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miércoles, 18 de marzo de 2015

LA CALLE RIVERO Y SUS CASAS DE SOPORTALES: EL HOSPITAL DE PEREGRINOS, LAS TIENDAS DE ÉPOCA Y EL PALACIO DE LA "INSPIRACIÓN ENCADENADA" (AVILÉS, ASTURIAS)

Calle Rivero: unión de caminos y entrada al casco histórico de Avilés

A la entrada de la avilesina calle Rivero, en el corazón de la llamada Villa del Adelantado, se produce un hecho muy importante en el devenir de las rutas xacobeas asturianas y en concreto del camino costanero: es donde se reúnen los dos grandes ramales del Camino de Santiago Norte en Asturias que se han separado en Casquita (Villaviciosa):
-Uno, el que ha seguido por la costa hacia Gijón/Xixón y luego, por el Monte Areo, El Valle de Carreño, Tamón y Trasona, ha entrado en el casco urbano de Avilés por el Paseo de la Ría y el Puente Azud

-Otro, el que, desde Casquita pasó a Sariegu, Siero (con posible ruta por Noreña) y ha ido a Oviedo/Uviéu, tomando desde su catedral de San Salvador el camino de regreso a la costa por Llanera y Corvera, entrando en Avilés por Villalegre y llegando aquí desde Los Canapés y La Curtidora

La calle Rivero sigue por lo tanto también el trazado de un histórico camín real, o la unión de varios, aprovechando este paso natural entre la Ría de Avilés y el centro de Asturias, vía fundamental para el origen y evolución histórica de Avilés, antigua villa romana o altomedieval propiedad de un tal Avilius, establecida en el puerto natural que es la ría, ya guardada desde tiempo inmemorial por castros astures y habitada desde la remota prehistoria 



La misma calle Rivero lleva en su nombre la memoria de haber sido el camino que entraba en la población intramuros, comúnmente llamada La Villa, por la ribera del estuario, antes de que se ganasen extensos terrenos a la ría y sus marismas a la derecha de esta calle, poniendo un muro vallado o ribero para contener el agua que bajaba por los prados cercanos del actual Parque Ferrera


En la esquina con la calle Cervantes está la Farmacia Honrubia, en una casa de tejado a dos aguas, de la que el gran divulgador, erudito y cronista Alberto del Río Legazpi, dice en sus Episodios Avilesinos:
"...una elegante casa en cuyo bajo domicilia otra farmacia. Una muestra más, por si no había suficientes, del llamado ‘Barroco Boticario de Avilés’ donde las mansiones se asocian a las boticas. Curioso y singular estilo artístico que, ya me contarán a mí, en que otro sitio del mundo se da"

El Camino que dio origen a la calle se dirige hacia La Ferrería, nombre actual de la calle que sigue a continuación de ella, donde estaba una de las puertas de la antigua población del Avilés intramuros o amurallado, llamado La Villa, y ya figuraba en el Libro de Acuerdos del Ayuntamiento con fecha 6 de enero de 1485, cuando se le: "reunidos en Ribero, arrabal de la villa de Avilés"


El cambio de b por v (Ribero-Rivero) es significativo, obra, según también Legazpi"de algún escribano que iba por libre", pues salvo eso es la única calle avilesina, de entre las clásicas, que nunca parece haber cambiado de nombre, siendo muy comunes esos cambios de grafía, incluso en documentos oficiales y grabados, hasta el siglo XIX, al no haber aún una norma fija extendida 


En el medievo, el Camino predecesor de la actual rúa era la vía de entrada y, sobre todo, de salida de los productos que llegaban por barco al muelle en dirección a la capital asturiana y, no pocos, a la meseta, aguardándoles el difícil paso de la Cordillera Cantábrica, la que cruzó, pero viniendo a Avilés, el famoso peregrino-cronista flamenco Antoine Lalaing, aristócrata que en 1502, acompañando a Felipe El Hermoso en su viaje a España, se separó del séquito real en Burgos con dos acompañantes, yendo a caballo vía León, realizando el Camino del Salvador y luego viniendo a Avilés, pues dado que uno de sus compañeros, "el señor de Monceaux estaba enfermo y sufría mucho cabalgando", habían decidido tomar un barco en el puerto para hacer el camino por mar hasta A Coruña


Lamentablemente para Lalaing y su grupo, pero afortunadamente para el actualmente llamado Camino Norte, los vientos adversos hicieron imposible su singladura marítima, por lo que recorrerían la abrupta orografía costera asturiana, con sus montañas y sus rías, dejando a la posteridad sus impresiones en sus escritos


Es posible pero no seguro que poco antes, el obispo-peregrino armenio Mártir o Martirus de Arzendjan durante su también cronificada pero más escuetamente, peregrinación por este camino costanero hacia 1491


El Rivero vería pues tanto trasiego de gentes, entre ellos numerosos peregrinos, que, en las cercanías de la puerta de la muralla, (algo más adelante), el clérigo Pedro Solís fundaría una institución de acogida de pobres y peregrinos en 1513, el Hospital de Nuestra Señora de la Asunción, existiendo otro aún más antiguo frente a la muralla medieval, el de San Juan, en la actual Plaza Mayor, de España o El Parche, a donde llegaremos tras recorrer toda la calle 


Pese a esos precedentes, la constitución de Rivero como calle netamente urbana y barrio, fue configurándose como la base de lo que hoy es actualmente a partir de 1663, cuando empiezan a hacerse las primeras filas de casas, luego que el Concejo, Conceyu o Ayuntamiento decidiese poblar los inmediatos arrabales de la villa para descongestionar la atestada villa intramuros. No obstante esa sería la parte más antigua de la calle, la de los soportales y el hospital, unos metros más allá. Esta zona sería bastante posterior, construida entre los siglos XIX y principios del XX, nuevas casas añadidas prolongando las filas originales a ambos lados que la hacen la más larga de Avilés, de unos 500 metros más o menos, pues la cifra exacta varía según las fuentes


Toda la calle es hoy en día peatonal, y en sus bajos abren sus puertas numerosos negocios, sobre todo de hostelería, llegando a ser, junto con la de La Ferrería (por donde continuaremos desde El Parche) y Galiana, las antiguas calles de la movida, quedando aún algunos establecimientos de aquel entonces, con sus correspondientes cambios de nombres, gerencia, etc.


En el blog de Arturo Suárez se nos habla de aquellos años de la década de 1980 con Avilés en plena ebullición juvenil de pubs y bares de copas:
"La que fue llamada "movida de Avilés" o también conocida como "movida de Asturias". Todavía recordando los principios de los 90, cuando salías de tu casa a las 10 de la noche, con la Peña. Recordando los cachis el Tina, el Arbolín, del Nº1, el Oriente, las noches pasadas sentado en una acera, con la música de Duncan Dhu o Gabinete Galigari de fondo. Como iba avanzando la noche unos se quedaban en Rivero, grandes locales, buena música, buen rollo. El Ñeru, El Filandón, La Galería, El BajaMás, El Otto . Otros nos ibamos a Galiana, locales más pequeños pero que también tenían su encanto, El Triskel ( que recuerdos), El Trasgu, El Truebano, El Aquelarre, La Destilería, El Junior........ Pero ahí no se acababa la noche, todavía quedaban dos alternativas, unos optaban por seguir para arriba, la zona de Carbayedo, allí esperaban locales para mover el cuerpo, con alternativas latinas. La Farandula, El Niebla, El Santacole, El Cocolé..... Otros optaban por ir para abajo, la Calle de Los Cuernos, calle estrecha pero con grandes garitos,  El Trebeyu, La Caseta, El Street. Que noches cuando miles de avilesin@s se echaban a la calle para olvidar sus preocupaciones y compartir unas cervezas, al ritmo de la música del momento. Luego llegó el final de los 90, cuando uno tras otro de los bares de Galiana, Carbayedo y La Calle de los Cuernos, iban sirviendo sus últimas cervezas y guardando para siempre sus discos de vinilo. Llegaba el momento de que la Ferrería que hasta esos momentos estaba relegada a la ruta de los vinos tomara el relevo. Fue el auge de grandes pafetos, El Boss, El Boxu, El Don, La Licorería, El Queen Maeve, que se unieron a los dos que ya existían en esa zona, La Carava(hoy el Cafetón) y el Oso"

La calle, cuyo tramo final, más bajo y antaño al lado "de los praos" era el más afectado por las seculares inundaciones a consecuencia de las lluvias, fue recorrida por los antaño célebres tranvías de Avilés entre 1921 y 1960, muy encajonados por la angosta travesía, no pensada para ellos


Rivero fue una de las calles del casco urbano, del centro histórico en concreto, sometidas a un proceso de rehabilitación y acondicionamiento en 1994 para que "siguiese siendo la puerta de Aviles". Pese a que lo que es el tráfico rodado ya se dirigía al centro por otras calles, se consideró que, tras el declive de la gran industria pesada, había de poner en valor todos los potenciales de Avilés viéndola como un conjunto, y de ello formaba parte importante el patrimonio de este su casco urbano. A raíz de ello vino también la peatonalización de estas calles, primero de forma provisional, luego progresiva... hasta que se aplicó de manera permanente


Además de los peregrinos, nos han llegado los testimonios de los viajeros que visitaron Avilés siguiendo estas calles y caminos cuando aún eran los principales, antes del trazado de las carreteras, cuyas obras ya en 1786 viera el médico, geólogo y vicario inglés Joseph Townsend, que viajó a España en 1786, justo después de enviudar, recorriéndola durante más de un año y plasmando sus vivencias en la obra de largo título... 
"A journey through Spain in the years 1786 and 1787; with particular attention to agriculture, manufactures, commerce, population, taxes and revenue of that country"

Por ella sabemos que entró en Asturias el 3 de agosto de 1786 por el Puerto de Somiedo y en compañía del joven cadete de 16 años Nicolás de Llano Ponte, residente en Oviedo/Uviéu pero con casa familiar en Avilés, siendo su tío-abuelo el clérigo e historiador Juan de Llano Ponte, que era por entonces obispo auxiliar de la diócesis y en cuya casa ovetense se había alojado, llegando ahora a la avilesina


El motivo era acudir con su amigo a las fiestas de San Agustín, hospedándose en la citada casa familiar, sita en el principio de esta calle Rivero, cerca de las murallas, el actual Palacio de Llano Ponte, por cuyo antiguo solar habremos de pasar luego de dejar Rivero:
«El lunes, 21 de agosto, fui con mi joven amigo a visitar, durante algunos días, a su padre, que vive en Avilés, muy cerca del mar, a unas cinco leguas de Oviedo. El objeto de esta visita era ir a la feria o fiesta religiosa que en todos los países católicos del mundo, y hasta cierto punto también en los protestantes, es ocasión de mucho tráfico y tiempo algo licencioso»

El erudito, periodista y escritor Ramón Baragaño, realizando un compendio de los trabajos de otros autores que tradujeron y se ocuparon del relato de la estancia de Towsend, publicó en El Comercio-La Voz de Avilés el 25-11-2007 un artículo en el que desgaja y explica los relatos avilesinos del británico, quien escribía así de la fiesta:
«Esta feria o fiesta religiosa, que, entre paréntesis, indica el origen de nuestra palabra fair, atrae a Avilés un considerable número de forasteros, y cada vecino se apresura a recibir en su casa a los amigos. En este tiempo, la mañana se emplea en pasear mirando las tiendas, los ganados y la gente reunida en la feria; y la tarde se termina con bailes. Estos los ofrece el principal personaje de la villa, y en esta alejada provincia reina tal sencillez, que se permite a los criados y a los aldeanos aglomerarse a la entrada de la sala para ver bailar. Los bailes que están más de moda son el inglés, el minué y la contradanza, algunas veces la contradanza francesa, y al acabar la velada, el fandango».

«El domingo, 27 de agosto, que era el cuarto día de feria, hizo muy buen tiempo; la animación fue inmensa, la cantidad de ganado sorprendente y el mercado estaba muy alegre, cosas éstas que pueden sorprender a un protestante».

Townsend había venido a Avilés por una de aquellas primeras carreteras que ya se estaban construyendo para sustituir a los viejos caminos, la Carretera de Avilés de los cantares asturianos, la que sigue el camino procedente de la capital y viene a Avilés por el valle corverano de Solís, la señalizada en nuestros días como camino jacobeo oficial. Sus construcción parece ser le impresionó:
«La carretera atraviesa montañas. Por aquel tiempo se hacían costosos trabajos en ella; se trataba de hacerla sólida, sin reparar en la economía y sin mirar más que a la utilidad y belleza de la obra. A algunas millas de Oviedo, y también cerca de Avilés, la carretera se ha hecho perfectamente recta, muy ancha y algo elevada por el centro. Los cimientos han sido hechos con gruesas capas de roca calcárea cubierta de piedra machacada de menor tamaño; y para sostener la bóveda o parte central del camino, temiendo que pueda separarse como los arcos de un edificio si no tiene apoyo lateral se han construido dos muros completos a todo lo largo del camino. Ello, ciertamente, aumenta mucho la belleza, pero nada contribuye al principal fin propuesto. Las orillas de la carretera, plantadas de árboles, ofrecen un delicioso paseo a los habitantes».

Y, de la misma manera que cuenta de esta vía ovetense a Avilés, habla también de la otra, la del ramal gijonés, por entonces también en marcha y que también sustituyó en bastantes tramos al camín real, que ha desaparecido también por la industrialización, al rellenarse y allanarse los terrenos en los que se construyó Ensidesa, desde Tamón y Trasona hasta aquí: 
«La ambición de los españoles, que les hace tender a la perfección, en ninguna parte es más visible que cerca de Avilés. La antigua carretera rodeaba alrededor de doscientos cincuenta pasos para evitar una pradera baja y pantanosa; pero ahora se han decidido a obtener, con grandes costos, una avenida recta y espaciosa de cerca de tres millas, como las de las otras ciudades. De Oviedo a Gijón, pequeño puerto de mar al este de Avilés, se hace otra carretera del mismo tipo y con los mismos costos»

Dos antiguas carreteras que, como los antiguos caminos, seguía confluyendo en esta calle, hoy recuperada y cuyo suelo está bellamente adoquinado y los bares y casas de comidas sacan sus terrazas y sombrillas a esta histórica vía urbana, de gran trasiego de gentes, comunicación peatonal directa entre los barrios de L'Arbolón, La Vidriera, La Curtidora, La Magdalena, etc., y el centro urbano en torno al Ayuntamiento: El Parche, hacia donde nos dirigimos


Este es el cruce con la calle del Marqués, que hace referencia al Marqués de Ferrera, cuya extensa quinta, actual parque de su mismo nombre, Parque Ferrera, está justo detrás. El título original era Marqués del Palacio de Ferrera (que veremos en El Parche), y fue concedido por Carlos II, mediante Real Decreto de 1687 y Real Despacho de 1700, a favor del noble asturiano Juan Alonso de Navia y Arango, caballero de la Orden de Santiago, Alférez Mayor de Luarca, Regidor Perpetuo de Avilés y Oviedo... esos eran sus cargos




 Sus sucesores marqueses de Ferrera marcaron la historia de Avilés más de doscientos años, si bien en 1856 el industrial naviero José García San Miguel, competiría con ellos en ser el más "rico e influyente" de la villa, llegando a ser aristócrata, Marqués de Teverga, gracias a la concesión de este título por parte de Amadeo I de Saboya, al que San Miguel invitó a su mansión cuando visitó Avilés, ganándole la partida al terrateniente Ferrera


El casco antiguo de Avilés fue declarado Conjunto Histórico-Artístico el 27 de mayo de 1957, cuando aún Ensidesa estaba en pañalesEl boom poblacional y urbanístico de la siderurgia se extendió por todos los extrarradios e incluso por los concejos vecinos, pero afectó relativamente poco a este núcleo histórico


Por eso, a pesar de haber quedado sumamente degradado, pudo acometerse su exitosa recuperación integral cuatro décadas después de dicha declaración, estando considerado como el segundo casco antiguo mejor conservado de Asturias tras el ovetense


A la derecha, en la calle las Artes, sí tenemos uno de esos edificios de vecindad construidos en Rivero en aquella época de crecimiento absoluto y rápido, si bien no siempre bien diseñado, en la que la ciudad multiplicó su número de habitantes


En el bajo estaba antaño Juguetes Majafrán, uno de los comercios emblemáticos de Rivero. Su cierre es todo un síntoma de las nuevas prácticas comerciales que tienden a hacer menos usos de las tiendas de barrio y proximidad, tal como leemos en El Comercio-La Voz de Avilés el 21-2-2019:
"Juguetes Majafrán cierra su tienda de la calle de Rivero, el local donde inició su andadura este emblemático comercio familiar. Abrió sus puertas en 1961, un año antes que la de Rui Pérez, en la que a partir de ahora centrará toda su actividad. El cierre está previsto para el 4 de marzo, después de Carnaval. 
Mercedes del Río López y su difunto marido, Eugenio García de la Fuente, abrieron como tienda de electrodomésticos y artículos de bazar. No eran tiempos fáciles, y los productos de entonces poco se parecían a los de ahora. La atención al cliente, la visión empresarial del matrimonio y la simple casualidad fueron moldeando el negocio hasta convertirlo en una marca de referencia en el ámbito del juguete en Avilés. El nombre hace referencia a dos de los hijos de los fundadores la propia María Eugenia y su hermano Francisco Javier, que se criaron entre juguetes 
Majafrán llegó a tener tres locales, el de Piedras Blancas, cerrado hace tres años, y los dos de Avilés. La crisis, la dura competencia de las grandes superficies y del comercio electrónico unido al envejecimiento de la población y a la baja natalidad que de forma tan acusada padece Avilés han llevado a sus responsables a reducir su actividad comercial a solo un establecimiento"

Otro artículo, de ese mismo año y en el mismo periódico, firmado por Cristina del Río, anuncia también su cierre y repasa su historia:
"La juguetería Majafrán, uno de los últimos clásicos del comercio avilesino, cerrará a lo largo del próximo mes y medio tras 58 años de actividad. Su propietaria Eugenia García del Río bajará la persiana del establecimiento de la calle Rui Pérez «con pena», pero con la satisfacción de haber cumplido los sueños de miles de niños de la comarca a lo largo de todo este tiempo. A sus 66 años, ha esperado a la jubilación del último de los cuatro trabajadores, formalizada el pasado sábado, para iniciar un periodo de descuentos con el que ella y el negocio fundado por sus padres Eugenio García de la Fuente y Mercedes del Río López en 1961 se despedirá para siempre. No habrá tercera generación al frente.
Eugenia tiene edad para jubilarse, pero en cualquier caso el contexto socioeconómico tampoco habría invitado a seguir mucho más allá. «La sociedad ha cambiado mucho, hay menos niños y Avilés ha pegado un bajón importante. Desde la última crisis, el consumo no es ni parecido y los hábitos de compra de las nuevas generaciones, que lo hacen por internet, acaban con el comercio tradicional», analiza la comerciante tras el mostrador del establecimiento más longevo de la calle, con permiso del estanco, y desde el que ha asistido al cambio de gustos y preferencias de los menores. El juguete 'de siempre' se sigue vendiendo, aunque ahora la tecnología acapara los gustos a ciertas edades. Los cambios sociales también se notan y Eugenia asegura que yo no es raro vender una 'cocinita' o una silla de pasear para un niño varón

En Rui Pérez estuvieron antaño la librería La Atalaya, Orlandy, Cardenal, La Cooperativa y La Central, entre otros. Los vecinos de Majafrán han cambiado tanto como lo ha hecho la calle, revitalizada desde su peatonalización, pero sobre todo desde la apertura de la cafetería La Biblioteca. «Siempre ha sido una calle muy transitada», asegura"

En el artículo, entrevistando a Eugenia, la dueña, en vísperas de su jubilación, esta cuenta lo que le encanta el trato con el público, pues aunque "el mostrador quema y se va perdiendo la paciencia», echará de menos el horario comercial: 

"Lo hará por la costumbre de estar sujeta a él durante tantos años porque la lista de aficiones e intenciones a las que dedicarse es larga. Empezará por retomar el inglés, le gustaría aprender a tocar el piano que hay en casa de su suegra, seguirá caminando tanto o más que ahora y para lo que sí tendrá más tiempo será para la lectura, «mi gran pasión». El teatro, los conciertos y la cocina engrosan un parte de intereses muy completo. 
Eugenia habla y explica el cierre sin nostalgia aparente, a pesar de que lleva vinculada a la juguetería desde niña y que le llenaba de satisfacción atender a clientes muy fieles generación tras generación. Los conoce porque ella «ya venía a ayudar cuando salía del colegio», explica cuando todavía era un bazar, antes de convertirse en un juguetería. 
Majafrán abrió primero en Rivero y luego en Rui Pérez y en Piedras Blancas, negocios que cerraron pocos años atrás. En principio fue un bazar, pero el juguete pronto acaparó toda la oferta. El nombre hace referencia a dos de los hijos de los fundadores la propia María Eugenia y su hermano Francisco Javier. Desde entonces, Majafrán ha sido la juguetería de referencia. Hasta el papel de regalo de color naranja con animales resulta emblemático. Además, desde el lunes lo utiliza más que nunca porque los avilesinos más previsores están haciendo ya las compras de Navidad"

Siguiendo las conchas, nuestro camino continúa calle Rivero arriba, a partir de aquí enlosado. A la derecha ya continuación del que fue el escaparate de Majafrán, está La Bodega de Rivero, glosada por Luis Antonio Alías, otro guía indispensable en los caminos, en El Comercio el 7-10-2021:
"La Bodega parece salida de los tiempos en que Palacio Valdés niño correteaba por aquí mismo. Se siente un tanto marinera, un tanto bohemia, siempre acogedora, con sus pizarras de ofrecimientos, sus maderas y espejos, sus barras de vinos y compadreos, su colección de viejas botellas y sus carteles, barriles, fotos y cuadros recordando un pasado orgulloso y venerable. Porque aquí estaba la Bodega de La Rioja, fundada por los padres, Balbina y José Antonio, del actual dueño, Toño. 
Y si bien pasó años en una pionera compañía de correos y trasportes que le llevó por toda España, y le avecindó alicantino, decidió regresar con su mujer e hijo a la villa natal, pura añoranza, para transformar el local con aromas de tempranillo y garnacha en lo que vemos y disfrutamos, ampliando espacios y conservando recuerdos. Mientras, los parroquianos locales y los peregrinos de todo lugar siguen pidiendo fabada sin mistificaciones, lentejas estofadas jacobeas, cachopos tiernos y cremosos, xatu guisado, pescados del día, chicharro al horno o ensaladas ilustradas. 
Toño hizo el Camino inicial e iniciático de Santiago, le citan guías de Alemania o Japón, sabe de la historia próxima y lejana, y da de comer con ética y estética"

Para quienes llegan desde la Catedral de Oviedo/Uviéu tal vez no haya sido un recorrido tan industrial pero tal vez sí un tanto anodino por la citada Carretera de Avilés (AS-17) a partir de Solís en Corvera (pese a su vereda peatonal) y luego atravesar por ella los núcleos urbanos corveranos de CancienesNubleo, Los Campos y Les Vegues, para entrar en Avilés por Villalegre y Los Canapés


 Ambos caminos, a menos sus trayectos más urbanos o carreteriles, también pueden tener sus compensaciones en la rica historia y patrimonio, industriales y no, que poseen


El viejo camino que se hizo calle en Rivero es sin duda un paso natural al fondeadero, también natural, que fue La Ría desde la más remota noche de los tiempos


Las primitivas civilizaciones prehistóricas habitaron este estuario avilesino desde hace milenios, luego los astures la fortificaron con castros y durante la romanización fueron construidas villas y abiertos caminos que comunicaban estos puertos naturales con el interior del país. Esta sería alguna de aquellas primitivas vías o calzadas


Aparte de los hallazgos prehistóricos, de época castreña y romana en el entorno de la ría, así como las menciones documentales a territorios cercanos en papeles de los monasterios altomedievales, la primera mención escrita que nombra a Avilés, nombrado Abilies, es del año 905 en el Liber Testamentorum de la catedral ovetense de San Salvador, fijando una donación de Alfonso III El Magno y su mujer Jimena que, aunque se trata de una falsificación bastante clara del obispo Pelayo hecha realmente dos siglos después, no se descarta tenga de base un documento anterior


Enclavada Avilés en el extenso Territorio de Gauzón, este pasaría a ser su alfoz cuando la población consiga sus preciados fueros de manos del rey Alfonso VI a finales del siglo XI, confirmado luego por su nieto Alfonso VII en 1155. Así llegaría a ser el puerto más importante de Asturias en el siglo XIII, acudiendo numerosas gentes a asentarse amparados en sus fueros y atraídos por las oportunidades del comercio marítimo con el Atlántico y el Mediterráneo, y terrestre con el interior del país, así como su actividad artesana, pesquera (en el barrio de Sabugo), etc, por eso se estipula que la población a finales de dicha centuria estaría en torno a los 6.000 habitantes, nada desdeñable en la época


En 1277 Avilés participa en la primera en la primera hermandad asturiana, suscrita en La Espina (Salas) y en las décadas venideras se aliará con otras villas y concejos de Asturias para hacer valer sus derechos frente a las apetencias señoriales, no pocas veces violentas, de la nobleza feudal. La villa irá evolucionando a lo largo del tiempo, haciendo frente a no pocos reveses, pestes, guerras e incendios, pero la pequeña villa intramuros irá creciendo, primeramente a lo largo de sus caminos principales de acceso, como es este de Rivero. El crecimiento espacial y urbano del siglo XVIII, incrementado notablemente en el XIX, no será nada en comparación con el causado por la instalación de ENSIDESA a partir de mediados del siglo XX. El centro histórico vivirá un proceso de degradación al que se pondrá coto y, tras varias campañas de rehabilitación, se hará de él un ejemplo de conservación de elementos de diferentes épocas y estilos, desde la Edad Media al Renacimiento, el Barroco y hasta nuestros días


Como hemos dicho, gracias a esta su posición estratégica Avilés prosperó en la Edad Media como puerto comercial y pesquero, constituyendo un importante enclave urbano amurallado y amparado por fueros reales, donde se establecieron mercaderes y artesanos, además de órdenes religiosas, llegando gentes de muchas partes por los caminos del mar y de la tierra, viajeros y peregrinos, algunos de los cuales, llamados francos, se asentarían en la pujante población, que no tardaría en expandirse más allá de sus murallas, siendo Rivero parte de ese Avilés que "daba el salto" al otro lado de sus defensas


A la izquierda vemos una de las torres que guardan los altos muros de cierre de la antigua quinta de los marqueses de Ferrera, adquirida por el Ayuntamiento de Avilés para uso público tras arduas negociaciones, e inaugurado como parque en 1976 por los reyes Juan Carlos I y Sofía de Grecia. Hasta entonces y dada su extensión los avilesinos se veían obligados a dar un gran rodeo para ir de un lado a otro de la ciudad



Si bien este terreno perteneció al marquesado de Ferrera desde el siglo XV, no sería hasta el XVII cuando, al construir su palacio (que, reiteramos, veremos en El Parche), harían de él un gran jardín particular para su recreo, con caballerizas y otras dependencias, el cual iría evolucionando al estilo inglés con parte también de jardín francés, árboles y especies autóctonas, fuentes, parterres, etc.



Mediado el siglo XX la gran superficie de 81.000 metros cuadrados de jardín llegó a hacer insostenible su mantenimiento y, siendo los propietarios incapaces de asumir su costo, fue abandonándose hasta hacerse una selva. Alberto del Río Legazpi recuerda que de críos saltaban la tapia para jugar en aquel gran bosque en el corazón de Avilés:
"De niños, alentados por lecturas –Salgari, Julio Verne, etc.– saltábamos imprudentemente, sus altos muros y lo pasábamos de miedo, aterrados claro, por aquella desmesurada espesura, esperando que nos salvara Tarzán o la mona Chita. Era una selva desmadrada en medio de una ciudad puesta patas arriba por aquel terremoto industrial provocado por ENSIDESA y compañía en 1950" 

En 1976, comenzando la Transición Española, la nuevo consistorio adquirió, tras reiteradas solicitudes vecinales, el gran jardín en 91 millones de pesetas, para acondicionarlo y nacer así el Parque Ferrera, uno de los grandes pulmones verdes del centro urbano:
"El 19 de mayo de 1976 los Reyes de España dieron fe, con su presencia, acompañados del alcalde Ricardo Fernández, del traspaso de la propiedad de este morrocotudo jardín, abandonado, del marqués de Ferrera –en pleno centro de la ciudad– al pueblo de Avilés.   
Fue la mayor reconquista de suelo para ocio, jamás habida en la historia avilesina. De bosque nobiliario pasó a ser parque público. De igual forma que años más tarde los dos escudos del palacio del noble se convertirían en cinco estrellas hoteleras, con lo que se esfumó gran parte de aquel poder de los Ferrera, resumido en detalles como el de que a mitad del siglo XIX eran dueños de cerca de 90 de las 600 casas habitables existentes en Avilés. 
Aquella primera conquista social la llevó a cabo la corporación del alcalde Fernando Suárez del Villar, pagando 91 millones de pesetas (547.000 €) por 81.564 metros cuadrados de parque inglés"

En 1998 un pequeño espacio contiguo al palacio, el jardín francés, que la propiedad se había reservado hasta entonces, fue también comprado, y así nos lo cuenta Legazpi en los Episodios Avilesinos de El Comercio-La Voz de Avilés del 20-1-2013:
"En 1998 otro gobierno local –con Agustín González, al frente– le añadió el refinado jardín francés, situado a la trasera del palacio, residencia privada que –en tiempos de Santiago Rodríguez Vega, como alcalde– mudó a Ferrera Palace. 
Poseedor de 93 especies, el parque –abrazado por las milagrosas y porticadas calles barrocas de Rivero y Galiana– tiene tres fuentes, cinco puertas, paseos con nombres de poetas muertos y hasta la modernidad del ‘wifi’. Gratuito, claro. 
Hay que ver lo que cambió el follaje en esta ciudad, en cuarenta años"

Caminando junto al murallón del parque, pasamos ahora el cruce con la calle Libertad mientras seguimos avanzando por Rivero


En la esquina, este edificio en chaflán es el Geriátrico de Avilés, construido en1950, obra del prestigioso arquitecto Manuel del Busto, cuyas obras vemos y veremos en muchas poblaciones asturianas


Este geriátrico se puso a la venta en el año 2017 pero su deterioro continúa pese a estar catalogado y protegido como edificio singular. Así daba la noticia de su puesta a la venta J.Pichel para El Comercio-La Voz de Avilés el 12 de julio de ese año:
"Un emblemático edificio de Avilés se encuentra en venta. Se ubica en el número 71 de la calle Rivero, esquina con la calle de la Libertad. O lo que es lo mismo, el viejo geriátrico 'El parque', obra del prestigioso arquitecto Manuel del Busto, y que hoy es propiedad de la Sareb (conocido como el banco malo), recibido de Liberbank, ha sido sacado al el mercado a través de Servihabitat por un precio en torno a los 900.000 euros. 
El inmueble está fechado en 1950, por lo que el conocido arquitecto que firmó el proyecto, Manuel del Busto (autor de obras que marcan el perfil urbano de la ciudad, como el teatro Palacio Valdés o el Hospital de Caridad, algunas de las más conocidas) no llegó a verlo terminado, puesto que falleció en 1948. Es un edificio catalogado, recogido en el Plan especial de protección del patrimonio cultural del municipio de Avilés, y en su ficha dentro del catálogo urbanístico (en el que se atribuye a Del Busto su autoría) está considerado como arquitectura culta, y su valor e interés como «muy alto», indisoluble de su entorno. 
Su función durante muchos años en Avilés, situado en un entorno clave del casco histórico, como es la calle Rivero, en la que respeta su singular estampa soportalada, fue la de residencia de la tercera edad. Sin embargo, el geriátrico terminó por cerrar, y el edificio se sumió en el abandono, y al final su mal estado, así como la maleza que se acumulaba en el jardín que también forma parte de la propiedad, levantó las quejas de los vecinos. 
Así, si llegó a encontrarse rodeado de andamios para evitar problemas de seguridad en la vía pública, en los últimos años se han completado obras de estabilización, con intervenciones en la fachada y en los soportales que dan a Rivero, así como en los tejados, con la recuperación de las cubiertas y canalones. También se realizaron demoliciones, y en un primer momento tuvieron que ser puestas en marcha de forma subsidiaria por el Ayuntamiento. 
El inmueble, perteneciente a la Sareb (Sociedad de Gestión de Activos procedentes de la Reestructuración Bancaria) desde el año 2013, consta de tres plantas (baja, primero y segundo piso). La superficie total de la que está conformada la propiedad es de unos 1.600 metros cuadrados, en una parcela total de 720 metros cuadrados (planta baja, 368; primera y segunda, 403)


El uso al que está destinado, y así consta a la venta, es el residencial. El grado de protección del que consta, un inmueble histórico, en el camino de Santiago, obliga a mantener las fachadas, esto es, los elementos a la vista, en su estado original, aunque el interior sí puede ser reformado, destinándolo a viviendas, dice el artículo: 

"Desde que se encuentra a la venta, con el mencionado precio de aproximadamente 900.000 euros, ya ha habido varios interesados en su adquisición. Sin embargo, aún no se ha llegado a concretar el traspaso de su propiedad, que sigue en manos del banco malo"


Efectivamente, aunque construido en 1950, Manuel del Busto diseñó este edificio siguiendo la pauta de la arquitectura clásica de las casas de la población histórica, los soportales de las casas del llamado estilo Avilés, que a partir de este tramo de calle empiezan a generalizarse


Piedra y ladrillo componen la estructura básica de estos soportales sostenidos por columnas cuadradas. Una concha peregrina confirma en la esquina nuestro camino a seguir


Es inevitable ir de nuevo a Alberto del Río Legazpi cuando habla de esta arquitectura en sus Episodios Avilesinos con el título Los kilométricos y generalmente artísticos soportales de Avilés:
"En rigurosa descripción académica, soportal es un espacio exterior cubierto, construido junto a un edificio, cuya estructura se sujeta con columnas y precede a las entradas principales; generalmente rodea una plaza o recorre una calle. 
El soportal permitía, cuando no había electricidad, trabajar a los artesanos delante de sus talleres, resguardados de lluvia o sol. Lo mismo que a los vendedores de productos del campo, cuando el mercado de Avilés se desparramaba por todo el casco histórico de la ciudadela amurallada. 
Nuestro mérito, contra lo que ha ocurrido en otros lados, está en haber sabido, querido y podido, conservarlos, a lo largo de los siglos. 
Un paseo por calles y plazas de Avilés demuestra la calidad y cantidad de los soportales que hemos recibido -colosal herencia- de tiempos pasados y que seguimos incrementando. 
Suman más de tres kilómetros, entre antiguos y modernos. Y adoptan gran cantidad de formas, colores y estilos. 
Los más antiguos son los que pertenecen a las calles de La Ferrería, Bances Candamo, Galiana, Rivero, plaza de España, y Carbayedo. Algunos, situados en la calle Bances Candamo, en el barrio de Sabugo, puede que sean incluso anteriores al siglo XVII, que fue cuando Avilés empezó a crecer fuera de la murallas, lo que dio origen a la plaza de España y las calles de Rivero y Galiana. Un apoteósico conjunto soportalado"

Afirma Legazpi con razón que los soportales son "la sal del Avilés monumental" y que además, "artísticamente atrapan", por ello esboza algunos entrañables recuerdos de ellos...
"Los soportales de Avilés, artísticamente, atrapan. Si no que se lo pregunten a directores de cine desde Gonzalo Suárez o José Luis Garci hasta llegar Woody Allen, que realizó varias tomas en Galiana, aunque finalmente no las incluyó en su película ‘Vicky Cristina Barcelona’. 
Con Fernando Fernán-Gómez, anduve subiendo y bajando Galiana y llaneando por Rivero, repetidamente. Siempre bajo soportales, que para él eran como enormes decorados teatrales errantes por el tiempo. 
-Estamos caminando por un siglo cambiado, Alberto, y eso es muy grande. 
Recuerdo otra ocasión, con Eusebi Casanelles, presidente, entonces, del poderoso Comité Internacional para la Conservación del Patrimonio Industrial (Ticcih). Fue un paseo mañanero y lluvioso que nos obligó a comprar paraguas, porque Casanelles, fascinado, se negaba al refugio (lógica meteorológica) del soportal con el criterio de que entonces no podría admirar el soportal (lógica estética). 
En Avilés, de tanto convivir con ellos, olvidamos que son un referente emblemático, una suerte arquitectónica singular que cose casas en calles y plazas"


Y es que, aunque relativamente modernos, los soportales del antiguo Geriátrico El Parque señalan que nos adentramos en la parte más antigua y característica de la calle, donde el soportal es el modelo constructivo básico: comerciantes y artesanos trabajaban afuera o exponían sus productos mientras pasaban los viandantes, guardados de la lluvia o del caluroso sol, según tocase


El suelo disponía originalmente de una parte enlosada para el paso de viandantes y de otra empedrada adecuada para ganado. Tengamos en cuenta que existieron en Avilés hasta no hace demasiados años importantes mercados y ferias ganaderas y que los campos de siega y cultivo empezaban ya a la entrada misma de esta rúa



En Rivero llegamos a la entrada del Parque Ferrera, a nuestra izquierda. Si disponemos de tiempo y ganas, mismamente si nos alojamos en el cercano albergue de peregrinos Pedro Solís de la Avenida Cervantes (mirando para Rivero) o en otro establecimiento de las inmediaciones, recomendamos encarecidamente su visita relajadamente y sin prisa


Aunque tiene varias entradas esta de la calle Rivero es la más grande y principal. Hemos de seguir a Legazpi una vez más, cuando dice de él...
"La llegada de los ayuntamientos democráticos, en 1979, propició una espectacular proliferación de zonas verdes para el ocio. Por ejemplo, las dos corporaciones, presididas por Manuel Ponga plantaron en Avilés seis parques (Versalles, La Luz, El Pozón, La Magdalena, Carbayedo y La Carriona). Revolución botánica que ennobleció la calidad de vida. Algo histórico. 
Pero el Ferrera lidera esta sublevación de ocio y frescura, más extensa que el San Francisco de Oviedo. Y no lo comparo con el Central Park de Nueva York, porque no tiene ardillas. Sin embargo a veces se llena de focas, fenómeno artístico de singularidad mundial conocido como ‘Seal Parade’. 
El Ferrera Park es la santísima bendición vegetal de esta marítima y monumental villa «a la que no llega el encaje de las olas», como escribió Luís Amado-Blanco, uno de los poetas que tiene alameda en el Ferrera. 
Este parque es mi jardín particular a la vez que el de miles de personas. Esa es la clave que resume el formidable cambio del verde que te quiero verde, en Avilés"

El Parque Ferrera, cuya visita merece sin duda un capítulo aparte, ha sido incluso escenario de cine. Si coincidiésemos con un buen día de las fiestas de El Bollo, nacidas a finales del siglo XIX manera de reconciliación tras los duros enfrentamientos acaecidos en Avilés con motivo de la ubicación de la estación ferroviaria y que se celebran el Lunes de Pascua, lo veremos repleto de gente, así como las calles y plazas aledañas, con la tradicional Comida en la calle. De algunas de estas características nos informa Wikipedia:
"Está dotado de abundante mobiliario de descanso, además de zonas señalizadas y técnicamente dotadas para el ejercicio deportivo que consiste en un circuito señalizado de running que incluye aparatos gimnásticos.​ A su vez también brinda al visitante la posibilidad de escuchar algunos domingos conciertos en el quiosco musical que alberga o visitar la Casa Municipal de la Cultura. 
Durante la fiesta del bollo, declarada de Interés Turístico Nacional e Internacional, es habitual encontrar el recinto completamente lleno de público celebrando la conocida Comida en la Calle que reúne a distintas generaciones de avilesinos en esta área boscosa, y en la que es habitual comer "bollos preñados" acompañados de sidra.7​ Asimismo cabe destacar que en ocasiones hay exposiciones de arte en todo el perímetro del parque y se puede disfrutar de la red wifi perteneciente al ayuntamiento sin coste alguno para el usuario.​ 
Igualmente es digno de mención que el parque ha sido utilizado como escenario por el cineasta norteamericano Woody Allen durante la filmación de su película Vicky Cristina Barcelona acompañado de Javier BardemScarlett Johanson y Penélope Cruz"


Ciertamente, es esta de Rivero una monumental entrada a tan magnífico parque, con las clásicas copas de piedra en lo alto del portón


Aquí está la placa de inauguración del parque por los Reyes de España el 19 de mayo de 1976


Luego de nuestra visita al Parque Ferrera, que como hemos dicho merece un capítulo expresamente a él dedicado, continuamos rampa arriba por la porticada calle Rivero...


De sus 508 metros de longitud unos 200 son de soportales, elemento existente en otras emblemáticas calles avilesinas, a las que el historiador Luis Antonio Alías les dedica estas frases en El Camino de Santiago en Asturias. Itinerarios:
"Calles porticadas. Calles que guardan el más profundo y personal espíritu de Avilés:Ferrería Rivero, San Francisco, Galiana... Pórticos adintelados de columnas, pórticos de arcos de medio punto sobre pilares de piedra creando techadas calles interiores y sosteniendo fachadas, a veces separadas por cortafuegos, donde lo popular prdomina: corredores de madera, galerías de cristal, balcones no volados y volados con balaustres de madera o de forja... Algunos edificios de principios de siglo cambian de pronto el aire popular de pórtico y casa..."

Antón Pombo, el gran historiador, peregrino, investigador y divulgador de los caminos de Santiago, suele expresar en sus famosas guías que el recorrido por el casco histórico de Avilés compensa, para los que vienen de Gijón/Xixón, los muy degradados tramos industriales en la etapa anterior desde la gijonesa parroquia de Veriña. Cierto es que el recorrido por el Monte Areo y la ruralidad de El Valle en Carreño son un oasis de verdor, pero el recorrido posterior por el arcén de la AS-19 de Tabaza a Trasona es un dolor, que al menos tiene su contrapartida en el Paseo de la Ría para llegar a Avilés desde La Marzaniella


Los soportales más antiguos son del siglo XVII, cuando el arrabal se configuró como calle, tal y como hoy la conocemos, si bien en este tramo, como hemos dicho, incluso los incorporaron edificios construidos en los siglos posteriores. Dado su carácter ribereño hubo mismamente en las cercanías de la calle un molino El Molinón


El citado obispo Juan de Llano Ponte, con solar en Avilés, costeó en 1795 las perentorias obras de alcantarillado de la calle, pero parece ser que con esa excusa aprovechó para ordenar el derribo de algunos soportales que estorbaban al paso de su carruaje, que mucho había de emplear en sus constantes idas y venidas de su casa a la sede episcopal ovetense


Los terrenos a la derecha del antiguo Camino habían sido desecados a finales de la Edad Media, ganándolos a la marisma de la ría, pasando a ser propiedad de los antepasados del obispo, la llamada Huerta de Llano Ponte, razón por la cual hoy en día hay una calle con este nombre. Esto favorecería totalmente que en el siglo XVII se pudiesen edificar tantas casas. En la Geografía de Asturias de Ayalga Ediciones lo cuentan así:
"La calle de Rivero, hasta donde llegaban las aguas de la ría antes de la desecación de la finca de los Llano Ponte a finales de la Edad Media, es otro arrabal caminero que en el siglo XVII empezó a adquirir cierta entidad urbana"

Pero a partir de aquí y hacia la izquierda, parece ser los terrenos eran de otros marqueses, los de Ferrera, los dueños de la quinta del actual parque, que figuran como foreros o dueños de la finca o foro sobre el que nació el barrio, el cual era, junto con La Villa intramuros, Galiana y Sabugo, los únicos lugares urbanos del viejo Avilés aún a mediados del siglo XIX


Dice Alberto del Río Legazpi que "Rivero es de tramos largos y soportalados, con vecinos muy orgullosos de su calle" y es ciertamente una calle de cuento y novela, como las del novelista Armando Palacio Valdés, vecino que fue de Rivero y cuya casa veremos ya cerca de El Parche


Y calle también de cantos como los de la zarzuela La Pícara Molinera, estrenada en 1928, con su estribillo, basado en una canción tradicional, que dice: "calle la del Rivero, calle la del Cristo, la pasean los frailes de San Francisco"...


Los frailes son los franciscanos del cercano convento de esta advocación, actual iglesia parroquial de San Nicólás, y el Cristo es este que tiene aquí su capilla, la del Cristo de Rivero, también de San Pedro o San Pedrín, al lado de la artística fuente monumental de los Caños de Rivero


Ya a finales del siglo XVIII los vecinos de Rivero solicitaban una fuente en el barrio y calle, pues, además de para beber y asearse, se veía imprescindible para luchar contra los incendios que varias veces asolaron la población. Así en 1767 Pedro A. Menéndez, maestro arquitecto, hizo un proyecto para ello, pero no se llevó a cabo. El 1786 se reitera la petición, esta vez ante la Real Audiencia del Principado, y se hace otro en 1796 por el también arquitecto Francisco Pruneda, pero tampoco se hace realidad


En 1815 otro maestro arquitecto, Francisco A. Muñiz Lorenzana, es quien por fin la construye para satisfacción vecinal, coincidiendo además con la reciente apertura de la nueva Carretera de Oviedo que venía por Los Canapés. Dispone de pilón circular y tres caños en un cilindro de piedra rematado en copa gallonada. De uno de los caños se hizo manar vino con motivo de la fiesta del lugar, la fiesta de San Pedro, o a sí lo relata Legazpi, junto con toda la saga constructiva de esta fuente, cuando el 12 de julio de 2015 conmemora los dos siglos de su construcción en Los 200 años de los Caños de Rivero:
"El que fuera secretario de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, el intelectual madrileño José Francés (hijo predilecto de Avilés, quien junto con el arquitecto estatal Luis Menéndez–Pidal Álvarez, hicieron posible en 1955 que el Estado español catalogase buena parte del casco antiguo avilesino como Conjunto Histórico Artístico) ya había escrito en 1944 que importa «conservar esa fuente y a cuanto la circunda, por su gran interés romántico y librarla desde luego, de un lavadero que conviene des­montar para mayor belleza y placidez del conjunto». 
Contra lo que pueda parecer, Rivero es lugar muy antiguo. En tiempos medievales era conocido como arrabal situado a la salida de la muralla y en el camino real que comunicaba Avilés y Oviedo. Se ‘ordenó’ como calle en el siglo XVII cuando Avilés, por necesidades demográficas, necesitó extenderse fuera de las murallas y se fue enriqueciendo urbanísticamente –junto con Galiana– con largos y abundantes tramos de soportales, singularidad arquitectónica local. Hoy es la calle peatonal más larga y transitada de la villa. Comienza en la plaza de España (El Parche) con un palacio a su izquierda y su final, a los 440 metros, marca uno de los límites del casco histórico de Avilés. 
Antigua, también, es la reivindicación que los vecinos de Rivero hicieron de una fuente (la que tenían más cercana era la de los Caños de San Francisco) no solo para saciar la sed, lavar, cocinar y asearse, sino también como auxilio elemental contra los incendios. 
Y llegaron a hacerse cálculos y levantar planos por parte de dos maestros arquitectos: en 1767 Pedro A. Menéndez y en 1796 Francisco Pruneda (antepasado del famoso editor de ‘El Eco de Avilés’, primer periódico local), pero siempre alguna circunstancia lo impedía. 
Fue en 1815, cuando el maestro–arquitecto Francisco A. Muñiz Lorenzana (según estudio que le tengo leído al profesor de Historia del Arte, Vidal de la Madrid) informa atendiendo nuevamente, al deseo de los vecinos (quienes en 1786, echándole estímulos al asunto, habían llevado su protesta, por escrito, a la Real Audiencia del Principado) de levantar una fuente –que se materializaría al año siguiente– escogiendo como emplazamiento un lateral de la capilla del Santo Cristo y San Pedro (la actual es de fines del siglo XIX y es heredera de una ermita que existió aquí, cuando menos desde el siglo XVII). La obra constituyó, a la vez que fuente, un destacado elemento de adorno urbano (al igual que Los Canapés) en la nueva carretera Avilés–Oviedo..."

Al lado su espacio lo cierra un muro semicircular, que lo separa del Parque Ferrera. Existió un lavadero techado, desmontado a mediados del siglo XX, cuando ya se disponía de agua corriente en todas las viviendas...
"Hoy, la fuente, envuelta entre el arbolado del parque Ferrera, la capilla del Cristo y San Pedro (‘San Pedrín’), dos medianeras triangulares superpuestas con hermoso mirador de madera y los soportales de la calle, componen un paisaje mágico frecuentemente utilizado en libros y prensa para ilustrar textos sobre el casco histórico de Avilés. 
Tan inspirador es el lugar que de uno de los caños de la fuente llegó a manar vino tinto un día de San Pedro. La gente no daba crédito, excepto los organizadores del festejo. Yo lo viví y doy fe de que mi boca alcanzó el chorro y bebí vino de la fuente de agua de Rivero, sin que se me cayeran –del susto milagroso– los estímulos al suelo

Por su parte la capilla del Cristo de Rivero o de San Pedro (San Pedro de Rivero o San Pedrín), fue reedificada en 1881 sobre otra anterior existente al menos desde el siglo XVII, la cual al parecer estuvo en el lugar de un antiguo humilladero. Antaño, pasada la medianoche del 28 de junio, se venía bailando y a la vez caminando por esta calle la Danza de San Pedro, desde la Plaza de Pedro Menéndez hasta la capilla del santo sita en esta calle, unas veces viniendo por las calles de La Muralla y La Cámara y otras por las de La Cuesta la Molinera y La Fruta. A partir de los años 60 la Comisión Municipal de Festejos estipuló se hiciese desde El Parche, manteniéndose, eso sí este, recorrido por Rivero, donde se grita el son...
"Viva Jesús y San Pedro y el Santo Cristo Rivero"

La portada de acceso es de arco de medio punto con puerta cancel cerrada por barrotes. Adentro muestra bóveda de arista. Tiene aquí asiento la Cofradía del Santo Cristo de Rivero y San Pedro Apóstol


Interior de la capilla, con la veneradas imágenes del Cristo y San Pedro de Rivero, así como de la Semana Santa avilesina. De ellas escribe Rubén Domínguez, estudioso de la historia avilesina, en el artículo Capilla la de Rivero el 16-8-2011 en La Nueva España:
"... quiero que este artículo sirva para felicitar a todos los propietarios de estas obras, y a los que han hecho posible su restauración, pero en particular para la cofradía del Santísimo Cristo de Rivero y San Pedro Apóstol, que restauró las tres imágenes procesionales que tienen en la capilla de esta calle avilesina
"La primera de ellas fue la imagen de San Pedro, cuyas manos y rostro habían sido oscurecidas por los continuos humos de las velas de los fieles. Esta imagen, que se encuentra en el lado del Evangelio de la capilla de Rivero, fue donada por una mujer vecina de esta calle, a su retirada a Oviedo, en señal de cariño hacia el templo, en abril de 1945. Representa a San Pedro arrodillado y vestido con una túnica blanca ceñida a la cintura por un cíngulo del que pende una llave, y encima una capa roja con bordados de color oro. Lleva una aureola en la cabeza y sandalias en los pies. Se desconoce el autor de la obra"

Seguidamente se procedió a restaurar la imagen del Santo Cristo de Rivero, sobre la que había una leyenda que decía que, si alguna vez era movida de su sitio, se caería la capilla. Nada de ello ocurrió y, restaurado, volvió a su capilla:
"... sin la capa de pintura dorada que se le había aplicado encima, y que tapaba detalles como el color de la piel o el del paño de pureza, diferenciándose actualmente el color del paño del de la franja decorativa dorada que lo bordea por la parte inferior. El crucificado, de una buena factura, ha recobrado el aspecto original que manos no muy expertas le habrían arrebatado no hace mucho tiempo"..

A la derecha veremos en la pared el escudo de los Rodríguez de León, dado que su reforma del siglo XVII fue auspiciada por el cardenal Alonso Rodríguez de León. En esa esquina está el tercer elemento restaurado, el de la figura de Jesús atado a la columna, una de las más características que desfilan en la Semana Santa avilesina, tal vez del siglo XVII, escondida durante la Guerra Civil y devuelta tras ella a esta capilla:
"El siguiente y último grupo restaurado ha sido el que compone el paso «Jesús atado a la columna», que desfila todas las Semanas Santas por las calles avilesinas. A pesar de haber sido restaurado en 1999 por Toni Solís, tuvo que volver a ser intervenido para eliminar repolicromías y hacer una limpieza general de la obra (,,,). En los años sesenta del pasado siglo XX se añadieron al paso los dos sayones que acompañan a Cristo y que completan así una escena nueva: «La flagelación»

A la vez que reconocemos fuente y capilla hemos de fijarnos en los diferentes estilos de soportales existentes en los edificios de enfrente: de arcos de medio punto y de columnas

En el artículo a ellos dedicado en el blog de Arturo Suárez, Asturias Central, titulado Soportales, símbolo de Avilés, nos hablan de ellos y de su impronta en este casco histórico, con un total de cuatro kilómetros de calles porticadas:

"En Avilés, los soportales son un referente emblemático, una suerte arquitectónica singular que cose casas en calles y plazas.

El origen del soportal en la ciudad se pierde en la memoria. Los más antiguos, los anteriores al siglo XIX, son los que pertenecen a las calles Galiana, Rivero, Plaza de España, la Ferrería, Bances Candamo y Carbayedo. No obstante, posiblemente haya algunos, como parte de los de la calle Bances Candamo, que sean incluso anteriores al siglo XVII, siglo en el que Avilés se expandió fuera de la muralla y se abrieron las calles de Galiana y Rivero.  
El casco histórico de Avilés fue declarado Conjunto Histórico Artístico en 1955 destacando el conjunto de edificios con sus soportales constituido por una amalgama de estilos desde el románico al modernista pasado por el gótico y el barroco. 
Del conjunto de calles situado alrededor del ayuntamiento y del barrio marinero de Sabugo, cabe destacar la calle Galiana, la calle Bances Candamo, la calle Rivero, la calle Ferrería, La Plaza de España en el centro del casco histórico, presidida por el ayuntamiento y la calle San Francisco con sus edificios modernistas " 

Visitada fuente y capilla proseguimos por la calle Rivero, "tal vez la de soportales más animados" dice también Luis Antonio Alías. Un poco más adelante a la derecha asoma la torre de un alto edificio delata el lugar en el que estaba el Hospital de Peregrinos de Nuestra Señora de la Asunción o, como popularmente se conocía, Hospital de Rivero, centro asistencial y alojamiento fundado en 1513 por el clérigo Pedro Solís, y que contaba con capilla propia, capellán y hospitalero, mas importantes rentas para su mantenimiento, estando primeramente bajo patronazgo del linaje de la casa de Solís. 


Tenía además su propio cementerio y en base a los registros de difuntos se sabe del paso de numerosos peregrinos franceses y alguno flamenco. Aquí encontraban "cubierto, cama y fuego", además "de comer, médico y zirujano y botica" si enfermaban, tal y como reflejan los Libros de Fábrica Parroquiales dieciochescos


El Hospital de Rivero tuvo pues de patronos a miembros de la familia de su fundador, los Solís, con solar en el valle y parroquia corveranos de su nombre, cuyo palacio pueden ver, al lado del camino (allí carretera AS-17) y entre este y la iglesia parroquial, los peregrinos que vienen siguiendo la ruta ovetense.  


Administraba el hospital, nombrado por los patronos, un vecino de Avilés que tal vez viviese en alguna de las casas aledañas, al menos desde que en el siglo XVII el camino se hiciese calle y barrio


 Para su mantenimiento disponía de buenas rentas y foros que en el Catastro de Ensenada, de mediados del siglo XVIII, se registran en 483 reales de vellón las rentas y en 653 los dichos foros. También tenía capellán propio y un hospitalero, tal vez también residente en las inmediaciones sino en el mismo hospital, se ocupaba de su atención


Estas casas, o sus inmediatas antecesoras, vieron pues el paso de peregrinos, de los que se conserva documentación desde el siglo XVIII, cuando el hospital ya llevaba doscientos años en activo. De algunos sabemos sus nombres, aunque, a diferencia de ahora, solo se registraban cuando morían en el hospital, pues tenía además su propia capilla y cementerio


 El primero del que existe noticia es el flamenco Juan Antonio Vannier, en 1724, al que siguen una docena de franceses fallecidos entre 1758 y 1767. El último es el también galo Antoine Chantagnier, que como curiosidad anota el párroco en el acta de defunción: "cuyo apellido significa en nuestro idioma castañero"


Es posible que, con el declive de las peregrinaciones históricas en el siglo XIX, no haya más registro del paso de peregrinos por esta causa, dado que la fundación fue especializándose en ser el Hospital de Caridad de Avilés


No estaría aún en servicio este hospital cuando Antoine de Lalaing se decidió a embarcar con sus compañeros flamencos para ir a Santiago por vía marítima hasta el puerto coruñés, por lo que es posible que, si no fueron al más antiguo Hospital de San Juan, frente a la muralla y en lo que hoy es El Parche, se hubiesen alojado en una posada o en algún palacio, dada su condición de aristócratas. Sea como fuese Avilés era el principal puerto receptor de estas peregrinaciones marinas. El que en el barrio marinero de Sabugo (por el que pasaremos luego de atravesar La Villa), haya una antigua parroquial románica dedicada al santo inglés Santo Tomás de Canterbury, da buena fe de ello


Este gran camino costero fue llamado "the great line fo road to Galicia" por el viajero inglés Samuel Widdrington, escritor enviado a España por la prestigiosa institución científica Royal Society en 1843 para hacer un retrato del país desde todas las disciplinas de la geografía, recorriendo el país durante tres años. En Cervantes Virtual, del Instituto Cervantes, apartado de Viajeros por España, se resume así su paso por Avilés, del que quedó prendado pues así lo transmite en su obra España y los españoles en 1843:
"...se muestra encantado con el lugar, al que encuentra múltiples similitudes con su país de origen. La gente es muy educada y culta, incluso el mesonero que les atiende en la posada, que describe en estos términos: «había estudiado en el instituto de Gijón, fundado por Jovellanos para facilitar la educación de los jóvenes asturianos». Le encanta el mercado local y su gente que define como «alegres y joviales». Confiesa que nunca se marchó de ninguna parte de España con más pesar que de Asturias, y que tampoco hay ninguna otra zona que quiera visitar de nuevo y con más ganas que esta"

Quien sí conoció el hospital como refugio de peregrinos y así lo relata es, más de medio siglo atrás, el también inglés Joseph Townsend, que en su libro A journey through Spain in the years 1786 to 1787, habla así de Avilés:
«Avilés tiene ochocientas familias, dos iglesias parroquiales y dos hospitales, uno de los cuales es para mujeres ancianas y el otro para los peregrinos que van a Santiago. No hay más manufacturas que la de calderería de cobre y de latón, para los pueblos próximos y la de hilo para el consumo de la villa. Avilés está situado a la orilla de un pequeño río, a una legua de mar aproximadamente, y la marea llega hasta allí. Esta villa está rodeada de montañas que en su mayoría son fértiles hasta la cima y están cubiertas de rebaños o sombreadas por robles o castaños, en tanto que las tierras más bajas producen ricas cosechas de trigo y maíz»

Poco más de una década después de Townsend, y en un contexto distinto, no de amistad, sino de guerra con Inglaterra, y así lo plasma, otro célebre viajero, no exactamente peregrino pero sí cronista de los viejos caminos litorales asturianos, pasa por Avilés: es el ingeniero italiano Luigi Salandra, con quien coincidiremos en más  plazas de este Camino Norte, pues dejó sus memorias viajeras en Viaje por España en 1797, del que también Ramón Baragaño, tomando como base las traducciones y comentarios de Evaristo Casariego, publica el 23-11-2009 en El Comercio-La Voz de Avilés una narración de su paso por esta villa:
"Nada sabemos del autor, excepto que era ingeniero y un claro representante de los viajeros de la Ilustración, que cuenta lo que ve, con todo lujo de detalles, incluso de las cosas aparentemente no importantes, como la comida y los precios, lo que nos proporciona una visión muy realista y minuciosa de la época, que contrasta con la mirada apasionada y exótica de los posteriores viajeros románticos. Tampoco puedo ofrecer el retrato de Luigi Salandra, puesto que no se conoce ninguno. 
El viajero italiano entra en Asturias, cruzando la ría del Eo en barca, procedente de Ribadeo (Lugo), por el puerto de Figueras, en el concejo de Castropol, y continúa viaje por la costa asturiana a través de Navia y Luarca, donde embarca con dirección a Avilés, villa en la que permanecerá durante dos días a la espera de otro barco que le llevará a Santander y Bilbao. Durante su estancia recogió en su escrito varios aspectos de Avilés que ofrezco a continuación, según la versión de Jesús Evaristo Casariego. 
«Al atardecer, Salandra, acompañado de sus nuevos amigos, baja al puerto (de Luarca) para embarcar. Le impresiona cruzarse en una calle estrecha con una multitud de jóvenes, casi todos vestidos a la usanza del país, con sombreros como mitras (¿montera?) que desfilan militarmente cantando un himno guerrero. Son los reclutas. Sus voces y pisadas retumban en la oquedad del callejón. El puerto le parece angosto y difícil, pero con bastante movimiento de pequeños barcos. En la rada exterior están ancladas una fragata de guerra y una urca de la Real Armada. Para embarcar hay que llenar varios trámites en le Comisaría Marítima y presentar el salvoconducto que le había dado el Capitán General de Galicia. Los aduaneros son muy belicosos y hablan de la paliza que esta vez se les va a dar a los ingleses». 
Tras la travesía nocturna, llegan a Avilés al amanecer.
«La entrada es premiosa y remolcan al barco a remo. El pueblo está al fondo de una ría. Nuevos trámites en la Aduana. El pueblo es grande, bueno y ofrece toda clase de recursos. Tiene una gran calle en cuesta, toda con soportales (cordonata coperta). Hay varios palacios, algunos magníficos, un gran convento (San Francisco) y una iglesia antiquísima muy interesante (San Nicolás). De Avilés es uno de los conquistadores de América (referencia a Pedro Menéndez)». 
Y continúa Casariego su relato:
«Salandra permanece dos días en Avilés, en espera de un barco que le llevará a Santander y Bilbao y hace de la villa avilesina y de sus habitantes observaciones interesantes que le acreditan como buen observador y crítico. La posada es buena, semejante a la de Luarca, pero sin la vecindad despertadora de las campanas. Las costumbres le parecen patriarcales, aunque hay muchas personas distinguidas que estuvieron en Madrid y en el extranjero y viven a la moda del siglo. El comercio es rico, copioso. Al gestionar el embarque, Salandra entabla relación con un comerciante acaudalado que importa bacalao y vinos y exporta jamones en grandes cantidades, el cual le ofrece cartas de recomendación para sus corresponsales de Bilbao y Santander. Este comerciante le invita a comer y tiene opulenta mesa y casa con muchas criadas, pero el trato es familiar y las criadas mayores tutean a las señoritas. El tenedor de libros de este hombre de negocios estuvo en Inglaterra y habla el inglés. Por Avilés circulan libros en inglés y francés. Hay fábrica de ferrería y cobrería y muchos artesanos. En Avilés encuentra algunos partidarios de Godoy y menos entusiasmo patriótico entre la burguesía que en la parte de Asturias recorrida. Lo explica diciendo que como es un pueblo comercial, teme los perjuicios de una guerra, en gran parte marítima. La clase popular es más patriótica y a la puerta de la iglesia vio un ciego que cantaba coplas contra los malvados herejes de Inglaterra, que eran muy aplaudidas por el pueblo. Encuentra en Avilés detalles refinados que le recuerdan a algunas ciudades italianas. La vida material le parece próspera y la plaza está muy bien surtida, pero hay un barrio pobre, de pescadores, al Noroeste de la ciudad (Sabugo). Sale de Avilés al amanecer, también a remolque. Fuera de la ría dan vela. Al montar el cabo Peñas se cruzan con un convoy español escoltado por dos barcos de guerra».

Del paso de los peregrinos también informa, como no podía ser de otra manera, Alberto del Río Legazpi en El Camino de Santiago traspasa el casco histórico de Avilés, artículo del que extraemos aquí el párrafo que hace mención a Rivero:
"En uno de los Caminos que conducen a Compostela, el costero, una de las villas que ofrecen parada y fonda a los viajeros es Avilés que ya en 1515 construyó (los albergues locales son episodio aparte) un edificio ex profeso que acogiera a los peregrinos que recorrían aquella espectacular ‘autopista’ cultural. Goethe escribió que Europa se hizo peregrinando a Compostela. 
El Hospital de Peregrinos estaba fuera de la muralla en el entonces arrabal del Ribero y cuando la incuria lo destruyó (en 1948) Avilés construyó otro albergue más modesto, pues la sociedad había ido cambiando y ya no peregrinaban tantos a ganar indulgencias divinas. Actualmente ha vuelto a tomar un gran auge cultural. 
Tal como está estructurado el Camino –hablo del costero y en dirección este a oeste– una de las etapas trae a los peregrinos desde Oviedo o Gijón, según, hasta Avilés donde hacen noche, para continuar frescos a Soto de Luiña buscando la meta de Santiago de Compostela. 
Lo hacen cruzando la ciudad siguiendo el recorrido tradicional por lo que traspasan gran parte del casco histórico avilesino ayudados por señales de tráfico especiales con el símbolo del peregrino compostelano, o sea una concha (interpreten este vocablo, los sudamericanos que leen este episodio, en el mejor de los sentidos que se le da en España o sea caparazón de carbonato cálcico de los moluscos). 
Así que salen del Albergue situado frente al final de Rivero, calle que recorren en su totalidad, enterándose que fue urbanizada en el siglo XVII y que junto con Galiana son dos de las más espectaculares de una villa que tiene kilómetros de soportales, entre antiguos y modernos. 
Tendrán más al llegar a la plaza de España, sensacional Parche arquitectónico, y continuarán camino por la calle de La Ferrería..."

Si bien ya no es necesario hacer el gran tirón de casi 40 kilómetros a Soto de Luiña pues a lo largo de esa etapa han abierto más albergues y otros establecimientos que, sin serlo, acogen a peregrinos gustosamente, por lo que pueden dividir el largo trayecto en dos, acierta plenamente Legazpi al decir que los albergues locales son un capítulo aparte, y así lo hace en El Hospital de la calle Rivero, publicado el 2-6-2019 también en El Comercio-La Voz de Avilés, relatando que la familia del fundador, Pedro Solís, además de ser originaria de Solís, como hemos dicho, estaba emparentada con la casa de Trasona, de la que lago hemos hablado al pasar por ahí


En su carrera eclesiástica Pedro Solís llegó a ser  arcediano de Babia, canónigo de Toledo, abad de la Colegiata de Santa María de Astorga y de la de Arbas del Puerto (Payares), además de alto cargo, protonotario, en El Vaticano con Alejandro VI 


Durante sus estancias en Avilés tenía casa propia en la calle La Ferrería, fundando una capilla gótica adosada a la antigua iglesia parroquial de San Nicolás, luego de San Antonio, donde acaba esta calle y, justo después, hizo construir el Hospital de Nuestra Señora de la Asunción, que hasta 1948 estaba donde ahora se sitúa este alto edificio en la esquina con la calle Pablo Iglesias


La construcción del que fue Hospital de Rivero estuvo a cargo de Nicolás y Rodrigo Alonso de León. Era de planta y piso y gran tamaño, con dos salas, una para hombre y otra para mujeres. El tener cementerio propio le hacía comparable al existente en Oviedo/Uviéu


 Al frente del hospital había siempre un notable de la villa y su mantenimiento se sufragaba con rentas de sus extensas propiedades agrícolas, además de donaciones y limosnas. Con el paso de los siglos y al decaer las peregrinaciones, pasó a ser, como otros muchos, Hospital de Caridad. Un Reglamente de 1884 recoge sus características por entonces:
"Habrá dos enfermerías, una para hombres llamada San Nicolás y otra para mujeres llamada La Pasión.

-Se recomiendo de un modo especial a los enfermos no fumen en las salas ni en las camas.

-La alimentación consistirá en ración de huevos, sopas de pan, arroz, de fideos, dietas animal y vegetal.

-El desayuno se dará a las siete de la mañana, la comida a las doce del día, el chocolate a las cinco de la tarde y la cena a las ocho de la noche desde el 1 de octubre a fines de marzo, y a las nueve las restantes.

-De diez a doce de la mañana y de tres a cuatro de la tarde se permitirá la entrada en las salas a visitar a los enfermos. El regente prohibirá la entrada de toda clase de alimentos y bebidas, vigilando se guarde el mayor orden.

-El regente hará que se barran las salas dos veces al día, y una las escaleras, tránsito, almacén, patio, etc.

-Las vasijas de los enfermos se fregarán dos veces al día.

-Las sábanas y almohadas se mudarán cada quince días.

-Las camisas cada ocho días.

-Una vez a la semana se regarán las salas con cloruro de calcio"

Cuando se construyó un nuevo Hospital de Caridad de Avilés en El Carbayedo, pasó el viejo hospital de Rivero a múltiples funciones según el momento, desde cuartel militar a cuadra de caballos y escuela pública. En 1948, dentro de la mentalidad urbanística del momento, se demolió el edificio sin siquiera conservarse los escudos, como se había solicitado, cosa que no se tardaría en lamentar, dice Legazpi:

"Con el paso de los siglos, al disminuir las peregrinaciones jacobeas, este Hospital de Peregrinos -tras diversas reformas- pasó a denominarse Hospital de Caridad de Avilés y ser regido por un patronato. Años más tarde al construirse en El Carbayedo un nuevo Hospital de Caridad (actualmente denominado Hospital de Avilés y que es otro episodio aparte), el edificio de Rivero cumplió una ensalada de funciones diversas como acuartelamiento de tropas, establo de caballería e incluso albergó una escuela pública. Finalmente, en agosto de 1948, fue demolido sin atender a la petición que específicamente hizo, a través de este periódico, una autoridad patrimonial como el marqués de Ciadoncha de conservar escudos e inscripciones en la piedra de su monumental fachada"

Ya que no se ha podido conservar el edificio de aquel refugio de los antiguos romeros jacobitas para admiración y contento de los actuales, que pasan por miles al lado de este lugar tan especial sin que nada les haga percatarse de ello, no estaría de más colocar algún elemento que lo recordase dada su trascendencia, según reitera Legazpi en sus artículos:
".. el gran (para aquella época) Hospital de Peregrinos levantado en la margen izquierda de Rivero justo donde la calle hace la curva que [hoy] termina en el inicio de la vía que lleva el nombre de Pablo Iglesias dirigente histórico del socialismo español.

Se trataba de un gran edificio, levantado por Nicolás y Rodrigo Alonso de León, de planta y piso en torno a un notable, por su amplitud, patio interior, con dos salas para enfermos (hombres y mujeres). El inmueble estaba dotado de capilla bajo y de una espaciosa huerta (llegaba hasta la Ría) así como cementerio propio, particularidad que le daba al Hospital un caché especial aproximándolo en categoría al de Oviedo.

Al frente del centro y como administrador estaba un notable de la villa. Los peregrinos que llegaban a Avilés sabían que en Rivero encontrarían cubierto, cama y calor de fuego de leña. Los gastos del Hospital los cubrían los beneficios hortícolas procedentes de sus extensas tierras, aparte de los ingresos proporcionados por visitantes y limosnas de diversa procedencia"


Continuando por la calle Rivero seguimos viendo a la derecha el edificio construido en el solar del antiguo hospital...
"Su nombre original fue Hospital de Peregrinos de Avilés y se levantó, como muchos por entonces en España, para acoger el flujo de viajeros que provenientes de países de Europa y de otros lugares de la península ibérica peregrinaban a Compostela, circulando por las rutas del Camino de Santiago histórica autopista cultural, un ‘invento’ genial del rey asturiano Alfonso II y que tanto desarrollo trajo (cultura, artes industriales y otros saberes y disciplinas vinieron de la mano de los miles de peregrinos del continente) aunque bien es verdad que tanto progreso tuvo como contrapartida un peaje sanitario en forma de epidemias (fuese peste, fuese cólera) que no reconocían fronteras. 
Conviene saber que Avilés era punto importante en la ruta jacobea no solo por formar parte del camino costero que cubrían la mayoría de peregrinos que venían dándole al pinrel por vía terrestre sino también por ser el inicio para aquella gente venida por mar, que desembarcaban en el importante puerto comercial avilesino tomaban el camino a Oviedo para visitar la Cámara Santa y de allí seguían a Santiago de Compostela"
Adjuntamos una imagen del artículo dedicado a Rivero por del Río Legazpi, dado que aparecen además dos fotos del antiguo hospital antes de su insensata demolición. Sus cimientos reaparecieron en unas excavaciones efectuadas en el año 2016, cuyos resultados se publicaron en Excavaciones arqueológicas en Asturias 2013-2016, en artículo firmado por Patricia Suárez Manjón y Alejandro García Álvarez Busto, del que plasmamos sus conclusiones:
"Durante el desarrollo de la intervención arqueológica se produjeron algunos hallazgos de relevancia para conocer mejor el pasado de la calle Rivero de Avilés. Entre ellos se encuentra la identificación del alzado exterior del paramento norte del antiguo hospital de peregrinos de Rivero, fundado por Pedro Solís en 1515. Al demoler las estructuras de la actual vivienda, construida a finales del siglo xix, quedó a la vista la pared exterior del antiguo hospital, que ocupaba el espacio del solar colindante. Se trata de un lienzo de mampostería concertada de 12,20 metros de longitud con remate de sillería en la esquina noroeste, formada por bloques escuadrados colocados a soga y tizón. En mitad del lienzo se abre un vano adintelado en forma de ventana cuadrangular con recerco de sillería, de labra similar a la de la esquina. Tiene un hueco interior cuadrado de 61 cm de lado, que se encontraba tapiado para aislar este solar del colindante. La identificación de estos vestigios del antiguo hospital de peregrinos, del que se pensaba que no quedaba rastro alguno tras su demolición en 1948, vuelve a poner de manifiesto el valor de los seguimientos arqueológicos que controlan las obras realizadas en los cascos históricos, y especialmente de los análisis de arqueología de la arquitectura durante la ejecución de los mismos. 

A ello se ha de añadir el descubrimiento de hasta tres tramos de pavimento empedrado de cantos rodados fechados al menos en el siglo xvii gracias a una moneda localizada en uno de ellos, que permite dibujar el trazado de la antigua calle, que en este sector tendría una configuración un tanto diferente de la actual, y que muy posiblemente contara con soportales también en este tramo, hoy desaparecidos. Es posible que uno de los tramos empedrados, el más próximo a la pared del hospital, tenga una cronología anterior al siglo xvii, pero en todo caso posterior a la fecha de construcción del antiguo hospital de Rivero (1515), al que se adosa. De esta manera, junto al costado norte del hospital se localizaba un espacio pavimentado, dotado con canalizaciones de desagüe, con un periodo de uso amplio, que puede fecharse entre los siglos xvii y xviii, y que a finales del siglo xix sería amortizado por la construcción de una vivienda. 

Finalmente, por debajo de estos pavimentos de cantos se produjo el hallazgo de un nivel de cronología bajomedieval, con evidencias de ocupación en forma de hoyos de poste y cubetas de diferentes tamaños excavadas en la arcilla natural del substrato geológico, que parecen indicar la existencia de labores artesanales en esta zona llevadas a cabo al cobijo de construcciones levantadas con postes hincados y pies derechos de madera. En este sentido, a lo largo de los siglos xiv y xv son abundantes las referencias escritas a casas y solares en Rivero, en cuyas traseras habría hórreos, viñas y espacios de cultivo; y también era conocida la vigencia de una pujante actividad de carácter industrial, principalmente de ferreros, zapateros, gordoneros y carpinteros (Cienfuegos, 1999; Argüello, 2009), aunque, por lo que a nosotros nos consta, es la primera vez que se documenta arqueológicamente la presencia de estos espacios de trabajo en la calle de Rivero en los siglos finales del medievo"

En el citado artículo aparece este mapa en el que se ve en círculo rojo el lugar donde estaba el hospital fundado por Pedro Solís y su situación respecto a Rivero y el Avilés intramuros (La Villa). Es un plano dieciochesco en el que se perfilan las casas de la calle y las tierras que se extendían a los lados, donde estaban las huertas vecinales y del propio hospital, por la derecha hasta La Ría y a la izquierda lindando con las propiedades de los marqueses de Ferrera


Más a la izquierda ese gran edificio es el monasterio de San Francisco, que pasó, tras la Desamortización a ser la nueva parroquial de San Nicolás, el 30 de diciembre de 1849. A su lado están las calles Galiana y San Francisco, otras históricas calles porticadas de Avilés, que vemos confluye con esta de Rivero en la Plaza de la Constitución (El Parche), donde figura el Ayuntamiento, construido entre 167 y 1677 sobre la vieja muralla. A su derecha sigue la calle La Ferrería, por donde continúa el Camino hacia la parroquial antigua y el viejo puerto, actual Parque del Muelle,  a Sabugo. Pintamos de azul el recorrido del Camino, que entonces cruzaba el río Tuluergo (hoy subterráneo)  por un puente, con el antiguo puerto a la derecha y a la izquierda las marismas (hoy Plaza de los Hermanos Orbón o del Mercado)


En el edificio construido donde estaba no hay aquí soportales, aunque tampoco los tenía el hospital, al menos en el aspecto que conservaba en 1948

Cuando se construyeron las nuevas casas estas se hicieron sin soportales, aunque sí con bajos comerciales, así como buenos balcones que se asoman a la calle...


La traza de las casas porticadas de Rivero ha sido bautizada, lo hemos dicho, como "estilo Aviles", con los soportales en los que antaño los artesanos podían trabajar fuera mientras la gente paseaba, al resguardo del sol y de la lluvia, teniendo al lado el almacén o bodega y arriba la vivienda. Es un estilo pues netamente urbano y sensiblemente diferente al de las casas rurales tradicionales del entorno, si bien comparte con ellas algunos elementos, como los corredores y las galerías, estas triunfarían a partir de 1880 con la industria del vidrio, como manera de integran los corredores y los balcones volados en el interior térmico de la vivienda


Aquí, donde la calle hace un poco de curva, los edificios de la derecha, pasado el construido sobre el hospital, siguen sin soportales


No podemos evitar preguntarnos si tendrá que ver con los que mandó derribar el obispo Juan de Llano Ponte por estorbar al paso de su carruaje, que sin duda en esta curva tendrían un tránsito harto difícil de estar ambas márgenes porticadas


Hemos de tener presente que un pariente del obispo,  su sobrino, llamado como él, Juan de Llano Ponte, pero que firmaba como Juan de las Carreteras, pues era un empedernido viajero siempre preocupado por los caminos de Asturias como base de sus comunicaciones, del que tocará hablar no poco cuando nos toquen las sendas de las fragosas Ballotas, que separan la costa central asturiana de la rasa marina del concejo de Valdés. De este apasionado caminero cuenta también Alberto del Río Legazpi:
"Aparte del obispo hubo otro Juan de Llano Ponte, sobrino del prelado, que siendo abogado no ejerció como tal dada la fortuna que heredó de su familia. Si lo hizo como escritor en temas científicos y técnicos que firmaba como ‘Juan de las Carreteras’ por los muchos artículos que publicaba en ‘El Faro de Asturias’ sobre las vías terrestres del Principado. Dicen que a sus escritos periodísticos se debe la carretera de Avilés a Grado. Ya se pueden imaginar que tratándose de Asturias el tema de infraestructuras le pudo haber dado, a ‘Juan de las Carreteras’ para media eternidad de no haberse muerto a los 58 años de edad"

Juan de las Carreteras está también muy vinculado a las carreteras, pues cedió gran parte de las tierras de Rivero hacia la derecha, hacia La Ría, que formaban parte de las posesiones del palacio y por ello eran llamadas notarialmente Huerta de Llano Ponte. En agradecimiento a ello, el Ayuntamiento llamaría, a partir de 1892 Llano Ponte a una de las nuevas calles nacidas en esa zona, que sería urbanizada, llamada primeramente La Industria, pues industrias y talleres serían lo primero que ocuparía esos terrenos. Junto con ella nacerían las demás calles de esa franja ribereña, Pablo Iglesias, Libertad, Las Artes y Palacio Valdés, donde está el afamado teatro de este nombre, todas a escasos metros de aquí...



Alberto del Río y Juan Carlos de la Madrid informan de Rivero incluyendo una advertencia, en su obra Avilés para El Viajero Independiente:
"Rivero es un barrio con una fuerte personalidad, posiblemente sea el que conserve mayor número de residentes originales, gente muy orgullosa que habla sin parar de las bellezas de su calle. Se puede entablar conversación con facilidad teniendo siempre en cuenta que es peligroso hablar mal de Rivero"


Las primeras casas de Rivero originales, las del siglo XVII, se hicieron para que se asentasen principalmente pobres y labradores labradores, que buscaban asentarse en Avilés desde las aldeas limítrofes, pero que ya no cabían físicamente en el congestionado Avilés amurallado. Esta es la razón por la que tenían huertas en la parte posterior, algo bastante común en muchas poblaciones en crecimiento durante aquella época. Siguen conservándose esos pequeños terrenos, aunque las huertas prácticamente hayan desaparecido


Los soportales favorecían el trasiego de gentes, tanto con lluvia como con sol abrasador, por lo que pronto se hizo barrio artesano, donde los laboriosos vecinos tenían abajo su taller, trabajando muchas veces a la puerta, donde exponían sus productos, y entablaban conversación con vecinos y foráneos. Arriba estaba la vivienda. Con el tiempo en muchos de los bajos abrieron fondas y tabernas


La banda derecha carece ya por completo de soportales hasta precisamente el mismo palacio del obispo que los mandó tirar, Llano Ponte ya al final de nuestro recorrido por ella. Este Palacio de Llano Ponte, en cambio, sí los tiene y los conserva, como pronto comprobaremos, otra de las ironías de la historia... 


El Palacio se ve muy bien al fondo al término de esta recta, pues se adentra en la rúa, donde se estrecha antes de salir a El Parche. Nos imaginamos que tal vez la línea de soportales desaparecidos abultase otro tanto, por lo que ocuparían casi la mitad de la vía, lo que naturalmente ocasionaría dificultades de circulación a su carruaje obispal. El historiador David Arias García describe en Historia General de Avilés y su concejo cómo actuó el obispo Juan de Llano Ponte para mejorar esta su calle::
"En 1794 ofreció a la villa empedrar la calle de Rivero a sus expensas y construir un trozo de carretera que faltaba a la entrada de la misma calle. Entonces se realizó una importante reforma: la calle de Rivero ‘parecía miserable calleja de un barrio’ y el municipio, contrayendo empréstitos, quitó los so­portales de un lado; de tal modo, entre el obispo señor Ponte y el Ayuntamiento ensancharon y hermosearon el antiquísimo Rivero"

A esto le añade del Río Legazpi este aporte y puntualización en Un palacio con mala estrella: 

"Otros noticias nos dicen que el obispo ayudó poniendo dinero pero también exigiendo el ensanche (supresión de una de las dos hileras de soportales) para que pasara sin pesares, en sus ‘ires y venires’, su moderna carroza tirada por caballos. Sabe Dios"


Démonos cuenta que, si la vemos desde lo que era el Avilés amurallado, La Villa, hacia afuera, Rivero es la continuación recta y directa a la calle La Ferrería, que era la calle mayor de Avilés en los tiempos de la cerca y, aunque ambas hace tiempo quedaron relegadas en favor de otras avenidas y calles surgidas con el ensanche tras la ocupación de las marismas que separaban de Sabugo, ambas mantienen su importancia, trasiego de gentes, bares y comercios, así como su condición de eje viario, hoy día peatonal y sin el tráfico de las calles nacidas con el ensanche urbano decimonónico, pero eje al fin y al cabo



Rivero, como Galiana y El Parche, forma parte de un ensanche, ampliación de la villa fuera del núcleo original aforado y cerrado por muralla o cerca)anterior al decimonónico: es el llamado Ensanche Barroco avilesino, que puede visitarse personalmente o apuntarse a una ruta guiada explicativa, como la que nos comentan el De Ruta por Asturias, cuyo texto informativo comienza así:  
"En el s. XVII se produce una profunda transformación en el ordenamiento urbanístico del Avilés medieval amurallado. Se construye un nuevo ayuntamiento extramuros en la que se llamó la plaza de Fuera de la Villa, actual Plaza de España. Esto, unido a un boom demográfico, provoca que se desplace el centro de poder y la nobleza y gente pudiente se aventure a construir sus viviendas también fuera de la zona amurallada. Se generan nuevas calles, llenas de edificios señoriales, creándose el llamado ensanche barroco avilesino"


El Avilés barroco que conoció Joseph Townsend, del cual en sus apuntes tuvo tiempo y espacio para hablar de no pocas curiosidades, incluso de su gobierno: 
«El gobierno de esta villa está en manos de dos corregidores, cuatro regidores y un síndico que es elegido anualmente por el pueblo para la defensa de sus derechos, para inspeccionar la carne y para velar en todo momento por que se le haga justicia»

Es muy llamativo que Joseph Townsend, que además de médico, doctorado en Cambridge, era clérigo anglicano, recorriese España contando con la amistad de las altar jerarquías católicas, como el obispo Juan de Llano Ponte,  en cuyos palacios se alojaba, durante un tiempo aún plagado de prejuicios y con la Inquisición en activo, si bien los nuevos aires de la Ilustración iluminaban un poco el panorama, al menos durante aquellos años


Medio siglo largo después, otro inglés. George Borrow, escritor, filólogo y viajero, recorrió gran parte de España incluida toda la costa asturiana, divulgando la Biblioa protestante. Lamentablemente y sin saberse la razón, desde que llega a Muros de Nalón procedente de Galicia, se produce un salto en su relato. Sabemos pasa por Avilés y pernocta en Gijón/Xixón, pero no retoma su narracción hasta llegar a la capital asturiana. Así lo cuenta en su libro, que siguiendo la moda imperante, es titulado extensamente"The Bible in Spain, or the Journey, Adventures, and Imprisonment of an Englishman in an Attempt to Circulate the Scriptures in the Peninsula":
«Tengo que dar ahora un gran salto en mi viaje, nada menos que desde Muros a Oviedo, contentándome con decir que fuimos desde Muros a Vélez (Avilés) y desde aquí a Gijón, donde nuestro guía Martín se despidió, volviéndose con la yegua a Ribadeo» 

Se ha incidido mucho en el gran parecido (y diferencias, entre la calle Rivero y su hermana, paralela a la vez que convergente, de Galiana, a la que, pese a estar fuera del Camino, recomendamos encarecidamente visitar, dada además su cercanía. En Las asombrosas semejanzas entre Rivero y Galiana Alberto del Río Legazpi incide en ello:
"Fue por el XVII, aquel siglo del barroco, cuando Avilés cogió y lanzóse a crecer en el aspecto urbano. Que buena falta le hacía. Porque estaba totalmente estrangulada por la muralla que la protegía. Se había quedado chica, la Villa, para una población que no dejaba de crecer. No era plan. 
Así que los notables trazaron un Plan -el histórico crecimiento barroco- cuya premisa principal era saltarse el corsé amurallado que la venía defendiendo. 
Y la Villa se abrió hacia el sur -que al norte estaba la mar- comenzando toda una siembra de palacios en la plaza de España (el municipal y los de Ferrera y García Pumarino). Pero cuando estas mansiones andaban en el empeño constructivo o aún eran proyectos vertidos en planos, comenzó la construcción de las calles Galiana y Rivero, que ampliarían la villa y vendrían a paliar los problemas derivados del crecimiento demográfico y del constante progreso mercantil de Avilés. 
En 1663 se construyen las primeras casas en la galiana o cañada o riera, que bajaba desde El Carbayedo. En Rivero hubo que poner orden en aquel pequeño arrabal de casas -con Hospital de Peregrinos, incluido- que se habían ido asentando, a la vera de la ría, desde hacía un montón de años. 
Desde entonces, estas calles barrocas, son distinguidas y alegóricas. 
Y tan fascinantemente sutiles, y sugerentes, que ni se sabe se aterrizan en el Parche o despegan de él. 
Calles barrocas, con todo su sabor, muy difícil de encontrar hoy en España y parte del extranjero, oiga"

El erudito avilesino incide en que nacieron como calles comerciales habitadas por artesanos, pero a la vez eran entrada y salida de las mercancías embarcadas y desembarcadas del puerto:
"Por Rivero se marchaban las importaciones hacia Oviedo y Castilla. Por Galiana llegaban cargamentos para la exportación procedentes de la Asturias campesina, de aquí a Grado. Ambas fueron, o son, también, calles de movida. O sea de bebida. 
Y las dos tienen capilla. En Rivero el Santo Cristo para unos, o 'San Pedrín' para otros; por las mismas andan en Galiana con el Ecce Homo, más conocido como 'Jesusín'. Una familiaridad a la avilesina, tan respetuosa, como difícil de explicar a visitantes. 
Las dos calles tienen su correspondiente fuente de los caños. Conviene no olvidar que Galiana llegaba hasta El Parche, hasta finales del siglo XIX cuando surgió la calle San Francisco (por entonces, La Canal), donde ahora se ubica, frente a magistrales edificios, la mágica fuente con el nombre del santo italiano. 
Y para que la romería descriptiva sea completa, ambas se iniciaban con un palacio a su izquierda. En Rivero, el de García Pumarino (también conocido como Llano-Ponte), actual sala cinematográfica. Y en Galiana, el palacio Ferrera.Y si Rivero tiene un cine, Galiana es calle de cine, de rodajes quiero decir. 
Tan cosidas por orígenes, destinos y fines, son. que semejan alas barrocas que abrazan ese milagroso bosque urbano llamado parque de Ferrera, al que ellas tienen acceso. 
El escritor Armando Palacio Valdés, vivió -de niño- en Rivero. Pero quizás no sea tan conocido que la calle Galiana llevó durante algunos años su nombre. Aunque si el lector es medianamente conocedor de la historia local, sabrá que aquí, en Avilés, una de las 'diversiones' favoritas es cambiar el nombre de las calles. 
Cada una tienen poetas locales de solera: Ana de Valle, en Galiana y 'Lumen' en Rivero. Y en ambas domiciliaron centros privados de enseñanza resonados. En Rivero, el propio 'Lumen' (y sucesores: María Luisa y Rubén) y en Galiana 'Don Floro'. 
Desembocan su belleza en la misma calle (Cervantes) produciéndose un brutal choque estético con edificios mostrencos, por altura y ausencia de finura. 
Son episodios aparte, que alimentan la emoción estética de propios y extraños, porque tienen alma, corazón y vida. Son -ay ¡mi madre! - una pasada monumental"

Acercándonos al "centro del centro" vemos más tiendas y comercios. En la antes mencionada obra Avilés, sus autores, Alberto del Río Legazpi y Juan Carlos de la Madrid hacen una loa a algunos de los comercios de siempre de esta calle Rivero, al menos a los que existían en su edición de 1998 para Ediciones Júcar. Algunos siguen existiendo, otros ya no:
"Avanzando por la calle del Rivero (ampliamente difundida en la obra del novelista Armando Palacio Valdés), siempre en dirección a la plaza de España, se puede hacer una parada en alguno de los establecimientos más típicos: la tienda de ultramarinos Mellos (tiene de todo, especialmente conversación), la librería Juanita Marquínez (se puede obtener información a cambio de tiempo),la carnicería Delfina (tanto propietarios como clientes pueden informar sobradamente), y así se llega a la salida de la calle entre la farmacia de Panizo y el quiosco de Luisa, ambas casas eran en tiempos una sola, la de Armando Palacio Valdés (lo que se recuerda en una placa"

A la izquierda otro de esos negocios totémicos de Rivero, la Confitería Polledo, fundada en el año 1900: Cerró en febrero de 2020 y reabrió meses después. Esta semblanza la recogemos tras el anuncio de su cierre en la página Viajar vivir y saborear, con el título Adiós a la confitería Polledo, adiós al cocodrilo de mi infancia:

"Tras 5 generaciones cierra sus puertas la Confitería Polledo en la calle Rivero de Avilés; 120 años de dulces historias que permanecerán en nuestro recuerdo. 
Recuerdo cuando el día del Santo de mi abuelo Alfredo íbamos a comprar bandejas de pasteles para los niños de los orfanatos de Pravia; recuerdo cuando mi madrina me regalaba el bollo de tres pisos; recuerdo con cariño las tartas reina Victoria que presidían las bodas familiares; los roscones de Reyes; las tartas de chocolate de los cumpleaños; la bollería del desayuno;  los pasteles de los domingos, en especial mi pionono y el milhojas favorito de mi madre; el huevo hilado; el mantecado y, por supuesto, el cocodrilo de Navidad. 
Adiós al cocodrilo de mi niñez 
Uno de los símbolos de la confitería Polledo era el tradicional cocodrilo gigante de mazapán, que comenzaba a cortarse en los días anteriores a Nochebuena.  
Polledo pertenecía al exiguo grupo de empresas centenarias que pervivían en el casco antiguo de Avilés (Asturias). La sociedad familiar fue fundada en torno a 1900 por Alfredo Suárez Polledo, abuelo de las actuales propietarias, Maribrí y Pacitina. En la segunda generación, diez hermanos pasaron por la repostería, Pacita “la primogénita” se quedó con el negocio y llegó al acuerdo de repartir su cupo de azúcar con su hermano Alfredo a cambio de que éste no utilizará el nombre comercial de la familia. Alfredo se independizó y fundó otra confitería en la calle de La Fruta que fue conocida por el nombre de La selecta de Alfredo Polledo. 
En nuestros días no hay cupos de azúcar; ni cartillas de racionamiento. Los hornos actuales de las pastelerías funcionan a pleno rendimiento. Aunque con los avances técnicos se corre el riesgo de terminar con los negocios artesanales. Competencia industrial versus calidad artesana. Polledo permanecía como siempre, con sus productos de primera y sus recetas añejas. La confitería de Rivero era la más antigua de Avilés. Además afrontaba una vocación de continuidad. Al disfrutar la ventaja de conservar una estructura societaria similar a una primera generación. En los últimos años Salomé y su hija Salomé dirigían el centenario negocio. Salomé era la heredera del negocio y actual responsable, aunque la confitería pertenecía a su madre Maribrí y a su tía Pacitina. El tiempo pasa pero los dulces recuerdos nunca mueren. Informa Alfredo Muñiz 
Nota: la confitería Polledo cerró el 10 de febrero de 2020 a las 8 de la tarde"

Entramos, hoy día volvemos a encontrarla abierta. Con el título Polledo vuelve a encender el obrador, el 17-10-2020, Amaya P. Gión publica en La Nueva España la crónica de su inminente reapertura:

El aroma dulzón volverá al número 16 de la calle Rivero en unas semanas. La confitería Polledo, que apagó los hornos hace un año tras 120 de historia, reabrirá si no surgen imprevistos avanzado noviembre, devolviendo a los avilesinos uno de sus establecimientos más señeros. Javier Suárez Rad, jefe de obrador durante la última etapa de Polledo antes del cierre, dará a la confitería una nueva vida. Emprende la aventura en plena crisis del coronavirus. “Me he lanzado, la vida tiene que continuar”, dice. 
Suárez Rad se crió entre dulces. Es tercera generación de confiteros. Su abuelo (Manolo Suárez) trabajó en Galé y su padre (José Luis, “Pin”) en Llana, hasta que ambos se reunieron en la Confitería Avenida. “Lo mamas desde pequeño. Fui a la Universidad, pero no acabé Empresariales, me fui involucrando en la pastelería y descubrí que me iba gustando”, explica. El confitero trabajó con su padre “Pin” hasta que su jubilación y pasó siete años en otro negocio de confitería-panadería que operaba a un volumen mayor hasta que encontró la oportunidad de volver a lo suyo, la confitería tradicional. Fue en Polledo, donde aprendió las recetas del negocio por el que pasaron cinco generaciones e introdujo también alguna de los suyos, como las pumariegas de su padre. 
(...) Le acompañarán en la aventura su esposa (Cecilia Suárez Prieto) y dos empleados de Polledo. La clientela se encontrará un interior totalmente reformado, pero el sabor de siempre. “Va a seguir más o menos la misma línea. Será una confitería tradicional 100%, todo elaborado en el obrador propio. Habrá productos de Polledo , otros que voy a incorporar de La Avenida e innovaciones. Queremos ir modernizándonos. Mi idea es potenciar también la cafetería, meter salados. E incorporaremos pan, que no había”, explica el ahora emprendedor"

 Efectivamente, aquí tenemos el cesto del buen pan de Polledo. La reapertura es además un gran homenaje a esta saga familiar de expertos confiteros:

"El negocio mantendrá el nombre, marca reconocida más allá de las fronteras avilesinas, si bien Javier Suárez pretende incorporar más adelante un pequeño cambio en honor a los suyos. “En un futuro será Polledo AV, en recuerdo a confitería Avenida por mi padre”, añade.

A los 43 años, el padre del pequeño Adrián, de dos años y medio, emprende su propio negocio. A los mostradores de Polledo devolverá el tradicional mantecado, la bollería, los hojaldres, el Reina Victoria, el ponche de nata... Y las incorporaciones e innovaciones del confitero que devolverá a Avilés su historia más dulce"

Y el 12 de diciembre el mismo diario publica El dulce regreso de la confitería Polledo, narrando la nueva etapa en sus comienzos, duros comienzos en plena pandemia del Covid-19:

"En medio de la crisis que azota el comercio y la hostelería, Avilés recupera un negocio de los de toda la vida. La confitería Polledo, que apagó los hornos, en 2019, tras 120 años de historia, reabre hoy en el número 16 de la calle Rivero, “con el mismo sabor y mucha ilusión”. Y empieza una nueva etapa el mismo día que Avilés encenderá su alumbrado navideño. “Eso ha sido pura coincidencia. Esperábamos abrir ya en noviembre, pero surgieron imprevistos durante la obra y la inauguración se ha ido retrasando. Abrimos con la Navidad y no faltará el tradicional cocodrilo, está asegurado”, promete Javier Suárez Rad, que había sido jefe de obrador durante la última etapa de Polledo, antes del cierre, y que ahora está al frente del popular negocio avilesino. 
Los aromas dulces se escapaban ayer del obrador, donde se trabajaba a todo gas para tener hoy llenos los mostradores. “Quienes vengan a visitarnos se encontrarán lo de toda la vida: la bollería, los hojaldres, el mantecado, pasteles, pastas, bombones... y, además, pan”, explica Suárez Rad" 

Suárez Rad es ya la tercera generación de confiteros, pues su abuelo, Manolo Suárez, trabajó en otra confitería, Galé, y su padre, José Luis, Pin, en Llana, reunidas ambas en Confitería Avenida


Quiosco, bazares, estanco, café... y de frente, ya que hablamos de los negocios de Rivero, es imprescindible rememorar al Cine Marta y María, nombre del novelista Palacio Valdés, que vivió enfrente. Este cine se hizo tras acondicionar el Palacio de Llano Ponte, que vemos al final, el cual abrió como sala de proyecciones en 1946, en plena posguerra, si bien para ello hubo de reformarse de tal manera el caserón que se cargó su volumen principal, quedando únicamente la fachada soportalada que vemos en la actualidad. Adquirido por la Cadena Clarín en la década de 1980, tuvo una nueva época dorada hasta que cerró definitivamente el 1 de septiembre de 2013. En el verano de 2020, tras otro profunda remodelación interior, reabrió como el Asador La Quinta 


Aquí estuvo la célebre librería de Juanita Marquínez, que fue muchos años, unos 80 nada menos, uno de los comercios emblemáticos de Rivero, que cerró en 2010 "felizmente y por jubilación", como suele decirse. Por ese motivo Rafa Balbuena le dedica Adiós a otro emblema de la villa, publicado a fecha 13 de abril en El Comercio-La Voz de Avilés:
"El negocio que regenta Pilar Llamosas Marquínez ha sido punto de encuentro de cuatro generaciones de lectores avilesinos Librería Juanita Marquínez echa el cierre tras 80 años de actividad  
Confiesa sentir «pena y a la vez alivio», y asegura que va a echar «mucho, muchísimo de menos» al público que cada día cruza su puerta para adquirir la prensa, los libros o los regalos que tiene a la venta en su negocio de la calle de Rivero. Pilar Llamosas, propietaria de Librería Juanita Marquínez, se jubila este año, dando carpetazo a un local comercial emblema del Avilés de siempre.  
Y es que la librería que fundó su madre Juanita Marquínez, hace ya 80 años, ha visto crecer Avilés y ha acogido a cuatro generaciones de lectores «que si no es por su apoyo constante, no sé que hubiese sido de nosotros», afirma Pilar. Ella lleva vinculada al local «desde la infancia, cuando mamá me mandaba a hacer recados a tal o cual sitio». Poco a poco, fue adquiriendo más responsabilidades, y cuando la fundadora empezó a tener problemas de salud, Pilar se hizo cargo «a tiempo completo» de la empresa. Se le ve un brillo de emoción en los ojos al rememorar a Juanita, a la que define como «una mujer de mucha personalidad y mentalidad moderna y avanzada, sin miedo a nada, muy valiente». Eso se manifestó cuando se decidió a poner a la venta adornos para el árbol de Navidad, «y la llamaban atea y cosas peores; eran otros tiempos», relata Pilar, riéndose.  
El negocio nunca se ha cerrado puertas, razón por la que igual vendían libros que prensa, regalos, chucherías o tarjetas de telefonía. Eso motivó todo tipo de anécdotas. «Creo que menos un yate o un avión, no hay nada que no me hayan pedido», explica Pilar, concretando que entre las demandas más inauditas está «la vez que me pidieron un kilo de chuletas frescas». En otra ocasión, «un señor muy bien vestido vino a comprar libros, y me preguntó si creía que estaba loco», narra la librera. «Yo no entendía por qué me preguntaba eso, y el me decía, 'Mire, es que los médicos no se creen que yo he visto a Franco y a Hitler pasar revista a la Ertzaintza en San Sebastián, cantando el Cara al Sol en euskera'». Y vuelve a reírse, confesando que esto son «cosas que pasan cada mucho tiempo, porque el 99 por ciento de los clientes que vienen son gente muy preparada que cada vez te pide cosas más especializadas».  
Lo que no olvida es la cantidad de personajes famosos que han visitado la librería en este tiempo. «Puedo mencionar algunos como Serrat, Echanove, Víctor Manuel, Lola Flores, Juanito Valderrama, Dolores Abril, Manuel Gómez Pereira...». Tiene especial afecto «a Pere Ponce, siempre que viene a actuar al Palacio Valdés pasa a comprar el periódico y a contarnos sus cosas, nos tiene cariño». Cariño es justo lo que Pilar siente por muchos clientes «que traen a sus hijos y a sus nietos, a comprarles el 'Mortadelo' mientras ellos se llevan el periódico». La prensa avilesina, precisamente, recibió durante muchos años un detalle de parte de la librera: una rosa roja con motivo del Día del Libro, igual que se hace en Cataluña en Sant Jordi.  
Pilar sabe que echará en falta su labor diaria, lo mismo que muchos sentirán al no estar ni ella ni su ayudante Maite Bayón al pie del cañón. Es el fruto del paso del tiempo, el adiós agridulce de un símbolo de la vida comercial de la villa"

 José Manuel Feito, gran y reconocido etnógrafo, músico, investigador, aparte de erudito historiador y párroco de la avilesina Miranda, nos informa incluso del negocio que había anteriormente en este local en sus Apuntes para la historia de las librerías de Avilés:

"En 1940 nos encontramos con la librería de Juanita Marquínez de la Vega, otro establecimiento cultural avilesino a punto de cerrar. Situada en el nº 16 de la calle del Rivero se abrió al finalizar la Guerra Civil. Anteriormente la primitiva dueña llamada Hermelinda, vendía artículos de ocasión. Su puesto había sido requisado por los moros y el pueblo de Avilés se volcó en ayudarla a salir adelante. Su nueva propietaria Juanita Marquínez al llegar de Barcelona la convierte en librería. Una característica de esta es que por entonces vendía mucha prensa extranjera: alemana, inglesa, mexicana, cubana suiza, portuguesa… lo que sorprendía un tanto en Madrid. Hoy apenas se vende este tipo de periódicos, nos comenta su actual propietaria Pilar"


Un poco más adelante otro comercio de los clásicos de Rivera es la Carnicería Delfina, fundada en 1935.Sheyla González le dedica un artículo, también en El Comercio-La Voz de Avilés el 19 de mayo de 2020:
"Corría el año 1935 cuando la calle Rivero veía abrir sus puertas a uno de los comercios más longevos de la ciudad, Carnicería Delfina. Tras cuatro generaciones, el negocio sigue vivo y ha conseguido superar varias crisis y reinventarse para dar el servicio que requería su clientela. Hoy en día regentado por Pablo Cueto, cuarta generación de la familia, el establecimiento ha sabido amoldarse a la nueva situación adaptando sus canales de venta a las necesidades actuales. 
«Incorporamos el servicio a domicilio porque es una ayuda para las personas mayores y queríamos seguir manteniendo el contacto con ellos aunque no pudieran bajar a la tienda estas semanas», explica Pablo Cueto, que también destaca que el estado de alarma ha traído hasta el local a nueva clientela aunque «la venta ha bajado bastante».

 Carnicería Delfina vivió hace unos años una profunda remodelación para hacer del local un espacio más moderno y accesible e incorporó la venta al público de productos gourmet. «La gente nos está respondiendo y tenemos que agradecer a la clientela de siempre, los que vienen todos los días. A muchos dejamos de verlos estas semanas pero ya empiezan a volver por el local y eso nos alegra mucho. Poco a poco se va recuperando la normalidad», comenta Cueto"


Unos años antes habían recibido el Premio de la Unión de Comerciantes de Avilés y Comarca (UCAYC). Esta es la reseña periodística en La Nueva España. Pasamos ahora la de El Comercio-La Voz de AvilésUn homenaje al trabajo bien hechofirmada por Ruth Arias el 29-10-2015:
«A mi padre le hubiera encantado tener este premio, llevaba muchos años luchando por él», reconoce Pablo Cueto. Este joven de tan solo 22 años regenta uno de los comercios más longevos de Avilés, la carnicería Delfina de la calle Rivero, y se ha convertido, tras el fallecimiento de su padre, Vicente Cueto el año pasado, en la cuarta generación al frente de este histórico establecimiento. 
Ese esfuerzo y esa constancia de 80 años le han servido a la carnicería Delfina para alzarse con el galardón a la Trayectoria profesional de los premios de la Unión de Comerciantes de Avilés y Comarca (UCAYC), que reconoce no solo el buen hacer a lo largo de los años, sino también la capacidad de renovarse y adaptarse a los tiempos. Hace dos años que afrontaron una profunda reforma que ha dado un nuevo aire a la tienda en la que Pablo, no obstante, sigue haciendo todo el embutido «con las recetas de mi bisabuela».

Un año y medio antes fallecía el nieto de la fundadora y propietario por entonces, Vicente Cueto. De esta manera daba la noticia el 11 de mayo el mismo periódico:
" Nieto de la fundadora de Carnicería Delfina y su actual propietario, Marcelino Vicente Cueto Álvarez, falleció ayer en Avilés. Tenía 49 años, y llevaba 'toda la vida' atendiendo al público en el negocio familiar, fundado en 1935. El funeral se celebrará a las cinco de la tarde de mañana lunes en San Nicolás de Bari, y recibirá sepultura en el cementerio de La Carriona.

Vicente, como era conocido, y su mujer, María Elena Elipe, se hicieron cargo del negocio hace unos pocos años, tras el fallecimiento de su padre, que se llamaba igual que él, el hijo de la fundadora. El matrimonio puso en marcha una profunda reforma que ha dado otro aire al establecimiento, convertido en una carnicería que también ofrece productos 'gourmet'. Aficionado a la pesca, en 2012 se hizo con el campanu, un ejemplar de 6,7 kilos prendido en el Narcea que expuso en su negocio"

Los bajos comerciales delatan la existencia de negocios antiguos y actuales, cada vez más orientados al turismo, dado que es de las calles más visitadas de Avilés. Incluso han regresado los artesanos que tanto caracterizaron a esta calle en sus orígenes. También se intentó. además, revivir la famosa Movida Avilesina a la que nos referíamos al principio, por ejemplo, el 3-5 de 2010 se publicaba El triángulo de la movida en La Nueva España, donde, en lo referente a Rivero, sus autores, S. Fernández e I. García, informan de las iniciativas en marcha en este sentido: 
"Los hosteleros de esta calle quieren retroceder en el tiempo y recuperar la «movida» de los años noventa. Por aquel entonces, cientos de avilesinos salían durante viernes y sábados por esta céntrica calle que en los últimos tiempos ha perdido fuelle. «A Rivero le falta todavía un poco para resurgir, pero en ello estamos, programando actividades», indica Alberto Cora, propietario de La Caverna. Una de esas propuestas en cartera pretende llevarse a cabo el próximo 29 de junio, festividad de San Pedro. Los hosteleros han comenzado a entablar conversaciones con la Cofradía de San Pedro y la Asociación de Vecinos «Pedro Menéndez» para organizar actividades y retomar esa fiesta"

Seguimos avanzando calle adelante, junto a la Relojería Abella y en dirección a la casa donde vivió el gran escritor Armando Palacio Valdés (al fondo la verde de la izquierda, con soportales), quien escribía así, en 1921, en La novela de un novelista, de esta vieja e histórica rúa
"La mayoría de las calles de Avilés está provista de arcos o pórticos que preservan de la lluvia y del sol al transeúnte. Las dos más largas, la del Rivero, donde yo vivía, y la de Galiana, tienen al final cada una un santuario donde se venera un milagroso Cristo, como si la hermosa villa quisiera poner su alegría y su inocencia bajo la guardia de Aquel que dijo: «0 niños o como niños»

En el libro Avilés, de Legazpi y de la Madrid, leemos de este trecho:
"... y así se llega a la salida de la calle entre la farmacia de Panizo y el quiosco de Luisa, ambas casas eran en tiempos una sola; la de Armando Palacio Valdés (lo que se recuerda en una placa), la fuente que describe el novelista en alguna de sus obras todavía sobrevive en el patio trasero de la farmacia"

No le pasa desapercibido tampoco a del Río Legazpi que la calle Rivero empiece en una farmacia y acabe en otra, dice en Del Ribero medieval a la calle de Rivero:
"Comienza en su costado izquierdo con un palacio barroco (hasta hace poco cine ‘Marta y María’ que el tiempo se llevó) que tiene, casi enfrente, una botica y termina en una elegante casa en cuyo bajo domicilia otra farmacia"

La farmacéutica, Ángeles Panizo Rodiz, falleció el 27 de diciembre de 2015, a los cien años de edad. Al día siguiente F.L. Jiménez da la noticia en La Nueva España con esta hermosa semblanza:
"Ya contaba más de ochenta años y Ángeles Panizo Rodiz seguía acudiendo, ventase o tronase, a la farmacia que regentó durante décadas en el número 10 de la calle Rivero para atender a la clientela a la que entregó su vida profesional con una vocación que muchas veces fue objeto de encomio y admiración. Pero el corazón de esta samaritana -que por tal la tenían muchos avilesinos- dejó de latir ayer y la noticia consternó a los cientos de personas que la conocían y apreciaban. Los restos mortales de Ángeles Panizo fueron velados en la sala 4 del tanatorio del Montán y el funeral de cuerpo presente está programado para este mediodía, en la iglesia de San Nicolás de Bari. 
Tenía cien años; la suya fue una vida longeva, pero en algunas etapas no fácil precisamente. Ángeles Panizo, según relatan quienes la conocieron, vivió con pasión su oficio y en su farmacia abundaron, en los tiempos de escasez, los buenos consejos y la comprensión económica. "Era la típica farmacéutica que te podía adelantar un medicamento necesario en caso de apuro", asegura uno de los clientes de la botica de Rivero número 10, céntrica y concurrida, también una de las más antiguas de la ciudad.  
La farmacia en donde Panizo despachó cientos de recetas magistrales, elaboradas con las técnicas ancestrales del oficio de los boticarios, gasta ahora aires modernos, fruto de la obligada renovación emprendida hace años, pero el espíritu de la propietaria original sigue presente de algún modo en el establecimiento. Eso opinan, al menos, quienes añoran aquella figura vestida con una impoluta bata blanca y una eterna sonrisa en el rostro"

Y volviendo a Avilés de El Viajero Independiente, sabremos que, durante muchos años, un librero, Raúl Trabanco, fue el creador, redactor y editor de un periódico-pasquín, El Recorte, que a manera de mural exponía en su librería de la calle, a la vista de todo el mundo, con noticias locales e internacionales


Ya llegamos al soportal de la que fue vivienda de Palacio Valdés, dando vista al antiguo cine Marta y María del Palacio de Llano Ponte, del podemos añadir que, tras dejar de ser mansión familiar, a finales del siglo XIX, tuvo otros usos, por ejemplo desde 1929 y hasta la Guerra Civil acogió la actividad docente del Liceo Avilesino. Tras la contienda pasó a albergar, de 1939 a 1945, a las monjas carmelitas, cuyo convento ovetense había quedado destruido. Seguidamente fue adquirido por la empresa Prafel y en 1946 arrancaron los trámites para transformarlo en sala cinematográfica, lo que supuso la desaparición del palacio salvo esta fachada. Las proyecciones comenzaron en 1949 y treinta años más tarde sería adquirido por la Cadena Clarín, cerrando, dentro de la crisis generalizada del cine, el 1 de septiembre del año 2013, siendo el último cine urbano que cerró en Asturias. Con este motivo, Fernando del Busto publica una crónica el 25 de agosto de ese año en El Comercio-La Voz de Avilés de la que extraemos su historia:
"La comarca perderá su cine más antiguo el próximo 2 de septiembre. Un día antes, el domingo día 1 será el último con actividad en los Multicines Marta. La decisión fue comunicada a sus tres trabajadoras hace unos días por la dirección de la Cadena Clarín, solicitándoles la máxima discreción. Esta se rompió durante la noche del viernes al sábado, cuando personas desconocidas pegaban carteles de protesta ante el cierre. Momentos antes de la primera sesión, las trabajadoras los retiraban. Pero, después de toda una mañana en la calle de Rivero, la decisión del cierre ya no era un secreto. 
En los últimos años, la cadena ha luchado con todas sus fuerzas para evitar el cierre de las salas avilesinas, el último cine de Avilés y uno de los pocos que quedaba en Asturias. Se redujo su ajustada plantilla de las cinco personas de 2009 a los tres puestos actuales. Más recientemente se recortaron sesiones durante la semana para reducir gastos innecesarios. Junto a la caída de espectadores e ingresos, este año, un nuevo factor ha terminado a ser fatal para la sala avilesina: la necesidad de sustituir los equipos de proyección de 35 milímetros por equipos digitales 
A finales de este año, las grandes productoras cesarán de distribuir películas en celuloide y pasarán al formato digital en Estados Unidos. Y la tendencia se extenderá. Actualmente, en España, el 46% de las salas se encuentran digitalizadas y se espera que en el plazo de dos años se alcance todo el parque de exhibición. Una inversión poco menos que obligatoria y que ha terminado por hundir una sala que sufre el problema generalizado de la escasa afluencia de público. 
Con este cierre, Avilés se quedará sin cines comerciales en su término municipal. La única manera de disfrutar de una película será acudir a la Casa Municipal de Cultura y el Centro Cultural Internacional Niemeyer. 
El origen de la Cadena Clarín se remonta al año 1978, cuando Antonio Robles y José María Fernández abrían en Oviedo el Cine Clarín. Fue el inicio de una cadena que creció en Asturias donde llegó a gestionar 16 salas con 1.750 butacas diferentes. 
En su proceso de expansión, compró el cine Marta y María, ubicado en el Palacio de Llano Ponte, del que sólo respeta la fachada original. En él, la actividad cinematográfica se remonta al año 1949, según recordó Justo Ureña en sus 'Crónicas Avilesinas' publicadas en LA VOZ DE AVILÉS, cuando la empresa Prafel iniciaba las exhibiciones con la proyección de 'Río Abajo'. 
La página web de la Cadena Clarín remonta el inicio de la actividad cinematográfica a un año antes. Se trata de la decana de las salas de exhibición que actualmente se encuentran en Asturias y la única que no se encuentra vinculada a un centro comercial. 
En 1946, 'Prafel' había solicitado la licencia para la reforma del también conocido como Palacio de los García Pumarino que había sido, previamente, sede del Liceo avilesino desde 1929 a la Guerra Civil, y, tras ella, albergado un convento de clausura de monjas carmelitas entre 1939 y 1945. 
La reforma implicó la destrucción todos sus elementos históricos. Posteriormente, en los años 80, la Cadena Clarín modernizó la instalación. A finales de la década de los 90 del pasado siglo, la Cadena Clarín afrontaba una nueva reforma convirtiéndolo en un multicine con cuatro salas (dos de 99 butacas, una de 205 y otra de 297). Con la apertura modificaba el nombre (Multicines Marta), para muchos avilesinos seguían siendo el 'Marta y María' o, simplemente, 'el Marta'. 
Con este cierre, se culmina la desaparición de los cines en la ciudad. Un declive que comenzó en 1983 con el cierre del cine del que entonces era el decano: el cine Florida. Antes del Marta, el último cierre había sido el Almirante, en 2002. Previamente, habían cerrado en la comarca cines como los Chaplin, Canciller, Ráfaga o Bango en Piedras Blancas"

En cuanto al quiosco de Luisa, junto a la casa de Palacio Valdés hemos encontrado esta referencia en Recuerdos, de Cristina Viso, publicado en El Comercio-La Voz de Avilés el 10-12-2011, donde cita también otros comercios de la calle y de otras del casco antiguo:

"Los de la zona de Rivero comprábamos los caramelos, chicles y demás en el quiosco de Luisa, donde Zulima, que así se llamaba la hija de Luisa, se asomaba por una ventanita y te daba la mercancía. Los niños de Sabugo acudían a la Ñurra donde escogían el producto a comprar. 
Si necesitábamos lazo, botones, hilo... teníamos la mercería de Carmina Cuesta en la Calle de la Cámara o la de Ramonín en Rivero. Si eran unas cortinas o una alfombra lo que precisábamos había varias opciones. Tejidos Mijares, Casa Aurelio, Tejidos Viso. 
Los domingos, al salir de misa mi madre me llevaba a la librería Recio donde me dejaba escoger un cuento. Me encantaba el olor de los libros en el ordenado caos donde todo tenía su sitio. 
Llegaba Pascua, y nos preparábamos para estrenar. Recuerdo perfectamente el momento en que cambié del Astur de niñas al Astur de chicas, aquel era un paso importante. Calzados la Moda te ofrecía sus zapatos y en foto Fran podías inmortalizar algún momento especial. 
Uno de mis recuerdos más vivos son las mañanas de domingo en el bar el Chiquito. No he vuelto a probar ensaladilla como aquella. Manolo y Conchita no soltaban el secreto de ese manjar que me sabía a gloria. También el olor de la sidrería Casa Angelín. Allí pasé algunos ratos y descubrí con todo el miedo del mundo que me gustaba un chico que paraba por allí"

Armando Palacio Valdés (Armando Francisco Bonifacio Palacios Rodríguez) nació en 1853 Entrialgo (Llaviana), donde sus padres tenían posesiones, pero se educó en Avilés hasta 1865, cuando se fue a vivir con su abuelo en la capital asturiana para estudiar bachillerato, por entonces en el mismo edificio de la Universidad de Oviedo. En aquella época se aficionaría a la literatura al leer La Ilíada y formaría un grupo intelectual con Leopoldo Alas Clarín, Pío Rubín y Tomás Tuero, participando en la política del momento e interpretando piezas teatrales escritas por Leopoldo Alas

Bachiller de Artes en 1870, estudia Leyes en Madrid, acabando en 1874, formando también parte de tertulias literarias y redactando tres números del periódico Rabagás. Desempeñó interinamente algunas cátedras pero pronto dejó lo académico por lo genuinamente literario, dirigiendo la Revista Europa y publica artículos y retratos literarios

En 1881 se da a conocer como novelista  con El Señorito Octavio, participa brevemente en política y triunfa en 1883 con Marta y María, año en que se casa en Gijón/Xixón con Luisa Maximinsa Prendes Busto, con la que tiene un hijo. Tras solo año y medio de matrimonio ella muere, por lo que convive con la gaditana Manuela Vega y Gil, con la que se casa en 1899. Durante aquellos años publica El idilio de un enfermo (1884), José (1885), El cuarto poder (1888), Riverita (1886), y Maximina (1887), a la que seguirán La hermana San Sulpicio (1889), La espuma (1891), La fe (1892), El maestrante (1893), Los majos de Cádiz (1896) y La alegría del capitán Ribot (1899)

Pero será en 1903 con La aldea perdida cuando haga una de sus obras más trascendentes, los cambios sociales de una aldea al llegar la industria con la minería del, ambientada en Entrialgo y sus alrededores. Seguirá escribiendo y publicando incesantemente, numerosas obras, siendo además corresponsal de El Imparcial en París durante la Primera Guerra Mundial. En 1921 plasma sus historias de juventud en La novela de un novelista, donde escribe:
"Si el cielo me concediese una nueva existencia en este nuestro planeta de la orden de menores y me diera a escoger el sitio donde se deslizase mi infancia, respondería sin vacilar: ¡Avilés!"

Sus Obras completas salieron a la luz en 1935. Falleció en Madrid en enero de 1938, en plena Guerra Civil. Tras su muerte se publicó póstumamente en 1940 Álbum de un viejo. Avilés le recuerda muy gratamente, dando nombre a calles e instituciones, como su famoso teatro. Una placa rememora su alcordanza a la puerta de la que fue su casa

A Alberto del Río Legazpi no le pasa por alto que su llegada a esta villa, en 1853 y aún siendo bebé, coincide con un hecho trascendente para la primera gran industrialización avilesina. De esta manera nos lo transmite en Armando Palacio Valdés y su querencia por Avilés:

"En Avilés, el año 1853 está marcado por dos hechos importantes. Uno, que la Real Compañía Asturiana de Minas, ubicada en Arnao y presidida por el financiero belga Raphael Jonathan Bischoffsheim, comienza a dedicarse a la producción de zinc. 
El otro fue la llegada –cuando la Villa apenas tenía 8.000 habitantes– del bebé Armando Francisco Bonifacio Palacios Rodríguez, nacido meses antes en Entralgo (Laviana). 
Y aquí fueron creciendo la industria del zinc y el rapacín. Y hoy ambos contribuyen a hacer famosa a Avilés, una como AZSA (una de las mayores factorías de zinc del mundo) y otro como el escritor conocido como Armando Palacio Valdés, que pasó aquí parte de su niñez, hasta que empezó a rodar y a escribir por el mundo. 
Pero nunca abandonó ‘su ciudad’. Con frecuencia pasaba en Avilés pequeñas temporadas, hospedándose en el hotel ‘La Serrana’, entonces frente al parque de El Muelle. Y desde 1941 sus restos están alojados, por expresa voluntad, en el monumental cementerio avilesino de La Carriona 
Lo que Palacio Valdés ha hecho por Avilés, desde el punto de vista divulgativo, es impagable. Pocas ciudades tienen el privilegio de ser contadas y cantadas por un escritor de ámbito universal. 
Quiso mucho a esta ‘ciudad singular’, como la llamaba, ya desde niño. Lo cuenta en ‘La novela de un novelista’: «La primera vez que me di cuenta de la existencia o me reconocí como un ser viviente fue en Avilés, debajo de una mesa. Estaba allí oculto, silencioso y trabajando. ¿En qué trabajaba? En abrir un agujero a un gran pan de cuatro libras que había logrado hacer descender desde la mesa hasta mis manos». Tenía entonces, la criatura, unos dos años de edad. 
Cualquier medio o lugar siempre fue bueno para que Palacio Valdés ensalzara a Avilés, tanto en declaraciones a la prensa, como en sus multitudinarias conferencias, pero sobre todo en algunas de sus novelas, como ‘Marta y María’, ‘El Cuarto Poder’ y en ‘La novela de un novelista’. 
Al ser sus obras traducidas al inglés, francés, ruso, sueco, checo, etc., bien podemos decir que Avilés quedó inmortalizada con sus costumbres y paisajes más característicos, gracias a este caballero de elegantes trajes, recortada barba y exitosa pluma literaria, cuya obra fue propuesta por dos veces al Nóbel de Literatura 
En justa correspondencia la ciudad ha puesto su nombre a un teatro, a una calle, a un grupo escolar, le ha erigido una estatua, le ha dedicado una placa y hasta un cine llevó por nombre el de una de sus novelas más conocidas, ‘Marta y María’ que también tienen -obra de Favila- su representación escultórica. A tal señor, tal honor"

En esta semblanza biográfica de Legazpi a Palacio Valdés se comenta también de sus más célebres amigos y de la proyección internacional de su obra

 "Amigo íntimo de Leopoldo Alas ‘Clarín’ quien lo llegó a calificar de maestro literario por ser «dueño de si mismo y de su genio y admirable tanto por lo que escribe como por lo que calla, por lo que economiza» 
El ‘terrible’ Valle Inclán dejo escrito que «Con ser tan grande mi admiración al escritor, casi la supera mi admiración al hombre grave y esquivo ante el adocenado aplauso de la crítica y de la prensa». 
También Miguel de Unamuno conoció y trató a Palacio Valdés «y entonces al conocer al hombre, encontré al escritor. Comprendí el encanto de sus escritos y el aroma de honradez que de ellos se desprende. En nuestra literatura no abunda ni mucho menos, la nota íntima y recogida, el tono apacible (…) casi todo en el fondo es violento. Y así me explico que Palacio Valdés sea uno de nuestros escritores más gustosos. Y de los de hoy el más gustado tal vez» 
Escrito está que los más significados críticos europeos y americanos dudaban sobre quien sería mejor novelista, si el ruso Tolstoi o el español Palacio Valdés. 
Cuenta con apasionados partidarios y también con furibundos detractores. Desde luego no son los tiempos actuales los más favorables a su estilo literario. Su obra, como la de Pérez Galdós, Blasco Ibáñez y otros, está hoy un tanto arrumbada, pero yo no diría que derrotada, quizá aletargada. 
Juan L. Alborg (Valencia,1914-Bloomington.USA,2010), famoso crítico e historiador literario , publicó un voluminoso tomo en el que dedica al estudio de la obra de Palacio Valdés cerca de quinientas páginas, cosa que solo ha hecho con otros nueve autores universales. 
Sus sencillas, pero sólidas, tramas novelescas que tanto éxito tuvieron, no es difícil que vuelvan al primer plano, aprovechando la actual revalorización de autores de historias bien contadas. Otros argumentan, para su ‘resurrección’, en que la literatura, como casi todo, es cuestión de modas. Lo del péndulo histórico y todo eso. 
Lo que nadie, nunca, le va a quitar es haber sido, entre los autores clásicos españoles uno de los más favorecidos por el ‘invento’ del cine. Son trece las películas que se han basado en sus novelas y ese es todo un episodio aparte. 
Este gran novelista ‘avilesino’ ha dejado retratado en sus libros, como pocos autores hicieron –entre los clásicos de la literatura española– la época de entre siglos XIX y XX. 
Pintó magistralmente la sociedad de su tiempo. Ojala, a su obra, le pintaran bien los tiempos actuales. Y los venideros"

Hemos hablado abundantemente del cine que llevaba el nombre de una de sus  obras, Marta y María, daba nombre al cine que había enfrente, en el antiguo Palacio de Llano Ponte, también porticado, pero hemos de decir que fue antes de García Pumarino, su fundador y primer propietario, de nombre completo Rodrigo García Pumarino, nacido el 22 de febrero de 1643 en Mazaneda, en el vecino concejo de Gozón, quien emigró con 15 años a Lima, capital del Reino del Perú, volviendo 30 años después con una gran fortuna, con la que entre otras cosas manda construir aquí, al comienzo del camín real, su casa-palacio, de bella fachada y soportales

La obra se realizó entre los años 1700 y 1706 y estuvo a cargo del arquitecto avilesino Francisco Menéndez Camina el Mozo, dentro del estilo barroco propio de la época e inspirándose en el recientemente construido por entonces nuevo Ayuntamiento de Avilés. dispone de cinco arcos de medio punto de frente y dos laterales en este soportal transitable que sostiene esta fachada que, reiteramos, es lo único que queda del palacio original, de cuyo fundador y constructores habla del Río Legazpi en Un palacio de novela, donde se proyectaron miles de películas:

"Rodrigo nació en el año 1643 casi ‘a la vera del Cabu Peñes, xunto la mar’ como canta la habanera, en el lugar conocido como Pumarín, entre los pueblos gozoniegos de Vioño y Manzaneda. Puede que Rodrigo García fuese pumarino, porque antes los apellidos eran cosa del capricho, la veneración o una indicación geográfica de nacimiento. 
Aunque de familia campesina con posibles, Rodrigo se marcho de muy joven, con su hermano mayor Fernando al Perú, nada menos. Y en Lima vivió treinta años. Regresó a Asturias, en 1688, junto con dos hijos de su fallecido hermano. Y con doblones, con muchos doblones. 
Al principio se estableció en su Pumarín natal, reparando y ampliando la casa solariega, pero las malas relaciones con otra familia pudiente de la zona (los Valdés-Coalla) lo decidió a establecerse en Avilés, donde construyó, en 1700, un palacio próximo –nada menos– al del marqués de Ferrera y al municipal, los dos poderes reales del Avilés de aquel momento. 
Lo diseñaron los mejores arquitectos asturianos de la época, los avilesinos Menéndez Camina, autores de relevantes obras arquitectónicas, por ejemplo en Avilés: la fachada sur de palacio Camposagrado; y en Asturias la capilla de Santa Eulalia, en la catedral de Oviedo. 
El palacio, levantado en una finca que llegaba hasta la actual calle de Llano-Ponte, tenía un patio interior rodeado por estancias de dos pisos. Otra singularidad es que tenía capilla abierta al público. Poco disfrutó de todo esto el indiano, que falleció en 1706"

La vinculación caminera del palacio se hace evidente en su decoración con las conchas veneras y cruces de Santiago, pues además Rodrigo fue nombrado Caballero de Santiago

Al fallecimiento de Rodrigo sin descendencia, sus sobrinos herederos, pasados unos años, lo permutaron con la familia Llano-Ponte por otra propiedad en Avilés, en concreto en Sabugo. Ambas familias tenían miembros clérigos, si bien los Pumarino un fraile y los Llano Ponte un obispo, el famoso obispo de Oviedo Juan de Llano Ponte, quien en 1795 sufragó como hemos dicho el alcantarillado en este tramo de calle y quitó algunos soportales que estorbaban a la circulación de su carruaje en sus idas y venidas a la capital. Para repasar la biografía de quien fue el más célebre dueño del palacio (sin menos preciar al mismo fundador) volvemos al artículo Un palacio con mala estrella de los Episodios Avilesinos de Legazpi en El Comercio-La Voz de Avilés:

"Juan de Llano Ponte fue un personaje que nació en Avilés (1727) de familia originaria de Soto del Barco, ejerció de obispo en Oviedo y que cuando murió (1805) en Contrueces, barrio de Gijón, las campanas de la catedral tañeron durante dos horas sin descanso, récord fúnebre que es improbable ostente otro avilesino, entre otras cosas porque ninguno más fue obispo de Oviedo. Hubo otros que, nacidos en Avilés, ejercieron de obispos de Ibiza, Santander o Canarias, pero de Oviedo solo Llano–Ponte"

Y uno de sus huéspedes más famosos, por no decir el que más, es el recitado varias veces viajero inglés Joseph Townsend, quien la describe de este modo:

"La casa de mi joven amigo (se refiere Townsed al sobrino del obispo, con quien vino desde la capital asturiana) es una de las más cómodas que he visto. Según el estilo de este país está construida en torno a un patio, pero sólo tiene la mitad del corredor que generalmente rodea ese patio, como aún se ve en alguna de nuestras antiguas ciudades. En esta casa la galería es ancha y mira al mediodía y al levante. La planta baja está enteramente dedicada a los criados, a excepción de un ángulo ocupado por la capilla. Las habitaciones consisten en un comedor y una antecámara, amplios y altos; uno, al oeste, mira a la calle, y el otro, al este, tiene una agradable vista hacia el mar; además, hay cuatro alcobas principales y otras tres más pequeñas. Dos de estas alcobas sólo tienen una cama; las otras tienen dos, tres y hasta cuatro, pues en España, incluso en las familias más distinguidas, tres o cuatro personas comparten frecuentemente la misma habitación"

En esta casa familiar y en otras de Avilés se vio grandemente sorprendido por una costumbre en las visitas, que no sabemos si se refiere a las refinadas casas de las familias más pudientes o a todas en general:

"Durante mi estancia en Avilés observé por primera vez que las visitas son siempre para la señora. El cabeza de familia puede entrar y salir libremente, pues no es necesario para nada preguntar por él; y si la hija es más bella que su madre, puede, sin ofenderla, ocupar ella sola la atención. Esta observación la confirmé más tarde en la capital, donde vi cómo los hombres entraban en casa de señoras de clase elevada y las trataban con la mayor familiaridad sin tener ninguna relación con sus maridos, e incluso sin conocerlos personalmente"


El último dueño nobiliario del palacio, Rodrigo de Llano-Ponte, se casó con la Marquesa de Ferrera, con palacio vecino en El Parche y dejó de residir aquí, quedando la mansión cerrada, hasta que en 1928 lo adquiere, ayudado por el obispado, el sacerdote Cándido Alonso Jorge, dedicándolo a centro de enseñanza, el ya mencionado Liceo Avilesino, que suspende su actividad al estallar le guerra en 1936, pasando el palacio a ser cuartel de milicias. Luego ya hemos visto que fue morada de las carmelitas mientras reconstruían su convento ovetense, al que volvieron en 1945. Es entonces ando sucede La mala estrella con la que Legazpi titula su artículo:

"Ese mismo año lo compra la empresa Prafel (Armando Rodríguez del Valle e Ignacio Menéndez Berjano) que demuele el interior del edificio para convertirlo en salón de cine que llamaron ‘Marta y María’, en homenaje a la novela de Palacio Valdés. Fue una lamentable obra (bien es verdad que antes no había legislación que prohibiera destrozar el patrimonio de tal forma) que solo dejó en pie la fachada del inmueble, algo que Justo Ureña en LA VOZ DE AVILÉS del 21 de enero de 2008, siendo ya Cronista Oficial de Avilés, calificó como «una de tantas atrocidades urbanísticas que reiteradamente nos sorprenden, con las que en aras de intereses económicos, poco a poco van desapareciendo los hitos y señales de nuestro pasado». El cine cerró en septiembre de 2013. 
Visto ha quedado que a lo largo de los años este palacio, uno de los tres vértices (junto con el Ferrera y el Ayuntamiento) del triángulo del monumental Parche, corazón del casco histórico de Avilés, ha sido mansión para todo: residencia de familias pudientes, liceo, cuartel, convento, cine… y ahora se anuncia que un grupo hostelero gallego lo compra para abrir un gran asador (...) 
Uno confiesa su perplejidad ante lo del asador pero no olvida que el disparate mayor se cometió en 1945 al destruir las estancias palaciegas (capilla incluida) para instalar 995 butacas, taquilla justamente donde estuvo la capilla, cabina con proyector, gran pantalla, bar en el intermedio y servicios al fondo a la derech 
Y así el público de Avilés pudo ver a las estrellas mientras el palacio de Llano–Ponte vio las estrellas. Cultura a la plancha"


Afirma también Legazpi que este palacio es "el colmo de la inspiración encadenada", pues fue inspirado en el Ayuntamiento, inspiró a Palacio Valdés para escribir Marta y María y, a la vez, unos propietarios se inspiraron en ella para ponerle nombre a un cine:

"Quien le iba a decir a Rodrigo que su palacio terminaría siendo el último cine público urbano que quedaba en Avilés. Visionar algunas películas allí era la pera, por ejemplo yo vi ‘Il Gattopardo’ de Visconti. Aquello fue un sándwich de imaginaciones tremendo: El barroco cinematográfico italiano, basado en novela de Lampedusa,  proyectado en un palacio barroco de Avilés.

Pero del palacio solo dejaron la fachada, interiormente lo vaciaron totalmente para instalar una gran sala con butacas, mira tu. Aquello fue una barbaridad ética y estética (...) Lo poco que se salvó fue el retablo de la capilla, que se encuentra en la casa-palacio de Manzaneda, según tiene escrito Enrique Tessier"

El Ayuntamiento de Avilés, que inspiró al palacio está a escasos metros, en El Parche, la Plaza Mayor o Plaza de España, donde los cafés sacan sus terrazas a la calle

Fue encargado en 1670 a Marcos Martínez, famoso imaginero, pues hasta entonces el conceyu o gobierno local se celebraba en el atrio de la entonces iglesia parroquial de San Nicolás de La Villa, o también en una casa que tenía junto a la ría, o en otra de la calle Oscura (hoy la Fruta), que quemó en el pavoroso incendio que asoló la ciudad en 1621de construido sobre la antigua muralla

Los planos fueron del prestigioso arquitecto Juan de Estrrada y el lugar para erigirlo era aprovechando el lienzo de muralla entre la Puerta de Cimavilla y la de La Ferrería, esta a su derecha, calle a la que vamos nosotros

 Prácticamente a la vez se estaban creando estos barrios camineros extramuros de Rivero y Galiana, Rivero este que ya hemos dejado atrás, por donde confluyen los caminos reales ovetense y gijonés, y Galiana, por donde llega, o sale, el de Grado/Grau, plaza muy importante también por entonces y paso en Asturias del que sería el puerto más empleado antaño para entrar desde la Meseta, o para salir a ella, el Camín Real de la Mesa, camino este que entraba por la citada calle Oscura y Puerta de Cimavilla

La plaza tuvo numerosos nombres, el primero, al se extramuros, Plaza de Fuera la Villa, al que siguieron el de Plaza Mayor, Plaza de la Constitución, Plaza de España... pero en Avilés es siempre El Parche a causa de precisamente eso, un parche de una obra mal hecha aprobada por el consistorio en 1893: se trataba de duplicar la superficie del pavimento delante de este Ayuntamiento, que quedó como un pegote y desató las iras populares hasta que fue a su vez, parcheado

El Camino Norte, siguiendo el trazado histórico, continúa a la derecha de la casa consistorial por la calle La Ferrería, pero si el peregrino tiene tiempo y ganas, es muy recomendable recorra esta Plaza del Parche, acercándose al antiguo convento de San Francisco del Monte, a la hermana de Rivero: Galiana, y a la singular Playa del Carbayedo

         




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