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lunes, 17 de febrero de 2025

EL CAMINO PRIMITIVO EN EL CASCO URBANO OVETENSE (ASTURIAS) 5: LA CÚPULA Y EL CRUCE DE LA CALLE URÍA HACIA LA CALLE INDEPENDENCIA, LA ANTIGUA ESCUELA DE MINAS, LAS TORRES CENTRO Y LA LOSA

La Cúpula y cruce de la calle Uría (derecha). A la izquierda viene el Camino por Melquíades Álvarez

Este es el edificio conocido como La Cúpula, por este elemento que lo remata, en la esquina de la calle Melquíades Álvarez (a la izquierda de la foto), por donde viene el Camino Primitivo tras pasar por San Juan El Real, con la calle Uría, la que conformó el gran eje del Ensanche ovetense, la ciudad que se extendía hacia el oeste, fuera de su núcleo originario, comunicando el Antiguo o casco histórico con la Estación del Norte, inaugurada en 1874, pero dentro de un proceso de crecimiento urbano que había empezado décadas atrás, edificándose por los antiguos celleros o campos de cultivo que suministraban productos agrícolas a la ciudad


La calle Melquíades Álvarez, antiguamente Portugalete, sigue aproximadamente el antiguo Camín de Grao, parte del Camín Real de Galicia, que atravesaba estos campos. Mientras, la calle Uría fue un proyecto del ingeniero Salustio González Regueral, aprobado en pleno por el Ayuntamiento del 12 de noviembre de 1868. De ella nos cuentan así en la Enciclopedia de Oviedo:
"El tramo comprendido entre el Parque San Francisco y la Calle Rosal no fue realizado hasta 1880, ejecutándose el resto ya en 1874. El estudioso de la ciudad José Tolivar Faes considera que fue en ese mismo año cuando se acordó denominarla Calle Uría en honor del político José Francisco Uría y Riego, aunque no consiguió localizar el acta del acuerdo municipal. 
Al comienzo de esta calle, cerca de la Escandalera, se levantaba el célebre Carbayón de Oviedo, derribado en 1879, en medio de una feroz polémica, para posibilitar las obras del último tramo y su ensanche. Indianos y potentados fueron edificando suntuosos edificios en sus márgenes, buena parte de los cuales desaparecieron durante las obras de ensanche de 1957, en las que también se derruyó el conocido Café Peñalba. Entre aquellos edificios estaban los sufragados por el indiano Santos Rodríguez Valdés hacia 1890, un grupo de casas entre la Calle Uría y la Calle Pelayo en el que se abría un paso público cubierto, conocido como el Pasaje de don Santos; ocupado por diversos comercios, este pasaje fue cegado hasta que en los años cincuenta, derribas las casas, se reconstruyó en su forma actual pasando a denominarse Pasaje Plácido Álvarez Buylla.

Durante una semana del año 1918, habiendo concluido la I Guerra Mundial, la Calle Uría mudó su nombre por el de Avenida de Francia. Se quería rendir homenaje a las potencias que habían ganado la guerra, acordándose en la sesión plenaria del Ayuntamiento del 8 de noviembre de aquel año no solo el cambio de nombre sino también erigir un monumento a la sociedad de naciones en la Escandalera. El acuerdo fue impugnado por parte de la prensa, por los vecinos y por el cronista de la ciudad, quien proponía darle el nombre de Avenida de Francia a la vía que va del Paseo de los Álamos a la escalinata del Paseo del Bombé, conservando la Calle Uría su nombre a fin de rendir homenaje al país galo sin afrentar a los próceres de la propia nación. El Ayuntamiento rectificó por unanimidad su decisión en la sesión del 15 de noviembre de 1918."


En un principio el ensanche burgués propiamente dicho construía sus buenas casas, como esta de La Cúpula, de 1895, sobre todo de la calle Uría hacia el sur (derecha de la foto), mientras que hacia el norte (a partir de Melquíades a la izquierda), donde había casas más antiguas a lo largo del viejo Camino, predominaron las viviendas obreras, sin embargo esto fue cambiando posteriormente, sobre todo tras la reconstrucción de la ciudad en la posguerra con el Plan Gamazo. El ensanche burgués se extendió por toda esa zona, antes llamada Portugalete, donde estaba el fielato o aduana interior, y las viviendas obreras se construyeron en otros barrios de la ciudad


Y, como hemos dicho, a la calle Uría llegamos por la antigua Portugalete y desde 1918 dedicada al político asturiano Melquíades Álvarez, pasando al pie de La Cúpula, uno de los ejemplos del ensanche de la ciudad que ha llegado a nuestros días


Y aquí, a los pies de La Cúpula, cruzaremos la calle Uría, una de cuyas grandes transformaciones tuyo lugar en 1957, cuando fue ensanchada, para lo que hubo que derribar muchos edificios históricos, pues hasta entonces buena parte de las edificaciones eran palacetes y chalés de época a imitación de las villas de recreo burguesas, como correspondía a una zona de expansión residencial que había sido rural. Este de La Cúpula fue pues de los que se salvó de la piqueta


Y al pie de La Cúpula las conchas doradas nos indican cruzar la calle Uría por aquí, en lo que fue aquel primer trazado abierto de la calle, entre La Escandalera y la Estación del Norte, acabado, como la estación, en 1874


Muchos edificios pues, son posteriores al ensanche de la calle de 1957, como estamos comprobando en esta gran arteria comercial de la que nos dice Wikipedia:
La calle Uría hospeda numerosas firmas de ropa y hostelería, especialmente multinacionales. En 1973 abrirá en esta calle Galerías Preciados, fundadas por el asturiano Pepín Fernández. Es el lugar de celebración del Desfile de América, Fiesta de Interés Turístico Nacional"
Mientras que en El libro de Oviedo, de Fermín Canella Secades de 1887, se describe así:
"Uría.—Debe su apertura al proyecto y planos del diputado asturiano é ingeniero D. Salustio G. Regueral en 1868, para comunicar el centro de la ciudad con la estación del ferro-carril. Está llamada á ser la vía principal del Oviedo moderno; fué trazada por la parte inferior N. del campo de San Francisco; es recta y despejada y pudo serlo más, si hubiera sido mirada con mayor interés. Debió ser más ancha; por medio de una graciosa plazuela tenía su centro el legendario Carbayón, árbol sagrado de los ovetenses, que fué derribado en 1879 para dar á la calle otra dirección cuando su apertura en 1874; después se la perjudicó con rasantes que nunca debió tener; y, por último, se la estrechó en su comienzo. Lleva el nombre del inolvidable y malogrado asturiano D. José Francisco Uría, celoso director de Obras públicas en el gabinete O'Donell-Posada Herrera, desde 1858 á 1862; por él tomaron vigoroso impulso las construcciones del Estado en esta provincia y él preparó la subasta y realización del ferro-carril asturiano."

Cruzando, apenas veremos sus edificios notables supervivientes de la demolición de 1957, pero sí nos llamará la atención en la distancia alguno como el de la Casa Blanca, llamado de esta manera por el mármol blanco de su fachada, del que también nos dice esto la Wikipedia:
"Este fue el tercer encargo de Martínez Cabal, marmolista y almacenista de materiales de construcción, al arquitecto asturiano, tras sendos edificios de viviendas en las esquinas de la calle Jovellanos con la plaza de la Escandalera y de la calle Principado con la del Cabo Noval. En el momento de su construcción, este edificio de apartamentos de lujo era el más alto de la calle. De estructura piramidal,​ pertenece al estilo art decó que, pese a no tener éxito en España, dejó una importante huella en Asturias. El edificio disponía de un pórtico de entrada al restaurante de la planta baja, desaparecido con el ensanchamiento de las aceras. El ático tiene forma de torre aislada, que es el soporte a la ornamentación decó. Su fachada fuera restaurada en el año 2011."

Cruzamos la calle Uría de frente a la Obra Social Madre Sacramento Siervas de Jesús, institución fundada en 1883 cuyos edificios, casa y capilla, fueron construidos con proyecto del arquitecto donostiarra Javier Aguirre Iturralde, que realizó numerosas obras en la ciudad y en Asturias


En el suelo, otra de las conchas que jalonan el itinerario jacobita por el casco urbano ovetense. Al fondo, haciendo esquina con la calle Independencia, hacia la que nos dirigimos, vemos el soberbio edificio de la calle Uría 25, proyecto del arquitecto Julio Galán, de la década de 1920



A continuación y en la misma calle Uría veremos parcialmente el considerado como uno de los mejores edificios de la calle, Les Cases del Cuitu, de las que nos cuenta Cristina Centeno en La Voz de Asturias del 5-10-2023:
"Pasear por la calle Uría, la principal arteria comercial de Oviedo, obliga a mirar hacia arriba para disfrutar de los espectaculares edificios que se asientan a ambos lados. Desde la plaza de la Escandalera hasta la estación de tren, son varios los inmuebles que llaman la atención de los viandantes. Uno de ellos es, sin duda, el conocido como las Casas del Cuitu. Está situado en los números 27 y 29 y atrae las miradas por partida doble: por su exceso decorativo y porque se encuentra totalmente vacío desde hace algo más de una década.  
El edificio forma parte del catálogo urbanístico de Oviedo y cuenta con protección integral singular, lo que hace entrever su importancia para la ciudad, especialmente desde el punto de vista histórico. Su promotor fue el indiano José Santullano, más conocido como el Cuitu, nombre con el que se ha quedado la que es «una de las mayores operaciones inmobiliarias de la calle Uría hasta los años 30», tal y como apunta la Guía de Arquitectura y Urbanismo de la Ciudad de Oviedo, publicada por el Colegio de Arquitectos de Asturias. 
Su construcción se llevó a cabo entre 1913 y 1917, en una época en la que la calle Uría estaba repleta de viviendas unifamiliares, de grandes chalés pertenecientes a la burguesía más acomodada. Pero la realidad social de aquel momento contribuyó a un cambio de modelo, que empezó a virar hacia los edificios colectivos y las manzanas para responder a la mayor densidad de población de las ciudades. 
«La calle Uría es un espacio de representación de ese contexto histórico y las Casas del Cuitu son fruto de una operación atípica, porque la zona cercana al ferrocarril siempre es más marginal en las ciudades», explica José Ramón Fernández Molina, arquitecto responsable del catálogo urbanístico de Oviedo y gran conocedor del edificio. La operación inmobiliaria sirve, por tanto, para «rentabilizar el tramo final de la calle una vez ocupada y prestigiada el área alrededor del Campo San Francisco».  
De esta forma, el edificio «responde a una época y a un espíritu» y tiene una tipología de viviendas «para gente muy acomodada, obviamente con familias numerosas y mucho poder económico», señala el experto. El inmueble se atribuye al maestro de obras Ulpiano Muñoz Zapata y la Guía de Arquitectura y Urbanismo de la Ciudad de Oviedo lo encasilla dentro del «eclecticismo finisecular agotado vía barroquismo exacerbado». De su interior destaca que las viviendas llegan a los 250 metros cuadrados con «aparente racionalidad distributiva que contrasta con la oscuridad de sus numerosas alcobas». En este sentido, Fernández añade que «tiene un gran fondo edificable y eso trae como consecuencia que los espacios de la vivienda que dan a la calle son elegantes y de mayor calidad espacial, pero a medida que se avanza hacia el interior de la parcela aparecen dormitorios sin ventilación natural y muy oscuros». Eso sí, los materiales son «de gran calidad» y el interés por el decorativismo interior se identifica con la búsqueda de un resultado lujoso, apunta. 
Por otro lado, el exterior lleva al límite la ornamentación con grandes columnas, esculturas como capiteles, balcones acristalados y un sinfín de decoración que se puede ver tanto en su fachada principal de la calle Uría como en la parte del edificio que da para la calle Independencia. Su estridencia decorativa iba más allá en su origen, puesto que las Casas del Cuitu contaban con unas «escalinatas monumentales» de acceso que ganaban espacio a la acera y que desaparecerían tras una corrección de alineaciones. Además, estaban proyectadas unas cúpulas para rematar el edificio que se desconoce si se llegaron a construir.  
Pese al gran esplendor que representaron las Casas del Cuitu, lo cierto es que en la actualidad el inmueble se encuentra totalmente vacío y ni las viviendas ni los locales comerciales tienen actividad desde hace más de una década, puesto que en 2012 se completó el desalojo. Cuentan que José Santullo, el indiano que promovió la construcción de este gran bloque, quebró y vendió la propiedad al entonces dueño del Banco Herrero. Tras ello, ya a comienzos del presente siglo, fue adquirida por la división inmobiliaria del Grupo Masaveu. Sus más de 8.000 metros cuadrados construidos son, según dicen en su propia página web, «el activo más importante» de la filial.  
Pese a llevar más de una década completamente vacío, Fernández asegura que la conservación llevada a cabo por la propiedad «ha sido razonable»: «Bienvenido sea que no lo abandonen a su suerte, porque si no este edificio entraría en colapso, no tanto estructural como de deterioro de fachadas», advierte el arquitecto. «La Corporación Masaveu mantiene sus edificios muy correctamente y cada vez que hay un problema lo ataca, no lo deja morir», confirma. 
El edificio está catalogado y cuenta con una protección integral singular, «un nivel muy alto» al que únicamente supera el monumental, explica el arquitecto José Ramón Fernández. El experto ve complicada la opción de rehabilitarlo y situar en el mercado las viviendas tal y como están diseñadas en la actualidad: «Un producto inmobiliario con 250 metros cuadrados no tiene fácil salida en Asturias, tal vez sí en una gran ciudad, porque el precio se dispararía e igual cada vivienda habría que venderla en una cifra cercana al millón de euros», subraya. 
Además, el arquitecto argumenta que toda actuación en un edificio de 1917 ha de ir precedida por un amplio estudio previo, «porque no se tiene certeza de lo que te vas a encontrar». No obstante y a primera vista, detalla las necesidades específicas que tendrían las Casas del Cuitu para volver a ser usadas. «Primero habría que chequearlo y probablemente reforzar su estructura portante en alguna medida; la envolvente está bastante bien aunque habría que restaurarla, la carpintería necesitaría una cierta rehabilitación; en la medida de lo posible habría que meter dobles acristalamientos por el tema de la eficiencia energética; rehacer toda la instalación de climatización y renovación de aire incluyendo energías renovables así como la eléctrica y mejorar la accesibilidad del edificio, ya que los portales disponen de escaleras de gran monumentalidad con un estudiado revestimiento de mármol, si bien el ascensor se sitúa en un descansillo de la misma, por lo que hay una barrera arquitectónica evidente», repasa.  
Otra salida sería la hotelera, una actividad que contempla la ficha de protección integral del inmueble. «Está autorizado que sea para uso exclusivo hotelero, todo el edificio. Ahí hay una puerta abierta a la que el Ayuntamiento, a través de un proyecto adecuado, podría darle curso», detalla el arquitecto. Eso sí, advierte que en este caso habría que tener en cuenta que «la adecuación de un hotel es muy radical, en el sentido de que todas las instalaciones hay que renovarlas y el impacto en la organización espacial interna sería muy alto, al tener que dotar al edificio de un número muy elevado de locales sanitarios y otros locales anejos. No se escapa que todas las habitaciones deberían tener baño, además de considerar que el empaque arquitectónico que posee el edificio debería enfocarse hacia un proyecto hotelero de alta gama», explica."

No es extraño que un maestro de obras, como Ulpiano Martínez Zapata, proyectase esta maravilla, pues de dicho gremio salieron grandes profesionales que nada tenían que envidiar a muchos arquitectos del momento. Extraemos ahora esta información de Wikipedia:
"Supuso un reto inmobiliario para la calle y antesala de los grandes edificios que se construyeron en la avenida a partir de los años 1930, sustituyendo a chalés y pequeñas mansiones. Dentro de un estilo modernista-alabeado, su fachada recibe la influencia barroca por la gran cantidad de ornamentación, destacando muy especialmente las jambas, miradores y ménsulas, las cuales simulan motivos mitológicos que parecen sostener el edificio. 
El Banco Herrero fue propietario del inmueble durante 85 años, después de que el dueño original (el indiano José Álvarez Santullano, apodado El Cuitu) entrase en quiebra y se lo hubiera vendido a su íntimo amigo Policarpo Herrero. Desde 2002 pertenece al Grupo Masaveu. Tanto las viviendas como locales comerciales fueron desalojados en 2012 a la espera de acometer una rehabilitación integral."

Y al fondo divisamos la Estación de Oviedo o Estación del Norte, si bien no es el edificio original, ya que hubo de ser reconstruida tras la Guerra Civil, este su actual edificio histórico es de 1946 y la estación en su conjunto actual obedece a la gran reforma acometida en 1999. Al lado se construyó en 2003 la estación de autobuses. Sacamos su historia también de Wikipedia:
"Fue inaugurada el 23 de julio de 1874 tras la apertura del tramo Gijón-Pola de Lena, de la línea entre Gijón y León que buscaba enlazar Asturias con la Meseta. Las obras corrieron a cargo de la Compañía de los Ferrocarriles de Asturias a Galicia y León.​ 
En su concepción era una estación mixta de pasajeros y mercancías. En 1883 la estación creció merced a la inauguración del ferrocarril entre Oviedo y Trubia que tenía como principales finalidades recoger el carbón procedente de QuirósTeverga y Proaza que llegaba hasta Trubia en un ferrocarril minero y comunicar la Fábrica de Cañones de Trubia. En 1885, tras la desaparición de la Compañía de los Ferrocarriles de Asturias, Galicia y León por su quiebra derivada de las faraónicas obras de acceso del ferrocarril a Asturias y Galicia, la estación y todo el patrimonio de la compañía pasaron a manos de la Compañía de los Caminos de Hierro del Norte de España. En 1941, tras el traspaso de dicha compañía a RENFE la estación pasó a manos de esta empresa pública. Dañada por la Guerra Civil, fue reconstruida siguiendo los planos del arquitecto Agustín Ballesteros. La obra fue inaugurada por José María Fernández Ladreda el 14 de octubre de 1946. 
En 1998 comenzaron unas importantes obras en la estación: para cohesionar la ciudad y mejorar la integración del ferrocarril se optó por colocar una losa peatonal por encima de la estación. Asimismo, en 1999, tras la clausura de Oviedo-Jovellanos y de Oviedo-Económicos, ambas estaciones de FEVE, esta compañía comenzó a prestar sus servicios desde la estación del Norte. 
En 2013, la desaparición de FEVE dejó a Renfe como único operador de todos los servicios prestados por la estación y a Adif como titular de todas las instalaciones ferroviarias, tanto de vía ancha como de vía estrecha."

El edificio histórico actual conserva en gran parte su estructura de 1946, cierra la calle Uría en este extremo, donde se cruza con la Avenida de Santander, otro de los grandes ejes viarios del Ensanche. Fue construida entre 1885 y 1887 para comunicar la estación con la Fábrica de armas de La Vega, con el nombre de General Elorza. Pero en 1909 este tramo a partir de las cercanías de la estación pasó a llamarse de Santander con motivo de las actividades de Extensión Universitaria de la Universidad de Oviedo, parte de ellas desarrolladas en la entonces Provincia de Santander, hoy comunidad de Cantabria, como nos cuentan en la Enciclopedia de Oviedo:
"el Ayuntamiento de la ciudad de Santander invitó al alcalde de Oviedo y a varios concejales a participar en la extensión universitaria; en gratitud el consistorio de la capital asturiana nombró hijo adoptivo de Oviedo al Alcalde de Santander y dio el nombre de la capital cántabra a esta avenida."

Y así, como hemos dicho, tras cruzar la calle seguiremos a la derecha pasando enfrente de la casa y la capilla de las Siervas de Jesús de la Caridad, tras de lo cual continuaremos por la calle Independencia. Esta residencia fue reformada y ampliada por Julio Galán tras la Guerra Civil, tal y como se explica en el Catálogo urbanístico del concejo de Oviedo:
"Dicha intervención, admitida ya en 1938 tras la presentación de la primera memoria de reforma, consistió en la reparación de la cubierta de la capilla, arrasada por la Guerra Civil, la habilitación de retretes en los pisos bajo y principal y la construcción de una galería de fábrica en la parte posterior del edificio, que sustituyó a una anterior de madera. La ampliación consistió en el levantamiento de dos pisos sobre el bajo y primera planta con los que contaba el convento. El primer piso se destinó a aumentar el número de habitaciones de las monjas y el piso ático no tuvo más objeto que conseguir en fachada la altura mínima de bajo y tres pisos que dictaban las Ordenanzas Municipales en las calles importantes, como la de Uría, destinándose a desahogo de los pisos inferiores y servicios secundarios de la casa, proyectado sin distribución."

Ya antes de la Guerra Civil toda esta zona había arrebatado al casco antiguo la centralidad de la ciudad. Seguimos así un corto tramo por La calle de Oviedo de cambió cuatro veces de nombre, como encabeza D. Roig su artículo al respecto en La Voz de Asturias del 2-1-2021:
"Oviedo era el antiguo y poco más. Alrededor del centro histórico, conventos, el Hospicio (hoy el Reconquista), huertas y prados; alguna villa aislada. Lo que hoy conocemos como la calle Uría y su prolongación, el paseo de los Álamos, uno de los lugares más concurridos de Oviedo, no existió hasta el último tercio del siglo XVIII. 
En ese momento se alza una burguesía emergente y poderosa, apoyada por el capital de los indianos, los que hicieron fortuna y retornaron. En 1874 se abre la calle Uría. En su límite había unos terrenos particulares que servirán de transición entre el ensanche y lo que conformará el Campo San Francisco. Es una elegante vía, el paseo de los Álamos, que sufrirá diversas reformas y cambios de nombre a lo largo de su siglo y medio de vida. 
Primer cambio 
La primera reforma importante se produce en 1925, cuando se tala la fila intermedia de árboles, los hermosos álamos que le daban nombre, dando lugar a un ancho paseo. A partir de este cambio empieza a llamarse oficialmente paseo del Príncipe Alfonso, que era por entonces el príncipe de Asturias. 
Segundo y tercer cambios 
Seis años más tarde, el 12 de diciembre de 1931, en plena efervescencia republicana, se convirtió en el paseo de Pablo Iglesias, fundador del PSOE. Duró bastante poco. Tras la Guerra Civil, Oviedo era importante sede del movimiento falangista, por lo que se dedicó el paseo a José Antonio Primo de Rivera, aunque el proyecto inicial era denominarlo de los Caídos. 
El 11 de febrero de 1937 el Ayuntamiento decide «dar el nombre de José Antonio Primo de Rivera, inspirador y alma de la Falange Española» a una plaza llamada de los Caídos que estaba proyectada. Dicha plaza, que por entonces prado, cercana al de maniobras y al camino del Cristo de las Cadenas no se urbanizó hasta años más tarde, y así, el ayuntamiento, con prisas por homenajear al fundador de la Falange, da su nombre al paseo de los Álamos en 1938. La plaza mencionada fue La Gesta. 
Cuatro cambio 
Volvieron a plantarse álamos hacia 1950 más o menos donde estaban los originales. Finalmente, el 29 de junio de 1979 el ayuntamiento restituyó el nombre inicial del paseo. Un viaje largo para llegar al mismo sitio. 
En cuanto al pavimento actual, hay que remontarse a mayo de 1966 para encontrar el proyecto de Antonio Suárez. Había estado cubierto por losas blancas, pero Suárez hizo un dibujo maestro que ha sido maltratado (cada carpa que se coloca hace cientos de taladros nuevos en el suelo) y sometido a una degradación aún hoy muy notable, aunque fue parcialmente reparado en 2011."

Un pequeño jardín cerrado con verja se extiende entre la entrada a la casa y la capilla, con portada neogótica, de arco apuntado u ojival y, arriba, óculo con vidriera que permite el paso de luz natural al interior


Y, a su derecha, dejamos la calle Uría y tomamos la calle Independencia, dando vista al edificio de Uría 25 hecho también por Julio Galán y del que ya hemos hablado


Fijémonos también aquí en la concha dorada en la acera que nos indica continuar por esta calle, "arranque del antiguo camino real de Galicia, llamado después carretera de Grado", explicaba Fermín Canella en El libro de Oviedo, que empezó a llamarse calle Independencia en el mismo año en que salía de imprenta esa obra, 1887, por acuerdo plenario


Cierto es que hoy en día, con la configuración urbana actual, podríamos seguir por la calle Uría hasta la Estación del Norte y luego, por el paseo de La Losa, continuar hacia L'Argañosa pero, haciendo caso a la señalización que, como vemos, sigue el trayecto del Camino antiguo, seguiremos avanzando por esta calle Independencia


A la derecha, las despampanantes fachadas de estos edificios que dan a las dos calles, Uría e Independencia


A la izquierda, el muro septentrional de la capilla, con sus ventanas neogóticas


Seguidamente, La Paloma, toda una institución hostelera ovetense, paraíso del vermut, de la que plasmamos su historia según la encontramos en su propia página web:
"El ayer 
La Paloma fue fundada en 1900 por «el Palomo», un Canónigo asturiano, que sitúa el establecimiento en la calle Argüelles. Se desconoce el origen del nombre del local, pero se cree que proviene del nombre de su fundador. 
Posteriormente, «el Palomo» traspasaría el negocio a D. José Mº Núñez, un sacerdote natural de Mallecina, que pocos meses más tarde volvería a traspasar el negocio a Dña. Josefa Ordóñez, quien amplia el establecimiento convirtiéndolo en Fonda y Casa de Comidas. 
En 1914, cuando D. Manuel Rubio, D. Faustino del Llano y D. Ángel Menéndez, todos oriundos del Concejo de Salas forman una sociedad y toman el traspaso del alquiler de La Paloma. Es en este momento cuando empieza la historia de nuestro afamado Vermouth, ya que fueron ellos quienes compraron las 3 primeras Barricas de Vermouth, que todavía hoy funcionan en nuestro local. Además, Manuel, Faustino y Ángel comienzan a trabajar los tradicionales platos que caracterizan nuestro negocio: y Solomillo a la Criolla, Pote Asturiano, Patatas Rellenas, fabada etc.. eran algunos de los platos que ya se servían en aquella época. 
Años más tarde de la creación de la sociedad, D. Ángel Menéndez y D. Manuel Rubio deciden abandonar la sociedad, quedando al fretne del negocio los hijos del fallecido D. Faustino del Llano, Evaristo y José. En 1947, Evaristo y José incorporan a la plantilla de La Paloma a su vecino Ubaldo, que con 14 años recien cumplidos abandona su Mallecina natal para embarcarse en una aventura de la que desconocía su final. El jóven aprendería durante los primeros meses el oficio de hostelero, y empezando como mozo de almacén, donde realizaba el vacío, fue ascendiendo poco a poco hasta convertirse en camarero. Sería en «La Paloma» donde Ubaldo conocería a Orfelina, con la que se casaría y formaría una familia. Orfelina, oriunda de Puente Vega, Pravia, trabajaba de cocinera en el restaurante, sirviendo las comidas y las cenas a los clientes. 
D. Evaristo falleció el 13 de junio de 1954, y su viuda Dª Carmen Alba y D. José del Llano quedaron al frente del negocio. En 1973 Pili, Manolo y Evaristo, hijos de la viuda de Evaristo del Llano se convirtieron en los responsables del negocio. 
Años más tarde Ubaldo ya felizmente casado con Orfelina, decide montar su propio negocio, el Bar de la Casa Sindical, y abandonan el negocio que les enseñó todas las nociones básicas para convertirse en profesionales de la hostelería. 
En el año 1975 fue derribado el edificio de la calle Arguelles y con él se fue la ANTIGUA PALOMA. 
La Paloma actual se encuentra en la calle Independencia nº 3 desde el 12 de agosto de 1976. 
Después de marcharse Ubaldo de la antigua Paloma, se instaló junto a su mujer Orfelina, en el Bar denominado «Casa Sindical», ubicado en la calle Santa Susana nº 1 de Oviedo, no quiso que La Paloma desapareciera, y quería darle continuidad, de ahí que Ubaldo junto a su mujer Orfelina, adquiriendo el nombre de La Paloma, y las barricas del famoso Solera, ya por entonces muy reconocido. Se mantuvo la tradición en sus platos y su mujer, el alma de la cocina, creo una masa especial, haciendo una Gamba a la Gabardina, que hoy en día junto con el Vermouth son dos cosas que no deben dejar de probarse en la Paloma. 
Ubaldo y Orfelina Después de más de sesenta años dedicado a la hostería y de haber conseguido continuar con el buque insignia de Oviedo, en año 2006 con 75 años de edad y en un reconocidísimo homenaje por todos los asturianos, sus hijos consiguen que delegue su puesto en su hija Carmen, para que merecidamente descanse junto a su dulce y trabajadora esposa Orfelina en su pueblo natal y que tanto adora, Mallecina (Salas). 
Desde el año 2006, su hija Carmen, es quien regenta con orgullo este clásico de Oviedo, en el que vio trabajar a sus padres desde que era una niña y que junto a un personal, que supo estar a la altura de sus jefes, siguen luchando por mantener, un clásico, LA PALOMA."


Pasando entre su entrada y su terraza traemos a colación lo que de La Paloma escribe el cronista José Ignacio Gracia Noriega para su serie Territorios perdidos:
"La Paloma es el establecimiento de mayor solera de Oviedo. Valga el chiste, porque lo que caracteriza a La Paloma es la solera. Decir: «La solera de La Paloma» es referirse a una categoría excepcional e incuestionable. Tres productos caracterizan a Oviedo y la convierten en referencia: los bombones de Peñalba, los carbayones de Camilo de Blas y el vermut de La Paloma. Ahí está el aroma de la ciudad, capaz de alegrar a la vieja Vetusta dormida y de despertarla y ponerla en pie. Son los bombones, los carbayones y el vermut productos tan acabados y prestigiosos que abren hasta las puertas mejor guardadas. Y no hay puertas más inaccesibles que aquellas ante las que monta guardia la burocracia ministerial, compuesta por secretarias muy eficaces en el arte de decir que el Ministro está reunido, lo mismo que el subsecretario, el director general y cualquier otro alto funcionario por quien se pregunte. Ya se sabe que todos los políticos están al servicio del pueblo, pero procurando mantenerle cuanto más alejado, mejor. Salvo en período electoral, el político, sea del partido que sea, se sitúa en posición inaccesible, apartado del pueblo que dice defender y defendido de la proximidad de ese pueblo por inexpugnables barreras burocráticas. Tan sólo alguien audaz como Teodoro López Cuesta fue capaz de vencer y traspasar esas barreras gracias a la inestimable ayuda de los bombones de Peñalba. Siendo rector de la Universidad de Oviedo iba frecuentemente a Madrid para entrevistarse con el ministro de Educación. Pero cuando el Ministro no estaba reunido, estaba inaugurando un pantano. Hasta que un día se le ocurrió a Teo ganarse la voluntad de las secretarias con bombones de Peñalba. Siempre que el rector de la Universidad de Oviedo iba a Madrid, entraba en el Ministerio cargando cajas de bombones de Peñalba de un kilo con medio kilo de bombones, porque entonces los españoles no se habían vuelto ricos de repente, todavía, y el rector, como buen economista, entendía la conveniencia del ahorro. José Luis García Delgado, por entonces decano de la Facultad de Económicas, comentó que, años adelante, aquellas puertas ministeriales abiertas con bombones de Peñalba, le resultaron de suma utilidad para llegar a los despachos profundos y secretos en los que actúa el Ministro como una divinidad menor. 
Si los bombones de Peñalba abrían las puertas de los ministerios, ¡lo que no abrirían los vermuts de La Paloma! Como dijo un andaluz fino en una bodega: «¡Cuánta conversación guardan esas barricas!». El vermut, como es bebida mañanera y de aperitivo, desata la lengua. Bien sabía el maestro Sorapán de Rieros, muy elogiado por Arturo Cortina, que antes de una buena comida es conveniente un poco de conversación, siquiera sea como preámbulo a las dilatadas y a ser posible etílicas conversaciones de la sobremesa. 
La Paloma es un clásico que ya sobrepasa con amplitud el centenario: se fundó en 1900, en la calle Argüelles, donde hasta 1898 hubo una taberna llamada de Anacleto y María, los padres del famoso peluquero Arturo Calzón. En 1898 el local cambia de signo, al establecerse en él un guarnicionero llamado Casillas, pero dos años después vuelve a ser taberna, propiedad de un canónigo (ni más ni menos), conocido por el nombre de El Palomo: de ahí el rótulo de La Paloma. Naturalmente, el canónigo llevaría las cuentas y haría el arqueo todas las noches, que bueno es el clero en estos asuntos, y el vino lo venderían personas interpuestas. Al cabo de varios años se hizo cargo de la taberna otro cura, José María Fernández Núñez, que había sido párroco de Mallecina, en Salas, y de este modo las gentes de Mallecina desembarcaron en Oviedo a través de La Paloma. Después de sucesivas reformas, en 1914 se forma una sociedad compuesta por Ángel Menéndez, Manuel Rubio y Faustino del Llano, y a la muerte de éste, siguen en el negocio sus hijos Evaristo y José del Llano, que dieron al local el aspecto por el que se le recuerda y permanece vivo en la memoria de muchas generaciones de asturianos. Aunque muy asentados en Oviedo (Evaristo llegó a ser concejal de su Ayuntamiento), los hermanos Llanos no perdieron su vinculación con el concejo de Salas, del que eran naturales, aunque con el tiempo La Paloma se convirtió en el cuartel general ovetense de las gentes de Pola de Allande, especialmente indianos de Puerto Rico. En 1947 se incorpora al negocio Ubaldo García, también de Mallecina, con doce años de edad. A partir de esa fecha, Ubaldo ha estado ligado a La Paloma, y nunca abandonó La Paloma en los sesenta y un años que lleva en el gremio de hostelería: ni siquiera cuando rigió el bar de Sindicatos, que ganó extraordinaria fama en la ciudad. Porque Ubaldo es un fenómeno, un profesional de pies a cabeza, que supo sacar buen partido de un negocio en el que empezó barriendo el almacén y terminó de propietario. 
Una de las características más acusadas de La Paloma son sus soleras. Al formarse en 1914 la sociedad que adquirió el establecimiento, se compraron tres barriles con soleras de vermut del año 1900 con capacidad para quinientos litros, pero fue necesario adquirir otras dos soleras en época más reciente. Al tiempo que el bar se caracterizaba por el vermut, la cocina, con Guzmán al frente, exhibía sus especialidades: la paella, la fabada, la merluza a la cazuela, el pote asturiano, el solomillo a la criolla y las manos de cerdo. A lo largo de un largo siglo (aunque la vida parezca corta, incluso a los centenarios, un siglo tarda en pasar), La Paloma conoció reformas importantes. El comedor se encontraba en el primer piso, y una de las características de la casa era el ascensor que conducía a él. En 1970 se suprimió el comedor y en 1972 se hizo una bodega en el sótano para servicio del público. Finalmente, en 1975 cierra La Paloma en la calle Argüelles, y Ubaldo García se traslada a la calle Independencia, en un local con barra grande que ocupa la mayor parte y comedor anexo, de aspecto cálido y confortable. 
Luis Arrones recuerda en su libro sobre la hostelería del Oviedo viejo que La Paloma no cerró durante el cerco de la ciudad y que el coronel Aranda y los comandantes Caballero y Castañón eran sus clientes asiduos. Castañón bebía sólo whisky, bebida que entonces era poco conocida y apreciada: tal parecía que no podría vencer la fuerte competencia del coñac (del que en La Paloma hay botellas históricas), aunque acabaría desbancándolo. 
A un establecimiento de solera le resulta complemento indispensable un profesional igualmente de solera como Ubaldo García, prototipo de una época en que la hostelería se entendía de un modo bastante diferente del actual y que, no obstante, en la actualidad continua al frente de su negocio, como en los mejores tiempos. Desde 1976 a 1985 fue presidente de la Hostelería. Le correspondió regirla en una fase de expansión y cambio, y, por tanto, en una época importante y a la vez difícil. Pero sorteó las dificultades, que fueron grandes, con energía y caballerosidad. Le sucedió Rafael Secades, con quien la hostelería asturiana entra en una fase extraordinariamente brillante. Rafael Secades fue un hombre de grandes, excelentes ideas, y de no ser por él, la hostelería de esta tierra no alcanzaría el grado de excelencia al que llegó. Pero los cimientos los puso Ubaldo, un caballero del gremio, aunque él, quitándose importancia, dice que el verdadero caballero de la hostelería ovetense fue Alfonso, del Café de Alfonso: apreciación a la que es imposible ponerle objeción alguna. Para Ubaldo, todos sus colegas son gente de categoría y buena gente. No se le oirá hablar mal de ninguno, y para él, todos son «de primera», «entrañables » y «marcaron una época». Pero sobre todo, con Luis Gil, Luis de Casa Fermín; Ramón Suárez, de Marchica; Mariano Prida Llabona, del Bar Cantábrico, y Conrado Antón, de Casa Conrado, hubo «un antes y un después en la hostelería ovetense». También con Ubaldo García hubo un antes y un después, y un futuro. En La Paloma sigue al pie del cañón, ayudado por su hija. 
La Paloma continúa siendo la catedral del vermut. También de una cocina casera de gran calidad, que cada vez se encuentra menos en las cartas de los nuevos restaurantes. Como La Paloma es un clásico, cada día de la semana está dedicado a un plato regional o a un potaje: los lunes, paella; los martes, cocido; los miércoles, fabada; los jueves, pote, y los viernes, patatas rellenas. Platos que se preparan amorosamente y que sirven camareros de toda la vida, eficientísimos. En estos tiempos de prisas, ¿quién tiene la paciencia de hacer patatas rellenas? La Paloma: un establecimiento de otra época, perfectamente adaptado a ésta. Un clásico."

A la derecha, estilo regionalista ecléctico seguido del modernismo de Les Cases del Cuitu en esta su fachada de la calle Independencia


Es la fachada de la que menos se habla de estas casas, casi podríamos decir que desconocida en comparación con la de Uría, donde estas viviendas llegaron a tener incluso su propio jardín


Torre-mirador en lo alto


Balcones...




Entre la profusa ornamentación destacan los rostros femeninos tan usuales en la arquitectura de entresiglos









Motivos vegetales naturalistas de plantas y flores


Balconadas y galerías acristaladas de estas casas-bloque que fueron de los primeros edificios de pisos que se edificaron para la burguesía cuando ya no quedaban parcelas para construir chalés o palacetes


Más caras de mujer y motivos florales


Pasamos ahora frente a la Carnicería Independencia, otro de los establecimientos históricos de la calle, de la que nos escribe de esta manera María Jardón en el periódico El Comercio del 9-9-2024:
"Más de setenta años cumple está carnicería en la calle Independencia. Feliciano Fernández lleva más de cuarenta en ella: «Empecé como aprendiz y ahora sigo con el negocio». En este tiempo «he visto cambiar mucho la calle, quedamos pocos de la vieja escuela. La Paloma y yo, prácticamente». Un hecho que le produce bastante tristeza al ver que los negocios van cerrando. 
Fernández destaca que una de las principales ventajas es que está muy cerca el colegio de La Milagrosa, lo que genera «mucho movimiento cuando hay niños», afirma. Sin embargo, es una zona en la que no se puede aparcar y eso dificulta las ventas puntuales. Aún así lo tiene claro: «La recomendaría porque estas calles fueron siempre de lo primero de Oviedo».


Ahora, a la izquierda, cruzamos la calle Marqués de Pidal, otra de las calles del Ensanche a las que se puso nombre en acuerdo plenario 1887, esta dedicada a "D. Pedro J. Pidal, primer marqués de Pidal, ministro, embajador, presidente del Congreso, organizador de la Instrucción pública, orador vigoroso y sabio académico", escribe Fermín Canella por entonces. A la derecha es la calle Viaducto del Ingeniero Marquina, en cuya esquina (derecha) vemos la tienda de Calzados Casino, de Gonzalo González Ramos, nombrado Hijo Adoptivo de Oviedo en 2024. Así lo recoge la web del Ayuntamiento de Oviedo del 2 de diciembre de dicho año:
"El salón de plenos ha acogido esta mañana  el Acto institucional en el que ha recibido esta distinción, en compañía, entre otros, de su esposa, Pilar Gómez- Sandoval, sus hijos, varios amigos llegados desde su Zamora natal y concejales de la Corporación. 
El Alcalde, Alfredo Canteli, ha sido el responsable de iniciar el turno de intervenciones. Y ha asegurado: “Amigo Gonzalo, desde hoy formas parte de la historia de Oviedo al convertirte en Hijo Adoptivo de esta ciudad que tanto te ha dado y a la que tanto le has dado. Recibe mi más sincera enhorabuena. Creo por experiencia propia que no hace falta nacer y  crecer en Oviedo para enamorarse de nuestra querida ciudad y servirla con entusiasmo y ese ha sido precisamente tu caso. En el año 1977 llegaste a Oviedo con tu mujer,  tus seis hijos, para expandir aquí en la capital del Principado la cadena de zapaterías Casino, que tu padre había fundado en Zamora, donde naciste y que ya triunfaba en varias ciudades  españolas. Y lo hiciste, vaya si lo hiciste. Lo hiciste con tanto éxito que en poco tiempo Calzados Casino se convirtió en un negocio de referencia para el tejido comercial de nuestra ciudad. Tu gestión y tu actividad empresarial fueron admirables desde el principio, llegando a tener abiertas cinco tiendas en Asturias, una de ellas en Gijón. Hoy sigues con tres tiendas en Oviedo. Ser nombrado Hijo Adoptivo de Oviedo es un inmenso orgullo que requiere muchos méritos que tú sin duda tesoras. Tu importante contribución a la actividad económica de Oviedo, desde hace casi 50 años, es uno de los muchos motivos que te hacen merecedor de este sincero homenaje. Pero te aseguro que no es el único, ni mucho menos el más importante. Lo verdaderamente  relevante de tu trayectoria empresarial y también vital es el fuerte compromiso y el arraigo que se esconden tras Calzados Casino (…) Con tu habitual jovialidad has sido siempre un actor principal en nuestra vida social y cultural y un colaborador comprometido con grandes causas solidarias. En definitiva, Gonzalo, nos has enriquecido como ciudad. Nos has hecho mejores. Por eso  hoy te rendimos este merecido homenaje en nombre de todos los ovetenses que desde hace años te profesan un sincero cariño que te has ganado a pulso. Con tu modestia y tu actividad, con tu carácter entusiasta e incansable. Con tu afán de superación e innovación y también con tu espíritu familiar, siempre con Pilar a tu lado. Juntos habéis sabido inculcar a vuestros hijos y nietos la devoción que sentís por el negocio apreciado y valorado por todas las generaciones ovetenses y por la ciudad de Oviedo. Amigo Gonzalo, en esta ocasión las cámaras te apuntan a ti y no al revés como suele ser lo habitual. Te has ganado  el honor de ocupar un papel protagonista en la historia de Oviedo que hoy con este significativo título te devuelve una pequeña parte de todo lo que nos has dado” 
Tras la lectura por parte del secretario general del Pleno Jesús Fernández de la Puente, del acta de acuerdo del plenario de la concesión de título de Hijo Adoptivo y la entrega de la distinción de manos del Alcalde, el homenajeado ha agradecido la presencia de los asistentes, “queridos todos, Dios ha querido que esté este día con todos vosotros” y ha recordado que su primer contacto “cuando vine de Zamora a Oviedo para montar Calzados Casino fue en el Centro Asturiano, qué casualidad, en el año 1977, pero es casualidad porque nuestro querido y excelentísimo Alcalde estaba en aquel entonces de gerente”. También ha repasado las películas y reportajes que “llevo a mis espaldas” y ha contado varias anécdotas. Con el deseo de que “al año próximo estaremos de nuevo ante nuestro Cristo de las Injurias, que es una talla maravillosa en Zamora” ha solicitado un aplauso para el Alcalde, al tiempo que ha dado la enhorabuena a la ciudad de Oviedo “por tener este alcalde tan maravilloso”.  
El amigo de González Ramos, el Conde de Oricaín, Francisco Gustavo Cuesta de Reina,  le ha felicitado con un poema asegurando que “Oviedo es una maravilla de ciudad y merece un alcalde como el que tiene y una corporación tan digna y eficaz. No hay más que pasear por Oviedo y ver esta maravilla (...) Querido Gonzalo, enhorabuena por este honor que te conceden, alto y grato honor que te mereces. Cineasta de pasión, con el arte en sus manos y el corazón en acción. Premiado en mil caminos, su talento brilla fuerte. Dinamizador social, sembrando amor y suerte. Pilar, su encantadora musa, luz en su caminar. Juntos constituyen sueños que saben a hogar.  En cada risa de sus hijos, en cada abrazo sincero, se siente el latir de una familia que es su sendero. Nietos que son estrellas en su cielo resplandor. Cada uno un tesoro, cada uno un gran amor”. Y Nacho Sandoval, hijo del homenajeado ha añadido, emocionado: “Con profunda emoción y gratitud este honroso título de Hijo Adoptivo de Oviedo. Es un reconocimiento que trasciende cualquier expectativa y que nos llena de orgullo. Oviedo, esa ciudad que nos acogió con los brazos abiertos en 1977 se ha convertido en nuestro hogar, en el lugar donde hemos construido la mejor película de nuestras vidas. Cada calle, cada rincón de esta ciudad guarda un pedacito del corazón de Gonzalo (…) A Oviedo le prometemos nuestro compromiso para seguir contribuyendo a su crecimiento y desarrollo. Seguiremos trabajando, como hace unos días mi padre montaba el Belén de las tiendas de Calzados Casino para hacer de esta ciudad un lugar aún mejor para vivir”

La calle del Viaducto del Ingeniero Marquina es conocida como La Pasarela por salvar por encima las vías del tren, recibió su nombre en 1947 en homenaje a su ingeniero constructor, Javier Marquina y Borra. Nosotros continuamos de frente y recto por la calle Independencia


Las conchas en el suelo no ofrecen lugar a dudas...


Cruzamos ahora la calle Ventura Rodríguez, destacado arquitecto del último barroco español, quien proyectó en la ciudad el Real Hospicio, actual Hotel de la Reconquista, situado uno metros más a la izquierda, mencionado en esta queja del año 1966 publicada en La Nueva España y titulada Ventura Rodríguez, una calle sin terminar:
"La calle del inolvidable arquitecto Ventura Rodríguez ha surgido de la mezquina disposición urbanística de los aledaños del antiguo Hospicio, después Residencia Provincial, más tarde posible Museo Provincial de Bellas Artes y actualmente suspirado hotel. Es una calle estrecha, sin terminar. Una pena de calle. Sé que una cosa es soñar con espacios abiertos, calles anchas, jardines, horizontes y otra enajenar solares con destino a necesidades perentorias, más perentorias. Sí, ya lo sé."

Y es que esta es la Plaza Bochum, ciudad alemana hermanada con Oviedo/Uviéu, la cual recibió este nombre en 1984. Aquí estaba la parte posterior del campo del antiguo Real Hospital u Hospicio, cuya obra terminó en 1784 según una inscripción de una desaparecida puerta que se abría a esta calle Independencia en una fachada derribada en 1965 para construir el actual edificio de la Escuela de Ingeniería de Minas, Energía y Materiales, creada por decreto en 1959


Dicho centro empezó a dar sus clases en el curso 1960-61 en lo que era por entonces Residencia Provincial de Niños, cedida por la entonces Diputación, la cual fue reformada y ampliada para su nuevo cometido por los arquitectos Francisco de Asís Navarro Borrás y Francisco Navarro Roncal. En 1961 pasó de depender del Ministerio de Industria al de Educación. En 1971 se integró en la Universidad de Oviedo, en 2014 pasó a llamarse Escuela de Ingeniería de Minas, Energía y Materiales de Oviedo y en 2023 se integró en la Escuela Politécnica de Mieres, a donde trasladó su sede, no sin importante polémica


Aquí, un monolito y una roca con placa rinden homenaje a tres grandes personalidades relacionadas con los estudios impartidos en esta escuela, dos de ellos precursores y otro profesor


Los precursores, Jerónimo Ibrán y Mulá y Luis Adaro y Magro, escultura erigida por la Real Academia de Ingeniería a estos ilustres ingenieros de minas...
"en reconocimiento a sus destacada contribuciones a la ingeniería y 
al desarrollo industrial y minero de Asturias

Oviedo, 28 de septiembre de 2016"

El profesor, Don Fernando Pendás Fernández, Catedrático de Estratigrafía y Paleontología, Hidrogeología y Geología del Petróleo...
POR SU CALIDAD HUMANA Y SU RELEVANTE TRAYECTORIA
DOCENTE E INVESTIGADORA, DESARROLLADA DURANTE 
MÁS DE 30 AÑOS EN ESTE CENTRO
Oviedo, a 3 de Febrero de 2020

La Plaza Bochum tiene forma de triángulo rectángulo y la calle Independencia, por donde avanzamos nosotros sería su hipotenusa. La Enciclopedia de Oviedo nos dice que en 1979 el alcalde de Bochum, importante ciudad alemana del valle del Ruhr, buscó el hermanamiento con alguna ciudad española a través de la Embajada de España en Bonn:
"...habiéndose propuesto el hermanamiento a Valladolid, Alicante y Oviedo, el Pleno del Ayuntamiento de Oviedo lo aceptó por unanimidad en la sesión del día 26 de octubre de 1980, siendo alcalde Luis Riera Posada. 
El 10 de octubre de 1987, ante una amplia delegación del municipio de Oviedo fue inaugurada en Bochum Oviedo Ring, una importante ronda de circunvalación de la urbe alemana, descubriéndose la placa con el nombre en la que se puntualiza que Oviedo y Bochum son ciudades hermanadas desde 1980. 
En 1990, con motivo del décimo aniversario del hermanamiento el Ayuntamiento de Bochum donó a la ciudad de Oviedo la gran campana que puede admirarse hoy en la Plaza de la Gesta, al pie de la cual puede leerse: Campana de Bochum R.F.A.-ciudad hermana de Oviedo-cedida por el Ayuntamiento de Bochum con ocasión del X Aniversario de la hermandad entre las dos ciudades.-Fue descubierta por su Alcalde H. Eikelbeck-el cinco de septiembre de mil novecientos noventa”. El cuerpo de la campana lleva graba la siguiente leyenda: “Schütz Land und Leut und Haus +MARIA+ breit den Mantel aus” (+MARÍA+ proteja bajo su amplio manto al país, a los hogares y a la gente”. Recíprocamente, en agosto de 1991 la Ciudad de Oviedo regaló a la de Bochum un relieve de la Cruz de los Ángeles que quedó instalada en la escalera del Ayuntamiento de la ciudad alemana."

Pasado el Hostal Álvarez siguen tiendas y comercios, así como el veterano Café Independencia, que saca su terraza a la calle, que estuvo muy vinculado a la Escuela de Minas y cerró, el café histórico, en 2011. Tras su reapertura con nueva dirección de denomina Independencia Coffee & Food. El 26-11-2011 Ángel Fidalgo publicaba en La Nueva España el anuncio de El Café Independencia apaga la cafetera, en el que hace un repaso a su historia:
"El Café Independencia, situado frente a la Escuela de Minas, cierra sus puertas después de un cuarto de siglo. En todos estos años fue conocido como el bar de la Escuela de Minas, porque diariamente acudían sus alumnos en demanda de sus famosos pinchos.
Ayer por la noche, un grupo de los futuros ingenieros organizó una fiesta de despedida para cerrar su particular etapa gastronómica, con el denominador común del pincheo matutino y de media tarde. Fue una velada para la nostalgia que Pilar Arias, la actual propietaria, supo agradecer, y sobre todo tras la reciente muerte de su marido, Jesús Méndez. 
El próximo miércoles apagarán los fogones que lleva con buen hacer de guisandera su cuñada, Mari Luz Méndez, y bajarán las persianas a la espera de que alguien quiera coger el testigo, «aunque no son momentos fáciles para la hostelería», lamentó Pilar Arias. 
El Café Independencia, en sus casi veinticinco años de vida, se hizo famoso por sus pinchos, por las partidas de cartas de media tarde y por convertirse en el lugar elegido por muchos jóvenes para tomar la «espuela» antes de retirarse mientras escuchaban su música preferida. 
Pilar Arias dejó junto a su marido trece años de su vida en la barra de este establecimiento, y tres años más en la cocina Mari Luz Méndez, empeñada siempre en hacer lo que mejor sabe, la cocina tradicional, con la que consiguió fidelizar a comensales amantes del buen condumio y a jóvenes ansiosos de sus famosas tortillas de patata. 
El Café Independencia fue un establecimiento que supo ir adaptándose al cambio que imponían los tiempos. De los antiguos sofás que daban acomodo a largas tertulias de café, copa y puro con partidas de tute o de mus incluidas supo pasar a mesas funcionales y a la música nocturna."

En relación con la escuela, el escritor José Ignacio Gracia Noriega escribe para el mismo periódico a fecha 29-12-2014 Carlos Conde, entre ángeles y campanas. En memoria del matemático y profesor de la Escuela de Minas:
"Muere Carlos Conde en Navidad. Ninguna fecha es buena para morir, pero hacerlo en Navidad tiene un sentido muy especial sobre todo para una persona religiosa, como lo era Carlos Conde. No pudo celebrar esta Navidad en familia pero la habrá celebrado donde le corresponde, entre ángeles y campanas. 
Conocí a Carlos Conde en los cursos de La Granda, de los que era asiduo, y aunque sus conocimientos excedían a los del matemático y era universales dando su gran talla de humanista, siempre estaba allí sentado entre el público, como oyente cuando hubiera podido dictar grandes lecciones no solo sobre temas propios de su especialidad. Allí nos hicimos amigos, y siempre fue para mí un problema tratarle de "tú" y llamarle "Carlos", como me exigía. Yo me defendía como podía de aquella exigencia: 
—¡Si cuando yo jugaba a las canicas usted ya era ingeniero! 
—¡Razón de más! Tratándome de "usted" me haces viejo. 
Era una persona encantadora, y como la mayoría de las personas encantadoras, muy bien educada. Como profesor era enérgico y suspendía como quien toca la pandereta; pero en el trato era de una cordialidad extraordinaria Con él se podía hablar de muchas cosas y siempre preguntaba más que afirmaba, y aunque era muy culto, su actitud era humilde, como la de quien en todo momento está dispuesto a aprender algo nuevo. Como profesor, en cambio, era duro, lo que antes se llamaba un ' hueso", y en este campo no era transigente. Lo fundamental era que un ingeniero estuviera muy bien preparado, y no solo como ingeniero. En una o varias ocasiones me dijo que en los exámenes escritos juzgaba también la ortografía de los alumnos, y si a alguno se le deslizaban dos o tres faltas, le suspendía aunque supiera más matemáticas que Newton. 
Era muy conservador y un patriota. El término "patriota.' últimamente se ha devaluado tanto que produce con frecuencia equívocos. Se considera que el patriota es un individuo anacrónico, cuando no cosa peor. Carlos Conde creía en la nación y en el sentido nacional Su patriotismo me recordaba al de Pérez Galdós en los "Episodios nacionales", por los que sentía una admiración profunda expresada en una lectura frecuente de aquellos libros. Le gustaba leer libros de historia y una de sus lecturas recientes fue "La Contra Armada", que leí por su recomendación y donde se relata la "verdadera historia de la Armada Invencible", derrotada ante las costas de Inglaterra: pero al año siguiente, una armada inglesa fue dispersada y vencida en las costas españolas. Tenía su concepto de la Historia, y como científico riguroso que era, sabía que la Historia es relato y versión de los hechos necesariamente parcia Pero pedía que de un hecho se dieran todas las versiones posibles. Si se hubieran aceptado todas las versiones, la "leyenda negra", hubiera sido tan leyenda como la de los trabajos de Hércules. 
Con Carlos Conde se pierde una figura irrepetible. Como Emilio Alarcos y Gustavo Bueno vino a Oviedo hace ya muchísimos años y ahí quedó después de haber sido una de las mayores figuras académicas de la Escuela de Ingenieros de Minas."

Y en De Oviedo a Grado, de su serie El Primer Camino, el mismo Gracia Noriega describe la salida de los peregrinos de la ciudad por este mismo periplo que andamos nosotros:
"De Oviedo en dirección a Galicia se salía por la puerta de Socastiello, también llamada de Santiago, según don Juan Uría Ríu, cuyo libro «Las peregrinaciones a Santiago de Compostela», en colaboración con Lacarra y Vázquez de Parga, nos servirá de guía principal en este desplazamiento, de manera especial el capítulo XXII del tomo segundo, redactado por Uría. 
"Como ya se ha señalado en el artículo anterior, los peregrinos procedentes del «camino francés o Vía Francígena entraban en la ciudad por la Puerta Nueva y, siguiendo las calles Magdalena, Cimadevilla y Rúa, desembocaban en la Catedral, en la que se custodiaban reliquias más valiosas que tesoros (y algunas de las joyas de la Cámara Santa eran auténticos tesoros). Las reliquias del Arca Santa, llegada a las costas españolas de manera tan prodigiosa como los restos del Apóstol, pertenecían a las tradiciones bíblicas y evangélicas (el sudario, el pan de la última cena, parte de la corona de espinas, tierra del monte de los Olivos, cabellos de la Magdalena, las sandalias de San Pedro, la cartera de San Bartolomé, etcétera) más otras pertenecientes a mártires de la época romana, y algunas de origen decididamente fantástico, como el palio regalado por la Virgen a San Ildefonso o la sangre que brotó de una imagen de Jesucristo alanceada por los judíos en Barú. El inventario sería interminable; remito a Uría. En las paredes del templo figuran las firmas sobre la piedra de peregrinos que dejaron constancia de su paso, como Thierry Lefevre de Cumier, de Champagne, o Jacques Mallevre, que pasó en fecha relativamente reciente, en 1669. A lo largo del templo se distribuían diversas imágenes del apóstol: en la Cámara Santa; en la portada de la capilla del Rey Casto, donde está vestido de peregrino; en la capilla de San Juan, entre los apóstoles del retablo mayor, y en la tardía talla de madera del siglo XVIII, donde se le presenta obrando un milagro. El gran milagro jacobeo realizado en la Catedral fue la expulsión de los demonios de una peregrina llamada Oria. El profesor Gómez Tabanera aseguraba que esta Oria era la santa del poema de Gonzalo de Berceo, no sé si como alarde de su chusco sentido del humor de señorito madrileño que se propone «liar» a la gente común o como demostración de su universal ignorancia. 
Ya están los peregrinos fuera de la Sancta Ovetensis y han salido de la parte amurallada por la mencionada puerta de Socastiello, que se abría en el cruce de las actuales calles de San Juan y Jovellanos. Por las calles Covadonga, Melquíades Álvarez e Independencia, llegaban al acueducto de los Pilares, en uno de cuyos arcos Uría recuerda haber visto una imagen de la Virgen en una hornacina. Este trayecto se denominaba «Camino de Santiago» en la primera mitad del siglo XV."

El Acueducto de los Pilares fue una magna obra de ingeniería que traía el agua de las fuentes del Monte Naranco a la ciudad, construida entre 1570 y 1599 y de la que únicamente quedan en pie cinco de sus cuarenta y dos arcos, en el cercano barrio de Vallobín aunque algo separados del trazado del Camino. El resto fue demolido para favorecer el ensanche y crecimiento de la ciudad, así como su nudo ferroviario, en un tiempo en el que aún no se valoraban estos monumentos como ahora. No cabe duda que habría sido un elemento muy emblemático y símbolo de la ciudad, de ahí el topónimo de la parroquia de San Pedro de los Arcos, cuyos barrios y lugares forman parte hoy día del casco urbano


Aunque el nombre de Independencia, parece alusivo a la guerra de este nombre, conocida también como la francesada, "Esta céntrica y transitada calle ovetense recibe su nombre en homenaje al trascendental papel que jugó Asturias en la defensa de la libertad de España de la mano del rey Don Pelayo", apunta María Jardón en El Comercio del 9-9-2024 en su reportaje comercial sobre esta vía, añadiendo "Una calle que va desde Uría hasta la rotonda de la plaza de la Libertad. El tramo que va desde Asturias hasta General Zuvillaga se unió en 1919 tras la supresión de los pasos a nivel", el trayecto que es el que estamos siguiendo nosotros


Al fondo vemos uno de los llamativos edificios 'pintados a cuadros' de las Torres Centro, construidas al lado de La Losa, el gran paseo sobre las vías férreas, viviendas construidas con proyecto del arquitecto Salvador Pérez Arroyo


En la Plaza de Bochum vemos al pasar diversos elementos relacionados con las minería y, por lo tanto, con la antigua escuela aquí existente


Se disponen entre árboles, arbustos y parterres, conformando un bello jardín


Un poco más adelante cruzaremos la calle que, al unirse con esta de Independencia forma otro de los vértices de esta Plaza Bochum, la calle Arquitecto Reguera, dedicada a Manuel Reguera González, gran maestro del barroco asturiano que colaboró con Ventura Rodríguez en la construcción del Real Hospital; precisamente en Medio siglo a la vera del hospicio el periodista David Orihuela explica en La Nueva España del 21-1-2011 la urbanización de las calles a ellos dedicadas a ambos lados de la histórica institución y transversales a Independencia
"El 19 de enero de 1961, el Ayuntamiento de Oviedo aprobó los proyectos de construcción de tres nuevas calles en lo que hoy es el cogollo de la ciudad: Pedro Antonio Menéndez -prolongación de Matemático Pedrayes-, Arquitecto Reguera y Ventura Rodríguez. Eran terrenos propiedad de la Diputación y correspondían a la Residencia Provincial de Niños, el antiguo hospicio, hoy hotel de la Reconquista.
Se completaba de este modo el ensanche de Oviedo, diseñado por Juan Miguel de la Guardia a principios del siglo XX en terrenos de Anselmo González del Valle. 
En este caso, el arquitecto que diseñó las nuevas calles fue Francisco González Villamil, y lo había hecho cuatro años antes de su aprobación en el Pleno. 
El arquitecto provincial entregó los planos en 1957, y el 27 de julio de ese mismo año se convoca un concurso público para la adjudicación de unos trabajos que tenían un presupuesto de 1.190.306 pesetas. y un plazo de ejecución de 10 meses. 
El proyecto buscaba dos objetivos. Por un lado, urbanizar y ajardinar los exteriores del hospicio y, por otro, unir las calles Gil de Jaz e Independencia, dos de las principales vías de la ciudad. 
En la memoria del proyecto, Villamil explica que «con la apertura de estas calles queda el edificio de la Residencia Provincial exento y con zonas de jardines en las fachadas correspondientes a Gil de Jaz e Independencia». En las dos calles se disponen terrenos edificables con fachada a las nuevas vías. 
En el plano original del proyecto hay una curiosidad. El arquitecto diseñó el enlace de Arquitecto Reguera con la calle Asturias a través de dos calles perpendiculares a las dos anteriores y paralelas entre sí. Finalmente, sólo se abrió una vía, Pedro Antonio Menéndez. Los responsables del urbanismo de la época debieron pensar que no tenía sentido abrir dos calles paralelas a pocos metros de distancia cuando los terrenos eran muy apetecibles para construir viviendas. 
Todo lo diseñó Villamil y lo sacó a concurso la Diputación en 1957, pero al igual que ahora las obras acumularon retrasos, tanto en su tramitación administrativa como en su ejecución. No fue hasta 1961 cuando finalmente se aprobó el inicio de las obras. Aún hubo que esperar más. En 1964 se acordaron los nombres que llevarían esas nuevas vías, y se hizo cuando aún no habían empezado los movimientos de tierras entorno la Residencia Provincial. El Pleno aprobó los nombres de Arquitecto Reguera, Ventura Rodríguez y Pedro Antonio Menéndez el 9 de septiembre de 1964, «con las calles aún en proyecto», según explica José Ramón Tolivar Alas en su libro «Nombres y cosas de las calles de Oviedo». Hubo que esperar a 1966 para ver cómo se construían los primeros edificios de viviendas en la calle Arquitecto Reguera."

En la calle Arquitecto Reguera nació Jorge Menéndez Vallina, presidente del Real Oviedo entre 2013 y 2022, que recuerda su infancia en esta manzana en El Comercio del 13-7-2014:
"Llegaba, a pie unas veces y otras compartiendo una bici de carreras que pedaleaba su hermano, del colegio los Dominicos y nada más dejar los libros ya estaba en la calle de nuevo. En Arquitecto Reguera, el aparcamiento de la Escuela de Minas o hasta en el interior del hotel de la Reconquista. Esa fue la zona de juegos del presidente del Real Oviedo, Jorge Menéndez Vallina, y también la que guarda en sus recuerdos con mayor cariño. «Gran parte de mi infancia la pasé en esta manzana. De hecho, nací en Arquitecto Reguera, donde todavía viven mis padres», cuenta.
Era otra época, donde los niños salían solos a jugar con sus vecinos. «Nos colábamos en el hotel y nos llegamos a hacer amigos del hijo de uno de los directores. También jugábamos a polis y cacos en el centro comercial Galerías Preciados e íbamos a las vías del tren a poner pesetas en los raíles. Ahora algo así sería impensable», comenta Menéndez Vallina. Pero además, en ese rincón que escoge como preferido, pasó también sus años universitarios. Estudió en Minas y jugó muchas partidas de mus en el bar de enfrente. Su madre le veía a veces desde la ventana. «Le contaba que ese día no había ido el profesor. Todos los ingenieros de minas somos buenos jugadores de mus», bromea. 
El lugar le evoca todas esas vivencias imborrables, pero como «buen ovetense», hay muchos otros lugares que podría haber elegido como sus favoritos. Uno, ya ha desaparecido. Es el antiguo Carlos Tartiere, al que entró con 5 años de la mano de su tío el padre Vallina, un fraile dominico. «Es el primer recuerdo que tengo del estadio. Era muy pequeño, recuerdo la gente hablando y que el campo estaba abierto por un lado, era el estadio anterior a la reforma del mundial», explica. Luego ya comenzó a frecuentar los partidos con sus amigos y con 8 años se hizo socio por decisión propia. «Mis padres son del Oviedo, les gusta el fútbol, pero no son forofos. El hijo les salió rana», ríe. 
No se imaginaba entonces, de hecho «sigo viéndolo raro», que iba a terminar presidiendo su club de fútbol. «El fútbol tiene otra dimensión, no era consciente de lo que era el fútbol. Yo sabía lo que significaba para mí y ahora sé que es algo más que un mero cargo», confiesa. En su puesto, subraya, las decisiones afectan a «la esperanza y la ilusión de mucha gente. Es duro pensar que puedes defraudarles. Yo intento hacer las cosas lo mejor posible, aunque te puedes equivocar». 
Para llegar a ese puesto tuvo que tomar una «decisión personal, por amistad. Tenía una convicción. Alguien tenía que estar. Creí que tenía que apostar por el Oviedo y eso fue lo que hice». Le costó su puesto como concejal de Deportes y Cultura, una experiencia de la que aprendió muchas cosas, pero que no repetiría. «La parte de la cercanía con el ciudadano es muy bonita, merece la pena pero ves que existe cierta distancia entre la política y la vida real. Además es complicado compaginarlo con mi vida profesional»

Una escultura de una mujer llevando una torre identifica a Santa Bárbara, patrona de los mineros, al instante en este jardín de la Plaza Bochum, recuerdo también de la Escuela de Minas


A su alrededor, un parterre en forma de estrella


Más elementos del trabajo en la mina


No sabemos si cuando vengáis permanecerán aquí o sean trasladados al campus de Mieres, nueva sede de la escuela


Cruzamos pues ya la calle Arquitecto Reguera y salimos hacia la unión de esta calle Independencia con la Avenida de Santander, viendo al otro lado las Torres Centro y algo de La Losa


La Losa es una instalación que, formando una gran explanada ajardinada, cubre las líneas ferroviarias de Renfe y Feve unificadas en la Estación del Norte, culminando el Proyecto Cinturón Verde de eliminación de los trazados ferroviarios que atravesaban la ciudad, solo que aquí, en vez de suprimidos, fueron soterrados


Más allá, los edificios de la calle Los Pilares, cuyo nombre delata los antiguos pilares del viaducto, señala la entrada al barrio de Vallobín, de la antigua parroquia, netamente rural, que fue San Pedro de los Arcos, si bien esa zona en los mapas actuales aparece como parte de Ciudad Naranco


Las Torres Centro se extienden a lo largo de la avenida hasta la Estación del Norte. Cada una tiene su propio nombre, esta es por ejemplo la Torre Marquina II, a su derecha es la Torre Marquina I y seguidamente la Torre Uría, cada una de ellas haciendo referencia a calles que tiene enfrente


Y estas son, de derecha a izquierda, la Torre Asturias I, Torre Asturias II...


Y al fondo las Torre Cervantes I y Torre Cervantes II. Luego es la Plaza de la Libertad, hacia donde nos encaminamos. Este es el trazado de la carretera N-634 a su paso por la ciudad, antaño y antes de hacerse rondas y autovías el tráfico, incluso pesado, que entraba o salía hacia el occidente y el sur pasaba por aquí. Y hoy en día, aunque ya no es así, es de las de mayor intensidad de tráfico de la población


Como contraste, a nuestra izquierda, un edificio de época, hermosamente restaurado, construido en 1916 con proyecto de J. Gallain


Bajo sus balcones, mirando a la calle, las cabezas femeninas con su influjo modernista que se conjugan con el eclecticismo de la estructura. En los materiales de la fachada se conjugan piedra, ladrillo y cerámica


Cabezas coronadas, de mirada serena y melenas al viento, rodeadas de elementos ornamentales, collares, abalorios y motivos vegetales


Luego cruzamos la calle Asturias, otra de las que fueron denominadas con estos nombres en el acuerdo plenario de 1887, por entonces "gran vía en construcción desde la puerta de los Almacene del ferro-carril, próxima a los Pilares, hasta la de Santa Susana", informaba Fermín Canella. En la esquina, el histórico negocio de Calzados Tato, de cuyo cierre por jubilación informaba Cristina Centeno en La Voz de Asturias del 15-3-2024, por lo que es fácil que cuando paséis os encontréis ya con otro negocio y otros letreros:
"El histórico local de la calle Asturias anuncia su cese de actividad tras 48 años. Su dueña, Chelo Rey, se jubila con «muchísima pena» tras toda una vida dedicada a un negocio que puso en marcha junto a su marido. Teme que el comercio tradicional muera ante la falta de ayudas: «Vamos a pasear por una ciudad de locales cerrados» 
Calzados Tato da sus últimos pasos en Oviedo. La histórica zapatería de la calle Asturias ha sumado a sus carteles de «liquidación total» las palabras «cese de actividad», con las que anuncia su inminente cierre. Su dueña, Chelo Rey, prefiere no poner fecha definitiva y advierte que pasarán «unos meses» hasta que baje la trapa para siempre. Antes quiere dar salida al amplio estocaje con el que todavía cuenta en un negocio que cumple 48 años. 
Se resiste a dejar un establecimiento que ella misma fundó junto a su marido, Sinesio Vázquez Tato, en 1976. Hace un lustro se acogió a la jubilación activa para seguir unos años más y evitar el cierre, pero admite que «todo llega» y está «cansada» tras toda una vida en la zapatería. Abrió con solo 22 años —él tenía 29— y guarda infinidad de buenos recuerdos. Por eso se emociona: «Me da muchísima pena, son muchos años en esta esquina». 
Eligieron el sector del calzado por casualidad, principalmente porque el matrimonio tenía amistades en este mundillo. «Nosotros cuando empezamos no teníamos ni idea de zapatos, pero nos ayudaron mucho y nos fueron metiendo», cuenta. Hasta convertirse en una de las zapaterías con más solera de Oviedo. 
No todo fue un camino de rosas, pero el balance es más que positivo, algo que agradece a su clientela, que ha estado a su lado siempre. «Hubo épocas difíciles, sobre todo al principio porque fue toda la época de la Transición. Había huelgas prácticamente todos los días. De hecho nos pilló una de la construcción que duró seis meses», recuerda. Pese a los altibajos, «siempre se trabajó bien», asegura Chelo dando las gracias a quienes la han apoyado a lo largo de los años. 
Desde los inicios mantuvieron la misma línea de producto, «calzado de muy buena calidad y con anchos especiales, tanto de señora como de caballero», explica Chelo. Dentro de este tipo de producto han contado siempre con modelos de vestir y de fiesta, a los que añadieron después opciones más confortables o deportivas, sin dejar de lado la calidad de los productos. 
Tampoco dejaron de lado nunca los zapatos con anchos especiales, disponiendo de una amplia gama para que todos los clientes encuentren un modelo ideal con el que sentirse cien por cien cómodos. Hoy en día, lamenta, «una persona que tenga un pie ancho, un juanete o un dedo de martillo y necesite algo cómodo, no lo encuentra». Es un colectivo que, a su juicio, «está un poco abandonado» y cada vez tiene menos opciones a la hora de comprar calzado. 
«Tengo muchos clientes que me han dicho "¿y luego qué hacemos?" Yo no voy a estar toda la vida, pero es verdad que no hay otra zapatería que tenga este tipo de producto», confiesa. Esto se debe a que «las zapaterías de toda la vida han ido cerrando, casi todas. Y las que vienen suelen ser franquicias, que abren con un zapato más juvenil y más deportivo, porque ahora todo el mundo anda en deportivos. Entonces por ejemplo una señora que quiera un zapato para una ceremonia o para cualquier cosa, no lo encuentra», asegura. 
La clientela habitual de Calzados Tato se quedará un poco huérfana con el cierre de esta zapatería. Chelo admite que el mensaje que ha recibido en las últimas semanas desde que anunció que cerraría pronto es de duda: «Están preocupadas por dónde van a ir a comprar después. Lo peor es que no puedo decirles ningún sitio porque antes había algo en Gijón y alguna tienda en Avilés, pero cerraron todas. O sea que ahora es muy difícil. Pueden encontrar un zapato o dos en algún sitio, pero aquí venían diciendo que querían un zapato negro, ancho y con un tacón determinado y sacábamos 20 modelos. Siempre tuvimos mucho surtido y eso sí que no lo van a ver más, porque ya no existe», lamenta apenada. 
Tras casi medio siglo despachando zapatos y atendiendo con cercanía a quienes traspasan la puerta del número 41 de la calle, Chelo Rey afirma que «más que clientela, son amigos», puesto que a lo largo de los años ha forjado relaciones más allá del contacto entre comprador y vendedor. Tiene infinidad de recuerdos: «Yo de muchas familias conocí tres generaciones, la abuela, la madre y los hijos», celebra.  
También ha vivido las consecuencias del paso del tiempo. «Ahora muchas clientas tienen que venir acompañadas, gente mayor que conocí de toda la vida y que ahora necesita andador o una persona al lado, es así», implora. También reconoce emocionada: «A partir de la pandemia eché en falta a mucha gente». 
Cuenta que los primeros años «en Oviedo se conocía todo el mundo» y a día de hoy sigue siendo una mujer reconocida: «Mi hija mayor siempre me dice que cuando salgo de casa doy 20 pasos y me paro con 10, y tiene razón, antes nos conocíamos todos». En esa línea relata otra anécdota. Cuando abrieron la zapatería «no había impuesto directo de Hacienda» como el IVA de hoy en día, y se reunían en el edificio en el que hoy están los sindicatos para debatir por sectores cuántos impuestos iban a pagar. «Se discutía mucho y todos sabían lo que vendían unos y otros. Al final siempre se llegaba a un acuerdo, eso no sería viable hoy en día, pero antes todos nos conocíamos y se hacía así», rememora. 
En Calzados Tato no hay relevo generacional ni Chelo ve viable la opción de traspasar el negocio, porque es «imposible» empezar de cero en este sector, asegura. Por eso confía en poder alquilar el local —que tiene en propiedad— y que pueda seguir abierto con otro tipo de actividad. Eso sí, ve sumamente difícil la supervivencia del comercio tradicional. 
Recuerda que en fechas recientes recibió la visita de personal del Ayuntamiento de Oviedo para que diese su punto de vista en este sentido. «Les dije que lo que hacen falta son ayudas, porque es muy difícil montar un negocio y una zapatería, todavía más. Tienes que disponer de un capital para afrontar las primeras compras de mercancía y es imposible empezar de cero», considera. 
Por eso no se planteó la opción de traspasar el negocio. Y teme que el pequeño comercio vaya muriendo: «Si no hay subvenciones o créditos con buenas condiciones que respalden a los comerciantes, vamos a pasear por un Oviedo de locales cerrados y paredes», lamenta. «La cosa es que el comercio pequeño, familiar, el de siempre, es el que más vida da a una ciudad y el que más empleo genera, y todo eso se va a ir al garete», augura.  
En los últimos pasos de Calzados Tato en Oviedo, Chelo está acompañada por sus dos empleadas, que atienden el negocio en horario de mañana y tarde. Ella baja a diario por el local y seguirá haciéndolo mientras se alargue la liquidación. Un periodo en el que a buen seguro recibirá el cariño de una clientela fiel para la que solo tiene palabras de agradecimiento."

Un poco más a la izquierda quien sigue al pie del cañón es el Mesón Casa Pedro, fundado en 1985 y especializado en gastronomía asturiana. En la web Vinos y caminos el gastrónomo Carlos Cuesta, Presidente de la Asociación Asturiana de Periodistas y Escritores de Turismo, dice así de él:
"En Casa Pedro en la capital del Principado de Asturias, el Cachopo forma parte fundamental de una carta muy interesante donde brillan productos de mercado de la excelente despensa asturiana. Su gestor Emilio Rodríguez, un brillante camarero en los más renombrados restaurantes ovetenses decidió montar su propio negocio y adquirió Casa Pedro para darle un giro notable y convertir este local en una referencia culinaria abierta a los más exigentes comensales.
En esta casa de comidas los platos de cuchara tienen su carta de naturaleza. La fabada, el pote asturiano y el cocido de garbanzos con el compango de la tierra, junto a las buenas carnes y unas mollejas muy equilibradas, conforman los mejores platos a ofertar. Sin embargo, el rey del mantel es el cachopo asturiano, con ese filete de res con el jamón adecuado y el queso suave astur acompañando al empanado bien ajustado. Una fritura en aceite de oliva virgen extra y a la mesa. El Cachopo lleva aparte un golpe de queso de Vicio que le da el sabor complementario. Señalar que el Cachopo cada vez tiene más aceptación en el universo gastronómico español, pero hay que mentar que es una propuesta más dentro del amplio abanico regional en el campo del buen yantar. 
 Fue en los años sesenta del pasado siglo cuando se puso de moda desde el Restaurante Pelayo de Oviedo. Fernando Martín, su gestor, un abanderado de la nueva cocina asturiana y premio nacional de Gastronomía puso en las cartas de toda la región ese San Jacobo especial con su toque personal... Y a partir de ahí el Cachopo es casi la Asturias en la carta. Y en Casa Pedro se sigue trabajando siguiendo las pautas iniciáticas del maestro cocinero, realidad que se demuestra cada día en este local carbayón para probar esta especialidad cárnica. 
Emilio Rodríguez lleva cuatro años de gerente y controlando la cocina y las mesas, cuidando todos los detalles y procurando que su clientela se encuentre a sus anchas disfrutando de las buenas viandas que salen de cocina. Una carta muy ajustada con vinos notables y unos postres de altura artesana. Y no sólo de cachopo vive el hombre pero sin el cachopo no vive... Al menos aquí en el Principado de Asturias."

De Calzados Tato y ante su inminente cierre también La Nueva España, y firmado por Elena Fernández Pello, publicaba Toda una vida a los pies de Oviedo: Calzados Tato echa el cierre, el 30-11-2024, noticia que empieza así, con un recuerdo...
"A Chelo Rey Patallo le gustaba decir que la clientela de Calzados Tato, la zapatería que abrió en 1976 con su marido en la calle Asturias, haciendo esquina con la avenida de Santander, iba "de Unquera hasta Vegadeo". Cuenta que tuvieron una clienta que venía a comprar desde Llanes en taxi, porque la mercancía que ellos ofrecían no era fácil de encontrar, y mucho menos en los últimos años: "Zapato de artesanía, bueno, caro, de anchos especiales", del que dura toda una vida y que, si el comprador lo necesitaba, para su mayor comodidad, pasaban por la horma o manipulaban con unas raras tenacillas para ajustarlo a los juanetes o los dedos en martillo."

Y en la misma esquina de Calzados Tato dejaremos esta acera para cruzar aquí la avenida frente a la Torre Asturias II


Esta es la señal caminera jacobita que, colocada en esta farola, nos indica cruzar en este lugar


Es una señalética bastante visible dentro de lo complicado que es seguir la señalización de rutas en áreas urbanas, dada la proliferación de señales de tráfico, comerciales y de todo tipo existentes


Frente a nosotros, la Torre Asturias II, al llegar a ella iremos a la izquierda


Atentos aquí a las conchas doradas en la acera. Estas torres forman parte de las once que se extienden a los lados del paseo de La Losa, las siguientes las veremos al cruzarla hacia L'Argañosa


Subimos ahora un poco de rampa en dirección a la Torre Cervantes I, que hace el nº 32 de la calle Independencia. Justo por ahí pasaba el Acueducto de los Pilares, cuya obra comenzó en 1570 con Juan de Cerejedo El Mozo y acabó en 1599 con Gonzalo de la Bárcena, fontanero mayor de Valladolid, medía un total de 390 metros y tenía una altura de diez


El Acueducto de los Pilares sufragó con 15.500 ducados de la época costeados con impuestos sobre la sidra y el vino. Hasta 1875, cuando se hizo realidad un nuevo sistema de suministro de agua con depósitos y tuberías a presión, proyectado por Pérez de la Sala en 1864, fue el mayor y principal canal de distribución hidrográfico de la ciudad


A la izquierda, la calle Cervantes, nombre aprobado en 1916, año en el que se cumplía el tricentenario de Miguel de Cervantes Saavedra, autor de El Quijote, justo además cuando se derribaba el Acueducto de los Pilares y que pasaba muy cerca de aquí, por los campos de Llamaquique, antiguo arrabal rural ovetense, donde aún en el siglo XVIII había dos minas de hierro, una de ellas del deán y cabildo de la catedral y otra del convento de Santa Clara. De la calle y del viaducto escribe Carmen Ruiz-Tilve, Cronista Oficial de Oviedo, en La Nueva España del 6-5-2013:
"No se quejará don Miguel de Cervantes, porque no queda población en España en la que no tenga calle dedicada. Y Oviedo no es menos, y así tiene calle aquí desde el 22 de abril de 1916, coincidiendo con la fecha del tercer centenario de su muerte y en un año en el que algunos parecían muy contentos porque se había consumado el derribo casi total del acueducto de Los Pilares, que había dado nombre a un camino, anterior a la calle que se inauguraba y a un barrio castizo, el barrio de Los Pilares. El acueducto, que estuvo incorporado a la silueta de la ciudad, Naranco abajo, había nacido más o menos al tiempo que «El Quijote». La nueva calle, junto con su vecina, más madrugadora, Asturias, tomó pronto aires de patrón del nuevo modelo urbano que poblaba lo que había sido durante siglos gran campo de Llamaquique y a mediados del siglo XX era ya sede de la «crème de la crème», lejos ya el tiempo de Cimadevilla y queriendo quitarle brillo a la propia Uría. 
En la casi centenaria vida de la calle de Cervantes, desde sus edificios, puede dividirse al menos en tres etapas. La primera marcada por el número 13, la segunda por el 19 y la tercera por el «serrucho» y el «serruchín». 
La casa numerada con el 13 era, con ese número, aquella en la que situábamos fácilmente las películas y los cuentos de terror, destartalada y medio abandonada. Ahora, remozada y camuflada, ya no evoca nada, pero mantiene lo suficiente de lo que fue para señalar los primeros tiempos de la calle, incluso antes de que fuera de Cervantes, fechada en 1910, obra temprana de Montes González, hermano del pintor Ricardo Montes, que luego marchó a Estados Unidos, donde se dedicó a los decorados de cine. A pesar del camuflaje merece una mirada curiosa, como representante del primer tiempo de la calle. 
El número 19, antes 17, es edificio de 1939 de Bustelo, representante del primer ímpetu de posguerra, y sirvió de modelo para otros edificios de la ciudad. En un principio estuvieron allí las viviendas de los propietarios, la familia Serrano, y en la parte de atrás los talleres del anís de La Asturiana, que luego se trasladó, y en lugar tan céntrico fue reminiscencia de los primeros tiempos industriales de la zona, en relación con la cercana estación de ferrocarril. La casa, actualmente, tiene inequívocos aires de tristeza. 
El «serrucho» y el «serruchín», de 1956 y 1958, obras ambas de Ignacio Álvarez Castelao, sirvieron para consagrar la calle como centro de modernidad."

Concha y flecha amarilla en el suelo nos confirman que vamos en buena dirección


La urbanización de la zona hacia Llamaquique comienza hacia 1890, con el ensanche en plena expansión hacia el oeste, en una zona que, según los documentos, era de tierras de labor y cenagales. En 1930 se proyectaría hacer los nuevos edificios universitarios, su bien el Campus de Llamaquique tardaría aún treinta años en ser una realidad con la construcción de las facultades de Biología y Geología


A nuestra izquierda, otra serie de edificios construidos a partir de la extensión de la ciudad hacia Llamaquique. El número 33 de la calle Independencia, por ejemplo, fue construido entre 1927 y 1928 con proyecto del arquitecto Francisco Casariego


El mismo arquitecto también proyectaría el siguiente, el número 35, de 1931, el amarillo a nuestra izquierda


De 1924 es el número 37, proyecto este del maestro de obras Benigno Rodríguez, otro de los afamados maestros de obras asturianos, bien glosados por el historiador Héctor Blanco González, erudito en la materia y autor de Arquitectura sin arquitectos. Maestros de obras y otros autores (1800-1935), a quien le dedica A. Montes en La Nueva España del 18-3-2014 el artículo La ciudad sin firma:
"Buena parte de los edificios que conforman las zonas de expansión urbana de Oviedo y Gijón desde la segunda mitad del siglo XIX hasta la primer tercio del XX son construcciones sin autor al modo en que hoy lo entendemos. Apenas una veintena de maestros de obras ha dejado su huella constructiva en toda Asturias en un período de gran demanda edificatoria que los pocos arquitectos de la época no conseguían cubrir. Edificios como el mercado de Trascorrales o las casas del Cuitu en Oviedo, buena parte de la calle San Bernardo en Gijón o lo que hoy es la de Escuela de Artes y Oficios en Avilés son el resultado del trabajo de ese reducido grupo profesional que el historiador Héctor Blanco González ha investigado en profundidad. A ellos está dedicado el libro "Arquitectura sin arquitectos en Asturias. Maestros de obras y otros autores (1800-1935)", elaborado a partir de la tesis doctoral del autor y editado por la Consejería de Cultura. 
"Mucha arquitectura contemporánea asturiana no fue realizada por los arquitectos. Los maestros de obras fueron, durante el siglo XIX y las primeras décadas del XX, destacados productores de arquitectura tanto cuantitativa como cualitativamente, igualando e incluso superando en volumen de obra a los arquitectos", expone Héctor Blanco. El auge de estos maestros comienza con el desarrollo de los núcleos urbanos en esa segunda mitad del XIX, la planificación de los ensanches de la ciudades y, como refleja el libro del historiador gijonés, "el impulso que conoce la construcción por efecto de la ley de arrendamientos de 1842 como marco legal para el aprovechamiento mercantil del inmueble, junto al comienzo de la especulación con el suelo urbano y la constitución de la promoción inmobiliaria como inversión, transformando el sector de la construcción como una industria más". Estos especialistas están, así, en el corazón del auge de un nuevo segmento económico cuyo crecimiento desproporcionado es hoy una de las razones de la crisis económica en España. 
Entre arquitectos y maestros de obras hay diferencias formativas y de competencias. Blanco apunta que "el título oficial de maestro de obras, que se obtenía tras cursar tres años de estudios y la superación de un proyecto de final de carrera, los facultaba para proyectar de manera autónoma edificios que no fuesen sufragados con fondos públicos o destinados a uso público, que eran los que quedaban como competencia exclusiva de los arquitectos". Ello no impide, sin embargo, que el mercado de Trascorrales en Oviedo sea un proyecto del maestro Cándido González. La falta de arquitectos propició que "acabaran haciéndose cargo de todo tipo de obras, incluyendo las municipales. Por ello realizaron también puentes, obras de urbanización, escuelas, mercados... Además incluso ocupan cargos dentro de la administración, en muchas ocasiones y durante largos periodos, asumiendo las competencias propias de los arquitectos municipales ante la falta de estos". El historiador constata que "en Asturias, como en muchas zonas periféricas de España, la presencia de la figura del arquitecto es muy escasa durante el siglo XIX y llama la atención que, aun en sus últimas décadas, apenas haya una decena de arquitectos establecidos en la región. Esta escasez de titulados superiores hizo que la figura del maestro de obras se convirtiese en un referente fundamental dentro del sector de la construcción y explica por qué muchos de ellos desarrollaron carreras muy brillantes, sin encontrar limitaciones a su ejercicio profesional". 
Su momento de mayor esplendor fue también el de su extinción. La similar cualificación de arquitectos y maestros de obras llevó a la supresión de los estudios de estos últimos. El autor de "Arquitectura sin arquitectos" explica que "la justificación oficial fue que la actividad de maestros de obras y arquitectos era tan similar que no procedía dedicar recursos a dos titulaciones independientes que en la práctica venían a ser lo mismo, pero el trasfondo real era la evidencia de que los maestros acaparaban una gran cantidad de obra en perjuicio de los arquitectos". 
Después de 1871 sólo permanecerán en activo "los titulados hasta entonces, que conservaban los derechos propios de su título, y se convierten así en un grupo profesional en extinción literal, aunque aún mantienen varias décadas de actividad hasta que progresivamente se van jubilando o falleciendo". Blanco González añade que "el último maestro de obras titulado de Asturias, Benigno Rodríguez, fallece en Gijón en 1932". 
De ese tiempo queda "una obra dispersa por toda Asturias, pero con una concentración notable, sobre todo, en Gijón y Oviedo debido a la gran expansión urbana que conocen ambas ciudades durante la segunda mitad del siglo XIX. También es el conjunto de obra mejor identificado, por conservarse los proyectos en los archivos municipales". La investigación de Héctor Blanco le lleva a afirmar que "en general los maestros de obras destacan por su capacidad de diseño todoterreno, la calidad en la ejecución de las obras y su preocupación por el detalle. Muchos de ellos lo dejan patente ya en los planos que realizan, en no pocos casos los proyectos ya son auténticas obras de arte". No desmerecen, a juicio del historiador, la labor de los arquitectos, y "aunque hoy en día sean unos completos desconocidos, el conjunto de su legado evidencia que en modo alguno su labor fue secundaria o menor". 
Su manera de trabajar, estilo e inquietudes no se diferencian de los de los arquitectos. "La arquitectura de los maestros de obras no cuenta con ninguna peculiaridad formal que la diferencie de la elaborada por los arquitectos. Se preocupaban por estar al día de las tendencias y novedades en boga, tenían que competir entre sí y a la vez con los arquitectos por contratar obra y eso llevaba a que, en conjunto, a simple vista, no sea posible apreciar diferenciación. La mayor o menor entidad de la obra realizada derivaba del presupuesto y entidad de cada encargo, no de su capacidad como tracistas", señala Blanco. Así, las constantes de su trabajo "son las propias del resto de la arquitectura realizada en el momento: atienden a los intereses de los promotores de la obra buscando aprovechar al máximo los solares para obtener buenos rendimientos y ateniéndose a lo que marcaban las ordenanzas municipales". 
Existe también una inquietud innovadora que queda patente en los edificios de los maestros de obra. "Benigno Rodríguez fue de los más avanzados a la hora de introducir patios interiores y distribuciones que mejoraban las condiciones de habitabilidad de las viviendas, cuando los promotores lo aceptaban, superando las disposiciones marcadas por las ordenanzas. En todo caso, los mejores proyectos siempre están vinculados a residencias unifamiliares o a los edificios residenciales de mayor presupuesto y empaque". "También se observa", detalla Blanco, "la introducción de novedades estructurales, primero el hierro y luego el hormigón armado. Así, Cándido González fue pionero en la implantación de la arquitectura del hierro en Asturias con sus mercados de Trascorrales y Jovellanos". Hay un empeño en estar al día en cuanto a técnicas constructivas que deja patente, entre otros maestros, Benigno Rodríguez, quien "comenzó a emplear ya en la década de 1910 hormigón armado en la estructura de alguno de sus edificios de viviendas, algo poco habitual en la región en esos años". 
El autor de "Arquitectura sin arquitectos en Asturias" concluye que pese a "la peculiar leyenda negra que venía a presentarlos como profesionales menores, cuando no como arribistas, que incidía en su contraposición con la figura del arquitecto, identificada como la de un profesional dotado de altísimos conocimientos técnicos y estéticos", los maestros de obras "como grupo profesional estuvieron a la altura de las circunstancias en todos los sentidos, de hecho, no pocos de ellos tuvieron un pleno reconocimiento profesional por parte de la sociedad del momento".

Los números 39 y 41, datados en la década 1920, son de autor desconocido, seguidamente un gran edificio en chaflán hace esquina con la calle General Zuvillaga


Más allá sigue la calle Real Oviedo, proyectada en 1958 al rellenarse la Trinchera Norte como prolongación de la calle Independencia y a la que se llamó en 1963 División Azul. La ciudad se extendió más al oeste aún, hacia Buenavista, tras las destrucciones de la Guerra Civil


De frente, la llamada 'Turboglorieta'  de la Plaza de la Libertad, hecha en 2012 con dos carriles en vez de los tres anteriores y marchas viales específicas para cada itinerario. En Una glorieta para liberar el tráfico, Ángel Fidalgo explicaba en La Nueva España del 1 de diciembre de dicho año estas a modo de 'normas de uso' en Una glorieta para liberar el tráfico:
"Las obras de mejora de la rotonda de la plaza de la Liberación aumentarán en un 20 por ciento su capacidad para absorber el tráfico y en el mismo porcentaje la capacidad de los vehículos. También hará que se gane en seguridad al disminuir los accidentes que hasta ahora se registraban con cierta frecuencia en la rotonda, según espera la Policía Local.
Los responsables municipales de tráfico puntualizan que harán falta unos quince o veinte días para que los automovilistas se acostumbren a la nueva reordenación del tráfico, y que por lo tanto van a estar vigilantes, sobre todo en los primeros días, para facilitar la circulación y hacerla más fluida. 
No obstante con conocer las normas de tráfico y utilizar el sentido común será suficiente. Ejemplos. Si circulamos en sentido descendente por la calle Real Oviedo, la antigua División Azul, y queremos girar a la izquierda para llegar a la calle Samuel Sánchez -antigua Teniente Coronel Teijeiro- tendremos que utilizar obligatoriamente el carril de la izquierda, ya que el del centro y el de la derecha quedan reservados para los que circulen hacia la calle Independencia; los que quieran girar hacia la calle General Zuvillaga tendrán que utilizar el de la derecha. 
Con el único carril posible para girar a la izquierda se evitará que dos filas de coches coincidan doblando en la rotonda, como venía ocurriendo hasta ahora con los consiguientes problemas. 
En el sentido ascendente desde la avenida de Santander, donde hay tres carriles que cerca de la glorieta se reducen a dos, el uso de la rotonda es aún más sencillo. Si queremos girar hacia la avenida Príncipe de Asturias, sobre la Losa, la única opción es coger el carril derecho, que será el que nos permita también acceder a la calle de Samuel Sánchez. Quedan dos carriles que servirán para subir por la calle del Real Oviedo, aunque el de la izquierda deberá de utilizarse obligatoriamente para girar en la rotonda si se quiere coger el sentido descendente por la calle Independencia, y también para acceder a la calle General Zuvillaga. 
Por último, si circulamos por la calle Samuel Sánchez desde la Argañosa, al llegar a la rotonda de la plaza de la Liberación podemos hacerlo por tres carriles. Si queremos girar hacia la derecha hay que coger el carril de la derecha, quedando los otros dos para ir hacia General Zuvillaga, coger la rotonda para regresar por sentido contrario hacia la Argañosa o bajar por Independencia. En el primer caso elegiremos el carril del centro, que nos servirá también para bajar por Independencia, igual que el de la izquierda. Este último es el más lógico para hacer la rotonda y coger de nuevo la calle Samuel Sánchez."

A la derecha vemos la entrada a la citada calle Samuel Sánchez, ciclista ovetense, cuya estatua veremos camino de L'Argañosa, otro barrio que antaño perteneció a San Pedro de los Arcos


Nosotros damos un giro completo y ya vamos de frente a La Losa, donde está la Avenida Fundación Príncipe de Asturias y, al fondo, las demás torres del paseo, que siguen la estructura decorativa de mosaico de colores en los paneles que recubren las fachadas


La Losa tiene forma de bota y se sustenta sobre 220 grandes pilares, mide 700 metros y se extiende por una superficie de 38.000 metros cuadrados, siendo el paseo más espacioso y largo de Oviedo/Uviéu, con fuentes, estanques, farolas, jardines, juegos infantiles, etc. Es un proyecto del ingeniero Leonardo Fernández Troyano


Al norte vemos, asomando sobre los edificios de la calle Los Pilares, la línea de cumbres cimeras del totémico Monte Naranco, que se alza sobre la ciudad y por cuyas laderas suroccidentales caminaremos dentro de poco al salir del casco urbano camino de las aldeas de Paniceres y Llampaxuga



Su cota máxima son los 637 m del Picu'l Paisanu (a la izquierda de la foto), mientras que a su derecha está la segunda cumbre en altitud del monte, El Pozu l'Agua (590 m), más conocido como El Picu la Miliciana a causa de los episodios bélicos acontecidos cuando era línea de asedio y frente en la Guerra Civil


En El Picu'l Paisanu se ve en la lejanía una gran estatua con los brazos extendidos, es el monumento al Sagrado Corazón de Jesús, en cuyo pedestal se reconoce asimismo la Cruz de la Victoria, emblema de Asturias. De su construcción leemos así en Wikipedia:
"La escultura, hecha en piedra, es obra de Gerardo Zaragoza y Rafael Rodríguez Urrusti, y está datada en 1980. La escultura del Sagrado Corazón de Jesús fue diseñada por García Lomas; tenía treinta metros de altura y es obra de Gerardo Zaragoza, mientras que la de la Cruz de la Victoria, de 5 metros de altura, es obra de Rafael Rodríguez Urrusti. Para realizar el montaje de la obra se contó con el escultor ovetense José Antonio Nava Iglesias, quien realizó las mejoras y las copias necesarias para hacer frente a los desperfectos que el transporte había ocasionado al conjunto de la obra."

La idea había surgido tres décadas atrás con el padre Vega y Ramoncita Bertrand, apoyados por Sabino Álvarez Gendín, rector por entonces de la Universidad de Oviedo, así como otras personalidades ovetenses y asturianas, queriendo emular al existente en Río de Janeiro, para lo que se realizó una colecta popular en la que se recaudaron 10 de los 17 millones necesarios:
"Dieciocho años se tardaron en acabar el proyecto, que se inició el 21 de junio de 1963 con la colocación de la primera piedra, y se finalizó el 5 de julio de 1981, fecha en que se llevó a cabo su inauguración."

Por la ladera oriental del Naranco salen de la ciudad los peregrinos que han decidido tomar el Camino Norte desde la Plaza de Alfonso II El Casto al pie de la catedral de San Salvador, retomando la ruta costera saliendo del casco urbano por El Pontón de Vaqueros hacia Cuyences y de allí a Villaperi para cruzar el Nora en La Ponte Cayés y atravesar los concejos de Llanera y Corvera para llegar a Avilés


De aquí al monte se extiende Ciudad Naranco, uno de los barrios del extrarradio que era, hasta bien entrado el siglo XX, una aldea con sus caserías. Incluso la urbanización del mismo, a partir de la construcción de la antigua Cárcel Correcional de Oviedo entre 1886 y 1895, avanzó muy lentamente, como nos explica Marta Pérez en La Nueva España del 22-6-2008:
"Los taxistas de la ciudad se negaron a entrar en Ciudad Naranco hasta 1975, cuando se urbanizó. El barrio residencial por excelencia de Oviedo era, hasta esa época, un entramado de caminos sin asfaltar, repleto de baches donde los niños jugaban a la pelota en un prado al que bautizaron como El Barrabéu, como el Bernabeu, pero con barro. Ciudad Naranco empezó en Ferreros, detrás de la cárcel Modelo, en el pueblo de los herreros, que toma su nombre de este gremio artesano. Por aquel entonces, hace ya más de medio siglo, Ciudad Naranco sólo tenía dos calles, la de la centralita y la de la cárcel. Los caminos de Ciudad Naranco estaban pensados para dar servicio, uno a la cárcel y el otro a la centralita eléctrica que suministraba a los depósitos ferroviarios de Vallobín y a los hospitales. Los mayores todavía recuerdan hoy las descargas eléctricas de las tormentas, atraídas por la central, que atemorizaban al barrio. 
Las dos calles de Ciudad Naranco formaban un barrio en «L». El resto era propiedad de Julián Rodríguez. Su nombre está tan ligado como el de Ferreros al nacimiento de Ciudad Naranco. Julián Rodríguez, que acabó siendo un conocido constructor, comenzó a construir en San Pedro de los Arcos en la década de los cincuenta los primeros edificios de Ciudad Naranco, que se bautizaron como Colonia Astur. Así que, antes de ser Ciudad Naranco, y un poco después de ser Ferreros, el barrio se llamó Colonia Astur. Algún negocio en el barrio rememora todavía este nombre. 
Poco a poco comenzó la metamorfosis de los prados en ciudad. Entre las calles Augusto Junquera y Coronel Bobes había un prado, el de los soldados, que los vecinos llamaban así porque cuando volvían de maniobras amontonaban sus cañones en este lugar. El prado se usaba para celebrar las fiestas de San Agustín, cada 28 de agosto, hasta que llegaron las fábricas y fueron haciéndose con el barrio por la zona de Ferreros, donde se mantuvo algún caserío. Mientras, la evolución de la parte residencial está ligada al ferrocarril, como sucede con buena parte de la zona oeste de la ciudad. El tren traía viajeros y trabajadores que iban comprando un terreno sí y otro también a Julián Rodríguez para construir una casa, con su huerta al lado.
La urbanización del barrio llegó en 1975, fecha que marca una nueva era para Ciudad Naranco. Los vecinos pagaron a escote el metro de acera y las farolas, a ambos lados de las calles. Hasta que llegó Antonio Masip a la Alcaldía. La anécdota la recuerda Aurora Alonso, alcaldesa de barrio de Ciudad Naranco. «Cuando entró Masip se llevó las farolas de un lado de la calle, porque hacían falta en otras zonas. Los vecinos las habían pagado, y nunca se lo perdonaron», explica. Avelino Alonso era alcalde de barrio en la época de Masip, y por el contrario, recuerda que fue el hijo de Valentín Masip el que promovió la obra del parque de San Pedro de los Arcos, «una obra esencial para el barrio», sostiene. 
En adelante, la evolución de Ciudad Naranco estuvo ligada a tres elementos: las cuestas, la vía del tren y los colegios. A las cuestas, lejos de considerarlas un problema, hay quien les saca provecho: «Yo estoy encantado, mi suegra nunca viene a visitarnos», comenta un vecino del barrio, que prefiere guardar el anonimato, por razones obvias. Las vías del tren eran el muro de hierro que hacía de frontera del barrio con el resto de la ciudad. «Todos utilizábamos el paso de Nicolás Soria para ir a Oviedo. El del ferrocarril nos estaba prohibido cuándo éramos niños, porque era una zona solitaria, y más tarde, cuando los niños fueron padres, lo prohibieron a los suyos», recuerda Aurora Alonso. Las pandillas, muy numerosas, quedaban en la zona del Cantábrico para regresar al barrio, todos juntos. Era la época en la que los trenes llegaban a la calle Almacenes Industriales cargados de vino y aceite que se descargaban con bueyes en las naves. 
El polígono industrial de Ferreros y el tren fueron atrayendo residentes a la zona, muchos de ellos trabajadores, y el barrio comenzó a prosperar y a dotarse de comercios, bares y colegios. El de las Ursulinas, para las chicas, y el de los Escolapios, para los chicos, fueron y siguen siendo un referente. «Es de bien nacidos ser agradecidos. El barrio le debe mucho a los colegios. Siempre estuvieron abiertos a la gente, para hacer deporte y hasta para hacer la Primera Comunión. Ningún niño se quedó nunca sin su chocolate», cuenta Alonso. En la actualidad Ciudad Naranco sigue siendo un barrio escolar con una nómina importante de equipamientos. Además de las Ursulinas y los Escolapios se han instalado en el barrio los colegios públicos Parque Infantil y San Pedro de los Arcos, el Instituto de Secundaria Naranco, el Colegio Auseva y las Teresianas. 
La expansión urbanística más fuerte se vivió en los noventa. Una época que coincide con la cubierta de la Losa. «Ciudad Naranco recibió una bomba de oxígeno con la Losa. Ahora tenemos una entrada elegante», comenta Aurora Alonso. «Para mí es el barrio más privilegiado de Oviedo por las comunicaciones. Estamos a un paso de la calle Uría, de la estación de tren, de la estación de autobuses y con el nuevo túnel de acceso al barrio, a un paso de la nueva autovía a Gijón», sostiene. «Claro que se necesita que se amplíe la salida por Nicolás Soria, entonces estaría la cosa de lujo», cuenta. Para Avelino Alonso, además de la mejora de los accesos por Nicolás Soria, la dotación de un polideportivo también es «vital» para el barrio. 
Si los colegios o el deporte fueron siempre importantes para la identidad de Ciudad Naranco, la cárcel no lo fue menos, pero nunca como algo negativo. Los vecinos acogieron la infraestructura como algo suyo. «Sabías que dentro vivía gente, historias de dolor. Nunca fueron unos vecinos que nos molestasen, al contrario», sostiene Aurora Alonso."


El Camino pasa solamente por una pequeña parte de La Losa, la más meridional, desde aquí, cruzando la Avenida Fundación Príncipe de Asturias, vamos caminando hacia su fuente ornamental, que en esta ocasión vemos sin agua, así como a las cuatro torres 'de cuadros de colores' que jalonan nuestro recorrido hacia la calle Argañosa, otra antigua aldea del Camín a Grao o Camín Real de Galicia que llegó a crecer autónomamente al paso del ferrocarril, uniéndose al ensanche de la ciudad bien avanzado ya el siglo XX







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