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lunes, 27 de abril de 2015

ENTRANDO EN LA POLA, CAPITAL DE SIERO (ASTURIAS) NACIDA EN EL CAMINO: EL REBOLLAL, LA RIENDA, EL PARQUE DE LA MÚSICA, LA CALLE SAN ANTONIO Y LA PLAZA ARGÜELLES CON "EL CARMÍN" Y "LOS DOMINGONOS"

La Pola desde El Camín de la Bienvenida (Samartino)

Ocupando una privilegiada posición en medio del valle del Nora, donde este recibe las aguas del Río Seco o Recuna, gran paso natural hacia el centro de Asturias y la Sancta Ovetensis, La Pola, capital de Siero, tiene una vinculación muy especial con el Camino no ya desde su origen como población sino desde antes, desde mucho antes: más de uno siglo primer antes de su fundación en 1270 por carta-puebla de Alfonso X El Sabio (no efectiva no obstante hasta 1310 sin que sepa muy bien la razón), cuando la entonces "Llanera de Siero", como se la llama documentalmente, se gobernaba desde un castillo encaramado en algún castro de los alrededores (tal vez El Picu Castiellu de Marcenao), en el año 1141, una tal María Ordóñez ya había fundado, en un lugar llamado Rioseco, como el citado río, un hospital para pobres y enfermos que deambulaban por los caminos buscando remedio y limosna

La iglesia parroquial de San Pedro, solar del antiguo hospital de peregrinos, desde el Camino

Esa casa-hospital, más hospedería aún que sanatorio en el sentido actual del término, cuyas propiedades y extensión delimitaba fielmente para cederlo al monasterio ovetense de San Vicente, será la Alberguería de San Pedro o San Pedro de los Albergues, que sería el origen de La Pola cuando se decidiese aprovechar el lugar para crear una nueva población, auspiciada y aforada por la Corona, pasando a ser el hospital de peregrinos de los Santos Mártires San Fabián y San Sebastián, que estaba en el solar de la actual parroquial de San Pedro y casas aledañas, donde se conservan algunos restos

Martirio de San Esteban, pieza del antiguo hospital de peregrinos conservada en capilla de los Mártires

Por lo tanto, puede decirse que aquí, el albergue de pobres y hospital de peregrinos fue antes incluso que la propia población, es más, puede decirse que nació prácticamente de él, toda una relación por tanto la de La Pola con el Camino desde mucho antes incluso que su nacimiento...

La Casona de San Miguel, actual albergue de peregrinos de La Pola

Ya a efectos más prácticos y cotidianos podemos decir que La Pola es en nuestros días una ciudad de servicios, con numerosas tiendas, comercios, consultorios, bares, sidrerías, cafés, restaurantes y, por supuesto, alojamientos tipo hoteles y pensiones y, especialmente dedicado a los peregrinos, un soberbio albergue público no mucho más allá de la iglesia, la Casona de San Miguel, un gran caserón tradicional asturiano con amplio portalón y finca con árboles cerrada por una cerca, ejemplo de, cuando no hace aún tantos años, esto eran campos y caserías, actualmente engullidos por el crecimiento urbano

Entrando en La Pola por El Rayu a El Rebollal

Entramos en La Pola siguiendo la actual carretera AS-331 que, en este tramo, era parte hasta mediados del siglo XIX del "Camín Real que viene de Francia", donde se unían el ramal que procedía de la costa por Villaviciosa y el del interior por Nava, pasando del valle del Piloña al del Nora


Estamos en zona de expansión urbanística donde se han construido diversos equipamientos, como la Piscina Municipal Climatizada, a nuestra izquierda. Se han habilitado bastantes aparcamientos y aceras, estemos especialmente pendientes del paso continuo de vehículos entrando y saliendo en muchas ocasiones


Esta zona en principio y si hacemos caso a los mapas y señalética viaria, es aún de El Rayu, parroquia de Samartino, y aquel grupo de casas sin duda de los tiempos de los antiguos alfareros del lugar, los de la famosa "Cerámica del Rayu", de gran renombre y recuperada en 1997 no aquí, sino en un alfar de Balbona, en Bobes, también en Siero


En esta zona de El Rayu, inmediaciones del lugar o barrio de La Cuesta, fueron famosos los alfares de Ricardo, Chilo, Constante y su hija Lola, Prudencio... unos pocos prolongaron su actividad, en competencia con las industrias, hasta casi los años 1960, pero ya no haciendo aquella preciada cerámica ahora revalorizada, sino sobreviviendo malamente con barro rojo común para tiestos y bebederos de gallineros, como nos informa el erudito etnólogo, párroco del también artesano barrio Avilesino de Miranda, José Manuel Feito en su libro La artesanía popular asturiana


Nada queda en nuestros días que recuerde a simple vista a los alfareros de El Rayu, Samartino, Marcenao, cuya arcilla sacaban de varios lugares, algunos de las inmediaciones; hoy está aquí el Nuevo Polideportivo de La Pola


Abajo, también la gran nave del actual Mercado de Ganados, en La Venta de la Uña, construido entre 1989 y 1992 y que lleva el nombre de José Federico González Llenín, en homenaje a este gran especialista de ola mejora agrícola y ganadera que trabajo en la desaparecida Granja. Escuela de La Pola, que estaba en este mismo lugar. Este mercado sustituye al llamado Mercado Nuevo, que estaba situado en la actual Estación de Autobuses, al otro extremo de la población, construido entre 1952 y 1965. Anteriormente el mercado, tradicionalmente celebrado los martes, estaba en La Plaza les Campes y calles adyacentes, justo donde se fundó La Pola según carta puebla de Alfonso X El Sabio en 1270, una verdadera villa-mercado. No muy lejos se encuentra el prau La Sobatiella, el de las multitudinarias fiestas de El Carmín


Más en la distancia, al sur, en El Pontón, al lado de la antigua carretera Santander (actual N-634) que relegó en el siglo XIX a los caminos reales a vías locales y pecuarias, destaca la torre de la factoría de La Cantera, explotación de áridos en El Picu la Parte o Ullaga, por donde va la carretera La Venta la Salve, que comunica con la parroquia sierense de Valdesoto, al sur de La Pola, donde habría una venta caminera, un lugar del que cuentan así en el Diccionario geográfico de Asturias. Ciudades, Villas y Pueblos:
"Lugar de la parroquia de Valdesoto (Siero), a 2 km de La Pola por la carretera que lleva a Valdesoto y Carbayín. Está formado por viviendas independientes que se extienden a los lados de una larga recta, algunas de reciente construcción. La primera de las casas fue en otro tiempo escuela. Celebra la fiesta de la vecina localidad de Negales, Las Angustias, en el mes de agosto. Pasa por ella el río El Pontón, afluente del Nora. Del nombre del lugar se dice que antiguamente, camino de la Pola, era obligado rezar una Salve para pasar por allí. Otra versión más mundana habla de una venta con "mujeres vida alegre".

Pasando el polideportivo siguen buenas aceras a ambos lados y, conforme anuncian las señales, salimos de El Rayu y de la parroquia de Samartino para entrar en la de La Pola por El Rebollal, un topónimo referido a rebollos, especie de robles, género Quercus, que debió de ser muy abundante en tiempos dada la cantidad de lugares con esta denominación que hemos encontrado en esta parte del concejo de Siero


Recibía antaño a los viajeros a la entrada de La Pola por El Camín Real otra venta caminera, La Venta la Uña, de la que no tenemos muchas más noticias que su nombre conservado también en forma de topónimo en el lugar, como el de El Rebollal, un poco más adelante a la izquierda


Más abajo a la izquierda los grandes bloques de pisos van extendiéndose al este, según avanza el casco urbano en esta dirección, algunos con nombres de inmobiliarias, entidades, empresas, otros con algunos tan sugerentes como El Halcón Peregrino


A nuestra derecha, en los prados entre El Rebollal y La Cuesta, predominan de momento las zonas residenciales de baja densidad o aún bastante rurales, con buenos prados de verde hierba para las vacas de alguna casería


Atentos ahora cuando se acaba la recta de El Rayu a El Rebollal, pues dejaremos la carretera, que hace una curva, a la derecha, mientras nosotros seguimos rectos y de frente


Cruzamos el acceso a la finca de una casa y continuamos adelante; la zona de árboles más allá del cruce es La Venta la Uña propiamente dicha


Bifurcación y recto también y de frente, todo en llano


Vuelve la acera pero sensiblemente más estrecha, a la derecha de este enlace de calles engalanado con verdes parterres


Es muy posible que cuando vengáis encontréis el lugar más urbanizado. Allí, un poco a nuestra izquierda y más allá de La Venta la Uña, un edificio muy a destacar


n mucho las formas del muy arquitectónico Teatro Auditorio, a su derecha, del que encontramos esta buena reseña en el periódico La Nueva España del 10-3-2023:
"El teatro-auditorio se inauguró en el año 2011, junto con la nueva Casa de la Cultura–Biblioteca y la Escuela-Casa de Música de la localidad, este edificio forma parte del "Conjunto Cultural en Pola de Siero". Se trata de un proyecto desarrollado por los arquitectos municipales José Benito Díaz Prieto y María José Fernández y que ocupa una parcela de 6.628 metros cuadrados de superficie en total. Este conjunto nació con la intención de servir como un equipamiento cultural de referencia para el concejo de Siero y para toda el área central del Principado de Asturias. 
Se ubica en la calle Belarmino García Roza. El equipamiento en su conjunto tuvo un plazo de ejecución de unos 24 meses aproximadamente, y como curiosidad, cabe destacar que la parcela en la que está ubicado, es un sobrante de la trama ortogonal del casco de población cuyo origen es el Plan de Ensanche del año 1932 redactado por Ildefonso Sánchez del Río y que posteriormente, fue revisado en el Plan General de Ordenación Urbana del año 1988 por el arquitecto Ramón Fernández Rañada. 
Con capacidad para 680 personas en total, junto con 10 plazas más para minusválidos, el teatro auditorio es un gran edificio con un escenario muy apropiado para representaciones tanto de tipo teatral como musical. Su caja escénica, cuyas dimensiones son de 23 metros de altura, y su volumen de 625 metros cuadrados, es muy valorada por su acústica y sonoridad. Además, también cuenta con una sala polivalente y de conciertos con una capacidad para 190 butacas aproximadamente. 
Está desarrollado en dos plantas con iluminación y un hall de accesos que se convierte en el corazón del edificio. En cuanto a sus materiales de construcción, el edificio posee una personalidad propia ya que el exterior destaca por su cubierta (chapas de zinc pigmentadas y colocadas a junta alzada) y por su carpintería de aluminio. En el interior, predominan diversos materiales como el acero inoxidable, el hormigón armado, la madera o el mármol".

Pasamos así ahora de frente a esta larga fila de casas populares de El Rebollal, la mayor parte más o menos reformadas, aunque algunas, más adelante, conservan su antiguo corredor


El la primera, placa de cerámica con el nombre del barrio y el escudo de Siero



En la actualidad El Rebollal es, como antaño, la entrada en La Pola de peregrinos y viajeros caminantes, "gentes del bordón" como diría el escritor y peregrino Víctor Guerra y, ahora en coche como antaño andando, de vecinos de la parroquia de Samartino, de Sariegu, de Candanal y Pión en Villaviciosa y de todos aquellos que emplean la AS-331 para venir, como antaño El Camín Real


Al otro lado de la calle y cruce, en La Venta la Uña, un gran cartel nos muestra información sobre el recorrido jacobita por el casco urbano polesu


Puede ser útil acercarnos a él pues siempre va a proporcionarnos información importante y a tener en cuenta


Rn medio hay un plano de la villa de La Pola y, abajo y a los lados, fotos de lugares interesantes a visitar, todos muy cerca unos de otros y del Camino: el Parque Alfonso X El Sabio y el Palacio del Marqués de Santa Cruz de Marcenado, al que se puede llegar desde el Ayuntamiento, también representado, luego la Plaza de Abastos, la capilla de Santa Ana, La Plaza les Campes, la iglesia de San Pedro, en cuya capilla de los Mártires están los restos del hospital de pobres y peregrinos (el martirio de San Esteban) y el citado Teatro Auditorio


En el plano se recogen estos lugares y otros de interés práctico. Por la parte de arriba descubrimos, trazada de azul, la línea del itinerario jacobita por el casco urbano


Los itinerarios urbanos a veces son los más complicados con la señalización, por lo que toda ayuda es bienvenida. Empezamos justo aquí, donde estamos nosotros ahora



Siguiendo lo que sería el trazado caminero histórico nos acercaríamos al actual Parque de la Música y entraríamos en el casco antiguo por la calle San Antonio y hasta la Plaza de Argüelles


De la Plaza de Argüelles cruzamos para tomar la calle Celleruelo y pasar ante la iglesia parroquial de San Pedro, donde estuvo el antiguo hospital de pobres y romeros, insistimos, dirigiéndonos seguidamente a la Casona de San Miguel, el albergue de peregrinos, sito también al paso mismo del Camino



Luego salimos del casco urbano por el oeste también tomando la calle Celleruelo para enlazar con la rotonda de enlace con la AS-1, por donde entraremos en La Barrera, por El Fongaón, rumbo a El Berrón (o a Noreña) y, de allí, a la Sancta Ovetensis


¿Nos ha quedado más o menos claro?, pues entonces, visto así el cartel, reemprendemos camino por El Rebollar, antesala del centro urbano



El Camino se hace calle en lo que hoy en día es una vía de circulación menor, ya aparte incluso de la AS-331. El tráfico es por lo común bastante escaso pero durante bastantes tramos, una vez pasemos estas casas, sin aceras ni veredas peatonales ni arcenes


El corredor, con el retrete a la derecha, donde se solían colocar cuando se implantaron en las viviendas. En El corredor en las casas asturianas los etnógrafos Florencio Cobo Arias, Miguel Cores Rambaud y Matilde Zarracina Valcarce, dicen lo siguiente
"El corredor de madera es un elemento que se encuentra reiterativamente en casas repartidas por toda la región asturiana: por su ubicación. disposición y diseño son posibles múltiples alternativas en la composición de fachada de las viviendas y servicios que adoptan esta solución constructiva. 

Determinados tipos de corredor predominan en área s concretas. unas veces de forma tan clara que caracterizan por completo su arquitectura. como es el caso del corredor volado diáfano en concejos centrales. mientras que en otras áreas coexisten dos, tres o más tipos de corredor -por ejemplo volados. sobre machones y entre muros cortafuegos en concejos costeros-, o incluso es la importancia que adquieren sus cerramientos el denominador común más evidente..."


A nuestra izquierda una hermosa panera, restaurada, también de corredor, del que colgaría antaño el maíz, representa la memoria rural de El Rebollal, si bien es verdad que antaño hórreos y paneras los había también en el centro de villas y ciudades, de donde prácticamente han desaparecido. Es de las que tienen bodega debajo, que solía emplearse como almacén de enseres y aperos, entre otras muchas posibilidades


Atentos ahora a esta flecha amarilla que nos advierte seguir de frente en este cruce


Aquí se acaba una pequeña rampa en cuesta y sigue un tramo recto y llano, alternan casas tradicionales, de las de corredor, con viviendas construidas a partir de mediados del siglo XX



Lo cierto es que este camino constituye un acceso muy cómodo y tranquilo, sin tráfico ni bullicio, que nos llevará al mismo centro histórico polesu en un momento



Otra hermosa casa de corredor, este volado, asomado a la calle; seguimos leyendo El corredor en las casas asturianas:
"Situados generalmente en el piso alto de la fachada principal y orientados al S. o al E., manifiestan de distintas maneras la diafanidad o el hermetismo de las viviendas en que se ubican. Será un espacio diáfano cuando mantiene toda su pureza constructiva, sin ningún tipo de cerramiento; será un espacio hermético cuando se cierran con diversos materiales ligeros partes de su estructura, potenciándose entonces sus cualidades como elemento «protector» o «captante» ante los factores climáticos. Su plurifuncionalidad es grande en todos los casos, al prolongar o complementar tanto el espacio interno de la vivienda como el externo a ella; así la sala ve ampliado su espacio a través del corredor, que mantiene, aunque sólo sea estacionalmente. la misma cualidad social que aquella. siendo punto de reunión farniliar o vecinal en las tarde s de verano u otoño. Esta continuación del espacio interno resulta aún más evidente cuando en uno o en los dos extremos del corredor se habilitan espacios de vivienda"


Nos explican sus autores que la prolongación y complemento del espacio externo se evidencia en el corredor por su carácter de servicio. como lugar donde se pon en a secar o madurar diversos productos de consumo y en el que se tiende la ropa al resguardo de las antaño muy frecuentes lluvias. 



Y este es el tipo del llamado corredor volado, el cual puede extenderse por toda la fachada como es este el caso, o solamente en su parte central. Tiene a los lados tabiques para proteger de los vientos o de la lluvia cuando cae de lado. El suelo por lo general es de tabla, siendo también de madera, aunque ahora al reponerse en algunas casas se verán también metálicos, todo según gustos, si bien tradicionalmente eran de madera:
" la gran variedad de diseño de los balaustres, torneados o recortados, patentiza la voluntad estética de su constructor. la mayoría de las veces el propio usuario. La disposición proyectada al exterior hace que sea el modelo de corredor que proporciona una mayor diafanidad a la fachada".


Tanto las casas de la derecha, con corredor o sin él, tenían huertas en la parte de atrás, junto con frutales, algunas las siguen teniendo



Algunas casas se han rehabilitado y reformado pero otras no, naturalmente su fachada principal mira al sur, a la mayor luminosidad, por lo que vemos en las de la izquierda es su parte posterior, la más umbría, mirando al norte



Comprobamos además que se han colocado badenes para evitar el paso de vehículos a velocidad. Es delante de las casas donde sí suele haber algo de arcén o franja peatonal, espacios que también suelen emplearse para aparcar



De todas maneras y pese a nuestra inmediatez al centro de La Pola no suelen verse muchos vehículos estacionados, salvo en fiestas o eventos



Algunas flores, plantas y tiestos añaden color y vida al lugar cuando pasamos de esta hilera de viviendas formando bloque y ante ellas, buena explanada



A la derecha, tampoco las casas nuevas quieren renunciar a tener buenas huertas además de algo de jardín


Antaño estos espacios delante de las casas, con corredor o sin él, eran lugares de socialización y tertulia, la gente que iba y venía a La Pola, o con el ganado de las fincas a la cuadra o viceversa, se detenía a conversar con el vecindario, que hacía no pocas tareas cotidianas afuera, a la puerta, aprovechando la luz del día



No es actualmente imposible asistir, o incluso participar espontáneamente en alguna de esas charlas, pero cada vez es más difícil pues parece ir perdiéndose esa costumbre. Muchas veces tampoco los peregrinos que pasan se detienen, prisioneros del reloj y de las cuitas de cada uno, ansiando llegar al ya muy próximo albergue, sin tiempo para más



Señalización de badenes, los espacios de calle entre las casas carecen apenas de franja peatonal y, además, dos coches no pueden cruzarse en ellos



Ciertamente pasan pocos coches y se puede caminar con bastante placidez, pero estemos atentos siempre a su paso, pues será menester ponerse en fila india, e incluso detenerse y arrimarse bien a los muros o meterse en las exiguas cunetas si pasa alguno especialmente voluminoso, como aquella furgoneta que viene al fondo


Aunque no haya mayor riesgo de error o pérdida, alguna flecha amarilla cada cierto trecho nos confirma que vamos en el sentido correcto y que no nos hemos dejado ningún desvío atrás


La ciudad crece; La Pola, junto con otros núcleos urbanos del concejo de Siero, fueron de las áreas que más se expandieron urbanísticamente en Asturias en las últimas décadas. A la izquierda los bloques de pisos de la calle Ángel Embil, dedicada al gran músico y compositor Guipuzcoano, residente en Asturias, que falleció en La Pola en 1980, donde fue director de su banda de música desde 1946, además de uno de los fundadores de la primera Orquesta Sinfónica de Asturias. Esta es su biografía en la Auñamendi Eusko Entzklopedia:
"Compositor, director y organista guipuzcoano. Nace en Zumaia el 28 de febrero de 1897 y fallece Pola de Siero (Asturias) el día 18 de Junio de 1980 a la edad de 83 años. 
"A los seis años comienza a estudiar música con Jesús Urteaga. A los diez años la familia se traslada a Gijón, donde estudia órgano con Ignacio Uría, así como música en el Colegio jesuita de la Inmaculada. Desde 1915 fundará y dirigirá distintos coros en la localidad asturiana: el coro del Colegio de la Inmaculada de Gijón (1915), el coro femenino El Vergel y el Orfeón Gijonés (1930), de la cual nacerán posteriormente la Polifónica Gijonesa y el Ochote Jovellanos. Asimismo, fue director de otros coros del territorio como el Cuadro Lírico Noreñense, la Agrupación Coral Siero (1951) o el Orfeón Mierés. Continuando con su labor dentro del ámbito de la dirección, cabe destacar también la obtención de la plaza de director de la Banda Municipal de Música de Pola de Siero en 1946. Además, fue uno de los fundadores de la primera Orquesta Sinfónica de Asturias. 
Por otro lado, fue un gran organista, siendo titular de la iglesia del Sagrado Corazón de Gijón y de la parroquia de Pola de Siero. 
Finalmente, como compositor, se centró sobre todo en la creación de obras corales. Dentro de la música religiosa podemos mencionar la Misa en honor de la Virgen de Aránzazu (3 V.), diversos himnos y obras en latín como Jesús dulcis memoria (4 V.); en música profana destacan las canciones de carácter popular y con sabor asturiano como Canción asturiana (4 V.), Romance antiguo y aire de los dos aires (3 V.), etc. El 2006 la Sociedad Pola Música editó parte de su obra. La familia y la banda municipal guardan su archivo musical en la localidad de Pola de Siero."


Hay entre las urbanizaciones pequeñas casitas de cuando esa era área residencial de baja densidad por donde pasan los principales accesos a la población por el este y donde se encuentra la Residencia Nuestra Señora de Covadonga, el Asilo de La Pola, institución fundada en 1886



Las casitas de la calle El Jardín, al lado del Parque Alfonso X El Sabio, se han quedado rodeadas por la creciente urbe de pisos que se extienden al sur hacia El Nozalín y La Ferlera. Más allá sí que vemos los montes y campos de Valdesoto y Hevia, parroquias sierenses al sur de La Pola y, en la distancia, el Aramo, la gran montaña central asturiana, con los 1.791 metros del Gamoniteiru como su cota máxima


Al fondo son los edificios de la Plaza de la República, a cuya derecha vamos a pasar de inmediato hacia el centro polesu


Más badenes en esta recta en la que la calle tiende a estrecharse entre restos de muria o viejo murete y, a la derecha, la sebe o seto natural


Aquí, otras dos hermosas casas de corredor, pegadas la una a la otra, seguimos leyendo en El corredor en las casas asturianas:
"Cuando varias casas con esta solución se alinean en un núcleo rural. el espacio bajo el corredor es público y se utiliza como paso o cobija por los vecinos, pero a la vez los moradores de cada vivienda lo privatizan ocasionalmente. al conformar tertulias en él o al resguardar algún apero".

En el grupo siguiente ninguna tiene corredor pero esta llama la atención por su altura respecto a las otras, con planta baja, planta alta y ático


El campo y la urbe, los prados y las urbanizaciones de pisos; también hay algunas pequeñas quintas


Un antiguo cobertizo, corral, corripa o caseta de aperos. Aquí la estrechez de la calzada está incluso señalizada con estos mojones rojos en el primero de los cuales, además, se ha pintado una flecha amarilla



A la derecha, un hórreo de corredor se alza sobre bodega a la entrada de una quintana. nosotros seguimos de frente, ahora cuesta abajo


A la izquierda, una antigua casería, en medio de los prados, mira a la creciente urbe, llegamos a La Rienda, lo que fue otro núcleo rural a escasos metros del centro urbano


Allí, una palmera en el jardín de una casa, al pie de los edificios de la calle Ángel Embil, puede revelar sus orígenes indianos


Y en esta, la colada, tendida y secando en el corredor


Aquí, bajando, empieza a haber acera, a la derecha, a la vez que la calle tiende a ensancharse, porducto de la urbanización de la zona


A la derecha, la Urbanización La Rienda, de adosados


Paso a paso nos adentramos en un entorno cada vez más urbano, La Rienda es muy posible que tenga que ver con "arrienda" en el sentido de 'arrendada', acaso una de las numerosas propiedades de la nobleza o los monasterios arrendada a colonos, campesinos o particulares, como solía hacerse


Una panera, cuyo espacio inferior, solapanera, fue cerrado aunque dejando a la vista los pegollos y les pegolleres (que evitaban que subiesen por ellos los ratones y entrasen), mantiene viva la memoria de las labores tradicionales de las caserías de antaño



Dejamos el cruce con el camino que sube a La Cuesta por El Campal y continuamos todo recto



Y al llegar a esta fila de casas termina esta pequeña bajada y empezamos a llanear



Una cierra su terreno delantero con un pequeño seto cultivado para hacer un jardín a manera de vergel caminero, asomado a la calle, donde hay más plantas y flores, muy coloristas


Ciertamente, todo este trayecto desde El Rebollal y La Venta la Uña hasta La Rienda constituye un encantador paseo y así seguirá siendo hasta adentrarnos en el relativo jaleo de la urbe al llegar a la Plaza de Argüelles



Es de buena educación saludar a los vecinos al pasar y, si entramos en conversación, seguro que nos enteraremos de asuntos como dónde comer bien y, muy importante, tomar unos culinos de buena sidra asturiana, bien echada o escanciada, pues sitios no faltarán en La Pola, sin duda alguna


Al pasar, admiramos este bello jardín, al igual que estos floridos balcones y ventanas...


A ambos lados de la calle se disponen aquí varios balcones-galería a manera de mirador


A la derecha otro hórreo rememora la antigua cultura campesina cerealística que los empleaba como graneros elevados, a veces notablemente elevados, a salvo de roedores



En este, el espacio entre los pegollos sobre la bodega fue también cerrado en su momento. Esta dependencia podía ser también empleada como cuadra, corripa o pocilga, corral, gallinero... hasta vivienda en no pocos casos



Nos cruzamos con El Camín del Depósito, que sube al depósito de agua por La Quinta y continuamos todo recto, empezando otra suave bajada dejando a la izquierda la Travesía San Antonio



La calle se ensancha y hay una acera a la izquierda, con un pequeño parque


Junto al parque, muy bellamente arbolado, los edificios de la calle Torrevieja nos anuncian nuestra entrada definitiva en el casco urbano polesu. A partir de aquí a la izquierda y de frente, ya empezaremos a encontrar sitios para tomar algo, e incluso para comer


Pero a la derecha, las casas unifamiliares con terreno y jardines siguen alegrándonos la vista con sus matas de flores, destacando acaso los vistosos rosales



Observemos la concha xacobea de cerámica y abajo, en la acera, la flecha amarilla direccional



Rosa rosae, esplendor en la rosaleda, así es nuestra alegre entrada en La Pola, la capital de Siero



Dado que hay aceras a ambos lados, si bien esta de la derecha sensiblemente más estrecha, es indistinto ir por la derecha o por la izquierda


La calle hace curva a la derecha mientras seguimos cuesta abajo, a la entrada de las casas y contemplando sus jardines


Viene ahora un tramo recto y también en bajada hacia el Parque de la Música, cuyos árboles empezamos a ver desde aquí


A nuestra derecha están las escaleras de acceso a la parte alta de parque, el Camino sigue de frente


Detrás del parque, las casas de la calle La Quinta, con sus arboledas ornamentales


Pasamos por la parte baja del parque, donde hay explanada y parterres



A la izquierda, la calle Hermanos Felgueroso, que va directa al Parque Alfonso X El Sabio. Aquí al empezar tenemos Casa Anina, El Burguerín, especializada en hamburguesas asturianas



Nosotros seguiremos, siguiendo las flechas amarillas conchas por la explanada del parque a la derecha, frente a los edificios de la Plaza de la República, que se encuentra detrás de ellos, en un gran patio de manzana


Nos dirigimos entre los parterres a la calle San Antonio, que aquí comienza, de frente a los Muros de La Quinta, donde dejaremos a nuestra derecha la calle del Cristo de Santa Ana, que va a la capilla de esta advocación, en el barrio de este nombre


Pero justo antes, y viendo ya a lo lejos las dos torres de la iglesia parroquial de San Pedro, construida donde antes estuvo el hospital de peregrinos, nos topamos dos figuras en bronce, una sentada y otra de pie: es la obra A dos Músicos de Carmen Castillo, inaugurada en 2001 y dedicada efectivamente a los músicos Ángel Embil, ya mencionado y a Falo Moro, de quien publica este artículo-biografía el corresponsal de El Comercio José Cezón, el 20-1-2016 con motivo del vigésimo aniversario de su fallecimiento: Dos Décadas sin Falo Moro:
"Hoy se cumplen veinte años de la muerte del insigne músico poleso Rafael Moro Collar, el compositor más prolífico que ha dado el concejo de Siero, autor de los himnos del Real Sporting y el Real Oviedo y de canciones muy populares y versioneadas como 'Campanines de mi aldea' o 'Asturias de mi querer'. 
Falo Moro -como se le conocía en toda Asturias- fallecía un sábado 20 de enero de 1996 en su domicilio de La Pola, a los 84 años de edad, y dejaba un legado musical incalculable. Desde las más de ochocientas composiciones, que estimaba el propio autor, hasta otras fuentes que llegan casi a duplicar esa cifra. Su familia donó el año pasado al Archivo Municipal del Ayuntamiento de Siero casi 150 partituras originales, además de abundante material gráfico y otros documentos, que han sido digitalizados.

Falo Moro nació en mayo de 1911 en el seno de una familia propietaria del desaparecido Hotel Antonia, de la villa polesa. Era el primogénito de dieciséis hermanos y cuentan que su padre, Pío Moro, le regaló un violín cuando solo tenía 11 años. Con la mayoría de edad, decidió trasladarse a Madrid, donde cursó estudios de armonía y violín y formó parte de la Banda de Música de Ingenieros. En la posguerra residió también una temporada en Barcelona, donde compuso temas como 'Una novia en cada puerto'. 
A lo largo de su vida, tocó otros instrumentos como la guitarra (a la suya la bautizó como la 'sonanta'), el flautín, el clarinete, el piano y el órgano. De vuelta definitiva a Asturias, dirigió las bandas de música de Cangas de Onís, Candás, Pola de Laviana o Luarca, así como dos rondallas en Lieres y Carbayín. Y formó parte de las orquestas Langreana y la polesa Fox. 
Su producción inabarcable alcanzó diferentes géneros y temáticas. Desde una zarzuela titulada 'Shira' a un chotis dedicado a Madrid. Desde los himnos del Sporting, Oviedo, Siero, Cánicas, Los Pepitas o de la fiesta de Les Piragües -nunca estrenado muy a su pesar- hasta canciones inspiradas en Carlos Gardel o en la Margarita Gautier, de Alejandro Dumas 'junior'. 
Destacadas también fueron sus piezas dedicadas a poblaciones asturianas como Pola de Siero, a ritmo de pasodoble; Cangas del Narcea, Gijón, Lastres o Colunga, de donde era natural su madre, Antonia. Cultivó también el anuncio publicitario (jingle) en los años cuarenta y cincuenta, como el de Anís de la Praviana o los trajes y gabardinas de Almacenes El Nalón. 
Y sus temas han sido interpretados por cantantes como Alfredo Kraus, quien llegó a grabar 'Campanines de mi aldea' con la Orquesta Sinfónica de Madrid; Joaquín Pixán, El Presi, Tino Fombona, Vicente Díaz o Los Archiduques."


Una de las curiosidades más significativas de Falo Moro es que compuso los himnos de dos aficiones tan antagónicas como el Real Sporting de Gijón y el Real Oviedo. En El legado de Falo Moro, para Siero, La Nueva España del 4-5-2015 nos informa bien de tan extraordinaria coincidencia:
"Las aficiones del Sporting y el Real Oviedo, antagónicas por naturaleza, rinden sin embargo un homenaje semanal, quizás sin saberlo, al mismo hombre: un poleso que trazó un vínculo indeleble en ambos clubes sin haberse enfundado jamás la zamarra azul ni la rojiblanca. Este poleso en particular se llamaba Rafael Moro Collar, aunque todos los aficionados a la música le conocen por su nombre artístico: Falo Moro.

El mismo nombre con el que firmó los himnos del Real Sporting de Gijón y del Real Oviedo, amén de partituras tan populares como “Campanines de mi aldea”. Unas partituras que ahora, merced a la generosidad de las hermanas del compositor, pasarán a ser propiedad de todos los vecinos del concejo de Siero.

Apenas unos días atrás, el Pleno sierense aceptó la donación del legado de Moro, suscrita por las tres hermanas del compositor que aún viven: Pepita, Conchita y Margarita. Un legado que incluye más de 150 partituras, entre las que se incluyen las de buena parte de las piezas más relevantes del prolífico compositor, que a lo largo de su vida se estima que escribió más de 1.500 piezas, desde pequeños “jingles” publicitarios hasta una zarzuela.

Estas composiciones estaban, en su gran mayoría, en poder de Pepita Moro, quien vivió con su hermano en los últimos años de vida de éste (fallecido en 1996 a los 85 años de edad) y que guardaba todo aquello que había podido encontrar de la trayectoria del compositor. “En nuestra familia, todos cantamos muy bien y tenemos muy buen oído”, relata Pepita Moro. Tanto sus padres como todos los hermanos Moro Collar estuvieron siempre muy vinculados a los colectivos musicales de la Pola. Y un sobrino nieto del propio Falo Moro es hoy un destacado tenor con fama internacional: Juan Noval-Moro.

Relación estrecha

Pero de los doce hermanos Moro Collar (sin contar a los cuatro que murieron al nacer o a muy tierna edad), Pepita y Falo siempre tuvieron una relación especial, más estrecha. “Ella sentía adoración por Falo, lo cuidó en sus últimos años”, explica la hermana de ambos, Conchita. Por ello, Pepita fue la garante del legado de su hermano al fallecer el compositor.

Entre las composiciones que conservaba Pepita estaban decenas de canciones, incluyendo los himnos de los dos “grandes” del fútbol regional, y la zarzuela cinematográfica “Shira”. Una composición que, según explican las hermanas Moro Collar, podía escenificarse dentro de unos meses en la Pola, si fructifica una iniciativa de un grupo de vecinos que está tratando de poner en pie la producción.

Otras muchas partituras del compositor poleso, no obstante, se fueron perdiendo por el propio carácter despreocupado de Falo Moro. “Era un bohemio, salía con la guitarra y podía tardar dos días en volver. Y las partituras se las regalaba a cualquiera”, afirma Pepita Moro. “Cuando estaba en Madrid se le rajó uno de los zapatos. Nuestra madre le envió dinero para que se comprase otros, pero él tapó el agujero con una partitura y se lo gastó en salir por ahí”, relata Conchita Moro.

Hace unos años, un amigo de la familia, Agustín Rodríguez, tomó la responsabilidad de organizar todo ese legado. “Pepita lo tenía guardado todo en un baúl. Pero estaba todo desordenado, y Agustín tuvo la iniciativa de analizar todos los papeles e ir organizándolos”, explica Conchita Moro.

Rodríguez trabajó sin descanso, y de manera desinteresada, catalogando y organizando todas las partituras y diversas fotografías del compositor. Además, logró incrementar esos fondos con otras partituras que pudo ir recuperando de fuera del núcleo familiar.

Cuando el trabajo de catalogación ya estaba muy avanzado, la familia Moro acordó donar esos fondos al Ayuntamiento de Siero. “De doce hermanos que éramos, sólo quedamos tres, y ya somos muy mayores. Cuando nosotras faltemos, queremos que todo el legado de nuestro hermano Rafa se conserve, y pensamos que debía ser público”, concluye Conchita Moro".

En el suelo, unas partituras; en El Clan de los Émbil, la fantástica historia de una saga atrapada por la música, Inés Gago publica en La Nueva España del 21-9-2021 la vena musical de esta familia...
"–En mi casa había un piano y una radio. Aunque a mí me gustaban Los Bravos o Los Pequeniques, que sonaban ahí, lo que más escuché siempre fue música de coro. 
José Ángel Émbil abre la puerta con paso firme y con una sonrisa. En la mano, su muleta. Fuera llueve, por eso el lunes de tarde no ha salido de casa. Y, con toda la naturalidad del mundo, invita a su sobrina, Maite Martínez Émbil –aunque, por la diferencia de edad, podrían ser hermanos–, a su morada. Ella se conoce el camino de memoria; lo podría hacer a tientas y a oscuras. Es que va a visitarle cada poco, relata. Y desde que se mudó a la Pola, cuando era una cría, también se veían en el coro, donde ambos cantaban. Porque por las venas de un Émbil corren melodías, además de sangre. 
“En mi casa siempre hubo música”, cuenta Maite Martínez Émbil, la actual directora del coro poleso que lleva el nombre de su abuelo (Ángel Émbil, de la Sociedad Siero Musical). Su antecesor con la batuta –metafórica, porque tanto José Ángel como su sobrina coinciden que utilizarla hace perder expresividad–, precisamente, está sentado a su derecha. “A mí lo que me gusta de verdad es cantar”, confiesa ella. Así que cuando tiene la oportunidad, cede su puesto de mando y muestra su voz de contralto. 
Maite Martínez Émbil nació en Fuenteovejuna, en el año 1961. A los tres años, debido al trabajo de su padre, relacionado con la minería de espatofluor, se mudaron a Monforte de Lemos, y finalmente, cuando pasó a octavo de la antigua EGB, llegaron a Pola de Siero, donde estaba el resto de su familia. “Andaluza solo soy de nacimiento. Yo me siento de aquí, que es donde más tiempo viví”, afirma contundente. 
En Monforte estaba el primer coro en el que participó. Pero no solo ella, sino también sus padres compartían esta vocación tan Émbil. Y, también, cada vez que iban a visitar a su familia a la Pola, estaba su abuelo dirigiendo su orfeón, componiendo y enseñando su música. 
“Mi madre, Rosa (Émbil) podría haber sido una grandísima pianista. A día de hoy, con más de 90 años, le pones una partitura y la toca entera”, cuenta Maite. El problema fue la época, que tenía que sacar una familia adelante y que no existía eso de la conciliación. Tampoco pudo estudiar para el secretariado, que es lo que le hubiera gustado. Y ni en la casa de Monforte ni en la de Fuenteovejuna tenían piano, sin embargo. Pero eso, a su llegada a la Pola, cambió. 
En la localidad asturiana era donde había residía su tío José Ángel y el resto de su familia. José Ángel nació seis años antes que Maite, en el 1955. Natural de la Pola, a los cinco años recuerda que iba a cantar con su padre, que se ponía al órgano, por las iglesias. “Lo hacía sin pensarlo mucho. A esa edad no te da vergüenza nada”, rememora. 
Después, ya entró en diferentes coros, haciendo solo una pausa entre los 14 y los 16 años por el cambio de voz. De eso, también recuerda, que existía, sobre todo entre los adolescentes, un estigma entre los chicos que cantaban en el coro, que se asociaba a ser homosexual, afeminado o “poco hombre”. “Por suerte, eso está cambiando cada vez más rápido”, señala. Y su sobrina asiente con la cabeza dándole la razón. 
Pero, en el año 1980, Ángel Émbil, que era el director del orfeón que lleva su nombre, en cosa de unos meses, enfermó y falleció: “Tuvo que pelear contra viento y marea para que el coro siguiera. Hubo momentos muy duros, pero eso indica cómo era su carácter”, afirma Maite en relación a su abuelo. Entonces, su hijo José Ángel, que ya había probado dirección en un curso de música y lo había visto toda su vida, tomó el relevo de su padre. Mientras tanto, trabajaba en un banco. Fue alrededor de esa época cuando decidió que cursaría estudios musicales, e hizo el grado profesional de canto en el Conservatorio de Oviedo. Primero, en la calle del Rosal y después, en la Corrada del Obispo. En aquel entonces, las clases tenían hueveras como aislante del sonido y José Ángel todavía no sabía que dejaría el banco para vivir solo y exclusivamente de la música. 
En el año 1989 se produjo el cambio. Le ofrecieron dirigir el coro joven de la Fundación Princesa de Asturias y aceptó –en aquel momento, Fundación Príncipe de Asturias–. También, con su voz de tenor, entró en el orfeón de adultos de esa misma agrupación. Allí conoció a Luisa Villagrá, la contralto que se convertiría en su mujer, y con la que comparte miles de viajes y recuerdos colgados de sus paredes. Pero el coro Ángel Émbil se quedó sin director. Y ahí fue su sobrina, Maite, la que heredó el diapasón –la pequeña horquilla que al vibrar emite una nota y se utiliza, sobre todo, en canto, para afinar– de su tío. Maite tenía conocimientos musicales porque lo había vivido en casa, nociones de piano y comenzó a cantar ya desde bien chiquitita en el coro infantil. 
También, a la muerte de su abuelo, como José Ángel encargado del coro infantil pasó al de adultos, ella, en el 80, le tuvo que coger el relevo. Y, nueve años después, la historia se repitió de nuevo con el orfeón para adultos. 
Pero es que no podía negarse: el coro tenía el nombre de su abuelo, era en el que había cantado su madre y con el que había tocado su padre, que era trompista en la banda de la Pola. Y lo compaginó con su trabajo, en una asesoría, después de haber estudiado Geografía y diplomarse como Graduado Social. 
“Es complicado hacerlo bien. Al principio, para dirigir, practicas los movimientos en el espejo. Luego, es como todo: te acostumbras”, explica José Ángel, y Maite coincide. Y luego, cada maestrillo tiene su librillo. O, mejor dicho, cada director tiene su técnica y libreto. Pero, además, hace falta estudiar mucho: no se debería, nunca jamás, ir a un ensayo con la obra a primera vista; eso puede ser desastroso. Y, también, hace falta escuchar mucha música coral. Así, se puede adaptar el repertorio del coro a las necesidades del timbre o el color que tenga la agrupación. 
Maite Martínez Émbil, a día de hoy, treinta años más tarde, sigue dirigiendo el coro que heredó de su tío y que tiene el nombre de su abuelo. En el mismo donde que cantaba ella, desde que llegó a la Pola siendo una cría que no había ni terminado la Primaria. Además, también se encarga del orfeón para las personas mayores, llamado Antonio Martínez, 
“Yo siempre digo que hay que apuntarse a cantar en un coro. Es muy divertido, fomenta valores muy positivos como el trabajo en equipo y además, se liga mucho”, ríe. Tiene conocimiento de causa; aunque ya lo había visto varias veces en la Pola, precisamente fue en el Ángel Émbil donde empezó a tener más relación con el que luego sería su marido, Fructuoso Díaz. 
José Ángel, por su parte, se jubiló el año pasado del coro joven de la Fundación, que aún no tiene director sustituto. También tuvo que dejar de cantar porque padece una enfermedad que le impide la movilidad total y le afecta a la voz.  
“Yo creo que nos ven como los cenicientos de los músicos, porque no hace falta gastar dinero; solo con tu propia voz ya puedes participar en un coro”, afirma Maite. 
Pero el vínculo, y todo lo que se genera en torno a la música, hace que merezca la pena. Y en la Pola, la Sociedad Siero Musical permite empezar ya desde bien pequeños. “No sabemos como será este curso. Pero seguiremos peleando”, dictamina Maite Martínez Émbil. Como hizo su abuelo toda la vida. También va en el apellido."

El 19-11-2021, al cumplirse dos décadas de su inauguración,
La Nueva España publica esta interesante reseña de la obra de Carmen Castillo en homenaje a estos músicos:
"Siero es tierra de gran tradición musical y esta seña de identidad no solo se mantiene hoy con orgullo entre los vecinos sino que se recuerda a través de un magnífico conjunto escultórico que le rinde homenaje y que está punto de cumplir dos décadas. “A dos músicos de Pola de Siero”, que así se titula la obra de la artista Carmen Castillo, se inauguró en diciembre de 2001, siendo entonces alcalde del concejo Juan José Corrales, ya fallecido, y que fue uno de los impulsores de esta iniciativa, una de las obras más apreciadas en la capital sierense, donde se ubica.
El conjunto, instalado en el parque de la Música, en la Pola, representa a los músicos Ángel Émbil y Falo Moro, aunque en la placa que figura a los pies de las esculturas, se explica que la obra pretende poner en valor el arraigo de la música en la localidad."

En el pedestal puede leerse:
A DOS MÚSICOS DE POLA DE SIERO" 
ANGEL EMBIL Y FALO MORO 
 COMO EXPRESIÓN DE LA SENSIBILIDAD 
 MUSICAL DE ESTE PUEBLO 
POLA DE SIERO SIENDO ALCALDE 
DON JUAN JOSE CORRALES LES DEDICA 
ESTE MONUMENTO AL INAUGURAR EL 
 PARQUE DE LA MUSICA  AYUNTAMIENTO DE SIERO DICIEMBRE 2001
 AUTOR: CARMEN CASTILLO

Y de ello nos cuenta el citado artículo de La Nueva España referido a los 20 años del monumento a estos músicos polesos:
“A dos músicos de Pola de Siero, Ángel Émbil y Falo Moro, como expresión de la sensibilidad musical de este pueblo”, reza el texto colocado en la zona del pedestal de la obra, un conjunto que domina desde todas las perspectivas el parque en el que está instalado, un espacio que a su vez quiere ser un reconocimiento a la gran nómina de ilustres de la música que dio el concejo y, en concreto, la Pola, donde nacieron o llegaron para residir relevantes compositores o impulsores de diversas iniciativas relacionadas con la promoción de la música en el municipio" 
De la gran tradición musical local guarda memoria el Archivo Municipal de Siero, donde se atesora la historia de la producción artística de, entre otros, Rafael Moro Collar, Ángel Émbil Ecenarro, Ricardo Dorado Pérez Joaquín Morales Sánchez.
Este último es autor de la música de la popular composición de El Carmín de la Pola, que tanto se interpreta en las fiestas locales del mismo nombre y cuya partitura original también está a buen recaudo en las instalaciones municipales del archivo sierense".

La fiesta del Carmín, una de las grandes romerías asturianas, se originó no en la iglesia parroquial sino en la muy cercana capilla del Carmen, en Les Campes, unos pocos centenares de metros más al norte, cuando el 16 de julio de 1695 se bendijo la capilla que un tal Andrés del Quintanal Nosti fundó en el entonces castañéu o castañar de Les Campes (ahora plaza polesa por excelencia), que dio lugar a la celebración de esta fiesta al domingo siguiente al 16 de julio -fiesta del Carmen- pero, si tal día 16 no era domingo, "y a fin de que los numerosos miembros que formaban la Cofradía del Carmen (ya fundada antes de 1810) pudieran conmemorar la festividad, se repetía el martes siguiente otra fiesta más pequeña, llamada el Carmín", leemos en la Gran Enciclopedia Asturiana (tomo 4 voz El Carmín):
"Como la concurrencia no cabía en la capilla, se sacaba la imagen al exterior, bajo unos centenarios castaños, donde se celebraba una solemne misa, y allí se dejaba la imagen para su veneración; los romeros, a la caída de la tarde, bailaban la clásica Danza Prima con el estribillo de: ¡Viva la Virgen del Carmen!".

Después de 1810, cuando la capilla del Carmen fue destruida en la francesada, la fiesta fue trasladada del martes, día de mercáu en La Pola, al lunes y se celebró con creciente afluencia en distintos lugares, pues la tradición festiva no solamente no se perdió sino que fue a más, como por ejemplo El Castañéu Llano o, actualmente, La Sobatiella o Prau La Sobatiella antes mencionado, al sur del actual mercado de ganados. Entretanto la imagen de la Virgen del Carmen fue llevada a la capilla del Hospital de San Fabián y San Sebastián de pobres y peregrinos, sobre el que se construyó, estando ya en desuso, la actual iglesia parroquial de San Pedro, inaugurada en 1870 al ser la antigua trasladada allí desde su emplazamiento anterior, en la actual Plaza de Argüelles donde terminará esta bajada


Por ello, no es mala idea seguir camino cantando la referida composición de aquel otro gran músico poleso Joaquín Morales Sánchez:
Fuisti al Carmín de La Pola, 
llevasti medies azules, 
llevastiles emprestaes, 
aquélles nun yeren tuyes. 
Adiós Rosina, 
adiós clavel 
que te vengo ver 
de mañana y tarde. 
de nueche nun puede ser  
que me rinde l'amor 
que me prende l'alcalde, 
de nueche nun puede ser 
que me rinde l'amor 
que me va ver to padre.

 

Diendo camín de La Pola 
oyí cantar y canté, 
oyí cantar un xilgueru, 
col so cantar m'animé. 
Adiós Rosina, 
adiós clavel ...

 

Nu hai carretera ensin barru 
nin práu que nun tenga yerba, 
nin mociquina d'a quince 
que num sea guapa o fea. 
Adiós Rosina, 
adiós clavel ... 
 
Caballu qu'a trenta pasos 
ve la yegua y nun relincha, 
nun lu llamo yo caballu 
sinon potru ensin malicia. 
Adiós Rosina, 
adiós clavel...


De la iglesia parroquial de San Pedro, a cuyos pies vamos a pasar siguiendo camino, reconocemos bien sus dos torres y, entre ellas, un frontón triangular con una imagen del patrón en su cúspide. Es "una espléndida construcción de estilo neoclásico, depurado y elegante, que debe sus trazas al arquitecto madrileño Alfonso Rodríguez", tal y como leemos en el Gran Atlas del Principado de Asturias, que se construyó, pasada la época de las antiguas peregrinaciones, entre 1805 y 1845, es decir, cuarenta años, a causa de guerras y crisis varias, desde la francesada a la carlistada...


La iglesia antigua se había quedado pequeña y su estado era motivo de continuas quejas entre el vecindario, lo que hizo imprescindible construir un nuevo templo y en un lugar que dispusiese de más espacio, como lo era este. Así, en 1801, Carlos IV decretó el cobro de impuestos en Siero destinados a sufragar la obra, que oficialmente parece comenzase en 1803 pero cuya primera piedra no se colocó hasta 1805. De poco debieron servir los tributos, pues en 1807 se obliga al párroco a pagar 1500 reales al mes ante la falta de dinero, y se obliga al Marqués de Santa Cruz de Marcenado "a pagar 12.000 reales, con la amenaza de que si no pagaba perdería el patronado sobre el templo, cosa que terminó ocurriendo", explican en Wikipedia


El marqués y su familia tenían acceso directo a la iglesia antigua desde su casona, al lado mismo del templo, que ostentaba su escudo de armas en la fachada, disponiendo además de lugar privilegiado en la misma, pero la invasión francesa obliga a parar las obras al año siguiente, en 1808, "siendo la iglesia en construcción destinada a cementerio ya que la vieja no podía con todos los enterramientos"


Tras la guerra se reanudan los trabajos pero no acaban hasta 1842, estando entre las causas de tan larga demora avatares como el levantamiento del tradicionalista Alejandro Roces Lamuño en Siero contra el régimen del Trienio Liberal en 1822, o también la Primera Guerra Carlista, pues ya en noviembre de 1833 Benito Escandón levantó una partida carlista en Siero, hostigando a las autoridades liberales, en 1836, tomó Oviedo/Uviéu por breve tiempo la columna del general Gómez Damas y, en ese mismo año, entró en La Pola otra columna, la de Sanz Baeza. Aún así la iglesia no se inaugura hasta tres años después, en el día de San Pedro de 1845, pero los cultos no pueden ser celebrados pues el edificio corre riesgo de derrumbe, por lo que las celebraciones religiosas han de hacerse en la capilla del hospital, que se conservó al menos para esta función. En 1867 se procede a su restauración y en 1870 es por fin reabierto al culto


A comienzos del siglo XX se aumenta la altura de las torres en 17 metros y se decora el interior con pinturas de Canalda y Alsina. En la Revolución de Asturias de 1934 y en la Guerra Civil se pierden grandes obras pictóricas y escultóricas al ser volado el presbiterio y quemada la iglesia. En la posguerra es reconstruida y se hace un nuevo retablo mayor para sustituir al destruido. En 1959 se encargan no obstante a Casimiro Baragaña unos frescos para sustituir a dicho retablo nuevo, con la imagen de San Pedro como figura central, y se renueva todo el presbiterio


Según bajamos por la calle San Antonio, ya en el centro histórico, iremos perdiendo las torres de vista pero enseguida pasaremos al lado de la iglesia. Ahí es donde María Ordóñez tenía en 1.141 la casa-hospital de Rioseco en el Territorio de Siero, Alberguería de San Pedro, luego Hospital de los Santos Mártires San Fabián y San Sebastián del que nos habla Víctor Manuel Rodríguez Villar, uno de los autores del libro El Camino de Santiago por Asturias. Topoguía 2. Ruta de la Costa, coordinado por la catedrática Mª Josefa San Fuentes:
"Una antigua fundación hospitalaria ofrecía refugio y albergue a los peregrinos jacobitas a su arribada a la villa de Pola de Siero. En efecto, los orígenes de la alberguería sierense, conocida, en época medieval como San Pedro de los Albergues y dedicada, en la Edad Moderna, a los Santos Mártires San Fabián y San Sebastián, se remonta al hospital para pobres que en el año1141 había fundado doña María Ordóñez en el lugar de Rioseco en el territorio de Siero. Años más tarde sería donado, junto con algunas heredades, al monasterio de San Vicente de Oviedo, estableciéndose la condición de que todo ello fuera destinado a los pobres.

Ahora bien, dado el escaso número de peregrinos que en fachas tan tempranas se aventurarían a peregrinar a Santiago por el inhóspito norte peninsular, el hospital de Rioseco, de acuerdo con el propio instrumento fundacional, nacía con el propósito de dar una solución al problema que plateaba la asistencia a los pobres y enfermos que vagaban por los caminos. Sólo posteriormente, y habida cuenta de su localización sobre el eje viario que seguirán los romeros compostelanos, así como del carácter básicamente polifuncional que presentan este tipo de instituciones medievales benéfico-asistenciales, cuando la corriente peregrinatoria aumente empezará a cumplir, también, las funciones de hospedería de peregrinos, en esta recta final del camino que conducía a San Salvador de Oviedo.

Ocupaba un solar donde hoy se levanta un edificio de nueva planta al lado de la parroquial de San Pedro, de comienzos del siglo XIX. En la capilla de los Mártires de este templo se conserva un tosco relieva en el que tradicionalmente se ha querido ver una representación de los Santos Mártires patronos del hospital; relieve que habría estado en el pórtico de su capilla".

Como en otros muchos casos, los datos más relevantes del hospital se reflejan con las pesquisas, visitas y catastros del siglo XVIII, cuando ya estas fundaciones languidecían, como el propio fenómeno de las peregrinaciones y, a la vez, nuevas instituciones asistenciales empezaban a cuidar de pobres y enfermos "Los datos que nos permiten trazar las líneas generales de la historia moderna de este albergue, tras el mutismo generalizado de las fuentes medievales, son más bien escasos", señala Villar


Estaba entonces administrado, por razones de patronato, por el párroco de La Pola y su situación era tan precaria en 1738 que el hospitalero figuraba como "Domingo Layn ospitalero y pobre de solemnidad". En 1753 el Catastro de Ensenada refleja que solo sirve "para dar albergue de simple cubierta a pobres y peregrinantes", registrándose además pocos difuntos en él:
"También es reducido el número de romeros que hallarían su muerte en el "hospital de los Santos Mártires de esta dicha villa". De esta manera, a lo largo de los siglos XVII y XVIII, el dilatado arco temporal cubierto por los Libros Parroquiales, sólo constatamos de defunción de cuatro peregrinos extranjeros en la segunda mitad de este Siglo de las Luces; un italiano, un portugués, un flamenco y una mujer suiza, quien "no hizo testamento por ser pobre mendigante y viandante".

No obstante, entre los numerosos pobres, muchos de ellos forasteros, que fallecieron en este hospicio durante estas mismas centurias, se puede sospechar la presencia de los pobres peregrinos mendicantes como la referida romera helvética. Fueran pobres o peregrinos, todos, sin distinción, eran enterrados de caridad, ocupándose de su solemne sepelio, al menos durante el siglo XVII, los cofrades de la Cofradía de la Santa Misericordia.

Igualmente, en esta capilla hospitalaria celebrarían los vecinos de Pola de Siero sus asambleas y juntas desde el año 1761.

Y será precisamente sobre el lugar denominado "Alberguería de San Pedro" donde iba a fundar Alfonso X en 1270 la puebla de Siero. Circundada por una feraz comarca agrícola, su privilegiada localización sobre esta importante arteria peregrinatoria y comercial del interior asturiano, llevará al rápido desarrollo del nuevo villazgo, al tiempo que le hará adoptar el trazado típico de una villa caminera, articulándose así a partir de una calle o eje vertebrador central"

Ese eje vertebrador central es El Camín Real, el ancestral camino tal vez prehistórico en el pasillo natural del Nora, sobre el que nació San Pedro de los Albergues y luego la Puebla de Siero, aquí calle de San Antonio, advocación de una antigua capilla antaño existente en el lugar, la de San Antonio Abad, de la que poco se sabe, ni siquiera su emplazamiento exacto y que fue reparada en 1775. Se conoce, eso sí, que aquí estuvo el primitivo ayuntamiento, así como iglesia y cementerio, por lo que es una de las emblemáticas y primigenias de La Pola, que cuenta hasta con su propia fiesta, de la que, al cumplirse el medio siglo de celebración, el vecino Tato Yáñez, uno de los promotores de su celebración, pronunció el pregón, pasando revista a su historia, precisamente San Antonio hace historia en la Pola fue como tituló su noticia Lydia Is para el periódico El Comercio del 16-6-2018:
«La calle San Antonio ye una de esas calles que albergan en sus esquinas, en sus recovecos, casas y aceras vestigios de épocas pasadas». Así empezó ayer Tato Peña el pregón inaugural de la fiesta homónima de la vía más emblemática de la Pola. Escrito a mano, el discurso de este vecino, cofundador de los festejos hace cincuenta años y único pregonero en la historia de la celebración, en 1974, estuvo protagonizado por los recuerdos y las vivencias. 
«El carácter especial del que fue centro y corazón de la Pola se refleja en haber acogido los edificios más emblemáticos; la antigua iglesia con el cementerio, el viejo Ayuntamiento y, presidiendo la plaza de Argüelles, la casona del Marqués de Santa Cruz», explicó. Asimismo, hizo referencia a la capilla de San Antonio. «Continúa siendo un misterio, no se conoce ni su emplazamiento ni sus características», señaló. 
Peña también aseguró que «la relevancia de la calle queda de manifiesto por el hecho de haber sido la primera de la Pola en ser empedrada, casi treinta años antes que la plaza de Les Campes». Y recordó que hace dos siglos el río Seco atravesaba la vía. «El crecimiento, principalmente hacia el sur, ha mermado su carácter céntrico, sin embargo mantiene el espíritu de la primera Pola», apuntó. 
El pregonero relató los orígenes de la fiesta, gestada en 'la guarni de Joaquín' y no se olvidó de vecinos y negocios emblemáticos ya desaparecidos. «Conocí hace algunos años una calle San Antonio que tenía una actividad social y comercial de lo más variado», rememoró antes de hacer un somero repaso por los antiguos establecimientos y sus propietarios".

No en vano al fondo vemos ya la Plaza de Argüelles, hacia donde nos dirigimos, donde estuvo la antigua iglesia. Justo de frente a ella sigue la calle Celleruelo a la iglesia actual, solar del antiguo hospital de peregrinos y alberguería y,  a la derecha está La Plaza les Campes, la antigua plaza del mercado polesu. Entre estos espacios nació La Pola, capital de Siero, lugar al que por su privilegiada situación, y precedente caminero, en el año 1270 el rey Alfonso X El Sabio otorga la preciada Carta Puebla para fundar una pola o población libre de más señoríos que el del propio monarca, con un mercado los martes, que se sigue celebrando, mas un alfoz o nuevo término municipal, base del concejo territorial


Por alguna razón no del todo conocida el fuero no se aplicó hasta cuarenta años más tarde, cuando el poderoso noble Rodrigo Álvarez de las Asturias, bajo cuya órbita cayó Siero en recompensa a sus cambiantes fidelidades en las guerras y disputas al trono castellano, dio el definitivo visto bueno a esta fundación, de la que su primer caserío se distribuiría en torno a la mencionada Plaza les Campes y de allí a este Camín Rial y la casa-hospital


La Pola era, como otras polas asturianas, fundamentalmente una villa-mercado, con derecho a celebrarlo semanalmente para sufragar su economía, además de ferias estacionales, no rindiendo cuentas nada más que ante el rey y librándose de las apetencias señoriales de la nobleza terrateniente y feudal así como de la Iglesia, la mitra ovetense y los monasterios, dueños todos ellos de la propiedad del territorio. Además, estas polas se convertían en las nuevas capitales de los alfoces o tierras circundantes, dentro de la política repobladora de los monarcas castellanos en el bajo medievo, que sustraía de esta manera vasallos y poder a los señoríos laicos y eclesiásticos hasta entonces omnipresentes y sumamente poderosos, aunque, como vemos, estarían pronto de nuevo en su órbita


A finales del siglo XIX y hasta mediados del XX el mercado del martes se extendía desde Les Campes (mercado de ganado vacuno y lanar) a la Plaza la Pedrera y calle La Soledad (mercado de cerdos cebones), así como a la Plaza de Argüelles (puestos de verduras, productos del campo y, al lado, mercado de burros). Loza y madreñes en la Plaza Cabo Noval o Plaza de la Loza y en esta calle San Antonio Les Tiendes del Aire: tocino, carne, sidra, quincallería, aguardiente, y demás productos de uso doméstico. Además de los mercados las ferias eran también muy importantes, sobre todo la de San Andrés, en el mes de noviembre. Es en esa centuria del XIX, en concreto en 1827, cuando Siero adquiere plenamente su entidad administrativa actual al incorporarse al concejo algunos cotos que aún seguían bajo jurisdicción señorial, como Marcenao, Areñes, La Paranza y Noreña, si bien este último constituirá concejo independiente pocos años después


En esta calle San Antonio nació en 1873 el político, químico, escritor y folklorista Fausto Vigil Álvarez, concejal en el Ayuntamiento de Siero, gerente de la Sociedad Electricista de Siero en Noreña  y de la empresa de sidra espumosa El Lagar del Nora. Reorganizó la Banda de Música y fundó una sociedad musical que aún existe. Estudió el folklore poleso, colaborando con otras personalidades y fue literato en castellano y asturiano, impulsando en 1918 el primer Instituto de Estudios Asturianos, siendo su primer presidente. Formó parte del claustro de profesores de la Mutua Escolar y Cultural, llegando a impartir enseñanzas en Eibar, Ponferrada y Avilés

Fausto Vigil Álvarez. Foto: Lessiero CC BY-SA 4.0

En 1930 es nombrado Cronista Oficial de Siero, siendo en 1932 colaborador de la Comisión Provincial de Monumentos Históricos y Artísticos de Oviedo, en 1935 del Museo Español por la entonces Provincia de Oviedo y seguidamente por la de San Sebastián. En 1943 es Académico correspondiente de la Real Academia de la Historia en Asturias y en 1946 miembro de número del Instituto de Estudios Asturianos. En 1954 la Biblioteca Pública Municipal de La Pola adoptó su nombre. Allí se instaló su capilla ardiente a su fallecimiento en 1956. Entre sus obras, publicaciones y artículos podemos destacar:
La Semana Santa en Pola de Siero (1897) 
Aplicaciones de la electricidad a la guerra (1898) 
Estatutos de la Sociedad Anónima Electricista de Siero y Noreña (1900) 
Pot-Pourri de Aires Asturianos (1909) 
Danza de romeros. Danza de los caranquiños. Danza de San Pedro (1909) 
La obra moralizadora de los conservadores en el Ayuntamiento de Siero (1910)   
Pola de Siero. Para los electores de Siero (1916) 
Origen de nuestra fiesta (1920)
Carta de un soldado a su madre (1921)
La Iglesia parroquial de Pola de Siero (1923)
Artículos de Fausto Vigil sobre los trajes y costumbres asturianas (1924)
Memoria-Informe de la no supresión del Partido Judicial de Pola de Siero (Asturias) (1927)
La iglesia de Mieres (1927)
Apuntes biográficos de Fray José María del Monte Carmelo Acevedo y Pola (1927)
La Valesquida. Ordenanzas de la Hermandad (1933)
“Informe sobre el estado en que quedó la ermita de Santa Cristina de Lena (Monumento Nacional) después del bombardeo que sufrió los días 7, 8 y 9 de octubre de 1934” (1934)
Exágono trigonométrico. Sencillísimo método para aprender y retener, sin esfuerzo, el valor de una línea trigonométrica en función de los valores de otras (1936)
“De mi Archivo. Una nota para el de Avilés” (1942)
“A la Asamblea general de actos para la Consagración de la Cámara Santa y XI Centenario de Alfonso el Casto” (1947)
Del folklore de la Pola. La fiesta de los Huevos Pintos de la Pola (1948)
Notas para una bio-bibliografía de Siero (Asturias) (1949)
“El alferazgo y los alféreces mayores de Siero (Asturias) (1949)
“De mi Archivo. Algo sobre Noreña de hace 116 años”, Portfolio de las tradicionales Fiestas del Ecce-Homo de Noreña (1950)
Biblioteca Municipal Fausto Vigil de Pola de Siero (1954)
“Efemérides sierenses. De mi archivo” (1956)"

En 1968 un grupo de vecinos de esta calle de San Antonio, entre ellos el mencionado Tato Peña, crearon la fiesta de esta calle y barrio el día santo con el fin de proclamar su importancia dentro de la intrahistoria local, fiesta que da inicio al verano en La Pola, "que sin ser de las más populosas, resulta de las más entrañables para los vecinos de toda la vida, sin grandes aglomeraciones y diversión asegurada", como escribía Luján Palacios para su crónica de las del año 2024 en La Nueva España


Unos años antes, y también con motivo del cincuentenario del festejo, Manuel Noval Moro no dudada con tomar una frase de Tato "San Antonio es la calle más emblemática de La Pola", para titular su artículo al respecto, de fecha 16-6-2018:
"La fiesta de la calle San Antonio celebraba ayer la primera jornada de su cincuentenario con un pregón a cargo de uno de sus vecinos más antiguos, Tato Peña, que además fue uno de los fundadores de la fiesta. 
Peña, sentado junto a César Díaz, concejal de Festejos y durante años miembro de la organización, y junto a Marcos Casielles, actual presidente de la asociación organizadora de la fiesta, San Antonio Los Pepitas, elogió la misma calle de San Antonio que para él, sin duda, es "una de esas calles con historia, que albergan en sus esquinas, en sus recovecos, casas y aceras, vestigios de épocas pasadas; la que sin duda es la calle más emblemática de la Pola". Tiene, además, un "carácter especial", que se refleja en que ha acogido la antigua iglesia, el cementerio, el ayuntamiento, y la capilla de San Antonio, cuyo emplazamiento sigue siendo hoy un misterio. Y mantiene "el espíritu de la primera Pola". 
Peña recordó los primeros pasos de la fiesta, cuando con un grupo de amigos decidieron hacerla y para ello organizaron una colecta entre todos los vecinos de la calle, tras la que hubo "una satisfacción doble; por un lado no hubo un solo vecino que se negase a colaborar, y por otra parte la recaudación fue apoteósica a pesar de las circunstancias de la época". Entonces contrataron una orquesta y comenzaron con los juegos infantiles, y lo demás es historia. La banda de música dio el tradicional concierto tras el pregón y posteriormente hubo fiesta sesentera. La fiesta continúa hoy".

A la derecha, la calle Santa Ana, que se dirige hacia dicha capilla, ya antes mencionada, la de la fiesta del Cristo de Santa Ana, "construida en época antigua, y ha tenido varias rehabilitaciones; se tiene noticia de la realizada en 1717", dice la historiadora Mª Dolores Alonso Cabeza en su libro El concejo de Siero en sus fiestas. Datos de su historia, "Fue casi destruida con la invasión francesa en 1810, rehecha en 1902, ampliada en 1922, deteriorada en el Guerra Civil de 1936 y nuevamente renovada después". Nosotros seguimos bajando por la calle San Antonio no sin dejar de recordar la poesía que le dedica al Cristo de Santa Ana el poeta Rufino Campal en la revista Pueblos y Gentes de Siero:
Cuando miro, en Santa Ana, a tu Cristo, en la noche del cielo estrellada.
se transforma en milagro mi fe y me canta la fuente dorada...
Es hermoso llegar hasta Ti, en silencio, con largas palabras,
expresando el sentir de mi pueblo y el amor de mi alma;
cuántas veces soñé... con tu ermita, con tus rosas jugosas, lozanas,
con tu campo de verte sentir y tus fiestas por Ti engalanadas.
Es mi Pola de Siero, y su Cristo, un racimo de flores cristianas,
un remanso de aguas muy limpias... que nos llena de dulce tonada;
es mensaje y candor a la vez, inclinarse de rodillas en tierra,
sobre el noble calor de tu suelo amoroso en la tarde callada,
donde vientos, que cruzan el alto, se asemejan a una aureola narrada;
es hermoso sentirse poleso, y besar esa imagen sincera, cargada.
con un brillo sencillo y de manos heridas, sangradas...
Cuando miro, Santa Ana, a tu Cristo, en la noche del cielo estrellada.
van llorando mis muchos pecados, cual problemas inmundos,
esperando, un milagro divino... de tu rostro lucero del alba.


En el año 2012, dentro del plan de recuperación y rehabilitación del casco histórico polesu, la calle San Antonio fue semipeatonalizada. En ella tuvo su sede, en una guarnicionería, una verdadera institución polesa como fue la Sociedad Cultural y Recreativa San Antonio "Los Pepitas". Escribe de ella en, La Añoranza de "Los Pepitas" en La Nueva España del 2-4-2016, Franco Torre, con motivo de la reunión de antiguos socios que se celebra con motivo de la gran fiesta polesa de Los Güevos Pintos:
"En sus cuatro décadas de historia, pero especialmente en sus primeros años, la sociedad cultural y recreativa San Antonio "Los Pepitas" fue uno de los colectivos más señeros de Pola de Siero. Su disolución hace tres años y medio, motivada por una importante deuda, dejó a la localidad sin uno de sus grandes agitadores culturales. Pero algunos de sus miembros siguen reuniéndose, año tras año, por la fiesta de Güevos Pintos, para recordar sus años mozos y a los amigos que ya no están. 
Es fácil encontrar a "Los Pepitas": vestidos en su mayoría con el traje tradicional, se reúnen en una sidrería de la plaza de Les Campes, donde comparten unas viandas y la sidra que sea necesaria. "Éramos una peña, todos de 'Los Pepitas'. Ahora somos los 'expepitas'", comentan con humor.

El origen de estas reuniones de amigos se remonta a 1981, cuando comenzaron a quedar para desayunar por Güevos Pintos. Con los años, la velada se amplió y el encuentro se retrasó hasta la hora del vermú. No fallan ni un año. 
El tiempo, no obstante, se ha cobrado su precio. Como si fuera una letanía, la peña repite el nombre de los amigos que se han ido en estos últimos años, aquellos que nunca fallaron, hasta el final de sus días, a esta reunión anual: Covi Moro, Óscar del Valle, Rodolfo Casielles, Manolín Puente y Gregorio Fonseca, "Gorín". 
Los que quedan mantienen alto el estandarte, aunque los temas de conversación también han mutado. Caroli González explica a sus compañeras que danza con su nieta, Ana, mientras los varones reclaman un culín de sidra. 
La propia fiesta de Güevos Pintos, no obstante, domina las conversaciones. El pregón del cura, el ambiente de la Pola, la última creación de los artesanos o esa lluvia que amenaza pero no golpea se suceden en la mesa de "Los Pepitas", que resuelven cada tema con un comentario jocoso y algunas risas. De pronto, alguien recuerda a "Gorín" y se nublan las sonrisas, Les Campes y todo el cielo de la Pola. La conversación recupera rápido su tono desenfadado, pero la pena está ahí. 
Avanza la tarde y es hora de recoger el chiringuito. Besos, abrazos y el compromiso de retornar el año que viene, Dios mediante, a esa cita ineludible por Güevos Pintos. Lejos quedan ya los tiempos en los que "Los Pepitas" revitalizaron la Pola, allá por los años setenta del pasado siglo. Y también, quizás incluso más lejos aunque el calendario diga otra cosa, aquel impulso de los noventa, cuando la asociación tenía liquidez y socios a espuertas, y se instaló en La Carrera, donde gestionaba unas instalaciones que contaban con piscina, pistas de tenis y un edificio de usos múltiples que acabó convertido en restaurante. 
Aquello acabó como acabó, pero todos recuerdan, con cariño y añoranza, lo que significaron "Los Pepitas" para la Pola y para cada uno de los más de 200 socios que llegó a tener el colectivo".


Y en cuanto a Los Pepitas y las fiestas de San Antonio es, en el mismo periódico y firmado por Carlos González Cuesta, donde encontramos este escrito a fecha 12-6-2016, en el que se menciona además el paso de peregrinos:
"La calle San Antonio de la Pola viene siendo desde antiguo lugar de paso, comercio y diversión. Hoy, recobra poco a poco su importancia y por ella transitan peregrinos que retoman el viejo camino del norte en dirección a Oviedo y a Santiago de Compostela. La calle conserva todavía algunos edificios y locales que antaño fueron lugares de trabajo y diversión. La Guarni era uno de aquellos. En aquel bajo recubierto de carteles, recortes y fotos de reclutas, Joaquín Palacio ejercía de maestro tapicero, asistido por algunos aprendices. Juacu recibía a diario a los amigos que formaban tertulias en un ambiente distendido y familiar. Durante el trabajo, se hablaba de casi todo, aunque más de fútbol. Y nunca faltaba la cita jocosa sobre alguno de aquellos tertulianos. 
Allí, surgieron muchas cosas y, en 1968, renació una fiesta que años antes iniciaron Ramón Suárez y Luis Collada. Juacu Palacio, Pepe el de Salomé, Noste, Juan el Nene, Jesu Martínez, los hermanos Puente, Juan el Suave, Mundo Ordóñez, Tato Peña, Paco el Fontaneru, José el Rata y otros, comenzaron a pedir por las casas y a recordar a los vecinos del barrio la vieja advocación a San Antonio. 
Y allí nació también la Sociedad. Por imperativo legal, la calle cedió su nombre al club y se registró en el Gobierno Civil como Sociedad Cultural y Recreativa San Antonio. Pero nunca dejó de llamarse Pepitas. Ya había algunas sociedades entonces, pero aquella era muy distinta."

En esta calle de San Antonio hay también algunos edificios con soportales, este es el primero, de arcos de medio punto, que avanza sobre la calle

No nos resistimos a pasar por este pórtico; fijémonos en la flecha amarilla pintada en la cañería



"Soy legítimu polesu, de la calle San Antonio", se canta en les sampedraes, canciones espontáneas que surgen durante las fiestas, muchas veces reivindicativas y que resuenan en toda La Pola, tal y como aconteció con la Asociación de Amigos del Roble en las de 2024, noticiadas de esta manera para La Nueva España del 29 de junio por L. Rodríguez con el título "Tán dándonos por cotsco", la polémica por las subvenciones de Siero calienta les sampedraes de los casados:
"Plantaremos un roblín pequeño en una maceta, para no romper del todo con la tradición, pero no será como siempre porque queremos sumarnos de este modo a las quejas del resto de asociaciones del concejo que o no han recibido las subvenciones municipales este año o que han tenido que devolverlas". El anuncio lo hacía hace unos días el presidente de Amigos del Roble, Enrique Meoro, y se cumplía esta medianoche, a las doce, cuando el tiesto y el roblín se ponían en Les Campes.  
Y algo más, porque el arbolín sirvió de apoyo a un panel en la que podía leerse una de las típicas sampedraes que se cantan o recitan en estas fechas. El texto, como siempre con gracia, referencias a la actualidad e incluso esta vez con menciones al gigante de los híper Cotsco que se quiere instalar en Siero. 
"Esti añu nun plantamos/ nun por ganes y emoción/ tan dándonos pol "Cotsco"/ por culpa la sovención", comienzan los versos pícaros de esta composición. 
El tiempo desapacible no desanimó a los polesos amantes de sus tradiciones, que volvieron a ser un nutrido grupo. El pasado 23 de junio los solteros cumplieron con la tradición de cortar, trasladar hasta Les Campes y levantar en la plaza un álamo. Esta noche los casados tendrían que haber hecho lo mismo con un roble, pero por esta vez solo llevaron el tiesto con el pequeño ejemplar y las sampedraes dedicadas a la situación con las subvenciones".

A la izquierda, la Travesía de San Antonio comunica la calle con la Plaza del Cabo Noval o Plaza de la Loza, la de los puestos de loza y madreñes, los 'zuecos' o 'calzado de madera', como lo llamaba el Catastro de Ensenada allá a mediados del siglo XVIII. Había excelentes madreñeros en Siero y la industria de la cerámica fue también especialmente importante, en Samartino y Marcenao principalmente, pues uno de los pueblos de Samartino dio además nombre a todo un estilo, El Rayu, desaparecida su fabricación a mediados del siglo XX aunque recuperada antes de que terminase la misma centuria, si bien en Balbuena, parroquia de Bobes, otra parroquia del concejo


Calle abajo se disponían antaño los puestos de venta del mercado, les tiendes del aire, que eran de lona sujeta por palos, aquí en esta calla de San Antonio, más allá el mercado de ganados crecía y se distribuía según especies de animales. La construcción del mercado de abastos llevó allí a sus puestos, de la misma manera que los cambios higiénicos y urbanísticos también hicieron que el mercado de ganados se trasladase al oeste de la población, haciéndose entre 1952 y 1955 el Mercado Nuevo, el cual se remodeló en 1970, pero en 1992 se trasladó a una nueva instalación en La Venta la Uña, donde lo vimos al entrar en La Pola pasando de El Rayu a El Rebollal. De la historia y disposición de aquel mercado nos cuenta también Luján Palacios en La Nueva España del 27-3-2007 en Historia de una cita ganadera:
"La historia del mercado de ganados de Siero tiene orígenes ancestrales. La plaza de Les Campes fue el primer lugar elegido para celebrar el mercado de animales de la Pola. Posteriormente, el casco urbano de la villa se fue organizando alrededor del mercado de ganado, como eje en torno al que transcurría la vida comercial y como punto de encuentro para todos los vecinos de las aldeas próximas que bajaban a la Pola los martes de mercado. 
El evento fue creciendo poco a poco y se convirtió en uno de los mejores mercados de ganado vacuno de Asturias. Según datos municipales, a finales del siglo XIX y primera mitad del siglo XX el mercado de los martes abarcaba la plaza de Les Campes, la plaza de La Pedrera, la calle de La Soledad, la plaza de Argüelles, la plaza de Cabo Noval, la calle de San Antonio, la plaza de la Iglesia y la calle del Marqués de Canillejas. 
Asimismo, y también según datos recogidos por el Ayuntamiento, había una distribución marcada para cada tipo de puestos y de animales. En la plaza de Les Campes se localizaba el mercado de ganado vacuno y lanar; en la plaza de La Pedrera y en la calle de La Soledad se situaba el mercado de cerdos cebones, al que acudían tratantes de todas las comarcas asturianas; en el lateral derecho de la plaza de Argüelles se encontraba el mercado del burro; la plaza de Argüelles albergaba también los puestos de verduras y productos del campo y en la plaza de Cabo Noval se vendían loza y madreñas, por lo que también se le denominó la plaza de La Loza. 
Además, en la calle de San Antonio se situaban las llamadas tiendas al aire, que vendían tocino, carne, quincalla, sidra, aguardiente y otros productos de uso doméstico, tal como recuerdan los archivos municipales. 
No obstante, el éxito del mercado y la gran cantidad de público y de animales que se concentraba en la Pola hicieron pronto necesario adoptar nuevas medidas de higiene y limpieza y de infraestructuras para poder hacer frente a las necesidades del mercado. 
Por ello se comenzó a pensar en un proyecto para un nuevo mercado de ganado y para los puestos de venta. A mediados del siglo XX el Ayuntamiento de Siero comenzó a construir un nuevo mercado de ganado que diera cabida a los animales y a los tratantes..."

Tras pasar bajo los soportales de esta casa no nos olvidemos de volver la vista atrás y arriba, pues en esta fachada hay un elemento muy importante que no queremos dejar pasar


Es una imagen de San Antonio, encargo de la Sociedad Cultural y Recreativa San Antonio "Los Pepitas" obra de Tino Rozada (Constantino Rozada Castro), quien años después haría la tan famosa del Monumento al Carmín de la Pola en La Plaza les Campes


Es más, esta imagen fue restaurada en 2020 por Domingo Gómez Castaño, quien ya participó como ayudante de Tino tanto para hacer este santo como el Monumento al Carmín. Es de hierro y pesa unos diez kilos, con chapa de unos dos milímetros


En ella vemos la iconografía habitual de San Antonio, con el Niño en brazos, tal y como según la tradición se le apareció y el lirio blanco; siempre hay flores y velas. De esta manera, aunque casi nada se sabe de la capilla que dio nombre a la calle sí hay un pequeño oratorio con la imagen del santo


La calle de San Antonio formó parte de Los "domingonos", la locura que hizo grande a La Pola, como titulaba Manuel Noval Moro su artículo para La Voz de Asturias del 8-9-2023 dedicado a aquel gran fenómeno festivo juvenil que causó furor durante las dos últimas décadas del siglo XX, cuando "La capital de Siero se convirtió durante los ochenta y noventa en el punto de encuentro de miles y miles de jóvenes hambrientos de fiesta":
"Visto en perspectiva, fue una locura. Un pueblo que apenas tenía 10.000 habitantes se convirtió de repente en el punto de encuentro de miles y miles de jóvenes llegados de toda Asturias con hambre de exceso. La fiesta era los domingos. Todos los domingos del año. Y duraba hasta muy tarde. Y la gente trabajaba o iba a clase al día siguiente. Y nadie se lo perdía. Toda Asturias se acercaba. No solo Oviedo y Gijón, que están cerca. Venía gente de los municipios más alejados del centro. Tal era el poder de atracción de un fenómeno que no tiene pinta de volver a repetirse y que hoy cuesta explicar a quien no lo vivió. Los domingos de la Pola. Los «domingonos». 
Pola de Siero (desde ahora, la Pola a secas) es una villa comercial y hostelera desde hace mucho tiempo. El mercado de los martes, con siglos de antigüedad, y su ubicación en el centro de Asturias han propiciado siempre una importante caída de gente a la localidad. Siempre ha sido un buen lugar para pasar el domingo. Hoy en día, sigue siéndolo. Hay una buena sesión vermouth y un montón de sidrerías cuyas terrazas se llenan con el buen tiempo. Pero ahora reina la cordura. Entonces, no. 
Los ochenta 
En los años ochenta del siglo pasado, la efervescencia juvenil que llegó con la democracia multiplicó las ganas de fiesta en toda España de forma exponencial. Pola de Siero no fue una excepción, pero el comienzo fue tímido. La discoteca Lóriga, abierta desde 1967 como sala de fiestas, era el referente a principios de los ochenta. El furor de la película «Fiebre del sábado noche», estrenada en 1978, estaba muy fresco todavía. Pero las cosas iban a cambiar muy pronto. La liberación de los horarios propició la aparición de los «pubs», los discobares, que cambiaron totalmente la forma de salir y divertirse en la localidad. 
La Pola conservaba en parte su vena tradicional. La villa desoía en cierto modo los nuevos tiempos que invitaban a centrar todos los excesos en el sábado —emulando a Toni Manero, el memorable personaje encarnado por John Travolta— y dedicar los domingos a descasar o lidiar con la resaca. Y el discobar parecía acomodarse más a la idea de un domingo de fiesta, sin renunciar a lo que ofrecían las discotecas los sábados. Los «pubs» tenían música, pero seguían siendo bares, y al contrario que las discotecas, que normalmente cobraban entrada y te acaparaban a lo largo de una jornada, permitían ir de un lado a otro y sobre todo —eso marcó la diferencia— vivir la fiesta en la calle. El pub La Moto, situado en Les Campes, fue pionero. 
La deriva de dos bares señeros se convirtió en ejemplo del cambio de paradigma de los ochenta: La Bodega de Máximo, un mesón tradicional que los domingos ponía música y atraía a un montón de jóvenes, y el JBconocido popularmente como «El Jota», un bar de comidas que se reconvirtió e hizo sonar un montón de discos de vinilo entre sus cuatro paredes. Otros bares como El Refugio o el Pumarín atrajeron también a la gente más joven y registraron, un domingo sí y otro también, llenos absolutos, especialmente a primera hora de la tarde. 
El primer gran aglutinante de la juventud de esta nueva era compuesto en su totalidad por discobares fue la calle Hermanos Felgueroso. La apertura, a mediados de los ochenta,  del Gamusinos y, tras él, otros como el Papa’s, El Garaje, el Forfait, el Guateque, el Foque, el Boxes o el Yeyo’s (a la vuelta de la esquina, en la calle Ángel Émbil), convirtieron la calle en un hervidero todos los domingos del año. También empezaban a abrir otros en el casco antiguo. El Abre César, que acabó convirtiéndose en uno de los más longevos (echó el cierre en 2017) abría sus puertas en 1988 en la calle San Antonio. Junto a él, inauguraban la zona El Corredor, en la misma calle, y La Ferrería, en la calle Santa Ana. Después se incorporarían en esta calle otros clásicos como La Antojana o el Mashteo. Y a San Antonio, el Morrokoy (más tarde, La Nuit). En esas fechas, la fama de la Pola empezaba a cobrar forma, poniendo los cimientos de la explosión de gente que llegaría unos pocos años más tarde. 
Irónicamente, a partir de 1988 sonaría en algunos locales «indies» de la villa la canción «Every Day Is Like Sunday», de Morrissey, que describía los domingos como días silenciosos y grises. Y en los más convencionales, alguna de las canciones del álbum «Descanso dominical», de Mecano. 
Nada más lejos de la realidad".

Hoy los gustos y las formas de salir han cambiado, pero entonces, tras el éxito de los 1980, llegaron los 1990, la apoteosis y, posteriormente, el declive:
"La entrada en los años noventa estuvo acompañada de un crecimiento extraordinario. A decir verdad, los «domingonos» propiamente dichos, aquellas riadas de gente que llegaban a tomar el casco antiguo y varias calles aledañas, ocurrieron ya entrados los noventa. Antes, los domingos había gente. En aquel momento, no cabía un alfiler. La efervescencia era máxima. Las calles estaban plagadas de discobares, y había días en que era difícil acercarse a la barra a pedir. En la cima de los «domingonos» llegó a haber en torno a 50 locales. Y con ellos llegó la diversidad. 
El Cubano, situado estratégicamente en el paso de Hermanos Felgueroso a la calle San Antonio, fue uno de los clásicos de aquella década. En él, además de la música del momento, podían atisbarse ecos de la tradición musical de la Pola. Cualquiera que se asomase a última hora podía verse sorprendido al oír, una vez que terminaba la música para bailar, canciones como «Alfonsina y el mar», interpretada por Mercedes Sosa, o el himno del Sporting, compuesto precisamente por un poleso, Falo Moro. 
La música «indie», que se puso muy de moda en aquellos años aunque seguía siendo en cierto modo minoritaria, tuvo en la Pola dos grandes templos: La Verja y La Biblioteca, donde la gente se aglutinaba, entre otras cosas, para escuchar la música popera, ruidosa o de baile según el caso.  Durante muchos años, la fiesta acababa en la calle Florencio Rodríguez. Allí se encontraba un discobar, el Notturno, que era un canto a la locura. Estaba abierto hasta altísimas horas, y no era raro encontrarse tanto en su interior como en la calle o en las escaleras de la antigua Casa de Cultura un montón de gente dispuesta a olvidarse de que al día siguiente tenía que trabajar o cumplir con cualquier otra obligación. 
El declive  
El declive de los «domingonos» fue paulatino pero implacable. Entre los factores que mucha gente atribuyó a la caída está el aumento de los controles de alcoholemia. En los noventa, llegaba gente en coche de todas partes, a pesar de que las carreteras eran mucho peores que las actuales. La Autovía del Cantábrico no inauguró la mayoría de sus tramos hasta ya entrado el siglo XXI. Cuando empezó a haber cada vez más controles, mucha gente protestó. Eran otros tiempos. Hoy la tasa de alcoholemia está en 0,25 miligramos por litro de aire. No hay que olvidar que, hasta 1989, el mínimo para dar positivo en un control estaba en 0,8 mg/l. Esa tasa hoy está considerada delito penal. Las cosas han cambiado mucho desde entonces. En 1989, se redujo a 0,50 mg/l, pero durante muchos años el control en las carreteras no fue tan exhaustivo como lo es ahora. Además, hasta 1996 uno se podía negar a hacer la prueba. Solo desde ese año negarse se convirtió en delito. 
 También se achacó el declive al aumento de precios propiciado, por una parte, por la llegada del euro —que al sustituir a la peseta en 2002 disparó el precio en casi todos los productos, mientras que los sueldos se ajustaron al cambio establecido de 1 euro=166,386 pesetas— y, por otra, por los crecientes impuestos a las bebidas blancas.  
El caso es que, aunque en los dosmil todavía hubo resistentes —entre ellos, el Gasoline (antes, El Corredor) y El Gato Tuerto, que además de discobares también hacían las veces de clubes y organizaban monólogos y actuaciones— la caída se había vuelto ya imparable. 
Con el tiempo, la mayoría de los discobares cerraron de forma estrepitosa, y otros se reconvirtieron para acomodarse a los nuevos tiempos. Quizá el caso más sonado de supervivencia y adaptación sea el de El Mini, que estaba ya en los años gloriosos y que, con el cambio de paradigma, se ha integrado perfectamente en el paisaje más sidrero y menos noctámbulo de la Plaza de Les Campes. 
La noche del domingo —en realidad, cualquier noche— había dejado de ser rentable para la mayoría. Tuvieron que pasar unos cuantos años para que abrieran nuevos discobares, que tenían otro concepto bien distinto: mucho más tranquilos, para gente no tan joven y con unos horarios bastante más razonables. 
En los años de bonanza, cualquier discobar que abriese sus puertas tenía casi asegurado el lleno los domingos. No hacía falta hacer gran cosa. Ahora, triunfar con esa fórmula es bastante mas difícil. El día ha vuelto a reinar. Los domingos en la Pola siguen siendo buena idea, pero ha vuelto la cordura. Los «domingonos» se han ido para siempre, convertidos en sustento inagotable de los adictos a la nostalgia".

Antiguamente, en la Plaza Argüelles, que tenemos aquí delante, donde estuvo la antigua iglesia (dicen que más bien un poco a la izquierda, hacia la calle Celleruelo), destacaba la casona del Marqués de Santa Cruz del Marcenado (destruida en 1936 y que no debe confundirse con el cercano palacio del mismo marqués, en el Parque de Alfonso X El Sabio), donde ahora hay un edificio de pisos, La Casa Naranja. Los moradores del palacio tenían el privilegio de acceso directo al templo. Detrás y a su izquierda, volvemos a ver una de las torres de la actual parroquial de San Pedro

A nuestra derecha, otras dos casas de soportales, estos sobre columnas; en los bajos abren sus puertas bares y restaurantes, como la sidrería Los Portales de Jaminón


A su izquierda está La Tienda de Luis, con una artística verja cerrando su soportal y, arriba en lo alto del edificio, una artística galería. Se trata de una tienda de alimentación, que empezó llamándose "Almacén de Coloniales" según el gusto de la época, de las más veteranas de La Pola, fundada por Luis y Luisa, de ahí su nombre, regentada ahora por una nieta, Carmen Noval


Al fondo y en la esquina está el Gasoline, antes El Corredor, uno de aquellos míticos pubs o bares de copas de los domingonos en La Pola


El Gasoline recibe su nombre de la pequeña gasolinera de la Plaza de Argüelles, que vemos un poco más adelante. Aquí a la izquierda tenemos la Pizzería La Forna y, mirando a la gasolinera, el bar La Flaca, con amplias terrazas en dicha plaza



El Camino sigue de frente a la gasolinera, subiendo a la izquierda del edificio de pisos que tenemos delante, el de La Casa Naranja, por la calle Celleruelo, para continuar a la iglesia de San Pedro y al albergue de peregrinos; sin embargo también vamos a dedicar sendas entradas de blog a La Plaza les Campes, que podemos visitar con un pequeño desvío a la derecha, así como al Ayuntamiento y Plaza de Alfonso X El Sabio, Palacio del Marqués de Santa Cruz de Marcenado y Mercado de Abastos, completando una buena visita a La Pola, la capital de Siero












 










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