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viernes, 17 de diciembre de 2021

EL PUENTE AZUD, EL SANTUARIO DE LA LUZ Y LA TERRIBLE HISTORIA DE "LOS CAMPANEROS DE ENSIDESA": CAMINO DE LA PLAZA LOS OFICIOS Y L' ARBOLÓN (AVILÉS, ASTURIAS)

Llegando a Avilés por el Paseo de la Ría

Hemos llegado a Avilés por el Paseo de la Ría, una buena alternativa natural y verde que hemos tomado en La Marzaniella (Corvera), no demasiado alejada del que debió ser el camino original, desaparecido en su trazado primigenio por la construcción de la antigua Carretera de la Costa, abierta en 1882 en su tramo gijonés-avilesino y luego con la intensa industrialización acaecida a partir de 1950 con la creación de Ensidesa que transformó inmensas áreas de terreno, tanto con sus instalaciones industriales como con la creación de nuevos poblados o con el crecimiento inusitado de áreas urbanas y barrios

Pero al llegar a la vista de los edificios del casco urbano avilesino optamos por dejar el Paseo de la Ría para dirigirnos a la citada carretera, la AS-19, aquí Avenida de Gijón, tal y como mandan las flechas, tomando a la izquierda la pasarela que sube al Puente Azud

Nuestra idea es, además de dirigirnos al albergue de peregrinos Pedro Solís, ir tomando el itinerario histórico avilesino encaminándonos a la calle Rivero recorriendo su recuperado caso histórico, tan vinculado a los peregrinos y a los antiguos viajeros, uniéndose los caminos del interior y los de la costa en las antiguas puertas que entraban en sus antiguas murallas de villa aforada, unos para continuar a pie y otros, si podían, tomar el barco, pues pese a galernas y tempestades, muchas veces los caminos del mar eran incluso más seguros, y sobre todo rápidos, que los de tierra

Aquí pues, junto a los monolitos con las firmas en cerámica de los premiados por la Cofradíoa del Colesterol Bueno, realizamos un giro de 360º, dejamos el paseo e iniciamos la subida por la pasarela, al lado de la vía ferroviaria de cercanías, el Feve trayecto Ferrol-Gijón, hecho aprovechando el antiguo Ferrocarril de Carreño desde el nudo ferroviario gijonés hasta aquí por Candás

El Puente Azud se construyó en 1953 para comunicar mejor la Carretera de la Costa directamente con las primeras obras de Ensidesa en las cercanías de la Dársena San Agustín, acondicionada como puerto para Ensidesa a la vez que se dragaba la ría y se trasladaba el puerto local


La palabra azud no es muy común, al menos en Asturias, define a una presa que desvía el curso natural de un río, por ello es común que al al puente se le llame popularmente Puente Azul, no sólo coloquialmente sino también incluso a veces en cartelería, noticias, anuncios... lo que genera no pocas controversias y a veces encendidas polémicas

Por el puente pasa la carretera AS-328, que es también comunicación con el PEPA, el Parque Empresarial del Principado de Asturias (en terrenos que fueron de Ensidesa), la margen derecha de la ría, en gran parte asentamiento también portuario e industrial, así como con Valliniello, parroquia Avilesina que hasta 1924 perteneció al vecino concejo de Gozón, pasando a Avilés tras cursarse petición popular

El puente, cuya estructura recuerda al de El Cruce, que acbamos de dejar atrás,dio nombre a un barrio situado justo a su derecha, Puente Azud, hacia el que nos dirigimos al llegar arriba

La carretera comunica también con Lluanco, capital de Gozón, y desde ella, en lo alto del puente, veremos las chimeneas y gasómetros de las antiguas baterías de los hornos de cok de Ensidesa, uno de los elementos del patrimonio industrial que se debate conservar de la antigua empresa que ya ha visto desaparecer la antigua térmica y otros lugares y piezas de sumo interés

Enfrente uno de los edificios de Ensidesa aprovechados por ArcelorMittal, era el Departamento Técnico, conocido como El Laboratorio Ensidesa, que luego pasó a ser la sede del Centro de Desarrollo Tecnológico de Arcelor, que ahora es el Centro de Investigación y Desarrollo de ArcelorMittal, uno de los dos centros I+D que tiene en España, el otro está en el País Vasco

El tira y afloja entre conservación y necesidad de suelo industrial para la implantación de nuevas empresas, sobre todo pymes en gran parte, ampliando en este caso el PEPA, que también tenemos ante nosotros lleva tiempo muy vivo en Avilés. Estos hornos comenzaron a trabajar el 1 de septiembre de 1956 y se apagaron definitivamente el 30 de septiembre de 2019

En este tiempo, con el cambio de los métodos de producción y planteamientos de mercado , la actual ArcelorMittal, empresa que constituye el llamado gigante del acero, no precisa de muchos de los antiguos espacios ni máquinas o dependencias de la antigua Ensidesa, donde, tanto en la ría como en sus riberas, ha vuelto la fauna desaparecida desde su instalación. Esta es la noticia que publica al respecto La Nueva España el 24-5-2021:

"En las instalaciones avilesinas de Baterías de coque corre la vida a trompicones pese a todo. Así lo señalan los técnicos de la Empresa para la Gestión de Residuos Industriales (Emgrisa) que redactaron este pasado abril el “Documento Ambiental del Anteproyecto de Desmantelamiento y Demolición de las Baterías de Cok de Avilés”, que así es como se llama el estudio que la empresa pública que gestiona el Parque Empresarial Principado de Asturias encargó a Emgrisa, que es otra filial de la Sociedad Española de Participaciones Industriales (SEPI).
Los redactores del documento van tan al detalle de la fauna y de la flora superviviente que emplean buena parte de las doscientas y pico páginas del “Documento Ambiental” en sí a desentrañar cuánta vida encontraron en su exploración por entre las instalaciones que durante más de sesenta años fabricaron el combustible que quemó la gran siderúrgica y colocó a Avilés en el mapa de los municipios más ricos del país y también, entre los más contaminados del continente. Y entre esa vida animal sorprende la presencia de zorros y de nutrias y la ausencia de jabalíes"

Nos dirigimos a la calle Marqués de Suances, una de las más importantes entradas-salidas de la ciudad de Avilés, que multiplicó varias veces su población durante los años de Ensidesa y aún hasta la década de 1980, sucediéndole a esto una lenta pérdida de habitantes, no solamente por el declive industrial sino porque al ser un concejo pequeño su creciente metrópoli urbana se extiende por los concejos limítrofes, Corvera y Castrillón principalmente, a donde van a vivir muchos vecinos que antes lo hacían en el centro urbano o barrios inmediatos

Nosotros luego nos dirigiremos a la derecha, en dirección a la Plaza de los Oficios y, seguidamente, al barrio de L'Arbolón, pues pernoctemos o no en el albergue de peregrinos Pedro Solís, hay entraríamos en el casco histórico por la calle Rivero en dirección al que fue el medieval Avilés intramuros, La Villa, vinculado a las peregrinaciones históricas. adonde llegaría en 1502 el peregrino-cronista Antoine de Lalaing con sus acompañantes, noble flamenco que había dejado el séquito de Felipe El Hermoso en Burgos para apurar el paso hacia Santiago, vía León y Asturias por el Camino del Salvador

La idea de Antoine de Lalaing era la de embarcarse en Avilés y llegar presto a Santiago tras desembarcar en A Coruña, pero los vientos no propicios impidieron la singladura marítima, por lo que él y sus compañeros de peregrinación hubieron de tomar el entonces muy sufrido paso por el fragosos Camín Real de la Costa, cruzando muchas rías al muy criticado amparo de barcas y barqueros y atravesando los duros pasos de Las Ballotas, como conoceremos al llegar allí

Pasamos sobre la línea ferroviaria de Cercanías, la Feve, antiguo Ferrocarril de Carreño, del que tanto hemos hablado en las entradas de blog correspondientes a los tramos inmediatamente anteriores, el cual llegó en 1922 a Avilés, donde ya estaba la línea procedente de Villabona, el primer ferrocarril que llegó a la población, en 1890, tras gravísimos enfrentamientos sobre donde poner la estación, que al final se hizo más al norte, en el barrio de Sabugo

Todo avance se cobra su tributo, el trazado ferroviario creó una importante barrera física que separó a Avilés de su fachada marítima de la ría, a la que solamente se puede pasar por determinados lugares, dado que las vías están valladas por seguridad. Desde hace décadas se lleva buscando una solución, que primero se pensaba realizar con un gran, caro y complicado cambio de trazado, si bien ahora, a semejanza de otras ciudades, se opta por un soterramiento tiempo ha planificado, pero al que solamente le falta una cosa para hacerse realidad, el presupuesto, o como diríamos aquí, les perres

Con el Ferrocarril de Carreño se haría aquí cerca un apeadero, cuyo tejado asoma un poco bajo el edificio gris del centro de salud en la calle Llano Ponte, edificio pequeño, casi oculto entre arbustos y malezas de terrenos ganados hace tiempo a la ría y sus marismas, el cual se hizo muy útil al crecer la ciudad. Todos los edificios que vemos en primera fila se construyeron desde el muro o rivero (que verdaderamente había de ser ribero) que protegía al Camino que entraba en Avilés de las crecidas del estuario, el cual dio nombre a la histórica calle por la que pronto habremos de pasar

Esa calle de Llano Ponte era antiguamente La Industria, por las industrias de fundición que se establecieron al menos desde 1852. En el solar del actual Centro de Salud estuvieron antes el Ambulatorio Cuartel de la Guardia Civil y durante un tiempo albergó los servicios municipales de Medio Ambiente. Hemos de leer, como siempre, los imprescindibles Episodios Avilesinos de Alberto del Río Legazpi:

"También fue lugar de mercados como ‘el de los gochos’ (aunque Palacio Valdés escribiese, con retranca, ‘que nunca vio, en su vida, un gocho en Avilés’). Y en 1921, cuando comenzó a funcionar, el tranvía eléctrico, que convirtió un solar de la calle en su central operativa. 
Llano Ponte, que nació con la primera modernidad industrial de Avilés –la de mediados el siglo XIX– fue capital en la segunda, aquella del ‘boom ENSIDESA’. Por la calle circularon cientos de miles de camiones, que entraban y salían del puente de San Sebastián, con material para la construcción de la siderúrgica. 
A partir de entonces, su función de circunvalación se vio ampliada, convirtiéndose el tráfico, endemoniado, en su mayor cruz. Su cara, fue ser protagonista del Seguro y la seguridad. 
Porque aquí estaba el Ambulatorio, el primer gran centro local de la Seguridad Social, que atendía a miles de personas. Anteriormente, en los años 40, se había construido un edificio para cuartel de la Guardia Civil. 
Luego, un día, el cuartel fue derribado, por viejo, y allí quedó el solar asolado. Otro día, de diciembre de 2004, demolieron el ambulatorio central (más conocido como ‘el Seguro’) de Avilés y cuyo agujero, hoy, sigue allí cantando que se mata. Pero, la cosa sanitaria se ve que estaba latente, porque en aquel solar militar levantaron un centro de salud, eso sí con filosofía arquitectónica de fortín o bunker. Que cosa. 
Llano Ponte tuvo tres locales clásicos hosteleros (la sidrería ‘Medero’, el bar ‘La Estaca’ y ‘Casa Cabrera’ y su recordado, por celebrado, ‘pixín alangostado’) (...) No es calle del casco histórico –que en Avilés son, casi todas ellas, tan antiguas como el toser– pero si es la primera calle industrial de la historia local"

Vemos toda la escollera que se puso en la orilla cuando, a partir de los plantes de rehabilitación del estuario desde 2002, se recuperaron en la medida de lo posible las riberas de la cola de la ría, muy castigada tras décadas de intensísima industrialización abriendo paseos y zonas verdes que ahora buscan una comunicación más abierta a la ciudad

Más allá del apeadero y del centro de salud reconocemos el edificio de la antigua Plaza del Pescado, edificio histórico también construido en terrenos ganados a la ría, como todos los de esa franja, cuando el viejo puerto estaba también en esa parte de la ría, trasladado más al norte tras la llegada de Ensidesa, cuando también se dragó el estuario. Para hablar de su historia cedemos la palabra al gran Alberto del Río Legazpi y sus Episodios Avilesinos, publicado este en El Comercio-La Voz de Avilés el 16-12-2012 y titulado La, hoy, desarbolada, plaza "del Pescado"...
"La historia de muchas zonas de Avilés, es la de tierras rescatadas al mar. A medida que avanzaban los siglos y la población crecía, aumentaba su demanda de tierra firme donde edificar y esparcir. Y de esta necesidad hicieron virtud –nuestros antepasados– transformando zonas húmedas en secas y cambiando el agua salada por la dulce. Esta plaza es una muestra.
Su rescate se selló en 1866, cuando plantaron aquí un paseo bautizado como la Alameda Vieja. Posteriormente, en 1892, el lugar fue rebautizado como plaza de San Sebastián, hasta que en 1929 se sustituye por el pomposo nombre de ‘Plaza de la Reina Doña María Cristina’ y en 1938 –vuelta la burra al trigo– se le asigna, a petición de los consignatarios navieros locales, el nombre ‘Santiago López. Marqués de Casa Quijano’, que era un industrial y comerciante carbonero bilbaíno. 
Pero en todo el tiempo que viene desde 1918 –cuando el Ayuntamiento desplumó el lugar talando numerosos árboles y ajardinando el terreno en torno a una, entonces, moderna nave que sería mercado de pescados– hasta hoy, muy pocas personas la han conocido por los nombres citados, a excepción de los carteros y supongo que los vecinos de los tres únicos portales del lugar, sino como plaza del Pescado y también de La Pescadería. 
En 2010 sufrió otro bamboleo urbanístico, al ser elegida como partida de comunicación peatonal (a través de una pasarela aérea) de la ciudad con el recién construido Centro Niemeyer. Y nuevamente la plaza volvió a ser pelada de vegetación. Esta vez un corte al cero. 
Guste o no, la pasarela –un episodio aparte– da solución urgente a un problema difícil, a falta de las obras fetén (que ni están ni se las espera, de momento) como son el desvío, fuera de la ciudad, de las vías férreas y terrestres. 
Hoy, la desarbolada plaza ‘del Pescado’ (o de Santiago López) es lugar importante, por ser el punto de llegada más rápido al Niemeyer desde el centro de Avilés (o sea ‘El  Parche’, porque así es conocida la Plaza de España) y desde allí el peatón baja por la calle de ‘La Cárcel’ (que así llama el personal a la de Ruiz Gómez) llegando a la plaza del Pescado (ya saben, la de Santiago López) que es la antesala del Centro Niemeyer. 
Por todo lo anterior se deduce, si es que aún no le ha dado, a usted, un soponcio, que el callejero oficial es papel mojado y que lo tiene muy crudo en Avilés. 
Por lo demás la plaza del Pescado (la de Santiago López), aquella de gran tradición arbolada, melenuda, se ha quedado calva, aunque llena de pasarela de acero ‘corten’ y de un blanco refulgente en su antigua pescadería, transitada hoy por multitudes"

Efectivamente, la pasarela que arranca de la antigua Plaza del Pescado, hecha en el tan empleado acero corten en arte y arquitectura, es denominada La Grapa por su forma y constituye un buen mirador sobre la ciudad y la ría. Se trata de uno de los puentes sobre la ría existentes en nuestros días, si bien este peatonal. Más allá vemos las arboledas del Parque del Muelle, en la desembocadura del Tuluergo donde estuvo durante siglos el puerto local antes de ser sacado a la ría, canalizado el río subterráneamente y ganados esos terrenos de humedales y marismas para hacer el parque y su contigua Plaza Nueva, que veremos al dirigirnos al antiguo barrio de pescadores de Sabugo, que hasta aproximadamente 1870,cuando se empezaron a desecar esos terrenos del ahora parque, estaba separado física, y también socialmente, de Avilés-La Villa

Más allá de La Grapa está el muy colorista y cromático Puente de San Sebastián, o mejor dicho su réplica, pues del original solamente queda su herrumbroso arranque, en la margen derecha. El Puente de San Sebastián es un puente metálico construido en 1893 para sustituir a otro más antiguo, del mismo nombre y hecho de piedra, el cual posteriormente fue demolido. Era un puente del año 1575, primeramente conocido como Puente los Pilares, que comunicaba la antigua ciudad amurallada con el paso más directo del estuario hacia ella. Su nombre se debe a la antigua existencia de una capilla de esta advocación, en terrenos de la parroquia de Vaillinello (San Pedro Navarro) que hasta 1924 pertenecía al vecino concejo de Gozón, cambiando de ayuntamiento tras cursarse una petición popular acompañada de las correspondientes rúbricas. Vemos también desde aquí el paseo de la citada margen derecha

Cuando llegó Ensidesa, cuyas primeras obras, recordemos, fue hacer una dársena, la de San Agustín, y allanar los terrenos desde aquí hasta Trasona, en Corvera, este puente quedó totalmente obsoleto para los tráficos pesados y se sustituyó en 1953 por este de Azud por el que caminamos. No obstante siguió prestando servicio hasta que, dado su deterioro, fue demolido el 25 de marzo de 2006, dejando solo una pequeña parte como recuerdo y haciéndose este replicante, inaugurado el 27 de diciembre de ese mismo año, con los colores del arco iris y de la bandera avilesina


Efectivamente, La Grapa y el Puente de San Sebastián comunican hoy en día los paseos ribereños de ambas orilla y la ciudad con el Centro Cultural Oscar Niemeyer en la ribera derecha de la ría y al otro lado de la Avenida Conde de Guadalhorce, diseño del arquitecto Oscar Niemeyer tras ganar el Premio Príncipe de Asturias de las Artes del año 1989, y que empezamos a ver desde aquí, solo sea parcialmente


Tras el final de Ensidesa se percibió que la reindustrialización avilesina no iba a venir de la mano de otra gran industria que como la siderúrgica, llegó a tener hasta 20.000 empleos directos, sino de una revalorización completa de Avilés y su patrimonio, abriéndose el nuevo suelo industrial, dejado libre al no necesitarse tanto terreno para las instalaciones siderúrgicas que sucedieron a Ensidesa, para múltiples pequeñas y medianas empresas, incluyendo fundaciones destinadas a la cultura, el ocio, el turismo... en este contexto nació la Fundación Oscar Niemeyer


Fue sin duda uno de los proyectos más deslumbrantes y esperanzadores, así como con las máximas expectativas, si bien muy afectado desde el principio por los vaivenes políticos y salpicado por una polémica gestión que acabó en los tribunales con penas de multas y cárcel. Desde aquí no obstante apenas vemos una mínima parte de su estructura y dependencias, lo que viene a ser la parte posterior del Auditorio y un poco de La Torre, el mirador circula, a su derecha. Leemos en Wikipedia:
"El Centro Niemeyer acoge diferentes tipos de manifestaciones artísticas y culturales, y por sus instalaciones han pasado numerosos artistas nacionales e internacionales de diferentes ámbitos (artes plásticas, teatro, cine, fotografía, literatura...), como Carlos SauraHugo FontelaHerminioEnrique CarbajalCarlos Cruz DiezWoody AllenKevin SpaceySharon CorrJulian SchnabelJessica LangeAlfonso ZapicoAnnie LeibovitzJames Nachtwey, Nadia Lee Cohen, Spencer Tunick, etc. También ha contado con exposiciones de Sorolla,​ Picasso ​... 
Desde su origen, el Centro Niemeyer co-produce actividades tales como exposiciones, festivales como el Festival de Cine LGBTIQ - Asturias, exposiciones como LUZ de Carlos Saura, espectáculos escénicos como Utopía de María Pagés, etc. 
El Centro Niemeyer cuenta con un archivo de obras expositivas que se encuentran tanto en el propio complejo cultural como en el Museo de Bellas Artes de Asturias contribuyendo así al patrimonio cultural de Asturias.​ 
El Centro Niemeyer cuenta con espacios para exposiciones temporales por los que han pasado obras de artistas tales como como Jessica LangeCarlos SauraSpencer TunickSorollaPicasso y un largo etcétera. En 2020, por primera vez en la breve historia del centro, una de sus exposiciones llega al continente americano: Montevideo, Uruguay, con la exposición fotográfica “El viaje a Roma. Fotógrafos becarios en la Academia de España en Roma”

La primera piedra se colocó en abril de 2008, siguiendo los estudios necesarios del suelo antes de levantar los edificios, el primero la cúpula:
​"Se utilizó una técnica pionera en edificios culturales en España para alzar su estructura en menos de una hora​ 
Posteriormente se empezó a levantar el "Edificio polivalente" a la vez que el "Auditorio", construidos en su mayor parte con hormigón y cristal. Mientras se realizaron estos trabajos se construyeron los cimientos de la "Torre mirador" que no empezó a estar avanzada en su construcción hasta que los demás edificios del complejo estaban próximos a su finalización. Simultáneamente se construyó un aparcamiento subterráneo, añadido a la obra. 
Se pavimentó la gran "plaza abierta" del centro cultural con hormigón blanco, para adecuar el entorno al estilo de los edificios, y se pintaron los laterales del "Auditorio" en tonos amarillos, en contraste con el blanco. También se añadió un mural hecho de piezas de cerámica, diseñado por el arquitecto Oscar Niemeyer. Este mural representa la silueta de una mujer tumbada. La gran puerta del escenario del auditorio es de color rojo, contrastando con el blanco y el amarillo. Dicha puerta puede abrirse para convertir el escenario en un gran palco para representaciones y espectáculos en la plaza"

Las últimas intervenciones fueron precisamente las de La Grapa que lo comunica con la antigua Pescadería Municipal, habilitada como centro de recepción de visitantes

"Para ello se construyó una pasarela que atraviesa el edificio (que hubo que demoler en parte) conocida como "la grapa", comunicando este espacio con con la otra orilla de la ría donde a través de una réplica de un antiguo puente metálico ("puente de San Sebastián"), se accede al centro. La inauguración tuvo lugar en noviembre de 2011, mediante un discurso televisado desde Brasilia de Oscar Niemeyer y un concierto del cineasta Woody Allen"

Sobre el tema de Los Puentes de Avilés, que alguien ha comparado alguna vez con Los Puentes de Madison, y sus hondas repercusiones en la historia y el presente, no nos resistimos a compartir estas reflexiones del muy recomendado blog llamado precisamente Cazando Puentes, en la entrada que le dedica su autor, que firma como El lobo Quirce, a la Pasarela Oscar Niemeyer. Avilés
"Trasteando un día por esta ciudad me topé de pronto, como no podía ser de otra manera, con este gran complejo arquitectónico junto a la ría. Se imponía la modernidad sobre el vetusto urbanismo del casco viejo de Avilés quizás simplemente como un hecho complementario. Huelgan las comparaciones aunque siempre nos acordamos de la mutación en la ría de Bilbao pero aquí, en menor escala, se ha intentado con cierto éxito la trasformación de la zona, exhibiendo nueva edificación, modificando el entorno, aportando limpieza y hasta belleza a esta parte de la ciudad. 
Parece ser que la construcción del Centro Cultural Internacional Óscar Niemeyer requería una entrada digna o fastuosa, quizás impactante y aunque ya la tenía por medio del puente de hierro de San Sebastián, se levanta una pasarela subsidiaria del anterior como canal principal para acceder al Centro Cultural. Por cuestiones de cotas máximas e inclinaciones para evitar rampas, se acepta el proyecto cuya pasarela expongo aquí. Sólo dos salvedades: la primera, que para llevarlo a efecto en ese preciso punto, se secciona frívolamente un viejo edificio industrial centenario. No andamos boyantes de edificación portuaria por los desguaces y derribos que se han llevado a cabo en toda nuestra geografía pero en Avilés, disponían de un buen ejemplo de edificio o lonja modernista que, al menos exteriormente, se mostraba bastante bien y en su interior todavía subsistía su estructura metálica con cerchas roblonadas como viejo testigo de lo que fue la ingeniería y arquitectura del hierro en época decimonónica o ya en el siglo XX, modernista. La conocida Casa del Pescado fue diseño del arquitecto municipal Antonio Alonso Jorge cuyo coste ascendió a 72.919.- pesetas y que se inauguró en el año 1918. Al parecer, no se tuvo en cuenta su vida centenaria aunque renqueante, y se decidió según el nuevo proyecto, seccionarla por medio para que por ahí cruzara el tablero de esta pasarela-mirador. Ya, ya sé que como compensación o para evitar ruborizarse por tal decisión, los responsables -supongo que políticos- decidieron rehabilitar el cochambroso edificio con cuidado y dedicación pero llevándose por medio parte de la nave y haciendo una fusión con lo nuevo algo más que discutible. Otro favor que recibió el edificio mutilado fue la de dedicarlo a Centro de Recepción de Visitantes del flamante Centro Cultura. 
La segunda salvedad que pongo al asunto es que -independientemente de ubicar la pasarela en otro sitio, cosa factible- se podría haber construido más mimética, difuminada entre arbolado y evitando las gruesas vigas cajón de acero. A mi me encanta el acero corten y su mezcla con maderas exóticas como la de ipé para los entarimados así como el acero inoxidable y el cristal en petos pero en este caso, disminuye la impronta de la Casa de Pescados y en cierto modo, intenta competir por contraste de líneas con los edificios del Centro Niemeyer. He visto por ahí diferentes pasarelas con tableros de mínimo canto en hormigón, supongo que  postesado, con tonos blancos que hubieran pasado desapercibidos en este entorno que aunque extenso, tiene por objeto su focalización en el Centro Niemeyer, en la ría y en el azul marino del fondo. También queda empequeñecido o como decía, subsidiario, el digno puente metálico de viga en celosía sobre la ría, otro exponente más de nuestra incipiente revolución industrial que ahora, pese a sus colorines y rehabilitación, no deja de ser una estructura secundaria para el acceso al Centro cuando, desde mi discreto punto de vista, debería ser por su propia antigüedad, el elemento de obra civil primordial en los accesos al Centro Niemeyer. Soy consciente de que el objeto de esta nueva pasarela era salvar las dos vías férreas con el aliciente de crear dos espléndidos miradores, uno en cada cabecera, que ciertamente son interesantes. La obra en sí misma es espléndida y se integra bien en el amplio espacio de la Plaza del Pescado pero es una solución discutible".

El autor continúa seguidamente con su descripción técnica, una longitud total de 305 metros incluyendo extremos y caminos de acceso, siendo los de la pasarela como tal 188 metros. La anchura media es de tres metros, si bien en el giro que hace donde están los miradores es de 6,80 metros:
"Dispone de dos apoyos intermedios de sección cuadrada a base de hormigones armado chapados con placas de granito actualmente muy manchados por los churretones de óxido de la viga. El vuelo de las zonas de miradores llega a los 32 metros. Las alturas desde rasante son de 7 metros sobre las vías del ferrocarril, 4,55 metros sobre la plaza y de 2,95 metros sobre el acceso al edificio. En este punto, la ría tiene una anchura aproximada de 51 metros y nuestra pasarela vuela sobre este caudal unos 26 metros aportando cierta ligereza o ingravidez a la estructura y permitiendo vistas hacia el Centro Cultural muy interesantes además de abrirnos a la observación con más detalle del vetusto puente de hierro. El tablero se compone de vigas cajón de acero corten.

En su construcción se emplearon 215 toneladas de acero corten, 800 metros lineales de micropilotes, 1.150 metros lineales de anclaje de siete hilos y traviesas de madera de ipé o lapacho, junto con un acristalamiento antivandálico fijado en postes y barandillas de acero inoxidable:

 "El peto interior en rampas es también de acero corten que en cada viraje se apoya en pilas del mismo material.  El presupuesto ascendió a 3,4 millones de euros. Las obras se iniciaron en diciembre de 2009 y según un cartel a pie de obra parece que las ejecutó Dragados. Su inauguración de produjo en diciembre del año 2011. El proyecto de la pasarela es obra del ICCP Raúl Escrivá Peyró del estudio Opera Ingeniería. El de la transformación de la Casa de Pescados es obra del arquitecto municipal del Ayuntamiento de Avilés Aitor López Galilea. Esta nave se ha reconvertido en centro de recepción de visitantes al complejo de Niemeyer y es también oficina de turismo"


Por supuesto, tampoco deja de lado el gran proyecto para el que fue hecha esta pasarela: "El Nimeyer", como popularmente es conocido:
"Respecto al propio Centro Cultura Internacional Óscar Niemeyer parece ser que es proyecto del propio arquitecto que lo diseñó en el año 2006. Óscar Niemeyer Soares Filho (1907-2012) fue un legendario arquitecto brasileño, premio Pritzker del año 1987, seguidor y promotor de ideas y recursos del mítico Le Corbusier, se decantó por la utilización de hormigones armados en paramentos siempre curvos, sinuosos y sensuales evitando en lo posible la línea recta, el ángulo agudo. Precisamente por eso, me choca este nuevo diseño de la pasarela, excesivamente angular y con muchas sombras que se contrapone a las curvas blancas del edificio de Niemeyer al que presta servicio. Rizando el rizo o quizás frivolizando sobre el asunto, hoy leo en la prensa la noticia del fallecimiento de Paulo Mendes da Rocha (1928-2021), premio Pritzker del año 2006 y mítico exponente de la otra escuela brasileña de arquitectura, la paulista, contemporáneo de Niemeyer en arquitectura y docencia, marxistas ambos hasta la médula, como este lobo, quizás ahora rojos desteñidos pero comprometidos socialmente y pienso en cómo habría quedado un diseño de Mendes aquí en planos bruscos y austeros de hormigón armado propios de su arquitectura brutalista que, al menos, dialogarían con las sinuosas curvas trazadas por su colega Niemeyer. Conversación o discusión estética sin límites de tiempo"

Entre El Nimeyer y el Puente de San Sebastián: la Avenida Conde de Guadalhorce,  poco más allá, la Avenida los Telares, donde está (se ve un poco, asomando a la derecha de la foto) la histórica estación de ferrocarriles avilesina, cuya ubicación tantísimos enfrentamientos causó antes de ponerla allí. Son terrenos ganados, sobre todo a partir del siglo XIX, a la ría y sus inundables riberas, donde antaño estuvo el Campo la Bogaz, solar de los antiguos astilleros de Sabugo, artesanales, de carpinteros de ribera, fabricantes de barcos y barcas, dice Alberto del Río Legazpi:

"La avenida actual, fue antiguamente Camino de Pravia, pero cuando los tiempos le trajeron urbanización fue rebautizada como Carretera de Pravia y más tarde Los Telares, por la industrialización antes citada. En 1937, en plena guerra civil, y para agradecerle a la ciudad de Lugo sus ayudas  a la población de Avilés (alimentos y ropa) fue oficializada como Avenida de Lugo la que discurría entre el paso a nivel de Larrañaga y Raíces, población que marca por carretera el final del concejo avilesino e inicios del de Castrillón. En 1979 al tramo de la avenida que va desde el paso a nivel citado hasta la fuente–lavadero volvió a recuperar el nombre de Los Telares y el resto hasta Raíces siguió con el de Lugo"

El Camino antiguo iba más arriba, que es por donde va señalizada la ruta oficial que sale de Avilés por San Cristóbal cuesta arriba, antiguo terreno de viñedos, por eso era llamado de Entreviñas, y es que antes de que la Ría de Avilés fuese canalizada, entre 1860 y 1873, su ribera a partir del barrio avilesino de Sabugo eran marismas y franjas arenosas, no existiendo las actuales avenidas de los Telares y de Lugo, que por Jardín de Cantos, trazado de la Carretera de la Costa o Ribadesella-Canero, ahora N.632A, se dirige entra en el vecino concejo de Castrillón por Raíces y Salinas (por entonces en gran parte dunas) dirigiéndose a Piedras Blancas, su capital


Es más aún: antaño, cuando Avilés (La Villa) y Sabugo no tenían comunicación directa salvo por un muy estrecho puente sobre el río Tuluergo (hoy subterráneamente canalizado), cualquier mercancía mínimamente voluminosa habría de dar un gran rodeo evitando dicho río, con todo su curso y marismas, subiendo a San Cristóbal primeramente, para así pasar de una a otra de las dos poblaciones. Esto incluía  especialmente la madera de las carbayeras en torno a Avilés (El Carbayedo), indispensables para los astilleros de ribera de los sabugueros, lo habitantes de Sabugo, que era el barrio marinero por excelencia


Y ese era, históricamente, el Camino, naturalmente muy transformado por la expansión urbana, que vamos a seguir para ir saliendo del centro avilesino, llamado en nuestros días y en ese tramo, en cuesta y recién dejado atrás el citado Sabugo, Avenida de Alemania, en nuestros días plenamente urbanizado, con aceras, bloques de pisos y apartamentos y espacios ajardinados, si bien aún queda alguna casa o elemento de cuando, aún no hace demasiadas décadas, esto era una zona netamente rural de los arrabales avilesinos. Tanto es así que los de San Cristóbal bajaban a Avilés de madreñas, imprescindibles en aquel mal caleyón que era entonces esta avenida, dejándolas a la entrada de Sabugo en la conocida como Casa la Ñurra, según nos decía la vecina Argentina Alonso


En la cuesta de San Cristóbal asoma el campanario de la capilla del asilo de Santa Teresa Jornet, barrio de Solaiglesia, más conocido como El Asilo de San Cristóbal, gestionado por la orden de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados, de la que es fundadora quien da nombre a esta institución: Santa Teresa de Jesús Jornet, quien vivió unos meses en Avilés en 1880, llegando el 24 de julio, cuando la orden se hizo cargo del asilo de la ciudad

Más a la iglesia reconoceremos bastante bien en días claros la iglesia parroquial de San Cristóbal, a cuya romería acudían tradicionalmente los pescadores de Sabugo el 25 de julio. Tras la procesión solían, como era costumbre por entonces, comer en el prau de la fiesta o en sus inmediaciones, en concreto en Los Castañeos, un castañar que daba buena sombra. La comida tradicional era la caldereta de pescado, por entonces plato humilde de los marineros, cuyos ingredientes traían en cajas de cartón. Según datos también de la vecina Argentina Alonso

La romería era tan renombrada que llegaron a juntarse en los campos de alrededor, entonces abiertos, hasta treinta barracas de venta de sidra. Otro vecino, Alfredo Álvarez, nos proporcionó en su día otro dato muy interesante: en su pórtico dormían peregrinos que se dirigían a Galicia y él los conoció, porque de niños iban a chistarles y armarles alguna trastada, corriendo luego pues alguno les perseguía con un palo. También recuerda que "unos pedían y otros no". No deja de ser un importante testimonio de las muy desconocidas y escasas peregrinaciones del siglo XX anteriores a la recuperación y señalización del Xacobeo 1993 que supuso el comienzo de la revitalización de estos itinerarios


La iglesia actual se construyó hacia 1790 para sustituir a un templo anterior, medieval. De su historia y origen, históricamente ligado a Sabugo, escribe Román Antonio Álvarez López en El cultivo del viñedo en Avilés. publicado en La Nueva España el 17-5-2016:
"Tenemos constancia de la existencia de un documento de donación, del año 1199, por el que Alfonso IX y la reina Berenguela donan a la catedral de Oviedo y a su obispo don Juan, las iglesias de Sabugo de Avilés, estableciendo que allí no pueda construirse otra iglesia sin licencia suya y, al mismo tiempo, la Catedral cede al rey las heredades que tenía en Llaranes y en el término de Sabugo. Don Ángel Garralda expresa dudas muy razonables acerca de la existencia de la iglesia de San Cristóbal en ese momento o, si existiese, si pertenecía a Sabugo, en ese año de 1199. En el documento se citan, ya se ha dicho que por primera vez, a Sabugo y Llaranes, pero no aparece San Cristóbal, y únicamente podría entenderse ésta última como una de las iglesias, innominadas en el documento, que donó ese año don Alfonso IX y su mujer doña Berenguela al Obispo de Oviedo. 
La Iglesia de San Cristóbano aparece mencionada por primera vez, relacionada con los viñedos, en un documento en el año 1285, donde se describe como su capellán, Fernán Nicolás, aforó a Miguel Pérez y a su yerno Juan Fernándiz una tierra de dicha iglesia en el lugar de "Boza", para que la plantasen de viñas, a cambio de una parte de la producción. Este lugar de Boza podría estar relacionado con los topónimos "la Güeta Boza", "la Quinta Boza" y "la güerta Boza", recogidos por Raquel Suárez en su estudio sobre la toponimia de la parroquia. Don Ángel Garralda, siguiendo a Jovellanos, nos indica que en el año 1312 el Obispo de Oviedo y el monasterio de San Vicente intercambian iglesia y celleros y en ese intercambio la iglesia de "San Cristóbano" pasaría a pertenecer al monasterio de San Vicente de Oviedo"

Este será el escenario de las entradas de blog correspondientes a los tramos de Camino Norte inmediatamente posteriores a este, un recorrido corto en extensión pero con muchísimas cosas que ver y que contar atravesando Avilés de parte a parte...

Seguimos por el Puente Azud, yendo de frente a la calle Marqués de Suances, título otorgado por Franco en 1960 a Juan Antonio Suanzes, ingeniero naval, fundador del Instituto Nacional de Industria (INI), quien decidió la instalación aquí de la gran factoría de Ensidesa. Es curiosa la variación de la grafía original del apellido SuanZes a SuanCes, lo que da lugar a ciertas discusiones filológicas

A nuestra derecha comprobamos la gran franja de terreno que se extiende entre las calles de la ciudad y el Paseo de la Ría, por donde van las líneas férreas. Al fondo, oculto por plantas y arbustos, está el aparcamiento del Apeadero de Avilés. Es evidente que forma también parte de la barrera que separa, junto con las propias vías, Avilés de su ría, pero a la vez puede estar aquí la solución de esta problemática en caso de que por fin se haga aquí la nueva estación de ferrocarriles al soterrarse, algún día, las vías

La acera parece tiende a estrecharse un poco en este punto, nada más dejar el puente, pero una persona con mochila pasa bien de sobra. Si somos varios andemos en fila india y no se nos ocurra poner pie en la calzada, hay normalmente muchísimo tráfico en todo este área

Por esta acera, sin necesidad de cruzar a ningún lado de momento, vamos a entrar en lo que es plenamente casco urbano avilesino. Estamos llegando a la que en su momento fue llamada la Milla de Oro a causa del alto porcentaje de mutas de tráfico, el mayor de Avilés


En el cruce de esta carretera, AS-238. con Marqués de Suances (ponemos SuanCes tal y como vemos en el callejero de Avilés), llegó a estar uno de los polémicos foto-rojo de la ciudad, según leemos en esta noticia de El Comercio-La Voz de Avilés del 5-1-2016
"El único 'foto-rojo' que queda en Avilés de los tres que llegó a haber en su día se mantiene fuera de servicio pese a que según el concejal del área, Raúl Marquínez, está en perfecto estado de uso. Ubicado en la avenida del Marqués de Suances, a la altura de la intersección con la carretera de Luanco, la decisión responde a que «ya ha cumplido su objetivo. Los índices de siniestralidad en ese cruce han descendido notablemente, lo que demuestra que los conductores han tomado consciencia de que cuando el semáforo cambia a rojo hay que detenerse» (...)

Avilés fue una de las ciudades pioneras en Asturias en recurrir a este dispositivo, una cámara asociada a un sensor que se activa cuando un vehículo supera un semáforo en fase de rojo. Entraron en servicio en abril de 2008 y aunque desde el primer momento el Ayuntamiento recalcó que. su instalación no perseguía ningún afán recaudatorio -afirmación que según Marquínez constata la decisión de mantener apagado el de la avenida del Marqués de Suances- la recaudación municipal por concepto de multas creció aquel año en torno al 30%, situándose cerca del millón de euros"

Estamos en el Kilómetro Cero y arranque de la carretera AS-238 y siguiendo la acera sin cruzar vamos hacia la derecha ya por Marqués de Suances y la antigua Milla Verde, por esta bulliciosa y no pocas veces atestada de vehículos, entrada a Avilés

En este tramo de entrada de Avilés las pegatinas con la flecha amarilla, colocadas en farolas, semáforos, postes y columnas, etc., señalan al peregrino la dirección a seguir, siempre por esta acera, insistimos

De frente veremos la gran explanada en forma de triángulo donde antaño aparcaban los camiones y que en 2016 se habilitó como parking gratuito de vehículos turismos, trasladándose los camiones a Divina Pastora. Además de la funcionalidad de estos aparcamientos, al habilitarlos se acondicionó lo que era una zona sumamente degradada

Mirando al gran triángulo del parking, en la calle del Acero, está el Hostal Puente Azud, así como varios bares

Esta zona llegó a ser altamente cotizada para la instalación de pequeñas empresas dadas sus buenas comunicaciones y cercanía a Ensidesa, sobre todo talleres de reparación de maquinaria, transportes por carretera, y una gasolinera siendo además lugar de paso de miles de obreros diariamente a Ensidesa en varios turnos, entrando y saliendo, por lo que también abrieron varios bares y esta pensión

Más allá, la Avenida de Gijón constituye el otro lado del triángulo, donde están los talleres mencionados y la cooperativa de transportes. Dentro de la recuperación de lo que fue un rincón depauperado se ha habilitado también un área de servicio y estacionamiento de autocaravanas

Más al sur es el totémico monte de La Luz, cuya cima, de 107 metros de altitud sobre el nivel del mar, es una gran atalaya sobre avilés y su ría con el santuario de la Virgen de Luz, copatrona de Avilés desde el 12 de mayo de 2013 con San Agustín que ya lo era desde aproximadamente 1870, tras unas desavenencias político-religiosas con la parroquia, que celebraba San Nicolás, optando por San Agustín al haber sido el nombre que Pedro Menéndez de Avilés, célebre marino y militar avilesino, había dado a su fundación en La Florida, al haber llegado el 20 de agosto, día de este santo, a la colonia francesa de Fort Caroline, como leemos en Wikipedia:
"Llegó a Fort Caroline el 20 de agosto, día de San Agustín. La colonia francesa tenía apenas 150 habitantes, pero solo 20 eran hombres capaces de luchar y estaban dirigidos por Laudonnière, que se encontraba enfermo. En un asalto por sorpresa tomaron el fuerte y los franceses supervivientes tuvieron que escapar en los barcos que aún quedaban en el puerto. Rápidamente volvió a San Agustín y masacró a inicios de octubre a los supervivientes del naufragio de la flota francesa. El lugar pasó a ser conocido como la bahía de Matanzas. Posteriormente el 8 de septiembre de 1565, fundó en tal lugar el fuerte de San Agustín, que se convertiría en la ciudad más antigua de los Estados Unidos"

Pero volviendo al santuario de La Luz, hemos de decir que está en lo alto del pueblo de Lluera, donde se alza el palacio de este nombre, otro enclave de leyenda que se materializa en rituales de amor como el de la lleche preso y la xarra, jarra de barro con cuajada que el mozo tira al suelo el día de la romería del santuario; así en tantos pedazos como rompa tantos besos ha de darle a su amada


El templo actual se hizo a principios del siglo XVIII sobre otro mucho más antiguo. A sus pies está el Palacio de Lluera, en el lugar de este nombre, aldea en lo alto del monte en el entorno de la ermita. Se dice que los primeros señores de lugar de los que se tienen noticia fueron allá por 1360, don Pedro de Cascos y doña Estábanez, fundadores en testamento de mayorazgo y patronato. Bajo sus auspicios se construiría la ermita anterior a la actual, que a la vez se levantaría sobre otra anterior, y hacia atrás así sucesivamente, tal vez incluso cristianizando un lugar de culto precristiano al dios Lugh


Verdaderamente la primera advocación del santuario mariano sería la de Nuestra Señora de Lluera, viniendo en el siglo XVIII la de La Luz de la mano de una rama de la familia de las Alas, de honda raigambre avilesina, pues aquí tendrían su panteón por entonces. La veneración vino de una capilla dedicada a esta Virgen existente en el convento de la Merced en Raíces, cuyos monjes se habían trasladado por entonces a un nuevo monasterio en el avilesino Sabugo, abandonando su antiguo cenobio, que junto con su templo fue desacralizado, siendo arrendado a particulares que lo emplearon como cuadras y usos agropecuarios similares


El estudioso Julio García Maribona dice por su parte que la imagen barroca de la  Virgen de Santa María de Lluera estaba vinculada a una familia que había venido de Foz (Lugo), pero que la sacralización del monte podría demostrarse desde el siglo VI, eso sin contar con que fuese anteriormente un santuario precristiano. A lo largo del tiempo se ha sucedido pues varios santuarios, demostradamente tres capillas desde el siglo XIV a nuestros días


Esta advocación mariana celebraba la Virgen de Mayo, pero posteriormente pasaría ser más celebrada la de agosto, según Maribona dentro del contexto de una sociedad agraria tradicional a una urbana e industrial, siendo para ellos fundamental también, cómo no, Ensidesa:
"Esto tiene que ver con el desarrollo de Avilés, que pasó de ser una zona rural a industrial. La fiesta de primavera, de mayo, la celebraban los labradores porque en esta fecha el campo les permitía vivir con cierta tranquilidad o descanso al volverse la tierra tremendamente generosa. Era además cuando los niños celebraban la primera comunión. En la medida que Avilés se fue aburguesando, la gente dejó de depender exclusivamente del campo y buscaba el veraneo. Es entonces cuando la fiesta comienza a tener otra connotación. Finalmente, con la gran industrialización de mediados del siglo XX y la llegada de Ensidesa, los vecinos tenían vacaciones en verano por lo que la fiesta más importante pasó a celebrarse en agosto"

De todas maneras, la gran fiesta de Nuestra Señora de la Luz es el martes siguiente al día de Pentecostés, en plena primavera, que es cuando se celebra el ritual de la xarra o puchero antes descrito

El Palacio de Lluera está un poco más a su izquierda y también lo vemos desde aquí, íntimamente relacionado con el santuario. Es también llamada La Torre, La Torre de Lluera o La Torre de la Luz. La Luz dio nombre a su vez al barrio homónimo, gran urbanización obrera situada en La Xungarosa, al otro lado del monte, que por eso no vemos desde aquí, construido a partir de 1959 para obreros de Ensidesa y sus familias, ya que fueron compradas por la empresa al resultar insuficientes las de Llaranes. Entre 1964 y 1994. Entre 1964 y 1994 los inquilinos fueron haciéndose con la propiedad previo acuerdo con la empresa. En 2003 el barrio fue reurbanizado

Pero lo que nos ocupa, el Palacio o Torre de Lluera, donde suelen celebrase periódicamente encuentros familiares de los descendientes de sus antiguos caseros, es protagonista junto con la ermita de muchas de las historias y leyendas de estos míticos parajes. . Así escribe el gran erudito y párroco de Miranda José Manuel Feito, esta historia...

"Se pierde en la noche de los tiempos...», podríamos empezar diciendo al hablar de1monte de La Luz. No cabe duda de que hay montañas que tienen un poder mágico, exotérico, donde los dioses parece que han descendido y habitado. ¿Quiénes poblaron hace milenios este promontorio de 107,14 m. de altitud? ¿Qué ritos y costumbres tuvieron lugar en esta colina desde la que se divisa la hermosa ría de Villaclara? ¿Tuvo relación con San Balandrán la isla desaparecida, o con Argenteola la ciudad sumergida de los pésicos? Un día, posiblemente, encontraremos la verdadera historia de La Luz. Entretanto consolémonos con ir reconstruyendo, trozo a trozo, con el material de que disponemos, su historia y su folklore, sus leyendas y ritos.

Dice José Manuel Feito que, según el genealogista José de Rújula y Ochotorena, conocido como El Marqués de Ciadoncha, la primera familia de que se tiene noticia y que probablemente fue la que construyó o reconstruyó la ermita bajo la advocación de Nuestra. Señora de Lluera data del año 1360 y es el matrimonio don Pedro de Cascos y doña Estébanez, que crean en testamento vínculo, mayorazgo y patronato:

Doscientos años más tarde, en 1535, encontramos en la casa señorial de Luera a doña Magor Gómez de Avilés, casada con don Fernando de Valdés Arroyo. Les suceden don Hernando de Somonte, apellido procedente de Cenero (Gijón), don Menendo, don Alonso de Valdés, apellido este que se encuentra en casi toda Asturias y doña Mayor Menéndez, marquesa de Suárez Valdés, casada con don González de Rozas. 
Hernando de Somonte muere sin dejar sucesión. Hereda en 1538 su sobrino, don Fernando de Somonte, natural de Avilés, que casó con doña Catalina de Reinoso, muriendo ambos sin dejar sucesión, no sin antes fundar en Madrid la Capilla de los Somonte, en el Convento de San Felipe, donde ambos colocaron sus bustos. 
Hereda la casa y bienes, hacia 1585, su hermana, doña Isabel de Valdés Somonte, natural de Avilés, que contrae matrimonio en San Nicolás de la Villa con don García Menéndez de Valdés. Aparecen inscritos como hijosdalgo en 1585. Fueron vecinos de Cenero (Gijón) y después de Molleda, parroquia a la que pertenecía Villalegre y la ermita de Santa María de Luera, en donde pidieron ser sepultados. Tenemos constancia de dos de sus hijos: don Alonso de Somonte, que tomó el hábito de los dominicos en el Colegio de San Gregorio (Valladolid) y don Fernando de Valdés Somonte, señor y patrono de la ermita, según testamento que otorga en Madrid en 1589. También muere sin dejar sucesión. 
Hacemos hincapié en esta pertinaz esterilidad precisamente por tener lugar en un monte donde todo parece estar protegido por la Mater Magna o diosa de la fertilidad: la fuente, el promontorio, la imagen dando a luz y las costumbres y ritos que luego veremos, vestigios seguramente de remotos cultos precristianos. Y por si esto fuera poco, lo corrobora la explosión demográfica habida estos últimos decenios y que desparramó por las laderas de la colina de LIuera o Luera el populoso barrio de San Pablo de La Luz, considerado como el hábitat de más densidad de población de Europa. No deja de ser una paradoja interesante. 
A don Fernando de Valdés le hereda su hermano menor, don Juan de Valdés Luera Somonte, natural de Lluera y que debió de ser un personaje con una vida digna de novelar: fue familiar del Santo Oficio de la Inquisición, vio con amargura arder su palacio de Luera, suceso este digno también de ser descrito por Faulkner en su «Luz de Agosto». Reconstruye la casa, pero entonces deberá pleitear ante la Real Chancillería de Valladolid por mantener sus derechos y predios contra su litigante don Andrés de Valdés. Todo ello sucedía hacia 1600. Habiendo muerto, su esposa, doña Catalina de Prendes y Valdés de Carreño, casa en segundas nupcias con don Alonso Fernández Perdones. De este matrimonio, según el Marqués de Ciadoncha, nace don Fernando de Valdés Somonte, natural de Molleda, donde está bautizado el 1 de mayo de 1618, y sucede, por ser el hijo mayor, a su padre en el vínculo con mayorazgo y patronato de la ermita. Fue Caballero de la Orden de Santiago desde 1651."

Por derecho de Patronato, este Valdés Somonte fue el que puso el escudoo blasón con sus armas labradas en piedra sobre la puerta principal, hoy lateral, de la ermita. En sus cuarteles se hayan representadas las principales familias de Lluera: Los Valdés: en las tres fajas y diez roeles jaquelados. Los Velarde: en el árbol y la sierpe alada a su izquierda atravesada por la lanza en ristre que esgrime un caballero, y en lo alto una doncella. Los Posada: en el halcón posado sobre una lanza que sale de un ventanal. Los Quirós: en las dos llaves en pal, seis luneles y tres flores de lis. Los Somonte: partido en pal con los cinco hierros de lanza ensangrentados puestos en aspa y las seis rosas de plata:
Sarandeses nos describe que los Luera pintan: «De gules con un castillo de plata sobre ondas de azur y plata. Sobre la torrecilla de la derecha, un gallo de sable. Y sobre la de la izquierda, una bandera de plata». 
Según la obra de G. RamaIlo, «Escultura Barroca en Asturias», en los años 1690-1702 aparece en Avilés un pintor: don Pedro Menéndez de Valdés Somonte, posiblemente emparentado con los Condes. 
Con Fernando de Valdés la casona de Luera pasa a los Condes feudales de Nava. 
Y probablemente es la primera Condesa de Nava la protagonista de alguna de las leyendas que corren de boca en boca, atribuidas, erróneamente, a los Condes de Velarde"

Llegarían luego a Lluera los Condes de Nava, siendo los primeros don Francisco de Caso Estrada y doña Bernarda María Álvarez de las Asturias, que según Feito fue ella quien donó la imagen y promocionó la fiesta y devoción, en agradecimiento a haber tenido un hijo tras años de esterilidad, fundándose por eso entonces la Cofradía de La Luz y la otorgación de la Bula del Papa Clemente XIII (13-VIII-1763), coincidiendo con «La Luz de Agosto», en la que se concede a todos los romeros indulgencia plenaria ese día una vez cumplido lo preceptuado:

Fue el sucesor logrado -fruto de la promesa-, don Francisco de Caso Álvarez de las Asturias, que casó en 1709 con doña Catalina Juana de Miranda Ponce de León, padres a su vez de doña Joaquina de Caso Álvarez de las Asturias, Condesa de Nava y esposa de don Francisco de Nava Bolaño, casados en 1736. Su hija mayor, doña María Manuela de Navia Bolaño Osorio Álvarez de las Asturias, desposó con don Joaquín de Velarde Queipo, primogénito de la casa de su apellido, el cual, siempre según el Marqués de Ciadoncha, fue quien dio lugar al error de creer a los Condes de Nava como Condes de Velarde, título que nunca ha existido. 
Hereda la casa su hijo mayor, don Joaquín María de Ve1arde Navia Bolaño Queipo y Caso Álvarez de las Asturias y Nava, que obtuvo del rey la conservación de su título feudal de Conde de Nava en título del Reino, por Real Cédula del 21 de agosto de 1835, siendo Teniente General de los Reales Ejércitos, quien tuvo el acierto de elegir para Vizcondado previo el Vizcondado de La Luz que le fue otorgado el mismo día, según anota el citado Marqués de Ciadoncha. 
En el Archivo Parroquial de Molleda consta que los Condes de Nava ostentaron el Patronato de la ermita de La Luz los años: 1718, 1732, 1738, 1764y 1800. 
Don Joaquín María de Velarde contrajo matrimonio siendo ya Vizconde de La Luz con doña Nicolasa Ramírez Cienfuegos, hija de los marqueses de Natahoyo. Le sucede su hijo don Rafael de Velarde, que contrae matrimonio con doña Rufina Guisáosla Acevedo. Hija de don Rafael y doña Rufina, aparece como tercera Condesa de Nava, desde 1858, doña María Asunción Velarde y Guisasola. El último poseedor de que tenemos noticia es don Juan Bautista Pardo Pimentel y Velarde, que hereda en 1876. 
Posiblemente haya lagunas o incluso errores. De todas formas, creo que nos puede dar una idea bastante aproximada de cómo se desarrolló el árbol genealógico del Palacio o Torre de LIuera y de la ermita de La Luz"

En el trabajo de José Manuel Feito pasaremos a hora al apartado en el que recoge las leyendas de estos lugares, siempre apasionantes y que se siguen contando en nuestros días: 

Se dice que detrás de una leyenda se esconde siempre un hecho histórico velado. Varias son las leyendas que tienen como protagonistas a los moradores del caserón de Luera. Uno de los sucesos corrió de boca en boca. Como en todas las leyendas, su historia «se pierde en la noche de los tiempos...». 
En la colina de Lluera aún está en pie y habitado el viejo palacio o Torre desde cuyos ventanales se divisa claramente la ermita de la Virgen y su fuente. 
Hace ya muchos años vivieron aquí unos Condes a los que la Virgen, por especial favor, les concedió un hijo después de esperarlo largo tiempo. Cada año, en agradecimiento a Nuestra Señora, regresaban de lejanas tierras, como las golondrinas, a celebrar «La Luz de Mayo» y a disfrutar parte del verano. 
En torno al caserón, diseminados por la ladera del monte, algunos caseríos de mísera estructura al estilo feudal daban albergue a los siervos que cuidaban de la hacienda de los Condes. 
En uno de ellos vivía un matrimonio cuya hija, subía con frecuencia a la colina a dejar a los pies de Nuestra Señora de Luera la guirnalda de flores que había entretejido con primor en los días rumorosos del mes de mayo mientras cuidaba las ovejas. Era una pastora digna de que la Virgen María cualquier tarde le hablara desde una encina. No fue así. 
Un día, mientras estaba bebiendo de bruces en la fuente, que aún hoy mana no lejos de la ermita, sintió cómo unos ojos la miraban. Antes de elevar los suyos, pudo ver un instante, reflejada en el agua, la figura apuesta de un joven, el hijo de los Condes, y que ella, por un momento, se imaginó el príncipe azul tan esperado. 
Ambos se miraron tiernamente y el amor llegó puntual a su cita. 
Cada tarde la fuente fue testigo fiel de mil y una promesas. 
La Condesa observaba desde las ventanas de La Torre del palacio de Lluera con preocupación, más de linaje que de madre, las idas y venidas de su hijo a la fuente, los cada  vez más reiterados encuentros y el cariz que iba tomando aquella disparatada amistad  
«Esperaremos al mes de agosto o a septiembre -le decía la condesa al Conde-. No debemos infundir sospechas. Nuestra marcha, a finales de verano, pondrá fin a este ridículo idilio. ¡Estaría bueno! ¡Nuestro único hijo casado con una vulgar desarrapada...!» 
Aquel año, nadie supo por qué los Condes se fueron mucho antes de que se acabara agosto, apenas pasada la fiesta. Los dos enamorados lloraron de tristeza y se juraron eternas promesas de fidelidad y amor. El día de la despedida fue especialmente esperado y preparado. Se citaron, no junto a la fuente, sino junto a la ermita, donde ya alguna otra vez se habían visto. 
Allí se coronaron de besos y promesas, casándose ante Dios y ante los muros, testigos: todas las estrellas. Y allí se prometieron fidelidad y una vez más eterno amor. El hijo del Conde arrancó la medalla que llevaba al cuello con su título e iniciales y la puso amorosamente al cuello de la joven: «Aquí tienes las arras. Guárdala como un recuerdo» 
Pasó el tiempo y llegó de nuevo mayo Los Condes no llegaban. Ni tampoco el junio. Un buen día la pastora desapareció del caserío y cercanías. Nadie supo más de ella por más que padres y allegados la buscaron por montes y barrancas 
¿Qué había sucedido? Cuando al cabo de un tiempo supo que  iba a tener un hijo, temerosa del castigo de su padre, fiel servidor del señor de Luera, y queriendo evitar el escándalo con el desprestigio del Conde y de su hijo, ante la carencia absoluta de noticias de quien juró amarla eternamente y regresar de nuevo, huyó de casa una noche. Dicen que anduvo, anduvo, hasta el amanecer. Medio muerta de agotamiento se hospedó en casa de una buena mujer donde dio a luz un niño, muriendo ella al poco tiempo, no sin antes haber colgado la medalla al cuello del pequeño y haber dado alguna explicación a aquella mujer tan bondadosa que tan desinteresadamente la acogió 
El niño creció sano y robusto, ayudando en las faenas del campo a su protectora. Cuando al fin del verano regresaron los Condes a cumplir la promesa, el hijo en vano interrogó a todos los labriegos del lugar y cercanías por la pastora. Nadie sabía nada o no querían saberlo por miedo al Conde. 
Pasaron muchos años. Una mañana por el camino de la ermita subía un joven aldeano. También él tenía una promesa que cumplir hecha por su madre poco antes de morir: «Si logro este hijo mío, lo llevaré en promesa a la ermita de Nuestra Señora de Lluera». 
El tomó sobre sí el compromiso. Cuando llegó a la ermita, rendido de cansancio y sediento, se acercó a la fuente para apagar la sed. Una gaita inundaba el valle con su monótona música entre ijujús y asturianadas. Cerca de la ladera norte los jóvenes rompían contra el suelo o monte abajo cazuelas de barro negro después de tomar la leche presa que en ellas se vendía, como un rito ancestral. «¡Cada pedazo, un beso! 
¡Cada pedazo, un beso!...», se oía gritar entre el lógico regocijo de los protagonistas 
Algunos romeros se habían ya sentado cerca de la fuente bajo los viejos robles que brindaban su sombra secular. El joven se arrodilló y bebió de bruces aquel agua que manaba clara y mansa. Cuando trató de izarse, la medalla cayó sobre la fuente 
Uno de los presentes la vio brillar, miró fijamente al joven y, como movido por un resorte, se abalanzó hasta el agua y tomó entre sus manos aquel trozo de metal precioso aún pendiente del cuello. Era el hijo del Conde que cada día, en vano, se acercaba a la ermita y a la fuente, esperando volver a ver de nuevo cualquier día a la pastora. 
Un grito incontenible se escapó de sus labios: «¡Hijo mío!». El joven aldeano se dio cuenta, al punto, de quién era aquel hombre, y sin dar crédito a su corazón, abrazándose al Conde, no pudo menos que exclamar: «¡Padre mío!» 
Los dos quedaron largo tiempo abrazados en medio del oleaje inmenso de recuerdos y lágrimas, de sollozos y alegrías. Hubo que arreglar algún papel y cambiar unos apellidos. Se dieron algunas explicaciones, las imprescindibles. A partir de aquel día, el joven peregrino, que llegó a cumplir una promesa, fue el heredero de todo aquel Condado de Luera. Desde entonces las jóvenes del lugar, cuando llega La Luz de mayo, se acercan antes de amanecer al manantial y beben, beben agua milagrosa y clara de bruces sobre la fuente. Porque hay una copla que dice:
Hay una fuente en La Luz 
 que nace al pie de un carbayo 
 quien bebe en La Luz de agosto 
se casará en ..La de mayo

Existen otras muchas leyendas como la que narra «el nacimiento del hijo» de los Condes de Nava, cuando ya sus padres La Torre o Palacio de Lluera en torno al cual se tejieron algunas leyendas eran de avanzada edad y la llegada de la imagen a La Luz, «los apuros del escultor» para representar a la Virgen dando a luz, etcétera 
Por la ladera del monte hubo ermitas, y aún se conserva alguna, que, dado el santo a que se dedican, debieron de tener también hermosas historias: La de la Purísima (de nuevo el misterio de la concepción), la de San Roque (año 1599, el peregrino de Santiago siguiendo la Vía Láctea), la de San Miguel, advocación que tanto se prodigó por cerros y montañas (el arcángel que luchó y venció a Luzbel, el ángel de la luz), etc. Finalmente tenemos que mencionar la que recoge y novela don Manuel Álvarez Sánchez bajo el título de Salvador, en su obra Avilés, de parecida temática a las anteriores en torno al Conde" 

Seguidamente al apartado de las tradiciones legendarias, en el epígrafe Del rito al mito, Feito expone que el mito siempre es anterior a la leyenda, quedando en la ermita de La Luz "fragmentos que, bien estudiados, podrían recomponer el cántaro de viejos ritos de fertilidad":

No olvidemos que nuestros más antiguos ascendientes siempre han tenido predilección por las colinas y altozanos para rendir culto a los dioses de la vida. Aquellos lugares donde frecuentemente era la Magna Mater el objeto del culto, el cristianismo los bautizó y cristianizó, erigiendo en ellos ermitas que recuerdan, de algún modo, el origen. Y los asturianos en esto no hemos ido a la zaga 
Avieno, en su obra Ora Marítima (s. IV a. de C.), nos habla de la región de Ofiusa o País de las serpientes, refiriéndose a Asturias, cuyos moradores tuvieron que abandonar sus tierras precisamente debido a estos ofidios. No se debe de olvidar que la serpiente fue siempre símbolo de la fecundidad desde los remotos tiempos de la Biblia. Avieno puntualiza poco después  que los Seres, o siguientes pobladores de la región, tenían elevadas colinas en el campo de Ofiusa y que cerca de ellas colocaron sus lares los ágiles Luces. Estrabón, por su parte, nos habla del culto que los cántabros daban al dios Lug en las colinas. E incluso cita un santuario en nuestra costa dedicado a este dios cuyo rostro irradiaba tanta claridad que ningún mortal podía contemplarle cara a cara. No sé si la etimología de Luera tendrá que ver algo con esto. La colina frente a la ría, do-minando la ensenada, parece ideal. Sólo Lug podía manejar su lanza y usaba como escudo el Arco Iris. En Irlanda se llama aún a la Vía Láctea (o camino de leche) La Cadena de Lug. 
La colina de La Luz mira hacia el mar como faro sagrado. Pero en su cima también hay una fuente. Siempre el agua fecunda y milagrosa. Y cada fuente tenía su diosa o xana y su cuélebre guardián de tesoros. Cuando en la cima de un monte nos encontramos con un santuario, un bosquecillo de roble o de laurel y una fuente, no es extraño que haya sido en algún tiempo lejano lugar de culto a desconocidas divinidades. 
Los hombres del neolítico adoraban las cumbres, pues en ellas descendía, con más frecuencia, el rayo y la luz. Lo inaccesible de la altura, la música del viento (espíritu) en las ramas, etc., era interpretado como una presencia sobrenatural perenne a quien había que dar culto. 
Así debieron de nacer religiones mistéricas, tales como la de Eleusis o Dionisos, donde la luz, el agua y el bosque tienen un papel tan primordial. 
En la colina de La Luz hoy casi todo está perdido: los ritos, las danzas en honor a la Santa a la salida de Misa (siempre el baile estuvo unido al rito cultual), hasta la misma fuente que apenas mana, llena de maleza. 
Sin embargo, allí sigue como testigo fiel. Hay una costumbre, ya en desuso, que tenía lugar en «La Luz de Mayo» que bien pudiera remontarse a épocas muy lejanas. Era la de romper una vasija de barro destinada a contener leche presa. 
La rotura de un cántaro existe en todo el mundo como el símbolo de la rotura del vientre materno para dar a luz. El primer domingo de Cuaresma, en ciertos pueblos, aún se practica la rotura del cántaro de barro, por lo que vino el llamársele a tal domingo «El domingo de piñata» (Pignata, en italiano, olla) 
En Oaxaca (México)la gente se reúne el día 24 de diciembre (hora del Nacimiento del Señor), a las doce de la noche, en el zócalo de la ciudad a romper los tazones de barro en que acababan de comer los buñuelos. En Egipto los faraones también rompían cántaros después de haber escrito en ellos algunos nombres 
Finalmente en Asturias son múltiples los pueblos donde la gente se reúne a jugar a la piñata o romper el puchero. Con un sentido ritual lo recoge Aurelio de Llano al hablar del Antroxo«Fulano, ¿antroxaste? Pues si no antroxaste, ¡antroxa!» y rompían un puchero estrellándolo contra la puerta al grito de:«¡Antroxo fuera!». 
En las fiestas de La Luz de Mayo, en Luera, se practicó esta costumbre con algunas variantes. El puchero se compraba lleno de «llechi preso» y, después de haberlo consumido u ofrecido, se estrellaba el puchero contra el suelo, o se le hacía rodar monte abajo. Si se estrellaba contra el suelo el mozo debía recoger después los pedazos y podía dar por cada pedazo un beso a su pareja. Es el novelista Palacio Valdés quien recoge en «El cuarto poder»esta costumbre ya venida en su tiempo a menos: «Alrededor de la ermita las mujerucas de los contornos... vendían leche en pucheros de barro negro... La gracia de aquella romería estribaba en tomar leche por la mañana en la ermita, jugar luego con loS pucheros y romperlos al fin haciéndolos rodar monte abajo. Pablito compró más de una docena de pucheros con leche... con que obsequiar a sus conocidas. Luego retozó con ellas largamente...» 
A Palacio Valdés, que nos aporta el dato de que los pucheros eran de barro negro, posiblemente de los alfares de Miranda, se le escapó anotar que se trataba de «leche presa», la cual se vendía en dichos pucheros cubriéndola con una hoja de higuera, como si de algo pudoroso, en un jardín de Edén, se tratase 
En Asturias la leche y la manteca del mes de mayo está considerada como dotada de ciertas virtudes curativas: «La manteca de mayo / es buena para todo el año» 
Por otra parte, entre los campesinos, la vaca no deja de tener algo de animal sagrado. Aurelio de Llano recoge la costumbre de «correr la cuajada», que tenía lugar al terminar la recolección entre los mozos para ver quién era el afortunado que llegaba corriendo a coger la última espiga de la «estaya». El vencedor «comía la cuajada». También se ha perdido en La Luz el folklore, música y danza de sus ritos. Algo hemos podido recoger referente a este rito de la leche presa, como aquella invita que reza:

"A La Luz, al llechi preso,
que hay llambiones para eso»

 Una de las estrofas que aún se canta en la Danza Prima por San Juan recuerda también el rito:

Por madrugar a la leche
en La Luz por la mañana,
por mucho que madrugué
amanecióme en la cama


José Manuel Feito acaba  este su estudio sobre Lluera, palacio y ermita, con estas muy interesantes conclusiones:

"Historia, leyenda, tradición y mito. Algo debe de esconder esta colina santa hoy tan falta de admiradores, salvo la ermita en días de fiesta y boda. María dando a luz -una de las pocas imágenes en la que la Madre de Dios adopta este misterio- es sólo el eslabón final de una cadena. 
Es un riesgo aventurar hipótesis  que suenan a ciencia ficción, pero por lo dicho, sí parece desprenderse que el promontorio de La Luz está por estudiar. Quizás algún fenómeno tuvo lugar en sus cumbres desde un tiempo que «se pierde en la noche de la historia...». Algo de magnetismo encierra aún hoy, pues aún siguen brotando mensajes de su cumbre, unicornio metálico, pararrayos de Dios a la inversa (esparce en «ondas populares», sus rayos de palabra hecha luz por toda Asturias rompiendo con sus voces el cántaro de cielo para llegar con su mensaje, Vía Láctea adelante, más allá de las estrellas. y algo misterioso debió encerrar parra el hombre del Neolítico, cumplidor de viejos ritos en las cumbres"

Ye hemos dicho en otras entradas del blog que este tramo entre la gijonesa parroquia de Veriña y Avilés, tan temido por los peregrinos del Camino Norte, tanto o más que el de la vizcaína Ría del Nervión compensaba en parte o gran medida su deterioro ambiental y paisajístico con su patrimonio e historia, tanto industrial como no, a la que hemos dedicado varios capítulos, tramo a tramo


Dentro del proceso de rehabilitación de esta entrada avilesina de Puente Azud se ha construido, detrás de las casas de la calle Acero, una hamburguesería, también con explanada de aparcamientos. Si deseásemos ir a cualquiera de los establecimientos de esa calle o al hostal tenemos aquí el oportuno paso de peatones. Pero máxima atención aún así al cruzar


Hay una pequeña cuesta ahora en este lugar, empezando a ver al fondo, entre los edificios, la Plaza de los Oficios, antesala de L'Arbolón, donde está el albergue de peregrinos Pedro Solís y antesala de la histórica calle Rivero, el el casco antiguo que, como el Paseo de la Ría, agradarán sin duda al peregrino que acaba de atravesar una de las zonas más industriales de Asturias


A nuestra derecha seguimos viendo la gran franja de terreno entre las vías y el Paseo de la Ría, que espera también por una recuperación integral y por que, tras el ansiado soterramiento, se pueda pasar sin fronteras interiores de las casas de Avilés a la ribera si se hace aquí la nueva estación


Al otro lado de La Ría vemos desde este otro ángulo el Centro Cultural Oscar Niemeyer. El auditorio no llega a apreciarse aún en sus laterales., conocido popularmente como El Güevu Cocíu precisamente por el color amarillo de dichos lados, que lo asemejan a un huevo cocido


Sí se aprecia ya muy bien La Torre, a la que se sube por una escalera de caracol exterior. Así lo explican en la página del centro:
"Constituye un mirador sobre la Ría y la ciudad de Avilés. Con 20 metros de altura, posee un acceso helicoidal exterior que se abraza sobre una columna base para llegar al elemento superior, un disco rodeado por ventanales"

Más a la derecha, las dársenas portuarias simbolizan en la fachada marítimas las grandes transformaciones vividas por Avilés y los concejos de su comarca a lo largo de los al menos dos siglos pasados. Del muelle local medieval comercial, pesquero y ballenero (a la ballena no se la pesca, se la caza), amparado por reyes y fueros, se pasó a un muy importante puerto industrial, dragado, trasladado y extendido, por buena parte de esta ría ya poblada desde la más remota prehistoria


La Dársena San Agustín, otra vez el santo que llegó a patrón de Avilés con las convulsiones decimonónicas, significó la llegada de Ensidesa. el "maná siderúrgico", tan intenso como efímero en relación a la honda transformación acontecida tras su llegada, que aún perdura y perdurará, no solo en el paisaje sino también en el paisanaje avilesino y en la memoria colectiva 


Cuando en 1950 se decidió la construcción de Ensidesa los muelles existentes en Avilés únicamente estaban preparados para el atraque de pesqueros, dejados ya muy atrás los tiempos de la navegación comercial del viejo puerto de la aforada puebla. Por ello hubo de hacerse una gran reforma portuaria integral a cargo de la empresa Entrecanales y Távora, con la draga holandesa Pax en labores de dragado y relleno de terrenos. Ya en 1953 se descargaba material para relleno del muelle local en gabarras como el Calabobobos.


Los primeros trabajos de cimentación de Ensidesa lo hicieron los célebres campaneros, un trabajo terrible que nada tiene que ver con tocar campanas sino con trabajar en suelos pantanosos en una campana de aire a presión que apartaba el agua. Una terrible faena de la que poso se habló a posteriori hasta que se dio a conocer en diversos trabajos y documentales como Campaneros de Valleproducciones con Isaac Bazán Escobar, quien recogió impactantes testimonios. Así lo leemos en el blog Saca las Garras:
"Los obreros debían internarse en aquellas campanas en las que estaban sometidos a constantes cambios de presión y a imprevistas incidencias, como consecuencia de la mala calidad de los materiales y la carencia de protocolos de seguridad. Esas campanas, colocadas sobre los llamados cajones indios, eran unos sistemas de cimentación que databan de mediados del siglo XIX y se empleaban en los terrenos pantanosos e inundables.  A través  de su estructura se inyectaba aire a presión para eliminar el agua, de modo que los operarios pudiesen cavar la tierra en seco desde el interior hasta lograr la profundidad necesaria antes de llenarlas de hormigón. Para hacernos una idea, imaginemos un vaso invertido hundido en agua al que hay que inyectarle presión para desalojarla"

En Vuelven a doblar las campanas, artículo de Ismael Juárez para El Comercio-La Voz de Avilés y publicada el 22-11-2014 narra el terrible y casi desconocido testimonio, cuya primera frase dice: "El estreno del documental Campaneros, deldirector de cine avilesino Isaac Bazán Escobar, reabre el debate sobre la realidad de los trabajadores que construyeron los cimientos de Ensidesa"...
"Una de las grandes historias de Avilés acontecidas durante el siglo XX ha permanecido semioculta, apenas contada, casi parece que deliberadamente, favoreciendo así el mantenimiento de una leyenda que habla de cientos de muertos, frente a la versión oficial que niega que estos fueran más de una docena.

La utilización de campanas de aire comprimido para construir los cimientos de lo que llegaría a ser 'La Fabricona', con la llegada de miles de hombres para trabajar en ellas en las condiciones más penosas, ha sido objeto de escaso estudio por los historiadores, hasta el punto de que de momento no hay ningún libro que haya analizado pormenorizadamente lo que durante la década de los cincuenta, especialmente en su primera mitad, sucedió realmente en la ría de Avilés y en la marisma próxima, en relación a la cimentación.

Un documental realizado por el director de cine avilesino Isaac Bazán Escobar, y que se estrenará en el Centro Niemeyer durante el primer trimestre de 2015, tras una investigación de varios años llevada a cabo por el propio director, muestra datos y manifestaciones de personas que vivieron aquellos acontecimientos señalando la utilización de personal no cualificado de la más diversa procedencia, que sufrieron terribles accidentes laborales, secuelas físicas y psíquicas no siempre analizadas, e incluso fallecimientos no reconocidos oficialmente. Todo ello dentro de un contexto, el de Avilés, que llegó a ser comparado con «una de esas ciudades del Oeste americano» por el gobernador de Asturias de aquellos años, cuando en 1953 pidió por escrito más policía para garantizar la seguridad de una villa que todos los días recibía trenes repletos de foráneos venidos de la miseria de la posguerra española.

Hay autores, como Jorge Bogaerts en su obra 'El mundo social de Ensidesa', que afirman que entre 1950 y 1955 pudieron llegar a Avilés para trabajar alrededor de 50.000 hombres. Personas de la más diversa procedencia que se hacinaban por las calles y para quienes no había suficiente número de barracones para ser acogidos. Por ello aquellos hombres acababan durmiendo en portales, bajo los hórreos, o incluso dentro de los tubos de las obras.

Esa situación hizo que aquellas personas fueran apodadas por los avilesinos de entonces como 'los coreanos', al comparar aquellas imágenes en sus calles con las que el NODO ofrecía a propósito de la guerra de Corea. Prueba de ello es una novela corta publicada en LA VOZ, a través de cuatro entregas, en mayo de 1954. La obra en cuestión se titula 'Barro' y fue escrita por Nicanor García Iglesias, un avilesino contemporáneo de aquellos acontecimientos. En esta novela corta, el autor describe una villa en plena transformación donde trabajan 'coreanos', en las condiciones más míseras y donde la muerte parece estar muy presente en la vida cotidiana de todos aquellos trabajadores"

La historia de los campaneros de Ensidesa empezaría con sus primeros trabajos de cimentación, en 1951. La empresa como tal aún no tenía apenas empleados y los trabajos se encargaron a otras, como Entrecanales y Huerta. El problema principal era que, al tratarse de marisma, tanto en la desembocadura de La Ría como mucho más atrás, el agua afloraba continuamente, por lo que se pensó en el método llamado de los cajones indios, empleado ya desde el siglo XIX, unos cajones a los que se ponía una campana que inyectaba aire comprimido que apartaba, cuando funcionaba, el agua de la zona de trabajo, donde varios obreros, de uno a ocho según el tamaño o condiciones de la campana o personal disponible lo permitiese, trabajaban en seco, pues la misma presión mantenía las campanas suspendidas sobre ellos:
"Aceptado este método como el más idóneo para realizar las obras de cimentación, con la teoría de que no era peligroso, entre 1951 y 1959 se llegaron a hincar más de 1.200 cajones. Nunca antes se había utilizado tal cantidad de 'campanas'. De hecho hay autores que afirman que en aquellos años se utilizaron más 'campanas' en Avilés de las que se había utilizado en toda España desde su invención a mediados del siglo XIX.

El documental de Isaac Bazán, y por lo que sin duda resultará tan revelador como polémico, en primer lugar ahonda en las condiciones de trabajo de 'los campaneros'. Manuel Martínez Velasco, Alfonso Lareu Ouzandi, Jesús Rodríguez Abades, Antonio Medina Joyera y José Vines son hombres que aparecen en el documental relatando sus vivencias como campaneros en el Avilés de los años cincuenta"

Dada la presión que durante sus horas de trabajo padecían aquellos campaneros, les provocaba mareos, roturas de tímpanos, hemorragias, dolores, etc., muchos acababan su jornada tumbados en los barracones hasta el día siguiente con esos dolores, todos tenían la piel color blanquecino, como enfermos, y podía durarles años, aún después de haber dejado las campanas. Cobraban más que el resto pero era un trabajo que no querían ni los mineros, pues alguno que acudió se marchó inmediatamente, al considerarlo mucho más peligroso que el propio trabajo en el pozo a profundidad bajo tierra. Además, aparte de las condiciones laborales en sí, el proceso de descompresión no era el adecuado. Uno de los testigos, que prefiere quedar en el anonimato, afirmaba...
"Mi padre era capataz en las obras de cimentación. Yo entonces era un niño, pero recuerdo que llegaba apesadumbrado a casa diciendo que los hombres se le estaban muriendo reventados en los barracones o camino de ellos, antes que en las campanas"

Ni el personal empleado estaba cualificado ni los tiempos de descompresión eran respetados, por lo que muchos trabajadores no morían en el tajo sino más tarde, por lo que no figuraba su fallecimiento como accidente laboral. Por ello oficialmente solo se registran como tales unos pocos, aunque los investigadores los calculan en realidad por cientos. Una sospecha, que aseguran cierta algunos campaneros supervivientes que han querido dar testimonio de su labor, asegura que se emplearon presos políticos y comunes en esta horrible faena. Así leemos también en el final del artículo de Ismael Juárez
"Dentro de este apartado, existe un punto aún más delicado: la utilización de presos políticos. Aunque el documental no aborda esta parte de la rumorología popular que alimenta la leyenda, lo cierto es que existen algunos libros publicados que no descartan la hipótesis. En este sentido, Manuel Hernández Barrios en su estudio 'La evolución de la siniestralidad laboral en la factoría de Ensidesa en Avilés' afirma que en aquellas obras se utilizaron «represaliados» por la dictadura. 
De igual forma, en un libro publicado por el investigador José Luis Gutiérrez Molina, titulado 'Franquismo y trabajo esclavo, una deuda pendiente', se expone una relación de 90 empresas españolas que utilizaron penados como mano de obra forzada entre 1939 y 1956. Una de las empresas que figura en este listado es Entrecanales. «Yo no sé si eran presos políticos o comunes, pero sí tengo el recuerdo claro de ir a ver a mi padre a las obras y haber siempre guardias civiles con el 'chopo' al hombro custodiando a los trabajadores. No era ningún secreto que se había sacado gente de las cárceles para trabajar aquí al principio», relata J. A. A. 
Isaac Bazán Escobar, al igual que la mayor parte de los historiadores que se han acercado a este tema, cree que en su momento se ocultaron datos y situaciones y esto ha alimentado la leyenda. 
Más allá de conjeturas, para el director avilesino la leyenda tiene una base. Una base que merece ser estudiada con detenimiento. Aunque al final de todo, con este documental «mi intención es rendir homenaje a aquellos hombres. Los que aún viven son ya muy mayores y merecen un reconocimiento por parte de la ciudad de Avilés», concluye. 
Sin duda, el documental puede abrir un debate histórico sobre un asunto del que circulan muchas versiones orales pero poca documentación escrita. 'Las campanas' de Avilés y sus 'campaneros' volverán a estar en las conversaciones de los avilesinos muy pronto. Aunque esta vez, con un documental que ofrece datos y entrevistas que hacen que la leyenda sea menos leyenda y la historia real posiblemente un asunto aún por investigar"

Más allá vemos, un tanto descontextualizada, la chimenea superviviente del sínter (amalgama de mineral de hierro, coque y un fundente) de Ensidesa, en el actual PEPA o Parque Empresarial Principado de Asturias, polígono industrial creado en terreno dejado libre por la siderurgia. Dice Juan C. Galán en La difusa huella de Ensidesa (La Nueva España 23-8-2009):
"Los avilesinos del futuro deberán acudir a los libros de Historia para conocer uno de los hitos del siglo XX en su ciudad: la presencia, durante cuarenta y siete años, de Ensidesa en Avilés. La reconversión industrial, primero, y la privatización de la empresa en los albores del siglo XXI, después, han terminado por devastar la mayoría de los vestigios de lo que fue el motor de una auténtica revolución social y económica en Avilés. Tras la gruesa capa de humo que hacía invisible la ciudad se escondía una sociedad próspera. Contaminada, sí, pero próspera. Sin embargo, la falta de previsión de las instituciones ha desembocado en un desmantelamiento del patrimonio industrial que se ubica en suelo público, esto es, de todos los avilesinos"

Un gran cartel anuncia a los conductores que entran en Avilés la ya muy cercana glorieta de la Plaza de los Oficios con los diferentes ramales que confluyen en ella. También vale para nosotros: al llegar a ella seguiremos de frente, por la Avenida de Cervantes


Antes que estos edificios se construyesen aquí, dentro del boom urbanístico acontecido con la empresa siderúrgica y otras, estuvo, a escasos metros, otra ignominiosa historia, la del campo de concentración de La Vidriera, una antigua fábrica de vidrios empleada con tal fin en la posguerra (hasta noviembre de 1939), a donde se fueron trasladando entre 1938 y 1839, presos del campo de concentración de Arnao, en Castropol, de la gijonesa cárcel de El Coto, y del campo de San Juan de Mozarrifar (Zaragoza). La cercanía al ferrocarril favoreció aquí su ubicación. En el Informe sobre la situación y características de los actuales campos de concentración de Prisioneros, elaborado por entonces, se refleja esto:
"Situación.- Antigua fábrica que ha servido para diferentes menesteres. Posee varias naves separadas por patios amplios. Aunque los locales estaban en malas condiciones, merced a los desvelos del personal destinado en el Campo, se han mejorado extraordinariamente sus condiciones y hoy puede considerarse francamente aceptable. Posee locales para todas las dependencias accesorias. 
Comunicaciones.- Excelentes por carretera y ferrocarril. 
Capacidad.- Ochocientos cincuenta hombres. 
Agua de bebida.- Abundante y de la conducción de la villa y en buenas condiciones de potabilidad. 
Agua de aseo.- También abundante y de la conducción de la villa. Existe un local con veintiún grifos para duchas. 
Retretes.- En buenas condiciones y suficientes. Su instalación es debida también a los desvelos de los Jefes del Campo. 
Enfermería.- En dos locales muy bien instalados con dieciséis camas uno y veinte el otro. 
Resumen.- Buen Campo para ochocientos cincuenta prisioneros. Actualmente se albergan en él mil doscientos ochenta y ocho."

A nuestra derecha seguimos percatándonos de la gran extensión de estos terrenos hasta la ría, en el que está pensado hacer la nueva estación ferroviaria de Avilés en caso de prosperar definitivamente el soterramiento de las vías. A lo lejos seguimos viendo el PEPA y la única chimenea que queda del sínter. La conservación del patrimonio de Ensidesa es una constante polémica que salta cada poco a los medios de comunicación, incluyendo a su impresionante archivo documental:  Volvemos al relato de Juan C. Galán: 
"La eliminación de la Térmica fue el mazazo definitivo a la conservación de los vestigios de Ensidesa. A pesar de las numerosas voces en contra, el edificio fue pasto de la dinamita. Antes de su demolición, se llegó incluso a proponer la adecuación de la Térmica a semejanza de la Tate Gallery de Londres, hoy Museo de Arte Moderno, ayer central eléctrica. Sin embargo, la decisión final fue borrarla del mapa para adecuar suelo industrial.

Antes habían desaparecido del mapa, merced a la decisión de Infoinvest, tres altos hornos, una acería, las sedes de empresas auxiliares y un gasómetro. Los otros dos aún están operativos, pero en el ambiente pulula que son carne de cañón. No sólo el patrimonio industrial se ha visto afectado. También edificaciones complementarias como el ambulatorio de Llano Ponte. En pie, aunque reconvertidos para otros usos, aún se mantienen el taller eléctrico, la nave de la LD-II, la chimenea del sínter -aunque en manos privadas-, y el antiguo parque de bomberos, el único al que el Ayuntamiento, de momento, le ha dado un servicio público"

Ya en la década de 1990 se desmontó el Horno Alto nº1, llamado Carmen en honor a la mujer de FrancoCarmen Polo, quien actuó como maestra de ceremonias en su encendidoel 24 de septiembre de 1957, siendo el primero de los que hoz Ensidesa hasta 1969 y con el que arrancaba oficialmente su producción. Todos fueron desmantelados según el investigador Rubén Domínguez Rodríguez "como síntoma de la decadencia industrial que vivía la empresa". La última colada del horno alto 1 fue aprovechada, con un tratamiento cuasi escultórico, para una de las glorietas que articulan el nuevo polígono" 


Más allá del PEPA y su chimenea, en los altos de Valliniello, Los Carbayeos, donde se libró cruenta batalla el 22 de mayo de 1809 contra los franceses de Napoleón en 1809. Fue cuando la brigada Marcognet con sus dragones realizó una escabechina contra una improvisada resistencia vecinal armada más con aperos agrícolas que con verdaderas armas


Las tropas francesas que operaban en Asturias eran por lo general fuerzas de flanco, ya que estratégicamente el frente principal se encontraba en ele camino de Lisboa y Andalucía, por lo que habían de suministrarse sobre la marcha con abrumadoras exigencias a los habitantes de las localidades por las que pasaban, dada su gran deficiencia logística, cuando no procedían a la confiscación directa o al inmediato saqueo. De la misma manera, sus no demasiado numerosos efectivos, al menos en comparación con el frente principal, les obligaba a gobernar con mano dura, prácticamente un régimen de terror, las poblaciones donde se asentaban, llegando a entrar y salir de Asturias varias veces, siempre hostigados por la guerrilla y por el Exército Asturiano llamado a filas por la Junta General del Principado y su cambiante sede aquellos convulsos años


Todo ello hizo a los soldados franceses tremendamente impopulares, y aunque hubo, como en todos estos casos, colaboracionismo, este se hizo menguante hasta casi la inexistencia a causa de sus abusos. En este contexto, cuando la brigADA de dragones (especie de caballería que también luchaba como infantería) de Marcognet se acercaba a Avilés el 21 de mayo de 1809, unos mil avilesinos y avilesinas, pues había hombres y mujeres, se unieron en un ejército improvisado, a las órdenes de un militar retirado, para hacerle frente, lo que ocasionó una grave carnicería en la que los franceses apenas tuvieron bajas y desde Los Carbayeos hasta el Puente de San Sebastián masacraron a sus oponentes, causándoles 230 muertos, una escabechina para los 1.800 habitantes que había en la época en Avilés, que fue ocupada


de frente vemos los edificios de la calle Cervantes, a la izquierda, por donde vamos a seguir, en su confluencia con la calle del Muelle, toda la fila que se extiende a la derecha hasta el lugar en el que estuvo el citado Puente de San Sebastián


Ante nosotros vamos viendo cada vez más cerca la Plaza de los Oficios, a la que nos encaminamos con paso resuelto, pero no sin seguir contemplando todo el terrenos que se extiende hacia La Ría y el centro urbano


Realmente ya desde la calle del Muelle podríamos dirigirnos a los antiguos enclaves portuarios que fueron la ribera al lado del puente y, más antiguamente, el Parque del Muelle, pasando a Sabugo, pero eso nos haría pasar de largo el corazón de Avilés, que estimamos muy necesario y oportuno recorrer, pues aparte de ser el Camino histórico y oficialmente señalizado, va sin duda a merecer la pena por lo mucho que hay que ver y conocer


Al lado de la calle del Muelle empezamos a ver el ferrocarril de ancho ibérico, del que se hizo cargo la empresa estatal Renfe en 1941, el primer trazado ferroviario que llegó a Avilés, inaugurado con gran pompa el 6 de julio de 1890. A la derecha es el Apeadero de Avilés, el del antiguo Carreño, del que ya hemos hablado. A lo lejos es el monte de La Telaya o La Atalaya, a donde antaño subía la gente a ver entrar los barcos y fue además solar de canteras. Pasaremos a su lado, a su izquierda, cuando subamos de Sabugo a San Cristóbal


Más allá del apeadero seguiremos viendo el Centro Cultural Internacional Oscar Niemeyer, con nuevos detalles según avanzamos


Ahora entre La Torre y el Auditorio tenemos, más atrás La Cúpula, semiesfera de hormigón, similar a las proyectadas por este arquitecto brasileño, espacio diáfano de unos 4.000 metros cuadrados destinado a exposiciones u actividades artísticas, que en su interior alberga una lámpara redondeada diseñada por el mismo artista, así como una impresionante escalera helicoidal


Continuamos también divisando la gran llanura de estos terrenos ganados en su día a La Ría, a ambas márgenes, y que se extienden hasta las naves del PEPA


Más allá del polígono industrial las colinas están repletas de plantaciones de monocultivo de eucaliptos para las industrias papeleras, paisaje dominante en gran parte de la cornisa cantábrica que sustituye a los antiguos montes comunales y tierras de pastos. Es el monte de Tuñés, parroquia de Valliniello, de unos 100 metros de altura sobre la ría


Pasamos sobre el ferrocarril de Renfe, cuyas obras había comenzado en 1886 con la  la Compañía de los Caminos de Hierro del Norte de España, que había logrado su concesión, poniendo al frente de los trabajos al ingeniero industrial italiano Conde de Sizzo-Noris, que se haría famoso por sus trabajos y empresas en Asturias. Así explicaba su construcción Alberto del Río Legazpi en Episodios Avilesinos:
"Y es que hasta el director de la obra ferroviaria fue un conde, el italiano Sizzo-Noris, ingeniero y contratista de la compañía ‘Caminos de Hierro del Norte’ a la que se le adjudicaron las obras en 2.500.000 pesetas. Iniciadas el 1 de junio de 1887, día lluvioso según escribe el marqués de Teverga, barrenando las rocas de La Consolación, por debajo de la capilla corverana y continuándose desde aquí los trabajos del ‘sembrado’ del carril, en ambas direcciones: hacia Villabona (donde enlazaba con la línea principal Gijón-Madrid) y hacia San Juan de Nieva (fin de trayecto) y adonde llegaría, para la exportación vía marítima, el carbón de las cuencas mineras"

Los cierto es que Avilés vivió también en esos años bruscos cambios, además del ferrocarril se canalizó La Ría, se construyó la Dársena de San Xuan de Nieva, se pusieron los primeros teléfonos y se inauguró el alumbrado público eléctrico, pionero en Asturias. En lo concerniente al tren y según datos de Legazpi, aquel 6 de julio de 1890 llegaba a Avilés para la inauguración una máquina de vapoc tirando de doce vagones con autoridades, séquito e invitados. Los festejos costaron a las arcas del consistorio 17.749, 38 pesetas, una cantidad muy importante para la época, pero eran muchos más los beneficios que se esperaban  


No fue sin embargo "pacífica" precisamente la puesta en marcha del ferrocarril en Avilés, hubo gran polémica, con peleas incluidas, para hacer la estación: había partidarios de hacerla en La Industria, la actual Plaza de los Oficios a la que nos dirigimos, y otros en Cantos, zona de Sabugo, al fondo de la foto, donde al final se hizo. Dos aristócratas lideraban cada partido, el marqués de Ferrera, con intereses inmobiliarios, a los primeros, y el marqués de Teverga, con intereses navieros a los segundos. A cada uno le venía bien cada ubicación según circunstancia, según explica también Legazpi en Estación la de Avilés:
"La estación del ferrocarril nació entre palos (porque llegaron a las manos), y encendidas polémicas, entre los partidarios de construirla en la zona conocida como La Industria (donde hoy confluyen Llano Ponte y Avda. de Cervantes) o en la actual, que llamaban también Cantos. Detrás de ambas ubicaciones estaban los consabidos intereses y, por supuesto, los interesados: el marqués de Ferrera liderando a los ‘industriales’ y el de Teverga a los ‘cantistas’, opción triunfadora. 
Puestos los marqueses, con perdón, en una balanza, pesa más el de Teverga que se curró lo del ferrocarril e importantes obras de la Ría, que el rancio de Ferrera viviendo de las rentas de sus múltiples propiedades inmobiliarias en Avilés. Y si al primero, por ser naviero, la estación le venía mejor a orillas de la Ría, el segundo no dio ni un palo al agua, en ningún sentido. 
A tal guiso de marqueses hay que añadir, de postre, un conde. Porque resulta que la línea de ferrocarril que llegó a Avilés, enlazada en Villabona, fue construida por una compañía de contrata propiedad de un ingeniero que, además de italiano, encima era conde: de Sizzo-Noris. De estas cosas no se enteró Rafael Azcona, porque nos hubiese sacado en el cine, ayudado por Berlanga" 

La diligencia, la principal perdedora, intentó aguantar bajando el precio de los billetes, pero terminó desapareciendo. Debía tener un servicio regular de viajeros al menos desde el siglo XVIII, cuando se acondicionaron caminos reales como el de la costa para su paso, antes sólo hábiles para pequeños carros con suerte en ciertos tramos, por lo general solo transitables, además de a pie, para las recuas de mulas de los arrieros, los transportistas de la antigüedad. Los transportes en vehículos individuales y sin raíles no tardarían en contraatacar con otro invento, el motor de gasolina y las primeras carreteras dignas de este nombre


Sobre la vía volvemos a ver muy bien La Grapa, la pasarela de acero que comunica el edificio de la antigua pescadería con el Centro Cultural Oscar Niemeyer. El mismo Legazpi nos cuenta de ella en sus Episodios...
"Aquí, en Avilés, siempre hubo pasarelas, más o menos estables, pero no fue hasta los tiempos de Felipe II (aquel rey que envió a Pedro Menéndez de Avilés a fundar San Agustín de La Florida, la –hoy– ciudad más antigua de los USA ) cuando se levantó el gran puente de piedra de San Sebastián, cerca del barrio, venta y ermita, que de ese nombre, había en la margen derecha de la Ría. Los viaductos de San Sebastián fueron tres: uno de piedra y posteriormente dos metálicos. 
Los escritos citan, ya en 1348, el antecedente al primero de estos puentes: un rudimentario paso conocido como de Corujedo (o Coruxedo). Según el historiador Jorge Argüello se trataría de una estructura de madera sobre pilares de piedra,  de ahí el nombre ‘de los Pilares’ que recibió cuando fue construido el primer puente de piedra –a partir de 1573– y que, formando parte del Camino Real de Grado a Gozón, funcionó durante siglos salvando la Ría. Daba nombre a la puerta de la muralla conocida como la de Los Pilares o Del Puente, ubicada en la, hoy, calle de Los Alfolíes (contigua a la iglesia de los Padres).  
La denominación de puente de Los Pilares, fue vencida con el tiempo, por la de San Sebastián, dada la popularidad de la ermita de este santo ubicada en la margen derecha de la Ría. Baste decir que era la que mayor número de cofrades aportaba a la Semana Santa avilesina"

Actualmente la Estación de Avilés, inaugurada oficialmente el 26 de julio de aquel 1890, veinte días exactos después de la del ferrocarril apenas se ve desde aquí, casi oculta entre los edificios de Los Telares. Su cantina fue célebre por su calidad. Así lo relata Francisco L. Jiménez en La Nueva España el 5-7-2015 con El progreso viajaba sobre raíles:

"Hubo una época en la que los mandos de Ensidesa, cuando recibían visitas de ésas que el protocolo empresarial aconseja invitar a comer, bromeaban anunciando que la comida se haría en la cantina de la estación. Las caras de los atónitos visitantes debían de ser un poema al oír semejante cosa, pues antaño las cantinas de las estaciones no tenían precisamente buena reputación gastronómica; más bien al contrario, pues pasaban por ser antros sucios y mal atendidos en los que los bocadillos eran la única opción alimenticia recomendable. Como para tantas otras cosas, la cantina de la estación de Avilés constituía una excepción a la regla; pero los foráneos no lo sabían"

 



Más a la derecha el Viaducto de Conde de Guadalhorce salva la ría para dirigirse al puerto. A lo lejos, aquellas chimeneas ya no son las de Ensidesa, sino la de otras emblemáticas factorías instaladas en la margen izquierda, Cristalería Española, que se trasladó desde Arija (Burgos) aquí en 1953, en plena construcción de la siderúrgica, y de Asturiana de Zinc (AZSA), sucesora de la Real Compañía Asturiana de Minas (RCAM), el gran precedente industrializador de la comarca. De ellas hablaremos en nuestros recorridos por San Cristóbal y Ráices-Salinas


En esta foto vemos en primer término el edificio del Apeadero de Avilés de Feve (El Carreño, vía estrecha), un poco más allá algo del metálico Puente de San Sebastián y, después, un edificio muy sugerente, el de las naves de Balsera, enfrente del Puerto Deportivo, pero este no lo vemos desde aquí


Entre el puente y las naves, y también sobre La Ría, algo del Viadcuto Conde de Guadalhorce, que se dirige al puerto avilesino en su margen izquierda, dársenas de Raíces y San Xuan


Las naves de Balsera, son históricas instalaciones industriales de las que una vez más será el gran investigador Alfredo del Río Legazpi quien nos cuenta su crónicas en sus Episodios Avilesinos publicados en el periódico El Comercio:
"Fueron construidas por Victoriano Fernández Balsera, comerciante de origen humilde, nacido en el barrio de Sabugo, en 1860, precisamente el año en que comenzó a canalizarse la ría, bajo la dirección del ingeniero y escritor ovetense, Pérez de la Sala.  
Hombre muy avispado, Victoriano supo estar al loro y aprovechar la ocasión cuando –con la ayuda de su acaudalado cuñado, Antonio Gutiérrez Herrero– consiguió poner en marcha un pequeño comercio de ultramarinos. El tesón e inteligencia de Balsera para los negocios –aliados con circunstancias históricas, como la primera guerra mundial donde España, al ser neutral, abastecía a los dos bandos– hicieron el resto y lo convirtieron en el dueño de un emporio comercial.  
Lo logró cuando, cumplidos los 48 años, adquirió terrenos de relleno entre la estación de ferrocarril, inaugurada en 1900, y los nuevos muelles de la Ría. Allí levantó unos grandes almacenes –conocidos como las Naves de Balsera– dedicados al comercio ultramarino de importación / exportación. Estaban estratégicamente situadas entre los dos grandes medios de transportes de la época, tren y barco. El sabuguero fue uno de los principales exportadores de España y de paso, como el que no quiere la cosa, internacionalizó el nombre de la Villa por medio mundo, pues todos los productos llevaban el sello del distribuidor: Balsera-Avilés-Spain. Chapó.  
Sus naves –más de 3.000 m2 de superficie– tan ejemplarmente funcionales, tenían un elegante –infrecuente en arquitectura industrial– diseño arquitectónico, como aún se puede apreciar hoy, pese a su pochoso estado.  
Pero a mitad de siglo cerraron. Y tuvieron usos diversos, incluso como contenedoras de banquetes como el servido, en 1952, por el restaurante madrileño ‘Jockey’, con motivo de la inauguración de Cristalería Española o –aisladamente– espectáculos culturales..."

Más a su derecha y en ese mismo tramo del Paseo de la Ría, cerca del puerto pesquero, tres grandes picos han de llamar poderosamente nuestra atención: es la escultura Avilés, tres grandes conos colocados en diferentes inclinaciones, de 30 metros de altura y unas 60 toneladas de peso (20 cada cono), obra de Benjamín Menéndez e inaugurada el 15 de septiembre de 2005

El mismo autor manifiesta que con esta obra, encargo de la Autoridad Portuaria de Avilés, desea intervenir en un espacio clave, económica, geográfica y visualmente de Avilés y para Avilés, la ría recuperada después de décadas como espacio de tránsito, paseo y convivencia de la ciudad con el mar. Legazpi por su parte los llama Los Cuernos de la Ría, y con este título les dedica su avilesino artículo el 10-12-2017:

 "El mundo, aparte de muy ruidoso, va muy rápido. Por ejemplo un conocido mío, Pepe Mouriño, que estuvo trabajando dos años en los Estados Unidos durante 2004 y 2005, no reconoció a su regreso a Avilés el paisaje de la ría al ver que por fin no veía las montañas de lodos que enmierdaron la zona alta del estuario, entre los puentes Azud y San Sebastián, durante los años siderúrgicos.

También comprobó que el estrecho camino asfaltado –en el que también operaban los rederos del puerto pesquero– que corría entre la avenida del Conde Guadalhorce (o carretera de San Juan) y la Ría, delimitado por árboles, bancos de cemento y norays, también había desaparecido. Había sido desplazado por un magnífico paseo de 986 metros de largo, por 15 de ancho, con balaustrada metálica, iluminación, césped, menos árboles que antes, bancos de madera y una escultura gigantesca con tres enormes conos. Luego le dieron detalles.

Su autor era el pintor, escultor y enseñante, Benjamín Menéndez Navarro a quien la Autoridad Portuaria, entonces presidida por Manuel Ponga, había encargado una escultura para aquel nuevo paseo después de desechar la idea de plantar una fuente.

            Benjamín se puso a la tarea y presentó un proyecto titulado ‘Avilés’, que fue aprobado, de tres conos de acero corten de unos 30 metros de altura unidos en orden disperso del suelo al cielo. Tengo leído que explicó que «Se trata de una trilogía que recoge muchos momentos vitales y creativos. Es un canto, un poema dedicado a la mar, a la historia de la ciudad y a la ría que le dio origen» (Para conocer con más detalle la trayectoria del escultor recomiendo el artículo de Cristina del Río publicado en LA VOZ DE AVILÉS, 8 de octubre de 2017, titulado ‘El discurso escrito sobre acero’)"


Continúa del Río Legazpi diciendo que la obra Avilés requería de un trabajo de ingeniería harto complicado, incluyendo la construcción y la instalación, por lo que la Autoridad Portuaria buscó otros patrocinadores y colaboradores, públicos y privados, que hiciesen realidad esta gigantesca composición, siendo construida en el tan citado PEPA:
"... donde ingenieros y operarios especializados planificaron y trabajaron, durante 18 meses, en su fabricación y posterior unión de 225 piezas que ensambladas formarían los conos de 30 de metros de altura y un peso total de 60 toneladas. Su traslado e instalación también fueron complicados y hubo que cortar el tráfico dos días en la carretera de San Juan.
Ya dije que Benjamín Menéndez había bautizado su obra como ‘Avilés’, pero el personal le buscó otros nombres, hasta se hicieron quinielas: Los pinchos. Las púas. Los mástiles. El encuentro. Oricio. Orición (seguramente de admiradores gijoneses). Ojalá (parece que este fue nombre de gusto del autor). Los pirulís. Acero cornudo. ¡Coño que cono!… Tricuerno. Acero cabrón (seguramente los hartos ‘de la moda’ del acero corten). Tricono. El tricornio de la Ría y, con el que se hubiera quedado Pepe, Los cuernos de la Ría. 
Son tres enormes conos de acero (28, 29 y 30 metros) que desde el suelo parten unidos, en orden disperso hacia el cielo con diferentes ángulos de inclinación y dirección. El conjunto tiene 32 metros de ancho y 28 de fondo". El material utilizado para la escultura es acero, hoy producto ya históricamente asociado a Avilés, pero acero corten (corrosión tensada: corten) que se irá oxidando,  efecto que protegerá a la pieza del deterioro"

Escribe además el erudito avilesino, en su magnífico aporte de datos, que esta es la escultura urbana más grande de Asturias, poco más que el Sagrado Corazón del ovetense Monte Naranco,  

"La magnitud, presencia y perspectiva de los tres conos dominan y atraen la vista sobre ellos. Disparo visual impresionante. La obra ha quedado anclada, al lado del nuevo puerto deportivo, en la margen izquierda de la Ría y es un jalón, otro más, que marca su reconquista. Un episodio aparte" 

 

Recuperada, o al menos en cierta fase de cierta recuperación, La Ría, Avilés espera con ansiedad el deseado momento de volver a abrazarla, algo que Alberto del Río Legazpi, lamentablemente, no pudo llegar a ver en vida, pues falleció en Julio de 2019, no obstante he aquí sus palabras respecto a esta barrera férrea, verdadero muro de Berlín entre Avilés y su estuario:

"... lo que entonces fue progreso, hoy pasa por retroceso. Porque con el trazado ferroviario Avilés le perdió la cara a la ría, que es la madre de su puerto, siendo éste el padre de una villa histórica de muchos perendengues y que entonces perdió su fachada marítima.

Además se ha multiplicado el tráfico urbano hasta niveles abusivos. Por lo que, para seguir progresando, es necesario trasladar o enterrar, los caminos de hierro. Y los otros.

Va a tener razón el intelectual londinense Henry H. Ellis cuando dice que lo que llamamos progreso es el cambio de un inconveniente por otro. Y es que los ingleses… ¡pero que demonios! ¡Si hasta inventaron el tren!"

Por este mismo tren por el que vinieron, cuando el expreso de Madrid llegaba todos los días, los emigrantes llegados de gran parte de España, sobre todo extremeños y andaluces, a trabajar en la construcción de Ensidesa, llegando a hacer hasta un campamento delante de la estación pues, recordamos una vez más, no había alojamientos para ellos, llegando a habilitarse en los pueblos hasta cuadras y hórreos como vivienda, campamento al que acudían los capataces de las empresas constructoras subcontratadas para buscar mano de obra 


Si la Estación de Avilés se hubiese construido en esa zona de La Industria, es muy posible que el ensanche urbano avilesino se hubiese extendido hasta aquí muy tempranamente, pues las poblaciones suelen crecer en dirección a sus estaciones, por lo que es fácil que la historia del urbanismo avilesino hubiese cambiado notablemente


Seguimos sin dejar la acera para nada: ahora bajamos ligeramente al llegar al muro del antiguo matadero, en cuyos terrenos contrastes de la historia, se plantea construir la nueva estación central avilesina de prosperar el plan de soterramiento de las vías. ¿Qué pensarían aquellos bandos enfrentados tan seriamente por ello si levantasen la cabeza?. Lo dicho, los caprichos del destino


Y en el muro, históricos hitos kilométricos de las antiguas carreteras


Esta etapa desde el casco urbano gijonés al avilesino, factible de hacerla cómodamente y sin prisas, no deja de ser una pena que, a pesar de algunas actuaciones tendentes a corregir su evidente deterioro ambiental y paisajístico, sea tan poco valorada por muchos peregrinos, que ven en ella un mero trámite, debido precisamente a que no son estos los entornos naturales y rurales (aunque algunos tiene, como el Monte Areo y El Valle de Carreño) que suelen buscase en los caminos jacobitas


Sin embargo, volvemos a insistir en que quizás acometiendo las actuaciones necesarias, sobre todo a la salida de Gijón/Xixón por Veriña y Puao, y a la entrada de Avilés (donde ya se ha hecho algo, como el Paseo de la Ría, desde La Marzaniella), pueda revertirse, o al menos paliarse grandemente esta situación, incidiendo además en el gran legado patrimonial de todo el trayecto, incluyendo los muy industrializados enclaves de Tamón y Trasona


Vemos pues a la derecha el antiguo Matadero de Avilés, en la explanada donde se planea hacer la nueva estación, un lugar que se había vuelto también absolutamente insalubre y al que se le aplicó un muy necesario lavado de cara en el año 2015 


Fue empleada un tiempo como nave para Festejos y en nuestros días hay una tienda de materiales para la construcción


La restauración del viejo macelo se realizó coincidiendo con las obras que le dieron el actual aspecto a la Plaza de los Oficios,  donde se cruzan la avenida Cervantes y la calle Llano Ponte, antiguamente, reiteramos La Industria, de la que ya hemos hablado antes un poco, pues comienza en la Plaza del Pescado, junto a La Ría


Llama la atención el gran mural pintado en la fachada lisa, la medianera que mira a esta plaza, del edificio entre la Avenida de  Cervantes (derecha) y el tramo final de la calle Llano Ponte (izquierda)


Es una obra del artista cacereño Daniel Muñoz, San. Un compendio de la historia, el presente y el arte de Avilés. Arriba se ve la antigua Pescadería, de la que acabamos de hablar, el elemento más grande del mural. A la derecha, una lancha, la de Paulino Martínz Marqués, superviviente de una galerna en 1961, Abajo una hilera de cerámica avilesina, de la Escuela de Artes y Oficios. Más abajo otra nave industrial histórica, La Curtidora, situada muy cerca de aquí


Arriba uno de los edificios del barrio de Versalles, popularmente El Tocóte y El Tocarate, llamados así por que las gentes, esperando les fuesen asignados, se preguntaban por la calle "¿tocóte?" (¿te tocón?) y seguían afirmando "tocarate" (te tocará). A su derecha un cartel del movimiento vecinal y seguidamente un detalle del antiguolavadero de Sabugo, uno de los últimos del Avilés urbano, construida donde estuvo el convento de la Merced. Más abajo un texto alusivo a la obra y, más pequeñas, fotos y estampas de otros lugares y monumentos avilesinos, así como personajes. Fijémonos a la derecha en un barracón, uno de Los Tubos, escuelas infantiles de Ensidesa


 Y ahí está ese trecho último de la calle Llano Ponte, donde en su arranque en la Plaza del Pescado más anteriormente estuvo la que en documentos de época se llamaba Huerta de los Ponte, dueños del palacio de ese nombre, luego Cine Marta y María, que veremos cuando, en el casco antiguo, pasemos de la calle Rivero a El Parche


La calle se extiende pues desde la citada Plaza del Pescado a L'Arbolón, por lo que la actual Plaza de los Oficios queda en medio de ella, cruzándose con Marqués de Suances, por donde venimos, y con Cervantes, a donde vamos. Esa que vemos atravesando la Plaza de los Oficios es entonces su parte final, la más recientemente construida y más poblada, la zona en la que se quiso construir la primera estación


Pero primeramente habremos de cruzar la calle del Muelle, no se nos ocurra hacerlo desde aquí directamente, sino que sigamos la acera a la derecha para ir al paso de peatones que encontraremos enfrente del matadero


En esta plaza y las calles que en ella confluyen hay casi a diario y a todas horas un tráfico intensísimo. Sigamos por la acera que hace curva a la derecha


Según caminamos, eso sí, nos daremos cuenta de una muy colorista y llamativa composición escultórica en el jardín que hay en medio de la plaza


Tras la cesión de los terrenos de la primitiva Huerta de los Ponte al Ayuntamiento, este pasó a llamar a la nueva calle Llano Ponte en 1892, pero durante mucho tiempo siguió llamándose La Industria, dado que se la tiene por la primer calle industrial de Avilés, pues ya en 1852 se habían establecido, en los terrenos entre la calle Rivero y la ría, varias fundiciones, razón por la que fue bautizada en primera instancia con tan industrioso nombre


Es Proyecto risol, obra de Ramón Rodríguez instalada en 2015, cuando se acondicionó el lugar y se construyó la plaza. Son siete pilares cuadrados, de entre 6,20 y 7 metros, recubiertos de azulejos de colores que simbolizan la fusión de culturas que caracteriza a la ciudad de Avilés, situado justo en este lugar por el que circulan cuantas personas vienen a Avilés a trabajar, visitar o vivir


Tal y como hemos dicho, caminamos unos metros por la calle del Muelle, hasta llegar a la explanada delante del antiguo matadero. Allí cruzaremos por el paso de cebra a la otra acera


Cuando crucemos, aún estando en el paso de peatones, estemos muy pendientes del tránsito de vehículos, que suelen ir veloces al tomar esta entrada hacia directa hacia la Pescadería, el Parque del Muelle y Los Telares


Luego subimos por la acera de la derecha, al pie de los altos edificios, un poco en cuesta, retomando el camino a la plaza. Al fondo, donde acaba la calle Llano Ponte, cruzándose con la de Gutiérrez Herrero y la Avenida de Gijón, estuvo el gran olmo de más de 30 metros que dio nombre a ese barrio: L'Arbolón


El viejo olmo fue talado en 1974 tras una oferta invernal que afectó muy seriamente a su tronco e integridad. Llevaba al parecer tiempo deteriorándose sin que se hiciese nada, no sabemos si por no poder o no querer, evitarlo, pero el arbolón fue testigo del crecimiento del barrio que le dio nombre, desde las primeras casas humildes y negocios y talleres artesanos hasta los angostos bloques de pisos que ahora podemos ver, donde antaño estuvo el fielato o aduana de recaudación de tasas por entrada de bienes de consumo en la población, más tarde transformado en quiosco


Bordeamos la esquina entre calles y nos disponemos a cruzar Llano Ponte, con la Avenida de Cervantes ya enfrente, pero no dejamos de ver a la izquierda L'Arbolón, del que nos dice Legazpi era lugar de encuentro de enamorados que grababan sus nombres dentro de un corazón en el viejo tronco. Otros hacían caricaturas o ponían los nombres de peñas de amigos, y así lo cuenta en sus Episodios, así como su triste final...
"Pero el paso del tiempo causa estragos en todos los seres vivos, y el simbólico olmo de El Arbolón, pese al cariño que suscitaba entre quienes convivían a diario con él, no fue una excepción. El lento transcurrir de los años fue pudriendo su tronco, deshojando sus ramas y transformando aquel magnífico monumento natural en un foco de preocupación para los vecinos. «Al final ya tuvieron que apuntalarlo de lo débil que estaba. Días antes de que llegase su fin, cayó una rama considerable, que podría haber matado a alguien», explica Barros. 
Así es como lo recuerda Nelly Fernández Arias, actual presidenta de la Asamblea Local de Cruz Roja, que en 1965, momento de su llegada al barrio, contaba 33 años. «Por aquel entonces ya estaba muy mal, muy seco, y parecía a punto de caerse en cualquier momento», rememora, mientras vuelve a ver en su mente a los mayores del barrio prohibiendo a los niños que se acercasen a aquel tronco moribundo. «Los padres no les dejaban jugar cerca por la cantidad de astillas que se desprendían. Es verdad que hubo gente sensible que pidió conservarlo, pero la mayoría éramos conscientes de que aquello no podía durar». 
Los vaticinios de Fernández y de tantos otros se cumplieron una tormentosa noche de finales de 1974, en pleno ciclo de vendavales marinos. «Tuvimos una semana de grandes vientos», reconoce Barros. «Una mañana me levanté, salí a la calle de camino al trabajo y me lo encontré tirado en el suelo, partido en dos». Desde ese momento, y hasta la fecha, ha sido prácticamente imposible alcanzar un consenso acerca de qué o quién tumbó aquella mole vegetal. Algunos achacan su muerte a los efectos de un rayo que impactó en una de sus ramas; otros, como el propio Barros, creen que fueron las violentas rachas de viento las que terminaron por hacer caer al arbolón. Sea como fuere, lo que sí es cierto es que, a pesar de los ruegos de algunos nostálgicos, el Ayuntamiento tomó la decisión de retirar el olmo del lugar. «Hubo vecinos que se congregaron en torno a los operarios públicos y no pudieron reprimir las lágrimas», asegura Barros, uno de los muchos que se reunieron allí para decir adiós al que durante tantas décadas fuese su compañero de aventuras inerte. «A todos nos dio pena, pero era lo único que se podía hacer»

Tenemos desde aquí en primer término una muy buena perspectiva de toda la plaza y sus calles, los las columnas azulejadas de Proyecto Crisol y el gran mural de la medianera


Las columnas de Proyecto Crisol forman un hexágono, a la vez este dentro de una circunferencia de 14 metros de diámetro. En el centro está el pilar central, más alto que los otros, cuyos azulejos blancos y azules son los colores de la ciudad


Antes del crecimiento desmesurado de Avilés con Ensidesa, esta franja, de incipientes industrias locales, era la transición entre lo urbano y lo rural en Avilés. Un poco más allá, por la calle Gitiérrez Herrero, viene a dar a la Avenida de Cervantes en ramal del Camino Norte procedente de Oviedo/Uviéu, del que nos separamos en Casquita (Villaviciosa) y con el que nos reuniremos allí mismo, al cruzarnos con la calle Rivero, enfrente del albergue de peregrinos


Ya por fin cruzamos aquí la tantas veces mencionada calle Llano Ponte, que tomó este nombre en 1892 cuando el Ayuntamiento, en agradecimiento a la donación de los terrenos, decidió llamarla así abandonando el de La Industria, con el que no obstante siguió conociéndose popularmente mucho tiempo


Si esto eran, hace años, las afueras, ahora es prácticamente centro urbano, a escasos metros ya del casco histórico, alguno de cuyos edificios, en concreto el de la farmacia, de intenso color crema y tejado a dos aguas, destaca a escasa distancia


De esta manera,  tomando la Avenida de Cervantes, vamos viendo mejor y más cerca el gran mural de la Plaza de los Oficios, que también contribuye un poco o un poco mucho a dar una sensación de descongestión en estas calles de tantísimo trajín. En la página de Festival Asalto, festival de arte urbano de Avilés, encontramos esta referencia del autor y su obra
"El artista Daniel Muñoz “San” ha reunido en un gran mural la cultura, los símbolos y la historia de Avilés

La intervención de SAN en Avilés ha sido fruto de un intenso trabajo de búsqueda de información con agentes locales durante la residencia del artista en la ciudad.

Asalto Producciones Culturales ha coordinado este proyecto para el Ayuntamiento de Avilés. 

El artista Daniel Muñoz, SAN, dentro de la residencia artística propuesta por el Ayuntamiento de Avilés y que ha coordinado el equipo de Asalto, ha realizado un gran mural en la plaza de Los Oficios de la localidad. En la obra, SAN reproduce diferentes imágenes y textos referidos a la historia y el presente de la ciudad. De esta forma, la obra pretende captar el interés del público mostrando una serie de elementos  y que requieren de una pausada observación para su descubrimiento y asimilación, como el plano de la ciudad, los nombres de los protagonistas de programas de inclusión o edificios que representan el desarrollo urbanístico de la ciudad. De esta manera se invita al público a formar parte de un proceso activo.

Este proyecto, cuya composición general está planteada bajo la idea de un mapa conceptual, pretende revisar el paisaje arquitectónico y sociológico de Avilés y establecer una mirada crítica hacia las herramientas históricas y estéticas con las que definimos nuestro patrimonio cultural.
El resultado final busca otorgar un valor positivo al acercamiento de unas imágenes a otras, a la comunión entre la belleza establecida y la belleza buscada, entre la información oficial y el imaginario popular"






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Y en el apartado titulado La importancia del proceso y el conocimiento del contexto, leemos así:
"El periodo de residencia que Daniel Muñoz “SAN” ha pasado en Avilés, le ha permitido realizar un trabajo de campo intenso en el que ha agrupado la historia oficial de la ciudad contada por las agrupaciones vecinales. Entrevistas con la Cronista Oficial de Avilés, la archivera municipal, vecinos de diferentes barrios o visitas a diferentes fábricas y espacios creativos o empresariales de la ciudad, han surtido al artista de una gran cantidad de información que le ha permitido llevar a cabo un trabajo mural de importante calado conceptual y simbólico"

Uno de los elementos del muran que antes no apreciábamos en la distancia es este gran plano del casco urbano de Avilés. Coloreada vemos todo el entorno de esta plaza, llamada a importantes reformas urbanísticas, basadas en el desarrollo tecnológico, la Isla dela Innovación o el tan deseado soterramiento ferroviario


Fotos de gentes y lugares, selección procedente de los diferentes barrios avilesinos


A la derecha los prados de los alrededores, abajo el gran olmo que estuvo en las inmediaciones, L'Arbolón. También vemos una portada románica de la antigua parroquial, luego de los Pasdres Franciscanos/ San Antonio de Padua, o el mapa del viaje de los arijanos que vinieron de Burgos a Avilés para trabajar en Cristalería, trasladados desde el emplazamiento primitivo de la empresa


Los niños, los barrios, la celebración de la Comida en la Calle, Plaza de la Pescadería...


El campo y la industria, personajes célebres, el derribo del antiguo Ambulatorio de Llano Ponte...


El artista Daniel Muñoz manifestó que quiso descartar aquellos elementos de la idea simbólica que uno tiene antes de conocerla. Había ganado previamente un concurso público para hacerla, al que se presentaron bastantes artistas. Naturalmente entre el vecindario hubo disparidad de opiniones cuando se inauguró, pues en gustos no hay nada escrito, pero al ser el remate de la construcción de la plaza y la colocación de semáforos contribuyó a la alegría popular. Junto a San trabajaron su ayudante y dos alumnas de la Escuela de Artes y Oficios




Esta Avenida de Cervantes cuenta con anchas aceras y es una gran arteria comercial avilesina. Seguimos avanzando por ella en dirección a Rivero y el albergue de peregrinos. Vamos a nuestro paso hallando ya tiendas de todo tipo, una buena ocasión para paliar alguna de nuestras necesidades camineras logísticas


Señales de limitación de velocidad en el casco urbano: una franja vegetal separa los dos sentidos de la avenida, dos que vienen y dos que van. Estas anchas pero a la vez comúnmente atestadas calles, nos traen a lo memoria lo que dice el gran historiador Luis Antonio Alías de Avilés en su libro El Camino de Santiago en Asturias. Itinerarios:
"Avilés, conocida gracias a la protección  que el rey Alfonso VI le concedió en el año 1085 en forma de fuero, documento confirmado por Alfonso VII en el 1115 y que, por una parte, constituye el primer testimonio de nuestra habla vernácula, se convirtió en pujante puerto por donde entraban y salían las más diversas mercancías, llegando a ser, a lo largo de la Edad Media, el principal centro económico de la región

Esta tradición mercantil y artesanal se hace industria en el siglo XIX con empresas de vidrio, fundición, curtidos y textiles para, ya en nuestro siglo (se refiere el autor al XX pues el libro es de 1993), dar cabida  a grandes factorías industriales -ENSIDESA, ENDASA, Cristalería-. Viva y en desarrollo (los 10.235 habitantes de 1887 han pasado, un siglo después, a 86.858) posee un casco viejo que testimonia pasados esplendores y refinamientos"

Respecto al trazado caminero histórico en el tramo de La Ría a Rivero el libro El Camino de Santiago por Asturias. Topoguía 2. Ruta de la Costa, coordinado por la catedrática Mª Josefa Sanz, nos dice lo siguiente:
"Pasados más de 2 km desde su entrada en el concejo, en los que bordearía el cauce del río Tabaza y la cola de la ría de Avilés, es probable que efectuase su aproximación al casco urbano por donde luego lo hizo la carretera vieja de Gijón, cuyos vestigios se limitan a un tramo de unos 700 m desapercibidos en las afueras de la población, al tiempo que es fragmentado por la vía del ferrocarril con destino a Oviedo y conociéndose como Avenida de Gijón.

En su final confluye con la antigua carretera de Oviedo, entroncando así al unísono en la calle del Rivero por donde ingresaba propiamente en el núcleo urbano avilesino"

Y llegamos ya a esa citada confluencia de calles frente a Rivero: a la izquierda, por la calle Gutiérrez Herrero, vienen los peregrinos procedentes del otro ramal del Camino Norte, el que desde la bifurcación de Casquita en Villaviciosa se dirige a Oviedo/Uviéu y luego, por Posada (Llanera), Cancienes y Nubleo (Corvera) entra en Avilés por Villalegre, El Vidriero, Los Canapés y La Curtidora


En esa confluencia de calles y caminos frente a Rivero, la calle de La Magdalena era otro antiguo camín real que entraba en Avilés por el sur, también buscando el camino a La Villa por la calle Rivero, que ya tenemos a nuestra derecha. Ese viejo camino pasaba por La Madalena los Corros, parroquia rural avilesina cuyos terrenos de labor se transformaron en un populoso barrio, donde antaño andaban los malatos o leprosos de la malatería allí existente hasta el siglo XVIII, dedicada a los santos patronos de esas antiguas instituciones, La Magdalena y San Lázaro


A la derecha, la casa de tejado a dos aguas de la Farmacia Honrubia señala que, nada más pasarla, entraremos en esa histórica calle Rivero avilesina, por la que los peregrinos procedentes de las diferentes rutas asturianas entraban en Avilés, en dirección a una de las puertas de su antigua muralla, la de La Ferrería


A la izquierda hay algún buen ejemplo del ensanche urbano avilesino, la villa que, saliendo de su núcleo histórico medieval, renacentista y barroco, pasó a los campos circundantes ya a finales del siglo XIX, pero sobre todo a lo largo del siglo XX


En la esquina, un gran edificio en chaflán separa dos inmuebles singulares: a su izquierda, en la calle Gutiérrez Herrero y pintado de intenso azul, vemos el Centro de Formación Ocupacional de Avilés, en la que fue la Fábrica de Harinas El Águila, fundada en 1893 a iniciativa de Juan de Oría y Ortiz aprovechando un salto de agua existente en el regatu de Los Molinos que por aquí pasaba y daba nombre al lugar. Su fuerza hidráulica haría funcionar la maquinaria de la molienda


Se trata de uno de los escasísimos vestigios conservados de toda la incipiente industria avilesina que se extendió a partir de entonces por lo que eran los caminos y solares del extrarradio avilesino, como La Vidriera y La Curtidora. El gran cuerpo principal, más alto, albergaba las oficinas y es lo que más destaca, arquitectónicamente, del conjunto. Natalia Tielve García lo describe así en la página de Patrimonio Industrial:
"Con una distribución en alzado en tres plantas y cierres de mampostería enlucida, presenta cubierta a dos aguas. La fachada principal, enmarcada por dos pilastras rematadas con jarrones ornamentales, se presenta articulada mediante fajas e impostas de piedra. En ella se abren vanos de buen tamaño, organizados por pisos, con remate en arcos rebajados y de medio punto, que incorporan motivos decorativos geométricos. Corona la fachada un pretil, sobre un óculo central, en el que se dispone el nombre de la empresa y sobre el que se emplaza un águila, a modo de emblema"

A partir de ese cuerpo central la fábrica de harinas se organizaba con dos naves de planta rectangular anexas, con cubierta a dos aguas, donde se instaló la maquinaria, llegando a producir unas 7.000 toneladas anuales con trigo procedente de Castilla, Rusia y Estados Unidos:
"Contaba con un motor hidráulico de noventa caballos de potencia, junto con un motor auxiliar de sesenta caballos. Producía unos 20.000 kilos de harina diarios, destinados al mercado gallego y asturiano y comercializados bajo las marcas Oria y Tres Estrellas. Su favorable emplazamiento, en una zona relativamente bien comunicada, en el extremo suroriental de la villa y, en particular, la cercanía del puerto facilitaba la comercialización de los producto"

Luego del cierre de la harinera, las instalaciones estuvieron largos años en desuso, hasta que se destinaron a cuartel de bomberos y, a posteriori, al actual centro ocupacional. Por su acera pasan los peregrinos procedentes de la capital asturiana y a su derecha está precisamente una de las entradas, la secundaria, del albergue de peregrinos


La entrada principal del Albergue Pedro Solís está a la derecha del citado edificio en chaflán, mirando a esta Avenida de Cervantes y al emboque de la calle Rivero


Su pequeña entrada puede llegar incluso a pasarnos desapercibida desde aquí, entre el tráfico y los árboles ornamentales de la avenida, pero dos detalles la delatan: suele estar pintado de un vivo color rojo-granate y enfrente, en la acera y junto al paso de peatones, hay un crucero de piedra



Especialmente dedicado a los peregrinos, estimamos oportuno recomendarlo, muy cercano al centro y justo en este lugar, donde se unen los caminos "gijonés" y "ovetense" del Camino Norte. También, aunque no se pernocte en él, es conveniente acercarnos, tanto para sellar nuestras credenciales como para enterarnos de alguna novedad caminera o comentarla, además de enterarnos bien del trazado del recorrido a partir de aquí, atravesando la población




Tal y como hemos dicho, el edificio de la Farmacia Honrubia nos sirve de referencia para adentrarnos en el centro histórico avilesino. Su estructura se asemeja, aunque evidentemente muy tranbsdormada, a las casas que se hicieron en esta calle a partir del siglo XVII, la cual fue uno de los principales accesos a Avilés durante siglos. Alberto del Río Legazpi habla del Barroco Boticario de Avilés"donde las mansiones se asocian a la boticas, Curioso y singular estilo artístico que, ya me contarán a mí, en qué otro sitio del mundo se da"


No podemos olvidar que Avilés sufrió dos pavorosos incendios que hicieron desaparecer muchas casas antiguas, la mayor parte de madera, por lo que solamente sobrevivieron los edificios de piedra, que hasta entonces solamente serían iglesias y palacios fundamentalmente, por lo que la población hubo se reconstruirse en ambos casos. el primero fue en noviembre de 1478 y el segundo en 1621. En ambos casos la calle extramuros, no debía de estar aún edificada o muy poco, construyéndose las actuales casas a partir de 1663, más de cuatro décadas después de aquel segundo gran incendio. Como era común, en su parte posterior había huertas pues los vecinos, si bien muchos artesanos, tenían su huerto familiar


Efectivamente, desde la farmacia, ya podríamos ir a la derecha por esta calle Rivero, por donde sigue el Camino, calle que se hizo realidad cuando el Concejo, Conceyu o Ayuntamiento decidió ampliar la angosta villa amurallada fuera de su cerca medieval en estos terrenos libres de marismas por los que discurría este camín real de la costa en su unión con el del interior


Pero antes, vamos a cruzar el paso de peatones para dirigirnos al albergue de peregrinos Pedro Solís, dedicado a este clérigo y protonotario, miembro de una importante familia aristocrática con solar en el cercano valle de Solís en Corvera, y fundador del Hospital de Nuestra Señora de la Asunción, en esta misma calle Rivero, en 1513, dedicado a acoger pobres y peregrinos como Hospital de Caridad, que aún se conservaba, aunque en desuso, en 1948, cuando la piqueta incivil acabó con él


El actual albergue pues, es su inmediato sucesor, y perpetúa la memoria de su fundador, Pedro Solís, que entre sus numerosos cargos, con frecuencia comprados, todo hay que decirlo, si bien de manera más o menos sutil, fu canónigo de Toledo, Arcediano de Madrid, Abad de la Colegiata de Santa Marta de Astorga, de la de Santa María de Arbas (Camino del Salvador) y el ya citado de protonotario (alto cargo vaticano), del Papa Alejandro VI




No vamos a entrar en las cantidades de cifras de peregrinos aquí alojados, pues en nuestra humilde opinión es un baile de números más propio de promotores turísticos y representantes políticos que necesitan aportar datos estadísticos lo más triunfalistas posibles, pero sí decir que es uno de los albergues públicos veteranos y emblemáticos del Camino Norte, de los primeros que hubo. Ahora tanto la ciudad como el resto de la ruta dispone de otros alojamientos, a veces no pensados expresamente para romeros, pero que los acogen con gusto y con buena información. Si bien cuesta cada vez más despegar ese binomio, que no encaja plenamente bien aunque se intenta, que ve peregrinos=turismo, cuando no es exactamente así ni mucho menos



Enfrente del albergue hay una buena explanada donde los peregrinos que van llegando consultan horarios de apertura y otras informaciones. Hemos de decir que Avilés cuenta con una activa Asociación de Amigos del Camino


En el informe Camino de Santiago y otros históricos, dedicado a las rutas jabobeas avilesinas, su historia, patrimonio y repercusiones, vamos a leer:
"El Camino de Santiago ha dejado una huella que, aunque profunda en sus inicios, ha sido en gran medida borrada del plano histórico de Avilés, tanto física como mentalmente, a lo largo de los últimos siglos de su evolución. Sin embargo, existen vestigios, investigaciones y elementos patrimoniales suficientes para reforzar la voluntad de recuperar las trazas del Camino. Voluntad surgida hace unos años y ya materializada en proyectos, señalizaciones y otras inversiones fijas. 

Estas trazas, junto con los elementos adheridos a ella, constituyen una parte importante de la pauta espacial sobre la que se ha desarrollado el Avilés histórico. 

La importancia del Puerto en el Centro Histórico, así como de los caminos que irradiaron desde allí hacia Gijón por la costa, hacia Oviedo por el interior y hacia Grado por el interior, en términos locales y de relación regional, fue, sin duda, tan grande en aquel tiempo como pudo ser la de flujos de peregrinos de largo recorrido entre Francia y Santiago de Compostela. 

Esta importancia de la Villa de Avilés, de su Puerto, así como de su producción industrial y comercial, estuvo estrechamente ligada con los itinerarios asturianos del Camino, del mismo modo que lo estuvo su trazado urbano con los trazados físicos del Camino dentro del propio Concejo. 

Pero, además, el Camino constituyó y sigue constituyendo la estructura troncal de una red de caminos rurales, de escala predominantemente comarcal. Uno y otros nos permiten hoy valorar en términos de evolución histórica, por una parte el soporte natural del Concejo y, por otra, los elementos de la edificación, pública y privada, asociados a las márgenes del Camino, y finalmente, la estructura urbana principal de la ciudad y de los asentamientos de su entorno"


Vamos a fijarnos en el crucero o cruceru, cruceiru, cruceiro de la acera delante del albergue



Imagen de Cristo crucificado, mirando a la calle...


Y al otro lado la Dolorosa, mirando a la puerta del albergue. Posiblemente sean las iconografías más habituales, cuando las hay, en estos elementos, aunque existen otras muchas


En la fachada del albergue tenemos diversas placas y paneles informativos


Una de ellas es la de la larga etapa a Soto de Luiña. Hemos de incidir que las etapas de cualquier ruta son orientativas y, en muchos casos, posiblemente incluyendo en este, sus tramos y recorridos se basaron en los escasos albergues existentes cuando empezó la recuperación institucional de los caminos de Santiago a todos los niveles a partir de 1993. Los peregrinos pueden dividir sus jornadas como les plazca. Especialmente para los que van andando se trataría de una etapa muy larga, de unos 38 kilómetros, factible de dividir en dos


La otra es la dedicatoria a Pedro Solís en azulejo, colocada en 1997 con la inauguración de este albergue. Además del bordón peregrino con su calabaza, el escudo de Avilés (abajo) y la Cruz de los Ángeles y la concha xacobea, un texto recoge la frase, recogida de la documentación del antiguo hospital, en la que se dice se daba a los peregrinos "cubierto, cama y fuego"


Encontramos la puerta entreabierta y nos asomamos al interior...


Nos encontramos con este patio cerrado y luminoso, el cual constituye un lugar muy tranquilo y apacible pese a estar en medio de algunas de las calles más transitadas del centro urbano


Hay una buena explanada, mesas y bancos, lo cual constituye un buen espacio de socialización. Un poco más adelante a la izquierda se ve un comedor. De frente está la puerta a las dependencias interiores, donde están las literas, duchas, baños, concina, etc., en el bajo del edificio El Águila


Es interesante saber que, además del fundado por Pedro Solís hubo en Avilés una fundación de acogida anterior, el Hospital de San Juan, de fundación más antigua y dependiente de las autoridades de la villa, esto es, lo que por entonces se decía Justicia y Regimiento. Estaba también extramuros, enfrente de la actual Plaza Mayor o Plaza España, popularmente siempre El Parche, a donde llegaremos tras recorrer toda la calle Rivero, eso sí de aquel antiguo hospital tampoco ha quedado nada


De esta manera, visitado el albergue, volvemos sobre nuestros pasos y cruzamos de nuevo la Avenida de Cervantes para ir a la calle Rivero, El Rivero, memoria viva en Avilés de los peregrinos de Santiago de las antiguas romerías jacobitas por tierra y por mar...












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