cabeza de los de acá y viceversa. Quien lo organizaba entonces era don Luis Arrojo, valga la expresión, cura-sacristán de gran impaciencia y determinado humor -y con humo, porque fumaba cual máquina de vapor-. Sus misas eran las más queridas por los menos amantes religiosos porque duraban dieciocho minutos, incluida la comunión a los asistentes. Don Luis Arrojo era quien ponía la voz, sobre las nueve de la noche, y decía desde el altar mayor: «Se cierra». ¡Ah!, y si había algún devot@ distraíd@, al pasar por el banco donde mantenía su recogimiento, pegaba con las llaves en la madera.
¿Quién no se acuerda de don Marcelino, aquel cura grande, capellán del Real Oviedo y que falleció junto a Monchu, el de la confitería Las Dueñas, en un accidente de circulación?; daba unos teclazos al órgano que enseguida llenaba la iglesia con sus acordes. Creo que era don Pedro el que llevaba el catecismo. También estaba don Prudencio, un cura muy alto y delgado, que debía de tener 90 o más años y que, por su dificultad en la vista, decía todos los días la misa de la Virgen; cuando acaba y se despojaba de la casulla, el alba?, y quedaba con su clásica sotana, metía las manos en los bolsillos, sacaba «perrinas» y «perronas» y las tiraba por debajo del poco espacio que quedaba entre el enorme mueble, donde se guardaba la ropa de ceremonia, y el suelo, con el fin de que los monaguillos se agachasen a cogerlas: se reía don Prudencio viendo a los chavales pegarse por los entonces valiosos céntimos.
Yo conocí a don Santos, antecesor de don Luis Arrojo. El recuerdo que tengo de él es que, cuando iba con mi madre, venía a buscarme, me llevaba a la sacristía, me daba pan con chorizo y me dejaba mojar los labios en un poco del vino que siempre llamamos «de misa». Y, cómo no, la figura del párroco don Hermógenes, que vivía en las casas del Cuitu con sus sobrinas, dueñas de la mercería Marlay, que estaba en el pequeño tramo de la calle Uría, entre Fray Ceferino y Melquiades Álvarez. A don Hermógenes ya le conocí enfermo y, como cosa curiosa y muy política de la época, cuando doña Carmen Polo de Franco, acompañada de su hermana, estaba en Asturias, iba a misa a San Juan -claro, donde se había casado-, y como si estuviese todo cronometrado, un taxi recogía al párroco en su casa, le traía hasta la plazoleta y, dentro de él, esperaba que saliesen las hermanas Polo. Las saludaba y, cuando ellas entraban en su coche oficial, con el hisopo previamente traído del interior de la iglesia, don Hermógenes bendecía el largo vehículo. Acabado el ceremonial, volvía a subir al taxi y? para la cama.
¿Cómo yo sé y viví en primera persona estas cosas? Muy fácil. Había un cura que, sin estar adscripto precisamente a la parroquia, sí decía la misa de nueve y media todos los días, y era amigo de mi padre. Sólo recuerdo que vivía cerca de nuestra casa, creo que en Marqués de Teverga y, contaba mi padre, que en sus años mozos jugaba muy bien al fútbol, que había estado en América y que se le conocía con el sobrenombre de «don José el de Llamaquique». Así que, una vez aprendida de memoria la planilla en latín, indispensable para ayudar a misa, comprada indefectiblemente en Casa Collado, en la calle San Antonio, todos los veranos iba a ayudar a misa a don José."
AVE MARÍA SIN PECADO CONCEBIDA ROGAD POR NOS QUE RECURRIMOS A VOS
A los lados, otras dos imágenes religiosas y arriba dos ángeles portan el retrato de la Virgen María con el Niño. La imagen de la derecha es sin duda el Niño Jesús con la Cruz y la de la izquierda posiblemente se trate de Santa Catalina Laburé, con quien está relacionada esta Virgen, tal y como señalan en Disfruta Oviedo:
"1° aparición de la Virgen a Santa Catalina Labouré en 1830.Ella le encomendó:
"Haz que se acuñe una medalla según este modelo. Todos cuantos la lleven puesta recibirán grandes gracias. Las gracias serán más abundantes para los que la lleven con confianza".Según la Santa:
“Estaba vestida con una túnica blanca y un velo del mismo color que la cubría desde la cabeza hasta los pies. Su rostro era bellísimo.
Los pies aparecían apoyados encima de una esfera o globo, mientras pisaban a una serpiente.
Sus manos, a la altura del corazón, sostenían una pequeña esfera de oro, coronada con una cruz.
Los dedos de las manos estaban adornados con anillos con piedras preciosas, desde las que salían destellos de luz”.Le dijo la Virgen a Catalina: “Este globo que ves (a mis pies) representa al mundo entero, especialmente a Francia, y a cada alma en particular.
Estos rayos simbolizan las gracias que yo derramo sobre los que las piden. Las perlas que no emiten rayos son las gracias de las almas que no las piden”.
En ese momento, la esfera o globo de oro que tenía la Virgen en las manos -prosigue el relato de Catalina- se desvaneció, y sus brazos se extendieron, abiertos, mientras los rayos de luz continuaban cayendo sobre el globo blanco a sus pies.
De pronto apareció una forma ovalada en torno a la figura de la Virgen, con una inscripción en el borde interior que decía: "María sin pecado concebida, ruega por nosotros, que acudimos a ti".
Estas palabras formaban un semicírculo que empezaba a la altura de la mano derecha de la Virgen, pasaba por encima de su cabeza y terminaba a la altura de la mano izquierda. María, mostrándose de esa manera, le pide a Catalina que acuñe una medalla según la imagen que estaba contemplando.
Entonces, la imagen de la Virgen giró y Catalina pudo ver el reverso. En este estaba inscrita la letra “M”, con una cruz que se alzaba desde la mitad.
Por debajo de la inscripción estaban el Corazón de Jesús, circundado con una corona de espinas, y el Corazón de María, traspasado por una espada. Alrededor, formando un contorno, aparecían doce estrellas.
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La devoción a la Virgen de la Medalla Milagrosa se extendió rápidamente tras varias apariciones, y al verificar los gracias extraordinarias que esta medalla otorgaba a quienes la llevaban consigo.
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LA HERMANDAD DE JESUS CAUTIVO, CONTINUADORAEN LA HISTORIA DE LA CELESTE, REAL Y MILITARORDEN DE LA MERCED, DEDICA ESTA PLACA ALA MEMORIA DE TODOS AQUELLOS HERMANOSEXCAUTIVOS QUE FUNDARON LA COFRADIACON SEDE EN ESTA IGLESIA DE SAN JUAN EL REAL,PROCESIONANDO POR VEZ PRIMERA EN LA NOCHEDEL JUEVES SANTO SEL AÑO 1952
OVIEDO, 24-11-2002 - FESTIVIDAD DE CRISTO REY
Cristo Salvador, con Santa Eulalia a la izquierda y a la derecha Santa Teresa de Jesús. En medio, vidriera con la Cruz de la Victoria y varios esquemas geométricos
"A la capilla columbario de San José, en la basílica de San Juan El Real, le faltaba algo. «Estaba sin decorar», explica su párroco, Javier Suárez. Una pared vacía que suponía un agravio comparativo con la otra capilla de la basílica, la del Carmen, que sí lo está.
La idea de dar luz al habitáculo le rondaba al párroco desde hacía tiempo. Una casualidad se la brindó en bandeja, el resultado: un conjunto de siete frescos que coronan los ábsides y pechinas de la capilla. El próximo miércoles 14 de junio se abrirá a los feligreses en particular y al público en general.
La casualidad para hacer tangibles estas pinturas lleva el nombre del artista rumano Ioan Gotia. Religioso y miembro del Instituto de los Discípulos de los Corazones de Jesús y María, es el artífice de los murales de la capilla en la residencia de Benedicto XVI, de la pintura mural de la capilla de Derroñadas, en Soria y de la bóveda de Santa María Asunta en Colombres. Además, de dejar su firma en diversas iglesias de Estados Unidos y Austria. «Un día llegó a la basílica porque quería ver los ángeles de la pechina central. Me contó quién era y me mostró lo que hacía. Me sobrecogió», recuerda Javier Suárez
Con ese currículum a su espalda, Ioan Gotia fue la persona elegida para desarrollar los trabajos en la capilla columbario de San José. El pasado 3 de mayo comenzaron y ya están a punto de concluir.
Los frescos están realizados con pinturas acrílicas al agua, en tonos amarillos y dorados que les confieren una gran luminosidad. «Tienen un estilo bizantino», apunta el párroco. No en vano, su artífice está especializado en iconografía de esta época.
«Un aire nuevo»
La pintura principal corona el ábside central de la capilla y aprovecha el juego que le da la vidriera de San Juan Bautista, símbolo de la basílica. Se trata de una imagen del Cordero de Dios amparada por las figuras de Santa María y San José.
El ábside lateral derecho recoge otro impresionante fresco. Está dedicado a San Martín de Tours y San Melchor de Quirós con unos niños presentando al Señor agua y pan. «Elegí la figura de San Martín porque está muy ligado a mi persona ya que es el patrón de mi parroquia, San Martín de Turón», explica Suárez.
En frente, el otro ábside lateral, recoge las imágenes de la patrona de la diócesis de Oviedo, Santa Eulalia de Mérida y la figura de Santa Teresa. Cuatro ángeles completan la decoración de las pechinas de la capilla. «Estas pinturas le dan un aire nuevo y diferente», asiente su párroco.
Los frescos completan así la decoración de la capilla de San José. Una estancia que no existía y que se construyó en el año 2000 en base al proyecto original de la Basílica. Hoy día, su interior alberga hasta setecientos columbarios. «El trabajo que ha hecho Ioan Goitia en la capilla es único en Oviedo», presume el párroco de la basílica de San Juan El Real."
"Los sombreros siempre se han caracterizado por ser una prenda fundamental en los inviernos, y para resguardarse del sol en verano. También han marcado la distinción como complemento para determinadas ocasiones. En Oviedo la casa de toda la vida es Sombrerería Albiñana.
En 1924 llega desde Valencia un artesano a la ciudad para aprender el oficio y después de trabajar en una sombrerería. Decide montar la suya propia en la calle Melquíades Álvarez, 11, frente a la iglesia de San Juan. Tras varios años al regentando la sombrerería Albiñana, en 1962 la vende a los señores Bobes Cuesta con la condición de mantener el nombre. Los nuevos propietarios inician una remodelación en la tienda en cuanto a productos. Así sigue hasta 2007, cuando por motivos de alquiler y la jubilación de los propietarios, sus hijos, Luis y Elena, se hacen cargo del negocio familiar.
«Decidimos seguir con ello pero modernizándolo, siguiendo las líneas básicas que llevaban mis padres que no son otras que la calidad del producto, su conocimiento y la atención al cliente», comenta Luis Bobes.
Desde hace ocho años están en la calle Melquíades Álvarez, 26 y desde hace siete, en la calle Magdalena, 12. Ofrecen, además de sombreros y prendas para la cabeza, complementos como gemelos, tocados para mujer, billeteras, cinturones, maletas, paraguas o artículos para protocolo como banderas o becas.
El éxito de Albiñana lo logran «apostando por cuidar mucho al cliente, siendo muy serios con la política de precios y garantías y sobre todo, la buena calidad del producto». Unos artículos que los hermanos Bobes buscan que sean de fabricación española o europea y que «permitan dar al cliente garantía de lo que le estamos vendiendo». Precisamente esa prioridad por ofertar un producto de calidad les ha llevado a mantener una clientela fiel que lleva varias generaciones comprando en la sombrerería.
Aunque ahora son Elena y Luis quienes regentan las dos tiendas, el apego de la familia a la sombrerería la convierte en un miembro más de la familia Bobes. «El negocio es uno más de la familia, siempre estuvo presente en la vida cotidiana familiar y siempre aparece. Creemos que así hay que entenderlo como si fuese uno más. Hay que mimarlo, entenderlo como si tuvieses un hermano», señala Luis.
Albiñana ha cosechado varios premios en los últimos siete años, reconociendo la apuesta que Elena y Luis están haciendo por las nuevas tecnologías en un comercio tradicional como el suyo. En 2013 recibieron el Premio Nacional de Comercio Interior, convirtiéndose en el primer negocio asturiano que lo consigue.
Luis da charlas sobre su estrategia de promoción del negocio fuera de Asturias. «Llama mucho la atención porque es aunar lo tradicional con las nuevas tecnologías y hacemos cosas diferentes», explica. Novedades como el concurso nacional de microrrelatos 'Cuentos y sombreros', que en octubre convocará su sexta edición y que en la última registró 170 participantes. Hay más proyectos para Albiñana como 'Te presto mi escaparate', para que diseñadores de sombreros expongan sus creaciones; 'Comercio inverso' para «buscar una relación más estrecha con los proveedores»; y 'Twin shops' para el hermanamientos de tiendas separadas por miles de kilómetros y el fomento de la colaboración e intercambio de procesos de trabajo y mercancía."
"La década de 1950 supuso un tiempo esperanzador para muchos de los arquitectos nacidos a principios del pasado siglo XX. Fue un momento de ruptura, renovación y puesta al día que afectó de lleno al panorama edilicio de entonces y que para Asturias supuso una verdadera edad de oro. Así la muestra nuestra actual exposición temporal Una edad de oro: Arquitectura en Asturias 1950-1965, en la que se incluye uno de los arquitectos más diligentes y respetados del momento: Juan Vallaure Fernández-Peña.
En el año 2008 la familia del arquitecto depositaba en el Museo de Bellas de Asturias su archivo personal. Desde entonces ha permanecido en él siendo objeto de diferentes consultas y estudios que, progresivamente, han ido arrojando un poco de luz sobre una de las personalidades arquitectónicas más interesantes del panorama asturiano. Pero ¿quién era Juan Vallaure Fernández-Peña?
Juan Vallaure nació en 1910 en Oviedo, ciudad en la que vivió el grueso de su vida y en la que dejó un legado pétreo extraordinario que es hoy, sin duda, uno de los grandes reclamos arquitectónicos de la Asturias moderna de mediados del siglo XX. En este sentido, a lo largo de las décadas centrales de la pasada centuria, Juan Vallaure gozó de su mayor esplendor profesional llevando a cabo un elevado número de inmuebles residenciales en las principales ciudades de la provincia así como una cuantiosa cantidad de intervenciones comerciales, hosteleras y de ocio que dieron fama y prestigio a su persona. Algo que, por otro lado, no fue casual ni baladí sino la merecida consecuencia de su severa entrega a la profesión y, como no, de su apuesta por una modernidad arquitectónica que representase el momento vital de una sociedad y cultura concretas. Sin embargo, no toda la obra de Vallaure responde a estos preceptos modernos, tan aclamados y reformadores por otro lado, sino que éstos suponen la consecución de su propio recorrido, de ahí lo interesante de su apuesta.
Tras finalizar sus estudios en Madrid en 1940, Vallaure regresó a su tierra natal donde comenzó su aventura profesional trabajando en el Dirección General de Arquitectura desde la Dirección de Regiones Devastadas. Allí llevaría a cabo distintas reconstrucciones, principalmente de templos eclesiásticos, así como obras de nueva planta tan conocidas como el edificio para el Gobierno Militar ubicado en la ovetense plaza de España. Junto a este tipo de intervenciones, Juan Vallaure también acometió sus primeros encargos particulares. En ellos quedaría reflejado un estilo de corte clásico y gran sencillez, totalmente austero y contenido y que vemos muy bien reflejado en inmuebles de la capital asturiana como el emplazado en la calle Cabo Noval, número 7 (1948) o el situado en la calle Cervantes número 12, proyectado un año después.
Estas obras supusieron el preludio a toda una mutación estilística que el arquitecto llevó a cabo a partir de la década de 1950 y que coincidió con el buen hacer de todo un grupo de profesionales, conocido con el tiempo como la generación de 1939, y que hicieron de Asturias una de las provincias que más fuerte apostó por la modernidad en el discurso urbanístico que configuró sus ciudades.
Fue concretamente el año de 1952 cuando Juan Vallaure marcaba un hito dentro de su carrera. Por entonces el arquitecto proyectaba una de las edificaciones más decisivas de su trayectoria: un edificio de viviendas en el número 10 de la calle Melquiades Álvarez (Oviedo) y que debemos entender como el puente que marcó el inicio hacia una anhelada modernidad. Una obra que sirvió de transición a un continuar totalmente diferente a lo proyectado hasta entonces y que, como no, se entregó de lleno al hacer moderno.
A partir de entonces fueron muchos los grandes ejemplos que a este respecto debemos señalar. Desde locales de ocio como el Kopa Club (1959) o el ya desaparecido Cine Ayala (1954), hasta edificios tan vanguardistas y valientes como los emplazados en la calle Argüelles (números 7-9) concebido en 1957, el ubicado en Uría esquina Gil de Jaz (1957) o el mítico y colorista proyectado en Alcalde García Conde, número 5 (1960).
Todos ellos muestran el lado más fresco y arriesgado del arquitecto asturiano poniendo al descubierto su mayor apuesta y evidenciando, por lo tanto, su gran victoria. Por todos ellos, a día de hoy se considera a Juan Vallaure como uno de los arquitectos más importantes y decisivos en el devenir de la arquitectura asturiana de mediados de la pasada centuria. Un arquitecto que, en definitiva, debemos situar dentro de esa generación de profesionales que apostaron por romper con la línea historicista impuesta por el régimen tras la contienda civil en favor una modernidad llena de optimismo y color. Aportaciones que trajeron una frescura totalmente necesaria a una Asturias que si no se hubiera mantenido gris y estática ante los cambios que la sociedad comenzaba y reclamaba experimentar."
"... hemos de procurar que en cada unidad residencial puedan existir viviendas de diferentes categorías que, dispuestas en un modo jerárquico, expresen en sus formas y disposiciones la estructura social a la que sirven, del mismo modo que en el organismo humano cada función, según su categoría, ocupa en el cuerpo un lugar adecuado."
"Acaba de cumplir los 90 años doña Jesusa Pertierra, cuya sabia mano rigió cocinas inolvidables, en Tineo, en Madrid, en Oviedo, en Medina de Rioseco y, nuevamente, en Oviedo. Doña Jesusa, que sigue tan guapa y tan buena cocinera como cuando tenía 50 años, nació en Norón, concejo de Tineo, en 1918, y empezó a dedicarse profesionalmente a la cocina cuando contrajo matrimonio con el también tinetense Conrado Antón Díaz y ambos establecieron un restaurante en la capital municipal. Eran los primeros pasos por un gremio en el que los Antón, ya en su tercera generación (Javi y Laura, los nietos de doña Jesusa), siguen caminando con paso firme. Conrado, con su nombre germánico de dignatario imperial, según Jesús Evaristo Casariego, era un buen mozo, grande como un oso y noble como un asturiano de pura cepa. Jesús Evaristo Casariego, tinetense como él y luarqués de adopción, aunque al final volvió a sus raíces de Tineo, al menos en un sentido nostálgico y sentimental, solía decirme:
—¿Sabe usted que el Rey de España me dio certificado de buen mozo?
Y yo aparentaba sorpresa, porque ya se lo había oído decir muchas veces:
—¿Cómo es eso?
—Pues porque hice el servicio militar como gastador. ¡Gastador del Rey! ¡Ahí es nada!
Y era verdad, Casariego también era un buen mozo, grande como un castillo. No sé si Conrado habrá hecho el servicio militar, porque estuvo parte de su juventud en Cuba. Pero de haber servido al Rey, habría sido gastador de manera inevitable. Casariego y Conrado, en cualquier caso, desdecían con su grande envergadura y su poderosa humanidad aquella copla maliciosa referida a unos quintos de Tineo:
Una cosa como ésta
no la ha visto el Rey de España:
cuarenta mozos en quintas
y ninguno dio la talla.
Y la desdicen también los dos hijos de doña Jesusa y Conrado, Marcelo y Javier, y los dos hijos de Marcelo, Javier y Laura. Todos ellos, bien apuestos para ser gastadores, incluida Laura, dado que ahora las mujeres prestan servicio de armas.
Doña Jesusa y Conrado dedicaron toda su vida a la honesta ocupación de dar bien de comer y beber a sus semejantes, ocupación que, según Casariego, es muy propia de las gentes de Tineo. Doña Jesusa y Conrado pasearon su excelente cocina por Asturias y fuera de Asturias, y, establecidos en Medina de Rioseco, en el bar-restaurante llamado precisamente Asturias, fue a dar allí el veterano periodista Luis Puente, que exclamó: «¡Ancha es Castilla, pero aquí está Conrado!».
La historia de los Cornado y de doña Jesusa Pertierra es la de sus establecimientos, y viene de lejos y de ultramar. Los primeros Antón que ingresaron en el gremio hostelero, José Antón, el padre de Conrado, y su hermano, que tuvieron el café Alhambra, en el centro de La Habana, al lado del actual teatro José Martí. El café Alhambra fue famoso en la Cuba de su tiempo, muy vinculado al mundo del teatro y de los negocios.
Ya hemos dicho que doña Jesusa y Conrado Antón tuvieron su primer negocio hostelero en Tineo. De allí dieron el salto a Madrid, donde tomaron en traspaso el restaurante O Pexeiro, en la calle Arganzuela, cerca del Mercado Central de Pescados. Este restaurante había pertenecido a un gallego, y debido no sólo al nombre, sino a la proximidad del mercado, su especialidad fueron los pescados, con lo que doña Jesusa pasó de los espléndidos embutidos de la alta montaña de Tineo, como dice Secundino, y que son el gran aval y fundamento del pote que figura como uno de los platos insignia de Casa Conrado, a la cocina del pescado, en la que, con el tiempo, logró platos extraordinarios, como el rodaballo en salsa de oricios. Aunque en los años cuarenta los oricios todavía no habían ingresado en la alta cocina, doña Jesusa ya empezaba a experimentar, dentro del amplio marco de la cocina tradicional.
Después de pasar unos años en Madrid, los Antón regresaron a Asturias y se establecieron en Oviedo, en el Auto-Bar, en la calle Melquíades Álvarez. Del Auto-Bar pasaron al restaurante Cervantes, en la calle Jovellanos. Y de ahí a Medina de Rioseco, donde pusieron en funcionamiento el bar-restaurante Asturias, a la entrada de la zona monumental de la villa y al borde de la antigua carretera general. Si fue posible que los almirantes de Castilla procedieran de un pueblo que se llama Medina de Rioseco, no fue menos extraordinario que la cocina reciamente asturiana de doña Jesusa triunfara en la ancha Castilla de Valladolid. Es ésta una Castilla muy llana y muy amarilla, un poco monótona, por lo que hacía falta para poder sobrellevarla adecuadamente un buen pote de la alta montaña de Tineo y algún buen toque de la sabia culinaria de los pescados traída de O Pexeiro, de Madrid. Madrid casi siempre fue la mejor rula de España, de manera que están equivocados quienes creen que en plena Meseta no se puede comer buen pescado. Eso era antes, cuando las comunicaciones y los refrigerados eran más precarios. Pero si en el restaurante Madrid, en el puente de Medina del Campo, se comían los mejores calamares de la ruta del Norte, entre las plazas pesqueras de los grandes puertos del mar Cantábrico y la villa y corte, capital del reino (incluso durante el régimen anterior, España seguía siendo un reino), ¿por que no había de comerse buen pescado en Medina de Rioseco, aunque estuviera seco el río?
Y de Medina de Rioseco volvieron a Oviedo doña Jesusa, Conrado y Marcelo, ya introducido en el negocio, para fundar Casa Conrado, que resultó un éxito completo. Después de Casa Conrado, Marcelo Conrado fundó el restaurante La Goleta, en la calle Covadonga, otro éxito total de quien vuelve a dar en la diana: de manera que Casa Conrado y La Goleta son dos establecimientos que surgen del mismo impulso, aunque cada uno presenta sus características peculiaridades que no es caso detallar aquí. Porque de lo que se trata es de recordar la buena hostelería del Oviedo de otro tiempo: al menos, la hostelería que alcanzó a conocer este cronista. En esa hostelería pasada ocupa el Auto-Bar un lugar destacado.
Las primeras veces que entré en el Auto-Bar fui con mi tío Regino Muñiz, que era alcalde de mi pueblo y diputado provincial. Yo estaba interno en el Colegio de los Dominicos y cuando venía a Oviedo, a hacer política o a asentir, me sacaba a comer con él. Mi tío era un clásico: íbamos a Modesta, a Noriega, a Bango, a La Alameda, en la calle Santa Susana, sobre el Campo San Francisco, y, desde luego, al Auto-Bar. A mi tío le encantaba el plato estrella de la casa, el lacón, y desde entonces yo identifiqué el lacón con la libertad, porque comía lacón estando fuera del colegio.
El Auto-Bar se encontraba muy cerca de la iglesia de San Juan, al inicio del tramo de la calle Melquíades Álvarez que desemboca en la calle Uría. Había otro bar en Oviedo de resonancias automovilísticas, el bar Transporte (pues se entendía que el transporte se hace por carretera, en vehículos automóviles, y que donde paran los camioneros se come bien), en la calle General Elorza, y si el lacón era la especialidad del Auto-Bar, la del bar Transporte eran las fabes con almejas, que, según Magín Berenguer, se habían inventado no mucho antes en La Panera de Collanzo, de donde era también la menestra de truchas. El Auto-Bar recibía el nombre porque ante él aparcaban los autobuses procedentes de la zona occidental de la región. Era un bar alargado, con un estanco según se entraba, después cuatro barricas de vino de Bodegas Regias y la barra, varias mesas de mármol y al fondo se ensanchaba y estaba el comedor, con más de una docena de mesas en las que se servían, además del lacón con patatas, los otros platos representativos de la casa: el fastuoso pote de verduras con embutidos de la alta montaña de Tineo y la merluza a la cazuela. Aquí entró Emilio Alarcos en contacto por primera vez con la familia Antón. Según sugiere Salvador Gutiérrez Ordóñez, los platos de doña Jesusa fueron un argumento de fuerza mayor para que el ilustre filólogo fijara su residencia definitiva en Oviedo, y, a partir de entonces, durante casi medio siglo Alarcos permaneció unido a los establecimientos de Conrado. El Auto-Bar popularizó los productos de Tineo en Oviedo: allí se inicia un ilustre período de la gastronomía ovetense. Supongo que doña Jesús se acordará de estas cosas en sus felices 90 años recién estrenados."
Foto: Arquitectura en Oviedo 1850-2000 |
"Hace poco más de una década que cerró Almacenes Guisasola, uno de los comercios más emblemáticos de Oviedo durante el siglo pasado y principios de este, y ayer se apagó la vida de quien regentó el negocio desde los años sesenta, el empresario textil ovetense Francisco Martínez-Guisasola, fallecido a los 86 años.
Nacido en 1935, Paco, como le conocían, llevaba desde los 18 años vinculado a la empresa familiar, creada por su abuelo, su padre y un hermano para distribuir mercancía al por mayor en diciembre de 1940. «Las cajas de madera y cartón entraban por una puerta del almacén y salían por la otra por la escasez que había de mercancía. Era un sector muy creciente», recordó Paco Guisosola sobre esos inicios en una entrevista con EL COMERCIO. El negocio prosperó y distribuyó mercancías por toda Asturias, vendiendo calzado, achicoria, azafrán, caretas de Carnaval o sombreros. Luego «nos fuimos especializando todos a partir de los años 60 o quizá un poco antes», añadió.
Él tenía cinco años cuando comenzó a funcionar el negocio de la calle Melquíades Álvarez, cuyo céntrico local la familia tiene a la venta. Un negocio próspero, que llegó a tener cuarenta trabajadores, aunque con altibajos, como todos. «Lo pasamos mal en la época de las grandes huelgas de la minería. Los comerciantes daban la mercancía a los mineros, se lo anotaban y cuando cobraban lo devolvían. Pero en aquellos meses, muy duros, no cobraban. Nosotros seguimos sirviendo a los comerciantes, pero nos tenían que pagar muy poco a poco. Así fuimos tirando», reconoció.
Con 38 años, la desgracia se cruzó en su vida, con la muerte de sus padres en un accidente, y se puso al frente del negocio. Finalmente, Almacenes Guisasola cerró en 2010, en parte por la difícil competencia de las grandes superficies, según achacó entonces el propio Paco.
El empresario deja viuda a Margarita Campa García, con quien tuvo tres hijos, Javier, Armando e Ignacio, y seis nietos. La capilla estará instalada durante el día de hoy, desde las once de la mañana hasta las ocho de la tarde, en el tanatorio de Los Arenales. Mañana domingo se celebrará una misa por su eterno descanso en la basílica de San Juan el Real y el funeral se oficiará el lunes, a las doce de la mañana, en el mismo templo, donde serán depositadas sus cenizas en el columbario familiar."
"El sombrero es un accesorio que nunca pasa de moda. Este complemento de vestir lleva en nuestra vida desde tiempos inmemoriales, logrando resistir a los cambios estilísticos temporada tras temporada. Aparte de ayudarnos a combatir el calor o el frío, este artículo para la cabeza aporta una gran personalidad a quien se atreve a lucirlo gustosamente. Hubo un tiempo en el que además indicaba el estatus social de su propietario. En Oviedo, para hacerse con uno, basta con acudir a la Sombrerería Albiñana, la única tienda que resiste y mantiene vivo el oficio en la ciudad. Con nada más y nada menos que 99 años de experiencia, las estanterías de este icónico comercio están repletas de este apreciado producto en diferentes formas, colores, materiales e incluso épocas.
Para conocer la historia de la Sombrerería Albiñana hay que remontarse a principios del siglo XX. Corría el año 1924 cuando un valenciano llegó a Oviedo para conocer el oficio. Después de trabajar en una sombrerería, decidió abrir la suya propia frente a la iglesia de San Juan. Al principio el hombre determinó especializarse en la limpieza y el teñido de estos complementos de moda, ya que por aquel entonces en la ciudad había hasta seis tiendas similares. Con el paso del tiempo, apostó por comercializar sombreros, gorras, boinas y todo tipo de accesorios para cubrir la cabeza.
Después de 38 años de actividad en la capital asturiana, el sombrerero valenciano se vio obligado a traspasar el negocio. Su mujer había caído enferma y, como necesitaba un clima más seco donde vivir, el matrimonio se mudó a Madrid. Por suerte, la familia Bobes Cuesta, que en aquel momento vivía en Venezuela, se enteró de que la Sombrerería Albiñana buscaba nuevo dueño. Aunque nunca habían trabajado en algo similar, decidieron regresar a su tierra natal para llevar las riendas de la tienda, con la única condición de mantener el mismo nombre.
Una vez al frente de la sombrerería, en el año 1962, el matrimonio decidió darle un giro a la tienda, dado que «estaba muy abandonada». Además de darle un buen lavado de imagen, pusieron a disposición del público ovetense más variedades de sombreros, así como otros complementos de moda. Al volcarse en cuerpo y alma, el negocio fue viento en popa, hasta que en el 2005 la propiedad del edificio ordenó el cierre del local. Como además coincidía con la jubilación de la matriarca de la familia, sus hijos Luis y Elena Bobes deliberaron si hacerse cargo del negocio.
«Como nos criamos en la tienda, toda la vida la mamamos, y además empezamos a echar una mano desde los 14, nos daba pena dejar morir un negocio de tantos años. Entonces, decidimos abrir una tienda en la calle Melquiades Álvarez. Poco tiempo después inauguramos otra en la calle Magdalena. Hasta el día de hoy, que nos mantenemos con las dos abiertas», cuenta Luis Bobes, quien desde entonces mantiene la misma esencia de la Sombrerería Albiñana.
Una filosofía de trabajo que «siempre se basó» en tres pilares fundamentales: el trato hacia el cliente, la calidad del producto y el conocimiento del mismo. «Para nosotros esa es la base de la tienda. El atender muy bien a la gente, intentar seleccionar los mejores artículos y saber todo el proceso de fabricación, el cómo, el por quién y en qué condiciones está hecho, puesto que en Albiñana llevamos años trabajando la sostenibilidad, algo que ahora está muy de moda», reconoce.
Otra de las claves del éxito de esta emblemática sombrerería es que desde que abrió sus puertas hace ya 99 años no ha dejado de evolucionar y adaptarse a los tiempos. Durante la Guerra Civil, como los únicos clientes que tenía Albiñana eran combatientes, al precisar estos de botonaduras, galones, condecoraciones y otros productos militares, el sombrerero valenciano decidió incorporar estos artículos a su oferta para así seguir ingresando dinero.
De la misma manera, coincidiendo con el Mundial de fútbol del 82 y dado que iban a llegar mareas de aficionados, al padre de Luis Bobes se le ocurrió la idea de vender banderas. Desde entonces, en Sombrerería Albiñana comercializan todo tipo de enseñas oficiales. Quienes principalmente compran estos productos de calidad son los distintos Ayuntamientos, organismos y entidades públicas, aparte de hoteles.
Y con el objeto de llegar a todo tipo de clientes, en Sombrerería Albiñana cuentan con modelos de sombreros, gorras y boinas tanto para hombres como para mujeres. «Solo para caballero podemos llegar a tener por temporada entre 500 o 600 artículos diferentes», asegura Luis Bobes. Unos productos que principalmente son de firmas españolas. «Si no encontramos marcas nacionales nos vamos al mercado europeo y por último a países como Estados Unidos o Argentina, que sabemos que trabajan en buenas condiciones», detalla, antes de señalar que trabajan también la marroquinería, sobre todo bolsos destinados a un público masculino. Cuentan además con guantes, abanicos o paraguas, entre otros complementos de moda.
Al final, «todo el trabajo se basa en la observación y en lo que demanda el cliente». «Aquellas cosas que funcionan nos especializamos en ellas, pero seguimos modernizándonos para no quedar estancados», asegura Luis Bobes, quien confiesa que no le gusta «nada» que la gente diga que su negocio ya está más que consolidado. «Tú puedes tener 120 años que si no evolucionas puedes desaparecer. Somos uno de los primeros comercios en Oviedo en vender online y eso que somos un sector muy tradicional», resalta.
En Albiñana es constante la discusión de ver qué productos nuevos incorporan o con qué van a sorprender al cliente. «Con la competencia tan brutal que hay tenemos que estar continuamente reinventándonos», apunta el propietario de la sombrerería. En este punto reconoce que las plataformas de venta online afectan directamente a sus ingresos. Mientras que otros negocios exigen medidas para regular el comercio electrónico, Luis Bobes prefiere no subirse al carro. En vez de quedarse con los brazos cruzados, el empresario lucha por conseguir que la compra física sea mucho más atractiva y cómoda que la adquisición por internet.
Pero, ¿cómo se puede conseguir que la compra física sea más atractiva para las personas? «Con una atención muy buena al cliente, con confianza, con asesoramiento y, por supuesto, con una venta no forzada», confiesa antes de señalar que además realizan ventas por teléfono, a través de WhatsApp o incluso por correo electrónicos. «Son otros canales que incorporamos porque la gente lo demandaba», apunta.
Esto, sumado a la gran variedad de productos con la mejor calidad posible, hace que la Sombrerería Albiñana cuente con una amplia y fiel cartera de clientes. «Algunos son ya tercera generación y muchos se han convertido en amigos», resalta orgulloso y agradecido a partes iguales Luis Bobes. «Tenemos de todos los tipos de edad y de todos los géneros, no podemos decir que somos más masculinos o más femeninos, aunque en un principio la sombrerería estaba más enfocada a caballero. Además, hay quienes se despiden dándote un apretón de manos y eso quiere decir que se formó ya una relación. A lo mejor no te compra un sombrero dentro de dos meses pero sí dentro de dos años, y eso hace que el negocio continúe».
Aparte de personas de cualquier punto de Asturias, Sombrerería Albiñana tiene clientes por todo el territorio nacional: «Nos compra gente de León, de Madrid e incluso de Barcelona». Y por si fuera poco, también venden sus productos fuera de España. Sin ir más lejos, «la semana pasada batimos el récord de distancia de una compra. Vendimos una gorra en la ciudad australiana de Melbourne, cuando lo máximo que habíamos llegado fue Japón», señala Luis Bobes, quien asegura que «es muy reconfortante que alguien de tan lejos conozca tus artículos». «Te da mucha energía», celebra.
La sombrerería Albiñana ha obtenido este año el Premio Nacional de Comercio Interior. «En Asturias no hay ningún comercio que lo tenga y en España ninguna sombrerería», resalta antes de señalar que desde el año 2007 hasta el día de hoy cuentan con un total de 12 galardones, tanto nacionales como internacionales, por el buen trabajo realizado durante todo este tiempo. No obstante, pese a tener una estantería repleta de reconocimientos, Luis Bobes no da la batalla por ganada ni un solo día. «Nunca sabes lo que puede pasar», reconoce.
Por eso, cuando soplen las velas de los 100 años de la Sombrerería Albiñana lo celebrarán, aunque todavía no sabens cómo. Además, en lo que llega el día en el que tenga que poner fin a su vida laboral, seguirá trabajando para cumplir todos los objetivos que se le pongan entre ceja y ceja. Luis Bobes al igual que aquellas personas que regentan un negocio espera poder jubilarse en la sombrerería que le vio crecer, tanto personal como profesionalmente.
En el momento en que eso ocurra, su hijo será el encargado de coger las riendas de la empresa familiar. «Tiene interés en hacerlo pero yo no quiero obligarlo a nada, que él decida libremente, porque un comercio lleva mucho sacrificio y hay que estar dispuesto a trabajar muchas horas. Pero es verdad que es muy satisfactorio tratar con la gente y pasar por todo el proceso de la venta», asevera.
Aparte de llevar las riendas de la Sombrerería Albiñana, Luis Bobes es el autor de El peor negocio del mundo. Una obra que todavía se puede encontrar en las librerías y en la que el empresario da ideas de cómo se debe trabajar y cómo crear una estrategia para que un pequeño comercio no se muera. La historia, protagonizada por dos amigos y con toques de humor, recoge cómo el negocio de un pueblo, por no actualizarse ni localizar la demanda de los clientes, fue al fracaso.
¿Y cuál es el secreto para que eso ocurra? «No hay un gran secreto detrás del comercio lo que hay que hacer es estar atento y, sobre todo, tener la capacidad de adaptación. Aquí no aguanta más el que más dinero tiene, sino el que es capaz de observar el mercado, ver como evoluciona e ir adaptándose al mismo. Hay que aprender de los grandes. Si Amazon triunfa es porque está dando lo que yo no, entonces hay que mirar y ver si lo podemos aplicar en la tienda», sentencia."
"Veneranda Fernández se trasladó con su marido desde Las Regueras a la capital y decidió abrir un negocio. Vendía productos de la huerta, vino a granel y los platos tradicionales que ella cocinaba en un establecimiento ubicado en Palacio Valdés, en un edificio derribado durante la guerra civil. En 1943 la familia se trasladó a la calle Melquíades Álvarez. El hijo de Veneranda, José María Suárez, que por entonces tenía 27 años, asumió las riendas del local manteniendo, por supuesto, el nombre de su madre. «Mi abuelo la veneraba, fue uno de los pilares de su vida», recuerda Beatriz Suárez, bisnieta de la fundadora y actual responsable de la tienda junto a su hermano José María y su madre, Natividad Fernández, nuera del hijo de Veneranda. Un pequeño lío de nombres y parentescos propio de cualquier empresa familiar, y esta no iba a ser menos.
Ellos conservan la misma idea de negocio que abrió Veneranda y continuó su hijo José María, «adaptada a los tiempos». Él trabajó con su madre y, por tanto, conocía el funcionamiento del establecimiento, pero «siempre lo fue modernizando». Hay varias fotos suyas allí, además de un gran escritorio de madera en la primera planta del local. Es el que tenía en su casa. Su familia lo llevó a la calle Melquíades Álvarez «porque representa una parte muy importante de él, que siempre fue nuestro guía para seguir aquí», agradece su nieta.
Esta nueva generación se encarga de la tienda desde 1999, cuando falleció su abuelo. También continuó con el proyecto de rehabilitación del edificio y de la tienda que había comenzado este hombre que trajo de Suiza en 1975 la primera máquina de envasar al vacío e «inventó» los paquetes con los productos preparados para elaborar fabada, que siguen vendiendo «mucho». Y a quien Camilo José Cela envió una carta desde Guadalajara pidiendo una docena de latas de caviar de oricios. Al propietario de una tienda por la que han pasado buena parte de los ovetenses. Por la actual y por la de Ventura Rodríguez, donde se mudó durante un año y medio, el tiempo que se prolongaron las obras. Los trabajos sirvieron para recuperar la estética que tenía la fachada cuando Veneranda y su hijo se instalaron en Melquíades Álvarez.
Una fotografía que guardaban la usaron también entonces para realizar una tienda en miniatura que puede verse en el escaparate. Es una «reproducción exacta» con todo lo que allí había: su mostrador, sus botellas en las estanterías, su frigorífico, su suelo, sus chorizos y jamones colgados o su mantelito de cuadros azul y blanco. Uno igual muestra los mismos productos hoy en el escaparate de Casa Veneranda, donde sus descendientes han querido conservar su esencia. Algo que reconocen sus clientes y los turistas que visitan el establecimiento. «Es como entrar a un museo», piensa Beatriz. Quizá no solo acuden atraídos por ser uno de los comercios más antiguos de la ciudad sino por la calidad de lo que venden: muchas conservas de productos asturianos, embutidos y quesos, además de vinos y licores. Es la premisa de sus responsables, como lo fue ya para Veneranda y para su hijo.
Todo lo cuenta una mujer que reivindica la importancia de las féminas de su familia y piensa que es probable que haya una nueva generación que se encargue del establecimiento en el futuro. Desde luego, tanto ella como su hermano tienen hijas, así que si quisieran la continuidad de Casa Veneranda estaría asegurada. Mujeres que custodiarían el nombre de otra mujer."
"Casa Veneranda es clave en la historia social y gastronómica no solo de Oviedo, sino de España entera. Aquí es donde una mujer, Veneranda Fernández, rompió con los cánones de la sociedad de los años 20 al montar su propio negocio, que entonces era también casa de comidas. En el corazón de Oviedo se trabajó con la primera máquina de envasar al vacío del país y el mismísimo Camilo José Cela demandó en ella fabada. De esta archiconocida tienda gourmet se encarga hoy la cuarta generación, Beatriz y José María Suárez.
Un ‘librillo’ basado en la calidad. «Lo fundamental del negocio, lo que nos transmitió con más mimo y cuidado nuestro abuelo, José María Suárez (igual que mi hermano), es la atención al cliente y la apuesta por la calidad; si bien esta última no puede ir reñida con la variedad porque no somos una tienda dedicada solo a productos asturianos. Las enseñanzas de nuestro abuelo, que nos crío junto a nuestra madre –porque mi padre, murió muy joven, a los 38 años– nos marcaron mucho. Todo lo que ponemos a la venta lo hemos probado nosotros antes».
Clientela de aquí y de allá. «A la tienda entran tanto locales como turistas. Estos últimos son los que, en un 80% de los casos, demandan productos asturianos. Hay algunos que fichan en la web y luego vienen a la tienda a probar y comprar. Potenciamos mucho el pote asturiano y el pack de fabada, el cual ‘inventó’ mi abuelo. Los de fuera de la región conocen bien estos dos platos y vienen directamente a por la materia prima. Nuestro cliente es muy exigente con la calidad, porque antepone esta al precio y su edad está a partir de los 30 años».
De Correos, a la web. «Siempre hemos vendido fuera, lo que pasa es que antes recibíamos los pedidos por teléfono o correo ordinario y ahora nos llegan a través de la web. Con esta llevamos 14 ó 15 años y principalmente atendemos a clientes de fuera que no se pueden desplazar a Oviedo. Tenemos una carta de los años 70 firmada por Camilo José Cela en la que nos pedía fabada y queso Cabrales. Es curioso, pero lo que más se vende ‘online’ sigue siendo fabada, quesos y dulces. No hay duda de que el consumidor cada vez compra más por internet, pero esta aún no es la opción preferida de nuestro cliente. Para nosotros es complementaria. El próximo proyecto es meter nuestros productos en Amazon».
Las modas del buen comer. «La gente está un pelín obsesionada con los productos ecológicos, sin gluten y sin lactosa, hasta el punto de que demanda que pongan toda la información en la etiqueta. Lo que pasa en muchos casos es que están acostumbrados a comprar productos de baja calidad. Todo lo que ofrecemos en la tienda la tiene y además procuramos que sea sin conservantes. Queremos tener lo que el cliente nos demanda. Procuramos estar al tanto en cuanto a variedad y por eso solemos ir a ferias de toda España y cuando el tiempo nos lo permite, también de fuera».
Historia de España. «Mi abuelo trajo de Suiza en 1975 la primera máquina de envasar al vacío y además de enseñársela a sus clientes, enseñó a utilizarla a cuantos se lo pidieron. Las patentes duran 15 años y transcurrido ese tiempo, todos lo pueden imitar, así que la importancia de ser pioneros está, principalmente, en el momento en que la trae. Luego queda la anécdota».
Mujer pionera. «Mi bisabuela, Veneranda Fernández, fue una mujer muy adelantada a su tiempo y echada para adelante hasta el punto de que hizo frente a las costumbres machistas del país abriendo su propio negocio en 1927. Entonces, además de tienda a granel, servía comidas. Pero no solo en lo laboral fue adelantada, también con la educación de mi abuelo, a quien animó a ir a clases de inglés y de economía. Las cosas han cambiado muchísimo, a la hora de hacer negocio ahora da igual que esté un hombre que una mujer».
Cien años de superación. «Hemos vivido de todo. Años malos motivados por una guerra civil y varias crisis económicas y, hablándolo en casa, hemos llegado a la conclusión de que cada momento fue duro por diferentes cosas. El problema de mi abuelo en la posguerra era conseguir materia prima, hasta tuvo que manejar el estraperlo para ofrecer a los clientes productos básicos. Las crisis han sido difíciles, pero soportables con una gestión austera».
"Es uno de los comercios más antiguos de la calle Melquíades Álvarez y también de los que más historia tiene en Oviedo. Casa Veneranda abrió sus puertas a principios del siglo XX. Lo hizo de la mano de la persona a quien debe su nombre, Veneranda Fernández, una mujer «muy adelantada a sus tiempos». La ya fallecida rompió con los cánones de una sociedad por aquel entonces dominada por hombres al montar en 1927 su propio negocio. Es a día de hoy la cuarta generación de esta querida familia la encargada de llevar las riendas de esta tienda de alimentación que se ha convertido en todo un referente. No solo en la ciudad, sino también en España. Cuentan con clientes de casi todos los puntos de nuestro país.
Pero, ¿dónde está realmente el secreto del éxito de Casa Veneranda? Para la responsable al frente de este histórico comercio, Beatriz Suárez, la notoriedad radica en la calidad de los productos que ofrecen. «Los clientes confían en nosotros porque saben que les vamos a dar siempre productos de calidad», asegura la ovetense, quien trabaja codo con codo con su hermano José María. Otra de las razones es el trato que ofrecen a todo aquel que se deja caer por la tienda. Como bien decía su abuelo, la distribución de alimentos requiere «unas fuertes dosis de responsabilidad y vocación». «Esa es nuestra filosofía», resalta.
El hecho de saber adaptarse a los tiempos y de ser capaz de hacer frente a las adversidades han permitido también que esta tienda de productos gourmet siga escribiendo su historia. En sus orígenes, este pequeño comercio suministraba productos de la huerta y embutidos caseros. Servía además guisos tradicionales y platos dulces que cocinaba Veneranda en el propio comercio que por aquel entonces se situaba en la calle Palacio Valdés. Al quedar el edificio dañado por los bombardeos y disparos de la Guerra Civil, la familia trasladó en 1943 el negocio hasta la ubicación en la que se encuentra actualmente. Del mobiliario original se conserva una estantería, que aunque «no pega mucho» con los muebles, permite mantener el recuerdo de la antigua tienda, un antiguo molinillo y una máquina cortadora.
En ese momento, el hijo de Veneranda, José María Suárez, decidió a sus 27 años llevar las riendas de la tienda. «Hizo una redistribución», dejó de servir comida para llevar e incorporó a la oferta nuevos productos de la más alta calidad. Comenzó a vender bebidas y otros alimentos básicos a granel. «Debido a la guerra había escasez de alimentos y tuvo que recurrir al estraperlo para tener suministros para la ciudad», cuenta Beatriz sobre su abuelo, quien siempre que podía viajaba al extranjero para incorporar alguna novedad al comercio.
Fue en un viaje a Suiza en 1975 cuando este «visionario» ovetense se hizo con una máquina de envasar al vacío. «La primera que hubo en Asturias», resalta su nieta. Tras esa adquisición ideó sus famosos paquetes de fabada que llevan los ingredientes necesarios para crear este plato típico asturiano. También inventó los estuches con los alimentos imprescindibles para elaborar el guiso más antiguo de la región, el pote. Unos productos que a día de hoy sus nietos siguen vendiendo y además «mucho».
Ese espíritu innovador también lo han heredado Beatriz y José María. Los dos hermanos, que una vez finalizados sus estudios empezaron a emplearse en el comercio junto con su madre Natividad Fernández —la mujer del nieto de Veneranda pasó a formar parte del negocio al poco tiempo de convertirse en madre—, tratan «siempre» de incorporar algún nuevo producto de calidad a las estanterías de esta emblemática tienda que apenas tiene hueco para nada más.
Desde latas de conservas de todo tipo hasta una gran variedad de legumbres. Harinas, embutidos y quesos, pasando por salsas, mermeladas y aquellas elaboraciones dulces como los carajitos, las casadiellas o los tocinillos del cielo, conforman la oferta. Cuentan además con una amplia gama de vinos y sidras, además de una importante selección de cafés. «Lo tenemos en grano, pero molemos aquí al momento y se tuesta semanalmente», detalla Beatriz.
«Procuramos tener todo tipo de alimentos, siempre de la máxima calidad y a poder ser sin conservantes. Apostamos principalmente por aquellos productos de nuestra región pero también traemos cosas de fuera. Nuestra especialidad son los ibéricos de bellota cien por cien; nosotros personalmente vamos a escoger el jamón y el embutido a la fábrica», cuenta la tendera, que también suele ir con su hermano a las ferias en busca de alguna «novedad» con la que sorprender a sus clientes.
La tercera generación de clientes
El ofrecer productos gourmet, es decir, de la mayor calidad y además con el mejor trato posible, permite a Casa Veneranda contar con una fiel clientela. «Por desgracia, muchos de ellos se van muriendo, pero sí que es verdad que los nietos de esas generaciones ya vienen a comprar. Muchas familias de Oviedo siguen confiando en nosotros y tenemos muchísimos clientes que cada vez que hacen un viaje a la ciudad siempre pasan por aquí», señala.
Los turistas también se dejan caer por este establecimiento que dispone de página web y desde hace unos cuantos años vende a toda España. «Recibimos muchos encargos y eso que no potenciamos esta herramienta», asegura Beatriz. En Casa Veneranda realmente dan «prioridad» a la venta directa. «Sí que es verdad que de esta manera tenemos la tienda abierta las 24 horas del día, los siete días de la semana. Es además otra forma de que la gente conozca nuestros productos y también es otra vía de ingresos, que hoy en día es muy importante», confiesa.
Así es como la cuarta generación de la familia mantiene con más vida que nunca un negocio que se ha convertido en seña de identidad de la capital asturiana. Los hermanos Suárez Fernández no piensan en la jubilación, sino en continuar con su labor al frente de la tienda. «Vamos día a día. Evidentemente, siempre hay que tener alguna previsión pero en este tipo de comercio y con los tiempos que corren no se puede mirar a largo plazo», asegura Beatriz. Pendiente a los detalles y cuidando con mimo a los clientes, esta ovetense seguirá junto con su hermano escribiendo capítulos de la historia de Casa Veneranda."
"Antonio Gamoneda nació en Oviedo el 30 de mayo de 1931. Su padre, también llamado Antonio, fue un poeta modernista que publicó un único libro, Otra más alta vida, en 1919. En 1934, ya huérfano de padre, se trasladó con su madre, Amelia Lobón, a la capital leonesa. La presencia de su madre como refugio ante el horror y la miseria de la guerra y la posguerra es recurrente en toda su poesía. En 1936, con las escuelas cerradas, aprendió a leer con uno de los pocos libros que había en su casa, el poemario de su padre («considero imposible que, con la muerte por medio, pueda darse una relación más real entre un padre y un hijo que la que aconteció en mi infancia»).
El poeta vivió inicialmente en el principal barrio obrero, y ferroviario, de la ciudad, El Crucero. Un entorno que supuso para el Gamoneda niño una descarnada vivencia de las miserias y crímenes de la guerra civil española y en especial de la represión llevada a cabo por los franquistas durante el conflicto y en la inmediata posguerra. Una experiencia no querida que impactó en su especial sensibilidad, dejando huella en la psicología y en la memoria del poeta ("Yo vi lo que vi").
En 1941 comenzó a recibir instrucción gratuita en el colegio religioso de los Padres Agustinos hasta 1943, año en el que el poeta se autoexpulsó.
Al día siguiente de cumplir 14 años, empezó a trabajar como meritorio y recadero en el hoy extinguido Banco Mercantil. Terminó por libre sus estudios medios y permaneció en la condición de empleado de banca durante veinticuatro años hasta 1969.
Mientras trabajaba en el banco, tomó contacto y fue parte de la resistencia intelectual al franquismo. Se dio a conocer poéticamente con Sublevación inmóvil (1953-1959), publicado en Madrid en 1960, obra con la que fue finalista del premio Adonais de poesía, y que supuso una ruptura con las tradicionales reglas realistas de la época. En 1969 pasó a crear y dirigir los servicios culturales de la Diputación Provincial de León y, a partir del 70, la colección Provincia de poesía, intentando promover una cultura progresista con el dinero de la dictadura. Fue privado de su condición de funcionario, y posteriormente recontratado, mediante sentencia judicial. Durante estos años, comenzó a colaborar asiduamente en diferentes revistas culturales.
A esta etapa pertenecen La tierra y los labios (1947-1953), no publicado hasta la aparición del volumen Edad, que recoge su poesía hasta 1987; Exentos I (1959-1960), poemas no aparecidos hasta Edad; Blues castellano (1961-1966), obra no publicada por motivos de censura hasta 1982 y elogiada por David González (poeta), que la considera "germen del realismo sucio en España"; y Exentos II (Pasión de la mirada) (1963-1970), publicada con múltiples variaciones en 1979 con el título León de la mirada.
A esta primera etapa siguió un silencio poético de siete u ocho años, significativamente marcados por la muerte del dictador Francisco Franco y los inicios de la llamada transición. Este tiempo, marcado por la crisis existencial e ideológica, se hace sentir en su siguiente obra Descripción de la mentira, publicado en León en 1977, un largo poema que marcó un giro hacia una total madurez poética, el libro fue escrito entre León y La Vega de Boñar desde diciembre de 1975 hasta diciembre de 1976. Posteriormente, publica Lápidas (Madrid, 1987) y Edad, el volumen que recoge toda su poesía hasta 1987, revisada por el autor, y que le valió el Premio Nacional de Literatura.
En 1992 apareció Libro del frío, que le consagra como uno de los poetas más importantes en lengua castellana. En el año 2000 vio la luz la versión definitiva de esta obra, que incluía Frío de Límites, obra procedente de una colaboración con Antoni Tàpies pero que, desgajada de la pintura, adquiría el carácter de addenda necesaria de Libro del frío. Previamente habían aparecido los poemas de Mortal 1936, acompañando a unas serigrafías de Juan Barjola sobre la matanza en la plaza de toros de Badajoz durante la Guerra Civil, y no llegaron a publicarse Exentos III (1993-1997).
"De un diccionario relativo a la ciencia médica arcaica (1993-1998) y Libro de los venenos (Madrid, 1995) son obras más atípicas que parten de la convicción del autor de que el lenguaje arcaico se ha cargado estéticamente hasta convertirse en poesía y revelan la fascinación del poeta por la traducción de Dioscórides realizada por Andrés Laguna en el siglo XVI y su interpretación en clave poética.
Arden las pérdidas es publicado en 2003, libro que culmina la madurez iniciada en Descripción de la mentira, de una poesía en la perspectiva de la muerte en la que lo perdido (la infancia, el amor, los rostros del pasado, la ira…) aún arde en el tránsito hacia la vejez con mayor lucidez, con mayor claridad, con mayor frío. Tras él vendrán Cecilia (2004) y Esta luz. Poesía reunida (1947-2004) (2004).
En 2006 obtuvo el Premio Reina Sofía y el Premio Cervantes.
Durante esta segunda etapa, entre 1979 hasta 1991, fue director gerente de la Fundación Sierra-Pambley, creada en 1887 por Francisco Giner de los Ríos bajo los principios de la Institución Libre de Enseñanza. Posteriormente fue miembro del Patronato hasta 2007.
El 20 de abril de 2007 introdujo un mensaje en la Caja de las Letras del Instituto Cervantes, cuyo contenido se sabrá en 2032."
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